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Cómo Oraban

Capítulo 1
EL PUNTO DE LA AVANZADILLA

“...tú, brazo de ellos en la mañana, sé también nuestra salvación en tiempo de la


tribulación.” Isaías 33:2

“Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; Hazme saber el


camino por donde ande, porque a ti he elevado me alma.” SA 143:8

Los santos combatientes de todos los tiempos están de acuerdo que la manera más confiable
para asegurar un día de conquista y victoria es madrugar, muy de temprano. Las primeras
horas de la madrugada son el punto inicial para la avanzadilla o vanguardia, para iniciar el
día con templanza, obteniéndola al negarse a sí mismo para Dios, dando al alma una ventaja
sobre el enemigo; No pudiéndose obtener de otra manera.
El señor Floyd Banker, misionero en Gujerat (un estado de la India), experimentó el
avivamiento en su campo de labor. Descubrió que las presiones sobre un misionero son
muchas y hay una tendencia a ser negligente en lo tocante al matutino velar. El señor Banker
nos comparte el secreto para vencer que aprendieron él y su esposa, en lugar de tener tantos
fracasos, como antes.
“Alguien podría preguntar, ¿Qué pasó cuando se durmieran hasta tarde o que el
despertador no funcionara? ¿Hay excusas, a veces, por no orar temprano?’ Quiero
compartirles un remedio secreto, que se ha vuelto una regla muy sencilla en nuestras vidas;
se dice en cuatro palabritas: No-oración, no-desayuno.”
“Llegamos a esta regla tempranamente en la vida de oración, como consecuencia de una
experiencia muy extraña. Sucedió una mañana cuando el despertador falló y nos dormimos
hasta tarde. Pasamos a desayunar, pensando que más tarde encontraríamos tiempo para orar
privadamente, pero los afanes y cargas del trabajo urgían, y el orar se olvidó. El siguiente
día madrugamos, y fuimos a nuestros lugares para la hora de oración, y, nos aconteció lo
mismo a ambos. Al llegar a nuestros lugares de oración, fue como si Cristo ya estaba allí
para darnos la bienvenida, pero con cara triste mientras nos decía: —Te esperé durante 24
horas.”
“Cómo un electrochoque del cielo, esta nueva verdad impresionó nuestras mentes:
Habíamos robado de Él el compañerismo que Le encantaba tanto. No sólo nos aprovechaba
orar en privado, sino Él también recibió provecho y gran placer. ¿Ya no te es extraña nuestra
regla, “no-oración, no-desayuno?” -usado con permiso, publicado como en Wesleyan
Methodist.
En un nuevo libro, Peace Like A River (Paz como un Río), Sallie Chesham narra la historia
de una lucha que Samuel Brengle tenía al querer establecer el hábito de madrugar para orar
y sobre la gran importancia que él puso en este sagrado tiempo para iniciar un nuevo día. “En
cierta ocasión, Brengle fue preguntado: —¿Cuáles son tus tentaciones más temerosas las más
sutiles, las más violentas?” “Dio la respuesta: —Es tentación empezar mi día sin antes
invertir tiempo a solas con Dios, en oración y la lectura de su Palabra.”
“Sin embargo, antes de responder, les sostenía a sus interrogadores en suspenso por decir
primero: —Por treinta años tenía yo sólo una tentación que me preocupaba
grandemente. Pero por treinta años, por la gracia de Dios, la he vencido. Y, por esto, ninguna
otra ha podido penetrar mi armadura. Con todo, antes de treinta años atrás, a menudo me
venció esta tentación. Y, cada vez que me vencía ella, al momento estaba indefenso a otras
diez mil.”

¡Un tiempo de peligro es la mañana!


No hay nada que temer por la noche;
Con calma se cierran los ojos,
Cansados de la luz urgente;
El cuerpo se sana al dormir,
Cesan la labor y trabajo,
El alma está segura en el cuidado de Dios,
El corazón está en paz perfecta.

Pero, ¿Quién puede predecir


Cuán feroces las pruebas serán?
¿Cuáles sendas difíciles habrá?
¿Cuáles penas me compasarán?
Brilla el sol para todo el mundo;
Pero no veo lo que pasará,
Cuáles peligros o penas extrañas
En el futuro me rodearán.

Oh, háblame en las mañanas,


¡Señor, en cada uno de mis días!
Tú eres mi gran Director
Mientras paso las sendas escondidas;
Si escucho tu voz en la mañana,
Abro el día con canción,
A vencerlo voy,
Tu presencia me fortalece.

-Marianne Farningham

“Guarden todos, la velada matinal.” instruyó J.R. Mott, un viajero de todas las partes del
mundo. “¿Qué expresa esta costumbre? Quiere decir, comenzar cada día en aislamiento con
Dios, leyendo las Escrituras meditativamente, orando, y estando en silencio ante de
Dios. Fíjate, quiero decir, comenzar cada día de esta manera, no un día sí y otro no, ni
solamente cuando te convenga hacerlo. Hemos encontrado que los días que fueron los más
difíciles para comenzar esta práctica, fueron los mismos días que más necesitaba de esa ayuda
especial, que proviene de tal práctica.”
“A la luz de la experiencia y observación, se puede decir con convicción, que no hay
hábito más potente para conservar una fe real, para mantener y aumentar el nivel de energía
espiritual, para prepararse para identificar y actuar ante los peligros y todas las oportunidades
que él nos da; cuando comenzamos cada día velando ante Dios.”
Muchos de nosotros tenemos una deuda de gratitud por la ayuda que hemos recibido de
los escritos de Osvaldo Chambers. De la reseña hecha por la sobrina del Sr. Chambers, saque
una lección. Dijo la sobrina:
“‘Él tuvo por costumbre madrugar, levantándose muy, pero muy temprano.’ A veces,
cuando ella bajaba a gatas las escaleras, a las 6 de la mañana, lo encontró en la cocina,
envuelto en su manto (la tetera siempre la tenía cerca) leyendo o escribiendo- a veces
arrodillado. Sin mostrar cualquier desagrado al ver a su pequeña- y muy habladora- sobrina,
siempre le mostró una sonrisa. La ponía en un rincón con un libro, donde se quedaba sentada,
feliz y contenta, sólo por estar con él.”
Osvaldo Smith da la siguiente observación: “Durante más de cuarenta años, he cuidado el
velar matutino de tres maneras: Empiezo leyendo la Palabra de Dios, acordándome de las
palabras “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por
ella crezcáis para salvación,” (1 Pedro 2:2) Segundo, en obediencia al Salmo 5:3, “Oh
Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré”, yo
oro. Tercero, tocante a la somnolencia: antes yo siempre estaba con somnolencia cuando
quería orar. La causa era porque tenía la costumbre de arrodillarme, cerrando los ojos y
bajando la cabeza a mis brazos. Desde hace años que tomé la costumbre de orar
andando. Andando de aquí para allá, nunca me da somnolencia. Puedo estar alerto.”
“Descubrí que, al arrodillarme y orar en voz baja, diez minutos me parecían mucho
tiempo, pero al orar en voz alta y caminar, el tiempo pasaba rápidamente. Al acostumbrarme
a este método, he podido orar durante horas seguidas y he encontrado el velar matutino ser
como mi fortaleza y sustento. Los problemas se resuelven antes de que los encuentres. Dios
oye y responde. En lugar de permitir que las circunstancias me venzan o me manden al
sanatorio por crisis nerviosa, puedo ganarlas. No conozco una emoción más agradable que
la emoción conmovedora del velar matutino.”
Hay algo inexplicable tocante a la fuerza que se vierte en un hombre o una mujer que
conserva el velar matutino, no solamente apartando apuradamente unos veinte minutos, sino
gozando de quietas horas calmamente, mientras el día está sin mancha, fresco y quieto. Juan
Wesley se levantó a las cuatro de la mañana y predicó dos veces al día durante cincuenta
años.
Cristo nos dio un ejemplo cuando “levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro,”
estaba con Su Padre esforzándose para el día. Fue el único tiempo para estar a solas con Su
Padre, porque al salir el sol la muchedumbre lo apretaba durante todo el día y sus discípulos
querían de Su compañerismo.

A las praderas del monte


Antes que luciera la luz del sol,
El Varón de dolores lloró y gimió
Y se levantó fortalecido de poder:
Oh, escúchanos, entonces, porque somos
Muy débiles y frágiles;
El nombre del Señor es nuestro ruego,
Y seguro va a prevalecer.

-Carlos Spurgeon

E.M. Bounds, cuyos libros sobre la oración han traído gran bendición y siguen
imprimiéndose, enseñó unas apreciadas lecciones a muchos otros ministros en cuanto al
madrugarse. Uno de estos ministros, el Rev. Hodge, quien estimó grandemente al Sr.
Bounds, nos comparte unas de estas lecciones, las cuales se nos aplican particularmente, a
causa del tiempo complaciente en que vivimos.
“Al comienzo, el hombre físico se rebela en contra de ella (la oración matutina); el cuerpo,
consentido y cuidado por años, rehúsa responder a las demandas del alma; el diablo no lo
permite. Los hombres no la toleran. Todas las cosas en la tierra y el infierno protestan contra
el alma. Noventa ministros de cada cien te dirán que es tiranía impuesta sobre ti mismo. ¡Oh,
hombre de Dios, no les hagas caso! La autocomplacencia es la ley de la muerte, la
abnegación es la ley de la vida. La familia murmurará en contra de tres o cuatro horas de
oración matinales. Las potestades de la oscuridad están opuestas a ti. Pero no te
desanimes. ¡Dios está cerca!”
“Si falla (la oración) por una mañana nomás, tu familia lo reconocerá y lo anunciará a los
vecinos. Quizá el hombre mismo que tratabas de animar a levantarse temprano, te llamará
en esta misma mañana que no te levantaste a las cuatro de la mañana. Y te encontrará todavía
dormido a las seis; te llamará hipócrita. Sigue paciente. Dios es bondoso y conoce tus buenas
intenciones. El perdona cuando los demás condenan.”
“¡Mi alma por tu alma! Si confías en Dios y lo haces (orar temprano), tendrás un deleite
inmenso. El gozo de estar con Dios durante horas seguidas, antes de que se despierte el
mundo, te recompensará en todas tus pruebas y penas, y la gloria traída a Su nombre no se
puede comprender.”
“Yo no creo en el seguir ciegamente a los otros hombres. El cuerpo humano necesita unas
ciertas horas para descansar cada noche (para mantener la salud), y al probar a mi cuerpo,
encontré que necesito siete horas, nada menos. Si no puedo dormir esa cantidad en la noche,
duermo el resto durante el día. Juan Wesley dijo que su cuerpo necesitaba seis horas y media
diariamente. Dormía seis por la noche y treinta minutos después de almorzar. Pero miremos
a Cristo como ejemplo en la oración y no a los hombres en el asunto.”
Si te has formado la regular costumbre de la real oración matutina y la retienes, has
cumplido el aspecto casi más notable que un hombre o una mujer es capaz de hacer. No
solamente glorificas a Dios y animas a otros, sino que también tienes un buen comienzo para
la eternidad. Muy seguramente te establecerás en Dios, pero faltar a esta práctica, y seguir
faltando, es igual que faltar por completo hasta el fin. No se piense que el que ora poco ha
ganado mucho. Cuídate de las charlitas con Jesús si realmente conoces al Señor. Orar poco
es a veces peor que no orar; es un apaciguamiento a tu conciencia y un insulto a Dios, Quien
te dio la existencia, la fuerza y el tiempo. ¿Para qué te los dio?
-C.T. Pike

¿Has encontrado a tu Señor esta mañana,


Antes de ver otra cara humana?
¿Has mirado su belleza,
Por su gracia sobreabundante?

