sustituyó al añil como base de la economía nacional. El presidente Rafael Zaldívar, que había sustituido a González en 1876, decretó en 1881 y 1882, varias leyes que anularon el sistema de tierras comunales y ejidos, prevalente en el país, desde la época colonial. Esta legislación virtualmente permitió que unas pocas familias se adueñaran de grandes extensiones de tierras. Zaldívar fue derrocado en 1885, sucediéndolo el general Francisco Menéndez, quién promulgó la Constitución de 1886, de principios liberales. Durante este período, familias europeas llegaron al país y rápidamente se colocaron en una situación económica poderosa debido a su conocimiento del mercado internacional. Estas familias se desarrollaron en el área del comercio y en la producción e industrialización del café.
El Dr. Manuel Enrique Araujo,
presidente entre 1911 y 1913, creó la Guardia Nacional y tomó una serie de medidas para aumentar la presencia del Estado en el interior del país. La actual bandera del país fue adoptada en 1912 durante la presidencia de Araujo, quién fue asesinado en febrero de 1913. Después del asesinato de Araujo, la poderosa familia de los Meléndez-Quiñonez gobernó el país hasta 1927; Ellos eran miembros de la élite económica conocida como las 14 Familias (número que es evidentemente simbólico, por los catorce departamentos) u Oligarquía Criolla, por ser descendientes directos de españoles nacidos en el país. Además de estas familias estaban también los Dueñas, los Araujo, los Orellana, los Álvarez ,Meza-Ayau y los Menéndez Castro Al final del período, asignaron a Pío Romero Bosque a la presidencia, pero éste organizó elecciones consideradas libres, que fueron ganadas por el Partido Laborista del Dr. Arturo Araujo. EL LEVANTAMIENTO DE 1932
A finales de enero de 1932, un suceso
extraordinario en El Salvador dejó una profunda cicatriz en la mente de la nación. En esa fecha, unos cuantos miles de campesinos en rebeldía se levantaron y atacaron aproximadamente una docena de muni-cipalidades en el occidente salvadoreño, asesinando entre 50 y 100 personas y dañando muchas propiedades. La rebelión tomó por sorpresa al gobierno salvadoreño, al cual solo le tomó algunos días para reagrupar al ejército y lanzar un contraataque. El ejército tenía mejor movilidad y estaba mejor equipado, por ello, cuando lanzaron la ofensiva y rodearon a los rebeldes, volvieron rápidamente a tomar control sobre la región.
Los eventos de 1932 tuvieron un profundo y perdurable impacto en El Salvador.
Sin lugar a dudas, establecieron un precedente en el uso del terror para reprimir a las masas que se movilizaban en el campo, algo que se repitió a menudo en las siguientes décadas. También consolidaron las diferencias de interpretación política de la izquierda y la derecha en El Salvador. Aunque el término “comunista” fue usado para referirse libremente a los rebeldes, es bastante claro que la mayoría de los involucrados entendieron que los eventos estaban profun-damente arraigados en la historia de la tierra y las relaciones laborales en el Occidente de El Salvador. Los terratenientes creían ser los poseedores de la justicia, la riqueza y el poder y definían a los campesinos rebeldes como bárbaros ingratos por cuestionar el sistema. A menudo se describen las acciones de los rebeldes con un lenguaje exagerado, acusándolos de matar a miles de personas, en lugar de entre cincuenta o cien que mataron, y luego se pasa por alto, convenientemente, la campaña criminal por parte del ejército que los aseguraba en el poder local. En cuanto a la izquierda, el desastroso resultado de la rebelión hizo que sus miembros no se atrevieran a asumir la responsabilidad de la rebelión, o incluso lo definen como una buena idea. Aunque sin duda, focalizaron su atención en la masacre provocada por el gobierno, como una manera de exponer las profundas diferencias políticas y económicas de El Salvador. Los sucesos de 1932 fueron enmarcados dentro de los debates que degenerarían en la guerra civil de la década de 1980.
En su momento, se propusieron distintas denominaciones para los regímenes que
iniciaron su ciclo en 1944, cuando se aborta la posibilidad de transitar hacia la democracia propiciada por el general Andrés Ignacio Menéndez. Las de mayor difusión fueron fascismo y dictadura militar, cuya carga ideológica –que enfatizaba más la descalificación que el análisis— impidió hacerse cargo de las características sociológicas y políticas tanto de las líneas de continuidad como de las particularidades de los distintos gobiernos militares (o cívico-militares) que hubo en el país desde 1944 hasta 1979.
En materia social y laboral, la Constitución de 1950 es ejemplar. Se concretaba en
ella la versión salvadoreña del Estado de bienestar, pujante en ese momento en la mayoría de países europeos, especialmente en Suecia, Holanda y Dinamarca. El influjo más inmediato provenía de México, donde el Partido de la Revolución Institucional (PRI) se había consolidado en el poder y llevaba a adelante un proyecto populista-desarrollista cuyo artífice era el Estado mexicano. En El Salvador, la facción militar que rodeaba a Osorio, apoyada por un sector empresarial industrializante que emergía en esos momentos, era la que se había propuesto ser la impulsora de un nuevo modelo de desarrollo.