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Como he de empezar esta historia.

Porque, ¿Cómo hablar de aquello que es una


sombra? No tenebrosa, no sombría como ocultando un terror latente y
desesperante, sino sombría en el sentido de invisible, fugaz para el ojo, como una
imagen tridimensional para un ser de dos dimensiones lo sería. Una sombra, una
proyección continua de algo que es de éste mundo, pero cuya silueta insinúa algo
de otro plano, de otra realidad, es el tipo de sombra de la que voy a hablar,
precisamente porque es el tipo de sombra que yo soy. Con el fin de aclimatar un
poco más sus imaginaciones, a modo de prólogo si así se quiere, les expondré en
primera instancia el ejemplo -algo poético podría parecer a muchos- de una
estrella cuyo único deseo sea el de proyectar una sombra sobre el espacio -esto
atribuyéndole con anterioridad un mínimo nivel de inteligencia, solo el imput
necesario para que un gigantesco cuerpo de gas y fuego pueda generar un deseo,
uno solo-. Esa sombra, por la naturaleza misma de la estrella y su luz, no podría
proyectarse en las tres direcciones normales que todos conocen (X, Y, Z), sino en
otras direcciones alternativas, hacia otras dimensiones. La sombra resultante, por
gracia de las vibrantes cuerdas que "empujan" o succionan gravitatoriamente a las
sombras y los cuerpos hacia distintas direcciones del espacio-tiempo, sería
entonces volcada hacia un pliegue, un recoveco oculto para nosotros pero que
puede yacer justo debajo de tu nariz y contener el mundo y las peripecias que he
logrado por estos medios contar, no sin la justa medida de suerte y disciplina para
alcanzar la visión.

Tal vez ahora pueda dar un pantallazo del comienzo de los acontecimientos,
usando las palabras que encontré apropiadas para explicarme lo mejor posible. El
lugar era nuestro hogar. Una fosa de lindes amorfas, bastante indefinidas incluso
para nosotros sus habitantes, rellena de una sustancia densa y gaseosa muy
parecida a lo que ustedes llamarían "vapor". Allí vivíamos, yo y mis dos hermanos,
en el siguiente orden y por ende jerarquía: el "Jocho", sombrío sombrío, se movía
escurridizamente por debajo de sus otros dos hermanos, como una tinta que
contiene la inteligencia del tentáculo que la expelió aún después de haberlo
dejado. De todos modos, no era una gran inteligencia, sino más bien pura astucia
que le permitía sobrevivir por aquellos fondos. Justo debajo mío, en realidad; allí
donde yo era rey de mi reino templado, al que llegaban suficientes rayos de luz
como para dejarme activo y relajado, confiado en mis obras y consciente de mis
tiempos y propósitos. Así fue que construí para mí mismo y para ustedes, quienes
me leen, ésta visión, con la que también he divertido largo rato a mis amigos y
burlado varias series de ortodoxias y bloqueos evolutivos por aquí, de donde yo
soy. Arriba mío, por último, mi hermano mayor, el más sabio de los tres y que -a
modo de anécdota cercana- me felicito efusivamente por mi logro interdimensional
y organizó una fiesta para celebrarlo con invitados de honor muy importantes en
todas las ramas de la "ciencia"*. Su nombre es Humbuklop, alusivo a un antiguo
dios pagano comúnmente figurado como un ser luminoso cargando con una
potente lámpara e iluminando con ella caminos inusitados (a partir de ese punto,
dicta la hermosa tradición, es que la vivaz imaginación del espectador completa la
mitología, dibujando de ser posible los nuevos caminos que pueden ser
alumbrados por este dios). Un nombre bien dado para un hermano mío al que
siempre he apreciado de sobremanera, incluso a veces llegando a imitar
puerilmente sus modos y su moral.

La fosa que he nombrado, lo bastante profunda como para habitarla los tres, era
para nosotros una esfera con tapa, una especie de olla pero cuyas paredes y
bordes no eran completamente esféricos; esta esfera no es la común esfera que
todos conocen idealizada por la mente helénica y divinizada en posteriores
cosmogonías, y claramente no se podría jugar con ella al fútbol ni mucho menos
reflejar de manera perfecta, átomo por átomo, una imagen igualmente esférica por
toda su superficie. La esfera de la que hablo, geométricamente hablando, sería
una hiperesfera no euclidiana, formada espacialmente por en los irregulares
microtúbulos n-dimensionales por los que pasa la materia en nuestro universo. Era
nuestra fosa, para llamarla como nosotros la llamamos. Acogedora, templada,
espaciosa y bellamente decorada por nuestro hermano mayor, a un estilo rococó
sutilmente ambientado con las excepcionales condiciones atmosféricas de nuestro
particular nicho-propiedad. El nicho es el saco formado por el pliegue dimensional
donde se reúne la materia, y todos los nichos están conectados por pequeños y
larguísimos canales por los que insólitamente viajamos, como de carreteras se ha
de tratar, hacia otros nichos y otras fosas a visitar a nuestros parientes o amigos.

