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El Club de las Excomulgadas

Agradecimientos

Al Staff Excomulgado: Excopic por la


Traducción, Leluli por Corrección y
Diagramación y Laavic por la Lectura Final de
este Libro para El Club De Las Excomulgadas…

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


A las Chicas del Club de Las Excomulgadas, que
nos acompañaron en cada capítulo, y a Nuestras
Lectoras que nos acompañaron y nos acompañan
siempre. A Todas….

Gracias!!!

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El Club de las Excomulgadas

Aviso Excomulgado

El Club de Las Excomulgadas ha realizado


este proyecto de fan traducción Sin Ánimo
De Lucro Alguno.

Está hecho por Fans para Fans, Siendo su

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Distribución Complemente Gratuita.

No ha tenido en ningún momento el objetivo


de quebrantar la propiedad intelectual del
autor o reemplazar el original. Su Único fin
es incentivar y entretener con la lectura en
nuestro idioma.

Así mismo las Incentivamos a Comprar Las


Obras de Nuestras Autoras Favoritas, ya
sea en el idioma original o cuando estén
disponibles en español, para seguir
disfrutando de estas grandes novelas.

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El Club de las Excomulgadas

Argumento
Ruler: Arie
Arie está teniendo una noche mala pero, ¿qué tiene de novedad? Cuando los vampiros
tratan con demonios no se puede esperar nada menos. Se dirige al Club Hellfire para hacer un
informe para su atractiva jefa, Tessa Green, esperando que al menos esté satisfecha con los detalles
de su noche. En cambio, encuentra una nueva y sexy camarera esperando en la oficina. Solos en la
oficina, ella le ofrece la interesante oportunidad de improvisar.

Atada: Luna

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Luna siempre está liada en situaciones difíciles. Obsesionada con alguien que no podrá
tener nunca. A partir del primer momento en el que Luna conoció a Victoria, supo que era diferente,
caliente, peligrosa y distinta a cualquiera que jamás hubiera conocido. Luna no puede dejar de
pensar en ella. No puede dejar de fantasear sobre ella. No puede dejar de ansiar algo que sabe nunca
podrá tener. Lo único que quiere: la vampiro que quiere abstenerse de sangre y sexo.

Para distraerse de su obsesión, Luna le pide que Tessa que encuentre una distracción
apropiada. Atada y amordazada en su calabozo del Club Hellfire (HFC), Luna recibe una visita
inesperada de su hermana que la abandona haciéndola sentirse en conflicto y afligida. Arie
interviene cuando Luna esta vulnerable. ¿Hay algo más en este sexy vampiro alfa que su fachada de
duro?

Quemada: Victoria
Victoria tiene un sórdido pasado y esta macabra historia se teje con mentiras, sangre,
traición y venganza. En el norte lejano de Francia en los años 1700 ella cuidaba de una niña y su
enfermiza madre. Nunca planeó enamorarse de Henri en el proceso, excepto que cayó enamorada
del hombre equivocado. Cayó enamorada de un monstruo. A veces, el mal golpea demasiado cerca
de casa. Y cuando confías en la persona equivocada podrías acabar ardiendo.

Encadenado: Tessa
Tessa Green es la dominatrix más famosa de Chicago y dirige el célebre Club Hellfire.
También resulta que es un vampiro. Y el senador es sólo otro juguete para su diversión. A veces el
poder y la autoridad que vienen con el mando pueden ser estresantes. Él disfruta de su dominio, sus

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órdenes y su control. A veces, solo eres libre cuando estás encadenado y quien mejor para guardar
su secreto que Tessa.

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Ruler: Arie
Fuera del club los disparos estallaron con furia. Probablemente era sólo un
tiroteo entre bandas. Pero a los policías eso les importaba una mierda. Esta parte de
la ciudad se parecía a una guerra en un país del tercer mundo, pero mientras no
interfiriera con el negocio, no nos implicaríamos. El Hellfire Club estaba situado en
el lado sur de Chicago. Funcionaba como un club gótico en el piso inferior y un
club sexual clandestino en los niveles superiores. En un mundo donde lo
sobrenatural se mezclaba con los humanos, que en su mayoría eran inconscientes
de este hecho, el club proporcionaba una tapadera perfecta. Por supuesto, nuestra

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clientela de clase alta, y los pocos humanos de nuestro personal, sabían sobre
nuestra especie.

Inhalé profundamente y oré por paciencia. A Tessa no le iba a gustar el


incremento de precios de la tecnología médica que el banco de sangre requería para
mantenernos bastecidos. ¿Qué se suponía que hiciera? El mitad demonio disfrazado
de humano había estado de pie allí, con esa perversa y condenada sonrisa, y
cuando traté de deslumbrarlo pareció completamente inmune a mis tácticas. Había
venido a darle un informe a Tessa, y no era probable que ella lo dejase pasar.

Murmurando obscenidades, caminé a través del negro mármol y Luna


levantó la vista desde su puesto detrás de la barra.

—Arie…

—Ahora no, Luna.

Apretó los labios, pero no respondió a mi volátil humor. Probablemente era


lo mejor en estas circunstancias. Añadir a la mezcla cualquiera de mis instintos
primarios: sexo, violencia y sed de sangre, la pondría en una mala situación. Si no
fuera por este asunto con el banco de sangre, me la tiraría a pesar de mi preferencia
por las compañeras humanas. Pero con ella haría una excepción.

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El Club de las Excomulgadas
Luna tenía una piel pálida y luminosa, que casi igualaba la mía, y dejaba
tras ella una corriente de rayos plateados. Hasta su caballo, incluso sus pestañas,
brillaban con tono plateado. Por lo general, me miraba con admiración, pero en
este momento sólo parecía disgustada, y yo no tenía tiempo para tratar con la
enfadada hada.

El botón del ascensor se encendió cuando lo presioné y después de unos


momentos, la puerta se abrió. Tomé el ascensor hasta el tercer piso y caminé por el
pasillo débilmente iluminado hasta la oficina de Tessa. Alguien estaba teniendo
sexo en el edificio. En cualquier momento alguien podría estar follando en el club,
pero mientras caminaba, el olor a excitación se hizo más fuerte, haciendo que mi

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cuerpo se tensase y mis pelotas palpitaran. Maldición, resistirse se hacía cada vez
más duro y doloroso, como lo estaba mi polla en este momento.

Pasé a un lado del guardia de cara pétrea que estaba fuera de la oficina de
Tessa. Era más robusto que yo, casi tan alto, y su pelo corto y rubio estaba en
punta. Gruñendo, levanté mi puño cuando me detuvo con un musculoso brazo
portador de un tatuaje tribal que recorría su longitud. Mi puño entró en contacto
con su mandíbula y soltó una maldición.

— ¡Maldita sea, hombre. No puedes entrar ahí! —dijo, frotando su


mandíbula.

—Y una mierda que no.

—Ella no está aquí, y se supone que no puedo dejar entrar a nadie.

—Ese no es mi problema.

Abrí la puerta de un tirón. Había una sexy pelirroja, sentada en una silla
demasiado grande, delante del escritorio que le había costado un dineral a Tessa.
Llevaba una falda negra corta y un top morado atado entre sus pechos, exponiendo
su estómago. Eso significaba que sólo podía estar aquí por una cosa, un trabajo. Sus
largos rizos se desbordaban por sus hombros. Entonces se giró hacia mí y su boca
se abrió mientras sus mejillas se ruborizaban con un revelador rojo. Su expresión

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igualaba los rasgos sorprendidos del hombre representado en la vieja pieza de
cerámica situada en el escritorio de Tessa, que estaba ornamentado con un tema
erótico homosexual.

Mierda.

Todavía podía oír a alguien echando un polvo en alguna parte en este nivel,
pero el olor de la excitación provenía de la pelirroja. Y estaba bastante seguro de
saber el por qué. Tessa tenía una manera especial de entrevistar a los nuevos
empleados del club. Sobre todo a los calientes y pequeños bombones como éste.
Ella se movió en su asiento y no pude evitar sonreír.

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— ¿Dónde está Tessa?

—No lo sé. Me dijo que esperara aquí. Estoy segura de que volverá en unos
minutos.

Obviamente, no tenía ni idea sobre cómo actuaba Tessa. Tessa Green tenía
poco respeto por los demás y hacer a la gente esperar no la perturbaba en lo más
mínimo. Había aprendido a no esperar que ella estuviese allí, aunque ella misma
hubiera exigido una reunión conmigo. Pero tal vez podría tener un poco de
diversión con la hermosa pelirroja mientras esperaba.

— ¿Cómo te llamas?

Tragó saliva.

—Isla.

—Isla, desde aquí puedo oler lo mojada que estás. Tessa debe estar
entrevistándote minuciosamente.

Sus mejillas ahora igualaban el color de sus rizos, mientras miraba hacia sus
manos dobladas cuidadosamente en su regazo. Pero continuó moviéndose
incómodamente en su asiento.

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El Club de las Excomulgadas
—Sí… concienzudamente.

—Te estás librando fácilmente, entonces. Tessa puede ser brutal con las
nuevas chicas. ¿Estás solicitando un puesto de camarera en el piso inferior, o de
bailarina en el de arriba?

—Soy bailarina durante los fines de semana en el Pink Chimp —dijo en voz
baja.

Me encogí de hombros.

—No son malas.

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Pero tampoco eran muy buenas. Las strippers competían para bailar en el
muy exclusivo club sexual BDSM que funcionaba en el segundo piso. El Hellfire
Club hacía que nuestras especies se mezclaran, y con las desorbitantes propinas que
las bailarinas obtenían en nuestro club, los antros locales palidecían en
comparación. Era fácil ver por qué golpeaban las puertas para bailar en el Hellfire
Club, y tenía curiosidad por ver hasta qué punto iría ella para conseguir el trabajo.

Di un paso hacia ella y cerré la puerta a la oficina de Tessa detrás de mí. Su


jefe de seguridad me lanzó una mirada oscura mientras la puerta se cerraba en su
cara. Pero obviamente mi puño golpeando su mandíbula lo hizo comprender mi
punto, ya que no dijo nada.

—Soy Arie. Y tengo mucha influencia con Tessa.

— ¿Oh?

Encontró mis ojos tentativamente, pero claramente entendió mi intención.


Su expresión cambió, mientras una conocedora sonrisa curvó su boca. Isla me echó
una ojeada apreciativa y supe exactamente lo que estaba viendo. Mi esbelta
estructura muscular con un pelo corto, oscuro y rizado, y los ojos grises
metalizados, acompañados de mi habitual chaqueta de cuero, hacían que la

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El Club de las Excomulgadas
mayoría de las mujeres me desearan. No necesitaba deslumbrarlas para
convencerlas de ir a mi cama. Venían voluntaria y frecuentemente.

—Arie, ¿te gustaría entrevistarme? Creo que serías bueno en ello.

—Después de siglos de vida hay dos cosas que hago bien: pelear y follar.

