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MILLIARIUM ( )

I. Mojón, hito miliario.


Salvo en Ática, donde los hermes marcaban a medio camino la distancia de Atenas a los diferente demos [ HERMAE],
los griegos nunca pensaron, antes de la conquista romana, en indicar las distancias a lo largo de las rutas por medio
de hitos e inscripciones; Estrabón mismo ha señalado hasta qué punto su sistema de rutas era inferior al de los
romanos. A veces se ha pretendido, según un texto de Plutarco, que la idea de jalonar las grandes vías públicas por
miliarios se remontaba a C. Graco. Pero Polibio cuenta que en su época ya se ha aplicado esta útil medida a la via
Domitia, hace poco abierta entre los Pirineos y los bordes del Ródano. Este testimonio no es quizá muy anterior al
tribunado de C. Graco. Sin embargo, esto no hace sin duda sino consagrar por las disposiciones legales una
invención más antigua; un miliario que nos ha llegado lleva el nombre de P. Popilio, cónsul en 131 a. C. (fig. 5029);
era el 81 sobre una ruta que iba de Rimini a Aquilea. A partir de Augusto, la medida se generalizó y se tuvo cuidado
de indicar regularmente cada distancia de una milla (1 481.5 m) sobre la inmensa red de las grandes rutas del imperio.
De allí la costumbre de calcular las distancias según la cifra de los hitos y de decir ad lapidem primum, secundum, etc.
Casi no existe emperador que no haya construido o reparado un tramo de la ruta y que recuerde este trabajo por
inscripciones grabadas en los miliarios; los más recientes han sido puestos en su sitio a finales del siglo IV.
Conocemos un número considerable; nada más en Italia se han alzado más de 500. Todos han sido catalogados y
clasificados por regiones en el Corpus inscriptionum latinorum. Muy frecuentemente, encontrados en el lugar mismo
donde se habían erigido, nos proporcionan índices seguros sobre el trazado de las vías romanas. Las cifras y los
nombres de las ciudades que ellos llevan grabados en su superficie son de gran ayudan para identificar los lugares.
Las inscripciones de los miliarios nos informan de los títulos imperiales, tan importantes para la cronología; a veces
nos dan a conocer también los nombres de los magistrados y nos permiten seguir la historia de las grandes obras
públicas realizadas durante el Imperio.
Para fijar sus mojones miliarios, los romanos se sirvieron de los materiales que encontraban en los lugares
mismos: piedra calcárea, mármol o granito. Las formas eran muy variables; la más ordinaria es una columna que
puede alcanzar aproximadamente 3 m de alto y 2 m de circunferencia, aunque la gran mayoría son de dimensiones
más pequeñas. Siempre existe interés en señalar otras formas cuando se encuentran; así, al estudiar la Via Domitia
entre Nîmes y Narbonne, se supo que los miliarios de allí variaban de forma según su fecha; los de Augusto son de
columnas enteramente cilíndricas (fig. 5030), los de Tiberio de pilares cuadrangulares (fig. 5031); en los de Claudio la
inscripción está encerrada en un marco (fig. 5032). Un miliario de Antonino que había pertenecido a la vía de Aps a
Uzès se termina en su extremo inferior por una base cuadrada. Estas diferencias de formas no pueden servir de
índices cronológicos más que en los límites de la región donde se les ha observado; pero con esta reserva pueden
proporcionar puntos de comparación útiles para datar los miliarios mutilados y no debemos descuidarlos. Es
probable que en su origen la columna no se utilizara; esto parece indicar el miliario de Popilio (fig. 5029), piedra lisa,
toscamente tallada en punta en la base para ser clavado en la tierra. Se habrán sustituido poco a poco los miliarios
primitivos sobre las vías que databan de la República. Excepcionalmente se ha grabado a veces directamente sobre

