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ESPECIALIZACIÓN EN PROBLEMÁTICAS DE LAS CIENCIAS SOCIALES Y SU ENSEÑANZA 

Historia de la Sociedad y la Cultura


 

Argentina Contemporánea

Clase 3: En torno al primer peronismo.

Presentación
Continuamos, estimados colegas, con esta clase que trata sobre un acontecimiento
que significó un punto de quiebre en el siglo XX argentino. Punto de quiebre
decimos, por enmarcar una experiencia colectiva de características particulares: el
17 de octubre de 1945. Como en las clases previas, el acontecimiento abarca
distintas entradas que permiten asomarnos a algunos aspectos de la década que va
de 1945 a 1955.

Acontecimiento

Del golpe del 43 al 17 de octubre

Apenas un repaso de algunas cuestiones que anteceden al surgimiento del


peronismo hacia 1945.

La primera es la participación del coronel Perón en el golpe de Estado del 4 de junio


de 1943. Otra, reponer que esta asonada militar, a diferencia de la de 1930, no
tuvo como parte constitutiva a la oposición política organizada. En 1943, la
participación fue exclusiva de los miembros de las fuerzas armadas que buscaron
hacerse cargo del control total del aparato estatal. Si aquella había sido contra un
gobierno validado por el voto masivo y popular, no era este el caso: el gobierno de
Castillo era efecto del fraude y la represión política. Eso, quizás, influyó en las altas
expectativas que –en sus comienzos– el golpe generó en no pocas franjas de la
población. Incluso en los partidos políticos opositores. El grupo de militares que
encabezó la sublevación tenía cierta cohesión interna y una coincidencia básica:
derrocar a Castillo y frenar la candidatura –fraude mediante– del candidato
conservador Patrón Costas, impulsado por el ex presidente. Es sabido también que
la acción ideológica de un grupo de oficiales de rangos medios y bajos (más tarde
conocido como GOU, Grupo de Oficiales Unidos) estuvo tras el golpe de Estado. Lo
integraban hombres de la fuerza que se pensaban como un equipo de
“profesionales y técnicos” capaces de encarar el proceso político abierto desde
mediados de 1943. En un mundo en guerra, las ideas sustentadas en la defensa
nacional y en la intervención del Estado en la vida económica se volvían rectoras.
Para el fortalecimiento del sector industrial la preeminencia de los Estados Unidos
en el mundo era un problema, pero menos peligroso para la jerarquía y la
oficialidad del Ejército que el fantasma que cobró cuerpo en algunos países: la
lucha de clases y la inminencia del antiguo fantasma del comunismo.

 
 

Desde octubre de 1943, el coronel Perón se hace cargo del Departamento de


Trabajo, pronto convertido en Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Su
estratégico planteo era que, en un contexto cercano a la posguerra, Argentina
enfrentaba dos conjuntos de problemas que requerirían una inminente solución. Por
un lado, los conflictos derivados de la relación entre capital y trabajo, consecuencia
del proceso de industrialización en marcha y, por el otro, la falta de legitimidad del
régimen político, siempre impugnado y por tanto débil para garantizar el orden
necesario para la defensa de la nación en el contexto de un mundo todavía
beligerante.

El acercamiento a los trabajadores se basó en un conjunto de medidas que dejaron


su marca profunda en la política argentina: convenios laborales pautados con
acuerdo entre sindicatos y empresarios, permiso oficial para el funcionamiento de
comisiones gremiales en empresas, establecimiento de tribunales para dirimir
cuestiones de trabajo; garantías en el cumplimiento de la duración de las jornadas
laborales, extensión del régimen de jubilaciones, sanción del estatuto de trabajo del
peón rural (léase: derechos para los trabajadores del campo y capacidad del Estado
para intervenir en las relaciones laborales del sector); vacaciones pagas, aguinaldo
y condiciones de estabilidad para los trabajadores.

