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Por una universidad democrática
Jalisco, México.
En un mundo actual donde vivimos una civilización de barbarie o una barbarie civilizada, por
contradictoria que esta idea parezca, el hecho es que la tendencia histórica la marca un
proceso de mayor degradación social; es decir, un proceso de deshumanización acelerado y de
barbarie. La sociedad planetaria vive, pues, una crisis civilizatoria resultado de un proceso
salvaje de un capitalismo tardío, dentro del cual la crisis de los valores educativos y culturales
aparece bajo diversas formas contradictorias y amenazantes a las conquistas sociales
heredadas desde hace muchas décadas con los derechos humanos; como es el derecho a la
educación y a la cultura en general.
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Esta crisis universitaria tiene fuertes impactos en la sociedad civil, para su presente y futuro
inmediato desarrollo social; tal es el gravísimo problema de la exclusión de miles de jóvenes
del derecho a la educación media superior y superior. Es eso lo que da origen legítimo al
Frente Ciudadano y Universitario en la Defensa de la Educación Pública, pues su demanda
central es que todo joven estudiante tiene el derecho a la educación bajo el amparo
constitucional del Artículo Tercero, todavía vigente formalmente, pero en la práctica
parcialmente anulado y amenazado por la voracidad empresarial y las autoridades
gubernamentales y universitarias cómplices y displicentes. Por ello es necesario luchar por la
ampliación de la cobertura escolar. Se trata de la defensa de la educación como un bien
común, para beneficio de la sociedad entera, y no para beneficio de grupos de poder regidos
por cacicazgos protegidos por el poder estatal.
Una condición necesaria para lograr tal reivindicación legítima es un proceso democratizador
de la universidad. Este proceso implica, a su vez, a juicio del Frente, resolver el problema de
las actuales estructuras de poder concentrado extraordinariamente en unas manos, cuasi
poder absoluto, pues también de ahí deviene una crisis de gobierno universitario, cuyos saldos
en los tiempos recientes son dramáticos. Estamos hablando de una institución que podemos
caracterizar perfectamente como la universidad del espectáculo de los escándalos, hoy de la
“nota roja” periodística, cuyos orígenes provienen desde hace varias décadas, especialmente
de las dos últimas a partir de la rectoría de Raúl Padilla López.
Durante décadas esta universidad ha estado sometida a fuertes disputas por el poder, pero de
hecho en ningún momento se ha presentado una alternativa realmente democrática que
sustente un verdadero proyecto de universidad cuyos fines estén acordes con las necesidades
sociales, es decir, con las de la mayoría de la población. Esta universidad requiere
urgentemente de profundos cambios radicales, entendido esto último en el sentido de que se
requiere ir a la profundidad de la raíz de los procesos sociales y educativos; y la raíz es el
hombre mismo; la sociedad misma. Por tanto, estamos hablando de la necesaria educación
universitaria eminentemente humanista, ajena a toda concepción tecnocrática y mercantilista,
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Por supuesto, una reestructuración de tal envergadura, también pasa por un proceso paralelo
democratizador de la política en la entidad y en lo nacional, lo cual complica nuestras tareas
políticas. Es necesario y apremiante modificar el actual modelo de desarrollo social neoliberal
propio de un capitalismo salvaje y pugnar por un proceso de desarrollo sustentado en la
justicia, la equidad social y la soberanía. Nuestra universidad democrática puede y debe
contribuir a los necesarios procesos democráticos estatales y nacionales, a condición de su
propia democratización.
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