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El liberalismo mexicano hoy*

■ Héctor Aguilar Camín

Si de alguien hemos aprendido los mexicanos que ¡a política es el arte de lo posible y lo posible
el arte de la reforma, es de este veracruzano ilustre, de altos vuelos intelectuales y vastos re­
cursos prácticos. Reyes Heroles fue una mezcla difícil de lograr: la del bien pensar y del bien
hacer. Un hombre poseído por el doble demonio del pensar y el realizar. Quizá nadie exploró el
legado del liberalismo mexicano y, en general, de la historia de México, con fines tan pragmá­
ticos como Jesús Reyes Heroles.

H écto r A g u ila r C am ín . Novelista e historiador. Su de su propia era. Hizo lo que pudo, y no fue poco.
novela más conocida es La guerra de Galio, Editorial Cal y Abrió las rendijas de la reform a política de 1978, p or
Arena, (1990). Ha escrito además las siguientes novelas: donde se coló en las décadas siguientes la m arejada
Morir en el Golfo, Editorial Océano, México, 1980; incontenible, pero pacífica, porque fue reconocida a
¿a decadencia del dragón, 1983; El error de la luna, Alfaguara, tiem po, de la aspiración dem ocrática del país.
1995; y la novela corta Mandatos del corazón (2003). En 1998 M e pregunto qué diría Reyes Heroles de lo que
obtuvo el Premio de Literatura Mazatlán por su libro Un pasa hoy en nuestra vida pública y qué balance h a ­
soplo en el río. En la actualidad es uno de nuestros analistas ría de la dem ocracia m exicana. C reo que diría: “Ya
políticos e historiadores más destacados. está claro que la dem ocracia no arregla nada, salvo
lo que arregla la dem ocracia” . Y yo pensaría, u n a vez
más, que tiene razón. L a dem ocracia sirve p a ra lo que
M e h o n ra la invitación a ocupar este espacio de la sirve, p a ra lo dem ás no sirve. Digo esto porque se ha
C átedra Jesús Reyes Heroles de la U niversidad V era­ puesto de m oda el desencanto p o r la dem ocracia, en
cruzana. gran parte porque se le pide a la dem ocracia cosas
Si de alguien hem os aprendido los m exicanos que que ésta no da: crecim iento económ ico, em pleo, equi­
la política es el arte de lo posible y lo posible el arte dad social. L a dem ocracia no da eso. D a libertades
de la reform a, es de este veracruzano ilustre, de altos públicas y com petencia política, y es bastante.
vuelos intelectuales y vastos recursos prácticos. Reyes M e h an sugerido com o tem a p a ra esta p o n en ­
Heroles fue una m ezcla difícil de lograr: la del bien cia, y yo he aceptado con gusto, hacer u n a reflexión
pensar y del bien hacer. U n hom bre poseído por el sobre el liberalismo y sus asignaturas pendientes en el
doble dem onio del pensar y el realizar. Q uizá nadie M éxico de hoy. Son unos apuntes, n ad a más, y así los
exploró el legado del liberalismo m exicano y, en gene­ som eto a su consideración.
ral, de la historia de M éxico, con fines tan pragm áti­ E m pezaré p o r el principio, es decir, p o r el final de
cos com o Jesús Reyes Heroles. Q uería aprender de la José M aría Luis M ora:
historia p a ra go b ernar el presente; en particular, que­ E n las últim as páginas del p rim er libro de C h ar­
ría reabrir algunos cauces liberales en la deriva más les Hale, dedicado al liberalism o m exicano, he leído
bien antiliberal del nacionalism o revolucionario y del la triste historia del desencuentro final de José M aría
presidencialismo m exicano de la era del PRI, es decir, Luis M ora, el más influyente de los liberales m exica­
nos de su tiem po, con la época de la nación. M ora
* C onferencia p a ra la c áted ra Jesús Reyes H eroles, dictada sale del país en 1834, al caer el gobierno liberal de
el 19 de octubre del 2007, en la U niversidad V eracruzana, en la Valentín G óm ez Farías. M uere en el exilio volunta­
ciudad de X a lap a , V eracruz. rio, en com pañía de su fiel sirvienta m exicana, lue-

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Pocas teorías políticas habrán tenido más penas de adaptación, menos “paz y contentamiento
del alm a”por verse cumplidas que las del liberalismo en tierras mexicanas. Origen es destino,
dice Freud, y el origen del liberalismo mexicano es el de un trasplante en seco a tierras poco
propicias, mal abonadas por la historia para el florecimiento de ¡a semilla liberal...

