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TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA

S ALA CIVIL
Auto Supremo: 257/2013
Sucre: 23 de mayo 2013
Expediente: LP-18-13-S
Partes: Guadalupe Consuelo Arandia Ruiz en representación de Florentino
Mollo Mamani y otros. c/ Fernando Vaca Aparicio.
Proceso: Usucapión.
Distrito: La Paz.
VISTOS: El recurso de casación en la forma y en el fondo cursante de fs. 1696 a
1702 vlta., interpuesto por Fernando Vaca Aparicio, contra el Auto de Vista Nº
113/2012, cursante de fs. 1683 a 1687, emitido el 26 de marzo de 2012 por la Sala
Civil Tercera del Tribunal Departamental de Justicia de La Paz, en el proceso
ordinario de usucapión seguido por Guadalupe Consuelo Arandia Ruiz en
representación de Florentino Mollo Mamani y otros contra el recurrente; la
respuesta de fs. 1705 a 1706; el Auto de concesión de fs. 1707; los antecedentes
del proceso; y:
CONSIDERANDO I:
ANTECEDENTES DEL PROCESO:
El Juez de Partido y de Sentencia de la Localidad de Chulumani, Provincia Sud
Yungas del Departamento de La Paz, el 15 de mayo de 2009 pronunció la
Resolución Nº 53/2009, cursante de fs. 1016 a 1017 vlta., declarando improbadas
las excepciones de impersonería del demandante, obscuridad en la demanda y de
cosa juzgada, opuestas contra la demanda por Fernando Vaca Aparicio.
Contra esa Resolución el demandado interpuso recurso de apelación, la cual fue
diferida de conformidad a lo previsto por el art. 24 núm., 3) de la Ley de Abreviación
Procesal Civil y de Asistencia Familiar, Ley Nº 1760.
Continuando con la sustanciación del proceso, el Juez de la causa el 15 de mayo
de 2010 pronunció la Sentencia Nº 66/2010, cursante de fs. 1565 a 1571,
declarando probada en parte la demanda, como consecuencia de ello reconoció la
titularidad por usucapión del derecho de propiedad conforme al detalle contenido
en los numerales 1) al 49) de la parte dispositiva de esa Resolución; ordenó la
cancelación parcial de la superficie de 34.204,07 m. ², respecto a la superficie de
100.000 m.², en la matrícula Nº 2110030000036 de 27 de junio de 2000, referida
al lote de terreno Nº 221, ubicado en la Colonia Brecha E, Área 2 de Alto Beni,
registrada a nombre de Fernando Vaca Aparicio; finalmente ordenó que ante la
Oficina de Registro de Derechos Reales se proceda al registro de los inmuebles cuyo
detalle se expresa en los numerales 1) al 49) de la parte dispositiva, de manera
separada, individualizando a cada demandante, a tal efecto dispuso se libre la
correspondiente ejecutorial.
Por Auto de 16 de junio de 2010, cursante de fs. 1575, desestimó la solicitud de
aclaración y enmienda formulada por el demandado, quien interpuso recurso de
apelación contra la Sentencia, formalizando y fundamentando al mismo tiempo la
apelación diferida deducida contra la Resolución Nº 53/2009, de 15 de mayo de
2009.

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En mérito a esa apelación, la Sala Civil Tercera del Tribunal Departamental de
Justicia de La Paz, constituida en Tribunal de Alzada, el 26 de marzo de 2012
emitió el Auto de vista Nº 113/2012, cursante de fs. 1683 a 1687, confirmando la
Resolución Nº 53/2009 y la Sentencia Nº 66/2010, así como el Auto
complementario de fs. 1575; con costas.
Contra esa Resolución de segunda instancia, el demandado Fernando Vaca
Aparicio interpuso recurso de casación en el fondo y en la forma.
CONSIDERANDO II:
DE LOS HECHOS QUE MOTIVAN LA IMPUGNACIÓN:
El recurrente no precisó ni diferenció convenientemente los motivos por los cuales
recurre de casación en la forma de aquellos por los que lo hace en el fondo, sin
embargo, interpretando los argumentos contenidos en el recurso se establece que
en la forma acusa la falta de fundamentación de la Sentencia y en el fondo divide
su impugnación en dos aspectos: el primero referido a la Resolución de la
excepciones previas de impersonería del demandante, oscuridad, imprecisión y
contradicción en la demanda y cosa juzgada y; el segundo vinculado a la decisión
de fondo contenida en la Sentencia.
En ese sentido el recurrente manifestó:
1) Que, conforme la jurisprudencia sentada por el Tribunal Constitucional toda
Sentencia y Resolución debe contar con la debida fundamentación fáctica y
probatoria, ésta última dividida en descriptiva e intelectiva, la primera destinada a
describir los medios probatorios conocidos en el proceso y la segunda destinada a
la apreciación de los medios de prueba en la que se exprese el porqué un
determinado medio de prueba merece crédito; sin embargo en la Resolución
recurrida no se habría mencionado ni valorado la prueba, incumpliendo en
consecuencia la exigencia de la debida fundamentación que constituye un
elemento integrador del debido proceso.
2) Impugnó el Auto de Vista en cuanto al pronunciamiento referido a la apelación
diferida que interpuso contra la Resolución Nº 53/2009 de 15 de mayo de 2009,
cursante de fs. 1016, que declaró improbadas las excepciones previas de
impersonería, obscuridad e imprecisión en la demanda y cosa juzgada, opuestas al
amparo de los numerales 2), 4) y 7) del art., 336 del Código de Procedimiento Civil.
Al respecto acusó la interpretación y aplicación errónea de los arts. 58, 329 y 90
del Código de procedimiento Civil y de los arts., 58 y 60 del Código Civil, en ese
sentido señaló que el Juez A quo desestimó la excepción de impersonería bajo el
fundamento de que en el presente caso eran personas naturales las que confirieron
poder de representación, sin embargo de la revisión de la demanda cursante de fs.
868 a 869 se observaría la intervención de personas jurídicas como la Junta de
Vecinos del Barrio Tamarindo y la Iglesia Evangélica “Misión Boliviana de
Santidad”, consiguientemente estas personas jurídicas tenían el deber de acreditar
su personería legal, extremo que no cursaría en obrados; al margen de ello señaló
que Tomasina García de Condori, Angelina Ayra Pillco y Marcelino Villán Huanca,
no habrían otorgado poder a Guadalupe Arandia, consiguientemente se
evidenciaría que la nombrada habría actuado en el proceso con insuficiencia de
poder, toda vez que en el poder que le fue conferido no figurarían las tres personas
naturales mencionadas ni estaría inserta tampoco acreditada la personería jurídica
tanto de la Junta de Vecinos del Barrio Tamarindo como de la Iglesia Evangélica

