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Dirigido por Andrés Ortiz-Osés y Patxi Lanceros

Diccionario interdisciplinar de

Hermenéutica
HG. Gadamer E. Dussel
P. Ricoeur L.A. Schokel
G. Durand M. Frank
G. Vattimo E. Neumann
J.L. Aranguren M. Maffesoli
R. Panikkar E. Coreth
J. Rof Carballo L. Cencillo
E. Trías J.L. Abellán
J. Oteiza J. Gómez-Tabanera
C. Moya M. Beuchot
X. Rubert de Ventós C. García Gual y otros

Quinta edición revisada y ampliada

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2006
Universidad de Deusto
Bilbao

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N1m111r1.-J prirlP de e,tJ publicJción, incluido 01 d1s0ño rlP lri rnb1Prt.-J, puPdP
ser reproducida, ;,lmrirPn.-Jd.-Jo tr.-J11c,111itid.-J
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Conocimiento 60

de lo visible». A la teleología, homogeneidad, racionali- tria. Los cineastas de más talento disputan en los viejos
dad, univocidad del viejo cine oponen el descentramien- festivales las posiciones de honra en el comercio inter-
to, las fisuras, los agujeros, las estructuras de agresión, nacional. En el lenguaje, se da un proceso de reitera-
las dilaceraciones, los pliegues, el vacío. Personajes in- ciones y desplazamientos: citas, mezcla de estilos, el
determinados y contradictorios, el espacio que se hace uso hiperconsciente de figuras de estilo de la conven-
tiempo: figuras en un paisaje. Su lenguaje complejo ción (repertorio antes inocente) con la introducción de
reintegra los viejos temas expurgados: lo irracional, el los nuevos ingredientes de la modernidad. En una pa-
sinsentido, la incomunicación, el dolor y la muerte, la labra, se consolida la ficción de segundo grado.
revolución, el silencio. Su poética, hecha de rechazos e En EE.UU. se rehace el gran mercado dentro del es-
imposibilidades, sólo puede expresarse por el trabajo quema hollywoodiano a partir de La guerra de las ga-
de la ausencia, la muerte, lo negativo. laxias (1977), una vuelta a la ficción de siempre que re-
Quien quiera ver sus films difícilmente los podrá en- vive el éxito de los viejos tiempos. Epoca de nostalgia y
contrar en el videoclub del barrio: Resnais, Antonioni, acomodación que se prolonga hasta el presente con
Tarkovski, Eustache, Syberberg, Alea, Rohmer, Tonacci, todo su arsenal de remakes, fórmulas temáticas (terror,
Oshima, Duras, Pasolini, Chytilova, Portabella, Paradja- ciencia-ficción, catástrofes, policíaco, etc.), revivals, ex-
nov, Robbe-Grillet, Fasbinder, Oliveira, Snow, Solanas, ceso de referencias. El agotamiento de historias y esce-
Godard ... Sin duda alguna, Godard, líder de la nueva narios de este universo uniforme no es obstáculo para
ola, es el verdadero representante de la modernidad reincidir en el imaginario de la adolescencia y las viejas
en el cine; procura liquidar la Historia, se impone mitologías de la «fábrica de sueños». En fin, vivimos la
como regla de renovación y la crisis permanente («El era del llamado cine de alusiones.
cine no es reflejo de la realidad, sino la realidad de ese Cansado de ser moderno, el cine arrojó la vanguar-
reflejo»; «No hay que hacer films políticos, hay que fil- dia de nuevo a los márgenes y recupera así la carrete-
mar políticamente»). ra, ahora como autopista intergaláctica de multiefec-
En el pasaje de los años 60 a los 70 se vive un perío- tos especiales (el cine clásico, en verdad, y ése es su
do de extrema radicalización internacional. Se persi- punto fuerte, nunca ha salido del parque de atraccio-
gue el rendimiento político inmediato en la batalla nes) que circulaba antes de encontrar a Godard.
contra el ilusionismo y contra el cine como institución En 1995 cumple 100 años el último de los lengua-
social. Es un cine conceptual, autocrítico, de negación jes artísticos (/a última imagen, tal como algunos de-
de la imagen y la representación (Partner de Bertolucci, nominan al cine frente a la explosión de la imagen
rodado en 1968, es un film emblemático de esta épo- electrónica, digital, virtual. ..). Es relativamente joven,
ca). En los años 70, la industria cultural entra a la ofen- pero nació cuando el hombre y el mundo eran ya
siva y muestra su competencia en la absorción de lo muy viejos. Sobre el futuro-destino del cine, ninguna
que había venido para negarla. La experiencia radical palabra. O tal vez una sola, la misma que para noso-
se desintegra, excepto algunos casos aislados (Acker- tros: supervivencia (los optimistas pueden dividirla
man, Duras, Straub) y el discurso y la crítica se atenúan. por el medio).
El cine de autor de se reestablece con nuevos paráme-
tros pero dentro de la pauta del mercado y la indus- Miguel Angel Lomillos

