Agradecimientos
Gracias!!!
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El Club de las Excomulgadas
Aviso Excomulgado
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El Club de las Excomulgadas
Argumento
Ruler: Arie
Arie está teniendo una noche mala pero, ¿qué tiene de novedad? Cuando los vampiros
tratan con demonios no se puede esperar nada menos. Se dirige al Club Hellfire para hacer un
informe para su atractiva jefa, Tessa Green, esperando que al menos esté satisfecha con los detalles
de su noche. En cambio, encuentra una nueva y sexy camarera esperando en la oficina. Solos en la
oficina, ella le ofrece la interesante oportunidad de improvisar.
Atada: Luna
Para distraerse de su obsesión, Luna le pide que Tessa que encuentre una distracción
apropiada. Atada y amordazada en su calabozo del Club Hellfire (HFC), Luna recibe una visita
inesperada de su hermana que la abandona haciéndola sentirse en conflicto y afligida. Arie
interviene cuando Luna esta vulnerable. ¿Hay algo más en este sexy vampiro alfa que su fachada de
duro?
Quemada: Victoria
Victoria tiene un sórdido pasado y esta macabra historia se teje con mentiras, sangre,
traición y venganza. En el norte lejano de Francia en los años 1700 ella cuidaba de una niña y su
enfermiza madre. Nunca planeó enamorarse de Henri en el proceso, excepto que cayó enamorada
del hombre equivocado. Cayó enamorada de un monstruo. A veces, el mal golpea demasiado cerca
de casa. Y cuando confías en la persona equivocada podrías acabar ardiendo.
Encadenado: Tessa
Tessa Green es la dominatrix más famosa de Chicago y dirige el célebre Club Hellfire.
También resulta que es un vampiro. Y el senador es sólo otro juguete para su diversión. A veces el
poder y la autoridad que vienen con el mando pueden ser estresantes. Él disfruta de su dominio, sus
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órdenes y su control. A veces, solo eres libre cuando estás encadenado y quien mejor para guardar
su secreto que Tessa.
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Ruler: Arie
Fuera del club los disparos estallaron con furia. Probablemente era sólo un
tiroteo entre bandas. Pero a los policías eso les importaba una mierda. Esta parte de
la ciudad se parecía a una guerra en un país del tercer mundo, pero mientras no
interfiriera con el negocio, no nos implicaríamos. El Hellfire Club estaba situado en
el lado sur de Chicago. Funcionaba como un club gótico en el piso inferior y un
club sexual clandestino en los niveles superiores. En un mundo donde lo
sobrenatural se mezclaba con los humanos, que en su mayoría eran inconscientes
de este hecho, el club proporcionaba una tapadera perfecta. Por supuesto, nuestra
—Arie…
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Luna tenía una piel pálida y luminosa, que casi igualaba la mía, y dejaba
tras ella una corriente de rayos plateados. Hasta su caballo, incluso sus pestañas,
brillaban con tono plateado. Por lo general, me miraba con admiración, pero en
este momento sólo parecía disgustada, y yo no tenía tiempo para tratar con la
enfadada hada.
Pasé a un lado del guardia de cara pétrea que estaba fuera de la oficina de
Tessa. Era más robusto que yo, casi tan alto, y su pelo corto y rubio estaba en
punta. Gruñendo, levanté mi puño cuando me detuvo con un musculoso brazo
portador de un tatuaje tribal que recorría su longitud. Mi puño entró en contacto
con su mandíbula y soltó una maldición.
—Ese no es mi problema.
Abrí la puerta de un tirón. Había una sexy pelirroja, sentada en una silla
demasiado grande, delante del escritorio que le había costado un dineral a Tessa.
Llevaba una falda negra corta y un top morado atado entre sus pechos, exponiendo
su estómago. Eso significaba que sólo podía estar aquí por una cosa, un trabajo. Sus
largos rizos se desbordaban por sus hombros. Entonces se giró hacia mí y su boca
se abrió mientras sus mejillas se ruborizaban con un revelador rojo. Su expresión
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El Club de las Excomulgadas
igualaba los rasgos sorprendidos del hombre representado en la vieja pieza de
cerámica situada en el escritorio de Tessa, que estaba ornamentado con un tema
erótico homosexual.
Mierda.
Todavía podía oír a alguien echando un polvo en alguna parte en este nivel,
pero el olor de la excitación provenía de la pelirroja. Y estaba bastante seguro de
saber el por qué. Tessa tenía una manera especial de entrevistar a los nuevos
empleados del club. Sobre todo a los calientes y pequeños bombones como éste.
Ella se movió en su asiento y no pude evitar sonreír.
—No lo sé. Me dijo que esperara aquí. Estoy segura de que volverá en unos
minutos.
