THEOSOPHIA
PRACTICA
Introducción de Julio Peradejordi
THEOSOPHIA
PRACTICA
fig. 1
THEOSOPHIA
PRACTICA
fig. 2
THEOSOPHIA
PRACTICA
La Rueda del Génesís yor la ímagen de Díos en el Hombre
los tres yríncíyíos del ser Dívíno
fig. 3
THEOSOPHIA
PRACTICA
Elemenws: rugwnes:
Fuego • L:::. corazón
AgUa 7 H0ado
Tzerra 9 I'Ulmones
Aíre 8 Vej~a
fig. 4
THEOSOPHIA
PRACTICA
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fig. 5
THEOSOPHIA
PRACTICA
TABLA DE FIGURAS
THEOSOPHIA
PRACTICA
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interés (Astrología, Autoayuda, Ciencias Ocultas, Artes Marciales,
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Biblioceca Esotérica
THEOSOPHIA PRACTICA
johann Georg Gichtel
ISBN: 84-7720-631-7
Dep6sito Legal: B-39.232-2003
Printed in Spain
7
que espera al buscador que logra penetrar de nuevo en el
Jardín Paradisíaco que Dios creó para su deleite eterno. Se
trata de la gnosis a la que el hombre puede acceder a través
de la regeneración integral de su ser entero, ya que Gichtel
no preconiza, como pretenden algunos de sus seguidores
modernos, un mero «renacimiento espiritual». Nuestro
autor plantea, describe y propone, desde las primeras pági-
nas de la Theosophia Practica una metamorfosis completa,
un renacimiento total, global, en el que el hombre recobra
su estado de antes de la caída.
Como la Teosofía de su maestro Jacob Boehme, las
concepciones teosóficas de Gichtel comprenden y se desa-
rrollan a partir de una verdadera antroposofía, un conoci-
miento profundo del ser humano que, en cierto modo, es
su piedra angular.
En los Philosophumena de Hipólito de Roma,' autor a
quien debemos los pocos datos verídicos que han llegado
hasta nosotros sobre las doctrinas y enseñanzas de los
gnósticos, leemos:
«El conocimiento del hombre es el comienzo de la
perfección; el de Dios es su consumación».
8
Todo hombre sensible y lúcido se habrá hecho, en algún
momento de su existencia, en cualquier época y en cual-
quier país, unas cuantas, a menudo pocas, preguntas refe-
rentes al sentido y al verdadero fin de la vida humana. El
sugestivo párrafo de Clemente de Alejandría que acabamos
de ver pretende dar la respuesta a estas preguntas que, para
él, como más tarde para Boehme o para Gichtel, consiste en
el conocimiento del hombre, en su gnosis, que nos llevará
al conocimiento de Dios, consumación de la perfección.
Conocimiento del hombre, conocimiento de Dios,
Regeneración. ¿Pero -se preguntará algún lector-, qué
tendrá que ver todo esto con la Magia?
Estos son los objetivos y los fines de la Ciencia de los
Magos, le responderemos, sugiriéndole que relea la acer-
tada definición de esta palabra que dio Dom Pernety en
su Diccionario Mitohermético. 3
La Magia verdadera, la Teurgia de los antiguos Caldeos
y Persas, tiene poco que ver con las supersticiones que
tanto abundaron en la Edad Media. Sólo echando una
rápida ojeada a la obra de Jámblico nos podemos dar
cuenta cuán. cerca estaba la Magia de los Caldeos de la
oración del místico auténtico. 4
Para el teósofo existen dos tipos de Magia. Cornelio
Agrippa5 distinguía ya entre la Magia de los Cacomagos,
9
«inútil y condenable» y la de los Calomagos, «Magia
todopoderosa y misteriosa que abarca la contemplación
de las cosas más ocultas».
Existen dos Magias como existen dos fuerzas, una de
integración y otra de destrucción. La Magia Blanca y la
Magia Negra de las que tanto se habla en nuestros días
son, en esencia, la Magia de la integración y la Magia de
la destrucción. Trasladando esta idea a los planos cósmico
y humano, veremos que si existe un principio creador,
también lo hay uno destructor que, lógicamente, le es
inferior, pues depende de él. Satán no podría haber hecho
caer a Adán si Dios no los hubiera creado a los dos. En el
plano humano, esto se traduce en dos tipos de magos, los
Cacomagos y los Calomagos. Sin embargo, tanto para
Boehme como para Gichtel, el verdadero Mago no es, en
el fondo, el hombre, sino el espíritu que le conduce:
«Uno es el espíritu de Dios, y otro es el espíritu
de la razón en el cual se establece el demonio. En
el espíritu de Dios está el amor de la unidad». 6
10
La Torah, de la raíz iareh, enseñar, regar, fecundar tiene
dos aspectos: uno terrestre y otro celeste, correspondien-
do este último a la Shekinah, a la que nos referiremos al
hablar de la Sophia.
Hemos visto que Jacob Boehrne distinguía entre los
dos Maestros o los dos Magos. El «Espíritu de Dios» al
que se refería es la fuerza capaz de conducir al hombre al
estado edénico. Veremos, al hablar de la Sophia, la estre-
cha correspondencia entre este «espíritu de Dios» y la
Sabiduría. No es, pues, casual que a los verdaderos
Magos se les llame también Sabios. Algunos intérpretes
han declarado que la Sabiduría es la estrella que siguie-
ron los Magos 7 y que les condujo hasta Cristo. Se trata
de la Buena Estrella.
La otra fuerza, la ccmala estrella» o «el astro», corno la
llama Gichtel aquella que mantiene prisioneros a los
hombres en el engañoso mundo de las apariencias, recibe
en las obras de los teósofos varios nombres: ccel espíritu de
las estrellas», «el Diablo», Satán, etc.
Su papel es exactamente el contrario al del Maestro o
Mago; en vez de regar aquel «grano» que permanece ocul-
to en el corazón del hombre, se esfuerza en secarlo, ilu-
sionándolo con las apariencias perecederas e impidiendo
que éste pueda crecer y dar fruto. El es «Príncipe de este
rnund0>> 8 o el «Adversario» que lo ata a su angustiosa
situación caída en la que demasiado a menudo vive en la
más atroz irrealidad, seducido por los «bienes de este
11
mundo», cautivado por efímeros y caducos placeres, sin
darse cuenta de que en el momento de su muerte todo se
desvanecerá corno un suefio, se derrumbará como un edi-
ficio que carecía de una base sólida.
Gichtel había inventado, inspirándose en Boehme, un
curioso ejemplo para explicar quién es Satán. El Príncipe
de este mundo es el jardinero de este mundo. Arremete
contra aquellos que quieren saborear los frutos de vida,
pero halaga y agasaja a aquellos que se pasean discutiendo
sobre las flores y los frutos.
Según Boehme y Gichtel existe un medio para librarse
de las influencias del «Espíritu del Mal» y armonizar con
el «Espíritu de Dios», la Sophia.
Tocarnos aquí el punto en el que se unen Magia y
Misticismo, pues la solución que proponen los dos teó-
sofos pertenece a lo que se conoce habitualmente corno
mística. Desarrollaremos este tema más adelante, pero
antes comentaremos otro aspecto, muy poco estudiado,
de lo que se conoce por Magia.
El papel del Mago era, como hemos visto, magnificar,
hacer grande, hacer crecer el «grano» sepultado en el cora-
zón. Es la magnificación del Dios prisionero en el centro
del hombre, la elevación hasta su Aurora del Sol interior
que nos habita. 9
El texto sagrado nos ensefia que Dios creó al hombre
«a su imagen y semejanza» ( Gén 1-27) y bien podríamos
decir que si perdura algo de la ((semejanza», poco queda
de la ((imagen». El terna de esta ((imagen», el «eikorP> de los
gnósticos, merecería un estudio exhaustivo que no podrí-
amos hacer aquí. Señalemos únicamente que la palabra
12
griega eikon es la traducción exacta del término hebreo
Tselem; para G. G. Scholem, el gran especialista en
Kábbala y tradición hebrea, Tselem correspondería a la
«Daentt» iraní, a la que nos referiremos también al hablar
de la Sophia. La Magia que nos proponen los teósofos es
la recuperación de esta imagen, su restitución, que no es,
finalmente sino la Shekinah, la Sophia celeste, mediante el
desarrollo sistemático y consciente de una «imaginación
activa», capacidad trascendente del ser humano tan aleja-
da de la imaginación que conocemos y que mejor llamarí-
amos «fantasía», como lo está el cuerpo glorioso de Cristo
de las apariencias astrales o ectoplásmicas de un fantasma.
En su Aurora Naciente (XXl-121), Jacob Boehme defi-
ne esta imaginación como una capacidad de reproducción
de los fenómenos sobrenaturales que no pueden ser per-
cibidos más que por los «ojos del espíritu». Pero este desa-
rrollo no puede darse fuera del marco adecuado, so pena
de caer en manos de las fuerzas más oscuras del psiquis-
mo. En una carta fechada el 13 de Octubre de 1699,
Gichtel escribía:
«Pues nuestra alma está situada entre el cielo y el
infierno, y puede transformarse con tanta facili-
dad en ángel como en diablo por medio de la ima-
ginación».
13
ducir música sin la ayuda y el genio del músico. El hom-
bre, por sí solo, no puede nada. Si le abandonara el alien-
to que le hace vivir, perecería; pero si es capaz de entre-
garse a esta fuerza, fuerza inteligente y regeneradora que
es la Sophia divina, puede alcanzar las más altas cotas
reservadas a la Creación de Dios. 10
Esta «fuerza» a la que nos referíamos queda perfecta-
mente reflejada en la palabra hebrea «EP>, término que
significa <<Dios, fuerza, hacia». El sirve también para indi-
car la dirección. La dirección por excelencia es el centro.
Pascal definía a Dios como «una esfera cuyo centro está en
todas partes y cuya circunferencia en ninguna». En el ser
humano, el centro se ha asociado siempre al corazón,
órgano de la «Imaginación creadora». 11 Gichtel habla de él
como de un «espejo oscuro» y define al hombre como
«una constelación simple» que «vive en un movimiento
incesante hacia su centro» (T.P. 1-7).
Nuestra imaginación de hombres caídos es ya una fuer-
za, un poder que a menudo desconocemos y que puede
desarrollarse como afirma Gichtel «por la fe y la voluntad».
