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Neocolonialismo,

capitalismo, pobreza
y resistencias subalternassubtítulo
Neocolonialismo,
capitalismo, pobreza
y resistencias subalternass

subtítulo

Sonia Álvarez Leguizamón


–coordinadora–

Rosario, 2015
Sonia Ávarez Leguizamón
–coordinadora–
Neocolonialismo, capitalismo, pobreza
y resistencias subalternas

1a ed. - Rosario : Prohistoria Ediciones, 2015.


398 p.; 23x15,5 cm.

ISBN 978-987-1855-99-5

1. Antropología. 2. Colonialismo. 3. Política Pública. I.


Aguilar, María Angela II. Alvarez Leguizamón, Sonia, comp.
CDD 306

Fecha de catalogación: 14/01/2015

Composición y diseño: mbdiseño Este libro recibió evaluación académica y su


Edición: Prohistoria Ediciones publicación ha sido recomendada por reconocidos
Ilustración de tapa: “Calle de Tartagal”, de Luis Preti. especialistas que asesoran a esta editorial en la
Diseño de Tapa: Ñenbyasy avañe’e selección de los materiales.

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS


HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723

© Sonia Álvarez Leguizamón

© de esta edición:
Tucumán 2253, S2002JVA ROSARIO, Argentina
Email: prohistoriaediciones@gmail.com
Website: www.prohistoria.com.ar/ediciones

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, Este libro se terminó de imprimir en ART, Talleres
incluido su diseño tipográfico y de portada, en cualquier Gráficos, Rosario, Argentina,
formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, en el mes de julio de 2015.
sin expresa autorización del editor. Impreso en la Argentina

ISBN 978-987-1855-99-5
Índice

Ensayo introductorio
Neocolonialismo y capitalismo. Políticas públicas, pobreza, racismo
y resistencias subalternas (el caso de Salta)
Sonia Álvarez Leguizamón............................................................................. 9

Capítulo I
Desigualdad y políticas sociales:
Agencias Internacionales de “desarrollo”
como dispositivos de gobierno de la pobreza

I-1 Reflexiones críticas sobre la desigualdad y la pobreza,


diálogos con la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económico: los “países emergentes”
Sonia Álvarez Leguizamón; María Ángela Aguilar y Estela Vázquez...... 37

I-2 “Estrategias contra la pobreza”, discurso del


Desarrollo Humano y “nuevas” focopolíticas:
de las políticas territoriales a los “derechos de pobres”
Sonia Álvarez Leguizamón.......................................................................67

Capítulo II
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones: entre la autonomía,
la co-optación y el dejar morir. El caso Indígena en el Norte Argentino

II-1 El ingreso a la ciudadanía de los pueblos indígenas


del área de Tartagal. Políticas públicas, instituciones indigenistas
y la emergencia de organizaciones etno-políticas (1945-2010)
Mónica Flores Klarik..............................................................................105

II-2 Tensiones entre políticas agrarias y derechos indígenas y ambientales


El caso de los agronegocios en Ballivián
Norma Naharro; Marcela Amalia Álvarez y Mónica Flores Klarik.......155
Capítulo III
Dispositivos de gobierno sobre la pobreza y políticas sociales:
relaciones de dominación, luchas y representaciones subalternas

III-1 Visiones sobre los “Planes” en el Norte Argentino (2001-2009)


Sonia Álvarez Leguizamón, Norma Naharro y Pedro Marcelo Ibarra.............201

III-2 Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores


Ensayo en torno de La Unión de Trabajadores Desocupados de
Gral. Mosconi (1997-2012)
Cora Paulizzi...........................................................................................247

III-3 Las trabajadoras del empleo doméstico y sus “patrones”


Vínculos laborales y personales en el espacio de la “casa de familia”:
entre la lógica de la regulación, el intercambio y los valores
Gabriela Ferro.........................................................................................295

III-4 El Consejo Indígena Kolla de Iruya, entre Políticas Sociales


“inclusivas” y prácticas del “trabajo a pulmón”
Paula Milana...........................................................................................319

BIBLIOGRAFÍA.......................................................................................... 357
Ensayo introductorio1
Neo colonialismo y capitalismo
Políticas públicas, pobreza, racismo
y resistencias subalternas (el caso de Salta)

Sonia Álvarez Leguizamón

D
ecíamos cuando reflexionábamos sobre las características de la provincia
de Salta, Argentina en nuestro libro Poder y Salteñidad (Álvarez Legui-
zamón, 2010) que Salta tiene una posición singular en la geografía social
y política de la Argentina. Está localizada a 1600 kilómetros hacia el norte de la
capital y ciudad-puerto de Buenos Aires. Limita con dos países andinos, Bolivia
y Chile, y con Paraguay al oeste. Salta se encontraba más fuertemente vinculada
a la dinámica social y cultural de lo que ahora es Bolivia, Perú y al norte de Chile
hasta fines del siglo XIX, más que al puerto de Buenos Aires, centro político de la
república Argentina. Se inscribe en un espacio geográfico al que las elites porteñas
le asignan, a partir de la conformación de la República, una representación de
atraso e incivilización. Su dinámica social se ha caracterizado históricamente por
una fuerte concentración de la tierra, preponderancia del latifundio, escasa indus-
trialización y una importante concentración en los escasos sectores productivos
dinámicos en pocas manos de los sectores de las elites, junto con la existencia de
economías de subsistencia, reservorios de mano de obra estacional para la agri-
cultura. Estos elementos conforman una histórica subordinación política, social
y económica de los grupos pertenecientes a la población denominada mestiza e
indígena. Además, junto con otras provincias del norte, a diferencia de las ubica-
das en la pampa húmeda, se caracterizó por una tardía conformación del mercado
de trabajo libre y desde los comienzos de la expansión capitalista, por una menor
asalarización y una mayor precarización de las formas asalariadas de trabajo. Los
vínculos semiserviles se mantuvieron hasta muy entrado el siglo XX sobre todo en
la finca y en el trabajo estacional en ingenios, a diferencia de la zona central donde
ya a finales del siglo XIX habían sido substituidas paulatinamente por formas asa-
lariadas (Álvarez Leguizamón, 2004). (Ver en II-12 una descripción más detallada
sobre las características del entramado de poder y la política provincial).

1 Este texto es una reescritura del diseño colectivo del proyecto PICT 2008-2084 y de reflexiones de
la autora sobre sus resultados.
2 De aquí en más se hará referencia a los capítulos de este libro a los que se hace mención con nú-
meros romanos y a los artículos con números arábigos.
10 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

La política provincial en el período de estudio3 (durante los tres sucesivos


mandatos de Juan Carlos Romero, 1995-2007) es pionera en la implementación
de la reforma neoliberal del Estado, privatizando todos los servicios públicos, in-
cluido el banco de la provincia. Se produce una profunda “reforma del Estado”,
la que es dirigida por el entonces Secretario de Gobierno Juan Manuel Urtubey,
quien luego se desempeñará como gobernador (2007-2015). En lo que respecta al
gobierno de la pobreza de J. C. Romero, su gestión es paradigmática por su in-
tención de modificar radicalmente las políticas sociales: “abandonando el modelo
de bienestar social” y traspasando la responsabilidad del “bien común” a organi-
zaciones de la “sociedad civil” de diferente tipo (profesionales y políticas) pero,
sobre todo, a una Fundación comandada por un sacerdote, al que se le trasladan
una serie de programas –incluidas instituciones de menores–. Muestra un estilo de
gobierno autoritario vinculado, con la represión a las luchas sociales docentes y de
desocupados.4 El caso de la represión al movimiento piquetero del norte de la pro-
vincia es un ejemplo (II-1 y III-2). Romero, actual Senador nacional, es desde sus
inicios, colaborador del devastador “negocio sojero”; es así que cuando se libera
el cultivo de soja en el año 1996 a nivel nacional, el gobierno promueve el cultivo
como una nueva gran oportunidad de negocios. Romero se ha ganado el mote de
Ecocida, puesto que autorizó el desmonte de medio millón de hectáreas en el curso
del 2007, mientras se discutía la Ley de Bosques.
La gestión del gobernador Urtubey se alinea a nivel nacional con el gobierno
Kirchnerista aunque en el lock out empresario –contra una resolución presidencial
que intentaba regular las retenciones de soja–, apoya los intereses sojeros y conti-
núa con las políticas de deforestación y ampliación de los agronegocios, apoyando
las triquiñuelas para evadir la Ley de Bosques (ver II-2). En lo que respecta al
gobierno de la pobreza, al haber sido nacionalizada la política social, su margen de
maniobras es menor, pero sigue una política de acuerdos con los municipios des-
centralizando las áreas de protección a la infancia a su favor al igual que subsidios
para pobres. En lo que hace a los derechos civiles, no acompaña las transformacio-
nes a nivel nacional, oponiéndose directa o indirectamente a la ley de matrimonio
igualitario, a la educación sexual en las escuelas y a la implementación del aborto
no punible, entre otras medidas. Su gestión no tiene el tinte eficientista de su an-
tecesor y se caracteriza por el nepotismo y una cercanía muy evidente a familias
de la vieja elite salteña. Si J. C. Romero se había caracterizado por el uso intensi-
vo de la simbología guemesiana –como la creación de la bandera provincial que
reproduce el poncho salteño o el uso de la figura del héroe gaucho como insignia
gubernamental–; el gobernador Urtubey hizo carne esta figura, usando el traje de
los gauchos de Güemes para actos oficiales.

3 El contexto de análisis se enmarca en la última década del siglo XX y los primeros años del XXI,
salvo el artículo de Flores Klarik y el de Cora Paulizzi que toman períodos mayores.
4 Para una mejor caracterización de este período ver Álvarez Leguizamón y Villagrán 2010.
Ensayo introductorio 11

Imagen 0-1
Ubicación geográfica del Departamento San Martín, Provincia de Salta
Fuente: www.mapoteca.edu.ar

Salta es una de las provincias más pobladas por comunidades originarias del terri-
torio argentino al momento de la conquista y colonización, y por ello también la
problemática del colonialismo y del neocolonialismo adquieren especial relevan-
cia. Creemos, sin embargo que ésta atraviesa toda la sociedad argentina de igual
manera. Como formas heredadas de la colonia se estigmatizó la pertenencia a las
comunidades indígenas, se asoció la humillación y la vergüenza con cualquier vín-
culo familiar o prácticas culturales anteriores, utilizando para ello el terror, entre
otras formas de racialización de lo indio.
El territorio actual de la provincia de Salta constituye entonces un espacio
social paradigmático donde perviven situaciones de desigualdad y pobreza de
larga data. Se trata de procesos que remiten a una estructura social fuertemente
segmentada y atravesada, no sólo por relaciones de dominación de clases, sino
12 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

también por vínculos basados en relaciones neocoloniales que embuten un fuerte


racismo indio. Parte de estas relaciones a veces se objetivan en ciertas configura-
ciones sociales de interdependencia entre clases y estatus, otras bajo formas de
desposesión, exclusión y deshecho de poblaciones “inútiles” –para lo lógica del
capital en expansión.
Se trata de un tipo de entramado social abigarrado según reza la tradición
del pensamiento latinoamericano (Zavaleta Mercado, 1983; Rivera Cusicanqui,
1993, 1996; Antezana, 2009) que muestra la yuxtaposición y/o articulación je-
rarquizada de relaciones asimétricas de poder entre distintas culturas y entre sus
modos respectivos de producción y gobierno (de diversos tiempos históricos) o
de una heterotopía neocolonial que expresa la coexistencia de distintos tiempos
y espacios en un mismo lugar (Foucault, 1999 [1976]; Chatterjee, 2008).5 En esta
coexistencia o concurrencia de formas de producir o ser en el mundo “ninguna
de ellas mantiene su forma previa” pero se califican mutuamente construyendo
subjetividades diferenciadas, diría Antezana (2009: 133), instaurándose formas
diversas de apropiación, dominación, expropiación, desposesión de diverso tipo:
desde la tierra hasta los rituales de los colonizados desprovistos de sus contextos
y mercantilizados a partir del turismo folklorizado, por ejemplo. Una cuestión que
surge en nuestros estudios es la manera en que se expropian esas subjetividades
(Rivera Cusicanqui, 1996, 2003 y 2003a, 2010, 2010a), culturas, formas de ser en
el mundo (alimentación, deidades, rituales, etc.) de las poblaciones antaño coloni-
zadas y cómo son re apropiadas con fines mercantiles. En este caso, “la tradición”
no es una rémora o una condición arcaica que debe ser extirpada –como reza el
discurso extractivista del capitalismo sojero– por el contrario, adquiere plus valor
para diversos fines mercantiles como el turismo o el posicionamiento de bodegas
en el mercado internacional.
Esta heterotopía neo colonial del presente moderno, reactualiza el desprecio
a lo indio o es expropiado por medio de distintas escaramuzas de lo “indio per-
mitido”, siguiendo a Silvia Rivera Cusicanqui. Ella usa este término para explicar

5 Pensamos a los espacios de estudio como heterotópicos, siguiendo a Foucault (1967) idea que no
posee connotaciones evolucionistas y no se circunscribe a los países mal llamados “subdesarro-
llados” o ex colonizados o post coloniales. En todas las sociedades podemos encontrar heteroto-
pías (distintos tiempos en un mismo espacio como los museos por ejemplo). Preferimos entonces
hablar e historizar heterotopías de colonialidad y neocolonialidad del poder. Nos inspiramos para
ello en la aplicación de lo heterotópico que realiza el hindú Partha Chatterjee en su reflexión de
la Nación en “tiempos heterogéneos”, donde según él conviven varios tiempos: lo “moderno” y
“premoderno”, no como supervivencias arcaicas sino como parte de “nuestra modernidad” (2008:
62). Si observamos Chatterjee sigue atado a nominaciones evolucionistas. Nosotros recuperamos
el pensamiento latinoamericano sobre la vigencia societal de mezclas, pastiches, heterogeneidad,
multiculturalidad, hibrideces, abigarramientos, convivencia de diferentes formas de producir –en
el marco de relaciones de poder, dominación y racismo– para entender estas heterotopías como
formas neocoloniales de poder. Inscriptas en el presente del capitalismo globalizado que se expan-
de y concentra, expropia subjetividades y al mismo tiempo éstas son resistidas y contestadas.
Ensayo introductorio 13

la manera en que lo indio es folklorizado y puesto en el mercado y para describir


cómo, los gobiernos utilizan sus derechos culturales para dividir y neutralizar a
los movimientos indígenas.6 En el artículo de Flores Klarik (II-1), se describen e
historizan estos procesos cómo las formas de cooptación de las organizaciones in-
dígenas –por parte de partidos políticos y funcionarios gubernamentales– a partir
de sus luchas por hacer efectivo los derechos culturales y territoriales, habilitados
por la nueva constitución.
En la dominación actual observamos la persistencia de formas coloniales y
neocoloniales del poder, encastradas en un racismo indio particular, donde conti-
nuamente irrumpen ecos emancipatorios del pasado que se hacen presente, a partir
de diversas maneras de copar con las tendencias al sojuzgamiento, cooptación
o desposesión. Salta, tiene un lugar periférico en el imaginario de la Argentina
“blanca” porteñocentrada neocolonial. Esta posición y nuestro lugar de y en la
frontera –como científicos sociales– nos permite deconstruir, desde la de colo-
nialidad del saber, los discursos y las prácticas que reproducen y potencian la
acumulación, por desposesión, de poder y riqueza y bienes culturales, que se ancla

6 Esta idea fue luego profundizada por Hale and Millima’n (ver Mc Neish, 2008) en sus escritos en
Guatemala, para referirse a las maneras en que estas instituciones usan los derechos culturales para
dividir y domesticar los movimientos indígenas. “Con la presencia del ‘indio permitido’, surge
invariablemente la construcción de su ‘otro’ que se define como un sujeto disfuncional, ‘descarta-
ble’, sin méritos. Dicha dualidad llega a representar dos formas distintas de ser indígena. El ‘indio
permitido’ según esta ideología logra negociar la modernidad, sustituir ‘protesta’ con ‘propuesta’,
actuar con autenticidad y a la vez manejar el lenguaje dominante. Su otro, el desautorizado, es
rebelde, vengativo y conflictivo. Las características de este último le causan gran preocupación a la
elite política que se ha comprometido con la igualdad cultural pero que teme las repercusiones que
se podrían generar si los ‘desautorizados’ subiesen al poder. Esta nueva forma de gobernar le otor-
ga recompensas al ‘indio permitido’ mientras que simultáneamente condena su ‘otro’ a la pobreza
y exclusión social. Justifica dicha exclusión ya no tanto con la doctrina de inferioridad biológica,
sino por características culturales, superables pero profundamente persistentes. Los que ocupan
la categoría de ‘indio permitido’ tienen que demostrar constantemente que están por encima de
estas características culturales ‘racializadas’ de los ‘otros’ y al insistir de esta manera, apoyan y
refuerzan la división” (Hale, 2004: 4).
14 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

en variadas formas de racismo indio.7 La de colonialidad del saber poder,8 la pro-


ducimos desde distintas disciplinas (sociología, antropología, filosofía, economía,
historia), tratando de tener una mirada transdisciplinar o indisciplinada.
El análisis que nos proponemos, tiene como objetivo dar cuenta de las trans-
formaciones, luego de la reconversión del capitalismo de fines de los noventas
del siglo XX, para lo cual vinculamos el capitalismo como relación social domi-
nante con el neocolonialismo en el sentido de la persistencia del racismo indio,
como actualización de prácticas funcionales para el capitalismo en esta etapa. En
la mayoría de las actividades, los procesos de producción se actualizan incorpo-
rando tecnología, a la vez que se modifica el estilo de gestión, donde se observan
cambios sustantivos, buscando eficiencia y productividad capitalista. Ello tiene
consecuencias en la forma de organización del trabajo, mutando las relaciones
laborales y reduciendo la cantidad de puestos de trabajo. En el caso de Salta, las ra-
mas industriales más importantes9 habían tecnificados sus procesos bajo el modelo
taylorista-fordista, y a partir de los noventas, por privatizaciones o ventas, empe-
zaron a buscar eficiencia por nuevas formas de organización del trabajo flexibles,
que significaron –en un primer momento– altos índices de desempleo y a la vez, la
tercerización de partes importantes de la cadena de producción. Por medio de este
mecanismo se precariza el trabajo, es decir, permite que la empresa que contrata
estos servicios tenga un reducido plantel de trabajadores formalizados y a la vez
contrate a proveedoras de trabajo, que no cumplen generalmente con la legislación
laboral vigente (ver Vázquez, 2015).

7 Usamos la noción racismo indio, a pesar de la fuerte connotación negativa que tiene lo “indio”,
puesto que genéricamente remite a la condición colonial, aunque las prácticas, discursos y habitus
raciales no necesariamente se dirijan al indio o indígena que se autoadscribe como tal, sino a
todo lo que muestre vestigios de ese pasado. Como pude ser un “morocho villero” o un habitante
del “interior” moreno, tipo que he denominado como el “indio interior” (Álvarez Leguizamón,
Aguilar y Perelman, 2012), para el caso de la construcción imaginaria de la argentina blanca y
porteñocentrada. Creemos que el racismo indio o indígena (Álvarez Leguizamón e Ibarra, 2014),
sería un tipo particular de relación surgida de la apropiación de tierras, cuerpos y almas operadas,
desde el momento colonial hasta el presente, y el fundamento de una diferenciación sobre el cual,
se ha erigido este tipo de estructura de relaciones sociales y dominación. En tal caso, es un aspecto
central de una estructura social que construye un tipo de diferencia y desigualdad específica colo-
nial. En este sentido ha operado como una forma de estructura histórica, dada su perdurabilidad y
estabilidad relativa. Lo indio es una referencia central en este tipo de racismo por muchas cuestio-
nes. Sobre este grupo específico se ha ejercido la violencia física y simbólica, el aniquilamiento,
el despojo continuo de sus tierras, el desplazamiento forzado de su lugares de vivir, el trabajo
forzado, “la servidumbre y la sobre inscripción de su existencia social en un lenguaje y un código
que le resultaba ajeno –castellano y código civil–” (Ibarra, en Álvarez Leguizamón e Ibarra, 2014).
8 Nociones que remiten a la producción del grupo de los estudios llamados De-coloniales entre los
que figuran Mignolo, Dussel, Castro Gómez, Quijano, Coronil, entre otros pensadores latinoame-
ricanos.
9 Como el petróleo, los ingenios, la vitivinicultura, el tabaco, entre otras.
Ensayo introductorio 15

Hemos pensado estas relaciones de poder/dominación como configuraciones


sociales y culturales, dialogando con el campo de los estudios de estructura social.
La idea/noción proviene de diversos autores pero aquí nos centramos en la visión
de Elías resignificada.10 Las configuraciones conforman sistemas de interdepen-
dencia y vínculos recíprocos que a través de mutuas constricciones morales y de
habitus variados, se mantienen en el largo tiempo. Si bien Elías estudia las diferen-
ciales de poder en términos de estatus o de establecidos y recién llegados, creemos
que esta idea/noción complementa la visión de las relaciones de dominación de
clase y nos permite entender también otros vínculos de interdependencia y de
subordinación/dominación, como las relaciones entre etnias o entre provincianos y
capitalinos; patrón/peón; patrona/empleada doméstica, entre otros ejemplos para-
digmáticos de nuestra sociedad. Algunos de ellos fuertemente atados a relaciones
raciales neo coloniales visibles o soterradas.
Este libro es parte de los resultados de un proyecto financiado por FONCYT
(Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica), de la Agencia Nacional de
Promoción Científica y Tecnológica11 y proyectos de investigación de sus miem-
bros, financiados por el Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de
Salta, localizados en el Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Huma-
nidades (CONICET - Facultad de Humanidades) de esa misma universidad. El
producto final no hubiera sido posible sin las rigurosas evaluaciones realizadas a
los primeros borradores por académicos de reconocido prestigio en estos temas
como: Stella Grassi, Luciano Andrenacci, Axel Lazzari, Morita Carrasco, Susana
Murillo, Ana Arias, Melisa Campana, José Giavedoni, Silvia Hirsch y Santiago
Canevaro.
El proyecto se propuso analizar los procesos actuales de producción y repro-
ducción de la desigualdad y la pobreza en la provincia de Salta, las formas como
se expande el capitalismo extractivista actual, teniendo en cuenta su vínculo con
las políticas públicas y las formas de resistencias de los grupos subalternos. Asi-
mismo y en relación a las características que adquiere la expansión del capitalismo
imperial neocolonial globalizado en la zona, tratamos de vincular el proceso de
expropiación de territorios y la degradación ambiental –por el caso del avance
reciente de los agronegocios, sobre territorios indígenas–, con las transformacio-
nes producidas en la reproducción de la vida de los sectores rurales, con especial
énfasis en la percepción que la población nativa tiene sobre los mismos.

10 Según Elías (1996 [1969]), las configuraciones sociales explican procesos históricos donde existen
relaciones de interdependencia entre grupos sociales, con diferenciales de poder, que se mantienen
en el largo tiempo y que implican mutuas constricciones.
11 El proyecto se denomina “Producción de la desigualdad y de la pobreza en la Salta del presen-
te” PICT-2008-2084, dirigido por Sonia Álvarez Leguizamón. Este financiamiento y apoyo ha
permitido la realización de trabajo de campo, procesamiento de la información y publicación de
resultados a partir de la edición de este y otros dos libros.
16 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En este estudio, se parte de entender a la pobreza como una condición en la


que existe un impedimento en el acceso a medios productivos, de subsistencia o
servicios básicos para la reproducción de la vida. Pero no está definida sólo por
una carencia sino también por la producción de una diferencia. En ese sentido,
se explica la pobreza a través la desigualdad puesto que la primera remite a los
dispositivos que conforman la segunda. Las posiciones de desigualdad y de po-
breza están mediadas por esquemas clasificatorios de carácter simbólico, en donde
operan atributos étnicos y raciales que orientan la percepción de las apariencias
y la clasificación de los cuerpos. Esos esquemas clasificatorios, se despliegan en
el plano material porque median en el nivel de acceso a los derechos y recursos y
en el plano simbólico (o de las significaciones), porque así producen y reproducen
las justificaciones de la desigualdad, de la pobreza y la atribución de identidades
negativas. De esta manera, en la misma estructuración de las relaciones sociales
(laborales, jurídicas, educativas, asistenciales, etc.) operan estos dispositivos o
configuraciones que tienden a reproducir las desigualdades o a producir mayores
brechas. Dichos dispositivos tienen efectos materiales bien palpables que estructu-
ran un esquema de dominación social y articulan estilos particulares de relaciones
sociales de inclusión subordinada y de exclusión o destitución, entre distintos gru-
pos, clases y categorías sociales.
Intentamos superar las explicaciones economicistas de la pobreza que an-
teponen el sistema económico o productivo a cualquier otra explicación de sus
causas para dar sentido también a las diferencias. Se toma distancia de aquellos
esquemas que buscan explicaciones en el “estado” de las mismas poblaciones
desfavorecidas o en sus propios cuerpos, poniendo en ciertos atributos personales
o familiares las causas de la pobreza. En contraste, se propone que la desigualdad
y la pobreza, no pueden ser entendidas si no se identifican, describen y analizan
en forma relacional dispositivos, configuraciones, atribución de identidades, de
reconocimientos negativos o de invisibilización del otro.
En este contexto y a partir de estos supuestos, tratamos de recuperar la me-
moria de las vivencias de prácticas de luchas y resistencias de grupos sociales
subalternizados y la construcción de identidades “ante y entre” la expropiación de
medios de subsistencia –como diría Paulizzi– y las formas legitimadas de cons-
trucción de las diferencias, en organizaciones y movimientos indígenas e identita-
Ensayo introductorio 17

rios del Chaco,12 de los Valles Calchaquíes13 y de las zonas de las llamadas tierras
altas de la pre Puna14 salteña.
Estudiamos la transformación vinculada con la producción vitivinícola y el
turismo, mirando las luchas subalternas de trabajadores y comunidades indígenas
de la Nación Diaguito-Calchaquí en la zona de los Valles Calchaquíes Calchaquíes
(en Vázquez y Álvarez Leguizamón, 2015). El caso de la frontera Chaqueña, so-
bre todo vinculada con la expansión de la soja transgénica y la privatización de la
empresa nacional Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). El primero expropia
tierra, agua y bosque y expulsa poblaciones indígenas a la muerte y, el segundo,
expropia recursos energéticos y medios de empleo masivos. En este espacio abor-
damos las organizaciones etnopolíticas de la zona de Tartagal y la organización
de Trabajadores Desocupados de la UTD, de la ciudad de Mosconi. También las
luchas de indígenas de la pre Puna, en el departamento de Iruya de la organización
denominada Qullamarka.
Reflexionamos sobre la transformación de configuraciones de larga data, en
proceso de cambio, como la de patrón peón y patrona empleada doméstica, carac-
terísticas de estas formas particulares de neocolonialismo capitalista del presente.
El estado y sus políticas públicas ha sido un artífice fundamental en estas
transformaciones, incidiendo de manera directa o por omisión, tanto habilitando
las formas de expropiación de bienes comunes, como neutralizando el conflicto
social por medio de variados subsidios, al capital, al desempleo y a la sobreviven-
cia básica.

12 Se encuentra al este y sur de la Provincia de Salta, al este tiene una altura de 200 msnm, relieve
de llanura, clima subtropical, con altas temperaturas y un paisaje árido tipo monte. Al sur, existen
serranías con valles intermontanos, clima cálido, abundantes lluvias y frondosa y variada vegeta-
ción. Ocupado originariamente por grupos cazadores, pescadores y recolectores (Wichí y Tobas,
pueblos nómades organizados en bandas que vivían de la oferta del bosque y los ríos Bermejo y
Pilcomayo) y por grupos provenientes de zonas selváticas de tradición agrícola itinerante (Guara-
níes). (Flores Klarik, 2005).
13 Estos valles ocupan el sector central de la provincia de Salta, su relieve es de serranías (sierras
subandinas), con una altura media de 1500 msnm, clima templado y seco, suelo arenoso y salinoso
con abundantes minerales, sus primeros habitantes eran pulares, calchaquíes, tolombones, quilmes
y yocabiles, de la cultura diaguita, lengua kakana e influencia incaica. Pasaron de ser grupos ca-
zadores recolectores a Señoríos estables en sociedades agrícolas, sedentarias con mayor densidad
poblacional y sistemas de explotación vertical de pisos ecológicos según el patrón andino. (Flores
Klarik, 2005).
14 El departamento de Iruya junto al de Santa Victoria conforman la Prepuna, región que se encuentra
bordeando la altiplanicie de la Puna, hacia el Este. En un corte Oeste-Este se trata de una topogra-
fía montañosa en un gran plano inclinado que comienza en la Sierra de Santa Victoria con alturas
promedio de 5000 m. hasta el límite con el departamento de Orán con altura media de 2000 metros
sobre el nivel del mar, por lo que posee una gran variabilidad ambiental, templado frío al oeste,
templado con mayor pluviosidad al centro y templado cálido al este. (ver http://www.portaldesalta.
gov.ar/iruya01.htm).
18 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Hemos pensado las políticas sociales como relaciones sociales de interdepen-


dencia, como formas de reciprocidad particular que constituyen un campo cultural
y construyen desigualdades o derechos para acceder a bienes tangibles e intangi-
bles. Estos procesos expresan formas particulares de distribución de la riqueza y
de los medios de subsistencia, del poder político entre las clases y estratos y de
las identidades sociales (Álvarez Leguizamón, 2009a). Así, en el análisis reali-
zado por Mónica Flores Klarik acerca de la introducción de los indígenas en la
ciudadanía, por medio del acceso restringido y subalterno a políticas públicas se
comprueba que “en cada una de las áreas de interrelaciones múltiples que desde
el Estado se abrió hacia los pueblos indígenas: educación, salud, acción social,
etc., muchos de los derechos se han ido construyendo de manera relacional y en
términos de una concesión discrecional dada por el Estado según los criterios de
inclusión/exclusión, históricamente establecidos y localmente interpretados como
válidos. A pesar de que la categoría de ciudadano se ha ido ampliando e inclu-
yendo a los pueblos indígenas, estas modificaciones normativas, implementadas
en un contexto como la provincia de Salta, con códigos culturales, jerárquicos y
anti-igualitarios herederos de la historia colonial, mantienen vigente la dimensión
de la consideración en las prácticas políticas respecto a cuales indígenas serían
o no considerados ciudadanos o sujetos con derechos. Esta dimensión arbitraria
y discrecional, es la que aparentemente permite que en la actualidad sigan tan
vigentes prácticas de exclusión, violencia y despojo, hacia los pueblos indígenas
formalmente legitimadas desde el Estado” (ver II-1).
A las políticas asistenciales destinadas a gobernar los pobres, surgidas a par-
tir de la promoción de las Agencias internacionales de Desarrollo en los ‘70 las
hemos denominada bio-focopolíticas15 en diálogo con Foucault (ver sus caracte-

15 Llamo biofocopolitica o directamente focopolítica a una nueva forma de gobierno de las poblacio-
nes, promovida por los Organismos o Agencias Multilaterales del Desarrollo a partir de la década
de los ‘70 del siglo XX, caracterizada por el marcaje de poblaciones de riesgo, en este caso los
pobres, precarizados, destituidos de la relaciones laborales o expropiados de sus medios de sub-
sistencia como la tierra o el bosque. No tiene como objeto de intervención y gobierno la vida, en
su sentido amplio o la vida útil de los trabajadores, como lo señalaba Foucault para la biopolítica
(Foucault, 1991 [1997]: 163-166), sino el no trabajo, la pobreza y la vida en los umbrales de la
muerte o lo básico, lo que llamo el discurso del minimalismo básico (biológico, social y cultural).
En este sentido ha dejado de ser una tecnología disciplinaria y biopolítica del trabajo y ha pasado
a ser una tecnología (disciplinaria y no disciplinaria) de las poblaciones de “riesgo”, con una
relación precaria o nula con el trabajo. Promueve aumentar su “capital humano y social” y su “pro-
ductividad”, por medio del “empoderamiento” y desarrollo de sus “capacidades”. La focalización
es la tecnología y el dispositivo más importante que se enmarca dentro del discurso del desarrollo
humano y remite a la construcción de complejos sistemas de información tecno-burocrática para
el control a distancia de personas y territorios. Por lo general, se materializa en lo que se llama
Programa: conjunto de directivas de políticas de diversa índole (en áreas de salud, educación,
alimentación) que implican un “subsidio”, generalmente transitorio, que exige cumplimiento de
objetivos a nivel territorial, individual o comunal, además de algún tipo de contraprestación y
control moral de sus vidas, a veces disciplinar.
Ensayo introductorio 19

rísticas y desarrollo en III-1). En el marco de la geopolítica mundial, las formas de


concentración del poder y el gobierno de las poblaciones –bajo la focopolítica– ha
estado fuertemente influenciada por las Agencias Internacionales de Desarrollo
del sistema de las Naciones Unidas, o la OECD y el Banco Mundial. La manera en
que conciben la desigualdad y la pobreza, la estructura del sistema discursivo del
Desarrollo Humano del que forman parte, se analizan en el capítulo antedicho y en
I-1. Entendemos que estas formas de gobierno de las poblaciones se enmarcan en
la gubernamentalidad neoliberal (siguiendo a Foucault, 2006 [1977-1978] y 2007
[1978-1979]). Entendido como el saber/poder, las prácticas, relaciones sociales,
dispositivos de intervención, disciplinamiento y regulaciones que incluyen dis-
tintas escalas y niveles (tanto macro, meso como micro-político) y que tienen por
objeto conducir la conducta de los hombres en el campo de relaciones de poder
particulares.16 En esta misma línea, para Ferguson y Gupta (2002), la gubernamen-
talidad neoliberal es transnacional y serían formas de gobierno aplicadas a nivel
global, que incluyen las nuevas estrategias de disciplina y regulación, como las de
la OECD (como veremos en el Capítulo I.1.) o los programas de ajuste estructural
implementados por el Fondo Monetario Internacional.17 Estas artes de gobierno se
materializan en renovadas formas de neocolonialismo dependiente o colonialidad
del poder18 entre burguesías locales transnacionalizadas y entre países centrales y
periféricos. Se comienzan a desarrollar programas biofocopolíticos en el marco
del discurso del Desarrollo Humano, que avanzan desde los Organismos suprana-
cionales de desarrollo hasta el nivel local, aunque se producen nuevas formas de
interdependencia de lo supranacional sobre lo nacional y lo local –la que se debe
entender desde una topografía no vertical sino complementaria, como plantean
Ferguson y Gupta (2002)– y que podemos ver en el caso que analiza Paulizzi
(III-2).
El concepto de tecnologías de poder19 de Foucault es útil para analizar esas
prácticas, las que pueden adquirir diversas formas. Nos interesa indagar sobre las

16 Foucault en la Clase del 7 de Marzo de 1979 (2007 [1978-1979]: 217-248), explica que las rela-
ciones de poder que estudia por medio de la gubernamentalidad no sólo se refieren a la manera de
encauzar la conducta de los enfermos, locos, delincuentes, o niños “puede valer, así mismo, cuan-
do la cuestión pasa por abordar fenómenos de una escala muy distinta, como, por ejemplo, una
política económica, la administración de todo un cuerpo social, etc.”, como el caso de una ciudad
por ejemplo.
17 Estos autores incluyen dentro de la gubernamentalidad transnacional a alianzas transnacionales
llevadas a cabo por activistas y organizaciones de base y la proliferación de organizaciones volun-
tarias que se realizan a partir de complejas redes de fundaciones y personas a nivel internacional y
transnacional. (Ferguson y Gupta, 2002).
18 Ver en I-1 estas conceptualizaciones.
19 Para Foucault (1996a) es importante discernir entre: las tecnologías del poder, los objetos del
saber y los objetivos de control. Según él y a modo de contextualización debemos comprender
que existen cuatro tipos principales de esta “tecnologías” y que cada una de ellas representan una
matriz de la razón práctica. “Estas son las tecnologías de producción, que nos permiten producir
20 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

tecnologías de poder que se constituyen como prácticas discursivas que pueden


llamarse también dispositivos de intervención sobre ciertos grupos subalternos
que, de alguna u otra manera son las víctimas de los procesos de transformación
social, acumulación de recursos (capital simbólico y económico, tierra, agua y
trabajo) como el capital social, la economía social, el capital humano en acto en
las políticas locales (ver II y III-1-2-4).
Una primer ola de estos dispositivos que adquieren la forma de programas y
son denominados con la voz nativa de planes planes en la Argentina y, en sus ini-
cios a finales de los ‘90 por el movimiento piquetero al gobierno nacional (Svampa
y Pereyra, 2003), luego de una importante pueblada, realizada en la ciudad de
Jujuy, por desocupados y empleados públicos. El gobierno nacional para neutra-
lizar el conflicto –que había adquirido fuerza inusitada– decide aumentar cuanti-
tativamente los “programas” llamados “trabajar” para lograr el levantamiento de
los cortes de ruta.20 El denominado Jefes y Jefas de Hogar desocupados que surge
más tarde ante la crisis y empobrecimiento masivo sucedida en el 2001 (ver III-1),
requería una contraprestación por trabajo de veinte horas semanales por un monto
de 150$ (50 U$A mensuales) al comienzo y acreditar la pertenecía al territorio.
La condición y efecto de territorialización que los programas producen es uno
de los factores que, considero, evitaron la diáspora de trabajadores desocupados
hacia otros territorios y los mantuvieron, mayoritariamente, en el espacio de esas
ciudades, a diferencia de lo sucedido en Bolivia –con la privatización de las minas
en la etapa neoliberal– donde se produjo una diáspora dolorosa. Este hecho, a su
vez, tiene un efecto sinérgico ya que el movimiento de desocupados, que más tarde
adquiere la identidad de piquetero, se fortalece en esos territorios adquiriendo, al
principio, un consenso masivo de la población local (ver III-1 y III-2).
En el tercer capítulo tomamos como dimensión fundamental al Estado Na-
cional en sus políticas destinadas a pobres, desempleados, desterritorializados,
indígenas, ex obreros, campesinos y trabajadoras domésticas. Esto, en relación

transformar o manipular cosas; las tecnologías de sistemas de signos, que nos permiten utilizar
signos, sentidos, símbolos o significaciones y las tecnologías de poder, que determinan la conducta
de los individuos, los someten a cierto tipo de fines o de dominación, y consisten en una objetiva-
ción del sujeto. Finalmente las tecnologías del yo [...]. Estos cuatro tipos de tecnologías casi nunca
funcionan de modo separado, aunque cada una de ellas este asociada con algún tipo particular de
dominación. Cada una implica ciertas formas de aprendizaje y de modificación de los individuos,
no sólo en el sentido más evidente de adquisición de ciertas habilidades, sino también en el sentido
de adquisición de ciertas actitudes. Es evidente por ejemplo, la relación entre la manipulación de
las cosas y la dominación en El Capital de Karl Marx, donde cada técnica de producción requiere
la modificación de la conducta individual, no sólo de las habilidades sino también de las actitu-
des”. (1996a: 47-49).
20 Según Svampa y Pereyra (2003: 34), “los ‘programas’ se consolidan como el eje principal –aunque
no exclusivo– que sintetizaría la demanda por trabajo y su justificación en relación con la crisis de
las economías locales”. El movimiento social fue de tal envergadura que se tuvo que “trasladar la
administración de planes de los municipios a las organizaciones sociales y políticas” piqueteras.
Ensayo introductorio 21

con la política de los grupos subalternos para responder a los embates que se les
presentan, ante las formas de expropiación diversas. Se analizan algunos casos
de focopolíticas: las desarrolladas en los ‘90 –llamadas con el término técnico de
transferencias condicionadas de ingresos- y otras, dentro del marco del adveni-
miento de las políticas “inclusivas” –de la etapa llamada Kirchnerista–, del auto
denominado gobierno “nacional y popular” actual (2003-2014).21 Las caracterís-
ticas de este período y las políticas sociales “inclusivas” que se llevan a cabo, se
describen en los artículos de Paulizzi y Milana, tanto a nivel nacional como en su
aplicación y resignificación local. Esta etapa se caracteriza por una impronta de
política económica keynesina a nivel macro económico, se nacionalizan algunas
empresas e instituciones antes privatizadas, como Aerolíneas Argentinas, parte de
YPF y el sistema previsional, entre otras. La política social llamada “inclusiva”,
está vinculada a la universalización de la cobertura previsional, la negociación
colectiva entre capital y trabajo, la fijación de salarios mínimos y programas para
pobres que fueron cambiando de un formato asistencial a otro basado en derechos,
a partir de la creación de la Asignación Universal por Hijo (ver II-1 y III-1), que
hemos caracterizado como derecho de pobres (II-1).
En el gobierno de la pobreza, se promueve la llamada “economía social”
a través de programas asociados con la necesidad de “reforzar” la “cultura del
trabajo” y el “capital social” –a nivel territorial– (ver III-2), usando el “trabajo a
pulmón” de las comunidades, como un insumo de las políticas (ver III-4). Junto
a ello, se constituye una política nacional de apoyo a la “agricultura familiar”
campesina o de economías de subsistencia doméstica (ver III-4). Pero, al mismo
tiempo, a pesar de que se intenta regular las retenciones a las exportaciones de soja
para destinarlas a programas sociales, se promueve una política de expansión de
la frontera agrícola con transgénicos. Es una política dual, por un lado se apoya
al gran capital monopólico vinculado a los agronegocios al permitir su expansión,
por otro, se desarrolla una interesante política dirigida a “la agricultura familiar”,
acompañando los reclamos por la tierra y la identidad, al mismo tiempo que se
genera un sistema de registro RENAF, que habilita la formalización de estas acti-
vidades –antes no registradas– otorgándoles beneficios sociales como: obra social,
asignaciones familiares y cobertura jubilatoria (ver III-4). Por otra parte, se modi-
fica la legislación de los/las trabajadores domésticos tendiendo a su formalización
y mayor cobertura social (ver III-3). Junto a la formalización de actividades antes
no registradas como las señaladas, se desarrolla una política impositiva que grava
el salario de los trabajadores formales, conteste a las políticas promovidas por
organismos como la OECD (ver II-1), sin que se modifique la estructura de pro-
piedad de la tierra ni se pare la expansión destructora eco y etnocida del capitalis-

21 Incluye las presidencias de Néstor Kirchner (2003-2007) y de su esposa Cristina Fernández de


Kirchner (2008 a la actualidad).
22 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

mo extractivista. Gudynas (2009) plantea que esta contradicción está presente en


diferentes estados latinoamericanos progresistas, que a nivel discursivo declaman
la no injerencia de los grupos de poder económico en las decisiones políticas, pero
que en la práctica las economías estatales tienen como base significativa las reten-
ciones provenientes de la exportación, evidenciando dependencia de los mercados
globales, especialmente en relación a la minería, el petróleo y los monocultivos.
Esta estatalidad la denomina neoextractivismo progresista, otros hablan de nacio-
nalismos populares extractivistas.
En el artículo de Álvarez Leguizamón, Aguilar y Vázquez de este libro se
plantea que el concepto que propone Harvey (2004) de acumulación por despo-
sesión, como la permanente actualización de las modalidades de desapropiación y
despojo –tratadas por Marx en el capítulo sobre la acumulación originaria– que la
distingue de la acumulación regular o reproducción ampliada del capital basada en
la producción de mercancías, resulta adecuado para analizar estos casos. Si bien el
carácter transicional original, en el sentido de sentar las condiciones para el des-
pliegue capitalista se ha perdido cuando hablamos de países capitalistas, los méto-
dos de saqueo de recursos y bienes comunes, más el acompañamiento del Estado
y la legislación se mantienen, y se observan como características asociadas a estas
actividades extractivistas. La desposesión en la idea de Harvey no es sólo la tierra
sino también lo que llama bienes comunes, como serían los servicios públicos de
salud, por ejemplo. “Las particularidades que han adquirido las actividades eco-
nómicas señaladas, muy relevantes hoy en las economías de la región, combinan
el uso depredador de los recursos naturales no renovables, con métodos violentos
de apropiación, lo que provoca hambre, muerte y enfermedad en seres humanos y
destruye la naturaleza. Los más activos resistentes de la expansión de estos pro-
cesos de acumulación por desposesión son los indígenas y campesinos. Son ellos
los principales afectados por la privatización y acaparamiento de territorios que
antes eran los lugares de donde provenían sus medios de subsistencia, no sólo
de alimentos sino también de salud, recreación, vivienda, etc. Estas comunidades
están siendo expulsadas, y cuando resisten en el lugar, son violentadas, fumigadas,
amenazadas, ven sus casas y sus cementerios devastados por aplanadoras en pocos
minutos. Son los que resisten, cortan rutas, no se mueven de los territorios arrasa-
dos, activan las redes solidarias con otras comunidades o con grupos ecologistas.
Los indígenas son los primeros en poner el cuerpo para frenar el atropello, espe-
cialmente en los casos de desmontes. No son los únicos, las poblaciones locales y
distintos grupos sociales se suman a la resistencia.”
Como dicen Naharro, Álvarez y Flores Klarik en este libro, la alta renta de
la soja es alentada por las políticas gubernamentales, promoviendo su incremento.
“Esto es observable en el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial Parti-
cipativo y Federal (Argentina 2010-2020) donde se establece como meta, para ese
lapso temporal, un aumento del 317 % en la producción de combustibles a partir
Ensayo introductorio 23

de soja. Otra de las medidas auspiciosas en este sentido consiste en el Decreto


1339 del año 2012, mediante el cual se aumentaron las retenciones al biodiesel
al 24,2%, cifra que sigue por debajo de las retenciones a la exportación de grano
y aceite de soja (35% y 32% respectivamente) […] Es más que claro el aliciente
estatal a la producción de agrocombustibles, en especial biodiesel.”

Transformación de configuraciones sociales y procesos de desposesión y


destitución
Decíamos que es nuestro interés analizar, en este libro y en otro similar (Vázquez
y Álvarez Leguizamón, 2015), configuraciones sociales significativas en la pro-
vincia de Salta de diferente tipo. Por un lado, relaciones socio étnicas laborales
como las de patrón/peón en Cafayate22 y patrona/empleada doméstica en la ciudad
de Salta (ver Ferro en III-3), de gobierno de poblaciones pobres vinculadas con
la desocupación (Álvarez Leguizamón, Naharro e Ibarra –III-1– y Paulizzi –III-
2–) y/o con las políticas sociales de desarrollo llamadas “inclusivas” –como la
Agricultura Familiar– destinadas a campesinos, sobre todo en Iruya y el espacio
del Qullamarka (Milana en III-4). Por otro, estamos atentos también a relaciones
de exclusión y despojo, desatados de relaciones de interdependencia o pertenencia
anteriores. Se trata de sujetos, grupos, etnias que atraviesan “procesos de produc-
ción de ausencias” (Boa Ventura de Sousa Santos) o de producción de moribundos
(De Certeau) o una biopolítica que no produce vida sino que deja morir (Foucault),
donde ya no existe ni siquiera la voluntad del capitalismo de explotarlos –aunque
sea esporádicamente– ni la posibilidad de reproducir sus vidas.
Estos procesos de expansión del capitalismo neocolonial local se basan en la
expropiación de distintos medios de subsistencia básicos para la vida: 23 medios de
empleo como el trabajo (estudiado en el ejemplo de la UTD Mosconi por Pauli-
zzi), la tierra: abordado en comunidades y poblaciones de los valles Calchaquíes
–tanto extrabajadores que vivían en haciendas vitivinícolas (Sabio Collado, 2014),
como reivindicaciones en comunidades indígenas del Chaco (II-1 y II-2) y kolla
de la Prepuna salteña (Milana III-4). En estos espacios se observan formas de
insurgencia subalterna como parte de procesos de cambios al interior de las confi-
guraciones locales y reposicionamiento de los grupos y colectivos que la integran.
Para el caso del vínculo patrón/peón de hacienda bodeguera, vemos en la zona
de Cafayate su debilitamiento y transformación (Álvarez Leguizamón y Vazquez,
2014). Otro proceso de transmutación de configuraciones lo observamos en las
relaciones de interdependencia más clásicas del capitalismo, como la del obrero
industrial/empleador, a partir del estudio de un proceso brutal de expropiación de

22 Ver trabajos de Vázquez y Aguilar, Sabio Collado y Villagrán en Vázquez y Álvarez Leguizamón,
2015.
23 Que excede la idea de acumulación por desposesión de Harvey que se refiere a la tierra y a los
bienes comunes como servicios de salud.
24 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

medios de empleo debida a las privatización de la empresa Yacimientos Petrolí-


feros Fiscales (YPF) donde los obreros fueron despojados de las posibilidades de
vender su fuerza de trabajo en forma masiva. Las tácticas, astucias y resistencias
subalternas de la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD) de Mosconi, en la
zona del Departamento San Martin, se desarrollan en el trabajo de Cora Paulizzi.
Ella analiza formas de autonomía y autogobierno de esta organización a partir de
la resignifación de programas sociales. Aquí la vieja tradición de la organización
sindical, la “cultura del trabajo” y los subsidios de estas políticas, se conjugan
para reproducir la vida, pero anclada en la comunidad territorial y no en la fábrica.

Luchas, organizaciones y resistencias


El caso de indígenas o pueblos que estaban confinados en Misiones religiosas bajo
el gobierno pastoral colonial y eran ocupados o conchabados transitoriamente
para trabajos como hacheros o en la cosecha de la azúcar de los ingenios azucare-
ros de la zona –como el San Martín del Tabacal o el Ledesma de la provincia de
Jujuy– es abordado por diversos artículos (II-1-2 y III-4). Se realizan análisis de
las formas actuales de destitución y procesos de producción de políticas de muerte
o dejar morir, así como su contracara: procesos de organización y resistencia sub-
alterna o políticas por la vida. Asociados con la demanda por fuentes de empleo,
del territorio y la identidad de estos colectivos organizados de diversa forma. La
conformación de organizaciones de carácter étnico político y la paulatina incorpo-
ración a una condición de ciudadanía restringida en la zona urbana de Tartagal, es
historizada en el trabajo de Flores Klarik. El artículo de Sabio Collado (en Váz-
quez y Álvarez Leguizamón, 2015) aborda la conformación de la Nación Diaguita
Calchaquí, cuyo proceso de constitución se vincula con las transformaciones y
formas de expropiación del capitalismo neoliberal de la zona. La conformación
del Consejo Indígena Kolla de Iruya se aborda en el artículo de Paula Milana, a
partir de la puesta en cuestión y negociación de la organización, con las políticas
sociales inclusivas del gobierno actual, vinculadas con la promoción de la cultura
del trabajo. Los procesos de destitución y dejar morir producidas por la expan-
sión de la soja transgénica son analizadas en el trabajo de Naharro, Flores Klarik,
Álvarez para el caso de Ballivián, utilizando una de las pocas instancias donde las
voces subalternas pueden hablar ante el avance y acorralamiento de los cultivos
de soja.
El caso de los trabajadores desocupados de Mosconi organizados a partir
de la UTD (III-1 y III-2) y las formas de negociación de grupos indígenas en
Tartagal (II-1) con la “asistentica estatal” o religiosa o de ONG, puede ser visto
desde el punto de vista del gobierno de la pobreza, como una comunidad política
a diferencia de la idea de sociedad civil, según Chatterjee (2008). Son formas de
relación con los gobernados, no basadas en la categoría universal de derechos,
ciudadanía y normas legales vinculada –desde la óptica occidental- a la sociedad
Ensayo introductorio 25

civil, pero si producto de una negociación del día a día entre “grupos de interés” y
“grupos focales” (targeted group). Esta perspectiva enriquece la idea de focopo-
lítica que hemos desarrollado. Como dice Chatterjee una política, que de un lado,
se materializa en disciplinamiento en el nivel comunitario y al mismo tiempo es el
resultado de luchas por la reproducción de la vida y demandas de autogobierno. En
nuestros trabajos vemos como estas demandas forman parte también de la astucia
de los subalternos. Pero no todo es resistencia. También estas estrategias pueden
ser vistas como resultados no buscados de los propios dispositivos de gobierno.
Como dice Giavedoni 24 “el énfasis puesto en la auto-organización […] ¿no de-
bería ser contrastada con las nuevas modalidades de gestión como la comunidad
como dispositivo de gobierno o el empoderamiento? […]. No todo es resistencia y
lucha, estos espacios y experiencias, como los de la UTD, muestran una dinámica
atravesada de tensiones y contradicciones”. También vemos tensiones similares
en el caso del Qullamarka donde las políticas de “inclusión” que promueven la
“cultura del trabajo” si bien no responden a sus cosmovisiones del mundo, sin
embargo el trabajo asalariado es demandado por la falta de recursos para la vida,
lo que expresa a veces discursos ambivalentes de sus protagonistas. Por otro, el
“trabajo a pulmón” que implica la producción del espacio y la organización étnico
política comunitaria, es a veces funcional con los estilos de gobierno que poten-
cian el capital social, las redes de reciprocidad o la “economía social” propias de
los dispositivos del discurso del Desarrollo Humano y de las llamadas políticas
inclusivas.
¿Cómo habla el subalterno en este contexto de exclusión de medios de sub-
sistencia como el trabajo, la tierra, el agua, los frutos del bosque junto a políticas
de gobierno que tienden a construir subjetividades basadas en la prueba de la po-
breza o de la desposesión? Podemos decir que de muchas maneras. Nos interesa
aquí la política de los subalternos, las maneras en que hablan, denuncian, se orga-
nización, reclaman para construirse en sujetos políticos. Hay una amplia gama de
formas, algunas se observan en el libro. Desde el uso de la visibilización mediática
a los cortes de ruta. Desde el no pago de arriendo a la toma de sitios arqueológicos.
Desde los cortes de ruta a la participación en Asambleas. Por otra parte, el poder
trata de silenciar sus voces con diferentes estrategias sobre todo por medio de la
desposesión, la represión, la cooptación. También, a partir de minucias cotidianas
de desinformación persistente para que no se puedan ejercer derechos, como lo
muestran las dificultades que tienen para hacerse oír indígenas de Ballivián, en las
asambleas abiertas ante los conflictos de la expansión de la soja (II-2). Desde las
organizaciones comunitarias más locales que se potencian a partir del uso de sub-
sidios asistenciales de la focopolítica para producir granjas comunitarias urbanas
(II-1 y III-1), a la constitución de organizaciones pan territoriales de comunidades
étnicas como la Diaguita o la Kolla.

24 En comentarios de artículos del libro.


26 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En un capitalismo que se expande expulsando o expropiando medios de sub-


sistencia, al mismo tiempo los organismos internacionales nacionales en su go-
bierno de la pobreza habilitan nuevos derechos o titularidades, como los derechos
indígenas o el apoyo a la “economía familiar” con programas para la reproducción
de subsistencia campesina no transgénica (III-4). En el mismo contexto, ese go-
bierno promueve la expansión de la soja transgénica entre otras formas extractivis-
tas. Estas contradicciones crean grietas que permiten a los gobernados negociar en
el día a día de la exclusión, condiciones mínimas de subsistencia, derecho al terri-
torio y a la identidad pero en condiciones de exclusión y desposesión permanente.

Contenidos de los capítulos


El libro está organizado en tres capítulos. El primero trata sobre la injerencia de las
Agencias Internacionales de Desarrollo en las políticas sociales y la construcción
de una hegemonía naturalizadora de las desigualdades sociales. El primer artícu-
lo, denominado “Reflexiones críticas sobre la desigualdad y la pobreza, diálogos
con la Organización Económica para la Cooperación y el Desarrollo (OECD):
los “países emergentes”, de Sonia Álvarez Leguizamón; María Ángela Aguilar
y Estela Vázquez, tiene como objetivo un ejercicio reflexivo, acerca de las con-
cepción y realidades de la producción de la desigualdad y la pobreza en América
Latina. Entre los países “emergentes” la OECD coloca a la Argentina por la im-
portancia de la tasa de crecimiento del PBI, debida a actividades vinculadas a los
agronegocios, fundamentalmente. Es interés mostrar como Organismos interna-
cionales que regulan las relaciones comerciales y los dispositivos de desarrollo en
este subcontinente, se orientan casi exclusivamente en criterios de estratificación
social, midiendo solo la distribución de los ingresos, obliterando análisis acerca
del patrimonio: como la posesión de capital y la tierra. Y sobre todo cuestiones
geopolíticas y de neocolonialismo y colonialidad del presente, como los procesos
de acumulación por desposesión. Aquí se rastrea el pensamiento latinoamericano
de los distintos abordajes sobre la dependencia, sus concepciones sobre neoco-
lonialismo interno y el actual desarrollo del concepto de colonialidad del poder
en relación y diálogo con la idea neomarxiana de Harvey de acumulación por
desposesión, que nos permite explicar los procesos de desposesión y destitución
ocurridos en la Salta del presente.
En lo que hace a políticas sociales, el informe elude hablar de estado de
bienestar o reforzamiento de derechos sociales, pero se refiere indirectamente a
ellos en forma sectorial hablando de salud y educación. Por otro, promueve polí-
ticas cada vez más focalizadas en el gobierno de la pobreza cercanas al Worfare
americano, con mayores restricciones en: el ingreso y pruebas de pobreza “real”.
Además, incentiva a los países “emergentes” a que asistencialicen algunos de los
derechos sociales ya existentes (como el caso de Argentina), como lo es el derecho
a la indemnización por despido. El artículo describe las políticas de la Asignación
Ensayo introductorio 27

Universal por Hijo como diferentes a estas directivas y basada, más en derechos
que en tutela, mostrando que no hay una relación lineal entre directivas y políticas
nacionales, para este caso. Sin embargo se señala cómo, la política nacional actual
sigue estas “sugerencias” en lo que respecta al gravamen al salario y el aumento
de la formalización del trabajo.
El segundo artículo que se denomina “el combate a la pobreza y el discurso
del Desarrollo Humano en el marco de la Cooperación Internacional para el “de-
sarrollo” de Sonia Álvarez Leguizamón aborda25 las estrategias contra la pobreza
(ECP), consideradas como un aspecto fundamental de la gubernamentalidad neo-
liberal que produce un discurso en cuya materialidad “constituye un nuevo “hu-
manitarismo”, entendido como aquella posición ideológica que, si bien deplora y
lamenta la pobreza, la indigencia y la miseria, “nunca se cuestiona la justicia del
sistema de desigualdad en su conjunto”, ni los mecanismos que la provocan. Ope-
ra como un discurso de verdad que naturaliza la desigualdad. Uno de sus elemen-
tos fundantes es el discurso del Desarrollo humano que naturaliza la desigualdad,
al tiempo que conforma nuevas formas de exclusión, bajo la apariencia de nuevos
derechos. Se reformula el concepto de biopolítica tal como lo plateara Foucault.
Se sostiene que tal proceso no se aplicaría ya a la vida de las poblaciones en gene-
ral, sino a la vida y al no-trabajo de los pobres. Se describen lo que se considera
como tres generaciones de focopolíticas, que han disuelto el concepto de políticas
universales para generar nuevos modos de conocer e intervenir sobre poblaciones
consideradas riesgosas para la gubernamentalidad neoliberal o para el movimiento
de los merados. En ese sentido se modifica también el concepto de disciplina y
sociedad disciplinaria, tal como fue presentado y desarrollado por Foucault en el
tiempo que le tocó vivir. El trabajo recorre en su análisis documental la importan-
cia que cobran, tras el Consenso de Washington, los Ministerios vinculados a lo
social a medida que se advierten los perniciosos efectos de las reformas del Estado
propiciadas por tal Consenso. El artículo deconstruye algunas categorías discursi-
vas como “empoderamiento” y “desarrollo de capacidades” o “capital social”, así
como el lugar otorgado a la sociedad civil, a la economía popular o al “universa-
lismo básico” en las políticas de gobierno de las poblaciones pobres. Se observa
un proceso de subsunción económica de ciertas “capacidades de los pobres”, en
tanto se traslada la lógica de la mercancía a todos los aspectos de la vida cotidiana,
incluidas las relaciones de amistad, comunitarias, de los pobres. El “desarrollo
social humanizado” es analizado críticamente, así como el lenguaje biológico apli-
cado a estas políticas y su vinculación con la territorialización; lo que es parte de la
“subsunción de lo social a lo económico”, exigiendo “productividad” a los pobres.

25 Parte de este texto y de otros de la presentación toman en cuenta las opiniones de los evaluadores
externos, en este caso de Susana Murillo.
28 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En el Capítulo II se aborda el vínculo y la tensión entre ciudadanía y racismo,


mostrando como las prácticas y luchas subalternas indígenas, se curvan entre la
interdependencia, la autonomía, la cooptación o la destitución lisa y llana.
El primer artículo de Flores Klarik, trata sobre el ingreso a la “ciudadanía” de
los pueblos indígenas del área de Tartagal a través del acceso a políticas públicas
(educación, salud, asistencia social, proyectos de desarrollo “comunitario”) junto
a la emergencia de organizaciones etno-políticas, en el período entre 1945 y 2010.
Sitúa esta área en lo que denomina “modalidades o principios constitutivos” del
poder político local, en relación a las formas históricas de construcción de la he-
gemonía provincial. Entendida, siguiendo a Comaroff, como el orden de signos
y prácticas materiales donde se naturaliza el orden social, a partir de la ideología
dominante. En base a un estudio etnográfico minucioso, recupera la memoria y las
voces indígenas a través de los vínculos con el Estado –mediado por institucio-
nes públicas– y la manera cómo, los partidos políticos, incorporan las demandas
indígenas en la agenda gubernamental. Su tesis más importante, probada en el
estudio, es que los valores clásicos de la ciudadanía son relacionales y reproducen
el orden de las jerarquías estamentales y sociales históricamente establecidos y
localmente interpretados como válidos. Historiza la forma como el Estado –a par-
tir de diversas intermediaciones– discrecionalmente “concede” algunos derechos
a estos pueblos. En este sentido podríamos asemejar la reflexión de la autora con
la dificultad planteada por Chatterjee al pretender, en nuestras sociedades neo co-
loniales reconocer la existencia de una sociedad civil generalizada. Flores Klarik
muestra justamente cómo, en la negociación continua a través de organizaciones
etnopolíticas, los indígenas logran algún tipo de concesiones, pero articulada por
su histórica segregación política, social y económica, vinculada con estructuras
de sojuzgamiento semi servil coloniales y neo coloniales –como el trabajo semi
forzado en los ingenios azucareros-, que es parte constitutiva del racismo indio “a
la salteña”. Por eso considera que “no puede esperarse que la idea de “ciudadanía”,
“derecho”, “democracia”, “participación civil” […] se desarrolle[n] con la misma
sensibilidad política en esta región. Aun cuando instituciones estatales como la
escuela hayan impulsado nuevas formas de acceso a la ciudadanía, se trata todavía
de principios abstractos, nociones, e ideales de comunidad nacional impartidos
desde el centro que no encuentran un correlato directo con lo local”. Demuestra
cómo en esta zona, la “institución escolar operó como sustitución de la violencia
física previa, instituyendo una fuerza simbólica más sutil pero igualmente densa
en significantes de odio, rechazo, racismo verbalizados y corporizados; aunque
matizada por los discursos de la integración, la normalización, la igualdad, el res-
peto y la tolerancia”. Así el discurso de ampliación de derechos, iniciado en el
período post dictadura, replica patrones históricos de dominación, basados en la
relación del político como patrón o persona encargada de administrar la provincia
como “estancia”. A través de la recuperación de la memoria de sufrimientos y
Ensayo introductorio 29

luchas, devela como los “derechos” a la salud, por ejemplo, se basaron en otro
tipo de violencia que se ejercía sobre sus cosmovisiones y sus cuerpos en un hi-
gienismo fuertemente racista. La creación estatal de cargos de maestros bilingües
o agentes sanitarios –producto de las luchas indígenas– abrió más tarde la posibi-
lidad, anteriormente inexistente, de insertar demandas particulares desde la visión
indígena, aunque en un contexto limitado.
El segundo artículo: “tensiones entre políticas agrarias y derechos indíge-
nas y ambientales, el caso de los agronegocios en Ballivián” de Norma Naharro;
Marcela Amalia Álvarez y Mónica Flores Klarik, aborda las tensiones generadas
por el avance de los agronegocios sobre territorios indígenas wichí del área de
Ballivián, dónde la pérdida del monte ha producido consecuencias drásticas en
distintos ámbitos de la vida de las comunidades. En relación al “modelo de desa-
rrollo” extractivista vigente, resulta particularmente esclarecedor este caso como
paradigmático de hechos que suceden en diversas áreas de la región chaqueña, y
que impactan negativamente en la vida de los pobladores. Es un lugar, como tantos
otros de la provincia, donde es posible visualizar la contradicción intrínseca a este
modelo, las cuales se evidencian a partir de la aplicación del reconocimiento cons-
titucional de derechos ambientales (implementación de Ley de Bosques con la
zonificación), los derechos a la tierra y territorio de pueblos indígenas (Convenio
169 OIT, Constitución Nacional de 1994, Ley 26160), y la promoción de los agro-
negocios (aplicación del “paquete sojero” y procedimientos de recategorización
de los “amarillos sociales”, etc.). En ese contexto, se analizan diversas estrategias
y mecanismos a través de los cuales se convierte en “legales” a acciones que con-
tradicen abiertamente los derechos reconocidos. Muestran las paradojas del mode-
lo de desarrollo, sustentado en la invisibilización y la “producción de ausencia”,
a partir de un discurso práctico extractivista que se analiza en declaraciones de
sectores empresariales y elites de poder, en la prensa local. Luego, en la segun-
da parte, en base al análisis discursivo de audiencias públicas –que prevé la Ley
Provincial 7070 de “protección del medio ambiente” en temas que afectan a las
comunidades indígenas o a terceros– se devela cómo las comunidades afectadas
son sistemáticamente excluidas y ninguneadas. Se describe diferentes triquiñuelas
estatales y empresariales, desde no informarles donde y cuando se realiza la asam-
blea, restringir el uso de la palabra, no proveer de traductores para hacer inteligible
los temas asociados con derechos que se dirimen, hasta despreciar las temáticas
de salud que están sufriendo las poblaciones –como cáncer y malformaciones y
contaminación del agua– provocadas por el uso de agroquímicos.
El artículo además es valioso porque incluye, en un anexo, una descripción
detallada respecto a la especificidad de la relación histórica y actual que el pueblo
wichí tiene con su territorio, aspecto que frecuentemente se invisibiliza para fa-
vorecer actividades “productivas” que supuestamente beneficiarían a la población
local. Siendo que en realidad casi nada de los excedentes producidos queda en la
30 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

zona y menos aún se contemplan las necesidades de sobrevivencia de estas pobla-


ciones en relación a su cultura.
En este trabajo, tanto como en el anterior, se muestra cómo las focopolíticas
del gobierno de la pobreza en su combinación con la política indigenista que se
desarrollan en los ‘90, –como la creación del INAI a nivel nacional en el año
2001– pueden denominarse neoindigenismo de necesidad y urgencia, siguiendo a
Lenton y Lorenzetti. Este emerge, destinado a paliar los efectos de la crisis social,
encapsulando la “cuestión indígena” en programas de asistencia a la pobreza, su-
turando los puntos de conflictividad y anulando avances o reduciendo el reconoci-
miento de los derechos indígenas a ciertos lineamientos políticos. En este sentido,
estas prácticas asistenciales neo indigenistas construyen desde el Estado lo que
Cusicanqui y Hall, para otros contextos, llaman el “indio permitido”.
Más allá de la tematización de los artículos, podemos decir que estas políticas
asistenciales se basan generalmente en subsidios a la alimentación y sólo atacan
cuestiones que se dirimen entre la vida y la muerte o la protección básica como
lo es la vivienda. Esto sucede en el marco de un proceso brutal de expropiación
por desposesión de sus medios de subsistencia culturales básicos –como lo son el
bosque, la tierra y el agua usados en forma comunitaria– y el progresivo acorra-
lamiento en las periferias de las ciudades, todo lo cual los convierte irremedia-
blemente en dependientes de estos subsidios. Perversamente entonces la lógica
de la construcción de la alteridad racializada se reproduce con la asignación de
la descalificación productivista de la vagancia, siendo que han sido expropiados
del trabajo posible de su lógica cultural. Los escasos empleos que la soja produce
como el desmalezamiento luego de la topadora e incendio sobre los bosques, son
realizados por cuartillas de indígenas en condiciones infrahumanas.
En el Capítulo III se estudian casos de dispositivos de gobierno sobre la po-
breza, observando las luchas y representaciones subalternas, enmarcadas en las
transformaciones de la focopolítica del gobierno actual, tanto nacional como pro-
vincial. El primero denominado “Visiones sobre los ‘Planes’ en el Norte Argentino
(2001-2009)” de Sonia Álvarez Leguizamón, Norma Naharro y Pedro Marcelo
Ibarra, analiza las representaciones y percepciones sobre la implementación y
contraprestaciones de tres programas llamados de transferencia condicionada en
poblaciones indígenas, campesinos y extrabajadores asalariados o precarizados
urbanos que habitan ciudades intermedias del norte Argentino. Se trata del progra-
ma Jefes y Jefas de Hogares Desocupados, el Plan Familia por la Inclusión Social
y en forma secundaria la “Asignación Universal por hijo”. Se analiza el contexto
político de surgimiento y evolución concluyendo que, éste es fundamental para
entender las características generales que adquirieron, así como su modificación y
subsunción paulatina. La mayoría de los perceptores los valora positivamente, sin
embargo se los distingue del trabajo genuino y se manifiestan problemas varios,
como la arbitrariedad en: su asignación, mantenimiento, bajas o traspasos, lo que
Ensayo introductorio 31

produce un sentimiento de inseguridad. Son asumidos como ayuda, obligación o


favor del gobierno y, de manera alternativa, como un derecho y se conciben como
un bien que se da y se quita. Las acepciones acerca de que son un derecho están
vinculadas a tres aspectos: el derecho al trabajo que es un derecho constitucional;
que son un derecho porque fueron ganados en las luchas sociales y finalmente,
porque la situación de falta de trabajo y pobreza les da derecho al reclamo.
El segundo trabajo se denomina “Entre moribundos y piqueteros-trabajado-
res, ensayo en torno de la Unión de Trabajadores Desocupados de Gral. Mosconi
(1997-2012)” de Cora Paulizzi. La autora reconstruye los mecanismos y las ló-
gicas del proceso de gubernamentalización del Estado y el gobierno de las po-
blaciones pobres en la Argentina desde la perspectiva foucaultiana, así como las
prácticas de gobierno, resistencia, astucias y autogobierno de la UTD (lo que la
llama “el estar siendo”). Observa cómo se modifican constantemente en su re-
lación mutua y las condiciones del contexto. Describe las características de la
gubernamentalidad neoliberal de los ‘90 y analiza discursivamente el programa de
gobierno autodenominado “Nacional y popular”, surgido a partir de la asunción
en el 2003 de Néstor Kirchner, en base a declaraciones y documentos oficiales, de
lo que se denomina una “política social integral” para el gobierno de la pobreza,
en el marco del discurso del Desarrollo Humano. Este incluye el reconocimiento
del pobre como sujeto de derecho, la promoción de la “familia” y el trabajo a
partir del dispositivo de la “economía social” y el pleno empleo. En base a un
valioso trabajo etnográfico, recupera la memoria de las prácticas de la UTD, como
la transformación de los “planes” sociales en proyectos productivos colectivos,
escuelas, huertas comunitarias, así como proyectos de generación de empleo reali-
zado en galpones ocupados por la organización donde funcionan: una carpintería,
reciclado de plásticos, taller de costura, selección de porotos, un vivero, un taller
de soldadura, entre otras actividades. Los cortes de ruta sucedidos en el 2009 en
la localidad de Mosconi, son descriptos a partir de la idea de un relato “delincuen-
te” y como experiencias de “transgresión creadora de comunidades” –siguiendo
a De Certeau– lo que enriquece la mirada de las prácticas subalternas. A partir de
testimonios visibiliza la capacidad negociadora de la organización con el gobierno
nacional actual, donde se afirma la autonomía en términos de derechos y no de
dádiva, resumida en la frase “no queremos ser incluidos” de uno de sus dirigentes
que dialoga indirectamente con la retórica del gobierno nacional que promueve lo
que llama políticas “inclusivas”.
El tercer artículo de Gabriela Ferro se denomina “Las trabajadoras del em-
pleo doméstico y sus ‘patrones’, vínculos laborales y personales en el espacio de la
‘casa de familia’: entre la lógica de la regulación, el intercambio y los valores”. El
estudio de la configuración patrona-trabajadora doméstica lo hemos elegido pues
consideramos es una los vínculos subalternos de dominación de clase neocolonia-
les más persistente. Si bien por las leyes labores y la relajación de las relaciones
32 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

estamentales se ha asalarizado cada vez más, todavía se observa el poder del pasa-
do y las relaciones de semiservidumbre en la que está inscripto. En estudios ante-
riores (Álvarez Leguizamón, 2004) hemos considerado a la casa de la oligarquía,
junto con las instituciones de beneficencia, como una unidad de gobierno tutelar
que se mantuvo hasta muy entrado el siglo XX.26 Ahora sigue siendo unidad de
gobierno sobre mujeres de sectores subalternos, ya no tutelar pero se mantienen
relaciones de favores, auto constricciones y diversos vínculos que actualizan el
sojuzgamiento neocolonial. Ferro encuentra que, por ejemplo, el acoso y el abuso
sexual, si bien no aparece en los relatos de las trabajadoras de manera explícita, si
son parte del repertorio de experiencias conocidas, las que evocan indirectamente
“el derecho de ‘pernada’, que le permite al patrón o al jovencito de la casa hacer
‘uso sexual’ de su sirviente indígena o, en este caso, de su empleada criolla. Ferro
comienza su análisis en el rastreo de estudios de la sociología del trabajo contem-
poráneos que abordan este tema, poniendo el foco en la persistencia de vínculos
informales, denominación contractual que muestra la continuidad de relaciones
donde todavía los derechos laborales no se han conformado. Estos análisis dan
cuenta de las desigualdades, pero no explican cómo se producen y reproducen
cotidianamente las relaciones de dominación puesto que su objeto de estudio es
el mercado de trabajo y no las relaciones de subalternización y/o subordinación.
Sin embargo, la autora cuando devela la relación laboral a través de entrevistas
muestra como al criterio del cumplimiento de las regulaciones laborales, se le es-
capan los favores que se obtienen en la relación entre trabajadoras y empleadores,
algunos vinculados a derechos como licencias por enfermedad. Analiza estos vín-
culos entendiéndolos como relaciones de dominación, teniendo en cuenta la idea
de configuraciones de Elías ya señalada; el sentido del juego, el involucramiento,
los compromisos e intereses mutuos de Bourdieu, así como la dimensión valora-
tiva positiva o negativa, legítima o no de los miembros involucrados (Godelier) y
las de reciprocidad involucradas en del don y contra don (Mauss). Muestra como
las trabajadoras, en sus trayectorias, buscan “buenas patronas” que permiten que
en estos intercambios, a pesar de que la jerarquía se acepta como “dada”, a tra-
vés de la circulación de “generosidades”, los patrones desenvuelven acciones que
mitigan en parte la desigualdad pero que la reproduce al estar basada en favores
y no en derechos. Esta estrategia de abordaje le permite ver la ambigüedad de los
intercambios por medio de los cuales se ejercen estas formas “elementales” de do-
minación pero también las formas en que las empleadas hacen apuestas para sacar
el mejor provecho de situaciones altamente desfavorables.

26 El arquetipo de la configuración de dominación es femenino, de acuerdo a las categorías nativas en


ese entonces se podría hablar de: dama decente-criadas, a diferencia de la relación patrón-peón.
La primera se la denominaba en los textos de hasta mediados de siglo XX “dama de sociedad” o
“decente”. Todavía, a comienzos del siglo XXI, en estos círculos se dice “señora bien”.
Ensayo introductorio 33

El último artículo de Paula Milana se llama “el Consejo Indígena Kolla de


Iruya, entre Políticas Sociales “inclusivas” y prácticas del “trabajo a pulmón”. En
éste se analizan y describen las políticas sociales “inclusivas” desplegadas en los
últimos años por parte del gobierno nacional argentino. Muestra como dicha inclu-
sión, revela una mirada centralizada que se proyecta en los contextos diversos de
nuestro país, anclándose en una dimensión hegemónica del “trabajo” realizando
un análisis genealógico de esta noción y dispositivo. Estudia el proceso de orga-
nización de ese Consejo indígena y la manera como algunas de estas políticas son
reapropiadas mediando saberes locales, construcciones identitarias y luchas por el
territorio: el territorio kolla. Diferencia, a partir de un enfoque etnográfico, entre
las nociones externas del trabajo, asociadas a dispositivos y prácticas de gobier-
no y las nociones y sentidos internos, vinculados a la reproducción de la vida y
a los significados cotidianos culturales, así como a las formas de negociación y
lucha por el territorio y la identidad, a partir de la categoría nativa del “trabajo a
pulmón”.
Capítulo I

Desigualdad y políticas sociales:


Agencias Internacionales de “desarrollo”
como dispositivos de gobierno de la pobreza
I-1 Reflexiones críticas sobre la desigualdad y
la pobreza, diálogos con la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico:
los “países emergentes”

Sonia Álvarez Leguizamón; María Ángela Aguilar; Estela Vázquez

E
Presentación
l texto1 tiene como propósito realizar un ejercicio reflexivo, sobre la pro-
ducción de la desigualdad en América Latina (en adelante AL), tomando
como ejemplo el caso de Salta, Argentina, orientando la mirada sobre al-
gunas dimensiones que consideramos sustantivas para el abordaje de la cuestión
y que se han venido obliterando en los estudios centrados en criterios de estratifi-
cación social, particularmente a través de la distribución del ingreso. Entre ellos,
las cuestiones geopolíticas y de neocolonialismo, los procesos de acumulación por
desposesión, ambos ligados al “racismo indio” (Álvarez Leguizamón, et al. 2012
y 2011)2 y a las políticas económicas de corte neodesarrollistas extractivistas.
A continuación, en la segunda parte, analizamos cuál es la concepción de
desigualdad que está presente y la opción teórica que se manifiesta en un informe
de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (en adelante
OCDE) (OCDE, 2012), denominado “Special Focus: Inequality in Emerging Eco-
nomies (EEs)” (Foco especial sobre la desigualdad en las Economías Emergentes)
en el libro Divided We Stand: Whay Inequality Keeps Rising (“Estamos divididos:
porque la desigualdad sigue aumentando”, traducciones nuestras).

1 Este trabajo es una re escritura del presentado en el taller interno de los integrantes del Grupo de
Trabajo CLACSO sobre Pobreza y Políticas Sociales, con el título: “Desigualdad y políticas so-
ciales: entre la mirada de la OCDE, la neocolonialidad y la colonialidad del presente”, en ocasión
de la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales: “El estado de las ciencias
sociales en América Latina y el Caribe”, CLACSO, UNESCO, México DF, 6 al 9 de noviembre de
2012.
2 Usamos aquí la idea de racismo indio como un habitus y un discurso práctico originado en el
momento colonial pero que es también el núcleo duro del discurso civilizatorio latinoamericano
republicano, así como del desarrollo y subdesarrollo de las democracias actuales. Si bien abreva
de las reflexiones de Mariátegui sobre la cuestión del indio sobre la problematización de las elites,
plantea que no es necesario que estén a la vista las luchas sociales indígenas o que haya discusio-
nes y dispositivos explícitos de blanqueamiento. El indio aparece soterrado en un racismo a veces
visible y otras que sale a la luz en eventos críticos y que develan los rangos de las diferencias de
derechos y tipos de ciudadanía de todos aquellos que tienen en su cuerpo marcas de ese pasado.
(Álvarez Leguizamón, 2011 y et al. 2012).
38 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

La elección de este informe3 se debe a la importancia de la OCDE4 en el


marco del capitalismo globalizado, que –como otros organismos internacionales–
busca influir y definir las políticas económicas de los países y, por tanto, en sus
intercambios en el mercado mundial.
En diálogo con el documento, deconstruimos este discurso de la desigualdad
para mostrar cuáles son sus líneas duras, sus contradicciones y sus silencios. Fun-
damentamos las críticas al concepto de pobreza/desigualdad y su estrechez de mi-
ras –ya que se sustenta en un enfoque economicista centrado en la formalización
del mercado de trabajo y la distribución de ingresos– y esbozamos un ejercicio de
desnaturalización de la categoría de economías emergentes5 (en adelante EE). Esta
visión es inherente a los objetivos del organismo que son intensificar la expansión
del capitalismo, resolver sus crisis e incorporar a estos países en ese objetivo. Por
ello, aunque se pregunten por qué la desigualdad sigue aumentando, al no tener
en cuenta la lógica de producción de la pobreza por la expansión del capitalismo,
sus sugerencias son limitadas, proponen políticas que no atacan los problemas es-
tructurales de fondo que producen pobreza y concentran cada vez más la riqueza.
Comenzamos haciendo una breve síntesis de los objetivos del documento.
Luego, en la primer parte, realizamos breves consideraciones teóricas sobre la pro-
ducción de la desigualdad, intentando mostrar la complejidad de dicho fenómeno,
recuperando una tradición de análisis del pensamiento latinoamericano y teniendo
en cuenta las formas actuales de expansión del capitalismo llamado extractivista.
Este se ancla en varios países de AL como una condición de su “desarrollo”, ata-
do a extensas regiones con importantes recursos naturales poco explorados que
–hasta hace pocas décadas– estuvieron fuera de la explotación capitalista. Luego,
evaluamos el tipo de políticas públicas que este organismo entiende deben llevar
adelante los denominados países emergentes, vinculadas con las concepciones de
desigualdad y pobreza inscriptas en el documento, para disminuir la brecha de
desigualdad “sin poner en riesgo el crecimiento económico”, centrándonos sobre
todo en los casos de los países latinoamericanos y particularmente la Argentina.
El documento seleccionado, afirma que se propone examinar

3 Enrique Valencia Lomeli, coordinador del Grupo CLACSO sobre pobreza y políticas sociales, lo
seleccionó para ser discutido en el seminario interno antes citado.
4 Según su página en internet, “Fundada en 1961, la Organización para la Cooperación y el Desa-
rrollo Económicos (OCDE) agrupa a 34 países miembros y su misión es promover políticas que
mejoren el bienestar económico y social de las personas alrededor del mundo. La OCDE ofrece
un foro donde los gobiernos puedan trabajar conjuntamente para compartir experiencias y buscar
soluciones a los problemas comunes. Trabajamos para entender que es lo que conduce al cambio
económico, social y ambiental. Medimos la productividad y los flujos globales del comercio e
inversión. Analizamos y comparamos datos para realizar pronósticos de tendencias. Fijamos es-
tándares internacionales dentro de un amplio rango de temas de políticas públicas”.
5 En itálicas para la denominación nativa.
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 39

“con un enfoque especial los patrones de desigualdad y políticas


conexas que plantean desafíos en Argentina, Brasil, China, India,
Indonesia, la Federación de Rusia y Sudáfrica. Estos países forman
el grupo de las economías emergentes (EE) más grandes del mundo
[…] que suman alrededor de un quinto del PIB mundial y cerca de
la mitad de la población mundial. En momentos en que la recupe-
ración del crecimiento sostenible, después de la Gran Recesión es
una prioridad clave, juegan un rol crucial en el apoyo a la economía
global. Como participantes activos en el Grupo de los Veinte (G-
20), las economías emergentes también están activamente partici-
pando en construir la arquitectura de la gobernanza global de la
post-crisis” (2012: 48, traducción y énfasis nuestros).
Al comienzo el documento presenta un breve diagnóstico sobre estos países. Afir-
man que las EE varían con respecto al tamaño de la economía, la población, los
niveles de ingreso per cápita y el crecimiento en el último decenio.6 Por otra parte,
consideran que han alcanzado diferentes “etapas de desarrollo” y que sus “patro-
nes de desarrollo de largo plazo también difieren”, pero poseen un crecimiento del
PBI similar a la de los 34 países de la OCDE. Sin embargo, se dice, comparten
“varias características económicas importantes”.
“En primer lugar, antes del inicio de la Gran Recesión, práctica-
mente todas las economías emergentes disfrutaron de un prolon-
gado período de crecimiento relativamente robusto –con tasas de
crecimiento por lo general superiores a las de la OCDE media. Por
otra parte, las economías emergentes han mostrado una capacidad
de resistencia mayor que los miembros de la OCDE durante la crisis
mundial de 2008-09. Su creciente integración en el mundo de la
economía, con el apoyo de reformas de política interna, ha sido un
factor determinante en la ayuda la evolución hacia un crecimiento
más fuerte y más sostenible.”
Aquí hay una referencia evidente a la valoración positiva que hacen de las refor-
mas neoliberales que han tenido muchos de estos países. Afirman que “el creci-
miento económico ha permitido a las EE lograr un progreso considerable en la
lucha contra la pobreza”.7 Esta afirmación no es cierta puesto que como lo han

6 “China y la India, por ejemplo, se encuentran entre los economías más grandes y los dos países
más poblados del mundo, mientras que Argentina y Sudáfrica son mucho más pequeñas” (OCDE,
2012).
7 “Existen importantes diferencias entre países en términos de la pobreza absoluta. En un extremo,
la India tiene la tasa de pobreza más alta de los siete países –con alrededor del 42% de su población
que aún vive con menos de 1,25 dólares al día. En el otro extremo, Argentina y Rusia prácticamen-
te han erradicado la pobreza absoluta, con la misma forma de medición.” (OECD, 2012: 48).
40 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

demostrado los informes del Índice de Desarrollo Humano a partir de 1990, el cre-
cimiento no necesariamente se traduce en una disminución de la pobreza y menos
en el caso de estos países. Se observa embutida la amenaza que para los países más
poderosos significa el poder que alguno de ellos adquiere. En esta línea, afirman
que consideran “innegable que la posibilidad de alcanzar los niveles de ingreso
de los países de la OCDE, sigue siendo importante para las EE en el futuro”. En
términos más específicos el capítulo se “centra en la desigualdad dentro de los
países EE” y sus principales resultados y desafíos de la política son los siguientes:
“Todas las EE tienen niveles de desigualdad de ingresos significa-
tivamente más altos que el promedio de la OCDE”, consideran que
si “bien el reto de afrontar la desigualdad es común a EEs y de la
OCDE”, existen “fuerzas de la desigualdad en las economías emer-
gentes diferentes a las de los países de la OCDE”. Dentro de las
principales fuentes de desigualdad se señalan como fundamentales:
la existencia de “un gran sector informal, persistente, las diferencias
entre regiones extensas (por ejemplo, urbano-rural), las brechas en
el acceso a la educación, y las barreras al empleo y la carrera en la
mejora de las mujeres” (OECD, 2012: 49).