Conocimiento
El surgimiento y desarrollo de la forma de pen- En esos primeros estratos culturales de los que el
samiento y expresión que finalmente asumió el ti- discurso nos da la noticia, el texto surge de un diálogo
tulo de filosofía es solidario con un proceso de -dificil pero fecundo- que, como la ceremonia, el sa-
progresivo descrédito de la literatura en general, y crificio o el rito, convoca e implica los distintos seg-
particularmente de la poesía, como vehículo adecua- mentos de una totalidad fragmentada: los hombres,
do para la transmisión y análisis de contenidos con los muertos, los dioses. Sólo para el analista posterior
pretensiones fundamentales. No es preciso destacar el texto explica (es ideológico, justificatorio, etiológi-
que los primeros documentos culturales que han lle- co ...). Para el que vive y muere en el universo del tex-
gado hasta nosotros cobijan y adornan su verdad, su to, éste conjuga la realidad, la esperanza y el recuer-
fe y su sentido bajo el manto de una forma literaria do, invoca potencias salvadoras y se convierte en
que suele -tal vez debe- combinar la narración y refugio frente a la adversidad; regenera y sostiene los
la invocación. Esto, que es sin duda válido para los vínculos de los hombres entre sí y de éstos con los dio-
primeros textos de la cultura judía y de la griega, ses y con los muertos.
universos de referencia en que occidente hunde sus El «cambio de paradigma» por excelencia, la ruptu-
raíces, se puede percibir también en los desiertos de ra fundamental (y tal vez la única decisiva) en nuestra
Medio Oriente -poblados antaño por civilizaciones historia cultural es la que marca el declive del predo-
de las que apenas queda rastro-, en los restos pre- minio del texto poético en beneficio de una forma de
colombinos, en la prototradición nórdica, en los tex- expresión basada en la exposición, la definición y el
tos orientales ... concepto, una forma donde cada palabra aspira a ca-
61 Conocimiento

tegoría y niega el parentesco simbólico (y a la vez El legos poiético y el legos teórico conviven y pole-
aquella mencionada procedencia del texto y del len- mizan en la reflexión prefilosófica. El primero convoca
guaje)'. y reúne; el segundo disgrega y delimita. De ahí tal vez
Ese cambio o corte al que nos referimos no es en la extrañeza que produce el discurso prefilosófico. No
modo alguno arcano o incógnito. Tampoco es fruto de es decididamente poético: en él se abona la idea, se
una decisión o un instante. Tampoco ha sido nunca fragua el concepto. Tampoco es inequívocamente teó-
definitivamente consumado. rico: contemporiza con la sensibilidad, acude al símbo-
El discurso de los siglos que antecedieron inmedia- lo, entromete el secreto.
tamente a la gestación del proyecto filosófico (del que Para nuestros ojos de occidentales tardíos, al texto
Aristóteles es santo y profeta), el que por alguna ex- prefilosófico le falta decisión, se ubica en un «entre»
traña razón se denominan «filosofía presocrática» difuso en el que resulta inasequible y esquivo. Bien es
siendo así que es prefilosofía 2, ese discurso fragmenta- cierto que nosotros, lectores distanciados, podemos
rio y valiente, creativo y polémico tiene todavía la ex- elegir lo óptimo, decidir al respecto de lo conveniente,
traña belleza de la batalla, el contagioso dinamismo discriminar lo oportuno de aquel texto sin fronteras. El
del combate. Es inseguro y movedizo pero, por lo mis- resultado de esa operación tantas veces realizada es ya
mo, entregado y arrogante: no se deja tentar por la conocido: cada uno de los llamados filósofos presocrá-
reposada y mecánica tranquilidad del sistema; tampo- ticos será un prologuista, un precursor, en el que -n
co acepta el falso sosiego -normativo y conminato- la nebulosa forma del balbuceo- se encuentran la-
rio- que emana de la doctrina. tentes métodos y categorías, conceptos que esperan
