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EL PROCESO EDUCATIVO Y SU IMPACTO EN EL CAMBIO CLIMÁTICO

1Rivas Gutiérrez, Jesús


rivasgutierrez@hotmail.com
2Chávez Lamas, Nubia Maricela

drachavez_ogm@yahoo.com.mx
3Gracia Cortés, María del Carmen

dracarmen@live.com.mx
4Gómez Bañuelos, José Ricardo

gobari66@hotmail.com
1, 2, 3, 4Unidad Académica de Odontología, UAZ
1Unidad Académica de Docencia Superior, UAZ

Resumen

En la actualidad, más que nunca, la educación está señalada a ser y jugar un papel
fundamental en el control del cambio climático, pues es innegable que una sociedad
que no es educada bajo el paradigma del cuidado del medio ambiente, bajo consumo
de carbón, nada o casi nada podra hacer por aliviar el gran riesgo que el planeta y
todos los seres vivos que lo habitan tienen de sufrir consecuencias cada vez más
severas, drásticas y críticas. Así como tampoco podra encontrar alternativas de
adaptación a las situaciones sociales, geográficas, económicas y políticas que se
avecinan; la nueva educación del Siglo XXI requiere docentes preparados, capacitados
y actualizados en las cuestiones y aspectos del cambio climático, como las causas, sus
relaciones y sus consecuencias, para poder preparar estudiantes más competentes
para desenvolverse en un mundo laboral cada vez más competido y complejo y
emprender acciones que cambien la visión consumista por acciones más amigables con
el medio ambiente.

Palabras clave: educación, cambio climático, desarrollo sostenible.

Summary

Today, more than ever, education is designed to be and play a fundamental role in the
control of climate change, because it is undeniable that a society that is not educated
under the paradigm of caring for the environment, low carbon consumption, Nothing or
almost nothing could be done to alleviate the great risk that the planet and all the living
beings that inhabit it have to suffer increasingly severe, drastic and critical
consequences. As well as it will not be able to find alternatives of adaptation to the
social, geographic, economic and political situations that are approaching; the new
education of the 21st century requires trained teachers, trained and updated in the
issues and aspects of climate change, such as the causes, their relationships and their
consequences, in order to prepare more competent students to function in an
increasingly competitive and complex work world and take actions that change the
consumer vision for actions that are more friendly to the environment.

Keywords: education, climate change, sustainable development.


Es un hecho demostrado que el proceso educativo se encuentra permeada por
múltiples factores o variables que determinan su éxito o fracaso, su calidad o su
mediocridad, su duración o su fugacidad, ser pertinente o inapropiado, por ello siempre
será importante analizar la realidad social, económica, política, cultural y hasta climática
de cada tiempo histórico para entender esa variabilidad en los resultados que se
pueden encontrar inmersos en el entramado de la educación formal y que tipo de
ciudadano se quiere formar.

En los últimos años, ha empezado a estar presente y latente un nuevo factor que
siempre ha existido, pero que en la actualidad y debido a lo atípico y extremoso de él,
cada día tiene mayor injerencia y efecto en la forma como se enseña y aprende en las
escuelas, nos referimos al cambio climático. Es una gran verdad que cada día que
pasa, la contaminación ambiental de agua, tierra y aire, genera consecuencias más
negativas, obvias y críticas en los estudiantes de todos los niveles educativos,
afectando en ello y con ello su rendimiento y aprovechamiento escolar y académico.

