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LA CONSTITUCIÓN DE 1844

Introducción

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la


Asamblea Nacional el 26 de agosto de 1789, a poco tiempo de iniciada la Revolución
Francesa, establecía en su artículo 16 que “toda sociedad en la cual la garantía de los
derechos no está asegurada, ni determinada la separación de los poderes, carece de
constitución”. Expresada esta idea en forma positiva, significa que sólo se puede hablar
de constitución cuando ella establece, como presupuestos mínimos, una declaración de
derechos y la separación de los poderes, es decir, que el ejercicio de las distintas
funciones del poder está a cargo de diferentes órganos de gobierno.

En la Constitución de 1844 está claramente establecida la separación de poderes


y aparece también una declaración de derechos. Es cierto que existe un abrumador
predominio del Poder Ejecutivo y que la declaración deja mucho que desear, pero
ambas características están presentes.

Circunstancias históricas de su sanción

El proyecto de constitución fue redactado por Carlos Antonio López con la


colaboración de Andrés Gill, entonces secretario general de gobierno. Un Congreso
General, convocado durante el gobierno del segundo Consulado e integrado por
trescientos diputados, inició sus deliberaciones el 13 de marzo de 1844. El cónsul López
presentó el proyecto y propuso que fuera adoptado como constitución. Así se hizo sin
discusión alguna en ese mismo día, y el propio López, elegido Presidente de República,
la promulgó el 16 de marzo de 1844.

Características generales

La denominación oficial de este cuerpo constitucional es la de “Ley que


establece la administración política de la República del Paraguay, y demás que en
ella se contiene”. Está dividida en diez títulos y contiene 103 artículos. Carece de
preámbulo. Analizándola en cuanto a la distinción clásica entre parte dogmática y parte
orgánica, vemos que la mayor parte del texto -nueve títulos con 90 artículos- está
dedicada a determinar los órganos de gobierno y sus funciones (en realidad,
principalmente el Poder Ejecutivo y en forma más breve el Congreso, pero nada en
cuanto al Poder Judicial, respecto del cual sólo se hace una remisión). Por otra parte,
sólo los trece artículos finales -en rigor, no todos- conforman la parte dogmática.

Parte orgánica

Separación de poderes. La Constitución de 1844 consagra en forma clara y terminante


la división tripartita de las funciones del poder. El artículo 1, del título I, establece lo
siguiente: “La Administración General de la República se expedirá en adelante por
un Congreso o Legislatura Nacional de Diputados Representantes de la República;
por un Presidente en quien resida el Supremo Poder Ejecutivo y por los Tribunales y
Jueces establecidos por ley del Soberano Congreso Extraordinario del 25 de
noviembre de 1842”. Al Congreso se otorgaba la facultad de “hacer las leyes,
interpretarlas o derogarlas”; al Presidente, la de “hacer ejecutar las leyes y
reglamentarlas para su ejecución” y a los jueces y tribunales, la de “aplicar las leyes”.

Sin embargo, no existía equilibrio entre los órganos de gobierno. Por el


contrario, las disposiciones constitucionales conformaban un Poder Ejecutivo
extremadamente fuerte, cuyas atribuciones y cuyo carácter de único órgano político
permanente determinaban el sometimiento de los otros órganos y la concentración del
ejercicio del poder. Uno de los títulos se denomina “Del Poder Ejecutivo Permanente”
y en algunos artículos se habla del “Supremo Poder Ejecutivo”.

El Congreso Nacional

Composición, elección, requisitos. El Congreso Nacional estaba integrado por


doscientos diputados elegidos, conforme lo estipulaba el Art. 1º, del Título II, “en la
forma hasta aquí acostumbrada, debiendo ser ciudadanos propietarios de las mejores
capacidades y patriotismo”. La costumbre observada era la de que los diputados fueran
elegidos por la universalidad de los ciudadanos; sin embargo, el derecho de ser
miembro del Congreso estaba limitado a la clase propietaria. En otras palabras, todos
los ciudadanos eran electores, pero sólo los propietarios eran elegibles.

Asimismo, se extendió a los electores la exigencia de ser propietario (Art. 2º).


Como afirma Pastore, “los que no tenían tierras no podían votar ni ser elegidos
miembros del Congreso”.

