¿Me recordarás?
Quizás, a estas alturas de la noche
ya solo sea un verso más en tu memoria,
o una ola de menos en tu mar.
Me siento abandonada
a la suerte de un desamor
no correspondido en un muelle oxidado.
Amanece.
Deja de llamar naufragio a mis intentos de subirme a tu barco lleno de tristeza, dolor, humedad y
llantos.
¿Detrás de tu muralla escuchabas mi canto?
Y tú
insistes en sentirte abandonado
tras veinte poemas de amor
que te abrieron corazón, inspiración,
memoria colectiva y paso.
pero yo
aún
te amaba.
Hoy sí que parece que es una mañana llena de tempestad, en el corazón del verano. Que como
pañuelos blancos de adiós viajan las nubes, y el viento las sacude con sus viajeras manos. Con esas
viajeras manos que me presta para tocarte a ti de vez en cuando, para poderte proponer
imposibles de color cielo de noche. Eternamente en fuga como la ola, es tu estado natural. El huir
por el miedo a ser, el ser por el miedo a formar, el miedo a quererse quedar de verdad. Todo lo
llenas tú, todo lo llenas. Pero tienes que saber que antes que tú poblaron la soledad que ocupas, y
están acostumbradas más que tú a mi tristeza. Si no quieres quedarte no haré nada para que te
quedes, si no quieres heridas por madrugadas desesperadas, por ausencias eternas, mejor que no
quede nada. Cuando sonríes al exterior regresan las cosas en ti ocultas. Ahora quiero que me
digan lo que quiero decirte, para que tú las oigas como quiero que me oigas. Pero siempre oyes lo
que quieres, siempre dices lo que piensas, siempre piensas menos cuando tienes muchas ganas de
hacer. Y te sale bien. No quiero tu ausencia, no quiero que estos sean los últimos versos que te
escribo, pero si tienes que ser que sea.
«El tiempo no expande el olvido, lo materializa», eso dicen.
Yo no me creo
absolutamente
nada.
Ojalá pudiera.