go de h aber cum plido la últim a encom ienda pública prim eros sitios de la agenda las libertades políticas y
de representar a M éxico ante la corte de Inglaterra; de conciencia, m ientras en el segundo privan las de
solo y pobre, “en el últim o peso”, asum ió este cargo asociación, producción y com ercio.
salvador, facilitado p o r un gobierno liberal de M éxi­ El liberalism o m exicano pertenece al p rim er tipo:
co, pero la tuberculosis que lo perseguía lo obligó a su m otor fue la separación de la Iglesia y el Estado.
buscar mejores climas que las nieblas de Londres, de En eso fue radical y eficaz. La victoria indiscutible del
m odo que se fue a las brum as de París, donde m urió liberalism o en tierras m exicanas fue separar a la Igle­
un 14 de julio de 1850. Su biógrafo y amigo, B ernar­ sia del Estado y establecer el laicismo com o eje de la
do C outo, escribió de él: “su vida (...) corrió toda en vida pública. Lo dem ás h a sido u n a batalla ganada
p ena y am argura del corazón, pues pocos hom bres o perdida a m edias, según se vea, contra la fronda,
han probado m enos la paz y el contentam iento del vieja y resistente, del m undo m onárquico español, en
alm a” . El desencuentro de M ora con los tiempos de su doble legado de pactos y fueros feudales, propio
su país es un buen símbolo del desencuentro del li­ de los H absburgo, y la m odernización burocrática y
beralism o con la historia de México, m ejor dicho, de económ ica desde arriba, característica del despotism o
su encuentro azaroso, reincidente, contrahecho y, sin ilustrado y las reform as borbónicas. H a sido u n a m a­
em bargo, triunfal. rea cam biante. A lo largo de los dos siglos de vida de
Pocas teorías políticas h ab rán tenido m ás penas la nación, el liberalism o avanza y retrocede, gana y
de adaptación, m enos “paz y contentam iento del pierde, se activa y se repliega según las circunstancias,
alm a” p or verse cum plidas que las del liberalismo en en una dialéctica apasionante de litigio con las trad i­
tierras mexicanas. O rigen es destino, dice Freud, y el ciones corporativas, antiliberales, del país.
origen del liberalismo m exicano es el de un trasplante E n el siglo XIX, el liberalism o triunfa con Juárez
en seco a tierras poco propicias, m al abonadas por y las Leyes de R eform a, pero retrocede con la paz de
la historia p ara el florecim iento de la semilla liberal, Porfirio Díaz. R enace con la Revolución, a principios
tierras largam ente colonizadas, en realidad, p o r ro­ del siglo XX, pero retrocede con la estabilización pos-
bustos árboles de la cepa contraria. Los principios del revolucionaria, que construye el gran régim en proto-
liberalismo, com o los del federalism o norteam erica­ m onárquico que conocem os com o presidencialismo
no, eran cosa extraña en México. Lo nuestro era el mexicano.
