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REVISTA

DE HISTORIA
y
C.S. SOCIALES

Viña del Mar, diciembre 2007, año I, nº 3

1
INDICE

Editorial………………………………………………………………………………….………..3

Concepción de pueblo en la historiografía independentista………………………….………..4


Renan Astengo

Documentos…………………………………………………………………………...…………10

Documento N°1:…………………………………………………………………………………11
Crónica La huelga de Iquique

Documento N°2:………………………………………………………………….……………..12
La huelga de Iquique. El Parte Oficial

Reflexiones en torno al texto “Con las riendas………………………………….……………15


del poder: la derecha chilena en el siglo XX”,
de Sofía Correa Sutil.
Eduardo González Navarro

Documento Nº 3:………………………………………………………………………………..19
Santa Maria de Iquique:
Correspondencia Estatal

2
EDITORIAL

La presente publicación corresponde al tercer número del primer año de la Revista del
Centro de Estudiantes de Historia y Ciencias Sociales, la cual, se ha caracterizado por ser un
espacio para la discusión y el debate en torno a nuestra disciplina.
Para abrir este número, quisiéramos dar por cumplidos los objetivos planteados al
momento de crear este espacio académico, como lo son, generar un instrumento de producción y
difusión académica para los compañeros de nuestra escuela, junto con estimular una mayor
reflexión en torno a la disciplina histórica. Por otra parte, quisiéramos expresar nuestra profunda
conformidad por el interés suscitado en la participación de la revista.
Particularmente, para este número contamos con la participación de Eduardo González,
autor del artículo Reflexiones en torno al texto “Con las riendas del poder: la derecha chilena en
el siglo XX”, de Sofía Correa Sutil; y la colaboración de Renan Astengo, responsable del trabajo:
Concepción de pueblo en la historiografía independentista.
Además, como de costumbre, y siguiendo la línea editorial, hemos querido conmemorar el
centenario de la Matanza de Santa Maria de Iquique; para ello hemos reeditado como fuentes:
una crónica del diario peruano Tacora, con fecha 24 de diciembre de 1907, junto con el artículo
La huelga de Iquique, publicado en El Ferrocarril el 25 de diciembre del mismo año. La
recopilación de estos documentos pretende dar cuenta del impacto producido por la matanza en
aquel entonces, la cual, no pasó de ser una rebelión contra el orden social existente, por parte de
una turba de agitadores y disconformes trabajadores. Nada distinto de lo que nos informa la
prensa actual cada vez que se produce una acción coordinada de similares características. Por otra
parte, también publicamos como fuente gráfica, seis telegramas, que son la orden para la matanza
emanadas desde el Ministerio del Interior.
Para finalizar, reiteramos la extendida invitación a participar de este espacio de difusión
académica para los próximos números del año 2008. Concluyendo el año académico, se despide
cordialmente
Comité Editorial∗
.


COMITÉ EDITORIAL: Verena Ahumada, Bárbara Azcárraga, Jorge Valderas, Carolina Gajardo, José González, Marco González, Roberto
Reyes. DIAGRAMADOR: Israel Fortune.

3
Concepción de pueblo en la historiografía independentista
Renan Astengo∗

“…los individuos anónimos, no sólo en nuestra nacionalidad, sino en todas las nacionalidades,
constituyen la gran mayoría de los habitantes; y, por su obra, callada y continua, en absoluto,
contribuyen más que las personas ilustres a la grandeza y decadencia de un pueblo”.
(Amunátegui 1932:7)

La independencia de Chile se constituye historiográficamente como el hecho “fundador”


del Estado-Nación (En Mulian 1996: 6). La coyuntura que terminó con el periodo colonial es
vista, como la génesis de la organización republicana de nuestro país, 1810 se representa como el
hito clave, el puntapié inicial de nuestra historia nacional.
Josep Fontana, nos recuerda que, siempre hay una intencionalidad política tras la
interpretación de los hechos, vale decir, a través de la economía política, se obtiene una
proyección hacia el futuro: un proyecto social que se expresa en un proyecto político (Fontana
1999: 10), podríamos decir entonces, que el que posea el monopolio del pasado, tendrá la
capacidad unilateral de generar la construcción del futuro. Teniendo en cuenta lo trascendental
que resulta la apropiación de la interpretación del pasado, en el caso de la independencia, ha
resultado de vital importancia para las clases dominantes echar mano ha 1810 y el proceso en
general, con el fin de justificar el orden social y el ideal de sociedad que se plantea hacia el
futuro, más aún cuando se acerca la celebración de los 200 años de “vida republicana” en donde
se revitalizan los discursos historiográficos relacionados con el hito ya mencionado.
Dentro de este “hecho fundador” hay un elemento que resulta trascendental a la hora de
construir el discurso sobre la independencia, y este tiene relación con los Sujetos, los actores de la
independencia, grupos que con su influjo llevaron a cabo el levantamiento contra los
representantes de Fernando VII y otros que en concordancia con la mantención de la tradición,
intentaron defender la figura imperial. Aquellos hombres que fueron parte de la tensión y la
pugna de los diferentes sectores sociales del periodo. En este sentido la historiografía tradicional
ha plasmado en el “pueblo” el sujeto histórico de la independencia de Chile, es en este cuerpo
donde se desarrolla la tensión independentista.
A partir de lo anterior, centraremos nuestro análisis en la concepción de pueblo concebida
por la llamada historiográfica oficial, vale decir, aquellos autores que construyen hegemonía en
función de los intereses de la clase dominante. Según lo planteado, partimos de la convicción de
que el concepto de pueblo ha sido utilizado con el propósito de crear un imaginario sobre los
Sujetos del periodo envolviéndolos de ciertas características y virtudes, propias de un ideal de
sociedad que se intenta irradiar, pretendiéndose, hacer parte a todos los sectores de un supuesto
pasado común, imprimiéndoles una categorización que en la realidad, tan sólo, es válida para los
pequeños grupos elitarios de la época.
El propósito de este trabajo, no tiene como fin hacer un balance o un recuento detallado de
la totalidad de los autores que abordan el tema acá planteado, más bien, nuestro interés es
delinear algunos rasgos característicos que han configurado la figura historiográfica del pueblo.
Atendiendo a lo anterior, señalaremos a lo menos dos elementos que se construyen como propios
del pueblo en el periodo que acá nos convoca.


Estudiante de quinto año de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso.