Primera parte
La producción de la desigualdad. Una mirada teórica
La producción de la desigualdad es un fenómeno complejo en el que interactúan
diferentes procesos económicos, sociales, políticos, culturales y étnicos, algunos
de muy larga data y otros más coyunturales, siendo los económicos de central
importancia en el capitalismo. Antes de concentrarnos en ellos, es importante re-
ferirnos a otras formas de desigualdad ligadas a relaciones de dominación/subor-
dinación particularmente raciales y de género, donde los diferenciales de poder se
construyen sobre el supuesto, de parte de los que detentan el poder, de su superio-
ridad como seres humanos.
Entendemos que avanzar sobre la evaluación de la desigualdad y proponer
políticas acordes, requiere desplegar el mapa de su complejidad y la diversidad de
matices en diferentes contextos socio-políticos, realizando un ejercicio de desna-
turalización, una puesta en cuestión de la concepción hecha carne en los discursos
y prácticas de los organismos internacionales, anclada en definitiva en la razón
instrumental de la modernidad occidental, versus la asignación de “atraso”, “sub-
desarrollo” –tanto económico como cultural– al resto de las sociedades y países,
desconociendo, despreciando, minusvalorando saberes y formas de conocimiento8
basadas en otras racionalidades, diferentes a la impuesta por el capitalismo. Este
pensamiento concibe el crecimiento económico indefinido como la meta indiscu-

8 Un desarrollo sobre el tema puede verse en Boaventura de Sousa Santos (2012).


Reflexiones críticas sobre la desigualdad 41

tida, no sólo de todos los países sino del ser humano como especie que se supone
persigue intrínsecamente, en espiral ascendente, el bienestar material.
En este esquema, el trabajo en tanto empleo (fuerza de trabajo), es el medio
para alcanzar el desarrollo pleno. Esta perspectiva hegemónica es la que, conse-
cuentemente, produce una concepción sobre desigualdad reducida a su dimensión
economicista (particularmente en función del ingreso y acceso al trabajo formal)
que, además de utilizar patrones de medida “universalizados”, estrecha la mira y
deja fuera la complejidad de la cuestión, que parcialmente contempla el Glosario
Internacional sobre Pobreza: “Las desigualdades más importantes se refieren al
ingreso, riqueza, clase social, género y origen étnico” (Spicker; Álvarez Leguiza-
món; Gordon, 2011).
La persistencia de formas ancestrales de desigualdad estrechamente asocia-
das con marcados diferenciales de poder, que en el caso de Argentina fueron par-
ticularmente invisibilizadas, son las relativas al peso que tiene “la raza”9 en las
relaciones sociales de dominación y las desventajas, históricamente negadas, que
implica para todos aquellos cuyo fenotipo no responde al de la raza blanca. Esta
particular forma de construcción de una Argentina blanca, moderna y homogénea,
indiscutida durante casi toda su historia, y en la que las políticas educativas tuvie-
ron un papel destacado, supone la presencia de prácticas arraigadas de inferioriza-
ción del “otro”, oscuro, diferente, innombrable.10
Este aspecto está totalmente ausente aunque con frecuencia se expresa en los
cuerpos, gestos, miradas. Un estudio reciente (De Grande y Salvia, 2011) sobre el
mercado de trabajo en grandes centros urbanos de Argentina, es ilustrativo de lo
señalado. Estos autores destacan que no tener piel blanca expone a las personas a
condiciones desfavorables en el mercado de trabajo, con independencia de edad,
sexo y nivel de instrucción. En este sentido la educación no iguala en términos de
empleabilidad, sino que la piel no blanca suma riesgos a cualquiera de las condi-
ciones educativas. Con relación a la calidad del trabajo, la posibilidad de encontrar
un trabajo sin seguridad social es 47 % más alto entre los no blancos. En síntesis
demuestran que los no blancos tienen más dificultades para conseguir trabajo, con-
siguen mayormente trabajos informales y sus remuneraciones son más bajas, con
independencia del nivel de educación.

9 Segato (2007) defiende la idea de hablar en términos de raza, no en tanto pertenencia a grupos ét-
nicos sino como “marca de una historia de dominación colonial que continúa hasta nuestros días”,
ello le permite afirmar que “al continente le cuesta hablar del color de su piel y de los trazos físicos
de sus mayorías”. Para la autora, percibir la raza en el continente y nombrarla es una estrategia de
lucha en el camino de la descolonización, raza como marca de pueblos despojados, por oposición,
la blancura opera como capital racial, agrega valor en los productos, incluyendo la producción
académica.
10 Tan es así que en la encuesta sobre discriminación realizada por el Instituto Nacional contra la
Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), “el coya” o el “mestizo”, categorías nativas
racializadas de población mayoritariamente autóctona en la Argentina, no están mencionadas, ca-
recen de nombre, como dice Segato (2010).
42 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

1. Producción de la desigualdad en el capitalismo: neocolonialismo y


colonialidad del poder en el pensamiento latinoamericano
En una sociedad capitalista, la dimensión económica es fundamental para entender
la desigualdad como producto de la lógica del capital. De allí que la tensión entre
el capital –mayor acumulación, concentración y centralización– y el bienestar –o
la producción de vida en términos genéricos, (Foucault, 1992 [1976])–, junto a los
intereses contradictorios entre el capital y el trabajo son fundamentales. Por ello,
para abordar la desigualdad social que, desde este ángulo es la contracara de la
riqueza, no sólo se debe ver la distribución de los ingresos o la renta de los hogares
sino el grado de concentración de los factores económicos, o de los medios de pro-
ducción diría Marx, es decir la propiedad de la tierra o de los recursos naturales,
del capital, de la ciencia y la tecnología aplicada a la producción. Aquí la forma de
medir o de observar esa desigualdad tiene que ver con quiénes se los apropian, en
términos de actores que los concentran.
Los medios de subsistencia se refieren a los modos en que se pueden generar
recursos o rentas para la supervivencia, algunos son producidos en el marco de
relaciones familiares o de reciprocidad, sin embargo en el capitalismo, la mayoría
proviene de intercambios en el mercado. Algunas comunidades dependen central-
mente del acceso a la tierra, al agua, a los frutos del bosque o los llamados servi-
cios de los ecosistemas para la reproducción de la vida. El dinero que se obtiene
de la venta de la fuerza de trabajo o del autoempleo, es una medida adecuada para
entender y explicar la distribución de los ingresos que provienen del empleo, pero
oblitera los procesos y relaciones sociales que producen la concentración de la
riqueza, mediante las formas de acumulación por desposesión (Harvey, 2007) y la
actualización de las relaciones de colonialidad del poder dentro de la geopolítica
imperial, como veremos en seguida.
Por otra parte, el documento de la OCDE sólo menciona al pasar las reformas
neoliberales producidas en muchos de los países, ahora emergentes, y las condi-
ciones de desigualdad que crearon y agudizaron. Para algunos autores hubo tres
olas de reformas. Una de primera generación que, siguiendo los lineamientos del
Consenso de Washington, proponía la privatización de buena parte de los bienes
comunes sociales; la segunda que demandó una transformación de las institucio-
nes, también llamada Reforma del Estado, de buen gobierno o gobernabilidad, y
la tercera, que profundizó la mercantilización de los bienes comunes de la natura-
leza. Las olas, más que sucesivas fueron superpuestas.
En el caso de Argentina, la enajenación y desnacionalización de los recursos
energéticos se dio junto a las reformas institucionales, a partir de los noventa del
siglo pasado. En la etapa actual, se promovió la expansión del capitalismo por me-
dio de la apropiación de tierras para el cultivo de la soja, ya sea para bio-combusti-
bles o alimento para animales, entre otras aplicaciones. La expropiación de tierras
bajo diferentes formas de propiedad o tenencia, en algunos casos que funcionaban
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 43

como bienes comunes, nos remite a la acumulación por desposesión a la que se


refiere Harvey (2007),11 aunque ha sido históricamente puesta en evidencia por el
pensamiento social latinoamericano, a partir del debate sobre la acumulación ori-
ginaria persistente, o sea la acumulación por desposesión de la naturaleza. Si no se
incluyen los procesos de apropiación de los recursos naturales y/o del excedente,
no se puede entender la desigualdad, puesto que sólo se cuantifican los síntomas,
a través de datos de los ingresos familiares, pero no de los procesos estructurales
de apropiación de la riqueza.
Para Luis Tapia,
“el eje neoliberal consiste en el desconocimiento y desmantelamien-
to de los grados de igualdad y redistribución ampliada del poder
político y social, y sobre todo del excedente, logrados por la historia
de las luchas sociales que conquistaron los derechos políticos y so-
ciales que instituyeron y ampliaron la ciudadanía, es decir, el um-
bral de inclusión y reconocimiento en las sociedades” (2008: 30).
Esta estrategia se basa en el debilitamiento de los derechos sociales, sobre todo
los de tipo universal, la desposesión de bienes comunes y la generalización de
políticas focalizadas a los más pobres de entre los pobres, por medio de sistemas
de asistencia tutelada que hemos denominado focopolíticas (Álvarez Leguizamón,
2011a), las que no buscan el bienestar de las personas sino la reproducción a nive-
les mínimos básicos.
Cuando se analizan los enfoques de la dependencia, y otros, se recupera el
hilo sobre facetas clausuradas en los estudios de la desigualdad, por lo que nos
parece importante volver a esta tradición, y a los aspectos en que se centraron el
análisis de desigualdad y pobreza, antes de la “era neoliberal”, y que tienen en
cuenta relaciones de dominación. En síntesis estos aspectos serían los siguientes:
• las formas de expropiación de excedente por medio de relaciones de domi-
nación de la geopolítica mundial y del neocolonialismo interno de nuestros
países, como productores de desigualdad,
• los procesos de acumulación originaria constante o acumulación por despo-
sesión, y
• la sobre o superexplotación del trabajo, ya sea por la vía de la precarización
o del sobre trabajo no pagado, etc.

Estos teóricos latinoamericanos interpelaron la teoría de la modernidad, del de-


sarrollo por crecimiento económico y del progreso cultural, desde Mariátegui o
la teología de la liberación, hasta la perspectiva de la dependencia, puesto que
explicaba la desigualdad social y la pobreza masiva a partir de concepciones evo-

11 En el Capítulo IV (: 111-140).
44 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

lucionistas que construían nuestra inferioridad cultural, en la escala de jerarquías


de las sociedades. La perspectiva de la dependencia12 puede ser considerada como
una teoría particular del discurso del desarrollo (Escobar, 1998) pero vino a debatir
con las concepciones sobre el “desarrollo” basadas en la idea del crecimiento por
difusión cultural13 o por aplicación de las recetas hegemónicas del capitalismo
central. Más tarde, los críticos al “desarrollo” demostrarían que el crecimiento
económico no trae bienestar, ni tampoco existe el supuesto derrame. Algunos ha-
blan de mal desarrollo y otros proponen como alternativa al capitalismo el buen
vivir, sobre todo las comunidades indígenas andinas, aymaras y quechuas, ideas y
cosmovisiones incorporadas ya en dos constituciones latinoamericanas (Bolivia y
Ecuador), en reemplazo del desarrollo como horizonte.
Desde la perspectiva de la dependencia, los estudios asocian la desigualdad
a causas histórico/estructurales, afincada en la historia y en las estructuras econó-
micas de intercambio mundial dependiente y en las relaciones de poder y domina-
ción local. Esto permite y facilita la apropiación del excedente, por parte de elites
locales y capitales extranjeros, junto a la exclusión en la participación política y la
persistencia de la discriminación étnica y social de grandes sectores de población.
Cardozo y Faleto (1968) debaten con la teoría de los términos del intercambio
de la CEPAL, arguyendo que ésta no incluye un análisis de las relaciones sociales
de producción. Para comprender estas relaciones proponen el concepto de estilos
de desarrollo, distinguiendo dos tipos, las economías llamadas de enclave expor-
tador, que incluyen dos formas de dominación predominante, la hacienda o la
minería y las denominadas economías de producción nacionalmente controlada.
Las primeras se caracterizan por relaciones de semiservidumbre y esclavitud. El
primer tipo, el enclave exportador, puede brindar algunos rasgos para estudiar las
actuales formas de expansión del capitalismo llamado extractivista, siendo ésta
una de las más importantes del crecimiento económico, al menos en Brasil y Ar-
gentina, de entre los países emergentes estudiados por el documento. Estos ele-
mentos no están presentes en los análisis de la desigualdad de la OCDE ya que su

12 Dentro del pensamiento dependendista existen varias líneas (Dos Santos, 2003) estudiadas por
Blomstron y Hettne (1990), Kay (1989, citado por Dos Santos, 2003), entre otros. Si bien las
clasificaciones de estos autores no son del todo coincidentes, se pueden señalar algunas corrientes
a partir de una síntesis realizada por Andre Gunder Frank (1991, citado por Dos Santos, 2003),
Celso Furtado (1974): estructuralista; Cardozo y Faletto (1968) como reformistas, André Gunder
Frank (1970), Ruy Mauro Marini (1977) y Theotonio Dos Santos representarían un pensamiento
neomarxista o neoestructuralista, Vania Bambirra (1977) y Aníbal Quijano (1973) marxista, Frank
Hinkelammert (1970) no marxista.
13 Según Blomstron y Hettne (1990: 1) los antecedentes de la teoría serían: i) la tradición crítica al
eurocentrismo implícito en la teoría del desarrollo vigente, las críticas al imperialismo euronorte-
maricano y la crítica a la economía neoclásica de Raúl Prebish y a la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (en adelante CEPAL); ii) el debate latinoamericano sobre el subde-
sarrollo, cuyo primer antecedente es la discusión entre el marxismo clásico y el neomarxismo,
influenciados por los aportes de Paul Baran y Paul Sweezy.
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 45

análisis no tiene como centro las formas en que la expansión y reproducción del
capitalismo del presente produce desigualdad, exclusión, desposesión y destitu-
ción sobre grandes grupos de población.
Según Pablo González Casanova (2006 [1975]),
“está originalmente ligada a fenómenos de conquista, en que las
poblaciones de nativos no son exterminadas y forman parte, pri-
mero, del Estado colonizador y, después, del Estado que adquiere
una independencia formal […] Los pueblos, minorías o naciones
colonizados por el Estado-nación sufren condiciones semejantes a
las que los caracterizan en el colonialismo y el neocolonialismo a
nivel internacional. En general, los colonizados en el interior de un
estado-nación pertenecen a una ‘raza’ distinta a la que domina en
el gobierno nacional, que es considerada ‘inferior’ o, a lo sumo, es
convertida en un símbolo ‘liberador’ que forma parte de la dema-
gogia estatal; la mayoría de los colonizados pertenece a una cultura
distinta y habla una lengua distinta de la ‘nacional’”.
Otra forma de comprensión del neocolonialismo es la de Silvia Rivera Cusicanqui
(1997, 2003,2003a, 2010, 2010a) quien toma la idea de González Casanova pero
le imprime otras características como la expropiación de subjetividades, el habitus
neocolonial o la estructura arborescente del colonialismo interno. Desarrolla la
primera idea basándose en la introducción escrita por Jean Paul Sartre al libro Los
condenados de la tierra, de Franz Fanon (1961)14 pero desde otro lugar, a partir de
incorporar de la noción de Foucault de control y disciplinamiento sobre el cuerpo
de los sujetos y sus subjetividades, aunque no lo diga taxativamente.
Sin entrar en la complejidad de las discusiones y coincidencias en el marco
de los llamados estudios de-coloniales o de colonialidad del poder, tomemos esta
última idea de Quijano (2000a y 2000b) para quien éste es uno de los elementos
constitutivos y específicos del patrón mundial de poder capitalista.
Dice Quijano que la colonialidad del poder es
“un concepto diferente de, aunque vinculado al Colonialismo. Se
funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la po-
blación del mundo como piedra angular de dicho patrón de poder y
opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales
y subjetivas, de la existencia social cotidiana y a escala societal”.
Para él esta racialización se extendió desde América a una clasificación de la po-
blación de todo el mundo en identidades “raciales” y dividida entre los dominan-
tes/superiores “europeos” y los dominados/inferiores “no-europeos”. Estas formas

14 Tomada también por el peruano Aníbal Quijano en su concepción de colonialidad del poder.
46 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

de dominación se asientan en una violencia epistémica y social (colonialidad del


saber), la que impone una visión particular de modernidad eurocéntrica. Según
Quijano, su concepto es diferente al del colonialismo interno porque incluye re-
laciones de dominación supranacionales, al igual que el de neocolonialismo. El
colonialismo interno también lo hace, pero en el contexto de las relaciones de do-
minación que en ese momento se denominaban centro/periferia y sin realizar una
crítica radical al concepto de modernidad y de “desarrollo” eurocentrado, como lo
hacen los estudios decoloniales.
Como hemos visto, con la expansión del capitalismo neocolonial o en el mar-
co de la colonialidad del poder, las causas de la pobreza se colocan en las víctimas.
Ello puede verse en la modalidad actual de los cultivos de soja transgénica y en el
sustento ideológico político del capital humano y social de las políticas llamadas
de transferencia condicionada, un tipo particular de focopolíticas. Este esquema
reproduce un racismo encubierto puesto que considera que los pobres no serían
capaces de “triunfar en el mercado” por falta de “capacidades” individuales y,
a la vez, deja de lado las cuestiones socio históricas, estructurales y raciales que
producen pobreza. De esta premisa concluyen que hay que tutelarlos y educarlos.

2. La acumulación por desposesión y el modelo extractivista


Varios autores coincidieron en señalar que, en los últimos años, como consecuen-
cia de la globalización y de las políticas neoliberales se impuso, en muchos países
latinoamericanos, un modelo de capitalismo especialmente depredador de los re-
cursos naturales. Nos referimos a actividades productivas como la minería- inclui-
das la producción de gas y petróleo-, y con ciertas modalidades de la agricultu-
ra, denominadas “agronegocios”, –cuyo cultivo paradigmático es la soja–15 estos
procesos son liderados por capitales trasnacionalizados, como la Barrick Gold o
Monsanto, cuya tecnología domina las nuevas formas de producir.
La expansión del capitalismo neocolonial de los agronegocios, especialmente
el caso de la soja, produce procesos de etnocidio16 junto a formas renovadas de
ecocidio,17 lo que permite explicar la dinámica de la dominación local y global

15 Ver Álvarez Leguizamón, Sonia (2011b).


16 La idea de etnocidio es un concepto desarrollado por el campo de saber de la antropología, vincu-
lado con el etnocentrismo. Según Abramoff el etnocidio es la anulación de la diferencia, “es querer
hacer del “otro” uno igual a mí. El pensamiento “etnocida funciona así: hacer del indio, del negro,
del gitano, del asiático otro de sí, transformándolo en un indio civilizado… Negar la diferencia,
ignorando su identidad, es la clave para ponerlo mejor a mi servicio, y cuando esto no es posible,
debo suprimirlo físicamente, en la medida que se torna peligroso y amenaza mi supervivencia. Si
no puedo convertirlo en un “otro previsible” en un “otro que se parece a mí” y deje de ser peligroso
debo eliminarlo directa o indirectamente. Esto es el genocidio” (Abramoff, 2004: 159-160).
17 El neologismo “ecocidio” se define como deterioro y destrucción del medio ambiente y de los
recursos naturales como consecuencia de la acción directa o indirecta del hombre sobre los ecosis-
temas.
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 47

fuertemente entrelazada y multi determinada, que podríamos ejemplificar con la


metáfora de una arborescencia neocolonial.18 Cuando se analizan las políticas con-
tra la desnutrición y el hambre (Álvarez Leguizamón, 2011) y el discurso de las
Agencias Multinacionales de Desarrollo (AMD) se observa que en éste las expli-
caciones provenientes de distintos campos de saber-poder, que forman parte de lo
que se puede denominar un habitus colonial,19 colocan las causas de la pobreza y
muerte por desnutrición en las propias víctimas, culturalizando la pobreza, encu-
briendo los procesos de expropiación de medios de subsistencia y de acumulación
de capital, así como las resistencias y luchas de las víctimas para evitarlas.
Estos procesos de expansión del capitalismo, también en el caso de la soja,
son representativos de las siguientes paradojas. Por un lado, el impulso de parte
de organismos promotores del “desarrollo humano” de los derechos básicos a la
vida y a la alimentación así como los discursos “solidarios/humanitarios” ante el
aumento del hambre en el mundo y, por otro, el fomento de actividades de alta
productividad vinculadas a los agronegocios, junto con la promoción de culti-
vos para biocombustibles que generan incremento de la producción de pobreza
y muerte por hambre, y dan cuenta de un “desarrollo” particular del capitalismo
local transnacionalizado.
En relación a la minería, como señala Machado Aráoz,
“probablemente más que cualquier otra actividad, la evolución his-
tórica de la minería moderna se halla intrínsecamente ligada a la
emergencia, constitución y los avatares políticos del colonialismo/
colonialidad, contracara oscura y recurrentemente negada del Orden
Moderno” (2011: 142).
En términos del autor,
“Niñas y niños con niveles ‘astronómicos’ de plomo en sangre y
con vestigios de mercurio en sus sistemas neurológicos, destinados
inexorablemente a engrosar las estadísticas veladas de la población
‘discapacitada’, poblaciones enteras con metales pesados corriendo

18 La estructura arborescente del colonialismo interno, para Rivera Cusicanqui, se manifiesta a partir
de ejemplos elocuentes de la estigmatización de las conductas de mimesis cultural, como el caso
de la vestimenta de la chola paceña y también en los habitus coloniales de las elite que continua
funcionando a través del eje invisible de las “dos repúblicas” –la una de los súbditos, la otra de
los soberanos– (Rivera Cusicanqui, 2004, 2004a). Para ella, también la estructura arborescente
del colonialismo interno se articula con los centros de poder del hemisferio norte, “llámense uni-
versidades, fundaciones u organismos internacionales”. Afirma que “la estructura ramificada del
colonialismo interno-externo tiene centros y subcentros, nodos y subnodos” (2010: 63).
19 Según Silvia Rivera Cusicanqui (2004, 2004a) se podría hablar de una estructura del habitus re-
publicano colonial, haciendo referencia al concepto bourdieusiano de habitus, que continua fun-
cionando, en el caso de Bolivia que estudia, a través del eje invisible de las “dos repúblicas” que
resultó encubierto y disfrazado por la retórica del reconocimiento jurídico de la igualdad del indio.
48 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

por sus venas; con sus ríos disecados y sus fuentes de agua contami-
nadas; sus aires saturados de sulfuros y material particulado; cromo,
plomo, mercurio, arsénico, cadmio, uranio y otros tantos elementos
anegando sus suelos. Enfermedades de la piel y del sistema res-
piratorio; nuevas y raras afecciones digestivas y neurológicas; el
incremento exponencial de casos de cáncer y de las tasas de morbi-
mortalidad de las localidades aledañas. Extensos territorios cianu-
rados; paisajes enteros intervenidos, conformados por aguas ácidas,
desertificación y pérdida de especies; biodiversidad degradada irre-
versiblemente; montañas y montañas de escombros, junto a grandes
represas de lodo contaminado y gigantescos cráteres que quedarán
por cientos de años como ‘recuerdos de la época’, souvenirs del ma-
ñana de las promesas desarrollistas del presente” (Machado Aráoz,
2011: 137/8).
El concepto que propone Harvey (2004 y 2007) de acumulación por despose-
sión, como la permanente actualización de las modalidades de desapropiación y
despojo tratadas por Marx en el capítulo sobre la acumulación originaria, que la
distingue de la acumulación regular o reproducción ampliada del capital basada en
la producción de mercancías, resulta adecuado para analizar estos casos. Si bien
el carácter de transicional original, en el sentido de sentar las condiciones para el
despliegue capitalista se ha perdido cuando hablamos de países capitalistas, los
métodos de saqueo de recursos y bienes comunes, más el acompañamiento del
Estado y la legislación se mantienen, y se observan como características asociadas
a estas actividades extractivistas.
Digamos que este análisis también estuvo presente en los autores que formu-
laron la teoría de la dependencia, pero nos inclinamos por la denominación acuña-
da por Harvey, ya que resulta muy expresiva de los procesos que analiza, además
de haberse extendido bastante su uso incluyendo en la desposesión no solo la tierra
sino también lo que llama bienes comunes, como serían los servicios públicos de
salud, por ejemplo. Las particularidades que han adquirido las actividades econó-
micas señaladas, muy relevantes hoy en las economías de la región, combinan el
uso depredador de los recursos naturales no renovables, con métodos violentos de
apropiación, lo que provoca hambre, muerte y enfermedad en seres humanos y
destruye la naturaleza.
Los más activos resistentes de la expansión de estos procesos de acumulación
por desposesión son los indígenas y campesinos. Son ellos los principales afecta-
dos por la privatización y acaparamiento de territorios que antes eran los lugares
de donde provenían sus medios de subsistencia, no sólo de alimentos sino también
de salud, recreación, vivienda, etc. Estas comunidades están siendo expulsadas,
y cuando resisten en el lugar, son violentadas, fumigadas, amenazadas, ven sus
casas y sus cementerios devastados por aplanadoras en pocos minutos. Son los que
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 49

resisten, cortan rutas, no se mueven de los territorios arrasados, activan las redes
solidarias con otras comunidades o con grupos ecologistas. Los indígenas son los
primeros en poner el cuerpo para frenar el atropello, especialmente en los casos de
desmontes. No son los únicos, las poblaciones locales y distintos grupos sociales
se suman a la resistencia.
Por otra parte, el informe de OCDE habla de corrupción a veces y sólo en
relación a la recaudación de impuestos en las EE. Sin embargo, la acumulación por
desposesión, al igual que la acumulación originaria, implica que las apropiaciones
son violentas, en las fronteras de la legalidad o abiertamente ilegales. Por ello,
junto a este tipo de inversiones aparecen otras como las inmobiliarias, turísticas,
mineras, juego, etc., que muchas veces se asocian a distintas maneras de corrup-
ción, principalmente al lavado de dinero.
También es interesante advertir que algunos de los países que componen lo
que se denomina EE, son sociedades con dinámico y rápido crecimiento capitalis-
ta, que rivalizan y amenazan la hegemonía mundial establecida. El atento segui-
miento de la OCDE es sintomático del interés por estos países, en dos sentidos.
Uno, para controlar una amenaza a la hegemonía, y otro, porque la valorización
capitalista de algunas actividades resulta propicia para ser apropiada y transferi-
da a los países centrales en crisis. Ejemplo de ello son las privatizaciones de los
noventas y las corridas financieras contra las monedas, que permiten la compra a
un precio vil de empresas muy competitivas en el mercado mundial o de deuda
pública.
Otro aspecto llamativamente ausente en el informe es la política adoptada
por algunos países latinoamericanos de autonomía en relación a los organismos
financieros internacionales, y a la organización comercial y política del Mercosur20
y de UNASUR (Unión de Naciones Sur Americanas), que consolida en la región
un bloque de países que lograron frenar algunas iniciativas comerciales de EEUU,
como el TLC (Tratado de Libre de Comercio) y ALCA (Área de Libre Comercio
de las Américas), y también de interrupción de gobiernos democráticos y autóno-
mos, como el caso de Ecuador.

Segunda Parte
El informe de la OCDE y la concepción de desigualdad: lo que incluye
Este estudio parte de un supuesto fuertemente naturalizado, y por ello no sometido
a discusión, y es que el crecimiento económico –en el marco de relaciones socia-
les capitalistas– es la meta de cualquier país o comunidad que siente sus bases en
el planeta tierra. Es pertinente una digresión sobre el propio concepto de países
emergentes que bajo la lógica enunciada es equivalente a EE. Según el diccionario

20 Mercado Común del Sur o MERCOSUR, integrado por la República Argentina, la República Fe-
derativa de Brasil, la República del Paraguay, la República Oriental del Uruguay, la República
Bolivariana de Venezuela y el Estado Plurinacional de Bolivia.
50 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

de la Real Academia Española, emergente es lo que nace, sale y tiene principio de


otra cosa, o sea aquello que deja de ser lo que era y que, en un proceso de creci-
miento evolutivo se convierte en algo mejor, más pleno, más completo.
Podríamos interpretar entonces que los países emergentes son los que van
dejando de ser lo que eran según la perspectiva hegemónica. En primer lugar,
subdesarrollados y en consonancia con ello, atrasados, habitados por seres (aún
no plenamente humanos) pobres, incultos, negros que se dejan seducir por líde-
res carismáticos y consecuentemente eligen gobiernos populistas. En ese proceso
de emerger, comienzan a mostrar señales de lo nuevo, lo moderno, lo que puede
crecer en la dirección esperada, los económicamente bien encaminados hacia el
modelo de país en que, aquellos representados en la OCDE, se han transformado,
o están trazando un recorrido similar que les permitirá cumplir con los mandatos
de eficiencia, productividad y, como derivación, bienestar.
Luego, el modo de pensar la igualdad-desigualdad está sometido a esas con-
diciones de posibilidad y establece los límites de lo pensable. En ese marco, para
el documento reflexionar sobre la desigualdad implica identificar las causas que
funcionan como barreras, como rémoras que se interponen y dificultan el proceso
de crecimiento esperado. Las tres principales que señala son: las disparidades en
el acceso a la educación, la persistencia del empleo informal y la desigualdad es-
pacial, factores que explicarían la dispersión de ingresos en las EE (analizaremos
sólo las dos primeras).
Hay una fuerte creencia, que deviene como conclusión lógica de este diag-
nóstico, acerca de que la “inversión” en capital humano reducirá las desigualda-
des. En esta discursividad, la pobreza se entiende como una cuestión individual
–no social– y como producto del déficit de capital humano (KH) en individuos
y hogares, la que se reproduciría intergeneracionalmente por medio de lo que se
denomina el círculo vicioso de la pobreza. Como hemos demostrado en otros tra-
bajos (Álvarez Leguizamón, 2011a) para Foucault (2007 [1978-1979]) el capital
humano es una categoría discursiva fundamental de la gubernamentalidad neoli-
beral, que analiza en su libro el Nacimiento de la Biopolítica. Estas teorías son el
origen de esta noción, la que luego se aplica a los pobres en otro contexto, el de
las políticas de lucha contra la pobreza, por parte de los organismos de desarrollo.
El capital humano es un término y un saber particular neoliberal, según
Foucault, para designar a un hipotético factor de producción dependiente no sólo
de la cantidad, sino también de la calidad del grado de formación y productividad
de las personas involucradas en un proceso productivo. Esta expresión fue esbo-
zada a mediados del siglo pasado, a partir de estudios sociológicos realizados por
Theodore Schultz y luego por Gary Becker, que confluyeron en lo que se cono-
ce como teoría del capital humano, que conforma una parte fundamental de la
transformación en la gubernamentalidad neoliberal. Esta teoría propone una nueva
manera de entender el trabajo, en ella el trabajador se convierte en un capital, “un
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 51

ingreso es sencillamente el producto o el rendimiento de un capital”, cuya renta


es el salario. A partir de aquí, el estudio del “modo de crecimiento, constitución y
acumulación de ese capital humano será fundamental para los neoliberales” dice
Foucault.
Formar capital humano significa desarrollar “una suerte de idoneidad-má-
quina que va a producir ingresos”, es decir hacer inversiones educativas ya sea en
instrucción propiamente dicha o en formación profesional. Este artilugio convierte
al propio trabajador en capital y en una máquina, que además debe capacitarse de
acuerdo a las oportunidades que él sepa reconocer en el mercado, y no a las condi-
ciones de posibilidad que la sociedad le brinde, ni a sus elecciones, capacidades o
preferencias. Luego, a la inversión en capital humano se le asigna un papel impor-
tante para mejorar el empleo formal y, consecuentemente su calidad, que a su vez,
implicaría mayor bienestar. Complementariamente se sostiene que los incentivos
a la inversión productiva es otro de los recursos, si no el central, para estimular la
mejora del empleo formal.

Análisis de la desigualdad en los llamados países “emergentes”


Para analizar desigualdades, el informe toma sólo el índice de Gini durante la
década de los ‘90, los cambios de los ingresos familiares por quintiles y las dife-
rencias regionales solo circunscriptas a desigualdades rural-urbanas. Con respecto
a los quintiles de ingreso, se han beneficiado –en el caso de Brasil y Argentina–
los ingresos más bajos y medios, sin embargo la concentración de los ingresos
es altísima. En ambos países, el 10% de la población se apropia del 55% de los
ingresos21 pero lo más importante aquí, en términos de desigualdad es la mayor
concentración de la riqueza producida, o lo que es lo mismo una mayor apropia-
ción del excedente. Las series muestran que no sólo aumentó la concentración de
los ingresos sino que los que más se beneficiaron con la suba de salarios fueron los
trabajadores más calificados.
En el cuadro sobre el índice de Gini, se observa que en la mayoría de los
países llamados emergentes, la desigualdad aumentó (menos en Brasil e Indonesia
y en la Argentina se mantiene constante). Se observa que a medida que aumenta la
producción, aunque disminuya la pobreza, la riqueza se concentra cada vez más.
Este ejemplo es una muestra de que el crecimiento económico no trae rebalse y
que el desarrollo es un mito –en cuanto a mejorar el bienestar de las personas–. En
los países de América Latina, es probable que la concentración de la riqueza sea
más intensa de lo que se pueda dar cuenta, por carecer de un análisis histórico de
las reformas estructurales que se promovieron en los ‘90, y que aumentaron la des-
igualdad, es probable que la concentración de la riqueza sea entonces más intensa.

21 Estos datos no se muestran en forma evolutiva.


52 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Por ejemplo para el caso de Argentina, es fundamental mostrar como la re-


forma neoliberal de los ‘90 produjo un proceso intenso de expropiación de bienes
comunes de distinto tipo, como ya se señaló. El documento de la CEPAL (2004:
6-7) sobre el “Panorama social de América Latina”, señala que en este período, la
pobreza extrema en la Argentina ha aumentado.22 En lo que respecta a la distribu-
ción de la riqueza medida en términos del índice de Gini, la Argentina es un caso
paradigmático. Pasó de ser uno de los países con un grado de desigualdad medio
(entre 0,4700-0,5199), en el conjunto de los países latinoamericanos en 1990, a
participar del grupo de países con mayor desigualdad de América Latina junto
con Brasil y Honduras en el 2004 (0,5800-1) datos que dan cuenta de la brutal
concentración de la riqueza y el aumento de los rangos de desigualdad medidos
en términos de ingresos monetarios.23 Esto significa una transformación radical
de la sociedad con una concentración de la riqueza cada vez más excluyente y
una polarización social que ha revertido las condiciones de la estructura social
argentina, produciendo cada vez más pobres y excluidos. Si bien es cierto que a
partir del 2004 este proceso se modificó en el sentido de mejorar los ingresos de
los deciles más bajos, como muestra el informe, si se mira en un período mayor
es probable que se hayan recuperado los niveles históricos y que no se trate una
mejora sustantiva.

Las políticas que propone


Para el documento de la OCDE, la reducción de la desigualdad se lograría enton-
ces, por una parte, con mejoras vinculadas a la educación, tales como, la amplia-
ción de la matrícula educativa, ya que favorecería la disminución de la pobreza;
la mejora en la calidad de educación –lo que redundaría en mejores perspectivas
de trabajo y mayores ingresos, aunque reconoce que no siempre y no indica cómo
avanzar en esta línea– e inversión en políticas de capacitación de la fuerza de tra-
bajo, que asocian con altas tasas de empleo y altos ingresos promedio.
Complementariamente propone mayores incentivos al empleo formal y tra-
bajos de calidad, que traería como consecuencia la posibilidad de ampliar la base
impositiva a los salarios,24 que parece ser la idea central para otra de las propuestas
de política que señala: el aumento de la recaudación impositiva pero sin incorporar
impuestos a la propiedad. Si bien la recomendación de ampliar el empleo formal
es positiva porque constituye un avance en los derechos de las relaciones contrac-
tuales salariales, el objetivo que la promueve es utilitarista.
Por último, las provisiones de asistencia social focalizadas (targeted) en los
más necesitados, completa la propuesta. Con lo que la idea de bienestar social que-
da acotada a la promoción de políticas focalizadas de transferencia condicionada

22 Ver Gráfico 2, p. 20 del Panorama Social mencionado.


23 Ver Cuadro 1, p. 19 del mismo informe.
24 Ya que no se puede realizar para los trabajos informales, muy significativos en estas economías.
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 53

o subsidios al empleo, lo que no es una propuesta de welfare sino workfare como


veremos más adelante. Como en la etapa de las primeras reformas neoliberales,
consideran que la apertura de los mercados y las reformas estructurales mejoraran
la desigualdad, cuando se sabe que justamente en Argentina, en plena reforma del
estado y apertura de los mercados fue cuando más desigualdad hubo, según datos
empíricos. La retórica insiste en este vínculo: naturalizando estas medidas que no
son otra cosa que pérdida de bienes comunes, concentración y desnacionalización
de la riqueza.
Resulta interesante preguntarse por los matices o deslizamientos que se ad-
vierten respecto del modelo neoliberal hegemónico –desde los noventa– en esa
indagación detectamos una preocupación nueva por el carácter del empleo. Este
organismo incorpora el tratamiento de la informalidad del empleo y la necesidad
de formalizarlo, lo que pone de relieve la inquietud de hacer “preparativos para
financiar “gastos sociales” elevados en el “futuro”, dedicándole todo un subtítulo.
Recomendación ésta que suena extraña en el discurso neoliberal aunque luego
se entiende la intención, dado que proponen aumentar los gravámenes sobre el
salario.
Es interesante señalar una consistencia entre el enfoque de desigualdad por
ingresos, referida a dos cuestiones: la desigualdad entre trabajadores, formales o
informales, y la desigualdad entre los que trabajan y los que no. Quedan siempre
fuera de tratamiento los poseedores de capital o recursos naturales. Al definir el
universo centrado en el trabajo/no trabajo, se cierra el modelo siempre tematizan-
do los ingresos por salarios.
Por lo tanto, es posible pensar que los que aportarán más en el futuro serán
los mismos trabajadores, que con sus impuestos pagarán los “gastos sociales”. Se
dice: “mirando hacia el futuro, de todos modos, una buena redistribución en las EE
requiere un cambio en la estructura del sistema impositivo. Una atención especial
debe ser puesta en un mejor balance entre la recaudación impositiva mediante el
impuesto al ingreso personal (IIP) y el impuesto a la propiedad por un lado, y el
impuesto al consumo por otro lado”,25 política que viene llevando a cabo el actual
gobierno argentino. Entonces, el mejor balance consiste en reducir el impuesto al
consumo, que efectivamente tendría un efecto positivo, pero si se carga sobre los
trabajadores las transferencias a los más pobres, y no a la propiedad de los medios
de producción, principalmente al financiero, no se habrá mejorado la distribución
de la riqueza y hasta podría empeorarse.
En el documento se habla de social welfare pero en realidad la propuesta nos
parece más emparentada con un modelo de economic workfare. El texto cuando se
refiere a estas políticas, dice textualmente

25 Política que el actual gobierno argentino parece atender debido a la imposición del impuesto a las
ganancias que grava el salario.
54 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

“los programas de bienestar social deberían fortalecerse más por


medio de una mejor focalización en los individuos que más lo nece-
sitan en conjunto con la promoción de mecanismos que promuevan
el empleo […] Dado el tamaño del sector informal en todas las EE,
se vuelve más dificultoso el utilizar los impuestos con propósitos
redistributivos y una gran atención debería posarse sobre el sistema
de beneficios” (cursivas nuestras).
No se hace mención a la importancia que debería tener el fortalecimiento de polí-
ticas de seguro o universales en Educación y Salud, aunque se dice que se debería
pensar en un futuro en aumentar el “gasto social”, jerga neoliberal para hablar de
inversiones en bienestar social de la ciudadanía.
Esto significa que el Bienestar Social se subsume a las políticas focalizadas
para pobres y a la empleabilidad, basadas en criterios de merecimientos y pruebas
de medios. El documento omite la palabra derechos, y más aún, la universaliza-
ción de los derechos sociales, alcanzados en algunos de nuestros países antes de la
reforma neoliberal. En este informe, el sujeto del bienestar social para los países
llamados “emergentes”, es solamente un receptor de “beneficios sociales” –sólo
para los más pobres entre los pobres– no es un ciudadano. Por otra parte, el traba-
jador es una figura central, pero sólo en términos de subsidios e indemnización y
como base de imposición, no como sujeto de derecho.
Para Ana L. Grondona (2011: 428), basada en Harvey, Peck y Shragge, el
Workfare fue el nombre que recibió la reforma anglosajona del Estado de Bienes-
tar y resulta del juego de palabras entre bienestar (welfare) y trabajo (work). Un
programa workfare requiere que los “beneficiaros” como contraprestación por la
asistencia recibida, trabajen o se involucren en sistemas de entrenamiento, capa-
citación o intermediación laboral, es decir participen en programas de trabajo de
fomento a la empleabilidad individual. Para Peck (en Grondona) el workfarismo
sería la tendencia general de las reformas neoliberales del welfare, caracterizado
por: 1) programas de participación obligatoria, orientados a la modificación de
comportamientos que contrastan con los programas del welfare basados en de-
rechos; 2) organizacionalmente involucra una orientación sistemática al trabajo
y la inscripción de los beneficiarios en la población económicamente activa; 3)
funcionalmente privilegia las políticas activas de empleo, por sobre los que de-
nominan de protección pasiva (del tipo de seguros o retiros voluntarios), como se
deduce del documento (cursivas añadidas).
En la tradición estadounidense, el Workfare se remonta a los ‘70 con la puesta
en marcha de esquemas de work for benefits (trabajo por beneficios) de contra-
prestación laboral comunitaria.26 En ella se puede ver la historia del pasaje de

26 Similar al plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados de Argentina, que es considerado por el Banco
Mundial como un programa Workfare según Grondona. Ver Capítulo III-1.
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 55

programas de welfare –que habían constituido derechos y mecanismos de segu-


ridad– sobre la base del reconocimiento de la responsabilidad del estado frente
a ciertas necesidades y riesgos, a uno de gestión de la población “excedentaria”
sostenido por métodos compulsivos, en los que el mercado sería el encargado
de delimitar los criterios de selectividad. Constituyéndose así en un programa de
retracción de los derechos sociales adquiridos por varias generaciones y en una
crítica a los regímenes de bienestar (Grondona, 2011). En este libro podemos ver
cómo operan estos programas en términos de efectos de desigualdad/inclusión
subordinada en los artículos de Cora Paulizzi; Álvarez Leguizamón, Sonia et al.
y Paula Milana. En este último, se puede observar la relatividad de la inclusión
que proponen algunos de estos programas en la Argentina actual, cuyo centro está
puesto en el trabajo asalariado y no en otras formas de reproducción de la vida,
como las campesinas que ella estudia.

Educación
En relación a las políticas que propone, se dice que es importante no sólo aumen-
tar la matrícula educativa sino mejorar la calidad de la educación, a pesar de que
en el análisis puntual de las políticas de transferencia condicionada y de trabajo
público se menciona reiteradamente que la condicionalidad de matriculación es
un elemento que aumenta el capital humano, cuando se sabe que eso sucede sólo
si hay educación de calidad, difícilmente alcanzable cuando el sistema educativo
está fuertemente segmentado. Como sucede en Argentina por ejemplo, luego de la
desinversión y la descentralización educativa –durante la última dictadura militar
1976-1983 y el período menemista (1989-1999)– que, a pesar del incremento del
presupuesto educativo en los últimos años, aún no se ha logrado revertir.
De lo anterior podemos colegir que la mejora en el acceso al sistema no
necesariamente se expresa en mayores tasas de inserción en el mercado laboral y
menos aún, en mejoras salariales. Hay una línea de estudios críticos respecto a las
afirmaciones que explican el éxito o fracaso en las trayectorias laborales, en fun-
ción de las diferencias de educación, particularmente cuando se trata de jóvenes en
hogares pobres. Así se comprueba que “la exclusión de jóvenes del empleo formal
tiene más que ver con condiciones materiales y simbólicas” (Criado, Martín en
Bonfiglio y otros, 2010: 1) y sólo –en segunda instancia– con credenciales educa-
tivas. Quienes son los que ingresan primero al mercado laboral pero, difícilmente,
acceden a condiciones estables de trabajo. Según datos de la Encuesta Permanente
de Hogares de Argentina (EPH) (2006) sólo 8,6% de los jóvenes de nivel socio-
económico bajo con nivel de instrucción alto accedieron a un empleo de calidad.
Esta proporción se revierte significativamente entre los jóvenes de nivel socio-
económico alto y nivel de instrucción también alto ya que el 67,3% alcanzaron
empleos de calidad (ver EPH Total país, población urbana), lo que muestra que
56 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

la clase social según ingresos es lo que define la calidad de los trabajos y no los
niveles educativos. Según Bonfiglio y Salvia,
“el acceso a mayor y mejor educación y a empleo de calidad parece
depender fundamentalmente del sistema social que genera trayecto-
rias desiguales para los jóvenes según sus situaciones socio-econó-
mica, familiar y otros factores asociados a necesidades y oportuni-
dades” (2010: 22).
A conclusiones similares llegamos en un análisis sobre el impacto de las transfor-
maciones neoliberales en los jóvenes en relación a educación y trabajo en Salta. La
intensidad, la dirección y el sentido de esos cambios afectan de manera diferencial
a los jóvenes, ya que sus historias transcurren situadas en determinados contextos
sociales, económicos y políticos que especifican condiciones de posibilidad faci-
litadoras o limitantes de la construcción de sus trayectorias y sus condiciones de
participación (Aguilar, 2004).
Entendemos que la afirmación respecto a que el acceso a educación de ca-
lidad hará “una importante contribución en bajar las desigualdades del ingreso
laboral”, no está basada en la realidad sino en la creencia acoplada a la teoría del
capital humano. Como venimos afirmando si las desigualdades en los ingresos
laborales se restringen a la educación, estarán muy parcialmente tratados. En los
países latinoamericanos y en otros de todo el mundo, la discriminación étnica
(sobre todo a las poblaciones nativas y afrodescendientes) o la colonialidad del
poder local es un factor fundamental, junto a otras como el género, para entender
los problemas de acceso al empleo.
El estudio de De Grande y Salvia (2011) sobre el mercado de trabajo en gran-
des centros urbanos de la Argentina, ilustra cómo opera la discriminación racial y
muestra que la mejora en la educación no asegura linealmente mejores empleos.
En este sentido Sennet (2006) se refiere a las centralitas indias para ejemplifi-
car que el capital busca internacionalmente salarios más bajos con sobrecalifi-
caciones, lo opuesto a la visión que quiere naturalizar la OCDE. Por otra parte,
la ampliación de la matrícula no asegura calidad de la educación: se sabe que la
educación en nuestros países está fuertemente segmentada y los sectores pobres
acceden a educación de baja calidad, inclusive en los lugares con una educación
pública extendida, como el caso de la Argentina.
Cuando observan los bajos resultados obtenidos por Argentina, Brasil e In-
donesia en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), de
la OCDE, reconocen que esto puede deberse a la insuficiente inversión en edu-
cación en relación al total del gasto público. Este análisis puede ser considerado
interesante puesto que las reformas neoliberales presionaron para la disminución
del gasto social en general y, en particular, en el de la educación. En el caso de la
Argentina que tenía un buen sistema educativo –con buenos rendimientos aunque
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 57

estratificado y segmentado– la desinversión y la descentralización educativa pro-


ducidas por las reformas neoliberales, disminuyeron drásticamente la cobertura y
calidad de la educación.
En la promoción del capital humano y en la creencia que la mejora de la
educación aumenta las posibilidades en el mercado, sin modificar las condiciones
que producen pobreza y exclusión, también está encajada la idea de que la educa-
ción por sí misma mejorará a las personas en sus elecciones más básicas, como la
alimentación, visión ésta claramente tutelar y civilizatoria. Por ejemplo Becker,27
uno de los promotores de esta categoría considera que la educación lleva a elegir
dietas saludables, sin embargo, cada vez más los educados occidentales aprenden
de la riqueza de las dietas naturales de los iletrados no occidentales. Dice:
“La educación es más efectiva para que los menores pobres mejoren
sus conocimientos y puedan ascender socialmente en la jerarquía
económica, porque el capital humano es el mejor activo […] Esta
es la razón por la que la inequidad en los ingresos de una nación es
mayor cuando las desigualdades en educación son grandes. Tam-
bién, la desigualdad en los ingresos está generalmente relacionada
con la desigualdad en diferentes tipos de capital humano: en en-
trenamiento y salud. La escolarización de los pobres los ayuda a
mejorar su alimentación no sólo por la elevación de sus ingresos y
gastos en alimentos sino también porque los induce a realizar me-
jores, más saludables opciones […] Estudios en diferentes naciones
[…] muestran que las personas educadas tienden a consumir dietas
saludables […] En síntesis creo que la inversión en capital humano
es una de las maneras más efectivas para que los pobres adquieran
un nivel decente de ingresos y salud” (Becker, 1996 traducción y
cursivas nuestras).
Esta noción del capital humano aplicada a la pobreza renueva viejas representa-
ciones de tipo civilizatorias y neocoloniales sobre los pobres que explican su causa
en la falta de educación o de capacidades para realizar “las mejores opciones”.

Impuestos
Otra propuesta contenida en el documento para disminuir la desigualdad es el
aumento y mejora de la recaudación impositiva al salario, que sse asocia con
incrementar el mercado de trabajo formalizado. Se trata de mermar la carga del
impuesto al consumo para aumentar la recaudación sobre los ingresos. Creer que

27 Gary Becker, premio Nobel de Economía 1992, en un trabajo titulado Human Capital and Poverty
(Capital Humano y Pobreza) reproducido por el Acton Institute (1996), plantea que la educación
y el entrenamiento no sólo promueven el crecimiento y la eficiencia, sino que pueden también
reducir la inequidad e impactar en aquellos que tienen desventajas en su formación.
58 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

esto mejoría la distribución, contiene la falacia de excluir consideraciones sobre


impuestos progresivos a la riqueza.
La asociación de la corrupción en esta temática, a los denominados países
emergentes y no a los de la OCDE, recuerda viejas explicaciones de la situación de
pobreza vinculadas al discurso del “subdesarrollo”. La explicación que la pobreza
y la recaudación impositiva se resuelve con disminuir la corrupción en los países
emergentes parte de la sospecha de mecanismos corruptos generalizados. Suponen
genéricamente que lo son los países “pobres” o “subdesarrollados” y nunca los
países ricos o centrales. Sin embargo, se sabe que las empresas que más facturan
son las que menos aportan impositivamente y las que más poder de lobby tienen
para no pagarlos. Por otra parte, nada se dice sobre la crisis de la banca asociada a
distintos gobiernos en países de la OCDE, fruto de todo tipo de artilugios poco le-
gales del capital financiero internacional. La corrupción siempre se coloca afuera
de los centros internacionales de poder.
Con relación al futuro, el documento plantea un giro de los impuestos al
consumo hacia los impuestos al ingreso personal. Sin embargo inmediatamente
plantea la dificultad de materializarlo sin afectar las inversiones productivas, lue-
go. Hasta que eso sea posible proponen: programas de asistencia social de “buena
mirilla”, beneficios a trabajadores activos y transferencias de ingresos focalizadas
y condicionadas.

Empleo
En cuanto al acceso al empleo, el documento que comentamos propone una mejor
calificación basada en la creencia que los economistas aceptan, como ya se dijo,
que existe correlación entre ingresos y niveles de educación alcanzado. En el caso
de América Latina, se ha comprobado que además de no darse esa relación, hay un
alto subempleo por calificación, es decir que una gran parte de los trabajadores no
encuentran empleos acordes a ella, sobre todo los más jóvenes. La llamada subu-
tilización de la mano de obra puede caracterizarse por falta de empleo (desempleo
o subempleo por criterios de tiempo), subutilización de calificaciones y bajos sa-
larios. En otras palabras la subutilización de mano de obra va asociada al déficit
de trabajo decente,28 que afecta sin duda a los trabajadores pobres. En el caso de
Argentina, este tema es grave. Si bien la educación es considerada por las familias
pobres como una estrategia de salida de su situación de pobreza, también se sabe

28 El trabajo decente implica una cosmovisión del trabajo que ha promovido la Organización Interna-
cional del Trabajo dependiente de las Naciones Unidas, ante la creciente informalización y pérdida
de derechos laborales, ocurrida en estos últimos tiempos. Las políticas hacia el trabajo decente:
promueven el empleo, la protección social y los derechos en el trabajo, sobre todo de mujeres y ni-
ños. La necesidad de la declaratoria muestra que estos aspectos están debilitados, que las mayores
víctimas son estos últimos y que no se cumplen.
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 59

que los sacrificios que tienen que realizar para mandar sus hijos a la escuela no
siempre se recompensan con trabajos acordes a esa calificación.
En relación a la informalidad, el documento parte del supuesto que no ne-
cesariamente ésta incrementa la desigualdad porque, según ellos, los trabajos in-
formales aumentan los ingresos de las poblaciones de menores recursos (OECD
2011: 56). Este supuesto es realmente limitado. El hecho de que mejore los ingre-
sos o que los incorpore no significa que disminuya la desigualdad puesto que estos
trabajos no tienen cobertura de seguridad social como lo reconocen y, además, por
lo general se realizan bajo condiciones de superexplotación del trabajo, elemento
que está ausente en el análisis.
En lo que respecta al incremento de la cobertura de desempleo, consideran
que sería costoso en las EE, por los problemas de “selección adversa” y “riesgo
moral” vinculados con que las personas que requieren el beneficio, trabajan en
el sector informal, por ejemplo en Brasil y Chile. El primero tiene un sistema de
ahorro del trabajador, que si no alcanza un monto determinado por escaso aporte,
es compensado por un fondo público. El segundo combina un fondo de seguro de
cesantía privado, con uno solidario público. En este caso, se aplica a un derecho
laboral la filosofía del merecimiento en las que se basan las políticas asistenciales
para pobres, al considerarse una cuestión moral y de mala selección. En ambos
casos, se plantea focalizar en aquellos empleos que lo necesitan más y dirigirlos a
las familias más necesitadas y a aquellas que tienen menos ingresos “líquidos”. De
este modo se promueve una reducción de conquistas de trabajadores en general,
cualquiera sea su empleo.
El supuesto es que los trabajadores deben ser merecedores del seguro de des-
empleo bajo la sospecha de la vagancia y problemas morales. La fundamentación
del discurso de merecimiento de la asistencia se traslada a los trabajadores for-
males en relación a los seguros de desempleo o la indemnización por despido,
derechos laborales de larga data.
La recomendación sobre salario mínimo es que este debe ser usado con “pre-
caución” como un instrumento contra la pobreza, además de aconsejar el estable-
cimiento de umbrales diferentes en función de la edad y la productividad, con lo
que avanza en un sentido de focalización en lo que respecta a canastas de consumo
básico y también a la transformación de un derecho a principios de dispositivos
asistenciales. Notemos que, justamente, la política iniciada en el 2003 en Argen-
tina de actualizar la vigencia de los convenios colectivos de trabajo demostró ser
una herramienta eficaz para mejorar la distribución de los ingresos. En un estudio
realizado por CEPAL (2011), se indica que en Argentina se disminuyeron los ni-
veles de pobreza en 36% entre 2002/10, seguido por Perú con 23,8% y Venezuela
en 20,8%. Según este organismo, el factor fundamental fue la reducción de la des-
igualdad del ingreso laboral: “el alza del ingreso mínimo, el aumento de ingresos
no laborales entre los hogares más pobres –mayor acceso a beneficios jubilatorios,
60 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

aumento de jubilaciones mínimas y la extensión de programas sociales”. En esta


misma línea, Gabriel Calvi (2012) destaca que el gobierno de Kirchner (2003-
2007) había logrado una mejora de la equidad, gracias al crecimiento del empleo,
aumentos salariales, políticas sociales y de precios –entre las que incluye las reten-
ciones a la exportación agrícola–.

Transferencias condicionadas
Se cree que las transferencias condicionadas como políticas para pobres, serán
útiles para reducir desigualdades y promover movilidad social. Se sabe que el
monto de estas transferencias apenas alcanzan para gastos mínimos de subsisten-
cia y, en algunos casos transporte, pero está probado que no promueven el ascenso
social. Los estudios de impacto de algunas transferencias condicionadas en Brasil
y Argentina muestran que disminuyen la indigencia pero no la pobreza, por lo que
se deduce que actúan sobre las canastas alimentarias básicas y nada más. Por otra
parte, se afirma que “el hecho de que ellas combinan soportes de ingresos mone-
tarios con el requisito de mantener inversiones en capital humano y cuidado de
la salud de los niños” en el largo plazo, traerán beneficios al mercado de trabajo.
De ello se deduce que las inversiones en educación y salud son básicas, sólo para
niños. No se habla de desarrollar un sistema de salud pública no básico basado en
la condición de ciudadanía.
Se destaca que la asistencia social no contributiva a los pobres mejoró en los
últimos años, debido a la expansión de las transferencias condicionadas y cobertu-
ra en salud. Sin embargo, el análisis de la cobertura del informe muestra que cubre
sólo el 20% de los hogares –en el quintil más bajo de ingreso– en México y 15%
en Chile. En el análisis de las distintas formas de transferencias condicionadas,
proponen mayor focalización entre los que más lo necesitan, retomando los cri-
terios de las políticas focalizadas de primera generación.29 La focalización en las
mujeres es bien vista porque permite que trabajen y dejen a sus hijos escolarizados
por la contraprestación, se dice. La crítica a la feminización a estas políticas fue
extendida, dado que refuerza su rol reproductivo aumentando el trabajo doméstico
no pagado.
El documento que analizamos reitera que la exigencia de la contraprestación
aumenta el capital humano, aspecto que ya tratamos en el ítem Educación.30
Se promueve ajustar aún más los medios de prueba de la pobreza, guardando
un balance “correcto” entre una “adecuada” protección y la participación en el
mercado de trabajo. Se parte del supuesto de que el subsidio es un des-incentivo,

29 Ver Capítulo I-2.


30 Es interesante tener en cuenta la referencia que aporta Straschnoy (2011) sobre Sudáfrica, donde
estos programas no son condicionados y sin embargo habrían alcanzado resultados similares a los
de América Latina, en términos de aumento de la demanda en educación y salud (Agüero, Carter
y Woolard, 2007).
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 61

dado que puede traer dependencias en los trabajadores de baja calificación, por
lo que proponen umbrales para entrar y salir, y un programa gradual de retiro. Se
afirma que éstas requieren de un adecuado monitoreo y una estructura administra-
tiva amplia, incluyendo sanciones y castigos que pueden ser leves o moderados.

El caso de la Asignación Universal por Hijo en Argentina:


algunas reflexiones
Dado que en varios países de AL, desde la década de los noventa, se vienen im-
plementando programas que siguen la lógica de la transferencia de ingresos con-
dicionada para sectores pobres o vulnerables, entendemos que resulta de interés
analizar un caso concreto. Para ello elegimos el último de este tipo implementado
en Argentina, la Asignación Universal por Hijo (en adelante AUH) aunque no hay
consenso sobre si o es o no uno de estos tipos de programas.31
Una breve síntesis de las políticas del período de gobierno kirchnerista (2003
a la actualidad), permitirán contextualizar el programa. Argentina, con otro con-
junto de países de la región, viene llevando adelante políticas de corte progresista,
con impacto positivo en la reducción de ciertos indicadores, a través de los cuales
se acostumbra medir la desigualdad focalizada en ingresos (disminución de pobre-
za absoluta: población que vive con menos de 1,25 dólares diarios), con políticas
de ampliación de derechos sociales, como el programa para pobres denominado
Asignación Universal por Hijo, la incorporación de amplios sectores de población
mayor al sistema jubilatorio (2 millones de jubilados a través del programa de
inclusión previsional por Ley 25994 de diciembre de 2004, a los que se agrega un
nueva medida de moratoria previsional a fines de 2014), el rediseño parcial de la
política tributaria, la reversión del proceso de desindustrialización con la creación
de importante cantidad de puestos de trabajo, junto a muchas que resultan un avan-
ce significativo relativo a otras dimensiones. Las asociadas a las diversidades de
género, étnica y cultural, entendemos que contribuyen a forjar una sociedad más
igualitaria, como la ley de medios, que apunta a reducir el monopolio mediático
o las canalizadas en gran medida, a través del Instituto Nacional contra la Discri-
minación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) el que ha cobrado gran centralidad
por sus acciones, más otras cómo el impulso y aprobación de la ley de matrimonio
igualitario.
Junto a ese conjunto de medidas que se orientan a la disminución de una am-
plia gama de desigualdades, en los últimos años se continuó y expandió el modelo
extractivista que crea nuevas inequidades y tensiones, ya que la apropiación y uso
depredador de los recursos naturales margina amplios sectores de la población,
creando renovados problemas de acceso a la tierra por parte de las comunidades

31 Ver Capítulo III-1.


62 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

originarias y de otros actores, así como de salud, a la vez que recrea otros meca-
nismos de exclusión.
El programa AHU que analizamos tiene antecedentes en América Latina, es-
tos se encuentran particularmente en México con el PROGRESA, actual Oportu-
nidades, y en Brasil con el Bolsa Familia, con características marcadamente foca-
lizadas. Mención especial merece el caso de Uruguay que comienza con PANES,
para integrarlo posteriormente al sistema de protección social como asignación
familiar no contributiva,32 con el Nuevo Régimen de asignaciones familiares, en
el marco de una reforma tributaria y fiscal progresiva (Gasparini y Cruces, 2010).
En el caso de Argentina, los primeros programas de transferencia condicio-
nada comienzan con el Plan Trabajar en los ‘90 y luego de la crisis del 2001 el
Jefas y Jefes de hogares desocupados, explicado y analizado en este libro.33 Poste-
riormente se lo reemplaza por otros dos, el Seguro de Capacitación y Empleo y el
Programa Familias por la inclusión social.
A partir de 2009, por decreto presidencial,34 se pone en marcha la AUH, pro-
grama que contaba con antecedentes de proyectos vinculados al ingreso ciudadano
a la niñez que no prosperaron en el Congreso. El objetivo es la extensión de los
derechos que tenían los trabajadores registrados, a través de la asignación familiar
por hijo, a los desempleados, empleadas domésticas y trabajadores no registrados.
De esta manera se busca ampliar la cobertura de la protección social a población
antes excluida de las instituciones de la seguridad social que atendían el empleo
formal; asimismo, a partir de su vigencia, los otros programas focalizados resultan
incompatibles. El dinero proviene del fondo de garantías del sistema integrado
previsional.
Varios autores (Arcidiácono et al., 2011) lo consideran un programa a medio
camino entre las transferencias condicionadas y la transferencia de ingresos, liga-
da a un derecho universal. La condicionalidad, vinculada a exigencias de matrícu-
la escolar y atención de salud, lo distancia de las asignaciones familiares contribu-
tivas que no tienen estos requisitos. Álvarez Leguizamón35 argumenta que son una
nueva generación de focopolíticas, que adquieren la forma de derecho de pobres.
Según varios estudios, el logro principal tiene que ver con el alto impacto en
familias con hijos bajo la línea de pobreza particularmente en el norte argentino
(la intensidad de la pobreza cae 33,2%, la brecha de pobreza 54,9% y el índice de
Sen 52, 45); los indicadores de indigencia se reducen entre un 55 y 70% y cuántas
veces más ganan los ricos que los pobres, se reduce a más del 3%. Por primera vez

32 Si bien este programa, a diferencia de Argentina, es compatible con otros programas sociales, la
cobertura es más limitada y el monto asignado bastante inferior.
33 Ver Capítulo III-1.
34 Strachnoy (2011) muestra el contraste de esta modalidad con el importante debate entre diferentes
actores políticos dado en Uruguay.
35 Ver Capítulo III-1.
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 63

en décadas la AUH ha logrado que grupos históricamente vulnerables como niños,


madres solteras y familias numerosas, tengan una menor probabilidad relativa de
indigencia que el resto de la sociedad (Agis y otros, 2010). Además y como con-
secuencia de sus características, la ampliación de la cobertura de las asignaciones
familiares, pasó de un 47% de la población a un 76% con este programa (Arcidiá-
cono y otros, 2011).
El imaginario dominante en la AUH es que la condición de trabajador, asocia-
da al empleo formal, es la que otorga derechos: a la vivienda, a la salud, a la educa-
ción y a la vida.36 La dificultad de ampliar este beneficio como ingreso ciudadano,
ligado al derecho a la vida,37 tiene que ver con esa representación. Los pobres,
desocupados o sin trabajo estable no tienen por lo tanto posibilidad de garantizar
el pago de una cuota mensual que acredite el acceso a una vivienda o a un sistema
de salud de mayor complejidad y, en este caso, no contribuyen a la generación de
los recursos que sostienen estos programas. De allí que las condiciones de acceso
a la AUH no se reflejan en la misma medida en las asignaciones familiares. Esto
parece deberse, según Strachnoy, a la necesidad de legitimar la dirección dada a
los recursos cuyos destinatarios son vistos como aquellos que no contribuyeron a
producirlos.
“Esta necesidad de legitimación no aparece presente en las versio-
nes contributivas ya que el trabajo, en tanto empleo, continúa siendo
visto en Argentina y Uruguay como la forma legítima de acceder a
la ciudadanía social. La clave para la solución estructural del tema
pobreza sigue afincada en el crecimiento económico y la creación
constante de puestos de trabajo” (2011: 121).

36 En el imaginario dominante, el espacio de la pobreza, el de los más “necesitados” en términos de


trabajo y de las protecciones que este acarrea, de recursos económicos y materiales, está separado
de la esfera de las transacciones económicas. Es el espacio para el ejercicio de la caridad, la asis-
tencia estatal, en tanto lo “merezcan” por ser “buenos pobres” y se espera de ellos que establezcan
sus vínculos relaciones a través de la solidaridad. Que suplan con solidaridad la ausencia de re-
cursos materiales. Esto se expresa en el diferente formato de las políticas habitacionales a lo largo
de las últimas décadas, según quiénes sean sus destinatarios. Las clases medias, que pudieron y
pueden acceder a un trabajo estable, continuo y en blanco son las que están en condiciones de ser
adjudicatarias de viviendas de “interés social”, fuertemente subsidiadas. Los más pobres, desocu-
pados o sin trabajo estable no tienen por lo tanto posibilidad de garantizar el pago de una cuota
mensual, debían y deben apelar a la cualidad que se les adjudica, la solidaridad, que en realidad es
uno de los pocos recursos con que cuentan, de allí todos los programas de vivienda de autocons-
trucción que se sostienen en este recurso (Álvarez Leguizamón, Aguilar y Perelman, 2012).
37 de las políticas sociales llamadas de Ingreso Ciudadano son: 1. Que es un derecho por el mero
hecho de existir; 2. Es incondicional ya que no requiere cumplir condiciones como: tareas, pago
de seguro, declaración de estado de necesidad; 3. Es monetario; 4. Se paga periódicamente; 5.
Actúa como crédito fiscal en la declaración de impuesto a las ganancias de las personas (Aguirre
y Lovuolo, 2011).
64 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En síntesis, puede decirse que este programa con las limitaciones y problemas
señalados, vinculados a que el sujeto de derecho no es el ciudadano sino el pobre,
se enmarca en una línea de política superadora de la propuesta por la OCDE, para
países como Argentina. Principalmente porque se aparta de la lógica del mereci-
miento –aunque no totalmente– y el consecuente componente fuertemente mora-
lizante como lo es la propuesta de sanciones y castigos. La salida del programa se
vincula particularmente con la inclusión en el sistema de trabajadores registrados
o con la edad de los hijos.

Conclusiones
El recorrido realizado en este artículo procuró echar luz sobre el modo en que la
OCDE se propone abordar e interpretar la producción de la problemática de la
desigualdad y la pobreza en las denominadas economías emergentes, entre las que
se incluye a la Argentina. Este ejercicio de revisar el diagnóstico y sus propues-
tas nos permitió comparar la mirada de un organismo internacional relevante, a
la hora de proponer/imponer políticas económicas a los países capitalistas, tanto
miembros como no, desde un ejercicio reflexivo que parte de otros ejes de análisis.
Desde nuestra perspectiva, la desigualdad social debe estar centrada en un enfoque
abarcativo de procesos capitalistas productores de riqueza y de pobreza, como así
también incluir mecanismos de dominación. Por ello nos referimos a la acumula-
ción por desposesión y al neocolonialismo, además de recuperar una importante
producción académica y debates de antigua data sobre la teoría de la dependencia,
el colonialismo interno, la colonialidad del poder, entre otros, que tuvieron como
protagonistas a intelectuales latinoamericanos. Entendemos que de esta forma es
posible dar cuenta de los mecanismos de producción de desigualdad, la expropia-
ción y la destitución actuales.
Es sabido que en estos organismos prima un criterio economicista, una orien-
tación neoliberal y que las sugerencias en términos de políticas se derivan de ellos,
por lo que no encontramos grandes novedades. Sin embargo, en distintos mo-
mentos el énfasis en algunos aspectos varía y permite sacar algunas conclusiones
sugestivas, sobre los rumbos que toman las políticas económicas y sociales. A la
vez nos permitió develar las falencias de un análisis basado en este enfoque que
dice preocuparse por la persistencia de la desigualdad, aunque silencia las causas
más importantes que la producen.
Tal vez el nudo más interesante se encuentra en lo que señalamos como des-
lizamiento, al poner en foco el problema del empleo, en el sentido de la necesidad
de su formalización, vinculada ésta con la imposición tributaria sobre los salarios.
Mientras los abordajes neoclásicos siempre fueron renuentes a tratar el problema
del empleo en el capitalismo para despacharlos rápidamente como un mercado
más, los neoliberales que continúan con estos principios, fueron construyendo la
teoría del capital humano para tratar el trabajo como capital, y a la persona como
Reflexiones críticas sobre la desigualdad 65

el capitalista que se valoriza a sí mismo. Pero lo relevante es que el empleo for-


malizado se constituye ahora como una parte relevante de provisión de ingresos
estatales vía la imposición.
En nuestros países latinoamericanos, abordar la desigualdad a partir del em-
pleo resulta claramente reduccionista, en la medida que quedan afuera todos aque-
llos que no acceden a un puesto de trabajo, tanto porque son propietarios y ocupan
la cúpula de la pirámide social, como aquellos que sólo son propietarios de sus
herramientas de trabajo (los cuenta propistas generalmente pobres) o por no tener
nada, ni siquiera quien compre su trabajo (es decir aquellos que quedaron afuera
del mercado de trabajo).
Pensar la desigualdad a partir del neocolonialismo o la colonialidad del poder
es empezar a tener en cuenta los mecanismos de dominación que permitieron con-
centrar propiedades y riquezas, más allá de los mecanismos económicos propios
de la acumulación regular capitalista, imbricando fuertemente aspectos sociales,
políticos y culturales a la exacción puramente económica. Pensar la desigualdad a
partir de la acumulación por desposesión, junto al neocolonialismo y a relaciones
de dominación de género y étnicas, amplía la consideración de estos aspectos, en
el sentido de que el capital crea nuevos espacios de valorización a costa de la des-
posesión de otros, otros excluidos, discriminados, racializados, pero también otros
en general, aquellos otros no tan exitosos en el mercado.
Abordajes como los que plantea el informe de la OCDE, desconocen también
que los procesos de concentración de la riqueza –particularmente a partir de los
noventa– se articulan a una creciente extranjerización y desnacionalización de ca-
pitales como ponen en evidencia Azpiazu y otros (2011) para el caso de Argentina.
El avance del modelo extractivista en varios países de AL es ilustrativo al respecto.
En términos de políticas sociales se aprecia un desconocimiento de los dere-
chos sociales de corte universalista que, particularmente, en los ámbitos de edu-
cación y salud tuvieron un alcance significativo –en varios países de la región
como el caso de la Argentina– antes de la reforma neoliberal. La propuesta vuelve
a ser la asistencia social con transferencia de ingresos focalizada, condicionada y
moralizante y, además, la asistencialización de derechos ya adquiridos, como la
indemnización por despido.
En síntesis, esto significa que el Bienestar Social se subsume a las políticas
focalizadas para pobres y a la empleabilidad, basadas en criterios de merecimien-
tos y pruebas de medios lo que lleva a un cambio fundamental de Welfare a Wor-
kfare. Por ello, en este informe el sujeto para los países EE no son ciudadanos,
sino los más pobres y vulnerables, Por otra parte, el trabajador es una figura cen-
tral, pero sólo en términos de subsidios, indemnización y ahora de imposición, no
como sujeto de derecho.
I-2 “Estrategias contra la pobreza”, discurso del
Desarrollo Humano y “nuevas” focopolíticas:
de las políticas territoriales a los “derechos de pobres”

Sonia Álvarez Leguizamón1

E
l trabajo vincula las llamadas estrategias contra la pobreza (ECP) asocia-
das con la Cooperación internacional de Agencias Multilaterales de “De-
sarrollo” (AMD), como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial (BM), el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID) para el caso de
América Latina (AL). Junto a ello y estrechamente vinculado con estas tenden-
cias aunque no mecánicamente, algunos organismos dependientes de las Nacio-
nes Unidas (NU), como por ejemplo el Programa de las NU para el Desarrollo
(PNUD), despliegan una serie de estrategias y acuerdos internacionales para erra-
dicar la pobreza por medio de la ayuda a los países pobres con el objeto de elevar
sus niveles de vida.
Estas ECP reflejan variadas políticas promovidas por estos organismos, pero
es a partir de la gestión de McNamara en 1973, como presidente del BM, donde
adquieren ese nombre. Políticas y estrategias, destinadas a regiones y territorios,
personas y poblaciones pobres a cambio de intervención sobre la soberanía na-
cional de diversas y variadas maneras. Si bien estas tendencias son generales,
adquieren formas particulares en cada país y sus políticas locales. Estas pueden
ser resignificadas en las distintas instancias de su implementación, algunas con
carácter emancipatorio. Las ECP se pueden considerar también como políticas
sociales. Son una forma de hacer política (en distintos niveles: geo-macro-meso y
micro política) tanto desde el Norte como desde el Sur, o de los sectores hegemó-
nicos y los subalternos y sus entremedios. Tanto por la vía de los derechos como
por las intervenciones tutelares neoasistenciales y sus mixturas. También entonces
podemos hablar de ECP “desde el Sur”,2 las que han surgido de los movimientos
sociales locales y globales y que ponen en cuestión al neoliberalismo y sus conse-
cuencias. Si bien a estas luchas y políticas no me voy a referir, es bueno recordar
que el movimiento indígena de México, Ecuador, Perú, Bolivia, los desocupados
en Argentina, los sin Tierra en Brasil, han puesto en evidencia la debilidad de las

1 Este trabajo es una síntesis, actualización y re escritura del Capítulo VII de mi tesis doctoral (Ál-
varez Leguizamón, 2003 y 2008) donde se podrán encontrar la constatación de muchas de estas
afirmaciones, las que se basan en un análisis de documentos y declaraciones de diversa índole de
las AMD. Parte del acápite sobre la caracterización de las focopolíticas se encuentra en Álvarez
Leguizamón, 2011b.
2 Para mirar algunas cuestiones de este punto ver Álvarez Leguizamón, 2011a.
68 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

democracias parlamentarias y del “desarrollo” humanizado para incluir y expandir


derechos sociales (salud, educación, salarios dignos, acceso a servicios sanitarios)
o para construir estados multiculturales y pluriétnicos, proponiendo políticas par-
ticulares o resignificando los formatos de las AMD.3
En este capítulo explico el vínculo de la “gran transformación” neoliberal
(glosando a Polanyi) en AL con del discurso del Desarrollo Humano (DH) en el
cual se subsumen las ECP, tratando de hacer una sintética genealogía de su irrup-
ción y discursos prácticos predominantes. Considero que este discurso4 constituye
un nuevo “humanitarismo”, entendido como aquella posición ideológica que, si
bien deplora y lamenta la pobreza, la indigencia y la miseria, “nunca se cuestiona
la justicia del sistema de desigualdad en su conjunto” (Marshall y Bottomore,
1998) ni los mecanismos que la provocan. Opera como un discurso de verdad
que naturaliza la desigualdad. Tanto porque no pone en cuestión los mecanismos
básicos que producen la pobreza, como porque promueve políticas sociales y eco-
nómicas que aumentan la desigualdad social y mantienen a una mayoría creciente
de pobres, en los mínimos básicos y desliga los derechos sociales de los políticos,
provocando un proceso creciente de des-ciudadanización
Se analizan las características del DH a partir del formato de las políticas
focalizadas que denomino focopolíticas. Luego realizó un intento de clasificación
que diferencia entre las desarrolladas en la década de los ‘90, una segunda que se
asocia con los llamados programas de transferencia condicionada de principios
del Siglo XX y, finalmente, la aparición y o superposición con políticas de nuevos
formatos asociados a “derechos de pobres” o la llamada “economía social”.
Entiendo las políticas sociales (Álvarez Leguizamón, 2008) como un conjun-
to de artes de gobierno siguiendo a Foucault (activas o por omisión) y un campo
de lucha cultural y político donde se construyen y resignifican jerarquías (sociales,
económicas, étnicas) naturalizándolas, por medio de un proceso clasificatorio a
veces marcadamente estigmatizante –debido a las diversas pruebas de carencia de

3 Estas políticas que tienden a modificar las tendencias a la exclusión y a la desposesión, pueden
agruparse de la siguiente manera y a grandes rasgos: 1) políticas que remiten a viejas reivindi-
caciones vinculadas con el acceso a medios de subsistencia básicos (empleo, tierra y agua) de la
clase trabajadora, los grupos indígenas, los campesinos o los pobres urbanos, etc.; 2) Políticas
focalizadas en problemas puntuales (vivienda, tierra, agua, etc.) enunciadas desde una práctica
emancipadora y crítica a la gubernamentalidad liberal y neoliberal; 3) Políticas que remiten a
tradiciones comunitarias de solidaridad societal (enunciadas de diversa manera: justicia social,
vivir bien, el buen vivir, etc.); 4) Políticas que demandan la ampliación de los derechos sociales
(Álvarez Leguizamón, Sonia, 2011).
4 Entiendo que los discursos, “dan lugar a ciertas organizaciones de conceptos, a ciertos reagrupa-
mientos de objetos, a ciertos tipos de enunciados, que forman según su grado de coherencia, de
rigor y de estabilidad, temas o teorías” (Foucault; 1997 [1969]: 105). Una formación discursi-
va para Foucault es una regularidad (un orden de correlaciones, posiciones en funcionamientos,
transformaciones) dentro de un sistema de enunciados que implica objetos, tipos de enunciación,
conceptos, elecciones temáticas.
“Estrategias contra la pobreza” 69

medios de subsistencia– y otras constituyendo sujetos por medio de derechos. Su


objetivo es diverso y contextual, desde lograr cierta inclusión social a neutralizar o
controlar poblaciones u organizaciones de base que son percibidas como amenaza
constituyéndolas, a veces en sujetos de derecho, en ciudadanos de segunda o en
socios que participan, como reza la palabra inglesa “stakeholder” en los docu-
mentos de las AMD. Estas se desarrollan en un campo de fuerzas con intereses en
pugna y cuyo objeto de saber y hacer es la vida (a diferentes umbrales y calidades)
de ciertas poblaciones. El umbral de la vida varía, las focopolíticas se caracterizan
por ser minimalistas (Álvarez Leguizamón, 2005). Promueven una vida y una ciu-
dadanía de mínimos o básica, junto a políticas económicas que operan expulsando
poblaciones al hambre, la desnutrición, la destitución o la muerte.
En este campo participan –en grado diverso bajo relaciones de contrapres-
tación– actores e instituciones de distinto tipo: Iglesias, organizaciones comuni-
tarias, Organizaciones No Gubernamentales (ONG), los Estados, las AMD, las
personas, las familias y las comunidades. Se expresan luchas por la mejora en
el bienestar de la vida de trabajadores, campesinos, comunidades étnicas y de
distintas clases y estratos de personas, sometidas a vivir en diversas condiciones
de marginalidad, exclusión, degradación de sus condiciones de vida y de sus iden-
tidades. Siguiendo a Nancy Fraser (1997), las mejoras tienen que ver tanto con la
distribución de los recursos como el reconocimiento de sus identidades y subjeti-
vidades. Pueden ser consideradas también, como una guerra de razas, en el sentido
que le da Foucault (1992 [1976]) a la posibilidad del estado de hacer vivir y dejar
morir, por medio de lo que llama biopolítica. Las formas de asistencia estatal,
para estatal o supraestatal como respuestas a los reclamos de los grupos subalter-
nos instrumentados en forma de focopolítica, pueden ser consideradas como parte
de lo que Partha Chatterjee (2004, 2006) llama sociedad política. Esta sería una
nueva forma de interpelación recíproca entre Estado y Sociedad, no basada en las
categorías universales de derecho, ciudadanía o ley, sino en la negociación cotidia-
na de demandas con “grupos de interés”, “target groups” (mujeres pobres, grupos
étnicos, desocupados, campesinos, habitantes de favelas, etc.). “Los ciudadanos
pertenecen al ámbito teórico y las poblaciones al ámbito político, que es donde
se gobierna. Dicho de otra manera, la legitimidad y gobernabilidad no ocurren
por la participación ciudadana sino por la administración de poblaciones a partir
de disciplinar a la particularidad” (2006, cursivas nuestras). Esta última idea de
Chatterjee podría ser vista como una forma particular de la gubernamentalidad
neoliberal que él describe, para el caso de la India, pero también de la guberna-
mentalidad biofocopolítica que analizo. Una política que por un lado materializa
el disciplinamiento de las particularidades a nivel comunitario (tanto rural como
urbano) y, al mismo tiempo, es la expresión de luchas por la reproducción de la
vida y el autogobierno a nivel de comunidad.
70 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Postulamos que el discurso del Desarrollo Humano y el Desarrollo Social (no-


minación de su materialización a nivel institucional) promueven paradojalmente,
políticas de acceso a apenas ciertos mínimos biológicos no tan humanos, junto al
fortalecimiento de “capacidades” para convertir lo que la economía política de la
pobreza denomina “activos” (recursos escasos de los pobres) en “satisfactores” de
esas necesidades.5 Esto junto a otros mecanismos de exclusión, produce un mundo
cada vez más dual y excluyente entre una “economía social” o “mundo de pobres”
donde priman relaciones no mercantiles, la promoción de la autogestión de la pro-
pia pobreza y la producción informal; junto a otro, donde predomina la lógica del
mercado, la “economía política”, el lucro y la competencia.
Creemos que la transformación de los regímenes de bienestar producidos por
la reestructuración neoliberal en los países periféricos es un momento particular
opuesto al que describe (Marshall en Marshall y Bottomore, 1998), en la inven-
ción de los derechos sociales en Europa, cuando se ataron a los derechos políticos
de igualdad del ciudadano a las condiciones de reproducción de la vida –antes
vinculadas con las relaciones de tutela y asistencia con los pobres–. Estamos atra-
vesando una etapa donde aquella fusión se está desatando. Este momento está pro-
duciendo no sólo la remercantilización de las relaciones entre el capital y el trabajo
(lo opuesto a la desmercantilización que según Esping Andersen se produciría a
partir de ciertos derechos otorgados por las políticas sociales) sino también el paso
del contrato (el trabajo formal) a la tutela (ser asistido) para algunos. Y, para otros,
la aparición de nuevos derechos todavía abstractos y no efectivizados como los
derechos culturales a los pueblos indígenas. El discurso del DH se expresa en este
nuevo arte de gobernar que llamamos focopolítica o biofocopolítica y que se cons-
tituye como predominante de parte de las AMD, concomitantemente con el surgi-
miento y expansión de la gubernamentalidad neoliberal.6 En el caso de América
Latina, esta gubernamentalidad es neocolonial (siguiendo a González Casanova,
1976, 2006ª y b y a Silvia Rivera Cusicanqui, 2010a) e imperial y juegan un pa-

5 Para observar la importancia que tienen en el desarrollo de estos conceptos las AMD y sobre todo
el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, en el marco del discurso del DH, ver Álvarez Legui-
zamón (2005).
6 Entendemos por gubernamentalidad neoliberal (Foucault: 2006 [1977-1978] y 2007 [1978-1979])
al saber/poder, a las prácticas, relaciones sociales, dispositivos de intervención, disciplinamiento
y regulaciones, que incluyen distintas escalas y niveles (tanto macro, meso como micropolítico)
y que tienen por objeto conducir la conducta de los hombres en el campo de relaciones de po-
der particulares vinculados sobre todo a una nueva lógica de gobierno. Las AMD presionan por
transformaciones macro políticas, denominadas técnicamente como “reforma o ajuste estructural”,
exigiendo como condicionalidad de los préstamos, desregular las economías locales y permitir
la“libre circulación del capital” supranacional, la privatización de los servicios públicos básicos y
los recursos naturales no renovables, todo lo cual facilita la extracción y expropiación de riqueza
y ahorro nacional local y su transferencia a los países centrales y a las empresas transnacionales,
sobre todo al capital financiero internacional.
“Estrategias contra la pobreza” 71

pel fundamental, no sólo USA, sino también las regulaciones y disciplinamientos


promovidos por las AMD.
Al mismo tiempo que aumenta el hambre en el mundo y las AMD producen
constantes declaraciones sobre los derechos a no tener hambre y se dice que no
hay recursos para paliarlo, la banca de los países más ricos del mundo y el tesoro
de USA y de la Unión Europea han inyectado –por el denominado paquete de
rescate entre el 2009 y 2010– 17 trillones de dólares, es decir 17 millones de millo-
nes, lo que equivaldría a 600 años de un mundo sin hambre (si se divide esa suma
por los 30 mil millones de dólares que la FAO estima para superar el hambre en el
mundo) (Max Neef, 2010).

