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Las cartas de Pablo nos proporcionan un conocimiento profundo acerca de la fe y la vida de las iglesias en sus primeros años de existencia. La carta a los Romanos es una de las más influyentes en el pensamiento evangélico de los líderes de la Iglesia del Señor a lo largo de la historia del cristianismo.
Las cartas de Pablo nos proporcionan un conocimiento profundo acerca de la fe y la vida de las iglesias en sus primeros años de existencia. La carta a los Romanos es una de las más influyentes en el pensamiento evangélico de los líderes de la Iglesia del Señor a lo largo de la historia del cristianismo.
Las cartas de Pablo nos proporcionan un conocimiento profundo acerca de la fe y la vida de las iglesias en sus primeros años de existencia. La carta a los Romanos es una de las más influyentes en el pensamiento evangélico de los líderes de la Iglesia del Señor a lo largo de la historia del cristianismo.
La estrategia de Pablo consistía en predicar el Evangelio en lugares claves. A menudo
eligió ciudades que estaban emplazadas en un cruce de caminos, donde hacían escala los viajeros que recorrían el imperio. Así el evangelio continuaba difundiéndose por medio de los conversos. Saulo nació en Tarso, recibió una educación judía estricta, pero tiene que haber aprendido mucho de los griegos y romanos con los que convivía ahí en Tarso. La descripción física que hallamos en la obra apócrifa Hechos de Pablo y de Tecla 3 es "Y, vio venir a Pablo, un hombre de pequeña estatura, cabeza rala, piernas curvadas, de buen estado físico, cejijunto, nariz un tanto aguileña, lleno de gracia: porque algunas veces parecía como un hombre, y otras tenía el rostro de un ángel". La carrera elegida por Saulo fue el estudio del derecho; como todos los estudiantes judíos, también aprendió un oficio, fabricante de tiendas o trabajador en productos de cuero. Fue a Jerusalén a estudiar con Gamaliel, un gran rabino, cuyo abuelo era Hillel. Saulo era fariseo, extremadamente escrupuloso con respecto a la ley judía. También era ciudadano romano y se le conoce habitualmente por su nombre no judío de Pablo. En alguna época después de su conversión, según cuenta él mismo, pasó un largo periodo en Arabia. Fue el principal apóstol a los gentiles, o no judíos. A menudo fue encarcelado, golpeado y maltratado por su fe, además de las penurias habituales de los viajes en aquel tiempo. Las cartas de Pablo nos proporcionan un conocimiento profundo acerca de la fe y la vida de las iglesias en sus primeros años de existencia. La carta a los Romanos es una de las más influyentes en el pensamiento evangélico de los líderes de la Iglesia del Señor a lo largo de la historia del cristianismo. Esta Epístola es una respuesta completa, lógica e inspirada a la gran pregunta de los siglos: “¿Cómo se justificará el hombre con Dios?” (Job 9:2). En el Antiguo Testamento, los Evangelios y los Hechos, se encuentran esparcidas en diferentes lugares en enseñanzas respecto a esa gran doctrina que forma la misma base de Romanos: la justificación por la fe. Le ha tocado al apóstol Pablo reunir esas enseñanzas y, añadiéndoles las revelaciones especiales que se le concedieron, nos ha dado la más completa declaración de doctrina que se encuentra en el Nuevo Testamento, incorporada en una epístola a la que se le ha llamado “La Catedral de la Doctrina Cristiana”. La epístola de Pablo a los Gálatas fue escrita con el objetivo de combatir una herejía o error doctrinal que dañaba el verdadero evangelio en dos sentidos: Algunos judíos que profesaban ser cristianos perturbaron a los gálatas (1:7; 5:10) diciendo que para una persona ser salva, necesitaba circuncidarse y guardar la ley de Moisés. Y otros pensaban que aunque somos salvos por la fe en Cristo, había que guardar los rituales de la ley para santificarnos. En esta epístola Pablo defiende el evangelio de la gracia de Cristo (1:6) declarando que somos salvos por la fe en Jesucristo, aparte de la ley (2:16; 3:11), y que somos santificados por la obra del Espíritu (5:16), y que por lo tanto, somos libres de la esclavitud de la ley. Y ya que estos falsos maestros trataron de desacreditar y menospreciar a Pablo, le fue necesario al apóstol introducir su carta recordando que su autoridad apostólica y el evangelio que predica vinieron a él por revelación directa de Jesucristo. A menudo a Gálatas se le llama “la Carta Magna de la Libertad Cristiana”. A la luz de un examen cuidadoso de cada uno de los capítulos de primera a los Tesalonicenses podemos observar que cada uno de ellos finaliza con un pensamiento de la segunda venida, de modo que podemos concluir que se trata de una epístola escatológica, la carta viene de un tiempo en que los cristianos esperaban diariamente la inminente venida del Señor. En la segunda a los Tesalonicenses su tópico se resume en acciones de gracias de Pablo por el crecimiento en amor, fe y paciencia de los tesalonicenses y algunas aclaraciones adicionales respecto a la doctrina de la segunda venida del