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TECNICATURA SUP.

EN HIGIENE Y SEGURIDAD EN EL TRABAJO


I.E.S Nº 6021 “JUAN C. DÁVALOS”
Prof. Lic. Ricardo Quintana
DOSSIER DE ÉTICA APLICADA
CONTENIDOS CONCEPTUALES
EJE 1. Introducción a la ética

Ética y Moral. Conceptos y diferenciación. La ética como disciplina filosófica del obrar humano. Carácter
ético del hombre. Niveles de reflexión ética. Teorías éticas: Teleológicas, Egoístas y Deontológicas.
Capacidades:

 Manejo preciso de los conceptos propios de la ética sabiendo clarificarlos y diferenciarlos.


 Conocimiento de distintas teorías éticas modernas, sus límites de aplicación.

EJE 2. La ética aplicada.

Ética aplicada: definición y estatuto epistemológico. Diferentes apartados de la ética aplica da. Diferentes
modos de entender y fundamentar la ética aplicada. Ámbitos de la ética aplicada y de las profesiones.

Capacidades:

 Manejo de los distintos sentidos de la ética aplicada y de las distintas disciplinas que de ella se desprenden.
Su diferenciación y problemas específicos.

EJE 3. Ética de las profesiones

Ética aplicada y ética de las profesiones. Estatuto, delimitación y problemas de la ética de las profesiones. El
lugar social de las profesiones. Los códigos profesionales. Valores y peligros de la actividad profesional.

Capacidades:

• Desarrollar habilidades clave que permitan como profesional asumir las cuestiones éticas de su práctica
laboral desde una perspectiva práctica y reflexiva.
EJE 4. Entre la Deontología y la ética profesional

La ética y la deontología profesional: concepto, objetivo y aplicaciones. La responsabilidad social


profesional. La ética en las relaciones profesionales. La responsabilidad social empresarial: Concepto y
aplicaciones específicas.

Capacidades:

 Distinción de los conceptos de ética y deontología profesional.

 Formar una conciencia ética personal y profesional como necesaria para la correcta, eficiente y honesta
realización de la profesión y desarrollo personal
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UNIDAD 1: Introducción a la ética
Ética y Moral: Conceptos y diferenciación. La ética como disciplina filosófica del obrar humano. Carácter ético del hombre. Niveles
de reflexión ética. Teorías éticas: Teleológicas y Deontológicas.

ÉTICA Y MORAL: CONCEPTOS Y DIFERENCIACIÓN.LA ÉTICA COMO DISCIPLINA FILOSÓFICA DEL OBRAR
HUMANO
Es la disciplina filosófica que reflexiona entorno al obrar humano. Analiza los elementos del acto,
sus objetos, fines y circunstancias desde la perspectiva de la “moralidad” (ya sea su “bondad o maldad”) e
intenta orientar el obrar del hombre para que éste no termine contradiciendo la naturaleza profunda de su
ser. La Axiología es una “versión moderna” de la ética que analiza los actos humanos desde la perspectiva
de los valores, al tiempo que la validez, jerarquías y escalas, y obje tividad de los mismos.
El problema de la ética no se instaura con la filosofía. El primer acercamiento al fenómeno de la
moralidad ocurre en la vida práctica, que es una esfera pre -filosófica y refiere a la vida moral misma.
Nuestra propia experiencia nos muestra que solemos expresar valoraciones morales ante determinadas
circunstancias. Así hablamos de actos nobles, buenos y desinteresados, o de actos malos y egoístas; y todo
ello mucho antes de estudiar alguna teoría moral específica. A este ámbito pre -teórico o pre-filosófico se le
denomina conocimiento moral como opuesto a la ciencia moral que, situada en un plano de reflexión
distinto, intenta estudiar los fenómenos más importantes dentro del ámbito correspondiente a la
evaluación moral y a la moralidad de las acciones.
La ciencia moral tiene por objeto el ámbito de la moralidad, incluido el del conocimiento moral. Se
define la ética como la ciencia que se refiere al estudio filosófico de la acción y la conducta humana,
considerada en su conformidad o disconformidad con la recta razón (razón que se dirige a la verdad). O,
dicho de otro modo, la ciencia que ordena los actos libres del hombre en cuanto se encaminan a su fin
último, que es la felicidad.
Por recta razón entendemos el medio a través del cual se descubre la moralidad.
Pero, ¿a través de qué medio conocemos si una acción es o no conforme al verdadero bien de la
naturaleza humana? La respuesta es la inteligencia, en cuanto es quién advierte lo adecuado o inadecuado
de una acción en orden al verdadero bien de la naturaleza humana.
Si la inteligencia alcanza esa comprensión sin error, se le denomina recta razón. Así, la ética estudia
la moralidad en cuanto cualidad del acto humano que le pertenece de manera exclusiva por proceder de la
libertad en orden a un fin último; determinando, por tanto, que se le considere bueno o malo.
La ética, entonces, refiere al acto perfecto en cuanto conviene al hombre como hombre y en
cuanto lo conduce o no a realizar su último fin.
Lo éticamente bueno depende de la relación con el fin último del hombre. El fin último del hombre
es el deseo natural de ser feliz, es el bien perfecto Por felicidad entendemos la obtención estable y
perpetua del bien totalmente perfecto, amable por sí mismo, que sacia todas las exigencias de la naturaleza
humana y calma todos sus deseos.
Explicado de un modo más sencillo, es la inteligencia quien advierte de modo natural la bondad o
maldad de los actos libres. Todos tenemos experiencias de satisfacción o remordimiento frente a
determinadas acciones realizadas. A partir de ellas es que surge la pregunta acerca de la calificación de la
conducta. ¿Qué es el bien y qué es el mal? ¿Por qué esto es bueno y aquello malo? Precisamente, la
respuesta a estas interrogantes es lo que nos lleva al estudi o científico de los actos humanos en cuanto
buenos o malos, estudio que denominamos ética.
Así, resulta aquella parte de la filosofía que estudia la moralidad del obrar humano; es decir,
considera los actos humanos en cuanto son buenos o malos.
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.- Ética y moral, desde la etimología
La palabra ética proviene del griego êthos y significaba, primitivamente, estancia, lugar donde se
habita. Posteriormente, Aristóteles afinó este sentido y, a partir de él, significó manera de ser, carácter. Así,
la ética era como una especie de segunda casa o naturaleza; una segunda naturaleza adquirida, no
heredada como lo es la naturaleza biológica. De esta concepción se desprende que una persona puede
moldear, forjar o construir su modo de ser o êthos.
¿Cómo se adquiere o moldea este êthos, esta manera de ser? El hombre la construye mediante la
creación de hábitos, unos hábitos que se alcanzan por repetición de actos. El êthos o carácter de una
persona estaría configurado por un conjunto de hábitos; y, como si fuera un círcul o o una rueda, éste êthos
o carácter, integrado por hábitos, nos lleva en realizar unos determinados actos, unos actos que provienen
de nuestra manera de ser adquirida.
La palabra moral traduce la expresión latina moralis, que derivaba de mos (en plural mores) y
significaba costumbre. Con la palabra moralis, los romanos recogían el sentido griego de êthos: las
costumbres también se alcanzan a partir de una repetición de actos. A pesar de este profundo parentesco,
la palabra moralis tendió a aplicarse a las normas concretas que han de regir las acciones.
Así, pues, desde la etimología, hay poca diferencia entre ética y moral: una y otra hacen referencia
a una realidad parecida. Pero hoy, pese a que a menudo se usan de manera indistinta como si fuesen
sinónimos, se reconoce que tienen significados divergentes.

.- Ética y moral, hoy: dos niveles diferentes


Tan antiguo como la misma humanidad es el interés por regular, mediante normas o códigos, las
acciones concretas de los humanos; en todas las comunidades, en todos los pueblos, sociedades o culturas
encuentran prescripciones y prohibiciones que definen su moral.
Ahora bien, junto al nacimiento de la filosofía apareció otro tipo de interés, el de reflexionar sobre
las normas o códigos ya existentes, comparándolos o buscando su fundamento. Estos dos diferenciados
niveles de interés o de actividad humana constituyen lo que conocemos hoy, respectivamente, por moral y
ética.
La moral es un conjunto de juicios relativos al bien y al mal, destinados a dirigir la condu cta de los
humanos. Estos juicios se concretan en normas de comportamiento que, adquiridas por cada individuo,
regulan sus actos, su práctica diaria. Ahora bien, ni las normas o códigos morales se proclaman como el
código de circulación, ni cada persona asume o incorpora automáticamente el conjunto de prescripciones y
prohibiciones de su sociedad, ni cada sociedad o cultura formulan los mismos juicios sobre el bien y el mal.
Es por todo eso que la moral a menudo es un conjunto de preguntas y respuestas sobr e qué debemos
hacer si queremos vivir una vida humana, es a decir, una vida no con imposiciones sino con libertad y
responsabilidad.
La ética, por otro lado, es una reflexión sobre la moral. La ética, como filosofía de la moral, se encuentra en
un nivel diferente: se pregunta por qué consideramos válidos unos y no otros comportamientos; compara
las pautas morales que tienen diferentes personas o sociedades buscando su fundamento y legitimación;
investiga lo qué es específico del comportamiento moral; enunci a principios generales o universales
inspiradores de toda conducta; crea teorías que establezcan y justifique aquello por el que merece la pena
vivir.
La moral da pautas para la vida cotidiana, la ética es un estudio o reflexión sobre qué origina y justifi ca
estas pautas. Pero las dos, si bien son distinguibles, son complementarias. Del mismo modo que teoría y
práctica interaccionan, los principios éticos regulan el comportamiento moral pero este comportamiento
incide alterando los mismos principios. A menudo los conflictos de normas morales que aparecen cuando
tenemos que tomar decisiones son el motor que nos impulsa a una reflexión de nivel ético. Es por ello que
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Aranguren, reconociendo la vinculación entre teoría y práctica, llama a la ética moral pensada y a la moral,
moral vivida.

