LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
2016
CAPÍTULO 1
N2 N1
FORMACIÓN INTERACCIÓN ACCIONES
SOCIODISCURSIVA SOCIAL (Objetivos)
TEXTO
N4 N5 N6 N7 N8
NIVELES DE ANÁLISIS TEXTUAL
La noción general que sirve de punto de partida para este modelo, la idea de
práctica discursiva, proviene del análisis del discurso de línea francesa y enfatiza el
carácter de acción o praxis sobre el mundo socialmente determinada que todo discurso
posee. Como tal se concibe como dotada de una historicidad radical en cuyo trasfondo
operan reglas institucionales que la legitiman. Según Foucault (1969: 198), una práctica
discursiva no es ni una manifestación expresiva individual, ni la transmisión de
pensamientos propios, ni la competencia lingüística de un hablante que domina la
gramática de su lengua sino “un conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre
determinadas en el tiempo y el espacio que han definido en una época dada, y para un
área social, económica, geográfica o lingüística dada, las condiciones de ejercicio de la
función enunciativa”.
El modelo parte de una interacción social, es decir, de un acto comunicativo que
no se interpreta como un ejercicio privado, sino como un episodio regular y
convencional dentro de la vida de una comunidad, en el sentido antropológico de ritual
comunicativo que, se entiende, no será necesariamente compartido por otros grupos
socioculturales, es decir, por otras comunidades discursivas. Este nivel de análisis nos
permite introducir información concerniente a las circunstancias generales que rodean
esa actividad, y al hablante y al destinatario reales de la comunicación, como personas
empírica y socialmente situadas que se influyen al entrar en contacto uno con el otro.
Por otra parte, alrededor del acto comunicativo giran otras acciones no verbales que lo
acompañan y refuerzan. En otras palabras, no se trata aún de un nivel enunciativo, es
decir, vinculado con los responsables del texto en tanto que voces que se construyen en
su interior y quedan en él como huellas de operaciones de enunciación, sino de los
participantes efectivos, concretos y reales del intercambio comunicativo en su carácter
de actores sociales.
El nivel de análisis inmediatamente vinculado con la interacción social,
numerado por Adam como nivel 1 (N 1), es el de sus acciones y objetivos. Las
interacciones se interpretan como actos sociales que pueden pensarse, como se hace
especialmente desde el enfoque de la pragmática lingüística, regidos por algunos
principios básicos, como el de empatía –el otro puede experimentar estados mentales
comparables con los míos, y él también lo sabe – y el de cooperación –en la
comunicación procuramos compartir una acción racional para la consecución de la cual
sus participantes están dispuestos a hacer cada uno el aporte que le corresponda–. Por lo
tanto, la actividad comunicativa consiste en actos racionales y voluntarios de sujetos
humanos que eligen participar de ella y, por lo tanto, supone la intención de alcanzar
determinados fines, tanto por parte del hablante como de su receptor. Como tal, está
conformada por una secuencia de actos específicos que se van sucediendo. Así, una
entrevista laboral, como interacción social, consta de distintos actos, cada uno de los
cuales responde a sus propios objetivos: saludarse, presentarse, formular preguntas, dar
respuestas, etc.
Desde otros enfoques sobre los usos sociales del lenguaje, estos actos
sociodiscursivos también pueden pensarse como encarnando las luchas de intereses y de
poder presentes en una sociedad determinada, o bien como eventos de habla
culturalmente determinados, como se hace desde el punto de vista de la etnografía del
habla y la comunicación.
La interacción social se encuadra dentro de una formación sociodiscursiva (N
2), que Adam entiende como un sistema de condicionamientos regulativos e ideológicos
que actúan en el marco de una determinada esfera práctica de la vida social, sometida a
distintas instancias de control institucional. La formación sociodiscursiva determina,
pues, por la esfera social en la que tiene lugar, un tipo de discurso: académico,
científico, político, literario, publicitario, etc. Dentro de ese marco, el sujeto hablante se
sitúa en un determinado posicionamiento ideológico, esto es, adscribe a un cierto
sistema de valores, que rivaliza con otros. En tercer lugar, distintas instancias
institucionales hacen que la participación de los hablantes en el evento comunicativo no
sea enteramente libre sino que se someta a las prescripciones socioculturales que
emanan de aquellas.
