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ARTICULO 15. REALIZAR LECTURA.

Derecho a la
intimidad[i] asegura a la persona y a su familia un
reducto o espacio físico inexpugnable, ajeno a los otros,
en el que puede resguardarse, aislándose del tumulto
de la vida moderna, gozar del recogimiento necesario y
proyectar tranquilamente su personalidad, alejado y
libre de las intromisiones o contactos que el sistema
social normalmente acarrea. La prohibición que recae
sobre las injerencias arbitrarias en la vida privada de la
persona, su familia, su domicilio o su correspondencia,
no sólo garantiza a la persona frente al ingreso
injustificado de personas o agentes públicos al espacio
físico de su exclusivo control, sino también la ampara
contra las invasiones que penetran la esfera de
intangibilidad de su vida personal o familiar, mediante
aparatos electrónicos o mecánicos, en este caso ya no
tan sólo en forma directa e intencional. La amplitud del
concepto de "injerencia", contenido en el derecho a no
ser molestado que, a su vez, hace parte del núcleo
esencial del derecho fundamental a la intimidad
personal o familiar, incluye los ruidos ilegítimos, no
soportables ni tolerables normalmente por la persona
en una sociedad democrática.

En Sentencia T-696 de 1996, señaló la Corte:


Derecho a la Intimidad. La intimidad, el espacio
exclusivo de cada uno, es aquella órbita reservada para
cada persona y de que toda persona debe gozar, que
busca el aislamiento o inmunidad del individuo frente a
la necesaria injerencia de los demás, dada la
sociabilidad natural del ser humano. Es el área
restringida inherente a toda persona o familia, que
solamente puede ser penetrada por extraños con el
consentimiento de su titular o mediando orden dictada
por autoridad competente, en ejercicio de sus funciones
y de conformidad con la Constitución y la ley. Como
todos los demás derechos constitucionales
fundamentales, el derecho a la intimidad presenta las
características de especialidad e inherencia, en cuanto
que sin él quedaría insatisfecha la personalidad como
concepto unitario, siendo propio de la persona que con
él nace y desaparece; y extrapatrimonialidad, es decir
que sobre él se carece de disponibilidad, siendo por
eso intransmisible, irrenunciable, imprescriptible,
inembargable y no susceptible, en sí mismo
considerado, de valuación económica, aunque pueda
tener, eventualmente, efectos patrimoniales. En
Colombia, todas las personas tienen derecho a su
intimidad personal y familiar, que debe ser respetada y
protegida por el Estado, particularmente, lo dice la
Constitución, en cuanto a la correspondencia y demás
comunicaciones privadas que, de conformidad con ella
y con el artículo 12 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, son inviolables. La jurisprudencia y
la doctrina nacional e internacional han reconocido en
éste un sagrado derecho, integrándolo con aquél según
el cual nadie puede ser molestado (artículo 28
Superior)[ii] y sintetizándolo como el "derecho a ser
dejado en paz"[iii], lo cual hace a la Sala pensar que la
garantía contenida en el citado artículo 15, permite al
individuo la conservación de su intimidad y acudir ante
las autoridades de la República, quienes están
instituidas para proteger a todas las personas
residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes,
creencias y demás derechos y libertades, buscando
que cesen oportunamente aquellas intromisiones
irracionales, injustificadas y, por ende, antijurídicas.

Sin embargo, una tendencia mundialmente aceptada y


a la que no ha sido ajena esta Corporación al sentar
jurisprudencia, ve un desdibujamiento en la intimidad de
las personas con proyección pública, pues de sus
actuaciones serán testigos, casi necesariamente y más
cuando actúen en un recinto público, quienes en ellas
estén interesados, quienes de alguna manera por ellas
se vean afectados y/o quienes simplemente asistan al
recinto, directamente o por medio de los conductos de
información. Dicho desdibujamiento, sobra decirlo, en
manera alguna puede ser absoluto. Si bien el ámbito
exclusivo de los personajes públicos se reduce en
razón de su calidad y, eventualmente, de las
actividades que desarrollen, las cuales, se repite,
inciden en un conglomerado social o son de interés
general, no es posible pensar que lo hayan perdido y,
en consecuencia, que no puedan ser titulares del
derecho constitucional fundamental a la intimidad. No.
Para diferenciar el campo que puede ser objeto de
conocimiento general del que no puede serlo, en las
condiciones señaladas, se requiere analizar la
presencia de dos factores: primero, la actuación de la
persona dentro de un ámbito público; y segundo, si lo
hace con la intención de ser vista y escuchada por
quienes allí se encuentran, cuya verificación permitirá
pensar, como es lógico, que ella está actuando por
fuera de su zona de privacidad y, al mismo tiempo, que
pueden su imagen y manifestaciones ser captadas por
quienes la rodean[iv].

