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Teoría Sociológica V

Identidad y desarrollo
posibilidades en el contexto latinoamericano para la representación de
nuevas actores.

Isadora Venegas Matus

Profesor: Manuel Antonio Garretón

Ayudantes: Isidro Parraguez


Camila Gutierrez
Millaray Rivera
Nicolás Selamé
Gabriel Sotomayor

27/08/18

1
ÍNDICE
Introducción....................................................................................................................................... 3
Desarrollo y Estado ........................................................................................................................... 4
Contexto latinoamericano y sociedad civil ...................................................................................... 6
Identidad de los grupos sociales ..................................................................................................... 10
Feminismo en la emergencia de problemáticas sociales .............................................................. 13
A modo de conclusiones .................................................................................................................. 16
Bibliografía ...................................................................................................................................... 17

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Introducción
A partir de las transformaciones sociales que han ocurrido en la región
latinoamericana en los últimos años, ha surgido la importancia de analizar el período y los
contextos locales desde una mirada sociológica para adentrarse en los elementos y variables
que componen los fenómenos presentes en la composición social y el desarrollo (tanto social
como económico) del territorio.

Una de las facilidades que es posible encontrar para poder realizar cualquier análisis,
es el entender que los procesos tanto políticos como sociales existentes en la región han
sucedido casi uniformemente, en el sentido que los contextos históricos de los países han
tenido una trayectoria similar (considerando las etapas de gobiernos populares, dictaduras,
transiciones y democracias) y las emergentes líneas investigativas que van de la mano con la
composición social y la aparición de nuevos actores (como los movimientos sociales o las
preocupaciones por temas locales). Es entonces relevante observar y analizar cuáles han sido
las variables desde el aspecto social que permiten diferenciar a los países. Los contextos
nacionales tienen una alta carga identitaria que generan la sucesión de movilizaciones
sociales, la agrupación de los individuos bajo un interés, una necesidad o una problemática
que no ha sido respondida por parte de las administraciones centrales. Si bien en esta
identificación de problemáticas no satisfechas es posible identificar el aspecto económico y
político como ordenamiento y estratificación principales de las sociedades, los aspectos
culturales y sociales tienen una repercusión directa en lo que es la cotidianeidad en la que se
desenvuelven los sujetos y los roces y hostilidades que se generan al observar las
desigualdades existentes para ciertos grupos (en lo que se ha caracterizado principalmente en
la visión eurocentrista patriarcal, en que se han generado jerarquías de inferioridad para los
sujetos de la región, este desmedro a las identidades indígenas y a la mujer)

Es por esto, que el objetivo del presente ensayo es entrever cómo el desarrollo local
(con una visión principalmente estatal) de los países latinoamericanos han permitido (tanto
como en acción como en omisión) la emergencia de grupos identitarios bajo las coyunturas
históricas, enfatizando en la problemática contingente de la consolidación del feminismo en
la zona. De esta manera, se partirá por desarrollar el contexto en relación con el Estado
neoliberal y las condiciones para el desarrollo de los países. Luego se adentrará en los

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postulados sobre sociedad civil en Latinoamérica. El siguiente apartado tratará sobre los
elementos constitutivos de la identidad en los grupos sociales. Para finalmente describir los
procesos del desarrollo del feminismo en la región frente a las problemáticas presentes.

Desarrollo y Estado
En el contexto de la región latinoamericana, primeramente, es importante señalar la
implementación del neoliberalismo como sistema socioeconómico a partir de las dictaduras
(entre los ochenta y noventa), en que se instala un proyecto neoliberal donde se perpetúa la
desigualdad social como condición necesaria para que los individuos puedan asegurar su
libertad y su capacidad de competencia, en un sistema que subordina las esferas de la política
y lo social a la economía (Garretón M. A., 2012), el mercado será entonces la instancia basal
en la que se realizarán las relaciones sociales y políticas, marcando la pauta de las sociedades
y de la forma en que perseguirán sus intereses. En este sentido, el sistema neoliberal tiene
esta estampa mercantil en que las relaciones económicas con el sector privado serán
esenciales, por lo que la capacidad de la administración estatal se ve reducida y los nexos
políticos tendrán influencia directa desde el sector económico, entendiendo la primacía del
pensamiento de la libre competencia y la mercantilización de todo tipo de servicios.