Considerando todos los millones de estudiantes que día a día acuden a las escuelas,
muchos de ellos al concluir los ciclos escolares, forman parte de las estadísticas de
reprobación, rezago y deserción debido a situaciones de pobreza, las inequidades de
género, la ubicación geográfica, las situaciones de emergencia y conflicto,
discapacidades, degradación crónica del medio ambiente y los peligros relacionados
con el clima y las enfermedades consecuencia y provocadas por los vectores que
emigran a nuevas regiones ocasionadas por los fenómenos climatológicos que se están
suscitando sobre nuestro planeta; los expertos sobre el tema han indicado que el
cambio climático se manifestará de varias maneras y no solamente en el cambio de los
perfiles epidemiológicos de las regiones geográficas, habrá aumento de las
temperaturas, mayores y más intensas sequías y desertificación, fuertes y extremosas
precipitaciones y grandes deshielos y como consecuencia inundaciones y aumento del
nivel del mar, mayor presencia e intensidad de tormentas, ciclones, huracanes y
tornados.
En la actualidad y gracias a la globalización de los medios de comunicación y al
desarrollo tecnológico como el internet, casi todo el mundo ha oído hablar sobre las
diferentes predicciones relativas al aumento del efecto invernadero y por consiguiente
de un calentamiento global progresivo del planeta, a menudo los conceptos de cambio
climático, efecto invernadero y calentamiento global se suelen utilizar para explicar el
aumento global de la temperatura media del planeta durante estos últimos años, a
causa de un aumento de las concentraciones de dióxido de carbono y otros gases de
efecto invernadero como el metano, vapor de agua y clorofluorocarbonos presentes en
la atmósfera. A diferencia de otros problemas ambientales como el agotamiento del
ozono estratosférico, el fenómeno del calentamiento global aún no se ha investigado de
una manera lo suficientemente profunda y por esta razón no hay seguridad sobre la
extensión del problema, ni de la sucesión temporal en la que se irá desarrollando dicho
fenómeno.

A pesar de ello se prevé un calentamiento significativo del planeta en las próximas


décadas, este presunto calentamiento se debe a un crecimiento exponencial de la
población y de los niveles de consumo individual, los cuales impulsaron un repentino
incremento en la demanda global de todo tipo de recursos procedentes del desarrollo
tecnológico (España, Sainz, 2016). Esto está provocando que debido a la acción
humana se produzcan graves impactos globales sobre el planeta, como lo son las
crecientes emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y si no se da pronto un
cambio en el comportamiento y consumo de la humanidad, las consecuencias podrían
ser catastróficas e irreversibles. Así pues, es importante que desde la escuela y la
educación se empiece a trabajar sobre estos términos con el fin de integrar y hacer
partícipe al estudiante del conocimiento de la realidad de su entorno y de la toma de
decisiones responsables que eviten o mitiguen las posibles consecuencias derivadas de
dicho calentamiento global (Heras Hernández, 2015)

Todas estas situaciones que en la actualidad se pueden presentar en cualquier parte


del mundo, pueden contaminar y afectar los recursos hídricos, que cada vez son más
escasos, causando un aumento de la desnutrición, de enfermedades transmitidas por el
agua y el aire como la diarrea, dermatitis, conjuntivitis, baja concentración cognitiva, etc
y de enfermedades transmitidas por diversos insectos, entre ella la fiebre del dengue, la
malaria, la enfermedad de Lyme, el virus del oeste del Nilo, la fiebre del Valle Rift, la
chikungunya, el dengue y la fiebre amarilla y paludismo entre otras; estas
enfermedades infecto contagiosas se propagan a través de la picadura de vectores
como mosquitos, garrapatas y pulgas y ocasionan grandes gastos por servicios
médicos, ausentismo en las escuelas y bajo nivel intelectual y de concentración (Clinic
Mayo, 2016).

El grave problema de la crisis ambiental por contaminación ha adquirido una gran


relevancia, no solamente en el ámbito científico sino también en las conversaciones que
establecen los ciudadanos comunes y corrientes, puesto que durante los últimos años
se están notando considerablemente sus efectos en el clima y el entorno natural y
debido a que se trata de un tema de actualidad que nos afecta a todos por igual, los
docentes deben abordar estos problemas con total normalidad, acercando y
comentando las noticias relacionadas con el medio ambiente, siendo el ser humano el
principal responsable del deterioro del medio ambiente, es fundamental que la
educación se refresque en aspectos relacionados con la transmisión de valores
ambientales.

