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La sangre de los animales III

El plástico no es biodegradable, los animales, sí.

Los habitantes de las grandes ciudades urbanizadas pocas oportunidades tienen de tratar con
animales que no entren en el rango de mascota. Los zoológicos y los circos ya no son considerados
dignos para los seres humanos como espectáculo para asistir sin conciencia de culpa. Tenemos
actualmente una extraña relación con los animales respecto a este sentimiento de culpa y hay un
exacerbado cuidado por preservar a esos seres vivientes que hasta hace muy poco, los usábamos para
todo, sí, para todo.

Todos esos objetos que ahora son de plástico antes eran básicamente de las partes que no nos
comemos de los animales, como pieles, huesos, grasa y demás partes, porque todo lo sabemos
aprovechar los humanos para no desperdiciar nada. Es decir, teníamos y hacíamos productos
naturales que tomábamos no solo del mundo vegetal y mineral, también echábamos mano del mundo
animal. Y era un entorno muy ecológico, al ser todo usado y reutilizado del mundo vegetal, mineral y
animal.

Ahora la humanidad está en jaque porque el plástico no es biodegradable a corto plazo y nos está
llegando al tope. Y justamente el reclamo es por un mundo más ecológico y biodegradable.
Propiedades que están actualmente muy sobre estimadas y son como las cualidades que cualquier
persona bien intencionada aspira a seguir como norma de vida. Pero con una perspectiva muy extraña
desde mi forma de ver este asunto de como tratamos con los animales una vez que no los vemos
como necesarios para nuestra alimentación o para ser materia prima para productos diversos.

Así, hay personas que ya no quieren ver a los cerdos como un animal para alimentar y comerlo, los
quieren ver como mascotas, pero... metan a un cerdito en un departamento... es cosa imposible y en
lugares como en Estados Unidos han tenido que crear unos santuarios para cerdos por la cantidad de
estos que de pronto andaban sueltos en las periferias urbanas de la cantidad de personas que los
botaban así nomás al ver que su “mini” cerdito crecía más de lo que el vendedor les dijo y su peso y
tamaño ya no les permitía tenerlos en su departamento. Y los mini cerditos que no crecen es porque
los tienen famélicos muertos de hambre y les controlan la comida. En México es una tendencia actual,
lo de los “mini” cerdos de mascota y espero que en lugar de santuarios terminen en un criadero y
mejor nos los comamos. ¿O no?
En fin, que actualmente las personas que consumen carne como en la ciudad de México, la gran
mayoría, no tienen la mínima idea de donde sale la carne que compran en el mercado o en las grandes
tiendas llamadas supermercados. De ello me percaté cuando en las prácticas de campo que haciamos
hacia lugares fuera de la ciudad de México con grupos de jóvenes universitarios de licenciatura, al salir
a carretera de pronto surgía la pregunta: ¿qué es eso, profesora? Y era un chivo, o un borrego, o una
vaca, o pollos. Es asombroso el asombro de una persona de veinte años que por primera vez ve un
animal que sólo conoce en ilustraciones y más asombroso aún saber que se entera por primera vez
que toda su vida ha comido pollo y nunca se había fijado que el pollo comida, viene de un pollo
animal. Y por ese desconocimiento es por lo que me parece que se da “la ternura común por los
animales”, porque ya no los conocemos ni estamos en contacto con ellos, como materia prima para
nuestra sobrevivencia cotidiana como hace 100 años antes aún se tenía ese contacto. Pero la
industrialización sacó de los mataderos urbanos a los animales del consumo diario y los metió en las
grandes granjas industrializadas donde ya todo ocurre sin que se vea la matanza de los animales para
el consumo humano.

Hace muchos años que ya no he ido a Morelia, Michoacán, pero allá por el inicio del siglo XXI, aún
se conservaba el consumir carne fresca de pollo, fresquísima, matada enfrente de los ojos del cliente.
Y ha sido la última vez que he visto la matanza de los animales en un área urbana. Porque fue en un
fraccionamiento (unidad habitacional) del área connurbada de la ciudad mencionada, en el mercadito
que llegaba a ponerse un día a la semana que vi ese puesto de carne fresca de pollo, con su corral de
pollos vivos para escoger el más antojable a la vista del cliente para cortarle el cogote, desangrarlo y
llevarlo al gran recipiente con agua hirviendo para desplumarlo, la mesa para limpiarlo y prepararlo
como el cliente los pida: entero, deshuesado o cortado en piezas, para entregar un pollo fresco para
un guiso delicioso. Curiosamente, un pollo fresco no está frío, está tibia la carne aún, más que nada
por la hervida para desplumarlo.

Me pareció muy adecuada esa manera de obtener la carne fresca de pollo y hasta absurdo que en
la ciudad de México no se vendiera así la carne fresca de pollo en los mercados sobre ruedas que
pululan en la ciudad. Y no creo que sea por lo de los recipientes con agua hirviente, porque en esos
tianguis hay unos cazos enormes de aceite a alta temperatura para hacer las carnitas de cerdo y no
hay problema con ello. Lo cierto, es que esa escisión que hay actualmente en el consumo de carne de
no saber como es el animal que nos estamos comiendo, es lo que está haciendo que nuestra manera
de ver y tratar a los animales se vuelva algo extraña cuando hay personas que le festejan su
cumpleaños a su perro, gato, perico, cerdito, pez, mapache, nutria, tortuga, por decir algunos de los
animales que actualmente están de moda como mascota, y los visten e interactuan con ellos como si
fueran una persona. O lo que ocurre con algunos veganos que han renunciado al consumo de las
carnes pero usan zapatos y ropa de piel auténtica y diversos accesorios para vestirse, no quieren
comérselos, pero sí portan sus zaleas orgullosos de la calidad de su elegante ropa y fino calzado de
piel natural.

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