En cuanto a la elección de los diputados, se dispuso lo siguiente: “El gobierno


dirigirá una circular para la elección de diputados, con designación del número que
corresponda a cada distrito … Las juntas electorales serán convocadas y presididas en
las Villas por los Jefes de milicias; las elecciones tendrán lugar a pluralidad de votos
…” (Art. 3º).

Sesiones; ordinaria y extraordinaria. El Congreso o Legislatura Nacional era


convocado por el Presidente de la República a sesiones ordinarias de cinco en cinco
años; y a sesiones extraordinarias toda vez que las circunstancias lo demandaran. Una
vez reunido el Congreso sesionaba durante todo el tiempo que el mismo acordara. El
Presidente hacía la apertura del Congreso y pasaba “informe por parte oficial del estado
político de la República, y de las mejoras y reformas que considere dignas de su
atención”. Finalmente, cerraba sus sesiones.

La atribución de declarar la guerra. Correspondía al Congreso declarar la guerra,


oídos los motivos que expusiera el Presidente de la República.
Atribuciones en materia de fondos públicos. El Congreso debía “fijar los gastos
generales con presencia de los presupuestos que presentare el Presidente de la
República” y “recibir las cuentas de inversión de los Fondos Públicos, examinarlas y
aprobarlas”. En otras palabras, el Presidente debía someter al estudio y aprobación del
Congreso el presupuesto de gastos del gobierno y posteriormente debía rendir cuenta de
la ejecución del mismo. Teóricamente parecería un buen mecanismo de control del
Congreso sobre el Poder Ejecutivo, pero dudamos de que en la práctica ofreciera
resultados positivos considerando la frecuencia quinquenal de las reuniones del
Congreso y las amplias atribuciones del Presidente.

El Poder Ejecutivo

Composición. El Poder Ejecutivo tenía carácter unipersonal. “El Gobierno Nacional


permanente ha de ser desempeñado por un solo ciudadano con la denominación de
Excelentísimo Señor Presidente de la República del Paraguay”.

Requisitos. Como requisitos para ocupar el cargo de Presidente de la República se


exigía: a) ser ciudadano del fuero común, con lo cual quedaban inhabilitados los
militares y los eclesiásticos; b) ser natural del país; c) tener cuarenta y cinco años de
edad; d) tener capacidad, honradez, patriotismo y buena conducta moral; y e) poseer un
capital propio de ocho mil pesos.

Elección del Presidente. El sistema de elección del Presidente era indirecto. En efecto,
el Congreso Nacional debía elegirlo en sesión permanente, por votación nominal dada
in voce por cada diputado. La mayoría requerida para la elección quedaba conformada
con cuatro votos sobre la mitad, como mínimo. En caso de resultar empatada la
votación, se la repetía por segunda vez, y si en esta ocasión ninguno obtuviese la
mayoría, se debía proceder a un sorteo entre los candidatos entre quienes estuviesen
divididos los votos, así resultaría electo Presidente el que decidiera la suerte.

En virtud de la designación realizada por el mismo Congreso de 1844, Carlos


Antonio López se convirtió en el primer Presidente constitucional que tuvo el Paraguay
y en tal carácter promulgó la Constitución el 16 de marzo del citado año.

Duración del período presidencial. El período presidencial duraba diez años, y como
no existía ninguna disposición que lo prohibiera, el Presidente de la República podía ser
reelecto, como de hecho ocurrió.

En efecto, Carlos Antonio López fue electo Presidente por un primer período
comprendido entre marzo de 1844 y marzo de 1854. Luego fue reelecto, pero sólo
aceptó un mandato de tres años, que abarcaba de marzo de 1854 a marzo de 1857.
Posteriormente fue nuevamente reelecto por otro período de diez años, que no llegó a
completar. En esta última etapa ejerció la presidencia desde marzo de 1857 hasta el 10
de septiembre de 1862, fecha en que falleció.
Falta temporal o definitiva del Presidente. En caso de falta temporal del Presidente
por enfermedad o ausencia, lo reemplazaba el Juez Superior de Apelaciones con calidad
de Vicepresidente. Lo mismo ocurría en caso de falta definitiva durante el lapso que
mediara entre la muerte del Presidente, su renuncia u otra causa, y la elección de un
nuevo titular del Ejecutivo, por el Congreso.

