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Aquí entre nos - ¿Cómo pinta la economía mexicana para el resto de 2018?

Por Melina Puente (LEC)

En este año se han suscitado muchos cambios,


tanto en México como en el mundo. A nivel
global, la escalada en las tensiones comerciales
comienza a tener repercusiones por aumentos en
los costos de los productores de las principales
economías del mundo, Estados Unidos y China.
Incluso el Fondo Monetario Internacional indicó
que la escalada en las tensiones comerciales
ante una guerra comercial entre Estados Unidos
y sus principales socios comerciales es un riesgo
a la baja para el crecimiento de la economía
mundial.

Hoy día, se están registrando distorsiones en


muchos productos necesarios para el
funcionamiento de la economía global. Por un lado, la imposición de aranceles al acero y al
aluminio está aumentando de forma artificial el precio de dichos metales, reduciendo así su
demanda. Por otro lado, la baja en la producción de petróleo en países como Venezuela y
Libia o la reducción artificial en la oferta de crudo iraní por las sanciones impuestas por
Estados Unidos también aumentan los precios de los energéticos a nivel mundial. Eso,
aunado a la guerra de aranceles entre Estados Unidos y China, están ocasionando una
gran distorsión en los precios a los productores y consumidores del mundo lo que, en
consecuencia, presiona al alza la inflación y, por ende, las tasas de interés.

En México también se han presentado cambios trascendentales. Por una parte, la falta de
acuerdos en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN)
continúa produciendo incertidumbre. Si bien ya se llegó a un entendimiento entre México y
Estados Unidos, aún falta que Canadá se una y, finalmente, se firma una versión renovada
del TLCAN.

Por otra parte, en julio México celebró las elecciones presidenciales, en las cuales, ganó
Andrés Manuel López Obrador con un porcentaje histórico de votos del 53%. Asimismo, la
coalición electoral que lo postuló (Morena, PT y PES) obtuvo la mayoría absoluta (50% + 1)
en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores y mayoría simple en por lo menos
17 congresos locales. Todo ello le da un amplio margen de maniobra para emprender
cambios en la administración pública, desde leyes que necesiten una simple aprobación por
maýoría simple, hasta reformas constitucionales en donde se necesitará de todo la
maquinaria partidaria ganada el pasado 1 de julio con consecuencias (positivas o negativas)
sobre la dinámica económica, política, cultural y social de nuestro país.

Me parece que, en lo que queda de 2018, la economía mexicana crecerá por inercia, ante
un panorama económico interno y externo en verdad incierto. Si en el segundo trimestre del
año el crecimiento de la economía mexicana se desaceleró de manera importante, se puede
esperar un escenario similar para lo que queda del año.
Por el lado de la demanda, el consumo privado seguirá desacelerándose por el
encarecimiento del crédito. La inversión física continuará, ahora sí, que creciendo por
inercia. Por un lado, es de esperarse que la inversión pública se reduzca significativamente
luego del proceso electoral federal (el gobierno en turno ya no tiene ningún incentivo para
congraciarse con el público, sobre todo luego de que su partido fuera derrotado tan
humillantemente en los comicios). Por otro lado, y como ya se comentaba al inicio, la
inversión privada (nacional y extranjera seguirá estancada, principalmente por la
incertidumbre ocasionada por la falta de acuerdos en torno a la renegociación del TLCAN,
seguido de la incertidumbre que genera, de forma natural, el cambio de administración
federal.

La expansión de las exportaciones pueden seguir siendo nuestra salvación, aunque esto
queda sujeto a la dimensión que tome la escalada en las tensiones comerciales y
geopolíticas en el mundo hacia el cierre del año.

Respecto a los sectores económicos de México, el escenario es más pesimista que


optimista. El sector servicios puede continuar apuntalando el crecimiento de nuestro país,
aunque también queda sujeto a la dinámica que observe el consumo privado, por lo que se
puede esperar que su crecimiento también se desacelere. El panorama del sector industrial
es un poco más complejo. La producción petrolera continuará en picada. La construcción
pareciera que podría crecer a tasas muy modestas, por la incertidumbre comercial y política,
por un posible aumento en los precios de insumos para la construcción (como el acero), las
altas tasas de interés y por una menor inversión privada y pública, por mencionar algunos
hechos.

Finalmente, en la industria manufacturera se observan algunos contrastes. Si bien industrias


como la alimentaria apuntalan el crecimiento de la manufactura, la industria química modera
su crecimiento y la fabricación de equipo de transporte se encuentra amenazada por el
resultado de la renegociación del TLCAN (si éste es negativo) y por los caprichos de Trump
respecto a aranceles a insumos esenciales como el acero y aluminio o al mismo producto
terminado, como ya amenazó tras iniciar la investigación a las importaciones de vehículos
ligeros para determinar si éstos eran o no una “amenaza a la seguridad nacional”.

En fin, México enfrenta un panorama económico complejo hacia el cierre de 2018 y, como
ya lo ha anticipado Banco de México en su último informe sobre inflación, el 2019 no pinta
mejor para la economía mexicana, dado el contexto nacional, pero sobre todo internacional,
tan incierto en que nos encontramos.

El tema es sobre economía mexicana principalmente, aunque en ocasiones me gustaría


incorporar elementos de política al análisis en futuras columnas.

El tono de la columna es formal, analítico y crítico.

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