¿Te inclinaste en oración ante Él


Antes de irte en tu camino?
¿Has pedido poder llevar
Todas las cargas del día?

¿Has visto su voluntad al leer


Algo de Su Santa Palabra, y tomaste
De Sus promesas una porción,
Bendita con Su amor, por Su nombre?

Oh, tan débiles e indignos somos,


Y nuestros espíritus tiemblan adentro
Si no buscamos a nuestro Maestro
Antes de empezar la senda.

¡Cómo espera por derramar Su bendición


Sobre nuestras vidas al otro día!
Cristianos, nunca empiecen sin Él;
Debes hablarle y luego, obedecer.
Capítulo 2
GÁNESE LA MADRUGADA

Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; Me levantaré de mañana. Te alabaré


entre los pueblos, oh Señor; Cantaré de ti entre las naciones. (Sal. 57:8,9)

Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan. (Pr. 8:17)

Por leer intensamente las biografías de hombres de oración, mientras se escribía el libro Royal
Counsel (Consejo Real), mi esposo y yo fuimos convencidos, por completo, que los que por
largo tiempo oraban y meditaban en la Palabra se dotaron con poder más que sus
contemporáneos que no lo hicieron. De ahí en adelante, la Biblia se nos puso como una
prioridad, como nunca antes lo había sido. Antes, invertíamos mucho tiempo en ella; pero,
ahora nos hemos convertido en amantes de la Palabra. Esto pasó al ser convencidos de que
hay una fuerza sobrenatural, tanto por lo físico como a lo espiritual, que sale al leer lenta y
atentamente la Palabra, en lugar de pasar de prisa nuestra porción del día.
Los que en su llamado lograron mucho de Dios en sus vidas personales, fueron los que
madrugaron, preparando sus corazones para los sucesos del día. Animemos a los que han
perdido la batalla contra el velar matutino. Lo has intentado, pero has quedado
vencido. Fijémonos en los ejemplos de los que han cumplido con sus citas y notemos su
capacidad de perseverar y ganar.
Al estudiarlos, una ley se destaca y es ésta: las personas que invierten mucho tiempo en
las mañanas, orando y estudiando la Biblia, siempre son potentes en sus oraciones y exitosas
en sus labores. Estos éxitos no siempre se manifiestan materialmente en estos hombres, pero
podemos estar seguros que recibirán su recompensa en la eternidad.
La persistente costumbre de Guillermo Carey era empezar cada mañana leyendo un
capítulo de la Biblia, primero en inglés y luego en cada uno de los seis idiomas que
sabía. Aunque fue un hombre común, Guillermo Carey consiguió mucho para la India al
haber traducido la Biblia a varias lenguas y dialectos. Las horas de la madrugada fueron
siempre, sin duda, uno de los secretos para sus gigantescas contribuciones al bienestar
espiritual de la población india. Porque, el que le da una Biblia a un pueblo, le regala una
herencia de bendición a esa nación.
Ebenezer Erskine, famoso en la historia de la Sucesión Escocesa de la Iglesia, tenía la
costumbre de levantarse a las cuatro de la mañana para orar.
Jorge Whitefield dijo tocante al velar matutino: "Se dijo de los santos del Antiguo
Testamento, que se levantaban temprano de mañana; y en particular de nuestro Señor, que se
levantó muy de mañana, siendo aún oscuro para orar. La mañana brinda amistad a la
devoción; y si no se puede negar, tan sólo para levantarse a orar, no sé cómo podrá morir al
aguijón por Jesucristo."

Llegó a mi corazón como una lección,


Mientras salía el sol,
El día, con sus afanes, pruebas
Y bendiciones marchaba adelante.
Jesús, Redentor del mundo,
Se levantó antes del día
Y sintiendo su debilidad humana,
Buscó un lugar secreto para orar.

Ni siquiera los tres discípulos


Quienes siguieron al Señor más fielmente
Estaban a su lado en ese santuario;
Durmieron como los demás.
Y, sólo las estrellas del cielo
Con, tal vez, la luna plateada
Alumbraban a su Creador,
Quien pronto sufriría y moriría.

Si Jesús, el Rey de gloria,


Comandante de las huestes de las alturas,
Tuvo que pedir por su poder diario,
¿Qué de tal gusano como yo?
Descanso tranquilo en la mañana,
Viene un día de perplejidad;
No sé cómo enfrentarlo,
Pero sé que mi Salvador se levantó para orar.

¡Cuán tonta es nuestra humana ceguera!


¡Cuán duros nuestros corazones de piedra!
¿Por qué no nos levantamos en la mañana,
Y oramos a Dios a solas?
Hay ayuda para los deberes diarios,
Y por la fuerza y el poder espiritual.
Hay victoria para la lucha,
Ganada en la hora matutina.

Si andamos en las huellas del Maestro,


Y seguimos la senda de él,
Hay que buscar, en la madrugada,
Un lugar tranquilo con Dios.
Hay que derramarle nuestros corazones
Y dejarlo entrar en nuestra vida
Si vamos a ganar
La victoria sobre la contienda.

-Minnie Embree Parker en "Biblical Evangelist"


Barclay Buxton, líder de la "Banda Evangelística Japonesa", escribió a sus obreros cristianos
y convertidos: “¿Se levantan temprano? Ninguno esté acostado en cama después de las seis
de la mañana, para tener, por lo menos, una hora quieta con Dios, orando y leyendo Su
Palabra, antes de encontrarnos a otros y empezar la jornada. Y en tiempos especiales, hay
que invertir más, ¡pero el cristiano no debe invertir menos!”
Estos misioneros en Japón vieron transformarse a pecadores por la gracia divina y
cambiarse a santos. Sin dudas, esto salió de la visión firme que fue mantenida durante mucho
tiempo, estando a solas con Dios. G.H. Lang se hizo un evangelista ambulante por todas las
partes del mundo y fue muy usado por Dios. Como un británico, no estaba acostumbrado al
apuro de los misioneros americanos que trabajaban con él a veces. Escucha lo que dijo: “La
vida fue muy americana, un constante apuro todo el día, con visitantes, cartas, oraciones y
las reuniones de cada noche en El Cairo, durante cinco días a la semana, en las cuales no
volvimos a casa hasta las once de la noche. La vida de la ciudad de Inglaterra, con su vida
nocturna, me provocó a dejar el hábito de madrugar. Ya si no recomenzaba, nunca más
tendría tiempo para la muy necesitada intimidad con Dios, ni para la alimentación del
alma. Pero, ¿Cómo recomenzar a madrugar, con días tan cansados, y acostándome tan
tarde? Rogué al Señor que me ayudara, Quien en los días de su carne, se levantó muy de
mañana (Isa. 50:4; Mar. 1:35), e inmediatamente encontré poder para levantarme a las cinco
de la mañana. Este ejercicio aprovechable ha continuado desde ese entonces.”
Hablando más del levantarse temprano, el señor Lang sigue diciendo: “Antes era más fácil
que hoy. El entero modo de vivir del mundo moderno es diferente, y esto para el deterioro
espiritual, por dos inventos- la locomoción rápida y las brillantes luces artificiales. Por estas
luces, la noche cambia al día; y el mundo sigue hasta muy noche y luego no pueden levantarse
temprano. Los hombres no obedecen la clara regla del Creador para sus criaturas y el
resultado inevitable es que mientras las aves y los animales siguen sin crisis nerviosas, la raza
humana sigue más y más neurótica e inconstante.” -de An Ordered Life (Una Vida Ordenada)
por G.H. Lang, con permiso de Paternoster Press, Exeter
A un cristiano le fue mostrado el Faro Cabeza de Lagarto que está ubicado al final de la
parte más austral de Inglaterra. Entró al gran cuarto, el que contiene la maquinaría para
controlar la sirena de cuando hay neblina, y luego ascendió la escalera que va a la lámpara. El
guardián del faro dijo algo que nunca olvidó el visitante: “Pulimos los reflectores cada
mañana.” “Despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los
sabios.” (Isa. 50:4)
Juan Milton, quien dio al mundo las maravillosas obras maestras, Paradise Lost (El
Paraíso Perdido) y Paradise Regained (El Paraíso Recobrado), se levantaba a las cuatro de
la mañana durante el invierno y a las cinco durante el verano, para invertir estas horas
matutinas, escribiendo su poesía inmortal.
Juan Wesley dijo a sus predicadores que su primera ocupación era ganar almas y sólo por
la labor continua y la perseverancia pudo librarse de la sangre de todos hombres. Y, por fin
les dijo: “¿Por qué no somos más santos? ¿Por qué no vivimos para la eternidad ni andamos
con Dios todo el día? ¿Nos levantamos a las cuatro o las cinco de la mañana para estar a
solas con Dios? ¿Recomendamos y observamos la hora de oración a las cinco de la
tarde? Cumplamos nuestro ministerio.”
J.D. Drysdale, un hombre de nuestra era, que hizo mucho para Dios en Gran Bretaña, fue
un madrugador: “Durante cuarenta años,” dijo, “he mantenido la costumbre de pasar la vela
matutina a solas con Dios. Durante ese tiempo, he leído completamente la Biblia cada año,
siguiendo el sistema de Roberto McCheyne, lo que quiere decir que cada año se leen por
completo el Antiguo y el Nuevo Testamento una vez, y los Evangelios y los Salmos dos
veces. Y, más de esto, he estudiado en especial otros temas.”
“Temprano en la mañana, empiezo a leer y llego a estar consciente que Dios, por medio
de Su Palabra y Su Espíritu, me está hablando. Luego, pronto me encuentro hablándole a
Dios. Cuanta bendición y fuerza nos vienen al comenzar el día así, al encontrar a Dios cara
a cara, antes de salir a enfrentar al mundo; por leer y digerir Su Palabra antes de tocar nuestra
correspondencia o el diario.”
Alguien que ha calculado que el tiempo ganado del sueño por velar, dijo la siguiente: "La
diferencia entre levantarse a las cinco de la mañana, a cambio de levantarse a las siete de la
mañana, por el espacio de cuarenta años, suponiendo que siempre se acueste a la misma hora
de la noche, es igual a añadir diez años a la vida de un hombre."
Fijémonos en la vida de G.C. Bevington, un evangelista notablemente usado de Dios en
los EE.UU.: “Hace unas semanas, al despertarme en la mañana, me sentía como bajo de una
nube. Un poco tieso, no parecía yo rebosándome de gozo; no escuché las campanas de
alegría en mi alma. Bueno, en dos o tres minutos entendí lo que hacía yo: estaba
acercándome a la lobreguez de Satanás. Eran las tres y media de la mañana, la hora
acostumbrada para orar. Pero, en lugar de orar, salté de la cama y dije, “Sí, buenos días,
Jesús, ¡Qué bueno verte aquí!” Le di la mano y alisté un asiento para Él, diciéndole que se
sentara. Mientras me vestía, me lavaba y desayunaba, yo Le hablaba en voz alta como te
hablaría a ti si estuvieras conmigo. Bueno, al cumplir los quehaceres de la mañana y
alistarme para escribir a máquina, te digo que no estaba tieso, ni tenía lobreguez, ni
desánimo. Y, las campanas de gozo estaban vestidas de lujo, tocando sus
instrumentos. Tenía que andar de aquí para allá por un rato bajo los gozos que inundaban a
mi alma. Ahora bien, supongo que si alguien hubiera entrado, sabiendo que yo vivía solo,
hubiera pensado que en el asilo hubiera un lugar para mí. Pero no debemos permitirle a
Satanás que nos empuje y robe nuestra herencia a través de los pensamientos humanos.”
El señor Bevington ofrece un consejo práctico de cómo vencer las asechanzas del diablo
en las horas matutinas. “Cuando te despiertas en la mañana, te sientes bien entumecido. Es
cuando debes poner en práctica la presencia de Jesús, inmediatamente, antes de que Satanás
te ponga más de sus planes para el día. Porque si puede embaucarte y fijar tus sentidos por
cinco minutos, con eso te ha ganado mucho, lo suficiente para que tengas un día
infructuoso. Pero, al comienzo debes alabar a Dios. Quizás algunos pregunten, —Hermano
Bevington, ¿cómo puedo alabar a Dios cuando me siento tan miserable? —Bien, podemos
buscar a lo menos algo para alabarle si tenemos ganas de hacerlo. Hay mucho material para
hacer una muestra de alabanza, si miramos con los ojos abiertos.”

