Anda di halaman 1dari 10

Mayo francés de 1968

Con el nombre de
Mayo francés o
Mayo del 68 se
conocen los
acontecimientos
sucedidos en Francia
en la primavera de
1968.
Todo se inició cuando
se produjeron una
serie de huelgas
estudiantiles en
numerosas
universidades e
institutos de París,
seguidas de
confrontaciones con
la universidad y la
policía.
El intento de la administración de Charles de Gaulle de ahogar
las huelgas mediante una mayor carga policial sólo contribuyó a
encender los ánimos de los estudiantes, que protagonizaron
batallas campales contra la policía en el Barrio Latino y,
posteriormente, una huelga general de estudiantes y huelgas
diversas secundadas por diez millones de trabajadores en todo
el territorio francés (dos tercios de los trabajadores franceses).
Las protestas llegaron a tal punto que De Gaulle disolvió la
Asamblea Nacional y se celebraron elecciones parlamentarias
anticipadas el 23 de junio de 1968.

1
Cronología del mayo del 68 francés
Viernes 3: un grupo de estudiantes se reunió en la plaza de la Sorbona, donde
estaban a punto de celebrarse las comparecencias de Cohn-Bendit y sus
compañeros. Empezó a unirse gente, y a las 4 de la tarde la Sorbona estaba
rodeada por la policía, que detuvo, en contra de lo que había prometido, a varios
estudiantes, lo que provocó que aún más personas se unieran a la protesta y se
originaran numerosas manifestaciones espontáneas.

La Unión Nacional de Estudiantes (UNEF) y el Sindicato de Profesores (SNESUP)


convocaron una huelga que pedía la reapertura de la Sorbona, la retirada de la
policía y la liberación de los detenidos. Las peticiones no fueron concedidas por el
gobierno.

Lunes 6 (lunes sangriento): los


"Ocho de Nanterre" acudieron a
su comparecencia ante el Comité
de Disciplina de la Universidad
cantando La Internacional, y a la
salida fueron salvajemente
atacados por la policía cuando
se manifestaban por las calles de
París. Formaron barricadas con
coches volcados y lanzaron
piedras arrancadas del
pavimento. Las cifras oficiales
hablaban de 422 arrestos y 345 policías heridos.

Martes 7: los acontecimientos del día anterior dieron lugar a una multitudinaria
manifestación, y, evitando a la policía colgaron banderas rojinegras del Arco del
Triunfo mientras la Internacional se escuchaba por las calles. El Barrio Latino se
encuentra en estado de sitio y la opinión publica ya estaba cambiando, sorprendida
por la brutalidad de la represión policial, y grandes secciones de la clase
trabajadora se empezaron a inspirar en la revuelta estudiantil para luchar contra el
estado por sus propios derechos.

Miércoles 8: los líderes del Partido Comunista vieron el tamaño del movimiento y
decidieron cambiar su postura y hacerse con el control de la insurrección, ya que el
ejemplo de los estudiantes empezaba a seguirse en los lugares de trabajo.

Viernes 10: la policía toma la Universidad de Nanterre, y 30.000 estudiantes,


marcharon hacia la Sorbona, pero las calles aledañas estaban tomadas por la
policía armada para el conflicto. Volvieron a levantarse barricadas, y la gente de las
casas cercanas colaboraba con los manifestantes proporcionándoles asistencia de
2
primeros auxilios o uniéndose a la revuelta. El gobierno cedió en dos de las tres
demandas de los manifestantes, pero no aceptó liberar a los detenidos. El
comportamiento de la policía volvió a ser brutal, y las cifras oficiales ascendieron a
367 personas heridas y 460 arrestadas, aunque en las calles se hablaba de un
millar de heridos, quinientos detenidos y doscientos vehículos incendiados.

Sábado 11: carros blindados se desplazaron a las calles afectadas por el


enfrentamiento para limpiar las barricadas mientras eran increpados e insultados
por el pueblo. Algunos de los que limpiaron las calles, tuvieron gestos de
solidaridad con el movimiento. A causa de los acontecimientos del día anterior, se
convoca una huelga general para el lunes siguiente.