Dos perforaciones perfectamente redondas marcaban su cuello, y si buscaba


un trabajo en nuestro club sexual, sabía que alguna de nuestras bailarinas debió
recomendarla. El rubor carmesí volvió a su cara. Sonreí. Mi declaración había
alcanzado la respuesta apropiada y deseada.

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—Levántate.

Me complació que mi voz, una orden ronca, obtuviera su obediencia sin


vacilación. Reduje la corta distancia entre nosotros. Mi lengua se deslizó en la boca
de Isla y se movió contra su lengua en una feroz y húmeda caricia, mientras
tomaba lo que quería. Ella arqueó la espalda, empujando sus caderas en respuesta,
pero aun así, no la toqué. El único contacto físico entre nosotros estaba donde
nuestras bocas se presionaban apasionadamente.

Isla se retiró suavemente.

—Te deseo.

Dejé que mis labios rozaran los de ella, suave y brevemente.

—Voy a hacer que me supliques —dije, susurrando contra sus labios


separados.

Gimiendo, sacudió con la cabeza. Tracé una línea hacia abajo, por su cuello
con mi dedo, a través de la cima de sus pechos, y dejé mis yemas
momentáneamente sobre el lazo que sostenía el top en su sitio. Su inhalación fue
apenas audible pero para alguien como yo, fue fácil oírlo. Cuando solté el nudo y
empujé los bordes, quedaron expuestos sus pechos pequeños, pálidos y redondos.

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El Club de las Excomulgadas
—Eres hermosa.

—Gracias.

—Gracias, Señor. —La corregí con una mirada severa.

—Lo siento, Señor. Quiero decir… gracias, Señor.

Tiré de los bordes del lazo y la dirigí tirando de ellos, mientras la guiaba
hacia el otro lado del escritorio. No perdió el ritmo. Claramente, su experiencia
como bailarina le había enseñado cómo moverse, pero yo todavía tenía una cosa o
dos que enseñarle. Isla jadeó cuando aferré sus brazos, sujetándolos en su espalda.

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Empujé mi musculoso muslo entre sus piernas para separarlas, y presioné contra su
sexo provocativamente. Tiré de su labio inferior con mis dientes mientras
encontraba su boca con la mía.

Mis manos bajaron hacia sus caderas y la empujé contra el borde del
escritorio. Ella situó sus manos en la superficie para estabilizarse. La pila de
informes a un lado del escritorio de Tessa cayó al suelo cuando los aparté. Isla se
sentó en el escritorio. La empujé hacia atrás y quedó extendida sobre la superficie:
mía para tomarla. El chirrido de los goznes de la puerta de la oficina llamó mi
atención. Estaba abierta casi treinta centímetros. El impertinente empleado de
Tessa nos miraba desde la entrada con lujuria en los ojos. Su intensa mirada seguía
el movimiento de los pechos de Isla mientras se elevaban y descendían con su
respiración.

Bien, dejémoslo mirar lo que no puede tener.

Deslicé mi mano el interior de su muslo. No llevaba la ropa interior.


Vagamente, me pregunté si estaría en posesión de Tessa. Descubrí la causa de su
excitación. Al parecer, Tessa había dejado un sujetapapeles1 de acero enganchado
a su clítoris. La presión era disminuida ligeramente por las alas del sujetapapeles
que dificultaban su cierre. Aun así, Tessa había logrado asegurarlo a su clítoris.

1
Binder clip- llamado en castellano pinza reversible, broche aprieta papeles, sujeta documentos, etc. según el país, es un
artículo de oficina, una pinza metálica con un muelle cubierto normalmente por una cubierta plástica que se utiliza para
sujetar de forma segura gran cantidad de papeles. No confundir con el clip.

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Pero así era Tessa y nada me sorprendía cuando provenía de ella. Moví el
sujetapapeles de un lado al otro e Isla gimió.

—Puedo ver que Tessa ha sido muy cuidadosa contigo —dije, mi voz era un
profundo y reverberante sonido.

Quité la pinza. Isla soltó un chillido mientras cerraba de golpe su palma


sobre la superficie del escritorio e involuntarias lágrimas se derramaron por sus
mejillas.

—Respira —dije. Hice una pausa para permitir a Isla absorber el dolor de la

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sangre que regresaba repentinamente a la zona donde había estado sujetado el clip.
Se limpió las lágrimas de sus mejillas. Suavemente, masajeé en círculos su clítoris
con mi pulgar y soltó un gemido.

—Por favor. Por favor. Te deseo.

—Eso es un comienzo, pero no creo que hayas rogado lo suficiente.

Era tan excitante oír tanto sus latidos acelerados, como los del guardia, ante
mis palabras.

Cuando inserté dos dedos dentro de ella, arqueó la espalda sobre la


superficie del escritorio.

—Dios, estás mojada.

—Por favor, necesito…

Inserté un tercer dedo e hice girar mis dedos en círculos lentos y profundos.
Ella se lamió los labios, cerró los ojos y se sujetó al lateral del escritorio. Isla se
arqueó contra mi mano, necesitando mi toque justo en el lugar correcto, pero no
obedecí.

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De manera timada reduje la velocidad del ritmo de mi deliberada tortura.
Sentí su delicioso sabor cuando probé mis dedos después de sacarlos de su sedosa
humedad. El guardia todavía miraba desde la entrada, paralizado por mis acciones.

—Te gusta mirar, ¿verdad?

Él gruñó desde la entrada, pero no dejó de observar.

— ¿Con quién estás hablando…?

—Shh. Eso no importa ahora mismo —dije, haciendo callar a Isla.

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Ella tembló, pero no se movió o volvió su cabeza en dirección a la entrada.

—Eres una buena chica.

—No soy particularmente buena —dijo con una sonrisa satisfecha.

—No eres mala, tampoco. Y tampoco el pequeño y dócil ratón que creí que
eras.

Isla rió.

—Eso es algo con lo que nadie me ha confundido alguna vez.

—Veremos.

Con una sonrisa, abrí con fuerza uno de los cajones del escritorio. Tendemos
a aburrirnos con los que los humanos que vienen al Hellfire Club llaman: sexo
vainilla. Los siglos prestados a la creatividad, impiden que nos volvamos
completamente locos. Había visto a unos cuantos que habían perdido el juicio,
incapaces de lidiar con el total aburrimiento de la eternidad, que la inmortalidad les
había concedido. Los indeseados recuerdos de un particular par de ojos de color de
avellana se entrometieron y me sobresaltaron, sacándome de mis pensamientos.

Nunca descendería por ese camino otra vez. Negándome a pensar en mi


psicótica ex, saqué algunos lápices y una bolsa de ligas de goma del cajón del

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escritorio. Isla me miraba, no con curiosidad, si no con expectación. Entonces supe
que no era sólo bailar lo que había estado haciendo en el Pink Chimp. Succionó
aire a través de sus labios separados cuando pellizqué sus pezones y se tensaron.
Coloqué un lápiz a cada lado de su pezón, sujetándolos en el sitio con ligas de
goma tanto en la parte superior como en la inferior. Ella trató de sofocar un
gemido, pero falló miserablemente. La miré con indiferente desinterés.

—Te gusta esto, ¿cierto?

—Sí, Señor.

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Cuando repetí el proceso con su otro pezón, un estremecimiento sacudió su
cuerpo. Rebuscando en el cajón, descubrí un rollo de cinta para embalar y sonreí
para mí mismo por cuán útiles podían ser los materiales de oficina. Mis ojos se
fijaron a los del guardia mientras envolvía la cinta alrededor de ambas muñecas de
Isla, uniéndolas.

—Levántate.

Isla hizo una pausa antes de levantarse para obedecer mi orden.

— ¿Ahora que te tengo atada y sometida, dudas ante mi mandato?

Un indicio de sonrisa se formó en sus labios. Lamentaría eso.

—Lo siento mucho, Señor. No pasará otra vez.

—Gira.

Presioné sus caderas contra el escritorio, abriendo sus piernas con mi rodilla.

—Ahora inclínate.

Isla se inclinó sobre el escritorio y subí la apretada falda de forma que


rodeara sus caderas. Su sexo quedó expuesto, brillante por la excitación. Mis dedos
se deslizaron en ella con facilidad. Estaba caliente y mojada al toque. Los deslicé en

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ella una y otra vez. Entonces, ella se movió contra mi mano, montando los dedos
que seguía empujando en su interior.

—Más —dijo Isla sin aliento. Su cuerpo temblaba por mis caricias y el aire
acondicionado de la oficina de Tessa.

Podía oír su corazón latiendo más rápido, y su respiración era pesada


cuando retiré los dedos.

—No, no te detengas —dijo—. Lo deseo. Lo necesito, yo…

—No sabes cuándo estar en silencio. ¿Tengo que amordazarte? No hables.

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—Pero, por favor…

—Suficiente.

Rebuscando en el cajón abierto del escritorio, encontré la regla de acero


inoxidable de Tessa. ¿Quién necesita una pala cuándo Westcott2 hace útiles de
oficina tan robustos? Me incliné hacia adelante, mi aliento caliente rozó su cuello
cuando susurré en su oído.

—Esto va a doler.

Arrastré mi mano por su espalda, deteniéndome en su cuello, apretando la


nuca. Su mejilla empujó contra la superficie lisa y elegante del escritorio de Tessa.
Cada músculo en el cuerpo de Isla se tensó. Gimió.

—Tranquilízate, relaja los músculos o esto va a doler más de lo que debe.

La excitación que emanaba del guardia mientras observaba la regla que


blandía era casi palpable. Las inhalaciones y exhalaciones de Isla redujeron la
velocidad hasta un ritmo regular.

Di un golpecito con el extremo de la regla entre sus muslos.

2
Wescott: empresa británica dedicada a la fabricación y venta de material de oficina, escolar y hogar (tijeras, afilalápices,
reglas, guillotinas…) existente desde 1872

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El Club de las Excomulgadas
—Abre más.

Amplió su postura y la pude ver relajarse en su posición inclinada sobre el


escritorio.

— ¿Estás lista?

Isla parpadeó.

—Sí, Señor.

Deslicé el borde metálico de la regla hacia abajo, por su espalda, trazando su

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columna con el más ligero de los contactos. El sensual cosquilleo del roce la hizo
temblar. Separé la regla, dejando de tocarla, y escuché el sonido de su pulso.
Observando su anticipación por el dolor, el guardia prácticamente salivaba desde la
entrada.

Golpeé con la regla con fuerza sobre sus nalgas. Isla jadeó, agarrando un
pisapapeles del escritorio con ambas manos, atadas ante ella. La regla descendió en
diagonal atravesando sus muslos con mi segundo golpe. El tercero lo guié en
diagonal atravesando sus muslos, pero en dirección contraria. El cuarto y último
golpe cruzó los anteriores, dejando un entrecruzado de líneas rojas a través de la
parte posterior de sus muslos.

Mañana tendría verdugones. Sonreí. Tanto Isla como el guardia respiraban


pesadamente. El repiqueteo del sonido de unos tacones de aguja en el vestíbulo me
hizo levantar de golpe la cabeza. El empleado de Tessa prácticamente saltó de su
piel cuando ella lo apartó, entrando a su oficina con una expresión ilegible.

