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150 Tratado de la esperanza

a) Sentido del vocablo


No raramente, tanto las expresiones de los libros sagrados como las de
TRATADO DE LA ESPERANZA otros textos sumamente respetables y respetados de hecho por los teólogos
medievales incluyen el concepto «esperanza» entendido dentro de una amplí-
Introducción a las cuestiones 17 a 22 sima gama de significados. A veces será el acto de esperar; otras, el hábito;
Por ALBERTO ESCALLADA TIJERO, O.P. aquello que se espera o el motivo de esperar; la pasión o la virtud; el simple
deseo o el efecto de la esperanza. Incluso, para entender las distinciones que
hará el Angélico resolviendo algunas objeciones que aparecen en sus obras
sobre la esperanza, será útil tener en cuenta la polisemia de este término
fundamental. De ahí que sea imprescindible la elemental tarea de organizar
las diversas referencias posibles del vocablo.
Si hemos de tomar en consideración al pie de la letra lo que dice un co- Para ello, el camino más expeditivo es incluir los significados en un cua-
pista del más antiguo manuscrito del Compendium theologiae, la muerte sor- dro que prentenda comprenderlos todos. El resultado sería éste 2:
prende a Santo Tomás cuando trabaja en la segunda parte de esa obra, escri-
biendo precisamente sobre la esperanza 1. El prólogo de este manual de teo- En sentido amplísimo: 'e-deseo' 3
logía, dedicado y dirigido a fray Reginaldo, «para darle, acerca de la religión
cristiana, la doctrina resumida que tenga siempre ante los ojos», manifiesta
la intención de exponer lo relativo a la fe, esperanza y caridad. El texto se 'Esperanza' e. sensitiva: 'e-pasión' 4
interrumpe bruscamente a poco de comenzado el capítulo 10 de la segunda (e)
parte.
moral: es la confianza (fiducia), propia
En la tríada de las virtudes teologales, la esperanza ocupa, sin duda, el de la magnanimidad y de la magnificencia5
lugar más modesto. Así es, efectivamente, en la Suma; quizá el más breve En sentido
estricto
de todos los tratados. Hecho que nos va a proporcionar en seguida alguna pto. 'e-habitual'
ventaja desde el punto de vista de nuestra introducción. de vista
psicológico
'e-actual'
1. El tratado de la esperanza en Santo Tomás
e. espiritual: signifs.
Si bien la brevedad del tratado podría explicarse porque los problemas 'e-virtud' reales
'e-formada'
que en él se suscitan no tienen ni la gravedad ni la amplitud que presentan, pto. de
respectivamente, el campo de la fe y de la caridad, encuadrarlo debidamente vista
no nos puede ahorrar el esfuerzo de dar algunos pasos. Consideramos im- moral 'e-informe'
prescindibles los siguientes: a) sentido del vocablo; b) situación y estado del 6
tratado cuando Santo Tomás lo aborda; c) «autoridades» y «maestros» para teologal
'e-hábito'
el Angélico; d) aportación de Santo Tomás.
sentido
propio 'e-acto'