Es en ese momento, en esos dos siglos que simulan para ser desarrollados un futuro propicio, una escena
una eternidad de entrega, cuando se puede observar la racional. La identidad deficiente de aquel pensamien-
fricción entre el texto precedente, fundamentalmente to párvulo se completa con la historia.
poético y simbólico, y el texto subsiguiente, fundamen- Es preciso asumir otra óptica: nada sobra y nada fal-
talmente especulativo y categorial. ta en el pensar prefilosófico, que no es epigónico ni
El discurso prefilosófico, en todas y cada una de sus precursor. Es, ni más ni menos, agónico, polémico,
manifestaciones, se elabora y se recibe en un universo mezclado. En Tales de Milete es tan fundamental y ne-
saturado de fuerzas y de dioses. Le asiste razón y sentido cesaria la universalidad constitutiva del agua como la
en la medida en que se presenta como texto confuso y omnipresencia de los dioses, de la que tiene que ser
comprensivo: texto complicado que no se basa en la de- solidaria. Para el pitagorismo, la regularidad numérica
limitación conceptual sino en la omnímoda capacidad de y la armonía de la escala se sitúan en el mismo plano
la palabra para conjugar la totalidad de «lo que hay». de verdad que la transmigración de las almas. En Par-
Laboriosa y polémicamente se va operando una res- ménides de Elea la lógica convive con la devoción, la
tricción en el «decir» (legein). Si en este momento es descripción con el análisis, el ser con la diosa. El pensa-
todavía vocativo, comunicativo y poiético, progresi- miento de Heráclito, en la medida en que no desdeña
vamente deriva asertivo, definitorio y teórico. Este la contradicción, se presenta como modélico.
desplazamiento que evoca el paso de lo poiético a lo Esta breve detención en la escena prefilosófica no
teórico resume en dos palabras un proceso largo y tiene otra intención sino servir de preámbulo: se trata-
fundamental en cuanto a sus consecuencias y efectos, ba de localizar un ámbito en el que el legos poiético
un proceso de cuyas dimensiones depende el rasgo del no fuera omnipotente y en el que el legos teórico no
pensamiento occidental, de nuestro pensamiento. decidiera al respecto de ninguna otra alternativa de
Y como aplicados a vastos períodos históricos y discurso, un momento en el que los símbolos se expre-
construcciones colectivas es vana la contricción, estéril san con cautela y los conceptos con timidez. Se trataba
el arrepentimiento y absurda la nostalgia, no se trata tal vez de buscar patrocinio y cobijo para una filosofía
aquí de deplorar las consecuencias del mencionado simbólica: un texto que quiere ser simbólico sin dejar
desplazamiento, tampoco de reclamar una imposible de ser filosófico, que quiere permanecer filosófico sin
(y no deseada) vuelta a un paraíso inexistente en el renunciar a ser simbólico.
que la palabra se alzara pura y sin reservas. Si es dudo- De la posibilidad de una filosofía simbólica 3 depen-
so el pensamiento que condesciende y trabaja en con- de la posibilidad subsiguiente de tratar un problema
nivencia con el presente, con lo establecido, mucho que no ha elegido el ensayo como forma idónea para
más lo es el que pretende reinstaurar el pasado. No es ser expresado, que ha preferido la narración o el poe-
función del pensamiento idealizar un islote del preté- ma, el ritmo o el color; una temática que se resiste a
rito, plegarlo sobre el gozne del presente y calcar en el ser objeto de análisis, o que reclama a la vez convic-
futuro el perfil de una promesa. Más adecuada al pen- ción, que se opone a ser conquistada por la inteligen-
samiento es la actitud insolente, la disidencia: la crítica cia sin el concurso de la pasión.
del tejido de relaciones que constituyen el ahora para Decir filosofía simbólica supone renuncia y desaca-
servir de prólogo a un mañana siempre incierto. to, supone no aceptar el juego dentro de los límites de