Hacia 1945, el plan de Perón –describe el historiador Juan Carlos Torre– consistía
en fortalecer un fuerte liderazgo que asegurara la conciliación de clases y
permitiera desde el Estado un tránsito ordenado hacia una sociedad industrial de
masas. En la lógica del plan, las medidas tomadas por la Secretaría de Trabajo y
Previsión conjuraban el ascenso del comunismo. Y esto sucedía no solo porque se
atendían las demandas del mundo del trabajo siempre al borde del estallido, sino
también porque disciplinaban al capital, invitando a los empresarios a sacrificar una
pequeña parte de su omnímodo poder y así, conjuntamente, evitar la agudización
de la lucha de clases. Dice Torre:

Así concebido, el de Perón será un intento fracasado. A este respecto, señalemos,


en primer lugar, que su apertura laboral fue recibida, a poco de andar, con frialdad
y, después, con la hostilidad de las clases patronales. En verdad, las iniciativas del
secretario de Trabajo no fueron al encuentro de unos empresarios atemorizados por
una revolución social inminente. (...) En todo caso, la fuente de las preocupaciones
de los empresarios estaba, más bien, en la propia gestión de Perón que, en nombre
de la concordia, alentaba la movilización de las masas obreras y exasperaba las
tensiones sociales: no era necesaria demasiada sagacidad para advertir en ella la
tentativa de convertirse en árbitro de la paz social y de forzarlos a delegar en él
todo el poder político.(Torre, 1995: 11-12)

La amenaza concreta de los trabajadores movilizados atemorizó más a los


empresarios que el futuro e improbable éxito del comunismo en la Argentina. La
variopinta oposición política, desde conservadores a socialistas, veía que el
gobierno militar, que había contado con una facción adherente al fascismo en sus
inicios y luego parcialmente desplazada, tenía sus días contados.

 
 

Dos marchas en contrapunto

Dos masivas movilizaciones del período se contraponen. Comencemos por la


Marcha de la Constitución y la Libertad, del 19 de septiembre de 1945. Allí todo el
arco opositor al gobierno del general Farrell –aunque con la mira puesta en el
vicepresidente Perón, a la vez ministro de Guerra y secretario de Trabajo– se
manifestó en una concentración de alrededor de 200 mil personas; del Congreso
hasta la Recoleta: el centro de la ciudad de Buenos Aires.

Acto de la Unión Democrática frente al Congreso (Fuente: Educ.ar)

Todas las fuerzas políticas de la oposición (radicales, conservadores, demócratas


cristianos, demócratas progresistas, comunistas y socialistas), con apoyo de los
principales diarios y fuerte participación de los universitarios, se unían bajo una
misma consigna: abajo la dictadura –a la que consideraban una variante local del
fascismo–, gobierno a la Corte Suprema, llamado a elecciones (dado que suponían
ganarlas si lograban traducir ese ímpetu en un frente electoral).

Su impacto fue inmediato: el Gobierno repuso el estado de sitio, ordenó la


ocupación policial de las universidades y abrió el camino represivo. El descontento
social y la presión de algunos sectores internos del Gobierno provocaron la renuncia
de Perón. La victoria contra el régimen estaba al alcance de la mano.

¿Era un error esa creencia? Motivos para entusiasmarse no faltaban. Es interesante


leer el testimonio de un participante de aquella marcha que, de manera
retrospectiva, reconoce no haber sabido leer los signos que indicaban que la
historia podría tomar otro rumbo.

 
 

No voy a pretender entonces que, cuando al participar el 19 de septiembre en la


ceremonia en la que por centenares de miles juramos ante Reissig (quien como
secretario del Colegio Libre presidía el comité organizador de la Marcha), derramar
hasta la última gota de nuestra sangre en defensa de la Constitución y la libertad,
me pareció percibir que había algo de irreal en ella, estaba desplegando una
clarividencia que me había faltado sólo un rato antes, cuando había celebrado junto
con los demás participantes en el evento que la huelga decretada por la Unión
Tranviaria no hubiera alcanzado a empañar su brillo, sin advertir lo que tenía de
ominoso que esta vez el obstáculo superado no proviniera de la policía, sino de una
medida sindical que nada invitaba a concluir que hubiera sido impuesta desde
fuera” (Halperin Donghi, 2008: 154).