—Arie, veo que hiciste buen uso de tu tiempo mientras esperabas —dijo
Tessa—. Pero no compartir tu nuevo juguete no es muy amable —Le lanzó al
guardia una mirada ufana.

Cogí el abrecartas que estaba en su escritorio y corté la cinta de embalar que


unía las muñecas de Isla.

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El Club de las Excomulgadas
—Sabes que no juego bien con otros —dije, respondiendo a Tessa.

—Ow —dijo Isla, cuando arranqué la cinta de su piel.

Isla se levantó del escritorio, su cara brillaba sonrosada y su pelo estaba


revuelto. Lucía completamente despampanante. Pero hizo una mueca mientras
desenrollaba con cuidado las gomas que sostenían los lápices afianzados a sus
pezones. Tessa sonrió mientras miraba a la muchacha deshacerse de las gomas y
lápices. Isla bajó su falda y ató su top.

—Y, ¿qué opinas de…. cómo te llamabas? —preguntó Tessa.

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—Isla.

—Correcto. Arie, ¿qué opinas de Isla? —preguntó Tessa, con voz ronca.

—Creo que encajará.

Tessa miró hacia Isla.

—Todavía no estoy segura. ¿Tal vez la debería entrevistar un poco más?

—Por favor, no lamentará contratarme —dijo Isla.

Tessa se detuvo directamente frente a la muchacha. Antes de que Isla


pudiera reaccionar, los brazos de Tessa estaban a su alrededor. Pude sentir la ráfaga
de indefensión de Isla, mezclada con la excitación, mientras Tessa tiraba de sus
rizos y la atraía hacia un beso. Absorta y rendida a la marea que se levanta del beso
de Tessa, el cuerpo de Isla se ablandó en sus brazos.

Las rodillas de Isla cedieron pero Tessa la sostuvo. Diablos, Tessa era casi
tan vieja como yo, y me igualaba en fuerza. La mirada de voyerista del guardia
observaba el encuentro con aún más entusiasmo que cuando me había visto marcar
el trasero de Isla con bonitos y rojos verdugones.

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El Club de las Excomulgadas
Tessa inclinó la cabeza de Isla hacia atrás sobre su brazo, suavizando su
beso. Isla se aferró a ella como si Tessa fuera la única cosa sólida en un mundo
bamboleante y vertiginoso. Sabía por experiencia de primera mano el efecto que
tenía la insistente boca de Tessa, lo cual provocó temblores a lo largo de mis
nervios. Y apenas podía culpar al guardia por jadear ante el par de labios sellados, y
perdidos en la temblorosa boca de la otra. Ambas estaban completamente ajenas a
nuestra presencia, Isla devolviendo el beso con una intensidad que yo no había sido
capaz de obtener.

Tosí. Tessa rompió el beso luciendo divertida, mientras que los ojos de Isla
parecían vítreos y ebrios.

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Tessa chasqueó una de sus uñas perfectamente manicuradas.

—Siempre un caballero, pero sólo cuando te conviene. ¿Verdad, Arie? Juro


que eres una contradicción andante.

—Sólo soy un caballero en lo que se refiere a las damas. —Nunca tomaría a


otra compañera y había renunciado a algo más que el sexo siglos atrás.

Tessa se rio.

—Debería sentirme insultada pero, viniendo de ti, me lo tomaré como un


cumplido. Puedes acompañarla a la puerta —dijo Tessa, gesticulando hacia el
guardia—. Y tú puedes comenzar mañana. —Dio a Isla un manotazo en el trasero
mientras esta se dirigía hacia la puerta.

El guardia tenía una mirada satisfecha en su cara, y de alguna manera supe


que habría un desvío antes de que Isla saliera del Hellfire Club. Pero ahora tendría
que explicarle a Tessa que el medio demonio con el que tratábamos en el banco de
sangre local había elevado sus precios, y si no cumplíamos con sus demandas, una
de nuestras fuentes principales de sangre se cortaría. Al menos mi interludio con
Isla me había proporcionado una distracción temporal en una noche que había
estado llena de dolores de cabeza…

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El Club de las Excomulgadas

Atada: Luna
El cuarto estaba en total oscuridad, tan sólo el débil brillo del candelabro
lanzaba sombras sobre la cama. Podía ver mi reflejo en el espejo oval incrustado en
el centro de la cabecera de acero con sus peldaños plegables negros. Y podía sentir
el roce de la cuerda contra mi piel mientras me retorcía en las ataduras que Tessa
había creado, mi cuerpo estaba enroscado y contorsionado. Casi podría dormirme
así; mi largo pelo plateado tensado, mi boca amordazada, porque había estado
atada de la misma forma en el calabozo de Tessa Green del tercer piso del Club
Hellfire muchas veces antes.

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Me dormiría si no fuera por la humedad estancada entre mis muslos. Tessa
me había atado, me había provocado, y abandonado en estado de frustración
sexual. Realmente no la quería a ella, sólo era una sustituta de Victoria.

Y nunca la tendré.

Victoria...

Recordar su forma esbelta y pelo corto puntiagudo, sus delicados rasgos, sus
labios rosa pálido y su barbilla angulosa que quería salpicar de besos hacía que mis
muslos se estremecieran. Pero Victoria nunca me tendría o nadie. Se abstenía de
sexo y sangre, un vampiro que sólo se alimentaba de chi3.

No había ninguna razón para decirle cómo me sentía, lo que quería. Lo que
quería hacerle. Incluso si se alimentase como los demás no importaría de todos
modos. La mayoría de los vampiros no se mezclaban con la gente de las hadas, no
con los antiguos rencores que perduraban tanto como su inmortalidad.

La puerta del calabozo chirrió al abrirse y Daeveena entró de improviso. Se


detuvo al pie de la cama y me sonrió con suficiencia.

3
Chi – energía vital. En la cultura tradicional china es, literalmente: el aire, aliento, disposición de ánimo; un principio activo
que forma parte de todo ser vivo y se traduce como flujo vital de energía.

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El Club de las Excomulgadas
—Bueno, bueno, pequeña Luna. Mi querida hermanita siempre se lía con la
gente equivocada. Victoria me dijo que te encontraría aquí.

Hermanastra. Si no fuera por los errores de nuestro padre, nunca tendría que servir en
su lugar. Y, sin duda, Victoria sabe exactamente lo que estoy haciendo si sabe dónde estoy. Se
burla de mí por mi debilidad, por mi necesidad de ser tocada, por mi ansia de placer.

Daeveena quitó la mordaza de pelota de mi boca.

Dirigí una mirada a mi maldita hermanastra, medio demonio y medio hada.

— ¿Qué haces aquí?

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—Vine para decir adiós.

— ¿Te vas… pero, por qué?

Daeveena resopló.

—Estoy harta de hacer todo su trabajo sucio sin ninguna recompensa.

Sabía que sólo podía referirse a nuestro padre.

— ¿Cuándo volverás?

—No sé si volveré. Podrías venir conmigo.

—Estoy segura que sería divertidísimo —dije con el sarcasmo—. Pero sabes
que no puedo. Es mi deber quedarme aquí y servir.

Daeveena puso los ojos en blanco.

—Sí, dado que nuestro padre no puede manejar su mierda. Te envía a ti para
hacerlo por él. Pero las dos sabemos que eso no es el por qué te quedas. Te quedas
por la zorra rubia de abajo aunque sólo sea otro vampiro a la que estás obligada a
servir durante cualquier jodido tiempo que decidan.

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El Club de las Excomulgadas
—Eso no es así —dije en voz baja.

—No me digas que no lo es. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Trato de no pensar en ello y realmente me gustaría que hicieras lo mismo.

—No tienes que hacerlo. Eres mejor que esto. Por favor, ven conmigo.

Aparté la vista. La confrontación siempre me hacía sentir incómoda. Esto es


todo lo que siempre había en mi familia, maldiciones, enfrentamientos y peleas
sucias con nuestra magia hada. Siempre sería así. Al menos, servir a Tessa era
pacífico y, seguramente, menos doloroso que ir a casa… a pesar de mi situación

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actual.

Estoy recostada sobre un lado con mi línea de cabello y el borde de mi corsé


salpicados de sudor. Mis manos están retorcidas detrás de mi espalda, un rollo muy
largo de cordel de algodón para tender la ropa está enroscado y enrollado a mí
alrededor. Tessa le había dado cinco vueltas a mi alrededor antes de atarlo,
asegurándose que estaba bien apretado, no dejaba ninguna posibilidad de escape.

No es que realmente quisiera liberarme de las ataduras. Quería esto.


Necesitaba esta distracción. Después de todo, le había pedido a Tessa que me atase
para mantener mi mente lejos de Victoria.

Tessa había tomado una barra separadora corta del armario al otro lado del
cuarto, sujetándolo entre mis brazos, justo encima de mis codos, guiando mis
brazos hacia atrás y forzando a mis pechos a que sobresalieran. Tensándose contra
la tela de mi corsé.

Entonces Tessa había usado el trozo de cordel que todavía colgaba de mis
muñecas atadas, y lo envolvió alrededor de mi cuerpo justo por encima de los
codos en la espalda y por debajo de mis pechos en el frente. Dos veces alrededor de
mi cuerpo, la cuerda se entrecruzaba y subía. Los pasó por encima de la parte
superior de mis pechos, intercalándolos oscilando entre las bandas estrechas de
cordel blanco.

21
El Club de las Excomulgadas
Se apartó con una inmensa sonrisa de satisfacción en sus labios mientras
admiraba su obra. Tessa ató un nudo seguro para sostener el largo trozo de cordel
en su lugar y lo llevó directamente debajo de mi espalda donde lo arrastró detrás de
mí. Rápidamente, me metió una mordaza en la boca, con sus ojos bailando con
diversión.

Pero no había terminado aún. Usando lo último del cordel colgando detrás
de mis muñecas, mi espalda se arqueó aún más cuando ató mis tobillos juntos con
el extremo libre. No sé cuántas veces pudo envolver el cordel alrededor antes de
llegar al final para enroscarlo y atarlo de forma segura.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Y finalmente lo hizo. Estaba tan excitada que sentía la humedad entre mis
piernas.

Tessa me recogió y me colocó en la cama. Estaba allí acostada atada,


amordazada, y a su merced. Ella introdujo su mano entre mis muslos apretados y
empujó un dedo en mi preparada humedad. Gemí. Justo cuando estaba al borde del
orgasmo, echó su cabeza hacia atrás riéndose, su pelo oscuro se derramó por su
espalda. Retiró el dedo y dio un golpecito con una uña lacada en rojo brillante,
antes de caminar con pasos largos fuera del cuarto, dejándome en agonía.

Tessa disfrutaba de estos juegos porque podía jugar mucho más fuerte
debido a mi sangre hada. A ninguno de los clientes humanos del club podrían
dejarlos así debido a nuestras normas de seguridad. Y ningún humano podría
tolerar tanto tiempo lo restringido o ajustado de las ataduras. Solo era suficiente
para distraerme de la fuerte presión que sentía en el pecho cada vez que pensaba en
Victoria.