En este contexto, las relaciones existentes en los países son de tensión frente a la
estructura que propone y permite el neoliberalismo, de profundas desigualdades sociales. La
tensiones económicas, sociales y políticas tienen relación con la implantación de sistemas de
alianzas y conflictos, en que el Estado al realizar sus funciones no presenta una capacidad
completamente racional (Faletto, 1993), ya que los Estados latinoamericanos se gestaron y
crecieron de una manera “desordenada”. El contexto social será un indicador primordial en
que la acción estatal se desarrolle de ciertas formas, las funciones y actividades se realizarán
mediante la necesidad de responder circunstancialmente a los problemas que se presentan,
por lo que la conformación de una línea política estatal se verá en constante revisión por las
diversas aristas que están entrelazadas en el desarrollo de los países. Esto genera que las
políticas no puedan abarcar de una manera global y sostenidas de en el tiempo proyecciones
para disminuir la desigualdad social.

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La inequidad social que se presenta en la región tiene una alta relación con las crisis
que han existido en los mecanismos de integración interna (que es posible identificar en las
diferencias en la distribución de ingresos, las diferencias de modos de vida y ausencia de
valores impartidos que constituyan una identidad nacional (Faletto, 1993)). En este sentido,
el desafío actual hace relación con la recomposición de las relaciones entre Estado y sociedad
civil, en que exista un fortalecimiento de la ciudadanía, se necesita que exista in cambio de
sentido en las sociedades sobre la política, para poder así observar de una manera íntegra la
temática del desarrollo hacia la construcción de regímenes democráticos (Garretón M. A.,
2012)

En esta concepción del desarrollo sociopolítico local latinoamericano, es preciso


entender que este es una respuesta necesaria a los principales retos e imperativos planteados
por el ajuste estructural de las economías latinoamericanas, en donde han existido avances
en las innovaciones tecnológicas y de la organización productiva de cada territorio
(Alburquerque, 1997). La problemática que se ha señalado desde el desarrollo es entender
que este desarrollo se ha hecho “desde arriba”, en la relación directa entre Estado y gran
empresa, cuando las características locales han presentado las necesidades de estrategias de
desarrollo “desde abajo”, donde haya un sustento de factores económicos, sociales, culturales
y territoriales (Alburquerque, 1997), así entendiendo la necesidad de conocer las necesidades
y propuesta de los sujetos a nivel territorial, la participación de la ciudadanía en su
heterogeneidad y complejidad, con sus características ambientales y culturales.

La dimensión de ciudadanía a la que se hace referencia requiere de una abolición de


privilegios para ciertos sectores de la sociedad, en donde exista una igualdad de derechos de
todos los individuos, considerando la heterogeneidad de origines, género, nacionalidad, edad,
etnia, etc. (Garretón M. A., 2015). Así, las transformaciones estatales se avocarían a la
necesidad de considerar las temáticas de dominación (internas y externas), identidad nacional
(plurinacionalidad), desarrollo (sociopolítico y económico) y la forma de relacionarse con la
ciudadanía y los actores sociales. (Garretón M. A., 2015)

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Contexto latinoamericano y sociedad civil

En vista de la problemática de una correlación entre Estado y sociedad civil, existen


diversos grupos que han demostrado una forma de presentarse y agruparse mediante las
necesidades propias, por un lado, se tiene la capacidad de las organizaciones sindicales o de
los partidos políticos de lograr movilizar a grandes grupos en contra de las políticas
neoliberales que han negado ciertos derechos democráticos (CEPAL, 1990). Por otro lado,
se presentan los grupos medios y altos de la sociedad que no generan una agrupación
movilizadora frente a las problemáticas presentes en la región, pero que sí presentan una
inseguridad en relación con los ingresos y las capacidades de insertarse en esta actualidad de
consumo (CEPAL, 1990).