Las inundaciones y el aumento del nivel del mar ocasionado por lluvias torrenciales y
deshielos, pueden causar muertes, lesiones y traumatismos físicos y psicológicos
graves, particularmente para las comunidades en desarrollo o pobreza que viven en los
pequeños estados insulares, los asentamientos junto a los grandes deltas de los ríos y
las zonas costeras bajas como las regiones del Ártico, Bangladesh, China, India,
Pakistán, la zona costera del Pacífico y el Caribe, Asia Central, el Golfo de México,
Centro América, la Región Andina y la Amazonia, para el caso de las sequias extremas,
los países que mayor problema tendrán, se encuentran en el Oriente Medio, África del
Norte, la Zona del Sahel y el Sur de África. Por otro lado, varios análisis y estudios
realizados por la ONU, la UNESCO, la OCDE, el B.M. y el F.M.I. indican que los países
en mayor desarrollo serán los que en más corto tiempo, resentirán y sufrirán más a
causa de los fenómenos meteorológicos extremos, debido a su enorme dependencia de
los servicios otorgados y la comodidad de los mismos para la realización de la vida
cotidiana (UNICEF, 2015).

La ONU y la UNICEF estiman estadísticamente que en los siguientes años, los daños
originados por el cambio climático en la infraestructura de los países (incluyendo las
escuelas) y sus consecuencias afectara a 175 millones de niños y jovenes en edad
escolar, el 65% de los niños y el 88% de los adolescentes viven en países en desarrollo
y son los sectores de la población, junto con las mujeres, que sufrirá mayormente los
efectos de los desastres relacionados con el clima en las próximas décadas. Los
expertos no han establecido plenamente los efectos del cambio climático y de los
desastres naturales sobre los niños, adolescentes y su educación, pero la evidencia
existente muestra que su relativa inmadurez física, cognitiva y fisiológica les hace más
susceptibles a los efectos adversos en su salud biológica, social y psicológica debido a
la degradación ambiental, empezando por que a esa edad de desarrollo se es más
susceptible y vulnerables a la mala calidad del aire, el agua contaminada y el calor
extremo, provocando enfermedades somáticas y psicológicas, incrementando con ello
la reprobación, el rezago y la deserción escolar, así como también la destrucción o
inhabilitación de escuelas por destrucción (UNICEF, 2015).

Como ya se mencionó, los niños y los adolescentes se encuentran entre las personas
más vulnerables a sufrir estrago por el cambio climático, por ejemplo esta situación
pueden limitar su acceso a la educación y afectar por problemas de nutrición o
enfermedad infectocontagiosa entre otros más. El cambio climático amenaza los
programas educativos, económicos y sociales aplicados para detonar el desarrollo
sostenible, las acciones para reducir la pobreza y pone en peligro los esfuerzos para
alcanzar los ya cuestionables y poco probables “Objetivos de Desarrollo del Milenio”
(ODM) que son: 1. Erradicar la pobreza, 2. Educación básica para todos, 3. Igualdad e
oportunidades para el hombre y la mujer, 4. Reducir la mortalidad infantil, 5. Mejorar la
salud en la maternidad, 6. Avanzar en la lucha contra el VIH y otras enfermedades, 7.
Asegurar un medio ambiente sano y seguro, 8. Lograr una sociedad global para el
desarrollo, especialmente los que están relacionados con el bienestar de la infancia y la
educación (ONU, 2015).

Los marcos existentes en las políticas educativas mundiales, están orientados hacia la
generación de una educación ambiental hacia el logro de un desarrollo sostenible, se
ha pensado desde siempre que la finalidad de la educación debería de ser que todos
los estudiantes gocen de un nivel de vida que promueva su desarrollo físico, mental,
espiritual, moral y social, por ello siempre se ha promovido que la educación debe dotar
a todos los que ingresan a las escuelas de las competencias necesarias para participar
en una sociedad libre y facilitar que desarrollen todo su potencial, por ello, la
Convención Contra la Discriminación en la Educación de la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura, UNESCO, reconoce el papel
crucial de la educación y hace mención y referencia a la importancia de la conservación
y protección del medio ambiente.