De otra parte, tres son las maneras de vulnerar el


derecho a la intimidad. La primera de ellas es la
intrusión o intromisión irracional en la órbita que cada
persona se ha reservado; la segunda, consiste en la
divulgación de los hechos privados; y la tercera,
finalmente, en la presentación tergiversada o mentirosa
de circunstancias personales, aspectos los dos últimos
que rayan con los derechos a la honra y al buen
nombre. La intromisión en la intimidad de la persona,
sucede con el simple hecho de ingresar en el campo
que ella se ha reservado. Es un aspecto meramente
material, físico, objetivo, independiente de que lo
encontrado en dicho interior sea publicado o de los
efectos que tal intrusión acarree. Cabe en este análisis
la forma en que el agente violador se introduce en la
intimidad del titular del derecho y no tanto el éxito
obtenido en la operación o el producto de la misma, que
se encuentran en el terreno de la segunda forma de
vulneración antes señalada. En la divulgación de
hechos privados incurre quien presenta al público una
información cierta, veraz, pero no susceptible de ser
compartida, es decir, perteneciente al círculo íntimo de
cada quien, siempre y cuando no se cuente con
autorización para hacerlo bien de su titular, bien de
autoridad competente. En esta forma de vulneración, a
contrario sensu, es necesario el estudio del producto
obtenido con la intrusión en la intimidad del afectado,
para compararlo con su realidad familiar, social, laboral,
etc. Por oposición a la anterior, la presentación falsa de
aparentes hechos íntimos no corresponde con la
realidad y, en esa medida, puede atribuir a la persona
afectada cualidades que no tiene o, en el peor de los
casos, puede ser difamatoria, con lo cual, se repite, la
vulneración del derecho a la intimidad podría traer
consigo la violación de otros derechos también
fundamentales, como la honra y el buen nombre.

Derecho al buen nombre. El nombre es[v], según una


de las acepciones del Diccionario de la Lengua
Española, "fama, opinión, reputación o crédito". Es, en
consecuencia, el resultado del comportamiento en
sociedad. Tiene buen nombre quien lo ha adquirido
merced a su buena conducta, pues él no se recibe
gratuitamente de los demás. Y la buena fama, la buena
opinión que los demás tengan de alguien, es el
resultado de la buena conducta que observan en él. El
buen nombre se tiene o no se tiene, según sea la
conducta social. Es, por lo mismo, objetivo, en la
medida en que lo configuran los hechos o actos de la
persona de quien se trata. Al respecto, esta Corte ha
señalado: "El buen nombre alude al concepto que del
individuo tienen los demás miembros de la sociedad en
relación con su comportamiento, honestidad, decoro,
calidades, condiciones humanas y profesionales,
antecedentes y ejecutorias. Representa uno de los más
valiosos elementos del patrimonio moral y social de la
persona y constituye factor indispensable de la dignidad
que a cada uno debe ser reconocida. "Se atenta contra
este derecho cuando, sin justificación ni causa cierta y
real, es decir, sin fundamento, se propagan entre el
público -bien en forma directa y personal, ya a través de
los medios de comunicación de masas- informaciones
falsas o erróneas o especies que distorsionan el
concepto público que se tiene del individuo y que, por lo
tanto, tienden a socavar el prestigio y la confianza de
los que disfruta en el entorno social en cuyo medio
actúa, o cuando en cualquier forma se manipula la
opinión general para desdibujar su imagen. "Pero el
derecho al buen nombre no es gratuito. Por su misma
naturaleza, exige como presupuesto indispensable el
mérito, esto es, la conducta irreprochable de quien
aspira a ser su titular y el reconocimiento social del
mismo., debidamente En otros términos, el buen
nombre se adquiere gracias al adecuado
comportamiento del individuo apreciado en sus
manifestaciones externas por la colectividad. "...a él es
aplicable íntegramente lo dicho en esta providencia en
el sentido de que no puede alegar desconocimiento o
vulneración de su buen nombre quien, por su conducta
-en este caso la mora en el pago de las cuotas de
administración- da lugar a que se ponga en tela de
juicio su credibilidad." (Cfr. Corte Constitucional.
Sentencia T-229 de 1994. Magistrado Ponente Dr. José
Gregorio Hernández Galindo).