Estas dos facultades humanas, estas dos fuerzas o virtudes,
escribe nuestro autor, «son una magia y una atracción
magnética que, por un violento deseo, atraen a Dios y al
Reino de los Cielos por su propio apetito, introduciéndo-
los en la carne y la sangre del hombre nuevo. 12
El misticismo mágico de la Teosofía es, pues, la aplica-
ción pragmática de sus doctrinas, verdadera práctica mís-
14
tica que es lícito diferenciar de aquella ascesis desencarna-
da y evasiva que comúnmente se conoce bajo este nom-
bre. Como nos recuerda constantemente Corbin, 13 cual-
quiera que entra en el camino espiritual careciendo de
una seria y sólida formación filosófica, se expone a todas
las trampas e ilusiones, a todas las alteraciones que hoy en
día designamos bajo el nombre de esquiwfrenia.
La Teosofía es, pues, una mística, un intento y un
camino de penetración en los misterios más inefables y
sagrados de la Creación, cuyo conocimiento vedado al
hombre a causa de su estado caído, puede revelársele gra-
cias a su Regeneración. No es una mística de evasión,
ascética, sino una búsqueda paradójicamente (cactivo-
pasiva» en la vida encarnada de cada día, a la que el bus-
cador intenta asociar cada vez más la divinidad, y cuya
finalidad última, expresada en el lenguaje cristiano, es la
corporificación de Cristo en el místico.
Podría establecerse un paralelismo entre algunas ideas
gichtelianas y el quietismo. En alguna de nuestras notas
hemos relacionado las palabras de nuestro teósofo con las
de Miguel de Molinos. El postulado básico del quietismo,
que alcanzaría su apogeo con Mme. Guyon, es la necesi-
dad de la búsqueda de Dios inscrita en lo más profundo
del ser humano. La aprehensión experimental de la pre-
sencia de Dios obliga al alma a hacer que cesen sus movi-
mientos para dejar actuar a Dios. Es el simbolismo de
María, que dijo:
«He aquí a la sierva del Señor; hágase en mi según
su palabra» (Luc. 1-38).
15
Como escribía Miguel de Molinos en su «Guía
Espiritual» (1-4): 14
«El principal y continuo ejercicio ha de ser paci-
ficar ese trono de tu corazón para que repose en él
el soberano rey».
16
le habla desde lo más profundo de él, que es la misma con
la que conversa cuando lee las Escrituras o cuando está en
oración, y adaptando su vida a sus dictados, el místico
puede recobrar su dignidad perdida. Así su trabajo, su
búsqueda no es algo pasivo; es pasivo, receptivo respecto
a Dios, pero activo frente al mundo y a sí mismo.
El Manantial de la Vida, la Fuente de la Sabiduría, el
Espejo de la Verdad son lo mismo y están en el interior
del ser humano; lo importante, lo urgente diríamos, es
estar constantemente abierto a sus efluvios y a sus luces y
dejar que puedan hablar y actuar a través nuestro. El autor
de El Mensaje de nuevo encontrado, obra a la que haremos
alusión más de una vez en nuestras notas a la Theosophia
Practica, hablará tres siglos más tarde de un silencio de
Dios, ccel único que nos instruye plenamente». Con gran
razón Marie-Madeleine Davy opina que
«Entrar en sí mismo es una aventura cuyo objeti-
vo es conquistar el reino interior del que ha sido
exilado el hombre». 15
15. Ver M. M. Davy Encyclopédie des Mystiques Parfs, 1972, pág. IV.
17
JOH}l.NN GEORG GICHTEL 16
18
La vida de Gichtel experimentó, como hemos visto,
un cambio radical a partir de 1664 cuando se relacionó
con las ideas espiritualistas de Ernst von Weltz. No se tra-
taba únicamente de una reacción, por lo demás lógica y
normal, al dogmatismo de la ortodoxia, sino de la géne-
sis de un movimiento que tendría también sus repercu-
siones en la filosofía y la literatura, con casos como
Leibniz, Juan Valentin Andreae 17 y más tarde los prerro-
mánticos alemanes.
Otro personaje que con Ernst von Weltz tuvo un papel
importante en la orientación filosófica de Gichtel fue
Friedrich Breckling, autor de una obra de más de 45 títu-
los en la que predica un cristianismo social independien-
te de las instituciones y confesiones eclesiásticas. Maestro
de Quirino Kuhlmann con el que mantuvo correspon-
dencia, Breckling vivió también en Amsterdam, en el mismo
exilio espiritual que Gichtel. Es muy posible que nuestro
autor haya vivido algún tiempo en casa de Breckling, en
Amsterdam. Gichtel se sentirá siempre en esta ciudad
como un extranjero, ya que su patria nunca dejará de ser
Ratisbona. Su exilio, sus penalidades, sus dificultades de
todo tipo fueron como aguijones que provocaron una
actitud meditativa frente a la vida, cuyos resultados y con-
clusiones diseminará en sus cartas y en la Theosophia
Practica. En Amsterdam buscó la soledad, pues se sentía
decepcionado de las actividades redentoras y reformado-
ras que emprendió en su juventud. Allí vivió una vida
contemplativa, casi eremítica, un verdadero retiro en el
desierto de los hombres.
19
Durante este retiro voluntario, Gichtel se encontró
con alguien que, a través de sus escritos, iba a cambiarle
la vida: Jacob Boehme.
Al poco tiempo de conocer la obra de Boehme, famoso
ya en Holanda desde 1558, nuestro autor la devora, pro-
fundamente impresionado por las doctrinas del filósofo
teutónico y por sus audaces interpretaciones de la Escritura.
En 1665 se habían editado en Amsterdam unas veinte
obras de Boehme, siendo ésta la ciudad europea en la que
sus ideas tuvieron una mayor repercusión. Amsterdam era
una de las ciudades comerciales más florecientes del globo.
Este tipo de actividades, a las que los magos y teósofos
tacharían de mercurianas, no están sin relación con la
vida intelectual. En el siglo XVII Amsterdam era, por
decirlo de algún modo, la editorial y la librería de Europa.
Gichtel pudo encontrar allí trabajo como traductor y lec-
tor en una célebre editorial, lo que le salvó de la miseria.
Alrededor suyo fue formándose una asociación de bus-
cadores que no llegaría a organizarse hasta su muerte. El
nombre con el que ha pasado a la historia, «Comunidad
de Hermanos de la Vida Angélica», lo debemos a
Ueberfeld, su discípulo y biógrafo. En más de una ocasión
Gichtel insistió sobre la inutilidad de la vida en común,
defendiendo, sin embargo, la oración en grupo. La
«Comunidad de los Hermanos de la Vida Angélica» reu-
nió a unos treinta discípulos que pronto fueron combati-
dos por sectas rivales. Gichtel había conocido personal-
mente muchas de estas sectas, de las que probablemente
sacó a alguno de sus discípulos. En sus cartas podemos ver
hasta qué punto estaba informado de las doctrinas y
movimientos heterodoxos de su época.
Su voluminosa correspondencia conoció varias edicio-
nes a principios del siglo XVIII bajo el nombre de
20
Theosophia Practica. En 1723 apareció un tratado póstu-
mo de 175 páginas que se llamaba «Una breve revelación
e instrucción». Poco sugestivo, este título se convertiría en
sucesivas ediciones en la Theosophia Practica que hoy
conocemos y editamos, que bien podría ser una antología
del pensamiento de Gichtel realizada por Ueberfeld.
DOCTRINAS DE LA TEOSOFÍA.
LA HERENCIA DE BOEHME.
21
Sin embargo, Él es el único misterio cantado por la
creación entera, débil reflejo, pero reflejo al fin y al cabo,
de su belleza inefable.
22
de «profundidad del Universo» y «profundidad de
Dios», Boehme no puede sino exclamar «¡Ninguna cria-
rura puede medir su profundidad!». El ser divino no
puede ser captado, aprehendido o comprendido por la
criatura caída, humilde ser de barro que recubre al
hombre verdadero, espirirual, áureo. Sólamente éste
puede lograrlo, ya lo hemos visto, cuando está ilumina-
do por Dios. Los sentidos externos y la razón razona-
dora no pueden llegar hasta la «profundidad». La «teo-
logía de la razón» es incapaz de entrar en contacto con
este misterio inefable. Antes que Hegel, Boehme se dio
cuenta de que no era posible hablar de Dios más que
mediante dos proposiciones contrarias que constiruyen
dos polos opuestos dialécticamente. Pero todo esto
queda en palabras y nuestro teósofo quiere ir más allá.
Su sed de absoluto no le permite detenerse en ellas y
busca la experiencia a través de las tres expresiones más
claras y palpables de la divinidad: las Escrituras, la
Creación y el Hombre.
Por su parte, Gichtel escribe que
«No podemos percibir la profundidad de la divi-
nidad más que por destellos y como dentro de un
espejo oscuro».
(T.P.I.-26).
23
«Aunque Dios está presente en todas partes, sin
embargo sólo es presente a ti en la parte más
honda y más central de tu alma. Los sentidos
naturales no pueden poseer a Dios ni unirte a
Él... mas existe una raíz u hondura de ti, llama-
da centro, base o fondo del alma. Esta hondura
es la unidad, la eternidad, casi dije la infinidad
de tu alma, pues es tan infinita que nada puede
satisfacerla o darle descanso sino la infinidad de
Dios».
24
Así el ser humano, «microcosmos», pequeño universo,
corresponde al «macrocosmos», el gran universo. Los
astros siguen un curso análogo al destino de los hombres
y la vida humana es una suerte de comedia cuya trama
está escrita en las estrellas.
Según Paracelso la signatura rerum, la «signatura» de
las cosas, nos da la posibilidad de entender objetos y suce-
sos en su propio idioma, su lenguaje auténtico.
Conociendo la «signatura» de las cosas, el iniciado puede
penetrar hasta su centro; los astros o los planetas, las esta-
ciones o las plantas, las manos o las piedras, todo le habla,
todo le canta estrofas del misterio de la vida.
El sentido auténtico y el motivo mismo de la vida
humana, de la existencia encarnada, es, para los teósofos,
una «elevación hasta la Luz», ascensión hasta el cielo o
retorno a la Patria Original. La vida del buscador no es,
pues, ni puede ser, como el infierno que consume el alma
del hombre que nada busca y que ahoga la voz que le
habla desde su interior con los gritos de su inconsciencia
desesperada, cobardemente instalada en la rutina y el
tedio. La vida es el don divino, el sueño mágico, la aven-
tura sagrada que ha de transcurrir bajo los dictados de
Sophia, la Sabiduría Celeste, una vez se la ha encontrado.