Y no es extraño entender que son las capas bajas las que se organizan y movilizan en
pos de la transformación social, ya que al considerarse estos en las políticas de desarrollo,
serán estos los principales beneficiarios, con resultados más eficientes para su realidad. El
problema que presentan al organizarse es que el apoyo necesario es amplio, no siempre
lográndose para generar cambios, por lo que las demandas suelen seguir postergándose,
impidiendo que mejoras en la igualdad social.

El concepto de ciudadanía se complejiza en el entendido que tiene atribuciones más


allá de la estratificación o agrupación de clase, en que el ejercicio de esta tiene que ver con
el reconocimiento de derechos civiles, políticos y socioculturales, que se le atribuyen a los
sujetos (Garretón M. A., 2015), sumado a la relevancia que tiene el ciudadano como capaz
de ser parte de la elaboración y fiscalización de las políticas y los gobiernos. Son los actores
que están presentes en cada ámbito social y son receptores directos de las funciones y
actividades que realice el Estado. Es importante que una vez observado el rol presente de los
actores involucrados en el desarrollo, entender que en la ciudadanía es necesaria la igualdad
en diversos aspectos En el contexto de la globalización actual y el neoliberalismo quienes
pueden vivirlo en todos sus ámbitos son quienes “más iguales” son (considerando los
derechos sociales), ya que pueden representarse y visibilizarse de mejor forma y pueden
asumir de mejor manera las tareas que requieren estos procesos de modernidad. (CEPAL,
2010)

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En este sentido existe una tensión y un debate entre la democracia y los derechos
ciudadanos en base a la interpretación de estos últimos como una cosa encapsulada dentro de
la noción de ciudadanía como una cantidad determinada de derechos individuales (visión
principalmente neoliberal) o colectividades extremadamente pequeñas, de esta forma la
relación ciudadanía y democracia, es decir, ciudadanía y comunidad política no existe
(Garretón M. A., 2015). En este sentido la democracia seria no solo una cantidad de derechos
ciudadanos, sino, la integración de esta categoría a la cuestión del orden de la sociedad y la
conformación del poder político, logrando dotar de un contenido colectivo (en base a las
distintas relaciones sociales y formas convivencia) a la ciudadanía. Y este elemento es
extremadamente preocupante en tanto, este carácter, no es común en las democracias
latinoamericanas.

El concepto de ciudadanía surge también como parte de la base social que le entrega
legitimidad al Estado democrático, en tanto el nuevo plano político de este, está constituido
por tres nuevos actores: ciudadanía, identidades e individuos. Estos tres actores finalmente
convergen en la base del Estado denominada “sociedad civil” (Garretón M. A., 2015).

Al no encontrase presente estas caracterizaciones teóricas del Estado, entran a regir


otras formas como la caracterización de las estructuras sociales. Estas afectan a los
movimientos sociales en base a que permiten una distribución desigual del poder, riqueza y
prestigio entre las partes de la sociedad. Esto genera que exista una cantidad de intereses
dispares según clase, raza/etnia, y también capacidades dispares para actuar en pos de sus
propios intereses (Wickham-Crowley & Eckstein, 2017).

De esta manera, el fenómeno anteriormente observado para los autores presenta la


preocupación de la asignación de posibilidades en base a las identidades como una forma de
agenciamiento:

“Para entender cómo y por qué los grupos (auto) identificados por género, raza y etnia, así
como por la orientación sexual y la falta de propiedades (…) llegan a movilizarse por
derechos y beneficios, primero debemos observar los sesgos estatales en la
distribución/asignación de derechos y beneficios” (Wickham-Crowley & Eckstein, 2017,
pág. 54)

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Según lo anteriormente planteado, la baja capacidad del Estado en garantizar una
ciudadanía compleja, y la relación de los estratos genera el agenciamiento de distintos
movimientos menos privilegiados, entre ellos las mujeres.

