Ética y Moral. Conceptos y diferenciación. La ética como disciplina filosófica del obrar humano. Carácter
ético del hombre. Niveles de reflexión ética. Teorías éticas: Teleológicas, Egoístas y Deontológicas.
Capacidades:
Ética aplicada: definición y estatuto epistemológico. Diferentes apartados de la ética aplica da. Diferentes
modos de entender y fundamentar la ética aplicada. Ámbitos de la ética aplicada y de las profesiones.
Capacidades:
Manejo de los distintos sentidos de la ética aplicada y de las distintas disciplinas que de ella se desprenden.
Su diferenciación y problemas específicos.
Ética aplicada y ética de las profesiones. Estatuto, delimitación y problemas de la ética de las profesiones. El
lugar social de las profesiones. Los códigos profesionales. Valores y peligros de la actividad profesional.
Capacidades:
• Desarrollar habilidades clave que permitan como profesional asumir las cuestiones éticas de su práctica
laboral desde una perspectiva práctica y reflexiva.
EJE 4. Entre la Deontología y la ética profesional
Capacidades:
Formar una conciencia ética personal y profesional como necesaria para la correcta, eficiente y honesta
realización de la profesión y desarrollo personal
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UNIDAD 1: Introducción a la ética
Ética y Moral: Conceptos y diferenciación. La ética como disciplina filosófica del obrar humano. Carácter ético del hombre. Niveles
de reflexión ética. Teorías éticas: Teleológicas y Deontológicas.
ÉTICA Y MORAL: CONCEPTOS Y DIFERENCIACIÓN.LA ÉTICA COMO DISCIPLINA FILOSÓFICA DEL OBRAR
HUMANO
Es la disciplina filosófica que reflexiona entorno al obrar humano. Analiza los elementos del acto,
sus objetos, fines y circunstancias desde la perspectiva de la “moralidad” (ya sea su “bondad o maldad”) e
intenta orientar el obrar del hombre para que éste no termine contradiciendo la naturaleza profunda de su
ser. La Axiología es una “versión moderna” de la ética que analiza los actos humanos desde la perspectiva
de los valores, al tiempo que la validez, jerarquías y escalas, y obje tividad de los mismos.
El problema de la ética no se instaura con la filosofía. El primer acercamiento al fenómeno de la
moralidad ocurre en la vida práctica, que es una esfera pre -filosófica y refiere a la vida moral misma.
Nuestra propia experiencia nos muestra que solemos expresar valoraciones morales ante determinadas
circunstancias. Así hablamos de actos nobles, buenos y desinteresados, o de actos malos y egoístas; y todo
ello mucho antes de estudiar alguna teoría moral específica. A este ámbito pre -teórico o pre-filosófico se le
denomina conocimiento moral como opuesto a la ciencia moral que, situada en un plano de reflexión
distinto, intenta estudiar los fenómenos más importantes dentro del ámbito correspondiente a la
evaluación moral y a la moralidad de las acciones.
La ciencia moral tiene por objeto el ámbito de la moralidad, incluido el del conocimiento moral. Se
define la ética como la ciencia que se refiere al estudio filosófico de la acción y la conducta humana,
considerada en su conformidad o disconformidad con la recta razón (razón que se dirige a la verdad). O,
dicho de otro modo, la ciencia que ordena los actos libres del hombre en cuanto se encaminan a su fin
último, que es la felicidad.
Por recta razón entendemos el medio a través del cual se descubre la moralidad.
Pero, ¿a través de qué medio conocemos si una acción es o no conforme al verdadero bien de la
naturaleza humana? La respuesta es la inteligencia, en cuanto es quién advierte lo adecuado o inadecuado
de una acción en orden al verdadero bien de la naturaleza humana.
Si la inteligencia alcanza esa comprensión sin error, se le denomina recta razón. Así, la ética estudia
la moralidad en cuanto cualidad del acto humano que le pertenece de manera exclusiva por proceder de la
libertad en orden a un fin último; determinando, por tanto, que se le considere bueno o malo.
La ética, entonces, refiere al acto perfecto en cuanto conviene al hombre como hombre y en
cuanto lo conduce o no a realizar su último fin.
