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Abrazando el cambio
Educando
con amor y
límites sanos
28 junio, 2011
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Amor y límites
Una de las tareas más lindas que anhela una pareja es llegar a ser padres, el planeamiento de la bienvenida
de los hijos, el dar la noticia a los familiares, las compras de nuevos artículos en el supermercado entre otros.
Sin embargo, es hasta que nace el niño o niña y empieza a comunicar sus necesidades, que los padres se
preguntan si está bien o no el tipo de crianza que le vayan a dar. Por eso, es recomendable que los padres y
madres conozcan cuales son las situaciones que se deben evitar durante la crianza de los hijos para
transmitirles verdadero amor.
Existen muchísimas situaciones que van a dificultar la disciplina durante la crianza de los hijos, y en cada
hogar se presentarán razones distintas que van a interferir, sin embargo es significativo rescatar los contextos
que se deben evitar, como lo es el primero de ellos: la contradicción entre los padres, esto debe impedirse
delante de los hijos para crear un ambiente de respeto y seguridad en el entorno del menor, así como que los
mismos padres se puedan sentir a gusto con los límites que señalen como más adecuados, los límites poco
claros generan un ambiente de incertidumbre y de inseguridad en el menor y en los padres crea sentimientos
de minusvalía que van a impedir el escape adecuado de los sentimientos de los niños dañando así su
autoestima y autoconcepto, por lo que lo más recomendable es crear los limites en conjunto para no dañar la
dignidad de ningún miembro del sistema familiar, donde incluyan cargos de responsabilidades a los hijos de
acuerdo a su edad, y así prescindir de pedirle a los niños algo que no puedan hacer. El enojarse para
imponer autoridad sólo creará una lucha de poder y se perderá el respeto mutuo, de manera que se deben
escuchar con atención lo que los niños piensan y sienten antes de dar nuestra opinión, una falta de constancia
de los padres en el cumplimiento de las reglas genera niños desobedientes e inseguros, los niños nunca
olvidan una promesa, sea positiva o negativa debe cumplirse.
La clave para tener hijos felices y adaptados está relacionada con la disciplina, lo cual incluye: el promover el
crecimiento y la madurez emocional del niño por medio del vivo ejemplo de los padres, los cuales deben
enfocar actitudes hacia el futuro, engendrar seguridad en los hijos, enseñarles el camino que deben seguir,
educar, comunicar, reflexionar y sobretodo comprender. Como si fuera una receta que se debe poner un
conjunto de ingredientes para que quede perfecto, así existen ingredientes básicos durante los primeros 8
años de vida de los niños y niñas que van a dar como resultado la conducta personal.
Esto es factible de lograr por medio de los hábitos, los cuales son una serie de costumbres, de prácticas que
se forman en general, cuando una persona hace algo de la misma manera y en el mismo lugar una y otra vez
hasta que lo realiza automáticamente sin esfuerzo o planeación ¿A que edad debemos comenzar a enseñar
hábitos a nuestros hijos? Los hábitos que tendremos el resto de nuestra vida se establecen, desarrollan y fijan
en la primera infancia, o sea durante los primeros 3 años de vida. Los hábitos ayudan a fortalecer los valores y
anhelos en la vida. Nunca es tarde para enseñar o cambiar los hábitos. (Descanso, ahorro, higiene,
alimentación, estudio, trabajo y tiempo)
De manera que ustedes padres y futuros padres, transmitan amor con cada palabra u orientación que dan a
sus hijos procurando siempre tener mutuo apoyo entre ambos, entender las características de los hijos (de
acuerdo a su edad), mostrar afecto físico (abrazos y besos), saber corregir (en tiempo y forma) y lo más
importante dar buen ejemplo.
Adelante padres, ahora tienen una mesa llena de herramientas que estrenar, el amor y los limites nunca se
pueden separar. Disfruten el rol paterno y marquen a sus hijos con amor y comprensión.