En tercer lugar, el nivel del interdiscurso (N 3) se concibe en este modelo como
los fenómenos de lenguaje que se sitúan en la intersección entre el texto propiamente
dicho y la comunidad discursiva dentro de la cual es producido. Comprende el conjunto
de discursos y medios para su puesta en práctica, siempre emanados de la formación
sociodiscursiva, con los que cuenta una sociedad en todos sus aspectos: textos, reglas
enunciativas, roles, géneros discursivos, incluso la variedad de lenguaje que se usa. Se
trata de una constelación de discursos que, a modo de memoria colectiva de todo lo que
se ha dicho en la historia de una comunidad, interactúan entre sí, es decir, que muestran
un incesante juego de remisiones y evocaciones que no tienen por qué estar claramente
configurados, como ocurre cuando se plasman bajo la forma de textos ajenos, que
constituyen los intertextos de aquel que estemos analizando. En su sentido más amplio,
comprende todo lo ya dicho y hasta los enunciados virtuales que serían esperables y lo
que no se puede decir. De acuerdo con Pêcheux, el interdiscurso puede concebirse como
conjunto estructurado de formaciones discursivas. Operan en el enunciado como
preconstruido, es decir, como las huellas de discursos anteriores, con frecuencia con una
fuerte carga de evidencia y de autoridad. Es sobre su trasfondo que un discurso aparece
y se mantiene.
Desde el punto de vista de Adam, al tiempo que los discursos interactúan toman
forma tres elementos de fundamental importancia para la interacción social, los cuales, a
la vez, imponen sus reglas al discurso y la comunicación: las variedades de lenguaje, los
géneros discursivos y los intertextos.
La lengua se considera, dentro del interdiscurso, en sus dos caras: como sistema
lingüístico relativamente homogéneo y en tanto que variedades de lenguaje que
representan las formas del sistema que se circunscriben a subcomunidades –geográficas,
etáreas, profesionales, etc.– dentro de la comunidad lingüística mayor.
Por su parte, la de géneros discursivos –también denominados clases de textos,
en otras teorías– es una categoría de análisis de la materia verbal de la comunicación
propuesta por el ruso Mijail Bajtín para dar cuenta del hecho de que los enunciados que
circulan en una esfera dada de comunicación, es decir, los mensajes que el sujeto
hablante efectivamente dirige a su(s) destinatario(s) no son nunca enteramente nuevos
sino que se insertan en una formación sociodiscursiva que les confiere estabilidad y
regularidad, por lo que se asemejan a otros textos del mismo tipo en todos sus aspectos,
esto es, en sus componentes tanto contextuales como textuales dentro del tipo de
interacción social en el que son producidos.
Por último, la intertextualidad se refiere a las relaciones que contrae el texto que
analicemos con cualquier otro texto al que retome o con el que entre en diálogo de
alguna manera. El concepto de transtextualidad, propuesto por Gerard Genette, recubre
adecuadamente los diferentes aspectos que puede tomar este fenómeno de remisión de
un texto a otro(s), e incluye las relaciones paratextuales, las citas, las alusiones, las
transposiciones, entre otros mecanismos.
Pasamos ahora al plano del análisis textual dentro del modelo, esto es, a los
elementos que se pueden hacer corresponder con el nivel de lo efectivamente dicho, de
la puesta en palabras o la verbalización elegida por un determinado hablante para su
producción escrita u oral.
Dentro del texto reconoce Adam, primero, el nivel de la textura (N 4), que se
refiere a la estructuración sintagmática del texto, a las interrelaciones de los signos en
sus combinaciones, desde sus relaciones morfosintácticas hasta los encadenamientos de
cohesión que organizan sus progresiones temáticas, es decir, el equilibrio entre la
información conocida ya instalada en el texto y su información nueva. Van Dijk (1997)
denomina microestructura a esta clase de enlaces locales que comprenden la estructura
de las oraciones, y las relaciones de conexión que las enlazan unas con otras. También
incluye Adam en esta categoría la distribución de la oración en períodos; y, en un nivel
cada vez más amplio de análisis, se consideran los mecanismos de segmentación
material, que dividen el texto en grandes partes que vinculadas unas con otras: títulos,
capítulos, apartados, párrafos.
El nivel de estructura composicional (N 5), previsto por este modelo entre los
componentes textuales, se subdivide en dos formas de organización global: los planes
de texto, estructuración de las partes del texto decidida por el hablante pero
condicionada por el género discursivo –a veces, más pautada; a veces, más original,
según la mayor o menor flexibilidad de los géneros mismos– y las secuencias textuales,
definidas por Adam como una estructura relacional transgenérica, preformateada y
relativamente autónoma, compuesta por paquetes de proposiciones de base que forman
esquemas prototípicos de composición, como la narración, la descripción, la
explicación, el diálogo y la argumentación.
El nivel semántico representacional (N 6) capta, en un enfoque local, las
relaciones de coherencia que el despliegue de signos combinados en un texto va
trazando en el plano de sus significados. Esta coherencia semántica que todo texto por
definición desarrolla afecta, como decíamos, al orden lógico de las ideas o conceptos,
aislados o en combinación, que contiene. En un nivel más amplio o global, las
relaciones de coherencia involucran una jerarquización de las ideas de un texto que,
dentro de la unidad discursiva que se considere –un solo párrafo, varios, un apartado,
distintos apartados, un capítulo, diferentes capítulos y, en el plano más amplio, el texto
completo– separarán las principales, que sintetizan el contenido semántico de cada
segmento, de las secundarias. Cada una de estas síntesis conforma la macroestructura
semántica del fragmento que se tome en consideración.
