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en la que se delimitó la responsabilidad del imputado sobre el
hecho que fuera consignado a continuación.
Se reprocha a Vicente Gabriel Salazar haber
encubierto la conducta de Jorge Eduardo Giménez, a quien se le
imputó haber falsificado y/o hecho uso de una credencial apócrifa
que lo acreditaba como personal de la Policía Federal Argentina;
ayudándolo a sustraerse de la acción de la autoridad interviniente,
concretamente, a escapar de donde había sido detenida su
marcha, momento en que revestía como funcionario público al
integrar la fuerza policial.
Dicho suceso había tenido su comienzo en
oportunidad en que Diego Ariel Fernández Vázquez, empleado del
bar “Aromi” (sito en la Avda. Corrientes n° 4690, de esta Ciudad)
al advertir que tres comensales estaban en actitud sospechosa,
pidió la intervención de agente Manuel Abuín) quien, en
consecuencia, procedió a interceptarlos cuando ya se hallaban en
el interior de un vehículo Volkswagen Gol de color rojo (al mando
de Salazar), dándose, ante un descuido a la fuga.
Al ser interceptados poco después se incautó del
interior del rodado una credencial similar a las otorgadas por la
Policía Federal, adulterada, que habría estado en poder del
acompañante Giménez- que motivó la formación del proceso en
contra de ambas, de acuerdo al rol que se les asignó-.
Segundo.
El debate ante el Tribunal:
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la que dio cuenta de la situación que había surgido durante el
debate acerca de la exposición del agente Abuín quien dejó
plasmado un estado incierto acerca de la real actuación de
Vicente Gabriel Salazar, todo lo que le impedía avanzar en la
recriminación legal y a la consiguiente absolución del imputado
por el hecho por el que, oportunamente, se había dispuesto la
elevación a juicio, lo que dejó así plasmado y planteado.
Practicado el consiguiente traslado a la defensa, el Dr.
Enzo Miguel Cipriani se abstuvo de completar la pieza defensista
en atención a que entendió que al no haber existido acusación, la
jurisprudencia dominante lo relevaba de dicho cumplimiento, por
lo que nada iba a agregar.
c. La definición legal acerca de la situación de Vicente
Gabriel Salazar.
Sentado cuanto precede y de acuerdo con lo que
surgió del debate, no hay duda en cuanto a que la cuestión
resultante debe ser analizada a la luz del criterio sentado por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, a partir de los casos
“Tarifeño, Francisco”, del 28 de diciembre de 1989, “García, José
A.”, del 22 de diciembre de 1994 , “Cattonar, Julio P.”, del 13 de
junio de 1995, entre muchos otros, y recientemente en la causa
“Mostaccio, Julio Gabriel s/homicidio culposo”, de fecha 17 de
febrero de 2004 (M.528.XXXV), cuyos fundamentos remitieran a
su vez a lo decidido “in re” en los autos “Cáseres, Martín H.
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partir de la postura adoptada por nuestro más alto Tribunal en el
precedente “Mostaccio”, reponiendo la doctrina del antecedente
“Tarifeño”, -que se había comportado zigzagueante durante
algunos años, con la aparición de la posición encontrada del fallo
“Marcilese”- para hoy en día, sentar un criterio rector en tal
sentido con el primero de los fallos consignados, entendiéndose
que ante un pedido absolutorio por parte del Ministerio Público
en este trance final del proceso, ineludiblemente, el Tribunal que
lo recibe, se encuentra compelido a respetarlo y por ende,
impedido para adoptar un temperamento condenatorio, debido a
la ausencia de tal indispensable acusación, siempre y cuando
desde ya, aquél pedido absolutorio se encuentre suficientemente
motivado (artículo 69 del Código Procesal Penal) y no se
encuentre viciado, lo que conllevaría en el marco de la potestad
jurisdiccional de los jueces, a su sanción de nulidad por haberse
afectado la participación del representante legal del Ministerio
Público (artículos 167, inciso 2° y 170, inciso 3° del texto legal
citado). En este caso, faltaría de uno de los elementos que
previamente mencionara.
El viejo principio de “nullum iudicio sine
accusatione”, no puede encontrarse en forma alguna violado, a la
luz del juego armónico de las instituciones de nuestro país, en
este caso, de dos poderes absolutamente independientes como
son el Poder Judicial de la Nación y el Ministerio Público de la
Nación, los cuales, al resultar órganos imbuidos de plena
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han vuelto contra resoluciones anteriores en casos análogos (C.
Nac. de Casación Penal, Sala III, “Mansilla, Sergio Fabricio s/
recurso de casación”, del 25/11/2005: Del voto del juez Riggi, al
que adhirieran los jueces Tragant y Ledesma. En éste se citó la
doctrina de la CSJN, en el caso: “Bernardo Pastorino, capitán de la
barca “Nuevo Principio” c/ Ronillón, Marini y Ca. s/ pago de
sobreestadías”, sentencia del 23/6/1883 -Publ. en Fallos 16:364-).
A mediados de siglo, reafirmando y ampliando
la concepción del deber moral de acatamiento con las nociones de
“autoridad” e “institución”, la propia Corte estableció
definitivamente la doctrina del “leal acatamiento” que se ha
aplicado de manera ininterrumpida, consignando en sus
sentencias: “Que tan incuestionable como la libertad del juicio de
los jueces en el ejercicio de su función propia es la que la
interpretación de la Constitución Nacional por parte de esta Corte
Suprema tiene, por disposición de aquella y de la correspondiente
ley reglamentaria, autoridad definitiva para la justicia de toda la
República (art. 100 de la Constitución Nacional y art. 14 de la ley
48). Que ello impone ya no el puro y simple acatamiento de su
jurisprudencia -susceptible siempre de ser controvertida como
todo juicio humano en aquellas materias en que sólo caben
certezas morales- el reconocimiento de la superior autoridad de
que está institucionalmente investida. Que apartarse de esa
jurisprudencia mencionándola, pero sin controvertir sus
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2° y 393 del plexo normativo procesal, ya que la acusación es un
acto esencial que está íntimamente relacionado con las garantías
constitucionales del debido proceso y la defensa en juicio.
Este precepto que, como se dice, surge del sistema
republicano de gobierno adoptado por la Nación Argentina (art. 1º
de la Constitución Nacional), garantiza también la vigencia del
derecho de defensa en juicio y es impuesto por igual a los jueces
(conforme artículo 123 del Código Procesal Penal), como a los
fiscales, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 69 del mismo
ordenamiento legal.
Por ello, no habiendo formulado acusación el Sr.
Fiscal General, entiendo que no resulta procedente adentrarse en
el análisis y valoración de la prueba recolectada, por lo que
corresponde se dicte la absolución de Vicente Gabriel Salazar por
el delito de encubrimiento calificado que se le imputara.
Atento a ello, a las disposiciones legales citadas y
por aplicación de lo establecido en los arts. 18 de la Constitución
Nacional y 396, 398, 399, 402, 530 y cctes. del Código Procesal
Penal, corresponde y así,
RESUELVO:
ABSOLVER a VICENTE GABRIEL SALAZAR, por el delito
de encubrimiento agravado por haber sido cometido por un
funcionario público, en el que participó en calidad de autor (arts.
45 y 277 inciso 1°, apartado “a” e inc. 3 apartado “d” del Código
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Fecha de firma: 12/03/2018
Firmado por: ADOLFO CALVETE, JUEZ DE CAMARA
Firmado(ante mi) por: MONICA BEATRIZ LOSPENNATO, SECRETARIA DE CAMARA
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