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Poder Judicial de la Nación

TRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL NRO. 13 DE LA CAPITAL FEDERAL


CCC 34194/2015/TO1/CNC1

///DAMENTOS del veredicto dictado el 7 de marzo 2018, en el


proceso unipersonal seguido por ante el TRIBUNAL ORAL en lo
CRIMINAL y CORRECCIONAL n° 13, en el marco de la causa n°
34.194/2015, seguida contra VICENTE GABRIEL SALAZAR
(identificado con DNI 29.121.988, argentino, nacido el 15 de
diciembre de 1981 en la ciudad de Goya, Provincia de Corrientes,
desocupado), actualmente defendido por el Dr. Enzo Miguel
Cipriani; y con la intervención fiscal del Dr. Aldo G. de la Fuente.-
Y VISTOS:
Se reúnen el Tribunal Oral en lo Criminal nº 13, esto es,
el Dr. Adolfo Calvete, quien presidió el debate, juntamente con la
Dra. Mónica B. Lospennato, para dictar sentencia en el marco de
la causa 34.194/2015, seguida contra VICENTE GABRIEL SALAZAR,
por el delito de encubrimiento agravado por haber sido cometido
por un funcionario público, en el que participó en calidad de autor
(arts. 45 y 277 inciso 1°, apartado “a” e inc. 3 apartado “d” del
Código Penal).
Y CONSIDERANDO.
Primero
El hecho objeto de juzgamiento en este juicio:
Llegan a debate los hechos que conforman la presente
causa, de acuerdo con lo sostenido en el requerimiento de
elevación a juicio que luce agregado a fs. 182/187, confeccionado
en los términos del artículo 347 del Código Procesal Penal, ocasión

Fecha de firma: 12/03/2018


Firmado por: ADOLFO CALVETE, JUEZ DE CAMARA
Firmado(ante mi) por: MONICA BEATRIZ LOSPENNATO, SECRETARIA DE CAMARA

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en la que se delimitó la responsabilidad del imputado sobre el
hecho que fuera consignado a continuación.
Se reprocha a Vicente Gabriel Salazar haber
encubierto la conducta de Jorge Eduardo Giménez, a quien se le
imputó haber falsificado y/o hecho uso de una credencial apócrifa
que lo acreditaba como personal de la Policía Federal Argentina;
ayudándolo a sustraerse de la acción de la autoridad interviniente,
concretamente, a escapar de donde había sido detenida su
marcha, momento en que revestía como funcionario público al
integrar la fuerza policial.
Dicho suceso había tenido su comienzo en
oportunidad en que Diego Ariel Fernández Vázquez, empleado del
bar “Aromi” (sito en la Avda. Corrientes n° 4690, de esta Ciudad)
al advertir que tres comensales estaban en actitud sospechosa,
pidió la intervención de agente Manuel Abuín) quien, en
consecuencia, procedió a interceptarlos cuando ya se hallaban en
el interior de un vehículo Volkswagen Gol de color rojo (al mando
de Salazar), dándose, ante un descuido a la fuga.
Al ser interceptados poco después se incautó del
interior del rodado una credencial similar a las otorgadas por la
Policía Federal, adulterada, que habría estado en poder del
acompañante Giménez- que motivó la formación del proceso en
contra de ambas, de acuerdo al rol que se les asignó-.
Segundo.
El debate ante el Tribunal:

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a. El inicio del juicio y la realización de la prueba.


