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PRIMERA PARTE

Consenso, control y conformidad.


La influencia social desde la perspectiva
funcionalista

• Para ilustrar un principio es necesario exa-


gerar mucho y podar mucho.•
WALTER BAGEH 0T

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CAPITULO PRIMERO

DEPENDENCIA SOCIAL Y CONTROL SOCIAL

Si no me equivoco, la mayor parte de los estudios rela-


tivos a la influencia social han analizado principalmente las
razones para que la gente se conforme y los medios utiliza-
dos con éxito para inducirla a conformarse. Dos preguntas
esenciales determinan el pensamiento y la investigación ac-
tuales:
-¿Por qué y cómo intenta un grupo imponer sus puntos
de vista a un individuo o a un subgrupo?
-¿Por qué y cómo acepta un individuo o un subgrupo
los puntos de vista de un grupo o de los (líderes, exper-
tos, etc.) que lo representan? ·

Las proposiciones que siguen constituyen las hipótesis


fundamentales en las que nos hemos apoyado para respon-
der a estas preguntas.

PRIMERA PROPOSICION

En un grupo, la influencia social est, desigualmente repartida


y se ejerce de modo unilateral
La idea expresada en esta proposición es muy clara y se
basa en el sentido común. La influencia puede intervenir
cuando hay, de un lado, una fuente y, de otro, un blanco.
Utilizando una anología con los procesos de comunicación
(ROMMBTWBIT, 1954), se podría decir que la ,f uente es el emi-
sor de informaciones normativas o el emisor de influen-
cia, mientras que el blanco es el receptor de informaciones

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34 Pslcologfa de lu mlnorfu activas

normativas o el receptor de influencia. Hay que hacer, sin


embargo, una importante aclaración: la influencia, como la
transmisión de información, se produce de modo asimétricQ.
Se ejerce de la fuente hacia el blanco de la interacción, pero
no en el sentido inverso.
Estos conceptos de fuente, blanco y direccionalidad vol-
vemos a encontrarlos en todos los modelos de influencia.
Lo que ,distingue a los modelos son las reglas seguidas en
la definición y la combinación de estos conceptos. En el
modelo que voy a describir -el modelo funcionalista- el
papel de la fuente de influencia. o emisor, y el papel del
blanco de influencia, o receptor, están delimitados y estable-
cidos con precisión. Las descripciones del emisor se refieren
siempre al grupo, a sus representantes legítimos (lideres, de-
legados, etc.) o a las personas que, de un modo u otro; de-
tentan el poder y los recursos (la competencia, por ejemplo).
Las descripciones del receptor se limitan a los individuos
o subgrupos que no ocupan situación alguna privilegiada,
que no poseen poder ni recursos y que, por una u otra ra-
zón, tienden a desviarse. Supuesta esta atribución de los pa-
peles, se sigue que la fuente de influencia no se considera
nunca como un blanco potencial, ni el blanco de influencio.
como una fuente potencial.
La consecuencia de esta asimetría fundamental es que el
punto de vista de la mayoría goza del prestigio de la verdad
y de la norma, y expresa el sistema social en su conjunto.
Correlativamente, el punto de vista de la minoría, o cual-
quier opinión que refleje un punto de vista diferente, se con-
sidera pr«tucto del error o de la desviación. De ahí la defi-
nición que se supone conoce todo estudiante: «El desviante
es un individuo que se comporta de manera diferente de lo
previsto por el grupo o por la cultura en que se desenvuelve.
Cuando se trata de investigaciones sobre la comunicación
y el consenso en los grupos de discusión, el término desvian-
te se aplica a todo individuo cuyos puntos de vista son neta·
me.n te diferentes de los de la mayoría, denominados puntos
de vista modales.» (JoNES y GERARD, 1967, p. 711.)
¿ Por qué se considera a los individuos y los subgrupos
sólo como receptores de influ.encia? Fundamentalmente por-
que se supone que viven en un sistema social cerrado. Se,.
gún AscH, «cada orden social presenta a sus miembros una
selección limitada de datos físicos y sociales. El aspecto más
decisivo de esta selectividad es que ofrece condiciones a las

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Dependencia soclal y control aoclal 35

que no hay Qltemativa perceptible. No hay solución de re-


cambio para el lenguaje del grupo, para las relaciones de
parentesco que practica, para su régimeir alimentario, para
el arte que preconiza. El ca.mpo de un individuo, sobre todo
en una sociedad relativamente cerrada, se encuentra en gran
medida circunscrito por lo que está incluido en el marco
cultural» (1959, p. 380).
Todo se halla, pues, concentrado alrededor del polo de
las relaciones sociales donde se reúnen aquellos que deter-
minan los elementos de esta cultura. Son los que están auto-
rizados a decidir lo que es verdadero y bueno. Toda opinión
divergente, todo juicio diferente, representa una desviación
respecto a lo que es real y verdadero. Es lo que ocurre inevi-
tablemente cuando el juicio emana de UD individuo o de UD
subgrupo minoritario.
Es evidente, en estas condiciones, que el grupo emite
también referencias relativas al origen de las informacio-
nes. Pero es también evidente que los miembros del grupo
que se desvían no poseen nada propio para emitir, puesto que
no disponen de los medios que les permitirían concebir al-
ternativas válidas. De ahí la convicción tácita de que las opi-
niones más corrientes y menos extremas de la mayoría tienen
un valor positivo, poseen un peso psicológico mayor. Com>
lativamente, las opiniones menos familiares y más extremas
de la minoría o de las personas que no han sido investidas
de autoridad poseen un valor negativo y un menor peso psi-
cológico.
En el lenguaje ordinario, al igual que en el plano experi-
mental, esto se refleja en la hipótesis según la cual un indi-
viduo obligado a elegir entre dos series de opiniones, una
atribuida a la mayoría o a un Uder y otra a un <lesviante
o a un individuo no especificado, optará espontáneamente
por la primera. En realidad, no hay lugar a opción auténtica.
Como hemos hecho notar anteriormente, el punto de vista
de la mayorfa es la única opción justa, normativa; el punto
de vista de la minoría no es simplemente otro punto de vis-
ta, es un vacío, una no-opinión, definida como no mayorita•
ria, como anómica (y, por tanto, contraria a la eviden-
cia, etc.). En otros términos, la relación se concibe como
unidireccional: el grupo, la fuente de influencia, toma su
propia decisión sobre la base de los estímulos, del código
y de los juicios que él ha instaurado, mientras que los jui-
cios, el código y los estímulos de la minoría o de los indivi-

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36 Psicología de las mfnorfas activas

duos que son evidentemente blancos de influencia, están de-


terminados por el grupo.
No es esto todo. Una vez supuesta esta asimetría en prin-
cipio, uno de los compañeros sociales se define como activo
y abierto al cambio, y el otro como esencialmente pasivo y
sometido al cambio. Todo lo que constituye un derecho o un
acto positivo para el primero se convierte en una obligación
o una privación para el segundo, y esta complementariedad
de los papeles quita toda posibilidad de interacción real. En-
cerrado en esta situación, el individuo o el subgrupo minori-
tario no tiene más que una escapatoria: la desviación o in-
depende.ncia, es decir, la retirada, que implica la amenaza
de aislamiento en el seno del grupo y frente a él. E.o tal
contexto, la pasividad conformista toma la coloración posi-
tiva de adaptación lograda, mientras que la actividad, la inno-
vación, la actitud individualista, connotan peyorativamente
la inadaptación.
Es de lamentar que al lado de esta conformid~d relativa-
mente estéril, fundada en la sumisión y la represión de reac-
ciones y de actitudes auténticas, no se haya tomado en consi-
deración la existencia de una conformidad productiva basada
en la solidaridad, en la satisfacción aportada por reacciones
y actitudes auténticas que se orientan hacia un objetivo o un
marco común. Es muy de lamentar que se haya resaltado
la aceptación pasiva de la nonna del grupo y no la con-
formidad activa a ella. Lo cierto es que las hipótesis que
sirven de base a este punto de vista no habrían podido de-
sembocar en ningún otro resultado.
Asimismo, la independencia se considera principalmente
como una resistencia a la presión colectiva, como una espe,,
cie de pasividad activa o de negación obstinada, y no en tér-
mino de iniciativa o de reto a las actitudes y decisiones del
grupo. La no conformidad está igualmente considerada como
una protesta, una ruptura de las relaciones, y no como una
actitud que lleva a modificar estas relaciones: «El anticon-
formismo implica un movimiento sistemático de alejamiento
respecto a las expectativas sociales.» (HOLLANDBR, p. 423.)
Esto equivale a establecer una distinción rigurosa entre
los que imponen la conformidad y los que la aceptan: los
primeros pueden utilizar el poder de la conformidad contra
los segundos. En realidad, bien se trate de independencia
o de anticonformismo, un individuo define su yo por refe-
rencia al grupo o a las expectativas sociales, y no por lo que

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Dependencia social y control social 37

él espera del grupo o de la sociedad. Esto es, al menos, lo


que se desprende de los textos citados. Estos muestran que,
aparte de algunas observaciones generales, se ha otorgado
muy poco interés al sentido de la independencia, al modo de
enfocarlo o a la manera en que una persona llega a hacerse
independiente. Con otras palabras, la independencia en cuan-
to forma de afirmación propia, de acción colectiva o indivi..
dual, pese a estar presente en numerosos fenómenos obser-
vables en los pequeños grupos (grupos de sensibilización o
grupos de diagnóstico, por ejemplo), ha estado totalmente
desatendida en este campo de la investigación científica.
Algunos psicólogos sociales han tenido conciencia de este
hecho. AscH, por ejemplo, afirmaba que «no está justifica..
do, concretamente, suponer de ant~mano que una teoría de
la influencia social deba ser una teoría de la sumisión a las
presiones sociales» (1956, p. 2). Hace algunos años, KELLBY
y S H APIRO ( 1954) sostuvieron que la conformidad puede in-
cluso constituir un obstáculo a la adaptación de un grupo
a una realidad cambiante, que los no conformistas pueden
ser personajes populares y gozar de la simpatía de sus se-
mejantes, sin la reputación de marginados o desviantes. Y la-
mentaban que se desatendiera la independe_n cia en psicolo-
gía social, señal, a su juicio, de un desconocimiento de la
importancia que posee en la vida real.
Estas observaciones no han tenido prácticamente ningún
efecto. Y, sin negar la existencia de algunas opiniones diver-
gentes, la primera proposición parece expresar un amplio
consenso.