Estamos a nivel moral cuando: Estamos a nivel ético cuando:

Razonamos que los pactos han de cumplir siempre, del


Cumplo una promesa hecha ayer pese a que hoy me
contrario, en lugar de acuerdos entre amigos, tendríamos
doy cuenta de que su cumplimiento me crea problemas.
que hacer contratos legales.

Me pregunto sobre qué tiene más valor moral, la intención


Ayudo voluntariamente a un compañero de clase si bien
que inspira un acto o los resultados que con él se
me arriesgo a herir su orgullo.
obtienen.

Decido si tengo que ser o no sincero con un compañero Reflexiono sobre valores, preguntándome si el valor de la
de clase que parece quiere ser amigo mío. autenticidad es preferible el valor de la amistad.

Rechazo robar la calculadora de un compañero de clase Tengo presente la máxima o regla de oro: "No hagas a los
sabiendo que nadie me ve. demás lo que no quieras que te hagan a ti".

.- ACTOS HUMANOS
Se llama acto humano aquel que procede de la voluntad deliberada del hombre, son aquellos actos que nos
diferencian de los demás animales.
• Actos naturales: son los que proceden de las potencias vegetativas y sensitivas, sobre las que el
hombre no tiene ningún control voluntario y son enteramente comunes de los animales, es como si
estuviéramos programados, así como los castores lo están para ser ingenieros hidráulicos, haciendo la
salvedad de que estos actos están dentro de nuestra libertad.
• Actos del hombre: son los que proceden del hombre sin ninguna deliberación o voluntariedad, sea
porque esta habitualmente destituido de razón en el momento de realizar el acto. Ninguno de estos actos
afecta la moralidad, un ejemplo fehaciente en nuestras vidas, es al que diariamente nos enfrentamos cada
mañana, nos levantamos o nos levantan, para lo cual no objetamos, corremos al baño, y nos duchamos sin
muchas veces darnos cuenta de lo que estamos haciendo, luego nos lavamos los dientes y desayunamos,
todo esto en un ambiente de rutina único, luego nos dirigimos ya sea al trabajo, al estudio, en fin, actuamos
por decirlo así, si ninguna voluntad.
• Actos violentos: son los que el hombre realiza por la coacción de un agente que lo obliga a
ejecutarlos, contra su voluntad interna. Es cuando dejamos por un momento de ser racionales y actuamos
como aquel perro callejero tratando de marcar el territorio, es decir instintivamente.
En todo acto humano se pueden distinguir tres elementos o factores principales que son: los co gnoscitivos,
los volitivos y los ejecutivos.
• Elemento cognoscitivo: es el conocimiento de lo que se hace, aunque no se sepa cual sean las
consecuencias de esos actos, son el primer fundamento del acto humano, todo acto debe ir acompañado
de este, de lo contrario no se diese tal acto, ya que este pertenece al entendimiento.
• Elemento volitivo: todo acto humano va influenciado por la voluntad la cual presiona tal acto; de
nuestra voluntad dependen todos nuestros actos y de cuan morales sean o no.
• Elemento ejecutivo: es la consecuencia de nuestra libertad interna, ya que esta la impulsa a la
realización de actos externos, este momento del acto ya ha sido influenciado por los dos elementos
anteriores: el entendimiento y la voluntad, lo cual indica de que nuestros actos ya han sido analizados
previamente.
En fin, hablar de los actos humanos seria hablar de la vida misma y de cómo nosotros afrontamos tales
actos, bajo qué grado de libertad los tomamos, si son influidos por ordenes, costumbres o caprichos a
simplemente porque me da la gana de hacerlos y lo hago, está bien, eso es la ética *< haz lo que quieras>,
el no preguntarle a nadie lo qué hacer con mi vida, eso me lo pregunto yo mismo.
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Hay una innumerable lista de actos humanos como por ejemplo los actos elícitos que son tales como amar,
entender, en fin; los actos imperados que son aquellos que hacemos por una orden de la voluntad y son
naturales como son el abrir y cerrar los ojos, parpadear. Hay otros actos que se manejan a nivel interno y
hacen uso de nuestras facultades, la imaginación, el entendimiento y la misma razón. También hay actos
buenos y actos malos, a estos los determina el grado de moralidad que apliquen; hay actos lícitos e ilícitos,
al primero lo mide el grado de autorización de las leyes o patrones culturales, y al segundo el grado de daño
a la sociedad, como robar, injuriar, en fin.
Para finalizar, podemos tomar un ejemplo que muy bien nos planteo Aristóteles “un barco lleva una
importante carga de un puerto a otro. A medio trayecto, le sorprende una tremenda tempestad. Parece
que la única forma de salvar el barco y la tripulación es arrojar por la borda el cargamento que además de
importante es pesado. El capitán del navío se plantea el problema siguiente: ¿Debo tirar la mercancía o
arriesgarme a capear el temporal con ella en la bodega, esperando que el tiempo mejore o que la nave
resista?”
Ahora imaginen el conflicto que está viviendo este capitán, si arroja el cargamento es porque prefiere hacer
eso que a afrontar el riesgo; pero sería malo decir que el quiere tirarlo porque no es así, el quiere llegar a
puerto con su tripulación, su barco y su mercancía. El es libre de hacer lo que prefiera, pero no es libre de
cierto modo por que el no eligió la tormenta.

NIVELES DE REFLEXIÓN ÉTICA


Puesto que la filosofía no es la única ciencia que reflexiona sobre la ética –otras también lo hacen—
e, incluso y como señalábamos antes, como en un nivel pre -científico también se reflexiona sobre la ética,
intentaremos determinar aquí en qué nivel teórico nos situamos cuando buscamos una fundamentación
filosófica de la ética.
La reflexión es un acto consciente que posibilita el autoconocimiento, debido a que implica una
toma de distancia, una posición excéntrica por parte del sujeto respecto de sus vivencias, una ruptura, una
duplicación subjetiva, por medio de la cual los individuos se construyen a sí mismos.
Siguiendo la clasificación efectuada por RICARDO MALIANDI, se pueden distinguir cuatro niveles de
reflexión en el campo de la ética, considerando el grado de normatividad presente en cada uno de ellos:
0. ESTADO PRERREFLEXIVO: En este estado, la conciencia se dirige hacia fuera del sujeto. Nos encontramos
aquí con una ausencia total de reflexión, por lo que en este caso la normatividad no es cuestiona da, las
acciones y les juicios efectuados respecto de tales acciones se desprenden únicamente de esta
normatividad; así, las normas condicionan y determinan los actos y los juicios morales individuales sin que
los sujetos reflexionen al respecto, tomando a la normatividad a modo de prédica moral.
1. REFLEXIÓN MORAL: La reflexión moral se caracteriza por ser espontánea, es motivada en un principio
por la duda, respecto del modo de aplicación de las normas, y de la elección de normas por las cuales
regirse a la hora de cometer un acto moral. Este tipo de reflexión responde a la pregunta: ¿qué debemos
hacer?
2. ÉTICA NORMATIVA: En este caso, hay una toma de conciencia respecto de la necesidad de desarrollar
una reflexión racional y sistemática, debido a que tal actividad del pensamiento es ineludible. Aquí, la
reflexión se convierte en filosofía práctica, en ética: se buscan los fundamentos de la normatividad, y se
apela a la razón para efectuar un análisis crítico de la misma. Este tipo de reflexión responde a la pregunta:
¿por qué debo actuar de este modo?
La ética normativa, a diferencia de la ética descriptiva, no trata de identificar qué sistemas de normas hay
sino establecer ciertos sistemas de normas y principios como válidos. Junto con ello, intenta proveer un
fundamento a dicha validez. Un ejemplo sería la validez de la norma occidental que dice “no matar”,
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respecto de la cual se trataría de justificar por qué es válida y, atendiendo a ello, concluir si se puede o no
justificar esa validez.
3. METAÉTICA: Este estadio se ubica por encima de la ética, para analizar los usos y significados de los
términos morales, constituyéndose así como un metalenguaje, en reflexión sobre la semiosis propia de la
ética. Este tipo de reflexión responde a la pregunta: ¿está bien planteado el problema ético en estos
términos?
La metaética no se ocupa de fundamentar la validez de un determinado sistema de creencias si no que se
concentra en el análisis lógico y semántico de los enunciados mediante los cuales expresamos
evaluaciones, creencias o imperativos morales. Por ejempl o, cuando decimos que algo es bueno, ¿qué
significa el predicado bueno? ¿Indica una cualidad de las cosas, cómo el color “rojo”, o tiene otro correlato
semántico, otra estructura? Pregunta compleja, cuya respuesta no es fácil.
4. ÉTICA DESCRIPTIVA: Nos encontramos aquí con una actividad más científica que filosófica, y que se
acerca más a la antropología y a la sociología que a la ética normativa o a la metaética. La ética descriptiva
pretende obtener neutralidad valorativa; es decir, no tomar posición respecto de si un ato o un juicio moral
está bien o mal. Este tipo de reflexión responde a la pregunta: ¿cómo se actúa o cómo se cree que se debe
actuar?
Es la investigación empírica de los sistemas de normas y creencias morales existentes. Este tipo de
investigación apunta a inventariar los sistemas de normas éticas, sin preguntarse por la validez de los
mismos. Así, da cuenta de los tipos de sistemas morales que hay, de las normas que contienen y cómo
están estructurados internamente, esto es, qué cosas funci onan en ellos como principios y qué cosas se
derivan de dichos principios. Las preguntas que cabe hacer aquí son todas de alcance puramente
descriptivo, y el objetivo no es evaluar los sistemas sino, como se dijo, describirlos.
Ejemplo de ética descriptiva es la labor que realizan los etnólogos al estudiar una determinada cultura;
donde el dato relevante será el sistema de creencias morales de dicha cultura, que el etnólogo se encargará
de describir.