El Desarrollo Humano y la Cooperación internacional de las AMD


Creemos que el desarrollo humano no sólo es una nueva discursividad dentro de
la del desarrollo (ver Escobar, 1998 para esta última cuestión) sino también una
utopía fundamental de finales del siglo XX y de comienzos del nuevo milenio. Al
mismo tiempo que las AMD producen documentos, experticia, categorías prácti-
cas, tecnología de intervención, etc., los organismos dependientes de las Naciones
Unidas van llegando a acuerdos supranacionales, algunos de los cuales pueden
considerarse como un forma de re invención de lo social a través de actos fun-
dacionales que recrean los mitos de igualdad y de la “modernidad democrática”.
Estas declaraciones como la “Universal de los Derechos Humanos”, aprobada por
la Asamblea de las NU en 1948, al estar emitidas por un organismo multinacional
y planetario, cuya función es “pacificar” y neutralizar los conflictos sociales, re
inventa las maneras de suturar las contradicciones entre la retórica de la igualdad
jurídica y la desigualdad social creciente, con pretensión universal. A partir de las
ECP y luego con la invención del DH en los ‘90, estas declaraciones y acuerdos
ponen énfasis en “asistir” a ciertos países para aumentar su estándar de vida y erra-
dicar, la pobreza o hacerle la “guerra”, pero por otro, develan una lógica utilitaria
propia de la gubernamentalidad neoliberal que se constituye en una nueva tecno-
logía: la biofocopolítica caracterizada por el marcaje y control de poblaciones de
riesgo (Foucault, 1991 [1977]: 163-166) en este caso los pobres. Si bien por un
lado el Estado ahorra energías en lo que respecta a la provisión de derechos, por
otro esta forma de gobierno exige su presencia en la vida de las poblaciones pobres
y vulnerables y, en ese sentido, mayor vigilancia y, por ende, sus energías para con
este gobierno se incrementan (Susana Murillo, comentarios al artículo).
No tiene como objeto de intervención y gobierno la vida, en su sentido am-
plio, o la vida útil de los trabajadores como lo señalaba Foucault para la biopolí-
tica, sino el no trabajo (a los desocupados o precarizados) y la pobreza. En este
sentido ha dejado de ser una tecnología disciplinaria y biopolítica del trabajo y ha
pasado a ser una tecnología (disciplinaria y no disciplinaria) de las poblaciones
llamadas de “riesgo”, con una relación precaria o nula con el trabajo. En este
72 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

marco intentamos hacer un repaso sucinto a la manera en que las ECP se van con-
virtiendo en un discurso: el del Desarrollo Humano en el marco de la cooperación
internacional de las AMD.
Durante las décadas del ‘50 y ‘60 ni el BM ni el FMI estaban interesados por
la pobreza como tal, sino por el crecimiento económico que creían la iría eliminan-
do espontáneamente, por el juego del libre mercado. A finales de la década de los
‘60, el BM se convierte en la agencia más importante que incorpora en su agenda
no sólo inversiones en infraestructura (caminos, diques, puentes) para promover el
desarrollo, en los países llamados “subdesarrollados” o pobres, sino que comienza
a hablar y promover políticas de “alivio” a la pobreza (Finnemore, 1997). Dentro
del marco de lo que se denominará “ayuda humanitaria” a los países pobres, teñida
de un humanitarismo paternalista, neocolonial y tutelar. El “desarrollo comuni-
tario” como forma de intervención sobre poblaciones pobres de barrios urbanos
y comunidades indígenas y campesinas, a mediados de los ‘70, empieza a estar
vinculado con el cambio de rumbo político que efectuó el BM, trayendo a primer
plano, en el discurso formal y en algunos dispositivos, la consideración de facto-
res llamados sociales y culturales lo que lleva al Banco a adoptar una política de
programas “orientados hacia la pobreza”, anunciada por su presidente Robert Mc-
Namara (en adelante RM) en 1973, y en otras agencias de desarrollo internacional,
como en algunas oficinas técnicas de las NU (Escobar, 1998; Ferguson, 1997).
El rol que juega RM en la generación de esta política es fundamental. Asume en
1968, se había desempeñado como secretario de defensa de Kennedy, durante la
Guerra de Vietnam. Su posición con relación a una nueva “ética” y función del
BM se realiza bajo la influencia de las críticas que se comienzan a realizar, a
las teorías económicas ortodoxas del desarrollo (no había rebalse), sobre todo de
Gunnar Myrdal (1970). Comienza a hablar de “guerra contra la pobreza”, traspa-
sando su habilidad para las estrategias de guerra al “ataque a la pobreza”. Dice:
“Yo estoy cada vez más esperanzado que en algún punto, pronto... las naciones
ricas y seguras del mundo van a darse cuenta que ellas no podrán quedarse ni ricas
ni seguras si continúan cerrando sus ojos a la pestilencia de la pobreza que cubre
toda la mitad sur del planeta”. Por la pestilencia se le cuela la valoración moral de
la hediondez que para él emana la pobreza, la que difracta el humanitarismo de la
intención de erradicar la pobreza material en términos absolutos.
“Estrategias contra la pobreza” 73

Imagen I-1
“No sé si dedicarme al colonialismo o a la Ayuda Humanitaria” (elroto)

Para RM atacar la pobreza absoluta, equivaldría a promover el aumento de la pro-


ductividad de los pobres por medio de la asistencia para contribuir al crecimiento
del PBI, elemento que hace visible la racionalidad utilitaria del discurso del desa-
rrollo y de las políticas de “ataque” a la pobreza que está in naciente. Retórica y
práctica que se traduce en metáforas médicas “había que curar la enfermedad en
sus raíces”.7 RM diferencia entre pobreza absoluta y relativa discutiendo indirecta-
mente con la Economía del bienestar que considera a la pobreza como algo subje-
tivo vinculado con incapacidades para desempeñarse en el mercado y dependiendo

7 McNamara, Robert S. (1968). “The Essence of Security: Reflections in Office”. New York, Harper
& Row, p. 161, citado en Finnemore (1997: 211). Ver también Escobar (1997) para un análisis de
las metáforas médicas usadas por el discurso del desarrollo en relación al “ataque” a la pobreza.
74 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

de los valores subjetivos de los individuos.8 Para RM es la falta de capacidad de


los países y de sus gentes lo que hay que “mejorar”, visto desde el autoritarismo
que este organismo se arroga para descalificarlos y enderezarlos.9
Estas medidas se realizan en el contexto de la expansión de los movimientos
sociales libertarios y las guerras de insurgencia promovidas por las ideas del Che
Guevara en nuestro subcontinente.
Momento de invención de la problematización de la salud y la educación “al
menos”, a un mismo nivel que las inversiones “del capital físico” y financiero, lo
que se denomina, en el discurso de la economía política, como inversiones en “ca-
pital humano”. La educación y la salud se transmutan en capitales por que se cree
implican una inversión que se traduce luego, en el aumento de la productividad del
trabajo y por lo tanto el individuo se convierte en una máquina.
Esta categoría práctica fue esbozada a mediados del siglo pasado a partir de
estudios realizados por Theodore William Shultz y Gary Becker, quienes subsu-
men en la lógica de la economía lo que era antes visto como cuestiones sociales.
Es interesante destacar que ambos recibieron el Premio Nobel de Economía: Bec-
ker en 1992 y Shultz en 1979 por estos “aportes”. Hecho que devela el grado de
legitimidad de este pensamiento y la progresiva economización de la vida. (Álva-
rez Leguizamón, 2011a).
Durante la década de los sesenta los dispositivos neomaltusianos de control
de la natalidad primaron entre las AMD, como estrategias para disminuir la po-
breza.
La participación de EEUU (Estados Unidos de Norte América) en “La Alian-
za para el Progreso” –acuerdo realizado entre los países miembros de la OEA
en 1961– fue fundamental. Se comprometía a cooperar en aspectos técnicos y
financieros para lograr algunos de los objetivos del acuerdo, como “mejorar la
vida de los habitantes del continente” y el desarrolló de tecnologías de control de
la natalidad para disminuir el crecimiento de la población, como una política de
“ataque” a la pobreza. A su vez, la Comisión Trilateral,10 preocupada por diseñar
futuros escenarios del desarrollo del capitalismo global, siguió esta línea, con una

8 Un desarrollo más exhaustivo de esta discusión se encuentra en Lo Vuolo, Barbeito, Pautassi y


Rodríguez (1999: 19-46). La misa lleva a la universalización de la categoría práctica de las “Ne-
cesidades Básicas” en la economía política del bienestar y, por otro, es producto de las discusiones
acerca de la posibilidad de determinar necesidades básicas universales y si éstas son relativas o
absolutas –donde los economistas Townsend y Sen juegan un rol fundamental–. El primero sos-
tiene la postura relativa y el segundo es el defensor del enfoque de la pobreza absoluta.
9 “Nosotros planeamos poner mayor énfasis en políticas y proyectos que comenzarán a atacar el pro-
blema de la pobreza absoluta […] poniendo fuerte énfasis en la asistencia”…tendiendo a “incre-
mentar la productividad del 40% de esa población de nuestros países miembros subdesarrollados
que no son han sido capaces de contribuir significativamente al crecimiento económico nacional
y tampoco han podido compartir equidad en el progreso económico” (McNamara, Robert, 1973,
traducción y resaltados nuestros).
10 ONG fundada por David Rockefeller en julio de 1973 para aumentar la cooperación entre USA,
Europa y Japón.
“Estrategias contra la pobreza” 75

visión también neomaltusiana, recomendando el control de la natalidad de las po-


blaciones, acompañado por el control sobre las fuerzas productivas de los países
pobres, para detener su crecimiento y su capacidad de producción, ante el miedo
de que si estos crecían (al mismo ritmo que lo hacían los países más ricos), los
recursos energéticos y naturales se agotarían. Esta posición se tradujo en la teoría
del crecimiento cero, incluida en el Reporte Meadows de 1972, difundido por el
Club de Roma (Matozzo de Romualdi, 1999).
En América Latina diferentes disciplinas y concepciones ideológico políticas
interpelan estas visiones y dispositivos neomaltusianas que promovían las AMD
en esa época (ver Álvarez Leguizamón, 2009b) sobre todo el enfoque de la depen-
dencia. Sin embargo, estas son violentamente extirpadas durante las dictaduras
que se suceden, a partir del derrocamiento del Presidente Allende en 1973, en
las que EEUU como sabemos tuvo una importante injerencia. Querría destacar,
sólo para dar un ejemplo de entre tantos, los aportes del brasileño dependentista,
Josué de Castro (1908-1973), quien discute con las concepciones y explicaciones
basadas en visiones culturalistas, y neomaltusianas de ese momento de la “coope-
ración internacional”, no ya de la pobreza –en forma genérica– sino en relación al
hambre. Para De Castro el hambre no es un producto de la superpoblación demo-
gráfica. Los bolsones de muerte por hambre son una muestra de cómo operan las
relaciones de dominación local, en su vínculo con la Geopolítica mundial (1951,
1965). Dice: “el hambre ya existía en masa antes del fenómeno de la explosión
demográfica de la posguerra. Este hambre que se diseminaba por las poblaciones
del Tercer Mundo, era escamoteado, asfixiado, escondido. No se hablaba del asun-
to porque es un tema vergonzoso: el hambre era tabú” (1965a). Josue de Castro
demuestra que las zonas de hambre endémica son consecuencia de las relaciones
de expropiación de riqueza y de medios de subsistencia neocoloniales persistentes
y brutales. Su experiencia y su vivencia venían del Nordeste brasileño, una de las
zonas más pobres, donde según él, el hambre era producto de “siglos de un régi-
men agrario de tipo feudal esclavocrata, productor de azúcar y de la resistencia
invencible de este régimen a ceder a cualquier exigencia o reivindicación de los
campesinos” (1951, traducción de la autora).
La represión y persecución política e ideológica de las dictaduras militares
de los ‘70 y parte de los ‘80, en muchos de nuestros países, produjo además de
muerte, una diáspora masiva de toda una generación de dirigentes sociales e in-
telectuales de las Ciencias Sociales que venían pensando en formas alternativas
vinculados, directa o indirectamente, con explicaciones sobre la producción y re-
producción de la pobreza masiva, en diálogo y confrontación con las teorías de la
modernidad y del desarrollo/subdesarrollo que nos asignaba un lugar inferior en el
conjunto de las naciones. Entre otros: las características que asumía el capitalismo
en América Latina, las relaciones de dominación y explotación social y su vínculo
con relaciones de dominación étnica, sobre las causas que producían los bajos
76 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

salarios y la concentración de la riqueza, sobre las formas de segregación y explo-


tación urbana, etc. Muchos de los referentes teóricos de la teoría de la dependencia
y un masivo conjunto de intelectuales y cientistas sociales tuvieron que emigrar,
algunos en forma compulsiva. Por ello, la producción de esta línea de pensamiento
no pudo continuar con la misma fuerza, no sólo por la emigración, sino también
por la fuerte limitación, represión y violencia que existió, en nuestros países, para
la difusión y actualización de estas ideas. Por otro, las ideas neoliberales adquirían
una fuerte hegemonía, tanto en las etapas dictatoriales como durante los procesos
de transición democrática. Junto a ello, se produjo un progresivo consenso de un
tipo particular de teorías sobre la pobreza que colocaba las causas en sus víctimas
y en la creencia de que esta es una situación que se hereda, fundada en la idea del
círculo vicioso de la pobreza y del capital humano.
La denominación de la Lucha contra la pobreza está en el corazón de la gu-
bernamentalidad neoliberal de las AMD. En 1989 se hace la reunión que da como
producto el llamado Consenso de Washington que sintetiza el paquete de “refor-
mas estructurales” de la gubernamentalidad neoliberal. Este “consenso”, como lo
afirma su redactor, vino a “documentar o informar sobre los cambios de actitudes
políticas que se estaban produciendo en América Latina, y a sintetizar las reformas
que era conveniente realizar para que los países de América Latina tuvieran ex-
cedente para pagar sus deudas. Mi “consenso de Washington” no era más que el
compendio de reformas de política que [...] se debía examinar” (Williamson 1998:
51-52, cursivas añadidas).11 En la primera mitad de la década de los ‘80 y durante
los ‘90, en plena presión para las reformas estructurales, el BM no creía que fuese
necesario abordar el problema de la pobreza, entendiendo que los programas de
ajuste lo harían por sí solos y que ellos constituirán una opción para los pobres
más conveniente que la ausencia de ajustes. En esa etapa se reconoce que “no ha
habido muchos intentos de identificar los efectos adversos sobre los pobres” de
los programas de ajuste.12 A partir de allí se comienzan a financiar programas lla-
mados compensatorios para atacar la pobreza. Del análisis de las líneas de finan-
ciamiento a los países de América Latina durante ese período surge, sin embargo,

11 Con el propósito de generar este consenso, el Institute for International Economic (Instituto para la
Economía Internacional) celebró, en noviembre de 1989, una conferencia en Washington: “Latin
Amercian Adjustment: how much has happened” (El Ajuste en América Latina: cuanto más ha
sucedido). Allí, participantes de América Latina se refirieron a las posturas adoptadas, frente a una
serie de reformas de política, así como el grado de aplicación de las mismas. Este documento fue
presentado por John Willamson en esa oportunidad (Williamson; 1998: 51-52). Williamson, más
tarde, intentó diferenciar estas recetas de “un manifiesto de política neoliberal”, basado en las ideas
de Milton Friedman y Hayek. Sin embargo, a pesar de pequeñas diferencias que señala el autor,
sirvió luego para aplicar las recetas que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional
impusieron, a los países de América Latina, para refinanciar sus deudas, dentro de los lineamientos
e ideas neoliberales.
12 Reseña sobre los informes del Presidente del BM realizada por Ribe y Carvalho, cit. en Stewart,
Frances (1992: 6-7)
“Estrategias contra la pobreza” 77

que sólo el 33% de los programas financiados se destinaban a asistir a los pobres
“nuevos” o “crónicos” y el 78% a la reasignación del gasto social (Stewart, 1992:
5-7). Esto último significa el debilitamiento del llamado estado de bienestar, sobre
todo erradicando o desfinanciando políticas asociados con derechos universales,
reducción del personal de los Ministerios en Salud y Educación, privatización de
los sistemas de Seguridad Social, asistencialización de las políticas universales en
salud y educación y promoción de intervenciones “focalizadas” para aumentar la
productividad de los pobres y la autogestión de su pobreza.
Se propone la creación de los llamados Fondos de Inversión Social (FIS)
que concentrarían y gestionarían estos recursos de manera intersectorial. Al mis-
mo tiempo se incentiva la reestructuración de los ministerios relacionados con
lo social, bajo el supuesto que “en la mayoría de los países latinoamericanos, los
ministerios tradicionales del sector social han sido siempre ineficientes en la pro-
visión de servicios sociales a los pobres”. Los FIS , se decía, permitirían “tomar
acciones rápidas y efectivas para asistir a los grupos vulnerables y/o marginados y
[…] utilizar un enfoque más participativo en la selección, el diseño y la ejecución
de los proyectos”…y serían “un medio para restablecer, o en algunos casos esta-
blecer, la credibilidad del gobierno y garantizar el apoyo político a las reformas
económicas en curso” (Glassner y otros, 1995: 2-3, cursivas nuestras).
Concomitantemente, el reporte mundial de 1990 del BM, se focaliza en la
pobreza y es el momento que este organismo intensifica la retórica y los progra-
mas destinados a “la lucha contra la pobreza”, pero basado en la “gente” (Stewart,
1992: 8), se dice. La gente como apelativo, es el sujeto abstracto al que se dirige el
DH. Cuando se dice desarrollo “pero basado en la gente” se está reconociendo que
éste no era humano, es decir no tenía como destino la gente, sólo el crecimiento
económico, la utilidad, la ganancia, el lucro. Cuando se analizan los documentos
se puede observar que, la “gente” en términos genéricos no es el sujeto/objeto del
DH, son los más pobres de entre los pobres. Se venía machacando desde sus diver-
sos mentores que el desarrollo nos traería el “bienestar general” y que rebalsaría
como un aceite, por efecto de la “mano invisible del mercado”, pero pareciera
que “la mano” del mercado no hizo bien sus deberes, no fue tan humana. A partir
de 1999, las ECP se comienzan a asociar –en el BM y FMI– con la exigencia a
los gobiernos que solicitan préstamos, de presentar los Poverty Reduction Strate-
gy Papers (PSRP): Documentos sobre estrategias de reducción de la pobreza. Se
exigía que su diseño se realizará de forma participativa con la “sociedad civil”..
Categoría conceptual y práctica que cubre todo lo que no es el Estado y que se
materializa, en las ECP en instituciones neofilontrópica y neobenéficas de distinto
tipo, como las Organizaciones llamadas justamente No Gubernamentales: ONG, a
las que se le asigna un valor fundamental en las ECP, ante la intención de debilitar
el rol del Estado en la protección social. Esta política puntual, las PRSP signifi-
caron un “cambio”, según sus mentores, en el sentido de que los préstamos del
78 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

FMI fueron ampliados, más allá de las medidas de ajuste estructural, a políticas
de reducción de la pobreza “orientadas al crecimiento”. El denominado ESAF
(Enhanced Structural Adjustment Facility) paso a la versión renovada de ajuste
estructural denominado PRGF (Poverty Reduction and Growth Facility). Conoci-
do como políticas de segunda generación por que mantienen los lineamientos de
política económica, pero promueven “integrar la reducción de la pobreza”, bajo
criterios de eficiencia y focalización y un énfasis adicional en el “buen gobierno”,
vinculada a la idea de accountability o rendición de cuentas y haciendo hincapié
en la gobernabilidad. La gobernabilidad podría ser entendida como la palabra na-
tiva y la categoría práctica de este discurso que sintetiza las medidas sociopolíticas
y de cambio institucional, propias de la gubernamentalidad neoliberal, sobre todo
referida a la neutralización del conflicto social de diversas maneras, entre otras las
biofocopolíticas de mínimos.
Los nombres de las ECP varían entre los AMD: la llamada estrategia de “ali-
vio” a la pobreza del BM, la nueva agenda social del BID y el desarrollo humano
del PNUD. El sistema discursivo o el dispositivo del DH sin embargo los contiene.
El nacimiento del DH se puede datar a mediados de la década de los ‘80
del siglo XX y tiene como antecedentes la idea de la “guerra contra la pobreza”
promovida por RM, aunque se puede señalar a 1990 como la fecha de invención
del DH, con la publicación del primer informe que lleva su nombre por el PNUD
(ulHaq, 1995). Esta materialización es el producto de un proceso previo de pro-
ducción de una serie de conceptos y dispositivos al interior de estos organismos,
profundamente entrelazados con la producción académica. Grondona (2014) seña-
la asimismo la influencia que tuvieron teorizaciones latinoamericanas, como el de-
sarrollo de la idea de necesidades básicas en la Fundación Bariloche, en Argentina
durante la década de los ‘60, más allá que esta noción haya sido pensada en ese
contexto de manera inclusiva en términos de derechos y no limitante, como lo fue
luego con las visiones más conservadoras del DH que se vinculan con lo básico
mínimo. El enunciado del DH junto con la sustentabilidad se dice, se expresó por
primera vez a partir de la publicación del Reporte Brundtland, llamado Our Future
in Common (nuestro futuro en común), el que muestra “la desilusión del paradig-
ma dominante”, con respecto a la destrucción del medio ambiente (Guimarães,
Roberto, 2000). Otros consideran que la nominación de “humano” fue producto de
una propuesta de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Edu-
cación, la Ciencia y la Cultura) en 1989, de un ajuste con rostro humano.13 De este
rostro humano del ajuste a la invención del Desarrollo Humano pasó poco tiempo.

13 Para un mayor desarrollo sobre el discurso del Desarrollo Humano ver Álvarez Leguizamón, So-
nia (2004a).
“Estrategias contra la pobreza” 79

Imagen I-2
Logo del Índice de Desarrollo Humano (Naciones Unidas)

Un discurso no sólo es un sistema de nociones entrelazadas que forman, según


su grado de coherencia, de rigor y de estabilidad, temas o teorías y dispositivos,
también es necesario atender a las aparentes divergencias y dispersiones (Foucault
1997 [1969]). La primera que encontramos es la gran contradicción entre sus in-
tenciones
retóricas: hacer este mundo más humano o el enunciado de los eslogan y de sus
políticas principales que tienden a “erradicar la pobreza”, “terminar con la pobre-
za” (ver PNUD, 1993) o “trabajar por un mundo libre de pobreza” (workingfor a
world free of poverty) como reza el slogan del BM, siendo que las políticas im-
puestas a nuestros países no hacen más que incrementar la pobreza y la desigual-
dad. Este cúmulo de decisiones, tecnologías y categorías conceptuales que surgen
en esos momentos (sociedad civil, gobernabilidad, capital humano, activos de los
pobres, pobreza absoluta, necesidades básicas, etc.), dan cuenta de la progresiva
constitución de los elementos y categorías prácticas que van entrelazando el DH.
En 1990, el primer Informe sobre el DH del PNUD, lo objetiva a partir de
estadísticas comparadas, a nivel global, materializadas en un Índice del DH.
Mahbub ul Haq14 ofició de coordinador de los cinco primeros informes y es quien

14 A Mahbub ul Haq se lo considera uno de los gestores del nuevo paradigma del desarrollo humano.
Fue fundador del Tercer Foro Mundial en 1973 y sirvió como consejero de la Comisión Brandt
sobre el Medio Ambiente. Fue gobernador del FMI y del BM desde 1982 hasta 1988. Dentro del
PNUD, fue consejero especial del administrador y dirigió los informes de DH de 1990 a 1995
(Sierra Fonseca, 2001).
80 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

sintetiza esta idea/noción/índice y categoría discursiva intrínseca al propio discur-


so del Desarrollo Humano. Dice ul Haq, que se trata de “cambiar el foco del de-
sarrollo económico de la contabilidad del producto nacional a políticas centradas
en la gente” (cursivas nuestras). Afirmaba que “al costo humano extremadamente
fuerte de los programas de ajuste estructural de los ‘80, que tenían lugar en la ma-
yoría de los países subdesarrollados bajo la influencia del FMI y el BM”, había que
ponerle un rostro humano. Este consistía en el desarrollo de “opciones posibles de
políticas alternativas para balancear los presupuestos mientras se protegían los
intereses de los grupos más débiles y vulnerables de la sociedad” (Mahub Ul Hak,
1995: 12, cursivas nuestras). Se trataba, en definitiva, de cerrar la contabilidad
nacional con cierto grado de compensación a sus víctimas.
En el primer informe de 1990, se entiende que el desarrollo humano sería
el proceso de “ampliación de las elecciones humanas relevantes” (lo que da por
sentado que no siempre existen posibilidades para alcanzarlas) y un nivel de lo-
gro, entendido como “la medida de comparación internacional del logro de estas
elecciones”, que permite comparaciones entre los Estados. Si bien esta definición
es poco precisa, se deduce de la estructura del índice que el DH sería además
del crecimiento medido en términos de ingreso del PBI per cápita es conveniente
alcanzar una expectativa de vida “razonable” y acceder a educación. Cosas tan ele-
mentales como estas. El tema común, al menos como manifestación de deseo, es
el incremento de las potencialidades del individuo y sus posibilidades de elección;
pero en el marco de un mercado cada vez más abierto, globalizado y desregulado
que las restringe cada vez más. Cabe destacar que, esta postura no puso ni pone en
cuestión la “necesidad” del ajuste ni menos aún el imperativo del equilibrio fiscal
en el que se basan estas medidas.
La idea general del DH plantea una crítica al desarrollo, discursividad an-
terior cuyas características vinculadas con la invención del “tercer mundo” y su
contracara el “subdesarrollo” (Escobar, 1995), entendido el primero como creci-
miento del producto bruto per cápita y como un “abordaje centrado en la opulencia
y el crecimiento” (Sen y Anand; 1996: 8 y 9) y no el bienestar de las personas
como seres humanos. Amartya Sen tuvo un rol fundamental en el diseño de este
discurso destacando la falta capacidades humanas15 de la gente por encima de
sus rentas, como explicación de la pobreza. Por ello según el BID, en los años
1990, “el pensamiento del desarrollo se ha enfocado en las capacidades y en las
libertades como las metas finales” (BID-OVE 2002: 2), influido fuertemente por

15 Amartya Sen (quien trabajaba con Ul Huq y Streeten en el Bando Mundial) diferencia entre capa-
cidades, habilidades y bienes y servicios. Las habilidades serían las diversas condiciones de vida
que pueden o no ser alcanzadas. Las capacidades sería nuestra habilidad para alcanzar dichas
condiciones de vida. Como corolario, la posesión o acceso a bienes y servicios, no son los únicos
criterios para definir el nivel de vida puesto que las tasas de transformación de bienes y servicios
a habilidades, varían de persona a persona, se dice.
“Estrategias contra la pobreza” 81

el pensamiento de Amartya Sen, para quien la pobreza no solo refiere a la falta de


recursos sino también a la falta de capacidades. Sin embargo Sen es un economis-
ta liberal, para él “la expansión de las libertades es (i) la meta principal y (ii) el
principal medio para el desarrollo […]. Los diversos derechos y oportunidades se
agregan a la expansión de la libertad humana y al desarrollo” (Sen 2000: 36-37,
cursivas añadidas). El alto consenso de esta visión es paradojal en un mundo cada
vez más desigual, con una creciente reducción en las oportunidades, derechos so-
ciales debilitados y, por lo tanto, mayores limitaciones a las libertades.

Imagen I-3
“Índice de Desarrollo Humano” (En desarrollohcs.blogspot.com)

Se suceden a partir de allí una serie de declaraciones contra la pobreza y el hambre


en las AMD dependiente de las NU. En 1993, la resolución 47/196 de este mismo
organismo designa un día “para promover conciencia acerca de la necesidad de la
erradicación de la pobreza y la destitución en todos los países, particularmente en
los subdesarrollados, que es una necesidad que se ha constituido en una prioridad
para el desarrollo”, se dice. Manifestando, en una retórica utilitaria flagrante de
la lógica neoliberal, la vinculación estrecha entre las intención de “erradicar la
pobreza” con el desarrollo como crecimiento económico.
82 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Tres años, después el Documento Final de la Cumbre Mundial sobre Alimen-


tación, realizada en noviembre de 1996 en Roma por la FAO (Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), adoptó por consenso el
“derecho de todos a tener acceso a alimentos adecuados y el derecho fundamental
de todos a no pasar hambre”. El hecho de que se deba inventar el derecho a no
pasar hambre es una muestra de las contradicciones de la democracia entre la
retórica de la igualdad jurídica y la desigualdad social creciente, del mito del de-
sarrollo entre el crecimiento que produce bienestar y el malestar creciente y de la
inoperancia de los dispositivos de la cooperación internacional en sus estrategias
de “lucha” contra la pobreza.16 Luego de más de tres siglos de la declaración de
igualdad de los ciudadanos, de otros tantos de capitalismo y de la creencia en que
el desarrollo basado en el “crecimiento económico” traerá bienestar a las personas,
miles de personas mueren por hambre.17
En el contexto de la Cumbre del Desarrollo Social, celebrada en Copenhagen
del 6 al 12 de marzo de 1995, los países miembros de las Naciones Unidas produ-
jeron la declaración del Desarrollo Social que globaliza, materializa e internacio-
naliza “el desarrollo humano sustentable” (United Nation, 1995).18 Allí se planteó
que el desarrollo humano, centrado en el ser humano, se lograría mediante la adop-
ción de una agenda integral y multisectorial encaminada a la erradicación de la
pobreza, la creación de empleo productivo y remunerativo para todos y el fomento

16 En el momento de la firma del documento, la delegación de la administración Clinton, en decla-


ración oficial que quedó a manera de “reserva oficial”, es decir, de “no compromiso”, señaló que
“Estados Unidos cree que este es un objetivo o una aspiración para ser realizada de forma pro-
gresiva pero que no plantea ninguna obligación internacional ni reduce las responsabilidades de
los gobiernos nacionales hacia sus ciudadanos” (cursivas añadidas). La reserva oficial de EEUU
muestra el desinterés y el no compromiso del imperio neocolonial por el hambre en el mundo,
ni siquiera desde su lado humanitarista. Sin contar que estas declaratorias no comprometen a los
estados miembros, además de plantear la primacía de los intereses nacionales sobre la pobreza y el
hambre en el resto del mundo.
17 Según la FAO, 55 millones de niños padecen desnutrición aguda;19 millones la padecen de forma
severa; cada año mueren 3,5 millones de niños por desnutrición, lo que hace una escalofriante
media de 10000 niños muertos al día por desnutrición aguda. Ver “Día (no) Mundial de la Alimen-
tación: 10000 niños mueren al día de hambre” [en línea] http://blogs.20minutos.es/el-nutricio-
nista-de-la-general/2012/10/16/dia-mundial-de-la-alimentacion-10-000-ninos-mueren-al-dia-de-
hambre/.
18 Los antecedentes de esta declaración, además de los informes de DH que venía realizando el
PNUD desde 1990, son la Declaración de Dhaka de abril de 1993, donde los líderes de los siete
países de la Asociación del Asia Meridional para la Cooperación Regional (SAARC) se compro-
metieron “inequívocamente a la erradicación de la pobreza en la región”, de preferencia hacia el
año 2002, mediante una estrategia centrada en el DH, la movilización social y la potenciación de la
gente en situación de pobreza (cursivas nuestras). Unos pocos meses después, los ministros de pla-
nificación de la región del Pacífico meridional declararon que el crecimiento económico no puede
por sí solo satisfacer las necesidades crecientes de los habitantes, comprometiéndose a adoptar
medidas que faculten a la gente para el goce de una vida productiva y satisfactoria, de acuerdo con
sus aspiraciones. (Ver PNUD, 1996: 4 y Mahbub ul Haq, 1995).
“Estrategias contra la pobreza” 83

de la integración social. Específicamente, los gobiernos se comprometieron con la


meta de erradicar la pobreza “como imperativo ético, social, político y económico
de la humanidad”, velando “porque las personas que viven en la pobreza tengan
acceso a los recursos de producción, como crédito, tierra, educación y formación,
tecnología conocimientos e información, así como a los servicios públicos”.
En noviembre del 2004 el Consejo de la FAO proclama el derecho a la ali-
mentación a través de las llamadas “directrices voluntarias internacionalmente
aceptadas” para la realización progresiva de su concreción. Se dice que son “pio-
neras”, ya que establecen una definición internacionalmente aceptada del derecho
a la alimentación, así como medidas prácticas para materializarlo pero, al mismo
tiempo, está mostrando que miles de personas mueren por hambre. En esa oca-
sión la FAO “asume la responsabilidad internacional de monitorear e identificar
los países y regiones donde existen situaciones críticas de escasez de alimentos”,
identificando tres niveles de escasez: perspectivas desfavorables para las cosechas,
déficit de suministro de alimentos en el mercado o problemas de distribución de
excedentes locales y/o exportables. Es interesante señalar que justamente ninguna
de estas causas son las que producen hambre en muchos lugares del mundo sino, la
falta de ingresos y derechos de acceso a la alimentación. Se producen situaciones
de muertes por hambre, por ejemplo en el norte argentino debido a la imposibili-
dad de acceso a los servicios del bosque por la expansión de la frontera agrícola de
la soja transgénica y los desmontes, donde paradojalmente aumenta la producción
agrícola, las cosechas son cada vez más favorables así como los excedentes ex-
portables (ver Álvarez Leguizamón, 2012). El discurso del DH que sustenta estas
preocupaciones “humanitarias” por el hambre en el mundo se asocia con intereses
utilitarios vinculados a la lógica de la rentabilidad, de la expansión del capital y a
factores políticos (neutralización del conflicto social) . El hambre es vista como
una amenaza a la “gobernabilidad”, para que los intereses del gran capital no se
vean opacados por protestas sociales. Para Dominique Strauss-Kahn, director ge-
rente del FMI, el hambre “no es sólo una cuestión humanitaria y económica, sino
también un tema que atañe a la democracia”.19 El discurso humanitarista de estos
organismos que se alarma con el hambre y la suba del precio de los alimentos,
considera que las personas bien nutridas son una inversión de alta “rentabilidad”.
La posibilidad de alimentarse como cualquier animal en este “humanismo” sólo es
bien visto cuando sirve a los fines del capital, es un humanismo del capital y una
deshumanización de la persona. El Comité de seguridad alimentaria de la FAO,
afirma que “una persona bien nutrida puede aprovechar mejor las oportunidades
económicas. Invertir en la erradicación del hambre es también una inversión en
bienestar económico, con una alta rentabilidad, y en una mejora de la sanidad y

19 En “Biocombustible impulsa hambre y deforestación”, Diario El Mundo, 13-04-2008 [en línea]


http://www.dw-world.de/dw/article/0,,3263978,00.html.
84 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

la educación” (cursivas nuestras).20 Por otro lado, además de los fines meramente
económicos de las pretendidas intenciones “humanitaristas”, se sigue insistiendo
en inversiones agrícolas de alta productividad como solución, siendo que éstas son
uno de los factores fundamentales de producción de pobreza y hambre, como ya lo
han demostrado los críticos a la llamada economía verde (Vandana Shiva, 2012), o
como el ejemplo de la soja en la provincia de Salta antes citado y estudiado en este
libro con detalle, en los trabajos de Flores Klarik y Naharro et al.
Recientemente, el acuerdo de las NU de los objetivos para el Nuevo Milenio
sobre erradicación de la pobreza (Millennium Development Goals to End Human
Poverty) complementan el discurso del DH y declaraciones anteriores (Naciones
Unidas, 2003) llamadas de desarrollo social. Estas proponen como objetivo redu-
cir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna y combatir las enfermedades,
adquisición de la educación primaria universal, promover la igualdad de género
sobre todo en el acceso a la educación, reducir la pobreza y el hambre, asegurar un
medioambiente sustentable y fortalecer el vínculo recíproco entre países ricos y
pobres. Dentro de las ECP se fijan objetivos e indicadores concretos “por primera
vez”, que buscan guiar las “iniciativas del desarrollo y la cooperación internacio-
nal”. Los líderes mundiales se han comprometido a disminuir la pobreza extrema
(definidos en términos de personas viviendo con menos de un dólar diario por
día)21 a la mitad para el 2015 (UN Millennium Project, 2005).22 Una cuestión que
aparece en los objetivos del Milenium y en otras declaraciones de las AMD vincu-
ladas con las ECP es el “derecho al desarrollo”.
Según Marcelo Ibarra Ibarra (en Spicker, Paul; Álvarez Leguizamón, Sonia
y Gordon, Robert (2009 [2007]), existen dudas sobre las posibilidades ciertas
sobre su implementación como profusas discusiones sobre los alcances de esos
objetivos. Se han realizado una serie de críticas, sobre todo vinculadas con que
los factores que generan pobreza global no son abordados por los objetivos, y se
ha remarcado que dichos objetivos están basados en los intereses y percepciones
del Norte cuando en realidad, la reducción de la pobreza y justicia global, deben
resultar de un real compromiso Norte-Sur (WFUNA-NSI, 2005). El derecho al

20 En “Resumen sobre el Comité de seguridad alimentaria de la FAO”, Federación internacional de


productores agropecuarios, Roma, 30 de octubre - 4 de noviembre de 2006 [en línea] http://www.
ifap.org/es/publications/er-fao-cfs-11-06.html.
21 La pobreza medida en términos de un dólar por día, fijada por el BM y otros organismos de las
AMD, ha sido puesta en cuestión, sobre todo porque no tiene en cuenta el valor del dólar ni las
canastas de consumo en cada país. Se ha demostrado que habría muchos más pobres en términos
estadísticos, si los valores reales de las canastas de consumo fueran la forma de medición de la
pobreza nacional o regional en su vínculo con los ingresos de la población.
22 Los Objetivos del Milenio consisten en ochos objetivos, definidos con sus correspondientes metas
e indicadores que buscan: reducir la pobreza, promover la igualdad de género, proveer educación
básica universal, reducir la extensión del Sida y la Malaria y definir un marco comprensivo para el
desarrollo, entre otros objetivos.
“Estrategias contra la pobreza” 85

desarrollo fue instituido en 1986 por las NU y según Kofi Annan (Secretario Ge-
neral de las Naciones Unidas entre 1997-2006), este derecho “es la medida del
respeto de todos los derechos humanos”, el objetivo sería lograr una “situación en
que a todas las personas se les permita acrecentar al máximo sus posibilidades”.
Considera que “la persona humana es el sujeto central del desarrollo y debe ser el
participante activo y el beneficiario del derecho al desarrollo”.23 Esta cuestión ata
claramente las ECP a la expansión del capitalismo sin límites, bajo la creencia que
éste es el único que permite acrecentar las posibilidades humanas.
Según Cora Paulizzi (2012) el BM, en la actualidad, ante diferentes trans-
formaciones mundiales a nivel económico, social y político: las recientes crisis
bancarias de 2008 y 2011, el crecimiento de economías “emergentes” como China,
Corea y Brasil y las problemáticas ambientales, surge una tercera ola de reformas
del BM. Estas se expresan en el discurso del actual presidente Zoellick, quien
considera que es menester una nueva “normalidad y una nueva mentalidad”, es
decir, reordenar y reorganizar de un “modo funcional y dinámico, las prácticas de
desarrollo”. Para él: resulta fundamental democratizar el desarrollo y modernizar
el multilateralismo:
“deberá impulsar el crecimiento, no solamente transformarlo, crear
nuevos empleos a partir de que los antiguos pierdan valor, apro-
vechar el crecimiento sostenible, estimular al sector privado; […]
consistirá en entender el “empleo”, como algo más que un produc-
to derivado del crecimiento, en reconocer la manera en que el em-
pleo puede contribuir a la vez elevar las condiciones de vida de las
personas, aumentar la productividad, introducir cambios sociales
beneficiosos y lograr mayor cohesión social, por lo cual la nueva
normalidad consistirá en la voz de la gente, a las mujeres en sus
comunidades, a los ciudadanos en sus países, a los estados en el
sistema internacional” (Zoellick, 2011 en Paulizzi, 2012).
Esta nueva “normalidad” –nominación que muestra el poder de la palabra de este
Banco para producir normalidades y legitimidades– profundiza cada vez más cier-
tas categorías prácticas del DH como las potencialidades y capacidades de los
pobres, al mismo tiempo que desata el crecimiento económico del empleo y ata a
las mujeres a las comunidades territoriales (pobres) y no a la ciudadanía. Según
esta misma autora estos dispositivos y entramados discursivos son recuperados
por los actuales gobiernos progresistas de América Latina, sobre todo la categoría
del desarrollo inclusivo y sostenible.

23 Ver “El derecho al Desarrollo” en la página de las UN [en línea] http://www.un.org/spanish/hr/50/


dpi1937f.htm.
86 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Los distintos dispositivos de la biofocopolítica


La focalización o las políticas de los “target groups”, en castellano políticas fo-
calizadas, son la tecnología y el dispositivo de intervención más importante del
“desarrollo social” humanizado. Es también para nosotros el elemento constitutivo
de este nuevo arte de gobierno. Esta palabra evoca, desde un punto de vista óptico,
el lugar donde confluyen los rayos luminosos y, también desde el punto de vista fi-
gurativo, el lugar donde se haya reconcentrada una cosa y desde donde se propaga
o influye. Desde la mirada óptica, la metáfora nos remite a una imagen del lugar
donde se concentra la visión del arte de gobernar. Es decir, adonde se mira con más
detenimiento. Donde se pone más esfuerzo. Desde la mirada figurativa, el foco
remite a la idea de “foco infeccioso”. Por ello, antes que se propague se debe terri-
torializar. Y porque se puede propagar se debe “atacar”, es necesario declararle la
guerra. Desde el segundo punto de vista óptico, donde confluyen los rayos lumino-
sos, los dispositivos de intervención remiten al desarrollo de complejos sistemas
de información tecno-burocrática para su control a distancia. Por oposición a la
metáfora de la globalización vinculada a la ruptura espacio temporal y al desan-
claje del territorio de teóricos sobre todo europeos, en la focopolítica se mitifica el
espacio y la comunidad que se controlan a distancia por dispositivos que acumu-
lan información, por oposición al imaginario de comunidad global deslocalizada,
horizontal y comunicable que prima en cierto pensamiento llamado posmoderno.
Por otra parte, la focalización, es la categoría nativa del discurso del DH que
resume la tecnología fundamental de las ECP, por lo que dialogando con Foucault
hablo de las bio/focopolíticas o focopolíticas directamente. Si bien se ocupan de la
vida, no de las poblaciones en general ni del trabajador para promover su vida útil
como lo planteaba Foucault, sí de los pobres pero para aumentar su “capital huma-
no y social”24 y su “productividad” por medio del “empoderamiento” y desarrollo
de sus “capacidades”. Este dispositivo, en la práctica no se traduce en mejorar el
bienestar, como lo quería la biopolítica, sino mantener a los pobres en el límite de
lo básico, cercano a la muerte por medio de la autoexplotación de sus capacida-
des personales y comunitarias, ya desgastadas. En este sentido, cuando Foucault
plantea que la biopolítica es la fuerza de la gubernamentalidad por dejar morir
y hacer vivir creo que, en este caso, es más útil la idea de dejar morir. Esposito
(2006) realiza un estudio pormenorizado de las distintas corrientes que tematizan
la biopolítica, no sólo la concepción de Foucault y despliega allí la idea/concepto
de inmunización que nos es útil para abordar la biofocopolítica de las relaciones

24 La subsunción de las redes de reciprocidad no mercantil, resumida en la categoría de capital so-


cial, a la economía realizada por Glen Loury y Coleman; la visión de Putman que las ve como
promotoras de condiciones que “facilitan” el desarrollo, el estudio pionero de Amartya Sen y la
aplicación de su idea de titularidades no tangibles a los activos de los hogares, desarrollada por
Moser, ofrecen el marco general que permite al BM promoverlo en sus políticas de “ataque” a la
pobreza (ver Álvarez Leguizamón, 2009a).
“Estrategias contra la pobreza” 87

coloniales y neocoloniales que estudiamos. Esposito encuentra en la conceptuali-


zación de Foucault, lo que él llama un punto ciego, una grieta de significación, un
enigma, una disfunción no superada, que se sintetizaría en la falta de respuesta a
la pregunta siguiente, porque la biopolítica amenaza continuamente con volverse
tanotopolítica.25 Para suturar este hiato, desarrolla el paradigma de la inmuniza-
ción que considera complementario al de biopolitica, pero que vincula de diferente
forma al poder y a la vida. La inmunización sería una protección negativa de la
vida, preserva a cierta vida a costa de la muerte de otra,
“tal como la práctica de la vacunación en relación con el cuerpo del
individuo, funciona introduciendo dentro de una mínima cantidad
de la misma sustancia patógena de la cual quiere protegerlo, y así
bloquea y contradice su desarrollo natural”, no se trata de una in-
munización del hombre común, “sino de la interpretación de toda
la civilización en términos de autoconservación inmunitaria” (2006:
75-76, cursivas nuestras).
Nótese que Esposito hace referencia a la civilización en forma eurocéntrica, enten-
diéndola como una sola, aquella autopensada desde el centro del poder colonial.
Tampoco en Esposito hay una referencia a las formas inmunitarias neocoloniales
de la biopolítica, no analiza ni son su preocupación las formas históricas inmuni-
zantes enclavadas en espacios extra europeos.
Desde este lugar, la “focopolítica” sería un nuevo arte de gobernar. Con-
cepto ya en desuso que significa ciertas virtudes, habilidades, mañas, distincio-
nes, conjunto de reglas, dispositivos para influir sobre la vida de los otros, para
gobernarlos según Foucault (1981 [1978]). La biopolítica sería para este autor
un arte de gobernar gubernamentalizado cuyo objeto de control era la población
y que surge en el siglo XVIII europeo para disminuir su mortalidad, debido a
las epidemias y endemias para aumentar la productividad del trabajo cuando el
capitalismo lo necesitó. Vendrán más tarde las políticas llamadas de seguro y, al
final, las ambientales, para asegurar la vida en la tierra (Foucault, 1991[1977]). En
la biofocopolítica se promueve potenciar las “energías” de la sociedad civil, las
redes autogeneradas comunitarias “productivas” de las organizaciones de base de
los pobres, a partir de una política de foco y de mínimos biológicos. En síntesis, no
se trata de una política que promueva la vida de la población sino de la reproduc-

25 Para responder esta pregunta Foucault da dos respuestas, una sería el racismo como un sistema
discursivo de la biopolítica que actúa en el Nazismo Alemán y también en el Franquismo Español
y, la otra: la transformación de una gubernamentalidad estatal a una de partido. Nosotros creemos
que Foucault no ve el racismo Europeo hacia sus colonias como otra de las formas de tanatopolíti-
ca. Esposito estudia el desarrollo del nazismo alemán, a mediados del siglo XX y hace referencia
también al poder destructor de la bomba atómica y a distintas formas de manipulación genética de
la vida.
88 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

ción a nivel básico de los pobres del mundo. No es más la población, en su sentido
genérico como lo era en la biopolítica el objeto de gobierno sino los más pobres,
los más vulnerables y ciertas minorías. Ellos constituyen, de uno u otro modo,
una amenaza para la estabilidad del sistema. La Biofocopolítica es una forma de
gobierno promovida por los AMD que se desarrolla a partir de las ECP. Su poder,
en la geopolítica mundial, no substituye las formas de dominación imperial, como
Hardt y Negri (2002) sugieren, sino que complementan, refuerzan y reproducen
los procesos de exclusión y el poder imperial, naturalizándolos al imprimirles un
barniz humanizante. Con el aumento de la desocupación y la precarización del
trabajo, se instala una nueva etapa donde la condición salarial no es más la forma
predominante de vida. Se vuelve a la territorialización. Al igual que en el llama-
do “antiguo régimen” se trata de fijar a estas poblaciones en la comunidad local,
para neutralizar el “riesgo social” producto de una relación precaria o nula con el
trabajo. Ahora es una vigilancia de los vínculos más primarios, de ciertos grupos
o personas considerados “vulnerables” (poseer atributos personales que los ponen
en riesgo lo que potencia su pobreza, tales como: embarazo, niñez, desocupación,
pertenecer a una comunidad indígena, etc.). Las formas de intervención implican
identificar, con la mayor precisión posible, las poblaciones excluidas del trabajo
o las que por su condición son más vulnerables. Los objetivos de control son los
pobres más pobres de entre los pobres y los estilos de intervención sobre ellos
están dirigidos a promover alternativas a la economía de mercado, además de la
represión lisa y llana cuando se movilizan para mejorar sus condiciones de vida.
En cierto sentido, la autosustentabilidad es una forma de autocontrol, lo cual su-
pone un ahorro de dispositivos estatales antes dirigidos a la población en general
o al trabajo. La vigilancia reposa en la comunidad, intermediada por el Estado o
por medio de organizaciones de la “sociedad civil”. En el caso de los subsidios
transitorios estos siempre exigen algún tipo de contraprestación y control moral de
sus vidas a veces a nivel disciplinar.
La primera generación de éstas políticas se dirige a los más pobres de entre
los pobres y a nuevas y viejas minorías/mayorías, a poblaciones llamadas ahora
vulnerables por su condición de marginación y exclusión histórica (mujeres y ni-
ños pobres y aborígenes entre otros). Esta última cuestión se pone en la agenda so-
cial, no solo por la acción de las AMD sino también por las luchas sociales eman-
cipatorias de los propios sujetos subalternos que demandan reconocimiento de su
identidad y acceso a medios para la vida. Se caracterizan por distintos dispositivos
de intervención: Primero aquellas que gestionan la pobreza territorialzada a nivel
micro político, a partir de programas de autogestión participativa comunitaria,
por medio de la potenciación de sus activos, como la promoción del capital huma-
no en actividades poco productivas o el capital social –familiar y comunitario–.
Para ello se refuerza, desde las AMD, lo que se denomina la “economía popular”,
“economía de los pobres”, también llamada “economía social”, insularizándolos
“Estrategias contra la pobreza” 89

y territorializándolos lo que es de hecho una reprimarización y dualización del


mundo social. En muchos países esta idea es tomada desde el principio ya que se
adecúa a las luchas sociales como el caso de Brasil o Venezuela que reivindican el
derecho al mercado, mientras que en otros como Argentina se lo hace tardíamente
junto con las políticas que plantean derechos de pobres. La “comunidad”, en el
nuevo léxico, significa pertenencia local, posibilidades de “autosustentabilidad” y
el espacio donde se potencian las redes de proximidad, los activos tangibles como
el barrio o la vivienda así como la generación de trabajo informal de autoempleo,
que toma la lógica del empresario pobre.
Los objetos de saber son las poblaciones en territorios predefinidos: aquellos
donde se localizan los más pobres y/o los más vulnerables. Se ha denominado a
estos dispositivos como “Territorios bajo Planes” aludiendo a la categoría nativa
argentina de llamar planes a los programas focalizados (Cravino y otros, 2002).
Otro tipo de dispositivos de esta primera generación de políticas, son regulaciones
a nivel mesopolítico en salud y educación, con la promoción de servicios deno-
minados paquetes básicos. Los “paquetes básicos” en salud, pueden incluir aten-
ción a la madre embarazada y a los niños desnutridos; en educación: educación
primaria solamente y en saneamiento básico: agua y cloacas y nada más. Más
tarde, el BID desarrollará, con más detalles un dispositivo como éste denominado
universalismo básico (Molina, 2006), que si bien propone la universalización de
servicios básicos para todos, considera que lo no básico tiene que dejar de ser
universal y público (o sea proponen eliminar los derechos sociales universales
conquistados). Las poblaciones a los que van dirigidos son focalizadas, ya sea a
través de complejos sistemas estadísticos de identificación (targeting) o por medio
de la validación o prueba de la pobreza personal o familiar, para otorgar servicios
básicos. Esto ha significado, para algunos países como la Argentina, que venía
desarrollado una amplia cobertura de salud y educación gratuita, la disminución
a los paquetes básicos de la cobertura en salud y la prueba de la pobreza para la
atención, o sea la asistencialización de lo que antes se enmarcaba en términos de
derechos ciudadanos genéricos. También se observa, en esta generación de bio-
focopolíticas, dispositivos dirigidos a poblaciones con problemas de empleo a la
que se les otorga: “ingresos mínimos transitorios”. Estos pueden ser seleccionados
por medio de la autofocalización, donde la responsabilidad recae directamente en
los “beneficiarios”, quienes tienen que demostrar –al cuerpo técnico administra-
tivo– que cumplen con los requisitos de elegibilidad, planteados por el programa,
por tanto deben validar su pobreza como las viejas Leyes de Pobres inglesas del
siglo XVI pero a finales del XX y comienzos del XXI. Puede haber métodos de
autofocalización, intermediados por dirigentes y representantes de organizacio-
nes sociales que –en sus luchas– consiguen ampliación de cupos y asignan, con
criterios políticos, los llamados –en el lenguaje común– planes, como el caso de
los Programas Trabajar en la Argentina o el Jefes y Jefas de Hogar Desocupados
90 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

que surge en el 2003. Se dirigen a las personas u hogares denominados vulnera-


bles que, generalmente, están desempleados pero no son todos –como el caso de
los sistemas de seguro al desempleo– son sólo algunos los que deben validar las
condicionalidades y requisitos. Estos programas, promovidos por las AMD, se de-
sarrollaron sobre todo en los ‘80 y parte de los ‘90 en la Argentina, manteniéndose
hasta la actualidad bajo diferentes nominaciones, según los países y regiones.26
Las políticas focalizadas, denominadas con el término técnico de Programas
de Transferencia Condicionada (PTC) o “Programas de transferencias moneta-
rias condicionadas” destinados a pobres desocupados y vulnerables, indígenas,
mujeres y niños pobres, considero conforman una segunda generación de biofo-
copolíticas y una de sus formas nacionales de concreción se desarrollan en este
libro (ver artículo de Álvarez Leguizamón, Naharro e Ibarra) . Surgen en Méjico,
con el Programa Progresa y luego Oportunidades, y es tomado por el BID para
promoverlo por el resto de los países de LA. Hasta el 2009, el BID había otorgado
más de U$S 8.000 millones de dólares en préstamos para estos programas.27 Estos
si bien amplían el número de sus poblaciones objeto, en relación a las que habían
tenido las políticas focalizadas de primera generación, dirigidas al desempleo tran-
sitorio, no pierden su carácter asistencial y tutelar él que se manifiesta a través de
condicionalidades. Estas pueden ser de diverso tipo: contraprestación por trabajo,
controles médicos, asistencia escolar, etc. Los objetos de saber son los denomi-
nados grupos vulnerables y aquellos en pobreza extrema o grupos minorizados,
como las poblaciones indígenas. El acento no radica en su condición de exclusión
histórica, sino en la transitoriedad de ciertos atributos que los colocan en situa-
ciones de mayor “riesgo social”. Los dispositivos de intervención se traducen en
políticas transitorias que actúan, –según el discurso oficial– hasta que la situación
de vulnerabilidad haya pasado, por ello se enmarcan normativamente, para el caso
Argentino, en decretos presidenciales encuadrados en la denominada “Emergencia
social o laboral”. A pesar de que la retórica está llena de referencias a la transitorie-
dad, en los hechos, la situación se torna cada vez más estructural y permanente. Se
utilizan medios técnicos más refinados que requieren de sistemas de información
a gran escala para la focalización (que se desarrollaron en la primera ola de las
focopolíticas), aunque algunos son autofocalizados.28 Según un trabajo del PNUD

26 Entre los trabajos que describen los distintos programas desarrollados en AL de este tipo, se des-
taca el de Mesa Lago (2000). En este libro, podemos ver la forma en que éstos se despliegan en el
artículo de Álvarez Legizamón et al., y Paulizzi.
27 “El fin de la pobreza heredada. ¿Dar dinero a los pobres para que lleven a sus hijos a la escuela y al
médico? La idea surgió en América Latina, se convirtió en programa social y hoy ayuda a reducir
la transmisión intergeneracional de la pobreza en más de 30 países del mundo. Pero cuidado: no
hay que pedir peras al olmo.” Artículo periodístico de la página ImaginAcción del 3 de Septiembre
del 2009 [en línea] http://biolentacomunicaciones.blogspot.com.ar/.
28 Para Valencia Lomeli (2008, citado por Arcidiácono, Pautassi y Zibecchi, 2010, cursivas nuestras),
“estos programas se han convertido en el símbolo de una nueva manera de actuar frente a la pobre-
“Estrategias contra la pobreza” 91

(Sierra Fonseca; 2006: 7) y otro del BM (Lindert, 2005), a pesar de la diversidad


entre los programas, todos ellos comparten por lo menos tres elementos: el foco en
familias, pobres o extremamente pobres, con niños y adolescentes; el principio de
las contrapartidas o condicionalidades establecidas y la idea de la “acumulación
de capital humano” a largo plazo. Además se observa en los fundamentos de estos
programas, la creencia de que la pobreza es hereditaria y no social, lo que se funda
en la teoría del circulo vicioso de la pobreza. Según el BM, estas redes tendrían
dos funciones principales: una política (redistribución de ingresos y recursos a los
más necesitados) para ayudarles a “resolver” problemas de pobreza en el corto
plazo y la otra: asistir a los hogares a manejar o evadir el riesgo. Estos estarían fo-
calizados en ciertos grupos, no sólo los pobres sino aquellos “necesitados” (pobres
crónicos, o en circunstancias especiales como los “discapacitados, discriminados
por cuestiones raciales o problemas vinculados con conflictos como patologías
sociales o abuso de drogas o alcohol, violencia doméstica) (WB, 2001 a y b, tra-
ducción y resaltados nuestros). Se observa aquí la alterización racista moral de los
sujetos de gobierno y también tecnologías disciplinarias sobre sus cuerpos.

La tercera ola de focopolíticas las llamo derechos de pobres. Las tres gene-
raciones comparten nociones fuertemente vinculada a las categorías discursivas
del núcleo más fundamental del desarrollo humano: el acceso a “necesidades mí-
nimas básicas” cuantificables y con pretendida universalidad; el “descubrimien-
to” de las capacidades de los pobres para lidiar con su pobreza (capital social,
productividad, activos intangibles) y por el otro, paradojalmente, prima la idea
de pobreza como carencia de capacidades, según la concepción de Amartya Sen.
Esto significa que habría algo así como un núcleo duro de la representación de la
pobreza (la existencia de las necesidades básicas objetivamente cuantificables,
bajo las cuales es posible “vivir” y “experimentar” carencias) y un núcleo blando
subjetivo y cualitativo (las capacidades y el complejo de oportunidades que la gen-
te con su “destreza”, “habilidad” e “inteligencia” puede transformar la “escasez” y
“restricciones” en oportunidades). La visión de las AMD y las políticas guberna-
mentales, combinan el núcleo duro de la representación de la pobreza con el blan-
do (que incluye lo subjetivo y lo cualitativo).29 La primera se expresa en la idea
de la “entrega”30 de paquetes básicos (ver documentos del BID) para satisfacer

za y en un nuevo tipo de programas de asistencia social, respetuoso de los principios de mercado,


y de las reformas económicas de los años ochenta y noventa que atravesó la región, con un claro
predomino de la política social residual y focalizada en la extrema pobreza”. Para autores como
Carlos Sojo (2008) “es obvio que las TCE suponen un avance respecto de formas previas de la
política social”. Para un análisis de las peculiaridades que adquieren en los distintos países de AL
ver de la Brière y Rawlings (2006).
29 Ver, para el caso Argentino, Álvarez Leguizamón (2005).
30 Esta nominación (la “entrega” de servicios o bienes) asociada a las nuevas políticas compensato-
rias y focalizadas que se visualiza en los documentos y discursos de los organismos internaciona-
92 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

necesidades mínimas en algunas áreas de políticas sociales como la salud o la vi-


vienda. El núcleo blando se traduce en la promoción de capacidades, inteligencias
y destrezas para autogestionar su propia pobreza que, a su vez, es una herramienta
y una tecnología para instrumentar las primeras. Conjuntamente con la supresión
de las escasas formas de desmercantilización del trabajo (Esping Anderson, 1993),
por medio de los derechos sociales que habían desarrollado durante el despliegue
del Estado de Bienestar, las AMD en sus ECP tratan de “integrar la racionalidad
no mercantil dentro del modelo económico” (Edwards, 2000). Así incorporan al
modelo económico, tanto las relaciones domésticas y de ayuda mutua (“el capital
social como activo”), como las diversas formas de trabajo informal.
Joseph E. Stiglitz (2000), el exvicepresidente del Banco Mundial denomina
a este proceso la subsunción de lo social en lo económico. Stiglitz fue uno de
los promotores del Consenso de Washington y acampanó al presidente del BM
de la época Wolfensohn,31 en la promoción de las ECP y de la transformación de
la gubernamentalidad neoliberal en nuestros países. A mi entender, este proceso
de subsunción de las relaciones sociales en el campo de lo económico se acerca
a la idea de mercantilización descripta por Marx aunque no adquiere la forma de
tal sino que la lógica que se le asigna es económica (utilitaria) y no social. Esta
situación se puede homologar al valor que añade el trabajo doméstico no pagado
a la fuerza de trabajo y que fuera descripto por las teorías feministas marxistas a
comienzos de los setenta. La teoría política neoliberal no sólo incorpora valor eco-
nómico a la reciprocidad familiar sino también a la reciprocidad comunitaria. Los
vínculos primarios comienzan a visualizarse en tanto generadores de activos que
se constituyen en recursos para autogestionar la pobreza. No es necesario producir
trabajadores libres, es fundamental valorizar el costo de reproducción comunitaria
de los pobres, su auto-explotación y la generación de trabajo precario, procesos

les es una muestra de la mutación de las políticas entendidas como derechos, a políticas entendidas
como dádiva estatal.
31 Los cometidos de James Wolfensohn, como presidente del BM (1995-2005), quien venía de una
trayectoria de financista como funcionario en grandes bancos, no se alejan de las representaciones
predominantes sobre las ECP de sus antecesores, aunque es en su gestión donde se insiste la auto-
gestión de la pobreza, la creación de capacidades y la creencia que la corrupción como explicación
de que en los países llamados “subdesarrollados” haya pobreza (aunque esta valoración moral es
muy vieja en la tradición de la representación del “subdesarrollo” y la pobreza de parte de los
países que se creen “civilizados” o “desarrollados”). Para él, son los pobres los que deben resolver
la pobreza. Dice el ex-Presidente del BM: “combatir la pobreza para obtener resultados durade-
ros y ayudar a la gente a ayudarse a sí misma y al medio ambiente que la rodea, suministrando
recursos, entregando conocimientos, creando capacidad y forjando asociaciones en los sectores
público y privado” (cursivas nuestras), en Biografías y Vidas, James Wolfensohn [en línea] http://
www.biografiasyvidas.com/biografia/w/wolfensohn.htm; y La presidencia de James D. Wolfen-
sohn [en línea] http://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/BANCOMUNDIAL/QUIENE
SSOMOS/0,,contentMDK:20421188~menuPK:418796~pagePK:64057863~piPK:242674~theSit
ePK:263702,00.html).
“Estrategias contra la pobreza” 93

que aumentan la tasa de plusvalor directa o indirectamente y neutralizan parcial-


mente el conflicto social. El denominado capital social los transmuta en “activos”
en la jerga de la economía política.
Dentro de las focopolíticas de tercera generación de las AMD podríamos se-
ñalar dos grandes grupos. Aquella que propone entender a la pobreza como una
violación de derechos y a promover derechos de pobres y la economía popular o
social o de pobres que se expresa en diferentes versiones, como hemos visto. Me
voy a referir con más detenimiento a la primer versión de este grupo de dispositi-
vos dado que surge directamente asociado con los AMD, sobre todo a la Oficina
del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OHCHR por sus siglas en
inglés) dependiente de las UN, la que ha promovido la iniciativa llamada el abor-
daje de los Derechos Humanos para la reducción de la pobreza (Human Rights
Approach to Poverty Reduction) (ver OACDH, Human Right in development,
Draft Guidelines).
En su documento guía, donde se sintetizan algunas categorías operacionales
y conceptos para su implementación, se postula que “la introducción de la idea de
derechos en el contexto de las políticas sociales para reducir la pobreza, supone
que la racionalidad de la reducción de la pobreza no se deriva meramente del he-
cho que los pobres tienen necesidades, sino del hecho que ellos tienen derechos”
y se considera que habilitan obligaciones de parte de los otros. El “enfoque de la
pobreza como una violación de derechos humanos” (¡vaya descubrimiento para
el siglo XXI!) es una nueva manera de enfocar las ECP de las AMD en el marco
del discurso del DH, ligada a “los derechos al desarrollo” (ver OHCHD, 1986 y
1990). Esto coloca a este paradigma, interpelando a otras visiones y estilos de
intervención social del discurso del DH. Si bien muestra divergencias al poner el
énfasis en la violación de derechos, aunque vinculados al libre mercado (derechos
al desarrollo), permanece dentro del mismo sistema discursivo del DH, por lo que
comparte el estilo de organización de los conceptos, el mismo orden de regulari-
dad de los objetos y similares tecnologías (empoderamiento, capital social, parti-
cipación, pobreza como carencia de capacidades, provisión de paquetes básicos,
satisfacción de necesidades básicas mínimas, etc.).32 No varían significativamente
los dispositivos de intervención, pero se reconoce que es el Estado el que debe re-
gular y proveer esos servicios. Paradojalmente, aunque adscribe a la idea de que la
pobreza es un problema de falta de capacidades, por otro se afirma que la pobreza
es una violación de derechos.

32 El concepto de necesidades básicas se asocia en esta ola de focopolíticas a los derechos humanos
“básicos”. Según Altimir, la norma absoluta que sirve para definir “este núcleo irreductible, cual-
quiera que sea la situación nacional que le sirve de contexto, nace de nuestra noción actual de dig-
nidad humana y de la universalidad que le otorgamos a los derechos humanos básicos” (Bolvitnik,
1990: 18), pero esta definición genérica presiona para abajo a los derechos en vez de aumentar las
expectativas de los seres humanos, como la retórica del DH dice promover.
94 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En esta concepción teórica valorativa, la reducción de la pobreza se respalda


en una obligación legal que desplaza otros criterios como la caridad o la obliga-
ción moral, constituyéndose, se dice en el primer paso para el empoderamiento
de los pobres (inciso 5 del documento guía). Se reconoce implícitamente que las
ECP anteriores no se basaban en relaciones sociales de derechos y que siendo la
pobreza una falta de derechos humanos, dicha conciencia lograría empoderar a los
pobres. Noción que tiene que ver con “otorgar poder” a los pobres en la micro-po-
lítica territorial y no con el empoderamiento de los sectores subalternos en las es-
tructuras de poder más amplias –más allá del territorio acotado de la reproducción
de sus vidas en el espacio físico del habitat. Esta forma de plantear el tema de las
ECP, a mi modo de ver, reinventan nuevos y remozados derechos de pobres como
hace seis siglos en Inglaterra. Me estoy refiriendo a las Leyes de Pobres en Ingla-
terra de 1526. En aquellos momentos los derechos de pobres estaban desatados de
los derechos de gentes y más tarde de los de ciudadanía. En este documento guía,
se explicita que el empoderamiento de los pobres, incluye la noción de rendición
de cuentas (accountability), los principios de universalidad, no discriminación y
equidad, el de la participación en la toma de decisiones y el reconocimiento de la
interdependencia de los derechos (inciso 7).
El abordaje de los Derechos Humanos no promueve que todos los derechos
humanos deben realizarse inmediatamente, cosa que nos recuerda que éstos no se
cumplen masivamente, aunque manifiesta que deben materializarse de la forma
más expedita, demandado “un nivel mínimo esencial de todos los derechos o un
núcleo de obligaciones fundamentales”, que debe siempre respetarse (incisos 14 y
15, cursivas añadidas). Estamos asistiendo entonces a la invención ya no de míni-
mos básicos, en términos materiales sino en términos jurídicos y como correlato,
a obligaciones estatales también básicas, lo que consideramos derechos de pobres
enmarcados en las biofocopolíticas, a niveles cercanos a la muerte o lo básico
mínimo. Aquí, a los mínimos básicos materiales de las focopolíticas de primera y
segunda generación se le agrega este nuevo componente, el de derechos humanos
básicos para pobres, o derechos de pobres. Posición que desde otro enfoque nos
recuerda los umbrales de ciudadanía propuestos por el BM que se generaliza a
ámbitos como la salud, educación, saneamiento (ver este dispositivo en Álvarez
Leguizamón, 2005a).33
Es interesante que se reconozca a estas alturas, la obvia necesidad de la com-
plementariedad entre los derechos civiles y políticos, de un lado, y los económi-
cos, sociales y culturales, por el otro (inciso 20) y la intención de modificación de
estructuras de discriminación que se considera generan y sustentan situaciones de
pobreza. Semejantes obviedades, por otra parte es bueno que las AMD los visibi-

33 Hemos considerado a la política denominada en Argentina Asignación Universal por Hijo como
un derecho de pobres, enancado en derechos previsionales, como se puede ver en el artículo de este
libro Álvarez Leguizamón, Naharro e Ibarra.
“Estrategias contra la pobreza” 95

licen, al menos, en su retórica. Kofi Annan, Secretario General de las NU (1999-


2006), expresó en esta línea: “donde sea que elevemos un alma de su vida de
pobreza, estamos defendiendo los derechos humanos. Y cada vez que fallamos en
esta misión, estamos fallando en el cumplimiento de esos derechos” (wherever we
lift one soul from a life of poverty, we are defending human rights. And whenever
we fail in this mission, we are failing human rights). A pesar de que se avanza al
relacionar la pobreza con la violación, diríamos sistemática y persistente de los
Derechos Humanos se sigue dentro del discurso del DH dado que además se cree
que la pobreza es también carencia de capacidades según el abordaje de Amartya
Sen.34
Así, a finales del siglo XX, un grupo de funcionarios y algunas dependencias
de las AMD en lo que hace a las ECP se desliza del campo de la economía al de la
ética (sobre todo la OHCHD y la UNESCO). Según Ventura (2006):35 la pobreza
limita la democracia desde que “los hombres necesitados no son hombres libres”
(Roosevelt) y así como la esclavitud fue superada por medio de la revolución bur-
guesa y las formas de dominación coloniales con las revoluciones republicanas,
la pobreza se resolvería con el cumplimiento de los derechos y la igualdad. Reco-
nociéndose y redescubriendo que la pobreza es una violación a esos derechos, se
pone en evidencia que el sujeto de los derechos es una abstracción irreal y se aboga
por la resolución de este hecho fáctico, mediante el cumplimiento de los derechos
y la penalización. Se juridiza así el problema de la pobreza, traspasando al ámbito
penal cuestiones de origen social. Al haber un marco jurídico o normativo consa-
gratorio36 se cree posible la exigibilidad del cumplimiento de los mismos. Cuando
la pobreza es masiva, como en nuestro subcontinente, es una ingenuidad pensar
que pudiera ser resuelta jurídicamente. Paradojalmente, cuando los movimientos
sociales exigen el cumplimiento de derechos fundamentales como el acceso a la
tierra, educación, salud o vivienda o denuncian su violación pacíficamente, son
reprimidos y considerados delincuentes. Por otra parte, en el discurso del DH, al
considerar que la pobreza es un problema de falta de “capacidades” y “libertades”
o de falta de conciencia y empoderamiento de los propios pobres, el problema se

34 Ver el acápite “El enfoque de la capacidad aplicado a la pobreza” en OACDH (2004).


35 Arnoldo Ventura: Asesor Especial de Ciencia y Tecnología (Jamaica) de la UNESCO.
36 Además de la Declaración de los derechos del Humanos de las NU, otros antecedentes en nues-
tro subcontinente son la convención Americana sobre los Derechos Humanos, conocida también
como el Pacto de San José de Costa Rica y el protocolo del Pacto de San José de Costa Rica sobre
derechos económicos, sociales y culturales (DESC), conocido como el Protocolo de San Salva-
dor (adoptada en San José, Costa Rica, en Noviembre de 1969 que entró en vigencia en 1979).
Algunos países latinoamericanos tuvieron un rol fundamental en este acuerdo internacional en la
incorporación de los derechos laborales y el derecho a un adecuado nivel de vida (entre otros: Uru-
guay, México y Chile). La Convención Americana, es un tratado fundamentalmente de derechos
civiles y políticos pero en su artículo 26 refiere a los derechos económicos, sociales y culturales,
referencia que aún no ha sido usada totalmente según Méndez y Mariezcurrena (2000: 13).
96 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

vuelve a colocar en los sujetos y se lo desvincula de las relaciones sociales que


violan los derechos humanos persistentemente. Ventura uno de los promotores de
esta concepción dice: “sólo los pobres pueden erradicar la pobreza”.
Las focopolíticas de tercera generación comienzan a estar vinculadas con
un lenguaje más asociado a la ampliación de ciudadanía y se dice de ellos que
son programas de inclusión o cohesión social. Se desarrollan sobre todo en el
marco de gobiernos nacionalistas y extractivistas como Bolivia, Brasil, Argentina,
Venezuela y Bolivia donde se observa, con diferencias importantes entre ellos,
políticas que intentan revertir parcialmente las reformas neoliberales de los pe-
ríodos anteriores y disminuir la pobreza. Si bien se expande la idea de derechos
vinculados a las políticas para pobres en algunos países como Argentina, van de
la mano con procesos de fuerte concentración de la riqueza sobre todo de la tierra
y los activos financieros, aunque con estos dispositivos se disminuye la pobreza
extrema y el contexto socio político cambia a favor de los sectores trabajadores y
desposeídos.37
La idea de economía social, economía solidaria o economía de pobres es otro
dispositivo de esta tercera ola de focopolíticas donde las ECP valoran los lazos de
proximidad, la participación para la autogestión comunitaria y el desarrollo de las
personas a nivel territorial. Como se ve comparte muchos de los elementos discur-
sivos del DH también es parte de reivindicaciones de movimientos emancipatorios
que se enraízan en los ‘70. Esta corriente viene teniendo importancia como uno de
los escenarios futuros para la política social y también como alternativa societal.
Es el producto tanto de las AMD en sus ECP como de tradiciones nacionales de
lucha de los movimientos de base, como el caso de Brasil.
La promoción de una economía de pobres (CEPAL) y la economía popular
(Banco Mundial) prefiguran una sociedad dual con una economía no social (la
de las relaciones sociales capitalistas competitivas) y otra social (donde priman
la promoción de políticas de empleo o autoempleo informal y relaciones socia-
les des-mercantilizadas basadas en la solidaridad social entre los pobres). En este
caso, la cuestión social no es la tensión entre igualdad jurídica y desigualdad social
que dio lugar a las políticas de bienestar, sino entre desigualdad social reforzada y
potenciada en el territorio: “la economía de los pobres” y el fortalecimiento de los
lazos comunitarios para resolver la protección social. Este sería un ejemplo de pro-
cesos de desgubernamentalización y reprimarización de las relaciones sociales. La
pobreza se representa como un espacio separado del resto de la población, en islas.
Las nuevas categorías para nominarla son diversas como hemos visto, entre otras,
el “mundo de la pobreza” o el “mundo pobre” o también la “organización margi-
nal” o “marginados” (PNUD, 1988: 46-50). En este caso, la participación que se

37 Ver en el artículo de Paulizzi y también en el de Milana, las características del llamado programa
Nacional y Popular de las políticas inclusivas en la Argentina, a partir del 2003.
“Estrategias contra la pobreza” 97

promueve, se vincula con capacidades cognoscitivas y organizativas, relaciones


de reciprocidad comunitaria y de instituciones de “economía solidaria” asociadas
al trabajo. Estos tres componentes, se observan como persistentes en muchos de
los documentos analizados del discurso del DH (Álvarez Leguizamón, 2009a).
“La importancia del asunto radica en el tipo de movilización a la
cual se convoca al mundo pobre. [...] Se trata de que (la participa-
ción) adquiera un carácter endógeno o, si se prefiere, una modalidad
de participación que involucre no sólo la afectividad de los partici-
pantes sino también su capacidad cognoscitiva y genere una nueva
práctica social. Las movilización pueden desarrollar sus expectati-
vas si, en verdad, logran fortalecer las organizaciones aumentando
su recursos de poder y enriqueciendo la red social que las une, a
través de la diversificación y la generación de instituciones solida-
rias. Las instituciones de economía solidaria suelen ser pasadas por
alto por el Estado. Se las interpreta frecuentemente como procesos
residuales de escasa eficiencia, y la labor que tratan de desplegar
suele ser sustituida por servicios asistenciales directos. No se per-
cibe el enorme potencial que contienen. De allí que la iniciativa
popular y la creatividad que contiene resultan tremendamente gol-
peadas por la acción burocrática y tecnocrática de los organismos
estatales. Esto es especialmente cierto respecto a los mecanismos
de sobrevivencia de los pobres”.
Por ello se propone apoyar y estimular las organizaciones solidarias,
“en particular [...] organizaciones económicas populares autoges-
tionadas, tales como talleres, empresas familiares y microempresas
en general, además de otros tipos de organizaciones comunitarias de
apoyo mutuos” (PNUD, 1988: 48-49, cursivas nuestras).
Por otra parte, en AL existe un fuerte movimiento de la “economía solidaria” que
resignifica en forma emancipatoria la visión instrumental de las AMD. Este tipo
de movimiento pone hincapié en las formas asociativas no mercantiles, donde el
estímulo no sería el lucro ni la acumulación, ni tampoco autogestionar la pobreza
a partir de una lógica utilitaria, sino la generación de recursos cuyo beneficio no
es individual sino cooperativo. Se afirman viejos derechos, como la identidad y
también se comienzan a construir y demandar nuevos derechos como el acceso al
mercado.38 La economía solidaria sería algo así como la contracara emancipatoria
en AL de la visión instrumental de la utilización de las redes de reciprocidad no

38 Ver algunos de los documentos del movimiento de la economía solidaria brasileña en Arruda, Mar-
cos (1998); Gaiger, Luis (2000 y 2004a y 2004b); Icaza, Ana Mercedes Sarria y Asseburg, Hans
Benno (2004).
98 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

mercantil, para encarar los problemas de falta de empleo y empobrecimiento cre-


ciente de parte de las AMD.
En algunos países, las políticas sociales para pobres como en Brasil (Hambre
Cero) y en Venezuela (Las Misiones) han incorporado el léxico de la solidaridad
y la economía social, dentro de un estatismo más inclusivo. En Venezuela se ha
creado una institución denominada “Unión Nacional de Cooperativas y Organi-
zaciones de la Economía Social, Participativa y Solidaria” que nucleó a empren-
dimientos cooperativos (Ríos, 2004). En Venezuela sugirió un enfoque “basado
en derechos” para el desarrollo social y la erradicación de la pobreza que dice
asegurar, a través de la ley, el cubrimiento de las necesidades básicas para todos
los ciudadanos. Más allá de las similitudes con el discurso del DH; en el caso
Venezolano, la política social ha significado una profunda transformación social y
de transferencia de recursos hacia los sectores pobres, pero mantiene también su
carácter focalizado. El Plan Bolívar 2000, es enunciado como de carácter cívico
militar (ejecutado por las fuerzas armadas, el gobierno y la “comunidad organi-
zada”) y contempla la intervención en las áreas de salud, educación, desempleo,
infraestructura y seguridad. Este caso puede verse como un ejemplo de focopolíti-
cas basadas en derechos pero que no comparte la visión instrumental de las AMD.
Según el Viceministro de Desarrollo Institucional, el modelo venezolano implica
el paso de “un modelo compensatorio a uno integral de políticas sociales”,39 unido
al fortalecimiento del poder popular y la reivindicación de la política y la sociedad
como espacios alternativos a la hegemonía del mercado,40 con una fuerte crítica a
la descentralización y debilitamiento del estado en las políticas sociales de la etapa
neoliberal anterior. Esta recuperación de la política, se entiende “no como pura
tecnología de gubernamentalidad, sino la vuelta a la política como tensión utópica
más que a la política como construcción de consenso”. La “economía social” se
promueve no como autogestión de la pobreza, sino como formando parte de proce-
sos de concientización social. El empoderamiento también está presente, pero con
un carácter más emancipatorio que instrumental, promoviendo la participación
de la gente, se dice, para lograr una democracia directa y una des-burocratización
técnico eficientista.
En América Latina hay también un resurgimiento político y social de uto-
pías comunitaristas para resolver la protección social, provenientes de una larga
tradición de culturas nativas como la Quechua o Aymara, donde la reciprocidad
comunitaria se traduce en una especial forma de relación social y de producción
alternativa a los valores del capitalismo por medio de la filosofía de vida del Vivir

39 Esta denominación es usada también por los organismos supranacionales de crédito y los gobier-
nos nacionales como una alternativa al estado de bienestar (el sistema integrado substituye al
estado de bienestar).
40 Ver “Seminario de Política Social: un nuevo paradigma”, Caracas 11 al 13 de mayo del 2004.
Fundación Escuela de Gerencia social (FEGS).
“Estrategias contra la pobreza” 99

Bien, como el caso de Bolivia y Ecuador. Como alternativa al desarrollo y al desa-


rrollo humano se resignifica una vieja bandera, el del auto-desarrollo que responde
a la violencia del desarrollo productivista que introduce el lucro y la competencia
en las relaciones sociales, proponiendo como escenario alternativo al deseo de
prosperidad: el “buen vivir” o sumak kawsay en la cosmovisión ancestral kichwa,
suma qamaña en aymará y tekoporâ o tekokavi en guaraní.