Habeas data. El mismo artículo 15 de la Constitución


Política lo define al señalar que todas las personas
tienen derecho a conocer, actualizar y rectificar las
informaciones que se hayan recogido sobre ellas en
banco de datos y en archivos de entidades públicas y
privadas. Su núcleo esencial[vi] está integrado por el
derecho a la autodeterminación informática y por la
libertad, en general, y en especial económica.

En Sentencia SU. 082/95, se consideró: El actor solicitó


en el año de 1990 un crédito a Invercrédito. Debido a
algunas dificultades económicas, el demandante se
atrasó en los pagos del crédito, por ello fue reportado
como deudor moroso a la División DATACREDITO, de
la compañía COMPUTEC S.A. El demandante pagó su
deuda, y el 25 de junio de 1993, le fue entregado el paz
y salvo por la compañía que le otorgó el crédito. Sin
embargo, su nombre aún aparece en el archivo de la
demandada, con una anotación de "cartera
recuperada". Como consecuencia de los hechos
relatados anteriormente, el actor no ha podido acceder
al crédito ni servir como garante de obligaciones
contraídas por terceras personas. Considera vulnerado
así el artículo 15 de la Constitución Política.
Consideraciones de la Corte Constitucional.

¿La manera como una persona atienda sus


obligaciones económicas para con las instituciones de
crédito, pertenece al ámbito de su intimidad? Cuando el
artículo 15 de la Constitución consagra el derecho a la
intimidad personal y familiar, es evidente que ampara,
en primer lugar, aquello que atañe solamente al
individuo, como su salud, sus hábitos o inclinaciones
sexuales, su origen familiar o racial, sus convicciones
políticas y religiosas. Ampara, además, la esfera
familiar, lo que acontece en el seno de la familia, que
no rebasa el ámbito doméstico. Nadie extraño tiene, en
principio, por qué conocer cómo discurre la vida
familiar. Sólo en circunstancias anormales, y
precisamente para volver a la normalidad, el Estado,
por ejemplo, interviene, y temporalmente el derecho a
la intimidad familiar debe ceder frente a otro superior. Al
respecto, el autor Eduardo Novoa Monreal, hace el
siguiente "recuento empírico" sobre las actividades,
situaciones y fenómenos pertenecientes a la vida
privada: "a] ideas y creencias religiosas, filosóficas,
mágicas y políticas que el individuo desee sustraer del
conocimiento ajeno; "b] aspectos concernientes a la
vida amorosa y sexual;
"c] aspectos no conocidos por extraños de la vida
familiar, especialmente los de índole embarazosa para
el individuo o para el grupo; "d] defectos o anomalías
físicos o psíquicos no ostensibles; "e] comportamiento
del sujeto que no es conocido de los extraños y que de
ser conocido originaría críticas o desmejoraría la
apreciación de éstos hacen de aquél; "f] afecciones de
la salud cuyo conocimiento menoscabe el juicio que
para fines sociales o profesionales formulan los demás
acerca del sujeto; "g] contenido de comunicaciones
escritas u orales de tipo personal, esto es, dirigidas
únicamente para el conocimiento de una o más
personas determinadas; "h] la vida pasada del sujeto,
en cuanto pueda ser motivo de bochorno para éste; "i]
orígenes familiares que lastimen la posición social y,
en igual caso, cuestiones concernientes a la filiación y a
los actos de estado civil; "j] el cumplimiento de las
funciones fisiológicas de excreción, y hechos o actos
relativos al propio cuerpo que son tenidos por
repugnantes o socialmente inaceptables (ruidos
corporales, intromisión de dedos en cavidades
naturales, etc.); "k] momentos penosos o de extremo
abatimiento; y, "j] en general, todo dato, hecho o
actividad personal no conocidos por otros, cuyo
conocimiento por terceros produzca turbación moral o
psíquica al afectado (desnudez, embarazo
prematrimonial)."Con lo anterior hemos tratado de
presentar la más amplia gama de hechos, relaciones y
fenómenos que normalmente un sujeto tiene el derecho
a ocultar al conocimiento de los demás. ..." (Cfr.
"Derecho a la vida privada y libertad de información",
Editorial Siglo XXI, págs. 45 y 46, 1979).