En el nivel de la enunciación (N 7), se supone, en los términos de Maingueneau
(1998, 1999), la construcción de un determinado ethos para el garante del texto. El
concepto de ethos se refiere al tipo de “personalidad” o “carácter”, impuesto por una
formación discursiva ideológica y social, que un discurso va construyendo para su
enunciador, con el fin de legitimarlo como tal, esto es, para mostrar con cada cosa dicha
y con cada cosa implicada que su enunciación es aceptable, está garantizada a partir del
respaldo que implica ser dicha por quien está siendo dicha. En este sentido, a través de
su ethos, el enunciador se transforma en el garante de su propia enunciación.
Por otro lado, el plano enunciativo es también el de la polifonía de un texto, esto
es, el de su despliegue de múltiples puntos de vista. La teoría de la polifonía de Ducrot
(1984; 2001) traza una diferencia entre el sujeto hablante, una persona empírica, real, el
ser psicosociológico que produce efectivamente el enunciado, y el locutor, definido por
el autor francés como el ser que es presentado por el sentido de un enunciado como el
responsable de la enunciación, a quien debemos imputarle su aparición y al que remiten
el pronombre yo y la deixis en general. En tercer lugar, como los enunciados ponen en
juego polifónicamente diversos puntos de vista –y con ellos nos instalamos en el terreno
propio de la modalidad–, Ducrot incorpora instancias intermedias entre el locutor y tales
puntos de vista, a las que denomina enunciadores, también seres discursivos que se
presentan como las fuentes de las distintas validaciones que se van estableciendo en el
interior del enunciado.
En el análisis del nivel enunciativo de un enunciado juegan, en consecuencia, un
rol fundamental las categorías lingüísticas de deixis y de modalidad.
El último plano de análisis dentro del modelo de Adam, el nivel de los actos de
discurso o actos de habla (N 8) se compone de los microactos de alcance local y el
macroacto de habla global que sintetiza al texto completo en esta dimensión. Juntos
configuran, de acuerdo con el autor, la orientación argumentativa del texto. La noción
de actos de habla fue sistematizada principalmente por la pragmática lingüística,
fundada por Austin (1962) y recoge la idea de que toda manifestación lingüística
procura actuar de determinado modo sobre el interlocutor y sobre el mundo. Se aplica
tanto a un segmento mínimo de lenguaje –así, un simple “Hola” manifiesta
convencionalmente el acto de habla de saludar–, como a un texto entero en la medida en
que comporta un macroacto de habla, al que contribuyen sus microactos de habla
singulares, si bien no se trata de una mera sumatoria. En términos de van Dijk (1997), el
macroacto de habla de un texto, unidad de análisis que representa su macroestructura
pragmática, da cuenta de su propósito, responde a su por qué y para qué.
§ 2. Discurso y texto
el discurso es parte de la vida social y a la vez un instrumento que crea la vida social […] el
material lingüístico se pone pues al servicio de la construcción de la vida social, de forma
variada y compleja, en combinación con otros factores, como los gestos, en el discurso oral, o los
elementos iconográficos en la escritura […] Las lenguas viven en el discurso y a través de él. Y
el discurso –los discursos– nos convierten en seres sociales y nos caracterizan como tales.
El discurso, en este sentido, se define en términos de una práctica social, esto es,
de un tipo de acción intersubjetiva que se basa en el uso de una lengua natural en un
contexto social determinado, para construir representaciones del mundo y una
comunicación con los demás. Su carácter de práctica social implica, como indica la
autora, el estar regulada por parámetros contextuales, siempre dinámicos y “sujetos a
revisión, negociación y cambio”, de diversas clases: lingüísticos (qué se dijo antes, qué
se dice después); situacionales (¿en qué marco se establece la comunicación en cuanto
al espacio, al tiempo, a las relaciones sociales, a la realidad circundante, etc.?),
intencionales (¿qué buscan los interlocutores con el intercambio?); enunciativos (¿cómo
son y cómo se representan unos a otros los participantes del evento comunicativo?,
etc.); cognitivos (¿qué saberes previos manejan?); o socio-culturales (¿qué ideologías se
ponen en juego en los intercambios?, ¿qué identidades sociales se construyen y qué
conflictos se ponen en escena?).
El análisis del discurso, en sus vertientes principales, no es una teoría
rígidamente ceñida a un marco teórico único, sino que tiende a integrar propuestas
provenientes de diferentes disciplinas y campos de estudio. En especial se nutre tanto de
los aportes de la lingüística general y de la lingüística textual, como de la filosofía, la
sociología y el psicoanálisis. En particular, el teórico ruso Mijail Bajtín, desde la teoría
literaria y la lingüística, el filósofo francés Michel Foucault y el sociólogo también
francés Pierre Bourdieu son tres de sus principales inspiradores.
INTERACCIÓN SOCIAL
Nivel 3: EL INTERDISCURSO