Reflexiones finales
Las ECP de las AMD en el marco de la Cooperación Internacional son una nueva
forma en el neocolonialismo que se materializa en el discurso del DH. La caja de
herramientas de la “ayuda” no es desinteresada. Implica una serie de transacciones
entre estos organismos y los países a los que va destinada. Los fondos para las ECP
tienen como contrapartida una serie de requisitos que se deben traducir en polí-
ticas nacionales. En términos sintetizados, más allá de las negociaciones en cada
país, se exige de ellos la pérdida de parte de la soberanía en el diseño de las políti-
cas económicas, sociales y políticas. Por ejemplo, en el campo de la economía, se
requieren de procesos de privatización de recursos nacionales diversos, desde el
bienestar de las personas, pasando por los servicios básicos en agua, electricidad,
gas, etc.; a la banca y los recursos energéticos estratégicos como el petróleo, por
ejemplo. Estos dispositivos, están basados en la creencia de la superioridad de los
funcionarios, técnicos y políticos de estas agencias y sobre la inferioridad de los
pobres, junto a un neoracismo que asocia la pobreza a la corrupción, a las patolo-
gías sociales, a la falta de capacidades. Al creer que la pobreza se debe a falta de
capacidades individuales que se heredan de generación en generación, se coloca
el problema en las propias víctimas. Paradojalmente al subsumir la protección
brindada por las relaciones sociales no mercantiles como la amistad, el vecindario,
el parentesco ampliado en activos económicos, a cambio de subsidios mínimos en
equipamiento barrial, servicios sociales básicos en salud y educación o “transfe-
rencias monetarias” para cubrir mínimos básicos de entre los básicos, se apela a
sus capacidades e “inteligencia” para convertir “activos” en recursos para la vida,
al mismo tiempo que se entiende a la pobreza como carencia de capacidades. No
resuelven la pobreza, porque no atacan sus causas históricas estructurales y, al
contrario, aumentan su autoexplotación, por medio de la potenciación del “capital
social” o “humano” y la “productividad” que, se dice tienen. Por otra parte, la vida
cotidiana o la micropolítica barrial se la subsume en la lógica utilitaria al potenciar
la generación de lo que se llama, en el lenguaje técnico del BM, el “portafolio de
activos”.
Recientemente un informe de un Grupo Auditor del Banco Mundial, basado
en otro informe de un “grupo independiente” de evaluación (IEG),41 afirma que,

41 La ONG se llama “Grupo de Desarrollo para Políticas Alternativas”, ver “POBREZA: Informe del
100 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

las políticas de este organismo multilateral no han logrado reducir el número de


pobres, en los países que reciben sus créditos. Señala que sólo dos de cada cinco
países que recibieron préstamos del organismo, registraron un crecimiento conti-
nuado de su ingreso por habitante entre 2000 y 2005, y apenas uno de cada cinco
desde 1995. Dice Doug Hellinger, exasesor del BM para cuestiones de desarrollo
y miembro en esa ONG que,
“aunque el informe no llama a un cambio de curso del Banco, im-
plícitamente reconoce el fracaso de la institución, así como del FMI
y otros prestamistas y donantes en la contribución a una forma sig-
nificativa de reducir la pobreza en el último cuarto de siglo […].
El lenguaje está manejado con mucho cuidado para no atacar di-
rectamente los fracasos de las ahora muy desacreditadas políticas
de ajuste estructural del Consenso de Washington, causantes de po-
breza, así como de la liberalización, de la privatización y de otras
medidas de ajuste que todavía son requeridas en los préstamos de
esas instituciones”.
Recientemente “las organizaciones multilaterales y las agencias supranacionales
de desarrollo han desarrollado un nuevo y amplio consenso acerca de que, la cre-
ciente pobreza y desigualdad constituye el mayor obstáculo para el crecimiento
económico y la construcción de sociedades más prosperas” (Korzeniewics, 2000,
cursivas y traducción nuestra). El hecho de que no haya relación directa entre
prosperidad, bienestar y el llamado crecimiento económico, no es ninguna nove-
dad. Se sabe, desde hace mucho tiempo, que la tendencia propia del capitalismo
es hacía la concentración del riqueza y su centralización y que sólo puede ser
contrarrestada parcialmente con regulaciones políticas. Sin embargo, esta nueva
tematización de las AMD, el de la desigualdad persistente en América Latina,
basada en datos empíricos tanto relacionadas con el aumento de la pobreza, como
por los procesos de desigualdad en los ingresos (pocas veces denominado con el
nombre de concentración de la riqueza) no problematizan las modificaciones en la
estructura social producidas por estos procesos crecientes de exclusión y división
social de la sociedad en clases, de una manera cada vez más marcada y jerarquiza-
da. Tampoco, por lo tanto, se preocupan por estudiar cuales son las clases sociales
y las ocupaciones más favorecidas de estos cambios. Con respecto a las desfavo-
recidas, el discurso insiste en nominar a todos los estratos y clases sociales con la
palabra de pobres a secas.
En el discurso del DH y en las distintas olas de focopolíticas se promueve
como ECP escenarios de encuentro comunitario y asociativo, construcción de po-

Banco Mundial reconoce fracaso”, escrito por Corresponsales de IPS, Washington, 8 diciembre
del 2006 (IPS) [en línea] http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=39587.
“Estrategias contra la pobreza” 101

der local y político para los más pobres y excluidos, junto a una creciente inten-
sificación de la división social del trabajo, acumulación del poder y de la riqueza
en pocas manos a nivel sistémico, lo que produce brechas de desigualdad. Junto a
ello y por oposición se incentivan los valores de la competencia, la ganancia y el
lucro, una de las causas de la producción de la pobreza masiva. En este discurso,
lo social se circunscribe a los más pobres y se imagina como un espacio autónomo
del económico, como un territorio de iguales, similares y cercanos donde prima
la solidaridad. Por oposición, en el ámbito de la “economía política” capitalista,
los procesos son cada vez más desterritorializados, pero a la vez surgen nuevas
formas de dominación territorial, explotación del trabajo y renovadas relaciones
semi serviles y neocoloniales que potencian la discriminación, la desigualdad, la
exclusión y la violencia (Álvarez Leguizamón, 2005a).
El vínculo ético con el desarrollo se vislumbra en los organismos supranacio-
nales42 y en una creciente masa crítica de técnicos de organizaciones no guberna-
mentales que promueven una neo filantropía laica no gubernamental desplegada
en el discurso del DH y en las políticas de mínimos, cercanos a la muerte, que no
ofrece garantías de derechos positivos. Esta se encarna en diversos dispositivos y
tecnologías de intervención social, donde prima una lógica técnica, de eficiencia,
rentabilidad, ahorro, eficacia en la escasa protección social a cambio de la repro-
ducción a niveles mínimos de subsistencia física y social (“seguridad alimenta-
ria”; mínimos biológicos, paquetes básicos, umbrales de ciudadanía y servicios
mínimos básicos) cuyo acceso requiere, como contraparte, diversas formas de
ataduras tutelares (trabajo gratuito, clientela política,capacitación forzada, trabajo
comunitario, etc.).

42 Ver el programa denominado “Ética y Desarrollo”, Iniciativa Interamericana de Capital Social,


Ética y Desarrollo, promovida por el Banco Interamericano de Desarrollo [en línea] http://www.
iadb.org/etica/documentos/info.htm [consulta: 13 de abril de 2005].
Capítulo II

Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones:


entre la autonomía, la co-optación
y el dejar morir.
El caso indígena en el Norte Argentino
II-1 El ingreso a la ciudadanía de los pueblos
indígenas del área de Tartagal. Políticas públicas,
instituciones indigenistas y la emergencia de
organizaciones etno-políticas (1945-2010)1

Mónica Flores Klarik

E
n este trabajo analizo distintas formas de acceso a la ciudadanía por parte
de los pueblos indígenas de la zona de Tartagal en la Provincia de Salta.2
En primer lugar, reconstruyo algunas trayectorias y vínculos con el Estado
Provincial definidas como áreas problemáticas que aún se expresan como deman-
da: educación, salud, vivienda y asistencia social. El objetivo es mostrar cómo este
tipo de vinculaciones con el Estado constituyen el puntapié inicial para el ingreso
de los pueblos indígenas a la política y la conformación tanto de las instituciones
indigenistas como de las primeras organizaciones indígenas.
Para situar el contexto socio-político del área de Tartagal destaco, primero,
algunas modalidades o principios constitutivos del poder político local en relación

1 Este trabajo está basado en un extracto de mi tesis doctoral “Etnicidad, Política y Territoriali-
dad. Conflictos territoriales y procesos organizativos indígenas del área de Tartagal, Salta (1995-
2010)”, aprobada en el año 2012 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires.
2 Por ciudadanía se entiende en líneas generales el conjunto de derechos y obligaciones que se
aplican a los individuos como miembros de una comunidad o Estado. Siguiendo el planteo de Reis
Mota (2005: 185-187), estos códigos se instituyeron históricamente desde el modelo republicano
europeo y norteamericano, donde son fundamentales los principios de igualdad y libertad indi-
vidual. Entre los principales derechos cuentan: los derechos y libertades civiles, el derecho a la
participación política, los derechos económicos y sociales, como el derecho al trabajo, a la asisten-
cia social, etc.; todos ellos sin distinciones de raza, credo, sexo, etc. Estos valores se introdujeron
como modelo normativo constitucional en las sociedades latinoamericanas como el caso de Brasil,
con una cultura jurídica y política marcada por valores jerárquicos y anti-igualitarios, donde los
derechos serían una concesión dada por el Estado a determinados segmentos. En ese sentido, la
ciudadanía sería relacional y no universal, y el reconocimiento de los derechos dependería de la
dimensión de la consideración de quien es y quien no es ciudadano (Reis Mota, 2005: 186-187).
En el caso Argentino, siguiendo a Gordillo (2006: 173-175) el modelo ciudadano argentino se
constituye en base al ideal de hombre blanco, alfabetizado y propietario, excluyente desde sus
inicios de otras categorías de extranjeros e indígenas. En relación a estos últimos, menciona que
los mismos, mantuvieron un estatus ambiguo desde el siglo XIX pasando de ser considerados ene-
migos internos a entrar en categorías de ciudadanos de segunda, ciudadanos menores de edad, etc.
estatus de ambigüedad que continuó durante décadas en el siglo XX. Cuando me refiero al ingreso
de los pueblos indígenas a la ciudadanía y que destaco como un tipo particular de “ciudadanía a
la salteña” me estoy basando en el planteo de Reis Mota, respecto a la consideración de que hay
ciudadanos y no ciudadanos, a quien el Estado concede discrecionalmente derechos, y que tal
concepción de ciudadanía es excluyente en términos relacionales, de clase y status.
106 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

a las formas históricas de construcción de la hegemonía provincial.3 A continua-


ción, a partir de entrevistas y observaciones realizadas en el contexto, reconstruyo
algunos vínculos entre el Estado y los pueblos indígenas, poniendo en perspec-
tiva el entramado de prácticas y relaciones a través de ciertas instituciones: las
escuelas, los servicios de salud, los proyectos de infraestructura, vivienda y obra
pública, los proyectos de desarrollo comunitario y las intervenciones de las áreas
de acción social.
Por último examino el modo en que los partidos políticos fueron incorporan-
do las demandas indígenas en la agenda gubernamental, en un proceso que cul-
minará con la creación del Instituto Provincial del Aborigen (IPA) como primera
institución indigenista de la provincia. Estas intervenciones marcaron trayectorias
y modalidades particulares de relación, e influyeron sobre las concepciones del
poder y la representatividad de la autoridad indígena.
En la década de 1980, la vinculación entre los distintos pueblos con el Estado
salteño se irá consolidando por la demanda de derechos sociales y económicos;
posteriormente, entre 1995 y los 2000 surgen nuevas legislaciones que permiten
a los pueblos indígenas consolidar demandas como sujetos colectivos cuando co-
bran centralidad los reclamos por el derecho al territorio y la identidad cultural.
Sin embargo, como veremos al final, lo que en materia legal parecería ser un logro
importante, se produce en un contexto socioeconómico crítico debido a la escasez
de trabajo y la pérdida de territorios por el avance de actividades extractivas, lo
que dificulta en gran medida la implementación y la posibilidad de efectivizar los
derechos que se demandan ante el Estado.

El ejercicio de la “ciudadanía a la salteña”


Algunas notas introductorias sobre el “hacer” de la política local provincial
En la sociedad argentina moderna la vida en “democracia” ha sido, durante todo
el siglo XX, permanentemente interrumpida por golpes militares. Los derechos
sociales, un aspecto central en el acceso a la ciudadanía, fueron producto de largos
procesos de luchas, motorizadas principalmente por la clase obrera. Tanto esta
clase como sus trayectorias de militancia, sindical y gremial, se localizaron en las
provincias del centro del país, donde hubo mayor concentración de población in-
migrante, con principios y valores –afines al anarquismo, socialismo, comunismo,
entre otros– que remiten a una tradición ideológica europea y que plantearon su
disidencia al modelo conservador nacional de las élites hispano-criollas.

3 En este trabajo entendemos por hegemonía “aquel orden de signos y prácticas materiales, delinea-
dos a partir de un campo cultural específico, que son dados por sentado como la forma natural,
universal y verdadera del ser social […] La hegemonía, entonces, es aquella parte de una ideología
dominante que ha sido naturalizada y que, habiendo creado un mundo tangible en su imagen, no
parece ser ideológica en absoluto (1992: 28-29)” (Comaroff, 1992, citado en Gordillo, 2006: 196).
Constituye, como todo orden, también un campo de disputa.
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 107

Los retratos construidos sobre la política, la historia argentina y sus procesos,


han solidificado imágenes y estereotipos de ciudadanía que no tienen la misma re-
cepción y caudal significativo en otros contextos provinciales, como en la llamada
región NOA (noroeste argentino) o en Salta en particular. Aquí la historia colonial,
y sus marcas de origen, tienen su propia historicidad, producto de relaciones de
dominación específicas.
En este contexto el sentido, siempre en disputa, que pueda atribuirse a los
valores democráticos y a los ideales de libertad, se asientan sobre una historia
distinta a la de las provincias del centro del país. La idea de democracia, junto
con el modelo de estado republicano, ingresa a la sociedad salteña en un contexto
preexistente caracterizado por: a) un componente poblacional estamentalmente
configurado en la oposición español/ indígena heredero de la colonia, con una
clase conservadora en este orden de dominación que acaparó el poder político,
económico, militar, religioso jurídico y hasta “cultural”; b) una posición de mar-
ginalidad en el esquema socio-político republicano centralizado en Buenos Aires
producto de la configuración del Virreinato del Río de la Plata que fagocitó el cir-
cuito comercial con el Alto Perú, a la que estaba articulada esta zona; c) un orden
social colonial previamente constituido, que se consolidó en base al principio de
conquista y dominación de la población indígena y la apropiación de sus territo-
rios, por parte de un conjunto discreto de grupos descendientes del conquistador;
d) una hegemonía política-económica basada en la explotación servil del indígena,
justificada mediante caracterizaciones raciales, en que la marca del color de la piel
fue el atributo principal de diferenciación socio-étnica en categorías jerárquica-
mente establecidas de: blanco, mestizo o criollo, indígena y negro.
Dado estos componentes sociales previos, no existió una consolidación de la
clase “obrera” en el mismo sentido que se la interpreta en otras configuraciones
sociales del país. En la provincia no hubo grandes procesos de industrialización
ni una recomposición poblacional impulsada por las migraciones como ocurrió
en el centro del país. Hasta mediados de siglo XX los sectores subordinados en
el esquema de poder local estuvieron, en general, conformados por trabajadores
del campo o peones rurales. Categorías sociales que, arrastrando la herencia del
régimen colonial, permitían establecer relaciones sociales y condiciones de trabajo
prácticamente serviles frente a los terratenientes de la oligarquía local.4
El poder de la elite local estuvo fuertemente centralizado en unas cuantas
familias hispano-criollas descendientes de los encomenderos y hacenderos. La
vía endogámica de traspaso de poder entre generaciones fue crucial para quienes
monopolizaron desde el inicio de la conquista el poder político, jurídico, militar
y religioso (de la iglesia católica). Estas familias preservaron un status basado en
los privilegios económicos y políticos hasta por lo menos la década de 1970, mo-

4 Sobre esta cuestión ver también Álvarez Leguizamón (2004: 87-214).


108 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

mento en que luego de un largo proceso de erosión de su poder, empiezan a perder


su papel como clase dirigente y la hegemonía política provincial es recompuesta a
favor de otros sectores sociales.
Tomando como referencia el estudio que realiza Mata de López (2005), el po-
der de estas familias provino desde sus orígenes del acaparamiento de las tierras.
Este se concentró durante todo el período colonial, principalmente en los Valles
Calchaquíes, Valles de Lerma y en algunos lugares de la Puna. Mientras que los
territorios del Chaco, fueron de ocupación más tardía, durante el período republi-
cano. En estos últimos, se dio una especie de acaparamiento simbólico y material
mediante la emisión de títulos de propiedad registrados en la oficina de inmuebles
a nombre de las familias poderosas de la provincia. Como muestra otro estudio de
una historiadora local (Justiniano, 2003: 287-308), los títulos se utilizaban como
garantías para empréstitos bancarios. Otras modalidades de adquisición consistían
en la distribución de las tierras fiscales entre los militares que incursionaban en la
zona o el uso como instrumento de derecho privado para forzar a la población a
cambio de permisos como se venía haciendo históricamente.
El ejemplo más significativo de este modelo de apropiación que lleva una
impronta de la herencia colonial es el ingenio San Martín de Tabacal, localizado
en Orán originalmente de propiedad de la familia Patrón Costas. A principios de
siglo XX durante el auge de la industria azucarera, este ingenio había concentrado
grandes superficies de territorios a su nombre, con la finalidad de contar con mano
de obra de pueblos originarios. Aquí se destaca como el vínculo estrecho entre
poder, familia y propiedad, generaron las condiciones para registrar grandes ex-
tensiones de tierra. La magnitud de las tierras titularizadas, en una cifra cercana a
las 1000000 de hectáreas (Gatti, 1975: 21), indican que el papel de la clase política
era crucial para posibilitar el registro y escrituración de las propiedades en tanto
modalidades jurídicas de consagración de la propiedad privada.
Se añade a esto que durante los inicios de las exploraciones petroleras5 en
el área del norte provincial, las familias de la oligarquía local –con asiento en los
Valles Calchaquíes y Valle de Lerma– adquirieron títulos de propiedad sobre los
territorios en exploración con la expectativa de realizar negocios particulares en
relación a concesiones y permisos de cateo a la empresa Stándard Oil con fuerte
interés en el recurso.6 Con posterioridad, la disputa política por la nacionalización
de los yacimientos, en la década del ‘30, encontró una fuerte reacción opositora de
estas familias ante la amenaza de ver afectado su interés particular. Distinta fue la
experiencia de las familias de los pioneros locales de la zona de Tartagal, que ante
su escaso poder y capital económico y político se vieron forzados a negociar con
el Estado nacional los títulos de tierra de las áreas de exploración o cateo. Estas

5 En 1906 se descubren los primeros yacimientos y a partir de allí comienzan las explotaciones,
aunque la explotación comenzó en 1928.
6 Sobre este tema ver las tesis de Hollander (1976) y Biddle (1992).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 109

familias, notablemente menos poderosas que la oligarquía Salteña, estaban obli-


gadas a vender al Estado sus tierras cuando se hacía efectivo el descubrimiento e
identificación de yacimientos.
Hasta principio de siglo XX, los trabajadores rurales empleados en las acti-
vidades impulsadas por las elites provinciales eran en su gran mayoría de origen
indígena o criollo. Estos sectores históricamente habían subsistido de la tierra en
la cual se les “permitía” estar a cambio de pago de arriendo u otros servicios per-
sonales.7 Es por este motivo, que los cambios durante el período peronista 1945-
1950, principalmente el Estatuto del Peón, fueron hitos importantes para la afir-
mación de los derechos de los trabajadores rurales que desplazaban el sentido de
servidumbre y servicio personal relacionado al trabajo rural. La introducción del
Estatuto del Peón obligaba por primera vez a las patronales a reconocer salarios y
derechos sociales a los trabajadores. Como plantea Álvarez Leguizamón para el
caso de Salta, estos cambios también generaron fuertes resistencias en las elites
conservadoras locales, ya que implicaron la intrusión del Estado afectando los
intereses particulares de esta clase (Álvarez Leguizamón, 2004: 87-223).
El interés privado de las familias de la oligarquía atraviesa históricamente el
hacer de la política provincial, amplificando la concentración de poder a lo largo
de generaciones en el mismo grupo social. A posteriori existirá una mayor apertura
en la participación del poder político hacia otros sectores sociales.8 Este proceso se
precipitará en la década de los ‘70 y se intensificará con el fin del régimen militar
en 1983, como se verá más adelante.
En la actualidad no puede esperarse que la idea de “ciudadanía”, “derecho”,
“democracia”, “participación civil”, como comúnmente se la expresa en sectores
medios de las provincias del centro, tengan el mismo sentido o se desarrolle con
la misma sensibilidad política en esta región. Aun cuando instituciones estatales
como la escuela hayan impulsado nuevas formas de acceso a la ciudadanía, se
trata todavía de principios abstractos, nociones, e ideales de comunidad nacional
impartidos desde el centro que no encuentran un correlato directo con lo local. Sus
efectos no han sido los mismos ni necesariamente alcancen los mismos significa-
dos.9

7 Esto se dio principalmente en la región de los Valles de Lerma y Calchaquí, Metan y Rosario de la
Frontera, donde se asentaron las principales fincas de la oligarquía salteña durante la colonia.
8 Para un examen más en profundidad sobre los procesos políticos provinciales ver Villagrán y
Vázquez (2010) y Villagrán (2010).
9 En general, las prácticas políticas provinciales han sido caracterizadas desde las teorías clásicas
de la ciencia política y la sociología, herederas del pensamiento de Gino Germani (2005 [1955])
como formaciones sociales y relaciones sociales comúnmente caracterizadas en términos de;
“patrimonialismo”, “caudillismo”, “paternalismo”, “clientelismo”, etc. Sin embargo, considero
que estas atribuciones que externamente se hacen sobre la política local, a la vez que refuerzan
categorías de “modernidad” “racionalidad”, profesionalización y competencia como modelo he-
gemónico a seguir, cierran la mirada a la comprensión de la práctica política en su hacer cotidiano
110 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Tartagal se localizaba como una zona marginal en cuanto al centro de poder


político estatal ubicado en Buenos Aires. Esta ubicación marginal también se rei-
teraba en la colonia respecto a los circuitos comerciales establecidos y el centro
de poder provincial con base en la ciudad de Salta. Esta localización particular
permite sugerir que la sedimentación de prácticas de dominación colonial no ha
tenido la misma historia que otras áreas de la provincia ya mencionadas. Asimis-
mo, en su cimentación colectiva encuentra una sociedad escasamente integrada,
con trayectorias, historias y orígenes diferenciados en la que aparecen diferentes
grupos indígenas, pioneros criollos e inmigrantes europeos y asiáticos portadores
de un status social que no tenía cabida en la ciudad de Salta.10 En algún punto,
todos estos grupos se encontraban “pujando” por tener su propio lugar, defenderlo
a su propio modo y a toda costa.
Los derechos y garantías promovidos por el “Estado” en esta zona fueron
muy escasos. Cuando los mismos se consolidaron, lo hicieron parcialmente y a
favor de sectores que interpretaron estos códigos de ciudadanía en términos de
una argentinidad que se inscribía en las equivalencias raciales de lo “blanco” y lo
“criollo”. Esta modalidad de acceso al ejercicio de los derechos operaba en des-
medro de otras categorías raciales, principalmente la indígena, que al quedar fuera
de la “civilidad”, estaba por ende, fuera del derecho.
Los ideales de ciudadanía o del individuo libre y racional, a la que refieren
gran parte de las teorizaciones clásicas sobre el Estado, no tienen correlato con las
prácticas locales más que como un modelo o una referencia siempre adaptable a
las apropiaciones que los grupos hegemónicos locales pudieron hacer para ejercer
su dominación como grupo. Del seno de estos sectores han surgido los políticos
de los ámbitos locales o municipales, que reproducen los rasgos ya mencionados
en la forma de hacer política provincial.

por parte de los sectores populares desde su propia particularidad y contexto. En ese sentido creo
conveniente comprender mejor estos procesos, relaciones y políticas, en base a lo que sugiere
Mariátegui (2005: 29-75) en su esclarecedora tesis sobre el problema del indio, el problema de la
tierra y sus regímenes de expropiación y dominación, constitutivos del área andina actualmente
peruana, boliviana y por añadidura de este sector del norte argentino que históricamente estuvo
vinculado con el Alto Perú, antes de que pasara a conformar la república argentina. Las propuestas
de los teóricos de-coloniales (Lander, 1993) en esa dirección, ayudan a comprender que la domi-
nación del presente es producto de la colonia. Los discursos establecidos y reproducidos sobre el
Estado nación “moderno”, el derecho (de Sousa Santos, 2010), el desarrollo (Escobar, 1995), entre
otros, son construcciones de dominación y del pensamiento eurocentrado que merecen ser revi-
sadas y cuestionadas para dar lugar a la emancipación de otros, saberes, poderes y prácticas que
han sido históricamente acalladas, obliteradas o negadas. Aún desde el discurso científico y sus
explicaciones sociológicas, históricas y políticas en su análisis y aplicación de categorías teóricas
sobre la realidad, para evitar clasificaciones y valoraciones “en bloque” sobre las poblaciones de
este sector del país, y discernir que hay diferentes formas de construir la “salteñidad” (Álvarez
Leguizamón, 2010).
10 Sobre las categorías de inmigrantes “deseables” e “indeseables” en la ciudad de Salta ver Hollan-
der (1976: 162-172).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 111

Entre estos sectores hegemónicos de la política local tartagalense, han surgi-


do aquellos grupos conocidos localmente como “ypefeanos” por su historia y tra-
bajo asociados a la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (en adelante YPF).
Durante las primeras décadas del siglo XX, entre el auge de la nacionalización del
petróleo y hasta el momento de su privatización en el año 1990; se habían ido ins-
talando en la zona de Campamento Vespucio y Mosconi, nuevos agentes sociales
provenientes de otras regiones del país. Estos sectores junto a los ya establecidos
en la zona (hijos de inmigrantes pioneros) y los criollos. Fueron grupos que se
vincularon directamente con el enclave socio-económico (urbano) especializado
en la actividad petrolera.
Estos sectores se incorporan como fuerza de trabajo asalariado en las em-
presas del Estado, promoviendo nuevas nociones y modelos de ciudadanía junto
a otras concepciones sobre la industria y la clase media. Esto imprimirá nuevas
modalidades sobre la práctica de la política, constituyendo una novedad local y so-
cial. En términos ideológicos, se trata de concepciones contrapuestas a la heredera
del régimen conservador provincial. En lo sucesivo ocupará un lugar importante
en las disputas políticas fuertemente diferenciadas entre la provincia y la nación,
proponiendo una forma dicotómica de concebir los conflictos en clave de modelos
enfrentados de extranjerización y elitismo vs. valores populares y reivindicaciones
nacionalistas de los recursos.
La construcción de la planta de YPF y el desarrollo de infraestructura de
servicios se concentrará en Mosconi y Campamento Vespucio,11 localidades cer-
canas a Tartagal.12 En ambas ciudades se centralizó el poder económico, político y
social de la zona, a su vez se congregaba y configuraba una población de distintos
orígenes sociales y trayectorias, junto con distintas categorías de trabajadores si-
guiendo una estratificación basada en la calificación de tareas. Los grupos técnicos
y los expertos, junto a sus familias provenientes de distintas provincias del centro,
se radicaron en Campamento Vespucio. Se trataba de una pequeña ciudad que
contaba con toda una infraestructura de servicios para los trabajadores de elite:
escuela, servicios de salud, cine, club social, natatorio y proveeduría. La ciudad
de Mosconi en cambio, estaba destinada a operarios y administrativos de menor
jerarquía de la empresa pública y en su mayoría provenía de la población local. En
conjunto conformaron una clase media local que prosperó en los años de auge de
nacionalización del petróleo y del Estado de bienestar entre los años 1945-1990.13
Como veremos más adelante, la privatización de esta empresa en 1992 tendrá
múltiples consecuencias sociales. En especial, los distintos sectores vinculados

11 También Aguaray y Campo Durán, aunque no nos detendremos en estos.


12 Para mayor detalle histórico del surgimiento de los poblados de la zona de Tartagal ver Flores
Klarik (2010).
13 Salvo en casos excepcionales, como las plantas de Aguaray en Campo Durán que incorporaron a
indígenas chané en algunas tareas, en las otras áreas de la ruta 34 no poseo registros para afirmar
que indígenas hayan sido empleados directos en esta configuración social específica.
112 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

históricamente a YPF perdieron abruptamente su condición de trabajadores junto


con la identidad social y política de clase –ya sea como burocracia estatal o pro-
letariado fuertemente arraigada en el vínculo con la empresa– y su trayectoria de
valores sociales en torno al Estado, la ciudadanía, y la argentinidad que la con-
formaron. Esta condición de trabajo, consumo, estilo de vida e identidad no pudo
volver a reconstituirse.14
En general, puede decirse que, los grupos con mayor hegemonía política de
la zona de Tartagal se concentraron en torno a una clase heterogénea compuesta
por: terratenientes y comerciantes locales hijos de inmigrantes, militares de ca-
rrera y profesionales o técnicos de la ex empresa estatal. De estos sectores se irán
conformando grupos o facciones sociales y políticas. Unos se aliaron en disputa
por el poder con la oligarquía local y posteriormente se incorporarán a los partidos
políticos. En contexto de democracia (a partir de 1984) con el triunfo del partido
justicialista, emergen nuevos sectores sociales en el poder promoviendo ciertos
valores “populares” como conquista social luego de un largo período de preponde-
rancia en el poder por parte de los militares y la oligarquía. Otros sectores locales
de grupos conservadores, en su mayoría vinculados al régimen militar, se asocia-
rán en contexto democrático dentro del Partido Renovador de Salta.
Algunos sectores indígenas participaron en esta forma de construcción de
ciudadanía y disputa por el poder político, pero con una trayectoria claramente
diferenciada. En general, estuvo articulada por su histórica segregación política,
social y económica. A continuación detallaremos algunas de las principales formas
de vinculación con el Estado y de ingreso a la ciudadanía entre las primeras dé-
cadas de siglo XX tratando de situar en perspectiva, algunas áreas problemáticas
vigentes producto de estos vínculos sobre todo en relación al tema de la educación,
la salud y la vivienda y asistencia social.

El ingreso de los sectores indígenas a la ciudadanía


A mediados de la década de 1940, se empezaron a otorgar documentos de iden-
tidad a los indígenas. Esta tarea fue llevada a cabo por distintos misioneros que
trabajaban en el área, quienes eran los principales intermediarios entre los sectores

14 Al momento de realizar el trabajo de campo (2007-2010) aún no se había reestatizado la empresa


YPF, en ese momento aún se expresaba con mucho dolor lo que significó para los “ypfeanos”
la pérdidas materiales y simbólicas de esta historia y su estrepitoso fin con las privatizaciones.
Muchos de los trabajadores calificados tuvieron que vender sus casas y volver a sus lugares de
origen. Mientras quienes provenían de familias locales, realizaron inversiones en pequeños em-
prendimientos que con el tiempo se volvieron insostenibles. Remiserías, almacenes o pequeños
emprendimientos que, por su gran cantidad y por la escasez de consumo local por la falta de sa-
larios, finalmente fueron quebrando. Se generó así, a mediados de los ‘90, un clima social crítico
que desencadenó en los cortes de ruta, los “piquetes” y las distintas organizaciones de piqueteros
los cuales ya han sido ampliamente estudiados y no me detendré en esto (ver, por ejemplo, Aguilar
y Vázquez, 1997; Barbetta y Lapegna, 2001; Korol, 2006).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 113

indígenas y el Estado provincial. Este fue un paso inicial para el acceso formal de
los sectores indígenas –principalmente los de las áreas urbanas quienes tenían po-
sibilidades de empadronarse– a la categoría de ciudadanos y su posibilidad de ser
reconocidos formalmente como personas con derechos civiles y sociales.
La documentación civil activaba un mecanismo de individualización, clasifi-
cación y certificación como ciudadanos argentinos.15 En alguna medida, significó
un giro en el tratamiento estatal hacia los indígenas que, desde una forma previa
de valoración, aún los consideraba enemigos de la civilización. Entonces, la do-
cumentación indicaba un nuevo momento donde era posible la incorporación –tal
vez formal y parcial– de los indígenas como ciudadanos de la nación argentina.
Desde el Estado, no existían mecanismos institucionales para atender a la
población indígena y en los hechos fue velada por las instituciones religiosas. La
falta de atención institucional estatal se reflejaba entre muchos otros aspectos, por
el escaso interés, el vacío de información y cuantificación de la población en tér-
minos “étnicos”. Por lo menos en esta zona, no existieron registros de población
indígena a nivel provincial,16 sino hasta 1984 cuando se realizó del primer Censo
Indígena Provincial, que sirvió como puntapié inicial para la creación del Instituto
Provincial de Pueblos Aborígenes (IPA) en el mismo año.
En el Primer Censo Nacional de Población de 1869, los indígenas eran re-
gistrados de manera agregada mediante un conteo llevado por los jefes de fortines
para estimar la disponibilidad de mano de obra para los ingenios. En los censos
posteriores 1895, 1914 y siguientes, ya no se los clasifica más o al menos desapa-
recen como dato relevante de la argentinidad. Desde la visión predominante en
torno al modelo de nación, no había un interés específico del Estado por generar
políticas específicas sobre estos sectores de población.17 Esto también se reflejaba
en el artículo de la Constitución Nacional que sólo contemplaba en la materia:
“Proveer a la seguridad de las fronteras, conservar el trato pacífico con los indios
y promover la conversión de ellos al catolicismo” (Constitución Nacional, 1853:
Art. 67).
De ese modo, el tratamiento de la cuestión fue delegada a las instituciones
religiosas quienes –se suponía– intervendrían en procurar la tarea de convertirlos
a la “civilización”.
Entre los relatos registrados, el acceso a documentos de identidad se mencio-
na como un hito muy importante ya que estos documentos, el papel escrito y el

15 En la década del ‘70 este proceso continuó a través de la emisión de cedulas de identidad por parte
de un intendente local. Principalmente a través del Intendente Alberto Abraham que tuvo diferen-
tes gestiones en la zona.
16 A nivel nacional si hubo un antecedente en el año 1967 y fue el Primer Censo Indígena Nacional,
con relevamiento de datos sobre el Departamento San Martín.
17 Para mayor detalle en los cambios políticos e institucionales sobre el tratamiento de la cuestión
indígena ver Martínez Sarasola (1992: cap. VII).
114 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

poder implícito en ellos les concedía, simbólicamente y por primera vez, derechos
como ciudadanos argentinos.18 Previo a la posibilidad de acceso a este registro, no
existía ningún mecanismo jurídico de resguardo ante la violencia. Así lo hacían
patentes diferentes testimonios. En relación al Ingenio Tabacal un dirigente tapiete
comentaba:
“Es muy triste recordar ¿no? [la historia del ingenio], porque jamás
nuestro pueblo ha tenido sueldo, como hoy, que hay derecho indí-
gena, hay, que si demanda a la empresa, por lo menos tiene sueldo
básico, en esa época no, lo que traía su ganancia de todo el tiempo
era la comida, prenda, ropa, … nada más! […] Por eso los ingenios
azucareros son ricos! […] y nosotros como aborígenes, nos traía
sacrificio, esclavitud, yo digo esclavitud […] para esa empresa no-
sotros no éramos persona porque no teníamos un reconocimiento de
entidad como documento, de libreta de enrolamiento, como que de
ese modo la empresa, nosotros no éramos persona o éramos persona
ajena o sin dueño […] esa fue la peor época del indígena! murieron
bastante! […] por suerte el general Perón adjudicó el derecho de
que teníamos que ser igualitaria como ustedes. Que yo puedo tener
mi libreta de enrolamiento para que yo sea reconocido como pueblo
argentino, ahí nace recién el derecho de aborígenes” (Representante
Tapiete, 2008. Propia selección y aclaración).
Como puede extraerse de esta cita, y tomando como referencia otros registros ana-
lizados por Gordillo (2006), en los casos en que los indígenas lograban sobrevivir
a la violencia física y entrar en el esquema de relaciones laborales, eran sometidos
a otros abusos por parte de los “patrones”, por ende se valoraba el documento
como una forma de resguardo ante la violencia y porque este significaba un trata-
miento como personas con derechos.

Sin embargo este proceso no fue dado de manera mecánica ni universal. En


cambio, fue paulatino y se concentró principalmente en los sectores de población
urbanizados del área. El ingreso a la ciudadanía a través del documento de identi-
dad personal inauguró un modo de intervención estatal y abrió un campo de inte-
rrelación múltiple. Uno de ellos fue el reclutamiento de los indígenas al servicio
militar obligatorio, generándose de ese modo un vínculo a través de los cuales
se fueron incorporando a las prácticas y servicios de indígenas en el seno de las
instituciones militares. Otro frente importante fueron las instituciones educativas,
mediante la escolarización, y las medidas o programas de atención a la salud.

18 Para un análisis más en profundidad sobre este tema ver “fetichismos de la ciudadanía Estado” en
Gordillo (2006: 169-193).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 115

Como también, , el acceso a la vivienda a las políticas sociales y el derecho al


voto, cuando lo fue posible, más tardíamente en contextos de democracia.
En áreas rurales, sin embargo, estas interrelaciones fueron más esporádicas
y se dieron de modo más tardío. En ese contexto es posible hablar de un avance
progresivo de la estatalidad, representada principalmente por las escuelas y los
puestos sanitarios, que fueron instalándose entre los sectores rurales cuando se
conformaron poblados con mayor densidad o se construyeron rutas y caminos de
acceso.

El ingreso a las instituciones educativas. Entre el “salvajismo, barbarie y


civilización”
En las zonas del Chaco salteño, las escuelas en general y principalmente las ins-
taladas en áreas rurales, se convirtieron en espacios de socialización temprana de
niños indígenas y criollos.19 La inculcación de principios, valores, conductas y
saberes escolares estuvieron desde sus inicios basados en el modelo hegemónico
estatal asociado a sus diferentes discursos: la civilización y el progreso, el desa-
rrollo y la modernidad.
La enseñanza escolar operó, desde sus inicios, mediante el descrédito y fo-
mento de la erradicación de los valores y costumbres locales. Los mismos eran
presentados como opuestos al modelo civilizatorio argentino.20 Lo local era leído e
interpretado en clave de incivilización y atraso. En esta categoría se incluía a todas
las poblaciones indígenas sin distinción.
En ese marco, lo criollo –aunque todavía vinculado a ciertos atributos de la
“barbarie”– se constituyó en las prácticas escolares como proyecto a rescatar y
transformar para servir al modelo dominante, en desmedro de las costumbres loca-
les indígenas y su desvalorización continua como sinónimo de atraso, salvajismo,
mal ejemplo o modelo que no se debe imitar.
Esta relación era –y es aún– establecida en torno a un vínculo atravesado por
la asimetría y el estigma constituyendo una referencia insoslayable en la forma-
ción de los grupos, las subjetividades, las valoraciones mutuas y las jerarquías en
el contexto escolar y social más amplio.

19 La primer escuela en Tartagal empieza a funcionar en 1926, solo asistían hijos de inmigrantes,
a partir de la década del ‘30 se empiezan a solicitar al gobierno nuevas instituciones incluyendo
pedidos de una comunidad indígena de Aguaray en Yerba Buena, Caraparí. (Rioja; 1997: 116, 144,
145). Será posterior a la década del ‘40 que se construyen nuevas obras.
20 No voy a introducirme en la discusión sobre la obra de Sarmiento que constituye este ideal en que
se basan las instituciones de educación pública la cual ha sido ampliamente rescatada y cuestio-
nada al mismo tiempo, solo mencionar que estas categorías de pensamiento remiten a una con-
cepción de época dominante que constituyó categorías poblacionales y modelos privilegiados de
ser argentino donde lo indígena y su atribución salvaje fue el principal “estadio” marcado como
antimodelo a seguir junto con la “barbarie” atribuida al gaucho.
116 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En algún sentido, la institución escolar operó como sustitución de la violencia


física previa, instituyendo una fuerza simbólica más sutil pero igualmente densa
en significantes de odio, rechazo, racismo verbalizados y corporizados; aunque
matizada por los discursos de la integración, la normalización, la igualdad, el res-
peto y la tolerancia.
El plantel docente de las escuelas locales fue cubierto en general, por maes-
tras de la zona que hoy alcanzan un alto reconocimiento social en las historias
auto-referenciales de las familias de pioneros locales descendientes de inmigran-
tes.21 En esas narraciones hay referencias a la abnegación, sacrificio y altruismo
por su labor civilizatoria. En los relatos sobre la experiencia de incorporación a las
primeras escuelas de la zona, los indígenas resaltan que la escuela fue crucial para
la incorporación de nuevos códigos y saberes, principalmente el aprendizaje del
idioma español, el cual no era aún conocido por los grupos indígenas. Y también
que fue alto el grado de deserción por la falta de comprensión en el lenguaje y la
intolerancia del uso del idioma nativo.
Las instituciones escolares fueron espacios importantes en la constitución
de formas rígidas de valoración y desvalorización de las costumbres nativas, que
marcaron desde sus inicios, contrastaciones y asignaciones respecto al lugar que
ocupaban los indígenas en la diversidad social de las ciudades y poblados en con-
formación. También implicaron procesos de asignación de nuevas identidades
sociales y nuevas formas de nominación, a la “criolla”, hacia los indígenas en
tanto personas. Una modalidad extendida empleadas por las maestras para indivi-
dualizar y reconocer a los niños consistía en la asignación de nombres propios en
español. Algunos indígenas wichí comentaban sobre experiencias de su infancia
en las primeras escuelas de Tartagal:
“nos decían… vos te vas a llamar Domingo, Segundo, Ceferino, y
así…, y que no nos olvidemos de ese nombre […] lo anotaban y nos
ponían (en la ropa) con un papelito […] pero era para ellas, para
distinguirnos a nosotros […] de ahí quedaron muchos de nuestros
nombres”. (Entrevista realizada en Comunidad Cacique Cambay,
año 2007. Propia selección).
Los primeros educadores, en general mujeres maestras, provenían de las fami-
lias del “criollo” o del “gringo”, origen social que remitía entre los indígenas a
una memoria de interacción violenta. Las maestras tenían la labor “misional” de
educar, en un sentido laico de hacer patria, entendiendo por ello el inculcar los
valores hegemónicos de la sociedad moderna Argentina. Desde esta concepción,
se concebía como un mandato a cumplir, la erradicación local de las costumbres
indígenas por su vinculación con el atraso. De allí que se elaboraron múltiples

21 Ver las referencias a estas historias en Pojasi (1994), Rioja (1997) y Castilla (2007).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 117

apelaciones estigmatizantes en torno de la oposición criollo/indígena que aún


son re-actualizadas en los discursos y prácticas sociales, el “espíritu de esfuerzo”
del criollo en contraposición a la “vagancia del indígena”, el afán de “progreso
material”comparado a la pobreza y la “miseria por gusto” del indígena; la “higiene
del blanco” en contraste con la “suciedad del indígena”; la “viveza” o “picardía”
del criollo versusa la “ignorancia” e “idiotez”; la disciplina y el orden comparado
con la desorganización y dejadez, etc. Es decir, un conjunto de estereotipos que
conllevan asimismo como soporte y en la base una moral religiosa asociada a va-
lores cristianos predominantes de los grupos hegemónicos en la zona.
La escuela, entre otras instituciones del Estado, reforzó este conjunto de con-
traposiciones valorativas que a su vez, se reproducen en las prácticas cotidianas,
en las interacciones de todo tipo y atraviesan gran parte de las relaciones y subje-
tividades. En esta jerarquización, tanto el comportamiento, los signos de un estilo
de vida indígena, junto con el color de la piel, son atributos que informan la pre-
sencia de lo étnico. Las prácticas como los insultos y las humillaciones permanen-
tes transmiten una ansiedad social retroalimentada por la necesidad de establecer
una marcación y diferenciación étnica. Esto es particularmente visible en los crio-
llos de origen rural, ya que las asociaciones respecto a su vagancia y su atraso los
aproximan peligrosamente a los wichí localizados en el estrato más subordinado
de las jerarquizaciones sociales. Las llamadas al orden, tan comunes y naturales en
el mundo no indígena, se vinculan con frases como estas: “no seas mataco”, que
reúne todas las valoraciones negativas expresadas anteriormente.
Para los indígenas, sin embargo, estas diferenciaciones resultan más laxas:
“Nosotros somos iguales, somos personas igual que ellos, hasta te-
nemos el mismo color de la piel, lo único que nos diferencia son los
bienes materiales y el idioma” (Representante de comunidad Wichí,
Tartagal 2010. Propia selección).
O bien se reconocen otras diferencias más de índole subjetiva, plasmada en im-
presiones como estas:
“Nosotros no pensamos igual que ellos […] Los criollos no son lo
mismo que nosotros, tienen otra mentalidad” (Representante pueblo
Wichí, Embarcación, 2008. Propia selección).
En zonas más rurales, la convivencia con los criollos es de distinto tipo. En la zona
del chaco salteño se denomina “criollo” al puestero de ganado vacuno (o gaucho)
que llegó a instalarse a principios de siglo XX. Actualmente se hace extensivo a
otros grupos sociales, localmente caracterizados como “mestizos” a quienes se
definen como una “mezcla” entre blancos e indígenas.
Algunos comentarios reflejan una flexibilización de las jerarquías y una situa-
ción de simetríarespecto a las condiciones de vida:
118 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

“Ahora los criollos son tan pobres como nosotros […] estamos en
la misma condición […] Ya casi somos iguales” (Taller sobre Dere-
chos Humanos. Tartagal, 2006. Expresiones de miembros de comu-
nidades de Aguaray y Salvador Mazza. Propia selección).
En su ingreso a las escuelas, indígenas de diferentes comunidades comentan que
desde el principio tuvieron serias dificultades para relacionarse y entenderse. No
sólo se trataban de las penurias habituales de aprender otro idioma, se añadían el
desprecio, la violencia y los malos tratos con que fueron incorporados al sistema:
“cuando yo era escolar, el maestro nos prohibía que hablemos el
idioma y nos llamaba a nuestros padres para decirle que no le hable
en el idioma al chico porque iba a retardar mucho la lengua, así que
nuestros padres le hacía caso. Así que no nos hablaban ya en el idio-
ma” (Representante comunidad guaraní, 66 años; Aguaray, 2006).

“Los chicos de hoy ya casi no quieren hablar, no quieren que se les


burlen […] yo les hablo pero ellos ya no quieren y así” (Represen-
tante comunidad tapiete, 2009. Propia selección).
También en una oportunidad nos tocó ver en una escuela rural del Chaco cómo
las diferencias se establecían entre otros pequeños gestos o formas prácticas más
sutiles.22 A la hora de comer, mientras a los chicos criollos les daban de comer
milanesas, a los niños wichí les daban guiso. Los niños tomaban jugo en vasos de
diferentes clases y colores, para no mezclarlos entre sí. Según comentaba la orde-
nanza, esto se daba porque los padres de los niños criollos les pedían a las maestras
y directoras que sea de ese modo. Son detalles mínimos, pero expresan las formas
de relación que marcan el prejuicio cotidianamente en muchas escuelas.
Asimismo, muchas de las personas entrevistadas reconocen que las tensiones
en la relación criollo/indígena reproducidas en las escuelas, se fueron distendiendo
con las nuevas generaciones. Esto se debe a que hay más “mezcla” entre familias
de origen criollo e indígena o también por el reconocimiento de los derechos in-
dígenas y las políticas estatales que permitieron la apertura para el ingreso de los
maestros bilingües y la modificación de los contenidos referidos a los pueblos
originarios. “Ahora se valora un poco más lo que son las costumbres indígenas”.
La incorporación de maestros nativos bajo la denominada “pareja pedagógica”,23
como los programas de educación intercultural bilingüe,24 han favorecido han fa-

22 En el marco de un peritaje antropológico en la zona del interior de Ballivián.


23 Así se denomina actualmente al rol de los docentes a cargo del aula que trabajan en conjunto con
el maestro bilingüe.
24 Para una mayor comprensión sobre la cuestión educativa en casos de la provincia ver Hirsch y
Serrudo (2010). En un encuentro de educación intercultural realizado en La Puntana en la que
participaron maestros, estudiantes y docentes wichi, se mencionaba que dependiendo de la perso-
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 119

vorecido la inclusión de un importante componente local en la educación no obs-


tante persisten múltiples modalidades de subalternización de lo étnico:
“Algunos maestros están más de ordenanzas, para hacer la limpieza
[…] para cebar mate al maestro o sacar la punta de los lápices”
(Testimonios vertidos en “Encuentro Intercultural de la Puntana”,
2011. Propia selección).
Como rasgo general, los sectores indígenas han incorporado a través de las escue-
las, nuevos códigos y comportamientos. En primer lugar, han aprendido a hablar
y comunicarse en el idioma español que predomina en contextos urbanizados y en
menor medida en los contextos rurales del Chaco.
El aprendizaje del lenguaje y la escritura en español entre las generaciones
de niños y jóvenes a partir de mediados de siglo XX constituirán un conjunto de
conocimientos, saberes y habilidades que serán fundamentales para el ingreso a la
participación en la política y para la emergencia de la nueva dirigencia indígena.
Como veremos más adelante, el aprendizaje del idioma español fue impor-
tante para el desarrollo de ciertas habilidades: el manejarse con los papeles, el
saber escribir e interpretar las actas, saber hacer notas, transmitir los mensajes y
otros códigos de interrelación y vínculo con la burocracia del Estado. Estas serán
las bases para la institución de nuevas formas de construir carisma que despla-
zarán la de liderazgos indígenas previos, centrados más en figuras emergentes
de pactos verbales y acuerdos de “palabra”. La palabra escrita y su papel, va a ir
reemplazando en importancia a la palabra y su autoridad; y a constituirse en la for-
ma más utilizada actualmente como medio de interrelación con las instituciones y
como forma de centralizar el poder al interior del grupo de referencia.25

Las instituciones de salud y el “higienismo” socio-étnico


Con los servicios de la salud pública se produjeron otras modalidades de ingreso
por parte de los sectores de indígenas a ciertos beneficios de la ciudadanía. La
construcción y funcionamiento de hospitales en Tartagal y Mosconi, centros de sa-

na a cargo de la dirección, a veces se logra una mayor participación indígena en la planificación


de los contenidos curriculares. Aunque son pocos los casos en que se trabaja desde el respeto
a la diferencia cultural. Como decían los maestros wichí “si el maestro no nos respeta, menos
nos van a respetar los chicos”. En aquel encuentro donde se expusieron múltiples experiencias,
se comentaba que solo “los chicos tienen maestro bilingüe hasta los tres años y que después ya
no, entonces el maestro está mas de traductor, ayuda a los chicos en los primeros años, pero el
sistema está pensado para que vayan incorporando el español, entonces igualmente el idioma se
va a ir perdiendo”. A pesar de las cuestiones planteadas, que remiten a la reproducción de formas
discriminatorias, hay un reconocimiento sobre ciertos avances en la dirección de valorar el papel
del idioma en el aprendizaje. No obstante, quedan todavía muchas cuestiones por trabajar y hacer
visible en la planificación de las políticas educativas.
25 Así por ejemplo, el que tiene o “maneja” los papeles de la personería de un grupo, es concebido
comúnmente como quien tienen el poder de operar sobre el destino del grupo.
120 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

lud, puestos sanitarios en zonas marginales y áreas rurales han sido las modalida-
des más significativas de la presencia del Estado y sus prácticas de intervención.26
Estas instituciones junto con las políticas y programas de atención a la salud tienen
una historia particular a la cual no voy a referirme en detalle.27 Simplemente se
mencionará algunas cuestiones que surgen del registro de campo que permiten
visualizar cómo ha sido la forma más habitual de vinculación entre los sectores
indígenas y las intervenciones públicas de la salud.
Para el caso de la provincia de Salta, uno de los principales dispositivos de in-
tervención sobre la salud de la población estuvo desde sus orígenes, asociado a las
prácticas del higienismo (Álvarez Leguizamón, 2003; 2010). Se trata de una mo-
dalidad impuesta y aplicada en el ámbito regional consistente en múltiples inter-
venciones sanitarias tendientes a combatir enfermedades, endemias y pandemias
propias de la región. Enfermedades tales como el chagas, el bocio, el paludismo,
fiebre amarilla, el cólera y más recientemente en esta área del “trópico”: el dengue,
leshmaniasis, rotavirus, entre otras, han afectado grandes sectores de la población
en su mayoría a los que viven en condición de pobreza. En la historia de las institu-
ciones de salud, estas enfermedades han sido “combatidas” mediante dispositivos
de intervención que pusieron el foco sobre las prácticas culturales locales que se
consideraban contrarias a los ideales de higiene y profilaxis.
El hábito de la higiene en torno a la alimentación y el consumo del agua (fac-
tor principal de contagio y transmisión de enfermedades) han sido y son cuestio-
nes claves en el discurso de intervención de la salud puesto en manifiesto en diver-
sas campañas de prevención y control poblacional. En este campo, el saber de la
medicina moderna es el que opera como dispositivo central y redefine en su puesta
en práctica diversos usos o tratamientos acerca del cuerpo y el modo de entender
los procesos de salud-enfermedad enmarcados en otras concepciones culturales.
Sobre este punto, algunos testimonios subrayan cómo las prácticas medici-
nales propias de los indígenas han sido histórica y constantemente desdeñadas por
las instituciones de salud pública. Las propias prácticas medicinales han sido cru-
ciales para la salud de los pueblos indígenas y por la virtud de estos tratamientos
medicinales, solo acuden en casos especiales a la medicina occidental cuando los
propios conocimientos no tienen poder para mejorar a los enfermos:
“Nosotros antes nos curábamos con medicina del campo, ahora ya
casi se está perdiendo eso también porque no hay monte […] Ahora
han aparecido nuevas enfermedades que no conocemos, no tenemos
como combatirlas por eso tenemos que acudir al hospital” (Repre-
sentantes comunidad Zopota, Tartagal, 2009. Propia selección).

26 En principio década del ‘20 y ‘30 contaban con instalaciones que proveían las empresas petroleras,
luego de mediados del ‘40 se construye el Hospital Juan Domingo Perón en Tartagal.
27 Respecto al programa APS, ver Lorenzetti (2012).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 121

Es común escuchar cómo la modificación en la dieta introducida por el criollo,


basada en azúcares, harinas, etc., ha modificado significativamente las pautas de
consumo alimentario.28 Estas transformaciones, junto con los cambios ambienta-
les, fueron generando enfermedades no conocidas para ellos como por ejemplo:
distintos tipos de cáncer, afecciones a la piel, ante las cuales su medicina tradicio-
nal no tienen respuesta.
El acceso al agua es un problema crónico en esta zona dada sus característi-
cas ambientales. Esto se ha visto agravado por el proceso de privatización de las
tierras que ha ido impidiendo el acceso a las aguadas y madrejones –únicas fuentes
de agua en lugares donde no hay ríos– a comunidades que vivían en el monte.
Muchas de ellas tuvieron que gestionar ante el municipio piletones y bidones, para
poder abastecerse o, con suerte, conseguir la instalación de pozos mecánicos que
a veces funcionan y otras están inutilizados por falta de reparación quedando sin
abastecimiento de agua por un tiempo indeterminado.29 En algunos casos, también
se comparten los “pozos” con puesteros criollos pero, cuando las relaciones se
complican entre ellos, se quedan sin acceder a ese recurso. Además de esto, no
sólo el agua sino las plantas y animales que consumen diariamente, están expues-
tos a los agroquímicos de avionetas fumigadoras de las empresas agrícolas que
atraviesan permanentemente por los campos de cultivo afectando el aire y la salud
humana.
La mezquindad del recurso del agua junto a la fumigación por parte de em-
presas agrícolas, ambos factores asociadas al desmonte, han favorecido la mul-
tiplicación de los casos de cáncer, las enfermedades de la piel, las muertes por
desnutrición y la deshidratación aguda.30 Los datos estadísticos sobre la cuestión

28 Sobre detalles de la dieta y el consumo alimentario de los pueblos del área ver Torres y Santoni
(1997: 114-124).
29 En algunas , ante la falta de otros recursos, utilizan para llevar agua de los contenedores que le
provee el municipio a sus viviendas, los bidones de los agroquímicos que descartan las empresas
sojeras, los cuales contienen una imagen de una calavera y una leyenda que explicita “prohibida
su reutilización”, dada su alta toxicidad para el ser humano.
30 Los datos empíricos en que baso estas caracterizaciones son producto de observaciones propias y
de otros antropólogos y técnicos de ONGs que trabajan en el área, los cuales tomamos como base
los testimonios realizados por la gente. También se ha consultado con especialistas en Salud de la
Universidad Nacional de Salta. Uno de los escasos estudios fiables sobre la cuestión es el reali-
zado por Lorenzetti (2014) quien arroja los siguientes datos: “Según el informe del Programa de
Funciones Esenciales de Salud Pública (FESP, 2009) en el departamento de San Martín de un total
de 5338 familias visitadas por los promotores de salud (agentes sanitarios) el 53,5% de las mismas
están en situación de “riesgo sanitario”, el 70,4% cuentan con ingresos económicos irregulares y
la mortalidad de niños/as indígenas de 1 a 4 años casi triplica a la de la población criolla de ese
grupo etario.[…] De acuerdo a los datos relevados del Programa de Atención Primaria de la Salud
y Programa Sanitario de Relaciones Interculturales del Ministerio de Salud provincial la evolución
de la mortalidad infantil de niñas/os indígenas de 0 a 5 años durante el período 2009-2011 –en los
primeros trimestres de cada año– se advierte una fuerte suba en el año 2010 en las áreas operativas
de San Martín y Chaco Salteño. […] Del análisis de las tasas de mortalidad infantil del período
122 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

son casi imposibles de obtener aunque su información debería ser pública. Los cri-
terios de cuantificación se modifican y con ello los resultados, en el caso de Salta,
por ejemplo, a raíz de la visibilidad pública y repercusión política que tuvieron
algunos casos de muertes de niños wichí, en el año 2011, se empezaron a esconder
o manipular técnicamente las estadísticas, de modo que lo que estatalmente no
cuenta, socialmente no existe. Una forma más de “producción de ausencias” (de
Sousa Santos, 2010) y de “dejar morir” a la población indeseable que Foucault
(1996: 193-215) la entiende como inherente al racismo de Estado. Si bien se trata
de males que existen desde hace varias décadas, los casos se han generalizado,
algunos han cobrado carácter público no obstante en su gran mayoría se ha evita-
do políticamente hacerlos más visibles a través del ocultamiento estadístico o la
reaparición de visiones estigmatizantes que asocian el padecimiento de la enfer-
medad con la pertenencia étnica.31
Estas cuestiones exceden ampliamente a las prácticas culturales propias de
lo indígena. Sin embargo, desde las instituciones públicas y el gobierno se cul-
pabiliza al indígena y sus costumbres culturales de las muertes por hambre que
cobraron visibilidad mediática en los últimos años. De ese modo se descarga la
responsabilidad pública de las muertes a los propios indígenas, negando al mismo
tiempo los impactos de las empresas que están en la zona o la escasa prevención
estatal frente a tales desgracias.
La epidemia del cólera en el año 1992 fue un caso significativo donde emer-
gieron un conjunto de representaciones discriminatorias del Estado hacia las po-

2008-2010, en el grupo etario de 0 a 5 años, de edad se observa que mientras los valores en los
niños criollos se mantienen relativamente estables alrededor del 16% y 18 %, la tasa mortalidad de
niñas/os indígenas en la zona norte de la provincia (Chaco Salteño, Oran y San Martín) aumenta
de un 49% a un 61,2% (Jockers, 2011 en Lorenzetti, 2014). Según los datos relevados, los valores
de niñas/os indígenas no sólo casi triplican los correspondientes a niñas/os no indígenas, sino tam-
bién que en la zona del Chaco Salteño y San Martín los índices han crecido de manera sustancial
(Jockers, 2011: 6). […] Asimismo indicadores socio-sanitarios del “Operativo para la Vida 2013”
–realizado por UNICEF y el ministerio de salud provincial– señalaban que en los meses de enero y
febrero: “Se registraron en la zona de Tartagal cuatro muertes de niños por desnutrición, 47 bebés
menores de un año en déficit nutricional (el 4,6%) y otros 372 de 1 a 6 años también graves (7,7%,
cuando la media en Salta es del 11 por ciento). Además, un 24,7% de las 2807 familias originarias
está en riesgo, un 52% de sus viviendas es ‘no saludable’, hay 281 embarazadas en situación de
riesgo y 19 casos de tuberculosis […] (Tiempo Argentino, 12-03-2013). En términos generales,
los datos sanitarios recién señalados indican una alta correspondencia entre las zonas que se han
visto afectadas por el desmonte y el avance del cultivo de soja. En el departamento de San Martín,
entre las principales causas de mortalidad infantil (menores de 5 años) se encuentran: en primer
lugar, las diarreas combinadas con un estado de desnutrición; en segundo término, las afecciones
respiratorias, en tercer lugar las malformaciones congénitas, en cuarto lugar otras infecciones.
Este grupo de causas constituye el 73% de los casos de mortalidad infantil (Cuyul, 2011; Jockers,
2011)” (Lorenzetti, 2014: 6-7).
31 Para mayor detalle de los testimonios mediáticos y repercusión pública del tema de la soja y muer-
tes por hambre ver Álvarez Leguizamón (2011), Flores Klarik, Álvarez y Naharro (2011).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 123

blaciones indígenas en materia de salud. En ese caso, se puso en evidencia el


esfuerzo oficial por focalizar toda la atención sobre las prácticas culturales y las
propias personas como los elementos principales a “combatir”.32
Estas visiones oficiales que circulan en torno a las enfermedades, las epide-
mias, y las muertes tienen un correlato en la atención diaria en la salud. Existe una
distancia cultural y social entre quienes atienden y son atendidos. Salvo excepcio-
nes como es el caso de agentes sanitarios con un mayor contacto con el contexto
social donde trabajan, los profesionales del área tienen poco contacto con la reali-
dad de sus “pacientes”. El idioma es una gran dificultad sumado a los estereotipos
culturales sobre el indígena que enfatizan negativamente sus hábitos de higiene,
lo que constituyen barreras que a veces resultan insondables, al momento en que
acuden a un servicio de salud. Ante casos de gravedad extrema, en los hospitales
de alta complejidad, esta situación se exacerba aún más. Es por ello muy común,
que se evite ir al hospital por que tienen temor de lo que allí pueda suceder. El estar
en esos lugares en manos del Estado y sus agentes, es percibido por los familia-
res como una pérdida de potestad sobre el enfermo. Muchas veces las decisiones
de traslado de los enfermos a ciudades donde se localizan hospitales de mayor
complejidad, no son consultadas ni consentidas por los parientes. Se presentan
situaciones muy dramáticas para las familias que no tienen internalizadas cual es
el manejo o la atención en esta materia. No saber que le sucederá a un pariente
cercano en un caso límite, es una situación de angustia para cualquier ser humano.
Pero esto se acrecienta aún más, cuando no se confía plenamente en el saber de
la medicina y sus prácticas con intervención directa sobre el cuerpo, las cuales no
son plenamente compartidas en un código común en la relación médico/paciente.
Esto sumado a otro conjunto de prácticas y tratos discriminatorios, hacen del hos-
pital el último recurso para tratar los problemas o afecciones de salud.
El aprendizaje de la escritura y el idioma español en las escuelas, junto a la
experiencia de la vida urbana y el trato con las instituciones del Estado, fueron
factores que posibilitaron la incorporación de indígenas como agentes sanitarios
o enfermeros. Estos casos permitieron la conformación de un grupo de indígenas
con “cargos” en el Estado. Lo novedoso aquí consistió en que pudieron incorporar
sus planteos en relación al sistema de salud señalando las notables falencias y de-
ficiencia de la atención de los servicios estatales de salud dirigidos a los pacientes
indígenas.
“Yo trabajo en [en una institución de salud] y veo como es el trato,
no se los atiende por igual, yo tengo que estar diciéndole a los médi-
cos que se ocupen de ellos sino no les interesa” (Personal de Salud,
Tartagal, 2011. Aclaración propia).

32 Sobre detalles de este evento y sus repercusiones locales ver la tesis de Torezani, S. (2000).
124 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Los agentes sanitarios trabajan en contacto con la situación y el contexto local.


Esto les permite alcanzar una visión diferente a la de los médicos sobre la saludy
sobre los pueblos indígenas. No obstante, el planteo de las políticas de inter-
vención en salud son compartidas por todos los “estamentos”, siendo la crítica
de fondo la misma: la modificación de hábitos y costumbres que se consideran
perjudiciales para la salud y la inculcación de nuevos que, en muchos casos, no se
pueden a aplicar por la falta de recursos:
“En los hospitales no les interesa conocer la situación del contexto
socio económico, las prescripciones son realizadas de manera ho-
mogénea. Si no tenés para comprar un agua mineral, o un remedio
¿que haces? No podes hacer lo que te dicen […] Los problemas de
salud se han incrementado por la fumigación con agroquímicos. No
existen estadísticas porque “son muy celosos de dar información”
pero es sabido por todos que las poblaciones que están expuestas
continuamente a estas condiciones tienen consecuencias” (Personal
de Salud, Tartagal, 2011. Propia selección).
Sin descartar que actualmente existan excepciones y otras modalidades de enten-
der las políticas estatales de salud en relación a las poblaciones indígenas, en las
prácticas hospitalarias de la provincia, el tema de la higiene aún es un marcador
diacrítico del discurso médico. El discurso del higienismo tiene, de acuerdo a lo
que ya se ha señalado, como objeto la cultura y sus costumbres. Se trata de una
modalidad de intervención que, similar a la escuela, reemplaza la violencia física
por otra vinculada al saber científico y orientada a intervenir sobre el cuerpo, las
conductas y los hábitos.

Políticas habitacionales, proyectos de infraestructura y la “organización” de


comunidades
Uno de los principales nexos de relación de los indígenas con el Estado ha sido la
planificación urbana y las políticas de vivienda. En la mayoría de las entrevistas se
destaca que el mayor impulso de este tipo de políticas empezó a gestarse durante
los regímenes militares entre fines de los años ‘60 y principio de los ‘80.
En la ciudad de Tartagal, diferentes comunidades que obtuvieron el acceso
a algún plan de vivienda o loteo urbano tanto en el período militar como en el
democrático, pero son contados los casos que poseen títulos de propiedad sobre
parcelas individuales.33

33 En el relevamiento realizado en Tartagal en el año 2008, sólo cuatro comunidades poseían títulos
individuales y se conformaron como Barrio Cherenta, Wenhayek, Tapiete y Chorote parcela 42. El
resto se asentaba sobre terrenos privados. Ver Naharro, Flores Klarik y Kantor (2009).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 125

En las entrevistas realizadas, se destaca que durante el período de interven-


ción militar (1976-1983), el regimiento era el que “organizaba” a las comunida-
des, proponía los lugares para el asentamiento y localización más permanente de
las familias indígenas. En este momento se empezaban a canalizar las primeras
“ayudas” materiales del Estado hacia los sectores indígenas, concretadas básica-
mente en obras de infraestructura urbana. Un entrevistado se refería a la confor-
mación de Cherenta, una de las comunidades más grandes de Tartagal, seguía un
patrón espacial de barrio urbano:
“Si, nosotros más antes ¿no? No vivíamos organizados así, vivía-
mos así como quiera, pero después con la ayuda del regimiento ¿no?
nos han empezado a explicar a guiarnos que nosotros debiéramos
vivir organizados para que el gobierno pudiera escucharnos todos
los petitorios los reclamos que hacíamos […] porque los invasores
se adueñaron de nuestro territorio [...] por esa razón, es que el te-
niente coronel A. era ese teniente coronel que nos ayudado en todo,
no nos ha ayudado con plata pero siquiera con los materiales para
construir la escuelita, por ejemplo aquí en Cherenta lo han ayudado
el Ejército por eso le han puesto el nombre Chesundaro que quiere
decir ‘mi soldado’ aunque también dicen que está mal interpretado”
(Representante Guaraní, 80 años. Misión Cherenta, Tartagal, 2009.
Propia selección).
Junto con la asignación de lugares estables de asentamiento para las comunidades,
–todos ellos en lugares periféricos– también se empezaron a realizar otros pro-
yectos de infraestructura que redefinieron tanto el espacio urbano como las áreas
rurales. En la ciudad se construyeron redes de agua potable, cloacas y escuelas.
Mientras que en las áreas rurales se construyeron rutas, caminos y otras obras de
envergadura como vías férreas, puentes, infraestructura para la explotación del
petróleo, etc.34 en muchas áreas que aún presentaban características de monte, los
militares utilizaban el conocimiento nativo de los “caciques”, para contar con in-
formación sobre el terreno y así poder planificar las obras. En ese intercambio de
“conocimientos o información nativa” por “obras para la comunidad”, los caci-
ques establecieron algunos nexos con los intendentes municipales de la dictadura
militar. Estos vínculos, a su vez, congregaron a todos los caciques y pudieron
establecer relaciones entre los diferentes pueblos:
“En la época de la dictadura militar, [...] resaltó la importancia de
que en esta zona existían pobladores indígenas con la cual para po-
der tener buena relación y empezar a trabajar en la parte de lo que
es… digamos de los montes, tendrían que recurrir a alguien que

34 Sobre los proyectos de desarrollo de este período ver Barbarán (2000).


126 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

conozca la zona, y a partir de ahí, el primer intendente que surgió


en esa la época de los militares convocó a todos los caciques, en-
tre ellos mis abuelos y otros que también fueron de la comunidad
y actualmente tienen asentamientos [en lotes urbanos] y a de ahí
compartieron el diálogo y por supuesto, se unieron por primera vez
también los pueblos que no se conocían ¿no? Pueblos diferentes…
es decir caciques de diferentes pueblos como son los wichí, los ca-
ciques del pueblo guaraní, los caciques del pueblo chorote, toba, y
así. Ahí se reunieron, hasta inclusive tuvieron, ese diálogo para po-
der empezar a trabajar en las comunidades, es ahí donde surgieron
algunas obras que hicieron de algunas escuelas inclusive, que hicie-
ron conjuntamente, llevando el nombre algunas escuelas en algunas
comunidades, el nombre de algún militar. Entonces ahí es donde
empezó a formarse digamos todos los caciques” (Representante
Guaraní, 50 años, Tartagal, 2008. Propia selección y aclaración).
La zona de Tartagal, al tratarse de un área de frontera, tuvo una fuerte presencia
de las fuerzas de seguridad pública tanto el ejército, la gendarmería como de la
policía. Esta presencia se encuentra inscripta en la historia del lugar y es parte de la
vida cotidiana.35 No obstante, la década de 1970 durante la dictadura militar inau-
gura una nueva etapa de relación de los indígenas con el Estado. En ese momento
hacen su aparición “las comunidades” pensadas en tanto objeto de intervención

35 Como analizamos en otro trabajo (Flores Klarik, 2010) el ejército ingresó en la zona con el objeti-
vo de exterminar a la población indígena o forzar a su incorporación a los ingenios, acaparar terri-
torios para la provincia y la nación, resguardar la frontera, pacificar la vida civil de los pobladores
pioneros frente a la amenaza de los indígenas. Desde esa primera incursión a partir de 1870 y se
continúan hasta finales de 1920, las fuerzas de seguridad llegaron para quedarse definitivamente
en el lugar. Su presencia se incrementa aún más con el descubrimiento de yacimientos de petró-
leo, la Guerra del Chaco y la definición del paralelo 22’ como frontera internacional. Entonces, a
sus habituales funciones de seguridad se le añade el control sobre la circulación y transporte de
productos y personas de un lado a otro de la frontera a través de los ferrocarriles y las rutas. En
plena dictadura militar (1976-1983), el llamado combate contra la guerrilla también será un factor
de mayor control y militarización del área. Las fuerzas de seguridad se convirtieron en los agentes
principales de vinculación de los indígenas en su interrelación con el Estado. En los relatos que
remiten a sucesos de principios del siglo XX, la represión de las libertades de los grupos cuya
“civilidad” siempre se encontraba bajo sospecha o negada (los indígenas), fue una práctica común
y socialmente legitimada por el Estado. En un primer momento, los jefes de fortines y del ejército
mantenían una estrecha vinculación con familias locales. Algunos de ellos obtuvieron tierras como
premio a su labor. Hoy muchos de estos agentes que ocupan cargos de jerarquía generalmente
son “trasladados” de otras provincias a la zona mientras que los estratos más bajos de las fuerzas
de seguridad son por lo general reclutados entre los sectores sociales populares locales. Algunos
indígenas lograron su incorporación en estos estamentos de menor jerarquía. Para algunos jóvenes
indígenas en la actualidad, como me comentó una vez un comunicador indígena, es una ocupación
atractiva por la ausencia de ofertas de trabajo estable y de otros ingresos monetarios.
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 127

y de control desde el poder gubernamental sobre las cuales se despliega formas


organizativas espaciales basadas en el modelo de barrio.
Con el retorno a la democracia (1984), la política habitacional se constituirá
en una de las principales formas de vinculación con los partidos políticos. Las
viviendas serán un recurso empleado por los partidos para congregar la adhesión
indígena en las campañas electorales y así sumarlos al caudal de votantes. Algunos
testimonios dan cuenta de estos otros intercambios:
“Este predio [un barrio] nos han dado en época de Romero, que
era Romero viejo. Logramos estos pedazos, recién cuando nace la
iniciativa de explotación de democracia como política nuevamente,
año 1982. Entonces eso era, su campaña de ganar como gobernador
entonces nuestro compromiso que hicimos firmar es que si llegaba a
ganar Roberto Romero donaba este pedazo de hasta 4 manzanas de
cada media hectárea. Bueno, por suerte Dios es grande y ganamos,
digamos, él gana su candidatura de gobernador nosotros hemos
ganado este pedazo. Así fue…” (Representante Tapiete, Tartagal,
2008. Propia aclaración).

“Nosotros tenemos individual, individuales son, pero ahí está que


estamos viviendo 40 años hasta ahora los políticos no han termi-
nado de dar, cada elección como se dice? Cada campaña que hacen
dan 10, después deja para otra campaña y así, claro son vivos pues!
Pero la ley dice que nosotros tenemos que solicitar título comunita-
rio, tierras apta y suficiente. La ley dice!” (Representante Guaraní,
Cherenta, Tartagal).
Además de la utilización de las políticas habitacionales como forma de cooptación
política, también se señalan otras problemáticas que son transversales a las comu-
nidades que habitan en forma de “barrio”. Por ejemplo, que antes se vivía en lotes
donde el espacio era utilizado de forma comunitaria y donde contaban con espacio
suficiente para compartir entre varias familias, pero que luego al subdividirse en
parcelas se vieron afectados, cambiando muchas de sus costumbres.36
“Le cuento cómo cuando parcelaron como cambió la cultura, cuan-
do la comunidad los retiraron [los desalojaron de un sector de la
ciudad] vivían todos juntos, compartían todo mateaban en el patio,
después cuando lotearon los empezaron a dividir y se perdió [el
sentido comunitario], el que tiene, tiene y el que no tiene, no tiene”

36 Para mayor detalle sobre este tipo de demandas de comunidades periurbanas de Tartagal, consultar
la tesis de Yazle (2009).
128 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

(Representante guaraní. Taller derechos humanos, Tartagal, 2006.


Propia aclaración).
Asimismo, lo más problemático es que en ese proceso las comunidades perdieron
el acceso a terrenos que antes utilizaban para sus cultivos. Sucedió además que al
ser reubicadas en parcelas o lotes delimitados, los espacios se les fueron cercenan-
do al crecer el número de familias:
“Ahora estamos todos amontonados, nosotros pedimos ampliar por-
que vivimos de la tierra […] en cada casa estamos viviendo 4 a 5
familias […] el blanco nos ha ido transformando de comunidad a
barrio, ese es el problema de transculturación que tenemos que re-
vertir o desaparecer” (Taller de derechos humanos, Tartagal, 2006.
Propia selección).

“nosotros nunca hemos pensado que íbamos a tener tanto porcentaje


de crecimiento de cada familia. Yo nomás tengo acá, 7 chicos. Y ya
soy… el mayor mío ya tiene mujer… entonces creo que estos, estos,
pedacitos de 10 por ancho 20 de fondo no es basto, razones de eso
queremos ampliar, no sé si ha visto allá por los eucalitpus. Esa es
la lucha que estamos llevando nosotros, aunque sea …sabemos que
es privado la gente estaba posicionado, ha demandado un cercado
de cada lotecito como para ampliación de cada familia que cada
uno tiene una numerosa familia!” (Representante tapiete, Tartagal,
2011).
Frente al crecimiento de las familias, la pérdida de terrenos para la siembra y el he-
cho de que los títulos de propiedad individual obliga el pago de servicios, muchas
comunidades urbanas se niegan a constituirse en barrio. En esos casos, se visualiza
la conveniencia de volver al uso comunitario de la tierra, apelando al modelo de la
misión, es decir, la localización en terrenos de uso compartido sin parcelar, y por
ese motivo se están gestionando nuevos terrenos.

