SOCIOLOGIA Y
FILOSOFIA SOCIAL
Selección e introducción de
T. B. Bottomore y M. Rubel
BJaPaiavedno IFl
; ^OOfí ELECT
INST; *• •5^303 ■
ediciones península**
La edición original inglesa fue publicada por C. A. Watts
& Co. Ltd. de Londres, con el título Karl Marx sclected
writings in sociology and social philosophy. © C. A. Watts
and Co. Ltd.
6
ca un bloque estático, sino que se desarrollaron continua-
mente; hemos intentado, pues, mostrar esta evolución (por
ejemplo, en sus ideas sobre las clases sociales y sobre la
organización de la industria capitalista).
Nuestra introducción no pretende ser un comentario
detallado de los textos. En la primera parte examinamos
algunas de las influencias intelectuales absorbidas por Marx
y el papel que tuvieron en la construcción de sus propias
teorías. Esto nos lleva a examinar la concepción que Marx
tenía de la historia y del método histórico y de la ciencia que
intentaba fundar. Nos lleva también a describir la relación
entre el análisis social y la filosofía social en su
pensamiento. En la segunda parte presentamos un resumen
histórico de la influencia de las teorías de Marx sobre la
sociología posterior.
T. B. B. y
M. R.
Otoño, 1955
Prefacio del traductor inglés
9
/
/
del fragmento o de la composición, en los casos en que no lo
publicó el propio Marx.1
En las referencias hemos utilizado las siguientes abre-
viaturas:
T. B. B.
INTRODUCCIÓN
I. La sociologfa y la filosofía social de Marx
Maestros y contemporáneos
15
(á
Sin embargo, en sus primeras obras Marx ya. había critica-
do y rechazado la teoría política de Hegel, tal como se ex-
pone en Grundlinien der Philosophie des Rechts. Había
analizado cuidadosamente los conceptos políticos de He-
gel y esbozado una teoría sociológica del Estado. En aque-
llos momentos, su oposición a Hegel se manifestaba en
forma de una ferviente defensa de la democracia, no del
socialismo, porque todavía no había entrado en contacto
con el movimiento socialista.3 En 1844 había escrito una
larga crítica del método de Hegel. Alababa la concepción
begdiana del origen y desarrollo del hombre, expuesta
en Phonomenologie des Geistes. Para Marx, Hegel había
comprendido que el hombre se crea a sí mismo, en un
proceso histórico cuya fuerza motriz es el trabajo huma-
no o la actividad práctica de los hombres que viven en
sociedad. «En la Phonomenologie de Hegel, lo fundamen-
tal es que éste comprende la autocreación del hombre
como un proceso..., y por consiguiente, comprende la na-
turaleza del trabajo y concibe el hombre-objeto... como
el resultado de su propio trabajo.»4
Ahora bien, en opinión de Marx —y en esto radica
la diferencia crucial entre ambos pensadores—, Hegel sólo
concebía el trabajo en forma alienada, como actividad del
espíritu puro. Para él, el proceso histórico era un movi-
miento y un conflicto de categorías abstractas, de las cua-
les los individuos reales no eran más que simples jugue-
tes. La alienación política y económica, que Hegel com-
prendió y describió muy bien, era proyectada en el ciclo
del pensamiento puro y el filósofo se situaba a sí mismo
en la posición de testigo, de juez y de redentor del mun-
do alienado.
«La Phanomenologie es una crítica escondida, ambigua
y mixtificadora, pero en la medida que capta la aliena-
3. Véase KHS, MEGA I/l/I, pp. 403-553. Este manuscrito se
redactó, probablemente, entre marzo y agosto de 1843 y no se pu-
blicó hasta 1927.
4. MEE (1844), MEGA 1/3, p. 156.
16
á
► A VÍ^..
4 bis. lbid.
5. Véanse, en particular, los historiadores
escoceses: Adam F ERG esos, Essay on ihe
llisiory oj Civil Socieiy, 1767 (traducido al
alemán; obra que influyó probablemente en
Hegel, en relación con su propio análisis de •
die biirzerliche Gesellschaft*), y John
MILLAR, The Origiii of lite Dislinction o/
Ranks, 1771, cuarta edición, 1806. En
Francia, S. N. H. LISGUET, Théorie des lois
civiles, 1767, y las obras de SAIKT-SIUON
(que examinaremos más adelante). Marx
conocía muy bien las obras de los
acs íu historiadores escoceses y de Saint-Simon y 17
los historiadores influidos por éste, y les
atribuía más importancia que a Hegel y sus
discípulos en el. dominio concreto de la
historia.
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bargo, que existan fundamento* nifiden ___ r_ _________
''-afirmáT
que el origen de la teoría mandsta de la lucha de clases
fue precisamente éste, sobre todo si se tiene en cuenta que
el mismo Marx dio de la cuestión una versión diferente.
En una famosa carta escribió:
18
Marx partió del punto alcanzado por Feuerbach. El problema
de la alienación domina en todos sus escritos, pero no ya
como problema filosófico (es decir, no como disputación
sobre la esencia del hombre), sino como fenómeno social.
Marx se pregunta: ¿en qué circunstancias proyectan los
hombres sus propias fuerzas, sus propios valores sobre seres
hipotéticos y sobrehumanos? ¿Cuáles son las causas sociales
de este fenómeno? Marx sólo analizó la religión en este
sentido (como ideología) y contribuyó, asi, a fundar la
moderna sociología de la religión. Pero también estudió otras
formas de alienación (y aquí es donde más se separó de
Feuerbach). Frente a la divinización del Estado por Hegel,
consideraba el Estado como otra forma de la alienación
humana (como un poder arbitrario y externo que domina la
sociedad). En su análisis de la estructura económica del
capitalismo describía la riqueza en forma de capital como
otro modo de alienación; el dominio del capital era, para él.
«el dominio de los seres vivos por la materia muerta».8 9
Como en el caso de la alienación religiosa, Marx se
preguntaba: ¿cuáles son las causas de estos fenómenos? ¿Por
qué los seres humanos proyectan en los objetos exteriores, en
las abstracciones deificadas, sus verdaderos poderes? ¿Por
qué, por ejemplo, consideran el Estado como un poder que
organiza la sociedad cuando es, en realidad, la estructura de la
sociedad la que da origen al Estado? O bien, ¿por qué
consideran la riqueza en forma de capital, creación del trabajo
social (del trabajo de hombres asociados) como una fuerza
independiente y activa que «emplea» seres humanos?’
.JO
Marx, que «si el hombre no existe, su manifestación de ~ vida
no puede ser humana y, por tanto, el pensamiento no ' puede
ser aprehendido como una manifestación de la vida del
hombre, del sujeto humano, natural, dotado de ojos y oídos,
etc., que vive en la sociedad, en el mundo y en la
naturaleza».11
Ésta era, en resumen, la etapa a que habia llegado Marx
en su análisis cuando se preparaba para llevar a cabo, «en
una serie de obras independientes, una crítica del derecho,
de la moral, de la política, etc., y, finalmente, en una obra
especial, para establecer las interrelaciones del conjunto, las
interrelaciones entre las diversas partes y hacer una crítica
del tratamiento especulativo de este material».11 12 13 La obra
enciclopédica que Marx, a los veintiséis años, se proponía
realizar en el curso de su carrera no pudo, sin embargo,
llegar a completarse nunca. Sólo redactó algunos fragmentos
e incluso se puede decir que la Critica de la economía
política (subtitulo de El Capital) no es más que una
introducción inacabada.
Hay quien admite que en sus primeras obras Marx cri-
ticó vigorosamente a Hegel, pero arguye, acto seguido, que
El Capital constituye un retorno a la dialéctica hegeliana. Es
indudable que en algunos capítulos Marx imita delibe-
radamente e incluso parodia el estilo de Hegel.11 Pero él
mismo pudo, más tarde, hablar de su pretendido «hegelia-
nismo» y dijo que aunque hubiese pasado por la escuela del
«gran pensador» había invertido y desmitificado la dia-
léctica, extrayendo de ella su núcleo racional.14 Marx dife-
renciaba el modo de exposición del método de investigación
e insistía en el carácter estrictamente empírico de su propio
método:
21
«Naturalmente, el método de presentación ha de diferir
formalmente del método de investigación. El objetivo de la
investigación consiste en apropiarse del tema en todos los
detalles, analizar las diversas formas de su desarrollo y trazar
las conexiones internas entre estas formas. Hasta que no se
ha realizado este trabajo preliminar no se puede describir
adecuadamente el movimiento real. Si la descripción es
correcta, si la vida de la materia se refleja en el plano ideal,
siempre podemos tener Ja impresión de encontramos ante
una construcción ideal, aprio- rística.
»Mi método dialéctico no sólo difiere fundamentalmente
del de Hegel, sino que es su antítesis directa. Para Hege!, el
proceso del pensamiento (que él transforma en un sujeto
independiente, dotado de vida propia, al cual da el nombre
de «idea») es el demiurgo de lo real; y para él lo real es la
simple manifestación externa de la idea. Para mí, en cambio,
lo ideal no es más que lo material transpuesto y traducido en
el cerebro del hombre.»15
La intención de Marx era hacer una obra empírica
examinando «el desarrollo de la estructura económica de la
sociedad como un proceso histórico natural» y estudiando
los «antagonismos sociales que surgen de las leyes naturales
de la producción capitalista». Marx se comparaba a sí mismo
con el físico que estudia los procesos de la naturaleza «en la
forma más pragmática y rehuyendo las influencias
perturbadoras». Animado por este espíritu, eligió Inglaterra
como un laboratorio donde se podía estudiar el modo de
producción capitalista y «las relaciones de producción y de
cambio que le corresponden». Era consciente, sin embargo,
de que puesto que «en el análisis de las formas económicas
no se puede utilizar ni el microscopio ni los reactivos
químicos», habla que sustituirlos, en el análisis sociológico,
por el poder de la abs- tración, es decir, había que identificar
los «hechos puros»
22
de los procesos sociales y trabajar con ellos, pues «la so-
ciedad contemporánea no es un cristal fijo sino un organismo
capaz de transformarse y continuamente aprehendido en el
proceso de transformación».
En todo caso, el examen de la estructura de El Capital
revela, en seguida, que sólo una pequeña parte está escrita en
lo que podríamos llamar estilo hegeliano. La mayor parte de
la obra es una presentación y un análisis de datos
sociológicos e históricos. De hecho, El Capital es, entre otras
cosas, una de las primeras, y más valiosas todavía, obras de
historia social concebida sociológicamente, es decir, como
historia de las instituciones sociales. Es una obra científica,
pero, a la vez, una acusación moral. Tanto por la forma como
por el contenido, expresa la concen- ción pragmática que
Marx tenía de la ciencia.
A nuestro entender, Marx debía a Hegel muchas ideas,
pero no las que se acostumbra a decir. Desde el primer
momento fue un adversario de la teoría política y de la
filosofía de la historia de Hegel. La crítica contenida en sus
primeras obras muestra una fuerte influencia de otros
pensadores, especialmente de Saint-Simon.14
Hay elementos suficientes para afirmar que Marx recibió
la influencia de Saint-Simon incluso antes de empezar a
estudiar la filosofía hegeliana. Los discípulos de Saint-Simon
eran extremadamente activos en Alemania 11 y las doctrinas
saint-simonianas hacían tantos adeptos en la región del
Mosela que el arzobispo se sintió obligado a publicar una
advertencia especial contra la nueva herejía. En la época en
que Marx terminaba sus estudios secundarios en Tréveris
vivía en esta ciudad un propagandista saint-simoniano,
Ludwig Cali, que en 1835 publicó un folleto sobre Las clases
privilegiadas y las clases traba-
ib. Véase el interesante artículo de Gcorges GURVITCH. «La
sociologie du jeune Marx», incluido como 10.' capítulo en su obra La
vocation actuelle de ta sociologie, París, 1951.
17. E. M. BCTLER, The SaintSimoniart Religión in Gemumy, 1926.
Analiza sólo un período limitado de la influencia saint-sL moniana.
23
jadoras. El padre de Marx y d directotóde suiescuéla
tcnecían a la misma sociedad literarias a? pertenecl^Áf
Gall y que en 1834 atrajo la atención'de la;jx>Htica^ór
sus «tendencias liberales».1* Además,’cuandoMarxse trásV-
ladó a la Universidad de Berlín en*1837 asistió a los cuf-:
sos de Eduard Gans, entusiasta saint-shnóniaho.->.. -y-rít;
No faltaron, pues, ocasiones para que Marxcentras'e \ en
contacto con las doctrinas saint-si mon ianas antes de empezar
a estudiar Hegel. La primera persona que propa-^. gó las ideas
saínt-simonianas en Renania fue el amigo, de; Marx, Moses
Hess, uno de los editores dé la «RHeiniscHe"' Zeitung» en
1842. Fue Hess, probablemente, quien dio*ar
24
*
/
mí+mm
,cy<*
25
/ i-
permitían aventurar ningún juicio acerca del contenido y los méritos
de las escuelas francesas. Por esto, cuando los gerentes de la
‘Rheinische Zeitung" concibieron la ilu- -i- sión de que con una
política menos agresiva el periódico podría salvarse de 1a sentencia
de muerte ya decretada contra él, lo aproveché para retirarme de la
escena pública y dedicarme de lleno a mis estudios.
»EJ primer trabajo, emprendido para resolver las dudas
que me asaltaban, fue la revisión crítica de la Filosofía dd
Derecho, de Hegel; la introducción a este trabajo apareció
en los *Deutscb-Franzflsischc Jahrbücher", publicados en
París en 1844.» i .r
Los primeros estudios económicos de Marx datan, pues, de
1843-1845, años de su exilio en París; continuaron durante su
estancia en Bruselas, de 1845 a 1848. Los j. extractos y comentarios
de los Carnets de notas de Marx 21 nos dan una idea del
extraordinario volumen de estos estudios. Marx se convirtió en un
verdadero erudito de la economía. Estaba muy influido por Ricardo
sobre todo, pero también encontró muchas idea^ en otros economis-
tas que se habían ocupado de la teoría del valor-trabajo y
particularmente en aquellos que, como Hodgskin y Bray sacaban
conclusiones socialistas de esta teoría. También i
influyeron mucho en él las obras de los autores que en-
focaban la economía desde un punto de vista sociológico y
consideraban que el tema central de la economía eran las
relaciones entre los individuos y los grupos humanos en el
proceso de la producción. Hablamos, por ejemplo, de The
Wealth of Nations de Adam Smith y del Tablean
Economique de Ouesnay. El resultado de las ingentes lec-
turas de Marx y de su estudio crítico de los predecesores fue
la sistematización de la teoría del valor-trabajo como piarte
de su análisis sociológico. No vamos a ocupamos
26
aquí del aspecto económico de la teoría de Marx. Su ca-
racterística más importante es que forma parte de un análisis
sociológico de los sistemas económicos. Al tratar la
economía política de su tiempo como una «ideología», Marx
intentaba analizar las relaciones sociales que él creía
subyacentes a las relaciones económicas expresadas en forma
de valores, precios, etc.
• Sus obras económicas son una continuación de su primer
análisis del trabajo humano; se parecen menos a la economía
contemporánea que al estudio sociológico contemporáneo de
los sistemas económicos. Por ejemplo, su extenso análisis del
trabajo productivo y del trabajo improductivo “ no tiene
sentido desde el punto de vista de la teoría económica
moderna, pero es, en cambio, una valiosa aportación a la
sociología del trabajo. Schumpeter ha puesto de relieve uno
de los rasgos de esta conexión entre la economía y la
sociología:
«... Marx define el capitalismo desde un ángulo socio-
lógico, es decir, por la institución del control privado sobre
los medios de producción, pero su teoría económica nos da la
mecánica de la sociedad capitalista. Esta teoría económica
muestra cómo operan a través de los valores económncos. los
beneficios, los salarios, las inversiones, etc., los datos
sociológicos contenidos en conceptos como clase social,
interés de clase, comportamiento de clase, intercambio entre
las clases, etc.; muestra también como estos datos generan,
precisamente, el proceso económico que acabará destruyendo
su propio marco institucional y crean, a la vez, las
condiciones para el surgimiento de otro orden social.» :i
Si tenemos en cuenta la clara intención de Marx de fundar
una ciencia de la sociedad que englobase y com- 22 23
27
T
pídase todas las ciencias especiales, resulta curioso constatar
que nunca utilizó el término «sociología» en sus obras, pese a
que Comte, contemporáneo suyo, lo había puesto ya en
circulación. La explicación de esto radica, quizás, en que
Marx no sentía ninguna simpatía por la «filosofía positiva» y
tenía una muy pobre opinión de Comte y sus discípulos.
Todo parece indicar que en 1866 todavía no había leído a
Comte. El entusiasmo suscitado por este autor en Inglaterra y
Francia le sorprendió y le molestó; decidió, entonces, leer a
Comte y quedó impresionado por el cárdete enciclopédico de
su obra. Le consideraba, sin embargo, muy inferior a Hegel.24
Pese a su apariencia anti-teológica, la filosofía positiva le
parecía «profundamente enraizada en el suelo católico».25
Refiriéndose a uno de los discípulos ingleses de Comte,
observó irónicamente que «la filosofía positiva significa la
ignorancia de todo lo positivo».26
Marx rechazó totalmente la doctrina social de Comte.
Condenó, especialmente, su espíritu teológico y sectario y su
afán profético; pero no consideró necesario someter la teoría a
una crítica sistemática. Es probable que Marx juzgase a
Comte sobre todo por las actividades de sus discípulos y, más
fr concretamente, de sus discípulos franceses, que querían
convertir el positivismo en la filosofía del movimiento
obrero. Su estimación de Comte nos sugiere dos reflexiones.
La primera es que la hostilidad contra los positivistas que
querían imponer una doctrina filosófica particular al
movimiento obrero pone de relieve su repudiación de las
especulaciones filosóficas sobre el curso de la historia, su
I O. repudiación de las ideologías incluso en la forma de una
nueva religión «positivista».27 La segunda se
28
j l ‘V
refiere al carácter de la ciencia que Marx pretendíarcréaf.'>v>
Tenía, ciertamente, algunas afinidades con la sociología^
tal como la entendía Comte. Pero había entre ambas gran-
des diferencias, que parecen justificar la actitud crítica
de Marx. Su propia «ciencia de la sociedad», que exami-
naremos seguidamente, se aproxima más a las preocupa-
ciones actuales de la sociología que la teoría que ha dado
el nombre a esta disciplina.
Marx, el científico
30
Manifiesto Comunista Marx habla de las «conclusiones
teóricas de los comunistas* que «no son sino la expresión de
conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases
existente, de un movimiento histórico que se está desa-
rrollando ante nuestros ojos». Son conclusiones derivadas
del estudio empírico de los hechos históricos y sociales,
pero no constituyen un nuevo «socialismo científico*. En el
mejor de los casos, constituyen una ciencia del socialismo,
un análisis de! movimiento socialista ya existente y de las
condiciones en que se desarrolla.,4
El mismo Marx define claramente el carácter de su
ciencia cuando describe sus estudios en 1857, al reanudar la
labor científica empezada en 1844 e interrumpida por las
actividades políticas y periodísticas. El incentivo para la
reanudación de sus estudios de economía política fue la
crisis económica de 1857;JJ los manuscritos de 1857-58,
recientemente publicados, nos permiten ver el tipo de tra-
bajo que emprendió.* El plan y el método de la obra se
esbozan en una introducción iniciada en agosto de 1857 y
publicada por primera vez por Kautsky en «Neue Zeit», en
1903.
El plan de Marx no es el de un tratado de economía
política, sino el de un estudio mucho más amplio de la so-
ciedad; lo demuestran los temas que quería examinan
1. Las características abstractas comunes a todas las
formas de sociedad, tomando en consideración su aspecto
histórico.
2. Los principales elementos constitutivos de la es-
tructura interna de la sociedad burguesa, que sirven de base
a las clases sociales, al capital, al trabajo asalariado y a la
propiedad territorial. La ciudad y el campo. Las tres 34 35 36
34. Los objetivos del movimiento socialista son otra cosa, véa-
se pp. 42-44.
35. Marx a Lassalle, 21 de diciembre de 1857.
36. Véase Grundnsse der Kritik der politischen Okonomla
(Rohentwurj), Dieu Verlag, Berlín, 1853. Estos manuscritos se
publicaron por vez primera en Moscú, en 1939.
grandes clases sociales. El intercambio entre ellas. La cir-
culación. El crédito.
3. La cristianización de la sociedad burguesa en forma de
Estado. Las clases «improductivas». El sistema de impuestos.
La deuda pública. El crédito público. La población. Las
colonias. La emigración.
4. Las relaciones de producción internacionales. La
división internacional del trabajo. Los intercambios inter-
nacionales. Las exportaciones y las importaciones. El cambio.
5. El mercado mundial y las crisis.
V. V- •'• ‘í-W.
'•
Posteriormente modificó algunos aspectos del plan, pero
nunca abandonó la intención de tocar todos los téí.., « mas
definidos. Sólo la enfermedad y la muerte le impidieron llevar
a término el proyecto.*7
La introducción define lo que Marx entendía por «pro-
ducción material», y especifica que «el punto de partida lo
constituyen naturalmente los individuos que producen en la
sociedad y, por tanto, la producción de estos individuos
socialmente determinada».
Marx amplía La definición aristotélica del hombre: «El
hombre es, en sentido Literal, un zoon politikon, no sólo un
animal social, sino un animal que sólo puede llegar a ser
individuo de la sociedad.» Esta definición tiene, a la vez,
una significación ética. Marx postula la individualidad y la
unicidad del hombre como un objetivo que sólo se puede
alcanzar en una sociedad liberada de las limitaciones y
coacciones materiales y espirituales.
La introducción continúa con un examen crítico del
método hegeliano y del concepto de «sociedad». Marx es-
boza aquí la crítica de una escuela sociológica que todavía
37
34
■-****•
36
«Quiere transformar mi explicación de los orígenes del
capitalismo en Europa occidental en una teoría histérico-
filosófica de un movimiento universal necesariamente impuesto
a todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias en
que se encuentren, y que desembocará, en última instancia, en
un sistema económico donde el enorme incremento de la
productividad del trabajo social permitirá el desarrollo
armónico del hombre. Pero debo protestar de esto. Me hace un
gran honor, pero, a la vez, me desacredita. Tomemos un
ejemplo. En El Capital me refiero, en diversas ocasiones, al
destino de los plebeyos en la antigua Roma. Al principio, eran
campesinos independientes que cultivaban sus propias tierras.
En el curso de la historia romana fueron expropiados. El mismo
proceso que les separó de sus medios de producción y
subsistencia dio origen a la gran propiedad territorial y al gran
capital financiero. En un momento determinado había, pues,
hombres libres privados de todo, con excepción de su fuerza de
trabajo, por un lado, y los propietarios de toda esta riqueza
acumulada, en condiciones de explotar el trabajo de aquellos,
por otro lado. Ahora bien, ¿que ocurrió después? Los
proletarios romanos no se convirtieron en asalariados sino en
una multitud ociosa, más abyecta todavía que los antiguos
«pobres blancos» del sur de los Estados Unidos. Al margen de
ellos se desarrolló un sistema de producción que no era
capitalista sino basado en la esclavitud. Vemos, pues, que
hechos muy parecidos pero ocurridos en contextos históricos
diferentes produjeron resultados muy diversos. Podemos
descubrir fácilmente la explicación de estos fenómenos si los
estudiamos separadamente, pero nunca llegaremos a compren-
derlos si confiamos en el passe-panout de una teoría histérico-
filosófica cuya principal cualidad consista en ser
suprahistórica.» '5 45
38
Marx al estudiarlos. Lo que nos interesa es poner de re-
lieve las novedades aportadas por Marx a la teoría social.
La importancia que atribuyó a la estructura económica
de la sociedad no era ni nueva ni sorprendente: era ya
un verdadero lugar común entre los historiadores y los
economistas, como hemos visto al hablar de los precurso-
res de Marx. La contribución específica de Marx en esta
esfera fue el contexto en que analizó la estructura econó-
mica,^ contexto del desarrollo histórico del trabajo hu-
mano como relación primaria entre el hombre y la natura-
leza, y su intento de clasificar las sociedades humanas en
función de sus sistemas económicos.
Una contribución mucho más original fue el análisis^
de la superestructura ideológica y de su relación con lo
que Marx llamó la base real de la sociedad, es decir, el
modo de producción y las relaciones sociales correspon-
dientes. Su afirmación de que «no es la conciencia del
hombre lo que determina su ser sino al contrario, su ser
social lo que determina su conciencia», no es una proposi-
ción filosófica (epistemológica) sino una proposición so-
bre la génesis de las construcciones ideológicas: el dere-
cho, la política, la religión, el arte y la filosofía. Según
Marx, estas «formas ideológicas» son el principal obs-
táculo para la investigación científica cuando se las con-
sidera por sí mismas, sin tener en cuenta las correlacio-
nes que se pueden establecer entre un cierto estadio del
desarrollo económico y los diversos productos culturales.
Para Marx, no es nada difícil establecer este tipo de co-
rrelaciones entre los modos de producción, la estructura
de las clases y los estilos de pensamiento y de creación
artística.
De hecho, Marx fue uno de los creadores de la sociología
del conocimiento, aunque en él se tratase esencialmente de
una teoría crítica destinada a preparar una ciencia social
rigurosa. Los que han seguido a Marx en este terreno han
tendido, en general, a atribuir demasiada importancia a la
sociología del conocimiento, pero han hecho.
39
Í*
kln embargo, importantes contribuciones a la historia del
I*-m.imiento, especialmente del pensamiento político.47
I’l tercer tema, el de la revolución social, ha merecido
muy poca atención por parte de los sociólogos y otros
científicos sociales. Se puede decir que se ha prestado una
atención sorprendentemente escasa al problema del cambio
social; los sociólogos, los antropólogos y los economistas
no han empezado hasta hace muy poco a estudiar a fondo
un aspecto particular de este problema, concretamente los
procesos de cambio social en los países subdesarrollados
bajo el impacto de la tecnología occidental. Cuando se
piensa en los tremendos efectos de las revoluciones sobre la
orjranización social humana, resulta curioso que ningún
sociólogo después de Marx haya creído que valía la pena
analizar los movimientos revolucionarios o intentar un
estudio comparativo de las revoluciones. Hasta ahora, la
sociología de la revolución sólo cuenta con una
contribución importante: la del propio Marx.
Finalmente, el cuarto tema del análisis sociológico de
Marx es el futuro de la sociedad humana. En este punto la
sociología y la filosofía social se mezclan para producir una
doctrina presentada, a la vez, como un cuerpo de
conocimientos científicos y como un incentivo para la
acción política.
Ciencia y revolución
41
ÉH8&&S8MM
^¿■wiraga B^ÉÍBBH
51. El lector podrá comprobar que muchos de los textos sobre la sociedad
futura incluidos en la quinta parte de este volumen se han extraído de los
manuscritos de 1&44. La filosofía social de Marx, como su sociología, se ha de
reconstituir a partir de los textos disponibles. Los intentos marxistas de
reconstitución, por ejemplo el de KAUTSXY, Die Elhik und d'u nuuerialisliche
Ges- chichiuxuffassung. han dado lugar hasta ahora a verdaderas parodias.
Para un intento de carácter diferente, véase M. RUSEL, Pages choisics de Kart
Marx, París, 194$.
II. La influencia del pensamiento
sociológico de Marx
46
relaciones entre las cosas. Sorel se negó a aceptar la tesis de
Durkheim de que «la posibilidad de la ciencia sociológica
viene dada por la generalización del principio de causalidad,
tomado de las ciencias físicas».8 Según Sorel, el sociólogo
«no se ocupa de las causas reales (en el sentido de las
ciencias físicas) sino de las categorías más amplias del
cambio». Recordando y citando las ideas de Marx contenidas
en La misére de la Philosophie, Sorel ensalzaba la «teoría
materialista de la sociología», según la cual «los diversos
sistemas políticos, filosóficos, religiosos no pueden
considerarse independientes, con fundamentos propios».
