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Fepal - XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis

"El legado de Freud a 150 años de su nacimiento"


Lima, Perú - Octubre 2006

La creación de una identidad femenina: Diarios de Anaïs Nin

Sandra Pinasco

Un diario de por sí es polémico, levanta disputas de autoría, originalidad,

respeto a la privacidad (tanto del autor como de las personas mencionadas

en él), se le puede considerar una manipulación del autor por el halo de

autenticidad que lo rodea e incluso se discute su ficcionalidad o grado de

verosimilitud. Si a esto se le agrega que el diario fue escrito por una mujer, el

interés que genera es mayor, ya que recién a partir de la década del setenta

se puede hablar de autobiografías femeninas, ni qué decir de diarios que no

hayan sido producidos siguiendo un molde casi perteneciente a la tradición

de la hagiografía.

Lo que importa resaltar es que la lectura de un diario está condicionada de

una manera distinta a la de cualquier otro texto presentado como ficción, sin

que esto implique irse al extremo de leerlo como un testimonio irrefutable

acerca de la identidad del autor. Más bien debería ser entendido como una

de las muchas versiones que el individuo tiene sobre sí mismo, sus vivencias

y cómo estás son experimentadas, comprendidas y narradas por él.

Con estas reflexiones en mente, se propone a continuación una lectura

de los diarios de Anaïs Nin (1903-1977) - escritos desde 1914 hasta el año de

su muerte -, especialmente de los años 1932 a 1934, ubicándolos en las

coordenadas de lo doblemente marginal, es decir, teniendo en cuenta la

postura teórica clásica frente al diario como género autobiográfico menor y la


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nueva visión feminista de inspiración lacaniana acerca de dicha forma de

escritura.

Existe una teoría canónica de la autobiografía con textos ya

consagrados como La autobiografía en Francia de Philippe Lejeune, quien

define el “pacto autobiográfico” como el proyecto explícito de decir la verdad

[truth telling], una promesa al lector de que el yo textual y el referencial son

uno (y el mismo). Por muy confesional que parezca un texto, sin ese acuerdo

de buena fe, se permanece en el reino de la ficción (Miller 47, toda traducción

del inglés será mía). A esto se le puede agregar la visión que dentro de dicha

teoría se presenta de la función del diario, como subgénero autobiográfico.

Según Georges Gusdorf, al escribir un diario se anotan las impresiones y

estados de ánimo que fijan una imagen de la realidad cotidiana, “sin

preocupación alguna por la continuidad”(12). A esto agrega, en una crítica

velada al tipo de escrito que nos ocupa, que limitarse al momento presente

permite sólo aprehender “un trozo de[l] ser personal” y que al estar envuelto

en la inmediatez de la experiencia, en el dinamismo de la misma, el diario

impide ver el todo, la figura completa (13). Frente a esto se puede

argumentar que la riqueza del diario justamente radica en su visión

fragmentada, una suerte de collage escrito “al calor del momento”, como diría

la misma Anaïs (Incesto 9), sin mucha participación de una censura

controladora. Es una forma de expresión que permite compenetrar las

diferentes versiones que cada individuo puede tener de sí mismo, por lo

mismo que reúne escritos muchas veces abiertamente contradictorios; de

hecho, es en ese cúmulo de contradicciones y desencuentros que radica el


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valor de este género. Gusdorf enfrenta al diario con la autobiografía (en su

forma tradicional), y resalta el hecho de que esta última es, además de una

obra de arte, “una obra de edificación”, debido a que nos presenta la

intimidad de la persona y no sólo su comportamiento visto desde fuera; la

presenta “no tal como fue, o tal como es, sino como cree y quiere ser y haber

sido”(16). No obstante, el diario dista mucho de ser edificante, sólo basta

abrir al azar las páginas de cualquiera de los de Anaïs Nin para comprobarlo,

y esto se debe a que en muchas ocasiones no fue escrito con el propósito de

publicarse. De por sí dicho propósito crea una conciencia que controla, e

incluso, una necesidad de edición (supresión o censura, en la mayor parte de

los casos, como lo demuestra Nancy Miller 48-49). Al mismo tiempo, el diario

no pretende recrear un modelo ideal de la persona, en este caso, de su autor.

