En México también se han presentado cambios trascendentales. Por una parte, la falta de
acuerdos en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN)
continúa produciendo incertidumbre. Si bien ya se llegó a un entendimiento entre México y
Estados Unidos, aún falta que Canadá se una y, finalmente, se firma una versión renovada
del TLCAN.
Por otra parte, en julio México celebró las elecciones presidenciales, en las cuales, ganó
Andrés Manuel López Obrador con un porcentaje histórico de votos del 53%. Asimismo, la
coalición electoral que lo postuló (Morena, PT y PES) obtuvo la mayoría absoluta (50% + 1)
en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores y mayoría simple en por lo menos
17 congresos locales. Todo ello le da un amplio margen de maniobra para emprender
cambios en la administración pública, desde leyes que necesiten una simple aprobación por
maýoría simple, hasta reformas constitucionales en donde se necesitará de todo la
maquinaria partidaria ganada el pasado 1 de julio con consecuencias (positivas o negativas)
sobre la dinámica económica, política, cultural y social de nuestro país.
Me parece que, en lo que queda de 2018, la economía mexicana crecerá por inercia, ante
un panorama económico interno y externo en verdad incierto. Si en el segundo trimestre del
año el crecimiento de la economía mexicana se desaceleró de manera importante, se puede
esperar un escenario similar para lo que queda del año.
Por el lado de la demanda, el consumo privado seguirá desacelerándose por el
encarecimiento del crédito. La inversión física continuará, ahora sí, que creciendo por
inercia. Por un lado, es de esperarse que la inversión pública se reduzca significativamente
luego del proceso electoral federal (el gobierno en turno ya no tiene ningún incentivo para
congraciarse con el público, sobre todo luego de que su partido fuera derrotado tan
humillantemente en los comicios). Por otro lado, y como ya se comentaba al inicio, la
inversión privada (nacional y extranjera seguirá estancada, principalmente por la
incertidumbre ocasionada por la falta de acuerdos en torno a la renegociación del TLCAN,
seguido de la incertidumbre que genera, de forma natural, el cambio de administración
federal.
La expansión de las exportaciones pueden seguir siendo nuestra salvación, aunque esto
queda sujeto a la dimensión que tome la escalada en las tensiones comerciales y
geopolíticas en el mundo hacia el cierre del año.
En fin, México enfrenta un panorama económico complejo hacia el cierre de 2018 y, como
ya lo ha anticipado Banco de México en su último informe sobre inflación, el 2019 no pinta
mejor para la economía mexicana, dado el contexto nacional, pero sobre todo internacional,
tan incierto en que nos encontramos.