1
Anotación del copista: «hic finitur tractatus de spe quantum fecit frater thomas et non
complevit preventus morte et deberet statim poni postquam tractavit de fide in quodam tracta- signifs. del signo a
tu qui sequitur et intitulatur compendium theologiae, ab aliis intitulatur de virtutibus theologi- verbales la cosa, o
cis. et sic non fecit nisi de fíde et partem de spe. et deficit ex toto de caritate nichil fecit de viceversa:
hoc morte preventus»: Paris Nat. lat. 14546 ff. 177r-182r (finales del siglo XIIl). Es difícil datar • 'e-objeto'
el Compendium. a) M. D. CHENU, Introduction à l'étude p.283, la cree contemporánea a la Summa sentido
contra Gentiles, y la sitúa hacia 1265-1267; b) B. NARDI, S. Tommaso d'Aquino. Trattato sull'unità metafco. de la parte
dell'intelletto contra gli Averroisti (Firenze 1938) p.65, entre 1265-1268; c) P. MANDONNET y al todo,
M. GRABMANN, tras dudas y fluctuaciones, se inclinan por 1272-1273, según puede verse en o viceversa:
R. GUINDON, A propos de la chronologie du «Compendium Theologiae» de saint Thomas d'Aquin: Re- • 'e-efecto'
vue de l'Université d'Ottawa 25 (1956) 193-214; d) S. RAMÍREZ, Introducción general a la Suma
Teológica I (BAC 29, Madrid 1947) p.69*, que en el catálogo de las obras de Santo Tomás la
pone entre 1261 y 1269; sin embargo, al exponer la vida del Angélico, la enmarca en el último
2
período de su vida, entre 1272 y 1273 (ibíd. p.44*); e) J. PERRIER, refiriéndose al artículo de Cf. J. M. RAMÍREZ, De passionibus animae. In I-II Summae Theologiae divi Thomae expositio,
Guindon citado poco ha: Bulletin Thomiste 10 (1957-1959) 78, cree que la I parte (De fide) en Opera omnia V (Madrid 1973) p.377s.
3
del Compendium sería de 1259-1265; la II (De spe), de 1272-1273. Santo Tomás habría continua- Ex. gr., 1-2 q.40 a.4 ad 3; De spe a.1; In Sent. 3 d.26 q.1 a.3 ad 3.
4
do la obra inconclusa, en Napóles, a petición precisamente de su «hijo queridísimo» fray Regi- Ex. gr., 1-2 q.40.
5
naldo, y la abandonaría definitivamente a causa de la enfermedad que le llevaría a la muerte. Ex. gr., 2-2 q.129.134; In Sent. 3 d.26 q.2 a.3 ad 4.
6
Cf. STI. THOMAE DE AQUINO, Opera omnia (ed. Leonina) XLII (Roma 1979) p.5-19. Ex. gr., 2-2 q.17 a.5 ad 4; q.129 a.6; In Sent. 3 d.26 q.2 a.2; cf. ad 4.
Introducción a las c. 17 a 22 151
152 Tratado de la esperanza
Con la terminología que a estas alturas de la Suma viene obligado a po-
seer el lector de la misma, y que le será ya familiar, hay suficiente para com- DISTINCIÓN 26:
prender este cuadro. c. 1: Acerca de la esperanza, qué es.
c. 2: Acerca de qué versa la esperanza.
b) Situación y estado del tratado cuando Santo Tomás lo aborda c. 3: En qué difieren fe y esperanza.
c. 4: Si hubo en Cristo fe y esperanza.
Es también tarea insoslayable hacer el inventario previo de «lo que hay» c. 5: Si los justos tuvieron en el infierno fe y esperanza.
cuando Santo Tomás acomete la tarea de estudiar la virtud teologal de la es-
peranza en la Suma. Lo que supone echar una mirada a su entorno (α) y a DISTINCIÓN 34:
la propia obra, precedente o contemporánea, del Santo (β). c. 1:
Sobre los siete dones del Espíritu Santo.
c. 2:
Si son virtudes y si están en los ángeles.
α) ¿Cuál es el bagaje de la cultura teológica contemporánea al Angéli- c. 3:
Si en Cristo estuvieron.
co, por lo que a la esperanza se refiere, en Occidente? Lo más sobresaliente c. 4:
Sobre la distinción de los temores.
cuando Santo Tomás lo encara en la Suma, además de la Sagrada Escritura c. 5:
Acerca del [temor] casto, servil e inicial.
y los Símbolos, se reduce a: a) un minúsculo tratado de San Zenón de Ve- c. 6:
En qué difieren el casto y el servil.
rona 7; b) algunos capítulos de San Agustín 8; c) un escrito, homónimo del c. 7:
Que el temor servil y el inicial son llamados «comienzo de la sabiduría», pero
de Verona, de Pascasio Radberto 9; d) esporádicas afirmaciones acerca de la de modo diverso.
c. 8: De qué manera permanece el temor casto eternamente,
virtud en Casiano 10, Casiodoro 11 y San Bernardo 12; e) algunas definiciones, c. 9: Si el temor de la pena que se dio en Cristo fue servil o inicial.
como las de la escuela de Anselmo de Laón 13, Hugo de San Víctor 14 y Pe-
dro Lombardo 15. β) Santo Tomás mismo trató varias veces de la esperanza. Veamos so-
Para los grandes maestros del siglo XIII, Alejandro de Hales, San Alber- meramente qué y cómo.
to Magno, San Buenaventura y Santo Tomás, fue empeño repetido analizar,
justificar y desarrollar el texto del Maestro Lombardo, de incuestionable 1.a ocasión: hacia 1256, en el Comentario a los libros de las Sentencias. Preci-
profundidad 16. samente a la vista de lo que hemos dicho de Lombardo se puede compren-
No dejará de ser interesante tener en cuenta qué y cómo trata el Maestro der mejor la panorámica de Santo Tomás, por qué incluye ciertos temas en
de las Sentencias lo que el Angélico recogerá en sus obras relativo a la espe- su exposición y, una vez más y sobre todo, el esfuerzo de sistematización y
ranza y al temor. Se encuentra en las distinciones 26 y 34, libro 3.°, y sus de síntesis que realizará en la Suma. He aquí su esquema en In Sent. 3:
capítulos abarcan los siguientes temas:
DISTINCIÓN 26:
7
(† 380): Defide, spe et caritate: ML 11,269-279. q. 1: De la esperanza en cuanto pasión.
8
Enchiridion ad Laurentium seu De fide, spe et caritate (a.420): ML 40,231-290. De los 122 ca- a. 1: Si la esperanza es pasión.
pítulos que comprende la obra, dedica a la esperanza los brevísimos 114 y 115.
9 a. 2: En dónde reside.
(† 840): De fide spe et caritate: ML 120,1390-1490.
10 a. 3: Diferencia de otras pasiones.
(h. 426): Collationes Patrum 11,6: ML 49,852.
11 a. 4: Si es una de las principales pasiones.
(† 570): Complexiones in psalmos 31,24: ML 70,215.
12 a. 5: Si puede estar en la parte intelectiva.
(† 1153): Serm. in psalm. 90 serm.7,1: ML 183,200; Serm. in Annunt. B. Mariae serm.3,3:
ML 183,394. q. 2: De la esperanza en cuanto virtud:
13
(† 1117) Anselms von Laon systematische Sentenzen (ed. Bliemetzrieder): Beiträge zur Ge- a. 1: Si la esperanza es virtud.
schichte der Philosophie und Theologie des Mittelalters 18 (Münster 1919) 80. a. 2: Si la esperanza es virtud teologal.
14
(† 1141): Quaestiones in epist. Pauli. In ep. ad Rom. q.126: ML 175,464; De fructibus carnis a. 3: Relación con otras virtudes teologales:
et spiritus c.17: ML 176,1004. Deberíamos decir, para ser exactos, atribuida a Hugo de S. Víctor. q.a 1: Si la esperanza es virtud distinta de otras virtudes teologales.
En efecto, las Quaestiones in epistolas Pauli, aunque impresas entre las obras de Hugo, no son q.a 2: Si la esperanza puede ser informe.
de él, sino que pertenecen al círculo de Roberto de Melún († 1167). Cf. A. M. LANDGRAF, Fa-
milienbildung bei paulinenkommentaren des 12. Jahrhunderts: Biblica 13 (1932) 171-182; R. M. MAR-
a. 4: Si la esperanza tiene certeza en su acto.
TIN, Oeuvres de Robert de Melun II, en Quaestiones de epistolis Pauli (Lovaina 1938) XLVIss; PH. a. 5: Quiénes tienen esperanza:
S. MOORE, The authorship of the Allegoriae super Vetus et Novum Testamentum: The New Scholas- q.a 1: Si en Cristo la hubo.
ticism 9 (1935) 209-225; L. OTT, Untersuchungen zur theologischen Briefliteratur der Frühscholastik q.a 2: Si la tienen los ángeles y los bienaventurados.
unter besonderer Brücksichtigung des Viktoriner kreises: Beiträge zur Geschichte der Philosophie und q.a 3: Si la tuvieron los Padres en el limbo.
Theologie des Mittelalters 34 (Münster 1937) 651-657. Igualmente, ni el Indiculum de manuscri- q.a 4: Si la tienen los demonios y condenados.
tos de Oxford, editado por J. DE GHELLINCK: Recherches de Science Religieuse 1 (1910) 270-
289 y 385-396, ni la lista de obras genuinas de Hugo de H. KÖSTER, Die Heilslehre des Hugo von
St. Viktor Grundlage und Grundzüge (Emsdetten 1940) 2-7, incluyen el De fructibus carnis et spiri-
DISTINCIÓN 34:
tus entre las obras auténticas de Hugo de S. Víctor. q. 1: De los dones en común:
15
(† 1160) Libri IV Sententiarum 3 d.27 c.1 (a.1150). a. 1: Si los dones son virtudes.
16
«Est autem spes virtus qua spiritualia et aeterna bona sperantur, id est cum fiducia ex- a. 2: Del número de los dones.
spectantur. Est enim spes certa exspectatio futurae beatitudinis, veniens ex Dei gratia et ex prae-
cedentibus meritis vel ipsam spem, quam natura praeit caritas, vel speratam rem, idest beatitu- a. 3: Si permanecen en la patria.
dinem aeternam. Sine meritis enim aliquid sperare non spes, sed praesumptio dici potest» (Sent. a. 4: Cómo se corresponden con las bienaventuranzas.
3 d.26 c.1). a. 5: Cómo se corresponden con los frutos.
Introducción a las c.17 a 22 153 154 Tratado de la esperanza
a. 6: Cómo se corresponden con las peticiones [del Padrenuestro]. «la extrema independencia con que Santo Tomás utiliza sus lecturas y, por
q. 2: Acerca del temor: lo mismo, la dificultad de descubrir sus fuentes de información» 18. Sin em-
a. 1: Sobre el temor en general: bargo, el rigor científico del Aquinate y la coherencia consigo mismo nos
q.a 1: Acerca de la definición del Damasceno.
q.a 2: Si están bien las partes en que el Maestro divide el temor. invitan a volver una y otra vez al método por él pergeñado en la misma
q.a 3: Si el temor debe figurar entre los dones. Suma (1 q.1 a.8 sol. y ad 2). ¿Cuáles serán las instancias a que apelará Santo
a. 2: Sobre el temor servil: Tomás para su tratado de la esperanza en esta obra?
q.a 1: Si procede del Espíritu Santo. Son 164 las citas que hace a lo largo de las seis cuestiones que compren-
q.a 2: Si el uso del temor servil es bueno. de. El siguiente cuadro nos pone de manifiesto sus preferencias:
q.a 3: ¿Es compatible con la caridad?
a. 3: Sobre el temor filial [o casto]: Sagr. Escr.19 Símbolo Auctoritates 20 Magistri 21
q.a 1: Si el temor casto coincide en sustancia con el temor servil.
q.a 2: Si el temor inicial difiere sustancialmente del casto. AT NT Nic. Const. A J Ag sD G I D Ar Gl M
q.a 3: Si el temor casto disminuye al crecer la caridad.
q.a 4: Si es posible el temor en la gloria. q. 17 4 11 1 2 - 6 - 3 - - 3 5 3 = 38
q. 3: Acerca de la fortaleza y la piedad (omitimos su articulado, que no hace al caso q. 18 6 6 - - - 4 - 1 - - 1 1 1 = 20
a nuestro propósito). q. 19 19 18 - 1 1 16 1 4 - 1 4 2 1 = 68
q. 20 5 5 - - - 4 - 2 1 - 4 1 - = 22
2.a ocasión: hacia 1270, en la Cuestión Disputada sobre la esperanza. Que q. 21 4 - - - - 2 - 2 - - 1 - 1 = 10
comprende: q. 22 3 1 - - - 2 - - - - - - - =6
q. única: Acerca de la esperanza:
a. 1: Si la esperanza es virtud. 41 41 1 3 1 34 1 12 1 1 13 9 6 =164
a. 2: Si está en la voluntad como en su sujeto.
a. 3: Si la esperanza precede a la caridad.
a. 4: Si la esperanza está sólo en los viadores.
3.a ocasión: hacia 1271-1272, en la Suma de Teología 2-2 (véase más adelan- SE: 82 Simb.: 1 Sancti: 53 Fil: 13 Mag.: 15 =164
te: Esquema y orden del tratado).
De la Sagrada Escritura, los libros más veces invocados son: del Anti-
4.a ocasión: hacia 1273, en el Compendio de teología 17, parte 2.a Estos son guo Testamento, los salmos [9], el libro de Job [6] y el profeta Jeremías [5].
sus capítulos: Del Nuevo Testamento, San Pablo en diversas epístolas [24] y el evangelio
c. 1: Para la perfección de la vida cristiana es necesaria la esperanza. de San Mateo [8]. De las auctoritates destacan San Agustín [34] y San
c. 2: Se da a conocer a los hombres la oración mediante la cual obtengan lo que
esperan de Dios; diferencia entre la petición a Dios o a los hombres. Gregorio Magno [12], entre los Padres, y Aristóteles [13]. No estará de más
c. 3: Fue conveniente, para la consumación de la esperanza, que Cristo nos dejara recordar que las referencias aquí consignadas no son meras citas, en el senti-
la forma de orar. do actual de la expresión. Son traídas con expresa intención de hacer valer
c. 4: Por qué, orando, debemos pedir a Dios lo que esperamos. su autoridad en el tema.
c. 5: Dios, a quien al orar pedimos lo que esperamos, debe ser llamado por el que
ora «Padre nuestro» y no «mío». d) Aportación de Santo Tomás
c. 6: Al decir «que estás en el cielo» se manifiesta el poder de Dios nuestro Padre,
al que pedimos, para conceder lo que esperamos. A la vista de los elementos anteriores y contemporáneos a Santo Tomás
c. 7: Qué cosas son las que se deben esperar de Dios. respecto a la esperanza, y, sobre todo, ante los problemas que se planteaban
c. 8: Sobre la primera petición, en la que se nos enseña a desear que el conocimien- al Maestro de las Sentencias, podemos percatarnos de que, obviamente, el
to de Dios, que está en nosotros de manera incipiente, se perfeccione; y que Aquinate asume muchas de las cosas con que se encuentra (A). Pero sería
esto es posible. injusto no reconocer las opciones o decisiones verdaderamente nuevas, que
c. 9: Segunda petición, para que nos haga partícipes de la gloria. son su aportación al tema en cuestión (B).
c. 10: Que es posible obtener el Reino.
18
O. LOTTIN, Psychologie et Moral aux X I I e et X I I I e siècles III (Lovaina 1949) p.437.
19
Véase BAC maior 31 p.96 notas x,y, z y a'.
20
Abreviamos así:
c) «Autoridades» y «maestros» para el Angélico
A: San Ambrosio († 397) G: San Gregorio Magno († 604)
J: San Jerónimo († 419) I: San Isidoro († 636)
La pasión del Angélico por la verdad le hace moverse con enorme liber- Ag: San Agustín († 430) D: San Juan Damasceno († 749)
tad en su trabajo teológico. No es extraño, por eso, encontrar reconocida sD: Pseudo-Dionisio Areopagita (siglo V-Vi) Ar: Aristóteles
21
17
A la luz de lo que indicábamos en su lugar (véase contenido de nota 19), en este tratado
Contemporánea o ligeramente posterior a 2-2 (véase nota 1). En todo caso, no es percep- son dos los magistri para Santo Tomás: a) la Glossa (Gl) (interlinear y ordinaria a San Pablo),
tible cambio doctrinal. Más interés tiene la diferencia de acento (menos técnico y escolástico) que proviene de Anselmo de Laón y de su hermano Raúl († 1136); y b) las Sentencias (M) del
de esta obra, comparado con el de las cuestiones o las sumas. indiscutible Maestro Lombardo († 1160).
Introducción a las c, 17 a 22 155 156 Tratado de la esperanza
A. Así, el lugar del tratado lo elige secundando toda la tradición escritu- antiguo, a partir de una descripción del don de temor muy difuminada,
rística y teológica, que siempre situó la esperanza entre la fe y la caridad. De como un movimiento de huida del mal: era una ayuda para conjurar éste.
este modo se encuentra ya en San Pablo y en los Padres y teólogos 22. Sólo con San Alberto comienza a ser más enérgicamente caracterizado como
Los temas directamente vinculados a la esperanza están fundamentalmente reverencia ante la divinidad 28. Santo Tomás mantiene esta nota de su maes-
incluidos en Lombardo, como hemos podido ver. Otros, más indirectamen- tro, y lo relaciona, primero, con la virtud de la templanza 29, y después y de-
te relacionados con aquella virtud, se hallaban más dispersos. Por ejemplo, finitivamente (y constituye otra novedad del Angélico en este tratado), con
lo relativo a los pecados contra la esperanza y lo que al temor se refiere. la de la esperanza 30.
B. No es éste el lugar de valorar la decisión del Santo acerca de la or-
ganización de la moral (véase prólogo a la 2-2); sí, en cambio, lo es de enco- 2. Esquema y orden del tratado
miarla (puesto que la aplica con todo rigor a este tratado), por su enorme Procede Santo Tomás, según la intención declarada al comienzo de la
fuerza de síntesis. Como en tantos otros temas teológicos, también en el de 2-2 (prólogo), del modo que le parece más idóneo para evitar repeticiones:
la esperanza constatará el lector de la Suma que, en una «perspectiva más preocupación didáctica ya confesada en el pórtico de la Suma 31. Por tanto,
vasta, más sintética, de los tratados parciales elaborados a partir del 1220, procurará «lo más compendioso y expedito», que es agrupar «la virtud con
Santo Tomás (...) domina amplísimamente el mundo intelectual de su tiem- el don correspondiente, sus vicios opuestos y los preceptos afirmativos y
po; la segunda parte de la Suma de Teología se revela como la obra maestra negativos». Dejando bien sentado que el papel principal lo desempeña la
del genio sintético del siglo XIII»23. virtud, hasta poder afirmar y declarar «reducida toda la materia moral al tra-
Tampoco nos corresponde aquí, pero sí también a nosotros, destacar el tado de las virtudes» (ibíd.). A este plan, perfectamente justificado, suma-
formidable tratado de las pasiones, del que tan ampliamente se lucra el de la mente abierto y optimista (del todo afín y correspondiente a una historia de
esperanza teologal. Todos los progresos doctrinales de Santo Tomás en salvación), se pliega Santo Tomás en el tratado de la esperanza:
aquel tema se manifiestan iluminadores en éste.
Santo Tomás, avanzando sobre la definición del Magister (véase nota en sí (q.17).
16), aporta lo que constituye su género próximo (es virtud teologal). Virtud
Por lo demás, ya algunos escolásticos se habían planteado la cuestión del su sujeto (q.18).
sujeto psicológico (o quo) de la esperanza. Así, Alejandro de Hales 24, que no Tratado de Don correspondiente (q.19).
lo resolvió; o San Buenaventura 25 y San Alberto Magno 26, que dan solucio- la esperanza Desesperación (q.20).
nes no satisfactorias, sino más bien parciales e incompletas. Santo Tomás da (q.17-22) Vicios opuestos
aquí una respuesta definitiva. La sede de la esperanza es la voluntad. Presunción (q.21).
También en el complejo asunto de la conexión entre virtudes y dones mues-
tra en la Suma el Angélico su pensamiento más maduro y terminante 27. No Preceptos (q.22).
se puede negar que la cuestión se prestaba a distribuciones y construcciones
llenas de ingenio. Cada teólogo, según el previo criterio de clasificación, Dada la brevedad de este tratado, podemos pretender una visión de con-
veía más lógica una determinada adjudicación; y para lo que resultaba más junto acerca del mismo más detallada y próxima. Esta es la ventaja a que
difícil de situar se procuraba hallar la salida más airosa. En el tira y afloja aludíamos al principio. Vamos a intentar acercarnos a la retícula de las pre-
resultante, la peor parte tocó siempre al don de temor, que, por lo general, so- guntas en las que se vierte y despliega cada cuestión, es decir, al articulado
lía «sobrar» o encajar mal en cualquiera de esos intentos. Se procedía, desde del tratado. Esta distribución nos permitirá, además, percibir de una sola
mirada las aportaciones hechas —y las cotas alcanzadas— por el genio del
22 Angélico.
Recordemos, como ejemplo muy a la mano, los escritos aludidos en las notas 7, 8 y 9.
23
O. LOTTIN, Psychologie et Moral III p.601.
24
Glossa in Sent. 3 d.26: pone, entre las primeras cuestiones relativas a la esperanza indepen- 28
dientes del sujeto quod, in qua vi sit spes. De esta obra del de Hales depende la Summa de bono In Sent. 3 d.34 a.5 ad 1; a.8 ad 1 q. Sobre este tema, véase G. M. CSERTÖ, De timore Dei
de FELIPE EL CANCILLER († 1236), sin opción definida a nuestro propósito aquí. Véase iuxta doctrinam scholasticorum a Petro Lombardo usque ad S. Thomam (Roma 1940) p. 152-170.
29
H. MEYLAN, Positions de Thèse de l'Ecole de Chartres (París 1927). 1-2 q.68 a.4 ad 1.
25 30
In Sent. 1 d.3 p.2 a.1 q-.1 ad 4; 2 d.16 a.1. Como acertadamente advierte Csertö, debería hablarse, más que de cambio, de profundiza-
26
In Sent. 3 d.26 a.3 ad 3. don y plenitud doctrinal. Cf. De timore Dei p.248. En verdad, después de Santo Tomás, «máximo
27 maestro en el tema», según Victorino Rodríguez, en la Presentación a la obra de S. M. RAMÍREZ,
El primer intento de clarificación de los dones abrigaba una ambición mucho más am-
plia. Se encuentra en HUGO DE S. VÍCTOR, De quinqué septenis seu septenariis opusculum: ML Los dones del Espíritu Santo (Madrid 1978) p.7, no se ha escrito algo siquiera sea parangonable.
175,405ss, donde se intenta hacer casar, como el título de la obra indica, cinco septenarios: el La síntesis del santo doctor ha inmovilizado en cierto modo esta doctrina [dejada por él] en
de los pecados capitales, las peticiones del padrenuestro, los dones del Espíritu Santo, las virtu- estado próximo a la perfección, en opinión de A. GARDEIL, Dons du Saint-Esprit: DTC 4,1777.
des de que se trata en el sermón de la montaña y las bienaventuranzas proclamadas en el mis- Véase también A. M. LANDGRAF, Die Lehre der Frühscholastik von der knechtieschen Furcht: Div.
mo sermón. No incluye, por tanto, el septenario de las tres teologales más las cuatro cardina- Thom. 15 (1937) 43-54,157-188,308-324; 16 (1938) 85-107,331-349.
31
les. Esta correspondencia, si bien no tan extensa, aparece ya en SAN AGUSTÍN, De sermone Domi- Véase BAC maior 31 p.57, final de párrafo 2.°, y p.54.
ni in monte l.2 c.11: ML 34,1286. Se relacionan los dones con las peticiones del padrenuestro
(como lo hará también Santo Tomás en el opúsculo In orationem dominicam), que se correspon-
den con las bienaventuranzas. En 2-2 q.83 a.9 ad 3 hay otro texto en el que se establece la tri-
ple armonía.
Introducción a las c. 17 a 22 157 158 Tratado de la esperanza
Sobre el don
TRATADO DE LA ESPERANZA (su articulado) — Si permanece en la patria a.11
2. En relación con las bienaventuranzas
I. LA VIRTUD: Si la pobreza de espíritu es la bienaventuranza que corresponde al
1. En sí misma (q.17): don de temor a.12
A. En absoluto: III. Los vicios OPUESTOS:
Género remoto: es virtud a.1 1. La desesperación (q.20):
Especificada por sus objetos: A. En absoluto:
— Terminativo (formal quod): la bienaventuranza inte- Es pecado a.1
gral, que comprende: B. En relación:
a) la bienavza. objetiva: Dios mismo (in recto o fun- Distinta de la infidelidad a.2
damentalmente) a.2 El más grave pecado a.3
primario: Dios vida eterna Su causa a.4
secundario: lo que se ordena a la vida eterna 2. La presunción (q.21):
b) la bienaventuranza subjetiva o formal: visión o A. En absoluto:
posesión de Dios (in obliquo o subsidiariamente) Sobre qué versa a.1
primario: del que espera a.3 Es pecado a.2
secundario: de otros B. En relación:
— Motivo (formal quo): ayuda que capacita para la bien- A qué virtud se opone a.3
aventuranza o vida eterna: Su causa a.4
principal: sólo Dios a.4 IV. Los PRECEPTOS (q.22):
secundario: el hombre y otras criaturas 1. Respecto a la esperanza a.1
Género próximo: es teologal a.5 2. Respecto al temor a.2
B. Respecto a las otras virtudes del mismo género:
En conjunto: distinta de ellas a.6
En detalle:
precede la fe a.7
sigue la caridad a.8 BIBLIOGRAFÍA
2. Su sujeto (q.18):
A. Inmediato o psíquico (quo): la voluntad a.1 CSERTÖ, G. M., O.P., De timore Dei iuxta doctrinam scholasticorum a Petro Lombardo us-
B. Mediato o personal (quod): que ad S. Thomam (Roma 1940).
En situación definitiva (in statu termini): GAUTHIER, R. A., O.P., Magnanimité. L'idéal de la grandeur dans la philosophie païenne et
de los bienaventurados a.2 dans la théologie chrétienne (Paris 1951).
de los condenados a.3 GILLON, L. B., O.P., Certitude de notre espérance: Rev. Thom. 45 (1939) 232-248.
En esta vida (in statu viae): LAÍN ENTRALGO, P., La espera y la esperanza (Madrid 1957).
de los viadores: la certeza a.4 — Antropología de la esperanza (Madrid 1978).
II. EL DON CORRESPONDIENTE: EL DON DE TEMOR (q.19): LOTTIN, O., O.S.B., Psychologie et Moral aux X I I e et X I I I e siècles, 4 vols. (Lovaina
1. En absoluto: 1942-1954).
A. Consideración estática: RAMÍREZ, S., O.P., De certitudine spei christianae: Cienc. Tom. 57 (1938) 184-203,353-
Sobre el temor en general 378.
— Cómo es Dios objeto de temor a.1 — De spei christianae fideique divinae mutua dependentia (Friburgo [S] 1940).
— Clases de temor — La esencia de la esperanza cristiana (Madrid 1960).
En conjunto a.2 — Los dones del Espíritu Santo (Madrid 1978).
En detalle: URDÁNOZ, T., O.P., Introducción a las cuestiones del tratado de la esperanza, en STO. TO-
Temor mundano MÁS DE AQUINO, O.P., Suma Teológica t.7 (BAC 180, Madrid 1959) p.475-639.
— Moralidad a.3
Temor servil
— Moralidad a.4
— Diferencia del filial a.5
— ¿Compatible con la caridad? a.6
Temor filial
— Con el servil, «comienzo de la sabiduría» . . a.7
— Distinto del inicial a.8
Sobre el don
— Es don del Espíritu Santo a.9
B. Consideración dinámica:
Sobre el temor en general
— Si disminuye al crecer la caridad a.10
160 Tratado de la esperanza C.17 a.2
CUESTIÓN 17 ayuda nos apoyamos a. Por eso resulta ARTICULO 2
evidente que la esperanza es virtud: hace ¿Es la bienaventuranza eterna el
La esperanza bueno el acto del hombre y se ajusta a la objeto de la esperanza?
regla adecuada. 3 q.7 a.4; In Sent. 3 d.26 q.2 a.2 ad 2; De spe a.1.4
Completando lo anterior, procede ahora considerar el tema de la espe- Respuesta a las objeciones: 1. A la Objeciones por las que parece que el
ranza. En primer lugar, la esperanza en sí misma. Segundo, el don de temor primera hay que decir: En las pasiones, el objeto de la esperanza no es la bienaven-
(q.19). Tercero, los vicios opuestos (q.20). Cuarto, los preceptos (q.22). medio virtuoso se toma del hecho de turanza eterna:
Sobre lo primero se plantean dos problemas: la esperanza en sí misma que llega a la recta razón: es la defini- 1. El hombre no espera lo que reba-
(q.17) y su sujeto (q.18). ción misma de virtud. Por lo tanto, en sa toda aspiración de su alma, y la espe-
Sobre lo primero se formulan ocho preguntas: el caso de la esperanza, el bien de la mis- ranza es una aspiración del alma. Ahora
1. ¿Es virtud la esperanza?—2. ¿Es su objeto la bienaventuranza eter- ma en cuanto virtud se toma también bien, la bienaventuranza eterna soprepu-
del hecho de que el hombre, esperando, ja toda aspiración del alma humana, a te-
na?—3. ¿Puede esperar el hombre la bienaventuranza de otro por la virtud llega a la regla debida, es decir, Dios. nor de las palabras del Apóstol: No vino
de la esperanza?—4. El hombre, ¿puede esperar en el hombre?—5. La es- De ahí que nadie puede usar mal de la al corazón del hombre (1 Cor 2,9). La bien-
peranza, ¿es virtud teologal?—6. Su distinción de las otras virtudes teolo- esperanza apoyada en Dios, como tam- aventuranza, pues, no es objeto propio
gales.—7. Su ordenación a la fe.—8. Su ordenación a la caridad. poco de la virtud moral que se apoya en de la esperanza.
la razón, dado que el hecho de llegar 2. Más aún: La oración es intérprete
hasta la propia regla es el buen uso de la de la esperanza, según leemos en la Es-
virtud. Pero es de advertir que la espe- critura: Revela al Señor tu camino y espera
ARTICULO 1 Solución. Hay que decir: Según el Fi- ranza de que ahora tratamos no es pa- en El, y El actuará (Sal 36,5). Pues bien,
lósofo en II Ethic. 6: La virtud, en todo ser, sión, sino hábito, como se verá después el hombre pide lícitamente a Dios no
¿Es virtud la esperanza? (q.18 a.1).
es lo que hace bueno a quien la tiene y hace sólo la bienaventuranza eterna, sino tam-
In Sent. 3 d.26 q.2 a.1; De spe a.1 buena su obra. Es menester, por lo tanto, 2. A la segunda hay que decir: Se pien- bién los bienes de la vida presente, tanto
que, donde haya un acto bueno, ese acto sa que la esperanza proviene de los mé- temporales como espirituales, e incluso
Objeciones por las que parece que la corresponda a una virtud humana. Aho- ritos en cuanto a la realidad misma que la liberación de los males, que no exis-
esperanza no es virtud: ra bien, en todas las cosas humanas so- se espera, es decir, en el sentido de que tirán en la bienaventuranza eterna, como
1. De la virtud nadie usa mal, enseña metidas a una regla y a una medida se
San Agustín en el libro De lib. arb. 1 se espera alcanzar la bienaventuranza se ve en la oración dominical (Mt
valora el bien por el hecho de que la por la gracia y los merecimientos, o 6,11ss). En consecuencia, la bienaventu-
Pues bien, hay quien usa mal de la espe- persona en cuestión se ajuste a su propia
ranza, pues en la esperanza, como en también en cuanto al acto de esperanza ranza eterna no es objeto propio de la
regla, como decimos que es bueno el formada. Pero el hábito mismo de la es- esperanza.
toda pasión, se da medio y extremo. La vestido ajustado a sus propias medidas.
esperanza, pues, no es virtud. peranza por la que se espera alcanzar la 3. Y también: El objeto de la espe-
Ahora bien, como ya hemos expuesto bienaventuranza no lo causan los méri- ranza es lo arduo. Ahora bien, para el
2. Más aún: Ninguna virtud provie- (1-2 q.71 a.6), para los actos humanos
ne de los méritos, ya que, como escribe tos, sino que es obra exclusiva de la hombre hay otras muchas cosas arduas,
hay doble medida: una próxima y homo- gracia. además de la bienaventuranza eterna.
San Agustín: La virtud la causa Dios en génea, o sea, la razón natural; y otra su-
nosotros sin nosotros 2. La esperanza, empe- 3. A la tercera hay que decir: Quien Luego la bienaventuranza eterna no es
prema y trascendente, que es Dios. Por objeto propio de la esperanza.
ro, proviene de la gracia y de los méritos, espera es en verdad imperfecto en cuan-
eso es bueno todo acto humano que lle-
como escribe el Maestro 3. No es, por lo to a lo que espera tener y que aún no En cambio está el testimonio del
ga a la razón o a Dios mismo. Pues
tanto, virtud. tiene; pero es perfecto en cuanto al he- Apóstol (Heb 6,19): Tenemos esperanza
bien, el acto de esperanza, de que trata-
3. Y también: La virtud es la disposi- cho de llegar hasta la propia regla, es que camina —es decir, hace caminar— has-
mos aquí, llega a Dios porque, como ex-
ción de lo perfecto, como se lee en VII decir, Dios, en cuya ayuda se apoya. ta el interior del velo, o sea la bienaventuran-
pusimos al tratar de la pasión de la espe-
Physic. 4 La esperanza, en cambio, es dis- ranza (1-2 q.40 a.1), el objeto de la mis-
posición del imperfecto, es decir, de ma es el bien futuro, arduo y asequible.
quien no tiene lo que espera. En conse- Por otra parte, una cosa nos es asequible a. Siempre lo repetirá Santo Tomás: nuestra esperanza se funda en la ayuda o auxilio de
cuencia, la esperanza no es virtud. Dios, o de su gracia. Los diversos modos de decirlo pueden ayudar a captar más profundamen-
de dos maneras: la primera, por nos- te el austero modo de expresarse en este lugar. Así dirá que la esperanza se basa en la suprema
En cambio está la autoridad de San otros mismos; la segunda, por otros, majestad de Dios (De spe a.4 ad 14); en su poder y misericordia (2-2 q.18 a.4 ad 2; In Ps. 20);
Gregorio, que en I Moral, dice que en como se ve en III Ethic. 7 Por lo tanto, en su misericordia o poder (2-2 q.21 a.4); en su infinita largueza (In Sent. 3 d.26 q.2 a.4
las tres hijas de Job están representadas en cuanto esperamos algo como asequi- arg.3s.c.); en su misericordia (2-2 q.21 a.1); en su fuerza (ibíd.).
las tres virtudes: la fe, la esperanza y la ble gracias a la ayuda divina, nuestra es- Santo Tomás toma sus fórmulas de la tradición patrística y teológica. El tema está ya en
caridad 5. Luego la esperanza es virtud. peranza llega hasta Dios mismo, en cuya San Agustín, que se refiere al auxilio de Dios fundado en su liberalidad, sus promesas y miseri-
cordia (Enarr. in Ps. 148: ML 37,1941; cf. Confess. 1.10 c.29 n.40; c.32 n.48). Describen la espe-
ranza como fundada únicamente en el poder de Dios San Zenón de Verona (De fide, spe et cari-
tate: ML 11,271) y San Hilario (Tract. in Ps. 51: ML 9,320, in Ps. 60: ML 9,392).
1. L.2 c.18: ML 32,1267; c.19: ML 32,1268. 2. Enarr. in Psalm., ps.118 serm.26 super Pascasio Radberto hablará de «Dios omnipotente» (De fide, spe et caritate l.2 c.3: ML
v.121: ML 37,1577. De grat. et lib. arb. c.17: ML 44,901; cf. PEDRO LOMBARDO, Sent. l.2 d.26 12,1443), y San Bernardo, de la bondad omnipotente de Dios (Serm. 85 in cantica: ML
c.5 (QR 2,670). 3. Sent. 3 d.25 c.1 (QR 2,670). 4. ARISTÓTELES, H 3 (BK 246b23); cf. 183,1190), como único apoyo de la esperanza nuestra. Largueza divina es la expresión de San
7 c.3 o.4 (BK 246a13): S. TH., lect.5. 5. C.27: ML 75,544. 6. ARISTÓTELES, c.6 n.2 (BK Alberto (In Sent. 3 d.26 a.1 ad 8; a.2 ad 4; a.49 ad 1), y excelencia de la fuerza y largueza de
1106a15): S. TH., lect.6. 7. ARISTÓTELES, c.3 n.13 (BK 1112b27): S. TH., lect.8. Dios la de San Buenaventura (In Sent. 3 d.26 a.1 q.1; a.2 q.1 q.a4).
C.17 a.2 La esperanza 161 162 Tratado de la esperanza C.17 a.3
za celestial, como expone la Glosa 8. En razón común, es decir, la de bien perfec- ARTICULO 3 lo tanto, se puede esperar también para
consecuencia, el objeto de la esperanza to, y así tiende hacia ella la esperanza. otro la bienaventuranza eterna.
es la bienaventuranza eterna. Por eso dice terminantemente el Apóstol ¿Puede uno esperar para otro la
bienaventuranza eterna? En cambio está el testimonio de San
que la esperanza penetra hasta el interior Agustín en Enchir.: La esperanza no es
Solución. Hay que decir: Como hemos
del velo (Heb 6,19), pues lo que espera- De spe a.4 sino de cosas que pertenecen a quien las es-
expuesto (a.1), la esperanza de que trata-
mos queda aún velado para nosotros. pera 10e.
mos alcanza a Dios apoyándose en su Objeciones por las que parece que se
2. A la segunda hay que decir: Cual-
auxilio para conseguir el bien esperado. puede esperar para otro la bienaventu- Solución. Hay que decir: Hay dos mo-
quier tipo de bien no lo debemos pedir
Ahora bien, entre el efecto y la causa ranza eterna: dos de tener esperanza. Uno, absoluto, y
a Dios sino en orden a la bienaventuran-
debe haber proporción, y por eso el bien 1. Dice el Apóstol: Tengo confianza de así hay esperanza solamente del bien ar-
za eterna. De ahí que la esperanza se di-
que propia y principalmente debemos que quien inició la obra entre vosotros, la lle- duo que le atañe a uno; o bien, presu-
rige también principalmente a la bien-
esperar de Dios es un bien infinito pro- vará hasta el día de Cristo Jesús (Flp 1,6). puesta otra cosa. Bajo este aspecto pue-
aventuranza eterna; en cambio, los de-
porcionado al poder de Dios que ayuda b, Ahora bien, la perfección de aquel día de recaer también sobre las cosas de
más bienes que se piden a Dios los
ya que es propio del poder infinito llevar será la bienaventuranza eterna. En con- otro. Para comprender esto se ha de sa-
considera de manera secundaria c, es de-
al bien infinito, y este bien es la vida eter- secuencia, se puede esperar para otro la ber que el amor y la esperanza difieren
cir, en orden a la bienaventuranza eter-
na, que consiste en la fruición del mis- bienaventuranza eterna. en que el amor implica cierta unión en-
na. Sucede lo mismo que con la fe,
mo Dios. En efecto, de Dios no se pue- 2. Más aún: Pedimos a Dios lo que tre quien ama y lo que ama; la esperan-
que se refiere principalmente a Dios, y
de esperar un bien menor que El, ya que esperamos obtener de El. Pues bien, pe- za, en cambio, entraña un movimiento o
de manera secundaria, a lo que a El se
la bondad por la que comunica bienes a dimos a Dios que lleve a otros a la bien- inclinación del apetito hacia el bien ar-
refiere, como hemos visto (q.1 a.1; a.6
sus criaturas no es menor que su esen- aventuranza eterna, a tenor de las pala- duo. Ahora bien, la unión se da entre
ad 1).
cia. Por eso el objeto propio y principal bras de Santiago: Orad unos por otros para realidades distintas; por eso puede el
3. A la tercera hay que decir: Al hom-
de la esperanza es la bienaventuranza que os salvéis (5,16). Podemos, pues, espe- amor referirse directamente a aquel con
bre que anhela algo grande le parece pe-
eterna. rar para otros la bienaventuranza eterna. quien se está unido por el amor conside-
queño lo que no es grande. Por eso, al
Respuesta a las objeciones: 1. A la hombre que espera la bienaventuranza 3. Y también: La esperanza y la des- rándolo como el bien de sí mismo. El
primera hay que decir: La bienaventuranza ¡eterna no le parece difícil ninguna cosa esperación versan sobre lo mismo. Se movimiento, por su parte, implica siem-
eterna no llega en realidad de manera en orden a ella d. Mas respecto a la capa- puede desesperar de la salvación de otro, pre tendencia a un final apropiado al
perfecta al hombre, es decir, hasta el cidad del que espera pueden serle tam- pues, de otra suerte, en vano diría San móvil; de ahí que la esperanza haga refe-
punto de que pueda conocer el hombre bién difíciles otras cosas. Bajo este as- Agustín en el libro De verb. Dom.: De rencia directamente al bien propio, no al
viador cuál y cómo sea; puede, no obs- pecto puede tener esperanza de ellas en nadie hay que desesperar mientras vive 9. Por bien que atañe a otro f. Pero, presupues-
tante, llegar su conocimiento bajo una i orden al objeto principal.
9. Serm. ad popul. serm.71 c.13: ML 38,456. 10. C.8: ML 40,235.
8. Glossa interl. (6,144v); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 192,446.
pereminente, lo excelente: In Sent. 3 d.26 q.2 a.2 obj.4; 2-2 q.20 a.4; In Ethic. 1 lect.5; In Sent.
b. Lo que nos hace capaces de alcanzar la vida eterna o posesión de Dios, que es un bien 2 d.42 q.2 a.4; 1-2 q.46 a.3; De malo q.8 a.3 ad 20.
infinito, tiene que estar dotado de una fuerza infinita. Sólo Dios puede dar a Dios. Se espera, Ya al tratar de la esperanza-pasión había puesto Santo Tomás buen cuidado en atribuirle
pues, de Dios la posesión de Dios. El objeto motivo de la esperanza, del que se hablará en el como sujeto el apetito irascible, del que es propio, como objeto, el bien y el mal arduo y difí-
a.4, es Dios como dador de sí mismo; el objeto propio y primario o terminativo es el mismo cil. En la misma línea mantiene su enseñanza acerca de la esperanza teologal. Nada tan grande
Dios como dado y poseído. He aquí otra expresión sumamente certera y escueta en otra obra y elevado como lo pretendido por la esperanza, que es Dios mismo, el «sumo arduo» a (In Sent.
del Santo: «El objeto [de la esperanza] es uno, bajo una doble consideración: Dios como bien- 3 d.26 q.2 a.1 ad 5), el «arduo divino» (ibíd., a.2 ad 4), el «altísimo arduo» (ibíd., a.3 q. 1 ad 1).
aventuranza eterna y como dador de la bienaventuranza» (In Ps. 30). Es claro, pues, que al objeto propio y principal de la esperanza teologal le es esencial la
c. La denominación de teologales (teológicas en los medievales) para la fe, esperanza y cari- más grande e incomparable arduidad. Como lo es, según afirma en este lugar Santo Tomás,
dad tiene su razón de ser, además de por su causa, su fin y su modo de conocimiento, en su objeto que, comparada con ésta, cualquier otra dificultad o arduidad parecerá pequeña, puesto que
propio: recaen primordial y esencialmente sobre Dios, y sólo se extienden a las cosas creadas se- será menor.
cundariamente. Por consiguiente, la esperanza no es virtud teologal propiamente dicha por ob- e. Estas palabras usadas en el en cambio no dejaron de desconcertar a los teólogos medieva-
jeto secundario alguno, sino porque recae sobre Dios como bienaventuranza o vida eterna. les. Sumamente conocido directamente en San Agustín, el texto fue, además, incluido en las
Todo lo demás no cae bajo la virtud teologal sino en cuanto ordenado a aquélla. Sentencias de Lombardo (3 d.26 c.3), Maestro para tantos maestros. Pero el gran obispo de Hi-
d. Ya desde el a.l venimos oyendo a Santo Tomás caracterizar el objeto de la esperanza pona tenía expresiones, no menos conocidas, mucho más positivas y abiertas: se debe esperar
como arduo. Más aún: ya desde el primer momento en que aborda en la Suma el tema de espe- la salvación de todos mientras viven en esta vida (Sermo 71 de Scripturis c.13 n.21: ML 38,456);
ranza (1-2 q.40 a.1), pondrá como una de las cuatro condiciones de su objeto que sea arduo con la vida eterna y las cosas a ella ordenadas, en concreto, se han de pedir «no sólo para nosotros
dificultad. Lo que ya se encontraba en la esperanza-pasión, en la esperanza-teologal se acre- y los nuestros, sino incluso para los extraños y hasta para los enemigos mismos» (Epist. 130
cienta. ad Probam» c.4 n.9: ML 33,497). Estamos, pues, ante un tema-test, piedra de toque para calibrar
Asunto fundamental en el tratamiento de la esperanza por Santo Tomás. Ya estaba en el las soluciones que se aporten, y a sus autores.
Comentario a las Sentencias de Alejandro de Hales, con el empleo también de ambos conceptos f. Santo Tomás salva frontalmente con esta afirmación la autoridad de San Agustín. Sin
(arduo y difícil), y con una distinción entre ellos. E igualmente en Alberto Magno, Buenaventu- embargo, va a concluir ampliando la que llamaríamos esperanza individual a una esperanza
ra, Pedro de Tarantasia, Gil de Roma y Ricardo de Mediavilla. Santo Tomás a veces distingue también social, mediante la cual se espera la vida eterna para el que espera y para los demás.
entre los dos términos (ex.gr., In Sent. 3 d.26 q.1 a.2 obj.1); y otras, porque la arduidad com- Las palabras de San Agustín, Pedro Lombardo las recoge sencillamente sin cuestionarlas.
porta dificultad, y viceversa (aunque se puedan sutilizar sin fin los matices), los usará unidos San Alberto Magno sí aborda el problema que suscitan, y dará una solución basada en las acep-
copulativa o disyuntivamente, pero como equivalentes: «lo difícil y lo grande, que se refiere a ciones del vocablo «esperanza». En sentido estricto, la esperanza no espera más que para- o no
lo mismo...», dirá en 2-2 q.129 a.2. Destacamos este grande, porque es el concepto clave para es- más que de- el propio esperante; pero, en sentido amplio, puede abarcar el bien de los demás:
interpretar el significado de «arduo». Lo arduo equivale a lo grande, lo elevado, lo alto, lo su- In Sent. 3 d.26 a.7 sol. y ad 4: si vero large sumatur, tune erit etiam boni communis.
C.17 a.4 La esperanza 163 164 Tratado de la esperanza C.17 a.5
ta la unión de amor con otro, puede de- 1. El objeto de la esperanza es la En cambio está el testimonio del criatura como agente secundario instru-
sear y esperar algo para él como para sí bienaventuranza eterna. Ahora bien, profeta: Maldito el hombre que confía en el mental, que ayude a conseguir cualquier
mismo. Bajo este aspecto puede uno es- para conseguir la bienaventuranza eterna hombre (Jer 17,5). bien ordenado a la bienaventuranza. De
perar para otro la vida eterna en cuanto nos valemos del patrocinio de los san- esta manera recurrimos a los santos, e
Solución. Hay que decir: Según hemos
está unido a él por el amor. Y como es tos, según el testimonio de San Grego- incluso pedimos algunos bienes a los
expuesto (1-2 q.40 a.7; q.42 a.1; a.4 ad
la misma la virtud de la caridad con que rio en I Dial.: La predestinación se ayuda hombres, y son vituperados aquellos en
3), la esperanza tiene dos objetos: el bien
se ama a Dios, a si mismo y al prójimo, con las oraciones de los santos 11. Se puede, quienes no podemos esperar que aporten
que se pretende conseguir y el auxilio
una misma es también la virtud de la es- pues, esperar en el hombre. ningún tipo de auxilio h.
con el que se consigue. Pues bien, el
peraba con que se espera para sí y para 2. Más aún: Si no se pudiera esperar
bien que se espera conseguir tiene razón Respuesta a las objeciones: Con
otro. en el hombre, a nadie se le podría incul-
de causa final; el auxilio, en cambio, con esto quedan resueltas las objeciones.
Respuesta a las objeciones: Con lo par que otro no quiera esperar en él.
el que se espera conseguir tiene carácter
dicho va dada la respuesta a las objecio- Pues bien, a algunos se les echa esto en
de causa eficiente. Pero en cada género ARTICULO 5
nes. cara, según leemos en Jeremías: Cada
de esas causas hay que considerar lo que
cual se guarde de su prójimo y no tenga con-
es principal y lo que es secundario. El ¿Es virtud teologal la esperanza?
ARTICULO 4 fianza en ningún hermano suyo (Jer 9,4). En
fin principal es el fin último, y el secun-
consecuencia, se puede lícitamente espe- 1.2 q.62 a 3; In Sent. 3 d.26, q.2 a.2; De spe a.1 ad
¿Se puede lícitamente esperar en el
dario es el bien ordenado al fin. De ma- 6y7
rar en el hombre.
hombre? g
nera análoga, la causa eficiente principal
3. Y también: Según hemos dicho
es el agente primario, y la causa eficiente Objeciones por las que parece que la
Infra q.25 a.l ad:3; Compend. theol. op.2 p.2 c.7 (a.2 arg.2), la oración es intérprete de la secundaria es el agente instrumental se- esperanza no es virtud teologal:
esperanza. Pues bien, si se puede lícita-
cundario. Ahora bien, la esperanza tiene 1. La virtud teologal tiene por obje-
Objeciones por las que parece que se mente pedir a otro, lícitamente también
como fin último la bienaventuranza eter- to a Dios. Pues bien, el objeto de la es-
puede lícitamente esperar en el hombre: se puede esperar de él.
na; el auxilio divino, en cambio, como peranza es no solamente Dios, sino tam-
causa primera que conduce a la bien- bién otros bienes que esperamos obtener
11. C.8: ML 77,188. aventuranza. Por lo tanto, como fuera de El. En consecuencia, la esperanza no
de la bienaventuranza eterna no es lícito es virtud teologal.
Santo Tomás evoluciona en la solución. He aquí sus pasos: 1.° (Sol. en In Sent. 3 d.26 exp. esperar bien alguno como fin último, 2. Más aún: La virtud teologal,
text. n.174): Se espera algo (una cosa) y se espera que eso acontezca (el evento). Este consiste sino sólo como ordenado a ese fin de la como hemos expuesto (1-2 q.64 a.4), no
en que la cosa sobrevenga u ocurra a-o para-alguien. Pero para el que espera, entre el esperar bienaventuranza, tampoco es lícito espe- consiste en un medio entre dos vicios.
la bienaventuranza y que ésta le acontezca no hay ninguna diferencia; no se podría siquiera de- rar en ningún hombre, o en criatura al- Pero la esperanza consiste en un medio
cir que espera la bienaventuranza si no la espera para sí. Por consiguiente, el evento, en la espe- guna, como causa primera que conduzca entre la presunción y la desesperación.
ranza, se refiere a los demás. Pero incluso esto, añadirá Santo Tomás, se espera como un bien a la bienaventuranza; es lícito, sin em- La esperanza, pues, no es virtud teo-
para el esperante. En suma, cabe la esperanza para los demás, en el sentido de que les acontezca bargo, esperar en el hombre o en otra logal.
(es, pues, esperanza del evento). 2° (Sol. en De spe a.4): Se basa en la distinción, tanto en lo espe-
rado como en el esperante, entre lo principal y lo secundario. Lo esperado principal es la bien-
aventuranza; lo secundario, todos los bienes espirituales o temporales que se ordenan a aquel fin. h. Establecidos, pues, los términos de la distinción entre agente primario y secundario,
El esperante principal es el propio sujeto que espera; el secundario, todos los demás. Cabe, pues, Santo Tomás va a concluir lo mismo que se puso como problema: es lícito esperar en el hom-
esperanza para los demás, en cuanto de alguna manera son uno mismo con el esperante princi- bre. No, claro está, como en causa primera, sino como en agente secundario e instrumental.
pal, y desea y espera el bien de ellos como el suyo propio. 3.° (Sol. en este lugar): La lógica «Son dignos de vituperio los que esperan en el hombre como en autor principal de la salva-
de lo que es el movimiento, el móvil y el término, impone esta respuesta. Añadamos que por ción; pero no quienes esperan en el nombre como en ayuda al servicio de Dios» (2-2 q.25 a.1
medio del amor, los demás ya no son extraños ni ajenos, sino que son «como él mismo». Y ad 3). Junto a aquel motivo primario se dan otros secundarios y derivados del principal, que
se puede desear y esperar para otros como para sí. ni son ni pueden ser independientes de aquél. ¿Cuáles son éstos? Podríamos abarcarlos comple-
Queda reflejado esto en la oración dominical, en la que «no presentamos nuestra petición xivamente de esta manera:
singularmente, sino que como [en virtud] de un consenso unánime decimos "Padre nuestro"»
(Comp. theol. II c.5). Solución, pues, la de Santo Tomás, la más acabada y completa. Antes que gracia habitual: gracia santificante
él (entre 1235-1240), la da Ricardo Fishacre († 1248), sucesor de Roberto Bacon († 1248) en actual: las buenas obras y su mérito
Oxford, en el Comentario a las Sentencias: «Cuando se dice que no se ha de desesperar de nadie, unido a la divinidad: humanidad de Cristo
se ha de entender que de nadie se ha de desconfiar (...). Extendemos la esperanza a los demás Motivo secundario físicos
por razón de la unión del afecto con otros. Porque aquel a quien amo es como otro yo, puedo de la esperanza... instrumen- no unido a la divinidad: sacramentos
decir que espero la vida eterna para él como para mí mismo» (Roma Vat. lat. 294 f. 233V); cf. tos de la universal: la Sma. Virgen
G. M. CONLON, De certitudine spei secundum sanctum Thomam, fontes et doctrina (Washington 1947) gracia morales in patria: ángeles y santos
p.87-88. particu- el hombre
g. Como podemos ver en el esquema que nos mostraba el articulado de las cuestiones dedi- lares aconteci-
in via otras mientos
cadas al estudio de la esperanza (véase Introducción, p.157), aborda Santo Tomás aquí el motivo criaturas
de la esperanza. ¿Qué hace posible al hombre pretender algo tan sumamente arduo como lo es cosas
el objeto de la esperanza? (véase nota d). La posesión de Dios, sólo a Dios es posible. Y si
le es posible a alguien más, será porque cuente con la ayuda o auxilio de Dios. Santo Tomás La luminosa doctrina de Santo Tomás invita a reflexionar de qué modo debe ser potencia-
se plantea la pregunta desde el motivo secundario para reafirmar, reforzándola, la respuesta res- do cuanto ayude a conseguir el bien que es una existencia confiada, mediante la que ayudarse a
pecto al primario, al que, por cierto, ya ha apelado rotundamente desde el principio (a.l y nota conseguir otros bienes ordenados a la bienaventuranza eterna. Todo eso entra dentro del obje-
a): nuestra esperanza alcanza a Dios mismo, en cuyo auxilio se funda. «Nada tiene que ver con to secundario e instrumental de la esperanza teologal. De esta manera, ella abarca todas las es-
la virtud de la esperanza aquella que se tiene de sí mismo o de otro hombre, sino sólo la que peranzas legítimas, elevándolas y orientándolas a Dios. No hay esperanza ni optimismo o con-
se tiene de Dios» (Comp. theol. II c.7). fianza humanos que no puedan ser integrados en la esperanza teologal.
C.17 a.5 La esperanza 165 166 Tratado de la esperanza C.17 a.6
3. Y también: La expectación perte- 2. A la segunda hay que decir: En las 4. A la cuarta hay que decir: La mag- esperanza no es virtud distinta de las
nece a la longanimidad, parte de la for- cosas reguladas y medidas se logra el nanimidad tiende a lo arduo esperando otras virtudes teologales:
taleza, y la esperanza es cierta expecta- medio en cuanto se alcanza la regla o lo que está dentro de sus posibilidades. 1. Los hábitos se distinguen por los
ción. No parece, pues, que sea virtud medida; si excede la regla, sobreviene lo Tiende, pues, propiamente a hacer cosas objetos, como hemos expuesto (1-2 q.54
teologal, sino moral. superfino; si no se llega, lo defectuoso. grandes. Pero la esperanza como virtud a.2). Pues bien, el objeto de la esperanza
4. Finalmente, el objeto de la espe- Pero en la regla o medida en sí misma teologal tiende a lo arduo que se ha de y el de las otras virtudes teologales es el
ranza es lo arduo. Ahora bien, tender no cabe hablar de medio o extremo. lograr con el auxilio de otro, como he- mismo. La esperanza, pues, no se dis-
hacia lo arduo corresponde a la magna- Pues bien, la virtud moral tiene como mos expuesto. tingue de las otras virtudes teologales.
nimidad, virtud moral. Luego la espe- objeto propio algo regulado por la ra- 2. Más aún: En el Símbolo, en el
ranza es virtud moral, no teologal. zón, y por eso le corresponde esencial- que hacemos profesión de fe, se dice:
mente estar en el justo medio respecto ARTICULO 6
En cambio está el hecho de que el Espero la resurrección de los muertos y
Apóstol la enumera juntamente con la fe de su objeto propio; la virtud teologal, ¿Es la esperanza una virtud distinta la vida del siglo futuro 12. Ahora bien,
y la caridad, virtudes teologales (1 Cor en cambio, tiene por objeto propio la re- de las otras virtudes teologales? según hemos dicho (a.2), la expectación
13,15). gla primera en sí misma, no regulada de la bienaventuranza futura pertenece a
por ninguna otra. De ahí que, de suyo, In Sent. 3 d.26 q.2 a 3 q.a 1; De spe a.3 ad 9
la esperanza. En consecuencia, no se dis-
Solución. Hay que decir: Dado que las y por su objeto propio, a la virtud teo- Objeciones por las que parece que la tingue de la fe.
diferencias específicas dividen de manera logal no le compete consistir en un me-
conveniente el género, se debe tener en dio. Puede, sin embargo, competirle ac-
cuenta de dónde deriva la naturaleza vir- 12. Symb. Nicaeno-Copolit.: MA 3,562; Dz 86.
cidentalmente, en función de algo orde-
tuosa de la esperanza para saber en qué nado al objeto principal. Así, la fe no
especie haya que situarla. Pues bien, he- puede tener medio y extremos en cuanto dice "expectar", sino solamente "esperar". Propiamente se dice "expectar" cuando se espera
mos visto (a.1) que la esperanza tiene ra- es adhesión a la verdad primera, a la contando con la ayuda de la fuerza de otro» (1-2 q.40 a.2 ad 1; cf. De spe a.1; In Phil. 1,20
zón de virtud por alcanzar la regla su- cual nadie puede adherirse excesivamen- lect.3 n.10). De forma que «propiamente se llama "exspectar" lo que se "espera" de la ayuda
prema de los actos humanos, a la cual de la fuerza de otro, como si dijésemos que "expectar" equivale a "esperar-de-otro"». Reco-
te; puede, sin embargo, darse medio y nozcamos que el carecer en castellano de una palabra que exprese exactamente lo que Santo To-
llega tanto en su calidad de causa efi- extremo respecto de los objetos que más nos dice con claridad que entiende por «exspectare», nos obliga a expresarnos como lo es-
ciente primera, en cuyo auxilio se apoya, cree, como una verdad es medio entre tamos haciendo: «castellanizando» una palabra latina que en castellano no existe. Intentemos re-
como en su calidad de causa final últi- dos falsedades. Igualmente, la esperanza presentar lo que decimos:
ma, al esperar la bienaventuranza en la no conlleva medio y extremos por parte
posesión de Dios. Resulta, pues, eviden- de su objeto principal, porque nadie
te que el objeto principal de la esperan- lo esperado
confía en demasía en el auxilio divino;
za, en cuanto virtud, es Dios. Ahora puede, no obstante, darse medio y extre- exspectare
bien, dado que la razón de virtud teolo- tendencia a ayuda «con la que»
mo en lo que pretende conseguir, en
gal consiste en tener como objeto a cuanto que presume lo que está sobre el esperante tender
Dios, como hemos demostrado (1-2 q.62 sus posibilidades, o desespera de lo que
a.l), es evidente que la esperanza es vir- está a su alcance. sperare
tud teologal. 3. A la tercera hay que decir: La ex-
Respuesta a las objeciones: 1. A la pectación que entra en la definición de Para Santo Tomás, lo peculiar y propísimo del exspectare no es el elemento de tendencia o
primera hay que decir: Todo cuanto espera esperanza no entraña dilación, como la impulso hacia lo esperado (eso también lo tiene el sperare), sino el elemento de tendencia o im-
pulso hacia aquel de quien se recibe la ayuda o auxilio. Bien entendido, sin embargo, que cada
alcanzar la esperanza, lo espera en orden expectación implicada en la longanimi- una de estas dos tendencias necesita, para que el resultado sea la esperanza teologal, de la otra.
a Dios como último fin y como causa dad; pero sí la entraña respecto del auxi- He aquí magníficamente expresado esto: «Cada uno de estos dos elementos tiene en la esperan-
eficiente primera, según hemos dicho lio divino, se difiera o no el bien espe- za teologal su propia primacía. Nuestro impulso hacia Dios-bien-nuestro es, psicológicamente,
(a.4). rado i. el elemento primero y principal (...). Pero no deja de ser aquí abajo profundamente imperfecto:
no alcanza a Dios actualmente, sino sólo de manera intencional. Luego no basta para constituir
una virtud teologal. Por el contrario, la mirada de confianza que proyecto en Dios-mi-socorro
i. A lo largo de esta q.17, y dejando a un lado las innumerables veces que se usa «spes», comporta una inhesión actual y un contacto espiritual con Dios. He aquí por qué es esta mira-
se emplean sólo en doce ocasiones palabras derivadas de «exspectare», frente a cuarenta deriva- da la que hace de la esperanza una virtud teologal» (R. A. GAUTHIER, Magnanimité [París 1951]
das de «sperare», en forma verbal. Acaba de afirmar Santo Tomás que «exspectatio entra en la p.343). Y todo esto ya expresamente en Santo Tomás: «La esperanza, en cuanto se refiere a su
definición de la esperanza». objeto material, es una cierta disposición de imperfecto, porque lo que se espera no se tiene
Efectivamente, en la definición de la esperanza como virtud debe entrar, como en todo há- todavía; pero en cuanto mira el objeto formal, es decir, el auxilio divino, así es disposición de
bito operativo, el acto propio al que se ordena y por el que se especifica. Mas he aquí que si perfecto; pues la perfección del hombre consiste en mirarse en Dios» (De spe a.1 ad 4). Véase
empleamos el vocablo «esperar», «espera», o su derivado connotador de acción («esperación»), también, en esta misma q.17 a.1 ad 3; a.6 frase final de la sol.
no podremos evitar caer en la tautología. Y no sólo eso, sino que, extremando las cosas y ha- Y como el objeto motivo es razón formal del objeto terminativo en cuanto objeto, de ahí
blando en rigor, según Santo Tomás, la esperanza teologal no sperat, sino que exspectat; su acto que por el auxilio de Dios es por lo que hay proporción, y, por tanto, posibilidad de acceso del
no es «speratio», sino «exspectatio». ¿Por qué? «Expectación» se define en el Diccionario de la esperante a lo esperado. El movimiento a que la esperanza da lugar tiende a la bienaventuranza
Real Academia de la Lengua: «Intensión (= intensidad) con que se espera una cosa o suceso im- como posible de ser alcanzada precisamente porque previamente tiende a- y cuenta con- Dios
portante». Pero para Santo Tomás exspectatio (= expectación) tiene un sentido muy preciso, que sub- como ayuda.
raya más que el conato o fuerza (= la intensión) de la espera, el apoyo en- o auxilio de- alguien para Bajo la incorrecta y nada técnica etimología de Pascasio Radberto (De fide, spe et caritate
ese esperar. Sperare supone que el objeto a que se tiende no supera la capacidad del esperante, c.4: ML 120,1443), según la cual sperare (spes) derivaría de est pes («hay pie»), hay una muy cer-
y no se necesita, por consiguiente, ayuda de otro. Exspectare, por el contrario, supone la nece- tera intuición, vistas las cosas precisamente desde esta luminosísima exspectatio de Santo Tomás.
sidad de auxilio para alcanzar lo esperado. «Lo que se espera alcanzar por propia fuerza no se El que espera tiende a Dios, a quien todavía no posee, porque ya cuenta con su auxilio.
C.17 a.7 La esperanza 167 168 Tratado de la esperanza C.17 a.8
3. Y también: Por la esperanza tien- (a.7). De esta manera, los actos de fe se aventuranza eterna; y, por otra, el auxi- grano de mostaza, etc., escribe: De la fe, la
de el hombre hacia Dios, y esto atañe manifiestan por los de esperanza. lio divino, como se deduce de lo que he- caridad; de la caridad, la esperanza 17. Pero
propiamente a la caridad. No se dis- 3. A la tercera hay que decir: La espe- mos expuesto (a.2 y 4; a.6 ad 3). Esas la fe es anterior a la caridad. Luego la
tingue, pues, la esperanza de la caridad. ranza hace tender hacia Dios como bien dos cosas nos las propone la fe k, pues caridad precede a la esperanza.
En cambio está el hecho de que no final que hay que alcanzar j y como ayu- nos hace conocer que podemos llegar a 2. Más aún: Dice San Agustín en
hay distinción donde no hay número. da eficaz para auxiliarnos. La caridad, en la bienaventuranza eterna, y que para XIV De civ. Dei: Los buenos impulsos y los
Ahora bien, la esperanza se enumera en- cambio, propiamente encamina a Dios ello nos está preparado el auxilio divino, afectos proceden del amor y de la santa cari-
tre las otras virtudes teologales, según la por la unión del afecto del hombre con según el testimonio del Apóstol: Quien se dad 18. Pero el esperar, en cuanto acto de
autoridad de San Gregorio en I Moral., Dios, de suerte que el hombre viva no llega a Dios ha de creer que existe y que es la esperanza, es un movimiento bueno
que afirma que son tres las virtudes teo- para sí, sino para Dios. premiador de quienes le buscan (Heb 11,6). del alma. En consecuencia, se deriva de
logales: la fe, la esperanza y la caridad 13. Es, pues, evidente que la fe precede a la la caridad.
En consecuencia, la esperanza es virtud ARTICULO 7 esperanza. 3. Y también: Dice el Maestro que
teologal distinta de las otras dos. Respuesta a las objeciones: 1. A la la esperanza proviene de los méritos que pre-
Solución. Hay que decir: Se dice que ¿Precede la esperanza a la fe? ceden no sólo a lo que se espera, sino también
primera hay que decir: Como añade allí
es teologal una virtud por tener por ob- Supra q.4 a.7; 1-2 q.62 a.4; In Sent. 3 d.23 c.2 a.5 mismo la Glosa 16, la esperanza es puerta a la esperanza misma, a la cual antecede la
jeto a Dios a quien se adhiere. Pues de la fe, es decir, de la realidad creída, caridad 19. La caridad, pues, es anterior a
bien, a una cosa podemos adherirnos de Objeciones por las que parece que la la esperanza.
porque por la esperanza se entra a ver lo que
dos maneras: o por sí misma o en cuan- esperanza precede a la fe: En cambio está lo que enseña el
se cree. También se podría responder que
to por ella llegamos a otra realidad. Así, 1. Comentando la Glosa las palabras Apóstol: El fin del precepto es la caridad de
es puerta de la fe, porque por ella entra
la caridad hace que el hombre se una a del salmo: Espera en el Señor y haz el bien un corazón puro y buena conciencia (1 Tim
el hombre a estabilizarse y perfeccionar-
Dios por El mismo, uniendo su espíritu (Sal 36,3), escribe 14: La esperanza es la 1,5), y añade la Glosa: Es decir, de la es-
se en la fe.
con Dios por afecto de amor. La espe- puerta de la fe, principio de la salvación. peranza 20. En consecuencia, la esperanza
2. A la segunda hay que decir: En la
ranza, en cambio, y la fe hacen que el Ahora bien, la salvación viene por la fe, precede a la caridad.
definición de la fe entra la realidad espe-
hombre se una a Dios como principio por la cual quedamos justificados. En
rada, porque el objeto propio de la fe es Solución. Hay que decir: Hay un doble
del que le vienen otros bienes. Ahora consecuencia, la esperanza precede a la fe.
una realidad no evidente en sí misma. orden. Uno, por vía de generación y de
bien, de Dios nos viene tanto el conoci- 2. Más aún: Lo que entra en la defi-
De ahí que fuera necesario designarla materia, y, según ese orden, lo imperfec-
miento de la verdad como la consecu- nición de una realidad debe ser anterior por esa circunlocución mediante algo
y más conocido. Pues bien, en la defini- to precede a lo perfecto. El otro es el
ción de la verdad perfecta. Por eso la fe que viene en pos de la fe. orden de perfección, y, según ese orden,
une al hombre con Dios en cuanto prin- ción de la fe entra la esperanza, como se 3. A la tercera hay que decir: No todo
ve en la definición del Apóstol: Es la lo perfecto por naturaleza es anterior a
cipio de conocer la verdad: creemos, en acto meritorio tiene como precedente el lo imperfecto. A tenor del primer orden,
efecto, que es verdadero lo que nos dice sustancia de lo que se espera (Heb 11,1). La de la esperanza; basta que lo tenga con-
esperanza, pues, es anterior a la fe. la esperanza es anterior a la caridad.
Dios. La esperanza, en cambio, hace que comitante o consiguiente. Esto se pone en evidencia por el hecho
el hombre se adhiera a Dios en cuanto 3. Y también: Según el testimonio
del Apóstol, la esperanza precede al acto de que la esperanza y todo movimiento
principio de perfecta bondad, es decir, ARTICULO 8 del apetito se deriva del amor, como he-
en cuanto por ella nos apoyamos en el meritorio, ya que escribe: El que ara debe
arar con la esperanza de percibir el fruto (1 mos visto al tratar de las pasiones (1-2
auxilio divino para conseguir la bien- ¿Es la esperanza anterior a la q.27 a.4; q.28 a.6 ad 2; q.40 a.7). Ahora
aventuranza. Cor 9,10). Luego la esperanza precede a caridad?
la fe. bien, el amor puede ser perfecto o im-
1-2 q,62 a.4; In Sent. 3 d.26 q.2 a.3 q.a 2; De spe a.3 perfecto. Es en verdad perfecto el amor
Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: Dios es objeto de En cambio está el testimonio del Objeciones por las que parece que la por el que alguien es amado por sí mis-
las virtudes teologales bajo distintas ra- Evangelista: Abraham engendró a Isaac caridad es anterior a la esperanza: mo, en cuanto se le quiere desinteresada-
zones formales, como acabamos de de- (Mt 1,2), o sea, según la Glosa: La fe a 1. Comentando San Ambrosio el mente el bien; tal es el amor del hombre
cir. Mas para la distinción de hábitos es la esperanza 15. texto de Lc 17,6: Si tuvierais fe como un al amigo. Es, en cambio, imperfecto el
suficiente el aspecto formal diverso del Solución. Hay que decir: La fe prece-
objeto, como ya hemos expuesto (1-2 de, en absoluto, a la esperanza. El obje-
q.54 a.2). to de la esperanza es, efectivamente, un 16. Glossa interl, super ps.36,3 (3,136v); Glossa de PEDRO LOMBARDO super 36,3: ML
2. A la segunda hay que decir: La ex- bien futuro arduo y asequible. Por lo 191,362. 17. L.8: ML 15,1865. 18. C.9: ML 41,414. 19. Sent. 3 d.26 c.1 (QR
pectación se pone en el Símbolo de la fe, tanto, para esperar algo es preciso que a 2,670). 20. Glossa interl. (6,116v); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 192,329.
no porque sea acto propio de ella, sino la esperanza le sea presentado un objeto
en cuanto que el acto de esperanza pre- como posible. Ahora bien, el objeto de
supone el de la fe, como luego diremos la esperanza es, por una parte, la bien- k. Sin fe, pues, no puede haber esperanza. La fe divina se relaciona con la esperanza teolo-
gal como el cimiento con las paredes en la construcción espiritual (De spe a.4 obj.14 y sol.).
En la esperanza teologal, todo lo relativo a su objeto, la existencia de la bienaventuranza, y su
bondad, futuridad, arduidad y asequibilidad, es un conocimiento que trasciende nuestra inteligen-
13. C.27: ML 75,544. 14. Glossa interl. (3,136v); Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML cia. Sólo por medio de la fe nos son accesibles.
191,368; CASIODORO, Expos. in Psalt. super ps.36,3: ML 70,258. 15. Glossa interl. (5,5r). Y exactamente lo mismo ocurre respecto del motivo. Al margen de la fe, nos sentiríamos ab-
solutamente incapaces de alcanzar lo que nos rebasa tan ampliamente. Igualmente, sólo ella nos
permite conocer a Dios creador como providente, y nos asegura su auxilio puesto a nuestro
j. Cf. postea, nota a de q.18. servicio. Tanto el de Dios mismo como el de las demás criaturas.

