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CAPÍTULO 6

5. Los ESCLAVOS (6/01-02).

Pablo concluye sus instrucciones sobre la recta gestión


de los cargos con breves palabras sobre los esclavos.
Junto a las viudas (5,3-16), ellos son los más pobres
de la comunidad cristiana, y es significativo el hecho de
que el Apóstol dé instrucciones concretas sobre ellos a
su representante. Sabemos por los escritos del Nuevo
Testamento que la solicitud por los esclavos, muy
numerosos entonces, tenía un importante lugar en las
primeras comunidades cristianas78.
...............
78.Cf. Ef 6,5-8; Col3,22-25; 1Pe 2,18-25; 1Cor 7,21s; Tit2,9s.
...............

1 Los que están sometidos al yugo de la


esclavitud deben considerar a sus amos dignos de
todo respeto, para que no se desacrediten el
nombre de Dios y nuestra doctrina.

El Apóstol está al corriente de la triste suerte de los


esclavos y llama a su existencia «estar sometido al
yugo». Igual que un animal de carga está bajo el yugo
y debe arrastrar a la fuerza su pesada carga, estos
hombres están oprimidos por su esclavitud y arrastran,
como esclavos, la pesada carga de su vida. Están
privados del poder de decidir libremente y sometidos
siempre a la voluntad de su señor. De ahí deriva para
el esclavo cristiano una tarea especialmente difícil. Si el
señor es un pagano, el esclavo cristiano, a pesar de ser
liberto en Cristo (lCor 7,22), a pesar de ser plenamente
consciente de su alta dignidad como cristiano, no
puede rebelarse contra su señor. No puede rehusarle el
respeto. Pablo ve el gran peligro que amenaza al
cristianismo naciente si no se hace así. El pagano
hablaría despectivamente de Dios y de la doctrina
cristiana, haría a la fe cristiana responsable de la
rebeldía del esclavo e injuriaría a esta fe. El pagano
juzga la fe cristiana por la vida de los cristianos. El
cristiano esclavo debe dar testimonio de la buena
nueva del cristianismo con su conducta respetuosa, con
su fidelidad y con el cumplimiento concienzudo de su
deber. Una vida cristiana auténtica, que brota de una
fe sincera y auténtica y que sirve a los demás hombres
cumpliendo fielmente sus obligaciones, es siempre la
mejor defensa del cristianismo.

2 Los que tengan amos creyentes, no deben


tenerlos en menos porque son sus hermanos;
todo lo contrario, ejerzan su esclavitud
precisamente porque los que se benefician de sus
servicios son creyentes y hermanos queridos. Así
deben ser tus enseñanzas y exhortaciones.

Pablo considera aún otro caso: que el señor del esclavo


cristiano sea un cristiano. Entonces, el hecho de que el
esclavo y el señor ocupen la misma posición ante Dios
no debe ser motivo para que el esclavo tenga en
menos a su señor. No puede confundir la igualdad
religiosa con la social, pues aunque ante Dios él y su
señor cristiano estén a la misma altura, no asciende
por eso sólo en el escalafón social. Mas bien, debe
poner doble celo en su servicio, porque ambos son
hermanos en Cristo, porque el amor de Dios les abarca
a ambos, esclavo y señor, de igual forma. Es claro que
también el señor cristiano tiene obligaciones especiales
frente a su esclavo cristiano: mostrarle el amor
fraterno y tratarle bien. En pleno acuerdo con otros
pasajes del Nuevo Testamento, Pablo no anula la
relación jurídica entonces existente entre señor y
esclavo79; no intenta ninguna reforma social. Pero
prepara desde dentro, con la predicación de la fe
cristiana y del amor auténtico, una reforma del orden
social que conducirá, finalmente, a la liberación de los
esclavos. Donde reinan la fe cristiana y el auténtico
amor cristiano está asegurada la libertad de los
individuos, el hombre está realmente libre de la
esclavitud.
...............
79.Cf. Col 3,22-25; Ef 6,5-8; 1P 2,18-25; Tt 2,9s; Flm.
..........
Parte quinta

VUELVE A TRATAR DE LOS FALSOS MAESTROS 6,3-19

Pablo, al final de su carta, advierte por tercera vez del


extravío de los falsos maestros (6,3-10). Insta a
Timoteo a permanecer firme en la fe, a vivir sin
mancha y a servir fielmente (6,11-16). Por último,
exhorta a los ricos a usar bien de su haber (6,17-19).

1. SOBERBIA Y AMBICIÓN DE LOS FALSOS MAESTROS


(6/03-10).