TEORÍAS ÉTICAS
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Tipos fundamentales de teorías en la ética normativa. Éticas teleológicas y deontológicas
Como ya vimos en el tema anterior, las teorías éticas son el resultado de las reflexiones críticas
realizadas en torno a la moral vigente. Reflexiones que pretenden “la fundamentación de los postulados y
normas morales, sea por recurso a un principio (moral) superior, que impere de manera incondicional, sea
por referencia a un bien supremo, cuya realización se afirma como vinculante para cualquier persona” (A.
Pieper, Ética y moral. Ed. Crítica. 1990).
Las teorías éticas permiten justificar o fundamentar las normas morales y, más en general, los
juicios morales. Las normas expresan obligaciones: dicen que “algo” es un deber (su “forma” o estructura
gramatical es “Todas las personas deben hacer X”). Los juicios morales son juicios de valor, es decir,
expresan que “algo” es bueno (su forma es “X es bueno”). Por tanto, podemos decir que las teorías éticas
establecen principios que justifiquen enunciados del tipo “Todas las personas deben hacer X” y “X es
bueno”. Pero como el modo de justificación varía de unas teorías a otras, resulta que no sólo hay teorías
éticas distintas, sino también diferentes tipos de teorías éticas.

Los sistemas de ética normativa puede clasificarse a su vez en los tipos de fundament ación que
tienen, donde se distinguen básicamente dos: el teleológico y el deontológico. El tipo de fundamentación
teleológico, como indica la palabra, apunta a la noción de fin (en griego, télos); mientras que el
deontológico apunta a la noción de deber.
Casi todas las posiciones morales más conocidas se encuentran dentro de la ética teleológica. Ellas
fundamentan el valor de las normas éticas y el valor de los actos morales por referencia a un valor que
constituye el fin último de la vida práctica. La discrepancia viene a la hora de determinar en qué consiste
ese fin. Así el utilitarismo, que identifica el fin último de la vida práctica con el máximo bienestar para el
mayor número de personas; el hedonismo, que coloca como fin último al placer; y el eudemonismo o ética
de la felicidad, que sostienen que el fin último es el incremento de la propia vida. Con todo, sise entiende
que el fin último es aquello donde en definitiva radica la felicidad, de alguna manera todas las posiciones
anteriores pueden tomarse como formas de eudemonismo. Así, la ética teleológica puede considerarse un
sinónimo de ética eudaimonística.
La ética deontológica presenta una estrategia de fundamentación distinta. Lo propio de ella es
evitar, a la hora de fundamentar la validez de las normas morales, todo recurso al argumento teleológico y
a la noción de felicidad. Kant, el defensor paradigmático de la ética deontológica, sostuvo que la noción de
felicidad concebida como un fin no provee una fundamentación del tipo requerido para el caso de las
normas morales.
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Para las éticas deontológicas, una acción es moralmente buena no porque contribuya directa o
indirectamente a la consecución de la felicidad, sino porque responde a máximas, esto es, a principios
subjetivos de determinación de la voluntad que resultan universalizables. Ejemplo: ¿Por qué no es
moralmente buena la acción de robar? Porque la máxima que determina la voluntad cuando el agente se
decide a robar no es universalizable: el que roba se trata a sí mismo como una excepción, pu es roba
queriendo al mismo tiempo que no le roben, y tal acto no resiste el test de universalización. A esto apunta
la formulación del imperativo categórico kantiano: “obra de manera tal que la máxima de tu voluntad
pueda valer siempre a la vez como un principio de una legislación universal”. Los principios subjetivos que
determinan la voluntad son moralmente permisibles si pasan el test de ser universalizados; sino resisten
ese test, no son moralmente legítimos.

Diferencias entre las éticas teleológicas y las éticas deontológicas.


Puede ocurrir que éticas teleológicas y éticas deontológicas defiendan el mismo tipo de principios,
pero aunque ambos tipos de teorías recomienden normas y acciones semejantes, no es superflua la
distinción realizada.
 Por un lado, porque no siempre existe coincidencia entre las normas derivadas de los principios
establecidos por las éticas teleológicas y las normas derivadas de los principios establecidos por las
éticas deontológicas. Por ejemplo, en los casos de eutanasia, una ética teleológica pasará por alto
el principio de “el respeto a la vida” para considerar qué es conveniente para la persona que desea
morir; en cambio, una ética deontológica pondrá el principio del respeto a la vi da por encima de los
deseos de quien desea morir.
 Por otro lado, aunque ambos tipos de teorías éticas coincidieran en la defensa de la igualdad, la
libertad o del respeto a la democracia, la razón por la que asumen tal defensa no es irrelevante ni
carece de consecuencias importantes. Quien acepta la igualdad entre los seres humanos como un
principio fundamental inviolable, con independencia de las consecuencias que de su aceptación se
sigan, puede fácilmente derivar hacia tendencias absolutistas que impongan el igualitarismo con
menosprecio de las voluntades de los individuos concretos, sus deseos y el bienestar personal,
particular y colectivo. En cambio, si se acepta que el principio de la igualdad no es inviolable sino
que está sujeto a la noción de bienestar, no cabe la posibilidad de “un déspota benévolo” que fuese
infinitamente sabio, justo y bondadoso, porque privaría a las personas de la autonomía, la libertad
y la autodeterminación, elementos imprescindibles de la noción de bienestar.

Características de algunas teorías éticas

 Eudemonismo de Aristóteles
Aristóteles (384–336) parte de una concepción tripartita de la naturaleza humana: la naturaleza tal
como es (naturaleza humana inadecuada opuesta a la ética), que precisa de una razón práctica (prudencia)
para ser transformada en la naturaleza tal como podría ser si realizase su télos. El fin (télos) de las acciones
humanas es la eudemonía, felicidad), es decir, “la actividad del alma conforme a una areté (virtud o
excelencia) perfecta”. La palabra eudemonía incluye las nociones de “comportarse bien” y de “vivir bien”.
“Comportarse bien” es actuar conforme a la virtud; “vivir bien” es ejercitar la función propia del hombre.
¿Cuál es la función propia del hombre? ¿En qué consiste la vida buena? Lo propio de los seres humanos,
aquello que no comparten con el resto de animales, es la razón. La actividad característica de la razón es la
teoría (razonamiento especulativo que se ocupa de las verdades inmutables). Por tanto, la actividad
específicamente humana es la vida teorética o contemplativa. Actividad que sólo una élite podrá realizar.
Para llegar a la vida buena, a la vida contemplativa, hay que comportarse bien, es decir, poseer el
conocimiento necesario (prudencia) para poder practicar las virtudes y adquirir el hábito de comportarse
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de acuerdo con las virtudes. ¿Cómo se puede practicar una vida virtuosa? Para elegir de manera virtuosa
entre placeres y dolores, se requiere aplicar la regla del justo medio y la prudencia. Aplicar la regla del justo
medio consiste en elegir entre dos extremos, entre dos vicios, de los cuales el uno lo es por exceso y el otro
por defecto. Por ejemplo, se dice que la virtud de la valentía (el valor) es el justo medio entre dos vicios: la
temeridad (el vicio del exceso) y la cobardía (el vicio de la deficiencia). Pero la elección del justo medio es
“posición intermedia para nosotros”, es decir, se trata de un justo medio subjetivo (por ejemplo, hay que
comer de acuerdo con nuestras necesidades, evitando prudentemente comer demasiado o escasamente).
Pero, además de aplicar la regla del justo medio, también es necesario considerar el juicio del hombre
prudente para elegir qué acción es más virtuosa. De ahí que la prudencia (saber cómo tener en cuenta las
circunstancias para aplicar principios generales a las situaciones particulares) sea la clave de todas las
virtudes. Sin ella no es posible tener una vida virtuosa. Por ello, el conocimiento del justo medio no es sólo
el conocimiento de una fórmula, es saber cómo aplicar las reglas a las circunstancias concretas. Para
alcanzar la felicidad se requiere, pues, sabiduría en la elección, moderación y constancia: no dejarse llevar
por el deseo. Porque sin la guía de la inteligencia, las pasiones desorganizadas, carentes de orden y
finalidad, dificultan todo proyecto humano de vida particular o colectiva excelente.