Posteriormente, la reforma de 1856 confirió al Presidente la atribución de


designar en pliego reservado a la persona que ejercería la Vicepresidencia de la
República en los casos previstos constitucionalmente. En consecuencia, dicha facultad
ya no correspondería al Juez Superior de Apelaciones.

Algunas atribuciones del Presidente. Entre las atribuciones del Presidente de la


República se pueden mencionar las siguientes:

a) En materia militar, tiene las atribuciones y prerrogativas de Capitán General (Art. 3º,
del Título VI). Es el Jefe Supremo de las fuerzas navales y de tierra, exclusivamente
encargado de su dirección en paz y en guerra; puede mandar en persona el ejército o en
su lugar nombrar un jefe general que lo mande (Art. 7º, del Título VII). Fija la fuerza de
línea y las milicias en todos sus ramos (Art. 11, Título VII).

b) Su autoridad es extraordinaria en los casos de invasión, de conmoción interior y


cuantas veces fuere preciso para conservar el orden y la tranquilidad pública (Art. 1º,
del Título VII).

c) Negocia y firma tratados de paz y alianza, de conformidad con lo dispuesto por el


Congreso de 1842 que limitaba a los mencionados, los asuntos sobre los cuales se
podían celebrar acuerdos. Los tratados suscriptos debían ser aprobados por el Congreso.

d) En cuanto a las relaciones con la Iglesia, ejerce el patronato, nombra a los obispos y a
los miembros del Senado eclesiástico, celebra concordatos con la Santa Sede, aprueba
los decretos de los concilios y las bulas o breves pontificias y aplica el diezmo.

e) Es juez privativo en las causas reservadas en el Estatuto Provisorio para la


Administración de Justicia. Dichas causas son las de “traición a la República”,
“conmoción o conjuración contra el orden y tranquilidad pública” y “atentar contra la
vida del Supremo Gobierno de la República”. Entendemos que el juzgamiento de los
casos de atentados contra la independencia de la República o contra la ley fundamental,
previstos en el artículo 13, del Título X, también correspondía al Presidente de la
República, pues el primero de estos hechos tradicionalmente ha sido considerado como
traición a la patria; y el segundo, sin duda, puede ser entendido como un caso de
conjuración contra el orden público.

f) Puede indultar o conmutar la pena capital, previo informe del juez de la causa.

g) Puede conceder amnistías dando cuenta al Congreso Nacional.


Ministerios. En cuanto a los ministerios, no sólo su número y denominación quedaban
librados a la voluntad del Presidente, sino su misma existencia. La Constitución
establecía que “cuando el Presidente de la República lo creyere conveniente, podrá
nombrar uno o más Ministros Secretarios de Estado …”.[19]

Durante el gobierno de los López, los ministerios fueron los siguientes: del
Interior, de Hacienda, de Relaciones Exteriores y de Guerra y Marina.

Consejo de Estado. El Consejo de Estado apareció por primera vez en el


Derecho Constitucional paraguayo en la Ley Fundamental de 1844.

En cuanto a su caracterización, se puede decir que el Consejo de Estado estaba


delineado como un organismo asesor del Presidente de la República, es decir, como un
organismo meramente dictaminante. En la Constitución de 1940, si bien no se definió el
carácter del organismo, las facultades de que se lo invistió hicieron que su actividad
fuera mucho más allá de la simple emisión de dictámenes. En la Constitución de 1967
también apareció legislado, en principio, con el mismo carácter; aunque luego por las
atribuciones que se le otorgaron, sobrepasó esa función dictaminante. Esto, sin
embargo, no ocurrió con la Ley fundamental de 1844, en la cual el Consejo de Estado
no desbordó su carácter de organismo exclusivamente dictaminante.

La disposición que decía: “el Consejo de Estado en la República del Paraguay se


compondrá eventual o temporalmente …” (Art. 1º del Título IX), parecía indicar que su
misma integración o la duración en el ejercicio de sus funciones una vez integrado,
dependían del Presidente de la República tomando en consideración que éste tenía a su
cargo el nombramiento de la mayor parte de sus miembros (salvo los natos). Además, el
Consejo de Estado sólo podía reunirse a invitación del titular del Ejecutivo.

La integración del Consejo de Estado se daba con las siguientes personas: a) el


Prelado Diocesano, b) dos jueces de la magistratura, c) tres ciudadanos de capacidad, y
d) los ex-presidentes de la República.