Mientras no se ha logrado tan preciado trofeo, no es
vida; es una muerte silenciosa, inconfesada, una degene-
ración progresiva e inconsciente de nuestros anhelos y
facultades.
Esta «ascensión-retorno» a la que es llamado el hombre
caído, exilado de sus orígenes metafísicos, es posible gra-
cias a la presencia en el hombre de una «huella» de la divi-
nidad, de un perfume o una fuerza que le impulsa, las más
veces inconscientemente, a regresar al mundo de luz. Se
trata de la «hondura del alma» a la que ya hemos hecho
25
alusión, del «intelecto», tal como lo entendía Dante 18 , el
«nous» del Corpus Hermeticum que, separado de su parte
celeste ora aspira desesperadamente hacia ella, ora la desea
y la atrae con fervor.
En sus Aclaraciones sobre la Magia 19 von Eckhar-tshau-
sen declaraba que se trata de «un principium generationis
indestructible e inmucable, preexistente a los cuerpos y
superviviente a su creación». Esta idea no le era, en modo
alguno, extraña al esoterismo hebreo, en el que nos
encontramos con Lutz, un pequeño hueso indestructible
que todo hombre posee, que es la «simiente de la resu-
rrección».
El hombre ha de conocerse a sí mismo y a la naturale-
za intelectualmente, en el verdadero sentido de esta pala-
bra. A través de estos dos conocimientos se manifestará el
conocimiento de Dios, como en un espejo, dada la armo-
nía fundamental que existe entre el hombre, la naturale-
za, y Dios. Pero este conocimiento, esta gnosis ha de
entenderse en el sentido bíblico: el verbo conocer, iodea
en hebreo, comporta una cognotación profundamente
sensible, aplicándose incluso al acto carnal.
La palabra hebrea mano, iad, está relacionada etimoló-
gicamente con iodea, conocer. ¿Qué podríamos concebir
que sea más concreto, más sensible que una mano? No
nos parece disparatado, aunque sí algo atrevido, usar para
26
comprender el sentido profundo de algunas expresiones
como «conocerse a sí mismo» o «conocer a la naturaleza»
una técnica kabbalística: en lugar de «conocer» leeremos
«fecundar».
«Fecúndate a ti mismo» nos parece mucho más evo-
cador y sensible que «conócete a ti mismo» en una
época en la que hemos olvidado qué es el auténtico
conocimiento. De todos modos, si esto no queda total-
mente claro, el «fecundar a la naturaleza» no deja lugar
a dudas 2º. La naturaleza, desde el punto de vista del her-
metismo, es una suerte de producción del hombre, una
hierofanía de su propia alma a la que nos referiremos al
hablar de la Sophia. Es una especie de «tierra» o de
«campo» virginal que ha de ser fecundado por el «nos-
otros mismos» más auténtico e íntimo, siendo éste el
camino que conduce al conocimiento sensible y palpa-
ble de la divinidad. Así como el hombre necesita de una
mujer terrestre para «arrojar» su simiente material, le es
preciso también una celeste con la que unirse espiri-
tualmente.
LACAíDA
27
Tres puntos de vista nos parecen útiles al considerar el
mito o, mejor dicho, el misterio de la Caída: las causas, el
hecho en sí y las consecuencias.
En lo referente a las causas, los teósofos nos ofrecen
varias interpretaciones, varias explicaciones. Sin embargo,
éstas no son sino diferentes maneras de aludir a una causa
única. Vamos a considerar sólamente dos de ellas, a modo
de ejemplo, para que el lector pueda hacerse una idea
aproximada del pensamiento que animaba las doctrinas
que componen la Theosophia Practica.
En la primera nos hallamos ante la caída de Lucifer, ser
«portador de luZ» y muy cercano a Dios. A raíz de su
pecado, la terra lucida, para emplear un término caro a
Boehme, creada por las manos del Creador, deja de estar
en su estado primitivo para convertirse en un barro sucio
y maloliente. El paraíso terrestre original deja de existir.
La tierra exterior que conocemos es «maloliente y amar-
ga» ya que, «por su rebeldía Lucifer ha hecho que las fuer-
zas de la naturaleza se volvieran ardientes, amargas, agrias,
ácidas, oscuras e impuras». La caída de Lucifer es, pues,
una catástrofe cósmica anterior al pecado de Adán.
Deseoso de restablecer el orden en su creación, cccaoti-
zada» a raíz de la caída de Lucifer, Dios creó al hombre y
el mundo sensible. La creación de Adán es una prueba de
la infinita bondad de Dios. El destino del hombre es,
pues, muy elevado: ha de contribuir a la restauración del
Cosmos.
Según von Eckartshausen, Adán estaba entonces íntima-
mente unido a la Sabiduría divina, a la Sophiri- 1• Después
28
de la caída, fue separado de ella, de aquí que la revelación
o la ciencia para recuperar esta unión con la Sophia le sea
tan necesaria.
Creado «a imagen y semejanza de Dios», el hombre
está destinado a la felicidad eterna, pero su libertad esen-
cial le permitía permanecer unido a la Sophia, o separarse
de ella. El Adán primordial revestía «un cuerpo inmortal
constituido por la energía concentrada de la luz y de los
elementos puros», cccuerpo que no tenía que haberse ali-
mentado más que de alimentos incorruptibles y no haber
conocido la muerte». Rey de la creación, Adán participa-
ba en la perfección original del Creador, pero la caída de
Lucifer fue seguida por la de Adán, que quiso «saborear el
fruto del árbol de la mezcla».
«Por el goce del alimento destructible, el hombre
se ha vuelco destructible y material; la materia se
encuentra, por así decirlo, entre Dios y él». 22
29
Comiendo este fruto, el hombre transgrede los manda-
mientos divinos y pierde la inocencia original, cayendo en
el estado en el que le conocemos.
Otra explicación de la Caída afirma que Adán es «la
imagen del Dios de los Tres Principios» y que Sophia es su
cuerpo de luz. Antes de la Caída estos tres principios esta-
ban en equilibrio y Sophia unida a Adán. Pero el princi-
pio de cólera y de tinieblas quiso predominar sobre los
otros dos y manifestarse, destruyendo así el equilibrio y el
orden anteriores. Adán también deseó unirse en amor car-
nal, pues el Diablo le aconsejó que se apartara de Sophia
e hiciera como los otros animales.
En vez de seguir reinando sobre la materia, Adán se
unió a ella y se dejó cegar por el mundo de las apariencias.
El hombre, creado libre, fue esclavizado por la mate-
ria y por los sentidos. El ser inmortal cayó en su interior
y así desaparecieron de él la inmortalidad, la felicidad y
la vida. El hombre se convirtió en un esclavo del tiempo,
y el cuerpo inmortal y corruptible cubrió al cuerpo
inmortal e incorruptible con la opacidad y la pesadez
propias de la materia.
Las consecuencias de la caída son demasiado evidentes
para que nos detengamos en ellas. El hombre perdió su
estado edénico y cayó en un mundo de esfuerzos, com-
plicaciones, problemas y desgracias. Su inteligencia lumi-
nosa se convirtió en la oscura razón, y su beatitud eterna
degeneró en goces y alegrías esporádicos y pasajeros.
EL ANDRÓGINO
30
rios de la Caída y de la Regeneración. Nuestro teósofo se
basa también aquí en las concepciones antropológicas y
antroposóficas de Jacob Boehme. Según éstas, el hombre
total es andrógino, incluye al mismo tiempo el principio
masculino y el femenino. Este problema no puede sepa-
rarse del contexto general de la historia del pensamiento
religioso, ya que en todas las tradiciones, en todas las
mitologías nos encontramos con divinidades o seres que
disfrutan de los dos sexos, en una especie de unión supra-
sexual original.
En el pensamiento occidental, el que obviamente
influenció a Gichtel, nos hallamos ante dos autores, ante
dos ideas de donde procede el mito del androginato:
Platón y el Génesis Bíblico.
En su Banquete (189-e), Platón declara que:
«En aquellos tiempos, el andrógino era un géne-
ro distinto y que, tanto en la forma como en el
número, contenía a los otros dos, era al mismo
tiempo macho y hembra... la forma de estos hom-
bres era redonda, tenían cuatro manos y cuatro
piernas, dos caras alrededor del cuello ... ,.
31
En el libro del Génesis (Gen. 1-27) podemos leer que:
«Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,
macho y hembra Él los creó»
24. Los Midrashim son comentarios del texto bíblico muy estu-
diados por los kabbalistas. El más importante de ellos es el
Midrash Rabbah, redactado entre el primer y quinto siglo después
de J.C.
32
En una obra póstuma25 este autor afirmaba que:
«la razón natural del hombre o su luz constituye
la Eva original».
LASOPHIA
33
«El día de Navidad de 1673, a las once de la
mañana (Gichtel) vio en espíritu una nube negra;
luego una nube blanca de la que salió la virgen
celeste Sophia-Jesús y que se desposó con su alma
de modo que pudo verla y oírla incluso corporal-
mente; ésta le reveló misterios cuya enunciación
llenaría varios volúmenes, y sus nupcias finaliza-
ron a principios de 1674 ... »
34
«Sophia poseía un lenguaje central, sin palabras
externas, sin sonidos, sin vibraciones en el aire,
que no se parecía a ninguna lengua humana; sin
embargo, él la comprendía tan bien como si le
hablara en su lengua materna...
35
«Reencontrar esta novia que era nuestra, significa
que volvemos a tomar posesión de nuestra digni-
dad perdida desde la Caída, y que volvemos a ser
profeta, sacerdote y rey... ». 28
36
instantes en el texto bíblico. En el Libro de la Sabiduría,
atribuido a Salomón, nos hallamos ya ante una «sophio-
logía» cuidadosamente elaborada. Muchas de las concep-
ciones con que nos encontraremos en la obra de Gichtel
y, especialmente, de von Eckartshausen, proceden de
este libro.
La Sabiduría, en griego Sophia, no alude a un conoci-
miento o capacidad intelectual o mental, sino cordial, del
corazón (en latín cor-dis). El texto bíblico no deja duda de
ello pues:
37
Este autor nos parece más claro en sus exposiciones
que los demás, sobre todo cuando se refiere al misterio de
la caída y lo relaciona con la Sophia.
A raíz de la Caída, la humanidad está envenenada,
enferma.