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Misión Boliviana de Santidad, conforme correspondía por disposición de los arts.
58, 329 del Código de Procedimiento Civil, que al ser normas de orden público su
cumplimiento resultaba obligatorio.
Por otro lado acusó la errónea aplicación e interpretación del art. 327 numerales
2), 3) 6) y 7) del Código de Procedimiento Civil, en ese sentido señaló que el Juz A
quo desestimó la excepción de obscuridad, contradicción e impresión en la
demanda, fundamentando que la misma no contenía términos vagos que dificulten
la contestación, en suma que no era obscura ni contradictoria, sin embargo, no se
habría advertido que la demanda era imprecisa porque en principio no le fue
posible conocer a sus demandantes, toda vez que el poder en base al cual se
interpuso la demanda hacía referencia a personas naturales y en la demanda
figuraron tanto personas naturales como jurídicas, igualmente sostuvo que en la
demanda se hizo referencia a la figura de la usucapión masiva sin que nuestro
ordenamiento jurídico prevea la misma.
Sobre la excepción de cosa juzgada, manifestó que son los mismos vecinos quienes
intervinieron en el proceso de nulidad y lo hacen en la presente causa, por lo que
al confirmar la Resolución apelada el Tribunal de Alzada habría forzado la
inexistencia de identidad de los sujetos, teniendo en cuenta que en aquel proceso
y en el que es motivo de Autos existiría además identidad de objeto y causa,
consiguientemente se encontraría probada la referida excepción de cosa juzgada.
3) Respecto al pronunciamiento del Auto de Vista referido a la Sentencia, acusó la
indebida apreciación y valoración de la prueba y la violación del principio de
seguridad jurídica, al respecto dijo que no se tomó en cuenta la prueba documental
referida al proceso de nulidad interpuesto por Abel Gonzales y otros ni el Poder Nº
359/2008, que acreditarían que los ahora demandantes intervinieron en esa
demanda interrumpiendo en consecuencia su posesión pacífica; tampoco se habría
considerado los antecedentes del Amparo Constitucional que interpuso en contra
de Marcos Maquera por sí y en representación de la Junta de Vecinos del Barrio
Tamarindo, por lo que se demostraría la posesión arbitraria y bajo amenazas de los
actores, no habiéndose acreditado la posesión pacífica por más de diez años, en
ese mismo sentido no se habría valorado correctamente la declaración de los
testigos de descargo, a través de la cual habría demostrado que existe una serie de
conflictos sobre la propiedad objeto de la usucapión.
Cuestionó la valoración realizada respecto a la inspección judicial, en ese sentido
sostuvo que la mencionada prueba no demostraría la posesión pacífica y
continuada como se señaló por los Tribunales de instancia, quienes se encontraban
en la obligación de referir que la posesión era violenta y arbitraria precisamente a
raíz de las demandas existentes entre las partes en litigio.
Acusó que la Sentencia es incongruente en virtud a que el Poder en base al cual
obró Guadalupe Arandia fue conferido por 49 personas, empero la demanda habría
sido presentada en representación de 51 personas incluidas entre ellas dos de
naturaleza jurídica. En ese sentido dijo que Angelina Ayra Pillco y Marcelino Villán
Huanca, quienes no confirieron Poder a favor de Guadalupe Arandia, resultaron
favorecidos con la Sentencia, aspecto que sucedió de igual forma con la
denominada Iglesia Evangélica Misisón Boliviana de Santidad. Y el “Barrio
Tamarindo”.

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Acusó que la Sentencia resulta contradictoria en razón a que absolviendo la
confesión provocada Carmen Mamani Vda., de Aquise manifestó que vive en el
inmueble hace 9 años y Lucas Callizaya señaló que adquirió el lote que ocupa hace
dos años, finalmente Juan Waldo Quispe Quispe señaló que adquirió el inmueble
el año 2003 vale decir 7 años antes de la interposición de la demanda; personas
que se vieron favorecidas con la Sentencia sin considerar que las mismas no
cumplieron el requisito de poseer el inmueble por más de diez años.
Reiteró que la prueba cursante en obrados acreditaría la existencia de procesos
sustanciados entre las partes en litigio, lo que demostraría que los ahora
demandantes no estuvieron en posesión pacífica del inmueble.
Por las razones expuestas y resumidas en los numerales 1), 2) y 3) del presente
considerando, el recurrente solicitó se dicte Auto Supremo Anulando obrados hasta
el vicio más antiguo, identificando éste en la admisión misma de la demanda,
impetrando se disponga la acreditación de la personería jurídica de todos los
demandantes o se declare procedente las excepciones opuestas, alternativamente
solicitó se case el Auto de Vista recurrido en todo cuanto fue materia de su recurso,
con costas.
CONSIDERANDO III:
FUNDAMENTOS DE LA RESOLUCIÓN:
Conviene precisar que el recurrente no puntualizó los motivos por los cuales
recurre en la forma diferenciando de aquellos que sustentan su impugnación en el
fondo, sin embargo de la lectura del recurso, interpretando los agravios expuestos,
a fin de que la presente Resolución cuente con un orden metodológico y una
secuencia regular de ideas que permita su cabal comprensión, dividiremos los
fundamentos en tres partes: la primera referida a la aparente falta de
fundamentación, vinculando ese agravio a la forma; la segunda, referida a las
infracciones acusadas respecto a la Resolución de las excepciones previas que el
recurrente opuso; la tercera, respecto a las infracciones acusadas en relación a la
Sentencia; estas dos últimas consideradas como agravios de fondo.
Establecido lo anterior diremos que:
3.1- Respecto a la falta de fundamentación, como agravio de forma de la
Resolución recurrida.
El art. 192 núm., 2) del Código de Procedimiento Civil dispone que la Sentencia
contendrá la parte considerativa con exposición sumaria del hecho o del
derecho que se litiga, el análisis y la evaluación fundamentada de la prueba y la
cita de las leyes en que se funda; ahora bien, aparentemente tal disposición legal
solo se aplicaría al fallo de primera instancia, porque se refiere en forma expresa al
contenido de la Sentencia, empero, ello no es evidente, toda vez que el espíritu o
razón de ser de esa norma, en lo concerniente a la necesaria motivación y
fundamentación que debe contener toda Resolución jurisdiccional, se aplica
también a la Resolución de segunda instancia.
Sin embargo, como es lógico, la fundamentación de la Resolución de Alzada debe
circunscribirse a los agravios expuestos en el recurso de apelación, pues al
Tribunal de Alzada no le es exigible realizar una motivación respecto a todo lo
debatido y controvertido en el proceso, sino únicamente respecto a aquellos
motivos apelados, tampoco le es exigible una revalorización total de la prueba, sino

