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LA DIFERENCIA DE LITERATURA E IDENTIDAD

Que se refiere a la palabra, o se sirve de ella») y, por lo tanto, abarca tanto textos
escritos (literatura escrita) como hablados o cantados (literatura oral). En un
sentido más restringido y 'neotradicional' (ya que las primeras obras literarias
fueron compuestas para ser cantadas y/o recitadas), es la escritura que posee
mérito artístico y que privilegia la literariedad, en oposición al lenguaje ordinario de
intención menos estética y más práctica. El término literatura designa también al
conjunto de producciones literarias de una lengua, de una nación, de una época o
incluso de un género (la literatura griega, la literatura del siglo XVIII, la literatura
fantástica, etc.) y al conjunto de obras que versan sobre un arte o una ciencia
(literatura médica, jurídica, etc.). Es estudiada por la teoría literaria. La identidad
es el conjunto de los rasgos propios de un individuo o de una comunidad. Estos
rasgos caracterizan al sujeto o a la colectividad frente a los demás. Por ejemplo:
“El mate forma parte de la identidad rioplatense”, “Una persona tiene derecho a
conocer su pasado para defender su identidad” La identidad también es la
conciencia que una persona tiene respecto de sí misma y que la convierte en
alguien distinto a los demás. Aunque muchos de los rasgos que forman la
identidad son hereditarios o innatos, el entorno ejerce una gran influencia en la
conformación de la especificidad de cada sujeto; por esta razón tienen validez
expresiones tales como “estoy buscando mi propia identidad” En este sentido, la
idea de identidad se asociada con algo propio, una realidad interior que puede
quedar oculta tras actitudes o comportamientos que, en realidad, no tienen
relación con la persona: “Sentí que había perdido mi identidad; comencé a aceptar
trabajos que no me gustaban y con los que no tenía nada en común”.

El concepto de identidad sexual hace referencia a la visión que cada persona tiene
de su propia sexualidad, lo cual resulta determinante a la hora de relacionarse con
el resto de la sociedad. La noción vincula la dimensión biológica del ser humano
con el aspecto cultural y la libertad de elección.

La identidad pertenece al grupo de conceptos que suelen generar controversia


cuando se mezclan con la religión o la política, dado que puede entenderse de dos
formas muy definidas y opuestas, una relacionada con la libertad y la autenticidad,
y la otra, con la asunción de un rol social determinado por los mayores. La primera
hace alusión a esa búsqueda que se menciona en párrafos anteriores, y parte de
aceptar que la identidad se forma, se moldea, se enriquece.

O sea que si la literatura produce identidad, tal producción acontece por lo menos
de dos maneras: a través de la elaboración de mundos de ficción orientados a
reafirmar una supuesta esencialidad cultural, presumiblemente identificatoria del
ser, defendible en su singularidad, imaginada como una continuidad sustentadora
de diferencia, estable en el tiempo. Esto es particularmente visible en literaturas
militantes, que se instalan en supuestos lugares "esenciales" de la cultura y los
promueven a veces apelando a populismos nacionalistas, a la exacerbación de
sentimientos de identidad que contribuyen a fortalecer actitudes de adhesión a lo
propio de manera tal que lo propio aparece como una realidad sin fisuras, que
merece ser preservada en su pureza, blindada ante el ataque cultural-político del
otro, o, incluso, que merece ser expandida para copar otredades presuntamente
inaceptables. Toda literatura que pone en el centro de su sistema representacional
la escenificación de conflictos culturales con/contra el otro, termina asumiendo
actitudes militantes que tienden a la hipertrofia de los propio, aunque no
necesariamente se termine sosteniendo posiciones de intolerancia manifiesta.