1 Cassirer, E., Mito y lenguaje, Nueva Visión. Buenos Aires, 1973; imaginario cultural, Anthropos. Barcelona 1992, pp. 241 ss. Una
La Filosofía de fas formas simbólicas. F.C.E. México, 1970. magnífica introducción a la filosofía simbólica en Garagalza, L., la
2 García Calvo, A., Razón común, Lucina. Madrid, 1981 (prole- interpretación de los símbolos, Anthropos. Barcelona 1989; un ensa-
gómenos). yo de sociología simbólica en esta dirección se puede hallar en Be-
3 Véase al respecto: Ortiz-Osés, Mayr, Bornemann, Símbolos, mi- riain, J., Representaciones colectivas y proyecto de modernidad,
tos y arquetipos. Ed. La Gran Enciclopedia Vasca; Ross, W., Nuestro Anthropos. Barcelona 1990.
Conocimiento 62

oposición racional-irracional. A esta criterización típi- historia meramente acumulativa, la historia-dato del
camente moderna y tópicamente contemporánea le anal y la crónica no puede generar añoranza ni anhe-
ronda desde hace tiempo la fatiga de la rutina y la ten- lo, es preciso que el tiempo mítico configure el pasado
tación del dogma. La realidad es decididamente más histórico y prefigure el futuro: es preciso que conmine
compleja de lo que sugiere esa metodología binaria de a la reserva arquetípica, que haga una lectura épica o
cuyo uso y abuso somos todavía herederos y adminis- trágica, que diseñe un paisaje pletórico de significados
tradores. Y no es evidente que la filosofía tenga que ocultos o de revelaciones nuevas. De ese maridaje en-
despreciar todo aquello que la categoría «irracional» tre el tiempo mítico y el tiempo histórico, del que sur-
encubre: tantos personajes imaginarios, tantos de- gen la añoranza y el anhelo, nacen también elementos
sarrollos oníricos, la disposición para el llanto, la an- como la identidad, la tradición o la utopía.
gustia, el éxtasis revolucionario, el rostro plural de la Muchas y complejas son las formas de diálogo e in-
locura o el epílogo unánime de la muerte. terferencia entre el tiempo mítico y el tiempo históri-
Todo ello constituye el afuera del logos teórico, co, como para disuadir de un tratamiento exhaustivo y
aquello a lo cual el concepto no tiene acceso. Porque sistemático. Basta evocar precipitadamente las dos
el concepto es el producto y la condición de la teoría y más burdas: la inclusión y la exclusión. Ocasionalmente
sólo opera en un entorno objetualizado. El modo con- el tiempo mítico introduce en el histórico personajes o
ceptual de percepción, vinculado ab origine al sentido episodios que no pertenecen al orden del aconteci-
de la vista•, se orienta sólo hacia presencias objetivas, miento o del suceso. Esospersonajes o episodios se ins-
sea su objetividad material o ideal. talan en la conciencia y en la memoria colectivas, enri-
Por el contrario, el símbolo -que cristaliza en aquel quecen la historia con la leyenda, generan en su
logos poiético que, más que disgregar, reúne- es ca- entorno un paisaje, una jerarquía, un código, un mun-
paz de dialogar en y con la ausencia. Mientras el con- do de significados y comportamientos: se constituyen
cepto, como la vista, es espacial y representativo, el o configuran como símbolo, lugar al que vuelve la me-
símbolo es temporal y vocativo. No pacta con el pre- moria y desde el que se proyecta la esperanza; ámbito
sente sino que le inquieta desde la doble ausencia del en el que se trenza la tradición y se prepara la utopía.
pasado y del futuro, desde un «más allá» acrónico, in- Arturo y su Corte, Don Quijote de la Mancha, los héro-
temporal, eterno. es del acoso y la resistencia a las puertas de Troya son
Podrá presentarse así esta doble pertenencia del ejemplos de esta operación de inclusión del tiempo
símbolo: mítico en el histórico.
En otras ocasiones el tiempo mítico excluye a un per-
sonaje o momento históricos del mero estatuto de reali-
dad episódica, de acontecimiento. La desnuda realidad
viste entonces el ropaje imaginario: se disfraza de fiesta
o de luto, aparece el héroe, el elegido de los dioses, el
libertador, el conquistador. El Cid Campeador, Cortés,
Buffa/o Bi/1 son ejemplo de existencias tal vez más dis-
cretas de lo que el mito nos ha acostumbrado a pensar.
Esta continua relación de diálogo e interferencia en-
tre el tiempo mítico y el tiempo histórico, que no pue-
de ser negada en cuanto a su realidad, no puede tam-
Presente poco ser menoscabada en cuanto a su importancia. La
posibilidad misma del pensamiento, del arte, la posibi-
Así, el símbolo constituye la intersección objetivo- lidad misma de las relaciones sociales e incluso de la pro-
subjetiva del tiempo mítico y del tiempo histórico. El pia autocomprensión individual dependen de la confi-
tiempo mítico (a través del Paraíso, la Edad de Oro, los guración mítica de lo histórico, de la presentación
bosques primigenios, la Tierra Prometida, el Walhall, simbólica de valores arquetípicos y de su dinamización
el Cielo ...) se sitúa en unas coordenadas que suponen y enriquecimiento diacrónicos.
la eternidad. El tiempo histórico está contenido en Porque no hay que pensar el ámbito arquetípico-
ellas pero disminuido en cuanto a su importancia, con- simbólico como reserva fija e invariable de significa-
siderablemente excedido. El tiempo de la historia, sus- dos. Hablar de diálogo e interferencia supone que
ceptible de cómputo y datación, se sitúa entre los lími- también el símbolo puede (y debe) ser modificado, re-
tes pasado-futuro: es el tiempo del suceder sin más definido por los actores históricos. Lo contrario sería
rastro que la memoria y sin más perdón que el olvido. pensar en términos de ideas o esencias al modo de Pla-
Esel tiempo de la crónica. tón: y no se trata aquí de explicar «lo que hay» desde
La posibilidad de establecer una relación afectiva la presencia eterna de esencias prototípicas sino de im-
con la historia, sea individual o colectivamente, presu- plicar lo que deviene desde la vigencia imaginaria de
pone que el tiempo histórico pueda dialogar con el constelaciones arquetípicas de sentido configuradas
tiempo mítico, o que éste pueda redibujar a aquél. La en símbolos e incesantemente enriquecidas 5 •

4 Aristóteles, Metafísica. Libro A (varias ediciones).


s Véase Ortiz-Osés, A., Jung. Arquetipos y Sentido. Deusto, Bil-
bao 1990.
63 Conocimiento

A partir de esta sumaria caracterización se puede nuevos saberes en el ámbito de lo normativizado y