Curiosamente, iba viajando de regreso hacia mi fosa cuando, viajando también a


través del ‘‘caño’’, recibo la noticia de que mi hermano mayor estaba enfermo.
Venía yo de una fiesta alternativa, más bien reunión de amigos, para conmemorar
la prodigiosa invención de un generador de puentes gravitacionales, sobre el que
uno de los presentes había trabajado en el proyecto, y que nos permitiría en un
futuro cercano acceder a la energía de los puntos de fuga del entramado de
cuerdas hiperdimensionales. Al recibir la noticia, apuré mi paso para llegar más
rápido a asistir a mi hermano, pues sabía muy bien que mi hermano Jocho, el
menor, poco y nada se preocuparía por su salud, pues siempre estaba en
demasía compenetrado en sus fútiles planes de ascensión en la jerarquía familiar,
y era por ende un peligro para esos momentos tomando en cuenta el estado de
debilidad en el que se encontraba Humbu. Llegando a mi nicho, desaceleré un
poco mi marcha para no perderme de contemplar los hermosos bosques
fractálicos de rayos cósmicos que cubrían con su espesura radioactiva la fosa.
Esos bosques son muy comunes y proveen de tal intensidad radioactiva a todo el
medio que los rodea, que teóricamente una pequeña parte de esa radioactividad
se escapa de los microtúbulos formando puntos de fuga por toda la red de
cañerías (esto fue estudiado en detalle por los inventores del "súcubotronic", la
máquina de extracción energética, y su principal punto de apoyo teórico se hallaba
en una increíble fuga hiperdimensional cercana al pliegue A-9JO, no muy lejos de
mi nicho). Tal vez en mi contemplación se entremezclo fugazmente un nostálgico
deseo de que dicha radiación, dicha energía pudiese no solo ayudar a mi hermano
con su reincidente enfermedad que de tanto en tanto ofuscaba su suprema
inteligencia, sino también soñaba con lo que sería la panacea para todos los
males de mi mundo, una suerte de cósmica jugarreta científica para salvarnos a
costa de algo que siempre nos permanecería desconocido.

Entré a la fosa, notando en primera instancia lo tenue de la luz allí dentro, que por
lo general rebosaba de intensidad, sobre todo en la parte superior, la alcoba de
Humbu. Temí lo peor. Esa rata de Jocho debía haber irrumpido en la alcoba y
taponeado con sus densos flagelos humeantes las fugas por las que entraba la luz
a nuestra fosa. Mire hacia "abajo", lo que quiere decir mirar (escurrirse) hacia la
superficie inferior del mandala de microtúbulos, a donde la difusión de la luz
dejaba en penumbras el recinto de Jocho. Al poco tiempo, entre uno de los
pliegues, divisé al mismo escurriéndose con toda su negrura, como escapando
para evitar que lo viera. Ese bandido, siempre agazapado en su escondrijo
nocturno, ocultando en él sus deseos de ascender en la jerarquía y hundirnos a
Humbu y a mí en esas penumbras a las que él mismo pertenece. Lo fui a buscar,
pues sentí que mi orgullo era tocado por sus maquiavélicas idas y vueltas.
Subiendo antes a la alcoba para absorber la mayor cantidad de luz posible, y de
paso revisar nuevamente a mi hermano enfermo, me dispuse con gran
concentración a descender por la fosa; esto debía de hacerlo con suma delicadeza
y perspicacia, pues un giro en falso en ese laberinto desconocido de pliegues
podía derivarme hacia una trampa del astuto Joncho y dejarme atrapado en ese
fondo oscuro, tal vez para siempre. Revisé de una pasada el plano dimensional de
la fosa que había trazado mi familia hace numerosas generaciones. Era muy
complicado, y posiblemente no certero, caducado. Lo deje de lado y preferí seguir
con los vagos recuerdos de mis niñez en aquellas catacumbas.
Confiando en ellos y en mi intuición, me deje escurrir, plenamente alerta, por entre
los pliegues que consideré más "seguros" para iniciar el descenso. Algunos eran
diminutas aberturas, pero esos justamente fueron los que intenté evitar. Los
portales más grandes, esos buscaba, muchos decorados en un antiquísimo estilo
de ricos patrones negriazulados de abstrusa geometría gótica (frecuente en las
catacumbas y cementerios) y que daban la sensación de plana tersidad en un
espacio tetraédrico asimétrico, con finos retoques punzantes de ángulos
desorbitantemente agudos. En conclusión, parecían portales propios de un
Simone Martini del trecento italiano, pero que burlaban la estructura simétrica y
ortodoxa con las normales anomalías compositivas de los pliegues dimensionales.
A poco de adentrarme por aquellos portales, me entró una sensación de escalofrío
por toda la médula bipolar de mi cuerpo denso y gaseoso. Soy una sombra, pero
las sombras también sentimos terror y escalofríos, sobre todo cuando estamos,
como es mi caso, acostumbradas a habitar en ambientes rebosantes de luz o de
relampagueantes fuentes de ondas cósmicas. Poco a poco, a medida que iba
descendiendo más y los portales se hacían más estrechos y las antesalas se
cerraban como sacos vacíos de un fuelle ante mi presencia, en vez de expandirse
con mi corporalidad, el miedo se apoderó de mí; me sentía un caballero noble e
ingenuo tratando de salvar su honor en un submundo de tinieblas. Contemplé la
posibilidad de que mi honor ya hubiese sido desgarrado por las pestilentes
extremidades de mi hermano menor que, a sabiendas de mi recorrido en pos de
encontrarlo, se habría escurrido hacia la superficie superior, terminado de liquidar
a mi hermano, y condenándome a permanecer allí abajo encerrado, en esa
mazmorra antigua y arquitectónicamente horripilante. Vi claramente la opción de
retroceder, dar marcha atrás a mis aristocráticos planes de comunicación fraternal
y cuidar de mi hermano, para recurrir a él una vez se hubiera repuesto del mal que
lo aquejaba. Pero no, deduje, el héroe jamás ha de regresar antes que la aventura
o hazaña, sino que han de regresar siempre juntos, pues de lo contrario la derrota
es segura. La caución la deje para el lenguaje, y era hora de impeler mi cuerpo
(grande, para mostrarles, como la nube de Magallanes) a través de todos esos
portales, callejuelas y pulmones (entradas, venas y organismos), ángulos
empinados, y tinieblas mayores; mi misión era bien conocida. Mientras, en un reloj
imaginario, la hora del duelo se acercaba con recelo.