Obviamente, no tenía ni idea sobre cómo actuaba Tessa. Tessa Green tenía
poco respeto por los demás y hacer a la gente esperar no la perturbaba en lo más
mínimo. Había aprendido a no esperar que ella estuviese allí, aunque ella misma
hubiera exigido una reunión conmigo. Pero tal vez podría tener un poco de
diversión con la hermosa pelirroja mientras esperaba.
— ¿Cómo te llamas?
Tragó saliva.
—Isla.
—Isla, desde aquí puedo oler lo mojada que estás. Tessa debe estar
entrevistándote minuciosamente.
Sus mejillas ahora igualaban el color de sus rizos, mientras miraba hacia sus
manos dobladas cuidadosamente en su regazo. Pero continuó moviéndose
incómodamente en su asiento.
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—Sí… concienzudamente.
—Te estás librando fácilmente, entonces. Tessa puede ser brutal con las
nuevas chicas. ¿Estás solicitando un puesto de camarera en el piso inferior, o de
bailarina en el de arriba?
—Soy bailarina durante los fines de semana en el Pink Chimp —dijo en voz
baja.
Me encogí de hombros.
— ¿Oh?
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mayoría de las mujeres me desearan. No necesitaba deslumbrarlas para
convencerlas de ir a mi cama. Venían voluntaria y frecuentemente.
—Después de siglos de vida hay dos cosas que hago bien: pelear y follar.
—Te deseo.
Gimiendo, sacudió con la cabeza. Tracé una línea hacia abajo, por su cuello
con mi dedo, a través de la cima de sus pechos, y dejé mis yemas
momentáneamente sobre el lazo que sostenía el top en su sitio. Su inhalación fue
apenas audible pero para alguien como yo, fue fácil oírlo. Cuando solté el nudo y
empujé los bordes, quedaron expuestos sus pechos pequeños, pálidos y redondos.
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—Eres hermosa.
—Gracias.
Tiré de los bordes del lazo y la dirigí tirando de ellos, mientras la guiaba
hacia el otro lado del escritorio. No perdió el ritmo. Claramente, su experiencia
como bailarina le había enseñado cómo moverse, pero yo todavía tenía una cosa o
dos que enseñarle. Isla jadeó cuando aferré sus brazos, sujetándolos en su espalda.
Mis manos bajaron hacia sus caderas y la empujé contra el borde del
escritorio. Ella situó sus manos en la superficie para estabilizarse. La pila de
informes a un lado del escritorio de Tessa cayó al suelo cuando los aparté. Isla se
sentó en el escritorio. La empujé hacia atrás y quedó extendida sobre la superficie:
mía para tomarla. El chirrido de los goznes de la puerta de la oficina llamó mi
atención. Estaba abierta casi treinta centímetros. El impertinente empleado de
Tessa nos miraba desde la entrada con lujuria en los ojos. Su intensa mirada seguía
el movimiento de los pechos de Isla mientras se elevaban y descendían con su
respiración.
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Binder clip- llamado en castellano pinza reversible, broche aprieta papeles, sujeta documentos, etc. según el país, es un
artículo de oficina, una pinza metálica con un muelle cubierto normalmente por una cubierta plástica que se utiliza para
sujetar de forma segura gran cantidad de papeles. No confundir con el clip.
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Pero así era Tessa y nada me sorprendía cuando provenía de ella. Moví el
sujetapapeles de un lado al otro e Isla gimió.
—Puedo ver que Tessa ha sido muy cuidadosa contigo —dije, mi voz era un
profundo y reverberante sonido.
—Respira —dije. Hice una pausa para permitir a Isla absorber el dolor de la
Era tan excitante oír tanto sus latidos acelerados, como los del guardia, ante
mis palabras.
Inserté un tercer dedo e hice girar mis dedos en círculos lentos y profundos.
Ella se lamió los labios, cerró los ojos y se sujetó al lateral del escritorio. Isla se
arqueó contra mi mano, necesitando mi toque justo en el lugar correcto, pero no
obedecí.
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De manera timada reduje la velocidad del ritmo de mi deliberada tortura.
Sentí su delicioso sabor cuando probé mis dedos después de sacarlos de su sedosa
humedad. El guardia todavía miraba desde la entrada, paralizado por mis acciones.
—No eres mala, tampoco. Y tampoco el pequeño y dócil ratón que creí que
eras.
Isla rió.
—Veremos.