En las últimas décadas la educación sobre el cambio climático y ambiental y el


desarrollo sostenible se han convertido en herramientas importantes para proteger el
medio ambiente y garantizar el desarrollo sostenible, declaraciones como la de Río
sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, de 1992, confirmó el papel indispensable de
los estudiantes en el logro de un desarrollo sostenible, la Convención Marco de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Protocolo de Kyoto alientan a los
gobiernos a educar, empoderar e involucrar a todas las partes interesadas y los grupos
principales en las políticas relativas al cambio climático; en el 2002, la Asamblea
General de Naciones Unidas subrayo el papel indispensable de la educación en el logro
del desarrollo sostenible.

Facilitar el acceso a la información sobre el cambio climático es fundamental a fin de


obtener el apoyo del público a las políticas educativas relacionadas con el clima.
Actualmente no existe un marco educativo institucional mundial sólido para tratar las
vulnerabilidades especiales de los estudiantes al cambio climático, los programas que
abordan y promueven sus necesidades específicas, el conocimiento y las habilidades
que ellos y la educación requieren para que puedan ofrecer acciones en la mitigación y
adaptación al cambio climático y otros riesgos de desastres, incorporar conceptos clave
como los derechos humanos, la reducción de la pobreza, los medios de vida
sostenibles, la reducción del riesgo de desastres, el cambio climático, la igualdad de
género, la responsabilidad social empresarial y la protección de los pueblos indígenas,
la educación para el desarrollo sostenible; por ello, la educación sobre el cambio
climático y el medio ambiente debe de enseñar a pensar de manera crítica sobre la
sostenibilidad y la sociedad.

El reto consiste en integrar los conceptos de la educación para el desarrollo sostenible


en todos los aspectos de la educación de calidad teniendo en cuenta tres ámbitos: el
medio ambiente, la economía y la sociedad; los estudiantes necesitarán conocimientos
básicos en ciencias naturales, en ciencias sociales y en humanidades para comprender
los principios del desarrollo sostenible, se debe de reorientar el plan de estudios vigente
de las escuelas hacia la educación para el desarrollo sostenible, la innovación y la
pertinencia, todo ello orientado hacia una educación de calidad mejorada.

La escuela y la educación debe de estar permeada y preparada para entender,


comprender y combatir un clima cambiante mediante una educación de calidad, para
responder a las necesidades de todos los que corren un mayor peligro y están más
marginados debido al cambio climático, la educación de calidad tiene como objetivo
hacer que todos sean más resistentes a las consecuencias del cambio climático. La
educación de calidad es un componente clave de la capacidad de adaptación, sin
embargo, para que la educación tenga capacidad de transformar debe basarse en
procesos pedagógicos y de aprendizaje activos, inclusivos y participativos, docentes
solidarios y cualificados, entornos de aprendizaje seguros y que ofrezcan apoyo,
vínculos inherentes a las comunidades y los temas locales. Se debe de entender y
reconocer, que en su mayoría los contenidos educativos se presentan con frecuencia
de forma abstracta y descontextualizada y que este tipo de educación, que distancia al
estudiante del conocimiento cotidiano y práctico, no es adecuado para tratar el tema del
cambio climático en las aulas; por ello, esta situación plantea importantes retos
educativos, es necesario saber sobre sus causas, para poder reconocer las raíces del
problema y saber sobre sus consecuencias, porque es preciso construir una percepción
más realista de los riesgos climáticos y comprender mejor la vulnerabilidades de las
escuelas, los estudiantes y la educación. Pero, sobre todo, es necesario saber sobre
sus posibles soluciones, porque hace falta capacitación urgente para construir una
cultura baja en carbono, que evite interferencias peligrosas sobre el sistema climático
(Heras Hernández, 2015).

Las organizaciones educativas, incluyendo las que promueven el aprendizaje no formal,


deberán considerar cuál va a ser su contribución ante estas necesidades de
conocimiento y cambio social, porque el cambio climático va a determinar de forma muy
relevante nuestro futuro y porque todos jugamos un papel en la compleja red de
responsabilidades que lo alimenta. A medida que la sociedad se enfrenta
progresivamente a las realidades observables del cambio climático y se tienen noticia
de los problemas que los científicos anuncian para el futuro, el cambio climático ha
pasado de ser un fenómeno predominantemente físico a ser, simultáneamente, un
fenómeno social y educativo.