régim en m onárquico, el pactism o m edieval con su ca­ El liberalism o vuelve a la carga en los noventa
d ena de fueros y corporaciones, la unidad de la Iglesia del siglo XX bajo el doble ropaje del libre com ercio
y el Estado, y la negociación hacia arriba. Todo iba a y la privatización de em presas públicas, e in au g u ­
la C orona en busca de concesiones y m ercedes y todo ra el siglo XXI con un triunfo de la dem ocracia, que
venía de la C orona, igual que hace unas décadas todo es tam bién un triunfo de las libertades políticas, un
iba y venía del presidente, y ahora todo va y viene del triunfo de los ciudadanos sobre el p o d er que con­
gobernador. trolaba las elecciones. D espués de la euforia d em o­
Pero el liberalism o es contra la C orona y contra crática, la liberalización del país parece replegarse
la religión, es decir, contra los poderes absolutos y de nuevo, detiene su avance sobre los enclaves de
co n tra las creencias obligatorias que oprim en o cons­ p o d er corporativo, públicos y privados, heredados
triñen las libertades del hom bre. El liberalismo es a del régim en priísta, eso que hoy llam am os poderes
favor de las libertades individuales de conciencia, de fácticos y que no son sino cadenas de privilegios y
conducta, de propiedad, de com ercio y de actividad fueros m odernos, venidos, com o las m ercedes y las
económ ica. Todo lo que favorece estas libertades es gracias reales, de tratos y concesiones del Estado. El
liberal, lo que las frena es iliberal o antiliberal. país vive ahora, o tra vez, u n a especie de em pate en­
Dicen los m anuales que el liberalismo es distinto tre las fuerzas que frenan y las que im pulsan su libe­
en países donde hay u n a religión dom inante o única ralización. Es u n a nueva edición de la b atalla sorda,
y en los que no. En el p rim er caso pasan a ocupar los la b atalla de nuestra historia, entre las costum bres y

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S E M IN A R IO SOBRE
los intereses del M éxico liberal y las costum bres y los
intereses del M éxico corporativo. D e un lado está el POLITICAS
D E EDUCA CIÓ N SUPERIOR
M éxico que ejerce y quiere ejercer las libertades in­ Linea* pofcfcas á c a h n a d ó n « jjw k k
dividuales básicas de tener, creer, com erciar, trab a jar Ir.scitu-o ik lir a s ñgacáo«ie» er, ¡J ucachmi
Uni rereis!.id V cracrm ana
y producir; de otro lado está el M éxico que ejerce y
quiere ejercer diversas cadenas de fueros y privile­
gios que im piden o constriñen las libertades de tener,
creer, com erciar, trab a jar y com petir. La frontera en ­
tre am bos M éxicos es difusa, com o nuestra cultura
política, m ezclada de valores liberales con reflejos
estatistas.
El m ayor obstáculo p a ra la liberalización de la
vida pública m exicana reside, quizás, en la cultura
política m ayoritaria del país. En m uchos sentidos los
mexicanos siguen m irando al Estado com o el lugar
de donde pueden venir m ercedes y concesiones; no
como el lugar de sus m andatarios legales, sino como
el asiento de sus m andones filantrópicos. La tradición
del paternalism o y del subsidio estatal h a dejado hue­
lla profunda en los hábitos ciudadanos, inclinándolos,
en su relación con el gobierno, hacia una actitud peti­
cionaria. H a sido u n a larga y eficaz pedagogía.
D urante décadas, el gobierno dio tierras, dio ca­
sas, dio concesiones, dio fortunas. A costum bró a su
sociedad a pedir, y a sus funcionarios a dar, m edrando
los que quisieran, m ientras daban. Se estableció así
u na idea de lo público donde aparentem ente nada
costaba. Las finanzas del gobierno parecían un bien
venido de ninguna parte, que nadie debía cuidar, del súbditos, porque no es el adm inistrador de la cosa p ú ­
que todos podían echar m ano cuando les tocaba ad ­ blica, sino su dueño. Es u n a idea de raíces feudales,
ministrarlo, o exigir su parte si estaban del otro lado anterior al espíritu de la dem ocracia m oderna, funda­
del mostrador. U n a vez construida, la sociedad p e­ da en la reciprocidad de los deberes y los derechos del
ticionaria quiere recibir gratuitam ente del gobierno ciudadano individual.