Lunes 13: los estudiantes fueron


finalmente liberados, pero la chispa
ya estaba encendida; coincidiendo
con la huelga general, los sindicatos
organizaron una marcha por Paris
que movilizó a 200.000 personas
(según cifras conservadoras). La
policía desaparece de las calles, y el
gobierno es señalado como
enemigo del pueblo. Tras la marcha
un grupo de estudiantes deciden
ocupar la Sorbona. Durante la noche
colgaron más banderas rojinegras
de la Sorbona, al tiempo que decoraron los pilares que rodean la plaza con posters
de Marx, Lenin y Mao y pintadas de las figuras de Trotski, Fidel Castro y el Che
Guevara junto a los eslóganes de “todo es posible” y “prohibido prohibir”. Se dice
que nueve millones de trabajadores hicieron huelga este día.

Martes 14: se eligió un Comité de Ocupación de 15 personas, y su mandato se


limitó a 24 horas. El teatro de la universidad presenció debates políticos día y
noche para erradicar la distinción entre los trabajadores y los patrones. Se ocupó
también la Escuela de Bellas Artes, donde se celebraron reuniones cada mañana
para decidir los temas de actuación y se diseñaban posters de protesta, que
irónicamente se convirtieron en objetos de coleccionistas ricos, a pesar de que en
la mayoría se leían frases como: "No descansaremos hasta que el último burgués
cuelgue de la rama más alta". Los trabajadores de Sud Aviation, cerca de Nantes,
ocuparon su fábrica, y las plantas de Renault en Cleon, Flins, Le Mans y Boulogne
Billancourt fueron a la huelga. Los sindicatos no controlaban algunas acciones
emprendidas por los trabajadores, como encerrarse en fábricas, o declarar huelgas
indefinidas. Los líderes de la CGT habían sido cogidos por sorpresa e intentaron
desesperadamente no perder su influencia.

3
Miércoles 15: 15.200 obreros de la fábrica de Renault se encierran toda la noche
secuestrando a los directores.

Jueves 16: miles de estudiantes marchan a Boulogne Billancourt, donde 35.000


trabajadores están en huelga. El paro en París, Lyón y la Normandía industrial es
total.

Viernes 17: los controladores aéreos de Orly y la televisión francesa (ORTF) se


unen a la huelga general convocada para el día 21.

Sábado 18: el sector del carbón, el transporte público de París, los Ferrocarriles
Nacionales, los astilleros y el gas y la electricidad se unen a la huelga, pero los
suministros domésticos y de emergencia se mantienen.

Domingo 19: la retirada de dinero de los bancos se limita a 500 francos ante la
posibilidad de que los banqueros se unieran también a la huelga.

Lunes 20: los ferrys del Canal de la


Mancha interrumpen su funcionamiento
por falta de suministro de gasolina. La
industria textil y los grandes comercios
de París se unen a la huelga general
del día siguiente. La plantilla de ORTF
hacía las siguientes reivindicaciones:
semana de 40 h, edad de jubilación
más baja, derogación de las leyes anti-
huelga de 1963, salario mínimo de
1000 francos por semana y la retirada
de la influencia del gobierno en la
televisión.

Miércoles 22: los profesores se declaran también en huelga, aunque muchos


siguieron asistiendo a las escuelas para mantener el contacto con los estudiantes.
Los trabajadores del gas y la electricidad también se unieron a la huelga
manteniendo el suministro casi por completo; los alimentos llegaban a Paris como
antes de la huelga, y los telegramas urgentes se entregaban pese a la huelga de
trabajadores de correos. En algunas fábricas, se alteró la producción para adaptarla
a las necesidades de la protesta, y los periodistas se negaron a dejar el monopolio
de la información en la televisión y la radio.