En la quietud del alba, quiero estar a solas con mi Amado;


La calma de Su presencia trae perfume de arriba;
Endulza todas las horas del naciente día ocupado;
Su fragancia calma mi inquietud, y ahuyenta mi temor.
Encuentro fuerza maravillosa para el deber, mientras miro a su faz.
Y entiendo que hay poder, conseguido en ese lugar secreto.
-J. Charles Stern

El biógrafo del comentador Adán Clarke nota su costumbre de levantarse temprano: “Hay
que recordar siempre que el señor Clarke fue, desde su juventud, muy madrugador; muy
pocas veces se encontró en la cama después de las cuatro de la mañana. Así no solamente
ganó para sí una gran cantidad del tiempo que muchos gastan durmiendo, sino también ganó
más de la elasticidad mental que tiene la mente después de descansar. También ganó la
colectivización de ideas y la frescura de sentimientos, los que aún los eventos del día no han
molestado. No sólo ganaba tiempo por la costumbre de levantarse temprano, sino también
ganaba más, por no aceptar invitaciones a banquetes. Cuando comió afuera de su hogar, casi
siempre fue acompañado por su esposa y volvieron a casa tan pronto como pudieron.”
El piadoso Samuel Rutherford de Anwoth, Escocia, se levantó a las tres de la mañana y
sus cartas y sermones exhalan un amor íntimo para el Señor Jesucristo, lo cual ganó por
medio de ese largo tiempo de comunión. “Mas el pueblo que conoce a su Dios, se esforzará
y actuará.” Dn. 11:32
C.T. Studd, también guardaba la costumbre de madrugar, y a sus 52 años, con una
enfermedad dolorosa, invadió a África para Cristo. Su biografía, C.T. Studd, Cricketeer y
Pioneer (C.T. Studd, Jugador de Vilorta y Pionero), contiene un vistazo de su rutina matutina
cuando estaba en África.
“Al pie de la cama estaba un fuego encendido, encima del piso de barro. Por la noche una
figura negra se veía encima de su colcha de bambú, retorcida muy cerca del fuego; porque
ésta era su única frazada. Esta silueta era su “niño”. Durante de unos años el “niño”
realmente era un hombre adulto que le atendía a Studd, con la devoción de una mujer. Este
ayudante tenía una pierna rígida y por esto se llamaba ‘Una Pierna’.”
“A las dos y media o tres de la mañana se escuchaban movimientos. ‘Una Pierna’ se
despertó con la regularidad de un reloj y el primer sonido fue el golpe de los leños cuando
los echaba entre los tizones, y luego el largo puu-u-u, mientras soplaba las chispas de unas
brazas, haciendo llamas de la experta manera de los nativos. Luego, puso la tetera encima y
pronto estaba lista la taza de té. Ahora Bwana (como se llamaba Studd allá) estaba
despierto. Él toma del té y el “niño” se volvía a dormir. Bajaba una Biblia del estante y
Bwana está a solas con Dios. ¿Qué pasaba entre los dos en esas horas quietas? Se revelaría
lo sucedido, unas horas después, a todos los que tuvieran deseos de oír.”
“En la reunión con los nativos, durante la mañana, la que raras veces duraba menos de tres
horas, cuando la dirigía Bwana; y en la reunión de oración con los blancos, la que duraba
desde las siete de la noche hasta las nueve o diez de la misma, se vertía lo que visualizó y
escuchó cuando estuvo orando a Dios por la madrugada: Todo esto partiendo de un corazón
ardiente para la salvación de los hombres y de unos labios que fueron tocados como por un
carbón encendido. Nunca necesitó más preparación para esas reuniones que la de aquellas
horas matutinas... le hablaba a Dios y Dios a él, e hizo Su Palabra viva en él.”
Juan Sung, a veces conocido como “el Wesley de China”, fue también un hombre que
inició el día en comunión con el Padre Celestial. Levantándose entre las cuatro y las cinco
de la mañana, tenía suficiente tiempo para alimentar a su alma con los once o doce capítulos
que leía diariamente. A sí mismo se negó a leer otros escritos y así podía hacer hincapié a la
Palabra Viva. Este hombre ‘de un solo libro’ tocó los corazones de sus oidores con la verdad
de las Escrituras, predicando con poder.
El biógrafo del Sr. Sung: Leslie Lyall, dice que “una larga lista de sus convertidos y, de
ser posibles, sus fotos a lado, fueron sus compañeros inseparables, y oraba por todos ellos
con regularidad, muchas veces con lágrimas. Por todas partes, hizo hincapié a la necesidad
urgente de orar. El hecho que la iglesia china actual es una iglesia orante, se puede atribuir,
en parte, a la influencia y al ejemplo de este hombre devoto a la oración.”
Capítulo 3
EL COMPLETO REPOSO DE LA MAÑANA

“Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te
anhela...” Salmo 63:1

Jorge Müller nos compartió su historia de cómo logró la costumbre de levantarse temprano,
aunque estaba mala salud cuando Dios le habló que añadiría tal práctica a su vida. Su historia
será interesante para todos nosotros, al saber que Dios lo usó hasta en los días finales de su
vejez.
“Durante mi estancia en Plymouth, me incitaba de nuevo a levantarme temprano, y fue
una bendición de la que no he perdido los buenos resultados hasta ahora. Lo que me guio a
hacerlo fue el ejemplo del hermano donde me alojaba y un comentario que el mismo dio
referente a los sacrificios, basado en el libro de Levítico: “Tal como no se debe ofrecer el
estiércol, así lo mejor de nuestro tiempo sea en especial para la comunión con el Señor.”
“Yo estaba, grandemente, entregado a la costumbre de madrugar durante los años
anteriores. Pero, puesto que tenía los nervios tan débiles, pensé que tenía solo fuerza para
las actividades del día, mejor sería no madrugar, para que mis nervios estuvieran más
tranquilos. Por esto, me levanté a lo más entre las seis o las siete, y a veces después de las
siete.”
“Por la misma razón, me propuse acostumbrarme a dormir un cuarto de una hora, o media
hora tal vez, después de almorzar; pensando que calmaría, con esto, un poco más mis
nervios. Con todo esto y no obstante, mi alma con regularidad sufría a cada día y a veces
mucho, pues inesperadamente me llegaban trabajos urgentes quitándome el tiempo para orar
y leer la Palabra.”
“Por la gracia de Dios, después de escuchar aquel comentario que mencioné
anteriormente, me propuse que, no importaba que sufriera mi cuerpo, nunca más perdería el
tiempo más precioso acostado en la cama. Por la gracia de Dios, pude aquel mismo día
levantarme más temprano y así lo he hecho desde entonces.”
“Me permito ahora más o menos siete horas de sueño, lo que basta para refrescarme,
aunque sigo débil y tengo mucho cansancio mental. Sumado a esto, he olvidado la siesta de
la tarde. El resultado es que he podido procurar más tiempo para los períodos preciosos de
oración y meditación antes de desayunar. De esta forma descanso mi cuerpo y más
particularmente, mis nervios. Ahora he estado mejor.”
“Si Ud. se pregunta, ¿por qué debo madrugar temprano? La respuesta es que quedándose
demasiado tiempo en la cama:
1. MALGASTA EL TIEMPO, lo cual es impropio a un santo, quien fue comprado con la
preciosa sangre de Cristo, juntamente con su tiempo y todo lo que tiene, para el uso del
Señor. Si dormimos más de lo necesario, pensando fortalecer el cuerpo, es un malgasto del
tiempo que Dios nos ha fiado como un talento, para usarlo en el desarrollo de Su gloria, para
nuestro beneficio, para el beneficio de los santos y también para el beneficio de los infieles,
que están alrededor nuestro.
2. QUEDARSE DEMASIADO EN LA CAMA DAÑA EL CUERPO. Igual de comer
demasiado, el dormir demasiado nos daña. Los médicos dicen que el quedarse en la cama
más de lo que es necesario, pensando con esto cuidar más el cuerpo, no lo ayuda, más bien
lo debilita.
3. DAÑA EL ALMA. Estar acostado en la cama no sólo nos impide dar la parte más
preciosa del día a la oración y meditación, sino que también nos guía esta pereza a muchas
otras maldades.”
“Para saber del efecto positivo que el madrugar trae al interior y exterior del hombre, sólo
necesita experimentar invirtiendo una, dos o tres horas diarias en el orar o meditar antes de
desayunar, o haciendo esto en tu cuarto o en el campo abierto, con la Biblia en tus manos.
Ruego a todos los que leen esto y que no están acostumbrados a madrugar desde muy
temprano, que lo prueben, y van a alabar al Señor al hacerlo. No se desanimen por sentirse
cansados y amodorrados a causa de madrugar. Pronto se irá eso. Después de unos días, se
sentirán más fuertes y frescos que cuando se quedaban en la cama una o dos horas más de lo
que necesitaban.”
El Dr. A.T. Pierson en su libro George Müller of Bristol (Jorge Müller de Bristol), revela
cómo pesó más la convicción acerca de la importancia de la oración, al Sr. Müller.
“En el año 1837 el Sr. Müller, teniendo 32 años, sentía una creciente convicción que le
faltaban dos cosas para que él creciera en gracia: piedad y poder para servir. La primera era
más aislamiento para tener más comunión con Dios, aunque se perdiera algo de su obra
pública, y la segunda era ampliar más la provisión para la supervisión espiritual del rebaño
de Dios.”
“La primera de estas convicciones tiene un énfasis que toca la vida de cada creyente en su
centro vital. Jorge Müller estuvo consciente de estar demasiado ocupado en sus quehaceres
para orar como se debía. Sus actividades fueron demasiado pesadas, como para que le
quedara tiempo para reflexionar interiormente. Y, vio que había riesgo de perder la paz y el
poder, y que la actividad, aun en los quehaceres sagradísimos, no debe ser tan absorbente que
impida la santa meditación en la Palabra y la súplica ferviente. El Señor primero dijo a Elías,
“Apártate... y escóndete”, luego, “Ve, muéstrate” (1 Reyes 17 y 18). El que no se esconde a
sí mismo primero en un lugar privado, para estar a solas con Dios, no está preparado para
mostrarse en un lugar público para obrar entre los hombres.”
“El Sr. Müller posteriormente tuvo por costumbre decirles a los hermanos con ‘mucho
quehacer’, que invirtieran el tiempo debido a Dios. Les explicaba que cuatro horas de trabajo
con una hora de oración en la madrugada es mejor que cinco horas de trabajo sin orar;
también les decía que nuestro servicio al Maestro es más aceptable y nuestra misión al
hombre es más provechosa, cuando estuviera empapado de la humedad de las bendiciones
de Dios- el rocío del Espíritu. Lo que se gana en cantidad se pierde en calidad, cuando un
compromiso sigue a otro sin intervalos para refrescar y renovar la fuerza de la fe en
Dios. Quizás ningún hombre desde Juan Wesley realizó tanto en su larga vida como Jorge
Müller, no obstante, pocos se han retirado tantas veces y por tan largos tiempos al pabellón
de la oración. De hecho, desde cierto punto de vista, su vida parece más dada a la súplica e
intercesión que al mero actuar u ocuparse entre hombres.”
El Dr. Pierson también ha registrado el amor de Müller para la Palabra de Dios. “A sus
92 años, Jorge dijo: —Por cada página leída de otros escritos, estoy seguro que leía diez de
la Biblia. —Durante los últimos veinte años de su vida, la leía completa y cuidadosamente
cuatro o cinco veces al año, consciente del rápido crecimiento en el conocimiento de Dios al
hacerlo.”

