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Codependencia: ¿Amor o Necesidad?

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¿Puede el amor absorbernos de tal forma que se convierta en una adicción? Parece que hay personas que se enamoran
siempre de personas que necesitan ayuda, pero no para amarles sino para sentirse útiles y queridas. Pero estas
relaciones son problemáticas y se convierten en destructivas; cuando es así estamos ante el síndrome de la
codependencia.

Si la pareja no te importa no te implicas, si no te afecta de alguna manera no es una


relación armónica y madura, que es el ideal al que todos aspiramos.

Hay muchos tipos de codependencia, la más común es la de una pareja que unos de sus
miembros sufre una enfermedad o una adicción (alcoholismo, ludopatía, drogas...), el otro
dedica su vida a cuidarle y a ayudarle pero sin dejar que se cure completamente, ya que, lo
que da sentido a su vida es sentirse útil y necesitado.

Esto explica que hay personas que tienen un rasgo común en todas sus relaciones, siempre
se enamoran de alcohólicos, personas sin trabajo que hay que mantener, personas que
necesitan algún tipo de ayuda... Son personas que sienten la satisfacción y necesidad de
resolver la vida a su pareja, esto les hace sentir bien e importantes.

Hay otro tipo de personas egoístas y dominantes que no dejan crecer nada a su alrededor,
son ´vampíricas´, otras celosas que no toleran la presencia de nadie e incluso pueden
infringir malos tratos físicos o psíquicos a su pareja. A veces hay una violencia llena de
silencios y miedos.

Es un juego de poder, una lucha en que cada uno ejerce su forma de control del otro, asumiendo papeles de víctima o
de salvador. Los expertos coinciden en que quien esta inmerso en una relación de codependencia, nunca se da cuenta
de ello por sí mismo, corresponde a un tercero desde fuera la responsabilidad de hacerlo evidente.

Lógicamente si la relación es gratificante para ambas partes, si no hay dolor, si se afronta lo cotidiano de un modo
aceptable, no hay que hacer evidente los entresijos de por qué funciona la relación, solo hay que intervenir cuando la
relación hace daño a terceros, hijos, personas del entorno o uno de los miembros de la pareja.

La codependencia puede provocar también una serie de síntomas psicosomáticos inespecíficos, tales como dolores de
cabeza, desarreglos digestivos menstruales, insomnio, trastornos psicológicos o enfermedades como la depresión, la
obesidad, la bulimia...Los primeros síntomas de alarma serían no estar a gusto, no sentirse feliz, no querer llegar a
casa, no sentir deseo... Ante esto siempre cabe preguntarse a sí mismo que es lo que pasa.

El miedo al compromiso

El miedo a la intimidad, al compromiso, a la dependencia amorosa que hoy día se da con mucha frecuencia, es también
un tipo de relación dependiente. Hay muchas personas que cuando les surge el deseo, la atracción por alguien o se
enamoran, les surge automáticamente el miedo a la dependencia, al compromiso. Suelen darse estas situaciones en
personas con experiencias anteriores dolorosas y frustradas o en personas con padres separados.

Brenda Schaeffer asegura que la gran paradoja del amor dependiente es esta precisamente, desear imperiosamente
amar y ser amado: ´Miedo al rechazo, miedo al dolor, miedo de perder el control, miedo a la personalidad del otro y,
muy especialmente, miedo a conseguir la felicidad´.

Quien teme a la intimidad y al compromiso, inicia una relación que desea realmente pero que corta a medida que el
deseo toma forma. Así va iniciando relaciones que nunca se consolidan y entra en un ciclo que se va repitiendo. Si no
se sincera consigo mismo y no afronta cuáles son sus verdaderas necesidades y se arriesga al compromiso, difícilmente
encontrará lo que tanto desea y busca: Ser feliz.
Convivir en pareja... Un reto más
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El Exito

Llegar a conseguir una buena convivencia en el matrimonio no es fácil.


Requiere tiempo, esfuerzo y el ejercicio de muchas virtudes. Por ejemplo, el
afán constante por entender las razones de mi esposo o esposa.

Es muy importante aprender a ponerse en el lugar del otro. Yo no puedo


pretender que todos piensen igual que yo. Es natural que haya diversas
maneras de enfocar los problemas, diversas prioridades al momento de
decidir.

Si yo aprendo a respetar la opinión de mi pareja, aunque yo opine


exactamente lo contrario, habremos dado un gran paso hacia una buena
convivencia. Este respeto es consideración hacia las razones que el otro
pueda tener, es tolerancia, es dejar hablar.

