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Es bueno estar con ustedes y compartir un poco de tiempo

para tratar cada uno de abrir caminos de paz y descubrir nuestro propio camino

Como Lurence les decía comencé joven con las cosas de la guerra
Entre en la marina en 1942 y viví sobre barcos de guerra.

Y en un momento dado Jesús me alcanzo me llamo.

quisiera comenzar diciendo algunas cosas sobre ese llamado de Jesús porque yo lo viví como ustedes lo
vivieron. Cuando era un joven marino, había momentos de tranquilidad durante la noche, en medio del
mar. y en mi corazón un deseo, un deseo de paz. Un deseo de conocer el evangelio a Jesús la buena
noticia.

En este mundo donde había muchas malas noticias. Era el tiempo de la bomba atómica. Era el tiempo
en que descubrían los auschwitz. El odio de un ser humano hacia otro ser humano. Un mundo donde
hay muchas malas noticias. Y estamos siempre e este mundo dee malas noticias. Pero hay también una
buena noticia, una muy buena noticia. No estamos condenados a ese mundo de rivalidades de guerra,y
de odio, donde los débiles los conquistados son aplastados, condenados, matados, puestos en cámaras
de gas, es posible reaccionar. No solos, nunca solos, en comunidad.

Y eso empieza con un momento de silencio como una pequeña semilla que cae en tierra. Una tierra mas
o menos trabajada. Ese es el llamado de Jesús. Una muy pequeña semilla en la tierra, en la tierra de
nuestro corazón. Una tierra a veces trabajada por el sufrimiento, de nuestros hermanos y hermanas de
otras partes del mundo también, como en nuestro propio corazón. Una tierra trabajada por el
sufrimiento,, por la inquietud y la ansiedad. Y empieza a crecer, es lo que me paso a mi. Eso germino,
un deseo, una sed, una luz, de paz, de salir de la prisión en la que uno se encuentra, de inquietud, de
angustia, de miedo, con el odio y la depresión que nos rodea. Yo recibí hace unos años la carta de una
joven. Esa carta me impresionó mucho: me contaba su historia, una historia muy sencilla, que quizás se
parece a la la historia de muchos de nosotros. Ella decía, yo era la tercera y ultima hija de mis padres,
yo tenía la impresión de ser un error, tenia la impresión de que mis padres nunca quisieron tenerme.
Hablaban siempre con mucho entusiasmo de mi hermano mayor, de mi, no. Tenía la impresión de no
ser amada. Fui a la escuela y no tenía amigas. Todas las otras tenían amigas. Y tenía la impresión de
que ningún hombre podía elegirme. Nadie podía amarme, nadie podría elegirme. Es difícil ese
sentimiento de no haber sido querida, de no tener lugar. Y en la escuela no sentir que uno es un polo de
atracción, de no tener amigos. Ella continua su carta y dice que un día caminaba por el bosque, y me
senté bajo un árbol. De golpe, decía ella, estuve invadida por el sentimiento de ser amada por Dios. Es
una experiencia muy fuerte, sobre todo para alguien que siente que no tenia lugar, para alguien que
tenia la impresión de no haber sido querida por su familia. De golpe, sentirse invadida, en una ternura
nueva, el sentimiento de ser amada por Dios. Es una experiencia que espero que cada uno de ustedes
hará. Quizás, esta semana, quizás ya la tuvieron, o es una experiencia que vivirán algún día. Por eso
durante el tiempo en que ustedes están acá tomense el tiempo para sentarse abajo de un árbol a corazón
abierto. Den el espacio a dios para decir: te amo, eres precioso a mis ojos y te amo, no temas, estoy
contigo en toda tu fragilidad, en toda tu pobreza.
Un joven que tiene ese tipo de experiencia, ala vez no cambia nada, porque ustedes saben que cada uno
de nosotros tiene su propia historia, una historia escondida. Escondida bajo la tierra, en la tierra. Y allí