Lo éticamente bueno depende de la relación con el fin último del hombre. El fin último del hombre
es el deseo natural de ser feliz, es el bien perfecto Por felicidad entendemos la obtención estable y
perpetua del bien totalmente perfecto, amable por sí mismo, que sacia todas las exigencias de la naturaleza
humana y calma todos sus deseos.
Explicado de un modo más sencillo, es la inteligencia quien advierte de modo natural la bondad o
maldad de los actos libres. Todos tenemos experiencias de satisfacción o remordimiento frente a
determinadas acciones realizadas. A partir de ellas es que surge la pregunta acerca de la calificación de la
conducta. ¿Qué es el bien y qué es el mal? ¿Por qué esto es bueno y aquello malo? Precisamente, la
respuesta a estas interrogantes es lo que nos lleva al estudi o científico de los actos humanos en cuanto
buenos o malos, estudio que denominamos ética.
Así, resulta aquella parte de la filosofía que estudia la moralidad del obrar humano; es decir,
considera los actos humanos en cuanto son buenos o malos.
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.- Ética y moral, desde la etimología
La palabra ética proviene del griego êthos y significaba, primitivamente, estancia, lugar donde se
habita. Posteriormente, Aristóteles afinó este sentido y, a partir de él, significó manera de ser, carácter. Así,
la ética era como una especie de segunda casa o naturaleza; una segunda naturaleza adquirida, no
heredada como lo es la naturaleza biológica. De esta concepción se desprende que una persona puede
moldear, forjar o construir su modo de ser o êthos.
¿Cómo se adquiere o moldea este êthos, esta manera de ser? El hombre la construye mediante la
creación de hábitos, unos hábitos que se alcanzan por repetición de actos. El êthos o carácter de una
persona estaría configurado por un conjunto de hábitos; y, como si fuera un círcul o o una rueda, éste êthos
o carácter, integrado por hábitos, nos lleva en realizar unos determinados actos, unos actos que provienen
de nuestra manera de ser adquirida.
La palabra moral traduce la expresión latina moralis, que derivaba de mos (en plural mores) y
significaba costumbre. Con la palabra moralis, los romanos recogían el sentido griego de êthos: las
costumbres también se alcanzan a partir de una repetición de actos. A pesar de este profundo parentesco,
la palabra moralis tendió a aplicarse a las normas concretas que han de regir las acciones.
Así, pues, desde la etimología, hay poca diferencia entre ética y moral: una y otra hacen referencia
a una realidad parecida. Pero hoy, pese a que a menudo se usan de manera indistinta como si fuesen
sinónimos, se reconoce que tienen significados divergentes.
Decido si tengo que ser o no sincero con un compañero Reflexiono sobre valores, preguntándome si el valor de la
de clase que parece quiere ser amigo mío. autenticidad es preferible el valor de la amistad.
Rechazo robar la calculadora de un compañero de clase Tengo presente la máxima o regla de oro: "No hagas a los
sabiendo que nadie me ve. demás lo que no quieras que te hagan a ti".
.- ACTOS HUMANOS
Se llama acto humano aquel que procede de la voluntad deliberada del hombre, son aquellos actos que nos
diferencian de los demás animales.
• Actos naturales: son los que proceden de las potencias vegetativas y sensitivas, sobre las que el
hombre no tiene ningún control voluntario y son enteramente comunes de los animales, es como si
estuviéramos programados, así como los castores lo están para ser ingenieros hidráulicos, haciendo la
salvedad de que estos actos están dentro de nuestra libertad.
• Actos del hombre: son los que proceden del hombre sin ninguna deliberación o voluntariedad, sea
porque esta habitualmente destituido de razón en el momento de realizar el acto. Ninguno de estos actos
afecta la moralidad, un ejemplo fehaciente en nuestras vidas, es al que diariamente nos enfrentamos cada
mañana, nos levantamos o nos levantan, para lo cual no objetamos, corremos al baño, y nos duchamos sin
muchas veces darnos cuenta de lo que estamos haciendo, luego nos lavamos los dientes y desayunamos,
todo esto en un ambiente de rutina único, luego nos dirigimos ya sea al trabajo, al estudio, en fin, actuamos
por decirlo así, si ninguna voluntad.