4
En primer lugar, al pueblo se le ha definido, como un ente racional, con una clara
convicción jurídica y conciencia política. En segundo lugar, como sujetos respetuosos de la
institucionalidad colonial, construyéndose el Cabildo como el lugar jurídicamente constituido, en
donde se da cabida a los reclamos y necesidades del pueblo, convirtiéndose finalmente en el lugar
en que se gesta la independencia
En el año 1957, se publica por primera vez la obra de Jaime eyzaguirre, Ideario y ruta de
la emancipación chilena, texto que nos muestra la supuesta rigurosidad jurídica del pueblo en el
periodo tratado. Desde una perspectiva abiertamente hispanista, conservadora y catolicista, el
autor desarrolla la idea de la justa emancipación, a partir del respaldo jurídico basado en el
ideario de San Isidoro1, el cual se hace carne en Chile, a través de las leyes de Indias.
La coyuntura 1808-1810, demostraría lo señalado por Eyzaguirre en cuanto a conciencia
jurídica, es así que en la invasión napoleónica, en función de la captura del “rey legitimo
Fernando VII (se) produce el instantáneo alzamiento del pueblo español” (Eyzaguirre 1998: 93),
esto, a través de Juntas que se propagaron por toda España. Para Eyzaguirre, la opción de las
Juntas y el no reconocimiento de Napoleón en el poder, responde al sentido jurídico arraigado en
el pueblo, que por lo demás se constituye en acción política: “lo que da sentido jurídico a la
acción es la vieja doctrina que permite al pueblo reasumir la soberanía e instituir un nuevo
gobierno cuando el titular se halla en la imposibilidad de ejercerlo” (Eyzaguirre 1998: 93). En
cuanto a Chile, la intención de formar una junta de gobierno, correspondería a una decisión que el
pueblo debía tomar “en el ejercicio de un legitimo derecho” (Eyzaguirre 1998: 103).
La tensionada situación que se estaba viviendo en Chile agudizada en el gobierno de
Francisco García Carrasco, respondería, según Eyzaguirre, a que este gobernador desestimaba al
pueblo como actor político, viendo “en los súbditos sólo sujetos pasivos y sumisos, incapaces de
ejercer el menor derecho político” (Eyzaguirre 1998: 95). Esta actitud sería la que llevaría a la
caída de su gobierno y daría paso a un cabildo abierto que tenia por finalidad “consultar al
pueblo sobre la actitud que debería adoptarse” (Eyzaguirre 1998: 111). En consecuencia, para
Eyzaguirre, el Cabildo de septiembre de 1810, “vino a consagrar el triunfo y el renacimiento de
la doctrina tradicional de la participación del pueblo en la génesis del poder” (Eyzaguirre 1998:
115)
Para Néstor Meza Villalobos, el pueblo se define como un actor político fundamental
durante el periodo de análisis, prueba de esto, es que comenta la importancia que adquiere al
momento de la sucesión gubernativa de 1808, caracterizando la situación con un tinte de
autonomía adquirida por el pueblo con respecto a las autoridades centrales2. La actuación del
pueblo, se enmarca dentro del marco jurídico e institucional, concentrándose la “política” dentro
del Cabildo. Para Meza, una de las características propias de esta corporación, es su relación
directa con la autoridad monárquica, esto, a través de epístolas que continuamente eran enviadas

1
Eyzaguirre, explica la concepción política Isidoriana de la siguiente manera: “Dos elementos juegan
armónicamente en la concepción política Isidoriana: el rey y el pueblo. La investidura del monarca es sacral; su
poder emana de Dios. De ahí arranca el prestigio de su autoridad y la obligación del pueblo de acatarla. Este
último no es visto por el gran hispalense, como una masa inorgánica, sino como “una multitud humana asociada
por consentimiento de derecho y por común acuerdo”. En el derecho divino y en el derecho humano descansa así la
estructura del Estado. Una y otra ordenación limitan el poder real, a la vez que crean en los súbditos el adecuado
sentimiento de obediencia. El que se alza contra el rey legítimo y usurpa el trono, incurre en el anatema de la
Iglesia, e igual cosa sucede al monarca que se rebela contra la ley y se transforma en tirano” (J. Eyzaguirre 1998:
15-16)
2
“La excepcional importancia que adquirió el pueblo en la situación de aislamiento en que se encontraba respecto
de la monarquía para afrontar las amenazas de invasión, le permitió intervenir en forma inusitada en la sucesión
gubernativa que se produjo en febrero de 1808, por muerte de Muñoz de Guzmán” (Meza 1958: 25)

5
al Rey, por ejemplo, en 1805, en el contexto de una acusación contra el gobernador, señala que
“…elevaron un memorial al rey en nombre de los oprimidos pueblos chilenos…” (Meza 1958:
26). Teniendo en cuenta que se considera al Cabildo como la representación del “pueblo
chileno”, podemos observar que éste se define como letrado, al dirigirse en forma de epistolario a
las máximas autoridades de la metrópoli y además, por esta misma característica se denota el
respeto que se le debe a la figura del rey. El Cabildo, según Meza, en un acto de soberanía
popular, se encuentra en todo el derecho de “…intervenir en la defensa del destino del reino
como representante del pueblo de la capital” (Meza 1958: 35); sin embargo, esto no significaría
una pugna con el poder central, si no más bien, “la reivindicación popular a intervenir en el
reconocimiento del poder que debía gobernar a la monarquía” (Meza 1958: 44). Vemos, que el
“pueblo” tiene como objetivo fundamental, el resguardar los intereses de la soberanía
monárquica, su actuación, en todo momento se encuentra en función de esto, reconociendo la
lealtad al poder central y por ende a la soberanía real, más aún, cuando se encuentra el delicado
dilema político que significaba el cautiverio del Rey3. Finalmente, la justificación para una Junta
de Gobierno, se relaciona con la necesidad de acabar con una supuesta dualidad entre lo que
Meza señala como “el Gobierno y el Cabildo” cuya disparidad solo causaría perjuicio al
“pueblo”4. Es así, como siempre en consideración de la autoridad y de la mejor forma de
resguardo de los intereses Reales, el “pueblo” toma la decisión de deponer al gobernador
Francisco García Carrasco5, justificados por el alegato de un mal gobierno: “…el procurador
comunicó a la audiencia el acuerdo del cabildo de deponer al gobernador para consolidar el
bien del reino y remplazarlo por una junta de gobierno” (Meza 1958: 122). Dentro del mismo
episodio, nuevamente Meza destaca la actuación respetuosa y legalista del Cabildo, mostrando la
capacidad del pueblo de dirigirse directamente al monarca en momentos en que se ven
vulnerados sus derechos: “el cabildo se dirigió al rey informándole sobre la actuación del
gobernador y de la resistencia popular en defensa de la seguridad personal” (Meza 1958: 127).
En la misma línea de lo planteado más arriba, Julio Alemparte, descarta una
representación popular en el cabildo de 1810, si bien entiende un cariz popular en los primeros
años del cabildo, argumentando que en el proceso de conquista se “trasplantaron muchas de las