Señor Jesucristo explicando los acontecimientos alrededor de este evento, advirtiendo contra el andar desordenado y su consecuente disciplina en la iglesia. La carta a los Filepenses es una carta muy personal en la que Pablo no se propone enseñar una doctrina específica, sino que más bien menciona algunas doctrinas como un ejemplo al aplicar una verdad práctica. Entre ellas se destacan: La humanidad y deidad de Cristo, que siendo Dios se hizo hombre. Esta verdad fue mencionada incidentalmente como ejemplo para ilustrar la naturaleza de la humildad que Pablo estaba recomendando a los filipenses (Fil.2:5-11). Confiando en la justicia de Cristo, no en la propia (3:9-11). La transformación de nuestros cuerpos humillantes en cuerpos glorificados en la resurrección para habitar en los cielos (3:20-21). Aunque el motivo principal de Primera a los Corintios es corregir la conducta pecaminosa más que hablar de teología, Pablo sin embargo, esboza muchas doctrinas cristianas relativas a las problemáticas que afectaban la Iglesia de Corinto. De una forma u otra, una vida errada viene de una creencia errada. Por ejemplo, los pecados sexuales, incluyendo el divorcio, están inevitablemente relacionados a la desobediencia al plan de Dios para el matrimonio y la familia (7:1–40). No es posible que una iglesia sea verdaderamente edificada a menos que los creyentes entiendan y ejerciten sus dones espirituales (12:1–14:40). La importancia de la doctrina de la resurrección no puede ser pasada por alto porque si no hay resurrección, entonces Cristo tampoco resucitó. Y si Cristo no resucitó, entonces estamos en nuestros pecados, no hemos sido salvos, vana es nuestra fe, vana es nuestra predicación, vana es la iglesia. La segunda epístola difiere de la primera a Corintios en que se ocupa de asuntos personales más que de enseñanza doctrinal o del orden en la Iglesia. Se nota más el Apóstol Pablo como ser humano: sus sentimientos, sus deseos, sus aversiones, ambiciones, obligaciones. Ambas cartas revelan el carácter del apóstol más que ninguna otra: lo muestran como padre, pastor, consejero y, al mismo tiempo, como guerrero espiritual de los enemigos de los corintios y sus enemigos personales. Sea el apóstol Pablo, Pedro o cualquier otro escritor del cuerpo epistolar se valió de la escritura personal de documentos para transmitir información a ciertos grupos de personas. Las diferentes razones, ocasiones y propósitos por los cuales se armaron y enviaron las cartas difieren naturalmente entre sí. Pero conforme uno revisa el cuerpo epistolar encuentra ciertos hilos conductores que se entretejen entre las distintas expresiones escritas. Dejando de lado lo que el autor dice acerca de Dios, Jesucristo, Espíritu Santo, Iglesia, últimos tiempos, es decir, lo meramente teológico, algo que no puede escaparse a la atención del lector de las cartas es el interés del autor en los destinatarios. Sea que los conociesen o no, había un genuino interés en ministrarle algo de Dios, corregir, perfeccionar, instruir aún más, felicitar, animar a aquellos a los cuales se dirigía. No creo que podamos encontrar en las páginas del NT “cartas obligadas o forzadas”. Todas ellas salen de un corazón genuinamente interesado en ese grupo de gente que por el momento físicamente estaban alejados y el autor quizá materialmente imposibilitado de acercarse a ellos. Pero aunque “ausentes en la carne, presentes en el espíritu”, lo cual se deja ver en cada línea que se escribe. Los escritores epistolares realmente tenían un genuino interés en sus destinatarios. Ya sea porque hubiera enemigos externos o corrupción interna, ya sea que fuera para reforzar o aclarar, cada uno de ellos pone todo de sí para llevar el consejo de Dios sobre un punto o tema en cuestión. Con más o menos explicación de las cosas, desde nuestra perspectiva, pero ciertamente suficiente para ellos en aquel tiempo, los apóstoles se esfuerzan en brindarles todo su amor, todo su cariño, todo su consejo, todas las herramientas a disposición por medio de la expresión escrita. Pablo nos dejó un proverbio poderosísimo: “El conocimiento envanece, pero el amor edifica.” Lo primero es un crecimiento quizá meramente intelectual, pero que deforma a la persona. Ella misma crece y en su crecimiento corre el peligro de engreírse y enorgullecerse. Ciertamente esto no beneficia al cuerpo, sino que lo divide. Pero el amor es lo que lo edifica. Se edifica él mismo y edifica a otro. Tanto Pablo, como Pedro, como Juan y como todos los demás escritores bíblicos como también todos los que dejaron cartas, tratados, libros, documentos, pensamientos u obras concretas de fe fueron personas que amaron a las ovejas descarriadas y buscaron orientarlas hacia el Pastor de pastores. Personas que amaron y vieron a los hombres como Dios lo hacía. Encarnaron ese deseo fogoso e incontenible de dar y darse por cada uno de ellos. Y los resultados son tangibles, inclusive hasta el día de hoy y sabemos que por muchos años más.
La pregunta sigue en pie: ¿cómo están nuestros propios vasos?