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solo de aquella que el recurrente acusa de indebidamente valorada o la que se
vincula al agravio expuesto por el recurrente.
Precisado lo anterior diremos que el Auto de Vista recurrido contiene la debida
exposición de motivos que sustentan la decisión adoptada, toda vez que de manera
clara y precisa expresa las razones por las cuales confirmó tanto la Resolución Nº
53/2009, referida a las excepciones previas de impersonería del demandante,
obscuridad y contradicción en la demanda y, cosa juzgada; así como la Sentencia
Nº 66/2010, habiendo apreciado y valorado la prueba que consideraba esencial
para los efectos de emitir Resolución. Ese aspecto resulta por demás obvio cuando
el propio recurrente a través del recurso de casación cuestiona precisamente
aquellos fundamentos que el Tribunal de Alzada expuso como sustento de su
determinación. Consiguientemente, se advierte que el Auto de Vista recurrido se
pronunció respecto a todos los aspectos apelados, conteniendo dicho
pronunciamiento las suficientes razones y motivos que justifican razonablemente
su decisión, no existiendo en consecuencia afectación al debido proceso, como
erradamente pretende el recurrente.
3.2- Sobre la impugnación del Auto de Vista respecto a la confirmación de la
Resolución Nº 53/2009, referida a las excepciones previas de obscuridad y
contradicción en la demanda, impersonería del demandante y de cosa
juzgada.
En principio corresponde precisar que los medios de impugnación previstos por el
Código de Procedimiento Civil, responden a un sistema cuya regulación es de orden
público, razón por la que las partes ni los juzgadores pueden alterar las previsiones
normativas que rigen la materia.
Establecido lo anterior conviene puntualizar que conforme dispone el art. 180
parágrafo II de la Constitución Política del Estado, se garantiza el principio de
impugnación en los procesos judiciales; garantía que también es reconocida por el
art. 8.2-h) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos de San José de
Costa Rica.
El derecho a la impugnación sin embargo no debe concebirse como una potestad
absoluta o ilimitada que atribuya al litigante la posibilidad de impugnar toda
cuanta Resolución considere le causa agravio o hacerlo a través de cualquier medio
de impugnación o en cualquier tiempo y forma; por el contrario, ese derecho
reconocido a nivel Constitucional debe ser ejercido conforme a las previsiones,
exigencias y condiciones previamente normadas por Ley.
En ese sentido el Código de Procedimiento Civil en su Libro Primero Título V
contiene las previsiones –de orden público- que regulan el sistema recursivo
imperante en el proceso Civil.
Al respecto el art. 213 del citado Adjetivo Civil prevé que: I. “Las Resoluciones
judiciales serán recurribles mediante impugnación de parte perjudicada” II. “Sólo
cuando la ley declare irrecurrible una Resolución será permitido negarse al examen
del recurso o someterlo a conocimiento del Juez que correspondiere.”.
En ese mismo sentido el art. 214 del indicado Código, dispone: (Clases de
recursos). “Sin perjuicio de los recursos establecidos en leyes especiales, las
Resoluciones judiciales podrán reclamarse mediante los recursos de reposición,
apelación y casación, conforme a lo dispuesto en los capítulos siguientes, sin
perjuicio de los recursos especiales previstos por la ley.”.

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El art. 219 del Adjetivo Civil establece (Procedencia del recurso). “Procederá el
recurso ordinario de apelación a favor del todo litigante que habiendo sufrido algún
agravio en la Resolución del inferior, solicitare que el Juez o tribunal superior lo
repare. La rebeldía declarada en primera instancia no privará al demandado
contumaz del derecho de apelar de la Sentencia.”.
Ahora bien el art. 223 del Código en análisis, modificado por el art. 20 de la Ley Nº
1760, dispone: (Efectos de la Apelación). “Tres son los efectos que produce la
apelación: suspensivo, devolutivo y diferido. El primero suspende la competencia del
Juez, impidiendo la ejecución de la Sentencia o Auto definitivo; el segundo le permite
continuar la tramitación del proceso sin perjuicio del recurso; y el tercero permite que
sin perjuicio del cumplimiento de la Resolución apelada, se reserve la concesión de
la Alzada hasta el estado de una eventual apelación de la Sentencia.”.
Establecido lo anterior corresponde puntualizar que la apelación en el efecto
suspensivo procede en los casos expresamente previstos por el art. 224 del Código
Civil esto es: 1) De las Sentencias pronunciadas en procesos ordinarios. 2) De las
Sentencias pronunciadas en procesos de desalojo. 3) De los Autos de carácter
definitivo que cortaren todo procedimiento ulterior.
Por su parte el art. 225 del Código en cuestión señala los casos en los que procede
el recurso de apelación en el efecto devolutivo: 1) De las Sentencias pronunciadas
en los procesos ejecutivos y de los Autos que resolvieren las tercerías interpuestas
dentro de estos procesos. 2) De las Sentencias y Autos definitivos dictados en
procesos concursales, sumarios y sumarísimos. 3) De los Autos interlocutorios que
se pronunciaren durante la sustanciación de los procesos y contra los cuales la
Ley admitiere este recurso. 4) De los Autos que dieren por reconocidas las firmas,
en rebeldía. 5) De las Resoluciones dictadas en ejecución de Sentencia.
En ese mismo sentido el art. 24 de la Ley Nº 1760 prevé los casos en los que procede
la apelación en el efecto diferido: 1) Autos interlocutorios que resolvieren
excepciones previas; 2) Autos que resolvieren incidentes; 3) Resoluciones sobre
proposición, producción, denegación y diligenciamiento de la prueba, y, en general,
4) Resoluciones que no cortaren el procedimiento ulterior.
Estando delimitados los aspectos generales que hacen al régimen de impugnación
en general y de la apelación en particular, así como los efectos en que procede éste
medio de impugnación y los casos en los que corresponde uno u otro efecto,
conviene analizar el sistema de impugnación en tratándose de Resoluciones que
resuelven las excepciones previas.
Al respecto el art. 339 del Código de Procedimiento Civil, contiene un criterio
diferenciador, según el cual habrá que tener en cuenta primero el tipo de excepción
previa de que se trate; segundo la forma de la Resolución. En efecto, si la excepción
previa opuesta se encuentra comprendida dentro de los numerales 7) al 11) y la
Resolución declara probada cualquiera de ellas, la impugnación de la misma
procede a través del recurso de apelación en el efecto suspensivo; en los demás
casos dice la norma procederá solo en el efecto devolutivo, sin embargo la última
parte de este precepto debe ser analizado en el contexto de las modificaciones
introducidas por la Ley Nº 1760.
Del análisis de la norma en cuestión se concluye: primero, solo la Resolución que
declare probada cualquiera de las excepciones previstas por los numerales 7) al 11)
del art. 336 del Código de Procedimiento Civil, es apelable en el efecto suspensivo;

