Y los que pueden leer, no les interesa porque para vivir en la comodidad
no se necesita ser lector de libros, basta con salir en la tele o ser
gracioso, y ya eres un tipo famoso y popular. Aunque no siempre el
talento está divorciado de la estética. O alguien ha salido a buscar
afanosamente a un escritor, como se busca a un médico, a un albañil o a
un plomero, sin considerar a un mecánico o eléctrico. ¿Verdad que no?
Aunque algunos no saben que leer y publicar también son trabajos, unos
se llaman bibliófilos o bibliotecarios y para ser maestro de cualquier
nivel hay que leer, en Guerrero tenemos más de cien mil profesionales
de la educación, entre escuelas de educación básica, media superior,
superior y posgrado públicas y privadas.
Antes había yo topado con una maestra que nos pidió que leyéramos
unos libros, los devoré, pero eran novelas, pero lo hice para pasar una
materia, la maestra nos dio cinco títulos, pero nos iba a preguntar sólo
de uno, de tal manera que lo explicaríamos, pero tendríamos que leer
todos, porque la elección iba a ser a gustó de la maestra, me sorprendió
que ni siquiera la maestra había leído, me tocó leer uno de Benedetti, lo
expliqué sólo por el título, yo no lo había leído, supe que mi maestra
tampoco porque no me pidió mayor profundización y como éramos cinco
alumnos en mi grupo, a cada uno nos tocó diferente título. Por
honestidad intelectual, y por cuestiones de conciencia, porque había
pasado con diez la materia de literatura latinoamericana, él único libro
que sí había leído era “el llano en llamas” y cuando lo terminé pensé que
había sido una verdadera osadía, a todo el mundo le presumí mi lectura,
y hasta leía frente a los demás, sentía que eso me daba cierto privilegio,
lo intuía. Leí “crónica de una muerte anunciada”, “el bordo” y “la
mañana debe seguir gris”. A lo mejor sí leí el libro de Mario Benedetti ya
no me acuerdo, hace ya 23 años. Hace un año supe que mi maestra no
había concluido la primaria y nos daba clases de literatura
latinoamericana en la preparatoria. Cosas de la universidad-pueblo que
poco a poco descubrí.
Por esos mismos años, José me prestó “el lobo estepario” del místico
Herman Hesse.