Se puede estar en desacuerdo, sin que eso signifique una batalla. Por el contrario, si no admito razones y pienso que mi
opinión es la que debe prevalecer, vamos mal.

Debemos estar desprendidos de nuestra opinión. Saber ceder. No pasará nada. No exageremos.

La convivencia implica también saber estar junto al otro, no sólo externamente, sino internamente. Es tener en la
cabeza sus preocupaciones, es hacerme con sus problemas. Es entender sus quejas y tratar de cambiar. Siempre se
puede mejorar. Mi carácter no es inamovible.

Es posible, y muchas veces un deber, limar y pulir aspectos de mi personalidad que entorpecen el trato cotidiano:
reacciones fuertes de carácter, lenguaje vulgar, pérdida de autocontrol, tendencia a dramatizar, esquemas rígidos,
susceptibilidad exagerada ante hechos banales o ante opiniones contrarias, desconsideración de las aficiones del otro.

Examinarme y ver qué aspectos de mi forma de ser pueden ser objeto de lucha y rectificación.

Hacer la casa habitable, llenándola de amor y comprensión. Siempre hay muchos puntos a cuidar, que parecen
pequeños, pero que son la esencia de la convivencia: saber disculpar momentos malos, actuaciones desafortunadas,
poner buena cara, sonreír cuando algo me molesta, tener visión positiva de los acontecimientos, sentido del humor.

Otro factor clave en la convivencia es el espíritu de servicio. En la vida cotidiana de un matrimonio hay mil ocasiones
para hacer pequeños sacrificios por el otro: el programa de televisión al que renuncio, hacer esa gestión que no me
provoca, acompañarlo o acompañarla estando cansados, renunciar a esa afición que tanto me ilusionaba, visitar a sus
padres.

Todo con generosidad y con amabilidad. He allí otro punto de lucha: qué tan amable soy con mi esposo o esposa. Qué
detalles tengo con él o con ella. Puede ser un buen ejercicio contabilizarlos. Quizá nos topemos con sorpresas.

Un mar de paciencia. Esto es lo que aconsejaban los antiguos a los recién casados. No desesperar. La paciencia todo lo
alcanza.
Seducción y colores
Flavia T. Vit

En Plenitud
En la seducción lo visual juega un papel preponderante. Y los colores pueden incrementar o no la
seducción hacia el otro.

La percepción de los colores es un lenguaje sensorial comprensible para todos, es un


lenguaje sin palabras. Es una forma de lenguaje visual.

El color tiene una calidad vivencial y un significado concreto, válido en general para
todos.

El color es el lenguaje de los sentimientos, de los sentimientos visualizados. Los colores


tienen un papel destacado en la vida de las personas.

Los colores como los marrones, beiges, cremitas son formales y tradicionales, poco
estimulantes para la seducción.

Los tonos en la gama de los azules, producen una sensación de tranquilidad y de sutil sensibilidad ( sus símbolos, el
cielo, el mar, el universo ) se presta para la seducción reposada, tranquila y serena ( ej.: ropa interior color lavanda ).

Los colores más brillantes e intensos como rojos, amarillos, violetas son estimulantes para la seducción.

El amarillo, transmite una sensación de ligereza, libertad y cambio.

El rojo simboliza el fuego, lo caliente, las brasas, la pasión, provoca sensaciones estimulantes, actúa siempre
provocando excitación. El rojo usado por una mujer es provocativo ( ej.: labios rojos).

El violeta surge de la mezcla del rojo y el azul, permite que la fusión de los extremos ( pasión-serenidad ) genere
sensaciones óptimas de seducción y equilibrio.

En la seducción, el negro ocupa un lugar destacado. El negro es enigmático, sugiere los deseos más ocultos del
inconsciente, es lo profundo a diferencia del blanco que remite a lo puro, lo diáfano, lo no contaminado, lo inocente.

Ropa interior negra sugiere los deseos ocultos y velados tanto en varones y mujeres.

Serán luego, las fantasías de cada uno, sumado a su personalidad el toque que lo distinga en su forma de seducir y
erotizar al otro.

En nuestra sociedad occidental y cosmopolita, el erotismo y la seducción tienen distintos colores, en el hombre y la
mujer. Son los condicionamientos culturales y de la moda.

Las fantasías de cada uno darán el toque mágico en la forma de seducir y erotizar al otro.

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