hemos vivido nueve meses, en el seno de nuestras mamás. En ese lugar bien cerrado, bien escondido,
con fronteras muy claras. Luego un día, ese lugar llega a ser demasiado chico, porque estamos
creciendo y hay que salir. Es difícil ese primer pasaje. Entramos en ese mundo de luz, de aire, de
espacios que aparecen como infinitos. Aparezco bien pequeño y bien pobre pero felizmente hay brazos
que están allí y brazos de comunión. Después hemos continuado nuestro viaje. Nuestra historia que esta
hecha a la vez de cosas maravillosas, de respeto, de ternura de comunión y de cosas dolorosas, cuando
nos han rechazado. Y esta nuestro pequeño hermano o hermana que vino después de nosotros y
nosotros que estuvimos habituados a tener esos brazos de mamá, de golpe tenemos la impresión de que
ya no le interesamos por que hay un hermanito. Cada uno de nosotros, en el viaje, que hemos hecho,
hemos sido heridos, nuestro corazón ha sido herido. Algunas veces ese corazón ha sido terriblemente
herido, a veces un poco menos… y es nuestra historia. De heridas, de fragilidades, de vulnerabilidades,
de gritos. Y también una historia de ternura, de respeto y de comunión. Y fuimos creciendo capaces de
elegir, y luego no hemos querido elegir, elegimos, no elegimos. Fuimos fieles, fuimos infieles, hemos
querido, no hemos querido, dijimos si, dijimos no, esa es nuestra historia. Y aquí estamos cada uno de
nosotros con nuestra edad, nuestro pasado, nuestras fragilidades, nuestras preguntas nuestras
ansiedades. Nuestro pasado en el que hemos herido a otros y fuimos heridos. No supimos amar y sin
embargo amaos. Hemos odiado también, aunque no queramos odiar, tuvimos momentos de depresión y
agresión, es nuestra historia. Y ustedes saben, que cada uno de nosotros, somos diría todos esos gestos
de amor, todas esas heridas están inscritas en nuestro ser, en nuestro cuerpo. Porque lo que es
extraordinario es que nuestro cuerpo no olvida nada. Cada gesto de amor que nos construyó, cada
herida esta presente. Estamos fabricados por lo que nos rodea, y por nuestras propias elecciones. Y aquí
estamos hoy. Y una experiencia de ese amor de Dios, de esa semilla que cayó en la tierra de nuestro ser
no cambió nada a esa historia. Nuestra vulnerabilidad sigue estando y sin embargo ella cambió todo.
Esa joven descubrió que era amada como era, que no tenía necesidad de alguien diferente, que ella no
necesitaba ser fuerte, no tenia necesidad de ser capaz, no tenia necesidad de haber tenido éxito, no. Ella
es lo que es, es amada tal como es, con sus heridas, con sus fragilidades, con todos sus dones y talentos,
todas sus fidelidades e infidelidades inscritas en la carne. Descubrir que no tengo que ser alguien
diferente de quien soy. No tengo necesidad de ser lo que mamá a o papá hubieran querido que yo sea,
no tengo necesidad de ser otro, no tengo necesidad de corresponder a la imagen que tú tienes de mi. Es
una experiencia fuerte el descubrir que tengo derecho de ser yo mismo. Exactamente como soy con
todo lo que esta herido y todo lo que es hermoso. Es una revelación fuerte. Descubrir que yo soy amado
hoy, tal como soy, no tal como hubiera querido ser, no con un sentimiento de culpabilidad porque no
tuve éxito por que no soy lo que hubiera querido ser. Tengo el derecho de ser yo mismo y ser amado
por Dios hoy, tal como soy. Es una liberación. No tengo necesidad de arrastrar un fardo de culpabilidad
porque no soy lo que los otros hubieran querido que sea o lo que yo hubiera querido ser. Tengo el
derecho de ser yo mismo y si Dios me ama tal como soy hoy, tengo el derecho de amarme a mi tal
como soy. Es el descanso. Descubrir la oración como lugar de reposo.