Cuando me estaba aproximando, me di cuenta de una música que me


bombardeaba de melodías tenebrosas. Eran arpegios desarreglados, sobre
suaves nubes de espuma gris y formas que más parecían ideas -por estar
desdibujadas pero vueltas a trazar sobre el plano de la mente- rompiendo la
armonía de las cuerdas que vibraban todas concentradas en mi único y exaltado
centro: mi corazón. Oh, Primera Causa, oh alimañas del demonio destructoras de
ecuaciones geométricas, oh luz, cuánto Te deseaba (Oh, Poe, también porque él
me ha enseñado los códigos para volcar en ustedes el holograma). Mientras la
melodía se agravaba todo a mi alrededor se formó un vórtice confuso de borrosas
imágenes desfallecidas -esto es, en blanco y negro- desembocando en un punto al
final en el que no se distinguía absolutamente nada, pero sí se notaba su
infinitamente pequeña exuberancia. A partir de ese horizonte subjetivo, el tiempo
se desaceleró y comenzó a pasar con agobiante lentitud; parecía que no
avanzaba, que nunca llegaría al final, que la habitación de mi hermano no era más
que un espejismo... una trampa. Súbitamente, luego de un prolongado periodo de
tiempo, noté una luminiscencia proveniente de las paredes no-orientables que
rozaban múltiples veces mi cuerpo. Se trataba de una fosforescencia ubicua,
acrecentándose, sin una fuente detectable o un origen preciso. ¿Qué había al
final, detrás de esa maraña de pliegues y recovecos interminables? Me detuve en
el nivel donde me encontraba, para recorrerlo todo y comprobar sus contornos y la
anchura de la fosa. Quedé anonadado, temerosamente sorprendido, al chocar con
el hecho de que ya me debía de encontrar ante el portal del fondo de la fosa. Un
juego de espejos, pensé. No divisaba ningún portal, ni indicios de que Jocho
anduviera por allí. Me sentí solo, y toda esa luminosidad que me rodeaba e imbuía
por dentro era tan vacua, tan estéril, que me daba la impresión de estar encerrado
en una computadora calculando puros ceros y ningún uno. El fin de la simulación,
la soledad de la muerte. No quise permanecer allí ni un solo instante más, así que
inicié la contramarcha para regresar a mis pagos y desde ese lugar salvar mi
honor y el de Humbu, mi buen hermano. Dos o tres pliegues, y caí en la cuenta de
que, por equivocación, había tomado un camino diferente al que había venido. Al
detenerme, contemple una vez más, sobre todo por su inevitabilidad, la intensa
pero tranquila fosforescencia que me penetraba todo el cuerpo gaseoso. Casi doy
la vuelta para retomar el camino correcto, pero no lo hice, porque noté de
imprevisto una figura que se movía en los contornos de un portal, deslizándose
por las branas como un ser maléfico haría sobre la arcada gótica de un templo
endemoniado. El corazón se me congeló, y los nubarrones de mi cuerpo
comenzaron a chorrear sudor frío como el agua de la lluvia (claro que yo no estoy
hecho de agua). No podré precisar cuánto permanecí paralizado, chorreando las
branas por todo mi alrededor. Cuando me recompuse, la figura no se había
movido mucho de su sitio original; seguía como pegoteada a las branas del portal,
como una gárgola sombría, casi insustancial, poseída y animada por el mal. Hice
un esfuerzo por comunicarme, haciendo vibrar las cuerdas circundantes con la
correcta secuencia de patrones para decir:

-¡Quién eres! ¿Dónde está mi hermano? ¿Dónde está Jocho?


-Ustedes de allí arriba quieren saberlo todo, y tienen unos curiosos modos para
hacerlo -dijo en una frecuencia grave, casi gélida, en cuyas octavas resonaba un
gorigori de ultratumba.

-Solo dime, qué haces aquí, porque ésta es mi casa. -aseveré en tono punzante.

-Tu hermano me ha hospedado, no soy un intruso -aclaró de inmediato- Tú, no


debes de estar ni enterado de lo que hace él por aquí abajo...

-¡Cuéntame, o llamo a la policía! -lo amenacé aún sabiendo la absurdidad de


tiempo que tardarían en llegar hasta allí.

-¡Ja Ja Ja! -Rió el demonio y me esclareció su rostro de viejo- Te diré cómo


encontrarlo, así no molestas más por estos pagos.

