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Karl Marx

SOCIOLOGIA Y
FILOSOFIA SOCIAL
Selección e introducción de
T. B. Bottomore y M. Rubel

BJaPaiavedno IFl
; ^OOfí ELECT
INST; *• •5^303 ■

ediciones península**
La edición original inglesa fue publicada por C. A. Watts
& Co. Ltd. de Londres, con el título Karl Marx sclected
writings in sociology and social philosophy. © C. A. Watts
and Co. Ltd.

Traducción de JOKDI SOLÉ-TURA.

Sobrecubierta de Jordi Fomas


impresa en Aria s.a., López Varela 205, Barcelona
Primera edición: octubre de 1967
Realización y propiedad de esta edición (incluidos la tra-
ducción y el diseño de la sobrecubierta) de Edicions 62 sja,
Casanova 71, Barcelona.
Impreso en s_a. Flamma, Balmes 436, Barcelona
Dep. Legal B. 34540-1967.
Prefacio

Marx era un científico social, un filósofo político y un


revolucionario. Su reputación de científico se ha resentido,
hasta cierto punto, de la combinación de estas actividades y
más todavía de las vicisitudes históricas del «marxismo»
como ideología política.
También se ha resentido del desconocimiento de su obra,
gran parte de la cual ha permanecido sin publicar hasta hace
muy pocos años. Hasta 1927 no se publicó el primer volumen
del proyecto de obras completas de Marx y Engels del
Instituto Marx-Engels de Moscú, bajo la dirección de D.
Riazanov. Aquel primer volumen y los que le siguieron
permitieron disponer, por vez primera, de los textos
definitivos de las obras de Marx anteriores a 1847.1 Estos
textos - son indispensables para un examen profundo de la
obra de Marx, no sólo por su contribución directa a la teoría
social sino también por las indicaciones que contienen sobre
el \asto proyecto de análisis sociológico elaborado por Marx
en su juventud y del cual sólo pudo publicar —e incluso
escribir— una pequeña parte, A la luz de estos planes de
juventud, incluso los sustan- 1 2

1. Marx-Engels Gesaniiausgabe. a partir de 1927 (en adelante citada


con la sigla MEGA). Las luchas políticas internas en la Unión Soviética
provocaron la destitución del primer director del Instituto, Riazanov (que
«desapareció» en 1931). El resultado parece haber sido el abandono del
proyecto concebido por Riazanov y que éste había empezado a ejecutar :
la publicación de las obras completas de Marx y Engels. De los cuarenta
y dos volúmenes en que se habla pensado al principio, sólo se han
publicado doce.
2. Para el sociólogo, los más importantes son: Kritik da He- gelschen
Staatsrechts (1343); Okonomische-Philosophische Mu» kripte (1344);
Exierptheftc (1844-1347); Dic Deutsche ldeologie (1845-1346). Se
publicaron por primera vez en versión completa en MEGA, voL 1/1
(1927) y sois. 1/3, 5 y 6 (1932).
• üiít JtJL-JI’L* i-
¡tit uuti "át‘ - ' > t.. .t.»-

cíales volúmenes de £/ Capital y de las Teorías de la plus-


valía resultan simples fragmentos de una obra mucho más
extensa que había de ser un análisis general de las institu-
ciones sociales.
El estudioso inglés de la obra de Marx choca todavía
con otra dificultad: muchas de sus primeras obras aún no
han sido traducidas.1 Esta deficiencia repercute visiblemente
incluso en la mejor literatura crítica (en inglés) sobre Marx,
basada esencialmente en algunas de las obras más
conocidas: el Manifiesto Comunista, el «Prefacio» a la
Crítica de la economía política de 1859 y el primer vo-
lumen de El Capital. En nuestra selección de textos hemos
intentado restablecer el equilibrio incluyendo un gran nú-
mero de traducciones de los primeros escritos. Ahora bien,
no hemos limitado la selección a los manuscritos anteriores
a 1847. Hemos escogido fragmentos de todas las obras
conocidas de Marx, con excepción de su correspondencia,
para presentar, en un espacio relativamente breve, los
principales rasgos de su método y las principales conclu-
siones de su investigación. Una de las razones que nos han
aconsejado la selección extensiva es que muchas de las
obras de Marx traducidas al inglés son mal conocidas; otra
es que las traducciones existentes son, en muchos casos,
insatisfactorias. Hay todavía una tercera razón, más
importante: que las ideas de Marx no constituyeron nun- 3 *
S.

3. Las traducciones inglesas son:


— Germen tdcology, I y III partes, con una introducción de I
R. PASCAL, Londres, Lawrence and Wishart, 1938. (En la obra de
S. Hooc From Hegel lo Marx, Nueva York, 1936, se traducen algunos
fragmentos.)
— Selected Esuxyi, traducidos por H- J. Stenning (Londres,
1926; Nuera York, International Publisbers, 1926).
El articulo de H. F. MUÍS, Marx Doctoral Dissertation, publicado en
«Science and Soóety», XII, rn'im. i, 1948, contiene algunos fragmentos
traducidos, pero se trata esencialmente de un comentario.
La obra de H. P. AJXLUAS, Kart Marx bt His Earlier Writings
(Londres, Alien and Unwin, 1940), es un estudio útil sobre las primeras
obras de Marx, con resúmenes de algunos textos.

6
ca un bloque estático, sino que se desarrollaron continua-
mente; hemos intentado, pues, mostrar esta evolución (por
ejemplo, en sus ideas sobre las clases sociales y sobre la
organización de la industria capitalista).
Nuestra introducción no pretende ser un comentario
detallado de los textos. En la primera parte examinamos
algunas de las influencias intelectuales absorbidas por Marx
y el papel que tuvieron en la construcción de sus propias
teorías. Esto nos lleva a examinar la concepción que Marx
tenía de la historia y del método histórico y de la ciencia que
intentaba fundar. Nos lleva también a describir la relación
entre el análisis social y la filosofía social en su
pensamiento. En la segunda parte presentamos un resumen
histórico de la influencia de las teorías de Marx sobre la
sociología posterior.
T. B. B. y
M. R.
Otoño, 1955
Prefacio del traductor inglés

Los fragmentos de las obras de Marx incluidos en este


volumen han sido, en su mayoría, traducidos de nuevo y
muchos lo han sido por vez primera. La principal excepción
es la de los pasajes del Manifiesto Comunista, tan conocidos
que me ha parecido impropio alterar su texto. En este caso,
he utilizado la traducción inglesa de 1888. Otras excepciones
son los fragmentos escritos y publicados originalmente en
inglés: los artículos de «New York Daily Tribune»; el texto
que publicamos se ha tomado directamente de los archivos
de este periódico. En el caso de los fragmentos del volumen
primero de El Capital he utilizado libremente la traducción
de Moorc y Aveling. publicada en 1887, pero revisándola
completamente a base del texto alemán de la Volksatisgabe,
publicado en 1932 por el Instituto Marx-Engels-Lcnin.
En cuanto a los demás textos, he consultado siempre las
traducciones inglesas cuando existían, especialmente cuando
el texto alemán me parecía oscuro. Pero las traducciones más
antiguas son. a menudo, demasiado pomposas y
grandilocuentes y a veces inexactas; por esto sólo en
contadas ocasiones he modificado mi propia versión. Las
traducciones más recientes son mucho mejores y el lector
podrá comprobar que entre ellas y mi propia versión hay, en
algunos casos, muy escasas diferencias (por ejemplo, en
algunos de los pasajes de la primera parte de La ideología
alemana).
Cada fragmento va seguido de una referencia o unas
referencias a su fuente y a la edición utilizada para la tra-
ducción. También incluimos el año de la primera edición

9
/
/
del fragmento o de la composición, en los casos en que no lo
publicó el propio Marx.1
En las referencias hemos utilizado las siguientes abre-
viaturas:

Art. I: Kritische Randglossen zju dem Artikel: Der Kónig


van Preussen und die Sozialr ejortn. Van einem Preus-
sen, en «Vorwárts», 7 de agosto de 1844.
Art. II: Id. Id. en cVorwárts», 10 de agosto de 1844.
Capital /, 11, III. Los tres tomos de El Capital.
CPG: Crítica del programa de Gotha.
MC: Manifiesto Comunista.
MEF: Manuscritos económico-filosóficos. .
JA: La ideología alemana.
Gnmdrisse: Grundrisse der Kritlk der polltischen Okono-
mie (Rohentwurf).
SF: La sagrada familia.
CJ: La cuestión Judía en «Anales Franco-Alemanes», fe-
brero de 1844.
CFDH: Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Intro-
ducción en «Anales Franco-Alemanes», febrero de
1844.
KHS: Kritik des Hegelschen Staatsrechts.
MEGA: Marx-Engels Gesamtausgabe (seguido siempre por
una referencia a la sección y al volumen; por ejemplo:
MEGA 1/3. El tomo 1/1 se divide en dos partes y por
esto las referencias serán 1/1/1 y 1/1/2.
MK: Die moralisierende Kritik und die kritisierende Moral.
Beitrag zu Deutschen Kulturgeschichte. Gegen Karl
Heinzen, en «Deutscher-Briisseler Zeitung», 28 oc-
tubre-25 noviembre 1847.
NYDT: «New York Daily Tríbune»./ '
Prefacio: «Prefacio» a Contribución a la critica de la eco-
nomía política. .■:« me*.#» ¿v ,, , i. . . i,
MF:¿ Miseria "de la filosofía! í<,! •- .*
A rntMBsife jggate&ll a?, 'h
L Excepto cuando la publicación de^ la obrá^abaiéa un periodo
indeterminado, como ocurre dcrí'ldc'ifbroo' ü;y til de El Ca
pital. ■ ./ iias
10
'vV • • "m-

TPV: Historia critica de las teorías de la plusvalía (las


referencias a los tomos I, II/l, II/2 y III se basan en la
edición publicada por Karl Kautsky en los años 1905-
1910).
VA, I, II, III/l, III/2: Los cuatro tomos de la edición
Volksausgabe de El Capital.
TAC: Trabajo asalariado y capital.
18 Brumario: El 18 Brutnario de Luis Bonaparte.

En la selección bibliográfica del apéndice final el lector


encontrará información sobre las fechas de composición y
de publicación originales de las principales obras de Marx,
incluyendo las que publicamos extractadas en este volumen.

T. B. B.
INTRODUCCIÓN
I. La sociologfa y la filosofía social de Marx

Maestros y contemporáneos

Existe todavía la opinión de que Marx fue durante toda


su vida un discípulo de Hegel que se limitó a llenar con
su contenido más o menos fáctico la grandiosa filosofía
de la historia de su maestro. Es cierto que Marx se formó
en la atmósfera de la ñlosofía de Hegel y que utilizó su
vocabulario técnico, especialmente en sus primeras obras.
Nunca dejó de respetar algunos aspectos del «sistema».
Pero su teoría social provenía de otras fuentes intelectua-
les, además de la de Hegel, y no debemos olvidar que se
basaba, también, en el estudio empírico de la vida y del
movimiento de la clase obrera.
A principios de 1858, cuando reanudó su labor cientí-
fica después de una larga interrupción, Marx escribió a
Engels diciéndolc que por una feliz casualidad había vuel-
to a leer la Lógica de Hegel y que la lectura le había sido
extremadamente provechosa, especialmente para la elec-
ción del método de exposición de su obra. Y añadía: «Si
alguna vez vuelvo a tener tiempo para dedicarme a ella,
me gustaría hacer inteligible para el entendimiento común
(en una obra de pequeñas proporciones) el aspecto racio-
nal del método descubierto y, a la vez, mixtificado por
Hegel.» 1
Pero Marx no encontró nunca el tiempo necesario para
realizar este proyecto en los veinticinco años que le que-
daban de vida. Se limitó a «flirtear» con el estilo hegelia-
no en su exposición de la teoría del valor en El Capital *

1. Marx a Engels. 14 de enero de 1558.


L Véase el «Prefacio» a la segunda edición alemana (1573).

15

Sin embargo, en sus primeras obras Marx ya. había critica-
do y rechazado la teoría política de Hegel, tal como se ex-
pone en Grundlinien der Philosophie des Rechts. Había
analizado cuidadosamente los conceptos políticos de He-
gel y esbozado una teoría sociológica del Estado. En aque-
llos momentos, su oposición a Hegel se manifestaba en
forma de una ferviente defensa de la democracia, no del
socialismo, porque todavía no había entrado en contacto
con el movimiento socialista.3 En 1844 había escrito una
larga crítica del método de Hegel. Alababa la concepción
begdiana del origen y desarrollo del hombre, expuesta
en Phonomenologie des Geistes. Para Marx, Hegel había
comprendido que el hombre se crea a sí mismo, en un
proceso histórico cuya fuerza motriz es el trabajo huma-
no o la actividad práctica de los hombres que viven en
sociedad. «En la Phonomenologie de Hegel, lo fundamen-
tal es que éste comprende la autocreación del hombre
como un proceso..., y por consiguiente, comprende la na-
turaleza del trabajo y concibe el hombre-objeto... como
el resultado de su propio trabajo.»4
Ahora bien, en opinión de Marx —y en esto radica
la diferencia crucial entre ambos pensadores—, Hegel sólo
concebía el trabajo en forma alienada, como actividad del
espíritu puro. Para él, el proceso histórico era un movi-
miento y un conflicto de categorías abstractas, de las cua-
les los individuos reales no eran más que simples jugue-
tes. La alienación política y económica, que Hegel com-
prendió y describió muy bien, era proyectada en el ciclo
del pensamiento puro y el filósofo se situaba a sí mismo
en la posición de testigo, de juez y de redentor del mun-
do alienado.
«La Phanomenologie es una crítica escondida, ambigua
y mixtificadora, pero en la medida que capta la aliena-
3. Véase KHS, MEGA I/l/I, pp. 403-553. Este manuscrito se
redactó, probablemente, entre marzo y agosto de 1843 y no se pu-
blicó hasta 1927.
4. MEE (1844), MEGA 1/3, p. 156.

16

á
► A VÍ^..

ción del hombre... todos los elementos de la crítica estáq


contenidos en ella, y a menudo, presentados y elaborados
de una manera que va más allá del punto de vista de
Hegel.» *
Vemos, pues, que al tiempo que criticaba la filosofía
hegeliana de la historia, Marx aceptaba su concepción de la
historia como un proceso de autocreación del hombre. Esto
no quiere decir que Marx fuese un filósofo de la historia o
que la única fuente de su concepción del desarrollo
histórico fuese Hegel. La noción del desarrollo histórico de
las instituciones sociales se encuentra ya en una buena parte
de la literatura política e histórica de la segunda mitad del
siglo xviii,5 mezclada con las primeras formulaciones de la
idea de progreso: podemos considerarla como el comienzo
de la separación entre la sociología histórica y la filosofía
de la historia. Se ha dicho, sin embargo, que Hegel dio un
cariz particular a esta idea de desarrollo al insistir en la
lucha de los contrarios —es decir, el movimiento
dialéctico—; se ha dicho también que en la teoría social de
Marx ocupa un lugar destacado, primordial incluso, un
aspecto análogo: el conflicto de clases. Con esto se quiere
dar a entender que Marx, tanto si era un filósofo de la
historia en sentido estricto como si no lo era, debía a Hegel
una de sus teorías esenciales; dicho de otra manera: que la
construcción mar- xisla era filosófica y no sociológica. No
parece, sin em- 4

4 bis. lbid.
5. Véanse, en particular, los historiadores
escoceses: Adam F ERG esos, Essay on ihe
llisiory oj Civil Socieiy, 1767 (traducido al
alemán; obra que influyó probablemente en
Hegel, en relación con su propio análisis de •
die biirzerliche Gesellschaft*), y John
MILLAR, The Origiii of lite Dislinction o/
Ranks, 1771, cuarta edición, 1806. En
Francia, S. N. H. LISGUET, Théorie des lois
civiles, 1767, y las obras de SAIKT-SIUON
(que examinaremos más adelante). Marx
conocía muy bien las obras de los
acs íu historiadores escoceses y de Saint-Simon y 17
los historiadores influidos por éste, y les
atribuía más importancia que a Hegel y sus
discípulos en el. dominio concreto de la
historia.
- ■* ; ! , -,

: ^m%0& ‘r i
BWB .
bargo, que existan fundamento* nifiden ___ r_ _________
''-afirmáT
que el origen de la teoría mandsta de la lucha de clases
fue precisamente éste, sobre todo si se tiene en cuenta que
el mismo Marx dio de la cuestión una versión diferente.
En una famosa carta escribió:

«... No es mérito mió haber descubierto la existencia de


clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho
antes que yo los historiadores burgueses ya habían descrito
el desarrollo histórico de esta lucha de las clases y los
economistas burgueses habían trazado su anatomía.» 4

El efecto de Hegel sobre Marx fue más bien otro: le


impulsó a criticar y a rechazar completamente la histo-
riografía alemana coetánea.
Más importante para el pensamiento de Marx fue la idea
hegeliana de «alienación» (Entfremdung). Era un concepto
fundamental en la noción hegeliana del espíritu, tanto en la
misma filosofía de Hegel (en la Phanomeno- logie) como en
la forma radicalmente modificada que tomó en los «jóvenes
hegelianos». Por «alienación» éstos entendían una condición
en que las fuerzas del hombre le aparecen como fuerzas o
entidades autónomas que controlan su acción. Feuerbach
utilizó la noción de alienación en su estudio del cristianismo
6 7
e intentó demostrar que la esencia de la religión era la
esencia del hombre mismo proyectada fuera de él y reificada
o personificada. Los poderes y las aptitudes atribuidas a los
dioses eran, de hecho, los poderes y las aptitudes del
hombre; la ley divina no era más que la ley de la naturaleza
humana.
Como él mismo dice en sus Tesis sobre Feuerbach,

6. Marx a Weydemeyer, 5 de marzo de 1852. El fácil descubrir las


fuentes de la teoría de Marx, sin recurrir a Hegel. Marx no tenia más
que leer Las obras de los historiadores contemporáneos (fuera de
Alemania) y observar lo que ocurría'aqte sus propios ojos; y es
indudable que hizo ambas cosas.
7. L. FEUEHJUCH, Das Wcscn des Chris t entums, 1841.

18
Marx partió del punto alcanzado por Feuerbach. El problema
de la alienación domina en todos sus escritos, pero no ya
como problema filosófico (es decir, no como disputación
sobre la esencia del hombre), sino como fenómeno social.
Marx se pregunta: ¿en qué circunstancias proyectan los
hombres sus propias fuerzas, sus propios valores sobre seres
hipotéticos y sobrehumanos? ¿Cuáles son las causas sociales
de este fenómeno? Marx sólo analizó la religión en este
sentido (como ideología) y contribuyó, asi, a fundar la
moderna sociología de la religión. Pero también estudió otras
formas de alienación (y aquí es donde más se separó de
Feuerbach). Frente a la divinización del Estado por Hegel,
consideraba el Estado como otra forma de la alienación
humana (como un poder arbitrario y externo que domina la
sociedad). En su análisis de la estructura económica del
capitalismo describía la riqueza en forma de capital como
otro modo de alienación; el dominio del capital era, para él.
«el dominio de los seres vivos por la materia muerta».8 9
Como en el caso de la alienación religiosa, Marx se
preguntaba: ¿cuáles son las causas de estos fenómenos? ¿Por
qué los seres humanos proyectan en los objetos exteriores, en
las abstracciones deificadas, sus verdaderos poderes? ¿Por
qué, por ejemplo, consideran el Estado como un poder que
organiza la sociedad cuando es, en realidad, la estructura de la
sociedad la que da origen al Estado? O bien, ¿por qué
consideran la riqueza en forma de capital, creación del trabajo
social (del trabajo de hombres asociados) como una fuerza
independiente y activa que «emplea» seres humanos?’

8. Véase la 111 parte, sección IV, pp. 159-198.


9. Los conceptos de «falsa conciencia» y de «ideología» en Marx se
relacionan con el de «alienación». La falsa conciencia es la conciencia
de los individuos en situación de alienación y la ideología es el ristema
de creencias producido por esta falsa conciencia. Más tarde, Marx
utilizó el término «Ideología» en otro* sentidos; por ejemplo, para
designar un sistema de ideas deliberadamente equívoco y
desorientador. Para un análisis reciente del concepto marxista de
«alienación» véase Jean HrmxjT*, D* la structurc du Capital et de
quelquts présupposilions ptiüosoptú-
Según el concepto begeliano del trabajo como «trabajo
espiritual» y el concepto también begeliano de alienación
como fenómeno puramente espiritual, el proceso dialéctico de
«sublimación», que permitía superar la alienación, sólo se
producía al nivel del pensamiento abstracto y dejaba intactas
las instituciones sociales existentes. Para Hegel, el derecho
abstracto se sublimaba en la moralidad, la moralidad en la
familia, la familia en la sociedad civil, la sociedad civil en el
Estado y, finalmente, el Estado en la historia mundial. Pero
todo este proceso dialéctico expuesto por Hegel en la
Philosophie des Rechts dejaba intactas las instituciones
sociales reales, la familia, la sociedad civil y el Estado. Marx
opuso a esta reconstrucción puramente mental la idea de una
transformación real de la sociedad, cuyo aspecto moral serla
la recuperación por el hombre de sus cualidades naturales, la
rehabilitación de sí mismo como ser social liberado de las
alienaciones esdavizadoras.
La teoría de Hegel no tenía en cuenta los fenómenos
sociales reales y el filósofo era incapaz de explicar sus
orígenes, su desarrollo y su desaparición. Para Marx, el
filósofo era, inevitablemente, una especie de taumaturgo que
con ayuda de una fórmula mágica —la «negación de la
negación>— hacía y deshacía a voluntad, creaba o destruía,
conservaba o abolía las creaciones sociales de los hombres:
«Toda la Lógica de Hegel es, pues, la demostración de que el
pensamiento abstracto no es nada en sí mismo, que la idea
absoluta no es nada y que sólo la naturaleza es algo.»,# Hegel
separaba el acto del pensamiento del sujeto humano y
convertía a este sujeto en el predicado del pensamiento
hipostatizado. Es obvio, comenta

ques de íoeuvre de Marx, en «Bulletin de la Sodété Frangaise de


Phüosophie», octubre-diciembre 1948 (incluido en Eludes sur Marx et
Hete!. Parts, 1955); H. POTJTZ, Der emfremdete Mensch, Basi- lea. 1953;
K. LOWITH, Maris self-aliena!km in the early writings of Marx, en «Social
Research», verano de 1954; EL B. ACIÓN, The 1 Ilusión of the Epoch.
Londres. 1955.
10. MEF (1844), MEGA 1/3. p.169. yc¡ .

.JO
Marx, que «si el hombre no existe, su manifestación de ~ vida
no puede ser humana y, por tanto, el pensamiento no ' puede
ser aprehendido como una manifestación de la vida del
hombre, del sujeto humano, natural, dotado de ojos y oídos,
etc., que vive en la sociedad, en el mundo y en la
naturaleza».11
Ésta era, en resumen, la etapa a que habia llegado Marx
en su análisis cuando se preparaba para llevar a cabo, «en
una serie de obras independientes, una crítica del derecho,
de la moral, de la política, etc., y, finalmente, en una obra
especial, para establecer las interrelaciones del conjunto, las
interrelaciones entre las diversas partes y hacer una crítica
del tratamiento especulativo de este material».11 12 13 La obra
enciclopédica que Marx, a los veintiséis años, se proponía
realizar en el curso de su carrera no pudo, sin embargo,
llegar a completarse nunca. Sólo redactó algunos fragmentos
e incluso se puede decir que la Critica de la economía
política (subtitulo de El Capital) no es más que una
introducción inacabada.
Hay quien admite que en sus primeras obras Marx cri-
ticó vigorosamente a Hegel, pero arguye, acto seguido, que
El Capital constituye un retorno a la dialéctica hegeliana. Es
indudable que en algunos capítulos Marx imita delibe-
radamente e incluso parodia el estilo de Hegel.11 Pero él
mismo pudo, más tarde, hablar de su pretendido «hegelia-
nismo» y dijo que aunque hubiese pasado por la escuela del
«gran pensador» había invertido y desmitificado la dia-
léctica, extrayendo de ella su núcleo racional.14 Marx dife-
renciaba el modo de exposición del método de investigación
e insistía en el carácter estrictamente empírico de su propio
método:

11. Jbid.. p. 170.


12. MEF (1&44), MEGA 1/3. p. 33.
13. Este «flirteo» coa el estilo de Hegel es todavía más evidente en los
manuscritos de 1857-1858, primer borrador de El Capital Véase Karl
MARX. Grundrisse der Kritik der politischen Okonomie (Rohenlwurf).

14. Prefacio a la segunda edición de El Capital, 1873.

21
«Naturalmente, el método de presentación ha de diferir
formalmente del método de investigación. El objetivo de la
investigación consiste en apropiarse del tema en todos los
detalles, analizar las diversas formas de su desarrollo y trazar
las conexiones internas entre estas formas. Hasta que no se
ha realizado este trabajo preliminar no se puede describir
adecuadamente el movimiento real. Si la descripción es
correcta, si la vida de la materia se refleja en el plano ideal,
siempre podemos tener Ja impresión de encontramos ante
una construcción ideal, aprio- rística.
»Mi método dialéctico no sólo difiere fundamentalmente
del de Hegel, sino que es su antítesis directa. Para Hege!, el
proceso del pensamiento (que él transforma en un sujeto
independiente, dotado de vida propia, al cual da el nombre
de «idea») es el demiurgo de lo real; y para él lo real es la
simple manifestación externa de la idea. Para mí, en cambio,
lo ideal no es más que lo material transpuesto y traducido en
el cerebro del hombre.»15
La intención de Marx era hacer una obra empírica
examinando «el desarrollo de la estructura económica de la
sociedad como un proceso histórico natural» y estudiando
los «antagonismos sociales que surgen de las leyes naturales
de la producción capitalista». Marx se comparaba a sí mismo
con el físico que estudia los procesos de la naturaleza «en la
forma más pragmática y rehuyendo las influencias
perturbadoras». Animado por este espíritu, eligió Inglaterra
como un laboratorio donde se podía estudiar el modo de
producción capitalista y «las relaciones de producción y de
cambio que le corresponden». Era consciente, sin embargo,
de que puesto que «en el análisis de las formas económicas
no se puede utilizar ni el microscopio ni los reactivos
químicos», habla que sustituirlos, en el análisis sociológico,
por el poder de la abs- tración, es decir, había que identificar
los «hechos puros»

15. Prefacio a la segunda edición de El Capí! al, 1873.

22
de los procesos sociales y trabajar con ellos, pues «la so-
ciedad contemporánea no es un cristal fijo sino un organismo
capaz de transformarse y continuamente aprehendido en el
proceso de transformación».
En todo caso, el examen de la estructura de El Capital
revela, en seguida, que sólo una pequeña parte está escrita en
lo que podríamos llamar estilo hegeliano. La mayor parte de
la obra es una presentación y un análisis de datos
sociológicos e históricos. De hecho, El Capital es, entre otras
cosas, una de las primeras, y más valiosas todavía, obras de
historia social concebida sociológicamente, es decir, como
historia de las instituciones sociales. Es una obra científica,
pero, a la vez, una acusación moral. Tanto por la forma como
por el contenido, expresa la concen- ción pragmática que
Marx tenía de la ciencia.
A nuestro entender, Marx debía a Hegel muchas ideas,
pero no las que se acostumbra a decir. Desde el primer
momento fue un adversario de la teoría política y de la
filosofía de la historia de Hegel. La crítica contenida en sus
primeras obras muestra una fuerte influencia de otros
pensadores, especialmente de Saint-Simon.14
Hay elementos suficientes para afirmar que Marx recibió
la influencia de Saint-Simon incluso antes de empezar a
estudiar la filosofía hegeliana. Los discípulos de Saint-Simon
eran extremadamente activos en Alemania 11 y las doctrinas
saint-simonianas hacían tantos adeptos en la región del
Mosela que el arzobispo se sintió obligado a publicar una
advertencia especial contra la nueva herejía. En la época en
que Marx terminaba sus estudios secundarios en Tréveris
vivía en esta ciudad un propagandista saint-simoniano,
Ludwig Cali, que en 1835 publicó un folleto sobre Las clases
privilegiadas y las clases traba-
ib. Véase el interesante artículo de Gcorges GURVITCH. «La
sociologie du jeune Marx», incluido como 10.' capítulo en su obra La
vocation actuelle de ta sociologie, París, 1951.
17. E. M. BCTLER, The SaintSimoniart Religión in Gemumy, 1926.
Analiza sólo un período limitado de la influencia saint-sL moniana.

23
jadoras. El padre de Marx y d directotóde suiescuéla
tcnecían a la misma sociedad literarias a? pertenecl^Áf
Gall y que en 1834 atrajo la atención'de la;jx>Htica^ór
sus «tendencias liberales».1* Además,’cuandoMarxse trásV-
ladó a la Universidad de Berlín en*1837 asistió a los cuf-:
sos de Eduard Gans, entusiasta saint-shnóniaho.->.. -y-rít;
No faltaron, pues, ocasiones para que Marxcentras'e \ en
contacto con las doctrinas saint-si mon ianas antes de empezar
a estudiar Hegel. La primera persona que propa-^. gó las ideas
saínt-simonianas en Renania fue el amigo, de; Marx, Moses
Hess, uno de los editores dé la «RHeiniscHe"' Zeitung» en
1842. Fue Hess, probablemente, quien dio*ar

conocer a Marx la obra de Lorenz von Stein Sozialismus... x


und Kommunismus des heutigen Frankreichs (1842); Marx
publicó una recensión en la «Rreinnlscbe Zeitung», en
1842.
L. von Stein ponía de relieve la pretensión de los socialis-
tas franceses de fundamentar su doctrina en una ciencia
de la sociedad; él mismo se había convertido en el por-
tavoz alemán de la nueva ciencia, frente a las Staatswis-
senschaften entonces existentes.
Que Marx conocía ya muy bien las obras saint-simo-
nianas hacia 1846 lo demuestra la detallada crítica de
Karl Gríin en La ideología alemana.19 La influencia de
Saint-Simon en sus propias ideas puede comprobarse com-
parando sus textos respectivos.20 En primer lugar, ambos
autores atribuyen la misma importancia fundamental a la
industria a la sociedad como taller donde el hombre crea
los productos espirituales y materiales. La crítica de Marx I
contra el concepto hegeliano del trabajo, como trabajo
puramente espiritual se explica, probablemente, por la lec-
tura anterior de Saint-Simon. En segundo lugar, tienen
18. N. NicotaiEvsjrr y O. MXEMCHEH-HHLFHK, Karl Marx: Man
and Pighter, 1936, pp. 9 y ss. Véase también Maxim KOVALEVSKY,
Two Uves (AL Marx and H. Spencar), en «Vestnik Evropy», LX,
1909. Kovalevsky recuerda que Marx hablaba de su suegro, Ludwig
von Westphalen, como un discípulo entusiasta de Saint-Simon.
19. MEGA 1/5, pp. 479-495.
20. Véase G. GcjtvncH, op. di. 24

24
*
/
mí+mm

,cy<*

una misma concepción de las relaciones entre la socicp :VN dad y


el Estado, es decir, que el Estado es (en determinadas
circunstancias) un obstáculo para el desarrollo de la sociedad
industrial, pero también que la sociedad (particularmente la
estructura económica de la sociedad) constituye la base del
Estado. Saint-Simon expresaba esta idea diciendo: «La forma
del gobierno no es más que una forma y la constitución de la
propiedad es el fondo; es. pues, esta constitución la que sirve
realmente de base al edificio social» (L‘Industrie).
Otro de los elementos de la teoría social de Marx es la
economía política inglesa, pero su influencia es bastante
posterior. El mismo Marx confesó que en 1843 todavía no
tenía un conocimiento profundo de los problemas
económicos. En el prefacio a la Contribución a la critica de
la economía política dice:
«Mis estudios profesionales eran los de jurisprudencia,
pero sólo me ocupaba de ellos como disciplina secundaria,
junto con la filosofía y la historia. En 1842-43, siendo
redactor de la “Rheinische Zeitung”, me encontré, por
primera vez, en la difícil situación de tener que opinar sobre
los llamados intereses materiales. Los debates de la Dieta
renana sobre las talas furtivas y la parcelación de la
propiedad de la tierra, la polémica oficial entre el señor von
Schaper, por aquel entonces gobernador de la provincia
renana, y la “Rheinische Zeitung” sobre la situación de los
campesinos del Mosela y, finalmente, los debates sobre el
librecainbismo y el proteccionismo, me impulsaron a
ocuparme por vez primera de cuestiones económicas. Por
otro lado, en aquellos tiempos en que el buen deseo de
“marchar en vanguardia” superaba con mucho el
conocimiento de la materia, la “Rheinische Zeitung” dejaba
traslucir un eco del socialismo y del comunismo francés,
teñido en un tenue matiz filosófico. Yo me declaró en contra
de aquellas chapucerías, pero tuve que confesar al mismo
tiempo, en una controversia con la “Allgemeine Augsburger
Zeitung”, que mis estudios anteriores no me

25
/ i-
permitían aventurar ningún juicio acerca del contenido y los méritos
de las escuelas francesas. Por esto, cuando los gerentes de la
‘Rheinische Zeitung" concibieron la ilu- -i- sión de que con una
política menos agresiva el periódico podría salvarse de 1a sentencia
de muerte ya decretada contra él, lo aproveché para retirarme de la
escena pública y dedicarme de lleno a mis estudios.
»EJ primer trabajo, emprendido para resolver las dudas
que me asaltaban, fue la revisión crítica de la Filosofía dd
Derecho, de Hegel; la introducción a este trabajo apareció
en los *Deutscb-Franzflsischc Jahrbücher", publicados en
París en 1844.» i .r
Los primeros estudios económicos de Marx datan, pues, de
1843-1845, años de su exilio en París; continuaron durante su
estancia en Bruselas, de 1845 a 1848. Los j. extractos y comentarios
de los Carnets de notas de Marx 21 nos dan una idea del
extraordinario volumen de estos estudios. Marx se convirtió en un
verdadero erudito de la economía. Estaba muy influido por Ricardo
sobre todo, pero también encontró muchas idea^ en otros economis-
tas que se habían ocupado de la teoría del valor-trabajo y
particularmente en aquellos que, como Hodgskin y Bray sacaban
conclusiones socialistas de esta teoría. También i
influyeron mucho en él las obras de los autores que en-
focaban la economía desde un punto de vista sociológico y
consideraban que el tema central de la economía eran las
relaciones entre los individuos y los grupos humanos en el
proceso de la producción. Hablamos, por ejemplo, de The
Wealth of Nations de Adam Smith y del Tablean
Economique de Ouesnay. El resultado de las ingentes lec-
turas de Marx y de su estudio crítico de los predecesores fue
la sistematización de la teoría del valor-trabajo como piarte
de su análisis sociológico. No vamos a ocupamos

21. Publicados en MEGA 1/3, pp. 411-579. y en MEGA 1/6. páginas


597-620. Buena parte de este material se utilizó para preparar lo que
habla de ser el cuarto libro de El Capital y que Kautsky j
publicó con el título de Theorien líber den Úchrwert (1905-1910).

26
aquí del aspecto económico de la teoría de Marx. Su ca-
racterística más importante es que forma parte de un análisis
sociológico de los sistemas económicos. Al tratar la
economía política de su tiempo como una «ideología», Marx
intentaba analizar las relaciones sociales que él creía
subyacentes a las relaciones económicas expresadas en forma
de valores, precios, etc.
• Sus obras económicas son una continuación de su primer
análisis del trabajo humano; se parecen menos a la economía
contemporánea que al estudio sociológico contemporáneo de
los sistemas económicos. Por ejemplo, su extenso análisis del
trabajo productivo y del trabajo improductivo “ no tiene
sentido desde el punto de vista de la teoría económica
moderna, pero es, en cambio, una valiosa aportación a la
sociología del trabajo. Schumpeter ha puesto de relieve uno
de los rasgos de esta conexión entre la economía y la
sociología:
«... Marx define el capitalismo desde un ángulo socio-
lógico, es decir, por la institución del control privado sobre
los medios de producción, pero su teoría económica nos da la
mecánica de la sociedad capitalista. Esta teoría económica
muestra cómo operan a través de los valores económncos. los
beneficios, los salarios, las inversiones, etc., los datos
sociológicos contenidos en conceptos como clase social,
interés de clase, comportamiento de clase, intercambio entre
las clases, etc.; muestra también como estos datos generan,
precisamente, el proceso económico que acabará destruyendo
su propio marco institucional y crean, a la vez, las
condiciones para el surgimiento de otro orden social.» :i
Si tenemos en cuenta la clara intención de Marx de fundar
una ciencia de la sociedad que englobase y com- 22 23

22. En el manuscrito Theoríen über den Mehm'ert. Véanse


los textos en las pp. 178-181 del presente volumen.
23. J. SCUCUPETER, Capitalism, Socialism and Democracy,
Nueva York, 1942, p. 20. (Versión castellana. Capitalismo,
Socialismo y Democracia, Ed. Aguilar, Madrid.)

27
T
pídase todas las ciencias especiales, resulta curioso constatar
que nunca utilizó el término «sociología» en sus obras, pese a
que Comte, contemporáneo suyo, lo había puesto ya en
circulación. La explicación de esto radica, quizás, en que
Marx no sentía ninguna simpatía por la «filosofía positiva» y
tenía una muy pobre opinión de Comte y sus discípulos.
Todo parece indicar que en 1866 todavía no había leído a
Comte. El entusiasmo suscitado por este autor en Inglaterra y
Francia le sorprendió y le molestó; decidió, entonces, leer a
Comte y quedó impresionado por el cárdete enciclopédico de
su obra. Le consideraba, sin embargo, muy inferior a Hegel.24
Pese a su apariencia anti-teológica, la filosofía positiva le
parecía «profundamente enraizada en el suelo católico».25
Refiriéndose a uno de los discípulos ingleses de Comte,
observó irónicamente que «la filosofía positiva significa la
ignorancia de todo lo positivo».26
Marx rechazó totalmente la doctrina social de Comte.
Condenó, especialmente, su espíritu teológico y sectario y su
afán profético; pero no consideró necesario someter la teoría a
una crítica sistemática. Es probable que Marx juzgase a
Comte sobre todo por las actividades de sus discípulos y, más
fr concretamente, de sus discípulos franceses, que querían
convertir el positivismo en la filosofía del movimiento
obrero. Su estimación de Comte nos sugiere dos reflexiones.
La primera es que la hostilidad contra los positivistas que
querían imponer una doctrina filosófica particular al
movimiento obrero pone de relieve su repudiación de las
especulaciones filosóficas sobre el curso de la historia, su
I O. repudiación de las ideologías incluso en la forma de una
nueva religión «positivista».27 La segunda se

24. Marx a Engrls. 7 de julio de 1866.


25. Véase El Capital, Libro I, primera edición. Marx escribe:
«Comparada coa la Enciclopedia de Hegel, la de Comte
es la obra de un escolar y sólo tiene significación local.»
26. Marx a Engels, 20 de marzo de 1869.
27. La mayoría de los autores marxistes han tratado a Marx y Comte
como autores de «sistemas» rivales. Véase, por ejemplo:

28
j l ‘V
refiere al carácter de la ciencia que Marx pretendíarcréaf.'>v>
Tenía, ciertamente, algunas afinidades con la sociología^
tal como la entendía Comte. Pero había entre ambas gran-
des diferencias, que parecen justificar la actitud crítica
de Marx. Su propia «ciencia de la sociedad», que exami-
naremos seguidamente, se aproxima más a las preocupa-
ciones actuales de la sociología que la teoría que ha dado
el nombre a esta disciplina.

Marx, el científico

Es indudable que Marx se consideraba a sí mismo un


científico. Pero su concepción de la ciencia era pragmá-, tica,28 29
y éste fue, quizás, el origen del mito del «socialismo científico».
Engels creía que Marx había transformado
el socialismo de utopía en ciencia. En el Anri-Dührvtg —que
Marx leyó en versión manuscrita—Engels le atribuye «dos
grandes descubrimientos»: la «concepción materialista de la
historia y la revelación del secreto de la producción
capitalista con la teoría de la prusvalía». Con estos dos
descubrimientos, añade Engels, «el socialismo se ha
convertido en una ciencia, que se trata de elaborar en todos
sus detalles». Engels vuelve a utilizar la expresión de
«socialismo científico» al hablar de la teoría de la plusvalía,
según él formulada por Marx por vez primera.

C. DE KELLES-KRAVZ. Corrttismo e Marxismo, en «La scienxa so-


cíale», octubre de 1901.
Lucy PREXA XT, .Marx et Comte, en «X la lumiére du marxisme»,
vol. 2, Editions Sociales, París, 1937, pp. 19-76.
Paul LAB EREN SE. EHicacité polilique el sociale du positivisme et du
marxisme, ibid., pp. 77-123.
28. En sus Sotivenirs personnels (publicados en «Nene Zeit».
1890) Paul Laíarguc menciona la observación de Marx: «La cien-
cia no debe ser un placer egoísta. Los que tienen la suerte de
poderse dedicar a una labor científica han de ser los primeros en
poner sus conocimientos al servicio de la humanidad »
29. Anti-DüJiring, prefacio de 1889, MEGA (Sonderausgalx), p. 9.
-WWJ. '■ ■?
\i\
;
St
Engcls no explicitó el alcance dé la nueva ciencia. En
algunas ocasiones se refirió al socialismo mandsta como una
teoría,10 es decir, no un dogma sino la exposición de un
proceso evolutivo 11 o una «teoría de la evolución».11
No parece que Marx fuese contrario a la definición de
Engcls. Pero su concepción era diferente. Quería dar una
«base científica* al socialismo; para él, el socialismo no era
una ciencia sino un movimiento social y político que se
proponía establecer un sistema nuevo y más perfecto de
relaciones humanas. En una carta a Sor ge,30 31 32 33 Marx
condenó los intentos de quienes (discípulos de Lassalle o
admiradores de Dühring) intentaban dar al socialismo «una
orientación ideal superior», «es decir, reemplazar la base
materialista (que requiere un estudio objetivo muy serio si
queremos utilizarla como es debido) p>or una mitología
moderna, con diosas de la justicia, de la libertad, de la
igualdad y la fraternidad». En otro pasaje de la misma carta
criticaba el «socialismo utópico», que «contenia en germen
el socialismo materialista-crítico antes de la aparición de éste
pero que post festum sólo podía ser absurdo, insípido y
fundamentalmente reaccionario».
La actitud de Marx es suficientemente clara si exami-
namos algunas de sus primeras obras. En La miseria de la
filosofía habla de los socialistas y de los comunistas como
los «teóricos de la clase obrera»; como tales, no tienen ya
necesidad alguna, al revés de los p>ensadores utopistas, de
«buscar una ciencia en sus propios cerebros; les basta con
observar lo que ocurre ante sus ojos y convertirse en su
vehículo de expresión». En otras obras posteriores Marx
habla de su ciencia como un producto del movimiento
histórico, como una ciencia que se convierte en
revolucionaria al dejar de ser doctrinaria; los representantes
de esta ciencia son los teóricos de la clase obrera,
conscientemente asociados al movimiento histórico. En el

30. Rogéis a Sorge, 29 de noviembre de 1886. V "


31. Exige Is a la señora Wischnewetsky, 28 de diciembre de 1886.
32. Engels a la misma señora, 27 de enero de 1887.
33. 19 de octubre de 1877.

30
Manifiesto Comunista Marx habla de las «conclusiones
teóricas de los comunistas* que «no son sino la expresión de
conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases
existente, de un movimiento histórico que se está desa-
rrollando ante nuestros ojos». Son conclusiones derivadas
del estudio empírico de los hechos históricos y sociales,
pero no constituyen un nuevo «socialismo científico*. En el
mejor de los casos, constituyen una ciencia del socialismo,
un análisis de! movimiento socialista ya existente y de las
condiciones en que se desarrolla.,4
El mismo Marx define claramente el carácter de su
ciencia cuando describe sus estudios en 1857, al reanudar la
labor científica empezada en 1844 e interrumpida por las
actividades políticas y periodísticas. El incentivo para la
reanudación de sus estudios de economía política fue la
crisis económica de 1857;JJ los manuscritos de 1857-58,
recientemente publicados, nos permiten ver el tipo de tra-
bajo que emprendió.* El plan y el método de la obra se
esbozan en una introducción iniciada en agosto de 1857 y
publicada por primera vez por Kautsky en «Neue Zeit», en
1903.
El plan de Marx no es el de un tratado de economía
política, sino el de un estudio mucho más amplio de la so-
ciedad; lo demuestran los temas que quería examinan
1. Las características abstractas comunes a todas las
formas de sociedad, tomando en consideración su aspecto
histórico.
2. Los principales elementos constitutivos de la es-
tructura interna de la sociedad burguesa, que sirven de base
a las clases sociales, al capital, al trabajo asalariado y a la
propiedad territorial. La ciudad y el campo. Las tres 34 35 36

34. Los objetivos del movimiento socialista son otra cosa, véa-
se pp. 42-44.
35. Marx a Lassalle, 21 de diciembre de 1857.
36. Véase Grundnsse der Kritik der politischen Okonomla
(Rohentwurj), Dieu Verlag, Berlín, 1853. Estos manuscritos se
publicaron por vez primera en Moscú, en 1939.
grandes clases sociales. El intercambio entre ellas. La cir-
culación. El crédito.
3. La cristianización de la sociedad burguesa en forma de
Estado. Las clases «improductivas». El sistema de impuestos.
La deuda pública. El crédito público. La población. Las
colonias. La emigración.
4. Las relaciones de producción internacionales. La
división internacional del trabajo. Los intercambios inter-
nacionales. Las exportaciones y las importaciones. El cambio.
5. El mercado mundial y las crisis.
V. V- •'• ‘í-W.
'•
Posteriormente modificó algunos aspectos del plan, pero
nunca abandonó la intención de tocar todos los téí.., « mas
definidos. Sólo la enfermedad y la muerte le impidieron llevar
a término el proyecto.*7
La introducción define lo que Marx entendía por «pro-
ducción material», y especifica que «el punto de partida lo
constituyen naturalmente los individuos que producen en la
sociedad y, por tanto, la producción de estos individuos
socialmente determinada».
Marx amplía La definición aristotélica del hombre: «El
hombre es, en sentido Literal, un zoon politikon, no sólo un
animal social, sino un animal que sólo puede llegar a ser
individuo de la sociedad.» Esta definición tiene, a la vez,
una significación ética. Marx postula la individualidad y la
unicidad del hombre como un objetivo que sólo se puede
alcanzar en una sociedad liberada de las limitaciones y
coacciones materiales y espirituales.
La introducción continúa con un examen crítico del
método hegeliano y del concepto de «sociedad». Marx es-
boza aquí la crítica de una escuela sociológica que todavía
37

37. En UBI. dos años antes de su muerte, Marx contestó a


Kautsky —que le habla hablado de la posibilidad de publicar sus
obras completas— que «antes habla que escribirlas enteramente».
K. KAUTSXY, AUS dar Frühzjdt des Marxismos, 1935, p. 53.
no ha desaparecido del todo. «Considerar la sociedad' como
un sujeto singular es erróneo y especulativo.»14 Para Marx,
el término «sociedad» designa a los individuos en sus
interrelaciones o interacciones. Para él, la más importante
de estas interacciones son las que tienen lugar en la esfera
de la «producción material», es decir, el proceso social del
trabajo humano.
«El resultado a que llegamos no es que la producción, la
distribución, el intercambio y el consumo sean idénticos,
sino que son elementos de una totalidad, distinciones dentro
de una unidad. La producción predomina... A partir de ella,
el proceso vuelve a empezar continuamente... pero hay una
interacción entre los diversos elementos. Así ocurre en
todos los conjuntos orgánicos.»
En ningún momento de su análisis de la producción
material utiliza Marx expresiones como «en última ins-
tancia» o «último factor». En estos manuscritos está muy
lejos de aquel determinismo monista en que cayó Engels y
del que tanto le costó salir cuando, después de la muerte de
Marx, se vio obligado a reconocer las deficiencias de la
concepción materialista de la historia, tal como él y Marx la
había formulado (según él) en sus obras.-5*
La sinopsis de un capítulo posterior contiene los siguientes
encabezamientos: «Producción. Medios de producción y
relaciones de producción. Relaciones de producción y
relaciones de intercambio. Formas de Estado y conciencia en
relación con las relaciones de producción y de 38 39

38. Véase su afirmación en los Manuscritos económico-


filosóficos: «Debe evitarse, por encima de todo, postular la
‘sociedad’ como una abstracción frente al individuo. El individuo
es un ser social»
39. Véase Engels a Mehring, 14 de julio de 1893; Engels a
Starkenburg, 25 de enero de 1894 : «No se puede decir que la
situación económica sea la única causa o el único elemento activo
y que el resto sea meramente pasivo. Mejor seria decir que hay
una interacción sobre la base de la necesidad económica, que
acaba predominando siempre, en última instancia.»
intercambio. Relaciones legales. Relaciones familiares.»
Marx redactó aquí unas breves notas sobre la historiografía
y la llamada Kulturgeschichtert, que no son, en esencia, más
que historias de religiones y de Estados. Se propone analizar
las «diferentes variedades de historiografía», hasta su épica,
y empieza haciendo una distinción entre una historiografía
ideal y una real, entre la llamada historiografía objetiva y la
subjetiva (moralista, filosófica). Se propone refutar las
críticas contra el «materialismo» de su propia concepción.
Quiere examinar la «dialéctica de los conceptos “fuerza
productiva (medio de pro- duccción)" y “relación de
producción", cuyos límites hay que determinar y que no
suprime la distinción real». Se propone investigar el
problema de la relación entre la producción material y la
producción artística, criticar la noción corriente de progreso
y examinar la relación entre los conceptos de necesidad y de
contingencia históricas, tomando como punto de partida la
«Determinación natural; subjetiva y objetiva. Tribus, razas,
etc.».
El estudioso de Marx no puede por más que lamentar que
este magnum opus —cuyos trabajos preparatorios, los
primeros intentos de llevar a cabo el programa intelectual
concebido en 1844, eran los manuscritos de 1857- 1858—
permaneciese en su mayor parte sin escribir. Porque Marx se
proponía analizar en dicha obra algunos de los conceptos
fundamentales y más severamente criticados de su teoría
social, entre ellos los de «fuerza productiva», «relaciones de
producción», «ideología» y necesidad histórica. La intención
no pudo, sin embargo, convertirse en realidad y la ciencia de
Marx se ha de reconstruir en gran parte a base de sus
manuscritos y de las obras publicadas. Cabe decir que esta
ciencia es mucho más amplia que las ciencias sociales
especiales existentes en aquella época, por ejemplo, la
economía política. Marx se interesaba por las características
generales de la acción social, y por las variedades históricas
de los sistemas sociales.
Su análisis de los sistemas sociales se caracteriza por dos ~v't rasgos
distintivos: en primer Jugar, por la importancia que V f

34
■-****•

atribuye a la relación entre la sociedad y la naturaleza; 40


en segundo lugar, por la fuerza con que carga el acento
en el cambio histórico. Estos dos aspectos se relacionan
entre sí, porque Marx se interesaba fundamentalmente por
los efectos de las cambiantes relaciones entre el hombre
y la naturaleza sobre la historia social humana.
La ciencia de Marx es, pues, en primer lugar, el resul-
tado, la culminación de su oposición critica a la historio-
grafía alemana en general y a la filosofía hegeliana de la
historia en particular. Era un intento de construir una
ciencia social histórica.

El método histórico y los conceptos sociológicos de Marx


Se acostumbra a designar el método de Marx con el
nombre de «materialismo histórico».41 42 El nombre es, sin
embargo, equívoco porque atribuye a Marx una intención
filosófica que no tenía. Lo que le preocupaba no era el
problema ontológico de la relación entre el pensamiento
y el ser, ni los problemas de la teoría del conocimiento.
Marx rechazaba, precisamente, la filosofía especulativa de
este tipo y quería sustituir la metafísica por la ciencia en
un nuevo ámbito de conocimiento.4-
Marx hablaba simplemente de la «base materialista»
de su método de investigación. En el postfacio a la segun-
da edición de El Capital recomienda al lector que lea el
prefacio a su Contribución a la crítica de la economía po-
lítica si desea una explicación más completa de su «mate-
40. En la teoría de Marx, la sociedad y la naturaleza se ven
como partes de un sistema único. Esta concepción le hace declarar
que «la ciencia natural englobará algún día la ciencia del hombre, y
la ciencia del hombre englobará la ciencia natural; no habrá más
que una sola ciencia», MEF, MEGA 1/3, p. 123.
41. Marx no utilizó nunca los términos «materialismo histó-
rico» y «materialismo dialéctico». El primero lo acuóó Engcls y
el segundo Plejanov.
42. Se ve claramente, sobre todo, en las Tesis sobre Feucr*
bach; véanse las pp. 87-90 de este volumen.
tialismo». El examen de este prefacio, que condensa en unas
cuantas proposiciones la teoría elaborada quince años antes
en los manuscritos de Bruselas y París, muestra que el
término «material» se utiliza simplemente para designar las
,
condiciones fundamentales, primarias, de la existencia
humana. Las expresiones utilizadas son «vida material», I
«condiciones materiales de vida», «fuerzas productivas
materiales», «modos de producción de la vida material»,
«transformación material de las condiciones económicas de
producción», etc.
Como ya hemos dicho, la obra científica de Marx era,
ante todo, una nueva historiografía. Lo que más le inte-
resaba era el cambio histórico. Derivó de Hegel la noción de
la autocrcación del hombre, pero, contrariamente a este
autor, consideraba dicha autocrcación como un desarrollo
social basado en el dominio de la naturaleza por el hombre.
Excluía de su descripción del cambio histórico toda
referencia a fuerzas u órganos situados al margen de los
seres humanos que viven y trabajan en sociedad. Por esta
razón, es erróneo considerar a Marx como un filósofo de la
historia. Su intención era describir científicamente el cambio
social; su principal crítica contra Hegel y los jóvenes
hegelianos era, precisamente, que eran filósofos de la
historia y no historiadores.43
Si se ha calificado a Marx de filósofo de la historia es, sin I
duda, porque en su obra se mezclan los juicios éticos y los
científicos, pero todavía por los errores sobre su método
histórico propagados por algunos discípulos, celosos pero
equivocados. El mismo Marx replicó a un crítico con un
documento que ilustra mejor que cualquier otro texto su propia
concepción del método histórico: 44

43. Véase especialmente la primera parte, sección I, pp. 71-86.


44. Respuesta inédita (en francés) a Mijailovsky, que habla
afirmado que, según el «sistema filosófico» de Marx. Rusia, como todos
ios demás países, debería pasar obligatoriamente por una etapa de
desarrollo capitalista. Cfr. NICOUU-ON (seudónimo de N. DAXTELSON),
Histotre du déveioppemenl économíquc de la Rus- sie depuLs Tafir anchis
sement des serfs, París, 1902, p. 509.

36
«Quiere transformar mi explicación de los orígenes del
capitalismo en Europa occidental en una teoría histérico-
filosófica de un movimiento universal necesariamente impuesto
a todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias en
que se encuentren, y que desembocará, en última instancia, en
un sistema económico donde el enorme incremento de la
productividad del trabajo social permitirá el desarrollo
armónico del hombre. Pero debo protestar de esto. Me hace un
gran honor, pero, a la vez, me desacredita. Tomemos un
ejemplo. En El Capital me refiero, en diversas ocasiones, al
destino de los plebeyos en la antigua Roma. Al principio, eran
campesinos independientes que cultivaban sus propias tierras.
En el curso de la historia romana fueron expropiados. El mismo
proceso que les separó de sus medios de producción y
subsistencia dio origen a la gran propiedad territorial y al gran
capital financiero. En un momento determinado había, pues,
hombres libres privados de todo, con excepción de su fuerza de
trabajo, por un lado, y los propietarios de toda esta riqueza
acumulada, en condiciones de explotar el trabajo de aquellos,
por otro lado. Ahora bien, ¿que ocurrió después? Los
proletarios romanos no se convirtieron en asalariados sino en
una multitud ociosa, más abyecta todavía que los antiguos
«pobres blancos» del sur de los Estados Unidos. Al margen de
ellos se desarrolló un sistema de producción que no era
capitalista sino basado en la esclavitud. Vemos, pues, que
hechos muy parecidos pero ocurridos en contextos históricos
diferentes produjeron resultados muy diversos. Podemos
descubrir fácilmente la explicación de estos fenómenos si los
estudiamos separadamente, pero nunca llegaremos a compren-
derlos si confiamos en el passe-panout de una teoría histérico-
filosófica cuya principal cualidad consista en ser
suprahistórica.» '5 45

45. C/r. la carta de Marx a Annenkov (28 de diciembre


de 1846), donde inicia la critica de Proudhon que
desarrollará más tarde en Miscre de la philosopkie. Marx
ataca a Proudhon como
37
La concepción que Marx tenia de la historiografía era
auténticamente nueva, aunque debiese algunos de sus ele-
mentos a Saint-Simon y, en menor grado» a los autores que
habían estudiado la historia de la «sociedad civil». Marx
creta que el objeto de la historiografía tenía que ser mucho
más amplio que lo que había venido siendo
tradicionalmente, en especial entre los historiadores ale-
manes; tenía que ir mucho más allá de la religión, la
política, la literatura y el arte del hombre en todos sus
aspectos, había de ser el principal objeto de estudio de la
psicología ** y de la historiografía, las dos incluidas en una
ciencia más general que tratase de la naturaleza y del
hombre.
En este punto... la historiografía de Marx se convierte en
lo que se llama, con más propiedad, sociología histórica. Le
interesaba menos descubrir las líneas particulares de la
causación histórica que elaborar una serie de categorías para
el análisis de los sistemas sociales, partiendo siempre de la
base, sin embargo, de que todos los sistemas sociales están
sometidos a un cambio continuo. Expone brevemente los
principales temas de esta sociología en el «Prefacio» de
1859 que, como ya hemos dicho, resume las conclusiones a
que Marx había llegado en los manuscritos anteriores,
inéditos. Estos temas son: a) la estructura económica de la
sociedad; b) la superestructura ideológica; c) la revolución
social; d) el futuro de la sociedad.
No es nuestra intención iniciar aquí un análisis general
de estos temas o de los diversos conceptos utilizados por

filósofo de la historia: «En pocas palabras, se trata de un hegelianismo


anticuado, DO de historia. No es la historia profana, la historia de ios
hombres, sino la historia sagrada, la historia de las ideas. En su
concepción (de Proudhon), el hombre no es más que un instrumento
que la idea o la razón eterna utiliza para su propio desarrollo.»
46. La industria es un «libro abierto de las facultades humanas»,
MEE, MEGA 1/3, p. 121.