Con respecto al nombramiento de los miembros de este órgano, debemos


apuntar en cuanto al Prelado Diocesano, que figuraba entre las atribuciones del
Presidente de la República la de nombrar a los obispos. También le correspondía la
designación de los jueces y ciudadanos que formaban parte del Consejo de Estado.

Como se puede apreciar, el Presidente de la República tenía un completo


dominio sobre este órgano, pues además de lo que dijimos acerca de su funcionamiento
de él dependía el nombramiento de la mayor parte de sus miembros. Acentuando aún
más esta facultad, la Constitución que nos ocupa prescribía que “las vacantes de los
Miembros del Consejo serán reemplazadas con los nombramientos que hiciere el
Presidente de la República”.
Cabe señalar también que los ministros del Poder Ejecutivo no formaban parte
de este cuerpo consultivo y que en él, los llamados “grupos de presión” no tenían la
importante representación que les otorgaron en las constituciones de 1940 y 1967.

En lo relativo a sus atribuciones, cabe mencionar que la principal era la de emitir


dictámenes sobre diversos asuntos sometidos a su consideración. En general, esa
función dictaminante se ejercía respecto de “los negocios graves y medidas generales de
pública administración” y en especial, en los siguientes casos:

a) Si se produjere una guerra exterior. La declaración de guerra correspondía al


Congreso Nacional, pero antes debía oír los motivos que expusiera el Presidente de la
República. A su vez, ésta debía recabar previamente la opinión del Consejo de Estado.
Igualmente importante era este parecer en relación con las medidas preparatorias que el
Presidente tenía que adoptar en caso de que se produjera un enfrentamiento bélico.

b) Cuando se suscribieren “tratados con enviados de los Estados vecinos o Potencias


extranjeras”. La negociación y la firma de los tratados internacionales estaba a cargo del
Presidente de la República, quién debía hacerse asesorar por el Consejo de Estado para
el efecto. La ratificación de los mismos correspondía al Congreso.

c) “Cuando fuere necesario conceder amnistía”. Entre las atribuciones del titular del
Ejecutivo figuraba la de conceder amnistías. En caso de que hubiere de ejercer esta
facultad, el presidente debía oír el parecer de los miembros del órgano consultivo que
estudiamos.

d) Cuando se ejerciere la facultad de vetar leyes o decretos del Congreso. Igualmente


ésta era atribución del Presidente de la República, quien antes de ponerla en práctica
debía recabar el parecer del Consejo de Estado.

e) Cuando se hubiere de “convocar extraordinariamente al Congreso”. Al Presidente de


la República le correspondía convocar al Congreso en forma ordinaria “en la época
fijada por esta ley”, o en forma extraordinaria “cuando las circunstancias lo demanden”.
En este último caso, se tomaba en consideración la opinión del Consejo de Estado.

Tribunales y Juzgados. Estatuto Provisorio de Administración de Justicia

En cuanto a los Tribunales y Juzgados, la Constitución de 1844 hacía una


remisión a los “establecidos por ley del Soberano Congreso Extraordinario del 25 de
Noviembre de 1842”. Dicho Congreso aprobó el Estatuto Provisorio para la
Administración de Justicia en el cual se regula este tema. De conformidad con las
disposiciones del Estatuto, la administración de justicia estaba a cargo de Jueces de Paz,
Alcaldes Ordinarios, Jueces Comisionados, Jueces de lo Civil y de lo Criminal y un
Juez Superior de Apelaciones.

Todos los jueces eran nombrados por el Poder Ejecutivo, el cual tenía también la
facultad de reemplazarlos a su criterio. Estaba prevista la posibilidad de establecer otro
mecanismo para el nombramiento de los jueces, pero “quedando siempre reservado al
Supremo Gobierno el nombramiento del Juez Superior de Apelaciones”. Con tales
disposiciones, indudablemente no se puede hablar de independencia del Poder Judicial,
ni de inamovilidad de los magistrados.

Para ser juez se requería “además de alguna capacidad, ser ciudadano natural de
la República, tener algún capital o industria útil, ser hombre de probidad y de buena
moral y las demás circunstancias que requieren las leyes generales”.