todos los bienes: educación, salud, vivienda, tierra, A parte de la cultura política, no hay que m irar
seguridad, justicia, servicios. Su idea de la responsabi­ m uy lejos p a ra identificar las cosas que hay que libe­
lidad gubernam ental es el subsidio; su exigencia, es la ralizar en México. En prim erísim o lugar hay que li­
gratuidad. Q uiere un gobierno que dé m ucho y cueste beralizar el Estado; un dilem a central del liberalismo
poco, una especie de bolsa m ágica que se llena sola y es cóm o contener al Estado frente a las libertades de
se vacíe al ritm o de las dem andas de los ciudadanos. los ciudadanos y cóm o fortalecerlo p a ra que garantice
La sociedad peticionaria no paga im puestos porque el piso com ún de derechos en que esas libertades des­
no cree en la honradez de la autoridad: “se lo van a cansan. El Estado debe ser suficientem ente fuerte p ara
robar todo” . Q uiere, sin em bargo, que la autoridad le obligar a todos a cum plir la ley y suficientem ente débil
resuelva sus problem as. Su idea de lo público es una p a ra no interferir con la libertad de nadie en ningún
calle de sentido único en donde sólo se tienen dere­ otro ám bito, de m odo que se quiere una contradic­
chos, no obligaciones; sólo dem andas, no reciproci­ ción: un Estado fuerte pero débil. Las circunstancias
dades. históricas agravaron este dilem a en el caso del libera­
El pedagogo del ciudadano peticionario h a sido lismo m exicano. La inestabilidad política y las revuel­
el gobierno paternalista, que m ira a su sociedad com o tas militares de los prim eros años de la Independencia
un reino de m enores de edad a los que debe proteger, subrayaron hasta la desesperación la necesidad de un
tutelar, y, tam bién, correspondientem ente, puede en­ gobierno fuerte; la necesidad crónica de ese gobierno
gañar o extorsionar. Es u n a vieja tradición colonial fuerte acabó posponiendo la aspiración de que fuera
presente p o r igual en las leyes de Indias y en el despo­ tam bién liberal, es decir, contenido, puesto al servicio
tismo ilustrado: la noción de un gobierno que tutela de las libertades individuales, no de su propio poder
pero no rinde cuentas, que no tiene ciudadanía sino sobre la sociedad. En esto, el liberalism o m exicano

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L iberalizar el E stado quiere decir devolverle, si
la tuvo alguna vez, esa im parcialidad legal sin con­
cesiones que echam os tan to de m enos en el com ­
p o rtam ien to de nuestras autoridades. Q u iere decir
construir un E stado de derecho, no el espacio de n e­
gociación discrecional de la ley, com o sigue siendo en
tantos órdenes. Sólo de la certidum bre absoluta de la
igualdad ante la ley puede p ropagarse la libertad de
los ciu d ad a n o s en todos los ám bitos, esa lib ertad
restringida sólo p o r el m andato de la ley que a la vez
obliga y libera a todos, pues les im pide h acer lo que
está expresam ente prohibido, pero los deja libres en
todo lo demás. Si la aplicación de la ley está bajo con­
tinua sospecha p o r su constante violación negociada o
inducida desde la autoridad, no hay piso firm e donde
construir las dem ás libertades. H ay espacio sólo p ara
la libertad de quienes pueden otorgársela a costa de
otros, forzando o ignorando la ley.
Necesitamos un Estado extraordinariam ente fuer­
te en la aplicación de la ley y extraordinariam ente dé­
bil en su capacidad de interferir, constreñir o limitar
las libertades políticas, económ icas o sociales de sus
ciudadanos. N o es ése el Estado que tenem os, más
bien el opuesto. E n consecuencia, la segunda libe-
ralización necesaria del Estado m exicano tiene que
ver con sus facultades de intervención en todos los
órdenes. Los enorm es poderes legales, políticos y eco­
nómicos del Estado dan al gobierno u n a capacidad
excesiva de constreñir o lim itar las libertades de los
ciudadanos, em pezando con su capacidad de fabricar
culpables p o r la influencia excesiva que puede tener
sobre los aparatos judiciales, y term inando con el do­
dio frutos contrarios a su espíritu profundo. La causa m inio que ejerce, im productivam ente, sobre recursos
liberal del XIX term inó en el gobierno autoritario de estratégicos de la nación, com o la tierra, el subsuelo,