Su valor radica en el intento de volcar experiencias lo más fielmente posible,

así como en la plausible sinceridad fruto de la inmediatez y de la ausencia de

la intención de publicar el escrito. Asimismo, la escritura de un diario da la

ilusión de anular el tiempo al fijar un registro que garantice la transmisión de

la experiencia vivida. Dicha transmisión se convierte en la tarea primordial de

todo “diarista”; tal como dice la misma Nin, citada por Thomas Mallon, “su

diario es ‘un esfuerzo contra la pérdida’, una manera de salvar cosas que de

otra forma desaparecerían”(86).

Siguiendo con la visión tradicional acerca del diario, es Karl J.

Weintraub quien habla específicamente del mismo para dejar en claro dos

hechos fundamentales en el fenómeno de su recepción, los cuales serán

explicados más adelante, aunque opaque dicha brillantez con opiniones


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como que cada anotación en el diario refleja el valor de un momento

determinado, “de situaciones vitales a las que se les atribuye una importancia

primordial”(21) o que el único valor del diario reside en “no ser más que

interpretaciones momentáneas de la vida ... un recuerdo fiel del pasado y no

en el hecho de asignarle a éste un significado de mayor alcance”(21). De esta

forma se le presenta como un género ancilar, que ni siquiera debería

acompañar a la autobiografía ya que dicha combinación “suele tener un

efecto adverso”(22). Sin embargo, en el caso femenino se da todo lo

contrario. Tal como explica Carolyn Heilbrun - en la introducción de su Writing

a woman’s life - dentro del género autobiográfico, los diarios y las cartas son

considerados los escritos que reflejan mejor las ambiciones y los logros de

mujeres exitosas, así como su lucha en la esfera pública, hasta fines de la

década del sesenta; mientras que en las autobiografías publicadas se

presentan a sí mismas como intuitivas, pasivas, pero nunca como líderes

(24). Siguiendo esta idea, se podría discutir un último principio teórico de

Gusdorf, según el cual la intención más secreta de la autobiografía es la de

autojustificarse a los ojos del mundo, “el hombre que cuenta su vida se busca

a sí mismo a través de su historia”(14). Sin embargo, en el caso femenino, el

ser que está siendo justificado está marcado por la “feminitud”, concepto

tomado por Miller de Simone de Beauvoir y definido como ‘un determinado

estatus cultural de diferencia y opresión’ (Miller 50). De esta forma, el sujeto

de las autobiografías femeninas es un ser a la vez oculto y sobreexpuesto,

por el hecho de su feminidad como realidad social (Miller 50-51). De ahí que

los diarios jueguen un papel primordial si lo que se busca es una


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comprensión cabal de cada mujer y del género femenino, ya que escapan a

los moldes impuestos por la sociedad, o en todo caso, dejan de estar

marcados por la “feminitud”. Cómo ya se había mencionado, Weintraub

incluye dos ideas valiosas sobre el género autobiográfico: por un lado, señala

que “aunque un diario extenso revelará el desarrollo de la persona del

escritor, lo hará de forma muy diferente a la autobiografía”(21); lo que podría

ser explicado señalando que el diario es el testimonio del cambio en la

medida en que éste va ocurriendo, mientras que la autobiografía es una

mirada en retrospectiva de dicho proceso de desarrollo desde algún momento

hasta cierto punto estable del presente del autor, por lo que permite incluso

reflexiones a posteriori sobre vivencias pasadas. De otro lado, Weintraub

admite que “la historia de la autobiografía se convierte en la historia de las

cambiantes concepciones del hombre”(26, el énfasis es mío), es decir, que

aunque continúa discurriendo sobre la concepción individualista del yo [self]

como materia prima necesaria para la elaboración de una autobiografía,

admite que dichas concepciones son cambiantes, idea que rescata

nuevamente el valor del diario como fuente primaria de esas diversas e

inestables concepciones del sí mismo.