Integrar a los “pobres” (indígenas) a la modernidad. Las políticas sociales y


de desarrollo comunitario
Una de las principales vías de acceso de los indígenas a la ciudadanía y al Estado
fue a partir de ser beneficiarios de políticas sociales. A partir del momento en el
cual el Estado se constituye desde un modelo “benefactor” y en el auge del desa-
rrollismo en 1969, se crea la Dirección de Asuntos Aborígenes (DAA) en el marco
de la Dirección General de Promoción Social.37

37 Durante el auge del desarrollismo, entre los años ‘30 y ‘70 las políticas indigenistas de los Estados
latinoamericanos emergen mediante un discurso de inclusión. “El asunto era el “problema del
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 129

De acuerdo a sus objetivos, se aspiraba a promover políticas hacia el indíge-


na para alcanzar un “grado más alto de desarrollo” incentivando la modificación
de sus “pautas culturales”, afirmando que la integración se lograría a través de la
incorporación de “nuevas pautas de conducta social, habilidades, destrezas y sis-
temas de lealtad propias del ser nacional transformándolos en elementos útiles a
la sociedad” (Gob. de la Provincia de Salta, 1972, citado en Barbarán, 2000: 31).
Desde esta visión, se impulsaron una serie de proyectos y acciones de de-
sarrollo comunitario en la zona de Tartagal. En los hechos, estos proyectos se
complementaban con el accionar de las misiones religiosas franciscanas con ma-
yor vínculo con el poder militar, cuya labor ya contaba con casi tres décadas en
la zona.38 La acción social en terreno, se fue articulando desde los agentes de
instituciones religiosas con profesionales y técnicos externos puestos por el Esta-
do, entre ellos antropólogos y asistentes sociales quienes impulsaron los primeros
proyectos.39
Hacia la década del ‘70 un gran porcentaje de población indígena, quedó
desvinculada del circuito de la zafra. Este suceso modificará notablemente las con-
diciones de vida de los pueblos indígenas que aun mantenían patrones de autosub-
sistencia, haciendo que sus economías domésticas se tornan cada vez más depen-
dientes de los ingresos monetarios. Los proyectos de desarrollo comunitario, entre
otras formas de “integrar” a los sectores a la vida moderna y “ayudarlos” a salir de
la pobreza, se centraron en lograr que las comunidades ingresen en el mercado a
través de la comercialización de productos, la agricultura y la venta de artesanías.
Los proyectos requerían del contacto con la comunidad y para ello fue crucial
la identificación y selección de ciertas figuras claves. Se seleccionaba a quienes
manejaban mejor el idioma español y asimilaban con mayor facilidad los códi-
gos del blanco. Las intervenciones de los agentes sobre los grupos indígenas se
concentraban en las comunidades asentadas alrededor de las ciudades. En esa in-

indio” y cómo integrarlo a la modernidad” (Sieder, 2004). Argentina, no habría sido una excep-
ción a esta tendencia, en el año 1959 se sanciona la ley 14932 que aprueba el convenio 107 de la
Conferencia Internacional del Trabajo sobre “Protección e integración de las Poblaciones Indíge-
nas, Tribales y Semitribales en países independientes” a partir del cual se procura convertir a los
indígenas en sujetos de su propia integración como efecto de políticas de aculturación” o cambio
dirigido (Carrasco, 2001).
38 Cabe recordar la labor etnográfica del grupo de la CAEA (Centro Argentino de Etnología Ameri-
cana) y su vínculo con los misioneros franciscanos. Estas acciones se enmarcaban en el “Proyecto
especial multinacional de desarrollo fronterizo de la Organización de los Estados Americanos
(OEA). Obra realizada por el Instituto de Antropología Dr. José Imbelloni, de la Facultad de Fi-
losofía y Letras UBA. Los objetivos eran: “procurar la promoción integral de las comunidades
de la zona de frontera mediante el desarrollo educativo y socio-cultural de la región” (Cuadernos
Franciscanos 1977, núm. 41). En ese sentido, la labor etnográfica servía como una especie de
diagnóstico cultural del “estadio” en el cual se hallaban y como soporte de posteriores acciones de
integración al desarrollo.
39 Sobre este tema consultar Barbarán (2000).
130 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

terrelación, los guaraníes fueron adquiriendo mayor capacidad de autogestión y


autonomía para defender sus derechos en relación a otros pueblos, en parte, por
su mayor grado de misionalización en instituciones cristianas del culto católico,
dado que fueron los franciscanos quienes se especializaron en ese grupo y, ade-
más, porque eran quienes poseían mayor valoración como trabajadores dentro de
las jerarquías socio-étnicas desde la experiencia de trabajos en ingenios y obrajes.
Con la implementación de las primeras políticas de acción social del Esta-
do salteño, los indígenas empiezan a formular algunos pedidos o demandas. Los
mismos eran realizados a través de acuerdos de “palabra”, donde expresaban sus
necesidades ante alguna autoridad gubernamental. Durante los primeros años del
gobierno democrático la acción social se concentró en el Ministerio de Bienestar
Social de la Provincia, es desde este espacio institucional desde donde se empeza-
rán a consolidar los vínculos con el poder político. Ya en este período, diferentes
caciques, realizan sus propias gestiones para conseguir ciertos “beneficios” que el
Estado otorgaba:
“Recuerdo que en esa época, supóngase, los caciques solicitaban un
medio para hacer desarrollo productivo, la donación de tractores, y
el gobierno le otorgaba, le escuchaba, ese pedido, es decir que se
repartía en 20 comunidades un tractor chiquitito con todo los ac-
cesorios, sea rastra y arado para empezar a hacer el desarrollo pro-
ductivo. Así comenzaron en esa época, tan lindo que era la política
anteriormente, que al fin y al cabo se escuchaba la demanda ¿no?
de un cacique en este caso. Bueno, tuvo mucho tiempo, en algunos
casos aprovecharon bien esos vehículos es decir maquinaria, para
empezar a hacer el desarrollo productivo de la comunidades que se
dedicaban a eso, y los otros los utilizaban para otros fines, pero si
se daba de manera equitativa la solución del pedido que hacían los
caciques a un gobierno que en esa época no recuerdo bien quienes
fueron pero de todos modos hubo buenas consideraciones.
–¿Era en período democrático o en el gobierno militar?
–Después que pasó el período militar, ya cuando entramos en demo-
cracia ahí empezaron a dar las posibilidades.
–¿A través de qué organismo se canalizaba?
–Directamente a través del diálogo, del diálogo y una especie de
solicitudes y especie de observación de necesidades prioritarias y
de ahí se le otorgaba, no había mucha burocracia de gestiones” (Re-
presentante comunidad guaraní. Tartagal, 2008).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 131

Actualmente se recuerda que se trataba de un tiempo “lindo” porque no existían


tantas trabas burocráticas como en el presente, ya que ahora los pedidos están
llenos de formalismos. El diálogo directo permitía establecer nexos más persona-
lizados con los funcionarios y técnicos del Estado. Aunque al mismo tiempo, se
reconoce que tales proyectos, al estar enmarcados en una visión tecnocrática –cen-
trada en la incorporación de pautas de manejo racional de los recursos– tendían a
“fallar” porque no contemplaban la visión de la cultura propia.
“Pero debido al no conocimiento o capacitación del mantenimiento
de la maquinaria, todo quedó en vano los trabajos, o las donaciones
que se han hecho porque ahora lo primero que se debe pensar antes
de otorgar un beneficio a nivel maquinaria, tanto a nivel maquinaria
como otra cosa este… tiene que haber capacitación, primeramente.
Sea todo lo que sea: donaciones, herramienta de trabajo, donacio-
nes, que no es digamos… adecuado a la cultura indígena. Ese es el
error que hoy en día yo hoy todavía noto” (Representante comuni-
dad guaraní. Tartagal, 2008).
De acuerdo a este relato las “donaciones” obtenidas por los caciques, no tuvieron
la repercusión esperada por las instituciones estatales. En ese sentido se atribuye
el fracaso de estas iniciativas del desarrollo a la “falta de capacitación” o conoci-
miento del uso de los nuevos implementos. Se señala que los proyectos no resul-
taban adecuados a la “cultura indígena” y que la implementación no contemplaba
las propias aspiraciones de los grupos a los que estaban destinados, ya que venían
enmarcadas en una visión hegemónica sobre el deseo de desarrollar a las otras
culturas.
Otro frente de negociación, además de los proyectos, lo constituyen los pla-
nes de asistencia social. Según Carrasco:
“Por esa época, (en los ‘80) los reclamos indígenas se canalizaban
a través del Ministerio de Bienestar Social y estaban fuertemen-
te orientados a dar respuesta a necesidades materiales... En Salta,
como en otras provincias del país, muchos dirigentes comenzaron
su activismo político como empleados de programas sociales como
el PAN. La información de que disponían (lugar de asentamiento de
las comunidades, composición y cantidad de integrantes, etc.) era
vital para poder ejecutar planes oficiales. De a poco se convirtieron
en ‘mano derecha’ de los coordinadores y funcionarios políticos que
tenían a su cargo la entrega de alimentos... con el correr del tiem-
po, de informantes clave pasaron a ser traductores culturales de las
aspiraciones y necesidades de las comunidades donde realizaban su
tarea” (Carrasco, 2005: 258).
132 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Los primeros vínculos con la burocracia estatal se establecen y se consolidan a tra-


vés de las políticas asistenciales desde una relación tutelar en la que los indígenas
son concebidos y tratados como sujetos de beneficencia. La organización de las
comunidades se realiza con un fin asistencial y de beneficencia, recurriendo a los
mediadores culturales que interpretan y canalizan las ayudas. Estos mediadores
indígenas establecieron vínculos con funcionarios del Estado e ingresaron a los
espacios burocráticos ya sea a través de cargos administrativos o puestos políti-
cos. A partir de entonces, se constituyen en agentes portavoces de las demandas
indígenas y, a su vez, traductores de los discursos estatales. Para algunos de estos
mediadores, este contacto significó la posibilidad de hacer “carrera” independien-
temente del apoyo de las bases.

Cambios en el liderazgo y primeros intentos de organización indígena, el


caso del Concejo de Caciques de las 7 etnias
Cuando les preguntaba, a miembros de distintos pueblos, como era antes el poder
de los jefes o líderes, la mayoría acuerda que el poder se centralizaba en alguna
persona particular, que se transmitía por herencia, y si el heredero no tenía la capa-
cidad para gobernar, se lo reemplazaba por otro. En el caso de los guaraníes, esta
figura de poder tenía mayor capacidad de congregación y estaba aún más centrali-
zada en una persona. Mientras que en los otros pueblos esa figura parece ser más
difusa o no reconocer jerarquías tan rígidas.
Es notable que durante los primeros contactos y vínculos establecidos con el
Estado, los agentes externos, necesitaban consagrar ciertas figuras de autoridad,
con quienes negociar y canalizar demandas. En algunos casos, estas figuras ya
habían sido establecidas mediante el reclutamiento del ejército para los trabajos
en los ingenios, como por ejemplo la figura del lenguaraz y del contratista. Esta
modalidad, de imposición externa de figuras de autoridad, se reproducirá con algu-
nos matices, en el contacto con los agentes de las iglesias y con otros del Estado.40
Los atributos básicos del líder como protector, estratega, visionario, confería
el poder de decidir sobre el destino de los grupos. Con el tiempo, la posibilidad de
ejercer este poder se fue sustituyendo por la capacidad centrada en el manejo de
códigos de interrelación con el mundo del blanco. El destino de los grupos se fue
modificando, en conjunto, con la pérdida de autonomía y control territorial, que
eran claves para el ejercicio de este poder basado en prácticas de la propia cultura.
En los relatos vigentes se cuentan tres generaciones de liderazgo. La primera
correspondiente a los “antiguos”, basaban su autoridad en los atributos ya men-
cionados. La segunda forma, emerge de los “caciques”41 que trabajaron en los in-

40 Para mayor detalle sobre este tema ver Braunstein (2008: 5-31).
41 Como plantea Braunstein (2008) “cacique” es una categoría impuesta externamente, en la obse-
sión de los europeos por identificar interlocutores válidos “de origen latino, se convirtió en un
genérico para designar el rol del liderazgo en una institución recreada”. Un estereotipo que no
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 133

genios.42 En estos casos, el carisma emerge asociado a nuevos saberes y prácticas


tales como: conducir a los grupos en el nuevo mundo del blanco, organizarlos en
relación a los viajes a los ingenios, defender sus demandas en los campamentos
de trabajo, negociar con los patrones, distribuir los bienes que se intercambian
al culminar la zafra –momento en el cual el manejo del idioma era clave para la
interrelación.
Con posterioridad, aquellos atributos asociados al valor de la guerra, em-
piezan a ser reemplazados por el manejo del idioma español y las capacidades de
gestionar en nuevos ámbitos de interrelación con la sociedad moderna.
La época de los caciques en la década del ‘70, es caracterizada por el poder
que tenía el uso de la palabra. La eficacia del líder frente a la organización del gru-
po, hacia el exterior, se relacionaba con la posibilidad de establecer “acuerdos”.
Esto es aún recordado como algo que significaba respeto y deferencia. El cacique
era el portavoz de las demandas colectivas y su criterio resultaba incuestionable.
Aspecto que actualmente es señalado como inexistente.
Siguiendo el relato de los entrevistados, el Consejo de Caciques de las siete
etnias, es una de las primeras organizaciones indígenas que congregaba o intenta-
ba representar la diversidad de pueblos de Tartagal y lo hizo a través de la reunión
de este tipo de liderazgos, basados más en el poder de la palabra. El Consejo
se conformó formalmente, durante la democracia en la década de 1980. Aunque,
como veníamos viendo, la unificación de los pueblos ya había comenzado a ges-
tarse durante el período militar.
“El primer intendente que surgió en esa la época de los militares
convocó a todos los caciques [...] Entonces ahí es donde empezó a
formarse digamos todos los caciques. Pero llevó muchos años para
poder organizarse porque digamos, cada uno respetaba su propio
principios, y no se quería meter lo que es de una cultura de uno
a otro” (Representante Guaraní, Tartagal, 2008. Propia selección).
Durante la gestión gubernamental de Roberto Romero (1983-1987), se empiezan
a consolidar nuevos liderazgos indígenas. Se trataba de descendientes directos
o seleccionados por los “viejos caciques”, entre las generaciones más jóvenes,
que conformarán posteriormente la estructura burocrática del Instituto de Pueblos
Aborígenes (IPA).
El poder y la representatividad de los “caciques”, con quienes el Estado enta-
blaba el “diálogo”, estaba hasta entonces vinculada a líderes que poseían atributos

coincide con las funciones de representación y control social propia de esas culturas.
42 Estos corresponderían con el llamado “liderazgo transaccional”, figuras de contrato o transacción
laboral: “capitanejo”, “capitanes”, “general”, “capataz”, “mayordomo” y “lenguaraz“ (Braunstein,
2008: 24) que, asimismo remiten a clasificaciones impuestas por el blanco y, dan cuenta, de la
relación jerárquica afin a instituciones militares o laborales de las haciendas.
134 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

tradicionales. Cuando se hace referencia a estos dirigentes, se recuerda que eran


figuras que tenían autoridad, al menos hacia el interior de los grupos que represen-
taban. Pero con el correr del tiempo y por la edad, estos tuvieron que delegar su
autoridad en nuevas generaciones:
“Entonces, con el correr del tiempo iban envejeciendo ya nues-
tros líderes y bueno, traspasaron los poderes, en lo cual, algunos,
en algunos casos es hereditario no?, y por otro lado ya cambiando
modalidades, ya directamente pasó bajo la responsabilidad de al-
gún pariente cercano, familiar, porque por ahí puede ocurrir, que
la familia de un cacique que son hereditario, no quiere asumir ese
compromiso, ese rol de ser cacique, entonces, directamente pasa
a otro familia, alguien más cercano, digamos. Y es ahí donde fue
surgiendo otra dirigencia hasta que, posteriormente decidió formar
la unidad de todos los pueblos a través de un Consejo de Caciques.
Y ese Consejo de Caciques. No fue así no más un proceso, digamos,
de la unidad fácil, no? Tuvo procesos tanto de militar, como político
y todo eso llevó a que se unieran más, se unieran más y empezaran a
trabajar juntos para poder obtener algún beneficio [...] Es ahí donde
empezó digamos a tomar impulso de lo que es la organización desde
las comunidades y desde los contactos de los líderes y caciques con
las autoridades de las políticas públicas en este caso” (Representan-
te Guaraní, Tartagal, 2008. Propia selección).
Aquí el principio de legitimidad por herencia, es menos rígido que en otros tiem-
pos. La atribución de poder se fue desligando de aquellas connotaciones que pre-
valecían en una época donde se producían guerras inter-tribales. Los principios
del carisma empiezan a ser entendidos más en términos de gestión y obtención
de recursos estatales. Cabe destacar que en ese entonces las comunidades aún no
estaban sujetas a los requerimientos de personerías jurídicas que se impondrá más
tarde, y que por tanto el número de comunidades que entablaban relación con el
Estado era aún muy reducido:
“Por eso mínimamente, en ese tiempo se armó el Consejo de Ca-
ciques, para un poco fortalecer a otras comunidades que no habían
podido transmitir sus necesidades porque en esa época era difícil,
en esa época uno porque no conocían bien el castellano, entonces
había que socializar alguna información interna y hacer que a través
de demanda que tiene otro autoridad, de otro pueblo que tiene otra
persona de otro cacique así trabajaba, porque era difícil en ese tiem-
po de manejarse para poder hablar y dialogar con las autoridades.
Pero que si tuvo eco es la participación en ese nivel ¿no? Que no
hubo tantas gestiones administrativas, sino más bien una asistencia
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 135

directa o tal cual de palabra como se decía como decía los indígena
así entre los indígenas ¿no?, un compromiso de invitación no hace
falta por papel, sino basta decir mañana tenemos asamblea y es su-
ficiente y ese era el principio que había dentro de la organización y
así como ese principio hay varios principios interesantes” (Repre-
sentante Guaraní, Tartagal, 2008. Propia selección).
Por su parte las categorías de “Cacique”, “Consejo” y “Etnias” remiten a construc-
ciones organizativas externas, aplicadas a un conjunto de representaciones sobre
lo que deberían hacer los pueblos para interactuar con el Estado. Como vimos
anteriormente, existe un recuerdo positivo sobre la relación que existía entre esta
generación de los “viejos” dirigentes indígenas con el gobierno. El acceso a recur-
sos concretos, no estaba obstaculizado por mecanismos de la burocracia, sino que
se establecía de manera directa y mediante un trato personalizado con funcionarios
estatales. El trato de palabra y la distribución de los recursos, se concentraba en un
número discreto de comunidades y aseguraba una distribución más “equitativa”.
Los testimonios de no indígenas sobre este tipo de vínculos marcan, sin em-
bargo, otro punto de vista:
“[el Consejo de Caciques] Estaba muy en el campo del municipio
[...] y los caciques que en ese momento que no tenían digamos una
fortaleza, era esa onda en que el intendente le daba el carnet de
cacique, por ejemplo todas esas cosas, en (menciona una comuni-
dad guaraní), el papá de [el actual cacique] es uno de los caciques
históricos, por ejemplo, increíblemente sano el hombre, el tipo no
se cansaba, recto, honesto, una gran persona, el papá de […] ha sido
una gran, gran persona, un gran, gran cacique, pero claro el, por
ejemplo, por la edad que tenía no llegaba, ni, ni llegaba a percibir el
manejo mal de fondos, por ejemplo los intendentes, el tipo que es
dueño de la tierra en (donde vive la comunidad) les vivía diciendo
que el quiere darles las tierra, siempre me decía el tipo que ‘el quiere
darle la tierra’, porque será que no se la da entonces… ¿no? […]
entonces siempre el dueño de la tierra trataba de operar mediante él,
que el vaya y haga escándalo cosa de que si lograba que el gobier-
no le compre las tierras de ellos… todo un manejo así… entonces
eso ha sido algo también, ingenuidad política fuerte también de los
caciques […] que formaban también el Consejo” (Técnico ONG,
Tartagal, 2011. Propia selección y aclaración).
El único canal de acceso a la atención de ciertas demandas era el “diálogo” di-
recto, con funcionarios estatales sin mayores obstáculos administrativos, pero a
cambio quedaban incorporados en relaciones de dependencia y subordinación, a
disposición de los intereses políticos. Dado que aún no se contaban con mayores
136 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

herramientas que los códigos culturales basados en el respeto a la palabra, las


diferencias en el manejo de los mismos, expresados en que “apenas hablaban el
castellano”, ilustraban que el “diálogo” establecido tenía un carácter asimétrico.
Los “caciques” creían en la palabra desde una “inocencia política”, que aún no era
percibida en las prácticas, como contraria a sus propios planteos e intereses.
Con el retorno a la democracia y el triunfo en las elecciones el partido justi-
cialista, asume una nueva clase dirigente provincial que da inicio a una nueva eta-
pa de la política. Por un lado, significa el ingreso de renovados sectores sociales al
poder ya que, como mencionamos, el poder político estuvo históricamente ligado
a una clase o elite oligárquica que detentaba el poder.
En el clima de inicio a la democracia, se instaura un discurso de ampliación
de derechos y de acceso a los mismos, por parte de los sectores populares, aunque
en las prácticas políticas, la forma de construir el carisma continúa replicando pa-
trones históricos de dominación, basados en la relación del político como patrón
o persona encargada de administrar la provincia como “estancia”. En esta modali-
dad, el trato personalizado con el poder y sus funcionarios es clave para el acceso
a derechos como prebendas.
Como plantea Carrasco, los políticos de este período empiezan a viajar a la
zona con fines de hacer campaña y cooptar a los indígenas como posibles votantes
(2005: 253-293). Un hito destacable, en este contexto, es que a partir de entonces
con la reforma constitucional los intendentes municipales serán elegidos por el
pueblo y no propuestos por el gobernador. De ese modo, se abren nuevos espacios
y vínculos políticos desde los poderes locales, concentrados en la “burguesía”
comercial y técnica de sectores vinculados a YPF y de “terratenientes” locales,
descendientes de pioneros que titularizaron grandes propiedades y “fincas” de la
zona a su nombre.
Cabe destacar que el Departamento San Martín, junto con el de Orán, con-
centra la mayor cantidad de población, en la provincia, luego de la Capital. En los
períodos electorales, se convierten en lugares fundamentales para dirimir el curso
de una votación. Tratándose de un Departamento con gran cantidad de población
indígena, los partidos políticos les dirigen atención y establecen formas de vin-
culación, donde se articulan anteriores tramas y prácticas de asistencia social. Se
abren nuevos espacios de participación en las instituciones públicas y se amplían
el margen de adhesiones políticas, donde se consideran las demandas y voces de
los dirigentes indígenas, en la política provincial.
En este período, el Intendente municipal Alberto Abraham “cede” un espa-
cio físico para que puedan deliberar y canalizar sus demandas los caciques. A
mediados de la década de los ‘80, se conforma con mayor empuje el modelo de
organización multiétnica del Consejo de Caciques y comienzan a realizar viajes a
la ciudad de Salta. Asimismo, los funcionarios públicos también incrementan su
presencia en la zona. Las gestiones se enfocan sobre todo en el tema de las tierras,
xxx 137

en un momento en que las comunidades eran constantemente desplazadas y relo-


calizadas al no contar con títulos de propiedad.
En el período que va desde 1985 al 1990, se observa una mutación en la que
los indígenas dejan de ser visualizados por el Estado sólo como objeto de asisten-
cia pública y pasan a ser considerados en los espacios de la política, en principio
a través de su participación en los partidos políticos (PJ principalmente).43 Un
“viejo” cacique de la etnia tapiete que no habla castellano, relata a través de la
traducción de su hija parte de esta historia:
“Él cuenta que cuando ellos surgieron como comunidades indígenas
dice que ellos se juntaban todos los caciques de las distintas etnias,
y viajaban a hacer las gestión y mientras ellos gestionaban se iban
dando cuenta de que necesitaban una organización entre los caci-
ques y ahí dice que ellos hacen una asamblea y quedan de acuerdo
de que si podían hacer el Consejo de Cacique, y ahí se juntan las 7
etnias y ahí se arma el Consejo de Caciques.
–¿Se acuerda en que época fue?
–Será en el año 86 yo era chica debe ser en el año 86.
–Con Romero viejo.
–Si con el padre porque yo me acuerdo que tenía 15, 16 y sabia estar
el Consejo de Cacique.
–¿Y cómo era la relación entre los distintos dirigentes como hacían
para organizarse?
(hablan en su idioma)
–Después que ellos se han quedado de acuerdo dice que se han ve-
nido a verlo al intendente de la municipalidad y ahí el intendente
le han dado un espacio así que ahí en la municipalidad así que ahí
hacían todas las asambleas.
–Y cómo eran antes los caciques?
–¿Lo que yo ahora entiendo de lo que era antes eran buenos los caci-
ques. Porque gracias a los caciques a la buena gestión que han teni-
do los caciques nosotros hemos logrado tener lo que ellos tanto han
luchado que es la tierra, a la larga iban poniendo ellos a personas
jóvenes que estaban capacitados para que salgan a delante porque
algo que le faltaba a ellos era saber leer y escribir pero hasta donde

43 Cabe recordar que en este período un representante guaraní logra ganar una elección en 1991 como
diputado provincial.
138 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

yo he visto que han puesto jóvenes que a la vez no estaban apoyando


a los caciques y o sea que como ellos ya estaban ahí trabajando ya
no hacían lo que decían los caciques sino ello hacían lo que ellos
decían, por eso es que a la vez los caciques iban observando y ya
ello no a la vez ya no valoraban a los caciques ya no trabajaban…
Así que así empieza cada uno trabajaba para su comunidad” (Re-
presentante Tapiete, 80 años, ex cacique del Consejo de Caciques.
Tartagal, 2009).

El ingreso a la burocracia y la participación política, la creación del


Instituto Provincial del Aborigen
El Consejo de Caciques fue el antecedente que generó un modelo de relación
para entablar el diálogo y los vínculos con el Estado provincial. Cuando se bus-
có la unión entre los distintos pueblos, también se fue gestando la idea de crear
una institución especializada en los asuntos indígenas. Así se planteó mediante un
proyecto de Ley 6373, la creación del Instituto Provincial del Aborigen (IPA) en
1986. A partir de la formación del Consejo de Caciques en tanto autoridades en la
zona, se esperaba que fueran ellos quienes seleccionaran y delegaran la autoridad
en otros referentes para crear una institución a nivel provincial:
“Entonces, se formó el Consejo de Caciques y a partir de ahí, al
formarse el Consejo de Caciques se pensó también de buscar una
institución propia de los indígenas la cual es donde ellos plantearon
un proyecto de ley de lo que es la creación del Instituto Provincial
del Aborigen, el IPA. De ahí surge un debate, por supuesto, porque
como le decía, hubo varios antecedentes, de cómo veían que había
un equipo de representantes como caciques como autoridades de
palabra, faltaba otro más para que dentro de la estructura institu-
cional hubiera otro, pero ya no integrado por los caciques sino, los
caciques mismos elegían su representantes, para que pueda repre-
sentarlos a nivel institucional, y pueda trabajar a nivel provincial,
no a nivel local. O sea que se expandían más las responsabilidades
para empezar a trabajar, es ahí donde se presentó el proyecto de
ley, ese proyecto de ley donde inclusive yo mismo fui también para
apoyar, para que saliera ese proyecto, me acuerdo que estuvimos
hasta las dos de la mañana, tres de la mañana, para que pudiera ser
aprobada esta ley, hasta inclusive para ser aprobada, toda la noche
hasta el otro día… ese es el sacrificio que hoy es IPPIS44 que al fin y

44 Se refiere a la actual institución Instituto Provincial de los Pueblos Indígenas de Salta, que reem-
plaza al anterior IPA.
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 139

al cabo queda como un instrumento sin nada, porque parecería que


no hubo… digamos eso, hubo un retroceso de lo que anteriormente
cómo se manejó el IPPIS” (Representante guaraní, Tartagal, 2008).
Emerge entonces un nuevo plantel de representantes indígenas incorporados, esta
vez, a un nuevo espacio burocrático –anteriormente inexistente– para la partici-
pación política indígena. La aprobación de la Ley provincial es recordada por
muchos como el resultado de una lucha, del sacrificio y una esperanza de reco-
nocimiento, aunque con el tiempo, la institución fue quedando desanclada de sus
inspiraciones iniciales.
Los nuevos “dirigentes”, seleccionados por los viejos caciques, entablan una
nueva forma de relación con el Estado intermediada por los partidos políticos.
Esto será motivo de fuertes diferencias y fragmentaciones como veremos más
adelante.
El Estado a través del PJ, como partido en el poder, conforma nuevos canales
de tratamiento de la cuestión indígena. El primer paso en esa dirección fue la rea-
lización del Censo Indígena, para dar cuenta de la cantidad de población indígena
de la provincia.45
Los fundamentos de la realización del Censo eran conocer cuál era el “grado
de aculturación” en el que se encontraban estos pueblos, con el objetivo de inte-
grarlos paulatinamente al desarrollo, accediendo a los beneficios de la ciudadanía
como miembros de un Estado “benefactor” que, se suponía, era capaz de garan-
tizar derechos universales a la vivienda, la salud, la educación, el trabajo, entre
otros.
El retorno a la democracia se produce en medio de un contexto donde se
ponderan como principios fundamentales los derechos humanos y civiles, promo-
vidos por Convenciones y Declaraciones a nivel internacional, que se introducen
una serie de legislaciones Nacionales y Provinciales.46 Dentro de esta adecuación
del marco jurídico Provincial, en el año 1984 la nueva Constitución de la Provin-
cia de Salta, introduce un artículo que reconoce algunos derechos a los pueblos
aborígenes:

45 Este censo provincial fue con posterioridad cuestionado en cuanto a los criterios empleados para el
relevamiento y los resultados obtenidos. Sin embargo, se convirtió en una herramienta del Estado
para tener mayor información sobre la situación social de los indígenas.
46 Ley Nacional núm. 23302 de 1985 (enmarcada en el Convenio OIT 107). Constituciones provin-
ciales de: Chaco, Art. 34 de 1957; Chubut, Art. 71 de 1957; Formosa, Art. 57 de 1957; Jujuy, Art.
50 de 1986, Neuquén, Art. 239 de 1957, Río Negro, Art. 42 de 1988, Salta, Art. 15 de 1986. Leyes
provinciales de: Chaco, núm. 3258 de 1987; Chubut, núm. 3247 de 1988, Formosa, núm. 426 de
1984, La Pampa, núm. 1228 de 1990, Mendoza, núm. 5754 de 1991, Misiones, N°2727 de 1989,
Neuquén, núm. 306 de 1962, núm. 808 de 1973 y núm. 1800 de 1989; Río Negro, leyes núm. 2287
de 1988 y N°2553 de 1992. Salta, núm. 6373 de 1986, Santa Fe, núm. 5487 de 1961 núm. 10375
de 1989 (Altabe, Braunstein y González, 1997).
140 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

“La Provincia protege al aborigen por medio de una legislación


adecuada que conduzca a su integración en la vida nacional y pro-
vincial, a su radicación en la tierra, a su elevación económica, a su
educación y a crear la conciencia de sus derechos, deberes y posi-
bilidades emergentes de su condición de ciudadano” (CP 1986, Art.
15).47
En ese marco, la creación del IPA marca un hito importante de concreción de un
espacio específico de tratamiento de la cuestión indígena a nivel provincial como
primer institución indigenista.48 En el seno del IPA se incorporan los “nuevos”
representantes indígenas como parte de la burocracia estatal provincial y se abren
espacios laborales en la administración pública pensados para los pueblos indíge-
nas.
Asimismo, se crean “cargos” para los indígenas ya sea como maestros bilin-
gües o agentes sanitarios. Los nuevos puestos en el Estado abrieron la posibilidad,
anteriormente inexistente, de insertar demandas particulares desde la visión indí-
gena, aunque también se convirtieron en espacios de disputa por la retribución sa-
larial, asociada con el puesto. A su vez, el acceso a los “cargos” fue conformando
nuevas distinciones y jerarquías al interior de las comunidades.
Si bien estas acciones habrían significado un primer paso en el reconocimien-
to del derecho indígena, eran pensadas desde los sectores políticos de la provincia
como una concesión o un privilegio otorgado a ciertos indígenas, en función de
la paulatina asimilación a los valores culturales hegemónicos de la sociedad no
indígena.
El contexto democrático de la década de 1980 significó, sobre todo para aque-
llas comunidades urbanas y peri-urbanas incorporadas tempranamente al sistema
misional, educativo y al mercado laboral, el acceso a un mayor manejo de códigos
del blanco. Este acceso se hizo a costa de la negación al derecho a mantener su
propia cultura. Ser indígena significaba la asunción de una posición inferior en la
jerarquía social, vinculada a una condición de pobreza, culturalmente “atrasada”
de cuyas desventajas el Estado provincial “protegía”, promoviendo un “desarrollo
integral”.49 En ese sentido, la dimensión del reconocimiento toma un carácter dis-
crecional y meritorio.

47 Este artículo, como otros similares de otras provincias, reflejan en alguna medida la visión asi-
milasionista “que tienen a los indígenas como destinatarios de políticas de acción social más o
menos respetuosas de su diferencia cultural aunque manteniendo en líneas generales, la ideología
integracionista del Convenio 107 de la OIT” (Carrasco, 2000).
48 Para ver en mayor detalle sobre las política indigenistas salteñas y sus mutaciones más importantes
(Carrasco, 2005: 253-291).
49 Este desarrollo era entendido como un proceso progresivo y opcional, destinado para aquellos
individuos que reunían ciertas aptitudes y condiciones; racionalidad, competencia lingüística, ac-
titud positiva hacia el trabajo o el progreso.
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 141

El vínculo con instituciones de “desarrollo” nacional e internacional


En la década de 1990, se introducen nuevos cambios socio-políticos importantes,
que incidirán en la conformación de las actuales organizaciones. La epidemia de
cólera acontecida en el año 1992 afectó esta zona, convirtiéndola en un área de
riesgo. Esto impulsó una serie de intervenciones sobre la cuestión sanitaria, donde
la cuestión indígena cobró visibilidad. Se trató de una coyuntura en la que múl-
tiples instituciones estatales e internacionales pusieron el foco de atención, por
primera vez, sobre la cuestión indígena de la provincia de Salta.
Como cuentan algunos testimonios, se hicieron presentes en la zona fun-
cionarios y técnicos del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID) y otras instituciones, desde donde se promovían proyectos vinculados con
el desarrollo de infraestructura, para la provisión de agua potable, eje principal de
atención para el control de la epidemia. Grupos de la nueva dirigencia indígena
van a entablar, por primera vez, contacto directo con otros agentes externos a la
política local y provincial.
De ese modo el antiguo Consejo de Caciques se conforma en una nueva orga-
nización ya con el nombre de Asociación, con autoridades, estatutos y personería
jurídica. El reconocimiento estatal como Asociación, les permitió gestionar recur-
sos con instituciones estatales como el Ministerio de Desarrollo Social y conseguir
financiamiento internacional del BID, a través de programas destinados a las po-
blaciones indígenas. De ese modo, la Asociación sorteaba el aval de las autorida-
des municipales y provinciales:
“Pero más antes, cuando, estaba en proceso de conformación del
Consejo de Caciques, …antes que tuviera personería jurídica, tu-
vimos también un contacto con el Banco Mundial, en la época del
cólera. En la época del cólera todos los municipios habían pedido
financiamiento para subsanar lo que es el tema del agua por ejem-
plo, donde vinieron muchos fondos, a través del Banco, y nosotros
fuimos unos de los que hemos reclamado que nosotros queríamos
tal cual como se desarrolla la cultura indígena ¿no? Cómo queremos
el agua. Entonces queríamos ser copartícipes de los fondos que ya
habían financiado. […] me acuerdo en una época cuando vino direc-
tamente la firma del convenio este, muchos se quejaron de que los
indígenas no iban a poder administrar los fondos para poder ejecutar
ese programa, en la cual hubo muchas denuncias inclusive de los
legisladores, senadores y diputados, mandaron la denuncia diciendo
que era incapaz de que un indígena administren los fondos que por
ahí se firme con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación con
el Banco Interamericano de Desarrollo, mandó inclusive el gober-
nador sugerencias de que se trabaje directamente con el Ministerio
de Desarrollo Social no con la comunidad, y menos con el Consejo
142 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

de Caciques, pero gracias a ese espacio digo yo a nivel internacional


siempre porque el Banco Interamericano de Desarrollo sabe bien
cual es la necesidad, que ellos están sabiendo bien cómo es el pano-
rama, nos dieron esa vez esa oportunidad para poder trabajar en ese
proyecto porque es el Componente de Atención a la Participación
Indígena, del cual yo fui Coordinador del Consejo de Caciques, ahí
empezamos a trabajar en las comunidades” (Representante guaraní,
Tartagal, 2008. Propia selección).
En ese encuentro, los representantes indígenas plantean sus demandas concretas y
establecen acuerdos directos con los funcionarios de las agencias internacionales.
A partir de entonces, se empiezan a recibir fondos y ayudas para capacitación,
dependiendo de su propia gestión sin la intermediación del Estado, en diferentes
áreas tales como el desarrollo productivo, el tema tierras, recursos naturales y
liderazgo indígena. Esto consolidó un principio diferente al modo en que se venía
trabajando el tema de los “proyectos”, pues emerge por primera vez un principio
de autogestión y autonomía en el manejo de los recursos. Esto implicó, en lo suce-
sivo, un distanciamiento mayor con las instituciones del Estado y, posteriormente,
con otras instituciones no gubernamentales.
De las reuniones establecidas entre el Consejo y los funcionarios de las agen-
cias internacionales se llegaron a realizar cursos y talleres de capacitación, entre
los años 1993 y 1995, que eran realizados por técnicos del Centro Nacional de Or-
ganización de Comunidades (CENOC) y el Componente de Atención a la Pobla-
ción Indígena (CAPI). Estas acciones promovían pautas de manejo en diferentes
áreas, que sirvieron para ir sedimentando nuevos modelos de “participación indí-
gena”, diferentes a los que habitualmente se conocían desde la burocracia estatal.
En los talleres de capacitación, se ponía énfasis en la formación de las propias
capacidades y los principios de autogestión. La canalización de recursos direc-
tos hacia los indígenas constituyó un tema que promovió la diferenciación y el
conflicto entre los intereses de los representantes de comunidades y los agentes e
instituciones estatales. Desde el Estado, se sospecha sobre la “capacidad” de los
representantes indígenas sobre el manejo de recursos mientras que se presenta al
poder gubernamental como el mejor garante de este manejo.
Los talleres se transforman en espacios de vínculos que cobran una autono-
mía relativa de las autoridades locales y provinciales. Se van conformando nuevos
horizontes de búsqueda y acciones en torno a pensar alternativas desde sus propias
capacidades. En ese sentido, la “falta de capacidad”, aducida por el entorno lo-
cal, es contestado con nuevas herramientas que son apropiadas como un elemento
clave en la presentación de sus aspiraciones; el lenguaje técnico, el discurso jurí-
dico, el principio de participación con autonomía entre otros, son códigos de un
lenguaje promovidos por los organismos internacionales que se van apropiando a
nivel local:
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 143

“Entonces ahí comenzó y el CAPI fortaleció mucho el Consejo de


Caciques porque ahí cada comunidad decidía qué proyecto quería
que se financie es decir, no decidíamos ni yo como coordinador,
sino las comunidades elegían cuáles eran los proyectos prioritarios,
y a partir de ahí ellos elegían sus técnicos para la formulación de
proyectos. No es que nosotros pondríamos ingenieros si es en la par-
te productiva, en la parte de infraestructura no poníamos nosotros
sino más bien ellos decidían. Así comenzó, pero así también como
eso muchas experiencias lindas ¿no? Que al fin y al cabo muchos
sabrán decir no se ha hecho nada, se hizo, muchas cosas, y muchas
cosas que había que corregir y mejorarla ¿no? Si bien es cierto que
el Consejo de Caciques firmó un convenio de capacitación con el
Banco Mundial y un convenio con el Banco Interamericano de De-
sarrollo, es porque hay capacidad. Es porque hubo resultado, hubo
mínimamente un avance. A eso recurro yo, gracias a Dios que en
esa época, muy joven empecé a trabajar en este proceso de forma-
ción a mi me eligieron como coordinador de esos talleres del Banco
Mundial y a su vez dentro del Banco Interamericano de Desarrollo
también como coordinador del programa, así que desde ahí he cono-
cido mucho el proceso de avance de las comunidades, he conocido
muy bien digamos donde está el negativismo de lo que es digamos
nuevos ideales de poder hacer el desarrollo, lo que siempre veo que
no se respeta los valores tradicionales, o los valores y principios de
cada pueblo. Por esa razón fracasan los proyectos” (Representante
guaraní, Tartagal, 2008. Propia selección).
Esta experiencia con instituciones de orden nacional e internacional, dejarían
como saldo una nueva forma de concebir la participación indígena en la decisión
de sus propias necesidades. Aun cuando se reconoce que se trata, todavía de un
discurso externo, ya que tanto los técnicos como expertos son de afuera, queda la
aspiración de desarrollar sus propias capacidades técnicas y saberes, como forma
de autogestión y desarrollo.

Planes de desarrollo, privatizaciones, conflictos sociales y cuestión indígena


Durante el período 1995-2007 el Gobierno de la Provincia, decide proyectar dis-
tintos mega emprendimientos de desarrollo. Uno de los mismos tuvo como foco
–en el área del Pilcomayo del Chaco salteño– los terrenos conocidos como Fiscal
55 y 14. En principio, se planifican rutas y caminos internacionales para integrar
la provincia con el MERCOSUR. En este proceso se producen fuertes resistencias
y movilizaciones indígenas en oposición a las políticas gubernamentales. En nom-
bre del “desarrollo regional” y enmarcados en un proyecto de corredor bioceáni-
co, se proyectaba construir un puente internacional, sobre territorios indígenas,
144 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

bajo un discurso que afirmaba apostar por la “integración” de esta zona, pensada
como “marginal e improductiva”. Este proyecto desencadenó la toma del puente
y la protesta social en el año 1995 (Buliubasich y Rodríguez, 1995; Carrasco y
Briones, 1996; Gordillo y Leguizamón, 2002). Los reclamos de tierras a través de
movilizaciones, luchas y demandas históricas –como las ocurridas en los lotes fis-
cales 55 y 14– permitieron la visibilidad pública trascendiendo el ámbito local. En
este caso, el reclamo territorial fue la base sobre la que se conforma la asociación
Lhaka Honhat (Nuestra Tierra) como organización indígena más consolidada en la
región, creada para encabezar el proceso de demanda de estas tierras.50
Hacia fines de los ‘90, las acciones de protesta y la organización emergente
del conflicto por la tierra, se constituyeron en un referente simbólico y político
importante para las reivindicaciones por derechos indígenas en otras zonas del
llamado umbral al Chaco. Estos sucesos van a poner en perspectiva una nueva
concepción de luchas y reivindicaciones indígenas ahora basándose en los nuevos
instrumentos legales para la defensa de los derechos territoriales y étnico-identita-
rios y nuevas pautas organizativas que se tomarán como referencia en el contexto
de Tartagal.
Dentro de la Provincia de Salta, la zona de Tartagal y todo el Departamento
San Martín es un espacio donde el estado provincial dio mayor impulso y garantía
a las acciones de las empresas transnacionales. Se trata del área productiva de
mayor desarrollo en la provincia en las actividades hidrocarburífera y agrícola de
la actualidad. Por tanto, es quizás también el escenario donde pueden leerse con
mayor agudeza las consecuencias sociales de la reforma neoliberal, así como las
múltiples manifestaciones de reclamos y demandas de indígenas y no indígenas,
afectados por estos procesos.
“Como nuestra comunidad (chulupí) está asentada al costado de la
ruta 34, entre Tartagal y Mosconi, vivimos muy cerca los cortes de
ruta. Nuestro pueblo sufre muchísimo la pobreza y la falta de tra-
bajo, por eso toda la comunidad fue al primer corte de ruta, porque
querían trabajo. Esa vez salió toda la gente a la ruta, hasta los an-
cianos, los abuelos, los niños y las mujeres salieron a pedir trabajo
[…] la policía empezó la represión y había muchísima gente […]
yo estaba muy triste de ver tanta gente herida, tanta gente que tenía
heridas de bala. Había mucha sangre en el piso. La gente del pueblo
solo tenía hondas y palos y los policías tiraban con balas de goma
y de plomo; también tiraban gases lacrimógenos. Todo estaba muy

50 Empieza a gestarse en 1984, cuando distintas comunidades de cinco pueblos diferentes: autodeno-
minados actualmente como wichí (mataco); komlek (toba), iyojwaja (chorote), novacklé (chulupi)
y tapiete, elevan un pedido al gobierno de la provincia Salta, por la titulación de los lotes en forma
comunitaria (Carrasco y Briones, 1996).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 145

feo pero las mujeres […] resistimos hasta el final. Necesitábamos


trabajo para dar de comer a nuestros hijos. (Relato pueblo chulupí,
tomado de Noemí Quinto. Taller de memoria étnica, en Cravero,
2005: 142).
“El cacique dijo a su pueblo: el que quiere ir que levante la mano.
Cuando escucharon estas palabras, todos aplaudieron y los hombres
y mujeres estaban decididos a arriesgar sus vidas en la ruta. Así se
decidió ir a la ruta y hacer frente a todo para ser escuchados. La
gente decía que el gobierno viene mintiendo desde hace muchos
años, se hacen promesas pero no se cumplen, y la gente necesita
las tierras. Luego de la reunión que hicieron en ese lugar nadie se
fue a su casa, únicamente las mujeres que tenían bebes recién naci-
dos” (Relato del pueblo wichí tomado de Nancy López, en Cravero,
2005: 143).
Se trató de un período de lucha donde la cuestión de la tierra, a través de los re-
clamos de los títulos, se posiciona con mayor fuerza y visibilidad. Por un lado, el
derecho a la tierra en el marco de las nuevas legislaciones, empieza a ocupar un
eje central en las reivindicaciones indígenas.51 Por el otro, porque materialmente
siempre la autosubsistencia de la tierra fue la principal fuente de sustento, seguida
por el trabajo informal, y ante la falta de trabajo generalizada, se tuvo que salir a
reclamar.
Las manifestaciones masivas de cortes de ruta o “piquetes” se inician en 1997
y se agudizan en 1999 y 2000. El estado provincial había respondido a la protesta
social, mediante violentas represiones que dejaron como saldo muertes civiles,
saqueos, enfrentamientos armados y distribución de planes, como elemento palia-
tivo del conflicto. A su vez, estos hechos hicieron que los reclamos indígenas per-
dieran fuerza, como plantea Trinchero: “El reclamo por las tierras mediante cortes
de ruta reconoce antecedentes ya en las movilizaciones de 1997. Comunidades
indígenas ubicadas en los alrededores de Tartagal y sobre la ruta 34 fueron activas
partícipes en la formación de piquetes” (2004: 119).
Ante la movilización social que congregaba sin distinción a criollos e indí-
genas, los agentes del estado provincial, respondieron reprimiendo y dividiendo
según criterios étnicos. A los indígenas se los habría desactivado, ofreciendo a sus
dirigentes tierras y planes sociales.
Durante este período de fuerte movilización social, la entrega de algunos
títulos de tierras lotes fiscales de la provincia52 y planes sociales, sirvieron a los

51 Art. 75 Inc. 17 CN y Convenio 169 OIT.


52 En el caso de los sectores indígenas que participaron en estas movilizaciones, a la demanda de
trabajo se sumó la demanda de las tierras, que ya tenían una larga trayectoria de lucha, pero que
–en este contexto– se articula con el apoyo legal en los nuevos instrumentos jurídicos, donde el
146 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

funcionarios estatales como mecanismos para desactivar oportunamente la pro-


testa, dividiendo los reclamos amparados en derechos indígenas de los reclamos
sociales de los trabajadores desocupados.
En general, los eventos de protesta y movilización “piquetera” se instauraron
como la modalidad más recurrente de los grupos desempleados, para efectuar re-
clamos por derechos ya que no existían otros canales de negociación. La reforma
estatal, formalmente había desligado al Estado de su responsabilidad social, tras-
ladándola a las organizaciones del sector civil.
Estas rupturas permearon el espacio de la institución indigenista IPA. Para los
sectores indígenas, significó un cambio en las relaciones o vínculos “de palabra” y
de “confianza” o “inocencia política”, que habían sido el patrón común de las re-
laciones entre los anteriores caciques indígenas y el Estado. De pronto, el vínculo
entre la dirigencia indígena y el Estado estaba atravesado por múltiples tensiones.
En este período, se fue conformando un nuevo grupo de dirigentes indígenas
conocidos comúnmente por otros indígenas como “piqueteros” o “conflictivos”,
por su constante recurrencia al corte de ruta o piquete, como vía de reclamo. Fren-
te a este grupo, el Estado provincial fue progresiva y paulatinamente desarticulan-
do y cooptando a algunos dirigentes, a través de negociaciones particulares. Se les
ofrecía algunas respuestas parciales a sus pedidos, a cambio de desmovilizar la
protesta y desarticular los reclamos de otros sectores indígenas.
En ese período de crisis, se reconfigura la institución indigenista a nivel pro-
vincial. El IPA desaparece y lo reemplaza el nuevo Instituto Provincial de los
Pueblos Indígena de Salta (IPPIS).53 A su vez, en el año 2001, se crea el Institu-
to Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) a nivel nacional, acorde a los nuevos
principios de las leyes y artículos introducidos en la Constitución Nacional (75
Inc. 17) y la Constitución Provincial (Art. 15). De manera concomitante se instru-
mentan registros de comunidades, tanto a nivel nacional como provincial creados
como Registros de Personerías Jurídicas.
En un contexto de reformas, el Estado provincial y nacional, se encuentra
presionado para responder a las masivas demandas generadas por la crisis produci-
da por el neoliberalismo. En el caso de Salta, como puede extraerse de la memoria
de los que participaron en la protesta, el Estado reaccionó primero a través de la

estado queda obligado a dar tratamiento a la cuestión. También sucedió que esta forma de reclamo
se concentró en un grupo discreto de dirigentes quienes lograron insertar algunas demandas parti-
culares y conseguir títulos sobre parcelas de algunos lotes fiscales, “ofrecidos” como solución por
el gobierno, ubicados a más de 15 km, de la ciudad, sin agua, ni servicios y para uso múltiple de
diversas comunidades, quienes debían resolver los límites de cada uno. Esto se hacía como forma
de ir resolviendo parcialmente su situación por la vía de la negociación política y, de parte del go-
bierno, para “destrabar” los conflictos y acallar la protesta de los dirigentes con mayor capacidad
de presión. Pero se trataba de acciones particulares que no contemplaban la situación del contexto
y que por lo tanto una gran cantidad de demandas y de situaciones críticas, quedaron sin cubrir.
53 Para mayor detalle sobre el cambio institucional, ver Carrasco (2005: 253-293).
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 147

represión directa que incluyó la muerte de algunos dirigentes sociales. Con poste-
rioridad, negoció con las organizaciones de piqueteros que demandaban principal-
mente por fuentes laborales, imposibles de rearticular luego de las privatizaciones.
Tanto a nivel nacional como provincial, se destinaron como paliativos “pa-
quetes de asistencia social”: Planes trabajar, Planes Jefes y Jefas de Hogar, entre
otros. Se trataba de subsidios directos para reemplazar la escasez de salario, pero
que no atendían a la crítica situación y condición social, ya que eran programas
focalizados que se asignaba bajo criterios de vulnerabilidad social, sin llegar a
cubrir las necesidades de toda la población afectada. Además se trataba de in-
gresos exiguos, que no alcanzaban más que para cubrir escasamente parte de la
alimentación, mientras que otros derechos sociales –anteriormente reconocidos a
los empleados– como los aportes jubilatorios y las coberturas de salud, quedarían
sin restituir y perdidos en su mayoría.
La creación del INAI en el año 2001, como institución, marca la incorpo-
ración de la problemática indígena por primera vez, a nivel nacional, ya que no
existían antecedentes institucionales previos. Se trató de un campo experimental
de atención que emerge, como plantean Lenton y Lorenzetti (2005), como parte
de un neo asistencialismo estatal destinado a paliar los efectos de la crisis social
sobre la población indígena.

La reestructuración del IPA a IPPIS y el registro de personerías jurídicas


Los nuevos instrumentos legales de los pueblos indígenas, fueron adquiriendo
mayor visibilidad pública y se incorporaron paulatinamente a la normativa de las
jurisdicciones. La reforma constitucional de Salta, en 1998, incorpora el reconoci-
miento a los pueblos indígenas como un ejemplo de este proceso.54
Al mismo tiempo, en medio de la crítica situación social y de la implemen-
tación de los planes sociales focalizados, las certificaciones de pertenencia a una
comunidad indígena se impusieron como un requisito para recibir las “ayudas”
del Estado. Para la realización de gestiones relacionadas a los títulos de la tierra,

54 En su artículo 15, estipula “I. La Provincia reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pue-
blos indígenas que residen en el territorio de Salta. [...] Reconoce la personalidad de sus propias
comunidades y sus organizaciones a efectos de obtener la personería jurídica y la legitimación
para actuar en las instancias administrativas y judiciales de acuerdo con lo que establezca la ley.
Créase al efecto un registro especial”. Reconoce y garantiza el respeto a su identidad, el derecho
a una educación bilingüe e intercultural, la posesión y propiedad de las tierras fiscales que tradi-
cionalmente ocupan, y regula la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano.
Ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes ni embargos. Asegura
su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y demás intereses que los afecten
de acuerdo a la ley. [...] II. El Gobierno Provincial genera mecanismos que permitan, tanto a los
pobladores indígenas como no indígenas, con su efectiva participación, consensuar soluciones en
lo relativo con la tierra fiscal, respetando los derechos de terceros. (Constitución Provincial, 1998).
148 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

el acceso a financiamientos de proyectos, la solicitud de becas, pasajes o ayudas


económicas, entre otras, se comenzó a exigir esta certificación.
El cambio operado desde el IPA a la nueva estructura del Instituto Provincial
de Pueblos Indígenas de Salta (IPPIS), solo representó una transformación nomi-
nal y formal. Cuando la creación del nuevo instituto se realizaba acorde a la nueva
legislación, el IPPIS es intervenido por el gobierno provincial –durante casi toda
la gestión de Juan Carlos Romero (1995-2007)–. El diseño organizacional preveía,
anteriormente, una serie de instancias de elección de representantes indígenas por
etnias y regiones desde el cual surgiría la representación indígena frente al Estado
para atender sus necesidades específicas resguardando sus derechos e identidad.
De ese modo, lo que representaba, formal y legalmente una ampliación y un avan-
ce en el horizonte de reclamos, por reconocimiento de derechos indígenas, se ve
truncada por la intervención gubernamental. La única institución provincial con
referencia específica a la cuestión indígena, dotada de facultades para centralizar y
atender las demandas y ofrecer garantías a los reclamos, fue manejada de manera
directa por la Gobernación de la Provincia. De ese modo, tanto los recursos polí-
ticos como económicos de la institución, quedan a disposición de la voluntad de
la política del gobernador que privilegió, durante toda su gestión, intereses parti-
culares de los funcionarios en el poder, en nombre del interés público, en estrecho
vínculo con las empresas transnacionales.55
Como justificativo de la intervención, el gobierno aducía el “mal manejo de
fondos”, por parte de los indígenas dentro de la institución (Carrasco, 2005: 253-
293). De manera progresiva, los indígenas fueron excluidos y reemplazados por
administrativos, profesionales y técnicos no indígenas, a fin de “racionalizar” el
uso de los recursos, destinados a atender la cuestión indígena.
Esto provocó un profundo descontento por parte de los pueblos indígenas
quienes, durante la década de 1980, habían luchado por concretar ese espacio
como un eje de articulación política autárquico del poder gubernamental. La po-
lítica indigenista del gobierno de Juan Carlos Romero fue en clara contradicción
con la que se había gestado en el período que gobernó su padre Roberto Romero
(Carrasco, 2005). Aun cuando en las prácticas y coyunturas de la crisis, Romero
(h) supo utilizar el vínculo afectivo que su antecesor había generado en ciertos di-
rigentes leales al partido justicialista. La intervención del IPPIS, como la posición
del gobierno de Romero (h) propiciaba divisiones y fracturas entre los dirigentes
indígenas y se constituyó en un modo de desarticular los reclamos legítimos.
Durante 1995-2003, el gobierno cooptaba a un sector de dirigentes indígenas
y los posicionaba como representantes “legítimos” ante la prensa, en desmedro
y desatención de otros referentes que encabezaban reivindicaciones y reclamos,

55 Recordemos que el 2% de las regalías de las empresas hidrocarburíferas recientemente privatiza-


das debían destinarse a esta institución.
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 149

enmarcados en las normativas constitucionales. También era habitual que un sec-


tor de la dirigencia indígena, sea convocada para intermediar como portavoces
“autorizados” del gobierno, profundizando aún más las fracturas. Como plantean
muchos dirigentes actuales:
“Los políticos nos han destruido […] La culpa también es de nues-
tros dirigentes que se venden a los políticos […] Te tiran 100, 200
pesos y ya después no podes reclamar nada, te tapan la boca […]
Los dirigentes que están en el IPPIS no están para apoyar a las co-
munidades, ellos ven por su bolsillo y se olvidan de la gente […]
los políticos te envuelven con palabras dulces, te ofrecen dinero, eso
es lo que nos divide a nosotros […] te cocinan en una oficina 4 x 4
y después dicen que eso es participación” (Frases y fragmentos de
testimonios de varias entrevistas. Propia selección).
El Registro de Personerías Jurídicas Indígenas Provinciales, entidad encargada
de registrar administrativamente a las comunidades, se convirtió en una nueva
herramienta al servicio de desmovilizar los conflictos de acuerdo a los intereses
gubernamentales. Se constituyó en fuente de contabilización y de “otorgamientos”
formales sin base en las prácticas reales y concretas. El trámite, por lo general, se
hacía en la ciudad de Salta o, en algunos casos, en “terreno” pero con poco tiempo
para difundir la información y, por ende, sin respetar los principios de organiza-
ción propios de las comunidades. En cambio, se imponía un esquema típico de las
asociaciones vecinales que tenían como sustrato el asociativismo barrial y urbano,
instaurándose este modelo o formato organizacional, cuyo esquema de autorida-
des era propuesto por los funcionarios gubernamentales.
El reconocimiento en personas jurídicas, se constituyó en el paso obligado
en lo formal para garantizar y legitimar los procesos de demandas por el derecho
a la tierra, las viviendas, o cualquier otro reclamo al estado. Se exigía así, que
las comunidades estuvieran inscriptas en el registro de personería jurídica para la
realización de gestiones, por ello se iniciaron múltiples trámites de inscripción.
Esto conllevó a la particularización y fragmentación de los grupos conformados en
comunidades, a tal punto que el trámite se constituyó en un obstáculo burocrático
que obstruyó otros modos de acceder a los derechos reconocidos y efectuar recla-
mos, en base a las legislaciones indígenas.
Cabe agregar que en este período emergen comunidades “inventadas” y nue-
vos “caciques” nombrados desde las instituciones gubernamentales, para destra-
bar algunos conflictos puntuales con las empresas. Estos nuevos “representantes”
se superponían con las nombradas por las propias comunidades:
“Viene un cacique de una línea política y después viene otro, el
cacique que teníamos antes era más respetado y después vienen [los
del gobierno] y dicen ‘desde ahora él va a ser, sin respetar, sin la
150 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

consensualidad del pueblo (Representante guaraní, taller de dere-


chos humanos. Propia aclaración).
“Los usan a los pobres dirigentes y ellos no están preparados. […] y
es lamentable como está trabajando desde la parte política […] los
hermanos de la comunidad […] desconocían totalmente lo que es-
taban haciendo sus dirigentes en nombre de la comunidad. (Estaban
firmando un acuerdo con una empresa petrolera con intermediación
del gobierno) o sea que no están autorizados para que hagan esta
cosa. Ese […] está puesto por el gobierno, también cuando lo hemos
cuestionado, hemos ido a la casa de mi comadre y lo hemos hecho
llamar ahí, que nos diga la verdad. ¿Quién lo ha elegido cacique
[…] y sabe lo que nos ha contestado él? No, eso me han designado
desde Salta el Dr. A. [encargado del registro provincial]” (Represen-
tante guaraní, Taller de derechos humanos, Tartagal, 2006. Propia
selección y aclaración).
Esta orientación de la intervención gubernamental, es sentida por muchos indí-
genas como una pérdida de poder y como un abandono por parte del Estado de
los asuntos indígenas. Esto se agrava con la falta de respeto y de cumplimiento
de la norma de la consulta a las autoridades indígenas y a las comunidades sobre
los asuntos que las afectaba de manera directa. En ese marco –de retraimiento del
Estado o, peor aún de su intervención a favor de las empresas– es que toman ma-
yor relevancia instituciones civiles y ONGs, para atender algunas de las demandas
indígenas, pero sin posibilidad de garantizar los derechos que el Estado reconoció
y no hizo efectivo.

A modo de cierre
En este artículo hemos tratado de reflejar diferentes formas de acceso a la ciuda-
danía por parte de los sectores indígenas de Tartagal en su vínculo con el Esta-
do provincial. Para enmarcar estas relaciones, desarrollamos algunas cuestiones
vinculadas al poder local, que nos permiten sugerir que en la zona de Tartagal,
tanto el monopolio estatal, el poder hegemónico, como el acceso a distintas formas
de ejercer la ciudadanía, se fueron concentrando a favor de un sector social (del
“blanco”) que prosperó en la zona principalmente mediante el acaparamiento de
tierras para el emprendimiento comercial, maderero y ganadero, y por otro, me-
diante la consolidación de una burguesía asalariada vinculada a la empresa YPF.
Los grupos indígenas y no indígenas de la zona tuvieron, durante gran parte
del siglo XX, una posición subordinada en el esquema político provincial, fuerte-
mente asociado a la dominación de la oligarquía terrateniente salteña, que conso-
lidó su poder desde el régimen colonial y que estuvo históricamente apoyada en el
poder militar y el monopolio jurídico de los títulos de la tierra.
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 151

El poder político de los sectores no indígenas hegemónicos de la zona de


Tartagal se consolidó más tardíamente en estrecho vínculo con el estado nacional.
Entre 1950-1980, se conformó una burguesía asociada a la empresa petrolera del
Estado, con ideologías y trayectorias diferenciadas en torno a un nuevo modelo
de ciudadanía a la “argentina”, centrada más en el progresismo político, en el
ascenso social por medio del consumo y la profesionalización en torno a valores
“modernos”. En el caso de los “terratenientes” o pioneros locales, los vínculos es-
tablecidos con el Estado nacional y las instituciones militares le permitirán realizar
mayores “progresos” y, desde entonces, modalidad de relaciones con los sectores
conservadores provinciales y con las prácticas más tradicionales de ejercicio del
poder “a la salteña”. En la conjugación de ambos grupos, se perfilan algunos li-
neamientos políticos centrados en valores nacionalistas y populistas que vienen
del partido justicialista y que marcan una diferencia respecto a los patrones de
dominación de la oligarquía, asentada en formas “aristocráticas” que encuentra su
expresión en otros modelos locales más conservadores, como el caso del Partido
Renovador de Salta (fundado por el ex gobernador de la dictadura militar: Ulloa).
Paralelamente, los sectores indígenas, vinculados de manera subordinada con
estos grupos, fueron recibiendo ciertos “beneficios” de ciudadanía, de manera par-
cial. En primer lugar cuando obtuvieron los documentos de identidad el que fue un
hecho significativo en el ingreso a los derechos. El acceso a la educación, la salud,
la vivienda, entre otros, se dio de manera esporádica, particularizada y concentra-
da en las áreas más urbanizadas.
En relación a las instituciones educativas, su inserción estuvo condicionada
desde sus orígenes por la homogeneización de valores sociales y el modelo de
conducta social centrado en el progreso, la civilización y la negación de las cos-
tumbres culturales de todos los pueblos indígenas. Durante este proceso se cons-
tituyeron estereotipos rígidos de categorías sociales, a partir de la cuestión racial
dominante. Desde allí, lo criollo se perfila como modelo predominante mientras
que lo indígena como estigma social. Esta imagen aun prevalece en las escuelas a
pesar del ingreso de los docentes bilingües en el sistema educativo.
En torno a la salud, las instituciones sanitarias operan mediante el intento
de erradicación de las costumbres culturales y los saberes tradicionales. De ese
modo, se desdeña el tratamiento del cuerpo y la salud basado en el conocimiento
y el saber local en torno al valor medicinal de las plantas. El higienismo como
forma de intervención se ha focalizado en la erradicación de costumbres locales
para la prevención de enfermedades. El acceso al agua es el principal elemento en
que se centran las intervenciones sanitarias y constituye un problema crónico en
la zona. En las áreas urbanas hay un acceso limitado al agua que se torna crítico
en algunas zonas rurales. Allí además de las limitaciones en su disponibilidad, el
agua se monopoliza en quienes tienen la propiedad de la tierra, quedando muchos
sectores sin posibilidad de acceso a este recurso con las consecuencias aparejadas
152 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

para la salud. Se suma a esto, la falta de confianza en el sistema de la salud, que,


salvo excepciones –agentes sanitarios– no contempla la realidad social de los pa-
cientes indígenas.
En relación a la vivienda, actualmente un gran número de comunidades pe-
riurbanas y rurales de la zona (incluidas algunas del Chaco salteño) y cuentan con
casas de material construidas por instituciones del Estado, sin embargo el acceso
a los títulos de los terrenos, es escaso. Algunas viviendas fueron entregadas du-
rante la dictadura militar desde una concepción de progreso individual que llevó
a algunas familias a tener que abandonar los lotes de terreno donde contaban con
espacio para desarrollar cultivos. La transformación de las misiones a los barrios,
conllevó el cambio de las costumbres indígenas centradas en el vínculo solidario
y la contención del espacio comunitario a una concepción individual y parcelada
del espacio. Además, dicho parcelamiento –con el tiempo frente al crecimiento
demográfico de las familias– resultó insuficiente aúnpara el uso de vivienda. Con
la llegada de la democracia, los partidos políticos, han utilizado el acceso a títulos
de los lotes o parcelas, como forma de buscar adhesiones políticas contribuyendo
a la fragmentación y división de las comunidades.
Los planes de asistencia y los proyectos de desarrollo constituyeron un con-
junto de dispositivos a través de los cuales los indígenas fueron convirtiéndose en
beneficiarios. Conforme con esta visión tecnocrática y racional, sus costumbres
pasaron a ser visualizadas como atraso y asociadas a una condición de pobreza, la
cual debía combatirse o erradicarse en pos del desarrollo y la modernización. Estas
acciones se promovieron en la década de 1970 de la mano de las misiones y algu-
nas instituciones del Estado, cuando se crearon espacios de atención particulariza-
da de la cuestión indígena en el marco de las políticas sociales. Las intervenciones
asistenciales tendían a reemplazar la carencia de ingresos con algunos beneficios
directos o la inculcación de modelos de desarrollo centrados en pautas de manejo
racional de los recursos.
El ingreso a la participación política se dio, en principio, a partir de las orga-
nizaciones que las autoridades gubernamentales de los regímenes militares habían
ido consolidando a través del dialogo con los caciques. Estos caciques, a su vez,
ingresaron en el esquema gubernamental diferenciándose de los “antiguos” líderes
o figuras de autoridad tradicionales. En el nuevo ingreso a las instituciones esta-
tales se van concentrando figuras de poder en torno al manejo de la palabra y la
capacidad de gestión ante las autoridades estatales. En ese nexo se conforma una
organización multiétnica que concentraba las demandas de los diferentes pueblos
de Tartagal, donde comienza un primer acercamiento con el Estado. En el período
democrático, los intendentes municipales otorgaron mayor espacio a este modelo
de organización aunque el diálogo con estas autoridades continuó siendo de carác-
ter asimétrico y mediado por la confianza en el poder de la palabra. En un contexto
en que el idioma era un obstáculo importante fue más factible que los intereses de
Ciudadanía, racismo, luchas y tensiones 153

funcionarios guberamentales fuesen co-optando y manipulando las voluntades de


los caciques.
Más tarde, se conforma una nueva estructura de representantes que consoli-
daran y darán forma a la primer institución indigenista provincial. Estos nuevos re-
ferentes, de una generación más joven, ocuparán cargos y espacios de representa-
ción anteriormente inexistentes. La nueva dirigencia elaborará algunas demandas
y formularan problemáticas centradas en torno a los derechos sociales universales.
Puede decirse que las distintas formas de ingreso a la ciudadanía se dieron
históricamente de forma subordinada y dependiente de los intereses hegemónicos
no indígenas durante gran parte del siglo XX, hasta la década de 1980. Esta mo-
dalidad empezó a cambiar pero algunos de sus rasgos aún se mantienen vigentes.
Desde mediados de los años 1990, se producen dos transformaciones impor-
tantes. Una de ellas, vinculada al reconocimiento de los derechos indígenas en la
constitución nacional el que implicó un hito importante para la reconfiguración de
las identidades étnicas en términos políticos y el reforzamiento de los reclamos de
tierras en términos jurídicos que toman como base de referencia las normativas
implementadas.
En segundo lugar, mencionamos cómo estos avances en materia legal y el
paso a nivel de las políticas de Estado de un modelo monista a otro multicultural,
fueron insertándose en un contexto social y económico crítico producto de la mis-
ma reforma de Estado hacia un modelo económico y político neoliberal. Esto en el
ámbito local se tradujo en una serie de privatizaciones de lo público, y tuvo como
consecuencia una crisis generalizada, asociada a la falta de trabajo que desencade-
nó movilizaciones y reclamos, por parte de los trabajadores desocupados a las que
se sumaban las comunidades indígenas de sectores urbanos de Tartagal.
En este proceso se amplía la brecha social entre los sectores pobres que pier-
den el acceso a derechos anteriormente garantizados por el Estado y, a la vez,
emergen nuevos agentes del capital transnacional que van a redefinir el espacio
a favor de las actividades extractivas y agrícolas con fuerte impacto en áreas de
ocupación indígena, generándose múltiples conflictos.
En el marco de estas transformaciones se fueron consolidando un conjunto
de cambios institucionales en el Estado para dar tratamiento a la diversidad. Esto
abrió nuevos espacios de participación política a los sectores indígenas, pero si-
multáneamente, fue constituyendo nuevos instrumentos administrativos eficaces
para la intromisión del Estado en los asuntos indígenas. En el caso de la provincia
de Salta, las personerías jurídicas, fueron utilizadas en diferentes situaciones con-
flictivas, para la identificación con fines concretos de desarticulación y fragmenta-
ción de las demandas por derechos.
La desregulación estatal y su desatención en el terreno de lo social, fue el es-
cenario propicio para la emergencia de nuevas organizaciones civiles e indígenas.
En este terreno, las organizaciones comunitarias del pueblo guaraní han tendido a
154 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

consolidarse y reconstituirse en términos de mayor autonomía y autogestión, que


otros pueblos de Tartagal. Reproduciendo en alguna medida las jerarquías históri-
camente establecidas entre estas comunidades étnicas.
Como rasgo general en el proceso de las organizaciones indígenas más re-
cientes, puede notarse una mutación importante en cuanto al liderazgo indígena
que se reconstituyó a partir de los nuevos cargos y espacios de representación
estatal. Las nuevas figuras de autoridad se fueron reconfigurando, a renovadas
agencias donde la gestión centrada en el manejo de la escritura y el uso de los
papeles, es un requisito clave de esa autoridad. En las prácticas esto se traduce en
múltiples rivalidades y divisiones internas entre las figuras preexistentes y las nue-
vas autoridades que obstaculizan o fragmentan el proceso de luchas y demandas y
reivindicaciones por derechos.
Para finalizar, como se ha podido visualizar en cada una de las áreas de in-
terrelaciones múltiples que desde el Estado se abrió hacia los pueblos indígenas:
educación, salud, acción social, etc., muchos de los derechos se han ido constru-
yendo de manera relacional y en términos de una concesión discrecional dada por
el Estado según los criterios de inclusión/exclusión, históricamente establecidos y
localmente interpretados como válidos.
A pesar de que las categorías de ciudadanía se han ido ampliando e inclu-
yendo a los pueblos indígenas, estas modificaciones normativas, implementadas
en un contexto como la provincia de Salta, con códigos culturales, jerárquicos y
anti-igualitarios herederos de la historia colonial, mantienen vigente la dimensión
de la consideración en las prácticas políticas respecto a cuales indígenas serían
o no considerados ciudadanos o sujetos con derechos. Esta dimensión arbitraria
y discrecional, es la que aparentemente permite que en la actualidad sigan tan
vigentes prácticas de exclusión, violencia y despojo hacia los pueblos indígenas
formalmente legitimadas desde el Estado.
II-2 Tensiones entre políticas agrarias
y derechos indígenas y ambientales
El caso de los agronegocios en Ballivián

Norma Naharro; Marcela Amalia Álvarez y Mónica Flores Klarik

E
Introducción
n los últimos veinte años hubo un importante avance legislativo en materia
de reconocimiento de los derechos indígenas y ambientales, a la vez que
paralelamente se ha impulsado una política agro-económica basada en la
producción de soja y otros cultivos extensivos destinados a la exportación. Este
trabajo tiene como objetivo mostrar, a partir del caso de Ballivián, la contradicción
inherente a la ejecución articulada de estas políticas.1
El proceso económico aludido se inició a partir de la reconversión productiva
en la región de la pampa húmeda, destinando al cultivo de soja tierras que ante-
riormente se dedicaban a la ganadería vacuna y al cultivo de cereales. La gran ren-
tabilidad de la actividad incentivó la ampliación de la frontera agropecuaria avan-
zando sobre territorios que aún conservaban bosque nativo, especialmente del área
chaqueña, Martínez Dougnac (2013) señala que en las provincias extrapampeanas
se registra un aumento de 227% en la superficie ocupada con soja. Fortaleciendo
esta tendencia, las políticas gubernamentales alientan el incremento de este tipo de
producción. Esto es observable en el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroin-
dustrial Participativo y Federal (Argentina 2010-2020) donde se establece como
meta, para ese lapso temporal, un aumento del 317 % en la producción de combus-
tibles a partir de soja.2 Otra de las medidas auspiciosas en este sentido consiste en
el Decreto 1339 del año 2012, mediante el cual se aumentaron las retenciones al
biodiesel al 24,2%, cifra que sigue por debajo de las retenciones a la exportación
de grano y aceite de soja (35% y 32% respectivamente) (Toledo López, 2013). Es
más que claro el aliciente estatal a la producción de agrocombustibles, en especial
biodiesel.

1 Gudynas (2009) plantea que esta contradicción está presente en diferentes estados progresistas
latinoamericanos que a nivel discursivo declaman la no ingerencia de los grupos de poder eco-
nómico en las decisiones políticas, pero que en la práctica las economías estatales tienen como
base significativa las retenciones provenientes de la exportación, evidenciando dependencia de los
mercados globales, especialmente en relación a la minería, el petróleo y los monocultivos. El autor
denomina esta situación como neoextractivismo progresista.
2 PEA (2010: 115) [en línea] Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, http://www.
minagri.gob.ar/site/areas/PEA2/14=Publicaciones/index.php.
156 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

El cumplimiento de esta meta depende del incremento de la productividad


y/o de la incorporación de nuevas áreas a la producción. En el corto y mediano
plazo los analistas prevén un incremento de la superficie sembrada especialmente
en el Noroeste Argentino. “La expansión a través de tierras podrá darse principal-
mente en Salta y Santiago del Estero y en menor medida en Jujuy y Catamarca.
Tucumán prácticamente no presenta zonas disponibles” (Devani et al., 2007).
Para el caso de la provincia de Salta, en el período que va de 1990 a 2010, la
producción de soja creció un 668% pasando de 220 mil toneladas a 1,66 millones
de toneladas, la mayor parte de este incremento se dio por incorporación de nuevas
áreas al cultivo ya que en ese mismo período los rendimientos aumentaron sólo un
25% (Naharro y Álvarez, 2011).
Si bien en el presente trabajo nos centramos fundamentalmente en los des-
montes, no hay que perder de vista que el impacto de la ampliación de la frontera
agropecuaria tiene consecuencias negativas sobre la población local que van más
allá de las que produce la pérdida del bosque, ya que el paquete tecnológico em-
pleado por las empresas agrícolas se caracteriza por el uso de semilla transgénica/
agroquímicos lo que impacta en la salud de las personas. En ese sentido hay que
señalar que más del 90% de la superficie sembrada con soja en Argentina emplea
soja transgénica (Naharro y Álvarez, 2011).
“Para el caso de la Argentina, se espera una ampliación de la fronte-
ra agrícola con la incorporación de nuevos eventos como, por ejem-
plo, tolerancia a la salinidad. En función del incremento en el área
sembrada se espera un crecimiento en el uso de semillas y agroquí-
micos (herbicidas, insecticidas, fungicidas, fertilizantes e inoculan-
tes)” (Vilella et al., 2010).
Como señala la Red de Desarrollo Agroforestal (en adelante REDAF),3
“este modelo, si bien produce importantes ingresos de divisas a la
Argentina, tiene como consecuencia altos costos sociales y ambien-
tales, entre ellos, la expulsión de familias campesinas de la zona
rural, desaparición de pueblos, aumento de población en la periferia
urbana, ecosistemas colapsados y problemas de salud por fumiga-
ciones con químicos, disminución de algunos cultivos, como por
ejemplo, arroz, caña de azúcar y algodón” (REDAF, 2010: 17).
En relación a como pensar estos procesos que acontecen o se inscriben en el lugar
vemos, siguiendo el planteo de Harvey (2007), que en la nueva era del capital, la
forma de acumulación por desposesión incluye el despojo territorial, la mercanti-
lización de la naturaleza, la cultura, etc. En esta modalidad, a diferencia de la era

3 REDAF, véase en página de la organización [en línea] www.redaf.org.ar.


Tensiones entre políticas agrarias 157

del capitalismo industrial, la población excedente (libre para vender su fuerza de


trabajo) no tiene posibilidad de reinserción como la tuvo en la era del capitalismo
industrial. Por ende mientras la presión sobre la tierra se incrementa la absorción
de mano de obra tiende a desaparecer. En el caso del Chaco salteño, como han
señalado varios autores, entre ellos Gordillo (2006), a los indígenas se les permitió
la vida en la medida en que fueron útiles como mano de obra para los ingenios,
obrajes, etc. En la actualidad, estas actividades, o han ido desapareciendo o se
han mecanizado, los agronegocios insumen muy poca mano de obra. La imple-
mentación de este tipo de emprendimientos torna a los indígenas en prescindibles
(Mignolo, 2003).
Lorenzetti (2014) plantea una idea similar marcando que el modelo político-
económico implementado en el chaco salteño ha ido forjando cierta idea de dis-
pensabilidad del indígena “que nace para morir por una inadecuación para ser par-
te del cuerpo social y político del Estado-Nación” (Espinosa Arango, 2007: 56).
En ese mismo sentido también consideramos el planteo de Foucault (2007
[1979]) acerca del utilitarismo en la biopolítica, donde el Estado gobierna sobre la
noción de utilidad, lo que se considera útil en términos poblacionales. Esta noción
articulada con el racismo de Estado, que según Foucault, es inherente a todos los
estados capitalistas, permite construir categorías de sujetos deseables e indesea-
bles en términos biológicos. El racismo es el modo en que en el ámbito de la vida
que el poder tomó bajo su gestión, se introduce una separación entre lo que debe
vivir y lo que debe morir (Foucault, 1996).
En esta distinción se establece una jerarquización de los grupos humanos
en buenos e inferiores –justificada en términos de raza– que habilita la condición
de aceptación del homicidio. El dejar morir no sólo implica una acción directa,
sino también exponer a la muerte o multiplicar para algunos el riesgo de muerte.
(Foucault, 1996).
En la Argentina esta separación se establece desde el proyecto político-espa-
cial que ha sido definitorio de la historia nacional: el intento de hacer del país un
espacio blanco y libre de indios-mestizos-negros (Gordillo y Hirsch, 2010).
En Salta, como hemos mostrado en otro trabajo, el racismo opera como una
producción de ausencias (de Souza Santos, 2010), en tanto estrategia sistemática
de invisibilización del otro o como una forma consciente y activa de inhabilitación
(Flores Klarik, Álvarez y Naharro, 2011). Además del racismo inherente al estado
moderno republicano, se reactualizan matrices coloniales de racialidad exacerban-
do sus consecuencias.
En este marco analizamos el campo de tensión producido por las contradic-
ciones que supone por un lado la promoción de actividades que reditúan impor-
tantes ingresos tanto para un sector empresarial en expansión como para el Esta-
do (vía retenciones impositivas) y por otro lado, la existencia de legislación que
protege los bosques nativos y el derecho de los pueblos indígenas al territorio.
158 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Hemos elegido el caso de Laguna Cuchuy en el municipio de Ballivián, porque


es representativo de una región donde hay comunidades wichí cuya supervivencia
física está amenazada por el acorralamiento al que se han visto compelidos. Como
se muestra en los mapas presentados más adelante, a lo largo de estos años su
situación se ha visto deteriorada profundamente por el avance de los desmontes.
En este trabajo analizamos mecanismos y formas prácticas de operar de la
gran empresa agrícola y de algunos organismos estatales, mediante los cuales se
pretende disolver esta contradicción mencionada anteriormente, legalizando y le-
gitimando actividades que son violatorias de los derechos humanos reconocidos
por el mismo Estado.
Para el análisis, hemos tomado como registro principal, datos obtenidos
mediante trabajo de campo realizado en el marco de los proyectos PICT núm.
2008-2084 “Producción de la desigualdad y de la Pobreza en Salta del presente”,
del Proyecto CIUNSA núm. 1968 “Dinámica de población y tierra en el Umbral
al Chaco. Estudio focalizado en el municipio de Ballivián - Departamento San
Martín, Salta” (2012-2013), además de informes producidos por el equipo en el
marco de procesos judiciales por cuestiones territoriales. Para este artículo hemos
prestado especial atención y revisado expedientes burocráticos del ámbito provin-
cial, considerando el contenido de informes de impacto, mapas, imágenes, notas,
desgrabaciones de las Audiencias Públicas (AP) y todo otro documento contenido
en los mismos. El abordaje del expediente se realizó desde una perspectiva et-
nográfica. En este trabajo se pone especial atención en las AP convocadas por el
Gobierno Provincial, para la recategorización del uso de suelo en el territorio de
las comunidades del área de Ballivián. Tomamos como base la transcripción de las
AP que están incluidas en el expediente ya que no estuvimos presentes, ni pudimos
acceder a la documentación audiovisual de las mismas.
Este hecho, que en principio puede parecernos una limitación, hace que nos
circunscribamos a lo que oficialmente queda del momento audiencia, del registro
que de la misma sobrevive para el Estado. Lo que figura en el expediente es lo que
permanece de esa instancia temporalmente acotada.
Consideramos la AP como un recorte tempo-espacial de alta densidad social
que permite, de manera privilegiada, analizar la red de relaciones que se estable-
cen entre los empresarios agrícolas, las comunidades y los funcionarios estatales.
En el artículo se desarrolla primero el contexto histórico-geográfico de la
región chaqueña y el marco legal vigente relacionado a la temática. En el acápite
siguiente, abordamos las formas estatalizadas de dar respuesta a las demandas de
los indígenas, las que obstaculizan el acceso a los derechos reconocidos. Presen-
tamos además algunas de las estrategias discursivas con las que fundamentan su
accionar los sectores hegemónicos relacionados a los agronegocios, accionar que
–como muy bien lo marcó James Anaya– profundiza la brecha existente entre el
marco normativo de los derechos indígenas y su implementación (ONU, 2012).
Tensiones entre políticas agrarias 159

Posteriormente realizamos una breve descripción del Municipio Ballivián, lo que


nos permite ubicarnos en la especificidad del caso y visualizar la importancia que
tiene, para las comunidades el territorio sobre el cual se discute en las AP anali-
zadas. Finalmente abordamos la instancia de la AP de dos expedientes4 en los que
se tramita el cambio de categoría de uso de suelo de predios ubicados en territorio
indígena y que son parte del último reducto del monte que les queda, a las comu-
nidades que allí habitan.

Contexto geográfico, histórico y legal


El Departamento San Martín es una de las veintiún unidades administrativas-terri-
toriales en que se divide la Provincia de Salta, República Argentina. Está situado
al Norte de la Provincia y limita al Norte y Noroeste con la República de Bolivia,
al Este con el Departamento Rivadavia y al Sud y al Sudoeste con el Departamen-
to de Orán. Este departamento tiene una superficie de 16257 km2 y cuenta con
una población total de 156910 habitantes.5 Está integrado por los municipios de
Salvador Mazza (20670 hab.), Aguaray (14788 hab.), Tartagal (69225 hab.), Gral.
Mosconi (22271 hab.), Gral. Ballivián (2599 hab.) y Embarcación (27357 hab.).
El departamento San Martín, desde el punto de vista ecológico, abarca las
regiones naturales de Bosque Chaqueño y Yungas o Selva Tucumano-Oranense.
Entre estos dos ecosistemas hay una zona de ecotono denominada Umbral al Cha-
co, también conocida como Selva de Transición o Selva Pedemontana. Esta es una
zona intermedia entre el sistema montañoso andino y la gran llanura chaqueña
(Prudkin, 1989).
En la zona denominada Umbral al Chaco se concentran los principales cen-
tros urbanos ubicados a lo largo de la traza de la Ruta Nacional 34 la cual conecta
a Salta con Bolivia.
Históricamente, la zona estuvo habitada por diversos pueblos, en su mayoría
cazadores, pescadores y recolectores de origen chaqueño y otros horticultores de
zonas selváticas. En el período colonial fue una zona que se mantuvo en un rela-
tivo aislamiento, con escasas incursiones militares y eclesiásticas que no lograron
cumplir con sus objetivos de dominación territorial.

4 Cabe aclarar que si bien son dos Expedientes y dos Audiencias Públicas, éstas se realizaron una a
continuación de la otra, con los mismos actores involucrados y, en la segunda AP, permanentemen-
te se hacía referencia a lo tratado y explicado en la primera.
5 Censo 2010 [en línea] http://www.mininterior.gov.ar/municipios/datos-municipio.php.
160 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Imagen II-2-1
Ubicación geográfica del Departamento San Martín, Provincia de Salta
Fuente: www.mapoteca.edu.ar

A fines del siglo XIX posteriormente a la conformación del Estado Argentino, se


aplica en estos territorios –como sucedió en otros países de América Latina– la
doctrina de la terra nulis6 (Zuñiga Navarro, 1998) lo que justificó el despliegue de
una serie de campañas militares para incorporar definitivamente la zona –conside-
rada vacía o desierta– al territorio nacional. Los Pueblos que allí habitaban fueron
incorporados como mano de obra temporal para la economía regional basada so-
bre todo en los ingenios azucareros y los obrajes madereros.

