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HIPERINFLACIÓN CON ALFONSÍN

EL PLAN AUSTRAL Y PRIMAVERA –


CRISIS ECONOMICA
La última década del siglo XX se vio precedida, en la Argentina, por años
atravesados por una crisis política y económica, que dejaría otro país,
con amplia fragmentación social, quizás una de las más duras de su
historia; un tiempo preliminar que iba anticipando un futuro quiebre
institucional, éste daría después del año 2000.

CRÓNICA DE LA ÉPOCA:
La inflación de 1984 ascenderá al 700%, pero las exportaciones aumentan a 8.500 millones de dólares
contra 5.000 millones de importaciones. La deuda externa, según revela el ministro de Economía,
Bernardo Grinspun, asciende a 45 mil millones de dólares. Durante la campaña electoral Alfonsín
defendió la necesidad de politizar la deuda, ya que las políticas de ajuste ortodoxo recomendadas por
los organismos internacionales debilitarían las nacientes de mocracias de la región, demasiado
vulnerables para soportar los efectos sociales de las medidas de austeridad. Alfonsín prometió pagar
sólo los compromisos legítimos de la cuantiosa deuda legada por la dictadura militar. El 12 de enero,
en la primera conferencia de prensa que ofreció al asumirel gobierno, Alfonsín volvió a repetir estos
conceptos y expresó su preocupación porel alza de lastasas de interés, que aumenta lo que la Argentina
debe pagar este año.
SE DISTRIBUYEN LAS CAJAS PAN ENTRE LOS MÁS NECESITADOS
Dos kilos de harina, leche en polvo, dos kilos de azúcar, dos litros de aceite, tres kilos de fideos, dos
kilos de arroz, un kilo y medio de comed beef, lentejas y porotos: éstos son los alimentos que contienen
las primeras 800 mil cajas que el Gobierno reparte entre los sectores carenciados, a través del Plan
Alimentario Nacional (PAN). El proyecto del PAN fue convertido en ley el 15 de marzo, después de
sufrir modificaciones en ambas cámaras legislativas.

El Plan Austral. La hiperinflación. Las elecciones de 1989.


El gobierno radical se esforzó por afianzar las normas de vida
democrática, por fomentar el pluralismo, la libertad de expresión, la
autonomía de las universidades y la independencia de los poderes del
Estado. En 1985, mediante un referéndum popular no vinculante, la
ciudadanía se pronunció por abrumadora mayoría en favor de un
acuerdo pacífico con Chile en el problema del Beagle.
Los argentinos también dieron la bienvenida a las leyes de divorcio y de
patria potestad compartida. En cambio, no mostraron interés por las
propuestas de reformar la Constitución y de trasladar la Capital Federal
al Sur del país. El primer proyecto, concebido con la idea de habilitar su
reelección, reflejó las intenciones de Raúl Alfonsín de fundar un «tercer
movimiento histórico».
Bernardo Grinspun, primer ministro de Economía de la gestión
alfonsinista, trató de reactivar la economía y de detener la inflación con
métodos ortodoxos. Con el propósito de ayudar a las familias más
pobres, se estableció el Programa Alimentario Nacional (PAN), que
funcionó hasta 1989. Las negociaciones con el Fondo Monetario
Internacional (FMI) por la obtención de créditos implicaron la aplicación
de un ajuste monetario intolerable.
En diciembre de 1984 el índice de precios aumentó el 20 por ciento; en
febrero de 1985 Juan Vital Sourrouille reemplazó a Grinspun y, en junio,
el nuevo ministro lanzó el Plan Austral. Este programa, entre otras
cosas, decidió el cambio de moneda, diseñó un
mecanismo desindexatorio y afirmó el compromiso de no volver a emitir
para financiar el déficit fiscal.