Los escritos de Anaïs Nin pueden ser estudiados desde muchas

perspectivas: entre ellas, desde un punto de vista psicopatológico, con una

discusión acerca de la validez del diario como género al interior del canon

occidental o netamente, mediante estudios de género. Como se ha

propuesto, después de esta breve mirada crítica a la teoría canónica de la

autobiografía - a falta de una teoría que se ocupe únicamente del diario -, se


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efectuará una lectura desde una perspectiva feminista centrada en dicho tipo

de escritos que se nutre de ideas psicoanalíticas acerca de la construcción de

la identidad. Para ello es necesario introducir a continuación algunos datos

históricos, estrechamente relacionados con los textos por analizar1.

Anaïs Nin nació el 21 de febrero de 1903 en un suburbio de París. Sus

padres fueron Joaquín Nin y Castellanos y Rosa Culmell, quiénes se casaron

en Cuba en 1902 para luego vivir en Francia. En 1913 el padre abandona a la

familia, compuesta para ese entonces por Anaïs y sus hermanos Thorvald

(1904) y Joaquín (1908). En 1914 emprenden un viaje a Nueva York en

calidad de inmigrantes; y es en esta travesía que la pequeña Anaïs inicia la

escritura de su diario, en forma de una carta para el padre ausente. Esta

experiencia la perseguirá buena parte de su vida, especialmente durante las

largas terapias psicoanalíticas a cargo de los doctores Allendy y Otto Rank,

quienes luego se convertirían en sus amantes; el segundo de ellos, además,

le sugeriría la seducción del padre para luego, a su vez, abandonarlo, como

cura a ese vacío infantil que tanto la marcaba. Toda esta experiencia, junto

con otras que luego se mencionarán, se encuentra reproducida en sus

diarios, lo que ha contribuido a crear un aura de escándalo y censura

alrededor de los mismos, en lugar de ser tratados como testimonio de la

travesía íntima de un ser femenino en busca de una identidad personal y

colectiva. En 1921 conoció a Hugh [Hugo] Parker Guiler en Nueva York, con

quién se casó dos años más tarde, para mudarse en 1924 a París junto con

su madre y hermano menor, quiénes permanecieron hasta 1931. Fecha clave

1
Para una explicación más detallada de las fechas importantes y los personajes que aparecen en sus
escritos, consultar las notas biográficas (485-492) en Incesto (ver lista de obras citadas).
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en su vida fue mayo de 1932, al conocer a quien se convertiría en su amante

por años, el escritor Henry Miller, casado con la actriz June Mansfield,

aunque él viviera solo en París a pedido de ésta. En una de sus visitas a su

esposo, en octubre de 1932, June entabló una corta relación con Anaïs,

creándose un triángulo. Entre los años 1934-35, Anaïs vivió sola en Nueva

York dedicada a ejercer el psicoanálisis aunque no prosperó. Finalmente, en

diciembre de 1939 se mudó a Nueva York con su esposo, esta vez de

manera definitiva a causa de la Segunda Guerra Mundial.

A continuación se tomará como punto de partida el artículo “Women’s

Autobiographical Selves. Theory and Practice” de Susan Stanford Friedman,

según el cual, los modelos individualistas del yo aplicados por los estudios

autobiográficos tradicionales, tal como se ha demostrado en la primera parte

del presente artículo, resultan inaplicables a los textos escritos por mujeres o

minorías. Esto se debe fundamentalmente a dos motivos: por un lado, no se

toma en consideración la importancia de la identidad grupal culturalmente

impuesta para estos casos, y por otro, el énfasis en la conciencia del sí

mismo como separado de la colectividad ignora las diferencias de

socialización en la construcción de la identidad masculina y femenina (34). En

general, dichos modelos canónicos ignoran el rol de las identidades

colectivas en el proceso de individualización de mujeres y minorías (35).