SEGUNDA PROPOSICION

La influencia social tiene por función mantener y reforzar


el control social

Se piensa que « los individuos sólo pueden llevar a cabo


una acción. concertada o constituir un grupo mediante algu·
na forma de control social» (HARE, 1965, p. 23). Hay que pos·
tular (y muchos autores lo hacen) que para que exista tal
control, es preciso que los individuos posean los mismos
valores, las mismas normas, los mismos criterios de juicio
y que todos los acepten y se refieran a ellos. Se supone, ade·
más, que el entorno es único y semejante para todos. En tal

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38 Psicol0gía de las minorías activas

contexto homogéneo, es fácil imaginar que los individuos


y los subgrupos saben lo que se espera de ellos y que la
significación, el grado de verdad o de error atribuido a sus
acciones, a sus percepciones y a sus juicios no puede inter-
pretarse de varias maneras. Además, cuando se pasa a la
realización de estos objetivos, la existencia. de diferencias
es considerada como un obstáculo por los miembros del
grupo: éstos tienden a eliminar las diferencias, a establecer
las fronteras del grupo para excluir a los individuos que
rehúsan aceptar el cambio. Pero no hay control sin contro-
ladores. Como se estima que estos controladores poseen una
sabiduría superior y un noble desinterés, no es extraño que
ejerzan el poder para su propio provecho.
La influencia destinada a persuadir a los demás a acep-
tar el punto de vista que conviene a los controladores tiene
también las mayores probabilidades de éxito. No he hecho
sino parafrasear a SECORD y BACKMAN; pero es mejor ceder-
les la palabra:
•Los controles normativos aparecen en la zona de comportamiento
donde los miembros resultan dependientes del grupo para la satisfac-
ción de sus necesidades. Las actitudes y los comportamientos necesa-
rios para la satisfacción de las personas más poderosas del grupo son
los que tienen mayores posibilidades de llevar a la formación de nor-
mas» (1964, p. 351).

Las normas denominadas «comunes» son, pues, inevita-


blemente las normas de la mayoría o de la autoridad. ·E n
consecuencia, toda desviación respecto a estas normas im-
plica dos cosas en el individuo: de una parte, una resisten-
cia, una no conformidad que amenaza el movimiento de
grupo; de otra, una carencia: el individuo no conoce la res-
puesta adecuada, no es capaz de descubrir cuáles son las
buenas respuestas. En ambos casos, el alejamiento respecto
a la mayoría, al experto, al líder, por ejemplo, es síntoma de
inferioridad o de marginalidad. Implica un tratamiento di-
ferencial de los individuos en el interior del grupo; en otros
términos, implica la desviación.
Repetidamente, en algunas experiencias, el individuo que
reacciona es inducido a creer que está en el error, que su
co.m portamiento es anormal; llega a volverse ansioso, etc. Se
ha demostrado asimismo que tal individuo no puede preten-
der la estima y el afecto de los demás: es impensable que
puedan elegirlo para desempeñar cualquier tipo de función,
independientemente de su inteligencia, de la exactitud de

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Dependencia social y control social 39

sus opiniones o del esfuerzo que ha realizado para compren-


der su situación.
La consecuencia es clara. Si las exigencias del control
social sitúan a la autoridad legítima en un extremo y al pre-
sunto desviante o disidente en el otro, determinan igualmen-
te las condiciones de funcionamiento ideal del grupo, a sa-
ber, la reducción al mínimo de las divergencias entre sus
miem·bros. En la teoría de F'EsTINGBR a que be hecho alusión
anteriormente, la presión que se ejerce hacia la uniformidad
en los grupos informales corresponde a la necesidad de rea-
lizar este ideal. La teoría no especifica de forma explícita,
que la presión deba ejercerse inevitablemente sobre el indi-
viduo o sobre el subgrupo minoritario. Podría pesar también
sobre la mayoría o sobre la persona que ejerce la autoridad.
No obstante, el propio FESTINGER (1950), sus colaborado-
res y la mayor parte de los psicólogos sociales han enten-
dido y utilizado esta teoría como si la uniformidad debi,era
instaurarse contra el desviant,e . Esta orientación ha influido
en algunos autores que intentaron demostrar experimental-
mente la existencia de dos tipos de influencia social (DEUTSCH
y GERARD, 1955; THIBAUT y STRICKLAND, 1956): el primero, que
se denomina «informacional» o «centrado en la tarea», con-
cierne a la relación con el objeto. El segundo, designado bajo
el nombre de influencia «normativa» o «centrada en el gru-
po», remite a la necesidad de orientarse hacia opiniones
idénticas. Esta influencia está determinada por las relacio-
nes entre los individuos y no por las propiedades del objeto.
Es reforzada por la cohesión del grupo y por otras ventajas
ligadas a la cohesión, que sirven para atraer miembros en
el grupo. Así, la cohesión y la atracción actúan para reducir
toda distancia que pueda separar a los miembros de un gru-
po que sostienen puntos de vista diferentes. La cohesión y
la atracción oponen un obstáculo interno a la tendencia a
alejarse del grupo y entrar en un grupo diferente, buscando
por otra parte la solución a sus problemas y la satisfacción
de sus necesidades.
Resulta claro que todo un conjunto de conceptos -movi-
miento de grupo, cohesión, influencia social normativa, et-
cétera- confiere de uno u otro modo una expresión con-
creta a la idea de control externo o interno del grupo sobre
sus miembros. Estos conceptos, como se sabe, han sido ob-
jeto de estudios detallados y profundos en condiciones ex-
perimentales diversas. Revelan también lo que, en esta pers-

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40 Psicologfa de las minorias activas

pectiva, constituye el objetivo final de los procesos de in-


fluencia: la recuperación de los desviantes. Su mecanismo
específico consiste en uniformar a todos, en bloquear la par-
ticularidad y la individualidad de las personas o de los sub-
grupos. Cuanto más lejos se lleve el proceso de identifica·
ción y desindividualización, mejor será la adaptación de
cada individuo a los otros y al entorno.
¿Cómo suele promoverse, por ejemplo, la cohesión del
grupo en la vida real y en las experiencias? Diciendo a la
gente o a sujetos ingenuos que, sobre la base de su inteli·
gencia, de los tests de personalidad, de los votos y de los
sondeos, etc., todos son semejantes. La hipótesis que sus-
tenta esta manipulación es bien conocida: la cohesión o la
atracción de las personas es mayor cuando se consideran
semejantes y más débil cuando se consideran diferentes. Tal
es la fuerza compulsiva del «nosotros» o del «grupo». La
importancia cuantitativa de la influencia, a su vez, se mide,
en la mayor parte de las experiencias, por el desplazamien-
to de la opinión del desviante hacia el parecer del grupo.
Esta opinión refleja simultáneamente la sumisión a los
otros y la pérdida de individualidad.
El movimiento inverso apenas se ha tomado en conside-
ración ni ha sido objeto de investigaciones. Ocasionalmente
se han hecho notar ciertos efectos boomerang *,· implican
una notable divergencia entre el desviante y el grupo. Curio-
samente, estos efectos nunca se han interpretado en serio
como efectos de influencia, ni se han sometido a un examen
atento. Después de todo ¿por qué perder el tiempo con tales
fenómenos accidentales, si no afectan a los aspectos esen·
dales de la socialidad? No hace falta demostrar hasta qué
punto estos conceptos han determinado la idea que el estu-
diante se forma de la realidad, su concepción misma de la
psicología social y de sus métodos. De todos modos, se ve
claramente en qué medida la importancia otorgada a la no
diferenciación, a la cohesión y a la presión normativa del
grupo es función de la interpretación de la influencia como
medio de integración de la parte en el todo, del individuo
en la colectividad.

* Boomerang=contraproducentes. En inglés en el original. ( Nota


del Traductor.)

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Dependencia social y control social 41

TERCERA PROPOSICION

Las relaciones de dependencia determinan la cllrección


y la importancia de la influencia social ejercida en un grupo
Es difícil comprender por qué la psicología social se ha
obsesionado tanto con el concepto de dependencia. Bl con-
cepto no es claro ni evidente en sí. Además, allí donde se
ejerce la influencia, hay múltiples tentativas tendentes a mo-
dificar las opiniones y el comportamiento entre iguales, sin
hablar de la regla de oro de los agentes de publicidad y de
los propagandistas políticos, que es evitar todo lo que pue-
da dar la impresión de que ellos representan poderosos in-
tereses o quieren interferir la autonomía de la persona o del
grupo.
Lo cierto es que la dependencia ha adquirido la condi-
ción de variable independiente relevante en el estudio de los
procesos de influencia. Se podría también decir que la de-
pendencia explica los efectos de la influencia. Se admite su
acción cada vez que se advierte un cambio de opinión o de
juicio. El estudiante que utiliza el manual de HoLLANDER
aprende que « la conformidad de congruencia, como la con•
formidad de movimiento, implican u.n a aceptación de la in-
fluencia que revela la dependencia» ( 1967, p. 57). Los fran-
ceses dicen cherchez. la f emme *, y los psicólogos sociales
dicen «buscad la dependencia y todo quedará explicado».
Pero examinemos las cosas más de cerca: los detalles son
siempre significativos.
Se puede observar, en efecto, que al hablar de «mino-
rías», no hacemos referencia al número (las minorías son
a veces, desde el punto de vista demográfico, tan .i mportan-
tes como la mayoría}, sino a la desigualdad en el reparto
del poder, a la lógica de la dominación. La jerarquía social
expresa directamente esta desigualdad. De una parte, la atri-
bución de « situación» ( el clérigo en la Edad Media, el sena-
dor en el siglo XIX, el secretario del partido comunista hoy,
ocupan situaciones clave) garantiza una cierta autoridad
sobre los que no gozan de ella. De otra parte, la superiori-
dad otorgada al especialista, al consejero del príncipe o al
que reivindica una parcela del saber en la división del tra·
bajo, debe en principio asegurar el ascendiente sobre aque-

* Buscad la mujer... en el sentido de buscar la causa. (N. del T.)