El Plan Austral contenía cinco puntos fundamentales:


1. El congelamiento de los precios, de las tarifas de los servicios públicos y
de los salarios al día 12 de
junio de 1985. En el caso de las tarifas de los servicios públicos, se
realizó un fuerte reajuste antes del congelamiento.
2. La reducción de las tasas de interés a niveles más bajos respecto de las
existentes en ese momento. Así, las tasas para depósitos se redujeron
del 28 % al 4 %, mientras que para los préstamos la reducción fue del
30 % al 6 %.
3. La implementación de una política monetaria y fiscal más severa y
restrictiva (mayor control del gasto público y de la circulación
monetaria).
4. La devaluación del peso en forma simultánea al incremento de las
retenciones a las exportaciones (es decir, el gobierno se apropió de las
ganancias de la devaluación). De este modo, el tipo de cambio fue fijado
a razón de 80 centavos de austral por dólar, y se procedió a su
congelamiento.
5. El cambio de la moneda: la eliminación de los anteriores pesos y su
reemplazo por el austral.
Uno de los problemas que provocó el cambio de la moneda era que
existían contratos firmados con anterioridad al lanzamiento del Plan, con
cláusulas de indexación automática fijadas sobre la base de las tasas de
inflación previas al congelamiento. Mantener esas cláusulas hubiera
implicado la transferencia de ingresos a favor de acreedores,
contratistas y locatarios, en tanto los deudores deberían seguir pagando
como si la inflación mantuviera el mismo ritmo.
Ante este problema se resolvió la creación de una nueva moneda:
el austral. De este modo, todos los pago? a término existentes por
contrato debían ser convenidos a la nueva moneda pero siguiendo una
regla de depreciación (denominada “desagio“) que iba reduciendo
progresivamente el valor del viejo peso en relación con el austral.
El Plan Austral funcionó durante el resto del año, pero las metas
acordadas con el FMI causaron serios desequilibrios en el presupuesto
sólo en lo concerniente al pago de los intereses de una deuda externa
abismal. Resultó imposible controlar el gasto de las provincias (la
mayoría en manos peronistas) y de las empresas públicas. La gestión
económica también se vio entorpecida por la oposición de los
oligopolios, los monopolios y el sindicalismo.
El Senado vetó una ley que buscaba democratizar el movimiento obrero
y liberarlo de su estructura corporativista. La CGT, que durante la
dictadura militar había estado dividida en dos ramas, se unificó bajo el
liderazgo de su secretario general, el dirigente cervecero Saúl Ubaldini,
y ejerció presión desestabilizadora a través de catorce paros generales y
otras tantas movilizaciones.
El mercado internacional no favoreció los ingresos del Tesoro, debido a
la brusca caída de los precios de granos y oleaginosas en 1986 y 1987.