Pero -como ya se ha sugerido- la literatura no produce identidad sólo por la vía de


reafirmar lo identitariamente dado. Lo hace también a través de la
problematización de la realidad referida y de las estrategias retóricas
constituyentes de los discursos con que se formula y comunica un cierto sector de
realidad cultural a través del texto, lo que podríamos llamar el referente de la obra
literaria. El texto se convierte, así, en una máquina productora de efectos de
extrañeza cuyas consecuencias, en el terreno de la relación literatura-identidad, se
hacen visibles en el hecho de que entonces la literatura promueve la dimensión
"procesual" de la identidad; vale decir, la literatura ofrece experiencias de realidad
que conducen a repensar, reimaginar, reconfigurar lo propio a través de la
visibilización de sus fisuras, vacíos, carencias, incluyendo, sobre todo, los vacíos,
carencias y deseos de los discursos que hablan de lo propio (como el de la misma
literatura). Esto porque los discursos que hablan de lo propio son en sí mismos
patrimonios de significados que definen y constituyen, en este caso de manera no
gratificante, lo propio (o al menos una parte no despreciable de lo propio).
LITERATURA ROMANTICISMO

La literatura del Romanticismo fue un movimiento literario que se inició a fines


del siglo XVIII (ca. 1770) en Alemania, que se dispersó y cultivó por toda Europa
hasta fines del siglo XIX y que continúa ejerciendo su influencia hasta la
actualidad. Este movimiento se opuso al expansivo capitalismo industrial y al
racionalismo ilustrado. Entre sus características principales se encuentran la
constante presencia de temas preindustriales como la naturaleza, los mitos
grecolatinos y medievales. También se caracterizaba por la búsqueda constante
de la originalidad como una forma de contraponerse a la profesionalización del
artista y de la conversión de la obra de arte en una mercancía, dado que los
escritores profesionales se servían de técnicas de escrituras genéricas, efectivas
en el mercado. También se caracterizaba por concebir al artista como un
intermediario entre lo trascendental y lo inmanente; el artista sólo escribía por la
inspiración, también como una forma de oponerse al profesionalismo en la
escritura.

Entre los autores románticos más destacados se encuentran Johann Wolfgang


von Goethe, Friedrich Schiller, Friedrich Gottlieb Klopstock, Percy Bysshe
Shelley, John Keats, William Wordsworth y Edgar Allan Poe.

El Romanticismo alemán no fue un movimiento unitario. Por ello se habla en las


historias literarias de varias fases del Romanticismo. Una etapa fundamental
fueron los años noventa del siglo XVIII (Primer Romanticismo), pero las últimas
manifestaciones alcanzan hasta la mitad del siglo XIX.

Una gran importancia en su nacimiento tuvieron dos movimientos, uno espiritual,


el Pietismo, que se desarrolló mucho en Alemania durante la segunda mitad del
siglo XVIII y el primer tercio del XIX y procuraba renovar la religión protestante
volviendo a la religiosidad individual e íntima frente a los aspectos más formalistas
y teológicos del culto, para hacer la religión cada vez más un asunto del corazón y
de la vida y no sólo de la inteligencia, y otro de orden estético y anticlásico,
el Sturm und Drang.

Los filósofos dominantes del romanticismo alemán fueron Johann Georg


Hamann y Johann Gottfried Herder y, sobre todo, Johann Gottlieb Fichte, con su
insistencia en la lucha del yo contra el no-yo, creador del nacionalismo alemán y
defensor del iusnaturalismo. Junto con Friedrich Wilhelm Joseph Schelling crearán
una corriente fundamental del pensamiento del siglo XIX, el Idealismo alemán, que
culminará en Hegel.

En primer lugar, el Prerromanticismo reaccionó contra la Aufklärung o ilustración


alemana con autores como Albrecht von Haller y su poema Los Alpes, seguido por
la admiración de lo infinito y lo insignificante en el paisaje de Klopstock y el
apasionado y suicida poeta Heinrich von Kleist (1777-1811).

