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El denominado amparo entre particulares y la eficacia horizontal de los derechos

fundamentales en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional del Perú

Giancarlo E. Cresci Vassallo

SUMARIO: I. Introducción.- II. La Eficacia Horizontal de los derechos


fundamentales en las relaciones entre particulares.- III. El Proceso de Amparo entre
particulares.- IV. El desarrollo jurisprudencial del Tribunal Constitucional : los
procedimientos disciplinarios en las personas jurídicas de derecho privado
(asociaciones).- a/. Debido proceso interprivatos.- b/. Derecho de defensa.- c/.
Expulsión como directivo y como socio – agotamiento de la vía interna.- d/. Doble
instancia.- e/. Derecho de asociación : Expulsión debido a la condición de cónyuge.-
f/. Jurisdicción predeterminada por la ley.- g/. Presunción de inocencia y personas
jurídicas de derecho privado.- h/. El caso del Mercado Virgen de las Mercedes.- V.
Otros supuestos en la Jurisprudencia del Tribunal Constitucional.- a/. Libertad de no
asociarse (derecho a desvincularse de la asociación).- b/. Debido proceso y libertad
de trabajo.- c/. Derecho de asociación, presunción de inocencia y discriminación.-
d/. Circulación de vehículos.- e/. Derecho de asociación y límite de edad para ser
asociado.- f/. Libertad de tránsito.- g/. Control de la constitucionalidad de las
normas estatutarias privadas.- VI. Consideraciones Finales

I. Introducción

El tema de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales entre particulares


nos lleva inevitablemente a la interrogante de si los derechos fundamentales vinculan las
relaciones jurídicas privadas, lo cual ha generado un amplio debate en la doctrina con muy
interesantes ponencias. Desde ya podemos decir que partimos de la concepción de que –y
no son pocos los pronunciamientos del Tribunal Constitucional sobre ésta tema– los
derechos fundamentales proyectan su eficacia entre particulares, siendo aceptada la tesis de
que es posible someter a control los actos de los particulares que afecten derechos
fundamentales, pero existiendo aún controversia respecto a aceptar el control jurisdiccional
de constitucionalidad de aquellas normas que emita una organización social debidamente
constituida y autónoma1 que puedan ser contrarias a la Constitución.

En ese sentido, es propósito del presente trabajo hacer referencia al marco


conceptual relacionado con la eficacia horizontal de los derechos fundamentales entre
particulares en el ordenamiento peruano, los mecanismos de protección frente a tales actos


Abogado por la Universidad de Lima. Asesor Jurisdiccional del Tribunal Constitucional del Perú.
1
Una posición interesante y que compartimos es la sustentada por nuestro compañero de trabajo y amigo
Mijail Mendoza Escalante quien nos ha ilustrado con sus aportes para la elaboración del presente artículo, y
que ha desarrollado la tesis de someter al control jurisdiccional de constitucionalidad las normas emitidas por
las organizaciones privadas. Puede revisarse su interesante trabajo titulado “Las normas privadas y el
problema de su control de constitucionalidad”, en CASTAÑEDA OTSU Susana, “Derecho Procesal
Constitucional”, Tomo I, Lima; Jurista Editores, 2004, pp. 431 y ss.
(v gr. el proceso de amparo entre particulares) y, un especial énfasis en el desarrollo
jurisprudencial –a través de una exposición de causas y los derechos vulnerados– que ha
realizado el Tribunal Constitucional desde sus primeras sentencias, en particular, en los
casos de los procedimientos disciplinarios en las personas jurídicas de derecho privado
(asociaciones de todo tipo) que es precisamente el ámbito en el cuál más se ha plasmado
ésta materia, aunque su desarrollo doctrinal ha sido establecido en controversias de índole
estrictamente laboral, v gr. los casos Llanos Huasco y Sindicato Unitario de Trabajadores de
Telefónica del Perú2.

II. La Eficacia Horizontal de los Derechos Fundamentales en las relaciones


entre particulares

Referirnos al tema de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales en las


relaciones entre particulares supone, para un mejor entendimiento, situarnos en el siguiente
escenario. Supongamos que un particular –un socio– cuestiona que otro particular –por
ejemplo, un club privado, que no es otra cosa que una asociación o persona jurídica de
derecho privado– afecte sus derechos constitucionales. Tal controversia, si bien desde una
perspectiva civil podría caracterizarse como un conflicto que involucra a un asociado con la
asociación a la que pertenece, sin embargo, desde una perspectiva constitucional, y en su
versión sustantiva, se encuadra en la problemática de la eficacia horizontal de los derechos
fundamentales en las relaciones entre privados y, en su versión procesal, en la procedencia
o no del denominado "amparo entre particulares".

Desde una perspectiva histórica, los derechos fundamentales surgieron como


derechos de defensa oponibles al Estado. Es decir, como atributos subjetivos que protegían
un ámbito de autonomía individual contra acciones u omisiones derivadas de cualquiera de
los poderes públicos. De esta forma, los derechos y libertades fundamentales tenían al
individuo por sujeto activo, y únicamente al Estado como sujeto pasivo, en la medida en
que ellos tenían por objeto reconocer y proteger ámbitos de libertad o exigir prestaciones
que los órganos públicos debían otorgar o facilitar.

Por su propia naturaleza de "derechos públicos subjetivos", tales facultades no se


extendían al ámbito de las relaciones privadas, pues se concebía que era inadmisible que
entre privados se presentaran abusos o relaciones asimétricas, en razón a que dichas
articulaciones, teóricamente, se realizaban en condiciones plenas de libertad e igualdad, que
sólo el Estado podía poner en cuestión.

Tal concepción se tradujo en considerar a la Constitución sólo como un documento


normativo a partir del cual se regulaban las relaciones entre los individuos y el Estado, en
tanto que las relaciones entre privados -en principio, libres e iguales- debía realizarse a
través del Código Civil, que de esta manera era presentado como el estatuto jurídico
fundamental de los particulares.

2
Cfr. STC N.os 0976-2001-AA/TC, Fundamentos N.os 4 a 9; y, 1124-2001-AA/TC Fundamentos N.º 6 y 7,
respectivamente.
Hoy, desde luego, los derechos fundamentales que la Constitución del Estado
reconoce son derechos subjetivos pero también constituyen manifestación de un orden
material y objetivo de valores constitucionales en los cuales se sustenta todo el
ordenamiento jurídico. Esta última dimensión objetiva de los derechos fundamentales se
traduce, por un lado, en exigir que las leyes y sus actos de aplicación se realicen conforme a
los derechos fundamentales (efecto de irradiación de los derechos en todos los sectores del
ordenamiento jurídico) y, por otro, en imponer, sobre todos los organismos públicos, un
deber de tutelar dichos derechos.

Sin embargo, esta vinculación de los derechos fundamentales en la que se


encuentran los organismos públicos, no significa que tales derechos solo se puedan oponer
a ellos, y que las personas naturales o jurídicas de derecho privado se encuentren ajenas a
su respeto.

Este especial deber de protección que se deriva de esta concepción objetiva de los
derechos fundamentales, impone como una tarea especial del Estado su intervención en
todos aquellos casos en los que éstos resulten vulnerados, independientemente de dónde o
de quiénes pueda proceder la lesión. Con lo cual, entre los sujetos pasivos de los derechos
ya no sólo se encuentra el Estado, sino también a los propios particulares. En ese sentido, el
Tribunal Constitucional ha manifestado en múltiples ocasiones que, en nuestro sistema
constitucional, los derechos fundamentales vinculan tanto al Estado como a los particulares.

Así, la eficacia horizontal de los derechos fundamentales en las relaciones entre


privados se deriva del concepto de Constitución como Ley Fundamental de la Sociedad,
esto es, la norma de máxima supremacía en el ordenamiento jurídico, que como tal, vincula
al Estado y la sociedad en general,

En el caso peruano, dicha cuestión se deriva del artículo 1° de la Constitución de


1993, que pone énfasis en señalar que "La defensa de la persona humana y el respeto de su
dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado", en cuanto el valor central de la
persona impone que sus derechos fundamentales proyecten también su efecto regulador al
ámbito de la sociedad y de la propia autonomía privada.

La dignidad de la persona trae así consigo, la proyección universal, frente a todo


tipo de destinatario, de los derechos fundamentales, de modo que no hay ámbito social
exento del efecto normativo y regulador de los mismos, pues de haber alguno, por
excepcional que fuese, significaría negar el valor normativo del mismo principio de
dignidad. En consecuencia, los derechos fundamentales vinculan, detentan fuerza
regulatoria, en las relaciones jurídicas de derecho privado, lo cual implica que las normas
estatutarias de las entidades privadas, y los actos de sus órganos deben guardar plena
conformidad con la Constitución y, en particular, con los derechos fundamentales.

Pero el efecto horizontal o inter privatos que detentan los derechos fundamentales
no sólo se deriva del artículo 1º de la Constitución, sino que se trata, además, de una
consecuencia que se deriva, en todos sus alcances, del propio artículo 38º de la
Constitución, conforme al cual, “Todos los peruanos tienen el deber (…) de respetar,
cumplir (…) la Constitución (…)”. Esta norma establece pues que la vinculatoriedad de la
Constitución se proyecta erga omnes, no sólo al ámbito de las relaciones entre los
particulares y el Estado, sino también a aquéllas establecidas entre particulares.

Ello quiere decir que la fuerza normativa de la Constitución, su fuerza activa y


pasiva, así como su fuerza regulatoria de relaciones jurídicas se proyecta también a las
establecidas entre particulares, aspecto denominado como la eficacia inter privatos o
eficacia frente a terceros de los derechos fundamentales. En consecuencia, cualquier acto
proveniente de una persona natural o persona jurídica de derecho privado, que pretende
conculcar o desconocerlos, resulta inexorablemente inconstitucional.

Asimismo, el efecto horizontal emana del principio de supremacía de la


Constitución previsto en el numeral 51º de la Norma Fundamental, que dispone que ésta
prevalece sobre toda norma legal. Ello supone, en principio, no solo su prevalencia frente a
las demás normas del ordenamiento jurídico en general, sino que, en tanto fuente de
derecho, sus normas vinculan tanto al Estado como a la sociedad, tanto más si, como ha
quedado dicho líneas arriba, el artículo 38º (fuerza normativa) dispone que todos los
peruanos tenemos el deber de respetarla, cumplirla y defenderla. Tal enunciado implica la
vinculatoriedad de todos los peruanos a la Constitución y, por ende, a los derechos
fundamentales contenidos en ella3. En ese sentido, es claro que también los particulares
están vinculados a la Norma Suprema, debido a su fuerza normativa, y a los derechos
fundamentales en ella contenidos.