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segundo, la Resolución que declare probada las excepciones previstas por los
numerales 1) al 6) del art. 336 del Código de Procedimiento Civil, es apelable en el
efecto devolutivo; tercero la Resolución que declare improbadas las excepciones
previstas en los numerales 1) al 11) del citado art. 336, procede en el efecto
diferido, conforme la previsión contenida en el art. 24 de la Ley Nº 1760,
entendiéndose esto en razón a que dicha Resolución de ninguna manera corta o
pone fin al proceso, el cual, en virtud a los principios de celeridad y oportunidad
debe continuar sin perjuicio de la apelación planteada la que será diferida a una
eventual apelación de la Sentencia, oportunidad en la que si la misma le causa
agravio a la parte interesada ésta podrá fundamentar conjuntamente ambas
impugnaciones, en caso contrario en el supuesto de serle favorable la Sentencia,
como es lógico la parte ya no tendría interés alguno en formalizar su apelación
diferida, la cual quedaría en consecuencia sin efecto alguno.
Precisado el régimen de apelación que rige en materia de excepciones, resulta
necesario hacer una referencia a la posibilidad de su impugnación a través del
recurso de casación; al respecto para los efectos del caso concreto nos interesa
centrar nuestro análisis en las excepciones previas contenidas en los numerales 1)
al 6) del art. 336 del Código de Procedimiento Civil, toda vez que el recurrente
pretende que el Tribunal de Casación revise en el fondo el pronunciamiento del
Tribunal de Alzada respecto a las excepciones de impersonería en el demandante y
de obscuridad, contradicción o imprecisión en la demanda previstas en los
numerales 3) y 4) del art. 336 del Código de Procedimiento Civil.
Al respecto diremos que, como se tiene desarrollado anteriormente, la Resolución
que declaró improbadas esas excepciones, puede ser impugnada a través del
recurso de apelación en el efecto diferido, como en el caso de Autos aconteció, sin
embargo el Auto de Vista que resuelva la apelación respecto al pronunciamiento de
esas excepciones no admite recurso de casación, sobre ese motivo en particular,
toda vez que la Resolución de Alzada que confirme la Resolución de primera
instancia que declare improbada cualquiera de las excepciones previstas
contempladas en los primeros 6 numerales del art. 336 del Adjetivo Civil, con
salvedad de la excepción de incompetencia (numeral 2)), no se encuentra
comprendida dentro de ninguna de las causales de procedencia establecidos por el
art. 255 del Código de Procedimiento Civil. En efecto el pronunciamiento de Alzada
respecto a tales excepciones no se encuentra previsto en el numeral 1) del citado
art. que hace referencia a Autos de Vista que resolvieren en apelación las
Sentencias definitivas en los procesos ordinarios, sumarios, concursales y de
árbitros de derecho; tampoco se encuentra dentro de la causal contenidas en el
numeral 2) del art. comentado, referido a Autos de Vista que resolvieren una
declinatoria de jurisdicción, decidieren una excepción de incompetencia o anularen
el proceso; no se encuentra contemplada dentro de la causal contenida en el
numeral 3) que alude a Autos de Vista referentes a Autos interlocutorios que
pusieren término al litigio; ni se encuentra dentro de la previsión contenida en
el numeral 4) que se refiere a Autos de Vista que declaren haber lugar o no a oír a
un litigante condenado en rebeldía; ni se encuentra contemplada en la previsión
contenida en el numeral 5) referido a Sentencias definitivas pronunciadas en
primera instancia por las Cortes Superiores de Distrito; no sucede lo mismo en el
supuesto de que el Auto de Vista sea revocatorio y declare probadas las excepciones
previas aludidas, pues, en este caso, el Auto de Vista como efecto de su
determinación anulará obrados a objeto de que una ves subsanado el óbice u

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obstáculo de procedimiento que funda la excepción acogida, el proceso se
desenvuelva normalmente, encontrándose en consecuencia dicha
determinación comprendida dentro de la previsión contenida en la última parte
del numeral 2) del art. 255 del Código de Procedimiento Civil.
Por otro lado, también se encuentran excluidas dentro de esa exclusión las
Resoluciones de las excepciones contempladas en los numerales 7) al 11) que por
su contenido inciden directamente en el derecho material que se litiga, igualmente
la Resolución referida a la excepción de incompetencia se encuentra exenta de ese
razonamiento por encontrarse expresamente prevista dentro de la causal de
casación contenida en el numeral 2) del art. 255 del Código de Procedimiento Civil.
El presente razonamiento ratifica y modula el entendimiento asumido por este
Tribunal a través del A.S. Nº 428/2012 de 15 de noviembre de 2012.
En ese marco y de la revisión de obrados en función a los fundamentos expuestos
por el recurrente, se concluye que citado con la demanda, el demandado opuso
excepciones previas de obscuridad y contradicción en la demanda, impersonería
del demandante y cosa juzgada, al respecto por Auto Nº 53/2009, cursante de fs.
1016 a 1017 vlta., el Juez de la causa declaró improbadas todas ellas, habiendo
interpuesto el demandado recurso de apelación, cuya concesión fue diferida,
posteriormente y luego de la sustanciación del proceso, conjuntamente la apelación
de la Sentencia formalizó la apelación diferida, en cuyo mérito el Tribunal de Alzada
emitió Auto de Vista confirmando por un lado la Resolución que declaró
improbadas las excepciones mencionadas y por otro confirmando la Sentencia que
resolvió la controversia de fondo; contra esa determinación de Alzada el demandado
interpuso recurso de casación en el fondo, el mismo que respecto a las excepciones
previas previstas por los numerales 2) y 4) del art. 336 del Código de Procedimiento
Civil, declaradas improbadas, resulta improcedente, toda vez que la Resolución de
Alzada no se encuentra comprendida dentro de ninguno de los supuestos previstos
por el art. 255 del Código de Procedimiento Civil, por no estar referido al
pronunciamiento de la Sentencia definitiva que resuelva lo principal del litigio;
tampoco a una declinatoria de jurisdicción o incompetencia o que hubiese anulado
obrados; no se constituye en un Auto de Vista referido a un Auto interlocutorio que
puso término al litigio; ni constituye un Auto de Vista que declaró haber o no a oír
a un litigante condenado en rebeldía; finalmente no se refiere a un Sentencia
definitiva pronunciada en primera instancia por el Tribunal Departamental.
Al margen de lo expuesto, resulta también improcedente pretender que éste
Tribunal de Casación revise el pronunciamiento del Tribunal de Alzada respecto a
la excepción de impersonería del demandante sobre la base de alegaciones nuevas
que no fueron las que inicialmente sustentaron el planteamiento de esa excepción.
En efecto de la revisión de obrados se establece que el demandado a tiempo de
oponer la referida excepción mediante memorial de fs. 882 a 885 vlta., argumentó,
como sustento de la misma, que Guadalupe Consuelo Arandia Ruiz se apersonó en
representación del Barrio Tamarindo, quien no demostró su existencia como
persona jurídica, cuestionando además que el Poder adjuntado debería contener
las Resoluciones Municipales y Prefecturales, los Estatutos y Reglamentos
correspondientes, obligación que habría sido incumplida, quedando evidenciada,
según dijo, la incapacidad y la impersonería del demandante. Como se aprecia, el
fundamento de la excepción de impersonería estuvo orientado únicamente a
cuestionar la personería del denominado Barrio “Tamarindo” y no a cuestionar la