Mientras me decía esto se franeleaba con lo que parecían sus pútridas


pertenencias, entre ellas algunas obras de arte antiguas que alguna vez se
lucieron por los senderos del bosque cósmico, en las afueras del nicho. De entre
ellas apartó un objeto misterioso, que me recordó, por su notable parecido
estructural, a las "ventanas" del Súcubotronic, pero mucho más complejo y
luminoso.

-Qué tienes ahí, entre todo ese arte que por cierto me pertenece.

-Esto... es solo una réplica. Pero es tan poderoso... él te llevará a lo que buscas, y
sabiendo muy bien que morirás -incluso tal vez antes de llegar si no soportas su
energía-, muy confiado estoy de que lo recuperaré en poco tiempo -me dijo el
demonio.

Mi visión periférica se obnubilo de tanto que me concentré en aquella pieza de


geometría extraña. Era hermosa, atrapante, intrincada y, aparentemente, valiosa
incluso siendo una mera réplica.

-Es un Calabi-Yau de 249 dimensiones -aseguró emocionado.

-Imposible -contraataque, a sabiendas de que las dimensiones del espacio


conjeturadas en mi mundo son solo nueve-. Un objeto de tal extensión
dimensional sería mucho más grande que eso, más aún en caso de que dichas
dimensiones hayan sido desenrolladas para magnificar la elegancia y estética de
la pieza.

-Como te he dicho, esto es una réplica, una copia barata a escala del original, el
cual de tenerlo frente tuyo haría de lo que llamas "tu ser" una conjetura más como
aquellas que tú y tu gente tanto adoran idear. Puedes seguir solo, si lo deseas,
pero, ¿Quieres convertirte en un desmadejado adorno que decore repulsivamente
la habitación de tu hermano?

Contaba con la opción de una escapatoria. Pero debía volver al mismo punto, a
ese horizonte falso de un túnel que no desembocaba en nada. Y esa asquerosa
luminosidad, insoportable para mi delicado cuerpo...

-Entrégame el objeto entonces, pequeña bestia trapichera, y recuerda que quién


manda aquí soy yo, ¡Ni se te ocurra intentar embaucarme! -dije, haciendo vibrar mi
"VOZ" de manera que entendiese con quién estaba tratando.

-Muy bien, pequeño rey de éste castillo de naipes doblados -accedió en tono de
burla el viejo demonio-, pero antes tú has de prometerme algo si quieres que te
enseñe como usar el Calabi-Yau de mapa para encontrar a tu hermano.

-No hay tiempo, que sea rápido, mi hermano está enfermo y debo regresar para
asistirlo -le apuré de ese modo al recordar a mi hermano mayor, y con el fin de
demostrar poco interés en su parsimoniosa y fútil agenda de alimaña.

-Prométeme que... -hizo una pausa, como arrepintiéndose de lo que estaba por
decir- Sé que hay pocas chances de que salgas con vida, pues tu hermano es un
ser muy poderoso, y tú un pedante que escupe sus chucherías morales
indiscriminadamente. No tardarás en impacientarlo, y ahí te quiero ver. Pero, si es
que hay una remota posibilidad de que te perdone la vida y vuelvas sano y salvo,
prométeme que accederás sin cláusulas baratas o mojigaterías de tu parte, a
dejarme habitar en el bosque cósmico en las afueras del nicho.

Oh, gracia mía -pensé-, que me ha llevado a toparme con éste ridículo y
pretensioso bicho de feria.

-Trato hecho -declaré sin titubear-. Ahora, enséñame cómo leer éste estrambótico
plano de 249 dimensiones, tú -el sonido "rata" se me coló por entre las branas-
que afirmas conocer los secretos arquitectónicos de éstas profundidades.

A continuación, tuve el disgusto de verme obligado a acercarme a esa babosa


radioactiva y maliciosa y con cara de viejo enfermizo. Sus lentes -oculares de gas
desublimado- me miraban, brillosos, con su vista puesta en realidad en el futuro
provechoso que le esperaba de sobrevivir yo a mi hermano: el desconocido, el que
siempre estuvo merodeando por esos fondos, escurriendo su cuerpo de tinta
vaporosa por el enredado de membranas difusas del patio trasero; un completo
extraño, a decir verdad, del que no recordaba ni su historia ni pude rememorar
travesura alguna que haya pasado con él. ¿Qué lo había vuelto tan oscuro?
¿Quién lo expulso al infierno, si, siendo el menor era en realidad el más viejo?.
Miré al bicharraco mostrarme el objeto con gran aprecio, babeándose como un
diablo sobre sus joyas. Lo escuchaba por momentos, pero estaba absorto en mis
pensamientos. El misterio de Jocho no me cerraba en ningún caso... ¿Acaso tan
inteligente sería como para manipular un Calabi-Yau y viajar
interdimensionalemente?. Llegado un punto me cansé de oír de a ratos balbucear
al sucio extraño. No me estaba diciendo nada más que explicarme los vectores y
fantasear con los algoritmos de la pieza.

-Ya, ya, para de adular tu imitación barata, que seguro ni siquiera te pertenece -le
dije y abrió sus oculares y se le respingaron con furia, que debía contener para
ganarse una nueva vida-. Dime por dónde ir, que quiero llegar lo más pronto
posible ¡No me hagas perder más tiempo! - concluí saliendo finalmente de mi
absorción mental.