Por lo demás, si los derechos tienen una eficacia directa en las relaciones entre
particulares, es un asunto que la misma Constitución se ha encargado implícitamente de
resolver. En efecto, aunque la Norma Suprema no contenga una cláusula expresa que lo
prescriba, tal eficacia directa puede deducirse de los preceptos constitucionales a los que
antes se ha hecho referencia, y, además, del inciso 2) del artículo 200°, donde se preceptúa
que "la acción de amparo, (...) procede contra el hecho u omisión, por parte de cualquier
(...) persona". Que cualquiera pueda interponer un amparo contra acciones u omisiones
provenientes de una persona (natural o jurídica de derecho privado), quiere decir que los
derechos constitucionales vinculan directamente esas relaciones inter privatos y,
precisamente porque vinculan, su lesión es susceptible de repararse mediante esta clase de
procesos.

Resulta pues inadmisible y carente de todo sentido pretender que porque una
determinada organización de particulares se rige por sus propias normas internas, resulta
invulnerable o inmune al control constitucional. Si como se ha dicho, los derechos
fundamentales no sólo vinculan a los poderes públicos, sino a todas las personas, sean estas
públicas o privadas, queda claro que cualquier afectación sobre su contenido es susceptible
no sólo de revisión en sede constitucional, sino de tutela en las circunstancias en que tal
violación o amenaza de violación quede manifiestamente acreditada, respetando, desde
luego, el procedimiento legal-estatutario –en el caso de organizaciones particulares– si lo
hubiere. Así también, al interior de una institución privada, que como en el caso de autos
3
MENDOZA ESCALANTE, Mijail. “Los efectos Horizontales de los Derechos Fundamentales en el
Ordenamiento Constitucional Peruano”. Ponencia presentada en el VIII Congreso Iberoamericano de Derecho
Constitucional; Sevilla, 3 al 5 de diciembre de 2003. En : www.congreso.us.es
constituye una asociación civil de derecho privado, se impone el deber de respetar los
derechos fundamentales.

Sobre el particular, en el Caso Sindicato Unitario de Trabajadores de Telefónica del


4
Perú el Tribunal Constitucional ha advertido que, "de conformidad con el artículo 38.° de
la Constitución, todos los peruanos tienen el deber (...) de respetar, cumplir (...) la
Constitución. Esta norma establece que la vinculatoriedad de la Constitución se proyecta
erga omnes, no sólo al ámbito de las relaciones entre los particulares y el Estado, sino
también al de aquellas establecidas entre particulares (...)". Desde esa perspectiva, si bien
los derechos fundamentales surgieron como derechos de defensa oponibles al Estado, es
decir, como atributos subjetivos que protegían un ámbito de autonomía individual contra
acciones derivadas de cualquiera de los poderes públicos, hoy también esos atributos son
susceptibles de titularizarse y tutelarse en el ámbito de las relaciones inter privatos.

Negar que los derechos fundamentales puedan tener eficacia en las relaciones entre
privados importaría tanto como afirmar, como se hiciera en el siglo XIX, que la
Constitución sólo es un documento normativo cuyo ámbito de aplicación sólo comprende a
las diversas dependencias estatales. Naturalmente, semejante definición no se corresponde
con nuestro concepto de Carta Magna, según el cual la Constitución es la Ley Fundamental
de la Sociedad y, como tal, vincula y a ella quedan vinculados todos los poderes públicos e,
incluso, los propios particulares.

De ahí que el Tribunal Constitucional haya señalado que los derechos


constitucionales informan y se irradian por todos los sectores del ordenamiento jurídico y,
en ese sentido, lo hace en forma directa incluso en las relaciones que entre privados
pudieran suscitarse, toda vez que su respeto constituye, en el plano sustancial, parte del
orden público constitucional. "En consecuencia, cualquier acto proveniente de una persona
natural o jurídica de derecho privado, que pretenda conculcar o desconocerlos (...) resulta
inexorablemente inconstitucional"5.

III.El Proceso de Amparo entre Particulares

Esta condición de los derechos fundamentales y su eficacia directa en las relaciones


entre privados, entre nosotros, no es solamente la proclamación de un postulado retórico sin
aplicación práctica, sino un postulado perfectamente accionable, en el plano jurisdiccional,
ante su incumplimiento o transgresión.

Referirnos a mecanismos de protección jurisdiccional como el proceso de amparo


supone, inevitablemente, aceptar la posibilidad de que pueden presentarse eventuales
afectaciones a los derechos fundamentales en las relaciones entre particulares, las cuales
configuran supuestos de efectos horizontales de éstos. Tales vulneraciones pueden

4
Cfr. STC N.º 1124-2001-AA/TC
5
Idem.
presentarse, sea mediante normas privadas, sea mediante actos concretos de aplicación de
tales disposiciones.

En ese sentido, a diferencia de lo que sucede en otros países, en los que se ha tenido
que apelar a la teoría de la eficacia "indirecta" de los derechos fundamentales y, a partir de
allí, formalizar una construcción indirecta de control constitucional por la vulneración de
derechos entre privados, en el Perú el tópico ha sido resuelto explícitamente por la misma
Constitución, al preverse que los procesos constitucionales de la libertad, como el amparo,
no sólo pueden plantearse cuando los derechos resulten lesionados o amenazados de
lesionarse por actos u omisiones de parte de cualquiera de los poderes públicos, sino
también, y en iguales condiciones, si es que el agravio lo ocasiona cualquier "persona"
(artículo 200°, inciso 2).

Que cualquiera pueda interponer un amparo contra acciones u omisiones


provenientes de una persona (natural o jurídica de derecho privado), quiere decir que los
derechos constitucionales vinculan directamente esas relaciones inter privatos y,
precisamente porque vinculan, su lesión es susceptible de repararse mediante esta clase de
procesos.

A estos efectos, el concepto "persona", en los términos que señala el inciso 2) del
artículo 200.° de la Constitución, engloba a cualquier particular, independientemente de que
a este se le haya encargado o no la prestación de un servicio público o que, respecto a éste,
el afectado se encuentre en una relación de subordinación. Los derechos constitucionales,
como antes se ha dicho, deben respetarse en las relaciones entre particulares y, en caso de
que se abuse de ellos o resulten vulnerados, las puertas del amparo están abiertas para que
en esa sede se dispense la tutela correspondiente.

Lo anterior, desde luego, no quiere decir, en primer lugar, que el amparo termine
sustituyendo a los procesos ordinarios y, en ese sentido, deba entenderse que cualquier
problema que se plantee en el orden civil o, mejor aún, que sea regulado por el llamado
derecho privado, pueda ser objeto, sin más, de dilucidación en el seno del amparo
constitucional. Evidentemente, ni en el proceso de amparo, ni en ningún otro de los que
forman parte de la jurisdicción constitucional de la libertad, tienen por finalidad proteger
cualquier clase de derechos o intereses subjetivos, sino, solamente, aquellos que se han
reconocido en la Norma Suprema del Estado. Por ello, para que eventuales abusos en las
relaciones entre privados sean planteados en el ámbito de los procesos constitucionales, no
basta que se produzca un mero abuso del derecho o que se haya vulnerado un interés o
derecho subjetivo de orden estrictamente legal, sino que es preciso que ello repercuta
directamente en un derecho cuyo contenido sea constitucionalmente protegido.

Hablar del contenido constitucionalmente protegido de un derecho no significa,


desde luego, que todos sus ámbitos puedan ser objeto de tutela judicial constitucional. En el
ámbito de los derechos constitucionales de contenido patrimonial es preciso, pues,
desmenuzar aquello que está íntimamente ligado al libre desenvolvimiento de la
personalidad y aquello de contenido eminentemente económico y, como es obvio, se trata
de una tarea que debe analizarse caso por caso.
Es claro que el juez constitucional no puede realizar un control de la misma
intensidad como la que normalmente se realiza en los actos que emanan de los poderes
públicos. Con frecuencia existen justificaciones para la realización de conductas o actos de
los privados que no podrían aducirse nunca respecto de los actos emanados de órganos
estatales. Ello es consecuencia, naturalmente, de que en la figura del amparo contra
particulares, las partes que en ella participan son titulares de derechos constitucionales. Por
ello, el Tribunal Constitucional ha establecido que el control constitucional de los actos de
particulares debe realizarse caso por caso y a través de un delicado juicio de
proporcionalidad y razonabilidad.

Sin embargo, que problemas constitucionales de esta naturaleza puedan resolverse


en el ámbito de la justicia constitucional de la libertad, no excluye que también puedan
plantearse y resolverse en el ámbito de la justicia ordinaria. Es decir, que los derechos
fundamentales también puedan tener una eficacia indirecta.

Si como antes se ha indicado, los derechos fundamentales no sólo constituyen


derechos subjetivos, sino también el componente estructural básico del orden
constitucional, quiere ello decir que éstos tienen la capacidad de irradiarse por todo el
ordenamiento jurídico, empezando, desde luego, por la ley y las normas con rango de ley.
Lo que significa que las leyes deben de interpretarse y aplicarse de conformidad con los
derechos fundamentales y que, en caso de que así no suceda, los jueces ordinarios se
encuentran especialmente comprometidos en resolver las controversias para los cuales son
competentes, de conformidad con esos derechos. Como también antes se ha expresado, ello
se deriva del especial deber de protección que todos los poderes públicos están llamados a
desarrollar a partir del carácter objetivo de los derechos fundamentales.

En definitiva, ello significa que en nuestro país los derechos fundamentales tienen
eficacia en las relaciones entre particulares, ya sea de manera directa o indirecta. Lo que
vale tanto como afirmar que dichas controversias pueden resolverse bien en sede
constitucional o bien en la justicia ordinaria.