Entendidas así la intimidad personal y familiar, es claro


que resulta exagerado colocar en su mismo plano el
comportamiento de una persona en materia crediticia.
Ello, por varias razones. La primera, que el ser buen o
mal pagador es algo que necesariamente no sólo
interesa al deudor, sino a éste y a quienes son sus
acreedores actuales o potenciales. La segunda, que lo
relativo al crédito tiene un contenido económico, que no
puede equipararse con lo que pertenece a planos
superiores, como la vida, la libertad y la dignidad del
hombre. Dicho en los términos más sencillos, quien
obtiene un crédito de una entidad dedicada a esta
actividad y abierta al público, no puede pretender que
todo lo relacionado exclusivamente con el crédito, y en
especial la forma como él cumpla sus obligaciones,
quede amparado por el secreto como si se tratara de
algo perteneciente a su intimidad. Lo anterior sin
perjuicio de lo que se señalará sobre la titularidad del
dato personal, en otra parte de esta sentencia.

El derecho al buen nombre. En lo que tiene que ver con


el manejo del crédito, es evidente que la fama de buen
o mal pagador se origina en la forma en que
usualmente la persona atiende sus obligaciones. Es ella
misma quien realiza los actos que configuran su fama.
La vulneración del buen nombre sólo puede aducirla
quien lo tiene, porque lo ha ganado. El buen nombre es
un concepto diferente por completo a la intimidad
personal y familiar: ésta es secreta para los demás, en
tanto que aquél es público por naturaleza, y lo que es
público por naturaleza no puede tornarse en íntimo,
porque sería inadecuado.

El derecho a la información. El artículo 20 de la


Constitución consagra el derecho a informar y a recibir
información veraz e imparcial. ¿Qué es una información
veraz? Sencillamente, la que corresponde a la verdad.
Pero no a una verdad a medias, sino a la verdad
completa. Ahora, existe un derecho de los
establecimientos de crédito a recibir información veraz
sobre la conducta de sus posibles deudores en lo
tocante al cumplimiento de sus obligaciones, ya que
precisamente por manejar el ahorro del público, ejercen
una actividad de interés general. No tendría sentido
pretender que prestaran sus servicios, y en particular
otorgaran créditos, a personas de las cuales no tienen
información. Por el contrario: un manejo prudente exige
obtener la información que permita prever qué suerte
correrán los dineros dados en préstamo. Cuando un
establecimiento de crédito solicita información sobre un
posible deudor, no lo hace por capricho, no ejerce
innecesariamente su derecho a recibir información. No,
la causa de la solicitud es la defensa de los intereses
de la institución que, en últimas, son los de una gran
cantidad de personas que le han confiado sus dineros
en virtud de diversos contratos. Además, el deudor no
tiene derecho a impedir que el acreedor informe sobre
la manera como él cumplió o cumple sus obligaciones,
principalmente por tres razones. La primera, que se
trata de hechos que no tienen que ver solamente con
él; la segunda, que no puede oponerse a que la entidad
de crédito ejerza un derecho; y la tercera, que no se
relaciona con asuntos relativos a su intimidad. Lo
anterior, bajo el entendido que la circulación de esa
información está condicionada a la autorización previa
del interesado.