-Está bien -dijo lanzando un suspiro-. Solo tienes que volver por donde viniste,
pero continuar, ¡Que no te engañe devuelta el truquito de magia barato de tu
hermano!

Sentí un fuego que me recorría como un aire caliente hasta llegar a mi cabeza (mi
centro) y reventar como dentro de una esponja en llamaradas enardecidas.

-Así que era eso nomas... me has embaucado, inverosímil alimaña de los jardines
infernales, rata fantasmal que no merece ni una migaja de logro alguno de la
civilización, embustero, cómo has podido...

-¡Vete de aquí y no vuelvas nunca! -vociferó mientras se arrojaba encima mío con
su rostro senil y demencialmente intentaba clavarme unos colmillos imaginarios-.
¡Sabré si no has muerto, y recordaré la promesa! -finalizó cuando yo estaba ya
con la mitad del cuerpo del otro lado del portal sombrío.

Me llevé la joya falsa conmigo y comencé el regreso por los oscuros pasadizos y
habitáculos góticos de la fosa, parecidos a los estrechos senderos que conectan
las diversas recámaras de una pirámide. Justamente, y tal vez ya lo haya captado
el lector, la fosa es una pirámide invertida, solo que, tanto su estructura piramidal
como su jerarquía consecuente, no corresponden con un espacio tridimensional y
sus convencionales “arriba” y “abajo”, sino con otro rango de direcciones
espaciales no convencionales que determinan las percepciones y preposiciones
locativas. Dicho sea entonces, estaba “descendiendo” por pasadizos que muy
probablemente para ustedes llevarían hacia arriba en vez de hacia abajo. Éstos
poseían tal carácter tétrico y de antiguo deterioro que me impulsaron a avanzar
velozmente para llegar al destino, el final de la fosa. La luminosidad se
acrecentaba a medida que me acercaba al portal, y esa fosforescencia repugnante
ya causaba efectos indeseables en mi cuerpo, arcadas vaporosas, temblores
moleculares. “Oh, cuándo llegaré, cuántos más estrechos pasadizos y lóbregos
habitáculos tendré que franquear” Pensaba mientras la pesadez se agravaba al
punto de creer que no podía continuar el viaje, que no tendría más remedio que
volver debido al intenso malestar. Cuando la voz de ese pensamiento se estaba
volviendo lo suficientemente severa y real como para serme imposible omitirla o
someterla a mi voluntad, el calabi-yau súbitamente se encendió y sus intrincadas
branas de juguete comenzaron a moverse como los tentáculos de una medusa.
Mire a mi alrededor. Sí, era el mismo habitáculo desde el cuál había marchado mi
regreso. Absorbiendo, no sin desagrado, la irritante luz que me rodeaba y
redirigiéndola hacia el final del vórtice dimensional de pasadizos y dobleces, con el
fin de percibir mejor ese fondo esquivo que nunca parecía llegar. No contaba con
grandes esperanzas de divisar algo, era un vórtice tan confuso, como una niebla
compactada pero que en su interior contenía la macabra habitación de mi
hermano. Nada, solo niebla, imágenes borrosas de decoraciones ancestrales,
cada vez más viejas a medida que acercaba el zoom lumínico de mi vista.
Mientras absorbía más luz, con la ilusión final de llegar a ver algo nítido, una
puerta, sin darme cuenta mi cuerpo absorbió la luz que irradiaba el calabi-yau que
llevaba conmigo, y la redirigió hacia el final del vórtice. ¡Voila! El calabi-yau era la
llave para abrir el portal en el espejismo. La luminosidad de sus branas se
extendió como un tejido abstracto, cubista, surrealista, se adhirió y atravesó todas
las paredes del habitáculo y el túnel, y formo hacia el final de éste un pliegue
magnífico que era la puerta que antes no pude encontrar. Oh, cómo habría de
describir un pliegue, y más aún éste pliegue, éste portal majestuoso en la antesala
de la recámara de Jocho, el misterioso, el sombrío, el demonio… ¿El genio?. Era
un pliegue como nunca antes había visto. Tenía detalles que escapaban mi
comprensión de tan distantes que eran con respecto a mi habitual concepción del
mundo y la belleza. Una arquitectura de vanguardia absoluta sorpresivamente
resultó ser la antecámara de mi hermano.

Me mantuve distraído por un rato, contemplando estos impresionantes detalles


conjugados con las abstractas formas lumínicas creadas por el calabi-yau y
extendidas como enredaderas de branas exóticas adheridas a las paredes. Una
morfología hermosa presentaba todo el panorama, tal que cualquier biólogo o
artista visual de vuestro planeta se quedaría estupefacto de solo figurarse algo
parecido en su imaginación. ¿Cómo es que Jocho había llegado a configurar algo
así? Llegó a mi mente la pregunta. Él nunca se asomaba mucho por las
superficies superiores de la fosa piramidal. Siempre andaba agazapado,
escondiéndose pliegue tras pliegue, ajeno en gran medida al desenvolvimiento de
nuestras vidas y exento de todo contacto con el mundo exterior. En realidad, y he
aquí la mayor de mis dudas, la que me costaba formular incluso en el fuero de mi
pensamiento, era imposible que haya llegado a elaborar un diseño y mecanismo
dimensional de esa índole de no haber tenido algún contacto con el exterior. La
tecnología de llaves calabi-yau para la apertura de portales era algo que, incluso
en el plano artístico, causaba gran incredulidad y daba origen a ideas de lo más
descabelladas. En otras palabras, no existía algo como un calabi-yau que facilitara
la apertura de portales. Y todo el circo angustiante de espejismos y confusas
fosforescencias parecía sacado de la galera de un mago con excelsos
conocimientos científicos.

