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JOHANN GEORG GICHTEL

THEOSOPHIA
PRACTICA
Introducción de Julio Peradejordi
THEOSOPHIA
PRACTICA
fig. 1
THEOSOPHIA
PRACTICA
fig. 2
THEOSOPHIA
PRACTICA
La Rueda del Génesís yor la ímagen de Díos en el Hombre
los tres yríncíyíos del ser Dívíno

fig. 3
THEOSOPHIA
PRACTICA
Elemenws: rugwnes:
Fuego • L:::. corazón
AgUa 7 H0ado
Tzerra 9 I'Ulmones
Aíre 8 Vej~a

fig. 4
THEOSOPHIA
PRACTICA
~-Ó3.

regenerado
nacímíenWíntmw
en el cori:aón
a¡lastmW a
/- la íente
·~
"' say

fig. 5
THEOSOPHIA
PRACTICA
TABLA DE FIGURAS

Inspiradas en las obras de Jacob


Boehme, estas ilustraciones fueron ide-
adas por Gichtel si bien es muy probable
que Gichtel no fuera el autor material
de las mismas.

fig. 1-2 El hombre perfecto


fig. 3 La rueda del Génesis
fig. 4 El hombre terrestre
fig. 5 El hombre regenerado

Las figuras propuestas por el propio


autor de la Theosophia Practica fueron
concebidas para la meditación con el
objeto de desarrollar así el «ojo de la
luZ», la «imaginación activa».
THEOSOPHIA
PRACTICA
THEOSOPHIA
PRACTICA
THEOSOPHIA
PRACTICA
)OH7\NN GEORG GICHTEL

THEOSOPHIA
PRACTICA

Una breve revelación


e instrucción

l
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Biblioceca Esotérica
THEOSOPHIA PRACTICA
johann Georg Gichtel

I • edici6n: Noviembre de 2003

Titulo original: Theosophia practica


Introducci6n y notas: ju/i Peradejordi
Disefio de portada: lvlichael Newman

© 2003 by Ediciones Obelisco, S.L.


(Reservados los derechos para la presente edici6n}

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Printed in Spain

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Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicaci6n,


incluso el disefio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada,
transmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea
electr6nico, químico, mecánico, 6ptico, de grabaci6n o electrográfico,
sin el previo consentimiento por escrito del editor.
INTRODUCCIÓN
TEOSOFÍA Y MISTICISMO MÁGICO

Con la Theosophia Practica de Johann Georg Gichtel nos


encontramos frente a uno de los tratados de Magia más sor-
prendentes y apasionantes que ha producido el genio occi-
dental. Sorprendente por sus concepciones tan personales e
inéditas del mundo, el hombre y Dios, así como por su ori-
ginal forma de abordar los misterios más entrañables del
hombre interior; apasionante por el ardiente y vívido entu-
siasmo con el que plantea sus doctrinas, profundamente
convencido de su misión cuasi profética y, sobre todo, por
el carácter eminentemente práctico de toda la obra. Pero no
nos equivoquemos, no nos hallamos aquí, en modo algu-
no, ante uno de aquellos grimorios o recetarios que,
mediante engañosas y seductoras fórmulas, pretenden reve-
larnos los arcanos más ocultos de la creación. La Theosophia
Practica nos expone y nos propone algo de mayor transcen-
dencia, algo más simple también, pero terriblemente más
cercano a nuestros afanes interiores, a las íntimas apetencias
de nuestra alma: el conocimiento experimental de Dios, de
la Sophia y del Hombre. Conocimiento liberador, conoci-
miento integrador, he aquí el verdadero fruto de aquel árbol

7
que espera al buscador que logra penetrar de nuevo en el
Jardín Paradisíaco que Dios creó para su deleite eterno. Se
trata de la gnosis a la que el hombre puede acceder a través
de la regeneración integral de su ser entero, ya que Gichtel
no preconiza, como pretenden algunos de sus seguidores
modernos, un mero «renacimiento espiritual». Nuestro
autor plantea, describe y propone, desde las primeras pági-
nas de la Theosophia Practica una metamorfosis completa,
un renacimiento total, global, en el que el hombre recobra
su estado de antes de la caída.
Como la Teosofía de su maestro Jacob Boehme, las
concepciones teosóficas de Gichtel comprenden y se desa-
rrollan a partir de una verdadera antroposofía, un conoci-
miento profundo del ser humano que, en cierto modo, es
su piedra angular.
En los Philosophumena de Hipólito de Roma,' autor a
quien debemos los pocos datos verídicos que han llegado
hasta nosotros sobre las doctrinas y enseñanzas de los
gnósticos, leemos:
«El conocimiento del hombre es el comienzo de la
perfección; el de Dios es su consumación».

Más o menos en la misma época, Clemente de


Alejandría2 definía qué es el conocimiento del hombre;
según este autor, consiste en saber:
«Qué somos y en qué nos hemos convertido; de
dónde hemos venido y a dónde vamos; hacia dónde
corremos y de qué estamos liberados; qué ocurre con
nuestro nacimiento y con nuestra regeneración».

l. Ver Hipólito de Roma PhilDsophumena. V-46. Ed. Rieder, París.


2. Ver Clemente de Alejandría F.xcerpta ex Theodoto LXXVIIl-2.

8
Todo hombre sensible y lúcido se habrá hecho, en algún
momento de su existencia, en cualquier época y en cual-
quier país, unas cuantas, a menudo pocas, preguntas refe-
rentes al sentido y al verdadero fin de la vida humana. El
sugestivo párrafo de Clemente de Alejandría que acabamos
de ver pretende dar la respuesta a estas preguntas que, para
él, como más tarde para Boehme o para Gichtel, consiste en
el conocimiento del hombre, en su gnosis, que nos llevará
al conocimiento de Dios, consumación de la perfección.
Conocimiento del hombre, conocimiento de Dios,
Regeneración. ¿Pero -se preguntará algún lector-, qué
tendrá que ver todo esto con la Magia?
Estos son los objetivos y los fines de la Ciencia de los
Magos, le responderemos, sugiriéndole que relea la acer-
tada definición de esta palabra que dio Dom Pernety en
su Diccionario Mitohermético. 3
La Magia verdadera, la Teurgia de los antiguos Caldeos
y Persas, tiene poco que ver con las supersticiones que
tanto abundaron en la Edad Media. Sólo echando una
rápida ojeada a la obra de Jámblico nos podemos dar
cuenta cuán. cerca estaba la Magia de los Caldeos de la
oración del místico auténtico. 4
Para el teósofo existen dos tipos de Magia. Cornelio
Agrippa5 distinguía ya entre la Magia de los Cacomagos,

3. Ver Dom Pernety Dictionnaire Mytho-Hermétique París, 1781.


Tradujimos esta definición en nuestra introducción a Las Enseñanzas
tÚ jesucristo a sus discípulos, nota 1O, pág. 23 y ss., obra publicada en
esta misma colección.
4. Ver Jámblico Los Misterios tÚ Egipto 1-15 y V-26.
5. Ver, por ejemplo, La Magia tÚ Arbatelo. Numerología oculta, obras
publicadas en esta misma colección.

9
«inútil y condenable» y la de los Calomagos, «Magia
todopoderosa y misteriosa que abarca la contemplación
de las cosas más ocultas».
Existen dos Magias como existen dos fuerzas, una de
integración y otra de destrucción. La Magia Blanca y la
Magia Negra de las que tanto se habla en nuestros días
son, en esencia, la Magia de la integración y la Magia de
la destrucción. Trasladando esta idea a los planos cósmico
y humano, veremos que si existe un principio creador,
también lo hay uno destructor que, lógicamente, le es
inferior, pues depende de él. Satán no podría haber hecho
caer a Adán si Dios no los hubiera creado a los dos. En el
plano humano, esto se traduce en dos tipos de magos, los
Cacomagos y los Calomagos. Sin embargo, tanto para
Boehme como para Gichtel, el verdadero Mago no es, en
el fondo, el hombre, sino el espíritu que le conduce:
«Uno es el espíritu de Dios, y otro es el espíritu
de la razón en el cual se establece el demonio. En
el espíritu de Dios está el amor de la unidad». 6

El mismo término de ccmago» puede relacionarse con


magíster, «maestro, conductor, guía», de la raíz mag,
cchacer grande, hacer mayor» y, yendo más lejos, con el
término hebreo rab, ccrabino maestro, señor», de ribbah,
cchacer crecer, aumentar, multiplicar».
Para los kabbalistas, en cuyas doctrinas se habían ins-
pirado algunos de los teósofos europeos, el rab o el maes-
tro es simbólicamente aquel que hace crecer la semilla
divina sepultada en el corazón del discípulo a través de sus
enseñanzas acerca de la Torah y su bendición.

6. Ver Jacob Boehme Mysterium Pansophicum IX-1.

10
La Torah, de la raíz iareh, enseñar, regar, fecundar tiene
dos aspectos: uno terrestre y otro celeste, correspondien-
do este último a la Shekinah, a la que nos referiremos al
hablar de la Sophia.
Hemos visto que Jacob Boehrne distinguía entre los
dos Maestros o los dos Magos. El «Espíritu de Dios» al
que se refería es la fuerza capaz de conducir al hombre al
estado edénico. Veremos, al hablar de la Sophia, la estre-
cha correspondencia entre este «espíritu de Dios» y la
Sabiduría. No es, pues, casual que a los verdaderos
Magos se les llame también Sabios. Algunos intérpretes
han declarado que la Sabiduría es la estrella que siguie-
ron los Magos 7 y que les condujo hasta Cristo. Se trata
de la Buena Estrella.
La otra fuerza, la ccmala estrella» o «el astro», corno la
llama Gichtel aquella que mantiene prisioneros a los
hombres en el engañoso mundo de las apariencias, recibe
en las obras de los teósofos varios nombres: ccel espíritu de
las estrellas», «el Diablo», Satán, etc.
Su papel es exactamente el contrario al del Maestro o
Mago; en vez de regar aquel «grano» que permanece ocul-
to en el corazón del hombre, se esfuerza en secarlo, ilu-
sionándolo con las apariencias perecederas e impidiendo
que éste pueda crecer y dar fruto. El es «Príncipe de este
rnund0>> 8 o el «Adversario» que lo ata a su angustiosa
situación caída en la que demasiado a menudo vive en la
más atroz irrealidad, seducido por los «bienes de este

7. Ver Mateo 11-2 y ss.


8. No nos extenderemos aquí a prop6sito del papel de las fuerzas satá-
nicas, tema harto dificultoso. Remitimos al lector a la Magia de
Arbatel op. cit. pág. 134.

11
mundo», cautivado por efímeros y caducos placeres, sin
darse cuenta de que en el momento de su muerte todo se
desvanecerá corno un suefio, se derrumbará como un edi-
ficio que carecía de una base sólida.
Gichtel había inventado, inspirándose en Boehme, un
curioso ejemplo para explicar quién es Satán. El Príncipe
de este mundo es el jardinero de este mundo. Arremete
contra aquellos que quieren saborear los frutos de vida,
pero halaga y agasaja a aquellos que se pasean discutiendo
sobre las flores y los frutos.
Según Boehme y Gichtel existe un medio para librarse
de las influencias del «Espíritu del Mal» y armonizar con
el «Espíritu de Dios», la Sophia.
Tocarnos aquí el punto en el que se unen Magia y
Misticismo, pues la solución que proponen los dos teó-
sofos pertenece a lo que se conoce habitualmente corno
mística. Desarrollaremos este tema más adelante, pero
antes comentaremos otro aspecto, muy poco estudiado,
de lo que se conoce por Magia.
El papel del Mago era, como hemos visto, magnificar,
hacer grande, hacer crecer el «grano» sepultado en el cora-
zón. Es la magnificación del Dios prisionero en el centro
del hombre, la elevación hasta su Aurora del Sol interior
que nos habita. 9
El texto sagrado nos ensefia que Dios creó al hombre
«a su imagen y semejanza» ( Gén 1-27) y bien podríamos
decir que si perdura algo de la ((semejanza», poco queda
de la ((imagen». El terna de esta ((imagen», el «eikorP> de los
gnósticos, merecería un estudio exhaustivo que no podrí-
amos hacer aquí. Señalemos únicamente que la palabra

9. Ver el magnífico Magníficat de la Virgen María en Lucas I-46 y ss.

12
griega eikon es la traducción exacta del término hebreo
Tselem; para G. G. Scholem, el gran especialista en
Kábbala y tradición hebrea, Tselem correspondería a la
«Daentt» iraní, a la que nos referiremos también al hablar
de la Sophia. La Magia que nos proponen los teósofos es
la recuperación de esta imagen, su restitución, que no es,
finalmente sino la Shekinah, la Sophia celeste, mediante el
desarrollo sistemático y consciente de una «imaginación
activa», capacidad trascendente del ser humano tan aleja-
da de la imaginación que conocemos y que mejor llamarí-
amos «fantasía», como lo está el cuerpo glorioso de Cristo
de las apariencias astrales o ectoplásmicas de un fantasma.
En su Aurora Naciente (XXl-121), Jacob Boehme defi-
ne esta imaginación como una capacidad de reproducción
de los fenómenos sobrenaturales que no pueden ser per-
cibidos más que por los «ojos del espíritu». Pero este desa-
rrollo no puede darse fuera del marco adecuado, so pena
de caer en manos de las fuerzas más oscuras del psiquis-
mo. En una carta fechada el 13 de Octubre de 1699,
Gichtel escribía:
«Pues nuestra alma está situada entre el cielo y el
infierno, y puede transformarse con tanta facili-
dad en ángel como en diablo por medio de la ima-
ginación».

Gichtel hacía una distinción, que nos parece impor-


tante señalar aquí, entre «imaginar en la angustia» e «ima-
ginar en el amor».
Esta Magia o Imaginación activa es creadora; Boehme
habla de ella como de la imaginatio vera o Einbildung,
(dar forma, formar). La palabra bild o bildnis significa
imagen. Pero el hombre es incapaz de crear... Es como un
violín, más o menos afinado, al que le es imposible pro-

13
ducir música sin la ayuda y el genio del músico. El hom-
bre, por sí solo, no puede nada. Si le abandonara el alien-
to que le hace vivir, perecería; pero si es capaz de entre-
garse a esta fuerza, fuerza inteligente y regeneradora que
es la Sophia divina, puede alcanzar las más altas cotas
reservadas a la Creación de Dios. 10
Esta «fuerza» a la que nos referíamos queda perfecta-
mente reflejada en la palabra hebrea «EP>, término que
significa <<Dios, fuerza, hacia». El sirve también para indi-
car la dirección. La dirección por excelencia es el centro.
Pascal definía a Dios como «una esfera cuyo centro está en
todas partes y cuya circunferencia en ninguna». En el ser
humano, el centro se ha asociado siempre al corazón,
órgano de la «Imaginación creadora». 11 Gichtel habla de él
como de un «espejo oscuro» y define al hombre como
«una constelación simple» que «vive en un movimiento
incesante hacia su centro» (T.P. 1-7).
Nuestra imaginación de hombres caídos es ya una fuer-
za, un poder que a menudo desconocemos y que puede
desarrollarse como afirma Gichtel «por la fe y la voluntad».
Estas dos facultades humanas, estas dos fuerzas o virtudes,
escribe nuestro autor, «son una magia y una atracción
magnética que, por un violento deseo, atraen a Dios y al
Reino de los Cielos por su propio apetito, introduciéndo-
los en la carne y la sangre del hombre nuevo. 12
El misticismo mágico de la Teosofía es, pues, la aplica-
ción pragmática de sus doctrinas, verdadera práctica mís-

1O. Ver juan XV-4 y ss.


11. Ver Henry Corbin En Islam iranien Ed. Gallimard, París, 1972.
Tomo 1 pág. 228-229 y Tomo III pág. 60-61.
12. Ver Mateo XI-12.

14
tica que es lícito diferenciar de aquella ascesis desencarna-
da y evasiva que comúnmente se conoce bajo este nom-
bre. Como nos recuerda constantemente Corbin, 13 cual-
quiera que entra en el camino espiritual careciendo de
una seria y sólida formación filosófica, se expone a todas
las trampas e ilusiones, a todas las alteraciones que hoy en
día designamos bajo el nombre de esquiwfrenia.
La Teosofía es, pues, una mística, un intento y un
camino de penetración en los misterios más inefables y
sagrados de la Creación, cuyo conocimiento vedado al
hombre a causa de su estado caído, puede revelársele gra-
cias a su Regeneración. No es una mística de evasión,
ascética, sino una búsqueda paradójicamente (cactivo-
pasiva» en la vida encarnada de cada día, a la que el bus-
cador intenta asociar cada vez más la divinidad, y cuya
finalidad última, expresada en el lenguaje cristiano, es la
corporificación de Cristo en el místico.
Podría establecerse un paralelismo entre algunas ideas
gichtelianas y el quietismo. En alguna de nuestras notas
hemos relacionado las palabras de nuestro teósofo con las
de Miguel de Molinos. El postulado básico del quietismo,
que alcanzaría su apogeo con Mme. Guyon, es la necesi-
dad de la búsqueda de Dios inscrita en lo más profundo
del ser humano. La aprehensión experimental de la pre-
sencia de Dios obliga al alma a hacer que cesen sus movi-
mientos para dejar actuar a Dios. Es el simbolismo de
María, que dijo:
«He aquí a la sierva del Señor; hágase en mi según
su palabra» (Luc. 1-38).

13. Ver especialmente L'archange Empourpré Ed. Fayard, París 1976,


pág. XVI.

15
Como escribía Miguel de Molinos en su «Guía
Espiritual» (1-4): 14
«El principal y continuo ejercicio ha de ser paci-
ficar ese trono de tu corazón para que repose en él
el soberano rey».

Angelus Silesius, gran admirador de Boehme, afirma-


ba que 1<todo depende de la receptividad ... »

Receptividad, quietud, recogimiento, todo esto indica


una conversión en el sentido etimológico de esta palabra,
un cambio de dirección. Recordemos que ccEI» indica la
dirección y que ésta es hacia el centro. El hombre ha de
comprender qué difícil es captar a Dios a partir de lo exte-
rior, si sólo se fija en las apariencias. Estas son siempre
engañosas, y Él es la Verdad. La vida del hombre común
podría definirse como una desorientación metafísica; las
actividades del hombre están dirigidas hacia el exterior y
todo él está cogido en la trampa de su cotidiana realidad.
Para el teósofo, lo que ocurre en el exterior es el resultado
de lo que sucede en el interior. Su conversión consiste en
dirigirse hacia este interior, hacia este centro, donde se
hallan las verdaderas causas, como está el hijo en el vien-
tre de su madre, que, inmanifiestas, producirán con el
tiempo, la fe y la voluntad, efectos exteriores. Dios existe
y está en cada uno de nosotros esperando que nos ocupe-
mos de ÉL La divinidad, el Reino de los Cielos, la Verdad,
todo está, para el teósofo, dentro de su corazón. Tomando
consciencia de su propia plenitud, escuchando la voz que

14. Ver Miguel de Molinos, Guía espiritua~ Ediciones Obelisco,


Barcelona 1998

16
le habla desde lo más profundo de él, que es la misma con
la que conversa cuando lee las Escrituras o cuando está en
oración, y adaptando su vida a sus dictados, el místico
puede recobrar su dignidad perdida. Así su trabajo, su
búsqueda no es algo pasivo; es pasivo, receptivo respecto
a Dios, pero activo frente al mundo y a sí mismo.
El Manantial de la Vida, la Fuente de la Sabiduría, el
Espejo de la Verdad son lo mismo y están en el interior
del ser humano; lo importante, lo urgente diríamos, es
estar constantemente abierto a sus efluvios y a sus luces y
dejar que puedan hablar y actuar a través nuestro. El autor
de El Mensaje de nuevo encontrado, obra a la que haremos
alusión más de una vez en nuestras notas a la Theosophia
Practica, hablará tres siglos más tarde de un silencio de
Dios, ccel único que nos instruye plenamente». Con gran
razón Marie-Madeleine Davy opina que
«Entrar en sí mismo es una aventura cuyo objeti-
vo es conquistar el reino interior del que ha sido
exilado el hombre». 15

Es precisamente nuestra ausencia en nosotros mismos


quien permite la presencia de Dios en nuestro ser.
La Theosophia Practica se convierte así en una suerte de
ccmanual» para «entrar en sí mismo», a través del recogi-
miento interior y de la meditación de sus palabras y figu-
ras. Pensamos que, siendo, como veremos, el resultado de
una enseñanza práctica, no le será inútil al lector que
medite atentamente sus verdades e incorpore sus ense-
ñanzas a su propia vida ya que, al fin y al cabo, a través de
ella aprendemos todo lo que deseamos y debemos saber.

15. Ver M. M. Davy Encyclopédie des Mystiques Parfs, 1972, pág. IV.

17
JOH}l.NN GEORG GICHTEL 16

Expuestas grosso modo las principales ideas en las que se


bañaban Boehme y Gichtel, antes de proceder a un exa-
men más detallado de las mismas, es hora de dar alguna
noticia sobre el presunto autor de la Theosophia Practica
que hoy presentamos.
Hijo de un consejero en la Corte de Ratisbona, Johann
Georg Gichtel nació en esta ciudad en marzo de 1638,
bajo las influencias de la mística constelación de Piscis.
Nuestro autor manifestó tempranamente sus tendencias
concemplativas que tan determinances fueron para la ela-
boración de su obra. Estudiance de abogacía, abandonó
pronco sus estudios de Derecho para aprender filosofía y
teología. En 1664 conoció al barón Justiniano Ernst von
Weltz, principal promotor de un movimienco evangélico
de ideas espiritualistas. Decepcionado del protestancismo
oficial y del catolicismo, entró, según declara en una de sus
cartas, en contacto con la divinidad a raíz de una ilumina-
ción. Encarcelado y luego excomulgado, fue expulsado en
1665 de su ciudad natal. A partir de 1668, le encontramos
en Amsterdam, la ciudad de los herejes y cismáticos, des-
pués de haber residido un cierto tiempo en Austria.
Casi todo lo que sabemos sobre Gichtel procede de su
voluminosa correspondencia (que suma más de 800 car-
tas) y de una biografía suya realizada por su seguidor y
discípulo Johann Wilhelm Ueberfeld, responsable tam-
bién de la edición de 1730 de las obras completas de
Jacob Boehme.

16. Remitimos al lector a la erudita tesis de Bernard Gorceix ]ohann


Georg Gichtel, thlosophe d'Amstmlam, París, 1975.

18
La vida de Gichtel experimentó, como hemos visto,
un cambio radical a partir de 1664 cuando se relacionó
con las ideas espiritualistas de Ernst von Weltz. No se tra-
taba únicamente de una reacción, por lo demás lógica y
normal, al dogmatismo de la ortodoxia, sino de la géne-
sis de un movimiento que tendría también sus repercu-
siones en la filosofía y la literatura, con casos como
Leibniz, Juan Valentin Andreae 17 y más tarde los prerro-
mánticos alemanes.
Otro personaje que con Ernst von Weltz tuvo un papel
importante en la orientación filosófica de Gichtel fue
Friedrich Breckling, autor de una obra de más de 45 títu-
los en la que predica un cristianismo social independien-
te de las instituciones y confesiones eclesiásticas. Maestro
de Quirino Kuhlmann con el que mantuvo correspon-
dencia, Breckling vivió también en Amsterdam, en el mismo
exilio espiritual que Gichtel. Es muy posible que nuestro
autor haya vivido algún tiempo en casa de Breckling, en
Amsterdam. Gichtel se sentirá siempre en esta ciudad
como un extranjero, ya que su patria nunca dejará de ser
Ratisbona. Su exilio, sus penalidades, sus dificultades de
todo tipo fueron como aguijones que provocaron una
actitud meditativa frente a la vida, cuyos resultados y con-
clusiones diseminará en sus cartas y en la Theosophia
Practica. En Amsterdam buscó la soledad, pues se sentía
decepcionado de las actividades redentoras y reformado-
ras que emprendió en su juventud. Allí vivió una vida
contemplativa, casi eremítica, un verdadero retiro en el
desierto de los hombres.

17. Autor de Las Bodas Al.químicas de Christian Rosacruz, Ediciones


Obelisco. Barcelona, 1996.

19
Durante este retiro voluntario, Gichtel se encontró
con alguien que, a través de sus escritos, iba a cambiarle
la vida: Jacob Boehme.
Al poco tiempo de conocer la obra de Boehme, famoso
ya en Holanda desde 1558, nuestro autor la devora, pro-
fundamente impresionado por las doctrinas del filósofo
teutónico y por sus audaces interpretaciones de la Escritura.
En 1665 se habían editado en Amsterdam unas veinte
obras de Boehme, siendo ésta la ciudad europea en la que
sus ideas tuvieron una mayor repercusión. Amsterdam era
una de las ciudades comerciales más florecientes del globo.
Este tipo de actividades, a las que los magos y teósofos
tacharían de mercurianas, no están sin relación con la
vida intelectual. En el siglo XVII Amsterdam era, por
decirlo de algún modo, la editorial y la librería de Europa.
Gichtel pudo encontrar allí trabajo como traductor y lec-
tor en una célebre editorial, lo que le salvó de la miseria.
Alrededor suyo fue formándose una asociación de bus-
cadores que no llegaría a organizarse hasta su muerte. El
nombre con el que ha pasado a la historia, «Comunidad
de Hermanos de la Vida Angélica», lo debemos a
Ueberfeld, su discípulo y biógrafo. En más de una ocasión
Gichtel insistió sobre la inutilidad de la vida en común,
defendiendo, sin embargo, la oración en grupo. La
«Comunidad de los Hermanos de la Vida Angélica» reu-
nió a unos treinta discípulos que pronto fueron combati-
dos por sectas rivales. Gichtel había conocido personal-
mente muchas de estas sectas, de las que probablemente
sacó a alguno de sus discípulos. En sus cartas podemos ver
hasta qué punto estaba informado de las doctrinas y
movimientos heterodoxos de su época.
Su voluminosa correspondencia conoció varias edicio-
nes a principios del siglo XVIII bajo el nombre de

20
Theosophia Practica. En 1723 apareció un tratado póstu-
mo de 175 páginas que se llamaba «Una breve revelación
e instrucción». Poco sugestivo, este título se convertiría en
sucesivas ediciones en la Theosophia Practica que hoy
conocemos y editamos, que bien podría ser una antología
del pensamiento de Gichtel realizada por Ueberfeld.

DOCTRINAS DE LA TEOSOFÍA.
LA HERENCIA DE BOEHME.

Como su mismo nombre indica, la Teosofía es el conoci-


miento de Dios, conocimiento que ha de darse con todas
sus consecuencias. Este conocimiento, harto diferente de
la mera captación intelectual a la que estamos acostum-
brados, consiste más en «saber a Dios» que en «conocer a
Dios». Se trata, dada la naturaleza del conocido, de un
conocimiento infinito, ilimitado. Esta es la razón por la que
su expresión filosófica puede ir variando a lo largo de los
tiempos, e incluso en los diferentes momentos de la vida
de un mismo autor.
Dios es la gran pregunta que se han formulado todos
los místicos, de todas las épocas; pregunta que muy a
menudo queda sin respuesta real y efectiva, pero que, las
raras veces que la halla es, paradójicamente, siempre la
misma: Dios.
Para Boehme:

«El ser divino no puede ser captado (del capere


latino, "entender, apoderarse, captar, alcanzar,
poseer") por la carne y la sangre, sino sólo por el
espíritu, cuando éste se encuentra iluminado e
inflamado por Dios».

21
Sin embargo, Él es el único misterio cantado por la
creación entera, débil reflejo, pero reflejo al fin y al cabo,
de su belleza inefable.

La principal obra de Boehme, la Aurora Consurgens


que Gichtel estudió profundamente y conocía a la perfec-
ción, comienza abordando el problema del conocimiento
de Dios, lo cual no es extraño, ya que este es el objetivo
principal y la idea motriz de la Teosofía. Como hemos
visto, es por el espíritu y no por la razón razonadora como
puede conocerse al ser divino, pero, y esto es importantí-
simo, a condición de que éste «Se encuentre iluminado e
inflamado por Dios». No nos hallamos, pues, frente al
resultado de un estudio o un conocimiento discursivo,
sino ante una experiencia vital, concreta, en la que ha de
intervenir la divinidad.
Tanto Boehme como Gichtel no quieren saber nada
del «Dios de los Teólogos» y el ccDios de los Filósofos»,
concepción abstracta y vacía de lo que ellos definen como
ccun fuego-combustión», manifestación de la vida y el
amor divinos.
El Deus Absconditus, el Ein-Sof(sin límites) de los kab-
balistas es, para nuestros teósofos un Ungrund (sin
fondo), un abismo, un tremendum, que trasciende la
naturaleza creada y, por lo tanto, las ideas y las concep-
ciones que los hombres, estén o no en el seno de la Iglesia,
pueden formularse. Sin embargo, Boehme llega a hablar
de él como de «una calma eterna», ccun silencio sin prin-
cipio ni fin», expresiones que, si no pueden ser definicio-
nes en el sentido más concreto de esta palabra, al menos
logran aludir al misterioso Ungrund
Otro de los atributos más usitados por Boehme al
referirse al Ungrund es el de «profundidad». Al hablar

22
de «profundidad del Universo» y «profundidad de
Dios», Boehme no puede sino exclamar «¡Ninguna cria-
rura puede medir su profundidad!». El ser divino no
puede ser captado, aprehendido o comprendido por la
criatura caída, humilde ser de barro que recubre al
hombre verdadero, espirirual, áureo. Sólamente éste
puede lograrlo, ya lo hemos visto, cuando está ilumina-
do por Dios. Los sentidos externos y la razón razona-
dora no pueden llegar hasta la «profundidad». La «teo-
logía de la razón» es incapaz de entrar en contacto con
este misterio inefable. Antes que Hegel, Boehme se dio
cuenta de que no era posible hablar de Dios más que
mediante dos proposiciones contrarias que constiruyen
dos polos opuestos dialécticamente. Pero todo esto
queda en palabras y nuestro teósofo quiere ir más allá.
Su sed de absoluto no le permite detenerse en ellas y
busca la experiencia a través de las tres expresiones más
claras y palpables de la divinidad: las Escrituras, la
Creación y el Hombre.
Por su parte, Gichtel escribe que
«No podemos percibir la profundidad de la divi-
nidad más que por destellos y como dentro de un
espejo oscuro».
(T.P.I.-26).

Las Escrituras, cuya comprensión va aclarándose a


medida que se las lee con el corazón, son este espejo. Para
algunos alquimistas eran «el lugar donde Dios se deja ver
más claramente»; la Creación también lo es, pues todos
sus componentes son como poéticos cantos al Creador,
así como el Hombre, su quintaesencia, el verdadero
«hombre interior», el <<hombre del corazón».
El gran teósofo inglés William Law escribía:

23
«Aunque Dios está presente en todas partes, sin
embargo sólo es presente a ti en la parte más
honda y más central de tu alma. Los sentidos
naturales no pueden poseer a Dios ni unirte a
Él... mas existe una raíz u hondura de ti, llama-
da centro, base o fondo del alma. Esta hondura
es la unidad, la eternidad, casi dije la infinidad
de tu alma, pues es tan infinita que nada puede
satisfacerla o darle descanso sino la infinidad de
Dios».

LAS SIGNATURAS; EL INTELECTO

El pensamiento de Gichtel, como el de los teósofos pos-


teriores, es imposible de comprender y de valorar si no se
tiene constantemente presente la idea de las analogías, de
las correspondencias, de las «signaturas», concepto cuyo
desarrollo teosófico debemos a Boehme, que parece
haberlo tomado de Paracelso y los alquimistas.
El mundo o, mejor dicho, los mundos son un todo en
el que cada una de las partes guarda unas relaciones, a
menudo metaespaciales y metatemporales con todas las
otras. Una serie de lazos reales pero invisibles unen entre
sí todas las cosas como si fueran piezas de un gigantesco
rompecabezas multidimensional. Cada una de estas piezas
es, en y por sí misma, una analogía del todo así como, por
ejemplo, en las manos o en los ojos del hombre está escri-
to su destino, reflejada su alma.
Estas relaciones no son caprichosas o gratuitas; basadas
en una serie de nexos y lazos desconocidos por el común
de los mortales, que sólo es capaz de apreciar las aparien-
cias, son, al contrario, misteriosamente necesarias,
imprescindibles diríamos, para el orden cósmico.