Suma de Teología 3 7
C.18 a.1 Sujeto de la esperanza 169 170 Tratado de la esperanza C.18 a.2
amor con que se ama algo no por sí rece la caridad, se hace más perfecta la En cambio está el hecho de que el miento de la esperanza y el de la caridad
mismo, sino para aprovecharse de su esperanza, ya que esperamos más de los alma no es capaz de poseer a Dios más guardan mutua relación entre sí. Por eso
bien, como ama el hombre las cosas que amigos. En este sentido dice San Am- que con el espíritu, que implica memo- nada impide que uno y otro movimiento
codicia l. Pues bien, el amor de Dios brosio que la esperanza proviene de la ria, entendimiento y voluntad, como de- se den en la misma potencia, de igual
en el primer sentido corresponde a la ca- caridad. muestra San Agustín en el libro De modo que el entendimiento puede en-
ridad, que hace unirse a Dios por sí mis- Trin. 1. Ahora bien, la esperanza es vir- tender al mismo tiempo muchas cosas
mo; a la esperanza, en cambio, corres- Respuesta a las objeciones: 1. Con
lo expuesto queda resuelta la primera tud teologal, que tiene por objeto a relacionadas entre sí, como quedó de-
ponde el amor en el segundo sentido, ya Dios. Por lo tanto, como no puede radi- mostrado en la primera parte (q.17 a.3).
que quien espera intenta obtener algo objeción.
car ni en la memoria ni en el entendi-
para sí. De ahí que, en el orden de gene- 2. A la segunda hay que decir: La espe- miento, que pertenecen a la facultad
ración, la esperanza precede a la caridad. ranza y todo movimiento del apetito ARTICULO 2
cognoscitiva, por fuerza tiene que radi-
Efectivamente, de la misma manera que proviene de algún tipo de amor, es de- car en la voluntad. ¿Se da esperanza en los
el hombre llega a amar a Dios porque, cir, del amor hacia lo que se espera. Solución. Hay que decir: Como hemos bienaventurados?
temiendo el castigo divino, cesa en el Pero no toda esperanza proviene de la demostrado (1 q.8 a.2), los hábitos se
pecado, como afirma San Agustín en Su- caridad, sino sólo la esperanza formada, conocen por sus actos. Ahora bien, el de 1-2 q.67 a 4 et 5; In Sent. 3 d.26
a
q.2 a.5 q.a 1 et 2;
d.31 q.2 a.1 q. 2 et 3
per primam Canonicam Ioann. 21, así tam- o sea, aquella con la que el hombre es- la esperanza es un movimiento de la par-
bién la esperanza conduce a la caridad, pera de Dios el bien como de un amigo. te apetitiva, ya que su objeto es el bien. Objeciones por las que parece que se
en cuanto que, esperando de Dios la 3. A la tercera hay que decir: En ese Mas dado que en el hombre hay dos da esperanza en los bienaventurados:
remuneración, se mueve a amarle y a lugar habla el Maestro de la esperanza apetitos, el sensitivo, que se divide en 1. Cristo, desde el principio de su
guardar sus mandamientos. Pero en el formada, que va precedida naturalmente irascible y concupiscible, y el intelectivo, concepción, fue comprensor. Ahora
orden de perfección la caridad es ante- de la caridad y de los méritos causados llamado voluntad, del que hemos trata- bien, Cristo tuvo esperanza, pues en su
rior a la esperanza. Por eso, cuando apa- por ella. do en otra parte (1 q.80 a.2; q.82 a.5), a persona se dice: En ti, Señor, esperaré (Sal
los movimientos que se dan en el apetito 30,1), como expone la Glosa 2. En con-
inferior con pasión, corresponden en el secuencia, puede darse esperanza en los
CUESTIÓN 18 superior otros semejantes que se dan sin bienaventurados.
ella, como hemos expuesto (1 q.82 a.5 2. Más aún: Como la consecución de
Sujeto de la esperanza ad 1; 1-2 q.22 a.3 ad 3). Pero el acto de la bienaventuranza es un bien arduo,
la virtud de la esperanza no puede perte- también su continuación. Pues bien, los
Viene a continuación el tema del sujeto de la esperanza. necer al apetito sensitivo, ya que el bien, hombres, antes de conseguir la bien-
Sobre él se formulan cuatro preguntas: que es el objeto principal de esta virtud, aventuranza, tienen esperanza de alcan-
1. La esperanza, ¿radica en la voluntad?—2. ¿Se da en los bienaventu- no es bien sensible, sino divino. Por eso zarla. Luego, después de alcanzarla, pue-
rados?—3. ¿Hay esperanza en los condenados?—4. ¿Tiene certeza la espe- la esperanza tiene como sujeto a el apeti- den esperar su continuación.
ranza de los viadores? to superior, no el inferior, al cual corres- 3. Y también: Por la virtud de la es-
ponde el irascible. peranza se puede esperar la bienaventu-
ARTICULO 1 2. Más aún: Resulta superfluo añadir Respuesta a las objeciones: 1. A la ranza no sólo para sí, sino también para
algo cuando se tiene lo suficiente. Pues primera hay que decir: El objeto del apeti- otros, como ya hemos demostrado (q.17
bien, para perfeccionar la potencia de la to irascible es lo arduo sensible. En a.3). Mas los bienaventurados que están
¿Radica la esperanza en la voluntad? cambio, el objeto de la virtud de la espe- en la patria esperan la bienaventuranza
voluntad es suficiente la caridad, la más
In Sent. 3 d.26 q.1 a.5; q.2 a.2 ad 1; De spe a.2 perfecta de las virtudes. Por lo tanto, la ranza es lo arduo inteligible, o más bien, para otros, pues de lo contrario no roga-
esperanza no radica en la voluntad. que trasciende lo inteligible. rían por ellos. Luego en los bienaventu-
Objeciones por las que parece que la 3. Y también: Una potencia no pue- 2. A la segunda hay que decir: La cari- rados puede haber esperanza.
esperanza no radica en la voluntad: de prorrumpir a la vez en dos actos, dad perfecciona de manera suficiente la 4. Finalmente, a la bienaventuranza
1. Como ya hemos expuesto (q.17 como el entendimiento no puede enten- voluntad en cuanto al único acto, que es de los santos compete la gloria, no sólo
a.1; 1-2 q.40 a.1), el objeto de la espe- der a la vez muchas cosas. Pero el acto amar. Pero se requiere otra virtud que la del alma, sino también del cuerpo. Pero
ranza es el bien arduo. Ahora bien, lo de la esperanza puede darse a la vez con perfeccione en otro acto de la misma, las almas de los santos que están en la
arduo no es objeto de la voluntad, sino el de la caridad, y el acto de ésta perte- que es la esperanza. patria esperan todavía la gloria del cuer-
del apetito irascible. En consecuencia, la nece, con toda evidencia, a la voluntad. 3. A la tercera hay que decir: Como ya po, como se ve en la Escritura (Ap 6,9)
esperanza no radica en la voluntad, sino Luego la esperanza no radica en la vo- quedó demostrado (q.17 a.8), el movi- y en XII De Gen. ad litt. 3 En consecuen-
en el irascible. luntad.
1. L.14 c.8: ML 42,1044; c.12: ML 42,1048. 2. Glossa interl. (3,125v); Glossa de PEDRO
21. Tr.9 super 1 Jn 4,18: ML 35,2047. LOMBARDO, ML 191,300. 3. SAN AGUSTÍN, c.35: ML 34,483.