Después vinieron autores más importantes, la llamada primera generación


romántica (Frühromantik). Son Goethe, autor de la obra maestra de esta estética
en literatura, las dos versiones del drama Fausto, el dramaturgo Friedrich Schiller,
los poetas Friedrich Hölderlin, Novalis y Karoline von Günderrode, así como los
ensayistas Ludwig Tieck, hermanos August y Friedrich von Schlegel, Clemens
Brentano y Achim von Arnim.

En la segunda etapa (jüngere Romantik) destacan los hermanos Grimm, Jakob y


Wilhelm, importantes filólogos y compiladores de tradiciones y cuentos populares,
muchos de ellos de hadas; E. T. A. Hoffmann, creador de relatos fantásticos, y, en
el teatro, Georg Büchner fraguará dos tragedias maestras: La muerte de
Dantón (1835) y Woyzeck. Otras figuras importantes son Adelbert von
Chamisso (1781-1838), autor de La maravillosa historia de Peter Schlemnihl,
también sobre el mito de Fausto, y Joseph von Eichendorff, autor de una novela
picaresca, Aus dem Leben eines Taugenichts ("De la vida de un tunante", 1826).
El poeta más importante es Heinrich Heine, autor de un Romancero y un Libro de
cantares.

Romanticismo francés

El Romanticismo francés tuvo su manifiesto en Alemania (1813), de Madame de


Staël, aunque el gran precursor en el siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau,
autor de Confesiones, Ensoñaciones de un paseante solitario, el Emilio, Julia, o La
nueva Eloísa y El contrato social, entre otras obras.

En el siglo XIX sobresalieron François-René de Chateaubriand, Víctor


Hugo, Charles Nodier, Alphonse de Lamartine, Alfred Victor de Vigny, Alfred de
Musset, Gérard de Nerval, George Sand, Alexandre Dumas
(tanto hijo como padre), entre otros; son los mayores representantes de esta
estética literaria.

Junto a estos autores, cabe reseñar el resurgimiento de literaturas en lenguas no


oficiales como la provenzal, en la que escribe el grupo Félibrige, acaudillado por el
gran poeta Federico Mistral y que pretende restaurar la antigua poesía
trovadoresca medieval. Entre sus obras cabe destacar la Mireya de Mistral.

Romanticismo inglés

El Romanticismo comenzó en Inglaterra casi al mismo tiempo que en Alemania; en


el siglo XVIII ya habían dejado sentir un cierto apego reaccionario por la Edad
Media (los prerrománticos Thomas Chatterton, James Macpherson) y una nueva
sensibilidad melancólica había sido explorada por los llamados Poetas de
cementerio, corrientes ambas que convergen en el Prerromanticismo inglés; pero
el movimiento surgió a la luz del día con los llamados Poetas
lakistas (Wordsworth, Coleridge, Southey), y su manifiesto fue el prólogo de
Wordsworth a las Baladas líricas publicadas conjuntamente por los dos primeros,
aunque ya lo habían presagiado en el siglo XVIII Edward Young con
sus Pensamientos nocturnos o el originalísimo William Blake.

Lord Byron, Percy Bysshe Shelley, Mary Shelley y John Keats son los líricos
canónicos del Romanticismo inglés. Después vinieron el narrador Thomas De
Quincey, y los ya postrománticos Elizabeth Barrett Browning y su marido Robert
Browning, este último creador de una forma poética fundamental en el mundo
moderno, el monólogo dramático.

En narrativa destacan el escocés Walter Scott, creador del género de novela


histórica moderna con sus ficciones sobre la Edad Media inglesa y escocesa,
imitadas en todo el mundo y hasta en la propia Escocia por Robert Louis
Stevenson, y otro nuevo género romántico, las novelas góticas, entre las cuales
destacan Los misterios de Udolfo (1794), de Ann Radcliffe, Las aventuras de
Caleb Williams (1794) de William Godwin, El monje de Matthew Lewis o Melmoth
el Errabundo, de Charles Maturin.