3
“El cabildo de Santiago tuvo una nueva oportunidad para expresar su lealtad cuando en 27 de enero de 1809 el
gobierno le transmitió los documentos de la Junta Central en que este pedía ser reconocida como la depositaria de
la soberanía. Ese mismo día el cabildo reconoció a esa junta como depositaria y conservadora de la autoridad
soberana…” (Meza 1958: 64)
4
“…el pueblo debía constituir nuevo gobierno, para salvaguardar la libertad popular, a fin de que el reino
decidiera su destino a su hora […] era necesario hacer desaparecer el divorcio entre el gobierno y el cabildo,
mediante la constitución de una junta de gobierno” (Meza 1958: 92)
5
La salida del gobernador, desde la perspectiva de Meza, se encuentra en la decisión de apresar a Rojas, Ovalle y
Vera. Sobre este hecho: Barros Arana, Diego. Historia General de Chile. Tomo XVIII. Santiago: Editorial
Universitaria., 2002. Encina, Francisco. Historia de Chile. Tomo VI. Santiago: Editorial Nacimiento, 1970.
Amunátegui, Miguel Luís Crónica de 1810. (tomo II). Santiago: Imprenta de la republica de Jacinto Núñez, 1876.
Memoria Histórica Sobre la Revolución de Chile Desde el Cautiverio de Fernando VII Hasta 1814. Escrita por
Orden del Rey por Fray Melchor Martínez. Cap. IV. “Los comienzo de la revolución de 1810” . Carta de Santiago
Leal a Patricio Español. En: Colección de Historiadores y de Documentos Relativos a la Independencia de Chile.
Tomo VIII. Santiago: Imprenta Cervantes, 1900. Manuel Salas i Corvalán “Motivos que ocasionaron la instalación
de la junta de Gobierno de Chile”. Cádiz, 1811 En: Colección de historiadores… Tomo XVIII. Manuel Antonio
Talavera. Revoluciones de Chile. “Discurso histórico, diario imparcial de los sucesos memorables acaecidos en
Santiago de Chile desde el 25 de mayo de 1810 hasta el 20 de noviembre de 1811. Con un apéndice que contiene la
descripción del baile en la Casa de Moneda en septiembre de 1811”. En: Colección de historiadores… Tomo XXIX.
Proceso seguido por el Gobierno de Chile en 1810, contra don Juan Antonio Ovalle, don José Antonio Rojas y el
Doctor don Bernardo Vera Pintado, por el delito de conspiración. En: Colección de historiadores… Tomo XXX

6
libertades y franquicias consagradas en los antiguos fueros hispánicos” (Alemparte 1940: 307)
cuya consecuencia fue la construcción de un “régimen más libre, una sociedad de raigambre más
popular” (Alemparte 1940: 307); sostiene que esta institución fue aristocrática “los consejos
abiertos no congregan ya a las masas de pobladores y soldados, sino unos cuantos vecinos de
peso” (Alemparte 1940: 63) para posteriormente ser apropiado como un espacio que “pasa a
representar a las burguesías ricas” ( Alemparte 1940: 63); pero a pesar de esto, pone hincapié en
que esta institución es central para el entendimiento del proceso independentista, el cabildo, es la
demostración viva de las libertades e independencia de acción del mundo colonial con respecto a
la metrópoli, pero siempre entendida dentro del marco institucional que representa ésta. Uno de
los episodios que destaca este autor es el del apresamiento de Rojas, Ovalle y Vera en 1810, en
donde la participación activa del cabildo “produjo nada menos que la caída del presidente”
(Alemparte 1940: 343). En forma de síntesis, desde la mirada institucional que se le intenta dar al
proceso, Alemparte representa a la Independencia como un: “…enorme movimiento político de
cabildos, fueros y libertades que resurgen, luchas sangrienta contra agentes y partidarios del
rey, invocaciones al pueblo, generosas instituciones que miran por el bien colectivo” (Alemparte
1940: 347).
Nuevamente nos detendremos en un hecho específico que es considerado por la
historiografía como uno de los actos que dio pie a la Junta de Gobierno de 1810, vale decir, el
apresamiento de los tres vecinos de Santiago que ya hemos hecho referencia. Diego Barros
Arana, en su voluminosa Historia general de Chile, describe la situación cargada de un fervor
popular, en que “Hombres y mujeres, pobres y ricos, recorrían las calles en medio de la
inquietud y de la confusión” (Barros Arana 2002: 109), efervescencia entendida por la defensa de
estos tres personajes, pueblo que intenta impedir su traslado al Callao y que en la senda
institucional desea castigar la supuesta arbitrariedad cometida por la figura de Francisco García
Carrasco “El pueblo pedía a gritos la reunión de un Cabildo Abierto para hacer oír sus quejas y
obtener en lo posible la reparación a aquel atropello” (Barros Arana 2002: 109). La cita
anterior, nos reitera la configuración de un pueblo institucionalizado, el cual encausa sus afrentas
dentro del marco jurídico correspondiente.
El análisis lo cerraremos con el historiador inglés Simon Collier, a quien muchos han
valorado por su condición de extranjero, posición que supuestamente le daría mayor rigurosidad
y objetividad a la hora de interpretar el pasado chileno, situación que en ningún caso tiene algún
alcance real, la razón, la esgrimimos al comienzo de este artículo, a saber, en ningún caso la
historia es inocente.
Collier, pone de manifiesto la composición elitaria del movimiento de 1810, es un
pequeño grupo el que configura el levantamiento político ante las autoridades peninsulares,
aunque, deja entre ver, que finalmente la elite lo hace pensando en el conjunto de la población
“…fue obra de elites minoritarias que afirmaban representar a la gran masa de
hispanoamericanos que no intervinieron en los cambios” (Collier 1977: 47), además, esto
sumado a un ideario liberal que sostenía este principio de una elite que “liberaría” a toda la
población “los cabecillas criollos hablarían de derechos del hombre, de gobierno representativo,
de soberanía popular; y pensaban eso que decían. Pero, al mismo tiempo no dejaban –ni podían
dejar- de ser lo que fueran en el período colonial: aristócratas, terratenientes, los conductores
de la sociedad” (Collier 1977: 14). Como acabamos de ver, a diferencia de los autores ya
tratados y en función de las preocupaciones intelectuales del autor, propone que la raíz de la
tensión independentista tiene su origen en el desarrollo del patriotismo, en consecuencia, son los
chilenos los que se liberan, según el inglés, se debe poner atención al “... desarrollo lento pero
seguro de un sentimiento patriótico chileno” (Collier 1977: 27), esto habría producido una