Con una sonrisa, abrí con fuerza uno de los cajones del escritorio. Tendemos
a aburrirnos con los que los humanos que vienen al Hellfire Club llaman: sexo
vainilla. Los siglos prestados a la creatividad, impiden que nos volvamos
completamente locos. Había visto a unos cuantos que habían perdido el juicio,
incapaces de lidiar con el total aburrimiento de la eternidad, que la inmortalidad les
había concedido. Los indeseados recuerdos de un particular par de ojos de color de
avellana se entrometieron y me sobresaltaron, sacándome de mis pensamientos.
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escritorio. Isla me miraba, no con curiosidad, si no con expectación. Entonces supe
que no era sólo bailar lo que había estado haciendo en el Pink Chimp. Succionó
aire a través de sus labios separados cuando pellizqué sus pezones y se tensaron.
Coloqué un lápiz a cada lado de su pezón, sujetándolos en el sitio con ligas de
goma tanto en la parte superior como en la inferior. Ella trató de sofocar un
gemido, pero falló miserablemente. La miré con indiferente desinterés.
—Sí, Señor.
—Levántate.
—Gira.
Presioné sus caderas contra el escritorio, abriendo sus piernas con mi rodilla.
—Ahora inclínate.
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ella una y otra vez. Entonces, ella se movió contra mi mano, montando los dedos
que seguía empujando en su interior.
—Más —dijo Isla sin aliento. Su cuerpo temblaba por mis caricias y el aire
acondicionado de la oficina de Tessa.
—Suficiente.
—Esto va a doler.
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Wescott: empresa británica dedicada a la fabricación y venta de material de oficina, escolar y hogar (tijeras, afilalápices,
reglas, guillotinas…) existente desde 1872
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—Abre más.
— ¿Estás lista?
Isla parpadeó.
—Sí, Señor.
Golpeé con la regla con fuerza sobre sus nalgas. Isla jadeó, agarrando un
pisapapeles del escritorio con ambas manos, atadas ante ella. La regla descendió en
diagonal atravesando sus muslos con mi segundo golpe. El tercero lo guié en
diagonal atravesando sus muslos, pero en dirección contraria. El cuarto y último
golpe cruzó los anteriores, dejando un entrecruzado de líneas rojas a través de la
parte posterior de sus muslos.
—Arie, veo que hiciste buen uso de tu tiempo mientras esperabas —dijo
Tessa—. Pero no compartir tu nuevo juguete no es muy amable —Le lanzó al
guardia una mirada ufana.
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—Sabes que no juego bien con otros —dije, respondiendo a Tessa.
—Correcto. Arie, ¿qué opinas de Isla? —preguntó Tessa, con voz ronca.
Las rodillas de Isla cedieron pero Tessa la sostuvo. Diablos, Tessa era casi
tan vieja como yo, y me igualaba en fuerza. La mirada de voyerista del guardia
observaba el encuentro con aún más entusiasmo que cuando me había visto marcar
el trasero de Isla con bonitos y rojos verdugones.
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Tessa inclinó la cabeza de Isla hacia atrás sobre su brazo, suavizando su
beso. Isla se aferró a ella como si Tessa fuera la única cosa sólida en un mundo
bamboleante y vertiginoso. Sabía por experiencia de primera mano el efecto que
tenía la insistente boca de Tessa, lo cual provocó temblores a lo largo de mis
nervios. Y apenas podía culpar al guardia por jadear ante el par de labios sellados, y
perdidos en la temblorosa boca de la otra. Ambas estaban completamente ajenas a
nuestra presencia, Isla devolviendo el beso con una intensidad que yo no había sido
capaz de obtener.
Tosí. Tessa rompió el beso luciendo divertida, mientras que los ojos de Isla
parecían vítreos y ebrios.
Tessa se rio.
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Atada: Luna
El cuarto estaba en total oscuridad, tan sólo el débil brillo del candelabro
lanzaba sombras sobre la cama. Podía ver mi reflejo en el espejo oval incrustado en
el centro de la cabecera de acero con sus peldaños plegables negros. Y podía sentir
el roce de la cuerda contra mi piel mientras me retorcía en las ataduras que Tessa
había creado, mi cuerpo estaba enroscado y contorsionado. Casi podría dormirme
así; mi largo pelo plateado tensado, mi boca amordazada, porque había estado
atada de la misma forma en el calabozo de Tessa Green del tercer piso del Club
Hellfire muchas veces antes.
Y nunca la tendré.
Victoria...
Recordar su forma esbelta y pelo corto puntiagudo, sus delicados rasgos, sus
labios rosa pálido y su barbilla angulosa que quería salpicar de besos hacía que mis
muslos se estremecieran. Pero Victoria nunca me tendría o nadie. Se abstenía de
sexo y sangre, un vampiro que sólo se alimentaba de chi3.