Marx había insistido en «la necesidad de situar las relaciones
económicas bajo esta estructura» * y había asignado, de este
modo, a la sociología su gran terreno de investigación, el
sistema de producción y el cambio. Al concentrar su
atención en la división del trabajo, Durkheim (hostil al
socialismo) había dejado de lado un factor primario en el
estudio de la sociedad: el conflicto entre las clases.
Sorel había publicado ya una serie de obras, cuya ori-
ginalidad las distinguía de las de los marxistas ortodoxos.10
En sus trabajos posteriores tendió cada vez más a
8. Ibid., p. 9.
9. Op. cit., p. 153.
10. C/r., particularmente. L'Ancietme el la ttouvelle métaphy- sique,
1893 (nueva edición por E. BEKTH, con el titulo de PAris- tote á Marx, París,
1935); La fin du paganisme, 1894 (nueva edición al cuidado del autor, con
el titulo de La ruine du monde antique y con el subtitulo de Conception
mat¿rialiste de l'histoire, París, 1901 (tercera edición, París, 1931); La
science de l'éducaiion, 1896; Vico, 1896. En este último ensayo, Sorel, con
gran agudeza, considera a Marx como el continuador del pensamiento de
Vico. Después de 1898, Sorel acentuó su visión critica del marxismo y chocó
cada vez más con los marxistas ortodoxos. Véase, para este periodo. La
necessita e ti fatalismo nel marxismo, en «Riforma Sociale», V-VIII, Turín,
1898. (Sorel defiende a Marx contra la acusación de fatalismo, diciendo que
Marx habla puesto de relieve el papel de la contingencia en el progreso
tecnológico); L'idea giuridica nel marxismo, Palcrmo, 1899; Marxismo e
sciema sociale, en «Rivista di sociología», III/l, Roma, enero' de 1899.
47
contraponer las concepciones de Marx a las de sus discípulos
—Incluyendo a Engels— y terminó enfrentándose
violentamente con la ideología marxista en su conjunto.
Posteriormente, Durkheim prestó más atención a la teoría
de Marx, por lo menos en la forma que le dieron los
comentarios de A. Lab rióla.
50
;LAUÍU«UII f
51
mayor favor.21 «En Marx, todo estaba unido, las ideas, el
temperamento, la acción política y el pensamiento.»22 23 24
La personalidad de Marx atraía por los múltiples aspectos
de una obra científica difícil de clasificar en las disciplinas
científicas existentes. Interesaba al historiador y al
sociólogo, al economista y a! filósofo. El comentario de
LabrioLa pone especialmente de relieve este carácter uni-
ficador de la obra de Marx, que supera las divisiones entre
disciplinas tradicionalmente separadas. «Las disciplinas
analíticas que revelan los hechos históricos han acabado
planteando la necesidad de una ciencia social general que
unifique los diferentes procesos históricos. La teoría
materialista es el punto culminante de esta unificación.» 2J
Labriola cree, sin embargo, que no debe utilizarse este
principio unificador como un talismán infalible, capaz de
revelar milagrosamente los elementos constitutivos del
sistema social. «La estructura económica subyacente, que
determina todo el resto, no es un mecanismo simple del que
surgen como efectos automáticos y mecánicos las
instituciones, el derecho, las costumbres, el pensamiento, los
sentimientos y las ideologías. Entre esta estructura y todo lo
demás hay un proceso de derivación y de mediación
complicado y, a menudo, sutil que no siempre se puede
descubrir».-* Después de definir brevemente la sociología
como la «ciencia de las funciones y de las variaciones
sociales»,-’5 Labriola presenta la contribución de Marx a
este nuevo dominio del conocimiento como una serie de
descubrimientos que permitirán al hombre dominar su
propio destino y dar significación a su vida.
La interpretación del método histórico de Marx por
Labriola provocó muchas discusiones. Charles Andler26
rhistoirc 52
!
I
criticó particularmente el «quietismo» de Labriola, opo-
niéndole las Tesis sobre Feuerbach que Engels había en-
contrado en un cuaderno de notas de Marx y publicado en
1888.” Una posición parecida adoptó el compatriota de
Labriola, Gentile, que no sólo consideró las Tesis sobre
Feuerbach como la clave del pensamiento de Marx, sino
que intentó reconstruir, partiendo de ellas, la «filosofía de la
praxis», una filosofía que, según él, «había sido sis-
tematizada en un manuscrito inédito».*’*
A finales del siglo xix estas controversias alcanzaron
una tal intensidad que se empezó a hablar de la «crisis del
marxismo», crisis intelectual y política a la vez, porque
coincidía con el movimiento revisionista en el seno del
Partido Socialdemócrata Alemán.*’9 Es interesante observar
los inmensos esfuerzos realizados en aquella época para
hacer un balance de la «situación científica del marxismo»
con ayuda de un enorme aparato bibliográfico: no sólo se
utilizaban las obras de Marx sino también la ya abundante
literatura de exégesis y de critica. T. G. Ma- saryk, profesor
a la sazón en la Universidad Checa de Praga, publicó una
extensa obra de análisis y critica que contiene muchas
observaciones agudas y sutiles sobre el método y las
hipótesis sociológicas de Marx.5J 27 28 29 30
54
1
I..I Y # ' - I T . . . . . . - ' |
, jéjg.
55
tigación. Engels ya había señalado el camino con la publi-
cación de El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado,*0 en la que se utilizó las notas de Marx sobre el
libro de L. H. Morgan, Ancient Society. H. Conow continuó
está línea de trabajo (pero sin aceptar todas las inter-
pretaciones de Engels) con una serie de estudios antropo-
lógicos que atrajeron la atención de Durkheim/1 Este último
tenia muchas reservas sobre el «materialismo económico»,
pero seguía de cerca las publicaciones de la escuela
sociológica marxista y era un crítico de ésta bien informado
(sólo cabe recordar su crítica del libro de E. Grosse, Die
Formen der Familie und ¿Lie Formen der Wirtschaft.*2 Entre
Las obras de la escuela marxista de sociología en otros
dominios de la investigación cabe mencionar los estudios de
Kautsky sobre los orígenes del cristianismo y de la
Revolución francesa y las contribuciones de este mismo
autor a la sociología política/1 La primera aplicación de la
sociología marxista al terreno de la historia literaria fue la
obra de F. Mehring, Lessing-Legende.**
40. Publicado en Zurich, I&S4; cuarta edición revisada en 1891.
Traducción inglesa en 1902; nueva traducción de la cuarta edición, en 1910.
Existe un largo manuscrito con los extractos y nata* de Marx sobre la obra
de Morgan, publicado en traducción rusa en «Arjiv K_ Markxa i G.
Engelsa», voL IX, 1941.
41. H. Ccsow, Die Soziale Veriassung des lnkareichs. Eine
Untersuchurtg des altperuanischen Kommunismus, Stuttgart, 1896. Existe
una recensión de la obra, por F. Lévy, en el primer volumen de «L'Annéc
sociologique» (1898). El año siguiente, Durkheim publicó una recensión de
los artículos de Cunow aparecidos en «Neue Zeit» en 1897 con el título de
Die ókcmomischen Grundlage der Uuiterherrschaft.
42. Véase «L'Année sociologique», voL I, 1898, pp. 319 y ss.
Durkheim consideraba que las deficiencias de la concepción «eco-
nómico-materialista» se evidenciaban con especial claridad en el estudio
de la familia.
43. Véanse, en particular, los artículos Die Entstehung des
Christentums, Stuttgart, duodécima edición, 1922; Die Klassenge-
gensdtze von 1789. en «Neue Zeit», YOL VIII, 1899; Die Agrarfrage,
Stuttgart, 1899.
44. Publicada por primera vez en «Neue Zeit», 1892, y tarde en
forma de libro, Stuttgart, 1893.
56
En Italia, la teoría de Marx sirvió también de estímulo a
nuevas investigaciones. Una de las más interesantes es el
estudio sobre la esclavitud en el mundo antiguo de E.
Ciccotti.45 46 47 Es un intento de mostrar en detalle que la
historia de la antigüedad confirma las hipótesis de Marx
sobre la relación entre los cambios en el modo de producción
y los cambios en la estructura social. Un amplio
conocimiento de la literatura clásica y de las fuentes con-
temporáneas permitió a Ciccotti presentar un análisis
plausible c interesante de las relaciones entre la esclavitud en
las ciudades griegas y en el Imperio romano y la decadencia
del mundo antiguo.
Tanto en este período como con posterioridad a él, los
sociólogos de Gran Bretaña prestaron poca atención a las
teorías de Marx; no hay más que ver las primeras pu-
blicaciones de la Sociological Society, fundada en 1903.a En
las obras de Hobhouse —de 1893 a 1929— apenas se cita a
Marx y nunca en un contexto importante; por ejemplo, en
relación con las clases sociales, la propiedad o los sistemas
económicos. Entre los autores de la época, la influencia de
Marx sólo es visible en J. A. Hobson, estudioso del
capitalismo moderno.4'
Desde comienzos del siglo actual, no ha dejado de au-
mentar el estudio de las fuentes, la estructura y la signifi-
cación práctica de la obra de Marx.48 Al iniciarse el siglo,
49. Entre los estudios de este tipo se pueden mencionan Ma- rianne
WEBER. Fichte’s Sozialismus und sein Verhaltnis mr Mar- xischen Doktrin,
Tubinga, 1900; N. BERDIAEV, F. A. Lange und die Kritische Philosophie in
ihrert Beziehungen zum Sozialismus, en «Ncue Zeit», XVIII/2, 1900, pp.
132 y ss.; K. VoRiXvneR, Kant und der Sozialismus, Berlín, 1900; E.
HAMMACHER, Das philoshophisch- ókonomisch System des Marxismos,
Leipzig. 1900. En las páginas de «Neuc Zeit» se entabló un vivo debate
sobre 1a teoría ética de Marx, especialmente entre Kautsky y O. Bauer,
después de la publicación de la obra de KAUTSKY Die Ethik und die
materialislis- che Geschichtsaulfassung, Stuttgart, 1906. En Francia habla
habido una controversia parecida, desde 1894, entre J. Jaurés y P. La- f
argüe; cfr. Idéales me et malérialisme dans la conception de l'his- toire,
nueva edición, París, 1946.
50. Entre las obras más interesantes sobre el tema cabe citar J. PUENCE.
Marx und Hegel, Tubinga, 1911, y SVEN HETAXDER, Marx und Hegel, Jena,
1922 (traducido del sueco).
51. A GROPTALI, De la place que le malérialisme historique occupe
dans la philosophie et la sociologie conlempo raines, en • Armales de
llnstitut International de Sociologie», 1900-1901, p. 201. C f r . también C. tx
KauHÜmg, QWest-ce-que le malérialisme économique?, en ibid., pp. 49-92.
58
y explicación de la vida social, cuya validez había sido
demostrada por el propio Marx con sus estudios históricos y
económicos.
Al margen de estas discusiones Filosóficas y metodoló-
gicas, numerosos economistas, historiadores y juristas
franceses, alemanes y austríacos hicieron valiosas contri-
buciones a la investigación sociológica inspirándose en los
métodos sugeridos por Marx. Cabe citar, al respecto, las
aportaciones de Sée a la historia económica, de Hilfer- ding
a la economía, de Renner al derecho y de Max Weber a la
sociología.4- Sée encontró en los fenómenos económicos y,
particularmente, en las relaciones económicas entre los
propietarios y los arrendatarios, el mejor criterio para
explicar el desarrollo de los domains y de las clases.
Hilferding polemizó con las objeciones de Bohm-Ba- wcrk
contra la teoría del valor de Marx, señalando que el análisis
de Max era sociológico y que detrás de las categorías
económicas hay las relaciones entre las clases en el proceso
de producción. Del mismo modo, para Renner las
instituciones legales tienen un doble carácter: por un lado
son expresión de relaciones humanas y, por otro lado, son
ficciones que disimulan su dependencia de las instituciones
económicas. Al encargarse, junto con W. Sombart y E.
Jaffé, de la dirección del «Archiv für Sozial wissenschaft
und Sozialpolitik», Max Weber formuló el programa y los
principios metodológicos de la revista. El programa
representaba, dentro de limites bien defini-
52. Henri SÉE. Les classes rurales et le r¿sime domanial en Frunce
au inoyen dge. París, 1901; R. HILFERDING, Bóhm-Bawerks Marxkritik, en
«.Marx-Studien». I, 1904, pp. 1-61, pp. 65 y ss.; J. KAR- NER (seudónimo
de Karl RENNER), Die soziale Funktion der Rechs- institute, en «Marx-
Studien», I. 1904, pp. 65 y ss. (En 1928 se publicó una edición revisada
y en 1949 apareció una traducción inglesa con el título de The
Institutions of Prívate Law and their Social Function. con una larga
introducción y notas de O. Kahn- Freund); Max WEBER, Die
«Objectivitát» soi'talw'issenschajtlichen und sozialpolitischen
Erkenntnis, en «Archiv für Sozialpolitik», 1904 (reeditado en Max
WEBER, Gesantmelte aufsatze ZMr Wissens- chaftslehre, 1922).
59-
h _________________________
. :>> i. VllfíiíW
60
«¡t.
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i ,i>;; ‘.o
62
cipales elementos. El eclipse de la sociología alemana coin-
cidió con la publicación, en la edición MEGA, de las pri-
meras obras de Mane; por esto dichas obras no fueron
seriamente estudiadas hasta después de 1945.
Fuera de Alemania, mientras el marxismo se desarrollaba
como ideología política durante la década de los treinta,
disminuía el interés científico por la sociología de Marx. En
Francia, los que más se interesaron por ella fueron los
historiadores económicos, como H. Sée y E. La- brousse. Sée
ya había publicado un estudio sobre el materialismo histórico.'0
En 1933, Labrousse empezó a publicar sus detalladas
investigaciones sobre la influencia de los factores económicos
en la Revolución francesa.66 67 68 69 De hecho, la resurrección y,
en algunos casos, la primera manifestación de interés por la
sociología marxista son un fenómeno reciente. En los Estados
Unidos lo señaló la publicación de la obra de J. Schumpeter
Capitalism, So- cialism and Democracy,** cuya primera parte
está dedicada a un examen riguroso de la teoría sociológica de
Marx, para llegar a la conclusión de que «la llamada interpreta-
ción económica de la historia es, sin duda, una de las con-
quistas más importantes de la sociología hasta nuestros días».
En Gran Bretaña, K. R. Popper ha publicado recientemente un
extenso estudio critico sobre Marx como sociólogo.6' Algunos
autores marxistas, historiadores en su mayoría, han estudiado
una serie de problemas sociológicos. Se puede citar, al
respecto, a M. H. Dobb, que en sus Stndies ¡n ihc Development
u¡ Capitalism 70 examina algu-
63
nos problemas de la génesis y el desarrollo del capitalismo.
Como en la mayoría de las obras ma neis tas ortodoxas, este
libro causa mejor impresión en su tratamiento de los
problemas históricos que en el análisis de la sociedad con-
temporánea.
En 1948, año del centenario de la publicación del Ma-
nifiesto Comunista, muchos sociólogos y científicos sociales
tuvieron ocasión de reexaminar la teoría social de Marx. En
Francia, el aniversario se conmemoró con la publicación de
una serie de estudios sobre la contribución de Marx a la
sociología.” En su excelente estudio sobre las primeras obras
de Marx, G. Gurvitch le califica de «príncipe de los
sociólogos» y preconiza la orientación de la investigación
sociológica hacia los problemas enunciados por Marx.7-' En
Inglaterra se celebró el centenario con una nueva edición del
Manifiesto Comunista, publicada por el Partido Laborista, con
una larga introducción histórica y crítica de H. J. Laski.
Analizando el método histórico y sociológico de Marx, Laski
señala: «Ningún observador serio cree que la concepción
materialista de la historia no ofrece dificultades o que resuelve
todos los problemas de la interpretación histórica. Pero ningún
observador serio puede poner en duda que en los últimos cien
años esta concepción ha contribuido más que ninguna otra
hipótesis a explicar las causas del cambio social.» ;5
Más recientemente, Jean Piagct ha puesto de relieve —al
examinar la naturaleza del pensamiento sociológic o — l a
importancia de la obra de Marx y, especialmen-
dc J. S u i u x ( cd . j Uemocracy and the Labour Mouveinent, Londres.
1954.
71. Vease «Cahiers Intemationaux de Sociologie», II I, 4, 1948;
especialmente G. GCRVITCH, La sociologie du jeune Marx, H. LE-
rrevRE. Marxisme et sociologie, y A- CUYUXIER, Durkheim et Marx.
72. G. GCRVITCH, art. cit.
73. H. J. LASU, Communist Manifestó: Socialist Landmark, 1948,
«Introducción», p. 74.
74. Jcan PIAGET, lntroduction á l'epistemologie génétique, volumen
II I, París, 1950.
64
te, de su teoría de la ideología: «El gran mérito de Marx
consiste en que, en los fenómenos sociales, estableció una
distinción entre la base efectiva y una superestructura que
oscila entre el simbolismo y una conciencia adecuada, en el
mismo sentido que (como dice explícitamente el propio Marx)
la psicología se ve obligada a establecer una distinción entre el
comportamiento efectivo y la conciencia... Entre la
superestructura y su base hay la misma relación que entre la
conciencia individual y el comportamiento...» ;i
71
hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas.
Se abre entonces un período de revolución social. Al cambiar
la base económica, se transforma más o menos rápidamente
toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Al
estudiar estas revoluciones, se debe distinguir siempre entre
los cambios materiales ocurridos en las condiciones
económicas de la producción, que pueden apreciarse con la
exactitud de las ciencias naturales, y las formas jurídicas,
políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra:
las formas ideológicas con que los hombres toman
conciencia de este conflicto y luchan por resohrexio. Y así
como no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa
de sí mismo, tampoco podemos juzgar estas épocas de
revolución por su conciencia; al contrario: debemos explicar
esta conciencia por las contradicciones de la vida material,
por el conflicto entre las fuerzas productivas sociales y las
relaciones de producción. Ninguna formación social
desaparece antes de haberse desarrollado todas las fuerzas
productivas que caben en su seno, y nunca aparecen nuevas y
más elevadas relaciones de producción antes de que hayan
madurado en el seno de la sociedad antigua las condiciones
materiales de su existencia. Por esto la humanidad se
propone siempre únicamente los objetivos que puede
alcanzar, pues, bien miradas las cosas, estos objetivos sólo
aparecen cuando ya existen o, por lo menos, se están
gestando las condiciones materiales de su realización. En
líneas generales, se pueden designar como otras tantas
épocas de progreso en la formación económica de la
sociedad el modo de producción asiático, d antiguo, el feudal
y el burgués moderno. Las relaciones burguesas de
producción son la última forma antagónica del proceso social
de producción; antagónica no en el sentido de antagonismo
individual, sino de antagonismo que surge de las condiciones
sociales de vida de los individuos. Al mismo tiempo, las
fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la
sociedad burguesa crean las condiciones materiales para
72
la solución de este antagonismo. Con esta formación social
se cierra, por consiguiente, la prehistoria de la socio- dad
humana. [Prefacio (1859)].
73
individuos expresan su vida refleja exactamente lo que son.
Lo que son coincide, pues, con su producción, tanto con lo
que producen como con la forma en que lo producen. Lo
que son los individuos depende, pues, de las condiciones
materiales de su producción. [IA (1845-1846) MEGA 1/5, pp.
10-11]
74
tre los individuos históricamente creada y transmitida a
cada generación por la que le precede, una masa de fuer-
zas de producción, de capitales y de circunstancias que,
por un lado, la nueva generación modifica pero que, por
otra lado, le dictan las propias condiciones de existencia
y le imprimen un desarrollo determinado, un carácter es-
pecífico. Muestra, pues, que las circunstancias hacen tan-
to al hombre como el hombre hace las circunstanciáis.
Esta suma de fuerzas productivas, de capitales, de for-
mas de relación social que cada individuo y cada genera-
ción encuentran como datos existentes es la base de lo
que los filósofos han concebido como la «sustancia» y la
«esencia del hombre», y han divinizado o atacado. Los
efectos y la influencia de esta base concreta sobre el de-
sarrollo de los hombres no se ven afectados por el hecho
de que los filósofos se rebelan contra ella en nombre de
la «autoconciencia» y del «único». Estas condiciones de
vida que las diversas generaciones encuentran ya existen-
te- son, también, las que determinan si la convulsión re-
volucionaria, periódicamente reproducida en la historia,
es o no lo bastante fuerte como para derrocar las bases
de todo cuanto existe; los elementos materiales de una re-
volución total son. por un lado, las fuerzas productivas
existentes y, por otro lado, la formación de una masa re-
volucionaria o-.ie hace la revolución, no sólo contra las
condiciones particulares de la sociedad pasada, sino contra
la misma «producción de la vida» anterior, contra el «con-
junto de la actividad» que constituye su fundamento; si
estas condiciones no existen, es totalmente indiferente
para el desarrollo práctico que la idea de esta revolución
haya sido proclamada cien veces, como lo demuestra la
historia del comunismo.
Todas las concepciones anteriores de la historia han
dejado completamente de lado esta base real de la histo-
ria o la han considerado como algo accesorio, sin relación
alguna con la marcha de la historia. En consecuencia, la
historia se debe escribir siempre de acuerdó con una nor-
! raa situada al margen de ella. La producción real de la
I
I 75
L
▼ida resalta ahistórka y todo lo que es propiamente histó-
rico aparece separado de la vida ordinaria, es suprato-
rrestre. Las relaciones entre los hombres y la naturaleza son,
pues, excluidas de la historia y surge asi una oposición entre
la naturaleza y la historia. En consecuencia, esta concepción
sólo ha podido ver en la historia las acciones políticas de los
príncipes y los Estados, las luchas religiosas y toda clase de
luchas teóricas y se ha visto obligada, sobre todo, a
compartir para cada época histórica la ilusión de esta ¿poca.
Por ejemplo, si una época se cree determinada por motivos ¡i
76
ñera que la humanidad se reduce a una masa que le sirve de
soporte, más o menos conscientemente. Hegel Introduce en
el marco de la historia empírica, exotérica, una historia
especulativa, esotérica. La historia de la humanidad se
convierte así en la historia del espíritu abstracto de la
humanidad, un espíritu situado por encima y al margen del
hombre real.
Junto con esta doctrina hegeliana se desarrolló en
Francia la teoría de los doctrinarios, los cuales proclamaban
la sobe ratita de la razón frente a la soberanía del pueblo
para excluir a las masas del gobierno por si mismas. Es
lógico. Desde el momento en que la actividad humana real
es únicamente la actividad de una masa de individuos
humanos, se debe dar a la universidad abstracta, a la razón,
al espíritu una expresión abstracta, plenamente representada
por unos cuantos individuos. Y cada individuo se
considerará o no como representante del «espíritu• según su
posición particular y la fuerza de su imaginación.
En Hegel, el espíritu absoluto de la historia tiene su
material en las masas, pero sólo encuentra una expresión
adecuada en la filosofía. Ahora bien, el filósofo es única-
mente el instrumento con que el espíritu absoluto —que hace
la historia— alcanza la conciencia de sí mismo, una vez
completado el movimiento histórico. La participación del
filósofo en la historia se limita, pues, a esta conciencia
subsiguiente. El filósofo llega posl festum. [SF 1845) MEGA
1/3, p. 257]
78
- -5
m
Cada principio se revela en un siglo determinado: el'
principio de autoridad, por ejemplo, se reveló en d siglo xi;
el principio del individualismo en el siglo xvzn. Por
consiguiente, el siglo pertenece a! principio y no al revés, el
principio ai siglo. Dicho de otra manera: el principio hace la
historia y no la historia el principio. Si. al querer salvar los
principios y la historia, nos preguntamos entonces por qué un
principio determinado apareció en el siglo xt o en el xvtn y
no en otro, deberemos estudiar atentamente los hombres del
siglo XI y los del XVIII, estudiar sus necesidades
respectivas, sus fuerzas productivas, su modo de producción,
las materias primas de su producción, y finalmente, las
relaciones de hombre a hombre que resultaban de todas las
condiciones de vida. Al estudiar profundamente estas
cuestiones, ¿no presentamos, en realidad, la historia real,
profana, de los hombres de cada siglo?; ¿no demostramos
que los hombres son* al mismo tiempo, los autores y los
actores de su propio drama? Ahora bien, cuando vemos a los
hombres como los autores y los actores de su propia historia,
llegamos, a través de una desviación, al verdadero punto de
partida, porque hemos abandonado los principios eternos de
que habíamos partido antes. [MF (1S47) MEGA 1/6, pp. 183-
184]
82
i
historia porque existían instituciones feudales y porque
las relaciones de producción existentes en aquellas insti-
tuciones diferían totalmente de las de la sociedad burgue-
sa, es decir, de aquellas que los economistas quieren pre-
sentar como naturales y, por consiguiente, eternas. [NíF
(1847 MEGA 1/6, p. 188]
83
so la de la religión, que no tenga en cuenta esta base ma-
terial, es una historia acrítica. En la práctica, es mucho más
fácil descubrir con el análisis el núcleo terrenal de las
nebulosas creaciones de la religión que al revés, es decir,
inferir de las relaciones efectivas de vida de un período
determinado las formas «espiritualizadas» que corres-
ponden a estas relaciones. Ahora bien, este último método
es el único materialista y, por tanto, el único científico.
Resulta evidente la inadecuación del materialismo abstracto
de la ciencia natural —que prescinde del proceso his-
tórico— si nos fijamos en las concepciones abstractas e
ideológicas de sus portavoces cuando se aventuran fuera de
los límites de su especialidad. [Capital, l (1867) VA, I, p.
389 (nota pie de página, 89).]
84
'•4
85
avanza y que La lucha del proletariado toma una forma más
clara, no deben buscar ya la ciencia en sus propios cerebros;
les basta con observar lo que ocurre ante sus propios ojos y
convertirse en su vehículo de expresión. Mientras buscan
una ciencia y sólo crean sistemas, mientras se encuentran en
los inicios de la lucha, sólo ven en la miseria miseria, sin
comprender su aspecto revolucionario y subversivo, que
acabará derrocando la vieja sociedad Pero, a partir de este
momento, la ciencia producida por el movimiento histórico
y conscientemente asociada a este movimiento deja de ser
doctrinaria y se convierte en revolucionaria. [MF (1847)
MEGA 1/6, p. 191)]
86
I¡. Existencia y conciencia
i
El defecto fundamental de todo el materialismo anterior
—incluyendo el de Feuerbach— es que sólo concibe las
cosas (Gegenstand), la realidad, el mundo sensible, en forma
de objetos (Objeki) de observación y no como actividad
sensorial humana, no como actividad práctica, no
subjetivamente. Por esto, el aspecto activo ha sido desa-
rrollado por el idealismo, en oposición al materialismo, pero
en forma abstracta porque el idealismo no conoce,
naturalmente, la actividad sensorial real como tal. Feuerbach
quiere objetos sensibles, realmente distintos de los objetos
mentales, pero tampoco concibe la actividad humana como
una actividad objetiva (gegenstandlich). Por eso, en La
esencia del cristianismo sólo considera como actitud
auténticamente humana la actividad teórica y aprehende sólo
la actividad práctica en su manifestación bajamente judaica.
Por consiguiente, no comprende la significación de la
actividad «revolucionaria», «práctico- crítica».