La diferencia entre uno y otro sistema de protección jurisdiccional de los derechos


es que ambos no siempre tienen la misma finalidad y, por tanto, los alcances de su
protección pueden ser distintos. Aparte, desde luego, de las necesarias limitaciones a los
que está sujeto el amparo en relación con los demás procesos ordinarios (Vg. la inexistencia
de estación probatoria, etc.). Por ello el Tribunal ha advertido en innumerables
oportunidades que para que eventuales abusos en las relaciones entre privados sean
susceptibles de ser dilucidados en el ámbito de los procesos constitucionales, no basta que
se produzca un acto arbitrario o que se haya vulnerado un interés o derecho subjetivo de
orden estrictamente legal, sino que es preciso que éste repercuta directamente sobre un
derecho constitucional.

De esta situación, por cierto, no se excluyen los problemas en materia de derechos


constitucionales que se pudieran derivar de las relaciones entre asociaciones y sus
asociados, o entre empleadores y trabajadores sujetos al régimen de la actividad privada.
Los derechos fundamentales, en cuanto elementos objetivos del ordenamiento
constitucional, deben ser protegidos con independencia del sector o parte del ordenamiento
en el que las lesiones o amenazas de violaciones de derechos se pudieran presentar.

En el plano procesal algunas cuestiones resulta pertinente revisar. Con la entrada en


vigencia del Código Procesal Constitucional el cambio ha sido radical. Hoy, el proceso de
amparo es un mecanismo de protección residual, pues si existe otra vía procedimental
específica igualmente satisfactoria, resultará improcedente6.

Esta causal de improcedencia resulta sumamente discrecional, que ha llevado las


cosas de un extremo a otro, pues lo cierto es que siempre existirá otra vía procedimental
(procesos ordinarios). También es verdad que en los últimos años el proceso de amparo se
había visto desnaturalizado debido a la ingente cantidad de demandas planteadas; ha habido
una suerte de “amparitis”; por cualquier asunto se recurría a esta alternativa. No obstante,
bajo un supuesto de improcedencia de tal magnitud, todos los procesos constitucionales,
salvo el de hábeas corpus, sería desestimado. Esto nos plantea un problema. Pero en nuestra
opinión, y de encontrarnos en el hipotético caso de que un particular vulnere nuestro
derecho, no encontramos mejor mecanismo reparador que el proceso de amparo.
Ciertamente, habrá que probar –lo cual no será nada fácil– que la vía del proceso ordinario
no es igualmente satisfactoria que la del amparo. En el peor de los casos, de recurrir a la vía
ordinaria y encontrarnos con una sentencia que, a nuestro juicio, haya sido dictada sin
observarse el debido proceso, podré optar por presentar un proceso de amparo contra dicha
decisión. Empero, cuánto tiempo habrá pasado ya?. No serán pocos los que se desanimen
en el camino. Por tanto, en virtud del numeral 200.2º de la Constitución, que habilita el
amparo frente a actos u omisiones de particulares, e independientemente de la referida
causal de improcedencia prevista por el Código Procesal Constitucional, estimamos que el
proceso de amparo es el mecanismo ideal para alcanzar la reparación del derecho
fundamental afectado en las relaciones entre particulares.

Por lo demás, y conforme a lo planteado en la introducción del presente artículo,


existe aún controversia respecto a la posibilidad de plantear procesos de amparo a efectos
de someter a control las normas emitidas por los particulares, aunque el Tribunal
Constitucional ya lo ha hecho, cómo veremos con posterioridad. A nuestro parecer, en
concordancia con las tesis recientes7, e independientemente de las discusiones que han
surgido en torno al tema de la autonomía de la voluntad y la colisión con otros derechos
fundamentales, que implica operaciones de ponderación, consideramos que nada impide
someter a control una norma (por ejemplo, un estatuto) emitida por un sujeto privado
(asociación) que pueda lesionar un derecho fundamental. Si el Estatuto de una persona
jurídica de derecho privado contiene una disposición que lesiona directamente un derecho
fundamental, estimamos que la vía del proceso de amparo está expedita para someterla a
control.

6
Cfr. Artículo 5.2º del Código Procesal Constitucional (Causales de improcedencia) : No proceden los
procesos constitucionales cuando existan vías procedimentales específicas igualmente satisfactorias para la
protección del derecho constitucional amenazado o vulnerado.
7
Cfr. MENDOZA ESCALANTE, Mijail : “El control de constitucionalidad de las normas estatutarias
privadas en el ordenamiento jurídico peruano”, en CASTAÑEDA OTSU Susana, “Derecho Procesal
Constitucional”, Tomo I, Lima; Jurista Editores, 2004, pp. 470 y ss.
IV. El desarrollo jurisprudencial del Tribunal Constitucional : los
procedimientos disciplinarios en las personas jurídicas de derecho
privado (asociaciones)

En los últimos años, es por todos conocido el desarrollo de la jurisprudencia por


parte del Tribunal Constitucional. En ese sentido, no son pocos los pronunciamientos en los
que ha reconocido el efecto horizontal o interprivatos de los derechos fundamentales.
Ciertamente, muchos de los casos resueltos lo han sido a propósito de demandas de amparo
en materia de expulsión o destitución de asociados8 –aunque tampoco es nada desdeñable la
cantidad de procesos de amparo contra particulares en materia laboral– en los que el
Tribunal ha delineado su argumentación haciendo extensible los conceptos de derecho al
debido proceso, derecho de defensa, derecho a la jurisdicción predeterminada por la ley,
principios de legalidad y tipicidad, entre tantos otros, a las relaciones entre privados, los
cuales resultan perfectamente invocables en cualquier clase de procedimiento disciplinario
llevado a cabo al interior de un ente privado.

Si bien es cierto, es en la segunda mitad de los años 90 dónde comenzaron a surgir


los pronunciamientos del Tribunal en materia del derecho al debido proceso y sus diversas
manifestaciones a nivel de procedimientos disciplinarios en entidades corporativas privadas
–clubes y, en general, asociaciones de todo tipo– es en el caso Sindicato Unitario de
Trabajadores de Telefónica del Perú y Fetratel 9 –proceso de amparo contra una entidad
particular, pero en el que se cuestionaba el despido unilateral del que habían sido objeto los
representantes del sindicato, en el que el Tribunal afirmó el efecto interprivatos de los
derechos fundamentales en el principio de primacía de la Constitución y su fuerza
normativa.

Veamos pues a continuación el desarrollo que de algunos derechos en las relaciones


entre particulares ha realizado el Tribunal Constitucional a través de su jurisprudencia en
materia de procesos disciplinarios en personas jurídicas de derecho privado.

a/. Debido Proceso interprivatos

El derecho fundamental al debido proceso se encuentra previsto en el inciso 3) del


artículo 139° de la Constitución, conforme al cual, “son principios y derechos de la función
jurisdiccional […] la observancia del debido proceso […]”. En ese sentido, el ámbito de
irradiación del debido proceso no abarca exclusivamente el campo judicial, sino que se
proyecta, con las exigencias de su respeto y protección, sobre todo órgano, público o
privado, que ejerza funciones formal o materialmente jurisdiccionales. De esa manera, el
derecho fundamental al debido proceso es un derecho que debe ser observado en todo tipo
de procesos y procedimientos, cualquiera que fuese su naturaleza, en la medida en que el
principio de interdicción de la arbitrariedad constituye un principio inherente a los
8
Cfr. STC N.os 1612-2003-AA/TC, 0353-2002-AA/TC, 1489-2004-AA/TC, 3312-2004-AA/TC, 1515-2003-
AA/TC, 2260-2003-AA/TC, 1414-2003-AA/TC, 2312-2002-AA/TC, 0083-2000-AA/TC, 0484-2000-AA/TC,
entre muchas mas que pueden ser consultadas en la página web del Tribunal Constitucional www.tc.gob.pe.
9
Cfr. Puede revisarse la STC N.º 1124-2001-AA/TC en www.tc.gob.pe
postulados esenciales de un Estado constitucional democrático y a los valores que la propia
Constitución incorpora.

Por ello, el debido proceso también se aplica a las relaciones inter privatos, dado
que las personas jurídicas de derecho privado, entre ellas, las asociaciones, se encuentran
sujetas a los principios, valores y disposiciones constitucionales, como cualquier ciudadano
o institución (pública o privada) que tiene la obligación de respetarlas, más aún cuando
éstas ejercen la potestad disciplinaria sancionadora. Por tanto, las asociaciones se
encuentran obligadas de observar una serie de garantías, formales y materiales, de muy
distinta naturaleza, cuyo cumplimiento garantiza que el procedimiento o proceso en el cual
se encuentra comprendida una persona pueda ser considerado como justo, tales como las
manifestaciones de derecho de defensa, doble instancia, motivación resolutoria u otro
atributo fundamental, debiéndolo incorporar a la naturaleza especial de los procesos
particulares que hubieran establecido.

De ahí que el Tribunal Constitucional haya establecido que el debido proceso y los
derechos que lo conforman rigen la actividad institucional de cualquier persona jurídica,
entendido desde su dimensión o vertiente fundamentalmente sustantiva, que exige
razonabilidad en la toma de decisiones y proscripción de todo comportamiento que denote
arbitrariedad.

El debido proceso, como tal, presenta dos expresiones: la formal y la sustantiva; en


la de carácter formal, los principios y reglas que lo integran tiene que ver con las
formalidades estatuidas, tales como las que establecen el juez natural, el procedimiento
preestablecido, el derecho de defensa y la motivación; y en su expresión sustantiva, están
relacionados los estándares de razonabilidad y proporcionalidad que toda decisión debe
suponer.

Una de las primeras sentencias del Tribunal Constitucional sobre la materia es el


caso Pedro Arnillas Gamio vs el Club de Regatas Lima 10, en el que el demandante
solicitaba su reposición en su condición de socio activo de la institución, pues alegaba que
no se le otorgó copia de la denuncia formulada en su contra, así como se le impuso la
sanción máxima fundada en las declaraciones vertidas por dos trabajadores, sin que se le
permitiera un careo con sus acusadores. El emplazado, por su parte, adujo que expulsó al
actor por causal prevista en su Estatuto previo correspondiente proceso estatutario. El
Tribunal Constitucional declaró fundada, en parte, la demanda, tras considerar que “el
respeto de las garantías del debido proceso, no pueden soslayarse, de modo que también
son de aplicación en cualquier clase de proceso o procedimiento disciplinario privado,
como el desarrollado por el Club demandado; y que si bien no se privó al demandante de
todo derecho de defensa, tampoco se le brindaron las garantías constitucionales del caso.