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representación que la apoderada ejercía respecto de determinadas personas
naturales cuya observación la plantea recién en su impugnación pretendiendo que
sobre esa base éste Tribunal analice la Resolución referida a aquellas excepciones,
pero sobre supuestos fácticos disímiles a los expuesto inicialmente, aspecto que,
como es lógico, no corresponde.
Tampoco corresponde la posibilidad de revisar dicha determinación sobre la base
del cuestionamiento a la personería de la denominada “Iglesia Evangélica Misión
Boliviana de Santidad Amigos”, precisamente porque a tiempo de oponer la
indicada excepción el ahora recurrente no fundamentó la misma en ese sentido.
Por otro lado, el recurrente no tuvo presente que la demanda fue declarada
improbada respecto al denominado “Barrio Tamarindo”, razón por la que el reclamo
respecto a la impersonería de éste resulta materialmente irrelevante e
improcedente.
Siguiendo con el análisis de la impugnación referida a la Resolución de las
excepciones, corresponde considerar la de cosa juzgada argüida por el recurrente,
al respecto diremos que, en términos generales esta excepción es procedente
cuando ha recaído Sentencia firme respecto de una pretensión anteriormente
substanciada entre las mismas partes y por la misma causa y objeto. Al respecto
el art. 1451 del Código Civil señala: (Cosa Juzgada) “Lo dispuesto por Sentencia
pasada en Autoridad de cosa juzgada causa estado a todos los efectos entre las
partes, sus herederos y causahabientes”.
El profesor Lino Enrique Palacio, en su obra derecho Procesal Civil, señala que
para que sea procedente esta excepción, el examen integral de las dos contiendas
debe demostrar que se trata del mismo asunto sometido a decisión judicial, o que
por existir continencia, accesoriedad o subsidiaridad, la Sentencia firme ya ha
resuelto lo que constituye la materia o la pretensión deducida en el nuevo juicio
que se promueve.
En ese marco, corresponde puntualizar que el recurrente pretende encontrar cosa
juzgada - oponible a la presente causa- en la Resolución emitida en el proceso
ordinario seguido en su contra por José Abel Gonzales Pérez, Ángel Castillo Quispe
y Marcelino Saravia Chocomani, en representación de la junta de vecinos del
“Barrio Tamarindo”, a través del cual pretendían la nulidad y cancelación del Título
de Propiedad de Fernando Vaca Aparicio, sobre los terrenos en litigio, adquirido
mediante Sentencia dictada en proceso ordinario de usucapión sustanciado por el
nombrado en contra de Salvador Escobar. El fundamento de la excepción de cosa
juzgada según el recurrente radicaría en el hecho de que las personas que
intervinieron en el referido proceso de nulidad lo hicieron en calidad de
representantes de las personas que conformaron el denominado Barrio Tamarindo
y no a título personal y que el objeto de aquel proceso y el de la presente causa
resultaría ser el mismo, identificando éste con el inmueble o los terrenos en litigio.
Al respecto corresponde señalar que no es evidente que el objeto de ambos procesos
sea el inmueble en cuestión o los lotes de terreno como erradamente entiende el
recurrente, por el contrario, el objeto de aquella acción de nulidad es la invalidez
de la Sentencia dictada dentro el proceso de usucapión seguido por el ahora
recurrente contra un tercero y que se constituye en el título del dominio del
demandante y, el objeto de la presente acción es la declaración de propiedad
fundada en la usucapión o prescripción adquisitiva, resultando por ello no ser

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evidente que entre ambos procesos exista identidad de objeto, razón por la
que resulta irrelevante hacer mayores consideraciones respecto a si la intervención
de los representantes del denominado “Barrio Tamarindo” en la sustanciación de
aquel proceso fue a título personal o como representantes de las personas que
conforman el mencionado Barrio, entre las cuales se encontrarían la mayoría de
los ahora demandantes.
Finalmente, se advierte que el recurrente omitió hacer referencia al resultado de
aquella acción de nulidad intentada por los representantes del “Barrio Tamarindo”,
que derivó en el rechazo liminar de la demanda, por lo que resulta equivocado
pretender encontrar, en esa determinación final, equivalencia con una Sentencia
firme que causaría cosa juzgada, porque simplemente la Resolución dictada en
aquel proceso fue una que desestimó ab initio la demanda por considerar que el
Juez ordinario Civil no tenía competencia para conocer o revisar la Sentencia que
emergió de la sustanciación de un proceso ordinario reconociendo que esa
posibilidad debía operar vía revisión extraordinaria de Sentencia a ser tramitada
ante la entonces Corte Suprema de Justicia.
Por las razones expuestas se concluye que aunque con distintos fundamentos, el
Tribunal de Alzada al confirmar la Resolución de primera instancia que declaró
improbada la excepción de cosa juzgada obró correctamente, resultando
infundados los agravios expuestos al respecto.
3.3- Sobre la impugnación del Auto de Vista referido a la confirmación de la
Sentencia.-
En términos generales diremos que la Usucapión es la adquisición del dominio u
otro derecho real poseíble, por la posesión continuada del mismo durante el tiempo
y con las condiciones que fija la ley.
La posesión resulta ser un elemento central de la usucapión, al respecto Savigny,
a tiempo de desarrollar la teoría subjetiva de la posesión, sostuvo que la misma se
distingue de la mera tenencia por el hecho de que consta no solo del dominio físico
sobre el objeto (o corpus) sino también de la voluntad de comportarse en cuanto a
ese objeto como dueño y propietario (animus domini o “intención de tratar como
propia la cosa que debe formar el objeto de la posesión”). A partir de esa postulación
se conoce y acepta que la posesión supone la existencia de dos elementos que la
componen: el corpus y el ánimus, referidos a la relación de hecho del hombre con
las cosas y su provecho material sin dependencia o subordinación a otra voluntad.
El art. 87 del Código Civil establece que: “La posesión es el poder de hecho ejercido
sobre una cosa mediante actos que denotan la intención de tener sobre ella el
derecho de propiedad u otro derecho real”.
Tanto la doctrina como la legislación, conciben a la posesión como un poder de
hecho ejercido sobre las cosas (bienes), que produce efectos jurídicos, que implica
la realización de actos positivos sobre la cosa que denotan la intención de
comportarse frente al bien como si fuera el dueño.
En la posesión, el Poder material que se ejerce sobre el bien se sustenta en la
voluntad libre e independiente de usar o aprovechar económicamente el bien, es
decir, sin que se reconozca dominio ajeno sobre el mismo, es precisamente esa
actitud lo que marca la diferencia entre la posesión y la tenencia; en ésta última el
poder o relación material de la persona con el bien, que se usa o aprovecha, está
mediado por dependencia o subordinación a la voluntad de otro sujeto, lo que