 Hedonismo de Epicuro
Se llaman hedonistas las teorías éticas que identifican lo bueno con el placer (en griego, hedoné) y
consideran que el fin de toda actividad humana es la consecución del placer.
El hedonismo de Epicuro de Samos (341–270 a.C.) parte de la afirmación de que los ciudadanos
particulares que habitan en los grandes imperios helenístico y romano son desgraciados, ya sea por el
miedo a la muerte, a los dioses y al destino, ya sea por los deseos vanos e ilimitados que los dominan. Sólo
si consiguen desembarazarse de sus temores y poner freno a sus deseos, se asegurarán los beneficios de la
razón y serán felices. El hombre debe llevar una vida tranquila y sosegada. Para alcanzar la felicidad,
previamente deben desaparecer los miedos.
Para liberar al hombre de estos temores, Epicuro recurrió al atomismo de Demócrito. En el
atomismo, la realidad es exclusivamente material. Las cosas están compuestas de átomos de variadas
formas que se mueven en el vacío y que se reúnen para constituir los distintos cuerpos. Sus movimientos
son mecánicos, no están rígidamente definidos, lo que da margen para el azar (libertad). Esta circunstancia
permite negar el fatalismo y el destino. Según Epicuro no existe nada fuera del hombre que dirija su vida a
un fin determinado. Los dioses existen, pero no se ocupan de los asuntos humanos. Además, el atomismo
permite negar la inmortalidad del alma. El alma humana también está compuesta de átomos. Al morir, los
átomos del alma se separan y ya no puede haber percepciones: la muerte es la privación de la percepción.
Desde el momento en que entendemos que la verdadera realidad para los seres humanos son las
sensaciones (aisthésis) a través de las que captamos las cosas, el temor a la muerte deja de tener sentido. Si
el alma no es inmortal nada hay que temer de los premios y castigos de ultratumba.
Eliminadas las causas que producen los temores humanos, ¿cómo se pueden frenarlos deseos
vanos e ilimitados para conseguir la felicidad? La felicidad, ese estado que consiste en “no tener dolor en el
cuerpo ni turbación en el alma”, que Epicuro denomina ataraxia, se alcanza mediante el placer. Y la virtud
es condición indispensable para lograr la ataraxia.
Imposible vivir plácidamente sin ejercitar la prudencia, la honradez y la justicia; e imposible vivir
prudente, honorable y justamente sin que resulte una vida placentera. Quien no viva conforme a la
prudencia, la honradez y la justicia no podrá vivir feliz. (Carta a Meneceo, 132)
Cuando Epicuro caracteriza el placer, no se refiere a los placeres momentáneos, a las sensaciones
pasajeras, sino al placer que dura a lo largo de toda la vida. Y lo entiende como ausencia de dolor y no,
como satisfacción positiva. Pero para escoger adecuadamente los placeres es necesario un arte de calcular.
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Al elegir los placeres y dolores "conviene juzgar todas estas cosas con el cálculo y la consideración de lo útil
y lo conveniente, porque en algunas circunstancias nos servimos del bien como de un mal y, viceversa, del
mal como de un bien”. Y es en la aptitud para sopesar la felicidad e infelicidad presente o futura, donde se
encuentra la esencia de la prudencia, la virtud más alta de todas. Cuando un hombre es prudente, es
virtuoso, pues la vida virtuosa no consiste tanto en disfrutar incesantemente de placeres, sino en saber
cómo conducirse en la búsqueda del placer. Y ese arte de calcular guiado por la prudencia nos hace
preferir:
● Los placeres estáticos (disfrute de un estado ya alcanzado: la aponía o ausencia de dolor y la
ataraxia o ausencia de perturbación) frente a los placeres dinámicos (proceso de eliminación del dolor que
culmina en sensaciones placenteras: por ejemplo, al hambre le sucede la saciedad).
● Los placeres intelectuales frente a los corporales a causa de su mayor duración: el cuerpo sólo
puede gozar del placer presente; el alma, además de percibir el placer presente, anticipa y prevé el placer
venidero y retiene en la memoria los placeres pasados.
Así, pues, cuando Epicuro habla de elegir entre los diversos placeres, lo que busca es la
permanencia del placer o ausencia del dolor. Por consiguiente, en la práctica debemos esforzarnos por
conseguir el máximo placer duradero, que consiste, según Epicuro, en la salud del cuerpo y la tranquilidad
del alma. De ahí que la ética epicúrea lleve a un ascetismo moderado, al autocontrol y a la independencia.
Esto es así porque Epicuro busca un refugio psicológico para el sabio ante las adversas circunstancias que
sufre la polis griega en la época helenística.

 Utilitarismo
Las teorías del placer y la felicidad reaparecieron en la filosofía inglesa de fines del siglo XVIII y
primera mitad del XIX, con Jeremy Bentham (1748–1832) y John Stuart Mill (1806–1876). El término
"utilitarismo" se debe a que Bentham llamó utilidad a la "propiedad de cualquier objeto de producir
beneficio, ventaja, placer o felicidad". La utilidad es considerada como valor supremo y norma de conducta
a la que está sometido cualquier otro deber, norma o valor. El significado de las expresiones valorativas
sólo puede entenderse en este contexto: un juicio moral es un juicio acerca de la felicidad; y una acción es
buena en la medida en que conduzca a la felicidad de la colectividad (la felicidad e s entendida como
"bienestar" o satisfacción de necesidades). En este sentido, afirmar que “X es bueno” equivale a decir que
“X produce bienestar”.
El utilitarismo parte de una concepción egoísta de la naturaleza humana: el hombre siempre actúa
movido por sus propios intereses, que se manifiestan en la búsqueda del placer y en la huida del dolor.
Pero la búsqueda del placer y la evitación del dolor establecidos como norma individual, pueden
entrar en conflicto con otros egoísmos particulares. Por esta razón, y para evitarlo, considera necesario
formular el principio de utilidad:
Por el principio de utilidad se entiende aquel que aprueba o desaprueba cualquier acción según la
tendencia que muestre en aumentar o disminuir la felicidad de aquel cuyo interés esté en cuestión; o, en
otras palabras, según promueva la felicidad o se oponga a ella. (Jeremy Bentham, Introducción a los
principios de la Moral y de la Legislación)
De este modo, el utilitarismo identifica la mayor felicidad del individuo con la búsqueda de la mayor
felicidad para el mayor número de individuos. Se trata de construir una sociedad donde coincidan la
búsqueda del placer personal y la búsqueda de la mayor felicidad para el mayor número de personas.
Ahora bien, ni el comportamiento ético correcto ni las leyes “justas” se obtienen de forma
espontánea. Para actuar y legislar éticamente es necesario establecer la aritmética de los placeres, en la
que el bien es los ingresos y el mal los gastos. Hay que saber hacer un cálculo entre placeres y dolores de tal
manera que el balance resulte siempre positivo (mayor cantidad de placer). Al elegir entre diversas
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posibilidades, se ha de considerar que la dignidad humana es el constituyente esencial de la felicidad. Es
decir, la autenticidad y el autodesarrollo son los elementos, junto con la individualidad, imprescindibles
para la felicidad humana.
En apariencia, la propuesta del utilitarismo es muy simple: maximizar la felicidad general. Procurar
que los placeres sean disfrutados por todas las personas, si e s posible, si no, por el mayor número factible
de personas; y que dichos placeres sean lo más gratificantes que se pueda lograr, es decir, que no conlleven
dolores, que sean duraderos y fecundos, que no se agoten en el momento de su disfrute o en sí mismos.

 Teorías éticas deontológicas: Emmanuel Kant


Para Kant (1724–1804) la pregunta fundamental de la ética no es “¿qué es lo bueno?”, sino “¿qué
debo hacer?” Y dado que los deberes morales se expresan en normas, la pregunta puede formularse así:
¿qué condiciones debe cumplir una norma moral para que pueda ser considerada como tal, es decir, para
que pueda obligar?
En síntesis, la ética kantiana se caracteriza por:
* Las normas morales han de poseer validez universal. De lo contrario no serían “normas”, sino “máximas”
subjetivas y particulares, ya que el interés o las tendencias no pueden fundamentar la universalidad de las
normas. Así pues, la “forma” o estructura lógica de toda norma es: “Todos deben (incondicionalmente)
hacer X”.
* Rechazo de las éticas teleológicas, ya que hacen referencia a preferencias subjetivas, son elitistas y, por
tanto, no universales.
* Propuesta de una ética deontológica y procedimental, en la que se establece un criterio único para
fundamentar o reconocer normas morales. Tal criterio no es sólo un criterio de “búsqueda” o
fundamentación de normas. También es una norma o ley moral fundamental. Kant la llama “imperativo
categórico”, y la formula así: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al
mismo tiempo como principio de una legislación universal (Crítica de la Razón Práctica)”. Es decir, el
procedimiento para saber si una máxima subjetiva (del tipo “haga yo X”) puede considerarse como una
norma moral es su universalizabilidad. Si el “haga yo X” puede convertirse en un “hagan todas X”, entonces
puedo tener la seguridad de que se trata de una norma moral. La ética kantiana es deontológica y
procedimental, ya que sólo atiende al “procedimiento” para establecer qué es “lo correcto” o el deber.
* El criterio para determinar la validez universal de una norma es que su aplicación no genere
contradicción. Por ejemplo: según Kant, el suicidio nunca podría ser una norma moral porque sería
contradictorio con la existencia misma de la vida humana. Tampoco lo sería el prometer en falso para salir
de apuros, porque ello destruiría la propia noción de promesa.
* El imperativo categórico supone que es el sujeto moral quien se da a sí mismo las normas morales, es
decir, supone que el sujeto moral es autónomo. Para Kant, este sujeto moral es el individuo–conciencia o,
lo que es lo mismo, la “buena voluntad” solitaria.
* La ética kantiana reposa sobre el postulado de la libertad. Ésta aparece como la condición de posibilidad o
el fundamento del obrar moral, ya que no tendría sentido obligarse moralmente a algo sin disponer antes
de la capacidad de elegir hacerlo.