Partiendo de la teoría de Gusdorf (10), Friedman propone parafraseándolo,

exactamente lo contrario:

La autobiografía es posible cuando ‘el individuo no se siente a sí

misma [herself] como existente fuera de otros, y menos aún en


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contra de otros, sino más bien con otros en una existencia

interdependiente ... La unidad importante nunca es, así, el ser

aislado’ (38, el énfasis es del original).

Friedman parte de teóricas feministas como Rowotham y Chodorow, para

quienes los elementos claves en el desarrollo de una identidad femenina son:

identificación, interdependencia y comunidad, justo aquellos dejados de lado

por Gusdorf. Siguiendo con el artículo de Friedman (38-41), Rowotham

examina el rol de la representación cultural y de las condiciones materiales

para la formación de la conciencia femenina del yo. Partiendo de Lacan,

utiliza la metáfora del hall de espejos como la superficie que refleja la

representación cultural en la que la mujer se observa para formar su

identidad. Pero el orden social prevaleciente, en el lugar del espejo, no refleja

una identidad individual y única para cada mujer sino que proyecta una

imagen de MUJER, como la categoría que debería definir la identidad de

todas las mujeres.

Aunque dichos espejos culturales también reflejen categorías para el

género masculino, y éstas sean tan significativas como las femeninas, ellos

tienen un privilegio que el poder les concede: poseen un individualismo

aislado (aunque éste sea una ilusión, según Rowotham). Pueden pensar en

sí mismos como seres individuales; mientras que por su parte, las mujeres y

las minorías recuerdan constantemente su sexo o color en el hall de espejos

de la cultura. Sin embargo, si las mujeres poseen una identidad colectiva

(que les negaría la posibilidad de escribir autobiografías, según Gusdorf 10),

esta no tiene por qué ser negativa, ya que puede llevar a una conciencia
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dual: el yo como definido culturalmente y el yo como diferente a la

prescripción cultural (Friedman 38-39). De esta forma, mediante el poder de

las palabras, de la representación, las mujeres proyectan una identidad que

no es puramente individualista ni tampoco, puramente colectiva. “Esta nueva

identidad funde lo compartido y lo único”(40). Es así como el yo construido en

los diarios está basado en pero no limitado a una conciencia grupal de lo que

significa la categoría cultural de MUJER. La alienación debido a una imagen

del yo históricamente impuesta es lo que motiva la escritura, la creación de

un yo alternativo mediante el acto autobiográfico (Friedman 40-41). En Anaïs

Nin se presenta claramente la tensión entre una identidad compartida con

otras mujeres y el verse a sí misma como única. Sobre todo porque el ser

única para Nin, no tenía relación con el concepto de individualismo, es decir,

con el concebirse como un ser aislado. Ella define su identidad a través de

sus relaciones; como bien señala una cita de su diario: “¡Me siento viva sólo

cuando vivo para o con otros!”(Nin 223)2. Ella se percibe como singular,

única, particular, “Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que

vivo en mi mundo. No me adaptaré a el mundo. Me adapto a mí misma”(178,

el énfasis es del original); o también:

¡Al infierno, al infierno con el equilibrio! ... Vivo sólo para el éxtasis.