Viernes 24: los agricultores de Nantes bloquearon las carreteras de acceso a la


ciudad, y los obreros de los transportes controlaban todo el tráfico que llegaba, así
como el combustible y los precios de los alimentos. Las tiendas tenían carteles que
decían: “esta tienda está autorizada a abrir. Sus precios están bajo supervisión

4
permanente del Comité”. Esta situación en Nantes duró una semana, y se llamó “la
ciudad de los trabajadores”.

Este mismo día apareció De Gaulle en televisión, temiendo por la supervivencia de


su gobierno, pidiendo “una participación mayor de todos en lo que nos concierne” al
tiempo que 30.000 personas marchaban hacia el palacio de la Bastilla, que estaba
fuertemente protegido por la policía al igual que todos los ministerios. Pero la Bolsa
quedó desprotegida, y un gran número de manifestantes la asaltaron e incendiaron.
Algunos grupos de izquierda perdieron los nervios, y otros les frenaron, impidiendo
la toma del ministerio de finanzas. Unas declaraciones desafortunadas del líder
estudiantil Daniel Cohn-Bendit le obligaron a exiliarse a Alemania.

Lunes 27: el gobierno garantiza


un incremento del 35% en el
salario mínimo industrial y del
12% de media para todos los
trabajadores. De Gaulle se
asegura de que tiene el apoyo del
ejército antes de la marcha de
500.000 trabajadores pidiendo un
“gobierno del pueblo”, pero
pidiendo ya un gobierno.

Jueves 30: De Gaulle reaparece


en televisión abandonando la idea
del referéndum y convocando
elecciones en 40 días. Prometió también medidas más suaves si “todo el pueblo
francés se implica para que la existencia normal no se rompa por aquellos
elementos (comunistas y anarquistas) que intentan evitar que los estudiantes
estudien y los trabajadores trabajen”.

Miércoles 5: la mayoría de las huelgas han terminado, y se extiende un aire de


derrotismo y desmoralización porque el capitalismo ha barrido Francia. Los que
siguen protestando son aplastados en operaciones de estilo militar.

Finales de junio: todas las manifestaciones callejeras fueron prohibidas, y el PCF


(partido comunista francés) dejó de apoyar las protestas. A finales de mes se
retomaron los institutos y se quitaron las banderas rojinegras de la Sorbona. En las
elecciones, De Gaulle ganó con el 60% de los votos.

5
París, mayo, 1968: la fiesta de la libertad
Armando Bartra

En los años sesenta del pasado siglo el


mundo rejuvenece. Dejando atrás el
consumismo epidérmico que envolvía para
regalo el ánimo taciturno de la generación
marcada por la segunda gran guerra, una
nueva generación irreverente y airada toma
por asalto los campus, las fábricas, las calles,
los sueños.

Es tiempo de oposición extraparlamentaria y


movimientos sociales, tiempo de comunas, de
comités, de brigadas; tiempo en que el Barrio
Latino de París es rebautizado Barrio del
Vietnam Heroico, el Free Speech Movement
sacude a la Universidad de Berkeley, los
estudiantes Zengakuren tunden a la policía
japonesa con bastones de kendo, la
autogestión obrera subvierte la disciplina fabril
en Turín. Por el mundo soplan vientos de
antiimperialismo militante, de poder negro, de
revolución cultural. Son los años en que el
David vietnamita humilla al Goliat yanqui, en
que los barbones de la revolución cubana
bailan rumba en las narices del tío Sam, en
que la promisoria y cristalina Primavera de
Praga desafía al coloso ruso. Son días privilegiados, días de carnaval en que el mundo
anda desfajado y patas arriba; en que el pobre puede más que el rico, el negro más que el
blanco, el joven más que el viejo, el débil más que el fuerte. Son tiempos contestatarios,
alebrestados, salidores, respondones; tiempos de feroz irreverencia y de imaginación
desmecatada. Bien decían los entrañables ilusos del Barrio Latino durante el Mayo
francés: “Millonarios del mundo, unios. Los tiempos están cambiando”.