.- TP Nº 1: INVESTIGAR SOBRE: “Principales conceptos y características de la ética alguna de las teorías


éticas que no están desarrolladas en el dossier”. Presentar en un informe escrito.
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UNIDAD 2: LA ÉTICA APLICADA.
Éti ca a plicada: definición y estatuto epistemológico. Diferentes apartados de la ética a plica da . Di ferentes modos de entender y
funda menta r l a éti ca a pl i ca da . Ámbi tos de l a éti ca a pl i ca da .

.- Ética aplicada: definición y estatuto epistemológico


La ética aplicada es, en palabras de Brenda Almond -cofundador de la Sociedad de Filosofía
Aplicada-, el examen filosófico, desde un punto de vista moral, de cuestiones concretas en la vida privada y
pública de juicio moral.
La ética aplicada constituye una de las áreas más prolíficas y actuales de la filosofía contemporánea.
Los que hacen ética aplicada desarrollan su trabajo en varias áreas de la sociedad donde la ética posee un
papel relevante. Trabajan en ámbitos como la bioética, la ética empresarial, la ética ambiental, la ética
legal, la ingeniería ética, la ética de la comunicación, la ética del ciberespacio, etc. Éstos y muchos otros
ámbitos, donde se lleva a cabo un intento de tratar con problemas éticos que surgen en la vida cotidiana,
constituyen el objeto de estudio de la ética aplicada.
En una primera aproximación el término que en primera noción, ética aplicada, podría parecer
redundante, porque la ética misma es una filosofía práctica, una filosofía de la acción; sin embargo, esa
filosofía práctica que Sócrates ejerciera en el Ágora, quiere decir, en el centro de la vida ciudadana de
Atenas, con el transcurso del tiempo fue poniendo cada vez más el acento en sus componentes teóricos,
hasta casi reducirse en los últimos siglos a una reflexión sobre los fundamentos de las normas. Ahora bien,
dicha reflexión es sin duda imprescindible pero –dada la transformación de las características de la acción
humana debida al actual nivel de desarrollo científico técnico– ella resulta hoy insuficiente.
El ritmo acelerado asumido por dicho desarrollo en el último siglo ha producido una expansión de
los alcances de la acción que –hasta hace poco– hubiera parecido inconcebible. Como consecuencia de ello,
se ha producido un desfase entre la normativa moral, por un lado, y la capacidad humana de actuar, por
otro. Este desfase, responsable quizá del oscuro y difuso malestar que hoy parece afectar al inconsciente
colectivo de la humanidad occidental, se cuenta –muy probablemente– entre las causas menos analizadas
de la actual reivindicación de la ética al interior de la filosofía y de la creciente receptividad pública frente a
las éticas aplicadas.
Por otra parte, desde el momento en que la humanidad hace su aparición en la historia es posible
apreciar que el homo faber precede al homo sapiens y resulta imposible desconocer que esta precedencia
se mantiene hasta el presente. Así, existe hoy un marcado desfase entre la capacidad de actuar del hombre
y la capacidad de prever las consecuencias de su acción, lo que resulta especialmente grave dada la
ampliación de los alcances de esta última a la que antes hacíamos referencia. Como consecuencia de ello, el
esfuerzo por superar la distancia entre acción y previsión adquiere hoy connotación ética y la prudencia,
junto con la responsabilidad exigida por el poder acrecentado, se sitúan entre las virtudes más prominentes
dentro de las éticas aplicadas.
La expansión de los alcances de la acción humana se hace presente, fundamentalmente, en dos
ámbitos: el de las relaciones del hombre con la naturaleza y el de las relaciones de los hombres entre sí;
estas últimas, a su vez, asumen dos aspectos: las relaciones entre contemporáneos y las relaciones entre la
generación actual y las venideras.
1.1. Relaciones del hombre con la naturaleza
En lo que respecta a las relaciones con la naturaleza, para el hombre antiguo y medieval, pero
también en gran medida para el hombre moderno hasta hace un par de siglos, ella representaba lo
invulnerable, aquello sobre lo cual carecía de poder y, por consiguiente, de responsabilidad. Su acción
sobre la naturaleza no provocaba prácticamente consecuencias y si alguna tenía, ella afectaba solo a lo
espacial y temporalmente próximo.
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La ciudad, en cambio, como lugar en el que transcurría la convivencia, constituía el ámbito en cuyos
acontecimientos el hombre tenía influencia y en el que, por lo tanto, se desplegaba su responsabilidad.
Como consecuencia de ello, las normas morales no se ocupaban de regular las relaciones del
hombre con la naturaleza, sino que se centraban en la regulación de las relaciones de los hombres entre sí;
vale decir, la moral tradicional es, en este sentido –porque los alcances de la acción humana no exigían otra
cosa– fundamentalmente antropocéntrica.
Así, cuando la técnica pone hoy en manos del hombre el poder para alterar profundamente no solo
el medio ambiente en el planeta sino la biosfera completa, con el consiguiente riesgo para la vida en su
conjunto, constatamos que el hombre –apoyado por la fundamentación que la ética hace de la moral – se
percibe a sí mismo como el único fin en sí. Esto es, como el único ente en el mundo que no debe jamás ser
tratado solamente como medio, mientras todo el resto queda disponible para ser puesto al servicio de su
voluntad de poder.

1.2. Relaciones del hombre consigo mismo


En lo que respecta a las relaciones del hombre consigo mismo y aunque ellas constituyen el ámbito
regulado por las normas de la moral tradicional, dichas relaciones exigen hoy la atención de la reflexión
ética desde dos perspectivas.
En primer lugar, porque como consecuencia del proceso de globalización en curso hoy conviven
dentro de una misma sociedad los que podríamos considerar como “extraños morales”; esto es, personas
que tienen distintas concepciones de la vida buena, distintos ideales en lo que respecta al bien y a la
felicidad, distintas creencias religiosas, distintas ideas políticas y filosóficas; en suma, personas que
pertenecen a diversas tradiciones y que –a diferencia de lo que sucedía en las sociedades premodernas–
demandan perentoriamente condiciones de igualdad. Nuestras sociedades presentan, pues, una
composición plural en lo étnico y en lo cultural que exige establecer entre esos extraños morales una forma
de convivencia más o menos armónica. Ello implica, por un lado, aprender a respetar las diferencias,
descubriendo en ellas la riqueza multifacética de lo humano; por otro, reconocer ciertos deberes mínimos –
referidos a la justicia– que todos esos extraños están obligados a respetar para salvaguardar los iguales
derechos de todos.
En segundo lugar, porque el nivel de desarrollo científico técnico alcanzado introduce en esas
relaciones entre contemporáneos un grado de complejidad tal que genera interrogantes morales inéditas.
Así, por ejemplo, hoy nos preguntamos si es legítima, y en caso de serlo, dentro de qué limites, la
prolongación artificial de la vida humana; si es legítima la fecundación in vitro, la críopreservación de
embriones, la manipulación genética de especies vegetales y animales, incluida la de la especie humana
misma, la clonación de embriones humanos con fines terapéuticos o de otra índole, etc. Vale decir,
enfrentamos situaciones insospechadas para quienes nos precedieron, las que –por eso mismo– no
pudieron ser reguladas por la moral tradicional, ni pudieron ser objeto de la reflexión de una ética aplicada.
Por otra parte, tal como en el período premoderno las consecuencias de la acción del hombre sobre
la naturaleza estaban circunscritas a lo espacialmente próximo, en lo temporal su influencia se extendía
poco más allá de la próxima generación –la de sus hijos– o, en el mejor de los casos, hasta la subsiguiente,
la de sus nietos. Su responsabilidad, por lo tanto, tampoco alcanzaba más lejos y, concordantemente, la
normativa moral se centraba en la regulación de las relaciones entre los próximos en el tiempo y en el
espacio.
Actualmente, en cambio –a través de su acción depredadora sobre la naturaleza –el hombre puede
privar a las futuras generaciones de un medio ambiente y de una biodiversidad apta para el desarrollo de
una vida auténticamente humana. Por otra parte, mediante la manipulación de sus genes en pos de la
aparición de un hombre supuestamente mejor, puede transformar su propia especie. En otras palabras, el
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hombre posee actualmente, bajo dos formas distintas, el poder de hacer desaparecer a la especie humana
de la faz de la tierra, por lo menos bajo la forma en que ella surgió como producto de la evolución.
Frente a las condiciones descritas, desde mediados del siglo XX empieza a perfilarse lo que hoy
llamamos “ética aplicada”; surge, en primer lugar, la bioética que es la primera en configurarse en forma
sistemática; en íntima relación con ella –por lo menos en la intención de quien crea el término bioética, el
oncólogo americano Van Rensselaer Potter– se formulan los fundamentos tentativos de una ética del
medio ambiente que, sin embargo, no logra de inmediato la misma acogida que l a primera; van
perfilándose, luego, una ética de la investigación, una ética económica, una ética ciudadana, etc., todas las
cuales representan algo enteramente diferente a los meros códigos deontológicos que siempre han
regulado el desempeño profesional, entre los cuales resulta paradigmático el de ética médica, cuyas raíces
se remontan hasta el juramento hipocrático.