7
creciente animadversión hacia los peninsulares, entendida como una “sospecha criolla de que a
los hispanoamericanos no se les estaba otorgando derechos iguales” (Collier 1977: 23), de ahí
por ejemplo nacerían las quejas en relación con los cargos públicos en cuanto a la discriminación
que se hacía sobre los criollos “chilenos” para las altas magistraturas, en palabras de Collier, la:
“... discriminación propeninsular y anticriolla se constataba en el sistema de nombramiento
para los altos cargos públicos” (Collier 1977: 24). En esta lógica, la ruptura se habría producido
por “el valor esencial de su país” (Collier 1977: 35) por parte de los criollos; este sentido de
patria, la configuración de lo “chileno” tendría un pilar fundamental en el trabajo intelectual de
los Jesuitas6. En esta línea, según Collier, se entendería la necesidad inmediatamente, constituida
la Junta de gobierno, de un “congreso elegido por toda la nación” (Collier 1977: 69)
Además de mostrar a la independencia como acción de los “chilenos”, cargado de un
espíritu patrio, exalta la influencia norteamericana en el proceso, sobre todo en el ámbito
doctrinario, todo esto a través de los barcos estadounidenses que recalaban en el puerto7, la forma
de irradiar el espíritu revolucionario sería muy simple, “andaban trayendo ejemplares de la
constitución federal, la declaración de independencia y diversas constituciones políticas”
(Collier 1977: 42).
Es así como la matriz teórica de la revolución, y que Collier muestra como parte de la
conciencia política de los “chilenos”, tiene como fundamento central que “el monarca poseía el
poder para preservar el bien público, y en primera instancia era el pueblo, la comunidad como
un todo quien confería el poder” (Collier 1977: 70) teoría que el autor considera fuertemente
influenciada por el liberalismo8.
De esta forma es como Simon Collier, muestra una independencia hecha por chilenos, en
un sentido patrio, influenciados por Norteamérica y justificados teóricamente por el derecho del
pueblo de ejercer el poder soberanamente, teoría que por lo demás era parte de la conciencia
política de los “chilenos”.
Algunas apreciaciones finales. No podemos negar que la caracterización hecha por los
autores acá tratados tiene un correlato efectivo en la realidad de la época, la elite dirigente tanto
política, como económica, efectivamente luchó en el plano de las ideas y tomó las armas en
función a sus intereses, ya sea en la mantención del sistema colonial o un cambio hacia el
republicanismo; lo que negamos, es el intento de adoptar una imagen de claridad política,
conciencia jurídica, respeto institucional o accionar patriótico al conjunto de la población,
etiquetando a todos como pueblo o chilenos, en el entendido que en ese entonces ser pueblo o ser
chileno era una concepción identitaria de unos pocos, vale decir, de la elite. Indudablemente la
coyuntura de 1810, los sucesos anteriores y posteriores afectaron a todos de alguna u otra forma,
pero los intereses, toma de posiciones, participación y acciones respecto de éstos, fueron
radicalmente diferentes en función de los sectores sociales existentes. La tensión en el interior de
la clase dominante del periodo, ha sido el elemento que los historiadores han utilizado para
explicar el conjunto de la situación, en palabras de Marcelo Segall: “Han presentado las

6
“El mayor aporte de los jesuitas a la causa de la independencia consistió, sin saberlo, en su exaltación del
sentimiento patriótico por medio de la actividad intelectual” (Collier 1977: 38)
7
“Especial atención se debe prestar (...) a las naves norteamericanas que tocaban puertos chilenos, pues de esas
naves se pudo impartir a veces la doctrina revolucionaria” (Collier 1977: 41)
8
“En consecuencia por una y otra vía la tesis básica tras la creación de la Junta de 1810 se ocupaba de la
soberanía de la comunidad y el retorno de la soberanía al pueblo como resultado de la muerte civil de Fernando
VII. Estaba obviamente implícita una forma tenue de contrato social del tipo gobierno- pueblo. Mirando las cosas
superficialmente, podría parecer que la armazón ideológica que utilizaron los chilenos en 1810 deriva de una
tradición esencialmente española (...) no obstante, aunque mucho del pensamiento de 1810 es populista en este
sentido, a mi me parece que su instigador más poderoso fue el liberalismo” (Collier 1977: 71-72)

8
diversas opiniones y tendencias políticas en la Independencia desde la perspectiva exclusiva de
los terratenientes y demás propietarios. Sólo han visto las corrientes políticas en lucha entre las
clases dominantes” (Segall: 176)
Esta imagen de un pueblo, sin importar si se es rico o pobre, patrón o peón, levantándose
contra la injusticia de un mal gobierno, y que tan burda y groseramente ha sido retratada en la
serie Héroes del canal Católico, a propósito de la pronta celebración del bicentenario, no es más
que el intento constante de la clase dominante de crear el espejismo de la cohesión social, tan
necesario en estos tiempos de precariedad e injusticia.

Bibliografía.

-Alemparte, Julio. El cabildo en Chile colonial, origen municipales de las repúblicas


hispanoamericanas. Santiago: Universidad de Chile, 1940.
-Barros Arana, Diego. Historia General de Chile. Tomo VIII. Santiago: Editorial Universitaria,
2002.
-Collier, Simon. Ideas y políticas de la independencia de Chile 1808-1810. Santiago: Editorial
Andrés Bello, 1977.
-Fontana, Josep. Historia: análisis del pasado y proyecto social. Barcelona: Editorial Crítica,
1999.
-Meza Villalobos, Nestor. La actividad política en el reino de Chile. Santiago: Editorial
Universitaria, 1958.
-Mulian, Luis. Independencia de Chile, balance historiográfico. Santiago: Factum, 1996.
-Segall, Marcelo. Las luchas de las clases en las primeras décadas de la República 1810-1846.
Anales de la Universidad de Chile, s/a.

9
DOCUMENTOS

Prólogo

En el marco de un ascendente movimiento obrero en Chile –el que venía ya


perfilándose como tal desde la segunda mitad del siglo XIX–, la huelga de Iquique, es una
muestra más del desarrollo y madurez de la conciencia de clase de los trabajadores, por tanto,
ésta no debe entenderse como un hecho aislado, sino, político del periodo.
El movimiento salitrero desarrollado en la pampa, comenzó el día 14 de diciembre de
1907 en las mismas oficinas; las demandas de los trabajadores, consistían principalmente en que
el salario que se les entregase en lo futuro fuese a través, de dinero y no de fichas, a fin de poder
utilizarlo libremente. Al no ser fructíferas las manifestaciones en las salitreras, los obreros
decidieron marchar hasta Iquique, ya que éste era centro administrativo, y cede del gobierno
regional. Claramente la intercesión de las autoridades públicas no fue la más favorable para los
trabajadores, ya que en todo momento sus demandas fueron obviadas, dando un notable favor a
los dueños capitalistas de las salitreras, cuyo interés común era reestablecer el orden público y el
funcionamiento normal de las oficinas como fuese.
De esta forma, los días en Iquique fueron volviéndose cada vez más densos, para
desembocar, por orden de las autoridades gubernamentales, mas exactamente del Ministro del
Interior, pedido expresamente por el presidente Pedro Montt, el día 21 de diciembre, en una de
las más feroces matanzas de la historia del movimiento obrero en Chile.
En conmemoración a los Cien Años de la Matanza de Santa Maria –no como mito sino
como un hecho claramente político– hemos querido presentar, a modo de fuente, dos noticias
contemporáneas del suceso publicadas en los periódicos: El Tacora, diario peruano editado en
Tacna; y, El Ferrocarril, circulante de Chile editado en Santiago, los días 24 y 25 de diciembre
de 1907 respectivamente. -Las fechas de las ediciones son posteriores al día 22 de diciembre,
porque la información entregada a través del telégrafo se encontraba censurada, por tanto, no era
posible dar cuenta de la noticia a tiempo.