pensar el símbolo como eminentemente dinámico y funcional}.
plural. Una filosofía simbólica ha de apoyarse en esos Sería, sin duda, largo establecer las múltiples rela-
dos atributos y percibirlos como condición de la crítica: ciones de la escena funcional con el límite de acción.
nada de lo históricamente construido, ninguna realidad Señalamos una que nos parece fundamental: la rela-
instituida, ningún presente pueden arrogarse plenitud ción ya-todavía: la base de la confianza en el progreso,
frente al símbolo. Pues el símbolo convoca ausencias, la relación que verifica en la historia la «evolución del
supone la imperfección, configura imaginariamente la género humano hacia mejor». Tras el límite de acción
disidencia y el desacato. habita la inseguridad de lo especulativo, la duda al
Por otra parte, desde una perspectiva epistemológi- respecto de lo práctico, la inercia de lo técnico. La es-
ca, el símbolo se enmarca en el ámbito o escena del cena funcional está constituida por un ya en incesante
imaginario, más amplia que la teórica o la funcional. incremento, por un ya del que se espera siga exten-
Esto supone que los distintos tipos de conocimiento, diendo el límite de acción en el ámbito del todavía no
los distintos tipos de texto y discurso tienen un ámbito que es la escena hipotética-teórica.
propio de ejercicio y unos límites de contacto con los En la escena veritativo-funcional (más que en ningu-
otros discursos: límites en los que se da el debate y la na otra} vale inmediatamente el supuesto de que «in-
polémica, en los que emerge el criterio. formación es poder»: cuando se trata de un saber con-
Esquemáticamente presentado: vertible en norma o fórmula (y que asegura resultados),
la posesión de conocimientos asegura poder (tanto en
el sentido político y de autoridad como en el de capa-
limite de
_ín'lfwrhri
cidad de realización de cualquier propuesta o de solu-
ción de cualquier problema).
Más allá del límite de acción se extiende la escena
hipotético-teórica. Aquí los conocimientos se ordenan
en hipótesis, iniciativas de investigación, experiencias y
pruebas. El saber así ordenado no puede reclamar la
infalibilidad de lo funcional: hay una inevitable franja
de riesgo. un evidente margen de error. La escena teó-
rica está en relación con los saberes funcionales, sabe-
res que prolonga e incrementa. Partiendo del límite de
acción intenta ampliarlo dotando de seguridad a lo in-
a) Escenaveritativo-fundonal
(normativa). suficientemente conocido. Pero su límite propio no es
b) Escenahipotético-teórica(especulativa). el de acción sino el de comprensión. El límite de com-
e) Escenaimaginaria(simbólica). prensión significa el ocaso de los conocimientos pro-
pios de la escena hipotético-teórica: no cabe operar
En la escena veritativo-funcional se dispone de los con los mismos instrumentos, no es posible extender la
conocimientos elaborados y prestos para el uso. Es un vigencia de la hipótesis. El «más allá» del límite de
ámbito de saber técnico. Esto no significa que sea pu- comprensión se experimenta como caos o amenaza;
ramente maquínico o manipulatorio. Evidentemente también como reto, también como esperanza. Las pa-
en la esfera veritativo-funcional se ubican los saberes labras «enigma» o «misterio» aparecen como formas
del artefacto pero también aquellos que generan códi- de respetuosa reserva para designar aquello que se in-
go, aquellos de los que se usa en la institución, aque- tuye tras el límite de comprensión.
llos en y con los que se educa, se manda, se dirige. Es Lo que habitualmente ocupa al científico (no es
el ámbito o escena de una racionalidad realizada y aquí pertinente la distinción entre ciencias empíricas y
normativa: que tolera ser expresada en norma, en fór- ciencias humanas o «del espíritu») se sitúa en la escena
mula, en decreto. hipotético-teórica, entre el límite de acción y el límite
Es el tipo de conocimientos en que se sustenta toda de comprensión. Bajo el límite de acción opera el téc-
suerte de técnica y de práctica (laboral, administrativa, nico. Más allá del límite de comprensión se sitúa aque-
legal, médica ...}. llo sobre lo cual la ciencia establecida agota sus posibi-
Esta escena veritativo-funcional se agota en un pri- lidades de orden y discurso y se muestra agnóstica.
mer límite, al que denominamos límite de acción: allí Pero ese más allá del límite no es un vacío de cono-
donde los conocimientos asumidos en la norma o en la cimiento o una ausencia de discurso. Llamamos a este
fórmula agotan su capacidad y se muestran titubean- tercer ámbito escena imaginaria, y al tipo de saber
tes e inseguros. Aquí se produce la primera colisión cuyo acceso tolera, saber o conocimiento simbólico.
epistemológica: a través del límite de acción el discur- Nos hallamos ante un tipo de conocimiento que, esca-
so normativo (técnico) choca con el discurso especula- pa a la norma y a la hipótesis, que no es susceptible de
tivo (teórico}. rigurosa esquematización ni de plena explicación. Ese
En cualquier ámbito de la acción humana (en todos conocimiento se expresa en símbolos, dibuja horizon-
y cada uno} se observa esta escisión entre una escena tes de sentido, juega con los miedos y las esperanzas
de conocimientos normativizados y un límite en que colectivas y se organiza en discursos y prácticas no
tales conocimientos se muestran ineficaces: allí surge exentos de un cierto carácter conmemorativo y ritual.
la discusión y la polémica, allí se espera el progreso, el Vano es pensar, en términos evolucionistas, que la
desarrollo de nuevas técnicas (es decir, la inclusión de ampliación de la escena funcional y de la hipotético-teó-
Conocimiento 64