.- Diferentes modos de entender y fundamentar la ética aplicada


Hemos llegado así al momento en que podríamos abordar el intento de sintetizar lo expuesto para
proceder a una caracterización del concepto de “ética aplicada” que, en lo posible, abarque los rasgos
comunes a las diferentes formas que ella asume en función de sus múltiples ámbitos de aplicación.
De acuerdo con lo planteado a lo largo de la exposición, hoy podríamos entenderla como una ética
surgida en respuesta a los problemas morales inéditos planteados por el actual nivel de desarrollo científico
técnico, por el proceso de globalización en curso y por el pluralismo moral propio de las modernas
sociedades democráticas inmersas en dicho proceso.
Consecuentemente, se la podría caracterizar diciendo que tiende a aportar una regulación para
aquellas conductas humanas no consideradas por la ética tradicional: regulación de las relaciones del
hombre con la naturaleza, de las relaciones entre los extraños morales que conviven en esas sociedades
pluralistas y de las relaciones entre las generaciones presentes y las futuras.
Dicha ética –debido a las condiciones mismas de su surgimiento– se caracterizaría por lo que
podríamos considerar como una vocación procedimental; vale decir, ella centraría su reflexión en la
búsqueda, no de fundamentos, sino de procedimientos para la solución de los conflictos morales surgidos a
partir de los dos procesos antes mencionados y en las condiciones de posibilidad de la aplicación de dichos
procedimientos a situaciones concretas. Debido a esta vocación misma, se trataría de una ética que –junto
al momento aristotélico de la aspiración a la vida buena y al momento kantiano del deber, con la
pretensión de universalidad que los marca a ambos– debería incluir un momento consecuencialista, que
necesariamente supone excepciones en la aplicación de la ley, un momento que podríamos denominar de
“sabiduría práctica”, caracterizado por la prudencia. Se trataría, pues, de una ética que integra teleología,
deontología y responsabilidad, vale decir, que –si bien no centra su reflexión en el nivel de los
fundamentos– reconoce su enraizamiento en la tradición ético filosófica occidental.
Porque tiene que responder a los problemas planteados por la ampliación de los alcances de la
acción humana derivados del actual nivel de desarrollo científico técnico, ella debe integrar el bien del
hombre al bien del mundo colaborando, así, a la superación del abismo abierto por la filosofía moderna
entre el mundo convertido en objeto y el hombre que lo enfrenta como sujeto, como único y último
fundamento.
Porque tiende al logro de una convivencia armónica entre extraños morales, la ética aplicada tiene
como condición de posibilidad la definición consensuada de ciertos mínimos morales compartidos por y
vinculantes para todos los extraños morales que conviven en las modernas sociedades democráticas.
Esa definición consensuada tiene a su vez como condición de posibilidad el reconocimiento de
ciertos rasgos comunes en el nivel de máximos, que es precisamente aquel en el que los ciudadanos
despliegan sus legítimas diferencias; dicho reconocimiento, por otra parte, supone el redescubrimiento de
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la común humanidad que subyace a las legítimas diferencias y representa el auténtico elemento de
universalidad que posibilita el consenso tendiente a la definición de los mínimos y de los procedimientos
para la solución no violenta de los conflictos.
En esta forma, el buen éxito de la reflexión a nivel de máximos morales, esto es, al interior de las
diversas comunidades étnicas, culturales, religiosas, etc., en procura del descubrimiento de principios y
valores compartidos, representa la condición de posibilidad más profunda de la actual ética aplicada en
cualquiera de sus formas.
Finalmente, habría que destacar que la ética aplicada pareciera estar llamada a llenar una carencia;
vendría a remediar el desfase entre la reflexión ética, la normativa moral y la capacidad de prever, por un
lado y, por otro, los alcances de la acción humana profundamente modificados como consecuencia del
poder que el desarrollo científico técnico ha puesto en manos del hombre.
En concordancia con lo anterior, ella no implicaría en ninguna de sus formas una pretensión de
reemplazar a la ética heredada de la tradición; por el contrario, tendría que reconocer en ella sus
fundamentos, y sus propuestas se ofrecerían como un complemento para la solución de problemas inéditos
que –debido a esa condición misma– no pudieron incluirse en la reflexión anterior.

.- Diferentes apartados de la ética aplicada


La ética aplicada es la parte de la ética que se ocupa de estudiar cuestiones morales concretas y
controversiales. Por ejemplo, algunos objetos de estudio de la ética aplicada son el aborto inducido, la
eutanasia y los derechos de los animales. Algunas de estas cuestiones se agrupan por similitudes y son
estudiadas por subdisciplinas:
 La bioética estudia las controversias morales que son producto de los avances en la biología y la
medicina.
 La deontología profesional se ocupa tanto de buscar justificación para valores morales que
deberían guiar a los profesionales, como de estudiar los valores que de hecho guían a los
profesionales. En el primer sentido la deontología profesional es una disciplina normativa y
filosófica. En el segundo sentido, se trata más bien de una disciplina descriptiva y por lo tanto
científica. La deontología profesional también cuenta con subdisciplinas como la ética médica, la
ética de negocios y la ética de la ingeniería.
 La ética ambiental se ocupa de la relación ética entre los seres humanos y el medio ambiente.
Quizás las dos preguntas fundamentales de esta disciplina sean: ¿qué deberes tienen los seres
humanos hacia el medio ambiente, y por qué? En general, la respuesta a la primera pregunta es
una consecuencia de la respuesta a la segunda. Distintas respuestas o aproximaciones a respuestas
han dado lugar a distintas éticas ambientales.
 Ética militar

¿En qué consiste la ética aplicada?


Entre las tareas de la Ética no solo figura la aclaración de lo que es la moralidad y la
fundamentación de la misma, sino su aplicación de sus descubrimientos a los distintos ámbitos de la vida
social: a la política, la economía, la empresa, la medicina, la ingeniería genética, la ecología, el periodismo,
etc.
En la tarea de fundamentación se descubren varios enfoques o principios éticos: utilitarismo,
kantismo, dialógico.
Ahora la tarea de aplicación consistirá en averiguar cómo pueden esos principios ayudar a orientar
los distintos tipos de actividad. A esto se le suma que no basta con reflexion ar sobre cómo aplicar los
principios éticos a cada ámbito concreto, sino que es preciso tener en cuenta que cada tipo de actividad
tiene sus propias exigencias morales y proporciona sus propios valores específicos. No parece conveniente
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hacer una aplicación mecánica de los principios éticos a los distintos campos de acción, sino que es
menester averiguar cuáles son los bienes internos que cada una de esas actividades debe aportar a la
sociedad y que valores y hábitos es preciso incorporar para alcanzarlas. En esta tarea no pueden actuar los
éticos en solitario, sino que tienen que desarrollarla cooperativamente con los expertos de cada campo
(sanitarios, empresarios, periodistas, etc.). La ética aplicada es necesariamente interdisciplinaria.
Un planteamiento ético correcto tiene que aclarar cuál es su método propio, cuál es el marco de los
valores cívicos que ha de tener en cuenta, y cuáles son los valores propios de cada actividad.

.- Ámbitos de la ética aplicada


Si bien la ética es el conjunto de normas de comportamiento generalmente aceptadas por una
sociedad. Se debe de tener en cuenta que la ética va más allá de las leyes que establecen las reglas mínimas
que una sociedad conviene en cumplir. Así, es posible conducirse legalmente, pero estar fuera de la ética.
La tentación de actuar de un modo éticamente cuestionable puede ser muy fuerte, en particular cuando
ese comportamiento puede tener recompensa. Las organizaciones están dirigiendo su atención a las
cuestiones éticas. Esto se ve en que la mayoría de las empresas tiene un código de ética para sus
empleados. Sin embargo, mientras haya objetivos en conflicto y la oportunidad de que la gente haga
juicios, habrá fallas éticas. Para aliviar un tanto la presión sobre los empleados que encaran problemas
éticos y acaso para reducir la frecuencia y gravedad de estos problemas, las organizaciones han tomado
varias medidas:
1.- Comunicar claramente las normas éticas y las expectativas de la organización mediante
capacitación inicial y frecuentes recordatorios y actualizaciones.
2.- Asegurar que los requerimientos de los empleados en términos de metas, cuotas y plazos sean
razonables.
3.- Crear un puesto a nivel alto de "ejecutivo responsable de la ética", ocupado por una pers ona con la
capacidad para brindar consejo, así como la autoridad para responder a quejas e indagaciones.
4.- Expresar reconocimiento a la conducta ética extraordinaria y actuar con decisión en las violaciones
a la ética.
5.- Reforzar la sensibilidad de los empleados al comunicar declaraciones éticas formuladas por
organizaciones profesionales, como la American Marketing Association.
En los beneficios del comportamiento ético se podría decir que la conducta ética debería
recompensarse por sí sola. Con todo, también hay beneficios tangibles en ella. El negocio se construye
sobre relaciones con los proveedores, clientes, empleados y otros grupos. La fuerza de esas relaciones es
en su mayor medida función de la cantidad de confianza que las partes tienen una en la otra. El
comportamiento carente de ética mina la confianza y destruye las relaciones. Las cuestiones que tienen
que ver con la ética a menudo son ambiguas. Hay situaciones en las que algunos podrían considerar
inapropiado y carente de ética el comportamiento de un mercadólogo, en tanto que otros lo considerarían
totalmente aceptable.
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UNIDAD 3: ÉTICA DE LAS PROFESIONES
Ética aplicada y ética de las profesiones. Estatuto, delimitación y problemas de la ética de las profesiones. El lugar social de las
profesiones. Los códigos profesionales. Valores y peligros de la actividad profesional.