Bárbara Acárraga∗


Estudiante de quinto año de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso.

10
DOCUMENTO N°1

Crónica
La huelga de Iquique∗

Desgraciadamente, los acontecimientos que hoy se desarrollan en el Puerto de Iquique
han tomado un sesgo sangriento, contra la previsión de todos, que creían que entre los huelguistas
reinaría la moderación para hacer valer sus pretensiones, en parte justas, y que los dueños de
oficinas, también se prestacen a satisfacer en parte esas solicitudes; pero no ha sido así, y, por una
y otra parte, no se ha querido transigir, dando por resultado el que se haya llegado á las vías de
hecho, lo que ha agravado de tal modo la situación, y lo que es peor aún, que haya corrido sangre
en abundancia, con su cortejo de luto y horrores, aterrorizando á los habitantes de un pueblo
laborioso y honrado.
El Gobierno, por su parte, ha dado los pasos necesarios para garantizar la vida y los
intereses de sus moradores, pero sus propósitos han fracasado ante las intransigencias de los unos
y de los otros.
Las noticias que se han recibido por particulares, porque el telegrafo no comunica nada
por existir rigurosa censura, son las que damos á continuación:
El sábado el señor Intendente ordenó á los huelguistas que se trasladasen al Hipódromo y
al fin de hacer cumplir esta orden se dispuso que las tropas formaran en la Plaza Prat.
Se hizo notificar a los huelguistas que desalojaran la Plaza Montt en el plazo de una hora,
vencido éste y no habiendo sido obedecida la orden, se les concedió cinco minutos más, pero
antes que se cumplieran, enfurecidos los huelguistas protestaron y concluyeron por arrojar un
cartucho de dinamita, que hizo explosión en medio de la tropa, matando á un oficial è hiriendo á
cuatro soldados.
Los jefes, en vista de este atentado dieron orden de hacer fuego lo que hicieron también
las ametralladoras que habían sido desembarcadas de a bordo.
El fuego contra los huelguistas duró un minuto, en cuyo intervalo murieron 85 de éstos y
resultaron heridos unos 300, más ó menos.
Los huelguistas, que resultaron rechazados, se sometieron á reconcentrarse en el
Hipódromo, donde pasaron la noche.
Ayer, una gran parte de los huelguistas, regresaron á la pampa salitrera á esperar allí el
resultado de su solicitud.
En varias oficinas han manifestado deseos de reanudar sus faenas, lo cual se cree que
sucederá dentro de dos ó tres días más.


El Tacora. Ano XXV, número 10417, martes 24 de diciembre de 1907. P. 2.

Se ha respetado la ortografía original.

11
DOCUMENTO N°2

La huelga de Iquique.
El Parte Oficial∗

Por la informaciones recibidas ayer en Santiago se sabe ahora, de una manera
positivamente cierta; del completo restablecimiento del orden público en Iquique, Antofagasta y
demas pueblos de la zona salitrera.
Como confirmación de lo dicho damos a continuacion el informe oficial enviado por el
intendente de Antofagasta al señor Ministro del Interior:
"Adelantándome al informe que pasaré al Gobierno, y que atenciones inmediatas me
impiden enviarlo pronto, transcribo a US. el parte que me ha pasado el general señor Silva
Renard, sobre los sucesos a que él se refiere:
"Comandancia de Armas de Tarapacá. –Número 161. - - - Iquique, 22 de Diciembre de
1907. - - - Señor Intendente de la provincia. - - - Presente.
Ayer, inmediatamente que recibí en la Plaza Arturo Prat, a la 1ª P. M. y en circunstancias
de revistar las tropas de la guarnición y de la Marina, la orden de reconcentrar en el Club Hípico
a los huelguistas, haciendo que evacuasen la Plaza Manuel Montt y la Escuela Santa María,
donde se sabía estaba una gran masa de huelguistas constituida en asamblea permanente,
presidida por los directores del movimiento, dirijí la infantería hacia dicha plaza y calles
adyacentes, de manera de poder cumplir la disposición de US. en las mejores condiciones
respecto de la dispersion de los huelguistas, encauzando la turba por la calle Barros Arana hácia
el Club Hípico.
Cumplido el movimiento por la infantería del Ejército y de la Marina, me dirijí a la plaza
Manuel Montt con cien granaderos, acompañado del coronel Ledesma y de mis ayudantes, y al
llegar a dicho sitio, veo que la Escuela de Santa María, que ocupa toda la manzana sur de la
plaza, estaba repleta de huelguistas presididos por el titulado consejo directivo de la huelga,
instalado en la azotea con frente a la plaza y en medio de banderas de diversos gremios y
naciones.
Desde adentro y hácia el centro de la plaza rebosaba una turba de huelguistas que no
cabían en el interior de la escuela y que en apretada masa cubrian la entrada y el frente.
Calculé que en el interior de la escuela habrian cinco mil individuos y afuera dos mil, que
constituían ciertamente la parte más decidida y exaltada de los aglomerados.
Y allí oían discursos y arengas de sus oradores que se sucedían sin cesar en medio de
toques de cornetas, vivas y gritos de la multitud.
Como usted comprenderá, los oradores no hacian otra cosa que repetir aquellas frases
comunes de guerra al capital y órden social existente. Observaba bien la situacion y tomando las
medidas necesarias para circunscribir en el menor radio posible la accion de la fuerza pública,
comisioné al coronel Ledesma para acercarce al comité que presidia el movimiento y
comunicarle de orden de V.S. evacuar la escuela y la plaza y se dirijiera al Club Hípico con la
jente.


El Ferrocarril. Año LIII, número 16511, miércoles 25 de diciembre. P. 2.

Se ha respetado la ortografía original.