Las mujeres no eran consideradas como sujetas de ninguna forma de derecho directo
(seguridad social, por ejemplo), ni tampoco en términos de sujetos económicos o ciudadanas
plenas, su identidad había sido designada al cuidado y reproducción de la familia (Aguinaga,
Lang, Mokrani, & Santillana, 2011). De esta forma, el enfoque que se plantea desde el
feminismo hace relación a abordar simultáneamente dos conceptos: Anticapitalismo y
antipatriarcado. Superando también de plano la noción de jerarquización de contradicciones:

“Este enfoque es constructivista con una perspectiva integral que observa la organización
social, económica y política de la sociedad, no pone a las mujeres en el centro de su análisis,
sino que “cuestiona la presunción de una categoría social homogénea «mujeres»”. Enfatiza
que ambos géneros son construcciones sociales, más allá del sexo biológico, y que las otras
mujeres son marcadas no solamente por el género, sino por otras categorías de dominación,
como su origen étnico-cultural, su orientación sexual, su edad, etc. (Aguinaga, Lang,
Mokrani, & Santillana, 2011, pág. 61)”

En base a lo anterior, la movilización feminista se articula en base a dos formas de


necesidades: prácticas y estratégicas, logrando atacar en conjunto lo que antes era separado.
Las primeras se coindicen con el acceso a los servicios básicos, alimentación, etc. Las
segundas tienen relación con el cuestionamiento de la subordinación de la mujer al sistema
patriarcal de género. Respecto a las segundas se señala que pueden incluir “reclamos por
salario igual a trabajo igual, contra la violencia de género, o proponer que las mujeres puedan
determinar libremente su sexualidad y número de hijos, etc.” (Aguinaga, Lang, Mokrani, &
Santillana, 2011, pág. 62)

Una de las principales trabas de las colectividades feministas, se relación con la


tendencia colonial y universalista de algunas teorías feministas, juzgando estructuras
económicas, legales, familiares y religiosas del mundo del “sur”, tomando las nociones,
categorías e historia del “norte” u occidentales definiendo a las sociedades latinoamericanas
y la experiencia feminista como subdesarrollado o en desarrollo (Aguinaga, Lang, Mokrani,
& Santillana, 2011) ¿Cuál es el problema que representa esto? Primero, disminuir o eliminar

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la especificidad histórico-estructural; Segundo, invisibilizar las experiencias de resistencia
por ser consideradas “marginales” o incluso primitivas, convirtiendo así, el único horizonte
posible el desarrollo del primer mundo. Además, destaca la crítica al desarrollo mediante “la
heterosexualidad reproductiva como forma de organización social dominante, productora y
reproductora de los sistemas de dominación patriarcal y colonial” (Aguinaga, Lang, Mokrani,
& Santillana, 2011)

Los movimientos sociales por lo general se agrupan bajo sellos distintivos o


identitarios que generan incentivos a participar en las movilizaciones y organizaciones
sociales, teniendo en cuenta que es posible la existencia de movimientos interseccionales,
donde se critica de manera completa el sistema de dominación en el que se vive, pero a partir
de lo anterior, suele suceder que las agrupaciones dirigen su movilización y participación de
manera más activa a los problemas que les afecta directamente, así “las mujeres cuestionan
al patriarcado y al sexismo, los indígenas y negros al racismo y al colonialismo, y otros, a la
dominación por clase social” . (Cumes, 2012)

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Identidad de los grupos sociales

Hasta lo desarrollado al momento, el cuestionamiento de una identidad es elemento


constitutivo de nuestra problemática. En la noción por ejemplo de Linera, se encuentra
presente la idea de que este elemento sería el punto de partida de autopercepción (o
conciencia) de cualquier ser humano, pues constituye la formación del sí para sí y para un
colectivo. Ahora, estas coordenadas de referencia jamás se dan en términos de “naturalidad”,
por el contrario, son procesos de significación social y temporal. De esta manera la identidad
se constituiría como una afirmación categórica del individuo en distancia a otro,
diferenciándolo de un ajeno que se define (Linera, 2015)

Existen dos formas dialécticas de identidades: asumidas y designadas. Las primeras


son buscadas, de manera intencionada, pero las segundas son las que son delegadas por otro,
y que son irrenunciables o cuestionables en términos primarios al menos (nacionalidad, clase
social, etnia, etc.). Luego, lo central del pensamiento del autor es que estas identidades mutan
entre ellas, pueden pasar de uno a otra. Claro ejemplo de esto es el la figura del indio, antes
categorizada como una identidad designada y que significaba una forma de opresión
específica, ahora es una identidad asumida, pues representa una posición de subalternidad y
agenciamiento enfocado al cambio social (Linera, 2015).