II
La cuestión de si el pensamiento humano puede aspirar a
la verdad objetiva (gegenstandlich) no es una cuestión
teórica sino práctica. Es en la práctica donde el hombre ha
de demostrar la verdad, es decir, la realidad y la fuerza, la
«terrenalidad» de su pensamiento. La disputa sobre la
realidad o la irrealidad del pensamiento al margen de la
práctica es una cuestión puramente escolástica.
87
ni
La teoría materialista sobre la modificación de las cir-
cunstancias y la educación, olvida que las circunstancias son
modificadas por los hombres y que el educador debe ser
educado. Esta doctrina divide, pues, a la sociedad en dos
partes, una de las cuales es superior a la sociedad.
La coincidencia de la modificación de las circunstancias
y de la actividad humana o auto modificación sólo puede
concebirse y comprenderse racionalmente como una práctica
revolucionaria.
rv
Feuerbach parte del hecho de la autoalienación religiosa,
del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso,
imaginario, y un mundo real. Su cometido consiste en
reducir el mundo religioso a su base terrenal. Pero el hecho
de que La base terrenal se separe de su propia esfera y se
establezca en las nubes como un reino independiente sólo
puede explicarse por el desgarramiento y la contradicción
internos de esta misma base terrenal. Es necesario, pues,
comprender ésta en su contradicción y revolucionarla en la
práctica. Así, por ejemplo, cuando se ha descubierto que el
secreto de la familia celestial es la familia terrenal, se debe
destruir ésta en la teoría y en la práctica.
V
No satisfecho con el pensamiento abstracto, Feuerbach
pide la observación empírica, pero no coincide el mundo
sensible como una actividad práctica, como una actividad
sensorial humana.
VI
Feuerbarch reduce la esencia de la religión a la esen
88
cia del hombre. Pero la esencia del hombre no es una abs-
tracción inherente a cada individuo particular. La verdadera
naturaleza del hombre es la totalidad de sus relaciones
sociales.
Feuerbach, que no entra en la crítica de esta esencia real,
se ve obligado, pues:
1. A hacer abstracción del curso de la historia y a con-
vertir el espíritu religioso en algo inmutable, existente por sí
mismo, y a postular la existencia de un individuo humano
abstracto, aislado.
2. A concebir la naturaleza del hombre únicamente en
términos de «género», como una cualidad universal interna y
muda que une a los numerosos individuos de forma
puramente natural (biológica).
VII
Por eso Feuerbach no ve que el «sentimiento religioso» es
un producto social y que el individuo abstracto que ¿1 analiza
pertenece a una forma particular de sociedad.
VIII
La vida social es esencialmente práctica. Todos los
misterios que desvían la teoría hacia el misticismo en-
cuentran su solución racional en la práctica humana y en la
comprensión de esta práctica.
IX
El punto más alto a que ha llegado el materialismo que
se limita a observar el mundo, es decir, que no concibe la
existencia sensorial como una actividad práctica, es la
observación de los individuos particulares y de la sociedad
civil.
X
El punto de vista del materialismo antiguo es la sodb-
89
dad civil; el de! nuevo materialismo es la sociedad humana
o la humanidad socializada.
XI
Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de
diversas maneras; pero de lo que se trata es de transfor-
marlo. [Tesis sobre Feuerbach (1845) MEGA 1/5, pp. 533-
535]« " '• • ;v --
- •: . r
r ■, -
Feuerbach es el único que adopta una actitud seria y
critica hada la dialéctica de Hegd, el único que ha hecho
’-Kj-í ► *
1. Maestra traducción te basa en el original, cuyo texto difiere
ligeramente del publicado por Engel» en 1888. [Las diferencias ' radican,
sobre todo, en las tesis III y IV. El texto publicado por Engeis dice así: •III.
La teoría materialista de que ios hombres sou producto de las
circunstancias y de la educación y que, por lo Unto, ios hombres
modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación
distinu, olvida que las circunstancias las hacen cambiar precisamente los
hombres y que el propio educador ha de ser educado. Conduce, pues,
forzosamente, a la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales
está por encima de la sociedad (así, por ejemplo, en Robert Owen).
»La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la
actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente
como práctica revolucionaria.
•IV. Feuerbach parte del hecho de la autoalienación religiosa, del
desdoblamiento del mundo en un mundo religioso, imaginario, y un
mundo reaL Su cometido consiste en reducir el mundo religioso a su base
terrenal. No ve que después de realizada esta labor, falta por hacer io
principal En electo, el hecho de que la base terrenal se separe de su propia
esfera y se establezca en las nubes como un reino independiente sólo puede
explicarse por el desgarramiento y la contradicción internos de esta
misma base terrenaL Es necesario, pues, comprender ésta en su contradic-
ción y revolucionarla prácticamente, eliminando la contradicción. Así, por
ejemplo, citando se ha descubierto que.el secreto de la familia celestial es
la familia terrenal, hay que criticar ésta teó- y ricamente y revolucionarla
en la práctica.» (Nota del traductor.)}
90
descubrimientos reales en este dominio y que ha superado
la vieja filosofía...
La gran aportación de Feuerbach consiste en:
1. Haber demostrado que la filosofía no es más que
la religión convertida en pensamiento y desarrollada por
el pensamiento y que se debe condenar igualmente como
forma y otro modo de existencia de la alienación humana.
2. Haber fundado el atiténtico materialismo y la cien-
cia positiva convirtiendo la relación social del «hombre a
hombre» en el principio básico de su teoría;
3. Haber opuesto a la negación de la negación, que
pretende ser lo positivo absoluto, un principio autónomo
fundado positivamente en sí mismo. [MEF (1844) MEGA
1/3, pp. 151-152]
m 91
es tan antiguo como la conciencia; es la conciencia práctica,
real, tal como existe para otros hombres y también para mi,
por vez primera. Al igual que la conciencia, el lenguaje sólo
surge de la necesidad de relación con los demás hombres.
Cuando existe una relación, existe para mí; el animal no tiene
•relaciones• con nada, no tiene relaciones en absoluto. Para
el animal, su relación con los demás animales no existe como
relación. Por consiguiente, la conciencia es, desde el primer
momento, un producto social, y lo es mientras ios hombres
existan. Naturalmente, la conciencia es, al principio, la
simple conciencia del medio sensible inmediato y de la
limitada conexión con otras personas y cosas situadas fuera
del individuo que toma conciencia. Al mismo tiempo, es una
conciencia de la naturaleza; al principio, la naturaleza parece
a los hombres una fuerza to ulmén te ajena, todopoderosa e
inatacable; las relaciones del hombre con ella son puramente
animales; los hombres son dominados por la naturaleza como
un rebaño; se trata, pues, de una conciencia puramente
animal de la naturaleza (religión natural).
Se ve en seguida que esta religión natural o este com-
portamiento determinado ante la naturaleza están condi-
cionados por la forma de la sociedad y viceversa. La iden-
tidad entre la naturaleza y el hombre resulta aquí manifiesta
—como en todas partes— por el hecho de que la limitada
relación de los hombres con la naturaleza determina la
limitada relación de los hombres entre sí y, también, porque
esta limitada relación mutua de los hombres determina su
limitada relación con la naturaleza, precisamente porque la
naturaleza apenas ha sido modificada históricamente. Por
otro lado, el hombre tiene conciencia de la necesidad de
asociarse con los individuos que le rodean: es el comienzo de
la conciencia de vivir en sociedad. Este comienzo es tan
animal como la vida social, en este estadio. Es una mera
conciencia gregaria y el hombre sólo se distingue de los
corderos en este punto porque la conciencia ocupa en él el
lugar del instinto, o porque el instinto es consciente. ...... ;
•
92
Esta conciencia gregaria o tribal se desarrolla y per-
fecciona con el incremento de la productividad, la multi-
plicación de las necesidades y el aumento de la población, que
constituye la base de los dos primeros factores. Junto con
estos cambios, hay un desarrollo de la división del trabajo
(que no sea, en principio, mis que la división del trabajo en el
acto sexual) hasta llegar a ser una división del trabajo
espontánea o «natural», en virtud de las aptitudes naturales
(por ejemplo, la fuerza), de las necesidades, de las
casualidades, etc. [IA (1845-184Ó) MEGA 1/5, pp. 19-21]
93'
tades humanas, es decir, de la parte más tangible y accesible
de la historia, no puede ser una ciencia auténtica, con' un
contenido real. ¿Qué pensar de una ciencia que permanece al
margen de este enorme campo del trabajo humano, de una
ciencia que no reconoce sus propias insuficiencias y para la
cual esta gran riqueza de la actividad humana no significa
nada, o sólo significa, quizá, lo que puede expresarse con
una sola palabra: «necesidad• o •necesidad común»?
Las ciencias naturales desarrollan una tremenda acti-
vidad y han recogido una gran masa de datos —en creci-
miento constante. Pero la filosofía ha permanecido al margen
de estas ciencias, del mismo modo que ellas han per-
manecido al margen de la filosofía. Su aproximación mo-
mentánea no ha sido más que una ilusión fantástica. Habla
un deseo de unión, pero faltaba la fuerza para realizarla. La
historiografía misma sólo tiene en cuenta la ciencia natural
de modo incidental, la considera como un factor de
ilustración, de utilidad práctica, un factor que permite hacer
grandes descubrimientos particulares. Pero las ciencias
naturales han penetrado prácticamente en la vida humana
con su transformación de la industria. Han preparado la
emancipación de la humanidad, aunque su efecto inmediato
haya consistido en acentuar la deshumanización del hombre.
La industria es la relación histórica real de la naturaleza —y,
por tanto, de las ciencias naturales— con el hombre. En
consecuencia, si la industria se concibe como una forma
exotérica de realización de las facultades humanas
esenciales se puede aprehender la esencia humana de la
naturaleza o la esencia natural del hombre. Las ciencias
naturales abandonarán entonces su materialismo abstracto o,
mejor dicho, su orientación idealista y se convertirán en la
base de una ciencia humana, como se han convertido ya —
aunque en forma alienada— en la base de una vida realmente
humana. Es una falsedad a priori que exista una base para la
vida y otra para la ciencia. Al desarrollarse en la historia
humana, en la génesis de la sociedad humana, la naturaleza
es la ver-
94
ti - «t;
i'ÍÍS •,.
95
KtHÍ«¡4Ú:.
todavía, en esta etapa, como una emanación directa de su
conducta material. Lo mismo se puede decir de la producción
mental, tal como se expresa en el lenguaje político, legal,
moral, religioso y metafisico de un pueblo. Los hombres son
los productores de sus propias concepciones, ideas, etc.; los
hombres reales, activos, condicionados por un determinado
desarrollo de sus fuerzas productivas y de las relaciones a
ellas correspondientes, hasta las formas más vastas. La
conciencia no puede ser más que la existencia consciente, y
la existencia de-los hombres es su proceso efectivo de vida.
Si en todas las ideologías los hombres y sus circunstancias
aparecen invertidos como en una camera obscura se debe a
su proceso histórico de vida, del mismo modo que la
inversión de los objetos en la retina se debe a su proceso de
vida físico.
En contraste directo con la filosofía alemana, que des-
ciende del cielo a la tierra, nosotros ascendemos de la tierra
al cielo. Es decir, para llegar á los hombres de carne y huesos
no partimos de lo que los hombres dicen, imaginan o
conciben, ni de lo que se ha dicho, pensado, imaginado o
concebido de los hombres. Partimos de los hombres reales,
activos y de su proceso real de vida y mostramos el
desarrollo y los reflejos y ecos ideológicos de este proceso de
vida. Los fantasmas del cerebro humano son sublimaciones
necesarias del proceso material de vida de los hombres, que
puede definirse y fijarse empíricamente y está vinculado a
premisas materiales. La moralidad, la religión, la metafísica
y otras ideologías y sus formas de conciencia
correspondientes pierden su apariencia de existencia
autónoma. No tienen una historia ni un desarrollo propios;
son los hombres los que al desarrollar su producción material
y sus relaciones materiales modifican, junto con su
existencia real, su pensamiento y los productos de su
pensamiento. La vida no está determinada por la conciencia;
la conciencia está determinada por la vida. Los que adoptan
el primer enfoque parten de la conciencia como ser vivo; los
que adoptan el segundo — que corresponde a la vida real—
parten de los indi-
96
viduos vivos, reales y concretos y consideran la concien- cia
únicamente como su conciencia.
Este método de aproximación no deja de tener, natu-
ralmente, presuposiciones, pero parte de presuposiciones
reales y no las abandona ni por un momento. Sus premisas
son los hombres, no en una condición imaginaria de
plenitud o de estabilidad, sino en su proceso efectivo, em-
píricamente observable, de desarrollo en determinadas
condiciones. Cuando se conoce este proceso de vida activo,
la historia deja de ser una colección de hechos muertos —
como ocurre en los empiristas, que también son abs-
tractos— o una actividad ilusoria de sujetos ilusorios
—como ocurre en los idealistas. ____________________
^jDóndetermina la especulación —en la vida real— empieza
la ciencia real, positiva, la representación de la acti- 1 vidad
práctica y del proceso práctico de desarrollo de los hombres. La
fraseología sobre la conciencia desaparece ¿y se debe
reemplazar por el conocimiento real.|Cuando se”conoce la
realidad, la filosofía como actividad independiente pierde su
medio de existencia. En el mejor de los casos, se la puede
reemplazar por un resumen de los resultados generales,
conseguidos con el estudio del desarrollo histórico de los
hombres. Por sí mismas y separadas de la historia real, estas
abstracciones no tienen ningún valor. Sólo pueden servir para
facilitar la clasificación del material histórico y para indicar el
orden de secuencia de sus distintas capas. No nos dan en
absoluto, como la filosofía, una receta o un esquema que
permita distinguir correctamente las diversas épocas de la histo-
ria. Al contrario, las dificultades empiezan cuando nos ponemos
a estudiar y a ordenar el material —de una época pasada o del
presente— y a representar la realidad. [IA (1845-1846) MEGA
1/5, pp. 15-17]
BES is.7 97
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” • -'i '• ■ • •: • •• .
convierten una clase en clase' dominante,*^son; pues,-las
ideas de su dominio. Los individuos que componen la clase
dominante poseen, entre otras cosas, una conciencia y, por lo
tanto, piensan. Mientras dominan como clase y determinan una
época en todas sus dimensiones es evidente que dominan en
toda la extensión y, por consiguiente, también dominan
como pensadores, como productores de ideas, y regulan la
producción y la distribución de las ideas de su época. Por
consiguiente, sus ideas son las ideas dominantes de la época.
Por ejemplo, en un país y en una época en que el poder real,
la aristocracia y la burguesía luchan por el poder y en que,
por consiguiente, el poder es compartido, la doctrina de la
separación de los poderes se convierte en la idea dominante
y se enuncia como una «ley eterna». La división del trabajo,
que hemos estudiado más arriba como una de las principales
fuerzas de la historia hasta nuestros días, también se
manifiesta en el seno de la clase dominante en forma de
división del trabajo mental y material; en el interior de esta
clase, unos son los pensadores de la clase (sus ideólogos
activos, los elaboradores de conceptos, que viven,
principalmente, de desarrollar y perfeccionar las ilusiones
que la clase se hace sobre sí misma), y los otros tienen una
actitud más pasiva y receptiva ante estas ideas e ilusiones
porque son, en realidad, los miembros activos de la clase y
disponen de menos tiempo para forjar ideas e ilusiones sobre
ellos mismos. Esta división en el interior de la clase
dominante puede dar lugar, incluso, a una cierta oposición y
hostilidad entre ambas partes; pero la oposición desaparece
en cuanto se produce una colisión práctica que pone en
peligro a toda la clase; y con ella desaparece, también, la
ilusión de que las ideas dominantes no eran las ideas de la
clase dominante y tenían un poder distinto al poder de esta
clase. La existencia de ideas revolucionarias en una época
determinada presupone la existencia de una clase revolucio-
naria...
Si, al estudiar el curso de la historia, separamos las ideas de
la clase dominante de la clase dominante en sí
MBST
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ÍT-í-x
Cr-
KJ
102
mocráticos son todos tenderos o entusiastas partidarios de los
tenderos. Según su educación y su posición individual,
pueden estar tan lejos del cielo como de la tierra. Lo que les
convierte en representantes de la pequeña burguesía es que
nunca rebasan mentalmente los limites que ésta no rebasa en
la práctica, en la vida; por consiguiente, se encuentran en el
plano teórico con los mismos problemas y las mismas
soluciones con que se encuentran prácticamente los pequeños
burgueses por sus intereses materiales y su posición social.
Ésta es, en general, la relación entre los representantes
políticos y literarios de una clase y la clase que representan.
[/£ Brumario (1852)1
103
I
mi ti do determinar la magnitud del valor y sólo la expresión
común de todas las mercancías en dinero ha permitido
descubrir su cualidad de valores. Ahora bien, es pre-
cisamente esta forma monetaria última del mundo de las
mercancías lo que oculta, en vez de revelar, el carácter social
del trabajo individual y las relaciones sociales entre los
productores individuales. Si digo que la relación de las
levitas y las botas con el lienzo es la encamación universal
del trabajo humano abstracto, mi afirmación es absurda.
Pero cuando los productores de levitas y botas relacionan
estos artículos con el lienzo o, lo que es lo mismo, con el oro
o la plata como equivalentes universales, expresan la
relación entre su trabajo individual y el trabajo colectivo de
la sociedad en la misma forma absurda.
Estas formas constituyen las categorías de la economía
política burguesa. Son formas de pensamiento socialmente
aceptadas y, por consiguiente, objetivas, que expresan las
relaciones productivas de un modo de producción definido,
históricamente determinado; por ejemplo, la producción de
mercancías. Todo el misterio de las mercancías, toda la
magia y la brujería que rodea a los productos del trabajo
mientras adoptan la forma de mercancías, desaparecen, pues,
cuando pasamos a otras formas de producción. [Capital, I
(1867) VA. I. 81-82]
I
La economía política ha analizado, aunque de manera |
incompleta, el valor y su magnitud y ha descubierto lo que )I
hay debajo de estas formas. Pero nunca se ha preguntado por
qué este contenido toma estas formas, por qué el trabajo se
representa por el valor de su producto y el tiempo de trabajo
por la magnitud de este valor. Estas formas, que llevan
escrita inequívocamente su pertenencia a una estructura
social en que el proceso de producción domina al hombre en
vez de ser dominado por él, tienen para el intelecto burgués
una necesidad tan natural como el mismo trabajo productivo.
La burguesía trata, pues, las formas de la producción social
que precedieron a la for-
J04
'■^trssír
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• < -- *A£»
ma burguesa del mismo modo en que los Padres dé la
Iglesia trataban las religiones precristianas. [Capital, T,
(1867) VA. I. pp. 85-87)
105
dejado inmutable la atmósfera, como objeto físico expe-
rimentado. [Capital. I (1867) VA, I, pp. 79-80]
106
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108
III. Sociedad, relaciones sociales
y estructura económica
110
trabajo son los mismos miembros del hombre—, lo primero
de que se apropia el trabajador no es el objeto del trabajo
sino su instrumento. La naturaleza se convierte, así, en uno
de los órganos de su actividad, un órgano que él anexiona a
sus propios órganos corporales, aumentando así su estatura
natural, pese a lo que diga la Biblia. La tierra es su despensa
primitiva y su primer arsenal de instrumentos. Le suministra,
por ejemplo, piedras para lanzar, rascar, golpear, cortar, etc.
La tierra también es un instrumento de trabajo, pero cuando
se utiliza como tal en la agricultura exige otros instrumentos
de trabajo y un desarrollo del trabajo relativamente elevado.
Cuando el trabajo se desarrolla un poco, exige en seguida
instrumentos especialmente preparados. Así, en las cavernas
más antiguas encontramos instrumentos y armas de piedra.
En los orígenes de la historia humana, los animales
domesticados, es decir, los animales criados expresamente y
modificados por el trabajo, son los principales instrumentos
de trabajo, junto con las piedras, la madera, los huesos y las
conchas especialmente preparados. El uso y la fabricación de
instrumentos de trabajo existen ya en germen entre algunas
especies de animales, pero constituyen una característica
especifica del proceso de trabajo humano; por esto Franklin
define al hombre como un «animal constructor de
instrumentos». Los restos de instrumentos ya desaparecidos
tienen para la investigación de las formas sociales
extinguidas la misma importancia que los huesos fosilizados
para la comprensión de la estructura de las especies animales
extinguidas. Lo que nos permite distinguir las diferentes
épocas económicas no son los artículos fabricados sino la
manera en que se fabrican y los instrumentos que se utilizan
para fabricarlos. [Capital, I (1867), VA. I, pp. 185-188.]
112
todos aquellos tipos de sociedad estaba muy poco desa-
rrollada. [MF (1847) MEGA 1/6, p. 198.]
BCS1U 113
La organización y la división del trabajo varían según los
instrumentos de trabajo de que se dispone. El molino movido
a mano implica una división del trabajo distinta a la del
molino de vapor., Partir de la división del trabajo en general
para llegar a un instrumento específico de producción —la
maquinaria— significa, pues, chocar direo Lamente con la
tendencia real de la historia.
La maquinaria no es más categoría económica que el
buey que arrastra el arado. La maquinaria es, únicamente,
una fuerza productiva. La fábrica moderna, basada en el uso
de la maquinaria, es una relación social de producción, una
categoría económica. [MF (1847) MEGA 1/6,
P' >
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... - -
115
producción, su manera de ganarse la vida: cambian todas sus
relaciones sociales. El molino movido a mano os dará una
sociedad con el señor feudal; el molino a vapor, una
sociedad con el capitalista industrial.
Los mismos hombres que crean relaciones sociales con-
formes a su fuerza material de producción producen también
los principios, las leyes y las categorías correspondientes a
sus relaciones sociales. Estas ideas y categorías no son, pues,
más eternas que las relaciones que expresan. Son productos
históricos y transitorios.
Hay un movimiento continuo de crecimiento de las
fuerzas productivas, de destrucción de las relaciones so-
ciales, de formación de ideas; nada es inmutable, con ex-
cepción del movimiento abstracto, mors immortalis. [MF
(1847) MEGA 1/6, pp. 179-180.]
116
Nada puede ser más erróneo que la manera en que los
economistas y los socialistas consideran la sociedad en
relación con las condiciones económicas. En su crítica de
Bastiat, Proudhon dice, por ejemplo: *La. diff&rcncc pour ¡a
société, entre capital el produit n'existe pas. Cettt d i f-
Jérence est toute snbjcctive aux indtvidus.» 1 Vemos, pues,
que da precisamente al elemento social el nombre de sub-
jetivo y el nombre de sociedad a una abstracción subjetiva.
La distinción entre capital y producto consiste, precisamente,
en que el producto, como capital, expresa una determinada
relación que pertenece a una forma histórica y particular de
sociedad. La pretendida consideración de la cuestión desde el
punto de vista social equivale simplemente a olvidar las
distinciones que expresan las relaciones sociales (las
relaciones de la sociedad civil). La sociedad no es un simple
agregado de individuos; es la suma de las relaciones entre
estos individuos. Es como si alguien dijese que, desde el
punto de vista de la sociedad, los esclavos y los ciudadanos
no existen, que todos son hombres. Ser esclavo o ciudadano
es una relación social- mentc determinada entre el individuo
A y el individuo B. El individuo A en si no es un esclavo.
Sólo es esclavo en la sociedad, por la sociedad. Lo que dice
Proudhon sobre el capital y el producto significa, en su
doctrina, que desde el punto de vista de la sociedad no hay
distinción alguna entre los capitalistas y los obreros, cuando
lo cierto es que esta distinción sólo existe desde el punto de
vista de la sociedad. [Grundrisse (1857-1S58), pp. 175-176.]
117
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de una actividad dividida voluntariamente, sino natural- ■
mente, de cómo, decimos, la acción; del hombre actúa como
un poder ajeno que se le enfrenta y le esclaviza en vez de ser
controlado por él. Porque, cuando comienza la división del
trabajo, cada hombre tiene una esfera de actividad particular,
exclusiva, que le es impuesta y de la cual no puede escapar.
Es cazador, pescador, pastor o critico y ha de seguir siéndolo
si no quiere perder sus medios de vida y subsistencia; en
cambio, en la sociedad comunista, donde nadie se verá
adscrito a una esfera exclusiva de actividad, sino que podrá
realizarse personalmente en el ramo que desee, la
producción será, regulada por la sociedad y me permitirá
hacer hoy una cosa y mañana otra, cazar por la mañana,
pescar por la tarde, criar ganado al atardecer y hacer de
critico después de cenar, según mis inclinaciones, sin tener
que convertirme nunca en cazador, en pescador, en pastor o
en crítico.
Esta cristalización de la actividad social, esta consoli-
dación de lo que nosotros mismos producimos en un poder
objetivo que nos domina, que escapa a nuestro control, que
destruye nuestras esperanzas, que reduce a la nada nuestros
cálculos, es uno de los principales factores del desarrollo
histórico hasta nuestros días. Es, precisamente, a causa de
esta contradicción entre el interés del individuo y el de la
comunidad que el último adquiere una forma independiente
como Estado —divorciado de los intereses reales del
individuo y de la comunidad— y, al mismo tiempo, como
vida comunitaria ilusoria, pero siempre sobre la base real de
los vínculos que existen en cada familia y en cada agregado
tribal, como la consanguinidad, el lenguaje, la división del
trabajo en una escala más amplia, y otros intereses. Como
veremos más adelante, surge especialmente sobre la base de
las clases sociales condicionadas por la división del trabajo;
las clases aparecen en todos los agregados sociales de este
tipo y una de ellas domina a las demás. La consecuencia es
que todas las luchas dentro del Estado, la lucha entre la
democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha por el
sufragio ¡i--...
118
universal, etc., son, simplemente, las formas ilusorias de las
verdaderas luchas entre las diferentes clases sociales. [LA
(1845-1846) MEGA 1/5, pp. 22*23.]
* En esta pane hemos incluido una serie de textos que permiten ver
cómo analizaba Marx las sociedades precapitalistas. El propio Marx llevó a
cabo, sin embargo, un estudio detallado de estas sociedades, con el titulo de
«Épocas progresivas en la formación económica de la sociedad». (Véase
Grundrisse, op. cil„ pp. 375413.)
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I. Formas de propiedad y modos
de producción
125
»—»—
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Trasladémonos ahora desde la luminosa isla de Robin-
son a la oscuridad de la Edad Media europea. En vez del
hombre independiente encontramos que todo es dependiente,
siervos y señores, vasallos y señores, seglares y eclesiásticos.
La dependencia personal caracteriza todas las relaciones
sociales de producción y las restantes esferas de la vida
organizadas sobre la base de esta producción. Ahora bien,
precisamente por el hecho de que la dependencia personal
forma la base de esta sociedad, el trabajo y sus productos no
han de tomar una forma fantástica, diferente de su realidad.
En las transacciones de la sociedad toman la forma de
servicios y pagos en especie. La forma social inmediata del
trabajo es, en esta sociedad, la forma particular y natural del
trabajo y no, como en la sosociedad basada en la producción
de mercancías, su forma abstracta general. El trabajo
obligatorio se mide por el tiempo, como el trabajo productor
de mercancías, pero cada siervo sabe que lo que gasta al
servicio de su señor es una cantidad definida de su fuerza de
trabajo personal. El diezmo pagado al sacerdote es más
tangible que la bendición de éste. Independientemente de lo
que se piense, pues, de los papeles que desempañan los
hombres en La sociedad, es un hecho que las relaciones
sociales entre los individuos en la realización de su trabajo
aparecen en todo momento como sus relaciones personales y
no disfrazadas en forma de relaciones sociales entre los pro-
ductos del trabajo..