El historiador reconoce su equívoca lectura de aquella coyuntura. O mejor aún, la


imposibilidad de considerar todas las variables en juego cuando la historia está
ocurriendo. ¿Qué hecho no consideraba Halperin Donghi? Que el obstáculo que
debía vencer junto a sus compañeros para llegar a la marcha no era un retén
policial sino una medida de fuerza de los trabajadores organizados. A esa falta de
lucidez Halperin la llamará “ominosa”; es decir: siendo evidente el apoyo popular a
Perón será, no obstante, negado abstractamente por sus opositores.

Quizás por ello, cuando un mes más tarde la multitud irrumpe en el centro de la
capital, no es reconocida como sujeto político: será una murga, será una turba sin
nombre pero no un pueblo. Tampoco “auténtico proletariado”, aunque bien se sepa
la importancia decisiva que tuvieron los sindicatos nucleados en la CGT en el
reclamo de la libertad a Perón. Un día antes del 17 de octubre, se reúne el
Confederal de la central obrera para decidir una medida que, todos estiman, será el
llamado a un paro general.

“…si este cuerpo no resuelve la huelga general les puedo asegurar que será
impotente para contener la huelga que se producirá lo mismo por el estado emotivo
de los trabajadores. (…) El coronel Perón no sólo está en el corazón de los obreros
sino en el de todo el pueblo honrado” (Actas del Confederal de la CGT del 16 de
octubre de 1945)

¿Quiénes eran esos trabajadores movilizados que reclamaban el retorno de Perón?


¿De dónde procedían esos personajes exóticos en su presencia y en sus
manifestaciones? Al analizar los acontecimientos del 17 y 18 de octubre, el
historiador Daniel James dice:

Si bien (…) pusieron en evidencia que la clase obrera tenía conciencia de la


necesidad de defender sus intereses económicos y sociales, expresaron también un
cuestionamiento social más difuso a las formas aceptadas de la jerarquía social y a
los símbolos de la autoridad. Los sucesos de octubre representaron el
levantamiento durante un breve lapso del velo que oculta generalmente la esencia
de las relaciones sociales y culturales. En ese extraño interludio provocado por la
singular coyuntura de octubre de 1945, tales relaciones –y las luchas que ellas
implicaban– quedaron expuestas con mayor transparencia. (James, en Torre,
1995:128-129)

 
 

Para seguir profundizando en el modo en qué fue interpretado el vínculo entre los
trabajadores y Perón, los invitamos a leer: “Los trabajadores como sujetos
políticos. Notas sobre una vieja polémica”.

Imágenes

Contreras, humor gráfico y radial

Durante los años en que el peronismo fue gobierno hubo cambios en casi todos los
aspectos (sociales, culturales, políticos, educativos). Uno, poco abordado, es la
incorporación o resignificación de vocablos al léxico político local: justicialismo,
cegetista, descamisado, gorila, conductor, contrera, entre muchos otros. Apelar a la
etimología nos permitiría seguir su evolución diacrónica, pero nos abocaremos a
repasar uno de esos términos en relación con su contexto histórico. Es sabido que
con el paso del tiempo las palabras resplandecen o caducan y que los cambios y
transformaciones hacen mella en el habla cotidiana de una sociedad. La palabra en
cuestión es contrera. Oscar Conde arriesga una definición:

Opositor, contra (Por juego paranom. entre contra y el apellido Contreras,


probablemente a partir del personaje de una historieta que aparecía en la revista
Mundo Argentino en los primeros años de la década de 1950: Serapio Contreras,
aunque no tiene relación con el contenido de dicha historieta; en su origen designó
a los opositores al régimen peronista). (2004)

El personaje, creado por el autor de El conventillo de la paloma y dibujado por


Pedro Seguí, se destacaba por llevar la contra sobre hechos cotidianos, casi
banales, sin relación con la política. Otro origen del término encuentra Bonifacio del
Carril al analizar el estilo de Perón y las formas oratorias que le permitían
identificarse con las masas.