Uno de los secretos del evangelio es algo que dice san pablo “tu elegiste lo loco que hay en mi para
confundir a los sabios, lo débil que hay en mi para confundir a las fuertes”. Sorprendente elección la de
Dios. Los locos de este mundo, los débiles, lo de humilde nacimiento y los que son despreciados. Es
sorprendente. Ustedes tienen el derecho de ser ustedes mismos, ustedes saben que en cada uno de
nosotros hay una parte que admiramos y que queremos que sea conocida por los otros: nuestros éxitos
escolares, nuestro éxitos de trabajo, nuestros éxitos en la amistad, queremos mostrar nuestra fuerza, en
la competición de la vida queremos ser siempre ganadores. Todos queremos ganar, ganar la amistad, los
premios, el éxito. De esa manera les damos alegría a mamá y a papá y a otros y también a nosotros
mismos. Y Jesús dice que Dios elige a los perdedores, los que son considerados como idiotas, los que
son considerados débiles, los que son despreciados. Y ustedes saben que adentro de nosotros mismos
hay una parte que despreciamos, que es débil, una parte que queremos esconder, una parte que quizás
ni siquiera reconocemos, una parte a la que le tenemos vergüenza. Y es allí donde Dios va a venir a
encontrarnos. No en tu sabiduría. No en tu éxito escolar. No en t u éxito profesional. Dios va a elegirte
en otra parte, en esa parte que te da vergüenza, que le tienes miedo. Es asombroso cuando descubrimos
que la buena nueva es una buena nueva para los pobres, no para los ricos. Para los ricos sí, pero que
descubren su pobreza. Es una buena noticia para los pobres. Somos amados y somos llamados, tenemos
una misión.

Yo era profesor de filosofía y un sacerdote me invito a ver a sus amigos, personas con discapacidad
intelectual. Yo estaba molesto porque no sabía como comunicarme con ellos, con gente que no habla. Y
aunque hablaron, ¿ de qué hablaríamos? Tenía entonces una molestia, un cierto miedo. Rostros
heridos, diferentes. Yo tenía miedo a la diferencia. Diferencia de cultura de idioma diferencia de
tradiciones, diferencias de razas, de religión. Quizás todos tenemos miedo, toma tiempo descubrir que
la diferencia puede tener otro nombre, que puede llamarse “complementariedad”. Un tesoro, porque
nos descubrimos complementarios. Tu eres diferente de mi, yo soy diferente de ti. Tu tienes dones que
yo no tengo, yo tengo dones que tú no tienes. Pero somos complementarios, podemos edificar algo
junto. Yo tengo necesidad de ti, tú tienes necesidad de mi. No estamos entonces en competencia. No
tengo necesidad de decir que soy mejor que ti. No tengo necesidad de juzgarte. Tenemos necesidad los
unos de los otros. No tengo que ser fuerte, tengo que ser yo mismo, y caminar juntos.

Antes la diferencia me daba miedo. A veces no sabemos muy bien como acercarnos al otro. Me sentí
sin embargo conmovido durante esos días. Ante el grito de cada uno, una pregunta fundamental: ¿me
amas? En esa residencia esa ra la pregunta que cada uno hacia por medio de miradas, gestos. Quizás es
la pregunta que cada uno de nosotros se hace ¿me amas verdaderamente?. Había también otra pregunta
¿por qué? ¿por qué soy así? ¿por qué a mi? ¿por qué el sufrimiento? A esa pregunta no hay respuesta.
Nosotros tenemos también un Dios herido, vulnerable, un Dios que se volvió pequeño. Jesús se
identifica con nosotros, se identifica con los que sufren, por los que se sienten abandonados. Jesús
también se preguntó por qué. Esas dos preguntas van a habitarme.

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