24
Así el ser humano, «microcosmos», pequeño universo,
corresponde al «macrocosmos», el gran universo. Los
astros siguen un curso análogo al destino de los hombres
y la vida humana es una suerte de comedia cuya trama
está escrita en las estrellas.
Según Paracelso la signatura rerum, la «signatura» de
las cosas, nos da la posibilidad de entender objetos y suce-
sos en su propio idioma, su lenguaje auténtico.
Conociendo la «signatura» de las cosas, el iniciado puede
penetrar hasta su centro; los astros o los planetas, las esta-
ciones o las plantas, las manos o las piedras, todo le habla,
todo le canta estrofas del misterio de la vida.
El sentido auténtico y el motivo mismo de la vida
humana, de la existencia encarnada, es, para los teósofos,
una «elevación hasta la Luz», ascensión hasta el cielo o
retorno a la Patria Original. La vida del buscador no es,
pues, ni puede ser, como el infierno que consume el alma
del hombre que nada busca y que ahoga la voz que le
habla desde su interior con los gritos de su inconsciencia
desesperada, cobardemente instalada en la rutina y el
tedio. La vida es el don divino, el sueño mágico, la aven-
tura sagrada que ha de transcurrir bajo los dictados de
Sophia, la Sabiduría Celeste, una vez se la ha encontrado.
Mientras no se ha logrado tan preciado trofeo, no es
vida; es una muerte silenciosa, inconfesada, una degene-
ración progresiva e inconsciente de nuestros anhelos y
facultades.
Esta «ascensión-retorno» a la que es llamado el hombre
caído, exilado de sus orígenes metafísicos, es posible gra-
cias a la presencia en el hombre de una «huella» de la divi-
nidad, de un perfume o una fuerza que le impulsa, las más
veces inconscientemente, a regresar al mundo de luz. Se
trata de la «hondura del alma» a la que ya hemos hecho

25
alusión, del «intelecto», tal como lo entendía Dante 18 , el
«nous» del Corpus Hermeticum que, separado de su parte
celeste ora aspira desesperadamente hacia ella, ora la desea
y la atrae con fervor.
En sus Aclaraciones sobre la Magia 19 von Eckhar-tshau-
sen declaraba que se trata de «un principium generationis
indestructible e inmucable, preexistente a los cuerpos y
superviviente a su creación». Esta idea no le era, en modo
alguno, extraña al esoterismo hebreo, en el que nos
encontramos con Lutz, un pequeño hueso indestructible
que todo hombre posee, que es la «simiente de la resu-
rrección».
El hombre ha de conocerse a sí mismo y a la naturale-
za intelectualmente, en el verdadero sentido de esta pala-
bra. A través de estos dos conocimientos se manifestará el
conocimiento de Dios, como en un espejo, dada la armo-
nía fundamental que existe entre el hombre, la naturale-
za, y Dios. Pero este conocimiento, esta gnosis ha de
entenderse en el sentido bíblico: el verbo conocer, iodea
en hebreo, comporta una cognotación profundamente
sensible, aplicándose incluso al acto carnal.
La palabra hebrea mano, iad, está relacionada etimoló-
gicamente con iodea, conocer. ¿Qué podríamos concebir
que sea más concreto, más sensible que una mano? No
nos parece disparatado, aunque sí algo atrevido, usar para

18. Entendemos aquí «intelecto• en el sentido escolástico de esta


palabra. ~Intelecto y raz6n -afirmaba Santo Tomás de Aquino-
son dos facultades distintas, como lo perfecto y lo imperfecto ... El
intelecto es una íntima penetraci6n de la verdad; la raz6n, investi-
gaci6n y discurso ... ».
19. Aufichlüss zur Magie IV-170. München 1788

26
comprender el sentido profundo de algunas expresiones
como «conocerse a sí mismo» o «conocer a la naturaleza»
una técnica kabbalística: en lugar de «conocer» leeremos
«fecundar».
«Fecúndate a ti mismo» nos parece mucho más evo-
cador y sensible que «conócete a ti mismo» en una
época en la que hemos olvidado qué es el auténtico
conocimiento. De todos modos, si esto no queda total-
mente claro, el «fecundar a la naturaleza» no deja lugar
a dudas 2º. La naturaleza, desde el punto de vista del her-
metismo, es una suerte de producción del hombre, una
hierofanía de su propia alma a la que nos referiremos al
hablar de la Sophia. Es una especie de «tierra» o de
«campo» virginal que ha de ser fecundado por el «nos-
otros mismos» más auténtico e íntimo, siendo éste el
camino que conduce al conocimiento sensible y palpa-
ble de la divinidad. Así como el hombre necesita de una
mujer terrestre para «arrojar» su simiente material, le es
preciso también una celeste con la que unirse espiri-
tualmente.

LACAíDA

La Teosofía de Gichtel, como la de Boehme o la de von


Eckartshausen, se apoya en gran parte en el mito de la
Caída, más concretamente en el de la Caída Adámica. Al
estudiar este mito en la obra de los teósofos, nos encon-
tramos ante una gran abundancia de detalles, de apre-
ciaciones y de desarrollos.

20. Ver las Bodas Aquimicas de Christian Rosenkreutz, noca 11 O.

27
Tres puntos de vista nos parecen útiles al considerar el
mito o, mejor dicho, el misterio de la Caída: las causas, el
hecho en sí y las consecuencias.
En lo referente a las causas, los teósofos nos ofrecen
varias interpretaciones, varias explicaciones. Sin embargo,
éstas no son sino diferentes maneras de aludir a una causa
única. Vamos a considerar sólamente dos de ellas, a modo
de ejemplo, para que el lector pueda hacerse una idea
aproximada del pensamiento que animaba las doctrinas
que componen la Theosophia Practica.
En la primera nos hallamos ante la caída de Lucifer, ser
«portador de luZ» y muy cercano a Dios. A raíz de su
pecado, la terra lucida, para emplear un término caro a
Boehme, creada por las manos del Creador, deja de estar
en su estado primitivo para convertirse en un barro sucio
y maloliente. El paraíso terrestre original deja de existir.
La tierra exterior que conocemos es «maloliente y amar-
ga» ya que, «por su rebeldía Lucifer ha hecho que las fuer-
zas de la naturaleza se volvieran ardientes, amargas, agrias,
ácidas, oscuras e impuras». La caída de Lucifer es, pues,
una catástrofe cósmica anterior al pecado de Adán.
Deseoso de restablecer el orden en su creación, cccaoti-
zada» a raíz de la caída de Lucifer, Dios creó al hombre y
el mundo sensible. La creación de Adán es una prueba de
la infinita bondad de Dios. El destino del hombre es,
pues, muy elevado: ha de contribuir a la restauración del
Cosmos.
Según von Eckartshausen, Adán estaba entonces íntima-
mente unido a la Sabiduría divina, a la Sophiri- 1• Después

21. Ver Úl Nube sobre el Santwtrio, Ediciones Obelisco. Barcelona,


1992.

28
de la caída, fue separado de ella, de aquí que la revelación
o la ciencia para recuperar esta unión con la Sophia le sea
tan necesaria.
Creado «a imagen y semejanza de Dios», el hombre
está destinado a la felicidad eterna, pero su libertad esen-
cial le permitía permanecer unido a la Sophia, o separarse
de ella. El Adán primordial revestía «un cuerpo inmortal
constituido por la energía concentrada de la luz y de los
elementos puros», cccuerpo que no tenía que haberse ali-
mentado más que de alimentos incorruptibles y no haber
conocido la muerte». Rey de la creación, Adán participa-
ba en la perfección original del Creador, pero la caída de
Lucifer fue seguida por la de Adán, que quiso «saborear el
fruto del árbol de la mezcla».
«Por el goce del alimento destructible, el hombre
se ha vuelco destructible y material; la materia se
encuentra, por así decirlo, entre Dios y él». 22

A partir de entonces, «lo divino en él, que está ence-


rrado en los lazos de la materia, lo inmortal en él, debe
ponerse en libertad». La liberación que busca el teóso-
fo, la libertad que tanto ansía, no es la de su psiquismo,
su razón o su «ego», sino la de su ser interior, la del
Adán caído e inmortal que permanece prisionero en su
interior.
El «fruto del árbol de la mezcla» era el producto de la
«materia chaotica» en la que predominaban elementos
impuros y destructibles, que gozaba de la propiedad de
aletargar la parte inteligente del hombre, el Adán interior.
Gichtel se refiere en algunas ocasiones a la Caída como
a un sueño en el que Adán es separado de Sophia.

22. Ver La Nube... op. cit. pág. 28.

29
Comiendo este fruto, el hombre transgrede los manda-
mientos divinos y pierde la inocencia original, cayendo en
el estado en el que le conocemos.
Otra explicación de la Caída afirma que Adán es «la
imagen del Dios de los Tres Principios» y que Sophia es su
cuerpo de luz. Antes de la Caída estos tres principios esta-
ban en equilibrio y Sophia unida a Adán. Pero el princi-
pio de cólera y de tinieblas quiso predominar sobre los
otros dos y manifestarse, destruyendo así el equilibrio y el
orden anteriores. Adán también deseó unirse en amor car-
nal, pues el Diablo le aconsejó que se apartara de Sophia
e hiciera como los otros animales.
En vez de seguir reinando sobre la materia, Adán se
unió a ella y se dejó cegar por el mundo de las apariencias.
El hombre, creado libre, fue esclavizado por la mate-
ria y por los sentidos. El ser inmortal cayó en su interior
y así desaparecieron de él la inmortalidad, la felicidad y
la vida. El hombre se convirtió en un esclavo del tiempo,
y el cuerpo inmortal y corruptible cubrió al cuerpo
inmortal e incorruptible con la opacidad y la pesadez
propias de la materia.
Las consecuencias de la caída son demasiado evidentes
para que nos detengamos en ellas. El hombre perdió su
estado edénico y cayó en un mundo de esfuerzos, com-
plicaciones, problemas y desgracias. Su inteligencia lumi-
nosa se convirtió en la oscura razón, y su beatitud eterna
degeneró en goces y alegrías esporádicos y pasajeros.

EL ANDRÓGINO

El tema del Andrógino se encuentra en el centro mismo


de las reflexiones de Gichtel en lo referente a los miste-

30
rios de la Caída y de la Regeneración. Nuestro teósofo se
basa también aquí en las concepciones antropológicas y
antroposóficas de Jacob Boehme. Según éstas, el hombre
total es andrógino, incluye al mismo tiempo el principio
masculino y el femenino. Este problema no puede sepa-
rarse del contexto general de la historia del pensamiento
religioso, ya que en todas las tradiciones, en todas las
mitologías nos encontramos con divinidades o seres que
disfrutan de los dos sexos, en una especie de unión supra-
sexual original.
En el pensamiento occidental, el que obviamente
influenció a Gichtel, nos hallamos ante dos autores, ante
dos ideas de donde procede el mito del androginato:
Platón y el Génesis Bíblico.
En su Banquete (189-e), Platón declara que:
«En aquellos tiempos, el andrógino era un géne-
ro distinto y que, tanto en la forma como en el
número, contenía a los otros dos, era al mismo
tiempo macho y hembra... la forma de estos hom-
bres era redonda, tenían cuatro manos y cuatro
piernas, dos caras alrededor del cuello ... ,.

Sin embargo, otro párrafo de este mismo autor es


quizá más revelador. En él, Platón afirma que:
«El amor mutuo es innato entre los humanos,
para que sea restablecida la naturaleza original.
Este amor apunta a transformar dos en uno y
curar la naturaleza humana». 2'

Tal es la concepción platónica del amor, fuerza uniti-


va, virtud regeneradora.

23. Platón Symposion XCI-1.

31
En el libro del Génesis (Gen. 1-27) podemos leer que:
«Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,
macho y hembra Él los creó»

La literatura kabbalística que se apoya en este versícu-


lo para desarrollar la idea de un androginato original es
muy abundante. Estaría fuera de los objetivos de esta
introducción estudiar detalladamente autores y pormeno-
res; señalaremos únicamente que, para los kabbalistas la
perfección humana no puede ser más que una imagen de
la divina, como ocurría con el primer hombre. La dife-
renciación Adán-Eva fue el resultado de una escisión, de
una ruptura y el destino del hombre consiste en volver a
operar la reunión de estos dos elementos.
Para algunos Midrashirrt4, el estado del andrógino es el
estado inicial que ha de ser reconquistado. La reintegración
de estos dos sexos complementarios, aboliendo todo anta-
gonismo, permite el retorno al estado primordial. Se trata
del matrimonio en su sentido espiritual, no del matrimo-
nio exterior e imperfecto que tanto criticaba Gichtel.
Comentando a San Pablo, San Juan Crisóstomo escri-
bía que «el matrimonio es la imagen no de algo terrestre,
sino celeste».
Von Eckhartshausen, por su parte, apuntaba en «Los
misterios más importantes de la religión» que:
«Antes de la caída, hombre y mujer constituían
una sólo ser; aún no había habido separación».

24. Los Midrashim son comentarios del texto bíblico muy estu-
diados por los kabbalistas. El más importante de ellos es el
Midrash Rabbah, redactado entre el primer y quinto siglo después
de J.C.

32
En una obra póstuma25 este autor afirmaba que:
«la razón natural del hombre o su luz constituye
la Eva original».

La reunión de Adán caído con la Eva purificada, he


aquí la eterna historia de amor de la que nos hablan los
textos revelados y las obras de los teósofos.

LASOPHIA

Uno de los temas más característicos y apasionantes de la


obra de Boehme que Gichtel vuelve a tomar y a desarro-
llar admirablemente, es el de la Sophia, la sabiduría
Celeste. Gichtel se refiere y da detalles de ella tanto en la
Theosophia Practica como en sus cartas. En una de ellas,
nuestro autor afirmaba que:
«Del mismo modo que ningún nacimiento puede
tener lugar si el hombre está sin mujer, y la mujer
sin hombre, así nada podemos hacer ni traer al
mundo sin Sophia y el Cristo».

Sophia, la Sabiduría, corresponde al aspecto celeste de


la Virgen. San Alberto el Grande opinaba que esta
Sabiduría era María, «que inspira a sus hijos la vida de la
gracia y de la gloria».
En su introducción a una antología de pensamientos
de Gichtel, 26 Sedir escribía:

25. De las fuerzas mágicas de /.a Naturakr,a München 1819.


Traducción castellana en La Puma (Magia). Ediciones Obelisco.
Barcelona 1993. Será reeditado en breve en esta misma colección.
26. Sédir Choix de pensées de Gichtel Chez Chacornac, París, 1902.

33
«El día de Navidad de 1673, a las once de la
mañana (Gichtel) vio en espíritu una nube negra;
luego una nube blanca de la que salió la virgen
celeste Sophia-Jesús y que se desposó con su alma
de modo que pudo verla y oírla incluso corporal-
mente; ésta le reveló misterios cuya enunciación
llenaría varios volúmenes, y sus nupcias finaliza-
ron a principios de 1674 ... »

Sedir se inspiró al escribir estas líneas en una carta


de Kirshberger a Saint-Martín, fechada en Octubre de
1794: 27

«Sophia, su querida, su divina Sophia a la que


tanto amaba y que no había visto nunca, llegó el
día de Navidad del año 1673, para visitarle por
primera vez. A propósito de esto, dice que vio y
oyó en el tercer principio a esta Virgen, que era
de una belleza deslumbrante y celeste. Lo aceptó
por esposo en esta primera entrevista y las bodas
transcurrieron con delicias inefables. Le prometió
con palabras distintas fidelidad conyugal: no lo
abandonaría nunca, ni en las cruces ni en la
pobreza, ni en la enfermedad, ni en la muerte, y
viviría siempre junto a él, en un fondo luminoso
interior; le aseguró que le indemnizaría amplia-
mente por todo lo que había sacrificado por ella
renunciando a las alianzas con mujeres ricas que
lo habían buscado ... »

27. Ver Antoine Faivre Kirschberger et 111/uminisme du XVIeme Siecle


publicado por el «Centre de Recherches d'Histoire et de Philologie
de la IVeme Section de l'Ecole Practique d'Hautes Etudes a la
Sorbonne». París 1966, Pág. 175.

34
«Sophia poseía un lenguaje central, sin palabras
externas, sin sonidos, sin vibraciones en el aire,
que no se parecía a ninguna lengua humana; sin
embargo, él la comprendía tan bien como si le
hablara en su lengua materna...

«Los misterios más ocultos le fueron desvelados; su


esposa le revelaba maravillas, una tras otra, tanto
del mundo interior como de la naturaleza exte-
rior; así vivía más en el cielo que en la tierra ... ».

Contestándole a esca carta, Louis-Claude de Saint


Martin escribía:
«Sophiadeja pasar por sí misma codas estas mara-
villas y es, propiamente la conservadora de todas
las formas materiales; vive siempre con Dios y
cuando la poseemos o, mejor dicho cuando nos
posee, Dios nos posee, pues son inseparables en su
unión aunque distintos en sus caracteres».

Esta unión mística, «matrimonio sophiánico» o «boda


química» es una de las bases de la doctrina de Boehme y
de los otros teósofos. Intentando definir el concepto de
Sophia, Gichtel escribía:
«La Sophia nos es en lo espiritual, lo que una
esposa nos sería en lo material: una matriz en la
que arrojamos nuestra simiente espiritual...»

Se trata, pues, de una novia celeste con la que se puede


realizar la unión hierogámica de la que, bajo diferentes
nombres, nos hablan todas las doctrinas gnósticas, y en la
que se recobra el androginato original. A propósito de esta
novia, unas palabras de von Eckartshausen ilustran cuán
importante es su búsqueda:

35
«Reencontrar esta novia que era nuestra, significa
que volvemos a tomar posesión de nuestra digni-
dad perdida desde la Caída, y que volvemos a ser
profeta, sacerdote y rey... ». 28

La regeneración humana es, como hemos visto, una


historia de amor; podríamos decir que todas las historias
de amor, desde el Canear de los Cantares hasta los poe-
mas del amor cortés, no son sino imágenes de este amor
celeste.
Utilizando una terminología típica de San Juan (Apoc.
XIX), Gichtel aconseja al lector «que se esfuerce seria-
mente hacia la regeneración y hacia las Nupcias del
Cordero» (T.P. IV-39). Estas nupcias parecen realizarse
tras una experiencia precisa, a la que también se refiere
Gichcel cuando escribe que:
«Cuando el hombre es traspasado por la espada
del Querubín, la Sophia Celeste le refresca el alma
mediante una dulzura inexplicable y lo viste de
nuevo con su celeste presencia»
(T.P. 1-17).

Con este vestido puede llegar anee la Santísima


Trinidad y servir a Dios.
Nos encontramos aquí con el mismo misterio evocado
a lo largo de todas Las Bodas Alquímicas de Christian
Rosenkreutz y sobre codo, en un precioso canco gnóstico
llamado El Canto de úz Perúz. 29
Pero anees de seguir con el tema de la Sophia en la
obra de Gichtel y los otros teósofos, detengámonos unos

28. «Aclaraciones sobre la Magia» op. cit. IV-98.


29. Ver Las Bodas Aú¡ulmicas... op. cit. apéndice pág. 155 y ss.

36
instantes en el texto bíblico. En el Libro de la Sabiduría,
atribuido a Salomón, nos hallamos ya ante una «sophio-
logía» cuidadosamente elaborada. Muchas de las concep-
ciones con que nos encontraremos en la obra de Gichtel
y, especialmente, de von Eckartshausen, proceden de
este libro.
La Sabiduría, en griego Sophia, no alude a un conoci-
miento o capacidad intelectual o mental, sino cordial, del
corazón (en latín cor-dis). El texto bíblico no deja duda de
ello pues:

«En el corazón del hombre inteligente descansa la


Sabiduría»
(PrDtl. XIV-23)

«Aquel que es sabio de corazón es llamado inteli-


gente (Sophos)»
(PrDtl. XVI-21).

La Sabiduría es la fuente de la vida, de la felicidad y


de la inmortalidad. La caída del hombre, su exilio con-
siste en haberse y estar separado de ella. Por ella podía y
puede gozar de la inmortalidad (Sap. VIl-13), pues ésta
lo protegía (Sap X-1) y gracias a ella dominaba todas las
cosas. Al apartarse de ella, perdió sus poderes y cayó en
manos de un destino ciego, del «facineroso culebro» del
que nos hablan los autores kabbalistas de la Edad de Oro
española, culebro o serpiente con que nos volveremos a
encontrar en la obra de Gichtel. Al abandonar la
Sabiduría, la raíz de su vida, el hombre perdió la paz per-
petua (Baruch 111-13).
Otro teósofo que, aparte de Boehme y Gichtel se refie-
re con frecuencia a la Sophia es Karl von Eckartshausen,
especialmente en La Nube sobre el Santuario.

37
Este autor nos parece más claro en sus exposiciones
que los demás, sobre todo cuando se refiere al misterio de
la caída y lo relaciona con la Sophia.
A raíz de la Caída, la humanidad está envenenada,
enferma.
«El principio incorruptible cuya expansión forma-
ba la perfección de Adán se concentró en el inte-
rior y abandonó el exterior al dominio de los ele-
mentos. Fue así como una materia mortal cubrió
pronto la esencia inmortal, y las consecuencias
naturales de la pérdida de luz fueron la ignorancia,
las pasiones, el dolor, la miseria y la muerte». 30

El hombre perdió así la felicidad que le causaba la


expansión del principio incorruptible, para caer en la
angustia y la estrechez simbolizadas por Egipto en el texto
bíblico. 31 Pero, como escribe von Eckartshausen:
«El amor y la misericordia infinita de Dios, que
nunca tuvo otro objeto de creación que la más
alta felicidad de las criaturas, brindó inmediata-
mente después de la caída, al hombre caído, los
medios de salvación ... Sin esta revelación, el des-
tino del hombre habría sido la desesperación ...
Antes de la caída, el hombre era sabio, estaba
unido a la Sabiduría; después de la caída, fue
separado de ella» 32 •

Para nuestro teósofo, lo que la Escritura llama


Sabiduría es un organum o sensorium dei, una substancia

30. Ver La Nube... op. cit. pág. 84.


31 . Y por el Egipto del Canto tk la Perla ver nota 29.
32. Ver La Nube... op. cit. pág. 85.

38
espiritual que permite a Dios manifestarse y ser aprehen-
dido por el hombre33• Esta Sabiduría, esplendor de Dios,
estaba al principio en su seno. Atraída al espíritu del hom-
bre por la fe, esta substancia, «corporeidad gloriosa de
Jesús», hace que renazca en nosotros la razón de la que
fuimos separados (ver el tema del andrógino) y seamos
capaces de ver las cosas desde un nuevo ángulo.
La Sabiduría divina es un ser real y verdadero; es
«como la raíz del paraíso de Luz». En términos velados,
toda la Biblia habla de ella. Un extraordinario trabajo,
poco conocido, de San Alberto el Grande llamado la
«Biblia Marial» nos lo demuestra versículo por versículo.

EL TEMA DE LJ\ SOPHIA EN LJ\ TEOSOFÍA ORIENTAL


Y LJ\ KÁBBALJ\

El término Sophia, que hemos traducido por «Sabiduría»,


equivale al árabe Hikmaty al hebreo Hokmah. La Hikmat
de los iranís corresponderá, pues, a la Hokmah de los kab-
balístas tanto por su etimología, que es la misma, como
por su significado.
En su obra La Kabbale ou la philosophie religieuse des
Hébreux (París 1843), Adolfo Frank llega a la conclusión
de que «los materiales de la Kábbala han sido tomados
de la teología de los antiguos Persas». En efecto, existe
una extraordinaria correspondencia entre muchos con-
ceptos kabbalísticos e iranís. Hokmah, por ejemplo, que
en la Kábbala es la segunda sephirah, no alude a una sabi-

33. Ver Antoine Faivre D'Eckartshausm et /,a Thlosophie Chrltímne.


Ed. Klincksieck. París 1969, pág. 254.

39
duría humana o filosófica, sino a la Sabiduría directriz de
la Creación, gracias a la cual podemos conocer a Dios
como Sabio.
Según Henry Corbin 34, la Hikmat no es tampoco un
simple cúmulo de búsqueda filosófica o de dialéctica
teológica. «Se traduciría mejor Hikmat por "Sabiduría"
(Sophia) pero a condición de usar este término en su
acepción "sophiánica", marcada por la huella de la gno-
sis... El adjetivo "sapiencial" (derivado de sapientia,
sabiduría) no deja tampoco que se vea su origen (sape-
re, 'saborear, probar, experimentar')». Este autor estudió
exhaustivamente el sugestivo tema de la «teosofía orien-
tal» que para él es «la Sabiduría del Sabio que acumula
al mismo tiempo el más alto conocimiento especulativo
y la experiencia espiritual más profunda». Esca teosofía
puede llamarse especulativa en el sentido que transfor-
ma el ser del Sabio en un espejo, un speculum, en el que
se alzan las luces que vienen del Oriente espiritual. Este
tipo de Sabio, de Teósofo, no es simplemente un místi-
co que ha tenido alguna experiencia, pero que está des-
provisto de formación filosófica. Es un hombre que ha
seguido ambos caminos, que son paralelos.
En el mazdeísmo, la Sophia recibía el nombre de
Daena. «El tercer día que sucede al exitus, el Elegido ve
venir hacia él, en la entrada del Puente Chinvat, una
forma deslumbradora en la que reconoce a una joven
más bella que cualquier belleza del mundo terrestre.
Maravillado, la interroga: «¿Quién eres?». Ella respon-
de: «Soy tu Daena, la que tus pensamientos, tus actos y

34. Ver En Islam ... op. cit. Tomo II pág. 40.

40
tus palabras han hecho ... Era bella, me has hecho más
bella aún» 35 •
Este magnífico párrafo traducido por Corbin es, a
nuestro parecer, superior a cualquier definición de la
Sophia. La claridad, la belleza y la poesía que de él se des-
prenden, superan cualquier formulación filosófica y son
más capaces de tocar la fibra sensible de nuestra alma.
Nos referimos ya a la Daena al estudiar Las Bodas
Alqulmicas, especialmente al hablar de la «naturaleza»
dentro del hermetismo 36 • La Daena, como afirma Corbin,
«es, pues, el Ángel que acude al encuentro del alma post-
mortem» o «el guía que coloca al Elegido en el camino» y
corresponde a la «Naturaleza Perfecta» del hermetismo, y
al ángel alado que se le aparece a Christian Rosenkreutz al
principio de Las Bodas Alqulmicas.
Cuando Hermes se encuentra con ella, le pregunta:
«¿Quién eres?» y ésta le responde «Soy tu Naturaleza
Perfecta».
Para el místico iraní Sohrawardi, esta Daena le pre-
existe, ya que fue ella quien le dio a luz en el mundo espi-
ritual, como una madre, que también le preexistió, le dio
en el material. No podemos dejar de citar aquí un enig-
mático versículo de El Mensaje de nuevo encontradtr7 que
se refiere sin duda a este misterio:
«El engendra a su madre, y su madre lo engendra
en el mundo para la salvaguardia de los Santos y
los Sabios».

35. Ver En Is'4m ... Tomo 11 pág. 319.


36. Ver Las Bodas Alquímicas... op. cic. pág. 140.
37. Ver Louis Cacciaux, El Mensaje de nuevo encontrado. Ed. Rondas,
Barcelona, 1978, pág. 206.

41
El trabajo del teósofo durante su vida encarnada en
este mundo que mejor llamaríamos inmundo, consiste
en engendrar a su Madre, a su Sophia «con sus pensa-
mientos, sus palabras y sus actos». Si ésta es bella, él la
hace más bella; he aquí el Arte.
En el «mundo por venir», el verdadero mundo, pues
esta palabra procede de un verbo que significa «limpiar,
purificar, sacar la corteza», la Sophia lo engendra «para la
salvaguardia de los Santos y los Sabios».
En el seno de la Kábbala nos encontramos con una
doctrina de la doble Sophia o Hokmah, que correspon-
de a la doble Hé del nombre divino y a la doble
Shekinah. Esta idea se encontraba ya en las concepcio-
nes gnósticas de Valentín38• La Sophia interior, prisione-
ra en la materia hílica, precisa de la celeste para que se
opere su liberación. Existe una conexión entre el inte-
lecto, el nous o la chispa divina prisionera en el hombre
y esta Sophia interior. «El santo, bendito sea, le dijo a
Salomón: puesto que tu nombre es como el de mi glo-
ria, te daré mi hija» 39•
Otro texto kabbalístico, al interpretar «La tierra
entera está llena de su gloria» (!salas Vl-3) explica que
«esta tierra o esta gloria es la Sabiduría». En el
Apocalipsis de Esdras dimos ya noticia de esta tierra»,
esposa celeste, 40 que en el marco de la teosofía recibirá
el nombre de Sophia.

38. Ver La gnose valentinimne et le témoignage de Saint lrenée, de


M.M. Sagnard, París 1947, pág. 140 y ss.
39. Ver Sefer ha Bahir (El Libro de la Claridad} Ediciones Obelisco,
Barcelona, 1985.
40. Ver el Apocalipsis de Esdras, Introducción pág. 35 y pág. 90, nota 6.

42
EL DRAMA DEL HOMBRE Y LA SOPHIA

En la base misma del componamiento humano, del hom-


bre caído, está cuidadosamente camuflado un arraigado
sentimiento de inseguridad. Un elevado número de actos
humanos responden, manifestándolo o encubriéndolo, a
este sentimiento; la timidez más exagerada o la arrogancia
más avasalladora encuentran en él su verdadera razón de ser.
El hombre se siente inseguro, está inseguro, porque se
halla abandonado a sus propias fuerzas; juguete de un
ciego destino al que desconoce, pero cuyos dictados sufre
pasivamente, ha perdido su contacto con la Sabiduría, con
la Sophia capaz de susurrarle al corazón lo que tiene que
pensar, decir o hacer en cada instante de su vida sin peligro
de equivocarse. Esta pérdida de contacto, esta cruel separa-
ción, hace que se sienta solo: está separado de su parte
femenina, exiliado de su Patria Original. Sin objetivarlo
conscientemente, incluso careciendo algunas veces de cre-
encias religiosas, toda su vida es una búsqueda de esta
Sophia, cuyo unitivo amor ha de inflamar su alma y reca-
lentar su corazón con un fuego dulce y sereno. Pero su
búsqueda consciente se dirige casi siempre hacia el mundo
de las apariencias, y se ve sumergido en la comedia del
dinero, el poder, el sexo, distracciones que le permiten olvi-
dar momentáneamente su angustia, pero que no le aportan
ninguna solución real y duradera. Pero Ella no está allí ... Es
negra, pero luminosa y no la encontrará nunca entre lo que
si bien brilla y reluce, está vacío y carece de peso.
Aunque en lo más profundo de su ser sabe que cuando la
alcance no será ya pobre, pues go7.ará de la inagotable rique-
za de la Providencia, el hombre sigue luchando por el dine-
ro, ridícula abstracción de la verdadera riqueza. Aunque en el
fondo de su corazón no ignora que, una vez haya logrado

43
unirse a ella será poderoso, aún más de lo que nunca hubie-
ra podido imaginar, pues Ella es la Fuerza que mueve a las
fuenas que los poderosos querrían controlar, el hombre con-
tinúa batallando para hacerse con el poder, satánico orgullo
que le devorará el alma. Aunque su corazón intuye que cuan-
do la haya amado habrá conocido y gustado todo el secreto
del amor, el hombre persiste en su obstinación egótica, entre-
gándose al burdo ejercicio de una sexualidad vacía, castrada
de todo sentimiento trascendente, desprovista de poesía y
asaz alejada del Amor para el que fue creado. Todo el miste-
rio que, nostálgicamente, persiguen los hombres en la unión
sexual que nunca acaba de satisfacerles, les sería desvelado en
su unión con Ella. Todo el deseo de poder y de fuerza que
les consume en el mundo, desaparecería cuando gozasen de
la Consciencia, metafísico poder, invencible fuerza.
El dinero en el que tanta fe tienen, pero que nunca ha
movido montafias, a lo sumo las ha destruido, les apare-
cería como la satánica caricatura del gratuito y mágico
poder de la Providencia. Todo el saber y el conocimiento
que buscan en su ciencia profanadora y profana, les pare-
cería ignorancia si comulgaran con Aquella «que enseña el
secreto de los seres y de las cosas». No necesitarían dis-
traerse más de su angustia, ni buscar el olvido momentá-
neo de su aislamiento, pues conocerían que la vida es gozo
y comunicación eternos con su Fuente, la Sophia, la
Sabiduría Celeste, la Amada del Filósofo.