Porfirio Díaz. La revuelta liberal del XX, que prendió la electricidad o el petróleo. La constitución faculta al
la m echa de la Revolución m exicana, term inó en la Estado m exicano con la m enos liberal de las faculta­
saga de los presidentes abrum adores del PRI y del Es­ des que puedan im aginarse: la de im poner a la propie­
tado intervencionista de m ayor tam año que haya te­ dad la m odalidad que dicte el interés público. El uso
nido la nación: dueño de la luz, el petróleo, las playas, y el abuso de esta facultad es el origen del gigantesco
el subsuelo, el espacio aéreo, la educación pública y el enredo de la propiedad rural que padecen los cam pe­
sistema de salud. sinos de M éxico y de buena p arte de los abusos que se
Ni Díaz ni los gobiernos de la Revolución supri­ h an com etido con la propiedad urbana. Es tam bién el
m ieron las libertades de creer, actuar o em prender, factor único m ás generador de corrupción que haya
pero tom aron u n a enorm e tajada de las decisiones tenido la República: el expediente de expropiar p ara
sobre lo que podía hacerse al respecto. En la vida po­ h acer negocios a costa de los expropiados. Ésa h a sido
lítica, tanto com o en la económ ica y la social, el Esta­ la historia del crecim iento de nuestras ciudades, una
do fue un actor enorm e, incontrolado, con frecuencia historia gigantesca de patrim onialism o burocrático
abusivo, incluso faccioso. G obernó discrecionalm ente, que espera su historiador, pero no la única en que se
aplicando la ley según las conveniencias y los intereses, ha especializado el Estado m exicano.
abriendo un gran espacio a la vieja cultura m onárqui­ Entre mayores son los bienes que puede otorgar o
ca de las concesiones y las mercedes, despojando a los arb itrar un Estado, mayores son las oportunidades de
ciudadanos de la certidum bre sobre su igualdad ante corrupción y abuso de los adm inistradores públicos.
la ley, piedra de toque de las libertades. La influencia, Las excesivas facultades de intervención del Estado
no la ley, fue nuestra regla. La sigue siendo. m exicano son, por un lado, el espacio de la tentación

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He vivido la mayor parte de mi vida adulta oyendo que la administración de la riqueza nacio­
nal por el Estado es garantía o instrum ento de justicia social. Creo poder decir con fundam en­
to, luego de estos años, que la administración pública de bienes de la nación no ha traído a ésta
la justicia social prometida. Por el contrario, no se han suspendido en todos estos años, y sí en
cambio han aumentado, las historias desaforadas del patrimonialismo burocrático...

patrim onialista, consistente en apropiarse privada­ controló y nadie controla, se separan del control de los
mente, en servicio del propio patrim onio, de bienes, ciudadanos, adquiriendo u n a perniciosa autonom ía
derechos y recursos públicos: llámense fondos del era­ financiera. La autonom ía financiera de los gobiernos
rio, expropiaciones, concesiones o cualquier otra for­ de M éxico respecto de sus contribuyentes, su cabalga­
m a pública de lucro que se otorga a cam bio de tratos ta sin controles hacia distintos precipicios de gasto p ú ­
y ventajas privadas. H e vivido la m ayor parte de mi blico, h a sido el factor central de las crisis financieras
vida adulta oyendo que la adm inistración de la rique­ de 1976, 1982 y 1995. El origen de esas crisis fue uno
za nacional p o r el Estado es garantía o instrum ento solo: el descontrol de las finanzas públicas, la absoluta
de justicia social. C reo poder decir, con fundam ento, falta de contención de las finanzas del gobierno p or
luego de estos años, que la adm inistración pública de sus contribuyentes. Esas decisiones sin control llega­
bienes de la nación no ha traído a ésta la justicia social ron a generar en la crisis de 82 un déficit fiscal de 16
prom etida. Por el contrario, no se h an suspendido en puntos del producto interno bruto. H oy nos escanda­
todos estos años, y sí en cam bio han aum entado, las liza la perspectiva de un punto m ás o m enos de déficit
historias desaforadas del patrim onialism o burocráti­ fiscal. Algo hem os ganado.