En el caso Pompeyo Méndez Sáenz vs el Presidente del Centro Humanitario


Trabajadores Unidos11 el demandante solicitaba se deje sin efecto la carta mediante la que
se le comunicaba su expulsión, alegando que no existió proceso previo de parte del
emplazado. El Tribunal Constitucional declaró fundada la demanda, y estableció que las
10
Cfr. STC N.º 0067-1993-AA/TC
11
Cfr. STC N.º 0733-2005-PA/TC
asociaciones, en ejercicio del derecho disciplinario sancionador, pueden aplicar sanciones a
sus miembros cuando éstos cometan faltas tipificadas en sus estatutos, siempre que se les
garantice un debido proceso y se respeten los derechos fundamentales consagrados en la
Constitución, lo cual, a criterio del Colegiado, no quedó acreditado haya ocurrido, pues se
comprobó que no existió una investigación respecto de los cargos que se le imputaron; por
el contrario, tan sólo se le notifica el acuerdo de su expulsión sin motivación alguna.

En el caso Francisco Vainstein Borrani vs el Jockey Club del Perú12, el recurrente


solicitaba se deje sin efecto su separación definitiva como socio acordada por el Consejo
Directivo, tras acusarlo de la comisión de diversos ilícitos que no fueron probados en
ningún momento. Aducía, además, que al momento de sancionarlo se omitió recabar el
dictamen de la Junta Calificadora, así como se le notificó de manera tardía la carta notarial
mediante la cual se le informó su separación definitiva como asociado. El Tribunal
Constitucional estimó la demanda, pero consideró que no se produjo la violación al debido
proceso, por cuanto “con independencia de si, en el caso, al sancionarse al recurrente, se
contó o no con el dictamen de la Junta Calificadora, establecido en el estatuto de la
emplazada, este Tribunal considera que detrás de tal situación no hay una materia
constitucional que sea de su competencia evaluar. Por lo que se refiere al otro extremo de la
alegación de violación del derecho al debido proceso, esta vez porque la remisión de la
carta notarial mediante la que se comunica la separación definitiva fue enviada cuatro
meses después, este Tribunal tampoco considera que se haya lesionado alguno de los
atributos que integran dicho derecho constitucional. Se trata de una simple anomalía que,
una vez enmendada, no ha impedido que el recurrente la cuestione o que la haya dejado en
indefensión, como se ha aducido”.

En el caso Rebeca Schnaiderman Lara vs la Asociación Cesantes y Jubilados


Administrativos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos13 la recurrente perseguía
se declare inaplicable la carta que le comunicó su exclusión, así como el acuerdo de la
Asamblea General que decide expulsarla por encontrarse en un supuesto primer nivel de
responsabilidad por la gravedad de las infracciones, alegando que no se le permitió efectuar
sus descargos. El caso llegó al Tribunal Constitucional mediante rechazo liminar y, en ese
sentido, declaró nulo todo lo actuado, ordenando se admita la demanda, por cuanto las
instancias previas incurrieron en error al declarar la improcedencia de la misma en
aplicación del artículo 5.2º del Código Procesal Constitucional, dado que si bien es cierto,
existía otra vía procedimental, la del amparo era la satisfactoria, dado que la actora
invocaba la vulneración de sus derechos fundamentales al debido proceso, de defensa y de
asociación, respecto de los cuales, el Colegiado ha establecido que tienen eficacia directa
en las relaciones inter privatos y, por tanto, deben ser respetados en cualesquiera de las
relaciones que entre dos particulares se pueda presentar, por lo que ante la posibilidad de
que éstos resulten vulnerados, el afectado puede promover su reclamación a través de
cualquiera de los procesos constitucionales de la libertad, siendo la finalidad del proceso de
amparo determinar si al decidirse la exclusión se ha seguido un debido procedimiento, que
es lo que precisamente alegaba la demandante no había ocurrido.

12
Cfr. STC N.º 3312-2004-AA/TC
13
Cfr. STC N.º 5527-2007-PA/TC
b/. Derecho de defensa

En el caso Francisco Hipólito Beltrán Ramos vs el Club Juliaca 14, el demandante


pretendía que se deje sin efecto su expulsión. Alegaba que mediante carta se le comunica el
Acuerdo de Sesión Ordinaria que lo suspende por ciento veinte días, sin demostrar los
hechos y negándole el derecho de defensa, para luego ser expulsado de manera unilateral y
arbitraria, por una supuesta agresión verbal al presidente, aplicando lo dispuesto en los
incisos b), c), g) y j) del Estatuto. La emplazada, por su parte, señaló que el demandante
había incurrido en falta grave, pues no había rendido cuentas respecto a su cargo de
tesorero, cuando estaba obligado a efectuarlo mensualmente, y que tampoco había
desvirtuado las causas de suspensión y exclusión. El Tribunal Constitucional declaró
fundada la demanda, por cuanto no se permitió al actor que realice sus descargos, e incluso,
se le sancionó dos veces por el mismo hecho. En consecuencia, estaba acreditado que la
falta atribuida, así como su sustento probatorio, no fue puesto oportunamente puesto en su
conocimiento, a efectos de que pueda ejercer su derecho de defensa, garantizado por el
inciso 14) del artículo 139º de la Constitución.

De igual manera se pronunció en el caso Saturnino Vargas Cruz vs la Asociación de


Comerciantes Juan Pablo II15, donde el recurrente invocaba la reposición en su condición
de asociado, alegando que se le excluyó de la Asociación sin darle la oportunidad de
defenderse. También el Tribunal consideró que la resolución del Consejo Directivo que
expulsó al demandante formuló una serie de cargos contra el asociado, pero no fundamentó
su decisión de exclusión, además de que no le comunicaron de manera previa los cargos
que se le imputaban a efectos de ejercer su derecho de defensa. Asimismo, al tratarse de una
medida sancionadora que se ejecutó de manera inmediata, no se podía afirmar, como se
hizo en la instancia precedente, que luego de impuesta la máxima sanción el asociado
excluido, éste deba probar y levantar los cargos imputados en sede judicial, puesto que ello
debió realizarse dentro del proceso disciplinario sancionador, en ejercicio de su derecho de
defensa.

Asimismo, en el caso Raúl Darío Morales Paiva vs el Consejo de Administración


de la Cooperativa de Ahorro y Crédito de Oficiales de la Policía Nacional del Perú –
CACOP16 el Tribunal Constitucional estimó la demanda, pues se acreditó que al destituir al
demandante como Presidente del Consejo de Administración de la emplazada, no se puso
en su conocimiento los cargos imputados, ni mucho menos se le otorgó un plazo para que
formule sus descargos, por lo que, no obstante que el estatuto de la cooperativa emplazada
no había previsto un procedimiento administrativo sancionador, para el Colegiado quedaba
claro que el debido proceso y los derechos que lo conforman, entre ellos, el derecho de
defensa, resultaban aplicables al interior de la actividad institucional de cualquier persona
jurídica, más aún si ha previsto la posibilidad de imponer una sanción tan drástica como la
expulsión. Por tanto, si el emplazado considera que el demandante cometió alguna falta, se

14
Cfr. STC N.º 0083-2000-AA/TC
15
Cfr. STC N.º 1489-2004-AA/TC. Cabe precisar que, además, de este caso, se presentaron casi
sucesivamente alrededor de 30 demandas de amparo de otros asociados que también fueron expulsados de
manera inconstitucional.
16
Cfr. STC N.º 1515-2003-AA/TC
le debieron comunicar por escrito los cargos imputados y otorgarle un plazo a efectos que
pueda ejercer cabalmente su derecho de defensa.

En el caso Edwin Quispe Huamán vs los miembros de la “Asociación de Desarrollo


de Comerciantes Mercado Mayorista y Productores Altipuerto Abancay” 17, el demandante
alegaba que mediante Asamblea General Extraordinaria se acordó su expulsión como socio
y como Presidente del Consejo Directivo, sin causa justificada y sin seguir un debido
procedimiento disciplinario en su contra. También en éste caso el Tribunal Constitucional
estimó la demanda, pues al actor no se le instauró un procedimiento disciplinario y,
asimismo, porque las faltas atribuidas, así como su sustento probatorio, no fueron puestas
en su conocimiento, a efectos de que pueda ejercer su derecho de defensa garantizado por el
inciso 14) del artículo 139° de la Constitución.

De igual manera se ha pronunciado en el caso Elizabeth Consuelo Sánchez Moya y


otra vs la Sociedad Civil “Gustavo Adolfo Benítez Jara & Asociados SCRL” 18, que sin ser
una asociación sino una sociedad civil, las demandantes solicitaban se declare inaplicable el
acuerdo de su exclusión adoptado por la Junta de Socios y se ordene su reincorporación,
alegando que ésta fue acordada debido al reclamo judicial que efectuaron sobre
impugnación de acuerdo societario. El Tribunal Constitucional declaró fundada la demanda
por cuanto no quedó acreditado que la sociedad emplazada haya notificado previamente a
los demandantes acerca de las faltas que se le imputaban, puesto que, si consideraban que
cometieron alguna falta, debieron comunicarles por escrito de los cargos imputados
acompañado del debido sustento probatorio, a fin de que pudieran ejercer cabalmente su
derecho de defensa.

c/. Expulsión como directivo y como socio – Agotamiento de la vía interna

Aunque las cooperativas tienen su particular estructura y finalidades, y difieren,


desde su origen, de las asociaciones, los conceptos desarrollados por el Tribunal
Constitucional se hicieron extensivos a dicha clase de organizaciones. Así, en el caso
Leoncio Antonio Ayala León vs el Consejo de Administración de la Cooperativa de Ahorro
y Crédito de Oficiales de la Policía Nacional del Perú – CACOP19 el recurrente solicitaba
se deje sin efecto el acuerdo de la Asamblea General Extraordinaria de Delegados que lo
excluía como directivo de la emplazada, y el Oficio del Consejo de Administración
mediante el cual se le comunicaba su exclusión como socio de la cooperativa, alegando que
no pudo ejercer su derecho de defensa. La emplazada manifestaba que el demandante en su
condición de Secretario del Consejo de Administración y Gerente de la Cooperativa no
podía invocar desconocimiento de los cargos imputados, toda vez que tuvo en sus manos el
precitado informe.