Los hijos no vienen con el manual de la perfecta crianza saludable. Hasta ahora, no se diseñó la máquina en la cual
programar un baño con lavado de pelo y peine fino, cepillado de dientes + hilo dental + enjuague bucal, deberes de
Matemática y de Lenguaje o desarmado de mochila de campamento. En los talleres con madres y padres, hablamos de los
“niños en bandeja”, con todo servido y digerido por los “padres multi- procesadora.” Esos hijos son propensos a desarrollar
lo que denomino “trastorno generalizado de las pautas de crianza”. Estos son conceptos que se generaron en mi
experiencia de 26 años de trabajo con niñas, niños y sus familias
Madres y padres preguntan a menudo cuál es el error más común al momento de pautar límites. Los más comunes son la
repetición (“Hoy no vas al cumpleaños de F”, “Mañana no vas al cumpleaños de M”), la imposibilidad de cumplir lo postulado
(” Hoy no cenás”, ” Te quedás sin vacaciones”), amenazar en nombre de un tercero o de un ente intangible (“Vas a ver
cuando venga …”, “Papá Noel y los Reyes te están mirando”), la comparación (“A tu edad tu hermana …”, ” Tu primo sí
sabe…”), y el chantaje (“ Si comes todo te compro …”). También destaco la visibilidad por parte de los niños de
discrepancias en pautas de crianza: cuando el padre y la madre opinan distinto en un mismo tema, la discusión debe ser sin
el hijo como testigo. Lo mismo se sugiere cuando hay multiplicidad de referentes adultos que pautan normas diferentes para
el mismo asunto. A modo de ejemplo: cuando los abuelos están a cargo de la niña o niño, es vital que todos los adultos
coincidan en aspectos esenciales de la crianza.
Por otro lado, hay una negativa tendencia a resguardar a niños y niñas de las pequeñas frustraciones cotidianas,
imprescindibles para el fortalecimiento de diversas capacidades, entre ellas la negociación y la auto-estima. A modo de
ejemplo: servirles siempre primero en la mesa, dejarles siempre ganar al jugar con alguien mayor, vestirlos y desvestirlos
cuando tienen la edad para hacerlo por cuenta propia, armarles y desarmarles siempre la mochila y la vianda. Por sobre
todo, no permitirles esperar por miedo al capricho, al berrinche, a la pataleta en público, al “qué dirán”. Todo el tiempo
vemos niños o niñas con un celular en la fila del supermercado, en la sala de espera del pediatra o en el ómnibus. Con tal
de que no hagan ruido, cualquier pantalla vale.
A nuestra sociedad pos – dictadura le cuesta marcar límites. Democracia y disciplina parecen antónimas. Ponerle límites a
un hijo suena a reprimirlo. ¿Y qué? Si no se reprime al bebote que toca un enchufe cuando empieza a caminar, si no se
pone un límite a la bebota que gatea y toca el horno caliente, es fácil prever las consecuencias. Sentar al bebé en su sillita
correspondiente en el asiento trasero, y bajarlo del auto por el lado de la vereda, son actos de amor consciente. Si llora,
grita, o patalea, el adulto a cargo debe mantenerse firme. Lo contrario implica que el bebé sea el primer expulsado por el
parabrisas al chocar, o que atropellen al adulto con el bebé en brazos al bajarlo del auto.
El límite seguro es claro, afectuoso, persistente y coherente. El adulto siempre debe tener claro que es quien posee el
poder, pero jamás, en ninguna circunstancia, ejercerlo de manera arbitraria ni humillante. En la escuela se enseña a los
grandes a cuidar y defender a los chicos. ¿Por qué no se sigue la misma pauta en todos los hogares? A los hijos sólo se les
levanta la mano para acariciarlos. De esta forma, el niño o niña siente que su referente significativo adulto lo ama, y busca
guiarle con seguridad y amor. Educar da trabajo, criar da trabajo. La crianza es el trabajo más maravilloso, y por momentos
el más agotador. De ese trabajo no remunerado depende la salud familiar, escolar y ambiental. De todos nosotros depende
la salud de nuestra sociedad.