• Actos violentos: son los que el hombre realiza por la coacción de un agente que lo obliga a
ejecutarlos, contra su voluntad interna. Es cuando dejamos por un momento de ser racionales y actuamos
como aquel perro callejero tratando de marcar el territorio, es decir instintivamente.
En todo acto humano se pueden distinguir tres elementos o factores principales que son: los co gnoscitivos,
los volitivos y los ejecutivos.
• Elemento cognoscitivo: es el conocimiento de lo que se hace, aunque no se sepa cual sean las
consecuencias de esos actos, son el primer fundamento del acto humano, todo acto debe ir acompañado
de este, de lo contrario no se diese tal acto, ya que este pertenece al entendimiento.
• Elemento volitivo: todo acto humano va influenciado por la voluntad la cual presiona tal acto; de
nuestra voluntad dependen todos nuestros actos y de cuan morales sean o no.
• Elemento ejecutivo: es la consecuencia de nuestra libertad interna, ya que esta la impulsa a la
realización de actos externos, este momento del acto ya ha sido influenciado por los dos elementos
anteriores: el entendimiento y la voluntad, lo cual indica de que nuestros actos ya han sido analizados
previamente.
En fin, hablar de los actos humanos seria hablar de la vida misma y de cómo nosotros afrontamos tales
actos, bajo qué grado de libertad los tomamos, si son influidos por ordenes, costumbres o caprichos a
simplemente porque me da la gana de hacerlos y lo hago, está bien, eso es la ética *< haz lo que quieras>,
el no preguntarle a nadie lo qué hacer con mi vida, eso me lo pregunto yo mismo.
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Hay una innumerable lista de actos humanos como por ejemplo los actos elícitos que son tales como amar,
entender, en fin; los actos imperados que son aquellos que hacemos por una orden de la voluntad y son
naturales como son el abrir y cerrar los ojos, parpadear. Hay otros actos que se manejan a nivel interno y
hacen uso de nuestras facultades, la imaginación, el entendimiento y la misma razón. También hay actos
buenos y actos malos, a estos los determina el grado de moralidad que apliquen; hay actos lícitos e ilícitos,
al primero lo mide el grado de autorización de las leyes o patrones culturales, y al segundo el grado de daño
a la sociedad, como robar, injuriar, en fin.
Para finalizar, podemos tomar un ejemplo que muy bien nos planteo Aristóteles “un barco lleva una
importante carga de un puerto a otro. A medio trayecto, le sorprende una tremenda tempestad. Parece
que la única forma de salvar el barco y la tripulación es arrojar por la borda el cargamento que además de
importante es pesado. El capitán del navío se plantea el problema siguiente: ¿Debo tirar la mercancía o
arriesgarme a capear el temporal con ella en la bodega, esperando que el tiempo mejore o que la nave
resista?”
Ahora imaginen el conflicto que está viviendo este capitán, si arroja el cargamento es porque prefiere hacer
eso que a afrontar el riesgo; pero sería malo decir que el quiere tirarlo porque no es así, el quiere llegar a
puerto con su tripulación, su barco y su mercancía. El es libre de hacer lo que prefiera, pero no es libre de
cierto modo por que el no eligió la tormenta.
TEORÍAS ÉTICAS
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Tipos fundamentales de teorías en la ética normativa. Éticas teleológicas y deontológicas
Como ya vimos en el tema anterior, las teorías éticas son el resultado de las reflexiones críticas
realizadas en torno a la moral vigente. Reflexiones que pretenden “la fundamentación de los postulados y
normas morales, sea por recurso a un principio (moral) superior, que impere de manera incondicional, sea
por referencia a un bien supremo, cuya realización se afirma como vinculante para cualquier persona” (A.
Pieper, Ética y moral. Ed. Crítica. 1990).
Las teorías éticas permiten justificar o fundamentar las normas morales y, más en general, los
juicios morales. Las normas expresan obligaciones: dicen que “algo” es un deber (su “forma” o estructura
gramatical es “Todas las personas deben hacer X”). Los juicios morales son juicios de valor, es decir,
expresan que “algo” es bueno (su forma es “X es bueno”). Por tanto, podemos decir que las teorías éticas
establecen principios que justifiquen enunciados del tipo “Todas las personas deben hacer X” y “X es
bueno”. Pero como el modo de justificación varía de unas teorías a otras, resulta que no sólo hay teorías
éticas distintas, sino también diferentes tipos de teorías éticas.