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equivale a sostener que se reconoce dominio ajeno sobre el bien y se somete al
mismo, ese el caso de aquellas circunstancias que se originan en cualquier negocio
jurídico en virtud del cual se recibe un bien con la obligación de restituirlo o
devolverlo a su propietario, por ejemplo en el contrato de arrendamiento el
arrendatario no es poseedor sino detentador del bien, pues tiene la obligación de
restituirlo al arrendador luego de vencido el plazo convenido, sucede lo mismo en
los casos en los que se ejercen derechos reales constituidos sobre bienes ajenos
como la prenda con desplazamiento, el usufructo, el uso, la habitación, en todos
estos casos se reconocen la titularidad del derecho de propiedad en otra persona.
Aubry y Rau precisan que: cuando una persona tiene de hecho (o de facto) una
cosa en su poder sin la intención de someterla al ejercicio de un derecho real, este
hecho toma particularmente el nombre de detención (detentación). Cuando una
persona tiene una cosa en su poder con la intención de someterla al ejercicio de un
derecho de propiedad, este hecho constituye la posesión propiamente dicha en el
sentido jurídico de la palabra.
La posesión entonces supone siempre el poder de hecho de la persona respecto del
bien, la realización de actuaciones consistentes en el uso o provecho del bien, como
si se tratara del propietario, es decir, sin reconocer dominio ajeno.
Establecido el sentido jurídico de la posesión, corresponde analizar los caracteres
que ésta debe revestir cuando se pretende fundar en ella el derecho de adquirir –
por usucapión- la propiedad del bien poseído.
En ese sentido diremos que de una interpretación lógica y sistemática de las
normas contenidas en los arts. 135 y 137 del Código Civil, se desprende que la
posesión útil para fundar la usucapión debe ser: continua e
ininterrumpida, pública y, pacífica.
Analizando estos caracteres en función al recurso diremos:
1) La Posesión continua supone que la misma ha sido ejercida de manera
sucesiva y permanente; en sentido contrario la discontinuidad conlleva la
suspensión, interrupción o pérdida de la posesión.
Aunque en el ámbito de la doctrina hay quienes diferencian los términos de
continuidad e ininterrupción de la posesión, sin embargo en la práctica éste último
complementa la idea de continuidad formando una sola concepción.
Lo que si resulta conveniente diferenciar, es la interrupción de la posesión respecto
de la interrupción de la prescripción. Como señala el Autor Néstor Jorge Musto,
en su obra Derechos Reales, no se debe confundir la interrupción de la posesión
con la interrupción de la prescripción. Se entiende esto porque la primera supone
la pérdida de la cosa, mientras que la segunda supone la pérdida del tiempo
anterior de la posesión, el mismo que se refuta ineficaz para la prescripción.
La interrupción de la prescripción adquisitiva según Planiol, citado en la obra
“Tratado de Los Derechos Reales” de Arturo Alessandri R. y otros, supone: “Todo
hecho que destruyendo una de las dos condiciones esenciales de la prescripción
adquisitiva (permanencia de la posesión, inacción del propietario), hace inútil todo el
tiempo transcurrido”.
Al respecto en la citada obra se hace referencia a dos tipos de interrupción de la
prescripción: la natural y la Civil.

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La interrupción natural de la prescripción, tiene sustento en la pérdida de la
posesión y en los casos en que dicha pérdida genera efectos interruptivos de la
prescripción, pues, no toda pérdida o interrupción de la posesión conlleva
necesariamente la interrupción de la prescripción, así por ejemplo el caso del
poseedor privado de la posesión que dentro del término de un año propone
demanda para recuperar la posesión y esta es recuperada como consecuencia de
aquella, en cuyo caso, según prevé el art. 137 parágrafo II del Código Civil, la
interrupción de la prescripción se tendrá por no ocurrida, aunque materialmente
hubiera ocurrido la pérdida de la posesión.
La interrupción Civil de la prescripción, no está ligada a la pérdida o interrupción
material de la posesión, sino más bien a la actividad del que se pretende verdadero
dueño de la cosa, que sale de su pasividad y expresa, ante el poseedor y por medios
legales, su inequívoca intención de no abandonar el derecho de propiedad que
afirma tener.
En el caso de Autos interesa centrar nuestro análisis en la llamada interrupción
Civil de la prescripción, por ser ésta la que en criterio del recurrente habría operado
como consecuencia de la demanda de nulidad intentada por los representantes del
denominado “Barrio Tamarindo”, así como por la acción de amparo Constitucional
que interpuso en contra de Marcos Manquera Laura en su condición de Presidente
de la Junta de Vecinos.
Al respecto diremos que por determinación del art. 136 del Código Civil, las reglas
que rigen en materia de prescripción en general, se aplican también en tratándose
de la prescripción adquisitiva.
En ese contexto, para que opere la interrupción Civil de la prescripción adquisitiva,
quien considere tener derecho de dominio sobre el bien debe accionar judicialmente
sobre el poseedor, a efectos de hacer valer respecto a él el derecho que
pretende, oponiéndose a la posesión que aquel ejerce.
El art. 1503 del Código Civil, aplicable al caso, expresa que: "La prescripción se
interrumpe por una demanda judicial, un decreto o un acto de embargo notificados
a quien se quiere impedir que prescriba, aunque el Juez sea incompetente. La
prescripción se interrumpe también por cualquier otro acto que sirva para constituir
en mora al deudor".
Cuando la norma alude al término demanda, debemos entender que en un sentido
amplio hace referencia a todas aquellas peticiones judiciales que importen una
manifestación de la voluntad de mantener vivo su derecho, es decir que de manera
inequívoca demuestren la intención de no permanecer en inactividad o silencio
respecto a su derecho.
Resultando que para que ese acto sea efectivo se requiere que el mismo: 1) debe
ser deducido ante un órgano jurisdiccional; 2) debe demostrar inequívocamente la
voluntad de ejercer el derecho de propiedad y oponerse a la posesión del
poseedor; 3) debe ser notificado a quien se quiere impedir que prescriba.
Ahora bien, establecidos esos aspectos generales, corresponde precisar que, no
toda acción o controversia judicial genera el efecto interruptivo de la prescripción
adquisitiva, sino sólo aquellas que conlleven los tres requisitos enunciados.
En ese contexto diremos que la acción de nulidad intentada por José Abel Gonzales
Pérez, Ángel Castillo Quispe y Marcelino Saravia Chocomani, cuyos antecedentes