Por tercera vez, el Apóstol previene contra los falsos


maestros (cf. 1,3-20; 4,1-11). Debieron haber
constituido una seria amenaza para la comunidad
cristiana. La imagen que aquí da de ellos es muy
obscura: usa varias veces las mismas ideas, e incluso a
menudo las mismas expresiones, que ha usado ya en
sus advertencias anteriores (cf. 1,3.7.10).

3 Los que propagan otras enseñanzas y no


prestan atención a las saludables palabras de
nuestro señor Jesucristo, y a la doctrina
conforme con la piedad...

La razón más profunda de que estos hombres se


distingan y separen de la comunidad está en el hecho
de que no se atienen a las saludables palabras de
nuestro Señor Jesucristo. Han abandonado la
revelación del Señor. Sólo ella es saludable, porque
está libre de todo germen de enfermedad espiritual y
moral, y puede, por tanto, conservar a los hombres
interiormente sanos. También se han separado esos
hombres de la «doctrina conforme con la piedad», de la
doctrina de la Iglesia. Conscientemente pone el Apóstol
la doctrina de la Iglesia junto a las palabras del Señor.
La doctrina de la Iglesia no difiere de la doctrina del
Señor, porque éste, una vez en su gloria, permanece
con su Iglesia todos los días, hasta el fin del mundo (Mt
28,20). Le ha enviado el Espíritu Santo, para que le
enseñe y recuerde todo lo que el Señor ha dicho (Jn
14,26). Separarse de la doctrina de Cristo, separarse
de la doctrina de la Iglesia, conduce siempre a error y
a doctrina falsa. Sólo la fe inquebrantable en la palabra
del Señor, tal como la enseña la Iglesia, sólo la firmeza
en ella, pueden preservar del extravío y del error.

4a ...son gente fatua que no saben nada, sino que


se dedican morbosamente a disquisiciones y
juegos de palabras...

Esta desviación de la revelación de Cristo y de la


doctrina de la Iglesia no descansa en una inteligencia
más elevada de la verdad revelada, sino en
envanecimiento y fatuidad, en presunción orgullosa. El
afán de los falsos maestros de lucirse con sutilezas y
agudezas es signo de corrupción y enfermedad interna.
Los falsos maestros apelan continuamente a su visión
más elevada, a su sabiduría más excelente. Pero no
hay ninguna visión humana ni ninguna sabiduría
humana que aventaje a las palabras de Jesús, a la
doctrina de la Iglesia, porque ellas son la verdad única
de Dios.

4b...que a su vez dan lugar a envidia, riñas,


insultos, falsas suposiciones, 5 y altercados
propios de gentes de inteligencia atrofiada,
desprovistas de la verdad, que tienen la piedad
por un medio de lucro.

A esta actitud orgullosa se deben también las malas


consecuencias, los malos frutos que brotan de ese
suelo y de esa semilla. Se destruye el amor fraterno
cristiano y la comunidad de los fieles se desgarra.
Brota la envidia hacia aquel que en las discusiones se
muestra elocuente y bien dotado, que está más alto en
la estimación de la multitud. La contienda se alimenta
continuamente con nuevas sutilezas. Cuando faltan
bases razonables se echa mano de injurias y
sospechas. La disensión y la intranquilidad cunden, así
se destruye la comunión del amor, que «no busca lo
suyo, todo lo cree, todo lo espera, todo lo sufre» (cf.
ICor 13,7), por obra de aquellos cuya mente está
ofuscada por la supravaloración de sí mismos y por el
orgullo.
Tal actitud tiene necesariamente como consecuencia la
pérdida de la verdad eterna de Dios. Con especial
severidad señaIa el Apóstol que los falsos maestros
hacen de la piedad un medio de lucro, transforman la
religión en un negocio. Probablemente se hacían pagar
caras las visiones, aparentemente elevadas, que
desplegaban ante los oyentes en las asambleas y en la
instrucción, y sacaban así los cuartos a sus seguidores.
O aprovechaban la afluencia de oyentes a sus
asambleas y la impresión que producían su vida
piadosa y su predicación, para enriquecerse ellos.

6 Sí, un excelente medio de lucro es la piedad,


pero con la condición de que cada cual se
contente con lo que tiene. 7 Porque, al venir a
este mundo, no trajimos nada con nosotros, y
nada podremos sacar de él. 8 Así que, teniendo
alimento y casa, con esto nos contentaremos.