El 22 de marzo de 1968 la agresión fascista a una manifestación estudiantil provoca la


ocupación de la universidad francesa de Nanterre por los jóvenes. La efervescencia se
extiende a la Sorbona y cuando los rectores cierran ambas universidades –
presumiblemente por órdenes del presidente Charles De Gaulle–, el activismo se
radicaliza, hay choques con la policía, y el 7 de mayo marchan en París más de 30 mil
estudiantes. Al día siguiente los jóvenes airados toman del emblemático Barrio Latino al
grito de “¡Fuera De Gaulle!” A raíz de querellas menores ha estallado una versión
adolescente de la Comuna de París.

6
Un fantasma adolescente recorre el mundo

El mayo francés no brotó de la nada: en noviembre de 1967, los estudiantes de Nanterre


se habían ido a la huelga por problemas de sobrepoblación y en febrero de 1968 hubo
manifestaciones parisinas contra la guerra de Vietnam. Pero el verdadero caldo de cultivo
es la emergencia global, a mediados de los sesenta, de una nueva izquierda estudiantil
que en España cuestiona al franquismo con manifestaciones, huelgas y ocupación de las
universidades de Barcelona y Madrid; que en Italia toma la Universidad de Turín; que en
Alemania se estructura en torno a la Liga de Estudiantes Socialistas, con ramificaciones
en toda Europa; que en Japón milita en la organización Zengakuren, ala izquierda del
Partido Socialista; que en Estados Unidos conforma Estudiantes por una Sociedad
Democrática, con presencia mayor en California.

Y también cunde en América Latina: en Ecuador los disturbios estudiantiles de Guayaquil


son enfrentados con ley marcial; en Venezuela el gobierno responde a las movilizaciones
ocupando militarmente la universidad Central y más tarde la de Maracaibo; en Colombia
40 tanques toman la universidad de Bogotá; en Bolivia hay estado de sitio contra la
agitación estudiantil; en Brasil estudiantes y policías chocan en Río de Janeiro; en
Argentina los universitarios resisten la dictadura militar de Juan Carlos Onganía. En
México el Ejército desaloja a los “comunistas” que ocupaban la Universidad de San
Nicolás, en Michoacán, entre ellos el rector.

Son igualmente jóvenes


afroamericanos quienes
protagonizan las algaradas raciales
de 1964 en Nueva York, Nueva
Jersey, Chicago y Filadelfia;
quienes en 1965, en Los Ángeles,
saquean, incendian y atacan a la
policía, y quienes militan en los
Panteras Negras. Son cientos de
miles de jóvenes chinos quienes
en 1965 conforman los Guardias
Rojos que se rebelan contra
alcaldes y funcionarios, animando
la primera fase de la Revolución
Cultural. El mismo año, pero en Checoslovaquia, son principalmente jóvenes quienes
impulsan la Primavera de Praga con el reformista Alexander Dubcek, quienes transforman
la Plaza Wenceslao en ágora democrática y quienes, más tarde, enfrentan desarmados a
los tanques soviéticos. En Polonia, son los estudiantes de la Universidad de Varsovia y
obreros siderúrgicos quienes, a principios de1968, integran los comités que demandan
libertad de expresión, asociación y cultos. Y son estudiantes quienes a mediados de ese
mismo año, en Yugoslavia, se movilizan durante una semana por reformas democráticas.

Menos directamente políticas pero igualmente caladoras en el imaginario de la juventud


globalizada son las comunas jipis de California, la conversión del sicólogo Timothy Leary
en profeta del LSD y la desmelenada beatlemanía.

7
Y como telón de fondo, el movimiento contra la guerra en Vietnam. Una desigual
confrontación que el internacionalismo mediático llevó a todos los hogares de la “aldea
global”, haciendo posible que deviniera causa planetaria.