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las paredes de rocas, a lo largo de una ruta, las indicaciones que estamos habituados a encontrar sobre los bordes
miliarios.
Las vías romanas se dividen en dos grandes categorías: las rutas imperiales, llamadas también consulares o
pretorianas (viae consulares, praetoriae), establecidas y mantenidas principalmente a expensas del Estado; en segundo
lugar las viae communales y vicinales, rutas establecidas y mantenidas principalmente a expensas de las ciudades [VIA].
Los miliarios que poseemos pueden provenir de las segundas así como de las primeras; pues sabemos por las
inscripciones grabadas sobre algunos que las municipalidades tenían el cuidado de hacer establecer sobre sus redes:
respublica miliaria constituit; pero podía suceder que sobre su petición el emperador les proporcionara una subvención y
en caso parecido el miliario era erigido ex auctoritate imperatoris, lo que no indica de ningún modo que la ruta estuviera
clasificas en el número de las rutas imperiales. No hay que olvidar tampoco que las vías romanas en su origen han
sido establecidas en gran parte para las necesidades del ejército; las que dependen del Estado son por excelencia las
viae militares, y son frecuentemente las legiones las que ejecutan los trabajos. Los miliarios permitían a los jefes d
tropas calcular con seguridad las etapas y los guiaban en sus operaciones. La Narbonense apenas estuvo conquistada
que ya los romanos bordeaban de miliarios la vía Domicia a partir de Narbona; de donde se puede concluir con
certeza que un buen número de estos monumentos eran obra de soldados.
En Italia, las distancias eran contadas a partir de Roma. En el año 29 a. C., cuando Augusto ordenó elaborar, con
ayuda de Agripa, el mapa del mundo romano, se erigió en el foro un miliario inicial, que recibió el nombre de miliario
de oro (milliarium aureum). Estaba situado en el extremo del foro, entre los Rostros y el templo de Saturno. Se ha
encontrado un vestigio de él: es una base de mármol cilíndrica que mide de 4.5 pies de diámetro; por encima debía
elevarse una columna revestida de bronce dorado, de donde el nombre del monumento. Sin embargo, las distancias
propiamente dichas no se contaban a partir de este punto, sino solamente a partir de las puertas de la muralla de
Servio, donde desembocaban las grandes vías de Italia, de tal modo que el interior de la capital no se comprendía en
el cálculo. Es probable que una inscripción grabada sobre el miliario indicara las principales estaciones de cada ruta y
enfrente la cifra de las millas que los separaban de las murallas de Roma. En las provincias, las millas eran contadas
sobre las rutas comunales, desde la ciudad que había hecho el gasto hasta el extremo de su territorio; sobre las rutas
imperiales, a partir de la capital de la provincia.
Sucede, sobre todo a partir del siglo III, que en lugar de colocar nuevos hitos, cuando se reparaba una ruta, se
valían de los antiguos, tapando con cemento las inscripciones en honor de los emperadores precedentes y grabando
por encima otra inscripción. En Oriente, las inscripciones de los miliarios son bilingües frecuentemente; en unos el
texto está en latín, pero al lado de la cifra latina que expresa el númerode millas se ha grabado la cifra griega
correspondiente; en otros, el texto estaba todo traducido en griego. Es necesario, con mucho, que todas las
inscripciones de los miliarios estén redactadas con base en un formato único; la información que contiene es muy
variable y difiere a veces en su contenido a lo largo de la misma vía y en un corto espacio de terreno, lo que sucede
sobre todo con las que datan de épocas diferentes. He aquí los resultados de las observaciones hechas sobre el
conjunto de estos documentos por los epigrafistas:

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1. La distancia puede no expresarse de todo (fig. 5030 y 5032), o bien estar por una cifra (fig. 5029 y 5031), o
incluso por una cifra precedida por las siglas M. P. (millia passuum), Generalmente esta indicación se encuentra al final;
en Italia, el miliario lleva a veces dos cifras, la primera contada a partir de una ciudad cercana que no está nombrada,
la segunda a patir de Roma. En ciertos miliarios se ha grabado el nombre de la ciudad que sirvió de punto de partida:
a Sitifi, a Caesarea, e incluso se ha anotado el punto extremo a donde conduce la rutoa: a Beatead Oceanum. Más raros
son los miliarios que dan la distancia con relación a varias ciudades diferentes. En las tres Galia y en las dos
provincias de Germania, la distancia está expresada no solamente en millas, sino en leguas galas ( L o LEUGAE),
medida que valía una milla y media, es decir, según la estimación más verosímil, 2.222 km.
2. La inscripción menciona, durante la República, los nombres y los títulos de un magistrado superior (fig. 5029),
durante el Imperio los del príncipe (fig. 5030, 5032). Si están en nominativo, la ruta depende del Estado; en dativo,
de una ciudad; el ablativo marca simplemente una fecha. Sobre las rutas del Estado, el nombre del emperador es
seguido algunas veces de un verbo: fecit, stravit, munivit, refecit (fig. 5031, 5032), etc., o incluso de un miembro de frase
que precisa la naturaleza del trabajo, recuerda el objetivo y las dificultades; así se lee en el miliario de Tiberio: Viam
Claudiam, quam Drusus pater, Alpibus bello patefactis, derexserat, munit a flumine Pado ad flumen Danuvium.
3. Se conocen miliarios donde se menciona, después del emperador, el gobernador de la provincia que tuvo la
dirección y la vigilacia de los trabajos, y que inauguró la ruta: Commodus restituit, curante et dedicante L. Junio Rufino
Proculiano, leg(ato) pr(o) pr(aetore); o bien la legión que ejecutó la tarea: Hadrianus viam stravit per leg(ionem)III Aug(ustam).
4. En los miliarios de rutas comunales la ciudad de la cual dependen toma algunas veces su nombre; así en
África: Respub(lica) gent(is) Suburbur(ensium) vias exaustas restituit ac novis munitionibus dilatavit.
5. Por último, se encuentran también hitos que indican con qué dinero fueron cubiertos los gastos, por ejemplo,
si el emperador añadió una subvención a la suma proporcionada por los propietarios vecinos: adjectis sestertiis XI
XLVII ad sestertia DLXIX C quae possessores agrorum contulerunt.
II. Caldera alta y estrecha, cuya forma cilíndrica recordaba la de un hito miliario; se servían de ella para calentar el
agua en las salas de los baños [BALNEUM fig. 765].
III. Columna de la misma forma, que formaba parte de un molino de olivas [TRAPETUM].

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