A partir del 1987, el gobierno radical vio significativamente imitada su


capacidad de acción. A las sublevaciones militares de enero y diciembre
de 1988, que acentuaron la capacita: de presión de las Fuerzas
Armadas, se agregó el triunfo electoral justicialista de 1987 (que quitó
al radicalismo el control del Parlamento y de los gobiernos de varias
provincias inflación y la oposición de los sindicatos. En efecto, la cada
vez más aguda crisis económica fortaleció a los sindicalistas de la CGT,
que presionaron al gobierno con marchas y huelgas generales para
conseguir aumentos en los salarios, y llegaron incluso a reclamar la
renuncia del Presidente.
En agosto de 1988 se lanzó el llamado Plan Primavera que no trajo alivio
alguno. Una severa sequía veraniega restringió la alimentación eléctrica
en todo el país y, en consecuencia, afectó la actividad industrial y causó
malestar en la población.
El plan Primavera
En agosto de 1988, el plan Austral estaba agotado, por lo cual el
gobierno lanzó el plan Primavera. El nuevo plan económico impulsaba la
apertura de la economía y la privatización de empresas estatales, un
punto que fue duramente atacado por el justicialismo en ambas
Cámaras. El gobierno, en medio de la campaña electoral y limitado en
su acción política, pudo sostener la propuesta económica, Careció de
respaldo: tuvo la decidida oposición del sector rural y escaso apoyo de
los sectores industriales. En pocas semanas, el plan había fracasado. En
febrero de 1989, en medio de un clima de ebullición político y social, el
gobierno dispuso una devaluación de la moneda. Esta medida produjo
un alza de precios que se fue acelerando -hasta producir hiperinflación.
Los precios, que en enero se habían incrementado en un 9.: en mayo
treparon hasta el 80% y la cotización del dólar se octuplicó.
En febrero de 1989 el dólar subió un 25 por ciento y el mercado empezó
a descontrolarse. En medio de sucesivos feriados bancarios, la gente
corría a comprar billetes de la divisa norteamericana que, en marzo,
trepó a los 31 australes, con un índice de inflación del 17 por ciento.
A fin de mes, Juan Carlos Pugliese reemplazó a Sourrouille; a la semana
el dólar llegó a los cincuenta australes y más adelante –en el marco de un
mercado cambiario libre y único– aumentó a noventa. En un escenario de
remarcaciones de precios casi diarias y de desabastecimiento, la
inflación de abril fue del 33,4 por ciento.
Las elecciones presidenciales del 14 de mayo dieron la victoria al
binomio justicialista, Carlos Saúl Menem-Eduardo Duhalde, que obtuvo
el 49 por ciento de los sufragios. El candidato radical cordobés Eduardo
Angeloz ocupó el segundo lugar con el 37 por ciento, y la Unión del
Centro.
“Normales son considerados los sueldos de los seres humanos y el valor
de los alimentos en las vísperas de la estampida del dólar. El presidente
de la República cobra 890 dólares y cumple decorosamente su papel. El
jefe de Redacción del periódico vespertino La Razón, Jorge Azpitarte,
gana casi 4.000 dólares y se lo ve satisfecho. Sergio Frenkel, empleado
jerarquizado de Christian Dior, recibe 800 dólares, llena el tanque de su
Renault 12 modelo 79 y todavía cree en el país. Juan Leyrado, uno de
los mejores actores de la Argentina, actúa para mantener a su
numerosa familia y nada perturba su paz interior; se prepara para ser
admirado por su papel de Juan Tenorio en El Burlador de Sevilla.
El albañil Nicolás Laguna se lleva 150 dólares por quincena y con eso
alimenta a cuatro y se da el gusto de invitar al cine a su compañera. La
pintora Verónica Ferreyra acaba de perder su puesto de trabajo como
recepcionista, pero sus ahorros le permiten aislarse del mundo exterior
para pintar. El kilogramo de acelga cuesta 3 australes. La batata 6. La
lechuga 23. La papa 3,80. El tomate 9. La manzana 18. La docena de
huevos 14. El kilo de pollo 27. El de asado 24. El de paleta 30 y el de
lomo 32. La leche condensada Nestlé 23. Las Cerealitas de Gánale 6.
Las tabletas de aspirina Fecofar, 20. El té de boldo de Arceli 21,40. El
Cal-C-Vita, 20,88.

La inflación de enero apenas pasa el 8 %. La canasta familiar se calcula


en 10 mil australes. Al final de la tragedia del dólar, cuyo responsable
principal pero no exclusivo es el gobierno, nada ni nadie serán los
mismos.
La inflación de julio alcanzará el 196 %, para convertirse en la más alta
de toda la historia argentina. La canasta familiar se ubicará en 200 mil
australes, aunque millones de argentinos no ganarán ni la mitad.
Alfonsín cobrará 200 australes antes de renunciar anticipadamente y
después de admitir su incapacidad para tomar decisiones. Azpitarte
huirá despavorido de La Razón ya que la empresa no podrá garantizarle
el pago de 800 dólares. Frenkel se desesperará al recibir 200, rematará
su coche y emigrará a España. Leyrado venderá su casa, pasará algunos
días del invierno en la cama, tapado hasta la cabeza, atacado de
angustia frente a la realidad de un país angustiante. Laguna encontrará
una nueva ocupación: saqueador de supermercados. Ferreyra saldrá de
vez en cuando a comprar lo necesario para sobrevivir y regresará
cargada de impotencia y con la bolsa casi vacía.
El kilogramo de acelga costará 60 australes. La batata 150. La lechuga
200. La papa 199. El tomate 240. La manzana 220, La docena de
huevos 560. El pollo 580. El asado 820. La paleta 950 y el lomo 1.500
australes. La leche condensada Nestlé aumentará el 2.800 %. La
Cerealitas el 2.900 %. La aspirina será pagada 951 australes. El té de
boldo 876, Y el Cal-C-Vita, 960.”
Fuente Consultada: Luis Majul. ¿Por qué cayó Alfonsín? El nuevo terrorismo económico, Buenos Aires,

Sudamericana, 1990.

