Conflicto de intereses entre las 13 Colonias y el gobierno británico. Podemos decir que políticamente tuvo la primicia de construir un Estado- nación enfrentando a un país colonialista hegemónico en el siglo XVIII y con ello demostrar el poder de revertir la soberanía en un doble proceso: ante un poder arbitrario y colonial.
La herencia británica: el mundo anglosajón y los británicos libres de
nacimiento.
Entre las trece colonias encontramos a: Virginia, Maryland, Nueva
Inglaterra, Massachusetts, Rhode Island, Nueva Hampshire, Nueva York, Nueva Jersey, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Georgia, Connecticut y Pensilvania, que se conforman desde 1607 hasta 1732 aproximadamente. Cada una de estas se va marcando tanto por la organización dela tierra como por la mayor o menor facilidad hacia las manufacturas y el comercio. Podemos mostrar dos zonas con características bien diferenciadas: el norte, donde va a prevalecer la pequeña y mediana propiedad, y la del sur, donde se desarrollara una economía de plantación, latifundista y esclavista, diversidad que influirá en la elaboración de la teoría política y en la aplicación de esta en el siglo XIX.
Una de las razones de la emigración inglesa obedeció a la
búsqueda de tolerancia y libertad religiosa.
Además, el siglo XVII como sabemos, fue escenario de importantes
corrientes del pensamiento, tales como las representadas por Thomas Hobbes, en el proceso de laicización del poder, y más aún John Locke con su concepción de los derechos naturales, individuales e inalienables y las ideas de contrato y soberanía popular. Conceptos que no quedaron solo en la teoría sino que se comprometieron en la lucha política entre la Corona y el Parlamento de la segunda mitad del siglo. Así, concepciones como limitación del poder e importancia de la representatividad, estaba madurada en estos colonos, entre los que predominaba la clase media.
En el siglo XVIII, con el crecimiento de corrientes inmigratorias, el
esplendor de la Ilustración en Europa con su “fe en la razón y en la perfectibilidad humana”, el desarrollo de la prensa y el ejercicio político del autogobierno (sistema representativo y constitucional), influyen en las colonias y les brindan los fundamentos teóricos y jurídicos para la revolución.
Filadelfia, con 28.000 habitantes, era la ciudad más grande, seguida
por New York, Boston, y Charleston.
A diferencia de la mayor parte de las demás naciones, Estados
Unidos jamás tuvo una aristocracia feudal.
En la era colonial la tierra era abundante y la mano de obra escasa,
y todo hombre libre tenía la oportunidad de alcanzar, si no la prosperidad, al menos la independencia económica.
A pesar de sus diferencias y de las características peculiares en su
relación jurídica con la metrópoli (colonias reales, de propietarios y de carta), que ponían de manifiesto políticas diversas. Las colonias poseían rasgos comunes: un régimen representativo que consagraba la propiedad y que concedía el poder político a la burguesía, llamada Asamblea de Notables encargadas de votar impuestos y elaborar leyes.
El monarca inglés nombraba a muchos de los gobernadores
coloniales, pero todos ellos debían gobernar conjuntamente con una asamblea elegida.
El voto estaba restringido a los terratenientes varones blancos, pero
la mayoría de los hombres blancos tenían propiedades suficientes para votar.
Inglaterra no podía ejercer un control directo sobre sus colonias
estadounidenses. Londres estaba demasiado lejos, y los colonos tenían un espíritu muy independiente.
El enfrentamiento anglo-francés de la Guerra de los Siete Años
(1756-1763) resulto un desencadenante de la Revolución norteamericana. De la Paz de París de 1763, Inglaterra salió como la primera potencia colonial y marítima del mundo, pero el mismo carácter del triunfo británico preparo el terreno de la Revolución norteamericana.
Hay quienes dicen que esta podría ser la primera guerra mundial por la cantidad de potencias que se enfrentaron y los lugares en los que combatieron (Europa, América, Asia).
Las consecuencias económicas de esta guerra generan el proceso
hacia la independencia, porque tanto el grado de endeudamiento como el crecimiento del Imperio llevarán a Inglaterra a tomar medidas tendientes a paliar ese gasto, a reorganizar y centralizar sus dominios.
La Guerra de los Siete Años dejo dos consecuencias importantes:
por una parte, la convicción de los colonos de su autosuficiencia; por otra, la necesidad inglesa de un ajuste de la política fiscal. Del choque de ambos factores saldría el conflicto político.