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42 Psicología de tas minorías activas

llos que carecen de esta reputación. El result~do es, en todos


los casos, que los situados en la cima. de tal jerarquía poseen
mayor influencia que los que se encuentran abajo. Al mis-
mo tiempo, los individuos o los subgrupos que poseen un
rango elevado se encuentran sometidos a una influencia me-
nor que los que poseen un rango débil.
Diversas observaciones experimentales demuestran que
los sujetos que poseen un rango social elevado influyen en
los que poseen un rango social débil (HARVEY y CONSALVI,
1960); BACK y DAVIS, 1965). Sin embargo, el estudio de JONES
(1965) muestra que la relación entre la influencia y el ran-
go social es más compleja; cada individuo, independiente-
mente de su rango, acepta la influencia y tiende a confor-
marse para obtener la aprobación de los otros.
Además, otros factores, como la competencia, aseguran
la autoridad del individuo en el seno del grupo y lo realzan
como agente de influencia (BACK y DAVIS, 1965; HOCHBAUM,
1954 ). Las experiencias de MILGRAM sobre la obediencia
(1965) constituyen la más impresionante ilustración de este
aspecto de la realidad. Es públicamente notorio que, sin el
menor aliciente pecuniario o moral para ejecutar las. ins-
trucciones, algunas personas se ·h an avenido a obedecer las
órdenes de un experimentador que les pedía infligir choques
eléctricos supuestamente dolorosos a personas para ellas
desconocidas y con las que no tenían relación alguna. ,E l he-
cho de que el experimentador les pidiera tal comportamien-
to en nombre de la ciencia era una justificación aparente-
mente suficiente. Prisionero en la red de la autoridad,
representada en este caso por la competencia del cien.tífico,
y excesivam.e nte impresionado por la legitimidad de la in-
vestigación científica, un hombre tortura ciegamente a otro.
Otras experiencias menos sensacionalistas han mostrado
cómo individuos de rango social inferior obedecían a indi-
viduos de rango social superior o individuos incompetentes
se sometían a individuos competentes. La convergencia de
estos estudios es tan llamativa que hubieran sido más signi-
ficativos, a mi juicio, si en lugar de confirmarlo, hubieran
denunciado el carácter erróneo de la máxima, adoptada en
política y por el sentido común, según la cual la fuerza es
más importante que el derecho. Con otras palabras: los es-
tudios hubieran tenido mayor relevancia si, en lugar de in-
tentar mostrar que la máxima era exacta, hubieran subraya-
,Jo las circunstancias -tan raras, por otra parte- en que

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Dependencia social y control soclal 43

no se aplica. No formulo un juicio de valor, pero quiero


llamar la atención sobre la existencia de una idea precon-
cebida.
La dependencia instrumental ha sido objeto, asimismo,
de investigaciones en profundidad. Mientras que la depen-
dencia institucional muestra al individuo debatiéndose con
el sistema social, esta otra forma de dependencia está más
ligada a la satisfacción de una cierta «necesidad de los de-
más». Las preguntas que aquí se plantean son prácticas:
¿Quién se somete a la influencia y quién la rechaza? ¿En
qué situaciones se intensifica la necesidad de adoptar las
actitudes de otro, haciendo la influencia más fácil? En una
palabra: necesitamos saber quién es conformista y quién es
independiente; cómo nos hacemos conformistas y cómo nos
hacemos independientes.
Se considera siempre como verdad establecida que, en
un grupo, las personas que se desvían delatan una mayor
tendencia al cambio que las personas que están de acuerdo
entre sí y con las normas del grupo (FBSTINGER y otros, 1952).
Las razones de esta tendencia al cambio se reducen a dos
subcategorías de dependencia:

a) La dependencia de efecto que se observa en las situa-


ciones en que individuos desviantes u otros miembros del
grupo tienen problemas de personalidad (JoNES y GERARD,
1967). Las necesidades de afiliación, de aprobación social, de
estima de sí, son diferentes aspectos bajo los que se mani-
fiesta la necesidad de los demás, que parece estar muy es-
trechamente ligada a la influencia. Los individuos que expe-
rimentan con fuerza estas necesidades de afiliación, de es-
tima de sí, etc., son, más propensos a conformarse que los
que experimentan estas necesidades en menor grado. En
cierto sentido, están menos capacitados para resistir a la
presión social y se sienten más inclinados a seguir a la ma-
yoría y a los líderes, esperando así hacerse aceptar e incluso
hacerse amar.
Los estudios empíricos han confirmado estas previsiones.
Dos estudios, en particular, han evidenciado el hecho de que,
cuanto mayor es la necesidad de aprobación en un indivi-
duo, mayor es su conformismo (MoBLLER y APPLEZWEIG, 1951;
STRICKLAND y CROWNB, 1962). A su vez, DITTES (l959) ba mos-
trado que los sujetos a los que se hada creer que eran acep-
tados por un grupo se sentían atraídos hacia él y que cuanto

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44 Pslcologfa de las minorías activas

más débil era su propia estima, más posibilidades tenían de


someterse a las presiones del grupo. Muchos otros estudios
han mostrado el papel de la ansiedad (1MBUNlER y RULB, 1967:
SMITH y R.ICHARDS, 1967; MILLMAN, 1968). La importancia
de la necesidad de afiliación también ha sido objeto de estu-
dio (HARDY, 1957).
En suma, ciertos individuos están destinados a la sumi-
sión, otros a la independencia y otros, en fin, a la oposición.
Hasta cierto punto, estas experiencias son superfluas.
Tienden todas ellas a mostrar que ciertos rasgos de la per-
sonalidad engendran, bien sea la dependencia, bien la inde-
pendencia, de acuerdo con una necesidad profundamente ex-
perimentada: la necesidad de los demás. En realidad, :y pese
al gran número de estudios existente, no es posible compren-
der con claridad el mecanismo que regula esta necesidad; lo
único que se ha hecho hasta ahora ha sido inventariar una
gran diversidad de situaciones en las que este mecanismo
entra en juego.

b) La dependencia de información corresponde a la ten-


dencia que tienen los individuos a buscar la exactitud obje-
tiva en sus juicios sobre los fenómenos, a intentar hallar la
ratificación de sus juicios y, de este modo, adaptarse al en-
torno. Cuando creen no poder lograr este objetivo por sí
mismos, se ven obligados a recurrir a otros individuos para
juzgar y para verificar sus propios juicios. El paso inevita- ·
ble de la adaptación individual a la adaptación social, de la
dependencia directa del entorno a la dependencia a través
de los otros, abre el camino a la influencia. Las circunstan-
cias -que son numerosas- en las que este apoyo social
resulta indispensable han sido también objeto de estudios
experimentales. Cabe mencionar, entre otros, la incertidum-
bre en cuanto a la confianza que se puede tener en los pro-
pios sentidos y en sus capacidades (HocHBAUM, 1954; DI
VBSTA, 1959; RosENBBRG, 1963), las dudas sobre la propia in-
teligencia, la falta de fe en su propio juicio (A.u.EN y LJMNE,
t 968 ). El grado de autonomía o de heteronomia es directa-
mente proporcional al hecho de poseer o de creer que se
poseen estas cualidades. ·
A partir de estos estudios, se han heoho los retratos-robot
de la personalidad dependiente, dispuesta a someterse, y de
la personalidad independiente, que rehúsa someterse. Escribe
STEINER: «Se ,h a dicho que los conformistas se caracterizan

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Dependencia social y control social 45

por su espíritu convencional, responsable, cooperativo, pa-


ciente, s.i ncero y flexible en la vida social. La auto-evaluación
de estas personas ponía el énfasis en el sentimiento maternal,
en la afiliación, en la humildad y en la ausencia de síntomas
psiquiátricos. Estas interpretaciones concuerdan estrictamen-
te con las averiguaciones de DI VESTA y Cox, según las cuales
el individuo que se conforma es moderado, circunspecto, dó-
cil y solicito con los demás. Según VAUGHAN, los conformis-
tas se clasifican a un nivel inferior en el plano de la inteli-
gencia, de la seguridad, de la resistencia nerviosa, de la extra-
versión, del realismo y del valor teórico.» (1960, p. 233.)
En el extremo opuesto se sitúan las características que ha-
cen que los individuos sean menos susceptibles de ceder a la
influencia:
«Estos individuos poseen un grado elevado de certeza respecto a su
propia percepción; se sienten más competentes o más poderosos que
los demás, o bien se consideran ,e n posesión de un rango superior:
cuentan en el grupo con una o varias personas que están de acuerdo
con ellos, contra el Juicio de la mayoría; consideran a los otros, quizá
a diferencia de sí mismos, como fuentes de información carentes de
atractivo, y, en fin, apenas ven ventajas en el conformismo para la
satisfacción de sus propios objetivos personales esenciales» (HOUAN·
DBR, 1967, p. 558).