38
Marx al estudiarlos. Lo que nos interesa es poner de re-
lieve las novedades aportadas por Marx a la teoría social.
La importancia que atribuyó a la estructura económica
de la sociedad no era ni nueva ni sorprendente: era ya
un verdadero lugar común entre los historiadores y los
economistas, como hemos visto al hablar de los precurso-
res de Marx. La contribución específica de Marx en esta
esfera fue el contexto en que analizó la estructura econó-
mica,^ contexto del desarrollo histórico del trabajo hu-
mano como relación primaria entre el hombre y la natura-
leza, y su intento de clasificar las sociedades humanas en
función de sus sistemas económicos.
Una contribución mucho más original fue el análisis^
de la superestructura ideológica y de su relación con lo
que Marx llamó la base real de la sociedad, es decir, el
modo de producción y las relaciones sociales correspon-
dientes. Su afirmación de que «no es la conciencia del
hombre lo que determina su ser sino al contrario, su ser
social lo que determina su conciencia», no es una proposi-
ción filosófica (epistemológica) sino una proposición so-
bre la génesis de las construcciones ideológicas: el dere-
cho, la política, la religión, el arte y la filosofía. Según
Marx, estas «formas ideológicas» son el principal obs-
táculo para la investigación científica cuando se las con-
sidera por sí mismas, sin tener en cuenta las correlacio-
nes que se pueden establecer entre un cierto estadio del
desarrollo económico y los diversos productos culturales.
Para Marx, no es nada difícil establecer este tipo de co-
rrelaciones entre los modos de producción, la estructura
de las clases y los estilos de pensamiento y de creación
artística.
De hecho, Marx fue uno de los creadores de la sociología
del conocimiento, aunque en él se tratase esencialmente de
una teoría crítica destinada a preparar una ciencia social
rigurosa. Los que han seguido a Marx en este terreno han
tendido, en general, a atribuir demasiada importancia a la
sociología del conocimiento, pero han hecho.

39

Í*
kln embargo, importantes contribuciones a la historia del
I*-m.imiento, especialmente del pensamiento político.47
I’l tercer tema, el de la revolución social, ha merecido
muy poca atención por parte de los sociólogos y otros
científicos sociales. Se puede decir que se ha prestado una
atención sorprendentemente escasa al problema del cambio
social; los sociólogos, los antropólogos y los economistas
no han empezado hasta hace muy poco a estudiar a fondo
un aspecto particular de este problema, concretamente los
procesos de cambio social en los países subdesarrollados
bajo el impacto de la tecnología occidental. Cuando se
piensa en los tremendos efectos de las revoluciones sobre la
orjranización social humana, resulta curioso que ningún
sociólogo después de Marx haya creído que valía la pena
analizar los movimientos revolucionarios o intentar un
estudio comparativo de las revoluciones. Hasta ahora, la
sociología de la revolución sólo cuenta con una
contribución importante: la del propio Marx.
Finalmente, el cuarto tema del análisis sociológico de
Marx es el futuro de la sociedad humana. En este punto la
sociología y la filosofía social se mezclan para producir una
doctrina presentada, a la vez, como un cuerpo de
conocimientos científicos y como un incentivo para la
acción política.

Ciencia y revolución

No es raro encontrar en el terreno de los estudios so-


ciales la combinación del análisis científico con los juicios
morales. Pero Marx es especial y su obra tiene un interés
excepcional porque, al contrario de otros grandes pen-

47. Véase, por ejemplo, el ensayo de K. MANMHEIU, «Conservativo


Thought». en Essays on Socio logy and Social Psychology, Londres, 1953.
(Versión castellana. Ensayos sobre sociología y psicología social. Fondo de
Cultura Económica, México, 1963, trad. Florentino M. Tomer^
•* — *

sadores sociales, fue el dirigente reconocido y más tarde el


profeta de un movimiento político organizado.
La publicación de sus primeras obras ha aportado una
nueva luz sobre este aspecto de su evolución intelectual.
Estas obras, especialmente las del periodo anterior a su
exilio en París (octubre de 1843), demuestran que Marx se
convirtió en socialista antes y no después de haber conce-
bido su teoría sociológica de la historia.
La adhesión de Marx al movimiento socialista se produjo
después de haber rechazado definitivamente la filosofía
política de Hegel y de sus discípulos, rechazo que él
explicitó en una obra inacabada pero importante, que no se
publicó hasta 1927 con el título de Kritik des Hegels- cheti
Staatsrechts,48 49 Marx se llevó el manuscrito al exilio. Una
vez establecido en París, donde entró en contacto con
algunos grupos obreros y con el movimiento socialista,
reanudó la obra y escribió una introducción a la crítica de la
filosofía hegeliana del derecho.4*
Este último texto es una declaración moral y un esbozo
de sociología de la miseria humana al mismo tiempo. Es
evidente su inspiración feuerbachiana, pero Marx había
superado ya el análisis antropológico de la religión y había
elaborado una critica do la sociedad.
«El hombre hace la religión, no la religión al hombre. En
realidad, la religión es la conciencia de sí mismo o el
sentimiento de sí mismo del hombre que todavía no se ha
conquistado o que ya ha vuelto a perderse. Pero el hombre
no es un ser abstracto, al margen del mundo. El hombre es el
mundo del hombre, el Estado. la sociedad. Este Estado, esta
sociedad, producen la religión, una conciencia del mundo
invertida, porque ellos son un mundo invertido. La religión
es la teoría general de este mundo, su compendio
enciclopédico, su lógica en forma popular, su point
d'honnctir espiritualista, su entusiasmo, su sanción

48. MEGA 1/1/1. pp. 403-553.


49. lbid., pp. 607 y ss.

41
ÉH8&&S8MM
^¿■wiraga B^ÉÍBBH

moral, su complemento solemne, su razón general de con-


suelo y de justificación. Es la realización fantástica de la
esencia humana, porque la esencia humana no posee una
verdadera realidad. La lucha contra la religión es, asi,
indirectamente, la lucha contra este mundo, cuyo aroma
espiritual es la religión.
»La miseria religiosa es, al mismo tiempo, la expresión
de la miseria real y una protesta contra esta miseria. La
religión es el suspiro de la criatura abrumada, el corazón de
un mundo sin corazón y el alma de una época sin alma. Es el
opio del pueblo.
»La abolición de la religión como felicidad ilusoria del
pueblo es una exigencia de su felicidad real. La exigencia de
renunciar a las ilusiones sobre su condición es la exigencia de
renunciar a una condición que tiene necesidad de ilusiones.
*(...) La tarea inmediata de la filosofía consiste en revelar
la alienación bajo sus formas seculares, una vez revelada bajo
sus formas sagradas. La crítica del ciclo se transforma así en
crítica de la tierra, la crítica de la religión en crítica del
derecho y la crítica de la teología en crítica de la política.»

Marx había formulado ya en 1843 un programa inte-


lectual y práctico del que nunca se desvió. Su objetivo era
transformar la filosofía especulativa en una teoría social
crítica que pudiese servir a los hombres para vencer la mi-
seria y los sufrimientos. Marx llamaba a estos hombres «el
proletariado», pero estaba lejos todavía de convertir el
hombre en un concepto sociológico. Había observado el
proletariado de París y había visto con sus propios ojos la
miseria y la revuelta. Comprendía que había una cierta
relación entre su propia experiencia de pensador y escritor —
cuyo ejercicio profesional libre le había sido prohibido por
un gobierno autoritario— y la condición del proletariado. El
vínculo que les unía era la alienación, el alejamiento del
hombre de sí mismo, del prójimo, el divorcio entre el
hombre-ciudadano y el hombre-trabajador,
la proyección de las fuerzas sociales del hombre sobre
un poder externo, encamación de la arbitrariedad y la in-
justicia. La alienación del hombre era, pues, el mal fun-
damental de la sociedad capitalista.
Este mal se encama en las condiciones de existencia
del proletario. Este es miembro de una «clase de la so-
ciedad civil que no es una clase de la sociedad civil, una
clase que es la disolución de todas las clases, una esfera
de la sociedad que tiene un carácter universal porque sus
sufrimientos son universales y que no pide un alivio par-
cial porque el mal que le es infligido no es un mal parcial
sino universal... que no exige un status tradicional sino un
status humano... una esfera, finalmente, que no puede
emanciparse sin emanciparse de todas las restantes esfe-
ras de la sociedad, es decir, sin emanciparlas a todas...».
En sus obras posteriores, Marx permaneció siempre
fiel a los ideales morales adquiridos durante la juventud
y claramente derivados de los autores materialistas del
siglo xvn y de Saint-Sirnon y Feuerbach.50 Su objetivo —el
objetivo de todo el movimiento socialista— era una socie-
dad en la que los hombres, libelados de las «alienaciones»
y las «mediaciones» de la sociedad capitalista, fuesen due-
ños de su propio destino, mediante la comprensión y el
control de la naturaleza y de sus propias relaciones socia-
les. No era un ideal exclusivo de Marx; era la característi-
ca de una de las principales tendencias de las teorías de-
cimonónicas del progreso. En Inglaterra, el mejor repre-
sentante era L. T. Hobhouse; éste creta, casi con tanta
fuerza como Marx, que el control racional del medio na-
tural y social es un objetivo intelectual y moral de la má-
xima importancia para la humanidad.
Marx difería de los restantes autores de esta misma
tradición por la incapacidad de explicar su filosofía mo-
ral implícita y, por tanto, de comprender plenamente la
complejidad de los problemas que implicaba. Sólo en sus
50. Véase, por ejemplo, el fragmento de Die heilige FamilU,
reproducido en la pág. 267.
obras juveniles, y especialmente en los Manuscritos económico-
filosóficos, explicitó sistemáticamente la base moral de su
actividad científica subsiguiente.41

51. El lector podrá comprobar que muchos de los textos sobre la sociedad
futura incluidos en la quinta parte de este volumen se han extraído de los
manuscritos de 1&44. La filosofía social de Marx, como su sociología, se ha de
reconstituir a partir de los textos disponibles. Los intentos marxistas de
reconstitución, por ejemplo el de KAUTSXY, Die Elhik und d'u nuuerialisliche
Ges- chichiuxuffassung. han dado lugar hasta ahora a verdaderas parodias.
Para un intento de carácter diferente, véase M. RUSEL, Pages choisics de Kart
Marx, París, 194$.
II. La influencia del pensamiento
sociológico de Marx

Por diversas razones, las teorías de Marx permanecieron


durante algún tiempo al margen de las ciencias sociales
universitarias. Solo a finales del siglo xix, cuando la
sociología se convirtió en una disciplina separada, se
empezó a comprender su relevancia sociológica. En el I
Congreso del Instituí International de Sociologie, celebrado
en 1894, la teoría social de Marx ocupó un lugar destacado
en las discusiones gracias a la contribución de M.
Kovalevski, E. Ferri, F. Tónnies, P. de Lilienfeld, C. de
Kelles-Krauz y otros.' Asi, por ejemplo, en un estudio sobre
las formas primitivas de la sociedad en Rusia, Kovalevski se
refirió a la metodología propuesta por el filósofo y sociólogo
P. Lavrov, conocido y estimado por Marx.* Según Lavrov,
la sociología puede definirse como el estudio de la
solidaridad humana en sus fases y perspectivas históricas.
Para él, las causas primarias de las transformaciones de la
sociedad humana son los cambios producidos en la esfera
económica: «Esto es lo que los partidarios de esta escuela
designan con el mal escogido nombre de materialismo
histórico.» 1
En su intervención, C. de Kelles-Krauz observó que la
teoría de Marx suministraba el marco de referencia reque-
rido para relacionar los fenómenos sociales descubiertos por
la investigación histórica y estadística. E. Ferri, el cri-
1. Véase «Annales de l'Institut International de Sociologie» (editados
por Rcné VYorms), vol. I, París, 1895.
2. C/r. las cartas de Marx a Lavrov en Perepiska K. klarksa i F. Engelsa
Russkimi Politicheskimi deyatelyami, Moscú, 1927, pp. 161 y ss.
3. «Annales de l'lnslitut Internacional de Sociologie», op.
ctf„
p.35.
minólogo italiano, en un ensayo titulado Sociología y so-
cialismo alabó también la teoría del determinismo económico
de Marx. «El socialismo científico es, simplemente, La
aplicación lógica de los postulados de Darwin y Spencer en
el terreno de la economía política y de la sociología*.'* En
la teoría sociológica de Marx el derecho, la moral y la
política son simples epifenómenos de la economía y, para
Ferri, esta teoría ha sido confirmada por las investigaciones
de A. Loria y Tborold Rogers.4 5 Marx no es simplemente
un economista; lo que le ha dado verdadera fama es su
teoría del determinismo económico formulada en el prefacio
de su Contribución a la crítica de la economía política.6 •
Por aquella misma época hubo en Francia'el primer
intento de establecer una conexión entre las teorías de Marx
y las de Durkheim. En una larga recesión crítica de Les
regles de la méthode sociologiquc, Georges Sorel comparó
el psicologismo de Durkheim con lo que él consideraba el
enfoque pragmático y científico de Marx.7 Criticó a
Durkheim por basar su método en el estudio de las «cosas
en sí» o esencias, en vez de ocuparse —como lo había
hecho Marx, mas fiel al espíritu científico— de las

4. .Armales de l’lnstitut International de Soóologic», op. cit., p. 163.

5. A LORIA, autor de La teoría económica delta constituzione política,


había adoptado hasta cierto punto la teoría de Marx, no sin deformarla.
Engels le criticó en el prefacio al libro III de El Capital. Tborold ROCERS,
en su Economía Interpretation of His- tory. ISAS —basada en una serie de
conferencias pronunciadas en Oxford—, no cita a Marx ni trata realmente
de la «interpretación económica de la historia». Su obra es una contribución
a la historia económica y no contiene nada que confirme o refute la teoría de
Marx.

6. «Armales», op. cit.. p. 167. FEXJU había desarrollado ya estas


ideas en su obra Socialismo et science positivo (Darwin, Spencer, Marx),
1896, en la que expresaba su satisfacción por la ruptura de la
conspiración del silencio en torno a la teoría social de Marx.
7. Georges SOREL, Les théories de U. Durkheim. en «Le Devenir
social», núm. 1 (abril 1895) y núm. 2 (mayo 1895), pp. 1 y ss. y pp. Mi y
u.

46
relaciones entre las cosas. Sorel se negó a aceptar la tesis de
Durkheim de que «la posibilidad de la ciencia sociológica
viene dada por la generalización del principio de causalidad,
tomado de las ciencias físicas».8 Según Sorel, el sociólogo
«no se ocupa de las causas reales (en el sentido de las
ciencias físicas) sino de las categorías más amplias del
cambio». Recordando y citando las ideas de Marx contenidas
en La misére de la Philosophie, Sorel ensalzaba la «teoría
materialista de la sociología», según la cual «los diversos
sistemas políticos, filosóficos, religiosos no pueden
considerarse independientes, con fundamentos propios».
Marx había insistido en «la necesidad de situar las relaciones
económicas bajo esta estructura» * y había asignado, de este
modo, a la sociología su gran terreno de investigación, el
sistema de producción y el cambio. Al concentrar su
atención en la división del trabajo, Durkheim (hostil al
socialismo) había dejado de lado un factor primario en el
estudio de la sociedad: el conflicto entre las clases.
Sorel había publicado ya una serie de obras, cuya ori-
ginalidad las distinguía de las de los marxistas ortodoxos.10
En sus trabajos posteriores tendió cada vez más a

8. Ibid., p. 9.
9. Op. cit., p. 153.
10. C/r., particularmente. L'Ancietme el la ttouvelle métaphy- sique,
1893 (nueva edición por E. BEKTH, con el titulo de PAris- tote á Marx, París,
1935); La fin du paganisme, 1894 (nueva edición al cuidado del autor, con
el titulo de La ruine du monde antique y con el subtitulo de Conception
mat¿rialiste de l'histoire, París, 1901 (tercera edición, París, 1931); La
science de l'éducaiion, 1896; Vico, 1896. En este último ensayo, Sorel, con
gran agudeza, considera a Marx como el continuador del pensamiento de
Vico. Después de 1898, Sorel acentuó su visión critica del marxismo y chocó
cada vez más con los marxistas ortodoxos. Véase, para este periodo. La
necessita e ti fatalismo nel marxismo, en «Riforma Sociale», V-VIII, Turín,
1898. (Sorel defiende a Marx contra la acusación de fatalismo, diciendo que
Marx habla puesto de relieve el papel de la contingencia en el progreso
tecnológico); L'idea giuridica nel marxismo, Palcrmo, 1899; Marxismo e
sciema sociale, en «Rivista di sociología», III/l, Roma, enero' de 1899.

47
contraponer las concepciones de Marx a las de sus discípulos
—Incluyendo a Engels— y terminó enfrentándose
violentamente con la ideología marxista en su conjunto.
Posteriormente, Durkheim prestó más atención a la teoría
de Marx, por lo menos en la forma que le dieron los
comentarios de A. Lab rióla.

«Me parece muy fructífera —escribió Durkheim— la


idea de que la vida social no se ha de explicar por las no-
ciones de los que en ella participan sino por causas mucho
más profundas y no percibidas por la conciencia; creo
también que estas causas se han de buscar principalmente en
la forma de agrupación de los individuos asociados. Me
parece que sólo de esta manera la historia puede convertirse
en una ciencia y la sociología existir.» 11
Ahora bien, según Durkheim la validez de esta con-
cepción no tenia nada que ver con el destino de un movi-
miento político, puesto que él mismo había llegado a for-
mularla antes de leer a Marx y puesto, también, que toda la
evolución de la historiografía y de la psicología durante los
últimos cincuenta años llevaba hacia esta concepción
«objetiva» de 1a historia, que no había que identificar con el
materialismo histórico.
Vale la pena señalar, sin embargo, que bajo la dirección
de Durkheim, precisamente los primeros volúmenes de
«L'Année sociologique* dedicaron mucho espacio al análisis
y al examen crítico de la sociología de Marx y de sus
discípulos e intérpretes.11 12 De hecho, la sociología

11. E. DCKXHEJU, recensión de Essais sur la conception ma-


térialiste de Fhistoire, de A. LABKIOLA, en «Revue philosophique»,
diciembre de 1897, p. 648. G. KXGtN ha señalado en el articulo
Durkheim et Marx, publicado en «Revue d'Histoire économique et
sociale», mayo de 1939, que ambos pensadores tenían en común el
deseo de hacer de la sociología, a la vez, una ciencia teórica y el
fundamento de una política racional.
12. «La concepción materialista de la historia goza de gran
favor; lo demuestra cada página de * L'Année sociologique'»; R-
LLPI£ refiriéndose a los Essais sur la conception maiérialiste
de Marx era ya estudiada y analizada en muchos centros
universitarios, especialmente en Alemania c Italia. El primer
impulso había sido dado por Rudolf Stammler, autor de un
grueso volumen sobre el materialismo histórico y su
aplicación a la esfera del derecho.11 Uno de los rasgos más
notables de esta obra es la amplia utilización por Stammler
de algunos escritos de Marx que hasta entonces habían
permanecido casi olvidados, entre ellos los artículos de la
«Rheinische Zeitung» (1842) y de los «Deutsch-
Franzosische Jahrbücher» (1844) y también Die Heilige
Familie (1845). Además, Stammler conocía muy bien la
literatura de la escuela marxista y criticó numerosas re-
ferencias ambiguas de Engels a los fenómenos espirituales
como si fuesen simples «reflejos» o «copias» de los fenó-
menos económicos, referencias presentadas como una fiel
interpretación del pensamiento de Marx. Stammel lamentaba
que las teorías de Marx no tuviesen un fundamento
epistemológico y por esto introdujo una distinción filosófica
entre la «forma» y la «materia» de la vida social; dicho de
otra manera: entre las normas jurídicas y la actividad
económica; para el, las primeras eran la condición y las
premisas indispensables de la segunda. La tesis principal del
materialismo histórico era, asi, invertida, porque, según
Stammler, las relaciones de producción no pueden existir
fuera de un sistema definido de reglas legales. Desde este
punto de vista, el problema del determinismo social
(Gesetzmassigkeit) es igual al de la creación de normas y
reglas legales que constituyan el marco de toda la existencia
social. Una vez revisada la teoría de Marx, Stammler se
dedicó a exponer su propia «teleología social», basada en los
principios de la moral kantiana,14 que él oponía al
determinismo fatalista.

de l'histoire, de A. Lumiou, en «L'Année sociologique», I, 1898, p. 271.


13. R. STAUULER, Kirtscha/i und Rechi nach der materiaiistis- chen
Gesdtichtsaullassiiitg. Leipzig. 1896.
14. «El objetivo final y absoluto de la vida social es una co-
La obra de Stammler fue cálidamente acogida por
«L’Année sociologique»; F. Simtand ensalzó al autor por
haber expuesto de manera objetiva el significado y la re-
levancia del materialismo histórico y por haber conseguido
«verificar una de las relaciones postuladas entre la vida
económica y la social».15 Para Simiand, uno de los puntos
más notables y valiosos de la exposición de Stammler era
«la distinción, en el dominio de la economía..., entre lo
puramente tecnológico y lo económico, es decir, la
definición de los fenómenos económicos en términos de
factores sociales».1*
La obra de Stammler fue agudamente criticada por B.
Croce, atento estudioso de las oscuridades y contradicciones
de la filosofía alemana.17 Pero la crítica más importante de
sus tesis no se publicó hasta al cabo de unos años, en un
articulo de Max Weber.u
A finales del siglo xix, las teorías de Marx eran ya tan
conocidas que sus albaceas literarios se dedicaron a preparar
nuevas ediciones de muchas de sus obras olvidadas o
agotadas y a publicar manuscritos hasta entonces

munldad de hombres rapaces de ejercer su libre voluntad»; R.


STAMMLER. op. cit., p. 575.
15. F. SIMIAND, recensión en «L’Année socio logique», I, 1898, pp.
48X497.
16. Op. cit., p. 497.
17. B. CHOCE (traducción inglesa), Hisiorical Materialism and the
Economics of Karl Marx, oon una introducción de A. D. Lind- say, 1913.
Es un conjunto de ensayos publicados entre 1895 y 1899. EJ capítulo II,
publicado por primera vez en 1898, analiza la obra de Stammler.
18. Max WEBEX, R. Stammler • überyiñndung* der mat erial is~
tischen Geschichtsauffassung, en «Archiv fQr Sozialwissenschaft», 1907.
Reeditado en Gesammehe Aufsatzc zur Wissenschafstlehre, Tubinga,
1922, pp. 291-359. La crítica de Weber se refiere menos al materialismo
histórico en sí que a las incoherencias de la obra de Stammler (de la que
acababa de publicarse una nueva edición, virtualmente idéntica a la
anterior). Desde el ángulo marxista, la obra de Stammler fue criticada
por Max ADLER: «R. Stammler*» Kritik der materialistiseben
Geschlchtsauffammg», Uarxistische Probleme, 1913, quinta edición,
1922, ppu 214 y u.

50
;LAUÍU«UII f

inéditos.19 Las nuevas ediciones y las publicaciones pós-


turnas permitieron tener una idea más completa del con-
tenido sociológico de la obra de Marx y estimularon la
discusión entre los historiadores, los filósofos y los soció-
logos —especialmente después de la muerte de Engels— en
tomo a los problemas de la concepción materialista de la
historia. Antes de publicarse la obra de Stammler ya había
habido un intercambio de puntos de vista entre pensadores
franceses e italianos que simpatizaban en mayor o menor
grador con la escuela marxista. La influencia de los esertios
de Sorel en Italia y el interés mostrado por profesores
universitarios como Labriola, Croce y Gentile habían
promovido la tendencia a orientar los estudios históricos y
sociológicos en función de las concepciones filosóficas
generales formuladas por Engels cuando intentó —
respondiendo a diversos críticos— deshacer algunos
equívocos sobre el «materialismo histórico».20
Las obras de Labriola, después de las de Sorel, demues-
tran que el pensamiento de Marx gozaba cada vez de un
19. En vida de Engels se publicaron nuevas ediciones de Aít- sire de la
Philosophie (el alemán), Lohnarbeil uiui Kapital. En- thüllungen über den
Komniunistenprozess zn Kóln y las primeras ediciones de los libros II y 111
de El Capital y de las Thesen über Feuerbach. Después de la muerte de
Engels se publico una nueva edición de Zur Kritik der pulitischen
Okoitomie (al cuidado de K. Kautsky, 1897) y la primera de l ’alve Price
and Profit (a cargo de Eleanor Marx, 1898). El periódico «Neue Zeit»,
fundado en 1883, publicó algunos de los escritos menos conocidos de Marx,
una parte de los cuales se publicó también en frarcés en «L'Ere nouvelle» (a
partir de 1893) y en «Devenir social» (a partir de 1895).
20. Véanse especialmente las cartas de Engels a Schmidt (5 y 27 de
octubre de 1890, 1 de julio de 1891) sobre el libro de Paul Barth Die
Geschichtsphilosophie Hegels und der Hegelianer bis auf Marx und
Hartmann; a J. Bloch (21 de septiembre de 1894); a F. Mehring (14 de
julio de 1894) y a Starkcnburg (25 de enero de 1894). E. Bemstein publicó
estas cartas con el título de Die Briefe von F. Engels líber den
Celtungsbereich der materiaíistis- chen Geschichtsauffassung. en
«Dokumente des Sozialisxnus», volumen II, 1903.

51
mayor favor.21 «En Marx, todo estaba unido, las ideas, el
temperamento, la acción política y el pensamiento.»22 23 24
La personalidad de Marx atraía por los múltiples aspectos
de una obra científica difícil de clasificar en las disciplinas
científicas existentes. Interesaba al historiador y al
sociólogo, al economista y a! filósofo. El comentario de
LabrioLa pone especialmente de relieve este carácter uni-
ficador de la obra de Marx, que supera las divisiones entre
disciplinas tradicionalmente separadas. «Las disciplinas
analíticas que revelan los hechos históricos han acabado
planteando la necesidad de una ciencia social general que
unifique los diferentes procesos históricos. La teoría
materialista es el punto culminante de esta unificación.» 2J
Labriola cree, sin embargo, que no debe utilizarse este
principio unificador como un talismán infalible, capaz de
revelar milagrosamente los elementos constitutivos del
sistema social. «La estructura económica subyacente, que
determina todo el resto, no es un mecanismo simple del que
surgen como efectos automáticos y mecánicos las
instituciones, el derecho, las costumbres, el pensamiento, los
sentimientos y las ideologías. Entre esta estructura y todo lo
demás hay un proceso de derivación y de mediación
complicado y, a menudo, sutil que no siempre se puede
descubrir».-* Después de definir brevemente la sociología
como la «ciencia de las funciones y de las variaciones
sociales»,-’5 Labriola presenta la contribución de Marx a
este nuevo dominio del conocimiento como una serie de
descubrimientos que permitirán al hombre dominar su
propio destino y dar significación a su vida.
La interpretación del método histórico de Marx por
Labriola provocó muchas discusiones. Charles Andler26

21. A. LAB KI OLA. op. cit. (traducción inglesa, Essays


cm the Malcríala! Le Conccption of History).
22. Ibid.. p. 53.
23. Op. cit., pp. 149 y »*.
24. Ibid., p. 152 y ss.
25. Ibid., p. 180.
26. Charles AXDLER, La conccption matérialistc de

rhistoirc 52
!
I
criticó particularmente el «quietismo» de Labriola, opo-
niéndole las Tesis sobre Feuerbach que Engels había en-
contrado en un cuaderno de notas de Marx y publicado en
1888.” Una posición parecida adoptó el compatriota de
Labriola, Gentile, que no sólo consideró las Tesis sobre
Feuerbach como la clave del pensamiento de Marx, sino
que intentó reconstruir, partiendo de ellas, la «filosofía de la
praxis», una filosofía que, según él, «había sido sis-
tematizada en un manuscrito inédito».*’*
A finales del siglo xix estas controversias alcanzaron
una tal intensidad que se empezó a hablar de la «crisis del
marxismo», crisis intelectual y política a la vez, porque
coincidía con el movimiento revisionista en el seno del
Partido Socialdemócrata Alemán.*’9 Es interesante observar
los inmensos esfuerzos realizados en aquella época para
hacer un balance de la «situación científica del marxismo»
con ayuda de un enorme aparato bibliográfico: no sólo se
utilizaban las obras de Marx sino también la ya abundante
literatura de exégesis y de critica. T. G. Ma- saryk, profesor
a la sazón en la Universidad Checa de Praga, publicó una
extensa obra de análisis y critica que contiene muchas
observaciones agudas y sutiles sobre el método y las
hipótesis sociológicas de Marx.5J 27 28 29 30

d'aprts Ai. Antonio Labriola, en «Revue de Méthaphysiquc et


de Morale». 1897.
27. F. ESCELS, apéndice a Ludwig Feuerbach and the
Outcome of Classical Germán Philosophy (tmd. inglesa,
28. G. GENTILE. IM filo solía de Afar.t. Pisa. 1899. La
1934).
importancia de las Tesis sobre Feuerbach habla sido puesta ya
de relieve anteriormente por L. WERYHO, Marx ais Philosoph,
Berna, 1894, y por A. von WENCKSTER.N. Marx, Leipzig. 1896.
29. La «crisis del marxismo* atrajo la atención de Sorel y
Masaryk hacia la misma época (1898). C/r. «Critica sociale»
del 1 de mayo de 1898 y «Revue internationale de sociologie»,
julio de 1898. Un año después. BERNSTEIN publicó
Voraussetzungen des Soiialismus, donde hacia una critica de
los residuos hegelianos en la obra de Marx y se declaraba en
favor de un programa práctico de reforma social como via
hacia30. T. G. MASARVK. Die philosophischen und
el socialismo.
soziologischen Grundlagen des Marxismus, Vicna, 1S99.
Aquel mismo año se pu-
53
Nada demuestra mejor el carácter internacional de esta
discusión que el eco que suscitó en un país donde las pu-
blicaciones «marxistas* corrían el peligro de ser suprimidas
por la censura; entre 1895 y 1900 las revistas y los libros
publicados en Rusia se interesaron cada vez más por el
tema del «socialismo científico». Ocupaban el centro de la
discusión las ideas del sociólogo y periodista N. K.
Mijailovski, uno de los más brillantes representantes del
narodnitchesívo, conocido por su apasionada defensa de la
comuna agrícola primitiva y del individualismo.31 Ya en
vida de Marx, El Capital suscitó discusiones en Rusia y
entre los e mi gados rusos; tomaron parte en ellas Mijai-
lovski y otros autores.33
En vida de Engels, entraron en el debate dos represen-
tantes del «marxismo* ruso: Leain y Plejanov. Respon-
diendo a algunos artículos de Mijailovski, en los que éste
decía que Marx no había formulado en ningún sitio de
manera sistemática su concepción materialista de la histo-
ria, Lenin redactó un opúsculo en el que presentaba a Marx
como el fundador de la sociología científica.33 La teoría
expuesta por Marx en 1958 en el prefacio de Contribución
a la crítica de la economía política tiene el carácter exterior
de una «hipótesis» pero, de hecho, es la

blicó la obra de L_ WOCTVAXX Der historische Materialismos, Dusseldorf,


una crítica de Marx desde el punto de vista de la filosofía kantiana.
31. Sobre Mijailovsky, Lavrov, Kareyev, Struve y otros, véase J. F.
HECKE», Russian Sociology, Nueva York, 1915.
32. El mismo Marx quería participar en la discusión, si hemos de
juzgar por una carta que se proponía enviar al editor de «Otet-
chcstvennyc Zapíski», contestando un articulo de Mijailovsky publicado
en octubre de 1877. Sin embargo, Marx no llegó a enviar la carta y ésta
sólo se publicó a titulo póstumo. Cfr. N. DANIEL- sos. Aspectos de nuestra
economía desde la emancipación de los siervos (1893, en ruso. Traducción
francesa Histoire du dévcloppc- mera économique de la Russie depuis
raffranchissemenl des sais, París, 1902). Véase también más arriba, p. 37.
33. LESix, ¿Quiénes son los amigos del pueblo? (1894. traducción
inglesa, What thc Friends of the Peo pie Are, en Selected Works).

54
1
I..I Y # ' - I T . . . . . . - ' |

, jéjg.

elevación de la sociología, por vez primera, al nivel de una


ciencia.14 En aquel mismo periodo, Plejanov publicó (bajo
el seudónimo de «Beltov») su Ensayo sobre el desarrollo
de la concepción monista de la historia.55 Pese a la cautela
del titulo, la obra era una defensa del «materialismo
moderno», formulado por Marx, contra la escuela
sociológica idealista y «utópica» de Kareiev, Lavrov,
Mijailovski y otros. Dos años antes, uno de los representes
más destacados del movimiento populista ruso, el
economista Danielson, traductor de El Capital, había
publicado un estudio sociológico general sobre la economía
rusa 14 en el que intentaba demostrar que el capitalismo no
tenía ningún futuro en Rusia y que la comunidad agrícola
tradicional (la obchtchina), reorganizada sobre la base de la
tecnología moderna, podía ser «el punto de partida de un
nuevo desarrollo social».17 Lenin escribió su obra El desa-
rrollo del capitalismo en Rusia polemizando, precisamente,
con Danielson y toda la escuela populista."
Estas fueron las primeras obras en las que se intentó
aplicar las categorías sociológicas de Marx a la investigación
empírica. La obra de Tugan-Baranvski, Historia de la fábrica
rusa,17 estudio de las modificaciones experimentadas por la
estructura interna de la fábrica rusa bajo la influencia de los
cambios económicos y sociales, se inscribe en la misma
tendencia.
Fue, sin embargo, en Alemania donde más se abandonó la
esfera de la teoría sociológica general en favor de los
estudios empíricos destinados a comprobar la aplicación de
las hipótesis de Marx en ámbitos concretos de la inves-
34. Ib id.
35. G. V. PLEJAVOV. Ensayo sobre el desarrollo de la concepción
monista de la historia (San Petersburgo, 1895. Traducción inglesa por A.
Rothstcin, Londres, 1917, In Defencc of Materialism. The Development of
the Monist Vicw of History.)
36. DANIELSON, op. cit.
37. Op. cit., p. 497. La frase es de Marx y Engels.
38. Publicado en 1899. Traducción inglesa en Setected Works
39. Publicado en San Pctcrsburgo en 1898. Traducción alemana
revisada por el autor, Geschichte der Russischen Fabrik, 1900.

55
tigación. Engels ya había señalado el camino con la publi-
cación de El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado,*0 en la que se utilizó las notas de Marx sobre el
libro de L. H. Morgan, Ancient Society. H. Conow continuó
está línea de trabajo (pero sin aceptar todas las inter-
pretaciones de Engels) con una serie de estudios antropo-
lógicos que atrajeron la atención de Durkheim/1 Este último
tenia muchas reservas sobre el «materialismo económico»,
pero seguía de cerca las publicaciones de la escuela
sociológica marxista y era un crítico de ésta bien informado
(sólo cabe recordar su crítica del libro de E. Grosse, Die
Formen der Familie und ¿Lie Formen der Wirtschaft.*2 Entre
Las obras de la escuela marxista de sociología en otros
dominios de la investigación cabe mencionar los estudios de
Kautsky sobre los orígenes del cristianismo y de la
Revolución francesa y las contribuciones de este mismo
autor a la sociología política/1 La primera aplicación de la
sociología marxista al terreno de la historia literaria fue la
obra de F. Mehring, Lessing-Legende.**
40. Publicado en Zurich, I&S4; cuarta edición revisada en 1891.
Traducción inglesa en 1902; nueva traducción de la cuarta edición, en 1910.
Existe un largo manuscrito con los extractos y nata* de Marx sobre la obra
de Morgan, publicado en traducción rusa en «Arjiv K_ Markxa i G.
Engelsa», voL IX, 1941.
41. H. Ccsow, Die Soziale Veriassung des lnkareichs. Eine
Untersuchurtg des altperuanischen Kommunismus, Stuttgart, 1896. Existe
una recensión de la obra, por F. Lévy, en el primer volumen de «L'Annéc
sociologique» (1898). El año siguiente, Durkheim publicó una recensión de
los artículos de Cunow aparecidos en «Neue Zeit» en 1897 con el título de
Die ókcmomischen Grundlage der Uuiterherrschaft.
42. Véase «L'Année sociologique», voL I, 1898, pp. 319 y ss.
Durkheim consideraba que las deficiencias de la concepción «eco-
nómico-materialista» se evidenciaban con especial claridad en el estudio
de la familia.
43. Véanse, en particular, los artículos Die Entstehung des
Christentums, Stuttgart, duodécima edición, 1922; Die Klassenge-
gensdtze von 1789. en «Neue Zeit», YOL VIII, 1899; Die Agrarfrage,
Stuttgart, 1899.
44. Publicada por primera vez en «Neue Zeit», 1892, y tarde en
forma de libro, Stuttgart, 1893.

56
En Italia, la teoría de Marx sirvió también de estímulo a
nuevas investigaciones. Una de las más interesantes es el
estudio sobre la esclavitud en el mundo antiguo de E.
Ciccotti.45 46 47 Es un intento de mostrar en detalle que la
historia de la antigüedad confirma las hipótesis de Marx
sobre la relación entre los cambios en el modo de producción
y los cambios en la estructura social. Un amplio
conocimiento de la literatura clásica y de las fuentes con-
temporáneas permitió a Ciccotti presentar un análisis
plausible c interesante de las relaciones entre la esclavitud en
las ciudades griegas y en el Imperio romano y la decadencia
del mundo antiguo.
Tanto en este período como con posterioridad a él, los
sociólogos de Gran Bretaña prestaron poca atención a las
teorías de Marx; no hay más que ver las primeras pu-
blicaciones de la Sociological Society, fundada en 1903.a En
las obras de Hobhouse —de 1893 a 1929— apenas se cita a
Marx y nunca en un contexto importante; por ejemplo, en
relación con las clases sociales, la propiedad o los sistemas
económicos. Entre los autores de la época, la influencia de
Marx sólo es visible en J. A. Hobson, estudioso del
capitalismo moderno.4'
Desde comienzos del siglo actual, no ha dejado de au-
mentar el estudio de las fuentes, la estructura y la signifi-
cación práctica de la obra de Marx.48 Al iniciarse el siglo,

45. E. CICCOTTI, ll tramonto delle schiavitá, Turín, 1S99 (traducción


francesa. Le déclin de l'esclavagc amigue, París, 1910). Sobre la difusión del
marxismo en Italia véase R. MICHELS, His- torisch-Krilische Einfiiltrung til die
Geschichte des Marxismus in Italien, en «Archiv für Sozialvvisscnschaft
und Sozialpolitik», XXIX, 1907, pp. 189-262.

46. Véase «Sociological Papers», vols. I-III, 1905-1907. Sólo se


menciona a Marx en una breve comunicación de A. Loria. Quien más influyó
en la sociología británica fue Comte, a través de J. S. Mili, H. Spencer, los
positivistas ingleses y L. T. Hobhouse.
47. Véase Tlie Evolutioit of Modem Capitalism, 1894, e Impe- rialism:
a Study.
48. Estas discusiones se vieron fuertemente estimuladas por la
publicación de obras desconocidas o totalmente olvidadas; por
la literatura sobre Marx era, todavía predominantemente
filosófica 49 50 y una gran parte de ella se limitaba a estudiar
la relación intelectual entre Hegel y Marx.10 Esta cuestión
interesó también a los sociólogos, y el Congreso de 1900 del
Instituí Internacional de Sociologie se dedicó enteramente al
examen del «materialismo histórico». El sociólogo italiano
Groppali estudió las obras de Marx desde los ensayos de los
«Deutsch-Franzosische Jahrbücher» (1844) hasta la
Contribución a la crítica de la economía política (1859) y
afirmó que en ellas «era visible la progresiva emancipación
del pensamiento de Marx, su liberación de las trabas de la
filosofía de Hegel».51 Afirmaba que «la concepción
materialista de la historia» no era una doctrina metafísica
sino un instrumento para la interpretación

ejemplo, la publicación de la tesis doctoral de Marx y una nueva edición de


Die heilige Familie, Las dos al cuidado de F. MEHRING, A XIS dem
lilerarischen Nachias* von K. Marx. F. Engels und F. Las- salle, Stuttgart.
1902 (4 vols.). Más tarde, E. BERXSTEJN publicó fragmentos de Die deutsche
Idcoíogie, y K. KAUTSKY las Theorien über den Mehrwert (1905-1910).

49. Entre los estudios de este tipo se pueden mencionan Ma- rianne
WEBER. Fichte’s Sozialismus und sein Verhaltnis mr Mar- xischen Doktrin,
Tubinga, 1900; N. BERDIAEV, F. A. Lange und die Kritische Philosophie in
ihrert Beziehungen zum Sozialismus, en «Ncue Zeit», XVIII/2, 1900, pp.
132 y ss.; K. VoRiXvneR, Kant und der Sozialismus, Berlín, 1900; E.
HAMMACHER, Das philoshophisch- ókonomisch System des Marxismos,
Leipzig. 1900. En las páginas de «Neuc Zeit» se entabló un vivo debate
sobre 1a teoría ética de Marx, especialmente entre Kautsky y O. Bauer,
después de la publicación de la obra de KAUTSKY Die Ethik und die
materialislis- che Geschichtsaulfassung, Stuttgart, 1906. En Francia habla
habido una controversia parecida, desde 1894, entre J. Jaurés y P. La- f
argüe; cfr. Idéales me et malérialisme dans la conception de l'his- toire,
nueva edición, París, 1946.

50. Entre las obras más interesantes sobre el tema cabe citar J. PUENCE.
Marx und Hegel, Tubinga, 1911, y SVEN HETAXDER, Marx und Hegel, Jena,
1922 (traducido del sueco).
51. A GROPTALI, De la place que le malérialisme historique occupe
dans la philosophie et la sociologie conlempo raines, en • Armales de
llnstitut International de Sociologie», 1900-1901, p. 201. C f r . también C. tx
KauHÜmg, QWest-ce-que le malérialisme économique?, en ibid., pp. 49-92.

58
y explicación de la vida social, cuya validez había sido
demostrada por el propio Marx con sus estudios históricos y
económicos.
Al margen de estas discusiones Filosóficas y metodoló-
gicas, numerosos economistas, historiadores y juristas
franceses, alemanes y austríacos hicieron valiosas contri-
buciones a la investigación sociológica inspirándose en los
métodos sugeridos por Marx. Cabe citar, al respecto, las
aportaciones de Sée a la historia económica, de Hilfer- ding
a la economía, de Renner al derecho y de Max Weber a la
sociología.4- Sée encontró en los fenómenos económicos y,
particularmente, en las relaciones económicas entre los
propietarios y los arrendatarios, el mejor criterio para
explicar el desarrollo de los domains y de las clases.
Hilferding polemizó con las objeciones de Bohm-Ba- wcrk
contra la teoría del valor de Marx, señalando que el análisis
de Max era sociológico y que detrás de las categorías
económicas hay las relaciones entre las clases en el proceso
de producción. Del mismo modo, para Renner las
instituciones legales tienen un doble carácter: por un lado
son expresión de relaciones humanas y, por otro lado, son
ficciones que disimulan su dependencia de las instituciones
económicas. Al encargarse, junto con W. Sombart y E.
Jaffé, de la dirección del «Archiv für Sozial wissenschaft
und Sozialpolitik», Max Weber formuló el programa y los
principios metodológicos de la revista. El programa
representaba, dentro de limites bien defini-
52. Henri SÉE. Les classes rurales et le r¿sime domanial en Frunce
au inoyen dge. París, 1901; R. HILFERDING, Bóhm-Bawerks Marxkritik, en
«.Marx-Studien». I, 1904, pp. 1-61, pp. 65 y ss.; J. KAR- NER (seudónimo
de Karl RENNER), Die soziale Funktion der Rechs- institute, en «Marx-
Studien», I. 1904, pp. 65 y ss. (En 1928 se publicó una edición revisada
y en 1949 apareció una traducción inglesa con el título de The
Institutions of Prívate Law and their Social Function. con una larga
introducción y notas de O. Kahn- Freund); Max WEBER, Die
«Objectivitát» soi'talw'issenschajtlichen und sozialpolitischen
Erkenntnis, en «Archiv für Sozialpolitik», 1904 (reeditado en Max
WEBER, Gesantmelte aufsatze ZMr Wissens- chaftslehre, 1922).

59-

h _________________________
. :>> i. VllfíiíW

dos, una aceptación de la concepción sociológica de la his-'


tona, tal como Marx la habla formulado: en la investiga-
ción, el acento no debía cargarse sobre los fenómenos eco-
nómicos en sí, sino sobre aquellos fenómenos que tuviesen
una significación y una relevancia claras en relación con su
contexto económico. Weber tenía algunas reservas sobre
el aspecto «materialista» de la sociología de Marx, pero
estaba de acuerdo en que «el análisis de los fenómenos
sociales y culturales desde el aspecto particular de su de-
terminación y su relevancia económicas es un principio
científico de la máxima fecundidad».53 Muchos de los es-
tudios publicados por el «Archiv» demuestran el interés de
sus colaboradores por la sociología de Marx; destaca, al
respecto, Georg Simxnel, caya PhÜosophíc des Geides es
un ejemplo de la influencia! de Marx en el aspecto más
fructífero.54 En el primer' congreso-alemán de sociología,
la discusión entre los sociólogos marxistas y los no-mar-
xistas tuvo un carácter1’particularmente interesante en
relación con el tema principal del congreso: el problema
de las relaciones entre la tecnología, el sistema económico
y la civilización.55 56 Aquel mismo año (1910) se fundó la
primera revista en la que el estudio y la crítica científicos
del marxismo ocupaban un lugar especial.54 A partir de
aquel momento, el estudio de Marx pudo elevarse a un
nivel superior al de la pura controversia política. Pero la
I Guerra Mundial puso fin, temporalmente, a aquella in-
vestigación sistemática.

53. Max WEBEK, op. cit., p. 166. Toda la obra de Weber


puede considerarse como un debate con Marx. C/r. A.
SALOMÓN. «Germán Sociology», en T-wentieih Century
Socíology (ed. G. Gurvitch y W. E. Moore): «Max Weber se
hizo sociólogo en un largo e interno diálogo con el fantasma de
Karl
54.Marx»
G. Sutura. Phüosophic des Geides, Leipzig, 1900.
55. C fr . Verhandlungen des L Dcutschen Soziologentages
von 19-22 Okiober ¡910 irt Prankfurt a. Ai, Tubinga, 1911.
56. «Archiv für Geschichte des Sozialismus und der Arbeiter-
bewegung». Fundó la revista en 1910 Cari Grünberg, con el apoyo de
diversos estudiosos de Marx, de renombre internacional, entre ellos D.
Riazanov, G. Mayer y M. Nettlau.

60
«¡t.
_Z£.
i ,i>;; ‘.o

Mucho antes de 1914, la sociología de Marx se había


propagado ya fuera de Europa y ejercía una clara influencia
en el desarrollo de la teoría social en los Estados Unidos.
Muchos de los primeros sociólogos norteamericanos habían
estudiado en Europa (Alemania, especialmente) y habían
entrado en contacto con las ideas de Marx. La influencia de
Marx es especialmente visible en su análisis de las clases
sociales.” A. W. Small, especialmente, realizó un estudio
sistemático de Marx y de la teoría del conflicto entre las
clases. Pero donde más visible es la influencia de Marx es
en la obra de dos de los más grandes sociólogos
norteamericanos, G. H. Mead s* y Thorstein Veblen.1*
Después de la I Guerra Mundial surgió una verdadera
escuela de sociología marxista con una gran diversidad de
tendencias —a menudo antagónicas— y en fuerte contraste
con la casi-unanimidad de los estudios no-marxistas
favorables a la sociología de Marx.57 58 59 60 Un resumen
superfi-

57. Cfr. C. H. PACE, Class and American Sociology. Frotn


Word lo Ross, Nueva York, 1940.
58. Mead estudió atentamente las teorías sociológicas de
Marx; véase, por ejemplo, el capitulo titulado «Karl Marx and
Socialism» de su obra Movements o) Thought in ihe Sineteenth
Century, ed. M. H. Moore, Chicago, 1936.
59. Cfr. especialmente The Theory of Leisure Class (1899);
The Theory of Business Enterprise (1905); The Socialist
Economías of Karl Marx and his Follon-ers (1906-1907),
reeditado en The Place of Science in Módem CixTlization
(1919).
60. Entre las obras más importantes de la «escuela»
marxista, cabe señalar N. BCJAKIV. Historical Materialism: A
System of So- ciology (primera edición, Moscú, 1921.
Traducción inglesa. 1927); K. KACTSKY, Die materialistische
Geschichtsauffassung. Berlín, 1927; M. ADLER, Lehrbtich der
materialistischen Geschichtsauffas- sung: Soziologie des
Marxismos. Berlín, 1930-1932. En un período posterior,
algunos sociólogos alemanes, fuertemente influidos por Marx, y
un grupo de refugiados huido del nazismo, continuaron en
París la obra que habían iniciado en Frankfurt, con la revista
«Zeitschrift für Sozialforschung» (1933-1939). Entre los
colaboradores de la revista estaban C. Bcuglé, R. Briffault,
Duprat, E. Fromra, de Saussure, Mar-cu se, R. Aron, V. Young
y A. Demarv geon. Cfr. también los estudios sobre las teorías
sociológicas de
cial de los trabajos elaborados entre 1918 y 1925, en Europa
esencialmente, indica que se publicaron más de 500 obras
importantes sobre los diversos temas de la sociología
marxista.61 Es problable que en el periodo 1926-1933 las
cifras sean aproximadamente las mismas que en el período
anterior.62 Al iniciarse la década de los años treinta, el
pensamiento sociológico de Marx era aceptado y re-
conocido, pues, en la mayoría de los centros académicos
importantes especializados en las ciencias sociales.
En Alemania, el «debate con Marx» siguió preocupando
a los sociólogos. Además de estimular la investigación so-
ciológica en general, provocó la aparición de un nuevo
ámbito de investigación sociológica, la sociología del co-
nocimiento, con las obras de Lukács 61 Scheler 64 y Mann-
beim.tJ El proceso se interrumpió, sin embargo, en 1933,
con la victoria del nazismo. A partir de entonces, ni la so-
ciología del conocimiento ni la sociología de Max Weber se
han cultivado en el contexto en que surgieron, es decir, en el
contexto de un examen crítico de la sociología de Marx y de
un intento de revisar y desarrollar sus prin-

Marx por JC Mannheim. G. Salomón y otros, en «Jahrbuch fur


Soziológie» (KarUruhe, a partir de 1925).
61. Cfr. «Marx-Engels Archiv», vols. I y II, que contienen una
impresionante bibliografía internacional de la literatura sobre el
marxismo. Sólo para Alemania, el Instituto Marx-Engels poseía más de
setenta tesis doctorales presentadas entre 1920 y 1924 sobre temas
marxistas.
62. Después de la destitución de Riaxanov de su cargo de director
del Instituto Marx-Engels, la obra que él había iniciado se suspendió y
no poseemos informaciones exactas sobre las pu- bücaciooes relativas al
marxismo después de 1930.
63. G. Lcxxcs, Ceschichíe und Klassenbewusstsein, 1923, y otros
escritos posteriores sobre cuestiones de historia de la literatura.
64. M_ SCHELEH, Die Wissenformen und die Gesellschafl, 1926.
65. K. MAXKHEISI, Probleme einer Wissenssoziologie, en «Archiv
für Sozialvmsenschaft und SoziaJpolitik», voL. 54, 1925; Ideo- logie und
Utapie, 1929 (versión inglesa ampliada. Ideología y Utopía, 1936; versión
castellana. Ideología y Utopía, Ed. Aguilar, Madrid).

62
cipales elementos. El eclipse de la sociología alemana coin-
cidió con la publicación, en la edición MEGA, de las pri-
meras obras de Mane; por esto dichas obras no fueron
seriamente estudiadas hasta después de 1945.
Fuera de Alemania, mientras el marxismo se desarrollaba
como ideología política durante la década de los treinta,
disminuía el interés científico por la sociología de Marx. En
Francia, los que más se interesaron por ella fueron los
historiadores económicos, como H. Sée y E. La- brousse. Sée
ya había publicado un estudio sobre el materialismo histórico.'0
En 1933, Labrousse empezó a publicar sus detalladas
investigaciones sobre la influencia de los factores económicos
en la Revolución francesa.66 67 68 69 De hecho, la resurrección y,
en algunos casos, la primera manifestación de interés por la
sociología marxista son un fenómeno reciente. En los Estados
Unidos lo señaló la publicación de la obra de J. Schumpeter
Capitalism, So- cialism and Democracy,** cuya primera parte
está dedicada a un examen riguroso de la teoría sociológica de
Marx, para llegar a la conclusión de que «la llamada interpreta-
ción económica de la historia es, sin duda, una de las con-
quistas más importantes de la sociología hasta nuestros días».
En Gran Bretaña, K. R. Popper ha publicado recientemente un
extenso estudio critico sobre Marx como sociólogo.6' Algunos
autores marxistas, historiadores en su mayoría, han estudiado
una serie de problemas sociológicos. Se puede citar, al
respecto, a M. H. Dobb, que en sus Stndies ¡n ihc Development
u¡ Capitalism 70 examina algu-

66. H. SCr, Materialisme hisiorique el ¡nicrprétation ¿cono-


migue de lilis luiré. 1927.
67. E. LAVKUCSSE, Esquisse di i rnouvernent des prix el des
re- venties en trance ait Al l i l e sieile, 1933; La crise de
f¿conomie fruníaise a la /m de l auden recline ei au debut de la
Resvlution. 1943.
68. Nueva York. 1942.
69. K. R. PUITLK, The Open Society and lis Enemies, 1945,
segunda edición revisada, 1950, 11 parte.
70. Véanse también los ensayos de diversos autores en la obra

63
nos problemas de la génesis y el desarrollo del capitalismo.
Como en la mayoría de las obras ma neis tas ortodoxas, este
libro causa mejor impresión en su tratamiento de los
problemas históricos que en el análisis de la sociedad con-
temporánea.
En 1948, año del centenario de la publicación del Ma-
nifiesto Comunista, muchos sociólogos y científicos sociales
tuvieron ocasión de reexaminar la teoría social de Marx. En
Francia, el aniversario se conmemoró con la publicación de
una serie de estudios sobre la contribución de Marx a la
sociología.” En su excelente estudio sobre las primeras obras
de Marx, G. Gurvitch le califica de «príncipe de los
sociólogos» y preconiza la orientación de la investigación
sociológica hacia los problemas enunciados por Marx.7-' En
Inglaterra se celebró el centenario con una nueva edición del
Manifiesto Comunista, publicada por el Partido Laborista, con
una larga introducción histórica y crítica de H. J. Laski.
Analizando el método histórico y sociológico de Marx, Laski
señala: «Ningún observador serio cree que la concepción
materialista de la historia no ofrece dificultades o que resuelve
todos los problemas de la interpretación histórica. Pero ningún
observador serio puede poner en duda que en los últimos cien
años esta concepción ha contribuido más que ninguna otra
hipótesis a explicar las causas del cambio social.» ;5
Más recientemente, Jean Piagct ha puesto de relieve —al
examinar la naturaleza del pensamiento sociológic o — l a
importancia de la obra de Marx y, especialmen-
dc J. S u i u x ( cd . j Uemocracy and the Labour Mouveinent, Londres.
1954.
71. Vease «Cahiers Intemationaux de Sociologie», II I, 4, 1948;
especialmente G. GCRVITCH, La sociologie du jeune Marx, H. LE-
rrevRE. Marxisme et sociologie, y A- CUYUXIER, Durkheim et Marx.
72. G. GCRVITCH, art. cit.
73. H. J. LASU, Communist Manifestó: Socialist Landmark, 1948,
«Introducción», p. 74.
74. Jcan PIAGET, lntroduction á l'epistemologie génétique, volumen
II I, París, 1950.

64
te, de su teoría de la ideología: «El gran mérito de Marx
consiste en que, en los fenómenos sociales, estableció una
distinción entre la base efectiva y una superestructura que
oscila entre el simbolismo y una conciencia adecuada, en el
mismo sentido que (como dice explícitamente el propio Marx)
la psicología se ve obligada a establecer una distinción entre el
comportamiento efectivo y la conciencia... Entre la
superestructura y su base hay la misma relación que entre la
conciencia individual y el comportamiento...» ;i

Hemos intentado mencionar algunas de las obras más


importantes en que se examina, se critica y se utiliza en la
investigación empírica el pensamiento sociológico de Marx. El
resultado de este prolongado «debate con Marx* se ha vuelto
más claro a medida que la sociología adquiría madurez. Una
gran parte de la obra de Marx constituye una adquisición
permanente del pensamiento sociológico: la definición del
ámbito de estudio, el análisis de la estructura económica y sus
relaciones con otras partes de la estructura social, la teoría de
las clases sociales y la teoría de la ideología. Ahora bien, esta
incorporación de las ideas de Marx al cuerpo de la sociología
significa la desaparición de una sociología «marxista». La
sociología moderna no es la sociología de Marx, ni tampoco la
de Durkheim, de Weber o de Hobhouse. Es una ciencia que ha
avanzado un poco en su liberación de los diversos sistemas
filosolieos en cuyo seno nació y de los cuales sus fundadores
no habían conseguido separarse.

75. Op. cit., p.


249. BC8 1L* 65
TEXTOS SELECCIONADOS
Primera parte
LOS FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS
I. La concepción materialista de la historia

Mis estudios me llevaron a la conclusión de que ni las


relaciones jurídicas ni las formas de Estado pueden com-
prenderse por si mismas ni por la llamada evolución general
del espíritu humano, sino que están enraizadas en aquellas
condiciones materiales de vida que Hegel, siguiendo el
precedente de los autores ingleses y franceses del siglo XVIII,
engloba bajo el nombre de «sociedad civil», y que la
anatomía de la sociedad civil debe buscarse en la economía
política. En Bruselas, donde tuve que trasladarme por la
orden de destierro dictada por el señor Guizot, continuó los
estudios de economía política iniciados en París. El resultado
final a que llegué y que, una vez alcanzado, sirvió de hilo
conductor a mis estudios, se puede resumir así: en la
producción social de su vida, los hombres entran en
determinadas relaciones, necesarias c independientes de su
voluntad, relaciones de producción que corresponden a una
determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
furnia la estructura económica de la sociedad, la base real
sobre la cual se levanta la superestructura jurídica y política
y a la que corresponden determinadas formas de conciencia
social. El modo de producción de la vida material determina
el carácter general de los procesos de la vida social, política
y espiritual. No es la conciencia del hombre lo que deter-
mina su ser. sino al contrario, su ser social lo que determina
su conciencia. Al llegar a una fase determinada de
desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
chocan con las relaciones de producción existentes o, lo que
no es mas que su expresión jurídica, con las relaciones de
propiedad en que se habían desarrollado

71
hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas.
Se abre entonces un período de revolución social. Al cambiar
la base económica, se transforma más o menos rápidamente
toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Al
estudiar estas revoluciones, se debe distinguir siempre entre
los cambios materiales ocurridos en las condiciones
económicas de la producción, que pueden apreciarse con la
exactitud de las ciencias naturales, y las formas jurídicas,
políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra:
las formas ideológicas con que los hombres toman
conciencia de este conflicto y luchan por resohrexio. Y así
como no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa
de sí mismo, tampoco podemos juzgar estas épocas de
revolución por su conciencia; al contrario: debemos explicar
esta conciencia por las contradicciones de la vida material,
por el conflicto entre las fuerzas productivas sociales y las
relaciones de producción. Ninguna formación social
desaparece antes de haberse desarrollado todas las fuerzas
productivas que caben en su seno, y nunca aparecen nuevas y
más elevadas relaciones de producción antes de que hayan
madurado en el seno de la sociedad antigua las condiciones
materiales de su existencia. Por esto la humanidad se
propone siempre únicamente los objetivos que puede
alcanzar, pues, bien miradas las cosas, estos objetivos sólo
aparecen cuando ya existen o, por lo menos, se están
gestando las condiciones materiales de su realización. En
líneas generales, se pueden designar como otras tantas
épocas de progreso en la formación económica de la
sociedad el modo de producción asiático, d antiguo, el feudal
y el burgués moderno. Las relaciones burguesas de
producción son la última forma antagónica del proceso social
de producción; antagónica no en el sentido de antagonismo
individual, sino de antagonismo que surge de las condiciones
sociales de vida de los individuos. Al mismo tiempo, las
fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la
sociedad burguesa crean las condiciones materiales para

72
la solución de este antagonismo. Con esta formación social
se cierra, por consiguiente, la prehistoria de la socio- dad
humana. [Prefacio (1859)].