12
A los cinco minutos volvió el coronel diciéndome que el comité se negaba a cumplir dicha
órden y que habian sido infructuosas sus palabras, primero pacíficas y conciliadoras, y despues
enérjicas y severas para obtener el acatamiento a la órden.
En vista de esto tomé nuevas disposiciones y traté de imponer a los huelguistas el respecto
y sumision. Hice avanzar dos ametralladoras del crucero "Esmeralda" y las coloqué frente a la
escuela con punteria fija a la azotea, en donde estaba reunido el comité directivo huelguista.
Coloqué un piquete del rejimiento O`Higgins a la izquierda de las ametralladoras para hacer
fuego oblicuo a la azotea por encima de la muchedumbre aglomerada al lado afuera. En estos
instantes se me agregaron los capitanes de navío señores Arturo Wilson y Miguel Aguirre, que
espontáneamente se ofrecieron para ayudarme en mi delicada y grave mision. Cada uno
conferenció con los huelguistas sin obtener mejor éxito.
Hice agotar hasta los últimos recursos pacíficos. Pasando por entre la turba, llegué a la
puerta de la escuela, llamé al comité. Este respondió desde la azotea y rodeado de banderas se
presentó en el patio esterior ante una apiñada muchedumbre. El comité estaba compuesto por los
individuos Olea, Brigga, Aguirre y demas cuyos nombres no recuerdo, pero son conocidos de
V.S. Ahí les comuniqué la órden de V.S. les rogué, mejor dicho, les supliqué con toda clase de
razones, evítase al Ejército y a la Marina el uso de las armas para hacerla cumplir.
Todo fué inútil, y durante media hora les hablé en todos los tonos sin obtener otra cosa
que declaraciones que por injusticias eran víctimas como trabajadores y siempre defraudados en
las oficinas por patrones y capitalistas.
Viendo eran inútiles todos mis esfuerzos pacíficos y persuasivos, me retiré haciéndoles
saber que iba a emplear la fuerza.
Reuní a los jefes que me acompañaban y estudié con ellos la posibilidad de obtener la
sumision con las armas blancas, introduciendo a la infantería con bayoneta armada, que con
ataque vigoroso hacia el interior aprehendiese a todo el comité, y haciendo cargar a la caballería
sobre la turba aglomerada en el esterior, se constató que estas operaciones no darían resultado por
lo apretada y compacta que se mantenía la muchedumbre esterior, para cargarla con éxito, y se
vio por el contrario que un ataque con arma blanca o caballería podía dejar a la infantería y
jinetes el peligro de ser tomados por los huelguistas, complicándose la situacion para las
operaciones siguientes. Se vió por tanto que no habia más recurso que el empleo de las armas de
fuego para obtener resultado eficaz y ordenado. El capitan de navío don Miguel Aguirre volvió a
dirijirse a los huelguistas y lo mismo hizo el comandante Almarza, haciéndoles saber que se iba a
hacer fuego y que la jente pacífica debia retirarse hacia la calle Barros Arana, y yo volví
nuevamente a decírselo, logrando que unos doscientos se separasen y colocasen en la calle
indicada, no sin ser insultados por la muchedumbre rebelde, que momento a momento se iba
exaltando mas con la inaccion de la tropa.
Durante hora y media, ocupada en parlamentar con los huelguistas, y convencido de que
no era posible esperar mas tiempo sin comprometer el respeto y prestijio de las autoridades y de
la fuerza pública, penetrado tambien de la necesidad dé dominar la rebelion antes que terminase
el día, ordené a las 3:34 P. M. una descarga por un piquete del Rejimiento O`Higgins hacia la
azotea ya mencionada y por un piquete de marinería, situado en la calle Latorre hacia la puerta de
la Escuela, donde estaban los huelguistas mas rebeldes y exaltados.
A esta descarga se respondió con tiros de revólver y aun de rifles, que hirieron a tres
soldados y dos marineros, matando dos caballos de los granaderos. Entónces ordené dos
descargas mas y fuego a las ametralladoras con puntería fija hácia la azotea, donde vociferaba el
comité entre banderas y toques de corneta. Hechas las descargas, y a este fuego de
ametralladoras, que no duraría sino treínta segundos, la muchedumbre se rindió.

13
Hice evacuar la escuela, y todos los huelguistas, en número de seis a siete mil, rodeados
por las tropas, fueron conducidos por la calle Barros Arana al Club Hípico.
En la mañana siguiente fué disuelta esta masa, enviando a la pampa salitrera, por trenes
que V.S. puso a mi disposición, de cinco a seis mil. El resto, compuesto en su mayor parte de
jente de Iquique, fue entregado a la policía para su identificacion; incluso doscientos individuos
que manifestaron deseos de irse al sur.
Esta es la relacion exacta de los luctuosos sucesos ocurridos ayer, en los cuales han
perdido sus vidas y salido heridos cerca de ciento cuarenta ciudadanos.
El infrascrito lamenta este doloroso resultado, del cual son responsables únicamente los
ajitadores, que, ambiciosos de popularidad y dominio, arrastran al pueblo a situaciones violentas,
contrarias al órden social y que, por la majestad de la lei y la fuerza pública, debe amparar, por
severa que sea su mision.
Dios guarde a V. S. –(firmado).– R. Silva Renard."
Lo que tengo el honor de comunicar a V. S. –Dios guarde a V. S.– (firmado).
- - -Carlos Eastman. - - - Al señor Ministro del Interior.
———————
El Gobierno estima que con la distribucion de fuerza hecha en la zona salitrera, puede
considerarse asegurada la tranquilidad pública en esa regjion del país.

14
Reflexiones en torno al texto “Con las riendas del poder: la
derecha chilena en el siglo XX”, de Sofía Correa Sutil.
Eduardo González Navarro∗.

Desde que se produjese el Golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, intelectuales de


las más variadas procedencias historiográficas se han volcado al estudio de ‘la derecha chilena’.
Sus partidos políticos, doctrinas y organizaciones son sometidos a examen.
Sea cual sea el objeto de estudio, lo cierto es que cuando se analiza a ‘la derecha’ el
grueso de las investigaciones no hace una precisión sobre qué debemos entender por derecha
chilena. ¿Qué es la derecha? ¿A quién representa? ¿Cuál es su relación con la democracia? Entre
otras, son preguntas que por lo general los estudios no abordan. Así por ejemplo, se conceptualiza
livianamente al Frente Nacionalista Patria y Libertad (FNPL); al Grupo Tacna; al Gremialismo de
la década de los 60’…-por nombrar a las organizaciones más conocidas- como agrupaciones
‘derechistas’. No obstante, es sabido que dichas colectividades combatieron con ahínco al
régimen demoliberal dentro del cual se desenvolvían los partidos históricos de ‘la derecha’, esto
es, el Liberal y el Conservador. Más aún, Tacna y el FNPL rechazaron categóricamente ser
asociados a ‘la derecha’.
Si se tiene en cuenta lo anterior, se comprenderá de inmediato la importancia del texto
“Con las Riendas del Poder” de la historiadora Sofía Correa: ésta rompe con el ausentismo
reflexivo sobre el concepto de derecha en Chile. En este sentido, sin duda, este estudio es un
aporte significativo a la historiografía nacional.
La calidad historiográfica del texto que comentamos es del todo evidente en los capítulos
dedicados a examinar las estrategias que despliega la derecha frente a la pérdida del control
estatal, y, en el referido al de la elaboración del proyecto de modernización capitalista que se
explica, precisamente –a juicio de la autora- porque las estrategias de cooptación y negociación
ya no le aseguraban nada a la derecha. Este sólo tramo absorbe el 50 % de la obra.
Existe aún otro valor innegable en este libro: el discurso histórico es construido con
claridad metodológica y artística notable. Éstos no se oponen al rigor científico, sino por el
contrario, sirven para resplandecer, aún más, aquello que la autora intenta dar cuenta.