Los sistemas de ética normativa puede clasificarse a su vez en los tipos de fundament ación que
tienen, donde se distinguen básicamente dos: el teleológico y el deontológico. El tipo de fundamentación
teleológico, como indica la palabra, apunta a la noción de fin (en griego, télos); mientras que el
deontológico apunta a la noción de deber.
Casi todas las posiciones morales más conocidas se encuentran dentro de la ética teleológica. Ellas
fundamentan el valor de las normas éticas y el valor de los actos morales por referencia a un valor que
constituye el fin último de la vida práctica. La discrepancia viene a la hora de determinar en qué consiste
ese fin. Así el utilitarismo, que identifica el fin último de la vida práctica con el máximo bienestar para el
mayor número de personas; el hedonismo, que coloca como fin último al placer; y el eudemonismo o ética
de la felicidad, que sostienen que el fin último es el incremento de la propia vida. Con todo, sise entiende
que el fin último es aquello donde en definitiva radica la felicidad, de alguna manera todas las posiciones
anteriores pueden tomarse como formas de eudemonismo. Así, la ética teleológica puede considerarse un
sinónimo de ética eudaimonística.
La ética deontológica presenta una estrategia de fundamentación distinta. Lo propio de ella es
evitar, a la hora de fundamentar la validez de las normas morales, todo recurso al argumento teleológico y
a la noción de felicidad. Kant, el defensor paradigmático de la ética deontológica, sostuvo que la noción de
felicidad concebida como un fin no provee una fundamentación del tipo requerido para el caso de las
normas morales.
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Para las éticas deontológicas, una acción es moralmente buena no porque contribuya directa o
indirectamente a la consecución de la felicidad, sino porque responde a máximas, esto es, a principios
subjetivos de determinación de la voluntad que resultan universalizables. Ejemplo: ¿Por qué no es
moralmente buena la acción de robar? Porque la máxima que determina la voluntad cuando el agente se
decide a robar no es universalizable: el que roba se trata a sí mismo como una excepción, pu es roba
queriendo al mismo tiempo que no le roben, y tal acto no resiste el test de universalización. A esto apunta
la formulación del imperativo categórico kantiano: “obra de manera tal que la máxima de tu voluntad
pueda valer siempre a la vez como un principio de una legislación universal”. Los principios subjetivos que
determinan la voluntad son moralmente permisibles si pasan el test de ser universalizados; sino resisten
ese test, no son moralmente legítimos.
Eudemonismo de Aristóteles
Aristóteles (384–336) parte de una concepción tripartita de la naturaleza humana: la naturaleza tal
como es (naturaleza humana inadecuada opuesta a la ética), que precisa de una razón práctica (prudencia)
para ser transformada en la naturaleza tal como podría ser si realizase su télos. El fin (télos) de las acciones
humanas es la eudemonía, felicidad), es decir, “la actividad del alma conforme a una areté (virtud o
excelencia) perfecta”. La palabra eudemonía incluye las nociones de “comportarse bien” y de “vivir bien”.
“Comportarse bien” es actuar conforme a la virtud; “vivir bien” es ejercitar la función propia del hombre.
¿Cuál es la función propia del hombre? ¿En qué consiste la vida buena? Lo propio de los seres humanos,
aquello que no comparten con el resto de animales, es la razón. La actividad característica de la razón es la
teoría (razonamiento especulativo que se ocupa de las verdades inmutables). Por tanto, la actividad
específicamente humana es la vida teorética o contemplativa. Actividad que sólo una élite podrá realizar.
