Cada título de crédito está formado por un valor específico y por el soporte que
lo registra: ambos componentes son inseparables. Cuando se transmite
el derecho, se transmite el documento y viceversa.
Los pagarés y las letras de cambio son ejemplos de títulos de crédito
calificados como típicos, ya que su reglamentación está detallada en
las leyes.
Los cheques también son títulos de crédito. En este caso, de acuerdo a cómo
se transmiten, es posible distinguir entre los títulos al portador (carecen de
los datos del titular y su sola tenencia legitima su efecto), los títulos a la
orden (se expiden a favor de una persona en específico) y los títulos
nominativos (directos y de transmisión limitada).