I-as premisas de que partimos no son arbitrarias; tampoco


son dogmas, sino premisas reales que sólo podemos abstraer
en la imaginación. Son los individuos reales, su actividad y
sus condiciones materiales de vida, incluyendo las que ya
encontramos existentes y las que producen con su actividad.
Estas premisas sólo pueden establecerse por vía empírica.
La primera premisa de toda la historia humana es, na-
turalmente, la existencia de individuos humanos vivos. El
primer hecho a establecer es, pues, la constitución física de
estos individuos y su consiguiente relación con el resto de la
naturaleza. No podemos entrar aquí en el análisis de la
constitución física del hombre, ni de las condiciones
naturales en que se encuentran los hombres —geológicas,
orográficas, hidrográficas, climáticas, etc. La historiografía
debe partir de estas bases naturales y de su modificación por
la acción de los hombres en el curso de la historia.
Podemos diferenciar a los hombres de los animales por la
religión y por cuanto se quiera. Los hombres empiezan a
diferenciarse de los animales cuando empiezan a producir
sus medios de subsistencia, paso adelante determinado por
su constitución física. Al producir sus medios de
subsistencia, los hombres producen indirectamente su vida
material.
La forma en que los hombres producen sus medios de
subsistencia depende, en primer lugar, del carácter de los
medios de subsistencia de que ya disponen y que deben
reproducir. Este modo de producción no debe verse única-
mente como la reproducción de la existencia física de los
individuos. Es ya un modo determinado de la actividad de
estos individuos, una manera determinada de expresar su
vida, un modo de vida definido. La manera en que los

73
individuos expresan su vida refleja exactamente lo que son.
Lo que son coincide, pues, con su producción, tanto con lo
que producen como con la forma en que lo producen. Lo
que son los individuos depende, pues, de las condiciones
materiales de su producción. [IA (1845-1846) MEGA 1/5, pp.
10-11]

Esta concepción de la historia se basa, pues, en la ex-


posición del proceso real de la producción, partiendo de la
simple producción material de la vida y de la comprensión
de las formas de relación conectadas con este modo de
producción y engendradas por él, es decir, de la com-
prensión de la sociedad civil en su diversas etapas como
fundamento de toda la historia y también en su acción como
Estado. Partiendo de este punto, explica las diferentes
producciones teóricas y las formas de conciencia, de
religión, de filosofía, de ética, etc. y describe sus orígenes y
su desarrollo; esto permite exponer la cuestión en su
totalidad (y, por tanto, exponer la acción recíproca de los
diferentes aspectos). Al revés de la concepción idealista de
la historia, no debe buscar una categoría en cada período
sino que permanece siempre en el suelo real de la historia;
no explica la práctica por la idea sino que explica la
formación de las ideas por la práctica material y llega a la
conclusión de que todas las formas v todos los productos de
la conciencia pueden ser destruidos no por la crítica
intelectual, no por la reducción a la «autocon- ciencia» o
por la transformación en «apariciones», «espectros»,
«fantasías», etc., sino únicamente por el derrocamiento
práctico de las relaciones sociales concretas que han dado
origen a toda esta farsa idealista; que la fuerza motriz de la
historia, de la religión, de la filosofía y de los demás tipos
de teoría no es la crítica sino la revolución. Muestra que la
historia no acaba resolviéndose en la «autoconciencia»
como «espíritu del espíritu», sino que en cada estadio hay
un resultado materia], una suma de fuerzas productivas, una
relación con la naturaleza y en-

74
tre los individuos históricamente creada y transmitida a
cada generación por la que le precede, una masa de fuer-
zas de producción, de capitales y de circunstancias que,
por un lado, la nueva generación modifica pero que, por
otra lado, le dictan las propias condiciones de existencia
y le imprimen un desarrollo determinado, un carácter es-
pecífico. Muestra, pues, que las circunstancias hacen tan-
to al hombre como el hombre hace las circunstanciáis.
Esta suma de fuerzas productivas, de capitales, de for-
mas de relación social que cada individuo y cada genera-
ción encuentran como datos existentes es la base de lo
que los filósofos han concebido como la «sustancia» y la
«esencia del hombre», y han divinizado o atacado. Los
efectos y la influencia de esta base concreta sobre el de-
sarrollo de los hombres no se ven afectados por el hecho
de que los filósofos se rebelan contra ella en nombre de
la «autoconciencia» y del «único». Estas condiciones de
vida que las diversas generaciones encuentran ya existen-
te- son, también, las que determinan si la convulsión re-
volucionaria, periódicamente reproducida en la historia,
es o no lo bastante fuerte como para derrocar las bases
de todo cuanto existe; los elementos materiales de una re-
volución total son. por un lado, las fuerzas productivas
existentes y, por otro lado, la formación de una masa re-
volucionaria o-.ie hace la revolución, no sólo contra las
condiciones particulares de la sociedad pasada, sino contra
la misma «producción de la vida» anterior, contra el «con-
junto de la actividad» que constituye su fundamento; si
estas condiciones no existen, es totalmente indiferente
para el desarrollo práctico que la idea de esta revolución
haya sido proclamada cien veces, como lo demuestra la
historia del comunismo.
Todas las concepciones anteriores de la historia han
dejado completamente de lado esta base real de la histo-
ria o la han considerado como algo accesorio, sin relación
alguna con la marcha de la historia. En consecuencia, la
historia se debe escribir siempre de acuerdó con una nor-
! raa situada al margen de ella. La producción real de la
I
I 75

L
▼ida resalta ahistórka y todo lo que es propiamente histó-
rico aparece separado de la vida ordinaria, es suprato-
rrestre. Las relaciones entre los hombres y la naturaleza son,
pues, excluidas de la historia y surge asi una oposición entre
la naturaleza y la historia. En consecuencia, esta concepción
sólo ha podido ver en la historia las acciones políticas de los
príncipes y los Estados, las luchas religiosas y toda clase de
luchas teóricas y se ha visto obligada, sobre todo, a
compartir para cada época histórica la ilusión de esta ¿poca.
Por ejemplo, si una época se cree determinada por motivos ¡i

puramente «políticos* o «religiosos*, aunque la «política y


la «religión* no sean más que las formas de sus motivos ■
reales, el historiador acepta esta opinión. La idea, el
«concepto» que aquellos hombres se hacen de su práctica
i
real se transforma en la única fuerza activa y determinante i-i
que controla y determina la práctica de dichos hombres. Si
la forma rudimentaria en que se presenta la división del j
trabajo entre los indios y los egipcios suscita en estos \
pueblos el régimen de castas en su Estado y su religión, el
historiador cree que el régimen de castas es la fuerza que ha
engendrado esta forma social rudimentaria. Mientras los
franceses y los ingleses se aferran, por lo menos, a la ilusión
política, la más próxima a La realidad, los alemanes se
mueven en el ámbito del «espíritu puro» y convierten la
ilusión religiosa en la fuerza motriz de la historia. La
filosofía de la historia de Hegel es la última manifestación
consecuente, llevada a la «expresión más pura», de toda esta
historiografía alemana, es decir, de una historiografía que no
se ocupa de los intereses reales, ni siquiera de los políticos,
sino de las ideas puras, las cuales aparecen inevitable-
mente... como una serie de «ideas* que se devoran mutua-
mente hasta ser finalmente engullidas por la «autocon-
ciencia»... [IA (1845-1846) MEGA 1/5, pp. 27-29]

La concepción hegeliana de la historia presupone un espíritu


abstracto o absoluto que se desarrolla de tal ma-

76
ñera que la humanidad se reduce a una masa que le sirve de
soporte, más o menos conscientemente. Hegel Introduce en
el marco de la historia empírica, exotérica, una historia
especulativa, esotérica. La historia de la humanidad se
convierte así en la historia del espíritu abstracto de la
humanidad, un espíritu situado por encima y al margen del
hombre real.
Junto con esta doctrina hegeliana se desarrolló en
Francia la teoría de los doctrinarios, los cuales proclamaban
la sobe ratita de la razón frente a la soberanía del pueblo
para excluir a las masas del gobierno por si mismas. Es
lógico. Desde el momento en que la actividad humana real
es únicamente la actividad de una masa de individuos
humanos, se debe dar a la universidad abstracta, a la razón,
al espíritu una expresión abstracta, plenamente representada
por unos cuantos individuos. Y cada individuo se
considerará o no como representante del «espíritu• según su
posición particular y la fuerza de su imaginación.
En Hegel, el espíritu absoluto de la historia tiene su
material en las masas, pero sólo encuentra una expresión
adecuada en la filosofía. Ahora bien, el filósofo es única-
mente el instrumento con que el espíritu absoluto —que hace
la historia— alcanza la conciencia de sí mismo, una vez
completado el movimiento histórico. La participación del
filósofo en la historia se limita, pues, a esta conciencia
subsiguiente. El filósofo llega posl festum. [SF 1845) MEGA
1/3, p. 257]

Así como para los primeros pensadores teológicos las


plantas sólo existen para ser comidas por los animales y
los animales únicamente para ser comidos por los hom-
bres, la historia sólo existe para satisfacer la necesidad
de alimentos teoréticos, para la demostración. El hombre
existe para que exista la historia y la historia para que la
verdad pueda ser revelada. En esta concepción aerifica
se repite la vieja sabiduría especulativa: el hombre y la
77
historia existen para que la verdad pueda tomar conciencia
de sí misma.
La historia se convierte así —como la verdad— en una
entidad separada, en un sujeto metafísico del que los in-
dividuos reales no son más que simples representantes. Por
esto, la «escuela crítica» 1 utiliza expresiones como «la
Historia es escarnecida; la Historia ha hecho grandes
esfuerzos; la Historia ha sido activa; ¿cuál es la finalidad de
la Historia?; la Historia nos da la demostración definitiva; la
Historia revela las verdades, etc.». [SF (1845) MEGA 1/3,
pp. 250-251]

Ahora podemos ver por qué san Max 2 dio a la primera


parte de su libro el título de El hombre y presentó sus
historias de brujas, de fantasmas y de caballeros como la
historia del •hombre». Las ideas y los pensamientos sobre sí
mismos y sus condiciones, sobre su conciencia de sí mismos
o del Hombre, porque era una conciencia no sólo de la
persona individual sino del individuo en relación con toda
una sociedad, la sociedad en que vivían los hombres. Las
condiciones —independientemente de ellos mismos— en
que producían su vida material, las formas de relación que
les acompañaban necesariamente, las relaciones personales
y sociales así surgidas, tenían que adoptar necesariamente
—en la medida en que eran expresadas mentalmente— la
forma de condiciones ideales y de relaciones necesarias, es
decir, tenían que encontrar expresión en la conciencia como
condiciones surgidas del concepto del hombre, de la
existencia humana, de la naturaleza del hombre, del hombre
en sí. Lo que eran realmente los hombres y sus relaciones
sociales aparecía en
!. Marx utiliza a veces la expresión «la crítica crítica» y otras veces
la de «critica absoluta» para referirse al grupo de los «jóvenes
hegelianos», entre los cuales estaban Bauer, Strauss y otros. He
traducido estas expresiones, en la mayoría de las ocasiones, por «escuela
crítica», que suena y se entiende mejor en inglés.
2. Max Stirrser.

78
- -5

la conciencia como representaciones del hombre en sí, de sus


modos de ser o de sus determinaciones exactas. Cuando los
ideólogos supusieron, pues, que las ideas y los pensamientos
dominaban la historia anterior, que esta historia se agotaba en
la historia de las ideas, que las condiciones reales eran
modeladas sobre el hombre y sus condiciones ideales, es
decir, sobre sus determinaciones; en una palabra: cuando
convirtieron la historia de la au- toconciencia de los hombres
en la base de su historia real, nada fue más fácil que dar a la
historia de la mente, de las ideas, de las concepciones
sagradas, de las representaciones, el nombre de historia del
«hombre» y sustituir por ésta la historia real. [IA (1845-1846)
MEGA 1/5, pp. 165]

¿Cree la «escuela crítica» que negará ni siquiera al


principio del conocimiento de la realidad histórica mientras
excluya del proceso histórico las relaciones teóricas y
prácticas del hombre con la naturaleza, es decir, la ciencia
natural y la industria? ¿Pretende haber comprendido
realmente un periodo histórico sin haber comprendido, por
ejemplo, la industria, el modo de producción directo de la
vida en este periodo? En el mejor de los casos, la «crítica
critica» espiritual, teológica, sólo tiene en cuenta —o por lo
menos sólo tiene en cuenta en su imaginación— los aspectos
políticos, literarios y teológicos de los principales sucesos
históricos. Asi como separa el pensamiento de la experiencia
sensible, la mente del cuerpo y el cuerpo del mundo, separa
también la historia de la ciencia natural y de la industria y
busca el origen de la historia no en la vulgar producción
material y terrestre, sino en las etéreas regiones celestiales.
[SF (1845) MEGA 1/3, p. 327]

... hemos de empezar afirmando la primera presupo-


sición de toda la existencia humana y, por consiguiente, de
toda la historia: que los hombres han de poder vivir
79
para poder «hacer la historia». Ahora bien, para vivir se
necesita, en primer lugar, beber, comer, disponer de vi-
vienda, vestirse y otras cosas parecidas. El primer hecho
histórico es, pues, la producción de los medios que permiten
satisfacer estas necesidades, la producción de la vida
material en sí. Es, realmente, un hecho histórico, una
condición fundamental de toda la historia que todavía boy,
como hace miles de años, es preciso cumplir cada día, cada
hora, simplemente para mantener a los hombres en vida.
Incluso se reduce la materialidad a un bastón, a un mínimo
estricto, como hace san Bruno,1 existe implícita, la actividad
productora de este bastón. En toda concepción histórica, la
primera exigencia consiste, pues, en observar este hecho
fundamental y tenerlo en cuenta en toda su importancia y
extensión. Sabido es que los alemanes no lo han hecho nunca
así; nunca han dispuesto, pues, de una base terrestre para la
historia y, en consecuencia, nunca han tenido un solo
historiador. Los ingleses y los franceses han visto bajo un
ángulo muy limitado la relación de este hecho con lo que se
llama la historia —sobre todo mientras han permanecido
prisioneros de la ideología política—, pero han sido los
primeros que han intentado dar a la historia una base
materialista escribiendo las historias de la sociedad civil, del
comercio y de la industria.
El segundo punto es que una vez satisfecha la primera
necesidad, la acción de satisfacerla y el instrumento ya
adquirido de esta satisfación hacen surgir nuevas nece-
sidades; y esta produción de nuevas necesidades es el primer
hecho histórico. [IA (1845-1846) MEGA 1/5, pp. 17-18]

Admitamos, con Proudhon, que la historia real, la his-


toria como orden temporal, es la sucesión histórica en que se
manifiestan las ideas, las categorías y los principios.
..... ■| 'JV í
3. Bruno Bmuez. ¿el :*.• ,

m
Cada principio se revela en un siglo determinado: el'
principio de autoridad, por ejemplo, se reveló en d siglo xi;
el principio del individualismo en el siglo xvzn. Por
consiguiente, el siglo pertenece a! principio y no al revés, el
principio ai siglo. Dicho de otra manera: el principio hace la
historia y no la historia el principio. Si. al querer salvar los
principios y la historia, nos preguntamos entonces por qué un
principio determinado apareció en el siglo xt o en el xvtn y
no en otro, deberemos estudiar atentamente los hombres del
siglo XI y los del XVIII, estudiar sus necesidades
respectivas, sus fuerzas productivas, su modo de producción,
las materias primas de su producción, y finalmente, las
relaciones de hombre a hombre que resultaban de todas las
condiciones de vida. Al estudiar profundamente estas
cuestiones, ¿no presentamos, en realidad, la historia real,
profana, de los hombres de cada siglo?; ¿no demostramos
que los hombres son* al mismo tiempo, los autores y los
actores de su propio drama? Ahora bien, cuando vemos a los
hombres como los autores y los actores de su propia historia,
llegamos, a través de una desviación, al verdadero punto de
partida, porque hemos abandonado los principios eternos de
que habíamos partido antes. [MF (1S47) MEGA 1/6, pp. 183-
184]

... Los hombres, que rehacen cada día su propia vida,


empiezan a crear otros hombres, a producirse: es la relación
entre el hombre y la mujer, entre los padres y los hijos, es la
familia. La familia, al principio la única relación social, se
convierte más tarde en una relación subalterna (excepción
hecha de Alemania) cuando las necesidades incrementadas
engendran nuevas relaciones sociales y el aumento de la
población crea nuevas necesidades; por consiguiente, el tema
de la familia debe tratarse y desarrollarse de acuerdo con los
hechos empíricos y no según el concepto de la «familia»,
como es costumbre en Alemania. Además, no se ha de
entender estos tres aspectos de
BC8 81
La actividad social como tres estadios diferentes, sino como
tres aspectos, simplemente, o, utilizando un lenguaje claro
para los alemanes, como tres «momentos» que han
coexistido desde el comienzo de la historia y desde los
primeros hombres y que todavía se manifiestan hoy en la
historia.
La producción de la vida, tanto la propia, con el trabajo,
como la de otro, con la procreación, es, pues, una relación doble: por
un lado, es una relación natural; por otro lado, una relación social
(social en el sentido de acción conjugada de diversos individuos,
cualesquiera que sean las condiciones, la forma y la finalidad). La
consecuencia de ello es que un modo de producción o un estadio
industrial determinados están siempre ligados a un modo de
cooperación o a un estadio social determinado y que este modo de
cooperación es, por sí mismo, una «fuerza productiva». Otra
consecuencia es que la masa de las fuerzas productivas de que dispone
el hombre determina el estado social y, por tanto, se debe estudiar y
elaborar la «historia de la humanidad» en relación con la historia de la
industria y del intercambio. [IA (1845-1846) !j MEGA 1/5, pp.
18-19J

Los economistas operan de manera muy singular. Para


ellos sólo hay dos tipos de institución: el artificial y el na-
tural. Las instituciones feudales son artificiales; las bur-
guesas, en cambio, naturales. En esto se parecen a los teó-
logos, que también distinguen dos tipos de religión: la pro-
pia, que emana directamente de Dios, y las demás, inven-
ción de los hombres. Cuando dicen que las relaciones exis-
tentes —las de la producción burguesa— son naturales, los
economistas quieren decir que las relaciones en cuyo seno
se crea la riqueza y se desarrollan las fuerzas productivas
están de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Por
consiguiente, estas relaciones son leyes naturales, in-
dependientes de la influencia del tiempo. Son leyes eternas,
leyes que siempre han de regir la sociedad. Ha habido

82

i
historia porque existían instituciones feudales y porque
las relaciones de producción existentes en aquellas insti-
tuciones diferían totalmente de las de la sociedad burgue-
sa, es decir, de aquellas que los economistas quieren pre-
sentar como naturales y, por consiguiente, eternas. [NíF
(1847 MEGA 1/6, p. 188]

Cuando se ha visto en el hombre la esencia, la base de


toda la actividad humana y de toda relación humana, sólo la
«escuela crítica» puede inventar nuevas categorías y
retransformar al hombre en una categoría, en el principio de
una serie de categorías. Es el último refugio del
«inhumanismo» teológico, perseguido y acosado en todas
partes. La historia no hace nada; no «posee inmensas ri-
quezas», no «libra combates». Son los hombres reales y vi-
vos los que hacen, poseen y luchan. La «historia» no utiliza a
los hombres como medios para conseguir —como si fuese
una persona individual— sus propios fines. La historia no es
nada más que la actividad de los hombres para la
consecución de sus objetivos. [SF (1845) MEGA 1/3, p. 265]

Darvvin ha despertado nuestro interés por la historia


de la tecnología natural, es decir, por la formación de los
órganos de las plantas y de los animales, como instru-
mentos de producción para la conservación de la vida.
¿No merece la misma atención la historia de los órganos
productivos del hombre, de los órganos que constituyen
la base de toda la organización social? ¿Y no es más fácil
compilar esta historia, dado que, como dice Vico, la histo-
ria humana difiere de la natural por el hecho de que no-
sotros mismos hacemos la primera pero no la segunda?
La tecnología revela las relaciones del hombre con la na-
turaleza, el proceso de la producción de su vida y, con ello,
el proceso de formación de sus relaciones sociales y de las
concepciones mentales que resultan. Toda historia, indu-

83
so la de la religión, que no tenga en cuenta esta base ma-
terial, es una historia acrítica. En la práctica, es mucho más
fácil descubrir con el análisis el núcleo terrenal de las
nebulosas creaciones de la religión que al revés, es decir,
inferir de las relaciones efectivas de vida de un período
determinado las formas «espiritualizadas» que corres-
ponden a estas relaciones. Ahora bien, este último método
es el único materialista y, por tanto, el único científico.
Resulta evidente la inadecuación del materialismo abstracto
de la ciencia natural —que prescinde del proceso his-
tórico— si nos fijamos en las concepciones abstractas e
ideológicas de sus portavoces cuando se aventuran fuera de
los límites de su especialidad. [Capital, l (1867) VA, I, p.
389 (nota pie de página, 89).]

1. En el desarrollo de las fuerzas productivas se llega a


un estadio en que aparecen fuerzas productivas y medios de
circulación que han de ser forzosamente nefastos en el
marco de las relaciones existentes; no son ya fuerzas
productivas sino fuerzas destructivas (el maqumismo y el
dinero). A la vez, surge una clase que soporta todas las
cargas de la sociedad sin gozar de ninguna de sus ventajas,
una clase expulsada de la sociedad y obligada a oponerse
totalmente a las demás clases, una clase que engloba la
mayoría de los miembros de la sociedad y en la cual se
desarrolla la conciencia de la necesidad de una revolución
radical: es la conciencia comunista, que también se puede
formar, naturalmente, en el seno de las demás clases, al
observar la situación de ésta.
. 2. Las condiciones en que pueden utilizarse determi-
nadas fuerzas productivas son también las condiciones para
1a dominación de una clase determinada de la sociedad,
cuyo poder social, derivado de su propiedad, encuentra
invariablemente una expresión práctica c ideal en una
forma particular de Estado. Por consiguiente, todas las
luchas revolucionarias se dirigen contra la clase que ha sido
hasta entonces dominante.

84
'•4

3. En todas las revoluciones anteriores, la forma de "’


actividad permanecía inmutable; se trataba, únicamente de
una redistribución de esta actividad entre otras personas, de la
introducción de una nueva división del trabajo. En cambio, la
revolución comunista se dirige contra el modo de actividad
anterior, suprime el trabajo y elimina todas las formas de
dominación de clase al eliminar las clases mismas, porque es
realizada por la clase que ya no cuenta como clase en la
sociedad, que no es reconocida como tal y que es la expresión
de la disolución de todas las clases, de todas las
nacionalidades, etc., dentro de la sociedad actual.
4. Para la creación, en escala de masas, de esta con-
ciencia comunista y para el éxito final de la causa se requiere
una transformación masiva de los hombres. Ahora bien, esta
transformación sólo puede llevarse a cabo con un movimiento
práctico, con una resolución. La revolución no sólo es
necesaria porque es el único medio de derrocar a la clase
dominante; lo es también porque sólo una revolución
permitirá a la clase que ¡a derroca barrer los escombros de la
vieja sociedad y ser capaz de fundar la sociedad sobre nuevas
bases. [IA (1845-1846) MEGA 1/5, 59-60]

Así como los economistas son los representantes cien-


tíficos de la burguesía, los socialistas y los comunistas son
los teóricos del proletariado. Mientras el proletariado no se
desarrolla lo bastante como para constituirse en clase,
mientras la lucha del proletariado contra la burguesía no
adquiere un carácter político y mientras las fuerzas pro-
ductivas no son lo bastante desarrolladas, dentro de la misma
sociedad burguesa, para mostrar las condiciones materiales
necesarias para la emancipación del proletariado y la creación
de una nueva sociedad, estos teóricos son simples utopistas
que para remediar el estado de las clases oprimidas
improvisan sistemas y quieren descubrir una ciencia
regeneradora. Pero a medida que la historia

85
avanza y que La lucha del proletariado toma una forma más
clara, no deben buscar ya la ciencia en sus propios cerebros;
les basta con observar lo que ocurre ante sus propios ojos y
convertirse en su vehículo de expresión. Mientras buscan
una ciencia y sólo crean sistemas, mientras se encuentran en
los inicios de la lucha, sólo ven en la miseria miseria, sin
comprender su aspecto revolucionario y subversivo, que
acabará derrocando la vieja sociedad Pero, a partir de este
momento, la ciencia producida por el movimiento histórico
y conscientemente asociada a este movimiento deja de ser
doctrinaria y se convierte en revolucionaria. [MF (1847)
MEGA 1/6, p. 191)]

86
I¡. Existencia y conciencia

i
El defecto fundamental de todo el materialismo anterior
—incluyendo el de Feuerbach— es que sólo concibe las
cosas (Gegenstand), la realidad, el mundo sensible, en forma
de objetos (Objeki) de observación y no como actividad
sensorial humana, no como actividad práctica, no
subjetivamente. Por esto, el aspecto activo ha sido desa-
rrollado por el idealismo, en oposición al materialismo, pero
en forma abstracta porque el idealismo no conoce,
naturalmente, la actividad sensorial real como tal. Feuerbach
quiere objetos sensibles, realmente distintos de los objetos
mentales, pero tampoco concibe la actividad humana como
una actividad objetiva (gegenstandlich). Por eso, en La
esencia del cristianismo sólo considera como actitud
auténticamente humana la actividad teórica y aprehende sólo
la actividad práctica en su manifestación bajamente judaica.
Por consiguiente, no comprende la significación de la
actividad «revolucionaria», «práctico- crítica».
II
La cuestión de si el pensamiento humano puede aspirar a
la verdad objetiva (gegenstandlich) no es una cuestión
teórica sino práctica. Es en la práctica donde el hombre ha
de demostrar la verdad, es decir, la realidad y la fuerza, la
«terrenalidad» de su pensamiento. La disputa sobre la
realidad o la irrealidad del pensamiento al margen de la
práctica es una cuestión puramente escolástica.

87
ni
La teoría materialista sobre la modificación de las cir-
cunstancias y la educación, olvida que las circunstancias son
modificadas por los hombres y que el educador debe ser
educado. Esta doctrina divide, pues, a la sociedad en dos
partes, una de las cuales es superior a la sociedad.
La coincidencia de la modificación de las circunstancias
y de la actividad humana o auto modificación sólo puede
concebirse y comprenderse racionalmente como una práctica
revolucionaria.
rv
Feuerbach parte del hecho de la autoalienación religiosa,
del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso,
imaginario, y un mundo real. Su cometido consiste en
reducir el mundo religioso a su base terrenal. Pero el hecho
de que La base terrenal se separe de su propia esfera y se
establezca en las nubes como un reino independiente sólo
puede explicarse por el desgarramiento y la contradicción
internos de esta misma base terrenal. Es necesario, pues,
comprender ésta en su contradicción y revolucionarla en la
práctica. Así, por ejemplo, cuando se ha descubierto que el
secreto de la familia celestial es la familia terrenal, se debe
destruir ésta en la teoría y en la práctica.

V
No satisfecho con el pensamiento abstracto, Feuerbach
pide la observación empírica, pero no coincide el mundo
sensible como una actividad práctica, como una actividad
sensorial humana.

VI
Feuerbarch reduce la esencia de la religión a la esen

88
cia del hombre. Pero la esencia del hombre no es una abs-
tracción inherente a cada individuo particular. La verdadera
naturaleza del hombre es la totalidad de sus relaciones
sociales.
Feuerbach, que no entra en la crítica de esta esencia real,
se ve obligado, pues:
1. A hacer abstracción del curso de la historia y a con-
vertir el espíritu religioso en algo inmutable, existente por sí
mismo, y a postular la existencia de un individuo humano
abstracto, aislado.
2. A concebir la naturaleza del hombre únicamente en
términos de «género», como una cualidad universal interna y
muda que une a los numerosos individuos de forma
puramente natural (biológica).
VII
Por eso Feuerbach no ve que el «sentimiento religioso» es
un producto social y que el individuo abstracto que ¿1 analiza
pertenece a una forma particular de sociedad.
VIII
La vida social es esencialmente práctica. Todos los
misterios que desvían la teoría hacia el misticismo en-
cuentran su solución racional en la práctica humana y en la
comprensión de esta práctica.
IX
El punto más alto a que ha llegado el materialismo que
se limita a observar el mundo, es decir, que no concibe la
existencia sensorial como una actividad práctica, es la
observación de los individuos particulares y de la sociedad
civil.
X
El punto de vista del materialismo antiguo es la sodb-

89
dad civil; el de! nuevo materialismo es la sociedad humana
o la humanidad socializada.

XI
Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de
diversas maneras; pero de lo que se trata es de transfor-
marlo. [Tesis sobre Feuerbach (1845) MEGA 1/5, pp. 533-
535]« " '• • ;v --
- •: . r
r ■, -
Feuerbach es el único que adopta una actitud seria y
critica hada la dialéctica de Hegd, el único que ha hecho
’-Kj-í ► *
1. Maestra traducción te basa en el original, cuyo texto difiere
ligeramente del publicado por Engel» en 1888. [Las diferencias ' radican,
sobre todo, en las tesis III y IV. El texto publicado por Engeis dice así: •III.
La teoría materialista de que ios hombres sou producto de las
circunstancias y de la educación y que, por lo Unto, ios hombres
modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación
distinu, olvida que las circunstancias las hacen cambiar precisamente los
hombres y que el propio educador ha de ser educado. Conduce, pues,
forzosamente, a la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales
está por encima de la sociedad (así, por ejemplo, en Robert Owen).
»La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la
actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente
como práctica revolucionaria.
•IV. Feuerbach parte del hecho de la autoalienación religiosa, del
desdoblamiento del mundo en un mundo religioso, imaginario, y un
mundo reaL Su cometido consiste en reducir el mundo religioso a su base
terrenal. No ve que después de realizada esta labor, falta por hacer io
principal En electo, el hecho de que la base terrenal se separe de su propia
esfera y se establezca en las nubes como un reino independiente sólo puede
explicarse por el desgarramiento y la contradicción internos de esta
misma base terrenaL Es necesario, pues, comprender ésta en su contradic-
ción y revolucionarla prácticamente, eliminando la contradicción. Así, por
ejemplo, citando se ha descubierto que.el secreto de la familia celestial es
la familia terrenal, hay que criticar ésta teó- y ricamente y revolucionarla
en la práctica.» (Nota del traductor.)}

90
descubrimientos reales en este dominio y que ha superado
la vieja filosofía...
La gran aportación de Feuerbach consiste en:
1. Haber demostrado que la filosofía no es más que
la religión convertida en pensamiento y desarrollada por
el pensamiento y que se debe condenar igualmente como
forma y otro modo de existencia de la alienación humana.
2. Haber fundado el atiténtico materialismo y la cien-
cia positiva convirtiendo la relación social del «hombre a
hombre» en el principio básico de su teoría;
3. Haber opuesto a la negación de la negación, que
pretende ser lo positivo absoluto, un principio autónomo
fundado positivamente en sí mismo. [MEF (1844) MEGA
1/3, pp. 151-152]

La experiencia sensible (c/r. Feuerbach) debe ser la base


de toda la ciencia. La ciencia sólo es auténtica cuando procede
de la experiencia sensible, en las dos formas de percepción
sensible y de necesidad sensorial, es decir, cuando procede de
la naturaleza. Toda la historia es una preparación de la
transformación del «hombre» en un objeto de la percepción
sensible y del desarrollo de las necesidades humanas (las
necesidades del hombre como tal). La historia es una parte
real de la historia natural, de la transformación de la
naturaleza en hombre. La ciencia natural englobará un día la
ciencia del hombre y la ciencia del hombre englobará la
ciencia natural; serán una sola ciencia. [MEF (1844) MEGA
1/3, p. 123]

Sólo ahora, después de haber examinado cuatro «mo-


mentos», cuatro aspectos de las relaciones históricas ori-
ginales, vemos que el hombre tiene «conciencia». Pero no es
una conciencia original, «pura». Desde el primer momento,
pesa sobre el «espíritu» la «carga» de una materia que se
presenta en este caso en forma de capas de aire removidas, de
sonidos, es decir, el lenguaje. El lenguaje

m 91
es tan antiguo como la conciencia; es la conciencia práctica,
real, tal como existe para otros hombres y también para mi,
por vez primera. Al igual que la conciencia, el lenguaje sólo
surge de la necesidad de relación con los demás hombres.
Cuando existe una relación, existe para mí; el animal no tiene
•relaciones• con nada, no tiene relaciones en absoluto. Para
el animal, su relación con los demás animales no existe como
relación. Por consiguiente, la conciencia es, desde el primer
momento, un producto social, y lo es mientras ios hombres
existan. Naturalmente, la conciencia es, al principio, la
simple conciencia del medio sensible inmediato y de la
limitada conexión con otras personas y cosas situadas fuera
del individuo que toma conciencia. Al mismo tiempo, es una
conciencia de la naturaleza; al principio, la naturaleza parece
a los hombres una fuerza to ulmén te ajena, todopoderosa e
inatacable; las relaciones del hombre con ella son puramente
animales; los hombres son dominados por la naturaleza como
un rebaño; se trata, pues, de una conciencia puramente
animal de la naturaleza (religión natural).
Se ve en seguida que esta religión natural o este com-
portamiento determinado ante la naturaleza están condi-
cionados por la forma de la sociedad y viceversa. La iden-
tidad entre la naturaleza y el hombre resulta aquí manifiesta
—como en todas partes— por el hecho de que la limitada
relación de los hombres con la naturaleza determina la
limitada relación de los hombres entre sí y, también, porque
esta limitada relación mutua de los hombres determina su
limitada relación con la naturaleza, precisamente porque la
naturaleza apenas ha sido modificada históricamente. Por
otro lado, el hombre tiene conciencia de la necesidad de
asociarse con los individuos que le rodean: es el comienzo de
la conciencia de vivir en sociedad. Este comienzo es tan
animal como la vida social, en este estadio. Es una mera
conciencia gregaria y el hombre sólo se distingue de los
corderos en este punto porque la conciencia ocupa en él el
lugar del instinto, o porque el instinto es consciente. ...... ;

92
Esta conciencia gregaria o tribal se desarrolla y per-
fecciona con el incremento de la productividad, la multi-
plicación de las necesidades y el aumento de la población, que
constituye la base de los dos primeros factores. Junto con
estos cambios, hay un desarrollo de la división del trabajo
(que no sea, en principio, mis que la división del trabajo en el
acto sexual) hasta llegar a ser una división del trabajo
espontánea o «natural», en virtud de las aptitudes naturales
(por ejemplo, la fuerza), de las necesidades, de las
casualidades, etc. [IA (1845-184Ó) MEGA 1/5, pp. 19-21]

Sólo en un contexto social el subjetivismo y el objeti-


vismo, el espiritualismo y el materialismo, la actividad y la
pasividad dejan de ser antinomias y dejan de existir como
tales antinomias. Las contradicciones teóricas sólo pueden
resolverse con medios prácticos, con la energía práctica del
hombre. Esta solución no consiste únicamente en la
comprensión, sino que se trata de una tarea real de la vida,
una tarca que la filosofía ha sido incapaz de realizar porque la
veía como un problema puramente teórico.
La historia de ¡a industria, de la industria tal como existe
objetivatnente, es un libro abierto de las facultades humanas
y una psicología humana que puede ser directamente
aprehendida. Esta historia no ha sido, hasta ahora, concebida
en relación con la naturaleza humana; sólo lo ha sido desde
un punto de vista superficialmente utilitario porque, en la
situación de alienación, sólo era posible concebir las
facultades humanas reales y la acción de la especie humana
en la forma de existencia humana abstracta, es decir, de
religión, o con historia en forma general y abstracta, política,
arte y literatura. La industria material, cotidiana (...) nos
muestra en forma de objetos sensibles, externos y útiles, en
forma alienada, las facultades humanas esenciales
transformadas en objetos. La psicología que permanezca al
margen de este libro de las facub

93'
tades humanas, es decir, de la parte más tangible y accesible
de la historia, no puede ser una ciencia auténtica, con' un
contenido real. ¿Qué pensar de una ciencia que permanece al
margen de este enorme campo del trabajo humano, de una
ciencia que no reconoce sus propias insuficiencias y para la
cual esta gran riqueza de la actividad humana no significa
nada, o sólo significa, quizá, lo que puede expresarse con
una sola palabra: «necesidad• o •necesidad común»?
Las ciencias naturales desarrollan una tremenda acti-
vidad y han recogido una gran masa de datos —en creci-
miento constante. Pero la filosofía ha permanecido al margen
de estas ciencias, del mismo modo que ellas han per-
manecido al margen de la filosofía. Su aproximación mo-
mentánea no ha sido más que una ilusión fantástica. Habla
un deseo de unión, pero faltaba la fuerza para realizarla. La
historiografía misma sólo tiene en cuenta la ciencia natural
de modo incidental, la considera como un factor de
ilustración, de utilidad práctica, un factor que permite hacer
grandes descubrimientos particulares. Pero las ciencias
naturales han penetrado prácticamente en la vida humana
con su transformación de la industria. Han preparado la
emancipación de la humanidad, aunque su efecto inmediato
haya consistido en acentuar la deshumanización del hombre.
La industria es la relación histórica real de la naturaleza —y,
por tanto, de las ciencias naturales— con el hombre. En
consecuencia, si la industria se concibe como una forma
exotérica de realización de las facultades humanas
esenciales se puede aprehender la esencia humana de la
naturaleza o la esencia natural del hombre. Las ciencias
naturales abandonarán entonces su materialismo abstracto o,
mejor dicho, su orientación idealista y se convertirán en la
base de una ciencia humana, como se han convertido ya —
aunque en forma alienada— en la base de una vida realmente
humana. Es una falsedad a priori que exista una base para la
vida y otra para la ciencia. Al desarrollarse en la historia
humana, en la génesis de la sociedad humana, la naturaleza
es la ver-

94
ti - «t;
i'ÍÍS •,.

dadera naturaleza del hombre; la naturaleza, pues, tal como


se desarrolla a través de la industria —aunque en forma
alienada— es realmente una naturaleza antropológica.
[MEF 1844) MEGA 1/3, pp. 121-122]

El caso del fetichismo permite ver hasta qué punto la


solución de un problema teórico es una tarea práctica y se
consigue con la práctica, y hasta qué punto la práctica
correcta es la condición de una teoría verdadera y positiva.
La percepción sensible de un fetichista difiere de la de un
griego, porque su existencia sensible es diferente. La
hostilidad abstracta entre los sentidos y el espíritu es
inevitable mientras el sentido humano de la naturaleza o el
significado humano de la naturaleza, es decir, el sentido
natural del hombre, no se haya producido a través del
trabajo del hombre mismo. [MEF (1844) MEGA 1/3, pp.
123-134]

El hecho es, por consiguiente, que determinados in-


dividuos, productivamente activos de una manera deter-
minada, entran en estas relaciones sociales y políticas
determinadas. La observación empírica ha de mostrar em-
píricamente en cada caso y sin mixtificación ni especulación
la conexión de la estructura social y política con la
producción. La estructura social y el Estado surgen con-
tinuamente del proceso vital de individuos determinados, de
los individuos no tal como aparecen en su propia ima-
ginación o en la de otros, sino tal como son en realidad, es
decir, tal como actúan, producen su vida material y operan
dentro de límites materiales, presuposiciones y condiciones
determinados, independientes de su voluntad.
La producción de ideas, de concepciones y de la con-
ciencia está directamente entrelazada, al principio, con la
actividad material y con la relación materia] de los hombres,
el lenguaje de la vida real. La representación y el
pensamiento, el comercio mental de los hombres aparecen

95

KtHÍ«¡4Ú:.
todavía, en esta etapa, como una emanación directa de su
conducta material. Lo mismo se puede decir de la producción
mental, tal como se expresa en el lenguaje político, legal,
moral, religioso y metafisico de un pueblo. Los hombres son
los productores de sus propias concepciones, ideas, etc.; los
hombres reales, activos, condicionados por un determinado
desarrollo de sus fuerzas productivas y de las relaciones a
ellas correspondientes, hasta las formas más vastas. La
conciencia no puede ser más que la existencia consciente, y
la existencia de-los hombres es su proceso efectivo de vida.
Si en todas las ideologías los hombres y sus circunstancias
aparecen invertidos como en una camera obscura se debe a
su proceso histórico de vida, del mismo modo que la
inversión de los objetos en la retina se debe a su proceso de
vida físico.
En contraste directo con la filosofía alemana, que des-
ciende del cielo a la tierra, nosotros ascendemos de la tierra
al cielo. Es decir, para llegar á los hombres de carne y huesos
no partimos de lo que los hombres dicen, imaginan o
conciben, ni de lo que se ha dicho, pensado, imaginado o
concebido de los hombres. Partimos de los hombres reales,
activos y de su proceso real de vida y mostramos el
desarrollo y los reflejos y ecos ideológicos de este proceso de
vida. Los fantasmas del cerebro humano son sublimaciones
necesarias del proceso material de vida de los hombres, que
puede definirse y fijarse empíricamente y está vinculado a
premisas materiales. La moralidad, la religión, la metafísica
y otras ideologías y sus formas de conciencia
correspondientes pierden su apariencia de existencia
autónoma. No tienen una historia ni un desarrollo propios;
son los hombres los que al desarrollar su producción material
y sus relaciones materiales modifican, junto con su
existencia real, su pensamiento y los productos de su
pensamiento. La vida no está determinada por la conciencia;
la conciencia está determinada por la vida. Los que adoptan
el primer enfoque parten de la conciencia como ser vivo; los
que adoptan el segundo — que corresponde a la vida real—
parten de los indi-
96
viduos vivos, reales y concretos y consideran la concien- cia
únicamente como su conciencia.
Este método de aproximación no deja de tener, natu-
ralmente, presuposiciones, pero parte de presuposiciones
reales y no las abandona ni por un momento. Sus premisas
son los hombres, no en una condición imaginaria de
plenitud o de estabilidad, sino en su proceso efectivo, em-
píricamente observable, de desarrollo en determinadas
condiciones. Cuando se conoce este proceso de vida activo,
la historia deja de ser una colección de hechos muertos —
como ocurre en los empiristas, que también son abs-
tractos— o una actividad ilusoria de sujetos ilusorios
—como ocurre en los idealistas. ____________________
^jDóndetermina la especulación —en la vida real— empieza
la ciencia real, positiva, la representación de la acti- 1 vidad
práctica y del proceso práctico de desarrollo de los hombres. La
fraseología sobre la conciencia desaparece ¿y se debe
reemplazar por el conocimiento real.|Cuando se”conoce la
realidad, la filosofía como actividad independiente pierde su
medio de existencia. En el mejor de los casos, se la puede
reemplazar por un resumen de los resultados generales,
conseguidos con el estudio del desarrollo histórico de los
hombres. Por sí mismas y separadas de la historia real, estas
abstracciones no tienen ningún valor. Sólo pueden servir para
facilitar la clasificación del material histórico y para indicar el
orden de secuencia de sus distintas capas. No nos dan en
absoluto, como la filosofía, una receta o un esquema que
permita distinguir correctamente las diversas épocas de la histo-
ria. Al contrario, las dificultades empiezan cuando nos ponemos
a estudiar y a ordenar el material —de una época pasada o del
presente— y a representar la realidad. [IA (1845-1846) MEGA
1/5, pp. 15-17]

La actividad social y el intelecto social no existen


únicamente en una forma de actividad o en una forma
mental que sean manifiestamente sociales. Sin embargo,

BES is.7 97
r T

la actividad y el intelecto sociales, es decir, la actividad y el


intelecto que se expresan y verifican directamente en

fundamenta en la naturaleza de la actividad o corresponde a


la naturaleza del intelecto.
Incluso cuando realizo mi labor científica, etc., es decir,
una actividad que raramente puedo llevar a cabo en
asociación directa con otros hombres, realizo un acto social,
porque es un acto humano. No sólo se me da como producto
social el material de mi actividad —como el lenguaje que
utiliza el pensador—, sino que mi propia existencia es una
actividad social. Por esta razón, lo que yo produzco lo
produzco para la sociedad y con la conciencia de actuar
como ser social.
... Es necesario evitar, sobre todo, postular la «sociedad»
como una abstracción frente al individuo. El individuo es un
ser social. La manifestación de su vida —incluso cuando no
aparece directamente en forma de manifestación social,
realizada en asociación con otros hombres— es, por
consiguiente, una manifestación y una afirmación de vida
social. La vida humana individual y la vida de la especie 2
no son dos cosas diferentes, aunque el modo de existencia
de la vida individual sea necesariamente un modo de la vida
de la especie más particular o más general, o que la vida de
la especie sea un modo de vida individual más particular o
más general. En su conciencia de la especie el hombre
confirma su vida social real y reproduce su existencia real
en el pensamiento; viceversa, el ser genérico se confirma a
sí mismo en la conciencia de la especie y existe para sí en
su universidad como ser pensante. El hombre es un
individuo único —y es, precisamente, su particularidad lo
que hace de él un individuo, un ser social realmente
individual —pero también es el

2. Marx utilizaba el término «especie», siguiendo a Feuerbach,


para referirse a la conciencia que el hombre tiene de su
humana general, de pertenecer a la «especie humana». • 98
todo, el todo ideal, la existencia subjetiva de la sociedad
pensada y experimentada. Existe, en realidad, como repre-
sentación e intelecto real de la existencia social y como la
suma de la manifestación humana de vida.
El pensamiento y el ser son ciertamente distintos, pero
forman una unidad. [MEF (1844) MEGA 1/3, pp. 116-117]

Las relaciones de producción efectivas entre los indi-


viduos se han de expresar necesariamente como relaciones
políticas y legales. Dentro de la división del trabajo, estas
relaciones han de asumir necesariamente una existencia
independiente vis-á-vis de los individuos. En el lenguaje,
estas relaciones sólo pueden expresarse como conceptos. El
hecho de que estos universales y estos conceptos se acepten
como fuerzas misteriosas es una consecuencia necesaria de la
existencia independiente de las relaciones reales que aquellos
expresan. Además de aceptarlos en la conciencia cotidiana,
los estudiosos de la política y los juristas atribuyen a estos
universales una validez especial y los desarrollan porque, a
causa de la división del trabajo, han de rendir culto a dichos
conceptos y ven en ellos y no en las relaciones de producción
la verdadera base de las relaciones de propiedad efectivas. [IA
(1845-1846) MEGA 1/5, p. 342]

Las ideas de la clase dominante son, en cada época, las


ideas dominantes; es decir: la clase que es la fuerza material
dominante, es, al mismo tiempo, la fuerza intelectual
dominante. La clase que controla los medios de producción
material controla al mismo tiempo los medios de producción
mental; por consiguiente, las ideas de los que no disponen de
los medios de producción mental están, por lo general,
sometidas a las de la clase dominante. Las ideas dominantes
no son más que la expresión ideal de las relaciones materiales
dominantes, aprehendidas como ideas y, por consiguiente, de
las relaciones que

,99
” • -'i '• ■ • •: • •• .
convierten una clase en clase' dominante,*^son; pues,-las
ideas de su dominio. Los individuos que componen la clase
dominante poseen, entre otras cosas, una conciencia y, por lo
tanto, piensan. Mientras dominan como clase y determinan una
época en todas sus dimensiones es evidente que dominan en
toda la extensión y, por consiguiente, también dominan
como pensadores, como productores de ideas, y regulan la
producción y la distribución de las ideas de su época. Por
consiguiente, sus ideas son las ideas dominantes de la época.
Por ejemplo, en un país y en una época en que el poder real,
la aristocracia y la burguesía luchan por el poder y en que,
por consiguiente, el poder es compartido, la doctrina de la
separación de los poderes se convierte en la idea dominante
y se enuncia como una «ley eterna». La división del trabajo,
que hemos estudiado más arriba como una de las principales
fuerzas de la historia hasta nuestros días, también se
manifiesta en el seno de la clase dominante en forma de
división del trabajo mental y material; en el interior de esta
clase, unos son los pensadores de la clase (sus ideólogos
activos, los elaboradores de conceptos, que viven,
principalmente, de desarrollar y perfeccionar las ilusiones
que la clase se hace sobre sí misma), y los otros tienen una
actitud más pasiva y receptiva ante estas ideas e ilusiones
porque son, en realidad, los miembros activos de la clase y
disponen de menos tiempo para forjar ideas e ilusiones sobre
ellos mismos. Esta división en el interior de la clase
dominante puede dar lugar, incluso, a una cierta oposición y
hostilidad entre ambas partes; pero la oposición desaparece
en cuanto se produce una colisión práctica que pone en
peligro a toda la clase; y con ella desaparece, también, la
ilusión de que las ideas dominantes no eran las ideas de la
clase dominante y tenían un poder distinto al poder de esta
clase. La existencia de ideas revolucionarias en una época
determinada presupone la existencia de una clase revolucio-
naria...
Si, al estudiar el curso de la historia, separamos las ideas de
la clase dominante de la clase dominante en sí
MBST

4**-***,.
ÍT-í-x
Cr-
KJ

misma y les atribuimos una existencia independiente,*si nos


limitamos a decir que en una época determinada dominaban
tales o cuales ideas sin prestar atención a las condiciones de
producción y a los productores de estas ideas y, por tanto, si
ignoramos los individuos y las circunstancias mundiales que
constituyen la fuente de las ideas, podremos decir, por
ejemplo, que en la época de la aristocracia predominaban los
conceptos de honor, de lealtad, etc.; que durante el dominio
de la burguesía predominaban los conceptos de libertad,
igualdad, etc. En general, la clase dominante cree que asi
ocurre efectivamente. Esta concepción de la historia,
compartida por todos los historiadores, especialmente a partir
del siglo XVITI, chocará necesariamente con el hecho de que
las ideas dominantes son cada vez más abstractas, es decir,
adoptan cada vez más una forma universal. Porque cada
nueva clase que reemplaza a la clase anteriormente dominante
se ve obligada, simplemente para conseguir sus objetivos, a
presentar sus intereses como intereses comunes de todos los
miembros de la sociedad, es decir, a dar a sus ideas la forma
de universalidad y a representarlas como las únicas racionales
y universalmente válidas. La clase que hace una revolución
aparece desde el primer momento no como una clase sino
como la representante de toda la sociedad, simplemente
porque se opone a una clase. Aparece como la sociedad
entera enfrentada con una sola clase, la dominante. Puede
hacerlo porque, al principio, su interés está de verdad
íntimamente ligado al interés de todas las clases no-
dominantes restantes y porque bajo las limitaciones y la
presión de las circunstancias anteriores no se ha podido
desarrollar como interés particular de una clase particular. Su
victoria beneficia, pues, a muchos individuos de las demás
clases que no alcanzan una posición dominante, pero sólo en
la medida en que sitúa a estos individuos en condiciones de
poderse incorporar a la clase dominante. Cuando la burguesía
francesa derrocó el dominio de la aristocracia, permitió a
muchos proletarios elevarse por encima del proletariado, pero
sólo a condición
■■■'■ . I «I^HI. II. .m»»i ... W..W» .j —

de convertirse en burgueses. Cada nueva clase establece,


pues, su dominio sobre una base más amplia que la de la
clase dominante anterior. Pero, al mismo tiempo, la opo-
sición entre la clase ahora dominante y las clases que no
dominan se agrava en profundidad e intensidad. La conse-
cuencia de estas dos características es que el objetivo de la
lucha contra la nueva clase dominante es una negación más
decisiva y radical de las condiciones anteriores de la sociedad
que la negación a que podían aspirar las clases anteriores que
luchaban por el poder.
La ilusión de que el dominio de una clase determinada es
únicamente el dominio de determinadas ideas desaparece
desde luego cuando el dominio de clases deja de ser la forma
de organización social: es decir, atando ya no es necesario
presentar un interés particular como interés general o
presentar como dominante el «interés general». [IA (1845-
1846) MEGA 1/5, pp. 35-37]

Cuanto más chocan las formas establecidas de relación


en la sociedad —y, por tanto, las condiciones de la clase
dominante— con el desarrollo de las fuerzas productivas, y
cuanto mayor es, en consecuencia, la disención dentro de la
clase dominante y entre ésta y la clase sometida, menos
verídica resulta la conciencia que surge de estas formas de
relación y las expresa; es decir, deja de expresarlas. Las
concepciones anteriores de estas relaciones, en las que los
intereses individuales eran presentados como intereses
generales, se convierten en una simple fraseología
idealizadora, en ilusiones conscientes y engaños deliberados.
Pero, cuanto más se las condena por falsas y cuanto menos
satisfacen las exigencias de la comprensión, más dogmática
es su forma y más engañador, mora- lizador y espiritual
resulta el lenguaje de la sociedad establecida. [IA (1845-
1846) MEGA 1/5, pp. 271-272]

Tampoco podemos pensar que los representantes de

102
mocráticos son todos tenderos o entusiastas partidarios de los
tenderos. Según su educación y su posición individual,
pueden estar tan lejos del cielo como de la tierra. Lo que les
convierte en representantes de la pequeña burguesía es que
nunca rebasan mentalmente los limites que ésta no rebasa en
la práctica, en la vida; por consiguiente, se encuentran en el
plano teórico con los mismos problemas y las mismas
soluciones con que se encuentran prácticamente los pequeños
burgueses por sus intereses materiales y su posición social.
Ésta es, en general, la relación entre los representantes
políticos y literarios de una clase y la clase que representan.
[/£ Brumario (1852)1

Para estudiar la conexión entre la producción intelectual


y la material se ha de concebir esta última en su forma
histórica determinada y no como categoría general. Por
ejemplo, al modo de producción capitalista corresponde un
tipo de producción intelectual muy distinto del que
corresponde al modo de producción medieval. Si la
producción material no se entiende en su forma histórica
específica, es imposible aprehender las características de la
producción intelectual correspondiente o la acción recíproca
entre ambas. [TPV, I. p. 381]

La reflexión del hombre sobre las formas de la vida


social y, por tanto, su análisis científico de estas formas
siguen una dirección totalmente opuesta a la de su desarrollo
histórico efectivo. Parte, post festunt, de los resultados
acabados del proceso de desarrollo. Las características que
dan a los productos la cualidad de mercancías y cuyo
establecimiento es una premisa indispensable para la
circulación de éstas, adquieren la estabilidad de rasgos
naturales de vida social antes de que los hombres intenten
explicar no ya su carácter histórico —puesto que se las
considera inmutables—, sino su significación. Por consi-
guiente, sólo el análisis del precio de la mercancía ha per-

103
I
mi ti do determinar la magnitud del valor y sólo la expresión
común de todas las mercancías en dinero ha permitido
descubrir su cualidad de valores. Ahora bien, es pre-
cisamente esta forma monetaria última del mundo de las
mercancías lo que oculta, en vez de revelar, el carácter social
del trabajo individual y las relaciones sociales entre los
productores individuales. Si digo que la relación de las
levitas y las botas con el lienzo es la encamación universal
del trabajo humano abstracto, mi afirmación es absurda.
Pero cuando los productores de levitas y botas relacionan
estos artículos con el lienzo o, lo que es lo mismo, con el oro
o la plata como equivalentes universales, expresan la
relación entre su trabajo individual y el trabajo colectivo de
la sociedad en la misma forma absurda.
Estas formas constituyen las categorías de la economía
política burguesa. Son formas de pensamiento socialmente
aceptadas y, por consiguiente, objetivas, que expresan las
relaciones productivas de un modo de producción definido,
históricamente determinado; por ejemplo, la producción de
mercancías. Todo el misterio de las mercancías, toda la
magia y la brujería que rodea a los productos del trabajo
mientras adoptan la forma de mercancías, desaparecen, pues,
cuando pasamos a otras formas de producción. [Capital, I
(1867) VA. I. 81-82]

I
La economía política ha analizado, aunque de manera |
incompleta, el valor y su magnitud y ha descubierto lo que )I
hay debajo de estas formas. Pero nunca se ha preguntado por
qué este contenido toma estas formas, por qué el trabajo se
representa por el valor de su producto y el tiempo de trabajo
por la magnitud de este valor. Estas formas, que llevan
escrita inequívocamente su pertenencia a una estructura
social en que el proceso de producción domina al hombre en
vez de ser dominado por él, tienen para el intelecto burgués
una necesidad tan natural como el mismo trabajo productivo.
La burguesía trata, pues, las formas de la producción social
que precedieron a la for-
J04
'■^trssír
"-m
• < -- *A£»
ma burguesa del mismo modo en que los Padres dé la
Iglesia trataban las religiones precristianas. [Capital, T,
(1867) VA. I. pp. 85-87)

Por consiguiente, cuando los hombres ponen en común


los productos de su trabajo en relación mutua como valores,
no es porque vean en estos artículos los simples
receptáculos materiales de un trabajo humano homogéneo.
Al contrario. Cuando, por vía de intercambio, los hombres
igualan como valores sus diferentes productos, con el
mismo acto igualan también, como trabajo humano, las
diferentes clases de trabajo invertidas en ellos. No son
conscientes del hecho, pero lo hacen. El valor no lleva,
pues, una etiqueta que diga lo que es. Es el valor, precisa-
mente, lo que convierte a cada producto del trabajo en un
jeroglífico social. Después, los hombres intentan descifrar el
jeroglífico, descubrir el secreto de sus propios productos
sociales, pues el hecho de dar a un objeto útil la categoría de
valor es tan producto social como el lenguaje. El reciente
descubrimiento científico de que los productos del trabajo,
en la medida en que son valores, no son más que la
expresión material del trabajo humano invertido en su
producción marca realmente un hito en la historia del
desarrollo de la raza humana, pero no elimina la bruma que
hace aparecer el carácter social del trabajo como una
característica objetiva de los mismos productos. Pese al
descubrimiento, pues, lo que sólo se puede aplicar a esta
forma particular de producción (la producción de
mercancías), es decir, que el carácter social específico del
trabajo de los productores independientes consiste en la
equivalencia de todas las formas de trabajo como trabajo
humano, y que adopta en el producto la forma de valor,
esto, decimos, es una verdad inmutable y definitiva para los
que están atrapados en las relaciones de la producción de
mercancías. También el análisis científico de los elementos
componentes del aire ha

105
dejado inmutable la atmósfera, como objeto físico expe-
rimentado. [Capital. I (1867) VA, I, pp. 79-80]

La economía política, surgida como ciencia indepen-


diente durante el periodo de la manufactura, contempla la
división del trabajo sólo desde el punto de vista de la
manufactura y sólo ve en ella el medio de producir más
mercancías con una determinada cantidad de trabajo, es
decir, el medio de abaratar las mercancías y acelerar la
acumulación de capital. Contrasta claramente con esta
acentuación de la cantidad y del valor de cambio la actitud
de los autores de la antigüedad clásica, preocupados ex-
clusivamente por la cualidad y el valor de uso. Con la se-
paración de los diversos ramos de la producción, las mer-
cancías son mejores, las diversas inclinaciones y el talento
de los hombres pueden escoger un terreno adecuado y re-
sulta imposible conseguir resultados importantes sin una
cierta concentración de los esfuerzos. Tanto el producto
como el productor se benefician, pues, de la división del
trabajo. Si estos autores hablan ocasionalmente del aumento
de la cantidad producida es en relación con una mayor
abundancia de valores de uso. No encontramos en ellos ni
una sola palabra sobre el valor de cambio o sobre el
abaratamiento de las mercancías. Platón es quien adopta el
punto de vista del valor de uso exclusivo: para él, la división
del trabajo es el fundamento de la división de la sociedad en
clases. También adopta este punto de vista Jenofonte, el
cual, con un instinto burgués característico, se aproxima
más al estudio de la división del trabajo dentro del taller. En
La República, Platón habla de la división del trabajo como
principio formativo del Estado; en este sentido, puede
decirse que no es más que la idealización ateniense del
sistema de castas egipcio. Egipto sirvió también de modelo
de país industrial a muchos contemporáneos de Platón, entre
ellos Isócrates, y siguió teniendo esta significación para los
griegos del Imperio romano. [Capital, I (1867) VA, 1, pp.
383-386]

106
m

Aristóteles no podía, sin embargo, descubrir, partiendo


de la forma del valor, que todo el trabajo se expresa en
forma de valores de la mercancía como trabajo humano
equivalente y, por consiguiente, como trabajo del mismo
valor. La sociedad griega se basaba en la esclavitud y tenía,
pues, como base natural la desigualdad de los hombres y de
su fuerza de trabajo. El secreto de la expresión del valor, es
decir, que todos los tipos de trabajo son iguales y
equivalentes porque y en la medida en que son trabajo
humano en general no puede ser descifrado hasta que la
noción de igualdad humana adquiere la fijeza de un
prejuicio popular. Ahora bien, esto sólo es posible en una
sociedad en que la gran masa de los productos del trabajo
toma la forma de mercancías y en que, por consiguiente, la
relación social dominante es la que existe entre los hombres
como propietarios de mercancías. El genio de Aristóteles se
demuestra, precisamente, por haber descubierto en la
expresión del valor de las mercancías una relación de
igualdad. Sólo las limitaciones históricas de la sociedad en
que vivía le impidieron descubrir la ver- dera naturaleza de
esta igualdad. [Capital, I (1867) VA, I. p. 65]

Proudhon obtiene su ideal de justicia, de juslicc éter-


nelle, de las relaciones jurídicas que corresponden a la
producción de mercancías; con esto demuestra —para con-
suelo de los buenos ciudadanos— que la producción de
mercancías es una forma de producción tan duradera como
la justicia. Una vez demostrado esto, hace un giro total e
intenta reformar la producción de mercancías y el sistema
legal correspondiente de acuerdo con su ideal. ¿Qué
pensaríamos del químico que en vez de estudiar las leyes
efectivas de los cambios moleculares en la composición y la
descomposición de la materia y de resolver, sobre esta base,
problemas definidos, intentase regular la composición y la
descomposición de la materia por medio de las «¡deas
eternas» de naluralité y de affiniti?