Para llegar a la vida buena, a la vida contemplativa, hay que comportarse bien, es decir, poseer el
conocimiento necesario (prudencia) para poder practicar las virtudes y adquirir el hábito de comportarse
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de acuerdo con las virtudes. ¿Cómo se puede practicar una vida virtuosa? Para elegir de manera virtuosa
entre placeres y dolores, se requiere aplicar la regla del justo medio y la prudencia. Aplicar la regla del justo
medio consiste en elegir entre dos extremos, entre dos vicios, de los cuales el uno lo es por exceso y el otro
por defecto. Por ejemplo, se dice que la virtud de la valentía (el valor) es el justo medio entre dos vicios: la
temeridad (el vicio del exceso) y la cobardía (el vicio de la deficiencia). Pero la elección del justo medio es
“posición intermedia para nosotros”, es decir, se trata de un justo medio subjetivo (por ejemplo, hay que
comer de acuerdo con nuestras necesidades, evitando prudentemente comer demasiado o escasamente).
Pero, además de aplicar la regla del justo medio, también es necesario considerar el juicio del hombre
prudente para elegir qué acción es más virtuosa. De ahí que la prudencia (saber cómo tener en cuenta las
circunstancias para aplicar principios generales a las situaciones particulares) sea la clave de todas las
virtudes. Sin ella no es posible tener una vida virtuosa. Por ello, el conocimiento del justo medio no es sólo
el conocimiento de una fórmula, es saber cómo aplicar las reglas a las circunstancias concretas. Para
alcanzar la felicidad se requiere, pues, sabiduría en la elección, moderación y constancia: no dejarse llevar
por el deseo. Porque sin la guía de la inteligencia, las pasiones desorganizadas, carentes de orden y
finalidad, dificultan todo proyecto humano de vida particular o colectiva excelente.
Hedonismo de Epicuro
Se llaman hedonistas las teorías éticas que identifican lo bueno con el placer (en griego, hedoné) y
consideran que el fin de toda actividad humana es la consecución del placer.
El hedonismo de Epicuro de Samos (341–270 a.C.) parte de la afirmación de que los ciudadanos
particulares que habitan en los grandes imperios helenístico y romano son desgraciados, ya sea por el
miedo a la muerte, a los dioses y al destino, ya sea por los deseos vanos e ilimitados que los dominan. Sólo
si consiguen desembarazarse de sus temores y poner freno a sus deseos, se asegurarán los beneficios de la
razón y serán felices. El hombre debe llevar una vida tranquila y sosegada. Para alcanzar la felicidad,
previamente deben desaparecer los miedos.
Para liberar al hombre de estos temores, Epicuro recurrió al atomismo de Demócrito. En el
atomismo, la realidad es exclusivamente material. Las cosas están compuestas de átomos de variadas
formas que se mueven en el vacío y que se reúnen para constituir los distintos cuerpos. Sus movimientos
son mecánicos, no están rígidamente definidos, lo que da margen para el azar (libertad). Esta circunstancia
permite negar el fatalismo y el destino. Según Epicuro no existe nada fuera del hombre que dirija su vida a
un fin determinado. Los dioses existen, pero no se ocupan de los asuntos humanos. Además, el atomismo
permite negar la inmortalidad del alma. El alma humana también está compuesta de átomos. Al morir, los
átomos del alma se separan y ya no puede haber percepciones: la muerte es la privación de la percepción.
Desde el momento en que entendemos que la verdadera realidad para los seres humanos son las
sensaciones (aisthésis) a través de las que captamos las cosas, el temor a la muerte deja de tener sentido. Si
el alma no es inmortal nada hay que temer de los premios y castigos de ultratumba.
Eliminadas las causas que producen los temores humanos, ¿cómo se pueden frenarlos deseos
vanos e ilimitados para conseguir la felicidad? La felicidad, ese estado que consiste en “no tener dolor en el
cuerpo ni turbación en el alma”, que Epicuro denomina ataraxia, se alcanza mediante el placer. Y la virtud
es condición indispensable para lograr la ataraxia.
Imposible vivir plácidamente sin ejercitar la prudencia, la honradez y la justicia; e imposible vivir
prudente, honorable y justamente sin que resulte una vida placentera. Quien no viva conforme a la
prudencia, la honradez y la justicia no podrá vivir feliz. (Carta a Meneceo, 132)
Cuando Epicuro caracteriza el placer, no se refiere a los placeres momentáneos, a las sensaciones
pasajeras, sino al placer que dura a lo largo de toda la vida. Y lo entiende como ausencia de dolor y no,
como satisfacción positiva. Pero para escoger adecuadamente los placeres es necesario un arte de calcular.