Como se vio someramente en el párrafo anterior, las identidades también cumplen


funciones de jerarquización y disputa en lo social, pues la identidad en sí mismo, es una
forma de entregarse valor y también establecer el valor relacional de otras identidades. De
esta forma el asumir una identidad específica, tiene que ver con asumir un valor público
(visibilización) y también asume un carácter de estrato (en términos de organización
colectiva), eso hace mutar a la identidad en el concepto de identidad movilizada, que tendrá
un efecto social determinado (movilización, duración, etc.) en base a la cualidad de la
identidad. En este sentido, quienes poseen la moralidad para generar un Estado plurinacional
que no excluyera a nadie, son los que se consideran lo más vulnerados, en este caso, los
indígenas (Linera, 2015). La movilización y creación de grupos identitarios tienen sentido
cuando se entiende que el colectivo en el que se insertan los sujetos es constitutivos de éste,
en contraposición constante de la relación con un “otros” identificado.

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El contexto local ha sido definitorio para la creación de las identidades, entendiendo
en origen de la colonización y el ímpetu hispanista avasallador de la cultura existente en la
región. En este aspecto, globalmente existe una apreciación a lo que es el pensamiento, estilo
de vida, tradiciones y cultura hispanista (y en general de los países del norte) en un constante
desmedro de lo que es la realidad latinoamericana con una oposición al indigenismo.
Considerando lo europeo racional- ilustrado y lo latinoamericano simbólico- dramático
(Larraín, 2000). La cultura y realidad de lo popular latinoamericano se considera como una
modernidad no acabada, en tanto tiene elementos antimodernos y promodernos (en cuanto se
entiende el carácter alienante y deshumanizador de la modernidad y en relación con el avance
efectivo que se tiene en las condiciones y calidad de vida, respectivamente) (Larraín, 2000)

Dentro del ideario de lo latinoamericano, existen las nociones de considerar a la


región desde sus problemáticas y sus fracasos, para darle así una estampa defectiva e
incompleta, en la constante falta de un algo. Al sujeto latinoamericano se le carga de
cualidades negativas o simplemente se le niegan las posibles virtudes, para de alguna forma
negarle una identificación global. (Larraín, 2000)

Por otro lado, es posible desprender de lo anterior cómo desde la visión de los países
del norte, se niega de alguna manera la existencia de individuos en el sur, ya que al eliminarle
categorías y posibilidades virtuosas, se crea la idea que los sujetos no son capaces de
entenderse y organizarse en comunidades (siendo cualidad de sujeto que un individuo esté
inserto en una colectividad y tenga la posibilidad de convertirse en actor colectivo). El sujeto
latinoamericano como tal es algo sin valor. (Martuccelli, 2010)

En la perspectiva de que estos sujetos son vistos de una manera individualizada, es


necesario entender que la individualización genera una construcción personal (entendiéndolo
como la ciudadanía), en que no se puede negar su existencia, ya que hay presencia de
individuos autónomos de las colectividades, y no por esto menos reales. En este sentido, el
vínculo que existen entre los ciudadanos y la nación presenta una transformación,
entendiendo que los sujetos que han llevado una auto observación y reflexión exigen un
reconocimiento simbólico. Por lo que en este contexto se generan tensiones políticas entre
las identidades colectivas y las identidades individuales (que previamente no eran
consideradas a ser un “núcleo problemático”) (Martuccelli, 2010)

