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“Habría que lavar no sólo el piso: la memoria.

Habría que quitarles los ojos a los que vimos,


asesinar también a los deudos,
que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
en una enredadera: nos salpica,
nos moja de vergüenza, de vergüenza, de
vergüenza”.

Fragmento de Tlatelolco 68, Jaime Sabines.

1
El 2 de octubre es más que una fecha para recordar.
Es uno de los tantos símbolos de la represión,
corrupción e intolerancia de los gobiernos
mexicanos. Es un símbolo que tendría que
llenarnos de vergüenza.

Pero también es el símbolo de la rebeldía de una


generación, de su valentía, de su conciencia social
manifestada en las calles y en las plazas. Es un
símbolo que tendría que llenarnos de orgullo.

El 2 de octubre de 1968 fue el movimiento que


marcó a una generación, a mí generación, porque
fue uno de esos momentos históricos en los que, si
no decidías estar contra el régimen, te convertías
en su cómplice.

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Porque ese 2 de octubre fue posible gracias la
complicidad de las instituciones y de todos los que
guardaron silencio; por la falta de contrapesos a
una presidencia intransigente, represora,
totalitaria; por el silencio de algunos medios de
comunicación y por los aplausos de otros; por las
fuerzas de seguridad, civiles y militares, que ese
día traicionaron al pueblo mexicano y por un
sistema de justicia que, 50 años despúes, aún no ha
hecho justicia.

La matanza de Tlatelolco se mantiene vigente no


sólo como una fecha simbólica, no sólo como un
suceso que no debemos olvidar, sino como una
realidad que se repite todos los días y que sigue
cobrando la vida de cientos, miles de mexicanos.

3
Porque después del 68 fue el “Halconazo”, las
matanzas de Aguas Blancas, Atenco, Tlatlaya, y
los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

Porque después del 68 fue el asesinato de líderes


comunitarios y defensores del medio ambiente:
Agustín y Miguel Ángel Vázquez, activistas
wixáricas; Guadalupe Huet Gómez, activista
tzotzil; Juan Ontiveros e Isidro Baldenegro,
activistas rarámuris; Jesús Javier Ramos Arreola,
defensor del cerro del Tenayo; y cientos más en
todo el país.

4
Porque después del 68 fue el asesinato de
periodistas sólo por hacer su trabajo: Javier
Valdez, Miroslava Brech, Rubén, Anabel,
Luciano... 118 periodistas asesinados en los
últimos 18 años.

Porque después del 68 son los más de 30 mil


desaparecidos desde que inició la llamada “guerra
contra el narco” y el asesinato de los familiares que
los estaban buscando: Marisela Escobedo, don
Nepo, Sandra Luz Hérnandez, Bernardo Carreto,
doña Coni.

5
En México hay un grave problema de violencia,
inseguridad, represión por parte del estado,
poderes fácticos y grupos criminales. En México
hay violaciones de derechos humanos, ejecuciones
extrajudiciales, desapariciones forzadas,
detenciones arbitrarias, amenazas, hostigamiento y
ataques físicos.

Y este problema no se va a resolver negándolo


como sistemáticamente lo ha hecho el gobierno
federal, ni se va a resolver manteniendo el sistema
que ha permitido que México haya llegado a
grados de violencia e impunidad que hoy resultan
insostenibles.

6
Este problema se va a solucionar, primero, con la
sociedad civil que no ha dejado de manifestarse de todas
las formas posibles: con el zapatismo, con el
Movimiento por la paz con justicia y dignidad, con las
autodefensas, con Fuerzas Unidas por Nuestros
Desaparecidos, con las Rastreadoras, con Artículo 19 y
con el trabajo de cientos de agrupaciones y activistas
que decidieron dar la cara por México, cuando el
gobierno no lo hizo.

Pero también garantizando cambios de fondo:


cumpliendo con el compromiso de darle a México
seguridad sin guerra, abrogando la Ley de Seguridad
Interior que el oficialismo convirtió en una ley golpista
y garantizando la existencia de un fiscal
verdaderamente autónomo, garantizando la autonomía
del poder judicial y que nunca más las instituciones sean
utilizadas de forma facciosa por el presidente en turno.

7
Este problema se va a solucionar cuando el
legislativo deje de ser, como en 1968, un
aplaudidor del presidente y se convierta en un
verdadero contrapeso a los excesos del poder,
cuando legisle de la mano de la sociedad civil,
pensando en la gente, construyendo instituciones
que trabajen para la gente.

Hoy, dos de octubre, a medio siglo del brutal


ataque del estado en contra de los estudiantes,
tenemos que entender que México no necesita más
efemerides ni monumentos, necesita verdad,
necesita justicia, necesita que nunca más el estado
use su fuerza en contra de la sociedad. Necesita
que todos los que tenemos una responsabilidad
pública honremos nuestra palabra y hagamos
realidad el cambio con el que nos comprometimos.
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