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Al elegir los placeres y dolores "conviene juzgar todas estas cosas con el cálculo y la consideración de lo útil
y lo conveniente, porque en algunas circunstancias nos servimos del bien como de un mal y, viceversa, del
mal como de un bien”. Y es en la aptitud para sopesar la felicidad e infelicidad presente o futura, donde se
encuentra la esencia de la prudencia, la virtud más alta de todas. Cuando un hombre es prudente, es
virtuoso, pues la vida virtuosa no consiste tanto en disfrutar incesantemente de placeres, sino en saber
cómo conducirse en la búsqueda del placer. Y ese arte de calcular guiado por la prudencia nos hace
preferir:
● Los placeres estáticos (disfrute de un estado ya alcanzado: la aponía o ausencia de dolor y la
ataraxia o ausencia de perturbación) frente a los placeres dinámicos (proceso de eliminación del dolor que
culmina en sensaciones placenteras: por ejemplo, al hambre le sucede la saciedad).
● Los placeres intelectuales frente a los corporales a causa de su mayor duración: el cuerpo sólo
puede gozar del placer presente; el alma, además de percibir el placer presente, anticipa y prevé el placer
venidero y retiene en la memoria los placeres pasados.
Así, pues, cuando Epicuro habla de elegir entre los diversos placeres, lo que busca es la
permanencia del placer o ausencia del dolor. Por consiguiente, en la práctica debemos esforzarnos por
conseguir el máximo placer duradero, que consiste, según Epicuro, en la salud del cuerpo y la tranquilidad
del alma. De ahí que la ética epicúrea lleve a un ascetismo moderado, al autocontrol y a la independencia.
Esto es así porque Epicuro busca un refugio psicológico para el sabio ante las adversas circunstancias que
sufre la polis griega en la época helenística.
Utilitarismo
Las teorías del placer y la felicidad reaparecieron en la filosofía inglesa de fines del siglo XVIII y
primera mitad del XIX, con Jeremy Bentham (1748–1832) y John Stuart Mill (1806–1876). El término
"utilitarismo" se debe a que Bentham llamó utilidad a la "propiedad de cualquier objeto de producir
beneficio, ventaja, placer o felicidad". La utilidad es considerada como valor supremo y norma de conducta
a la que está sometido cualquier otro deber, norma o valor. El significado de las expresiones valorativas
sólo puede entenderse en este contexto: un juicio moral es un juicio acerca de la felicidad; y una acción es
buena en la medida en que conduzca a la felicidad de la colectividad (la felicidad e s entendida como
"bienestar" o satisfacción de necesidades). En este sentido, afirmar que “X es bueno” equivale a decir que
“X produce bienestar”.
El utilitarismo parte de una concepción egoísta de la naturaleza humana: el hombre siempre actúa
movido por sus propios intereses, que se manifiestan en la búsqueda del placer y en la huida del dolor.
Pero la búsqueda del placer y la evitación del dolor establecidos como norma individual, pueden
entrar en conflicto con otros egoísmos particulares. Por esta razón, y para evitarlo, considera necesario
formular el principio de utilidad:
Por el principio de utilidad se entiende aquel que aprueba o desaprueba cualquier acción según la
tendencia que muestre en aumentar o disminuir la felicidad de aquel cuyo interés esté en cuestión; o, en
otras palabras, según promueva la felicidad o se oponga a ella. (Jeremy Bentham, Introducción a los
principios de la Moral y de la Legislación)
De este modo, el utilitarismo identifica la mayor felicidad del individuo con la búsqueda de la mayor
felicidad para el mayor número de individuos. Se trata de construir una sociedad donde coincidan la
búsqueda del placer personal y la búsqueda de la mayor felicidad para el mayor número de personas.
Ahora bien, ni el comportamiento ético correcto ni las leyes “justas” se obtienen de forma
espontánea. Para actuar y legislar éticamente es necesario establecer la aritmética de los placeres, en la
que el bien es los ingresos y el mal los gastos. Hay que saber hacer un cálculo entre placeres y dolores de tal
manera que el balance resulte siempre positivo (mayor cantidad de placer). Al elegir entre diversas
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posibilidades, se ha de considerar que la dignidad humana es el constituyente esencial de la felicidad. Es
decir, la autenticidad y el autodesarrollo son los elementos, junto con la individualidad, imprescindibles
para la felicidad humana.