«El principio incorruptible cuya expansión forma-
ba la perfección de Adán se concentró en el inte-
rior y abandonó el exterior al dominio de los ele-
mentos. Fue así como una materia mortal cubrió
pronto la esencia inmortal, y las consecuencias
naturales de la pérdida de luz fueron la ignorancia,
las pasiones, el dolor, la miseria y la muerte». 30
38
espiritual que permite a Dios manifestarse y ser aprehen-
dido por el hombre33• Esta Sabiduría, esplendor de Dios,
estaba al principio en su seno. Atraída al espíritu del hom-
bre por la fe, esta substancia, «corporeidad gloriosa de
Jesús», hace que renazca en nosotros la razón de la que
fuimos separados (ver el tema del andrógino) y seamos
capaces de ver las cosas desde un nuevo ángulo.
La Sabiduría divina es un ser real y verdadero; es
«como la raíz del paraíso de Luz». En términos velados,
toda la Biblia habla de ella. Un extraordinario trabajo,
poco conocido, de San Alberto el Grande llamado la
«Biblia Marial» nos lo demuestra versículo por versículo.
39
duría humana o filosófica, sino a la Sabiduría directriz de
la Creación, gracias a la cual podemos conocer a Dios
como Sabio.
Según Henry Corbin 34, la Hikmat no es tampoco un
simple cúmulo de búsqueda filosófica o de dialéctica
teológica. «Se traduciría mejor Hikmat por "Sabiduría"
(Sophia) pero a condición de usar este término en su
acepción "sophiánica", marcada por la huella de la gno-
sis... El adjetivo "sapiencial" (derivado de sapientia,
sabiduría) no deja tampoco que se vea su origen (sape-
re, 'saborear, probar, experimentar')». Este autor estudió
exhaustivamente el sugestivo tema de la «teosofía orien-
tal» que para él es «la Sabiduría del Sabio que acumula
al mismo tiempo el más alto conocimiento especulativo
y la experiencia espiritual más profunda». Esca teosofía
puede llamarse especulativa en el sentido que transfor-
ma el ser del Sabio en un espejo, un speculum, en el que
se alzan las luces que vienen del Oriente espiritual. Este
tipo de Sabio, de Teósofo, no es simplemente un místi-
co que ha tenido alguna experiencia, pero que está des-
provisto de formación filosófica. Es un hombre que ha
seguido ambos caminos, que son paralelos.
En el mazdeísmo, la Sophia recibía el nombre de
Daena. «El tercer día que sucede al exitus, el Elegido ve
venir hacia él, en la entrada del Puente Chinvat, una
forma deslumbradora en la que reconoce a una joven
más bella que cualquier belleza del mundo terrestre.
Maravillado, la interroga: «¿Quién eres?». Ella respon-
de: «Soy tu Daena, la que tus pensamientos, tus actos y
40
tus palabras han hecho ... Era bella, me has hecho más
bella aún» 35 •
Este magnífico párrafo traducido por Corbin es, a
nuestro parecer, superior a cualquier definición de la
Sophia. La claridad, la belleza y la poesía que de él se des-
prenden, superan cualquier formulación filosófica y son
más capaces de tocar la fibra sensible de nuestra alma.
Nos referimos ya a la Daena al estudiar Las Bodas
Alqulmicas, especialmente al hablar de la «naturaleza»
dentro del hermetismo 36 • La Daena, como afirma Corbin,
«es, pues, el Ángel que acude al encuentro del alma post-
mortem» o «el guía que coloca al Elegido en el camino» y
corresponde a la «Naturaleza Perfecta» del hermetismo, y
al ángel alado que se le aparece a Christian Rosenkreutz al
principio de Las Bodas Alqulmicas.
Cuando Hermes se encuentra con ella, le pregunta:
«¿Quién eres?» y ésta le responde «Soy tu Naturaleza
Perfecta».
Para el místico iraní Sohrawardi, esta Daena le pre-
existe, ya que fue ella quien le dio a luz en el mundo espi-
ritual, como una madre, que también le preexistió, le dio
en el material. No podemos dejar de citar aquí un enig-
mático versículo de El Mensaje de nuevo encontradtr7 que
se refiere sin duda a este misterio:
«El engendra a su madre, y su madre lo engendra
en el mundo para la salvaguardia de los Santos y
los Sabios».
41
El trabajo del teósofo durante su vida encarnada en
este mundo que mejor llamaríamos inmundo, consiste
en engendrar a su Madre, a su Sophia «con sus pensa-
mientos, sus palabras y sus actos». Si ésta es bella, él la
hace más bella; he aquí el Arte.
En el «mundo por venir», el verdadero mundo, pues
esta palabra procede de un verbo que significa «limpiar,
purificar, sacar la corteza», la Sophia lo engendra «para la
salvaguardia de los Santos y los Sabios».
En el seno de la Kábbala nos encontramos con una
doctrina de la doble Sophia o Hokmah, que correspon-
de a la doble Hé del nombre divino y a la doble
Shekinah. Esta idea se encontraba ya en las concepcio-
nes gnósticas de Valentín38• La Sophia interior, prisione-
ra en la materia hílica, precisa de la celeste para que se
opere su liberación. Existe una conexión entre el inte-
lecto, el nous o la chispa divina prisionera en el hombre
y esta Sophia interior. «El santo, bendito sea, le dijo a
Salomón: puesto que tu nombre es como el de mi glo-
ria, te daré mi hija» 39•
Otro texto kabbalístico, al interpretar «La tierra
entera está llena de su gloria» (!salas Vl-3) explica que
«esta tierra o esta gloria es la Sabiduría». En el
Apocalipsis de Esdras dimos ya noticia de esta tierra»,
esposa celeste, 40 que en el marco de la teosofía recibirá
el nombre de Sophia.
42
EL DRAMA DEL HOMBRE Y LA SOPHIA
43
unirse a ella será poderoso, aún más de lo que nunca hubie-
ra podido imaginar, pues Ella es la Fuerza que mueve a las
fuenas que los poderosos querrían controlar, el hombre con-
tinúa batallando para hacerse con el poder, satánico orgullo
que le devorará el alma. Aunque su corazón intuye que cuan-
do la haya amado habrá conocido y gustado todo el secreto
del amor, el hombre persiste en su obstinación egótica, entre-
gándose al burdo ejercicio de una sexualidad vacía, castrada
de todo sentimiento trascendente, desprovista de poesía y
asaz alejada del Amor para el que fue creado. Todo el miste-
rio que, nostálgicamente, persiguen los hombres en la unión
sexual que nunca acaba de satisfacerles, les sería desvelado en
su unión con Ella. Todo el deseo de poder y de fuerza que
les consume en el mundo, desaparecería cuando gozasen de
la Consciencia, metafísico poder, invencible fuerza.
El dinero en el que tanta fe tienen, pero que nunca ha
movido montafias, a lo sumo las ha destruido, les apare-
cería como la satánica caricatura del gratuito y mágico
poder de la Providencia. Todo el saber y el conocimiento
que buscan en su ciencia profanadora y profana, les pare-
cería ignorancia si comulgaran con Aquella «que enseña el
secreto de los seres y de las cosas». No necesitarían dis-
traerse más de su angustia, ni buscar el olvido momentá-
neo de su aislamiento, pues conocerían que la vida es gozo
y comunicación eternos con su Fuente, la Sophia, la
Sabiduría Celeste, la Amada del Filósofo.
TEOSOFÍA Y TEOSOFISMO
44
La Teosofía, de Sophia y theos era, en esencia, un cono-
cimiento profundo de Dios, de la divinidad, que se ha
dado en todas las épocas y en todas las culturas. Sin
embargo, la denominación de Teosophia aplicada a una
corriente de pensamiento, apareció por primera vez en el
siglo XVI, referida a las doctrinas de magos y alquimistas
como Cornelio Agrippa o Paracelso, aunque las concep-
ciones con que nos encontramos en sus obras o en las de
teósofos posteriores suelen ser más antiguas. El neopita-
gorismo y el platonismo, la kábbala o las ideas gnósticas
se cuentan entre las fuentes de las que más bebieron los
autores teosóficos.
Impropia y vulgarmente se ha dado también el nombre
de teosofía a algunas formas de espiritismo y ocultismo
que constituyeron la orientación doctrinal de una preten-
dida «Sociedad Teosófica» contemporánea. Esta «Sociedad
Teosófica» no está, ni por su origen histórico ni por sus
doctrinas, emparentada con la Teosofía de los siglos XVII
y XVIII y, menos aún, con sociedades iniciáticas más anti-
guas. El nombre mismo de «Sociedad Teosófica» lo recibió
accidental y casualmente de su fundadora Elena Petrowna
Blavatsky. No podemos, por obvias razones de espacio, dar
detalle aquí de las trampas, fraudes y mentiras que llena-
ron la vida de esta aventurera; dirigimos al lector al docu-
mentadísimo estudio de René Guénon: El Teosofismo,
Historia de una pseudo-religión. 41
El fin de la «Sociedad Teosófica» lo declaraba así su
manifiesto: «Conseguir el conocimiento de la Naturaleza
45
y de los atributos del Poder supremo y de los más encum-
brados espíritus mediante procedimientos ftsicos». 42 Los
fundadores de esta <<Sociedad», «conscientes de que toda
tentativa para adquirir la suspirada ciencia ha fracasado en
todos los demás países, vuelven sus ojos al Oriente, cuna
de todos los sistemas religiosos y filosóficos.»
No entendemos como con semejante manifiesto esta
«Sociedad» ha pretendido presentarse como espiritualista
o mística. No alcanzamos a ver aquí más que un materia-
lismo ciego e inconsciente que, como el ocultismo y el
espiritismo en los que se inspira, concede una importan-
cia excesiva al fenómeno, lo cual está en franca oposición
con las ideas de los verdaderos teósofos.
Renegando de sus raíces, conociéndolas mal y a
medias, cuando no desconociéndolas, Mme. Blavatsky
inventó una serie de maestros a los que llamó
Mahatmas con los que pretendía estar en contacto tele-
pático. Escribió varias obras como lsis sin velo o La
Doctrina Secreta en las que es fácil descubrir varias
manos. Las páginas que no plagió de autores más anti-
guos y poco conocidos, proceden de concepciones ocul-
tistas o espiritistas. Pero Mme. Blavatsky, cuyo carácter
era neuróticamente contradictorio, no tardó en descu-
brirse cuando escribía a su compatriota Soloviov:
«Diré y publicaré en el Times y en todos los dia-
rios que el maestro Morya y el Mahatma Koot-
Hoomi son sólo el producto de mi propia imagi-
nación, que los he invencado ... » 43
46
En 1883 un profesor de Nueva York, E. Kiddle denun-
ció al público cierto mensaje vendido por los teosofistas
en «El Mundo Oculto» como «precipitado» y obra de un
Mahatma pero que, en realidad, era la simple reproduc-
ción de un discurso suyo pronunciado en Lake Pleseant
en 1880. Poco tiempo después, la Sociedad Londinense
de Investigaciones Psíquicas envió a Adyar, sede de la
Sociedad Teosófica, una comisión encargada de estudiar
los fenómenos de Elena Petrowna Blavatsky. Al cabo de
medio año de investigaciones y maduro examen de los
hechos, el Dr. Richard Hodgson, que la presidía, declaró
formalmente que Mme. Blavatsky ceno es la portavoz de
videntes desconocidos al público, ni tampoco una aven-
turera vulgar, sino que ha conquistado su puesto en la his-
toria como uno de los más cabales, ingeniosos e intere-
santes impostores, cuyo nombre merece pasar a la histo-
ria». Se concluyó que nuestra heroína era «rea de un largo
y continuado complot con otras personas para producir
por medios naturales una serie de prodigios aparentes, y
así sostener el movimiento teosófico.»