Una de las prácticas que definía al mandatario, sostiene, era apelar a un “recurso
dialéctico primario: inventaba la existencia de un adversario o una idea contraria
para tener a quien atacar y refutar como base de la argumentación que
desarrollaba. Utilizó con este fin la figura del oligarca y después, la del contrera,
palabra que inventó y define claramente esta peculiaridad” (del Carril, 2005: 20).
No es llamativo que así haya sido: la política, más aún si busca el sesgo de las
masas, constituye un contrincante con el cual poder diferenciarse. En una
publicación oficial, el poeta y escritor Carlos Abregú Virreira analiza cómo Perón
retoma la voz popular de giros, frases proverbiales, refranes en su lenguaje verbal.
Uno de los ejemplos que da, precisamente, es la palabra contra. Por ejemplo,
cuando dice: “Es un proceso que debe cumplirse. Observen ustedes que cuando me
hice cargo del gobierno, toda la administración era contra” (Abregú Virreira,
1952:191).

 
 

Viñeta de Medrano publicada en la Viñeta de Medrano publicada en la


revista PBT revista PBT

La figura del contrera tendría una clara representación gráfica en las láminas a
color realizadas por el ilustrador Luis Medrano durante 1951 y 1952 para la
revista PBT.

Formado como autodidacta en el mundo de la publicidad, Medrano desarrolló en el


diario de La Nación desde la década del ‘40 dibujos costumbristas y humorísticos
que él mismo bautizó como “grafodramas” y que cosecharon gran éxito entre los
lectores. Por otro lado, entre 1946 y 1947, Medrano fue convocado para realizar
algunos de los célebres almanaques de la firma Alpargatas, en los que aparecen
cuidadosamente representados desde el viaje de los migrantes a la gran ciudad
hasta el mundo del tango, pasando por el fútbol, el café o las vacaciones populares
en Mar del Plata. En gran parte, la observación cotidiana y la técnica usada en esas
láminas se replicarían en los dibujos sobre el “contrera” antiperonista. En estos
dibujos la composición temática es siempre similar: un hombre de elegante traje,
sombrero y guantes, casi siempre con los ojos casi cerrados o apenas
entreabiertos, pasa un tanto altivo al lado de alguna manifestación de las obras
peronistas. Solitario y yendo siempre en dirección contraria, el contrera baja la
escalera mecánica cuando una multitud se dirige hacia la Plaza de Mayo, se retira
solo de la sala cuando aparece una imagen de Perón en un cine repleto o camina
por la vereda de enfrente cuando pasa por un hospital-escuela en construcción bajo
el cartel “Perón cumple” que capta la curiosidad de todos los demás transeúntes.
Esta altivez del “bacán” o “señor bien” está caricaturizada en un tono amable, “casi
sobreactuada”, dice Tomás Sanz en un prefacio sobre su obra. También los
simpatizantes peronistas están representados sin ningún recurso gráfico que
parezca ridiculizarlos o adjetivarlos (como aparecerá en otras caricaturas de la
época y que veremos a continuación).

De esta manera, la galería del “contrera” de Medrano goza de cierta ambivalencia


ideológica, pasible de ser disfrutada por peronistas y anti-peronistas. (En línea con
esto, debe señalarse que el dibujante trabajó durante más de treinta años para el
diario La Nación pero también publicó en el mensuario Argentina, de sesgo
oficialista).

 
 