—No quiero discutir contigo —dije.

Daeveena suspiró.

—Vale. ¡Qué diablos! Haz lo que quieras. Sabía que esto era una pérdida de
tiempo.

22
El Club de las Excomulgadas
—Lo siento, es sólo…

—Que no tienes agallas. Que eres la más cobarde de las jodidas hadas que
jamás haya conocido. Lo sé. No es necesario que me lo digas.

Daeveena siempre era así cuando no se salía con la suya. No era una
sorpresa, pero no hacía que doliera menos. La mejor manera de tratar con ella era
cambiar de tema, preferiblemente devolviéndola al foco de atención. Si buscases
“narcisista” en un diccionario Merriam-Webster debería mostrarse una fotografía
de Daeveena junto a la definición.

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—Ten cuidado, vale.

La mirada de Daveena se suavizó.

—Ten cuidado, hermanita.

Se dio la vuelta para marcharse.

— ¿Me puedes hacer un favor?

Daveena miró hacia atrás sobre su hombro con una ceja elegantemente
arqueada.

— ¿Qué?

—Amordázame.

Tessa se pondría furiosa si volviera y encontrase su obra de otra forma a


como la había dejado.

Daveena dio una sonrisa traviesa.

—Con mucho gusto.

Empujó la mordaza de pelota en mi boca y la fijó más bruscamente de lo


necesario pero esperaba esto de ella. Daveena estaba enfadada.

23
El Club de las Excomulgadas
—Bueno, te veré por ahí. Trata de no hacer nada estúpido mientras estoy
fuera. —Y con esto se contoneó fuera del cuarto, la puerta del calabozo se cerró
detrás de ella.

Las lágrimas corrían por mis mejillas hacia la sábana ajustable granate que
cubría el colchón. Estaba segura de que mi rímel oscuro se había corrido, dándome
ojos bordeados como los de un mapache. Daveena siempre había sido difícil de
tratar. Al menos, ella no tendría la satisfacción de verme llorar. Odiaba que tuviese
razón. Yo era una cobarde.

Pero le dije que no iría con ella. Algo es algo, ¿no?

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Y estaba bien que no la siguiera en su desafortunado viaje a ninguna parte.
Se me ocurrió, entonces, que nunca le había preguntado a dónde, solo el por qué.
No era que importara. Ella tenía la costumbre de encontrar problemas. Nada se
podía hacer al respecto. Daveena era una mujer adulta y responsable para limpiar
su propio desastre. Que me condenasen si dejaba que me arrastrase a cualquier
desgracia que provocara sobre sí misma esta vez.

Nunca fuimos realmente hermanas. Nuestro padre engañó a mi madre y


engendró a Daveena con un demonio. Mi madre tuvo el sentido común de
abandonarle pero no llegó muy lejos. No era porque él fuera un hada. Las esposas
corrientes nunca conseguían irse. El precio de arrastrarla de vuelta aquí fue que
tuve que escuchar una eternidad de discusiones entre ellos. Finalmente, los
comentarios mordaces de mi madre sacaron lo mejor de él y la desterró. La última
vez que la había visto, había sido hacía más de un siglo.

Lloré aún más fuerte.

Los sollozos sacudieron mi cuerpo mientras las compuertas se abrieron y


años de dolor se liberaron en la humedad salada que apelmazaba mi cabello
plateado contra el colchón. Podía oír pasos en el vestíbulo al otro lado de la puerta.
Inhalé profundamente para estabilizar mi respiración y recobrar la compostura

24
El Club de las Excomulgadas
antes de enfrentarme a quienquiera que estuviese al otro lado de la puerta del
calabozo.

Arie abrió la puerta. Mi respiración quedó atrapada en mi garganta.


Maldición. ¡Qué magnífico ejemplar de masculinidad!

Arie trabajaba para Tessa y ambos habían sido amigos durante más tiempo
de lo que yo había vivido. Era un vampiro y mi mejor amigo en el HFC4 además de
Victoria. Su pelo oscuro y ondulado se rizaba alrededor del cuello de su chaqueta
de cuero y sus torturados ojos grises me recordaban a un mar tempestuoso. Se
detuvo al pie de la cama, su indiferente mirada se suavizó mientras me observaba.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Arie se inclinó y sacó la mordaza de mi boca.

—Luna. ¿Estás bien? —preguntó en voz baja.

—Estoy bien.

Arie secó una lágrima de mi mejilla.

—No me mientas. Has estado llorando. ¿Por qué?

—No es nada. En serio, estoy bien. ¿Qué haces aquí?

—Victoria me envió a ver como estabas. Me dijo que vio a Tessa tomar una
llamada y luego marcharse. No quería que te quedases aquí atrapada mientras se
iba.

Mi corazón saltó en mi garganta aunque no significase nada. Era un acto de


bondad que Victoria habría mostrado por cualquiera. No significaba que se
preocupase por mí. No de la manera que yo lo hacía por ella. Arie se sentó
suavemente a un lado de la cama. Quitó una navaja del bolsillo de su chaqueta y
con cuidado cortó el cordel de algodón antes de destrozarlo. Suavemente, él quitó
la barra separadora y yo froté mis muñecas una vez que estuvieron libres. Arie
deshizo el resto de las ataduras, tirando la cuerda al suelo.

4 HFC- HellFire Club. Nombre del club donde trabajan los protagonistas.

25
El Club de las Excomulgadas
De repente, me sentí vulnerable y lágrimas espontáneas rodaron por mis
mejillas.

—Lo siento, Arie. Soy un desastre.

—Shhh. Tranquila. —Me llevó a su regazo y me acunó en sus brazos como


si fuera una niña pequeña—. Dime. ¿Qué te tiene tan molesta?

—Es mi hermana. Se va y no sé cuándo la volveré a ver otra vez. Todos se


van. No tengo a nadie.

Mi voz se rompió y comencé a sollozar de nuevo, pero no podía evitarlo. No

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


era sólo mi hermana. Mi hermana, mi esclavitud y mi amor no correspondido por
Victoria me estrujaban tan apretadamente que una contracorriente de emoción
amenazaba con ahogarme. Nunca dejé que nada de esto me derribara pero, ahora
que las lágrimas que había estado conteniendo fluían libremente, no creía que
pudiera parar.

Arie plantó un casto beso en la parte superior de mi cabeza y me acarició el


pelo.

—Eso no es verdad, me tienes a mí y tienes a Victoria. Daveena volverá. No


será capaz de mantenerse alejada.

Me sorprendió que Arie siquiera recordase su nombre. Daveena sólo había


estado en el club un par de veces.

Me reí.

—Espero que tengas razón.

¿Realmente quiero que ella vuelva? Hace un desastre de todo cuando está aquí.

Arie tenía un lado blando que raramente alguien veía. Siempre podía
calmarme con su lógica cuando me encontraba alterada emocionalmente. Sequé las
lágrimas que mojaban mis mejillas y él apartó un mechón de mi pelo plateado de

26
El Club de las Excomulgadas
mi cara. Nuestros ojos se encontraron, él se inclinó para besar mi frente, pero alcé
mi cara y encontré sus labios con míos. Hizo una pausa antes de devolver mi beso
y, gradualmente, el beso se profundizó mientras exploraba mi boca con su lengua.

Plantó tiernos besos en mis mejillas, en mi barbilla, y dejó un rastro de


ligeros besos por mi cuello, deteniéndose en el borde de mi corsé. Sus nudillos
rozaron la línea de mi mandíbula.

Arie buscó mis ojos.

—Luna, ¿quieres esto?

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


—Hazme el amor, Arie. Te necesito.

—Date la vuelta.

Sentí que Arie tiraba y sacaba mientras sus dedos trabajaban diestramente
para deshacer la larga serie de nudos de mi corsé. Este era mi atuendo
acostumbrado para trabajar de camarera en la barra del segundo piso del Club
Hellfire. Tessa disfrutaba de los giros modernos en la moda que hacía siglos se
había olvidado. Tras desatar el corsé negro, Arie lo bajó y dejó caer al suelo. Sacó
mi blusa morada por mi cabeza desde atrás y la tiró a un lado.

Cuando me di la vuelta en sus brazos, acunó mi cara con ambas manos. Me


besó con una ternura que no habría creído posible en él. Me derretí en su abrazo
mientras su mano se posaba en mi espalda, tirando de mí hacia él. Me empujó de
vuelta a la cama, con los ojos oscurecidos cuando me miró.

—Eres hermosa, ¿lo sabes?

Podía sentir el calor llenar mis mejillas. Nunca había sido buena con los
elogios.

Bajó su boca a mi pezón, jugueteando con sus dientes y lengua. Podía sentir
mi pezón endurecerse en respuesta. Arie se trasladó a mi otro pecho, prestándole
igual atención hasta que ambos pezones estuvieron rígidos.

27
El Club de las Excomulgadas
Insté su cabeza más abajo presionando mis manos firmemente sobre sus
hombros.

Arie se rió con un sonido rico y oscuro.

Despacio, su mano se deslizó por la parte posterior de mi pierna, desde la


pantorrilla hasta el delicado punto en el dorso de mi rodilla, en la parte posterior de
mi muslo. Lamí mis labios secos anticipando la sensación de sus manos y su lengua
trabajándome como una magia oscura de hada. Levantó mi falda y la amontonó
alrededor de mis caderas, antes de quitarme mi ropa interior de encaje negro que
yació descartada y olvidada en el suelo.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Su lengua trazó la cara interna de mi muslo y se detuvo burlonamente
cuando alcanzó la humedad entre mis piernas.

Entonces su lengua descendió por mi otro muslo, antes de comenzar a hacer


el camino de vuelta. Arie sopló su caliente aliento en mi hendidura. Cerré mis ojos.
Imágenes involuntarias de Victoria entre mis muslos bailaron tras mis párpados
cerrados. Su lengua redujo la velocidad, saboreando a lametazos mi clítoris
hinchado.

Gemí mientras entrelazaba mis dedos a través de sus rizos oscuros. Él


bordeó mi tembloroso coño, provocándome mientras giraba su lengua. Entonces su
lengua me atravesó justo como deseaba su polla. Yo cerré en puños mis manos
contra las sábanas y gemí, mi cuerpo respondiendo a los rápidos movimientos
expertos de su lengua. Mi cuerpo tembló y estremeció mientras me corría con su
lamida incansable. Yací jadeando en un charco laxo que se fundía sobre las sábanas
de la cama de Tessa. Él dejó un rastro de tiernos besos desde mi vientre a mis
pechos.

Cuando me miró, había una necesidad en sus ojos como nunca la había
visto antes. Como si algo lo poseyera. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y
tiré de él hacia abajo para un beso. Mordisqueé su labio inferior antes de acariciar

28
El Club de las Excomulgadas
su lengua con la mía. Él gimió en mi boca. Podría sentir su erección presionando en
mi cadera incluso a través de sus vaqueros.

Mis manos trabajaron la cremallera y le liberaron de sus pantalones. Envolví


mi mano alrededor de su polla y la deslicé de arriba a abajo por su longitud. Se
hinchó, poniéndose más grueso y más largo cuanto más trabajaba su eje.