Es evidente que estos retratos-robot no deben tomarse al


pie de la letra. El retrato de la persona menos dependiente
es «más simpático» que el de la persona más dependiente,
cosa, más que sorprendente, contradictoria. Si el confonnis-
mo es habitualmente «débil», ¿cómo es posible que los inde-
pendientes o desviantes, considerados como «fuertes», sigan
a la mayoría, que suele estar compuesta de conformistas? No
se ha establecido aún con cierta precisión la relación existente
entre la personalidad y el conformismo. Intervienen siem..
pre determinados factores situacionales (GOLDBBRG y RoRER,
1966). Yo dudo de que el establecimiento de tal relación
presente un grao interés. De una parte, no explicada nada:
ni la personalidad, ni la influencia; revelaría sólo covariacio-
nes de factores. no relaciones de causa y efecto. De otra,
si realmente esas diversas «necesidades» pudieran explicar
fenómenos sociales, ya no sería necesario analizar los fenó-
menos desde un punto de vista psicosociológico, o incluso
sociológico, Bastaría conocer los tipos fundamentales de per-
sonalidad y su reparto en un grupo dado o en la sociedad
para poder predecir los acontecimientos. De ser así, la psi-

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46 Psicología de ~ás mlnorias activas

cología diferencial sustituiría con ventaja a la psicología


social.
Sin embargo, estos estudios de las «necesidades» no de-
muestran nada en psicología social, ni en el terreno de la
influencia social ni en ningún otro. Por eso no me referiré
a ellos en la presente obra, ni como pruebas ni como estu·
dios empíricos, sino como síntomas de una convicción según
la cual la presión sobre los desviantes está siempre justifi·
cada porque responde a ciertas necesidades que existen en
ellos y, en cierta medida, es provocada por ellos. Los des·
viantes se prestan a la influencia igual que otros se prestan
a la explotación. El paralelismo no es accidental; lo que BRA·
MEL (1972) ha escrito a propósito de los explotados se aplica
también a los desviantes:
•La frecuente observación se¡ún la cual la explotación va asociada
muchas veces a actitudes hostiles hacia las víctimas Podría significar
a primera vista que los grupos débiles y despreciados atraen la explo-
tación. Cabe apoyar esta hipótesis en hechos como estos: los animales
parecen atacar y explotar a los miembros más débiles de su arupo;
los ¡rupos humanos rechazan y castigan a sus compaiieros desviantes;
los nazis explotaron y asesinaron a los judíos porque consideraban
a éstos, a la vez, como inferiores y peli¡rosos; y los blancos explota-
ron a los esclavos negros porque, para ellos, los ne¡ros formaban parte
de una raza inferior, salvaje, a la que sólo cuadraban los trabajos du-
ros y penosos. La inve.s ti¡ación psicosociológica ha aportado reciente-
mente una excelente idea en apoyo de una explicación menos evidente,
pero más interesante y más importante, de la asociación entre explota·
ción y hostilidad: a saber, que se termina despreciando a las víctimas
porque son victimas. Bn otros términos, el desprecio de las víctimas
es el resultado del hecho de que éstas son explotadas y maltratadas, y
no a la inversa. Aunque la idea no sea en absoluto nueva, las ciencias
sociales se han interesado por ella con sorprendente retraso» (p. 220).

Pero, incluso recientemente, la psicología social no se ha


interesado aún por el comportamie~to de los desviantes con-
siderados como producto de un grupo o un sistema que
obliga a los individuos o a los subgrupos a ocupar una si-
tuación social inferior o marginal. Esta idea nos permitiría,
sin excesivas dificultades, describir el proceso de .i nfluencia
social en función de los siguientes modelos de sumisión
( com,tiance):
- sumisión de los ,individuos situados por debajo de la je-
rarquía de rango y de poder respecto a las personas que
están en la cima de la jerarquía;
- sumisión de los individuos que no pueden adaptarse a su

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Dependencia social y control social 47

entorno de modo autónomo respecto a los individuos ca..


paces de adaptarse de modo autónomo;
- sumisión de los individuos cuya organización psicológica
está orientada hacia los otros y que son virtualmente
desviantes respecto a los individuos que no son virtual..
mente desviantes.

Podemos ilustrar la reacción en cadena que lleva a un


subgrupo a someterse a otro del siguiente modo:

Aumento de la dependencia-. Aumento de la presión social o inter·


personal.

Aumento del control social o de la uni-


formidad.

Disminución de la resistencia, de la
tendencia a la autonomía.
¡
Aumento del conformismo.

Este esquema, cuyo sentido aparece inmediatamente, se


explica por sí solo. ¿ De qué modo las diferencias de jerar·
quía, de personalidad, de capacidades psicológicas e intelec-
tuales, se transforman en una convergencia de opinión y de
juicio? La respuesta a esta pregunta es que el hecho de fun-
dir la dependencia en el crisol mágico de las relaciones hu-
manas transmuta milagrosamente el vil metal de las dudas,
las idiosincrasias y los desacuerdos, en oro de certezas, seme-
janzas y acuerdos. Evidentemente, el secreto de esta receta
consiste en saber dónde se encuentra la certeza y el acuer-
do antes de comenzar el proceso. Si todos los hombres son
iguales, algunos de ellos, como los animales de Animal Farm
de ORWELL *, lo son más que otros. Una vez tomada la. deci-
sión, en un determinado momento, de concentrar la atención
en los que son más iguales, apenas puede sorprender que
la dependencia haya sido el catalizador escogidQ} para favo-
recer las transmutaciones requeridas por la influencia social.

* Oaww.: Animal Farm. Conocida nacmción in¡lesa que satiriza


la dictadura. Trata sobre una revolució11i que frac~. Los personajes
están encarnados por animales, quiene$, protagonizan un levantamien-
to revolucionario en una granja ( N. del• X.).

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CAPITULO 11

LAS PRESIONES HACIA LA CONFORMIDAD

CUARTA PROPOSICION

Las formas adoptadas por los procesos de influencia


están determinadas por estados de incertidumbre
y por la necesidad de reducir ~ta
En sus primeros estudios sobre la influencia social, SHE-
RIF postuló que vivimos generalmente en un e.ntomo fluido
e inestable. Llegó incluso a afirmar que esta fluidez y esta
inestabilidad constituyen aspectos fundamentales de todo es-
tímulo social. Las normas nacen y se modifican cuando hay
interacción entre los individuos en estas condiciones de po-
sibilidades múltiples, de numerosas respuestas potenciales y
de ambigüedad. He aquí sus palabras:
«En condiciones en que algún aspecto esencial no está objetivamen.
te estructurado, el individuo se siente invadido de incertidumbre y su
sugestibilidad va en aumento. Bn otros términos, es más propenso
a dejarse influir por las palabras, las acciones o las diversas comuni-
caciones de otros individuos, de otros grupos y de los medios de co,.
municación social» (SHERIF, 1969, p. 71).

Un aumento de la ambigüedad o una supresión de los cri-


terios objetivos se traduce en un estado de incertidumbre
interna en los individuos. A partir de este momento, están
predispuestos a someterse a la influencia de los demás.
Las siguientes proposiciones, de general aceptación, se
formulan sobre la base de esta interpretación y han sido ve-
rificadas repetidas veces:
a) Cuanto menos estructurados estén el estímulo, el ob-

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las presiones hacfa la conformidad 49

jeto o la situación en que se ejerce la influencia, mayor es


ésta.
b) La influencia es mucho mayor cuando está en juego
un estímulo social complejo o un juicio de valor que cuando
se trata de un estímulo material simple o de un juicio de
hecho.

Pero la incertidumbre puede estar provocada por el esta-


do interno del individuo. Acabamos de enumerar algunas de
las posibles causas de tal estado: aptitudes intelectuales,
sensoriales o caracterológicas débiles. Otras personas se in-
terponen entre el individuo y el entorno y atenúan estas de-
bilidades.
KELLBY y THIBAUT han planteado bien el tema:

«Cuando el problema en cuestión requiere opiniones y juicios que


no pueden ser verificados por la lógica o por tests empíricos, la gente
tiende a buscar en el acuerdo con los asociados un apoyo a sus opinio-
nes. Parece que pueden existir al menos dos tipos generales de relación
entre el emisor y el destinatario de una suaestión, determinando en
qué medida este último está de acuerdo con la sugestión y la acepta.
En ciertos casos, puede considerarse al destinatario desde un punto
de vista instrumental, como un 'mediador de hecho', en virtud de su
evidente habilidad, de su credibilidad o de su honradez. En otros casos,
puede incitarse al destinatario a sintonizar con el emisor sin qu.e in-
terven¡a la 'rectitud' de su juicio. El acuerdo puede convertirse en un
motivo independiente. La fuerza de este motivo parece depender, en
pane, de la fuerza de la inclinación positiva y de la afección hacia el
emisor. Así, A puede ocasionar un cambio de opinión en B si éste
siente inclinación por él o si A proporciona a B los medios de satis-
facer algún anhelo importante. Cuando el miembro del grupo sienta
una fuert.e inclinación positiva hacia el grupo y sus miembros, se
orientará hacia la opinión modal expresada en el seno del grupo»
(1968, p. 743).

Más tarde volveré sobre este texto. De momento quiero


simplemente llamar la atención sobre el hecho de que la in-
tervención de un «mediador» entre el individuo y su entorno
es indispensable cuando esta persona es incapaz de afrontar
la realidad. Pe.r o hay que tener presente que en el caso des-
crito por SHERIF el «tercero» es la norma, mientras que en
el citado por KBLLBY y T H IBAUT este «tercero» es un indivi-
duo o el grupo ... En el primer caso, la influencia mutua
que se ejerce equivale a buscar una solución c,o mún. En el
segundo caso, influir en alguien significa utilizar el propio
papel -de experto, por ejemplo- para modificar el punto

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50 Psicología de las minorías activas

de vista o la opinión del otro. No obstante, esta interacción,


sea externa o interna, no está determinada por s.í misma: es
la relación al objeto y al entorno lo que la determina.
Podemos añadir ahora otras dos proposiciones a las ya
expuestas:

Cuanto más insegura se siente una persona en sus


e)
opiniones y juicios mayor es su propensión a ser influida.
d) Cuanto menos segura se siente una persona de sus
aptitudes sensoriales e intelectuales, más dispuesta está a
aceptar la influencia de alguien al que atribuye capacidades
sensoriales e intelectuales superiores.