1.- El concepto de derecha en el texto ‘Con las riendas del poder’.

Para Sofía Correa, la “elite” que se organiza como “derecha” hacia 1930, estaría compuesta por
terratenientes y empresarios. En general, por una clase dirigente de familias entrelazadas por
parentesco e intereses. Esta elite se define por su cohesión. Es decir, por no presentar fisuras pues
en ella se integran “todas las áreas de la economía controlando propiedad y gestión” (Correa
2005: 30). Para Sofía Correa, por tanto, la derecha estaría conformada por las clases dominantes.
Siguiendo a Edward Gibson, nuestra autora afirma que la derecha para tener presencia
política, “no puede limitarse a la identificación con las elites tradicionales”, por lo cual “tiene
necesariamente que generar lealtades en un amplio espectro social” (Correa 2005: 26). Con este
fin la elite chilena se constituyó en derecha política.
Las principales vertientes de derecha que confluyen hacia mismos fines son: los gremios,
que representan a empresarios y agricultores; El Mercurio como voz independiente; y, los

Estudiante tesista de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales Universidad de Valparaíso.

15
Partidos Liberal y Conservador. Estos últimos, según la citada autora, defendieron los mismos
intereses económicos siendo su línea divisoria las cuestiones de orden clerical (Correa 2005: 41-
45). En otras palabras, el único punto de diferenciación ‘importante’ al interior de la derecha se
verificaría –a juicio de Correa- al interior de sus partidos, no por expresar intereses contrapuestos
sino por factores religiosos.
Del planteamiento arriba descrito nos es relevante subrayar una tesis de fondo que, por
cierto, es defendida por Sofía Correa en su libro. Según ella, la derecha por lo general, es una
fuerza democrática constitucionalista que se ha insertado y beneficiado del régimen demoliberal.
Así lo confirma el hecho que los métodos usados por sus partidos para defender sus intereses no
fuesen golpistas. A través de su alta representación parlamentaria, sostiene Correa, la derecha
despliega estrategias de cooptación que neutralizan cualquier reforma que afecte su condición de
elite dominante (Correa 2005: 96 y 101)

2. Comentarios críticos al texto “Con las riendas del Poder”.

De lo expuesto podemos constatar al menos dos cuestiones. La primera, que no existe


bajo este concepto de derecha elemento alguno que permita suponer una diferenciación de
carácter más o menos importante al interior de ésta.
La segunda, es que si bien dicha historiadora considera el impacto del nacionalismo en la
derecha hacia la década de los 60´ -en particular en el Partido Nacional (PN)- su estudio queda
relegado a un segundo plano. Por lo cual cabe preguntarse: ¿Dónde situamos a las agrupaciones
conservadoras antiliberales, en su versión tradicionalista o nacionalista, como el FNPL, el Grupo
Tacna y el Gremialismo? ¿Por qué Sofía Correa sólo barniza el estudio de éste último y omite el
del FNPL como organizaciones derechistas que se oponen a las luchas de las clases populares
por mejorar sus condiciones de vida? ¿Es qué acaso éstos no pertenecen a la derecha? ¿Por qué y
con qué fin, “Con las riendas del poder”, omite el estudio de la derecha durante el gobierno del
Presidente Salvador Allende? ¡El ‘análisis’ del PN durante la Unidad Popular se remite a una
página! (Correa 2005: 268)9 ¿Por qué el estudio de la derecha entre 1964 y 1973 –momento en el
cual se verificaron serios intentos por impulsar transformaciones estructurales en el país que
erosionan la hegemonía de las clases dominantes- se reduce a un poco más de 12 páginas de un
total de 287 que tiene el libro, esto es, su 4%? ¿Será porque en esta coyuntura se revela la ‘otra
cara de la derecha’?
La propuesta conceptual sobre qué debemos entender por derecha sostenida por Sofía
Correa está lejos de ser compartida por nuestra parte. Como lo revela una lectura atenta, el
estudio de dicha historiadora deja muy bien parada a la derecha, en particular a su ala republicana
liberal, con la cual Correa Sutil pareciera sentirse identificada.
Creemos que si bien las clases dominantes controladoras de la estructura económica
forman parte de la derecha, esto no permite concluir necesariamente –como lo hace Sofía Correa-
que éstas sean en ‘sí’ ‘la derecha’, ello en razón de la variedad de segmentos sociales asociadas a
ella, los que –pecando de generalización- van desde sectores agrarios tradicionales, burguesía
financiera e industrial, hasta pequeña burguesía conservadora.

9
No debe olvidarse que el PN tuvo una práctica política claramente rupturista durante el gobierno de la UP.
(Corvalán Marquéz: 2004)

