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Frías
Hugo
El proceso de intervención de insti-
tuciones bancarias develó la existencia de unas
relaciones insanas entre la Banca y las institucio-
nes relacionadas con el mercado de valores, las
conocidas casas de bolsa.
Dejó en evidencia situaciones irregulares
diferentes a los problemas patrimoniales de las
instituciones intervenidas, siendo éstos mucho
más profundos que los reportados inicialmente.
En efecto, se encontraron operaciones de
autofinanciamiento con recursos de terceros e,
incluso, se había realizado captación de fondos
contra títulos de valores inexistentes.
Se evidenció también operaciones triangula-
das de créditos entre casas de bolsa, empresas
de seguros y bancos activos intervenidos y liqui-
dados.
A este respecto, en enero de 2010 la Comi-
sión Nacional de Valores reformó las normas
sobre actividades de corretaje y de bolsa. Estas

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medidas fueron aplicadas sobre un total de 26
instituciones, 12 de las cuales se encuentran ac-
tualmente intervenidas, y 16 de ellas han debido
ser liquidadas.
Eso era una verdadera podredumbre, un cán-
cer de viejas mañas, mafias, y mucha capacidad
técnica y conexión internacional.
Econoinvest es el ejemplo más patético de esta
estafa. Está probado que usurparon la identidad
de 1.500 personas para acceder de manera frau-
dulenta a la adquisición de títulos de valores de
la deuda pública nacional, con el objeto de espe-
cular con estos papeles en el mercado cambia-
rio, y así alterar el comportamiento de la infla-
ción en la economía venezolana, porque ése era
el otro componente: elevar de manera artificial
el tipo de cambio.
También está probado que otra modalidad
de actuación era ofrecer becas y ayudas eco-
nómicas a particulares a cambio de simular ser
clientes de Econoinvest.

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 La lista de desmanes es preocupantemente
larga: falsificación de documentos, usurpación
de identidad de personas inocentes, robo de
bienes de la institución; simulación de activida-
des económicas, deslealtad y estafas a sus clien-
tes, fraude y estafa, y, encima de ello, valiéndose
de la buena fe y de las necesidades de personas
humildes y necesitadas.

El silencio de los medios

Yo recuerdo todo lo que se dijo con el caso de
los alimentos aquellos podridos de Pdval. Esos
fueron no sé cuántos días. Para que ustedes juz-
guen un poco el equilibrio en el tratamiento de
estos fenómenos de podredumbre.
Recuerdo que, incluso, no estoy exagerando,
unos llaneros de Apure, que son muy pícaros,
llamaron a una periodista de un canal que an-
daba buscando cosas podridas, y habían unos
burros que habían muerto en las afueras de San

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Fernando, y allá fueron, sólo que se dieron cuen-
ta; pero ya iban a presentar eso como otro caso.
En Cumaná, llegaron a un basurero: “Aquí está,
éstos son alimentos de Pdval”. Y resulta que sa-
lió un empresario, dignamente, diciendo: “No,
chico, se me pudrieron esos pollos, y cometí un
error: el camión se los llevó y los botó ahí”. Pero
ya decían que era también Pdval.
Ahí están en prisión unos presuntos implica-
dos, una investigación, y nosotros asumimos la
crítica. Además, se hizo una profunda reestruc-
turación interna. Pdval ahora pasó al Ministerio
de de Alimentación, y está manejada por exper-
tos en alimentación.
Solamente yo llamo la atención al país para
que veamos otra vez la ética del discurso: a eso
le dieron no sé cuántos meses de cobertura, los
alimentos podridos y no sé qué más.
Ahora, frente a esta podredumbre: silencio
en la mayoría de los medios de comunicación
privados. ¿Cuál es la moral entonces? ¿Cuál es

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el Código Ético? Es decir, la corrupción es mala
cuando está del lado del Gobierno; pero cuando
está del lado de la oposición, es buena y hay que
taparla, hay que disimularla.
Por eso invito a todos los venezolanos y ve-
nezolanas, hoy es Día del Maestro, convirtámo-
nos de verdad en humildes maestros, demos el
ejemplo; ése no puede ser el ejemplo, el que le
dimos a las nuevas generaciones.

Del mensaje anual del Presidente

de la República Bolivariana de Venezuela
ante la Asamblea Nacional.
15 de enero de 2011

Rif: G-20003090-6
Depósito Legal: pp200801DC1191 Año 3/Número 6/2011