6 Esta doctrina de terra nullis o terra nullius (del latín: tierra de nadie) en derecho internacional
permitía ocupar tierras sin dueño previo.
Tensiones entre políticas agrarias 161

Los territorios incorporados quedaron a título del Estado llamándoselos lo-


tes fiscales. A continuación se inicia un proceso denominado de colonización que
implicó la entrega gratuita o venta de titularidades sobre la tierra conquistada a
miembros de la oligarquía local, militares que participaron de la conquista del
Chaco y pobladores criollos dedicados a la ganadería extensiva.7 Como conse-
cuencia de esto, los pueblos indígenas pierden paulatinamente el control sobre sus
territorios quedando confinados en áreas restringidas. En simultáneo tiene lugar un
proceso de sedentarización forzada y arrinconamiento de los Pueblos Indígenas,
apuntalado por una serie de políticas vehiculizadas por instituciones estatales y
religiosas tendientes a la asimilación y ciudadanización con pretensiones de mol-
dear sus hábitos y costumbres en torno a la necesidad de utilizarlos como mano
de obra.8
En las primeras décadas del siglo XX el descubrimiento y explotación de
petróleo estimuló la construcción de vías férreas y la urbanización del área, con-
formándose distintos asentamientos poblacionales sobre territorios indígenas. El
crecimiento de las ciudades se vinculó, en parte, a la inmigración de grupos de
orígenes europeo y asiático que fueron apropiándose y titularizando tanto la zona
céntrica como grandes superficies de los alrededores de los pueblos, forzando a
las familias originarias a ir corriéndose hacia las márgenes. A la vez, estos núcleos
urbanos actuaron como polo de atracción para los indígenas del interior del Chaco
argentino y boliviano quienes los utilizaban como parada intermedia en sus mi-
graciones estacionales relacionadas a la zafra azucarera de los ingenios de la zona.
En los ‘70 con la mecanización de la cosecha del azúcar, el circuito migrato-
rio estacional vinculado a los ingenios se va reemplazando parcialmente por el de
la cosecha del poroto, entre otros.
Hasta este momento, más allá de intentos dispersos de registro y conteo,9 para
el Estado Argentino la cuestión indígena no formaba parte de la agenda guberna-
mental. Como plantea Leonor Slavsky (1992: 73) desde la finalización de la con-
quista del Chaco por parte del Estado Argentino, se instala en la opinión pública
un conjunto de ideas estereotipadas sobre los grupos aborígenes, las que la autora

7 Carrasco y Briones (1996) señalan que la Ley 817 de inmigración favoreció la instalación de co-
lonos ganaderos en la zona del Chaco.
8 En este sentido son elocuentes las palabras del Dr. Victorica quien impulsó y dirigió las campañas
militares al Chaco. En su informe de 1885 expresaba: “pienso que será provechoso para la civi-
lización de estas tribus favorecer su contacto con las colonias de la costa, donde no tardaran de
encontrar trabajo beneficiando las industrias que en ellas se desarrollan. No dudo que estas tribus
proporcionarán brazos baratos a la industria azucarera y a los obrajes de madera como lo hacen
algunas de ellas en haciendas de Salta y Jujuy, si bien considero indispensable también adoptar
un sistema adecuado para situarlos permanentemente en los puntos convenientes, limitándoles los
terrenos que deben ocupar con sus familias a efectos de ir poco a poco modificando sus costumbres
y civilizarlos” (citado por Iñigo Carrera, 1988: 11).
9 Como por ejemplo la realización del Censo indígena argentino de 1967.
162 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

resume en tres proposiciones: “1) No hay indios en la Argentina, 2) Los indios no


fueron eliminados, sino que se integraron a la población total (blanca) y 3) Los
indios de nuestra área tenían muy bajo nivel cultural”. Señala además que “esta
visión de la cultura argentina como un crisol de razas, como un gran paraguas que
tiende a aglutinar a la población en un sentido europeizante […] también ejerció su
poderosa influencia sobre el ámbito académico y las políticas gubernamentales.”
A partir de 1983, con el retorno de la democracia, y
“frente al fracaso de las políticas de integración sociocultural de
camuflar lo indígena bajo una sociedad concebida como entidad ho-
mogénea, los legisladores y el poder ejecutivo salteño ensayarán
diversas estrategias de circunscripción del sujeto indígena codifi-
cando sus demandas, para que puedan acomodarse a los planes po-
líticos” (Carrasco, 2005: 213).
Es en este marco que se realiza el primer Censo Provincial Aborigen de Salta
(1984) y posteriormente, en 1986 se sanciona la Ley 6373 “de promoción y de-
sarrollo del aborigen”. En el mismo año en la nueva Constitución Provincial se
incorpora un artículo relacionado a los indígenas “combinando tutela e integración
sociopolítica con desarrollo económico” (Briones, 2005: 254). Esto creó el marco
para la emergencia de las primeras organizaciones indígenas en estrecho vínculo
con los partidos políticos y la burocracia estatal.
A partir de la década de 1990, con el auge de las políticas neoliberales imple-
mentadas por el gobierno de Menem, se inician procesos de cambio a nivel eco-
nómico y político, con un alto impacto en la región. Por un lado la privatización
de la empresa petrolera estatal YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), produce
una alta tasa de desocupación en la zona, originándose el Movimiento Piquetero.10
Por otro lado se profundiza el proceso de expansión de la frontera agropecuaria.
En el área de estudio, este proceso implicó el desmonte de grandes superfi-
cies con el objeto de habilitar tierras para el cultivo y esto repercutió en desmedro
del uso y acceso de los indígenas a los recursos y al territorio. Relacionado al
paquete sojero, la reactivación del mercado de tierras, fue derivando en la ins-
talación de empresas en territorio de comunidades indígenas, profundizando el
arrinconamiento y la expulsión de las mismas, lo que agudizó las contradicciones
y desigualdades ya existentes históricamente.
Por otro lado, a nivel político se produce una delegación de lo social en las
Organizaciones no Gubernamentales (en adelante ONG) retrayéndose la política
social del Estado, que hasta ese momento era de carácter universal, a un tipo foca-
lizado. La focopolítica (Álvarez Leguizamón, 2011) se constituye en la forma de

10 Este movimiento Social de Trabajadores Desocupados, en el Noroeste tiene su epicentro en la lo-


calidad de Mosconi donde YPF era una de las principales empresas empleadoras de mano de obra.
Tensiones entre políticas agrarias 163

gobernanza del neoliberalismo y se caracteriza por responsabilizar a los sujetos de


su condición de pobreza, delegando en los mismos la responsabilidad de superarla
mediante la autogestión y la participación. La combinación de la focopolítica con
la política indigenista que se desarrollará en esta década ha dado lugar a lo que
Lenton y Lorenzetti denominaron neoindigenismo de necesidad y urgencia con el
que
“el Estado ha procurado encapsular la cuestión indígena en progra-
mas de asistencia a la pobreza suturando los puntos de conflictivi-
dad […] anulando avances o reduciendo el reconocimiento de los
derechos indígenas a ciertos lineamientos políticos” (Lenton y Lo-
renzetti, 2005: 246).
Un hito muy importante de esta etapa lo constituye la reforma constitucional de
1994 que genera un nuevo marco de reconocimiento de derechos a los Pueblos
Indígenas, los que por primera vez en la Argentina son considerados sujetos co-
lectivos de derecho. Esto implicó un cambio radical en la relación entre el Estado
Argentino y los Pueblos originarios que habitan en su territorio ya que con ante-
rioridad la única mención que se hacía de ellos en la Constitución Nacional tenía
una marcada orientación tutelar señalando como atribuciones del Congreso la de
“conservar el trato pacífico con los indios y promover la conversión de ellos al
catolicismo”.11
En esa misma reforma se dotó de jerarquía constitucional a once instrumen-
tos internacionales de derechos humanos que en su origen estaban relacionados
a los derechos de personas individuales. Sin embargo hay que considerar que tal
como lo señala Matías Duarte (2009: 29-35)
“los Pueblos y comunidades indígenas en su carácter de sujetos
de derechos, no percibían la protección que tales instrumentos les
brindaban a cada uno de sus miembros por lo que resultaban in-
suficientes para proteger y garantizar sus derechos colectivos en
tanto su gran mayoría estaban destinados a los seres humanos in-
dividualmente considerados. [...] No caben dudas que los derechos
humanos individuales de los indígenas sólo pueden ser disfrutados
en la medida que se reconozcan, respeten y garanticen los derechos
colectivos de sus pueblos y comunidades. De allí que se sostenga
que los pueblos y comunidades indígenas son titulares de derechos
que sólo pueden ser ejercidos grupalmente, como es el caso de la
propiedad comunal, el uso de la lengua originaria, el disfrute de los
recursos naturales, etc. Se percibe entonces una íntima vinculación
entre la vigencia efectiva de los derechos colectivos y los derechos

11 Constitución de la Nación Argentina 1853 - 2ª Parte, Capítulo IV, Art. 64, Inc. 15.
164 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

humanos individuales. […] El reconocimiento efectivo de las tierras


indígenas es condición necesaria para que las comunidades indí-
genas puedan disfrutar de su vida con dignidad. Sin tierra no hay
dignidad y tampoco vigencia de su derecho a la vida.”
En Julio del 2000 el Estado Argentino ratifica el Convenio 169 de la OIT, el cual
un año después entra en vigencia. De esta manera éste asume el compromiso de
garantizar los derechos en él reconocidos. La aprobación de la Declaración sobre
los Derechos de los Pueblos Indígenas de la Organización de las Naciones Unidas,
durante el año 2007, constituye otro avance importante.
Pese a todos estos antecedentes legales de reconocimiento de derechos, en
los últimos años los desalojos a las comunidades indígenas se han incrementado,
lo que se relaciona con los procesos económicos señalados anteriormente. Ante la
gravedad de la situación y por la presión de numerosas organizaciones indígenas, a
fines del 2007, se sanciona a nivel nacional la Ley 26160 que declara por un plazo
de cuatro años la emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras tra-
dicionalmente ocupadas por las comunidades suspendiendo –temporalmente– los
desalojos y estableciendo además, mecanismos de relevamiento, financiamiento y
planificación estatal sobre las acciones que deben desarrollarse para que las comu-
nidades indígenas cuenten con mayores herramientas para el reclamo de sus tierras
(mapas de uso, mensuras, estudio de títulos, asesoramiento técnico, etc.).
Esta ley es una herramienta muy importante para que las comunidades se
defiendan de los desalojos que son una de las consecuencias más graves de la falta
de titularidad sobre sus tierras. Sin embargo de su análisis surgen una serie de ob-
servaciones que muestran la ambigüedad con la que permanentemente se mueve el
Estado en materia del derecho de los indígenas a la tierra. En este sentido Duarte
realiza comentarios pertinentes sobre los requisitos que la ley establece para que
opere la suspensión de desalojos:
“En primer lugar, refiere a que la posesión sea actual. Con ello está
excluyendo a todas las situaciones en que las comunidades han per-
dido todo o parte de sus tierras tradicionales. La ley abarca sólo los
casos de comunidades que no han perdido sus tierras. A su vez se-
ñala que debe ser tradicional en la idea de que las tierras que entran
en la emergencia de la ley son aquellas que han sido ocupadas tradi-
cionalmente por las comunidades. Ello deja margen de indefensión
para las comunidades indígenas que han sido obligadas por causas
ajenas a su voluntad a dejar sus tierras tradicionales y que hoy se
encuentran en otras tierras que le sirven de sostén para su existen-
cia cultural. En tercer término, la ley refiere que la posesión debe
ser pública, recogiendo viejos conceptos de las leyes civiles que
indican a la posesión como pública cuando no es clandestina [...]
Tensiones entre políticas agrarias 165

Finalmente, exige que la posesión esté fehacientemente acredita-


da. Este punto supone que en el proceso judicial se desplieguen los
medios de prueba necesarios para acreditar la posesión. Ello puede
traer serios problemas pues las comunidades del norte argentino, (y
en particular las de Salta) padecen de manera sistemática la falta
de acceso a la justicia, ya sea porque carecen de las condiciones
adecuadas, porque es inoportuna o porque el letrado no conoce las
normas que les reconocen derechos” (Duarte, 2009: 45).
Habiendo transcurrido los primeros cuatro años estipulados por la Ley 26160, en
el año 2009, debido al bajo porcentaje de relevamientos realizados en el marco de
la misma, mediante la Ley 26554, se aprueba una prórroga de su vigencia hasta
noviembre de 2013, asignando un nuevo presupuesto para la ejecución. Cumplida
esa fecha y verificándose que no se lograron avances significativos, se sancionó la
Ley 26894 estableciéndose un nuevo plazo para la emergencia territorial hasta el
23 de noviembre de 2017.
Desde el punto de vista de la legislación nacional otro hito relevante lo cons-
tituye la Ley 26331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los
Bosques Nativos, sancionada en noviembre de 2007. Esta Ley establece que las
provincias deben realizar un Ordenamiento Territorial de sus Bosques Nativos (en
adelante OTBN), zonificando las áreas boscosas en categorías de alto, mediano o
bajo valor de conservación (categorías Roja, Amarilla y Verde, respectivamente),
recomendando tener especial consideración por las áreas boscosas ubicadas en
territorios de uso tradicional de comunidades indígenas y campesinas.
En la provincia de Salta, luego de un largo y conflictivo proceso en diciem-
bre de 2008 se sanciona la Ley Provincial 7543 de Ordenamiento Territorial de
Bosques Nativos (OTBN) en la que se retoman las tres categorías definidas en la
Ley Nacional y se estipulan los parámetros a tener en cuenta para llevar adelante
la zonificación. Mediante el Decreto 2785/0912 se aprueba el soporte cartográfico
que, como instrumento de orientación y referencia, delimita las áreas que corres-
ponden a las categorías de conservación establecidas en el artículo 5º de la Ley
Provincial 7543.
• Categoría I (ROJO) incluye el 13% de la superficie total de bosque nativo
(1294778 ha) áreas de muy alto valor de conservación que no deben transfor-
marse, por lo tanto, no pueden ser desmontadas.
• Categoría II (AMARILLO), consideró al 52% de la superficie total de bosque
nativo provincial, áreas de mediano valor de conservación, posible de utili-
zar mediante aprovechamiento sostenible, sistemas silvopastoriles, turismo y

12 Del 30 de junio de 2009.


166 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

recolección e investigación científicas, pero no para cambio de uso de suelo


o desmonte.
• Categoría III (VERDE) consideró al 16% de la superficie total de bosque
nativo, constituyen sectores de bajo valor de conservación que pueden trans-
formarse mediante desmonte.

La mayor parte de los territorios tradicionales indígenas del área chaqueña están
en lo que se zonificó como categoría II (amarillo), y el accionar del gobierno pro-
vincial fue ambiguo al respecto. Por un lado mediante un decreto13 se establece
que no se podrán realizar desmontes en propiedades ubicadas en categoría amari-
llo, que hayan sido objeto de reclamo formal por parte de comunidades indígenas,
hasta tanto no se realice el relevamiento contemplado por la Ley 26160; pero dos
meses después mediante otro decreto conforma un Consejo Asesor del OTBN para
disminuir la incidencia que el mismo “pudiera tener sobre la actividad productiva
de naturaleza forestal, foresto-industrial, agropecuaria y demás actividades econó-
micas vinculadas y sus consecuencias sobre el empleo”.14 Posteriormente también
mediante otro decreto,15 el gobierno provincial estipula los requisitos que se debe-
rán cumplir para recategorizar un predio modificando la categoría originalmente
asignada en el OTBN.
Es importante resaltar que esta posibilidad de recategorización a nivel pre-
dial es uno de los principales resquicios legales a partir del cual se autorizaron
desmontes en zonas protegidas. En este marco se inscriben las estrategias que
describiremos en este artículo.

13 Decreto Provincial 2789, de necesidad y urgencia (3 de julio 2009). Es a partir de este decreto
que los funcionarios empiezan a hablar del “amarillo social” haciendo alusión a que el principal
impedimento para autorizar los desmontes está en la presencia de las comunidades indígenas.
14 Decreto Provincial 3676 (1 de setiembre de 2009).
15 Decreto Provincial 2211 (28 de mayo 2010).
Imagen II-2-2
Mapa: OTBN Provincia de Salta- Aprobado mediante Decreto Provincial del Ministerio
de Ambiente y Desarrollo Sustentable núm. 2785/09 del 30 de junio de 2009
Fuente: http://www.ambiente.gov.ar/?idarticulo=11443
168 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Los agronegocios y el imaginario de la riqueza, el progreso y el


desarrollo
El pueblo Wichí es preexistente al Estado Argentino en el territorio, y mantiene
una forma propia de relación con el mismo;16 esto lo habilitaría dentro de la lógica
del derecho estatal a acceder a la titulación de sus tierras. Sin embargo en el De-
partamento San Martín son las Comunidades Wichí las que tienen el porcentaje
más bajo de posesión de títulos de la Tierra. En el relevamiento realizado por la
Universidad Nacional de Salta y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación
se señala que de las 90 comunidades relevadas que no tienen los títulos de la tierra
el 68% –principalmente wichís– se encuentra en tierras a título de particulares;
el 27% –en su mayoría comunidades guaraníes– está en tierras fiscales; y, el 5%,
en tierras cuyos titulares dominiales son iglesias, siendo las primeras las que se
encuentran más expuestas a la violencia del avasallamiento cotidiano y de los
desalojos (Naharro, Flores Klarik y Kantor, 2009: 59).
En el Informe del Relator Especial de Naciones Unidas para los Pueblos In-
dígenas realizado en julio de 2012, se señala que en el territorio del Estado Ar-
gentino “persiste una brecha significativa entre el marco normativo establecido en
materia indígena y su implementación real”. Para el caso de la Provincia de Salta,
además, especifica:
“El avance de la frontera agrícola ha generado la pérdida de grandes
extensiones de tierras tradicionales de los pueblos indígenas [y que]
una situación de especial preocupación es la situación observada
en el Chaco Salteño, provincia de Salta, habitado por comunidades
del pueblo indígena wichí en las zonas territoriales denominadas
Pilcomayo, Norte Bermejo, Rivadavia Banda Norte, Rivadavia,
Itiyuro-Ruta 86, Bajo Itiyuro y Ballivián. En estas zonas, empresa-
rios agropecuarios han desmontado cientos de miles de hectáreas de
bosques, de los cuales dependen estas comunidades” (ONU, 2012).
La brecha señalada por el Relator tiende a profundizarse ya que la eliminación del
bosque es un proceso irreversible y que a las comunidades les resulta muy difícil
frenar. Pese a contar con un marco legal de reconocimiento de derechos los pue-
blos indígenas ven arrasado su territorio sin encontrar el camino para defenderlo.
En un trabajo anterior17 señalamos que desde la lógica propuesta por el Esta-
do, podríamos ordenar este sinuoso camino a la inclusión, al modo de una receta
a seguir por los pueblos en la larga lucha por el reconocimiento de sus derechos:

16 Incluimos en Anexo una descripción detallada respecto a la especificidad de la relación histórica y


actual que el pueblo Wichí tiene con su territorio, ya que éste es uno de los aspectos que frecuen-
temente se invisibiliza para favorecer el desarrollo de actividades productivas que supuestamente
beneficiarían a la población local.
17 Álvarez, Flores Klarik y Naharro, 2008.
Tensiones entre políticas agrarias 169

1. Ser discriminado como diferente para ser incluido en el orden social estatal a
través de la demostración de estas diferencias.
2. Tener una identidad a ser acreditada.
3. Organizarse en torno a los requisitos que impone el Estado.
4. Entrar en la lógica burocrática que acredita o da títulos de tierra comunitarios
(esfera donde se traban la mayoría de las demandas).
5. Contar con el título que habilita para la gestión de otros recursos y garantiza
el acceso al monte.

En la práctica a la mayoría de las comunidades sólo se les facilita llegar hasta el


punto 3, quedando como única alternativa para contar con recursos para la vida,
apelar a la discriminación positiva que establece cuotas diferenciales dentro de los
programas y planes sociales para aquellos que se validan como indígenas, acce-
diendo a los mismos beneficios (bolsones, becas, subsidios, etc.) que la población
clasificada como pobre vulnerable.
El proceso de desplazamiento y arrinconamiento sufrido por las comunidades
Wichi del actual Municipio de Ballivián es una muestra del despojo que sufren
los Pueblos indígenas en el Estado Argentino. El conjunto de representaciones
socialmente construidas por los sectores hegemónicos basadas en el derecho a la
diversidad hacen visibles algunos elementos de la cuestión indígena, sin embar-
go al mismo tiempo estos sectores hegemónicos niegan la posibilidad de que las
demandas indígenas concretas sean efectuadas en sus propios términos, quedando
entrampadas en los mecanismos de resolución que el Estado ofrece. Las formas
estatalizadas de dar cabida a las demandas incluyen discursos, políticas y acciones
específicas que se asientan en criterios dispares y contradictorios entre sí, que ter-
minan obstaculizando el acceso a los derechos reconocidos.
Dentro del catálogo de discursos socialmente legitimados18 a los que apelan
los actores implicados en las actuales disputas territoriales, el discurso producti-
vista-empresarial es el de mayor trayectoria sociohistórica y se vincula estrecha-
mente con la organización política del Estado, el derecho de soberanía y la pro-
piedad privada. Las bases de este discurso son las representaciones de los sectores
hegemónicos que se expresan mayoritariamente en los medios masivos de comu-
nicación. En ellas los intereses particulares de un sector numéricamente minorita-
rio se encarnan en un abstracto sentido de defensa del bien común o universal,19

18 La temática de los catálogos la desarrollamos en el artículo Territorio en disputa: reflexiones acer-


ca de los discursos que legitiman la propiedad de la tierra en el Chaco Salteño donde sostenemos
que además de estar legitimados socialmente, se respaldan en algún tipo de legalidad estatal (Na-
harro, Álvarez y Flores Klarik, 2009).
19 En relación a esta idea del desarrollo como bien común y como una apelación al interés universal
nos basamos en Bourdieu (1994) quien sugiere que la visión estatal es el punto de vista de los
dominantes: “Todos los valores universales son de hecho valores particulares universalizados […]
(la cultura universal es la cultura de los dominantes, etc.) […] todas estas cosas que los dominantes
170 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

resaltando los aportes que este modelo hace a la generación de riqueza de la zona,
al progreso y al desarrollo regional, apelando a la idea de la creación de puestos
de trabajo, desarrollo de vías de comunicación y servicios, etc.
“El mundo demanda alimentos y nuestra provincia puede produ-
cirlos [...] Salta puede convertirse en una potencia exportadora de
alimentos, siempre y cuando nos lo tomemos en serio. [...] tenemos
no menos de tres millones y medio de hectáreas que podemos in-
corporar criteriosamente a la producción rural para la generación de
alimentos industrializados en nuestro territorio y con fuerte deman-
da de empleo [...] Son las áreas pintadas de amarillo por el ordena-
miento territorial” (El Tribuno, 2014, Salta, 11 de mayo).20
En esta argumentación el año 2008 es presentado como un hito relevante de lo
que se interpreta como obstáculo para el cumplimiento de este bien común, dado
que es en ese año que se aprueba la Ley Provincial de OTBN que categoriza como
área de mediano valor de conservación (Amarillo) la región de expansión de los
agronegocios.
“Salta dispone de cuatro millones de hectáreas no explotadas, reúne
las condiciones naturales para ser potencia alimentaria y, además,
está a un paso de los grandes puertos del Pacífico, que miran hacia el
inconmensurable y creciente mercado asiático.” (El Tribuno, 2014,
Salta, 18 de junio; el resaltado es nuestro).
En este discurso21 la naturaleza es considerada un recurso explotable, un factor
más de la producción y cualquier otra visión sobre la misma es descalificada como

celebran, y en las que se celebran celebrándolas (la cultura, el desinterés, lo puro […]) [nosotras
agregaríamos el desarrollo] sólo pueden cumplir su función simbólica de legitimación porque,
precisamente, se benefician en principio de un reconocimiento de lo universal ‘pues ningún hom-
bre puede negarlas abiertamente sin negar en sí mismo su humanidad’” (Bourdieu, 1997: 157).
Tomando estas ideas proponemos pensar cómo desde el discurso y las prácticas de los sectores
dominantes, el discurso del desarrollo, invocando el interés común y constituido en una doxa, invi-
sibiliza otros intereses y visiones, en el caso que nos ocupa del pueblo Wichí, al quedar excluidos
o fuera del orden simbólico material que impone el Estado. Al instituir y reproducir esta doxa, por
diferentes canales enunciativos: la prensa, la burocracia, etc., los agentes del Estado provincial
consagran sus intereses particulares en universales utilizando la lógica del campo burocrático.
20 El autor de estas palabras es destacado en el matutino como “médico veterinario con vasta tra-
yectoria pública en políticas agroganaderas, alimentación y bromatología”. Estas palabras fueron
vertidas en el transcurso del ciclo de charlas organizadas en el diario El Tribuno (propiedad del
exgobernador y actual senador nacional, Juan Carlos Romero), con la presencia de representantes
del ámbito político de la provincia.
21 Esto nos remite a una cuestión de índole ontológica de la modernidad de la cual el estado es tanto
productor como reproductor, este discurso tiende a legitimar la apropiación de la tierra, concibien-
do a la misma como suelo o sustrato físico, continente de recursos o variables de interés a desarro-
llar. Esta concepción ha ido de la mano del avance del capitalismo moderno y de la conformación
Tensiones entre políticas agrarias 171

atrasada. La supuesta necesidad de incorporar nuevas superficies, antes impro-


ductivas, reactualiza el imaginario civilizatorio del desierto. En el siguiente párra-
fo vemos como además en las argumentaciones se reactivan disputas tradicionales
como la del federalismo provincial versus el centralismo porteño:
“En fin, ejercer nuestro derecho sobre el recurso natural propio.
Provincias vecinas como Chaco, Formosa, Santiago del Estero con
similares calidades agroecológicas a las nuestras avanzaron en con-
cordancia con la propuesta PEA. Hoy se ven los resultados. Nues-
tra legislatura seducida por la letra de una pretendida defensa del
bosque nativo, inspirada en la pluma de algún obnubilado por los
nauseabundos aromas de su Riachuelo, comete la torpeza de avalar
la propuesta del Ejecutivo y creyendo proteger el ambiente sale a la
luz una ley restrictiva y con equivocado criterio ambiental que solo
frena el desarrollo afectando nuestro potencial productivo y alejan-
do inversiones generadoras de riquezas” (El Tribuno, 2014, Salta,
24 de junio; resaltado nuestro).22
El valor fundamental que este discurso destaca es la generación de riquezas, y el
componente de redistribución –de cierta parte de dicha riqueza– se relacionaría
con la generación de puestos de trabajo. Este sector plantea el salario como el
mecanismo a través del cual se da respuesta a la problemática social y la única
forma digna posible de obtener los recursos para la subsistencia material de los
sectores subalternizados, no hay cabida para una manera de ser y estar en el mundo
diferente.23

del Estado, en donde la representación científica del espacio –especialmente construida desde
una visión hegemónica tecnocrática-racional aportada por la geografía clásica– se constituyó en
un modo de formalizar y simbolizar el territorio poniéndolo a disposición de fines geopolíticos
estatales o transnacionales. La tierra no sólo es concebida como un medio de producción sino que,
además, se la considera un bien de mercado y, por lo tanto, factible de fraccionarse y mercanti-
lizarse (compra-venta, arriendo, etc.). Hay una relación de enajenación del hombre con la tierra;
no es necesario cuidarla, simplemente se la explota bajo un cálculo de costo-beneficio. (Naharro,
Álvarez, Flores Klarik, 2009)
22 En esta edición del diario El Tribuno, bajo el titular “Crónicas de una provincia pintada de amari-
llo”.
23 En el proyecto de la modernidad, la representación del espacio está construida por un conjunto de
categorías técnico-científicas tendientes a su cuantificación y a la escisión naturaleza/cultura. Se
crean grupos subalternos valiéndose de sistemas clasificatorios y jerarquizantes […] se obstaculiza
una comprensión mas amplia de los modelos de naturaleza/cultura basados en el lugar, los cuales
son los de mayor implicancia para la vida de las personas ya que en ellos se inscribe su historia, su
sentido de pertenencia y significación social, pero sobre todo su existencia material y concreta que
forma parte de la vida cotidiana y su continuidad en el tiempo (Escobar, 2000).
172 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

“Convertir a Salta en exportadora de agroalimentos va a permitirnos


superar, en un plazo razonable, el desempleo, el empleo en negro y
la dependencia de las familias de la ayuda del Estado”.24
Lo paradójico del tema es que en Ballivián, mientras la producción se incrementa,
los pobladores manifiestan que no hay posibilidades de insertarse laboralmente en
relación a esa producción. Ninguna de las personas de las comunidades indígenas
del Municipio tiene empleo permanente en las empresas agrícolas que se estable-
cieron en su territorio (Naharro y Álvarez, 2011).
Esta paradoja también es señalada por algunos agentes estatales. La Defen-
sora Oficial Civil núm. 4, Natalia Buira, manifiesta: “El desarrollo es sustentable
cuando a toda la gente le va bien”, mostrando en sus declaraciones públicas cómo
los derechos que asisten a los pueblos indígenas son invisibilizados y lo falaz
que resulta el argumento de generación de empleo en el modelo agroexportador
propuesto:
“En la región chaqueña habitan más de 300 mil personas según el
último censo, un cuarto de las cuales viven en más de 100 comu-
nidades pertenecientes a por lo menos seis etnias diferentes disper-
sas en ese territorio, las cuales si bien no poseen título catastral sus
derechos de posesión dominial se encuentran amparados […] Este
marco legal vigente debe ser respetado a la hora de pensar y planifi-
car un proyecto agroexportador. El deseo que el agronegocio pueda
generar un estado de pleno empleo en Salta, debe ser analizado.
[...] La siembra de soja en 1000 hectáreas emplea a 15 trabajado-
res, desmontando 3 millones y medio de hectáreas de toda Salta,
obtendríamos 52500 puestos de trabajo, los cuales no alcanzarían a
cubrir la población económicamente activa de la región chaqueña”
(El Tribuno, 2014, Salta, 19 de mayo; resaltado nuestro).
Como se lee en las citas anteriores la conservación del monte es visualizada como
el principal freno al progreso. A través de la oposición capital/naturaleza, identi-
ficando el primero con el bienestar, se argumenta en contra de lo que se presen-
ta como el principal obstáculo a la concreción del Plan Estratégico Alimentario
(PEA):
“Entre las necesidades de empleo y de alimentos y la abstracta pre-
servación de un monte nativo, lamentablemente arrasado por el des-
manejo, las autoridades provinciales prefirieron acatar los mandatos
de la ecolatría” (El Tribuno, 2014, Salta, 18 de junio).25

24 Decreto Provincial 2211 (28 de mayo 2010).


25 Bajo el título “El Plan Alimentario mira hacia el Chaco salteño” se anuncia la ampliación del área
productiva en 6 millones de hectáreas, de las cuales 4 millones estarían en nuestra provincia.
Tensiones entre políticas agrarias 173

Lo que el sector empresarial denomina ecolatría, tiene color amarillo. El amari-


llo encarna así el impedimento de llevar adelante sus negocios agrícolas. Basado
en un primer momento en principios ambientales esta categorización tomó otra
relevancia a partir del Decreto 2789. Como ya se mencionó anteriormente desde
entonces los funcionarios estatales empiezan a utilizar el concepto de Amarillo
Social unificando así los aspectos socio-culturales y ambientales en una sola ca-
tegoría.
Para los agronegocios el verde26 de los mapas del OTBN es el color propi-
ciatorio. La cromatología lleva a asociaciones que no son las mismas para los
distintos grupos. Sobre esto John Palmer señala que “lo que en un mapa puede
ser pintado de verde, y es deseable que sea pintado de verde, para los indígenas el
significado es otro diametralmente opuesto, ya que el verde significa vida, y vida
es monte y no campo. Cuando los indígenas hablan de campo hablan de un espacio
sin árboles, sin monte, sin vida”.27
Los sucesivos desmontes llevados adelante en el área chaqueña implicaron
el desalojo de hecho de una gran parte de la población rural, que se vio obligada a
abandonar sus tierras y medios de vida y refugiarse en las márgenes de los centros
urbanos.
Presentamos ahora una descripción del Municipio de Ballivián que nos per-
mite ubicarnos en la especificidad del caso y visualizar la importancia que tiene
para las comunidades el territorio sobre el cual se discute en las AP analizadas.

El Municipio de Ballivián
El municipio de General Ballivián es un municipio de tercera categoría,28 atrave-
sado en sentido norte-sur por la Ruta Nacional 34.
El pueblo de Ballivián, cabecera del municipio, está asentado en tierras cuya
titularidad, hasta hace unos pocos años, estaba a nombre de la empresa agrícola
Sierra de San Antonio. En sus orígenes la principal actividad del mismo estuvo
vinculada a la explotación de hidrocarburos que se comenzó a desarrollar en la
zona en las primeras décadas del siglo XX, en el área serrana ubicada al oeste de
la ruta 34.
En la segunda mitad de este siglo se inician las actividades agrícolas, prin-
cipalmente cultivo de poroto, desmontándose para ese fin predios ubicados en la
cercanía de la ruta.

26 El verde representa la Categoría III de bajo valor de conservación


27 Informe Antropológico en Expte. núm. 119-15742/07 Folios (912 al 920).
28 En la provincia de Salta los Municipios se clasifican en 1º, 2º y 3º categoría según la cantidad de
población.
174 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Imagen II-2-3
Municipio de Ballivián, Dpto. San Martín, Salta
Fuente: www.portaldesalta.gov.ar

A partir de la década del ‘90, el incremento de los desmontes con fines agropecua-
rios comienza a ser notable. Esto trae aparejado un importante crecimiento pobla-
cional relacionado al asentamiento de pobladores rurales que debieron abandonar
su lugar de origen a causa de los desmontes y a la atracción de personas de otras
zonas que se instalaron allí por razones laborales. La tasa de crecimiento poblacio-
nal en el período 1991 a 2001 fue de más del 50%.29

29 No está de más acotar que en el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2001 el 62,86% de
Tensiones entre políticas agrarias 175

En el pueblo de Ballivián es evidente la división espacial entre lo que se


nombra como el pueblo, donde viven los criollos, y lo que se denomina como la
misión o la comunidad, donde viven los indígenas. En los alrededores del pueblo,
se encuentran cinco comunidades wichí (El Quebrachal, El Quebrachal 2, Guaya-
cán, Tres Lapachos y Pastor Senillosa) asentadas sobre 93 hectáreas de tierra que
fueron donadas por la Empresa San Antonio S.A. para relocalizar a los pobladores
que antes vivían en el área rural (Lazarte y Sanguineti, 2013).
La Misión, es el otro espacio que no se visualiza cuando se ingresa por la
avenida principal del Pueblo, contrasta con el sector en el que viven los criollos,
por la falta de servicios, aunque ocupa una superficie mayor respecto al resto del
pueblo y según información del Centro de Salud el 80% de la población total vive
allí (Lazarte y Sanguineti, 2013).
Según los pobladores el crecimiento poblacional de La Misión se relaciona
con el incremento de los desmontes, al respecto Domingo Robal30 expresa:
“Y por culpa del desmonte, con el desmonte nos han corrido de
eso. Porque vino una empresa, y mandó topadora, cadena, a vol-
teado casa. Todo lo que había en el monte…Y el cementerio que
está ahí… también las topadoras lo han pasado por encima, cadenas.
[…] Y ahora están todo… como le puedo decir… sembrado sobre el
cementerio de nuestros abuelos. Todo está sembrado...”
Aporta, además, las conversaciones con su abuelo respecto al desmonte:
“Y le pregunto, y yo le pregunto. Bueno ¿Por qué? Y dicen; bueno:
sabes por qué? Porque nosotros el monte es vida, el monte es la
vida. Porque en el monte comemos algarroba, comemos mistol, y
después comemos chañar, comemos la fruta de la mora, comemos
animales del monte… todo sano, sano!, todo natural… Yo digo…
entonces yo le digo: entonces, abuelo, entonces nosotros que esta-
mos en el pueblo… entonces no es vida lo que llevamos nosotros;
dice: no!, la vida que llevan ustedes en el pueblo no es vida… por-
que. Porque en el pueblo no tienen libertad, no tienen libertad como
tenemos nosotros antes” (Lazarte y Sanguineti, 2013).
Dentro del área rural del Municipio hay tres comunidades wichí: San José Chujtaj
Lhokwe, Cuchuy y Corralito, ubicadas hacia el este de la Ruta Nacional 34 (a una
distancia de entre 25 y 35 km del pueblo). En ellas actualmente viven aproximada-
mente 100 personas (30 familias) que se albergan en viviendas construidas en base
a material del monte, lonas, plásticos y en algunos casos chapas.

la población de 15 años y más está categorizada como “sin instrucción o primaria incompleta”, lo
que contrasta con el 22,43% de la provincia y 17,90% a nivel nacional para la misma categoría.
30 Domingo Robal vive en La Misión es colaborador del cacique de la comunidad El Quebrachal.
176 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Para sobrevivir combinan una diversidad de estrategias tales como caza, re-
colección, changas,31 venta de artesanías, cría de animales domésticos (cabras,
gallinas y suris), y algunos subsidios estatales como bolsones de mercadería o
planes sociales.32
Con los desmontes de gran parte de las áreas de recorrido tradicional de las
comunidades se afectó seriamente la dieta alimentaria, pero además, el acceso a
las fuentes de agua para consumo.33 En el caso de Corralito y San José Chujtaj
Lhokwe dependen del agua que les provee el Municipio, que una vez a la semana
envía un camión para llenar tanques que tiene la comunidad. A veces (por el mal
estado del camino o por estar cerradas las tranqueras de los alambrados) pasan más
de 15 días sin que se les lleve agua (Naharro y Álvarez , 2011).
En el caso de Cuchuy cuando se agota el suministro, el agua para uso do-
méstico es acarreada en bidones por las mujeres desde una laguna cercana que
se encuentra contaminada por agroquímicos utilizados por los emprendimientos
agrícolas que los rodea.
En el estudio de caso realizado en 2011 por Naharro y Álvarez se ha demar-
cado un polígono correspondiente a una superficie total de 634860 ha que abarca
gran parte del territorio tradicional de estas comunidades. La demarcación de este
polígono tiene por objeto profundizar cuantitativamente la dinámica de la tenencia
de las tierras y el avance de los agronegocios en la zona.
Para realizar este estudio de caso y con el objeto de analizar los cambios de
titularidad se han relevado en la Dirección Provincial de Inmuebles 62 matrícu-
las catastrales que suman 125874 ha dentro del área delimitada. De la superficie
analizada el 31,8% (40027 ha) está titulada a nombre de Sociedades Anónimas, el
resto de los titulares son personas físicas, muchos de los cuales portan el mismo
apellido.

31 Los pobladores denominan changas al trabajo eventual que realizan en las pocas fincas de pobla-
dores criollos que quedan en la zona, las empresas de los alrededores que producen soja no toman
mano de obra indígena.
32 Planes se denomina de forma generalizada en la región a los subsidios estatales de transferencia
condicionada (ver Álvarez, Ibarra, Naharro en este libro). Para gran parte de la población indígena
de la zona resulta dificultoso acceder a ellos por falta de documentos de identidad y por los trámi-
tes burocráticos que deben realizar para recibirlos.
33 Por un lado con el desmonte y laboreo del campo se han modificado los desagües y bañados natu-
rales que se empleaban, por otro lado la calidad del agua se ha deteriorado por la fumigación con
agroquímicos, además los cerramientos y alambrados se constituyeron en barreras para el acceso.
xxx 177

Imagen II-2-4
Viviendas wichí en San José
Fuente: Proyecto CIUNSA 1968-Res.211/11

Imagen II-2-5
Tanques de agua en San José
Fuente: Proyecto PICT 2008/2084
178 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Entre los años 2005 y 2011 el 60% de las matrículas analizadas han cambiado de
dueño, lo que habla de lo dinámico que es el mercado de tierras en la zona.34 Mu-
chas de esas transacciones, fueron realizadas en escribanías fuera de la región, lo
que indica (al ser generalmente el comprador el que selecciona el escribano), que
los nuevos titulares dominiales son extra-locales. Para éstos los pobladores histó-
ricos (indígenas o campesinos criollos) se convirtieron en un problema llevándose
adelante estrategias para despojarlos de su lugar. Estas estrategias combinaron
diferentes modalidades que fueron desde la persuasión para que firmen un como-
dato, y de esa manera pierdan los derechos posesorios; el desmonte con topadoras
y cadenas, hasta la intimidación con complicidad de autoridades policiales. De
esa manera los pobladores se vieron obligados a abandonar sus tierras y medios
de vida y refugiarse en las márgenes de los centros urbanos como el pueblo de
Ballivián.
En el siguiente conjunto de imágenes se muestra el polígono mencionado con
la evolución de los desmontes desde el año 1986 –con 93800 ha– hasta el año 2009
en el que la suma total es de 228000 ha. Se detalla en las mismas la ubicación de
las comunidades de San José Chujtaj Lhokwe, Corralito y Cuchuy.

34 En el mismo sentido Baselice (2012) señala que la activación del mercado de tierras se evidencia
en el aumento de los precios por hectáreas en la zona que en 2011 se ubicaban entre 3000 y 4000
dolares.
Tensiones entre políticas agrarias 179

Imagen II-2-6
Delimitación área de estudio
Fuente: Naharro, Norma y Álvarez, Ana L. (2011) Estudio de caso: Acaparamiento de
Tierras y Producción de Soja en Territorio Wichí, Salta- Argentina.
180 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Imagen II-2-7
Imagen comparativa de la evolución de los desmontes en el área de estudio
Fuente: Naharro, Norma y Álvarez, Ana L. (2011) Estudio de caso: Acaparamiento de
Tierras y Producción de Soja en Territorio Wichí, Salta- Argentina.

Para dimensionar el aceleramiento del proceso, hay que tener en cuenta que los
primeros tres mapas están hechos entre períodos de diez años. Entre el mapa 3 y 4,
en cambio el período es de sólo 3 años.
Las Comunidades están ubicadas en la franja que aún conserva monte, esta
se constituye como un corredor boscoso que las conecta entre sí y con el territorio
del Este que tiene mejores condiciones de conservación ambiental. Esta es el área
de su territorio que las comunidades han intentado defender en los últimos años a
través de múltiples estrategias.
Entre los mecanismos utilizados en defensa del lugar, las comunidades incur-
sionaron, sin demasiado éxito, en la vía judicial.
En Diciembre del 2008 las comunidades de San José Chujtaj Lhokwe y Cu-
chuy a través de la Defensoría Pública de Orán interpusieron un amparo colectivo
Tensiones entre políticas agrarias 181

(medida cautelar de no innovar) ante el Juez Federal donde se demanda al Estado


Nacional y Provincial para que arbitre los pasos necesarios para cumplir efectiva-
mente con la manda constitucional de garantizar la vigencia del derecho de pro-
piedad de sus Comunidades.35 Se destaca dentro del reclamo la necesidad de cese
de desmontes y demarcación de tierras para salvaguardar el tipo de uso de la tierra.
En noviembre de 2009, el juez federal de Orán, se declaró incompetente y
remitió la causa al procurador de la Nación. En agosto de 2010, el procurador ge-
neral de la Nación remitió el caso a la Corte Suprema de Justicia de la Nación (en
adelante CSJN). En octubre de 2013, luego de tres años y dos meses, el máximo
tribunal se declara incompetente en el caso y remitió el pedido indígena a la Corte
de Salta, donde se encuentra actualmente sin resolver.
Las comunidades de Ballivián también participaron junto a líderes indígenas
y campesinos promoviendo una acción de Amparo ante la CSJN36 a instancias de
la Mesa de Tierras del Norte de Salta, para frenar los desmontes en cuatro departa-
mentos. En respuesta a esta presentación en diciembre de 2008 el máximo tribunal
de la Nación dispone en su pronunciamiento “el cese provisional de los desmontes
y talas de bosques nativos en los departamentos de San Martín, Orán, Rivadavia y
Santa Victoria autorizados por la provincia de Salta durante el último trimestre de
2007” y convoca a una audiencia pública entre las partes.
En marzo de 2009 la CSJN ordena al Gobierno de Salta la suspensión de
desmontes y tala de bosques nativos en toda la extensión de los departamentos de
Orán, San Martín, Rivadavia y Santa Victoria, hasta tanto se realice un “estudio de
impacto ambiental acumulado”, dando un plazo de 90 días.
En Diciembre de 2011 la CSJN resuelve levantar la suspensión de los des-
montes. Establece, desde el momento y a futuro, su incompetencia para actuar en
los reclamos atinentes a esta situación, remitiendo las actuaciones a la Corte de
Justicia de la Provincia de Salta.
En reiteradas oportunidades durante 2010-2011, campesinos e indígenas de
Ballivián denunciaron la continuidad de los desmontes pese a la vigencia de la
resolución dictada por la CSJN.37 Ante la falta de fiscalización, las comunidades
han actuado frenando de manera directa la acción de las topadoras, y haciendo
denuncias policiales y administrativas ante el Ministerio de Medioambiente y De-
sarrollo Sustentable.

35 En el escrito presentado se expresa que: “Ello porque, si nuestras tierras no están demarcadas, si
no tenemos seguridad jurídica sobre ella y si somos testigos de que terceros tienen intenciones de
disponer de ellas, es imposible sostener que gozamos en plenitud de aquel derecho” (Expte. núm.
1089/08).
36 Causa Dino Salas y otros c/ Salta Provincia de y Estado Nacional s/amparo. (Expte. núm.
S-1144/08, Expte. núm. 1-005/09).
37 La CSJN levantó la suspensión de desmontes en diciembre del 2011 pero nunca se evaluó el cum-
plimiento de esta medida durante el tiempo en que estuvo en marcha. Los desmontes registrados
durante la vigencia de la medida cautelar fueron de 53202 ha (REDAF).
182 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Imagen II-2-8
“Topadora en acción”, desmonte ilegal
Fuente: Proyecto CIUNSA 1968 - Res. 211/11

El Estado, las empresas y la formalización de la participación de las comuni-


dades en los procesos de recategorización
Hasta ahora hemos hecho un recorrido sobre el marco contextual histórico en la
relación del Estado con los pueblos indígenas, presentamos el marco regulatorio
vigente que ampara las acciones gubernamentales y de privados, señalamos la vi-
sión hegemónica de la gran empresa agrícola y describimos sintéticamente aspec-
tos sobresalientes del Municipio de Ballivián donde están situados los lotes objeto
de las AP. Nos adentraremos ahora en el análisis de cómo, los sectores hegemóni-
cos relacionados a los agronegocios, apelan a recursos o mecanismos legales para
obliterar o resemantizar el despojo del territorio indígena, convirtiéndolo formal e
ideológicamente, en imperativo de bienestar y desarrollo de la provincia. De ese
Tensiones entre políticas agrarias 183

modo visualizamos la coexistencia de dos órdenes de legalidad diferenciados que


en la práctica se enfrentan y contradicen.38
Como ya señalamos anteriormente el gobierno provincial resolvió en mayo
del 2010 por decreto (Decreto Provincial 2211) que las propiedades incluidas en
las áreas categorizadas como de nivel de conservación II, pueden ser reevaluadas
en particular y autorizadas a ser desmontadas si se solicita una reconsideración y
un Estudio de Impacto Socio Ambiental (EISA) a nivel predial. De esta manera
se dejó sin efecto la Ley Provincial de OTBN, ya que lo que se prohíbe a nivel
general se autoriza a nivel particular. El mapa del OTBN se convirtió así en lo que
Leake denominó “una ilusión cartográfica” (Leake, 2012).
El análisis que presentamos a continuación se realiza exclusivamente en base
a la lectura de los expedientes de tramitación de cambio de uso del suelo de tres
catastros ubicados en los últimos reductos de monte disponibles para las comu-
nidades de Ballivián, focalizando nuestra mirada en el registro de las Audiencias
Públicas (AP) que son las instancias administrativas reservadas para garantizar la
participación de los que tengan interés o derecho. Una de las Audiencias fue rea-
lizada para tratar el cambio de uso del Catastro 29600 tramitado mediante Expte.
227/160393/12 que comprende aproximadamente 1300 ha. El otro caso es una AP,
también por el cambio de uso del suelo, en este caso de dos Catastros: 30315 y
30316, tramitados mediante Expte. 119-15742/07 y los que comprenden en total
8962 ha.
Las superficies por las que se realizan los trámites mencionados están ubi-
cadas en lo que señalamos como el corredor con monte que permite la conexión
entre las comunidades entre sí y el resto de la región chaqueña.
Como ya mencionamos en este trabajo analizamos las audiencias públicas a
partir de sus desgrabaciones escritas. En el expediente de recategorización predial
se incluyen estas desgrabaciones y un informe final en el que un funcionario/técni-
co hace el análisis de los argumentos de los asistentes a las audiencias a partir de
las transcripciones. Con esto se cierra el proceso de consulta.
La Ley Provincial 7070 de Protección del Medioambiente, estipula en dos
de sus artículos39 la necesidad de que los organismos públicos que lleven adelante
propuestas de normas técnicas de naturaleza ambiental, deben realizar audiencias

38 Según Foucault (1979) en el nacimiento de la biopolítica, dos formas de gobierno se interconecta-


ron, una de raíz francesa y otra inglesa. En la primera, el criterio de gobierno parte de la definición
de los derechos del hombre, en la segunda, el criterio de gobierno parte de la noción de utilidad.
Desde la visión de este autor en occidente ha triunfado la segunda. El liberalismo económico es un
gobierno de intervención mínima y de intervención en favor de lo que es útil. En relación a esto
último, es el mercado quien se supone como regulador de lo justo. Y en relación a ello el poder
público está ajustado al principio de utilidad. En el caso que nos ocupa vemos que es este principio
el que finalmente define la legalidad, quedando la invocación a Derechos Humanos, como una
declaración abstracta que no se puede sustentar empíricamente.
39 Art. 32, Inc. 6; Art. 49.
184 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

públicas para poner a consideración los proyectos que por ellos se tramiten. La
misma normativa aclara que si bien estas audiencias deben ser realizadas, su ca-
rácter es no vinculante determinando que “las informaciones, opiniones u objecio-
nes recabadas no serán vinculantes40 para el organismo proponente. Sin embargo,
su desestimación deberá ser debida y razonablemente fundamentada sobre la base
de consideraciones científicas, técnicas, económicas y sociales de corto y largo
plazo” (Ley Provincial 7070). De esta manera las Audiencias Públicas (AP) –me-
canismo administrativo– se constituyen en el mecanismo por antonomasia, el cual
se encuentra estipulado y pautado en la legislación vigente, y es aquel mediante el
cual se encauza la participación ciudadana. En el Tratado de Derecho Adminis-
trativo de Agustín Gordillo (2006) se dice que “La audiencia pública deviene el
único modo de aplicar al supuesto del Art. 43 la garantía del Art. 18, a fin de que
pueda darse lo que la Corte Suprema de Justicia de la Nación denominó la efectiva
participación útil de los interesados” (Buet, 2014).
Esta participación de los posibles interesados es formalizada y limitada por la
agencia estatal encargada de viabilizarla.

Haciendo una lectura de la instancia Audiencia


A fin de lograr un orden en nuestra exposición hemos abordado las Audiencias sis-
tematizando los procedimientos puestos en juego. Por un lado está toda la normati-
va burocrática que habilita a las personas a participar de las audiencias, por otro lo
que hace a sus condiciones de realización, aspectos formales que frecuentemente
se convierten en obstáculos a la propia participación de los interesados.

La convocatoria: cuándo y dónde


Las convocatorias a AP se realizan a través del Boletín Oficial en el artículo 18 del
Reglamento de Audiencias se prescribe que en la convocatoria a AP se “indicará a)
la autoridad convocante (SeMADeS), b) la obra, plan o proyecto objeto de la Au-
diencia, debiendo contener una relación sucinta de su objeto”. Además establece
“Las AP podrán ser presenciadas por el público en general, el que podrá participar
haciendo uso de la palabra, previa autorización del Presidente de la Audiencia,
teniendo en cuenta el buen Orden y Objeto de Audiencia…”41
Obviamente este primer mecanismo de convocatoria pública a la participa-
ción es en si mismo una barrera para el cumplimiento de su objetivo principal. Por
un lado –y esta es una barrera transversal a todo el procedimiento– la mayoría de
las personas de las comunidades hablan el castellano con cierta dificultad ya que
su lengua materna es el wichí, por otro lado aquellas pocas personas que tienen
acceso a la lecto-escritura no leen habitualmente el Boletín Oficial.

40 Resaltado nuestro.
41 Reglamento de Audiencias, SeMADeS, Cap. II, Art. 27. (citado por Buet, 2014).
Tensiones entre políticas agrarias 185

En el caso que nos ocupa las APs se convocaron en la Escuela de Corralito,


para el 23 de diciembre del 2013, pero la inscripción formal para participar en la
Audiencia debe ser hecha en Salta Capital, en la propia SEMADES, organismo
estatal encargado de la realización de las Audiencias públicas. Las posibles co-
munidades interesadas en cuestiones que atañen a su territorio se encuentran en
las localidades de San José Chujtaj Lhokwe, Cuchuy y Corralito, distantes a 25
km de Ballivián, y 260 km de Salta. Para los pobladores wichí interesados, esto
se constituía en verdaderas barreras para la inscripción en tiempo y forma.42 Se-
gún los expedientes en cuestión, la comunicación respecto a la realización de las
audiencias en el paraje de Corralito fue hecha con algunos días de anticipación,
convocándose a Intendente, Diputado del departamento, Juez de Paz de Ballivián
entre otros funcionarios. No consta en los mismos que se hayan notificado a las
Comunidades. Al respecto en la desgrabación de la AP se puede leer:
“…nosotros nos enteramos recién por falta de notificación, no sabe-
mos qué está pasando, comunidad de que está por haber una intro-
misión, es decir, una afectación de nuestro im... de nuestro ambiente
en el cual vivimos y habitamos y está reconocido por los distintos
empresarios que han formado parte del expediente, de que el uso es
comunitario” (Desgrab. AP, pp. 32/58 - Expte. 119-15742/07).
En ese sentido queremos destacar la opinión de los funcionarios estatales en rela-
ción al tema
“Cuando le pregunté a Manresa [Directora del Programa de AP de la
Semades] si no consideraba cuando menos desventajosa la posición
de las comunidades indígenas chaco-salteñas dadas estas caracterís-
ticas ella respondió que no... ‘no con tantas ONGs que andan dán-
doles vueltas’” (Buet, 2014).
Para esta funcionaria la participación de las comunidades que el Estado debiera
garantizar, descansa en la voluntad del acompañamiento que lleven adelante las
ONG, las que por otro lado frecuentemente son consideradas como ajenas a la
cuestión.
Si bien se estipula una restricción reglamentaria, instaurando una serie de
procedimientos burocráticos para ser admitido a tener voz en la audiencia, des-
animando la participación espontánea, en estas audiencias hubo cierta flexibilidad
que permitió que algunos interesados tomen el micrófono y puedan expresar su
opinión o preocupación.

42 Además de la barrera idiomática se debe también considerar otras cuestiones como por ejemplo,
el desconocimiento de la burocracia específica, la falta de recursos económicos, el tener que dejar
sus actividades habituales de subsistencia para viajar a Salta, etc.
186 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Quiénes hablan. Las voces jerarquizadas y las ininteligibles


Al iniciar la AP el coordinador expresó:
“Como las presentaciones fueron realizadas a último momento, no
se pudieron evaluar esos requisitos, ni darle la calidad de parte de
merituar si es... si las presentaciones de la gente que lo hizo, tiene
la calidad de parte, entonces por eso hoy, se está dejando hablar”
(Desgrab. AP, Expte. núm. 227-160393/12, pp. 3/46).
Es decir en esta AP en particular, el Estado no tuvo tiempo de merituar quienes
podían y quienes no, hacer uso de la palabra, y por lo tanto la participación fue más
abierta que en la mayoría de las AP. Esta apertura es aparente ya que permanen-
temente hay un llamado al orden al que apela quien conduce la audiencia, inten-
tando restringir explícitamente, no sólo el uso de la palabra, sino y sobre todo el
contenido de la misma. En oportunidades el coordinador incurre en un ninguneo43
de las personas participantes –especialmente si son wichí– ya que las preguntas o
preocupaciones expresadas de una manera no convencional y sin empleo de tecni-
cismos es ignorada en ese mismo acto, sin ofrecer comentario alguno, ni respuesta
a la inquietud planteada. La palabra de los técnicos, aunque cuestionen el Estudio
de Impacto Socio Ambiental (EISA) es escuchada y aludida como pertinente fren-
te a la falta de pertinencia de otras intervenciones, lo cual es señalado en varias
oportunidades. Allí radica y se hace la diferencia, ya que si bien hay ciertas voces
autorizadas que son escuchadas, rebatidas, constituidas en interlocutores válidos,
otras –en general las de los indígenas– quedan sin respuesta ni eco.
Otro aspecto fundamental es que la AP se lleva a cabo en la lengua oficial del
Estado –el castellano– sin que éste considere necesario garantizar la presencia de
un intérprete oficial,44 dada la participación de afectados cuya lengua es la wichí.
En esta oportunidad las comunidades contaron con un traductor –John Palmer–
quien asistió y tradujo buena parte de las intervenciones, pero su presencia no era
en carácter oficial.
En el texto de la desgrabación se hace un uso reiterativo del término ininte-
ligible para hacer referencia a intervenciones del público que no son audibles. La
explicación técnica es que la grabación se realizó sin un micrófono ambiental.
Pero esa ininteligibilidad parece ir mucho más allá de estas supuestas dificultades
materiales. En algún sentido implica dejar registro de lo que se quiere escuchar

43 Este término se refiere a la actitud de ignorar a una persona a nivel individual y tiene correspon-
dencia con la producción de ausencia a nivel social.
44 Esta actitud contrasta con el reciente juicio llevado a cabo en la provincia por el asesinato de
unas turistas francesas en las que el Estado –acertadamente– ordenó la presencia permanente de
intérpretes oficiales para garantizar que los parientes escucharan el proceso en su propio idioma,
en aquel caso árabe y francés.
Tensiones entre políticas agrarias 187

–las voces calificadas por el saber técnico/científico– y de lo que no se quiere oír.


Lo que queda fuera, lo que es pasible de ser ignorado.
Esta clasificación jerárquica de las voces escuchadas en la audiencia, y el
juego de poder que se establece sutilmente entre ellas, se lo puede ver claramente
a través de una ecología de saberes (de Sousa Santos, 2010).

De que se habla y de que no se habla; el objeto de la Audiencia y lo fuera de


lugar
En la presentación de la AP se señala que su objetivo es “iniciar el emprendimien-
to agrícola basado en un desarrollo zonal sostenible, para lo cual es necesario la
habilitación de tierras para la producción de poroto y maíz” (Desgrab. AP, Expte.
119-15742/07, pp. 3/58). La propuesta es refrendada y su legitimidad construida
a partir de estar basada en estudios de campo. Esta apelación al conocimiento
científico, especialmente formulado en un lenguaje técnico, aséptico, y objetivo,
es presentada como verdad formularia autolegitimada.
En su exposición, el ingeniero explica que en el mapa “está de coloración
amarilla, [los lotes en su mayor parte], en la categoría amarilla, básicamente está
en esta categoría por el tema de ocupación de comunidades aborígenes”. Acto
seguido aporta una propuesta negociadora que consistiría en ampliar la zona roja,
y pasar la zona amarilla “...a una categoría verde, que nos posibilite desarrollar el
proyecto agropecuario” (Desgrab. AP, Expte. 119-15742/07, pp. 4/58). Mediante
esta operación de abstracción se reducen los impedimentos de la categorización
del OTBN, a una mera cuestión de colores. Si el impedimento es el amarillo, se
pinta un mapa nuevo, predio por predio, desvistiendo la cuestión de todo ropaje
conflictivo.
Los aspectos relacionados a la salud de la población son tratados de manera
superficial e irónica:
“con respecto a… a la salud, eh… si bien eh… eh… eh… los pro-
ductos agroquímicos eh… utilizados de manera adecuada, no tienen
porque generar ninguna problemática, y si existe una contaminación
de la Laguna Cuchuy, seguramente es de aportes de aguas arriba,
este proyecto esta aguas abajo eh… así que no creo que haya nin-
guna contaminación del agua; tengo entendido que el agua va desde
la parte alta hacia la parte baja, así que no creo que haya un aporte
desde este catastro, hacia la Laguna Cuchuy” (Desgrab. AP, Expte.
núm. 227-160393/12, p. 8746).
Es explícito el interés y la lógica de la audiencia pues lo último que se realiza es el
análisis de los aspectos sociales, y como se dice textualmente “se busca describir,
los aspectos sociales a fin de viabilizar el cambio de uso” (Ingeniero, desgrab. AP,
Expte. 119-15742/07, pp. 8/58; resaltado nuestro). Nuevamente al poner el foco
188 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

en el catastro, se oblitera la mirada sobre el territorio. También al momento de


nombrar las comunidades con las cuales se debe negociar, se alude a las mismas
como “comunidades que están relacionadas con estos catastros”, poniendo arbi-
trariamente a unas y dejando afuera a otras. “La comunidad de Cuchuy, Corralito,
y General Ballivián como los... las tres este... los tres parajes o poblaciones que
estarían directamente eh... en directa relación con estos... con esta finca ¿no?”
(Desgrab. AP, Expte. 119-15742/07, pp. 8/58).
En esta enumeración de las comunidades afectadas faltan otras que son de-
jadas de lado, lo cual nos pone frente a dos lógicas de territorialización, la de
territorio como lugar de vida, y la del catastro, como propiedad privada de la
tierra, que obedece a una demarcación estatal. Además se deja afuera a otras por
considerarlas dentro de otros catastros.45 Simultáneamente se divide a las comuni-
dades haciendo acuerdos con unos y dejando a otros afuera, y proponiendo ayuda
a algunos y “asesoramiento y gestión para la obtención de personería” (Desgrab.
AP, Expte. 119-15742/07, pp. 9/58), especulando además con la necesidad de la
gente mediante mecanismos extorsivos. Vinculando y condicionando “estos com-
promisos (10 casas, salón de usos múltiples, donación de 300 ha y ayuda con la
gestión de personería) quedaron pendientes en... de acuerdo a las actas firmadas,
hasta eh... o están sujetos a la aprobación del proyecto” (Desgrab. AP, Expte. 119-
15742/07, pp. 9/58). De esta manera se especifica como mero requisito para el
logro de la aprobación del ordenamiento predial los acuerdos suscriptos.
Tanto con la población indígena como con la población criolla se emplean
estrategias tendientes a desestimar su espíritu de dueños. En el caso de los indíge-
nas, se presentan en el expediente actas compromiso donde se negocian bienes a
cambio de suscribir un acuerdo con el proyecto. Estas actas poseen un valor legal
discutible debido a la barrera idiomática, la falta de intérpretes calificados y al
desconocimiento por parte de los afectados del alcance del proyecto.
Los técnicos intentan deslegitimar el reclamo comunitario por el territorio
manifestando que “existe un reclamo colectivo en cuanto al uso ancestral de esta
tierra, reclamo que es impulsado por terceros como Asociana46 entre otros. Este
reclamo si bien es colectivo, no particularmente a estos catastros.” (Desgrab. AP,
Expte 119-15742/07, pp. 9/58).
En esta presentación se pone a un tercero externo como impulsando el re-
clamo territorial, desvinculando este reclamo del interés real de las comunidades.

45 En un trabajo anterior señalamos que uno de los mecanismos epistémicos mas corrientes para pro-
ducir la ausencia de las comunidades es probar la no presencia o no preexistencia en el territorio,
prefijando como idea de ancestralidad una vinculación estática de la cultura anclada al lugar du-
rante generaciones, circunscribiendo el territorio sólo al catastro o matrícula en cuestión. (Álvarez;
Flores Klarik y Naharro, 2012).
46 La Fundación de la Iglesia Anglicana Asociana es una de las ONG que trabaja en la zona acompa-
ñando a las comunidades indígenas.
Tensiones entre políticas agrarias 189

Por otro lado se legitima el cambio de uso por acuerdos refrendados en sendas
actas con “los directamente interesados”, notándose una clara intención de marcar
diferencias entre unos y otros.
Respecto a la población criolla son otras las estrategias empleadas que en-
contramos en el expediente. Hay contratos de aparcería y pastaje gratuito firma-
dos recientemente por los criollos con los titulares dominiales, haciéndoles perder
a aquellos su ánimo de dueño. Además como propuesta de mitigación para los
efectos del desmonte, se plantea la reubicación de los productores criollos con sus
vacas en las cortinas forestales, dejadas por estricta exigencia reglamentaria.
El planteo de la sustentabilidad del proyecto se centra exclusivamente en el
monitoreo de suelos y otros aspectos ambientales, dando por cerrado el impacto
social con la compensación a las comunidades con la construcción de unas casas
y salón de usos múltiples y el traslado de los criollos y su hacienda a predios de 5
has en las cortinas forestales. Hay en el discurso de los expositores y defensores
del proyecto una universalización respecto a “la sustentabilidad” para la cuestión
productiva, pero no se tiene en cuenta lo que es la sustentabilidad para las comu-
nidades. El Ingeniero finaliza su exposición diciendo:
“del diseño propuesto, y del análisis del estudio de impacto ambien-
tal y social de la propuesta de ordenamiento predial y cambio de uso
del suelo, indican que el mismo es viable ambiental y socialmente,
que el futuro funcionamiento del mismo demuestra una tendencia
positiva hacia un desarrollo sostenible del mismo” (Desgrab. AP,
Expte. 119-15742/07, pp. 12/58).
El coordinador de la AP constantemente desestima –considerándolas fuera de lu-
gar– las participaciones respecto a cuestiones de fondo como la objeción a la cons-
titucionalidad y a la legalidad de los decretos que permiten el cambio de uso del
suelo y la necesidad de las Comunidades de contar con el monte para el desarrollo
de su vida. También considera como fuera de lugar los cuestionamientos funda-
dos en la profusa legislación existente sobre la preexistencia étnica de los pueblos
indígenas y los derechos reconocidos a sus territorios ancestrales.

Quién y qué Escucha. Después de la Audiencia


La audiencia es un espacio para hablar, para expresarse oralmente; no es resoluti-
va. En palabras del coordinador “hoy no aprobamos nada, o sea hoy no se aprueba
nada, es solamente ponerlos en conocimientos, y todas las cuestiones técnicas que
se consideren que no se viola el expediente, las dejen planteadas...” (Desgrab. AP,
Expte. núm. 227-160393/12, pp. 12/46).
Si en este espacio no se aprueba y no se resuelve nada, podríamos preguntar-
nos que sentido tiene su realización. En lo formal es un momento en la tramitación
190 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

del expediente en el que se permite a quienes tengan interés o derecho expresar


sus opiniones.
Una vez concluida la AP, el equipo técnico de la SEMADES leyó las desgra-
baciones y analizó su contenido, para ver si había alguna observación relevante al
EISA que ya había sido aprobado por el mismo equipo técnico. Este mecanismo
circular, cierra perfectamente con la especificación formal que las AP no son vin-
culantes para el organismo de aplicación. Es decir, las Audiencias son espacios
para hablar donde no está garantizada la escucha. De esta manera la Audiencia Pú-
blica se instala como otro ámbito donde hay reproducción social de subalternidad.
Mientras escribimos este artículo ya se han iniciado los desmontes en el área
objeto de la AP. Las comunidades están resistiendo el avance de las topadoras con
el apoyo de la Organización Ambientalista Greenpeace. La historia continúa con
avances y retrocesos, las topadoras también.

Palabras finales
En lo expuesto se puede percibir como ciertas categorías de sujetos, en este caso
los pueblos y comunidades indígenas, tienden a ser tratados e incluidos una vez
más en situación de prescindibilidad, respecto a lo que el Estado considera útil
mantener y potenciar como vida. Esto los expone indirectamente a la muerte bio-
lógica, enmarcándose en lo que podríamos llamar racismo estatal. La prescin-
dibilidad de los sujetos indígenas es nada menos que su inutilidad en términos
económicos (Mignolo, 2003). Los derechos fundamentales del hombre, como el
derecho a la vida, no tienen aquí más que una declaración abstracta, en un contexto
empírico de multiplicación de los riesgos de muerte.
Son muchos los aspectos que se podrían seguir señalando a nivel micro y ma-
cro, sobre la relación de las empresas agrícolas, el Estado y los Pueblos Indígenas.
Sin embargo nos parece que las palabras vertidas por el señor Carlos Díaz de la
comunidad de Chaguaral, en una de las AP, son más que elocuentes y sintetizan
con potencia lo que nosotras intentamos marcar en lenguaje académico. Además
a través de este texto –tanto en su contenido como en su forma– se pone en evi-
dencia la barrera idiomática, semántica y cultural a la cual se hizo referencia. Por
eso mostramos sus palabras tal cual están transcriptas en la desgrabación de la
Audiencia Pública.
“según ello’ dicen no eh… la no se puede prohibi’ desmonte por-
que es comida dice, ¿pero qué comida? Nosotro’ no hemo’ comido
nada, no comemo’ nada, ello’ si. Yo cuando trabajaba tampoco ni
si… ni siquiera i’ ganado no sé, y para ello’ trabajan si, pa’ ello’ si,
pero para nosotro’ aborígene’ no, eh... yo creo que hasta aquí, no
tiene nada que decir todo lo’ empresa porque no hay monte, no hay
monte. Y eso es todo, mira cuanto queda, chuchería noma’, pué’, y
no’ hace falta para nosotro’, que le dejen para nosotro’, demasiao’...
Tensiones entre políticas agrarias 191

demasiao’ la’ hectárea’ que tienen, muchísima’ hectárea’ para todo’


lado’ hay pue, yo me voy para acá todo desmonte, finca, voy para
acá, finca, y queda esto nomá, estito nomá, eh… acá lo que ‘tamo’
nosotro’ en Chaguaral tenmo’ do’ mil quinienta’ hectárea’ nomá’,
y llegando al San José, eh… do’ mil quiniento’ má’, son cinco mil
hectárea’, y todavía y siguiendo, y siguen nomá’, y quieren desmon-
ta’, eh… otro día cuando nosotro’ hemo’ quedao’ ahí que el hombre
ha venio’ a denuncia’ nosotro’, eh… eh… y bueno, hemo’ quedado
nomá’, pero... pero no… no es así ¿Cómo puede se’ que nosotro’
vamo’ a esta’ denunciao’? y él no es de ahi, bueno si, él lo compró…
él lo compró pero nosotro’ no hemo’ sabio’ nada, el a dao’ plata no
sé donde, el gobierno, pero plata eso no le conocemo’ nosotro’, no
conocemo’ na’ de eso, entonce’ nosotro’ nada que ve’ con ese papel,
que este título, título no conocemo’ papel, todo’ lo’ originario’ no
lo conoce título, porque eramo’ todo esto entero, andamo’ todo, por
eso se dice originario a nosotro’ porque somo’ de acá. Gracia.”
192 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

ANEXO I
El Territorio Indígena

El territorio tradicional del pueblo Wichí ha sido registrado a través del tiempo
en numerosos documentos. Existen abundantes referencias al territorio por parte
de etnógrafos y viajeros que desde el siglo XVI penetraron en el Chaco. El área
geográfica a la que nos referimos se encuentra registrada en los mapas de Ovalle
y Trecho (1703); Padre Camaño (1789); Padre Ernot (siglo XVII); los escritos del
Padre Lozano (1733 [1941,1970]) y del Padre Jolís (1789 [1972]).
Durante los siglos XVIII, XIX y principios del siglo XX, se llevaron a cabo
numerosas expediciones de científicos (naturalistas y de las Cs. Sociales) y mili-
tares que produjeron conocimiento sobre la potencialidad de la región, realizando
descripciones sobre los pueblos que allí vivían, sus idiomas y costumbres. Entre
ellos podemos mencionar a Cornejo (1790), Morillo (1780), D’Orbigny (1839/43),
Pelleschi (1897), Arenales (1833), Aráoz (1886), Astrada (1906), Nordenskiöld
(1912), Karsten (1932), Von Rosen (1901/02) y Budin (1906/07).
También se cuenta con escritos realizados por etnógrafos argentinos y extran-
jeros, tales como Lehmann-Nitsche (1923, 1925), Metraux (1939, 1944, 1946),
Palavecino (1936, 1940), Alvarsson (1988), Palmer (2005) y Braunstein (2007)
como así también con síntesis etnológicas sobre la región Serrano (1947), Canals
Frau (1973), Martínez Sarazola (1992) entre otros. En todos estos mapas, docu-
mentos y bibliografía, se demarca como Territorio Tradicional del pueblo Wichí
gran parte del área que actualmente está comprendida en los Dptos. San Martín y
Rivadavia.
Es posible observar en estos mapas que el pueblo Wichí es identificado con
distintos etnónimos.
“La denominación más difundida con la que se hizo referencia al
pueblo Wichí es la de Mataco. Este es el etnónimo con que los espa-
ñoles de la conquista del Chaco, los criollos de la colonización y los
etnógrafos de este siglo nombraron a ciertos grupos que compartían,
en términos generales, una lengua y un carácter (ethos) cultural co-
mún. [...] Al principio eran muchos los gentilicios con que se cono-
cía a esta gente: abuchetas, hueshuos (o vejoces), pesatupés, mata-
guayos, pelás, matacos, matucos, noctenés, entre otros y terminaron
siendo matacos a secas sin distinciones” (de la Cruz, 1997: 15).
Tensiones entre políticas agrarias 193

Imagen II-2-9
Mapa Jesuítico del Padre Joaquín Camaño (Año 1789) “Mapa del Gran Chaco y sus
reducciones” Figura en el Saggio sulla storia naturale Della provincia del Gran Chaco,
compuesto por el Padre Josís y editado en Faenza en 1789.
(G. Furlong Cardiff, Cartografía Jesuítica)

Estas denominaciones se encuentran mencionadas en la cartografía del área desde


el Siglo XVI en adelante.
Para hablar de las distintas actividades que el pueblo Wichí realiza en ese
territorio seguimos la enumeración que hace Leake (2009) a partir de una relectura
de la bibliografía específica (Arenas, 2003; Alvarsson, 1988). Este autor hace una
distinción entre actividades tradicionales y no tradicionales, aunque reconociendo
que por la dinámica propia de todo pueblo hace que aquello no tradicional haya
sido incorporado. Entre las actividades tradicionales están la caza, la recolección
o marisca tanto de frutos, tubérculos como de miel silvestre, pesca, práctica de la
194 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

agricultura u horticultura, colecta de leña y fabricación de enseres que son ven-


didos como artesanía. Las no tradicionales incluirían la cría de animales de gran-
ja (gallinas, chanchos), hacienda menuda (ovejas y/o cabras), empleo ocasional
(changas que incluiría hacer cercos, acarreo de leña y de agua para los criollos
vecinos). Este modo de vida se caracteriza por el aprovechamiento de la diver-
sidad del entorno, siguiendo los ciclos naturales, o sea adaptada a los diferentes
momentos del año. Debido a la gran modificación ambiental producida por la de-
forestación y desmontes de grandes áreas destinadas a emprendimientos agrícolas
de monocultivo, actualmente hay una significativa disminución en número y va-
riedad de especies disponibles.
La recolección de miel silvestre se realiza de agosto a setiembre. La recolec-
ción de frutos del monte, es realizada durante todo el año y se destaca su impor-
tancia entre los meses de noviembre a febrero, cuando es la época de la algarroba
(juaiúk). El tiempo y la acción de la algarrobeada es y demarca un tiempo parti-
cular. La recolección de esta fruta la hacen las mujeres en grupo. Los algarrobales,
al igual que los bañados o pozos de agua son sitios especialmente marcados con
topónimos.
También se recolecta el chaguar (aletsáj) con cuya fibra se confeccionan yi-
cas o bolsas, redes para la pesca y artesanías; la tusca (nataj), chañar (letehé), doca
(jualoúk), bola verde (atsúk), mistol (ajaiúk), sachasandía (kojnék) mandioca del
monte (newok), batata silvestre (anetéj), y algodón silvestre entre otras. Esta prác-
tica varía según la estación (hay una adecuación ecológica a la oferta del monte) y
es llevada adelante principalmente por grupos de mujeres que parten con sus niños
pequeños desde el lugar de residencia, transitando los circuitos de recolección en
distintas direcciones (Palavecino, 1936; Palmer, 2005).
En esta economía diversificada se practica además el cultivo en huertas de-
limitadas y resguardadas por cercos de árboles y ramas espinosas. La agricultura,
comienza con la preparación del terreno durante la estación seca. La construcción
del cerco y la siembra se realiza cuando comienza el período de lluvia (noviembre
a diciembre) Dentro de las especies que siembran se destacan el maíz (cipotka),
el anco (amiotáj), la sandía (enotáj), el zapallo (iska) el poroto (wuomjí). (Mas-
hnshnek, 1977; de la Cruz, 1997; Palmer, 2005). Como han señalado diferentes
autores (Trinchero, 1997; Gordillo y Leguizamón, 2006) el cultivo en huertas no
le resta importancia a la marisca (practica de recolección y caza en el monte) sobre
todo en períodos de crisis económica (Gordillo, 2006).
La utilización de la diversidad natural es una práctica transmitida de padres
a hijos en el propio recorrido del territorio. Dependiendo de la época del año hay
algunos medios de vida que están disponibles y otros no, y hay lugares donde es
posible encontrar y abastecerse de éstos. La movilidad de las comunidades es un
recurso estratégico disponible en el repertorio cultural, y es el que permite no sólo
el aprovisionamiento para suplir las necesidades de alimento y de abrigo, sino
Tensiones entre políticas agrarias 195

también la provisión de materiales para fabricación de enseres de uso variado, que


en algunas oportunidades son vendidos como artesanías para conseguir dinero con
el que poder comprar aquello que no está disponible en el monte. La centralidad
que para ellos tiene la movilidad hace que su sistema de vida sea una buena adap-
tación a un medio rico pero vulnerable. Por todo esto, la circulación por el territo-
rio se convierte en imprescindible a fin de garantizar la obtención de recursos para
la subsistencia. Entonces es posible afirmar que el acceso a las tierras tradicionales
es fundamental para la supervivencia no sólo física, sino también cultural y social.
En el caso de la lengua, como señala claramente Lotman (1979: 33), ésta
“determina la organización sociocultural y la visión del mundo de
una colectividad. El sistema lingüístico no es sólo un instrumento
de la reproducción para expresar ideas sino que el mismo da forma
a las ideas […] Cualquier sistema de comunicación es también un
sistema de modelización. En este sentido, la cultura, creando el mo-
delo del mundo que le es propio se modeliza igualmente por medio
de sus sistemas semióticos”.
El idioma wichí es una de las lenguas indígenas que se han mantenido con mayor
vigencia en el territorio del Estado Argentino. De hecho según las estadísticas ofi-
ciales en las provincias de Salta, Chaco y Formosa el 90,7% de las personas wichí
mayores de 5 años hablan habitualmente en su vida cotidiana su propio idioma.47
Esto se debe en gran medida a que la mayoría de las comunidades Wichí han po-
dido permanecer en partes de sus territorios, pese a las numerosas presiones a las
que han sido históricamente sometidas.
En las comunidades del Municipio de Ballivián todos sus miembros se comu-
nican cotidianamente entre sí en su propia lengua, teniendo algunos el castellano
como lengua secundaria. Este hecho tiene relación directa con el vínculo que estas
comunidades tienen con su territorio ya que es en este vínculo donde se recrean
y se reactualizan las categorías y representaciones que dan sentido a su propia
cosmovisión.
Es así, por ejemplo, que las niñas y niños acompañan a sus mayores al monte
cuando éstos realizan las tareas de recolección y caza, mirando atentamente sus
actividades hasta que aprenden a realizarlas. Este recorrido del territorio incluye
la enseñanza de los topónimos y con ello la transmisión de los valores y saberes
culturales que llevan implícitos.
Los estudios antropológicos sobre el pueblo wichí, destacan la importancia
de la señalización lingüística del territorio, en contraste con las demarcaciones
materiales que otros pueblos suelen realizar sobre el mismo. La señalización lin-

47 Según datos oficiales del INDEC, obtenidos en base a la Encuesta Complementaria de Pueblos
Indígenas (ECPI) 2004-2005. Según la misma fuente en el territorio del Estado Argentino este
porcentaje solo es superado por el Pueblo Chorote de la provincia de Salta (94,1%).
196 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

güística wichí, es decir la manera en que se denominan los lugares (toponimia),


además de marcar los espacios que se frecuentan por su importancia económica
o simbólica, expresa una síntesis de la historia inscripta en el territorio. De esta
manera los sitios son señalizados lingüísticamente en relación a hechos relevantes
que hayan ocurrido allí (de la Cruz, 1997).
Es así que a través del significado de los topónimos se transmite a las nuevas
generaciones gran parte de los saberes propios. De algún modo podemos decir
que el territorio es el manual básico de aprendizaje de los principales aspectos de
la propia cultura; siendo los Wichí un pueblo ágrafo, la memoria y la transmisión
oral relacionada al territorio cobran especial relevancia en el proceso de sociali-
zación de los niños. De allí que en la voluntad de permanecer en su territorio las
comunidades Wichí expresan el deseo de mantener su cultura.
De lo anterior se desprende que tanto para los aspectos materiales como sim-
bólicos la comunidad depende del acceso al territorio para garantizar su sub-
sistencia material y supervivencia cultural y social. Si bien ese acceso se ha ido
restringiendo gradualmente desde fines del siglo XIX hasta el presente, por la
ocupación del territorio por parte de personas no indígenas, las comunidades han
podido sobrevivir culturalmente gracias a su gran capacidad de adaptación y acep-
tación de condiciones cada vez más desfavorables. Sin embargo, en la actualidad,
se ha llegado a límites extremos en donde la utilización del espacio para ganadería
vacuna y el avance de los desmontes llevados a cabo por empresas agrícolas ponen
a las comunidades y su cultura en riesgo de extinción.
Un sinnúmero de trabajos etnográficos y estudios científicos, John Palmer
(2005); Luis María de la Cruz (1997); Trinchero (1997); Gordillo y Leguizamón
(2002); Buliubasich y Rodríguez (1994); Carrasco y Briones (1996) entre otros,
muestran la importancia de la relación del pueblo Wichí con su tierra y territorio.
Estos estudios también advierten sobre la amenaza que implica para la subsisten-
cia cultural del pueblo Wichí el desarrollo de actividades productivas –por parte
de no indígenas– que eliminan el monte y entran en contradicción con su forma
tradicional de vida.
Estas descripciones muestran que el modo de vida de los wichí –en especial
su lengua y cosmovisión– se ha mantenido vigoroso a pesar de los intensos con-
tactos interétnicos y del avance de las actividades productivas, acontecidos en el
Chaco, pero que la situación actual es sumamente delicada ya que nos encontra-
mos ante el riesgo de extinción cultural de un Pueblo que tiene una forma de vida
particular.
En este sentido Luis María de La Cruz (1997) expresa:
“El mundo de los Wichí no se limita a la tierra que pisamos, y todo
lo en ella plantado o creado (1997: 144) […] El cosmos, y la tierra
como parte de él, no es un mero objeto donde se posan los pies de
la gente y de la no gente. Se trata de un continente vivo, donde se
Tensiones entre políticas agrarias 197

desarrollan las más complejas relaciones, se desenvuelve la vida y


deviene su culminación por acción de los personajes subordinados a
la muerte” (de la Cruz, 1997: 148).
Esta compleja red de relaciones a la que hace mención el autor incluye mucho más
que a las personas físicas, de allí que el territorio y todo lo que en él existe resulten
fundamentales para mantener la armonía espiritual de la comunidad.
La cultura wichí posee una mitología muy rica y es a través de ella que se
explica el origen de los hombres y mujeres, de los ríos, de la selva, etc.; como así
también se marca las consecuencias que puede tener para una persona no cumplir
con las reglas culturalmente determinadas. Es común que la familia en pleno a la
noche se siente a fueguear y a escuchar los relatos míticos de los mayores que sir-
ven para transmitir enseñanzas espirituales y morales. La transmisión de los mitos
se realiza en su propia lengua y éstos versan sobre el monte y los seres que en él
habitan, de manera que –para su interpretación cabal– es necesario tener conoci-
miento sobre el referente material que le da sustento (el territorio).
La supervivencia cultural de este pueblo está íntimamente ligada a la posibi-
lidad de permanencia en su territorio y al acceso a los recursos naturales que hay
en él, especialmente el monte. Los saberes, conocimientos, historia, organización
social y cosmovisión de la comunidad están inscriptos en el territorio que habitan,
y sus principales referencias son el bosque que lo cubre.
La centralidad que tiene el monte en todos los aspectos de la cultura wichí, no
tiene un correlato material de igual envergadura, porque en general resulta difícil
detectar los vestigios físicos, huellas y señales que evidencien la utilización del
mismo. En este mismo sentido, el Dr. Leake (2009: 3) sostiene que:
“A diferencia de los finqueros y ganaderos que tienen a través de
sus actividades de producción un impacto radical sobre el paisaje
chaqueño, los indígenas tienden a hacer uso de grandes extensiones
de bosques –para cazar, recolectar frutas y obtener miel– sin dejar
rastros visibles. Es por ese motivo que, al mirar las comunidades
desde un avión o sobre una imagen satelital, apenas se observan sus
casas y los senderos. Las tierras que rodean la comunidad, cubiertas
de bosque nativo, aparentan no estar en uso, al menos para la perso-
na que desconoce el aprovechamiento indígena de la tierra”.
Las prácticas del desmonte y del desvajerado responden a una lógica productiva
para la cual la tierra y la naturaleza se consideran recursos, medios para la pro-
ducción; son bienes intercambiables en el mercado, factibles de ser cambiados
por otro bien de valor monetario equivalente. Destruir el monte o llevar adelante
un desvajerado en el territorio de una comunidad implica eliminar su fuente de
alimentación, vivienda, vestimenta, curación, etc., ya que éstas dependen en gran
medida para su supervivencia de las actividades tradicionales de caza y recolec-
198 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

ción, las cuales sólo se pueden realizar en el territorio siempre y cuando éste con-
serve la flora y la fauna nativa. Pero además es borrar su historia, exterminar sus
creencias, afectar su idioma e impedir la transmisión cultural.
En otras palabras, el desmonte y el desvajerado del territorio significan la eli-
minación de los principales referentes cognitivos y espirituales de la cultura wichí.
CAPÍTULO III

Dispositivos de gobierno sobre la pobreza


y políticas sociales:
relaciones de dominación, luchas y
representaciones subalternas
III-1 Visiones sobre los “Planes” en el Norte Argentino
(2001-2009)

Sonia Álvarez Leguizamón, Pedro Marcelo Ibarra, Norma Naharro1

E
ste artículo analiza los llamados Programas de Transferencia Condicionada
(en adelante PTC) durante el período que va entre el 2001 y el 2009 en la
Argentina: el programa Jefes y Jefas de Hogares Desocupados (en adelante
PJJHD o Plan Jefes: PJ),2 el Plan Familia por la Inclusión Social (en adelante PFI)
y en forma secundaria la “Asignación Universal por hijo” (en adelante AUH).3
Los programas para “pobres” o desempleados surgidos en ese lapso de tiempo,
son denominados en la Argentina con la voz genérica de “planes”, voz nativa que
engloba a las políticas focalizadas surgidas en la nueva economía política de la
pobreza,a partir de las directivas de los Organismos Internacionales de Desarrollo
en sus dispositivos de “ataque a la pobreza”, los que si bien adquieren diferencias
según países, tienen un formato similar.
La AUH se diferencia de los anteriores ya que si bien provee de un subsidio
y requiere de una contraprestación, se lo promociona como un derecho y adopta
como principio la universalidad. Consideramos que estos programas forman parte
de la biofocopolítica del discurso del Desarrollo Humano (Álvarez Leguizamón,
2009a, 2009b, 2011) cuyas características se explica en el artículo anterior en este
libro.
Se presentan los resultados de un estudio que analiza las representaciones y
percepciones sobre la implementación y contraprestaciones de estos programas en
poblaciones indígenas, campesinos y extrabajadores asalariados o precarizados
urbanos que habitan ciudades intermedias del norte Argentino. Se trata de sujetos
invisibilizados, en cierto sentido, del imaginario de la Argentina asalariada, obre-
ra-urbana y metropolitana que se reproduce en general en los estudios académicos
y en la concepción de los PTC, en particular. Los testimonios de los entrevistados
se presentan como ejemplo del análisis que se realiza, sin nombres reales, hacien-

1 Este trabajo se realizó gracias al financiamiento de la Fundación Carolina y formó parte del pro-
yecto de Investigación “La reforma social en América Latina en la encrucijada. Transferencias
condicionadas de ingresos o universalización de la protección social”, coordinado por Carlos Bar-
ba Solano, en el marco del Grupo de Trabajo de CLACSO: Pobreza y Políticas Sociales.
2 El nombre Plan Jefes es también una categoría nativa para este programa.
3 El trabajo de campo se inició justo en el momento del anuncio presidencial de la AUH el 29 de
octubre del 2009. Si bien es cierto que su inclusión permitió captar uno de los momentos de tran-
sición entre los programas analizados, los entrevistados no distinguían con la misma precisión que
los técnicos la diferencia entre los programas antecesores, mientras que se percibía una notable
preocupación y temor sobre la posibilidad de perderlos. Este hecho y su reciente instrumentación
limitaron el análisis de la AUH.
202 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

do mención a qué tipo de entrevistado es (sexo, etnia o localidad) y con iniciales


en los diálogos.
El estudio se realizó en dos zonas diferenciadas de la provincia de Salta (ver
Mapa en la introducción de este libro). La primera, en el Departamento San Martín
que incluye las ciudades de Tartagal, Gral. Mosconi y Aguaray asentadas sobre la
ruta 34 y que se encuentran en el noroeste de la provincia, casi en el límite con
Bolivia. Se caracteriza por la heterogeneidad de su estructura social. Allí conviven
una burguesía comercial y grupos asociados a las actividades extractivas agro-
forestales y petrolíferas, junto a exobreros de Yacimientos Petrolíferos Fiscales
(YPF en adelante), diversos grupos indígenas como los wichies, chorotes y gua-
raníes, y campesinos criollos4 ganaderos entre otros. Las localidades se pueden
ubicar en el mapa que figura en la introducción.
Es una zona que experimentó la expansión reciente de los agronegocios de
la soja transgénica y de localización de empresas petroleras privatizadas como
la Panamerican o Repsoil. Ese avance ha expulsado y despojado de sus tierras a
población indígena y criolla mediante desalojos violentos, debido a la alta renta
de la tierra. Esto ha producido una intensa migración hacía las ciudades como
Tartagal en condiciones de precariedad extrema. La intensa deforestación de estos
últimos años ha generado cambios en el medio ambiente que han producido tres
catástrofes ambientales recientes (aludes, crecidas de ríos, inundaciones de lodo
en el ejido urbano de Tartagal).
La segunda zona se ubica al sur de Salta en el Municipio de San Carlos (casi
en el límite con la provincia de Tucumán) en los Valles Calchaquíes y se caracteri-
za por la preponderancia de cultivos de vid y bodegas bajo la estructura de hacien-
das, ahora en manos de capitales transnacionales. A la par subsisten con muchas
dificultades economías de subsistencia campesina que producen familiarmente y
que fueron arrinconadas sirviendo como mano de obra estacional para la cosecha.
En la etapa de su mecanización (1980-1990) se expulsó población que vivía en las
haciendas hacia las ciudades de Cafayate y San Carlos y se disminuyó drástica-
mente las posibilidades de complementación monetaria de sus frágiles economías
de subsistencia.
Los programas focalizados y los de PTC vinieron a sustituir las escasas posi-
bilidades de asalarización estacional. Las actividades principales de este munici-
pio son la vitivinicultura y el turismo a pesar de ser ambas actividades en perma-
nente crecimiento debido a inversiones de capital transnacional, la mayoría de la
población está relegada a la producción de especies y agricultura de subsistencia
y asalarización estacional en época de vendimia. Predominan relaciones sociales
de patronazgo entre el peón rural y el latifundista o gerente de la multinacional.

