Pero será el gran San Jerónimo quién más nos hable de estas visitas
realizadas por cristianos a los santos lugares en sus epístolas. San
Jerónimo nos narra como Santa Paula visitó los Santos lugares en su
viaje desde Antioquia a Egipto: visitó el lugar de la Anástasis
(Resurrección), subió a Sión y contempló el sitio de la flagelación. En
Belén visitó el lugar del nacimiento de Cristo (Carta 10). Incluso llega a
afirmar : ¿Qué nación hay cuyas gentes no vengan a los Santos
Lugares?» (carta 108) dando asi a entender que la peregrinación a los
Santos Lugares era ya conocida en su tiempo. Estas peregrinaciones se
hacían para conocer más y mejor al Señor. Nosotros ahora con el Via-
Crucis también recordamos estos Santos Lugares, las estaciones por las
cuales paso el Señor en su Pasión, muerte y Resurreción, de manera que
sin tener que ir a visitar estos lugares podemos contemplarlos y situarnos
espiritualmente en ellos para palpar y vislumbrar como si estuviéramos
presentes todo lo que le aconteció a nuestro Señor.
Podemos ver las siete caídas de Cristo en: Primera Caída, Segunda Caída,
Tercera Caída, Jesús se encuentra con su Madre, Jesús y la Verónica,
Jesús y Simón de Cirene, Jesús y las Mujeres de Jerusalén, siendo más
importante el acontecimiento que la caída, al final se han dejado solo tres
caída, sustituyendo las otras cuatro por los sucesos descritos
anteriormente.
3 Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban
aún más, diciendo: !!Sea crucificado!
24 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto,
tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy
yo de la sangre de este justo; allá vosotros.
25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y
sobre nuestros hijos.
26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó
para ser crucificado.
Mateo 27,23-26
Sal 37: tus flechas se me han clavado, tu mano pesa sobre mi...; mis
culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas;
...siento palpitar mi corazón, me abandonan las fuerzas...
O en su lugar:
La oración en el Huerto
(Gerardo Diego)
Oración inicial
Nosotros, cristianos, somos conscientes de que el vía crucis del Hijo de Dios no fue
simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada paso del
Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo que vieron e hicieron todos aquellos
que tomaron parte en este drama, nos hablan continuamente. En su pasión y en su
muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el hombre.
Pausa de silencio
Oremos: Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo,
para que, siguiéndote en tu último camino, sepamos cuál es el precio de nuestra
redención y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión, muerte y
resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. [Juan Pablo II]
Primera Estación
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
«Reo es de muerte», dijeron de Jesús los miembros del Sanedrín, y, como no podían
ejecutar a nadie, lo llevaron de la casa de Caifás al Pretorio. Pilato no encontraba
razones para condenar a Jesús, e incluso trató de liberarlo, pero, ante la presión
amenazante del pueblo instigado por sus jefes: «¡Crucifícalo, crucifícalo!», «Si sueltas a
ése, no eres amigo del César», pronunció la sentencia que le reclamaban y les entregó a
Jesús, después de azotarlo, para que fuera crucificado.
San Juan el evangelista nos dice que, pocas horas después, junto a la cruz de Jesús
estaba María su madre. Y hemos de suponer que también estuvo muy cerca de su Hijo a
lo largo de todo el Vía crucis.
Cuántos temas para la reflexión nos ofrecen los padecimientos soportados por Jesús
desde el Huerto de los Olivos hasta su condena a muerte: abandono de los suyos,
negación de Pedro, flagelación, corona de espinas, vejaciones y desprecios sin medida.
Y todo por amor a nosotros, por nuestra conversión y salvación.
Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su
santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.