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Cuajado decimos que la «usura» contradice la justice éter-


neüe;V¿quité éternelle, la mutualité'étemelle y otras véri- tés
éternelles, ¿sabemos algo más que los Padres de la Iglesia
cuando decían que era incompatible con la grace éternelle,
con la fot éternelle y con la volonté étemelle de Dieu? [Capital, I,
1867) VA, I, pp. 90-91 (en nota a pie de página)] “ •!

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108
III. Sociedad, relaciones sociales
y estructura económica

El trabajo es, en primer lugar, un proceso en el que


participan el hombre y la naturaleza y en que el hombre
inicia, regula y controla las reacciones materiales entre él y
la naturaleza. El hombre se opone a la naturaleza como una
de sus fuerzas, poniendo en movimiento los brazos y las
piernas, la cabeza y las manos, las fuerzas naturales de su
cuerpo, para apropiarse de los productos de la naturaleza en
forma adaptada a sus necesidades. Al actuar así sobre el
mundo exterior y modificarlo, modifica su propia naturaleza.
Desarrolla sus fuerzas latentes y las obliga a actuar de
acuerdo con su voluntad. No hablamos ahora de las formas
primitivas e instintivas del trabajo, que nos recuerdan la
actividad del simple animal. Un inconmensurable lapso de
tiempo separa el estadio en que el hombre lleva su fuerza de
trabajo al mercado para venderla como una mercancía, del
estadio en que el trabajo humano se encontraba todavía en la
fase instintiva. El trabajo de que hablamos es el
exclusivamente humano. La araña realiza operaciones que se
parecen a las del tejedor, y la abeja avergonzaría a más de un
arquitecto por la perfección con que construye sus celdas.
Ahora bien, lo que distingue al peor de los arquitectos de la
mejor de las abejas es que el arquitecto erige su estructura,
en la imaginación antes de erigirla en la realidad. Al final de
cada proceso de trabajo se obtiene un resultado que ya
existía en la imaginación del trabajador al principio. No sólo
modifica la forma del material con que opera, sino que
realiza un propósito propio, que constituye la ley de su
modus operandi y al cual ha de subordinar su voluntad. Y
esta subordinación no es un simple acto momentáneo.
Además de la acción de los órganos corporales, el
proceso exige que durante toda la operación el trabajador
actúe plenamente de acuerdo con su objetivo. Esto significa
una gran atención. Cuanto menos le atrae la índole de su
trabajo y la manera en que se realiza, y cuanto menos goza
con él como un ejercicio agradable para sus fuerzas
corporales y mentales, mayor tiene que ser su atención.
Los factores elementales del proceso del trabajo son:
1. La actividad personal del hombre, es decir, el tra-
bajo en sí.
2. El objeto del trabajo.
3. Los instrumentos.
El suelo (en el que, desde el punto de vista económico,
debe incluirse también el agua) existe independientemente
deJ hombre y es el objeto universal del trabajo humano —
entendiéndolo en el estado virgen en que suministra al
hombre provisiones y medios de subsistencia para el con-
sumo inmediato. Todas las cosas que el trabajo se limita a
separar de su conexión inmediata con el medio, son objetos
de trabajo espontáneamente suministrados por la na-
turaleza. Esto ocurre, por ejemplo, con los peces que cap-
turamos y extraemos de su elemento, el agua; con la ma-
dera que abatimos en la selva virgen; con el mineral que
arrancamos del filón. En cambio, si el objeto del trabajo ha
sido, por así decirlo, filtrado por un trabajo previo, lo
denominamos materia prima: tal es el caso, por ejemplo,
del mineral extraído y a punto de ser lavado. Toda materia
prima es objeto del trabajo, pero no todo objeto del trabajo
es materia prima; sólo llega a serlo después de haber
sufrido algunas modificaciones por medio del trabajo.
El instrumento del trabajo es una cosa o un conjunto de
cosas que el trabajador interpone entre él mismo y el objeto
de su trabajo y que sirve de conductor de su actividad. El
hombre utiliza las propiedades mecánicas, físicas y químicas
de algunas sustancias para'someter otras sustancias a sus
objetivos. Dejando de lado los medios de subsistencia que
pueden consumirse sin manipulación, como k» frutos —para
cuya recogida los instrumentos de

110
trabajo son los mismos miembros del hombre—, lo primero
de que se apropia el trabajador no es el objeto del trabajo
sino su instrumento. La naturaleza se convierte, así, en uno
de los órganos de su actividad, un órgano que él anexiona a
sus propios órganos corporales, aumentando así su estatura
natural, pese a lo que diga la Biblia. La tierra es su despensa
primitiva y su primer arsenal de instrumentos. Le suministra,
por ejemplo, piedras para lanzar, rascar, golpear, cortar, etc.
La tierra también es un instrumento de trabajo, pero cuando
se utiliza como tal en la agricultura exige otros instrumentos
de trabajo y un desarrollo del trabajo relativamente elevado.
Cuando el trabajo se desarrolla un poco, exige en seguida
instrumentos especialmente preparados. Así, en las cavernas
más antiguas encontramos instrumentos y armas de piedra.
En los orígenes de la historia humana, los animales
domesticados, es decir, los animales criados expresamente y
modificados por el trabajo, son los principales instrumentos
de trabajo, junto con las piedras, la madera, los huesos y las
conchas especialmente preparados. El uso y la fabricación de
instrumentos de trabajo existen ya en germen entre algunas
especies de animales, pero constituyen una característica
especifica del proceso de trabajo humano; por esto Franklin
define al hombre como un «animal constructor de
instrumentos». Los restos de instrumentos ya desaparecidos
tienen para la investigación de las formas sociales
extinguidas la misma importancia que los huesos fosilizados
para la comprensión de la estructura de las especies animales
extinguidas. Lo que nos permite distinguir las diferentes
épocas económicas no son los artículos fabricados sino la
manera en que se fabrican y los instrumentos que se utilizan
para fabricarlos. [Capital, I (1867), VA. I, pp. 185-188.]

La naturaleza no construye máquinas, ni locomotoras,


ni ferrocarriles, ni telégrafos eléctricos, ni telares automá-
ticos, etc. Estos son los productos de la industria huma-
na, los materiales naturales transformadosen instrumentos de
dominación de la naturaleza por el hombre o de la actividad
de éste en la naturaleza. Son instrumentos del cerebro
humano creados por la mano , humana; son el poder del
conocimiento material iza do. El desarrollo del capital fijo
indica hasta qué punto el conocimiento social general se ha
convertido en una fuerza directa de producción y, por tanto,
hasta qué punto las condiciones del proceso de vida social
han sido puestas bajo el control del intelecto general y
reconstruidas de acuerdo con éste. Muestra hasta qué grado
las fuerzas sociales de producción se producen no sólo en
forma de conocimiento, sino también como instrumentos
directos de la práctica social y del proceso real de vida.
[Grundrisse (1857-1888), p. 594.]

En la sociedad también existe, como en el taller, la di-


visión del trabajo. Si tomásemos como modelo para toda la
sociedad la división del trabajo de una fábrica moderna, la
sociedad mejor organizada para la producción de riqueza
sería, sin duda, la dirigida por un solo empresario que
distribuyese el trabajo de los diversos miembros de la
comunidad según una regla predeterminada. Pero las cosas
no ocurren así. En la fábrica moderna, la división del trabajo
se regula detalladamente por la autoridad del empresario; en
cambio, en la sociedad moderna no hay más regla ni
autoridad para la distribución del trabajo que la libre
concurrencia.
Bajo el sistema patriarcal, bajo el sistema de castas y
bajo el sistema feudal y gremial, la distribución del trabajo
social obedecía a unas reglas fijas. ¿Eran reglas dictadas por
un legislador? No. Eran reglas surgidas de las condiciones
de la producción material y hasta mucho más tarde no se
convirtieron en leyes. Estas formas diversas de la división
del trabajo se convirtieron, pues, en otras tantas bases de la
organización social. En cuanto a la división del trabajo
dentro de los talleres, cabe decir que en

112
todos aquellos tipos de sociedad estaba muy poco desa-
rrollada. [MF (1847) MEGA 1/6, p. 198.]

La división del trabajo sólo es una división real cuando


aparece una distinción entre el trabajo material y el mental.
A partir de este momento la conciencia puede imaginar
realmente que es algo más que la conciencia de la práctica
existente, que concibe realmente algo sin concebir nada real;
a partir de este momepto la conciencia puede emanciparse
del mundo y formar una teoría, una teología, una filosofía,
una ética, etc., «puras». Si esta teoría, esta teología, esta
filosofía, esta ética, etc., entran en contradicción con las
condiciones existentes, sólo puede ser porque las relaciones
sociales han entrado en contradicción con las fuerzas de
producción. Además, esto puede ocurrir en una esfera de
relaciones particular, al aparecer la contradicción, no dentro
del ámbito nacional, sino entre esta conciencia nacional y la
práctica de otras naciones, por ejemplo, entre la conciencia
nacional de una nación y su conciencia universa!.
Poco importa, por otro lado, lo que la conciencia haga
por sí misma, aisladamente; de toda esta basura sólo sa-
camos una conclusión: que estos tres factores, las fuerzas de
producción, el estado social y la conciencia pueden y han de
entrar en contradicción entre sí, porque la división del
trabajo implica la posibilidad —mejor dicho, la necesidad—
de que la actividad intelectual y material (goce y trabajo,
producción y consumo) recaiga en individuos diferentes; la
única posibilidad de evitar su contradicción radica, pues, en
la abolición de la división del trabajo. Es evidente, además,
que los «espectros», los «lazos», el «ser superior», el
«concepto», los «escrúpulos» son, simplemen- te.ia
expansión espiritual, idealista, la concepción aparente del
individuo aislado, la representación de las cadenas y de las
barreras empíricas que encuentran el modo de producción de
la vida v la forma de relación correspondiente. [IA (1845-
1846) MEGA 1/5, p. 21.]

BCS1U 113
La organización y la división del trabajo varían según los
instrumentos de trabajo de que se dispone. El molino movido
a mano implica una división del trabajo distinta a la del
molino de vapor., Partir de la división del trabajo en general
para llegar a un instrumento específico de producción —la
maquinaria— significa, pues, chocar direo Lamente con la
tendencia real de la historia.
La maquinaria no es más categoría económica que el
buey que arrastra el arado. La maquinaria es, únicamente,
una fuerza productiva. La fábrica moderna, basada en el uso
de la maquinaria, es una relación social de producción, una
categoría económica. [MF (1847) MEGA 1/6,
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... - -

El señor Bastiat es muy divertido: cree que los antiguos


griegos y romanos vivían del robo. Ahora bien, si un pueblo
vive del robo durante siglos tiene que existir algo que robar,
es necesario reproducir constantemente los objetos robados.
Resulta, pues, que también los griegos y los romanos tenían
un proceso de producción y, por tanto, una economía, y que
ésta constituía la base material de su mundo como la
economía burguesa constituye la base material del mundo
moderno. Quizá Bastiat piensa, sin embargo, que el modo de
producción basado en la esclavitud es un modo de
producción basado en el robo. En este caso, se aventura en
un terreno peligroso. Si un pensador de talla gigantesca
como Aristóteles se equivocó en su apreciación del trabajo
esclavo, ¿por qué un economista-enano como Bastiat ha de
acertar en su apreciación del trabajo asalariado? Aprovecho
la ocasión para contestar brevemente una objeción de un
periódico alemán editado en los Estados Unidos sobre mi
obra Zur Kritik der Pcli- tischen Okonomic (1859). El periódico
dice que mi tesis de que cada modo especial de producción y
las relaciones sociales correspondientes, es decir, que «la
estructura económica de la sociedad es la base real sobre la
que se levanta la superestructura jurídica y política y a la
cual
114
ÍV*’JÍ-

corresponden determinadas formas de conciencia social», y


que «el modo de producción de la vida material determina el
carácter general de los procesos de la vida social, política y
espiritual», que todo esto, digo, es aplicable a nuestra época,
una época en que predominan los intereses materiales, pero
no a la Edad Media, en que reinaba el catolicismo, ni a
Atenas y Roma, donde reinaba la política. En primer lugar,
resulta curioso que todavía haya quien crea que se ignoran
los tópicos sobre la Edad Media y la Antigüedad. Es
indudable, sin embargo, que la Edad Media no podía vivir
del catolicismo, ni el mundo antiguo de la política. Al
contrario, la forma en que una y otro se ganaban la vida
explica por qué el catolicismo, en un caso, y la política, en
otro, tuvieron una importancia fundamental. Basta con un
ligero conocimiento de la historia de la república romana,
por ejemplo, para saber que su historia secreta es la historia
de su propiedad territorial. Por otro lado, Don Quijote pagó
muy caro el error de creer que la caballería andante era
compatible con todas las formas económicas de sociedad.
[Capital, I (1867) VA, I, pp. 87-88.]

Las categorías económicas no son más que la expresión


teórica, la abstracción de las relaciones sociales de
producción. El señor Proudhon, como verdadero filósofo, ve
las cosas al revés y considera las relaciones reales como la
encarnación de estos principios, de estas categorías, latentes
(como nos dice también el filósofo señor Proudhon) en el
seno de la «razón impersonal de la humanidad».
El señor Proudhon economista ha comprendido clara-
mente que los hombres hacen el lienzo y las telas de seda
dentro de determinadas relaciones de producción. Pero no ha
comprendido que estas relaciones sociales determinadas son
tan producidas por los hombres como el lienzo, la seda, etc.
Las relaciones sociales se relacionan íntimamente con las
fuerzas de producción. Al adquirir nuevas fuerzas de
producción, los hombres cambian su modo de

115
producción, su manera de ganarse la vida: cambian todas sus
relaciones sociales. El molino movido a mano os dará una
sociedad con el señor feudal; el molino a vapor, una
sociedad con el capitalista industrial.
Los mismos hombres que crean relaciones sociales con-
formes a su fuerza material de producción producen también
los principios, las leyes y las categorías correspondientes a
sus relaciones sociales. Estas ideas y categorías no son, pues,
más eternas que las relaciones que expresan. Son productos
históricos y transitorios.
Hay un movimiento continuo de crecimiento de las
fuerzas productivas, de destrucción de las relaciones so-
ciales, de formación de ideas; nada es inmutable, con ex-
cepción del movimiento abstracto, mors immortalis. [MF
(1847) MEGA 1/6, pp. 179-180.]

Para demostrar que todo trabajo debe producir un ex-


cedente, el señor Proudhon personifica la sociedad, la
transforma en un ser social, que está lejos de ser una so-
ciedad de personas, puesto que tiene leyes propias que nada
tienen que ver con los individuos que componen la sociedad.
También tiene «inteligencia propia», que no es la
inteligencia común de los hombres, sino una inteligencia
falta de sentido común. El señor Proudhon reprocha a los
economistas su incapacidad de comprender la personalidad
de este ser colectivo. Volveremos a citar, contra él, un
p>asaje de un economista norteamericano que reprocha a sus
colegas economistas exactamente el error contrario: «La
entidad moral, el ser gramatical llamado sociedad ha sido
cubierto de atributos que no tienen ninguna existencia real,
fuera de la imaginación de los que fabrican las cosas con
palabras... Ésta ha sido la causa de tantas dificultades y de
tantos y tan deplorables errores en la economía política.»
(Th. Cooper, Lectores on the Ele- meras of Poli:icol
Economy, Columbia, 1826.) [MF (1847) MEGA 1/6, p. 166.]

116
Nada puede ser más erróneo que la manera en que los
economistas y los socialistas consideran la sociedad en
relación con las condiciones económicas. En su crítica de
Bastiat, Proudhon dice, por ejemplo: *La. diff&rcncc pour ¡a
société, entre capital el produit n'existe pas. Cettt d i f-
Jérence est toute snbjcctive aux indtvidus.» 1 Vemos, pues,
que da precisamente al elemento social el nombre de sub-
jetivo y el nombre de sociedad a una abstracción subjetiva.
La distinción entre capital y producto consiste, precisamente,
en que el producto, como capital, expresa una determinada
relación que pertenece a una forma histórica y particular de
sociedad. La pretendida consideración de la cuestión desde el
punto de vista social equivale simplemente a olvidar las
distinciones que expresan las relaciones sociales (las
relaciones de la sociedad civil). La sociedad no es un simple
agregado de individuos; es la suma de las relaciones entre
estos individuos. Es como si alguien dijese que, desde el
punto de vista de la sociedad, los esclavos y los ciudadanos
no existen, que todos son hombres. Ser esclavo o ciudadano
es una relación social- mentc determinada entre el individuo
A y el individuo B. El individuo A en si no es un esclavo.
Sólo es esclavo en la sociedad, por la sociedad. Lo que dice
Proudhon sobre el capital y el producto significa, en su
doctrina, que desde el punto de vista de la sociedad no hay
distinción alguna entre los capitalistas y los obreros, cuando
lo cierto es que esta distinción sólo existe desde el punto de
vista de la sociedad. [Grundrisse (1857-1S58), pp. 175-176.]

... la división del trabajo nos ofrece el primer ejemplo de


cómo, mientras el hombre permanece en la sociedad natural,
es decir, mientras existe una separación entre el interés
particular y el interés común, mientras no se trata 1

1. «Para la sociedad, no existe ninguna diferencia entre el capital y el


producto. Es una diferencia subjetiva, exclusiva de los individuos.»

117
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de una actividad dividida voluntariamente, sino natural- ■
mente, de cómo, decimos, la acción; del hombre actúa como
un poder ajeno que se le enfrenta y le esclaviza en vez de ser
controlado por él. Porque, cuando comienza la división del
trabajo, cada hombre tiene una esfera de actividad particular,
exclusiva, que le es impuesta y de la cual no puede escapar.
Es cazador, pescador, pastor o critico y ha de seguir siéndolo
si no quiere perder sus medios de vida y subsistencia; en
cambio, en la sociedad comunista, donde nadie se verá
adscrito a una esfera exclusiva de actividad, sino que podrá
realizarse personalmente en el ramo que desee, la
producción será, regulada por la sociedad y me permitirá
hacer hoy una cosa y mañana otra, cazar por la mañana,
pescar por la tarde, criar ganado al atardecer y hacer de
critico después de cenar, según mis inclinaciones, sin tener
que convertirme nunca en cazador, en pescador, en pastor o
en crítico.
Esta cristalización de la actividad social, esta consoli-
dación de lo que nosotros mismos producimos en un poder
objetivo que nos domina, que escapa a nuestro control, que
destruye nuestras esperanzas, que reduce a la nada nuestros
cálculos, es uno de los principales factores del desarrollo
histórico hasta nuestros días. Es, precisamente, a causa de
esta contradicción entre el interés del individuo y el de la
comunidad que el último adquiere una forma independiente
como Estado —divorciado de los intereses reales del
individuo y de la comunidad— y, al mismo tiempo, como
vida comunitaria ilusoria, pero siempre sobre la base real de
los vínculos que existen en cada familia y en cada agregado
tribal, como la consanguinidad, el lenguaje, la división del
trabajo en una escala más amplia, y otros intereses. Como
veremos más adelante, surge especialmente sobre la base de
las clases sociales condicionadas por la división del trabajo;
las clases aparecen en todos los agregados sociales de este
tipo y una de ellas domina a las demás. La consecuencia es
que todas las luchas dentro del Estado, la lucha entre la
democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha por el
sufragio ¡i--...

118
universal, etc., son, simplemente, las formas ilusorias de las
verdaderas luchas entre las diferentes clases sociales. [LA
(1845-1846) MEGA 1/5, pp. 22*23.]

Las relaciones entre las naciones dependen de la exten-


sión en que cada una de ellas ha desarrollado sus fuerzas
productivas, la división del trabajo y el comercio interior. En
general, esta proposición acostumbra a aceptarse. Aho- ra
bien, no sólo dependen del nivel de desarrollo de la
producción y del comercio interior y exterior las relaciones
de una nación con las demás, sino también toda la estructura
interna de la nación. La extensión de la división del trabajo
es el mejor indicio del grado de desarrollo de las fuerzas
productivas de una nación. Cada nueva fuerza productiva,
mientras no se trate de un simple aumento cuantitativo de las
fuerzas productivas ya conocidas (por ejemplo, la puesta en
cultivo de nuevas tierras), da lugar a un desarrollo ulterior de
la división del trabajo.
La división del trabajo dentro de una nación provoca, en
primer lugar, la separación entre el trabajo industrial y
comercial y el trabajo agrícola y, por consiguiente, la
separación entre la ciudad y el campo y el enfrentamiento de
sus intereses. Su desarrollo ulterior provoca la separación
entre el trabajo comercial y el industrial. Al mismo tiempo,
con la división del trabajo surgen nuevos grupos dentro de
cada ramo y entre los individuos que cooperan en los
distintos tipos de trabajo. La posición relativa de estos
grupos esta determinada por los métodos utilizados en la
agricultura, la industria y el comercio (patriarcalis- mo,
esclavismo, estamentos, clases). Lo mismo ocurre, con el
desarrollo del comercio, en las relaciones entre las diferentes
naciones. [IA (1845-1846) MEGA 1/5, p. 11.]

La forma económica específica en el trabajo excedente


no retribuido que se extrae de los productores directos
determina la relación de dominio y servidumbre; ésta sur-
.. .............................. ....

ge directamente de la producción y, a su vez, reacciona


sobre ella. Pero en esta base se funda toda la estructura de
1a comunidad económica, que proviene de las condiciones
de la producción material y, por tanto, es su forma política
específica. La relación directa entre los que dominan las
condiciones de la producción y los productores directos
revela siempre el secreto más profundo, el fundamento
oculto de todo el edificio social y, por consiguiente, de toda
la forma política de la relación entre la soberanía y la
dependencia, es decir, de la forma particular del Estado. La
forma de esta relación entre los patronos y los productores
corresponde siempre, necesariamente, a una etapa definida
del desarrollo de Jps métodos de trabajo y, por
consiguiente, dé la ' productividad social .del trabajo. Esto
no impide que labase' económica —la'misma, en sus
características principales— presente infinitas variaciones y
gradaciones por la influencia de innumerables
circunstancias externas: factores climáticos y geográficos,
peculiaridades raciales, influencias históricas exteriores,
etc. Estas variaciones sólo pueden descubrirse analizando
las citadas circunstancias empíricas. [Capital, III, VA III/2,
pp. 841-842.]

El hombre es la base de su propia producción material y


de todos los tipos de producción. Por consiguiente, todas
las circunstancias que influyen en el hombre, el sujeto de la
producción, tienen mayor o menor influencia en todas sus
funciones y actividades, incluyendo las de creador de la
riqueza material, de creador de mercancías. En este sentido,
puede decirse que todas las relaciones y fundones humanas,
cualesquiera que sean la forma y el lugar de manifestarse,
influyen en la producción material y tienen sobre ella un
efecto más o menos determinante. [TP V, I, pp. 388-389.] ^
_
* ' - • r V,k
*• - f*
Todos estaremos de acuerdo 'raque Inglaterra es un
120
Wi*n*WKn.,t.

país político. También lo estaremos en que Inglaterra es el


país del pauperismo. De hecho, este término es de origen
inglés. El estudio de Inglaterra es, pues, el mejor camino para
conocer las relaciones entre el pauperismo y la política. En
Inglaterra, la indigencia de los obreros no es parcial sino
universal, no se limita a los distritos industriales sino que se
extiende a todo el país. Los movimientos se manifiestan y
reaparecen a intervalos desde hace casi un siglo. !
¿Cómo ven el pauperismo, pues, la burguesía inglesa y
el gobierno y la prensa asociados con ella? En la medida en
que la burguesía inglesa atribuye a la política la culpa por la
existencia del pauperismo, a lo máximo que llaga es a que el
Whig acuse al Tory y el Tory al Whig de ser los responsables.
Según el Whig, la causa principal del pauperismo es el
monopolio de los grandes terratenientes y las leyes que
prohíben la importación de cereales. Según el Tory, todo el
mal viene del liberalismo, de la concurrencia y de la excesiva
extensión del sistema industrial. Ninguno de los dos bandos
considera que la causa sea la política en general sino
únicamente la política del otro. Ninguno de los dos piensa en
una reforma de la sociedad.
La expresión mas convincente de la opinión inglesa so-
bre el pauperismo —hablamos todavía de la opinión de la
burguesía y del gobierno ingleses— es la economía política
inglesa, es decir, el reflejo científico de las circunstancias
económicas inglesas. [Art. 1 (1844) MEGA 1/3, pn. 8-9]
Segunda parte LAS SOCIEDADES
PRECAPITALISTAS*

* En esta pane hemos incluido una serie de textos que permiten ver
cómo analizaba Marx las sociedades precapitalistas. El propio Marx llevó a
cabo, sin embargo, un estudio detallado de estas sociedades, con el titulo de
«Épocas progresivas en la formación económica de la sociedad». (Véase
Grundrisse, op. cil„ pp. 375413.)

<
■d
I. Formas de propiedad y modos
de producción

Puesto que los economistas gustan tanto de las expe-


riencias de Robinson Crusoe, daremos un vistazo al per-
sonaje en su isla. Aunque sea hombre moderado, ha de
satisfacer diversas necesidades y para ello tiene que realizar
unos cuantos trabajos útiles, de la más diversa índole, como
fabricar instrumentos y muebles, domar cabras, pescar y
cazar. Y no hablamos de las oraciones y otras cosas por el
estilo porque parece que le divierten mucho y las considera
como una especie de distracción. A pesar de la diversidad
de su trabajo, sabe que cualquiera que sea su forma no es
más que la actividad de una sola persona, del propio
Robinson, y que, por tanto, consiste únicamente en
diferentes formas del trabajo humano. La necesidad le
obliga a dividir su tiempo entre las distintas clases de
trabajo. Si una ocupa más espacio que otra en su actividad
general depende de las mayores o menores dificultades a
vencer —según el caso— para conseguir el deseado efecto
útil. Nuestro amigo Robinson aprende, pues, muy pronto
con la experiencia, y puesto que ha conseguido salvar del
naufragio un reloj, un libro de cuentas, una pluma y tinta,
empieza, como buen británico, a llevar la contabilidad. El
inventario contiene una lista de los objetos útiles que posee,
de las operaciones necesarias para producirlos y,
finalmente, del tiempo de trabajo que le cuestan
determinadas cantidades de estos objetos, por término
medio. Las relaciones entre Robinson y los objetos que
constituyen esta riqueza de creación propia son tan simples
y claras que incluso las puede entender sin esfuerzo el señor
M. Wirth. Sin embargo, estas relaciones contienen todo lo
necesario para la determinación del valor.
■A vú

125
»—»—

.. : . <*f. ' ■ i
Trasladémonos ahora desde la luminosa isla de Robin-
son a la oscuridad de la Edad Media europea. En vez del
hombre independiente encontramos que todo es dependiente,
siervos y señores, vasallos y señores, seglares y eclesiásticos.
La dependencia personal caracteriza todas las relaciones
sociales de producción y las restantes esferas de la vida
organizadas sobre la base de esta producción. Ahora bien,
precisamente por el hecho de que la dependencia personal
forma la base de esta sociedad, el trabajo y sus productos no
han de tomar una forma fantástica, diferente de su realidad.
En las transacciones de la sociedad toman la forma de
servicios y pagos en especie. La forma social inmediata del
trabajo es, en esta sociedad, la forma particular y natural del
trabajo y no, como en la sosociedad basada en la producción
de mercancías, su forma abstracta general. El trabajo
obligatorio se mide por el tiempo, como el trabajo productor
de mercancías, pero cada siervo sabe que lo que gasta al
servicio de su señor es una cantidad definida de su fuerza de
trabajo personal. El diezmo pagado al sacerdote es más
tangible que la bendición de éste. Independientemente de lo
que se piense, pues, de los papeles que desempañan los
hombres en La sociedad, es un hecho que las relaciones
sociales entre los individuos en la realización de su trabajo
aparecen en todo momento como sus relaciones personales y
no disfrazadas en forma de relaciones sociales entre los pro-
ductos del trabajo..
Para estudiar el trabajo en común o el trabajo direc-
tamente asociado no es necesario remontarse hasta aquella
forma espontáneamente surgida y desarrollada que se
encuentra en el linde mismo de la historia de todos los
pueblos civilizados. Tenemos un ejemplo muy cercano con la
industria patriarcal de la familia campesina que produce trigo,
ganado, hilados, lienzo, ropas de uso doméstico, etcétera.
Desde el punto de vista de la familia, todos los artículos son
diversos productos de su trabajo, pero no mercancías
intercambiables. Las distintas clases de trabajo, como cultivar
La tierra, criar ganado, hilar, tejer, con-

126
w.*«f

feccionar, etc., que engendran los diferentes productos son,


en su forma natural, funciones sociales, porque son
funciones de la familia y en el seno de ésta hay una división
del trabajo espontánea, como en el seno de la sociedad
basada en la producción de mercancías. La distribución del
trabajo dentro de la familia y la regulación del tiempo de
trabajo de sus diversos miembros dependen de las
diferencias de edad y sexo y de las condiciones naturales,
según la estación del año. La fuerza de trabajo total de la
familia y, por consiguiente, la inversión de fuerza de trabajo
individual, medida por su duración, aparece como una
determinación social del trabajo. [Capital, I (1867) VA, I,
pp. 82-84]

Para una sociedad basada en la producción de mer


cancías, en la que los productores entran en relaciones
sociales tratando sus productos como mercancías y valores,
es decir, reduciendo su trabajo individual y privado a la
condición de trabajo humano homogéneo, para esta sociedad,
decimos, la forma más apropiada de religión es el
cristianismo, con su culto del individuo abstracto, sobre todo
en las formas específicamente burguesas, como el
protestantismo, el deísmo, etc. En el antiguo modo de
producción asiático, en el de la antigüedad clásica, etc., la
transformación de los productos en mercancías y, por tanto,
la transformación de los hombres en productores de
mercancías desempeña un papel secundario, pero adquiere
más importancia a medida que las comunidades primitivas se
acercan a su disolución. En el mundo antiguo, las naciones
auténticamente mercantiles sólo existen en los intersticios,
como los dioses de Epicuro o como los judíos en los poros
de la sociedad polaca. Comparados con la sociedad
burguesa, estos antiguos organismos sociales de producción
son extremadamente simples y transparentes. Pero se basan,
o bien en el inmaduro desarrollo del hombre individual, que
todavía no ha cortado el cordón umbilical que le une al
prójimo en la comunidad tri

127
bal primitiva, o bien en relaciones directas de sujeción. Son
el resultado de un bajo nivel de desarrollo de la fuerza de
trabajo productiva y de las limitadas relaciones co-
rrespondientes entre los hombres, en la esfera de la vida
material, tanto entre el hombre y el hombre como entre el
hombre y la naturaleza. Esta limitación material se refleja en
la esfera ideal, en las religiones naturales y populares
primitivas. El reflejo religioso del mundo real sólo
desaparecerá cuando las relaciones prácticas de la vida
cotidiana ofrezcan al hombre relaciones perfectamente
inteligibles y razonables con el prójimo y con la naturaleza.
El proceso vital de la sociedad, es decir, el proceso de la
producción material, no perderá su velo místico hasta que no
sea el producto de hombres libremente asociados, regulado
conscientemente por éstos de acuerdo con un plan
preestablecido. Ahora, bien, esto requiere una base material
concreta o una serie de condiciones de existencia que
también son el producto espontáneo de un largo y penoso
proceso de desarrollo. [Capital, I (1867) VA, I, pp. 84-85]

Al ser recíprocamente independientes, los trabajadores


son personas aisladas que mantienen relaciones con el
capitalismo pero no entre sí. Su cooperación sólo empieza
con el proceso del trabajo, pero entonces ya han dejado de
pertenecerse a sí mismos. Al incorporarse a este proceso, se
incorporan al capital. Como cooperadores, como miembros
de un organismo de trabajo, no son más que modos
especiales de existencia del capital. Por consiguiente, la
fuerza productiva puesta en acción por el trabajador cuando
trabaja en cooperación es la fuerza productiva del capital.
Esta fuerza productiva del trabajo asociado se pone en
acción gratuitamente cuando los trabajadores se encuentran
en determinadas condiciones, y es el capital quien les coloca
en estas condiciones. Dicha fuerza no cuesta nada al capital
y,' por otro lado, el trabajador no la pone en acción si su
trabajo no pertenece al
capital; por esto parece una fuerza natural del capital, una
fuerza productiva inmanente al capital.
Las gigantescas estructuras de los antiguos pueblos
asiáticos, de los egipcios, de los etruscos, etc., nos permiten
ver los inmensos resultados de la cooperación simple.
«Ocurría a veces que estos Estados orientales de la an-
tigüedad, después de cubrir los gastos de sus establecimientos
civiles y militares se encontraban en posesión de un excedente
que podían dedicar a obras de magnificencia o de utilidad. Su
poder sobre las manos y los brazos de casi toda la población
no-agrícola les permitió edificar monumentos impresionantes,
que todavía hoy son una demostración de su poderío. El rico
valle del Nilo... producía bastantes alimentos como para
alimentar una abigarrada población no-agrícola; ahora bien,
estos alimentos pertenecían al monarca y a los sacerdotes y
eran, en sus manos, un medio para construir los
impresionantes monumentos que llenaban el país... Para
mover las colosales estatuas y las grandes masas de roca, cuyo
transporte todavía hoy nos maravilla, sólo se utilizó el trabajo
humano... Bastaba con el gran número de obreros y con la
concentración de sus esfuerzos. De las profundidades del
océano vemos surgir inmensos islotes de coral que se
convierten en islas y en tierra firme; sin embargo, cada
depositario individual es insignificante, débil y despreciable.
Los trabajadores no-agrícolas de las monarquías asiáticas no
disponían de nada más que de sus aptitudes físicas para la
realización de su tarea, pero su fuerza radicaba en su número y
el poder de dirigir a estas masas dio origen a los palacios y
templos, a las pirámides y a las gigantescas estatuas que
todavía hoy nos asombran y maravillan. Estas empresas no
hubiesen sido posibles sin la concentración en una o en pocas
manos de las rentas que permitían alimentar a los
trabajadores.» 1
El poder de que disponían los reyes asiáticos y egip-

1. Cita tomada de R. JOXES, Tcxtbook of Lacturas on tha fo- liíical


Economy oj Nations (1852).

HCB «I m
dos, los teócratas etruscos, etc., ha sido transferido, en la
sociedad moderna, a manos del capitalista, tanto individual
como colectivo (sociedad por acciones). [Capital, I (1867)
VA, I, pp. 349-350]

En la sociedad de producción capitalista, la anarquía en


la división del trabajo y el despotismo dentro de la fábrica se
condicionan mutuamente; en cambio, en las formas
primitivas de la sociedad, en las que la separación de los
ofidos surgió espontáneamente, cristalizó y se convirtió,
finalmente, en permanente por imperativo de la ley,
encontramos, por un lado, una organización planificada y
autoritaria del trabajo social y, por otro lado, la inexistencia
total, o por lo menos, un desarrollo muy escaso, esporádico
y accidental, de la división del trabajo dentro del taller. '
'-
Las pequeñas y antiquísimas comunidades indias, al-
gunas de las cuales han sobrevivido hasta nuestros días, se
basan en la propiedad común de la tierra, en la asociación de
la agricultura y de la producción artcsana y en una división
inalterable del trabajo, que obedece, cuando se crea una
nueva comunidad, a un plan rígido y prefijado. Cada
comunidad ocupa extensiones de tierra que van desde cien
hasta algunos miles de acres y forma una entidad productiva
autosuficiente. La mayoría de los productos se destinan al
uso directo de la comunidad y no adoptan la forma de
mercancías. Por consiguiente, la producción es en ella
independiente de la división del trabajo, impuesta en la
sociedad india general por el intercambio de mercancías.
Sólo se convierten en mercancías los productos excedentes,
en gran parte a través del Estado, a cuyas manos ha ido a
parar, desde tiempos inmemoriales, una cierta cantidad de
estos productos fcn forma de renta en especie. La
constitución de estas comunidades varía en las distintas
regiones de la India. En las más simples, la tierra se cultiva
en común y el producto se divide entre los miembros. A la
vez, cada familia como industria subsi-
diaria, hila y teje. Junto con la masa de la población ocupada
en el mismo trabajo encontramos el «habitante principal», que
hace de juez, de policía y de recaudador de impuestos al
mismo tiempo; el contable, que lleva las cuentas del cultivo y
registra cuanto se relaciona con éste; un funcionario
encargado de perseguir a los criminales, de proteger a los
forasteros en viaje y de.escoltarlos hasta la próxima aldea; el
hombre de la frontera, que guarda los limites de la comunidad
frente a las comunidades vecinas; el encargado del agua, que
distribuye el agua de los depósitos comunes para el riego: el
brahmán, que dirige los servicios religiosos; el maestro, que
enseña a los niños a leer y a escribir en la arena; el brahmán
del calenda-, rio o astrólogo, encargado de establecer cuáles
son los días propicios y adversos para la siembra y la cosecha
y las demás labores agrícolas; el herrero y el carpintero, que
fabrican y reparan los aparejos agrícolas; el alfarero, qué
fabrica toda la alfarería de la aldea; el barbero, el lavador —
encargado de lavar la ropa—, el orfebre y. de vez en cuando,
el poeta, que en algunas comunidades reemplaza al orfebre y
en otras al maestro de escuela. Esta docena, aproximadamente,
de individuos se mantienen a expensas de la comunidad. Si la
población aumenta, se funda otra comunidad sobre un
territorio desocupado, siguiendo el modelo de la anterior.
Todo el mecanismo se basa en una división sistemática del
trabajo; pero es imposible una división como la de la
manufactura porque el herrero, el carpintero, etc., se
encuentran con un mercado inmutable, y sólo en el menor de
los casos llegan a ser más de uno, según el tamaño de la aldea.
La ley que regula la división del trabajo dentro de la
comunidad opera con la autoridad irresistible de una ley
natural y cada artesano individual, el herrero, el carpintero,
etc., realiza en el taller todas las reparaciones de su oficio
siguiendo las normas tradicionales, pero de modo
independiente, sin reconocer ninguna autoridad por encima de
él. La simplicidad de la organización productiva en estas
comunlda- des autosuficientes que se reproducen
constantemente^cn'1
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131

* <x
la misma forma y que si resultan destruidas por casualidad
resurgen en el mismo lugar y con el mismo nombre, esta
simplicidad, decimos, es la clave para comprender la
inmutabilidad de las sociedades asiáticas, inmutabilidad que
contrasta profundamente con la constante disolución y fusión
de los Estados asiáticos y con los incesantes cambios de
dinastía. La estructura de los elementos económicos de la
sociedad no se ve afectada por las tempestades del cielo
político [Capital, I (1867) VA, I, pp. 374- 376]

Ultimamente se ha propagado el ridiculo prejuicio de


que la propiedad común, en su forma primitiva, es espe-
cíficamente eslava e incluso exclusivamente rusa. Podemos
demostrar que está forma primitiva ha existido entre los
romanos, los teutones y los celtas y que todavía boy existe,
en decadencia, en la India. Un estudio más cuidadoso de las
formas de propiedad común, las indias especialmente,
demostraría que las diferentes formas de propiedad común
primitiva dan lugar a diferentes formas de disolución. Así,
por ejemplo, los diversos tipos originales de propiedad
privada romana y teutónica pueden verse como desarrollo de
las diferentes formas de propiedad común india. [Kritik, p. 9,
nota pie de página (1859)]

En las fases precapitalistas de la sociedad, el comercio


domina a la industria. En la sociedad moderna ocurre lo
contrario.
Naturalmente, el comercio tendrá repercusiones más o
menos fuertes en las sociedades entre las que se lleva a cabo.
Someterá la producción cada vez más al valor de cambio,
haciendo que la satisfacción de las necesidades y la
subsistencia dependan más de la venta que del uso inmediato
de los productos.
... El desarrollo del comercio y del capital comercial
orienta en todas partes la producción hada los valores de

132
cambio, aumenta su volumen, la multiplica y la unlversaliza,
convierte el dinero en dinero mundial. Por consiguiente, el
comercio ejerce en todas partes una influencia más o menos
disolvente sobre la organización de la producción ya existente,
que se orienta, en sus diferentes formas, hacia el valor de uso.
Hasta qué punto el comercio disuelve el viejo modo de
producción es cosa que depende de la solidez y de la
estructura interna de éste. El resultado final de dicho proceso
de disolución, o, dicho de otra manera, qué nuevo modo de
producción sustituirá el antiguo, no depende del comercio sino
del carácter del viejo modo de producción.
En el mundo antiguo, el comercio y el desarrollo del
comercio siempre dieron resultado la instauración de una
economía esclavista; a veces, según el punto de partida, el
resultado, era simplemente, la transformación de un sistema
esclavista patriarcal dedicado a la producción de medios
directos de subsistencia en un sistema similar dedicado a la
producción de plusvalía. En el mundo moderno, el resultado
es la instauración del modo de producción capitalista. La
conclusión es, pues, que los resultados vienen determinados
por circunstancias muy distintas del desarrollo del capital
comercial.
De ello se deduce que cuando la industria urbana se
separa de la industria agrícola, sus productos son, desde el
primer momento, mercancías y requieren para la venta la
intervención del comercio. Es evidente, pues, que el comercio
depende del desarrollo de las ciudades y que, por otro lado, las
ciudades dependen del comercio. Ahora bien, hasta qué grado
el desarrollo industrial seguirá este proceso es cosa que
depende de otras circunstancias. En las postrimerías de la
República romana, el capital comercial se había desarrollado
más que en ningún otro lugar del mundo antiguo, pero sin
impulsar el desarollo industrial; en cambio, en Corinlo y en
otras ciudades griegas de Europa y Asia Menor, el desarrollo
del comercio fue acompañado por un gran desarrollo de la
industria artesanal. Por otro lado, el espíritu comercial y el
comercio se desa-

135
rrollan frecuentemente entre los pueblos nómadas, es decir, en
el extremo opuesto al impulso urbano y sus circunstancias.
[Capital, III VA, III/l, pp. 362-364]

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II. Estructura económica, estratificación'^
social y sistemas políticos*
í-
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4-V,,v
Los diversos estadios del desarrollo de la división del,
trabajo son otras tantas formas de propiedad, es decir,
cada nuevo estadio de la división del trabajo determina
las relaciones de los individuos entre sí. en lo que respecta
a los materiales, a los instrumentos y a los productos del
trabajo. it
La primera forma de propiedad es la propiedad tribal.
Corresponde a un estadio rudimentario de la producción:
los hombres viven de la caza y la pesca, de la ganadería
y, al nivel más elevado, de la agricultura. En este último
caso, se requiere una vasta extensión de tierra inculta.
La división del trabajo es, en esta etapa, muy elemental;
de hecho, no es más que la extensión de la división natu-
ral del trabajo dentro de la familia. Por consiguiente, la
estructura social es una prolongación de la familia, con
los jefes familiares patriarcales, debajo de ellos los miem-
bros de la tribu y finalmente los esclavos. La esclavitud,
latente en la familia, se desarrolla gradualmente con el in-
cremento de la población y de las necesidades y con la
ampliación de las relaciones exteriores, en forma de gue-
rra o de comercio.
La segunda forma es la propiedad común y estatal de
la antigüedad, cuyo origen radica, sobre todo, en la reu-
nión de diversas tribus en una ciudad, por acuerdo o por
conquista; en ella subsiste todavía la esclavitud. Junto a
la propiedad común, empieza a desarrollarse la propiedad
privada mobiliaría y, más tarde, la inmobiliaria, pero to-
davía como forma anormal, subordinada a la propiedad
común. Los ciudadanos sólo tienen poder sobre los escla-
vos trabajadores en tanto que comunidad, y por eso están
ligados a la forma de la propiedad común. Es la propiedad

135
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privada común de los ciudadanos activos; obligados a mantener esta


forma natural de asociación frente a sus esclavos. Por ello, toda la
estructura de la sociedad basada en * la propiedad común y, con
ella, el poder del pueblo, decaen en la misma proporción en que se
desarrolla la propiedad privada inmobiliaria. La división del trabajo
está ya más avanzada. Encontramos ya la oposición entre la dudad y
el campo y, más tarde, la oposición entre los Estados que
representan intereses urbanos y los que representan intereses rurales;
en las ciudades encontramos la oposición entre la industria y el
comercio marítimo. Están ya plenamente desarrolladas las relaciones
de clase entre los ciudadanos y los esclavos. (
Toda la concepción de la historia parece en contradic-
ción con el hecho de la conquista. Hasta ahora, se ha pos-
tulado como fuerzas motrices de la historia la violencia, la
guerra, el pillaje, el asesinato, etc. Nosotros tenemos que
limitarnos a los puntos principales y por esto sólo
recurrimos a un ejemplo sugestivo: la destrucción de una
rivilización antigua por un pueblo bárbaro y la consiguiente
formación de una estructura social totalmente nueva (Roma
y los bárbaros, el feudalismo y los galos, el Imperio
bizantino y los turcos). Para los bárbaros conquistadores, la
guerra todavía es —como hemos señalado anteriormente—
una forma de relación, explotada con tanto más celo cuanto
mayor es la necesidad —a causa del incremento de la
población— de nuevos medios de producción que
reemplacen el modo de producción tradicional y primitivo,
para ellos el único posible. Sin embargo, en Italia la
concentración de la propiedad territorial (debida no sólo a
las deudas y a las ventas forzosas sino también a la herencia,
pues por la disolución de las costumbres y el escaso número
de matrimonios, las viejas familias desaparecieron
gradualmente y sus posesiones pasaron a manos de una
minoría) y su transformación en pastos (debido a la
importación de cereales —en concepto de tributo y de
botín— y la consiguiente falta de cereales italianos, y
también a los factores económicos ordinarios que toda-

136
vía operan hoy), había provocado la desaparición casi to-
tal de la población libre. Los esclavos morían en gran nú-
mero y había que reemplazarlos con nuevos esclavos. La
esclavitud siguió siendo la base de todo el sistema produc-
tivo. Los plebeyos, a igual distancia de los hombres libres
y los esclavos, nunca pasaron de la condición de Lumperb
proletaríat. Roma fue siempre una ciudad y nada más que
eso; su relación con las provincias era casi exclusivamente
política y por eso los acontecimientos políticos podían cor-
tarla fácilmente.
Con el desarrollo de la propiedad privada aparecen
por primera vez las condiciones que volveremos a encon-
trar —en mayor escala— en la propiedad privada moder-
na. Por un lado, la concentración de la propiedad privada,
que en Roma empezó muy pronto (como lo demuestra la
ley agraria de Licinio) y se desarrolló rápidamente a par-
tir de las guerras civiles y, especialmente, bajo los empe-
radores; por otro lado, relacionado con esto, existe la
transformación del pequeño campesinado plebeyo en pro-
letariado, pero en un proletariado que nunca tuvo un de-
sarrollo independiente por su posición intermedia entre
los ciudadanos propietarios y los esclavos.
La tercera forma es la propiedad feudal o por estamen-
tos. Si la Antigüedad surgió de la ciudad y de su pequeño
territorio circundante, la Edad Media surgió del campo.
Esta diferencia en el punto de partida estuvo determina-
da por la escasez de una población diseminada en una
área muy extensa y no incrementada de manera impor-
tante por los conquistadores. Por consiguiente, en con-
traste con Grecia y Roma, el desarrollo se inició en una
área mucho más extensa, preparada por las conquistas
romanas y por la propagación de la agricultura, ligada
a aquéllas. Los últimos siglos del Imperio romano y la
conquista de éste por los bárbaros destruyeron una gran
cantidad de fuerzas productivas; la agricultura había en-
trado en decadencia, la industria también por falta de
mercados, el comercio había desaparecido o había sido
violentamente interrumpido, y la población urbana y ru-

137
ral había disminuido. Estas condiciones y el modo de or-
ganización de la conquista determinada por ellas dieron lugar
a la formación de la propiedad feudal, bajo la influencia de la
constitución militar teutónica. Lo mismo que la propiedad
tribal y común, la propiedad feudal también se basa en la
comunidad, pero la clase directamente productora que tiene
enfrente no es, como en la comunidad antigua, la de los
esclavos, sino el pequeño campesinado sometido a
servidumbre. Cuando el feudalismo se desarrolló plenamente,
reapareció el enfrentamiento con la ciudad. El sistema
jerárquico de la propiedad territorial y las huestes armadas
correspondientes dieron a la nobleza un gran poder sobre los
siervos. La estructura feudal era, como la propiedad común de
la antigüedad, una asociación contra una clase productora
sometida, pero la forma de la asociación y la relación con los
productores directos eran distintas porque también lo eran las
condiciones de producción.
A esta estructura feudal de la propiedad territorial
correspondía, en las ciudades, la propiedad gremial, la
organización feudal de los oficios. La propiedad consistía,
principalmente, en el trabajo de cada individuo. La nece-
sidad de asociación contra el robo y las depredaciones por
parte de la nobleza organizada; la necesidad de mercados
cubiertos comunes, en una época en que el industrial era, al
mismo tiempo, mercader; la creciente competencia por
parte de los siervos evadidos en masa hacia las ciudades
prósperas, la estructura feudal del país entero: todos estos
factores contribuyeron a la aparición de los gremios. El
capital de los artesanos individuales, gradualmente
acumulado, y la estabilidad de su número en medio de una
población creciente dieron lugar a la aparición de los
oficiales y los aprendices y crearon en las ciudades una
jerarquía similar a la del campo.
En la época feudal, pues, las principales formas de
propiedad era, por un lado, la propiedad territorial, a 1a que
estaban encadenados los siervos, y por otro lado, la propiedad
del trabajo individual, con un pequeño capital.

138
que regía la actividad de los oficiales. La estructura de am-
bas estaba determinada por las limitadas condiciones de la
producción —cultivo de la tierra primitivo y en pequeña
escala, c industria artesanal. En el apogeo del feudalismo la
división del trabajo era rudimentaria. La oposición entre la
ciudad y el campo existía dentro de cada nación y la división
en órdenes y estamentos era, ciertamente, muy marcada,
pero, aparte de la diferenciación entre los príncipes, la
nobleza, el clero y los campesinos, en el campo, y entre los
maestros, los oficiales, los aprendices y, muy pronto, la
plebe de los jornaleros, en las ciudades, no existía una
división importante del trabajo. En la agricultura, la división
estaba dificultada por el sistema de las pequeñas
explotaciones y por la aparición de una industria, no había
ninguna división del trabajo dentro de los diversos oficios y
muy poca entre ellos. En las viejas ciudades ya existía la
separación entre la industria y el comercio; en las nuevas se
desarrolló más tarde, cuando las ciudades empezaron a
establecer relaciones mutuas.
La agrupación de los territorios más extensos en reinos
feudales era necesaria tanto para la nobleza terrateniente
como para las ciudades. Por consiguiente, la organización de
la clase dominante, la nobleza, estaba encabezada en todas
partes por un monarca. [IA (1845-1846) MEGA 1/5, pp. 11-
15]

La cooperación en el proceso del trabajo, tal como puede


observarse en el alba de la evolución humana, entre los
pueblos cazadores o en la agricultura de las comunidades
indias, se basa, por un lado, en la propiedad común de los
medios de producción y, por otro lado, en el hecho de que
los individuos todavía no han roto los vínculos que les unen
a la tribu o a la comunidad (lo mismo que la abeja, que
tampoco se ha liberado de los vínculos que la unen a la
colmena). Esta cooperación se diferencia de la cooperación
capitalista por estas dos características. La aplicación
esporádica de la cooperación en gran escala en

J39
- -r *
el mundo antiguo, en la Edad Media y en las colonias
modernas se basa en relaciones directas de dominio y ser-
vidumbre, principalmente en la esclavitud. En cambio, la
forma capitalista presupone desde el primer momento el
trabajador asalariado libre, el hombre que vende su fuerza de
trabajo al capital. Históricamente, esta forma se ha
desarrollado frente a la agricultura feudal y al artesanado
independiente, organizado en gremios o no. En contraste con
éstos, la cooperación capitalista no aparece como una forma
histórica particular de cooperación, sino que la cooperación
parece una forma histórica peculiar del proceso de
producción capitalista, una nota que lo distingue
específicamente. [Capital, I (1867), VA, I, p. 350.]

Para apreciar claramente la usurpación perpetrada, es


preciso ver en qué consistía el clan. El clan correspondía a
una forma de existencia social que, en la escala de la
evolución histórica, corresponde al peldaño anterior al Es-
tado feudal: por ejemplo, el estadio patriarcal de la socie-
dad. En la lengua gaélica, Klaen quiere decir hijos. Todas las
costumbres y tradiciones de los gaélicos se basan en la
suposición de que los miembros del clan pertenecen a la
misma familia. El «gran hombre», el jefe del clan, actuaba
con tanta arbitrariedad y, a la vez, tan limitado por la
consanguinidad, etc., como cualquier padre de familia. El
distrito donde radicaba el clan, la familia, le pertenecía, del
mismo modo que en Rusia la tierra ocupada por una
comunidad de campesinos pertenece a la comunidad y no a
los campesinos individuales. El distrito era, pues, propiedad
común de la familia. En aquel sistema no había sitio para la
propiedad privada, en el sentido moderno de la palabra;
tampoco tiene sentido comparar la existencia social de los
miembros del clan con la de los individuos de nuestra
sociedad moderna. La división y la subdivisión de la tierra
correspondía a las funciones militares de los miembros del
clan. Según sus aptitudes militares, el jefe les atribuía las
diversas parcelas, cancelaba

140
o ampliaba a voluntad las tierras concedidas a los oficiales y
éstos las distribuían a sus vasallos y sub-vasallos. Ahora
bien, el distrito seguía siendo propiedad del clan y aunque
variasen las pretensiones de los individuos, la tenencia era la
misma. Tampoco variaban las contribuciones a la defensa
común, ni el tributo pagado al Señor feudal (Laird), que era,
al mismo tiempo, el jefe militar y el principal magistrado en
época de paz. Cada parcela era cultivada por la misma
familia, una generación tras otra, con tributos fijos. Estos
tributos eran insignificantes: de hecho constituían más un
reconocimiento de la supremacía del «gran hombre» y de sus
funcionarios que una renta de la tierra en sentido moderno o
una fuente de ingresos. Los funcionarios directamente
subordinados al •gran hombre• recibían la denominación de
«Taksmen» y el distrito que administraban, «Tak». Tenían a
sus órdenes a los funcionarios inferiores, al frente de cada al-
dea; y debajo de éitos estaba el campesinado.
Como puede verse, el clan no es más que una familia
organizada a estilo militar, poco definida por las leyes y muy
unida por las tradiciones, como cualquier otra familia. Pero
la tierra es propiedad de la familia y dentro de ésta
dominan las diferencias de rango, pese a la consanguinidad,
como dominan en las antiguas comunidades familiares de
Asia. [ T h e üncliess of Sutherland and Slavery NYDT, 9 de
febrero de 1S53J

En el mundo antiguo, las luchas de clases tomaron,


principalmente, la forma de un enfrentamiento entre los
deudores y los acreedores; en Roma, la contienda terminó
con la ruina de los deudores plebeyos, que fueron sustituidos
por esclavos. En la Edad media, esta contienda terminó con
la ruina de los deudores feudales, que perdieron al mismo
tiempo su poder político y la base económica en que
reposaba. Sin embargo, la forma monetaria, que es la forma
de la relación entre el deudor y el acreedor, no es más que un
reflejo del profundo antagonismo
entre las condiciones económicas de existencia de las clases
en cuestión. [Capital, I (1867) VA, I, pp. 141.]

El resultado final es, pues, la abolición de la distinción


entre el capitalista y el terrateniente, de modo que, en líneas
generales, sólo quedan dos clases en la población: la clase
trabajadora y la clase capitalista. La desamortización de la
propiedad territorial y la transformación de la tierra en una
mercancía significaron la ruina definitiva de la vieja
aristocracia y el triunfo, completo de la aristocracia del
dinero.
El romanticismo ha derramado muchas lágrimas senti-
mentales sobre el hecho, pero nosotros no podemos imitarle.
El romanticismo confunde siempre la infamia implícita en
esta desamortización de la tierra con las consecuencias
totalmente razonables y —dentro del sistema de la
propiedad privada— necesarias y deseables de la desa-
mortización de la propiedad territorial. En primer lugar, la
propiedad feudal es, esencialmente, una tierra que se ha
quitado a los hombres y que se enfrenta con ellos en las
personas de unos cuantos señores.
En el sistema de propiedad feudal, la propiedad de la
tierra aparece como un poder ajeno que domina a los
hombres. El siervo también es un producto de la tierra. El
heredero, el primer hijo nacido, también pertenece a la
tierra; ésta le hereda. El dominio de la propiedad privada se
inicia con la propiedad de la tierra, que constituye su base.
Pero en la propiedad feudal el señor aparece, por lo menos,
como rey de la tierra. La conexión entre el propietario y la
tierra también parece más íntima que la posesión de una
simple riqueza. La propiedad territorial toma un carácter
singular, personal, con su señor, su status propio, el caballero
y los barones que rodean al señor, sus privilegios, su
jurisdicción, sus derechos políticos, etc. Es algo así como el
cuerpo inorgánico del señor. De aquí viene el proverbio nulle
ierre sans znattre, que expresa el desarrollo común del
señorío y de la' propiedad territorial.