.- Ética aplicada y ética de las profesiones


Ya hemos dicho que la ética aplicada es la parte de la ética que se ocupa de estudiar cuestiones
morales concretas y controversiales y que entre las tareas de la Ética no solo figura la aclaración de lo que
es la moralidad y la fundamentación de la misma, sino la aplicación de sus descubrimientos a los distintos
ámbitos de la vida social: a la política, la economía, la empresa, la medicina, la ingeniería genética, la
ecología, el periodismo, etc.
Antes de hablar de la ética de las profesiones, tomémonos un tiempo para aclarar el concepto y
aplicación del término “profesión”.

La idea de profesión.
Según Norberto Elías podemos distinguir tres usos del término “profesión”:
1) Uso más antiguo y más estricto. Ejercer una profesión supone la posibilidad de vivir honestamente
sin tener que dedicarse a un oficio manual. En este sentido podemos incluir las tres profesiones
tradicionales: médico, juez y sacerdote.
2) Uso más amplio y más moderno. En este sentido se incluyen todas las personas con una
preparación específica y un título universitario que reconoce esa preparación, como es el caso de
profesores, economistas, arquitectos, etc.
3) Uso de acuerdo con fuertes tendencias culturales. En nuestros días se usa habitualmente la
expresión “profesión” dirigida a todas las ocupaciones que requieren cierta preparación y
conocimientos científicos, aunque no tengan un rango universitario, pero sí un certificado basado en
exámenes.
Al margen de las actividades que pueden considerarse profesiones, resulta importante señalar qué
rasgos cabe atribuir a los profesionales. Edward Gross define a los profe sionales como personas que
poseen un amplio conocimiento teórico aplicable a la solución de problemas vitales, recurrentes pero no
estandarizables, que se sienten en la obligación de realizar su trabajo al máximo de sus competencias, y al
mismo tiempo que se sienten identificados con los demás profesionales del ramo.
Bernard Barber añade el alto grado de autocontrol de la conducta mediante un código ético
interiorizado a través del fuerte proceso de socialización en los valores de la profesión.

Rasgos del profesional.


Juan González Anleo, que recoge en un artículo las ideas de los autores indicados, entiende que los
rasgos del profesional son los siguientes 1 :
1º) Ofrece un servicio a la sociedad único, definitivo y esencial. Único, porque los profesionales
reclaman el derecho exclusivo a realizarlo. Definitivo, porque hay un acuerdo entre los
profesionales sobre cómo realizarlo. Esencial, porque no puede quedar sin cubrir en una sociedad
desarrollada.
2º) Realiza su servicio como vocación. Se identifica con las pautas ideales de su profesión y le
dedica buena parte de su tiempo libre.
3º) Posee conocimientos y técnicas intelectuales para la realización del servicio que presta. Piensa
de manera objetiva y crítica.

1
Cf. Jua n González Anleo, “Las profesiones en la sociedad corporativa”, en José Luis Fernández y Augus to Horta l Al ons o (comp.) ,
Éti ca de l a s profes i ones , UPCO Uni vers i da d Ponti fi ci a de Comi l l a s , Ma dri d, 1994, pp. 21 -34
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4º) Se somete a un período de preparación especializada, habitualmente en instituciones
educativas.
5º) Reclama un amplio campo de autonomía, tanto para él como para el cuerpo al que pertenece.
Sólo sus colegas pueden ser jueces de sus errores.
6º) Es responsable por los juicios emitidos, los actos realizados y las técnicas empleadas en el
ejercicio de su profesión.
7º) Pone el énfasis en el servicio prestado más que en las ganancias obtenidas.
8º) Pertenece a una organización de profesionales de su ramo, creada y auto gobernada p or ellos
mismos, cuyas misiones son crear criterios de admisión/exclusión, impulsar un alto nivel de
competencia y elevar el status socio-económico de los miembros.

En cada actividad los profesionales se organizan en asociaciones nacionales, e internacionales. Estas


asociaciones desarrollan sus propios códigos de ética profesional. También ofrecen declaraciones
internacionales sobre las metas de su actividad.

.- Estatuto, delimitación y problemas de la ética de las profesiones

ÉTICA Y PROFESIONES
Siguiendo las reflexiones de Augusto Hortal en su libro “Ética General de las profesiones”,
podemos afirmar que hablar hoy de profesiones y de ética profesional es problemático. No termina de ser
persona ética aquella que en todo es intachable menos a l a hora de desempeñar sus responsabilidades
profesionales.
La mayoría de profesionales suelen ser trabajadores por cuenta ajena que desempeñan sus tareas
en empresas, instituciones y organismos en los que se les asigna lo que tienen que hacer.
En la medida que exista un cierto margen para la responsabilidad del profesional es necesario
reflexionar sobre ella. Los complejos problemas que tiene planteados nuestra sociedad difícilmente podrán
encontrar solución sin la aportación profesionalizada de médicos, ingenieros, arquitectos, psicólogos,
profesores, enfermeras…
Hoy la profesionalidad suele justificarse más por lo que tiene de especialización cognoscitiva
(competencias) que por lo que tiene de compromiso ético. Pero la competencia profesional no basta. La
ética a la vez que supone unas garantías en la prestación de los servicios profesionales contribuye a la
consolidación de una profesión.
Una ética de las profesiones que pretenda estar a la altura de la conciencia moral alcanzada por
nuestra época ha de ser un discurso coherente y capaz de orientar la acción interesadas en ser buenos
profesionales, técnicamente capaces y moralmente íntegros en el desempeño de su labor profesional.
Ser un profesional competente y responsable no consiste exclusi vamente en ser un individuo
racional y libre, que posee habilidades, sino que posee también modos de hacer, sentido de pertenencia a
un colectivo profesional, y compromiso social en el desempeño de su profesión.
La ética de cualquier profesión ha de partir del reconocimiento y apego a los valores de convivencia
que componen la ética cívica compartida: valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto,
diálogo…
En la ponencia de Emilio Martínez Navarro”Ética de la profesión: proyecto personal y compromiso
de ciudadanía”, la pregunta ética radical la platea en los siguientes términos: ¿Qué estoy haciendo con mi
vida? Y la respuesta tiene que ver con cuestiones que afectan a la propia vida como es la dedicación
profesional. Pero esa parte de la vida está conectada con la vida social, puesto que la profesión es una
institución social que pretender ofrecer un servicio a la comunidad. En este sentido, pensar las profesiones
a estas alturas nos conduce a plantear la relación entre profesión y ciudadanía.
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La ética profesional se definirá como: El conjunto de normas éticas y morales que rigen el actuar
profesional del individuo en favor del servicio a su cliente.
Hay tres factores generales que influyen en el profesional al tomar decisiones éticas o anti éticas,
los cuales son:
1. Valores individuales - La actitud, experiencias y conocimientos del individuo y de la cultura en
que se encuentra le ayudará a determinar qué es lo correcto o incorrecto de una acción.
2. Comportamiento y valores de otros - Las influencias buenas o malas de personas importantes en
la vida del individuo, tales como los padres, amigos, compañeros, maestros, supervisores, líderes políticos y
religiosos le dirigirán su comportamiento al tomar una decisión.
3. Código oficial de ética - Este código dirige el comportamiento ético del empleado, mientras que
sin él podría tomar decisiones anti éticas.

Los problemas de la ética de las profesiones:


Algunos de estos problemas éticos son los siguientes:

 Abuso de poder - utilizar el puesto para “pisotear” a unos o para favorecer a otros.
 Conflicto de intereses - emitir normas en su ámbito de trabajo que redundarán en su propio
beneficio, como lo es el participar en el proceso de reclutamiento cuando uno de los candidatos es
miembro de su propia familia.
 Nepotismo - reclutar muchos miembros de una misma familia en una institución.
 Soborno - aceptar dádivas, obsequios o regalías a cambio de dar un trato especial o favor a alguien
como retribución por actos inherentes a sus funciones.
 Lealtad excesiva - mentir para encubrir la conducta impropia del supervisor o hacer todo lo que
éste le diga, aun en contra de sus principios morales.
 Falta de dedicación y compromiso - perder el tiempo, hacerse “de la vista larga” y no dar el
máximo de su esfuerzo en el trabajo.
 Abuso de confianza - tomar materiales de la institución para su uso personal o hacer uso indebido
de los recursos disponibles en la misma.
 Encubrimiento - callar para no denunciar a un traidor, movido por su amistad o por temor.
 Egoísmo - buscar el bienestar propio en detrimento del beneficio de los demás.
 Incompetencia - El conocido Principio de Peter (1977) estipula que en “toda jerarquía, todo
empleado tiende a ascender hasta alcanzar su nivel de incompetencia.” Complementa, además,
que “para todo puesto de trabajo que existe en el mundo, hay alguien, e n algún lugar, que no
puede desempeñarlo. Dado un período de tiempo suficiente y suficientes ascensos, llegará
finalmente a ese puesto de trabajo y permanecerá en él, desempeñándolo chapuceramente,
frustrando a sus compañeros y erosionando la eficiencia de la organización” (Peter, 28).