No había ninguna razón para decirle cómo me sentía, lo que quería. Lo que
quería hacerle. Incluso si se alimentase como los demás no importaría de todos
modos. La mayoría de los vampiros no se mezclaban con la gente de las hadas, no
con los antiguos rencores que perduraban tanto como su inmortalidad.
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Chi – energía vital. En la cultura tradicional china es, literalmente: el aire, aliento, disposición de ánimo; un principio activo
que forma parte de todo ser vivo y se traduce como flujo vital de energía.
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—Bueno, bueno, pequeña Luna. Mi querida hermanita siempre se lía con la
gente equivocada. Victoria me dijo que te encontraría aquí.
Hermanastra. Si no fuera por los errores de nuestro padre, nunca tendría que servir en
su lugar. Y, sin duda, Victoria sabe exactamente lo que estoy haciendo si sabe dónde estoy. Se
burla de mí por mi debilidad, por mi necesidad de ser tocada, por mi ansia de placer.
Daeveena resopló.
— ¿Cuándo volverás?
—Estoy segura que sería divertidísimo —dije con el sarcasmo—. Pero sabes
que no puedo. Es mi deber quedarme aquí y servir.
—Sí, dado que nuestro padre no puede manejar su mierda. Te envía a ti para
hacerlo por él. Pero las dos sabemos que eso no es el por qué te quedas. Te quedas
por la zorra rubia de abajo aunque sólo sea otro vampiro a la que estás obligada a
servir durante cualquier jodido tiempo que decidan.
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—Eso no es así —dije en voz baja.
—No tienes que hacerlo. Eres mejor que esto. Por favor, ven conmigo.
Tessa había tomado una barra separadora corta del armario al otro lado del
cuarto, sujetándolo entre mis brazos, justo encima de mis codos, guiando mis
brazos hacia atrás y forzando a mis pechos a que sobresalieran. Tensándose contra
la tela de mi corsé.
Entonces Tessa había usado el trozo de cordel que todavía colgaba de mis
muñecas atadas, y lo envolvió alrededor de mi cuerpo justo por encima de los
codos en la espalda y por debajo de mis pechos en el frente. Dos veces alrededor de
mi cuerpo, la cuerda se entrecruzaba y subía. Los pasó por encima de la parte
superior de mis pechos, intercalándolos oscilando entre las bandas estrechas de
cordel blanco.
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Se apartó con una inmensa sonrisa de satisfacción en sus labios mientras
admiraba su obra. Tessa ató un nudo seguro para sostener el largo trozo de cordel
en su lugar y lo llevó directamente debajo de mi espalda donde lo arrastró detrás de
mí. Rápidamente, me metió una mordaza en la boca, con sus ojos bailando con
diversión.
Pero no había terminado aún. Usando lo último del cordel colgando detrás
de mis muñecas, mi espalda se arqueó aún más cuando ató mis tobillos juntos con
el extremo libre. No sé cuántas veces pudo envolver el cordel alrededor antes de
llegar al final para enroscarlo y atarlo de forma segura.
Tessa disfrutaba de estos juegos porque podía jugar mucho más fuerte
debido a mi sangre hada. A ninguno de los clientes humanos del club podrían
dejarlos así debido a nuestras normas de seguridad. Y ningún humano podría
tolerar tanto tiempo lo restringido o ajustado de las ataduras. Solo era suficiente
para distraerme de la fuerte presión que sentía en el pecho cada vez que pensaba en
Victoria.
Daeveena suspiró.
—Vale. ¡Qué diablos! Haz lo que quieras. Sabía que esto era una pérdida de
tiempo.
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—Lo siento, es sólo…
—Que no tienes agallas. Que eres la más cobarde de las jodidas hadas que
jamás haya conocido. Lo sé. No es necesario que me lo digas.
Daeveena siempre era así cuando no se salía con la suya. No era una
sorpresa, pero no hacía que doliera menos. La mejor manera de tratar con ella era
cambiar de tema, preferiblemente devolviéndola al foco de atención. Si buscases
“narcisista” en un diccionario Merriam-Webster debería mostrarse una fotografía
de Daeveena junto a la definición.
Daveena miró hacia atrás sobre su hombro con una ceja elegantemente
arqueada.
— ¿Qué?
—Amordázame.
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—Bueno, te veré por ahí. Trata de no hacer nada estúpido mientras estoy
fuera. —Y con esto se contoneó fuera del cuarto, la puerta del calabozo se cerró
detrás de ella.
Las lágrimas corrían por mis mejillas hacia la sábana ajustable granate que
cubría el colchón. Estaba segura de que mi rímel oscuro se había corrido, dándome
ojos bordeados como los de un mapache. Daveena siempre había sido difícil de
tratar. Al menos, ella no tendría la satisfacción de verme llorar. Odiaba que tuviese
razón. Yo era una cobarde.