l. Puesto que es deseo del bien que se espera, la esperanza se halla en el área del amor, que a. El acto específico de la esperanza teologal es un acto elícito de la voluntad, acerca del
de un modo u otro viene supuesto y exigido. Pero no es un amor perfecto, de benevolencia, fin último del hombre, que es la bienaventuranza o vida eterna. Y de la triple posibilidad que
de amistad, como lo es el amor de la caridad, que termina en la persona a quien se ama por- y se abre a tales actos (simple amor o volición, fruición e intención), a la esperanza corresponde
para- ella misma; sino que es un amor imperfecto, de concupiscencia, interesado, que retorna la intención: «La esperanza hace tender a Dios como al bien final que conseguir» (supra q.17 a.6
y revierte sobre el que ama, porque éste ama y desea para sí mismo. ad 3).
C.18 a.3 Sujeto de la esperanza 171 172 Tratado de la esperanza C.18 a.4
cia, en los bienaventurados puede haber más. Pero cuando desaparece en los bien- ranza, no desesperando nunca. Luego ni tampoco los bienaventurados como
esperanza. aventurados la esperanza con que espe- tendrán también esperanza en la vida fu- un bien futuro. Por eso, ni en los bien-
En cambio está lo que escribe el ran para sí mismos la bienaventuranza, tura. aventurados ni en los condenados hay
Apóstol: Lo que uno ve, ¿cómo esperarlo? en realidad la esperan también para los En cambio está el hecho de que la esperanza. Pero los viadores, estén en
(Rom 8,24). Ahora bien, los bienaventu- demás, pero no por la virtud de la espe- esperanza causa gozo, según el Apóstol: esta vida o estén en el purgatorio b, pue-
rados gozan de la visión de Dios. Luego ranza, sino más bien por amor de cari- Gomaos en la esperanza (Rom 12,12). Los den tener esperanza: unos y otros la
en ellos no hay lugar para la esperanza. dad. Del mismo modo que quien tiene condenados, en cambio, no tienen gozo, conciben como un futuro posible.
Solución. Hay que decir: Si se sustrae caridad de Dios ama con ella al prójimo, sino dolor y llanto, como escribe Isaías Respuesta a las objeciones: 1. A la
a una realidad lo que le da la especie, se y, sin embargo, se puede amar al próji- (65,14): Mis siervos alabarán con exaltado primera hay que decir: Como escribe San
pierde esa especie, y la realidad no pue- mo sin la virtud de caridad, sino por corazón, y vosotros clamaréis por el dolor del Gregorio en XXXIII Moral. 5, esto se
de permanecer la misma; así, perdida la otra forma de amor. vuestro y aullaréis por la contrición del espíri- dice del diablo en sus miembros, cuya
forma del cuerpo natural, no permanece 4. A la cuarta hay que decir: Siendo la tu. En consecuencia, en los condenados esperanza será anulada. Y si se entiende
específicamente el mismo. Ahora bien, la esperanza virtud teologal cuyo objeto es no hay esperanza. del diablo mismo, puede referirse a la
esperanza, como las demás virtudes, re- Dios, el objeto principal de la misma es Solución. Hay que decir: Como es de esperanza que tiene de vencer sobre los
ciben su especie de su objeto principal, la gloria del alma, que consiste en el esencia de la bienaventuranza saciar la santos a tenor de lo que antes había di-
como ya quedó expuesto (q.17 a.5 y 6). goce divino, pero no la gloria del cuer- voluntad, es también de esencia de la cho: Espera que el Jordán afluya a su boca
Pero el objeto principal de la esperanza po. Por otra parte, la gloria del cuerpo, pena que contraríe a la voluntad aquello (Job 40,18). Pero de esta esperanza no
es la bienaventuranza eterna en cuanto aunque tenga razón formal de arduo res- por lo que se inflige el castigo. Ahora tratamos aquí.
asequible con el auxilio divino, como ya pecto a la naturaleza humana, no la tie- bien, nada ignorado puede aquietar o 2. A la segunda hay que decir: Como
hemos dicho (q.17 a.2). Luego, dado que ne, sin embargo, para quien posee la contrariar a la voluntad. Por eso dice escribe San Agustín en Enchir.: La fe
gloria del alma, bien porque la gloria del San Agustín en Super Gen. ad litt. 4 que versa sobre cosas buenas y malas; pasadas,
el bien arduo y posible no cae bajo la ra-
cuerpo es insignificante en comparación los ángeles no pudieron ser perfectamen- presentes y futuras; propias y ajenas. La es-
zón formal de la esperanza sino en cuan-
to futuro, se sigue de ello que, cuando con la gloria del alma, bien porque te bienaventurados en el primer instante peranza, en cambio, versa sólo sobre cosas
quien tiene la gloria del alma posee ya antes de la confirmación ni miserables buenas futuras que atañen a uno mismo 6. Por
la bienaventuranza no es ya futura, sino
en su causa suficiente la del cuerpo. antes de su caída, por no saber su por- eso en los condenados se puede dar me-
presente, no puede haber allí lugar algu-
venir. En verdad, para la verdadera y jor la fe informe que la esperanza, pues-
no para la virtud de la esperanza. De ahí
perfecta bienaventuranza se requiere es- to que los bienes divinos no son para
que la esperanza, lo mismo que la fe, des- ARTICULO 3 tar ciertos de la perpetuidad de su felici- ellos futuros posibles, sino ausentes.
aparece en la patria, y ninguna de las
dad; de lo contrario no se aquietaría la 3. A la tercera hay que decir: La falta
dos puede darse en los bienaventurados. ¿Hay esperanza en los condenados?
voluntad. De igual modo, formando de esperanza en los condenados no varía
Respuesta a las objeciones: 1. A la In Sent. 3 d.26 q.2 a.5 q.a 4 su demérito, como tampoco en los bien-
parte de la pena de los condenados la
primera hay que decir: Cristo, aunque aventurados el cese de ella aumenta el
perpetuidad de la misma, tampoco ten-
comprensor y, por lo mismo, bienaven- Objeciones por las que parece que mérito, sino que lo uno y lo otro acon-
dría razón de pena si no contrariara a la
turado en cuanto al goce divino, era, no hay esperanza en los condenados: tece por el cambio de estado.
voluntad, lo cual sucedería en realidad si
obstante, al mismo tiempo, viador por la 1. Según el testimonio de San Ma-
ignoraran su perpetuidad. Por eso, a la
pastbilidad de la naturaleza humana que teo (25,4): Id, malditos, al fuego eterno, pre- ARTICULO 4
condición de miseria de los condenados
todavía llevaba. Por eso podía esperar la parado para el diablo y sus ángeles, el diablo atañe saber ellos mismos que de ningún ¿Tiene certeza la esperanza de los
gloria de la impasibilidad y de la inmor- es no solamente un condenado, sino modo podrán evadir la condenación y viadores? c
talidad. Pero no por tener la virtud de la también el príncipe de ellos. Ahora bien, alcanzar la bienaventuranza. Por eso se
esperanza, cuyo objeto principal no es la el diablo tiene esperanza, según el tes- lee en Job (15,22): No confía escapar de In Sent. 3 d.26 q.2 a.4; De spe a.2 ad 4
gloria del cuerpo, sino la fruición di- timonio de Job (40,28): He aquí que su es- las tinieblas a la luz. De todo eso resulta Objeciones por las que parece que la
vina. peranza le defraudará. Parece, pues, que evidente que no pueden aprehender la esperanza de los viadores no tiene cer-
2. A la segunda hay que decir: Se pien- los condenados tienen esperanza. bienaventuranza como un bien posible, teza:
sa que la bienaventuranza de los santos 2. Más aún: Así como la fe puede
es la vida eterna, porque, por el hecho ser formada e informe, así la esperanza.
de gozar de Dios, se hacen, en cierta Pues bien, en los demonios y en los con- 4. L.11 c.17: ML 34,438. 5. C.20: ML 76,697. 6. C.8: ML 40,234.
manera, participantes de la eternidad di- denados puede haber fe informe, según
vina, que está por encima de todo tiem- leemos en Santiago (2,19): Los demonios b. El hombre viador aún puede ser, según Santo Tomás, considerado en dos situaciones:
po. Por eso la continuación de la bien- creen, y se estremecen. Luego parece que en en esta vida o en el purgatorio. El ve posible la esperanza también en los que se purifican. Se
aventuranza no se distingue en presente, los condenados puede haber también es- podría argüir contra la futuridad y la arduidad del objeto de la esperanza de los que están en el
pasado y futuro. De ahí que los bien- peranza informe. purgatorio, por desconocerse cómo es la duración en aquel estado (¿temporal o no?), y por la
aventurados no tienen esperanza de su 3. Y también: Ningún hombre des- certeza absoluta de su posesión. Por lo que al carácter arduo se refiere, lo hemos visto sobre
continuación en la bienaventuranza, sino todo en la eminencia o grandeza de Dios, que al que se purifica le consta más que a nadie y
pués de la muerte crece en mérito o en mejor que nunca (véase nota d de q.17). La escatología de la Edad Media no se planteó la cues-
que poseen la realidad misma, pues allí demérito que no tuvo en vida, según tión de una duración diversa a la temporal después del instante de la muerte, al modo como
no hay razón de futuro. leemos en la Escritura: Si cayere el leño al se lo plantea la escatología actual.
3. A la tercera hay que decir: Perma- medio día o al aquilón, allí quedará (Eclo c. De los «viadores» ( = los que aún están en camino, in via), Santo Tomás da por supuesto
neciendo la virtud de la esperanza, por 11,3). Pero muchos de los que serán que son los sujetos, obviamente, de la esperanza. La pregunta acerca de ellos, pues, se refiere
la misma se espera para sí y para los de- condenados tuvieron en esta vida espe- a la certeza de la misma.
C.18 a.4 Sujeto de la esperanza 173
1. La esperanza radica en la volun- fin. En este sentido se dice que la natu- CUESTIÓN 19
tad. Ahora bien, la certidumbre pertene- raleza obra con certeza como movida
ce al entendimiento, no a la voluntad. por el entendimiento divino, que enca- a
El don de temor
Luego la esperanza no tiene certeza. mina todo hacia su fin. En idéntico sen-
2. Más aún: La esperanza proviene tido se dice también que las virtudes Pasamos ahora a tratar el tema del don de temor. Sobre ese tema se
de ía gracia y de los méritos, como he- morales obran con más certeza que el plantean doce problemas:
mos dicho (q.17 a.1 arg.2). Pues bien, en arte 8, en cuanto que están movidas a sus
esta vida no podemos saber con certeza
1. ¿Debe temerse a Dios?—2. División del temor en filial, inicial, servil
actos por la razón, al modo de la natura- y mundano.—3. El temor mundano, ¿es siempre malo?—4. El temor ser-
que tenemos la gracia, según lo ya ex- leza. De este modo tiende también la es-
puesto (1-2 q.112 a. 5). En consecuencia, peranza hacia su fin con certeza, como vil, ¿es bueno?—5. El temor servil, ¿se identifica sustancialmente con el fi-
la esperanza de los viadores carece de participando de la certeza de la fe, que lial?—6. Al sobrevenir la caridad, ¿queda excluido el temor servil?—7. El
certeza. está en la potencia cognoscitiva.
3. Y también: No se puede tener
certeza de lo que puede fallar. Pero mu- Respuesta a las objeciones: 1. La
chos viadores que tienen esperanza fa- respuesta a la primera objeción queda a. Ese aspecto de temor (véase nota d de q.18) no impide la certeza de la esperanza, pero
llan en la consecución de la bienaventu- dada en la solución al problema. da lugar a cierta inquietud que confiere a la esperanza una imperfección. Esta hace necesaria
2. A la segunda hay que decir: La espe- una moción especial del Espíritu Santo por medio del don de temor, ya que, dice Santo To-
ranza. Por consiguiente, la esperanza de más, «los dones se conceden para actos más altos que los de las virtudes» (In Sent. 3 d.34 q.1
los viadores no tiene certeza. ranza no se apoya principalmente en la
gracia ya recibida, sino en la omnipoten- a.1; cf. 1-2 q.68 a.1), «se dan en ayuda de las virtudes contra los defectos» (1-2 q.68 a.8 sed
En cambio está lo que dice el Maes- cont.).
cia y misericordia divinas, por la cual Decíamos en la introducción a este tratado que la correlación o correspondencia esperanza-
tro: La esperanza es expectación cierta de la quien no tiene la gracia puede conse-
bienaventuranza futura 7. Y estas palabras don de temor no es perenne en Santo Tomás. Puede resultar interesante ver, en sus diversos
guirla y así llegar a la vida eterna. Y de contextos, el lugar que al temor se reserva. Lo aclaramos con el siguiente cuadro sinóptico:
se pueden tomar en el sentido que afir- la omnipotencia de Dios y de su miseri-
ma el Apóstol: Sé a quién me he confiado y cordia está cierto el que tiene fe. I In Sent. 3 d.34 q.1 a.2
estoy cierto de que es poderoso para guardar 3. A la tercera hay que decir: El hecho Criterio de clasificación:
mi depósito (2 Tim 1,12). de que fallen en la consecución de la El obrar humano, que el don perfecciona, o es: DONES
Solución. Hay que decir: La certeza bienaventuranza algunos que tienen fe A) Contemplación, que conlleva:
• conocimiento de la verdad (inventio) de inteligencia
puede darse en una persona de dos ma- proviene del defecto del libre albedrío • juicio sobre otras cosas (iudicium) de sabiduría
neras: esencial y participada. De manera que pone el obstáculo del pecado d; nun- o es B) Acción, que procede:
esencial se da en la facultad cognosciti- ca por falta de la omnipotencia o de la
va; de manera participada, en cambio, en misericordia divinas en la que se apoya • dirigiendo (inventio) de consejo
todo aquello que la facultad cognosciti- la esperanza; por eso no va en detrimen- (ord. cognoscitivo) (iudicium) de ciencia
va encamina de manera infalible hacia su to de su certeza.
operación (justicia) de piedad

