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LA FELICIDAD NO SE PUEDE COMPRAR

El presente ensayo tiene como intención hacer un paralelo entre la felicidad y la


lógica del paradigma contemporáneo capitalista, para realizar una crítica directa a la no
coherencia entre progreso y calidad de vida, esto se realizará a partir de la tesis de que se ha
caído en una lógica mercantilista de la vida y la felicidad, en la cual el papel del progreso ha
sido sobrevalorado convirtiéndose en una falsa utopía que lamentablemente ha favorecido a
la explotación y falta de felicidad de los hombres y mujeres de la actualidad. Para realizar
este trabajo tome como referencias los siguientes autores: Bernardo & Hernández (2015),
Marx, K. & Engels, F. (2001), Marcuse, E. (1993), Aristóteles (1985) y Margot, j. (2007). Se
expresarán las posturas académicas que sugieren una mercantilización de la misma idea de
felicidad haciendo que los individuos del siglo XXI se encuentren alienados y desprovistos
de su libertad, en segundo momento se expondrá como otras definiciones de felicidad
brindadas por la filosofía clásica pueden ayudar a entender de una mejor manera la crisis de
la falsa felicidad sobre la cual se vive en la actualidad. Para concluir, se establecerá que
posiblemente la sociedad actual se enfrenta a un sinsentido en el cual persigue algo que
termina siendo inalcanzable, porque no existe en sí mismo y, por el contrario, lo busca no
por realización personal sino por obediencia y costumbre al paradigma capitalista, para esto
se fundamentará a partir de la idea de felicidad como bien individual y no como un estado
generalizado socialmente por un paradigma.
Desde los años 50 del siglo XX la sociedad se ha comportado de una manera
poco predecible, justo cuando nadie podía considerar la posibilidad de una cultura global
porque precisamente se venía bajo el influjo de distintos conflictos bélicos y sobre todo
ideológicos que parecían dividir al mundo, con el crecimiento de los medios de comunicación
empieza a nacer un fenómeno impensable y es precisamente la globalización, la globalización
entonces se convierte en el fortalecimiento de una única lógica social, económica y política
que logra extenderse paulatinamente por todo el globo terráqueo, esto y la caída del muro de
Berlín marcan el inicio de un paradigma capaz de comprender a casi la totalidad del mundo,
Bernardo & Hernández (2015) consideran que efectivamente el capitalismo globalizado
nacen con este evento “durante las últimas décadas del siglo XX se hizo patente el nuevo
catálogo de retos económicos… Los mercados financieros, los más beneficiados por la
globalización, se han fortalecido, son más eficientes” (Bernardo & Hernández, 2015, p.238)
con esto los autores muestran cómo se incorpora una cultura global en la cual tiene especial
primacía e importancia la economía, incluso está por encima del bienestar de los hombres.
El capitalismo entonces viene de la mano con una cultura de consumo que le es
propia a él, la idea de que todos los hombres pueden acceder a cuantos bienes puedan a
cumular siempre y cuando su capacidad adquisitiva se los permita se muestra como
demasiado tentadora para la mayoría de los individuos del mundo quienes no sólo se
incorporan a este sistema por el alto grado de aceptación que pueda tener sino porque a
partir del siglo XIX los estados occidentales en su mayoría han venido adoptando por forma
de gobierno, ideas progresistas que ven el liberalismo político, el cual mutará en neo-
liberalismo gracias a la globalización y este a su vez desatará el consumismo del capitalismo
como la única opción fiable para generar progreso y avance cultural en los estados nacientes.
Estas ideas que se fortalecen desde el siglo XIX están arraigadas incluso desde “el siglo de
las luces” cuando los ilustrados postulan en el liberalismo como el sistema político y
económico optimo y compatible con el imparable avance de las ciencias, artes y economías
liberales, quizás con el tiempo se dieron cuenta de que este avance no era tan imparable y
ético como en principio se pensaba pero lo que si es cierto, es que a partir de este momento
nace un nuevo paradigma, uno que favorece el progreso y que lo entiende a partir de
estándares burgueses, es decir, que asocia directamente al progreso a la posesión de medios
de producción como valores equivalentes, como si de sinónimos se tratase, es así como un
país al igual que un burgués del siglo XVIII ha progresado y es prospero si y sólo si es
propietario de medios de producción, y sólo un país puede considerarse como en vías de
progreso si posee medios de producción.
Es entonces entendible que el componente de bienestar humano o calidad de
vida se vea como un elemento social prescindible y de poca importancia comparado con la
gran empresa del liberalismo, ya que se considera ingenuamente que si hay industria y