TEOSOFÍA Y TEOSOFISMO

En las páginas anteriores hemos visto a grandes rasgos qué


era la Teosofía, deteniéndonos en los puntos más sobresa-
lientes de sus doctrinas.

44
La Teosofía, de Sophia y theos era, en esencia, un cono-
cimiento profundo de Dios, de la divinidad, que se ha
dado en todas las épocas y en todas las culturas. Sin
embargo, la denominación de Teosophia aplicada a una
corriente de pensamiento, apareció por primera vez en el
siglo XVI, referida a las doctrinas de magos y alquimistas
como Cornelio Agrippa o Paracelso, aunque las concep-
ciones con que nos encontramos en sus obras o en las de
teósofos posteriores suelen ser más antiguas. El neopita-
gorismo y el platonismo, la kábbala o las ideas gnósticas
se cuentan entre las fuentes de las que más bebieron los
autores teosóficos.
Impropia y vulgarmente se ha dado también el nombre
de teosofía a algunas formas de espiritismo y ocultismo
que constituyeron la orientación doctrinal de una preten-
dida «Sociedad Teosófica» contemporánea. Esta «Sociedad
Teosófica» no está, ni por su origen histórico ni por sus
doctrinas, emparentada con la Teosofía de los siglos XVII
y XVIII y, menos aún, con sociedades iniciáticas más anti-
guas. El nombre mismo de «Sociedad Teosófica» lo recibió
accidental y casualmente de su fundadora Elena Petrowna
Blavatsky. No podemos, por obvias razones de espacio, dar
detalle aquí de las trampas, fraudes y mentiras que llena-
ron la vida de esta aventurera; dirigimos al lector al docu-
mentadísimo estudio de René Guénon: El Teosofismo,
Historia de una pseudo-religión. 41
El fin de la «Sociedad Teosófica» lo declaraba así su
manifiesto: «Conseguir el conocimiento de la Naturaleza

41. Ver René Guénon Le Thlosophisme, Histoire d'une pseudoreligion,


Reed, 1975, Ed. Traditionnelles. (Hay traducción española en
Ediciones Obelisco).

45
y de los atributos del Poder supremo y de los más encum-
brados espíritus mediante procedimientos ftsicos». 42 Los
fundadores de esta <<Sociedad», «conscientes de que toda
tentativa para adquirir la suspirada ciencia ha fracasado en
todos los demás países, vuelven sus ojos al Oriente, cuna
de todos los sistemas religiosos y filosóficos.»
No entendemos como con semejante manifiesto esta
«Sociedad» ha pretendido presentarse como espiritualista
o mística. No alcanzamos a ver aquí más que un materia-
lismo ciego e inconsciente que, como el ocultismo y el
espiritismo en los que se inspira, concede una importan-
cia excesiva al fenómeno, lo cual está en franca oposición
con las ideas de los verdaderos teósofos.
Renegando de sus raíces, conociéndolas mal y a
medias, cuando no desconociéndolas, Mme. Blavatsky
inventó una serie de maestros a los que llamó
Mahatmas con los que pretendía estar en contacto tele-
pático. Escribió varias obras como lsis sin velo o La
Doctrina Secreta en las que es fácil descubrir varias
manos. Las páginas que no plagió de autores más anti-
guos y poco conocidos, proceden de concepciones ocul-
tistas o espiritistas. Pero Mme. Blavatsky, cuyo carácter
era neuróticamente contradictorio, no tardó en descu-
brirse cuando escribía a su compatriota Soloviov:
«Diré y publicaré en el Times y en todos los dia-
rios que el maestro Morya y el Mahatma Koot-
Hoomi son sólo el producto de mi propia imagi-
nación, que los he invencado ... » 43

42. El subrayado es nuestro.


43. Carta de febrero de 1886.

46
En 1883 un profesor de Nueva York, E. Kiddle denun-
ció al público cierto mensaje vendido por los teosofistas
en «El Mundo Oculto» como «precipitado» y obra de un
Mahatma pero que, en realidad, era la simple reproduc-
ción de un discurso suyo pronunciado en Lake Pleseant
en 1880. Poco tiempo después, la Sociedad Londinense
de Investigaciones Psíquicas envió a Adyar, sede de la
Sociedad Teosófica, una comisión encargada de estudiar
los fenómenos de Elena Petrowna Blavatsky. Al cabo de
medio año de investigaciones y maduro examen de los
hechos, el Dr. Richard Hodgson, que la presidía, declaró
formalmente que Mme. Blavatsky ceno es la portavoz de
videntes desconocidos al público, ni tampoco una aven-
turera vulgar, sino que ha conquistado su puesto en la his-
toria como uno de los más cabales, ingeniosos e intere-
santes impostores, cuyo nombre merece pasar a la histo-
ria». Se concluyó que nuestra heroína era «rea de un largo
y continuado complot con otras personas para producir
por medios naturales una serie de prodigios aparentes, y
así sostener el movimiento teosófico.»
La sucesora de Mme. Blavatsky fue una inglesa, Annie
Besant. A la muerte de la aventurera rusa, surgió un largo
y enconado debate entre tres de los subdirectores de la
ccSociedad». Los tres, naturalmente, se dijeron en comuni-
cación directa con los Mahatmas. En esto coincidieron,
aunque los dictados de los Mahatmas eran contradictorios.
Hubo acusaciones mutuas, fraudes, pleitos, y todo acabó
con la abdicación poco clara del coronel Olcott que había
sido fundador de la ccSociedad», en favor de Annie Besant.
Es casi cómico, por lo ridículo de la cosa, ver que la
autora de folletos como ccUn mundo sin Dios» o «El
Evangelio del Ateísmo», que había declarado en el
Congreso de Libre-Pensadores de Bruselas que «trabajaba

47
para propagar el ateísmo» iba a convertirse en la directo-
ra de una pretendida «Sociedad Teosófica».
Sin embargo, esto resultará menos chocante si recor-
damos las declaraciones que hizo Mme. Blavatsky a Mr.
Alfred Alexander: 44
«Nuestro objetivo no es restaurar el Hinduísmo,
sino barrer el Cristianismo de la faz de la Tierra».

El rasgo más característico de la orientación dada por


Annie Besant a la «Sociedad Teosófica» es tal vez el llama-
do «Cristianismo Esotérico» que tiene tan poco de esoté-
rico como de cristianismo, junto con el ridículo episodio
del nuevo Cristo o Mesías, que también pasaba por ser
ccPitágoras encarnado» que, junto a Leadbeater, quiso
«prefabricar». Se trataba de un joven adolescente que edu-
caba Leadbeater en una comunidad teosofista de Londres,
un joven hindú de dieciséis años llamado Jiddu
Krishnamurci, hijo de Narayaniah, teosofista empederni-
do. El episodio de Krishnamurti, fanáticamente aleccio-
neado por Leadbeater y Besant terminó cuando éste
declaró en una conferencia pública que él no era el
Mesías, sino una persona normal y corriente. Después del
ulterior escándalo, separándose de la «Sociedad Teosó-
fica», Krishnamurti siguió su camino, revelándose como
un pensador original y lúcido.
Este fue uno de los golpes más duros que recibió la
«Sociedad», cuyas ideas fueron infiltrándose en otras sec-
tas y pseudoescuelas iniciáticas. No siendo el objetivo de
esta introducción hablar de estos movimientos, sino ofre-

44. Publicadas en The Medium and Daybreack de Londres, enero


1893, pág. 23.

48
cer información fidedigna referente a la Teosophia, dife-
renciándola del Teosofismo, dejamos el tema para otra
ocasión, con la esperanza de que estas breves notas habrán
servido para alertar a algún lector.

LA THEOSOPHIA PRACTICA DE GICHTEL

La Theosophia Practica que está en manos del lector no es,


como dijimos, la edición completa de las 800 cartas de
Gichtel a sus discípulos publicada a principios del siglo
XVII, sino un pequeño tratado póstumo publicado en
1723 y titulado Una breve revelación e instrucción. En
1736 y en ediciones posteriores, este título se convirtió en
Theosophia Practica, presentándose como la quintaesencia
del pensamiento de Gichtel. La presente traducción ha
sido realizada a partir de la edición francesa de París
(1804). Pensando sobre todo en su carácter práctico, del
que nos avisa la simple lectura de su título, hemos anota-
do cuidadosamente este libro, intentando en alguna oca-
sión colmar los huecos que Gichtel ha dejado consciente-
mente, confiado en la cultura bíblica y esotérica de sus
discípulos y lectores.
Algunas afirmaciones hechas por Gichtel nos han
parecido merecedoras de un desarrollo o comentario acla-
rador, sobre todo en los primeros capítulos, que las situa-
ra y facilitara su comprensión. Así, hemos buscado los
pasajes bíblicos en los que a menudo se apoya la
Theosophia Practica, dando su referencia exacta a fin de
que el lector que los desconozca pueda dirigirse a ellos.
Podríamos haber cargado de notas cada uno de los ver-
sículos de la Theosophia Practica. Cada frase de Gichtel es
susceptible de glosas, comentarios y notas de referencia

49
sin fin, pero hemos creído que al lector y no a nosotros le
corresponde meditar ahora y saciar su sed de Absoluto en
las mágicas y místicas palabras de Johann Georg Gichtel,
teósofo cristiano.
Juu PERADEJORDI

50
1
ÜEL GRAN MISTERIO DE LA REVELACIÓN
DIVINA SEGÚN EL TIEMPO Y LA
ETERNIDAD EN LA FORMA HUMANA

1. Si queremos contemplar y observar al hombre en su


profunda generación interior, 1 nos hace falta salir con

1. Para el teósofo, todo en este mundo tiene dos aspectos, si no


opuestos, al menos complementarios. A la generación terrestre, el
nacimiento en la vida que conocemos, simbolizado en Astrología por
Cáncer «La Puerta de los Hombres», se le opone la generacion celes-
te o Regeneración, génesis interior evocada por la ccPuerta de los
Dioses» del signo de Capricornio. Gichtel señala que ésta comienza
«volviéndonos hacia la vida interior divina de Jesucristo». Se trata de
la conversión de la Teshuvah de los cabalistas. En esta generación
interior o regeneración yace el gran misterio del cristianismo, al que
aluden constantemente los Evangelios, las Epístolas y los primeros
Padres. {Ver 1 Pedro 23 y juan III-3 y ss.).
Von Eckhartshausen declara que ccnacer quiere decir entrar en
el mundo en el cual domina la sensualidad, donde la sabiduría y el
amor languidecen en los lazos de la individualidad. Renacer quiere
decir volver a entrar en el mundo en el que el espíritu de la sabiduría
y el amor dominan, y en el que el hombre animal obedece» (La
Nube... op. cit. pág. 95).

53
nuestra alma de la vida elemental y de la sideración
terrestre, 2 y volvernos hacia la vida interior divina de
Jesucristo; hay que apelar a la gracia de este caro médi-
co,3 para que Él se digne abrir nuestros ojos, cerrados
hasta entonces por el diablo desde el Paraíso, a fin de

2. «Salir de la sideración terrestre» es lo mismo que escapar a las


influencias de los planetas y de los metales. Se trata del lxito, en el
sentido etimológico de esta palabra (de exeO". «salir, ir fuera»), tema
que desarrollamos en un capítulo dedicado a la Astrología esotéri-
ca en «La Tradición Astrológica• (Ed. Alas Barcelona 1980).
Existen, pues, dos sideraciones: la celeste, la del cielo de los astros,
y la terrestre, la de los metales o «planetas terrestres». Los metales
se caracterizan por su peso, por su opacidad a la luz y, sobre todo,
por sus impurezas y falta de vida; así, la sideración terrestre corres-
ponde a este mundo que mantiene prisionero, opaco y moribun-
do al hombre interior.

3. Jesucristo recibe la denominación de «médico» en más de un


escrito esotérico. Como Hermes, cuyo caduceo se ha convertido en
el emblema oficial de los médicos franceses, Jesucristo es el reden-
tor del hombre caído; es el «médico• por excelencia (ver Mateo IX-
12) gracias a sus curaciones milagrosas y, sobre todo, gracias a la
Eucaristía, medicina suprema capaz de borrar la mancha original
de la Caída, en la que está espiritualmente presente. De aquí la
equivalencia alquímica entre la Piedra Filosofal y el Cristo, que se
observa en los tratados de los alquimistas cristianos. Como sefiala-
ba ya Orígenes, Jesucristo tiene varios aspectos: «Es desde un
punto de vista Médico, desde otro Pastor, Rey, Vifia, Sabiduría,
Verdad, Justicia, etc.»

54
que recobremos nuestro ojo de luz4 para reconocer y
contemplar a Dios en nosotros; sin lo cual todo per-
manecerá un misterio sellado e inconcebible a nuestro
ojo sidérico razonable.

2. Porque lo que vemos del hombre es, con excepción de


la palabra y del régimen natural del entendimiento
sensible, común con todos los animales, en la madre

4. Uno de los milagros atribuidos a Jesucristo es la curación de un


ciego (ver Marcos VIII-22 a 26). A nuestro entender, todos sus
milagros se refieren a lo mismo, la regeneración del hombre caído,
que es tan ciego como sordo, cojo, mudo o paralítico. Todos estos
defectos simbolizan el mismo drama, el mismo estado, pero la
curación del ciego es particularmente interesante ya que esta se rea-
liza mediante saliva. Recordemos únicamente que este líquido,
cuyas propiedades disolventes son harto conocidas, es un símbolo
de la Palabra Regeneradora, pues sale de la boca. Orígenes declara
en varias ocasiones que «Del mismo modo que la Palabra tiene la
virtud de engendrar toda la Escritura, tiene también la virtud de
curarlo todo».
Antiguamente existía una curiosa costumbre que consistía en
escupir para dar la palabra de algo. No podemos extendernos aquí
a propósito del interesante simbolismo de la saliva, tan relaciona-
do con el de la sal (las dos palabras proceden de la misma raíz)
cuyo símbolo alquímico es una cruz dentro de un círculo. En lo
que al «ojo de luz» se refiere, tendremos ocasión de hablar de él
más adelante.

55
tierra; y muchos desearían que no hubiese resurrec-
ción, para que sus obras no salgan a la luz. 5

3. Porque plugo a Dios traerme a mí, indigno gusano, al


conocimiento de mí mismo, no he enterrado éste en
mi propiedad, 6 sino que lo quiero comunicar a aquel
que lo utilizará, si descubre su inclinación, y he repre-
sentado estas figuras a fin de que tal y como se imagi-
ne ver a Dios en la constelación exterior, lo pueda
concebir en espíritu. 7

5. El misterio de la resurrección, sobre el que vuelve constantemente


Gichtel, recibe un tratamiento análogo en todas las religiones revela-
das, que no hablan más que de él. Si, como afirmaba Orígenes (ver
Sobre Lucas-68 «Cada uno de nosotros es su propio labrador, pues
posee por tierra su propia alma») nuestra alma es como un campo,
todo lo que pensamos, decimos y hacemos queda sembrado en él hasta
el dfa en el que salga a la luz: el día de la resurrección. (Ver el
Apocalipsis de Esdras, op. cit. V-26 y nota 6). Encontramos esta idea
tan típica del cristianismo en la religión del Antiguo Egipto y, poste-
riormente, en el Islam. Según el Corán (LXXV), en el día de la
Resurrección el hombre comparecerá ante el Señor y será enterado de
cuanto hizo, asf como de cuanto dejó de hacer: será su propio testigo.

6. Así como no hay que enterrar el talento que nos es confiado (ver
Mateo XXV-25), tampoco hay que guardar para uno mismo la sabi-
duría que se adquiere. El Talmud (Sanhedrin 99-a) dice que de aquel
que estudia la Torah pero no la enseña, la escritura dice: «ha despre-
ciado la Palabra de Dios».

7. Las figuras que propone Gichtel y que reproducimos al principio de


cada capítulo, como los mandalas tibetanos, fueron concebidas para la

56
4. He trabajado mucho de este modo durante mi juven-
tud, habiendo leído en la Escritura Santa que Moisés,
Josué, David y otros hombres santos hablaban con
Dios y veían el cielo; pero yo no podía realizar mi
intención.

5. Hasta que Dios misericordioso, al fin, se me apareció


internamente, cara a cara, y abrió su cielo en mí, y habló
con mi alma, boca a boca, según el ens y el mens, 8 ello
me regocijó extremadamente y me inflamó de amor por
mi adorable Jesús,9 a quien me ligué en cuerpo, alma y
espíritu, no queriendo ya salir más de Él, ni desfallecer
en el sufrimiento o en la aflicción, y teniendo la firme
confianza de que no me dejará jamás separarme de Él.

mcditaci6n y así desarrollar la «imaginaci6n activa» o «el ojo de luZ».


Inspiradas en las obras de Boehme, fueron ideadas por Gichcel, aunque
es muy probable que no haya sido él el autor de los dibujos.

8. Ens se refiere a codo lo que existe o puede existir. Para Boehme ( \4Jn
ekr Gnaeknwah!V-29) se traca de «la naturaleza exterior que forman
las estrellas y los cuatro elementos, en tanto que mundo creado». Mens
se refiere a la inteligencia, al alma o al pensamiento. Gichtel parece
decir aquí que su visi6n de Dios no fue únicamente intelectual y espi-
ritual, sino también física. Esta descripci6n recuerda sorprendente-
mente a la de la recepci6n de la Torah por parte de Moisés.

9. Gichtel no se refiere al «Cristo hist6rico» que predican las iglesias,


sino al verdadero Cristo interior, el «Jesucristo en el corazón del hom-
bre» del que también habla Karl von Eckartshausen.

57
6. Esto es lo que Él ha cumplido fielmente: para Él sean,
pues, el honor, el poder, la fuerza, el reino y el esplen-
dor en la Eternidad. Amén.

7. El hombre es propiamente, en su génesis exterior e


interior, una constelación triple, como se puede ver
por esta figura; vive en un movimiento incesante y
una codicia voraz hacia su centro; se arremolina siem-
pre alrededor de este último para alcanzarlo y encon-
trar el reposo, y, aunque alcance su centro, no puede
reposar hasta que sea devuelto a su primer estado, en
que todo fue creado y engendrado. 10

8. La primera constelación es la más exterior, y rige al


hombre natural, llevándole hacia las diferentes artes,

10. Gichtel parece hacer referencia aquí a dos realizaciones: alcan-


zar el centro, y regresar al estado en que todo fue creado y engen-
drado. Estas dos realizaciones corresponderían respectivamente a
los «Pequefios y a los Grandes Misterios» (ver René Guénon
AperfUS sur l'initiation Ed. Traditionnelles, París 1976, especial-
mente los cap. XXXVIII y XXXIX).
Estos dos misterios no constituyen dos tipos de iniciación dife-
rentes, pero son estados o grados de una misma iniciación. Los pri-
meros corresponden a la restauración del estado primordial del
hombre antes de la Caída. Los Grandes Misterios conciernen pro-
piamente a la realización de estados suprahumanos y su punto de
partida se encuentra en el final de los pequefios.

58
oficios, estudios y negocios, y haciendo a los hom-
bres buenos o malos, ricos o pobres, altos y bajos,
como cada uno puede constatarlo. Adán cayó en este
régimen por su falta, y ha arrastrado consigo a todos
sus hijos, 11 de suerte que actualmente, sin un com-
bate porfiado, y sin la regeneración, no podremos
salirnos.

9. Esta vida, con las siete formas de la Naturaleza exterior,


se insinúa hasta el corazón, hasta el sol, cuya raíz está
en el Fuego, de donde saca su esplendor y su brillo.

11. La Caída de Adán provocó la de la Creación entera. Al volverse


el primer hombre corruptible y perecedero, arrastró toda la naturale-
za a la corrupción y a la muerte. Todas las producciones del mundo
sublunar fueron recubiertas por las «cortezas del pecado»: ~Por ti será
maldita la tierra» ( Gén III-17) El Zohar y los libros herméticos
comentan a menudo este misterio (ver Zohar l-97 b y 1-131 b).
Como enseña Karl von Eckartshausen, antes de la Caída, el hombre
era el Templo viviente de la divinidad; pero a partir de este momen-
to, el Templo fue devastado. Antes de este suceso, el hombre era
sabio, estaba unido a la Sabiduría, a la Sophia. Su ser más íntimo, el
«grano» metafísico e incorruptible que lo habita, fue recubierto por
una materia impura y corruptible. Para von Eckartshausen, la rege-
neración «no es otra cosa que una disolución y un desprendimiento
de esta materia impura y corruptible que tiene atado a nuestro ser
inmortal y tiene sumida en un sueño de muerte a la vida de las fuer-
zas activas oprimidas».

59
En estas siete formas el Diablo, la antigua Serpiente,
está escondida y ha envenenado el alma, sobre lo cual
puede consultarse el Apocalipsis, 5. 12

10. La octava forma es el Mundo del Fuego, con las cons-


telaciones ígneas; se sitúa en medio del macrocosmos
y del microcosmos; es el punto de separación entre el
hombre exterior y el interior: en la regeneración, el
Mundo de la Luz está en el centro; es allí donde está
sentado Jesús, que Se ha sometido el Mundo del
Fuego en nuestra humanidad. 13

12. Estas siete formas tienen su correspondencia en los siete plane-


tas del mundo caído, pero también pueden asociarse a los siete
sellos que sellan «el libro escrito por dentro y por fuera» del que nos
habla el Apocalipsis de San Juan. Este libro que, simbólicamente,
corresponde al Hombre Total es, por dentro, el Sol interior, el
Hombre interior metafísico recubierto por la materia impura y
corruptible, la Palabra Perdida o el Talento enterrado del que nos
separan siete sellos o planetas; de ahí que Gichtel afirme que el
Diablo está escondido en estas siete formas. Las siete formas son
diabólicas (ver T.P. III-64) pues hacen que el alma humana se ligue
a ellas y quede prisionera. (ver nuestra nota n.º 8 de Las Bodas
Alquímicas... op, cit.).

13. Ver Apocalipsis IV-2 y ss.

60
11. La raíz de este Mundo del Fuego es el Mundo tene-
broso con la constelación tenebrosa, que tiene ence-
rrado en sí el Mundo del Fuego, con todos los diablos
y las almas condenadas; es el lugar de separación del
Bien y del Mal, es la criba que no deja que nada impu-
ro pase al cielo interior de Dios. 14

12. En este Mundo del Fuego se encuentra el Querubín


con su espada de doble filo; él guarda el camino del
árbol interior de la vida, y es necesario que lo comba-
tamos15 en esta vida o en la otra, y que experimente-
mos la fuerza de su brazo, pues al final de nuestra vida
están Moisés con sus leyes severas y el diablo con el
registro de nuestros pecados, lo que debe prevenir a
los hombres de no diferir su penitencia hasta el fin.

14. El «mundo tenebroso» del que habla Gichtel es el Ungruná de


Boehme, el «sin-fondo» que trasciende la naturaleza, al que ya nos refe-
rimos en la introducción. La criba, símbolo de la separación del bien y
del mal, de los buenos y de los malos, tiene una estrecha relación con
el papel de Satán {ver Lucas XXII-31 y 33) y del mundo astral.

15. Para Gichtel la vida espiritual es un auténtico combate, en el que


nuestro autor llega a identificar al Querubín con Satán que impide
que el hombre regrese al Paraíso. Notemos la naturaleza ígnea de la
espada del Querubín, cuyos dos filos podrían indicar que se trata de
un fuego que puede arder de dos maneras diferentes: la ira o el amor
y la misericordia.

61
13. Porque nmguna lengua humana puede expresar el
dolor que causa la hoja de esta espada. Bienaventurado
aquel que ahora se purifica y llama a Jesús: la segunda
muerte 16 no tendrá poder sobre él. Hay de aquel que
retarde este cuidado, porque aullará y rechinará los
dientes, y maldecirá el día en que nació, y deseará no
haber vivido jamás. 17

14. Más allá de este Mundo de Fuego, o propiamente,


entre este Fuego, y la tinturaª están los Angeles y el
Alma de Adán, que forman la novena rueda. De esto es
de lo que habla la Escritura cuando dice: «Hace a sus
Angeles espíritus, y a sus servidores llamas de fuego.» 19

16. Después de la muerte física, corporal, tiene lugar la muerte del


alma; sin embargo, el hombre puede, en vida, asegurarse la inmorta-
lidad del alma. Del mismo modo que la espada del Querubfn tiene
dos filos, existen también dos muertes. A propósito de la segunda
muerte, ver Apocalipsis II-11

17. Ver ]eremlas XX-14 y Apocalipsis VI-16

18. Gichtel distingue entre dos tinturas (tinktur), una que está en el
cenero del corazón, y otra divina, celeste, que es como un fuego de
amor que viene a encenderla. En esta ocasión se refiere a la celeste,
que es una suerte de vehlculo de Dios. Estas dos tinturas correspon-
den a la doble Sophia a la que hicimos referencia en la introducción.

19. Ver Hebreos 1-7.

62
15. El Mundo Tenebroso oculto contiene las tres primeras
formas, hasta el Fuego, y se llama el Infierno, fuera del
Fuego, es la potencia severa de Dios, hacia la cual el Dia-
blo ha tendido, y la ha infernalizado, lo mismo que Adán.

16. Este mundo, después de que el Cristo lo cerrara, debe-


ría haber permanecido secreto dentro del Fuego, si el
hombre, por sus pecados y sus crímenes, no lo hubie-
ra vuelto a abrir dentro de este mundo al endiablarse.

17. Cuando el hombre es traspasado por la espada del


Querubín, encaramándose así a Dios y al Hombre, la
celeste Sophia lo vuelve a encontrar en la novena
forma; le refresca el alma mediante una dulzura inex-
plicable, y lo viste de nuevo en su celeste presencia, 20
entonces el alma llega a ser un ángel de Dios, que
habita el Cielo y puede conversar con Dios.

18. Porque s6lo con este nuevo vestido puede llegar ante
la Santísima Trinidad y servir a Dios muy Santo, en
espíritu y en verdad, por las plegarias, los homenajes

20. Este vestido celeste corresponde al atavío luminoso que recibe el


protagonista del «Canto de la Perla» o a la túnica blanca que es ofre-
cida a Lucius, el héroe del «Asno de Oro» de Apuleyo, por el sacer-
dote de lsis. Recordemos que lsis corresponde a la Sabiduría Celeste.

63
y las adoraciones, como Melquisedec, sacerdote del
Altísimo.

19. Ella (el alma) llega a su meta como una novia que sus-
pira tras muchos meses por su novio Jesús, y que al fin
es conducida a la cámara nupcial, 21 mas es necesario
que haya pasado por las formas del Fuego, y que haya
vivido sus años de prueba.

20. Porque el Padre no toma hijo para esposo de su amada


Sophia o Jesús, ni conduce a nadie al lecho nupcial,
que no sea puro22 y constante; y la celeste Sophia no se
confía ya más a los brazos de su bien amado, si antes
no se cerciora por muchas maneras, pues fue engaña-
da por Adán.

21. La cámara nupcial, lugar de la hierogamia es un concepto típica-


mente gnóstico. En el Evangelio según Tomás (Log. 75. Publicado en esta
misma colección) leemos: «Jesús ha dicho: "Muchos están cerca de la
puerta, pero son los solitarios quienes entrarán en la cámara nupcial"».
Recordemos el extraordinario valor que Gichtel concedía al celibato.

22. La pureza y la virginidad son un requisito, una condición obli-


gatoria para que pueda realizarse el matrimonio celeste. Recordemos
que, si en la Astrología, el matrimonio corresponde al signo de Libra
y a la Casa VII, la pureza, la limpieza y la virginidad son atributos de
Virgo y la Casa VI, que los precede en el Zodíaco. Según El Mensaje
de nuevo encontrado (op. cit. XVIII-30), Dios «se ha reposado en el
hombre puro para gozar de su maravillosa creación».

64
21. Y aunque ella descienda alguna vez a alegrar a su aman-
te en la codicia tenebrosa, a fin de que no se ensom-
brezca y desespere, no se queda mucho tiempo; se reti-
ra, tanto dentro del hombre interior como dentro de su
principio interior. Por eso la paciencia y la humildad son
necesarias. 23

22. Pero aquel que flaquee, y que crea forzarla a conyugar


por su terquedad o impaciencia, y por una propiedad
potente, aquel debe saber que Dios no le tiene ningu-
na complacencia, y que su querida Virgen no aprecia-
rá su egoísmo; pues la gracia no responde sino a los
humildes y a los mansos.

23. El décimo número es la Trinidad. Allá es donde el


espíritu bienaventurado debe permanecer inmóvil y
cantar el Sanctus, Sanctus Sanctus, con todas las cohor-
tes celestes. Nosotros, hombres, no podemos com-
prender nada fuera de la Virgen Sophia.

24. Y hasta debemos cavar profundamente si queremos con-


templar la revelación en la imagen interior virginal, pues
se genera sola según los tres principios y nace inmediata-

23. Ver El Mensaje... op. cit. X-19.

65
mente de la imagen virginal; este es un secreto oculto,
conocido sólo de aquellos que viven en su intimidad.

25. El lector puede comprender fácilmente por esta figu-


ra que Dios está bastante más cerca del interior de sí
mismo que fuera de él, 24 en las constelaciones del
empíreo. Todo se reduce a volver nuestra alma, a diri-
gir nuestra codicia interiormente, a desear a Dios, y a
no cesar hasta que la querida Sophia con el Espíritu
Santo encuentra el deseo de nuestra alma y la condu-
ce gradualmente. 25

26. Pues no lo podríamos concebir todo de una sola vez,


porque la rueda de la Naturaleza gira continuamen-
te, y no podemos percibir la profundidad de la divi-
nidad sino por relámpagos, y como dentro de un
espejo obscuro. 26

24. Dios está más cerca del hombre que sus mismos pensamientos,
pues es lo más íntimo e interior del ser humano. Nos encontramos
con esta idea en todas las tradiciones. Para el Corán (L-16), por ejem-
plo, "Dios está más cerca del hombre que su vena yugular».

25. ~Volver nuestra alma», magnífica expresión del sentido profundo


de la conversión. Tocamos este tema en nuestra introducción.

26. En varias de sus cartas, nuestro autor compara el corazón del


hombre a un espejo oscuro.

66
27. El primer vistazo es muy débil, y es del todo imposible
concebir hasta dónde el espíritu, por medio de largo
ejercicio, atraviesa la profundidad y llega a la compren-
sión del mysterium magnum,27 así es como lo he experi-
mentado y digo algo más en el capítulo quinto.

28. Esto no es como cuando uno mira alguna cosa y des-


pués retiene la imagen en la memoria, para discurrir
más adelante; mas el alma debe formar un solo ser con
el conocimiento28 y pasar muy frecuentemente por el
Fuego, a fin de volverse fija.

29. No es la búsqueda lo más importante; mas la sensa-


ción, el sabor, el gusto, que ninguna lengua puede

27. El mystmum magnum es el gran misterio de la creación. También


es el título de una obra de Jacob Boehme. Gichtel parece referirse
aquí, igual que en el capítulo V, al Deus Absconditus.

28. El conocimiento, la gnosis que nos propone Gichtel no es un


conocimiento discursivo, intelectual que percibe o se apropia única-
mente de las apariencias de la realidad, sino una gnosis unitiva en la
que conocedor y conocimiento se funden en lo mismo, pues son
uno mismo, en la percepción de la esencia de la realidad. Es el resul-
tado de una interiorización total hasta lo más profundo del ser,
donde se encuentra la «Fuente del Conocimiento», «el Fuego de la
Consciencia». Es la sede de la vida eterna que, según El Mensaje
Reencontrado consiste en «la fijación del fuego de la consciencia a
través de las creaciones movedizas del Agua Madre».

67
describir, y cuyos abismos no puede concebir el apren-
diz por medio de lectura alguna, deben pasar al Ser y
atravesar el fuego interior; después de lo cual se
podrán poner las experiencias en el papel. Se recono-
cerá sólamente que se ha sentido en el alma bastante
más profundamente que por la lectura.