La información veraz en asuntos de crédito. La


información para ser veraz debe ser completa. En lo
atinente a un crédito, por ejemplo, un banco no daría
información completa, si se limitara a expresar que el
deudor ya no debe nada y ocultara el hecho de que el
pago se obtuvo merced a un proceso de ejecución, o
que la obligación permaneció en mora por mucho
tiempo. Igualmente, no sería completa si no se
informara desde qué fecha el cliente está a paz y salvo.
Se dice, que el deudor tiene derecho a que la
información se actualice, y si ya la obligación
desapareció, solamente debe expresarse que nada
debe. Hay aquí un equívoco, pues el actualizar una
información, es decir, el ponerla al día, no implica el
borrar, el suprimir, el pasado. Significa solamente
registrar, agregar, el hecho nuevo. En el caso del
deudor moroso que finalmente paga, voluntaria o
forzadamente, la información completa sobre su
conducta como deudor debe incluir todas estas
circunstancias. De otra parte, hay que aclarar que el
revelar un dato verdadero, en condiciones normales, no
constituye una sanción, sino el ejercicio del derecho a
informar y recibir información veraz e imparcial,
consagrado por el artículo 20 de la Constitución.

El derecho a la información y el derecho a la igualdad


en relación con los deudores. Mientras la información
sobre un deudor sea veraz, es decir, verdadera y
completa, no se puede afirmar que el suministrarla a
quienes tienen un interés legítimo en conocerla, vulnera
el buen nombre del deudor. Si realmente éste tiene ese
buen nombre, la información no hará sino reafirmarlo; y
si no lo tiene, no podrá alegar que se le vulnera.

Límite temporal de la información. La caducidad de los


datos. El deudor tiene derecho a que la información se
actualice, a que ella contenga los hechos nuevos que le
beneficien. Y, por lo mismo, también hacia el pasado
debe fijarse un límite razonable, pues no sería lógico ni
justo que el buen comportamiento de los últimos años
no borrara, por así decirlo, la mala conducta pasada. En
este caso ocurre que el deudor, después de pagar sus
deudas, con su buen comportamiento por un lapso
determinado y razonable ha creado un buen nombre,
una buena fama, que en tiempos pasados no tuvo.
Corresponde al legislador, al reglamentar el habeas
data, determinar el límite temporal y las demás
condiciones de las informaciones. Igualmente
corresponderá a esta Corporación, al ejercer el control
de constitucionalidad sobre la ley que reglamente este
derecho, establecer si el término que se fije es
razonable y si las condiciones en que se puede
suministrar la información se ajustan a la Constitución.
Pero, mientras el legislador no lo haya fijado, hay que
considerar que es razonable el término que evite el
abuso del poder informático y preserve las sanas
prácticas crediticias, defendiendo así el interés general.
En este orden de ideas, sería irrazonable la
conservación, el uso y la divulgación informática del
dato, si no se tuviera en cuenta la ocurrencia de todos
los siguientes hechos:

a) Un pago voluntario de la obligación;


b) Transcurso de un término de dos (2) años, que se
considera razonable, término contado a partir del pago
voluntario. El término de dos (2) años se explica porque
el deudor, al fin y al cabo, pagó voluntariamente, y se le
reconoce su cumplimiento, aunque haya sido tardío.
Expresamente se exceptúa el caso en que la mora
haya sido inferior a un (1) año, caso en el cual, el
término de caducidad será igual al doble de la misma
mora; y,
c) Que durante el término indicado en el literal anterior,
no se hayan reportado nuevos incumplimientos del
mismo deudor, en relación con otras obligaciones.

Si el pago se ha producido en un proceso ejecutivo, es


razonable que el dato, a pesar de ser público, tenga un
término de caducidad, que podría ser el de cinco (5)
años, que es el mismo fijado para la prescripción de la
pena, cuando se trata de delitos que no tienen señalada
pena privativa de la libertad, en el Código Penal. Sin
embargo, cuando el pago se ha producido una vez
presentada la demanda, con la sola notificación del
mandamiento de pago, el término de caducidad será
solamente de dos (2) años, es decir, se seguirá la regla
general del pago voluntario. Igualmente debe advertirse
que si el demandado en proceso ejecutivo invoca
excepciones, y éstas properan, y la obligación se
extingue porque así lo decide la sentencia, el dato que
posea el banco de datos al respecto, debe
desaparecer. Naturalmente se exceptúa el caso en que
la excepción que prospere sea la de prescripción, pues
si la obligación se ha extinguido por prescripción, no ha
habido pago, y, además, el dato es público.