Todo el día, quizás, tus pies tienen que pisotear el valle,


Todo el día la muchedumbre se apura alrededor-
Agolpándote demasiado incesantemente
Con voces fuertes de dolores, peleas o canciones.

Antes la muchedumbre, antes el valle


Antes de la labor que te afana, corazón y manos,
Alístate, en la primera y fresca hora matutina.
Allá en el monte, a solas con Dios estar.

¿Qué, pues? Oh, Él te espera allí-


Para revelarse a Sí, su hermosura extraña y dulce;
Para tener comunión contigo a solas-
Para levantarte arriba de las sombras terrenales, hasta la realidad.

-E.H. Divan

Guillermo Bramwell, un hombre usado poderosamente por Dios en Inglaterra, tuvo muy
firmes convicciones acercas del madrugar para orar y leer la Biblia. “Su costumbre fue
levantarse a las cuatro de la mañana en el verano y a las cinco en el invierno. Si estaba en
un lugar donde la gente empezaba a trabajar antes de estas horas, se levantaba más temprano,
a menos que no pudiera, pues no podía soportar la idea de que alguien se ocupara en trabajos
mundanos antes de que él entrara a servir al Padre Celestial. Ese tiempo reconquistado del
sueño fue añadido con diligencia al orar, leer las Escrituras y estudiar. Encontró que aquellos
días que comenzaban con oración insistente, pasaban en alabanzas gozosas y acciones de
gracias. Por lo general, su plan era orar fervientemente por un rato, luego leer uno o más
capítulos de la Biblia, y luego acercarse otra vez al trono de gracia. Estos ejercicios
alternativos se repetían varias veces en la mañana. Él dijo: —Me gusta llenar mi alma de
Dios en la mañana, entonces logro vivir en el Espíritu todo el día.”
“Varios de sus amigos, con quiénes se alojaba en el campo, testificaron que, por la
mañana, cuando salía de su cuarto para desayunar, su cabello estaba empapado de sudor,
como que si hubiera estado trabajando rigurosamente con su fuerza bruta. Estos esfuerzos
produjeron los resultados deseados y tal Jacob luchador llegó a ser un Israel dominante.”
“Muchas veces se levantaba a medianoche para orar y sus amigos lo encontraban a veces
arrodillado y envuelto en una frazada, cumpliendo su ejercicio encantador.”
Escribiéndole a un amigo, le aconsejó, “Oh, cuánto Satanás te tentará para que te quedes
en la cama en esas mañanas frías, cuando debieras ocuparte en orar y estudiar en cada una de
ellas, levantándote a las cinco o antes. Si practicaras esto, ¡Cuántas maravillas haría Dios
con su Palabra en tu alma y tu familia!”
En otra ocasión él escribió, “Si recibes lo que llamo ‘el completo reposo’ por la mañana,
con la mente fija en Dios, el descanso tranquilo; esto te llevará encima de tus pequeñas
preocupaciones con la mejor paciencia, tal cual águila sobrevolando la tormenta, y la cruz
diaria será la bendita forma para llevarte al cielo. Y esto es un cielo constante; es tu morada-
es tener a Dios como tu Todo.”
Un hombre con tales y consistentes costumbres de orar está seguro de ver el poder de Dios
obrar por medio de él, en cualquier circunstancia de su vida.
En una ocasión, Guillermo oró por un niño ciego, mientras se preparaba para irse; lo cual
pasó a ser un milagro de sanidad, y que, si hubiera pasado en el tiempo actual, se proclamaría
por todo el mundo. Parecía al Sr. Bramwell como la única cosa anticiparse cuando se
descubría el propósito de Dios. Citamos el acontecimiento como se escribe en Striking
Incidents of Saving Grace (Incidentes Notables de la Gracia Salvadora) por Enrique Breedon:
“Cuando Guillermo Bramwell viajaba en el circuito de Nottingham e iba a predicar en las
cercanías de Watnall, siempre se iba a pasar las noches a la casa del Sr. Greensmith. La
última vez que estaba en dicha casa, antes de salir del circuito de Nottingham, la maravillosa
curación aconteció.”
“Esa mañana el Sr. Greensmith se había ido muy temprano a su trabajo, y el Sr. Bramwell
desayunó solo con la señora y los dos niños. Después de desayunar, el ministro oró con los
niños, como se ora en una oración familiar; y fue así, pues fue su última visita, la hizo
fervientemente por ellos. Luego, listo ya, se preparó para montar el caballo para irse a la
próxima cita. Pero antes de irse, preguntó, —¿Dónde está el niño ciego?”
“La respuesta fue, —Detrás de la puerta.”
“Entonces el cieguecito Guillermo salió de la casa hacia donde estaba el otro Guillermo,
el Sr. Bramwell, quien puso las manos sobre la cabeza del cieguito. Se quedó parado,
poniendo las manos sobre el niño por un rato, en oración mental, dando profundos
gemidos. Después de un rato, terminada su oración por el niño, le dio la mano al cieguito y
a los otros dos, pasó de la puerta a su caballo parado allí, lo montó y se fue siguiendo su
viaje.”
“Apenas había salido a la calle cuando el cieguito gritó en voz alta, —¡Oh! ¡Nuestro
Dios! ¿Dónde está el Sr. Bramwell? ¡Puedo ver! ¡¡Puedo ver!! ¡¡¡Puedo ver!!! —Luego
todos los muchachos empezaron a gritar y a correr maravillados en pos del hombre de Dios,
clamando, —¡Señor Bramwell! ¡Señor Bramwell! ¡Puede ver! ¡Puede ver! ¡Puede ver! —
Entonces el buen hombre esperó para escuchar el suceso, se regocijó con ellos, les bendijo
otra vez y se fue.”
“Y Guillermo Greensmith, el cieguito que fue sanado, a quien conocí durante los últimos
cincuenta años, vivía después en Harrogate hasta la edad de casi ochenta años, ¡siempre con
la mejor vista, hasta el día de su muerte!”

Pues nunca duermas mientras amanece; a la oración te debes


Levántate con el día; estas horas son puestas como importantes
Entre el Cielo y nosotros: el maná se hizo mal
Después del amanecer; porque el día empaña las flores:
Levántate y gánate al sol; en el sueño abunda el pecar,
Y las puertas de los cielos están abiertas; cuando las del mundo están cerradas.

Juan Eliot, uno de los primeros pobladores de Nueva Inglaterra, EE.UU., se ocupaba
plenamente entre los nativos de esa región. Cotton Mather escribió acerca de los ejercicios
de ese misionero pionero: “El sueño que él se permitió nunca le robó las horas matutinas;
sino que tomó a la mañana nada menos que como amiga de sus meditaciones. Aconsejaba a
los estudiantes: —Les ruego, estén atentos a ser pájaros del alba. —Y durante más de veinte
años antes de su muerte, se alojaba en la sala de estudio para poder estar solo, para disfrutar
las madrugadas sin hacer ningún ruido que molestara a sus amigos, quienes, al darse cuenta
de su denuedo, le decían: —Maestro, ¡ten misericordia de ti mismo!”

Oh hermano; en estas horas quietas


Los milagros de Dios se hacen;
Les da a Sus amados, en el sueño
Un tesoro no buscado.

Me siento a sus pies como un bebé,


Donde los momentos me enseñan más
De todo trabajo y de todos los libros
De todos los siglos atrás.

-Gerardo Tersteegen
Capítulo 4
PREDICADORES INGLESES

“He estudiado la Biblia y la historia cuidadosamente, y me he dado cuenta que dónde se


encontró un hombre poderoso, existió un hombre de oración.” Tal fue la profunda conclusión
del obispo J.C. Ryle. Nuestra propia indagación sobre las biografías religiosas igualmente
nos ha convencido que los hombres y las mujeres del pasado y del presente que marcaron, y
van marcando, a sus generaciones con una marca indeleble, fueron y aún son, siempre y cada
vez, personas de oración. Estos guerreaban contra el reino del diablo; hicieron justicia;
hicieron llegar el reino de Dios, echando afuera el reino de la oscuridad; todo esto por medio
de la oración. Aun los más orantes de hoy en día se sienten muy contentos al comparar su
vida devocional, tomando como punto de referencia los escasos y flaquitos momentos
dedicados a la devoción a Dios (a Quién se dicen servir), esto de acuerdo a la mayoría de los
cristianos evangélicos.
La realidad por la que fracasamos en no bajar en nada las estadísticas del crimen, la
borrachez, la inmoralidad, la iniquidad y la violencia, hace mentirosa la idea que estamos
forjando a muchos convertidos del modo que lo hizo la iglesia primitiva, que cambiaban al
mundo. ¿Puede Dios ser Dios y a la vez dar a nuestra ligera, entretenida y barata
evangelización de hoy en día su ayuda sobrenatural, que los hombres del pasado consiguieron
con dolor y agonía del alma, con vehementes oraciones y abnegación? Algunos se ríen
acerca de este tipo de severidad y creen que sólo con imitar a los hombres mundanos que
queremos ganar, vamos a tener éxito. Pero, el carácter de Dios no cambia para agradar a un
cristianismo adulterado.
Lo más saludable que podemos hacer es estudiar las fervientes vidas orantes de los
fructuosos ganadores de almas. ¿Cómo oraban? ¿Cuánto tiempo oraban? Sin hacer cuenta
de nuestra profesión, no temamos medirnos con respecto a ellos de acuerdo a nuestro propio
orar, aunque nos lleve al arrepentimiento y lágrimas.