progreso también hay calidad de vida en los habitantes del país, esta idea se ve destruida y
menospreciada a partir de análisis como los propuestos por Karl Marx (2001), cuando
denuncia por medio de sus textos que el capitalismo de la mano con la industria se ha
encargado de cosificar y objetivar a los hombres a tal punto que estos se convierten en un
activo más del burgués dueño de los medios de producción, Marx denuncia entonces que el
hombre proletario se ve obligado a vender su tiempo libre a cambio de dinero para poder
sobrevivir lo cual lo lleva a una negación de sí mismo y lo convierte en un ser del cual sólo
se podría deducir infelicidad, ya que no tenía la facilidad de ser sí mismo a menos que se
desprendiera del trabajo. Marcuse (1993) por su parte al vivir en la segunda mitad del siglo
XX en la cual el capitalismo está mucho más desarrollo y de la mano de la globalización,
señala que el hombre se ha incorporado en una mentalidad mercantil producto del
capitalismo a tal punto que ha perdido toda posibilidad de desligarse de este, es decir, al
contrario de Marx (2011), quien creía que el hombre era alienado únicamente por medio del
trabajo industrial, Marcuse añade que el hombre está en estado de negación aun cuando no
está trabajando a causa de que incluso en su tiempo libre él se encuentra consumiendo y
alimentando al sistema capitalista.
La visión de Marcuse (1993) permite entender que de una u otra manera como la
globalización se ha adueñado de los modos de vida de los hombres y mujeres del siglo XXI,
pues incluso señala como la cultura y la contracultura han sido acopladas y unificadas por
parte del sistema consumista. Que todo lo existente en la sociedad sea posible comercializarlo
hace que la felicidad también lo sea y esto ha desencadenado en una idea de felicidad basada
en el paradigma consumista, que en cierta medida se ha convertido en el ideal de felicidad
hegemónico al cual todos los individuos desean acceder, parece ser entonces que sólo quien
tiene dinero, bienes, capacidad adquisitiva y demás valores exaltados de la sociedad
consumista puede ser feliz, pero lamentablemente este concepto de felicidad se comporta de
una manera ilusoria, ya que ese punto de felicidad es inalcanzable basándose en la idea de
que cada vez se desea más y peor aún, se vive más cerca de la preocupación por adquirir o
no perder lo adquirido que por disfrutar su utópica felicidad.
Esto se debe a que se vive bajo una idea de felicidad mercantil basada en la
premisa de que se necesita el exceso por encima de lo justo, y que la felicidad precisamente
es un punto momentáneo en el que se tiene la mayor cantidad de exceso que según el
paradigma capitalista es el consumo. Margot (2007) en su trabajo logra precisamente mostrar
cómo esa idea de felicidad resulta ser una de las falacias del presente siglo, ya que, basándose
en diferentes doctrinas morales y éticas de la filosofía antigua, logra hacer visible que la
felicidad es en principio un valor perdido por la sociedad actual y que adicionalmente esta
puede ser planteada desde distintos focos, bajo los cuales quizás si sea posible acceder a ella.
Margot (2007) explica a distintos filósofos dentro de los cuales resalta Aristóteles
(1985) quién propone a la felicidad como un punto medio y la finalidad de la vida o
existencia de cualquier hombre, para Aristóteles un hombre feliz es en principio un hombre
excelente, que no sólo está pensando en la satisfacción del bienestar en tanto hombre sino
que por el contrario piensa en la búsqueda del bien común por encima del individual, ya que
este piensa el principio básico de la realización humana como un momento que sólo se puede
alcanzar bajo la idea de comunidad, por ello la felicidad de Aristóteles es un principio político
al cual solo quien es virtuoso (areté) puede acceder.
La idea de virtud aristotélica es crucial para entender la mentalidad griega
respecto a la felicidad, ya que muestra como la felicidad no depende del exceso y más bien
se muestra como el control de sí mismo y como un estado máximo de virtud o conciencia,
totalmente distinto de la felicidad contemporánea. El ejemplo más claro de la felicidad
totalmente alejada del exceso es Epicuro, quien según Margot (2007) consideraba que la
felicidad era únicamente adquirible por medio del placer, lo cual no es del todo distante a la
felicidad actual, pero contrariando al pensamiento liberalista-capitalista, Epicuro cree
fielmente que sólo entendiendo que se debe únicamente satisfacer los placeres necesarios y
nunca caer en el exceso de los placeres que ni el cuerpo ni la naturaleza exigen se puede
llegar a una realización del hombre o puntualmente a la felicidad.
La vida virtuosa no exige el adorno del placer: es placentera en sí misma.
Aunque el epicureísmo asimila placer y felicidad, conviene evitar el frecuente
contrasentido que hace del epicúreo un libertino. La verdadera felicidad no es placeres