La sucesora de Mme. Blavatsky fue una inglesa, Annie
Besant. A la muerte de la aventurera rusa, surgió un largo
y enconado debate entre tres de los subdirectores de la
ccSociedad». Los tres, naturalmente, se dijeron en comuni-
cación directa con los Mahatmas. En esto coincidieron,
aunque los dictados de los Mahatmas eran contradictorios.
Hubo acusaciones mutuas, fraudes, pleitos, y todo acabó
con la abdicación poco clara del coronel Olcott que había
sido fundador de la ccSociedad», en favor de Annie Besant.
Es casi cómico, por lo ridículo de la cosa, ver que la
autora de folletos como ccUn mundo sin Dios» o «El
Evangelio del Ateísmo», que había declarado en el
Congreso de Libre-Pensadores de Bruselas que «trabajaba
47
para propagar el ateísmo» iba a convertirse en la directo-
ra de una pretendida «Sociedad Teosófica».
Sin embargo, esto resultará menos chocante si recor-
damos las declaraciones que hizo Mme. Blavatsky a Mr.
Alfred Alexander: 44
«Nuestro objetivo no es restaurar el Hinduísmo,
sino barrer el Cristianismo de la faz de la Tierra».
48
cer información fidedigna referente a la Teosophia, dife-
renciándola del Teosofismo, dejamos el tema para otra
ocasión, con la esperanza de que estas breves notas habrán
servido para alertar a algún lector.
49
sin fin, pero hemos creído que al lector y no a nosotros le
corresponde meditar ahora y saciar su sed de Absoluto en
las mágicas y místicas palabras de Johann Georg Gichtel,
teósofo cristiano.
Juu PERADEJORDI
50
1
ÜEL GRAN MISTERIO DE LA REVELACIÓN
DIVINA SEGÚN EL TIEMPO Y LA
ETERNIDAD EN LA FORMA HUMANA
53
nuestra alma de la vida elemental y de la sideración
terrestre, 2 y volvernos hacia la vida interior divina de
Jesucristo; hay que apelar a la gracia de este caro médi-
co,3 para que Él se digne abrir nuestros ojos, cerrados
hasta entonces por el diablo desde el Paraíso, a fin de
54
que recobremos nuestro ojo de luz4 para reconocer y
contemplar a Dios en nosotros; sin lo cual todo per-
manecerá un misterio sellado e inconcebible a nuestro
ojo sidérico razonable.
55
tierra; y muchos desearían que no hubiese resurrec-
ción, para que sus obras no salgan a la luz. 5
6. Así como no hay que enterrar el talento que nos es confiado (ver
Mateo XXV-25), tampoco hay que guardar para uno mismo la sabi-
duría que se adquiere. El Talmud (Sanhedrin 99-a) dice que de aquel
que estudia la Torah pero no la enseña, la escritura dice: «ha despre-
ciado la Palabra de Dios».
56
4. He trabajado mucho de este modo durante mi juven-
tud, habiendo leído en la Escritura Santa que Moisés,
Josué, David y otros hombres santos hablaban con
Dios y veían el cielo; pero yo no podía realizar mi
intención.
8. Ens se refiere a codo lo que existe o puede existir. Para Boehme ( \4Jn
ekr Gnaeknwah!V-29) se traca de «la naturaleza exterior que forman
las estrellas y los cuatro elementos, en tanto que mundo creado». Mens
se refiere a la inteligencia, al alma o al pensamiento. Gichtel parece
decir aquí que su visi6n de Dios no fue únicamente intelectual y espi-
ritual, sino también física. Esta descripci6n recuerda sorprendente-
mente a la de la recepci6n de la Torah por parte de Moisés.
57
6. Esto es lo que Él ha cumplido fielmente: para Él sean,
pues, el honor, el poder, la fuerza, el reino y el esplen-
dor en la Eternidad. Amén.
58
oficios, estudios y negocios, y haciendo a los hom-
bres buenos o malos, ricos o pobres, altos y bajos,
como cada uno puede constatarlo. Adán cayó en este
régimen por su falta, y ha arrastrado consigo a todos
sus hijos, 11 de suerte que actualmente, sin un com-
bate porfiado, y sin la regeneración, no podremos
salirnos.
59
En estas siete formas el Diablo, la antigua Serpiente,
está escondida y ha envenenado el alma, sobre lo cual
puede consultarse el Apocalipsis, 5. 12
60
11. La raíz de este Mundo del Fuego es el Mundo tene-
broso con la constelación tenebrosa, que tiene ence-
rrado en sí el Mundo del Fuego, con todos los diablos
y las almas condenadas; es el lugar de separación del
Bien y del Mal, es la criba que no deja que nada impu-
ro pase al cielo interior de Dios. 14
61
13. Porque nmguna lengua humana puede expresar el
dolor que causa la hoja de esta espada. Bienaventurado
aquel que ahora se purifica y llama a Jesús: la segunda
muerte 16 no tendrá poder sobre él. Hay de aquel que
retarde este cuidado, porque aullará y rechinará los
dientes, y maldecirá el día en que nació, y deseará no
haber vivido jamás. 17
18. Gichtel distingue entre dos tinturas (tinktur), una que está en el
cenero del corazón, y otra divina, celeste, que es como un fuego de
amor que viene a encenderla. En esta ocasión se refiere a la celeste,
que es una suerte de vehlculo de Dios. Estas dos tinturas correspon-
den a la doble Sophia a la que hicimos referencia en la introducción.
62
15. El Mundo Tenebroso oculto contiene las tres primeras
formas, hasta el Fuego, y se llama el Infierno, fuera del
Fuego, es la potencia severa de Dios, hacia la cual el Dia-
blo ha tendido, y la ha infernalizado, lo mismo que Adán.
18. Porque s6lo con este nuevo vestido puede llegar ante
la Santísima Trinidad y servir a Dios muy Santo, en
espíritu y en verdad, por las plegarias, los homenajes
63
y las adoraciones, como Melquisedec, sacerdote del
Altísimo.
19. Ella (el alma) llega a su meta como una novia que sus-
pira tras muchos meses por su novio Jesús, y que al fin
es conducida a la cámara nupcial, 21 mas es necesario
que haya pasado por las formas del Fuego, y que haya
vivido sus años de prueba.
64
21. Y aunque ella descienda alguna vez a alegrar a su aman-
te en la codicia tenebrosa, a fin de que no se ensom-
brezca y desespere, no se queda mucho tiempo; se reti-
ra, tanto dentro del hombre interior como dentro de su
principio interior. Por eso la paciencia y la humildad son
necesarias. 23
65
mente de la imagen virginal; este es un secreto oculto,
conocido sólo de aquellos que viven en su intimidad.
24. Dios está más cerca del hombre que sus mismos pensamientos,
pues es lo más íntimo e interior del ser humano. Nos encontramos
con esta idea en todas las tradiciones. Para el Corán (L-16), por ejem-
plo, "Dios está más cerca del hombre que su vena yugular».
66
27. El primer vistazo es muy débil, y es del todo imposible
concebir hasta dónde el espíritu, por medio de largo
ejercicio, atraviesa la profundidad y llega a la compren-
sión del mysterium magnum,27 así es como lo he experi-
mentado y digo algo más en el capítulo quinto.
67
describir, y cuyos abismos no puede concebir el apren-
diz por medio de lectura alguna, deben pasar al Ser y
atravesar el fuego interior; después de lo cual se
podrán poner las experiencias en el papel. Se recono-
cerá sólamente que se ha sentido en el alma bastante
más profundamente que por la lectura.
29. Nos hemos referido ya en la nota 11 a este «libro escrito por den-
tro y por fuera». Se trata de la Palabra o del Cristo que mora en nues-
tro interior.
68
de este mundo, como ama su vida y desdefia el Bien
imperecedero, muchas cosas le permanecen selladas.
69
un guía que le conducirá en todos los abismos y le
abrirá todas las cerraduras y todas las puertas, 31 como
nos han dado testimonio y nos enseñan por su ejem-
plo todos los hombres iluminados; fuera de esto no se
encuentra nada.
31. El Espíritu Santo es la llave que abre todas las puertas. Nos
encontramos con esta idea en los cuentos populares en los que el
Espíritu Santo está representado por un pájaro, a menudo una
paloma o un ruisefior. Recordemos que, en francés el ruiseñor es el
rossignol palabra que designa también a las ganzúas o llaves maes-
tras.
Jacob Boehme opinaba que en el espíritu del hombre había una
cerradura y que el Espíritu Santo era la única llave que abría esta cerra-
dura (Morgenriite IX-16). Probablemente Gichtel se ha inspirado en él.
70
mente en las almas, 33 custodiado por la Cólera de
Dios, que debe ser previamente vencida por medio del
Amor de Jesús; sin esto no se encuentra nada, pues la
Cólera custodia fuertemente lo que ha devorado.
33. Gichcel nos ofrece aquí una magnífica exégesis alegórica del
Génesis y del Evangelio: El Ttsoro, la Perla preciosa evangélica (ver
Mateo XIII-44) o el Fruto del Árbol de la Vida (ver Glnesis 1-24), se
craca de lo mismo. Es la perla del Canto de la Perla, custodiada por
un temible dragón, cuya búsqueda y posesión conscicuye el verda-
dero destino del hombre, el motivo profundo de su vida.
71
mentir, y no dejes que tu corazón te lleve hacia la
duda.
72
44. Después el Espíritu de Dios sale con el alma hasta la
Naturaleza más exterior y le enseña, adelante y atrás,
la generación del Uno, como majestad del Ternario, a
través de las Siete Formas, y el alma siente un júbilo
mucho mayor en esta ciencia que en todos los tesoros
del mundo.