Jorge Fox

Los primeros cuáqueros fueron gente muy orante. Guillermo Penn dijo tocante a Jorge Fox,
“Sobre todo, Jorge Fox sobresalió en el orar. Lo interior y la luz de su espíritu, la reverencia
y la solemnidad de su hablar y comportarse y, la escasez y el peso de sus palabras, muchas
veces han tocado aun a desconocidos, dejándolos admirados, pues esas palabras fueron
usadas por Dios, para alumbrar a los oyentes. Tengo que decir que fue la más tremenda, viva
y reverente disposición para orar que he visto y sentido, esto era cuando él oraba. Él conocía
y vivía más cerca de Dios que otros hombres.”
Si pudieran las paredes de las cárceles grabar las oraciones de los cuáqueros, tendríamos
un poderoso recuerdo de esa oración prevaleciente, porque vivieron muchos años de sus vidas
en esos lugares malsanos; y aun así, preservaron la fe en Dios.
José Alleine

Los puritanos también eran gente de mucha oración. José Alleine, quien escribió su libro
Alarm to the Unconverted (Aviso a los Inconversos) mientras estaba encarcelado, fue
expulsado de su hogar y púlpito en aquel tiempo, en Inglaterra, cuando más de dos mil
ministros rehusaron someterse al estado, quedándose fieles a Dios y a sus propias
convicciones interiores. El Sr. Alleine respiraba el ambiente del otro reino.
“Aunque la situación es apta para estar perturbado y molesto” él dijo, “creo que igual a un
pájaro, fuera de su nido, nunca estoy contento hasta tener otra vez la comunión con Dios;
como la aguja de la brújula, que está inestable hasta que descansa señalando el norte. Puedo
decir, por la gracia, con la iglesia, ‘Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me
dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscar:’ (Isa. 26:9). Mi corazón está temprano y
tarde con Dios; la ocupación y el encanto de mi vida es el buscarle a Él.”
“Derramaba su corazón mismo al orar y predicar” dijo el biógrafo del Sr. Alleine. “Sus
súplicas y exhortaciones eran tan íntimas, tan llenas de santo celo, de vida y de vigor que
vencieron a los oyentes; apaciguó, desheló y a veces deshizo los corazones más duros.”
Su esposa comentó que cuando él estaba de buena salud, “Se levantaba con constancia a
las cuatro de la mañana o antes y se perturbaba si oía a los herreros u otros trabajadores en
sus puestos antes que él estuviera en su lugar de comunión con Dios, diciéndome muchas
veces, ‘Cómo me avergüenza ese ruido. ¿No merece más mi Maestro que el de ellos?’ Desde
las cuatro a las ocho oraba, contemplaba, y cantaba salmos; los cuales le encantaban mucho,
los entonaba solo y con la familia. A veces cambiaba la rutina de sus trabajos parroquiales e
invertía días enteros en esos ejercicios privados en una casa vacía, a solas o en un lugar
apacible de algún valle. Allí oraba y meditaba en Dios y en el Cielo.

Carlos Simeón

Había hombres piadosos en la Iglesia Anglicana, entre tales estaba uno llamado Carlos
Simeón, un hombre profundamente espiritual. Su biógrafo escribió: “Sin vacilar, el Sr.
Simeón se levantaba cada mañana a las cuatro, aunque fuera invierno. Después de encender
el fuego, invirtió las primeras cuatro horas del día en orar en secreto y en estudiar
devotamente las Escrituras. Luego de esto, tocó su campana y llamó a su amigo y a su sierva,
orando con ellos, en lo que llamó su ‘Oración Familiar’. Aquí estaba el secreto de su gran
gracia y fuerza espiritual. Sacando instrucción de tal fuente y buscándola con diligencia, se
consolaba en todas sus pruebas, y se alistaba para cada deber.”
“Este madrugar no era tarea fácil para él; era una costumbre por la cual tenía que luchar
para adquirir. Sabiendo que amaba demasiado su cama, se impuso la pena de una multa por
cada tropiezo, dándole a su sierva una moneda (una media-corona). Una mañana, mientras
yacía calientito y cómodo, se encontró a sí mismo razonando que la viejita sierva que tenía
era pobre y la media-corona le serviría a ella de mucho. Pero este escape práctico no se lo
permitió; si se levantaba tarde otra vez, caminaría hasta el río Cam y echaría una guinea al
agua. Y así hizo, pero no sin una gran lucha, porque las guineas no eran abundantes en su
bolsillo, además había aprendido a contar las monedas como si fueran ‘del Señor’. Pero por
Su Señor la moneda fue echada al agua y todavía está allí, sin duda, en lo hondo del
río. Nunca más pecó el Sr. Simeón en este asunto.
Una ventana del segundo piso tenía vista hacia una sendita poco usada en aquellos días. Y,
solamente el Dios de este anciano hombre pudo decir cuantas veces la andaba de aquí por
allá, confesando, pidiendo, consultando, alabando y adorando. Creo que la sendita muchas
veces fue mojada con las lágrimas de él, y fue endurecida por sus rodillas, mientras Carlos
se paraba en un tiempo de adoración; porque pocos han sentido más profundamente que
Carlos la bendición y el deber de la adoración. Le encantaba hablar acerca de aquella visión
del profeta, la de los serafines de seis alas, que vuelan con dos y se cubren con las demás,
ante la gloria eterna…”
Enrique Martín, un hombre convertido por la influencia de Carlos, dijo tocante al señor
Simeón: “Nunca vi tal firmeza y realidad de devoción; tal ardor de piedad; tal celo; tal
amor. Debo a ese gran santo una deuda de gratitud, lo que no se puede cancelar.” E
igualmente India debe a Carlos una deuda de gratitud por darle a tan consagrado misionero
y traductor de la Biblia como Enrique Martín.

Juan Wesley

Juan Wesley también fue un hombre de la Iglesia Anglicana quien, aunque guiaba a los
metodistas, nunca salió del seno de la iglesia establecida. Es difícil hallar a otro igual, en
cuanto a su celo y oración. Wesley no valoraba a otro cristiano que no orara por lo menos
cuatro horas cada día.
Encontramos en su diario personal este propósito: “Dedicaré una hora, mañana y tarde
(sin excusa, razonamiento o pretexto), a la oración: cada una de estas horas con seriedad,
fervientemente y con resolución.” Y durante cuarenta años, día tras día, su diario comienza
con la palabra “Oré”. También terminaba con oración y durante el día la consideraba
bastante importante, porque recordaba cuantas veces había orado cada día, sea cuatro o cinco
o aun seis. En sus numerosos viajes, en los cuales le organizaron muchas visitas, se negó a
sí mismo de los tiempos sociales, los cuales según él podían hacer malgasto de su tiempo; se
permitió, en estos asuntos, solamente una hora durante cada día y este tiempo fue de carácter
tan espiritual que casi parecía una ‘reunión de clase’ metodista.
A pesar de que estuvo muy envuelto en los deberes públicos, fue a la vez un hombre muy
aislado. Él dijo que a causa de tanto viajar montado “estuve aislado, a veces, durante diez
horas de continuo en un sólo día, como si hubiera estado en un desierto.” Y así, pocos
hombres se mantienen tan aislados de sus compañeros, como él lo estaba. Aun así, se
levantaba a los cuatro de la mañana para tener más tiempo a solas con Dios.

Juan Fletcher

Juan Fletcher, miembro de la Iglesia Anglicana y socio de Juan Wesley, se volvió miembro
de la iglesia metodista por esta cualidad- la mucha oración entre ellos. Su inicio fue de una
manera extraña. Fue reprimido por su patrona, la señora Hill, porque copiaba música por las
tardes en el ‘día del Señor’. Y por esta razón, se dedicó a sí mismo a los deberes
religiosos. Un día, la señora Hill dijo que ella pensaba que Juan Fletcher se haría un
metodista. Él dijo:
—¿Metodista? Señora, dígame, ¿Qué es eso?
—Pues, los metodistas son gente que no hace nada, solamente oran, oran todo el día y
toda la noche.
—¿Así son? Entonces, Dios mediante, los hallaré, si viven en la tierra.
No es extraño, entonces, que el señor Fletcher llegó a ser uno de los más píos de su
época. Pasado un tiempo de unos cuantos meses, rebosaron tales súplicas y ruegos, que las
paredes de su cuarto testifican de la carga de su corazón y quedaron manchadas por las
respiraciones de sus súplicas.
Su esposa era de una familia adinerada y aunque nunca dejó la Iglesia Anglicana, ayudaba
a Juan Wesley a promover el metodismo. Ella Dijo: “He recibido maravillosas respuestas en
la oración. Esta tarde estuve dos horas retirado en oración, y las hallé como las mejores del
día. Dios, ¡Dame un espíritu orante!” De igual modo, en otra ocasión escribió, “Encontré
[los últimos] tres años compuestos de la oración. Nunca he conocido tales sufrimientos, pero
tampoco he conocido tales tiempos de bendita oración.”

Juan Nelson

Al leer los anales de la Iglesia Metodista, encontrarás que este grupo produjo gente muy
orante. Un líder orante produce predicadores y laicos orantes.
Uno de los ayudantes de Wesley: Juan Nelson, dijo, “Si inviertes varias horas en la oración
diariamente, verás cosas maravillosas.” Resolvió levantarse de la cama cada medianoche y
sentarse hasta las dos de la mañana, orando y charlando con Dios. Luego, dormía hasta las
cuatro, a tales horas siempre se levantaba para empezar el día. Podemos decir al igual que
L.M. Montgomery, “¿No es hermoso que existan los amaneceres?”

Guillermo Bramwell

Guillermo Bramwell existió en Inglaterra como una genuina llama de fuego. Ganó a las
almas por miles, pero detrás de la escena había agonizantes luchas e incesantes oraciones. Su
biógrafo dijo: “Se mantenía arrodillado durante horas. Casi vivía así. El fuego del Espíritu
que tenía fue aprehendido por medio de las horas invertidas en la oración. Muchas veces
estaba hasta cuatro horas seguidas, retirado a la oración.”
“Después de doce horas de gemidos, ocupando todas las maneras, Dios ha abierto los ojos
de los ciegos. Nunca vi el poder de Dios tan visiblemente manifestado; cualquiera que fueran
los resultados, Dios fue quién los produjo.”
Guillermo buscaba con diligencia renovadores bautismos del Espíritu Santo, ayunando y
orando. Dijo: “Estoy bebiendo del Espíritu mucho más profundamente hoy: a través del orar
sin cesar, recibiré la plenitud de Dios. Más que nunca, tengo vergüenza de la
incredulidad. Oh, ¡Cuánto ella deshonra a Dios y Su verdad!”
“Veo más claro que antes que los que están rendidos a Dios en oración continua, son gente
de acción, en la tierra y en el cielo. Pasan por el mundo con serenidad, son obedientes a
llevar la cruz y se glorían más entre más pesada fuera la cruz. De otra manera, si no están
rendidos a Dios en oración, cada cruz les traerá una mayor perplejidad y les roba el poco
amor y gozo que tienen. Estar vivo en Dios en todo, es como tener dos cielos; estar inestable
y de medio corazón, es cómo tener dos infiernos.”
Bramwell aconsejó a otro ministro: “Oh hermano mío, proponte madrugar, no dejes que
carne y sangre te lo impidan; gana en este punto y todo lo conquistarás.” A otro escribió:
“La oración constante traerá la gracia para sus propósitos. Toca la puerta con persistencia,
toca fuertemente y acércate seguro de lo que tienes. No digas, ‘He orado, mañana y tarde’,
sino hazlo varias veces al día. Sí, siete veces al día llámale. Oh, ¡esta oración, esta fe, este
Dios, este cielo!”
También nos compartió de sus luchas: “Mi guerra es continua. Por todos lados están los
poderes de las tinieblas. Las tentaciones por mi flaqueza, desánimo, por poner a un lado la
predicación y la oración, son tan grandes como nunca antes, sí, quizás sean aún mayores. Las
invitaciones a banquetes por muchos amigos de ese lugar, que eran adinerados y muy
amistosos, eran más numerosas que antes; y esas invitaciones tienden a producir efectos
negativos.”
De esa forma, se negó a sí mismo las largas pláticas con hombres. Y, cuando charlaba
con otros, dejó la política a los políticos, el negocio a los negociantes y puso énfasis en la
importancia del alma y su necesidad de Dios, ¡AHORA!
Alguien que se alojaba con el señor Bramwell decía: “Él tenía la costumbre de
enclaustrarse [en un cuarto especial] e invertir hasta dos, tres, cuatro, cinco o aun, a veces,
seis horas en la oración y meditación. A menudo entraba al cuarto a las nueve de la mañana
y salió hacia las tres de la tarde. Los días de sus más largas visitas con Dios fueron, yo creo,
los días de ayunos. En esos días rehusó cualquier refresco y dijo al entrar al cuarto: —
Olvídate ya de mí.”

