El combate contra el narcotráfico y las drogas es observado desde las más antiguas organizaciones
humanas, más recientemente desde la guerra declarada por el expresidente Nixon, modelo de
combate adoptado posteriormente por el expresidente Felipe calderón, que es seguido hasta
nuestros días debido al flujo económico que genera desde la legalidad tacita del estado, como de la
clandestinidad con la que operan grupos armados. Este seguimiento responde como una estrategia
de terrorismo de Estado que abre el espacio para la militarización y control territorial del país, más
visible en la Ley de Seguridad Interior que configura una herramienta estatal de represión a los
movimientos políticos y sociales. Hemos observado el despojo de parcelas y tierras de comunidades
originarias, y la coacción de los miembros del crimen organizado para que las y los despojados las
trabajen, siendo entonces criminalizadas y criminalizados por agentes estatales, medios de
comunicación y la sociedad dando abriendo la brecha de desigualdad económica y exacerbando el
clasismo y racismo en el país