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antes de enfrentarme a quienquiera que estuviese al otro lado de la puerta del
calabozo.
Arie trabajaba para Tessa y ambos habían sido amigos durante más tiempo
de lo que yo había vivido. Era un vampiro y mi mejor amigo en el HFC4 además de
Victoria. Su pelo oscuro y ondulado se rizaba alrededor del cuello de su chaqueta
de cuero y sus torturados ojos grises me recordaban a un mar tempestuoso. Se
detuvo al pie de la cama, su indiferente mirada se suavizó mientras me observaba.
—Estoy bien.
—Victoria me envió a ver como estabas. Me dijo que vio a Tessa tomar una
llamada y luego marcharse. No quería que te quedases aquí atrapada mientras se
iba.
4 HFC- HellFire Club. Nombre del club donde trabajan los protagonistas.
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De repente, me sentí vulnerable y lágrimas espontáneas rodaron por mis
mejillas.
Me reí.
¿Realmente quiero que ella vuelva? Hace un desastre de todo cuando está aquí.
Arie tenía un lado blando que raramente alguien veía. Siempre podía
calmarme con su lógica cuando me encontraba alterada emocionalmente. Sequé las
lágrimas que mojaban mis mejillas y él apartó un mechón de mi pelo plateado de
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El Club de las Excomulgadas
mi cara. Nuestros ojos se encontraron, él se inclinó para besar mi frente, pero alcé
mi cara y encontré sus labios con míos. Hizo una pausa antes de devolver mi beso
y, gradualmente, el beso se profundizó mientras exploraba mi boca con su lengua.
—Date la vuelta.
Sentí que Arie tiraba y sacaba mientras sus dedos trabajaban diestramente
para deshacer la larga serie de nudos de mi corsé. Este era mi atuendo
acostumbrado para trabajar de camarera en la barra del segundo piso del Club
Hellfire. Tessa disfrutaba de los giros modernos en la moda que hacía siglos se
había olvidado. Tras desatar el corsé negro, Arie lo bajó y dejó caer al suelo. Sacó
mi blusa morada por mi cabeza desde atrás y la tiró a un lado.
Podía sentir el calor llenar mis mejillas. Nunca había sido buena con los
elogios.
Bajó su boca a mi pezón, jugueteando con sus dientes y lengua. Podía sentir
mi pezón endurecerse en respuesta. Arie se trasladó a mi otro pecho, prestándole
igual atención hasta que ambos pezones estuvieron rígidos.
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Insté su cabeza más abajo presionando mis manos firmemente sobre sus
hombros.
Cuando me miró, había una necesidad en sus ojos como nunca la había
visto antes. Como si algo lo poseyera. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y
tiré de él hacia abajo para un beso. Mordisqueé su labio inferior antes de acariciar
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su lengua con la mía. Él gimió en mi boca. Podría sentir su erección presionando en
mi cadera incluso a través de sus vaqueros.
Katarina…
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durante varios golpes martilleantes. Entonces él culminó con un gruñido,
derramándose en mí.
Sonreí.
—Nunca he sido bueno con estas malditas cosas. Siempre fui mejor en
quitarlos. Enviaré a Victoria para que te ayude.
Me sonrojé con la idea del roce de los dedos fríos de Victoria contra mi piel
mientras me ataba los cordones.
—Gracias —dije.
—Pero Tessa…
—Te lo agradezco.
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Arie agarró mi mano y plantó un beso en el dorso antes caminar fuera del
calabozo.
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Quemada: Victoria
Nord, 1763
Mi pelo rubio pálido se dispersó por todo el colchón blanco relleno de lana
pero todavía podía sentir la rigidez de la paja debajo de mí desde el jergón y a pesar
de la almohada. La luz del farol emitía un baile de sombras por las paredes del
pequeño dormitorio. Henri se inclinó hacia delante, sellando su boca sobre mía.
Suspiré cuando su lengua sumergió dentro. Su beso era confiado, experto, y me
excitó tanto que hizo que mis dedos se doblasen.
Aun me quieres y aquí estamos. ¿Hasta cuándo vamos a seguir haciendo esto,
escondiéndonos?
Aparté la vista.
—Pas avec votre femme dans l’autre pièce. No con tu esposa en el otro cuarto.
—J’ai besoin de toi... Je veux que vous. Te necesito… Te quiero. —Henri rozó
con su pulgar mi labio inferior.
5
Je veux que tú, Victoire- en francés: Te quiero, Victoria.
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El Club de las Excomulgadas
imposible que traté de no pensar en ello. Resistirse a él requería una cantidad
imposible de energía, haciéndome sentir débil.