Para estudiar el trabajo en común o el trabajo direc-
tamente asociado no es necesario remontarse hasta aquella
forma espontáneamente surgida y desarrollada que se
encuentra en el linde mismo de la historia de todos los
pueblos civilizados. Tenemos un ejemplo muy cercano con la
industria patriarcal de la familia campesina que produce trigo,
ganado, hilados, lienzo, ropas de uso doméstico, etcétera.
Desde el punto de vista de la familia, todos los artículos son
diversos productos de su trabajo, pero no mercancías
intercambiables. Las distintas clases de trabajo, como cultivar
La tierra, criar ganado, hilar, tejer, con-
126
w.*«f
127
bal primitiva, o bien en relaciones directas de sujeción. Son
el resultado de un bajo nivel de desarrollo de la fuerza de
trabajo productiva y de las limitadas relaciones co-
rrespondientes entre los hombres, en la esfera de la vida
material, tanto entre el hombre y el hombre como entre el
hombre y la naturaleza. Esta limitación material se refleja en
la esfera ideal, en las religiones naturales y populares
primitivas. El reflejo religioso del mundo real sólo
desaparecerá cuando las relaciones prácticas de la vida
cotidiana ofrezcan al hombre relaciones perfectamente
inteligibles y razonables con el prójimo y con la naturaleza.
El proceso vital de la sociedad, es decir, el proceso de la
producción material, no perderá su velo místico hasta que no
sea el producto de hombres libremente asociados, regulado
conscientemente por éstos de acuerdo con un plan
preestablecido. Ahora, bien, esto requiere una base material
concreta o una serie de condiciones de existencia que
también son el producto espontáneo de un largo y penoso
proceso de desarrollo. [Capital, I (1867) VA, I, pp. 84-85]
HCB «I m
dos, los teócratas etruscos, etc., ha sido transferido, en la
sociedad moderna, a manos del capitalista, tanto individual
como colectivo (sociedad por acciones). [Capital, I (1867)
VA, I, pp. 349-350]
131
* <x
la misma forma y que si resultan destruidas por casualidad
resurgen en el mismo lugar y con el mismo nombre, esta
simplicidad, decimos, es la clave para comprender la
inmutabilidad de las sociedades asiáticas, inmutabilidad que
contrasta profundamente con la constante disolución y fusión
de los Estados asiáticos y con los incesantes cambios de
dinastía. La estructura de los elementos económicos de la
sociedad no se ve afectada por las tempestades del cielo
político [Capital, I (1867) VA, I, pp. 374- 376]
132
cambio, aumenta su volumen, la multiplica y la unlversaliza,
convierte el dinero en dinero mundial. Por consiguiente, el
comercio ejerce en todas partes una influencia más o menos
disolvente sobre la organización de la producción ya existente,
que se orienta, en sus diferentes formas, hacia el valor de uso.
Hasta qué punto el comercio disuelve el viejo modo de
producción es cosa que depende de la solidez y de la
estructura interna de éste. El resultado final de dicho proceso
de disolución, o, dicho de otra manera, qué nuevo modo de
producción sustituirá el antiguo, no depende del comercio sino
del carácter del viejo modo de producción.
En el mundo antiguo, el comercio y el desarrollo del
comercio siempre dieron resultado la instauración de una
economía esclavista; a veces, según el punto de partida, el
resultado, era simplemente, la transformación de un sistema
esclavista patriarcal dedicado a la producción de medios
directos de subsistencia en un sistema similar dedicado a la
producción de plusvalía. En el mundo moderno, el resultado
es la instauración del modo de producción capitalista. La
conclusión es, pues, que los resultados vienen determinados
por circunstancias muy distintas del desarrollo del capital
comercial.
De ello se deduce que cuando la industria urbana se
separa de la industria agrícola, sus productos son, desde el
primer momento, mercancías y requieren para la venta la
intervención del comercio. Es evidente, pues, que el comercio
depende del desarrollo de las ciudades y que, por otro lado, las
ciudades dependen del comercio. Ahora bien, hasta qué grado
el desarrollo industrial seguirá este proceso es cosa que
depende de otras circunstancias. En las postrimerías de la
República romana, el capital comercial se había desarrollado
más que en ningún otro lugar del mundo antiguo, pero sin
impulsar el desarollo industrial; en cambio, en Corinlo y en
otras ciudades griegas de Europa y Asia Menor, el desarrollo
del comercio fue acompañado por un gran desarrollo de la
industria artesanal. Por otro lado, el espíritu comercial y el
comercio se desa-
135
rrollan frecuentemente entre los pueblos nómadas, es decir, en
el extremo opuesto al impulso urbano y sus circunstancias.
[Capital, III VA, III/l, pp. 362-364]
135
lyTT ..... ir "w%"
136
vía operan hoy), había provocado la desaparición casi to-
tal de la población libre. Los esclavos morían en gran nú-
mero y había que reemplazarlos con nuevos esclavos. La
esclavitud siguió siendo la base de todo el sistema produc-
tivo. Los plebeyos, a igual distancia de los hombres libres
y los esclavos, nunca pasaron de la condición de Lumperb
proletaríat. Roma fue siempre una ciudad y nada más que
eso; su relación con las provincias era casi exclusivamente
política y por eso los acontecimientos políticos podían cor-
tarla fácilmente.
Con el desarrollo de la propiedad privada aparecen
por primera vez las condiciones que volveremos a encon-
trar —en mayor escala— en la propiedad privada moder-
na. Por un lado, la concentración de la propiedad privada,
que en Roma empezó muy pronto (como lo demuestra la
ley agraria de Licinio) y se desarrolló rápidamente a par-
tir de las guerras civiles y, especialmente, bajo los empe-
radores; por otro lado, relacionado con esto, existe la
transformación del pequeño campesinado plebeyo en pro-
letariado, pero en un proletariado que nunca tuvo un de-
sarrollo independiente por su posición intermedia entre
los ciudadanos propietarios y los esclavos.
La tercera forma es la propiedad feudal o por estamen-
tos. Si la Antigüedad surgió de la ciudad y de su pequeño
territorio circundante, la Edad Media surgió del campo.
Esta diferencia en el punto de partida estuvo determina-
da por la escasez de una población diseminada en una
área muy extensa y no incrementada de manera impor-
tante por los conquistadores. Por consiguiente, en con-
traste con Grecia y Roma, el desarrollo se inició en una
área mucho más extensa, preparada por las conquistas
romanas y por la propagación de la agricultura, ligada
a aquéllas. Los últimos siglos del Imperio romano y la
conquista de éste por los bárbaros destruyeron una gran
cantidad de fuerzas productivas; la agricultura había en-
trado en decadencia, la industria también por falta de
mercados, el comercio había desaparecido o había sido
violentamente interrumpido, y la población urbana y ru-
137
ral había disminuido. Estas condiciones y el modo de or-
ganización de la conquista determinada por ellas dieron lugar
a la formación de la propiedad feudal, bajo la influencia de la
constitución militar teutónica. Lo mismo que la propiedad
tribal y común, la propiedad feudal también se basa en la
comunidad, pero la clase directamente productora que tiene
enfrente no es, como en la comunidad antigua, la de los
esclavos, sino el pequeño campesinado sometido a
servidumbre. Cuando el feudalismo se desarrolló plenamente,
reapareció el enfrentamiento con la ciudad. El sistema
jerárquico de la propiedad territorial y las huestes armadas
correspondientes dieron a la nobleza un gran poder sobre los
siervos. La estructura feudal era, como la propiedad común de
la antigüedad, una asociación contra una clase productora
sometida, pero la forma de la asociación y la relación con los
productores directos eran distintas porque también lo eran las
condiciones de producción.
A esta estructura feudal de la propiedad territorial
correspondía, en las ciudades, la propiedad gremial, la
organización feudal de los oficios. La propiedad consistía,
principalmente, en el trabajo de cada individuo. La nece-
sidad de asociación contra el robo y las depredaciones por
parte de la nobleza organizada; la necesidad de mercados
cubiertos comunes, en una época en que el industrial era, al
mismo tiempo, mercader; la creciente competencia por
parte de los siervos evadidos en masa hacia las ciudades
prósperas, la estructura feudal del país entero: todos estos
factores contribuyeron a la aparición de los gremios. El
capital de los artesanos individuales, gradualmente
acumulado, y la estabilidad de su número en medio de una
población creciente dieron lugar a la aparición de los
oficiales y los aprendices y crearon en las ciudades una
jerarquía similar a la del campo.
En la época feudal, pues, las principales formas de
propiedad era, por un lado, la propiedad territorial, a 1a que
estaban encadenados los siervos, y por otro lado, la propiedad
del trabajo individual, con un pequeño capital.
138
que regía la actividad de los oficiales. La estructura de am-
bas estaba determinada por las limitadas condiciones de la
producción —cultivo de la tierra primitivo y en pequeña
escala, c industria artesanal. En el apogeo del feudalismo la
división del trabajo era rudimentaria. La oposición entre la
ciudad y el campo existía dentro de cada nación y la división
en órdenes y estamentos era, ciertamente, muy marcada,
pero, aparte de la diferenciación entre los príncipes, la
nobleza, el clero y los campesinos, en el campo, y entre los
maestros, los oficiales, los aprendices y, muy pronto, la
plebe de los jornaleros, en las ciudades, no existía una
división importante del trabajo. En la agricultura, la división
estaba dificultada por el sistema de las pequeñas
explotaciones y por la aparición de una industria, no había
ninguna división del trabajo dentro de los diversos oficios y
muy poca entre ellos. En las viejas ciudades ya existía la
separación entre la industria y el comercio; en las nuevas se
desarrolló más tarde, cuando las ciudades empezaron a
establecer relaciones mutuas.
La agrupación de los territorios más extensos en reinos
feudales era necesaria tanto para la nobleza terrateniente
como para las ciudades. Por consiguiente, la organización de
la clase dominante, la nobleza, estaba encabezada en todas
partes por un monarca. [IA (1845-1846) MEGA 1/5, pp. 11-
15]
J39
- -r *
el mundo antiguo, en la Edad Media y en las colonias
modernas se basa en relaciones directas de dominio y ser-
vidumbre, principalmente en la esclavitud. En cambio, la
forma capitalista presupone desde el primer momento el
trabajador asalariado libre, el hombre que vende su fuerza de
trabajo al capital. Históricamente, esta forma se ha
desarrollado frente a la agricultura feudal y al artesanado
independiente, organizado en gremios o no. En contraste con
éstos, la cooperación capitalista no aparece como una forma
histórica particular de cooperación, sino que la cooperación
parece una forma histórica peculiar del proceso de
producción capitalista, una nota que lo distingue
específicamente. [Capital, I (1867), VA, I, p. 350.]
140
o ampliaba a voluntad las tierras concedidas a los oficiales y
éstos las distribuían a sus vasallos y sub-vasallos. Ahora
bien, el distrito seguía siendo propiedad del clan y aunque
variasen las pretensiones de los individuos, la tenencia era la
misma. Tampoco variaban las contribuciones a la defensa
común, ni el tributo pagado al Señor feudal (Laird), que era,
al mismo tiempo, el jefe militar y el principal magistrado en
época de paz. Cada parcela era cultivada por la misma
familia, una generación tras otra, con tributos fijos. Estos
tributos eran insignificantes: de hecho constituían más un
reconocimiento de la supremacía del «gran hombre» y de sus
funcionarios que una renta de la tierra en sentido moderno o
una fuente de ingresos. Los funcionarios directamente
subordinados al •gran hombre• recibían la denominación de
«Taksmen» y el distrito que administraban, «Tak». Tenían a
sus órdenes a los funcionarios inferiores, al frente de cada al-
dea; y debajo de éitos estaba el campesinado.
Como puede verse, el clan no es más que una familia
organizada a estilo militar, poco definida por las leyes y muy
unida por las tradiciones, como cualquier otra familia. Pero
la tierra es propiedad de la familia y dentro de ésta
dominan las diferencias de rango, pese a la consanguinidad,
como dominan en las antiguas comunidades familiares de
Asia. [ T h e üncliess of Sutherland and Slavery NYDT, 9 de
febrero de 1S53J
142
El dominio de la propiedad territorial no aparece, pues, como
el dominio directo del capital. La relación entre aquél y los
que de él dependen se acerca a la relación con el territorio
patrio. Es una forma estrecha de nacionalidad.
La propiedad territorial feudal da su nombre al señor, así
como el reino da su nombre al rey. La historia de la familia,
la historia de la casa, etc., dan a la propiedad territorial un
cariz individual, singular, como de algo que pertenece
formalmente a una casa, a una persona. Del mismo modo los
trabajadores de la hacienda no tienen la condición de
jornaleros sino que son. en parte, propiedad del señor —
como en el caso de los siervos— y, en parte, sostienen con él
relaciones de respeto, de subordinación y de deber. La
relación del señor con ellos es directamente política y tiene,
incluso, un aspecto agradable. Las costumbres y el carácter
difieren de una hacienda a otra y parecen guardar armonía
con la tierra. En cambio, en una época posterior, lo único que
vincula al hombre con la tierra es el bolsillo, y no el carácter
o la personalidad. Finalmente, el señor no se propone extraer
el máximo beneficio de su hacienda. Se limita, más bien, a
consumir lo que produce y abandona tranquilamente la tarea
de producirlo a los siervos y a los arrendatarios. Esta es la
condición aristocrática de la propiedad territorial, que tanta
gloria romántica confiere a los señores.
Era inevitable la abolición de esta apariencia; era ine-
vitable que la propiedad territorial, raiz de la propiedad
privada, entrase completamente en el movimiento de la
propiedad privada y se convirtiese en mercancía; que el
dominio del propietario apareciese como el dominio desnudo
de la propiedad privada, del capital, al margen de todo color
político; que la relación entre el propietario y el trabajador se
limitase a la relación económica entre explotador y
explotado; que desapareciesen todas las relaciones
personales entre el propietario y la propiedad y que ésta se
convirtiese en una riqueza puramente material; que el
matrimonio honorable con la tierra se convirtiese
143
*ÜÍL
A
nr
144
1
HOB 15.10
I. Orígenes y desarrollo dél capitalismo
147
terrestre. Este desarrollo influyó, a su vez, sobre el de la
industria; a medida que se extendían la industria, el co-
mercio, la navegación y los ferrocarriles se desarrollaba la
burguesía, multiplicaba sus capitales y relegaba a un
segundo término las clases ligadas a la Edad Media.
Vemos, pues, que la burguesía moderna es, en sí misma,
el fruto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de
revoluciones en el modo de produóón y de cambio.
Cada etapa de la evolución de la burguesía ha ido
acompañada del correspondiente éxito político. Estamento
oprimido bajo la dominación de los señores feudales;
asociación armada y autónoma en la comuna medieval; en
algunos lugares república urbana independiente (como en
Italia y Alemania); en otro «tercer estado» tributario de la
monarquía (como en Francia); después, durante el período
de la manufactura propiamente dicho, contrapeso de la
nobleza en las monarquías feudales o absolutas y, en
general piedra angular de las grandes monarquías; con el
establecimiento de la gran industria y del mercado mundial,
la burguesía conquistó finalmente la hegemonía exclusiva
del poder político en el Estado representativo moderno. El
gobierno del Estado moderno no es más que la junta que
administra los negocios comunes de toda la burguesía [MC
(1848) MEGA 1/6, pp. 526-528]
148
Otras circunstancias contribuyen, al mismo tiempo, al
desarrollo de la industria manufacturera; el incremento del
volumen de las mercancías puestas en circulación cuando el
comercio llegó a las Indias orientales por la ruta del Cabo de
Buena Esperanza, el sistema colonial y el desarrollo del
comercio marítimo.
Otro aspecto, insuficientemente estudiado en la historia
de la industria manufacturera, fue la expulsión y la
dispersión de las numerosas personas que estaban al servicio
de los señores feudales. Las situadas en los niveles inferiores
se convirtieron en vagabundos antes de entrar en los talleres.
La creación de los talleres estuvo precedida, en los siglos xv
y xvi, por un vagabundeo casi general. Otro de los factores
que contribuyeron a la creación y al arranque-de los talleres
fue el gran número de campesinos expulsados de la tierra
por la transformación de los campos en pastos y por el
progreso de la agricultura, que redujo el número de brazos
requeridos para el cultivo; estos campesinos expulsados se
trasladaron en masa a las ciudades; fue un proceso que duró
siglos.
La extensión del mercado, la acumulación del capital, los
cambios en la posición social de las diferentes clases, una
multitud de hombres y mujeres privados de toda fuente de
ingresos: éstas fueron las condiciones históricas del
establecimiento de la manufactura. [MF (1847) MEGA 1/6,
pp. 199-200]
L
tos de Asia y los tesoros de’América, el sistema colonial: todos
estos factores contribuyeronmaterialmente a la destrucción de
las trabas feudales a la producción. Sin embargo, en el primer
período, el de la manufactura, el modo de producción
moderno sólo se desarrolló en los puntos donde las condiciones
se habían creado ya previamente, durante la Edad Media.
Comparemos, por ejemplo, Holanda y Portugal. En el siglo xvi
y también en el xvn, hasta cierto punto, la súbita expansión del
comercio y la creación de un nuevo mercado mundial tuvieron
una extraordinaria influencia en el derrocamiento del viejo
modo de producción y en la consolidación del modo de
producción capitalista; pero esto fue sobre la base de un modo
de producción capitalista ya creado...
La transición del modo de producción feudal* al modo
capitalista puede hacerse por dos vías. El productor puede
convertirse en mercader y capitalista, enfrentado con la
economía natural agrícola y con la organización gremial de
la industria en las ciudades medievales. Esta es la vía
verdaderamente revolucionaria. O bien el mercader puede
tomar posesión de la producción directamente. Esta vía
también sirve, históricamente, de forma de transición —por
ejemplo, el comerciante en tejidos inglés del siglo xvn, que
controla directamente a los tejedores (aunque éstos sean
trabajadores independientes), suministrándoles la lana y
comprándoles los tejidos—, pero es incapaz por sí misma
de destruir el viejo modo de producción, antes bien, puede
decirse que lo conserva, que se basa en él... Este método es,
en todos los países, un abstáculo para la formación de un
verdadero modo de producción capitalista y decae con el
desarrollo de éste [Capital, III VA, III/l, pp. 364-366]
150
caricia propia y que no dispone de más mercancía para la
venta, le falta todo lo necesario para la realización de su fuerza
de trabajo.
La cuestión de por qué el trabajador libre acude al
mercado no tiene el más mínimo interés para el propietario
del dinero; para él, el mercado de trabajo es una rama del
mercado general. Por el momento, a nosotros sólo nos
interesa un poco. Observamos el hecho teóricamente como
él lo observa prácticamente. Ahora bien, está claro que la
naturaleza no produce, por un lado, propietarios de dinero o
de mercancías y, por otro lado, hombres que no poseen nada
más que su fuerza de trabajo. Esta relación no tiene ninguna
base natural, ni tampoco una base social común a todas las
épocas históricas. Es, a todas luces, el resultado de una
evolución histórica anterior, el producto de muchas
revoluciones económicas, de la extinción de una serie de
viejas formas de producción social.
Las categorías económicas que hemos analizado también
llevan, pues, el sello de la historia. Para que un producto se
convierta en mercancía se precisan condiciones históricas
definidas. Se requiere, en primer lugar, que no sea
producido como medio de subsistencia directo del propio
productor. Si hubiésemos estudiado en qué circunstancias
todos los productos —o la mayoría— toman la forma de
mercancías, habríamos visto que esto sólo ocurre en un tipo
de producción muy específico, la producción capitalista.
Ahora bien, este estudio sería ajeno al análisis de las
mercancías propiamente dicho. Efectivamente, puede existir
producción y circulación de mercancías aunque la mayoría
de los objetos producidos estén destinados a cubrir las
necesidades inmediatas de sus productores y no sean
transformados en mercancías, y aunque la producción social
esté, pues, lejos de caer bajo el dominio del valor de cambio.
La transformación de los productos en mercancías presupone
un tal desarrollo de la división social del trabajo que ya exista
la separación entre el valor de uso y el vaüor de cambio,
separación ini-
151
ciada con la simple permuta. Ahora bien, esta fase del de-
sarrollo se encuentra en muchas formas de sociedad que
presentan, en otros sentidos, los rasgos históricos más di-
versos.
Por otro lado, si analizamos el dinero veremos que su
existencia presupone un estadio definido en el intercambio
de mercancías. Las fundones particulares del dinero, como
simple equivalente de las mercancías, como medio de
circulación, como medio de pago, como medio de ate-
soramiento o como moneda universal, apuntan —según la
extensión y la preponderancia relativa de una función o de
otra— hacia estadios muy distintos en el proceso de
producción social. Ahora bien, sabemos por experiencia que
para la aparición de todas estas fundones basta un grado de
desarrollo moderado de la circulación de las mercancías. No
ocurre así con el capital. La simple circulación del dinero y
de las mercancías no nos da las condiciones históricas de su
existencia. Sólo se dan cuando el propietario de los medios
de producción y de subsistencia encuentra en el mercado el
trabajador libre que vende su fuerza de trabajo. Y esta
condición histórica comprende toda una etapa histórica. Por
eso, el capital marca, desde su aparición, una nueva época
en el proceso de la producción social. [Capital, 1 (1867)
VA, I. pp. 176-178]
153
tos hombres liberados sólo pudieron convertirse en vende-
dores de sí mismos cuando fueron totalmente privados de
sus medios de producción y de las garantías de existencia
que les daban las viejas instituciones feudales. La historia
de esta expropiación ha sido escrita en los anales de la
humanidad con letras de sangre y fuego.
Los capitalistas industriales, los nuevos potentados, no
sólo tenían que desplazar a los maestros de los gremios sino
también a los señores feudales, los poseedores de las fuentes
de riqueza. En este sentido, su conquista del poder social es
el fruto de una lucha victoriosa contra los señores feudales y
sus ultrajantes prerrogativas y contra los gremios y los
obstáculos con que frenaban el libre desarrollo de la
producción y la libre explotación del hombre por el hombre.
Los caballeros de la industria sólo consiguieron, pues,
suplantar a los caballeros de la espada aprovechando
acontecimientos de los que no eran directamente
responsables. Los medios que utilizaron son tan viles como
los utilizados por el liberto romano para dominar a su
patronus.
El punto de partida del proceso de aparición del asala-
riado y del capitalista fue la servidumbre del trabajador. El
progreso consistió en una transformación de la forma de
esta servidumbre, en la transformación de la explotación
feudal en explotación capitalista. Para comprender su curso,
hemos de remontarnos hasta muy lejos. Aunque los
primeros síntomas de la producción capitalista sean ya
visibles en los siglos xiv y xv, esporádicamente en algunas
ciudades del Mcditeránco, la era capitalista empieza en el
siglo xvt. En los países en que aparece hace ya tiempo que
se ha abolido la servidumbre, hace ya tiempo que ha
empezado a decaer la gloría de la Edad Media y de las
ciudades soberanas y autónomas.
En la historia de la acumulación primitiva, son re-
voluciones importantes todas las que sirven de palancas para
la clase capitalista, en proceso de formación; ahora bien, los
momentos más importantes son aquellos en que grandes
masas de hombres se ven separados súbitamente
y por la fuerza de sus medios de subsistencia y lanzados al
mercado del trabajo como proletarios libres y «des-
vinculados». La base de todo proceso es la expropiación del
productor agrícola, la separación del campesino de su tierra.
La historia de esta expropiación presenta aspectos diferentes
en los distintos países y pasa por sus diversas fases en
distintos órdenes de sucesión y en períodos distintos. Sólo en
Inglaterra, el país que tomamos como ejemplo, ha adoptado
una forma clásica. [Capital, I, (1867) VA, I, pp. 752-754]
1
Cualquiera que sea el modo social de producción, los
trabajadores y los medios de producción siempre son sus
principales elementos. Pero mientras están separados, sólo
son tales elementos en potencia. Para que la producción sea
posible, es preciso reunirlos, ponerlos en contacto. El rasgo
distintivo de los diferentes periodos económicos de la
organización de la sociedad es la forma particular en que se
produce este contacto. En nuestro caso, el dato de que
partimos es la separación del trabajador libre de sus medios
de producción, y ya hemos visto de qué modo y en qué
condiciones estos dos elementos han sido reunidos en manos
del capitalista, a saber, como modo de existencia productiva
de su capital. El proceso efectivo que combina los elementos
personales y materiales en las mercancías, el proceso de
producción, se convierte, pues, en una función del capital, en
un proceso capitalista de producción, cuya naturaleza ha sido
analizada en detalle en el primer volumen de esta obra. Todo
proceso de producción de mercancías es, al mismo tiempo, un
proceso de explotación de la fuerza de trabajo, pero el modo
de producción capitalista es el primero que se ha convertido
en un modo de explotación que, en el curso de su desarrollo
j
histórico, por su organización del trabajo y por su espléndido
I progreso técnico, transforma toda la estructura económica de
i
i la sociedad y supera con mucho las reali-
155
zaciones de los períodos anteriores. [Capital, II VA, II, pp.
34-35]
156
civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra,
crea un mundo a imagen y semejanza suya.
La burguesía ha sometido el campo al dominio do la
ciudad. Ha creado ciudades inmensas; ha incrementado
enormemente la población urbana en comparación con la del
campo y ha rescatado a una parte considerable de la
población al idiotismo de la vida rural. Así como ha su-
bordinado el campo a la ciudad, ha subordinado los países
bárbaros o semibárbaros a los países civilizados, los pueblos
campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.
La burguesía suprime cada-vez más el fraccionamiento de
la población, de los medios de producción y de la propiedad.
Ha aglomerado la población, ha centralizado los medios de
producción y ha concentrado la propiedad en manos de una
minoría. La consecuencia necesaria de todo ello ha sido la
centralización política. Las provincias independientes, o
unidas con vínculos muy débiles, con intereses, leyes,
gobiernos y sistemas tributarios diferentes se han
consolidado en una sola nación, con un solo gobierno, una
sola ley, un solo interés nacional de clase, una sola frontera,
una sola tarifa aduanera.
La burguesía, con su dominio de clase, que apenas cuenta
con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más
masivas y colosales que todas las generaciones precedentes
juntas. La sujeción de las fuerzas de la naturaleza al hombre,
la utilización de la maquinaria, la aplicación de la química a
la industria y a la agricultura, la navegación a vapor, el
ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la adaptación al cultivo de
continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación,
poblaciones enteras surgidas como por encanto de la tierra:
¿cuál de los siglos precedentes podía ni siquiera sospechar
que tales fuerzas productivas dormitaban en el seno del
trabajador social?
Hemos visto, pues, que los medios de producción y de
cambio sobre cuya base se ha formado la burguesía, se
crearon en la sociedad feudal. Al llegar a un cierto grado de
desarrollo, estos medios de producción y de cambio,
157
las condiciones en que la sociedad feudal producía y cam-
biaba, toda la organización feudal de la agricultura y de la
industria manufacturera, en una palabra, todas las relaciones
feudales de propiedad, dejaron de corresponder a las fuerzas
productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción en vez
de impulsarla; se convirtieron en otras tantas trabas. Era
preciso destruir estas trabas, y se destruyeron.
Su puesto fue ocupado por la libre concurrencia, con una
constitución social y política adecuada a ésta y con el
dominio económico y político de la clase burguesa.
Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento
similar. La sociedad burguesa moderna, con sus relaciones
de producción, de cambio y de propiedad, una sociedad que
ha hecho surgir tan poderosos medios de producción y de
cambio, se parece al brujo que ya no es capaz de dominar las
potencias infernales que él mismo ha desencadenado con sus
conjuros. Desde hace algunas décadas, la historia de la
industria y del comercio no es más que la historia de la
rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las
actuales relaciones de producción, contra las relaciones de
propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y de
su dominación. [MC (1848) MEGA, 1/6, pp. 529-531]
158
trabajadores o no. Los innumerables matices que ofrece a
simple vista corresponden a los estadios intermedios entre estos
dos extremos. La propiedad privada del trabajador sobre sus
medios de producción es el fundamento de la pequeña industria,
y la pequeña industria es una condición esencial para el
desarrollo de la producción social y de la libre individualidad del
trabajador. Desde luego, este modo de producción también existe
bajo el escla- vismo, la servidumbre y otras formas de
dependencia. Pero sólo florece plenamente, sólo despliega todas
sus energías, sólo alcanza la plenitud de su forma clásica cuando
el trabajador es el propietario privado de los medios ' de trabajo
que utiliza: el campesino, de la tierra que cultiva; el artesano, de
los instrumentos que maneja como un virtuoso. Este modo de
producción supone la parcelación del suelo y de los restantes
medios de producción. Excluye la concentración de estos medios
de producción y, por consiguiente, excluye también la
cooperación, la división del trabajo dentro de cada proceso
separado de producción, el control de las fuerzas de la naturaleza
por la sociedad y su utilización productiva, y el libre desarrollo
de las fuerzas productivas sociales. Sólo es compatible con una
sociedad y un sistema de producción primitivos y limitados.
Perpetuarlo sería, como dice Pecqueur, «decretar la mediocridad
universal». Al llegar a una cierta fase de desarrollo, él mismo
engendra los medios materiales de su propia destrucción. A
partir de este momento, nuevas fuerzas y nuevas pasiones surgen
y se mueven en el seno de la sociedad; pero la vieja organización
social las frena y las mantiene sometidas. Es preciso destruirla y
se destruye. Su aniquilación, la transformación de los medios de
producción individualizados y dispersos en medios socialmente
concentrados, la transformación de la raquítica propiedad de
muchos en la gran propiedad de una miooría, la separación
violenta de la gran masa de la población de la tierra, de los
medios de subsistencia y j de los medios de trabajo, la terrible
expropiación de la gran masa del pueblo, constituyen el preludio
de la his-
159
i
tocia del capital. Comprende una serie de medidas violentas,
de las que sólo hemos examinado las que han llegado a
adquirir notoriedad histórica como métodos de la acu-
mulación primitiva del capital. La expropiación de los
productores inmediatos se llevó a cabo con un vandalismo
despiadado, bajo el impulso de las pasiones más infames,
sórdidas, mezquinas y odiosas. La propiedad privada, fruto
del propio trabajo, basada, por así decirlo, en la fusión del
trabajador aislado e independiente con las condiciones de su
trabajo, fue reemplazada por la propiedad privada
capitalista, basada en la explotación del trabajo ajeno, de
personas nominalmente libres.
Cuando este proceso de transformación ha minado la
vieja sociedad de pies a cabeza, cuando los trabajadores se
han convertido en proletarios y sus medios de trabajo en
capital, cuando el modo de producción capitalista se mueve
ya por sí mismo, toman una nueva forma la socialización
ulterior del trabajo y la transformación de la tierra y de otros
medios de producción en medios de producción explotados
y, por consiguiente, comunes; toma también una nueva
forma la expropiación ulterior de los propietarios privados.
A partir de este momento no se expropia ya a los
trabajadores independientes sino a los capitalistas que
explotan a muchos trabajadores. Esta expropiación se lleva a
cabo por la acción de las leyes inmanentes de La producción
capitalista, por la centralización del capital. Un capitalista
desplaza a otros. Junto con esta centralización, con esta
expropiación de muchos capitalistas por una minoría, se
desarrolla, en una escala cada día mayor, la forma
cooperativa del proceso del trabajo, la aplicación consciente
de la ciencia, la explotación planificarla de la tierra, la
transformación de los instrumentos de trabajo en
instrumentos que sólo pueden utilizarse en forma
cooperativa, la economía de todos los medios de producción
al utilizarlos como medios de producción del trabajo
combinado, socializado, la absorción de todos los países en
la red del mercado mundial y el carácter internacional del
sistema capitalista. Junto con la constante dismi-
160
nución del número de los magnates del capital, que usurpan y
monopolizan todas las ventajas de este proceso de
transformación, aumentan la miseria, la opresión, la es-
clavitud, la degradación y la explotación. Pero también
aumenta la rebelión de la clase obrera, una clase cuyo número
crece constantemente y que es disciplinada, unida, organizada
por el mismo mecanismo de la producción capitalista. El
monopolio del capital se convierte en un obstáculo para el
modo de producción surgido y desarrollado con él, debajo de
él. La centralización de los medios de producción y la
socialización del trabajo llegan finalmente a un punto en que
resultan incompatibles con su envoltura capitalista. La
envoltura es desgarrada, destruida. Suena la hora final de la
propiedad privada capitalista. Los expropiadores son
expropiados.
El modo de apropiación capitalista, resultado del modo
de producción capitalista, nos da la propiedad privada ca-
pitalista. Es la primera negación de la propiedad privada
individua], basada en el propio trabajo. Pero la produo- ción
capitalista engendra, con la inexorabilidad de una ley de la
naturaleza, su propia negación. Es la negación de la negación.
Ésta no restaura la propiedad privada del productor sino una
propiedad privada basada en las adquisiciones de la era
capitalista, es decir, en la cooperación y la posesión en común
de la tierra y de los medios de producción producidos por el
trabajo.
La transformación de la propiedad privada dispersa,
basada en el trabajo individual, en propiedad privada ca-
pitalista es, naturalmente, un proceso incomparablemente más
lento, violento y difícil que la transformación de la propiedad
privada capitalista —que ya se basa, de hecho, en la
producción socializada— en propiedad socializada. En el
primer caso, la gran masa de la población fue expropiada por
unos cuantos usurpadores; en el segundo, la minoría de
usurpadores es expropiada por la gran masa del pueblo.
[Capital, I (1867) VA, I, pp. 801-804]
íJCB14.11 161
Basta con mencionar las crisis comerciales que, con su
reaparición periódica, plantean en forma cada vez más
amenazadora la cuestión de la existencia de toda la sociedad
burguesa. Durante las crisis comerciales se destruye
sistemáticamente no sólo una parte considerable de los
productos ya elaborados, sino también una parte de las
mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis se
extiende sobre la sociedad una epidemia social que en
cualquier otra época anterior habría parecido absurda: la
epidemia de la superproducción. La sociedad vuelve
súbitamente a un estado de barbarie momentáneo: se diría
que el hambre, que una guerra devastadora la han privado de
sus medios de subsistencia; la industria y el comercio
parecen aniquilados. Y todo esto, ¿por qué? Porque la so-
ciedad posee demasiada civilización, demasiados medios de
vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas
productivas de que dispone no tienden ya a impulsar el
desarrollo de las condiciones de la propiedad burguesa; aj
contrario, son ya demasiado poderosas para dichas
condiciones: éstas constituyen un obstáculo para su desa-
rrollo. Y cada vez que las fuerzas productivas superan este
obstáculo precipitan a toda la sociedad burguesa en el
desorden y ponen en peligro la existencia misma de la
propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan
demasiado estrechas para contener la riqueza creada en su
interior. ¿Cómo supera la burguesía estas crisis? Por un lado,
con la destrucción obligada de una masa de fuerzas
productivas; por otro lado, con la conquista de nuevos
mercados y la explotación más intensa de los antiguos. Es
decir, preparando crisis más extensas y destructivas y
reduciendo los medios de prevenirlas. [MF (1848) MEGA,
1/6, pp. 531-532]
162
Las limitaciones del modo de producción capitalista
resultan evidentes:
1. Por el hecho de que, con la tendencia decreciente de
la cuota de ganancia, el desarrollo de la productividad del
trabajo crea una ley que, en cierto punto, resulta hostil a este
mismo modo de producción, una ley que sólo puede
i contrarrestarse con crisis periódicas.
2. Por el hecho de que la expansión o la contracción de
la producción se deciden por la apropiación del trabajo
retribuido y por la proporción entre este trabajo no re-
tribuido y el trabajo materializado en general o, por decirlo
con el lenguaje de los capitalistas, por los beneficios y por la
proporción entre estos beneficios y el capital uti-
3 lizado, por una cuota concreta de ganancia y no p>or la relación
de la producción con las necesidades sociales, con las
necesidades de seres humanos socialmente desarrollados.
En consecuencia, el modo de producción capitalista alcanza
su límite a un nivel de producción totalmente inadecuado en
términos de la segunda presuposición (la producción en
función de las necesidades). Llega al limite en un punto
determinado por la producción y la realización de
beneficios, no por la satisfacción de las necesidades
humanas. [Capital, 111 VA, I I I , pp. 2S7-2SS]
164
za, constantemente creciente. También entran en contra-
dicción con las condiciones en que el capital aumenta de
valor. Ésta es la causa de las crisis. [Capital, III VA, III/l,
pp. 295-296]
1*7
y pueden actuar como ejército; también se transformó la
relación entre los distintos ejércitos.
I-as relaciones sociales en que los individuos producen, las
relaciones sociales de producción, se transforman con la
transformación de los medios materiales de producción, de las
fuerzas de produccción. Las relaciones de producción en su
totalidad constituyen lo que se llama relaciones sociales, la
sociedad y, más concretamente, una sociedad en una etapa
concreta del desarrollo histórico, una sociedad con un carácter
único y distintivo. La sociedad antigua, la sociedad feudal, la
sociedad burguesa (o capitalista) son estas totalidades de las
relaciones de producción; cada una de ellas constituye un
estadio particular en el desarrollo de la historia de la
humanidad.
El capital también es una relación social de producción. Es
una relación de producción burguesa, una relación de producción
de la sociedad burguesa. ¿No se han producido y acumulado en
determinadas condiciones sociales, bajo determinadas
relaciones sociales, los medios de subsistencia, los instrumentos
de trabajo y las materias primas que componen el capital? ¿Y
no es este carácter social concreto lo que imprime a los
productos que sirven para la nueva producción el sello de
capital?
El capital no sólo consiste en medios de subsistencia, en
instrumentos de trabajo y en materias primas, no sólo consiste
en productos materiales: también consiste en valores de cambio.
Todos los productos que lo componen son mercancías. Por
consiguiente, el capital no sólo es una suma de productos
materiales sino también una suma de mercancías, de valores de
cambio, de magnitudes sociales. [TAC (1849) MEGA 1/6, pp.
482^83]
168
¿Cómo se convierte en capital una suma de mercancías, de
valores de cambio?
¡ , r
.
Por el hecho de que como fuerza social independiente, es
decir, como poder de una parte de la sociedad, se conserva y
multiplica mediante el intercambio con la fuerza de trabajo
inmediata, viva.
Una premisa necesaria del capital es la existencia de una
clase que no posea más que la capacidad de trabajar.
Lo que transforma el trabajo acumulado en capital es el
dominio de trabajo pasado, acumulado, materializado sobre
el trabajo inmediatamente vivo.
El capital no consiste en que el trabajo acumulado sirva
al trabajo vivo como medio para una nueva producción.
Consiste en que el trabajo vivo sirve al trabajo acumulado
como medio para conservar y multiplicar su valor de
cambio.
¿Qué ocurre con el intercambio entre el capitalista y el
trabajador asalariado?
El trabajador recibe medios de subsistencia a cambio de
su fuerza de trabajo, pero el capitalista recibe, a cambio de
sus medios de subsistencia, el trabajo, la actividad
productiva del obrero, la fuerza creadora con que el obrero
no sólo reemplaza lo que consume, sino que da al trabajo
acumulado un valor superior al que tenía anteriormente. El
obrero obtiene del capitalista una parte de los medios de
subsistencia existentes. Pero, ¿para qué le sirven estos
medios de subsistencia? Para el consumo inmediato. Ahora
bien: cuando consumo medios de subsistencia, los pierdo
irrevocablemente si no dedico el tiempo que vivo gracias a
estos medios a producir otros nuevos, a crear con mi trabajo
nuevos valores que reemplacen los valores perdidos con el
consumo. Es precisamente esta noble capacidad reproductiva
lo que el obrero cede al capitalista a cambio de los medios
de subsistencia que de él recibe. Y al cederla, la pierde.
[TAC (1849) MEGA 1/6, pp. 484-485]
169
¿Puede decirse que el trabajo asalariado crea propiedad
para el trabajador? En absoluto. La único que crea es
capital, es decir, la propiedad que explota el trabajo
asalariado y que sólo puede incrementarse a condición de
producir nuevo trabajo asalariado para volverlo a explotar.
En su forma actual, la propiedad se basa en el antagonismo
entre el capital y el trabajo asalariado. Examinemos los dos
extremos de este antagonismo. Ser capitalista significa
ocupar no sólo una posición personal en la producción, sino
también una posición social. El capital es un producto
colectivo; sólo puede ponerse en movimiento, pues, con la
actividad conjunta de muchos miembros de la sociedad y,
en última instancia, sólo con la actividad conjunta de todos
los miembros de la sociedad. El capital no es, pues, una
fuerza personal; es una fuerza social. En consecuencia, si el
capital se transforma en propiedad colectiva, en propiedad
de todos los miembros de la sociedad, no se transforma la
propiedad personal en propiedad social. Sólo cambia el
carácter social de la propiedad. Pierde su carácter de clase.
[MC (1848) MEGA 1/6, p. 539]
170
pataces, contramaestres), los cuales ejercen autoridad en
nombre del capitalista durante el proceso de trabajo. Su
función fija y exclusiva es la tarea de supervisión. Cuando
comparan el modo de producción de los campesinos y de
los artesanos independientes con la producción basada en la
esclavitud, los economistas incluyen este trabajo de
supervisión entre los faiLx frais de la producción. En
cambio, cuando estudian el modo de producción capitalista,
confunden la labor de dirección obligada por el carácter
colectivo del proceso del trabajo con la tarea de control,
impuesta por el carácter capitalista de este proceso y por el
conflicto de intereses entre el capitalista y el trabajador. Un
hombre no es capitalista porque es gerente industrial; al
contrario, es gerente industrial porque es capitalista. La
gerencia de la industria es un atributo de! capital, del mismo
modo que en la ¿poca feudal las funciones de general v de
juez eran atributos de la propiedad territorial. [Capital. I
(1S67) VA. I. pp. 347-34S.]
J71
con d sistema esclavista.1 Abora bien, también es indispensable
en el modo de producción^capitalista porque el proceso de
producción es, a la vez, el proceso con que el capitalista
consume la fuerza de . trabajo del obrero. Del mismo modo, en
los Estados despóticos la labor de supervisión y de ingerencia
total del gobierno, comprende ambos aspectos: la realización
de las tareas comunitarias, necesaria en todas las comunidades,
y las funciones específicas que responden al antagonismo entre
el gobierno y la masa del pueblo.
En las obras de los autores antiguos, que contemplaban el
sistema esclavista, los dos aspectos de la tarea de supervisión
están ligados de forma tan inseparable en la teoría como lo
estaban en la práctica. Lo mismo ocurre en las obras de los
economistas modernos, que consideran d modo de producción
capitalista como un modo de producción absoluto. Por otro
lado, los apologistas del moderno sistema esclavista saben
utilizar la labor de supervisión y vigilancia para justificar la
esclavitud, con tanta perfección como la utilizan otros
economistas para justificar el sistema del trabajo asalariado.
La Labor de dirección y vigilancia, no como función
resultante de la naturaleza del trabajo cooperativo, sino
como consecuencia del antagonismo entre el propietario de
los medios de producción y el propietario de la simple
fuerza de trabajo (tanto si esta fuerza de trabajo se compra
comprando el trabajador mismo, caso del sistema esclavista,
como si el trabajador vende personalmente su fuerza de
trabajo de modo que el proceso de producción sea el proceso
de consumo de su fuerza de trabajo por el capital), como
función resultante de la servidumbre de los productores
directos, se ha querido convertir, a menudo, en el
fundamento de la justificación de esta misma servidumbre.
Se ha intentado presentar, también, la apropiación del
trabajo ajeno no retribuido como la justa re-
172
compensa del propietario del capital por su propio trabajo...
Ahora bien, el trabajador asalariado, como el esclavo,
necesita un amo que le haga trabajar y le gobierne. Una vez
supuesta esta relación entre el amo y el servidor, es
perfectamente justo obligar al trabajador asalariado a producir
su propio salario y el salario de los encargados de vigilarle, a
compensar el trabajo que cuesta vigilarle y gobernarle, «una
justa indemnización al amo por la labor y el talento gastados
en gobernarle y convertirle en per- sona útil para sí mismo y
para la sociedad».2 3 *
La labor de dirección y de vigilancia que responde al
carácter antagónico y al dominio del capital sobre el trabajo,
que todos los modos de producción basados en el
antagonismo de clase comparten con el modo capitalista, se
relacionan directa e inseparablemente— también en el sistema
capitalista— con las funciones productivas particulares que
comporta toda clase de trabajo social cooperativo de los
individuos. El salario de un cpitropos o del régisseur, como
se le denominaba en la Francia feudal, se diferencia
enteramente del beneficio y toma la forma de salario de
trabajo especializado cuando el negocio tiene dimensiones lo
bastante amplias como para poder pagar este tipo ri"*
:".rector, sin que esto quiera decir que los capitalistas
industriales de hoy «se dediquen a los asuntos del Estado o a
estudiar filosofía».
El señor Ure 5 nos ha dicho ya que el «alma de nuestro
sistema industrial» son los directores industriales y no los
capitalistas industriales... El modo de producción capitalista
ha llevado las cosas hasta tal punto que la labor de vigilancia
rueda ya por la calle enteramente separada de la propiedad del
capital. Ya no es necesario, pues,
173
que el capitalista se encargue personalmente de la labor de
vigilancia. El director de orquesta no tiene por qué ser el
propietario de los instrumentos de los miembros de aquella
ni su oficio tiene nada que ver con el pago de los salarios de
los músicos. Las fábricas cooperativas demuestran que el
capitalista es hoy tan superfluo como funcionario de la
producción como superfluo es para él —en sus formas más
desarrolladas— el gran terrateniente. En la medida en que el
trabajo del capitalista no es la labor puramente capitalista
que se deriva del proceso de producción y desaparece
cuando desaparece el capital; en la medida en que no se
limite a la función de explotar el trabajo ajeno; en la medida
en que proviene de la forma social del proceso de trabajo
como combinación y cooperación de muchos para la
obtención de un resultado común; en esta medida, decimos,
es tan independiente del capital como esta forma misma,
cuando ha roto la envoltura capitalista...
El salario de gerencia, el de gerente comercial y el de
gerente industrial, está totalmente separado de los beneficios
de la empresa, tanto en las cooperativas industríales obreras
como en las sociedades por acciones capitalistas. La
separación entre el salario de gerencia y los beneficios de La
empresa, que en otros casos parece accidental, es aquí
constante. En la cooperativa industrial desaparece el carácter
antagónico de la labor de control y vigilancia, porque el
gerente lo pagan los obreros, en vez de representar el capital
contra ellos. En las sociedades por acciones, en general,
surgidas con el sistema de crédito, se tiende a separar cada
vez más la función de dirección de la propiedad del capital,
tanto si se trata de capital propio como de capital prestado.
Del mismo modo, al desarrollarse la sociedad civil, las
funciones de juez y de administrador se separan de la
propiedad feudal, de la que eran atribuidos en la época del
feudalismo. Ahora bien, como simple propietario del capital, el
capitalista activo se enfrenta con el capitalista inversionista, al
tiempo que el capital monetario adquiere ún carácter sódal y,
con d
174
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«i
desarrollo del crédito, se concentra en los bancos y son éstos
quienes lo prestan, y no sus verdaderos propietarios. Por otro
lado, el simple director de empresa, que no posee capital de m
ningún tipo, realiza todas las funciones del capitalista activo;
sólo queda, pues, el funcionario, y el capitalista desaparece
del proceso de producción como un personaje superfluo...
Sobre la base de la producción capitalista, las sociedades rm
han inventado un nuevo truco en relación con el salario de
gerencia. Consiste en colocar al lado del verdadero director un •si
grupo de directores o de gerentes para los cuales la vigilancia, m
el control y la dirección no son, en la práctica, más que un
pretexto para robar a los accionistas y enriquecerse ellos.
[Capital, III VA, III/1, pp. 418- 426]
k
)r1
m
La manufactura produce, de hecho, la aptitud del tra-
bajador especializado al reproducir y llevar sistemáticamente
a un extremo, dentro del taller, la diferenciación de los oficios
surgida de manera natural y que ya encontró existente en la
sociedad en general. Por otro lado, la transformación del
trabajo subdividido en profesión vitalicia de un individuo
corresponde a la tendencia, ya observada en los tipos
anteriores de sociedad, a convertir los oficios en hereditarios,
a potril icarios en forma de castas o de gremios cuando las
condiciones históricas concretas dan lugar a una variabilidad
individual incompatible con el sistema de castas. Las castas y
los gremios nacen por la acción de la misma ley natural que
regula la diferenciación de las plantas y de los animales en
especies y subespecies; la única diferencia consiste en que al
llegar a un cierto grado de desarrollo, el carácter hereditario
de las castas y el exclusivismo de los gremios se decretan
como una ley social. [Capital, I (1867) VA, I, pp. 355-356.)
175
Ésta * es la abolición del modo de producción capitalista
dentro de la misma producción capitalista, una contradicción
autodestructiva que, prima facie, no es más que una fase de
transición hacia una nueva forma de producción. Sus efectos
son la mejor expresión de su contradictoria naturaleza.
Establece un monopolio en determinados sectores y fomenta,
de este modo, la intervención del Estado. Reproduce una
nueva aristocracia de las finanzas, una nueva variedad de
parásitos en forma de promotores, especuladores y directores
puramente nominales un sistema de trampas y engaños, con las
promociones internas, el tráfico de acciones y la
especulación. En una producción privada sin el control de la
propiedad privada. [Capital, III VA, III/l, pp. 479-480]
176
H
un lado, premisas y, por otro lado, resultados y creaciones del
proceso de producción capitalista. Éste las produce y las
reproduce. Hemos visto también que el capital (el capitalista
es, simplemente, capital personificado y opera en el proceso
de producción como el agente del capital), en el proceso
social de producción correspondiente, extrae una cierta
cantidad de trabajo excedente del productor directo, el
obrero, trabajo excedente no retribuido que siempre tiene la
cualidad de trabajo forzado, aunque parezca resultado de un
contrato libremente aceptado. Este trabajo excedente está
representado por la plusvalía y esta plusvalía se encarna en
un producto excedente. En general, siempre tiene que haber
trabajo excedente, en el sentido de una cantidad de trabajo
superior al que se necesita para satisfacer las necesidades
existentes. Ahora bien, en el sistema capitalista, lo mismo
que en el esclavista, etc., este trabajo excedente tiene una
forma antagónica y cuenta con el complemento de la
ociosidad total de un sector de la sociedad. Se requiere una
cierta cantidad de trabajo excedente para hacer frente a
posibles contingencias y para la necesaria y progresiva
expansión del proceso de reproducción (llamado
acumulación desde el punto de vista del capitalista), de
acuerdo con el desarrollo de las necesidades y con el
incremento de la población. Uno de los aspectos
civilizadores del capital es que impone este trabajo
excedente de una manera y en unas condiciones más
favorables para el desarrollo de las fuerzas productivas, de
las relaciones sociales y para la creación de los elementos de
una estructura social nueva y superior, en condiciones más
favorables, decimos, que las anteriores formas de la
esclavitud, la servidumbre, etc. Nos lleva, por consiguiente,
a una etapa en que se eliminan la coerción y el monopolio
del desarrollo social (incluyendo las ventajas materiales e
intelectuales) en favor de un sector de la sociedad y a costa
del otro; además, crea los requisitos materiales y los
gérmenes de condiciones que, en una forma superior de
sociedad, permitirán combinar este trabajo excedente con la
reducción del tiempo dedi
gastan dinero
nuevas sine-
curas en ei aparato del Estado y ricas fuentes de ingresos
en el de la Iglesia. Pues estos ¡«trabajadores improducti-
vos», cuyos servicios se incluyen entre los gastos de los
ricos ociosos, tienen un punto en común: sólo producen
«productos inmateriales», pero consumen «productos ma-
teriales», es decir, los productos de los trabajadores pro-
ductivos. Otros economistas, Malthus entre ellos, admiten
la distinción entre los trabajadores productivos y los im-
productivos, pero demuestran a los capitalistas industria-
les que los segundos son tan necesarios como los prime-
ros, incluso para la producción de riqueza material. [TPV,
I, pp. 376-377J
—
bién enfermedad), los profesores y escritores producen
ilustración (pero también obscurantismo), los poetas, pin-
tores, etc., producen buen gusto (pero también falta de
gusto), los moralistas producen buenas costumbres y ma-
neras, los sacerdotes producen culto, los soberanos producen
seguridad, etc. Del mismo modo, se podría decir que la
enfermedad produce médicos, la estupidez produce
profesores y escritores, la falta de gusto produce poetas y
pintores, la inmoralidad produce moralistas, la superstición
produce sacerdotes y la inseguridad general produce
soberanos. Esta manera de decir que todas las actividades y
servicios producen un valor de uso real o imaginario ha sido
adoptada por los sucesores de Starch para demostrar que
estos trabajadores son trabajadores productivos en el sentido
que Adam Smith dio al término, es decir, no que crean
productos directamente, sino que con* tribuyen a producir
los productos del trabajo material y, por consiguiente,
producen riqueza. [TPV, I, p. 3S4] •>
179
¡fiHMÉÉa*ÍÉM«Hl
180
sus efectos productivos son tan grandes como los de las
huelgas para estimular la invención de máquinas.
Y, dejando la esfera del delito privado, ¿existiría un
mercado mundial, existirían incluso las naciones, si no hu-
biesen delitos nacionales? No es el árbol del mal el árbol
del conocimiento, desde Adán hasta hoy?
En su Fable of ihc Bees (1708), Mandcville demostró
ya que todas las ocupaciones inglesas eran productivas y
fue un precursor de nuestra propia argumentación:
«Lo que nosotros denominamos el Mal en este Mundo,
tanto el Moral como el Natural, es el gran principio que nos
hace Criaturas sociables, la sólida Base, la Vida y el Apoyo de
todos los Oficios y Ocupaciones sin Excepción: Si en la
búsqueda del verdadero Origen de todas las Artes y Ciencias
prescindimos del Momento del Mal, la Sociedad resulta
perjudicada, cuando no desaparece totalmente.»
I 181
j
III. La Ideología del capitalismo
.j
184
una fachada que correspondía a la forma de explotación
existente y que fue sistematizada, en particular, por los
teóricos de la monarquía absoluta.
185
toda Francia. Además, París era en el siglo xvni la única
ciudad cosmopolita, mundial, una ciudad donde se reía*
donaban personalmente los individuos de todos los países.