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cursan de fs. 977 a 998 vlta., no constituye una acción intentada por el ahora
recurrente en su condición de propietario, sino una activada por los nombrados
quienes en la vía ordinaria demandaron la nulidad del título de propiedad de
Fernando Vaca Aparicio, por considerar que en el proceso de usucapión, del que
deviene el mismo, el nombrado dirigió de manera ilegal su demanda en contra de
Salvador Escobar Torrez, sin que éste último hubiese acreditado tener legitimación
pasiva, igualmente sustentaron que el referido proceso se sustanció de forma ilegal
desconociendo el derecho que a ellos les asiste en su condición de propietarios de
los lotes ubicados la zona de Palos Blancos, de la 4ta. Sección de Alto Beni, de la
Provincia Sud Yungas del Departamento de La Paz, en el denominado Barrio
Tamarindo, por adquisición realizada a su titular original Ramón Mendoza
Carvajal.
De los fundamentos expuestos en la demanda de nulidad se concluye que los
actores en ningún momento reconocieron el derecho de propiedad del ahora
demandado y recurrente Fernando Vaca Aparicio, por el contrario reafirmando su
condición de “propietarios”, según dijeron, ejercieron defensa del derecho que
ostentan pretendiendo la invalidez del título que alega tener el recurrente, no
pudiendo interpretarse dicha demanda como reconocimiento del derecho del
demandado, porque los términos que contiene la misma no encierran de ninguna
manera reconocimiento o sometimiento alguno a ese derecho. Por el contrario dicha
acción determina que los que la interpusieron ejercieron el derecho que pretenden
tener; en realidad no han hecho otra cosa que comportarse como verdaderos
propietarios desconociendo el dominio ajeno que aparentemente se opondría al
derecho que ellos pretenden tener. En otras palabras actuaron de la misma forma
como lo haría el verdadero propietario frente a una aparente disputa de su derecho.
Por otro lado, la defensa de Fernando Vaca Aparicio, asumida a través de la
interposición de Excepciones previas y la contestación negativa a la demanda, se
basó, en lo esencial, en cuestionar la competencia del Juez para sustanciar en la
vía ordinaria la revisión o nulidad de una Sentencia con calidad de cosa juzgada
dictada dentro de otro proceso ordinario, igualmente a sostener que tres personas
que se atribuyen la condición de propietarios de cuatro lotes de terrenos que suman
una superficie de 1667 m.2 no podrían pedir la nulidad de toda su propiedad que
alcanzaría a algo más de 14 hectáreas.
El referido proceso de nulidad concluyó con la emisión del Auto definitivo que
declaró probada la excepción de incompetencia.
Siendo esos los antecedentes del indicado proceso de nulidad, conviene precisar
que de la lectura de los argumentos expuestos en su defensa por el ahora
recurrente, los mismos de ninguna manera importan la inequívoca manifestación
de su voluntad en sentido de oponerse a la posesión o de hacer valer frente a ellos
su derecho de propiedad como resultaría por ejemplo de una acción reivindicatoria;
por el contrario únicamente cuestionó la competencia del Juez y la posibilidad de
que cuatro personas pudieran demandar la nulidad de su título.
Por los fundamentos expuestos se concluye que la demanda de nulidad a la que
hace referencia el recurrente no generó el efecto interruptivo porque sencillamente
no contiene demostración inequívoca de la voluntad de hacer valer el derecho de
propiedad frente a los ahora demandantes ni de oponerse a la posesión que ejercen.
Por otro lado corresponde señalar que en criterio del propio recurrente la
intervención de las personas que interpusieron esa demanda de nulidad fue a título

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personal y no en representación del denominado “Barrio Tamarindo” no otra cosa
se entiende de las expresiones contenidas en su defensa en las que alude que tres
personas que se consideran propietarios no tendrían la posibilidad de invalidar sus
títulos, por lo que al respecto resulta innecesario realizar mayores consideraciones.
Respecto a la interrupción que habría generado la acción de amparo Constitucional
que interpuso el ahora recurrente conviene precisar que, al respecto el Juez A quo
estimó las pruebas presentadas y concluyó que la referida acción de amparo recayó
solo en contra de Marcos Manquera Laura que en su condición de Presidente de la
Junta de Vecinos fue recurrido a efectos de que se restituya la posesión del lote Nº
57 del denominado “Barrio Tamarindo”, consiguientemente, atendiendo
precisamente los efectos que le atribuyó a la indicada acción de Amparo
Constitucional desestimó la pretensión de usucapión de la Junta de Vecinos del
indicado Barrio respecto al lote Nº 57. Al respecto el recurrente no cuestionó la
valoración efectuada por el Juez A quo en sentido de concluir que la prueba
documental referida a la Acción de Amparo recaía únicamente respecto a la
posesión del lote Nº 57, razón por la que este Tribunal no puede realizar mayores
consideraciones al encontrarse constreñido a los puntos expresamente
denunciados.
Sin embargo conviene señalar que es evidente que la referida acción de amparo fue
deducida por el ahora recurrente únicamente en contra de Marcos Maquera Laura
y no en contra de todos los poseedores ni respecto a la posesión de todos los lotes
de terreno objeto de la presente litis, razón por la que contra ellos ese fallo no
generó ningún efecto interruptivo de la prescripción, como erróneamente sostiene
el recurrente.
2) Posesión pública en términos generales es aquella que se ejerce frente a la
sociedad, es decir, aquella en la que los actos del poseedor se realizan de forma no
clandestina u oculta, que por el contrario el corpus y el animus se manifiestan
públicamente.
La posesión clandestina es aquella que se opone a la posesión pública. En otras
palabras es clandestina la posesión que se ejerce ocultándola a quienes tienen
derecho para oponerse a ella. No es necesario que se oculte a todos, basta con que
se oculte a la persona que tiene derecho a oponerse a ella. La clandestinidad es un
vicio de carácter temporal, porque este vicio cesa desde que el poseedor deja de
ocultarla a las personas que tienen derecho a oponerse a ella.
En el caso de Autos la posesión que ejercen los actores no puede ser considerada
clandestina porque la misma jamás fue escondida a ninguna persona que pudiera
alegar tener derecho a oponerse a ella, por el contrario la posesión que ostentan
los demandantes fue ejercida en su totalidad de manera abierta y pública, aspecto
que se tiene probado por la declaración testifical tanto de cargo como de descargo,
esencialmente por la inspección judicial a través de la cual el propio Juez pudo
comprobar objetivamente que la posesión que ejercen los actores reviste publicidad
y que la misma de ninguna manera fue escondida, en todos los casos el Juez de la
causa verificó que en el curso de varios años los poseedores realizaron
construcciones en los inmuebles, en los cuales consolidaron sus viviendas de cara
a toda la sociedad, la que en su conjunto les reconoce en condición de poseedores,
habiéndose constituido públicamente el denominado “Barrio Tamarindo”,
situación que fue de conocimiento incluso de las Autoridades municipales y de toda
la sociedad.