30. Ciertamente que, con excepción de la Biblia, no ten-


dríamos menester de libro alguno en el mundo, si
aprendiésemos a leer en nosotros mismos nuestro
libro interior de los tres principios. 29 Está tan lleno de
maravillas que no puede explicarlas la lengua humana,
y que el ignorante no las creería.

31. Por eso los escritores iluminados no encuentran pala-


bras suficientes, expresándose por medio de analogías
tomadas de la Naturaleza exterior, a fin de que el estu-
diante sea conducido a una meditación más profunda.

32. Mas como el hombre se ha vuelto totalmente exterior


y animal, como no busca sino los tesoros perecederos

29. Nos hemos referido ya en la nota 11 a este «libro escrito por den-
tro y por fuera». Se trata de la Palabra o del Cristo que mora en nues-
tro interior.

68
de este mundo, como ama su vida y desdefia el Bien
imperecedero, muchas cosas le permanecen selladas.

33. ¿Qué haría un cerdo con el collar de oro, o un ave de


corral con la perla? Los hollarían con las patas en el
estiércol, pues desconocen su precio. 30

34. Pero un alma hambrienta de Dios y de Su conocimien-


to, actuando en la humildad y que busca en la simpli-
cidad de su deseo, encuentra por sí misma sin trabajo
muy grande, muy difícil o muy doloroso. Porque Dios
está cerca suyo, ama al humilde que se estima de hecho
indigno de Su gran amor, y que con frecuencia está
lejos de concebir el conocimiento de Dios.

35. Dios es enemigo de mentes personales y orgullosas; les


vuelve la espalda, porque se tienen por cuerdos y
sabios que quieren leer el libro de Sus Secretos con las
gafas de la razón.

36. Aquel que ruegue a Dios por Su Espíritu Santo, sin


cesar, encontrará la vía mejor y más segura, y recibirá

30. Ver Matto Vll-6.

69
un guía que le conducirá en todos los abismos y le
abrirá todas las cerraduras y todas las puertas, 31 como
nos han dado testimonio y nos enseñan por su ejem-
plo todos los hombres iluminados; fuera de esto no se
encuentra nada.

37. De allí que el investigador pertinaz no limitará su estu-


dio a la lectura y a la ciencia escrita; pensará también
en comenzar su ruta y, aliado de la plegaria asídua,
odiará la vida terrestre, buscará la interior, como yo lo
hice, y reconocerá de este modo que las lecciones y las
enseñanzas vienen de Dios.

38. Aquí se aplica la palabra de Cristo «a quien pide la


será dado, quien busca encontrará, a quien llama le
abrirán». 32 Porque el tesoro está enterrado profunda-

31. El Espíritu Santo es la llave que abre todas las puertas. Nos
encontramos con esta idea en los cuentos populares en los que el
Espíritu Santo está representado por un pájaro, a menudo una
paloma o un ruisefior. Recordemos que, en francés el ruiseñor es el
rossignol palabra que designa también a las ganzúas o llaves maes-
tras.
Jacob Boehme opinaba que en el espíritu del hombre había una
cerradura y que el Espíritu Santo era la única llave que abría esta cerra-
dura (Morgenriite IX-16). Probablemente Gichtel se ha inspirado en él.

32. Ver Mateo VII-7 y Lucas XI-9.

70
mente en las almas, 33 custodiado por la Cólera de
Dios, que debe ser previamente vencida por medio del
Amor de Jesús; sin esto no se encuentra nada, pues la
Cólera custodia fuertemente lo que ha devorado.

39. Por ello el Cristo nos enseña y nos exhorta a luchar a


combatir para pasar por esta puerta estrecha; 34 y es
menester una aplicación extraordinaria, como aquella
de la que Jacob dio pruebas al ejecutar las órdenes que
Dios le dio. 35

40. Haz así: Envuélvete en el amor de Jesucristo; no


dejes jamás salir a tu voluntad de Sus heridas; cree
firmemente en Sus promesas, porque Dios no puede

33. Gichcel nos ofrece aquí una magnífica exégesis alegórica del
Génesis y del Evangelio: El Ttsoro, la Perla preciosa evangélica (ver
Mateo XIII-44) o el Fruto del Árbol de la Vida (ver Glnesis 1-24), se
craca de lo mismo. Es la perla del Canto de la Perla, custodiada por
un temible dragón, cuya búsqueda y posesión conscicuye el verda-
dero destino del hombre, el motivo profundo de su vida.

34. La idea de una senda o una puerta estrecha es característica de los


Evangelios (ver Mateo Vll-13 y 14) aunque, como ya sefialamos (ver
el Apocalipsis de Esdras, op. cic. pág. 32 y ss.) era común entre los judí-
os; por ella se penetra en la cámara nupcial (ver noca 20) y en el
Mundo de Luz.

35. Ver GlnesisXXVlll-17.

71
mentir, y no dejes que tu corazón te lleve hacia la
duda.

41. Porque la Cólera de Dios penetra en tu cuerpo y en tu


alma por Su No agudo, y prueba hasta la base si estás
bien arraigado en Jesús, y si ve que no puede derribar
a Jesús en tu corazón, al fin se rinde y no ejerce más
su acuidad.

42. Entonces empieza a clarear la aurora del amor de Jesús


en tu corazón; ella transmuta la Cólera en la gran
Misericordia,36 y yo ce deseo, caro Lector, que sientas y
que goces esca sapidez que no puedo reducir a palabras.

43. Tanto más el alma cava en ella, cuanto más se aproxima


a Dios, hasta que al fin se detiene ante la Santa
Trinidad; entonces alcanza un conocimiento profundo.

36. Alusión a los dos aspectos de Dios según la Kábbala, el Dios de


Ira o Cólera y el Dios de Amor o Misericordia. El Dios de Cólera
está, por decirlo de algún modo, irritado, angustiado. Necesita de la
misericordiosa bendición del Dios de Amor para ser dulcificado. El
episodio de la lucha de Jacob con el Ángel nos enseña que esta ben-
dición tiene lugar en un momento preciso: la aurora (ver Génesis
XXXII-26). Más adelante (T.P. 11-15) Gichtel explicará que el
Espíritu Santo da al alma «el agua dulce de la vida eterna» para «que
se refresque y haga de la angustia una jubilación».

72
44. Después el Espíritu de Dios sale con el alma hasta la
Naturaleza más exterior y le enseña, adelante y atrás,
la generación del Uno, como majestad del Ternario, a
través de las Siete Formas, y el alma siente un júbilo
mucho mayor en esta ciencia que en todos los tesoros
del mundo.

45. Pues no hay nada que pueda ser más caro a un alma
como Dios, el amor eterno, cuyo dulce sabor sobre-
pasa a toda concepción humana, al grado de que ni el
retórico o poeta más hábil, empleando todo su arte,
podría expresarlo.

46. Muchas almas se maldecirán el día de la Revelación,


por haber estado tan cerca de tal gracia, por haberla
perseguido hasta el fin y no haberla aprovechado.

47. El alma no ejercitada tendrá un velo37 delante de los


ojos, porque, en la figura que aquí se representa, el
Padre está en la octava forma, mientras que en las rue-
das de la Naturaleza eterna, está en la cuarta.

37. Este velo representa lo mismo que la cerradura a la que nos refe-
ríamos en la nota 31.

73
48. Porque en dicha figura se comienza en la Naturaleza
exterior, donde la vida humana rueda y se arremolina
de afuera hacia adentro.

49. Esta última es triple, como la exterior terrestre; en segui-


da viene la Vida -ígnea- astral de la que ambas partici-
pan, y la Vida ígnea interior con su raíz en las tinieblas es
el punto de origen del espíritu o de la luz interior de vida.

50. Mas cuando la Naturaleza Eterna se organiza en for-


mas, las tres primeras se toman por el primer princi-
pio; y el Fuego como generador necesario de la vida.

51. Esto debe entenderse también del spiritus mundi 38 que


fue dado a los hijos de Israel, sobre el monte Sinaí, por
las leyes de Moisés, que es la naturaleza de este Padre,
nombrado en la forma ígnea, un Dios celoso y coléri-
co y un fuego que consume.39

52. Del mismo modo que en la quinta forma de la natu-


raleza eterna, Dios es llamado luz de amor.

38. Según su propio testimonio, Gichtel recibió el día de Navidad de


1673 la Sophia que le reveló todos sus secretos. Equipara su expe-
riencia a la que Moisés tuvo en el Sinaí.

39. Ver Deuteronomio IV-24 y Hebreos XIl-29.

74
53. En segundo lugar, el alma no esclarecida encontrará aún
una piedra sobre su camino, si cree que, en el hombre
interior regenerado, el principio medio es el de la Luz;
se ve en la figura correspondiente que el mundo ígneo
es el centro y el punto de separación entre la Naturale-
za exterior temporal y la Naturaleza interior eterna.

54. El estudiante debe estar seguro de que esta figura


reproduce bien el orden de la Naturaleza eterna en el
interior; notará que el primer principio como raíz ígnea
se presenta como saliendo del centro o elevándose
desde abajo; así todo el orden se desarrolla como una
vegetación.

55. Esto no es dado sino para los simples, débiles de con-


cepción y fácilmente cansados por la búsqueda, por-
que todo esto está lleno de confusión. 40

56. Cuando el hombre arranca su alma ígnea de la luz


divina, y cuando pone su vida propia en la constela-
ción exterior, su alma se convierte en el dragón rojo
fuego de siete cabezas, que cabalga la prostituta de la
costelación de la mente exterior y que combate al

40. Ver Mateo V-3.

75
Muy Aleo en el abismo de Luz, como se explica en el
capítulo siguiente. 41

57. Pero si el alma ígnea permanece en la humildad, y si


saca del amor el alimento de su combustión, se con-
vierte en un ángel del Señor, por el que se manifiestan
Su majestad y Su mansedumbre; se promete a la
Sophia, tal y como se dice en el tercer capítulo; com-
bate al dragón ígneo de la ipseidad (Capítulo IV), está
armada constantemente de la espada del Espíritu
(Capítulo 11) y vive como sacerdote de Dios, santa-
mente, modestamente y en la abnegación.

41. Ver TP. II-6 y ss.

76
11
ÜEL HOMBRE NATURAL

1. Cuando el lector amigo de la Sabiduría busca a Dios


en sus milagros, y quiere contemplar en sí el Ternario
oculto, debe antes que todo entrar en sí mismo y
aprender a conocerse hasta el fondo en su génesis y su
triple vida, pues en sí es la eterna imagen de Dios
según los mundos de tinieblas y de luz. 1

2. Así corno estos Tres, que no son sino Uno, se distin-


guen en sus esencias y sus operaciones, tal es la triple

1. La Teosofía que nos propone Gichtel es esencialmente contem-


plativa; es la búsqueda del Creador a través de la contemplación de
la criatura, del Artista a través de la penetración de la Obra. A pesar
de su estado caído, el hombre conserva en lo más profundo de su ser
la huella de la divinidad, «la eterna imagen de Dios», a partir de la
cual puede contemplar a la divinidad «como en un espejo oscuro» y
vivir la «vida interior».

79
vida del hombre, y no puede concebirse de otro
modo; cada una descansa en su voluntad propia, su
fuego o su espíritu.

3. Cada fuego tiene también su centro propio y codicia el


alimento particular que le agrada, y no toma de otro;
por ello encontramos en los hombres diferentes
modos de vivir.

4. La Vida exterior, engendrada como una semejanza del


mundo interior o eterno, tiene su centro en el corazón
exterior, en la carne y la sangre; es común a todos los ani-
males, que no buscan más que nutrirse y reproducirse.

S. Su alimento es la constelación con sus elementos y el


aire que sopla sobre el fuego del corazón; esta vida
tiene su irradiación dentro de las siete formas de la
Naturaleza externa, que la dotan de inteligencia, la
gobiernan y la excitan; tiene principio y fin tempora-
les, y se rompe hasta dentro de la tintura o la esencia
que reside en el Fuego; pero los animales no son así.

6. La vida del alma sale del Fuego eterno interior, que


tiene también su centro en el corazón, pero más pro-
fundamente; se representa en la figura siguiente por
un globo sombrío colocado debajo del corazón. Es el

80
Dragón ígneo o Espíritu-de-este-Mundo; y está unido
también a la primera vida como el hombre con la
mujer; su raíz está en el Abismo.

7. Él engendra igualmente siete estaturas, mas éstas no


producen sino la angustia, la suficiencia y la vanidad,
como se ve en los diablos y en los hombres no rege-
nerados. Estos son los siete sellos que el Diablo impri-
me sobre el alma para que no perciba el Fuego divino
en el amor con que debiera reconfortarse. 2

8. Su alimento lo constituyen, en parte, las esencias del


cuerpo exterior, en parte, las estrellas y los elementos
ígneos del Diablo, o sea la suficiencia, el porvenir, la
envidia, la cólera, la hipocresía, los crímenes y todos
los pecados; su espíritu es el soplo irascible de Dios,
que impele y gobierna al hombre.

9. Según el cuerpo terrestre, es la luz del sol de donde se


surte; mas en sí mismo él opera fuera del cuerpo, de
manera diabólica, como los gatos, las ratas, los ratones
y los animales nocturnos.

2. Ver Apocalipsis V-1 a 5 y nuestra nota 12 al Cap. 1 de la T.P.

81
10. En estas dos Vidas, bajo la forma humana, el ser no es
sino un animal diabólico; tiene exteriormente una
cualidad dulce o salvaje, y según el alma, no es sino un
desagradable gusano.

11. Porque toda voluntad propia es un puro diablo, y cuan-


do la vida exterior cesa, el alma se encuentra en su volun-
tad, adquirida en el abismo tenebroso con los diablos.

12. La tercera Vida es la santa Vida-de-Luz; está escondi-


da, inactiva e insensible en el hombre natural y su
fuego es el del Amor divino donde arde la voluntad
del Regenerado.

13. Esto sale aún del fuego del corazón, pero a un grado
más profundo, como se verá en el capítulo siguiente.

14. Su alimento es la célebre presencia, 3 la carne y la san-


gre de Cristo; y sus potencias en el cuerpo nuevo son
el amor humilde dulzura, la justicia, la verdad, etc.
Ella engendra también las siete formas espirituales,
pero en el rebajamiento y la humildad.

3. Sin duda una alusión a la Shekinah de los kabbalistas que, como


vimos, corresponde a la Sophia de los Teósofos.

82
15. Su acción, su movimiento, es el Espíritu Santo, pro-
ductor de la alegría celeste; porque da al Fuego del
alma el agua dulce de la Vida eterna para que se refres-
que, y haga de la Angustia un júbilo.

16. Este Espíritu da los rayos de su tintura a la Vida sen-


sible externa, y contiene, tanto abajo como arriba, las
influencias venenosas de la constelación y del Diablo.

17. Estos dos Fuegos {el de la Cólera y el del Amor) 4 son


eternos, insuflados por el Eterno a Adán, cuyo cuerpo
originalmente estaba en un temperamento equilibrado.

18. Pero como la Cólera quiso manifestarse y ser prepon-


derante en Adán, se combatieron por el consenti-
miento de éste; tal fue su caída y su separación de la
matriz de agua o de la luz en la naturaleza humana; tal
fue la corrupción del cuerpo paradisíaco, reemplazado
durante su sueño por el cuerpo terrestre donde asien-
tan las enfermedades y la muerte. 5

4. Ya nos hemos referido a estos dos fuegos o aspectos de Dios (ver


nota 36 al cap. 1). Según la Kábbala, cuando estos se hallan en equi-
librio en un hombre, éste es un justo.

S. De nuevo nos encontramos con otra idea de origen kabbalista: la


caída habría tenido lugar durante un sueño. Ver nuestra Introducción.
Ver también T.P. II-42 pág. 90.

83
19. Advirtamos que en el combate de esta triple Vida,
Adán aspiró los tres principios, porque deseaba degus-
tar y probar sus cualidades; por ello Dios desmembró
su vida, como lo enseña claramente el Cristo. 6

20. La Escritura dice que todos los hombres vienen de


una simiente de pecado; tenemos la misma manera de
aparecer y desaparecer en esta tierra que los animales,
pero con la diferencia de que el alma del hombre viene
de lo Eterno.

21. Por ello somos eternos, mientras que los animales son
creaturas perecederas de las que no queda sino la som-
bra. Mas al final de los tiempos resucitaremos para el
juicio y la condenación eterna, o para la alegría y el
esplendor eternos.

22. Porque sabemos que Dios es justo y verídico, y que Él


no puede mentir, abramos los ojos y no vivamos más
como bestias según la carne de donde nos viene toda
nuestra corrupción.

23. La Escritura nos revela dos clases de Fuego; uno divi-


no, encendido en el cielo, y el otro extranjero, encen-

6. Ver Lucas XV-12 a 32. Se trata de la parábola del hijo pródigo.

84
dido en la Naturaleza terrestre y los elementos infe-
riores por la mano del hombre.

24. Los sacerdotes del templo exterior mantuvieron a este


último con leña, pero Dios no aceptó su ofrenda y los
confundió en su cólera.7

25. He allí una bellísima imagen de los dos fuegos espiri-


tuales que están en nosotros, el del Amor y el de la
Cólera: aquél es el fuego sobrenatural de Dios, que
desciende del cielo interior; éste es el fuego natural de
la propiedad creatural en el cuerpo y en el alma, exci-
tado por la codicia malvada.

26. No son sino uno, y no se diferencian sino en el dolor,


corno se ve en el fuego y la luz física; ambos insufla-
dos por Dios a Adán; y la codicia terrestre y el deseo
falso del primer hombre los separaron el uno del otro
corno de la divina armonía.

27. Mientras tanto luchan en el hombre, desde su simien-


te misma; y el que vence rige la forma del niño en el

7. Ver Números XVI-6 y ss.

85
vientre de su madre, como lo explican las figuras de
Caín y de Abel, de Esaú y de Jacob. 8

28. Producen dos clases de hombres, los buenos y los


malos; y esto no llega por un orden divino, como lo
pretende la mente; la Escritura Sagrada nos enseña
que Dios sólo creó un hombre. 9

29. Así, tan pronto como Adán y Eva cometieron la infrac-


ción relativa al árbol del conocimiento del bien y del
mal, y se volvieron brutales y diabólicos según el cuer-
po y según el alma, el Verbo Eterno se encerró en la
matriz de Eva 10 como recreador y regenerador, y se
colocó como adversario del Diablo en la luz de vida.

8. Estos dos fuegos determinan dos tipos de hombres perfectamen-


te evocados por Caín y Abe! o Esaú y Jacob. Nos hemos referido a
este tema en nuestra introducción al Apocalipsis de Esdras, op. cit.
pág. 32 a 38.

9. Ver Glnesis 1-26. Sin embargo, Eva fue creada a partir de él o,


mirándolo desde otro punto de vista, era andrógino.

10. Eva corresponde al alma humana, virgen purísima que ha sido


mancillada a raíz de la caída; sin embargo en su interior yace el Verbo
Eterno, el Cristo regenerador que busca ser liberado por la gracia del
Espíritu Santo.

86
30. De esta oposición vmo la enemistad y el combate
entre las simientes, 11 de suerte que de un padre y de
una madre salieron hijos de naturalezá, afectos inclina-
ciones muy distintos.

31. Con el propósito de enseñar todo esto al lector con


algún detalle, quiero expresarle en las figuras la cons-
titución del hombre triple.

32. La primera figura representa el cuerpo animal.


{Porque el cuerpo paradisíaco está destruido y se des-
conoce.) Los signos muestran las numerosas formas
de los elementos que se manifiestan.

33. Entre ellos, la bilis y el jugo gástrico causan la cocción


estomacal, y por el exceso o el defecto de una u otra
substancia el arqueu 2 se corrompe y toda clase de
enfermedades se declaran en el cuerpo.

11. Ver Génesis IV. Se trata de Caín y Abel.

12. Llamado también «el Fuego interior», el Arqueo es, en griego,


ccprincipio, origen, fuente». Para los alquimistas era la materia ígnea,
base de la Piedra Filosofal.

87
34. Ved pues vuestra miseria, ved en qué podredumbre
está prisionera la vida, y cómo la muerte la rodea por
todas partes; no sabemos en qué instante uno u orro
de los elementos va a sublevarse en el cuerpo, asfi-
xiando a la vida, ahogándola, o secando la humedad
radical. 13

35. Y mientras, nos ocupamos de este animal, lo ornamos


de pieles y vestidos, lo adornamos con joyas, perlas,
oro y plata, lo llenamos de todas clases de alimentos
exquisitos, y aún a veces perdemos nuestra pobre alma
a causa de él.

36. Cuando alcancemos este paraíso terrestre, la muerte


entregará nuestro cuerpo para ser devorado por la tie-
rra y los gusanos, y el alma, al Fuego obscuro infernal;
para muchos llega a buena hora y sin ser esperada; y
no ocurre sin grandes angustias, como lo he notado en
el caso de los agonizantes.

13. La humedad radical era, para los alquimistas, el Mercurio de


los Filósofos, la base vital de todos los seres de los tres reinos de la
naturaleza. En el ser humano es el bálsamo ígneo que alimenta su
vida.

88
37. El Espíritu de vida de este hombre terrestre es el aire, 14
con las siete Formas, terrestres y siderales:, su visión es
la luz del sol; su centro es la Tiniebla eterna, que lo
aprisiona si no llega a la regeneración.

38. Como la alimentación del hombre se confía al gran Espí-


ritu sidérico del Mundo y a los elementos, estos últimos
emplean toda su fuerza para obtener su dirección.

39. Pero Dios puso el alma en el cuerpo para gobernarlo,


y le dio como ayuda su Virgen celeste, la sabiduría de
la luz de vida, a fin de que el alma pueda obrar y
manifestar los milagros de Dios en este mundo por
medio del Espíritu exterior como instrumento:, porque
los milagros de Dios están en el Alma de Fuego. 15

14. Los alquimistas, especialmente el Cosmopolita, opinaban que en


el aire estaba el alimento de la vida el hombre. En esto coincide tam-
bién Saint-Baque de Bufor.

15. El «Alma de Fuego» donde están los milagros de Dios es el


«Fuego de la Consciencia» al que aludíamos en la nota 28 del capí-
tulo anterior. Al separarse de la Sabiduría Celeste, la Sophia, su capa-
cidad creadora se convirtió en destructora, o dicho de otro modo, en
vez de unirse en amor con la Sophia celeste, prefirió fornicar con las
apariencias corporales.

89
40. El Alma-de-Fuego se separó de su querida auxiliar
para ser su propia dueña y para hacer su voluntad en
este mundo porque creyó que la fuerza y la potencia
de los milagros le eran propias.

41. He allí propiamente la caída de Adán, que no quiso


multiplicarse con la Virgen celeste y obedecerla,
mas deseó una hembra, como los animales, y quiso
gozar corporalmente los frutos y los placeres terres-
tres.

42. Entonces Dios le provocó un sueño, reunió la matriz


femenina con la tintura de luz o de agua en una mujer
y formó, por medio del espíritu del mundo, su cuerpo
grosero con miembros tal cual somos todavía, como
lo indica la figura.

43. Así el Espíritu exterior del Mundo, recibió la regen-


cia de Adán y Eva, en el Alma-de-Fuego, que con-
dujo después, con los engaños de la serpiente y de
su deseo terrestre, hasta gozar del fruto prohibido.

44. Nosotros nos volvimos del mismo modo, hijos de este


mundo, encorvados bajo el yugo del Espíritu de este
mundo, que nos maneja por su hambre insaciable, tan

90
duramente como Faraón 16 gobernó a los hijos de
Israel; de suerte que buscamos los honores, el renom-
bre, el esplendor, la voluptuosidad y la grandeza,
como si fuéramos a vivir eternamente en este mundo.

45. A esto coopera el hambre insaciable de las almas veni-


da del abismo negro sobre el cual se levanta el
mundo, que lleva las almas a la lujuria brutal, a los
crímenes, a los robos y a todas las perversidades, fru-
tos cuya semilla contiene, como se ve en la primera
generación de Caín.

46. El Enemigo de los hombres arrojó su cizafia bajo el


buen grano, que vegeta hasta la siega, época en que
Dios recoge la mies en su era, mientras que a la ciza-
fia la ata y la echa al fuego. 17

47. El Fuego es cosa muy buena, que no debe descuidar-


se; da a los hombres el calor, la luz para que puedan
ver en las tinieblas, les es necesario para cocinar y para
muchos otros usos.

16. Ver &odo 1-11.

17. Ver Lucas VIII-11 y ss.

91
48. El Fuego divino, cuando arde en el Amor es igual-
mente útil y bueno, y no puede prescindirse de él, por-
que da al hombre modo de ver en las tinieblas, ayuda
a que se produzcan los milagros de Dios y da fuerza y
potencia a la luz; lleva las cosas de la Obscuridad al Ser,
lo que le sería imposible a la luz sola. Provoca la ale-
gría, el contento y el júbilo en el Cielo, así como el
dolor en las Tinieblas.

49. Cuando quiere devorar, destruir y aniquilar todo lo


que rodea, es malo; brilla en tanto tiene materia que
los alimente; cuando se extingue, no queda sino car-
bón negro, cenizas y polvo. Para esto, Dios creó el
agua, que puede preservar del fuego. 18

50. Asimismo, el Fuego de la Cólera divina, cuando al salir


de su ordenanza, se separa de la Luz, quiere volverse
propio y absorber todo lo bueno; y como entonces no
se ha extinguido, devora la Humedad oleosa, de suer-
te que la luz se extingue y el fuego se vuelve un depó-
sito negro, como se ve en la segunda Figura.

18. El fuego regenerador, al hallarse separado del fuego celeste de la gra-


cia del Espíritu Santo, se convierte en un fuego destructor, que ocasio-
na la muerte a los humanos. Gichtel deja entrever aquí el fundamento
místico de la inmortalidad en el que se apoyan los alquimistas.

92
51. Los signos de los planetas representan la rueda de la
Naturaleza exterior, el cuerpo sidérico que se enrolla
en sí, y también hasta en el sol. Alrededor del sol hay
una serpiente, 19 que es el Diablo en el espíritu del
mundo, el cual se insinúa en nuestra forma de vida
terrestre, hasta el sol.

52. El círculo, o globo que está alrededor del sol represen-


ta el mundo de la Luz que está oculto.

53. Y el globo obscuro dibujado abajo, indica el alma del


Fuego, o la Cólera de Dios.

54. Si este globo fuese encendido por el fuego del Amor


divino, y produjera una luz clara en lo más profundo
del corazón, la vieja serpiente, Satán, sería precipitada
en la Tiniebla.

55. Y tú serías un hombre angélico regenerado, un hijo de


la luz que combatiría la carne y la sangre, el Diablo y el
mundo, que crucificaría la voluntad propia con todas
sus obras, y que seguiría al Cristo en su regeneración.

19. Gichtel compara a menudo la serpiente con el Diablo, idea total-


mente tradicional, de acuerdo con el mito bíblico de la Caída.

93
56. Pero actualmente estás en forma de Anticristo, y odias
la Luz porque tus obras son malas. Tu propia Voluntad
irascible y creatural es la que te hace perverso y conde-
nable, y no Dios; es ella la que te hace caminar y obrar
según sus leyes, te hace desobediente al Espíritu de
Dios y te impide ser el novio de la celeste Sophia.

57. Pero que hace de ti un humanimal20 personal, que vive


a gusto en las comodidades de la vida carnal exterior,
sin cruz ni oposición, que no llama al Cristo, que no
siente ni hambre ni sed de la presencia celeste, y que
se esfuerza sin cesar tras los honores y la fortuna.

58. Sí, responde la Verdad creatural, nada puedo sin el


Cristo; nada puedo enajenar por mí mismo, ni nada dar
a Dios sin su permiso; si Él quiere ponerme a combatir
contra mí misma, que me arme del Espíritu de oración,
a fin de que yo pueda perseverar. Porque quien mete
mano a la carreta, y luego la saca, es incapaz del reino de
Dios. 21 Prefiero quedar en mi simplicidad que esforzar-

20. El término «humanimal» inventado por nuestro autor designa al


hombre animalizado, que ha olvidado sus orígenes divinos y se delei-
ta en los placeres carnales negligiendo su dimensión espiritual.

21. Ver Lucas IX-62

94
me en pos de las cosas superiores, así estoy tranquilo; si
no soy llamado a la hora sexta, Dios puede llamarme a
la undécima; quien sólo se carga de una cruz, debe lle-
varla; si Dios quiere darme una, bien sabrá encontrarme.

59. Respuesta: Todo esto es verdad querido amigo, tu opi-


nión es muy buena, pero aunque diabolizas; cubres tu
conciencia con hojas de higuera,2 2 pensando que Dios
no ve tu egoísmo en tal obscuridad. Si no lo supieras,
y si la Voluntad de Dios no se te hubiera manifestado
sería necesario que te pudieses garantizar del Fuego
penetrante de la cólera divina.

60. Mientras tanto bien sabes que Dios Padre no se preci-


pita delante del porquero, sino al encuentro de aquella
Voluntad convertida, que concibe un deseo en su cora-
zón, y que se dirige hacia Él con profunda humildad,
y aunque esté aún lejana, Ella abraza, la besa y la viste.

61. Tu voluntad ve muy bien que, aunque no conciba


sino un deseo hacia Dios, éste Dios se apresuraría a
socorrerla, y la armaría de su fuerza; pero ella se ama
demasiado, y teme perder su vida tranquila según la
Carne y la Sangre.

22. Ver Génesis III-7.

95
62. Debiera querer salir de la caballeriza del Diablo, per-
der su propia Naturaleza, morir y encontrar un vio-
lento adversario que la precipite fuera de la sombría
Raíz ígnea con la duda, la angustia, la incredulidad, la
impaciencia y la cólera.

63. Exteriormente será agobiada, azotada, envilecida,


excedida, odiada y despreciada, y considerada como
loca por esos puercos; como abandonada de Dios y de
los hombres, será clavada a la cruz y gritará «¡Dios
mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»" ¿De
dónde tomaría su substancia la vida natural?

64. Es con tales representaciones como el Diablo inmovili-


za a la mayoría de los hombres, y aunque Dios los llame
diariamente, a toda hora a su festín, el uno se excusa
por razón de sus ganados, el otro, por su campo, el ter-
cero, por sus bodas terrestres, y el cuarto tendrá necesi-
dad de largos años antes de volverse piadoso. 24

23. Ver Matto XXVII-46 y Marcos XV-34.

24. Alusión al Banquete de las Bodas Eternas al que nos referimos


ampliamente en nuestra introducción a Las Bodas A/qulmicas op. cit.
La idea original se encuentra en Matto XXIl-2 a 14.

96
65. Dios no acepta la Voluntad egoísta; ella no es sino un
demonio adverso y obscuro en el hombre, y pertene-
ce al infierno y no al cielo. 2s

66. Mas si el hombre, cargado aún por los lazos de la


carne y de la sangre no quiere pasar al Fuego de
Angustia de la Cólera divina, y dejarlo que consuma
su egoísmo, será menester que sufra la prueba después
de su vida terrestre, y esto no será tan dulce. Quien
tenga oídos, que oiga.

67. Dios insufló en el hombre avaro el libre albedrío, las


Siete Formas para producir la Trinidad eterna y la
Sabiduría divina; ha ordenado la mente con los cinco
sentidos para el auxilio exterior, a fin de que la libre
Voluntad reine en toda criatura y que las maravillas de
Dios sean manifestadas.

25. Nos hallamos aquí ante una clara expresión de la «dialéctica de


las dos voluntades» tan frecuente en los escritos de los místicos y los
contemplativos. La voluntad humana se opone a la divina. Como
escribía Miguel de Molinos (Gula Espiritual-Advertencia-IV) «El
camino de la paz interior es ajustarnos en todo lo que la voluntad
divina dispone... Esta conformidad es el yugo suave que nos intro-
duce en la región de la paz y serenidad interior».

97
68. Mas la meta de esta voluntad es la de someterse y obe-
decer al Creador, de ser abierta humildemente al abis-
mo de la Luz divina para lo que ella quiera obrar y
revelar; la Voluntad debe comer con fe el Verbo del
Señor como la carne y la sangre erística del hombre
interior, y no nutrirse de frutos terrestres venidos del
cuerpo exterior.