En el principio eran los jóvenes

En 1967, en la Universidad Libre de Berlín, el filósofo Herbert Marcuse agitaba a los


estudiantes: “Está en juego la vida de todos. La creciente producción es creciente
destrucción y creciente despilfarro”. Enfrentamos la “amenaza de destrucción total”. Y
señalaba las que, según él, eran fuerzas del cambio: “la oposición se concentra cada vez
más en los marginales” y también “entre los privilegiados que son conscientes del precio
que la sociedad opulenta hace pagar a sus víctimas”. Meses después los “privilegiados”
estudiantes franceses de educación media y superior parecían darle la razón
protagonizando un inédito movimiento altermundista.

Sin embargo la revolución de mayo en Francia fue trascendente no tanto por el indudable
vanguardismo universitario como por la amplia convergencia de estudiantes y obreros, con
lo que, de paso, el proletariado galo desmintió su presunta aristocratización.

Pero al principio son únicamente los


jóvenes; las grandes centrales
sindicales les dan la espalda, el
Partido Comunista Francés los
llama “provocadores”, y el 10 de
mayo están solos en la defensa del
Barrio Latino: una feroz batalla de
barricadas que deja casi 600
heridos y cerca de 500 detenidos. Al
día siguiente se solidarizan con la
“Comuna de París” las facultades
universitarias de Toulouse, Lyon,
Grenoble, Burdeos, Clermont-
Ferrand, Nevres y la insurgencia se
torna nacional.

Tras 10 días de combates juveniles y en riesgo de ser rebasados por sus bases, las
centrales obreras y el PCF saludan al movimiento y anuncian una huelga solidaria de 24
horas. Por su parte De Gaulle cede y el 13 reabre la universidad. La manifestación
triunfante congrega a 800 mil personas y en la recuperada Sorbona se celebra la Noche
de la Libertad, donde se acuerda boicotear los estresantes y memorísticos exámenes,
luchar por una universidad popular y democrática, y exigir la dimisión del jefe de la policía
y del ministro del Interior. Se debate también la organicidad del movimiento en comités de
acción, de los que a finales de la tercera semana de mayo ya operan 400.

“Algunos quieren utilizar la crisis para obligar al gobierno a reformas universitarias. Otros
queremos utilizar las facultades conquistadas como base roja de donde partan los grupos
de propaganda a los barrios populares”, declaran los comités. Y tienen respuesta: los
8
obreros no sólo extienden el paro, ocupan los centros de trabajo. Fábricas de aviones, de
barcos, de camiones, de automóviles, de motores; empresas textiles, siderúrgicas; centros
que controlan el tráfico aéreo y ferroviario, establecimientos comerciales, son tomados
pasando por encima de las dirigencias gremiales.

Para el 16 ya son 6 millones los obreros en paro y las centrales, una vez mas rebasadas,
tienen que llamar a la huelga general para el 23. Se adhieren también los sindicatos
agrarios y para el 17 la Federación Nacional Francesa de Agricultores convoca a luchar
por la regulación europea de los precios agropecuarios. El 24 hay manifestaciones
campesinas y en los días siguientes dos millones de trabajadores agrícolas toman granjas
y centros de producción. En Nantes los labriegos transforman la Plaza Royal en Plaza del
Pueblo.

“¡Que se vaya el viejo!”

El “milagro francés” de De Gaulle hace agua, descarrila el “capitalismo popular” que


pretendía reclutar al proletariado para el sistema mediante participación de utilidades en
forma de acciones de las empresas, la “sociedad opulenta” exhibe sus íntimas miserias.
Con tasas del 7% anual la economía francesa se había más que duplicado en una década
y en el mismo lapso los estudiantes de educación superior pasaron de 170 mil a más de
600 mil. Pero el “neocapitalista” “Estado de bienestar” resultó un orden inhóspito. A la
postre, el “consumismo” se mostró tan opresivo como la escasez crónica, pues por él
interiorizamos “el aparato”. A la opresión de los órganos represivos convencionales y
reconocidos se añade la que ejerce la escuela, la fábrica, las instituciones de salud, la
moral sexual, los medios de comunicación. Resuelto el problema del hambre queda la joda
existencial, el poder interiorizado, la violencia menuda, las angustias de la vida cotidiana.
Lo desarrolló Foucault en su “analítica del poder”, lo anunció Marcuse en textos como El
hombre unidimensional, lo proclaman a voces los rabiosos del 68.