Se ha intentado especificar cuál de estos efectos puede


atribuirse a la incertidumbre del sujeto y cuál a la ambigüe-
dad del objeto, pero sin obtener resultados concluyentes.
No hay razón para poner en duda la exactitud de estas
afirmaciones. Voy a indicar algunas de sus conclusiones. a
las que debería prestarse, a mi entender, una mayor aten-
ción:

a) En una situación en que las dos partes se sienten se-


guras de sus juicios y sus opiniones, la influencia social no
tiene lugar, no puede intervenir en forma alguna, puesto
que no existe una incertidumbre a reducir.
b) Cuando un grupo, un subgrupo o un individuo están
seguros de algo, no cabe utilizar la influencia para inducir-
los a modificar sus opiniones o sus juicios.
Cuando no hay ambigüedad en el estímulo, o cuando
e)
no es posible referirse a un criterio objetivo, no puede ha-
ber influencia.

El individuo que tiene un entorno a su favor, si está bien


adaptado y puede reaccionar a él correctamente, es capaz de
resistir las presiones sociales y de escapar a la incomodidad
resultante de su interacción con otros. Cuando no posee un
entorno favorable, no se adapta ni reacciona correctamente,
cede a las presiones sociales y no puede escapar a las inco-
modidades de la interacción. En suma, cuando alguien armo-
niza con la naturaleza, no tiene necesidad de la sociedad;
cuando alguien no armoniza con la naturaleza, tiene necesi-

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Las presiones hacia la conformidad 51

dad de la sociedad. Así es como se representa la interacción


en función de las relaciones con esa parte del mundo mate-
rial considerada como esencial.
La noción de incertidumbre desempeña, pues, en este mo-
delo teórico un papel análogo al del concepto clave de pro-
miscuidad en antropología, o al de escasez en econom.í a, en
el sentido de que representa para la sociedad, a la vez, una
condición previa y un motor inicial. Como se sabe, los an-
tropólogos explican la aparición de la organización social por
la necesidad de formular reglas (la prohibición del incesto,
por ejemplo), a fin de evitar las luchas y los desórdenes que
existen entre los animales en el estado natural. Asimismo,
los economistas ven en el comportamiento y la regulación
del mercado una especie de necesidad impuesta por la esca-
sez y por el reparto desigual de los recursos en la natura-
leza. De igual modo, para el psicólogo social la certeza es
un recurso difícil de obtener, y con el fin de lograrlo una.
persona se asocia o se somete a otras.
La presencia o la ausencia de esta certeza determina el
contraste entre las diferentes formas de influencia. Si el in-
dividuo, o el subgrupo, está inseguro, busca el apoyo de un
«mediador de hecho». La influencia está justificada. Pero si
no estd inseguro y se conforma a pesar de todo, entran en
juego otros motivos (subjetivos): el deseo de ser aceptado
por el grupo, el poder de la autoridad, etc.
,E ste tipo de análisis ha inspirado las distinciones antes
mencionadas entre la influencia social infonnacional y la
influencia social normativa, y entre la conformidad centrada
en la tarea y la conformidad centrada en el grupo. Co HBN
(1964, p. 106) escribe: «Particularmente importante es, pues,
la distinción entre la necesidad de rango y la necesidad de
información. La influencia social puede aceptarse, bien sea
en la medida en que evoca el deseo del individuo de conser-
var su rango frente a los otros, bien en la medida en que
implica su dependencia respecto a los otros en cuanto a la
información sobre sí y sobre el mundo circundante. Pode-
mos llamar al primer conjunto de motivos de adhesión al
grupo determinantes 'normativos' o 'motivacionales', y al se-
gundo conjunto determinantes 'informacionales' o de 'incer-
tidumbre'. En la situación normativa, la imagen que la per-
sona se forja de sí misma queda reflejada en las recompen-
sas o los castigos que puede recibir de otros. En la situación
informacional, la persona acepta a los otros como fuente

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52 Psicología de las minorías activas

de influencia porque los utiliza como fuentes estables de


información para evaluar el mundo que le rodea.• Así, pues,
en este caso el proceso y la forma de la influencia social co-
rresponden a la necesidad del individuo: éste se somete a
causa de su dependencia. Si esto sucede, se deduce que, de
no tener necesidad del grupo, ningún grupo podría influir
en él.
Ha llegado quizá el momento de expresar mi asombro.
Lo que se nos ha dicho de la diferencia entre la realidad
física y la realidad basada en el consenso social es plena-
mente convincente y ha sido verificado repetidas veces. Pero
el hecho de que la convicción haya sido tan espontánea y la
verificación tan fácil debía hacemos más escépticos y aler-
tar nuestro sentido critico. ¿Por qué una persona que no es
capaz de formarse un juicio exacto por falta de instrumen-
tos de medida adecuados va a suponer que las otras perso,
nas, que comparten con ella su difícil situación, están en me-
jores condiciones para emitir un juicio más pertinente?
Cuando no existe certeza sobre la realidad física u objetiva
para cualquier individuo concreto, no puede haberla para
ningún otro. Si no existe reloj para marcar la hora o mar-
tillo para probar la dureza de una sustancia, el intento de
un individuo de indicar la hora refiriéndose a la posición
del sol o de estimar la dureza por el tacto o la vista no será
ni más ni menos exacto que el de cualquier otra persona
que se sirva de los mismos métodos. La noción de ambigüe-
dad da lugar a observaciones similares. Si los individuos
perciben un estímulo como ambiguo o carente de objetivi-
dad, según la expresión de S H BRIF, y si saben además que
es así, entonces la diversidad de los juicios es 'lícita y nor-
mal. No se ve razón alguna para intentar ponerse de acuer-
do, ni se entiende cómo semejante acuerdo podría asegurar-
les sobre la validez de sus opiniones y sus juicios. El carác-
ter arbitrario de los resultados de sus comunicaciones debe
serles perfectamente evidente. Incluso pueden sentirse ali-
viados al constatar que no son los únicos en cometer un
error. Pero nada les autoriza a afirmar que ellos tengan ra-
zón o que los otros la posean. No hace falta añadir más
sobre el tema por el momento; volveremos más tarde so,.
bre él.
Tomando de nuevo la cuestión de la incertidumbre, está
claro que su reducción determina la frontera entre la con-
formidad real y la simple sumisión. No existe una relación

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Las presiones hacia la conformidad 53

necesaria entre nuestra convicción sobre el grado de verdad


de la opinión del grupo y el hecho de adherirnos a éste, si
somos forzados a seguirle o sentimos el deseo de pertenecer
a él. Podemos muy bien pensar una cosa y decir otra si ve-
mos en ello una ventaja, si deseamos obtener la aprobación
de nuestros semejantes o tenemos alguna otra buena razón
para comportamos de ese modo. Correlativamente, cuando
creemos lo que nos dicen, aceptamos el juicio del grupo
únicamente porque el nuestro es incierto o muy difícil de
verificar o por alguna razón de este tipo. En el primer caso,
se trata de sumisión; en el segundo, de conformidad real.
Esto es al menos lo que expresa la teoría.
Una de las interpretaciones más corrientes de las expe-
riencias de AscH concuerda con esta idea. Tomemos, por
ejemplo, un individuo que compara una línea modelo con
otras tres líneas. La duda interna es imposible, y la ambi-
güedad externa prácticamente inexistente. La certeza es,
pues, total. Por otra parte, siendo los juicios de los otros
individuos que participan en la experiencia indudablemente
falsos, el sujeto ingenuo, nuestro individuo tipo, se halla
frente a una opción clara. Si dice lo que ve y lo que sabe
que es verdadero, está de acuerdo consigo mismo y con la
realidad. Pero corre peligro de caer mal a los individuos
que constituyen la mayoría y esperan que se ponga de acuer-
do con ellos. Muchas veces no es conveniente decir u oír la
verdad; es posible que despierte en la mayoría la malevo-
lencia o incluso la hostilidad. Al evitar este riesgo, el indivi-
duo da una respuesta que es falsa, pero que parece conve-
niente. El conformista resuelve su dilema formulando pú-
blicamente una opinión contraria a la suya personal, y que-
dando convencido de la verdad de su propia opinión.
Ni esta interpretación ni las otras han sido objeto de
verificaciones serias. Esto resulta particularmente interesan-
te, ya que la interpretac.ión está deducida de una proposición
que descarta la posibilidad de cambio cuando no hay incer-
tidumbre. Dado que, a pesar de todo y con general sorpre-
sa, se ha observado un cambio cuando no debía haberse
producido, el único modo de salir del paso era atribuirlo a
circunstancias exteriores y considerarlo como una sumisión
puramente super,ficial.
Recapitulemos algunas preguntas y las respuestas perti-
nentes:

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54 Psicología de las minorías activas

-¿Por qué las personas sienten incertidumbre?


-Porque el estímulo es ambiguo o porque falta información, con-
fianza en sí, etc.
-¿Qué es lo que justifica la existencia de la influencia social?
-La reducción de la incertidumbre en el estado interno del sujeto
o en el estado externo del objeto.

Existe una excepción relevante a todo esto. Está indicada


en el trabajo de AscH. El autor no otorgó gran importancia
a estos estados de certeza o de incertidumbre. No intentó
demostrar que, en caso de incertidumbre, las personas se
vuelven infuenciables o que, cuando se conforman al grupo,
deben pagar el precio de la incertidumbre en sus propias
creencias y juicios. Con todo, cuando sus investigaciones en-
traron en la cqrriente general (DEUTSCH y GERARD, 1955;
JACKSON y SALTZENSTEIN, 1958), no se tuvo en cuenta su ca-
rácter excepcional.
Hemos visto ya algunas consecuencias que se deducen
de las preguntas y respuestas mencionadas. Pero aún no he
hecho alusión a las tres hipótesis fundamentales:
La incertidumbre existe sólo en el blanco, nunca en
a)
la fuente.
b) iLa incertidumbre es percibida más como un dato que
como un resultado de la interacción social; nace en el orga-
nismo o en el marco ambiental, pero nunca en el grupo.
e) La influencia está motivada por factores pre-sociales
o no-sociales: viene a satisfacer la necesidad de un individuo
reduciendo su incertidumbre y le permite adaptarse al en-
torno, sin más.