Arie agarró mi muñeca, calmando mis movimientos. Sonreí. Él necesitaba


esto tanto como yo.

La cabeza de su polla se balanceaba sobre la entrada resbaladiza de mi

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


cuerpo y empujó inexorablemente en mí. Yo gemí mientras me moví para
acomodar su anchura, extendiendo mis sensibles pliegues que se moldeaban a su
alrededor. Él comenzó a moverse despacio y rítmicamente. Envolví mis piernas
alrededor de sus caderas, empujándole más profundo. Arie unió sus manos con las
mías, tomando mi boca mientras se movía dentro y fuera lánguidamente con
precisión implacable.

Katarina…

La oleada de telepatía me golpeó como un susurro que llenó el calabozo con


añoranza. Mis ojos se abrieron parpadeando y le miré. Los ojos de Arie se cerraron,
perdido en mi cuerpo mientras le hacía el amor a otra, completamente inconsciente
de la transferencia del pensamiento telepático. Victoria me había contado la historia
una vez. Él la había amado pero, al final, la locura de Katarina había convertido
ese amor en odio. Y nadie podría llenar alguna vez el hueco dejado en el corazón
de Arie.

Envolví mis piernas alrededor de él con más fuerza, igualando el ritmo de


cada golpe. Quería darle el mismo consuelo que él me había dado, cada uno de
nosotros apartando pensamientos de alguien más. Él guió el mensaje de soledad y
vacío en mí con cada centímetro de dureza. Arie utilizó mi cuerpo para ahuyentar
el doloroso vacío con cada empuje. Él me hizo terminar con ternura y me corrí
lanzando un grito de alivio, mi cuerpo vibrando debajo de él. Su ritmo se aceleró

29
El Club de las Excomulgadas
durante varios golpes martilleantes. Entonces él culminó con un gruñido,
derramándose en mí.

Nos tumbamos sobre el colchón, sudorosos, laxos y completamente


saciados. Arie se deslizó fuera de mí, reajustándose en sus vaqueros. Acarició el
lateral de mi cara con el dorso de sus dedos. La oscuridad en sus ojos y la torturada
desesperación disueltas. Y el Arie que conocía, con el que siempre podía contar,
quien siempre había estado allí para mí desde el primer día que puse un pie en el
Club Hellfire, había vuelto.

Sonreí.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


—Vas a tener que ayudarme de nuevo con mi corsé.

—Nunca he sido bueno con estas malditas cosas. Siempre fui mejor en
quitarlos. Enviaré a Victoria para que te ayude.

Me sonrojé con la idea del roce de los dedos fríos de Victoria contra mi piel
mientras me ataba los cordones.

—Gracias —dije.

Arie me miró un momento. Parecía imposiblemente joven e infantil, casi


despreocupado. Yo no mencioné la telepatía. Sólo arruinaría este momento
perfecto cuando él parecía agotado, completo y su piel brillaba con luminosidad.

— ¿Por qué no te tomas la noche libre?

—Pero Tessa…

—No te preocupes por Tessa. Me encargaré de ella y tendré a Victoria


cubriéndote. Necesitas una noche libre considerando la situación con tu familia.

No discutiría con esa lógica.

—Te lo agradezco.

30
El Club de las Excomulgadas
Arie agarró mi mano y plantó un beso en el dorso antes caminar fuera del
calabozo.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre

31
El Club de las Excomulgadas

Quemada: Victoria
Nord, 1763

Mi pelo rubio pálido se dispersó por todo el colchón blanco relleno de lana
pero todavía podía sentir la rigidez de la paja debajo de mí desde el jergón y a pesar
de la almohada. La luz del farol emitía un baile de sombras por las paredes del
pequeño dormitorio. Henri se inclinó hacia delante, sellando su boca sobre mía.
Suspiré cuando su lengua sumergió dentro. Su beso era confiado, experto, y me
excitó tanto que hizo que mis dedos se doblasen.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


—Je veux que tu Victoire5 —dijo Henri.

Aun me quieres y aquí estamos. ¿Hasta cuándo vamos a seguir haciendo esto,
escondiéndonos?

—Sur votre estomac. Sobre tu estómago. —Me impulsó a darme la vuelta, su


modo favorito de tomarme.

—Je ne peux pas —dije—. No puedo.

Me miró con la confusión estropeando sus atractivos rasgos.

Aparté la vista.

—Pas avec votre femme dans l’autre pièce. No con tu esposa en el otro cuarto.

—J’ai besoin de toi... Je veux que vous. Te necesito… Te quiero. —Henri rozó
con su pulgar mi labio inferior.

El modo hambriento, suplicante con el que Henri me miró me hizo olvidarlo


todo, incluso mi propio nombre. Vagamente, registré sus manos deslizándose por
mis piernas y tirando hacia abajo el chaleco de lana bajo mi vestido. Suspiré pero
no le detuve mientras lo tiraba al suelo. Nuestra relación se había vuelto tan

5
Je veux que tú, Victoire- en francés: Te quiero, Victoria.

32
El Club de las Excomulgadas
imposible que traté de no pensar en ello. Resistirse a él requería una cantidad
imposible de energía, haciéndome sentir débil.

Henri, un hugonote6 en secreto, estaba desposado con una católica y aquí


estaba yo follando a un hombre casado. Ciertamente, no era uno de mis momentos
más gloriosos. Nunca tuve la intención de enamorarme de Henri cuando vine aquí
para ayudar a cuidar de su hija. No importaba si su esposa era capaz de notar
conscientemente lo que sucedía o no. El doctor no sabía realmente lo que la afligía.
Yo sentía cariño tanto por ella como por su hija. Dar cucharadas de sopa de
verdura a su esposa y cambiar su ropa de cama sucia me daban poco de consuelo
para justificar mis acciones.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Sentí el calor intenso de su corazón contra mi pecho, prueba de que no era
más que una noción romántica que había conjurado con mi imaginación
hiperactiva. Nunca creí que tendría esto con nadie. Los niños del pueblo se reían y
me llamaban fantôme7. Pero yo sabía lo que veían y cómo mi albina piel blanca y el
color jacinto de mis ojos debía asustarlos. Profundizó el beso, ahuecando la curva
de mis nalgas y pasé mi pierna sobre su cadera.

Henri deslizó su mano por mi muslo mientras mordisqueaba el lóbulo de mi


oreja. Su boca dejó un rastro de besos calientes a lo largo mi cuello. Y sus labios
acariciaron delicadamente mi clavícula. Jadeé cuando extendí mis dedos por su
pelo. Dios, quería a este hombre. Las cosas que podía hacerme. Mi traidor cuerpo
respondía a cada mirada, cada toque lascivo sin importar si estaba de acuerdo con
nuestra relación o no.

Su mano vagó por la cara interna de mi muslo. Me mordí el labio inferior


anticipando su toque experto. Henri masajeó rítmicamente círculos sobre mi clítoris
con su pulgar. Si continuaba con sus movimientos lentos y constantes me correría.
Insertó un dedo en mí y luego otro. Gemí baja y guturalmente mientras sus dedos

6 Hugonote- El término hugonotes (huguenot, en francés) es el antiguo nombre otorgado a los protestantes franceses de
doctrina calvinista durante las guerras de religión. A partir del siglo XVII, los hugonotes serían denominados frecuentemente
Religionnaires, ya que los decretos reales (y otros documentos oficiales) empleaban el desdeñoso «pretendida religión
reformada» para designar al protestantismo.
7 Fantôme- en francés: Fantasma

33
El Club de las Excomulgadas
se deslizaban dentro y fuera. Mi clítoris hinchado palpitó con el furioso latido de mi
corazón. Tomó mi boca y le besé de vuelta como si pudiese comerle vivo.

—Sur votre estomac. Sobre tu estómago —dijo con un gruñido.

Fui vagamente consciente del movimiento, y luego estaba sobre mi


estómago: un lado de mi cara presionada contra el colchón y la almohada tirada en
el suelo. La tela de mi vestido rozaba la parte posterior de mis muslos mientras él la
subía más. Su lengua trazó la concha de mi oreja. Henri besó mi nuca, soplando en
el lóbulo de mi oreja. De repente, golpeó mi culo y chillé. Henri rió.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Alzó más mis caderas, de modo que casi estaba de rodillas en el colchón y
me instó a abrir más mis rodillas. Sus hábiles dedos se sumergieron dentro de mí y
yo gemí. Una y otra vez sus dedos mantuvieron un ritmo implacable. Sentí que mis
tiernos músculos se tensaban alrededor de sus dedos. Mis músculos se
estremecieron cuando me corrí. El orgasmo me envolvió mientras montaba sus
dedos que estaban profundamente dentro de mí.

Henri no me dio tiempo para recuperarme. Oí el roce de la tela mientras se


bajaba los pantalones. Después él estaba dentro de mí, llenándome con la gruesa
columna de carne con la que me poseía, en cuerpo y alma. Esto era lo que había
necesitado desde el desayuno cuando se me acercó por detrás susurrando palabras
sucias en mi oído. Estaba empapada con mi propia excitación, desesperada por su
toque, desesperada por él. Jadeé, convulsionando en estado de éxtasis alrededor de
su gruesa longitud mientras me montaba dentro y fuera.

—Je t'aime Victoire —susurró en mi oído.

Perdí la cabeza, dejándome llevar por las palabras que proclamaban su


amor. Moría un poquito cada vez que me lo decía. Tomaría lo que pudiese obtener
incluso si la única vez que le escuchaba decir “te quiero” era con su polla enterrada
en mi interior. Nunca se lo dije en respuesta porque no sabía si realmente él quería
decirlo. Con un cambio de sus caderas, él se metió profundamente a la fuerza en
mí, empujándome contra la cama. Mi cabeza apenas evitó golpearse contra el

34
El Club de las Excomulgadas
cabecero de roble pero no creía que incluso me importase en este punto si lo
hiciera. Mecí mis caderas hacia atrás contra él mientras tomaba lo que ansiaba de
su acerada erección.

—Venu pour moi. Vente para mí.

Gemí. La cadencia de su voz ronca y el levantamiento implacable de sus


caderas casi me llevaron al borde. Henri conocía mi cuerpo muy bien, conocía
todos sus secretos y zonas erógenas. Era el único hombre que podría darme alguna
vez un orgasmo vaginal profundo sólo con su polla en mi interior, frotando el
apretado manojo de nervios justo en el lugar correcto. Sus caderas todavía se

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


impulsaban en mí con un ritmo que lentamente me robaba la cordura. Mi cuello se
arqueó mientras recibía sus empujes que me estaban volviendo loca.

—Venu pour moi.

A su orden, el orgasmo me golpeó como un rayo y una oleada de calientes


de latidos me atravesó. Lancé un grito en un sonido inarticulado seguido de su
nombre cuando me derrumbé debajo de él. Lo murmuré repetidas veces mientras
introducía su polla en mí, prolongando mi orgasmo. Henri golpeó profundamente y
con fuerza, dirigiéndose enérgicamente hacia su propio clímax. Se corrió con un
gruñido mientras se vaciaba y caía sobre mí, completamente agotado de nuestra
tarde de éxtasis.