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Es posible entender hasta el momento que las identidades pasan por ser colectividades
o individualidades, por lo que aparece la reflexión de la noción de ciudadanía en un contexto
de modernidad en que ya no se intenta observar la realidad latinoamericana en homogenizarse
con la realidad europea, sino que se entienda desde la diferencia. (Rivera Cusicanqui, 2010)
Lo que han intentado hacer los grupos que dominan y controlan la hegemonía ha sido tratar
de organizar la sociedad a imagen y semejanza de lo europeo, en una intención de
implementar un sistema multicultural, que sólo oculta nuevas formas de colonización.
(Rivera Cusicanqui, 2010)

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Feminismo en la emergencia de problemáticas sociales

Se parte de la necesaria conceptualización de lo que se entiende por movimiento social. Como


categoría mínima se definirá lo que reside en él, en base a tres dimensiones propuestas por
Garreton (2015): Primero, la acción que tiene un movimiento como su propio referente, o sea
la misión del movimiento es la constitución de una identidad o sujeto social; La segunda
dimensión es de carácter instrumental o puramente reivindicativa, es decir, la movilización
en base a medidas concretas o el fortalecimiento de la misma organización; La tercera
dimensión, se le conoce como de “historicidad”, que es la movilización como referente
histórico y que apunta a la transformación de la sociedad o a lo menos parte de ella (Garretón
M. A., 2015).

Otra caracterización hace referencia con lo tratado en puntos anteriores, pero específicamente
en el concepto de “desarrollo de la sociedad civil”. No existe un desarrollo del concepto de
sociedad civil desde los años 30. Esto a determinado de que existe una ausencia de
movimientos sociales estrictamente autónomos de la política institucional (partidos
políticos), en tanto la acción colectiva (y así no necesariamente su génesis), esta enraizada
en la “imbricación” de diferentes estructuras partidarias y organización social o el caso
específico de una cantidad determinada de factores sociales (Garretón M. A., 2015). Así
también lo ven las autoras García y Valdivieso en el movimiento de mujeres al plantear que
“La compleja y diversa realidad de América latina dificulta la construcción política autónoma
del movimiento de mujeres, pues algunos de sus grupos dependen del Estado mientras otros
lo confrontan (García & Valdivieso, 2018, pág. 42)”

En tanto la visión de Gargallo, complementa el nivel de análisis anterior y entrega ciertos


antecedentes sobre un posible “atraso” en la corriente feminista latinoamericana en relación
a su autonomía y agenciamiento. El atraso de la organización feminista es por el hecho de
que las mujeres participaron en organizaciones mixtas que las trataban con mayor igualdad
y donde eran relativamente más legitimadas. Por lo que solo el encuentro entre mujeres y
realización colectiva autónoma desde sus trayectorias permiten la constitución de un
movimiento capaz de postular su liberación (Gargallo, 2007).

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De esta forma existen dos categorías de movimientos analizadas por García y Valdivieso que
recogen las aprensiones anteriormente señaladas: El movimiento de mujeres y el movimiento
feminista como ejemplos distintas de autonomía.

En tanto el primero la autora plantea que: “se reconoce como un movimiento heterogéneo,
con presencia desigual en la escena social, con demandas ambiguas y muchas veces
contradictorias expresadas a través de formas tradicionales y novedosas modalidades de
lucha que no siempre llegan a articularse. Muchas veces estos movimientos no se consideran
feministas” (García & Valdivieso, 2018, pág. 42). En el caso del movimiento feminista, se
entiende como una configuración autónoma de la lucha consciente y organizada de las
mujeres contra el sistema patriarcal.