En conjunto, puede parecer que las condiciones sociales


llevan a los individuos a conformarse. Cuando esto sucede,
la intervención del sistema social se limita al restable-
cimiento del equilibrio psicológico de los individuos y de
sus transacciones con el mundo exterior. En todos los de-
más casos, el conformismo no es deseable y siempre es pu-
ramente hipócrita. Se trata de dar al César lo que es del
César. Pero esto, por desgracia, no se hace impunemente.
Podemos comenzar sometiéndonos por cortesía, para pasar
luego a verdaderos y amplios compromisos en los planos
emocional e intelectual. Como decía 0IDBROT, los hombres
acaban por creer en las opiniones que se ven obligados a
expresar en público. En último análisis, resulta difícil dis-

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Las presiones hacia la conformidad 55

tinguir entre la sumisión y la conformidad auténtica. Pero


esto es otra cuestión.

QUINTA PROPOSICION

El consenso perseguido por el proceso de inOuenci&


se funda en la norma de objetividad
Esta proposición no es probablemente muy explícita, pero
interviene siempre en el análisis de las interacciones socia·
les. Por lo pronto, refleja la idea de consenso social en cuan-
to adaptación al mundo externo:
«Una exigencia fundamental del hombre parece ser la necesidad de
validar sus opiniones. Aunque las informaciones inequívocas ofrecidas
por el entorno físico contribuyen a la satisfacción de esta necesidad,
el comportamiento de las otras personas constituye también una fuen-
te de verificación. Especialmente cuando experimenta un sentimiento
de incertidumbre o de confusión -cuando no sabe cómo reaccionar-,
una persona puede observar los comportamientos de otros a fin de
descubrir en ellos un mundo estable. Esta realidad social le proporcio-
na un punto de referencia para su propio comportamiento. Cuanto
más ambigua sea la situación no social que sirve de estímulo, más
verosímil será que la persona se apoye en la realidad social para orien-
tarse» (SECORD y BACKMAN, 1964, p. 331).

La dicotomía usual entre la sociedad y el entorno físico


se expresa aquí de modo explícito. Se puede leer entre lí-
neas la marcada oposición entre las relaciones con los obje-
tos y las relaciones con las personas. El individuo está en
el centro de la oposición: de una parte, intenta emitir un
juicio correcto y evaluar sus aptitudes para hacerlo. De otra,
le es dada la realidad que debe juzgar y a la que debe adap-
tarse. La realidad así percibida corresponde a la realidad fí-
sica. Es también una realidad solipsista*, puesto que el su-
jeto no tiene necesidad de nadie para determinar sus dimen·
siones ni para identificarla. Todo lo que hace .f alta para pre·
cisar el color de una tela, la dureza de una mesa, la hora
que es, es mirar la tela, golpear la mesa y echar un vistazo
al reloj, acciones todas ellas que el individuo puede hacer
por sí solo.
Pero, en otras circunstancias, por tener que manejar opi-
* Solipsista. (Del lat. solus ipse=por sí solo.) Seguidor de una doc·
trina filosófica según la cual e.l sujeto pensante no puede afirmar nin·
guna existencia salvo la suya propia. (N. del T.)

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56 Psicología de las minorías activas

niones que no es posible verificar u objetos cuyas caracte-


rísticas no son estables, somos incapaces de emitir un jui-
cio inmediato. Entonces se hace necesario recurrir a los de-
más, a fin de que nos ayuden en nuestros juicios. La visión
de la «realidad» que adquirimos de este modo puede califi-
carse, por tanto, de convencional o de comunicativa. Es evi-
dentemente una visión social, a la vez por ser producto del
grupo y porque el individuo la acepta con la sola condición
de que sea admitida por los otros. Establecer el grado de
democracia de un país, la belleza de un cuadro o la hora
que es en una sociedad tradicional, presupone una consulta
y un acuerdo colectivos entre los miembros del grupo sobre
la base de las diferentes observaciones que podrán hacer a
fin de fijar sus opiniones.
Se supone, pues, que los hombres viven en dos tipos di-
ferentes de realidad, que su existencia fragmentada y hete-
rogénea corresponde a la fragmentación y la heterogeneidad
que existen entre el individuo y la sociedad. Esta distinción
refleja la estructura de los objetos y la disposición del en-
torno físico. Viene a definir las fuerzas externas que obligan
al individuo a hacer transacciones y a llegar a un consenso
con los otros.
¿ Existen fuerzas internas que actúan en el mismo senti-
do? Tales fuerzas derivarían de la actitud del « juez» respec-
to a sus propias capacidades. FESTINGER considera el deseo
de evaluar correctamente las propias capacidades como una
necesidad fundamental: una necesidad individual y no so-
cial. Si el individuo está seguro de sus propias capacidades,
no siente la necesidad de tener en cuenta el juicio o las
opiniones de los demás. Consecuentemente, cuando le falta
esta certeza, se ve obligado a compararse con otra persona
próxima o semejante a él. La teoría de la comparación so,.
cial, que acabo de evocar breveme.n te, trata de explicar por
qué tendemos a permanecer en un grupo o a dirigirnos ha-
cia él y a afiliamos con otros.
Yo no niego que la distinción entre la realidad física y la
realidad social sea correcta, al igual que la teoría de la com-
paración social. Mi único objetivo es mostrar que tales dis-
tinciones y teorías sólo tienen sentido en la hipótesis de que
la norma de objetividad regule el comportamiento en la so-
ciedad. La jerarquía y la diferencia entre estas dos realida-
des, la primera dada por el mundo exterior y la segunda
engendrada por la sociedad, descansan en el hecho de que

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Las presiones hacia la conformidad 57

la primera se supone que es más objetiva que la segunda.


El consenso, el acuerdo de grupo, son mecanismos de re-
cambio en los que es preciso apoyarse tanto más cuanto la
objetividad resulte más inaccesible. No se pretende que las
personas que difieren en sus experiencias y en su grado de
conocimiento busquen una verdad comú.n, traten de descu-
brir un aspecto desconocido de la realidad o de resolver un
problema, y lleguen a una solución por métodos sobre. los
que previamente se han puesto de acuerdo. Lo que se afir-
ma es que, cuando ninguna realidad objetiva se presenta
por sí misma, las personas no tienen otra alternativa que
buscar una verdad convencional que pueda servir de subs-
tituto.
Esto viene a esclarecer al mismo tiempo la noción de
dependencia. En pocas palabras, la dependencia es coexten-
siva con las relaciones sociales, y las relaciones sociales en-
gendran la dependencia. De hecho, y como hemos visto
repetidas veces, según este modelo, la convergencia o el in-
tercambio entre los individuos sólo se precisan cuando no
hay realidad objetiva, cuando las circunstancias son tales
que ésta no puede determinarse directamente. La indepen-
cia, por otra parte, va ligada a una correcta aprehensión
de la realidad, a la posibilidad de determinar inmediata-
mente sus rasgos esenciales y a la certeza que posee el indi-
viduo de disponer de capacidades personales suficientes.
La oposición entre las relaciones con los objetos y las
relaciones con las otras personas refleja simplemente el con-
traste entre una relación en la que el individuo es indepe~
diente y encuentra en sí mismo suficiente fuerza para resis-
tir la presión social y una relación en la que el individuo
se ve obligado a compararse con los otros y sufrir una
influencia al tener en cuenta Ia diversidad de los puntos de
vista. En consecuencia, en la mayor parte de las experien-
cias sobre la conformidad se piensa que la autonomía se
halla reforzada cuando se pide al sujeto que formule una
afirmación precisa y diga lo que ve, mientras que se define
y se manipula la presión social como si representara un obs-
táculo para la exactitud y una fuente de error. Adherirse al
grupo, esperar llegar con él a un consenso, equivale a ha-
cerse dependiente de él y abandonar la independencia garan-
tizada por el mundo físico. Es significativo a este respecto
que MlLGRAM (1965) se haya sentido obligado a inventar una
experiencia que muestre que el grupo puede a veces ser un

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58 Psicología de ·las minorías activas

factor de independencia y de rechazo social. Si la opinión


contraria, a saber, que toda interacción de grupo conduce
necesariamente a la dependencia, no estuviera tan difundida,
apenas cabría imaginar que tal experiencia fuera necesaria,
y, a f ortiori, que f1:tera publicada.
Esta fragmentadón entre un ámbito social y un ámbito
no social, cada uno con sus propias realidades y relaciones,
esta división en un ámbito donde el consenso y la influencia
por la que éste se realiza son indispensables y un ámbito
donde ambos son superfluos, refleja aproximativamente la
ausencia o la presencia de la objetividad: en esta concep-
ción, la objetividad constituye, pues, la consideración pri-
moF.dial. Pero el propio consenso se considera como some-
tido a la norma de la objetividad, como lo prueban los estu-
dios en los que el proceso de influencia social va directa-
mente ligado al grado de estructura del estímulo. Si los
individuos se conforman, no es porque no puedan soportar
la ambigüedad, sino en gran parte porque juzgan que la
diversidad es inconcebible y que debe haber una sola res-
puesta para la realidad objetiva. De no ser así, ¿qué· motivo
tendrían para adoptar una opinión diferente de la suya? En
una experiencia de SPERLING ( 1946) se dijo a los sujetos que
el fenómeno autocinético era una ilusión de óptica, aunque
ellos tenían derecho a emitir juicios subjetivos. No se pro-
dujo convergencia alguna ni, por tanto, influencia alguna.
Otro tanto cabe decir a propósito de las experiencias de
AscH . Al insistir en la necesidad de dar respuestas exactas
y en la objetividad de los estímulos, se fuerza en cierto
modo al sujeto a someterse al grupo en lugar de resistirlo,
ya que no puede haber, para un objeto físico o geométrico,
realidad individual. «•E n ciertas condiciones», escribe AscH,
«como las que dominan en la mayor parte de las situaciones
descritas en este capítulo, la tendencia a llegar a un acuer-
do con el grupo es una exigencia dinámica de la situación.
Se funda principalmente en una concepción clara y razona-
ble de las condiciones: cada cual supone que ve lo que los
otros ven. Partiendo de ahí, todo individuo espera aproxi-
marse al grupo. Este esfuerzo, lejos de tener su origen en
una tendencia ciega a la imitación, es el producto de exigen-
cias objetivas» (1952, p. 484).
Ahora podemos comprender mejor por qué un individuo,
ante un estímulo estructurado y ante otros individuos que
están en desacuerdo con él o que no están mejor situados