Ninguna otra cosa me afecta. Las dosis pequeñas, los amores

moderados, me dejan fría. ... Soy neurótica, pervertida, destructiva,

2
Todas las citas de los diarios serán tomadas de Incesto, en caso contrario, se señalará en caracteres
romanos el volumen y en arábigos, el número de página. La traducción de las citas al español es
propia.
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ardiente, peligrosa – lava inflamable y desenfrenada – me siento

como un animal de la jungla que escapa de la cautividad (141)

Pero al mismo tiempo, se percibe como colectiva, simbólica. Sabe que los

fragmentos en los que se divide su yo, reflejan la idea de naturaleza femenina

construida por la fantasía y el deseo del hombre. “Me resigno a hacer el papel

del más fuerte. ... acepto este papel que mi feminidad aborrece. Lo que es

timidez, delicadeza y rendición en ellos [los hombres], despierta mi fuerza,

me tienta. Estoy destinada a ser el amante - yo -, qué trágico sino”(134).

Y también, “Veo el persistente aspecto mítico, y veo en los hombres la última

y eterna adoración de la ilusión”(83). Nin explora las conexiones entre ella

como artista, la categoría de MUJER y otras mujeres.

Y lo que tengo que decir es algo que realmente no tiene que ver con

el artista o el arte; es la mujer la que tiene que hablar. Y no sólo es la

mujer Anaïs, sino yo quien tiene que hablar por muchas mujeres. A

medida que me descubro a mí misma, siento que soy tan sólo una de

muchas, un símbolo (I, 289, el énfasis es del original).

Intenta crear una identidad distinta en una cultura que define MUJER desde

el punto de vista de sus roles pre-establecidos como madre, hija, esposa y

hermana. Como menciona Mallon, Anaïs está convencida de que sus libros

contienen la llave no sólo de ella sino de todos los misterios de su sexo (86).

Así, se expresa en los siguientes términos: “Siento que un shock inicial ha

desbaratado mi totalidad [wholeness], ... Cada pieza se ha ido y ha

desarrollado una vida propia. ... hay una Anaïs que no puede juntar todas las
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piezas, que puede ser devota, amar y, sin embargo, sentirse sola y dividida”

(I, 103). O también, en los siguientes:

Siempre ha habido en mí, por lo menos, dos mujeres: una mujer

desesperada y aturdida que sentía que se ahogaba, y otra que sólo

quería brindar belleza, gracia y vivacidad a las personas, y que

hubiera saltado a escena, como sobre un escenario, ocultando sus

verdaderas emociones porque estas eran debilidad, desamparo,

desesperanza, para sólo presentar al mundo una sonrisa, avidez,

curiosidad, entusiasmo, interés (I, 270).

Hablando de Rank, su psicoanalista, dice:

Él ha entendido la importancia del diario. Representando tantos

roles, hija obediente, devota hermana, amante, protectora, la nueva

ilusión de mi padre, la amiga-para-todos-los-propósitos de Henry,

tenía que encontrar un lugar para la verdad [place of truth], un

diálogo sin falsedad (I, 286).

Y también: “Ha entendido que el diario es una coraza que me protege, un

arma defensiva. Pero también ha entendido que contiene la verdad” (368, el

énfasis es del original). En estas dos últimas citas se puede observar que la

función de su diario no es únicamente, como explica Mallon, una forma de

salvar recuerdos que de otra forma se perderían (86), sino también la de

fundir una identidad personal y colectiva, sin que éstas se contradigan; todo

esto gracias a no tener la constante preocupación de las opiniones externas

ya que su diario busca ser un espacio sin juicios, sin intervenciones ajenas: el
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punto de convergencia de todas las manifestaciones de su ser femenino,

tanto privado como en sociedad.

Por otro lado, recibe críticas masculinas que afirman el ser artista y el

ser mujer como identidades mutuamente excluyentes. Nin enfrenta esto con

la capacidad culturalmente femenina de la empatía e identificación, que la

llevaba a una suerte de negación del yo. Sin dejar de mencionar que para

ella, más allá del placer de crear, resultaba central el placer de la entrega de

su creación a un público (Rheineck 171). De hecho, para justificarse antes las

críticas apela a su identidad como MUJER. No importa si no triunfa como

artista porque habrá sido “buena con el artista, la madre y musa y sirviente e

inspiración. Está bien para una mujer ser, por encima de todo, humana. Yo

soy una mujer primero que nada” (Nin I, 223). O sino:

¡Me siento madre total, útero y Tierra, con enormes alas protectoras!