Juan Smith

“Dios hará maravillas en la vida de otros, como respuesta a nuestras oraciones” dijo Juan
Smith, ministro usado por Dios de una manera extraordinaria, durante los primeros años del
siglo XIX. Pocos han alcanzado la estatura de este hombre. Cuando sus amigos se quejaron
de sus excesivos esfuerzos por ganar almas, lloró por sus regaños, diciéndoles que un alma
valía tanto que no le importaba su propia vida, ni la vida de su esposa e hijos. Nada podía
desviarle ni hacer que él cesara sus arduas y esforzadas labores por la salvación de tales
almas.
En una biografía de él, Ricardo Treffrey nos da un pequeño vistazo de las horas que ese
hombre estaba orando.
“Los tiempos de cultos familiares a menudo fueron ocasiones para un gran derramamiento
del favor divino. ‘Anoche en el culto familiar tuvimos un bendito bautismo del Espíritu, nos
consagramos de nuevo a Dios y Él nos aceptó’ escribió Juan. Su impresionante y tocante
piedad se mostraron más cuando este esposo, padre, maestro y amigo estuvo acompañado
por los miembros de su familia. Las observaciones del señor Smith sobre las Escrituras (tales
lecturas fueron una parte regular del culto), la especial dulzura de la música de la familia,
seguido por la poderosa y apropiada oración, no podían dejar de afectar la mente religiosa.”
“Después del culto familiar de la mañana (antes del cual, el señor Smith se preparó en
unas horas de devoción privada), se volvió a los ejercicios de su aposento, y a veces
arrodillado o postrado, luchaba con Dios, como lo hizo Jacob, hasta que una gran parte del
piso estaba mojada con sus lágrimas. En una charla íntima con su amigo: el señor Clarkson,
dijo que a veces oraba unas dos o tres horas, antes de poder encontrar la comunión sin
restricciones con Dios, la cual siempre buscaba y que en la mayoría de veces la obtuvo.”
“Frecuentemente,” dijo un amigo de Smith, “cuando yo llevaba a su casa a alguna persona
que buscaba la salvación, interrumpí sus devociones, las cuales él hacía durante siete u ocho
horas de continuo. Algunas veces estaba en oración toda la noche, y a veces, pasaba así
varias noches seguidas, por lo menos la mayor parte de ellas, orando. Y, cuando visitaba
otros hogares, los miembros de la familia donde se alojaba eran despertados, a diferentes
horas de la noche, por sus gemidos. Sus deseos fueron demasiados grandes y sus emociones
demasiadas fuertes para controlarse.”
“De sus oraciones públicas y sociales, que fueron sencillas y genuinas, muchos han
testificado que la influencia divina mezclada con ellas fue más sublime que cualquier otra
cosa experimentada en el pasado. El mismo autor de este libro, al igual que muchos otros,
ha visto a personas tan tocadas por ellas, que se desmayaron y fueron sacados del lugar de
acción en estado inconsciente.”
Una vez, mientras predicaba en el circuito de High Wycombe, la congregación estaba
reunida, esperando al predicador Juan Smith, pero no se encontraba en ningún
lugar. Después de un rato, le hallaron en un lugar recluso afuera, tan completamente absorto
en su intensa oración que se distraía del paso de las horas, olvidando por completo su cita
para predicar. No es una maravilla entonces, que muchos fueron bendecidos, justificados y
santificados. Por dondequiera que iba, había resultados que le seguían. Pero, su cuerpo no
pudo aguantar tales demandas intercesoras y, a la temprana edad de 37 años, falleció; todavía
maravillado con el pensamiento del valor de las almas y la magnitud de la redención. Oh
Dios, ¡dale a tu iglesia más hombres como él!

Samuel Bradburn

Samuel Bradburn fue otro de los predicadores de Juan Wesley, y posteriormente llegó a ser
el presidente de la conferencia metodista. Las revelaciones privadas de su alma manifestaron
tal cómo era él. Dijo él: “Me culpo a mí mismo en muchas cosas, en particular, de no vivir
más en un espíritu de oración. Pero bendigo a Dios por hacerme ver esa falta y por sentir un
avivamiento en este momento, con una determinación para comenzar de nuevo.” En una
exhortación dada por uno de sus superiores, le dijo: “Acuérdate que te toca ganar almas y si
no haces esto, tu leer, orar, estudiar y predicar es en vano. Invierte por lo menos ocho horas
diariamente en este trabajo, estando tú solo.”
Juan Oxtoby

Juan Oxtoby era un hombre común en cuanto a los dones personales de inteligencia y en
habilidades; pero, en cuanto a la oración era un gigante. Uno que viajaba con él en el circuito
de Halifax, Inglaterra, dijo: “Durante el tiempo de su estancia a Halifax, se dedicó mucho a
la oración y regularmente invirtió casi seis horas arrodillado, rogando fervientemente a Dios
por sí mismo, por la iglesia y por los pecadores, para quiénes él deseaba ardientemente la
salvación.”
Al encontrar con un problema raro o un campo difícil, acudió a la oración, a veces por
unos días y noches enteras. Dios no podía ignorar tales importunidades, y congregaciones
enteras fueron movidas por el poder del Espíritu Santo a través de ellas.

Tomás Champness

Tomás Champness, el redactor en otrora de Joyful News (Noticias Gozosas), la revista de


Cliff Collage (Colegio de Cliff) en Inglaterra, conoció íntimamente la vida de oración. Se
adelantó en fe e inició un curso de seis meses de duración para entrenar a los laicos que
hubieran deseado ministrar con dedicación exclusiva, pero no pudieron por razón de tener
que trabajar para el cuidado de sus familias o de falta de recursos financieros. Este curso se
desarrolló en la muy conocida institución, Cliff Collage. “Siento” dijo él, “si los metodistas
no oraran, tendríamos que admitir el fracaso. La oración que se sacrifica y agoniza más y
más, ésta prevalecerá. … Parece que algunos de los hermanos no les gustó lo que dije acerca
de la abnegación, que ésta abrió los labios del Espíritu Santo y que la auto-indulgencia los
cerró. Pero, ¡es verdad!”
Asimismo, este campeón de la oración comentó: “Un hombre común dijo en presencia
mía, —Tienen que levantarse temprano, por la mañana, si quieren navegar con las velas
llenas del Todopoderoso. Ese hombre habló la verdad.”

Samuel Chadwick

Samuel Chadwick, también usado poderosamente por Dios y presidente de Cliff Collage en
antaño, a menudo tenía tiempos cuando la enfermedad lo forzó a descansar de todo trabajo
duro. Nombró a estos tiempos de descanso “El Valle Soñoliento”, en donde siempre le fue
dada una visión más amplia, para ponerla en práctica cuando volviera al ministerio activo.
“Había ocasiones” escribió él, “cuando entré ‘Al Valle Soñoliento’ a escondidas, sintiendo
vergüenza de estar allí. Otras veces, me forcé por dar la vuelta y salir, como lo haría un
culpable de delito. Pero, al pasar los años, creí que yo debía quedarme allí más tiempo, para
soñar y vagar. Si llego al Trono de Juicio mañana, no tendré vergüenza de los días de
sueños. Porque, sí, he trabajado y no deseo haber hecho menos, sino que haberme quedado
más en ‘El Valle Soñoliento’ para reforzarme con las bendiciones de allí.”
Durante una conferencia a la que asistió, escribió, “Es un tiempo de felicidad. Sin
embargo, me siento faltando y anhelo volver a mi casa, pues hay pocas oportunidades aquí
para leer en secreto y orar. Para mí, no basta los sermones y cultos públicos. Nunca prospero
si no dedico mucho tiempo a solas con Dios.”
En su niñez, Samuel comenzó la práctica de orar. Tres veces al día se retiró para
orar. Pero, después de siete años de predicar sin frutos y al llegar al fin de lo que la elocuencia
y la lógica pudieron realizar, volvió a la oración. Y pronto, treinta o cuarenta personas
firmaron un pacto para orar diariamente por un avivamiento en la obra de Dios.
Una porción de su diario nos revela un día típico de su vida. “Dedico seis horas del día
de hoy para los actos de la devoción.” Y, en otra parte, “La mano dispuesta para responder
espera la mano levantada del hombre, y el corazón que responde siempre, bendice más
ampliamente que lo que el corazón rogante pidiese.”
“Yo creía” dijo él, “que cuando un hombre hablaba a Dios, Dios le respondía y cuando
Dios habla a un inglés, no le habla en holandés. … ¡Cómo miraba yo a los hombres de más
edad que estaban en el bar, abandonados por la iglesia y amigos como seres sin esperanza, y
deseaba su salvación!” Luego vino el avivamiento. Los hombres malvados se rindieron. “El
fuego del Espíritu vino como respuesta a la oración de fe y de la obra incansable por la
salvación de los perdidos.”
En una de sus citas a Orkney, su alojamiento fue tal que no había lugar para orar en voz
alta, sin molestar a otros. Su biógrafo nos narra de cómo Samuel encontró un lugar apartado,
en la cueva de una peña. “Aunque él no lo sabía, había a unos que lo observaban retirarse
para allí y se dieron cuenta que su evangelista frecuentemente invirtió muchas horas seguidas
allí, en esa cueva fría de la costa, comunicándose con Dios. A veces, pasó un día entero allí,
en ayuno, en intercesión y en meditación.”
Vale la pena meditar en el consejo que Samuel dio a los jóvenes ministros. “Preparen
bien el sermón antes del domingo, acuéstense temprano la noche del sábado y levántense
temprano el domingo por mañana. Inviertan tres horas a solas con Dios antes de salir al
púlpito; Acudan a Él para leer, creer y orar acerca de su Palabra. Háblale a Él hasta que Él
te hable y te diga: —Ve con ésta tu fuerza.” (Jueces 6:14)
Cerramos este vistazo de la vida orante de Samuel Chadwick con unas palabras potentes,
escritas por él en sus años más maduros: “Orar como Dios quiere que lo hagamos es una de
las hazañas mayores en la tierra. Tal oración nos cuesta y precisa mucho tiempo. Oraciones
hechas apuradamente y peticiones susurradas nunca producirán almas poderosas en la
oración. Los aprendices diaria y regularmente invierten horas, hasta conquistar su arte o
trabajo. Todos los santos que han sido orantes han invertido varias horas cada día en el
orar. En los días de hoy, no hay tiempo para orar, pero sin tiempo, mucho tiempo, nunca
aprenderemos cómo orar.”
Después que se escribieron estas palabras, la iglesia se ha alejado aún más allá de su
posición de antaño. Hoy las oraciones rápidas son muy comunes para el predicador apurado,
quien trata de trabajar a todo tiempo en las cosas materiales y a la vez predicar, así como
supervisar los muchos sociales de la iglesia. O, si no está trabajando, tiene tantas citas y
quehaceres que le resta tiempo de las ocasiones de tiempos largos y ensimismados, a solas
con Dios, “cuando Dios se baja para encontrar al alma, y la gloria corona el propiciatorio.”
Capítulo 5
MÁS PREDICADORES INGLESES