El Tribunal Constitucional estimó la demanda, pues debía hacerse una


diferenciación respecto a su exclusión como Secretario del Consejo de Administración y
Gerente de la Cooperativa de su exclusión como socio. Respecto a su exclusión como
17
Cfr. STC N.º 1612-2003-AA/TC
18
Cfr. STC N.º 5215-2007-PA/TC
19
Cfr. STC N.º 2279-2003-AA/TC
directivo, en autos no se acreditó que se haya puesto en su conocimiento los cargos
imputados ni se le haya otorgado un plazo para que formule sus descargos, por lo que, no
obstante que el estatuto de la cooperativa no había previsto un procedimiento sancionador,
quedaba claro que el debido proceso y los derechos que lo conforman, entre ellos, el
derecho de defensa, resultan aplicables al interior de la actividad institucional de cualquier
institución privada, por lo que si el emplazado consideró que el demandante cometió alguna
falta, debió comunicarle por escrito los cargos imputados y otorgarle un plazo a efectos de
que pueda ejercer cabalmente su derecho de defensa. Por otro lado, respecto a su exclusión
como socio, se contravino lo dispuesto en el artículo 18º del Estatuto de la Cooperativa que
establecía que la condición de socio se perdía por exclusión acordada por el Consejo de
Administración, lo cual no estuvo acreditado en autos. Por ende, se comprobó que su
exclusión como socio contravino lo dispuesto en el artículo 139.3º de la Carta Magna.

Respecto a la falta de agotamiento de la vía interna, el Tribunal Constitucional


declaró que carecía de sustento invocarla para efectos de pretender una declaración de
improcedencia de la demanda, toda vez que el acuerdo de expulsar al demandante como
socio de la cooperativa no fue adoptado por el Consejo de Administración, como lo
establece el Estatuto, sino por la Asamblea General de Delegados, órgano al que le compete
resolver en última instancia las apelaciones de los socios excluidos en virtud de las
Resoluciones del Consejo de Administración. En ese sentido, al no existir dicha resolución,
resultaba irrazonable exigir al actor transitar por la denominada vía interna.

d/. Doble instancia

El derecho a la doble instancia forma parte del derecho al debido proceso y, en ese
sentido, también es aplicable a las relaciones inter privatos, toda vez que las personas
jurídicas de derecho privado también se encuentran sujetas a las disposiciones
constitucionales. Por ello, las asociaciones deben incorporarlo a la naturaleza especial de
los procesos disciplinarios que hubiesen establecido, a efectos de garantizar un adecuado
ejercicio de la facultad sancionadora que ejercen.

Un ejemplo de vulneración del derecho a la doble instancia se presenta en el caso


Gilmer Dionisio Abanto Malca vs la Cooperativa de Ahorro y Crédito San Pío X Ltda. 20, en
el que el recurrente solicitaba se revoque la sanción de exclusión y se le restituya como
socio de la emplazada, alegando que no se le permitió ejercer sus derechos de defensa y al
debido proceso. Por su parte, la Cooperativa emplazada sostuvo que el demandante no
cumplió con agotar la vía previa.
El Tribunal Constitucional declaró fundada la demanda tras considerar que al
constituir la sanción de exclusión una medida de ejecución inmediata, el recurrente no se
encontraba obligado a agotar la vía previa. Asimismo, sobre la sanción impuesta, el
Colegiado estableció que el antecedente que condujo a que el Consejo de Administración
adopte dicha medida lo constituía el Acuerdo de la Asamblea General de Delegados,
contraviniendo lo dispuesto en el inciso f) del artículo 10º del estatuto, conforme al cual, las
decisiones del Consejo de Administración podrán ser apeladas ante la Asamblea General de

20
Cfr. STC N.º 9588-2006-PA/TC
Delegados. En ese sentido, se vulneró el derecho del recurrente de acudir a la instancia
superior, ya que ésta se había pronunciado de manera previa sin permitirle ejercer su
derecho de defensa.

e/. Derecho de asociación: Expulsión debido a la condición de cónyuge

En el caso Rosario Hermelinda López de Zapata vs la Cooperativa de Ahorro y


Crédito de Oficiales de la Policía Nacional del Perú “Coronel Humberto Flores
Hidalgo”21 se presenta un caso muy particular de vulneración del derecho de asociación,
por cuanto a la demandante se le aplica la sanción de exclusión debido a la expulsión de su
cónyuge, aduciéndose que su permanencia se encontraba supeditada a la de su cónyuge por
cuanto tiene la calidad de socia adherente y no la de titular.

El Tribunal Constitucional declaró fundada la demanda, pues de conformidad con el


artículo 12° del Estatuto, podían ser socios tanto los oficiales y quienes tengan dicho status
en actividad, disponibilidad o retiro de la Policía Nacional como el cónyuge, hijos y
viuda(o) del titular; es decir, en el Estatuto no se encontraba comprendida la calidad de
“socio adherente” alegada por la emplazada, ya que dicho ordenamiento no realizaba
distinción alguna entre los socios. Además, la calidad de socia de la demandante se
encontraba debidamente acreditada con diversos documentos como su propio Carné de
Socia –no de esposa de socio o dependiente de éste– y sus también propios Estados de
Cuenta.

Asimismo, y como hasta ahora se ha visto, tampoco se le instauró un proceso


disciplinario, ni se le comunicaron las supuestas faltas cometidas a efectos que efectúe sus
descargos correspondientes en ejercicio de su derecho de defensa. Por lo demás, la
emplazada no acreditó que la exclusión de un socio determine la exclusión de su cónyuge,
dado que no existe norma alguna dentro del Estatuto de la Cooperativa que así lo
determine.

f/. Jurisdicción predeterminada por la ley

El derecho a no ser desviado de la jurisdicción predeterminada por ley, o dicho de


otro modo, el derecho al juez natural, se encuentra expresado en términos dirigidos a evitar
que un individuo sea juzgado por “órganos jurisdiccionales de excepción” o por
“comisiones especiales creadas al efecto, cualquiera sea su denominación”; es decir, se
exige, en primer lugar, que quien juzgue sea un juez o un órgano que tenga potestad
jurisdiccional, garantizando de esta manera la interdicción de ser enjuiciado por un juez
excepcional, o por una comisión especial creada ex profesamente para desarrollar funciones
jurisdiccionales, o que dicho juzgamiento se pueda realizar por delegación o comisión.
Como tal, también resulta perfectamente invocable a nivel de relaciones entre particulares

21
Cfr. STC N.º 0537-2007-PA/TC
El Tribunal Constitucional se ha pronunciado en reiteradas oportunidades sobre el
derecho a la jurisdicción predeterminada por la ley. Así, en el caso Teresa Mamani Condori
vs la Presidenta del Consejo de Administración de la “Asociación de Pequeños
Comerciantes del Sur” – APECOSUR 22, la demandante señalaba que la emplazada, de
manera unilateral, decidió expulsarla como socia, y por tanto, solicitaba se le restituya tal
condición así como la posesión de su puesto comercial ubicado en el distrito de La Victoria.
El Tribunal Constitucional declaró fundada la demanda, pues conforme a lo dispuesto en el
inciso j) del artículo 30º del estatuto de la emplazada, correspondía al Consejo de
Administración resolver la expulsión de los socios. Sin embargo, la demandante no fue
excluida por dicho Consejo sino tan sólo por su titular, produciéndose de esta manera la
vulneración de su derecho al debido proceso y, particularmente, el derecho a la jurisdicción
predeterminada por ley, pues incluso la apelación presentada por la actora también fue
denegada de manera unilateral, contraviniendo así lo previsto en el numeral 3) del artículo
139º de la Carta Magna.

De igual manera se pronunció el Tribunal Constitucional en el caso Edwin Quispe


Huamán vs los miembros de la “Asociación de Desarrollo de Comerciantes Mercado
Mayorista y Productores Altipuerto Abancay”23, en el que mediante Asamblea General
Extraordinaria se acordó la expulsión del demandante como socio y como Presidente del
Consejo Directivo, sin motivo ni causa justificada. En principio, y conforme al inciso a) del
artículo 9º del Estatuto, correspondía a la Asamblea General Ordinaria reemplazar a los
miembros del Consejo Directivo por causa justificada; y, en segundo lugar, porque
conforme al artículo 14º del Estatuto, correspondía al Consejo Directivo convocar a
elecciones y a Asamblea General, no habiéndose acreditado que el precitado órgano haya
convocado a la cuestionada Asamblea, razón por la que carecía de legitimidad, habiéndose
vulnerado de esta manera el derecho al debido proceso y el derecho a la jurisdicción
predeterminada por ley, además del derecho de defensa, pues al actor no se le instauró un
procedimiento disciplinario en su contra, ni se puso oportunamente en su conocimiento las
faltas que se le imputaban.

En el mismo sentido, en el caso Juan César Valencia Campoverde vs el Club Social


Obreros de la Unión24, el Tribunal Constitucional declaró fundada la demanda por cuanto al
demandante se le aplicó un Estatuto que aún no se había aprobado a la fecha de la comisión
de los hechos, no siendo legítima la facultad que el Consejo Directivo se había arrogado –
de expulsar de manera definitiva al demandante en mérito a una sentencia condenatoria–
toda vez que, de acuerdo al Estatuto anterior, ello era competencia de la Junta General,
contraviniéndose de esta manera el debido proceso y, particularmente, el derecho a la
jurisdicción predeterminada.

g/. Presunción de inocencia y personas jurídicas de derecho privado

El derecho a la presunción de inocencia, como derecho constitucional reconocido en


el ordinal “e”, inciso 24 del artículo 2° de la Carta Magna, también se titulariza en el
22
Cfr. STC N.º 2260-2003-AA/TC
23
Cfr. STC N.º 1612-2003-AA/TC
24
Cfr. STC N.º 0484-2000-AA/TC
ámbito de los procedimientos disciplinarios de carácter estatutario, en especial, cuando
estos tienen previsto una sanción tan grave como la de exclusión.

Así, en el caso Francisco Vainstein Borrani vs el Jockey Club del Perú 25 el


recurrente solicitaba se deje sin efecto su separación definitiva como socio acordada por el
Consejo Directivo del Club emplazado, acusándolo de la comisión de diversos ilícitos
penales que no fueron probados en ningún momento. Alegó que se estaba violando el
principio de presunción de inocencia, pues pese al mandato judicial de archivamiento de la
causa, fue sancionado disciplinariamente. La emplazada, por su parte, señaló que el inciso
b) del artículo 26º de su Estatuto preveía la separación definitiva de la institución por el
hecho de que el recurrente había cometido graves irregularidades de connotación penal
durante su gestión como Presidente del Consejo Directivo en el período 1999-2000.