69. Así esta Libertad divina26 se ha separado en ti del


Abismo de Luz, se ha hecho Dios; y entre tanto reina,
con sus Formas de Naturaleza exterior, sobre la mente
y los sentidos, dirige al alma, combate y contradice a
Dios en el fondo más interior, hace lo que le place y
lo que es agradable a la carne, es un Diablo, un dra-
gón de fuego y una serpiente, que Dios debe comba-
tir con su fuerte Potencia irascible, capturar, someter,
pulverizar y rechazar.

70. Pero que Dios venga interiormente en auxilio de la


pobre alma prisionera por su Espíritu Santo, y revele

26. La libertad que el hombre busca en el exterior es un recuerdo


inconsciente de la «Libenad Divina» a la que se refiere Gichtd. Esta
se ha convenido en él en un puro libeninaje, absurdo y ciego al estar
separado de la Sabiduría, que, poco a poco, le conduce hacia su des-
integración final.

98
en ella su Fuego de Amor, para que tienda hacia ella
un claro esplendor, a fin de que la Voluntad egoísta
llegue a ver el horror del dragón.

71. Esta Voluntad, por sus falsas codicias de la carne, da


tanta humedad al fuego del Alma, que se apaga y no
puede llegar a consumirse en el amor divino. 27

72. Si Dios la llama, por medio de sus hijos regenerados


y sus discípulos, hacia la penitencia y la conversión,
si la presencia del Señor se le anuncia, ella se excusa
por haber recibido otra misión por la cual Dios obra-
rá sus maravillas.

73. Los miembros del cuerpo, dice ella, no son un todo


solo; son capaces de multitud de movimientos, y cada
uno cumple su función particular.

74. Ella se encierra en sí, y cierra a la voz divina las puer-


tas del alma, a fin de que no sea oída en su reposo y
su régimen físico.

27. Idea típicamente: teosófica la del carácter ígneo del alma. Otros
autores la han comparado a una lámpara cuya luz arde mientras tenga
aceite:, pero se: apaga cuando éste: le falta.

99
75. ¿Quién va a castigar y convencer a este Dios egoísta?
Mora en un bello animal, bajo forma humana; por
fuera parece piadoso, honrado y devoto, va a las igle-
sias, comulga, honra a los amos y a los pobres, se
vanagloria de ser cristiano y estar predestinado a la
beatitud, donde espera las gracias celestes.

76. Sabe disertar sobre la Escritura tan bien como los


Maestros; va frecuentemente tan lejos como para
dejar la Iglesia exterior, juzgar su declive y conocer a
verdaderos estudiantes de Cristo, cuyo lenguaje y vida
oculta imita; se circuncida exteriormente y se aleja de
su mujer o no se casa, y habla del lecho nupcial y de
las bodas de Sophia con alma creyente.

77. Sin embargo no es sino una bestia que se eleva del


Abismo de las Tinieblas; habla como el Cordero y no
es, entretanto sino el Mono de la Sabiduría divina que
se mofa de sus niños y de toda creatura honesta.

78. Pone sobre su frente el signo de Jesús y no es sino un


embustero: el verdadero cristiano, el que posee en ver-
dad una voluntad humilde y ecuánime, el que se colo-
ca en el proceso esencial de Cristo, ama la pobreza, solo
signo y piedra de toque del verdadero discípulo, más
que todos los tesoros de Egipto.

100
79. Yo siento muy bien la adversidad diabólica en mi
egoidad creatural; se esconde voluntariamente en el
hombre y no quiere ser ahogada; mas yo dejo actuar a
Aquel que reina.

80. Pues la Voluncad propia28 se ama de tal modo, y ciega


tanto al hombre, que éste ya no puede conocer el
amor divino, ni distinguirlo del amor personal; y
cuando se toca su egoísmo con una simple palabra,
parece como si se estuviera atacando a la niña de los
ojos de Dios y sería capaz de estremecer el fuego del
cielo para aniquilar al audaz.

81. Pero tu Voluntad propia no es el profeta de Dios, Elías,


que estaba sometido al Espíritu de Dios; es simplemen-
te una voluntad del Diablo que se ha entronizado en tu
Luz-de-Vida como en un templo de Dios, y que reina
sobre todo lo que es divino, creyéndose Dios ella misma.

28. La voluntad del hombre se apoya exclusivamente en su raz6n,


incapaz de percibir más allá de las apariencias. La critica que acaba de
hacer Gichtel nos recuerda la posición de Karl von Eckartshausen en
La Nube sobre el Santuario: «Lo que llamáis verdad es una forma de
concepción vacía de objetos invisibles o inaccesibles, cuyo conoci-
miento ha sido adquirido por el exterior, por los sentidos ... ».

101
82. La ciega razón se dirige en estos términos a la Voluntad
propia: Si todos los hombres marchasen sobre las hue-
llas del Cristo, y lo siguieran uniformemente, el Mundo
no podría subsistir más, porque no habría ya alimento.

83. Empero, querida razón, seiscientos mil hombres sin


contar las mujeres y los niños, salieron de Egipto, y el
alimento nunca les faltó. Los primeros cristianos ven-
dieron todos sus campos y pusieron todo en común,
y Jerusalén quedó en pie.

84. Se dirá a la Voluntad propia que debe poseer como si no


poseyese, y si Dios le envía riquezas, que no las encierre
en sus cofres, diciendo: «Este es mi bien y el de mis
hijos, viviré de ello, haré lo que yo quiera y dejaré estos
tesoros a mis hijos».

8 S. Empero debe decir: «Señor, este es tu bien y el de tus


pobres hijos; te lo ofrezco de nuevo», y deberá permitir a
los pobres que recojan las migajas que caen de su mesa;
así los poderes podrán avocarse sin inquietud y seriamen-
te al servicio espiritual de Dios y a la oración, allegando
bendiciones sobre la cabeza de los caritativos donantes.

86. El Cristo y sus enseñanzas no son de ninguna manera


la causa de que los ricos se vuelvan pobres, que el ali-

102
mento falte, y de que el mundo se estremezca; eres tú,
razón ciega, la única causa del mal, al invertir los da-
ros preceptos de las enseñanzas del Cristo para refor-
zar los deseos personales. 29

87. Tú dices que pueden servirse a dos amos a la vez, 30


amasar tesoros y perseguir a los ladrones, agasajar y
criticar a los ricos, que nada deben y darse al pobre,
para que no se afirmen en su pereza o su fantasía; y tú
colmas el pozo de Abraham.

88. Por ello, la Voluntad propia consolidada en su egoís-


mo, toma para sí todas las riquezas de la tierra, guar-
da las suyas, menosprecia a los pobres y se comporta
como perezosa;

29. El rol satánico es el de la inversión de los papeles, de los concep-


tos, de la realidad. En las Escrituras, que hablan de la vida eterna, se
ve la historia o la arqueología muerta; la Historia Sagrada se lee como
si fuera la historia profana. Se encuentran en lo perecedero y pasaje-
ro las razones para vivir y se desprecia lo real y lo eterno, como si
fuera un delirio, una manía o una mera curiosidad.

30. Ver Mateo Vl-24 y Lucas XVl-13. Gichtel expone aquí magis-
tralmente las causas de la división interior, orígen de la hipocresía y
de la esquizofrenia espiritual.

103
89. Que paraliza los pobres miembros del Cristo y el com-
bate contra la cólera de Dios, de suerte que los obliga
a llamar a Dios en su auxilio.

90. Así la justicia de Dios se despierta frecuentemente; te


revela un enemigo, cambia en maldición tu aparente
bendición, de suerte que te hace mantener miles de
soldados para proteger a tu Marnmón, 31 impedir que
el enemigo caiga sobre ti y todo te quite, y te vuelva
semejante a uno de esos pobres cristianos.

91. Que los ricos de este mundo no se enorgullezcan, que


no pongan su confianza en las riquezas inciertas, mas en
el Dios viviente, que hagan el bien y buenas obras, que
den voluntariamente, que sean caritativos, y recogerán
tesoros para el porvenir, y recibirán la vida eterna. 32

92. La bendición de Dios, por su magnificencia, enrique-


ce sin esfuerzo, porque Dios ama al que da, y devol-
verá hasta un vaso de agua fría.

31. El versículo evangélico que Gichtel acaba de citar (ver nota 30) apa-
rece en algunas ediciones protestantes como «no podéis servir al mismo
tiempo a Dios y a Mammóm1

32. Ver l Timoteo VI 17 a 19.

104
93. El Cristo, al hablar de su futuro juicio33 nos enseña que
pondrá a los pobres a su derecha y a los ricos a su izquier-
da diciendo: Estuve hambriento, sediento, desnudo,
enfermo y prisionero, y lo que habéis o no habéis hecho
a mis pobres miembros, a mí mismo lo habéis o no
hecho; y a cada uno lo recompensará según sus obras.

94. A esto, la razón replica: Si los ricos debieran sostener a


los pobres caerían a su va en la miseria, y ya nada
podrían compartir. 34 A esto responde Tauler que si los
ricos fuesen tan alto, estarían en la pobra.a del Cristo,
que se ocuparía de ellos y proveería a sus necesidades.

95. Empero a esto respondo que la razón es ciega y no cono-


ce la pobra.a del Cristo ni la distingue de la pobra.a del
mundo. Porque los pobres del Cristo son los fieles cris-
tianos que sólo son pobres por amor a su Maestro, y que
aprecian su pobra.a más que todos los tesoros del
mundo.

33. Ver Mateo XXV-31 a 46.

34. Vemos aquí de nuevo la pobl"C'la de la interpretación «razonable» y


racionalista del Evangelio. El Cristo de los te6sofos es el Cristo interior, la
chispa divina que nos habita y que nos pide que la alimentemos con el
amor de la Sophia, que le demos a beber las aguas de la vida (ver juan lV-
9 y ss.), que la vistamos con su «atuendo luminoso», que la curemos de
sus males terrenos y la liberemos de la prisión de la materia corruptible.

105
96. Y aunque quisieras dar a un cristiano todas las joyas
de tu Mammón, no las aceptaría, porque vive en com-
pleta abnegación de todos los bienes terrestres; es un
pobre dichoso, rico en divinidad, lo que no es un
pobre temporal. 35

97. Un creyente no se vuelve pobre a sí mismo, sino que


el mundo lo persigue, le quita todo, lo expatria y lo
coloca en la verdadera pobreza de Jesús, de suerte que
no puede ni comprar ni vender en este mundo.

98. Así oprimido, aunque gowso y libremente, llega a ser


un discípulo del Cristo, y busca el reino de Dios con
firme confianza, y Dios lo vestirá y le dará su alimento.

99. Es necesario que se mantenga en esta fe, sin volverse


atrás, hasta el fin, sin lo cual le sería quitada la con-

35. Toda esta disenación sobre la pobreza bien pudiera parecer puro
moralismo para el lector no familiarizado con las doctrinas de la
Kábbala. El pobre es el ~yo» del hombre, su individualidad caída que
nada puede por sí misma, pero es capaz de hacer maravillas con la ayuda
del cielo. Señalaremos que «yo», en hebreo, es «Ani», escrito con Alef,
Nun y lótt «pobre» es también «Ani», escrito con Ayin, Nun y lód. Esta
palabra deriva de un verbo que significa «oprimir, aceptar». Ya señala-
mos la diferencia kabbalística entre la Alefy la Ayin (ver el Apocalipsis
de Esdras op. cit. pág. 39). El pobre se vuelve rico cuando la Ayin se
convierte en Alefo sea cuando se hace uno (A/efvale uno) con el Rico.

106
fianza, y mendigaría y se volvería esclavo del mundo y
de su estómago.

1OO. Si Dios no se ocupase de tales criaturas, de huéspe-


des tan fieles, sería más malvado que un pagano y
que una bestia salvaje que nucre a sus crías.

1O1. Un pobre temporal incrédulo quien, por desgracia,


ha caído en la miseria, se ocupa sólo del pan mate-
rial, y cuando lo consigue, está contento y se siente
feliz, mas no conoce nada de Dios.

102. Un creyente obedece los mandamientos de Dios y no


codicia los bienes de su vecino rico, ni le pide soco-
rro, y si lo hiciera, según la razón, no sacaría nada.

103. Pues Dios quiere tener solo el honor de socorrer a quie-


nes le ruegan;36 transportará a un Habacuc por los ca-
bellos al foso de los leones de Daniel, o enviará un hom-
bre manso y angélico que proveerá a la pobreza erística.

104. Un pobre temporal incrédulo corre tras los ricos y los


sobrepasa, pues no tiene nada que esperar de los

36. En hebreo la palabra «rico» procede de una raíz que significa


tener «abundancia, contestar, satisfacer una plegaria».

107
pobres, y los ricos nada dan voluntariamente porque
pueden enriquecer a los pobres.

105. Un cristiano creyente descarta toda confianza en los


hombres, 37 aun en sí mismo, puesto que Dios lo ha
prohibido; un pobre temporal incrédulo no tiene
más Dios y ayuda que los ricos de este mundo.

106. Un pobre cristiano fiel es un sacerdote consagrado


por Dios en el Templo del Espíritu Santo, donde
habita el Señor: su tarea es orar sin descanso en
Espíritu y en Verdad, tanto por el país que habita
como por todos los hombres a fin de que sean con-
ducidos a la verdad por el descenso del Espíritu Santo.

107. Debe ayudar a sus hermanos a luchar, a combatir y a


triunfar; le es imposible servir a dos amos a la vez y
poner sus sentidos en el alimento, pues no es apto
para todas las obras exteriores.

108. Por ello debe cuidarse y vivir con moderación, dar


atención sostenida a los movimientos del Espíritu

37. Ver jeremias XVIl-5: «Maldito el hombre que en el hombre pone


su confianza» y XVII-7: «Bendito el varón que confía en YHWH».

108
Santo en su corazón, a fin de oír lo que el Señor le
dice; mas un pobre temporal sólo se ocupa de las
cosas de este mundo.

109. ¿Donde están tales cristianos?, pregunta la razón. Con


gusto vería uno de ellos. Reconozco que en nuestros
tiempos están sembrados muy ralo, y que fácilmente
se pueden contar.

11 O. No hubiera sido necesario, pobre razonador, que ex-


hortases a tu audiencia de ricos y a tus partidarios
a cerrar sus cofres y sus manos y a dejar hambriento
a tan pequeño número.

111. Espero también que Dios no contará tu ceguera, de


la que has soñado desembarazarte; pues tú nos has
sido útil, has excitado el fuego de nuestras plegarias
y ejercitado nuestra fe, nuestro amor, nuestra espe-
ranza y nuestra paciencia.

112. Si quieres ver a estos cristianos fieles, bebe el cáliz


que hemos bebido, y sé bautizado de la unción que
hemos recibido. Exteriormente somos miserables y
pecadores, como todo el mundo, mas el hombre
interior está escondido en Dios y mora oculto a toda
mente.

109
113. Yo me propuse no conocer más a ningún hombre, por-
que cernía a la razón, que hoy en día es la reina del
mundo, que codo lo quiere gobernar, y presentía que
iban a venir fuerces combates a causa de esas relaciones.

114. Empero me incliné ante el Espíritu de Dios, que ha con-


ducido mi vida y travesías contra mi voluntad, y que se
me ha revelado en mis oraciones como un buen amigo.

115. Agradezco al Altísimo que haya arrancado mi vida de


la venganza de la muerte y de los infiernos, y de mi
aborrecimiento a codos los hombres, y que en este
encarnizado combate contra Dios y los hombres, no
me haya dejado sucumbir.

116. Es triste que de creinca38 sólo uno haya quedado


firme, que puso su fe en Jesús, y que pueda solo cele-
brar la omnipotencia del amor de Dios.

117. La razón dice: Ya que canco encomias una vida apos-


tólica can alta, ¿por qué no te vas por el mundo a pre-
dicar el Evangelio, en vez de permanecer retirado?

38. Posible alusión a las treinta personas que estaban alrededor de


Gichtel. Ver T.P. V-94.

110
118. Sí, cara razón, has dicho bien. ¿No serías tú la pri-
mera que rehusaría si te predicamos y te decimos que
dejes tu casa y nos sigas?

119. Nosotros carecemos de orden para salir. Somos llama-


dos, y debemos quedarnos en la Voluntad del Creador
para cumplir lo que le place, como su instrumento.

120. La propia autoridad, aunque sincera, no sirve para


nada y no actúa sino contra la voluntad divina. Una
voluntad desapegada y apacible es más útil y agrada-
ble a Dios que otra que actúa por sí misma.

121. Nosotros sólo deseamos lo que Dios quiere, y deja-


mos a la razón que diga de ello lo que le plazca, pues
sabemos que es ciega en las cosas divinas.

122. Sabemos que Dios es bueno, que todo lo que ha


hecho está bien, y que, por ende, no puede de ningún
modo excusar nuestra perversidad ni esta Voluntad
que hemos vuelto egoísta y que Él nos había insufla-
do libre y divina.

123. Que ahora es diabólica, habiéndola comparado el


Espíritu, por la pluma de Daniel y la de Juan, a anima-
les feroces, a dragones horribles, a serpientes venenosas;

111
mas cienamente no salió del odio, de la envidia o de la
amargura.

124. Empero salió de un amor cordial, a fin de que los


pobres hijos de Eva pudieran un día aprender a
conocerse, y a tener odio, disgusto y horror por sí
mismos, y regresar como el hijo pródigo a la man-
sión de nuestro Padre celeste.

125. Aunque se eduque uno en el amor de Dios, y que se


deseen ver en el Cielo todas las almas condenadas
con el diablo -a lo que en nada me opongo- tal cosa
no está ni en la omnipotencia de Dios, ni en nuestra
voluntad, sino en las de esas almas y esos diablos,
pues habrán concebido un deseo de humildad y ten-
derán a ser librados del fondo de la Cólera.

126. Mientras tanto creo que no hay cambio posible en lo


que es eterno. No hablo de aquellos que están sus-
pendidos del hilo y que pasan por el fa.ego mdgico de
la Cólera, al precio de dolores inexpresables;

127. Mas de aquellos para los que ninguna intercesión


tendrá efecto y que no esperan ninguna suavización:
aquellos negarán, maldecirán y huirán de Dios. Su
voluntad no tendrá lugar en los juicios de Dios: por

112
ello hay que ponerse en paz con Él, porque es justo
y verdadero.

128. Y aunque, según I Pedro, 3, 19, puede esperarse


algún alivio para los infiernos, porque el Cristo pre-
dicó a los espíritus prisioneros, reconozco haber esta-
do en espíritu en esta prisión entre el Tiempo y la
Eternidad, y en el Infierno de los diablos, mas
encontré en los dos grandes diferencias.

129. Porque en la prisión entre el Tiempo y la Eternidad no


hay angustia, ni tinieblas, ni luces, mas un crepúscu-
lo. En un infierno, hay terribles tormentos que fuer-
zan luego al alma a la duda y a la negación de Dios.

130. Porque mi estancia en aquel lugar39 duró sólo seis


horas y si Dios no me hubiera retenido la lengua,
habría renegado para siempre.

131. No debo ocultar más cómo Dios, en la agonía de gran-


des pecadores, a la cual he asistido, me hiw ver que el
Cristo sigue al alma hasta su separación del cuerpo.

39. Gichtel confiesa haber descendido a los Infiernos. Esta experiencia


es común a todas las iniciaciones. Pensemos en la Divina Comedia de
Dante, o en la magnífica ópera de Mm:art La foiuta mágica.

113
132. Y cuando el alma llega al límite de la octava forma
ígnea, donde está Moisés con su ley, y el Diablo40 lee al
alma el registro de sus pecados, el Cristo es el mediador
y el intercesor del alma, 41 a fin de que reciba aun una
mirada de la gracia y conserve un fulgor de esperani.a.

133. Pero por ello no aconsejo a nadie que peque, porque allá
donde la Cólera de Dios está muy excitada, quema
inexorablemente, como se ve su semejanza en el fuego
natural, y mientras más se le echen leña y aceite, mejor
quema, de modo que cada quien se tenga por advertido.

134. Si se advierte cómo todas las religiones del mundo han


agui.ado el mental, trazándole un camino agradable
hasta el Paraíso, para llevarlo dentro del esplendor
divino sin ser muerto a sí mismo y sin haber seguido
al Cristo, se ve el combate de tres principios p ara obte-
ner el gobierno del alma.

135. De donde resultan la ceguera y el gran egoísmo del


hombre natural, que cree que sus opiniones y sus

40. Como nos enseña también la Kábbala, el diablo hace un papel de


Acusador.

41. Ver Hebreos XII-24 y Romanos VIII-34.

114
teorías son las de Dios, y las sigue, en vez de escuchar
las palabras y las órdenes de Lo Alto.

136. Y no hablo aquí de paganos, que jamás oyeron


hablar del Cristo; también se piensa ahora entre los
Cristianos; cada cual vive, muere y razona según sus
ideas, y cree llegar al cielo sin la regeneración, ni la
muerte de su yo, como sus ciegos maestros le han
enseñado.

137. Por piedad de nuestra miseria, Dios nos ha hecho la


gracia de desvelarnos, a través de un laico simple e
ignorante, Jacob Boehme, el abismo profundo de los
tres principios, el árbol del conocimiento del bien y
del mal y de las caídas de Lucifer y de Adán que de
ahí resultaron.

138. Estas nociones han inflamado a muchas almas que


han hollado para encontrar la perlita; y unos y otros
la han encontrado aquí y allá, lo que los ha abocado
al amor y a la oración.

139. Esos escritos cayeron en mis manos, por pnmera


vez, algunos años antes de que despertara, y me
fueron de muy grande utilidad en mi primer com-
bate.

115
140. Puede uno maravillarse de que el celo de la Iglesia
primitiva se haya desvanecido tan pronto, y de que
haya pasado del rechazo de los bienes terrestres a una
aceptación egoísta.

141.Jamás podré agradecer lo suficiente a mi Dios haberme


llevado a mí, al más indigno, a la pobreza misma del
Cristo, y que me abrió el retiro por medio de la prdc-
tica, aunque ésta sea despreciada por los hombres, a
quienes les falta un ardiente amor por el Cristo Jesús.

142. Debemos serle sumisos y obedecerle como a nuestro


jefe, nuestro rey, nuestro eterno prometido, y debe-
mos amarlo por encima de todo; porque donde no
hay uniformidad, no puede haber unidad ni armonía.

143. La &critura nos enseña cómo Adán, a causa de las luces


de la Naturaleza, tornó su libre voluntad de su Creador
hacia el &píritu de este mundo, y codició los tesoros y
el esplendor, inculcándonos una envidia parecida y vol-
viéndonos esclavos del Mundo e hijos de las tinieblas.

144. Ganamos nuestro pan con el sudor de nuestra fren-


te, y pasamos la vida en fatiga, angustia, necesidad y
dolor, hasta que al fin lo abandonamos todo para ir
a la obscuridad eterna y volvernos hijos del Infierno.

116
145. Tornemos pues y llamemos a Jesús, que descendió de
la casa de su Padre celeste para ayudarnos a abstraer
nuestra voluntad creatural de todo deseo terrestre y
regresar hacia su Padre -y seámosle sumisos hasta la
muerte de la Cruz.

146. Nos ha enseñado que si queremos ser sus disdpul.os


debemos renunciar a todos los deseos terrestres, tomar
nuestra cruz y seguirle;42 y esta instrucción está dirigida
no solamente a los Apóstoles, sino a todos los cristianos.

147. Los primeros cristianos practicaron este mandamien-


to, y así dieron testimonio de que amaban al Cristo
y que guardaban Su ley.

148. De allí emana toda Su enseñanza: «Bienaventurados los


pobres de espíritu, porque a ellos pertenece el reino de
los cielos».43 «Nadie puede servir a dos amos a la vez». 44
«Ved los pájaros del Cielo ni siembran ni cosechan, y
sin embargo vuestro Padre celeste los alimenta». 45

42. Ver Mateo XVI-24.

43. Ver Mateo V-3 y Lucas Vl-20.

44. Ver Mateo VI-24 y Lucas XVI-13.

45. Ver Mateo Vl-26 a 28.

117
149. «Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo
lo demás lo tendréis por afiadidura.» 46 «No os preo-
cupéis, que el Padre tiene cuidado de vosotros.» 47
«Buscad los tesoros que duran eternamente, etc.»48

150. Esta vida según la fe es rara ahora, bien lo reconoz-


co, y es verdad que somos semejantes a los paganos
incrédulos, empero nuestra incredulidad no sobrepa-
sa la fe en Dios.

151. Por ello yo temía ser conocido de los hombres, pues


veía bien que la pobreza erística derribaría al suelo
toda vida mundana y provocaría combates y contra-
dicciones violentos tal como si cada cual hubiera
querido precipitarse contra esta piedra angular,
diciendo: ¿Quién puede vivir de tal suerte?

152. Ellos juzgaban a la pobreza erística y a sus practicantes


como los sofistas más peligrosos que el mundo haya
conocido, seriamente perjudiciales a las repúblicas
mejor establecidas; la campana estaba bien fundida,
mas el badajo tenía defecto.

46. Ver Mateo Vl-33.


47. Ver Mateo VI-34.
48. Ver Mateo VI-20.

118
153. Esta tempestad no nos afectó poco, y nos llevó a la
oración, porque el Diablo creyó poder darnos por
vencidos.

154. La razón puede torturar la Escritura49 y sacar falsas


interpretaciones; la vida y las enseñanzas del Cristo
se oponen de hecho a la Vida natural adámica; y
aquel que posea cualquier cosa en su voluntad no
puede ser un verdadero cristiano regenerado.

155. Porque en la posesión anida el egoísmo que sedujo a


Adán. Debe ser completamente renegada, o será
arrojada a los Infiernos, a quienes pertenece. El
Cristo vivió de limosnas sobre la Tierra, y no tuvo
nada suyo, ni siquiera donde reposar su cabeza. 50

156. Empero, replica la razón: si todos los hombres fuesen


así de pobres, ¿quién los mantendría? Escucha, razón,
la enseñanza del Crisco, y no rebases el uso moderado.

157. El Cristo llamó a los ricos Dueños de la casa y les


mandó dar a buen tiempo y según sus necesidades a
Sus pobres servidores; estos últimos no piden más.

49. En el sentido de torcer su significado.


50. Ver Mateo VIIl-20.

119
158. Y aquel que dice: este es mi bien y mi prosperidad, roba
a Dios, y deberá rendirle cuentas. Dios creó todo para
uso común, y no para la soberbia ni la comodidad.

159. Y esos ricos que han encerrado en sus cofres las rique-
zas de Dios, que no han ayudado a los pobres cristia-
nos en tiempo propicio, oirán con terror estas pala-
bras: Alejáos de mí, malditos, id al fuego eterno que
está preparado para vosotros y para los diablos. 51

160. Durante todo el tiempo que un fiel posee en propie-


dad, no puede confiar en Dios de todo corazón, ni
puede atravesar hasta la forma firme y viviente, ni ser
librado del régimen del Espíritu de este Mundo; esto
parece a los ricos una paradoja, mas los pobres cre-
yentes lo comprenden muy bien.

161. La pobre7.a. erística es la consolidación de la Sabiduría


celeste y el ropaje con que se envuelve. Quien quiera ir
a ella, debe por consiguiente volverse pobre. Esta pobre-
za es el tesoro escondido de todas las riquezas, los pode-
res, los conocimientos y los misterios de Dios. -Un loco
la desprecia, mas un sabio la tiene en alta estima; todo
el Mammón terrestre es barro, comparado con ella.

50. Ver Mateo XX.Il-41.

120
162. Hablo sin orgullo y en verdad; el Señor es mi testi-
go: Si los bienes del mundo entero me fueran ofreci-
dos a cambio de la pobreza del Cristo, no los querría.
Esta preserva de la distracción y de la vanidad, y es
un Fuego divino que despierta y excita sin cesar al
amor y a la oración.

163. Tan íntimamente está Dios ligado a Sus pobres, que


no puede abandonarlos: los ángeles, los hombres y los
cuervos tienen que servirlos. Dios no los deja mendi-
gar, como el Espíritu del Mundo hace con sus pobres
infieles, que a menudo rechaza como a perros.

164. Dios siempre despierta corazones bienhechores que


se ocupan de los fieles. No se puede conocer a los
Pobres según el Cristo, porque exteriormente parecen
ricos, y así quedan cubiertos delante de toda razón.

165. Los hombres se sonrojan por la pobreza del Cristo, y


la consideran vergonzosa, mas el Señor se sonrojará
también de ellos delante de su Padre celeste.

166. Jamás he pedido dinero a ningún rico, y nunca me he


prosternado ante Mammón, mas he dado libremente
testimonio de la verdad, estigmatizado lo injusto, y
he sido amado de los ricos más de lo que merecía.

121
167. Mientras vivía en el Mundo, servía a su esplritu, estan-
do obligado a hacer lo que éste quería; mas cuando la
gracia de Dios me asió por dentro, y fui reprimido y
castigado por la vida llevada según el mundo, me quitó
mi alimento, se llevó todo lo que tenía, y no me dejó
ni una camisa, pensando que iba a pisotearme.

168. Por esto mismo perdió su autoridad, porque serví la


santa voluntad de Dios, y soporté mi pena, y cuan-
do vio su derrota, me oprimió vivamente y me exce-
dió sobremanera, mas, por la gracia de Dios, no me
pudo conducir a su cielo de ~nus. 52

169. Se irritó violentamente y desplegó todas sus fuerzas


para hambrear la pobreza del Cristo. Mas Dios sabia-
mente las desbarató. Que a Él sean eternamente la
gloria, el honor, la alabanza y el agradecimiento; el
poder, el reino, la fuerza y la autoridad. Amén.

52. Recordemos que Venus era la diosa de los placeres y de la volup-


tuosidad.

122
111
EL HOMBRE REGENERADO

1. El lector benévolo debe saber que no hablo por haber


leído libros, ni por propio razonamiento, sino como
resultado de mi experiencia; 1 y aquí tengo grandes difi-
cultades para escribir, porque el hombre del cual voy a
hablar es espiritual y muy oculto, y no puede descri-
birse por medio de figuras naturales ni por lengua
terrestre alguna.

2. Es necesario que me sirva de similitudes naturales. 2


Así el benévolo lector deberá meditar por sí mismo
hasta que alcance la inteligencia.

1. La Theosophía Practica es el resultado de una experiencia y de una


práctica y nos propone una práctica y una experiencia: la de la pobre-
za interior; no esperemos ver aquí una filosofía separada de la vida o
un divertimento de la mente.
2. Los textos sagrados y los escritos de los teósofos hablan de «algo».

125
3. Y cómo por ello pueda desear conocerse a sí mismo, y
contemplarse en la luz de la sabiduría divina, que se
interiorice con ardiente aplicación en el centro más
profundo de su alma, que ruegue sin cesar, que llame
al Espíritu Santo, y que se abandone enteramente a Él
con todo lo que posee en cuerpo, alma y espíritu;
tomando la más firme resolución de no flaquear en la
pobreza, la necesidad, el dolor o la muerte mas seguir
a Dios hasta el fin, con la misma firmeza con que yo
lo he hecho.

4. Así, no dudo que Dios escuche su oración en el nom-


bre de Jesús, y que le dé lo que Le pide su corazón. 3

5. El nuevo cuerpo es tan diferente del antiguo como el sol


resplandeciente de la tierra obscura; y aunque esté en
el antiguo, le es inconcebible, aunque a veces sensible.

de lo que ya no nos acordamos, situado en una dimensi6n a la que


ya no tenemos acceso; para poder despertar el recuerdo de este «algo»
en el hombre, están obligados a utilizar parábolas y analogías, en
cuyo sentido literal no debemos detenernos, sino penetrarlo hasta
acceder al profundo.

3. Ver juanXIV-4: «Y todo lo que pediréis en mi nombre, eso haré para


que el Padre sea glorificado en el Hijo». Ver también Marcos XI-14:
«Todo cuanto pediréis, creed que lo recibiréis y se os dará» y Mateo
XXI-22: «Todo cuanto con fe pediréis en la oraci6n lo recibiréis».

126
6. No puede representársele propiamente smo por
imágenes de soles o de estrellas, y es tan imposible
de ver como para nuestros ojos físicos el sol de
medio día. 4

7. Y si se opusiera a esto la aparición del Cristo antes de


su resurrección, habría que recalcar que Él no estaba
aún transfigurado.

8. La historia de Pablo en Damasco nos muestra cómo


fue cegado por el brillo del cuerpo del Cristo. 5 Esto
para callar mi propia experiencia.