Grupos de científicos y población civil han insistido en sus tradicionales conclusiones y


sostienen que para reducir y evitar agudizar aún más el cambio climático y que este sea
más peligroso es imprescindible reducir sustancialmente las emisiones antropogénicas
de gases de efecto invernadero, que son el motor del fenómeno. Una reducción que
solo parece posible si se replantea en profundidad el actual sistema de producción de
energía, basado en la quema de combustibles fósiles y los procesos y finalidades
educativas (Reuters, 2014). La transición hacia un mundo bajo en carbono, en el que
las actividades humanas no conlleven inevitablemente emisiones masivas de CO2 o
metano, exige repensar la agricultura y la alimentación, la industria, el transporte, la
vivienda, el ocio y sobre todo, la educación, porque a día de hoy todos estos sectores
se basan en el uso intensivo de combustibles fósiles.
El conocimiento que surge en la relación compleja entre el nivel educativo y las
creencias en materia de cambio climático parece indicar que el sistema educativo aún
no está logrando trasladar adecuadamente a la sociedad los rasgos singulares y los
peligros que configuran la cuestión climática (Hamilton, 2010); para empezar, el cambio
climático no puede abordarse como un objeto de estudio desvinculado de la vida de
docentes y alumnos, porque va a determinar de forma muy relevante el futuro y porque
todos tenemos un papel en la compleja red de responsabilidades que lo alimenta.
Acciones cotidianas aparentemente inocuas, como arrancar el motor de un vehículo,
encender la calefacción o cualquier aparato eléctrico de nuestra vivienda y tantas otras,
están adquiriendo repercusiones insospechadas al ser realizadas simultáneamente por
millones de personas en todo el planeta, lo que contribuye al aumento de las
concentraciones de gases que atrapan calor en la atmósfera.

Frente a esta realidad cercana, en las aulas, los contenidos educativos se presentan
con frecuencia desvinculados holísticamente, este tipo de educación, que distancia al
estudiante del conocimiento, es claramente inadecuado para tratar el cambio climático.
Porque no se trata de una mera curiosidad científica ni de una calamidad inevitable que
hay que soportar de forma estoica, las opciones que tomemos en nuestra vida
cotidiana, en nuestra actividad laboral o en nuestra actividad social y política pueden
marcar diferencias. Para frenar el cambio climático, es necesario un cambio de cultura
energética que afecte tanto a la producción de energía como al consumo, ni la visión
distante del fenómeno ni asumir la culpa resultan opciones adecuadas, la educación, la
nueva educación, debe buscar un espacio nuevo en el que no sólo se facilite el
conocimiento, sino que también alimente la responsabilidad y bajo esta perspectiva, es
necesario replantear qué debemos saber acerca del cambio climático.

Desde una perspectiva disciplinar, es innegable que el cambio climático plantea


grandes retos a las ciencias de la tierra o la tecnología, pero el cambio climático no
debería concebirse como un mero conjunto de contenidos que debe ser incorporado a
la enseñanza de las ciencias, porque para comprender el cambio climático y los retos
que nos plantea es necesario considerar cuestiones como las responsabilidades
personales y colectivas, la solidaridad con las generaciones futuras o el reparto de los
riesgos y los esfuerzos de mitigación y adaptación. La educación debe incorporar las
aportaciones hechas desde la psicología, la sociología, el derecho, la economía, la
política o la ética, que nos acercan a ese fenómeno social.

Educados bajo el paradigma y la lógica de una sociedad basada en el consumo


intensivo de energía fósil, requieren tanto desaprender como aprender; será necesario
revisar críticamente hábitos y formas de hacer, ideas y valoraciones ampliamente
aceptadas, que se basan en una visión acrítica del consumo energético. Para ello, el
sistema educativo debe aportar nuevos instrumentos de análisis, como el concepto de
huella de carbono, que cuantifica las emisiones asociadas a las diferentes opciones,
productos o servicios y facilita la creación de una cultura de la medida sobre la que se
pueden sustentar nuestras elecciones. La educación también debe contribuir a aclarar
malentendidos, incertidumbres, La duda es parte del método científico, pero, en el
ámbito de la ciencia, la incertidumbre puede acotarse (no todo el conocimiento está
sujeto a iguales niveles de incertidumbre) y estimarse, lo que facilita tomar decisiones,
porque reconocer las limitaciones de nuestro conocimiento no conlleva renunciar a
actuar (Choi, Niyogi, Shephardson y Charusombat, 2010).