El Tribunal Constitucional estimó la demanda por considerar que, si bien es cierto,


el inciso b) del artículo 26º del Estatuto de la emplazada dispone que el Consejo Directivo
puede sancionar con la separación definitiva del Jockey Club del Perú, sin que puedan
reingresar como socios de la institución, aquellos que de manera manifiesta agravien a la
institución mediante la comisión de estafas o cualquier otra forma de defraudación o
apropiación ilícita, no siendo necesaria la expedición de sentencia judicial condenatoria; el
principio de presunción de inocencia opera como una regla de tratamiento sobre la persona
sometida al procedimiento disciplinario, por lo que se parte de la idea de que el sometido al
procedimiento es inocente. Por tanto, al contemplar el inciso b) del artículo 26º del Estatuto
una sanción tan grave como la expulsión, aún cuando se presente la posibilidad que los
cargos que se le imputan al asociado no constituyan afectaciones de bienes estatutariamente
contemplados sino que simplemente se sustentan en la eventual comisión de ilícitos
penales, la posibilidad de expulsar a un asociado sobre la base de ellos constitucionalmente
sólo puede ser admitida si es que judicialmente se ha declarado su responsabilidad penal,
por lo que, actuar en sentido contrario, supondría una manifiesta inversión del principio de
presunción de inocencia por el de culpabilidad, incompatible a todas luces con lo dispuesto
en nuestra Carta Magna.

Asimismo, el Colegiado sostuvo que si bien es cierto, la emplazada actuó “en


estricta aplicación de los estatutos de la asociación”, en sede constitucional el problema de
determinar si un acto viola o no un derecho fundamental, por lo general, no se resuelve en
el plano de lo que sobre el tema se haya previsto en la ley o, en el presente caso, a nivel de
los estatutos sociales, sino que consiste en determinar si la aplicación de un acto, legal o
estatutariamente válido, es o no compatible con el contenido constitucionalmente protegido
de un derecho fundamental, lo que, en el caso no se cumplió, por lo que la demanda fue
estimada.

h/. El Caso del Mercado Virgen de las Mercedes

En el caso María Magdalena Oceda Dávalos vs la Asociación de Propietarios del


Mercado Virgen de las Mercedes de Lurín – APROMEVIMEL26 la demandante solicitaba se
25
Cfr. STC N.º 3312-2004-AA/TC
26
Cfr. STC N.º 0353-2002-AA/TC
le restituya en su calidad de asociada y se le asigne su puesto de trabajo en el mercado de
propiedad de la asociación. Alegaba que el Consejo Directivo acordó excluirla por un
supuesto incumplimiento de la obligación contenida en el artículo 11, inciso b) y 1) del
Estatuto y que, al interponer recurso de apelación, el Consejo Directivo lo declaró
inadmisible sin causa justificada, negándole la posibilidad de acudir en apelación ante la
Asamblea General de Socios. Por su parte, la emplazada manifestaba que la decisión de
expulsar a la demandante se encontraba sustentada en el Estatuto, pues la no cumplió con
los requerimientos que se le hizo para que cancele y haga entrega de los documentos
respecto del crédito que estaban gestionando en el Banco de Materiales, para la
construcción del nuevo mercado de la Asociación.

Al respecto, el Tribunal Constitucional resolvió declarar fundada la demanda, por


cuanto el inciso c) del artículo 12º del Estatuto señalaba que la condición de socio se perdía
por exclusión acordada por el Consejo Directivo, por cualquiera de las causales
establecidas en el mismo. En el caso, no quedó acreditado que el Consejo Directivo haya
acordado expulsar a la demandante al no obrar acta alguna en ese sentido, de lo que se
concluyó que se produjo la expulsión sin observar el procedimiento preestablecido, así
como tampoco se puso en su conocimiento las faltas que se le atribuye a efectos que pueda
ejercer su derecho de defensa, vulnerándose así sus derechos al debido proceso y a la
defensa, garantizados por los incisos 3) y 14) de l artículo 139º de la Constitución.
Asimismo, también se apreció vulneración del derecho de acceso a la doble instancia,
dispuesto en el inciso d) del numeral 20º de la norma estatutaria de la asociación, por
cuanto la apelación presentada por la demandante fue arbitrariamente denegada por el
Consejo Directivo.

Respecto a la pretensión de la demandante de que se le asigne un puesto en el


Mercado Virgen de las Mercedes, el Tribunal Constitucional estimó que, dado que mediante
Resolución N.º 001-CD-1998 la emplazada había otorgado a la recurrente, en posesión
provisional, un puesto en el mercado; que la provisionalidad se mantendría hasta que se
obtenga la declaratoria de fábrica e independización de los puestos del mercado, y que si
bien, a la fecha de su destitución no lo había adquirido en propiedad, en la medida que lo
venía ocupando provisionalmente, cumpliendo con sus obligaciones de pago de los aportes
correspondientes, dicha situación no había variado, por lo que correspondía, reponiendo las
cosas al estado anterior a la violación, que se le adjudique, en posesión provisional, el
respectivo puesto.

V. Otros supuestos en la Jurisprudencia del Tribunal Constitucional

a/. Libertad de no asociarse (derecho a desvincularse de la asociación)

En el caso Julio Alfredo Bernabé Ccamaña vs el Casino de la Policía 27 el recurrente


solicitaba que se le permita retirarse como socio de dicha entidad, así como se suspendan
los descuentos que se le venía efectuando por concepto de aportaciones, pues afirmaba que

27
Cfr. STC N.º 7704-2005-AA/TC
su incorporación se realizó de manera ilegal dado que no autorizó pertenecer a ella, y
menos el descuento por concepto de aportaciones que le efectuaban en su boleta. Por su
parte, el Casino de la Policía señaló que sus Estatutos tienen regulado el procedimiento a
seguir ante todo pedido formulado por los socios, por lo que el actor debió acudir a éste y
agotarlo antes de acudir a la vía judicial. El Tribunal Constitucional declaró fundada la
demanda de amparo y ordenó al demandado que proceda a aceptar la renuncia del
demandante a dicha organización así como se suspenda todo tipo de descuentos que se le
venían realizando, pues la libertad de asociación en un derecho que no sólo implica la
libertad de integración (libertad de asociarse en sentido estricto) sino que por correlato
también supone la facultad de no aceptar compulsivamente dicha situación (libertad de no
asociarse) o, simplemente, de renunciar en cualquier momento a ella, pese a haberla
aceptado en algún momento o circunstancia (libertad de desvincularse asociativamente).

De igual manera se pronunció en el caso Aníbal Corcuera Gonzáles vs el Casino de


la Policía28 en el que estima la demanda señalando que el recurrente, al haber sido
incorporado a la asociación emplazada por el sólo hecho de ser Oficial de la Policía
Nacional del Perú, en ningún momento ha manifestado su voluntad de pertenecer a la
misma, no habiendo el emplazado demostrado que la condición de asociado se adquiera o
sea resultado de una decisión individual y voluntaria de cada persona. En ese sentido,
sostener que al no haber cuestionado el recurrente su situación durante varios años,
concedió una suerte de consentimiento tácito, lo cual resulta inaceptable, pues además, las
diversas obligaciones que se hayan visto configuradas durante el período en que el
recurrente tuvo la condición de asociado dejaron de existir desde el momento en que dejó
constancia expresa de su decisión de desvincularse de la asociación demandada, es decir,
desde ese momento el recurrente no se encontraba obligado a cotizar sus cuotas como
asociado.

Existen otras entidades contra las cuales el Tribunal Constitucional también se ha


pronunciado respecto a la libertad de no asociarse. Así, en el caso Jorge Marcos Llica
Chávez vs el centro de Recreación para Técnicos y Suboficiales de la Fuerza Aérea del
Perú – CERTSE29 el recurrente alegaba que la emplazada se negaba a aceptar su renuncia a
pesar que se le obligó a pertenecer a ella. La emplazada, por su parte, afirmaba que el
recurrente era un “asociado nato” dada su condición de suboficial de la Fuerza Aérea del
Perú (FAP), en aplicación del artículo 8º del Estatuto del CERTSE.

Al respecto, el Tribunal Constitucional estableció que al no existir, por parte del


recurrente, un consentimiento libre y voluntario para pertenecer a la asociación emplazada,
correspondía estimar su pedido para que se acepte su renuncia, toda vez que la aplicación
del Estatuto no puede suponer la violación del contenido esencial del derecho fundamental
de asociación en su dimensión de libertad para renunciar a ella en el momento que se
considere conveniente.

b/. Debido proceso y libertad de trabajo

28
Cfr. STC N.º 4520-2006-AA/TC
29
Cfr. STC N.º 3978-2007-AA/TC
Respecto al derecho a la libertad de trabajo y su relación con el derecho al debido
proceso, en el caso Carlos Enrique Mantilla Portocarrero vs el Cuerpo Técnico de
Tasaciones del Perú – CTTP30 el recurrente solicitaba que se deje sin efecto el acuerdo que
lo suspende por el plazo de doce meses como asociado, alegando que como perito tasador
se vería impedido de presentarse a convocatorias públicas y privadas como miembro del
Cuerpo Técnico de Tasadores del Perú. Al respecto, el Tribunal Constitucional declaró
infundada la demanda, tras considerar que al no existir alguna relación laboral concreta
que pudiera verse afectada como consecuencia de la sanción de suspensión, sino que, por el
contrario, el recurrente se limitaba a alegar una afectación a futuras y posibles relaciones
laborales, no se puede alegar una futura vulneración de derechos, dado que el artículo 2º del
Código Procesal Constitucional establece que cuando se invoque una amenaza de
vulneración de derechos, ésta debe ser cierta y de inminente realización, lo cual no se
configuró en el caso.

c/. Derecho de asociación, presunción de inocencia y discriminación

El principio a la presunción de inocencia constituye un derecho subjetivo


constitucional que no guarda relación únicamente con la realización y ejecución de todas
las etapas del proceso penal, sino que también se titulariza en el ámbito de los
procedimientos disciplinarios de carácter estatutario. Así, en el caso Francisco Vainstein
Borran vs Jockey Club del Perú31, el Tribunal Constitucional estableció que “dicho derecho
opera en relación a los cargos que en el seno de las personas jurídicas de derecho privado se
pudieran imputar a uno de sus asociados, en un doble sentido: Por un lado, como una regla
de tratamiento sobre la persona sometida al procedimiento disciplinario, que exige partir de
la idea de que el sometido al procedimiento es inocente. Por otro, como una regla de juicio,
‘es decir, es una regla referida al juicio de hecho’ de la resolución que sanciona, que se
proyecta en el ámbito probatorio, conforme al cual la ‘prueba completa de la culpabilidad
(…) debe ser suministrada por la acusación, imponiéndose la absolución (…) si la
culpabilidad no queda suficientemente demostrada”.