rica acaba(rá) eliminando el espacio de la escena ima- fantasía, que se adueña del recuerdo y se pertrecha de
ginaria. Vano pensar que la norma, el esquema y el esperanza y anhelo, sí puede (de la misma forma que
concepto harán innecesario e inoportuno el símbolo. puede -habituada al terror- prolongar imaginaria-
Esa hipótesis evolucionista (generalmente aceptada a mente las relaciones vigentes, dibujando, no un perfil
finales del siglo pasado y principios del presente) basa utópico, sino la actualización del infierno o del apoca-
su fuerza de convicción en el supuesto de que lo ima- lipsis)7.
ginariamente concebido y simbólicamente expresado Dos conclusiones preliminares se deducen de lo
denota falta de conocimiento, más concretamente au- anteriormente expuesto:
sencia de cientificidad. De ahí -asegura este simpáti-
co credo- que la progresiva ampliación del ámbito a) La insuficiencia de una teoría del conocimiento
científico acabará mostrando lo ilusorio y fantástico que tan sólo considere la importancia (o la problemati-
del pseudoconocimiento simbólico. cidad) de los saberes concentrados en la escena hipoté-
Pero no es cierto que el imaginario se nutra de la ig- tico-teórica en detrimento de los saberes funcionales o
norancia. No es cierto que el símbolo sea expresión imaginarios. La evolución --diacrónica- y la coexisten-
del no saber. Saberes y conocimientos pueblan la esce- cia -sincrónica- de las tres escenas, así como de los lí-
na imaginaria, saberes y conocimientos que interac- mites que simultáneamente las separan y las vinculan,
túan con los de la escena funcional y la hipotético-teó- impiden hablar de exclusividad y aún de determinación
rica. El imaginario es dinámico, plural, multiforme. Se de una sobre las otras.
amplía -no se reduce- a medida que se extienden Esasfiguras inestables y plurales a las que se deno-
los ámbitos funcional y teórico de conocimiento. Y mina verdad, certeza, verosimilitud ... se dibujan sobre
esto es así porque el imaginario no admite que nada el paisaje complejo de las tres escenas en continua in-
pueda ser superado, no admite que nada pueda ser teracción.
definitivamente vencido y olvidado. Lo que se ha di- Tal vez el problema parcial de los saberes funciona-
cho o hecho, lo que se ha imaginado, todo lo que para les sea el de la operatividad del conocimiento medida
el tiempo histórico es mero acontecimiento queda ins- en la forma del cómputo de resultados positivos. Tal
crito en la escena imaginaria y es susceptible de reacti- vez el problema de los saberes especulativos sea el de
vación. En la escena imaginaria dialoga el mundo pto- la adecuación de las hipótesis a la realidad (siempre
lomeico con el newtoniano, las sagas nórdicas con la elaborada de nuevo, siempre íntimamente esquiva).
mitología griega, la fantástica imaginación de Hyero- Pero de lo que se trata en una teoría general del co-
nimus Bosch con el paisaje urbano de Joyce o con los nocimiento es del dinamismo de los límites y la ínter-
mundos de Kafka, el Leviatán con la Tierra prometida. penetración de las escenas: porque ningún conoci-
Si, utilizando la terminología de Jung, se puede afir- miento, ningún sueño, ninguna fantasía pueden ser
mar que el Imaginario está estructuralmente compues- desdeñados en base a criterios operativos, de necesi-
to por arquetipos y se definen éstos como «residuos de dad funcional o de coherencia teórica.
innumerables vivencias del mismo tipo» que operan Es posible que el hombre, antropológicamente consi-
como «determinantes aprióricos de la experiencia»• derado, sea el único animal que no tolera la expresión
(tanto individual como colectiva), podemos colegir el pura del instinto. Es posible que sea el único animal
necesario dinamismo del Imaginario, el incesante incre- que está obligado a suplir las deficiencias naturales a
mento de los residuos vivenciales, el exponencial in- través de la ortopedia cultural.
cremento de la experiencia colectiva. Lo cierto, lo evidente, es que la primera y perma-
De la misma forma se puede afirmar que la escena nente prolongación del instinto (aún deficiente) es la
imaginaria no constituye un territorio aislado, no está fantasfa. Las pasiones y sentimientos primarios se te-
epistemológicamente clausurada, sino que, a través de matizan individual y colectivamente a través del ima-
un punto de unión, penetra en las otras dos escenas; ginario; de un imaginario en continuo crecimiento: allí
problematiza la acción y el conocimiento teórico, a la encuentran su sitio las mil formas de la ambición y el
vez que se deja fecundar por la norma vigente y la in- rostro múltiple del deseo, allí se sublima el odio, allí se
vestigación en curso. regula la agresividad, allí se considera la vida y se dia-
Hay, por lo tanto, relaciones entre el ámbito imagi- loga con la muerte.
nario y los ámbitos teórico y de acción. Pero esas rela- El símbolo -insoportablemente denso, casi inagota-
ciones son siempre de critica, nunca de acomodo. La sa- ble- resume y expone la complejidad del imaginario.
turación de rastros, residuos y saberes que caracteriza a Es cierto que desborda lo funcional y lo teórico. No
la escena imaginaria se verifica en multitud de proyec- por ello pertenece al ámbito de la ignorancia, o al más
ciones, de vías de salida, de puntos de fuga con respec- problemático de la patología.
to al presente constituido. Desde la escena imaginaria b) Los conocimientos fundamentales (en el doble
está prohibido el pacto con lo establecido -siempre sentido de «importancia» y «fundamento») no se ubi-
deficiente, siempre incompleto, siempre injusto-. Y si can en la escena de los conocimientos funcionales o
la ciencia y la técnica son incapaces de dibujar otro especulativos. O, con otra formulación, los saberes
paisaje (no diremos, por cautela, un paisaje mejor), la operativos y los saberes teóricos no sólo no agotan el

6 Bodkin, Maud, Archetypal Patterns in poetry. Psycological stu- presionismo alemán (Murnau, Lang ... ) hasta los actuales desarro-
dies of lmagination. Oxford University Press. London 1965. llos.
7 Así en la literatura de Orwell o Huxley. De forma mucho más