Una vez satisfecha hasta cierto punto mi curiosidad por los mágicos alrededores,
impensados para un sitio tan antiguo y supuestamente abandonado a la voluntad
de un ser sombrío y excluido del mundo, tomé coraje para adentrarme finalmente
en la habitación misteriosa ante la que me encontraba. Placer, enorme placer,
debo admitir, es lo que sentí mientras atravesaba aquel pliegue (¡Qué grandioso
pliegue, inimaginable pliegue, debo repetir, era aquel que estaba atravesando!).
Sin embargo, poco duro el goce éste, pues al encontrarme del otro lado, en un
pasadizo de indescriptible belleza, bordeado de extraños árboles de verdes y
rojizos colores -que nada tienen que ver con los árboles de rayos cósmicos del
bosque a las afueras del nicho-, la música brotó devuelta desde el fondo del
pasillo. Una armonía bizarra que burlaba mis oídos y atentaba con romper la
simetría gravito-emocional de mi cuerpo. ¡Qué rayos podía estar produciendo esas
melodías insoportables!. Comencé a correr o, más bien, movilizar más rápido mi
humeante cuerpo cuando casi sobre el límite para entrar en la habitación el sonido
cesó y el silencio me permitió notar que también un suave ruido de fondo que me
había pasado inadvertido dejó de brotar desde el fondo de la pirámide. La luz,
blanca y pura como nunca antes había visto, ni siquiera en el laboratorio de
investigación, empezó a vibrar en patrones lingüísticos.

-Así que has llegado, al fin, hasta el fondo de tu morada para conocer a tu
hermano –dijo la voz.

-Sí, así es –replique con la misma luz que se me había dirigido-. ¿Quién eres?
¿Dónde está mi hermano? ¡Muéstrate!

-Pero qué carácter más inquieto que tienes –apuntó entre titilantes ondas de luz
que asemejaban un espíritu risueño-. Tranquilízate, ya corté con la música que
parecía estar irritándote. Vamos, acércate, quiero que me veas… ¡Oh, hermano
mío, acércate!

Por poco entro en trance con esa última exclamación. El hecho era que nunca
había estado tan cerca de él, ni había siquiera conversado o intercambiado un
gesto, una mirada intima, nada. Me acerqué lentamente, anonadado, pero sin
perder por completo las sospechas que tenía sobre la naturaleza de sus
intenciones. Más anonadado quedé aún al ver lo que había dentro de aquella
enorme habitación. Miríadas de fantásticas criaturitas juguetonas correteando en
un espacio rebosante de la luz más cándida que puedas recordar, trepando
árboles y tocando instrumentos, lo que ustedes llaman guitarras y tambores y
melodiosas arpas que, francamente, para mi oído sonaban horribles, pero para
aquellos seres significaban danza y delicia musical, inundando la atmósfera para
recibirme. Por más foráneas que me sonaban esas canciones, no pude evitar
soltar mi cuerpo y empezar a bailar, contrayéndome y expandiéndome en
chimeneas de humo danzante. La alegría me poseyó de imprevisto, pero la duda
me tironeó a pensar si era todo real o no se trataba más que de un sueño, una
engañosa alucinación.

Entre toda la muchedumbre de pequeños seres bulliciosos apareció entonces mi


hermano. Un ser negro como humo de aceite, iridiscente, se adelantó de entre las
pequeñas criaturas que se hicieron a un lado para darle paso a su rey. Lo vi con
mis ojos maravillados, andar delante de un fondo de paredes asfálticas, también
negras e iridiscentes, y recubiertas de vástagos de uvas y helechos trepadores.
Joyas colgaban de las sólidas moléculas de su cuerpo, collares de oro y piedras
preciosas, bastones colgantes de ébano, marfil y jade labrados en platino,
aparecían y desaparecían entre sus humeantes contornos. Nunca había visto
atavíos de esa naturaleza; estaba acostumbrado a que las joyas estuviesen
hechas de combinaciones de gases rarificados y otras amalgamas de energías
cósmicas estabilizadas dentro de collares cristalinos enredados la superficie de los
cuerpos. Enseguida comprendí, entonces, que todo ese escaparate viviente de
criaturas extrañas y alhajas alienígenas no podía provenir de mi imaginación, ni de
una preelaborada confección escenográfica increíblemente real y ajena al sentido
común de éste mundo.

-De dónde… ¡¿A qué viene todo esto?! –pregunté exaltado, harto de tanto
maravillarme.

Se suavizó la música, solo sonaba algún que otro porfiado instrumento.

-¡Qué quieres! ¿Joyas, criaturas, objetos mágicos, planetas enteros sobre la


repisa de tu alcoba? Ahora sabes qué te ocultaban tus amiguillos de la academia.
¡Ellos querían quedarse con todo esto, usarlo para sus propios fines mezquinos en
nombre de la ciencia, en vez de disfrutarlo como el regalo mágico que es, como yo
lo estoy haciendo! –contestó exasperado y moviéndose con enorme rapidez por
entre todos los objetos, ninguno que no fuera absolutamente foráneo para mi
consciencia.