Necesidad de autorización previa. Lo expuesto en esta


providencia, en relación con el derecho a la información
y la legitimidad de la conducta de las entidades que
solicitan información de sus eventuales clientes, a las
centrales de información que para el efecto se han
creado, así como la facultad de reportar a quienes
incumplan las obligaciones con ellos contraídas, tiene
como base fundamental y punto de equilibrio, la
autorización que el interesado les otorgue para
disponer de esa información, pues al fin y al cabo, los
datos que se van a suministrar conciernen a él, y por
tanto, le asiste el derecho, no sólo a autorizar su
circulación, sino a rectificarlos o actualizarlos, cuando a
ello hubiere lugar. Autorización que debe ser expresa y
voluntaria por parte del interesado, para que sea
realmente eficaz, pues de lo contrario no podría
hablarse de que el titular de la información hizo uso
efectivo de su derecho. Esto significa que las cláusulas
que en este sentido están siendo usadas por las
distintas entidades, deben tener una forma y un
contenido que le permitan al interesado saber cuáles
son las consecuencias de su aceptación.

En Sentencia T-527/00, se consideró:

HABEAS DATA-Núcleo esencial/DERECHO A LA


AUTODETERMINACION INFORMATIVA-Alcance. El
núcleo esencial del Habeas Data está integrado por el
derecho a la autodeterminación informática y por la
libertad, en general y en especial la económica; en este
sentido, la autodeterminación implica una facultad de la
persona a la cual se refieren los datos, para autorizar
su conservación uso y circulación, de conformidad con
las regulaciones legales. En criterio de la Sala se puede
afectar la libertad económica de una persona cuando la
circulación de datos no sea veraz o que tal
circunstancia haya sido autorizada expresamente por el
titular de los datos; por lo tanto, en virtud del tránsito de
los mismos se pueden conculcar derechos
fundamentales de los ciudadanos.

DERECHO A LA INFORMACION-No es
absoluto/INFORMACION VERAZ E IMPARCIAL-
Deudores. La Corte ha sostenido que el derecho a la
información no es absoluto. La información en los
términos del ordenamiento superior, debe corresponder
a la verdad, debe ser verídica e imparcial, pues no
existe derecho a dirigir informaciones que no sean
ciertas y objetivas. Mientras las informaciones sobre un
deudor sean fidedignas, verídicas y completas, no se
puede afirmar que el suministro y la circulación de los
datos a quienes tienen un interés legítimo en
conocerlos vulnere el buen nombre de su titular.

DERECHO AL BUEN NOMBRE-Veracidad de la


información. Los datos que se conservan en la base de
información per se no desconocen el derecho al buen
nombre, prerrogativa que comporta una relación directa
esencial con la actividad personal o individual y social
del sujeto afectado. Luego, si el ciudadano o la persona
jurídica, no conservan el buen nombre, por ejemplo al
hacer mal uso de los servicios financieros y en general
de sus obligaciones civiles, comerciales y financieras, a
las que accede, y si así es reportado en las
certificaciones emitidas por las entidades encargadas
de suministrar información sobre solvencia económica
no se estaría violando tal derecho, siempre y cuando la
información emanada de la entidad sea veraz; en otras
palabras, sólo se desconoce el derecho al buen nombre
cuando la información suministrada por la entidad
pertinente, registre un hecho o un comportamiento
carente de veracidad.

CADUCIDAD DEL DATO-Límite temporal por retardo


inferior a un año cuando el pago es voluntario. La mora
en que incurrió el actor debe dar lugar al registro de la
información correspondiente en la base de datos de
Datacrédito, pero naturalmente, por un término
razonable, admitido por esta Corporación en dos años,
para el evento de un retardo que supere el año; y del
doble del mismo para la hipótesis en donde el retardo
sea inferior a un año. Luego para el caso sub examine,
como el retardo en que incurrió el actor no superó
siquiera un año. En consecuencia, estima la Sala que lo
justo es reconocer al deudor su cumplimiento y por lo
tanto la central de riesgos de Datacrédito, debe reflejar
tal situación, aunque éste hubiera sido tardío, por lo que
el término de caducidad a aplicar, en ausencia de
norma legal pertinente, debe ser, conforme a la
jurisprudencia anteriormente citada, el doble de la
misma y no el de dos años, pues este es un término
establecido unilateralmente por Datacrédito, que no
obliga al peticionario, ya que tal manual no puede
reemplazar a la norma que, en su momento expida el
legislador colombiano, máxime cuando el pago fue
voluntario.