45. Pues no hay nada que pueda ser más caro a un alma
como Dios, el amor eterno, cuyo dulce sabor sobre-
pasa a toda concepción humana, al grado de que ni el
retórico o poeta más hábil, empleando todo su arte,
podría expresarlo.
37. Este velo representa lo mismo que la cerradura a la que nos refe-
ríamos en la nota 31.
73
48. Porque en dicha figura se comienza en la Naturaleza
exterior, donde la vida humana rueda y se arremolina
de afuera hacia adentro.
74
53. En segundo lugar, el alma no esclarecida encontrará aún
una piedra sobre su camino, si cree que, en el hombre
interior regenerado, el principio medio es el de la Luz;
se ve en la figura correspondiente que el mundo ígneo
es el centro y el punto de separación entre la Naturale-
za exterior temporal y la Naturaleza interior eterna.
75
Muy Aleo en el abismo de Luz, como se explica en el
capítulo siguiente. 41
76
11
ÜEL HOMBRE NATURAL
79
vida del hombre, y no puede concebirse de otro
modo; cada una descansa en su voluntad propia, su
fuego o su espíritu.
80
Dragón ígneo o Espíritu-de-este-Mundo; y está unido
también a la primera vida como el hombre con la
mujer; su raíz está en el Abismo.
81
10. En estas dos Vidas, bajo la forma humana, el ser no es
sino un animal diabólico; tiene exteriormente una
cualidad dulce o salvaje, y según el alma, no es sino un
desagradable gusano.
13. Esto sale aún del fuego del corazón, pero a un grado
más profundo, como se verá en el capítulo siguiente.
82
15. Su acción, su movimiento, es el Espíritu Santo, pro-
ductor de la alegría celeste; porque da al Fuego del
alma el agua dulce de la Vida eterna para que se refres-
que, y haga de la Angustia un júbilo.
83
19. Advirtamos que en el combate de esta triple Vida,
Adán aspiró los tres principios, porque deseaba degus-
tar y probar sus cualidades; por ello Dios desmembró
su vida, como lo enseña claramente el Cristo. 6
21. Por ello somos eternos, mientras que los animales son
creaturas perecederas de las que no queda sino la som-
bra. Mas al final de los tiempos resucitaremos para el
juicio y la condenación eterna, o para la alegría y el
esplendor eternos.
84
dido en la Naturaleza terrestre y los elementos infe-
riores por la mano del hombre.
85
vientre de su madre, como lo explican las figuras de
Caín y de Abel, de Esaú y de Jacob. 8
86
30. De esta oposición vmo la enemistad y el combate
entre las simientes, 11 de suerte que de un padre y de
una madre salieron hijos de naturalezá, afectos inclina-
ciones muy distintos.
87
34. Ved pues vuestra miseria, ved en qué podredumbre
está prisionera la vida, y cómo la muerte la rodea por
todas partes; no sabemos en qué instante uno u orro
de los elementos va a sublevarse en el cuerpo, asfi-
xiando a la vida, ahogándola, o secando la humedad
radical. 13
88
37. El Espíritu de vida de este hombre terrestre es el aire, 14
con las siete Formas, terrestres y siderales:, su visión es
la luz del sol; su centro es la Tiniebla eterna, que lo
aprisiona si no llega a la regeneración.
89
40. El Alma-de-Fuego se separó de su querida auxiliar
para ser su propia dueña y para hacer su voluntad en
este mundo porque creyó que la fuerza y la potencia
de los milagros le eran propias.
90
duramente como Faraón 16 gobernó a los hijos de
Israel; de suerte que buscamos los honores, el renom-
bre, el esplendor, la voluptuosidad y la grandeza,
como si fuéramos a vivir eternamente en este mundo.
91
48. El Fuego divino, cuando arde en el Amor es igual-
mente útil y bueno, y no puede prescindirse de él, por-
que da al hombre modo de ver en las tinieblas, ayuda
a que se produzcan los milagros de Dios y da fuerza y
potencia a la luz; lleva las cosas de la Obscuridad al Ser,
lo que le sería imposible a la luz sola. Provoca la ale-
gría, el contento y el júbilo en el Cielo, así como el
dolor en las Tinieblas.
92
51. Los signos de los planetas representan la rueda de la
Naturaleza exterior, el cuerpo sidérico que se enrolla
en sí, y también hasta en el sol. Alrededor del sol hay
una serpiente, 19 que es el Diablo en el espíritu del
mundo, el cual se insinúa en nuestra forma de vida
terrestre, hasta el sol.
93
56. Pero actualmente estás en forma de Anticristo, y odias
la Luz porque tus obras son malas. Tu propia Voluntad
irascible y creatural es la que te hace perverso y conde-
nable, y no Dios; es ella la que te hace caminar y obrar
según sus leyes, te hace desobediente al Espíritu de
Dios y te impide ser el novio de la celeste Sophia.
94
me en pos de las cosas superiores, así estoy tranquilo; si
no soy llamado a la hora sexta, Dios puede llamarme a
la undécima; quien sólo se carga de una cruz, debe lle-
varla; si Dios quiere darme una, bien sabrá encontrarme.
95
62. Debiera querer salir de la caballeriza del Diablo, per-
der su propia Naturaleza, morir y encontrar un vio-
lento adversario que la precipite fuera de la sombría
Raíz ígnea con la duda, la angustia, la incredulidad, la
impaciencia y la cólera.
96
65. Dios no acepta la Voluntad egoísta; ella no es sino un
demonio adverso y obscuro en el hombre, y pertene-
ce al infierno y no al cielo. 2s
97
68. Mas la meta de esta voluntad es la de someterse y obe-
decer al Creador, de ser abierta humildemente al abis-
mo de la Luz divina para lo que ella quiera obrar y
revelar; la Voluntad debe comer con fe el Verbo del
Señor como la carne y la sangre erística del hombre
interior, y no nutrirse de frutos terrestres venidos del
cuerpo exterior.
98
en ella su Fuego de Amor, para que tienda hacia ella
un claro esplendor, a fin de que la Voluntad egoísta
llegue a ver el horror del dragón.
27. Idea típicamente: teosófica la del carácter ígneo del alma. Otros
autores la han comparado a una lámpara cuya luz arde mientras tenga
aceite:, pero se: apaga cuando éste: le falta.
99
75. ¿Quién va a castigar y convencer a este Dios egoísta?
Mora en un bello animal, bajo forma humana; por
fuera parece piadoso, honrado y devoto, va a las igle-
sias, comulga, honra a los amos y a los pobres, se
vanagloria de ser cristiano y estar predestinado a la
beatitud, donde espera las gracias celestes.
100
79. Yo siento muy bien la adversidad diabólica en mi
egoidad creatural; se esconde voluntariamente en el
hombre y no quiere ser ahogada; mas yo dejo actuar a
Aquel que reina.
101
82. La ciega razón se dirige en estos términos a la Voluntad
propia: Si todos los hombres marchasen sobre las hue-
llas del Cristo, y lo siguieran uniformemente, el Mundo
no podría subsistir más, porque no habría ya alimento.
102
mento falte, y de que el mundo se estremezca; eres tú,
razón ciega, la única causa del mal, al invertir los da-
ros preceptos de las enseñanzas del Cristo para refor-
zar los deseos personales. 29
30. Ver Mateo Vl-24 y Lucas XVl-13. Gichtel expone aquí magis-
tralmente las causas de la división interior, orígen de la hipocresía y
de la esquizofrenia espiritual.
103
89. Que paraliza los pobres miembros del Cristo y el com-
bate contra la cólera de Dios, de suerte que los obliga
a llamar a Dios en su auxilio.
31. El versículo evangélico que Gichtel acaba de citar (ver nota 30) apa-
rece en algunas ediciones protestantes como «no podéis servir al mismo
tiempo a Dios y a Mammóm1
104
93. El Cristo, al hablar de su futuro juicio33 nos enseña que
pondrá a los pobres a su derecha y a los ricos a su izquier-
da diciendo: Estuve hambriento, sediento, desnudo,
enfermo y prisionero, y lo que habéis o no habéis hecho
a mis pobres miembros, a mí mismo lo habéis o no
hecho; y a cada uno lo recompensará según sus obras.
105
96. Y aunque quisieras dar a un cristiano todas las joyas
de tu Mammón, no las aceptaría, porque vive en com-
pleta abnegación de todos los bienes terrestres; es un
pobre dichoso, rico en divinidad, lo que no es un
pobre temporal. 35
35. Toda esta disenación sobre la pobreza bien pudiera parecer puro
moralismo para el lector no familiarizado con las doctrinas de la
Kábbala. El pobre es el ~yo» del hombre, su individualidad caída que
nada puede por sí misma, pero es capaz de hacer maravillas con la ayuda
del cielo. Señalaremos que «yo», en hebreo, es «Ani», escrito con Alef,
Nun y lótt «pobre» es también «Ani», escrito con Ayin, Nun y lód. Esta
palabra deriva de un verbo que significa «oprimir, aceptar». Ya señala-
mos la diferencia kabbalística entre la Alefy la Ayin (ver el Apocalipsis
de Esdras op. cit. pág. 39). El pobre se vuelve rico cuando la Ayin se
convierte en Alefo sea cuando se hace uno (A/efvale uno) con el Rico.
106
fianza, y mendigaría y se volvería esclavo del mundo y
de su estómago.
107
pobres, y los ricos nada dan voluntariamente porque
pueden enriquecer a los pobres.
108
Santo en su corazón, a fin de oír lo que el Señor le
dice; mas un pobre temporal sólo se ocupa de las
cosas de este mundo.
109
113. Yo me propuse no conocer más a ningún hombre, por-
que cernía a la razón, que hoy en día es la reina del
mundo, que codo lo quiere gobernar, y presentía que
iban a venir fuerces combates a causa de esas relaciones.
110
118. Sí, cara razón, has dicho bien. ¿No serías tú la pri-
mera que rehusaría si te predicamos y te decimos que
dejes tu casa y nos sigas?
111
mas cienamente no salió del odio, de la envidia o de la
amargura.
112
ello hay que ponerse en paz con Él, porque es justo
y verdadero.
113
132. Y cuando el alma llega al límite de la octava forma
ígnea, donde está Moisés con su ley, y el Diablo40 lee al
alma el registro de sus pecados, el Cristo es el mediador
y el intercesor del alma, 41 a fin de que reciba aun una
mirada de la gracia y conserve un fulgor de esperani.a.