En apariencia, la propuesta del utilitarismo es muy simple: maximizar la felicidad general. Procurar
que los placeres sean disfrutados por todas las personas, si e s posible, si no, por el mayor número factible
de personas; y que dichos placeres sean lo más gratificantes que se pueda lograr, es decir, que no conlleven
dolores, que sean duraderos y fecundos, que no se agoten en el momento de su disfrute o en sí mismos.
La idea de profesión.
Según Norberto Elías podemos distinguir tres usos del término “profesión”:
1) Uso más antiguo y más estricto. Ejercer una profesión supone la posibilidad de vivir honestamente
sin tener que dedicarse a un oficio manual. En este sentido podemos incluir las tres profesiones
tradicionales: médico, juez y sacerdote.
2) Uso más amplio y más moderno. En este sentido se incluyen todas las personas con una
preparación específica y un título universitario que reconoce esa preparación, como es el caso de
profesores, economistas, arquitectos, etc.
3) Uso de acuerdo con fuertes tendencias culturales. En nuestros días se usa habitualmente la
expresión “profesión” dirigida a todas las ocupaciones que requieren cierta preparación y
conocimientos científicos, aunque no tengan un rango universitario, pero sí un certificado basado en
exámenes.
Al margen de las actividades que pueden considerarse profesiones, resulta importante señalar qué
rasgos cabe atribuir a los profesionales. Edward Gross define a los profe sionales como personas que
poseen un amplio conocimiento teórico aplicable a la solución de problemas vitales, recurrentes pero no
estandarizables, que se sienten en la obligación de realizar su trabajo al máximo de sus competencias, y al
mismo tiempo que se sienten identificados con los demás profesionales del ramo.
Bernard Barber añade el alto grado de autocontrol de la conducta mediante un código ético
interiorizado a través del fuerte proceso de socialización en los valores de la profesión.
1
Cf. Jua n González Anleo, “Las profesiones en la sociedad corporativa”, en José Luis Fernández y Augus to Horta l Al ons o (comp.) ,
Éti ca de l a s profes i ones , UPCO Uni vers i da d Ponti fi ci a de Comi l l a s , Ma dri d, 1994, pp. 21 -34
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4º) Se somete a un período de preparación especializada, habitualmente en instituciones
educativas.
5º) Reclama un amplio campo de autonomía, tanto para él como para el cuerpo al que pertenece.
Sólo sus colegas pueden ser jueces de sus errores.
6º) Es responsable por los juicios emitidos, los actos realizados y las técnicas empleadas en el
ejercicio de su profesión.
7º) Pone el énfasis en el servicio prestado más que en las ganancias obtenidas.
8º) Pertenece a una organización de profesionales de su ramo, creada y auto gobernada p or ellos
mismos, cuyas misiones son crear criterios de admisión/exclusión, impulsar un alto nivel de
competencia y elevar el status socio-económico de los miembros.
ÉTICA Y PROFESIONES
Siguiendo las reflexiones de Augusto Hortal en su libro “Ética General de las profesiones”,
podemos afirmar que hablar hoy de profesiones y de ética profesional es problemático. No termina de ser
persona ética aquella que en todo es intachable menos a l a hora de desempeñar sus responsabilidades
profesionales.
La mayoría de profesionales suelen ser trabajadores por cuenta ajena que desempeñan sus tareas
en empresas, instituciones y organismos en los que se les asigna lo que tienen que hacer.
En la medida que exista un cierto margen para la responsabilidad del profesional es necesario
reflexionar sobre ella. Los complejos problemas que tiene planteados nuestra sociedad difícilmente podrán
encontrar solución sin la aportación profesionalizada de médicos, ingenieros, arquitectos, psicólogos,
profesores, enfermeras…
Hoy la profesionalidad suele justificarse más por lo que tiene de especialización cognoscitiva
(competencias) que por lo que tiene de compromiso ético. Pero la competencia profesional no basta. La
ética a la vez que supone unas garantías en la prestación de los servicios profesionales contribuye a la
consolidación de una profesión.