Soluciones a los Problemas Éticos


Problemas de esta magnitud requieren la acción enérgica y concertada del profesional para
desarrollar una nueva ética.
“Corresponde al momento actual compensar el poder del profesional moderno con una más fina
percepción de sus regulaciones morales”.
En todas las profesiones surgen estos tipos de problemas. Es a través de cursos, que buscan la
formación ética profesional, que se logra desarrollar en el futuro profesional, el conocimiento, la habilidad,
la sensibilidad y la voluntad para que cuando actúe lo haga a nombre de los intereses de la comunidad
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profesional de la que es parte, de la comunidad que le une a sus clientes y del pueblo o humanidad de la
que es miembro”.
Para evitar en gran medida los problemas de índole ético-moral que surgen en el ejercicio de una
profesión o de un oficio, se deben poner en práctica principios éticos que establezcan los parámetros y
reglas que describan el comportamiento que una persona puede o no exhibir en determinado momento.
No es difícil poner estos principios en práctica, pero el omitirlos redundará en perjuicio propio y en
el de las personas con quienes se interviene o se interactúa.
Una decisión en la que está envuelto el comportamiento ético de una persona, siempre va a estar
enmarcada en uno de los principios y valores aquí señalados:

 Honestidad - Aprender a conocer sus debilidades y limitaciones y dedicarse a tratar de superarlas,


solicitando el consejo de sus compañeros de mayor experiencia.
 Integridad - Defender sus creencias y valores, rechazando la hipocresía y la inescrupulosidad y no
adoptar ni defender la filosofía de que el fin justifica los medios, echando a un lado sus principios.
 Compromiso - Mantener sus promesas y cumplir con sus obligaciones y no justificar un
incumplimiento o rehuir una responsabilidad.
 Lealtad - Actuar honesta y sinceramente al ofrecer su apoyo, especialmente en la adversidad y
rechazar las influencias indebidas y conflictos de interés.
 Ecuanimidad - Ser imparcial, justo y ofrecer trato igual a los demás. Mantener su mente abierta,
aceptar cambios y admitir sus errores cuando entiende que se ha equivocado.
 Dedicación - Estar dispuesto a entregarse sin condición al cumplimiento del deber para con los
demás con atención, cortesía y servicio.
 Respeto - Demostrar respeto a la dignidad humana, la intimidad y el derecho a la libre
determinación.
 Responsabilidad ciudadana - Respetar, obedecer las leyes y tener conciencia social.
 Excelencia - Ser diligentes, emprendedores y estar bien preparado para ejercer su labor con
responsabilidad y eficacia.
 Ejemplo - Ser modelo de honestidad y moral ética al asumir responsabilidades y al defender la
verdad ante todo.
 Conducta intachable - La confianza de otros descansa en el ejemplo de conducta moral y ética
irreprochable.
La ética debe convertirse en un proceso planificado, con plena conciencia de lo que se quiere lograr
en la transformación de nuestras vidas.
Debemos desarrollar al máximo el juicio práctico y profesional para activar el pensamiento ético,
reconocer qué es lo correcto de lo incorrecto y contar con el compromiso personal para mantener el honor
y el deber.

.- El lugar social de las profesiones


La importancia social y moral de las profesiones reside, pues, en primer lugar, en el bien específico
que cada una de ellas proporciona a la sociedad; pero no sólo en eso, sino también en su capacidad para
crear identidad y comunidad, aunque sea muy amplia y difusa, en tiempos de individualismo anómico, en
su capacidad para generar y fortalecer redes sociales y para potenciar las virtudes, la excelencia necesaria
para alcanzar la meta, frente a la mediocridad que respiran el burocratismo y la pura legalidad.
Esto ha puesto sobre el tapete desde hace algunos años la necesidad de revitalizar las actividades
profesionales, de "elevar su moral" en las distintas acepciones a las que hemos aludido. Justamente esto
ocurre cuando se diluye la separación entre "profesiones" tradicionales y "oficios", pero no porque la
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tendencia consista en convertir todo en oficios, sino, por el contrario, porque el deseo más extendido es el
de elevar la propia actividad a la categoría de “profesión”.
Las primeras profesiones de las que tenemos noticia son e sencialmente tres: sacerdote, médico,
jurista. Cada una de ellas proporciona a la humanidad un bien indispensable para la vida personal y social:
el cuidado del alma, el cuidado del cuerpo y el de la relación social. Por eso, quienes ejercen estas
profesiones no sólo tienen que seguir un peculiar aprendizaje en cada caso para ingresar en la profesión,
sino que deben pronunciar un juramento (Profesión= dar fe pública) por el que se comprometen a
obedecer sus reglas y a intentar proporcionar el bien correspondiente, más allá de su interés egoísta. Con
ello, se incorporan al grupo de quienes a su vez pronunciaron el juramento, pasaron un periodo de
aprendizaje y se comprometieron con las mismas metas. El grupo de profesionales aparece entonces como
un grupo privilegiado, “separado” del resto de la sociedad a la que sirve, precisamente por la grandeza del
bien que proporciona.
Sin embargo, la idea de profesión tal como hoy la conocemos nace en el mundo moderno y
especialmente con la Reforma protestante. Como nos recuerda Max Weber, los términos Beruf y calling,
que traducimos como “profesión”, nacen con las traducciones protestantes de la Biblia, pero no tanto del
espíritu del texto original como del espíritu del traductor. La profesión es la misión impue sta por Dios a
cada uno de los hombres, la tarea que les encomienda en el mundo; por eso deben ejercerla, no por interés
egoísta, sino por mandato divino, y están obligados a ser excelentes en su ejercicio. La idea de que el
profesional no se sirve a sí mismo, sino a una tarea que le trasciende, y que debe ejercerla de forma
excelente, permanece, pues, en el mundo moderno.
Sin embargo, la modernidad trae importantes cambios. Frente al mundo medieval, que admira las
grandes hazañas del caballero andante o del monje que abandona el mundo y se dedica a la vida
contemplativa, calvinismo y luteranismo traen de la mano lo que Charles Taylor3 ha llamado “la afirmación
de la vida corriente”. Dios no quiere grandes hazañas ni el desprecio del mundo, no le interesa si quiera la
distinción evangélica, destacada por el mundo católico, entre "preceptos" que todo hombre debe obedecer
para salvarse y "consejos", asequibles sólo a los más perfectos. Es en la actividad profesional -dirá el
calvinismo- donde cada hombre averiguará si está salvado o condenado, es en el éxito o fracaso en la
actividad profesional. Por eso cada hombre intentará trabajar con ahínco en aquella tarea para la que ha
sido llamado, en aquélla para la que tiene vocación. Y no habrá actividades más dignas o más indignas a los
ojos de Dios, sino que los elegidos serán los que mejor las realicen, sean cuales fueren, se trate con ellas de
proporcionar bienes “inmateriales” (salud, enseñanza) o “materiales” (producción de riqueza a través de la
empresa).
Ciertamente, la idea de un grupo de "selectos", de "elegidos", pervive en el mundo moderno, pero
los "elegidos" no son los profesionales en su conjunto, sino aquellas personas elegidas por Dios para
salvarse, los "santos", que descubrirán su santidad precisamente en el éxito alcanzado en su trabajo
profesional. La nueva aristocracia no es la de los monjes, situados fuera del mundo, tampoco la de los
profesionales en su conjunto, sino la de los santos en el mundo, en su trabajo cotidiano, predestinados por
Dios desde la eternidad, la de los elegidos frente al resto de los mortales. En esta aristocracia se incluye,
obviamente, la profesión empresarial, porque el empresario ascético crea riqueza para la comunidad,
produce utilidad. Y éste es uno de los eslabones entre la ética protestante y el espíritu del capitalismo: no
es perverso ganar dinero, lo perverso es trabajar únicamente para ganarlo y emplearlo en bienes
suntuarios, superfluos, olvidando el bien y la utilidad de la comunidad4. El buen profesional trabaja, más
que para sí mismo, para la comunidad. Sin embargo, con el tiempo la vida empresarial no se considerará
como vida profesional, entre otras razones porque los empresarios no se organizan formando colegios con
una meta común.
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La idea de profesión se seculariza y queda la noción de que el profesional realiza una misión en el
mundo, aunque ya no divina, junto con los demás profesionales que persiguen una misma meta. Los
profesionales forman corporaciones, collegia, y en esta naturaleza corporativa de las profesiones se
encuentra el germen de algunos de los grandes servicios que pueden prestar a la sociedad, pero también
de esa solidaridad grupal a la que se ha denominado "corporativismo".

.- Los códigos profesionales


Un Código es un cuerpo de leyes que forma un sistema de legislación sobre alguna materia. Un
código de ética es un sistema normativo, que considera las responsabilidades y obligaciones que se
imponen al profesional.
Estructura del Código de Ética
 Universal
 Obligatorio
 No absoluto
 Prima fascie

Funciones del Código de Ética


 Declarativa: Formula valores fundamentales sobre los que se basa determinada ética profesional.
 Identificativa: permite dar identidad y rol social a una profesión.
 Informativa: comunica a la sociedad los fundamentos y criterios éticos de una profesión.
 Discriminativa: diferencia los actos lícitos de los ilícitos, los que están de acuerdo o no con la ética
profesional.
 Metodológica y valorativa: causes para decisiones éticas concretas, permitiendo valorar situaciones
específicas previstas por los códigos.
 Protectiva: protege a la profesión de las amenazas que la sociedad puede ejercer sobre ella.

Los códigos de ética son un instrumento educativo tanto de la conciencia Ética del profesional,
como también de la sociedad en cuanto a lo esperable de la profesión. Es una organización sistemática del
“ethos profesional”. Significan una guía, un faro que orienta la reflexión y acción del psicólogo en su
práctica profesional

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