En la fecha indicada y conforme a las prácticas
procesales que gobiernan el debate, se convocó a las partes,
ocasión en la que se dio lectura al requerimiento de elevación a
juicio, para luego oír al imputado acerca de sus condiciones
personales; así como también, al serle preguntado expresamente,
se refirió a su versión acerca de cómo habían sucedido los hechos
de los que era ajeno, proclamando su inocencia.
Comenzando con la incorporación de la prueba
testimonial se escuchó bajo juramento a Julio Zelaya, Diego Ariel
Fernández Vázquez y Manuel Abuín, incorporándose por lectura
los dichos de Gabriel Corimayo (fs. ½) y Diana Clenar, así como los
de Marcelo Berro y Hernán Amadeo (fs. 6 y 7).
Finalizada la exposición y por pedido de las partes se
dispuso la incorporación de la prueba documental y pericial
detalladas en el decreto respectivo, de las que se dio lectura,
lucientes a fs. 4, 5, 8/9, 55, 63, 41, así como los informes de fs.
91/93 y las fotografías de fs. 18/19, 39/40, 34 y 198, quedando la
causa en condiciones de escuchar los alegatos correspondientes.
b. Los alegatos.
Así las cosas el Fiscal General interino, Dr. Aldo de la
Fuente, a cargo de la Fiscalía General n° 13, comenzó su
exposición remitiéndose -a los fines de mantener la congruencia-
a la base fáctica diagramada en el requerimiento de elevación a
juicio realizado por el fiscal de la etapa de instrucción, ocasión en

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la que dio cuenta de la situación que había surgido durante el
debate acerca de la exposición del agente Abuín quien dejó
plasmado un estado incierto acerca de la real actuación de
Vicente Gabriel Salazar, todo lo que le impedía avanzar en la
recriminación legal y a la consiguiente absolución del imputado
por el hecho por el que, oportunamente, se había dispuesto la
elevación a juicio, lo que dejó así plasmado y planteado.
Practicado el consiguiente traslado a la defensa, el Dr.
Enzo Miguel Cipriani se abstuvo de completar la pieza defensista
en atención a que entendió que al no haber existido acusación, la
jurisprudencia dominante lo relevaba de dicho cumplimiento, por
lo que nada iba a agregar.
c. La definición legal acerca de la situación de Vicente
Gabriel Salazar.
Sentado cuanto precede y de acuerdo con lo que
surgió del debate, no hay duda en cuanto a que la cuestión
resultante debe ser analizada a la luz del criterio sentado por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, a partir de los casos
“Tarifeño, Francisco”, del 28 de diciembre de 1989, “García, José
A.”, del 22 de diciembre de 1994 , “Cattonar, Julio P.”, del 13 de
junio de 1995, entre muchos otros, y recientemente en la causa
“Mostaccio, Julio Gabriel s/homicidio culposo”, de fecha 17 de
febrero de 2004 (M.528.XXXV), cuyos fundamentos remitieran a
su vez a lo decidido “in re” en los autos “Cáseres, Martín H.

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s/tenencia de arma de guerra”, del 25 de septiembre de 1997


(Fallos 320:1891).
Allí, nuestro máximo Tribunal sostuvo que esa Corte
tenía dicho, reiteradamente, que en materia criminal la garantía
consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional, exige la
observancia de las formas sustanciales del juicio relativas a la
acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces
naturales (Fallos, 125:10; 127:36; 189:34; 308:1557, entre muchos
otros”), doctrina avalada también por la Cámara de Casación
Penal a través de distintos fallos; jurisprudencia a la que este
Tribunal adhiere.
En este sentido y volviendo sobre la cuestión que
suscita nuestra atención, es claro que en la actualidad existe
acuerdo acerca de las reglas que deben ineludiblemente reunirse
a los fines de conformar un debido proceso legal y ajustarse, en
consecuencia, a los principios constitucionales que nos rigen,
atinentes a las formas sustanciales que deben guardarse durante
el juicio, entre las que se destacan las relativas a la acusación,
defensa, prueba y sentencia.
Podría decirse, para esquematizar, que estos cuatro
elementos, resultan ser interdependientes uno de los otros, sin
que pueda arribarse, ante la carencia de alguno de ellos, a un
pronunciamiento pleno de validez en nuestro derecho criminal.
Mucho se ha escrito y discutido en éstas últimas décadas sobre tal
cuestión, pero bastante se ha zanjado de una vez por todas a