Frente a esta inversión de valores pone Pablo la


posición cristiana. Ya antes había dicho: «La piedad es
útil para todo, ya que trae consigo la promesa de una
vida aquí y en el más allá» (4,8). A ella le ha sido
prometida la «vida» aquí, en este mundo, la vida
verdadera, eterna, ya aquí, en la tierra, pero sobre
todo para la eternidad. La religión aporta una buena
ganancia para el tiempo y para la eternidad. Pero debe
ir unida a la sobriedad cristiana, debe estar libre de
ambición económica y contentarse con lo que Dios nos
ha dado. Para valorar y explicar la posesión de bienes
terrenos, enuncia Pablo una idea que ya está contenida
en el Antiguo Testamento80 y en otros lugares del
Nuevo81, y que estaba también muy extendida en la
filosofía de la época: desnudos y sin nada entramos los
hombres a este mundo y desnudos y sin nada lo
abandonamos, sin llevar con nosotros nada de lo que
aquí poseíamos. Los bienes terrenos tienen valor sólo
para el corto espacio que dura la vida en la tierra. Por
eso el hombre posee ya bastantes bienes si tiene con
qué alimentarse y con qué vestirse. Pero si amontona
riquezas y quiere así, sentirse seguro, Dios le dice:
«¡Insensato! Esta misma noche se te va a reclamar tu
alma; y todo lo que has acaparado, ¿para quién va a
ser?» (Lc 12,20).
...............
80. Job 1,21.
81. Cf. Lc 12,16-21.
...............

9 Los que quieren enriquecerse caen, por ello


mismo, en la tentación, en el lazo, en múltiples
afanes locos y nocivos, que hunden a los hombres
en la ruina y en la perdición. 10 Porque la raíz de
todos los males es la codicia y, por haberse
entregado a ella, muchos se alejaron de la fe y
atormentaron su alma con incontables
sufrimientos.

Su rica experiencia ha hecho a Pablo tener un


conocimiento demasiado exacto de la codicia. Por eso
condena a aquellos hombres que, obsesionados por el
deseo de riquezas, se entregan a ellas sin tasa. Ese
deseo de adquirir y amontonar posesiones, esa sed de
dinero, tiene funestas consecuencias para los hombres
y los precipita, finalmente, a la perdición eterna. Esa
codicia hace al hombre capaz de todo. Lo rebaja,
convirtiéndolo en esclavo de su pasión y lo lleva a la
ruina temporal y eterna de su alma. Pablo ha pasado
por la experiencia de ver que también algunos
cristianos, aprisionados por la codicia del mundo, se
han alejado de Cristo y han desertado de la fe. Por
culpa de sus bienes terrenos sufren ahora terribles
tormentos de conciencia. Para los cristianos no hay
más que una decisión clara: «No podéis servir a Dios y
a Mamón» (Mt 6,24). Por eso es imposible compaginar
la codicia con la fe y la piedad cristiana.

2. EXHORTACIÓN A LUCHAR EN EL BUEN COMBATE


(6/11-16).

11 Pero tú, hombre de Dios, huye de todo esto, y


busca la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la
paciencia y la mansedumbre.
El Apóstol se dirige a Timoteo como hombre de Dios,
no sólo porque, como cristiano, es siervo de Dios y
está, por tanto, al lado de Dios, sino porque, como los
profetas del Antiguo Testamento82, mantiene una
relación especialmente estrecha con Dios, a quien por
su vocación y por su cargo ha consagrado toda su vida.
No puede servir a dos señores y por eso debe huir del
vicio de este mundo: la codicia. Como en una
competición, debe tender a otra meta, a aquellas
virtudes que ordenan y regulan su relación con Dios
(«piedad») y con los demás hombres («justicia»), a las
virtudes fundamentales cristianas: la fe, la caridad, la
paciencia y mansedumbre, que, con amor dispuesto a
perdonar, soportan los pecados y las deficiencias de los
hermanos. Esta es, pues, la meta que Timoteo debe
alcanzar: la plenitud del hombre interior en todas las
virtudes humanas y cristianas.
...............
82. Cf. 1Re 13,1.4.6s; Dt 33,1; Sal 90(89)1; 2Par 8,14; Jos 14,6.
...............

12 Lucha en el buen combate de la fe, conquista


la vida eterna, a la que fuiste convocado y cuya
profesión hiciste en una hermosa confesión hecha
ante muchos testigos.