6 Hugonote- El término hugonotes (huguenot, en francés) es el antiguo nombre otorgado a los protestantes franceses de
doctrina calvinista durante las guerras de religión. A partir del siglo XVII, los hugonotes serían denominados frecuentemente
Religionnaires, ya que los decretos reales (y otros documentos oficiales) empleaban el desdeñoso «pretendida religión
reformada» para designar al protestantismo.
7 Fantôme- en francés: Fantasma
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se deslizaban dentro y fuera. Mi clítoris hinchado palpitó con el furioso latido de mi
corazón. Tomó mi boca y le besé de vuelta como si pudiese comerle vivo.
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cabecero de roble pero no creía que incluso me importase en este punto si lo
hiciera. Mecí mis caderas hacia atrás contra él mientras tomaba lo que ansiaba de
su acerada erección.
— ¡Bâtard!8
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—Te acuestas con esa puta mientras estás casado con mi hermana —gritó
Gustav.
—No, s’il vous plaît. Je vous en supplie. No, por favor. Te lo ruego.
—Póntelo.
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Me puse el chaleco de lana y me mecí en el borde de la cama llorando
suavemente. Hubo pasos y escuché el portazo de la puerta principal pero hubo otras
pisadas moviéndose. Alguien permanecía en la casa. Si su hija fuera la única que
quedase sería capaz de dominarla fácilmente y escapar. Silenciosamente, fui hacia
la puerta del dormitorio y traté de mirar por la rendija pero no vi a nadie. La
quietud llenaba la casa y me asustaba más que sus susurros. Los momentos pasaban
y podía oír como la sangre se me subía a la cabeza mientras mi pulso se aceleraba.
—Henri, s’il vous plaît. Laissez-moi partir.9 —Odié el agudo chillido de mi voz
cuando le suplique que me dejase ir.
—No puedo. ¿No ves que es demasiado tarde? Gustav volverá pronto, pero
te deseo una vez más.
Jadeé.
— ¡Non10!
9
Henri, s’il vous plaît. Laissez-moi partir- en francés: Henri, por favor. Déjame ir.
10
Non- en francés: No
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El Club de las Excomulgadas
Henri me empujó sobre la cama. Yací boca abajo sollozando contra el
colchón con mis piernas firmemente plantadas en el suelo mientras él se mantenía
de pie junto a la cama. Era fuerte… demasiado fuerte para que pudiera defenderme.
Luché pero no pude evitar que desgarrase mi chaleco. Su polla perdió su objetivo
cuando me agité y él pinchó furiosamente contra mi muslo. Henri me separó las
piernas con el pie y se forzó dentro de mí.
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El Club de las Excomulgadas
de pie en los laterales de la vía pero no podía distinguir sus caras a través de lo
borroso de mis lágrimas.
Gustav le dio a Henri una antorcha. Mis ojos se encontraron con los de
Henri antes de que él prendiera el montículo de madera en varios puntos y luego
dejase caer la antorcha en el montón de leña. El gentío se movió inquieto
esperando a que la madera prendiese fuego. Una niña pequeña enterró su cara en la
falda de su madre, incapaz de mirar cómo me quemaba. Me sentí agradecida por
ello. Pronto la madera comenzó a silbar y explotar mientras ardía.
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El Club de las Excomulgadas
Aunque, encontré irónico haber evitado la peor de las quemas solo para
arder ahora por adulterio. Mi piel albina y ojos misteriosos me habían hecho un
objetivo. Quise reírme histéricamente porque me quemaran por ser una bruja. No
tenían ni idea de cómo era en realidad. Pero ¿qué tenía de bueno la Visión si no podía
prever esto? Ah, pero lo hice. Si fuera honesta conmigo misma, sabía en lo profundo
de mis entrañas que nada bueno podía salir de acostarse con un hombre casado.
¿Quieres morir? Oí el susurro y abrí mis ojos para ver de dónde procedía.
Nadie había hablado.
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oscuros y penetrantes ojos grises. Nunca había puesto los ojos en este forastero,
pero vagamente registré que me había salvado de alguna manera y me sentí segura
en sus brazos.
—Oui11.
Está bien. No voy a hacerte daño pero necesitas esto para vivir.
—À l'immortalité12.
***
11
Oui, en francés: Sí.
12
À l'immortalité, en francés: A la inmortalidad
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Encadenada: Tessa
No habría cena a la luz de las velas o vino en la velada por delante. La
lujosa suite reservada exclusivamente para mis clientes en el hotel de la calle East
Walton en el centro de Chicago, que equipé casi tan bien como mi calabozo en el
Club Hellfire. Las normas para la escena habían sido definidas: “amarillo” significa
disminuir la velocidad, “rojo” significa parar y “Montículo de hierba” significa
detenerlo todo. Ahora mismo.