Se establecía también que “todos los jueces son responsables ante la ley de la
menor injusticia que cometieren”. En el régimen de la Constitución de 1844, el
principio de responsabilidad de los gobernantes sólo está consagrado en forma expresa
en relación con los jueces.

Una disposición importante contenida en la propia Constitución, era la que


establecía la jurisdicción exclusiva de tribunales y jueces nacionales dentro del territorio
de la República. En consecuencia, todos los habitantes, “sea cual fuese su oriundez”,
estaban sometidos a la justicia paraguaya, y se prohibía el establecimiento de tribunales
extranjeros. Cabe recordar que en esa época las grandes potencias pretendían imponer la
extraterritorialidad para sus súbditos.

Parte dogmática

Como ya hemos señalado, los derechos fundamentales garantizados a los


gobernados en el texto mismo de la Constitución, no son muchos. Está consagrada la
igualdad ante la ley, el derecho de peticionar a las autoridades (“derecho a ser oídos en
sus quejas”) y el derecho de salir del territorio de la República o de entrar en él. Se
reconocía también a los ciudadanos el derecho al sufragio para elegir a los diputados
integrantes del Congreso Nacional. Con posterioridad, dicho derecho quedó limitado a
los que fueran propietarios.

Prácticamente no existía libertad de enseñanza, pues “los establecimientos


particulares de educación primaria, y los de otras ciencias que en adelante se
establezcan en la República, sacarán primero licencia del Supremo Gobierno, siendo
obligados los preceptores o maestros a presentar el plan de enseñanza, las materias que
tratan de enseñar y los autores que se propongan seguir, sujetándose en todo a los
reglamentos que les diere el Supremo Gobierno Nacional”.

Tampoco existía libertad de prensa, pues para establecer una imprenta se debía
solicitar permiso al gobierno y asumir el compromiso de cumplir con las normas que
éste le impusiere, en garantía de lo cual se daba una fianza de dos mil pesos.

La muy limitada enunciación de derechos que contiene la Constitución de 1844


debe considerarse ampliada por la remisión que se hace a otras disposiciones legales.
Así, en virtud del Art. 11, del título X, “se ratifican las leyes y decretos sancionados por
el Soberano Congreso del 25 de Noviembre de 1842”. Además, el Estatuto Provisorio
para la Administración de Justicia, al cual se remite la Constitución en ciertos temas,
consagra también algunos derechos fundamentales.
El documento de mayor trascendencia aprobado por el Congreso de noviembre
de 1842, fue el Acta de Independencia cuyo artículo primero reza así: “La República del
Paraguay es para siempre de hecho y de derecho una nación libre e independiente de
todo poder extraño”. Tan importante declaración fue mantenida, en su parte substancial,
en todos las constituciones posteriores, incluida la actualmente en vigor.

Por ley del 25 de noviembre de 1842 se establecieron los símbolos nacionales,


hasta hoy vigentes.

Dicho Congreso aprobó también el decreto de libertad de vientres del 24 de


noviembre de 1842, en virtud del cual los hijos de madre esclava, que nacieran a partir
del 1º de enero de 1843, serían libres. La prohibición del tráfico de esclavos, establecida
también en dicho decreto, fue reproducida en la Constitución.

Otra de las resoluciones del mencionado Congreso establecía lo siguiente:


“Queda prohibido conceder o permitir en el territorio de la República la tolerancia de
sectas religiosas, o la libertad de los cultos”. En consonancia con dicha disposición
estaba la declaración de la religión católica como única del Estado, que incidentalmente
contenía la fórmula del juramento presidencial. Sin embargo, por Decreto del 20 de
mayo de 1845, se autorizó la libertad del culto privado.

En el Estatuto Provisorio para la Administración de Justicia se estableció que la


defensa de los derechos de menores, de pobres y de esclavos, en causas civiles y
criminales, debía ser ejercida por un defensor general nombrado por el gobierno (Arts.
5, 24 y 59). Asimismo se consagró la prohibición de la prisión por deudas (Art. 68), la
obligación de que las sentencias estuvieran fundadas en “las leyes vigentes a los
hechos” (Art. 69), lo cual llevaba implícito el reconocimiento del principio de la
irretroactividad de la ley, y la abolición de la pena de tormento y de la confiscación de
bienes (Art. 71).