Otro supuesto particular de conflicto entre el derecho a la presunción de inocencia y


el derecho de asociación se presenta en el caso Luis Guillermo Bedoya de Vivanco vs el
Club de Regatas Lima32, en el que el recurrente pretendía que se deje sin efecto la
resolución confirmatoria de suspensión por tiempo indefinido de la asociación emplazada
por encontrarse vinculado a situaciones de pública notoriedad en relación con actos
delictivos. El actor alegaba que la suspensión impuesta se sustentaba en el sólo hecho de
estar vinculado a un caso sometido a la jurisdicción penal, por lo que dicha actitud
importaba el adelanto de una sanción grave antes que la autoridad jurisdiccional haya
determinado responsabilidad alguna respecto a la conducta imputada. El Club de Regatas
de Lima, por su parte, justificaba los hechos alegando que únicamente se avocaron al
conocimiento de la connotación o responsabilidad administrativa que de tales hechos se
pudiera derivar, dado que no era un órgano competente para determinar la responsabilidad

30
Cfr. STC N.º 7536-2006-AA/TC
31
Cfr. STC N.º 3312-2004-AA/TC
32
Cfr. STC N.º 3360-2004-AA/TC
penal del demandante, y que además, la sanción impuesta no afectaba ni amenazaba su
derecho de asociación, por cuanto continúa y conserva su vinculación con el Club.

El Tribunal Constitucional declaró que la suspensión impuesta al demandante no se


sustentaba en la inversión del principio de inocencia por el de culpabilidad, sino en el
ejercicio de una de las potestades de la libertad de asociación. En efecto, la facultad de que
la asociación se dote de su propia organización, materializada en su Estatuto, permite
contemplar la posibilidad de que un asociado pueda ser suspendido de manera indefinida en
el ejercicio de sus derechos como miembro de la institución, en caso esté comprometido en
situaciones de pública notoriedad en relación con actos delictivos, hasta que las autoridades
judiciales se pronuncien sobre su situación jurídica. Sin embargo, “la suspensión en los
derechos de asociado por encontrarse involucrado en la comisión de un delito doloso, no es
lo mismo que por ese mismo se autorice su expulsión. Mientras esta última, a juicio del
Tribunal, resultó excesiva y, por ello mismo, como no garantizada por la libertad de
asociación, además de violatoria del principio de presunción de inocencia, si es que se
decreta sin existir [ni importar] que se expida una sentencia condenatoria firme (…) en
cambio, la posibilidad de suspender temporalmente en la condición de socio, hasta entre
tanto no se resuelva la situación jurídica del enjuiciado penalmente, constituye una medida
moderada que se encuentra garantizada por la libertad de asociación, si es que entre los
fines de la persona jurídica se encuentra la exigencia de que sus asociados no practiquen
‘actos reñidos contra la moral y las buenas costumbres’(…)”.

En el referido caso, el recurrente alegaba, asimismo, la violación del principio a la


no discriminación, porque el artículo 62º del Estatuto del Club establecía que la sanción de
suspensión indefinida resulta aplicable en aquellos casos en los que un asociado se
encuentra vinculado a “situaciones de pública notoriedad” en relación con la comisión de
determinados actos delictivos, por lo que, si no se encuentra en tal situación de pública
notoriedad, pese a encontrarse procesado por la comisión de un delito, la sanción no sería
aplicable, diferenciándose de esta manera a los asociados en razón de sus cualidades
personales. Asimismo, porque así como se exigía a los asociados que al presentar una
denuncia la misma debía ser documentada, dicha exigencia también debía ser aplicable si la
denuncia era formulada por el Consejo Directivo o por la Junta de Calificación y
Disciplina. Al respecto, el Tribunal Constitucional consideró que la cláusula de igualdad
contenida en el artículo 2.2º de la Constitución no supone un mandato de trato igual a
todos, sino una exigencia de trato igualitario a los que se encuentren en una situación
análoga y de trato desigualitario a los que no se encuentren en igualdad de condiciones. Por
tanto, la posibilidad de realizar un trato diferenciado amparado en razones objetivas y
razonables no resulta proscrita, toda vez que las asociaciones lo podrán realizar en el
ejercicio de su potestad de autoorganización. En el caso, la diferenciación hecha por la
asociación no se relaciona con la notoriedad pública de la persona envuelta en un proceso
penal, sino por la notoriedad pública de los actos por lo que se le viene juzgando
penalmente, que no es lo mismo. Del mismo modo, consideró que la potestad de
autoorganización de la persona jurídica le brinda la posibilidad de realizar un tratamiento
diferenciado respecto a los requisitos que se debe acompañar si la denuncia es formulada
por un asociado o, por el contrario, si se trata de un procedimiento disciplinario a iniciativa
de uno de sus órganos a los que estatutariamente se le ha encomendado velar por el respeto
de los fines sociales.
d/. Circulación de vehículos

En el caso Flor de María González de Rojas y otro vs el Presidente del Consejo de


Administración de la Cooperativa de Transportes Miguel Grau Ltda. 33, si bien los
recurrentes alegaron que el objeto de su demanda no era discutir el acuerdo de su expulsión
de la emplazada, sino que se restituya su derecho al trabajo, dado que ambas controversias
se relacionaban estrechamente, y en aplicación del artículo 7º de la entonces vigente Ley
N.º 23506 –Suplencia de Queja Deficiente– el Tribunal Constitucional decidió pronunciarse
respecto de ambos asuntos, declarando fundada la demanda tras verificar que se violó el
derecho al debido proceso en sede administrativa.

Asimismo, y en cuanto a la decisión del emplazado de no permitir la circulación de


los vehículos de los demandantes, el Tribunal Constitucional apreció que si como
consecuencia del acuerdo de expulsión no se permitía la circulación de los vehículos de
propiedad de los actores, y dicho acuerdo fue adoptado con una evidente afectación del
derecho al debido proceso, en consecuencia, resulta carente de sentido que se mantenga
dicha prohibición, razón por la que la revocó.

e/. Derecho de asociación y límite de edad para ser asociado

El Tribunal Constitucional se pronunció sobre el derecho de asociación y el límite


de edad para ser asociada en el caso María Asunción Flores Altamirano vs la Cooperativa
de Servicios Múltiples del Magisterio –COOSERMA 34, en el que la recurrente alegaba que
en sesión ordinaria del Consejo de Administración fue admitida como socia de la
emplazada. Sin embargo, con fecha posterior se le remite una carta en la que se declara
improcedente su inscripción como socia, arguyendo que tenía una edad mayor a la
establecida en el Estatuto y el Reglamento Mortuorio. Respecto de ello, la demandante
señaló que el Estatuto no había previsto como requisito para ser socio límite de edad
alguno, y además, que su pretensión no consistía en gozar del servicio mortuorio. La
emplazada, por su parte, manifiestó que la actora no cumplía los requisitos
correspondientes para su inscripción, como pagar las cuotas de ingreso y de aportación, y
que además tenía conocimiento de que el límite de edad para ser socia era de 65 años,
conforme a los artículos II y VIII del Reglamento Mortuorio.

El Tribunal Constitucional declaró fundada la demanda, por cuanto una vez


admitida la recurrente como socia, la emplazada no le permitió realizar el pago de las
cuotas de ingreso y aportación, no teniendo responsabilidad alguna por dicho hecho.
Asimismo, porque el artículo 9º del Estatuto no establecía límite de edad alguno para ser
incorporado como socio y, además, por que en el formato de inscripción de la demandante
constaba su declaración de no tener derecho a percibir auxilio mortuorio en caso de ser
mayor de 65 años de edad, beneficio al que la misma recurrente había manifestado su
intención de no acogerse.
33
Cfr. STC N.º 1414-2003-AA/TC
34
Cfr. STC N.º 1536-2003-AA/TC
f/. Libertad de tránsito

La libertad de tránsito, como derecho constitucional, garantiza que cualquier


persona pueda transitar por el territorio nacional, salir o entrar en él, salvo limitaciones por
razones de sanidad o por mandato judicial o por aplicación de la ley de extranjería.

Sin embargo, aunque la Constitución no ha establecido otros supuestos limitantes al


ejercicio de la libertad de tránsito, el artículo 32.1º de la Convención Americana de
Derechos Humanos señala que los derechos de cada persona se encuentran limitados por
los derechos y seguridad de los demás, por lo que en determinados casos concretos se
podría restringir a una persona el ejercicio de determinados derechos y libertades
fundamentales sin que ello suponga una violación a los mismos.

El derecho al libre tránsito, previsto en el numeral 2.11º de la Constitución, ha


merecido atención de parte del Tribunal Constitucional en uniformes y reiterados
pronunciamientos, habiéndose establecido que tal derecho persigue reconocer que todo
nacional o extranjero con residencia establecida puede circular libremente o sin
restricciones por el ámbito de nuestro territorio patrio, habida cuenta de que tiene la libre
opción de disponer cómo o por dónde decide desplazarse. Se trata de un imprescindible
derecho individual y de un elemento conformante de la libertad, que comporta el ejercicio
del atributo del ius movendi et ambulandi, y deviene en una condición indispensable para el
libre desarrollo de la persona35.

En lo que respecta a su ejercicio en ámbitos privados 36, ha dicho el Tribunal que, si


bien la libertad de tránsito suele manifestarse en tanto el ciudadano se desplaza a través de
vías públicas (avenidas, calles, veredas, plazas, etc.), ello no significa, ni supone, que no
puedan plantearse discusiones donde el ejercicio de tal facultad se encuentre circunscrita a
ámbitos mucho más restringidos que los de las vías convencionales de carácter público,
pues incluso dentro de ámbitos privados o de carácter particular pueden darse
manifestaciones vinculadas al ejercicio de tal derecho. La regla general es que dentro de
una propiedad privada no puede existir ejercicio alguno de la libertad de tránsito, aunque
con una precisión al respecto : sí cabría protección a través de la libertad de tránsito si es
que existe una vía privada de uso público.