13
Como describe más arriba, la palabra de seguridad dentro del BDSM es aquella que indica que toda acción debe detenerse en
el momento. Esa palabra es dicha por el sumiso cuando por alguna razón no quiere continuar con la sesión y todo Amo debe
respetarlo sin cuestionamientos.
14
Dealey Plaza- El montículo de hierba del Dealey Plaza es una colina suave localizada en el sector de la plaza donde
asesinaron a Kennedy. Este montículo estaba más arriba de la posición del Presidente Kennedy y a su derecha (noroeste)
durante su asesinato el 22 de noviembre de 1963.
15
John Doe- Nombre que en USA utilizan tanto los cuerpos de seguridad como el personal sanitario para nombrar a un
individuo varón no identificado. En el caso de una mujer el nombre que usan es Jane Doe.
16
HFC- Siglas del nombre Hellfire Club, el lugar donde trabajan los protagonistas de la serie.
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El Club de las Excomulgadas
pelo gris que se reclinaba en una de las sillas afelpadas se folló con los ojos mi
atuendo que destacaba en el tramo pulido de blanco.
Le guiñé un ojo y ella pegó su nariz de vuelta a la revista que había estado
leyendo. Cogí el ascensor hasta la suite con mi maleta negra balanceándose en la
mano, un señor con el que compartí el ascensor me miró por encima
valorativamente. Podía decir que él fantaseaba con mi cuerpo desnudo y se
preguntaba cómo me vería sin mi impermeable.
—Un clima cálido el que tenemos para esta época del año —dijo el hombre.
—Hola, John.
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Hetera- (también Hetaira) del griego ἑταίρα o hetairai. En la antigua Grecia, cortesana, a veces de elevada consideración
social. Prostituta.
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El Club de las Excomulgadas
—Tessa, estás impresionante. Ha pasado mucho tiempo desde mi último
viaje de negocios.
—Estoy de acuerdo.
—Sí, mi Señora.
—Tu cuerpo es tan hermoso. Es casi una lástima que deba tratarlo tan
severamente. Pero ese es tu deseo y ¿quién soy yo para negártelo? ¿Eso es lo qué
quieres?
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—Sí, mi Señora.
—Vale. —Le llevé hacia el pie de la cama donde los grilletes colgaban de la
parte alta del dosel y de la base. Le había solicitado esto al portero cuando llamé
más temprano. En un momento le tenía atado, brazos y piernas extendidas
ampliamente allí de pie encadenado a la cama—. Eso sí es un espectáculo. Me
pregunto qué pensaría tu esposa si te viera así. ¿Crees que disfrutaría de verte
encadenado?
—No, mi Señora.
Até una venda sobre sus ojos con una tela de seda suave. Su respiración se
hizo más profunda mientras se tensaba en sus cadenas, esperando.
—Tengo que preparar mis juguetes para ti, y quiero que la incertidumbre
aumente tus otros sentidos. —El látigo de nueve colas chasqueó bruscamente sobre
sus pezones desnudos endureciéndose como guijarros—. Caliente, frío, suave, con
fuerza, brusco, delicado, tantas sensaciones para que experimentes. Hmm… ¿Qué
debería escoger para mi cachondo senador esta noche?
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El Club de las Excomulgadas
Le palmeé una y otra vez. La cuarta palmada dejó una huella de mano roja
en la mejilla de su culo duro como una roca.
— ¿Qué diría tu esposa si te viese siendo azotado? ¿Le gustaría zurrarte por
estar aquí conmigo? Dime cómo te castigaría.
—Sí, mi Señora.
—No te muevas.
La mejor parte de la venda en los ojos era el elemento sorpresa. Puse la uña
del pulgar detrás de su oreja y comencé a presionar con fuerza en el pliegue donde
se unía a la piel, pellizcando y tirando mientras mi uña se clavaba y arañaba. Este
era un punto escondido, uno de mis favoritos, donde podía cortar y arañar y nadie
se daría cuenta. Usaba esto en clientes que no podían ser marcados. Él se
estremeció y gimió. Besé sus párpados sobre el tejido de seda de la venda y moví
rápidamente mi lengua contra la costura de sus labios cerrados.
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El Club de las Excomulgadas
Sostuve la vela sobre la palma de mi mano juzgando la temperatura y la
distancia. Caliente pero no demasiado. Incliné la vela suavemente sobre su hombro
y la dejé gotear. Él lanzó un grito mezcla de dolor y placer y pude sentir el calor y la
humedad de mi propia entrega, no muy diferente a la licuefacción de la cera bajo la
llama. Incliné la vela otra vez y la cera goteó hacia su sensible estómago. Las otras
dos velas en la cómoda emitían un brillo cálido sobre sus músculos que se tensaban
y movían con la excitación. Su polla estaba erecta y en espera. Devolví la vela al
portavelas de estilo joya de cristal18 y la coloqué de vuelta en la cómoda.