Ninguno de nosotros se movió cuando la puerta se abrió al otro lado del


cuarto.

— ¡Bâtard!8

Henri rodó lejos de mí y yo luché por bajar mi vestido.

El hermano de su esposa entró en el dormitorio con la hija de Henri en sus


talones con una mirada engreída en su cara. Y supe que ella le había hablado a su
tío sobre nosotros.

8 Bâtard, en francés: bastardo.

35
El Club de las Excomulgadas
—Te acuestas con esa puta mientras estás casado con mi hermana —gritó
Gustav.

Mi corazón martilleó contra mi pecho cuando comencé a sentir pánico. Esto


no sería bueno. Contemplé a Henri quien estaba subiéndose los pantalones. Traté
de calmar mi respiración. Su hija me miró triunfalmente con las manos sobre las
caderas. Nunca había visto una mirada tan arrogante de alguien de diez años.
¿Durante cuánto tiempo lo había sabido? Me sentí como si fuera a vomitar. Miré hacia
Henri, suplicándole con mis ojos para que hiciese algo.

Henri me miró con una frialdad que me hizo temblar.

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— ¡Sorcière! ¡Bruja!

El cuarto giró y me caí al suelo, agarrando mi chaleco de lana que se había


sido descartado allí.

—No, s’il vous plaît. Je vous en supplie. No, por favor. Te lo ruego.

Gustav me miró, el asco alterando su boca.

—Póntelo.

Hizo un gesto a mi chaleco antes de caminar fuera de la habitación,


indicándole a Henri que le siguiera. Su hija sonrió mientras salía. Yo supe entonces
el significado de odiar.

Nunca me había sentido más desesperada y sola que en ese momento,


sentada en el suelo sosteniendo mis innombrables. Sabía lo que venía. Me sentí
impotente y no sabía cómo detenerlo. Podría oír sus voces susurrantes hablando en
el otro cuarto pero no podía distinguir lo que decían. Comencé a sentir
claustrofobia y me sentí como un animal enjaulado mientras mis ojos se movían
alrededor del cuarto buscando una salida. El dormitorio no tenía ventanas y la
única salida era a través de la puerta por donde Henri, su cuñado y su hija se
habían marchado. Nunca los pasaría.

36
El Club de las Excomulgadas
Me puse el chaleco de lana y me mecí en el borde de la cama llorando
suavemente. Hubo pasos y escuché el portazo de la puerta principal pero hubo otras
pisadas moviéndose. Alguien permanecía en la casa. Si su hija fuera la única que
quedase sería capaz de dominarla fácilmente y escapar. Silenciosamente, fui hacia
la puerta del dormitorio y traté de mirar por la rendija pero no vi a nadie. La
quietud llenaba la casa y me asustaba más que sus susurros. Los momentos pasaban
y podía oír como la sangre se me subía a la cabeza mientras mi pulso se aceleraba.

Sabía lo que tenía que hacer.

Despacio, abrí la puerta del dormitorio. Me encogí cuando chirrió.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Caminando, suavemente como una sombra, atravesé la cocina vacía. Cuando
alcancé el salón vi a la hija de Henri parada frente a la ventana, mirando hacia la
distancia. Tragué saliva. A pesar de su rencor yo no quería hacerle daño. Si solo
pudiese llegar a la puerta principal mientras ella miraba por la ventana, podría huir.
Eso es. Esta es mi única posibilidad si voy a escapar. La adrenalina bombeó a través de
mis venas, impulsándome a la acción mientras trataba de fugarme.

Corrí cruzando el salón hacia la puerta principal. Envolvía mi mano


alrededor de la perilla cuando sentí alguien agarrándome alrededor de la cintura
desde atrás. Mi vana lucha no llevó a nada mientras Henri me arrastraba de vuelta
al dormitorio, empujándome hacia la cama.

—Henri, s’il vous plaît. Laissez-moi partir.9 —Odié el agudo chillido de mi voz
cuando le suplique que me dejase ir.

—No puedo. ¿No ves que es demasiado tarde? Gustav volverá pronto, pero
te deseo una vez más.

Jadeé.

— ¡Non10!

9
Henri, s’il vous plaît. Laissez-moi partir- en francés: Henri, por favor. Déjame ir.
10
Non- en francés: No

37
El Club de las Excomulgadas
Henri me empujó sobre la cama. Yací boca abajo sollozando contra el
colchón con mis piernas firmemente plantadas en el suelo mientras él se mantenía
de pie junto a la cama. Era fuerte… demasiado fuerte para que pudiera defenderme.
Luché pero no pude evitar que desgarrase mi chaleco. Su polla perdió su objetivo
cuando me agité y él pinchó furiosamente contra mi muslo. Henri me separó las
piernas con el pie y se forzó dentro de mí.

—Non. Non. ¡Non!

Presionó mi nuca para detener mi lucha. Finalmente, dejé de agitarme. Era


demasiado tarde. Estaba dentro de mí. El hombre del cual me había enamorado era

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un monstruo. Sabía que podía ser agresivo, pero nunca imaginé que podría hacer
algo así. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas hacia el colchón. Una parte de
mí murió mientras machacaba en mí. Sentí la humedad caliente salir a chorros en
mi interior. Entonces todo terminó.

Oí la puerta del dormitorio cerrarse cuando Henri salió y después oí que


algo rozaba contra la puerta, atrancándola. Ahora estaba atrapada pero una parte
de mí se había resignado a lo que venía después. Sólo rezaba para que fuera rápido.
Una ejecución en la horca rompería mi cuello y sería una muerte rápida. Si lo
hacían bien. Y luego nadie podría engañarme o hacerme daño nunca más. Tirando
de mi chaleco, me hundí en el suelo, abrazando mis rodillas a mi pecho.

El farol vaciló en la mesa en la esquina. No sabía cuánto tiempo había


pasado pero comenzaba a hacer frío. Unos pasos se pararon junto a la puerta. Oí el
roce mientras alguien quitaba lo que fuera que había estado atrancando la puerta.
Gustav y Henri entraron, Gustav llevaba un largo trozo de cuerda.

—Levántate —dijo Gustav.

Con piernas inestables, me levanté y me puse delante de él pero no pude


persuadirme de encontrar sus ojos. Gustav ató mis muñecas juntas delante de mí y
me escoltó fuera de la casa. El sol estaba bajo en el cielo, trazando matices morados
y rosas. Me llevaron a través de la ciudad. Podía oír los susurros de los pueblerinos

38
El Club de las Excomulgadas
de pie en los laterales de la vía pero no podía distinguir sus caras a través de lo
borroso de mis lágrimas.

Cuando llegamos a la plaza mi boca se abrió ante la vista de la estaca y el


montón de madera apilada en tres lados. Gustav me empujó hacia adelante.
Después me empujó contra la estaca y pude sentir su rígida longitud contra mi
columna vertebral alzándose por encima de mí.

Gustav le dio otra larga cuerda de soga a Henri.

—Debes quemar a la bruja.

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Henri tomó la cuerda.

Apenas me miró mientras envolvía la cuerda alrededor de mí y el poste tres


veces, rodeando mi pecho, mi cintura y la parte alta de mis muslos, antes de
anudarla. Los aldeanos se habían reunido para ver la grotesca demostración.
Descubrí a su hija entre la multitud con una expresión seria en su cara. Todo lo que
yo podía hacer ahora era rezar para volverme misericordiosamente inconsciente
mientras el fuego me consumía. El silencio de la muchedumbre congregada
alrededor de la estaca era desconcertante.

Gustav le dio a Henri una antorcha. Mis ojos se encontraron con los de
Henri antes de que él prendiera el montículo de madera en varios puntos y luego
dejase caer la antorcha en el montón de leña. El gentío se movió inquieto
esperando a que la madera prendiese fuego. Una niña pequeña enterró su cara en la
falda de su madre, incapaz de mirar cómo me quemaba. Me sentí agradecida por
ello. Pronto la madera comenzó a silbar y explotar mientras ardía.

El instinto de conservación apareció y pensé en gritar que Henri era un


hugonote. Muchos habían huido para evitar la persecución pero dudaba que nadie
escuchara las palabras de una bruja. Todavía ardería sin importar lo que gritase y
no les daría esa satisfacción. Cuando gritase lo haría solo por el dolor. No podría
evitarlo pero no daría a la multitud nada más.

39
El Club de las Excomulgadas
Aunque, encontré irónico haber evitado la peor de las quemas solo para
arder ahora por adulterio. Mi piel albina y ojos misteriosos me habían hecho un
objetivo. Quise reírme histéricamente porque me quemaran por ser una bruja. No
tenían ni idea de cómo era en realidad. Pero ¿qué tenía de bueno la Visión si no podía
prever esto? Ah, pero lo hice. Si fuera honesta conmigo misma, sabía en lo profundo
de mis entrañas que nada bueno podía salir de acostarse con un hombre casado.

Pero lo hice de todos modos. Y este era el castigo por mi inmoralidad.

Las llamas comenzaron a lamer el borde de mi falda. Mis pies estaban


ardiendo. El olor de mi carne quemada flotaba en el aire. Me sentí mareada. Un

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


extraño sonido animal que no reconocí surgió de mi garganta cuando grité. La
oscuridad comenzó a descender sobre mí. Di la bienvenida a la inconsciencia con
alivio.

¿Quieres morir? Oí el susurro y abrí mis ojos para ver de dónde procedía.
Nadie había hablado.

—Non —dije en un susurro.

Una forma parecida a un hombre se desplazó a través de la multitud con tal


velocidad que se nubló. El reflejo plateado de una espada cortó la cuerda que ataba
a la estaca. Me desplomé contra el borrón.

Un hombre entre la gente gritó.

—Magie maléfique. Magia negra.

El grito comenzó a elevarse en la asamblea.

—Maligno, demoníaco, maléfico…

Pero me alejé de las voces acompañada de la figura borrosa con tal


velocidad que sentí el contenido de mi estómago revolverse. El follaje de los árboles
del bosque en el borde de la ciudad surgió encima de mi cabeza. El hombre más
peligrosamente apuesto que alguna vez hubiese visto me sostenía. Tenía rizos

40
El Club de las Excomulgadas
oscuros y penetrantes ojos grises. Nunca había puesto los ojos en este forastero,
pero vagamente registré que me había salvado de alguna manera y me sentí segura
en sus brazos.

— ¿Quieres vivir? —preguntó.

—Oui11.

Cogió un cuchillo de su bota y se cortó la muñeca.

—Entonces bebe. —Colocó su sangrienta muñeca en mi boca.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Había oído rumores sobre los caminantes de la noche.

Está bien. No voy a hacerte daño pero necesitas esto para vivir.

Oí su susurro pero él nunca movió su boca. Mis labios se separaron y sentí el


gusto metálico de su sangre en mi lengua. Las últimas palabras que oí fueron:

—À l'immortalité12.