“Es triste que Dios tenga que esforzarse tanto para que alguien de aquí abajo Le preste
atención. Siempre está hablándonos, pero a pesar de que siempre hay algunos que tienen
ganas de escucharle, los ruidos de este mundo bloquean nuestros oídos para que no llegue Su
voz. Dios habla a través de Su Palabra. La mayor parte del conocimiento de Él proviene de
ella. La Biblia ya está impresa. Fue inspirada por Dios y aún sigue inspirada. Dios Mismo
habla en ese libro. Esto la pone en una lista separada, muy apartada de los demás
libros. Estudiándola detenidamente, con inteligencia y reverencia, la voluntad de Dios se
revela. Lo que Él dice cambiará por completo lo que tú digas.”
Estas palabras fueron habladas por S.D. Gordon, quien escribió mucho acerca de la
oración. Nosotros, los autores, estamos de acuerdo con esto: que el leer y meditar sobre la
Palabra de Dios es un aspecto de la oración. Muchas veces acudimos a Él como bebés, o
como cristianos carnales, pidiéndole cositas para nosotros mismos. Los padres invierten
mucho tiempo supliendo las peticiones de sus niños, cuando ellos están chicos. —Mamí,
¿dónde está mi bolsita para la escuela?
—Mamí, ¡me lastimé el dedito!
—Mamí, no encuentro mi juguete.
—Papí, necesito dinero.
—Mamí, hoy hay exámenes en la escuela. ¡Ora por mí, que yo los pase!
Qué día tan alegre, para los padres, cuando su hijo ha madurado, viene y se sienta en
gratitud y, en vez de pedir más para sí mismo, dice a sus padres: —Mira, papí y mamí,
entiendo que ustedes ya están pasando tiempos difíciles y que hay problemas en su
negocio. ¿Qué puedo hacer para ayudarles?
Hay tantos cristianos que nunca maduran y siempre están pidiendo para sí
mismos. No se dan cuenta que la Palabra dice que Cristo es Señor de la mies. Él, Cristo,
sabe donde está el lugar más necesitado para la cosecha. Pero, tratamos de correr adelante
de él, para cosechar donde nosotros pensamos que es mejor, quizás lo hacemos con
sinceridad, pero a la vez equivocadamente. Y, Él lo permite, hasta que nosotros, cansados
de nuestros inútiles esfuerzos, acudamos a él, pidiéndole dirección. Antes que pasara esto,
siempre oramos: ‘Señor bendice lo que voy a hacer. Bendice, por favor, el esfuerzo que nos
proponemos.’ ¡Bendice, bendice, bendice! ¡A mí, a mí, a mí, a mí o a nosotros, a nosotros,
a nosotros, a nosotros!
La verdadera oración es invertir mucho tiempo leyendo la Palabra de Dios, para
descubrir lo que agrada a nuestro glorioso Señor; y luego, pedir para que podamos extender
Su reino a Su modo, en vez de nuestro propio método pueril, que es tan limitado a causa de
nuestra miopía. Dios, sí, es muy paciente con Sus hijos; pero, nos preguntamos si Él está o
no, muchas veces entristecido al ver tan pocos que verdaderamente se interesan en Sus
deseos.
Puedes decir, “Soy ministro en todo tiempo. Pues, ¿se interesa Dios en mis
esfuerzos?” No: tal vez en algunos, sí, se interesa. Pero la ambición personal, los deseos por
un buen logro y la esperanza de satisfacción provienen del hombre natural y muchas veces
se mezclan en nuestras oraciones. Tan fácil es orar con mezquindad, “porque pedís mal, para
gastar en vuestro deleites.” (San. 4:3) Hay muchos que hacen mercadería con las almas de
los hombres y mujeres. En el Apocalipsis se habla de la caída de los mercaderes de Babilonia
y la última en la lista de la mercadería es, “almas de hombres”. (Ap. 18:13) También, Jesús
habló de los que dirán en el último día, “Señor, Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, y en
tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y la
sorprendente declaración será, “Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de
maldad.” (Mat. 7:22-23)
Uno de los puntos notables del libro de los Hechos es que después del día de
Pentecostés, Dios podía pedir que los hombres y las mujeres de ese entonces dejasen lo que
hacían, y entrasen a Su obra. Él tenía almas hambrientas, listas para la cosecha y también
tenía a hombres tan maduros y sujetos, que se interesaban en lo del Señor y Maestro de los
campos, blancos para la mies. Y, seguirían “al Cordero por dondequiera que va”. (Ap. 14:4)
Bendito día, cuando hayamos madurado y dejado atrás toda mezquindad, deseando
compensar, por lo menos de manera pequeña, un poco de la bondad que recibimos durante
nuestra niñez espiritual; y por fin, nos aquietamos ante de Su presencia, pidiéndole acerca de
lo que es más precioso ante Sus ojos. Cuánto más nos enriqueceríamos estudiando Su
Palabra, permitiéndole hablarnos en cuanto a la maravillosa, perfecta y aceptable voluntad
de Él.
Hoy en día, se necesita de un cuantioso volumen de oración, basado en la Palabra de
Dios. Muchas veces Dios responde a nuestras pueriles peticiones, pero con consecuencias
que nos fuerzan a nuestras rodillas en humildes súplicas; ya más sabio, entendiendo que es
mejor no pedir algo contra las enseñanzas de Jesús. ¡Cuídate de cómo oras!
Juan Wesley les enseñó a sus rebaños que tendrían que alcanzar el balance con
reproche. Si tendrían gran bendición, ¡igualmente tendrían que recibir el odio, el abuso y la
burla! No solamente detrás del púlpito predicaba Juan Wesley; también, se hizo más vil ante
los ojos de aquella gente, saliendo a los campos y mercados, predicando el evangelio para
ganar las almas.
Roberto Hall
Entre los primeros bautistas de Inglaterra, encontramos hombres de oración y muy
prácticos. Uno de tales fue Roberto Hall, quien maravilló a sus oidores, aunque de estos, no
todos fueron agradecidos. El secreto de su poder ante los hombres era que invertía mucho
tiempo a solas con Dios, porque el que quiere recibir mensajes del Dios Eterno, no puede
estar siempre con los hombres, para que no se empañe sus predicaciones con los sentimientos
mundanos, que manchan el mensaje que proviene de Dios, para el espíritu del hombre.
El biógrafo de Roberto dice la siguiente acerca de los devocionales privados de Hall:
“Él casi totalmente estaba alejada de la sociedad. Invirtió mucho de su tiempo en las
devocionales privados y frecuentemente consagró días enteros a la oración y al ayuno; cual
costumbre continuó hasta el fin de su vida, contándolo como un menester por al avivamiento
y la preservación de la religión personal. Cuando podía caminar, vagaba por los campos y
buscaba refugio bajo los árboles frondosos; allí brotaron sus súplicas y agonías. Con
frecuencia, se mantenía tan absorto en éstas, que ignoraba el hecho que otros pasaban cerca,
quienes recordaron con emoción el fervor y la importunidad de sus peticiones ante el
propiciatorio, y de los gemidos indecibles. Parece que toda su alma estaba en un estado de
constante comunión con Dios. Sus paseos por los solitarios campos produjeron esto, y esas
sendas fueron mojadas por sus lágrimas en oración penitente. Pocos hombres han invertido
más tiempo que él en la devoción privada, y pocos se han retirado a la misma con más
deleite.”
Antonio N. Groves
El movimiento de ‘Los Hermanos’ se levantó en Inglaterra e Irlanda. En esa época,
Dios obraba en gran manera en los corazones de una muchedumbre. El cuñado de Jorge
Müller, Antonio Groves, no es tan conocido en general. Con todo, era un hombre muy
espiritual, impresionando grandemente a Müller. Leyendo su biografía: Anthony Norris
Groves, escrito por G.H. Lang, fuimos impresionado por la profundidad de su vida espiritual
y la claridad de su entendimiento, las cuales se manifiestan en los extractos de su diario y sus
cartas.
“Cuán claramente vemos por todos lados,” aseveró él, “que la falta del placer
espiritual en Dios y el encontrar toda suficiencia en Él son la base de toda pérdida espiritual:
las aficiones espirituales necesitan cultivarse, porque no crecen sin el cuidado del
agricultor. Las cálidas y veraces emociones hacia Dios son, realmente, un manantial de puro
gozo; pero, cuán poco se ponen en ejercicio vivo.”
“Espera en Dios de continuo,” él escribió, “y el inicio de apartarse de Dios está en el
esperarle de vez en cuando. Hay algo en el corazón que nos avisa si estamos verdaderamente
en comunión con Él; el alma que ha gustado de ésta no puede ser burlada por una visita
fingida. Una causa del desviar es el preferir otra cosa en lugar de la adoración a Dios, igual
que los israelitas siguieron a los Baales.”
“A menudo somos engañados a seguir lo mundano, pensando que podemos someterlo
a la gloria de Dios, pero las cosas que pensamos doblegar, como arcos para tirar flechas
contra los enemigos de Dios, se revierten y nos atraviesan con muchos dolores, desviándonos
del camino de Dios. Nada necesita más discernimiento que el descubrir las asechanzas del
enemigo. Con frecuencia, aparecen tan encubiertos que se piensa que son una guía de Dios.”
Y, por fin, piensa en este tesoro dado por su biógrafo: “A nuestro mejor punto,
necesitamos guardarlo continuamente, al igual que a lo más débil, o, como se dice, fallamos
en nuestro punto más fuerte. Moisés era un hombre muy manso, pero los israelitas enojaron
su espíritu, y él habló lo indebido. (Núm. 20:10; Sal. 106:33) El señor Groves había sido un
hombre de fe en comunión íntima con Dios, más profundamente que la mayoría de
hombres. Sin embargo, permitió que la vida externa sobrepujara a la interna. ¿No es ésta
una voz que llega a 10.000 de nosotros? Un siervo, consagrado a Dios, me preguntó si él
debía empezar otra empresa piadosa. Le respondí, —Hazlo, si estás completamente
convencido que tendrás bastante tiempo para orar por cualquier detalle de continuo.” (Citas
usadas con permiso de Paternoster Press, Exeter)