La verdadera vida cristiana es un glorioso combate,


que se lleva adelante con la virtud de la fe83. El premio
de este combate es la vida eterna. Dios mismo, en su
gran benevolencia, ha llamado a Timoteo a este
combate, y Timoteo ha respondido a la llamada,
haciendo una hermosa confesión de fe ante muchos
testigos. No podemos determinar exactamente cuándo
hizo esa profesión de fe. Tal vez fue el día de su
bautismo, día en que, ya en los primeros tiempos, se
hacía solemnemente una profesión de fe en la que el
bautizado profesaba la vida eterna, o tal vez el día de
su consagración y constitución en el cargo de
presbítero, cuando Timoteo hizo profesión,
públicamente, de la doctrina de Cristo 84. Todo
cristiano debe responder a la llamada de Dios,
haciendo profesión de fe.
...............
83. Cf. ICor 9,26s; Flp 1,30; 1Tm 1,18; 2Tm 2,5.
84. Cf. 4,14; 2Tim 2,2.
...............

13 Te encargo ante Dios, que da vida a todos los


seres, y ante Cristo Jesús, que proclamó su
hermosa confesión ante Pilato, 14 que, sin
mancha, irreprensible, guardes el mandamiento
hasta el advenimiento de nuestro señor
Jesucristo.

En forma muy solemne, que suena como un conjuro,


Pablo se dirige de nuevo a su representante. Pone
como testigos a Dios, el Señor, que como creador y
salvador da la vida natural y sobrenatural, y a
Jesucristo, que debajo del poder de Poncio Pilato, con
su sufrimiento y con su entrega a la muerte de cruz,
dio testimonio glorioso de que era el Mesías e Hijo de
Dios. Con una vida sin mancha y santa, Timoteo debe
guardar el mandamiento, la fe cristiana, hasta la
llegada de Jesucristo en el juicio final. La segunda
venida de Cristo se describe como advenimiento, como
aparición regia, súbita y próxima de Jesús, que sale de
su escondite a la luz pública y revela así su reinado
eterno. Pablo quiere grabar profundamente en el
corazón de su representante aquello que constituye el
gran deseo de su corazón: guardar la fe cristiana pura
y sin falsificaciones hasta el día del juicio final, a pesar
de todas las insidias de los falsos maestros. La primera
tarea, y la más importante, de la vida de los cristianos
debe ser guardar la fe, viviendo una vida sin mancha
en medio de todas las amenazas.

15 Advenimiento que a su debido tiempo


mostrará el bienaventurado y único soberano, el
rey de los reyes y el señor de los señores, 16 el
único poseedor de la inmortalidad, que habita en
la región inaccesible de la luz, a quien ningún
hombre ha visto ni puede ver: a él honor e
imperio eterno. Amén.

Los hombres no sabemos cuándo se producirá este


«advenimiento de nuestro señor Jesucristo». Sólo Dios
conoce el momento, el «debido tiempo», en que
sucederá. Los cristianos debemos esperarlo con plena
disponibilidad.

La exhortación del Apóstol termina con una oración


gloriosa, íntima, con una alabanza hímnica a Dios.
Dios, que tiene la plenitud del poder y que es señor de
todo, está por encima de todo lo caduco. El poder de
los reyes y de los señores no se le puede comparar,
porque, aunque en el culto al emperador se intenta
divinizarlo, sigue estando sometido a la caducidad de
las cosas de este mundo. Sólo Dios, por la plenitud
misma de su esencias posee inmortalidad y vive en la
región inaccesible de la luz. Por eso es inalcanzable e
inaccesible a todo conocimiento humano, si la gracia de
Dios no eleva al hombre a la luz. La oración concluye
con una alabanza en la que se ensalza el poder eterno
e ilimitado de Dios. También aquí, como sucede tan a
menudo en sus cartas, el pensamiento del Apóstol
descansa sólo en la adoración a Dios. El corazón del
Apóstol está intranquilo hasta que vuelve a encontrar
de nuevo su reposo en Dios.

3. BUEN USO DE LA RIQUEZA (6/17-19).

Se podría esperar que nuestra carta terminara con la


alabanza de Dios (6,15S). Pero Pablo añade aún un
apéndice en el que da a Timoteo algunas instrucciones
para los ricos de su comunidad.

17 A los ricos de este mundo recomiéndales que


no sean altivos, y que no pongan su esperanza en
una cosa tan insegura como la riqueza, sino en
Dios, que nos provee de todo espléndidamente y
a satisfacción.