Una situación muy particular referido a la libertad de tránsito y la potestad


sancionadora de las personas jurídicas se presentó en el caso José Pereyra Graham vs la
Asociación Central del Club de Playas Pachacamac 37, resulta interesante reseñar la
situación denunciada como violatoria del derecho a la libertad de tránsito. En el caso
planteado, el actor alegaba que, en su condición de asociado, había sido objeto de una
sanción disciplinaria de suspensión de hasta por doce meses que le impedía acceder a su
domicilio. La sanción así impuesta –que el Tribunal consideró razonable– sin embargo,
derivaba en el impedimento de acceso al “bungalow” que tenía dentro de las instalaciones
35
Sobre el particular, pueden revisarse en la página web del Tribunal Constitucional las STC N. os 3482-2005-
HC/TC y 2876-2005-HC/TC, entre otras.
36
Cfr. STC N.os 4453-2004-HC/TC y 2876-2005-HC/TC
37
Cfr. STC N.º 0362-2002-HC/TC
de la emplazada, pues el único medio de acceder a él era a través de la entrada principal.
Esta circunstancia tan particular vulneraba pues la libertad de tránsito y el derecho de
propiedad, pues no se tuvo en cuenta que además de asociado, el recurrente era propietario
de un inmueble, cuyo derecho de acceder a él no se podía ver afectado en modo alguno.
Así, el Colegiado concluyó que la sanción de suspensión temporal no podía aplicarse de
otro modo que entendiéndose que la restricción del actor en sus derechos de asociado no
alcanzan a la libertad de acceder al domicilio.

Consideró el Tribunal Constitucional que cuando una persona decide de manera


libre y voluntaria formar parte de una persona jurídica, en este caso de una asociación,
también se obliga a respetar las reglas que permitan una convivencia armónica y que, en
caso de no observarlas, pueden ser sancionados previo procedimiento disciplinario y con
respeto a todas las garantías formales del debido proceso. Sin embargo, la imposición de
dichas sanciones “debe realizarse bajo los alcances del principio de razonabilidad, que
exige no sólo que entre la falta cometida y la sanción impuesta exista relación y justa
adecuación, sino además, que la restricción del ejercicio de otros derechos constitucionales
lo sea en la medida estrictamente necesaria para preservar los derechos de los demás”. Por
tanto, si bien la sanción impuesta no violaba el principio de razonabilidad, la misma había
derivado en el impedimento al recurrente de acceso al bungalow de su propiedad, lo cual
afectaba su libertad de tránsito (acceso a su domicilio) y derecho de propiedad.

La historia, sin embargo, no quedó ahí. Con posterioridad se presentó el caso


Denisse Tatiana Pereyra Arévalo vs la Asociación Central de Clubes de Playa
Pachacamac38, hija del demandante a que se ha hecho referencia en el párrafo precedente, y
que también solicitaba se le permita el acceso al bungalow de propiedad de su padre. En ese
sentido y, en la medida que el artículo 14º, inciso h) del Estatuto estipulaba que la
responsabilidad por los actos cometidos por los familiares o invitados de los asociados
recae en el asociado, el Tribunal Constitucional determinó que al haber cumplido su padre
la sanción y gozar de todos sus derechos, la demandante debía tener la posibilidad de entrar
en las instalaciones del club en la forma establecida en los Estatutos de la Asociación
emplazada.

g/. Control de constitucionalidad de las normas estatutarias privadas

El segundo párrafo del artículo 138º de la Constitución otorga a los jueces la


facultad de realizar el control difuso de la constitucionalidad de las normas, por lo que las
normas privadas o particulares que sean contrarias a los derechos constitucionales han de
ser inaplicadas en cada caso concreto. Así lo ha sostenido el Tribunal Constitucional en el
mencionado caso Sindicato Único de Trabajadores de Telefónica del Perú S.A. y Fetratel 39,
en el que estableció que la facultad de controlar la constitucionalidad de las normas con
motivo de la resolución de un proceso de amparo constituye un poder-deber en virtud de lo
establecido en el artículo 138º de la Constitución Política del Perú y el artículo 3º de la
entonces vigente Ley N.º 23506.
38
Cfr. STC N.º 2076-2003-HC/TC
39
Cfr. STC N.º 1124-2001-AA/TC
En ese sentido, el Tribunal Constitucional sostuvo que para la aplicación del control
difuso de las normas es necesario que se presenten los siguientes presupuestos:

 Que en el proceso constitucional, el objeto de impugnación sea un acto que


constituya la aplicación de una norma considerada inconstitucional.

 Que la norma a inaplicarse tenga una relación directa, principal e indisoluble con la
resolución del caso, es decir, que ella sea relevante en la resolución de la
controversia.

 Que la norma a inaplicarse resulte evidentemente incompatible con la Constitución,


aún luego de haberse acudido a interpretarla de conformidad con la misma, en
virtud del principio enunciado en la Segunda Disposición General de la Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional N.º 28301.

Así, en el caso Jorge Marcos Llica Chávez vs el Centro de Recreación para


Técnicos y Suboficiales de la Fuerza Aérea del Perú-CERTSE 40, el demandante alegaba que
el se negaba a aceptar su renuncia a pesar de no haber manifestado consentimiento libre y
voluntario para pertenecer a la misma; mientras que la demandada sostenía que el
recurrente era un “asociado nato”, y que en aplicación del artículo 20º del Estatuto, sólo
podría renunciar cuando pase a la situación de retiro.

El Tribunal Constitucional, aplicando el control difuso, declaró fundada la demanda,


por considerar que en el caso se configuraban los tres presupuestos para su aplicación, a
saber :

- El objeto de impugnación lo constituía la negativa del CERTSE de aceptar


la renuncia del demandante a su condición de asociado, en aplicación del
artículo 20º del Estatuto.

- A su vez, la norma a inaplicarse tenía relación directa con la resolución del


caso, en cuanto limitaba la posibilidad de desvincularse de la asociación
sólo para Técnicos y Suboficiales en situación de retiro mas no para
aquellos que se encuentraban en actividad.

- El artículo 20º del Estatuto resultaba incompatible con el artículo 2.13º de


la Constitución por vulnerar el contenido esencial del derecho fundamental
de asociación, en su dimensión de libertad de desvincularse de la
asociación en el momento que el recurrente lo considere conveniente.

Asimismo, en la parte resolutiva de la sentencia, el Colegiado exhortó al demandado


a que disponga por el órgano correspondiente la modificación y/o adecuación del artículo
20º del Estatuto a los fundamentos expuestos en la sentencia.

40
Cfr. STC N.º 3978-2007-AA/TC
De la misma manera, en el caso Odila Yolanda Cayatopa Fernández vs la
Cooperativa de Servicios Múltiples del Sector Educación del Departamento de
Lambayeque41, la demandante solicitaba la inaplicación de los artículos 38º y 74º del
Estatuto de la emplazada, que condicionaban la aceptación de su renuncia al hecho de
asegurar mediante un compromiso escrito la inscripción de un socio o usuario sustituto que
asuma las obligaciones de la renunciante. El Tribunal Constitucional consideró que las
normas impugnadas representaban una intervención en el derecho de asociación negativa,
en tanto prohibía a un miembro el retiro de la Cooperativa hasta en tanto no haya propuesto
a otra persona para que pueda sustituirla, limitándose así de manera relativa el ejercicio de
la libertad negativa de asociación hasta que el socio pueda cumplir la referida condición,
contraviniendo el artículo 13.2º de la Carta Magna. Por tales razones, declaró fundada la
demanda e inaplicables a la actora lo dispuesto en los artículos 38º y 74º del Estatuto de la
emplazada.

VI. Consideraciones Finales

– A través de su jurisprudencia, el Tribunal Constitucional ha afirmado el


principio de que los derechos fundamentales proyectan su eficacia en las
relaciones entre particulares, los cuales son sujetos destinatarios de los mismos.

– Es aceptada la tesis de que es posible someter a control los actos de los


particulares que afecten derechos fundamentales, aunque existe aún
controversia respecto a aceptar el control jurisdiccional de constitucionalidad de
aquellas normas que emita una organización social debidamente constituida y
autónoma, como una asociación a través de su Estatuto, que puedan ser
contrarias a la Constitución.

– El Tribunal Constitucional ha establecido a través de su jurisprudencia que los


derechos fundamentales proyectan su fuerza normativa al ámbito de las
relaciones entre particulares. Ello se deduce de las disposiciones
constitucionales referidas al principio dignidad de la persona, al principio de
primacía de la Constitución y, a la procedencia del proceso de amparo contra
actos u omisiones provenientes de particulares.

– Bajo la concepción del principio dignidad de la persona previsto en el artículo


1º de la Constitución, queda claro que éste se proyecta no sólo al Estado, sino a
la comunidad en general, esto es, a los particulares. Se irradia pues a la
comunidad en general y, evidentemente, a las asociaciones privadas que al
elaborar sus Estatutos o adoptar acuerdos deben tenerlo presente.

– En función al principio de supremacía de la Constitución (artículo 51º) y su


fuerza normativa (artículo 38º), queda claro que ésta prevalece no sólo frente a
las demás normas del ordenamiento jurídico, sino que sus normas vinculan
tanto al Estado como a la sociedad. Así, también las personas jurídicas de

41
Cfr. STC N.º 6730-2006-AA/TC
derecho privado, al elaborar sus Estatutos, y particularmente, al adoptar
decisiones que recaigan sobre sus asociados, están vinculados a la Norma
Fundamental.

– Independientemente de la causal de improcedencia prevista por el numeral 5.2º


del Código Procesal Constitucional creemos que, en supuestos como los aquí
planteados, el proceso de amparo es el mecanismo ideal para alcanzar la
reparación del derecho fundamental lesionado por un particular, en virtud del
artículo 200.2º de la Constitución.

– Del mismo modo, estimamos que nada impide someter a control de


constitucionalidad una norma (Estatuto) emitida por un sujeto privado
(Asociación o persona jurídica de derecho privado) si es que ésta afecta los
derechos fundamentales de sus asociados.

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