La pasión y la maternidad se funden: la madre como la noche,

cubriendo el mundo, arropándolo, sosegando su dolor. Y, como la

noche, de nuevo estoy sola, activa, independiente, incansable (150).

A continuación, se citará un fragmento algo extenso del volumen II de los

diarios completos, debido a la conexión tan cercana y a la claridad con que

expone las ideas recién presentadas:

La mujer nació madre, esposa, hermana. Ella nació para representar

unión, comunión, ella nació para dar vida a la vida y no a la insania. .

. . La mujer nació para ser el vínculo conector entre el hombre y su

ser humano. . . . La mujer tiene este rol en la vida, pero la mujer

artista tiene que fundir creación y vida a su manera, o en su propio


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útero, si prefieres. . . . Yo no me engaño a mí misma como el

hombre, creyendo que soy creativa en orgulloso aislamiento. Pienso

que estamos ligados, somos interdependientes. . . . El rol de la mujer

en la creación debe ser paralelo a su rol en la vida.

(II, 234-35, el énfasis es del original) (cit. en Friedman 46)

Aunque siempre presente una lucha interna entre su vocación artística, para

la que se reconoce más que apta, y su ser femenino tradicional, inserto en los

roles pre-establecidos ya mencionados, Anaïs Nin tiende a celebrar las

cualidades mismas de la feminidad que la atrapan. Sin embargo, como en

todo su discurso, también presenta el caso inverso, en el que la realidad se

vuelve intolerable, inadmisible, “Para mí, la realidad es como una violación.

En toda mi lucha por esposar la realidad, he violentado algo esencial de mi

ser que no entiendo” (187), por lo que se refugia en su única seguridad, su

ser artístico, centrado en la redacción del diario mismo. Sobre dicha relación,

Henry Miller le escribió una vez: “Creo, además, que una de las razones por

las que tan firmemente te has refugiado en tu diario es porque temes poner a

prueba tu yo tangible en el mundo” (Incesto 188).

Hasta aquí se han seguido las ideas de Susan Stanford Friedman, sin

embargo, existe un quiebre en su argumentación que proviene precisamente

de su objeto de estudio, es decir, de los mismos diarios. Al negar el modelo

individualista de Gusdorf, Friedman pierde de vista una distinción que

Weintraub rescata en su artículo ya citado y que cabe resaltar. Es la

diferencia entre individualidad e individualismo, en donde este último se

define por contraposición a colectivismo, como “teoría social que aboga por la
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acción libre e independiente del individuo” (Oxford Dictionary, cit. en

Weintraub 28). La noción de individualismo da una indicación del control

social sobre el individuo. Lo ideal es que se deje libres a los hombres para

que se definan a sí mismos, y siguiendo esta línea es que Friedman elige

dicho término. Ahora, se debe tomar en consideración que en una sociedad

marcada por el individualismo, en la que el hombre se pueda definir

libremente, no lo hará necesariamente como individualidad. No obstante,

Anaïs Nin se refiere siempre a su individualidad - entendiéndose por ésta el

proceso de construcción de su yo femenino -, por lo que pareciera alejarse de

la dicotomía individualismo/colectivismo. Incluso propone dos formas para

lograr dicha individualidad: una, mediante la escritura, o en todo caso, el ser

artista:

Elegir entre quedarme en medio de la habitación y romper a llorar

histéricamente, o escribir ... Escribe, mujer débil; escribe, mujer loca,

saca afuera tus miserias, tus entrañas, vierte afuera lo que te atasca,

grita obscenamente ... Oh, ser libre, ser masculina, puramente

artista. Ocuparse sólo del arte. . . . Como me doy cuenta del fervor

con que me pierdo en los seres que amo, ... Debo salvar mi

individualidad. El amor devora a la artista (Incesto, 380/381-82).