perceptible en el cine, desde sus comienzos en el tiempo del ex-


65 Conocimiento

conocimiento posible, sino que no acceden siquiera al La escena imaginaria está animada por lo que va-
ámbito del sentido, que habita en el imaginario, y que mos a llamar el postulado trágico: «(el) todo está (ab
se prolonga en un tiempo que no es el de la historia. initio) fracturado». La convicción al respecto de una fi-
Se trata aquí de un conocimiento que no sólo necesita sura (spaltung) radical, de una ruptura, que se temati-
los sentidos sino también los sentimientos, no sólo ra- za como ausencia o abismo, entraña la necesidad de
zón sino pasión. Se trata aquí de saberes largamente buscar formas de implicación que reconstruyan (siquie-
reposados, diferente e incluso contradictoriamente in- ra de forma efímera o tenue) la totalidad escindida.
terpretados; saberes que no son dañados sino enrique- Una adecuada comprensión de lo simbólico debiera
cidos por el tiempo; saberes que no se someten al sis- concluir que tanto el postulado trágico como la escena
tema ni se entregan al concepto sino que prefieren el imaginaria que se constituye en su entorno y bajo su
ritmo narrativo de una saga, la rigurosa y amable dis- signo son los ámbitos en los que el símbolo se insinúa
ciplina de un poema, la honda raigambre colectiva de como instancia de mediación y vínculo de sentido.
una oración o de un rito, la inmediatez expresiva de una Porque lo trágico -irreductible e insobornable-
pintura o la aparente sencillez de un cuento. sobrevive a cualquier ensayo de racionalización, no se so-
mete ni a la coherencia de una lógica, ni a la coacción
Desde esta perspectiva (interactiva y plural), el proce- de un sistema, ni a la disciplina de una institución. Se
so de conocimiento no comienza con la observación de insinúa como resto irredento, perpetuamente vigente,
hechos y acaba con la verificación o refutación de hipó- de irracionalidad constitutiva.
tesis sino que cubre todo el espacio que va desde la ac- De ahi la esterilidad de todo planteamiento que
ción (aparentemente nimia) hasta la fantasía (aparente- analiza los polos racionalidad-irracionalidad (o el par
mente gratuita). Es preciso percibir que cada una de las simbólico luz-sombra) como términos excluyentes, al-
escenas es a la vez autónoma y relativa, que en cada ternantes y sustitutivos. Hay una paradoja radical en el
una de ellas se construye y representa un argumento centro mismo de la cultura en todas sus formas, pues
que necesita del argumento correlativo de las otras es- cultura es el reiterado ensayo de gestión racional de la
cenas (aún para establecer relaciones polémicas). irracionalidad originaria y fundamental a la que deno-
Autonomía y relatividad: ambas están implicadas en minamos lo trágico (la herida o desgarro que aparta al
el hecho de que cada escena se atribuye capacidad hombre de sí mismo, de la naturaleza y de los dioses).
para producir discurso verdadero y eficaz al respecto La incesante y multiforme proliferación de esque-
de(!) todo. Tal autopercepción entraña como peligro mas racionales de conducta -teórica y práctica- es la
la pretensión de exclusividad que, desde la perspectiva respuesta cultural a la persistencia de la herida trágica,
desde la que hablamos, aparece como injustificado re- que no tolera sutura definitiva. El hombre, animal ina-
duccionismo de la complejidad tanto del conocimiento cabado (Nietzsche), arrojado al mundo (Heidegger)
como de la realidad. pretende habilitar un espacio propio que le redima de
Porque es un enunciado al respecto de(I) todo el la alienación esencial consistente en no pertenecerse a
que, a modo de presupuesto o a priori legitima la acti- sí mismo (contingencia), saberse rechazado por los
vidad, los intereses y las espectativas de cada una de dioses y vulnerado por el tiempo (finitud), saberse fi-
las escenas y se convierte en base de sus estrategias. nalmente requerido por la muerte.
La escena veritativo-funcional se constituye a partir Es preciso detenerse un momento a considerar la
del axioma o convicción «(el) todo puede ser domina- importancia de la muerte: la única certeza, el único
do»: se trata de un imperativo tecnológico, que esta- hecho incontroversible, el dato por excelencia (y, por
blece una forma de trato con lo real en términos de lo mismo, la fuente de toda interpretación). La muerte
objeto y con el saber en términos de instrumento. es la presencia desnuda del radical trágico -de la he-
No es necesario, a este nivel, señalar diferencias en- rida o desgarro ontológicos- perpetuamente actua-
tre tipos de tecnologías: las que tratan con el objeto lizado.
natural o con el hombre objetualizado, las que se Bien podría apostarse que, desde el principio, se
ejercen sobre el cuerpo o sobre el alma, las que pre- construye, se canta y se cuenta (en el doble sentido del
tenden conservar o transformar, las que operan sobre término) contra la muerte y bajo su manto, que la
el individuo o sobre el colectivo. Todas ellas se consti- muerte es el punto del que surgen, no sólo la mitolo-
tuyen a partir del imperativo tecnológico (percibido gía y la religión, sino la arquitectura, el relato, la músi-
como posibilidad y exigencia), que garantiza la nece- ca y el cómputo.
sidad del discurso, la justificación de la actividad y la No es un presunto pesimismo ni una necrofilia pato-
comprensión de la propia historia como desarrollo y con- lógica lo que inspira la anterior consideración (poco
sumación de lo contenido en el presupuesto o convic- importa, por otra parte, que se trate de necrofilia o de
ción inicial. necrofobia). Se trata de interpretar un hecho unánime
La escena hipotético-teórica está vinculada al axio- y plural: que en toda gran literatura, desde Homero y
ma «(el) todo puede ser conocido». Establece con la la tragedia ática hasta nuestros días hay un poderoso
realidad una relación en términos sujeto (conciencia)- componente elegíaco y funeral; que la música alcanza
objeto que pretende un incremento cuantitativo y el grado sublime cuando se expresa en el ámbito tre-
cualitativo de la observación así como un desarrollo de mendo y fascinante del Requiem (así en Mozart, Fau-
las metodologías de representación de lo real en sig- ré, Brahms...); que a la base de toda iniciativa arquitec-
nos y lenguajes: adecuación constante tanto de la sin- tónica están el menhir, el dólmen, el túmulo o la estela
taxis como de la capacidad semántica de los sistemas funeraria. Que el hombre -individual y colectivamen-
de representación. te- está implicado y concernido por la tarea de resis-
Consenso 66