Lejos de la sutileza descriptiva de Medrano y


con una clara inscripción ideológica en los
tópicos más repetidos del socialismo, otro
dibujante representaría el clivaje peronismo-
antiperonismo. Nos referimos a José Antonio
Ginzo, más conocido como Tristán. “El XXXVI
Congreso Nacional del Partido Socialista
resuelve tributar un caluroso voto de aplauso
a Tristán, el eficaz artista que ha sabido
traducir con habilidad inigualable a través de
las caricaturas aparecidas en La Vanguardia la
esencia de la realidad política que vivimos.”
En 1948 el Partido Socialista festejaba así sus
viñetas en blanco y negro. Al verlas parece ser
cierto que funcionaron como
una traducción bastante literal del
antiperonismo de ese partido. “Aspiro a que
estas caricaturas antidictatoriales –
antirrosistas, antifranquistas y antiperonistas–
provoquen algo más que una sonrisa. Ojalá Epígrafe: Caricatura realizada por
provoquen algunas reflexiones. Porque son Tristán para La Vanguardia (1948)
éstas, caricaturas terriblemente serias. Como
que vienen de la entraña misma del drama de un pueblo crédulo, sufrido y
generoso”, decía el propio Tristán en el prólogo de la compilación de sus caricaturas
aparecida en diciembre de 1955. A diferencia de Medrano, los dibujos de Tristán
“subrayan”, “explican”, “señalan”, “adjetivan”, “denuncian” el fenómeno peronista.
Así, aparece una Evita que es reina, un Perón que es un César romano rodeado de
esvásticas y a menudo espejado en la figura de Rosas, Gobierno del que sería
continuación (en una ilustración se llega a preguntar: “Pero… ¿se dio realmente la
batalla de Caseros?”), un pueblo trabajador con orejas de burro y que no sabe
escribir porque prefiere las alpargatas (“¡biba Rosas!”); seguidores con la cabeza
hueca que son representados como verdaderos autómatas que caen en la trampa
del “régimen”… Una galería de arquetipos que, sin duda, ilustró la interpretación
que el socialismo hizo del peronismo por aquellos años.

 
 

Caricatura realizada por Tristán para La Vanguardia (1948)

La figura del contrera fue retomada también en la radio. En junio de 1951, Enrique
Santos Discépolo fue invitado a sumarse a un micro radial titulado “Pienso y digo lo
que pienso”, en el que distintos actores mostraban su adhesión al gobierno. Tras
dudarlo, Discépolo aceptó a condición de escribir sus propios libretos. El 11 de julio
de 1951, en el marco de la campaña por la reelección presidencial, Discépolo inicia
su micro radial donde compone a Mordisquito, el interlocutor sin voz de sus
alocuciones: un personaje que representaba al opositor sistemático, reflejo de un
pasado histórico.

Les proponemos ingresar a este link y mirar el Programa de Canal


Encuentro Soy del pueblo, especialmente desde el minuto 25:52 al minuto
27:06. Se trata de la voz de Mordisquito en el programa radial Pienso y digo lo
que pienso.

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=118209

 
 

Discépolo fue hostigado por ciertos sectores de la sociedad con amenazas, insultos
y desprecios. Lo hostigan en los lugares públicos y, hasta Ricardo Balbín –candidato
presidencial de la UCR– lo agrede en un discurso. Discépolo le contesta el día
siguiente con su famoso monólogo “...yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón”. El
peronismo triunfó en las elecciones y su líder valoró el trabajo del artista:
“Ganamos gracias al voto femenino y a Mordisquito”. (Discépolo, 2009: 99)

Ideas y escritos

En busca del fundamento metafísico: el Congreso de Filosofía de 1949 y


La comunidad organizada

El Primer Congreso Nacional de Filosofía, realizado del 30 de marzo al 9 de abril de


1949 en Mendoza, se inscribe en la enorme disputa material y simbólica por los
sentidos de la vida en común que tiene lugar en esos primeros años del peronismo.
El Congreso fue importante por dos razones: por un lado, contó con la presencia de
las más importantes figuras del pensamiento nacional e internacional del momento;
por otro lado, entre los discursos hubo uno que estuvo a cargo de Perón: una larga
intervención filosófico-política que luego se conoció y difundió bajo el nombre de La
comunidad organizada.

Entre las ponencias nacionales es necesario destacar los trabajos de dos grandes
filósofos argentinos. Nos referimos a Carlos Astrada y Luis Juan Guerrero. Si los
mencionamos es porque no solo han sido dos de nuestros mayores filósofos sino
porque fueron muy importantes en la organización de un Congreso que
primariamente estuvo pensado para moverse con el apoyo oficial en las tranquilas
aguas del neoescolasticismo y que, a partir de sus intervenciones, tomó otra
dirección.

La tarea de Carlos Astrada constituyó, en cierto modo, una de las apuestas más
importantes del período para hacer efectiva otra configuración del campo intelectual
nacional. Se encargó de invitar a los más destacados filósofos europeos, casi todos
ellos formados en el ambiente cultural de la fenomenología y el existencialismo y,
además, de desplegar una severa crítica contra el tomismo local, muy influyente
por entonces en las instituciones educativas de nuestro país. En ese sentido
evidenció que en nuestro país había filósofos formados que, lejos de ahogarse en el
sagrado éxtasis del fervor religioso, podían discutir al nivel de los últimos avatares
de la filosofía europea.