G.H. Lang
El biógrafo del señor Groves, G.H. Lang, fue notado por su vida de oración. Autor y
evangelista ambulante entre ‘Los Hermanos’, era un hombre de aguda comprensión a causa
de sus oraciones y conocimiento de la Palabra. Unos cuantos libritos acerca de la oración,
escritos por él, nos revelan los secretos descubiertos por él, durante su vida. Al punto que
dice en su auto-biografía, An Ordered Life (Una Vida Ordenada), se preocupaba por la
infructuosidad en su ministerio y por esto, empezó a buscar a Dios. Recibió su respuesta y
nos explica cómo: “Cuando yo Le busqué acerca de este problema, Él respondió: —Los
apóstoles dijeron, ‘Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra.’
(Hechos 6:4) Tú te has entregado a ti mismo para el ministerio de la Palabra y la
oración. Ponlos en mi orden y Yo obraré. —[Esto es, poner la oración primero, no la
predicación.] Desde entonces puse yo en orden mi vida, para dar un día de la semana a la
oración, con ayuno, y desde entonces en adelante Dios obró más poderosamente
conmigo. Los que esperan en el poderoso Jehová, cambian su fuerza humana al poder divino.
(Isa. 40:29-31) En cuanto a cómo procede esto, cesan de tocarse ligeramente los corazones
humanos y empiezan a ser quebrantados como piedras golpeadas por un martillo; se tiene
suficiente fuerza para atar a los malos espíritus que cautivan y entenebrecen a las almas, para
que puedan ser librados los cautivos.” (Lu. 11:21-22) (Citas usadas con permiso de
Paternoster Press, Exeter)
Haroldo St. John
Haroldo St. John era otro evangelista de ‘Los Hermanos’ que viajaba por todo el
mundo, dejando una influencia brillante. Su hija, Patricia St. John, es muy conocida por sus
excelentes libros para niños. También escribió una biografía de la vida de su padre.
“Tan íntima relación se necesita con Dios, para tener un santo ministerio,” dijo él, “y
tan pronto se puede caer la flor. Acuérdate que eres un vaso pulido, pero una sola respiración
puede opacar el pulimento. El crecimiento espiritual es gobernado por leyes fijas y tengo
que obedecerlas— mucha oración, verdadero estudio de la Biblia, completo dominio de sí
mismo, pleno manejo de los pensamientos. Estas son las sendas de Dios para mí vida.”
Otro comentario que hizo después de una predicación es citado a continuación: “Un
día feo. Una reunión de mucha gente, a llenar, pero totalmente sin vida. No puedo discursar
sobre la venida del Señor, porque ahora no lo vivo bastante. Estuve errado en el alma, lejos
y sin conexión. Llegué a mi casa humillado, a pesar de que todos los demás estaban
encantados del culto.” ¿Cuántos evangelistas actuales llegarían a la misma conclusión,
después de predicar a una gran multitud, seguidos de aplausos? ¡Qué Dios profundice el
ministerio de hoy en día!
Hace años recortamos de una revista un artículo acerca de Haroldo St. John; pero,
ahora, no recordamos quién fue el autor. A continuación se da una parte de ese artículo:
“Los maestros de la Biblia me aburrían. ¡De hecho, algunos todavía lo hacen! Sus
discusiones sobre el significado de las palabras antiguas y de los rumbos teológicos me
parecían tan irreales y sin significación actual. Con todo, (como dice la Biblia) ‘hubo un
hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan’, más precisamente, St. John. ¡Pero por acá
lo pronuncian: ‘Sinjun’! Dios le usó para transformar mi vida, con respecto al estudio de la
Biblia… Él era una exhibición viva del fogoso conocimiento. Para mí, es una tristeza que él
escribiera tan poco; pero, una biografía recién publicada (escrita por su hija, Patricia),
preserva para nosotros algunas (¡ay, pero son tan pocas!), de las pepitas de oro, que él
descubrió en su ‘Exploración Bíblica’.”
“Yo siempre me maravillaba de la manera en que las palabras de la Biblia pasaban
continuamente por su mente (¡me parecía que así era!). Nos reunimos bastantes veces en la
ciudad de Manchester para maravillarme en esto. Por ejemplo, si yo estudiaba algunos meses
sobre una profecía ininteligible, él me preguntaba durante el almuerzo: —¿Qué has
encontrado? —Entonces yo le explicaba lo que pensaba, diciéndole cosas que realmente no
entendía muy bien. Luego, sin mirar la Biblia, me daría un resumen completo de toda la
profecía, citando capítulos y versos, los cuales yo sabía que eran correctos, porque ¡los
estudiaba durante meses! Pero, ¡él no tenía ninguna preparación o aviso antes de qué yo
hablaría! Esto pasó varias veces, las que puedo respaldar sobre lo que dijo el profesor F.F.
Bruce, “Los hombres más jóvenes se refirieron a él como el maestro’”. De igual modo, el
señor Ford Mitchell de la Misión al Interior de China describió a Haroldo como ‘el hombre
que conoció la Biblia mejor que cualquier otro en Bretaña’.”
“Una cierta vez, se apagaron las luces en una gran reunión, mientras él leía un pasaje
no muy conocido. Con todo, el señor St. John siguió citando calmadamente el pasaje de
memoria. No es una maravilla que una mujer exclamara: —Yo daría el mundo, para conocer
la Biblia, como tú la conoces.
—Señora, —respondió este joven predicador, inclinándose con cortesía—, esto es
exactamente lo que cuesta.”
Unas cuantas citas de la biografía escrita por su hija, nos revelará de la íntima
comunión que este guerrero de oración tenía con Dios por medio de Su Palabra:
“Necesito ayudar a las almas, no solamente predicar.”
“Un discurso desconsolador, a un puñado de gente apática.”
“Un día ocupado, pero sin la plenitud del Espíritu Santo: lo confeso como pecado.”
“Tengo que aprender a hablar solamente lo que he gozado de Dios.”
“Él ha pasado por medio del fuego,” dijo con respecto a un hermano muy conocido,
“yo he mirado hacia el fuego, no más.”
“Antes de ser convertido, la pregunta es: ‘¿El cielo o el infierno?’ Después, la
pregunta es: ‘¿El cielo o la tierra?’”
“¿Edificas el carácter con piedra o ladrillo…? Génesis 11:3, Isaías 65:3 e Isaías 9:10;
estos versículos muestran como el ladrillo es un escape a los hombres para evitar una crisis,
pero Dios usa piedras, piedras vivas: analicemos a 1º Pedro.”
Ahora volvamos un momento al escrito anteriormente mencionado, para la palabra
final: “¿Cuál es el secreto para encender el entendimiento? ¡El Espíritu Santo! …La Palabra,
la Palabra siempre, pero nunca la Palabra sin el Espíritu Santo… ‘Más allá de la página
sagrada, te busco, Señor. ¡Mi espíritu te anhela, a ti, Palabra Viva!’”
“Así era cómo crecía más fuerte, hasta el punto que estando moribundo, pudo susurrar
una pregunta a su hija: —¿Has visto una vez a Dios?
—No, papá —respondió ella.
—Yo, sí. —replicó difícilmente— Hace mucho tiempo. No dije nada a nadie acerca
de esto, pero después de descansar un ratito, te contaré… —Pero nunca pudo revelar el
secreto, sólo quedando como verdad sus dichos por medio del testimonio que manifestó ante
todos: la realidad de su vida; especialmente cuando esperando la llamada final de Dios,
expresó la eminencia de una vida que anda con Dios. Dijo: —Mi cuerpo está desgastado por
amarle tanto a Él, ahora sólo estoy yaciendo aquí, dejándole amarme a mí.”

¿Por qué nos maravillamos del volar


De un satélite nómada,
Cuando cada corazón adorante puede compartir
Un rico volumen de oración,
Que sobrevuele la tierra y alcance lejanías;
Más allá que la más fulgente estrella?
¡Más brillante que cualquier galaxia!
¡Más ancha que el infinito!
-Grace V. Watkins
Usado con permiso de Herald of Holiness (Heraldo de Santidad)

Roberto C. Chapman
La piedad y devoción de Roberto Chapman fue como pocos. Aunque se crió con una
familia adinerada y culta, buscaba imitar el ejemplo del Señor Jesucristo; compró una casa
humilde cerca de una tenería, en un distrito pobre de Barnstaple, Inglaterra. Allí este soltero
recibió a la gente de Dios como huéspedes, e insistía en lustrar los zapatos de ellos. Aunque
se quejaron porque lustrar zapatos era un trabajo deshonroso, el señor Chapman les explicó
que ya no nos lavamos los pies [en aquella época y país no se necesitaba], y el dar lustre a
los zapatos de los demás era algo muy semejante al ejemplo de nuestro Señor.
Regalando la mayoría de sus riquezas a otros, vivía por fe, queriendo así estimular al
pueblo de Dios a una vida de sencilla confianza ante las necesidades. Su propia vida fue
abnegada. “A las cuatro de la mañana,” dijo su biógrafo Frank Holmes, “se le vio caminando
hacia el campo. Estos paseos de muy de mañana a veces le llevaron hasta Ilfracombe, para
desayunar: 19 kilómetros, caminado sobre las colinas de Devonshire. Una vez, por lo
menos, caminó hasta Exeter —una distancia de 64 kilómetros— antes del
almuerzo. Normalmente, caminaba unos cuántos kilómetros, y al volver a la casa despertó a
sus huéspedes y lustró sus zapatos.”
“Por esto, se entiende que raramente se levantó después de las tres y media de la
mañana. A lado de su cama había una gran bañera cuadrada. Cada noche, a las nueve en
punto, dijo ‘buenas noches’ a sus huéspedes, se bañaba con agua caliente y luego se acostaba
a dormir. Cada mañana, mientras dormía el pueblo, se bañaba con agua fría y se
cambiaba. Una cierta vez le dijo a un visitante: —Oye, querido hermano, Dios nos ha dado
un cuerpo apreciado y quiere que nosotros, como buenos obreros, lo guardemos en buena
condición. Abro los poros de mi cuerpo por la noche [en el agua caliente], y los cierro con
un baño frío en la mañana.”
“Hasta el mediodía, sea adentro o afuera de su casa, la mayoría de su tiempo lo
invertía en la oración, la lectura de la Biblia y la meditación. Se estima que por lo menos
tenía siete horas de clara comunión con Dios antes de las doce. Esto sin duda es el secreto
de su poder espiritual. La generación actual haría bien fijándose en su ejemplo. La quietud
del espíritu y la fuerza que viene del esperar en Dios por largo tiempo no son valoradas como
se debe. La actividad de la carne muchas veces sustituye el poder del Espíritu. Una gran
cantidad de trabajo se hace apuradamente; luego, se le pide a Dios que bendiga lo que se ha
hecho, y se planifica con fervor para el día siguiente.”
“Roberto Chapman realizó mucho trabajo, pero sin mucha turbación e
intranquilidad. Su vida era más como un ancho y gran río, que una bulliciosa y quebrada
vertiente.”
“Durante los sábados dio a su mente completo descanso, antes de los deberes del día
del Señor. Normalmente dedicaba todo este día a su taller de carpintería. El caminar y la
carpintería eran las principales formas de descansar su mente; el sábado era el día para la
carpintería. Detrás de su casita hizo un cuartito para tal ocupación. Allí tenía un mesón y
unas finas herramientas, de las mismas el más importante era el torno de madera. Con este
torneó muchas cositas. Éstos los presentó como regalos a sus huéspedes o fueron vendidos
para fondos misioneros.”
“Normalmente, no se permitían las visitas los días sábados. Fue bien comprendido
por los vecinos, los que quisieron charlarle sobre algo, y escogieron otro día. Un hermano
que osó tocar la puerta un día sábado fue instruido: —Puedes entrar. Pero habla solamente
acerca del torno.”
“Pero este descanso fue acompañado con ejercicios espirituales, porque siempre
ayunaba los sábados y, mientras trabajaba, derramaba su alma en comunión con su
Señor. Esta costumbre de mezclar lo espiritual con lo práctico fue muy característica en
Chapman. Siempre oraba mientras caminaba o cumplía los quehaceres de la casa. De hecho,
rehusó reconocer cualquier distinción artificial entre los deberes religiosos y los materiales,
pero siempre estaba conciente del mandamiento divino: ‘Y todo lo que hagáis, hacedlo de
corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la
recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.’ (Co. 3:23)”
“Quizá en un sentido, los sábados fueron los días más valiosos para él; porque en
cualquier otro día su mente estaba ocupada en asuntos pastorales. Los sábados fueron
dedicados al muy necesitado refrescamiento de su propia mente y espíritu. Una persona que
entró deprisa a su taller, por una emergencia, dijo que la cara de Roberto resplandecía como
la de un ángel.”
Este patriarca tenía casi cien años cuando se fue para estar con su querido Maestro,
dejando una vida fragrante con la que había bendecido a todo aquel distrito donde vivió, se
movió y fue. (He. 17:28)

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