142
El dominio de la propiedad territorial no aparece, pues, como
el dominio directo del capital. La relación entre aquél y los
que de él dependen se acerca a la relación con el territorio
patrio. Es una forma estrecha de nacionalidad.
La propiedad territorial feudal da su nombre al señor, así
como el reino da su nombre al rey. La historia de la familia,
la historia de la casa, etc., dan a la propiedad territorial un
cariz individual, singular, como de algo que pertenece
formalmente a una casa, a una persona. Del mismo modo los
trabajadores de la hacienda no tienen la condición de
jornaleros sino que son. en parte, propiedad del señor —
como en el caso de los siervos— y, en parte, sostienen con él
relaciones de respeto, de subordinación y de deber. La
relación del señor con ellos es directamente política y tiene,
incluso, un aspecto agradable. Las costumbres y el carácter
difieren de una hacienda a otra y parecen guardar armonía
con la tierra. En cambio, en una época posterior, lo único que
vincula al hombre con la tierra es el bolsillo, y no el carácter
o la personalidad. Finalmente, el señor no se propone extraer
el máximo beneficio de su hacienda. Se limita, más bien, a
consumir lo que produce y abandona tranquilamente la tarea
de producirlo a los siervos y a los arrendatarios. Esta es la
condición aristocrática de la propiedad territorial, que tanta
gloria romántica confiere a los señores.
Era inevitable la abolición de esta apariencia; era ine-
vitable que la propiedad territorial, raiz de la propiedad
privada, entrase completamente en el movimiento de la
propiedad privada y se convirtiese en mercancía; que el
dominio del propietario apareciese como el dominio desnudo
de la propiedad privada, del capital, al margen de todo color
político; que la relación entre el propietario y el trabajador se
limitase a la relación económica entre explotador y
explotado; que desapareciesen todas las relaciones
personales entre el propietario y la propiedad y que ésta se
convirtiese en una riqueza puramente material; que el
matrimonio honorable con la tierra se convirtiese
143

*ÜÍL

A
nr

en un matrimonio de interés y que tanto la tierra como el


hombre descendiesen al nivel de objetos de especulación.
Era inevitable que la raíz de la propiedad territorial, el
egoísmo sórdido, apareciesen en forma cínica... Por
consiguiente, el proverbio medieval nulle ierre saris
seigneur fue sustituido por otro, l'argent na pos de maitre,
que expresa la total sumisión de los hombres vivos a la
materia muerta. [MEF (1844) MEGA 1/3, pp. 75-77]

144
1

Tercera parte SOCIOLOGÍA DEL


CAPITALISMO

HOB 15.10
I. Orígenes y desarrollo dél capitalismo

De los siervos de la Edad Media surgieron los villanos


libres de las primeras ciudades. Y de éstos surgieron los
primeros elementos de la burguesía.
El descubrimiento de América y la circunnavegación de
Africa abrieron a la burguesía ascendente un nuevo campo
de actividad. Los mercados de las Indias y de China, La
colonización de América, el comercio con las colonias, la
multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías
en general, imprimieron al comercio, a la navegación y a la
industria un impulso hasta entonces desconocido y
aceleraron el desarrollo del elemento revolucionario de la
sociedad feudal en descomposición.
La organización feudal de la industria, con la produc-
ción industrial monopolizada por los gremios cerrados, no
podía satisfacer ya'la demanda, que crecía con la apertura
de nuevos mercados. Su lugar fue ocupado por la
manufactura. La clase media industrial desplazó a los
maestros de los gremios; la división del trabajo en el seno
de un mismo taller reemplazó la división del trabajo entre
las diferentes corporaciones.
Pero los mercados crecían sin cesar y la demanda tam-
bién. La manufactura resultaba insuficiente. El vapor y la
maquinaria revolucionaron entonces la producción in-
dustrial. La gran industria moderna sustituyó la manufac-
tura; el puesto de la clase media industrial fue ocupado por
los industriales millonarios, los jefes de verdaderos
ejércitos industriales, los burgueses modernos.
La industria moderna creó el mercado mundial, ya
preparado por el descubrimiento de América. El mercada
mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comer-
cio, de la navegación y de todos los medios de transporte

147
terrestre. Este desarrollo influyó, a su vez, sobre el de la
industria; a medida que se extendían la industria, el co-
mercio, la navegación y los ferrocarriles se desarrollaba la
burguesía, multiplicaba sus capitales y relegaba a un
segundo término las clases ligadas a la Edad Media.
Vemos, pues, que la burguesía moderna es, en sí misma,
el fruto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de
revoluciones en el modo de produóón y de cambio.
Cada etapa de la evolución de la burguesía ha ido
acompañada del correspondiente éxito político. Estamento
oprimido bajo la dominación de los señores feudales;
asociación armada y autónoma en la comuna medieval; en
algunos lugares república urbana independiente (como en
Italia y Alemania); en otro «tercer estado» tributario de la
monarquía (como en Francia); después, durante el período
de la manufactura propiamente dicho, contrapeso de la
nobleza en las monarquías feudales o absolutas y, en
general piedra angular de las grandes monarquías; con el
establecimiento de la gran industria y del mercado mundial,
la burguesía conquistó finalmente la hegemonía exclusiva
del poder político en el Estado representativo moderno. El
gobierno del Estado moderno no es más que la junta que
administra los negocios comunes de toda la burguesía [MC
(1848) MEGA 1/6, pp. 526-528]

Una condición indispensable para el establecimiento de


la industria manufacturera fue la acumulación de capital,
facilitada por el descubrimiento de América y por la
importación de sus metales preciosos.
Se ha demostrado suficientemente que el incremento de
los medios de cambio provocó, por un lado, una reducción
de los salarios y de las rentas y, por otro lado, un aumento
de los beneficios industriales. Dicho de otra manera: la
clase capitalista, la burguesía, se desarrolló y prosperó en la
misma medida en que decaían los propietarios territoriales
y los trabajadores, los señores feudales y el pueblo común.

148
Otras circunstancias contribuyen, al mismo tiempo, al
desarrollo de la industria manufacturera; el incremento del
volumen de las mercancías puestas en circulación cuando el
comercio llegó a las Indias orientales por la ruta del Cabo de
Buena Esperanza, el sistema colonial y el desarrollo del
comercio marítimo.
Otro aspecto, insuficientemente estudiado en la historia
de la industria manufacturera, fue la expulsión y la
dispersión de las numerosas personas que estaban al servicio
de los señores feudales. Las situadas en los niveles inferiores
se convirtieron en vagabundos antes de entrar en los talleres.
La creación de los talleres estuvo precedida, en los siglos xv
y xvi, por un vagabundeo casi general. Otro de los factores
que contribuyeron a la creación y al arranque-de los talleres
fue el gran número de campesinos expulsados de la tierra
por la transformación de los campos en pastos y por el
progreso de la agricultura, que redujo el número de brazos
requeridos para el cultivo; estos campesinos expulsados se
trasladaron en masa a las ciudades; fue un proceso que duró
siglos.
La extensión del mercado, la acumulación del capital, los
cambios en la posición social de las diferentes clases, una
multitud de hombres y mujeres privados de toda fuente de
ingresos: éstas fueron las condiciones históricas del
establecimiento de la manufactura. [MF (1847) MEGA 1/6,
pp. 199-200]

Es indudable —y esta es. precisamente, la causa de


muchas concepciones erróneas— que las grandes revolu-
ciones producidas en el comercio durante los siglos xvi y
XVII (que, junto con los descubrimientos geográficos,
estimularon el desarrollo del capital comercial) fueron uno
de los factores principales de la transición de la producción
feudal a la producción capitalista. La súbita expansión del
mercado mundial, la multiplicación de las mercancías en
circulación, la intensidad con que las naciones europeas se
lanzaron a la carrera por los produc-
149

L
tos de Asia y los tesoros de’América, el sistema colonial: todos
estos factores contribuyeronmaterialmente a la destrucción de
las trabas feudales a la producción. Sin embargo, en el primer
período, el de la manufactura, el modo de producción
moderno sólo se desarrolló en los puntos donde las condiciones
se habían creado ya previamente, durante la Edad Media.
Comparemos, por ejemplo, Holanda y Portugal. En el siglo xvi
y también en el xvn, hasta cierto punto, la súbita expansión del
comercio y la creación de un nuevo mercado mundial tuvieron
una extraordinaria influencia en el derrocamiento del viejo
modo de producción y en la consolidación del modo de
producción capitalista; pero esto fue sobre la base de un modo
de producción capitalista ya creado...
La transición del modo de producción feudal* al modo
capitalista puede hacerse por dos vías. El productor puede
convertirse en mercader y capitalista, enfrentado con la
economía natural agrícola y con la organización gremial de
la industria en las ciudades medievales. Esta es la vía
verdaderamente revolucionaria. O bien el mercader puede
tomar posesión de la producción directamente. Esta vía
también sirve, históricamente, de forma de transición —por
ejemplo, el comerciante en tejidos inglés del siglo xvn, que
controla directamente a los tejedores (aunque éstos sean
trabajadores independientes), suministrándoles la lana y
comprándoles los tejidos—, pero es incapaz por sí misma
de destruir el viejo modo de producción, antes bien, puede
decirse que lo conserva, que se basa en él... Este método es,
en todos los países, un abstáculo para la formación de un
verdadero modo de producción capitalista y decae con el
desarrollo de éste [Capital, III VA, III/l, pp. 364-366]

Para convertir su dinero en capital, el propietario de aquél


ha de encontrar, pues, en el mercado un trabajador libre.
Libre en el doble sentido de que como hombre libre puede
disponer de su fuerza de trabajo como de una mer-

150
caricia propia y que no dispone de más mercancía para la
venta, le falta todo lo necesario para la realización de su fuerza
de trabajo.
La cuestión de por qué el trabajador libre acude al
mercado no tiene el más mínimo interés para el propietario
del dinero; para él, el mercado de trabajo es una rama del
mercado general. Por el momento, a nosotros sólo nos
interesa un poco. Observamos el hecho teóricamente como
él lo observa prácticamente. Ahora bien, está claro que la
naturaleza no produce, por un lado, propietarios de dinero o
de mercancías y, por otro lado, hombres que no poseen nada
más que su fuerza de trabajo. Esta relación no tiene ninguna
base natural, ni tampoco una base social común a todas las
épocas históricas. Es, a todas luces, el resultado de una
evolución histórica anterior, el producto de muchas
revoluciones económicas, de la extinción de una serie de
viejas formas de producción social.
Las categorías económicas que hemos analizado también
llevan, pues, el sello de la historia. Para que un producto se
convierta en mercancía se precisan condiciones históricas
definidas. Se requiere, en primer lugar, que no sea
producido como medio de subsistencia directo del propio
productor. Si hubiésemos estudiado en qué circunstancias
todos los productos —o la mayoría— toman la forma de
mercancías, habríamos visto que esto sólo ocurre en un tipo
de producción muy específico, la producción capitalista.
Ahora bien, este estudio sería ajeno al análisis de las
mercancías propiamente dicho. Efectivamente, puede existir
producción y circulación de mercancías aunque la mayoría
de los objetos producidos estén destinados a cubrir las
necesidades inmediatas de sus productores y no sean
transformados en mercancías, y aunque la producción social
esté, pues, lejos de caer bajo el dominio del valor de cambio.
La transformación de los productos en mercancías presupone
un tal desarrollo de la división social del trabajo que ya exista
la separación entre el valor de uso y el vaüor de cambio,
separación ini-
151
ciada con la simple permuta. Ahora bien, esta fase del de-
sarrollo se encuentra en muchas formas de sociedad que
presentan, en otros sentidos, los rasgos históricos más di-
versos.
Por otro lado, si analizamos el dinero veremos que su
existencia presupone un estadio definido en el intercambio
de mercancías. Las fundones particulares del dinero, como
simple equivalente de las mercancías, como medio de
circulación, como medio de pago, como medio de ate-
soramiento o como moneda universal, apuntan —según la
extensión y la preponderancia relativa de una función o de
otra— hacia estadios muy distintos en el proceso de
producción social. Ahora bien, sabemos por experiencia que
para la aparición de todas estas fundones basta un grado de
desarrollo moderado de la circulación de las mercancías. No
ocurre así con el capital. La simple circulación del dinero y
de las mercancías no nos da las condiciones históricas de su
existencia. Sólo se dan cuando el propietario de los medios
de producción y de subsistencia encuentra en el mercado el
trabajador libre que vende su fuerza de trabajo. Y esta
condición histórica comprende toda una etapa histórica. Por
eso, el capital marca, desde su aparición, una nueva época
en el proceso de la producción social. [Capital, 1 (1867)
VA, I. pp. 176-178]

Por sí mismos, el dinero y las mercancías no son más


capital que los medios de producción y de subsistencia. Han
de ser transformados en capital. Ahora bien, esta
transformación sólo puede producirse en determinadas
circunstancias, cuyo rasgo esencial es la necesidad de con-
tacto entre dos tipos muy diferentes de poseedores de mer-
cancías: por un lado, los propietarios de dinero, de los
medios de producción y de los medios de subsistencia, que
quieren aumentar la suma de los valores que ya poseen
comprando la fuerza de trabajo ajena; por otro lado, los
trabajadores Ubres, los vendedores de su propia fuerza de
trabajo, es decir, los vendedores de trabajo. Decimos
152
trabajadores libres en el doble sentido de que no forman
parte de los medios de producción, como ocurre con los
esclavos, los siervos, etc., y de que los medios de producción
no les pertenecen, como ocurre con los campesinos
propietarios; son, pues, libres, es decir, no condicionados por
medios de producción propios. Con esta polarización del
mercado existen las condiciones fundamentales de la
producción capitalista. El sistema capitalista presupone la
separación completa entre los trabajadores y la propiedad de
los medios con que lleva a cabo su trabajo. Cuando la
producción capitalista se consolida, no sólo mantiene esta
separación, sino que la reproduce a una escala cada vez más
elevada. Por consiguiente, el proceso que prepara el camino
al sistema capitalista es el proceso que separa al trabajador
de la posesión de sus medios de producción; un proceso que
transforma los medios sociales de subsistencia y de
producción en capital y a los productores inmediatos en
asalariados. La llamada acumulación primitiva no es más
que el proceso histórico de separación del productor de sus
medios de producción. Parece primitiva porque constituye la
etapa prehistórica del capital y del modo de producción
correspondiente.
La estructura económica del de la sociedad capitalista ha
surgido de la estructura económica de la sociedad feudal. La
disolución do ésta liberó los elementos de aquélla.
El productor, el trabajador, sólo pudo disponer de su
propia persona cuando dejó de estar vinculado al suelo,
cuando dejó de ser el esclavo, el siervo o el servidor de otro.
Para convertirse en vendedor libre de la fuerza de trabajo, un
hombre que lleva su mercancía al mercado, tenia que haber
escapado también al dominio de los gremios, a sus reglas
para los aprendices y los oficiales, a las trabas de sus
reglamentos laborales. Por consiguiente, el movimiento
histórico que transforma a los productores en asalariados
aparece como la emancipación de aquéllos de la
servidumbre y las cadenas de los gremios; esto es lo único
que tienen en cuenta los historiadores burgueses. Pero es-

153
tos hombres liberados sólo pudieron convertirse en vende-
dores de sí mismos cuando fueron totalmente privados de
sus medios de producción y de las garantías de existencia
que les daban las viejas instituciones feudales. La historia
de esta expropiación ha sido escrita en los anales de la
humanidad con letras de sangre y fuego.
Los capitalistas industriales, los nuevos potentados, no
sólo tenían que desplazar a los maestros de los gremios sino
también a los señores feudales, los poseedores de las fuentes
de riqueza. En este sentido, su conquista del poder social es
el fruto de una lucha victoriosa contra los señores feudales y
sus ultrajantes prerrogativas y contra los gremios y los
obstáculos con que frenaban el libre desarrollo de la
producción y la libre explotación del hombre por el hombre.
Los caballeros de la industria sólo consiguieron, pues,
suplantar a los caballeros de la espada aprovechando
acontecimientos de los que no eran directamente
responsables. Los medios que utilizaron son tan viles como
los utilizados por el liberto romano para dominar a su
patronus.
El punto de partida del proceso de aparición del asala-
riado y del capitalista fue la servidumbre del trabajador. El
progreso consistió en una transformación de la forma de
esta servidumbre, en la transformación de la explotación
feudal en explotación capitalista. Para comprender su curso,
hemos de remontarnos hasta muy lejos. Aunque los
primeros síntomas de la producción capitalista sean ya
visibles en los siglos xiv y xv, esporádicamente en algunas
ciudades del Mcditeránco, la era capitalista empieza en el
siglo xvt. En los países en que aparece hace ya tiempo que
se ha abolido la servidumbre, hace ya tiempo que ha
empezado a decaer la gloría de la Edad Media y de las
ciudades soberanas y autónomas.
En la historia de la acumulación primitiva, son re-
voluciones importantes todas las que sirven de palancas para
la clase capitalista, en proceso de formación; ahora bien, los
momentos más importantes son aquellos en que grandes
masas de hombres se ven separados súbitamente
y por la fuerza de sus medios de subsistencia y lanzados al
mercado del trabajo como proletarios libres y «des-
vinculados». La base de todo proceso es la expropiación del
productor agrícola, la separación del campesino de su tierra.
La historia de esta expropiación presenta aspectos diferentes
en los distintos países y pasa por sus diversas fases en
distintos órdenes de sucesión y en períodos distintos. Sólo en
Inglaterra, el país que tomamos como ejemplo, ha adoptado
una forma clásica. [Capital, I, (1867) VA, I, pp. 752-754]

1
Cualquiera que sea el modo social de producción, los
trabajadores y los medios de producción siempre son sus
principales elementos. Pero mientras están separados, sólo
son tales elementos en potencia. Para que la producción sea
posible, es preciso reunirlos, ponerlos en contacto. El rasgo
distintivo de los diferentes periodos económicos de la
organización de la sociedad es la forma particular en que se
produce este contacto. En nuestro caso, el dato de que
partimos es la separación del trabajador libre de sus medios
de producción, y ya hemos visto de qué modo y en qué
condiciones estos dos elementos han sido reunidos en manos
del capitalista, a saber, como modo de existencia productiva
de su capital. El proceso efectivo que combina los elementos
personales y materiales en las mercancías, el proceso de
producción, se convierte, pues, en una función del capital, en
un proceso capitalista de producción, cuya naturaleza ha sido
analizada en detalle en el primer volumen de esta obra. Todo
proceso de producción de mercancías es, al mismo tiempo, un
proceso de explotación de la fuerza de trabajo, pero el modo
de producción capitalista es el primero que se ha convertido
en un modo de explotación que, en el curso de su desarrollo
j
histórico, por su organización del trabajo y por su espléndido
I progreso técnico, transforma toda la estructura económica de
i
i la sociedad y supera con mucho las reali-

155
zaciones de los períodos anteriores. [Capital, II VA, II, pp.
34-35]

Con la explotación del mercado mundial, la burguesía ha


dado un carácter cosmopolita a La producción y al consumo de
todos los países. Con gran# sentimiento de los reaccionarios ha
privado a la industria de su base nacional. Las antiguas
industrias nacionales han sido destruidas o lo son cada día. Se
las reemplaza por nuevas ins- dustrias, cuya introducción es
una cuestión vital para todas las naciones civilizadas; por
industrias que ya no utilizan materias primas indígenas sino
materias primas llegadas de las más remotas regiones del globo,
y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país sino en
todo el mundo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas
con los productos nacionales, aparecen nuevas necesidades que
reclaman, para su satisfacción, productos de los países más
lejanos y de los climas más diversos. En vez del antiguo
aislamiento de las regiones y de las naciones autosuficientes,
tenemos un intercambio universal, una interdependencia
universal de las naciones. Y esto, tanto en lo que concierne a la
producción material como a la producción intelectual. La
producción intelectual de una nación se convierte en
patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo
nacionales son cada día más imposibles; de las numerosas
literaturas nacionales y locales se forma una literatura
universal.
Con el rápido perfeccionamiento de los instrumentos de
producción y el progreso constante de los medios de
comunicación, la burguesía hace entrar en la corriente de la
civilización a todas las naciones, incluso las más bárbaras. Los
bajos precios de sus mercancías constituyen La artillería pesada
con que destruye todas las murallas de China y obliga a
capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los
extranjeros. Obliga a todas las naciones, so pena de sucumbir, a
adoptar el modo de producción burgués, las compele a
introducir lo que ella llama

156
civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra,
crea un mundo a imagen y semejanza suya.
La burguesía ha sometido el campo al dominio do la
ciudad. Ha creado ciudades inmensas; ha incrementado
enormemente la población urbana en comparación con la del
campo y ha rescatado a una parte considerable de la
población al idiotismo de la vida rural. Así como ha su-
bordinado el campo a la ciudad, ha subordinado los países
bárbaros o semibárbaros a los países civilizados, los pueblos
campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.
La burguesía suprime cada-vez más el fraccionamiento de
la población, de los medios de producción y de la propiedad.
Ha aglomerado la población, ha centralizado los medios de
producción y ha concentrado la propiedad en manos de una
minoría. La consecuencia necesaria de todo ello ha sido la
centralización política. Las provincias independientes, o
unidas con vínculos muy débiles, con intereses, leyes,
gobiernos y sistemas tributarios diferentes se han
consolidado en una sola nación, con un solo gobierno, una
sola ley, un solo interés nacional de clase, una sola frontera,
una sola tarifa aduanera.
La burguesía, con su dominio de clase, que apenas cuenta
con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más
masivas y colosales que todas las generaciones precedentes
juntas. La sujeción de las fuerzas de la naturaleza al hombre,
la utilización de la maquinaria, la aplicación de la química a
la industria y a la agricultura, la navegación a vapor, el
ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la adaptación al cultivo de
continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación,
poblaciones enteras surgidas como por encanto de la tierra:
¿cuál de los siglos precedentes podía ni siquiera sospechar
que tales fuerzas productivas dormitaban en el seno del
trabajador social?
Hemos visto, pues, que los medios de producción y de
cambio sobre cuya base se ha formado la burguesía, se
crearon en la sociedad feudal. Al llegar a un cierto grado de
desarrollo, estos medios de producción y de cambio,

157
las condiciones en que la sociedad feudal producía y cam-
biaba, toda la organización feudal de la agricultura y de la
industria manufacturera, en una palabra, todas las relaciones
feudales de propiedad, dejaron de corresponder a las fuerzas
productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción en vez
de impulsarla; se convirtieron en otras tantas trabas. Era
preciso destruir estas trabas, y se destruyeron.
Su puesto fue ocupado por la libre concurrencia, con una
constitución social y política adecuada a ésta y con el
dominio económico y político de la clase burguesa.
Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento
similar. La sociedad burguesa moderna, con sus relaciones
de producción, de cambio y de propiedad, una sociedad que
ha hecho surgir tan poderosos medios de producción y de
cambio, se parece al brujo que ya no es capaz de dominar las
potencias infernales que él mismo ha desencadenado con sus
conjuros. Desde hace algunas décadas, la historia de la
industria y del comercio no es más que la historia de la
rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las
actuales relaciones de producción, contra las relaciones de
propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y de
su dominación. [MC (1848) MEGA, 1/6, pp. 529-531]

¿Qué significa la acumulación primitiva del capital, es


decir, su génesis histórica? En la medida en que no es una
transformación directa de los esclavos y de los siervos en
asalariados y, por tanto, un simple cambio de forma, sólo
significa la expropiación de los productores inmediatos, es
decir, la destrucción de la propiedad privada en el trabajo de
su propietario.
La propiedad privada, antítesis de la propiedad social,
colectiva, sólo existe cuando los medios de trabajo y las
condiciones externas del trabajo pertenecen a los individuos
privados. Ahora bien, la propiedad privada tiene un carácter
distinto según que estos individuos privados sean

158
trabajadores o no. Los innumerables matices que ofrece a
simple vista corresponden a los estadios intermedios entre estos
dos extremos. La propiedad privada del trabajador sobre sus
medios de producción es el fundamento de la pequeña industria,
y la pequeña industria es una condición esencial para el
desarrollo de la producción social y de la libre individualidad del
trabajador. Desde luego, este modo de producción también existe
bajo el escla- vismo, la servidumbre y otras formas de
dependencia. Pero sólo florece plenamente, sólo despliega todas
sus energías, sólo alcanza la plenitud de su forma clásica cuando
el trabajador es el propietario privado de los medios ' de trabajo
que utiliza: el campesino, de la tierra que cultiva; el artesano, de
los instrumentos que maneja como un virtuoso. Este modo de
producción supone la parcelación del suelo y de los restantes
medios de producción. Excluye la concentración de estos medios
de producción y, por consiguiente, excluye también la
cooperación, la división del trabajo dentro de cada proceso
separado de producción, el control de las fuerzas de la naturaleza
por la sociedad y su utilización productiva, y el libre desarrollo
de las fuerzas productivas sociales. Sólo es compatible con una
sociedad y un sistema de producción primitivos y limitados.
Perpetuarlo sería, como dice Pecqueur, «decretar la mediocridad
universal». Al llegar a una cierta fase de desarrollo, él mismo
engendra los medios materiales de su propia destrucción. A
partir de este momento, nuevas fuerzas y nuevas pasiones surgen
y se mueven en el seno de la sociedad; pero la vieja organización
social las frena y las mantiene sometidas. Es preciso destruirla y
se destruye. Su aniquilación, la transformación de los medios de
producción individualizados y dispersos en medios socialmente
concentrados, la transformación de la raquítica propiedad de
muchos en la gran propiedad de una miooría, la separación
violenta de la gran masa de la población de la tierra, de los
medios de subsistencia y j de los medios de trabajo, la terrible
expropiación de la gran masa del pueblo, constituyen el preludio
de la his-

159

i
tocia del capital. Comprende una serie de medidas violentas,
de las que sólo hemos examinado las que han llegado a
adquirir notoriedad histórica como métodos de la acu-
mulación primitiva del capital. La expropiación de los
productores inmediatos se llevó a cabo con un vandalismo
despiadado, bajo el impulso de las pasiones más infames,
sórdidas, mezquinas y odiosas. La propiedad privada, fruto
del propio trabajo, basada, por así decirlo, en la fusión del
trabajador aislado e independiente con las condiciones de su
trabajo, fue reemplazada por la propiedad privada
capitalista, basada en la explotación del trabajo ajeno, de
personas nominalmente libres.
Cuando este proceso de transformación ha minado la
vieja sociedad de pies a cabeza, cuando los trabajadores se
han convertido en proletarios y sus medios de trabajo en
capital, cuando el modo de producción capitalista se mueve
ya por sí mismo, toman una nueva forma la socialización
ulterior del trabajo y la transformación de la tierra y de otros
medios de producción en medios de producción explotados
y, por consiguiente, comunes; toma también una nueva
forma la expropiación ulterior de los propietarios privados.
A partir de este momento no se expropia ya a los
trabajadores independientes sino a los capitalistas que
explotan a muchos trabajadores. Esta expropiación se lleva a
cabo por la acción de las leyes inmanentes de La producción
capitalista, por la centralización del capital. Un capitalista
desplaza a otros. Junto con esta centralización, con esta
expropiación de muchos capitalistas por una minoría, se
desarrolla, en una escala cada día mayor, la forma
cooperativa del proceso del trabajo, la aplicación consciente
de la ciencia, la explotación planificarla de la tierra, la
transformación de los instrumentos de trabajo en
instrumentos que sólo pueden utilizarse en forma
cooperativa, la economía de todos los medios de producción
al utilizarlos como medios de producción del trabajo
combinado, socializado, la absorción de todos los países en
la red del mercado mundial y el carácter internacional del
sistema capitalista. Junto con la constante dismi-

160
nución del número de los magnates del capital, que usurpan y
monopolizan todas las ventajas de este proceso de
transformación, aumentan la miseria, la opresión, la es-
clavitud, la degradación y la explotación. Pero también
aumenta la rebelión de la clase obrera, una clase cuyo número
crece constantemente y que es disciplinada, unida, organizada
por el mismo mecanismo de la producción capitalista. El
monopolio del capital se convierte en un obstáculo para el
modo de producción surgido y desarrollado con él, debajo de
él. La centralización de los medios de producción y la
socialización del trabajo llegan finalmente a un punto en que
resultan incompatibles con su envoltura capitalista. La
envoltura es desgarrada, destruida. Suena la hora final de la
propiedad privada capitalista. Los expropiadores son
expropiados.
El modo de apropiación capitalista, resultado del modo
de producción capitalista, nos da la propiedad privada ca-
pitalista. Es la primera negación de la propiedad privada
individua], basada en el propio trabajo. Pero la produo- ción
capitalista engendra, con la inexorabilidad de una ley de la
naturaleza, su propia negación. Es la negación de la negación.
Ésta no restaura la propiedad privada del productor sino una
propiedad privada basada en las adquisiciones de la era
capitalista, es decir, en la cooperación y la posesión en común
de la tierra y de los medios de producción producidos por el
trabajo.
La transformación de la propiedad privada dispersa,
basada en el trabajo individual, en propiedad privada ca-
pitalista es, naturalmente, un proceso incomparablemente más
lento, violento y difícil que la transformación de la propiedad
privada capitalista —que ya se basa, de hecho, en la
producción socializada— en propiedad socializada. En el
primer caso, la gran masa de la población fue expropiada por
unos cuantos usurpadores; en el segundo, la minoría de
usurpadores es expropiada por la gran masa del pueblo.
[Capital, I (1867) VA, I, pp. 801-804]

íJCB14.11 161
Basta con mencionar las crisis comerciales que, con su
reaparición periódica, plantean en forma cada vez más
amenazadora la cuestión de la existencia de toda la sociedad
burguesa. Durante las crisis comerciales se destruye
sistemáticamente no sólo una parte considerable de los
productos ya elaborados, sino también una parte de las
mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis se
extiende sobre la sociedad una epidemia social que en
cualquier otra época anterior habría parecido absurda: la
epidemia de la superproducción. La sociedad vuelve
súbitamente a un estado de barbarie momentáneo: se diría
que el hambre, que una guerra devastadora la han privado de
sus medios de subsistencia; la industria y el comercio
parecen aniquilados. Y todo esto, ¿por qué? Porque la so-
ciedad posee demasiada civilización, demasiados medios de
vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas
productivas de que dispone no tienden ya a impulsar el
desarrollo de las condiciones de la propiedad burguesa; aj
contrario, son ya demasiado poderosas para dichas
condiciones: éstas constituyen un obstáculo para su desa-
rrollo. Y cada vez que las fuerzas productivas superan este
obstáculo precipitan a toda la sociedad burguesa en el
desorden y ponen en peligro la existencia misma de la
propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan
demasiado estrechas para contener la riqueza creada en su
interior. ¿Cómo supera la burguesía estas crisis? Por un lado,
con la destrucción obligada de una masa de fuerzas
productivas; por otro lado, con la conquista de nuevos
mercados y la explotación más intensa de los antiguos. Es
decir, preparando crisis más extensas y destructivas y
reduciendo los medios de prevenirlas. [MF (1848) MEGA,
1/6, pp. 531-532]

No se trata de que se haya producido demasiada riqueza.


Ahora bien, es indudable que existe una superproducción
periódica de riqueza en su forma capitalista y contradictoria.

162
Las limitaciones del modo de producción capitalista
resultan evidentes:
1. Por el hecho de que, con la tendencia decreciente de
la cuota de ganancia, el desarrollo de la productividad del
trabajo crea una ley que, en cierto punto, resulta hostil a este
mismo modo de producción, una ley que sólo puede
i contrarrestarse con crisis periódicas.
2. Por el hecho de que la expansión o la contracción de
la producción se deciden por la apropiación del trabajo
retribuido y por la proporción entre este trabajo no re-
tribuido y el trabajo materializado en general o, por decirlo
con el lenguaje de los capitalistas, por los beneficios y por la
proporción entre estos beneficios y el capital uti-
3 lizado, por una cuota concreta de ganancia y no p>or la relación
de la producción con las necesidades sociales, con las
necesidades de seres humanos socialmente desarrollados.
En consecuencia, el modo de producción capitalista alcanza
su límite a un nivel de producción totalmente inadecuado en
términos de la segunda presuposición (la producción en
función de las necesidades). Llega al limite en un punto
determinado por la producción y la realización de
beneficios, no por la satisfacción de las necesidades
humanas. [Capital, 111 VA, I I I , pp. 2S7-2SS]

El verdadero limite de la producción capitalista es el


mistno capital. El capital y su autoexpansión son el prin-
cipio y el f i n , el motivo y el objetivo de la producción; ésta
se ve como producción para el capital, en vez de considerar
los medios de producción como medios para mejorar,
perfeccionar las condiciones de la vida humana en beneficio
de la sociedad de los productores. Los límites en que ha de
tener lugar la preservación y el aumento del valor del
capital, basados en la expropiación y la depauperación de la
gran masa de los productores, chocan siempre con los
métodos de producción que el capital ha de utilizar piara
alcanzar sus objetivos. Estos métodos llevan directamente a
la expansión ilimitada de la producción.
163
a la producción por la producción, al desarrollo incondicional
de las fuerzas productivas de la sociedad. Los medios, el
desarrollo incondicional de las fuerzas productivas de la
sociedad, chocan continuamente con la limitación del
objetivo, la auto-expansión del capital existente. El modo de
producción capitalista es, pues, uno de los medios históricos
de desarrollo de las fuerzas materiales de producción y de
creación del mercado mundial que éstas implican, pero
representa, al mismo tiempo, una contradicción perpetua
entre esta tarea histórica y las relaciones sociales de
producción a que da lugar. [Capital, III VA. I I I / l , pp. 278-
279]

Los tres principales aspectos de la producción capitalista


son:
1. La concentración de los medios de producción en
pocas manos. La consecuencia de esto es que dejan de ser
propiedad de los productores directos y se transforman en
fuerzas sociales de producción. Es cierto que, al principio,
son propiedad privada délos capitalistas. Estos son los
fideicomisarios de la sociedad burguesa, pero se embolsan
las rentas del fideicomiso.
2. La organización del trabajo como trabajo social, con
la cooperación, la división del trabajo y la unión de éste con
las ciencias naturales.
En ambos sentidos, el modo de producción capitalista
elimina la propiedad privada y el trabajo (individuales),
pvero los elimina en forma antagónica.
3. La formación de un mercado mundial.
La inmensa capacidad productiva, inmensa en relación
con la población, que se desarrolla bajo el modo de pro-
ducción capitalista y el incremento (aunque no en la misma
proporción) del valor de los capitales (no sólo en su sustancia
material), que crecen más rápidamente que la población,
entran en contradicción con la base de esta inmensa fuerza
productiva,' una base que se empequeñece constantemente en
comparación con la masa de la rique-

164
za, constantemente creciente. También entran en contra-
dicción con las condiciones en que el capital aumenta de
valor. Ésta es la causa de las crisis. [Capital, III VA, III/l,
pp. 295-296]

En última instancia, la causa de las verdaderas crisis es


siempre la pobreza y el escaso consumo de las masas, en
contraste con la tendencia de la producción capitalista a
desarrollar las fuerzas productivas de tal modo que sólo
encuentren un limite en el poder absoluto de consumo de la
sociedad. [Capital, III VA, 111/2, p. 528]
II. El sistema social del capitalismo

E! capital consiste en materias primas, instrumentos de


trabajo y medios de subsistencia de toda clase, utilizados para
producir nuevas materias primas, nuevos instrumentos de
trabajo y nuevos medios de subsistencia. Todos estos
componentes del capital son creados por el trabajo, son
productos del trabajo, trabajo acumulado. Trabajo
acumulado que sirve de medio para producir más capital. Así
lo dicen los economistas.
¿Qué es un esclavo negro? Un hombre de raza negra.
Una explicación vale tanto como la otra.
Un negro es un negro. Sólo en determinadas condiciones
se convierte en esclavo. Una máquina hiladora de algodón es
una máquina para hilar algodón. Sólo en determinadas
condiciones se convierte en capital. Sin estas condiciones
tiene tanto de capital como el oro de dinero o como el azúcar
de precio del azúcar.
En el proceso de producción, los seres humanos no sólo
entran en relación con la naturaleza. Producen trabajando
juntos de una manera especifica, intercambiando sus
actividades. Para producir, establecen relaciones definidas
entre ellos, y su contacto con la naturaleza sólo tiene lugar
dentro de estas relaciones sociales.
Las relaciones sociales entre los productores y las
condiciones en que intercambian sus actividades y participan
en el acto total de la producción variarán naturalmente según
el carácter de los medios de producción. Con el
descubrimiento de un nuevo instrumento bélico, el arma de
fuego, toda la organización interna del ejército tuvo que
modificarse necesariamente, se transformaron las relaciones
en que los individuos componen un ejército

1*7
y pueden actuar como ejército; también se transformó la
relación entre los distintos ejércitos.
I-as relaciones sociales en que los individuos producen, las
relaciones sociales de producción, se transforman con la
transformación de los medios materiales de producción, de las
fuerzas de produccción. Las relaciones de producción en su
totalidad constituyen lo que se llama relaciones sociales, la
sociedad y, más concretamente, una sociedad en una etapa
concreta del desarrollo histórico, una sociedad con un carácter
único y distintivo. La sociedad antigua, la sociedad feudal, la
sociedad burguesa (o capitalista) son estas totalidades de las
relaciones de producción; cada una de ellas constituye un
estadio particular en el desarrollo de la historia de la
humanidad.
El capital también es una relación social de producción. Es
una relación de producción burguesa, una relación de producción
de la sociedad burguesa. ¿No se han producido y acumulado en
determinadas condiciones sociales, bajo determinadas
relaciones sociales, los medios de subsistencia, los instrumentos
de trabajo y las materias primas que componen el capital? ¿Y
no es este carácter social concreto lo que imprime a los
productos que sirven para la nueva producción el sello de
capital?
El capital no sólo consiste en medios de subsistencia, en
instrumentos de trabajo y en materias primas, no sólo consiste
en productos materiales: también consiste en valores de cambio.
Todos los productos que lo componen son mercancías. Por
consiguiente, el capital no sólo es una suma de productos
materiales sino también una suma de mercancías, de valores de
cambio, de magnitudes sociales. [TAC (1849) MEGA 1/6, pp.
482^83]

El capital presupone, pues, el trabajo asalariado; el trabajo


asalariado presupone el capital. Se condicionan mutuamente; cada
uno de ellos da origen al otro. [TAC (1849) MEGA, 1/6, pp. 485]
<

168
¿Cómo se convierte en capital una suma de mercancías, de
valores de cambio?
¡ , r
.
Por el hecho de que como fuerza social independiente, es
decir, como poder de una parte de la sociedad, se conserva y
multiplica mediante el intercambio con la fuerza de trabajo
inmediata, viva.
Una premisa necesaria del capital es la existencia de una
clase que no posea más que la capacidad de trabajar.
Lo que transforma el trabajo acumulado en capital es el
dominio de trabajo pasado, acumulado, materializado sobre
el trabajo inmediatamente vivo.
El capital no consiste en que el trabajo acumulado sirva
al trabajo vivo como medio para una nueva producción.
Consiste en que el trabajo vivo sirve al trabajo acumulado
como medio para conservar y multiplicar su valor de
cambio.
¿Qué ocurre con el intercambio entre el capitalista y el
trabajador asalariado?
El trabajador recibe medios de subsistencia a cambio de
su fuerza de trabajo, pero el capitalista recibe, a cambio de
sus medios de subsistencia, el trabajo, la actividad
productiva del obrero, la fuerza creadora con que el obrero
no sólo reemplaza lo que consume, sino que da al trabajo
acumulado un valor superior al que tenía anteriormente. El
obrero obtiene del capitalista una parte de los medios de
subsistencia existentes. Pero, ¿para qué le sirven estos
medios de subsistencia? Para el consumo inmediato. Ahora
bien: cuando consumo medios de subsistencia, los pierdo
irrevocablemente si no dedico el tiempo que vivo gracias a
estos medios a producir otros nuevos, a crear con mi trabajo
nuevos valores que reemplacen los valores perdidos con el
consumo. Es precisamente esta noble capacidad reproductiva
lo que el obrero cede al capitalista a cambio de los medios
de subsistencia que de él recibe. Y al cederla, la pierde.
[TAC (1849) MEGA 1/6, pp. 484-485]

169
¿Puede decirse que el trabajo asalariado crea propiedad
para el trabajador? En absoluto. La único que crea es
capital, es decir, la propiedad que explota el trabajo
asalariado y que sólo puede incrementarse a condición de
producir nuevo trabajo asalariado para volverlo a explotar.
En su forma actual, la propiedad se basa en el antagonismo
entre el capital y el trabajo asalariado. Examinemos los dos
extremos de este antagonismo. Ser capitalista significa
ocupar no sólo una posición personal en la producción, sino
también una posición social. El capital es un producto
colectivo; sólo puede ponerse en movimiento, pues, con la
actividad conjunta de muchos miembros de la sociedad y,
en última instancia, sólo con la actividad conjunta de todos
los miembros de la sociedad. El capital no es, pues, una
fuerza personal; es una fuerza social. En consecuencia, si el
capital se transforma en propiedad colectiva, en propiedad
de todos los miembros de la sociedad, no se transforma la
propiedad personal en propiedad social. Sólo cambia el
carácter social de la propiedad. Pierde su carácter de clase.
[MC (1848) MEGA 1/6, p. 539]

Si la gerencia capitalista tiene un doble aspecto a causa


del doble carácter del proceso de producción —que es, por
un lado, un proceso social para la producción de valores de
uso y, por otro, un proceso de creación de plusvalía—, por
la forma esta gerencia es despótica. A medida que aumentan
las dimensiones de la cooperación, este despotismo asume
formas particulares. En primer lugar, cuando su capital ha
alcanzado el nivel mínimo en que comienza la producción
capitalista real, el capitalista se exime del trabajo manual y
confía la tarea de supervisión directa y constante del
trabajador individual y de los grupos de trabajadores a un
tipo especial de asalariado. Un ejército industrial de
trabajadores bajo la dirección de un capitalista requiere,
como todo verdadero ejército, oficiales (directores,
gerentes), sargentos (inspectores, ca

170
pataces, contramaestres), los cuales ejercen autoridad en
nombre del capitalista durante el proceso de trabajo. Su
función fija y exclusiva es la tarea de supervisión. Cuando
comparan el modo de producción de los campesinos y de
los artesanos independientes con la producción basada en la
esclavitud, los economistas incluyen este trabajo de
supervisión entre los faiLx frais de la producción. En
cambio, cuando estudian el modo de producción capitalista,
confunden la labor de dirección obligada por el carácter
colectivo del proceso del trabajo con la tarea de control,
impuesta por el carácter capitalista de este proceso y por el
conflicto de intereses entre el capitalista y el trabajador. Un
hombre no es capitalista porque es gerente industrial; al
contrario, es gerente industrial porque es capitalista. La
gerencia de la industria es un atributo de! capital, del mismo
modo que en la ¿poca feudal las funciones de general v de
juez eran atributos de la propiedad territorial. [Capital. I
(1S67) VA. I. pp. 347-34S.]

La labor de vigilancia y de gerencia constituye una


necesidad en todos aquellos casos en que el proceso directo
de producción toma la forma de un proceso social com-
binado y no se basa en el trabajo aislado de productores
independientes. Tiene, sin embargo, un doble carácter.
Por un lado, todo trabajo en que cooperen muchos in-
dividuos exige, para la coordinación y la unidad del proceso,
una voluntad unificadora y una serie de funciones relativas
no a las operaciones fragmentarias, sino a la actividad total
del taller; es decir, exige una labor parecida a la del director
de orquesta. Esta labor productiva ha de existir en todas las
formas de producción cooperativa.
Por otro lado, la labor de vigilancia y control aparece
necesariamente en todos los modos de producción basados
en el antagonismo entre el obrero como productor directo y
el propietario de los medios de producción. Cuanto mayor es
el antagonismo, más importante es el papel del supervisor.
Por esto alcanza su nivel máximo

J71
con d sistema esclavista.1 Abora bien, también es indispensable
en el modo de producción^capitalista porque el proceso de
producción es, a la vez, el proceso con que el capitalista
consume la fuerza de . trabajo del obrero. Del mismo modo, en
los Estados despóticos la labor de supervisión y de ingerencia
total del gobierno, comprende ambos aspectos: la realización
de las tareas comunitarias, necesaria en todas las comunidades,
y las funciones específicas que responden al antagonismo entre
el gobierno y la masa del pueblo.
En las obras de los autores antiguos, que contemplaban el
sistema esclavista, los dos aspectos de la tarea de supervisión
están ligados de forma tan inseparable en la teoría como lo
estaban en la práctica. Lo mismo ocurre en las obras de los
economistas modernos, que consideran d modo de producción
capitalista como un modo de producción absoluto. Por otro
lado, los apologistas del moderno sistema esclavista saben
utilizar la labor de supervisión y vigilancia para justificar la
esclavitud, con tanta perfección como la utilizan otros
economistas para justificar el sistema del trabajo asalariado.
La Labor de dirección y vigilancia, no como función
resultante de la naturaleza del trabajo cooperativo, sino
como consecuencia del antagonismo entre el propietario de
los medios de producción y el propietario de la simple
fuerza de trabajo (tanto si esta fuerza de trabajo se compra
comprando el trabajador mismo, caso del sistema esclavista,
como si el trabajador vende personalmente su fuerza de
trabajo de modo que el proceso de producción sea el proceso
de consumo de su fuerza de trabajo por el capital), como
función resultante de la servidumbre de los productores
directos, se ha querido convertir, a menudo, en el
fundamento de la justificación de esta misma servidumbre.
Se ha intentado presentar, también, la apropiación del
trabajo ajeno no retribuido como la justa re-

1. Marx cita aquí, en nota a pie de página, a J. E. CJUJLNES, Tks


Star* Power, 1862.

172
compensa del propietario del capital por su propio trabajo...
Ahora bien, el trabajador asalariado, como el esclavo,
necesita un amo que le haga trabajar y le gobierne. Una vez
supuesta esta relación entre el amo y el servidor, es
perfectamente justo obligar al trabajador asalariado a producir
su propio salario y el salario de los encargados de vigilarle, a
compensar el trabajo que cuesta vigilarle y gobernarle, «una
justa indemnización al amo por la labor y el talento gastados
en gobernarle y convertirle en per- sona útil para sí mismo y
para la sociedad».2 3 *
La labor de dirección y de vigilancia que responde al
carácter antagónico y al dominio del capital sobre el trabajo,
que todos los modos de producción basados en el
antagonismo de clase comparten con el modo capitalista, se
relacionan directa e inseparablemente— también en el sistema
capitalista— con las funciones productivas particulares que
comporta toda clase de trabajo social cooperativo de los
individuos. El salario de un cpitropos o del régisseur, como
se le denominaba en la Francia feudal, se diferencia
enteramente del beneficio y toma la forma de salario de
trabajo especializado cuando el negocio tiene dimensiones lo
bastante amplias como para poder pagar este tipo ri"*
:".rector, sin que esto quiera decir que los capitalistas
industriales de hoy «se dediquen a los asuntos del Estado o a
estudiar filosofía».
El señor Ure 5 nos ha dicho ya que el «alma de nuestro
sistema industrial» son los directores industriales y no los
capitalistas industriales... El modo de producción capitalista
ha llevado las cosas hasta tal punto que la labor de vigilancia
rueda ya por la calle enteramente separada de la propiedad del
capital. Ya no es necesario, pues,

2. Citado de un discurso reproducido por «New York DaQy


Tribune», 20 de diciembre de 1859.
3. Andrew URE (1778-1857) era un químico y escritor de temas
científicos que publicó en 1835 una obra titulada Philosophy of
Manufactures, en la que hablaba de las condiciones de vida de
los obreros fabriles.

173
que el capitalista se encargue personalmente de la labor de
vigilancia. El director de orquesta no tiene por qué ser el
propietario de los instrumentos de los miembros de aquella
ni su oficio tiene nada que ver con el pago de los salarios de
los músicos. Las fábricas cooperativas demuestran que el
capitalista es hoy tan superfluo como funcionario de la
producción como superfluo es para él —en sus formas más
desarrolladas— el gran terrateniente. En la medida en que el
trabajo del capitalista no es la labor puramente capitalista
que se deriva del proceso de producción y desaparece
cuando desaparece el capital; en la medida en que no se
limite a la función de explotar el trabajo ajeno; en la medida
en que proviene de la forma social del proceso de trabajo
como combinación y cooperación de muchos para la
obtención de un resultado común; en esta medida, decimos,
es tan independiente del capital como esta forma misma,
cuando ha roto la envoltura capitalista...
El salario de gerencia, el de gerente comercial y el de
gerente industrial, está totalmente separado de los beneficios
de la empresa, tanto en las cooperativas industríales obreras
como en las sociedades por acciones capitalistas. La
separación entre el salario de gerencia y los beneficios de La
empresa, que en otros casos parece accidental, es aquí
constante. En la cooperativa industrial desaparece el carácter
antagónico de la labor de control y vigilancia, porque el
gerente lo pagan los obreros, en vez de representar el capital
contra ellos. En las sociedades por acciones, en general,
surgidas con el sistema de crédito, se tiende a separar cada
vez más la función de dirección de la propiedad del capital,
tanto si se trata de capital propio como de capital prestado.
Del mismo modo, al desarrollarse la sociedad civil, las
funciones de juez y de administrador se separan de la
propiedad feudal, de la que eran atribuidos en la época del
feudalismo. Ahora bien, como simple propietario del capital, el
capitalista activo se enfrenta con el capitalista inversionista, al
tiempo que el capital monetario adquiere ún carácter sódal y,
con d

174
■ i-»—<
-¡ -
v*
«i
desarrollo del crédito, se concentra en los bancos y son éstos
quienes lo prestan, y no sus verdaderos propietarios. Por otro
lado, el simple director de empresa, que no posee capital de m
ningún tipo, realiza todas las funciones del capitalista activo;
sólo queda, pues, el funcionario, y el capitalista desaparece
del proceso de producción como un personaje superfluo...
Sobre la base de la producción capitalista, las sociedades rm
han inventado un nuevo truco en relación con el salario de
gerencia. Consiste en colocar al lado del verdadero director un •si
grupo de directores o de gerentes para los cuales la vigilancia, m
el control y la dirección no son, en la práctica, más que un
pretexto para robar a los accionistas y enriquecerse ellos.
[Capital, III VA, III/1, pp. 418- 426]
k
)r1
m
La manufactura produce, de hecho, la aptitud del tra-
bajador especializado al reproducir y llevar sistemáticamente
a un extremo, dentro del taller, la diferenciación de los oficios
surgida de manera natural y que ya encontró existente en la
sociedad en general. Por otro lado, la transformación del
trabajo subdividido en profesión vitalicia de un individuo
corresponde a la tendencia, ya observada en los tipos
anteriores de sociedad, a convertir los oficios en hereditarios,
a potril icarios en forma de castas o de gremios cuando las
condiciones históricas concretas dan lugar a una variabilidad
individual incompatible con el sistema de castas. Las castas y
los gremios nacen por la acción de la misma ley natural que
regula la diferenciación de las plantas y de los animales en
especies y subespecies; la única diferencia consiste en que al
llegar a un cierto grado de desarrollo, el carácter hereditario
de las castas y el exclusivismo de los gremios se decretan
como una ley social. [Capital, I (1867) VA, I, pp. 355-356.)

175
Ésta * es la abolición del modo de producción capitalista
dentro de la misma producción capitalista, una contradicción
autodestructiva que, prima facie, no es más que una fase de
transición hacia una nueva forma de producción. Sus efectos
son la mejor expresión de su contradictoria naturaleza.
Establece un monopolio en determinados sectores y fomenta,
de este modo, la intervención del Estado. Reproduce una
nueva aristocracia de las finanzas, una nueva variedad de
parásitos en forma de promotores, especuladores y directores
puramente nominales un sistema de trampas y engaños, con las
promociones internas, el tráfico de acciones y la
especulación. En una producción privada sin el control de la
propiedad privada. [Capital, III VA, III/l, pp. 479-480]

Hemos visto que el proceso de producción capitalista es


una forma históricamente determinada del proceso social de
producción en general. Es, por un lado, el proceso con que se
producen los requisitos materiales de la vida humana y, por
otro lado, un proceso que tiene lugar en condiciones de
producción históricas y económicas específicas y que produce
y reproduce estas mismas condiciones de producción y, con
ellas, los agentes humanos de este proceso, sus condiciones
materiales de existencia y sus relaciones mutuas, es decir, su
forma particular de sociedad. Porque el sistema de relaciones
con que los agentes de esta producción se enfrentan con la
naturaleza y con ellos mismos, y dentro del cual producen es,
precisamente, la sociedad desde el punto de vista de la
estructura económica. Como los procesos anteriores, el
proceso de producción capitalista se desarrolla en
condiciones materiales concretas que son, al mismo tiempo,
los receptáculos de las relaciones sociales concretas con que
los individuos entran en el proceso de producción de los
requisitos de su vida. Estas condiciones y relaciones son, por
4. La sociedad por acciones. '

176

H
un lado, premisas y, por otro lado, resultados y creaciones del
proceso de producción capitalista. Éste las produce y las
reproduce. Hemos visto también que el capital (el capitalista
es, simplemente, capital personificado y opera en el proceso
de producción como el agente del capital), en el proceso
social de producción correspondiente, extrae una cierta
cantidad de trabajo excedente del productor directo, el
obrero, trabajo excedente no retribuido que siempre tiene la
cualidad de trabajo forzado, aunque parezca resultado de un
contrato libremente aceptado. Este trabajo excedente está
representado por la plusvalía y esta plusvalía se encarna en
un producto excedente. En general, siempre tiene que haber
trabajo excedente, en el sentido de una cantidad de trabajo
superior al que se necesita para satisfacer las necesidades
existentes. Ahora bien, en el sistema capitalista, lo mismo
que en el esclavista, etc., este trabajo excedente tiene una
forma antagónica y cuenta con el complemento de la
ociosidad total de un sector de la sociedad. Se requiere una
cierta cantidad de trabajo excedente para hacer frente a
posibles contingencias y para la necesaria y progresiva
expansión del proceso de reproducción (llamado
acumulación desde el punto de vista del capitalista), de
acuerdo con el desarrollo de las necesidades y con el
incremento de la población. Uno de los aspectos
civilizadores del capital es que impone este trabajo
excedente de una manera y en unas condiciones más
favorables para el desarrollo de las fuerzas productivas, de
las relaciones sociales y para la creación de los elementos de
una estructura social nueva y superior, en condiciones más
favorables, decimos, que las anteriores formas de la
esclavitud, la servidumbre, etc. Nos lleva, por consiguiente,
a una etapa en que se eliminan la coerción y el monopolio
del desarrollo social (incluyendo las ventajas materiales e
intelectuales) en favor de un sector de la sociedad y a costa
del otro; además, crea los requisitos materiales y los
gérmenes de condiciones que, en una forma superior de
sociedad, permitirán combinar este trabajo excedente con la
reducción del tiempo dedi

BCB U.U 177


cado a las tareas materiales.. Porque, según el desarrollo de la
productividad del trabajo, la cantidad de trabajo excedente
puede ser grande con una jornada de trabajo reducida y
relativamente pequeña con una jornada de trabajo larga.
[Capital, III VA,’ III/2, pp. 871-873.]

La mayoría de los autores que han atacado la teoría


de Adam Smith sobre el trabajo productivo e improduc-
tivo consideran el consumo como un estímulo necesario
para la producción y consideran también que los patronos
trabajadores improductivos,
pro-

gastan dinero
nuevas sine-
curas en ei aparato del Estado y ricas fuentes de ingresos
en el de la Iglesia. Pues estos ¡«trabajadores improducti-
vos», cuyos servicios se incluyen entre los gastos de los
ricos ociosos, tienen un punto en común: sólo producen
«productos inmateriales», pero consumen «productos ma-
teriales», es decir, los productos de los trabajadores pro-
ductivos. Otros economistas, Malthus entre ellos, admiten
la distinción entre los trabajadores productivos y los im-
productivos, pero demuestran a los capitalistas industria-
les que los segundos son tan necesarios como los prime-
ros, incluso para la producción de riqueza material. [TPV,
I, pp. 376-377J

Según Storch,5 los médicos producen salud (pero tam-


5. Betnrich STCSCH (1766-1835), economista ruso, autor deun Coun
tfíconomiz politique, S*nPetersburgo,J815, en el que criticaba a Adam Smitb j,
especialmente, su anáHsh del trabajo improductiva


bién enfermedad), los profesores y escritores producen
ilustración (pero también obscurantismo), los poetas, pin-
tores, etc., producen buen gusto (pero también falta de
gusto), los moralistas producen buenas costumbres y ma-
neras, los sacerdotes producen culto, los soberanos producen
seguridad, etc. Del mismo modo, se podría decir que la
enfermedad produce médicos, la estupidez produce
profesores y escritores, la falta de gusto produce poetas y
pintores, la inmoralidad produce moralistas, la superstición
produce sacerdotes y la inseguridad general produce
soberanos. Esta manera de decir que todas las actividades y
servicios producen un valor de uso real o imaginario ha sido
adoptada por los sucesores de Starch para demostrar que
estos trabajadores son trabajadores productivos en el sentido
que Adam Smith dio al término, es decir, no que crean
productos directamente, sino que con* tribuyen a producir
los productos del trabajo material y, por consiguiente,
producen riqueza. [TPV, I, p. 3S4] •>

El filósofo produce ideas, el poeta versos, el sacerdote


sermones, el profesor libros de texto, etc. Un delincuente
produce delitos. Pero, si estudiamos más de cerca la relación
entre esta última rama de la producción y toda la actividad
productiva de la sociedad, nos veremos obligados a prescindir
de unos cuantos prejuicios. El delincuente no sólo produce el
delito, sino también la ley penal; produce el profesor que da
conferencias sobre esta ley penal e incluso el inevitable manual
en que el profesor ofrece sus lecciones y conferencias al
mercado, como una mercancía más. El resultado es, pues, un
incremento de la riqueza material, para no hablar del placer que
el autor encuentra en la redacción de su manual.
Más aún: el delincuente produce todo el aparato de la
policía y de la justicia criminal, los detectives, los jueces, los
verdugos, los jurados, etc., y todas estas profesiones, que
constituyen otras tantas categorías de la división social del
trabajo, fomentan diversas aptitudes del espíritu

179
¡fiHMÉÉa*ÍÉM«Hl

humano, crean nuevas necesidades y nuevas maneras de


satisfacerlas. La tortura misma ha dado lugar a los más
ingeniosos inventos mecánicos y ha ocupado a gran cantidad de
honestos trabajadores en la producción de estos instrumentos.
El delincuente produce una impresión ora moral, ora
trágica y rinde un € servicio ai fomentar los sentimientos
morales y estéticos del público. No sólo produce los manuales
de derecho penal, la ley penal y, por consiguiente, los
legisladores, sino también el arte, la literatura, las novelas y la
tragedia, como lo demuestran Edipo y Ricardo I I I , Schuld de
Mullner y Dic Rduber de Schiller. El delincuente rompe la
monotonía y la seguridad de la vida burguesa. Los protege,
pues,, contra el estancamiento y fomenta aquella tensión
incesante, aquella movilidad espiritual sin las cttales el estímulo
de la competencia terminaría por desaparecer. Por
consiguiente, da un nuevo impulso a las fuerzas productivas. El
delito aparta del mercado de trabajo una parte de la población
excedente, disminuye La competencia entre los obreros y, hasta
cierto punto, impide que los salarios desciendan por debajo de
un mínimo. Por otro lado, la lucha contra el delito absorbe una
parte de esta población. Por consiguiente, el delincuente es una
de las «fuerzas compensadoras» que establecen un justo
equilibrio y abren toda una gama de ocupaciones «útiles». Esta
influencia del delincuente sobre el desarrollo de las fuerzas
productivas puede verse en concreto. ¿Habría alcanzado el
oficio de cerrajero la perfección actual si no existiesen los
ladrones? ¿Habría llegado la fabricación de billetes de banco a
la perfección de hoy si no existieran monederos falsos? ¿Habría
penetrado el microscopio en la vida comercial ordinaria (cf.
Babba- ge) si no existiesen falsificadores? El desarrollo de la
química aplicada, ¿no se debe, en buena;parte, tanto como al
honesto esfuerzo productivo, «3Ja adulteración de las
mercancías y a los intentos de desáibrírl«?<El delito, con su
incesante desarrollo de nuevos medios de ataque contra la
propiedad, engendra nuevas medidas de defensa y

180
sus efectos productivos son tan grandes como los de las
huelgas para estimular la invención de máquinas.
Y, dejando la esfera del delito privado, ¿existiría un
mercado mundial, existirían incluso las naciones, si no hu-
biesen delitos nacionales? No es el árbol del mal el árbol
del conocimiento, desde Adán hasta hoy?
En su Fable of ihc Bees (1708), Mandcville demostró
ya que todas las ocupaciones inglesas eran productivas y
fue un precursor de nuestra propia argumentación:
«Lo que nosotros denominamos el Mal en este Mundo,
tanto el Moral como el Natural, es el gran principio que nos
hace Criaturas sociables, la sólida Base, la Vida y el Apoyo de
todos los Oficios y Ocupaciones sin Excepción: Si en la
búsqueda del verdadero Origen de todas las Artes y Ciencias
prescindimos del Momento del Mal, la Sociedad resulta
perjudicada, cuando no desaparece totalmente.»