Sin embargo, Astrada no tuvo tanto éxito con el aporte de sus ideas a la
fundamentación filosófica del peronismo. A pesar de su adhesión a las políticas del
gobierno en curso, en esta “batalla intelectual” su versión del existencialismo
heideggeriano no podrá definir las líneas maestras del texto fundacional de la
filosofía peronista. Fue muy difícil para Astrada influir lo suficiente en el discurso de
clausura del Congreso, cuyo ecléctico contenido fue advertido por los más diversos
intérpretes.

 
 

Perón inicia esa conferencia con las siguientes palabras:

Alejandro, el más grande general, tuvo por maestro a Aristóteles. Siempre he


pensado entonces que mi oficio tenía algo que ver con la filosofía. El destino me ha
convertido en hombre público. (…) Nuestra acción de gobierno no representa un
partido político, sino un gran movimiento nacional con una doctrina propia, nueva
en el campo político mundial. He querido entonces ofrecerles a los señores que nos
honran con su visita, una idea sintética de base filosófica, sobre lo que representa
sociológicamente nuestra tercera posición. (Perón, 1949)

El presidente argentino se ubica a sí mismo no como filósofo puro sino como


pensador práctico que entiende que está realizando una novedad en el campo
político mundial. ¿Qué es lo nuevo que tiene el justicialismo para ofrecer al mundo?
Su tercera posición: entre los imperialismos capitalista y socialista triunfantes hay
una perspectiva política que realiza de otro modo las relaciones entre individuos,
Estado y comunidad. Es preciso exponer entonces los fundamentos que sostienen
esa pretendida y compleja relación.

Los primeros apartados del discurso de Perón están dedicados a efectuar


un diagnóstico: se vive el tiempo de una crisis civilizatoria que tiene su origen en la
distancia existente entre el progreso técnico y el moral. A partir de este diagnóstico
general, la conferencia especifica aún más los males a superar pero también
propone algunas orientaciones. Al egoísmo material y al individualismo incontrolado
es preciso oponer individuos virtuosos, pero para ello es preciso realizar la máxima
de la educación moral sobre la que alertaba Rousseau, solo realizable si se
repiensan las relaciones entre los individuos, la comunidad y el Estado.

Es aquí donde comienza la tercera y decisiva parte de la Conferencia que pone de


relieve la propuesta filosófica del justicialismo. Lo que intenta llevar a cabo esta
fuerza política, dice Perón, es un programa que ni el capitalismo liberal, ni el
comunismo de Estado están en condiciones de proponer y efectuar. Mientras
el capitalismo fracasa al pensar las relaciones antes mentadas -en tanto promueve
un individualismo amoral regido por un materialismo utilitarista y hedonista que
profundiza el abismo entre progreso material y moral- el comunismo le ha dado tal
importancia a lo colectivo que ha “insectificado” a los individuos y ha transformado
al Estado en una máquina que sobredetermina negativamente las relaciones
comunitarias.

¿Y qué sucede con el clima existencialista de la época, clima del que formaba parte
el propio Carlos Astrada? De la lectura se desprende que tiene poco lugar en este
“mundo peronista” y que no representa para Perón más que el síntoma nihilista de
una impotencia individual que renuncia a toda transformación colectiva de la vida
en común. Solo la tercera posición justicialista ofrece una vía de salida a los males
de la posguerra.

Pero ¿qué Nación imagina la utopía justicialista? Se trata de un nosotros nuevo, de


una composición virtuosa entre individuos que trabajan y producen y un Estado que
está al servicio del trabajo y la producción con un sentido normativo claro:
organizar la experiencia de lo común a partir de la composición de un nosotros que
se singulariza en cada yo trabajador. Un Estado-nación benefactor que se ponga al
servicio de los anhelos individuales y colectivos. ¿Cómo ser algo más que una
fuerza política lanzada a las calles? ¿Cómo perdurar más allá de leyes sociales

 
 

consagradas constitucionalmente? ¿Cómo vencer, pues, al tiempo? Que lo haya


logrado es materia por lo demás opinable.