4 Criollo es la palabra nativa que usan los indígenas de la zona para referirse sobre todo a los peque-
ños productores de ganado mayor, que se asentaron a principios de siglo XX por políticas llamadas
colonizadoras.
Visiones sobre los “Planes”... 203

Contexto de surgimiento de los programas

Imagen III-1-1
Argentina diciembre del 2001: Fotoshop realizado por Sonia Álvarez Leguizamón
en base a fotos de la web

En diciembre del 2001 en la Argentina, se produjo un estallido social que terminó


destituyendo al presidente De la Rúa (1999-2001) y que fue un corte en un lar-
go proceso de acumulación de riquezas sustantiva basado en la acumulación por
desposesión, como diría Harvey de bienes comunes de diverso tipo por medio de
procesos de privatización, junto a un creciente empobrecimiento de la población y
lo que se llamó corralito (inmovilización de los ahorros bancarios).
En el contexto de importantes luchas sociales en el 2002 surge el programa
Jefes y Jefas de Hogar desocupados cuya gestación sin duda permitió neutralizar
la protesta social en ascenso pero no fue una concesión gratuita del gobierno ha-
cía los desocupados, presidido en ese momento por el Presidente Duhalde (2002-
2003). Le fue “arrancado” por las luchas sociales sobre todo del Movimiento Pi-
quetero (Svampa y Pereyra, 2003). El Decreto oficial de su institucionalización
alude justamente a este hecho, ya que se considera es una decisión política como
204 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

respuesta a la “crisis”. En este sentido, Pautassi plantea que su creación no sólo


persigue una finalidad asistencial y focalizada para desempleados, “sino principal-
mente como un instrumento para atender una emergencia de características in-
éditas, que puso en juego la continuidad del sistema político institucional” (2004,
cursivas nuestras). El programa consistía en el pago de una ayuda económica,
según la retórica gubernamental5 para “garantizar el derecho familiar de inclusión
social”, a partir de asegurar la concurrencia escolar de los(as) hijos(as) y el control
de la salud; la incorporación de los(as) beneficiarios(as) a la educación formal
o su participación en cursos de capacitación laboral y su inclusión en proyectos
productivos o en servicios comunitarios (contraprestación).
En el Programa JJHD están presentes elementos vinculados con el reforza-
miento del llamado capital humano propio de los PTC. Sin embargo, este compo-
nente no fue controlado en la práctica, solo el cumplimiento de la contraprestación
en trabajo en servicios gubernamentales o comunitarios de cuatro horas diarias.
En relación a otros programas focalizados similares previos como los llamados
“Trabajar”, se caracteriza por el aumento significativo de la cobertura, un sistema
de autofocalización para la prueba de medios, realizado por una única vez previa
evaluación de cumplimiento de los requisitos, aunque no prevé la posibilidad de
nuevos ingresos. Según Pautassi (2004) se constituye en el primer programa de
subsidios masivos al desempleo que no adquiere forma de derecho de desempleo,
alcanzando a dos millones de personas en el momento “más álgido de la crisis”
llegando, en 2009, a 620 mil beneficiarios.
El llamado PFIS fue una iniciativa del expresidente Kirchner en el 2004.
En ese momento, se comienza a hablar de programas de “inclusión social” para
distinguirlos de los anteriores denominados, según la categoría gubernamental, de
“ingresos sociales” según la categoría gubernamental (para más detalles sobre este
discurso ver los apartados de Paulizzi o Milana en el presente libro).
En esos momentos la prensa junto a sectores de la derecha críticos a estos
planes, manifestaron que el PJJHD fomentaba la vagancia y que había muchos
destinatarios que trabajaban, aun cuando si esto sucediera, en condiciones legales,
eran dados de baja. Por ello la representación embutida en el PFIS era disminuir
el número de beneficiarios y en la enunciación “lograr la empleabilidad” y desa-
rrollar la “cultura del trabajo”. Por otra parte, el programa habla de “disminuir la
vulnerabilidad” de las personas en una situación “estructural más desventajosa”
que serían los inempleables. Nociones prácticas que promueven los organismos
internacionales de desarrollo en sus políticas de “ataque a la pobreza” (ver Zi-
becchi, 2007). Si bien, en su enunciación no alude explícitamente a la mejora del

5 Todo beneficiario titular percibe una suma mensual de $150, en forma directa e individual. A
cambio deben realizar contraprestaciones para la cual deberán tener una dedicación horaria diaria
no inferior a cuatro horas, ni superior a seis. (Ministerio de Trabajo de la Nación, 2009 [en línea]
http://www.trabajo.gov.ar/jefes/beneficiarios/index.asp).
Visiones sobre los “Planes”... 205

capital humano, lo hace indirectamente al requerir controles de educación y salud


de los niños y la mejora educativa de las madres que son las titulares del programa.
El origen del financiamiento es el Banco Interamericano de Desarrollo, el que ha
influido en la transformación del programa anterior y está promoviendo en toda
América Latina los PTC. Administrativamente se creó un programa llamado de
“Ingreso para el Desarrollo Humano” el que da lugar al financiamiento del PFI.
Los programas de “traspaso” desde el JJHD son: el PFI6 y el Seguro de Ca-
pacitación y Empleo (en adelante SCE),7 que se gestiona a través del Ministerio
de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (Secretaría de Desarrollo Social, 2009). El
paso del PJJHD al SCE es voluntario, se lo recomendaba especialmente a las per-
sonas cuyos hijos ya iban a cumplir 18 años; consistía en una asignación mensual
de $225 por 18 meses y de $220, durante otros 6 meses más. Se brinda capacita-
ción, prácticas laborales y se lo incluye en una base datos para los empleadores.
Sin embargo el PJHD se mantuvo hasta finales del 2010 en algunas localidades
puesto que no se implementaron los traspasos, como por ejemplo en Iruya y Santa
Victoria de la Provincia de Salta, zonas de extrema pobreza.
En la transición entre ambos programas, el PFI estableció la distinción de
los beneficiarios entre empleables e inempleables, siendo este último grupo el que
quedó en el PFI.8 La normativa lo establece cuando afirma que “el Programa Fa-
milias apuntaría, en adelante, a proteger y promover a las familias en situación
de vulnerabilidad y/o riesgo social desde la salud, la educación y el desarrollo de
capacidades”. El PJJH requería contraprestación de cuatro horas diarias de trabajo
como mínimo mientras que el PFI sólo controles médicos y asistencia escolar. Una
limitante fue que para ser beneficiario se debía tener tres hijos/as como mínimo
para igualar el beneficio del PJJHD, por lo que muchos receptores con menos
cantidad de hijos no pudieron realizar el traspaso. La familia y su “inclusión” que
era el nombre del programa, se reflejó no solo en su concepción sino también en
su publicidad como se puede ver en la imagen siguiente.

6 La Resolución MDS núm. 825/05 crea el marco para la implementación del Programa Familias y
establece su dependencia funcional inmediata de la Subsecretaría de Organización de Ingresos So-
ciales, dependiente de la Secretaría de Políticas Sociales en el ámbito del Ministerio de Desarrollo
Social (MDS).
7 El Seguro de capacitación y empleo, se empezó a implementar en Salta recién a fines de 2007 ges-
tionado y administrado por una oficina de Empleo municipal. Cada Municipalidad con una oficina
de empleo solicitaba la adhesión al Seguro. Según los funcionarios entrevistados “en general los
municipios no visualizan la importancia de contar con una oficina de empleo, así que esto funcio-
naba como una traba […] se tenía que firmar una Carta Compromiso lo que requiere de capacidad
operativa para generar un esquema local de prestaciones: cursos de capacitación de acuerdo al
requerimiento del medio”. Se firmaron convenios con los municipios de Salta capital, Rosario de
Lerma, Metán, Tartagal, El Carril, Rosario de la Frontera; Joaquín V. González y Cafayate.
8 La resolución MDS núm. 53 del 2007 unifica los criterios de elegibilidad y la tipificación de ries-
gos sociales para las inclusiones excepcionales a la modalidad del traspaso. Al mes de enero del
2009 reciben el ingreso no remunerativo por la modalidad de nuevas altas, 13659 destinatarios”
(SDS, 2009).
206 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Imagen III-1-3
Publicidad oficial del programa Familias para la Inclusión en la Provincia de Jujuy

En el caso del PFI no hubo autofocalización9 sino traspaso “optativo” de un plan


anterior que si autofocalizó por única vez. Las familias que ya no tenían hijos
menores de 18 años quedaron fuera de ambos “programas de traspaso”. El compo-
nente de “promoción familiar y comunitaria” que incluía el programa, se ejecutaba
a través de ONG y tuvo vigencia sólo durante el 2007 y 2008. En la Provincia de
Salta solo en los Municipios de Capital, Pichanal, Irigoyen y Embarcación. El
componente de “remoción de barreras para la inclusión”, consistía en becas de
$60 mensuales, destinadas a hijos mayores de 18 años o titulares para terminali-
dad educativa o profesionalización en establecimientos avalados por organismos
oficiales, sin límite de cantidad de beneficiarios por familia. Tuvo sólo un año de
ejecución.
Se realizó un estudio de los beneficiarios según criterio de empleabilidad que
fue usado en los talleres de “sensibilización” para el traspaso. Además los cruces
de información determinaron que muchos asistidos perdieran sus planes, por que
aparecían como trabajando. En las entrevistas se puedo constatar que, gran parte
de los destinatarios de los PJJHD, no querían pasar al PFI (a pesar de ser un monto
mayor de acuerdo al número de hijos) porque tenían expectativas de ser nombra-
dos en planta permanente en los servicios gubernamentales donde se desempeña-
ban –trabajando como contraparte– sobre todo en las áreas de Salud y Educación.
También, existía el temor que el PFI no durara mucho. Una vez logrado el traspaso
se exigía la firma de una Carta Compromiso que obligaba a la mujer titular a cum-
plir las obligaciones estipuladas (Art. 9) y a no realizar reclamos.

9 Este término refiere a que las personas se presentan a las instituciones habilitadas si cumplen con
los requisitos de la normativa sin intermediación ninguna.
Visiones sobre los “Planes”... 207

En octubre del 2009, el Gobierno nacional anuncia la creación por decreto


de la AUH para Protección Social. La medida fue cuidadosamente guardada en
secreto hasta su anuncio, en un intento por retomar la iniciativa política luego de
la derrota en las elecciones legislativas del oficialismo y un lockout empresario de
productores de soja. Antes del anuncio, existían numerosos proyectos presentados
en las cámaras legislativas que planteaban políticas similares. Mediante el “Decre-
to de Necesidad y Urgencia 1602/09”10 se establecía que el beneficio estará desti-
nado a todos los menores de familias desocupadas o que trabajan en la economía
informal. El Programa consiste en otorgar una suma fija –en ese momento ya que
se fue actualizando acorde con la inflación– de 180 pesos por hijo (máximo 5) que
será cobrado por uno de los padres, en condición de desocupados, o trabajadores
informales no registrados, en el servicio doméstico o ser monotributistas socia-
les.11 Durante el lanzamiento la Presidenta Cristina Fernandez de Kirchner afirmó
que la medida fue posible gracias a la estatización de los fondos de las AFJP,12
aseguradoras privadas de jubilaciones que habían sido nacionalizadas por ella en
el 2008 y subsumidas por la Administración Nacional de la Seguridad Social (en
adelante ANSES) quien administra el Sistema previsional por sistema de reparto.
Uno de los proyectos legislativos preveía crear un impuesto a la renta financiera
para solventar el costo de la asignación universal y no fondos de trabajadores acti-
vos que aportan al sistema previsional como lo fue el decreto presidencial.

Valoración de los Programas


Del análisis de las percepciones de los beneficiarios entrevistados se concluye que,
en términos generales, existe una valoración altamente positiva de los programas.
Sin embargo, la mayoría considera que preferiría “trabajo genuino” o un empleo
seguro y permanente a ser beneficiarios de un plan. Se evidencia también una con-
cepción idealizada del trabajo asalariado, el cual se piensa no sólo como un medio
para conseguir recursos económicos para la sobrevivencia familiar, sino como un
valor de la condición humana expresado en frases como “el trabajo dignifica”. Re-
sultados similares se encontraron en estudios sobre percepción de los beneficiarios
realizados en Capital Federal y Gran Buenos Aires por Levy (2006), Guimenez
(2004); Guiménez y Zibechi (2005 y 2006) y Hopp y Gradin (2007).
Una excepción a esta visión que asocia la contraprestación laboral a la im-
portancia de la cultura del trabajo fueron las declaraciones de las entrevistadas

10 Significa que fue un decreto presidencial que no tuvo el aval legislativo.


11 Se destina sobre todo a personas que realizan actividades que producen ingresos como campesinos
de escasos recursos y a otros que se encuentran en actividades productivas bajo programas socia-
les.
12 Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones, empresas privadas con fines de lucro,
dedicadas a administrar fondos generados con los aportes jubilatorios de trabajadores que optaran
por ser incluidos en el régimen de capitalización individual, establecido por la Ley 24241/1993 de
reforma previsional.
208 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

pertenecientes a la etnia Wichí donde se percibe que son otras sus lógicas de repro-
ducción de la vida. Para estas personas el trabajo asalariado es un medio más, en-
tre otras opciones, que les permite obtener recursos necesarios para satisfacer las
necesidades materiales de sobrevivencia, sin constituirse en fuente de “dignidad”.
La valoración positiva por parte de los “perceptores” es un aspecto ya seña-
lado en la mayoría de las evaluaciones realizadas, aunque hay una serie de cues-
tiones que se han considerado como negativas. Por ejemplo en un trabajo que
resume los estudios evaluativos del PJJHD se plantea los problemas que genera
la contraprestación y el hecho de que si un beneficiario consigue un “trabajo en
blanco”, aunque sea temporal, pierde la percepción del programa, lo que lleva
al aumento del trabajo precario. Esta cuestión fue saldada parcialmente cuando
se hizo la excepción para los trabajadores domésticos, quedando el resto de los
trabajadores precarizados sin esa posibilidad, sobre todo los de la construcción y
rurales. Debido a que la mayoría de los beneficiarios son de sexo femenino con
hijos menores a cargo, tienen limitaciones para buscar un empleo de tiempo com-
pleto y para acceder a él, dada la insuficiencia de infraestructura social (guarderías
infantiles, jardines de infantes, etc.). Por ello,
“la estrategia de supervivencia adoptada por varias familias consiste
en que la mujer se inscribe como jefe de hogar y sigue cobrando el
beneficio, mientras que el varón, si no se inscribió también por su
parte en el Plan, está realmente desocupado, trabaja en negro o lleva
a cabo actividades informales no declaradas” (Neffa, 2009).
Algunos entrevistados al valorarlos positivamente destacan las limitaciones es-
tructurales de falta de empleo y la necesidad de tomar cualquier trabajo más allá
de su precariedad.
Otro aspecto interesante que surge de las entrevistas realizadas es que la ma-
yoría de los perceptores no diferencian los programas entre sí y muchas veces
confunden los nombres de los mismos. Los PEL (Programa de emergencia la-
boral), los “Trabajar”, los “Salta Trabaja”13 y el PJJHD son denominados con el
nombre genérico o la categoría nativa de planes siendo considerados como una
misma cosa, ya que tienen en común la contraprestación en trabajo. Los propios
beneficiarios tienen que hacer un esfuerzo para identificar cuál de éstos es el que
perciben. En cambio el PFI es diferenciado claramente porque no requiere de con-
traprestación en trabajo.
I: Dicen que este tipo de planes en realidad incentiva la vagancia.
E: Mirá, si hubiese trabajo al que la gente pudiera acceder, digamos
un empleo digno, te digo que ni siquiera digno, capaz que como

13 Es interesante como las nominaciones de los programas se refieren al trabajo y en realidad están
destinados a desocupados.
Visiones sobre los “Planes”... 209

contratado, en negro si querés, pero no hay, la gente igual trabaja


acá en la agricultura, criando animales, pero quiere un mínimo de
seguridad, así que si puede emplearse aunque sea haciendo changas
lo va a hacer, con total seguridad; y si no hay ¿como hacés? ¿Vos le
vas a decir, no este es vago porque no tiene trabajo?
(Intendente Municipio de San Carlos).
Entre los entrevistados las clasificaciones técnicas de empleables e inempleables
no aparecen. Sus percepciones y estrategias en la lógica de sus decisiones de tras-
paso o búsqueda de trabajo están vinculadas a las posibilidades que encuentran
como opciones para mejorar sus ingresos. La clasificación técnica de empleables
e inempleables que se planteó como criterios de transición al PFI o al SEC, y
que vienen siendo promovidas por organismos internacionales de crédito, son ca-
tegorías de enclasamiento de las personas que las colocan en una situación de
“merecedores de asistencia”, al mismo tiempo las victimizan como vulnerables
o inempleables, culpabilizando a las personas por los problemas estructurales del
mercado de trabajo.

La transitoriedad de los planes y las condicionalidades


El período temporal en que se realizó el trabajo de campo para esta investigación
coincidió con la última etapa de conversión de los perceptores del plan JJHD al
PFI y el lanzamiento oficial de la AUH. Esta situación de transición, en la que
las personas no contaban con suficiente información, incrementó la incertidum-
bre. Como consecuencia de ello la gente manifestaba desconfianza y miedo. A
los entrevistados hubo que garantizarles reiteradamente que sus declaraciones no
iban a ser publicadas en los medios periodísticos ni leídas por los funcionarios gu-
bernamentales, predominando una sensación generalizada de “peligro de pérdida
del plan”, ya que muchos sentían que se obtienen como premio y se pierden por
castigo.
En algunos casos, esta sensación de incertidumbre se relaciona al hecho que
el JJHD se suspendía por denuncias para lo que se encontraba habilitada una lí-
nea telefónica gratuita. Ante una denuncia de cualquier ciudadano se suspendía el
pago del mismo hasta que el beneficiario “probara” su pertinencia. Este trámite
podía llevar varios meses, ya que al beneficiario no se le comunicaba de antemano
sobre el inconveniente para que hiciera el descargo respectivo. Se enteraba al ir a
cobrar y verificar que ese mes no le habían depositado el monto correspondiente,
a partir de allí tenía que averiguar por qué en el centro del que dependía, esperar
que lleguen las planillas de bajas y subsanar si era posible la falta (se es culpable
hasta que se demuestre lo contrario).
I: Hubo muchos casos en Tartagal de denuncias, ¿por qué se denun-
ciaba a la gente?
210 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

E: Bueno, por ahí en algunos casos la convivencia, el mal vivir, los


vecinos que no se llevaban bien y se denunciaban por eso; los otros
que denunciaban era aquel que por ahí no tenía nada y veía al que
tenía, ha sido tan mal distribuido el beneficio que había gente que
tenía kiosco, tenía auto y cobraban y otros sin nada no cobraba, así
que había denuncias.
(Presidente del Consejo Consultivo de Tartagal).
El traspaso del plan “jefes” al “familias” (nominaciones que los funcionarios y los
perceptores utilizan normalmente para referirse a ellos) fue resistido no sólo por la
sensación de inseguridad sino por qué la contraprestación en trabajo que exigía el
plan Jefes se perdía, el hecho de tener que trabajar creaba una sensación de mayor
seguridad y previsibilidad.
I: Y el paso del PJ al PF ¿cómo fue?
E: Fue duro, porque al PF nadie quería pasarse… había que con-
cientizar a la gente…
I: ¿Por qué no querían pasarse?
E: Porque tenían miedo de quedar afuera y nosotros hicimos un tra-
bajo de base, barrio por barrio explicándoles las razones de porqué
y la gente que siempre no quería hacer nada pasaba y hay otras per-
sonas que quieren cobrar todo, pensaban que cobraban Plan Familia
y que iban a cobrar Jefe de Hogar, y trabajaban en el hospital por
ejemplo y esa gente al pasarse al PF no podían dar contraprestación
y se perjudicaban.
(Presidente del Consejo Consultivo de Tartagal).
Las oficinas gubernamentales tuvieron que convencer a la población sobre los be-
neficios del PFI a través de lo que una de las funcionarias llamó “sensibilización”.
Se hicieron talleres de la oficina central de la capital salteña y otras localidades,
pero el traspaso no llegó a instrumentarse en todos los municipios. En ese momen-
to existían expectativas de que aquellas personas que realizaban contraprestación
en instituciones gubernamentales relacionadas a educación y salud tenían posibi-
lidades de ser nombrados como personal permanente. Por esta razón se resistieron
a ser pasados al PFI. Hubo algunos casos en que estas expectativas se cumplieron.
En el caso del anuncio de la AUH y la subsunción del resto de los planes, la
sensación de inseguridad se vio agravada por ser de carácter obligatorio y automá-
tico, a lo que se sumó un sistema de pago distinto. El PJJH y el PFI se pagaban en
el transcurso del mes, en cambio la AUH se deposita a mes vencido, esto dio lugar
a que en el primer mes de su implementación (diciembre o enero) se recibió solo la
diferencia de dinero que les correspondía entre el monto de la AUH y el que venía
cobrando. La incertidumbre se acrecentó al no haber ventanillas estatales cercanas
Visiones sobre los “Planes”... 211

a donde reclamar, ya que la AUH se administra a nivel central sin intervención de


la Municipalidad o las Organizaciones Sociales, por lo tanto las personas no tenían
claro a donde recurrir. Además la AUH se otorga sólo en el caso de aquellas fami-
lias que tienen hijos menores de 18. Por esa causa muchos perceptores del PJJHD
y de los PEC no recibirán ningún subsidio.
I: Una vez que se implementó el PF ¿cuántos quedaron en el progra-
ma Jefes y cuantos pasaron?
E: Bueno, fuimos decreciendo hasta que había 600 hasta hace 5, 6
meses atrás y hubo un golpe que pasaron de prepo cerca de 300 más
sin que sea opcional, iban casa por casa a buscarlos y supuesta-
mente a mostrarle una posibilidad, pero no lo pasaban; había gente
que decía no yo no quiero pasar pero fueron los visitadores lo mar-
tillaban, lo martillaban hasta que lo hacían pasar, ahora actualmente
debemos tener 300 más o menos, con esto del salario universal ya
no queda más.
I: ¿Y qué pasa con los desocupados que no tienen hijos o tienen
hijos mayores de 18?
E: Bueno eso queremos saber, ¿qué va a pasar? Por ahí solo tienen
un plan, no tienen ningún otro beneficio, hay gente de más de 40
años que no los toma nadie tampoco, no se pueden jubilar tampo-
co, […] De todos modos dentro de lo que es la UTD no tenemos
pensado salir a defender esos planes, que vea el gobierno que va
a hacer, nosotros vamos a seguir luchando por fuentes de trabajo,
obra pública, esas cosas.
(Dirigente Unión de Trabajadores Desocupados de Mosconi –en
adelante UTD–).
Si bien la operatoria del PJJHD era individual, el acceso dependió de factores
políticos y de cupos en los municipios manejados por los intendentes o por los
dirigentes de organizaciones sociales. De allí que éstos hablen del “manejo de los
planes”. Tanto el intendente de San Carlos como los dirigentes de la UTD Mosconi
ven al traspaso del PFI y la AUH como un despojo a la organización, puesto que
perdieron el poder que significaba tener incidencia directa en su otorgamiento.
E: Ha sido un poco difícil siempre el manejo de los planes, cuando
yo entré ya estaban asignados los planes y como siempre se ha ma-
nejado todo con la mirada política… yo creo que ha pasado en to-
dos lados, ¿no es cierto? Se han entregado los planes prácticamente
intercambiando por votos…
I: ¿Qué papel jugaba el político de turno, porque en la operatoria
aparece como un plan de inscripción voluntaria…
212 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

E: Eso en los papeles pero siempre se puede direccionar los bene-


ficiarios, vos podés decir este plan quiero que salga y este no…
entonces había gente que había presentado los papeles y todo lo
demás y nunca le salió, porque era netamente oposición política y
todo el entorno tenía plan.
I: Los municipios ¿tenían un cupo?
E: Sí, siempre se manejan con cupos los planes, no dan un número
indefinido, yo no sé de qué dependen los cupos; […] pero nosotros
[…] Alrededor de 150 planes, quizás haya tenido San Carlos, cuan-
do caen alguno se libera cupo para hacer entrar a otro. Entonces
directamente vos decís: yo lo mando a este para que reemplace a
este otro, eso se puede manejar así.
(Intendente de San Carlos).
Más allá que prefieran un trabajo digno y no un plan, algunos entrevistados en su
retórica confunden plan con trabajo. Por otro lado, en el lenguaje común la AUH
se nomina a veces con la palabra salario. En muchos testimonios se puedo obser-
var la subsunción de palabras vinculados con el trabajo/el plan/el salario.
I: Dicen que hay mucha gente que se le dio de baja, ¿vos sabés por
qué fue?
E: Bueno porque algunos cobran el salario, por eso dejan a la gente
sin trabajo, sin el plan digo. Ahora hay muchísima gente que no
le ha salido el salario y no se sabe por qué, debe haber acomodo
político porque hay muchos problemas ahora con el plan estos días.
(Perceptora PJJHD de Mosconi, criolla).

El acceso a los Programas


El acceso a los planes asume, en el contexto analizado, al menos tres formas.
La primera se trata de la inscripción y presentación espontánea e individual. La
segunda consistió en la inscripción e ingreso mediados por instituciones, organi-
zaciones sociales o referentes comunitarios. Finalmente la tercera se trató de casos
donde el ingreso al plan resultó de la acción y la lucha colectiva en las rutas. Estas
distintas formas responden por un lado la variabilidad de los contextos locales y
las dinámicas del conflicto social y político, como también al modo en que se fue
difundiendo y modelando la propia accesibilidad del programa.
Algunos de los entrevistados recuerdan que se enteraron por radio y se pre-
sentaron espontáneamente sin que medie algún gestor. En muchos de estos testi-
monios se sugiere que el ingreso se trató de buena fortuna o suerte, lo que refuerza
la idea de arbitrariedad y no de derecho.
Visiones sobre los “Planes”... 213

Cuando la inscripción e ingreso estuvo mediada por alguna organización po-


lítica, sindical, comunitaria o étnica o por referentes institucionales como la direc-
tora de la Escuela o el Intendente de la Municipalidad se evidencia, por un lado, la
importancia de estos mediadores en su acceso y, por el otro, se muestra que el in-
greso dependía de situaciones sobre las cuales los perceptores no tenían control o
sobre la cual podían ejercer poca influencia y en la que otros decidirían. En el caso
de Tartagal y Mosconi también se hace evidente el poder local de las organiza-
ciones sociales sobre la asignación. En muchas de las entrevistas se relatan situa-
ciones de intermediación o traspaso donde se puede constatar esta característica.

Imagen III-1-6
“Haciendo corte de ruta yo lo gane en la calle”, Sonia Álvarez Leguizamón.
Fotoshop realizado con fotos de la web

La tercera forma de acceso se evidencia en un testimonio que relata que al “plan”


se lo “ganó” en base al reclamo y la lucha. Aquí no se trata de suerte, azar o ges-
tiones de los intermediarios sino del propio esfuerzo invertido en las acciones de
protesta lo que le permitió “ganar” un plan. Si los otros relatos enuncian el papel
214 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

activo de los mediadores o la actitud de espera de los beneficiarios, este caso es lo


contrario. Es la propia movilización y la participación activa en la organización
social que reclama, por medio de cortes de ruta, lo que hace que se sienta como
“merecedora” del plan. En estos casos el programa no es una concesión. Fueron
“arrancados” al gobierno.
I: ¿Cómo accediste al PJ?
E: Me enteré por la radio, en ese entonces mi hijo era bebé y tuve la
suerte de ingresar de entrada apenas presenté los papeles, aunque a
veces tuve dificultades de que a veces cobraba y a veces no cobraba,
uno espera y vuelve a salir.
(Perceptora de San Carlos).

I: ¿Cómo fue que te enteraste y te inscribiste para tener el PJ?


E: En el 2002 fue, primero estaba el Jefes y Jefas y después me
pasaron al PF. Cuando estaban anotando en la Muni [cipalidad] yo
me fui a hacer anotar.
I: Y acá ¿el cacique de la comunidad no anotaba?
E: No, nada, teníamos que ir todos a la Muni, yo me enteré por parte
de mi vecino …teníamos que llevar la documentación de todo el
grupo familiar, de los hijos y como yo tenía los dos chicos prime-
ros, así que cobré el plan jefe y tenía que trabajar, tenía que salir a
machetear. Al mes siguiente que me inscribí empecé a cobrar. Ar-
maron un grupo … el grupo donde yo estaba era del Polo Obrero….
Después presentaron un grupo de merendero, eso y ahí me quedé yo
hasta que me hice inscribir en el Plan Familia.
(Perceptora Guaraní de Tartagal).

E: Lo he conseguido a través de la técnica de la ONG, ella me


pidió los papeles y los presentó. Teníamos una huerta comunitaria
y éramos 8 personas que teníamos el Plan, había más personas que
presentaron los papeles pero no le salió a todos.
(Perceptora Wichí de Tartagal).

E: Acá en S. Carlos [me inscribí], más bien me había anotado en


plan Trabajar y yo pensaba que me habían ingresado pero después
me di cuenta que no y me volví a anotar, la directora de la escuela
llevó los papeles y me hizo entrar en el PJ.
Visiones sobre los “Planes”... 215

(Perceptora de San Carlos).

I: ¿Qué gestiones hiciste para estar en el PJ?


E: Primero he averiguado acá en la Municipalidad, en el CCC (Co-
rriente Clasista y Combativa) de acá de Aguaray, ahí me hice inscri-
bir, en esa época no tenía hijos nada, trabajaba como cocinera en la
escuela de acá de La Loma en el año 1996, ese era el PEC, trabajaba
de 8 de la mañana hasta las 11, después pasé al Plan Jefes en la mis-
ma escuela pero ya dependía de la directora, ella me hizo inscribir
en ese programa, ella me firmaba la planilla. Ahí ya tenía un hijo
que lo dejaba con mi mamá para ir a trabajar.
(Perceptora Wichí de Aguaray).

E: Para el Jefe de Hogar a mí me inscribieron así nomás, el cacique


de la comunidad, por parte de él inscribió a toda la gente, no tuve
que venir al pueblo a traer papeles, el me pidió las fotocopias de los
documentos y entregó la lista con todos, casi la mayoría de la gente
de la comunidad tenía, el vio los que más necesitábamos y puso esa
gente. Para el Plan Familias ya hicieron los trámites ellas nomás.
I: ¿Hubo gente de la comunidad que lo necesitaba y no se le dio?
E: No, porque no somos muchos, habrá como 15, 20 familias de los
aborígenes; estamos separados los aborígenes de los criollos, el dio
más a toda la gente de la comunidad.
(Perceptora Guaraní de Tartagal).

¿Ayuda, favor, asistencia o derechos?


Desde el punto de vista normativo ninguno de los dos primeros programas pueden
ser considerados como derechos. El PJJHD si bien se plantea en términos de “de-
recho a la inclusión” haciendo mención a un artículo de la Constitución Nacional,
su instrumentación y concepción no lo acerca a un derecho. Zibechi (2007) realiza
un análisis de la bibliografía sobre las características de estos programas y afirma
que algunos autores los consideran planes de transferencia de ingresos en la medi-
da que los planes (PJJH y PFI) no garantizan un “ingreso mínimo” como señala el
discurso oficial. En el informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)
del 2004 se afirma que el hecho de realizar una transferencia magra de ingresos no
significa garantizar un ingreso mínimo y mucho menos contribuir a la inclusión
social. Tampoco sería correcto ubicar estos programas dentro del conjunto de los
planes de empleo transitorio de la década de noventa (Plan Trabajar, Servicios
Comunitarios, etc.).
216 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Para el CELS (2007) el PFI no es un derecho porque no cumple el principio


de universalidad ni el de igualdad. Se considera que el ingreso al programa es dis-
criminatorio, existe discriminación de género en la determinación de los destinata-
rios del plan al potenciar el rol reproductor de la mujer. Observan diferencias entre
la “Titularidad de un beneficio” v/s “Titularidad de un derecho” que se visualiza
en el slogan del Programa: “Solicitarlo es tu derecho”. Además hacen notar que el
requisito de la renuncia anticipada a reclamo frente a baja del plan por incumpli-
miento de condiciones y la falta de mecanismos de reclamo general, implican que
no hay garantías de derechos.
Barbeito (2003 citado por Neffa, 2009) argumenta para el caso del PJJHD
que, siendo la pobreza y la insuficiencia de ingresos de los hogares lo que justifi-
caba su adopción, sólo una parte (aproximadamente el 25%) de los desocupados y
pobres pudo acceder, sin que se explicite el criterio de exclusión del resto. Si bien
en los textos oficiales el beneficio se considera una suerte de derecho de “inclusión
social” de carácter universal, el número de los beneficiarios no aumentó desde
mediados de mayo de 2002, quedando convertido de alguna manera en un gran
programa “focalizado” que beneficiaba a casi dos millones de personas.
Desde la mirada del conjunto de los entrevistados surge que son valorados
como ayuda, obligación o favor del gobierno y, de manera alternativa, como un
derecho. Dada las condicionalidades y arbitrariedades en la asignación y manteni-
miento, se conciben como un bien que “se da o se quita”, podríamos decir que es
visto como un don, en el sentido de Mauss y Durkheim u otros antropólogos que
abordaron el tema. Por ello resulta coherente, que muchos entrevistados manifes-
taran preferir la modalidad del PJJH a la del PFI, ya que la contraprestación en
trabajo permite retribuir lo recibido (don y contradon) y así evitar el estigma de la
dádiva, típica de los dispositivos asistenciales.
La percepción del “plan” de parte de los perceptores como un derecho desde
su sentido común, está vinculada a tres aspectos. Es interesante destacar los múl-
tiples sentidos que los derechos sociales tienen para los sujetos que reciben estos
subsidios, a diferencia de lo que implicaría un derecho en términos jurídicos de
acuerdo al análisis ya realizado. Por un lado se vincula con el derecho al trabajo
que es un derecho constitucional y, por otro, por qué fue producto de las luchas
sociales. En este último sentido, forma parte de lo que Chatterjee denomina la co-
munidad política. Una tercera acepción del sentimiento de derecho tiene que ver
con que la falta de trabajo y pobreza, les da derecho al reclamo. Se trata tal vez de
dos concepciones que distinguen modos de visibilizar al sujeto y a la acción social.
En algunos casos, cuando se habla de ayuda o favor se tematiza a la gente como un
receptor pasivo, cuya acción colectiva parece anulada y sobre el cual el gobierno
opera mediante la distribución de planes, desmovilizando y tergiversando el senti-
do positivo del trabajo y el esfuerzo para vivir.
Visiones sobre los “Planes”... 217

En la segunda concepción, la gente aparece como un actor que en base a su


movilización, lucha, reclamo, o necesidad arranca y gana los planes. Sin embargo
se visualiza que una vez obtenidos, el gobierno los instrumenta otorgándolos tam-
bién a quienes no lo merecen, ya sea por qué no se movilizan o no lo necesitan.
La primera acepción la que se los visualiza como un derecho asociado con los
derechos constitucionales al trabajo y a una vida digna, puede ser ejemplificada
con el testimonio de una militante del Movimiento de Trabajadores Desocupados
Aníbal Verón (de la Provincia de Buenos Aires), en mayo del 2004, cuando co-
menzaban una huelga de hambre y encadenamiento, junto a otras organizaciones
de desocupados, por bajas de planes sociales vinculadas al anuncio del PFI. Una
militante del movimiento piquetero14 entrevistada por la prensa dijo: “los planes
sociales no constituyen un beneficio sino un derecho […] El estado Argentino
tiene la obligación de garantizar el cumplimiento de los derechos humanos” pero
al negarlos viola el “derecho a trabajar”, es responsabilidad estatal “establecer
todos los mecanismos necesarios a los fines de lograr el desarrollo y el aumento
progresivo en el mejoramiento de las condiciones de vida de todos los habitantes”.
La acepción de derecho como algo ganado en la calle, en la ruta por la lucha,
la represión y arrancado al gobierno se observa fundamentalmente en los per-
ceptores de organizaciones de base como la Unión de Trabajadores Desocupados
como se ve en el siguiente testimonio.
I: ¿Cómo es que fuiste beneficiaria del PJ, quien te avisó, como te
enteraste?
E: Yo lo “gané” al plan hace 13 años, en la calle haciendo corte de
ruta, ahí lo conseguí al plan, con una UTD de desocupados de Sal-
vador Maza, salieron todos, era la primera vez que salía el plan, sa-
bíamos que salía el Plan Jefes y que había que luchar, salimos todos
y la primera vez nos dieron 30 planes y entre esos 30 estaba yo [...].
I: Vos dijiste que te dieron el Plan porque eras luchadora, ¿conside-
ras que estos planes son un derecho de ustedes como desocupados,
un derecho de los niños, como los ves?
E: Yo me sentía con derecho a esto por lo que yo salí a luchar a la
calle, a veces nos mandaban a los de la brigada y nos corrían, nos
arriesgábamos y volvíamos otra vez, una vez estuve más de una
semana en la calle.
(Perceptora criolla de Aguaray).
En lo que respecta a la tercera representación del sentimiento de derecho como
algo merecido, tiene dos acepciones, por un lado, el hecho de que la situación de

14 Testimonio en el artículo: “Movimiento Teresa Rodríguez, Desocupados comienzan huelga de


hambre”, en Rebelión, el reino del revés, 9 de mayo del 2004.
218 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

pobreza y desocupación da derecho al reclamo y, por otro, que es una obligación


del Estado responder a esta situación. En este último sentido, el intendente de San
Carlos entiende que puede no ser un derecho, pero es una obligación que el Estado
tiene con las personas y lo que los funcionarios gubernamentales hacen es: bajar
un “Plan”, en el sentido de tramitarlo políticamente.
I: La gente ¿lo ve como un derecho o como una asistencia?
E: Yo por lo que he visto, la gente dice: “la Municipalidad tiene la
obligación de darme una respuesta, acá el Estado es la municipa-
lidad”, entonces vos le bajás un plan […] Bueno nosotros hemos
entrado con esa mentalidad de no discriminar, y hay gente que se ha
molestado porque le hemos dado a algunos, estoy hablando desde
el punto de vista político ¿no? […] Porqué dice es un derecho que
yo tengo por ser argentina, a mí el gobierno tiene la obligación de
darme el plan, lo ven como un derecho; entonces qué… ¡¡¡anda!!!
Exígeles contraprestación.
(Intendente Municipalidad de San Carlos).
En otro testimonio se visualiza como el plan es visto como un derecho y no como
una ayuda, porque es una obligación del gobierno responder a situaciones de po-
breza. Por otro lado, los perceptores que lo consideran un derecho no necesaria-
mente aceptan la condición de la prueba de la pobreza real ni la dependencia que
implica, la mayoría insiste que su aspiración es acceder a un trabajo y romper con
la dependencia al plan.
E: Para mí no es una ayuda, como le voy a decir es de lo mismo que
nosotros juntamos de lo que compramos de los negocios o sea que
para nosotros es rescatar un poquito de lo que tenemos nada más,
es un derecho […] era una obligación del gobierno que nos tenía
que dar…
(Perceptora mujer y su esposo, ambos criollos de Mosconi).

E: Un derecho… puede ser que quizás si porque nos corresponde


también, pero si, a mí me gustaría un trabajo donde yo pueda traba-
jar y ganar, como le digo ganarme con sacrificio las cosas, no que
me las den, y no tener que depender del plan.
(Perceptora de San Carlos).
En los sentimientos de muchos está la idea de que, su obtención como resultado
de la lucha reclamando trabajo genuino, lo que pone en cuestión la idea de que
son otorgados por el gobierno como dádiva. Aun así se percibe que vienen a suplir
momentáneamente el trabajo.
Visiones sobre los “Planes”... 219

E: Porque hay muchas personas que no tienen trabajo y ellos han


luchado, la gente. Con cortes, piquetes piden puestos de trabajo, yo
la verdad que no participé de ningún piquete
I: ¿Te parece que está bien que estén estos Planes?
E: No sé, por mi parte creo que debería, que haiga trabajo.
(Perceptora Wichí de Tartagal).
Entre los que lo visualizan como una ayuda más que un derecho, sostienen que
además no fomenta el trabajo. En este caso no se identifica la idea y el concepto
de inclusión social promovido por esa política ni que esté vinculado con la familia.
E: Por una parte es una ayuda ¿no?, pero por otra hay muchos que
ya no quieren trabajar, están dependiendo de lo que van a cobrar,
ya no quieren hacer changuita nada, hay algunos que viven solo de
los planes, para mí es una ayuda; porque yo lo que estoy cobrando
siempre ha sido para los chicos.
I: ¿El PF se llama Familia para la Inclusión, qué significa para vos
la palabra inclusión?
E: He visto pero ni se me ocurrió de preguntar, no sé qué significa.
(Perceptora Guaraní de Tartagal).
En otro caso se dice que antes de ser un derecho, el plan es un beneficio que el
gobierno da, aunque sin distinguir quien lo merece y que además requiere de tra-
mitaciones, que no aseguran su acceso.
Para otros no se trata ni de un derecho, ni una ayuda o un beneficio, sino más
bien un favor. Se habla de derecho, cuando se mencionan a los niños. Parte de esa
visión podría estar vinculado con la retórica oficial del PFI, el eslogan del traspaso,
así como en el de la AUH. Una opinión similar es la que identifica la AUH como
un derecho de los hijos, acorde con el hecho de que su monto depende del número
de hijos y de su edad. En el lenguaje común se le dice salario que en la Argentina
tiene dos acepciones jurídicas: la “asignación familiar por hijo” y el “salario” por
pago de trabajo.
E: Mire por una parte está bien que el gobierno de, pero por otra
parte no, porque hay gente que no se lo merece, porque el que más
tiene más quiere, así es acá.
I: Y la gente como vos ¿tiene derecho a cobrar?
E: Yo sí, a mí me han quitado ahora el PF, me han quitado del be-
neficio del familia porque yo estoy haciendo los trámites para el
changuito mío para que pueda cobrar de la pensión […] Tiene pro-
blemitas en el brazo porque a él lo han operado, él ha quedado mal
220 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

del brazo y yo estoy haciendo esos trámites ahora. Fui esta mañana
al PF a averiguar porque no había salido para cobrar, pero ahí me
han dicho que yo presenté los papeles para que siga cobrando y voy
a ver a ver si cobro, porque necesito.
(Perceptora criolla de Tartagal).
E: El salario [AUH] lo veo como un derecho de un hijo. Pero el PF
es una ayuda extra que nos da el gobierno.
(Perceptora de San Carlos).

Comunidad Política versus sociedad civil


La Unión de Trabajadores Desocupados de Mosconi, una de las organizaciones
fundantes del Movimiento Piquetero, conformada por extrabajadores de Yaci-
mientos Petrolíferos Fiscales (YPF), diferencia entre planes y trabajo genuino, y
consideran que la contraprestación en trabajo es importante para mantener la cul-
tura del trabajo. En otros estudios sobre el tema se afirma que esta posición se ex-
plica debido a la tradición obrera de esta organización (Svampa y Pereyra, 2003)
además de que los propios dirigentes reconocen que ellos promueven la cultura
del trabajo y no quieren “planes descansar”. El dirigente entrevistado recuerda que
ellos fueron pioneros en ese diseño a partir de sus luchas (cortes de ruta, puebla-
das), vinculadas con reclamos por la situación de desocupación y abandono en que
quedaron estos trabajadores, luego de la privatización de la empresa petrolífera
nacional YPF. “Nosotros siempre con la mira puesta [en el trabajo], los reclamos
que se hicieron en los petitorios fueron por trabajo genuino y alguna obra pública
que de paso que daba, trabajo iba a dar alguna satisfacción a la comunidad que
siempre fue olvidada”, afirma.
El caso de Mosconi y la UTD puede ser visto desde el punto de vista del
gobierno de la pobreza, como una comunidad política a diferencia de la idea de
sociedad civil, según Chatterjee. Para este autor estas formas de asistencia estatal,
no gubernamental o supra estatal pueden ser discutidas en términos de la noción de
sociedad política (2004, 2006), una manera de relación entre el estado y la pobla-
ción, no basada en la categoría universal de derechos, ciudadanía y normas legales
vinculada –desde la óptica occidental– a la sociedad civil, pero si producto de una
negociación del día a día entre “grupos de interés” y “grupos focales” (targeted
group), los pobres, las mujeres pobres, grupos étnicos, desempleados, campesinos,
residentes de favelas, entre otros. Analiza esta forma de comunidad política como
formando parte de la gubernamentalidad neoliberal en la India. Esta perspectiva
enriquece la idea de focopolítica que hemos desarrollado. Como dice Chatterjee
una política, que de un lado, se materializa en disciplinamiento en el nivel comuni-
tario (tanto rural como urbano) y al mismo tiempo es el resultado de luchas por la
reproducción de la vida y demandas de autogobierno. Seguidamente el testimonio
Visiones sobre los “Planes”... 221

de un dirigente de la UTD Mosconi muestra cómo se construye y negocia en el día


a día la comunidad política.
I: ¿Cómo categorizan ustedes estos Planes: tienen que ver con una
asistencia del gobierno a gente necesitada o tiene que ver con un
derecho de la población a tener garantizado cierto ingreso?
E: Nosotros lo vemos como un paliativo, nosotros creemos que la
Argentina está en condiciones ahora de armar proyectos de mucha
más envergadura para crear mucha más mano de obra, fuentes
laborales, la reactivación hay en otros lugares pero acá no se da,
entonces creemos que siguen sacando las riquezas de acá para bene-
ficiar a otros lugares, a los centros poblados de mayor envergadura,
entonces nunca estuvimos de acuerdo con estos planes, creímos que
eran una dádiva, pero tampoco los rechazamos porque no había
nada acá, no nos quedó otra, pero tampoco queríamos que sean unos
planes descansar o una dádiva que no den frutos, porque uno siem-
pre trabajó, nosotros tenemos una cultura del trabajo, más allá de
toda la propaganda que hicieron en ese momento, nosotros éramos
gente de trabajo, entonces no queríamos recibir planes, para hacer
la marchita, para ir a cortar y tomar un plan nada más, no hasta el
día de hoy la gente trabaja.
(Dirigente UTD Mosconi).
La UTD Mosconi logró canalizar las demandas de manera positiva, tanto obte-
niendo para sus militantes los primeros planes de empleo del país, como contro-
lando la gestión del plan JJHD a partir de proyectos comunitarios o cooperativas y
actualmente consiguiendo trabajo genuino en las empresas privatizadas petroleras.
La intermediación, es vista por integrantes y miembros de la organización como
algo positivo porque fue arrancado en la lucha. Por ello consideran que el PFI
despolitizó los planes, al no exigir contraprestación y participación del movimien-
to social de desocupados. Además visualizan la intermediación gubernamental
como facilitadora de los “punteros”15 políticos a diferencia de su propia actuación
que proviene de un movimiento social.
E: En el ‘97 bueno nos dieron como primera solución esos planes
sociales que eran los Trabajar y PELs, Trabajar para los que tienen
hijos y los PELs para los solteros que no tienen obligaciones; así
que había que armar proyectos y llevarlos a la práctica, entonces
nosotros fuimos dejados a un lado en ese momento en el ‘97, se
intervinieron los Municipios de Mosconi y Tartagal y bueno no tu-

15 Puntero es una categoría nativa para denominar los militantes de organizaciones de base territorial
que intermedian con políticos y funcionarios necesidades para la gente.
222 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

vimos la inteligencia de tener participación en eso y los manejó el


Municipio con la intervención y algunos punteros políticos que ga-
naron el espacio que habían conseguido los piqueteros. La UTD es
un Movimiento Social.
(Dirigente UTD Mosconi).
La asignación de “planes” como producto de sus luchas y la importancia de los
proyectos comunitarios y de generación de empleo promovidos, ha sido profusa-
mente estudiada, dado el carácter paradigmático de esta experiencia, a nivel de
fortalecimiento local de las Organizaciones Sociales y de autogobierno (ver Gia-
rracca y Wahren, 2005; Svampa & Pereyra, 2003; Piqueteros Mosconi, 2006, en
este libro, el trabajo de Cora Paulizzi lo describe con profusos detalles).
E: En el 2000 si ya nosotros… prácticamente el Movimiento de Des-
ocupados hizo el corte de ruta del ‘99, en diciembre del ‘99, y ahí
si ya nos dieron planes sociales a nosotros, 500 para repartir entre
Mosconi y Tartagal, iban a ser 2000, algo así, pero después no se
cumplió y ahí si nosotros tuvimos que armar nuestra oficina de pro-
yectos, hablamos a algunas ONGs para que nos prestaran el sello y
con esos proyectos los mandábamos a Salta, a la Gerencia de Em-
pleo y ahí, ya venían aprobados los proyectos. En Enero del 2000,
ya comenzamos a trabajar, había que tener materiales, gente idó-
nea, capacitada para hacer los proyectos que eran construcción de
aulas para escuelas, salas de primeros auxilios, todo lo que pusimos
ahí; y ya nos manejamos nosotros al principio eran 250 personas de
planes, pero ya desde el 96 habían 500, 800 personas desocupadas
que querían entrar a empresas, siempre hubo un grupo grande que
querían trabajo genuino, los planes en cambio eran una ayuda tem-
poraria; que nosotros en realidad nunca quisimos los planes, pero
en el 2001/2002 logramos obtener como 2300, 2400 personas entre
planes Jefes de Hogar y PEC, entonces ya se llamaban PEC, los
Trabajar los pasaron a JH y los PELs a PEC.
(Dirigente UTD Mosconi).
Los dirigentes UTD Mosconi afirman que, debido al éxito que ellos habían tenido
con sus proyectos productivos y comunitarios se incluyó la obligación de contra-
partida de trabajo comunitario en el programa JJHD, a diferencia de los planes
Trabajar anteriores en los que se le asignaba un trabajo gubernamental. Su lucha
logro incidir en la “política” de gobierno de la pobreza, incorporando elementos
que fortalecían a las organizaciones de base territorial, a la autogestión comunita-
ria y la creación de poder local. Podríamos decir que la comunidad política es una
forma de negociación continua por el gobierno y auto gobierno como se ve en el
siguiente testimonio.
Visiones sobre los “Planes”... 223

E: Hasta el ‘99, los planes que conseguimos en la ruta lo manejaron


los Municipios, es más el Municipio fue sancionado porque no cum-
plió con los programas y proyectos que se habían comprometido.
Por eso tal vez nos dieron a nosotros los nuevos planes. Cuando
nosotros dimos las características de lo que queríamos hacer la
Nación tomó esa idea nuestra de hacer cosas, porque hasta ese mo-
mento había sido desmalezado, limpieza, mantenimiento. Después
con los Jefes de Hogar se nota un cambio en base a lo que nosotros
habíamos planteado, nosotros hicimos los proyectos, hay un cam-
bio, la Nación tomó eso; y lo adecuaron a la tipología como para
poder sacar eso. En los programas iban esas ideas.
I: O sea ¿ustedes se sienten como coautores del PJ?
E: Creemos que hemos impulsado algunas ideas con respecto a los
planes, de darle una actividad no productiva pero si laboral y de
dar un beneficio a la comunidad, de dar un servicio a la comunidad.
Hasta ese entonces nosotros no habíamos visto que se construyeran
aulas, juegos infantiles en las plazoletas hechas en el taller metalúr-
gico. Tenemos electricistas, pintores, carpinteros, todo tipo de oficio
que habían sido de YPF. Trabaja la gente grande y como ayudantes,
los jóvenes, las mujeres por supuesto.
(Dirigente UTD Mosconi).
Visto desde el lado de la comunidad política, se evidencia que el movimiento
considera que los “planes” no son un derecho sino que trabajar es un derecho y
los planes son una concesión a sus luchas ya que lo que ellos quieren es trabajo
genuino. No importa si es un derecho –en términos de los derechos universales–
sino el resultado de sus luchas para ir resolviendo problemas fundamentales para
la reproducción familiar y comunitaria, al mismo tiempo que se valoriza no sólo la
cultura del trabajo, sino la autogestión colectiva solidaria. La experiencia común
de estas organizaciones es la experiencia comunitaria a nivel territorial en el barrio
o la ciudad, a partir la construcción de una nueva red social de poder local donde
trabajan en comedores comunitarios,16 huertas familiares y pequeños emprendi-
mientos productivos, provisión de servicios e infraestructura urbana, bibliotecas
populares, jardines infantiles, entre otros. Esta experiencia de trabajo comunitario
semigratuito17 no es nueva, forma parte de la tradición de construir el barrio y
hacer propio lo ajeno, a través del trabajo no pagado de los pobladores. Por ello, la
identidad personal y de lucha no está ya asociada al trabajo asalariado en la fábri-

16 Los comedores comunitarios son lugares donde comen niños o adultos mayores, generalmente en
las escuelas o los centros de salud de atención primaria.
17 El subsidio de 150$ por 20 horas de trabajo semanal promedio significaba más o menos un tercio
del salario mínimo. Al finalizar la primera década del milenio, apenas un décimo de ese salario.
224 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

ca, en el comercio o en los servicios, sino al trabajo comunitario, el que construye


su identidad como trabajadores al servicio de las necesidades sociales y miembros
de movimientos de desocupados. La experiencia compartida de exclusión social
y territorial, falta de trabajo, hambre, empobrecimiento, consolida una conciencia
basada en el poder local y el trabajo comunitario solidario.
Al mismo tiempo que la comunidad política requiere de esta negociación
diaria y de movilizaciones persistentes hay personas que ven esta exigencia como
algo difícil de sostener porque intima no sólo la contraprestación sino de la expo-
sición en los piquetes, lo que pone a las personas en situación de riesgo, violencia
y sufrimiento. Al mismo tiempo la organización demanda de militancia, a veces no
espontánea como el ejemplo que sigue.
I: ¿Usted ha participado o participa en alguna organización que exi-
gían los planes?
E: No, no, no yo no participé, yo estaba… yo fui a los cortes de ruta
porque mi mamá con la edad que tenía, tenía 86 años a mi mamá la
UTD la obligaba a que vaya a los cortes de ruta, porque ella trabaja-
ba en una huerta. Ella tenía un PJ y la obligaba la UTD a que vaya a
trabajar, así que mi mamá estaba en la ruta y yo tenía que salir de mi
trabajo, de mi huerta que estaba acá atrás, 2 hectáreas eran y irme a
la orilla de la ruta a estar al par de mi mamá.
I: ¿Y qué opina usted de eso?
E: Y para mí está mal porque era una obligación del gobierno que
nos tenía que dar y no tenían que obligarlas a las personas mayores
a trabajar, ta bién nosotros jóvenes tener una huerta, colaborar en
lo que se puede, pero no era que tenían que explotar a la gente así.
A mí me dolía mucho porque yo incluso de tener a mi mamá traba-
jando ahí perdí a mi primo que ha fallecido en la ruta, entonces tuve
que soportar todo eso, mi primo lo ha agarrado en la camioneta
cerca de Jujuy y lo han baleado, según sale en la foto cuando vuelca
la camioneta cerca de Jujuy, él y otro dos amigos más.
I: ¿Y eso tiene que ver con el corte de ruta?
E: Tiene que ver con el corte de ruta y a mí eso no me gusta. Los
cortes de ruta no me gustan porque nosotros antes no dependíamos,
mi papá no dependía de tener un puntero así… Mi papá ha sido
obrero del campo, nosotros hemos venido del Chaco, él no tenía
necesidad de esto.
(Esposo de una perceptora criolla de Mosconi).
Visiones sobre los “Planes”... 225

La contraprestación
Una característica de este dispositivo asistencial es la exigencia de la contrapres-
tación y la prueba de la pobreza real. Estos elementos se encuentran presentes no
siempre de la misma manera en la mayoría de los programas, aunque en el PJJHD
se materializa en trabajo y en el PFI en cumplimiento de controles de vacunación
y exigencias de escolaridad. En el PJJHD, la contraprestación podía realizarse a
través de trabajo en proyectos productivos, comunitarios, en servicios guberna-
mentales y en actividades de formación/capacitación.18 Los primeros debían for-
mularse como proyectos y tener una ONG como respaldo. Las contraprestaciones
gubernamentales se produjeron básicamente en las áreas de educación y salud
y, en las ciudades más pequeñas, en servicios municipales. El estado se proveyó
así de mano de obra barata para una serie de servicios fundamentales. Muchas
de estas tareas habían quedado vacantes por cargos eliminados por la llamada
eufemísticamente “Reforma del Estado”, llevada adelante en la transformación
neoliberal de la década de los ‘90 que implicó, entre otros aspectos, la cesantía de
mucho personal gubernamental.
En el caso de San Carlos la decisión de la presidenta de suspender los progra-
mas vigentes y subsumirlos en uno: la AUH, en el que las intendencias no tienen
ninguna incidencia, fue visualizado como un serio problema de gestión adminis-
trativa. El Intendente había organizado el trabajo en la Municipalidad, pagándoles
a las personas receptoras de un PJJHD un aporte de $150 adicionales. De esa ma-
nera mantenía una plantilla de trabajadores con salarios muy por debajo del valor
del salario mínimo y cubría las necesidades del municipio.
La situación relevada le estaba causando problemas porque tenían que dismi-
nuir o suspender los servicios gubernamentales que prestaban a muy bajo costo.
E: El hecho es que nos ha costado mucho a nosotros exigir la con-
traprestación, porque nosotros hemos intentado rearmar el Consejo
Consultivo, que es quien justamente tenía que controlar la contra-
prestación, hemos hecho un par de reuniones… Los hemos convo-
cado a todos diciéndoles que íbamos a exigir la contraprestación;
nos miraban como diciendo “por ciento cincuenta pesos que preten-
dés que hagamos”. Entonces yo realmente lo he visto así; 150 pesos
es realmente muy poca plata, exigir 4 horas de contraprestación de
lunes a viernes es una explotación; entonces yo directamente opté
por decir bueno las personas que tienen planes y cobran $150, yo le
pongo otros $150 ó $200 más y así los hacía trabajar, les exigía una
contraprestación, con el incentivo que cobraban más.
I: ¿Que tan importante ha sido para la municipalidad?

18 Según el artículo 17 del decreto de creación.


226 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

E: A mí me sirvió para disminuir los costos de personal, porque


nosotros acá en el municipio enviamos gente al colegio, a la escuela,
al comedor de la escuela, al comedor del albergue estudiantil […]
entonces al contar con los planes, la mitad de los salarios me la
cubre el plan, entonces ahora me estoy viendo en apuros al caer los
planes por la asignación familiar, todos me vienen a plantear “yo ya
no tengo que hacer la contraprestación”, entonces pretende que el
municipio le pague todo […] hoy yo le tengo que pagar los $300,
o sea… me duplica […] me afecta mucho el presupuesto; o sea el
problema que tengo ahora es ¿qué hago? Si saco esa gente de los
comedores de las escuelas porque no les voy a poder pagar, voy a
tener el problema que van a venir los directores [de las escuelas] a
ver cómo hacemos con el comedor”.
(Intendente de San Carlos).
Los controles del cumplimiento de la contraprestación los hacían además de los
funcionarios, dirigentes de las organizaciones sociales de trabajadores desocu-
pados, indígenas y otras. Esta condición dio lugar a una lógica de negociación
política que daba el poder a los miembros de las organizaciones de dar informes
negativos de cumplimiento, lo que producía la baja del “plan”. Esto era así, sino se
cumplía con ciertos compromisos con los políticos o con las organizaciones, como
participar de las movilizaciones.
E: Y ya estaban en la Muni [cipalidad], y ahí en la municipalidad
nos han empezado a llamar, y comenzamos a trabajar. Yo trabajaba
por el plan jefe de hogar, trabajaba así en las calles barriendo, des-
pués trabajaba en la plaza barriendo. Todos los que han entrado así
con los planes han entrado en la municipalidad.
I: ¿Ese era PJJHD o el Plan Trabajar?
E: Trabajar primero, después con el PJ ya han llamado y hemos teni-
do que presentar de nuevo los papeles y si los chicos iban realmente
a la escuela los certificados, ya en ese tiempo ya me han mandado
al hospital a trabajar para el piso, estuve casi 6 meses ahí, iba a la
mañana de 6 a 12, había mucha gente, había mujeres que hacían
limpieza, otras hacían papeles, después habían hombres para lim-
pieza atrás, todo eso.
I: ¿Qué hacías con tus chiquitos cuando ibas a trabajar?
E: Y bueno los dejaba solos y me iba a trabajar porque si yo faltaba
me ponían ausente y tres faltas nos dejaban sin trabajo, así era y no
nos perdonaban a nosotros, ni una. En ese tiempo mis chicos más
grandes tenían 5, 6 años, eran chiquitos. Yo los dejaba solitos, a las
Visiones sobre los “Planes”... 227

6 de la mañana y después mi otra hermana me los venía a ver un


rato; yo venía a cocinar rápido, descansaba y a la noche me acostaba
temprano para volver a trabajar al otro día.
I: Hay gente que dice que empezó a trabajar con los PJ y después los
nombraron en los hospitales o en las escuelas, ¿vos conoces gente
que le haya pasado?
E: Si, en el hospital si han dado, porque después de ese tiempo me
han sacado a mí, han hecho gente efectiva, planta permanente, han
dejado gente ahí, a mí no porque a mí me han sacado para otro gru-
po, me han puesto en la muni para la barrida.
(Experceptora de Mosconi con el traspaso al PF le dejaron de pa-
gar).
La contraprestación por trabajo no es considerada negativamente para ninguno de
los entrevistados, por un lado les aseguraba la continuidad y por otro se considera
dignificante, aunque muchos afirman que era muy poco dinero y otros recuerdan
la explotación que sufrían.
I: ¿Y a vos te gustaba esto de ir a trabajar?
E: Si, yo igual me iba, a mi si me gustaba, después salió este el Plan
Familias que hay que estar en la casa nomás, y solo llevaba la con-
traprestación nomás de tener los chicos con todas las vacunas y que
ellos vayan a la escuela, eso nomás hacíamos pues ahora con el PF.
I: ¿ Y a vos te gustaba más el PJ?
E; Si, no se me parecía más seguro, firmando todos los días la pla-
nilla, presentando todos los meses.
(Perceptora Guarani de Tartagal).
La valoración positiva de la contraprestación por trabajo ha sido constatada tam-
bién por otros estudios sobre percepciones de beneficiarios en la Argentina y la
importancia, para ciertas mujeres, de tener un ingreso propio y salir del ámbito
de lo doméstico (Giménez y Zibechi, 2005; Hopp y Gradin, 2007). Igualmente la
capacitación que era otra forma de contraprestación, como lo muestra el siguiente
testimonio.
I: ¿Cómo fue lo de la contraprestación?
E: Esto se manejaba por el Municipio, siempre la idea mía fue capa-
citarme, mi objetivo ya que se podía era insistir en la capacitación,
yo en el pueblo que vivo (El Barrial) no había mucho acceso a eso,
pero tuve haciendo la contraprestación en la limpieza de la Iglesia,
después salí de ahí y me fui a estudiar en Cafayate, hacía curso
228 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

de computación, de peluquería, lo que encontraba, eso lo permitía


el Plan aunque yo corría con los gastos, toda la familia nos dába-
mos vuelta como para que lo pueda hacer, y hoy doy gracias de
que puedo capacitarme de Agente Sanitario acá. Después hice una
contraprestación en la Salita [de atención primaria de la Salud]
de mi pueblo, también hacía limpieza y parte administrativo, y así
pasaron los años y le pedí encarecidamente al director que me dé la
posibilidad de capacitarme…
(Perceptora San Carlos).
En la provincia de Salta existió un convenio con los Ministerios de Salud y Edu-
cación para que los destinatarios del PJJHD cumplieran sus cuatro o seis horas
en estas dependencias, con controles estrictos de horarios y asistencia. Estos tra-
bajadores, en el momento del traspaso al PFI, tuvieron expectativas de quedar en
planta como trabajadores permanentes ya que la gran mayoría de ellos cumplían
tareas necesarias para un buen funcionamiento de la institución y así se les había
prometido. Esta fue una de las causas de resistencia al traspaso al plan familias
además de que la contraprestación en trabajo les daba más seguridad.
Visiones sobre los “Planes”... 229

Imagen III-1-7
Mujer Calchaquí de San Carlos en “Muestra en el Barro Calchaquí,
Encuentro de Ceramistas, San Carlos,
en http://seresdelaire.blogspot.com.ar/2012/07/muestra-en-el-barro-calchaquijallalla.html

Planes y reproducción de la vida: subsistencia, alimentos y acceso a otros


bienes
Entre los entrevistados tenemos distintas ubicaciones en relación al acceso a medios
de subsistencia: extrabajadores desocupados como el caso de Mosconi y Tartagal,
economías de subsistencia campesina (San Carlos y Guaraníes de Aguaray) o ca-
zadores/recolectores/artesanos (Wichís en Tartagal) los que muy transitoriamente
230 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

a veces realizan tareas remuneradas. Los montos de los planes son señalados como
insuficientes, mínimos y muy bajos en todos los casos. La experiencia de la lógica
de la economía política doméstica y las valoraciones están condicionadas también
por el número de integrantes, las oportunidades de trabajo y la lógica práctica de
la reproducción predominante. No obstante, se los valora positivamente como una
ayuda a la menguada economía de los hogares. Es un modo de poder hacer frente a
la crisis por falta de trabajo, ingresos, oportunidades y de alguna manera tiene más
estabilidad que los empleos estaciónales o por “changas”. Aun cuando resultan
mínimos, se los valora por que posibilitan atender, aun parcialmente, las necesi-
dades de alimentos, complementar los ingresos cuando estos existen, acceder a
bienes mercantilizados y créditos financieros. Cuando se trata de economías poco
asalariadas complementadas por actividades de subsistencia doméstica como la
agricultura familiar, la cría de animales de granja, actividades extractivas y de re-
colección, producción de artesanías que se combina esporádicamente con trabajo
remunerado, el impacto de magros ingresos monetarios resulta considerablemente
significativo no tanto a la sobrevivencia alimentaria, sino a la incorporación de
nuevos consumos. Esta hipótesis que surge del análisis comparativo entre las dife-
rentes lógicas de subsistencia de los entrevistados seleccionados, permite entender
el impacto diferenciado del plan sobre economías de subsistencia con mayor o
menor monetarización.
La mayoría de los entrevistados manifiestan que los ingresos percibidos por
el plan son insuficientes, frente a lo cual, el trabajo aparece como la vía necesaria
para afrontar las necesidades familiares, junto a otras actividades de subsistencia,
en los casos de hogares con menor asalarización.
EP: Yo como padre de familia numerosa, para mí los 150 no alcan-
zan para nada, es un engaño a la gente nada más, acá lo que hace
falta son cooperativas así se comienza a trabajar como debe ser, para
mí los planes no sirven para nada.
(Esposo de perceptora de Mosconi).

E: Me sentía mal porque era poco y tengo muchos chicos y no me


alcanza, si o si tenía que trabajar porque si no trabajaba no comía
y ni me podía comprar nada, no me hacía de nada tampoco.
(Perceptora criolla de Mosconi).
También se señala que el plan constituía un aporte importante a la economía del
hogar no tanto por el monto, sino por la seguridad de contar con un ingreso men-
sual ante la inestabilidad del empleo, la discontinuidad de los ingresos monetarios
derivados de la estacionalidad del trabajo rural y de la economía de subsistencia
agrícola.
Visiones sobre los “Planes”... 231

I: ¿Eran importantes los $150 en ese momento?


E: Para mi casa sí, mi marido no tenía mucho ingreso, por ahí te-
níamos, por ahí no, cosechábamos y por ahí nos iba bien por ahí
mal y la cosecha es una vez al año nada más, nosotros cultivamos
pimentón y comino en la finca de mi suegro […] ponemos a media,
porque si no el sueldo no alcanza, el básico es de 670 pesos. Noso-
tros alquilamos 2 piezas y pagamos 200 aparte de la luz y el agua.
(Perceptora de San Carlos).
En otro relato se alude a que los ingresos son escasos frente a las necesidades de
la familia, por lo cual se busca ingresos adicionales o se cuenta con la ayuda de
verduras proveniente de la huerta de la madre.
E: Yo sé que el salario [AUI] si no tuviéramos chicos no lo cobra-
ríamos, pero en este momento al salario lo tenemos que usar para
todo, para la comida, para todo; bueno él ahora está buscando así
changas para trabajar porque si no, no se puede con un salario no
alcanza para ocho personas, es mucho, pero el salario yo lo veo que
es de los chicos únicamente.
I: ¿Y ustedes cultivan algo para la comida?
E: No, yo en este momento no, nosotros estamos en el terreno de mi
mamá y ella como es muy guapa todo lo que pone se le da, ella pone
verduras como ser choclo, zapallo, cebolla, perejil y de allí ella nos
da a nosotros.
(Perceptora de San Carlos)
Existe también complementación entre algunos proyectos productivos del PJJHD
o los Trabajar con sus economías domésticas. Así por ejemplo un proyecto de
huerta comunitaria, produce verduras para los hogares de los participantes, asegu-
rando el acceso a ciertos alimentos. Estos casos son particulares, ya que la huerta
es parte del programa, destacándose que el acceso a semilla y la tierra fue asegu-
rado por terceros.
E: Nosotros trabajábamos a la tarde, pera la prestación íbamos a la
tarde, a la mañana la verdulería y a la tarde hacíamos 2 ó 3 horas,
lo dedicábamos al cerco, era para el cerco de nosotros nomás.
I: ¿Era tuyo, de tu familia o de la comunidad?
E: Era un cerco comunitario o sea que todos trabajábamos ahí, todos
limpiábamos.
I: ¿Y de dónde conseguían la semilla?
232 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

E: Nos daba el INTA [Instituto Nacional de Tecnología Agropecua-


ria], digamos acelga, lechuga, perejil, la zanahoria en el tiempo del
verdeo, después ya era para sembrar maíz, el choclo. Lo que sacá-
bamos era una buena cantidad y de ahí nos dividíamos entre todos
[se refiere a la comunidad Guaraní] y eran para nosotros.
I: ¿Y la tierra de quién era?
E. La tierra le prestaron, como la comunidad que estamos es como
una propiedad privada, como eso; entonces el dueño de finca le
prestó una parte, creo que por diez años, y entonces nosotros hemos
sembrado.
(Perceptora Guaraní de Tartagal).
Aquellos casos que tenían asegurado algún nivel de acceso a los alimentos me-
diante su economía de subsistencia el dinero del subsidio era destinado a comprar
mercadería y artículos básicos, sobre todo para los niños. Entre las mujeres Wichís,
permitía el acceso a ropa que de otro modo se tenían que confeccionar o resultaban
inaccesibles. En el caso de economías familiares en las que estaba garantizada la
auto-subsistencia alimentaria, se compraban bienes básicos para el hogar a los que
antes no se tenía acceso como camas, colchones, televisores o cocinas, por vía del
crédito ya que el pago tenía más estabilidad que las changas periódicas.
E: Lo primero que hacía era comprarle para los chicos, comprar
mercadería, lo que les hacía falta zapatillas ropa, lo que les faltaba
para la escuela.
(Perceptora Guaraní de Tartagal).

E: Antes las paisanas [mujeres de su misma etnia] compraban tela


y se hacían la ropa, no tenían para comprarlas, ahora se compran
las polleras hechas porque todas tenemos beneficio y las jovencitas
además se ponen pantalones y sandalias. Ahora con los planes la
gente puede comprar ropa, son de mucha ayuda para nosotros. Y
además los que venden son criollos que cambian artesanías por la
ropa.
(Perceptora Wichí de Aguaray).

E: También nos daban créditos con el certificado de residencia y el


recibito del plan y se podía comprar camas, radios, televisor. Aparte
te daban largas cuotas de $60 y te quedaba para comprar otras co-
sitas más. Antes no podía comprar así.
(Perceptora Wichí de Aguaray).
Imagen III-1-4
Octorina Zamora: “autoridad de la comunidad Honat le´les del pueblo Wichí”
Fuente: Los Pueblos Originarios su lucha en América Latina
en http://tawantinsuyusisa.blogspot.com.ar/2012/09/solidaridad-con-octorina-zamora.html
234 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

La cuestión de género en los planes


Sin proponérselo el trabajo de campo asumió una perspectiva de género: la ma-
yoría o casi la totalidad de las entrevistadas y la entrevistadora eran mujeres. Casi
todas madres y gran parte solas a cargo de sus hogares. Se suma a esto su iden-
tidad étnica y su localización en el interior de la provincia de Salta. Por un lado,
los datos sobre la pobreza indican que la mayor vulnerabilidad está representada
por los niños y jóvenes, las mujeres y los pueblos indígenas. Además, los lugares
donde provienen las informantes también se ubican en los escalones más bajos de
la estructura socioeconómica provincial.
Desde el diseño de los planes el género articula un discurso político donde
la preocupación por los otros reconoce a la familia como una de las principales
referencias. En ese marco, la importancia de las familias o los niños como sujetos
de asistencia o derechos es también característica de una visión de género que arti-
cula una doble operación. Por un lado, en las entrevistas las mujeres hablan persis-
tentemente de las necesidades de los hijos, y la preocupación que les genera, como
la ocupación que les significa en tanto madres para asegurarles ropa, alimentos y
útiles para su formación escolar. Pero también estos testimonios dejan de hablar
de los hijos, para referirse a esos sujetos como niños dentro de un registro que los
vincula como sujetos de derechos.
Otro aspecto de ese discurso, atravesado por la diferencia de género, aparece
tanto en el diseño de los programas (sobre todo en el PFI) como en las entrevistas
cuando se señala la preferencia de que las mujeres sean quienes manejen los re-
cursos en vez de los varones, por qué saben cómo hacerlo y son más responsables.
El PJJHD incluye en su nominación a la mujer como posible destinataria
del beneficio, sin embargo en su formulación y reglamentación no encontramos
aspectos relevantes que consideren las especificidades de las mujeres. El término
jefe de hogar proviene de una concepción patriarcal de la familia en donde hay
un jefe (masculino) que es el principal proveedor y tomador de decisiones. Este
esquema continúa en la concepción del programa que simplemente feminiza esa
figura pensando en las familias mono parentales, así se puede pensar como una
concepción ampliada de la familia patriarcal. Además, la categoría desocupado/a
junto con ocupado/a e inactivo/a son formas clasificatorias censales que se suelen
aplicar a la población de 14 años y más en los análisis socio-económico y que
producen un doble enclasamiento.
En el área rural y, en relación a las mujeres, estas categorías son especialmen-
te inapropiadas ya que el límite entre lo productivo y reproductivo en las activida-
des que realizan las mujeres rurales (campesinas e indígenas) es sumamente difu-
so. Según el censo de población 2001 en la Argentina hay un 68,6 % de mujeres
inactivas aunque en la mayoría de las unidades domésticas son las que garantizan
la alimentación familiar. Como plantea Biaggi (2007: 49). “la categoría inactiva
tiene […], un sesgo de ocultamiento o subregistro por estar efectuada con instru-
Visiones sobre los “Planes”... 235

mentos de medición de la condición ocupacional que resultan inadecuados, para


captar el trabajo que realizan las mujeres rurales”.
A nivel subjetivo la percepción de los programas contribuyó a que las mu-
jeres se asuman a sí mismas como jefas de hogar, más allá de las circunstancias
económicas del grupo familiar.
I: ¿Cuáles son los ingresos de su familia?
E: Mi marido es empleado municipal desde hace 3 años y “yo soy
jefa de hogar” y he pasado al Plan Familias y trabajo aquí (el taller
de telares) hemos hecho hace 6 años el grupo.
(Perceptora de San Carlos).
Además las contraprestaciones de las mujeres en general se relacionaban con ex-
tensiones de las tareas domésticas naturalizadas como propias del ámbito femeni-
no (barrer, cocinar, cuidar ancianos).
En la práctica la contraprestación representó –para algunas mujeres–- una
mayor explotación ya que debían cumplirla fuera del hogar sin que sus esposos/
parejas/padres desocupados se hicieran cargo de las tareas domésticas. Esta si-
tuación se evidencia cuando en las entrevistas dicen que sus chicos se quedaban
solos, independientemente que ellos permanecieran en el hogar. En los relatos
también se señala que volvían a casa a cocinar o que los hijos quedaban a cargo de
alguna otra mujer (madre o hermana) o llevaban sus hijos consigo. Sin embargo,
el salir del ámbito doméstico para cumplir con el “trabajo” fue valorado como
positivo por muchas de ellas.
I: ¿Qué hacías con tus hijos cuando te ibas a machetear?
E: Yo como vivía mi mamá acá al frente, yo con ella le dejaba los
chicos.
I: ¿Cómo fue lo del grupo del merendero?
E: Era acá nomás también, acá a media cuadra, así que ahí me iba a
la tarde, y ahí tenía que preparar arroz con leche, todo eso te, a veces
tenía que ir a hacer el pan a la mañana allá y le daba a los chicos, y
hasta ahora sigue, todos los días de lunes a viernes. Los de la Muni
[cipalidad] de acción social traían la mercadería. Ahí van todos los
chicos de la comunidad. Cuando yo iba, mis chicos iban y ahora ya
no, hacen de vez en cuando, ya no hacen todos los días.
(Perceptora Guaraní de Tartagal).
236 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Imagen III-1-8
Mujer Guaraní: Foto en artículo “Salta: Comunidad Guaraní reclama a la
Seabord Corporation la devolución de sus tierras” en Diario Comunicación Popular,
lunes 29 de setiembre de 2014

Como todo cambio en las relaciones de género socialmente aceptadas, la contra-


prestación significó conflictos en la pareja, porque a los varones les molestaba que
las mujeres salieran de la casa.
En muchas de las entrevistas las mujeres recuerdan con gusto el brindar la
contraprestación con trabajo, y en algunos casos el traspaso al PFI se hizo solo
porque significaba un mayor ingreso monetario y no para dejar de trabajar.
En el diseño del PFI la titularidad se dirige a las mujeres, fortaleciendo su rol
reproductor. Se invisibiliza a la mujer como sujeto de derecho y toma relevancia
su rol de cuidadora en la familia que es el objeto de problematización del progra-
ma. Esta imagen se fortalece desde el discurso oficial en el sentido de promover
Visiones sobre los “Planes”... 237

que sean las mujeres las que se hagan cargo de lo reproducción de la mano de obra,
atendiendo sus necesidades físicas y sociales. El traspaso del PJJHD al PFI signi-
ficó en muchos casos un cambio en la titularidad del plan a favor de las mujeres.
En el caso de la UTD de Mosconi pareciera ser que la política interna fue
la feminización de los planes, reservando el “trabajo genuino” para los hombres.
I: ¿Cómo fue la participación de las mujeres en los PJJHD, quienes
eran los titulares?
E: En un principio acá más venían los varones, pero cuando vinieron
los planes se nos llenó de mujeres que eran las más desesperadas,
porque son las que viven con los hijos, saben que tienen hambre, el
hombre capaz que se va a la calle; entonces hicimos proyectos de
huertas, de viveros, también hicimos desmalezados de lotes baldíos,
predios escolares, y ahí tuvieron que ir las mujeres y realmente las
mujeres de Mosconi son, siempre han merecido nuestro respeto…
después dijimos bueno los planes son para las mujeres porque son
las que más trabajan.
(Dirigente UTD Mosconi).
El PFI junto con la AUH explicitan en su formulación que es una ayuda para los
hijos y no para las mujeres, considerándolas como responsables “naturales” de
la crianza y paradojalmente la situación de empleado del padre de los hijos, las
exime del cobro del beneficio. Por otra parte el varón considera la asignación por
hijo como una retribución a su trabajo y generalmente no realiza la redistribución
al interior del hogar, situación señalada por varias entrevistadas como una dificul-
tad doméstica importante. Por otra parte, se incentiva así la búsqueda de trabajo
en negro para no perder el “plan” lo que fortalece la situación de pobreza en un
mecanismo perverso, contraria a la retórica que pretende subsanarla.