HABEAS DATA-Vulneración por existir datos negativos


en Datacrédito/BANCO DE DATOS-Datos negativos no
pueden tornarse perennes/HABEAS DATA-
Actualización en registro de datos. Al seguir figurando
los datos negativos del actor en el sistema informativo
de Datacrédito, se está vulnerando el derecho al
Habeas data del peticionario, ocasionándole un
perjuicio grave, ya que la circulación de dichos datos
puede incidir en su derecho a acceder al crédito para
adquirir una vivienda, como quiera que al existir esta
información que no es veraz ni fidedigna, ni mucho
menos razonable puede comportar la no aprobación del
correspondiente crédito para la adquisición del
inmueble. Los términos negativos obrantes en los
bancos de datos y en las centrales de riesgos no
pueden tornarse perennes, pues ello contradice los
derechos fundamentales de los ciudadanos. Por lo
tanto, el hecho cierto y probado en el expediente es que
el actor incurrió en una mora inferior a un año en los
créditos adquiridos especialmente con Colpatria y
Comcel, por lo que, en criterio de la Corte, la caducidad
ya ha desaparecido y en consecuencia debe ser
actualizado el registro.
En Sentencia T-263/98, se trató: Derecho al buen
nombre y a la honra frente a la injuria.. La
jurisprudencia y la doctrina nacionales han sido
reiterativas al señalar que el elemento central del delito
de injuria está constituido por el animus injuriandi, es
decir, por el hecho de que la persona que hace la
imputación tenga conocimiento (1) del carácter
deshonroso de sus afirmaciones y, (2) que tales
afirmaciones tengan la capacidad de dañar o
menoscabar la honra del sujeto contra quien se dirigen.
Empero, con independencia de que exista o no animus
injuriandi, en materia constitucional se puede producir
una lesión. La vía penal sólo protege determinadas
vulneraciones a los anotados derechos fundamentales,
al paso que la protección que la Constitución Política
depara a los mismos es total. Por esta razón, existen
violaciones a la honra y al buen nombre de las
personas que, sin llegar a constituir formas de injuria o
de calumnia, sí afectan estos derechos y, por ende,
autorizan su protección por vía de la acción de tutela,
cuando ello es necesario para evitar la consumación de
un perjuicio irremediable. En todo caso, al margen de la
procedencia eventual de la acción penal, la tutela no
puede descartarse como medio apto para brindar
protección a la persona que enfrenta amenazas contra
su propia vida.
Derechos fundamentales al buen nombre y a la
honra del trabajador. Presunción de inocencia.
Avisos del empleador[vii]. CASO. Se pretende la
protección de algunos derechos fundamentales
vulnerados a juicio del accionante por la conducta
arbitraria e ilegal de una Compañía de la cual es
trabajador y Presidente del Sindicato, al haber
publicado un aviso en las carteleras de la empresa,
imputándole una serie de conductas ilícitas y
antisociales, lo mismo que negándole los permisos
sindicales a que tiene derecho según la convención
colectiva y el ingreso a la planta estando en uso de
dicho permiso. La Corte Constitucional al conceder la
tutela de los derechos al buen nombre y la honra y
proteger igualmente la presunción de inocencia del
trabajador señaló que no es procedente la fijación de
avisos en carteleras por parte de la Empresa,
anunciando supuestas irregularidades del Presidente
del Sindicato de Trabajadores, a fin de llamarlo a
descargos, cuando para este trámite, el medio
adecuado es simplemente la notificación personal al
trabajador inculpado para que acuda a la citación
respectiva y no la publicación de avisos que puedan
lesionar el buen nombre y la honra del mismo, por no
estar establecida la verdad de las afirmaciones
consignadas". Consideraciones tenidas en cuenta para
el fallo:
DERECHO AL BUEN NOMBRE-Información
falsa/DERECHO A LA HONRA-Información falsa. Se
atenta contra este derecho cuando, sin justificación ni
causa cierta y real, es decir, sin fundamento, se
propagan entre el público -bien en forma directa y
personal, ya a través de los medios de comunicación de
masas- informaciones falsas o erróneas o especies que
distorsionan el concepto público que se tiene del
individuo y que, por lo tanto, tienden a socavar el
prestigio y la confianza de los que disfruta en el entorno
social en cuyo medio actúa, o cuando en cualquier
forma se manipula la opinión general para desdibujar su
imagen.