tir a la muerte y para ello se ha dotado de un podero- explicación, captura y superación, la escena imaginaria
so aparato técnico, hermenéutico, estético, etc. ensaya un tratamiento comprensivo y simbólico.
Tanto Scherezade como el Califa sabían que hay La aludida especificidad es radical. No es la metodo-
que incluir a la muerte en el relato y continuar hablan- logía o el desarrollo en las distintas escenas lo que la
do, continuar recordando, continuar inventando para confirma sino el presupuesto que rige en cada una de
resistir a la muerte. Continuar hasta completar esa ci- ellas. Mientras en las dos primeras hay una vocación
fra capicúa y mágica, 1001, que sugiere el infinito o inicial de control y explicación, la escena imaginaria se
que lo anhela. Pero también Robinson Crusoe sabía inaugura bajo la irrefutable convicción y experiencia
algo de cifras y muerte. En la magnífica epopeya de de que la herida trágica tiene contextura ontológica y
Defoe, el personaje, obligado por la suerte a revivir no es, de ningún modo, evitable: es el presupuesto de
una supuesta condición primitiva, reinventa el primer un pensamiento trágico y agónico, un pensamiento
sistema de cálculo y cómputo: el calendario, el grado que se justifica en la prolongación infinita de una lu-
cero de la matemática. Pues el cómputo es inicialmen- cha sin término y sin victoria posible.
te la memoria de una batalla, es la memoria orgullosa De ahí que la escena imaginaria se vierta en una
(individual y social) de los días, los meses, los años de proliferación multiforme de modos de expresión que
supervivencia. acentúan sensibilidades individuales, sociales o epoca-
La muerte, hija de la noche (Hesíodo), consecuencia les; modos de expresión que van desde el ritual o la
de la separación de Dios y los hombres (Génesis), resu- ofrenda hasta los diversos ensayos artísticos. Tales
me la vigencia de la herida trágica, de la fisura inicial constelaciones no pretenden forma sistemática ni tole-
en torno a la cual se constituye el imaginario. ran lecturas en clave de evolución, desarrollo y progre-
Pero no sólo eso. Es la presencia indiscreta y cons- so. Son las escenas normativa y especulativa las que
tante de la muerte en todas sus formas lo que consti- leen su historia en base a tales parámetros. En el ámbi-
tuye el punto de unión de las tres escenas antes men- to del imaginario todo lo que una vez ha acontecido
cionadas. Y en ese punto es donde se muestra la mantiene su vigencia, su importancia, su contempora-
especificidad de la escena imaginaria: pues mientras la neidad.
escena normativa y la especulativa entablan una rela-
ción con la herida trágica describible en términos de Patxi Lanceros

Consenso
El concepto de consenso (c.) es tan amplio como el conciliarismo, que hace emanar la verdad de la asam-
de lenguaje, sociedad, o intersubjetividad. En todos blea conciliar, y Lutero, que erige la conciencia indivi-
estos conceptos se supone un mundo común, un fon- dual en instancia última de las decisiones en materia
do hermenéutico compartido de significaciones, reglas de fe, constituyen los presupuestos religiosos de las
y formas de vida o conducta. A partir de allí se hacen concepciones modernas de la relación entre indivi-
posibles las acciones cooperativas y los pactos en con- duo y Estado. Las primeras teorías del contrato social
creto. La etimología del vocablo c. hace referencia a como origen del Estado suponen una situación (un es-
un «sentir juntamente» o «sentir en común». Si mirá- tado) natural en la que los individuos, siendo ple-
ramos al nexo entre el consenso y el sentimiento, ha- namente autónomos, ponderan las ventajas y los in-
bríamos de explorar la fenomenología de lo afectos convenientes de entrar en una forma de vida
relativos a la unión con el otro (sentir juntamente sim- cooperativa. Bajo la perspectiva de Hobbes, el interés
patía, amor, contagio colectivo, según la terminología de cada uno por la propia conservación mueve al
de Max Scheler), De hecho, el núcleo de c. que mantie- «pacto social» como garantía de ese interés. También
ne cohesionadas y activas las diversas sociedades no Locke defiende que el pacto social nace por el interés
puede explicarse sin ciertos afectos compartidos. Paci- de preservar la vida, la libertad y el patrimonio. Am-
fismo y belicismo, grupos «nosotros» y «ellos», etnicis- bos autores fueron conscientes de la dificultad de de-
mo, países fuertes y países débiles, son nociones que rivar la sociedad a partir de la voluntad individual.
implican matices afectivos. Sin sentimiento de agresivi- Por ejemplo ¿cómo sé que, si yo me comporto coope-
dad no perfeccionaríamos nuestras armas. Nietzsche y rativamente, los demás se comportarán de igual ma-
Heidegger, entre otros, han puesto de manifiesto que nera? Rousseau asume asimismo el presupuesto de
los afectos abren el primer horizonte desde donde sale un estado natural, pero lo combina con una concep-
a la luz y se erige el mundo, que es el primordial fon- ción teleológica del contrato. Según este autor, el
do consensuante. Damos aquí por supuesto que los hombre se alejó del estado natural a causa de acon-
afectos intervienen en las diversas formas de consenso tecimientos históricos como el nacimiento de la pro-
social, hasta tal punto que podría cuestionarase la po- piedad privada. Con ello se ha perdido la verdadera
sibilidad de un c. puramente racional, basado en me- autonomía. La meta de la actividad política se cifra en
ras razones discursivas. lograr una configuración estatal adecuada a la auto-
La idea del c. racional como base de la existencia nomía del hombre. El fin de la historia es la conquista
comunitaria recorre la historia de la filosofía política de un estado futuro que debe entenderse como reali-
desde finales de la edad media hasta la actualidad. El zación del «contrato social».

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