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3) Sobre la posesión pacífica o no violenta, es pertinente señalar que, a falta de una
determinación legal de lo que debe entenderse por posesión pacífica o no violenta,
debemos buscar el sentido técnico de la pacificidad en el ámbito de la doctrina, en
ese sentido se entiende que la posesión pacífica es la que está exenta de violencia
física y moral. El requisito de que la posesión sea pacífica significa que no haya
mediado violencia para adquirirla o mantenerla, significa que el poder de hecho
ejercido sobre la cosa no se mantenga por la fuerza o violencia. La pacificidad
equivale al mantenimiento de la posesión sin necesidad del uso de una violencia
indebida durante todo el tiempo invocado para efectos de la prescripción. Por
tanto, aún habiendo sido obtenida violentamente (violencia inicial), pasa a haber
posesión pacífica una vez que cesa la violencia. En ese sentido se expresa el art.
135 del Código Civil; de lo que se trata es que el derecho no puede admitir un
estado de hecho violento sobre el cual se pretenda fundar un derecho.
En ese marco, como sostiene el Autor peruano Moisés Arata Solís, este requisito
debe entenderse dentro de ciertos límites, pues su aplicación extensiva implicaría
que nadie pueda ganar la propiedad por usucapión, si es que antes no ha adquirido
la posesión por medio de una entrega voluntaria. Por otro lado si la posesión
pacífica fuese aquella que no lesiona la situación jurídica de otra persona, entonces
la usucapión no tendría objeto. Por la misma razón, la posesión pacífica no
significa que ésta sea incontrovertida, ya que este requisito no se encuentra
previsto en la norma. En otras palabras las discusiones que se susciten en relación
a la propiedad no alteran el hecho pacífico de la posesión, incluso una acción
reivindicatoria o cualquier otra acción de tutela de la propiedad, lo que logran es
interrumpir la usucapión, pero no eliminan la posesión ni la tornan violenta.
En el caso de Autos, el hecho que tres personas hubiesen pretendido impugnar
judicialmente la validez del título de propiedad del demandante ( obtenido a través
de un proceso de usucapión dirigido y sustanciado contra una tercera persona que
ostentaba legitimación pasiva, por no ser el titular del derecho de propiedad del
inmueble usucapido), de ninguna manera alteró la posesión pacífica que
exteriorizan los demandantes, más aún cuando dichas acciones no tenían por
objeto deducir controversia u oposición respecto a la posesión, tampoco se
constituían en acciones ejercidas por el demandado –titular del inmueble- con
miras a repeler la posesión de los actores ni a lograr el restablecimiento de la
posesión o a privar de ella a los demandantes, quienes ciertamente la ostentan de
manera pacífica, con la aquiescencia de los demás miembros de la
sociedad, conforme lo evidencia la prueba valorada y expuesta por los Tribunales
de instancia, especialmente acreditada por la inspección judicial, actuado
mediante el cual el Juez de la causa objetivamente constató que la posesión que
ejercen los actores no es violenta, pues no se evidencio ningún signo de violencia
física ni psicológica que los actores hubiesen ejercido para ingresar en posesión de
los predios en litigio, tampoco se constató ningún tipo de violencia que ejerzan para
mantener la posesión de los mismos; en ese mismo sentido las declaraciones
testificales de cargo y de descargo, ninguna de ellas acredita la existencia de
violencia física o psicológica que los demandantes y poseedores hubiesen ejercido
para ingresar o mantener la posesión de los lotes cuya adquisición por usucapión
demandan; la documental cursante en obrados evidencia que en los predios en
litigio se consolidó, con el paso de los años, el denominado “Barrio Tamarindo”,
que, en la mayoría de los casos la posesión de los actores se originó en la
transferencia a título de compraventa efectuada por Ramón Mendoza Carvajal

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quien resultaba ser el titular original de los predios en litigio, es decir que la
posesión jamás se inició de manera violenta, presumiéndose que el vendedor
consintió en ella de manera libre, aspecto que no fue desvirtuado por el demandado
quien en varios actos reconoció que evidentemente Ramón Mendoza Carvajal,
quien resultaba ser su padrasto, transfirió a título de compraventa los lotes de
terrenos, pero que los compradores no habían completado los pagos acordados,
situación que sin embargo no tiene ninguna incidencia en la pacífica posesión.
De lo expuesto hasta este punto, se concluye que la posesión que alegan los
demandantes ciertamente reúne los tres requisitos de la denominada posesión útil,
esto es: continua, pública y pacífica.
Respecto a la denuncia de incongruencia de la Sentencia, en virtud a que el poder
en base al cual obró Guadalupe Arandia fue conferido por 49 personas, empero la
demanda habría sido presentada en representación de 51 personas incluidas entre
ellas dos de naturaleza jurídica. Corresponde señalar que como se manifestó
anteriormente en oportunidad de resolver la impugnación deducida contra el Auto
de Vista que resolvió las excepciones previas, resulta improcedente la impugnación
argüida en razón a que a tiempo de oponer la excepción de impersonería, el ahora
demandante centró su cuestionamiento a la personería del denominado Barrio
Tamarindo, sin referir nada en absoluto en relación a la intervención de Angelina
Ayra Pillco ni Marcelino Villán Huanca, quienes si bien no figuran expresamente
entre las personas que confirieron Poder de representación a favor de Guadalupe
Consuelo Arandia Ruiz, sin embargo, sí figuran en lo nómina de demandantes
identificados expresamente en los números 19) y 32), respectivamente, en
consecuencia no es evidente que la Sentencia se hubiese pronunciado en forma
incongruente o que hubiese fallado a favor de personas no demandantes, calidad
que si tienen las nombradas personas, y que en todo caso le correspondía al
demandado oportunamente cuestionar la falta de representación respecto a ellos,
aspecto que no sucedió, por lo que cualquier omisión o defecto al respecto quedó
convalidada por la falta de reclamación oportuna.
Sin perjuicio de lo manifestado, conviene dejar establecido que la incongruencia de
la Sentencia, constituye un error de forma de la Sentencia y como tal debe ser
acusado a través del recurso de casación en la forma y no mediante el de fondo,
como erradamente lo hizo el recurrente, sin embargo remitiéndonos a los
fundamentos expuestos en el párrafo anterior, absolvemos ese cuestionamiento
únicamente en resguardo del derecho a la petición e impugnación del recurrente.
Finalmente, en relación al aparente error en la valoración de la prueba, referida a
la confesión judicial provocada de Carmen Mamani Vda., de Aquise quien
manifestó que vive en el inmueble hace 9 años, de Lucas Callizaya que señaló que
adquirió el lote que ocupa hace dos años, y de Juan Waldo Quispe Quispe que
indicó que adquirió el inmueble el año 2003 vale decir 7 años antes de la
interposición de la demanda; corresponde precisar que el Juez de la causa valoró
la confesión de los nombrados y estableció esos aspectos, sin embargo concluyó
que la posesión que tenían sus causantes favorece, por sucesión y conjunción de
posesiones, a los nombrados, conclusión a la que arribó como consecuencia de la
interpretación y aplicación de los arts. 88 y 92 del Código Civil, consiguientemente
esa consideración de orden legal correspondía ser impugnada por el recurrente en
el ámbito del art. 253 núm., 1) del Código de Procedimiento Civil, vale decir por
violación, interpretación errónea o aplicación indebida de la ley, y no por error de

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hecho o de derecho en la valoración de la prueba, como erradamente planteó el
recurrente.
Por las razones expuestas, no siendo evidentes los agravios deducidos en casación,
corresponde a éste Tribunal Supremo de Justicia, fallar en aplicación de los arts.
271 núm., 2) y 273 del Código de Procedimiento Civil.
POR TANTO: La Sala Civil del Tribunal Supremo de Justicia del Estado
Plurinacional de Bolivia, con la facultad conferida por el art. 42 parágrafo I núm.,
1 de la Ley del Órgano Judicial de 24 de junio de 2010, en aplicación de los arts.
271-2) y 273 del Código de Procedimiento Civil, declara INFUNDADOS los
recursos de casación en la forma y en el fondo interpuestos por Fernando Vaca
Aparicio, contra el Auto de Vista Nº 113/2012, pronunciado el 26 de marzo de 2012
por la Sala Civil Tercera del Tribunal Departamental de Justicia de La Paz. Con
costas.
Se regula el honorario profesional de la parte actora en la suma de Bs. 1.000.-
Regístrese, comuníquese y devuélvase.
Relatora: Magda. Dra. Rita Susana Nava Durán.

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