Estos rasgos, junto con la mayor universalidad, en general,
de la visión de los franceses, dieron a la teoría de Helvé- tius
y Holbach un aspecto universal único, pero al mismo tiempo
eliminaron de ella el contenido económico positivo que
todavía tenía entre los autores ingleses. Una teoría que en
los autores ingleses era el simple reconocimiento de un
hecho se convirtió en los autores franceses en un sistema
filosófico. Esta universalidad privada de su contenido
positivo, tal como la encontramos en Helvétius y Holbach,
es esencialmente distinta de la totalidad, rica de contenido,
que encontramos por vez primera en Bent- ham y MilL
Aquélla corresponde a una burguesía todavía
subdesarrollada y en plena lucha; ésta a una burguesía
desarrollada y dominante. El contenido de la teoría de la
explotación, menospreciado por Helvétius y Holbach, fue
desarrollado y sistematizado por los fisiócratas. Ahora bien,
éstos se basaban en las condiciones económicas sub-
desarrolladas de Francia, donde el feudalismo, que había
hecho de la propiedad territorial el factor fundamental,
todavía era prepotente. Por esto no supieron superar la
perspectiva feudal y consideraron la propiedad territorial y
el trabajo agrícola como Las fuerzas productivas que
determinan toda la estructura de la sociedad. El desarrollo
ulterior de 1a teoría de la explotación en Inglaterra fue obra
de Godwin y, sobre todo, de Benthman, que rein- trodujo el
contenido económico que los autores franceses habían
dejado de lado. Esto ocurrió al tiempo que las burguesías
inglesa y francesa se consolidaban plenamente. Godwin
escribió su obra Political Justice durante el período de
Terror; Bentham publicó sus obras principales durante y
después de la Revolución francesa, en el momento de la
aparición y desarrollo de la gran industria en Inglaterra. Mili
representa la completa unión de la teoría de la utilidad con
la economía política, r •'
La economía política, que anteriormente sólo hablan
estudiado y tratado los financieros, los banqueros y k»
mercaderes, es decir, personas directamente ocupadas en
cuestiones económicas, o bien individuos de cultura uni-
versal, como Hobbcs, Locke y Hume, para los cuales era un
sector más del conocimiento enciplopédico, fue elevada por
vez primera al nivel de ciencia especial por los fisiócratas; a
partir de entonces, siempre se ha estudiado asL Como ciencia
especial, la economía política absorbió las restantes
relaciones —políticas, jurídicas— pero sólo en la medida en
que podían reducirse a relaciones económicas. Esta absorción
de las demás relaciones por la relación económica se
consideró, sin embargo, sólo como uno de los aspectos de
estas relaciones: se seguía atribuyéndoles una significación
independiente, al margen de :1a economía política. La
absorción completa de todas las relaciones por la relación de
utilidad, la apoteosis de esta relación de utilidad como
contenido único de todas las relaciones se encuentran, por
vez primera, en la obra de Bentham, cuando la burguesía,
después de la Revolución francesa y del desarrollo de una
industria de grandes dimensiones, dejó de ser una clase
limitada, particular y je impuso como una clase cuyas
exigencias eran exigencias de toda la sociedad.
Cuando las paráfrasis sentimentales y moralizantes, que
constituían todo el contenido de la teoría de la utilidad entre
los franceses, se agotaron, no quedó más que una cuestión a
contestar para el desarrollo ulterior de la teoría: ¿Cómo se
habían de utilizar, explotar los individuos y las relaciones?
La economía política ya había suministrado, mientras tanto,
una respuesta; el progreso sólo podía consistir, por
consiguiente, en la asimilación de este contenido económico.
Bentham fue el encargado de dar este paso adelante. La
economía política había establecido, sin embargo, que las
principales relaciones de explotación eran independientes de
la voluntad de los individuos. estaban determinadas
totalmente p°r la producción y los individuos las encontraban
ya existentes. La teoría de la utilidad sólo disponía, pues, de
una zona para
la especulación: la situación de los individuos Erente a es-
tas relaciones principales, la explotación privada del mun-
do por los individuos. Benthain y su escuela dedicaron
muchas reflexiones morales a este problema. Toda la crí-
tica del mundo existente por la teoría de la utilidad se mo-
vió, pues, en un terreno limitado. Al no superar las condi-
ciones de la burguesía, la crítica sólo pudo criticar las
relaciones que sobrevivían de una época anterior y que
constituían un obstáculo en el camino del desarrollo bur-
gués. La teoría de la utilidad analizó, pues, la conexión de
todas las relaciones existentes con la relación económica,
pero sólo de manera limitada. La teoría de la utilidad
tuvo, desde el primer momento, el carácter de una teoría
general de 1a utilidad. Este carácter sólo adquirió signifi-
cación con la incorporación de las relaciones económicas,
especialmente en la división del trabajo y del intercambio.
En el seno de la división del trabajo, la actividad privada
del individuo adquiere una utilidad general. La teoría de
la utilidad de Bentham se reduce a esta última, que se su-
pone que existe en la concurrencia. Con la incorporación
de relaciones económicas, como la renta, el beneficio y los
salarios, se introdujeron las relaciones específicas de ex-
plotación de las diferentes clases sociales, porque el tipo
de explotación depende de la situación vital del explota- -|
dor. Hasta entonces, la teoría de la utilidad había podido
vincularse a hechos sociales específicos; a partir de en-
tonces, su estudio de los tipos de explotación terminó
con una serie de frases piadosas. La significación econó- J
mica transforma gradualmente la teoría de la utilidad en
una simple apología de todo cuanto existe, en una demos-
tración de que en las condiciones existentes, las actua-
les relaciones entre los hombres son las más ventajosas
para el interés general. Ésta es la característica con que
la encontramos en todos los economistas contemporáneos.
[IA (1845-1546) MEGA, 1/5, pp. 387-392]
188
IV. Capitalismo y alienación humana
■■•ir'"*
:
rezca constituir la base y la causa del trabajo alienado, es, en
realidad, su consecuencia, del mismo modo que los dioses
no son fundamentalmente la causa sino el producto de las
confusiones de la razón humana. Ahora bien, en una etapa
posterior, la influencia es recíproca. [MEF (1844) MEGA
1/3, pp. 91-92]
194
vierte a todas estas facultades en algo que no son en sí
mismas, en sus contraños. [MEF (1844) MEGA 1/3, pp.
147-1481
195
nal y sólo sostiene su vida empobreciéndola. En las épocas
anteriores, la actividad personal y la producción de la vida
material sólo estaban separadas por el hecho de recaer en
personas distintas y la producción de la vida material se veía
todavía, a causa de las limitaciones de los mismos
individuos, como una forma subordinada de actividad
personal. En cambio, ahora divergen hasta tal punto que la
vida material parece generalmente el único objetivo y, en
cambio, la producción de esta vida material, el trabajo (la
única forma posible pepo, como hemos visto, negativa de
actividad personal), parece sólo el medio. [IA (1845-1846)
MEGA 1/5, pp. 56-57]
198
V. Clases sociales y conflicto de clases
i
tiiAm.
200
ciedad. Sus objetivos e intereses han de ser los objetivos e
intereses auténticos de la sociedad; se ha de convertir en la
cabeza y en el corazón de ésta. Una clase particular sólo
puede aspirar a la supremacía general en nombre de los
intereses generales. Para llegar a esta posición liberadora y
dirigir politicamente todas las esferas de la sociedad no basta
con la energía revolucionaria y la conciencia de la propia
fuerza. Para que coincidan una resolución popular y la
emancipación de una clase partictdar de la sociedad civil,
para que una clase represente a toda la sociedad. otra clase
ha de concentrar en sí misma todos los males de la sociedad,
una clase particular ha de encarnar y representar un
obstáculo y una limitación generales. Ha de existir una esfera
social particular que sea vista como un crimen notorio de
toda la sociedad, de manera que la emancipación de esta
esfera aparezca como una emancipación general. Para que
una clase pueda ser la clase liberadora par excellence, es
esencial que otra clase sea clara v abiertamente la clase
opresora. La significación negativa de la nobleza y del clero
franceses dio origen a la significación positiva de la
burguesía, de la clase que se enfrentaba directamente con
ellas.
Ahora bien, en Alemania todas las clases carecen de la
lógica, de la penetración, del valor y de la claridad que las
podrían convertir en representantes negativos de la sociedad.
Ademas todas las clases carecen de aquella generosidad de
espíritu que las identifica, aunque sólo sea por un momento,
con la mente popular, de aquel genio que impulsa la fuerza
material hacia el poder político, de aquella audacia
revolucionaria que lanza contra el adversario el desafío del
no soy nada y lo seré todo. La esencia de la moral y del
honor alemanes, en las clases y en los individuos es un
egoísmo modesto que hace valer y permite que los demás
también hagan valer su propia estrechez. La relación entre las
diferentes esferas de la sociedad alemana no es. pues,
dramática sino épica. Cada una de estas esferas empieza a
tener conciencia de sí misma y a establecerse junto a las otras
no desde el momento en que es
201
oprimida, sino desde el momento en que las circunstancias, sin
ninguna intervención propia, crean una nueva esfera que ella
quede oprimir. El sentimiento moral de la clase media
alemana no tiene más fundamento que la conciencia de ser la
representante de la mediocridad estrecha y limitada de las
demás clases. No son, pues, los reyes alemanes únicamente los
que suben al trono mal á propos; cada esfera de la sociedad
civil sufre una derrota antes de obtener una victoria; erige su
propia barrera antes de haber destruido la barrera con que
choca; muestra la estrechez de sus concepciones antes de haber
mostrado su generosidad. Las oportunidades de desempeñar
un papel importante desaparecen, pues, antes de existir
realmente, y cada clase, cuando comienza su lucha contra la
clase situada por encima de día, lucha todavía contra la clase
de abajo. Por esta razón, los príncipes tienen conflictos con el
monarca, la burocrada^cqqja nobleza, ja burguesía con todos
dios al mismo tíenjpoly empie
za su lucha contra la burguesía. Apenas, la clase media se
atreve a concebir la idea de emancipación desde su propio
punto de vista, cuando ya d desarrollo de las condiciones
sociales y el progreso de la teoría política demuestran que este
punto de vista está anticuado o es, por lo menos, discutible.
En Francia, basta con ser algo para querer serlo todo. En
Alemania, nadie tiene derecho a ser algo sin antes renunciar a
todo. En Francia, la emancipación parcial es una base para la
emancipación completa. En Alemania, la emanapación
completa es una conditio sine qua non de cualquier
emancipación parcial. La libertad completa ha de ser
engendrada en Francia por la realidad de la emancipación
progresiva y en Alemania por la imposibilidad de ésta. En
Francia, cada clase de la población es políticamente idealista y
se considera, ante todo, no como una clase particular, sino
como la representante de las necesidades generales de la
sociedad. El papel de liberador puede pasar, pues,
sucesivamente, en un movimiento dramático, de una a otra
dase de la población, hasta llegar a la
• 202
clase que consigue la libertad social no asumiendo deter-
minadas condiciones exteriores al hombre —creadas; en
definitiva, por la sociedad humana—, sino organizando to-
das las condiciones de la vida humana sobre la base de la
libertad social. En Alemania, en cambio, donde la vida
práctica es tan poco intelectual como poco práctica es la vida
intelectual, ninguna clase de la sociedad civil siente la
necesidad de la emancipación general o se considera apta
para conseguirla, hasta que no se ve obligada por la
situación inmediata, por la necesidad material y por las
trabas mismas.
¿Donde existe, pues, una posibilidad real de emancipa-
ción en Alemania?
Nosotros respondemos. Se ha de formar una clase con
cadenas radicales, una clase de la sociedad civil que no sea
una clase de la sociedad civil, una clase que sea la disolución
de todas las clases, una esfera de la sociedad que tenga
carácter universal porque sus sufrimientos sean universales y
que no aspire a un a/ivío particxdar porque el daño que se le
inflija no sea un daño particular, sino el daño en general. Se
ha de formar una esfera de la sociedad que no aspire a una
posición tradicional sino, únicamente. a una posición
humana; una esfera que no se oponga a las consecuencias
particulares, sino a todas las premisas del sistema político
alemán; una esfera que no pueda emanciparse a sí misma sin
emancipaciones de todas las esferas restantes de la sociedad,
sin emancipar, pues, todas estas esferas; una esfera, en
definitiva, que sea la pérdida total de la humanidad y que
sólo pueda redimirse con la redención tota! de la
humanidad. Esta disolución de la sociedad en una clase
particular es el proletariado.
El proletariado empieza sólo a formarse en Alemania
con el movimiento industrial. Porque lo que constituye el
proletariado no es la miseria natural, sino la miseria arti-
ficialmente producida; no es la masa del pueblo mecánica-
mente oprimida por el peso de la sociedad, sino la masa que
resulta de la desintegración de la sociedad y. sobre todo, de
la desintegración de la clase media. No es nece-
203
vario decir, vía embargo, que el número del proletariado se ve
incrementado también por las victimas de la miseria natural y
de la servidumbre teutónico-cristiana.
Cuando el proletariado anuncia la disolución del orden
social existente, no hace más que revelar el secreto de su
propia existencia porque constituye la disolución efectiva de
este orden. Cuando el proletariado exige la negación de la
propiedad privada no hace sino establecer como principio
para la sociedad lo que la sociedad ha convertido ya en
principio para el proletariado, lo que éste encama involun-
tariamente como resultado negativo de la sociedad. El
proletario tiene, pues, en relación con el mundo que empieza a
nacer, el mismo derecho que tiene el rey alemán en relación
con el mundo actual cuando dice que el pueblo es su pueblo y el
caballo su caballo. Cuando considera que el pueblo es
propiedad suya, el rey no hace sino declarar que el titular de la
propiedad privada es rey.
Así como la filosofía encuentra sus armas materiales en el
proletariado, el proletariado encuentra en la filosofía sus armas
intelectuales. Y cuando la luz del pensamiento haya penetrado
profundamente en el suelo virgen del pueblo, los alemanes se
emanciparán y se convertirán en hombres.
Resumamos. La emancipación de los alemanes sólo es
posible en la práctica si se adopta la teoría de que el hombre es
el ser supremo para el hombre. Alemania no se emancipará de
la Edad Media si no se emancipa, a la vez, de las victorias
parciales sobre la Edad Media. En Alemania no se puede
abolir ningún tipo de esclavitud si no se destruye toda la
esclavitud. Alemania, que siempre quiere ir al fondo de las
cosas, sólo puede hacer una revolución que invierta todo el
orden de las cosas. La emancipación de Alemania será una
emancipación del hombre. La filosofía es la cabeza de esta
emancipación y el proletariado su corazón. La. filosofía sólo
puede realizarse con la abolición del proletariado y el
proletariado sólo puede abolirse con la realización de la
filosofía. [CFDH (1844) MEGA, I/I/l, pp. 617^21]
204
El proletariado pasa por diversas fases de desarrollo. Su
lucha cou la burguesía empieza con su mismo nacimiento. Al
principio, la lucha la entablan obreros aislados; v después, los
obreros de una misma fábrica; más tarde, los' obreros del
mismo ramo de una localidad contra el burgués que les
explota. No lanzan sus ataques contra las condiciones
burguesas de producción, sino contra los instrumentos de
producción; destruyen las mercancías extranjeras que les
hacen competencia, rompen las máquinas, incendian las
fábricas, intentan recuperar por la fuerza la perdida posición
del trabajador en la Edad Media.
En esta etapa, los obreros forman una masa incoherente,
dispersa a lo largo del país y disgregada por la com-. petencia.
Si en algún lugar llegan a formar masas compactas no es a
causa de su propia unidad, sino de la unidad de . la burguesía,
la cual, para conseguir sus propios objetivos políticos, ha de
poner en movimiento a todo el proletariado y, por el momento,
todavía puede hacerlo. En esta etapa, los proletarios no luchan,
pues, contra sus propios enemigos, sino contra los enemigos de
sus enemigos, es decir, contra los restos de la monarquía
absoluta, los propietarios territoriales, los burgueses no
industriales y los pequeño-burgueses. Todo el movimiento
histórico se concentra. pues, en manos de la burguesía; cada
victoria conseguida en estas condiciones es una victoria de la
burguesía.
Pero con el desarrollo de la industria no sólo crece el
número de los propietarios, sino que se concentran en ma-
sas importantes; su fuerza aumenta y ellos adquieren más
conciencia de poseerla. Los intereses y las condiciones de
existencia de los proletarios se igualan cada vez más a me-
dida que la máquinaljorra la diferencia en el trabajo y re-
duce el salario, casi en todas partes, a un nivel igualmen- te
bajo. A causa de la creciente competencia entre los bur-
gueses y de las crisis comerciales que ésta provoca, los
salarios son cada vez más fiuctuantes. El constante y ace-
lerado perfeccionamiento de la maquinaria sitúa a los
obreros en condiciones de vida cada vez más precarias;
205
las colisiones individuales entre los obreros y el burgués toman
más y más d carácter de colisiones entre dos clases. / Los obreros
empiezan a formar-coaliciones (sindicatos)
I contra los burgueses y actúan en común para la defensa de sus
salarios; fundan asociaciones permanentes para disponer de
los medios necesarios, en previsión de estos choques
ocasionales. De vez en cuando, la lucha se convierte en
sublevación. :
■A veces, los obreros triunfan, pero es un triunfo efímero.
El verdadero fruto ¿e sus combates no es el éxito inmediato, sino
la unión, cada vez más amplia, de los obreros. Esta unión se ve
favorecida por el desarrollo de los . medios de comunicación
creados por la gran industria, los cuales ponen en con tacto .a los
obreros de diferentes localidades. Y basta con este contacto para
que las numerosas luchas locales, que tienen en todas partes el
mismo carácter, se centralicen en una lucha nacional entre~las
clases. Ahora bien, toda ludia de clases es una lucha po- lítica. Y
la unión que los habitantes de las ciudades de la ’j Edad Media,
con sus caminos vecinales, tardaban siglos en forjar, los
proletarios modernos, con los ferrocarriles, la establecen en
pocos años.
Esta organización del proletariado en clase y, por con-
siguiente, en partido político es minada constantemente por
la concurrencia entre los mismos obreros. Pero resurge cada
vez más fuerte, más firme, más poderosa. Impone el
reconocimiento legislativo de los intereses de los traba-
jadores, aprovechando las divergencias entre los burgueses.
Así se aprobó, por ejemplo, la ley de la jomada de trabajóle
diez horas en Inglaterra.
En general, las colisiones entre las clases de la vieja
sociedad favorecen de muchas maneras el desarrollo del
proletariado. La burguesía vive en un combate permanente.
Al principio, contra la aristocracia; después, contra aquellas
fracciones de 1a misma burguesía cuyos intereses entran en
contradicción con los progresos de la industria; siempre,
finalmente, contra la burguesía de los países extranjeros. En
todos estos combates, se ve obligada a
206
mmm
207
que a la defensa de su nivel de salarios. Por esto los eco-
nomistas ingleses se sorprenden tanto al ver que los obreros
sacrifican una parte sustancial de sus salarios en favor de
asociaciones que, para estos economistas, se han creado,
precisamente, para la defensa del salario. En esta lucha —
verdadera guerra civil— se reúnen y desarrollan todos los
elementos para una batalla futura. Al llegar a este punto, la
asociación adquiere un carácter político.
En un primer momento las condiciones económicas
transformaron las grandes masas.del pueblo en trabajadores.
La dominación del capital dio a estas masas una situación
común, unos intereses comunes. Por consiguiente, estas masas
constituyen ya una clase en relación con el capital pero
todavía no una clase para sí. En el curso de la lucha —de la
que sólo hemos indicado algunas fases— esta masa se une y se
convierte en una clase para sí. Los intereses que defiende se
convierten en intereses de clases. Pero la- lucha de clases es
una lucha política.
En la burguesía podemos distinguir dos etapas: aquella
en que se constituyó en clase bajo'el régimen feudal y la
monarquía absoluta y aquella en que, ya constituida en
clase, derrocó al feudalismo y la monarquía para convertir
la sociedad en una sociedad burguesa. La primera de estas
etapas fue también la más larga, la que más esfuerzos
exigió. También había empezado con la formación de
coaliciones parciales contra los señores feudales.
Se han llevado a cabo muchos estudios para identificar
las fases históricas del desarrollo de la burguesía, desde la
comuna hasta su constitución en clase. Pero cuando se trata
de dar una idea clara de las huelgas, de las coaliciones y de
las demás formas con que los proletarios afectan ante
nuestros ojos su organización en clase, hay quien
experimenta un verdadero temor y quien aparenta un
desprecio transcendental. [MF (1847) MEGA 1/6, pp. 226-
227]
Bes m u 209
c intensiva de la fuerza de trabajo en las restantes esferas de
la producción, permite ocupar improductivamente a un
sector cada vez mayor de la clase obrera y reproducir, en
una escala constantemente creciente, la categoría de los
antiguos esclavos bajo el nombre de «clase doméstica»:
criados, criadas, lacayos, etc. Según el censo de 1861, la po-
blación de Inglaterra y Gales era de 20.066.224 personas, de
las cuales 9.716259 eran hombres y 10.289.965 mujeres. Si
deducimos de esta cifra a las personas demasiado viejas o
demasiado jóvenes para trabajar, las mujeres improductivas,
La gente joven y los niños, las clases «ideológicas»
(funcionarios gubernamentales, sacerdotes, juristas,
soldados, etc.), todos los que no tienen otra ocupación que
consumir el trabajó ajeno en forma de renta, interés, etc., y.
Finalmente, Iospobres, lóífvagábundos'y los criminales,
quedan, en cifras redondas, unos ocho millones de personas
de ambos sexos, incluyendo en esta cifra los capitalistas que
intervienen de algún modo en la industria, el comercio o las
finanzas...
Las personas ocupadas en las fábricas textiles y las mi-
nas suman 1208.442; la suma del personal de las fábricas
textiles y de las industrias metalúrgicas ascienden a
1.039.605. En ambos casos, la cifra es inferior a la de los
modernos esclavos domésticos. Los resultados de la ex-
plotación capitalista de la maquinaria no pueden ser, pues,
más espléndidos. [Capital, I, (1867) VA, I, pp. 468-470]
211
1846 rasgó definitivamente la venerable y tradicional capa de león
oon que el interés de clase de los toríes se había cubierto hasta
entonces. 1846 transformó a los toríes en proteccionistas. Tory era
el nombre sagrado; proteccionista el nombre profano; tory era el
grito de combate poli- ¡ tico; proteccionista el grito económico de
protesta; tory parecía una idea, un principio; proteccionista es un
interés. ¿Proteccionistas de qué? De sus propios ingresos, de las
rentas de sus tierras. Los lories son, pues, tan burgueses como los
demás, pues, ¿dónde está el burgués que no sea proteccionista de
su propia bolsa? Se diferencian de los demás burgueses como la
renta de la tierra se diferencia del beneficio comercial e industrial.
La renta de la tierra es conservadora, el beneficio progresivo; la
renta de la tierra es nacional, el beneficio cosmopolita; la renta de
la tierra cree en la identificación entre el Estado y la Iglesia, el
beneficio es disidente por principio. La derogación de las leyes
sobre los cereales en 1846 no fue más que el reconocimiento de un
hecho ya cumplido, de un cambio producido desde hacía tiempo
en los elementos de la sociedad civil británica: la subordinación
del interés territorial al interés monetario, de la propiedad al
comercio, de la agricultura a La industria manufacturera, del
campo a la ciudad. ¿Quién puede dudar de ello cuando la pro-
porción entre la gente del campo y la de la ciudad es, en Inglaterra,
de uno a tres? El fundamento del poder de los lories era la renta de
la tierra. La renta de la tierra se regula por el precio de los
alimentos. El precio de los alimentos se sostenía artificialmente a
un nivel elevado con las le)’es sobre los cereales. La derogación
de estas leyes provocó una reducción de los precios de los
alimentos, la cual, a su vez, redujo la renta de la tierra. Y la
reducción de la renta de la tierra destruyó la base real en que se
basaba el poder político de los tories. ,
¿Qué quieren, pues, actualmente? Conservar un poder
político cuyo fundamento social ha dejado de existir.
¿Y cómo pueden conseguirlo? Con una contrarrevolución,
es decir, con la reacción del Estado contra la Sociedad.
212
Se esfuerzan en conservar instituciones fuertes y un poder
político condenado desde el momento en que la población
rural fue superada tres veces por la población de las
ciudades. Este intento ha de acabar necesariamente con su
destrucción, ha de acelerar y hacer más agudo el desarrollo
social de Inglaterra, ha de provocar una crisis.
Los lories reclutan sus fuerzas entre los campesinos, que
todavía no han perdido el hábito de seguir a sus señores
como superiores naturales o dependen económicamente de
éstos, o todavía no han comprendido que el interés del
campesino y el del terrateniente coinciden tanto como el del
prestatario y el del usurero. También cuentan con el apoyo
del Interés Colonial, del Interés Marítimo, el Partido del
Estado Confesional, es decir, con el de todos aquellos
elementos que consideran necesario salvaguardar sus
intereses contra los resultados necesarios de la industria
moderna y contra la revolución social que ésta prepara.
Los enemigos hereditarios de los lories son los whigs,
partido con el que los whigs norteamericanos no tienen nada
en común, excepción hecha del nombre.
Los wltigs británicos constituyen en la historia natural de
la política una especie que, como todas las clases anfibias,
vive con mucha facilidad pero resulta difícil de describir.
¿Los calificaremos, como hacen sus adversarios, de lories
cesantes o les consideraremos, como hacen los autores del
continente, como representantes de algunos principios
populares? En el segundo caso chocaremos con la misma
dificultad con que ha chocado el historiador de los whigs. el
señor Coke, que, con gran ingenuidad, confiesa en su Histcry
of Par lies que, efectivamente, el partido whig está
constituido por un cierto número de «principios liberales,
morales e ilustrados» pero que, desgraciadamente, durante su
siglo y medio de existencia, cada vez que los whigs han
llegado al poder se han encontrado ante la imposibilidad de
llevar a la práctica estos principios. Es decir, según la
confesión de su historiador, los whigs representan algo muy
distinto a sus «principios 11-
berales c ilustrados». Se encuentran, pues, en la misma si-
tuación que aquel borracho conducido a presencia del Lord
Mayor que declaró que él representaba el principio de la
Templanza pero que por una extraña casualidad siempre se
emborrachaba los domingos.
No nos preocupemos, pues, de sus principios. Es mejor que
veamos lo que son como hecho histórico; lo que hacen y no lo
que creen o han creído o quieren que los demás crean de ellos.
Al igual que los lories, los whigs constituyen una fracción
de la gran propiedad territorial de Gran Bretaña. El
verdadero núcleo del partido whig es el sector más antiguo,
más rico y más arrogante de la propiedad territorial inglesa.
, "j
¿En qué se diferencia, pues, de los toríes? Los whigs son
los representantes aristocráticos de la burguesía, de la dase
media industrial y comercial. A condición de que la burguesía
deje en sus manos, es decir, en manos de una oligarquía de
familias aristocráticas, el monopolio del gobierno y la posesión
exdusiva de los cargos oficiales, hacen a la clase media (y la
ayuden a conquistar) todas las concesiones que d curso de la
evolución social y política ha hecho inevitables e inaplazables.
Ni más ni menos. Cada vez que se aprueba una medida
inevitable, declaran en voz alta que se ha alcanzado el final del
progreso histórico, que el movimiento social ha conseguido ya
el objetivo definitivo, y entonces «se aferran a la finalidad».
Pueden resistir mejor que los lories una reducción de sus
rentas porque se consideran los arrendatarios designados por
el Cielo de las rentas de Gran Bretaña. Pueden renunciar al
monopolio de las leyes sobre los cereales, mientras conserven el
monopolio del gobierno como propiedad familiar. Desde la
«gloriosa revolución» de 1688, los whigs han gozado
ininterrumpidamente, a excepción de breves intervalos
debidos a la Revolución francesa y a la consiguiente reacción,
del ejercicio de los cargos públicos. En todo este período de la
historia inglesa, el único rasgo distintivo de los whigs es la
conservación de su oligarquía fa-
214
Jf.; *
215
tcrla, Las ciudades expulsaron también a los gobernadores
nobles, a los advocad.
Los whigs han sido los advocad de la clase media bri-
tánica y su monopolio gubernamental se debe hundir al
hundirse el monopolio territorial de los lories. En la mis-
ma medida en que la clase inedia se ha convertido en cla-
se independiente, los whigs han pasado de partido a cama-
rilla.