-¿Qué has hecho? ¿Cómo has logrado traer todo esto y meterlo en tu cuarto sin
que nos demos cuenta? ¡Eres un ladrón! Devuelve lo que no te pertenece –dije,
instigándolo ante la sorpresa de las criaturitas, que ya no se divertían tanto como
antes.

-No tienes idea del corazón que tienen todas éstas criaturas, de la verdadera
naturaleza poderosa de todos estos objetos traídos de lejanas dimensiones
invisibles para nosotros… hasta ahora. ¿Nuestro hermano está enfermo? ¿A
punto de morir, el viejo ese? Yo lo puedo curar ahora, tengo el poder para hacerlo,
y si esas ratas académicas se apropiaran de mi invento, lo echarían todo a perder,
corromperían la esencia de ésta dimensión desconocida con sus frívolas
charlatanerías y sus métodos engolados. ¡No sabes de lo que son capaces de
hacer tus pedantes amiguillos con sus mentes obnubiladas por la ciencia!

-¿Has dicho mi invento? ¡De qué te proclamas ahora dueño, hermano cobarde
que tanto tiempo te has escondido de nosotros!

Los árboles se estremecían ante las severas vibraciones de nuestra discusión, y


las piedras preciosas engarzadas se desprendían de las alhajas que se
desarmaban, mientras las criaturas correteaban tratando de juntar las piezas que
caían por el suelo.

-¡Yo diseñe el primer modelo de calabi-yau hace eones! Mucho antes de que
Humbu naciera, y mucho antes aún de que vos siquiera fueras concebido, mi
mente era de las más brillantes que habían. Luego, tus actuales ídolos del mundo
de las tecnologías me consideraron peligroso, pues era demasiado inteligente y
constantemente me rebelaba contra sus mojigaterías y sus mediocres intenciones
con respecto a mis inventos. Querían que el calabi-yau fuese construido solo
experimentalmente, a pequeña escala, para pruebas en el laboratorio, pues
temían que pudiera poner en peligro la integridad de toda nuestra existencia. Así
fue que me mandaron al exilio, al fondo de esta asquerosa fosa, éste castillo
anticuado y descuidado, donde quedé encerrado por tanto tiempo que tú ni
siquiera tuviste el placer de conocerme, de conocer a tu mismísimo hermano. Éste
calabozo fue confeccionado con la misma tecnología que yo diseñe, pero me tomó
añares poder reconstruirla con los materiales antiguos de las decoraciones y
estructuras góticas de la fosa. Cuando hube terminado ese juguetito que traías
contigo, esa llave del calabozo, me escapé y sin que lo notaran, robé su prototipo
experimental y lo adecue a mis planes divinos. Yo soy un nigromante, un mago, un
viajero astral entre las dimensiones del cosmos. ¡Miren cuán mediocres eran sus
aspiraciones, comparadas con la grandiosidad de mis descubrimientos!.

No… No puede ser, pensé. Mis mentores, aquellos a quienes yo aspiraba a ser,
mis modelos para la vida, eran en realidad quienes aprisionaron a mi hermano en
su propio hogar, condenándolo al aislamiento y erradicándolo de mundo
académico, desahuciándolo de todos sus logros científicos. De todos modos, eso
no quitaba que ahora estuviera bastante trastocado, pues quién no lo estaría
después de tantos años de estar encerrado en un calabozo. Su delirio de
grandeza se había ido no hacia el cielo, sino fugado en incontables direcciones
dimensionales, gratificándolo con la peligrosa fantasía de un universo diferente
colado dentro del nuestro para nuestro placer y bienestar. Esas criaturas no
podían ser tan inofensivas para nosotros como asemejaban serlo. Y los procesos
vitales de todas esas extrañas formas de vida –elfos, árboles, enredaderas, flores,
sátiros, duendes, hadas, o criaturas similares que ustedes podrían reconocer con
facilidad pero que traspasan los límites de mi lenguaje- muy seguramente
confrontarían con la naturaleza de nuestros propios procesos. De todas formas y
entretanto, se había transformado en un ser muy poderoso. No tenía otra opción
plausible más que hacerme el boludo y seguirle la corriente hasta llegar a tenerlo
en un lugar vulnerable y, aplicando la universal técnica del aikido, usar su propio
poder en su contra para regresarlo al lugar de donde vino: el infierno de su sucio
calabozo.

-No… no lo puedo creer. Tanto tiempo me han estado mintiendo. No sé qué


pensar, hermano –hice una pausa fingiendo estar más confundido de lo que
estaba- ¿De veras puedes curar a Humbu? –le pregunté, levantando el rostro y
haciendo una mueca de piedad- Estoy seguro de que él te estaría muy agradecido
si lo hicieras. Después de todo, no tendría otra opción que aceptar tu superioridad
y aplacarse a ella para conservar su honor. ¡Tú serías el Rey del Castillo en las
nubes, y dueño de la torre más alta donde todos podrán contemplar la
grandiosidad de tu genio!