Mientras que la segunda forma de constituir su individualidad queda clara en

la siguiente cita del volumen IV de sus diarios:

Estoy más interesada en los seres humanos que en escribir, más

interesada en hacer el amor que en escribir, más interesada en vivir

que en escribir. Más interesada en convertirme en una obra de arte


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que en crear una. Yo soy más interesante que lo que escribo (IV, cit.

en Mallon 86).

Ahora bien, el único punto en común entre ambas citas es el provenir de la

misma fuente, es decir, el formar parte del mismo diario, ya que ambas

presentan posturas opuestas. Esto se debe a que la naturaleza misma del

diario, el que sea escrito día a día por un largo periodo de tiempo (dichas

citas distan más de diez años entre sí), y el que sea un peregrinaje hacia el

interior de uno mismo (Mallon 75), permite aceptar afirmaciones que

parecieran contradecirse, debido a que se ubican en el marco de la búsqueda

por constituir y afirmar una individualidad. De hecho, Anaïs Nin, en su

relación particular con su diario (nueva muestra de individualidad), define su

proceso de individuación como “una lucha para fijar y captar a la persona

más inaprensible del mundo”(188), ya desde tempranos años. La misma Nin

rescata esta particularidad del diario, al describir su relación con el suyo: “el

diario, el único amigo constante que tengo, el único que hace mi vida

soportable; ..., [porque] para mí ser confiada [es] raro y el menor signo de

desinterés es suficiente para silenciarme. En el diario estoy tranquila /en paz

[at ease]” (I, 224); o sino: “Mi libro y mi diario se pisan constantemente. No

puedo divorciarlos ni reconciliarlos. Hago el papel de traidora de ambos. Pero

soy más fiel a mi diario... mostrando así la fidelidad humana a la autenticidad

humana del diario” (47-48). En palabras más simples: “escribo en el mismo

nivel en que vivo”(46).

En conclusión, a los elementos claves, según Stanford Friedman, para

la construcción de la identidad femenina, es decir, identificación,


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interdependencia y comunidad, se debería agregar variabilidad o mutabilidad.

De ahí que la forma misma del diario -producto de una construcción en

proceso y, por lo tanto, abierta a contradicciones- permita la evolución en la

continua constitución del yo, partiendo de la convergencia entre lo compartido

y lo propio, hasta llegar a un intercambio entre ambos.

Sandra Pinasco

Obras citadas

Friedman, Susan Stanford. “Women’s Autobiographical Selves. Theory and

Practice”. The Private Self. Theory and Practice of Women’s

Autobiographical Wrintings. Ed. Shari Benstock. Chapel Hill: University

of North Carolina Press, 1988. 34- 62.


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Gusdorf, Georges. “Condiciones y límites de la autobiografía”. Suplementos

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Books, 1998. 11-31.

Mallon, Thomas. A Book of one’s own. People and their diaries. New York:

Ticknor and Fields, 1984.

Miller, Nancy. “Writing Fictions: Women’s Autobiography in France”.

Life/Lines. Theorizing Women’s autobiography. Ed. BellaBrodzky and

Celeste Schenck. Ithaca: Cornell University Press, 1988. 45-61.

Nin, Anaïs. Incesto. Diario amoroso. [1932-1934] Segunda edición. Madrid:

Siruela, 2000.

---, ---. The Diary of Anaïs Nin. Volume One. 1931-1934. Edited and with an

Introduction by Gunther Stuhlman. San Diego, New York: Harcourt

Brace, 1994.

Rheineck, María Laura. “El oscurecimiento de la luz. Análisis de Incesto,

diario de Anaïs Nin”. En Pretextos. N°10 (1997): 157-177.

Weintraub, Karl J. “Autobiografía y conciencia histórica”. Suplementos

Anthropos. N°29 (diciembre 1991): 18-33.

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