7. Sent. l.3 d.26 c.1 (QR 2,670). 8. ARISTÓTELES, Ethic. 2 c.6 n.9 (BK 1106b14): • ejecutando del irascible
S. TH., lect.6. (ord. afectivo) (fortaleza) de fortaleza
pasiones del concupiscible
En efecto. Una vez establecidos cuáles son sus objetos (q.17 a.2: formal quod; ib. a.4: formal (templanza) de temor
quo) y sus peculiarísimas condiciones, desde el punto de vista del sujeto se sigue la certeza de
la esperanza. Siendo su acto propio la intención sobrenatural del fin último (véase nota a), la cer- II 1-2 q.68 a.4
teza de la esperanza es una certeza de in-tención o in-clinación de la voluntad del esperante ha- Criterio de clasificación:
cia la vida eterna. Intención que significa suprema tensión o intensidad de todas las energías Las facultades que pueden ser principios de actos humanos y en las
del alma hacia el sumo bien. que hay dones, son:
d. Lo que es sólo firmeza o certeza de la esperanza, cuando se la mira desde la vertiente
de sus objetos (la vida eterna y la omnipotencia y misericordia de Dios), tiene que hacerse A) La razón, que es
compatible con el temor, cuando se la mira desde la vertiente que mira a nosotros. En efecto; aprehensión de la verd. (inventio) de inteligencia
la razón propia de su certeza está en fundarse en Dios, que es inmutable (innititur Deo, qui est • especulativa
incommutabilis: In Ps. 30,1). Pero nosotros somos volubles y defectibles, somos vanidad. Aunque juicio sobre la verd. (iudicium) de sabiduría
la esperanza inclina a adherirse a Dios con firmeza a pesar de la propia fragilidad, precisamente
en virtud de esto no puede quedar excluido un elemento de temor. Como no puede quedar ex- aprehensión de la verd. (inventio) de consejo
cluido el fallo de hecho. El fallo no provendrá nunca de Dios, sino de la libertad del hombre. • práctica
¿De dónde se origina el fallo de la libertad movida por la gracia? La pregunta nos remite al juicio sobre la verd. ( iudicium ) de ciencia
tratado de ésta.
B) El apetito
• en relación a los demás de piedad
miedo a peligros de fortaleza
• en uno mismo
deseo desord. de placer de temor
C.19 a.1 El don de temor 175 176 Tratado de la esperanza C.19 a.2
temor, ¿es principio de la sabiduría?—8. El temor inicial, ¿es sustancial- 2
sino mal relativo y bien absoluto. Efecti- 1. El Damasceno pone seis especies
mente lo mismo que el filial?—9. El temor, ¿es don del Espíritu Santo? vamente, dado que el bien dice orden al de temor: pereza, vergüenza, y los de-
10. ¿Disminuye al crecer la caridad?—11. ¿Permanece en la patria? fin y el mal conlleva la privación de ese más que ya hemos enumerado (1-2 q.41
12. ¿Qué le corresponde entre las bienaventuranzas y los frutos? orden, es mal absoluto lo que excluye a.4), y que no se tocan en esta división.
totalmente el orden al fin último, cual es Parece, pues, que no es adecuada esa di-
el mal de culpa. El mal de pena, en cam- visión del temor.
ARTICULO 1 Tu perdición, de ti, Israel; de mí proviene tu bio, es ciertamente un mal, en cuanto 2. Más aún: Cualquiera de estos te-
auxilio (Os 13,9). En consecuencia, Dios priva de un bien particular; pero en ab- mores o es bueno o es malo. Pero hay
¿Puede ser temido Dios? no debe ser temido. soluto es bien, en cuanto que está den- algún temor, es decir, el natural, que ni
1-2 q.42.a 1; In Sent. 3 d.34 q.2 a.2 q.a 1 ad 2 En cambio está el testimonio del tro del orden al fin último. Mas con re- es bueno moralmente, pues se da en los
profeta: ¿Quién no te temerá, rey de las na- lación a Dios nos puede sobrevenir el demonios, como dice este testimonio:
Objeciones por las que parece que ciones? (Jer 10,7), y este otro: Si yo soy el mal de culpa si nos separamos de El. Los demonios creen, y se estremecen (Sant
Dios no puede ser temido: Señor, ¿dónde está mi temor? (Mal 1,6). Bajo este aspecto, Dios puede y debe ser 2,19), ni es malo, ya que lo tuvo Cristo,
1. Como ya hemos dicho (1-2 q.41 Solución. Hay que decir: Así como la temido. a tenor de estas palabras: Comenzó Jesús a
a.2; q.41 a.l), el objeto del temor es el esperanza tiene doble objeto: el bien fu- Respuesta a las objeciones: 1, A la tener tedio y temor (Mc 14,33). En conse-
mal futuro. Pero Dios está exento de turo, cuya consecución se espera, y el primera hay que decir: La razón aducida se cuencia, es insuficiente esa división del
todo mal, ya que es la bondad por esen- auxilio de alguien por el que se espera refiere al mal que es objeto de temor. temor.
cia. Por lo tanto, Dios no puede ser te- conseguir ese bien b, el temor puede te- 2. A la segunda hay que decir: En Dios 3. Y también: Son diversas las rela-
mido. ner doble objeto: el mal mismo del que se han de considerar no sólo la justicia ciones del padre con el hijo, de la esposa
2. Más aún: El temor se opone a la huye el hombre, y aquello de lo que por la que castiga a los pecadores, sino con el marido, del criado con su señor.
esperanza. Ahora bien, tenemos esperan- puede provenir el mal. Pues bien, Dios, también la misericordia por la que nos Mas el temor filial, que es el del hijo ha-
za en Dios. Luego no podemos a la vez que es la bondad misma, no puede ser libra. Por eso la consideración de su jus- cia su padre, se distingue del servil, o
temerle. objeto de temor del primer modo. Del ticia promueve en nosotros el temor, y sea, el del criado hacia su señor. Por
3. Y también: Como escribe el Filó- segundo, en cambio, puede serlo, en de la consideración de su misericordia consiguiente, de estos temores debe dis-
sofo en II Rhet., tememos aquello de que nos cuanto que de El o con respecto a El brota en nosotros la esperanza. De ese tinguirse también el temor casto, que es
puede provenir un mal 1. Ahora bien, nues- nos puede amenazar algún mal. De modo, bajo diversos aspectos, Dios es el de la esposa hacia su marido.
tros males provienen no de Dios, sino Dios, en verdad, nos puede sobrevenir objeto de esperanza y de temor c. 4. Todavía más: Del mismo modo
de nosotros mismos, según la Escritura: el mal de pena, que no es mal absoluto, 3. A la tercera hay que decir: El autor que el servil, el temor inicial y el mun-
del mal de culpa no es Dios, sino nos- dano temen la pena. No debieron, pues,
1. ARISTÓTELES, c.5 n.13 (BK 1382b32). otros mismos por apartarnos de El; el distinguirse entre sí estos temores.
mal de pena, en cambio, proviene en 5. Finalmente, como la concupiscen-
realidad de Dios en cuanto a su aspecto cia recae sobre el bien, el temor recae
de bien, a saber, por ser pena justa. Pero sobre el mal. Pero una es la concupis-
III 2-2 el que Dios justamente nos inflija una cencia de los ojos, con la que se codician
Criterio de clasificación: pena sucede primordialmente por causa los bienes del mundo, y otra la de la car-
Las virtudes, cuyo obrar es perfeccionado por los dones, son: DONES de nuestros pecados. Es el modo de que ne, con la que se apetecen los propios
A) Teologales placeres. Por lo tanto, es también dis-
habla la Escritura en estos términos:
de inteligencia Dios no hizo la muerte; pero los impíos la tinto el temor mundano con que se
• Fe llaman con sus obras y sus palabras (Sab teme perder los bienes externos, y el te-
de ciencia 1,13.16). mor humano con que se teme detrimen-
to en la propia persona.
• Esperanza de temor ARTICULO 2
de sabiduría En cambio está la autoridad del
• Caridad Maestro3.
¿Es adecuada la división del temor
o B) Morales en filial, inicial, servil y mundano? d Solución. Hay que decir: Aquí trata-
In Sent. 3 d.34 q.2 a.1 q.a 2; In Rom. c.8 lect.5 mos del temor en cuanto que de algún
• Prudencia de consejo
• Justicia de piedad Objeciones por las que parece que modo nos conduce a convertirnos a
• Fortaleza de fortaleza no es adecuada la división del temor en Dios o nos apartamos de El. Dado que,
• Templanza de temor filial, inicial, servil y mundano: efectivamente, el objeto del temor es el

Al don de temor le corresponden, como frutos, la modestia, continencia y castidad, que tie- 2. S. JUAN DAMASCENO, De fide orth. l.2 c.15: MG 94,932. 3. Sent. l.3 d.34 c.4 (QR 2,701).
nen que ver con la templanza (In Sent. 3 d.34 q.1 a.5). Por consiguiente, el acto positivo del
don de temor, o sea la reverencia para con Dios, colabora con la virtud de la esperanza; en c. Teologal es la esperanza porque lleva a Dios. El temor, no; él no lleva a Dios, sino que
su aspecto negativo, ayuda a oponerse al mal, está en la línea de la templanza. Su ubicación, huye de un mal. El temor contempla o mira a Dios no como término propio, sino como prin-
en el último lugar en sentido descendente o primero en sentido ascendente, se justifica por lo cipio de castigo. Las relaciones con Dios, por consiguiente, que se establecen mediante la espe-
ínfimo de su sentimiento negativo de temor de la separación de Dios. El temor filial, único ranza, y las que se establecen mediante el temor son completamente distintas.
compatible con el don del Espíritu Santo, es el primer paso a dar en el acceso a Dios. «Su» d. También será útil, al abordar el tema de este artículo, contar previamente con el cuadro
bienaventuranza es, coherentemente, la de los pobres de espíritu (a. 12). de significados del temor, para captar el alcance y sentido de las objeciones y su solución (cf.
b. Véase nota i de q.l7. A. GARDEIL, Crainte: DTC 3,2011s; J. M. RAMÍREZ, De passionibus p.399-406).
178 Tratado de la esperanza C.19 a.3
mal, el hombre se aparta a veces de Dios 4. A la cuarta hay que decir: Esos tres
por los males que teme, y este temor re- temores se refieren a la pena, pero de
cibe el nombre de «humano» o «munda- manera distinta. En efecto, el temor
no». Otras, en cambio, el hombre se mundano o humano se refiere a la pena
convierte a Dios y se une a El por el que aparta de Dios, la cual a veces la in-
mal que teme. Y este tipo de mal es do- fligen los enemigos de Dios o amenazan
ble, a saber: el mal de pena y el de cul- con ella. Mas el temor inicial y el servil
pa. Por lo tanto, si se convierte a Dios se refieren a la pena que lleva a Dios,
y se une a El por el temor de pena, te- una pena que El inflige o con la que

genérico: rubor
(gr. αίδώς; lat. erubescentia)
específico: pudor
nemos el temor servil; pero si lo hace amenaza, y a esta pena se refieren: el te-
por el temor de culpa, será el temor fi- mor servil, de manera principal; el ini-
lial, pues es propio de los hijos temer la cial, de manera secundaria.
ofensa del padre. Pero si se teme por los 5. A la quinta hay que decir: Por la

inicial (no puramente servil)


misma razón, el hombre se aparta de

puramente servil (= servilmente servil)


dos, es el temor inicial, el cual está entre
los dos. Si se puede temer el mal de cul- Dios por el temor de perder los bienes
pa, es tema que se estudió en su lugar del mundo y por el temor de perder la

por padecer
(próximo)
padecido: vergüenza
(concomitante) (gr. αίσχύνη; lat. verecundia)
(1-2 q.42 a.3) al tratar de la pasión del incolumidad de su cuerpo, ya que los

servil
filial (= casto o reverencial)
temor. bienes exteriores pertenecen a éste. Por
eso, uno y otro temor se consideran

gr. όχνος; lat. segnities)


Respuesta a las objeciones: 1. A la
primera hay que decir: El Damasceno divi- aquí como uno solo, aunque son dis-

(imprevisto) (gr. έχπληξις; lat. stupor)


(imprevisible) (gr. αγωνία; lat. agonia)
de el temor en cuanto pasión del alma. tintos los males que se temen, como

físico: temor del trabajo: pereza


moral
según la potencia: ansiedad

según el acto: terror


moderado
inmoderado
mundano (o humano)
divino
Pero esta otra división del temor se con- también lo son los bienes que se desean.
sidera en relación a Dios, como hemos Y de esa diferencia proviene la diversi-
expuesto. dad específica de pecados, aunque tienen
2. A la segunda hay que decir: El bien todos de común el alejamiento de Dios e.
moral consiste principalmente en la con-
versión a Dios; y el mal, en la aversión. ARTICULO 3
Por lo tanto, estos temores implican

(sumo)
siempre o un bien o un mal moral. El ¿Es siempre malo el temor

correlativo al amor natural por la propia conservación: natural o instintivo


o
no natural
adventicio
por cantidad: estupefacción (gr. χατάπληξις; lat. admiratio)
por cualidad . . . .
temor natural, en cambio, es previo al mundano?
bien o al mal moral, y por eso no se
In Sent. 3 d.34 q.2 a.1 q.a 3; Expos. texto; In Rom.
cuenta entre ellos. c.8 lect.3
3. A la tercera hay que decir: La rela-
ción del criado con su señor se basa en Objeciones por las que parece que el
la potestad de éste sobre el siervo que le temor mundano no es siempre malo:

(por relación a la razón


que regula)
(respecto a Dios)
está sometido. La relación, en cambio, 1. Al temor mundano parece com-

interno . . . .
teológicamente

externo . . . .
filosóficamente
del hijo con el padre, o de la esposa con peterle la veneración a los hombres.
el esposo, se basa en el afecto del hijo, Ahora bien, a quienes no reverencian a
que se somete a su padre; o de la esposa, los hombres se les vitupera, como se ve
que se une al esposo con unión de amor. en el caso del juez inicuo, que ni temía a
De ahi que el temor filial y el temor cas- Dios ni reverenciaba a los hombres (Lc 18,2).
to se refieran a una misma realidad, pues Parece, pues, que el temor mundano no
por el amor de caridad Dios se hace siempre es malo.
nuestro Padre, a tenor de estas palabras: 2. Más aún: Al temor mundano pa-
Habéis recibido un espíritu de adopción de hi- recen corresponder las penas impuestas
jos con el cual llamamos: ¡Abba!, Padre por los poderes seculares. Pues bien,

(según el objeto por


psicológicamente
relación al que teme)
moralmente
(Rom 8,15), y por la misma caridad se esas penas nos incitan a obrar bien, se-
llama nuestro esposo, según otro testimo- gún estas palabras: ¿Quieres no temer al
nio del Apóstol: Os be desposado como vir- poder? Haz el bien y recibirás su alabanza
gen casta con un varón, Cristo (2 Cor 11,2). (Rom 13,3). Luego el temor mundano
El temor servil, en cambio, es distinto, no es siempre malo.
ya que en su concepto no implica ca- 3. Y también: No parece malo lo
ridad. que nos es inherente por naturaleza,

e. Hay algo genérico, y común, por tanto, a todo pecado, y algo específico. La diversidad
proviene de esto segundo y no de lo primero. Lo común es la aversión o separación de Dios;