RESPONSABILIDAD POR DIFUNDIR INFORMACION


FALSA. Existe la posibilidad que quien emite un
comunicado o información lesione o amenace lesionar
los derechos constitucionales fundamentales a la honra
y al buen nombre de una persona, al involucrarla en la
comisión de hechos delictivos o ilícitos sin exhibir
prueba y sin apoyarse en sentencia judicial
condenatoria; que difunda versiones erróneas o falsas,
o que desconozca el derecho a la intimidad personal o
familiar. En tales hipótesis, quien emite dicha
información, compromete su responsabilidad y por lo
tanto, su actuación es susceptible de las acciones
previstas en la ley. En lo que hace a los derechos
fundamentales conculcados, podría interponerse la
acción de tutela con el fin de obtener su protección
judicial.

EMPRESA-Publicación de avisos contra


trabajador/PRESUNCION DE INOCENCIA-Violación.
Con el aviso se puso en tela de juicio la credibilidad y el
buen nombre del actor, al igual que la imagen que los
trabajadores y funcionarios de la empresa tienen de él.
Perjuicio a todas luces inminente y de graves
consecuencias para su credibilidad como vocero de los
trabajadores en la empresa y defensor de sus intereses
y derechos. El hecho de que la Empresa al publicar el
mencionado aviso informando a todos los trabajadores
y operarios de la empresa acerca de las irregularidades
cometidas por el actor, vulneró sus derechos
fundamentales al buen nombre y a la honra, y además,
le pretermitió la oportunidad de ejercer su legítimo
derecho de defensa. Es decir, se partió de la errónea
interpretación del principio constitucional de la
"presunción de inocencia", por cuanto antes de
demostrar la culpabilidad del trabajador en relación con
las conductas a él atribuídas, se le calificó de
responsable de las mismas, no permitiéndole demostrar
su inocencia ni defenderse de los cargos contra él
formulados.

LIBERTAD DE CONCIENCIA. ARTICULO 18. Se


garantiza la libertad de conciencia. Nadie será
molestado por razón de sus convicciones o creencias ni
compelido a revelarlas ni obligado a actuar contra su
conciencia.

Consiste[i] en la facultad de profesar o no alguna


religión o creencia, de elegir la que se desee o de
cambiarla. Se ejerce en el fuero interno de la persona y
no requiere de manifestaciones externas. El individuo
se reserva el derecho de creer o no. No puede ser
objeto de coerción. Por conciencia[ii] usualmente se
entiende el propio e íntimo discernimiento sobre lo que
está bien y lo que está mal. Es la facultad del
entendimiento de formular juicios prácticos en relación
con lo que resulta ser una acción correcta frente a una
situación concreta que se presenta de facto. En otras
palabras, es la facultad de discernir entre lo que resulta
ser el bien o el mal moral, pero en relación con lo que
concretamente, en determinada situación, debemos
hacer o no hacer. Se ejerce siempre de modo
individual. En cuanto prerrogativa personal, la
conciencia a la que se refiere la libertad
constitucionalmente protegida, es la conciencia
subjetiva, o mejor, la regla subjetiva de moralidad.

[i] Teoría Constitucional e Instituciones Políticas. Séptima edición. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa.
[ii]C-616/97.M.P. Vladimiro Naranjo Mesa. Corte Constitucional.

[i] T-210/94. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.


[ii] Sentencia SU 528 de 1993, M.P. Dr. Josè Gregorio Hernàndez Galindo.
[iii] Nerson, citado por Lucas Osorio Iturmendi, "Los Derechos al Honor, a la Intimidad y a la Propia Imagen como Lìmites de la
Libertad de Expresiòn e Informaciòn", en Los Derechos Fundamentales y las Libertades Pùblicas I, Ministerio de Justicia
Español, Madrid, 1992.
[iv] Sentencia T-034 de 1995, M.P. Dr. Fabio Moròn Dìaz.
[v]SU.082/95. M.P. Jorge Arango Mejía. Corte Constitucional.
[vi] SU.082/95. M.P. Jorge Arango Mejía. Corte Constitucional.
[vii] T-471 de 1994.

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