9. Así como la luz del sol se comporta con respecto a las


estrellas, así lo hacen nuestros cuerpos nuevos con
respecto al del Cristo, Él es el sol, y nosotros somos
sus estrellas, una misma carne, un mismo ser; mien-
tras más imitamos sus sufrimientos y su vida, más bri-
llantes y luminosos somos .

4. Gichtel señala la diferencia existente entre el «cuerpo de luz» y


el «cuerpo de barro». El primero no es etéreo o astral, como pre-
tenden algunos ocultistas, sino palpable o como dice Gichtel, sen-
sible.

5. Ver Actos de los Apóstoles IX-3.

127
1O. No puedo comparar las fuerzas de este cuerpo sino
con los colores de las joyas más brillantes: diamantes,
rubíes, jacintos, jaspes, etc.6

11. Que por el cruce de sus fuegos multicolores ofrecen


un espectáculo magnífico, que deslumbra a los pro-
pios ángeles, y que la lengua no sabría describir; pues
no tenemos sino analogías terrestres que sólo son la
sombra de las realidades celestes. 7

12. ¡Ah! Y los hombres son tan locos, que menosprecian


esta magnificencia eterna por un pufiado de placeres
carnales pasajeros.

13. Este cuerpo ha salido del Verbo de Dios, o de la celes-


te Sophia, que aparece saliendo del fuego sagrado inte-
rior del Amor, y que el deseo o la fe hacen presente o
concebible. Y todo esto es espiritual, más sutil que el

6. El antiguo ane de la orfebrería, cuando estaba aún ligado a la


noción de lo sagrado, ofreda a través de las joyas o los retablos,
hechos con metales preciosos y gemas, evocaciones y símbolos del
Mundo de Luz; por esta razón las joyas que se fabrican hoy en día no
son más que frivolidades vadas, comparadas a las obras de arte que
produdan los antiguos. Como el oro, el cuerpo celeste del que nos
habla Gichtel es semejante •a los rayos del sol...

7. Ver Hebreos VIII-5.

128
aire, semejante a los rayos del sol que penetran codos
los cuerpos.

14. Esca Celeste Presencia de la nueva vida espiritual atrae


al alma por su potente deseo, en su esencia ígnea,
como el prometido llama a su novia, y emana en el
mundo de la Luz una alca lucidez triunfante, clara y
blanca, de lo más profundo del alma.

15. Entonces, el Espíritu Santo sale hacia la Sabiduría


eterna, y ayuda a la vida exterior a producir, a formar
y a perfeccionar el pan terrestre que necesita.

16. Y aquí está la sanca y eterna generación de los tres


principios, el Padre, el Hijo, el Espíritu y la Sabiduría,
en el hombre regenerado;ª y no es solamente al pan a
que me refiero, como lo piensas, pobre razón ciega; tú
("

nunca aprenderás este profundo misterio, porque no


eres digna de comprenderlo.

17. Porque no buscas sino este mundo, no piensas sino en


llenar tus cofres y a legar lo que te es superfluo a tus

8. Notemos que, hablando de tres principios, Gichtel nos cita cuatro.


Esto puede resultar chocante si no sabemos que el cuarto, la
Sabiduría es, en cierto modo, el envoltorio del Espíritu Santo.

129
hijos. Sería mucho mejor que te esforzaras en volver-
los piadosos.

18. Los ricos piadosos son igualmente ciegos y punibles,


aunque tengan buenas nociones; cuando ayudan a sus
amigos carnales, los afirman en su maldad y en su
pereza, y fortifican conscientemente en ellos el demo-
nio del Egoísmo.

19. Que no esperen, pues, ni lisonjas ni gracias de esos


amigos incrédulos o de Dios;

20. Porque el hombre no será juzgado según su punto de


vista, más según la ciencia que Dios le haya dado,
como lo declara el mismo Señor. 9

21. Espero que esta advertencia fraternal y cordial no sea


tomada a mal, porque debemos dejar alumbrar a
nuestra luz, sin considerar a quien alumbra, y sobre
quien ella pronuncia su juicio.

22. Por cierto que una voluntad fundamentalmente resig-


nada, donde Dios pueda querer, formar y crear lo que
Le plazca, le es muy cara, y Él se la manifiesta amiga-

9. Ver Lucas Xll-47 y Santiago IV-17.

130
blemente, mas aborrece a la voluntad propia, aun
cuando ésta haga muchas buenas obras porque actua-
ría sin la Unidad. 10

23. El lector esclarecido y experimentado no tiene nece-


sidad de nuestro escrito, porque posee en él su ins-
tructor y su conductor; no es, pues, para él lo que
escribimos.

24. Mas debemos aclarar con nuestra luz al alma inex-


perta y no ejercitada, y decirle qué es la Regenera-
ción: qué proceso se desarrolla entre Dios y el nuevo
Adán, y cómo el hombre nuevo debe pasar de un
grado a otro, hasta que su nuevo cuerpo haya alcan-
zado su completo desenvolvimiento.

25. Recalquemos bien que no recibimos un alma nueva


por la Regeneración, sino más bien un cuerpo nuevo,
pues así el alma no tiene necesidad de un nuevo
alumbramiento, mas simplemente de un renova-

1O. Existe una diferencia digna de consideración entre «la buena


voluntad en el hombre», la voluntad a secas, y la «buena voluntad en
Dios», la verdadera «buena voluntad». La primera se apoya en nues-
tra ignorancia y limitaciones, mientras que la segunda lo hace en la
Voluntad divina.

131
miento y de una conversión del exterior al interior, a
fin de que haya renovación por la pura divinidad. 11

26. El viejo cascarón es y permanece frágil; por su hambre


perpetua da tanto trajín como el estiércol depositado
en el campo para hacer crecer el trigo.

27. Agota todas las provisiones del alma, le da pobreza,


angustia, pena y sinsabores, de suerte que no puede
encontrar ya más alegría ni reposo en la vida amigable
exterior, y se pone triste y se aflige por las fatigas de la
vida terrestre y por la variedad de las cosas, y comien-
za a pensar en la casa de su Padre.

28. Y si este portador de la angustia no estuviera allá, las


maravillas de la sabiduría de Dios no se verían, y las ple-
garias de los fieles no podrían elevarse con ardor y fervor.

29. A estos fines el Cristo conduce a sus discípulos en su


santa pobreza, los hace despojar, desterrar y perseguir, y
no les deja ni dónde reposar su cabeza, a fin de que

11. La Regeneración de la que nos hablan los teósofos comienza


por la conversión total de nuestro ser, en la que el alma se purifica
y renueva, sólo entonces puede revestir el cuerpo de luz, el «hom-
bre nuevo».

132
pongan su confianza en Dios, y de que crean en la pro-
mesa que han recibido, de que el Padre vela sobre ellos.

30. La pobreza y la necesidad enseñan a llamar, a clamar


y a rogar a Dios para la afirmación de la fe; esto es lo
que los discípulos del Cristo comprenden mejor.

31. Aunque los ricos no lo crean ni un poquito, esta es la


verdad, y sola se probaría con sólo que se les privara
de víveres por un día: la incredulidad, la duda, la
inquietud, la angustia y los sinsabores se apoderarían
de su alma, y gritarían «¿Dónde encontrar pan en este
desierto?, como dice Moisés. 12

32. Nosotros, pobres hombres, no sabemos hasta dónde


estamos mecidos en el Spiritus Mundi, 13 ni en qué
impiedad vivimos; con frecuencia imaginamos tener
gran fe, y no cenemos confianza en Dios por un peda-
zo de pan; cernemos el tener que amar a Dios y tomar
confianza, mientras que debiéramos temerle por enci-
ma de todo.

12. Ver NúmtrosXI-13.

13. Gichtel se refiere aqul a este mundo, con todos sus trajines y
trabajos.

133
33. Asaz he reconocido mi debilidad, y sentido las palpi-
taciones de mi corazón hasta que, por múltiples ejer-
cicios, el pequeño arbusto de mi fe se ha vuelto un
árbol robusto, que puede resistir todas las tempestades
del Diablo y de la Razón.

34. Cuando el alma se convierte en el cuerpo, 14 vuelve la


espalda a la luz del Sol, y eleva su faz hacia Dios en la
Luz interior del Mundo; luego recibe nuevos sentidos,
a pesar de que aún esté comprometida en las tinieblas.

35. Reconoce al principio el alma su extravío, su huída de


la casa paterna, 15 y los excesos de su vida amorosa con
las cortesanas; cae de rodillas, se humilla delante de su
Padre Celeste que habita en la Luz secreta, y quiere
orar en espíritu; mas aún no puede, porque no sabe
orar mas que con los libros, y no comprende la verda-
dera plegaria en espíritu y en verdad.

36. El Espíritu Santo le es enviado en un movimiento sen-


sible del corazón, como lo indica la paloma en esta

14. Una va purificada, lentamente, el alma va formando el cuerpo


de luz en su interior.

15. Ver Lucaf XIV-11 a 32.

134
figura; este movimiento parece extraño al alma, porque
aun no conoce a Dios, y se asombra y se preocupa.

37. El Diablo, notando todo esto, se desliza apresurada-


mente en el temperamento, y trata de sembrar la duda
en el alma, con falsas sugestiones; así fue cómo, en
este período de mi vida el Diablo quiso hacerme creer
que él era quien me poseía.

38. Mi alma se amedrentó, y habiendo cesado mi plega-


ria, tomé el Nuevo Testamento, buscando algo que
me alejara esos malos pensamientos.

39. Y, al abrirlo, las palabras de Pablo 16 quedaron bajo mis


ojos: «Ü ¿ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis
de Dios, y que no sois vuestros?» 17

16. Ver 1 Corintios VI-19


17. La apertura al azar de las Santas Escrituras produce a menudo
resultados sorprendentes. Considerándolo desde un punto de vista
simbólico, podemos afirmar que son el •libro exterior» capaz de
hacer eco en nuestro «libro interior»; por ello, si nuestra actitud es
auténticamente receptiva, y nuestro deseo profundo es escuchar qué
quiere decir Dios, consultar sus libros revelados es un método utilí-
simo para conseguirlo.

135
40. Estas palabras me causaron la más profunda admi-
ración, porque, pasada mi juventud, había buscado
a Dios fuera de mí, y solía pasar el día en el campo, o
escondiéndome en alguna cueva, contemplando el
cielo y deseando hablar con Dios, como Moisés,
David y otros hombres de Dios.

41. Pero ningún Dios quiso aparecérseme y regresaba a


mi casa muy apesadumbrado o bien tomaba mi libro
de oraciones, y abría la ventana o me salía al aire
libre, para que las fórmulas pudiesen subir libremen-
te al Cielo; y así permanecí ciego durante veintiséis
años.

42. Apenas cerré mi Nuevo Testamento, caí de rodillas


para agradecer a Dios esta gracia, que corrió con tanta
abundantia, que duró cinco horas, asombrándome yo
mismo de la riqueza de esta bendición.

43. Ligué luego mi corazón al Cristo, y me abandoné a él


enteramente de cuerpo, alma y espíritu, consintiendo
en llevar todas las cruces que me enviara, a condición
de que Él no me dejara solo, porque yo era como un
niño pequeño, incapaz de distinguir la derecha de la
izquierda.

136
44. Mi caro Salvador aceptó amablemente mi oración y
me dio a beber una copa entera, dulce a la boca, mas
muy amarga al cuerpo. 18

45. Él nunca me ha dejado solo; fielmente me ha salvado


en todas las pruebas, enfermedades, pobreza, persecu-
ciones y pesares. Que Él reciba el honor, la alabanza y
el agradecimiento por la eternidad.

46. Fui iluminado poco a poco por el conocimiento divino


y llevado a castigar una vida desarreglada, a mostrarme
a los Sacerdotes, que hicieron sonar la alarma y me de-
nunciaron a la autoridad corno entusiasta, lunático,
herético y anabaptista. 19

47. Me prodigaron burlas, ultrajes y vergüenzas, los sargentos


me arrastraron por las calles y querían decapitarme; mas,
corno no pudieron ponerse de acuerdo, de pronto me
abandonaron y me desterraron de la ciudad para siempre.

48. Cuando estuve preso en un calabozo infecto, el


Diablo ensayó su primer asalto, y me tentó con dudas

18. Ver el Apocalipsis de Esdras op. cit. XIV-39 y ss.


19. Gichtel tuvo muchos problemas con las autoridades eclesi:.úticas,
que lo excomulgaron y expulsaron de Ratisbona, su ciudad natal.

137
tan terribles que estuve a punto de tomar mi cuchillo
para librar de tal dolor a mi vida miserable.

49. Este combate fue tan encarnizado y tan violento, que


la piel de mis rodillas me fue arrancada al arrastrarme
por el suelo, sin que yo me diera cuenta, a causa de mi
angustia interior, pues el Diablo sembraba la duda en
todas mis oraciones.

50. Habiendo pasado en este desgarramiento durante


toda la mitad del día, canté este salmo luterano «Si
Dios no estuviese con nosotros, etc.», y de pronto fui
golpeado en el espíritu y caí por tierra.

51. Vi en mi corazón una luz blanca, y alrededor del cora-


zón una gruesa serpiente, enroscada tres veces sobre sí
misma, como trenza; en medio, en una claridad, apa-
reció el Cristo en la forma descrita por Juan. 20

52. Él dijo con gran suspiro: «Si la Gracia no fuera mi


consuelo, ¡Oh Dios, expiaría de dolor!».

53. Apenas fueron pronunciadas estas palabras, como por


un choque formidable la serpiente fue aplastada y

20. Ver Apocalipsis XIII-14.

138
reducida a fragmentos menudos, que vi caer en los
vapores obscuros.

'14. Volví en mí entonces, y sentí una notable alegría y una


consolidación en mi oración, por lo que ello está
dibujado en esta figura.

-;5. Esta expulsión de la casa de servidumbre egipcia, no


es sino el primer paso en el desierto de la prueba para
la razón incrédula, que no se contenta con la pobre-
za del Cristo; se avergüenza de mendigar y añora las
carnes, los ajos y las cebollas de Egipto; entonces el
Diablo despierta la incredulidad, la desconfianza y la
duda.

56. La fe, que apenas es en el corazón como un granito de


mostaza, 21 no puede con la tempestad; entonces vie-
nen los refunfuños y las murmuraciones, y el alma
suspira con fuerza.

57. Mas Dios envía admirables auxiliares si el hombre


ruega de verdad: yo mismo lo he experimentado, aun-
que sería muy largo entrar en detalles.

21. Ver MattoXIIl-31.

139
58. Pondré sin embargo al lector en guardia contra dos
tentaciones difíciles, que han hecho caer a muchos
ante mis ojos.

59. He aquí en qué consiste la primera: Cuando el alma


es expulsada de la casa de servidumbre por el Espíritu
de este mundo, y se la coloca en la pobreza crítica para
trabajar en las vifias del Sefior, saciar su hambre terres-
tre con las promesas divinas, imaginar, formar y crear,
con la ayuda de su fiel auxiliar y prometido, Jesús, por
medio de la oración, la fe y la súplica, la satisfacción
de sus necesidades en el cielo interior, a fin de que la
misma cosa suceda en la Tierra y se la envíe por cora-
wnes píos y bienhechores;

60. Entonces, el alma regresa hacia Egipto, por su razón


terrestre, y se acepta, coge y asimila lo que recibe en el
causal como un envío divino y no como prueba dia-
bólica; no ruega, pues, con aplicación y en vez de
temer al tentador, se mantiene exactamente en el sen-
dero de Cristo.

61. Así muchas almas valientes han sido engafiadas, y des-


pués han llorado y se han quejado amargamente: «¡Ah!,
¡si no me hubiera fiado de aquello! ¡Ay si hubiese sido fiel!»
Mas el mal ya está hecho y nada puede ya cambiarse.

140
62. Porque la Virgen celeste se encierra entonces en su
centro y deja al alma llamar y esperar en vano.

63. Y aunque la mente haya recibido un rayo de luz divi-


na, de suerte que conciba los Misterios y que su boca
pueda discurrir sobre ellos, la potencia imaginativa,
formativa y plástica se ha ido, y no queda sino un
tonel vacío.

M. El Diablo apetece también hacia el amor de Dios; mas


ten cuidado de que no te engulla y tome posesión de
tu casa, porque te tiene gran envidia.

65. Y después de entrar en cualquier parte, toma con él


siete espíritus peores que él, y liga tu alma y tu tempe-
ramento a las siete formas de la Naturaleza, de suerte
que después no te podrás salir fácilmente. Conserva,
pues, lo que tienes.

66. La otra tentación es aún más difícil y corruptora:


Cuando el alma, encendida por el fuego divino, arde
con clara llama y produce una bella luz, donde la
Virgen celeste se alza triunfante en el temperamento y
besa a su caro prometido con sus dulces rayos de luz
en el alma ígnea, después de transmitirle todas sus
fuerzas para manifestar y realizar las maravillas de

141
Dios por el potente deseo de la oración ella se hace
presente y aparece en el Cielo cantando un himno de
alabanzas:

67. El alma sale de la humildad y de la ecuanimidad para


volver a entrar en el amor propio, pensando que es su
propio fuego el que puede esforzarse y producir esos
milagros, por magia ígnea de su propia oración se
lanza muy por encima de los Tronos, quiere ser cual-
quier cosa y se convierte en un diablo orgulloso y ego-
ísta que, bajo el pretexto de la justicia divina, quiere
que todo se doblegue a sus pies, persiguiendo a quien
no se le somete en el acto, con el fuego y la espada,
maldiciéndolo y condenándolo al infierno.

68. La cara Virgen se ofende y llora por ello, pues no


puede acudir en socorro de su prometido.

69. Porque, apenas quiere introducir sus dulces rayos de


luz en el Fuego de esta alma, para ablandarla, el alma
se vuelve más ígnea, más orgullosa, y más exaltada,
resistiendo con todas sus fuerzas a la suave luz, y no
quedándole nada que pueda amortiguar su acuidad.

70. Considera toda dulzura como hipócrita y rechaza


todo lo que no es ígneo; recubre todo esto con el mis-

142
terio de estulticia y le llama justicia y juicio de Dios, y
no es entretanto, fuera de esto, mas que un diablo
fiero y orgulloso.

71. Cuando la cara Virgen Sophia ve que su prometido no


puede ser curado por su amor y su dulzura, ella se reti-
ra a su principio de luz, obscurece el fuego del alma, la
deja caer en el pecado y la locura, y le da una mujer
corporal, a fin de aligerar el gran fuego del agua terres-
tre, para que el espíritu ígneo tenga algo con que jugar
en su fantasía, y para que por este vínculo no le sea
más permitido remontarse.

72. Fui picado y quemado por tal espíritu ígneo, porque


no tenía ninguna experiencia y no conocía al Diablo;
lo tenía por divino y creía que debía doblegarme bajo
su dirección y obedecer sus órdenes como soldado
nov1c10.

73. Mas el buen Dios tuvo compasión de mi simplicidad


y me libró a tiempo; a Él quedo para siempre recono-
cido.

74. Es por ello por que prevengo al lector, porque es


mucho mejor experimentar en cabeza ajena que en la
propia.

143
75. Sin fuego, nada grande ni pequeño puede producir-
se21 ya sea en la Naturaleza exterior o en la interior.
Cierto es que donde hay gran fuego, gran luz habrá;
es muy útil cuando arde en la humildad, y no sale de
su orden para devorar y consumir todo lo que tiene
alrededor.

76. Si Lucifer en el Cielo y Adán en el Paraíso hubieran


observado eso, aquél habría seguido siendo Ángel, y
éste hombre paradisíaco.

21. Para los alquimistas el fuego era el elemento más importante una
vez conseguida la materia. No se trataba de un fuego destructor, sino
creador y regenerador.

144
IV
DEL HOMBRE INTERIOR SEGÚN
LA IMAGEN DE Dios
DE LA ENTRADA DIVINA EN ÉL COMO EN SU PROPIO TEMPLO

1. Esta figura representa al hombre triple interior angéli-


co, tal y como fue creado, por Dios, y tal como la
regeneración lo renueva y purifica.

2. Me ha dado mucho trabajo antes de realizarla; verás,


caro lector, cuando venga tu turno, como tengq
razón.

3. La esfera o mundo exterior es este temperamento


ansioso con las siete formas de la Naturaleza, que con-
tiene el régimen sensorio con la mente, ambos en
espíritu y en cuerpo.

4. Es un espejo del mundo interior obscuro del Fuego y


de la Luz; está ligado a uno y otro durante el tiempo
de la vida terrestre exterior.

147
S. Por ello está en una condición miserable, como se
puede ver en la figura siguiente, para cuyo fin he repre-
sentado la espalda.

6. El diablo lo agarra ya sea por abajo desde su infierno


obscuro, o por arriba, o por fuera de la constelación,
de suerte que este combate y esta oposición lo sacuden
sm cesar.

7. Constantemente suspira tras el dulce abismo de Luz


del Amor eterno, imagina con ansia, se ablanda, la
atrae a sí y la hace presente.

8. El Fuego engulle esta presencia celeste, que brilla clara-


mente y produce en el corazón una bella y blanca luz.

(En otro escrito el autor se explica como sigue:)


9. «Esta figura, con el Temperamento describe el ojo
milagroso, que he puesto en la espalda, a fin de que el
lector curioso lo pueda ver claramente.

1O. Es el ojo del cuerpo, del cual habla el Cristo 1 que está
en el centro y es como una esfera.

1. La «Lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo estuviere sano,


todo tu cuerpo sería luminoso; pero si tu ojo estuviere enfermo, todo

148
11. Adentro, (o por delante en la tercera figura) está un
espejo de los dos principios interiores.

12. Detrás está una figu.ra de la constelación, de la mente,


indicada por las estrellas.

13. Está mirad en la sombra y mitad en la Luz; sobre el


dorso se encuentra un cintilamiento sombrío; por
detrás, un espejo luminoso».

(Aquí el autor continúa:)


14. Bajo el Temperamento, sobre los riñones, 2 está uncir-
culo que designa el Abismo, morada del Diablo.

ru cuerpo serla tenebroso» Mateo VI-22. Gichtel hace referencia aquí


¡¡J ojo interior del que habla también Karl von Eckartshausen: «Si este
ojo interior del hombre es iluminado por la luz divina, es entonces el
verdadero sol interior por el cual todos los objetos vienen a nuestro
conocimiento. Mientras que la luz divina no ilumine este ojo, vues-
tro interior vive en tinieblas. La aurora de vuestro interior comienza
rnando el sol se levanta» (La Nube... op. cit. pág. 13).
Nos hallamos aquí con dos elementos, el ojo interior, verdadero
tesoro que es el corazón. Ver Mateo Vl-21, y Theosophia Practica IV-
7, y el Sol, que es el Cristo transfigurado {ver Mateo XVII-2) que
viene en la aurora a arrojarle su luz.
2. Los hebreos y los primeros cristianos otorgaban una gran impor-
tancia a los riñones que actualmente nos es difícil de comprender. El
hombre ha de ceñirse los rifiones (Job XXXVIII-2, XL-11 y Lucas XII-
38). El significado simbólico de los riñones no está, no obstante, sin
relación con el del corazón. {Ver Salmo VII-10 y Apocalipsis II-23).

149
15. No hay que comprender que se encierra allí; mas cuan-
do aquél es rechazado en el combate por el Espíritu de
Dios, allí es donde cae.

16. Tal y como David lo pide en sus Salmos: 3 «rechaza a mis


enemigos detrás de mÍ»; idem, «arroja a mis enemigos a
mis pies». El soldado aguerrido lo comprenderá.

17. En el corazón está la divina la luz del mundo, allí está


el ojo, Templo del Espíritu Santo, que Dios habita, y
que es llamado Dios en la Luz, es el principio media-
no en el hombre regenerado.

18. Abajo está el ojo mágico divino de Maravilla y el Fuego4


que es, en los regenerados, el lugar donde el Padre pro-
duce a Su Hijo. En los otros, es el Fuego de la Cólera
divina.

19. Es el fondo del cielo, de los Infiernos, y del mundo


visible, donde nacen el bien y el mal, como la luz y las
tinieblas, la vida y la muerte, la beatitud y la conde-
nación.

3. Ver Salmos IX.

4. Ver La Encarnación de Jesucristo de Jacob Boehme 1-Cap III, V. 19

150
JO. Y no sin razón se le llama Mysterium Magnum, pues con-
tiene dos seres y dos voluntades: la Unidad y la Mul-
tiplicidad, la cual se introduce en una avidez hasta el
Fuego y la Luz; en el fuego está comprendida la Vida
natural, y en la Luz, la santa Vida espiritual de la unidad.

l. I. Ella produce también dos voluntades: la una ígnea,


exaltada, orgullosa y diabólica; la otra humilde, baja,
angélica. De allí la elección de los Elegidos.

22. Porque el hombre es, por ahora, su propio artesano;


puede poner sus deseos en sí mismo, corno ipseidad,
o en la unidad de Dios, según la ecuanimidad; y es
aceptado por la Cólera o por el Amor.

23. Porque lo que el temperamento se asimila, se quema en


el temperamento, ya sea una seidad terrestre o celeste; y
aquél exhala un espíritu análogo, en palabras y acciones.

24. Pues si la voluntad arde en el Amor, es el Paraíso; mas


desde que se separa del Amor, es un Infierno.

25. Esta es la gran alma del fuego, según la Eterna


Naturaleza ígnea del Padre; en el corazón se asienta la
naturaleza eterna de la Luz, según la propiedad del
Hijo; en nada están separadas la una de la otra.

151
26. Según el tercer principio es el alma aérea, como el
Spiritus Mundi; ella arde en el calor y el frío.

27. Hagamos hincapié en que no se trata de un fuego


materia~ sino de un fuego espiritual, cuyo centro o
raíz es la eterna Tiniebla, por lo que Dios es llamado
fuego que consume. 5

28. El ojo ígneo mdgico, sobre la izquierda, bajo el cora-


zón, es, en su raíz, el fuego de la Cólera divina, por el
cual Dios es llamado un Dios colérico y celoso; y
según la Luz, es el fuego de Amor divino, por el cual
Él es llamado simplemente Dios.

29. Según la raíz, Jacob Boehme llama a este espíritu, el


Espíritu del gran Mundo, que se burló de Adán después
de su caída,6 ítem, el querubín con su espada flamígera; 7
ítem, el ángel vengador en Egipto; 8 ítem, el ángel que
dio, sobre el Monte Sinaí, leyes a los hijos de Israel. 9

5. Ver Hebreos XII-29.

6. Ver Génesis IIl-22.


7. Ver Génesis III-24.
8. Ver Éxodo XIV-21 y ss.
9. Ver Éxodo XIX.

152
\O. Con él luchó Jacob toda la noche, 10 igual que Jesús en
el Huerto de los Olivos; 11 cada verdadero discípulo de
Cristo pasa forzosamente por este proceso; no es dual,
no es sino un Fuego, mas revestido de dos cualidades.

\ 1. Según este ojo ígneo, el alma pertenece a Dios Padre;


todos los que buscan la justicia y la verdad lo hacen
por este Fuego de la Cólera.

\2. Mas aquellos que obran ciegamente según la raíz del


Fuego, Jacob Boehme los llama oficiales de la
Naturaleza, que Dios emplea para ejercitar a sus hijos
y manifestar los milagros de Su cólera, como los her-
manos de José y los Fariseos. No hay en estos hom-
bres, como lo muestra la segunda figura, smo un
Fuego sulfuroso devorador.

33. Tal es la descripción de los tres mundos en el hombre


según el cuerpo, el alma y el espíritu.

34. El alma penetra estos tres mundos; está ligada a ellos,


y se vuelve sierva de lo que se apropian por su codicia
y su voluntad.

1O. Ver Génesis XXXII-24 a 32.


11. Ver Lucas XXIl-39 y ss.

153
35. Estos tres principios o mundos estaban· equilibrados
en Adán, el mundo tenebroso está en el Fuego, y el
Fuego quedó escondido en la Luz.

36. Los tres produjeron un espíritu de alegría paradisíaca


en el Temperamento, y el Paraíso se manifestó como
morada de la celeste Sophia.

37. No puedo describir todas estas sensaciones exquisitas,


que dan al temperamento y al cuerpo entero una
nueva juventud.

38. Que el lector se esfuerce seriamente hacia la regenera-


ción y hacia las Nupcias del Cordero: 12 experimentará
este matrimonio celeste, y deberá enseguida encerrar-
se él mismo, y no podrá decir nada.

39. Los dos círculos son los dos principios eternos, ojos del
alma, el amor y la cólera, la luz y las tinieblas, sobre lo
cual hay que leer a Boehme en su primera Cuestión
sobre el Alma.

40. Se verá allí cómo se comporta el alma en cada princi-


pio, permaneciendo extraña al otro.

12. Ver Apocalipsis XIX-7.

154
•11. Ningún hombre puede ver más que en el seno de su
madre; cada principio entraña su propia comprensi6n.
Véase Actos, XII, 12, 13.

42. Apenas el lector medite sobre la figu.ra del pnmer


capítulo, podrá comprender fácilmente de qué mane-
ra Dios se revela en nosotros según el tiempo y la eter-
nidad, y c6mo estamos formados a su imagen y seme-
janza en los tres mundos.

43. C6mo todo consiste en salir con nuestra alma de la


mente astral, para colocar a nuestra Voluntad y nues-
tro deseo en el fondo de la Luz más interior.

44. Entonces el Espíritu Santo viene a encontrarnos en


nuestro coraz6n, besa y abraza nuestro deseo, y nos
coloca en presencia de nuestro caro Padre celeste,
en la majestuosa Luz secreta, por medio de Jesús,
como hizo José con su padre y cinco hermanos
menores.

45. Nuestro Padre se regocija también de ver a su Hijo


perdido regresar humildemente a Él, y besa tierna-
mente a la Naturaleza exterior y los cinco sentidos,
como lo saben todos los niños que han nacido de
nuevo.

155
46. Es menester que d lector sepa de dónde tuvo su origen
la caída en una imagen tan bella; que comprenda que no
se debió a la voluntad de Dios, como dice la razón, sino
a la propia falta de Adán, que fue creado bueno, y reci-
bió de Dios d libre albedrío, para que se desarrollara solo.

47. Porque tenía en él las dos tinturas-, era una virgen


macho, ornada de sabiduría e inteligencia, que reina-
ba sobre los peces, las aves y los animales, con potes-
tad para dar a cada uno su nombre según su propie-
dad, tal y como lo cuenta Moisés, en los capítulos pri-
mero y segundo del Génesis, en términos muy claros.

48. Después Dios dijo que no era bueno que Adán estu-
viese solo, que le faltaba un auxiliar. 13

49. Si se pregunta: «¿Cómo lo que Dios creó bueno pudo


volverse malo?» «¿Qué cosa es d árbol de la prueba, y
esta prohibición?»

50. Según lo que revela el Cristo en Lucas XV, 12, 14 Kai


dicilen autois ton bion, debemos decir que Adán dese-
aba que sus formas de vida fueran separadas y ordena-

13. Ver Glnesis Xl-18.


14. Gichtel se refiere de nuevo aquí a la parábola del hijo pródigo, al
que equipara a Adán. Ver T.P. 11-19.

156
das en su cuerpo femenino a fin de asemejarse a todos
los animales.

~ 1. Aquello tuvo lugar en efecto, pero contra el primer


designio de Dios; así la caída no está en primer lugar
en la consumación de la persona.

'52. Pues aunque Adán no comiera el fruto prohibido con su


boca carnal, su imaginación tendió tan fuertemente
hacia el árbol, que fue agobiado y murió para la fuerza
vital interior, o, como dice la Escritura, cayó en el sueño.

53. ¿Buscamos de dónde le vino a Adán el deseo de des-


membrar sus formas de vida? Este deseo venía de los
principios, de estas formas de vida, y no de Dios, que
es Amor y bondad, y no puede querer el mal.

54. Dije en el capítulo precedente que el Fuego es bueno en


tanto que alumbra, calienta y da servicio a los hombres.

SS. Asimismo, el Fuego de la Cólera divina es útil y bueno


mientras arde en nosotros en el amor y la humildad, y
en tanto no sale de sus límites. 15

15. Gichtel concebía el proceso de la Regeneración como el restableci-


miento del equilibrio de dos fuegos: el fuego apagado del alma tiene
que encenderse de nuevo para calmar y dulcificar el fuego de la c6lera.