en movimiento, sino que es "el placer en reposo", aquél que resulta de la ausencia de
deseo y de dolor, o sufrimiento. Epicúreo distingue tres especies de placeres: (i) los
que son "naturales y necesarios" — beber, comer y hacer el amor: hay que satisfacer
las exigencias vitales del cuerpo humano—; (ii) los que son "naturales" mas no
necesarios —las fantasías culinarias y sexuales y, de forma general, todo lo que
depende del desenfreno de los deseos naturales y necesarios—; y, finalmente, (iii) la
mayoría de los placeres "ni naturales, ni necesarios", que son el producto de opiniones
vanas y vacías —los deseos sociales: los honores, la riqueza, el poder, la gloria, o la
inmortalidad, y que debemos siempre evitar. (Margot, 2007, p. 62)
La doctrina de Epicuro entonces se muestra como la antítesis perfecta de la
felicidad actual, pues manifiesta que no es necesario una felicidad basada en el consumo
desmedido el cual curiosamente resulta ser la base del sistema de felicidad contemporáneo,
por ello es posible pensar que existen otras formas de felicidad, unas que son más humanas,
más nutritivas para las emociones del hombre y sobre todo más accesibles y con poco umbral
de imposibilidad, ya que todos los hombres si se lo proponen podrían hacerle frente a la
realidad buscando una estabilidad, un bienestar a partir de los preceptos epicúreos.
Sin embargo, cabría la posibilidad de que se critique esta postura, la de una
felicidad alejada de los excesos y sobre todo que se piense que el progreso científico y sobre
todo industrial puede hacer del hombre menos feliz, cuando en cierta manera el hombre ansia
más que nada superarse a sí mismo, lograr conocer lo que antes no podía y la sed de saber
cada vez más viene siendo uno de los motores más importantes del progreso de la humanidad.
Es más, la misma tecnología derivada del progreso ha mejorado considerablemente la vida
de los hombres, incluso ha aumentado la expectativa de vida de los hombres de la actualidad.
Esta crítica puede ser contundente, sobre todo porque supone cierta ingenuidad
al pensar en el avance como una entidad negativa, sin embargo hay que clarificar que se
considera que el avance es necesario y parte vital del desenvolvimiento de la sociedad desde
sus inicios, y muchas veces ha sido fundamental en la permanencia de la especie en el globo,
pero hay que clarificar también que se entiende de manera distinta a la existencia que a la
vida, creyendo que no hay gran valor en la existencia alejada de la calidad de vida asociada
a la felicidad, y que también es necesario realizar la crítica de que el sistema actual bajo el
cual la gran mayoría de los hombres y mujeres se desenvuelven diariamente es también el
modelo distributivo del poder y del dinero que patrocina la desigualdad, la injusticia social y
el malestar social en general.
En conclusión, se puede sostener la idea de que la felicidad contemporánea ha
sido tergiversada por las dinámicas económicas del siglo XXI a tal punto que esta ha sido
absorbida y manipulada basada en los estándares mercantilistas del sistema neoliberal, que
el sistema neoliberal haya incorporado dentro de sus prácticas a un valor tan privado para
los hombres como la felicidad o el bienestar implica que los hombres obedezcan a este
principio de manera homogénea, ya que estos se incorporan a un paradigma economicista de
la felicidad sin darse cuenta que en ultimas están siendo aún más infelices de lo que podrían
ser lo sí dejaran de buscar una felicidad basada en el consumo, esto es porque la felicidad
moderna tiene en principio una contradicción y es que el consumo tiene la naturaleza de
mostrarse como inalcanzable, puesto que no existe en sí misma una realización, por el
contrario vincula a los hombres y mujeres a un círculo vicioso de consumo que nada ofrece
al hombre de felicidad o calidad de vida.
De la misma manera, se pueden pensar otras formas o ideas de felicidad más
coherentes con las realidades actuales, las cuales no implican que los individuos del siglo
XXI deban caer bajo las dinámicas del capitalismo ya que el capitalismo es en sí mismo uno
de los principales causales para que los hombres no puedan acceder a una felicidad o
bienestar actualmente, a causa de que este fundamenta los principios de desigualdad e
injusticia. Lo que concluye que la felicidad no está en venta y no se puede comprar.
Referencias

Bernardo & Hernández (2015) Historia económica. Universidad nacional de educación a


distancia. Madrid, España.

Marx, K. & Engels, F. (2001) manuscritos económicos y filosóficos del año 1844.
Recuperado de: https://www.marxists.org/espanol/m-
e/1840s/manuscritos/man1.htm

Marcuse, E. (1993) El hombre unidimensional. Editorial planeta. Argentina.

Aristóteles (1985) Ética a Nicómaco. Biblioteca clásica Gredos. Madrid, España.

Margot, J. (2007) La felicidad. Recuperado de.


http://www.redalyc.org/pdf/2090/209014642004.pdf

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