133. Pero por ello no aconsejo a nadie que peque, porque allá
donde la Cólera de Dios está muy excitada, quema
inexorablemente, como se ve su semejanza en el fuego
natural, y mientras más se le echen leña y aceite, mejor
quema, de modo que cada quien se tenga por advertido.
114
teorías son las de Dios, y las sigue, en vez de escuchar
las palabras y las órdenes de Lo Alto.
115
140. Puede uno maravillarse de que el celo de la Iglesia
primitiva se haya desvanecido tan pronto, y de que
haya pasado del rechazo de los bienes terrestres a una
aceptación egoísta.
116
145. Tornemos pues y llamemos a Jesús, que descendió de
la casa de su Padre celeste para ayudarnos a abstraer
nuestra voluntad creatural de todo deseo terrestre y
regresar hacia su Padre -y seámosle sumisos hasta la
muerte de la Cruz.
117
149. «Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo
lo demás lo tendréis por afiadidura.» 46 «No os preo-
cupéis, que el Padre tiene cuidado de vosotros.» 47
«Buscad los tesoros que duran eternamente, etc.»48
118
153. Esta tempestad no nos afectó poco, y nos llevó a la
oración, porque el Diablo creyó poder darnos por
vencidos.
119
158. Y aquel que dice: este es mi bien y mi prosperidad, roba
a Dios, y deberá rendirle cuentas. Dios creó todo para
uso común, y no para la soberbia ni la comodidad.
159. Y esos ricos que han encerrado en sus cofres las rique-
zas de Dios, que no han ayudado a los pobres cristia-
nos en tiempo propicio, oirán con terror estas pala-
bras: Alejáos de mí, malditos, id al fuego eterno que
está preparado para vosotros y para los diablos. 51
120
162. Hablo sin orgullo y en verdad; el Señor es mi testi-
go: Si los bienes del mundo entero me fueran ofreci-
dos a cambio de la pobreza del Cristo, no los querría.
Esta preserva de la distracción y de la vanidad, y es
un Fuego divino que despierta y excita sin cesar al
amor y a la oración.
121
167. Mientras vivía en el Mundo, servía a su esplritu, estan-
do obligado a hacer lo que éste quería; mas cuando la
gracia de Dios me asió por dentro, y fui reprimido y
castigado por la vida llevada según el mundo, me quitó
mi alimento, se llevó todo lo que tenía, y no me dejó
ni una camisa, pensando que iba a pisotearme.
122
111
EL HOMBRE REGENERADO
125
3. Y cómo por ello pueda desear conocerse a sí mismo, y
contemplarse en la luz de la sabiduría divina, que se
interiorice con ardiente aplicación en el centro más
profundo de su alma, que ruegue sin cesar, que llame
al Espíritu Santo, y que se abandone enteramente a Él
con todo lo que posee en cuerpo, alma y espíritu;
tomando la más firme resolución de no flaquear en la
pobreza, la necesidad, el dolor o la muerte mas seguir
a Dios hasta el fin, con la misma firmeza con que yo
lo he hecho.
126
6. No puede representársele propiamente smo por
imágenes de soles o de estrellas, y es tan imposible
de ver como para nuestros ojos físicos el sol de
medio día. 4
127
1O. No puedo comparar las fuerzas de este cuerpo sino
con los colores de las joyas más brillantes: diamantes,
rubíes, jacintos, jaspes, etc.6
128
aire, semejante a los rayos del sol que penetran codos
los cuerpos.
129
hijos. Sería mucho mejor que te esforzaras en volver-
los piadosos.
130
blemente, mas aborrece a la voluntad propia, aun
cuando ésta haga muchas buenas obras porque actua-
ría sin la Unidad. 10
131
miento y de una conversión del exterior al interior, a
fin de que haya renovación por la pura divinidad. 11
132
pongan su confianza en Dios, y de que crean en la pro-
mesa que han recibido, de que el Padre vela sobre ellos.
13. Gichtel se refiere aqul a este mundo, con todos sus trajines y
trabajos.
133
33. Asaz he reconocido mi debilidad, y sentido las palpi-
taciones de mi corazón hasta que, por múltiples ejer-
cicios, el pequeño arbusto de mi fe se ha vuelto un
árbol robusto, que puede resistir todas las tempestades
del Diablo y de la Razón.
134
figura; este movimiento parece extraño al alma, porque
aun no conoce a Dios, y se asombra y se preocupa.
135
40. Estas palabras me causaron la más profunda admi-
ración, porque, pasada mi juventud, había buscado
a Dios fuera de mí, y solía pasar el día en el campo, o
escondiéndome en alguna cueva, contemplando el
cielo y deseando hablar con Dios, como Moisés,
David y otros hombres de Dios.
136
44. Mi caro Salvador aceptó amablemente mi oración y
me dio a beber una copa entera, dulce a la boca, mas
muy amarga al cuerpo. 18
137
tan terribles que estuve a punto de tomar mi cuchillo
para librar de tal dolor a mi vida miserable.
138
reducida a fragmentos menudos, que vi caer en los
vapores obscuros.
139
58. Pondré sin embargo al lector en guardia contra dos
tentaciones difíciles, que han hecho caer a muchos
ante mis ojos.
140
62. Porque la Virgen celeste se encierra entonces en su
centro y deja al alma llamar y esperar en vano.
141
Dios por el potente deseo de la oración ella se hace
presente y aparece en el Cielo cantando un himno de
alabanzas:
142
terio de estulticia y le llama justicia y juicio de Dios, y
no es entretanto, fuera de esto, mas que un diablo
fiero y orgulloso.
143
75. Sin fuego, nada grande ni pequeño puede producir-
se21 ya sea en la Naturaleza exterior o en la interior.
Cierto es que donde hay gran fuego, gran luz habrá;
es muy útil cuando arde en la humildad, y no sale de
su orden para devorar y consumir todo lo que tiene
alrededor.
21. Para los alquimistas el fuego era el elemento más importante una
vez conseguida la materia. No se trataba de un fuego destructor, sino
creador y regenerador.
144
IV
DEL HOMBRE INTERIOR SEGÚN
LA IMAGEN DE Dios
DE LA ENTRADA DIVINA EN ÉL COMO EN SU PROPIO TEMPLO
147
S. Por ello está en una condición miserable, como se
puede ver en la figura siguiente, para cuyo fin he repre-
sentado la espalda.
1O. Es el ojo del cuerpo, del cual habla el Cristo 1 que está
en el centro y es como una esfera.
148
11. Adentro, (o por delante en la tercera figura) está un
espejo de los dos principios interiores.
149
15. No hay que comprender que se encierra allí; mas cuan-
do aquél es rechazado en el combate por el Espíritu de
Dios, allí es donde cae.
150
JO. Y no sin razón se le llama Mysterium Magnum, pues con-
tiene dos seres y dos voluntades: la Unidad y la Mul-
tiplicidad, la cual se introduce en una avidez hasta el
Fuego y la Luz; en el fuego está comprendida la Vida
natural, y en la Luz, la santa Vida espiritual de la unidad.
151
26. Según el tercer principio es el alma aérea, como el
Spiritus Mundi; ella arde en el calor y el frío.
152
\O. Con él luchó Jacob toda la noche, 10 igual que Jesús en
el Huerto de los Olivos; 11 cada verdadero discípulo de
Cristo pasa forzosamente por este proceso; no es dual,
no es sino un Fuego, mas revestido de dos cualidades.
153
35. Estos tres principios o mundos estaban· equilibrados
en Adán, el mundo tenebroso está en el Fuego, y el
Fuego quedó escondido en la Luz.
39. Los dos círculos son los dos principios eternos, ojos del
alma, el amor y la cólera, la luz y las tinieblas, sobre lo
cual hay que leer a Boehme en su primera Cuestión
sobre el Alma.
154
•11. Ningún hombre puede ver más que en el seno de su
madre; cada principio entraña su propia comprensi6n.
Véase Actos, XII, 12, 13.
155
46. Es menester que d lector sepa de dónde tuvo su origen
la caída en una imagen tan bella; que comprenda que no
se debió a la voluntad de Dios, como dice la razón, sino
a la propia falta de Adán, que fue creado bueno, y reci-
bió de Dios d libre albedrío, para que se desarrollara solo.
48. Después Dios dijo que no era bueno que Adán estu-
viese solo, que le faltaba un auxiliar. 13
156
das en su cuerpo femenino a fin de asemejarse a todos
los animales.
157
56. El Fuego de la Cólera es el generador del Fuego de
Amor o de la Luz, y el Padre del Hijo. Más cuando la
Cólera quiere regir al Amor, es seguida de luchas y des-
órdenes en la esencia de la luz, y aquella se extingue.
17. Esce Aer Animae, aire del alma, parece corresponder a la tierra que
Adán tenla que cultivar. ( Gén III-23), tierra celeste en la que se prac-
tica la Agricultura Cekste.
158
en el fondo de las dos vidas interiores, y debía estar-
les sometido.
18. Gichtel nos describe la caída del hombre como una debilitación
de la fuerza que lo habitaba al dispersarse ésta en la imaginación de
las apariencias, en vez de concentrarse en el verdadero centro, la
fuente de la vida. Esta debilitación le hiw caer en la inconsciencia y
permitió que fuera «mutilado» o sea que fuera separado de su Padre
Celeste. Todo el sentido oculto de la Escritura yace en el misterio del
hombre, que es el misterio de Dios en el hombre, y en el de su rege-
neración, el de su renacimiento en Dios.
159
64. Aquel que comprenda y conciba bien este fondo de
los principios, distinguirá todo el sentido oculto de la
Escritura.
160
70. Servimos al Diablo bajo un bello ropaje de previsión,
de sabiduría y de piedad, y no proferimos de corazón
la verdad, no llamamos a las tinieblas de las tinieblas,
a fin de que no nos suceda lo que predice el prover-
bio: <<A quien toca el aire de la Verdad, se le rompe el
violín sobre la cabeza». 19
161
74. Y piensan que Dios nos acogerá en el Cielo sin haber
pasado por la Muerte del egoísmo.
162
79. Desde el fondo del corazón anhelo que todos los
hombres se vuelvan semejantes al Cristo, y lo consi-
deren, por encima de todo, como su muy caro
Prometido. Acogerían ciertamente con alegría su
pobreza, y darían gracias a Dios eternamente.
163
viene también que triunfen bien pocos, puesto que
prefieren la vida terrestre a la de Cristo.
164
89. Y si lo recibes en tu corazón, y si tu alma está encen-
dida, ten mucho cuidado de no dejarlo extinguir, ni
hacerlo tragar, porque el Diablo tiene hambre de él.