Mandcville tuvo, simplemente, el mérito de ser infini-


tamente más audaz y honesto que estos apologistas de la
sociedad burguesa, cerrados de mollera. [TPV, I, pp. 385-
387]

I 181

j
III. La Ideología del capitalismo

.j

La aparente absurdidad que transforma las. diversas


interrelaciones del hombre en una sola relación de utilidad, en
una abstracción aparentemente metafísica, se debe a que en la
moderna sociedad civil todas las relaciones están subordinadas,
en la práctica, a la relación abstracta del dinero y la
especulación. Esta teoría apareció con Hob- bes y Locke en la
época de la primera y la segunda revoluciones inglesas, los
primeros movimientos con que la., burguesía conquistó el
poder para sí. En los economistas la encontramos implícita,
incluso en un período anterior. La verdadera ciencia de esta
teoría de la utilidad es la economía política. Con los fisiócratas
recibe un contenido genuino, porque fueron los primeros que
dieron a la economía política una presentación sistemática. En
Helvótius y Holbach encontramos ya una idealización de la
teoría, que refleja exactamente la actitud de oposición de la bur-
guesía antes de la Revolución francesa. Holbach presenta todas
las actividades de los individuos en su relación recíproca, por
ejemplo, el habla, el amor, etc., como una relación de utilidad y
de explotación. Las verdaderas relaciones, aquí presupuestas,
son el habla, el amor, etc., es decir, manifestaciones específicas
de cualidades individuales especificas. Estas relaciones no
tienen, pues, una significación propia, sino que se describen
como la expresión y la representación de una tercera relación
subyacente, la utilidad o explotación. La paráfrasis sólo deja de
ser absurda y arbitraria cuando las relaciones individuales no
tienen ya valor por sí mismas, como actividad personal, sino
tínicamente como un disfraz... para un tercer objetivo, una
tercera relación real, llamada la relación de utilidad. La
mascarada lingüística sólo tiene sentida^cuanj^
• -*1 ‘* ... • t\;' q V
do es la expresión coosdesstc o inconsciente de »na mas-'
carada real. En este caso, la relación de utilidad tiene una
significación muy definida: que el daño que hago a otro es en
beneficio mío (exploitation de l’homme par l'hom- me). Más
aún: en este caso, el beneficio que saco de una relación es
totalmente ajeno a dicha relación, como ya hemos visto
anteriormente en el caso de las aptitudes naturales, porque de
cada aptitud se pide un producto que no tiene nada que ver
con ella. Es una relación determinada por condiciones
sociales: la relación de utilidad. Así es, efectivamente, para el
burgués. Para él sólo cuenta una relación: la de explotación.
Las demás relaciones sólo cuentan en la medida en que
puede subsumirlas en ésta, y piando encuentra relaciones que
no pueden ser subsumidas directamente las subsume, por lo
menos, en la imaginación. La expresión material de esta
explotación es el dinero, que representa el valor de todos los
objetos, de todos los hombres y de todas las relaciones
sociales. Puede verse a primera vista que la categoría de
utilidad se abstrae de las relaciones reales que mantenga con
otros y no de la reflexión y la voluntad. Pero se afirma
precisamente lo contrario, que las relaciones reales provienen
de esta categoría; el método es totalmente especulativo. Del
mismo modo y con el mismo ánimo, Hegel representaba
todas las relaciones como relaciones del espíritu objetivo. La
teoría de Holbach es, pues, la ilusión filosófica, histó-
ricamente justificada, de la burguesía francesa ascendente,
cuyo afán de explotación del individuo es una forma de
relación social totalmente liberada de las trabas feudales. La
emancipación, tal como la concebía la burguesía, es decir, la
concurrencia, era, en todo caso, la única vía posible en el
siglo X V I I I para el libre desarrollo de los individuos. La
enunciación teórica de esta conciencia de la práctica
burguesa, la conciencia de la explotación recíproca como
relación general de los individuos entre sí era también un
progreso claro y radical, una ilustración secular, en
comparación con la fachada política, patriarcal, religiosa y
«agradable» de la explotación bajo el feudalismo,

184
una fachada que correspondía a la forma de explotación
existente y que fue sistematizada, en particular, por los
teóricos de la monarquía absoluta.

El progreso de la teoría de la utilidad y la explotación y


las diversas fases por que ha pasado guardan una relación
directa con los diferentes períodos del desarrollo de la
burguesía. En lo que se refiere a su contenido real, la teoría se
había reducido en las obras de Helvétius y Hol- bach a la
simple paráfrasis de los teóricos del período de la monarquía
absoluta. Era una nueva forma de expresión, era más un
deseo de reducir todas las relaciones a la relación de
explotación y de explicar las relaciones sociales por las
necesidades materiales y los modos de satisfacerlas que el
cumplimiento efectivo de este objetivo, de este deseo. La
tarea no pasó de la simple formulación. Hobbes y Locke
habían asistido al primer desarrollo de la burguesía holandesa
(ambos vivieron durante algún tiempo en Holanda) y a las
primeras escaramuzas poéticas con que la burguesía inglesa
superó sus límites locales y provinciales y alcanzó un nivel
relativamente elevado en la manufactura, el comercio
marítimo y la colonización. Esto es especialmente aplicable a
Locke, que escribió sus obras en la época en que aparecieron
las compañías por acciones y el sistema bancario inglés y en
que se consolidó la supremacía marítima de Inglaterra. En es-
tos autores, y en Locke especialmente, la teoría de la ex-
plotación todavía tiene, pues, una vinculación directa con el
contenido económico. Helvétius v Holbach contemplaban,
aparte de la teoría inglesa y el desarrollo anterior de las
burguesías holandesa e inglesa, una burguesía francesa que
todavía luchaba por la libertad de desarrollarse. En particular
el espíritu comercial universal del siglo xvxn se había
apoderado de todas las clases sociales francesas en forma de
especulación. Los asuntos financieros del gobierno y las
consiguientes discusiones sobre los impuestos y las
contribuciones había acaparado la atención de

185
toda Francia. Además, París era en el siglo xvni la única
ciudad cosmopolita, mundial, una ciudad donde se reía*
donaban personalmente los individuos de todos los países.
Estos rasgos, junto con la mayor universalidad, en general,
de la visión de los franceses, dieron a la teoría de Helvé- tius
y Holbach un aspecto universal único, pero al mismo tiempo
eliminaron de ella el contenido económico positivo que
todavía tenía entre los autores ingleses. Una teoría que en
los autores ingleses era el simple reconocimiento de un
hecho se convirtió en los autores franceses en un sistema
filosófico. Esta universalidad privada de su contenido
positivo, tal como la encontramos en Helvétius y Holbach,
es esencialmente distinta de la totalidad, rica de contenido,
que encontramos por vez primera en Bent- ham y MilL
Aquélla corresponde a una burguesía todavía
subdesarrollada y en plena lucha; ésta a una burguesía
desarrollada y dominante. El contenido de la teoría de la
explotación, menospreciado por Helvétius y Holbach, fue
desarrollado y sistematizado por los fisiócratas. Ahora bien,
éstos se basaban en las condiciones económicas sub-
desarrolladas de Francia, donde el feudalismo, que había
hecho de la propiedad territorial el factor fundamental,
todavía era prepotente. Por esto no supieron superar la
perspectiva feudal y consideraron la propiedad territorial y
el trabajo agrícola como Las fuerzas productivas que
determinan toda la estructura de la sociedad. El desarrollo
ulterior de 1a teoría de la explotación en Inglaterra fue obra
de Godwin y, sobre todo, de Benthman, que rein- trodujo el
contenido económico que los autores franceses habían
dejado de lado. Esto ocurrió al tiempo que las burguesías
inglesa y francesa se consolidaban plenamente. Godwin
escribió su obra Political Justice durante el período de
Terror; Bentham publicó sus obras principales durante y
después de la Revolución francesa, en el momento de la
aparición y desarrollo de la gran industria en Inglaterra. Mili
representa la completa unión de la teoría de la utilidad con
la economía política, r •'
La economía política, que anteriormente sólo hablan
estudiado y tratado los financieros, los banqueros y k»
mercaderes, es decir, personas directamente ocupadas en
cuestiones económicas, o bien individuos de cultura uni-
versal, como Hobbcs, Locke y Hume, para los cuales era un
sector más del conocimiento enciplopédico, fue elevada por
vez primera al nivel de ciencia especial por los fisiócratas; a
partir de entonces, siempre se ha estudiado asL Como ciencia
especial, la economía política absorbió las restantes
relaciones —políticas, jurídicas— pero sólo en la medida en
que podían reducirse a relaciones económicas. Esta absorción
de las demás relaciones por la relación económica se
consideró, sin embargo, sólo como uno de los aspectos de
estas relaciones: se seguía atribuyéndoles una significación
independiente, al margen de :1a economía política. La
absorción completa de todas las relaciones por la relación de
utilidad, la apoteosis de esta relación de utilidad como
contenido único de todas las relaciones se encuentran, por
vez primera, en la obra de Bentham, cuando la burguesía,
después de la Revolución francesa y del desarrollo de una
industria de grandes dimensiones, dejó de ser una clase
limitada, particular y je impuso como una clase cuyas
exigencias eran exigencias de toda la sociedad.
Cuando las paráfrasis sentimentales y moralizantes, que
constituían todo el contenido de la teoría de la utilidad entre
los franceses, se agotaron, no quedó más que una cuestión a
contestar para el desarrollo ulterior de la teoría: ¿Cómo se
habían de utilizar, explotar los individuos y las relaciones?
La economía política ya había suministrado, mientras tanto,
una respuesta; el progreso sólo podía consistir, por
consiguiente, en la asimilación de este contenido económico.
Bentham fue el encargado de dar este paso adelante. La
economía política había establecido, sin embargo, que las
principales relaciones de explotación eran independientes de
la voluntad de los individuos. estaban determinadas
totalmente p°r la producción y los individuos las encontraban
ya existentes. La teoría de la utilidad sólo disponía, pues, de
una zona para
la especulación: la situación de los individuos Erente a es-
tas relaciones principales, la explotación privada del mun-
do por los individuos. Benthain y su escuela dedicaron
muchas reflexiones morales a este problema. Toda la crí-
tica del mundo existente por la teoría de la utilidad se mo-
vió, pues, en un terreno limitado. Al no superar las condi-
ciones de la burguesía, la crítica sólo pudo criticar las
relaciones que sobrevivían de una época anterior y que
constituían un obstáculo en el camino del desarrollo bur-
gués. La teoría de la utilidad analizó, pues, la conexión de
todas las relaciones existentes con la relación económica,
pero sólo de manera limitada. La teoría de la utilidad
tuvo, desde el primer momento, el carácter de una teoría
general de 1a utilidad. Este carácter sólo adquirió signifi-
cación con la incorporación de las relaciones económicas,
especialmente en la división del trabajo y del intercambio.
En el seno de la división del trabajo, la actividad privada
del individuo adquiere una utilidad general. La teoría de
la utilidad de Bentham se reduce a esta última, que se su-
pone que existe en la concurrencia. Con la incorporación
de relaciones económicas, como la renta, el beneficio y los
salarios, se introdujeron las relaciones específicas de ex-
plotación de las diferentes clases sociales, porque el tipo
de explotación depende de la situación vital del explota- -|
dor. Hasta entonces, la teoría de la utilidad había podido
vincularse a hechos sociales específicos; a partir de en-
tonces, su estudio de los tipos de explotación terminó
con una serie de frases piadosas. La significación econó- J
mica transforma gradualmente la teoría de la utilidad en
una simple apología de todo cuanto existe, en una demos-
tración de que en las condiciones existentes, las actua-
les relaciones entre los hombres son las más ventajosas
para el interés general. Ésta es la característica con que
la encontramos en todos los economistas contemporáneos.
[IA (1845-1546) MEGA, 1/5, pp. 387-392]

188
IV. Capitalismo y alienación humana
■■•ir'"*

La economía política parte del hecho de la propiedad


privada; pero no lo explica. Concibe los procesos reales de la
propiedad privada en fórmulas generales y abstractas, que
adquieren seguidamente el valor de leyes. No comprende
estas leyes, es decir, no muestra cómo surgen de la
naturaleza misma de la propiedad privada. La economía
política no nos da ninguna explicación del fundamento de la
distinción entre el trabajo y el capital, entre el capital y la
tierra. Cuando, por ejemplo, define la relación entre los
salarios y el beneficio lo hace en términos de los intereses de
los capitalistas, es decir, da por supuesto lo que debería
explicar. También se refiere constantemente a la
concurrencia, fiero siempre la explica en términos de
condiciones externas. La economía política no nos dice nada
de la medida en que estas condiciones externas y
aparentemente contingentes son la expresión de un
desarrollo necesario. Ya hemos visto que el intercambio
mismo parece un hecho accidental. Las únicas fuerzas
motrices que reconoce la economía política son el afán de
lucro y la guerra entre los que buscan beneficios, la con-
currencia.
Precisamente porque la economía política es incapaz de
comprender las conexiones internas de este movimiento, se
ha podido oponer la doctrina de la concurrencia a la del
monopolio, la doctrina de la libertad industrial a la de los
gremios, la doctrina de la división de la propiedad territorial
a la de las grandes haciendas, porque la concurrencia, la
libertad industrial y la división de la propiedad territorial se
concebían únicamente como consecuencias accidentales de
un acto de voluntad y fuerza, no como consecuencias
necesarias, inevitables y naturales del too-
189
DO polio, del sistema de gremios y de la propiedad feudal.
[MJEF (1844) MEGA 1/3, pp. 81-82]

... la economía política considera al proletario, es decir,


al individuo carente de capital o de renta de la tierra que vive
enteramente de su trabajo (un trabajo estrecho, abstracto)
tínicamente como obrero. Puede, así, decir que el proletario,
como el caballo, sólo ha de percibir lo justo para poder seguir
trabajando. No lo considera como ser humano, en su tiempo
libre: deja esta consideración para el magistrado, el médico, la
religión, las tablas estadísticas, la política y el sacristán de la
parroquia.
Situémonos, pues, a un nivel superior al de la economía
política e intentemos contestar dos preguntas a partir de los
argumentos precedentes, casi con las mismas palabras que los
economistas:J.l>i¿Qué'significación tiene para «1 desarrollo de
la humanidad esta reducción de la mayoría de los hombres al
simple trabajo abstracto?; 2) ¿Qué errores cometen los
reformadores cuando quieren ora elevar los salarios para
mejorar las condiciones de la clase obrera, ora (como
Proudhon) considerar la igualdad de los salarios como el
objetivo de la revolución social?
En la economía política, el trabajo sólo aparece en la
forma de actividad adquisitiva. [MEF (1844) MEGA 1/3, pp.
45-46]

La relación del obrero con el trabajo engendra también la


relación del capitalista (o de cualquier otro nombre que demos
al dueño del trabajo) con éste. La propiedad privada es, pues,
el producto, el resultado necesario del trabajo alienado, de la
relación externa del obrero con la naturaleza y consigo
mismo...
Hemos extraído el concepto de trabajo alineado (vida
alienada) de la economía política, de un análisis del mo-
vimiento de la propiedad privada. Pero el análisis de este
concepto demuestra que aunque la propiedad privada pa-
* •A
190

:
rezca constituir la base y la causa del trabajo alienado, es, en
realidad, su consecuencia, del mismo modo que los dioses
no son fundamentalmente la causa sino el producto de las
confusiones de la razón humana. Ahora bien, en una etapa
posterior, la influencia es recíproca. [MEF (1844) MEGA
1/3, pp. 91-92]

Toda alienación del hombre respecto a sí mismo y a la


naturaleza aparece en la relación que postula entre los demás
hombres y él mismo y la naturaleza. La alienación religiosa
se ejemplifica, pues, necesariamente en la relación entre el
laico y el sacerdote o, puesto que se trata de una cuestión
espiritual, entre el laico y un mediador. En el mundo real de
la práctica, esta autoalienación sólo puede expresarse en la
relación real, práctica, del hombre con los demás hombres.
El medio en que se produce la alienación es un medio
práctico. Por consiguiente, los hombres no sólo engendran a
través del trabajo alienado su relación con el objeto y con el
proceso de producción como hombres extraños y hostiles; el
hombre también produce la relación de los demás hombres
con su producción y sus productos v la relación entre él y los
demás hombres. [MEF (1844) MECA 1/3, p. 91]

Sin embargo, la alienación no aparece sólo en el re-


sultado, sino también en el proceso de producción, en la
actividad productiva.
¿En qué consiste la alienación del trabajo? En primer
lugar, en que el trabajo es exterior al obrero, no constituye
una parte de su naturaleza y, por consiguiente, el obrero no
se realiza con su trabajo, sino que se niega él mismo, tiene
una sensación de malestar y de desamparo, no de bienestar,
no desarrolla libremente su energía física y mental, sino que
se agota físicamente y se degrada mentalmente. Por tanto, el
obrero sólo se encuentra a sí mismo, sólo se siente bien
fuera del trabajo. Su trabajo no
•«

es voluntario sino impuesto, es un trabajo forzado. No es la


satisfacción de una necesidad, sino un medio para satisfacer
otras necesidades. Su carácter alienado se ve claramente,
porque cuando desaparece la compulsión física o de otro
tipo, todos lo evitan como una plaga. Finalmente, el carácter
alienado del trabajo para el trabajador aparece también en el
hecho de que no se trata de su trabajo, sino de un trabajo
para otra persona, es decir, que en el trabajo no se pertenece
a sí mismo sino a otra persona.
Del mismo modo que en la religión la actividad espon-
tánea de la fantasía humana, del cerebro y del corazón
humanos reacciona con independencia, es decir, como ac-
tividad ajena a los dioses o de los demonios sobre el indi-
viduo, la actividad del obrero no es su actividad espontánea.
Es la actividad de otro, una pérdida de su propia
espontaneidad [MEF (1884) MEGA 1/3, pp. 85-86]

Cuanto más intensamente trabaja el obrero, más po-


deroso resulta el mundo de los objetos que crea frente a él y
más pobre su vida interior, menos se pertenece a sí mismo.
Ocurre como en la religión. Cuanto más el hombre atribuye
sus propias cualidades a Dios, menos conserva para sí. El
obrero pone su vida en el objeto y su vida no le pertenece ya
a él, sino que pertenece al objeto. Por consiguiente, cuanto
mayor es su actividad, menos posee. La parte de su trabajo
encarnada en el producto ya no le pertenece. Cuanto mayor
es este producto, pues, más se reduce el obrero. La
alienación del trabajador respecto a su producto significa no
sólo que su trabajo se convierte en objeto y adquiere una
existencia propia, sino también que existe
independientemente de él, es ajeno a su persona, se le
enfrenta como un poder autónomo. La vida que él ha dado al
objeto se le enfrenta como una fuerza ajena y hostil. [MEF
(1844) MEGA, 1/3, pp. 83-84)
- . . <\ 1 £•
El objeto producido por el trabajo, su producto, se 192
le enfrenta como un ser ajeno, como un poder independiente
del productor. El producto del trabajo es un producto
encarnado en el objeto y convertido en cosa física; este
producto es una objetivación (Vergegenstándlichung) dd
trabajo. La realización del trabajo es, al mismo tiempo, su
objetivación. En la esfera de la economía política, la
realización del trabajo aparece como una corrupción del
trabajador, la objetivación como una pérdida y una servi-
dumbre hacia el objeto, la apropiación como una alienación.
[MEF (1844) MEGA 1/3, p. 83]

La economía política concibe la vida social de los hom-


bres, su vida humana activa, su desarrollo múltiple hacia una
vida humana común y auténtica, en la forma de intercambio y
de comercio. La sociedad —dice Destutt de Tra- cy— es una
serie de intercambios multilaterales. Es este movimiento de
integración multilateral. Según Adam Smith, la sociedad es
una empresa comercial. Cada uno de sus miembros es un
vendedor. La economía política considera una forma alienada
de relación social como la forma verdadera y original, la
forma que corresponde a la naturaleza humana. [Estudios
económicos de los cuadernos de notas de Marx. (1844-1845)
MEGA 1/3, pp. 536-537]

El dinero posee la cualidad de comprarlo todo, de


apropiarse de todos los objetos, y es, por consiguiente, el
objeto por excelencia. El carácter universal de esta cualidad
corresponde a la omnipotencia del dinero, que te considera
como una esencia omnipotente... El dinero es el alcahuete
entre la necesidad y el objeto, entre la vida humana y los
medios de subsistencia. Pero lo que sirve de mediador a mi
vida sirve también de mediador entre la existencia de otros
hombres y yo mismo. Es, para mí, la otra persona...

BC8 ñus 193


«¿Oro? ¿Ese amarillo, brillante y precioso metal? No, dioses,
□o soy un frivolo adocadorc bo pido más que ralees, cielos
serenos. ■“T-
Este oro basta para hacer blanco lo negro, hermoso lo feo. pisto
lo injusto, noble lo ruin,¡joven lo viejo, valiente el cobarde.
... Y todo esto, ¿por qué? : v r /.‘t. : í
Ese metal alejará de vosotros a vuestros sacerdotes y fieles;
quitará la almohada donde descansa k cabeza del enfermo;
este esclavo amarillo ^ ,t
anuda y rompe los votos, bendicen!. maldito;
hace adorar la lepra pálida, confiere a'las bandidos
títulos y hooores y consideraciones
haciéndoles sentar en el banco de k» senadores; por él la viuda
desolada se desposa-de nuevo; adorna, perfuma y pone
seductora como un día de abril a la mujer que cubierta de
asquerosas llagas
vomitara de su seno un hospital. Ven, escoria maldita,
común prostituta de la humanidad, que siembras la discordia
entre las naciones. Quiero restituirte al sitio que te ha
indicado la naturaleza.»

(Timón de Atenas, Shakespeare)


[MEF (1844) MEGA 1/3, pp. 145-
146]
Shakespeare atribuye dos cualidades al dinero:
1. Es la divinidad visible, la transformación de todas las
cualidades humanas y naturales en su contrario, la confusión
universal y la inversión de todas las cosas; hace fraternizar a
los incompatibles.
2. Es la prostituta universal, el alcahuete universal entre
los hombres y las naciones.
El*poder de confundir e invertir todas las cualidades
humanas y naturales, de hacer confraternizar a los incom-
patibles, el poder divino del dinero radica en su esencia de
vida genérica alienada y exteriorizada respecto a los hom-
bres. Es el poder alienado de la humanidad.
Lo que no puedo hacer como hombre, lo que mis fa-
cultades individuales no me permiten hacer, me resulta
posible gracias al dinero. Por consiguiente, el dinero con

194
vierte a todas estas facultades en algo que no son en sí
mismas, en sus contraños. [MEF (1844) MEGA 1/3, pp.
147-1481

La división del trabajo implica desde el primer momento


la división de las premisas del trabajo, los instrumentos y los
materiales y, por consiguiente, la división del capital
acumulado entre los diferentes propietarios. Implica también
la separación entre el capital y el trabajo y entre las dif
rrentes formas de propiedad. Cuanto más se desarrolla la
división del trabajo y aumenta la acumulación, más se
precisa esta diferenciación.
Dos cosas pueden observarse en este punto. En primer
lugar, las fuerzas productivas parecen completamente in-
dependientes y separadas de los individuos, parecen cons-
tituir un mundo autónomo, al lado de los individuos. La
razón de esto es que los individuos (cuyas fuerzas son)
existen separados y opuestos los unos a los otros y, a la vez,
estas fuerzas sólo son fuerzas reales en la relación y la
asociación de estos individuos. Existen, pues, por un lado,
unas fuerzas productivas que han adquirido, por así decirlo,
una forma material y que para los individuos no son sus
fuerzas sino las fuerzas de la propiedad privada, es decir, las
fuerzas de los individuos en la medida en que son
propietarios privados. En ningún otro período anterior han
tenido las fuerzas productivas una forma tan indiferente a la
relación de los individuos como tales, porque en dichos
periodos sus relaciones eran todavía limitadas. Por otro lado,
frente a estas fuerzas productivas están la mayoría de los
individuos separados de ellas y que al ser privados, de esta
manera, de la verdadera sustancia de la vida se han
convertido en individuos que, por este hecho precisamente,
pueden entrar en relación mutua como individuos.
El único vínculo que los une todavía a las fuerzas pro-
ductivas y a su propia existencia, es decir, el trabajo, ha
perdido para ellos toda la apariencia de actividad perso

195
nal y sólo sostiene su vida empobreciéndola. En las épocas
anteriores, la actividad personal y la producción de la vida
material sólo estaban separadas por el hecho de recaer en
personas distintas y la producción de la vida material se veía
todavía, a causa de las limitaciones de los mismos
individuos, como una forma subordinada de actividad
personal. En cambio, ahora divergen hasta tal punto que la
vida material parece generalmente el único objetivo y, en
cambio, la producción de esta vida material, el trabajo (la
única forma posible pepo, como hemos visto, negativa de
actividad personal), parece sólo el medio. [IA (1845-1846)
MEGA 1/5, pp. 56-57]

... las relaciones mutuas de los productores, en cuyo


marco se afirma el carácter social de su trabajo, toman la
forma de una relación social entre los productos.
El misterio de la forma mercancía consiste, pues, en que,
en ella, el carácter social del trabajo de los hombres aparece
corno una característica objetiva, una cualidad social natural
del producto del trabajo y en que, por tanto, la relación de
los productores con la suma total de su trabajo se les
presenta como una relación social no entre ellos, sino entre
los productores de su trabajo. Con esta transferencia, los
productos del trabajo se convierten en mercancías, en cosas
sociales, cuyas cualidades son a la vez perceptibles e
imperceptibles por los sentidos. Del mismo modo,
percibimos la luz de un objeto no como la excitación
subjetiva de nuestro nervio óptico, sino como la forma
objetiva de algo situado fuera del ojo. Ahora bien, en el acto
de la visión hay un paso efectivo de luz de una cosa a otra,
del objeto exterior al ojo. Hay una relación física entre cosas
físicas. Con las mercancías, en cambio, es distinto. La forma
mercancía y la relación de valor entre los productos del
trabajo que les da el carácter de mercancía no guardan
relación alguna con sus propiedades físicas y con las
relaciones materiales que surgen de éstas. Se trata,
simplemente, de una relación social con-
creta entre los hombres que adquiere, a sus ojos, la forma
fantástica de una relación entre las cosas. Para encontrar una
analogía hemos de recurrir a las nebulosas regiones del
mundo religioso. En este mundo, los productos del cerebro
humano parecen seres independientes dotados de vida que
entran en relación entre ellos y con la especie humana. Lo
mismo ocurre, en el mundo de las mercancías, con los
productos de la mano del hombre. Yo califico este fenómeno
de fetichismo que rodea a los productos del trabajo humano
cuando se producen como mercancías; es inseparable, por
tanto, de la producción de mercancías.
Como ha demostrado el análisis precedente, el origen de
este fetichismo de las mercancías radica en el peculiar
carácter social del trabajo que las produce. [Capital, I (1867)
VA, I. pp. 77-78]

Hemos visto que la forma dinero es, únicamente, el


reflejo en una sola mercancía de las relaciones de valor entre
todas las mercancías. Eso de que el dinero es una mercancía
sólo constituye una novedad para los que al analizarlo parlen
de su forma plenamente desarrollada. El proceso de
intercambio no da a la mercancía convertida en dinero su
valor, pero si su forma especifica de valor. Al confundir estas
dos cosas, algunos autores han llegado a sostener que el valor
del oro y de la plata es imaginario. El hecho de que el dinero
pueda reemplazarse, para determinadas funciones, por
simpies símbolos ha dado origen a otra noción errónea: que
también él es un símbolo. Ahora bien, detrás de este error hay
el presentimiento de que la forma monetaria de un objeto no
es una parte inseparable del mismo, sino, simplemente, la
forma en que se manifiestan determinadas relaciones sociales.
En este sentido, cada mercancía es un símbolo porque, en la
medida que tiene valor, sólo es la envoltura material del tra-
bajo humano gastado en ella. Ahora bien, al tiempo que se
dice que las características sociales asumidas por los objetos
o las formas materiales asumidas por las cualidades
sociales del trabajo sobre la base de un modo de producción
definido son simples símbolos, se dice también que estas
características son ficciones arbitrarias producidas por la
imaginación humana. Éste era el tipo de explicación
corriente en el siglo xvm. Ante la incapacidad de explicar el
origen de las enredadas formas asumidas por las relaciones
sociales entre los hombres, se ha intentado eliminar su
extraña apariencia atribuyéndoles un origen convencional.
[Capital, I (1867) VA, I, pp. 96-97]

De la relación entre el trabajo alienado y la propiedad


privada se sigue que la emancip>ación de la sociedad de la
propiedad privada de la servidumbre, toma la forma política
de emancipación de la clase obrera, no en el sentido de
emancipación exclusiva y única de esta clase, sino en el de
que su emancipación implica la de toda la humanidad. Toda
la servidumbre humana se encarna en la relación del obrero
con la producción y todos los tipos de servidumbre son meras
modificaciones o consecuencias de esta relación. [MEF
(1844) MEGA 1/3, pp. 92-93.]

198
V. Clases sociales y conflicto de clases

Los propietarios de la simple fuerza de trabajo, los


propietarios del capital y los propietarios de tierras, cuyas
fuentes de ingresos respectivas son el salario, el beneficio y la
renta de la tierra o, con otras palabras, los trabajadores
asalariados, los capitalistas y los terratenientes forman las
tres grandes clases de la sociedad moderna, basada en el
modo de producción capitalista.
En Inglaterra es donde la estructura económica de la
sociedad moderna ha tenido un desarrollo más pleno y clásico.
Pero ni siquiera en dicho país la estructura de clases se
presenta en forma pura. También en Inglaterra hay una serie
de estratos intermedios, de transición, que difu- minan los
límites entre las clases (aunque menos en el campo que en la
ciudad). Ahora bien, esto es indiferente para nuestro análisis.
Hemos visto que la tendencia constante, que la ley del
desarrollo del modo de producción capitalista consiste en
separar cada vez más los medios de producción del trabajo y
en concentrar los medios de producción dispersos en grandes
agrupaciones, es decir, en transformar el trabajo asalariado y
los medios de producción en capital. En otra esfera,
corresponde a esta tendencia la separación de la propiedad
territorial del capital y del trabajo, o la transformación de
toda la propiedad territorial en una forma correspondiente al
modo de producción capitalista.
La primera cuestión que se plantea es, pues; /qué cons-
tituye una clase? La respuesta puede encontrarse contestando
otra pregunta: /qué constituye a los trabajadores asalariados,
a los capitalistas y los terratenientes en las tres graneles
clases sociales?
A mimera vista, puede parecer QUC el factor decisivo
•199

i
tiiAm.

es la identidad de los ingresos y de las fuentes de ingresos.


Las clases son tres grandes grupos sociales, cuyos com-
i
ponentes, los miembros individuales, viven del salario, del
beneficio o de 1a renta de la tierra, respectivamente, es
decir, de la utilización de su fuerza de trabajo, de su capital
y de su propiedad territorial.
Ahora bien, desde este punto de vista, también los mé-
dicos y los funcionarios formarían dos clases, porque per-
tenecen a dos grupos sociales diferentes y los ingresos de
los miembros de cada grupo provienen de la misma fuente.
Lo mismo se podría decir de la infinita diferenciación de
intereses y de posiciones que la división del trabajo en-
gendra entre los obreros, entre los capitalistas y entre los
terratenientes; en este último caso, por ejemplo, entre los
propietarios de viñedos, los propietarios de tierras de
cultivo, los propietarios de bosques, los propietarios de mi-
nas, los propietarios de pesquerías, etc... (Aquí se inte- i
rrumpe el manuscrito) [Capital, III VA, III/2, pp. 941- 942]

El sueño utópico para Alemania no es una revolución


radical, la emancipación humana universal, sino una revo-
lución parcial, meramente política, que deja en pie las co-
lumnas del edificio. ¿Cuál es la base de una revolución
parcial, meramente política? Simplemente ésta: una fracción
de la sociedad civil se emancipa y consigue una posición
dominante; desde su situación particular, una clase
determinada emprende la emancipación general de la so-
ciedad. Esta clase emancipa a toda la sociedad, pero sólo a
condición de que toda la sociedad se encuentre en la misma
situación que ella, por ejemplo, que posea o pueda adquirir
dinero y cultura.
Ninguna clase de la sociedad civil puede llevar a cabo esta
tarea si es incapaz de provocar en sí misma y en las masas un
momento de entusiasmo, en el cual se asocie y se funda con
la sociedad en general, se identifique con ésta y sea
reconocida como la representante general de esta so-

200
ciedad. Sus objetivos e intereses han de ser los objetivos e
intereses auténticos de la sociedad; se ha de convertir en la
cabeza y en el corazón de ésta. Una clase particular sólo
puede aspirar a la supremacía general en nombre de los
intereses generales. Para llegar a esta posición liberadora y
dirigir politicamente todas las esferas de la sociedad no basta
con la energía revolucionaria y la conciencia de la propia
fuerza. Para que coincidan una resolución popular y la
emancipación de una clase partictdar de la sociedad civil,
para que una clase represente a toda la sociedad. otra clase
ha de concentrar en sí misma todos los males de la sociedad,
una clase particular ha de encarnar y representar un
obstáculo y una limitación generales. Ha de existir una esfera
social particular que sea vista como un crimen notorio de
toda la sociedad, de manera que la emancipación de esta
esfera aparezca como una emancipación general. Para que
una clase pueda ser la clase liberadora par excellence, es
esencial que otra clase sea clara v abiertamente la clase
opresora. La significación negativa de la nobleza y del clero
franceses dio origen a la significación positiva de la
burguesía, de la clase que se enfrentaba directamente con
ellas.
Ahora bien, en Alemania todas las clases carecen de la
lógica, de la penetración, del valor y de la claridad que las
podrían convertir en representantes negativos de la sociedad.
Ademas todas las clases carecen de aquella generosidad de
espíritu que las identifica, aunque sólo sea por un momento,
con la mente popular, de aquel genio que impulsa la fuerza
material hacia el poder político, de aquella audacia
revolucionaria que lanza contra el adversario el desafío del
no soy nada y lo seré todo. La esencia de la moral y del
honor alemanes, en las clases y en los individuos es un
egoísmo modesto que hace valer y permite que los demás
también hagan valer su propia estrechez. La relación entre las
diferentes esferas de la sociedad alemana no es. pues,
dramática sino épica. Cada una de estas esferas empieza a
tener conciencia de sí misma y a establecerse junto a las otras
no desde el momento en que es

201
oprimida, sino desde el momento en que las circunstancias, sin
ninguna intervención propia, crean una nueva esfera que ella
quede oprimir. El sentimiento moral de la clase media
alemana no tiene más fundamento que la conciencia de ser la
representante de la mediocridad estrecha y limitada de las
demás clases. No son, pues, los reyes alemanes únicamente los
que suben al trono mal á propos; cada esfera de la sociedad
civil sufre una derrota antes de obtener una victoria; erige su
propia barrera antes de haber destruido la barrera con que
choca; muestra la estrechez de sus concepciones antes de haber
mostrado su generosidad. Las oportunidades de desempeñar
un papel importante desaparecen, pues, antes de existir
realmente, y cada clase, cuando comienza su lucha contra la
clase situada por encima de día, lucha todavía contra la clase
de abajo. Por esta razón, los príncipes tienen conflictos con el
monarca, la burocrada^cqqja nobleza, ja burguesía con todos
dios al mismo tíenjpoly empie
za su lucha contra la burguesía. Apenas, la clase media se
atreve a concebir la idea de emancipación desde su propio
punto de vista, cuando ya d desarrollo de las condiciones
sociales y el progreso de la teoría política demuestran que este
punto de vista está anticuado o es, por lo menos, discutible.
En Francia, basta con ser algo para querer serlo todo. En
Alemania, nadie tiene derecho a ser algo sin antes renunciar a
todo. En Francia, la emancipación parcial es una base para la
emancipación completa. En Alemania, la emanapación
completa es una conditio sine qua non de cualquier
emancipación parcial. La libertad completa ha de ser
engendrada en Francia por la realidad de la emancipación
progresiva y en Alemania por la imposibilidad de ésta. En
Francia, cada clase de la población es políticamente idealista y
se considera, ante todo, no como una clase particular, sino
como la representante de las necesidades generales de la
sociedad. El papel de liberador puede pasar, pues,
sucesivamente, en un movimiento dramático, de una a otra
dase de la población, hasta llegar a la

• 202
clase que consigue la libertad social no asumiendo deter-
minadas condiciones exteriores al hombre —creadas; en
definitiva, por la sociedad humana—, sino organizando to-
das las condiciones de la vida humana sobre la base de la
libertad social. En Alemania, en cambio, donde la vida
práctica es tan poco intelectual como poco práctica es la vida
intelectual, ninguna clase de la sociedad civil siente la
necesidad de la emancipación general o se considera apta
para conseguirla, hasta que no se ve obligada por la
situación inmediata, por la necesidad material y por las
trabas mismas.
¿Donde existe, pues, una posibilidad real de emancipa-
ción en Alemania?
Nosotros respondemos. Se ha de formar una clase con
cadenas radicales, una clase de la sociedad civil que no sea
una clase de la sociedad civil, una clase que sea la disolución
de todas las clases, una esfera de la sociedad que tenga
carácter universal porque sus sufrimientos sean universales y
que no aspire a un a/ivío particxdar porque el daño que se le
inflija no sea un daño particular, sino el daño en general. Se
ha de formar una esfera de la sociedad que no aspire a una
posición tradicional sino, únicamente. a una posición
humana; una esfera que no se oponga a las consecuencias
particulares, sino a todas las premisas del sistema político
alemán; una esfera que no pueda emanciparse a sí misma sin
emancipaciones de todas las esferas restantes de la sociedad,
sin emancipar, pues, todas estas esferas; una esfera, en
definitiva, que sea la pérdida total de la humanidad y que
sólo pueda redimirse con la redención tota! de la
humanidad. Esta disolución de la sociedad en una clase
particular es el proletariado.
El proletariado empieza sólo a formarse en Alemania
con el movimiento industrial. Porque lo que constituye el
proletariado no es la miseria natural, sino la miseria arti-
ficialmente producida; no es la masa del pueblo mecánica-
mente oprimida por el peso de la sociedad, sino la masa que
resulta de la desintegración de la sociedad y. sobre todo, de
la desintegración de la clase media. No es nece-

203
vario decir, vía embargo, que el número del proletariado se ve
incrementado también por las victimas de la miseria natural y
de la servidumbre teutónico-cristiana.
Cuando el proletariado anuncia la disolución del orden
social existente, no hace más que revelar el secreto de su
propia existencia porque constituye la disolución efectiva de
este orden. Cuando el proletariado exige la negación de la
propiedad privada no hace sino establecer como principio
para la sociedad lo que la sociedad ha convertido ya en
principio para el proletariado, lo que éste encama involun-
tariamente como resultado negativo de la sociedad. El
proletario tiene, pues, en relación con el mundo que empieza a
nacer, el mismo derecho que tiene el rey alemán en relación
con el mundo actual cuando dice que el pueblo es su pueblo y el
caballo su caballo. Cuando considera que el pueblo es
propiedad suya, el rey no hace sino declarar que el titular de la
propiedad privada es rey.
Así como la filosofía encuentra sus armas materiales en el
proletariado, el proletariado encuentra en la filosofía sus armas
intelectuales. Y cuando la luz del pensamiento haya penetrado
profundamente en el suelo virgen del pueblo, los alemanes se
emanciparán y se convertirán en hombres.
Resumamos. La emancipación de los alemanes sólo es
posible en la práctica si se adopta la teoría de que el hombre es
el ser supremo para el hombre. Alemania no se emancipará de
la Edad Media si no se emancipa, a la vez, de las victorias
parciales sobre la Edad Media. En Alemania no se puede
abolir ningún tipo de esclavitud si no se destruye toda la
esclavitud. Alemania, que siempre quiere ir al fondo de las
cosas, sólo puede hacer una revolución que invierta todo el
orden de las cosas. La emancipación de Alemania será una
emancipación del hombre. La filosofía es la cabeza de esta
emancipación y el proletariado su corazón. La. filosofía sólo
puede realizarse con la abolición del proletariado y el
proletariado sólo puede abolirse con la realización de la
filosofía. [CFDH (1844) MEGA, I/I/l, pp. 617^21]

204
El proletariado pasa por diversas fases de desarrollo. Su
lucha cou la burguesía empieza con su mismo nacimiento. Al
principio, la lucha la entablan obreros aislados; v después, los
obreros de una misma fábrica; más tarde, los' obreros del
mismo ramo de una localidad contra el burgués que les
explota. No lanzan sus ataques contra las condiciones
burguesas de producción, sino contra los instrumentos de
producción; destruyen las mercancías extranjeras que les
hacen competencia, rompen las máquinas, incendian las
fábricas, intentan recuperar por la fuerza la perdida posición
del trabajador en la Edad Media.
En esta etapa, los obreros forman una masa incoherente,
dispersa a lo largo del país y disgregada por la com-. petencia.
Si en algún lugar llegan a formar masas compactas no es a
causa de su propia unidad, sino de la unidad de . la burguesía,
la cual, para conseguir sus propios objetivos políticos, ha de
poner en movimiento a todo el proletariado y, por el momento,
todavía puede hacerlo. En esta etapa, los proletarios no luchan,
pues, contra sus propios enemigos, sino contra los enemigos de
sus enemigos, es decir, contra los restos de la monarquía
absoluta, los propietarios territoriales, los burgueses no
industriales y los pequeño-burgueses. Todo el movimiento
histórico se concentra. pues, en manos de la burguesía; cada
victoria conseguida en estas condiciones es una victoria de la
burguesía.
Pero con el desarrollo de la industria no sólo crece el
número de los propietarios, sino que se concentran en ma-
sas importantes; su fuerza aumenta y ellos adquieren más
conciencia de poseerla. Los intereses y las condiciones de
existencia de los proletarios se igualan cada vez más a me-
dida que la máquinaljorra la diferencia en el trabajo y re-
duce el salario, casi en todas partes, a un nivel igualmen- te
bajo. A causa de la creciente competencia entre los bur-
gueses y de las crisis comerciales que ésta provoca, los
salarios son cada vez más fiuctuantes. El constante y ace-
lerado perfeccionamiento de la maquinaria sitúa a los
obreros en condiciones de vida cada vez más precarias;

205
las colisiones individuales entre los obreros y el burgués toman
más y más d carácter de colisiones entre dos clases. / Los obreros
empiezan a formar-coaliciones (sindicatos)
I contra los burgueses y actúan en común para la defensa de sus
salarios; fundan asociaciones permanentes para disponer de
los medios necesarios, en previsión de estos choques
ocasionales. De vez en cuando, la lucha se convierte en
sublevación. :
■A veces, los obreros triunfan, pero es un triunfo efímero.
El verdadero fruto ¿e sus combates no es el éxito inmediato, sino
la unión, cada vez más amplia, de los obreros. Esta unión se ve
favorecida por el desarrollo de los . medios de comunicación
creados por la gran industria, los cuales ponen en con tacto .a los
obreros de diferentes localidades. Y basta con este contacto para
que las numerosas luchas locales, que tienen en todas partes el
mismo carácter, se centralicen en una lucha nacional entre~las
clases. Ahora bien, toda ludia de clases es una lucha po- lítica. Y
la unión que los habitantes de las ciudades de la ’j Edad Media,
con sus caminos vecinales, tardaban siglos en forjar, los
proletarios modernos, con los ferrocarriles, la establecen en
pocos años.
Esta organización del proletariado en clase y, por con-
siguiente, en partido político es minada constantemente por
la concurrencia entre los mismos obreros. Pero resurge cada
vez más fuerte, más firme, más poderosa. Impone el
reconocimiento legislativo de los intereses de los traba-
jadores, aprovechando las divergencias entre los burgueses.
Así se aprobó, por ejemplo, la ley de la jomada de trabajóle
diez horas en Inglaterra.
En general, las colisiones entre las clases de la vieja
sociedad favorecen de muchas maneras el desarrollo del
proletariado. La burguesía vive en un combate permanente.
Al principio, contra la aristocracia; después, contra aquellas
fracciones de 1a misma burguesía cuyos intereses entran en
contradicción con los progresos de la industria; siempre,
finalmente, contra la burguesía de los países extranjeros. En
todos estos combates, se ve obligada a

206
mmm

apelar al proletariado, a pedirle ayuda y a introducirlo,


asi, en la lucha política. De este modo, la burguesía pro-
porciona al proletariado los elementos de su propia edu-
cación política y general, es decir, le proporciona las ar-
mas con que luchará contra ella misma.
Además, como ya hemos visto, el progreso de la indus-
tria precipita en el proletariado a capas enteras de las cla-
ses dominantes o, por lo menos, pone en peligro sus con-
diciones de existencia. También estas capas aportan al pro-
letariado nuevos elementos de ilustración y progreso.
Finalmente, cuando la lucha de clases se acerca al
momento decisivo, el proceso de desintegración de la cla-
se dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un carác-
ter tan violento e inequívoco que una pequeña fracción
de esta clase se aparta de ella y se une a la clase revolu-
cionaria, a la clase portadora del futuro. Y asi como en
un período anterior una parte de la nobleza se puso al
lado de la burguesía, ahora un sector de la burguesía se
pone al lado del proletariado, particularmente el sector de
los ideólogos burgueses que han legado a una compresión
teórica del movimiento histórico global. [MC (1$4S) MEGA
\/6, pp. 533-535]

La industria en gran escala reúne en un mismo lugar


a una multitud de personas que no se conocen entre sí.
La concurrencia les divide, opone sus intereses. Pero la
defensa de sus salarios, el interés común contra el patrón,
les vuelven a unir, les dan la misma idea de resistencia: la
coalición. La coalición tiene, pues, una doble Finalidad:
la de acabar con la concurrencia entre los obreros y la de
permitirles luchar conjuntamente contra el capitalista. El
objetivo original era la defensa de los salarios; pero a me-
dida que los capitalistas se fueron uniendo a su vez ¡jara
adoptar medidas represivas, las coaliciones, aisladas al
principio, se convirtieron en grupos organizados y, ante la
unidad de los capitalistas, terminaron por atribuir mA<
importancia a la unión, a la conservación de la coalición

207
que a la defensa de su nivel de salarios. Por esto los eco-
nomistas ingleses se sorprenden tanto al ver que los obreros
sacrifican una parte sustancial de sus salarios en favor de
asociaciones que, para estos economistas, se han creado,
precisamente, para la defensa del salario. En esta lucha —
verdadera guerra civil— se reúnen y desarrollan todos los
elementos para una batalla futura. Al llegar a este punto, la
asociación adquiere un carácter político.
En un primer momento las condiciones económicas
transformaron las grandes masas.del pueblo en trabajadores.
La dominación del capital dio a estas masas una situación
común, unos intereses comunes. Por consiguiente, estas masas
constituyen ya una clase en relación con el capital pero
todavía no una clase para sí. En el curso de la lucha —de la
que sólo hemos indicado algunas fases— esta masa se une y se
convierte en una clase para sí. Los intereses que defiende se
convierten en intereses de clases. Pero la- lucha de clases es
una lucha política.
En la burguesía podemos distinguir dos etapas: aquella
en que se constituyó en clase bajo'el régimen feudal y la
monarquía absoluta y aquella en que, ya constituida en
clase, derrocó al feudalismo y la monarquía para convertir
la sociedad en una sociedad burguesa. La primera de estas
etapas fue también la más larga, la que más esfuerzos
exigió. También había empezado con la formación de
coaliciones parciales contra los señores feudales.
Se han llevado a cabo muchos estudios para identificar
las fases históricas del desarrollo de la burguesía, desde la
comuna hasta su constitución en clase. Pero cuando se trata
de dar una idea clara de las huelgas, de las coaliciones y de
las demás formas con que los proletarios afectan ante
nuestros ojos su organización en clase, hay quien
experimenta un verdadero temor y quien aparenta un
desprecio transcendental. [MF (1847) MEGA 1/6, pp. 226-
227]

Los estratos inferiores de la clase media —pequeños


206
industriales, tenderos y rentistas, artesanos y campesinos—
caen gradualmente en las filas del proletariado, en parte
porque sus pequeños capitales -no les permiten trabajar al
nivel en que lo hace la industria moderna y sucumben en la
concurrencia con los demás capitalistas; en parte porque sus
aptitudes profesionales resultan depreciadas por los nuevos
métodos de producción. El proletariado se recluta, pues,
entre todas las clases de la población. [MC (1848) MEGA
1/6, p. 533]

Los pequeños propietarios agrícolas forman una gran


masa, cuyos miembros viven en condiciones similares pero
sin establecer relaciones multilaterales entre sí. Su modo Je
producción les aísla en vez de unirles en una relación
mutua... Millones de familias forman una clase en la medida
en que viven en condiciones económicas de existencia que
separan su modo de vida, sus intereses y su cultura de los de
las restantes clases y les sitúan en una posición de
enfrentamiento con éstas. Pero no forman una clase en la
medida en que sólo existe una interconexión local entre estos
pequeños propietarios agrícolas y que la identidad de sus
intereses no engendra comunidad alguna, ningún vinculo
nacional, ninguna organización política entre ellos. [7<S
Brimiario (1852)]

El resultado inmediato de la maquinaria es aumentar la


plusvalía y la masa de productos en que se encarna la
plusvalía. Y a medida que aumentan las sustancias consu-
midas por los capitalistas y su séquito, aumenta el número de
estas capas sociales. Su creciente riqueza y el descenso
constante del número relativo de los obreros necesarios para
producir los medios de subsistencia indispensables provocan
la aparición de nuevas necesidades de lujo y de nuevos
medios de satisfacer estas necesidades...
Finalmente, la extraordinaria productividad de la in-
dustria moderna junto con la explotación más extensiva

Bes m u 209
c intensiva de la fuerza de trabajo en las restantes esferas de
la producción, permite ocupar improductivamente a un
sector cada vez mayor de la clase obrera y reproducir, en
una escala constantemente creciente, la categoría de los
antiguos esclavos bajo el nombre de «clase doméstica»:
criados, criadas, lacayos, etc. Según el censo de 1861, la po-
blación de Inglaterra y Gales era de 20.066.224 personas, de
las cuales 9.716259 eran hombres y 10.289.965 mujeres. Si
deducimos de esta cifra a las personas demasiado viejas o
demasiado jóvenes para trabajar, las mujeres improductivas,
La gente joven y los niños, las clases «ideológicas»
(funcionarios gubernamentales, sacerdotes, juristas,
soldados, etc.), todos los que no tienen otra ocupación que
consumir el trabajó ajeno en forma de renta, interés, etc., y.
Finalmente, Iospobres, lóífvagábundos'y los criminales,
quedan, en cifras redondas, unos ocho millones de personas
de ambos sexos, incluyendo en esta cifra los capitalistas que
intervienen de algún modo en la industria, el comercio o las
finanzas...
Las personas ocupadas en las fábricas textiles y las mi-
nas suman 1208.442; la suma del personal de las fábricas
textiles y de las industrias metalúrgicas ascienden a
1.039.605. En ambos casos, la cifra es inferior a la de los
modernos esclavos domésticos. Los resultados de la ex-
plotación capitalista de la maquinaria no pueden ser, pues,
más espléndidos. [Capital, I, (1867) VA, I, pp. 468-470]

Esta circunstancia —que un hombre sin riqueza pero con


energía, fuerza de carácter, habilidad y sentido de los
negocios pueda convertirse en capitalista— es muy admi-
rada por los apologistas económicos del capitalismo porque
demuestra que el valor comercial de cada individuo se
estima con bastante exactitud bajo el modo de producción
capitalista. Esta situación hace entrar constantemente en la
palestra a un gran número de soldados de fortuna, no muy
bien recibidos, que hacen la competencia a los capitalistas
ya existentes; pero, al mismo tiempo, consoli-
da el dominio del capital, amplia su base y le permite re-
clutar nuevas fuerzas en los estratos inferiores de la socie-
dad. Del mismo modo, el hecho de que la Iglesia católica
medieval constituyese su jerarquía con los mejores cere-
bros del pueblo, sin consideración alguna por el estamen-
to, el nacimiento o la riqueza, fue uno de los principales
medios para consolidar el dominio del clero y la subordi-
nación de los laicos. Cuanto más apta es una clase domi-
nante para asimilar a los mejores hombres de las clases
dominadas, más estable y peligroso es su dominio. [Capi-
tal, 111 VA, 111/2, pp. 64S-649J

Lo que (Ricardo) olvida mencionar es el continuo in-


cremento numérico de las clases medias... a mitad de
camino entre los obreros, por un lado, y los capitalistas y
los terratenientes, por otro. Estas clases medias se apoyan
con todo su peso sobre la clase obrera y, al mismo tiempo,
aumentan la seguridad y el poder de la clase deminante.
[TPV, II/2, p. 368]

Hasta 1846, los toríes pasaban por los guardianes de


las tradiciones de la vieja Inglaterra. Se creía que admi-
raban la Constitución británica, la octava maravilla del
mundo, que eran laudatorcs tempores acti^entusiastas del
trono, de la Alta Iglesia, de los privilegios y de las liberta-
des del súbdito británico. 1846, el año fatal, el año de la
derogación de las leyes sobre los cereales (Com Laws) y
de las protestas que esta derogación arrancó a los tories,
demostró que sólo eran entusistas de la renta de la tierra
y reveló, al mismo tiempo, el secreto de su fidelidad a las
instituciones políticas y religiosas de la vieja Inglaterra.
Estas instituciones son las mejores con que la gran pro-
piedad territorial —el interés territorial— ha dominado
hasta ahora Inglaterra e intenta todavía mantener este do-
minio. 1846 reveló en toda su desnudez el interés sustan-
cial de clase que constituye la base real del partido tory.

211
1846 rasgó definitivamente la venerable y tradicional capa de león
oon que el interés de clase de los toríes se había cubierto hasta
entonces. 1846 transformó a los toríes en proteccionistas. Tory era
el nombre sagrado; proteccionista el nombre profano; tory era el
grito de combate poli- ¡ tico; proteccionista el grito económico de
protesta; tory parecía una idea, un principio; proteccionista es un
interés. ¿Proteccionistas de qué? De sus propios ingresos, de las
rentas de sus tierras. Los lories son, pues, tan burgueses como los
demás, pues, ¿dónde está el burgués que no sea proteccionista de
su propia bolsa? Se diferencian de los demás burgueses como la
renta de la tierra se diferencia del beneficio comercial e industrial.
La renta de la tierra es conservadora, el beneficio progresivo; la
renta de la tierra es nacional, el beneficio cosmopolita; la renta de
la tierra cree en la identificación entre el Estado y la Iglesia, el
beneficio es disidente por principio. La derogación de las leyes
sobre los cereales en 1846 no fue más que el reconocimiento de un
hecho ya cumplido, de un cambio producido desde hacía tiempo
en los elementos de la sociedad civil británica: la subordinación
del interés territorial al interés monetario, de la propiedad al
comercio, de la agricultura a La industria manufacturera, del
campo a la ciudad. ¿Quién puede dudar de ello cuando la pro-
porción entre la gente del campo y la de la ciudad es, en Inglaterra,
de uno a tres? El fundamento del poder de los lories era la renta de
la tierra. La renta de la tierra se regula por el precio de los
alimentos. El precio de los alimentos se sostenía artificialmente a
un nivel elevado con las le)’es sobre los cereales. La derogación
de estas leyes provocó una reducción de los precios de los
alimentos, la cual, a su vez, redujo la renta de la tierra. Y la
reducción de la renta de la tierra destruyó la base real en que se
basaba el poder político de los tories. ,
¿Qué quieren, pues, actualmente? Conservar un poder
político cuyo fundamento social ha dejado de existir.
¿Y cómo pueden conseguirlo? Con una contrarrevolución,
es decir, con la reacción del Estado contra la Sociedad.