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tas presiones hacia la conformidad 59

que él para formular un juicio exacto, comienza por rehusar


creer a sus propios ojos y tiende aproximarse a los demás
adoptando en parte o totalmente sus respuestas, en lugar
de atenerse a su propia posición y fiarse de su propio juicio.
Puest.o que se trata de fenómenos físicos, y es una cuestión
de medida, las respuestas múltiples y complementarias que-
dan descartadas y el acuerdo sólo puede producirse en tomo
a una sola respuesta. Es muy improbable que el acuerdo
tenga por base a su propia respuesta, ya que los otros están
ya totalmente o en parte de acuerdo, y de ahí proviene la
tendencia de ciertos individuos a ceder. La exigencia diná-
mica de la situación a que se refiere Asca es precisamente
este consenso; sin embargo, se trata de un tipo especial de
consenso, a saber, un consenso a propósito de lo que es
verdadero o falso.
La norma de objetividad ha desempeñado un papel im-
portante en los trabajos teóricos y experimentales sobre la
influencia social. Con su relevancia en el plano cultural,
constituye parte integrante del comportamiento y de los prin-
cipios que definen las relaciones interpersonales e inter-
grupos. La norma de objetividad ha cristalizado, incluso, en
una dimensión intrínseca de las relaciones y de los compor-
tamientos sociales, lo que la hace aparecer

a) como una necesidad cuasi biológica: necesidad de eva-


luación; y
b) como una prioridad cuasi física del entorno, a través
de la oposición entre entorno estructurado y entorno ambi-
guo (el primero, más objetivo que el segundo).

La perspectiva queda así reducida, en primer lugar por-


que no se ha tenido en cuenta lo que ocurre en el caso de
juicios y pun tos de vista múltiples, todos ellos igualmente
exactos y plausibles. Teóricamente, tal pluralidad es incon-
cecible mientras se tenga el convencimiento de que la obje-
tividad implica un juicio único. En segundo lugar, la pers-
pectiva ha quedado restringida porque no se quiere abando-
nar la ídea de que la influencia social no puede ejercerse
sobre juicios de «preferencia», sino únicamente sobre juicios
de «atribución».
«Tales preferencias personales», escribe CRUTCHFlRLD.
«al estar muy alejadas de la pertinencia de los modelos del

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60 Psicología de las minorías activas

grupo, parecen quedar al abrigo de las presiones de éste»


(1955). Sin una verificación experimental clara, la mayor
·p arte de las explicaciones que se han dado se apoyan en la
idea de que los juicios de atribución tienen un fundamento
objetivo que falta a los juicios de preferencia. Si las dife- 1
rendas entre los individuos son intolerables cuando se re-
fieren a un atributo físico, son en cambio perfectamente
aceptables cuando se trata de preferencia, porque «de gus-
tos no hay nada escrito» y «de gustos y colores no hay que
discutir». Es una manera indirecta de admitir que incluso
los gustos y colores pueden dar lugar a conflictos, pero que
el acuerdo social permite evitarlos. Podríamos añadir que,
de hecho, discutimos más de gustos y colores que de puntos
en movimiento o de líneas de igual longitud.
Finalmente, los psicólogos sociales, con algunas excep-
ciones (KELLEY y SHAPIRO, 1954) han adoptado el punto de
vista según el cual la verdad ofrece más posibilidades de
ser aprehendida por el grupo o el individuo que posea los
recursos sociales y materiales necesarios para hacerlo. Se
ha prestado poca atención a las condiciones en que la ver-
dad no aparece inmediatamente, o en las que aparenta ser
un error o una aberración (como parece haber ocurrido con
la mayor parte de las grandes teorías y de los descubrimien-
tos científicos).

Se ha concebido, pues, el proceso de influencia como


asociado a la norma de objetividad. Como no es ésta la úni-
ca norma que rige los intercambios sociales, pienso que esta
concepción es el reflejo de una cierta opción, de un modo
particular de definir estos intercambios. Avanzando más,
esta opción implica que las relaciones con los otros están
subordinadas a las relaciones con los objetos. Implica, asi-
mismo, que se atribuye a estos últimos un papel decisivo,
activo, no dejando a los primeros más que un papel deriva-
do o reactivo en lo concerniente al desarrollo y al compor-
tamiento individuales. Este papel es en realidad de una
insignificancia irrisoria puesto que, según este análisis, el
grupo o la sociedad sólo entran en juego en caso de deficien-
cia o de impotencia. El ser humano auténtico, completo y
bien adaptado, se las arregla solo y no tiene necesidad de
los demás.
Pero semejante opción teórica no tiene nada de nuevo
ni de sorprendente. Refleja, como hemos observado antes,

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Las presiones hacia la conformidad 61

la adopción por la psicología social de la teoría según la cual


los hombres han creado normas y relaciones sociales para
suplir las imperfecciones de la naturaleza, y de la teoría
epistemológica según la cual Ja verdad objetiva es indepen-
diente de nuestras ideas o teorías. Se pensaba, y se piensa
aún a veces, que el individuo adquiere informaciones a tra-
vés de los sentidos, que tiene acceso directo a los datos y
que, a partir de estos datos, saca conclusiones objetivas que
realmente se imponen a él. La situación se ha modificado
un poco desde hace veinte años. La epistemología genética,
de una parte, nos ha enseñado que los datos son fruto de
operaciones intelectuales y de la acción del que percibe, y
no están exentos, en consecuencia, de ambigüedad. En este
sentido, PIAGBT habla del «mito del dato». La historia de la
ciencia, por otra parte, ha llegado a la conclusión de que
todo lo que es considerado verdadero. real u objetivo es
una función del paradigma (KUHN, 1962) o del sistema de
disciplinas de los grupos de científicos e investigadores. Lo
cual significa que la objetividad es un producto, a la vez,
indivfdual y social y que ninguna realidad puede seI física
sin ser, en buena medida, social. La evidencia de nuestros
sentidos se convierte, así, en evidencia de nuestra cultura.
Además, la etología ha demostrado que el elemento social
constituye una parte integrante de lo que es individual y
biológico. La sociedad no existe sólo para llenar un vacío
de la naturaleza, sino para ser su complemento. No hay,
pues, razón alguna para oponer el individuo a la sociedad,
ni para pensar que e.x isten ámbitos de la vida donde la in-
fluencia social es imposible o ineficaz.
No deseo internarme demasiado en el terreno de la me-
tafísica, y tampoco insistiré más en este amplio problema.
Pero volveré sobre él más adelante, a fin de prestar a esta
discusión una base científica y empírica.

SEXTA PROPOSICION

Todos los procesos de influencia se consideran


desde el ángulo del conformismo;
y se supone que el conformismo
es la única base de sus cancterfsticas esenciales
Se trata de lo que yo denominaré el sesgo del conformis-
mo en la reflexión sobre la influencia social y, más gene-

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62 Psicología de las minorías activas

ralmente, en el conjunto de la psicología social. Puede pare-


cer que exagero el problema. Sería más honesto, y quizá
hasta más eficaz, minimizarlo. No voy a negar que existe
una cierta divergencia de opiniones en este tema. Pero, en
conjunto, estoy convencido de que esta proposición es ver-
dadera y de que corresponde al modo en que la gente, in-
cluidos los científicos, ve el proceso de influencia.
El análisis atento del trabajo efectuado en este terreno
deja poco lugar a la duda. Se supone que la influencia social,
cualquiera que sea, conduce al conformismo y que el con-
formismo es el único fenómeno de interacción ligado a la
influencia. Una vez puesta esta identificación como punto
de partida, no es extraño que todo movimiento deba conce-
birse alejándose del individuo y .dirigiéndose hacia el grupo,
y que las variaciones esperadas sean cambios de opinión
por parte del individuo. Tal cotno lo expresa KIESLBR (1969)
después de haber pasado revista a la bibliografía especia-
lizada: «Cuando estudiamos el conformismo» ( emplea este
término para resumir toaó lo referente a la influencia so-
cial ), «estudiamos el cambio en dirección al grupo, es decir,
el movimiento que interviene en las creencias y los compor-
tamientos y los hace más conformes a los de los otros miem-
bros del grupo» (p. 3). Declara que la influencia se mani-
fiesta por «un cambio de comportamiento o de creencia en
dirección al grupo, cambio resultante de la presión real o ·
supuesta del grupo» (p. 2).
Partiendo de esta perspectiva, la investigación en este
campo se ha limitado exclusivamente a explorar:

la naturaleza del individuo y los factores sociales que


a)
determinan la sumisión de un individuo al grupo;
b)el papel de la presión hacia la conformidad sobre el
equilibrio psicológico, individual o colectivo;
e)las condiciones internas -ansiedad, necesidad de afi-
liación, etc.- que hacen a un individuo dependiente (más
que las que lo hacen independiente);
d) las condiciones externas -ambigüedad del estímulo,
jerarquía, etc.- que hacen al individuo más (mejor que me-
nos) sensible a la influencia;

Este programa de investigación toma como punto de

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Las presiones hacia la conformidad 63

partida el modelo funcionalista, al que se añaden algunos


axiomas, a saber:
a) El consenso con el grupo y sus representantes es, en
todas las circunstancias, no sólo necesário sino también pre-
ferible al aislamiento.
b) La conformidad es favorable al desarrollo social e in-
dividual. La desviación es nociva, peligrosa y perjudicial
para este desarrollo.
e) La socialización y el aprendizaje llevan finalmente a
la conformidad, mientras que la desviación es el síntoma
del fracaso (McGINNIES, 1970).
d) La conformidad es el mediador de los intercambios
entre el grupo y el individuo: «·E n general, la conformidad
está considerada como el 'bien' o el producto del intercam-
bio, y la aprobación social como el elemento de refuerzo
o el intermediario del intercambio. Con esto se quiere de·
mostrar que entre la aprobación social y la conformidad
existe un intercambio análogo al de los bienes económicos.»
(NORD, 1969, p. 183.)