La educación debe plantear la necesidad de contribuir a corregir los problemas de


adaptación al entorno, promoviendo, por ejemplo, una mayor responsabilidad ambiental
o un mejor desempeño en materias como el uso de la energía o la gestión de residuos,
muchos ven implícita la idea de que los adultos ya no tienen remedio y que deberíamos
confiar en que las próximas generaciones lo harán mejor. Sin embargo, nada más lejos
de estos planteamientos cuando abogamos por una educación que facilite la
comprensión del cambio climático y capacite para abordar los retos que nos plantea,
considerando la magnitud y la dinámica del cambio al que nos referimos, depositar en
las nuevas generaciones la responsabilidad de transformar unas formas de hacer que
nosotros hemos creado o mantenido es una postura demasiado fácil e ingenua. El valor
de la educación para introducir nuevas ideas y actitudes a contracorriente de lo
establecido es, a menudo, sobrevalorado. La educación se alimenta, en buena medida,
de las percepciones, los valores y las prioridades del conjunto de la sociedad en la que
se encuentra inmersa, y porque el mundo emite sus propios mensajes y la credibilidad
de lo que es real.

Todos necesitamos educación frente al cambio climático, pero dada la comprometida


situación en la que nos encontramos, con el tiempo corriendo en contra, es evidente
que aquellos que tienen mayor capacidad para configurar nuestro futuro energético
necesitan aprender con premura. Desde una perspectiva educativa, se requieren
cambios urgentes en la educación superior y en la formación continua laboral y
profesional, nuestras autoridades necesitan conocer las mejores políticas de mitigación
y adaptación aplicadas en el ámbito local, los arquitectos deben aprender a hacer
edificios de energía cero o casi cero, los responsables de la gestión del agua deben
aprender a utilizar el abanico de medidas útiles para fomentar el ahorro y la eficiencia
porque en las próximas décadas, la disponibilidad de este recurso disminuirá de
manera sustancial en la mayor parte de nuestro país, los responsables de la prevención
de riesgos deben conocer las tendencias en materia de acontecimientos extremos y
qué implicaciones tendrán en cuanto a riesgos y vulnerabilidad.

En este sentido, no sólo es necesario renovar el sistema de educación formal, también


es imprescindible mejorar los sistemas a través los cuales se comparte el nuevo
conocimiento en materia de mitigación y adaptación al cambio climático, para ello, hay
que crear o reforzar las redes de aprendizaje y acción, los esquemas que facilitan el
intercambio entre iguales y la producción social de conocimiento, los sistemas de
aprendizaje a través de la acción. En este sentido, la enseñanza también debería
concebirse como una responsabilidad compartida, hay que impulsar los sistemas de
aprendizaje social, las redes técnicas y profesionales deben reforzar su orientación
formativa y educadora y hay que construir o mejorar los sistemas que integran
aprendizaje y acción para el cuidado del clima. En este sentido, las instituciones
educativas y los propios educadores deben considerar cuál va a ser su contribución al
que será uno de los mayores retos educativos del Siglo XXI y valorar si se encuentran
preparados para abordarlo.
La responsabilidad de poner en práctica acciones y estrategias educativas que
constituyan un nuevo paradigma para evitar un cambio climático más intenso y
peligroso no puede depositarse únicamente en el sistema educativo; un cambio de
orientación de la magnitud requerida exigirá que la sociedad también cambie sus
prioridades aceptando el reto de transitar hacia una cultura de cuidado del clima, pero
mientras la educación no cambie y aborde la problemática climática, la sociedad que
también fue educada de forma tradicional y consumista no cambiara.

Referencias Bibliográficas
Choi, S., Niyogi, D., Shephardson, D. P., & Charusombat, U. (2010). Do Earth and
environmental science textbooks promote middle and high school students’ conceptual
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