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En tal sentido, como ha sostenido Sandra Mcgee (Mcgee 2005: 21), la derecha no sólo
representa a los intereses de las clases acomodadas que suelen defender los principios de una
economía liberal. Éste puede ser el caso de ‘algunos miembros’ de ‘la derecha’, pero hay otros,
los que dada su aversión al “capitalismo internacional” difieren y a veces parecen “progresistas”
en lo que toca a los temas económicos.
El admitir que la derecha sólo corresponde a las clases dominantes y que sus expresiones
partidarias fueron el Partido Liberal y Conservador omite, según nuestra perspectiva, importantes
diferencias socioculturales-ideológicas y políticas presentes al interior de aquella. Diferencias que
lejos de confinarse al plano de las ideas tuvieron su traducción al terreno práctico, sobre todo a la
hora de enfrentar los procesos tendientes a una mayor igualdad social impulsados bajo el
gobierno reformista de Eduardo Frei Montalva y el Revolucionario de Salvador Allende.
La opción analítica asumida por Correa Sutil, en efecto, queda corta para incorporar
dentro de un mismo concepto a colectividades asociadas innegablemente a la derecha, tales
como: el FNPL, el Grupo Tacna; Fiducia y el Gremialismo, entre otras. Todos antiliberales. Es
decir, críticos de la derecha histórica.
Dichas colectividades, que conforman lo que por nuestra parte hemos conceptualizado
como Derecha Pequeña Burguesa Conservadora10, en términos societales no encarnan a la elite
tradicional, asociándose más bien a capas medias, ex militares y universitarios altamente
ideologisados. Se ligan a ‘la derecha’ por una parte, en la medida que son tributarios del
pensamiento de ideólogos conservadores antiliberales de la extrema derecha europea11 y porque
convergen en la práctica con las restantes vertientes derechistas en su lucha esquizofrénica en
contra del marxismo y en la defensa de valores como: orden, jerarquía y tradición.
Fue precisamente esta vertiente de la derecha la que asumió –junto al PN- un rol
protagónico en la oposición al gobierno de la DC y más tarde al de la UP. En tal tarea, no
invocaron ciertamente medios democráticos12 sino, todo lo contrario, desataron estrategias extra-
constitucionales.
Pues bien, esta ‘cara de la derecha’, no menos importante si se considera que en última
instancia fue ella la que salvaguardó la existencia misma de esta fuerza política, es la que Correa
Sutil reduce a una análisis de poco más de 12 páginas en su libro. En el momento que ‘la
derecha’ ve amenazada su hegemonía como clase dominante y asume una práctica combativa,
agresiva, anti-democrática y golpista, “Con las riendas del poder” baja ‘la intensidad del análisis
de la derecha’, dejando estas temáticas en un plano subalterno y, en algunos casos, lisa y
llanamente los pone bajo la alfombra.
Con todo, cabe precisar que la omisión de estas agrupaciones es del todo coherente con el
marco teórico propuesto por Sofía Correa. Éstas no se ligan a la elite tradicional y no se
enmarcan dentro del régimen demoliberal. Más aún, ellas no se identificaron con una economía
de libre mercado13. Eh ahí el talón de Aquiles del estudio de Sofía Correa. Este es un buen
estudio sobre la expresión republicana liberal de la derecha, pero no de ‘la derecha en sí’. Es un
estudio de minorías que excluye a otras expresiones de esta fuerza política que han jugado un rol
determinante en la historia de Chile contemporáneo. Es una investigación que se esfuerza en
reposicionar a la derecha histórica como una fuerza democrática por el sólo hecho de participar
en el régimen institucional aún cuando la proscripción del partido Comunista el año 1948 denote
los verdaderos limites de la democracia asumida por ella. Y, aún cuando, en los medios de

10
Este concepto lo acuño en mi tesis de grado, actualmente en proceso de evaluación.
11
Esta derecha hace suyo el pensamiento de Vázquez de Mella, Spengler, De Maistre, Bonal, Barruel, etc.
12
Este tema es argumentado en el capitulo VII de nuestra tesis.
13
Aunque el gremialismo más tarde se enamore de éste.

17
producción la derecha histórica sea eminentemente represiva y a través del cohecho obtenga su
presentación parlamentaria.

Consideraciones finales.

Para efectos de avanzar hacia una transformación radical del actual sistema de
dominación se hace necesario distinguir las distintas expresiones que ha tenido y tiene ‘la
derecha’. Todo en aras de desplegar estrategias de contención a fines a cada una de ellas. La
experiencia de la UP así lo confirma. Las derechas se extendieron cual abanico para derrocar al
gobierno constitucional.
Quizás en esta perspectiva se sitúe el aporte más significativo del texto de Sofía Correa
para aquellos que nos esforzamos por empujar hacia la transformación arriba señalada. Provoca
lo que toda obra histórica debe provocar: reflexión y crítica. No sólo académica, sino también
política.

Bibliografía

-Correa Sutil, Sofía. Con las riendas del poder. La derecha chilena en el siglo XX. Santiago:
Editorial Sudamericana, 2005.
-Corvalán Márquez, Luis. Los partidos Políticos y el Golpe del 11 de septiembre. Santiago:
Editorial Universidad Bolivariana, 2000.
-Mcgee Deutsch, Sandra. Las Derechas: la extrema derecha en la Argentina, el Brasil y Chile.
1890-1939. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2005.

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DOCUMENTO Nº 3:
SANTA MARIA DE IQUIQUE:
CORRESPONDENCIA ESTATAL

Prólogo

Al conmemorar en estos días los cien años de la matanza de Santa María, cuando las
tropas regulares del ejército chileno, al mando del general Roberto Silva Renard enviado por el
Ministro del Interior Sotomayor, mano diestra del presidente Pedro Montt, ametrallaron a
decenas de miles de obreros desarmados, por el hecho básico, de haber paralizado las actividades
de producción y bajar a la ciudad, en demanda de mejoras de su calidad de vida, desafiando ante
todo, el orden, la propiedad y la seguridad interna del país, en momento en que las empresas
mayoritariamente en poder del capital externo, exportaban en grandes cantidades las riquezas
producidas por mujeres, niños y obreros no tan sólo chilenos, sino que también peruanos y
bolivianos, todos sometidos a brutales condiciones de explotación y expropiación de su trabajo.
La explotación llevada a cabo en concomitancia con la clase política oligarca, fueron
motivos necesarios para el comienzo de la huelga que presenta un altísimo consenso social y
político del pampino, con respecto a la injusticia cometida, y que llevaron a que el 21 de
diciembre de 1907 se produjera uno de lo hechos más dolorosos de nuestra historia nacional.
La importancia de los documentos que a continuación publicamos, radican en que
permiten un acercamiento de la visión que tenía el gobierno de Pedro Montt sobre el desarrollo
de la huelga, a través de la correspondencia que le envía el intendente de Tarapacá al ministro del
interior sobre esa gente que baja de la pampa atacando la seguridad pública. En líneas
generales, el gobierno toma una posición favorable hacia los centros dinámicos del capitalismo, y
a la vez, contraria hacia las necesidades del movimiento obrero, ya que su verdadera
preocupación, era mantener un orden soportable que permitiera, un aumento en la
comercialización del salitre, en desmedro de los derechos del trabajador.
Por lo expuesto, nos parece de gran relevancia recordar hoy este episodio, no sólo en
respeto de los caídos, sino que esta conmemoración, constituye una oportunidad para reflexionar
sobre nuestro presente, sobre las actuales condiciones de opresión y explotación que esta
viviendo el trabajador en la actualidad, y que nos permitan poner en el tapete la necesidad de un
proyecto alternativo al neoliberal; y que a su vez el recuerdo “no permita” que vuelvan a
escribirse las misma páginas trágicas que escribió la historia de Iquique; que el “nunca más” sea
un reproche para el accionar de las autoridades y no para la formación de un proyecto político
como el del movimiento obrero de Santa María.
Los partes oficiales a continuación publicados, pertenecen a un libro editado por la Ilustre
Municipalidad de Iquique, en conmemoración a los 99 años de la matanza de la Escuela Santa
María de Iquique.

Roberto Reyes∗


Estudiante de tercer año de Pedagogía en historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso.

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