CLASES DE TEMOR
lo que especifica y da su forma a cada pecado es su objeto. El temer males diversos no hace
que esos dos temores (humano y mundano) sean diversos.
C.19 a.4 El don de temor 179 180 Tratado de la esperanza C.19 a.5
puesto que lo natural nos viene de Dios. 2. A la segunda hay que decir: Los po- habéis recibido el espíritu de servidumbre no ame la justicia, sino que solamente
Mas es natural al hombre temer el daño deres seculares, en cuanto imponen pe- (Rom 8,15), escribe: Un mismo Espíritu es tema la pena.
del propio cuerpo y perder los bienes nas para retraer del pecado, son minis- quien engendra dos temores, el servil y el cas- 2. A la segunda hay que decir: El te-
naturales con que se conserva la vida tros de Dios, a tenor de las palabras del to 8. Luego el temor servil no es malo. mor servil, en su esencia, no brota del
presente. Por lo tanto, parece que el te- Apóstol: Es ministro de Dios vengador, Solución. Hay que decir: El temor ser- orgullo. El servilismo, en cambio, brota
mor mundano no es siempre malo. airado con quien obra mal (Rom 13,4). Te- del orgullo en cuanto que el hombre no
mer de este modo al poder secular no vil es malo por su servilismo, ya que la
En cambio está lo que dice el Señor: atañe al temor mundano, sino al servil o servidumbre se opone a la libertad. Por quiere someter su afecto por amor al
No temáis a quienes matan el cuerpo (Mt eso, siendo libre el que es causa de sí mis- yugo de la justicia.
al inicial. 3. A la tercera hay que decir: Se llama
10,28), y con esas palabras se proscribe 3. A la tercera hay que decir: Es natu- mo, como se escribe en el comienzo de
el temor mundano. Pues bien, nada que ral que el hombre trate de evitar el de- los Metafísicas 9, es siervo quien actúa no amor mercenario el de quien ama a Dios
no sea malo está divinamente prohibido. por sí mismo, sino como movido desde por los bienes temporales f, y esto es de
trimento corporal, como incluso el daño suyo contrario a la caridad. Por eso es
Luego el temor mundano es malo. en lo temporal. Pero va contra la razón fuera por otro. Ahora bien, todo el que
actúa por amor, lo hace como por sí siempre malo. El amor servil, en cam-
Solución. Hay que decir: Como ya he- natural que por ellos se aparte de la jus- bio, esencialmente sólo implica temor de
mos probado (1-2 q.18 a.2; q.54 a.2), los ticia. Por eso dice también el Filósofo en mismo, ya que se mueve a ello por pro-
pia inclinación. Por eso, el obrar por la pena, sea o no ésta temida como mal
actos morales y los hábitos se especifican III Ethic. 5 que hay cosas, como las principal.
y reciben el nombre por los objetos. obras de los pecados, a las que nadie amor va contra el servilismo. En conse-
Ahora bien, el objeto propio del movi- debe sentirse forzado por ningún temor, cuencia, el temor servil, en cuanto ser-
miento apetitivo es el bien final; por porque es peor cometer tales pecados vil, se opone a la caridad. ARTICULO 5
eso, todo movimiento del apetito sensiti- que sufrir cualquier tipo de penas. Por tanto, si el servilismo fuera esen-
cial al temor, el temor servil sería abso- ¿Se identifican sustancialmente el
vo recibe del propio fin su especie y su temor servil y el filial?
nombre. En efecto, si alguien llamara a lutamente malo, como es absolutamente
la codicia amor al trabajo, porque los ARTICULO 4 malo el adulterio, porque entraña en su In Sent. 3 d.34 q.2 a.3 q.a 1
hombres trabajan por codicia, no le da- esencia oponerse a la caridad. Mas el te-
¿Es bueno el temor servil? mor servil no entraña esencialmente el Objeciones por las que parece que el
ría el nombre adecuado, pues los codi- temor servil se identifica esencialmente
ciosos no buscan el trabajo como fin, In Sent. 3 d.34 q.2 a.2 q.a 1; In Rom. c.8 lect.3 servilismo, como tampoco la fe informe
entraña en su esencia la informidad. Y con el filial:
sino como medio, ya que como fin bus- 1. Parece que el temor filial está con
can las riquezas. Por eso la codicia se Objeciones por las que parece que el esto es así porque el hábito o el acto
temor servil no es bueno: moral se especifica por el objeto. Ahora el servil en la misma relación que la fe
denomina rectamente deseo o amor de formada con la informe. De estos ele-
las riquezas, lo cual es un mal. En el 1. El mal uso de cualquier cosa es bien, el objeto del temor servil es la
malo. Pues bien, el uso del temor servil pena, a la cual es accidental que el bien mentos, unos pueden coexistir con el pe-
mismo sentido se llama propiamente cado mortal, es decir, la fe informe y el
amor mundano aquel por el que uno se es malo, ya que, sobre el texto de Rom contrario a ella sea amado como último
8,15, dice la Glosa: Quien hace algo por te- fin, y por lo mismo pasa a ser temida temor servil; otros, en cambio, no, o
apega al mundo como fin último; y así, sea, el temor filial y la fe formada. Aho-
el amor mundano siempre es malo. Pero mor, aunque sea bueno lo que hace, no lo hace como el mal principal, hecho que se da
bien 6. En consecuencia, el temor servil en quien no tiene caridad. Puede, asimis- ra bien, la fe formada y la informe son
el temor nace del amor, ya que el hom- sustancialmente la misma fe. En conse-
bre teme perder lo que ama, como de- no es bueno. mo, suceder que el bien vaya ordenado a
2. Más aún: No es bueno lo que Dios como fin y que, por consiguiente, cuencia, lo son también el temor servil y
muestra San Agustín en el libro Octog. el filial.
trium quaest. 4 Y por eso el temor mun- nace de la raíz del pecado. Ahora bien, la pena no sea temida como mal princi-
el temor servil nace de la raíz del peca- pal, fenómeno que acontece en quien 2. Más aún: Los hábitos se especifi-
dano procede del amor mundano como can por los objetos. Pero el objeto del
de una raíz mala, y por eso es siempre do, porque, comentando San Gregorio tiene caridad. En realidad, la especie del
las palabras de Job (3,11) por qué no morí hábito no se pierde por la orientación temor filial y del servil es el mismo,
malo. pues por ambos se teme a Dios. Por lo
en el vientre de mi madre, escribe: Cuando se del objeto o del fin a otro fin superior.
Respuesta a las objeciones: 1. A la tanto, sustancialmente son lo mismo.
teme la pena presente por el pecado y no se Por eso el temor servil es sustancialmen-
primera hay que decir: Al hombre se le 3. Y también: El hombre espera go-
puede reverenciar de dos maneras. Por ama la faz perdida de Dios, el temor lo ins- te bueno; el servilismo, en cambio,
7 zar de Dios y también obtener de El be-
una parte, en cuanto hay en él algo divi- pira el orgullo, no la humildad . El temor malo.
servil es, por lo tanto, malo. neficios, y del mismo modo teme verse
no, por ejemplo, la gracia o la virtud; o Respuesta a las objeciones: 1. A la separado de Dios y sufrir penas. Ahora
al menos la imagen natural de Dios; y 3. Y también: Como el amor merce-
nario se opone al amor de caridad, así primera hay que decir: La cita de San bien, con la misma esperanza esperamos
por eso son vituperados quienes no re- Agustín hay que entenderla referida a gozar de Dios y alcanzar sus beneficios,
verencian a los hombres. Se les puede parece que el temor servil se opone al
temor casto. Luego también el temor quien hace una cosa por temor servil como ya hemos dicho (q.17 a.2 ad 2;
reverenciar también en cuanto son con- en cuanto servil, hasta el extremo de que a.3). En consecuencia, son lo mismo
trarios a Dios; bajo este aspecto son ala- servil.
bados quienes no los reverencian, como En cambio está el hecho de que nin-
se lee de Elias y Eliseo: En sus días no gún mal proviene del Espíritu Santo, 8. Glossa ordin. (6,18 F); cf. Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 191,1439; cf. SAN AGUSTÍN:
In Joann. 15,15: tr.85: ML 35,1849. 9. ARISTÓTELES, c.3 n.9 (BK 982b26); S. TH., lect.3.
tembló ante los príncipes (Eclo 48,13). porque comentando la Glosa el texto no
f. No es lo mismo amor interesado (que sí lo es el de la esperanza) que amor mercenario. La
4. C.33: ML 40,22. 5. C. I n.8 (BK 1110a26): S. TH.., lect.2. 6. Glossa de PEDRO esperanza no tiende a la bienaventuranza por razón de los bienes temporales, sino por razón
LOMBARDO: ML 191,1439; cf. Glossa ordin. (6,18 F); cf. PRÓSPERO DE AQUITANIA, Sent., sent. de Dios mismo, su arduidad, que es el objeto principal. Lo temporal a que aspira lo busca en
258: ML 51,463. 7. Moral. 4 c.27: ML 75,662. cuanto referido a la obtención de la vida eterna.
C.19 a.6 El don de temor 181 182 Tratado de la esperanza C.19 a.7
también el temor filial con que tememos ARTICULO 6 bre se ama a sí mismo por Dios y en 1. El comienzo forma parte de la
la separación de Dios y el servil con que Dios. Por último, el amor se distingue cosa. Pues bien, el temor no forma parte
¿Permanece el temor servil con la ciertamente de la caridad, pero sin con-
tememos ser castigados por El. de la sabiduría, ya que el temor radica
caridad? trariarla; por ejemplo, cuando uno se en la parte apetitiva, y la sabiduría, en
En cambio está lo que escribe San Infra a.8 ad 2; a.10; In Sent. 3 d.34 q.2 a.2 q.a 3; De ama a sí mismo en razón de su propio cambio, en la intelectiva. Parece, pues,
Agustín en Super prim. Canonic. Ioann. 10. verit. q.14 a.7 ad 2; q.28 a.4 ad 3 bien, pero sin poner en él su fin. Asi- que el temor no es principio de la sabi-
Hay dos temores, uno servil y otro filial mismo, respecto del prójimo puede dar- duría.
o casto. Objeciones por las que parece que el
temor servil no permanece con la ca- se un amor especial, además del amor de 2. Más aún: Nadie es principio de sí
Solución. Hay que decir: El objeto ridad: caridad, que se apoya en Dios, cuando el mismo. Pero el temor de Dios, como
propio del temor es el mal. Y dado que, 1. Dice San Agustín en Super pri- prójimo es amado, bien por motivos de vemos en la Escritura, es él mismo sabidu-
como se ha demostrado (1-2 q.18 a.5; mam Canonic. Ioan. 11 que cuando empieza a consanguinidad, bien por alguna otra ría (Job 28,28). Luego parece que el te-
q.54 a.2), los hábitos se distinguen por habitar la caridad es expulsado el temor que cualidad humana susceptible de ser orde- mor de Dios no es principio de la sabi-
los objetos, es preciso que por la diver- le preparó el lugar. nada a la caridad. duría.
sidad de males se diferencien específica- 2. Más aún: En palabras del Após- Por lo tanto, el temor de pena puede 3. Y también: Antes del principio
mente los temores. Pues bien, específica- tol, el amor de Dios se ha derramado en relacionarse también con la caridad de no hay nada. Hay, en cambio, algo antes
mente se diferencian el mal de pena que nuestros corazones por virtud del Espíritu tres maneras. Primera: separarse de del temor, ya que la fe precede al temor.
rehuye el temor servil, y el de culpa del Santo (Rom 5,5). Pues bien, donde está el Dios; es una pena que rehuye grande- En consecuencia, parece que el temor no
cual se aleja el filial, como hemos visto Espíritu del Señor está la libertad (2 Cor mente la caridad. Y esto pertenece al es principio de la sabiduría.
(1 q.48 a.5). Es, pues, evidente que el te- 3,17), y puesto que la libertad excluye la amor casto. Segunda: contrariando a la En cambio está el testimonio del sal-
mor filial y el servil no son sustancial- servidumbre, parece que al sobrevenir la caridad. En este caso se rehuye la pena mo 110,10: El principio de la sabiduría es
mente idénticos, sino específicamente di- caridad es expulsado el temor servil. contraria al bien propio natural como el temor de Dios.
ferentes. 3. Y también: El temor servil está principal mal, contrario al bien que se
ama como fin. En este sentido, el temor Solución. Hay que decir: Del principio
causado por el amor de sí mismo, dado de la sabiduría se puede hablar de dos
Respuesta a las objeciones: 1. A la que la pena aminora el propio bien. de pena no es compatible con la caridad.
primera hay que decir: La fe formada y la Tercera: el temor de pena se distingue maneras. Una: por ser principio de la sa-
Pero el amor de Dios expulsa el amor de biduría en su esencia; la otra, en cuanto
informe no difieren por el objeto, ya sí, ya que lleva a despreciarse a sí mis- sustancialmente del temor casto. Es de-
que las dos creen a Dios y creen en cir, el hombre tiene el temor de pena no a su efecto. Como el principio del arte,
mo, como muestra San Agustín en XIV en cuanto a su esencia, son los princi-
Dios. Difieren solamente por algo ex- De civ. Dei 12. El amor de Dios hasta el por razón de la separación de Dios, sino
trínseco, o sea, por la presencia o ausen- por ser nocivo para el bien propio. Sin pios de que procede, y en cuanto a su
desprecio de sí mismo funda la ciudad de efecto es el punto de partida de la reali-
cia de la caridad. Por eso no se diversifi- Dios. En consecuencia, al sobrevenir la embargo, tampoco pone en ese bien su
can sustancialmente. El temor servil y el fin, y, por lo mismo, tampoco lo teme zación del trabajo artístico. Así decimos
caridad desaparece el temor servil. que el principio del arte de edificar son
filial, en cambio, difieren por los obje- como mal principal. Este temor de pena
tos. Por eso no hay paridad de razones. En cambio está el hecho de que, puede coexistir con la caridad, como he- los cimientos, porque en ellos comienza
2. A la segunda hay que decir: El te- como ya hemos dicho (a.4), el temor mos demostrado (a.2 ad 4; a.4). Por eso, el albañil a trabajar.
mor servil y el filial no guardan la mis- servil es un don del Espíritu Santo. Pero en cuanto servil, no permanece con la Siendo la sabiduría, como luego dire-
ma relación con Dios. El temor servil, los dones del Espíritu Santo no desapa- caridad, pero la sustancia del temor ser- mos (q.45 a.1), conocimiento de las co-
en efecto, se refiere a Dios como princi- recen cuando sobreviene la caridad por vil puede coexistir con ella, lo mismo sas divinas, nosotros —los teólogos—
pio que inflige penas; el filial, en cam- la cual habita el Espíritu Santo en nos- que el amor propio. y los filósofos la consideramos de mane-
bio, se refiere a El no como principio otros. El temor servil, pues, no desapa- ra diferente. Ya que, efectivamente,
rece al llegar la caridad. Respuesta a las objeciones: 1. A la nuestra vida está ordenada y se dirige a
activo de culpa, sino más bien como tér- primera hay que decir: San Agustín habla
mino del que rehuye verse separado por Solución. Hay que decir: El temor ser- la fruición de Dios por cierta participa-
del temor en cuanto servil. ción de la naturaleza divina que nos
la culpa. Por eso la identidad específica vil tiene por causa el amor de sí mismo, 2. y 3. Del mismo modo arguyen es-
no se deriva del mismo objeto, que es porque es el temor de pena, detrimento confiere la gracia, los teólogos conside-
tas dos objeciones. ramos esa sabiduría no sólo como mero
Dios. También los movimientos natura- del propio bien. Por eso, en la misma
les se diversifican específicamente por su medida en que el temor de pena puede conocimiento de Dios, como lo hacen
distinta relación con el mismo término; coexistir con la caridad, en esa misma ARTICULO 7 los filósofos, sino también como orienta-
en realidad no son específicamente el coexiste el amor de sí mismo, pues por dora de la vida humana, que se dirige
mismo movimiento el que parte de la el mismo motivo desea el hombre su ¿Es el temor principio de la no sólo por razones humanas, sino tam-
blancura y el que tiende a ella. propio bien y teme su privación. Ahora sabiduría? g bién por razones divinas, como enseña
3. A la tercera hay que decir: La espe- bien, el amor de sí mismo se puede rela- Infra q.45 a.6 ad 3 San Agustín en XII De Trin. 13 Por lo
ranza tiende a Dios como principio, tan- cionar con la caridad de tres maneras: tanto, el principio de la sabiduría, en su
to en el aspecto de fruición divina como La primera, se opone a ella al poner el Objeciones por las que parece que el esencia, lo constituyen los primeros
en el de cualquier otro beneficio. No fin en el amor del bien propio. Otra: el temor no es principio de la sabiduría: principios de la sabiduría, que son los
ocurre lo mismo en el caso del temor. amor de sí mismo va incluido en la cari-
13. C.13: ML 42,1009.
Por lo tanto, no hay paridad de razones. dad, hecho que sucede cuando el hom-
g. Como explica el texto de este artículo, aquí sabiduría significa una ciencia superior, que
es conocimiento sabroso de las realidades que se refieren a Dios, y que es infundido con la cari-
10. Tr.9 super 6,18: ML 35,2049. 11. Tr.9 super 6,18: ML 35,2047. 12. C.28: ML 41,436. dad por el Espíritu Santo.
C.19 a.8 El don de temor 183 184 Tratado de la esperanza C.19 a.9
artículos de la fe. Bajo este aspecto se tura: El temor del Señor es el principio del 2. A la segunda hay que decir: El te- expone San Gregorio en II Moral. 18, se
dice que el principio de la sabiduría es la amor (Eclo 25,16). En consecuencia, el mor inicial no teme la pena como objeto dan en ayuda de las virtudes. Ahora
fe. Pero, en cuanto a su efecto, el princi- temor inicial es distinto del filial. propio, sino en cuanto lleva anejo algo bien, la esperanza es más perfecta que el
pio de la sabiduría es el punto de partida 2. Más aún: El temor inicial teme la de temor servil. Ese temor, en realidad, temor, ya que se refiere al bien; el te-
del que arranca su operación. En este pena, objeto del temor servil. Parece, coexiste sustancialmente con la caridad, mor, en cambio, al mal. Siendo, pues, la
sentido, el principio de la sabiduría es el pues, que se identifican el temor inicial y pero sin servilismo. Su acto, sin embar- esperanza virtud, no debe afirmarse que
temor, aunque lo son de manera diferen- el servil. Pero éste se distingue del filial. go, coexiste con la caridad imperfecta en el temor sea don.
te el temor servil y el filial. El temor Luego el temor inicial difiere también quien, para obrar bien, se mueve no En cambio está el hecho de que en la
servil lo es como principio que dispone esencialmente del filial. sólo por amor de la justicia, sino tam- Escritura el temor está enumerado entre
para la sabiduría desde fuera: por el te- 3. Y también: El medio difiere en bién por temor de la pena. Ese acto los siete dones del Espíritu Santo (Is
mor de la pena se retrae uno del pecado, igual proporción de los extremos. Pues cesa, no obstante, en quien tiene la cari- 11,3).
y esto le habilita para el efecto de la sa- bien, el temor inicial es medio entre el dad perfecta, que echa fuera el temor que Solución. Hay que decir: Como ya he-
biduría, según se lee en la Escritura: El servil y el filial. Luego difieren los dos. tiene pena, como se lee en San Juan (1 Jn mos expuesto (a.2), el temor es múltiple.
temor del Señor aleja el pecado (Eclo 1,27). En cambio está el hecho de que lo 4,18). Pero, según escribe San Agustín en el li-
El temor casto o filial, en cambio, es perfecto y lo imperfecto no se diversifi- 3. A la tercera hay que decir: El temor bro De gratia et lib. arb. 19, el temor hu-
principio de la sabiduría como primer can sustancialmente. Ahora bien, el te- inicial está entre el filial y el servil, pero mano no es don de Dios, pues con ese
efecto suyo. En efecto, dado que corres- mor inicial y el filial se diferencian por no como lo que está entre cosas del mis- temor negó San Pedro a Cristo, sino el
ponde a la sabiduría regular la vida hu- la perfección o imperfección de la cari- mo género, sino como lo imperfecto temor del que se ha escrito: Temed a
mana por razones divinas, se habrá de dad, como se ve por San Agustín en Su- está entre el ser perfecto y el no-ser, quien puede echar en el infierno alma y cuerpo
tomar el principio de aquello que lleve per. prim. Canonic. Ioan. 14. Luego el te- como se lee en II Metaphys. 16 Ese ser (Mt 10,28). De la misma manera, tampo-
al hombre a reverenciar a Dios y some- mor inicial no es sustancialmente dis- imperfecto se identifica sustancialmente co se ha de contar el temor servil entre
terse a El; así, como consecuencia de ese tinto del filial. con el perfecto; difiere, sin embargo, to- los siete dones del Espíritu Santo, aun-
temor, se regulará en todo según Dios. talmente del no-ser. que provenga de él. En realidad, como
Solución. Hay que decir: El temor ini-
Respuesta a las objeciones: 1. A la cial se llama así por ser el principio. afirma San Agustín en el libro De nat. et
primera hay que decir: Ese razonamiento ARTICULO 9 gratia 20, puede llevar aneja voluntad de
Pero dado que tanto el temor servil
muestra que el temor no es el principio como el inicial son de alguna manera ¿Es don del Espíritu Santo el temor? pecar, mientras que los dones del Espíri-
de la sabiduría en cuanto a su esencia. principio de la sabiduría, a los dos se les In Sent. d.34 q.2 a.1 q.a 3; In Rom. c.8 lect.3
tu Santo no pueden coexistir con volun-
2. A la segunda hay que decir: El te- puede llamar en cierto modo inicial. No tad de pecar, ya que, como hemos ex-
mor de Dios se compara con la vida hu- Objeciones por las que parece que el puesto (1-2 q.68 a.5), no se dan sin cari-
es, sin embargo, ésta la acepción del temor no es don del Espíritu Santo:
mana, regulada por la sabiduría de Dios, concepto inicial por el que se distingue dad. De aquí se sigue, por lo tanto, que
como la raíz con el árbol. Por eso lee- 1. Ningún don del Espíritu Santo se el temor de Dios enumerado entre los
el temor servil del filial. La acepción opone a la virtud que proviene también
mos en la Escritura: La raíz de la sabidu- está tomada en el sentido de lo que ata- siete dones del Espíritu Santo es el te-
ría es temer al Señor, y sus ramas son longe- de él; de lo contrario, el Espíritu Santo mor filial o el casto. Efectivamente, diji-
ñe al estado de principiantes, en quienes, sería opuesto a sí mismo. Pues bien, el
vas (Eclo 1,25). Por eso, así como la raíz con el comienzo de la caridad, se intro- mos en otra ocasión (1-2 q.68 a.1 y 3)
es virtualmente todo el árbol, se afirma temor se opone a la esperanza, que es que los dones del Espíritu Santo son
duce cierto temor filial, pero sin que virtud. No es, pues, el temor don del
que el temor de Dios es sabiduría. ciertas perfecciones habituales de las po-
haya en ellos un temor filial perfecto, Espíritu Santo.
3. A la tercera hay que decir: A tenor porque no han llegado aún a la perfec- tencias del alma por las que éstas se tor-
de lo expuesto, la fe es de un modo 2. Más aún: Es propio de la virtud nan dóciles a su moción, como las po-
ción de la caridad. Por eso el temor filial teologal tener a Dios por objeto. Ahora tencias apetitivas, por la razón, se tornan
principio de sabiduría y de otro modo el inicial se relaciona con el filial como la
temor. De ahí que se lea: El temor de bien, el temor tiene por objeto a Dios dóciles para las virtudes morales. Ahora
caridad imperfecta con la perfecta. Pero en cuanto es temido. En consecuencia, bien, para que un ser esté en buenas
Dios es principio de su amor, y la fe, el prin- la caridad imperfecta y la perfecta no di-
cipio de la adhesión a El (Eclo 25,16). el temor no es don, sino virtud teologal. condiciones de movilidad con relación a
fieren esencialmente, sino sólo según el 3. Y también: El temor nace del su motor, se requiere, lo primero, que le
estado. Por eso hay que decir también amor. Ahora bien, el amor es virtud teo- esté sometido y sin resistencia, pues la
ARTICULO 8 que el temor inicial, en el sentido en que logal. Luego también lo es el temor resistencia ofrece obstáculos al movi-
¿Difiere sustancialmente el temor está tomado aquí, no se diferencia esen- como algo que pertenece a la misma. miento. Y esto hace en realidad el temor
inicial del temor filial? cialmente del filial. 4. Más todavía: San Gregorio decla- filial o casto, ya que por el mismo reve-
Respuesta a las objeciones: 1. A la ra en II Moral, que el temor se da contra renciamos a Dios y huimos no someter-
In Sent. 3 d.34 q.2 a.3 q.a 2
primera hay que decir: El temor que es la soberbia, a la cual se opone la virtud nos a El. Por eso precisamente el temor
Objeciones por las que parece que el principio del amor es el temor servil, el de la humildad 17. Por lo tanto, el temor filial tiene como el primer lugar, en es-
temor inicial difiere sustancialmente del cual introduce la caridad como la aguja al queda también comprendido bajo esta cala ascendente, entre los dones del Es-
filial: hilo, en expresión de San Agustín 15. O si virtud. píritu Santo, y el último en la escala des-
1. El temor filial lo causa el amor. se refiere al temor inicial, éste se llamará 5. Finalmente, los dones son más cendente, como expone San Agustín en
Ahora bien, el principio del amor es el principio de amor no absoluto, sino en perfectos que las virtudes, ya que, como el libro De serm. Dom. in monte 21.
temor inicial, como leemos en la Escri- cuanto al estado de caridad perfecta.
16. ARISTÓTELES, c.2 n.6 (BK 994a28): S. TH. lect.3. 17. C.49: ML 75,593. 18. C.49:
14. Tr.9 super 6,18: ML 35,2049. 15. In Joann, tr.9 super 6,18: ML 35,2047. ML 75,592. 19. C.18: ML 44,904. 20. C.57: ML 44,280. 21. L.1 c.4: ML 34,1234.
C.19 a.10 El don de temor 185 186 Tratado de la esperanza C.19 a.11
Respuesta a las objeciones: 1. A la 5. A la quinta hay que decir: Con lo Respuesta a las objeciones: 1. A la En cambio está el testimonio del sal-
primera hay que decir: El temor filial no es expuesto se da respuesta a esa objeción. primera hay que decir: San Agustín habla mo: El temor santo de Dios permanece por
contrario a la virtud de la esperanza. En ahí del temor de la pena. los siglos (Sal 18,10).
verdad, el temor filial no nos induce a ARTICULO 10 2. A la segunda hay que decir: El te- Solución. Hay que decir: En la patria
temer que nos falte lo que esperamos al- mor de la pena disminuye creciendo la no habrá de ningún modo temor servil,
canzar por el auxilio divino; tememos, ¿Disminuye el temor al crecer la esperanza; pero aumentando ella, aumen- que es el temor de pena. Este temor
más bien, retraernos a ese auxilio. Por caridad? ta también el temor filial, porque cuanto queda, en verdad, excluido por la segu-
eso el temor filial y la esperanza se com- con mayor certeza se espera la consecu- ridad de la bienaventuranza eterna, segu-
In Sent. 3 d.34 q.2 a.3 q.a 3
penetran y se perfeccionan entre sí. ción de algún bien por el auxilio de ridad que, como hemos dicho (q.18 a.3;
2. A la segunda hay que decir: El obje- Objeciones por las que parece que al otro, tanto más se teme ofenderle o 1-2 q.5 a.4), es de su misma esencia. Mas
to propio y principal del temor es el mal crecer la caridad disminuye el temor: apartarse de él. el temor filial, como aumenta al aumen-
del que se huye. Bajo este aspecto no 1. Dice San Agustín en Super prim. 3. A la tercera hay que decir: El temor tar la caridad, se perfeccionará también
puede ser Dios objeto del temor, como Canonic. Ioann.: Cuanto la caridad crece, filial no implica separación, sino más con la caridad perfecta. Por eso no ten-
ya hemos dicho (a.1); es, sin embargo, tanto el temor disminuye 22. bien sumisión, y rehuye apartarse de esa drá en la patria exactamente el mismo
objeto de la esperanza y de las demás 2. Más aún: Al crecer la esperanza sumisión. En cierta manera, sin embar- acto que ahora.
virtudes teologales. Efectivamente, por disminuye el temor. Ahora bien, crecien- go, implica separación por el hecho de Para evidenciar esto es de saber que el
la virtud de la esperanza nos apoyamos do la caridad crece la esperanza, como que no presume equipararse a él, sino objeto del temor es el mal posible, como
en el auxilio divino, no sólo para alcan- ya hemos expuesto (q.17 a.8). En conse- sometérsele. Ese tipo de separación se el de la esperanza lo es el bien posible.
zar cualquier bien, sino principalmente cuencia, al crecer la caridad disminuye el encuentra en la caridad en cuanto ama a Mas siendo el movimiento del temor
para alcanzar al mismo Dios como prin- temor. Dios más que a sí mismo y sobre todas una como huida, el temor implica la hui-
cipal bien. Lo mismo consta de las de- 3. Y también: El amor indica unión; las cosas. De ahí que el aumento del da de un mal arduo posible, pues los
más virtudes teologales. el temor, en cambio, separación. Pues amor de caridad no mengua la reveren- males pequeños no infunden temor. Por
3. A la tercera hay que decir: Del he- bien, estrechándose la unión, decrece la cia del temor, sino que la acrecienta. otra parte, como el bien de cada cosa ra-
cho de ser el amor el principio del te- separación. Luego al aumentar el amor dica en permanecer en su orden, así su
mor no se sigue que el temor de Dios de caridad, mengua el temor. mal radica en abandonarlo. Pues bien, el
no sea hábito distinto de la caridad, que ARTICULO 11
En cambio está lo que dice San orden de la criatura racional consiste en
es el amor de Dios. Efectivamente, el Agustín en el libro Octog. trium quaest.: someterse a Dios y dominar sobre las
amor es principio de todos los afectos, ¿Permanece en la patria el temor?
El temor de Dios no ya incoa, sino perfeccio- demás criaturas. De ahí que, como el
y, sin embargo, diversos hábitos perfec- mal de la criatura racional está en some-
na la sabiduría, es decir, la que ama intensa- 1-2 q.67 a.4 ad 2: In Sent. 3 d.34 q.2 a.3 q.a 4; De spe
cionan afectos diferentes. No obstante, a.4 ad 2; In Ps. ps.18 terse a otra inferior por amor, su mal
mente a Dios y al prójimo como a sí
el amor tiene más condición de virtud consiste también en no someterse a Dios
mismo 23.
que el temor, porque el amor tiene por Objeciones por las que parece que el sublevándose con presunción contra El
objeto el bien, y a él principalmente se Solución. Hay que decir: Como ya he- temor no permanece en la patria: o despreciándole. Este mal es posible en
ordena la virtud por su propia razón de mos expuesto (a.2), el temor de Dios es 1. Dice la Escritura (Prov 1,33): Se la criatura racional considerada en su
ser, como ya expusimos (1-2 q.55 a.3 y doble: el filial, con que se teme su ofen- disfrutará de abundancia sin temor de males. esencia, dada la volubilidad de su libre
4). Por ese motivo se pone la esperanza sa o su separación, y el servil, con que Eso se entiende del hombre que goza ya albedrío; pero en los bienaventurados es
como virtud. El temor, en cambio, se se teme la pena. Ahora bien, el temor fi- de la sabiduría de la bienaventuranza imposible por la perfección de la gloria.
refiere principalmente al mal que rehuye. lial debe crecer al aumentar la caridad, eterna. Ahora bien, todo temor entraña En consecuencia, la huida del mal, que
Por eso es menor que la virtud teologal. como aumenta el efecto al aumentar la algo de mal, porque su objeto es el mal, consiste en no someterse a Dios, existirá
4. A la cuarta hay que decir: Según la causa. En realidad, cuanto más se ama a como ya hemos dicho (a.2 y 5; 1-2 q.42 en la patria como posible a la naturaleza,
Escritura, el principio de la soberbia del otro, tanto más se teme ofenderle y a.1). En consecuencia, en la patria no pero imposible a la bienaventuranza. En
hombre es apostatar de Dios (Eclo 10,14), apartarse de él. El temor servil, por su habrá temor alguno. la tierra, en cambio, la huida de este mal
es decir, no querer someterse a El, lo parte, pierde del todo su servilismo 2. Más aún: En la patria, los hom- es totalmente posible.
cual se opone al temor filial, que reve- cuando llega la caridad, pero permanece bres estarán asemejados a Dios. Así lo Por eso, comentando San Gregorio
rencia a Dios. De esta manera, el temor sustancialmente el temor de la pena, afirma San Juan escribiendo: Cuando apa- en XVII Moral, las palabras de Job
excluye el principio de la soberbia, y por como ya hemos expuesto (a.6). Y este rezca seremos semejantes a El (1 Jn 3,2). Y 26,11: Las columnas del cielo se tambalean y
eso se da contra ella. De ello no se si- temor disminuye al crecer la caridad, so- como Dios nada teme, tampoco los se estremecen a una amenaza tuya, escribe:
gue, sin embargo, su identificación con bre todo en cuanto a su acto, pues cuan- hombres tendrán en la patria ningún Las virtudes mismas del cielo, que le miran
la virtud de la humildad, sino que es su to más se ama a Dios, menos se teme la temor. sin cesar, se abaten en esa contemplación. Pero
principio. Como hemos dicho (q.68 a.4), pena. En primer lugar, porque se presta 3. Y también: La esperanza es más ese temblor, para que no les sea penal, no es
los dones del Espíritu Santo son princi- menos atención al propio bien, al cual se perfecta que el temor, ya que la esperan- de temor, sino de admiración 24, es decir, ad-
pios de las virtudes intelectuales y mora- opone la pena. En segundo lugar, por- za hace referencia al bien; el temor, al miran a Dios, que existe sobre ellas y les
les, y las virtudes teologales lo son de que cuanto más firme es la unión, tanto mal. Ahora bien, en la patria no habrá es incomprensible. San Agustín, por su
los dones, como también hemos dicho mayor es la confianza en el premio, y esperanza. En consecuencia, tampoco parte, en este mismo sentido, pone en
(1-2 q.68 a.4 ad 3). por lo tanto, menos se teme la pena. habrá temor. XIV De civ. Dei el temor en la patria,