Romanticismo escandinavo

Aunque el influjo de la Ilustración fue hondo y persistente en Escandinavia,


particularmente en Suecia, el Prerromanticismo arraigó pronto y se extendió con
facilidad, pues el clasicismo estético nunca llegó a penetrar de veras en las
literaturas nórdicas. Sin resistencia revivieron los temas de las sagas y
los escaldas, por ejemplo en Rolf Krage y La muerte de Balder del lírico
danés Johannes Ewald (1743-1781), acaso el más inspirado de los poetas
escandinavos de su tiempo. También escribió en prosa ensayos que contribuyeron
a fijar el estilo. Tras Ewald, el movimiento se asienta y da un gran poeta en
Suecia: Erik Johan Stagnelius (1793-1823), y dos destacados autores en
Dinamarca: Adam Oehlenschläger (1779-1850) y Bernhard Severin
Ingemann (1789-1862).

Romanticismo neerlandés

El principal escritor romántico neerlandés es el poeta y clérigo calvinista Willem


Bilderdijk (1756-1831), cuyos coterráneos suelen situar junto a Goethe y Lord
Byron. Tradujo a Ossian entre 1802 y 1806. Lo acompañaron Hiëronymus van
Alphen (1746-1803), Rhijnvis Feith (1753-1824), Hendrik Tollens (1780-1856)
y Anthony Christiaan Winand Staring (1767-1840).
Romanticismo polaco

Bohemia y Polonia fueron los únicos países eslavos que han vivido desde antiguo
en la órbita de la cultura occidental, porque tuvieron en la Edad Media una
literatura latinoeclesiástica y conocieron un renacimiento humanístico importante.
La poesía romántica de Polonia está rigurosamente unida a los afanes
de restauración nacional; Polonia había sido repartida
entre Rusia, Austria y Alemania y la nostalgia de la nación perdida inspira el
patriotismo de los escritores, muchos de ellos rebeldes, perseguidos y emigrados
a causa de este nacionalismo.

El genio de la poesía polaca fue Adam Mickiewicz (1796-1885), cuyo poema


«Dziady» («Los antepasados») está inspirado en tradiciones legendarias del país
y en su Libro de la peregrinación polaca narra las desventuras de Polonia. Juliusz
Słowacki es el principal dramaturgo polaco del Romanticismo; escribe bajo el
influjo de Goethe y Víctor Hugo y sobresale también como poeta, escribiendo
leyendas nacionales. Por último fue un lírico muy original el visionario Zygmunt
Krasiński, de inspiración religiosa y dantesca. Estos tres autores son conocidos
como los Tres Bardos (Trzej Wieszcze en polaco). Otros autores importantes, pero
pertenecientes a la rama del Romanticismo tardío, fueron Cyprian Kamil
Norwid y Stanisław Wyspiański.

Romanticismo español

José de Espronceda (1808-1842) es el prototipo de poeta romántico en España.


Liberal exaltado, activista político y lírico desbordado, su temprana muerte a los
34 años lo convirtió en el poeta del Romanticismo español por excelencia.

En España el movimiento romántico tuvo precedentes en


los afrancesados ilustrados españoles, como se aprecia en las Noches
lúgubres (1775) de José de Cadalso o en los poetas prerrománticos (Nicasio
Álvarez Cienfuegos, emanuell José Quintana, José Marchena, Alberto Lista...),
que reflejan una nueva ideología presente ya en figuras disidentes del exilio,
como José María Blanco White. Pero el lenguaje romántico propiamente dicho
tardó en ser asimilado, debido a la reacción emprendida por Fernando VII tras
la Guerra de la Independencia, que impermeabilizó en buena medida la asunción
del nuevo ideario.

