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“Ciclo de la Puntualidad y la Cultura”

UNIVERSIDAD NACIONAL DE INGENIERÍA


FACULTAD DE INGENIERÍA CIVIL
Departamento Académico de Ingeniería Geotécnica

FILOSOFÍA: QUÉ ES Y PARA QUÉ SIRVE

ESTUDIANTE:
GARCIA RAFAEL, Pedro Luis Código: 20172042H

Curso : Geología General - GE001-H


Docente : Ing. Julio César ZEDANO CORNEJO

2018-2
1. ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?
Es la ciencia que estudia una variedad de problemas
fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el
conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el
lenguaje. Al abordar estos problemas, la filosofía se caracteriza
por su énfasis en los argumentos racionales por sobre los
argumentos de autoridad, y porque generalmente realiza sus
investigaciones de manera no empírica, sea mediante el
análisis conceptual, los experimentos mentales, la
especulación u otros métodos a priori, aunque sin desconocer
la importancia de los datos empíricos.

Es un tópico decir que la filosofía es el amor a la sabiduría (éste


es su exacto significado en griego: filia es amor, y sofia es
sabiduría). La filosofía, propiamente, no es sabiduría, sino amor
a ella. La filosofía no es un saber terminativo, entre otras cosas,
por eso trasciende nuestras posibilidades en esta vida: no
podemos agotar la verdad, sino que tendemos a ella y vamos
incrementando nuestro conocimiento de la misma.

La filosofía es una búsqueda siempre nueva del saber. El


camino de la filosofía se estrena de un modo nuevo cada vez;
no es algo rutinario, nunca se repite; cada uno de sus
descubrimientos se viven como si fuera el primero. Lo que tiene
de apasionante la filosofía es esa continua búsqueda y
encuentro, en el que al conocer se entrega la verdad y goza el
sujeto al contemplarla.

2. ¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?


Durante siglos hemos buscado explicaciones; hacemos
preguntas desde nuestros primeros años, todo nos resulta una
incógnita y nos emociona saber, descubrir. Está en nuestra
naturaleza, en cada uno de nosotros, sin distinción de razas ni
elites sociales. Esto es ser filósofo, amar la sabiduría, buscarla
y hacerla vida. No alcanza solo con estudiar y buscar
respuestas si no se llevan a la práctica. La práctica de la
filosofía es lo que nos ayuda a vivir plenamente, no dejando
que ningún estado, circunstancia ni persona alguna nos
condicione y, menos aún, nos quite esa sed de conocimiento.
No olvidemos que la sabiduría no se posee, no es de nuestra
propiedad, jamás dejamos de aprender. Si creyéramos que
somos poseedores de la sabiduría, no seríamos filósofos;
seríamos ignorantes con algo más de información que otros,
incapaces de superarnos, asumiendo sin filtro todo lo que nos
llega de fuera. Parte de ser filósofos es ser humildes, solidarios.
La filosofía nos orienta en nuestra búsqueda, es nuestro
bastón, nuestro guía, nuestro mapa de vida. La filosofía es, o
debería ser para poder gozar de su magnificencia.

Sin darnos cuenta, en nuestra vida, vamos filosofando, en


mayor o menor medida, pero cuando tomamos conciencia de
lo mucho que podría modificar nuestra existencia tener una
filosofía de vida, comenzamos a ser felices. La felicidad nos
vuelve libres de tomar lo que el universo nos ofrece, elegir lo
que nos hace bien o mal; tenemos la capacidad de hacerlo y
trasladarlo a quienes nos rodean. De hecho, la filosofía
aplicada a la sociedad siempre ha buscado encontrar fórmulas
para aprender a convivir.

Los primeros filósofos helénicos llamaron ética a esa parte de


la filosofía que estudia la educación del ser humano, como base
de la idea de la superación y mejora personal, lo que
actualmente llamamos crecimiento personal, el estudio de las
famosas virtudes. Consideraron la ética como parte
fundamental de la educación para niños y jóvenes.

Educación es hacer surgir las cualidades que están dentro del


individuo. La verdadera pedagogía es aquella que despierta el
potencial de aprender, educa sin deformar, informa sin mentir,
despierta el alma y las fuerzas interiores que existen en todos
los seres humanos. Una educación que considere la ética
filosófica parte importante de la formación actual llenaría un
espacio que hoy en día nuestros jóvenes encuentran vacío.
Ortega y Gasset opinaba que al progreso intelectual le ha
acompañado un retroceso sentimental; a la cultura de la
cabeza, la incultura del corazón.
La filosofía ha sido considerada, no solo por los antiguos, sino
por muchos contemporáneos, como medicina del alma, porque
quizás no otorgue “la sabiduría”, pero favorece un estado
robusto de ánimo para superar las dificultades que se
amontonan frente a nosotros. Y qué mejor aspecto de esa
“medicina” que el buen humor, que nos da el juego, la risa, la
alegría. La mejor manera de aprender es jugando.

El objetivo de la vida de cada persona, de la vida de un hombre


sabio, era seguir el camino del héroe: vivir sus duras pruebas,
sus sufrimientos, su toma de conciencia y su transformación.

Caminar por la vida sin saber por qué caminamos o qué sentido
tiene nuestra marcha puede hacer nuestro camino mucho más
difícil, incluso abandonarlo por aburrimiento, decepción o por
un vacío profundo que no conseguimos llenar con nada,
aunque lo tengamos todo. Las palabras de Nietzsche lo
reflejan: “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar
cualquier cómo”.

Que cada uno consiga su mapa, mental y emocional, porque


nuestra vida es el reflejo de lo que pensamos y sentimos.

Todos aquellos filósofos que dejaron enseñanzas profundas


fueron grandes en buen humor y en humildad, sumado a una
nueva mirada al cielo de un mundo mejor, pero con los pies
sólidos en la tierra, seguros, más firmes. Eso nos convertirá en
viajeros más buenos, más justos, más alegres, más felices y
con el propósito claro de no dejar morir las alas de nuestros
mejores sueños.

En general, la filosofía enseña a pensar, nos dota de los


rudimentos necesarios para la argumentación diaria, nos
permite afrontar la vida con la necesaria distancia. Sirve para
pensar mejor. La educación humanística no es sólo una
educación en el saber sino en el saber ser y estar. Una de las
mayores satisfacciones es enterarse de lo que ocurre y
comprenderlo. La filosofía no puede enseñar a dónde nos
dirigimos sino a vivir en la condición de quien se dirige a
ninguna parte. Vivir sin filosofía equivale a permanecer
extraviado entre los quehaceres cotidianos. Está íntimamente
emparentada con los dilemas de la vida por múltiples vías:
deshace la ambigüedad de los problemas y ayuda a tomar
decisiones; analiza y aclara las ideas complejas de la ética, la
política, la ciencia. Se dedica a buscar posibles explicaciones
de cuestiones abstractas como lo válido, lo justo o lo injusto, lo
cierto y lo falso y plantea preguntas olvidadas por la sociedad y
útiles para su desarrollo. El filósofo tiene la misión de enseñar
al pez a salirse de su red. Es una guía desde el desorden al
orden, desde el mundo de las apariencias al mundo de la
verdad.

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