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partir de la postura adoptada por nuestro más alto Tribunal en el
precedente “Mostaccio”, reponiendo la doctrina del antecedente
“Tarifeño”, -que se había comportado zigzagueante durante
algunos años, con la aparición de la posición encontrada del fallo
“Marcilese”- para hoy en día, sentar un criterio rector en tal
sentido con el primero de los fallos consignados, entendiéndose
que ante un pedido absolutorio por parte del Ministerio Público
en este trance final del proceso, ineludiblemente, el Tribunal que
lo recibe, se encuentra compelido a respetarlo y por ende,
impedido para adoptar un temperamento condenatorio, debido a
la ausencia de tal indispensable acusación, siempre y cuando
desde ya, aquél pedido absolutorio se encuentre suficientemente
motivado (artículo 69 del Código Procesal Penal) y no se
encuentre viciado, lo que conllevaría en el marco de la potestad
jurisdiccional de los jueces, a su sanción de nulidad por haberse
afectado la participación del representante legal del Ministerio
Público (artículos 167, inciso 2° y 170, inciso 3° del texto legal
citado). En este caso, faltaría de uno de los elementos que
previamente mencionara.
El viejo principio de “nullum iudicio sine
accusatione”, no puede encontrarse en forma alguna violado, a la
luz del juego armónico de las instituciones de nuestro país, en
este caso, de dos poderes absolutamente independientes como
son el Poder Judicial de la Nación y el Ministerio Público de la
Nación, los cuales, al resultar órganos imbuidos de plena

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autonomía e independencia en su función, sin perjuicio de actuar


coordinadamente (artículo 120 de la Constitución Nacional), no
pueden por ende, avasallar uno al otro.
Como enseña Ferrajoli, la idea de perfección y
plenitud de la intervención judicial es la primera ilusión que hay
que abandonar, la posibilidad de que el titular de la acción pública
dictamine en forma vinculante por la absolución del imputado,
antes que un perjuicio al principio de oficialidad importa una
autolimitación al poder punitivo del Estado (Ferrajoli, Luigi,
“Derecho y razón”, E. Trotta, Madrid, 1997, p. 562).
Tal como nos lo recuerda la Cámara Nacional
de Casación Penal, el deber de acatamiento de los fallos de la
Corte -que para los casos análogos no se encuentra dispuesto por
ninguna ley-, radica en la presunción de verdad y justicia que
revisten sus pronunciamientos, a la vez que existe un deber moral
para los jueces inferiores que deben conformar sus decisiones,
como la misma Corte lo tiene decidido en casos semejantes; dado
que no sólo se funda, como se dijera, en la presunción de verdad y
justicia que a sus doctrinas da sabiduría e integridad, que
caracteriza a los magistrados que la componen, sino que, además,
tiene por objeto evitar el planteo de recursos inútiles, sin que esto
quite a los jueces la facultad de apreciar con su criterio propio
esas resoluciones y a apartarse de ellas cuando a su juicio no sean
conforme a los preceptos claros del derecho, porque ningún
tribunal es infalible y no faltan precedentes en los que aquellos

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han vuelto contra resoluciones anteriores en casos análogos (C.
Nac. de Casación Penal, Sala III, “Mansilla, Sergio Fabricio s/
recurso de casación”, del 25/11/2005: Del voto del juez Riggi, al
que adhirieran los jueces Tragant y Ledesma. En éste se citó la
doctrina de la CSJN, en el caso: “Bernardo Pastorino, capitán de la
barca “Nuevo Principio” c/ Ronillón, Marini y Ca. s/ pago de
sobreestadías”, sentencia del 23/6/1883 -Publ. en Fallos 16:364-).
A mediados de siglo, reafirmando y ampliando
la concepción del deber moral de acatamiento con las nociones de
“autoridad” e “institución”, la propia Corte estableció
definitivamente la doctrina del “leal acatamiento” que se ha
aplicado de manera ininterrumpida, consignando en sus
sentencias: “Que tan incuestionable como la libertad del juicio de
los jueces en el ejercicio de su función propia es la que la
interpretación de la Constitución Nacional por parte de esta Corte
Suprema tiene, por disposición de aquella y de la correspondiente
ley reglamentaria, autoridad definitiva para la justicia de toda la
República (art. 100 de la Constitución Nacional y art. 14 de la ley
48). Que ello impone ya no el puro y simple acatamiento de su
jurisprudencia -susceptible siempre de ser controvertida como
todo juicio humano en aquellas materias en que sólo caben
certezas morales- el reconocimiento de la superior autoridad de
que está institucionalmente investida. Que apartarse de esa
jurisprudencia mencionándola, pero sin controvertir sus