Durante la Década Ominosa en España (1823-1833) vuelve a instaurarse un


régimen absolutista, y quedan suspendidas todas las publicaciones periódicas, las
universidades cerradas y la mayoría de las principales figuras literarias y políticas
en el exilio; el principal núcleo cultural español se sitúa, sobre todo, en Gran
Bretaña y Francia. Desde allí, periódicos como Variedades, de Blanco White,
contribuyeron a fomentar las ideas del Romanticismo entre los exiliados liberales,
que paulatinamente fueron abandonando la estética del Neoclasicismo.
REALISMO MÁGICO

El realismo mágico es un movimiento literario de mediados del siglo XX y se


define como una preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño
como algo cotidiano y común. No es una expresión literaria mágica, su finalidad no
es suscitar emociones, sino, más bien, expresarlas, y es, sobre todas las cosas,
una actitud frente a la realidad.

El realismo mágico comparte características con el realismo épico, como la


pretensión de dar verosimilitud interna a lo fantástico e irreal, a diferencia de la
actitud nihilistaasumida originalmente por las vanguardias, como el surrealismo.

El término fue inicialmente usado por un crítico de arte, el alemán Franz Roh, para
describir una pintura que demostraba una realidad alterada, y llegó al idioma
español con la traducción en 1925 del libro Realismo mágico (Revista de
Occidente, 1925), que fue en gran medida influenciado por las obras surrealistas
de la escritora chilena María Luisa Bombal.1 Más tarde, en 1947, fue introducido a
la literatura hispanoamericana por Arturo Uslar Pietri2 en su ensayo El cuento
venezolano.3 Señala Uslar:

Lo que vino a predominar en el cuento y a marcar su huella de una manera


perdurable fue la consideración del hombre como misterio en medio de datos
realistas. Una adivinación poética o una negación poética de la realidad. Lo que a
falta de otra palabra podrá llamarse un realismo mágico.4

El crítico venezolano Víctor Bravo señala que la noción de 'realismo mágico' nació
casi de manera simultánea con la de 'real maravilloso': "La formulación inicial de
una y otra noción —como referencia a un modo de producción literaria
latinoamericana— se hace casi de manera simultánea. En 1947, Arturo Uslar Pietri
introduce el término "realismo mágico" para referirse a la cuentística venezolana;
en 1949 Alejo Carpentier habla de "lo real maravilloso" para introducir la novela El
reino de este mundo,5 y algunos la consideran que es la novela iniciadora de esta
corriente literaria. Ese mismo año Miguel Ángel Asturias publicó en Buenos Aires
su novela Hombres de maíz,también considerada una precursora del realismo
mágico.

Como referente literario previo al uso del término realismo mágico por parte de
Uslar Pietri, debe citarse a Massimo Bontempelli quien, en 1919, "conquista gran
popularidad al publicar sus novelas del ciclo la 'Vida intensa', iniciándose en una
literatura —según nota de Nino Frank en el 'Dictionnaire des Auteurs', de Laffont-
Bompiani— que sacrifica la corriente convencional de la época, a la manera
de Anatole France, convirtiéndose en una especie de apóstol de lo que se conoció
como realismo mágico".6
El realismo mágico se desarrolló muy fuertemente en las décadas del '60 y '70,
producto de las discrepancias entre dos visiones que en ese momento convivían
en Hispanoamérica: la cultura de la tecnología y la cultura de la superstición. Sin
embargo, existen textos de este tipo desde la década de 1930 en las obras
de José de la Cuadra, en sus nouvelles, por ejemplo, La tigra, y también sería
desarrollado en profundidad este estilo de escritura por Demetrio Aguilera
Malta (Don Goyo, La isla virgen). En el año 1942 se publica la novela Pedro
Arnáez de José Marin Cañas que según el filósofo Constantino Láscaris es una
obra fundamental para el movimiento.