co, cuyo espíritu resum e com o ninguna otra la frase Controlar, contener, lim itar al Estado es la obse­
canónica: “Político pobre, pobre político” . sión del credo liberal. La dem ocracia acota y contie­
Liberalizar al Estado es limitarlo; es reducir y ne a los gobiernos m ediante la com petencia, pero no
transparentar sus facultades de intervención; es so­ constituye en sí m ism a u n a garantía del ejercicio y la
m eter a estricto escrutinio público su desem peño eco­ protección de las libertades fundam entales. Esto sólo
nómico. Liberalizar al Estado quiere decir tam bién puede garantizarse con un Estado que garantice la
acotar las finanzas públicas, haciendo que los ciuda­ igualdad ante la Ley y que esté som etido al control
danos paguen hasta el últim o peso que gasta el Esta­ y la rendición de cuentas p o r parte los ciudadanos.
do, de m odo que éste tenga los recursos suficientes C uentas son m uchas cosas, pero prim ero que nada
para cum plir el m andato de sus ciudadanos y ni un son cuentas: pesos y centavos.
peso más. U n Estado financiado sólo p o r sus ciuda­ M uy lejos está nuestra estructura institucional y
danos es la quintaesencia de un Estado liberal. El Es­ nuestra vida pública de la transparencia contenida
tado liberal no debería tener otro lugar donde pedir y responsable de un Estado liberal. ¿Q ué decir de la
recursos ni otro lugar donde rendir cuentas que en el econom ía y las libertades de em prender y comerciar,
bolsillo de los ciudadanos, cuyo dinero gasta; ése es el tan centrales al liberalismo? La herencia del M éxico
origen estricto de la capacidad ciudadana de contro­ corporativo está en todas partes, es un largo tejido
lar al gobierno. de intereses clientelares, prendidos de u n a m an era u
El dom inio del Estado sobre fuentes de ingreso otra a privilegios y prebendas que tienen su origen en
distintas a los impuestos, com o el petróleo, ha co­ el Estado. El M éxico dem ocrático perm ite ver, cada
rrom pido e invisibilizado en M éxico esta relación vez con m ayor claridad, que la herencia antiliberal
fundam ental, constitutiva, de la ciudadanía: “te pago de M éxico está llena de poderes fácticos que concen­
impuestos p a ra que m e sirvas, no p a ra que te sirvas tran derechos y obstruyen las libertades de otros. No
de mí; debes rendirm e cuentas porque estás gastando hay un solo negocio m ayor de la econom ía m exicana
mi dinero, no el tuyo, y ningún dinero tienes sino el que no esté en m anos de m onopolios u oligopolios. El
que yo te doy” . G obiernos que gastan m ucho más de dom inio de la econom ía p o r unas cuantas em presas
lo que reciben de sus ciudadanos, gobiernos que se que restringen o constriñen la libertad económ ica de
endeudan a cuenta de la nación o dispendian recur­ los dem ás es antiliberal. La econom ía m exicana debe
sos que les llegan de otros dispendios, com o el caso ser liberada de m onopolios y oligopolios m ediante la
de los excedentes petroleros de estos años, que nadie más simple de las recetas del liberalismo: la libre com-

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petencia. Lo mismo h a de decirse de los m onopolios rales del M éxico que él conoció, M o ra h aría u n corte
del Estado, cuya im productividad y corrupción nadie de caja radical y diría: “H em os avanzado m ucho,
controla realm ente y hacen perder a su dueño, que pero nos falta lo fu n d am en tal” . E m prendería en to n ­
es el pueblo de México, m ás dinero de lo que cabe ces u n a ofensiva intelectual, no co n tra los adversarios
imaginar. superados de su tiem po, la Iglesia, el Ejército y el M o­
Pemex no es en realidad una empresa petrolera de narca, sino co n tra las corporaciones vivas y actu an ­
los mexicanos, es la caja de recursos para un gobierno tes de hoy: contra los poderes fácticos que sustituyen
federal que no cobra impuestos suficientes para subve­ a los fueros decim onónicos en su tarea de fren ar el
nir sus gastos. Sobreexplota entonces al monopolio pe­ desarrollo de las libertades políticas y económ icas de
trolero perpetuando año con año dos ineficiencias: la M éxico. Y se sentiría, quizá, m uy m al representado
de no co b rar im puestos suficientes y la de dejar a Pe­ p o r este orador, un liberal tibio que dice tibiam ente lo
m ex sin dinero suficiente p a ra su propio desarrollo. que un liberal puro con voces m ás altas y m ás in tran ­
Pemex no es de los m exicanos, es de H acienda. Q ué sigentes diría con fuerza. P ara ese m om ento, creo,
decir de los grandes sindicatos públicos, tierra ilibe­ quizá M o ra h u b iera añ ad id o a su pensam ien to la re­
ral p o r excelencia. Son la negación de la libertad de flexión poco liberal de que en u n país com o M éxico
asociación y contratación y de las libertades sindicales el Estado liberal debe ser fuerte en lo económ ico y
m ínimas, entre ellas la de la dem ocracia interna de los en lo social, es decir, debe ten er políticas públicas de
sindicatos. Es un m undo aparte de reglas, opresiones alto im pacto p a ra redistribuir el ingreso e igualar las
y prebendas. Es tam bién un m undo conservador que oportunidades, asunto que desborda las fronteras del
vive de espaldas a las reform as liberalizadoras que el liberalism o puro, el cual descree de las intervenciones
país requiere. Frente a cada u n a de las reform as fun­ redistributivas, sociales o económ icas del Estado.