22. Tr.9 super 6,18: ML 35,2047. 23. C.36: ML 40,26. 24. C.29: ML 76,31.
C.19 a.12 El don de temor 187 188 Tratado de la esperanza C.19 a.12
aunque con cierta duda: Ese temor casto, ARTICULO 12 serm. Dom.: El temor del Señor conviene a dones. Pero la perfección no consiste en
que permanece por los siglos de los siglos, si es ¿Es la pobreza de espíritu la los humildes, de quienes se dice: Bienaventura- el abandono mismo de las cosas tempo-
que ha de existir en el siglo advenidero, no bienaventuranza que corresponde al dos los pobres de espíritu 27. rales, sino que ese abandono es camino
será el temor que hace temblar ante el mal don de temor? Solución. Hay que decir: Al temor co- hacia la perfección. El temor filial, en
que puede sobrevenir, sino el que se afirma en rresponde con propiedad la pobreza de cambio, al que corresponde la bienaven-
el bien que no se puede perder. Pues donde In Sent. 3 d.34 q.1 a.4; In Mt. c.5 turanza de la pobreza, permanece inclu-
espíritu i. Pues dado que incumbe al te-
está el amor inmutable del bien conseguido, sin Objeciones por las que parece que la mor filial reverenciar a Dios y estarle so- so con la perfección de la sabiduría,
duda, si cabe hablar así, está seguro el temor pobreza de espíritu no es la bienaven- metido, corresponde al don de temor lo como ya hemos dicho (a.7).
del mal que se ha de evitar. Pues con el nom- turanza que corresponde al don de que es consecuencia de esa sumisión. 2. A la segunda hay que decir: A la su-
bre de temor casto se significa la voluntad con temor: Mas por el hecho de someterse a Dios misión a Dios causada por el temor filial
la que por necesidad no pecamos, y esto no con 1. Como hemos demostrado (a.7), el deja el hombre de buscar la grandeza en se opone de forma más directa el indebi-
la preocupación de la flaquera de si acaso pe- temor es el principio de la vida espiri- sí mismo o en otra cosa que no sea do engreimiento del hombre en sí mis-
caremos, sino con la tranquilidad de la cari- tual. Pues bien, la pobreza pertenece a la Dios, porque estaría en pugna con la su- mo o en otros bienes como el placer ex-
dad para evitar el pecado. O si allí no puede perfección de la vida espiritual, a tenor misión perfecta (a El debida). Por eso se traño. Este se opone al temor de manera
haber temor de ningún género, tal vez se ha de las palabras si quieres ser perfecto, ve, dice en el salmo 19,8: Estos en carros, consecuente, ya que quien reverencia a
llamado temor que permanece por los siglos de vende lo que tienes y dalo a los pobres (Mt aquellos en corceles; mas nosotros en el nombre Dios y se somete a El no encuentra sa-
los siglos, porque permanecerá aquello a lo que 19,21). La pobreza de espíritu, pues, no de nuestro Dios seremos fuertes. De ahí que, tisfacción en nada fuera de Dios. Pero el
el mismo temor conduce 25 h. corresponde al temor. por el hecho de temer perfectamente a deleite no tiene la calidad de arduo, ob-
Respuesta a las objeciones: 1. A la 2. Más aún: El salmo pide: traspasa Dios, el hombre deja de engreírse en sí jeto del temor, como el engreimiento.
primera hay que decir: En la autoridad con tu temor mi carne (Sal 118,120), lo cual mismo por soberbia y de engrandecerse En consecuencia, la bienaventuranza de
aducida está excluido de los bienaventu- parece dar a entender que corresponde con bienes exteriores, es decir, con ho- la pobreza corresponde directamente al
rados el temor que entraña preocupación al temor refrenar la carne. Ahora bien, nores y riquezas. Lo uno y lo otro atañe temor; la del llanto, empero, de modo
y que precave del mal, mas no el temor el refrenar la carne parece incumbirle a a la pobreza de espíritu, que puede en- consiguiente.
seguro, como dice San Agustín. la bienaventuranza del llanto. En conse- tenderse como el aniquilamiento del es- 3. A la tercera hay que decir: La espe-
2. A la segunda hay que decir: Según cuencia, al don de temor corresponde la píritu hinchado y soberbio, en expresión ranza implica movimiento de tendencia
Dionisio en De div. nom.26: Las cosas idén- bienaventuranza del llanto mejor que la de San Agustín en De serm. Dom. 28. Pue- al término al que se encamina; el temor,
ticas y semejantes son desemejantes para Dios, de la pobreza. de entenderse también como el despre- en cambio, supone movimiento de rece-
y esto es por la contingente imitación del no 3. Y también: Como ya hemos visto cio de lo temporal, que se hace en espí- so respecto del término. Por eso, la últi-
imitable, es decir, en cuanto que en sus (a.9 ad 1), el don de temor corresponde ritu, o sea, por propia voluntad bajo la ma bienaventuranza, término de la per-
posibilidades imitan a Dios, que no es a la virtud de la esperanza. Sin embargo, moción del Espíritu Santo, como expo- fección espiritual, corresponde de mane-
perfectamente imitable, y las cosas causa- a la esperanza parece corresponder sobre nen San Ambrosio 29 y San Jerónimo 30. ra adecuada a la esperanza a modo de
das tienen menos de la causa por ser deficien- todo la última bienaventuranza: Bienaven- objeto último. La primera bienaventu-
Respuesta a las objeciones: 1. A la
tes para sus medidas infinitas e incompara- turados los pacíficos, porque serán llamados ranza, en cambio, efecto del abandono
primera hay que decir: Siendo la bienaven-
bles. Por eso, aunque a Dios no le com- hijos de Dios (Mt 5,9), ya que, como afir- de las cosas exteriores que obstaculizan
turanza acto de la virtud perfecta, todas
peta el temor por no tener superior al ma el Apóstol, nos gloriamos con la espe- las bienaventuranzas pertenecen a la per- la divina sujeción, corresponde de mane-
que se someta, no se sigue que no lo ranza de los hijos de Dios (Rom 5,2). En fección de la vida espiritual. En ella, en ra adecuada al temor.
tengan los bienaventurados, cuya bien- consecuencia, al don de temor corres- realidad, parece que el principio es el 4. A la cuarta hay que decir: De los
aventuranza consiste en la perfecta sumi- ponde mejor esa bienaventuranza que la desprecio de los bienes terrenos con vis- frutos corresponden al amor los que se
sión a Dios. pobreza de espíritu. tas a la participación perfecta de los bie- refieren al uso moderado o a la priva-
3. A la tercera hay que decir: La espe- 4. Finalmente, ya hemos expuesto nes espirituales, del mismo modo que el ción de las cosas temporales; son éstos:
ranza implica cierto defecto, es decir, la (1-2 q.70 a.2) que a las bienaventuranzas temor ocupa el primer lugar entre los la modestia, la continencia y la castidad.
futurición de la bienaventuranza, que corresponden los frutos. Sin embargo,
desaparece con su presencia. Mas el te- entre los frutos ninguno corresponde al
don de temor. Por lo tanto, entre las 27. L.1 c.4: ML 34,1234. 28. L.1 c.4: ML 34,1231. 29. In Luc. 4 super 6,29: ML
mor implica el defecto natural de la cria- 15,1735. 30. In Matth. 2 super 5,3: ML 26,34.
tura a causa de su distancia infinita de bienaventuranzas tampoco tiene corres-
Dios y que permanecerá también en la pondencia ese don.
patria. Por eso el temor no se desvane- En cambio está el testimonio de las i. Si la bienaventuranza es el acto de la virtud perfecta (ad 1), y el don corrige el defecto
cerá de una manera total. palabras de San Agustín en el libro De
de la virtud (véase nota a), es lógico preguntarse por la bienaventuranza que corresponde al
don de temor, que, a su vez, corresponde a la esperanza teologal.
La esperanza teologal, como estamos viendo, comporta dos elementos: un impulso hacia
25. C.9: ML 41,416. 26. C.9 § 7: MG 3,916. Dios-vida-eterna-y-bienaventuranza-nuestra y una mirada confiada a Dios-nuestro-auxilio. El
primero hace de la esperanza una magnanimidad teologal, por lo mismo que es nada menos que
pretender la grandeza de Dios; y el segundo convierte a la esperanza en una humildad teologal,
h. ¿Qué es eso a lo que el temor conduce? Lo ha dicho Santo Tomás en a.7 con palabras puesto que comporta el reconocimiento de nuestra total dependencia de Dios. Este elemento
de la Escritura: «El temor del Señor aleja el pecado». de humildad o reconocimiento de la propia pequenez hace afín al tema con la bienaventuranza
de los pobres ('ânâwim, ταπέινοι, pequeños...) y con los frutos que se enumeran en ad 4.
190 Tratado de la esperanza C.20 a.2
CUESTIÓN 20 aversión del bien inmutable; así, quien ranza por desesperación, a no ser per-
comete fornicación no tiene intención de diendo la fe.
La desesperación apartarse de Dios, sino de gozar del pla- 2. Más aún: Preferir la culpa propia
cer carnal, y de ello se sigue la separa- a la bondad o a la misericordia divina es
Corresponde a continuación tratar de los vicios opuestos a la esperanza. ción de Dios. negar la infinitud de ellas, lo que es pro-
En primer lugar, la desesperación, y, en segundo, la presunción. 2. A la segunda hay que decir: Hay dos pio de la infidelidad. Ahora bien, quien
Sobre el primero se plantean cuatro preguntas: formas de expresar que una cosa radica desespera prefiere su culpa a la miseri-
1. La desesperación, ¿es pecado?—2. ¿Puede darse sin infidelidad?— en la virtud y procede de ella. De una cordia y bondad divinas, según la Escri-
3. ¿Es el mayor de los pecados?—4. ¿Se origina de la acidia? manera directa, es decir, de la virtud tura: Muy grande es mi iniquidad para que
misma, como el acto procede del hábito. merezca perdón (Gén 4,13). Luego quien
Pues bien, de la raíz virtuosa no puede desespera es infiel.
proceder ningún pecado en este sentido, 3. Y también: Quien incurre en he-
ARTICULO 1 en aquél es verdad o falsedad, es en éste pues, como afirma San Agustín en el li- rejía condenada es infiel. Mas quien des-
bien y mal 2. Por eso, todo movimiento bro De lib. arb., nadie usa mal de la vir- espera parece incurrir en herejía conde-
¿Es pecado la desesperación? apetitivo, conforme con el entendimien- tud 3. La otra es una forma indirecta u nada, es decir, la de los novacianos,
Objeciones por las que parece que la to verdadero, es de suyo bueno; en cam- ocasional. De este modo, efectivamente, quienes sostienen que los pecados no
desesperación no es pecado: bio, todo movimiento apetitivo acorde es posible que de una raíz virtuosa se son perdonados después del bautismo.
1. Todo pecado, según San Agustín con el entendimiento falso, es de suyo origine algún pecado, como es el caso En consecuencia, parece que quien des-
en 1 De lib. arb. 1, implica conversión al malo y pecado. En relación a Dios, el de quien se ensoberbece de sus virtudes, espera es infiel.
bien perecedero con aversión del bien juicio verdadero del entendimiento es el a tenor de las palabras de San Agustín:
de que de El proviene la salvación de En cambio está el hecho de que la
inmutable. La desesperación no implica La soberbia pone asechanzas a las buenas desaparición de una realidad posterior
conversión al bien conmutable. Luego los hombres y el perdón de los peca- obras para destruirlas 4. Según eso, del te-
dores, según las palabras de Ezequiel no conlleva la desaparición de la ante-
no es pecado. mor de Dios, o del horror de los pro- rior. La esperanza es posterior a la fe,
2. Más aún: No parece pecado lo (12,23): No quiero la muerte del pecador, pios pecados, proviene la desesperación
sino que se convierta y viva. La falsa apre- como hemos dicho (q.17 a.7). Luego,
que procede de buena raíz, pues, como cuando alguien hace mal uso de esos desaparecida la esperanza, puede perma-
leemos en Mateo (7,18), no puede dar fru- ciación de Dios, en cambio, es pensar bienes, tomándolos como ocasión para
que niega el perdón a quien se arrepien- necer la fe. Por lo tanto, quien desespera
tos malos un árbol bueno. Pues bien, la des- desesperar. no es infiel.
esperación parece proceder de buena te, o que no convierta a sí a los pecado- 3. A la tercera hay que decir: Los con-
raÍ2, es decir, del temor de Dios o del res por la gracia santificante. Por eso, de denados no se encuentran en estado de Solución. Hay que decir: La infidelidad
horror de la enormidad de los propios la misma manera que es laudable y vir- esperar por la imposibilidad de volver a pertenece al entendimiento; la desespera-
pecados. En consecuencia, no es pecado. tuoso el movimiento de la esperanza la bienaventuranza. Por eso mismo no se ción, en cambio, a la parte apetitiva.
3. Y también: Si fuera pecado la de- conforme con la verdadera apreciación les imputa a culpa el hecho de no espe- Pero el entendimiento versa sobre las
sesperación, lo sería en los condenados, de Dios, es vicioso y pecado el movi- rar, sino que más bien constituye parte cosas universales, y la parte apetitiva se
porque desesperan. Pero esto no se les miento opuesto de desesperación y acor- de su condenación. Tampoco es pecado mueve en el plano de lo particular, ya
imputa a culpa, sino más bien a conde- de con la estimación falsa de El. en el estado actual que alguien desespere que es movimiento apetitivo del alma
nación. En consecuencia, tampoco se les Respuesta a las objeciones: 1. A la de aquello a lo que no está llamado o hacia las cosas concretas. Hay, sin em-
imputa a culpa a los viadores. Por lo primera hay que decir: En todo pecado que no tiene derecho a obtener, como, bargo, quien tiene una valoración justa
tanto, la desesperación no es pecado. mortal se da cierta aversión respecto al por ejemplo, que el médico desespere de en el plano universal, y no tiene rectifi-
bien inmutable y conversión al bien la curación de un enfermo o que alguien cado el movimiento apetitivo, como
En cambio está el hecho de que, se- transitorio, aunque de distintos modos. consecuencia de una falsa estimación en
gún parece, lo que induce a los hombres desespere de conseguir riquezas.
Efectivamente, respecto al bien inmuta- el juicio sobre la realidad concreta indi-
al pecado es no sólo el pecado, sino ble se consideran principalmente como vidual. Es, efectivamente, necesario,
también el principio de los mismos. aversión hacia el mismo los pecados ARTICULO 2 como se enseña en III De An. 5, pasar
Pues bien, esto es precisamente la deses- opuestos a las virtudes teologales, como del juicio universal al deseo de la reali-
peración, a tenor del testimonio del el odio a Dios, la desesperación y la infi-
¿Puede darse la desesperación sin la dad individual a través de un juicio par-
Apóstol: Insensibilizados se entregan a la infidelidad? ticular, del mismo modo que de la pro-
delidad, ya que las virtudes teologales
lascivia para obrar ávidamente con todo género tienen por objeto a Dios. De manera posición universal no se deduce la con-
In Sent. 2 d.43 a.3 ad 1
de impurezas (Ef 4,10). En consecuencia, consecuente, conllevan una conversión clusión particular sino asumiendo otra
la desesperación no sólo es pecado, sino al bien transitorio en cuanto que el Objeciones por las que parece que particular. De ahí que alguien, teniendo
también principio de otros. alma, abandonando a Dios, por necesi- no puede darse la desesperación sin la fe recta en el plano universal, incurra en
Solución. Hay que decir: Según el Fi- dad se ha de convertir a otras cosas. Los infidelidad: falta en el movimiento del apetito frente
lósofo, en VI Ethic., lo que en el enten- demás pecados, en cambio, consisten 1. La certeza de la esperanza se deri- a lo particular, por tener viciada por há-
dimiento es afirmación o negación, es en principalmente en la conversión al bien va de la fe. Ahora bien, si permanece la bito o por pasión la apreciación de la
el apetito prosecución y fuga; y lo que transitorio, y, consiguientemente, en la causa, no desaparece el efecto. No se realidad concreta; como quien peca eli-
puede, pues, perder la certeza de la espe- giendo la fornicación como un bien para