-Oh, yo sabía que entenderías –me dijo, calmando su volátil actitud y volteándose
para dirigir la orquesta de otra dimensión- ¡Que empiece la fiesta entonces! Falta
poco para la coronación. Toquen, animales divinos, ¡Embelesen éstas catacumbas
podridas con su música de las lejanas esferas!

Y empezaron otra vez a sonar los desagradables arreglos musicales,


improvisados con poco virtuosismo, de la miríada de bichos instrumentistas
provenientes de vaya a saber que recoveco del espacio y el tiempo. Me pregunté
cómo habría hecho Jocho para adaptarse a esas horripilantes escalas que
tocaban con tanto gusto para él. Supongo que un Rey tan solitario puede aprender
a apreciar cualquier regalo con el que vengan sus vasallos.
HUMBU LO ACUSA DE MAGO NEGRO, DE DEMONIO ASTRAL O TITIRITERO
DE LOS FRACTALICOS PLIEGUES MULTIDIMENSIONALES DEL UNIBERSO.
Lo instiga a que destruya el calabi-yau y se retracte de todo lo hecho, que
deje a los colegas de la academia entrar en su cambucho y reparar todo el
daño y luego se entregue a las consecuencias de sus acciones. El protag.
Trata de detenerlo, pero Jocho mata a su hermano Humbu.

FINAL ALTERNATIVO 1:

Poco a poco va lentamente acercandose y empieza a sentir una sutil luz, primero
como una fosforescencia, que va apareciendose en todo los contornos. Llega a la
recámara del hermano y es un lugar luminoso lleno de instrumentos y criaturitas
fantásticas y juguetoonas, y el hermano es un ser de luz que obtiene su energía
de otras dimensiones y se conecta con nosotros los humanos, y ahora que el
protagonista los sabe lo deja subir y sana a su hermano (final alternativo 2 de 1) o
lo mata y se queda con el trono- porque estos seres eran reyes de su nicho -era
como tener un castillo-

FINAL ALTERNATIVO 2:

El horror continua. Comienzan a aparecerseles seres, que no sabe si son reales o


imaginarios, y es presa de la locura. Monstruos extraños de geometrías
imposibles, de mil ojos, escupidos por krishna. Antes de llegar, se encuentra con
un anciano famélico que se encuentra rondando por allí, con lo que en apariencia
es su precario hogar en una cueva. Este ser dice que es un invitado de su
hermano, que lo dejo entrar y habitar ahí desde hacia muchísimo tiempo.
Conversan (mediante el método instrumentista).

¿Quién es su hermano en realidad? ¿Qué ha estado haciendo allí abajo todo el


tiempo, mientras los otros dos buscaban el éxito y la plenitud en el mundo social y
académico-laboral? ¿Se escapaba en realidad de ellos dos porque los envidiaba y
quería ascender para destronarlos? ¿O lo hacia porque escondía algo, porque no
quería que ellos bajasen y juzgasen mal su quehacer, sus experimentos, sus
investigaciones?

Su hermano era un mago negro, un mago de las sombras, un titiritero de las


fractalicas cuerdas multidimensionales del multiverso. (demonio astral)

*Mirar es absorber la luz y redirigirla orgánicamente hacia el punto que se quiere


observar. Hablar es hacer vibrar esa luz a cierta frecuencia en patrones repetitivos
que generen una comunicación, idioma, condicionamiento perceptual y cultural.
Las vibraciones pueden ser hasta el nivel que se desee, infinito, pero si existe una
desarmonía muy grande con las cuerdas que te rodean, puede ocasionar una
ruptura de la simetría gravito-emocional (la simetría dimensional de las
dimensiones pares e impares, la ruptura sería una dimension par, por ejemplo,
donde tendría que haber una impar por la armonía de las frecuencias vibratorias),
ésto ocasionaria la muerte, destrucción, podredumbre, tinieblas, horror, caos,
agonía, y sufrimiento... Es el origen del sufrimiento - también del nacimiento. La
ruptura es la misma que sucede en los agujeros negros que dan origen a nuevas
realidades, osea hacen nacer mundos y seres y por ende más sufrimiento. Una
singularidad es una ruptura del espacio tiempo en cualquiera de sus 11
dimensiones conocidas (hay un millar más hipotéticas). Ésta ruptura abre un linde,
efectuando un nuevo pliegue y allí una condensación de energía y materia -
mundos y seres- y posiblemente nuevas leyes, lo que sería un universo en un
universo. La singularidad en la singularidad, la teoría de la singularidad infinita, los
pliegues infinitos dentro de pliegues: el fractal hiperdimensional.

El "Castillo" es una pirámide flotando en un espacio no-tridimensional, lo que


significa que, si bien perceptualmente tiene un arriba y abajo con su piramidal
jerarquía, objetivamente no hay "arriba" ni abajo sino otras direcciones espaciales
no convencionales que determinan la subjetividad de las preposiciones locativas.
Cada familia es completamente diferente pues está compuesta de materia
diferente (hay similitudes también y son comunes), pues las fugas
hiperdimensionales de cada pliegue (nicho) son únicas a éste y corresponden a
diferentes conexiones multiuniversales. Todos los nichos, en el principio de los
tiempos, estaban aislados, por eso la vida inteligente se desarrollo en ellos
separada del resto y con características únicas que luego se mezclaron un poco y
homogeneizaron a través de los canales perforados por los propios seres
ancestros de los de ésta historia.

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