El sesgo de conformidad no ha determinado sólo el pro-


grama de investigación. Ha influido, asimismo, en el modo
de enfocar las acciones de los individuos y la innovación en
las raras ocasiones en que estos temas han sido estudiados.
JONES (1965), por ejemplo, se preguntaba cómo una persona
con un poder débil podía modificar la actitud de otra que
detenta un poder superior. La única estrategia que le vino
a la mente fue la de ganarse el favor del otro. La persona
que ocupa una posición social más bien desfavorable debe
recurrir, para equilibrar la asimetría de la relación, a los
cumplidos y los halagos, a fin de presentarse con una ima-
gen más favorable ante la persona más poderosa que ella.
A medida que el individuo dependiente resulta más agrada-
ble, el individuo poderoso puede sentirse dispuesto a otor-
garle favores más que a retirárselos. Como se ve, se hace
uso de una especie de conformidad para dar razón de la
posibilidad de una influencia recíproca que permite la mo-
dificación de las relaciones, de las opiniones y de los com-
portamientos existentes. Sabemos que hay otros modos de
enfocar las cosas; pero es significativo que nadie los haya
tomado en consideración.

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64 Psicología de las minorías activas

La misma mentalidad ha presidido el estudio de la inno-


vación. No hay que olvidar que en ciertas teorías sociológi-
cas, especialmente la funcionalista y la utilitarista, se mira
la innovación como un tipo de desviación, y a los innovado-
res como una subcategoría de la categoría general de los
desviantes. Con semejante definición de la innovación y se-
mejante clasificación de los innovadores no es extraño que
las investigaciones se hayan concentrado en el siguiente pro-
blema: ¿ en qué condiciones puede una minoría ser desvian-
te o no conformista sin verse expulsada del grupo o some-
tida a sus sanciones? Lo cual equivale a preguntarse quién
tiene derecho a desviarse y a afirmar su desviación en una
sociedad dada. La respuesta es obvia: aquellos que poseen
ya el poder.
HoLLANDBR (1958) ha expuesto este punto de vista con
mayor detenimiento que KBLLEY y SHAPIRO (1954), ZILLER
y BEHRINGER (1960), o que HARVEY y CONSALVI (1960). Pro-
pone la hipótesis según la cual en un grupo cada individuo
posee un cierto «crédito de particularismo» (idiosyncrasy
credit) que representa una acumulación de disposiciones fa-
vorables de los demás hacia él. Cuanto mayor es su crédito,
mayor es la confianza que le otorgan sus semejantes y en
mejores condiciones se encuentra para desviarse y obrar
sin tener en cuenta a la mayoría. HoLLANDBR demostró en
varias experiencias que el individuo que por su competen-
cia o por su adhesión a los objetivos del grupo ha adquirido
un amplio «crédito de particularismo» puede permitirse ac-
tuar de modo no conformista y continuar ejerciendo una
influencia.
Los resultados de estas experiencias y la hipótesis que
los sustenta parecen estar en contradicción con otras expe-
riencias y con la opinión general de que los líderes deben
habitualmente seguir más de cerca las normas del grupo
que los demás miembros, y deben respetarlas más estricta-
mente. HoLLANDER intentó conciliar los dos conjuntos de he-
chos, demostrando mediante experiencias que se trata de
una secuencia temporal de fenómenos. El individuo debe
comenzar siendo conformista, debe alcanzar un rango ele-
vado, una situación de dominio, o hacerse popular. Enton-
ces puede exigir cambios, apartarse de la norma, y esto en
proporción a la dependencia que ha impuesto a los otros
respecto de sí mismo y a la competencia que éstos le reco-
nocen.

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Las presiones hacia la conformidad 65

Todas estas investigaciones presuponen, pues, que


a) es posible adoptar una iniciativa innovadora cuando
el movimiento se realiza de arriba abajo, hacia la base de la
escala social o psicológica;
b) la minoría puede influir en la mayoría, a condición
de poseer ya poder o recursos (el término «crédito de par-
ticularismo» engloba, en general, a todo lo que concierne
a la competencia, Ja inclinación, etc.) y pueden desviarse im-
punemente;
e) no hay conflicto entre el agente social que está en el
origen del cambio y el grupo que lo acepta. AJ contrario,
el agente social debe ofrecer alicientes y distribuir recom-
pensas si quiere tener éxito.

Estos supuestos tienen un aspecto paradójico en el sen-


tido de que tratan de explicar cómo se llega, mediante la
conformidad, al resultado objetivo de la innovación. Esto
aparece con evidencia cuando se examinan más de cerca las
diferentes fases del proceso que acabamos de describir:
Primera fase: un individuo adquiere autoridad sobre el
grupo tratando de adherirse a las normas y los objetivos de
éste;
Segunda fase: el individuo modifica las normas y los ob-
jetivos del grupo, y los otros le siguen inevitablemente por-
que dependen de él y porque él representa ahora al grupo.
Tanto en la primera como en la segunda fase, sólo entra
en juego el conformismo. No deja de ser destacable que en
ninguna de las dos fases exista propiamente un desviante,
a no ser quizá el propio grupo. El líder, el individuo dotado
de poder o de competencia, comienza por hacer tomar con-
ciencia al grupo de estas cualidades. Luego, todo lo que le
resta por hacer es utilizar el poder exorbitante que implíci-
tamente se le ha otorgado para modificar los juicios o las
actitudes. El habitual esquema teórico y empírico de domi-
nación y de control social pesa sobre los dos casos de inno-
vación antes mencionados: el de la persona que, poseyendo
poco poder, busca influir en otra persona más poderosa her
lagándola para obtener sus favores, y el del individuo que
utiliza su crédito de particularism.o para hacer innova-
ciones.

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66 Psicología de las minorías activas

Pero ¿por qué una persona ha de obrar así? ¿Qué moti-


vación puede tener para utilizar a fondo su crédito? ¿Qué
presiones pueden incitarle a promover el cambio? Eviden-
temente, existen individuos y líderes de mente abierta que
avanzan impulsados por sus propios «discípulos». Pero no
es esta una situación típica. Además, es frecuente que la
actitud de los individuos y los grupos que han tenido un
gran impacto sobre nuestras ideas y nuestra conducta se
caractericen por una estricta intransigencia y una negativa
total a conformarse. Tenemos de este hecho ejemplos ilus-
tres: COPÉRNICO en astronomía, GALILEO en mecánica, los
milenaristas en la historia religiosa, los niveladores en la
historia social, ROBESPIBRRE y DE GAULLE en política, etc. Es
característico que en psicología social se presente la inno-
vación o el no conformismo como una consecuencia natural
del liderazgo y del poder, que contribuye al mantenimiento
del predominio del líder y de las relaciones de poder exis-
tentes; no se tiene en cuenta que las innovaciones conducen
a la substitución de los antiguos líderes por otros nuevos, o a
un cambio en las relaciones de poder. Esta ocultación es,
a mi juicio, un síntoma claro del sesgo de conformismo.

Las seis proposiciones que he presentado se interfieren


entre sí, como era de esperar, ya que derivan unas de otras
y forman parte de un sistema coherente único. Con todo, era
necesario formular cada proposición por separado, porque
cada una de ellas aclara un aspecto diferente del mismo
fenómeno y, de modo más general, del comportamiento
social tal como es concebido actualmente. Los trabajos de
investigación y las teorías no siempre han tomado como
punto de partida todas las proposiciones simultáneamente,
ni han otorgado la misma importancia a cada una de ellas.
Tomadas en su conjunto, estas proposiciones reflejan un
modo de aprehender la realidad social y la selección en esta
realidad de un segmento o de un nivel considerado como
digno de interés. Deben en parte a la popularidad que han
tenido en los manuales el haber cristalizado y haberse trans-
formado en elementos relevantes del sentido común. Cuan-
do se fija su sentido exacto, como hemos hecho aquí, es
más fácil precisar su alcance y sus límites. Hemos recono.
cido que reflejan fenómenos que corresponden a nuestra
experiencia y que merecen ser conocidos. No podemos en

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Las presiones hacia la conformidad 67

modo alguno declarar falsas o inoportunas tales proposi-


ciones.
No obstante, tenemos la impresión inequívoca de que, al
limitarnos a estas proposiciones, dejamos de lado otros as-
pectos de nuestra experiencia que merecen asimismo ser
conocidos. Parece ser que una parte o un nivel de la reali-
dad se sitúa fuera del alcance de estas proposiciones. Dicho
de modo más preciso, un buen número de problemas o de
elementos esenciales concernientes a la influencia social se
hallan encuadrados de modo fortuito en la misma catego-
ría, o bien quedan totalmente ignorados. La segunda parte
de la presente obra tratará más a fondo de algunas de estas
confusiones, inexactitudes y enigmas. Para ello me ceñiré
a los elementos más constructivos de este estudio, que nos
ayudarán a ampliar nuestro punto de vista y a abrir nuevas
perspectivas.

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