Una ética de las profesiones que pretenda estar a la altura de la conciencia moral alcanzada por
nuestra época ha de ser un discurso coherente y capaz de orientar la acción interesadas en ser buenos
profesionales, técnicamente capaces y moralmente íntegros en el desempeño de su labor profesional.
Ser un profesional competente y responsable no consiste exclusi vamente en ser un individuo
racional y libre, que posee habilidades, sino que posee también modos de hacer, sentido de pertenencia a
un colectivo profesional, y compromiso social en el desempeño de su profesión.
La ética de cualquier profesión ha de partir del reconocimiento y apego a los valores de convivencia
que componen la ética cívica compartida: valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto,
diálogo…
En la ponencia de Emilio Martínez Navarro”Ética de la profesión: proyecto personal y compromiso
de ciudadanía”, la pregunta ética radical la platea en los siguientes términos: ¿Qué estoy haciendo con mi
vida? Y la respuesta tiene que ver con cuestiones que afectan a la propia vida como es la dedicación
profesional. Pero esa parte de la vida está conectada con la vida social, puesto que la profesión es una
institución social que pretender ofrecer un servicio a la comunidad. En este sentido, pensar las profesiones
a estas alturas nos conduce a plantear la relación entre profesión y ciudadanía.
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La ética profesional se definirá como: El conjunto de normas éticas y morales que rigen el actuar
profesional del individuo en favor del servicio a su cliente.
Hay tres factores generales que influyen en el profesional al tomar decisiones éticas o anti éticas,
los cuales son:
1. Valores individuales - La actitud, experiencias y conocimientos del individuo y de la cultura en
que se encuentra le ayudará a determinar qué es lo correcto o incorrecto de una acción.
2. Comportamiento y valores de otros - Las influencias buenas o malas de personas importantes en
la vida del individuo, tales como los padres, amigos, compañeros, maestros, supervisores, líderes políticos y
religiosos le dirigirán su comportamiento al tomar una decisión.
3. Código oficial de ética - Este código dirige el comportamiento ético del empleado, mientras que
sin él podría tomar decisiones anti éticas.
Abuso de poder - utilizar el puesto para “pisotear” a unos o para favorecer a otros.
Conflicto de intereses - emitir normas en su ámbito de trabajo que redundarán en su propio
beneficio, como lo es el participar en el proceso de reclutamiento cuando uno de los candidatos es
miembro de su propia familia.
Nepotismo - reclutar muchos miembros de una misma familia en una institución.
Soborno - aceptar dádivas, obsequios o regalías a cambio de dar un trato especial o favor a alguien
como retribución por actos inherentes a sus funciones.
Lealtad excesiva - mentir para encubrir la conducta impropia del supervisor o hacer todo lo que
éste le diga, aun en contra de sus principios morales.
Falta de dedicación y compromiso - perder el tiempo, hacerse “de la vista larga” y no dar el
máximo de su esfuerzo en el trabajo.
Abuso de confianza - tomar materiales de la institución para su uso personal o hacer uso indebido
de los recursos disponibles en la misma.
Encubrimiento - callar para no denunciar a un traidor, movido por su amistad o por temor.
Egoísmo - buscar el bienestar propio en detrimento del beneficio de los demás.
Incompetencia - El conocido Principio de Peter (1977) estipula que en “toda jerarquía, todo
empleado tiende a ascender hasta alcanzar su nivel de incompetencia.” Complementa, además,
que “para todo puesto de trabajo que existe en el mundo, hay alguien, e n algún lugar, que no
puede desempeñarlo. Dado un período de tiempo suficiente y suficientes ascensos, llegará
finalmente a ese puesto de trabajo y permanecerá en él, desempeñándolo chapuceramente,
frustrando a sus compañeros y erosionando la eficiencia de la organización” (Peter, 28).
Los códigos de ética son un instrumento educativo tanto de la conciencia Ética del profesional,
como también de la sociedad en cuanto a lo esperable de la profesión. Es una organización sistemática del
“ethos profesional”. Significan una guía, un faro que orienta la reflexión y acción del psicólogo en su
práctica profesional