1. C.16: ML 32,1240; 1.2 c.19: ML 32,1269. 2. C.2 n.2,3 (BK 1139a21; a27): S. TH., 3. L.2 c.18: ML 32,1267; c.19: ML 32,1268. 4. Epist. 211 De reg.: ML 33,960. 5. ARIS-
lect.2. TÓTELES, c.9 n.4 (BK 434a19): S. TH., lect.16.
C.20 a.3 La desesperación 191 192 Tratado de la esperanza C.20 a.4
sí en aquel momento, tiene falseado el 2. Más aún: Al mayor bien se opone rar de El su gloria. Pero considerada XIII De Trin., nada fue tan necesario para
juicio frente a la realidad particular, aun- el mayor mal, como demuestra el Filóso- desde nosotros, y comparada con los levantar nuestra esperanza como mostrarnos
que conserve un juicio universal verda- fo en VIII Ethic. 6. Pues bien, la caridad otros dos pecados, entraña mayor peli- cuánto nos amaba Dios. ¿Qué más claro, a
dero según la fe, es decir, que es pecado es mayor bien que la esperanza, según gro la desesperación. Efectivamente, la este propósito, que esta señal de dignarse el
mortal. De la misma manera, puede uno vemos en la Escritura (1 Cor 13,13). Es, esperanza nos aparta del mal y nos in- Hijo de Dios ser semejante en nuestra natura-
conservar verdadera estimación de un por lo tanto, mayor pecado el odio que troduce en la senda del bien. Por eso leza? 10 Por lo tanto, la desesperación,
dato de fe en universal, por ejemplo, la la desesperación. mismo, perdida la esperanza, los hom- más que de la acidia, nace de la negli-
remisión de los pecados en la Iglesia, y, 3. Y también: En el pecado de des- bres se lanzan sin freno en el vicio y gencia de esta consideración.
a pesar de ello, ser víctima de un movi- esperación solamente hay desordenada abandonan todas las buenas obras. Por En cambio está el testimonio de San
miento de desesperación de que para él, aversión de Dios. En los otros pecados, eso, exponiendo la Glosa las palabras si, Gregorio en XXXI Moral., que enumera
en su situación actual, no hay lugar para en cambio, hay no sólo desordenada caído, desesperas en el día de la angustia, se la desesperación entre los vicios que
el perdón, y esto como consecuencia del aversión, sino también desordenada con- amenguará tu fortaleza (Prov 24,10), escri- proceden de la acidia 11.
juicio viciado frente a un caso particular. versión. Así, pues, el pecado de desespe- be: No hay cosa más execrable que la deses-
De este modo puede darse la desespera- ración no es mayor, sino menor que peración; quien la padece pierde la constancia Solución. Hay que decir: Como hemos
ción sin la infidelidad, lo mismo que otros. no sólo en los trabajos corrientes de esta vida, expuesto (q.17 a.1; 1-2 q.40 a.1), el obje-
otros pecados mortales. sino también, mucho peor, en el certamen de to de la esperanza es el bien arduo ase-
En cambio está el hecho de que pa-
la fe 7. Y San Isidoro, por su parte en el quible por uno mismo o por otro. Por
Respuesta a las objeciones: 1. A la rece pecado gravísimo el incurable, a te-
libro De summa bono, escribe: Perpetrar lo mismo, hay dos maneras de quedar
primera hay que decir: El efecto desaparece nor de las palabras del profeta: Es incu-
pecado es muerte para el alma; mas desespe- frustrada la esperanza de lograr la bien-
cuando desaparece no sólo la causa pri- rable tu herida; tu llaga, sin remedio (Jer
rar es descender al infierno 8 a. aventuranza: o por considerarla como
mera, sino también la segunda. Por eso, 30,12). Ahora bien, el de la desespera-
bien arduo o por no considerarla como
el movimiento de la esperanza puede ción es pecado incurable, según expresa Respuesta a las objeciones: Con lo asequible ni por uno mismo ni por otro.
perderse no solamente al desaparecer la el mismo profeta: Mi herida, desesperada, expuesto queda dada la respuesta a las Pues bien, el que alguien pierda el sabor
estimación universal de la fe como la resistió a curarse (Jer 15,18). La desespe- objeciones.
ración, pues, es pecado gravísimo. de los bienes espirituales o no le parez-
causa primera de la certeza de su espe- can grandes, acontece principalmente
ranza, sino también si pierde el juicio Solución. Hay que decir: Los pecados ARTICULO 4 porque tiene inficionado el afecto por el
particular, que es para ella como la causa opuestos a las virtudes teologales son, aprecio de los placeres corporales, entre
segunda. por su género, más graves que los de- ¿Nace de la acidia la desesperación? los que sobresalen los venéreos. En efec-
2. A la segunda hay que decir: Si al- más. Efectivamente, dado que las virtu- to, la afición a estos placeres induce al
guien creyera, en el orden teórico, que des teologales tienen por objeto a Dios, hombre a sentir hastío hacia los bienes
Objeciones por las que parece que la
la misericordia de Dios no es infinita, los pecados a ellas opuestos entrañan di- espirituales y ni siquiera los espera como
desesperación no nace de la acidia:
sería infiel. No cree eso el desesperado, recta y principal aversión a El. En cual- bienes arduos. Desde esta perspectiva, la
sino que en su situación concreta, por quier otro pecado mortal, en cambio, la 1. Una misma cosa no procede de
causas diversas. Según San Gregorio, en desesperación tiene como causa la lu-
alguna disposición particular, no puede razón de mal y su gravedad le viene de juria.
esperar de la misericordia divina. la aversión de Dios, pues si fuera posi- XXXI Moral. 9, la desesperación del si-
glo futuro procede de la lujuria. Luego Por otra parte, el hombre llega a no
3. A la tercera hay que decir: Vale la ble la conversión al bien transitorio sin considerar como posible de alcanzar por
respuesta anterior: los novacianos nega- aversión de Dios, aunque fuera desorde- no procede de la acidia.
sí mismo o por otro el bien arduo cuan-
ban en absoluto que en la Iglesia se pue- nada, no sería pecado mortal. Por lo 2. Más aún: La acidia se opone al do llega a gran abatimiento, ya que
da dar la remisión de los pecados. tanto, el pecado que, en primer lugar y gozo espiritual como la desesperación a cuando éste establece su dominio en el
por sí, implica aversión de Dios, es el la esperanza. Pues bien, el gozo espiri- afecto del hombre, le hace creer que
ARTICULO 3 más grave entre los pecados mortales. tual proviene de la esperanza, según las nunca podrá aspirar a ningún bien. Y
Ahora bien, a las virtudes teologales palabras alegres con la esperanza (Rom como la acidia es un tipo de tristeza que
¿Es la desesperación el mayor de los se oponen la infidelidad, la desespera- 12,12). En consecuencia, la acidia proce- abate al espíritu, engendra, por lo mis-
pecados? ción y el odio a Dios. Y entre ellos, si se de de la desesperación, y no a la inversa. mo, la desesperación, dado que lo espe-
1-2 q.73 a.4
comparan el odio y la infidelidad con la 3. Y también: Las causas de los con- cífico de la esperanza radica en que su
desesperación, aquéllos se manifiestan trarios son contrarias. La esperanza, a la objeto sea algo posible; lo bueno y lo ar-
Objeciones por las que parece que la más graves en sí mismos, es decir, por cual se opone la desesperación, parece duo pertenecen también a otras pasiones.
desesperación no es el mayor de los pe- su propia especie. La infidelidad, cierta- brotar de la consideración de los benefi- Por eso, la desesperación nace sobre todo
cados: mente, proviene de que el hombre no cios divinos, sobre todo de la encarna- de la acidia, si bien puede nacer igual-
1. Puede darse la desesperación sin cree la verdad misma de Dios; el odio, ción, pues, como dice San Agustín en mente de la lujuria, como hemos dicho.
infidelidad, como hemos dicho (a.2). en cambio, de contrariar a la misma
Ahora bien, la infidelidad es el mayor de bondad divina; la desesperación, de no
los pecados, por socavar los cimientos esperar la participación de la bondad in- 7. Glossa ordin. (3,332 A). 8. Sent. 2 c.14: ML 83,617. 9. C.45: ML 76,621. 10. C.10:
finita. De ahí que, considerados en sí ML 42,1024. 11. C.45: ML 76,621.
del edificio espiritual. En consecuencia,
la desesperación no es el mayor de los mismos, es mayor pecado no creer la
verdad de Dios u odiarle, que no espe- a. Si «gravedad» significa estrictamente malicia objetiva, no es el pecado más grave la des-
pecados. esperación. Si, en cambio, en el significado de «grave» se incluye la lesión al sujeto, el peligro
en que le deja, por ser más peligroso que los demás, incluso el más peligroso, puede conceptuár-
6. C.10 n.2 (BK 1160b9): S. TH., lect.10. sele también como el más grave.
C.21 a.1 La presunción 193 194 Tratado de la esperanza C.21 a.2
Respuesta a las objeciones: 1. A la riamente de él, sino sólo cuando sobre- bien fugaz. Pues bien, la presunción es ro, más grave que los demás. De ahí que
primera hay que decir: La respuesta a esta viene algún impedimento extraño. Por pecado. Luego más proviene de la con- la presunción, que se apoya desordena-
objeción queda dada en lo que se acaba eso, de la esperanza nace directamente el versión al valor humano, bien fugaz, damente en Dios, es más grave que la
de exponer. gozo c; la desesperación, en cambio, de que de la conversión al poder divino, que se funda en las propias fuerzas. En
2. A la segunda hay que decir: Según el la tristeza. bien inconmutable. efecto, apoyarse en el poder de Dios
Filósofo en II Rhet. 12, dado que la espe- 3. A la tercera hay que decir: La negli- En cambio está el hecho de que por para conseguir lo que no compete a El
ran2a causa placer, quienes están rodea- gencia en considerar los beneficios divi- la desesperación se desprecia la miseri- equivale a aminorar ese mismo poder. Y
dos de placeres se abren más a la espe- nos tiene también su origen en la acidia. cordia divina, en que se apoya la espe- es evidente que peca más gravemente
ranza, de la misma manera que quienes En realidad, el hombre afectado por una ranza; por la presunción, en cambio, se quien aminora el poder divino que
viven en tristeza caen con mayor facili- pasión piensa sobre todo en las cosas re- desprecia la justicia divina, que castiga a quien sobrestima el suyo propio.
dad en la desesperación b, a tenor de las lacionadas con esa pasión. Por eso, el los pecadores. Pues bien, si la misericor- 2. A la segunda hay que decir: Incluso
palabras del Apóstol: No sea consumido hombre entristecido no piensa fácilmen- la misma presunción por la que desorde-
dia está en Dios, también está la justicia.
por mayor tristeza quien está de esta suerte te en cosas grandes y agradables, sino nadamente se presume de Dios implica
En consecuencia, la desesperación se da
(2 Cor 2,7). Ahora bien, el objeto de la sólo en cosas tristes, a no ser que con amor de sí que lleva a desear sin medida
por aversión de Dios; la presunción, por
esperanza es el bien al cual tiende natu- mucho esfuerzo se aleje de lo que es el bien propio. Lo que mucho deseamos
la desordenada conversión a El mismo.
ralmente el apetito; mas no huye necesa- triste. consideramos con facilidad que nos lo
Solución. Hay que decir: La presun- podrán procurar los demás, incluso aun-
ción parece entrañar intemperancia en el que no puedan.
esperar. Ahora bien, el objeto de la es- 3. A la tercera hay que decir: La pre-
CUESTIÓN 21 peranza es el bien arduo posible. Mas sunción en la misericordia divina implica
para el hombre algo es posible de dos dos cosas: la conversión al bien perece-
La presunción maneras: por el propio esfuerzo o por el dero, en cuanto procede de un deseo des-
poder exclusivo de Dios. Sobre cada una ordenado del bien propio, y la aversión
Viene a continuación el tema de la presunción. Sobre ella se preguntan de esas maneras de esperar se puede in-
cuatro cosas: al bien inconmutable, en cuanto atribuye
currir en presunción por intemperancia. al poder divino lo que no le atañe. Por
1. ¿Cuál es el objeto sobre el que versa?—2. ¿Es pecado?—3. ¿A qué Hay, en efecto, presunción en la espe- eso precisamente se aparta el hombre de
virtud se opone?—4. ¿De qué vicio se origina? ranza que induce a uno a confiar en sus la verdad divina.
propias fuerzas, cuando tiende a algo
como posible, pero que está por encima
ARTICULO 1 la presunción, considerada como pecado de su capacidad personal, como lo ex- ARTICULO 2
contra al Espíritu Santo, se basa más en presan estas palabras: Humillas a quienes ¿Es pecado la presunción?
La presunción, ¿se funda en Dios o el valor personal que en el divino. presumen de sí (Jdt 6,15). Esta presunción
en el valor personal? 2. Más aún: Del pecado contra el se opone a la magnanimidad, que impo- Objeciones por las que parece que la
Espíritu Santo nacen otros pecados, ya ne la moderación en esta esperanza. presunción no es pecado:
Objeciones por las que parece que la que se llama pecado contra el Espíritu Hay también presunción por intempe- 1. Ningún pecado es causa de que el
presunción, pecado contra el Espíritu Santo la malicia que induce a pecar. rancia en la esperanza fundada en el po- hombre sea escuchado por Dios. Pues
Santo, no se funda en Dios, sino en el Ahora bien, los otros pecados parece der divino cuando se tiende a un bien bien, la Escritura nos ofrece el testimo-
valor personal del hombre: que nacen de la presunción del hombre que se considera posible mediante el po- nio de quienes, por la presunción, son
1. Cuanto de menos medios se dis- en sí mismo más que de la presunción der y misericordia divinos, pero que no escuchados de Dios, ya que se dice: Es-
pone, tanto mayor es el pecado de quien en Dios, porque el amor propio es prin- lo es; es el caso de quien, sin penitencia, cucha a este pobre suplicante que presume de
se apoya en ellos. Pues bien, los medios cipio del pecado, como expone San quiere obtener el perdón, o la gloria sin tu misericordia (Jdt 9,17). La presunción,
humanos son de categoría muy inferior Agustín en XIV De Civ. Dei 1. Parece, los méritos. Esta presunción es, propia- pues, en la misericordia divina no es pe-
a los divinos. En consecuencia, peca más pues, que la presunción, pecado contra mente hablando, una especie de pecado cado.
gravemente quien presume de medios el Espíritu Santo, se funda principal- contra el Espíritu Santo. Efectivamente, 2. Más aún: La presunción entraña
humanos que quien presume de los divi- mente en el valor humano. con este tipo de presunción queda recha- sobrexceso de esperanza. Mas en la espe-
nos. Ahora bien, el pecado contra el Es- 3. Y también: El pecado proviene zada o despreciada la ayuda de El, por la ranza que se tiene de Dios no cabe de-
píritu Santo es gravísimo. Por lo tanto, de la conversión desordenada hacia el que el hombre se aparta del pecado a. masía, ya que su potencia y misericordia
Respuesta a las objeciones: 1. A la son infinitas. No parece, pues, que la
12. ARISTÓTELES, c.2 n.2 (BK 1378b2); c.12 n.8 (BK 1389a19); cf. 1 c.11 n.6 (BK primera hay que decir: Como ya hemos ex- presunción sea pecado.
1370a30). 1. C.28: ML 41,436. puesto (q.20, a.3; 1-2 q.73, a.3) el peca- 3. Y también: Lo que es pecado no
do contra Dios es, por su propio géne- excusa de pecado. Pero la presunción ex-
b. He aquí un caso claro de causalidad «cíclica o circular»: la esperanza lleva a la alegría,
y la alegría lleva a una esperanza más fuerte. Y lo mismo ocurre con sus contrarios.
c. «No puede darse esperanza sin alegría», según San Agustín (Enarrat. in Ps. 145,2: ML a. Describe Santo Tomás dos formas de presunción: una que se desvía por falsa apreciación
37,1885). Es absolutamente necesaria para soportar la dureza del camino (cf. Serm. 158 de de lo que pueden las propias fuerzas, y que lesiona, por tanto, la magnanimidad (2-2 q.130);
Script. 8: ML 33,866), y, por razón de su certeza, es no parcial o limitada, sino desbordante otra que se desvía por falsa apreciación acerca del poder y ayuda de Dios, no en su magnitud
y pictórica: Tristitia nostra habet «quasi»: gaudium nostrum non habet «quasi», quia in spe certa est (pues son infinitos), sino en el modo por Dios establecido, y que lesiona la esperanza. Tal ocu-
(Enarrat. in Ps. 48: ML 36,559).
rre con el que espera la salvación mediante un perdón sin penitencia o una gloria sin méritos.
C.21 a.2 La presunción 195 196 Tratado de la esperanza C.21 a.3-4
cusa de pecado, dado que, según el sí mismo; lo segundo, a causa de nues- ARTICULO 3 todo al servil, que centra su atención en
Maestro 2, Adán pecó menos porque lo tros pecados c. la pena infligida por la justicia de Dios y
La presunción, ¿se opone más al cuya remisión espera la presunción. Mas
hizo con esperanza de perdón, y esto pa- Respuesta a las objeciones: 1. A la temor que a la esperanza? en cuanto a su falsa semejanza, contraría
rece pertenecer a la presunción. Por lo primera hay que decir: El término presun-
tanto, la presunción no es pecado. Objeciones por las que parece que la más a la esperanza, porque entraña una
ción designa, a veces, simplemente espe-
presunción se opone más al temor que a desordenada esperanza en Dios. Pero
En cambio está el hecho de colocar rar. En verdad, la recta esperanza que se
la esperanza: dado que es más directa la oposición en-
la presunción entre las especies de peca- tiene en Dios parece presunción si se
1. El desorden del temor se opone tre las cosas que son del mismo género
do contra el Espíritu Santo. mide con la estrechez humana; no lo es,
al temor recto. Ahora bien, la presun- que entre las que son de género diferen-
en cambio, si se tiene en cuenta la in-
ción parece que corresponde al desorden tes, pues los contrarios están en el mis-
Solución. Hay que decir: Como ya mensidad de la bondad divina d. mo género, la presunción se opone más
quedó expuesto (q.20 a.1), todo movi- 2. A la segunda hay que decir: La pre- del temor, según el texto de la Escritura:
Siempre presume lo más grave la perturbado- directamente a la esperanza que al te-
miento apetitivo acorde con una aprecia- sunción no entraña superexceso de espe-
ra conciencia (Sab 17,10), y se dice tam- mor; ciertamente, una y otra centran su
ción falsa es de suyo malo y pecado. ranza porque uno espere demasiado en atención en el mismo objeto en que se
Pues bien, la presunción es un movi- Dios, sino porque espera de El algo que bién allí mismo: El temor es la ayuda de la
presunción (v.11). La presunción, pues, se apoyan; pero la esperanza, ordenamente,
miento apetitivo porque entraña una es- no le compete. Y esto es también espe-
opone al temor más que a la esperanza. y la presunción, con desorden.
peranza desordenada. Pero está acorde rar menos de El porque es aminorar de
con una apreciación falsa del entendi- algún modo su poder, como queda ex- 2. Más aún: Los contrarios son los Respuesta a las objeciones: 1. A la
miento, lo mismo que la desesperación, puesto (a.1 ad 1). que más distan entre sí. Pues bien, la primera hay que decir: Así como la espe-
pues como es falso que Dios no perdone 3. A la tercera hay que decir: Pecar presunción dista más del temor que de ranza se refiere con propiedad al bien, y
a los penitentes o que no traiga a los pe- con propósito de permanecer en el peca- la esperanza, ya que implica un movi- por extensión abusiva al mal, así tam-
cadores a penitencia, también lo es que do con esperanza de perdón es presun- miento hacia la cosa esperada; el temor, bién la presunción. En ese sentido, al
conceda perdón a quienes perserveran ción, y esto aumenta, no disminuye el en cambio, movimiento de huida. Pare- desorden del temor se llama presunción.
en el pecado y dé la gloria a quienes de- pecado. Pero pecar con esperanza de al- ce, por lo tanto, más contraria al temor 2. A la segunda hay que decir: Los
sisten de obrar bien. Es, por lo tanto, canzar a su tiempo el perdón, con pro- que a la esperanza. contrarios son los que más distan entre
pecado b. Resulta, sin embargo, menos pósito de abstenerse de pecar y de do- 3. Y también: La presunción excluye sí en el mismo género. Pero la presun-
pecado que la desesperación, pues más lerse del pecado, no es presunción, sino del todo al temor, pero no la esperanza, ción y la esperanza implican un movi-
propio de Dios es compadecerse y per- que aminora el pecado. Evidentemente, sino solamente su rectitud. Ahora bien, miento del mismo género que puede ser
donar, por su infinita bondad, que cas- con ello el pecador da muestras de tener como los opuestos se excluyen entre sí, ordenado y desordenado. Por eso, la
tigar: lo primero le compete a Dios por la voluntad menos firme en el pecado. parece que la presunción se opone más presunción contraría más directamente a
al temor que a la esperanza. la esperanza que al temor; contraría a la
En cambio está el hecho de que dos esperanza por la propia diferencia, como
2. Sent. 1.2 d.22 c.4 (QR 1,412). lo desordenado a lo ordenado; al temor,
vicios opuestos entre sí contrarían a una
sola virtud; por ejemplo, la timidez y la en cambio, por la diferencia de su géne-
b. En el motivo formal de la esperanza (como en el de las otras dos virtudes teologales) audacia, a la fortaleza. Pero el pecado de ro, es decir, el movimiento de la espe-
no cabe nunca exceso real, puesto que es infinito. Por consiguiente, tanto el que desespera presunción contraría al de desesperación, ranza.
como el que presume, al desviarse del verdadero motivo de la esperanza, de un modo u otro que se opone directamente a la esperan- 3. A la tercera hay que decir: Dado
lo recorta y disminuye. A veces se hará bajo forma sutil, aparente o solapada. Así, pensar que za. Luego parece que la presunción se que la presunción contraría al temor con
Dios, a fuer de misericordioso, no va a ser justo, es tanto como hacerle encubridor de nuestros contrariedad de género, y a la virtud de
pecados (In Sent. 2 d.43 a.3 ad 2), o como suponerle tonto. «Aunque Dios es sumamente mise- opone de manera más directa a la espe-
ranza. la esperanza, en cambio, con contrarie-
ricordioso, sin embargo, su misericordia en modo alguno se opone a su justicia; la misericordia
dad de diferencia, la presunción excluye
que anulase su justicia debería ser denominada más bien tontería que virtud» (In Sent. 3 d.1 Solución. Hay que decir: Según San
q.1 a.2 ad 4). En cualquier caso, y aunque parezca lo contrario, tampoco se enaltece la auténti- totalmente el temor incluso en su géne-
Agustín en IV Contra Iulian., no sólo son ro; a la esperanza, en cambio, la excluye
ca misericordia de Dios, sino que se la deprime. vicios los contrarios a las virtudes con clara
c. Santo Tomás atribuye a Dios la misericordia secundum se, por su propia naturaleza; la jus- solamente por razón de la diferencia, al
ticia, por razón de nuestros pecados. Es claro que en Dios, frente a todo ser creado, el atributo oposición, como la temeridad a la prudencia, excluir el orden que implica.
esencial es la misericordia: está lleno de compasión por la miseria de todo ser limitado, al que sino también los que están cercanos a ellas, y
intenta hacer partícipe de la riqueza de su ser. Y esto va desde el primer acto, por el que es que son semejantes no en la realidad, sino en
creador, hasta el perdón del pecado. La misericordia expresa la esencia misma de Dios. Por el una semejanza engañosa, como se parece la as- ARTICULO 4
contrario, el orden de la justicia supone una perífrasis: dice relación a nuestros pecados. Como tucia a la prudencia 3. El Filósofo, por su ¿Se origina la presunción de la
si dijéramos: Dios se hace o deviene justo porque le obliga nuestro pecado (entiéndase la expre- parte, afirma también en II Ethic. 4, que vanagloria?
sión con reservas: Dios es justo también cuando recompensa los méritos y cuando es fiel a su la virtud parece que armoniza mejor con
palabra y cumple su promesa). uno de los vicios opuestos que con el Infra q.132 a.5; De malo q.9 a.3
d. Hacemos una llamada sobre esta formidable observación. El Santo justifica la terminolo- otro; es el caso de la templaza con la in- Objeciones por las que parece que la
gía de la Sagrada Escritura tomada para su objeción, cuando las cosas se conmensuran por la
condición humana. Pero realmente, puesto que las cosas son en definitiva como son desde Dios, sensibilidad y la fortaleza con la audacia. presunción no se origina de la vanagloria:
lo que parecería presunción, a lo mejor no es más que esperanza. También falsificaríamos y re- En consecuencia, la presunción parece 1. La presunción parece que se apo-
bajaríamos el verdadero motivo formal de la esperanza, y lo haríamos humano en vez de divi- oponerse abiertamente al temor, sobre ya fuertemente en la misericordia divina.
no, cuando usásemos empecinadamente nuestra medida, y no la de Dios.

3. C.3: ML 44,748. 4. C.8 n.6 (BK 1108b35): S. TH., lect.10.


C.22 a.1 Preceptos sobre la esperanza y el temor 197 198 Tratado de la esperanza C.22 a.1
Pues bien, la misericordia se refiere a la ble. Una se funda en el propio poder, bir el acto del vicio opuesto. Mas no mismo que en la promulgación primitiva
miseria, la cual se opone a la gloria. intentando como posible lo que excede hay precepto alguno que prohiba la des- se debió proponer el precepto de la fe
Luego la presunción no se origina de la la propia capacidad. Esta presunción es esperación, contraria a la esperanza. Lue- en forma de enunciación o de conmemo-
vanagloria. evidente que procede de la vanagloria, go tampoco parece adecuado que se dé ración, como queda dicho (q.16 a.1), el
2. Más aún: La presunción se opone pues quien desea ardientemente la gloria algún precepto sobre la esperanza. de la esperanza se debió proponer a
a la desesperación, y la desesperación acomete para conseguirla lo que sobre- modo de promesa, ya que quien prome-
viene de la tristeza, como queda dicho En cambio está el testimonio de San
puja su capacidad. Y entre las cosas que te premio al obediente le estimula con
(q.20 a.4). Dado, pues, que los opuestos Agustín, que, exponiendo las palabras
persigue está sobre todo lo que reviste ello a la esperanza. De ahí que todas las
tienen causas opuestas, parece que debe- éste es mi mandamiento, que os améis unos a
novedad, por causar mayor admiración. promesas que van incluidas en la ley son
rá nacer del placer. Por eso parece que otros (Jn 15,12), escribe: Tenemos muchos
Por eso hizo expresamente San Gregorio incentivos de la esperanza a.
procede de los vicios carnales, cuyos de- a la presunción de novedades hija de la vana-
preceptos sobre la fe y la esperanza 1. Es me-
nester, por lo tanto, que se den precep- Pero, dado que, una vez establecida la
leites son más vehementes. gloria. ley, atañe a los hombres sabios no sólo
3. Y también: El vicio de la presun- tos sobre la esperanza.
Hay otra presunción que se apoya de inducir a la observancia de sus precep-
ción consiste en tender como posible a manera desordenada en la misericordia o
Solución. Hay que decir: Los manda- tos, sino también, y mucho más, a man-
un bien que no lo es en realidad. Pues en el poder divino, por el cual se espera
mientos que aparecen en la Escritura, tener su fundamento, después de la pro-
bien, creer como posible lo que es impo- unos pertenecen a la sustancia de la ley, mulgación definitiva en la Escritura los
obtener la gloria sin mérito y el perdón
sible procede de la ignorancia. En con- sin arrepentimiento. Esta presunción pa-
y otros son preámbulos a la misma. Son hombres son inducidos de muchas ma-
secuencia, la presunción se origina más preámbulos aquellos que, de no existir, neras a esperar, incluso por amonesta-
rece proceder directamente de la sober-
de la ignorancia que de la vanagloria. tampoco podría darse la ley. Tales son ción y precepto, y no sólo por prome-
bia: el hombre se tiene en tanto, que lle-
En cambio está la autoridad de San los mandamientos en torno al acto de fe sas, como en la ley misma. Así se dice
ga a pensar que, aun pecando, Dios no
Gregorio, quien afirma en XXXI Moral. y el de esperanza. Por el acto de fe, efec- en el salmo 61,9: Esperad en El toda la
le ha de castigar ni le ha de excluir de la
que la presunción de novedades es hija de la tivamente, la mente del hombre se incli- congregación del pueblo. Lo mismo se ve en
gloria. na a reconocer al Autor de la ley, al cual
vanagloria 5. otros lugares de la Escritura.
Solución. Hay que decir: Como ya he-
debe someterse; por el acto de esperanza
Respuesta a las objeciones: Queda del premio se siente inducido el nombre Respuesta a las objeciones: 1. A la
mos expuesto (a.l), la presunción es do- dada en lo expuesto. a la observancia de los preceptos. A la primera hay que decir: La naturaleza incli-
sustancia de la ley, por su parte, pertene- na suficientemente a esperar el bien pro-
cen los mandamientos impuestos al porcionado a la naturaleza humana. Mas
CUESTIÓN 22 hombre ya sometido y dispuesto a obe- para esperar el bien sobrenatural fue me-
decer, y que afectan a la rectitud de nester que el hombre se sintiera induci-
Preceptos que atañen a la esperanza y al temor vida. Por eso, en la legislación aparecen do por la autoridad de la ley divina,
propuestos sin dilación en forma de pre- bien con promesas, bien con recrimina-
Corresponde a continuación tratar de los preceptos que atañen a la espe- ceptos. Los mandamientos de la esperan- ciones y mandamientos. Sin embargo,
ranza y al temor. Sobre esto se inquieren dos cosas: za y de la fe, en cambio, no debían ser incluso para aquello a que incita la razón
1. Los preceptos concernientes a la esperanza.—2. Los preceptos con- propuestos en forma de preceptos, por- natural, como los actos de las virtudes
cernientes al temor. que, si el hombre no creyera ni esperara, morales, fue necesario que se dieran pre-
en vano se le intimaría la ley. Pero lo ceptos de la ley divina para mayor fir-

ARTICULO 1 los preceptos principales deben recaer


1. ln Ioann. tr.83 super 15,12: ML 35,1846.
sobre los actos de las virtudes más no-
¿Debe darse algún precepto sobre la bles. Ahora bien, entre todas las virtu-
esperanza? des, las principales son las teologales: la a. Se ha solido hacer notar un cierto desplazamiento de perspectiva o motivación para la
esperanza, al hacer la transición del plano bíblico al especulativo. De una esperanza basada en
fe, la esperanza y la caridad. Por consi- la promesa y tensa al cumplimiento de la misma, se habría pasado a la esperanza apoyada en
Objeciones por las que parece que guiente, puesto que los preceptos princi- la omnipotencia de Dios misericordioso. Tratemos de verlo en un sencillo esquema:
no se debe dar ningún precepto sobre la pales de la ley son los del decálogo, y a
virtud de la esperanza: ellos se reducen todos los demás, como Se espera en un Dios que:
1. Lo que se puede realizar de ma- ya hemos expuesto (1-2 q.100 a.3), pare- 1. quiere ayudar, porque es misericordioso
nera suficiente por un principio, no ne- ce que, si se diera algún precepto sobre 2. promete ayudar, porque es dueño del futuro Te
cesita el apoyo de otro. Pues bien, para la esperanza, debería ir incluido entre los 3. puede ayudar, porque es omnipotente Tb
esperar el bien está el hombre suficiente- del decálogo, y, sin embargo, no lo está. 4. realizará la ayuda, porque es fiel
mente impulsado por inclinación natu- Parece, por lo tanto, que no debe for- La teología bíblica (Tb) subrayaría 2 y 4, y la teología especulativa (Te) pondría el acento
ral. No hace falta, pues, que se vea obli- mularse ningún precepto sobre la espe- en 1 y 3.
gado a ello por precepto de la ley. ranza. Las a un tiempo sencillas e impresionantes frases de Santo Tomás en este lugar (praeceptum
2. Más aún: Dado que los preceptos 3. Y también: La misma razón hay spei (...) proponendum fuit per modum promissionis; omnia promissa (...) sunt spei excitativa) muestran
se dan sobre los actos de las virtudes, para mandar el acto de la virtud y prohi- hasta qué punto aquel desplazamiento es puramente técnico, por lo que a Santo Tomás respec-
ta. «La esperanza se apoya en la promesa jurada y fiel de Dios omnipotente»: S. RAMÍREZ, La
esencia de la esperanza cristiana (Madrid 1960) p.86. Véase In Tit. 1,2: lect.2 n.6; In Hebr. 6,13:
5. C.45: ML 76,621. lect.4 n.322-324; Comp. theol. II c.10.
C.22 a.2 Preceptos sobre la esperanza y el temor 199 200 Tratado de la esperanza C.22 a.2
meza, y principalmente por estar la ra- ñor, tu Dios, de ti sino que temas al Señor tu bre los actos de las virtudes, se dan tam- 3. A la tercera hay que decir: La in-
zón natural del hombre oscurecida con Dios? (Dt 10,12). Ahora bien, se reclama bién preceptos sobre el temor y el amor ducción al temor basta para rechazar la
las concupiscencias del pecado. de nosotros lo que se nos manda obser- de caridad. Lo mismo ocurre en las cien- presunción, como la inducción a la espe-
2. A la segunda hay que decir: Los pre- var. Luego cae bajo precepto temer a cias demostrativas. No es suficiente poner ranza es suficiente para excluir la deses-
ceptos del decálogo pertenecen a la pri- Dios. los primeros principios; hay que consig- peración, como queda dicho (a.1 ad 3).
mera legislación. Por eso, entre sus pre- Solución. Hay que decir: El temor es nar también las conclusiones que próxi-
ceptos no se debió dar ninguno sobre la doble: el servil y el filial. Mas de la mis- ma o remotamente se siguen de ellos.
esperanza. Fue suficiente que el hombre ma manera que por la esperanza del pre-
estuviera inducido a esperar a través de mio es conducido el hombre a la obser-
algunas promesas puestas en ella, como vancia de los mandamientos de la ley, el
se ve bien claro en el primero y el cuar- temor de las penas, o sea, el temor ser-
to mandamientos. vil, le lleva a la observancia de la ley.
3. A la tercera hay que decir: En las Como hemos dicho (a.1), en la promul-
cosas a cuya observancia está obligado el gación misma de la ley no fue necesario
hombre como un deber, es suficiente el que se diera precepto alguno sobre el
precepto afirmativo sobre lo que se debe acto de esperanza, sino que los hombres
hacer, pues en él se entiende lo que se debían ser inducidos a ella mediante las
ha de evitar. Así, se da el precepto de promesas. Asimismo, tampoco fue nece-
honrar a los padres y no se prohibe des- sario darlo sobre el temor, que centra su
honrarles, sino que la ley se limita a se- atención en las penas, pues estaban im-
ñalar la pena a quienes les deshonren. Y pelidos a ello con la amenaza de las mis-
pues es debido a la salvación humana mas. Y esto se hizo en los mandamien-
que el hombre espere en Dios, hubo de tos mismos del decálogo, y, lógicamen-
ser inducido a ello con alguno de los te, después, en los preceptos secundarios
modos afirmativos indicados, en lo cual de la ley. Pero como los sabios y los
se debía entender la prohibición de lo profetas, queriendo afianzar a los hom-
opuesto. bres en la obediencia de la ley, dieron,
en consecuencia, enseñanzas sobre la es-
ARTICULO 2 peranza a modo de avisos o de precep-
¿Debió darse algún precepto sobre tos, hicieron lo mismo sobre el temor.
el temor? Pero el temor filial que reverencia a
Dios es como un género de amor de
Objeciones por las que parece que en Dios y un principio de todo cuanto se
la ley no debió darse ningún precepto hace en reverencia a El. De ahí que en
sobre el temor: la ley se den preceptos tanto sobre el te-
1. El temor de Dios está entre los mor filial como sobre el amor, porque
preámbulos de la ley, ya que es el princi- uno y otro son preámbulos para los ac-
pio de la sabiduría (Sal 110,10). Pero lo tos externos prescritos en la ley y sobre
que es preámbulo de la ley no cae bajo los cuales se dan los mandamientos del
sus preceptos. Luego no se debió dar decálogo. Por eso, la autoridad aducida
precepto alguno de ley acerca del temor. (Dt 10,12) requiere del hombre el temor
2. Más aún: Puesta la causa se pone para andar en los caminos de Dios, dándole
el efecto. El amor es causa del temor, ya culto, y para que le ame.
que, según San Agustín en el libro Oc- Respuesta a las objeciones: 1. A la
tog. trium quaest. 2, se origina de algún primera hay que decir: El temor filial es un
amor. En consecuencia, dado el precep- preámbulo de la ley como algo extrínse-
to sobre el amor, sería vano mandar co de la misma, igual que el amor. Por
algo sobre el temor. eso sobre uno y otro se prescriben pre-
3. Y también: Al temor se opone de ceptos que son como los principios co-
algún modo la presunción. Mas en la ley munes de toda la ley.
no aparece prohibición alguna sobre la 2. A la segunda hay que decir: Del
presunción. Parece, pues, que tampoco amor nacen el temor filial y las demás
se debiera preceptuar el temor. obras buenas que se hacen por caridad.
En cambio está el testimonio de la Por eso, como a continuación del pre-
Escritura: Y ahora, Israel, ¿qué pide el Se- cepto de la caridad se dan preceptos so-

2. C.33: ML 40,22.

Suma de Teología 3 8

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