157
56. El Fuego de la Cólera es el generador del Fuego de
Amor o de la Luz, y el Padre del Hijo. Más cuando la
Cólera quiere regir al Amor, es seguida de luchas y des-
órdenes en la esencia de la luz, y aquella se extingue.

57. Entonces no queda ya al Fuego nada que consumir, 16


y se pone obscuro, como se ve en el Azufre, esto es lo
que le pasa al Diablo, que se vuelve del todo tenebro-
so. Génesis 1-2.

58. Este Fuego colérico, o principio tenebroso, fue en


Adán el primer motor de su deseo, pues estaba escon-
dido en la Luz interior, mas quiso manifestarse y obrar
por su propia potencia.

59. El segundo motor fue el spiritus mundi o aire del


alma, cuya raíz está en el principio obscuro, y que
Adán debía alimentar y cultivar; 17 estaba sepultado

16. En una cana a uno de sus discípulos, Gichtel afirmaba que


«hemos de calmar el fuego ardiente de la cólera, que puede destruir-
lo codo; hay que privarlo de combustible para que se queme a sí
mismo», pues este fuego acaba «por un proceso de autodestrucción
aboliendo las tinieblas».

17. Esce Aer Animae, aire del alma, parece corresponder a la tierra que
Adán tenla que cultivar. ( Gén III-23), tierra celeste en la que se prac-
tica la Agricultura Cekste.

158
en el fondo de las dos vidas interiores, y debía estar-
les sometido.

60. Se había también manifestado gustosamente para lle-


var un régimen propio según los sentidos exteriores, y
así sentir, gustar y conocer cada cualidad.

61. Mas el principio del medio, el de la Luz, atrancó la


ruta y tuvo la supremacía sobre los otros dos.

62. Este combate por la preeminencia se desarrolló en el


Alma de Adán, mas sin convulsiones; y pudo adue-
ñarse por la fuerza del principio luminoso, según el
cual Dios es llamado Dios a secas.

63. Mas, ¿qué hizo Adán? El imaginó tanto tiempo en la


atracción terrestre y el combate del spiritus mundi, que
al fin se debilitó, cayó desfallecido y fue mutilado
durante su sueño} 8

18. Gichtel nos describe la caída del hombre como una debilitación
de la fuerza que lo habitaba al dispersarse ésta en la imaginación de
las apariencias, en vez de concentrarse en el verdadero centro, la
fuente de la vida. Esta debilitación le hiw caer en la inconsciencia y
permitió que fuera «mutilado» o sea que fuera separado de su Padre
Celeste. Todo el sentido oculto de la Escritura yace en el misterio del
hombre, que es el misterio de Dios en el hombre, y en el de su rege-
neración, el de su renacimiento en Dios.

159
64. Aquel que comprenda y conciba bien este fondo de
los principios, distinguirá todo el sentido oculto de la
Escritura.

65. Después de esta separación de los principios, se pro-


dujeron tres clases de hombres, corno se ve en los tres
hijos de Noé que poblaron el mundo.

66. Y aunque se encuentre una infinidad de géneros y de


vidas entre los hombres, todos quedan sin embargo
bajo estos tres principios, predominando uno u otro
en cada individuo.

67. Los tres principios se mueven y sienten, mas no obran


todos los tres.

68. Hoy hacernos lo mismo que Adán, y los regenerados


no se exceptúan por completo.

69. Buscamos el reino exterior, el dinero, los hombres,


el buen tiempo, las comodidades, y servimos al
Espíritu de este mundo, vamos a la Iglesia y comul-
gamos, oramos ciegamente al spiritus mundi con las
fórmulas de los libros, para que nos bendiga y con-
serve el Marnmón imperfecto y perecedero que
somos.

160
70. Servimos al Diablo bajo un bello ropaje de previsión,
de sabiduría y de piedad, y no proferimos de corazón
la verdad, no llamamos a las tinieblas de las tinieblas,
a fin de que no nos suceda lo que predice el prover-
bio: <<A quien toca el aire de la Verdad, se le rompe el
violín sobre la cabeza». 19

71. Y cuando nos vemos forzados a salir a la luz, para sal-


vaguardar nuestro honor y nuestra buena reputación,
nos las arreglamos de modo que nadie pueda atacar-
nos, diciendo: no juzguemos, para no ser juzgados a
nuestra vez, lo que tiene una apariencia de piedad.

72. Así el diablo queda a cubieno, y nosotros, gente piado-


sa que vivimos sin cruz, pensamos ser bienaventurados
sin pruebas, y entrar sin sufrimiento en el reino de Dios.

73. Mentimos al buen Dios; porque quisiéramos ir al


cielo; Le decimos muchas palabras bellas, hablamos
de la invitación del Cristo, formamos nuestra socie-
dad de honrados cristianos y hacemos mucho bien; así
los hombres nos loan.

19. El proverbio que cita Gichtel no es un proverbio bíblico, sino un


dicho popular. El violín parece representar el mundo de las aparien-
cias, con sus atractivas solicitaciones, con su dulzura seductora.

161
74. Y piensan que Dios nos acogerá en el Cielo sin haber
pasado por la Muerte del egoísmo.

75. Mas Dios no se inquieta por chismes, sino que Él


quiere tener en eterna propiedad el cuerpo, el alma y
el espíritu, y que seamos idénticos a su hijo Jesús,
tanto en este tiempo como en la Eternidad. 20

76. Porque el criado no es mejor que el amo, y si han lla-


mado al Señor un Belcebú, lo mismo hacen con su
criado.

77. Debo reconocer que en mi tiempo muy pocos vi que


pusieran con la mujer2 1 el pie sobre la luna, y que se
remitieran a Dios para su subsistencia.

78. Y aunque no haya camino más corto para ser librado


de todo egoísmo y del régimen del Espíritu de este
mundo, que pasar por la pobreza erística, casi todo el
mundo se avergüenza de ella, desprecia a sus partida-
rios y los considera como fariseos que quieren llamar
la atención de los demás.

20. Ver 1 juan III-2.

21. Ver Apocalipsis XII-13 y ss.

162
79. Desde el fondo del corazón anhelo que todos los
hombres se vuelvan semejantes al Cristo, y lo consi-
deren, por encima de todo, como su muy caro
Prometido. Acogerían ciertamente con alegría su
pobreza, y darían gracias a Dios eternamente.

80. Porque Él cuida de Sus hijos pobres, les da su fe muy


santa, y no los deja mendigar.

81. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquél es


el que me ama; y el que me ama, será amado de mi
corazón, y yo le amaré, y me manifestaré en él, dice el
Cristo. 22

82. Apenas deja de arder en el corazón el amor de Jesús,


no hay deseo de imitarlo, ni fuerza en la intención de
pedir a Dios Su Espíritu Santo, para arrebatarnos de
este mundo y de nosotros mismos y para introducir-
nos en Jesucristo.

83. Nuestra naturaleza se amedrenta como el Cristo,


cuando combatió en nuestra humanidad contra la
Cólera de Dios en el Huerto de los Olivos. 23 De allí

22. Ver juan XIV-21.


23. Ver Mateo XXVI-36 y ss.

163
viene también que triunfen bien pocos, puesto que
prefieren la vida terrestre a la de Cristo.

84. Así como el amor de lo terreno da a un hombre fuer-


za para soportar fatigas, peligros, penas y preocupa-
ciones para obtener del Mammón temporal, el honor,
la gloria y el bienestar.

85. Así también el Amor de Jesús da a un cristiano fuerza


para soportar los sufrimientos, la Cruz, la pobreza, la
persecución y la pesadumbre, para imitarlo.

86. Pues el amor vuelve dulce y ligero el yugo de Jesús, aleja


todo temor, y, después del sufrimiento, despierta el deseo.

87. Porque el hombre que siente siempre el oonsuelo, la alegría


y la fuerza en el oorazón, aprende que Dios no lo aban-
dona, mas lo arranca y lo salva del infierno, de la muer-
te y de la necesidad, procurándole una victoria tras otra.

88. Si alguien tuviere esa fe para mover montañas, sin este


amor no sería sino un címbalo retumbante. 24 Este
amor es más poderoso que la muerte, que ningún
torrente puede refrescar.

24. Ver 1 Corintios XIII-2.

164
89. Y si lo recibes en tu corazón, y si tu alma está encen-
dida, ten mucho cuidado de no dejarlo extinguir, ni
hacerlo tragar, porque el Diablo tiene hambre de él.

90. Por eso te voy a mostrar el fondo de lo que pasa en la


regeneración, como yo lo experimenté; cuando el
alma se vuelve interiormente como el hijo pródigo, y
comienza a querer volver a la casa de su Padre, no
tiene fuerzas para partir.

91. Pero enseguida Cristo viene con su Espíritu y encien-


de las formas de vida del alma, a fin de que el princi-
pio luminoso, hasta entonces inmóvil y oculto reco-
mience a esforzarla, y llegue a ser sensible.

92. De ese modo recibe fuerza para ponerse en camino, y


acercarse a Dios por la plegaria; mas el alma está aún
en el cuerpo tenebroso y no puede reconocer su amor
y voluntad propios, ni humillarse fielmente o entre-
garse a la cara voluntad de Dios.

93. Entonces Cristo enciende con su Luz el ojo ígneo


mágicd-~ (que el Diablo destruyó en Adán y puso en la
Cólera), de suerte que, ardiendo en el amor, y alum-

25. Ver nota 1 a este capítulo.

165
brando el corazón atraviesa el alma con sus rayos y la
abrasa por entero.

94. Sólo entonces el alma percibe su fealdad, y cómo está


adherida a centenares de cualidades animales. ¡Ah!
¡cómo se lamenta, cómo grita y cómo llora! Pasaría
por un agujero de ratón, aunque tuviera que arrancar-
se la piel y los cabellos.

95. Llegaría a desnudarse, si pudiera, a fin de ser revestida


de la celeste Sophia. ·

96. ¡Ah qué juramento presta! ¡Qué fidelidad promete!


Quisiera ella, por el amor de su prometido, circunci-
darse espiritualmente, renunciar a todo lo terrestre, car-
garse de toda cruz para seguirlo en la necesidad y en la
muerte, para pertenecerle en cuerpo, alma y espíritu, y
serle fiel hasta el fin.

97. La cara Sophia entiende todo esto con gozo, besa al alma
interiormente, la reviste de su presencia y oculta todos
los pecados.

98. Cuando el alma se ha paseado algún tiempo con su Bie-


namada en el jardín de las rosas, y hecho provisión de flo-
res, la Novia toma el alma toda entera fuera del cuerpo.

166
19. Entonces parece como una bola de fuego (Véase la
1

tercera figura donde está representado el ojo maravi-


lloso de Boehme) y es zambullida en la mar de fuego
(Esto me sucedió cinco veces en cinco días consecu-
tivos durante mis oraciones de la tarde; yo ví que ella
estaba en masa, de un azul cristalino, como el firma-
mento, pero era una agua ígnea, que el alma, al atra-
vesarla, hacía chapotear en pequeñas olas de fuego;
yo no puedo expresar ni el sabor ni la impresión tan
deliciosas).

1OO. El alma es bautizada por este fuego mdgico, y en el


corazón, por el Espíritu Santo, como se indica en el
párrafo número 36; y al fin es conducida a los des-
iertos carnales, para ser tentada por el Diablo en el
Spiritus Mundi.

101. Allí es donde comienza el trabajo serio; la Novia se


retira en su principio:, el Diablo llega bajo la forma de
un ángel y dice al alma: cc¿Por qué estás tan triste?
Haz que estas piedras se vuelvan panes; tu fe es muy
grande; ni tú mismo la conoces»

102. Si el alma es humilde, si dirige su apetito hacia el


Vérbo del Señor, el adversario se debilita, y presen-
tando otra larva, envía al alma grandes fuerzas, para

167
que ella se crea que es una gran cosa y que es llama-
da por Dios para cumplir grandes maravillas en el
mundo.

103. Si el alma se abandona otra vez humildemente a


Dios, para que Él haga lo que le plazca, el diablo
debe irse.

104. Mas regresa bajo la forma de una serpiente astuta, y


propone al alma en el tercer principio riquezas, hono-
res, renombre o un rico matrimonio.

105. Que parecen enviados por Dios mismo sin ninguna


codicia del hombre; el alma se maravilla a menudo,
y muchos han caído en esta trampa, que, más tarde,
no se lamentaron lo bastante de su desgracia.

106. Esto está más ampliamente explicado en el próximo


capítulo, y sólo lo indico aquí para exhortar al lector
a la previsión y a la plegaria seria y aplicada, para que
nunca se abandone a su egoísmo y jamás piense que,
por haber sido asido por el Espíritu de Dios, ya
triunfó, y tiene al enemigo bajo su talón.

107. Un hierro permanece rojo durante todo el tiempo


que está en el fuego; así el alma, mientras permane-

168
ce en el amor de Jesús recibe fuerza sin cesar y es
capaz de sobrepasar al Tentador y de llevar su cruz.

108. Mas apenas sale a la mente e imagina según las suges-


tiones del Tentador, es debilitada, captada por el
deseo terrestre, que despierta la avidez y empuja la
voluntad hasta el acto, de tal suerte que el amor más
profundo puede trocarse en grande amargura y furor,
y los hermanos mayores pueden llegar a ser enemigos
y persecutores.

109. Que arrojan al fondo del infierno a aquel a quien


había loado, y lo proclaman a grandes gritos fanta-
sía y falsedad: «Yo he pasado desgraciadamente por
allá con grandes dolores».

110. Por ello, un escolar principiante, tan pronto ha reci-


bido en el alma un beso de su cara Sophia, debe cui-
darse mucho de la exaltación, y no pensar que va a
volverse un colaborador antes de haber tomado sus
clases, y de que el príncipe del furor o el Dragón rojo
haya sido vencido y encadenado en él.

111. Pues el Diablo hace como los soldados que se preci-


pitan al asalto de un bastión: aunque hayan sido
rechazados muchas veces, y que muchos hayan per-

169
dido la vida, los supervivientes esperan siempre ven-
cer al sitiado.

112. Así, pues un obrero concienzudo no debe flojear ni


dormir, 25 mas estar muy en guardia, discernir las ten-
taciones que le presente el Diablo en el Spiritu
Mundi, aunque parezcan divinas, y no contradecir la
letra de las Escrituras, rechazando las tentaciones
inmediatamente y sin especulación.

113. Y aunque le venga un discurso audible del Spiritus,


que no le preste oídos, mas trate pacientemente de
no quitar su apoyo único, inquebrantable y perma-
nente en su Jesús y su muy cara Prometida.

114. Mas que aborrezca hasta su misma vida y que abdi-


que totalmente de lo que pudiera inducirlo de este
amor casto a un afecto creatural.

115. Si yo no hubiera practicado esto con gran trabajo


durante treinta años, nunca hubiese llegado a la cer-
teza que poseo, por la gracia de Dios, y el Diablo,
burlándose del Cristo y de todos sus queridos niños,
me habría encerrado de nuevo en esta sombría pri-

25. Ver Mateo XXVI-41: «Velad y Orad».

170
sión, de donde Jesús me libró por su sangre y su
muerte, y hubiera oscurecido mi bella perla.

116. Es mejor perder la vida terrestre que perder a Cristo;


Él puede darnos en cambio la vida eterna.

117. La vida de Jesucristo es exactamente lo contrario de


la vida natural de este mundo; por eso Él es extraño
a todos los hombres naturales.

118. Él mismo indica esto cuando, en Mateo, XXVI, los


ricos le preguntan: «Señor: ¿Cuándo te vimos ham-
briento, o sediento, o huésped o desnudo, o enfer-
mo, o en la cárcel, y no te servimos?»

119. Pues un cristiano aborrece lo que el hombre natu-


ral ama. Aquél desprecia lo que poseen los hom-
bres según el mundo, ya que su tesoro está en la
voluntad del cielo, 26 con Dios y todos los santos
Ángeles.

120. No busca sino el Reino de Dios, sin preocuparse de


su alimento, ni buscar tesoros; se cuida bien poco de

26. Ver Mateo VI-20.

171
lo que come, bebe o viste, aunque esté cargado de un
cuerpo terrestre, corno los hombres. 27

121. Por ello es que se le considera corno un loco, asesino


de sí mismo, que desprecia los dones que Dios ha
hecho para el uso diario, y corno un molesto y pesti-
lente corruptor en una república bien organizada.

122. No siendo de ninguna utilidad para nadie, lastiman-


do a la demás gente honrada, devorando el sudor y la
sangre de los ricos, malgastando por indolencia y por
pereza culpable lo necesario para otros.

123. Con quien no se debe tener negocio alguno, según el


precepto de Pablo2ª. Pues puede corromper a otros
con sus doctrinas ernponwñadas, y hacer tantos
pobres que los ricos ya no tendrían con qué subvenir
a sus necesidades.

124. Estos duros alimentos son muy indigestos para el estó-


mago de un pobre cristiano, que se arme de paciencia
y piense que el siervo no es mejor que su amo.

27. Ver Mateo VI-25 y VI-33.


28. Ver 2 Ttsalonictnm IIl-14.

172
125. Si ellos no han reconocido al Señor en este mundo,
¿cómo podrían discernir a los pobres miembros des-
preciados, vestidos, como los demás hombres, de un
cuerpo terrestre tenebroso? Se necesita de otro ojo
diferente para reconocer al pobre cristiano.

126. Tan pronto como Dios empuja a un hombre fuera


del mundo, y le hace abandonar su campo y su carre-
ta para seguir al Cristo, el hombre debe volverse total-
mente ciego, sordo y mudo para lo exterior.

127. No debe orientarse con el ojo de la mente, según el


curso ordinario del mundo, que descansa en un régi-
men propio y en todo diferente a la vida de Jesús;
sería muy pronto debilitado, y se extraviaría.

128. Mas que vuelva en su corazón, su ojo interno hacia


su predecesor y guía Jesús, y que ponga atención a lo
que Él quiera, haga y obre en su alma.

129. Y que se cuide de no precederlo, por un exceso de


celo, pues muchas almas han sido engañadas así por
Satán; solamente hay que seguirlo.

130. Y aunque su razón crea comprender mejor, que no


la escuche, porque el Espíritu de Dios interpreta la

173
Escritura como Le place, y no como la concibe la
raz6n, que no reposa sino en la carne. 29

131. Y si algo parece contrario a tu raz6n, ruega para


pedir una apertura de la inteligencia y de la voluntad
divina, para que Dios te conduzca a la Luz, a fin de
que puedas ver en la obscuridad y seguir al Espíritu
en ti.

132. Porque a menudo te será necesario caminar con fe a


donde no ves nada; y lo mejor que puedes hacer es
abandonar tu voluntad a Dios dejándole obrar como
le parezca. 30

133. Un hombre tal es el verdadero templo de Dios tri-


uno, en el cual el Padre es el Amor llameante, el Hijo
la clara y bella Luz del Corazón, de donde sale el
Espíritu Santo en la eterna Sabiduría.

29. «El Espíritu de Dios sopla cuando le place» (Juan III-8), con plena
libertad, mientras que la pobre razón humana lo entiende todo según
sus limitaciones. Así al interpretar la Escritura, no puede hacerlo sino
desde un punto de vista histórico, moral o literario, totalmente externos.
La comprensión del sentido profundo de las Escrituras solamente
puede darla, aunque parezca poco razonable, aquel que las inspiró.
30. Ver T.P. 11-65.

174
134. Que es la auxiliadora del alma, a donde ella desciende
espiritualmente, y produce en otras almas oraciones,
verbos y enseñanzas espirituales.

135. Pues el alma es revestida de la presencia de Cristo,


ungida por el Espíritu Santo, bautizada por el fuego del
amor divino, como Melquisedec, sacerdote del Altísimo.

136. Jesús es esencialmente el canal de la gracia por su


Sangre espiritual y por Su espíritu anímico, el verda-
dero intercesor delante de Dios, nuestro Padre celeste.

137. El alma debe ofrecerse hasta la sangre y la muerte,


como anatema por sus hermanos pecadores, sea que
aún estén vivos, sea que hayan dejado su cuerpo o que
no lo tengan más que por un hilo.

138. Una plegaria llena de fe es entonces muy necesaria, así


como mi fiel Salvador me ha llevado, aunque, en los
comienzos, aquello me pareció del todo extraño y repug-
nante, porque así me lo habían enseñado en las escuelas.

139. Mas mi Guía me abrió el entendimiento con respecto


a las palabras del Cristo:31 «Haceos amigos con las

31. Ver Lucas XVI-9.

175
riquezas de Mammón, para que, cuando éstas falten,
os reciban en las moradas eternas».

140. Ello no puede ser practicado sin una oración incesante,


por la cual el espíritu de voluntad del alma penetra con
su imaginación en el casto amor de jesús, le clama gra-
cia y misericordia, y lucha entre sus hermanos no rege-
nerados con la fuente encendida de la Cólera divina.

141. Es un combate encarnizado que no podría resistir


ninguna alma sin el escudo de Jesús.

142. Y así como los Sacerdotes del Antiguo Testamento,


para celebrar el culto, debían mantenerse puros, san-
tos, inmaculados y castos, para que la Cólera de Dios
no se excitara en ellos, y que pudiesen estar delante
de Dios en el Santuario.

143. Así este sacerdocio de Melquisedec de la nueva alian-


za requiere aún bastante más, porque el servicio divi-
no completo exige una renunciación entera de todo
amor terrestre.

144. Porque el caro amor de la celeste Sophia hacia el alma


es extraordinariamente ardiente, y pide a cambio un
afecto de igual perfección.

176
145. Ahora bien, la turba reside en la cohabitación terres-
tre, de donde resulta en germen el combate de los
tres Principios, que obscurece siempre la bella luz en
el alma.

146. En viendo esto, la celeste Sophia es obligada a ence-


rrarse en su principio, y a dejar a su novio en la puer-
ta, avergonzado y apesadumbrado.

147. Tan es así, que hombres probados me han confesado


no haber podido orar durante largos días, no osando
levantar los ojos hacia Dios.

148. Que el lector reflexione por qué los hijos de Israel,


cuando debían comparecer delante de Iehovah sobre
el Monte Sinaí,32 no se acercaron para nada a sus
mujeres, y porqué Abimelech, cuando David vino a
Nob, le preguntó expresamente si sus hombres se
habían abstenido de mujeres.''

149. Porque quien quiere aproximarse a Dios, y quiere


tener la libertad de conversar con Él, debe guardar-
se de toda mancha, y tener su conciencia pura, a fin

32. Ver Éxodo XIX-15.


33. Ver 1 Samue/XXI-5 y 6.

177
de que la turba o la Cólera divina no tenga poder
alguno sobre su alma, y no le vele la faz o la luz de
Dios.

1SO. Hablo aquí por experiencia, y prevengo al lector de


que el amor carnal es muy opuesto al amor de Jesús,
y de hecho imposibilita para ayunar o para orar. 34

1Sl. El lector no debe pensar que hablo aquí de una San-


tidad exterior ni de una justicia personal, que de
nada valen ante Dios. Porque todos nosotros hemos
sido concebidos y hemos nacido en el pecado, y
arrastramos con nosotros un cuerpo perecedero,
lleno de faltas.

152. Mas veo al hombre interior, como verdadero templo


de Dios, donde no debe arder ningún fuego extraño,
y donde deben maldecirse todos los pensamientos
que no sean el amar y Jesús y el Fuego divino.

34. Ver I Corintios VII-1. Observemos que si San Pablo critica la for-
nicación, y admite la posibilidad del amor carnal dentro del matri-
monio, Gichtel se manifiesta extraordinariamente severo en lo que a
la sexualidad se refiere. Creemos que la razón de esta actitud podría
encontrarse más en algún episodio de su vida que en las doctrinas de
la Teosofía. Ver también T. P. V-107.

178
153. El hombre interior está con su celeste Sophia en una
unión santa y oculta; para nada debe acoger pensa-
mientos impuros, sino combatirlos prontamente.

154. ¿Cómo podría presentarse un incontinente en el


Sancta Sanctorum del hombre interno? Porque Dios
es también un Dios celoso, que quiere ser amado por
encima de todo.

155. Aquel que quiere penetrar en el Infierno y la Muerte,


y combatir a los príncipes del Furor, debe revestirse
de la armadura divina y precaverse contra el obstá-
culo de la fuente colérica por medio de un ardiente
amor de Dios y del prójimo.

156. Si no, más vale que se abstenga, y que se limite a


socorrer con su dinero a los soldados de Dios que
encuentre; de este modo también recibirá su
recompensa.

179
V
=---
DEL COMBATE DE MIGUEL
Y EL DRAGÓN

l. Este combate espiritual entre el Amor y la Cólera, la


Luz y las Tinieblas, el Sí y el No, surgió en el cielo, en
la Voluntad propia creatural de Lucifer, antes de la
creación del mundo visible.

2. Lucifer se separó de sus orígenes, el Amor eterno, en


una voluntad propia, introduciéndose en una opera-
ción y en las formas, y combatió contra Dios y su
Hijo, y también contra sus hermanos, los Ángeles
buenos, que lo vencieron.

3. Y Lucifer fue precipitado del cielo a la Tierra con sus


Ángeles, como lo revela San Juan en Apocalipsis, 12.

4. Este furioso príncipe de la Cólera rehusó la salvación


que se le ofreció en Adán, que fue creado en su lugar

183
como jerarca Humano, y lo llevó a la caída y a la des-
obediencia.

S. De allá vienen la oposición, la guerra, el asesinato, la


enemistad, el dolor, las quejas, la necesidad y la muer-
te tanto en el hombre como fuera de él, y nunca se
podrá deplorar lo bastante esta desgracia, aunque
fuese con lágrimas de sangre.

6. Mas este combate espiritual 1 es tan oculto y extraño


que nadie lo puede concebir, salvo aquellos que han
tomado parte en él y, que han cumplido su deber,
como podrá uno convencerse por lo que sigue:

7. Nadie puede verdaderamente llamarse cristiano si no


ha sido a menudo derribado en este combate, y no se
ha vuelto a levantar a cada golpe, venciendo a sus ene-
migos y a los de Cristo con la fuerza de Jesús.

8. El mayor bien es una seidad amable, bienaventurada,


encantadora, humilde y apacible, donde no hay ni

1. Para Gichtel, el alma humana es el escenario en el que tiene lugar


la lucha cósmica entre los dos principios, el combate entre la luz y las
tinieblas. Dos dramas se desarrollan en el alma, el combate de Miguel
y el Dragón y, luego, el de Jacob y Dios mismo. Veremos más ade-
lante cómo Gichtel desarrolla estos dos temas.

184
tinieblas, ni angustia, ni dolor, ni combate, ni adver-
sidad; no podremos decir que Dios creó un contrario,
pues Lucifer era un príncipe del cielo, como Adán lo
fue sobre la tierra en el Paraíso.

9. Dejemos brillar nuestra luz para el lector, y comuni-


quémosle nuestra experiencia; mas recomendémosle
cultivar la oración y pedir seriamente a Dios su
Espíritu Santo; sin esta iluminación, nosotros le esta-
remos sellados y le seremos incomprensibles2 •

10. En vista de que la Escritura Sagrada emplea algunas


expresiones obscuras que habrían menester de cabal
esclarecimiento, la razón no iluminada las concibe al
revés y a su conveniencia.

11. Al filosofar sobre el buen Dios, colige que él es la causa


de la maldad, y el promotor de la caída de Lucifer y
Adán, predestinando al uno a la beatitud y al otro a la
condenación.

12. Dicha razón hace así del buen Dios un simple diablo,
como lo infieren sus escritos, y ciegas conclusiones,

2. Ver la nota 29 al capítulo anterior.

185
siendo que Dios es amor, y en toda la eternidad, no
puede desear más que amor.

13. Mas ninguna cosa puede existir sin su contraria; si no


hubiese oposición en la vida, no habría en ella ni sen-
sibilidad, ni deseo, ni comprensión, ni servicio.

14. Porque una cosa única no hace sino una cosa, y aun-
que sea buena en sí, no conoce ni el bien ni el mal,
pues en ella no tiene nada que la haga sensible.

15. Así, podemos filosofar sobre la voluntad de Dios,


diciendo: si el Dios oculto, que es un ser y una
voluntad, no hubiera salido con esta voluntad de la
eterna y siempre igual sabiduría hacia una separa-
ción de esta voluntad, y si tal separación tendiente a
una vida natural y creatural no se hubiera introdu-
cido en una asibilidad, y si esta separación no fuera
en la vida un continuo combate, ¿cómo se habría
manifestado la Voluntad oculta de Dios, que es una
en sí?

16. Lo que es la Voluntad única, una separación, es, en lo


separado, una Voluntad propia, y así en la Voluntad
única se elevan voluntades abismales e innumerables,
como los brotes en los árboles.

186
17. Así vemos y comprendemos que, en tal separación,
cada Voluntad distinta se introduce en una forma pro-
pia, y que el combate de las voluntades por la forma
consiste en que, en la repartición, ninguna forma es
semejante a la otra, aún cuando salgan todas de un
mismo fondo.

18. Y así como el Mal o la voluntad mala es la causa de la


buena voluntad y del deseo que tiene esta última de
regresar y penetrar en su origen, es decir, en Dios (pues-
to que lo que es bueno en sí y no sufre, nada desea, ya
que no sabe qué es lo que le falta en sí o fuera de sí).

19. Así, puede decirse igualmente de la buena y una volun-


tad de Dios, que en sí nada puede desear, puesto que
Él nada tiene en Él o fuera de Él que Él puede agregar.

20. Por eso Él se introdujo en una diferenciación de donde


resulta una resistencia en lo diferenciado, por lo que el
Bien se cambia en mal sensible, que obra y quiere, que
se separa en seguida del Mal y quiere volver a entrar en
la Voluntad de Dios.

21. Pues la voluntad una y eterna de Dios sale siempre de


sí para manifestarse; la fuerza divina sale con ella del
Uno eterno en una multiplicidad y en muchos centros.

187
22. Y su movimiento provoca en el Bien el deseo del repo-
so y del regreso a lo Eterno. En esta Operación se
encuentran la sensibilidad, el conocimiento y la
voluntad.

23. Dios, en cuanto Dios, nada tiene delante o detrás que


pueda desear; pero cuando quiere alguna cosa, esta
cosa sale de Él, es una oposición que Él se hace a Sí
mismo, o la eterna Voluntad desea aquella cosa.

24. Si pues aquella cosa fuera una, la voluntad no ten-


dría nada que hacer; por ello, la Voluntad abismal se
separó desde el origen y se concibió en un ser que
ella pudiera esforzar en cualquier cosa; de ello tene-
mos una similitud en el temperamento del hombre.

25. Si el temperamento no saliese de sí por sí mismo, no


tendría sentido; si no tuviese sentido, no se conocería
ni sí mis-mo ni otros objetos, y no podría tener nin-
guna operación.

26. El efluvio sensorial del temperamento lo hace querer


o desear, para introducir los sentidos en una egoidad;
allá el temperamento obra con los sentidos, y se
manifiesta y se contempla a sí mismo en esta opera-
ción.

188
27. Si todos los sentidos estuvieran fundidos en uno solo, no
tendrían sino una voluntad y harían siempre una misma
cosa; (CÓmo podría el temperamento reconocer y figu-
rar las maravillas y las potencias de la divina sabiduría?

28. Porque se encuentra un contrario, como el que está


entre la Luz y las Tinieblas; una cualidad es siempre
causa de que otra se introduzca en el deseo, para com-
batir a la primera y tratar de dominarla.

29. En esta avidez, los sentidos y el temperamento son


introducidos en un deseo por un fondo natural y cre-
atural, como por una dueña, como si este tempera-
mento quisiera gobernar a todos los demás.

30. De ahí el combate, la angustia y la contrariedad; de


suerte que el temperamento entero es obligado a intro-
ducirse de nuevo en una ruptura de los sentidos y de su
voluntad propia, y de remitirse a Dios, de donde salió.

31. Aquí nacen la fe y la esperanza; el alma ansiosa espe-


ra una liberación, y tiende hacia su origen: Dios.

32. De este modo hay que comprender la revelación divi-


na: todas las cosas tienen su primer comienw en el
efluvio de la voluntad divina.

189
33. Y como la voluntad divina no ve cosa alguna ni de la
Naturaleza ni de la creatura, no contiene dolor, ni sufri-
miento, ni contrariedad; así la comprensión y el cono-
cimiento dimanan de la pronunciación del Verbo.