dam entales que el país requiere, hay un g ran sindicato Acaso, pienso, ese M ora renacido en los inicios del
público oponiéndose, en defensa de sus privilegios: los siglo XXI, no vería con malos ojos la definición de M a­
sindicatos m agisteriales contra la reform a educativa; nuel A zaña, reputándose com o un hom bre “socialista
los sindicatos de la salud contra la reform a de las p en ­ a fuer de liberal”; es decir, com o alguien que cree que
siones; los sindicatos de la energía contra la reform a p ara que todos sean capaces de disfrutar las libertades
energética; los sindicatos en general contra la reform a básicas del hom bre, hay que m ejorar las oportunida­
laboral. des de algunos, igualar en algo a los desiguales. Q uien
M onopolios y oligopolios económicos, opacidad y quiera defender a fondo las libertades del liberalismo,
absolutismos laborales, son caras com plem entarias del tendrá que llegar a la conclusión de que hay que poner
M éxico antiliberal, el M éxico de los poderes fácticos prim ero un piso m ínim o de las igualdades que prego­
que intervienen con fuerza innegable en el proceso de na el socialismo. Eso es al m enos lo que digo yo. Es lo
la construcción liberal y dem ocrática de México. mismo, creo, matices m ás o matices menos, que quería
Term ino: decir Jesús Reyes Heroles cuando resumió los desvelos
M e pregunto qué diría José M aría Luis M o ra si igualitarios del liberalismo m exicano con la expresión,
d espertara hoy de su m uerte y lo invitara la U niver­ en realidad un program a, del liberalismo social.
sidad V eracruzana a d ar su veredicto sobre el estado Term ino, con esta invitación, a conspirar.
del liberalismo m exicano. C reo que lo sorprenderían C reo que si M ora hubiera dado esta conferencia
agradablem ente el tam año y la pujanza de la nación. aquí, y en el público hubiera estado Jesús Reyes He-
C reo que celebraría largam ente la fuerza alcanzada roles, al term in ar se habrían dado los dos un abrazo
p o r esa asam blea dispar llam ada M éxico que pudo de cómplices y se h ab rían ido a com er con unos vinos
evitar en este siglo y m edio lo que en 1850, a la hora europeos p a ra p lan ear cóm o hacer que el gobierno
de la m uerte de M ora, parecía inevitable: la desinte­ de turno acabe de plantar, de u n a vez p o r todas, la
gración de la nación m exicana. C reo que iría a ver exótica m ata del liberalism o en M éxico. O -
con ánim o incrédulo y deslum brado las miles de p e­
queñas em presas independientes que generan rique­
za en un entorno de industriosidad y productividad.
C reo que vería con adm iración las grandes em presas
m exicanas, incluyendo las m onopólicas. C aería des­
m ayado de optim ista incredulidad ante los frutos del
T ratado de Libre C om ercio con A m érica del Norte.
C reo tam bién, que luego de unos días de reflexión,
adm itida la enorm e zona del país ganada efectiva­
m ente a los hábitos viejos, antiproductivos y antilibe­

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