Entre sus principales exponentes están el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el


peruano Mario Vargas Llosa y el colombiano Gabriel Garcia Marquez,7 todos
galardonados con el Premio Nobel de Literatura. También destacan autores como
el mexicano Carlos Fuentes con su novela Aura, el gallego Álvaro Cunqueiro,
aunque muchos aclaman como padres del realismo mágico a Juan
Rulfo con Pedro Páramo, Arturo Uslar Pietri con su cuento La lluvia (1935), José
de la Cuadra con Los Sangurimas, la cubano-estadounidense Mireya
Robles con Hagiografía de Narcisa la bella, Laura Esquivel con Como agua para
chocolate, la chilena Isabel Allende con La casa de los espíritus, Pablo Neruda y
otros. Jorge Luis Borges también ha sido relacionado con el realismo mágico, pero
su negación absoluta del realismo como género o como una posibilidad literaria lo
pone contra este movimiento. Alejo Carpentier, de Cuba, en su prólogo al Reino
de este mundo, define su escritura inventando el concepto de real maravilloso,
que, a pesar de sus semejanzas con el realismo mágico, no debería ser asimilado
a él.

Características del realismo mágico[editar]

Los siguientes elementos están presentes en muchas novelas del realismo


mágico, pero no necesariamente todos se presentan en las novelas y también
otras obras pertenecientes a otros géneros pueden presentar algunas
características similares:

 Contenido de elementos mágicos/fantásticos, percibidos por los personajes


como parte de la "normalidad".

 Elementos mágicos tal vez intuitivos, pero (por lo general) nunca


explicados.

 Presencia de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad.


 En términos de espacio, la mayoría se ubica en los niveles más duros y
crudos de la pobreza y marginalidad social, espacios donde la concepción
mágica, mítica se hace presente.

 Los hechos son reales pero tienen una connotación fantástica, ya que
algunos no tienen explicación, o es muy improbable que ocurran.

 Se refiere a la novedad de los personajes irreales que siempre actúan sin


actuar, es decir, que la capacidad del personaje se ve reflejada en cada
letra de la novela.[cita requerida]

Tiempo

Encontramos cuatro posturas:

 Tiempo cronológico: Las acciones siguen el curso lógico del tiempo.

 Ruptura de planos temporales: mezcla de tiempo presente con tiempo


pasado (regresiones) y tiempo futuro (adelantos). (La noche boca arriba de
Julio Cortázar y Pedro Páramo de Juan Rulfo).

 Tiempo estático: El tiempo cronológico se detiene, es como si no


trascendiera; en cambio, fluyen los pensamientos de los personajes.

 Tiempo invertido: Es el más contradictorio: considerar la noche día cuando


leemos: "Era el amanecer. Se hizo la noche", entre otras.
NARRATIVA HISPANOAMERICANA

La narrativa hispanoamericana refleja las peculiaridades americanas: la


naturaleza, el paisaje, el indigenismo, los problemas sociales y políticos. Es la
narración de los pueblos de México, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe,
escrita en lengua española. Estos países hispanoamericanos forman un conjunto
narrativo con características y temas similares.

ETAPAS DE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA

1- Etapa colonial : Las obras de esta primera etapa pertenecen tanto a la tradición
literaria española como a la de sus colonias americanas. Todavía no había
escritores americanos.

Una obra de este periodo es La Araucana (1569-1589), del español Alonso de


Ercilla y Zúñiga, una epopeya acerca de la conquista del pueblo araucano de Chile
por parte de los españoles.

2- Etapa independentista : Caracterizada por escritos patrióticos. La narrativa


estaba censurada por la corona española. En 1816 apareció la primera novela
escrita en Latinoamérica, El Periquillo Sarniento , del escritor y periodista
mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi, obra que narra las aventuras de su
protagonista, con fuertes críticas a la sociedad.

En esta etapa, la literatura y la política estuvieron íntimamente relacionadas; los


escritores dan claras muestras de su preocupación por destacar los aspectos
costumbristas de la realidad, así como de su interés por los problemas de la crítica
social y moral.