Modificación de la Constitución

La modificación de la Constitución se regía por el Art. 12 del Título X que


expresa cuanto sigue:

La presente ley puede ser reformada o adicionada según lo exigiese la


experiencia, y para esto se necesita:

1. El consentimiento y aprobación de la mayor parte del Congreso Nacional.

2. Que los artículos dignos de reforma estén plenamente demostrados en la necesidad de


ser reformados.

3. Que el Poder Ejecutivo exponga, además, su opinión fundada para resolverse sobre la
conveniencia y necesidad de la reforma o de alguna adición substancial.

4. Sancionada la necesidad de la reforma, se convocará un congreso general con poderes


especiales para verificar la reforma con las formalidades debidas.
5. Verificada la reforma, pasará al Poder Ejecutivo para su publicación o para que
exponga los reparos que encontrare. En caso de devolverla con reparos, la votación de la
mayor parte del Congreso hará su última sanción.

La decisión sobre la necesidad de la reforma estaba en manos del Congreso


Nacional, aunque el Poder Ejecutivo debía ser escuchado en cuanto a la conveniencia y
necesidad de la misma.

La reforma en sí misma era atribución de “un congreso general con poderes


especiales” para llevarla adelante. En otras palabras, se trataba de una asamblea
constituyente, pues ese congreso estaba habilitado para ejercer el poder constituyente.

Luego de aprobada la reforma, el Poder Ejecutivo -órgano que ejerce el poder


constituido- tenía, sin embargo, oportunidad de formular sus observaciones, aunque la
decisión final quedaba en manos del órgano investido de la facultad de ejercer el poder
constituyente.

Reforma de 1856

Con el objeto de reformar algunos artículos de la Constitución, el 3 de


noviembre de 1856, se reunió en la Asunción un Congreso General extraordinario.

Sus principales resoluciones fueron las siguientes:

a) Se redujo a cien el número de diputados del Congreso, que hasta entonces era de
doscientos (enmienda del artículo 1º, del Título II).

b) Se extendió a los electores el requisito de ser propietarios, con lo cual el derecho al


voto quedó reservado exclusivamente a los miembros de la reducida clase privilegiada.

c) Se disminuyó a treinta años la edad requerida para ser Presidente y se estableció que
podían ser admitidos como candidatos “los ciudadanos capaces de prestar ese
importante servicio a la República”, fórmula ambigua que incluía también a los
militares (enmienda del artículo 2º, del título IV).

d) Se atribuyó al Presidente de la República la facultad de designar en pliego reservado


a la persona que habría de ejercer la vicepresidencia en los casos de falta temporal o
definitiva de aquél (enmienda del artículo 5º, del Título IV).

Mediante las modificaciones introducidas a la Constitución, Carlos Antonio


López quiso asegurar el acceso de su hijo Francisco Solano a la presidencia de la
República. En efecto, éste acababa de cumplir treinta años y además era general del
Ejército paraguayo, lo cual de no mediar las modificaciones le hubiera impedido
acceder al aludido cargo.

Al respecto, J.C. Chaves afirma que “la supresión de una cláusula de la


Constitución de 1844 por la cual el primer magistrado debía ser civil y mayor de 40
años (sic), al parecer abría camino hasta el sillón presidencial al hijo predilecto de Don
Carlos”, y más adelante relata los siguiente: “Don Carlos expresó a esta altura que le era
muy grata la renuncia del General y que el Congreso no debía tener en cuenta las
aseveraciones de los periódicos del exterior y las «lenguas imprudentes», que afirmaban
que la modificación del límite de edad se había hecho con el propósito de permitir la
elección de su hijo”.

Conclusiones

a) La ley fundamental de 1844 puede ser considerada como la primera constitución que
tuvo el Paraguay.

b) Son indudables las deficiencias que presenta en cuanto a la declaración de derechos,


aun cuando consideremos ampliada esta parte por las resoluciones del Congreso de
1842, que la Constitución ratifica.

c) Existe una notoria preponderancia del Poder Ejecutivo sobre los otros órganos de
gobierno.

d) La Constitución de 1844 puede ser calificada como una constitución autoritaria, lo


cual la diferencia de las vigentes en otros países en esa misma época. Dicho carácter se
acentuó luego de la reforma de 1856.

e) Esta Constitución marca la culminación del proceso de ruptura definitiva del orden
colonial.

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