***

Sudor frío se derramó de mí cuando me desperté en los confines seguros de


mi casa en el lado norte de Chicago. Algunos recuerdos tenían el poder de
perseguirte tanto tiempo como vives. Esto puede ser un tiempo muy largo cuando
eres un vampiro. No creo que pueda olvidar nunca la primera vez que vi a Arie.
Había salvado mi vida. Yo mantuve la promesa a mí misma de nunca enamorarme
otra vez. Nunca le permitiría a nadie acercarse lo suficiente para herirme. Y Arie
hizo lo posible para que pudiese enmendar todos los males que me habían sido
hechos. La primera y última persona que había matado como vampira había sido
Henri.

11
Oui, en francés: Sí.
12
À l'immortalité, en francés: A la inmortalidad

41
El Club de las Excomulgadas

Encadenada: Tessa
No habría cena a la luz de las velas o vino en la velada por delante. La
lujosa suite reservada exclusivamente para mis clientes en el hotel de la calle East
Walton en el centro de Chicago, que equipé casi tan bien como mi calabozo en el
Club Hellfire. Las normas para la escena habían sido definidas: “amarillo” significa
disminuir la velocidad, “rojo” significa parar y “Montículo de hierba” significa
detenerlo todo. Ahora mismo.

El senador sureño creía que una palabra de seguridad13 referida al Dealey

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Plaza14 sería adecuada y yo no discutí con su morboso sentido del humor. Por
supuesto, el senador estaba horrorizado la primera vez que le dije que sabía
exactamente quién era. Pero después de años siendo mi cliente, sabía que su secreto
estaba seguro conmigo tanto tiempo como él cumpliese con nuestro acuerdo. De
todas formas se sentía más cómodo si le llamaba John, como John Doe15, para
respetar su anonimato.

Y el tipo me pagaba bastante para que le consintiese y apaciguase sus


inseguridades.

Mi larga gabardina ocultaba la falda de cuero corta que combinaba con el


corsé negro que vestía debajo de ella. Sólo mis guantes sin dedos acababan debajo
de las mangas pero pasaban por guantes normales. Saludé con la cabeza al portero
mientras caminaba a través del lujoso vestíbulo hacia los ascensores. El portero y el
dueño del hotel estaban en la nómina del HFC16. Eso garantizaba que nadie podía
reservar mi habitación y que la doncella era bien recompensada por la limpieza.
Mis tacones de aguja hicieron clic por la amplitud de mármol blanco. Una mujer de

13
Como describe más arriba, la palabra de seguridad dentro del BDSM es aquella que indica que toda acción debe detenerse en
el momento. Esa palabra es dicha por el sumiso cuando por alguna razón no quiere continuar con la sesión y todo Amo debe
respetarlo sin cuestionamientos.
14
Dealey Plaza- El montículo de hierba del Dealey Plaza es una colina suave localizada en el sector de la plaza donde
asesinaron a Kennedy. Este montículo estaba más arriba de la posición del Presidente Kennedy y a su derecha (noroeste)
durante su asesinato el 22 de noviembre de 1963.
15
John Doe- Nombre que en USA utilizan tanto los cuerpos de seguridad como el personal sanitario para nombrar a un
individuo varón no identificado. En el caso de una mujer el nombre que usan es Jane Doe.
16
HFC- Siglas del nombre Hellfire Club, el lugar donde trabajan los protagonistas de la serie.

42
El Club de las Excomulgadas
pelo gris que se reclinaba en una de las sillas afelpadas se folló con los ojos mi
atuendo que destacaba en el tramo pulido de blanco.

Le guiñé un ojo y ella pegó su nariz de vuelta a la revista que había estado
leyendo. Cogí el ascensor hasta la suite con mi maleta negra balanceándose en la
mano, un señor con el que compartí el ascensor me miró por encima
valorativamente. Podía decir que él fantaseaba con mi cuerpo desnudo y se
preguntaba cómo me vería sin mi impermeable.

—Un clima cálido el que tenemos para esta época del año —dijo el hombre.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


—Encantador —ronroneé.

El hombre se ajustó el cuello. De repente parecía incómodo.

— ¿Está usted en la ciudad por negocios o placer?

—Ambos —dije con una sonrisa.

—Este es el mío —dijo—. Disfrute de su viaje. —Se apresuró a salir en el


octavo piso.

Incluso si no fuera una vampira, él todavía se habría sentido incómodo en el


estrecho espacio del ascensor. Había sido así desde mis días como famosa hetera17.
La puerta del ascensor se abrió deslizándose e hice mi camino por el pasillo hacia
mi suite. “John” siempre prefirió el hotel. Nunca vino al club debido a su muy alto
perfil y vida pública. Deslicé la llave electrónica en la ranura y abrí la puerta
cuando hizo clic.

—Hola, John.

Me saqué el impermeable con un movimiento de hombros y lo lancé a una


silla.

17
Hetera- (también Hetaira) del griego ἑταίρα o hetairai. En la antigua Grecia, cortesana, a veces de elevada consideración
social. Prostituta.

43
El Club de las Excomulgadas
—Tessa, estás impresionante. Ha pasado mucho tiempo desde mi último
viaje de negocios.

—Estoy de acuerdo.

John no parecía diferente a la última vez que le había visto, atractivo,


arreglado y oliendo a colonia. Las motas de gris manchando su pelo sólo le volvían
más atractivo. Abrí mi maleta negra y saqué mi látigo de nueve colas favorito.

—Pero has olvidado nuestras normas. Me contestarás sólo con “Sí, mi


Señora” o “‘No, mi Señora” y tu primer deber esta noche es besar mi pie.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


—Sí, mi Señora. —John se arrodilló ante mis pies, besando mi tacón de
aguja negro con reverencia. Alzó la vista hacia mí y sonrió de modo seductor, feliz
de agradarme.

Saqué mi pie fuera de su alcance y de su asimiento y moví el látigo de nueve


colas por su espalda. Apenas le lastimaría a través de la tela de su camisa de vestir.
Pude oír la inspiración sibilante mientras el deseo corría por su musculoso cuerpo
tensado contra su traje formal.

—Levántate. —Cuando estuvo de pie, suavemente ahuequé mi mano


alrededor de su eje a través de sus tensos pantalones de vestir—. Ahora desnúdate.

—Sí, mi Señora.

Obedeció, amontonando rápidamente su ropa en el suelo, ansioso por mis


implacables administraciones. Disfruté mirándole desnudar el esbelto pero
musculoso cuerpo que gritaba sexo bajo la contenida fachada de político.

—Tu cuerpo es tan hermoso. Es casi una lástima que deba tratarlo tan
severamente. Pero ese es tu deseo y ¿quién soy yo para negártelo? ¿Eso es lo qué
quieres?

Sus ojos se oscurecieron.

44
El Club de las Excomulgadas
—Sí, mi Señora.

—Vale. —Le llevé hacia el pie de la cama donde los grilletes colgaban de la
parte alta del dosel y de la base. Le había solicitado esto al portero cuando llamé
más temprano. En un momento le tenía atado, brazos y piernas extendidas
ampliamente allí de pie encadenado a la cama—. Eso sí es un espectáculo. Me
pregunto qué pensaría tu esposa si te viera así. ¿Crees que disfrutaría de verte
encadenado?

—No, mi Señora.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


—Creo que estás equivocado en este aspecto pero supongo que nunca lo
sabremos.

Até una venda sobre sus ojos con una tela de seda suave. Su respiración se
hizo más profunda mientras se tensaba en sus cadenas, esperando.

—Tengo que preparar mis juguetes para ti, y quiero que la incertidumbre
aumente tus otros sentidos. —El látigo de nueve colas chasqueó bruscamente sobre
sus pezones desnudos endureciéndose como guijarros—. Caliente, frío, suave, con
fuerza, brusco, delicado, tantas sensaciones para que experimentes. Hmm… ¿Qué
debería escoger para mi cachondo senador esta noche?

Cuando fui por los juguetes que esperaban en mi maleta, escuché su


respiración, inestable y rápida. Comencé con pinzas para pezones, aplicando una
ligera presión al principio. Ligeramente chasqueé mi lengua contra un pezón y
después lo estrujé antes de colocarle la pinza en su pezón erecto. Repetí el proceso
con su otro pezón. Él se estremeció y jadeó con la presión, con la sorpresa que no
pudo ver venir a través de la seda blanca de su venda.

Una palmada repentina en el culo y un grito gutural lanzado desde su


garganta.

—Un culo magnífico.

45
El Club de las Excomulgadas
Le palmeé una y otra vez. La cuarta palmada dejó una huella de mano roja
en la mejilla de su culo duro como una roca.

— ¿Qué diría tu esposa si te viese siendo azotado? ¿Le gustaría zurrarte por
estar aquí conmigo? Dime cómo te castigaría.

—Eleanor me haría dormir en la habitación de invitados.

—Ah, sí. Supongo que el divorcio no es bueno para la imagen pública.


Quizás debería castigarte por ella. ¿Te gustaría que te castigase?

—Sí, mi Señora.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Todo esto era parte de una escena que habíamos representado antes muchas
veces. John siempre se corría imaginando que su esposa le encontraba encadenado
y luego imaginando cómo ella le castigaba de la forma en que yo lo hacía. El
portero había dejado un suministro de velas especiales en el cuarto quemándose en
la cómoda tal y como le instruí. Estas velas suaves mezcladas con aceite mineral
eran de mi propia creación. Tomé la vela de la cómoda, mirando toda la cera
caliente que se había derretido en el envase.

Inclinándome hacia él, le susurré en el oído:

—No te muevas.

—Sí, mi Señora. —Tragó saliva.

La mejor parte de la venda en los ojos era el elemento sorpresa. Puse la uña
del pulgar detrás de su oreja y comencé a presionar con fuerza en el pliegue donde
se unía a la piel, pellizcando y tirando mientras mi uña se clavaba y arañaba. Este
era un punto escondido, uno de mis favoritos, donde podía cortar y arañar y nadie
se daría cuenta. Usaba esto en clientes que no podían ser marcados. Él se
estremeció y gimió. Besé sus párpados sobre el tejido de seda de la venda y moví
rápidamente mi lengua contra la costura de sus labios cerrados.

46
El Club de las Excomulgadas
Sostuve la vela sobre la palma de mi mano juzgando la temperatura y la
distancia. Caliente pero no demasiado. Incliné la vela suavemente sobre su hombro
y la dejé gotear. Él lanzó un grito mezcla de dolor y placer y pude sentir el calor y la
humedad de mi propia entrega, no muy diferente a la licuefacción de la cera bajo la
llama. Incliné la vela otra vez y la cera goteó hacia su sensible estómago. Las otras
dos velas en la cómoda emitían un brillo cálido sobre sus músculos que se tensaban
y movían con la excitación. Su polla estaba erecta y en espera. Devolví la vela al
portavelas de estilo joya de cristal18 y la coloqué de vuelta en la cómoda.

— ¿Te gustó eso, John? ¿Cómo te sientes?

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


—Sí, mi Señora. Me siento caliente, mi Señora.