PARA SABER MAS…: Como ampliación del tema publicamos parte de una nota en El
Bicentenario Fasc. N° 10 período 1990-2010 a cargo de Guillermo Vittelli, economista e
historiador.
Las dos hiperinflaciones argentinas tienen raíces y objetivos diferentes aunque se entroncan con un
mismo entorno externo que acentúa los saltos en los precios: se formaron al tiempo que la
macroeconomía mundial se mueve con reducida liquidez, reticencias al otorgamiento de créditos, pisos
elevados en las tasas nominales de interés, reflujos de capitales y exigencias de pago de las deudas
externas contraídas en la década de 1970. Y esos rasgos no son ajenos a sus desenlaces.
La primera hiperinflación argentina se enlaza con los planes de ajuste lanzados en junio de 1985 y
agosto de este año, el Austral y Primavera, que procuraron captar recursos líquidos en moneda externa
posicionando las tasas internas de interés muy por encima de las externas en un contexto de estabilidad
del tipo de cambio. Así se procuró suplir las escasas divisas logradas a través del intercambio
comercial otorgando premios exorbitantes al ingreso de capitales especulativos. Pero esos rendimientos
no podían perdurar.
Además, desde el lanzamiento del plan de agosto último y hasta el estallido de la híper, la inflación
sumó 109,5 por ciento, mientras que la devaluación fue solamente del 23 por ciento. Cualquiera
pronosticaba allí una corrida contra la moneda local. Por eso, en estos meses comenzó el rápido
drenaje de las escasas divisas que se poseen, y se llegará a comienzos del año próximo con sólo 400
millones de dólares en las arcas locales: las grandes ventas de reservas acentuarán la percepción de
imposibilidades de pago de las altas rentas, desencadenando la inmediata ruptura inflacionaria del plan
iniciado en este año.
Durante esta coyuntura, similar a los quiebres de todo plan de ajuste anterior, la capacidad de la
autoridad económica para prevenir o minimizar las devaluaciones y las aceleraciones de precios es
extremadamente reducida. Así, este entorno carente de divisas y de alta puja distributiva confluye en un
saltade precios cercano al 200 por ciento mensual cuando la autoridad económica procura lograr
divisas externas y recursos para las arcas fiscales gestando alzas pautadas en los precios internos: se
estima que hacia julio del año próximo sextuplicará las tarifas públicas mientras se implantará una
devaluación de la moneda local cercana al 150 por ciento.
Esos aumentos acentuarán los incrementos de precios ya que los intentos por captar recursos desde el
cambio en los precios relativos ocurrirán al tiempo que la economía transitará aún el tramo
inflacionario de ruptura del plan de ajuste previo.
Una posible segunda hiperinñación podría encontrar a las autoridades económicas procurando,
deliberadamente, licuar activos monetarios internos. Esa sería la diferencia con la primera. Para
vehiculizarla, se podrían lanzar dos aceleraciones pautadas de precios, que serán contestadas por los
agentes económicos que rápidamente ajustarán sus precios a los que intente definir la autoridad
económica. Pero el objetivo de política económica se cumplirá al diluirse la deuda pública en moneda
local a niveles intrascendentes por el efecto de la inflación.
El encadenamiento de las dos hiperinflaciones señala que la evasiva de los mercados financieros
externos a otorgar créditos durante la presente década extenderá, hasta comienzos de la década
siguiente, el empleo de los planes de ajuste como instrumento de corto plazo para obtener fondos
líquidos en monedas externas. Pero su reiteración, aunado al aprendizaje de los agentes económicos,
motivará que sólo gesten saltos desequilibrantes en los precios internos. (Fuente: El Bicentenario Fasc.
N° 10 período 1990-2010 a cargo de Guillermo Vittelli, economista e historiador.)

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