¿CÓMO ESTABLECER LÍMITES Y A LA VEZ EDUCAR CON AMOR? MAYORDOMO GEA, ISABEL.
Psicóloga. Clínica de psiquiatría y psicología. Alicante. En la difícil profesión de ser padres,
educamos a nuestros hijos teniendo como referencia la educación que nos dieron nuestros
padres, asesorándonos en libros y, sobre todo, guiándonos por nuestras intuiciones. Y es que
educar no es una tarea sencilla. Cuando nos encontramos con el recién nacido en brazos, ponemos
en marcha todo un abanico de recursos y olvidamos, con frecuencia, otra necesidad importante
para su desarrollo: la necesidad de autoridad y límites. ¿Por qué esa necesidad de poner limites en
la educación de nuestros hijos? La misma pregunta nos está dando una respuesta: porque estamos
educando. En muchas ocasiones tendemos a unir el concepto de “autoridad” con el de
“autoritarismo”. Unos padres autoritarios valoran la obediencia incuestionable, no aceptando
ningún tipo de comportamiento u opinión que contradiga lo que ellos consideran adecuado. Por el
contrario, unos padres con autoridad ejercen un firme control cuando es necesario, pero explican
su posición mientras respetan los intereses, las opiniones y la personalidad de sus hijos. En
realidad, el niño necesita sentirse libre y autónomo pero siempre dentro de unas ciertas reglas y
unos límites. Si los padres no pusieran ningún límite al comportamiento del niño, si cedieran ante
todos sus deseos, estarían ofreciendo un modelo erróneo, y el hijo no aprendería qué puede y no
puede hacer; cuándo puede y cuándo no. Estaríamos limitando su crecimiento personal y
psicológico. Al establecer reglas o límites estamos creando un entorno de seguridad necesario
para el desarrollo integral del niño. Es dentro del núcleo familiar donde el niño empieza a
aprender el cumplimiento de unas normas, de unas reglas que posteriormente se le van a exigir
para su perfecta socialización. Al actuar de esta forma, evitamos la sobreprotección y fomentamos
su autonomía. El niño necesita que sus padres le apoyen en su proceso de exploración, de
satisfacción de sus deseos; pero también necesita que le ayuden a situarse de forma gradual en la
realidad. Si le animamos a tomar la iniciativa en determinadas tareas, nuestro hijo irá
aprendiendo, paulatinamente, a asumir responsabilidades. Actuando así, los padres van creando
un clima familiar que favorece la comunicación. Esto es muy importante en la niñez, pero es básico
en la posterior adolescencia. ¿Y cómo establecer esos límites? En primer lugar, debemos ser
consecuentes. Todo límite puede llevar consigo cierta frustración, no sólo para el niño que tiene
que aprender a respetar la norma, sino también para los padres. Si el adulto no tiene la firmeza
suficiente para mantener la norma establecida, va a dificultar que el niño la acepte y la interiorice.
En segundo lugar, los padres deben ejercer el control combinando afecto, firmeza y seguridad. Si
las figuras más importantes e influyentes para el niño, sus padres, le tratan con cariño,
reconociendo sus derechos y sus deberes, se sentirá seguro. No debemos confundir el establecer
límites, con imponer castigos o hacer descalificaciones personales. En ocasiones, esperamos a que
el niño transgreda continuamente una norma respondiendo los padres a continuación de forma
excitada. Los límites, para que funcionen, deben estar puestos a su debido tiempo. Para que una
norma sea aceptada por el niño, debe ser explicada de acuerdo a su desarrollo evolutivo y no debe
ser modificada de forma arbitraria. Todos los padres saben cuándo deben flexibilizar y cuándo
mantenerse firmes. En definitiva, el establecimiento de unos límites en la educación es básico para
el desarrollo social, personal y psicológico. El niño necesita sentir que sus padres le ofrecen
seguridad y confianza, a la vez que le enseñan y ayudan a aceptar la realidad.