3- La consolidación : Durante este periodo, el romanticismo dominó el panorama


cultural de Latinoamérica durante casi medio siglo a partir de sus inicios en la
década de 1830. Argentina entró en contacto con el romanticismo franco-europeo
de la mano de Esteban Echeverría y, junto con México, se convirtió en el principal
difusor del nuevo movimiento.

LOS GRANDES TEMAS DE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA

La naturaleza : Presentada con proporciones grandiosas y de gran diversidad,


inexplorada y cuyas fuerzas telúricas encuadran o condicionan la aventura
humana. En las narraciones aparecen la cordillera, la pampa, el altiplano, la selva
amazónica. Cuando la atención se concentra en una zona determinada, se habla
de regionalismo.

Los problemas políticos : La inestabilidad política de los países, la incesante


sucesión de revoluciones y contrarrevoluciones, la dictadura dominante, aparecen
en la novela hispanoamericana. Las novelas de la revolución mejicana son un
ejemplo. Los de abajo (1928), de Mariano Azuela, testimonia estos problemas
políticos. Otras obras representativas de este tema son El águila y la serpiente
(1928) y La sombra del caudillo (1929) de Martín Luis Guzmán.

Los problemas sociales : Las obras reflejan las desigualdades de la pirámide


social: en su cumbre, la oligarquía aliada a los intereses de las grandes potencias
extranjeras que explotan las inmensas riquezas naturales; en la base, las
peonadas de las grandes haciendas, los obreros de las omnipotentes compañías
bananeras, yerbateras, etc., masas paupérrimas e ignorantes, compuestas por
indios y mestizos.

La novela es una protesta ante estas desigualdades. Los títulos denuncian la


oprimida condición del indio, dando lugar a una novela indigenista.

TRES TÍTULOS QUE INMORTALIZAN LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA

1- Doña Bárbara : Del venezolano Rómulo Gallegos (1884-1969), uno de los


grandes maestros de la novela hispanoamericana. Esta novela describe la
infructuosa lucha contra las fuerzas de la tiranía en Venezuela. A causa de las
críticas contra el dictador Juan Vicente Gómez que la novela contenía, Rómulo
tuvo que exiliarse en 1931.

La protagonista que da título al libro es una mujer fuerte, devoradora de hombres,


que encierra el símbolo de la barbarie. En torno a ella, el autor traza la dura vida
de los venezolanos, en el marco de una naturaleza grandiosa y despiadada.

2- Don Segundo Sombra : Del argentino Ricardo Güiraldes (1886-1927). Esta


novela apareció en 1926. Narra la iniciación de un joven bastardo a manos del
último gaucho, mezclado con descripciones de la vida campesina, relatos
tradicionales y descripciones de la naturaleza.

Critica la aristocracia, los inmigrantes y sus hijos argentinos de primera


generación. El éxito de la obra reside en el nacionalismo sutil, que recupera el
pasado, por medio de una prosa poética, rica en imágenes y muy novedosa:

“ La silueta reducida de mi padrino apareció en la lomada. Pensé que era muy


pronto. Sin embargo, era él, lo sentía porque a pesar de la distancia no estaba
lejos. Mi vista se ceñía enérgicamente sobre aquel pequeño movimiento en la
pampa somnolienta. Ya iba a llegar a lo alto del camino y desaparecer. Se fue
reduciendo como si lo cortaran de abajo en repetidos tajos. Sobre el punto negro
del chambergo, mis ojos se aferraron con afán de hacer perdurar aquel rasgo” .

3- La vorágine : Escrita por el colombiano José Eustasio Rivera (1888-1928). La


novela publicada en 1924 tiene como protagonista a Arturo Cova, quien huye con
su amante a Los Llanos y luego a la selva, peripecia que permite la descripción y
la crítica de las condiciones de vida de quienes habitan en esos espacios.
Denuncia el trato al que se veían sometidos los trabajadores de las caucherías.

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