Los muchachos peronistas

El historiador inglés –ya citado– Daniel James reutilizó el término “iconoclasia”,


propio de la antropología, para hacer una lúcida interpretación de las bases de
legitimación del nuevo movimiento político encabezado por el entonces coronel
Perón. Para James, el rasgo distintivo de las jornadas de octubre en distintas
ciudades del país fue la manifestación de desaprobación hacia los símbolos
evidentes de una “desigual distribución del poder cultural”: la universidad, el Jockey
Club, algunos comercios de mercancías inalcanzables fueron, entre otros, blancos
de ataque y ridiculización. El peronismo se legitimaba como movimiento de masas
al desconocer, esas mismas masas, la autoridad de una cultura que fijaba un canon
sensible que las negaba como sujetos políticos. Con el peronismo hay una
afirmación de los cuerpos hasta entonces excluidos de un orden que no les permitía
afirmarse más que de un modo esperable, ajustado a las normas de lo que debería
ser el comportamiento colectivo. Como se afirmó más arriba, el “pueblo” es, en
palabras del diario La Nación, el que asistió a la “Marcha de la Constitución y de la
Libertad”. En cambio, la “multitud” movilizada el 17 de octubre será “murga”,
según el órgano del Partido Comunista, Orientación, o “turba histérica”, según la
escritora Silvina Ocampo.

Quizás sea arriesgado decirlo pero el 17 de octubre no solo es la fecha fundacional


de un nuevo movimiento político sino el bautismo de fuego del sujeto que lo
soporta: “los muchachos peronistas”. Si hasta la canción emblema del movimiento,
estrenada en su versión oficial el 17 de octubre de 1949, amén de ser un panegírico
de ritmo carnavalero, los eternizó en su primer verso y en la voz inconfundible de
Hugo del Carril.

La historia de la Marcha es terreno cenagoso y forma parte de los mitos del


peronismo. De una larga secuencia de adaptaciones de una murga, precisamente,
proviene su letra y su música. Algunos datos son plausibles. Las diferentes
investigaciones sobre el tema (Cabrera-Nudler y Llistosella) no concuerdan, por lo
que todo lo que podamos decir sobre el origen de la Marcha es provisorio.

Su música parece provenir de una marcha del club Barracas Juniors compuesta por
un músico autodidacta llamado Juan Streiff en 1931. La letra de la canción, que
identificaba a la institución deportiva, fue escrita por un tal Juan Mufarrich y, en sus
primeros versos, decía: “Vengan muchachos, y unidos, / todos juntos cantaremos /
y al mismo tiempo daremos / un hurra de corazón”.

Otra hipótesis sostiene que el bandoneonista llamado Vicente Coppola había ya


compuesto una murga con esa misma música en 1928 para la comparsa “El
Rosedal”, también del barrio de Barracas. Según testimonios fotográficos, Streiff y
Coppola compartieron la línea de bandoneones de la “Agrupación Recreativa El
Rosedal”. Así, si bien es cierto que Streiff figura como autor de la música de la
marcha de Barracas Juniors, es probable, también, que esa música ya la hubiera
escuchado antes en algún lado y, entonces, le fuera familiar. Coppola, como autor
de la música de “Los muchachos peronistas”, parece ser lo más cercano a la
verdad. Pero entre tantas confusiones llegó a atribuírsele a Rodolfo Sciamarella,

 
 

autor de tangos exitosos y de la marcha “Por cuatro días locos”, y a los hermanos
Lomuto, compositores muy próximos a los militares del ‘43. Mientras tanto, la letra
de aquel himno deportivo compuesta por Mufarri en 1931 tendrá una serie de
adaptaciones, todas ellas carnavalescas o para repertorio popular, hasta que,
finalmente, en 1948 se transformará gracias a la pluma de Rafael Lauría en la
marcha de la Federación Gráfica Bonaerense, estrenándose públicamente el 2 de
mayo de 1948 en el Teatro Colón en homenaje a Eva Perón.