“El país está paralizado; creo que debo


retirarme –le confiesa De Gaulle en
privado al general Massu el 21 de
mayo–; no soporto más esta
efebocracia que se ha adueñado de las
calles”. Y efectivamente, con 10
millones de huelguistas –muchos
ocupando las fábricas– y los
estudiantes marchando sobre La
Bastilla y armando barricadas, lo que
está en cuestión no es el sistema
educativo, la semana de 40 horas o el
alza de salarios, es el gaullismo. En
este caldeado ambiente las bases obreras rechazan la negociación de las cúpulas
sindicales y demandan control obrero de las fábricas, mientras que el 27, en el estadio de
Charlety, los estudiantes fundan lo que llaman el “Partido de los Jóvenes”. “Vivimos una
situación prerrevolucionaria”, declara Daniel Cohn-Bendit, vocero del Movimiento 22 de
Marzo. “Nuestra meta no es un cambio de gobierno, es hacer la revolución”, proclama
Alain Geismar, del Sindicato de Enseñanza Superior”. Y el 29 de mayo un cuarto de millón

9
de franceses desplegados entre La Bastilla y la Estación de Saint-Lazare demanda la
caída del gobierno: “¡De Gaulle, asesino!, ¡Que se vaya el viejo!”

Sumisión o guerra civil

Ese día “el viejo” sale de París, pero no para redactar su dimisión sino para reunirse con el
alto mando militar. El 30 de mayo a las 4.30 de la tarde De Gaulle se dirige a los
franceses: “Tomé una decisión (...) no me retiraré (...) Francia está amenazada por una
dictadura ejercida por grupos organizados (...) Y bien; no, la República no abdicará”.
Mientras tanto los tanques se desplazan por los suburbios de París. Durante los días
siguientes las fábricas van siendo desocupadas por la fuerza y el 6 de junio se reanuda el
servicio de transporte público. Las últimas huelgas se levantan el 24, después de 42 días
de estalladas. Los jóvenes, de nuevo solos y disminuidos por la represión, resisten en las
barricadas. El 12 de junio el ejército ocupa el Barrio Latino. Cuatro días después la policía
toma la Sorbona. Los grupos políticos estudiantiles son declarados ilegales.

Tras una campaña electoral del miedo donde la derecha reclama “mano dura” y “gobierno
fuerte”, en los comicios del 24 y el 30 de junio el gaullismo y sus aliados, con más del 50%
de los votos, ganan 350 de las 487 bancas de la Asamblea Nacional. La normalidad ha
regresado.

“Después de lo que hemos vivido


durante este mes, ni el mundo ni la vida
volverán a ser lo que eran”, dice Cohn-
Bendit el 29 de mayo. Tiene razón.
Impuestos a hacer la historia a su aire y
por su pie, los jóvenes del 68 remachan
el estentóreo protagonismo de la
sociedad en movimiento por sobre
estados, iglesias, partidos y gremios
esclerosados. En las izquierdas el ánimo
narodniki se impone al espíritu
volcheviki y la consigna de “marchar al
pueblo” desplaza a la obsesión por construir el “partido de vanguardia”. Y, lo más
importante: la ruptura epistemológica del 68 permite leer la historia de otra manera:
descubrir que la revolución también es una fiesta, que la imaginación tiene poder y que la
única forma de ser realistas es proponerse lo imposible.

*A mediados de 1968, semanas antes de que estallara en México el movimiento juvenil,


me volví asiduo de la Librería Francesa, donde conseguía el diario Le Monde, con
información fresca y análisis de Edgar Morin, entre otros. Con eso escribí un apurado
balance del 68 galo que se publicó ese mismo año como La revolución de mayo en
Francia. Esos diarios, ahora amarillentos, sirvieron para el presente artículo.

10

Anda mungkin juga menyukai