Por cuanto llevamos dicho, se puede suponer que el
carácter de los whigs británicos ha de ser una mezcla de-
sagradable y heterogénea: feudalistas y malthusianos al
mismo tiempo, traficantes en dinero con prejuicios feuda-
les, aristócratas sin honor, burgueses sin actividad indus-
trial, hombres escatológicos con frases progresistas, pro-
gresistas con un fanático conservadurismo, traficantes en
reformas parciales y homeopáticas, fomentadores del ne-
potismo, Gran Maestres de la corrupción, hipócritas de la
religión. Tartufos de la política. La gran masa del pueblo
ingles tiene un sentido estético bastante sano. Experimen-
ta un odio instintivo contra todo lo abigarrado y ambi-
guo, contra los murciélagos y los «russellistas». La masa
del pueblo inglés, el proletariado urbano y rural, compar-
te con los lories el odio contra los «traficantes en dinero»
y comparte con la burguesía el odio contra los aristócra-
tas. En los whigs odia a unos y a otros al mismo tiempo,
a los aristócratas y a los burgueses, al terrateniente que
le oprime y al financiero que le explota. En el whig odia a
la oligarquía que ha dominado Inglaterra durante más de
un siglo y que ha excluido al pueblo de la dirección de sus
propios asuntos.
Los peelistas (liberales y conservadores) no forman
ningún partido; son, simplemente, el recuerdo de un hom-
bre de partido, ej desaparecido Sir Robert Peel. Pero los
ingleses son demasiado prosaicos para que un recuerdo
pueda constituir el fundamento de algo más que unas
cuantas elegías. Y cuando el pueblo ha erigido monumen-
tos de bronce y de mármol a Sir Robert Peel en todo el
país, cree que puede prescindir de estos monumentos a
216
Peel ambulantes que son los Graham, los Gladstone, los
Cardwell, etc. Los llamados peelistas no son más que el
grupo de burócratas que Peel había constituido para su uso
personal. Y al formar un grupo bastante completo olvidan,
por un momento, que no cuentan con ningún ejér- cito
detrás suyo. Los peelistas son, pues, los viejos partidarios
de Sir Robert Peel que todavía no han decidido en qué
partido se meterán. Es evidente que este escrúpulo es
insuficiente para convertirles en una fuerza independiente.
[The Eleclions - Thories and Whigs NYDT, 21 de agosto de
1852]
Los tories, los whigs, los peelistas —de hecho, todos los
partidos que he comentado hasta ahora— pertenecen más o
menos al pasado; en cambio, los librecambistas (los
hombres de la escuela de Manchester, los reformistas par-
lamentarios y financieros) son los representantes oficiales
de la moderna sociedad inglesa, los representantes de
aquella Inglaterra que domina el mercado mundial. Repre-
sentan el partido de la burguesía consciente de sí misma,
del capital industrial que quiere convertir su poder social en
poder político y destruir los últimos restos arrogantes de la
sociedad feudal. Este partido esta dirigido por el sector más
activo y enérgico de la burguesía inglesa, los fabricantes.
Exigen el dominio completo y abierto de la burguesía, la
sumisión clara y oficial de la sociedad a las leyes de la
producción moderna, burguesa y al gobierno de los
hombres que dirigen esta producción. Por librecambio
entienden el libre movimiento del capital, liberador de toda
clase de trabas políticas, nacionales y religiosas. La tierra se
ha de convertir en mercancía y la explotación de la tierra se
ha de realizar de acuerdo con las leyes comerciales
comunes. Han de existir fabricantes de alimentos, de
hilados y de tejidos de algodón, pero no señores de tierra.
En pocos palabras: no se deben tolerar las restricciones, los
reglamentos o los monopolios políticos o sociales, con
excepción de los impuestos por las «le-
217
yes eternas de Id economía* política», . es decir, por las
condiciones en que el capital produce y distribuye. La lucha de
este partido contra las viejas instituciones inglesas, productos
de un estadio ya anacrónico y decadente de la evolución social,
se resume en la consigna: Producid tan barato como podáis y
eliminad los -falsos gastos de la producción (es decir, los
gastos de producción superfluos e innecesarios). Esta consigna
no va dirigida únicamente a ios individuos privados sino,
también y principalmente, a la nación en general.
La corona, con sus «esplendores bárbaros», su corte, su
lista civil y sus lacayos, ¿no entra directamente en los falsos
gastos de la producción? La nación pbede producir e
intercambiar sin necesidad de la corona; se debe, pues,
prescindir de ella. ¿Las sinecuras de la nobleza, la Cámara de
los Lores?: falsos gastos de la producción. ¿El gran ejército
permanente?: falsos gastos de la producción. ¿La Iglesia
estatal, con sus riquezas, botín del robo o la mendicidad?:
falsos gastos de la producción. Que los clérigos compitan
entre si y que se les pague según las propias necesidades.
¿Toda la rutina del derecho inglés, con su Court of
Chancery?: falsos gastos de producción. ¿Las guerras
nacionales?: falsos gastos de producción. Inglaterra puede
explotar más fácilmente a los países extranjeros si mantiene
con ellos relaciones pacíficas.
Como puede verse, para estos campeones de la burguesía
británica, para los hombres de la escuela de Manches- ter,
todas las instituciones de la vieja Inglaterra son como piezas
de una máquina —tanto más costosas cuanto más inútiles—
cuya única finalidad es impedir que la nación produzca lo
más posible al coste mínimo, e impedir, también, que
intercambie sus productos con plena libertad. Su consigna
fundamental es, necesariamente, la república burguesa,
donde la concurrencia libre reine de manera suprema en todas
las esferas de la vida, donde sólo exista el mínimo de gobierno
indispensable para la administración interna y externa de los
intereses y de los negocios comunes de la clase burguesa y
donde este mínimo de go-
■
r¿r,-£¿aá: ¿a*
r"^v-
219
activo de la dase obrera inglesa. Los seis puntos de la Carta
por la que luchan contienen, únicamente, la exigencia del
sufragio universal y de las condiciones sin las cuales el
sufragio universal seria ilusorio para la clase obrera: voto
secreto, pago de un sueldo a los miembros del Parlamento,
elecciones generales anuales, etc. Pero el sufragio universal
equivale al poder político para la clase obrera de Inglaterra,
donde el proletariado constituye la gran mayoría de la
población, donde en el curso de una larga y soterrada guerra
civil este proletariado ha adquirido conciencia clara de su
posición como dase, y donde en los distritos rurales no se
conocen ya más que las figuras dd terrateniente, del
.capitalista industrial (agricultor) y dd jornalero. Imponer el
sufragio universal en Inglaterra sería, pues, una medida
mucho más socialista que todas las que se han honrado con
este nombre en el continente.
Su resultado inevitable sería la supremacía política de la
dase obrera. [The Chartists NYDT, 25 de agosto de 1852]
Ursprung der Familie. des Privateigenlhums und dts Staats. (El origen de
la familia, de la propiedad privada y del Estado, segunda edición,
Stuttgart, 1856.) (Sota del traductor.)
2. Kart H EINZEN (1S09-18S0). periodista radical y autor de Die
preussische Biirokratie, Darmstadt, 1845.
221
de los comunistas' que sólo h*hlan en términos de clase e
incitan a los miembros de una profesión contra los miembros
de otra. He dejado abierta la posibilidad de una 'humanidad'
no siempre determinada por la “clase" o por las 'dimensiones
de la propia bolsa'.»
El sentido común «vulgar» convierte las diferencias de
clase en diferencias en las dimensiones de la propia bolsa y
reduce el conflicto de clase a una pequeña disputa entre los
miembros de las diversas profesiones. Las dimensiones de la
bolsa constituyen una diferencia puramente cuantitativa, que
puede provocar un conflicto entre dos individuos de la
misma clase. Sabido es que los gremios medievales se
enfrentaban «sobre la base de las diferencias profesionales,
de oficio». Pero también es sabido que las modernas
diferencias de clase no se basan en las diferencias de oficio;
al contrario: la división del trabajo da lugar a ocupaciones
muy diversas dentro de una misma clase.
... Es muy «posible» que la actitud de algunos individuos
particulares no esté «siempre» influida por la clase a que
pertenecen, pero esto tiene un efecto tan escaso sobre la
lucha de clases como lo tuvo sobre la Revolución francesa la
secesión de unos cuantos nobles y su paso al liers élal...
Parece, sin embargo, que el señor Heinzen cree que
clases enteras, basadas en condiciones económicas inde-
pendientes de su voluntad y que, a causa de estas condi-
ciones, se encuentran en situación de antagonismo material,
que clases enteras, decimos, pueden prescindir de sus
relaciones reales en virtud de la cualidad de «humanidad»
inherente a todos los hombres. Entonces, ¡qué fácil será un
príncipe elevarse por encima de su «oficio de príncipe» en
virtud de la «humanidad»...!
El señor Heinzen divide, pues, a los alemanes en prin-
cipes y súbditos... Los comunistas de «mentalidad estrecha»
no sólo ven la distinción política entre el príncipe y el
súbdito, sino también las diferencias sociales entre las
clases... 'V. •’t
Sabido es que poco después de la Revolución de Julio, la
burguesía victoriosa convirtió con sus leyes de septiembre
—probablemente por razones de «humanidad» también— la
incitación al antagonismo de las clases en un delito
castigado con penas de cárcel y multas. Sabido es, también,
que la prensa de la burguesía inglesa no encontró nada mejor
para denunciar a los dirigentes y a los publicistas cartistas
que acusarles de incitar a una clase contra otra. Y sabido es,
igualmente, que los publicistas alemanes son encarcelados
en fortalezas bajo la acusación de incitar a una clase contra
otra.
¿No es ahora el señor Heinzen el que adopta el lenguaje
de las leyes de septiembre francesas, de los periódicos de la
burguesía inglesa y del código penal alemán? [MK (1847)
MEGA 1/6, pp. 316-318]
VI. La «Enquéte ouvriére» de Marx1
Introducción
En una carta a Sorge del 5 de noviembre de 1880, Marx
escribió que había redactado para la «Rcvue Socialiste» de
Benoit Malón un «Queslionncur» (sic) del que se habían
distribuido muchas copias por toda Francia. «Poco después,
Guesde vino a Londres para preparar en colaboración con
nosotros (yo, Engels y Lafargue) un programa electoral
para los obreros, con motivo de las próximas elecciones.» *
El cuestionario se publicó por primera vez en la «Rcvue
Socialiste» el 20 de abril de 1880. Además, se distribuyeron
25.000 ejemplares «a todas las sociedades obreras, a los
grupos y circuios socialistas y democráticos, a los
periódicos franceses y a todos los que pidieron». Estos
ejemplares no llevaban fecha.
El texto del cuestionario va precedido de un breve
prefacio que recuerda los estudios y encuestas realizados
por el gobierno inglés sobre las condiciones de la clase
obrera y recomienda al gobierno francés que le imite.
Exhorta a los obreros de la ciudad y del campo a contestar
las preguntas del cuestionario, porque sólo ellos pueden
describir «con pleno conocimiento de causa los males que
soportan», «jólo ellos y no un salvador providencial puede
administrar enérgicamente los remedios de los males
sociales que padecen». El llamamiento va dirigido también
a los «socialistas de todas las escuelas que desean 1 2
El cuestionario
*+■
I
•• v - J
226
8. Además de los obreros que trabajan normal y regu-
larmente, ¿hay otros que sólo trabajen en determi-
nados períodos?
9. Tu fábrica, ¿trabaja exclusiva o fundamentalmente
para el mercado local, para el mercado nacional o
para la exportación?
10. La fábrica, ¿está situada en el campo o en la ciu-
dad? Indica el nombre exacto del lugar.
11. Si la fábrica está situada en el campo, ¿te basta con
el trabajo industrial para vivir o has de combinarlo
con el trabajo agrícola?
12. ¿Trabajas a mano o con ayuda de una máquina?
13. Da detalles sobre la división del trabajo en tu fá-
brica.
14. ¿Utiliza la fuerza de vapor?
15. Número de talleres en que se dividen los distintos
sectores de la fábrica. Describe el sector especial en
que trabajas, con información no sólo sobre los
aspectos técnicos sino también sobre la tensión mus-
cular y nerviosa que implican y sobre los efectos
generales del trabajo para la salud de los obreros.
16. Describe las condiciones sanitarias del taller; núme-
ro de cuadras, espacio asignado a cada obrero;
ventilación, temperatura, blanqueado de las paredes,
de los lavabos, limpieza general; ruido de las má-
quinas, polvo, humedad, etc.
17. ¿Existe alguna supervisión municipal o guberna-
mental sobre las condiciones sanitarias de los ta-
lleres?
18. En tu fábrica, ¿hay gases nocivos que provoquen en-
fermedades específicas entre los obreros?
19. ¿Existe una acumulación excesiva de máquinas en
los talleres?
20. ¿Existe alguna protección en las máquinas, los sis-
temas de transmisión y los motores para evitar ac-
cidentes?
21. Enumera los accidentes que has conocido personal-
mente.
227
22. Si trabajas en una mina, enumera las medidas pre-
ventivas adoptadas por el patrono para asegurar una
ventilación adecuada e impedir explosiones y otros
accidentes peligrosos.
23. Si trabajas en la industria química, en la metalúr-
gica o en cualquier otro ramo particularmente peli-
groso, enumera las medidas de seguridad adoptadas
por tu patrono.
24. ¿Cómo está iluminada tu fábrica (gas, parafina, et-
cétera)?
25. En caso de incendio, ¿existen suficientes salidas de
emergencia?
2ó. En caso de accidente, ¿obliga la ley a tu patrono
a pagar una indemnización al obrero o a su familia?
27. Si no le obliga, ¿ha pagado alguna indemnización
a los que sufren algún accidente mientras trabajan
para enriquecerle?
28. ¿Existe algún servicio médico en tu fábrica?
29. Si trabajas en casa, describe las condiciones de la
habitación de trabajo. ¿Utilizas herramientas o má-
quinas pequeñas? ¿Te ayudan los hijos u otras per-
sonas (adultos o niños, hombres o mujeres)? ¿Tra-
bajas para clientes individuales o para un contra-
tista? ¿Tratas directamente con éste o con un in-
termediario?
II
30. Número de horas que trabajas cada día y días de
trabajo de la semana.
31. Días de fiesta durante el año.
32. ¿Cuántas interrupciones hay en la jornada de tra-
bajo?
33. ¿Comes a intervalos regulares o de manera irregu-
lar? ¿Comes en la fábrica misma o en algún otro
lugar?
34. ¿Trabajas durante. las horas destinadas a la co-
mida?
228
35. Si se utiliza la fuerza del vapor, ¿cuándo se pone en
marcha y cuándo se desconecta?
36. ¿Hay trabajo nocturno?
37. ¿Cuántas horas trabajan los niños y los menores de
dieciséis años?
38. ¿Hay tumos de niños y jóvenes que se reemplacen
durante las horas de trabajo?
39. ¿Hacen aplicar, el gobierno o la municipalidad, las
leyes sobre el trabajo infantil? ¿Las respeta el pa-
trono?
40. ¿Existen escuelas para los niños y los jóvenes que
trabajan en tu fábrica? Si existen, ¿cuál es su horario?
¿Quién las dirige? ¿Qué se enseña en ellas?
42. Cuando el trabajo es continuo, día y noche, ¿cómo se
organizan los tumos?
42. ¿Cuál es el incremento normal de los horas de trabajo
durante los periodos de gran actividad industrial?
43. Las máquinas, ¿son limpiadas por obreros especial-
mente dedicados a esta tarea o lo son gratuitamente
por los mismos obreros que las hacen funcionar
durante la jornada de trabajo?
44. ¿Cómo se regula y castiga el hecho de llegar tarde al
trabajo? ¿A qué hora empieza la jomada de trabajo y a
qué hora vuelve a empezar después de la comida?
45. ¿Cuánto tiempo necesitas para ir al trabajo y para
volver a casa?
III
4ó. ¿Qué tipo de contrato de trabajo te liga a tu patrono?
¿Diario, semanal, mensual, etc.?
47. ¿Cuáles son las condiciones del preaviso, por tu liarte
o por parte del patrono?
48. Si se rompe el contrato, ¿qué castigo se impone al
patrono en caso de que sea por culpa suya?
229
w
230
62. ¿Cuál es el promedio diario y semanal de tu salario, en
metálico?
63. ¿Qué salarios cobran las mujeres y los niños que
trabajan en tu fábrica?
64. ¿Cuál ha sido el salario más alto en tu fábrica durante
el mes pasado?
65. ¿Cuál ha sido la tarifa más alta del salario a destajo...?
66. ¿Cuál ha sido tu salario durante el mismo periodo? Si
tienes familia, ¿cuáles han sido los salarios de tu
mujer y de tus hijos?
67. ¿Te pagan el salario enteramente en metálico o de
alguna otra manera?
68. Si vives en una casa que te ha alquilado el patrono,
¿cuáles son las condiciones? ¿Deduce el alquiler de tu
salario?
69. Cuáles son los precios de artículos de primera ne-
cesidad como:
a ) alquileres de la casa; condiciones de arrenda-
miento; número de habitaciones, número de habi-
tantes, reparaciones y seguros, compra y conservación
de los muebles, calefacción, luz, agua;
b ) alimentación: pan, carne, legumbres, patatas, etc.,
leche, huevos, pescado, mantequilla, aceite, manteca,
azúcar, sal, especias, café, achicoria, cerveza, sidra,
vino, etc., tabaco;
c ) ropa para los padres y los hijos; lavado de la
ropa, higiene personal, baños, jabón, etc.;
d ) gastos diversos: correos, intereses de los prés-
tamos, escuela de los hijos o gastos de aprendizaje de
un oficio, diarios y libros, cuotas de las sociedades
recreativas o contribuciones para las huelgas, para las
cooperativas y las sociedades de defensa;
e ) gastos causados por tu trabajo, si los hay;
f ) impuestos.
70. Intenta establecer un presupuesto de ingresos y de
gastos semanales y anuales tuyo y de tu familia.
71. ¿Has comprobado personalmente una mayor eleva
l 231
ción d e los precios de los artículos de primera ne-
cesidad, como los alimentos y la vivienda, que de los
salarios?
72. Fluctuaciones de los índices de salarios, que conozcas.
73. Reducciones de salarios durante los períodos de
estagnación y de crisis industriales.
74. Aumentos de salarios durante los llamados períodos de
prosperidad.
75. Indica las interrupciones del trabajo debidas a los
cambios de la moda y a las crisis particulares y ge-
nerales. Explica tus experiencias personales de paro
forzoso. ■ ¡s i * •
76. Compara el precio del articulo que iproduces o de los
servicios que rindes con el precio de tu trabajo.
77. Cita algún caso que conozcas de obreros desplazados
por la introducción de máquinas u otros per-
feccionamientos.
78. Con el desarrollo de la maquinaria y de la productividad
del trabajo, ¿han aumentado o disminuido la intensidad
y la duración del trabajo?
79. ¿Conoces algún caso de aumento de salarios debido al
perfeccionamiento de la producción?
80. ¿Conoces algún trabajador que se haya podido retirar a
los 50 años y que pueda vivir con el dinero ganado como
asalariado?
81. En tu ramo, ¿cuántos años puede trabajar un obrero de
salud normal?
IV
82. ¿Existen organizaciones de defensa en tu ramo? ¿Cómo
están dirigidas? Envía sus estatutos y reglamentos.
83. ¿Cuántas huelgas ha habido en tu ramo durante tu vida
de trabajador?
84. ¿Cuánto han durado estas huelgas?
85. ¿Han sido generales o parciales?
232
86. ¿Eran para exigir un aumento de salarios o para
oponerse a una reducción salarial? ¿Se referían a la
duración de la jomada de trabajo o se debían a algún
otro factor?
87. ¿Qué resultados se consiguieron?
88. ¿Qué piensas de la actividad de los PrucThommes?
(árbitros).*
89. ¿Habéis hecho en vuestro ramo huelgas de solidaridad
con los obreros de otros ramos?
90. Describe las reglas y los castigos instituidos por tu
patrono para controlar a sus asalariados.
91. ¿Han existido coaliciones de patronos para reducir los
salarios, incrementar las horas de trabajo, impedir las
huelgas y, en general, para imponer su voluntad?
92. ¿Conoces algún caso en que el gobierno haya puesto
las fuerzas del Estado a disposición de los patronos
contra los obreros?
93. ¿Conoces algún caso en que el gobierno haya inter-
venido para proteger a los obreros contra las exac-
ciones de los patronos y sus ilegales coaliciones?
94. ¿Aplica el gobierno la actual legislación del trabajo
contra sus patronos? ¿Cumplen los inspectores su
deber concienzudamente?
95. ¿Existe en tu fábrica o en tu ramo alguna sociedad
mutua para los casos de accidente, de enfermedad, de
muerte, de incapacidad temporal para el trabajo, de
vejez, etc.? Envía sus estatutos y reglamentos.
96. La pertenencia a estas sociedades ¿es voluntaria u
obligatoria? Sus fondos, ¿están controlados úni-
camente por los obreros?
97. Si las cuotas son obligatorias y están controladas por
los patronos, ¿se deducen los salarios? ¿Se paga
interés por estas cuotas? ¿Se devuelven al obrero
233
cuando cesa o es despedido? ¿Conoces algún caso en
que los obreros se hayan beneficiado de los llamados
fondos de jubilación, controlados por los patronos, pero
cuyo capital proviene de los salarios de los obreros?
98. ¿Hay sociedades cooperativas en vuestro ramo? ¿Cómo
están dirigidas? ¿Utilizan trabajadores de fuera, al igual
que los capitalistas? Envía sus estatutos y reglamentos.
99. ¿Hay fábricas en tu ramo envías que los obreros sean
remunerados en parte con el salario y en parte con la
llamada participación en los beneficios? Compara las
remuneraciones percibidas por estos obreros con las de
los obreros de las fábricas donde no existe la llamada
participación en los beneficios. ¿Qué obligaciones tienen
los obreros sometidos a este sistema? ¿Pueden hacer
huelgas? ¿O bien sólo se Ies permite ser los humildes
servidores de sus amos?
100. ¿Cuál es la condición general, física, intelectual y
moral de los obreros (hombres y mujeres) que tra-
bajan en tu ramo?
101. Observaciones generales.
234
I. El Estado y el derecho
239
’ * ' ' "" ~ .. i.... ■ —
240
han liberado los elementos de existencia políticamente
trabados por el privilegio. Nadie hace valer contra nadie ni
contra la cosa pública •ningún exclusivismo privilegiado».
La industria y el comercio eliminan los enclaves pri-
vilegiados y los reemplazan por individuos liberados de
toda clase de privilegios (los cuales separan al individuo de
la comunidad general pero le incluyen en una comunidad
exclusiva más reducida), por individuos que ya no están
vinculados a los demás hombres ni siquiera por la
apariencia de un vinculo general; esta industria y este
comercio libres provocan un conilicto general entre el
hombre y el hombre, entre el individuo y el individuo, y la
sociedad civil no es más que este conflicto mutuo de todos
los individuos que ya no se distinguen por nada más que por
su invidualidad. Es únicamente el movimiento universal de
las fuerzas de la vida individual liberadas de las trabas del
privilegio. La oposición entre el Estado democrático,
representativo, y la sociedad civil es la perfección de la
oposición clásica entre la vida social pública y la
esclavitud. En el mundo moderno, cada individuo participa
al mismo tiempo en la esclavitud y en la vida social. Pero la
esclavitud de la sociedad civil es, aparentemente, la mayor
de las libertades, porque parece ser la plena
independización del individuo; para éste, el frenético
movimiento —liberado de las trabas generales y de las
limitaciones impuestas por el hombre— de los elementos
vitales de que ha sido privado —la propiedad, la industria,
la religión, por ejemplo— es una manifestación de su
propia libertad, cuando, en realidad, no es más que la
expresión de su esclavitud absoluta y de la pérdida de su
naturaleza humana. El privilegio ha sido reemplazado por el
derecho. [SF (1545) MEGA 1/3. pp. 291- 292]
242
QB
1
243
objetivos de 1789, pero con una diferencia: habiendo
completado su educación política, la burguesía liberal no vela
ya en el Estado constitucional representativo el Estado ideal
ni lo veía como un organismo dedicado a la salvación del
hombre y a la realización de finalidades humanas generales.
Lo veía, en cambio, como la expresión oficial de su propio y
exclusivo poder, como el reconocimiento político de sus
intereses privados.
La historia de la Revolución francesa, comenzada en
1789, no terminó todavía en 1830, cuando triilnfó uno de sus
elementos, plenamente consciente de su propia importancia
social. [SF (1845) MEGA 1/3, pp. 299-300]
244
Puesto que el Estado es la forma en que los individuos de
una clase dominante afirman sus intereses-comunes y en que
resume toda la sociedad civil de una época, actúa como
intermediario de todas las instituciones de la comunidad y
todas éstas reciben una forma política. De aquí proviene la
ilusión de que el derecho se basa en la voluntad y, mejor
todavía, en la voluntad separada de su base real: en la
voluntad libre. Del mismo modo, el derecho se reduce, a su
vez, a las leyes existentes.
El derecho privado ha surgido, junto con la propiedad
privada, de la desintegración de la comunidad natural. Entre
los romanos, el desarrollo de la propiedad privada y del
derecho privado no tuvo más consecuencias industriales y
comerciales porque su modo de producción permaneció
inmutable. Entre los pueblos modernos, en los que la
comunidad feudal se desintegró bajo el impacto de la
industria y el comercio, la aparición de la propiedad privada
y del derecho privado señaló una nueva fase, susceptible de
desarrollo ulterior. La primera ciudad que se dedicó a un
comercio extensivo en la Edad media, Amalfi, elaboró al
mismo tiempo el derecho marítimo. Cuando la industria y el
comercio impulsaron el desarrollo de la propiedad privada,
en Italia al principio y en otros países después, se volvió a
adoptar el derecho romano, elevándolo a la categoría de
autoridad. Cuando la burguesía hubo adquirido poder
suficiente para que los principes tuviesen en cuenta sus
intereses y la utilizasen para combatir a la nobleza feudal,
empezó en todos los países —en Francia durante el siglo
xvt— un verdadero desarrollo del derecho, desarrollo que en
todas partes, con excepción de Inglaterra, se hizo sobre la
base del derecho romano. Incluso en Inglaterra fue necesario
introducir los principios del derecho romano para impulsar el
desarrollo del derecho privado (especialmente en el caso de
la propiedad mobiliaria). No se debe olvidar que el derecho
tampoco tiene, como la religión, una historia independiente.
[IA (1845-19-^6) MEGA 1/5, pp. 52-53)
No hay nada más cómico que la forma en que Hegel
analiza la propiedad privada de La tierra. Según él, el
hombre individual ha de dar realidad a su voluntad como
espíritu de la naturaleza externa y, por consiguiente, ha de
tomar posesión de la naturaleza como su propiedad privada.