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fundamentos…importa desconocimiento deliberado de dicha


autoridad” (Fallos 212:51, del 6/10/1948).
En el caso en estudio, la doctrina emanada del Más
Alto Tribunal nos conduce a adecuar este decisorio al lineamiento
jurisprudencial fijado por el Superior, máxime cuando resulta claro
que en el pronunciamiento dictado en “Mostaccio, Julio Gabriel
s/homicidio culposo” (del 17 de febrero de 2004 (M.528.XXXV), ya
citado, al menos implícitamente se ha estimado la inexistencia de
argumentos novedosos no considerados en los referidos
precedentes de dicha Corte.
En consecuencia, en homenaje a la seguridad jurídica
y por cuanto no es posible, en la actualidad, apartarse con
seriedad del criterio allí sostenido, no hay duda en cuanto a que el
Tribunal se encuentra en la necesidad de disponer la exoneración
de responsabilidad criminal de la aquí sometida a juicio oral y
público, de acuerdo con lo sostenido por el Sr. Fiscal en su alegato
final durante el debate; más aún, si se tiene en cuenta que se halla
presente, también, el segundo de los ingredientes exigidos a estos
fines, que se vincula con la estructura procesal de la pieza
previamente aludida.
En efecto, puede afirmarse que, en la especie, la
petición absolutoria formulada por el Fiscal General resulta ser
razonable y fundada, por lo que ha pasado el control de legalidad
de los actos procesales que al efecto ha efectuado este Tribunal,
de acuerdo con las pautas consignadas en los arts. 69, 167, inciso

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2° y 393 del plexo normativo procesal, ya que la acusación es un
acto esencial que está íntimamente relacionado con las garantías
constitucionales del debido proceso y la defensa en juicio.
Este precepto que, como se dice, surge del sistema
republicano de gobierno adoptado por la Nación Argentina (art. 1º
de la Constitución Nacional), garantiza también la vigencia del
derecho de defensa en juicio y es impuesto por igual a los jueces
(conforme artículo 123 del Código Procesal Penal), como a los
fiscales, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 69 del mismo
ordenamiento legal.
Por ello, no habiendo formulado acusación el Sr.
Fiscal General, entiendo que no resulta procedente adentrarse en
el análisis y valoración de la prueba recolectada, por lo que
corresponde se dicte la absolución de Vicente Gabriel Salazar por
el delito de encubrimiento calificado que se le imputara.
Atento a ello, a las disposiciones legales citadas y
por aplicación de lo establecido en los arts. 18 de la Constitución
Nacional y 396, 398, 399, 402, 530 y cctes. del Código Procesal
Penal, corresponde y así,
RESUELVO:
ABSOLVER a VICENTE GABRIEL SALAZAR, por el delito
de encubrimiento agravado por haber sido cometido por un
funcionario público, en el que participó en calidad de autor (arts.
45 y 277 inciso 1°, apartado “a” e inc. 3 apartado “d” del Código

Fecha de firma: 12/03/2018


Firmado por: ADOLFO CALVETE, JUEZ DE CAMARA
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Penal), por el que fuera requerida la elevación de la causa a juicio;


por falta de acusación fiscal.
Insértese en el Registro de Sentencias del Tribunal,
comuníquese al Juzgado de Instrucción originario, a la Policía
Federal Argentina y al Registro Nacional de Reincidencia y
Estadística Criminal; así como, en cumplimiento con lo dispuesto
por la Acordada 15/2013 de la C.S.J.N., comuníquese a la
Dirección de Comunicación Pública dependiente del Alto Tribunal.
Oportunamente, ARCHÍVESE LA CAUSA.-

NOTA: Se deja constancia que en la fecha se procedió a dar lectu-


ra integral al fallo recaído en autos respecto del imputado Vicente
Gabriel Salazar. Secretaría, 14 de marzo de 2018.---------------------

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Fecha de firma: 12/03/2018
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