Los gráficos peronistas (1948)

Los gráficos peronistas / todos unidos triunfaremos / y al mismo tiempo daremos


/ un hurra de corazón / ¡viva Perón! ¡Viva Perón!
Por ese gran argentino / que se supo conquistar / a la gran masa del pueblo /
combatiendo al capital / Perón, Perón, qué grande sos / mi general, cuánto valés. /
Perón, Perón, que grande sos, / sos el primer trabajador.

Se dirá que la labor de adaptación entre una marcha y la otra no ha sido de una
gran elaboración. Pero, al menos, Lauría incorporó una estrofa que contiene el
enigmático verso “combatiendo al capital”. Menos sutil quizás haya sido la
adaptación del controversial ministro de Educación de Perón, el médico Oscar
Ivanissevich, registrado como autor –finalmente– de la famosa Marcha.

A modo de cierre
En esta clase nos propusimos pensar algunos objetos e ideas alrededor del primer
peronismo, conscientes de que se trata de un fenómeno histórico de enorme
significado y, por eso, imposible de agotar o desarrollar en tan poco espacio.
Hemos optado, entonces, por ingresar a la cuestión a través de elementos quizás
menos desarrollados o menos conocidos, como excusa para estimular indagaciones
más profundas o más extensas. Así, hicimos hincapié en el arco que va del Golpe
de 1943 a un acontecimiento fundador como el 17 de octubre, pero recuperando en
el camino otra manifestación, no siempre mencionada, como la Marcha de la
Constitución y de la Libertad realizada unas semanas antes. Indagamos también en
las formas que el humor gráfico y radial procesó los años peronistas y el modo en
que trabajó sobre sus significantes centrales, y en la historia de la “Marcha
peronista” (tema central pero no único de la banda de sonido de aquella época).
Por otro lado, dedicamos también un espacio a desarrollar algunas ideas en torno a
la relación (tensa) entre pensamiento filosófico y peronismo, encarnada sobre todo
en la figura de Carlos Astrada y en el discurso pronunciado por Perón en el cierre
del Congreso de Filosofía de 1949.

Para ampliar la información de la clase les proponemos la lectura de estos archivos:

• Ciclo de enseñanza de las Ciencias Sociales, “Los trabajadores como sujetos


políticos. Notas sobre una vieja polémica”, Instituto Nacional de Formación
Docente, 2014.

 
 

• Ciclo de enseñanza de las Ciencias Sociales, “«Vivimos como reyes»: la


Fundación Eva Perón”, Instituto Nacional de Formación Docente, 2014.

• Pablo Pineau, “De zoológicos y carnavales: las interpretaciones sobre la


Universidad Obrera Nacional”, en Héctor Rubén Cucuzza (dir.), Estudios de
historia de la educación durante el primer peronismo, Los libros del Riel,
Buenos Aires, 1997.

Foro
Los invitamos a participar del Foro “En torno al Peronismo” a partir de la
siguiente consigna:

Luego de leer la clase les proponemos que elijan un tema (o una imagen, o un
concepto, o una cita) que remita al primer peronismo con el objeto de compartir
con los colegas de qué modos lo transmitirían a sus estudiantes desde su campo de
saber específico. Hecha la elección les proponemos que compartan brevemente
cómo presentarían el tema en cuestión (o la imagen, el concepto, la cita), qué
materiales utilizarían, qué actividades, preguntas, recursos, o, de otro modo, qué
secuencia de trabajo en el aula propondrían, etc.

Bibliografía citada en la clase

• Aniceto Alpuy, N., Álvarez, B., Arpesella, A.,Andreotti F., Blanco, F.,
Bustamante, R., Carballido, D., Caprara, J., Conditi, C., D´Alesio, N., Ferrari,
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Cómo citar este texto:

Instituto Nacional de Formación Docente. “Clase 3: En torno al primer peronismo.


Historia de la Sociedad y la Cultura Argentina Contemporánea. Especialización en
Problemáticas de las Ciencias Sociales y su Enseñanza Buenos Aires: Ministerio de
Educación y Deportes de la Nación.

 
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