Si éste fuese el destino del «individuo», del hombre como
individuo, resultaría que para realizarse plenamente como
tal, cada ser humano tendría que ser terrateniente. La
propiedad privada libre de la tierra, producto muy reciente,
no es, según Hegel, una relación social concreta, sino una
relación del hombre cómo tal con la naturaleza, «el derecho
absoluto de apropiación que el hombre tiene sobre todas las
cosas» (Hegel, Filosofía del Derecho, Berlín, 1840). Es
evidente, sin embargo, que el individuo no puede
convertirse en terrateniente por su mera «voluntad» contra la
voluntad de otro individuo que también quiera encarnarse en
el mismo trozo de tierra. Se precisan muchas otras cosas,
además de la buena voluntad. Por otro lado, cuando el
«individuo» establece los límites para la realización de su
voluntad es imposible saber si esta voluntad se ha de realizar
en un solo país o necesita toda una serie de países para
manifestar, con la apropiación, «la supremacía de la
voluntad sobre la cosa». Hegel se contradice aquí
completamente: «La apropiación es un acto de carácter muy
individual; sólo tomo posesión de lo que toco con mi
cuerpo; pero hay un segundo punto: que las cosas externas
tienen más extensión que la que yo puedo abarcar. Por
consiguiente, cuando tomo posesión de una cosa, algo más
está en contacto con ella. Ejerzo mi apropiación con mi
mano, pero su alcance puede ampliarse» (ibid.). Ahora bien,
esta otra cosa está en contacto con una tercera y así
desaparece el límite en que mi voluntad puede fluir en la
tierra, como espíritu. «Si poseo alguna cosa, mi razón
concibe en seguida la idea de que no sólo es mía esta
propiedad, sino también la cosa que toca. Aquí ha de
establecer sus límites el derecho positivo, porque más no se
puede deducir del concepto» (ibid.). Es una confesión
extraordina
246
riamente ingenua del «concepto»; demuestra que esta
concepción —que desde el principio comete el error de
considerar absoluto un concepto legal particular de la pro-
piedad territorial, propio de la sociedad burguesa— no
comprende nada de las formas reales de esta propiedad. Esto
significa, al mismo tiempo, la confesión de que el «derecho
positivo» puede y debe modificar sus afirmaciones según las
necesidades del desarrollo social, es decir, económico.
[Capital, III VA, III/2, p. 664, nota 26]
248
jairitttiHÉfiÉfili tfriÉÜÉÉ
249
r f•
250
1
condiciones vitales, cualquiera que sea su carácter. Ahora
bien, ¿qué sociedad es esta que no conoce instrumento mejor
para su propia defensa que el verdugo y que convierte, a
través del «primer diario del mundo», su propia brutalidad
en ley eterna?
El señor A. Quételet, en su excelente y erudita obra
L'Homme et ses Facuhés, dice: «Existe un presupuesto que
pagamos con una aterradora regularidad: el de las cárceles, los
calabozos y los patíbulos... Podemos, incluso, prever cuántos
individuos mancharán sus manos con la sangre del prójimo,
cuántos se dedicarán a falsificar, cuántos prepararán venenos, casi
con la misma exactitud | con que podemos prever el número de
nacimientos y de fallecimientos anuales.»
En un cálculo de las probabilidades delictivas publicado
en 1829, el señor Quételet predijo efectivamente, ‘ con una
sorprendente exactitud, no sólo la cantidad sino también las
diferentes formas de delitos cometidos en Francia en 1830. La
tabla que reproducimos a continuación, comunicada por Quételet
para los años 1S22-1824, demuestra que la causa de la existencia
de cantidad media de delitos en una determinada fracción nacional
de la sociedad no radica en las instituciones políticas de la mo-
derna sociedad burguesa, en general. Entre cien delincuentes
condenados en los Estados Unidos y Francia encontramos:
252
II. Dinámica de la revolución
254
su situación. No pasa en vano por la dura pero estimulante
escuela del trabajo. No se trata de saber qué piensa este o
aquel proletario o, incluso, el proletariado en su conjunto, de
sus objetivos en un momento determinado, cómo los concibe.
Se trata de saber qué es el proletariado y qué ha de hacer
históricamente de acuerdo con su naturaleza. Su objetivo y
su actividad histórica le son impuestos, de forma tangible e
irrevocable, por su propia situación y por toda la
organización de la actual sociedad civil. No es necesario
decir que una gran parte del proletariado inglés y francés es
ya consciente de su misión histórica y labora
incansablemente para esclarecer esta conciencia. [SF (1845)
MEGA, 1/3, pp. 205-207]
255
relación general entre el individuo y la. vida social, de la
misma manera que transformaron su actividad y su situación
civil en una actividad y una situación generales. Como
resultado de esta organización, el Estado en conjunto y su
conciencia, su voluntad y su actividad, el poder político
general, aparecieron también necesariamente como un
asunto privado de un dirigente y de sus servidores,
separados del pueblo.
La revolución política que derrocó este poder del go-
bernante y convirtió los asuntos del Estado en asuntos del
pueblo, que hizo del Estado político una cuestión de interés
general, es decir, un Estado real, lo trastocó necesariamente
todo, las clase», las corporaciones, los gremios, los
privilegios, es decir, todo lo que marcaba la separación entre
el pueblo y la vida de la comunidad. La revolución política
abolió, pues, el carácter político de la sociedad civil.
Disolvió la sociedad civil en sus elementos básicos, los
individuos, por un lado, y por otro los elementos materiales
y culturales que constituían la experiencia vital y la
situación civil de estos individuos. Liberó el espíritu
político, disuelto, fragmentado y perdido, por así decirlo, en
los diversos callejones sin salida de la sociedad feudal;
reunió todos estos fragmentos dispersos, liberó el espíritu
político de su conexión con la vida social y lo convirtió en la
esfera comunitaria, la esfera general del pueblo,
teóricamente independiente de estos elementos particulares
de la vida civil. La actividad y la situación vital específicas
no tenían ya más significación que la individual. No
constituían ya la relación general entre el individuo y el
Estado en general. Los asuntos públicos se convirtieron en el
asunto general de cada individuo y las funciones políticas se
convirtieron en funciones generales.
Ahora bien, esta coronación del idealismo del Estado
fue, al mismo tiempo, la coronación del materialismo de la
sociedad civil. Los vínculos que limitaban el espíritu egoísta
de la sociedad civil fueron destruidos junto con el yugo
político. La emancipación política fue, a la vez, una
256
emancipación de la sociedad civil con respecto a la política e
incluso con respecto a la apariencia de un contenido general.
La sociedad feudal se disolvió en sus elementos básicos y
el hombre en el hombre egoísta, su verdadero fundamento.
Este hombre, el miembro de la sociedad civil, es ahora el
fundamento y la condición del Estado político. El Estado lo
reconoce como tal con los derechos del hombre.
Ahora bien, la libertad del hombre egoísta y el reco-
nocimiento de esta libertad son más bien el reconocimiento
del frenético movimiento de los elementos culturales y
materiales que forman su contenido.
Así, por ejemplo, el hombre no ha sido liberado de la
religión, sólo se le ha concedido la libertad religiosa; no ha
sido liberado de la propiedad, sólo se le ha concedido la
libertad de adquirir propiedad. No ha sido liberado del
egoísmo de los negocios, sólo se le ha concedido la libertad
de dedicarse a los negocios.
La formación del Estado político y la disgregación de la
sociedad civil en individuos independientes —cuyas
relaciones están reguladas por la ley, asi como las relaciones
de los hombres en las corporaciones y los gremios se
regulaban por el privilegio— se ha realizado en un solo acto,
en un mismo acto. El hombre como miembro de la sociedad
civil, como hombre no-político, aparece necesariamente como
el hombre natural. Los droits de l'liomme parecen droits
naturels porque la actividad consciente se concentra en la
acción política. El hombre egoísta es el resultado pasivo de la
disolución de la sociedad, un objeto de aprehensión
inmediata y, por tanto, un objeto natural. La revolución
política disuelve la sociedad civil en sus elementos sin
revolucionarlos ni someterlos a crítica. Esta revolución
considera la sociedad civil, la esfera de las necesidades
humanas, del trabajo, de los intereses privados y del derecho
privado como la base de su propia existencia, como una
condición autosuficiente y, por consiguiente, como su base
naluraL Finalmente, se
. . . - H í — -i .
258
sí mismo como una fuerza política. [CJ (1S43) MEGA
1 / 1 / 1 , p p . 596-599]
i
260
i
La revolución en general —el derrocamiento del poder
existente y la destrucción de las relaciones • reales
existentes— es un acto político. Sin la revolución, d so-
cialismo no puede desarrollarse. Necesita tanto este acto
político como el derrocamiento y la disolución. Pero cuando
inicia su actividad organizadora, cuando pasan a un primer
plano su propio objetivo, su propio espíritu, el socialismo se
desprende de esta envoltura política. [Art. II (1844) MEGA
1/3. pp. 22-23]
261
más completa es una revolución total. Por lo demás, ¿nos
ha de sorprender que una sociedad basada en la oposición
de las clases termine con una contradicción brutal, con un
combate cuerpo a cuerpo, como último acto?
No decimos que el movimiento social excluye el mo-
vimiento político. No hay ningún movimiento político que
no sea al mismo tiempo social. Sólo en un determinado
orden de cosas, cuando ya no existan clases ni antago-
nismos de clase, la evolución social dejará de implicar la
revolución política. Hasta entonces, la última palabra de
la ciencia social, en la víspera misma de cada réconstruc-
dón general de la sociedad, será siempre:
Le combat ou la morí; la lutte sanguina!re ou le niant.
Cest ainsi que la question est invinciblement posée.1
(George Sand)
[MF (1847) MEGA 1/6, pp. 227-228]
262
It
•X
•?-j- •••.•t.v.Tr- •'* ' •
--t *
i
dominio de la clase burguesa. Los hombres no construyen
un nuevo mundo con los frutos de la tierra, como cree la
superstición vulgar, sino con las realizaciones históricas de
su decadente civilización. En el curso de su desarrollo han
de empezar, pues, produciendo las condiciones materiales
de una nueva sociedad y ningún esfuerzo de la mente o de
la voluntad les librará de este destino. [MK (1847) MEGA
1/6, p. 306]
Cuando se estudian las teorías materialistas de la bondad
original del hombre, de la igualdad de las aptitudes
intelectuales entre los hombres, de la omnipotencia de la
educación, la experiencia y el hábito, de la influencia de las
circunstancias externas sobre el hombre, de la gran
importancia de la industria, del valor del placer, etc., no se
necesita mucha penetración para ver lo que las vincula al
comunismo y al socialismo. Si el hombre extrae todos sus
conocimientos del mundo sensible y de su experiencia de
este mundo sensible, deberemos organizar el mundo
empírico de tal manera que el hombre experimente y asimile
lo que es realmente humano, que se experimente él mismo
como hombre. Si el egoísmo ilustrado es el principio de toda
moralidad, es preciso que el interés privado de cada hombre
coincida con el interés general de la humanidad. Si el
hombre no es libre, en sentido materialista, es decir, si no es
negativamente libre para evitar tal o cual hecho, pero es
positivamente libre para expresar su verdadera
individualidad, entonces, en vez de castigar a los individuos
por sus delitos se deberá destruir las condiciones sociales
que engendran el delito y dar a cada individuo el objetivo y
las posibilidades que necesita en la sociedad para desarrollar
plenamente su vida. Si al hombre lo forman las
circunstancias, deberemos formar estas circunstancias
humanamente. Si el hombre es, por naturaleza, un ser social,
sólo puede desarrollar su verdadera naturaleza en la sociedad
y el poder de su naturaleza no deberá medirse por el poder
de los individuos privados sino por el de la sociedad, [SF
(1845) MEGA 1/3, pp. 307-308]
El comunismo es la abolición positiva de la propiedad
privada, de la autoalienación humana y, por consiguiente,
la verdadera apropiación de la naturleza humana, a través
del hombre, para el hombre. Es, pues, el retorno del hombre
a sí mismo como ser social, es decir, realmente humano, un
retomo completo y consciente que asimila toda la riqueza
del desarrollo anterior. El comunismo como naturalismo
completo es humanismo y como humanismo completo es
naturalismo. Es la resolución definitiva del antagonismo
entre el hombre y el hombre. Es la verdadera solución del
conflicto entre la existencia y la esencia, entre la
objetivación y la antoañrmación, entre la libertad y la
necesidad, entre el individuo y la especie. Es la solución del
enigma de la historia y sabe que lo es. [MEF (1844) MEGA
1/3, p. 114]
268
lición de la división de la propiedad territorial. Ahora bien,
esta segunda posibilidad no significa el retorno a la
propiedad feudal sino la abolición de toda la propiedad
privada de la tierra. La primera abolición del monopolio
siempre es una generalización y una extensión de éste. La
abolición del monopolio más amplia e inclusiva es su
completa destrucción. Aplicada a la tierra, la asociación
tiene todas las ventajas—desde el punto de vista econó-
mico— de la gran propiedad y es, al mismo tiempo, la
realización de la tendencia original de la división de la tie-
rra: la igualdad. La asociación restaura, además, la íntima
relación del hombre con la tierra de modo racional y no en
forma de servidumbre, de señorío y de mística de la
propiedad. La tierra deja de ser un objeto de especulación
sórdida y, con la libertad de trabajo y de goce, se convierte
nuevamente en la propiedad real, personal de los hombres.
[MEF (18-4-4) MEGA 1/3, p. 78]
269..
tos para ¿1. Sólo entonces su naturaleza, es la base de su
propia existencia humana y una parte vital de la realidad
humana. La existencia natural del hombre se ha convertido
en su existencia humana y la naturaleza se ha hecho humana
para él. La sociedad es, pues, la plena unión del hombre con
la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el
naturalismo realizado del hombre y el humanismo realizado
de la naturaleza. [MEF (1844) MEGA 1/3, pp. 115-116]
270
> -V .**ir'* .'ürf. *fc*»*á.
272
sudamericanas) en las que los individuos estaban a la
merced de la casualidad. Este derecho al libre goce de, la
casualidad dentro de condiciones determinantes se ha
venido llamando, hasta ahora, libertad personal. Natural-
mente estas condiciones no son más que las fuerzas pro-
ductivas y las formas de relación de cada momento con-
creto. ‘ .
Si consideramos desde un punto de vista filosófico este
desarrollo de los individuos en las condiciones de existencia
comunes a los estamentos y las clases que se han sucedido
históricamente y bajo las concepciones generales que les
son impuestas, es fácil imaginar que la especie, la
humanidad se ha desarrollado en estos individuos o que
ellos han desarrollado al hombre. Es una manera de
abofetear la historia. Los diferentes estamentos y clases
pueden concebirse entonces como casos específicos de un
fenómeno general, como subdivisiones de una especie o
como fases en el desarrollo de la humanidad.
Esta subordinación de los individuos a clases deter-
minadas no puede abolirse hasta que no se forme una clase
que no tenga ya ningún interés clasista particular que
defender y afirmar contra la clase dominante.
Los individuos siempre han partido de sí mismos, pero
de sí mismos tal como eran en sus condiciones y relaciones
históricas concretas, no como individuos «puros» en el
sentido de los ideólogos.
Ahora bien, en el curso del desarrollo histórico y pre-
cisamente a causa de la independencia adquirida por las
relaciones sociales —resultado inevitable de la división del
trabajo— surge una distinción entre la vida personal del
individuo y su vida tal como la determinan alguna rama del
trabajo y las condiciones específicas de ésta... En un
sistema de estamentos (y más todavía en la tribu) esto
permanece todavía oculto: por ejemplo, el noble siempre es
un noble, el plebeyo siempre es un plebeyo, cualesquiera
que sean sus restantes relaciones; es decir, se trata de una
cualidad inseparable de su individualidad. La distinción
entre el individuo personal y el individuo
i
miembro de una clase, la naturaleza accidental de las con-
diciones de vida del individuo sólo han resultado visibles
con la aparición de una clase que es, en sí misma, un
producto de la burguesía. Esta naturaleza accidental es
engendrada y desarrollada por la concurrencia y por el
conflicto entre los individuos. En teoría, pues, los invi-
viduos parecen gozar de más libertad bajo el dominio de la
burguesía que antes; pero en realidad son menos libres,
porque están más sometidos al poder de las cosas... Para los
proletarios... su condición de vida, el trabajo, y con él, todas
las condiciones de existencia de la sociedad moderna se han
convertido en algo accidental, en algo que los proletarios
individuales no controlan; y ninguna organización social les
puede facilitar este control. La contradicción entre la
personalidad del proletario individual y la condición de vida
que se le impone, su trabajo, le resulta evidente porque se le
sacrifica desde su juventud y no tiene oportunidad alguna de
obtener dentro de su propia clase las condiciones que le
permitirían pasar a otra clase. Así, mientras los siervos
fugitivos sólo deseaban la libertad para desarrollar y hacer
reconocer las condiciones de existencia ya establecidas y
sólo llegaban, en última instancia, al trabajo libre, los prole-
tarios, si quieren ser reconocidos como personas, se verán
obligados a abolir sus condiciones de existencia anteriores,
que son también las de toda la sociedad; es decir, se verán
obligados a abolir el trabajo. Se encuentran, pues, en
oposición directa con la forma en que los miembros de la
sociedad han encontrado hasta ahora su expresión colectiva:
el Estado. Y para desarrollarse como personas han de
derrocar el Estado. [LA (1845-1846) MEGA 1/5, pp. 64-67]
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Finalmente, consideraremos a modo de alternativa una
comunidad de individuos libres que trabajan con medios de
producción comunes y en la que la fuerza de trabajo de los
diferentes individuos se aplica conscientemente
274-
como fuerza de trabajo combinada de toda la comunidad.
Se repiten en ella todas las características del trabajo de
Robinson Crusoe, pero con la diferencia de que se trata
de características sociales y no individuales. Todo lo que
él producía era resultado exclusivo de su trabajo perso-
nal y, por consiguiente, constituía un objeto de uso para
él. El producto total de nuestra comunidad es un pro-
ducto social. Una parte sirve de nuevos medios de produc-
ción y sigue siendo social. Pero otra parle es consumida
por los miembros como medios de subsistencia y se ha
de distribuir entre ellos. Ei modo de esta distribución
variará con la organización productiva de la comunidad
y con el grado de desarrollo histórico alcanzado por los
productores. Supondremos —pero sólo para establecer sa ■
un paralelo con la producción de mercancías— que la
parte de medios de subsistencia de cada productor indi-
vidual se determina por su tiempo de trabajo. El tiempo
de trabajo tendrá en este caso una doble función. Su dis-
tribución según un plan social concreto mantiene la pro-
porción adecuada entre las diferentes clases de trabajo
a realizar y las diversas necesidades de la comunidad. Por
otro lado, sirve de medida de la parte de cada individuo
en el trabajo común y de su pai te en el producto total
destinado al consumo individual. Las relaciones sociales
de los productores individuales, tanto con su trabajo
como con los productos de éste, son en nuestro caso per-
fectamente simples e inteligibles, y esto no solo en lo que
concierne a la produción sino también a la distribución,
[iCapital, I (1867 VA, I. p. 84]
275
producción, sino también en la función del trabajador y en las
combinaciones sociales del proceso del trabajo. Al mismo
tiempo revoluciona la división del trabajo dentro de la sociedad
y transfiere incesantemente masas de capital y de mano de
obra de un ramo de la producción a otro. La gran industria
exige, por su misma naturaleza, cambios en el trabajo,
variabilidad de funciones, movilidad universal del trabajador;
por otro lado reproduce, en su forma capitalista, la vieja
división del trabajo, con sus particularidades osificadas. Hemos
visto como esta contradicción insuperable priva al obrero de
paz, estabilidad y seguridad; como, al privarlo de los
instrumentos de trabajo, hace pesar constantemente sobre él la
amenaza de privarlo también de sus medios de subsistencia y
de convertirlo en algo superfino, suprimiendo su tarea
concreta. Hemos visto también como esta contradicción se
manifiesta a través de los incesantes sacrificios de la clase
obrera, del desenfrenado despilfarro de la fuerza de trabajo y
de las devastaciones causadas por la anarquía so- ciaL Éste es
el lado negativo. Pero si hoy los cambios del trabajo se
imponen en forma de una ley natural omnipotente y con la
acción ciegamente destructora de una ley de la naturaleza que
choca con resistencias en todas partes, la gran industria, pese a
las catástrofes, obliga a reconocer como ley fundamental de la
producción los cambios en el trabajo y, por consiguiente, la
versatilidad del obrero. Para la sociedad, la adaptación del
modo de producción al normal funcionamiento de esta ley se
convierte en cuestión de vida o muerte. De hecho, la gran
industria obliga a la sociedad, bajo pena de muerte, a reem-
plazar el miserable ejército industrial de reserva que el capital
mantiene a su disposición para las diversas necesidades de la
explotación, a reemplazarlo, decimos, por la completa
adaptabilidad de los individuos a las cambiantes demandas de
las diferentes clases de trabajo. De este modo, el obrero parcial
de hoy, el individuo limitado, el simple portador de una fundón
social particular será reemplazado par el individuo
plenamente desaíro 11a-
276
do, para el cual las distintas funciones sociales que realiza no
son más que otras tantas formas alternativas de' actividad.
Uno de los pasos ya dados espontáneamente para la
realización de esta revolución es la creación de escuelas
técnicas y agrícolas y de escuelas de enseñanza profesional,
en las que los hijos de los trabajadores reciben una cierta
instrucción en la tecnología y en el manejo práctico de una
cierta instrucción de trabajo. Aunque las leyes fabriles
(Faciory Acis), las primeras concesiones arrancadas al
capital, se limiten a combinar la educación elemental con el
trabajo en la fábrica, es indudable que cuando la clase obrera
llegue al poder —como ocurrirá inevitablemente—, la
instrucción técnica, tanto teórica como práctica, encontrará
en las escuelas de la clase obrera el lugar que le corresponde.
También es indudable que estos fermentos revolucionarios,
cuyo objetivo final es la abolición de la vieja división del
trabajo, se oponen diametralmente al modo de producción
capitalista y a la condición económica de los trabajadores que
al mismo corresponde. Ahora bien, el desarrollo de las
contradicciones en el seno de una forma histórica de
produción es el único camino para resolverlas y establecer
una nueva forma [Capital, I (1867) VA. I. pp. 512-514]
277
la gran industria, al asignar un papel importante en el proceso
de la producción, fuera de la esfera doméstica, a las mujeres, a
los jóvenes y a los niños de ambos sexos crea una nueva base
económica para una forma superior de familia y de relaciones
entre los sexos. Es tan absurdo, naturalmente, considerar la
forma de la familia teutónico- cristiana como la forma absoluta
y final, como lo sería atribuir esta cualidad a las formas de la
antigua Roma, de la antigua Grecia y de los países orientales.
Cabe decir, además, que vistas en conjunto, todas estas formas
constituyen una serie en la evolución histórica. Es evidente, por
otro lado, que el hecho de que el grupo colectivo de trabajo se
componga de individuos de ambos sexos y de todas las edades
ha de constituir necesariamente, en condiciones adecuadas, un
manantial de desarrollo y de progreso humanos; sin embargo,
en su forma capitalista brutal, espontáneamente surgida, en la
que el trabajador existe para el proceso de producción y no el
proceso de producción para el trabajador, es un manantial
pestilente de corrupción y de esclavitud. [Capital, I (1867) VA, I,
pp. 514-516]
278
bio con la naturaleza racionalmente, la someten a su control
común en vez de estar regidos por ella como por una fuerza
ciega y llevan a cabo su tarea con un gasto mínimo de energías
y en las condiciones más adecuadas y dignas para los seres
humanos. Sin embargo, estamos todavía en el reino de la
necesidad. Mas alia empieza aquel desarrollo incondicionado
de la potencialidad humana, aquel verdadero reino de la
libertad que sólo puede florecer sobre la base del reino de la
necesidad. Su premisa fundamental es la reducción de la
jornada de trabajo. [Capital, III VA, III, 2, pp. 873-S74]
?7?
más desarrollada en unos sitios que en otros, en sentido
capitalista. También tienen, pues, ciertas características
esenciales en común. En este sentido, se puede hablar del
«Estado actual» por oposición al Estado futuro, cuando se
habrá extinguido su actual raíz, la sociedad burguesa.
Podemos, pues, preguntarnos: ¿qué transformación ex-
perimentará el Estado en la sociedad comunista? O, dicho de
otra manera: ¿qué funciones sociales subsistirán análogas a las
actuales funciones del Estado? Esta pregunta sólo puede
contestarse científicamente y por más que yuxtapongamos de
mil maneras distintas las palabras «pueblo» y «Estado» no nos
acercamos ni pizca a la solución del problema. .
Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista hay el
periodo de la transformación revolucionaria de la primera en
la segunda. Corresponde a este periodo qn periodo político
también de transición, en el que el Estado no puede ser más
que la dictadura revolucionaria del proletariado. [CPG (1875)]
280
pués de deducir lo que ha trabajado para el fondo común) y
con este certificado extrae de los depósitos sociales de
medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de
trabajo que ha aportado. Recibe de la sociedad en forma
distinta la misma cantidad de trabajo que él ha dado a la
sociedad en una forma determinada.
Reina aquí, evidentemente, el mismo principio que re-
gula el intercambio de mercancías, porque es un intercambio
de valores iguales. Varían el contenido y la forma porque en
las nuevas condiciones nadie puede aportar más que su
trabajo y porque, por otro lado, nada puede pasar ahora a
propiedad del individuo, con excepción de los medios
individuales de consumo. Ahora bien, en lo que respecta a la
distribución de éstos entre los distintos productores, rige el
mismo principio que en el intercambie de mercancías
equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, en una
forma, por otra cantidad de trabajo igual, bajo otra forma.
Por esto el derecho igual todavía es, en principio, el
derecho burgués aunque ahora el principio y la práctica no
se tiren ya de los pelos; en cambio, en el régimen de
intercambio de mercancías el intercambio de equivalentes
sólo existe por término medio y no en los casos individuales.
Pese a este progreso, el derecho igual lleva todavía li-
mitaciones burguesas. El derecho de los productores es
proporcional a su trabajo; la igualdad consiste, aquí, en que
se mide a todos por el mismo patrón: el trabajo.
Pero unos individuos son superiores a otros física o
intelectualmente y rinden en el mismo tiempo más trabajo o
pueden trabajar durante más tiempo; y el trabajo, para servir
de medida, debe determinarse por la duración o la
intensidad, de otro modo deja de ser una medida. Este
derecho igual es un derecho desigual para un trabajo
desigual. No reconoce ninguna distinción de clase porque
cada individuo es un trabajador como los restantes, pero
reconoce tácitamente como privilegios naturales las
desiguales aptitudes de los individuos y, por consiguien
281
te, la desigual capacidad de rendimiento. En el fondo es,
pues, un derecho de la desigualdad, como todo derecho. Por
su propia naturaleza, el derecho sólo puede consistir en la
aplicación de una medida igual; pero los individuos
desiguales (y no serían individuos distintos si no fuesen
desiguales) sólo pueden medirse con el mismo patrón si se
les enfoca desde un sólo ángulo,^ desde un aspecto
particular, por ejemplo, en este caso concreto, sólo como
trabajadores, y no se ve en ellos nada más, es decir, se
prescinde del resto. Más todavía: unos trabajadores están
casados, otros no; unos tienen más hijos que otros, etcétera.
A trabajo igual y, por consiguiente, a igual participación en
el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más
que otros, unos son más ricos que otros, etcétera. Para evitar
todos estos inconvenientes, el derecho no debería ser igual,
sino desigual.
Ahora bien, estos efectos son inevitables en la primera
fase de la sociedad comunista tal como surge de la sociedad
capitalista, después de un largo y doloroso alumbramiento. El
derecho nunca puede ser superior a la estructura económica
de la sociedad y al desarrollo cultura] condicionado por ésta.
En la fase superior de la sociedad comunista, cuando basa
desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a
la división del trabajo y, con ella, la oposi ción entre el trabajo
intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea
únicamente un medio de vida sino la primera necesidad vital;
cuando, con el desarrollo de lo-- individuos en todos sus
aspectos se hayan desarrollado también las fuerzas productivas
y fluyan con abundancia los manantiales de la riqueza colectiva,
sólo entonces se podrá superar completamente el estrecho
horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en
su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual
según sus necesidades! [CPG (1875)]
Bibliografía’
283
V
TEXTOS ESCOGIDOS
Primera parte: Los FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS
I. La concepción materialista de lahistoria . . 71
II. Existencia y conciencia ................................... 87
III. Sociedad, relaciones sociales y estructura económica
109
• * • • c> tijir*,' ■ •,
i... f