El Apóstol acaba de prevenirnos (6,9s) contra el afán


apasionado de riquezas. Ahora da instrucciones sobre
la forma en que los ricos de la comunidad cristiana,
que ha sido confiada a los cuidados pastorales de
Timoteo, deben usar rectamente de su riqueza.
También la riqueza adquirida de modo moralmente
irreprensible puede estar llena de peligros para su
posesor. Pablo les advierte que no deben poner su
esperanza en «una cosa tan insegura como la
riqueza»; les insta a que pongan toda su confianza en
Dios. La riqueza y las posesiones no son más que
bienes de este mundo, que pasan, que se le quitan al
hombre de repente, como Jesús explica claramente en
la parábola del insensato rico (Lc 12,16-21). El hombre
rico corre el peligro de hacerse orgulloso y soberbio, y
de poner toda su confianza en una cosa tan insegura
como el poder de las riquezas y las posesiones. El
cristiano debe poner toda su esperanza y su confianza
en la bondad paterna de Dios, que, en su amor, dará a
sus hijos todo lo que necesiten. El cristiano debe tener
en cuenta la advertencia del Señor en el sermón de la
montaña: «No os afanéis por vuestra vida: qué vais a
comer, ni por vuestro cuerpo: cómo lo vais a vestir...
que por todas estas cosas se afanan los gentiles;
porque bien sabe vuestro Padre celestial que tenéis
necesidad de todas ellas» (Mt 6,25.32).

18 Que se dediquen a obras buenas y se


enriquezcan con ellas; que sean generosos y
dadivosos; 19 y atesoren así un buen capital para
el futuro, hasta alcanzar la vida auténtica.

El Apóstol advierte de otro peligro de las riquezas: el


rico no debe cerrarse egoístamente a las necesidades
de los demás hombres, sino poner en práctica el
mandamiento cristiano de amor. La verdadera riqueza
del cristiano ha de ser las buenas obras. Si el cristiano
obra de acuerdo con estas instrucciones del Apóstol,
atesorará, con su amor operante, un «buen capital»,
un tesoro invisible en el cielo, que le servirá para
entrar en la vida eterna, que es la única vida
«auténtica». Sólo obrando así será el cristiano «rico
ante Dios» (Lc 12,21), amontonará «tesoros en el
cielo» (Mt 6,20) y el Padre, «que ve en lo secreto», se
lo pagará (Mt 6,4). Debe seguir siendo siempre
consciente de que «la auténtica vida», la salvación
eterna, es un regalo de la gracia de Dios, que el
hombre no puede conseguir por sí mismo, pues todas
sus obras de amor son, en último término, obras de
Dios, que le infundió en el corazón su propio amor.

CONCLUSIÓN DE LA CARTA 6/20-21

1. ULTIMO AVISO SOBRE LOS FALSOS MAESTROS


(6,20-21a).

20 Timoteo, guarda lo que se te ha confiado,


evita las palabras vacías y profanas, y las
objeciones de la pretendida ciencia. 21 Algunos
que la han profesado se han desviado de la fe.

En estos dos versículos finales resume Pablo de nuevo


las dos ideas más importantes de su carta: guardar la
fe cristiana y rechazar con energía la falsa doctrina. El
Apóstol ha confiado la fe cristiana a su representante
como un depósito valioso que hay que guardar con
cuidado. Su tarea más importante, la propia de su
cargo, es conservarla pura y sin falsificaciones,
proteger y transmitir este legado valioso. Este depósito
contiene las doctrinas cristianas de fe, que deben ser el
hilo conductor de la vida cristiana. Para conservar y
proteger este patrimonio de la fe, Timoteo debe evitar
la doctrina falsa. Debe limitarse a rechazarla, sin
enredarse en discusiones con ella. Esa falsa doctrina no
es más que una serie de «palabras vacías y profanas»;
pretende el nombre de «ciencia», pero no lo merece,
porque se opone a la verdad única, que es la verdad
revelada. Con apariencia de profundidad, esta «ciencia
oculta» pretende dar a los hombres nuevos
conocimientos sobre Dios y sobre el mundo, pero
abandona el suelo sólido y seguro de la fe y cae en el
error. Su propia experiencia permite a Pablo señalar las
funestas consecuencias de esta falsa doctrina: algunos
miembros de la comunidad cristiana han seguido ya
estas «palabras vacías» y han desertado de la fe
cristiana ¡He aquí una severa advertencia para Timoteo
y para toda la comunidad!

2. BENDICIÓN (2,21b).

21b La gracia sea con vosotros.


El saludo final va dirigido a Timoteo y a toda la
comunidad, en la que Pablo piensa continuamente al
redactar su carta. El Apóstol les desea lo mejor que los
cristianos pueden desearse: la gracia, la gracia de
Dios, por la que hemos sido salvados, que aparecerá
en toda su riqueza en los «siglos venideros» (Cf. Ef
2,5-7).

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