La puerta a la suite hizo clic cuando la tarjeta de acceso garantizó el acceso a


Eleanor que entró. Llevaba una larga falda gris y una blusa color crema
transparente, con los dos primeros botones abiertos. Eleanor le había hecho seguir
por un detective privado y averiguado sobre las fantasías fetichistas de su marido y
transgresiones hacía tres años.

Pero en vez de enfrentarse a él había venido a mí en su lugar. Con el tiempo,


planeaba hablar con él pero, por ahora este era su juego, uno que ella había ideado.
Y yo había aprobado ampliamente.

— ¿Quién está ahí? —preguntó John cuando oyó el chasquido de la llave


electrónica de la puerta de la habitación de hotel.

Me reí y le sonreí a Eleanor que me sonrió con satisfacción a su vez.

—Siempre me lo preguntas y siempre te digo lo mismo, que sólo es tu


esposa. —Pero nunca me creía. Siempre me contaba después, que mi “ayudante”
tenía la boca más asombrosa, pensando que cuando le decía que era Eleanor, era
todo parte de su fantasía y nuestra escena.

18
http://www.northcountryredcross.org/wp-content/uploads/2014/03/Stemmed-Glass-Candle-Holders-one-glass-candle-
light-holder-long-stem-20cm-tall-237-p.jpg

47
El Club de las Excomulgadas
Bajando las restricciones de lo alto del soporte de la cama con dosel de
hierro especular, solté sus brazos de las cadenas y los reacomodé de nuevo más bajo
en el poste.

—Gírate.

Obedeció mi orden sin decir palabra. Até de nuevo las cadenas a sus
muñecas, obligándole a inclinarse contra el estribo. Deslicé una almohada bajo su
estómago para aliviar la presión del hierro retorcido bajo él.

Palmeando su culo, un golpe resonante hizo eco en la habitación. Eleanor

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


colocó sus labios en su culo tembloroso para calmar el ardor con un beso. Después,
Eleanor agarró la vela de la cómoda. Con una sonrisa malvada, sostuvo la vela
sobre su culo y dejó caer una pequeña gota sobre la sensible piel.

John jadeó con fuerza.

—Amarillo.

Eleanor movió la vela un poco más alto, hacia la base de su columna,


inclinándola hasta que otra gota cayó sobre la piel. Él no se estremeció esta vez.
Eleanor salpicó más cera esparciéndola sobre su culo, haciendo pequeños patrones
por encima de la torneada curva. La sostuvo acercándola y, a veces, alejándola,
para variar las sensaciones. John se estremeció bruscamente, pero no usó su palabra
de seguridad. Yo solté las pinzas de pezón simultáneamente y John gritó cuando la
oleada de sangre corrió de vuelta a las áreas restringidas.

—Rojo. ¡Joder, rojo!

Le dimos un momento para que se recupere mientras su respiración ahogada


volvía lentamente a la normalidad. Eleanor se metió entre sus piernas encadenadas
bien abiertas cuando él se inclinó sobre el estribo. Estirándose a su alrededor, ella
sujetó su polla y comenzó a mover su mano de arriba abajo por su longitud. Él
empujó su culo hacia atrás contra ella, y ella le dio una palmada.

48
El Club de las Excomulgadas
— ¿Dije que pudieras moverte? —pregunté.

—No, mi Señora.

En mi maleta había vibradores. Elegí uno de tamaño medio y lubricante.


Rocié un poco en su raja y le entregué el vibrador a Eleanor. Ella pasó el vibrador
por su culo mientras él se retorcía un poco permitiéndole que lo empujase dentro
antes de encenderlo.

—Eres tan guarro y hedonista. ¿Te gusta esto? ¿Es esto lo qué querías?

Gimió.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


—Sí, mi Señora.

Ella deslizó el vibrador dentro y fuera mientras el pre semen brillaba en la


punta de su polla. Puse mi mano sobre la de Eleanor y tomé el control del vibrador.
Ella retiró su mano de debajo de la mía. Colocándose a sí misma entre su marido y
el estribo, se rozó contra él mientras descendía hasta el suelo.

Lamió la humedad salada de la cabeza de su pene antes de tomarle en su


boca. Ahuecando sus mejillas, le tomó hasta raíz y él tiró de las cadenas.

—Buen Dios, Eleanor —gimió.

Me reí. Si sólo supiera cuán cierta era su fantasía. Incliné el vibrador hasta que
golpeó justo en el punto correcto. Sus gemidos y las vibraciones, culminaron en un
clímax que hizo traquetear la cadena mientras ella se tragaba cada gota de su
semen. Les dejé respirando entrecortadamente y sudando mientras apagaba el
vibrador y lo extraía suavemente. Solté sus cadenas, guiándole con los ojos
vendados hasta la cama. Eleanor besó su cara, sus labios, mientras él se tumbaba
sobre las almohadas completamente agotado.

—Oye, ¿cómo te llamas? ¡Señor!, sabes cómo dar una maldita mamada.

No pude evitar una sonrisa.

49
El Club de las Excomulgadas
Eleanor se rió.

—Creo que deberías saber mi nombre después de veinte años de


matrimonio.

Él se quitó la venda y se apoyó en los codos.

—Cristo, Eleanor.

—Soy yo. Siempre he sido yo. Nunca hubo una ayudante.

— ¿Desde cuándo lo sabes?

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Eleanor se encogió de hombros.

—Lo descubrí con el tiempo.

— ¿Y no te molesta?

—Lo hizo al principio. Me hirió que pensases que tenías que esconder quién
eres realmente de mí. Acudí a Tessa porque quería enfrentarme a ti, pescarte in
fraganti, pero entonces me excitó. Me encantaba mirarte y esto cambió nuestra vida
sexual. ¿No has notado lo calientes que hemos estado juntos?

Él se pasó una mano por el pelo.

—Todo este tiempo debería habértelo dicho. Lo siento, Eleanor. Nunca


quise hacerte daño.

—Te perdoné hace mucho tiempo, de lo contrario no estaría aquí. Tessa es


la mejor cosa que podría habernos pasado. Empezaba a pensar que ya no me
querías pero realmente no sabía que es lo que querías o como dártelo.

Él acarició con su mano las mejillas de ella como si viese por primera vez a
su mujer.

50
El Club de las Excomulgadas
—Eres asombrosa. No creía que lo entenderías. Pensé que me abandonarías
si alguna vez te enterabas.

Me quedé atrás mirando como los dos se enamoraban el uno de la otra de


nuevo y me sentí abrumada al ser la que había resucitado su matrimonio.

—Nunca más. No me mientas nunca más. Te amo. Siempre lo haré, pero no


tendremos nada si no tenemos confianza. La honestidad lo es todo.

La atrajo hacia él y envolvió sus brazos a su alrededor, besando la cima de


su cabeza.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


—Te lo prometo. Nunca volveré a mentirte. Soy un hombre afortunado,
Eleanor.

— ¡Condenadamente cierto!

Tosí.

— ¡Oh! Lo siento, Tessa —dijo Eleanor, con las mejillas sonrosadas—. ¿Me
disculpáis un momento?

Cogió su bolso de dónde lo había dejado sobre una silla, metió la mano y
sacó un cepillo de dientes, dirigiéndose hacia el baño.

El senador se puso los calcetines, seguidos de sus pantalones. Le entregué la


camisa desde donde la había tirado descuidadamente en el suelo.

—Gracias, y no solo por pasarme la camisa. Probablemente has salvado mi


matrimonio. Te lo debo todo.

—No todo —dije con una sonrisa—. Solo una cosa.

—Nómbrala.

Podía oír el agua corriendo en el cuarto de baño.

51
El Club de las Excomulgadas
—Hay algo que me gustaría que investigases por mí.

— ¿Qué quieres que investigue?

Saqué una carpeta manila de mi maleta y se la di.

—Quiero que averigües todo lo que puedas sobre esta mujer. Arie, mi socio,
tiene un extraño interés con esta chica y juro que es el vivo retrato de alguien que
ambos solíamos conocer.

La carpeta de archivo contenía una serie de fotografías de una mujer joven,


tal vez a mediados de los veinte años, y muy guapa de una forma poco

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


convencional. Llevaba un morral del ejército sobre su forma esbelta y sus largos
rizos castaños estaban en un montón alto sostenidos en su sitio con dos lápices. En
la fotografía estaba entrando en una cafetería en el lado sur de Chicago donde
trabajaba.

—Veré lo que puedo desenterrar —dijo el senador.

—Por favor, inténtalo.

— ¿Está en alguna clase de problema?

Suspiré.

—No es eso. No puedo averiguar mucho sobre ella porque sus archivos
están sellados. Necesito saber tanto como pueda. Ella podría ser un problema para
alguien que me importa.

Confiaba en el senador porque era más que un cliente. Era un amigo. Y


Eleanor era una mujer fuerte con la que había intimado durante los últimos tres
años. Ayudar a fortalecer su matrimonio había tirado de mis fibras sensibles.

—Podría llevar algo de tiempo y no será fácil si su archivo esta sellado.

—Lo sé, pero supongo que en tu posición debe haber algo que puedas hacer.

52
El Club de las Excomulgadas
Su ceño se frunció mientras miraba la fotografía que sostenía en su mano.

—Casi es bonita si pierdes las gafas. ¿Qué tan gran problema podría ser?

—Las guapas siempre lo son. ¿No has aprendido eso? Mira a tu esposa.

—Mírate —dijo con una cálida sonrisa mientras ponía su mano sobre mi
brazo. Soltó mi brazo y revolvió entre los otros papeles de la carpeta—. No hay
partida de nacimiento.

—No hay mucho de nada sobre esta chica. Pero su nombre es Holly —
dije—. Holly Ellis.

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre


Asintió con la cabeza.

—Vale, dame una semana y me pondré en contacto contigo.

Sonó la cisterna y su esposa volvió del cuarto de baño. Me lanzó una mirada
de agradecimiento cuando entró en el cuarto.

—Gracias por todo, Tessa. Nos has acercado a mi marido y a mí más de lo


que hemos estado en años.

Abracé a Eleanor y planté un casto beso en su mejilla.

—Fue un placer.

El senador colocó un brazo alrededor de los hombros de su esposa. Recogí


los juguetes y los metí de nuevo en mi maleta.

Poniéndome mi gabardina, me despedí y le dejé el archivo de Holly Ellis al


senador. Apagué las velas de la cómoda de camino a la puerta.

Holly Ellis.

La chica era idéntica a alguien en la que no había pensado en años pero


suponía que Arie pensaba en ella a menudo. Probablemente ese fuera el por qué

53
El Club de las Excomulgadas
comenzó a frecuentar la cafetería para empezar. Yo tenía un mal presentimiento
sobre su extraño parecido físico a alguien que había sido la ruina de la existencia de
Arie. Ahora, todo lo que podía hacer era esperar y tener la esperanza de estar
equivocada.

Fin

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre

54
El Club de las Excomulgadas

Próximamente
A.C. James - Serie Para Siempre I

A.C. James - Maldito Para Siempre - Serie Para Siempre

Eterno Para Siempre

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