El feminismo de esta forma: “ha sido uno de los movimientos sociales e ideológicos más
visibles en la región durante las últimas décadas. Teniendo como antecedentes históricos las
luchas de las mujeres de inicios del siglo XX por el derecho al sufragio, condiciones laborales
igualitarias y leyes de protección al niño y a la madre, a partir de los años 70, "una inédita
combinación de activistas, mujeres de organizaciones no gubernamentales y académicas
feministas confluyeron con las militantes de partidos de izquierda y pobladoras organizadas
para la supervivencia, en espacios de acción y retroalimentación de experiencias, muchas
veces no exenta de tensiones" " (Barrig 2000).” (Panfichi, 2002, pág. 30)

De esta manera se debe reconocer del feminismo en torno a la capacidad de transformación


de la vida desde una mirada integral que permite el dialogo con variados actores para
transformar un sistema político, social y económico injusto, basado en la exaltación de la
identidad masculina (Aguinaga, Lang, Mokrani, & Santillana, 2011)

En otro punto, la integración de las mujeres en las políticas de desarrollo fue como receptoras
pasivas y aun, en muchos casos, desde la labor “domestica”. Mientras que aun los recursos y
capacitación técnica seguían destinándose en hombres. Pero fue la caracterización anterior
en la que mediante conferencias y trabajo multiorganizaciónal se institucionalizó el enfoque
de las mujeres como parte del desarrollo, es decir, no se planteaba una crítica a la noción de
desarrollo, sino que se buscaba revertir la exclusión de las mujeres de las políticas del
desarrollo (Aguinaga, Lang, Mokrani, & Santillana, 2011).

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Por otro lado, el feminismo hegemónico también entiende desde una categorización de la
mujer “privilegiada” (blanca, occidental o de las elites locales), en este sentido Cumes plantea
que esta visión tiene un componente de normalización de lo “civilizado”, por ende, persiste
en su génesis la colonización y el racismo como constitutivos de su pensamiento. Este
feminismo perpetua la asimilación occidental que priva de las especificidades histórico-
estructurales (indígenas), exponiendo a las mujeres indígenas a un racismo y etnocentrismo
que sigue replicando la opresión patriarcal.

Por otro lado, Paredes ingresa la noción de la mujer como un minisector, es decir, el
imaginario patriarcal las mujeres se reducen y existen en lugares de protesta intrascendentes
(la figura del pataleo). En este sentido la mujer tiende a atomizarse y se le sitúa en políticas
sectoriales y especificas desproveyéndola de su sentido complejo y su relato interseccional
(Paredes, 2008).

En otro punto de la misma autora, plantea que la memoria es un eje constitutivo del quehacer
del movimiento feminista, en tanto aporta un relato histórico que provee a las nuevas luchas
de la contingencia de experiencias pasadas. Genera, en otras palabras, identidad que enlaza
a las mujeres con sus antepasadas. Haciendo, finalmente que la historia justifique y de sentido
a la posición tomada en relación con el “otro” (Paredes, 2008)

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A modo de conclusiones
El movimiento feminista tiene su génesis en procesos políticos con una influencia de
demandas más bien globales (como lo fue el derecho a voto) y que en sus inicios tuvo
repercusiones positivas para un grupo minoritario (que tiene relación con las mujeres de clase
acomodada).

La revisión bibliográfica que se realizó se enfoca en distinguir los procesos en los que
los países y sus Estados generan procesos y políticas en el marco del sistema neoliberal
imperante tomando en consideración las diferentes esferas de la sociedad. A considerar que
cuando los países que tienen un interés en generar políticas “desde abajo”, a partir de lo que
la sociedad civil manifiesta como necesidades insatisfechas, produce una mayor eficiencia
en la distribución de los recursos (humanos como materiales). La aplicación de las políticas
“desde arriba” mantiene un orden en que un sector de la sociedad esté al mando y desde una
posición alejada de la realidad produzca medidas que no se acercan a los contextos locales.
Más aún, cuando se considera que la mayoría de los países de la región mantiene en su
funcionamiento prácticas de discriminación hacia ciertos grupos minoritarios de la población
(principalmente a lo que han sido los pueblos originarios).

En este sentido, la emergencia de las manifestaciones y movilizaciones sociales bajo


las consignas feministas, han generado repercusiones directas en el sistema político, sistema
que largamente ha sido machista y masculinizado, ignorando las diferentes realidades de las
mujeres, que básicamente es la mitad de la población. Los últimos años se han visto obligados
a interpretar y hacer parte de los programas políticos las demandas coyunturales.

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Bibliografía
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