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LA FIESTA DE SANTIAGO DE CHUCO EN HONOR AL APOSTOL SANTIAGO-“EL MAYOR”

La grandiosa fiesta para Santiago de Chuco es el 25 de julio. Se trata del día central de la festividad en honor al
glorioso Apóstol Santiago “El Mayor”, patrón tutelar de la provincia. Así viene sucediendo a partir de similar fecha del
calendario desde 1610, cuando se fundó la ciudad, la tradición lo confirma en el lapso de casi cuatro siglos. De esta
manera el patrón de España, cuyo centro de homenaje está ubicado en Santiago de Compostela, durante el
virreinato estableció sede de ultramar, en el retazo andino del posterior departamento de la Libertad. La espada del
conquistador, la cruz del clérigo y la fe cristiana, en un espléndido sector americano, cual formidable hito que con
posterioridad conserva, protagonizaron un maravilloso episodio con la complacencia de la raza nativa, que tuvo
ponderada figuración en la vigencia histórica del extenso Tahuantinsuyo, período socio-lírico de loables realizaciones
en el decurso del nuevo mundo.

Allí esta patente y prosigue irradiando su luz ancestral hacia todos los afines, la asimilación del credo católico
atesorado en el alma santiaguina, cuya larga trayectoria permanece incólume y significa especial carta de
presentación el concierto de los pueblos del Perú, junto a tan encomiable conducta de devoción al más querido
discípulo de Jesús, los hijos de encantadora jurisdicción, también se desarrollan otras actividades acordes a su
prosapia y estirpe que resultaría largo señalar. Santiago de Chuco es un epicentro de la religión cristiana, un relicario
de virtudes, un templo de bondad y una cantera de inspiración. Sus pobladores tienen a la vista un hermoso paisaje
nutrido de mil bellezas, es por eso que respondiendo a tan exuberante realidad cosmogónica, en espontánea
obligación hacen todo para mantener en sobresaliente pináculo, como lo hizo su poeta universal César Vallejo. La
segunda mitad del mes de julio y primeros días de agosto de todos los años se lleva a cabo el secular homenaje al
santo patrón. Son días pletóricos de unción entrega filial, salmos y plegarias. Es el simbólico acercamiento a la
divinidad, implorando sus excelsos favores. Ciudad campo son un solo ente social se cohesionan activamente; sus
años se concretizan, sus anhelos se tornan efectivos y la larga espera la cual llega a su fin; el corolario majestuoso
se traduce en alegría plácemes y dicha infinita. Qué felicidad de quiénes presentes en el acontecimiento, sienten las
vibraciones de su alma y las palpitaciones de su corazón. En cambio que tristeza de los ausentes que por razones
diversas no han podido integrar la romería del retorno al terruño. En la escena estarán los pallos brindando su arte
plasmados en varonil danza saludando al apóstol con su arrogancia y pundonor. Serán acompañados en su
carismático afán por los demás conjuntos folcklóricos del lugar, decididos y voluntariosos compitiendo en atuendos,
música, cánticos, movimientos y desfile por las calles de la miscelánea preciosa para observar, analizar y aplaudir. La
concurrencia comprenderá a cabalidad la esencia mística de un estrato social, que habiendo aquilatado la fuerza y el
poder del sentimiento religioso no escatima nada para ofrendar su saludo al “moderno Dios Sol para el labriego”,
según la lírica definición de César Vallejo. Teniendo calidad de feria regional, acuden a Santiago numerosos grupos
humanos con el deseo de gozarla. Comerciantes, turistas, intelectuales, periodistas y personas ansiosas de conocer
“in situ” el especial comportamiento y caracterizada habitualidad del poblador, sintetizados en amabilidad, decencia,
altruismo, amor al prójimo y benevolencia sin parangón. Al fin obtendrán la razón y concepto del porqué allí se genera
ideales supremos, proyectos nobles y se aperturan caminos de promisión. Así es Santiago de Chuco y su gente; a
toda la peruanidad le consta. En el transcurso de la fiesta pasan al antro del olvido las penas y sinsabores que el
destino otorga se cierran las heridas causadas por la incomprensión; callan las voces insolentes y hasta los
perversos agravios nacidos de intolerable ambición que cual venenosos dardos hieren a los lazos más puros de
familia, son paliados por obra del taumaturgo y noble seguidor del Redentor. Así como el paisanaje forma apretadas
filas para alzar andas del Apóstol durante su procesión y la feligresía en pleno le brinda loas suplicando amparo y
protección, desde la distancia los ausentes experimentan que su espíritu va en busca de un reservado resquicio
dentro de la multitud.

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