34. Y esta salida es el comienzo de la Voluntad, cuando la


comprensión se ha distinguido en formas; éstas se
vuelven deseosas en sí mismas, para tener una oposi-
ción a su semejanza.

35. Y este mismo deseo divino es una capacidad del ego-


ísmo que tiende hacia la voluntad propia.

36. Y esca voluntad propia es el fondo de su egoidad, 3 que


es fondo de tinieblas y de sensibilidad dolorosa.

37. Tal es el fondo de la naturaleza de donde viene la mul-


tiplicidad de las propiedades, donde una voluntad nace
de otra, en perpetua oposición, para escapar al dolor.

38. Hay que comprender, en tal emanación de las poten-


cias divinas hasta la Naturaleza y la criatura, dos clases

3. El gran enemigo del hombre es, para Gichtel, su voluntad propia,


su ego, su raz6n limitada y !imitadora que ha de ser vencida en una
guerra espiritual que puede durar años.

190
de voluntades en un ser: primero la voluntad divina,
que sólo se introduce en la sensibilidad y en la operación
para manifestar las fuerzas, los colores y las virtudes.

39. Después la voluntad comenzante de la Naturaleza,


que se introduce en un estado de egoísmo y de pro-
piedad, de donde nace la desemejanza de las volicio-
nes, en cada una de las cuales se muestra un contrario.

40. La voluntad interior desea como un bien a su opues-


ta, de donde se despliega la voluntad divina.

41. Mas la misma voluntad natural creada desea también


su análoga por su propia capacidad; por ello se vuelve
material y tenebrosa.

42. Así, pues, todos los seres de este mundo contienen


cada uno dos; uno eterno divino y espiritual, el otro
inicial, natural, temporal y corruptible; dos volunta-
des residen en el centro de cada vida, una inicial,
natural, y la otra eterna y espiritual. 4

4. Se trata de los dos hombres de los que habla San Pablo: el celeste
y el terrestre. Este último es, en cierto modo, como una corteza que
recubre al celeste, al Adán caído que clama por su libertad perdida.
Ver 1 Corintios XV-47.

191
43. Y estos dos seres están comprendidos en dos princi-
pios, como puede verlo el lector en las figuras que se
anexan.

44. Por medio de este fondo descubierto, se puede res-


ponder claramente a la razón que la caída de Lucifer y
Adán no se halló en modo alguno en la buena volun-
tad de Dios, mas nació de la voluntad creatural, por-
que Lucifer retiró su libre albedrío de la armonía y el
amor divinos, para conducirlo a la propiedad.

45. Entonces las tinieblas se volvieron preponderantes en


él y lo poseyeron.

46. Y esta falsa voluntad egoísta es Satán y el Diablo, la


antigua serpiente, el mentiroso y el asesino que desvió
al mundo del bien, y aleja día y noche a nuestros her-
manos de Dios. 5

47. Es también el dragón de fuego contra el cual comba-


tió Miguel, habiéndolo expulsado con sus legiones del
Nombre sagrado. 6

5. Ver Apocalipsis XII.


6. Ver Danie/XV-1 y ss.

192
48. La caída de Adán tuvo lugar también al dejarse extraviar
por los taimados discursos del diablo, que condujeron a
su voluntad creatural a una complacencia egoísta.

49. Entonces, su principio de Luz, la Sabiduría divina, se


extinguió en la falsa voluntad, y el tercer Principio des-
pertó en la imaginación propia, como suplicio de la
constelación y de los cuatro elementos; el cuerpo se vol-
vió grosero y animal, y los sentidos, falsos y terrestres.

SO. El hombre se volvió sombrío, miserable, duro, grose-


ro, austero; se tornó en una inquietud perpetua,
corriendo en las potencias terrestres, buscando en la
corrupción un reposo que jamás encuentra.

S1. El gran amor de Dios vino en auxilio de esta vida pri-


sionera que, después de una caída tal, se sintió de
nuevo inspirada en el arte interno, perdida de la pro-
piedad7 divina, y vuelta a la vida como por un nuevo
aflujo de la unidad, el amor y el reposo divinos.

52. Es así como la vida puede apagar su dolor y su inquie-


tud en el Centro de la propiedad y de la sensibilidad.

7. Debemos entender aquí •propiedad» como la cualidad propia y


esencial del Ser.

193
S3. La primera figura del primer capítulo enseña al lector
cómo el hombre es una verdadera imagen de Dios, se-
gún, los tres principios, y que Dios está mucho más cer-
ca de él, en el fondo interior, que fuera de él, en el cielo.

S4. Y que Él no estará sino con el hijo pródigo que detie-


ne su voluntad, su acción y su vida propias, se humi-
lla en su centro más profundo, pone sus sentidos y su
imaginación en el amor de Jesús, pide gracia y miseri-
cordia, y no cesa hasta que ha sido.

SS. Si vela de la noche a la mañana, si resiste al corazón


terrestre, verá cómo el Padre celeste se apresurará a
socorrerlo para alegrar sus sentidos, sostener su valor,
besar con amor su centro ígneo, y encender de nuevo
lo que no es aún sino correcto y frío.

S6. Fuera de ello, lo demás es irrisión, de la que Dios dijo,


por boca del profeta: «Este pueblo sólo me honra con
los labios, mas su corazón está lejos de mÍ». 8

S7. Todos somos por naturaleza hijos de la cólera, aunque


hayamos sido bautizados en la muerte del Cristo.

8. Ver /salas XXIX-13; y Mateo XV-8; y Marcos XIII-20.

194
58. La voluntad propia empieza a horadar durante la pri-
mera juventud, e introduce su vida animal en las
maravillas de los astros y de los elementos; vive de
acuerdo con sus impulsos, en el bien y el mal de fondo
pagano; es puramente un diablo, Satán y dragón de
enemistad que resiste a Dios en sus actos y su con-
ducta toda.

59. No tiene más ojo que la muerte, y no ve más allá de


la génesis de este mundo exterior, no tiene más luz
que la del Sol y las estrellas, como lo muestra la Figura
del capítulo segundo.

60. Y si el hombre no se vuelve y no dirige su voluntad por


la vía divina9 , la luz del sol lo abandona a la muerte.

61. Por esto se ha visto en tantos moribundos tanta


angustia y pavor del abismo tenebroso.

62. Tan pronto como el hombre vuelva su alma en su


cuerpo, se separará de la luz de la razón e introvertirá
sus sentidos, el Verbo le enviará fuerzas, y el Espíritu
Santo irradiará en su mente.

9. Gichcel propone aquí la conversi6n interior. Nos hemos referido a


este tema en la nota 11 al capítulo III.

195
63. Abre la comprensión de la Sabiduría oculta, de suerte
que en seguida reconoce el alejamiento de la cristian-
dad de la vida de Jesús, el error de sus sentidos en el
servicio exterior de Dios, y la torre de Babel de las
múltiples religiones del Mundo sobre Dios y el culto
verdadero.

64. Que consiste, en un alma introvertida y regenerada,


en rogar a Dios en ella, en espíritu y en verdad, gus-
tándole, oyéndole, viéndole y sintiéndole.

65. Él está bautizado y penetrado del fuego del Amor


divino, recibe la unción del Espíritu Santo, queda
renovado en sus sentidos y su temperamento, puede
ver con tres ojos, 10 comprender toda la Sabiduría de
Dios, y convertirse, de animal diabólico en animal
angélico y en verdadera imagen de Jesús, como se des-
cribe en las Figuras del tercer Capítulo.

66. Cambiará también de opiniones; odiará lo que había


amado, y amará lo que odiaba.

10. Gichtel alude a los dos ojos carnales que nos permiten ver las
apariencias del mundo de la dualidad, y al tercer ojo espiritual, que
nos deja percibir las realidades del Mundo de la Unidad.

196
67. Dios le hace comprender, al iluminarlo, que su volun-
tad propia es ese drag6n de fuego de que habla el
Apocalipsis XII, contra el cual debe luchar el hombre
por la fuerza de Jesús.

68. Que su alma y sus sentidos no pueden reposar en


Cristo hasta que el dragón rojo sea vencido, atado y
puesto a los pies de Jesús en el hombre interior, y que
se someta a la voluntad de Dios en el principio inter-
no de luz.

69. Este es aquel combate que Dios indic6 a nuestros pri-


meros padres: «Pondré enemistad entre ti, serpiente, y
la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya» 11 •

70. Este es el combate que representa el espíritu de Jesús


en Apocalipsis XII, que dura desde Adán hasta nues-
tros días, y que continuará hasta el fin, para los fieles.

71. Porque este combate es espiritual, y tanto interior,


entre la carne y el espíritu, en los sentidos, como exte-
rior, entre la simiente de la mujer y la de la serpiente;
yo quiero comunicar al lector lo que me ha dado el

11. Ver Glntsis IIl-15.

197
buen Dios, tanto como lo pudo alcanzar mi propia
expenenc1a.

72. Mi lector cristiano debe comprender aquí que hablo


del alma regenerada que va, como el hijo pródigo, en
camino de la casa de su amado Padre.

73. Mas para aquel que es terrestre, nada he escrito y


nada comprenderá: porque el hombre terrestre vive
según los deseos de la carne, y no conoce sino los aza-
res exteriores.

74. Mas un regenerado, que rompe con los falsos deseos


carnales, y que, del establo diabólico, pone sus facul-
tades en el Santo de los Santos, donde mora Dios y
está presente a las almas; será tentado por el Diablo
por medio de ideas falsas, y de allí, de falsas imagina-
ciones, y después, de pensamientos adversos y de malas
voluntades.

75. Pues el temperamento exterior está situado mitad en


las tinieblas y mitad en la Luz, como se ve en las
Figuras del tercer capítulo;

76. Deberá sufrir muchos males, y aunque el Diablo no


pueda ver en la parte luminosa de las almas, actúa en

198
la parte tenebrosa sobre las divisiones de la voluntad,
determina el disturbio y la confusión en la rueda del
temperamento e impide el bien por donde puede.

77. De allí que Pablo y todos los santos se quejen de que


a menudo hagan lo que no quieren.

78. Si deseamos comprender cabalmente el fondo de este


combate espiritual, busquemos a la luz de la
Naturaleza lo que es nuestra alma para que pueda
resultar en un instante amor o cólera, luz o tinieblas,
alegría o dolor.

79. Más rápidos que el rayo, los innumerables pensa-


mientos buenos y malos, van y vienen.

80. Encontraremos que es una voluntad deseosa que está


presa en las tinieblas, que suspira sin cesar tras de la
luz, y que quiere parir de su deseo, 12 a fin de ser libra-

12. El alma del hombre aparece: en algunos tratados teosóficos como


la matriz de la Palabra. Su finalidad trascendente: es, una vez fecun-
dada por esta Palabra, darla a luz, encarnarla en el mundo. La acción
satánica consiste: en llenar el alma de distracciones para impedir que
la Palabra pueda penetrar en ella; ha de venir Jesús para expulsarlas,
como lo hizo con los mercaderes del Templo.

199
da de este dolor lacerante y alcanzar en sí el Paraíso o
Temperamento.

81. Donde podrá reposar de sus fatigas espirituales y hartar


su hambre dolorosa, a fin de que la Voluntad de Dios
obre en ella, como se ha explicado detalladamente en los
párrafos 25 al 31.

82. Así cualquier inexperto tiene necesidad de más leccio-


nes, pues hay que ayudarlo por medio de analogías.

83. El temperamento tórnase hambriento y desea con


gran avidez parir en él la Luz, y mientras más violen-
ta es la codicia, más grave se vuelve el dolor obscuro,
de suerte que las almas no ejercitadas caen en la duda,
y su valor se debilita.

84. Aquellas abandonan la oración y el combate, como yo


también lo hice, mas aconsejo a mi lector que no me
imite.

85. Pero conciba otra voluntad, para romper con esta


tiniebla dolorosa, al abandonar la primera voluntad.

86. Así aprenderá por medio de la oración y el trabajo, lo


que estas líneas no pueden explicar.

200
87. ¡Ah! ¡Cómo estrecha la celeste Sophia a su ardiente
prometido contra su corazón, cuando se encuentran
en la conjunción del amor! Esto es lo que saben bien
aquellos que han sido convidados a estas nupcias.

88. Es el bautismo de fuego, 13 donde el alma es arrojada a


la mar ígnea del Amor, y después encendida de nuevo
por el fuego del Amor, de suerte que la noble y dulce
luz resplandece en el temperamento.

89. Después el novio pasea con su virgen querida en el jar-


dín de las rosas, y le compone ramos con las flores de
las virtudes, como lo han aprendido todos nuestros
queridos compañeros, en estos últimos años.

90. Ellos se han regocijado en la luz de Sophia, han canta-


do su amor, y todos los auditores fueron inflamados y
han glorificado a Dios.

91. Sin embargo, esta Luz no mora constantemente en el


temperamento; la Virgen celeste se retira en su aether
y prueba a su prometido para ver si le será fiel en la

13. Alusión al segundo bautismo. El primero es de agua mientras que


el segundo es de fuego. Ver Mateo IIl-11.

201
tristeza como en la alegría, y si la seguirá con perseve-
rancia en todas las travesías.

92. Mis amigos han estado en la prueba, y a pesar de


haberse ligado por tres veces, y de haberse jurado unos
a otros mantenerse firmes en el Amor, y condenar el
menor pensamiento que no fuese Amor.

93. Aquel que propuso la alianza, mi hijo primogénito,


queriendo guiar a los otros, despreciando mis cordiales
recomendaciones, se lanzó aturdidamente en el furor,
y dispersó de nuevo lo que había unido sólidamente;

94. De treinta, sólo uno permaneció firme, dando su bien


y su sangre, y recibió el sello del Espíritu Santo.

95. Los otros son en su mayor parte, muertos descarria-


dos, que cambiaron en mentira la verdad, que lamen-
tablemente nos desgarraron, y habría mucho que con-
tar sobre esto si pudiere ser útil al lector.

96. Cuando un enfermo se quiere curar, no toma veneno,


sino medicamentos apropiados.

97. Asimismo, si desearnos aliviarnos de la cólera de Dios,


que nos aprisionó en Adán y nos debilitó, debemos

202
introducir, por medio de un deseo potente, al Amor
de Dios en el Fuego colérico de nuestra alma;

98. Y continuar hasta que el Amor haya agobiado la


Cólera, y la haya transmutado y cambiado en Amor.

99. Mas cuesta un trabajo inexplicable y un duro com-


bate de muchos años antes de que un diablo llegue a
ser un ángel, y que el dragón de fuego deje caer sus
derechos; se puede ver en los casos de Jacob, de
Cristo en el jardín de los Olivos, y sobre la Cruz.

100. Porque el Amor debe rendirse por entero para poder


engullir a la Cólera; la Voluntad propia natural tiem-
bla, porque no quiere morir, y se opone con fuerza
tal que Dios debe emplear al pío y al impío, arreba-
tar todas las criaturas y quitar todo consuelo.

101. Hasta que al fin la egoicidad se rinda al morir, y se


someta por entero en plena obediencia a la voluntad
de Dios.

102. Es entonces cuando el Dragón de fuego pierde su


reino y su trono; el Amor se alza a la muene de la egoi-
cidad y es colocado en el alma a la derecha de Dios,
por encima de la Cólera y de todas sus potencias.

203
103. Reina enseguida en el principio medio de la Luz,
sobre el fondo ígneo de los principios primero y ter-
cero.

104. Solamente entonces se alza el Paraíso en el alma, la Luz


luce continuamente en las tinieblas, el Tentador es
expulsado y los ángeles vienen a nosotros y nos sirven.

105. La alegría, el contento, las acciones de gracia y los


sacrificios tienen lugar porque aquel que día y noche
nos ocultaba a Dios a nosotros y a nuestros herma-
nos, ha sido rechazado, y porque el honor, el poder,
el reino y la gloria de Dios y de sus ungidos han des-
cendido.

106. Sin embargo, el lector cristiano debe saber que no


entiendo por Amor una fantasía de la ipseidad, sino a
Jesús, la eterna Sophia, que, después de la caída, se ha
vuelto auxiliar de nuestras almas, y que se ha ence-
rrado esencialmente en el ens de las almas debilitadas.

107. Debo advertir fielmente al lector a fin de que com-


prenda que no quiero en modo alguno prohibir el
estado de matrimonio, ni disminuirlo; mas digo sim-
plemente lo que he aprendido y lo que el Sefíor me
ha abierto.

204
108. Se saben las lecciones que el mismo Cristo dio, y
las que nos transmitieron los escritos de los Após-
toles.

109. Renegar de todo; odiar y abandonar nuestra propia


vida, porque si queremos ser discípulos perfectos, el
Espíritu del mundo, que es la justicia de Dios, se
ocupa de todo lo corruptible, y aún de nuestra vida
terrestre, y nos arrebata todo, hasta la camisa -lo que
me sucedió a mí y a otros.

110. Como nuestro maestro, no tenemos nada propio, sin


lo que no triunfaríamos en nuestra lucha con la
Cólera de Dios, pues es una empresa irrealizable si
no nos podemos desatar de esta cadena.

111. Mientras tanto, según las reglas de Pablo, 1 Corintios,


VII, cada cual debe conservar el estado al que Dios
lo ha llamado, y es lo que he tomado toda mi vida
como un orden capital.

112. Y aunque diferentes hombres de valor hayan venido


a mí, se hayan prometido a Sophía, se hayan circun-
cidado libremente por ella, y se hayan alejado de sus
mujeres, con el consentimiento de estas últimas, no
han salido airosos de la prueba.

205
113. Han recaído en la Matriz terrestre, engañado a su
cara Sophía, nos han desgajado cruelmente y han
arrojado la buena semilla, si bien que Dios tuvo que
cortar estos brotes y estas espinas inútiles.

114. Por esta razón, guardemos humildad, porque los


dones de Dios son diversos.

115. Que cada cual sea fiel en lo poco que le es propio, se


le dará lo que haya menester; y que trabaje según sus
fuerzas, como pueda.

116. El tiempo de la siega en los tres Principios es muy


admirable; que cada quien se fije a qué amo se da; 14
yo sólo lo aprendí después de treinta años de luchas,
de golpes, de heridas y de sufrimientos.

117. Se trata de trenzar una guirnalda angélica que la


celeste Sophia pondrá sobre la cabeza de todos sus
fieles caballeros que vencieron en ellos al dragón del
egoísmo, la Cólera de Dios.

14. A lo largo de toda la obra de Gichtel nos encontramos ante la


gran dualidad entre Dios y Satán, el príncipe de este mundo. Son
dos amos a los cuales, gracias a su libertad, puede servir el hombre,
o dos pastores a los que puede seguir; pero como indica el
Evangelio, no se pueden seguir dos amos al mismo tiempo.

206
118. Lo semejante ama lo semejante, 15 se dice; y como
esto es natural, no hay que sorprenderse de que el
Cristo ame a aquellos que se le asemejan.

119. Como Él no encuentra su rostro en nosotros, des-


pués que todos nos hemos vuelto hijos de la C6lera,
y que somos faltos de Justicia, que s6lo vale delante
de Dios, Él nos envía a su Espíritu Santo para des-
pertar a la prometida. 16

120. Y envía fuera a su ángel para buscar almas vírgenes;


Él quita Su luz a sus hijos e invita al festín a los cie-
gos, los lisiados y los achacosos.

15. «Lo semejante atrae a lo semejante» declaran al unísono todos los


alquimistas. Esta ley que encontramos en el mundo de la materia, si
conocemos las signaturas, se verifica también a niveles más sensibles,
más sutiles y espirituales. El Mensaje... op. cit. XIl-20 declara que
«Dios no habla más que a Dios y no es oído más que por Dios». Tal
es el secreto de toda búsqueda, toda Teosofía auténtica. El hombre
interior, hecho a imagen y semejanza de la divinidad es quien se sien-
te atraído, busca, comprende y realiza. Dios le atrae y, a través del
caparazón del cuerpo carnal, él atrae a Dios. Los dos se buscan y el
amor que uno siente por el otro no es diferente que el fuego que los
amma.

16. La prometida, la eterna ccbella durmiente» que espera el beso de


un príncipe (el Espíritu Santo) que la despierte, es el aspecto terres-
tre de la Sophia.

207
121.ÉI abraza y besa por igual a todos sus convidados,
mas que ninguno se confíe en sus brazos, que nin-
guno Le conduzca a la cámara nupcial oculta, si no
ha sufrido anees el examen en los desiertos de la
carne, y ha triunfado sobre el Tentador.

122. Esto es lo que mis compañeros no quisieron creer;


ellos se encendieron de furor y quisieron violentar a
la cara Sophia:, mas dieron un terrible paso en falso y
perdieron su corona angélica.

123. He allí porqué, lector, puedes considerar inútil todo


otro precepto que no sea comportarte humildemen-
te y preservarte de tu propia exaltación.

124. Y ciertamente no es poco volverse ángel o hijo de


Dios, de Diablo que se era, y sentarse con el Cristo a
la derecha de Su Majestad, y ser juez sobre sus ene-
migos.

125. Por ello debemos ser la imagen exacta de Jesús en la


vida, la aflicción, la persecución, la pobreza, los
dolores, el infierno y la muerte, que es lo que
encuentran muy duro la carne delicada y la sangre,
prefiriendo ellas una alegría corta y pasajera a la bea-
titud eterna.

208
126. No es bueno mirar el curso del mundo, nt querer
seguir con la mayoría el camino ancho que conduce
a la perdición cuando podemos escoger, con los
pocos, el estrecho camino del reino de los cielos. 17

127. Mi querido lector, se nos hace el camino largo prac-


ticable y agradable, y se nos ensefia que las almas
condenadas, así como los ángeles cismáticos, que su
permanencia no dure, serán convertidos, y serán
hechos ángeles de Dios.

128. Y esto, bajo gran apariencia de Amor sobrenatural;


las almas duras arriesgan su vida.

129. Sé prudente y repite en tu corazón las palabras del


Cristo: el siervo no es mejor que el amo; 18 si han
tomado como amo a Belcebú, no harán mejor a su
esclavo. 19 Este tiempo de dolor no es digno de la
magnificiencia que debe darse a los hijos de Dios.

17. De nuevo el tema de las dos vías o de las dos sendas. Ver (T.P. 1-39).
Cada uno de nosotros escoge, y en ello escriba la libenad humana, su
camino: el de la alegría cona y pasajera y el de la beatitud eterna.

18. Ver Mateo X-24.

19. Ver Mateo X-25.

209
130. La necesidad de arrojarse en Dios, y confiarse en Él
invisible como si fuera visible, viene de Dios sólo, y
se desarrolla por medio de un largo ejercicio. 20

131. Pues la fe sembrada en nuestro corazón es pequeña


como un grano de mostaza, y con el tiempo se vuel-
ve un gran árbol. 21

132. Mas tan pronto como el árbol crece bajo el sol,


sobrevienen la tempestad, los vientos y el granizo, y
sin absor-ber los jugos de la tierra, la fe se afirma bajo
las cruces, las tribulaciones, las persecuciones y las
tentaciones.

133. El Cristo ha edificado su reino en nosotros, 22 a fin de


que podamos sentirlo y gustarlo; no Le busquemos a
lo lejos, y no gritemos.

20. He aquí la fe ciega. Observemos que ésta es ciega en el mundo,


pero clarividente en Dios. Es como una lucidez que trasciende e
incluso es capaz de modificar las apariencias, de mover montafias.

21. Ver Mateo XVIl-20. La fe es, pues, como la simiente del Árbol de
la Vida que, según los kabbalistas, hay que hacer crecer a través del
estudio de las Escrituras.

22. Ver Lucas XVIl-21.

210
134. Él nos prometió que todo lo que pidiéramos en espí-
ritu y en verdad en Su nombre, nos será concedido
por nuestro Padre Celeste. 23

135. Es imposible que Dios mienta: por consiguiente,


cuando pedimos y no recibimos, es únicamente por
culpa nuestra, sea que nuestra Tintura anímica no
esté completamente puesta en Dios, o que esté liga-
da a cualquier cosa terrestre o a una criatura.

136. Una perra no abandona a sus crías. ¿Cómo abando-


nará Dios a quienes lo llaman día y noche, y se con-
fían a Él de todo corazón? 24

137. Empero, en la tentación, nos parece que el Cielo se


ha vuelto de hierro y que Dios ya no sabe más oír-
nos; el alma no debe atemorizarse, ni temblar, ni
dudar, ni cesar en la oración;

138. Sino perseverar con un ardor de fuego, y luchar


como Jacob por tanto tiempo como se pueda, mien-

23. Ver juan XIV-13.

24. Ver Salmos XXXVIl-28 y CXXXVIII-8

211
tras Dios y el hombre sean agobiados, y que la fe y el
amor hayan triunfado, como veremos en el magnífi-
co ejemplo de Job el paciente.

139. Y un verdadero combatiente debe ir tan lejos como


aquél; sin lo cual, el querubín mantendrá su alma y
sus sentidos en l~ duda y la inquietud, y no los deja-
rá jamás llegar a una certidumbre, ni escapar de la
sombría prisión de la Cólera.

140. Aquel que está armado cuida su casa y su reino:


Tengamos con nosotros en el combate al héroe Jesús;
sin el cual no lograremos nada y el Diablo se burlará
de nosotros y del Cristo en nosotros.

141. No hay combate más violento ni más doloroso que


cuando el buen Dios se promete a un alma buena, y
cuando ésta deja crecer en su corazón una raíz amarga;

142. De allí resulta una separación de la Voluntad de Amor


única en muchas voluntades amargas, como pasó en
el Cielo con los ángeles, hasta que al fin Lucifer fue
precipitado con sus legiones de la Luz a las Tinieblas.

143. Aquello también sucedió a mis compañeros que, por


un envío admirable de Dios, me encontraron en mi

212
morada, aunque entonces yo vivía muy escondido y
pensaba permanecer desconocido;

144. Ellos se prometieron a Sophia y se esforzaron por todos


los medios para llegar al matrimonio; algunos trabaja-
ron tenazmente durante diez años;

145. Ellos llegaron hasta a ligarse espontáneamente los unos


a los otros por tres veces, y prometieron guardarse de toda
amargura para conservar tal amor, y alejar, desde el pri-
mer momento, el menor pensamiento que no fuera amor.

146. Y aquel que propuso este juramento nunca hubiera


creído que sería el primer perjuro, y que lo que había
edificado en el Amor de Jesús sería derribado en la
Cólera, lo que sucedió poco tiempo después.

147. Él se educó una Voluntad infernal y un diablo tan


amargo, que huían unos de otros, al grado que el Amor
manifestó que existía, se trocó en homicidio, calumnia,
vicios, juicios falsos y persecuciones, dándose libre
curso a tal perversidad que sobrepasó en mucho al bien
que se había hecho.

148. Al contrario, la Cólera se encendió de tal modo en


la Naturaleza, que tanto yo como un hermano que

213
permaneció firme en el proceso del Cristo, fuimos
amenazados de muerte y tuvimos que combatir
hasta la sangre contra el dragón de la Voluntad.

149. Y si nuestro fiel héroe y aliado no se hubiera puesto


a obrar con nosotros, nos habría sido imposible resis-
tir a la tentación.

150. Porque mientras más les poníamos en el corazón el


amor de Sophia, más se exaltaban en la propiedad
colérica del Dragón; hasta que al fin Dios cortó las
malas hierbas con la hoz, para que no fuéramos ten-
tados ya por encima de nuestras fuerzas.

151. Esto puede servir de instrucción a nuestro prójimo


para cuando el Prometido esté delante de la puerta y
se efectúen movimientos maravillosos en el Espíritu;
las vírgenes locas se amarán entonces unas a otras,
aborrecerán y perseguirán al Prometido y a las vírge-
nes sabias. 25

152. Nuestra voluntad propia creatural (cuando se abisma


en el amor eterno, en el fondo interior, y se entrega
por entero a Dios, lo que llega por cierta hambre,

25. Ver Mateo'XXV-I y ss.

214
súplicas, suspiros y deseos ininterrumpidos) es un
ángel de Dios, un carro nupcial del Espíritu Santo,
el Prometido de Sophía y una obra de Dios Padre.

153. Por la cual El engendra y revela sus maravillas de


Amor, por medio de los siete espíritus o Formas de la
Naturaleza según los tres principios-,

154. Y según sea el tiempo que el hombre active en él este


fuego sagrado, por el soplo de la oración, y que haga
brillar la llama, por ese mismo tiempo a la cara
Sophia ilumina el alma, y el Diablo no se le acerca
tan fácilmente.

155. Y aunque bien pueda llamar a la puerta del alma con


sus rayos envenenados, rudos e ígneos, los espíritus
se agitan enseguida y envían los sentidos a Dios.

156. Que llega enseguida en auxilio, y entonces hay en el


alma un gran tumulto, hasta que el enemigo es per-
seguido.

157. Mas apenas la Voluntad propia se desvía de la Luz


divina en el fondo más interior del alma y se dirige
afuera hacia los siete espíritus de los planetas, se
transforma en un dragón colérico, ígneo y exaltado,

215
el diablo, Satán, la antigua serpiente26 que se alza
contra Dios y sus obras, que Le combate en Sus que-
ridos hijos, y que es el carro, el templo y la morada
del Diablo.

158. Así es como se burla de Dios y de todos los buenos


corazones, y puede, por su canal, penetrar en este
mundo, lo que le es imposible sin aquello.

159. Que mi lector sea cordialmente exhortado a no buscar


otra cosa que a conocerse a fondo; ciertamente encon-
trará en él al dragón de siete cabezas y la prostituta;

160. Que les declare la guerra en seguida, y que no depon-


ga las armas, ni busque reposo en la carne hasta que
haya precipitado a su enemigo del templo celeste
interior a la cloaca pestilente; entonces habrá adqui-
rido gloria delante de Dios.

161. Dios arrojará a la bestia y a la prostituta del mundo


exterior al abismo infernal, cuando sea tiempo.

162. Las armas del Tentador son en parte exteriores y cor-


porales, y en parte interiores y espirituales.

26. Ver Apocalipsis XII-9.

216
163. Exteriormente, la persecución, la cárcel, los grilletes,
los ultrajes, las burlas, el destierro y la muerte, por-
que tiene potestad sobre la vida exterior, y si aban-
donarlos podemos, pierden su fuerza.

164. Apenas ha perdido esta batalla y se ve que el alma no


se amedrenta de su piel de león, se reviste de la forma
de serpiente, se pone bajo el árbol de la tentación y
nos presenta herencias, ricos matrimonios, honores y
altos empleos.

165. ¡Cómo sabe pintarnos cosas bellas para nuestra


razón!, ¡cómo fascina el alma, los sentidos y la ima-
ginación para hacernos morder la manzana sabrosa!

166. Así pierde a muchas almas buenas que luego deplo-


ran hasta el fin su pérdida y su falta.

167. Él me probó durante largos años con este cebo de


podredumbre, hasta que el amor de Dios me libró, y
para ello me dio a la Virgen celeste.

168. Cuando se malogra esta tentativa, ensaya los ele-


mentos espirituales, el orgullo, la ambición, los celos,
la cólera, e inspira al alma el desprecio de las grandes
virtudes divinas de la santidad;

217
169. Que debe erguirse, alzarse por encima de los Tronos.
y despreciar lo que no se parezca a su potencia ígnea.

170. Que debe atraer con maña el bien de su prójimo,


calumniar a quien quiera castigarla, y arrojarlo al
suelo.

171. Y apenas encuentra un objeto, se enciende y consu-


me en el Fuego colérico todo lo que no está afirma-
do en el amor, y ennegrece de tal suerte la vida y la
conducta del soldado de Jesús, que ningún hombre
honrado puede ya reconocerlo.

172. Al mismo tiempo se va sobre el alma con la angustia,


el miedo, el pavor, el estremecimiento, la duda, la
incredulidad, la concupiscencia, etc., y quiere forzarla
a que caiga de rodillas y le ruegue un pedazo de pan.

173. Presenta a Dios como un juez colérico y sin piedad,


de suerte que el cielo y la tierra parecen una prisión
donde se clama, pero donde la ayuda está lejos.

174. Mas Dios no deja probar al justo más allá de sus


fuerzas; y cuando la medida está colmada Él envía
una salud admirable, vuelve amigos a los enemigos o
corta la mala hierba.

218
THEOSOPHIA
PRACTICA

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