212
Se esfuerzan en conservar instituciones fuertes y un poder
político condenado desde el momento en que la población
rural fue superada tres veces por la población de las
ciudades. Este intento ha de acabar necesariamente con su
destrucción, ha de acelerar y hacer más agudo el desarrollo
social de Inglaterra, ha de provocar una crisis.
Los lories reclutan sus fuerzas entre los campesinos, que
todavía no han perdido el hábito de seguir a sus señores
como superiores naturales o dependen económicamente de
éstos, o todavía no han comprendido que el interés del
campesino y el del terrateniente coinciden tanto como el del
prestatario y el del usurero. También cuentan con el apoyo
del Interés Colonial, del Interés Marítimo, el Partido del
Estado Confesional, es decir, con el de todos aquellos
elementos que consideran necesario salvaguardar sus
intereses contra los resultados necesarios de la industria
moderna y contra la revolución social que ésta prepara.
Los enemigos hereditarios de los lories son los whigs,
partido con el que los whigs norteamericanos no tienen nada
en común, excepción hecha del nombre.
Los wltigs británicos constituyen en la historia natural de
la política una especie que, como todas las clases anfibias,
vive con mucha facilidad pero resulta difícil de describir.
¿Los calificaremos, como hacen sus adversarios, de lories
cesantes o les consideraremos, como hacen los autores del
continente, como representantes de algunos principios
populares? En el segundo caso chocaremos con la misma
dificultad con que ha chocado el historiador de los whigs. el
señor Coke, que, con gran ingenuidad, confiesa en su Histcry
of Par lies que, efectivamente, el partido whig está
constituido por un cierto número de «principios liberales,
morales e ilustrados» pero que, desgraciadamente, durante su
siglo y medio de existencia, cada vez que los whigs han
llegado al poder se han encontrado ante la imposibilidad de
llevar a la práctica estos principios. Es decir, según la
confesión de su historiador, los whigs representan algo muy
distinto a sus «principios 11-
berales c ilustrados». Se encuentran, pues, en la misma si-
tuación que aquel borracho conducido a presencia del Lord
Mayor que declaró que él representaba el principio de la
Templanza pero que por una extraña casualidad siempre se
emborrachaba los domingos.
No nos preocupemos, pues, de sus principios. Es mejor que
veamos lo que son como hecho histórico; lo que hacen y no lo
que creen o han creído o quieren que los demás crean de ellos.
Al igual que los lories, los whigs constituyen una fracción
de la gran propiedad territorial de Gran Bretaña. El
verdadero núcleo del partido whig es el sector más antiguo,
más rico y más arrogante de la propiedad territorial inglesa.
, "j
¿En qué se diferencia, pues, de los toríes? Los whigs son
los representantes aristocráticos de la burguesía, de la dase
media industrial y comercial. A condición de que la burguesía
deje en sus manos, es decir, en manos de una oligarquía de
familias aristocráticas, el monopolio del gobierno y la posesión
exdusiva de los cargos oficiales, hacen a la clase media (y la
ayuden a conquistar) todas las concesiones que d curso de la
evolución social y política ha hecho inevitables e inaplazables.
Ni más ni menos. Cada vez que se aprueba una medida
inevitable, declaran en voz alta que se ha alcanzado el final del
progreso histórico, que el movimiento social ha conseguido ya
el objetivo definitivo, y entonces «se aferran a la finalidad».
Pueden resistir mejor que los lories una reducción de sus
rentas porque se consideran los arrendatarios designados por
el Cielo de las rentas de Gran Bretaña. Pueden renunciar al
monopolio de las leyes sobre los cereales, mientras conserven el
monopolio del gobierno como propiedad familiar. Desde la
«gloriosa revolución» de 1688, los whigs han gozado
ininterrumpidamente, a excepción de breves intervalos
debidos a la Revolución francesa y a la consiguiente reacción,
del ejercicio de los cargos públicos. En todo este período de la
historia inglesa, el único rasgo distintivo de los whigs es la
conservación de su oligarquía fa-

214
Jf.; *

miliar. Los intereses y los principios que representan, de


vez en cuando, al margen de este rasgo básico, no les perte-
necen: les son impuestos por el desarrollo de la clase indus-
trial y comercial, la burguesía. Después de 16S8 les encon-
tramos aliados con la bancocracia, que entonces empeza-
ba a adquirir importancia; después de 1846 les vemos alia-
dos a la rrrillocracia. Los whigs fueron tan poco autores de
la Ley de Reforma de 1831 como lo han sido de la Ley
de librecambio de 1846. Ambos movimientos de reforma,el
político y el comercial, han sido obra de la burguesía.
Cuando los dos han madurado hasta llegar a ser irresis-
tibles; cuando se han convertido al mismo tiempo en el
medio más seguro para desplazar a los lories, los whigs se
han lanzado a ellos de cabeza, han tomado la dirección del
gobierno y se han asegurado la parte gubernamental de
la victoria. En 1831 llevaron la reforma política hasta el
punto necesario para no dejar totalmente insatisfecha a
la clase media; después de 1846 han limitado sus disposi-
ciones librecambistas en la medida necesaria para dejar
intactos la mayor parte posible de privilegios de la aristo-
cracia terrateniente. En cada ocasión, han encabezado el
movimiento para impedir que fuese demasiado lejos y
para recuperar, al mismo tiempo, sus propias posiciones.
Es evidente que si la aristocracia no puede conservar ya
su posición como fuerza independiente ni lucha como partido
independiente para apoderarse del gobierno, es decir, que si
los lories ha sido definitivamente aniquilados, en la historia
británica no queda ya sitio, tampoco, para los whigs. Una vez
destruida la aristocracia, ¿de qué sirve una representación
aristocrática de la burguesía contra esta aristocracia?
Sabido es que en la Edad Media los emperadores ale-
manes pusieron a las ciudades entonces en gestación bajo el
mando de gobernadores imperiales, los advocali, para
protegerlas contra la nobleza de los alrededores. Cuando la
población y la riqueza les dieron fuerza e independencia
suficientes para resistir a la nobleza e incluso acome-

215
tcrla, Las ciudades expulsaron también a los gobernadores
nobles, a los advocad.
Los whigs han sido los advocad de la clase media bri-
tánica y su monopolio gubernamental se debe hundir al
hundirse el monopolio territorial de los lories. En la mis-
ma medida en que la clase inedia se ha convertido en cla-
se independiente, los whigs han pasado de partido a cama-
rilla.
Por cuanto llevamos dicho, se puede suponer que el
carácter de los whigs británicos ha de ser una mezcla de-
sagradable y heterogénea: feudalistas y malthusianos al
mismo tiempo, traficantes en dinero con prejuicios feuda-
les, aristócratas sin honor, burgueses sin actividad indus-
trial, hombres escatológicos con frases progresistas, pro-
gresistas con un fanático conservadurismo, traficantes en
reformas parciales y homeopáticas, fomentadores del ne-
potismo, Gran Maestres de la corrupción, hipócritas de la
religión. Tartufos de la política. La gran masa del pueblo
ingles tiene un sentido estético bastante sano. Experimen-
ta un odio instintivo contra todo lo abigarrado y ambi-
guo, contra los murciélagos y los «russellistas». La masa
del pueblo inglés, el proletariado urbano y rural, compar-
te con los lories el odio contra los «traficantes en dinero»
y comparte con la burguesía el odio contra los aristócra-
tas. En los whigs odia a unos y a otros al mismo tiempo,
a los aristócratas y a los burgueses, al terrateniente que
le oprime y al financiero que le explota. En el whig odia a
la oligarquía que ha dominado Inglaterra durante más de
un siglo y que ha excluido al pueblo de la dirección de sus
propios asuntos.
Los peelistas (liberales y conservadores) no forman
ningún partido; son, simplemente, el recuerdo de un hom-
bre de partido, ej desaparecido Sir Robert Peel. Pero los
ingleses son demasiado prosaicos para que un recuerdo
pueda constituir el fundamento de algo más que unas
cuantas elegías. Y cuando el pueblo ha erigido monumen-
tos de bronce y de mármol a Sir Robert Peel en todo el
país, cree que puede prescindir de estos monumentos a
216
Peel ambulantes que son los Graham, los Gladstone, los
Cardwell, etc. Los llamados peelistas no son más que el
grupo de burócratas que Peel había constituido para su uso
personal. Y al formar un grupo bastante completo olvidan,
por un momento, que no cuentan con ningún ejér- cito
detrás suyo. Los peelistas son, pues, los viejos partidarios
de Sir Robert Peel que todavía no han decidido en qué
partido se meterán. Es evidente que este escrúpulo es
insuficiente para convertirles en una fuerza independiente.
[The Eleclions - Thories and Whigs NYDT, 21 de agosto de
1852]

Los tories, los whigs, los peelistas —de hecho, todos los
partidos que he comentado hasta ahora— pertenecen más o
menos al pasado; en cambio, los librecambistas (los
hombres de la escuela de Manchester, los reformistas par-
lamentarios y financieros) son los representantes oficiales
de la moderna sociedad inglesa, los representantes de
aquella Inglaterra que domina el mercado mundial. Repre-
sentan el partido de la burguesía consciente de sí misma,
del capital industrial que quiere convertir su poder social en
poder político y destruir los últimos restos arrogantes de la
sociedad feudal. Este partido esta dirigido por el sector más
activo y enérgico de la burguesía inglesa, los fabricantes.
Exigen el dominio completo y abierto de la burguesía, la
sumisión clara y oficial de la sociedad a las leyes de la
producción moderna, burguesa y al gobierno de los
hombres que dirigen esta producción. Por librecambio
entienden el libre movimiento del capital, liberador de toda
clase de trabas políticas, nacionales y religiosas. La tierra se
ha de convertir en mercancía y la explotación de la tierra se
ha de realizar de acuerdo con las leyes comerciales
comunes. Han de existir fabricantes de alimentos, de
hilados y de tejidos de algodón, pero no señores de tierra.
En pocos palabras: no se deben tolerar las restricciones, los
reglamentos o los monopolios políticos o sociales, con
excepción de los impuestos por las «le-
217
yes eternas de Id economía* política», . es decir, por las
condiciones en que el capital produce y distribuye. La lucha de
este partido contra las viejas instituciones inglesas, productos
de un estadio ya anacrónico y decadente de la evolución social,
se resume en la consigna: Producid tan barato como podáis y
eliminad los -falsos gastos de la producción (es decir, los
gastos de producción superfluos e innecesarios). Esta consigna
no va dirigida únicamente a ios individuos privados sino,
también y principalmente, a la nación en general.
La corona, con sus «esplendores bárbaros», su corte, su
lista civil y sus lacayos, ¿no entra directamente en los falsos
gastos de la producción? La nación pbede producir e
intercambiar sin necesidad de la corona; se debe, pues,
prescindir de ella. ¿Las sinecuras de la nobleza, la Cámara de
los Lores?: falsos gastos de la producción. ¿El gran ejército
permanente?: falsos gastos de la producción. ¿La Iglesia
estatal, con sus riquezas, botín del robo o la mendicidad?:
falsos gastos de la producción. Que los clérigos compitan
entre si y que se les pague según las propias necesidades.
¿Toda la rutina del derecho inglés, con su Court of
Chancery?: falsos gastos de producción. ¿Las guerras
nacionales?: falsos gastos de producción. Inglaterra puede
explotar más fácilmente a los países extranjeros si mantiene
con ellos relaciones pacíficas.
Como puede verse, para estos campeones de la burguesía
británica, para los hombres de la escuela de Manches- ter,
todas las instituciones de la vieja Inglaterra son como piezas
de una máquina —tanto más costosas cuanto más inútiles—
cuya única finalidad es impedir que la nación produzca lo
más posible al coste mínimo, e impedir, también, que
intercambie sus productos con plena libertad. Su consigna
fundamental es, necesariamente, la república burguesa,
donde la concurrencia libre reine de manera suprema en todas
las esferas de la vida, donde sólo exista el mínimo de gobierno
indispensable para la administración interna y externa de los
intereses y de los negocios comunes de la clase burguesa y
donde este mínimo de go-

r¿r,-£¿aá: ¿a*
r"^v-

bierno se organice con el máximo de sobriedad y de eco-


nomía. En otros países, este partido llevaría el nombre de
democrático. Pero es necesariamente revolucionario y el
objetivo que persigue, más o menos conscientemente, es la
aniquilación completa de la vieja Inglaterra como país
aristocrático. Su objetivo inmediato es una reforma
parlamentaria que transfiera a sus manos el poder legislativo
necesario para esta revolución.
Ahora bien, los burgueses británicos no son tan excitables
como los franceses. Quieren reformar el Parlamento, pero no
harán una Revolución de Febrero. Al contrario. Después de
haber obtenido en 184Ó una gran victoria sobre la
aristocracia terrateniente con la derogación de las leyes
sobre los cereales, se consideraron satisfechos con las
ventajas materiales conseguidas y no sacaron de su victoria
las necesarias conclusiones políticas y económicas; de este
modo permitieron que los whigs volviesen a instalarse en su
monopolio hereditario del gobierno. Desde 1846 hasta 1852
se han expuesto al ridiculo con su grito de combate: grandes
principios y medidas prácticas (léase pequeñas). ¿Y todo
esto, por qué? Porque en cada movimiento violento se han
visto obligados a pedir la ayuda de la clase obrera. Y si la
aristocracia es su enemigo en decadencia, la clase obrera es
su enemigo en ascenso. Prefieren llegar a un compromiso
con el adversario decadente que fortalecer el adversario
ascendente —a quien pertenece el futuro— con concesiones
de importancia más que aparente. Por consiguiente, procuran
evitar los choques violentos con la aristocracia; pero la
necesidad histórica y los tories les obligan a seguir adelante.
No pueden dejar de cumplir su misión de destruir la vieja In-
glaterra, la Inglaterra del pasado. Y la revolución social
inglesa empezará cuando hayan conquistado el poder po-
lítico exclusivo, cuando el poder político y la supremacía
económica estén en las mismas manos y cuando, por
consiguiente, la lucha contra el capital no se diferencie ya de
la lucha contra el gobierno existente.
Llegamos ahora a los cartistas, el sector políticamente

219
activo de la dase obrera inglesa. Los seis puntos de la Carta
por la que luchan contienen, únicamente, la exigencia del
sufragio universal y de las condiciones sin las cuales el
sufragio universal seria ilusorio para la clase obrera: voto
secreto, pago de un sueldo a los miembros del Parlamento,
elecciones generales anuales, etc. Pero el sufragio universal
equivale al poder político para la clase obrera de Inglaterra,
donde el proletariado constituye la gran mayoría de la
población, donde en el curso de una larga y soterrada guerra
civil este proletariado ha adquirido conciencia clara de su
posición como dase, y donde en los distritos rurales no se
conocen ya más que las figuras dd terrateniente, del
.capitalista industrial (agricultor) y dd jornalero. Imponer el
sufragio universal en Inglaterra sería, pues, una medida
mucho más socialista que todas las que se han honrado con
este nombre en el continente.
Su resultado inevitable sería la supremacía política de la
dase obrera. [The Chartists NYDT, 25 de agosto de 1852]

La historia de todas las sociedades que han existido


hasta nuestros días 1 es la historia de la lucha de clases.
1. F. Engels añadió una nota a este punto, en la edición in-
glesa de 18S3. Decía asi: «es decir, la historia escrita». En 1847,
la historia de la organización social que precedió a toda la
historia escrita, la prehistoria, era casi desconocida.
Posteriormente, Hax- thausen ha descubierto en Rusia la
propiedad común de la tierra; Maurer ha demostrado que ésta
fue la base social de la que partieron históricamente todas las
tribus teutonas, y se ha ido descubriendo poco a poco que la
comunidad rural, con la posesión colectiva de la tierra, es o ha
sido la forma primitiva de la sociedad. desde las Indias hasta
Irlanda. La organización Interna de esa sociedad comunista
primitiva ha sido puesta en claro, en lo que tiene de típico, con
el admitíante descubrimiento por Morgan de la verdadera
naturaleza de la gens y del lugar que ocupa en la tribu. Con la
disolución de estas comunidades primitivas comenzó la división
de la sociedad en clases distintas y, finalmente, antagónicas. He
intentado analizar este proceso en la obra Der
220
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores
y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y
oprimidos se han enfrentado siempre, han sostenido una
lucha constante, ora soterrada, ora franca y abierta, una lucha
que siempre ha terminado con la transformación
revolucionaria de toda la sociedad o con la ruina de todas las
clases beligerantes.
En las épocas anteriores de la historia encontramos casi
en todas partes una complicada división de la sociedad en
diversos estamentos, una graduación múltiple de rangos
sociales. En la antigua Roma encontramos patricios,
caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores
feudales, vasallos, maestros, oficiales, aprendices, siervos;
además, en el interior de cada una de estas clases
encontramos una serie de gradaciones especiales.
La moderna sociedad burguesa, surgida de las ruinas de
la sociedad feudal, no ha abolido los antagonismos de clase.
Sólo ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de
opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, posee, sin em-
bargo, un rasgo distintivo: ha simplificado los antagonismos
de clase. La sociedad se divide cada día más en dos grandes
campos hostiles, en dos grandes clases que se enfrentan
directamente: la burguesía y el proletariado. [MC (1848)
MEGA 1/6, pp. 525-526)

Después de tan profundas explicaciones sobre la «co-


nexión de la política con las condiciones sociales», y de la de
las «relaciones de clase» con el poder del Estado, el señor
Heinzen J exclama triunfalmente: «En mi propaganda
revolucionaria nunca he caído en la "estrechez mental

Ursprung der Familie. des Privateigenlhums und dts Staats. (El origen de
la familia, de la propiedad privada y del Estado, segunda edición,
Stuttgart, 1856.) (Sota del traductor.)
2. Kart H EINZEN (1S09-18S0). periodista radical y autor de Die
preussische Biirokratie, Darmstadt, 1845.

221
de los comunistas' que sólo h*hlan en términos de clase e
incitan a los miembros de una profesión contra los miembros
de otra. He dejado abierta la posibilidad de una 'humanidad'
no siempre determinada por la “clase" o por las 'dimensiones
de la propia bolsa'.»
El sentido común «vulgar» convierte las diferencias de
clase en diferencias en las dimensiones de la propia bolsa y
reduce el conflicto de clase a una pequeña disputa entre los
miembros de las diversas profesiones. Las dimensiones de la
bolsa constituyen una diferencia puramente cuantitativa, que
puede provocar un conflicto entre dos individuos de la
misma clase. Sabido es que los gremios medievales se
enfrentaban «sobre la base de las diferencias profesionales,
de oficio». Pero también es sabido que las modernas
diferencias de clase no se basan en las diferencias de oficio;
al contrario: la división del trabajo da lugar a ocupaciones
muy diversas dentro de una misma clase.
... Es muy «posible» que la actitud de algunos individuos
particulares no esté «siempre» influida por la clase a que
pertenecen, pero esto tiene un efecto tan escaso sobre la
lucha de clases como lo tuvo sobre la Revolución francesa la
secesión de unos cuantos nobles y su paso al liers élal...
Parece, sin embargo, que el señor Heinzen cree que
clases enteras, basadas en condiciones económicas inde-
pendientes de su voluntad y que, a causa de estas condi-
ciones, se encuentran en situación de antagonismo material,
que clases enteras, decimos, pueden prescindir de sus
relaciones reales en virtud de la cualidad de «humanidad»
inherente a todos los hombres. Entonces, ¡qué fácil será un
príncipe elevarse por encima de su «oficio de príncipe» en
virtud de la «humanidad»...!
El señor Heinzen divide, pues, a los alemanes en prin-
cipes y súbditos... Los comunistas de «mentalidad estrecha»
no sólo ven la distinción política entre el príncipe y el
súbdito, sino también las diferencias sociales entre las
clases... 'V. •’t
Sabido es que poco después de la Revolución de Julio, la
burguesía victoriosa convirtió con sus leyes de septiembre
—probablemente por razones de «humanidad» también— la
incitación al antagonismo de las clases en un delito
castigado con penas de cárcel y multas. Sabido es, también,
que la prensa de la burguesía inglesa no encontró nada mejor
para denunciar a los dirigentes y a los publicistas cartistas
que acusarles de incitar a una clase contra otra. Y sabido es,
igualmente, que los publicistas alemanes son encarcelados
en fortalezas bajo la acusación de incitar a una clase contra
otra.
¿No es ahora el señor Heinzen el que adopta el lenguaje
de las leyes de septiembre francesas, de los periódicos de la
burguesía inglesa y del código penal alemán? [MK (1847)
MEGA 1/6, pp. 316-318]
VI. La «Enquéte ouvriére» de Marx1

Introducción
En una carta a Sorge del 5 de noviembre de 1880, Marx
escribió que había redactado para la «Rcvue Socialiste» de
Benoit Malón un «Queslionncur» (sic) del que se habían
distribuido muchas copias por toda Francia. «Poco después,
Guesde vino a Londres para preparar en colaboración con
nosotros (yo, Engels y Lafargue) un programa electoral
para los obreros, con motivo de las próximas elecciones.» *
El cuestionario se publicó por primera vez en la «Rcvue
Socialiste» el 20 de abril de 1880. Además, se distribuyeron
25.000 ejemplares «a todas las sociedades obreras, a los
grupos y circuios socialistas y democráticos, a los
periódicos franceses y a todos los que pidieron». Estos
ejemplares no llevaban fecha.
El texto del cuestionario va precedido de un breve
prefacio que recuerda los estudios y encuestas realizados
por el gobierno inglés sobre las condiciones de la clase
obrera y recomienda al gobierno francés que le imite.
Exhorta a los obreros de la ciudad y del campo a contestar
las preguntas del cuestionario, porque sólo ellos pueden
describir «con pleno conocimiento de causa los males que
soportan», «jólo ellos y no un salvador providencial puede
administrar enérgicamente los remedios de los males
sociales que padecen». El llamamiento va dirigido también
a los «socialistas de todas las escuelas que desean 1 2

1. Véase Hílele Wuss, Die <Enqu¿te ouvriére» von Kart Marx.


en «Zeitschrift für Sozialforschung», V/l, 1936, pp. 7698. .
2. Briele and F. A. Sorge und And ere, Stuttgart, 1906, p.
170.
la reforma tocia! y deben desear, por consiguiente, tener un
conocimiento exacto y positivo de las condiciones en que
vive y trabaja la clase obrera, la clase a que pertenece el
futuro».
El prefacio declara, finalmente, que «las respuestas se
clasificarán y suministrarán datos para una serie de ar-
tículos especiales, que se publicarán en la 'Revue Socia-
liste", para reunirse posteriormente en un volumen».1
El cuestionario se divide en cuatro parte y contiene, en
total, 101 preguntas. La primera parte se refiere al empleo y
las condiciones de trabajo; la segunda a los horarios de
trabajo y de tiempo libre; la tercera a las condiciones del
contrato de trabajo, a los salarios y al coste de la vida; la
cuarta a la lucha de la clase obrera por la mejora de sus
condiciones.

El cuestionario

*+■
I
•• v - J

1. ¿En qué trabajas? - •


2. La fábrica donde trabajas, ¿pertenece a un capitalista
o a una sociedad por acciones? Da los nombres de los
patronos o de los directores de la compañía.
3. Número de personas que trabajan en tu fábrica.
4. Su edad y sexo.
5. ¿A qué edad mínima empiezan a trabajar los jóvenes
(muchachos y muchachas)?
6. Número de vigilantes y contramaestres y de otros
empleados que no sean asalariados ordinarios.
7. ¿Hay aprendices? ¿Cuántos?
3. En realidad, no se publicó ningún resultado de la encuesta. El
número de la «Revue Soc¿aliste» del 5 de julio de 1880 decía que se
habían recibido muy pocas respuestas y pedía a los lectores que
enriasen las suyas lo másprunto posible. En los números siguientes no
se hizo referencia «lgtra a la encuesta y la «Revue» dejó de publicarse
en ÍStL: < ~ •*

226
8. Además de los obreros que trabajan normal y regu-
larmente, ¿hay otros que sólo trabajen en determi-
nados períodos?
9. Tu fábrica, ¿trabaja exclusiva o fundamentalmente
para el mercado local, para el mercado nacional o
para la exportación?
10. La fábrica, ¿está situada en el campo o en la ciu-
dad? Indica el nombre exacto del lugar.
11. Si la fábrica está situada en el campo, ¿te basta con
el trabajo industrial para vivir o has de combinarlo
con el trabajo agrícola?
12. ¿Trabajas a mano o con ayuda de una máquina?
13. Da detalles sobre la división del trabajo en tu fá-
brica.
14. ¿Utiliza la fuerza de vapor?
15. Número de talleres en que se dividen los distintos
sectores de la fábrica. Describe el sector especial en
que trabajas, con información no sólo sobre los
aspectos técnicos sino también sobre la tensión mus-
cular y nerviosa que implican y sobre los efectos
generales del trabajo para la salud de los obreros.
16. Describe las condiciones sanitarias del taller; núme-
ro de cuadras, espacio asignado a cada obrero;
ventilación, temperatura, blanqueado de las paredes,
de los lavabos, limpieza general; ruido de las má-
quinas, polvo, humedad, etc.
17. ¿Existe alguna supervisión municipal o guberna-
mental sobre las condiciones sanitarias de los ta-
lleres?
18. En tu fábrica, ¿hay gases nocivos que provoquen en-
fermedades específicas entre los obreros?
19. ¿Existe una acumulación excesiva de máquinas en
los talleres?
20. ¿Existe alguna protección en las máquinas, los sis-
temas de transmisión y los motores para evitar ac-
cidentes?
21. Enumera los accidentes que has conocido personal-
mente.

227
22. Si trabajas en una mina, enumera las medidas pre-
ventivas adoptadas por el patrono para asegurar una
ventilación adecuada e impedir explosiones y otros
accidentes peligrosos.
23. Si trabajas en la industria química, en la metalúr-
gica o en cualquier otro ramo particularmente peli-
groso, enumera las medidas de seguridad adoptadas
por tu patrono.
24. ¿Cómo está iluminada tu fábrica (gas, parafina, et-
cétera)?
25. En caso de incendio, ¿existen suficientes salidas de
emergencia?
2ó. En caso de accidente, ¿obliga la ley a tu patrono
a pagar una indemnización al obrero o a su familia?
27. Si no le obliga, ¿ha pagado alguna indemnización
a los que sufren algún accidente mientras trabajan
para enriquecerle?
28. ¿Existe algún servicio médico en tu fábrica?
29. Si trabajas en casa, describe las condiciones de la
habitación de trabajo. ¿Utilizas herramientas o má-
quinas pequeñas? ¿Te ayudan los hijos u otras per-
sonas (adultos o niños, hombres o mujeres)? ¿Tra-
bajas para clientes individuales o para un contra-
tista? ¿Tratas directamente con éste o con un in-
termediario?
II
30. Número de horas que trabajas cada día y días de
trabajo de la semana.
31. Días de fiesta durante el año.
32. ¿Cuántas interrupciones hay en la jornada de tra-
bajo?
33. ¿Comes a intervalos regulares o de manera irregu-
lar? ¿Comes en la fábrica misma o en algún otro
lugar?
34. ¿Trabajas durante. las horas destinadas a la co-
mida?

228
35. Si se utiliza la fuerza del vapor, ¿cuándo se pone en
marcha y cuándo se desconecta?
36. ¿Hay trabajo nocturno?
37. ¿Cuántas horas trabajan los niños y los menores de
dieciséis años?
38. ¿Hay tumos de niños y jóvenes que se reemplacen
durante las horas de trabajo?
39. ¿Hacen aplicar, el gobierno o la municipalidad, las
leyes sobre el trabajo infantil? ¿Las respeta el pa-
trono?
40. ¿Existen escuelas para los niños y los jóvenes que
trabajan en tu fábrica? Si existen, ¿cuál es su horario?
¿Quién las dirige? ¿Qué se enseña en ellas?
42. Cuando el trabajo es continuo, día y noche, ¿cómo se
organizan los tumos?
42. ¿Cuál es el incremento normal de los horas de trabajo
durante los periodos de gran actividad industrial?
43. Las máquinas, ¿son limpiadas por obreros especial-
mente dedicados a esta tarea o lo son gratuitamente
por los mismos obreros que las hacen funcionar
durante la jornada de trabajo?
44. ¿Cómo se regula y castiga el hecho de llegar tarde al
trabajo? ¿A qué hora empieza la jomada de trabajo y a
qué hora vuelve a empezar después de la comida?
45. ¿Cuánto tiempo necesitas para ir al trabajo y para
volver a casa?
III
4ó. ¿Qué tipo de contrato de trabajo te liga a tu patrono?
¿Diario, semanal, mensual, etc.?
47. ¿Cuáles son las condiciones del preaviso, por tu liarte
o por parte del patrono?
48. Si se rompe el contrato, ¿qué castigo se impone al
patrono en caso de que sea por culpa suya?

229
w

49. Y sí la culpa es del obrero, ¿qué castigo se le im-


p°oe? . •’■■■
50. Si hay aprendices, ¿cuáles son; los términos de su
contrato? . rJ.J ■ -
51. Tu trabajo, ¿es regular o irregular?;^ ,v„
52. En tu ramo, ¿el trabajo es por temporadas o man-
tiene. más o menos, el. mismo, nivel durante todo
el afio,en épocas normales? Si es temporal, ¿de qué
vives mientras no trabajas? j ,
53. ¿Te pagan según el tiempo o a destajo?
Si te pagan según el tiempo, ¿es por horas o por jor-
54. nadas enteras? .Vr
¿Hay alguna paga adicional por el trabajo extra? ¿A
55. cuánto sube? ^ -
Sí te pagan a destajo,¿cuál es la tarifa? Si estás en una
56. industria en que el trabajo se mide por la cantidad o el
peso, como ocurre en las minas, ¿acostumbran a hacer
trampas el patrono o sus representantes para estafarte
una parte de lo que has ganado? Si te pagan a destajo,
57 ¿utilizan como pretexto la calidad del artículo para
reducir fraudulentamente tu salario?
Tanto si te pagan a destajo como por horas, ¿qué día
58. cobras? O, dicho de otra manera: ¿cuánto dura el
crédito que abres a tu patrono antes de percibir el
precio del trabajo realizado? ¿Cobras a final de
semana, de mes, etc.?
El período de pago de tus salarios, ¿te obliga a re-
59. correr al usurero, pagando un elevado interés y pri-
vándote, así, de cosas que necesitas, o a contraer
H deudas con el tendero y a convertirte en su víctima por
el hecho de deberle dinero? ¿Conoces algún caso en
que los obreros hayan perdido sus salarios por la
quiebra de sus patronos?
¿Los salarios los p>aga directamente el patrono o sus
intermediarios (subcontratistas, etc)?
60. Si los pagan los subcontratistas u otros intermediarios,
¿cuáles son los términos de tu contrato?
61

230
62. ¿Cuál es el promedio diario y semanal de tu salario, en
metálico?
63. ¿Qué salarios cobran las mujeres y los niños que
trabajan en tu fábrica?
64. ¿Cuál ha sido el salario más alto en tu fábrica durante
el mes pasado?
65. ¿Cuál ha sido la tarifa más alta del salario a destajo...?
66. ¿Cuál ha sido tu salario durante el mismo periodo? Si
tienes familia, ¿cuáles han sido los salarios de tu
mujer y de tus hijos?
67. ¿Te pagan el salario enteramente en metálico o de
alguna otra manera?
68. Si vives en una casa que te ha alquilado el patrono,
¿cuáles son las condiciones? ¿Deduce el alquiler de tu
salario?
69. Cuáles son los precios de artículos de primera ne-
cesidad como:
a ) alquileres de la casa; condiciones de arrenda-
miento; número de habitaciones, número de habi-
tantes, reparaciones y seguros, compra y conservación
de los muebles, calefacción, luz, agua;
b ) alimentación: pan, carne, legumbres, patatas, etc.,
leche, huevos, pescado, mantequilla, aceite, manteca,
azúcar, sal, especias, café, achicoria, cerveza, sidra,
vino, etc., tabaco;
c ) ropa para los padres y los hijos; lavado de la
ropa, higiene personal, baños, jabón, etc.;
d ) gastos diversos: correos, intereses de los prés-
tamos, escuela de los hijos o gastos de aprendizaje de
un oficio, diarios y libros, cuotas de las sociedades
recreativas o contribuciones para las huelgas, para las
cooperativas y las sociedades de defensa;
e ) gastos causados por tu trabajo, si los hay;
f ) impuestos.
70. Intenta establecer un presupuesto de ingresos y de
gastos semanales y anuales tuyo y de tu familia.
71. ¿Has comprobado personalmente una mayor eleva

l 231
ción d e los precios de los artículos de primera ne-
cesidad, como los alimentos y la vivienda, que de los
salarios?
72. Fluctuaciones de los índices de salarios, que conozcas.
73. Reducciones de salarios durante los períodos de
estagnación y de crisis industriales.
74. Aumentos de salarios durante los llamados períodos de
prosperidad.
75. Indica las interrupciones del trabajo debidas a los
cambios de la moda y a las crisis particulares y ge-
nerales. Explica tus experiencias personales de paro
forzoso. ■ ¡s i * •
76. Compara el precio del articulo que iproduces o de los
servicios que rindes con el precio de tu trabajo.
77. Cita algún caso que conozcas de obreros desplazados
por la introducción de máquinas u otros per-
feccionamientos.
78. Con el desarrollo de la maquinaria y de la productividad
del trabajo, ¿han aumentado o disminuido la intensidad
y la duración del trabajo?
79. ¿Conoces algún caso de aumento de salarios debido al
perfeccionamiento de la producción?
80. ¿Conoces algún trabajador que se haya podido retirar a
los 50 años y que pueda vivir con el dinero ganado como
asalariado?
81. En tu ramo, ¿cuántos años puede trabajar un obrero de
salud normal?

IV
82. ¿Existen organizaciones de defensa en tu ramo? ¿Cómo
están dirigidas? Envía sus estatutos y reglamentos.
83. ¿Cuántas huelgas ha habido en tu ramo durante tu vida
de trabajador?
84. ¿Cuánto han durado estas huelgas?
85. ¿Han sido generales o parciales?

232
86. ¿Eran para exigir un aumento de salarios o para
oponerse a una reducción salarial? ¿Se referían a la
duración de la jomada de trabajo o se debían a algún
otro factor?
87. ¿Qué resultados se consiguieron?
88. ¿Qué piensas de la actividad de los PrucThommes?
(árbitros).*
89. ¿Habéis hecho en vuestro ramo huelgas de solidaridad
con los obreros de otros ramos?
90. Describe las reglas y los castigos instituidos por tu
patrono para controlar a sus asalariados.
91. ¿Han existido coaliciones de patronos para reducir los
salarios, incrementar las horas de trabajo, impedir las
huelgas y, en general, para imponer su voluntad?
92. ¿Conoces algún caso en que el gobierno haya puesto
las fuerzas del Estado a disposición de los patronos
contra los obreros?
93. ¿Conoces algún caso en que el gobierno haya inter-
venido para proteger a los obreros contra las exac-
ciones de los patronos y sus ilegales coaliciones?
94. ¿Aplica el gobierno la actual legislación del trabajo
contra sus patronos? ¿Cumplen los inspectores su
deber concienzudamente?
95. ¿Existe en tu fábrica o en tu ramo alguna sociedad
mutua para los casos de accidente, de enfermedad, de
muerte, de incapacidad temporal para el trabajo, de
vejez, etc.? Envía sus estatutos y reglamentos.
96. La pertenencia a estas sociedades ¿es voluntaria u
obligatoria? Sus fondos, ¿están controlados úni-
camente por los obreros?
97. Si las cuotas son obligatorias y están controladas por
los patronos, ¿se deducen los salarios? ¿Se paga
interés por estas cuotas? ¿Se devuelven al obrero

4. El conseil des prud'hommes es un comité que arbitra las


disputas entre los obreros y los patronos.

233
cuando cesa o es despedido? ¿Conoces algún caso en
que los obreros se hayan beneficiado de los llamados
fondos de jubilación, controlados por los patronos, pero
cuyo capital proviene de los salarios de los obreros?
98. ¿Hay sociedades cooperativas en vuestro ramo? ¿Cómo
están dirigidas? ¿Utilizan trabajadores de fuera, al igual
que los capitalistas? Envía sus estatutos y reglamentos.
99. ¿Hay fábricas en tu ramo envías que los obreros sean
remunerados en parte con el salario y en parte con la
llamada participación en los beneficios? Compara las
remuneraciones percibidas por estos obreros con las de
los obreros de las fábricas donde no existe la llamada
participación en los beneficios. ¿Qué obligaciones tienen
los obreros sometidos a este sistema? ¿Pueden hacer
huelgas? ¿O bien sólo se Ies permite ser los humildes
servidores de sus amos?
100. ¿Cuál es la condición general, física, intelectual y
moral de los obreros (hombres y mujeres) que tra-
bajan en tu ramo?
101. Observaciones generales.

234
I. El Estado y el derecho

Por un momento, la Convención tuvo el valor de or-


denar la abolición del pauperismo, no •inmediatamente»,
como lo exige a su rey «Un prusiano»,1 sino después de
encargar al Comité de Salvación Pública la preparación de
los planes y de las propuestas necesarias y después que éste
hubo utilizado las exhaustivas investigaciones sobre la
miseria en Francia y hubo propuesto, por boca de Barriere,
la creación de los Livres de la bienfaisance natío- nal e, etc.
¿Cuál fue el resultado de la disposición de la Convención?
Unicamente la existencia de una disposición más en el
mundo, y el sitio de la Convención, un año más tarde, por
una multitud de tejedores hambrientos.
Y, no obstante, la Convención representaba un máximo
de energía, de poder y de comprensión políticos.
Ningún gobierno ha podido dictar disposiciones inme-
diatamente relativas al pauperismo sin consultar antes a sus
funcionarios. El Parlamento inglés envió comisionados a
todos los países europeos para recoger información sobre
las distintas medidas administrativas para la lucha contra el
pauperismo.
Los Estados que se han preocupado del pauperismo,
nunca han pasado del nivel de las medidas administrativas
y caritativas, cuando no han quedado por debajo de este
nivel.
¿Puede actuar el Estado de otra manera? El Estado

1. Los dos artículos de Marx


en «Vorwarts» eran un análisis
crítico de un artículo de Amold
Ruge, publicado con el
seudónimo de «Un prusiano»,
en el mismo periódico, en julio
de 1844, sobre la significación
política de la revuelta de los
tejedores de Silesia y las
medidas oficiales para paliar
el pauperismo. El artículo de
Ruge se reproduce en MEGA
1/3, pp. 587-589.
nunca buscará La causa de Las imperfecciones sociales
•dentro del mismo Estado y de las instituciones sociales»,
como lo pide al rey «Un prusiano». Donde existen partidos
políticos, cada partido considera que la causa de estos
males es que quien dirige el Estado es el partido adverso y
no él. Incluso los políticos radicales y revolucionarios
buscan las causas del mal no en la naturaleza del Estado,
sino en una forma particular de Estado, que quieren
reemplazar por otra.
Desde el punto de vista de la política, el Estado y la
estructura de la sociedad no son dos cosas distintas. El
Estado es la estructura de la sociedad. Si el Estado admite la
existencia de males sociales los atribuye a las leyes
naturales, contra las cuales la fuerza del hombre es impo-
tente, o bien a la vida privada, independiente del Estado, o
bien a las insuficiencias de la administración que le está
subordinada. Así, por ejemplo, en Inglaterra se explica la
miseria por la ley natural que afirma que la población
aumenta siempre más que los medios de subsistencia.
Desde otro punto de vista, Inglaterra explica el pauperismo
como la consecuencia de las malas inclinaciones de los
pobres, el rey de Prusia lo explica por las poco cristianas
inclinaciones de los ricos y la Convención lo explica por
Las concepciones escépticas y contrarrevolucionarias de
los propietarios. En consecuencia, Inglaterra castiga a los
pobres, el rey de Prusia amonesta a los ricos y la
Convención decapita a los propietarios.
En última instancia, cada Estado busca la causa del fe-
nómeno en los defectos accidentales o intencionados de la
administración y pretende resolver el mal con una reforma
de la administración. ¿Por qué? Simplemente, porque la
administración es la actividad organizadora del Estado
mismo.
< La contradicción entre-los objetivos y las buenas in-
tenciones de la administración/porun lado, y los medios y
recursos, por otro, no pue&jOT jibolida por el Estado sin
abolirse a sí mismo, porque esta contradicción es su propio
fundamento. El Estado se basa en la contradicción

en t re la vida pública y la privada, entre los intereses gene-


rales y los particulares. Por consiguiente, la administra-
ción ha de limitarse a una esfera de actividad formal y ne-
gativa, porque su poder termina donde empieza la vida
civil. Ante las consecuencias del carácter antisocial de la
vida de la sociedad civil, de la propiedad privada, el co-
mercio, la industria, de la expropiación mutua de los di-
ferentes grupos de la sociedad civil, la ley natural de la
administración es la impotencia. Estas divisiones, este en-
vilecimiento y esta esclavitud de la sociedad civil son los
fundamentos naturales del Estado moderno, del mismo
modo que la sociedad civil era el fundamento de la escla-
vitud en que se basaba el Estado de la antigüedad. La exis-
tencia del Estado y la existencia de la esclavitud son in-
separables. El Estado antiguo y la esclavitud —franca
antítesis clásica— no estaban más vinculados íntimamente
I que el Estado moderno y el mundo del comercio moderno
—beata antítesis cristiana. Si el Estado moderno quisiese
acabar con la importancia de su administración, se vería
obligado a abolir las actuales condiciones de la vida pri-
vada. Y si el Estado quisiese abolir estas condiciones de
la vida privada debería poner fin a su propia existencia,
porque sólo existe en función de ellas. [ A r t . I, (1S44)
MEGA 1/3, pp. 13-15]

Cuanto más poderoso es el Estado y, por consiguiente,


cuanto más político es un país, menos probable es que
busque la base de los males sociales y su explicación ge-
neral en el principio mismo del Estado, es decir, en la es-
tructura de la sociedad, do la que el Estado es expresión
i activa, consciente y oficial. El pensamiento político es
1 realmente pensamiento político en el sentido de que tiene
lugar en el marco de la política. Cuanto más claro y vigo-
iI roso es el pensamiento político, menos capaz es de cap-
tar la naturaleza de los males sociales. El período clásico
del pensamiento político es la Revolución francesa. Lejos
de reconocer en el principio del Estado el origen de los

239
’ * ' ' "" ~ .. i.... ■ —

defectos sociales, los héroes de la Revolución francesa


buscaron el origen de los males políticos en la defectuosa
organización sociaL Así, por ejemplo, Robespierre sólo
veía en la coexistencia de la gran miseria y de la gran
riqueza un obstáculo para la auténtica democracia. En
consecuencia, quería establecer una austeridad espartana
universal. El principio de la política es la voluntad. Cuanto
más parcial y acabado es el pensamiento político, más cree
en la omnipotencia de la voluntad y menos capaz es de ver
las limitaciones naturales y mentales de la voluntad, menos
capaz es de descubrir la causa de los males sociales. [Art. I
(1844) MEGA 1/3, pp. 15-16.]

Se ha demostrado que el reconocimiento de los dere-


chos del hombre por el Estado moderno tiene la misma
significación que el reconocimiento de la esclavitud por el
Estado de la antigüedad. La base del Estado de la an-
tigüedad era la esclavitud; la base del Estado moderno es la
sociedad civil y el individtio de la sociedad civil, es decir, el
individuo independiente sin más vínculo con los demás
individuos que el interés privado y la necesidad
inconsciente, natural, el esclavo del trabajo asalariado, de
las necesidades egoístas de sí mismo y de los demás. El
Estado moderno ha reconocido este fundamento natural con
los derechos universales del hombre. Pero no lo ha creado.
Como producto de la sociedad civil impulsado por su
propio desarrollo hasta superar las viejas trabas políticas, al
proclamar los derechos del hombre no ha hecho más que
reconocer su propio origen y su propia base. [SF (1845)
MEGA 1/3, p. 288]

La base de la actual teosa pública», es decir, del Estado


moderno desarrollado, no es, como cree la «escuela
crítica», la sociedad de los privilegiados feudales, sino una
sociedad en la que los privilegios han sido abolidos y
destruidos, una sociedad civil desarrollada en la que se

240
han liberado los elementos de existencia políticamente
trabados por el privilegio. Nadie hace valer contra nadie ni
contra la cosa pública •ningún exclusivismo privilegiado».
La industria y el comercio eliminan los enclaves pri-
vilegiados y los reemplazan por individuos liberados de
toda clase de privilegios (los cuales separan al individuo de
la comunidad general pero le incluyen en una comunidad
exclusiva más reducida), por individuos que ya no están
vinculados a los demás hombres ni siquiera por la
apariencia de un vinculo general; esta industria y este
comercio libres provocan un conilicto general entre el
hombre y el hombre, entre el individuo y el individuo, y la
sociedad civil no es más que este conflicto mutuo de todos
los individuos que ya no se distinguen por nada más que por
su invidualidad. Es únicamente el movimiento universal de
las fuerzas de la vida individual liberadas de las trabas del
privilegio. La oposición entre el Estado democrático,
representativo, y la sociedad civil es la perfección de la
oposición clásica entre la vida social pública y la
esclavitud. En el mundo moderno, cada individuo participa
al mismo tiempo en la esclavitud y en la vida social. Pero la
esclavitud de la sociedad civil es, aparentemente, la mayor
de las libertades, porque parece ser la plena
independización del individuo; para éste, el frenético
movimiento —liberado de las trabas generales y de las
limitaciones impuestas por el hombre— de los elementos
vitales de que ha sido privado —la propiedad, la industria,
la religión, por ejemplo— es una manifestación de su
propia libertad, cuando, en realidad, no es más que la
expresión de su esclavitud absoluta y de la pérdida de su
naturaleza humana. El privilegio ha sido reemplazado por el
derecho. [SF (1545) MEGA 1/3. pp. 291- 292]

Para hablar con precisión y en lenguaje ordinario, los


miembros de la sociedad civil no son átomos. La cualidad
característica del átomo consiste en no tener ningu-

acs íLis 241


na cualidad ni, por oonrignirnte, ninguna^ relación *détcr-
minada por su propia naturaleza coa otros seres exteriores.
El átomo no tiene necesidad alguna, es autosuficien- te; el
mundo exterior es un vacio completo, no tiene contenido,
ni sentido ni significación, precisamente porque el átomo lo
tiene iodo en sí mismo. El individuo egoísta de la sociedad
civil puede creerse un átomo en sus concepciones
abstractas y faltas de vida, es decir, puede creerse un ser sin
relaciones, autosuficiente, sin necesidades, absolutamente
perfecto. Ahora bien, en la realidad profana, sensible, no
tiene ningún respeto por su imaginación. Cada uno de sus
sentidos obliga al individuo a creer en la existencia del
mundo y de otros individuos; todo, incluso su estómago
profano, le recuerda cotidianamente que el mundo exterior
no ea}nh vacío/sino, al contrario, lo que llena (su estómago
).lTodasycada una de sus actividades y cualidades,' todas y
cada una de sus aspiraciones se convierten en necesidades
que transforman su egoísmo en un deseo de cosas y de
seres humanos exteriores a su persona. Ahora bien, esta
necesidad del individuo no la percibe automáticamente otro
individuo egoísta que posee los medios de satisfacerla y por
esto cada individuo se ve obligado a crear esta relación, a
convertirse, por así decirlo, en el intermediario entre las
necesidades de otro y los objetos de estas necesidades. Lo
que mantiene unidos a los miembros de la sociedad civil,
cuyo vínculo real es la vida civil y no la vida política, es,
por consiguiente, la necesidad natural, la cualidad esencial
del hombre, por alienada que sea la forma en que se
presenta, el interés. No es, pues, el Estado el que mantiene
unidos a los átomos de la sociedad civil; es el hecho de que
estos átomos sólo lo son idealmente, en el cielo de la
imaginación, y que, en realidad, son seres muy diferentes
de los átomos. Ño son criaturas divinas egoístas, sino
hombres egoístas. Sólo la superstición política cree hoy
que la vida civil há de sostenerla el Estado, atando es el
Estado el sostenido por la vida civil. [SF (1845) MEGA
1/3, p. 296] ~‘ Vf

242
QB
1

Napoleón fue la última batalla del terrorismo revolu-


cionario contra la sociedad civil y su política igualmente
proclamadas por la Revolución. Napoleón había comprendido
ya la verdadera naturaleza del Estado moderno; sabía que se
fundaba en el libre desarrollo de la sociedad civil, en el libre
juego de los intereses privados, etc. Por esto decidió reconocer
este fundamento y protegerlo. No era un • 'volucionario
visionario y soñador. Pero todavía veía el Estado con un fin en
si y la sociedad civil sólo como el tesorero, el subordinado que
no podía tener vo- luntad propia. Practicó el terrorismo
sustituyendo la revolución permanente por la guerra
permanente. Dio plena satisfacción al egoísmo nacional
francés, pero exigió, a cambio, el sacrificio de los negocios
civiles, de los placeres, de la riqueza, etc., cuando lo requería
el objetivo político de la conquista. Suprimió de manera
realmente despótica el liberalismo en la práctica cotidiana y no
respetó los intereses materiales más sustanciales de aquella
sociedad, de aquel comercio y de aquella industria cuando
chocaban con sus propios intereses políticos. A su desprecio
por los ideólogos se añadió el desprecio por los hombres de
negocios. En las cuestiones interiores también combatió a los
que, en la sociedad civil, se oponían a la idea del Estado con
un fin en sí. Por esto declaró en el Consejo que no toleraría
que los grandes terratenientes cultivasen o no sus haciendas, a
voluntad. Concibió también el proyecto de nacionalizar el
transporte terrestre, para subordinar el comercio al Estado.
Fueron los comerciantes franceses los que prepararon el
primer gran golpe contra el poder de Napoleón. Al provocar
una carestía artificial de alimentos, los especuladores parisinos
obligaron al emperador a aplazar por dos meses el comienzo
de su campaña rusa y a iniciarla cuando el año estaba ya
demasiado avanzado.
La burguesía liberal, que chocaba con el nuevo terro-
rismo revolucionario de Napoleón, chocó luego, en forma de
Restauración y de los Borbones, con la contrarrevolución.
En 1830, la burguesía consiguió finalmente sus

243
objetivos de 1789, pero con una diferencia: habiendo
completado su educación política, la burguesía liberal no vela
ya en el Estado constitucional representativo el Estado ideal
ni lo veía como un organismo dedicado a la salvación del
hombre y a la realización de finalidades humanas generales.
Lo veía, en cambio, como la expresión oficial de su propio y
exclusivo poder, como el reconocimiento político de sus
intereses privados.
La historia de la Revolución francesa, comenzada en
1789, no terminó todavía en 1830, cuando triilnfó uno de sus
elementos, plenamente consciente de su propia importancia
social. [SF (1845) MEGA 1/3, pp. 299-300]

Precisamente porque ios individuos no buscan más que


su interés particular —que,' para dios, no coincide con su
interés colectivo, pues el «bien común» es una forma ilusoria
de comunidad política—, este interés común les es impuesto
como un interés «ajeno» e «independiente» de ellos mismos,
como un interés, a su vez, «general» especial; o bien se han
de enfrentar entre ellos en desacuerdo, como en la
democracia. Por otro lado, la lucha práctica de estos intereses
particulares, que siempre están en conflicto real con la
comunidad y con los ilusorios intereses comunitarios, hace
necesaria la intervención práctica y el control del interés
«general» ilusorio en forma de Estado. El poder social, es
decir, la fuerza productiva multiplicada que resulta de la
cooperación de individuos diferentes, tal como la determina
la división del trabajo, es visto por estos individuos —puesto
que su cooperación no es voluntaria sino natural— no como
su propio poder unido, sino como una fuerza ajena que existe
fuera de ellos y cuyos origen y finalidad ignoran, un poder
que no pueden, pues, controlar sino que, al contrario, pasa por
una serie particular de fases y estadios, con independencia de
la voluntad y de la acción del hombre, como si dirigiese
incluso esta voluntad y esta acción. [IA (1845-1846) MEGA
1/5, pp. 23-24]

244
Puesto que el Estado es la forma en que los individuos de
una clase dominante afirman sus intereses-comunes y en que
resume toda la sociedad civil de una época, actúa como
intermediario de todas las instituciones de la comunidad y
todas éstas reciben una forma política. De aquí proviene la
ilusión de que el derecho se basa en la voluntad y, mejor
todavía, en la voluntad separada de su base real: en la
voluntad libre. Del mismo modo, el derecho se reduce, a su
vez, a las leyes existentes.
El derecho privado ha surgido, junto con la propiedad
privada, de la desintegración de la comunidad natural. Entre
los romanos, el desarrollo de la propiedad privada y del
derecho privado no tuvo más consecuencias industriales y
comerciales porque su modo de producción permaneció
inmutable. Entre los pueblos modernos, en los que la
comunidad feudal se desintegró bajo el impacto de la
industria y el comercio, la aparición de la propiedad privada
y del derecho privado señaló una nueva fase, susceptible de
desarrollo ulterior. La primera ciudad que se dedicó a un
comercio extensivo en la Edad media, Amalfi, elaboró al
mismo tiempo el derecho marítimo. Cuando la industria y el
comercio impulsaron el desarrollo de la propiedad privada,
en Italia al principio y en otros países después, se volvió a
adoptar el derecho romano, elevándolo a la categoría de
autoridad. Cuando la burguesía hubo adquirido poder
suficiente para que los principes tuviesen en cuenta sus
intereses y la utilizasen para combatir a la nobleza feudal,
empezó en todos los países —en Francia durante el siglo
xvt— un verdadero desarrollo del derecho, desarrollo que en
todas partes, con excepción de Inglaterra, se hizo sobre la
base del derecho romano. Incluso en Inglaterra fue necesario
introducir los principios del derecho romano para impulsar el
desarrollo del derecho privado (especialmente en el caso de
la propiedad mobiliaria). No se debe olvidar que el derecho
tampoco tiene, como la religión, una historia independiente.
[IA (1845-19-^6) MEGA 1/5, pp. 52-53)
No hay nada más cómico que la forma en que Hegel
analiza la propiedad privada de La tierra. Según él, el
hombre individual ha de dar realidad a su voluntad como
espíritu de la naturaleza externa y, por consiguiente, ha de
tomar posesión de la naturaleza como su propiedad privada.
Si éste fuese el destino del «individuo», del hombre como
individuo, resultaría que para realizarse plenamente como
tal, cada ser humano tendría que ser terrateniente. La
propiedad privada libre de la tierra, producto muy reciente,
no es, según Hegel, una relación social concreta, sino una
relación del hombre cómo tal con la naturaleza, «el derecho
absoluto de apropiación que el hombre tiene sobre todas las
cosas» (Hegel, Filosofía del Derecho, Berlín, 1840). Es
evidente, sin embargo, que el individuo no puede
convertirse en terrateniente por su mera «voluntad» contra la
voluntad de otro individuo que también quiera encarnarse en
el mismo trozo de tierra. Se precisan muchas otras cosas,
además de la buena voluntad. Por otro lado, cuando el
«individuo» establece los límites para la realización de su
voluntad es imposible saber si esta voluntad se ha de realizar
en un solo país o necesita toda una serie de países para
manifestar, con la apropiación, «la supremacía de la
voluntad sobre la cosa». Hegel se contradice aquí
completamente: «La apropiación es un acto de carácter muy
individual; sólo tomo posesión de lo que toco con mi
cuerpo; pero hay un segundo punto: que las cosas externas
tienen más extensión que la que yo puedo abarcar. Por
consiguiente, cuando tomo posesión de una cosa, algo más
está en contacto con ella. Ejerzo mi apropiación con mi
mano, pero su alcance puede ampliarse» (ibid.). Ahora bien,
esta otra cosa está en contacto con una tercera y así
desaparece el límite en que mi voluntad puede fluir en la
tierra, como espíritu. «Si poseo alguna cosa, mi razón
concibe en seguida la idea de que no sólo es mía esta
propiedad, sino también la cosa que toca. Aquí ha de
establecer sus límites el derecho positivo, porque más no se
puede deducir del concepto» (ibid.). Es una confesión
extraordina

246
riamente ingenua del «concepto»; demuestra que esta
concepción —que desde el principio comete el error de
considerar absoluto un concepto legal particular de la pro-
piedad territorial, propio de la sociedad burguesa— no
comprende nada de las formas reales de esta propiedad. Esto
significa, al mismo tiempo, la confesión de que el «derecho
positivo» puede y debe modificar sus afirmaciones según las
necesidades del desarrollo social, es decir, económico.
[Capital, III VA, III/2, p. 664, nota 26]

Históricamente, los teóricos que consideraban la fuerza


como el fundamento del derecho se oponían directamente a
los que creían que este fundamento era la voluntad... Si se
considera que el fundamento del derecho es la fuerza —como
lo afirma Hobbes—, el derecho y las disposiciones
legislativas son únicamente un síntoma o una expresión de
otras condiciones que constituyen la verdadera base del
poder del Estado. Esta base real del Estado la constituyen la
vida material de los individuos —que no depende,
ciertamente, de su mera «voluntad»—, su modo de
producción y su forma de relación, que se influyen
recíprocamente. Esta vida material es muy independiente de
la voluntad de los individuos en todos los estadios en que la
división del trabajo y la propiedad privada son todavía
necesarias. No es el poder del Estado el que crea estas
condiciones reales; son, más bien, ellas la fuerza que crea
este poder. Los individuos que gobiernan en estas
condiciones, aparte de que su poder tenga que constituirse en
Estado, han de dar a su voluntad, determinada por estas
circunstancias concretas, una expresión general en forma de
voluntad del Estado, en forma de derecho. El contenido de
esta expresión viene determinado siempre por la situación de
esta clase, como lo demuestran con la máxima claridad el
derecho civil y el derecho penal. Así como el peso corporal
de los individuos no depende de su voluntad ideal o de su
capricho, tampoco depende de ellos que encarnen su voluntad
en
gflv
247
JU 11 mil
1

tiempo, ana dominación general. Su poder individual se basa


en condiciones de existencia que se desarrollan en forma de
condiciones sociales; y ellos han de demostrar que la
continuidad de estas condiciones implica su propia
supremacía, pese a ser válidas para todos. El derecho es la
expresión de esta voluntad condicionada por sus intereses
comunes. Es, precisamente, la concurrencia de los
individuos independientes y de sus voluntades —que, sobre
esta base, son necesariamente egoístas en su comportamiento
reciproco— lo que hace indispensable, la auto negación con
la ley y el reglamento o, mejor dicho, la auto negación en
casos excepcionales y la conservación de su interés en
general... Lo mismo puede decirse de las clases sometidas,
de cuya voluntad también depende la existencia del derecho
y del Estado. Por ejemplo, mientras las fuerzas productivas
no están lo bastante desarrolladas como para hacer superflua
la concurrencia y ésta reaparece una y otra vez, las clases
sometidas pedirán lo imposible si «quieren» abolir la
concurrencia y, con ella, el Estado y el derecho. Más
todavía: hasta que las condiciones no se desarrollen lo
bastante como para poder producir esta «voluntad», sólo
existirá en la imaginación de los ideólogos. Cuando las
condiciones se desarrollan suficientemente para poder
producirla, el ideólogo puede, entonces, creer que es
puramente caprichosa y, por consiguiente, concebible en
cualquier momento, en cualquier circunstancia. El delito, es
decir, la lucha del individuo aislado contra las condiciones
dominantes es tan poco producto del simple capricho como
lo es el derecho. Está tan condicionado como éste. Los
mismos visionarios que ven en el derecho el dominio de una
voluntad independiente y general, ven en el delito una
simple infrao ción de la ley. El Estado no se basa en una
voluntad dominadora, pero el Estado que surge del modo de
vida material de los individuos tiene la forma de una
voluntad

248
jairitttiHÉfiÉfili tfriÉÜÉÉ

dominadora. Si esta voluntad pierde el dominio, quiere


decirse no sólo que la voluntad ha cambiado, sino también
que han cambiado la existencia y la vida materiales de los
individuos, pese a su voluntad. Es posible que el derecho y la
legislación tengan una voluntad autónoma, pero en este caso
son puramente formales y no ejercen ya ningún dominio,
como lo demuestran muchos ejemplos de la historia legal de
Roma e Inglaterra. Ya hemos visto cómo, gracias a la
actividad de los filósofos, puede surgir una historia del
pensamiento puro con la separación del pensamiento de lo que
constituye su base: los individuos y sus relaciones efectivas.
En el presente caso, también puede separarse el derecho de su
base real y podemos llegar, asi, a hablar de una «voluntad
dominante» que tiene diferentes expresiones en diferentes
períodos, y que con sus creaciones, las leyes, tiene una
historia independiente. De este modo, la historia política y
civil se transforma ideológicamente en una historia del
dominio de leyes que se autodesarrollan. [IA (1845-1846)
MEGA 1/5, pp. 307-309]

Las diversas fases de la acumulación primitiva tienen su


centro, por orden más o menos cronológico, en España,
Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. En Inglaterra, a
finales del siglo xvn, se resumieron sistemáticamente en el
sistema colonial, la deuda nacional, el sistema tributario
moderno y el sistema proteccionista. Estos métodos se basan,
en parte, en la fuerza bruta, por ejemplo, el sistema colonial.
Pero utilizan el poder del Estado, la fuerza concentrada y
organizada de la sociedad, para acelerar con pasos de gigante
el proceso de transformación del modo feudal de producción
en modo capitalista y para acortar los plazos de transición. La
violencia es la comadrona de todas las sociedades viejas que
llevan en su seno una sociedad nueva. Es por sí misma una
fuerza económica. [Capital, I (1867) VA, I, p. 791.]