165
brando el corazón atraviesa el alma con sus rayos y la
abrasa por entero.
97. La cara Sophia entiende todo esto con gozo, besa al alma
interiormente, la reviste de su presencia y oculta todos
los pecados.
166
19. Entonces parece como una bola de fuego (Véase la
1
167
que ella se crea que es una gran cosa y que es llama-
da por Dios para cumplir grandes maravillas en el
mundo.
168
ce en el amor de Jesús recibe fuerza sin cesar y es
capaz de sobrepasar al Tentador y de llevar su cruz.
169
dido la vida, los supervivientes esperan siempre ven-
cer al sitiado.
170
sión, de donde Jesús me libró por su sangre y su
muerte, y hubiera oscurecido mi bella perla.
171
lo que come, bebe o viste, aunque esté cargado de un
cuerpo terrestre, corno los hombres. 27
172
125. Si ellos no han reconocido al Señor en este mundo,
¿cómo podrían discernir a los pobres miembros des-
preciados, vestidos, como los demás hombres, de un
cuerpo terrestre tenebroso? Se necesita de otro ojo
diferente para reconocer al pobre cristiano.
173
Escritura como Le place, y no como la concibe la
raz6n, que no reposa sino en la carne. 29
29. «El Espíritu de Dios sopla cuando le place» (Juan III-8), con plena
libertad, mientras que la pobre razón humana lo entiende todo según
sus limitaciones. Así al interpretar la Escritura, no puede hacerlo sino
desde un punto de vista histórico, moral o literario, totalmente externos.
La comprensión del sentido profundo de las Escrituras solamente
puede darla, aunque parezca poco razonable, aquel que las inspiró.
30. Ver T.P. 11-65.
174
134. Que es la auxiliadora del alma, a donde ella desciende
espiritualmente, y produce en otras almas oraciones,
verbos y enseñanzas espirituales.
175
riquezas de Mammón, para que, cuando éstas falten,
os reciban en las moradas eternas».
176
145. Ahora bien, la turba reside en la cohabitación terres-
tre, de donde resulta en germen el combate de los
tres Principios, que obscurece siempre la bella luz en
el alma.
177
de que la turba o la Cólera divina no tenga poder
alguno sobre su alma, y no le vele la faz o la luz de
Dios.
34. Ver I Corintios VII-1. Observemos que si San Pablo critica la for-
nicación, y admite la posibilidad del amor carnal dentro del matri-
monio, Gichtel se manifiesta extraordinariamente severo en lo que a
la sexualidad se refiere. Creemos que la razón de esta actitud podría
encontrarse más en algún episodio de su vida que en las doctrinas de
la Teosofía. Ver también T. P. V-107.
178
153. El hombre interior está con su celeste Sophia en una
unión santa y oculta; para nada debe acoger pensa-
mientos impuros, sino combatirlos prontamente.
179
V
=---
DEL COMBATE DE MIGUEL
Y EL DRAGÓN
183
como jerarca Humano, y lo llevó a la caída y a la des-
obediencia.
184
tinieblas, ni angustia, ni dolor, ni combate, ni adver-
sidad; no podremos decir que Dios creó un contrario,
pues Lucifer era un príncipe del cielo, como Adán lo
fue sobre la tierra en el Paraíso.
12. Dicha razón hace así del buen Dios un simple diablo,
como lo infieren sus escritos, y ciegas conclusiones,
185
siendo que Dios es amor, y en toda la eternidad, no
puede desear más que amor.
14. Porque una cosa única no hace sino una cosa, y aun-
que sea buena en sí, no conoce ni el bien ni el mal,
pues en ella no tiene nada que la haga sensible.
186
17. Así vemos y comprendemos que, en tal separación,
cada Voluntad distinta se introduce en una forma pro-
pia, y que el combate de las voluntades por la forma
consiste en que, en la repartición, ninguna forma es
semejante a la otra, aún cuando salgan todas de un
mismo fondo.
187
22. Y su movimiento provoca en el Bien el deseo del repo-
so y del regreso a lo Eterno. En esta Operación se
encuentran la sensibilidad, el conocimiento y la
voluntad.
188
27. Si todos los sentidos estuvieran fundidos en uno solo, no
tendrían sino una voluntad y harían siempre una misma
cosa; (CÓmo podría el temperamento reconocer y figu-
rar las maravillas y las potencias de la divina sabiduría?
189
33. Y como la voluntad divina no ve cosa alguna ni de la
Naturaleza ni de la creatura, no contiene dolor, ni sufri-
miento, ni contrariedad; así la comprensión y el cono-
cimiento dimanan de la pronunciación del Verbo.
190
de voluntades en un ser: primero la voluntad divina,
que sólo se introduce en la sensibilidad y en la operación
para manifestar las fuerzas, los colores y las virtudes.
4. Se trata de los dos hombres de los que habla San Pablo: el celeste
y el terrestre. Este último es, en cierto modo, como una corteza que
recubre al celeste, al Adán caído que clama por su libertad perdida.
Ver 1 Corintios XV-47.
191
43. Y estos dos seres están comprendidos en dos princi-
pios, como puede verlo el lector en las figuras que se
anexan.
192
48. La caída de Adán tuvo lugar también al dejarse extraviar
por los taimados discursos del diablo, que condujeron a
su voluntad creatural a una complacencia egoísta.
193
S3. La primera figura del primer capítulo enseña al lector
cómo el hombre es una verdadera imagen de Dios, se-
gún, los tres principios, y que Dios está mucho más cer-
ca de él, en el fondo interior, que fuera de él, en el cielo.
194
58. La voluntad propia empieza a horadar durante la pri-
mera juventud, e introduce su vida animal en las
maravillas de los astros y de los elementos; vive de
acuerdo con sus impulsos, en el bien y el mal de fondo
pagano; es puramente un diablo, Satán y dragón de
enemistad que resiste a Dios en sus actos y su con-
ducta toda.
195
63. Abre la comprensión de la Sabiduría oculta, de suerte
que en seguida reconoce el alejamiento de la cristian-
dad de la vida de Jesús, el error de sus sentidos en el
servicio exterior de Dios, y la torre de Babel de las
múltiples religiones del Mundo sobre Dios y el culto
verdadero.
10. Gichtel alude a los dos ojos carnales que nos permiten ver las
apariencias del mundo de la dualidad, y al tercer ojo espiritual, que
nos deja percibir las realidades del Mundo de la Unidad.
196
67. Dios le hace comprender, al iluminarlo, que su volun-
tad propia es ese drag6n de fuego de que habla el
Apocalipsis XII, contra el cual debe luchar el hombre
por la fuerza de Jesús.
197
buen Dios, tanto como lo pudo alcanzar mi propia
expenenc1a.
198
la parte tenebrosa sobre las divisiones de la voluntad,
determina el disturbio y la confusión en la rueda del
temperamento e impide el bien por donde puede.
199
da de este dolor lacerante y alcanzar en sí el Paraíso o
Temperamento.
200
87. ¡Ah! ¡Cómo estrecha la celeste Sophia a su ardiente
prometido contra su corazón, cuando se encuentran
en la conjunción del amor! Esto es lo que saben bien
aquellos que han sido convidados a estas nupcias.
201
tristeza como en la alegría, y si la seguirá con perseve-
rancia en todas las travesías.
202
introducir, por medio de un deseo potente, al Amor
de Dios en el Fuego colérico de nuestra alma;
203
103. Reina enseguida en el principio medio de la Luz,
sobre el fondo ígneo de los principios primero y ter-
cero.
204
108. Se saben las lecciones que el mismo Cristo dio, y
las que nos transmitieron los escritos de los Após-
toles.
205
113. Han recaído en la Matriz terrestre, engañado a su
cara Sophía, nos han desgajado cruelmente y han
arrojado la buena semilla, si bien que Dios tuvo que
cortar estos brotes y estas espinas inútiles.
206
118. Lo semejante ama lo semejante, 15 se dice; y como
esto es natural, no hay que sorprenderse de que el
Cristo ame a aquellos que se le asemejan.
207
121.ÉI abraza y besa por igual a todos sus convidados,
mas que ninguno se confíe en sus brazos, que nin-
guno Le conduzca a la cámara nupcial oculta, si no
ha sufrido anees el examen en los desiertos de la
carne, y ha triunfado sobre el Tentador.
208
126. No es bueno mirar el curso del mundo, nt querer
seguir con la mayoría el camino ancho que conduce
a la perdición cuando podemos escoger, con los
pocos, el estrecho camino del reino de los cielos. 17
17. De nuevo el tema de las dos vías o de las dos sendas. Ver (T.P. 1-39).
Cada uno de nosotros escoge, y en ello escriba la libenad humana, su
camino: el de la alegría cona y pasajera y el de la beatitud eterna.
209
130. La necesidad de arrojarse en Dios, y confiarse en Él
invisible como si fuera visible, viene de Dios sólo, y
se desarrolla por medio de un largo ejercicio. 20
21. Ver Mateo XVIl-20. La fe es, pues, como la simiente del Árbol de
la Vida que, según los kabbalistas, hay que hacer crecer a través del
estudio de las Escrituras.
210
134. Él nos prometió que todo lo que pidiéramos en espí-
ritu y en verdad en Su nombre, nos será concedido
por nuestro Padre Celeste. 23
211
tras Dios y el hombre sean agobiados, y que la fe y el
amor hayan triunfado, como veremos en el magnífi-
co ejemplo de Job el paciente.
212
morada, aunque entonces yo vivía muy escondido y
pensaba permanecer desconocido;
213
permaneció firme en el proceso del Cristo, fuimos
amenazados de muerte y tuvimos que combatir
hasta la sangre contra el dragón de la Voluntad.
214
súplicas, suspiros y deseos ininterrumpidos) es un
ángel de Dios, un carro nupcial del Espíritu Santo,
el Prometido de Sophía y una obra de Dios Padre.
215
el diablo, Satán, la antigua serpiente26 que se alza
contra Dios y sus obras, que Le combate en Sus que-
ridos hijos, y que es el carro, el templo y la morada
del Diablo.
216
163. Exteriormente, la persecución, la cárcel, los grilletes,
los ultrajes, las burlas, el destierro y la muerte, por-
que tiene potestad sobre la vida exterior, y si aban-
donarlos podemos, pierden su fuerza.
217
169. Que debe erguirse, alzarse por encima de los Tronos.
y despreciar lo que no se parezca a su potencia ígnea.
218
THEOSOPHIA
PRACTICA