18
http://www.northcountryredcross.org/wp-content/uploads/2014/03/Stemmed-Glass-Candle-Holders-one-glass-candle-
light-holder-long-stem-20cm-tall-237-p.jpg
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El Club de las Excomulgadas
Bajando las restricciones de lo alto del soporte de la cama con dosel de
hierro especular, solté sus brazos de las cadenas y los reacomodé de nuevo más bajo
en el poste.
—Gírate.
Obedeció mi orden sin decir palabra. Até de nuevo las cadenas a sus
muñecas, obligándole a inclinarse contra el estribo. Deslicé una almohada bajo su
estómago para aliviar la presión del hierro retorcido bajo él.
—Amarillo.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Dije que pudieras moverte? —pregunté.
—No, mi Señora.
—Eres tan guarro y hedonista. ¿Te gusta esto? ¿Es esto lo qué querías?
Gimió.
Me reí. Si sólo supiera cuán cierta era su fantasía. Incliné el vibrador hasta que
golpeó justo en el punto correcto. Sus gemidos y las vibraciones, culminaron en un
clímax que hizo traquetear la cadena mientras ella se tragaba cada gota de su
semen. Les dejé respirando entrecortadamente y sudando mientras apagaba el
vibrador y lo extraía suavemente. Solté sus cadenas, guiándole con los ojos
vendados hasta la cama. Eleanor besó su cara, sus labios, mientras él se tumbaba
sobre las almohadas completamente agotado.
—Oye, ¿cómo te llamas? ¡Señor!, sabes cómo dar una maldita mamada.
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El Club de las Excomulgadas
Eleanor se rió.
—Cristo, Eleanor.
— ¿Y no te molesta?
—Lo hizo al principio. Me hirió que pensases que tenías que esconder quién
eres realmente de mí. Acudí a Tessa porque quería enfrentarme a ti, pescarte in
fraganti, pero entonces me excitó. Me encantaba mirarte y esto cambió nuestra vida
sexual. ¿No has notado lo calientes que hemos estado juntos?
Él acarició con su mano las mejillas de ella como si viese por primera vez a
su mujer.
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El Club de las Excomulgadas
—Eres asombrosa. No creía que lo entenderías. Pensé que me abandonarías
si alguna vez te enterabas.
— ¡Condenadamente cierto!
Tosí.
— ¡Oh! Lo siento, Tessa —dijo Eleanor, con las mejillas sonrosadas—. ¿Me
disculpáis un momento?
Cogió su bolso de dónde lo había dejado sobre una silla, metió la mano y
sacó un cepillo de dientes, dirigiéndose hacia el baño.
—Nómbrala.
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El Club de las Excomulgadas
—Hay algo que me gustaría que investigases por mí.
—Quiero que averigües todo lo que puedas sobre esta mujer. Arie, mi socio,
tiene un extraño interés con esta chica y juro que es el vivo retrato de alguien que
ambos solíamos conocer.
Suspiré.
—No es eso. No puedo averiguar mucho sobre ella porque sus archivos
están sellados. Necesito saber tanto como pueda. Ella podría ser un problema para
alguien que me importa.
—Lo sé, pero supongo que en tu posición debe haber algo que puedas hacer.
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El Club de las Excomulgadas
Su ceño se frunció mientras miraba la fotografía que sostenía en su mano.
—Casi es bonita si pierdes las gafas. ¿Qué tan gran problema podría ser?
—Las guapas siempre lo son. ¿No has aprendido eso? Mira a tu esposa.
—Mírate —dijo con una cálida sonrisa mientras ponía su mano sobre mi
brazo. Soltó mi brazo y revolvió entre los otros papeles de la carpeta—. No hay
partida de nacimiento.
—No hay mucho de nada sobre esta chica. Pero su nombre es Holly —
dije—. Holly Ellis.
Sonó la cisterna y su esposa volvió del cuarto de baño. Me lanzó una mirada
de agradecimiento cuando entró en el cuarto.
—Fue un placer.
Holly Ellis.
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El Club de las Excomulgadas
comenzó a frecuentar la cafetería para empezar. Yo tenía un mal presentimiento
sobre su extraño parecido físico a alguien que había sido la ruina de la existencia de
Arie. Ahora, todo lo que podía hacer era esperar y tener la esperanza de estar
equivocada.
Fin
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Próximamente
A.C. James - Serie Para Siempre I
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