249
r f•

Sería muy difícil, por no decir imposible, establecer un


principio en que basar la pena de muerte en una sociedad que
se precia de ser civil i rada. En general, se ha defendido la
pena como un medio de perfeccionar o de intimidar. Ahora
bien, ¿qué derecho tienes tú a castigarme para el
perfeccionamiento o la intimidación de otros? Además, la
historia —cabe recordar que hay una cosa llamada
estadística— demuestra de manera irrefutable que desde
Caín hasta nuestros días el mundo nunca ha mejorado ni se
ha sentido intimidado por el castigo. Al contrario. Desde el
punto de vista del derecho abstracto, sólo una teoría de la
pena reconoce la dignidad humana abstracta: la teoría de
Kant, especialmente en la forma más rígida que le dio Hegel.
Hegel dice: «La pena es el derecho del delincuente. Es un
acto de su propia voluntad. El delincuente ha proclamado
como derecho propio la violación de la ley. Su delito es la
negación del derecho. La pena es la negación de esta
negación y, por consiguiente, es una afirmación del derecho,
solicitada por el delincuente e impuesta por éste a sí
mismo.»
Esta fórmula es bastante especiosa, porque Hegel, en vez
de ver al criminal como un simple objeto, el esclavo de la
justicia, lo eleva a la posición de ser libre y determinado por
sí mismo. Ahora bien, viendo la cuestión más de cerca,
descubrimos que en este caso, como en muchos otros, el
idealismo alemán no ha hecho más que dar una sanción
transcendental a las reglas de la sociedad existente. ¿No es
un engaño sustituir el individuo movido por sus
motivaciones reales, presionado por circunstancias sociales
muy numerosas y diversas, no es un engaño, decimos,
sustituirlo por la abstracción del «libre arbitrio», una más,
entre otras, de las muchas cualidades del hombre para sí?
Esta teoría, que considera la pena como el resultado de la
voluntad individual del delincuente, no es más que la
expresión metafísica del viejo tus talionis, ojo por ojo, diente
por diente, sangre por sangre. Dejándonos de circunloquios,
la pena no es más que un medio de la sociedad para
defenderse contra la infracción de sus

250
1
condiciones vitales, cualquiera que sea su carácter. Ahora
bien, ¿qué sociedad es esta que no conoce instrumento mejor
para su propia defensa que el verdugo y que convierte, a
través del «primer diario del mundo», su propia brutalidad
en ley eterna?
El señor A. Quételet, en su excelente y erudita obra
L'Homme et ses Facuhés, dice: «Existe un presupuesto que
pagamos con una aterradora regularidad: el de las cárceles, los
calabozos y los patíbulos... Podemos, incluso, prever cuántos
individuos mancharán sus manos con la sangre del prójimo,
cuántos se dedicarán a falsificar, cuántos prepararán venenos, casi
con la misma exactitud | con que podemos prever el número de
nacimientos y de fallecimientos anuales.»
En un cálculo de las probabilidades delictivas publicado
en 1829, el señor Quételet predijo efectivamente, ‘ con una
sorprendente exactitud, no sólo la cantidad sino también las
diferentes formas de delitos cometidos en Francia en 1830. La
tabla que reproducimos a continuación, comunicada por Quételet
para los años 1S22-1824, demuestra que la causa de la existencia
de cantidad media de delitos en una determinada fracción nacional
de la sociedad no radica en las instituciones políticas de la mo-
derna sociedad burguesa, en general. Entre cien delincuentes
condenados en los Estados Unidos y Francia encontramos:

Edad Filadelfia Francia


Menos de veintiún años ............................... 19 19
De veintiuno a treinta .................................. 44 35
De treinta a cuarenta.................................... 23 23
Más de cuarenta........................................... 14 23 * 1
100 100
1
Si los delitos, observados en gran escala, muestran en su
número y en su clasificación la regularidad de los fe-
nómenos físicos; si, como señala el señor Quételet, «sería
difícil decir cuál de las dos causas activas (el mundo físico y
el sistema social) produce sus efectos con mayor
regularidad», ¿no se debe pensar seriamente en cambiar el
sistema que fomenta estos delitos, en vez de ensalzar el
verdugo que ejecute a unos cuantos criminales, sólo para
dejar sitio a los que vendrán después? [Capital Pu- nishment
NYDT, 18 de febrero de 1853]

252
II. Dinámica de la revolución

El proletariado y la riqueza constituyen una antinomia.


En este sentido, forman un todo único. Son dos formas del
mundo de la propiedad privada. El problema consiste en
descubrir el lugar que cada uno de ellos ocupa en la
antinomia. No basta con decir que son las dos caras de un
todo único.
La propiedad privada, como propiedad privada, como
riqueza, está obligada a conservarse a sí misma y, por tanto,
a conservar a su contrario, el proletariado. Es el lado positivo
de la antinomia, la propiedad privada satisfecha.
En cambio, el proletariado se ve obligado, como pro-
letariado, a laborar por su propia abolición y, por con-
siguiente, a laborar por la abolición de las condiciones que le
convierten en proletariado, es decir, por la abolición de la
propiedad privada. Es el lado negativo de la antinomia, la
propiedad privada en estado de agitación, disgregada y en
proceso de disgregación.
La clase poseedora y la clase proletaria expresan la
misma alienación humana. Pero la primera se siente sa-
tisfecha con su situación, se siente bien establecida en ella,
considera esta autoalineación como su propio poder y tien,e,
así, la apariencia de una existencia humana. La segunda, en
cambio, se siente aplastada por esta au- toalienación, ve en
ella su propia impotencia y la realidad de una situación
inhumana. Es, para utilizar la expresión de Hegel, «en medio
de la degradación, la revuelta contra la degradación», una
revuelta a la que le obliga la contradicción entre su
humanidad y su situación, una negación franca, clara y
absoluta de su humanidad.
Por consiguiente, en el marco de la ah enación, los
r
•' *
propietarios son el partido conservador y los proletarios el
partido destructor.
Es cierto que en el curso de su desarrollo económico, la
propiedad privada avanza hacia su propia destrucción, pero
sólo a través de una evolución independiente de sí misma,
inconsciente y contra su voluntad, únicamente porque produce
el proletariado como proletariado, la miseria consciente de su
miseria moral y física, la degradación consciente de su
degradación .y, por esto mismo, en lucha por abolirse a sí
misma. El proletariado ejecuta la semencia que la propiedad
privada ha dictado contra sí misma ai crear al proletariado, del
mismo modo que ejecuta la sentencia que el trabajo asalariado
ha dictado contra sí mismo al crear la. riqueza para los demás y
la miseria para él. Si el proletariado triunfa, no quiere ello decir
que se convierta en la forma absoluta de la sociedad, porque
sólo triunfa abollándose ¿1 mismo y aboliendo su contrario. El
proletariado desaparece, pues, junto con el contrario que le
condiciona: la propiedad privada.
Si los autores socialistas atribuyen esta misión histérico-
universal al proletariado no es —como pretende creerlo la
«escuela crítica»— porque vean a los proletarios como
dioses. Al contrario, en el proletariado plenamente
desarrollado ha desaparecido todo elemento humano, incluso
la apariencia de humanidad. En las condiciones de
existencia del proletariado se condensan en su forma
inhumana todas las condiciones de existencia de la sociedad
actual. El hombre se ha perdido a sí mismo, pero no sólo ha
adquirido, al mismo tiempo, una conciencia teórica de su
pérdida, sino que ha sido obligado, por una presión
ineluctable, irremediable, imperiosa —por la necesidad
práctica—, a rebelarse contra esta inhumanidad. Por esto el
proletariado puede y ha de emanciparse a sí mismo. Pero
sólo podrá emanciparse destruyendo sus propias condiciones
de existencia. Y sólo puede destruir sus propias condiciones
de existencia destruyendo todas las condiciones inhumanas
de existencia de la sociedad actual, condiciones que se
resumen y sintetizan en

254
su situación. No pasa en vano por la dura pero estimulante
escuela del trabajo. No se trata de saber qué piensa este o
aquel proletario o, incluso, el proletariado en su conjunto, de
sus objetivos en un momento determinado, cómo los concibe.
Se trata de saber qué es el proletariado y qué ha de hacer
históricamente de acuerdo con su naturaleza. Su objetivo y
su actividad histórica le son impuestos, de forma tangible e
irrevocable, por su propia situación y por toda la
organización de la actual sociedad civil. No es necesario
decir que una gran parte del proletariado inglés y francés es
ya consciente de su misión histórica y labora
incansablemente para esclarecer esta conciencia. [SF (1845)
MEGA, 1/3, pp. 205-207]

La emancipación política es, al mismo tiempo, la diso-


lución de la vieja sociedad, de la sociedad en que se fun-
damenta el poder soberano, la vida política alienada del
pueblo. La revolución política es una revolución de la
sociedad civil. ¿Cuál era la naturaleza de la vieja sociedad?
Se puede caracterizar con una sola palabra: el feu- dalismo.
La vieja sociedad civil tenía un carácter directamente
pvlitico, es decir, los elementos de la vida social, como la
propiedad, la familia y las formas de ocupación se habían
convertido en los elementos de la vida política en forma de
señorío, casta y gremio. Determinaban, de este modo, la
relación del individuo con el Estado, es decir, su situación
política o, dicho de otra manera, su separación, su exclusión
de los restantes elementos de la sociedad. Porque aquella
organización de la vida nacional no constituyó la propiedad y
el trabajo en elementos sociales; puede decirse mas bien que
los separó del cuerpo del Estado y los convirtió en
sociedades diferenciadas dentro de la sociedad. Sin embargo,
las funciones y las condiciones vitales de la sociedad feudal
siguieron siendo políticas, por lo menos en sentido feudal.
Excluyeron al individuo del cuerpo del Estado y
transformaron la relación particular entre su corporación y el
Estado en una

255
relación general entre el individuo y la. vida social, de la
misma manera que transformaron su actividad y su situación
civil en una actividad y una situación generales. Como
resultado de esta organización, el Estado en conjunto y su
conciencia, su voluntad y su actividad, el poder político
general, aparecieron también necesariamente como un
asunto privado de un dirigente y de sus servidores,
separados del pueblo.
La revolución política que derrocó este poder del go-
bernante y convirtió los asuntos del Estado en asuntos del
pueblo, que hizo del Estado político una cuestión de interés
general, es decir, un Estado real, lo trastocó necesariamente
todo, las clase», las corporaciones, los gremios, los
privilegios, es decir, todo lo que marcaba la separación entre
el pueblo y la vida de la comunidad. La revolución política
abolió, pues, el carácter político de la sociedad civil.
Disolvió la sociedad civil en sus elementos básicos, los
individuos, por un lado, y por otro los elementos materiales
y culturales que constituían la experiencia vital y la
situación civil de estos individuos. Liberó el espíritu
político, disuelto, fragmentado y perdido, por así decirlo, en
los diversos callejones sin salida de la sociedad feudal;
reunió todos estos fragmentos dispersos, liberó el espíritu
político de su conexión con la vida social y lo convirtió en la
esfera comunitaria, la esfera general del pueblo,
teóricamente independiente de estos elementos particulares
de la vida civil. La actividad y la situación vital específicas
no tenían ya más significación que la individual. No
constituían ya la relación general entre el individuo y el
Estado en general. Los asuntos públicos se convirtieron en el
asunto general de cada individuo y las funciones políticas se
convirtieron en funciones generales.
Ahora bien, esta coronación del idealismo del Estado
fue, al mismo tiempo, la coronación del materialismo de la
sociedad civil. Los vínculos que limitaban el espíritu egoísta
de la sociedad civil fueron destruidos junto con el yugo
político. La emancipación política fue, a la vez, una

256
emancipación de la sociedad civil con respecto a la política e
incluso con respecto a la apariencia de un contenido general.
La sociedad feudal se disolvió en sus elementos básicos y
el hombre en el hombre egoísta, su verdadero fundamento.
Este hombre, el miembro de la sociedad civil, es ahora el
fundamento y la condición del Estado político. El Estado lo
reconoce como tal con los derechos del hombre.
Ahora bien, la libertad del hombre egoísta y el reco-
nocimiento de esta libertad son más bien el reconocimiento
del frenético movimiento de los elementos culturales y
materiales que forman su contenido.
Así, por ejemplo, el hombre no ha sido liberado de la
religión, sólo se le ha concedido la libertad religiosa; no ha
sido liberado de la propiedad, sólo se le ha concedido la
libertad de adquirir propiedad. No ha sido liberado del
egoísmo de los negocios, sólo se le ha concedido la libertad
de dedicarse a los negocios.
La formación del Estado político y la disgregación de la
sociedad civil en individuos independientes —cuyas
relaciones están reguladas por la ley, asi como las relaciones
de los hombres en las corporaciones y los gremios se
regulaban por el privilegio— se ha realizado en un solo acto,
en un mismo acto. El hombre como miembro de la sociedad
civil, como hombre no-político, aparece necesariamente como
el hombre natural. Los droits de l'liomme parecen droits
naturels porque la actividad consciente se concentra en la
acción política. El hombre egoísta es el resultado pasivo de la
disolución de la sociedad, un objeto de aprehensión
inmediata y, por tanto, un objeto natural. La revolución
política disuelve la sociedad civil en sus elementos sin
revolucionarlos ni someterlos a crítica. Esta revolución
considera la sociedad civil, la esfera de las necesidades
humanas, del trabajo, de los intereses privados y del derecho
privado como la base de su propia existencia, como una
condición autosuficiente y, por consiguiente, como su base
naluraL Finalmente, se
. . . - H í — -i .

Identifica el hombre como miembro de la sociedad civil con


el hombre en si, el homme distinto del citoyen, porque es el
hombre en su existencia sensible, individual, inmediata y, en
cambio, el hombre político no es más que el hombre
abstracto, artificial, el hombre como ser alegórico, moral.
Por consiguiente, el hombre tal como es realmente se ve sólo
en forma de hombre egoísta y el hombre en su verdadera
naturaleza sólo se ve en forma de ciudadano abstracto.
Rousseau describe con acierto esta noción abstracta del
hombre político: «El que se atreva a emprender la tarea de
dar instituciones a un pueblo se ha de sentir en condiciones
de modificar, por así decirlo, la naturaleza humana, de
transformar a cada individuo (que por sí solo es un todo
perfecto y solitario) en parte de un todo mayor, del que este
individuo recibe, en cierto sentido, la vida y el ser; se ha de
sentir capaz de alterar la constitución del hombre para
fortalecerla; de sustituir la existencia física e independiente
que todos hemos recibido de la naturaleza por una existencia
comunitaria y moral. Es preciso, en una palabra, que despoje
al hombre de sus propias fuerzas para darle otras extrañas a
su persona, fuerzas que no pueda utilizar sin la ayuda de
otro.» (Du Contrai Social, libro II.)
Toda emancipación es una restauración del mundo hu-
mano y de las relaciones humanas para el hombre mismo.
La emancipación política es una reducción del hombre a
miembro de la sociedad civil, a individuo independiente y
egoísta, por un lado y a ciudadano, a persona moral, por otro.
La emancipación humana sólo será completa cuando el
hombre real, individual, haya absorbido en sí mismo el
ciudadano abstracto, cuando, como hombre individual, en su
vida cotidiana, en su trabajo, en sus relaciones, se haya
convertido en- un ser social y cuando haya reconocido y
organizado sus propias fuerzas como fuerzas sociales, y por
consiguiente, no separe ya esta fuerza social de

258
sí mismo como una fuerza política. [CJ (1S43) MEGA
1 / 1 / 1 , p p . 596-599]

Cuanto mas desarrollado y universal es el pensamiento


político de un pueblo, más el proletariado —por lo menos al
principio del movimiento— dilapida sus fuerzas en revueltas
y algaradas insensatas y fútiles, reducidas con
derramamiento de sangre. El proletariado piensa po-
líticamente y por esto ve la causa de las pésimas condiciones
sociales en la voluntad, ve en la f u e r z a y en el de-
rrocamiento de una forma particular de Estado los únicos
medios para su mejora. Consideremos, por ejemplo, las
primeras revueltas del proletariado francés. Los obreros de
Lyon creían que sólo perseguían objetivos políticos, que sólo
eran soldados de la República cuando, en realidad, eran
soldados del socialismo. De este modo, su comprensión
política les ocultaba las causas profundas de su miseria
social, deformaba su visión de los objetivos reales y
eclipsaba su instinto social. [Arí. II (1844) MEGA 1/3,'p. 20]

La vida social de la que está excluido el obrero es una


vida social muy diferente, por el carácter y la extensión, de la
de la esfera política. Esta vida social, de la que está excluido
por su propio t r a b a j o es la vida en sí, la vida física y
cultural, la moralidad humana, la actividad humana, el goce
humano, la verdadera existencia humana. La vida humana es
la verdadera vida social del hombre. La exclusión
irremediable de esta vida es mucho más completa, más
insoportable, penosa y contradictoria que la exclusión de la
vida política; por esto, el fin de esta exclusión e incluso la
reacción limitada, la rebelión contra ella es lo más
fundamental, del mismo modo que el hombre es más
fundamental que el ciudadano y la vida humana más
fundamental que la vida política. La rebelión industrial
puede ser, pues, limitada, pero tiene una
m**46}¡á¿+4nwt ■■ . — <»

significación universal; la rebelión política puede ser uni-


versal, pero oculta un espíritu estrecho detrás de una for-
ma gigantesca. [Art. II (1844) MEGA 1/3, p. 21)

Una revolución social tiene, pues, un aspecto universal


porque aunque tenga lugar en un solo distrito manufacturero
es una protesta humana contra una vida inhumana, porque
parte del individuo singular y porque la vida social —el
individuo reacciona, precisamente, contra su exclusión de
ésta— es la verdadera vida social del hombre, una verdadera
vida humana. El aspecto.político de una revolución consiste
en el movimiento de las clases politicamente no influyentes
para terminar con su exclusión de la vida y del poder
políticos. Su punto de vista es el del Estado, un todo
abstracto que sólo existe por su separación de la vida real, un
todo impensable sin la oposición organizada entre la idea
universal y la existencia individual del hombre. Una
revolución política también organiza, pues, de acuerdo con
esta perspectiva estrecha y discordante, un grupo dominante
en la sociedad a expensas de ésta. [ A r t . II (1844) MEGA
1/3, p. 22)

Una revolución •social» con un aspecto político es una


contradicción en los términos, si «Un prusiano» entiende por
revolución social una revolución social diferenciada de una
revolución política, al tiempo que atribuye a esta revolución
social un aspecto más bien político que social. O bien una
•revolución social con un aspecto político» es una simple
paráfrasis de lo que se acostumbraba a llamar simplemente
una •revolución política» o •revolución», tout court. Toda
revolución destruye la vieja sociedad; en este sentido es
social. Toda revolución derroca el poder dominante; en este
sentido es política. [Art. II, (1844) MEGA 1/3, p. 22]

i
260
i
La revolución en general —el derrocamiento del poder
existente y la destrucción de las relaciones • reales
existentes— es un acto político. Sin la revolución, d so-
cialismo no puede desarrollarse. Necesita tanto este acto
político como el derrocamiento y la disolución. Pero cuando
inicia su actividad organizadora, cuando pasan a un primer
plano su propio objetivo, su propio espíritu, el socialismo se
desprende de esta envoltura política. [Art. II (1844) MEGA
1/3. pp. 22-23]

Una clase oprimida es una condición vital de toda so-


ciedad basada en el antagonismo de clases. La emancipación
de la clase oprimida implica, pues, necesariamente, la
creación de una nueva sociedad. Para que una clase oprimida
pueda emanciparse es esencial que las fuerzas de producción
y las relaciones sociales existentes no puedan seguir
subsistiendo las unas junto a las otras. De todos los
instrumentos de producción, la fuerza productiva mayor de
todas es la clase revolucionaria. La organización de los
elementos revolucionarios como clase presupone la
existencia de todas las fuerzas productivas capaces de
desarrollarse en el seno de la vieja sociedad.
¿Quiere esto decir que la caída de la vieja sociedad irá
seguida de una nueva dominación de clase que también se
expresará en forma de nuevo poder político? No. La condición
para la emancipación de la clase obrera es la abolición de todas
las clases, del mismo modo que la condición para la
emancipación del tercer estado del orden burgués era la
abolición de todos los estados y rangos.
En el curso de su desarrollo, la clase obrera sustituirá la
vieja sociedad civil por una asociación que excluirá las clases y
su antaconismo y el poder político propiamente dicho deiará
de existir, porque el poder político es, precisamente, la
expresión oficial del antagonismo en la sociedad civil.
Mientras tanto, el antagonismo entre el proletariado y la
burguesía es una lucha de clases, cuya expresión

261
más completa es una revolución total. Por lo demás, ¿nos
ha de sorprender que una sociedad basada en la oposición
de las clases termine con una contradicción brutal, con un
combate cuerpo a cuerpo, como último acto?
No decimos que el movimiento social excluye el mo-
vimiento político. No hay ningún movimiento político que
no sea al mismo tiempo social. Sólo en un determinado
orden de cosas, cuando ya no existan clases ni antago-
nismos de clase, la evolución social dejará de implicar la
revolución política. Hasta entonces, la última palabra de
la ciencia social, en la víspera misma de cada réconstruc-
dón general de la sociedad, será siempre:
Le combat ou la morí; la lutte sanguina!re ou le niant.
Cest ainsi que la question est invinciblement posée.1
(George Sand)
[MF (1847) MEGA 1/6, pp. 227-228]

Si el proletariado destruye el dominio político de la


burguesía será únicamente una victoria temporal, un ele-
mento al servicio de la revolución burguesa, como lo fue
en 1794, mientras en el curso de la historia, en su «mo-
vimiento», no se creen las condidones materiales que ha-
cen necesarias la abolición del modo de producción bur-
gués y el derrocamiento definitivo del dominio político
burgués. El reinado del terror en Francia sólo podía ser-
vir, pues, para destruir en todo el país, con sus poderosos
golpes, los restos de feudalismo. La tímida y nerviosa
burguesía habría necesitado décadas y más décadas para
llevar a cabo esta tarea. La violenta acción del pueblo le
preparó, pues, el camino. Del mismo modo, el colapso
de la monarquía absoluta habría sido temporal si no hu-
biesen madurado ya las condiciones, económicas para el
‘ ttg'V-- ' ■¿'i’.lgs; #;!
L «El combate ó La muerte; ia bicha sanguinaria o la nada.
Así es como «e plantea Inexorablemente la cnestlón.»

262

It
•X
•?-j- •••.•t.v.Tr- •'* ' •
--t *

i
dominio de la clase burguesa. Los hombres no construyen
un nuevo mundo con los frutos de la tierra, como cree la
superstición vulgar, sino con las realizaciones históricas de
su decadente civilización. En el curso de su desarrollo han
de empezar, pues, produciendo las condiciones materiales
de una nueva sociedad y ningún esfuerzo de la mente o de
la voluntad les librará de este destino. [MK (1847) MEGA
1/6, p. 306]
Cuando se estudian las teorías materialistas de la bondad
original del hombre, de la igualdad de las aptitudes
intelectuales entre los hombres, de la omnipotencia de la
educación, la experiencia y el hábito, de la influencia de las
circunstancias externas sobre el hombre, de la gran
importancia de la industria, del valor del placer, etc., no se
necesita mucha penetración para ver lo que las vincula al
comunismo y al socialismo. Si el hombre extrae todos sus
conocimientos del mundo sensible y de su experiencia de
este mundo sensible, deberemos organizar el mundo
empírico de tal manera que el hombre experimente y asimile
lo que es realmente humano, que se experimente él mismo
como hombre. Si el egoísmo ilustrado es el principio de toda
moralidad, es preciso que el interés privado de cada hombre
coincida con el interés general de la humanidad. Si el
hombre no es libre, en sentido materialista, es decir, si no es
negativamente libre para evitar tal o cual hecho, pero es
positivamente libre para expresar su verdadera
individualidad, entonces, en vez de castigar a los individuos
por sus delitos se deberá destruir las condiciones sociales
que engendran el delito y dar a cada individuo el objetivo y
las posibilidades que necesita en la sociedad para desarrollar
plenamente su vida. Si al hombre lo forman las
circunstancias, deberemos formar estas circunstancias
humanamente. Si el hombre es, por naturaleza, un ser social,
sólo puede desarrollar su verdadera naturaleza en la sociedad
y el poder de su naturaleza no deberá medirse por el poder
de los individuos privados sino por el de la sociedad, [SF
(1845) MEGA 1/3, pp. 307-308]
El comunismo es la abolición positiva de la propiedad
privada, de la autoalienación humana y, por consiguiente,
la verdadera apropiación de la naturleza humana, a través
del hombre, para el hombre. Es, pues, el retorno del hombre
a sí mismo como ser social, es decir, realmente humano, un
retomo completo y consciente que asimila toda la riqueza
del desarrollo anterior. El comunismo como naturalismo
completo es humanismo y como humanismo completo es
naturalismo. Es la resolución definitiva del antagonismo
entre el hombre y el hombre. Es la verdadera solución del
conflicto entre la existencia y la esencia, entre la
objetivación y la antoañrmación, entre la libertad y la
necesidad, entre el individuo y la especie. Es la solución del
enigma de la historia y sabe que lo es. [MEF (1844) MEGA
1/3, p. 114]

La religión, la familia, el Estado, el derecho, la moral,


La ciencia, el arte, etc., no son más que formas particulares
de 1a producción sometidas a la ley general de ésta. La
abolición positiva de la propiedad privada, como apro-
piación de la vida humana es, pues, la abolición positiva de
toda alienación y, por consiguiente, el retomo del hombre a
su vida humana, esto es, social, desde la religión, la
familia, el Estado, etc. La alienación religiosa sólo tiene
lugar en la esfera de la conciencia, en la vida interior del
hombre; la alienación económica, en cambio, es la de su
vida real; su abolición afecta, pues, ambos aspectos. El
desarrollo de dos naciones tiene un origen distinto según
que la vida efectiva del pueblo tenga lugar con preferencia
en el reino de la mente o en el mundo externo, en la vida
real o en la vida ideal. [MEF (1844) MEGA 1/3, p. 115]

Donde existe la división de la propiedad territorial, la


única alternativa es volver a una forma más odiosa todavía
de monopolio o bien proponerse una negación o abo

268
lición de la división de la propiedad territorial. Ahora bien,
esta segunda posibilidad no significa el retorno a la
propiedad feudal sino la abolición de toda la propiedad
privada de la tierra. La primera abolición del monopolio
siempre es una generalización y una extensión de éste. La
abolición del monopolio más amplia e inclusiva es su
completa destrucción. Aplicada a la tierra, la asociación
tiene todas las ventajas—desde el punto de vista econó-
mico— de la gran propiedad y es, al mismo tiempo, la
realización de la tendencia original de la división de la tie-
rra: la igualdad. La asociación restaura, además, la íntima
relación del hombre con la tierra de modo racional y no en
forma de servidumbre, de señorío y de mística de la
propiedad. La tierra deja de ser un objeto de especulación
sórdida y, con la libertad de trabajo y de goce, se convierte
nuevamente en la propiedad real, personal de los hombres.
[MEF (18-4-4) MEGA 1/3, p. 78]

Partiendo de la base de que la propiedad privada ha sido


positivamente abolida, hemos visto cómo el hombre
produce al hombre —es decir, se produce él mismo y pro-
duce a los demás hombres—, cómo el objeto que constituye
la actividad directa de su personalidad es, al mismo tiempo,
su existencia para los demás hombres y la existencia de
éstos para él. Del mismo modo, el material del trabajo y el
hombre mismo como sujeto son el origen y el resultado de
este movimiento (y precisamente porque ha de existir este
origen, la propiedad privada es una ne~ cesidad histórica).
Por consiguiente, el carácter social es el carácter universal
de todo el movimiento; asi como la sociedad produce el
hombre como hombre, el hombre la produce a ella. Tanto
por el contenido como por el origen, la actividad y la mente
son sociales: son actividad social y mente social. La
naturaleza sólo tiene significación humana para el hombre
social, porque sólo en este caso la naturaleza es un vlnctdo
con los demás hombres, la base de su existencia para los
demás y de la existencia de és-

269..
tos para ¿1. Sólo entonces su naturaleza, es la base de su
propia existencia humana y una parte vital de la realidad
humana. La existencia natural del hombre se ha convertido
en su existencia humana y la naturaleza se ha hecho humana
para él. La sociedad es, pues, la plena unión del hombre con
la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el
naturalismo realizado del hombre y el humanismo realizado
de la naturaleza. [MEF (1844) MEGA 1/3, pp. 115-116]

Para el hombre socialista todo lo que se llama historia


universal no es más que la creación del hombre por el
trabajo humano, la aparición de la naturaleza para el
hombre; esto constituye la demostración evidente e irre-
futable de su autocreación, de sus propios orígenes. Cuando
la esencia del hombre y de la naturaleza, el hombre como ser
natural y la naturaleza como realidad humana, resulta
evidente en la vida práctica, en la experiencia sensible, la
búsqueda de un ser ajeno, un ser situado al margen del
hombre y de la naturaleza (búsqueda que es una confesión de
la irrealidad del hombre y de la naturaleza) resulta imposible
en la práctica. El ateísmo, negación de esta irrealidad, no
tiene ya sentido, porque el ateísmo es la negación de Dios e
intenta afirmar con esta negación la existencia del hombre.
El socialismo no tiene ya necesidad alguna de estos métodos
indirectos; parte de la percepción sensible teórica y práctica
del hombre y de la naturaleza como existencias reales. Es una
autoconciencia humana positiva, no ya una autoconciencia
obtenida con la negación de la religión, puesto que positiva
es la vida real del hombre y no obtenida con la negación de
la propiedad privada (comunismo). El comunismo es la fase
de la negación de la negación y por tanto es —para la próxi-
ma etapa del desarrollo histórico— un factor real y ne-
cesario en la emancipación y la rehabilitación del hombre.
El comunismo es la forma necesaria y el principio activo del
futuro inmediato, pero el comunismo no es en

270
> -V .**ir'* .'ürf. *fc*»*á.

sí mismo el objetivo del desarrollo humano ni la forma


final de la sociedad humana. [MEF (1844) MEGA 1/3, pp.
125-126]

Según nuestra concepción, todos los conflictos de la


historia tienen su origen en la contradicción entre las
fuerzas productivas y la forma de las relaciones. No es ne-
cesario que esta contradicción sea llevada a un extremo
en un país determinado para que produzca conflictos en
él... La contradicción entre las fuerzas productivas y el
modo de relación, contradicción que, como hemos visto,
se ha manifestado en diversas ocasiones en el curso de la
historia pero sin comprometer nunca su fundamento, ha
tenido que estallar en cada ocasión en forma de revolu-
ción. Al mismo tiempo, ha adoptado formas subsidiarias
muy diversas, como un conjunto de conflictos, conflictos
entre diversas clases, batallas de ideas, etc., luchas polí-
ticas, etc. Con un punto de vista estrecho se puede selec-
cionar una de estas formas subsidiarias y considerarla
como la base de la revolución; esto es especialmente ha-
cedero porque los individuos que iniciaron las revolucio-
nes se forjaban ilusiones sobre su actividad, ilusiones que
correspondían a su nivel de cultura y a la etapa concre-
ta del desarrollo histórico.
La transformación de los poderes personales (relacio-
nes) en poderes materiales por la división del trabajo no
se puede abolir extirpándola simplemente de nuestro
cerebro; sólo puede abolirse con la acción de los indivi-
duos que restablecen su control sobre estas fuerzas ma-
teriales y eliminan la división del trabajo. Esto es impo-
sible sin una comunidad. El individuo sólo puede cultivar
sus aptitudes en todas direcciones en asociación con los
demás. Sólo en la comunidad es posible la libertad perso-
nal. En los anteriores suslitutivos de la comunidad, en
el Estado, etc., la libertad personal sólo existía para los
miembros individuales de la clase dominante, mientras
pertenecían a ella. La comunidad ilusoria en que los hom-
üriMhÉi

brcs se han agrupado hasta nuestros días siempre ha ad-


quirido una existencia independiente de ellos y puesto
que ha sido, de hecho, la unión de una clase contra otra,
ha representado para la clase dominada no sólo una co-
munidad completamente ilusoria sino también una nueva
traba. En una comunidad auténtica, los individuos son
libres en la asociación y por ella. [LA. (1845-1846) MEGA
1/5, pp. 63-64]

Del análisis anterior se deduce que la relación comu-


nitaria en que entraban los individuos de una clase y que
venía determinada por sus intereses comunes frente a ter-
ceros era siempre una comunidad a la que los individuos
pertenecían únicamente como individuos medios, en la
medida en que vivían en las condiciones de existencia de
su clase. Era una relación en la que no participaban como
individuos sino como miembros de una clase. Con la co-
munidad de los proletarios revolucionarios que estable-
cen su control sobre sus propias condiciones de existen-
cia y las de los restantes miembros de la sociedad ocurre
exactamente lo contrario: los individuos participan en
ella como individuos. Es, precisamente, la combinación
de los individuos (suponiendo, naturalmente, un nivel
avanzado de las fuerzas productivas modernas) lo que
crea las condiciones del libre desarrollo y de la libre acti-
vidad de los individuos bajo su propio control, es decir,
Las condiciones que antes se abandonaban al imperio de
la casualidad y que habían adqurido una existencia in-
dependiente contra los individuos separados. Esta inde-
pendencia era el resultado de la separación de los indi-
viduos y del carácter forzado de su combinación, deter-
minados por la división del trabajo y convertidos en una
constricción ajena. La unión que había existido hasta en-
tonces (no voluntariamente, como sugiere Rousseau en
Du Conírat Social, sino necesariamente) se basaba en
unas condiciones (compárese, por ejemplo, la formación
del Estado de América del Norte y la de las repúblicas

272
sudamericanas) en las que los individuos estaban a la
merced de la casualidad. Este derecho al libre goce de, la
casualidad dentro de condiciones determinantes se ha
venido llamando, hasta ahora, libertad personal. Natural-
mente estas condiciones no son más que las fuerzas pro-
ductivas y las formas de relación de cada momento con-
creto. ‘ .
Si consideramos desde un punto de vista filosófico este
desarrollo de los individuos en las condiciones de existencia
comunes a los estamentos y las clases que se han sucedido
históricamente y bajo las concepciones generales que les
son impuestas, es fácil imaginar que la especie, la
humanidad se ha desarrollado en estos individuos o que
ellos han desarrollado al hombre. Es una manera de
abofetear la historia. Los diferentes estamentos y clases
pueden concebirse entonces como casos específicos de un
fenómeno general, como subdivisiones de una especie o
como fases en el desarrollo de la humanidad.
Esta subordinación de los individuos a clases deter-
minadas no puede abolirse hasta que no se forme una clase
que no tenga ya ningún interés clasista particular que
defender y afirmar contra la clase dominante.
Los individuos siempre han partido de sí mismos, pero
de sí mismos tal como eran en sus condiciones y relaciones
históricas concretas, no como individuos «puros» en el
sentido de los ideólogos.
Ahora bien, en el curso del desarrollo histórico y pre-
cisamente a causa de la independencia adquirida por las
relaciones sociales —resultado inevitable de la división del
trabajo— surge una distinción entre la vida personal del
individuo y su vida tal como la determinan alguna rama del
trabajo y las condiciones específicas de ésta... En un
sistema de estamentos (y más todavía en la tribu) esto
permanece todavía oculto: por ejemplo, el noble siempre es
un noble, el plebeyo siempre es un plebeyo, cualesquiera
que sean sus restantes relaciones; es decir, se trata de una
cualidad inseparable de su individualidad. La distinción
entre el individuo personal y el individuo

BOB u-u 273

i
miembro de una clase, la naturaleza accidental de las con-
diciones de vida del individuo sólo han resultado visibles
con la aparición de una clase que es, en sí misma, un
producto de la burguesía. Esta naturaleza accidental es
engendrada y desarrollada por la concurrencia y por el
conflicto entre los individuos. En teoría, pues, los invi-
viduos parecen gozar de más libertad bajo el dominio de la
burguesía que antes; pero en realidad son menos libres,
porque están más sometidos al poder de las cosas... Para los
proletarios... su condición de vida, el trabajo, y con él, todas
las condiciones de existencia de la sociedad moderna se han
convertido en algo accidental, en algo que los proletarios
individuales no controlan; y ninguna organización social les
puede facilitar este control. La contradicción entre la
personalidad del proletario individual y la condición de vida
que se le impone, su trabajo, le resulta evidente porque se le
sacrifica desde su juventud y no tiene oportunidad alguna de
obtener dentro de su propia clase las condiciones que le
permitirían pasar a otra clase. Así, mientras los siervos
fugitivos sólo deseaban la libertad para desarrollar y hacer
reconocer las condiciones de existencia ya establecidas y
sólo llegaban, en última instancia, al trabajo libre, los prole-
tarios, si quieren ser reconocidos como personas, se verán
obligados a abolir sus condiciones de existencia anteriores,
que son también las de toda la sociedad; es decir, se verán
obligados a abolir el trabajo. Se encuentran, pues, en
oposición directa con la forma en que los miembros de la
sociedad han encontrado hasta ahora su expresión colectiva:
el Estado. Y para desarrollarse como personas han de
derrocar el Estado. [LA (1845-1846) MEGA 1/5, pp. 64-67]
' .•• i. j .»
' . u . . ■
' * * ■ - --T. • - 1 -
Finalmente, consideraremos a modo de alternativa una
comunidad de individuos libres que trabajan con medios de
producción comunes y en la que la fuerza de trabajo de los
diferentes individuos se aplica conscientemente

274-
como fuerza de trabajo combinada de toda la comunidad.
Se repiten en ella todas las características del trabajo de
Robinson Crusoe, pero con la diferencia de que se trata
de características sociales y no individuales. Todo lo que
él producía era resultado exclusivo de su trabajo perso-
nal y, por consiguiente, constituía un objeto de uso para
él. El producto total de nuestra comunidad es un pro-
ducto social. Una parte sirve de nuevos medios de produc-
ción y sigue siendo social. Pero otra parle es consumida
por los miembros como medios de subsistencia y se ha
de distribuir entre ellos. Ei modo de esta distribución
variará con la organización productiva de la comunidad
y con el grado de desarrollo histórico alcanzado por los
productores. Supondremos —pero sólo para establecer sa ■
un paralelo con la producción de mercancías— que la
parte de medios de subsistencia de cada productor indi-
vidual se determina por su tiempo de trabajo. El tiempo
de trabajo tendrá en este caso una doble función. Su dis-
tribución según un plan social concreto mantiene la pro-
porción adecuada entre las diferentes clases de trabajo
a realizar y las diversas necesidades de la comunidad. Por
otro lado, sirve de medida de la parte de cada individuo
en el trabajo común y de su pai te en el producto total
destinado al consumo individual. Las relaciones sociales
de los productores individuales, tanto con su trabajo
como con los productos de éste, son en nuestro caso per-
fectamente simples e inteligibles, y esto no solo en lo que
concierne a la produción sino también a la distribución,
[iCapital, I (1867 VA, I. p. 84]

La industria moderna nunca considera la forma exis-


tente del proceso de producción como una forma definitiva.
La base técnica de la industria es, pues, revolucionaria; en
cambio, todos los modos de producción anteriores eran
esencialmente conservadores. Por medio de la maquinaria,
los procesos químicos y otros métodos provoca cambios
continuos no sólo en la base técnica de la

275
producción, sino también en la función del trabajador y en las
combinaciones sociales del proceso del trabajo. Al mismo
tiempo revoluciona la división del trabajo dentro de la sociedad
y transfiere incesantemente masas de capital y de mano de
obra de un ramo de la producción a otro. La gran industria
exige, por su misma naturaleza, cambios en el trabajo,
variabilidad de funciones, movilidad universal del trabajador;
por otro lado reproduce, en su forma capitalista, la vieja
división del trabajo, con sus particularidades osificadas. Hemos
visto como esta contradicción insuperable priva al obrero de
paz, estabilidad y seguridad; como, al privarlo de los
instrumentos de trabajo, hace pesar constantemente sobre él la
amenaza de privarlo también de sus medios de subsistencia y
de convertirlo en algo superfino, suprimiendo su tarea
concreta. Hemos visto también como esta contradicción se
manifiesta a través de los incesantes sacrificios de la clase
obrera, del desenfrenado despilfarro de la fuerza de trabajo y
de las devastaciones causadas por la anarquía so- ciaL Éste es
el lado negativo. Pero si hoy los cambios del trabajo se
imponen en forma de una ley natural omnipotente y con la
acción ciegamente destructora de una ley de la naturaleza que
choca con resistencias en todas partes, la gran industria, pese a
las catástrofes, obliga a reconocer como ley fundamental de la
producción los cambios en el trabajo y, por consiguiente, la
versatilidad del obrero. Para la sociedad, la adaptación del
modo de producción al normal funcionamiento de esta ley se
convierte en cuestión de vida o muerte. De hecho, la gran
industria obliga a la sociedad, bajo pena de muerte, a reem-
plazar el miserable ejército industrial de reserva que el capital
mantiene a su disposición para las diversas necesidades de la
explotación, a reemplazarlo, decimos, por la completa
adaptabilidad de los individuos a las cambiantes demandas de
las diferentes clases de trabajo. De este modo, el obrero parcial
de hoy, el individuo limitado, el simple portador de una fundón
social particular será reemplazado par el individuo
plenamente desaíro 11a-

276
do, para el cual las distintas funciones sociales que realiza no
son más que otras tantas formas alternativas de' actividad.
Uno de los pasos ya dados espontáneamente para la
realización de esta revolución es la creación de escuelas
técnicas y agrícolas y de escuelas de enseñanza profesional,
en las que los hijos de los trabajadores reciben una cierta
instrucción en la tecnología y en el manejo práctico de una
cierta instrucción de trabajo. Aunque las leyes fabriles
(Faciory Acis), las primeras concesiones arrancadas al
capital, se limiten a combinar la educación elemental con el
trabajo en la fábrica, es indudable que cuando la clase obrera
llegue al poder —como ocurrirá inevitablemente—, la
instrucción técnica, tanto teórica como práctica, encontrará
en las escuelas de la clase obrera el lugar que le corresponde.
También es indudable que estos fermentos revolucionarios,
cuyo objetivo final es la abolición de la vieja división del
trabajo, se oponen diametralmente al modo de producción
capitalista y a la condición económica de los trabajadores que
al mismo corresponde. Ahora bien, el desarrollo de las
contradicciones en el seno de una forma histórica de
produción es el único camino para resolverlas y establecer
una nueva forma [Capital, I (1867) VA. I. pp. 512-514]

... Al transtornar totalmente el fundamento económico de


la familia tradicional y del trabajo familiar correspondiente,
la gran industria disolvió también todos los vínculos
familiares tradicionales. Hubo que proclamar los derechos de
los hijos... La explotación capitalista, directa o indirecta, del
trabajo de los niños no se debe, sin embargo. al abuso de la
autoridad paterna; al contrario, es el modo de producción
capitalista el que, al destruir la base económica de la
autoridad paterna, ha hecho degenerar su ejercicio en un
abuso de poder. Por terrible y pugnante que parezca la
disolución de los viejos vínculos familiares bajo el sistema
capitalista, es indudable que

277
la gran industria, al asignar un papel importante en el proceso
de la producción, fuera de la esfera doméstica, a las mujeres, a
los jóvenes y a los niños de ambos sexos crea una nueva base
económica para una forma superior de familia y de relaciones
entre los sexos. Es tan absurdo, naturalmente, considerar la
forma de la familia teutónico- cristiana como la forma absoluta
y final, como lo sería atribuir esta cualidad a las formas de la
antigua Roma, de la antigua Grecia y de los países orientales.
Cabe decir, además, que vistas en conjunto, todas estas formas
constituyen una serie en la evolución histórica. Es evidente, por
otro lado, que el hecho de que el grupo colectivo de trabajo se
componga de individuos de ambos sexos y de todas las edades
ha de constituir necesariamente, en condiciones adecuadas, un
manantial de desarrollo y de progreso humanos; sin embargo,
en su forma capitalista brutal, espontáneamente surgida, en la
que el trabajador existe para el proceso de producción y no el
proceso de producción para el trabajador, es un manantial
pestilente de corrupción y de esclavitud. [Capital, I (1867) VA, I,
pp. 514-516]

El reino de la libertad sólo empieza, de hecho, cuando


cesa el trabajo determinado por la necesidad y los objetivos
externos. Por su misma naturaleza está, pues, al margen de la
esfera de la producción material propiamente dicha. Así como
el salvaje ha de luchar contra la* naturaleza para satisfacer
sus necesidades, conservar y reproducir su vida, el hombre
civilizado ha de luchar también con ella y ha de hacerlo en
todas las formas de sociedad y bajo todos los modos de
producción posibles. Con su desarrollo se amplía el reino de
la necesidad natural, porque aumentan sus exigencias, pero al
mismo tiempo aumentan las fuerzas de producción con que
se satisfacen dichas exigencias. En este terreno la libertad
sólo puede consistir en el hecho de que la humanidad so-
cializada, los productores asociados, regulan su intercam

278
bio con la naturaleza racionalmente, la someten a su control
común en vez de estar regidos por ella como por una fuerza
ciega y llevan a cabo su tarea con un gasto mínimo de energías
y en las condiciones más adecuadas y dignas para los seres
humanos. Sin embargo, estamos todavía en el reino de la
necesidad. Mas alia empieza aquel desarrollo incondicionado
de la potencialidad humana, aquel verdadero reino de la
libertad que sólo puede florecer sobre la base del reino de la
necesidad. Su premisa fundamental es la reducción de la
jornada de trabajo. [Capital, III VA, III, 2, pp. 873-S74]

¿Qué es el «Estado libre»?


La misión de los obreros que se han liberado de la es-
trecha mentalidad del súbdito humilde no consiste en hacer
libre al Estado. En el Imperio alemán el «Estado» es casi tan
«libre» como en Rusia. La libertad consiste en transformar el
Estado de órgano situado por encima de la sociedad en órgano
completamente subordinado a ésta, c incluso en la actualidad
las formas del Estado son más o menos libres en la medida en
que limitan la «libertad del Estado». [CPC (1875)]

La «sociedad actual» es la sociedad capitalista, que existe


en todos los países civilizados, más o menos libre de añadidos
medievales, más o menos modiiicada por las particularidades
del desan olio histórico de cada pais, más o menos
desarrollada. En cambio, el «Estado actual» cambia con las
fronteras de cada país. En el Imperio prusiano-alemán difiere
del de Suiza, en Inglaterra difiere del de los Estados Unidos. El
«Estado actual», es, pues, una ficción.
Sin embargo, los distintos Estados de los distintos países
civilizados, pese a la abigarrada diversidad de sus formas,
tienen una cosa en común: que todos ellos se basan en la
moderna sociedad burguesa, aunque ésta esté

?7?
más desarrollada en unos sitios que en otros, en sentido
capitalista. También tienen, pues, ciertas características
esenciales en común. En este sentido, se puede hablar del
«Estado actual» por oposición al Estado futuro, cuando se
habrá extinguido su actual raíz, la sociedad burguesa.
Podemos, pues, preguntarnos: ¿qué transformación ex-
perimentará el Estado en la sociedad comunista? O, dicho de
otra manera: ¿qué funciones sociales subsistirán análogas a las
actuales funciones del Estado? Esta pregunta sólo puede
contestarse científicamente y por más que yuxtapongamos de
mil maneras distintas las palabras «pueblo» y «Estado» no nos
acercamos ni pizca a la solución del problema. .
Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista hay el
periodo de la transformación revolucionaria de la primera en
la segunda. Corresponde a este periodo qn periodo político
también de transición, en el que el Estado no puede ser más
que la dictadura revolucionaria del proletariado. [CPG (1875)]

Aquí no se trata de una sociedad comunista desarrollada


sobre un base propia, sino de una sociedad que acaba de
salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por
consiguiente, lleva todavía en todos sus aspectos, en el
económico, el moral y el intelectual, el sello de la vieja
sociedad de que proviene. Por tanto, el productor individual
recibe de la sociedad —después de hechas las obligadas
deducciones— el equivalente exacto de su contribución. Lo
que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual
de trabajo. Así, por ejemplo, la jomada social de trabajo se
compone de la suma de las horas de trabajo individual; el
tiempo individual de trabajo de cada productor por separado
es la parte de la jomada social de trabajo que él aporta, su
participación en ella. La sociedad le entrega un certificado en
que se consigna que ha suministrado tal o cual cantidad de
trabajo (des

280
pués de deducir lo que ha trabajado para el fondo común) y
con este certificado extrae de los depósitos sociales de
medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de
trabajo que ha aportado. Recibe de la sociedad en forma
distinta la misma cantidad de trabajo que él ha dado a la
sociedad en una forma determinada.
Reina aquí, evidentemente, el mismo principio que re-
gula el intercambio de mercancías, porque es un intercambio
de valores iguales. Varían el contenido y la forma porque en
las nuevas condiciones nadie puede aportar más que su
trabajo y porque, por otro lado, nada puede pasar ahora a
propiedad del individuo, con excepción de los medios
individuales de consumo. Ahora bien, en lo que respecta a la
distribución de éstos entre los distintos productores, rige el
mismo principio que en el intercambie de mercancías
equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, en una
forma, por otra cantidad de trabajo igual, bajo otra forma.
Por esto el derecho igual todavía es, en principio, el
derecho burgués aunque ahora el principio y la práctica no
se tiren ya de los pelos; en cambio, en el régimen de
intercambio de mercancías el intercambio de equivalentes
sólo existe por término medio y no en los casos individuales.
Pese a este progreso, el derecho igual lleva todavía li-
mitaciones burguesas. El derecho de los productores es
proporcional a su trabajo; la igualdad consiste, aquí, en que
se mide a todos por el mismo patrón: el trabajo.
Pero unos individuos son superiores a otros física o
intelectualmente y rinden en el mismo tiempo más trabajo o
pueden trabajar durante más tiempo; y el trabajo, para servir
de medida, debe determinarse por la duración o la
intensidad, de otro modo deja de ser una medida. Este
derecho igual es un derecho desigual para un trabajo
desigual. No reconoce ninguna distinción de clase porque
cada individuo es un trabajador como los restantes, pero
reconoce tácitamente como privilegios naturales las
desiguales aptitudes de los individuos y, por consiguien

281
te, la desigual capacidad de rendimiento. En el fondo es,
pues, un derecho de la desigualdad, como todo derecho. Por
su propia naturaleza, el derecho sólo puede consistir en la
aplicación de una medida igual; pero los individuos
desiguales (y no serían individuos distintos si no fuesen
desiguales) sólo pueden medirse con el mismo patrón si se
les enfoca desde un sólo ángulo,^ desde un aspecto
particular, por ejemplo, en este caso concreto, sólo como
trabajadores, y no se ve en ellos nada más, es decir, se
prescinde del resto. Más todavía: unos trabajadores están
casados, otros no; unos tienen más hijos que otros, etcétera.
A trabajo igual y, por consiguiente, a igual participación en
el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más
que otros, unos son más ricos que otros, etcétera. Para evitar
todos estos inconvenientes, el derecho no debería ser igual,
sino desigual.
Ahora bien, estos efectos son inevitables en la primera
fase de la sociedad comunista tal como surge de la sociedad
capitalista, después de un largo y doloroso alumbramiento. El
derecho nunca puede ser superior a la estructura económica
de la sociedad y al desarrollo cultura] condicionado por ésta.
En la fase superior de la sociedad comunista, cuando basa
desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a
la división del trabajo y, con ella, la oposi ción entre el trabajo
intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea
únicamente un medio de vida sino la primera necesidad vital;
cuando, con el desarrollo de lo-- individuos en todos sus
aspectos se hayan desarrollado también las fuerzas productivas
y fluyan con abundancia los manantiales de la riqueza colectiva,
sólo entonces se podrá superar completamente el estrecho
horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en
su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual
según sus necesidades! [CPG (1875)]
Bibliografía’

1841 Tesis doctoral: Dilferenz dcr dcinokritischcn tnul epi-


kurcischcn KaturphUosuphic. Mchring.- Con las notas
preparatorias en MEGA I 1.
1842-3 Artículos en la «Rheinischc Zeiiung». Parcialmente en
Mchring. Completos en MEGA 1/1.
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1843 Artículos en «Anekdota» (ed. por Amold Ruge). Meh- rirtg. MEGA
1/1.
1844 Artículos en «Dcutsch-Franzosische Jahrbücher» (Zur Krilik der
Hcgelschen Rcchis-Philosophic: Einlettung; Zur Judcnfrage,
etc.). Mchring. MEGA 1/1.
1844 Artículos en «Vorsvárts», París. Parcialmente en Mchring. Completos
en MEGA 1/3.
1844 (Manuscritos económico-íilosoíicos). MEGA 1/3.
1844-5 (Cuadernos de notas sobre economía 1. MEGA 1/3.
1845 Dic heilige Fumilie, Francíoit, 1545. Reeditada en ME-
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1846 Dic dcutsclic ¡deulogie (conjuntamente con Engels).
Completa, por primera ve/, en MEGA 15.
1847 Miscrc de la philusophic, París, 1547. Reeditada en
MEGA 1/6.
1847-8 Artículos en «Dcutsche-Biüsseler Zeiiung» (esp. Dic
moralisicrendc Krilik tutd dic kritischc Moral i. Par-
cialmente en Mchring. Completos en MEGA 1 o.
1. En esta bibliografía mencionamos las principales obras de
Marx por orden cronológico, con las techas de la primera edición.
Los artículos de periódicos y revistas se citan según el año de su
publicación, añadiendo la fecha de la publicación posterior en forma
de libro. Para una bibliografía completa, con una intro ducción
detallada sobre las vicisitudes de la publicación de las obras de Marx,
véase M. RUBIO., Bibliugrapliic do Oeuvrcs de Karí Marx, París, 1956.
2. F. M EHKING , AUS dem lilcrarischen K’achlass vori Kart Marx,
Friedrich Engels und Ferdinand Lassalle, Stuttgart, 1902.

283
V

1848 Uanifest des Kommwústlschen Parid, (conjuntamente


con Engels). Londres, 1846. Reeditado en MEGA
1/6.
1848 Lohnarbeit und Kapital. En «Neue Rheinische Zei-
tung», abril 1849. Reeditado en MEGA 1/6, con un
manuscrito de 1847 sobre el trabajo asalariado.
1850 Die Klassenkampfe in Frankreich, 1848-1850. En
«Neue Rheinische Zeitung Politiscb-okonomische
Rcv-ue». Reeditado en 1895 con un prefacio de En
gris.
1852 Der achzehnie Brumaire des Louis Napoleón. En «Die
Revolution», revista publicada por J. Weydemeyer
en Nueva York.
1857-8 (Manuscritos económicos). Grundrisse der Kritik
der poli:¿sefien Okonomle (Rohentwurj) Anhan g
1850-59. Moscú, 1939 y 1941.
1859 Zur Kritik der politischen Okonomie. Berlín, 1859.
Reeditada con la «Introducción» inédita de Marx
(escrita en 1857) por K. Kautsky, Stuttgart, 1907. La
«Introducción» se ha reeditado en Grundrisse, etc.
1860 Herr Vogt. Londres, 1860. Reeditada, con un
apéndice redactado por F. Engels, Leipzig, 1927.
1865 Valué, Price and Profit. Conferencia pronunciada en
inglés. Publicada por primera vez por Eleanor Marx-
Aveling, Londres, 1898.
1867 (en adelante) Das Kapital. Libro I, Hamburgo, 1867.
Segunda edición revisada, ibitL, 1872-1873. Tercera
y cuarta ediciones corregidas por Engels, 1883 y
1890. Libro II, publicado por Engels, Hamburgo,
1885. Libro III, publicado por Engels, 1893-1894.
Manuscritos sobre «Teorías de la plusvalía», que
Marx quería utilizar para un cuarto libro. Publicados
por K. Kautsky con el título de Theorien über den
Mehrwert (tres volúmenes), Stuttgart, 1905-1910.
Versión castellana en Wenceslao Roces (F. C. E.,
México, 1959).
1871 The Civil War in Franee. En inglés. Londres, 1871.
1875 (Crítica del Programa de Gotha.) Publicado por En-
gels en «Neue Zeit», 1891.
1880 «Enquéte Ouvriére». En «Revue Socialiste», abril
1880.
Correspondencia. (Correspondencia entre Marx y Engels).
284 Parcialmente por Bebel y Bernstein, Stuttgart, 1914.
Completa en MEGA III/voU. 1-4.
índice

Prefacio ... ........................................................................... 5


Prefacio del traductor inglés ....................................... 9
I
INTRODUCCIÓN
I. La sociología y la filosofía social de Marx . . 15
Maestros y contemporáneos .............................. 15
Marx, el científico .............................................. 29
El método histórico y los conceptos sociológicos de
Marx .................................................. 35
Ciencia y revolución .......................................... 40
II. La influencia del pensamiento sociológico de
Marx ................................................................... 45

TEXTOS ESCOGIDOS
Primera parte: Los FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS
I. La concepción materialista de lahistoria . . 71
II. Existencia y conciencia ................................... 87
III. Sociedad, relaciones sociales y estructura económica
109

Segunda parte: LAS SOCIEDADES PRLCAPITALISTAS


I. Formas de propiedad y modosde producción . 125
II. Estructura económica, estratificación social y
sistemas políticos ........................................... 135
Tercera parte: SOCIOLOGÍA DEL CAPITALISMO.

I. Orígenes y desarrollo del capitalismo . . . 147


II. El sistema social del capitalismo . . . . 1 6 7
III. La ideología del capitalismo ................................. 183
IV. Capitalismo y alienación humana . . . . 189
V. Clases sociales y conflicto de clases . . . 199
VI. La Etiquete ouvriére de Marx ............................. 225
Introducción ............................................................ 225
El cuestionario ........................................................ 226

Cuarta parte: SOCIOLOGÍA DE LA POLÍTICA.


I. El Estado y el derecho ....... .................................. 237
II. Dinámica de la revolución .........................................253

Quinta parte: LA SOCIEDAD FUITJRA ................................. 265

Bibliografía ...................................................................... 283

• * • • c> tijir*,' ■ •,

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