Perspectiva étnica en los planes


Del análisis de las entrevistas realizadas en Tartagal y Aguaray se observa la im-
portancia de las organizaciones indígenas en el poder político local. En algunos
casos eran tramitados e intermediados por los Caciques. En la ciudad de Tartagal
se hicieron dos Consejos Consultivos (CC) uno era exclusivamente indígena y el
otro criollo.
I: ¿Cuántos planes eran inicialmente en la ciudad de Tartagal?
E: En ese tiempo lo que pertenecía a este CC, porque estaba el otro
CC Aborigen, también. Había uno para la gente criolla y otro para
los aborígenes, nosotros manejamos aproximadamente 6500 perso-
nas y los aborígenes tenían por lo menos 2000 y algo.
I: ¿Quién estaba a cargo del otro CC?
238 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

E: Un señor, eran dos caciques aborígenes, después había un señor


por la etnia Guaraní y otro por los Wichís.
(Presidente del Consejo Consultivo Criollo de Tartagal).
Las mujeres wichís valoran la contraprestación vinculada al trabajo siempre que
este sea comunitario, pero para nada lo vinculan con “la cultura del trabajo”, ele-
mento que no es parte de su cosmovisión cultural y de sobrevivencia. Una de
las entrevistadas de esta etnia manifestó que ellas no salen de la comunidad para
buscar trabajo, enfatizando que no son empleadas domésticas, prefiriendo hacer
artesanías para la venta. Esto les permite tener ingresos monetarios y permanecer
en la comunidad, cerca de sus hijos. Como ya se señaló, en el análisis de para que
se usa el subsidio, al tener un piso alimentario mínimo producto de las actividades
artesanales, agrícolas y de caza, el destino del ingreso por planes no es para ali-
mentos, sino para incorporar productos mercantilizados como vestimenta o bienes
domésticos como camas, colchones y televisores.
En el caso de aquellos manejados por los caciques guaraníes, la contrapres-
tación estaba relacionada a huertas comunitarias. Se observa una concepción de
comunidad en el sentido que el producto de la huerta (trabajo que se realizaba
como contraprestación) era para todos los miembros de la comunidad, indepen-
dientemente si trabajó o no. Cuando estaba lista la huerta cada uno cosechaba lo
que necesitaba, concepción diferente a la de “distribución equitativa”.

En el Municipio de San Carlos la mayoría de los programas están concentra-


dos en el pueblo o en la zonas aledañas, es muy poca la gente del “cerro” (campe-
sinos que viven en zonas alejadas del centro urbano) que reciben este beneficio.
En ese sentido, la AUH se presenta con más cobertura, pero la obligatoriedad de
la condicionalidad de educación formal, contribuye a incrementar la migración a
los centros urbanos para que los niños tengan acceso a la escuela ya que, general-
mente solo hay hasta sexto grado en las escuelas rurales. Una artesana entrevistada
señala que la educación formal, de la manera en que es impartida actualmente,
produce pérdida y desvalorización de los saberes locales, útiles para la subsisten-
cia en las zonas rurales. Pero, por otro lado, considera que está bien que los planes
exijan como contraprestación la educación formal de los hijos.
I: Para la gente del cerro ¿cree que está bien la AUH?
E: Yo creo que si para ellos sí, nunca han tenido nada y ellos han
tenido que traer sus cosas para vender y poder comprar lo justo para
poder volver a llevar y viven lejos y está bien […]
I: ¿Usted cree que estos planes van a hacer que la gente abandone el
cerro y se venga para acá?
Visiones sobre los “Planes”... 239

E: No, quizás también, porque los hijos tienen que venir a la es-
cuela y las viejitas no se pueden abandonar tampoco en el cerro,
no se la verdad que por ahí digo no sé qué es mejor, porque como
me decía uno en San Antonio: –De estudiar y estudiar y después ya
nadie quiere trabajar, nadie quiere criar gallinas, nadie quiere ir al
cerro, nadie quiere hacer nada porque a todos los mandan a estudiar
y estudiar y obligan a estudiar y nadie se quiere quedar en el cerro;
y es así yo digo antes había mucha gente en el campo porque no es-
tudiaban, es la verdad, y bueno es la revolución, antes se aprendían
las cosas de otra manera.
I: ¿Cómo era la contraprestación con el PF?
E: No nada, nada más si nos han dicho que los chicos tienen que ir
a la escuela, si nos estaban controlando, las vacunas en los hospi-
tales todo eso […]. Me parece que está bien que es algo que se tiene
que hacer para que los chicos crezcan bien de salud y se eduquen
también.
(Perceptora de San Carlos).

Efectos de los Programas


A nivel subjetivo la representación dominante de los pobres como vagos y de que
los planes alimentan la vagancia aparece en muchas entrevistas, siempre por fuera
de su situación personal. Este estigma de pobre indigno resulta como una maldi-
ción. Tiende a encerrar a las víctimas en una acusación que funciona como destino,
como diría Bourdieu. En las entrevistas se observa que se intenta exorcizar la mal-
dición en un esfuerzo por diferenciarse de aquellos otros, a los que se les asigna la
representación dominante. Pero también aparecen otras representaciones a partir
de una explicación del contexto de desigualdad social, de la falta de oportunidades
de trabajo, del sufrimiento por las historias de segregación.
Del análisis de las entrevistas con funcionarios y beneficiarios se pudo consta-
tar dos efectos secundarios macropolíticos muy importantes, una es el incremento
del circulante y el consumo a nivel local y el otro es el aumento del piso del precio
de la fuerza de trabajo que en ambas zonas es muy bajo, manteniéndose relaciones
no solo de precariedad laboral extrema sino de semiservidumbre doméstica.
En el Departamento San Martín, sobre todo en las ciudades de Mosconi, Tar-
tagal y Aguaray su implementación significó no sólo la neutralización del conflicto
social, sino también la activación de la economía local que se encontraba muy de-
primida luego del cierre de YPF. El incremento de circulante entre los pobladores
permitió reactivar el pequeño y mediano comercio local. Es significativo que los
días de cobro de los planes las calles se llenan de puestos callejeros, ofreciendo
240 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

todo tipo de productos –sobre todo a los indígenas– que vienen de las comuni-
dades más lejanas. Entre estos elementos se destacan las polleras usadas por las
mujeres wichís que antes eran de producción doméstica.
Tanto en el Departamento San Martín como en San Carlos, los comercios
locales que venden artículos para el hogar (camas, colchones, cocinas, televisores,
etc.) implementaron líneas de crédito especiales para los beneficiarios de los pla-
nes, reactivando notablemente sus ventas e incorporando como clientes a un sector
de la población al que antes no podían llegar.
El cobro de una suma de dinero mensual con cierta garantía en el sector que
vendían su fuerza de trabajo en la agricultura, construcción y servicio doméstico
(trabajos generalmente transitorios y en negro) produjo que el nivel mínimo del
precio de la fuerza de trabajo se incrementara. Para realizar lo que antes se hacía
por un plato de comida o por ropa usada, ahora se reclama una retribución mone-
taria más elevada. Esta suba del valor de la fuerza de trabajo, permitió disminuir
la super explotación del trabajo, característica en ambas zonas.
N: ¿Antes le pagaban menos a la gente?
E: En algunos casos sí, ahora te pagan más, porque antes no, te
daban la comida y ahora con los planes y los subsidios que hay te
pagan más y no te explotan tanto, incluso vos ponés los horarios.
Antes agarrabas cualquier cosa, en mi caso yo trabajaba con un [po-
licía] Federal y estaba desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tar-
de y me daba $150, eso hace como dos años atrás. Si yo no estaba a
las 8 de la mañana en la puerta él ya me retaba. Por algunos lados los
planes sirvieron para que la gente negocie mejor su sueldo porque
saben que si uno tiene el plan los puede dejar.
(Perceptora Guaraní de Tartagal).
Vinculado con este efecto, al poco de comenzar a cobrar la AUH, a principios de
diciembre del 2009, la prensa se hizo eco de la crítica de que fomentan la vagan-
cia. Bajo el titular: “Abandonan sus trabajos para cobrar el subsidio universal por
hijo”, un diario mostraba casos de mujeres que dejaban de trabajar en cooperativas
municipales o abandonaban el empleo doméstico.19 Los ejemplos se relacionan con
la super explotación que se venía dando por medio de la contraprestación por trabajo del
PJJHD, de parte del estado en los servicios gubernamentales, como las situaciones releva-
das en San Carlos en la Provincia de Salta.

19 El diario decía que cinco jóvenes mujeres de bajos recursos, vecinas de barrio La Costanera de la-
ciudad cordobesa de Jesús María, renunciaron a conformar una cooperativa con la Municipalidad
local para optar por la asignación universal por hijo. “Nos bajamos del proyecto. Por casi la misma
plata y sin tener obligación de trabajar, preferimos quedarnos en casa y cobrar los 180 pesos por
hijo”, señaló una de las beneficiarias del plan. (“Abandonan sus trabajos para cobrar el subsidio
universal por hijo” en Info futuro digital, martes 8 de diciembre de 2009).
Visiones sobre los “Planes”... 241

Conclusiones
Del análisis de los programas en este corto período podemos observar que el con-
texto socio político de surgimiento y evolución, es fundamental para entender las
características generales que adquirieron, así como su modificación y subsunción
paulatina. Las focopolíticas como los PTC se van modificando, a medida que se
neutraliza el conflicto social a nivel local, que las discursividades de los organis-
mos internacionales cambian, al mismo tiempo que la política local va teniendo
iniciativas que le dan un color nacional a las tendencias más globales de la guber-
namentalidad neoliberal transnacional.
Por otra parte, existen territorios donde la comunidad política para la repro-
ducción de la vida se constituye a partir de espacios de negociación diaria, entre
sujetos excluidos que adquieren poder y actores gubernamentales que ceden parte
de las regulaciones en el gobierno de los pobres. Esto significa que la gubernamen-
talidad transnacional, tiene una conexión particular con los actores locales. Estas
formas regulatorias transnacionales y nacionales adquieren una espacialización
no vertical ni unilateral, como dirían Ferguson y Gupta (2002), son resignificadas
según el contexto político y de las luchas sociales.
Como se pudo observar en esta y otras investigaciones, esta comunidad po-
lítica vinculada al movimiento de trabajadores desocupados “piquetero” y a otras
organizaciones territoriales, tuvo un rol fundamental en algunos territorios en el
acceso e instrumentación de “planes” y a la negociación de la lucha del díaa día en
las rutas y piquetes. Estas permitieron resolver parcialmente, no sólo cuestiones
de ingresos, sino la construcción de poder local vinculado a necesidades comuni-
tarias. Esto fue posible debido a que parte de la contraprestación de trabajo que
requería el PJJHD, fue direccionada hacia experiencias de generación de empleo y
servicios comunitarios. Como se vio, a lo largo del análisis, este último programa
se constituyó como una concesión del gobierno a las luchas sociales, aspecto que
resuena en la retórica oficial a partir de distintas categorías técnicas que intentan
invisibilizar el conflicto que lo arrancó, como la “emergencia laboral/ocupacional”
o “respuesta a la crisis sin precedentes”. Fue enunciado en la retórica oficial como
“derecho a la inclusión social” de “los afectados” por esa “crisis”, intención que se
vio reflejada en la nominación del programa “Derecho Familiar de Inclusión So-
cial: Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados”. Podría pensarse que la ape-
lación nominativa a un derecho abstracto de la última reforma constitucional, el de
la “inclusión social”, fue una estrategia de legitimación que interpela a los sectores
de poder que se habían reconstituido y concentrado, gracias a las des/re/gulaciones
de la gubernamentalidad neoliberal argentina, que permitieron una concentración
y desnacionalización del capital y de los ingresos de una profundidad pocas ve-
ces vista. Del análisis del funcionamiento de estos programas, realizado por otros
autores se concluye que el PJJHD es el primer programa de subsidios masivos al
desempleo, que no adquiere forma de derecho al desempleo, no garantiza un “in-
242 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

greso mínimo” y mucho menos contribuye a la “inclusión social”. Además cubría


sólo el 25% de los que se encontraban en situaciones de pobreza y desocupación,
sin que se explicaran los criterios de exclusión del resto. Por otra parte, se pudo
observar en las entrevistas realizadas el problema que se genera si los perceptores
consiguen trabajo en blanco ya que son dados de baja del programa, siendo que el
subsidio es magro y no cubre las necesidades básicas mínimas. Por ello se tiende
a una lógica perversa, esto es: aceptar cualquier trabajo precario para mantener el
subsidio dada su relativa continuidad.
El PFI resultó de la decisión gubernamental de disminuir los perceptores del
PJJHD incorporando las categorías de empleabilidad e inempleabilidad/vulnera-
bilidad en su transformación. Éstas venían siendo usadas dentro de la producción
científica de organismos supranacionales –como el PNUD o el BID– que promo-
vían los PTC. Son, también, operatorias clasificatorias de enclasamiento que trans-
fieren a los “sujetos” de asistencia las causas de su situación. A la vez respondían
y embutían en su enunciación técnica, a las creencias del sentido común de los
sectores de poder que consideraban que había muchos perceptores que eran traba-
jadores y que fomentaba la vagancia. Sin embargo, en los estudios evaluativos y
en nuestras entrevistas surge la valoración positiva de la contraprestación que es
remunerada –si se puede usar esta idea dada el vínculo asistencial y no laboral que
la sustenta– con un ingreso muy por debajo de los niveles mínimos de subsisten-
cia. Lo que muestra que la mayoría de los perceptores no eran vagos sino que, por
el contrario, se sometían a situaciones de super explotación. El cumplimiento de
la contraprestación generaba un sentimiento de estabilidad, dada la arbitrariedad
general de su instrumentación y, al mismo tiempo, contrariaba al estigma de la
dádiva, aún cuando la valoración positiva de los planes no alcanza a considerarlo
como trabajo digno y autónomo.
Dos nuevos componentes se suman al “ingreso no remunerativo” y sin con-
traprestación de trabajo en el PFI dirigidos sobre todo a familias vulnerables y
personas inempleables la mayoría mujeres: el de promoción familiar y comunita-
rio que se ejecutaba a través de ONG y brindaba apoyo escolar y el llamado “de
remoción de barreras para la inclusión”. Este último consistía en becas para hijos
mayores de 18 años para terminalidad educativa. Estos “componentes” muestran
que este programa mezcla el subsidio personal o familiar a personas vulnerables
o desocupadas con la inclusión del llamado capital social comunitario. Lo que
se llamó, en el léxico gubernamental el “desarrollo territorial” para la “inclusión
social”. Sin embargo estos dos componentes tuvieron muy poco desarrollo, sobre
todo el de promoción. A su vez, ambos elementos están vinculados con la noción
de “capital humano”, fundamental en el formato de los PTC (ver Álvarez Legui-
zamón, 2011). Las condicionalidades de vacunación y escolaridad de los hijos
menores, junto a estos otros componentes asociados con la calificación profesional
y la terminalidad educativa, también se vinculan con la creencia de que el refor-
Visiones sobre los “Planes”... 243

zamiento del “capital humano” puede hacer salir de la pobreza. Si bien la retórica
oficial afirmaba que se trataba de “proteger y promover a las familias en situación
de vulnerabilidad y/o riesgo social desde la salud, la educación y el desarrollo
de capacidades”, estas políticas fueron muy débiles, duraron muy poco y su co-
bertura fue reducida. Más allá de la lógica discursiva de este dispositivo, hubiera
sido importante que se concretaran estas intenciones ya que debido a la situación
económica de empobrecimiento y creciente exclusión, los índices de deserción
escolar habían subido en la Argentina.
En lo relativo a las percepciones de los entrevistados, la mayoría los valora
positivamente a los dos primeros pero los distingue del trabajo genuino y manifies-
ta problemas varios, como la arbitrariedad en su asignación, mantenimiento, bajas
o traspasos, lo que produce un sentimiento de inseguridad. Son asumidos como
ayuda, obligación o favor del gobierno y, de manera alternativa, como un derecho
y se conciben como un bien que se da y se quita. La idea de que son derechos está
vinculada a tres aspectos: el derecho al trabajo que es un derecho constitucional,
son un derecho porque fueron ganados en las luchas sociales y finamente, porque
la situación de falta de trabajo y pobreza les da derecho al reclamo.
Visto desde el punto de vista normativo, la transitoriedad de la vigencia de
los programas sucesivos que se fueron implementando, junto a la modificación de
los requisitos o condicionalidades para ser destinatario y las pautas para la transi-
ción o traspaso de uno a otro, son otra evidencia de la falta de garantías basadas
en derechos de los programas, lo que evidencia su carácter asistencial. Desde el
2002 al 2009 (8 años) hubieron tres cambios bruscos entre estos tres programas
–más allá de la coexistencia de otros– y las transferencias o pasos, de uno a otro,
dependieron de las distintas condicionalidades y a veces de la arbitrariedad de los
intermediarios o técnicos. Cada uno de los “traspasos de plan” o la suspensión pa-
sajera de los programas generaron miedo, desconfianza e inseguridad. Situaciones
vividas como arbitrarias o inexplicables; alejadas del sentimiento y vivencia de
tener la garantía de un derecho.
La instrumentación de la AUH ha incorporado millones de personas, encua-
drándose dentro de los sistemas de seguridad social existentes y se ha planteado en
términos de derecho y de universalidad.20 Este programa implica una importante
ruptura con los anteriores focalizados al basarse el diagnóstico de la pobreza en
una cuestión social no personal o familiar y al vincularse con el sistema de segu-
ros. Este programa que no ha podido ser analizado en las entrevistas. Sin duda es
un avance significativo en relación a los PTC, más allá de que mantenga algunos

20 En marzo del 2012, la presidenta afirmaba que “existen 68.500 madres titulares de la Asigna-
ción por Embarazo. Sumando la Asignación Universal por Hijo y las asignaciones familiares del
régimen formal, 7 millones 93 mil personas son beneficiarios” [en línea] http://www.anses.gob.
ar/noticia/la-presidenta-destaco-que-la-argentina-tiene-la-tasa-de-cobertura-previsional-mas-alta-
de-la-region-443.
244 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

elementos que permite pensarlo como derecho de pobres. Está encarado en su


concepción menos como transferencias condicionadas de ingresos y más como
universalización de la protección social, en este caso de los sistemas de seguro
social y su financiamiento proviene de fondos de los trabajadores activos.21 Ade-
más se ha observado un efecto importante en la disminución de los indicadores
de indigencia entre un 55 y un 70%, e incide en la disminución de la desigualdad
medida en términos de ingresos, el que se reduce a más del 30% (ver Agis y otros,
2011). Según varios estudios, el logro principal de este programa tiene que ver
con el alto impacto en familias con hijos bajo la línea de pobreza, particularmente
en el norte argentino, donde la intensidad de la pobreza cae 33,2%, la brecha de
pobreza 54,9% y el índice de Sen 52,4; los indicadores de indigencia se reducen
entre un 55 y 70%. Cuántas veces más ganan los ricos que los pobres, se reduce
a más del 3%. En estudios realizados por CEPAL se indica que en Argentina se
disminuyeron los niveles de pobreza en 36% entre 2002/10, considerando que el
factor fundamental fue la reducción de la desigualdad del ingreso laboral: “el alza
del ingreso mínimo, el aumento de ingresos no laborales entre los hogares más
pobres –mayor acceso a beneficios jubilatorios, aumento de jubilaciones mínimas
y la extensión de programas sociales”. Por ello no se puede analizar los programas
sociales sin observar otras políticas que se produjeron en esta gestión, que mejora-
ron sensiblemente la distribución de los ingresos como las señaladas.
La AUH es un ejemplo de políticas que se enancan entre los derechos de
pobres y la ampliación de los sistemas de seguridad social para trabajadores infor-
males. El niño aparece como sujeto de derecho en las entrevistas a los funcionarios
y en cartillas de “sensibilización” estudiadas, sin embargo sigue presente el trabajo
como referente, al adquirir la forma de Salario Familiar destinado a trabajadores
informales, desocupados y trabajadoras domésticas.
La idea de universalidad está basada en que la mayoría de los trabajadores en
relación de dependencia reciben el llamado “salario familiar” y a los que tienen
ingresos altos se les realiza descuentos impositivos por hijo, por lo que este pro-
grama completaría la cobertura de asignaciones familiares a los que no lo reciben.
Los beneficiarios deben vacunar sus hijos y demostrar su escolarización por lo que
se les retiene el 20% del monto hasta que se compruebe su cumplimiento, requi-
sitos que asemeja el programa a relaciones de tutela o a los llamados derechos de
pobres, donde la validación de la prueba de la pobreza “real” es requerida.
La AUH podría ser vista como una focopolítica particular que comienza a
estar vinculada con un lenguaje más asociado a la ampliación de ciudadanía, den-
tro de una retórica oficial que los asimila con derechos. En este mismo sentido
Arcidiácono y otros (2011) opinan que sería un programa a medio camino entre

21 En su artículo 1º el Decreto incorpora la AUH como un subsistema del Régimen de Asignaciones


Familiares vigente según la Ley núm. 24714.
Visiones sobre los “Planes”... 245

las transferencias condicionadas y la transferencia de ingresos, ligada a un dere-


cho universal. La condicionalidad, vinculada a exigencias de matrícula escolar y
atención de salud, lo acerca a los programas asistenciales. Es interesante que en
el discurso oficial del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, durante este
período, surge que éste es parte de las políticas inclusivas basadas en derechos (ver
Paulizzi, 2012) mientras que en otro documento de expertos economistas del AN-
SES, se afirma que es un PTC al igual que los desarrollados en el resto de América
Latina (ver Calabria et al., 2012).
Se podría afirmar que estos programas y formas de gobierno de la pobreza
no producen inclusión social, sola mitigan el problema de la desocupación y los
bajos salarios pero son valorados positivamente por los entrevistados, a pesar de
que continuamente se plantea la necesidad de trabajo genuino.
III-2 Entre moribundos y piqueteros-trabajadores
Ensayo en torno de la Unión de Trabajadores
Desocupados de General Mosconi (1997-2012)

Cora Paulizzi1

E
Introducción
l presente artículo tiene como objetivo analizar las prácticas cotidianas de
autogobierno y resistencia de la Unión de Trabajadores Desocupados de
Gral. Mosconi (UTD). Esto implica analizar cómo, singularmente, entre
aciertos y astucias (De Certeau, 2000) se configura y re-configura la UTD, en la
provincia de Salta.
Desde un enfoque crítico, se parte del supuesto de que la UTD emerge y con-
figura entre y frente a las racionalidades políticas2 y los programas de gobierno3

1 Licenciada en Filosofía, Profesora de Filosofía, Especialista en Políticas Sociales. Doctoranda


UBA (Doctorado en Filosofía, área Antropología) Becaria Doctoral CONICET-CEPIHA-U.N.S.A.
Docente Adscripta en Filosofía Política U.N.S.A. Correo electrónico: corapaulizzi@yahoo.com.
ar.
2 Las racionalidades políticas son comprendidas como, la codificación realizada post-factum de un
cúmulo de medidas administrativas, económicas, sociales, educativas, entre otras: “Esto implica
comprender y estimar de qué modo se establece el dominio de la práctica de gobierno, sus dife-
rentes objetos, sus reglas generales, sus objetivos de conjunto para gobernar de la mejor manera
posible” (Foucault, 2007: 17). De este modo, los conjuntos de prácticas o regímenes de prácticas,
según expresiones de Foucault, tienen una racionalidad, que remite a las reglas, que acompañan a
las prácticas mismas y se transforman con el tiempo, lo cual no implica referir la acción y el trazo
de las reglas a un sujeto.
3 Los “programas de gobierno” no son la simple formulación escrita de intenciones y deseos, sino
que son “prácticas discursivas” que expresan ciertas formas de hacer el mundo inteligible y plani-
ficable. Sin un régimen de verdad no hay acción posible de gobierno: “Los programas presuponen
que lo es real es programable, que puede ser sometido al dominio de ciertas reglas, normas y
procesos. Ellos hacen ‘pensables’ los objetos de gobierno, de tal manera que sus ‘males’ pue-
den ser diagnosticados, recetados y curados mediante intervenciones calculadas” (Miller y Rose,
2008: 63). Según la lectura de Castro Gómez en tal sentido, Miller y Rose remiten al gobierno no
centrándose en los actores, sino en las racionalidades políticas, cuando estas no refieren a ideo-
lologías, sino a las tecnologías y programas a través de los cuales el gobierno es realizado. Con
respecto a lo tecnológico, se señala que cualquier acción de gobierno (en tanto “acción”) demanda
la puesta en marcha de una techne, esto es, de ciertas “formas de hacer” (Know how) y de disponer
materialmente las cosas, esto remite al modo en que una acción gubernamental es operable. Para
entender la operatividad del gobierno en la contemporaneidad es menester bajar del pedestal del
Estado metafísico, de los partidos y de la geopolítica o de la intenciones e los gobernantes, para
concentrarse en los “pequeños detalles”, como las técnicas de calculación, y registro, el aprendiza-
je de hábitos de trabajo y competencias profesionales, el diseño de espacios, la interacción con las
maquinarias, pues estas “redes tecnológicas” permiten elaborar “programas de gobierno” (Castro
Gómez, 2010: 246).
248 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

dispuestos en torno de las poblaciones pobres desocupadas, desde 1996 hasta la


actualidad.
En tal sentido, la UTD se instala entre la vida y la muerte, en un contexto
nacional y continental, en el cual la racionalidad política neoliberal (Foucault,
2007) se disponía como hegemónica. Esto fue experimentado por los habitantes
de Mosconi mediante la privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (en
adelante YPF) y luego el proceso de subjetivación-objetivación del sujeto pobre-
desocupado, a través de programas de gobierno vinculados con el desarrollo social
y humano, ante todo. De este modo, el neoliberalismo también adviene neoco-
lonialismo, ya que se diversifican y renuevan las tecnologías de “invención del
otro” (Castro Gómez, 2000) desde realidades y lógicas dispuestas y diferentes.
Así como, en el ejercicio de estas prácticas de gobierno una enorme porción de
la población es echada y dejada a la muerte, lo cual evidencia el gobierno econó-
mico y biopolítico de las poblaciones (Foucault, 2000, 2006, 2007). De modo tal
que, los sujetos pobres desocupados, sobre todo en la década de los ‘90 advienen,
recuperando palabras de De Certeau moribundos, dejados a la deriva en la lucha
contra la muerte, a la vez que controlados y atendidos por programas orientados a
producir sujetos activos, en sus comunidades locales.
En un primer apartado lo planteado implica analizar y reconstruir la singula-
ridad que cobra el proceso de gubernamentalización del Estado4 en la Argentina,
desde los años noventa hasta la actualidad (2013), en la línea de investigaciones,
que desde la perspectiva foucaultiana procuran apropiarse de las herramientas teó-
ricas y metodológicas, que se desprenden de los estudios sobre gubernamentali-
dad.5
En un segundo apartado, se profundizará en torno de la emergencia, instala-
ción y reconfiguración de la UTD, mediante un análisis crítico de las condiciones
históricas de posibilidad y realidad, así como del proceso organizativo y su estar
siendo (Kusch, 2000) en movimiento, acorde a lógicas y prácticas de gobierno
advenidas propias, locales y territoriales.
El presente ensayo supone un abordaje metodológico cualitativo, etnográfico
y genealógico. Ante todo, se propone un enfoque etnográfico centrado en el es-

4 Tomando distancia de los estudios estadocéntricos: “...El Estado no tiene esencia. El Estado no
es un universal […] El estado no es otra cosa que el efecto […], el recorte móvil de una perpetua
estatización…” (Foucault, 2007: 96).
5 Por gubernamentalidad: “...Entiendo el conjunto constituido por las instituciones, los procedi-
mientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma bien
específica, aunque muy compleja, de poder que tiene como blanco principal a la población, por
forma mayor de saber a la economía política y por instrumento técnico esencial a los dispositivos
de seguridad. [...] en todo Occidente, no dejó de conducir, y desde hace mucho, hacia la preemi-
nencia del tipo de poder que podemos llamar gobierno” (Foucault, 2006: 136).
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 249

tudio de caso, a partir de la realización de entrevistas en profundidad, entrevistas


abiertas, grupos focales, talleres, registros fotográficos y gráficos, entre otros.6
Por su parte, el enfoque genealógico de las prácticas remite a que: “Al
desustancializar y desfuncionalizar las relaciones de poder, se puede aprehender
su genealogía: es decir, su manera de formarse, conectarse, desarrollarse, multipli-
carse, transformarse a partir de algo muy distinto de sí mismo: a partir de procesos
que son en absoluto relaciones de poder” (Foucault, 2006: 144). En tal sentido,
también se pone en juego una genealogía de los saberes subalternos, sometidos,
descalificados, esos saberes de la gente, en tanto saber particular, local, regional,
diferencial que hacen de la práctica genealógica: “…la táctica que, a partir de las
discursividades locales así adscritas, pone en juego los saberes liberados del some-
timiento que se desprenden de ella…” (Foucault, 2000: 22-23).
Por tanto, se trata de reconstruir los mecanismos y las lógicas puestas en
juego en el proceso de gubernamentalización del Estado y el gobierno de las po-
blaciones pobres, así como los proceso de subjetivación y objetivación instalados
en torno de las prácticas de gobierno, resistencia y autogobierno, considerando
que se modifican constantemente en su relación mutua y, por lo tanto, modifican el
campo de experimentación. Pues, para poder investigar la constitución subjetiva
y objetiva histórica, se parte de las prácticas concretas, a través de las cuales el
sujeto se constituye dentro de un campo de conocimiento (Foucault, 1984).

1. El gobierno de las poblaciones pobres: racionalidades políticas y programas


de gobierno en la Argentina actual (1990-2012)
El siguiente apartado pretende analizar y comprender las diferentes lógicas y prác-
ticas de gobierno dirigidas a las poblaciones pobres, puntualmente, los pobres
desocupados, según el enjambre de racionalidades políticas neoliberales, neocolo-
niales y neobenefactores, ante todo.
Se parte de considerar a la pobreza como dispositivo, como una construcción
producto del gobierno de la misma:
“…el gobierno de la pobreza, supone, como cualquier ejercicio de
gobierno, la conformación cotidiana de prácticas discursivas y ex-
tradiscursivas a través de las cuales se despliegan tácticas, que van
conformando tecnologías que constituyen diversas racionalidades
de gobierno […] el dispositivo pobreza no emerge como un produc-
to exclusivo del Estado” (Murillo, en Giavedoni, 2012: 15).
La pobreza, entonces, no resulta una realidad dada, homogénea y centralizada,
sino un dispositivo que se transforma constantemente entre y en relación a prác-

6 El material trabajado y obtenido en las aproximaciones al campo, luego de una indagación biblio-
gráfica y gráfica en torno de UTD, giran entre los años 2011-2013.
250 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

ticas diversas. Siguiendo a Murillo (2012), el enjambre de relaciones y prácticas,


que van dando forma y conformando a la pobreza y los pobres y que construyen
modos de gobernarla remiten tanto a programas de intervención social, atención
sanitaria y educativa, así como a intervenciones religiosas, deportivas, entre otras.
En el presente escrito se comprende dicha “invención de lo social” en térmi-
nos de pobreza, es decir a partir de la: “…problematización de lo social por medio
del discurso de la pobreza” (Giavedoni, 2012: 106).7 La noción de lo social traba-
jada por Deleuze (2008) en la introducción a La policía de la Familia de Donzelot,
no refiere a ese objeto de estudio de la sociología, sino más bien a un conjunto de
problemas8 alrededor de los cuales se constituía un archipiélago de instituciones,
profesiones, pautas de acción y valoraciones sobre fenómenos que eran constitui-
dos como problemas (Giavedoni, 2012).
Acorde a la geopolítica colonial y neocolonial Álvarez Leguizamón (2008)
sostiene que la invención de lo social (Donzelot, 2007) y su relación con la pro-
blematización de la pobreza, que emerge en Francia luego de la Declaración de
los derechos del hombre y del ciudadano (1789) –para suturar el hiato entre la
igualdad jurídica y la desigualdad social– llega a desarrollarse, en Argentina, re-
cién a mediados del siglo XX durante el primer gobierno peronista. En los años
ochenta9 se objetiva, en Argentina, una transformación en torno del gobierno de
la pobreza, aunque ya en los gobiernos desarrollistas anteriores se había instalado
este tema, en gran parte influenciados por los Organismos de Crédito (como el
Banco Mundial).10 Esta es la época del retorno a la democracia, con el gobierno
del presidente Raúl Alfonsín en 1983 y de la creación de espacios que comienzan
a trabajar la cuestión social, a modo de paliar los efectos de la crisis del Golpe de
Estado e ir hacia el Desarrollo de la Sociedad Argentina. Comienzan a instalarse

7 Siguiendo a Giavedoni, se trata de observar la pobreza en el trazo de su problematización, es decir,


en el advenir de la misma como problema interpelador de prácticas y sistemas de pensamiento,
a partir de lo cual se tejieron redes de gobierno-verdad, en tanto fenómeno gobernable. De este
modo, la pobreza no se reduce a un dato, un número y/o una medición lograda mediante estadísti-
cas, índices de pobreza, indigencia, entre otros.
8 Siguiendo a Grassi, la cuestión social no se presenta como tal (como contradicción y virtualidad
de la fractura), sino que se particulariza, en cada época, en problemas sociales que son, a la vez,
la expresión hegemónica del modo como se interroga, interpreta, resuelve, ordena y canaliza la
misma. El problema es, así, dependiente de su definición como tal en los procesos de homogeni-
zación, donde se imponen los términos con que se lo nomina, describe y se especifica el contexto
de referencia (económico, cultural, etc.) al cual es remitido” (Grassi, 2003, s/d).
9 Surge el primer Mapa de la Pobreza en 1984.
10 Remito, ante todo, a la presidencia de McNamara (1973) y la instalación de discurso del “combate
a la pobreza”, también el presidente Truman, luego de Yalta y la segunda post guerra dice: “La vida
económica de los pobres es primitiva y estancada [...] Su pobreza es una desventaja y una amenaza
tanto para ellos como para áreas más prosperas”. Declaración del Punto Cuarto del Presidente, 20
de enero de 1949.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 251

las prácticas políticas de intervención social, en el marco institucional de la Secre-


taria de Bienestar Social.
A finales de los ‘80 y con una radical profundización de la racionalidad políti-
ca neoliberal11 en los años noventa, es cuando se instala el Discurso del Desarrollo
Humano (DDH), en el marco del diagrama de poder dispuesto y manifiesto por el
Banco Mundial,12 ante todo, mediante programas de gobierno dirigidos a “comba-
tir la pobreza” de un modo “participativo” y con “mayor control social”.13
En la actualidad argentina y luego de la crisis del 2001, la transformación de
la mayoría de los trabajadores en pobres reinstala la cuestión social en términos
de pobreza. Los entramados discursivos de las políticas sociales “inclusivas” y
sus programas de gobierno consideran que el trabajo es el mejor antídoto para
luchar contra la pobreza, a partir de lo cual el gobierno de la misma se ejerce en
el complejo dominio de lo social y por la “unidad nacional”, promoviendo la com-
plementación paradojal entre sujetos jurídicos y sujetos económicos.

1.a. Programas de gobierno y configuración del Estado Argentina de los ‘90:


entre moribundos y sujetos capaces de autogestión.
Si bien, el neoliberalismo se introduce en América Latina y Argentina a principio
de la década de los setenta, es en los noventa cuando se aplican las recetas a pié

11 Ante todo, se trata del neoliberalismo en su versión “norteamericana anarcoliberalismo”, aunque


con la singularidad de la geopolítica nacional y continental. El “neoliberalismo norteamericano”
o anarcoliberalismo, según Foucault, se presenta como mucho más radical y riguroso, en torno de
la extensión de la racionalidad del mercado a ámbitos considerados hasta ahora no económicos,
acorde a la grilla trazada por la teoría del capital humano. Pues, para lo neoliberales, el análisis
económico, se centra en los sujetos “quienes” toman las decisiones respectivas, en el marco de
las relaciones de intercambio, y el uso racional de los recursos: “La economía deviene el análisis
de las programaciones estratégicas de las actividades del individuo” (Foucault, 2007: 261). Así
se despliega la teoría del “capital humano”, en la cual según Foucault, “...el trabajador que posee
capitales, los porta y se comporta según los mismos, es decir, acorde a aptitudes (innatas y adquiri-
das) en las cuales debe invertir, para adquirir una renta y así cierta satisfacción...” (Foucault, 2007:
264).
12 Desde la década de los ‘70, con una profundización radicalizada en los ‘90, los Organismos in-
ternacionales de crédito e intervención, mediante una lógica de gobierno indirecto, ejercen una
enorme influencia en los países de América Latina y el Caribe, en el ejercicio del gobierno de la
pobreza. En el caso caso del Banco Mundial se pueden señalar diferentes períodos en el trazo de
las racionalidades políticas, que hicieron a la codificación de prácticas de gobierno, en torno de la
pobreza. En un primer período y bajo la presidencia de McNamara, se pronuncia la necesidad de
combatir la pobreza para compensar las fallas del mercado, mediante el uso racional de recursos
y capitales, que los pobres deben descubrir que poseen. Un segundo período, acontece bajo la pre-
sidencia de Wolfensohn (1995-2005) en el marco del giro hacia el desarrollo integral, la reconver-
sión de los Estados y la participación social de los pobres, en su desarrollo. Esto se profundiza, en
la actualidad, reforzando el discurso vinculado a las “mujeres” y los capitales humanos y sociales,
13 Síntesis extraída de la pagina web oficial del Banco Mundial (Informes de desarrollo, 2007-
2008) [en línea] http://www.bancomundial.org/temas.html.2007; http://www.bancomundial.org/
odm/2008.
252 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

juntillas, dispuestas por el Consenso de Washington14 y los Organismos Interna-


cionales de Crédito.
El gobierno de Carlos Menem (1989-1999), se trazó en el entramado y las
formas dadas por una lógica de acatación y aplicación, sin discusión, de las polí-
ticas neoliberales hegemónicas impuestas por los países potencias. A partir de lo
cual, se dio pase a un proceso de desmantelamiento del estado junto a un asisten-
cialismo creciente de las políticas, en todos sus campos:
“...las políticas que caracterizan este período consisten en; el de-
bilitamiento y privatización del sistema de seguros; la asistencia-
lización de las políticas universales como salud y educación, la
transformación de la Asistencia Social en políticas denominadas
de Desarrollo Social, junto a la promoción de derechos de ciertas
poblaciones especiales como las minorías étnicas, las mujeres y los
niños...” (Álvarez Leguizamón, 2004: 445).
Esto implicó una profunda reconversión económico y político estatal, en tanto se
dio una creciente y veloz apertura de los mercados, a la vez que se privatizaron15
y descentralizaron las instituciones públicas, se terciarizaron y precarizaron los
vínculos contractuales y laborales, etc. Mientras comienzan a cobrar legitimidad
las políticas públicas de desarrollo social y el fortalecimiento de la sociedad civil,
con un rostro netamente asistencialista, descentralizado y focalizado, en el acaecer
de la paradoja del discurso hegemónico de Desarrollo Humano Sustentable.
En el final de la década de los noventa e inicio del siglo XXI, los efectos del
ajuste y de las reformas de Estado trajeron diversas consecuencias, entre ellas el
aumento de los índices de desocupación y pobreza. La primera ya había tenido
un pico en 1995 –con la crisis del Tequila mexicano– alcanzando el 28,4%, y un
segundo pico, durante la crisis económico-institucional del 2000-2001, con un
21,4% de la población desocupada. La indigencia en la región Noroeste alcanzó
el 35,4%. En abril del 2003, según datos del INDEC, la incidencia de pobreza en
el total de aglomerados urbanos ascendía al 42,6% de hogares y al 28% de hoga-

14 El “Consenso de Washington” se instala como una estrategia de estabilización económica definida


por el gobierno estadounidense, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el B. M, que persigue,
acorde lo señalan sus propulsores: reducir el “tamaño” del Estado, mediante la privatización (des-
estatización) de empresas y servicios públicos, terminar con el déficit fiscal y abrir los mercados
nacionales con el objetivo de acrecentar inversiones de capital externo que posibiliten un mayor
crecimiento económico. Ver Ansaldi, 2003: 27-43.
15 El programa de privatizaciones en Argentina fue implementado a partir de dos leyes: la ley de
Reforma del Estado (23696/89), que estableció la posibilidad de privatizar las empresas estata-
les, declarándolas “sujetas a privatización”; y la ley de Emergencia Económica (23697/89), que
reestructuró el gasto estatal, suspendiendo todo tipo de subsidio y reglamentando la igualdad de
tratamiento entre el capital nacional y el extranjero. Entre algunas de las privatizaciones más im-
portantes está la de YPF, Aerolíneas Argentinas, Correo Argentino, entre otros
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 253

res respectivamente, lo que se traducía en una incidencia del 26,3% de personas


indigentes y el 55% de pobres. Esto es la mitad de la población. Así, mientras la
pobreza aumentó un 78% entre 1993 y 2003, el Gasto Social Focalizado (GSF) ex-
perimentó solo un incremento del 24% mientras el gasto social comunitario caía.16
También, en dicho período, se da un desplazamiento de la clase media hacia
el mundo de los pobres:
“…Se dice que el fenómenos de empobrecimiento de la clase media
en la Argentina, no tiene parangón en el mundo. Solo se parece a lo
sucedido durante la preguerra en Alemania. Aproximadamente más
de 10 millones de personas empobrecieron entre la década de los
‘80 y las tragedias finales de los ‘90”.17
A su vez, a finales de esta década emergen y se instalan diferentes organizaciones
de trabajadores desocupados, entre ellas La Unión de Trabajadores Desocupados
de Gral. Mosconi.
Luego de dos mandatos del Menemismo, en el año 2000, asume la presiden-
cia Fernando de La Rúa como representante de la Unión Cívica Radical, aunque
bajo la bandera de lo que se llamó “La Alianza”. De la Rúa mantiene las políticas
neoliberales del gobierno menemista, e inclusive designa a Cavallo, nuevamente,
como Ministro de Economía, quien había sido el principal promotor de las rece-
tas neoliberales en el gobierno de Menem (convertibilidad, reestructuración de la
administración estatal, modernización empresaria, apertura de mercados, desregu-
lación, entre otras).
Dicho gobierno se mantiene en el poder hasta el estallido del 19 y 20 de
diciembre del 2001, cuando: “Luego de una venta de bonos de deuda pública,
con altas tasa de interés y una fuga de los ahorros bancarios, el Ministro Cavallo
inmoviliza los ahorros de la clase media y el circulante monetario” (Álvarez Le-
guizamón, 2005: 5). Este fue el último golpe soportado por la sociedad Argentina,
tras lo cual se produjeron los “cacerolazos”18 sobre todo, promovidos por la cla-
se media porteña, aunque también con la participación de familias muy pobres.
Luego, se desatan los “saqueos” –a los supermercados, sobre todo– en diferentes
puntos del país, y se refuerzan las diferentes protestas bajo el lema de que se vayan
todos, lo que lleva a la renuncia del presidente De La Rúa, el 20 de diciembre del
2001, cuando huye del techo de la casa Rosada, en un helicóptero.

16 Datos obtenidos del Instituto Nacional de Estadísticas-INDEC y consultoría CEPAL, 2004.


17 Conferencia brindada por Rubén Lo Vuolo, en Salta, 2000, en Álvarez Leguizamón, 2005b: 5.
18 El cacerolazo consiste en manifestaciones públicas, en un primer momento autoconvocadas, en
las cuales se hacían sonar cacerolas y ollas frente al Congreso de la Nación y en algunos Bancos
importantes. Esta protesta comienza en Capital Federal y se expande al resto del país, también
promovida por la clase media que había visto sus ahorros congelados.
254 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En este contexto varias fueron las consecuencias, entre ellas, los trabajadores
desocupados y desesperados se convierten en piqueteros, así como se dio una
fuerte migración desde el campo a la ciudad, conformando espacios muy pobres,
en las márgenes, en y de los grandes aglomerados.19

1.b. La políticas sociales y el Discurso de Desarrollo con rostro Humano, en


la Argentina de los ‘90: gobernando la pobreza
Si bien el discurso de desarrollo en Argentina tiene una larga historia, puntualmen-
te, el Discurso de Desarrollo con rostro Humano acorde a la racionalidad neoli-
beral antedicha se instala en la década de los 90´. En dicho período las políticas
sociales y locales se tornan descentralizadas, focalizadas y asistenciales dirigidas
los más pobres de entre los pobres.
En este proceso de “reprimerización, desocialización y remercantilización”20
el Estado se des-responsabiliza de ser el regulador y asegurador de la igualdad y
la libertad, del derecho de los ciudadanos, que habitan la nación. Responsabilidad
que, no solo lo traslada a la Sociedad Civil, sino a las “capacidades y habilidades”
locales y personales de los sujetos-objetos de intervención. En este sentido, las
representaciones de la pobreza, en el DDH implican que:
“…la forma de vida de los pobres comenzaría a ser funcional a la
lógica cada vez mas excluyente de las políticas económicas. Lo que
antes era a-funcional comienza a ser visto como funcional, en la
media en que actividades y capacidades de los pobres permitirán su
autosubsistencia, a una distancia cada vez mayor de los ‘beneficios’
del desarrollo […] Aquí a las relaciones no mercantiles (antes resa-
bios o trabas para el desarrollo) se les da valor económico, convir-
tiéndolas en capital social” (Álvarez Leguizamón, 2005: 28).
En el heterogéneo abanico de racionalidades políticas que re-configura el rol del
Estado en la Argentina de esta época, los programas de gobierno dirigidos a los
pobres entrecruzan por un lado la teoría de capital humano y la producción de su-
jetos activos, capaces de autogestionar su existencia en sus comunidades locales,
mientras éstas se convierten es “espacios de encierro y control”, en las cuales los
más pobres de entre los pobres deberían lograr el desarrollo o la muerte.
En el marco de éstas prácticas políticas y lógicas de gobierno comienzan a
ejecutarse diferentes Planes, Programas, Proyectos de intervención para paliar,21

19 Luego de la caída de De La Rúa, el país tuvo cuatro presidentes en menos de diez días (Puerta,
Camaño, Rodríguez Saa y Duhalde). Todos asumieron el poder por designación del Congreso, ya
que no se llamó a elecciones hasta el año siguiente (2002), las cuales se realizan en mayo del 2003.
20 Ver Álvarez Leguizamón, 2005b: 28.
21 En la elaboración, puesta en marcha y seguimiento de los Programas, planes y proyectos interac-
túan las áreas de Desarrollo Social y Trabajo. Entre ellos se destaca el Programa Alimentario Na-
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 255

controlar y equilibrar las “fallas del mercado”, en los territorios. Así, se ejecutan
dispositivos de intervención dirigidos a “combatir” la pobreza, con la impronta de
las necesidades básicas y la participación de la sociedad civil, en este caso ONG,
municipios, y punteros políticos locales.22 Ahora bien, de acuerdo al análisis pro-
puesto, pensar en términos de dispositivo, tiene menos que ver con las propuestas
y objetivos y más con una estrategia general de poder que construye una población
como “pobre”, a partir de la cual se configuran formas específicas de gobernarla,
ya que el “pobre”, el “trabajador” o el “ciudadano” o el “consumidor”, etc., son
problematizaciones que habilitan determinadas prácticas de gobierno sobre la po-
blación.
Así, en este diagrama de poder, paradojalmente, los sujetos pobres desocupa-
dos, ante todo, fueron, y en algún sentido lo siguen siendo, construidos al modo de
moribundos, el cual junto con el ocioso, según De Certeau:
“…son proscriptos (autcast) porque son marginales de la institución
organizada por y para la conservación de la vida. Un ‘duelo antici-
pado’ […] con la muerte en suspenso, el moribundo cae fuera de
lo pensable, que se identifica con lo que se puede hacer. […] Junto
con el ocioso el moribundo es inmoral: uno, sujeto que no trabaja;
el otro, objeto que ya no se ofrece a un trabajo; ambos intolerables
en una sociedad donde la desaparición de los sujetos en todas partes

cional (PAN), que se desarrollo entre 1984 y 1989, y el 1990 el gobierno nacional crea el Programa
de Políticas Sociales Comunitaria (PROSOCO), que sustituyó al PAN; y también el Programa
Social Nutricional (PROSUNO), que integró los recursos de comedores escolares e Infantiles, en
1992 fueron transferidos a las provincias, en el proceso de descentralización. En 1994 se le otorgó
el rango de Ministerio a la Secretaria de Desarrollo Social creada en el gobierno de Alfonsín, y en
1995 se creó el denominado “Plan Social”. Se establece como prioritario el Programa Alimentario
Infantil (PRANI). En 1995, comienza al Programa Solidario a Mayores (ASOMA) y también, en
1990, también se crea al Proyecto Integrado Promoción de la Autoproducción de Alimentos (PRO-
HUERTA), en el marco institucional del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA)
el Ministerio de Desarrollo Social. Esto se expande y profundiza con la elaboración de los Planes
Trabajar, en sus 4 versiones, así como a los Seguros de Desempleo, el Programa de Emergencia
Laboral (PEL), y en el 2000 al Plan Jefes y Jefas de Hogar. En el caso de estos programas foca-
lizados de empleo, en su mayoría gestionados y financiados por el BM, se generaron padrones
de beneficiarios, mientras se descentralizaban las políticas de gestión y propagaba el “punterío”
político, haciendo de las prácticas de intervención paliativos temporales.
22 Los diferentes dispositivos de intervención no solucionaron el problema del desempleo y, en el
gobierno de la Alianza se dio un enorme cimbronazo, en torno de los mismos. En primer lugar,
porque la cantidad de subsidios bajó de un modo drástico, su mayor volumen se alcanzo en 1997,
lo cual no volvió a repetirse hasta el 2002. Según Svampa (2004), el recorte profundizo la protesta
social ya que dejo sin recurso no solo a los grupos piqueteros, sino también a la estructura de pun-
teros del Partido Justicialista (PJ). Así el ciclo de protestas iniciado en 1997 aumentó y reunieron
no solo a grupos de desocupados, sino a intendentes, concejales, empelados públicos de diferentes
partidos políticos.
256 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

se compensa y de disfraza por la multiplicación de las tareas” (De


Certeau, 2000: 208).
En estas sociedades neoliberales contemporáneas, en las que la producción de “su-
jetos activos” orienta las prácticas de gobierno, la ausencia de trabajo es el sin sen-
tido de la vida y la figura del moribundo-desocupado encarna ese sin-sentido, por
tanto: “…hay que eliminarlo para que se continúe el discurso que incansablemente
articula tareas y que construye el relato occidental del ‘siempre hay que hacer’…”
(De Certeau, 2000: 208). En tal sentido, según el enfoque aquí propuesto se con-
sidera que “eliminarlos” implica transformarlos en sujetos activos, empoderados
y autogestionarios, así como dejarlos morir o echarlos a la muerte en el juego de
inversión en capitales –sociales y humanos– en el cual las lógicas de gobierno
enredan a los sujetos gobernables.
El gobierno de las poblaciones pobres desocupadas se ejerce en la paradoja
de intentar controlar aquello que ha generado. En este sentido, el sujeto pobre des-
ocupado es fabricado en el entramado discursivo atravesado por la lógica neolibe-
ral dirigida a disminuir la la pobreza. Pero, siempre en el cautiverio sigiloso de la
mirada experta, del cumplimiento delos plazos o las condiciones, la no resistencia
o movilización desestabilizadora.

2. El programa de gobierno “Nacional y popular (PNP)”: la reconfiguración


del Estado en la Argentina actual (2003-2012)
En el 2003, Néstor Kirchner asume la presidencia con un discurso centrado en una
transformación del paradigma político y de gobierno, según el cual se comenzaría
a realizar un alejamiento de las políticas neoliberales de la década de los ‘90, en
sus palabras: “La política puesta al servicio del bien común, las instituciones re-
conciliándose de a poco con la sociedad, el Estado tratando de restañar las heridas
con asistencia y, sobre todo, con una intensa tarea de promoción social, las varia-
bles macroeconómicas bajo control y una proactiva inversión estatal al servicio
del crecimiento y promoción de la actividad; el acento puesto en el fortalecimiento
de la educación pública para que cumpla su rol de igualadora de oportunidades,
forman parte del nuevo escenario que permite recrear la esperanza y las expectati-
vas” (Néstor Kirchner, marzo 2009).23
Esto implica reconfigurar el rol del Estado ahora “protagonista y promotor”,
frente al rol subsidiario y ausente que se considera tenía en el gobierno de los ‘90,
como parte de la “dictadura neoliberal” iniciada en el ‘76. Así se instala el proyec-
to político y gubernamental llamado Nacional y Popular (PNP): “…constituye un
esquema concreto y coherente de objetivos, instrumentos y estrategias tendientes
a garantizar el bienestar y el acceso a los derechos básicos de todos los ciudadanos

23 Ver Políticas Sociales del Bicentenario. Un Modelo Nacional y Popular, Tomo I. Ministerio de
Desarrollo Social de la Nación, 2010: 35. Este informe será citado: MDS, Tomo I o II, 2010.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 257

de un país, en el marco de un Modelo económico y social de inclusión...” (MDS,


Tomo II, 2010: 92).24
En este primer período, entonces, las racionalidades políticas puestas en jue-
go se traducen en programas de gobierno con resonancias del peronismo temprano
(neokeynesiano, benefactor) ante todo, así como del liberalismo y neoliberalismo
con perfil nacional y popular. Las principales medidas estratégicas se dirigían a
refundar el lugar y la acción del Estado, sosteniendo la inversión y así la demanda,
es decir, el poder adquisitivo; mientras se pretendía gobernar “con” la sociedad
civil y las empresas, mediante participación y acuerdos estratégicos, en torno de la
fijación de los precios, la inversión social y la productividad.

2.b. Profundizaciones, crisis y re-toques (2007-2012)


Siguiendo con el Proyecto antedicho, en el 2007, las racionalidades políticas que
codifican las prácticas de gobierno sufren un vuelco “neodesarrollista”, cuando
asume la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (en adelante: CFK). El go-
bierno de CFK se instala con un discurso centrado en el crecimiento económico
sostenido, la creación de empleo-trabajo, de “inclusión social con equidad”, así
como la intención de regular la distribución de la riqueza/ingresos, siempre bajo
un margen soportable de desigualdad.
En los inicios de este período de gobierno surgen conflictos ligados a las
dinámicas de concentración en los circuitos agroindustriales y la creciente articu-
lación de su poder social, el llamado conflicto del campo. Se denota el estallido
de una oposición alineada política y económicamente al interior de los grupos do-
minantes y de derecha neoconservadora argentina. Ahora bien, no sólo se trata de
retenciones y libres mercados, sino también: “…de la disposición, por parte de un
vasto sector de la llamada clase media, en torno del discurso de la inseguridad…”
(Murillo, 2011: 106).
Cuando la crisis mundial estalla (2008) y el Frente para la Victoria25 pierde la
mayoría en el Senado (2009), se decide dar un “giro progresista”. Se consolidan
las alianzas con el capital productivo ligado a la industria y el procesamiento de
recursos naturales (petróleo y minería principalmente), así como se busca apoyo
de los sectores llamado “populares”, sobre todo los sindicalizados26 y agrupadas
bajo la bandera de apoyo al proyecto nacional y popular vigente.

24 En el período 2003-2007, varias fueron las estrategias para ir tejiendo el diagrama de poder hasta
hoy vigente. Entre las propuestas iniciales se encuentra la de “transversalidad”, presentada como
una forma alternativa de representación y participación, a partir de la cual construir un nuevo
consenso frente a la crisis de legitimidad de los partidos tradicionales y de la dirigencia política.
25 El Frente para la Victoria (FTV) es el partido político creado e instalado con la presidencia de N.
Kirchner.
26 Cabe remarcar que a mediados del 2012 el gobierno rompe relaciones con la Confederación Ge-
neral del Trabajo (CGT), cuya alianza resultaba estratégica. Mientras abre el juego de vinculación
con aquellos sectores “organizados” en torno de los modelos dispuestos por el mismo Estado:
258 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Algunas de las medidas más importante desde el 2003 hasta el 2010, fueron:
La estatización del sistema jubilatorio (AFJP); la estatización de Aerolíneas Ar-
gentina, los intentos de colocar impuestos a las exportaciones de soja (Ley núm.
125); la ley de Medios núm. 25522 y la Asignación Universal por Hijo.27
En el segundo mandato de CFK (2011-2015) se continúa profundizando el
modelo, a partir de lo cual se considera necesario emprender un ciclo de indus-
trialización por sustitución de importaciones, mientras se toman medidas como: la
reforma del Banco Central, la re-estatización de YPF, entre otras.
Estas acciones contracíclicas, ante y entre un 2012 sin el crecimiento espera-
do y la profundización de la crisis internacional, dispone la reactivación de las po-
líticas de infraestructura y viviendas, mediante el plan Pro.Cre.Ar,28 la regulación
del mercado de capitales y los limites para el atesoramiento en dólares.29
Por último, este diagrama de poder desplegado desde el 2003 también se
reconfigura a partir de racionalidades políticas y prácticas de gobierno vinculadas
con el extractivismo exportador y/o la economía abierta. En tanto, para sostener el
crecimiento económico ascendente, el gasto público y la conciliación de sectores
con interés diversos, se profundiza y sostiene un modelo de “acumulación por
desposesión y extractivismo” (Zibechi, 2011), así como un modelo “extractivo-
exportador” (Seoane, 2012), cuya promoción parece agravar los problemas que
se dicen querer resolver, abandonando la pretensión de modificar la estructura de
propiedad, ingreso, renta y riqueza en el país, así como neutralizar proyecciones
políticas de lucha y movimientos surgidos, en defensa de los bienes comunes de
la naturaleza.
El Proyecto Nacional y Popular se traza, entonces, de un modo singular entre
prácticas y lógicas de gobierno neoliberales30 “para el mercado y en contra del

cierto sector de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), la Cámpora, la Corriente Agraria


Nacional y Popular (CANPO), la Juventud Peronista (JP), entre otras organizaciones aglutinadas
en “Unidos y Organizados” (2011-2012).
27 Si bien esta última es considerada una medida que modifica el sesgo focalizado de las políticas
sociales, cabe aclarar que la misma es comprendida como una Transferencia Condicionada de
Ingreso (TCI). Ver Capítulo de Álvarez Leguizamón; Naharro e Ibarra, en el presente libro.
28 Programa de Crédito Argentino del Bicentenario para la Vivienda Única Familiar”, en la Órbita de
ANSES.
29 Si bien las prácticas de gobierno dispuestas desde el 2007 hasta la actualidad profundizan algunos
aspectos y priorizan otros, encuentran sus limitaciones en cuestiones tales como: el no control de
la inflación, la ausencia de una reforma impositiva profunda y real, los bajos salarios en campos
como educación y salud, así como la falta de un plan concreto de industrialización y de un proceso
distributivo progresivo a largo plazo. (Ver Paulizzi, 2014a).
30 En este proceso singular de re-configuración del Estado se trata, ante todo, de un neoliberalismo
con matices del “ordoliberalismo alemán”. Según Foucault el “ordoliberalismo alemán” encuen-
tra, sobre todo, en el totalitarismo nazi un campo de adversidad para instalarse, a partir de lo cual
dispone de la llamada “sociedad política”, en tanto sociedad empresa. A partir de lo cual se instala
lo Eucken llamó las “políticas adecuadas”, entre acciones reguladoras: cuyo objetivo es mantener
la estabilidad de los precios mediante el control de la inflación, aplicando políticas fiscales, de
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 259

mercado”. A través de diferentes mecanismos de gobierno codificados en torno del


Estado se ejecutan, por un lado medidas “regulatorias” del orden socio-económico
y político promoviendo la inversión, el ahorro y el crecimiento con competitivi-
dad, así como controlando precios e inflación; mientras que también se ejecutan
prácticas políticas “ordenadoras” a través de las cuales no se interviene sobre el
mercado y la economía, directamente, sino generando las condiciones de posibili-
dad para que el juego del mercado y la economía abierta sean posibles.

2.c. Las políticas sociales de segunda generación: el programa de gobierno


Nacional y Popular
Las políticas sociales de segunda generación, según entramados enunciativos ofi-
ciales, y con rostro humano: “…tienen eje en la persona, la familia y el territorio,
tendiendo al desarrollo humano y buscando la reconfiguración del tejido social,
mirando al individuo como parte de una sociedad que lo contiene” (MDS, Tomo
I, 2010: 43-44). Dichas políticas promueven la “inclusión social”,31 desde la cual
pretende hacer del ciudadano pobre o pobre ciudadano sujetos jurídicos.
Si bien el proyecto nacional y popular actual, en el trazo de las políticas
sociales dirigidas a las poblaciones pobres, se distancia en la reconfiguración del
rol del Estado de la década anterior, recupera para el diseño y diagrama de los
dispositivos y mecanismos de intervención los entramados enunciativos y las ló-
gicas promovidas por los Organismos internacionales de Crédito –Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo (en adelante PNUD) ante todo– vinculados a
gobernar el “problema de la pobreza” mediante su combate y la autorrealización
integral y cooperativa de los sujetos-personas.32

ahorro o de inversión, buscando reducir costos o ganancias. Y acciones ordenadoras: no buscan in-
tervenir sobre la situación del mercado, sino sobre las condiciones fundamentales de la economía,
las que hacen que el mercado sea posible: el suelo, la cultura, las técnicas o jurídicas. El Estado
mantiene y genera el ordenamiento y las reglas de la comunidad, con la competitividad activa y la
desigualdad necesaria, sin los avatares de los conflictos y sus efectos desestabilizadores. Pues, se
trata de una Vital Politik, lo cual implica ejercer el gobierno, no sólo mediante la intervención en
lo social. (Foucault, 2007: 155-189).
31 Para comprender la noción de inclusión enunciada, es menester referir a la de “exclusión”: “…Si-
tuación en la que se lesionan derechos y se inhibe la realización humana y social. Es la pérdida de
posibilidades de estudiar, de formarse, de ser parte de la sociedad, de sentirse integrado. Desocu-
pación, pobreza, precarización del trabajo y destrucción del sistema productivo son los elementos
fundamentales para la exclusión, y determinantes del modelo neoliberal”. (MDS, II, 2010: 42).
32 El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) posee, en la actualidad argentina,
influencias considerables. En consecuencia con la lógica de des-endeudamiento promovida por
el gobierno argentino actual, el PNUD es uno de los más importantes financiadores en la ejecu-
ción de políticas sociales de intervención, en torno de la pobreza y los pobres. En este sentido, el
PNUD interviene en el diseño, diagrama, monitoreo, evaluación de proyectos, programas y planes
dirigidos a los pobres, así como en la capacitación de equipos técnicos expertos. El PNUD (2011)
concentra el enfoque de desarrollo humano en las personas, sus capacidades y habilidades, según
lo promulgado por Sen, para quien: “Una habilidad seria un logro, mientras que una capacidad
260 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En tal sentido, el gobierno nacional señala que la pobreza es un problema ges-


tado entre relaciones de poder especificas: “…entendemos que este problema no
surge de la nada, que hay actores sociales involucrados y que existen personas que
padecen esta situación, hay quienes también se benefician con ella” (MDS, Tomo.
II, 2010: 82). Si bien se reconoce el carácter político estructural de la pobreza, los
mecanismos puestos en juego para gobernar-la no conllevan a transformaciones
radicales, en tal sentido. Más bien a la puesta en juego de un heterogéneo tejido
de lógicas y prácticas cuyas estrategias conducentes y conductuales promueven la
unidad nacional, la justicia social, el Estado social y la sociedad integral.
Esto implica, según declaraciones oficiales, una política social integral y re-
paradora de las desigualdades sociales reconociendo al ciudadano como protago-
nista del cambio social, en tanto identificación de las diferencias “injustas”. Pues,
se pretende gobernar a través de lógicas trazadas en torno del la justicia social, en
el marco de la cohesión y el orden, en palabra del PNUD:
“…todos los procesos que no son equitativos son injustos: las opor-
tunidades de todas las personas a llevar una mejor vida no debieran
verse restringidos por factores que escapan a su control. La des-
igualdades son particularmente injustas cuando algunos grupos son
discriminados de forma sistemática por motivos de género, etnia u
origen geográfico” (PNUD, 2011: 1).
En tal sentido, se ponen en juego mecanismos diversos que permiten la construc-
ción de ciudadanía bajo la figura del pobre como “sujeto de derecho”, lo cual no
siempre es garantía de acceso y movilidad no tutelar. Parafraseando a la presi-
denta, “el gobierno de todos y todas” resulta pensado, proyectado y ejercido en
pos de la justicia social y distributiva (material, humana y social) y por ende de
“equidad”.33 Esto opera discursivamente a partir de la expansión de las “opciones

es la habilidad para lograrla. Las habilidades constituyen diferentes aspectos de las condiciones
de vida, las capacidades, en contrate, son nociones de libertad en el sentido positivo del término:
las oportunidades reales que se tiene respecto de la vida que se puede llevar”. (1987: 36). En este
sentido, la posesión o acceso a bienes no son criterios para definir el nivel de vida. La pobreza es
calificada como privaciones injustas, o sea como la ausencia de funcionamientos centrales para la
vida.
33 Los datos de mejora de distribución del ingreso, en el período señalado, pueden verse a partir del
coeficiente de Gini que mide los grados de equidad y se construye a partir de la medición de los
salarios y otras fuentes de ingreso de la población, sin considerar la variación de los precios, de
modo que está exento de los cuestionamientos sobre el INDEC y el Índice de Precios al consu-
midor. Dicho coeficiente que mide el “nivel de desigualdad” –siendo el cero el mayor grado de
equidad y uno el máximo de inequidad– se ubico en 0,434 en el tercer trimestre del 2012. En igual
período del 2011 fue de 0,437, mientras que en el 2003 fue de 0,534. Además la diferencia entre
los ingresos que perciben las familias más pobres y las más ricas fue de 21 veces, también similar
al ratio del año 2011. En el 2003 la brecha era de 56 veces. En el tercer trimestre del 2012, el 10%
más pobre obtuvo 838 millones de pesos, mientras que la porción más rica casi 18 mil millones.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 261

de la gente” y el gobierno de ciertas desigualdades-iniquidades advenidas peligro-


sas para un orden social integral y ascendente.
La actividad protagónica del Estado, según discurso oficial, remite a la re-
gulación y el orden que habilita la autorrealización para el progreso social y el
crecimiento económico con sustentabilidad y equidad. Por tanto, en el resonar
neoliberal del ordoliberalismo, la intervención del Estado en pos de una política
de equidad y justicia social, no solo debe ser posterior (compensatoria y paliativa)
a la acción del mercado, sino que debe ser previa y/o concomitante para evitar in-
equidades en el mal funcionamiento del mismo. Esto implica, entre otras cuestio-
nes evitar situaciones de inequidad derivadas de posiciones dominantes, como las
dispuestas por los grandes monopolios y/o corporaciones, tras lo cual las políticas
de equidad deberían velar de manera preventiva por el “adecuado funcionamiento
de los mercados en condiciones competitivas” (Novak, 2013). Sin embargo, un
grado de desigualdad sigue siendo siempre necesario (Murillo y Seoane, 2012).

2.c.1. El Discurso de Desarrollo Humano y local sostenible: la comunidad y


la sociedad
Acorde a lo enunciado, las políticas sociales de segunda generación tienden, sin-
gularmente, al Desarrollo Humano, cuyas prácticas discursivas y extradiscursivas
operan como:
“…el conjunto de dimensiones, condiciones y principios que, en
el marco de las libertades civiles y considerando a los individuos
como protagonistas de su desarrollo establecen: Un profunda valo-
ración de la vida; la libertad de cada persona y de cada Nación de
elegir la mejor manera de vivir, según sus parámetros culturales;
el fortalecimiento de las capacidades de las personas en todas las
dimensiones” (MDS, Tomo II. 2010: 30).
El Desarrollo Humano, según discurso oficial, comprende la conjunción y satis-
facción plena de tres elementos básicos que permiten medir las condiciones de
vida, estos son: la supervivencia (salud, higiene, agua potable, medicina); acceso
a la educación y acceso laboral:
“…un Desarrollo que tenga como protagonistas a los sujetos, for-
taleciendo sus capacidades (capital humano), las redes sociales o
tejido social, a través de las distintas formas de organización (capi-
tal social) y promoviendo la solidaridad, como eje central de estas
nuevas costumbres, valores, tradiciones (ética)” (MDS, Tomo II,
2010: 41).

La distancia sigue siendo considerable.Cabe aclarar que “equidad” no es sinónimo de “igualdad”.


(Fuente: Diario Página 12; jueves 27 de diciembre. Economía).
262 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Sin embargo y entre medio, las racionalidades benefactoras orientan las prácticas
de gobierno de los otros y las recomendaciones para el gobierno de sí giran en
torno de la solidaridad, la integración y cohesión social:
“Desde un Proyecto Nacional, como es el caso de nuestro país, se
trata de crear las condiciones y oportunidades para el desarrollo de
las capacidades, porque como bien se dijo –y hay que repetirlo ‘na-
die se realiza en una sociedad que no se realiza’. […] Por eso la
mirada debe ser nacional”. (MDS, Tomo II, 2010: 56).
Según lo señalado por el MDS argentino, el Desarrollo Humano se realiza en los
territorios locales, por lo cual se trata de promover políticas sociales de “desarrollo
local”, en el marco de:
“…un proceso socio-político y económico integral, que coloca como
eje a la comunidad más que a los proyectos. Interesa el crecimiento
desde un desarrollo a escala humana, con una mirada local, […]
Adquieren importancia las redes sociales y productivas, siempre y
cuando apunten al desarrollo humano” (MDS, Tomo I, 2010: 48).
De este modo, las comunidades son consideradas espacios de integración a partir
de lo cual se neutraliza el conflicto y se descentraliza a escala local la autogestión
de la existencia comunitaria e individual. Aprovechando las oportunidades, en el
suelo local de la comunidad es posible participar en la gestión de la autogestión
de la propia vida (Álvarez Leguizamón, 2008). Esto se logra en clave benefactora,
promoviendo el valor de la “solidaridad”34 el cual permite ejercer, de un modo
relacional, las prácticas de gobierno dirigidas a los otros y al sí mismo.
Ahora bien, para poder vivir mejor es central tener acceso a provisiones. A
partir de lo cual, el Estado encargado de asegurar ciertos básicos comunes recurre
al trabajo-empleo como una tecnología de gobierno35 que permite, ante todo, po-

34 La noción de “solidaridad”, en el entramado discursivo de gobierno es retomada de Durkheim, en


tanto “solidaridad orgánica” que por ese carácter implica la cooperación y la organización, para lo
cual se toma como modelo a la constitución peronista del ‘49: “…En definitiva, la solidaridad es
conciencia social, construye organización, es una práctica de vida y da sustentabilidad al sistema
democrático. Creemos también que no puede haber solidaridad, si esta no se ejecuta con recipro-
cidad social, porque: a) El bien común pertenece a la acción humana; b) La igualdad de derechos
implica crear oportunidades para los que menos tienen; c) La conciencia moral es la valoración de
la justicia social; y d) La responsabilidad social es parte de la justicia distributiva” (MDS, Tomo I,
2010: 40-41).
35 Las tecnologías no son medios a ser usados por sujetos bajo su entero control, pues se trata de un
conjunto múltiple de estrategias a través de las cuales los animales humanos advienen sujetos (no
solo instrumental, también ético existencial). En este sentido, las tecnologías de gobierno remiten
a preguntas de tipo ¿qué significa gobernar de un modo eficaz la conducta de otros? ¿Qué técnicas
han de aplicarse racionalmente para que las personas se conduzcan de cierto modo? Foucault
(1991a) consideran que se encuentran en una zona intermedia y de contacto entre las tecnologías,
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 263

tenciando al sujeto económico, garantizar el ejercicio y el acceso a derechos por


parte de los sujetos jurídicos.
Se promueven como ejes centrales para el desarrollo el trabajo y la familia,
en palabras de la presidenta: “…el mayor antídoto contra la pobreza es lograr el
trabajo y un régimen de pleno empleo en la Argentina, con trabajadores en blanco
y salarios dignos, ese es el eje del verdadero combate contra la pobreza”.36 La
pobreza adviene cuasi una enfermedad que afectaría al cuerpo social todo, sino se
la combate a través del remedio del trabajo, mientras se toleran algunos peligros
menores.
En tal sentido, se proclama el trabajo-empleo con la intención de recuperar
el protagonismo del empleo perdido, en la década de los noventa, y para ello se
recurre a la declaración de la OIT (2000) referida al “trabajo decente”:37 “...como
un fin en sí mismo, como un medio para alcanzar el objetivo de la reducción de
la pobreza, porque de esa forma se hace frente a las causas básicas de la injusti-
cia social” (MDS, 2010). Según estas declaraciones en el marco de la equidad y
la autorregulación de la propia vida, la dignificación del trabajo implica que los
sujetos-pobres puedan producir al menos lo que consumen.
El trabajo decente es promovido y puesto en juego a partir del dispositivo de
la economía social dirigida dirigido a las poblaciones pobres, lo que no garantiza
buenos salarios y condiciones de empleo estable. La economía social y solidaria
instituida, en el marco del Estado, promueve un discurso no consumista y diferente
al de la racionalidad instrumental del capitalismo, mientras que se pone el énfasis

que determinan la conducta de los sujetos (sujeción) y aquellas que permiten a los sujetos dirigir
autonómicamente su propia conducta (subjetivación).
36 CFK, julio de 2009. Acto de Recupero de la Actualidad y Garantía de la Paz Social.
37 En el marco del “trabajo decente”, es menester mencionar el “Argentina Trabaja”, cuyas herra-
mientas programáticas (subprogramas) son: Monotributo Social; Microcrédito; Marca Colectiva;
Talleres Familiares y de Grupos Comunitarios; Proyectos integrales socio productivos Comercia-
lización y Compre Social; Eventos promovidos por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación
para el desarrollo de la Economía Social; Programa de Ingreso Social con Trabajo (PRIST-2009).
A su vez, también se encuentra el Plan Familias, cuyas líneas de Acción son: Niñez; Juventud;
Adultos Mayores; Pensiones No Contributivas; Comunidad; Seguridad Alimentaria; Deporte y
Recreación. Las cuales se realizan mediante programas y actividades específicas. Entre otros pla-
nes y programas encontramos: Plan Nacional de Desarrollo Local y Economía Social; Plan Na-
cional de Seguridad Alimentaria; Plan Nacional de Recreación y Deporte Social. A lo cual se le
suma la Asignación Universal por Hijo. Así, como otros programas promovidos por el Ministerio
de Trabajo, con el cual el Ministerio de Desarrollo Social realiza actividades comunes, integrales
y complementarias, sobre todo, mediante la coparticipación presupuestaria. Algunos de los pro-
gramas de dicho Ministerio dirigidos a los trabajadores desocupados, en el marco de la economía
social son: a) El Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados (PJHD), el cual está siendo reabsorbido
por otros programas, b) Plan Integral de empleo más y mejor trabajo, en el cual se promueve
la capacitación y creación de cooperativas, con subprogramas de trabajo autogestionado; c) el
Programa de Inserción laboral, línea Promoción de Autoempleo; d) El Seguro de Capacitación y
Empleo (SCyE); e) el Programa Jóvenes con más y Mejor Trabajo. Ministerio de Desarrollo Social
de la Nación. Ministerio de Trabajo de la Nación.
264 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

en que sean los propios sujetos pobres los encargados de construir sus iniciativas
de trabajo, así como de sostenerlas. En este heterogéneo cruce de racionalidades
políticas y prácticas de gobierno, la economía social funciona como dispositivo
fundamental en las estrategias del gobierno de los otros y de sí:
“…no como economía informal, sino el conjunto de actividades
económicas desarrolladas con miras a garantizar, a través de la utili-
zación de su propia fuerza de trabajo y de los recursos disponibles,
la satisfacción de las necesidades básicas, tanto materiales, como
inmateriales. En este sentido, trasciende la solo obtención de ganan-
cias materiales y está estrechamente vinculada con la reproducción
ampliada de la vida, a través de valores como la reciprocidad y la
cooperación” (MDS, Tomo II, 2010: 36).
Ahora bien, estos sujetos pobres continúan vinculándose, paradójicamente, como
productores y consumidores en el mercado de capitales en condiciones de desfa-
vorables y de vulnerabilidad. En este sentido, según el entramado discursivo tejido
en el PNP la economía social es comprendida, acorde a singulares resonancias
ordoliberales, como “economía social de mercado”,38 en palabras de la presidenta:
“…Son, en definitiva, 165000 unidades productivas, que han generado 247.000
puestos de trabajo de la economía social de mercado […] Y esta economía social
de mercado, que ha generado trabajo y que va a seguir generando trabajo…”39
(Énfasis propio).
Por tanto la dimensión ética y jurídica se conjugan con la económica (Presta,
2011), ya que en el interior de los dispositivos de intervención de la economía
social, el mercado sigue ordenando las prácticas, para hacer de sus asociaciones
económicas locales, sociedades empresariales. Al mismo tiempo con la presencia
de un Estado que interviene mediante créditos y gestiones institucionales precisas,
así como ejerce un fuerte control sobre la población, generando mapeos, índices,
estadísticas y seguimientos. Un Estado que produce las condiciones generales de
marco para que el juego sea posible, en el proceso de re-invención de lo social me-
diante la eficaz gestión de la pobreza, acorde a los programas dirigidos a la unidad
nacional, la “soberanía popular” y la “ciudadanía social”.
En este heterogéneo y múltiple diagrama de poder y gobierno, se considera
que mientras haya poder hay resistencia, en tanto no se trata de relaciones de do-

38 Según Foucault el neoliberalismo en su versión alemana, dispone, regulando y ordenando, de la


sociedad empresa: “…o una política de economización de la totalidad del campo social, de viraje
hacia la economía de todo el campo social”. (Foucault, 2007: 278). Esto implica la puesta en juego
de la “Economía Social de Mercado”, la cual no se remite únicamente a una explicación de la vida
y convivencia económica de los individuos (competitividad, libertad individual responsable), ade-
más plantea elementos de legalidad, justicia social, participación democrática, legitimidad política
e institucionalidad en una nación.
39 CFK, mayo de 2012. Acto entrega de Microcréditos.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 265

minación, si no de juegos estratégicos entre libertades. En tal sentido, los procesos


y prácticas gubernamentales, como las de los desocupados, se entrecruzan simul-
táneamente, con prácticas de resistencia y lucha dirigidas a la des-subjetivación y
re-subjetivación, como la del trabajador desocupado y piquetero, en un juego de
transacciones y relaciones abierto y móvil como veremos.

3. La Unión de Trabajadores de Desocupados de Gral. Mosconi: a modo de


introducción
Ante y entre la racionalidad gubernamental neoliberal antedicha, en las calles de
una ciudad ubicada en el noreste de la provincia de Salta, emerge40 la Unión de
Trabajadores Desocupados de Gral. Mosconi.
A mediado de la década de los noventa, un conjunto de hombres y mujeres,
en su mayoría desocupados, cortan las rutas mediante un acto simbólico41 ocupan
las rutas y toman la palabra (De Certeau, 1995). Acaece, entonces, la irrupción
de la historia negada, la ocupación de espacios y la creación de espacios otros,
los cuales: “…tienen la curiosa propiedad de estar en relación con todos los otros
emplazamientos, pero de un modo tal que suspenden, neutralizan o invierten el
conjunto de relaciones que se encuentran, por sí mismos, designados, reflejados
o reflexionados […] los llamaré, por oposición a las utopías, las heterotopías”
(Foucault, 1976-1999; 434).42
Así, en el acto de emergencia de lo negado:
“…escenificó, en todas partes el acto de decir más de lo que hasta
entonces se había articulado […] tomar, no en búsqueda de tomar
el poder, sino siempre de hacer posible el desarrollo de una libertad
futura, el surgimiento de un porvenir inédito” (Luce Giard, en De
Certeau, 1995: 22-26).
En este juego de tomas y ocupación, de usos y astucias los espacios de otros resul-
tan re-creados y re-configurados como “espacios otros”, capaces de impugnar, en
el andar de las prácticas cotidianas.

40 La “emergencia acontecimental” de la UTD refiere a la irrupción de la misma en el espacio local,


y con ello a la trasgresión y el quiebre de órdenes dispuestos, mediante prácticas de des-sujeción
y re-subjetivación. Esto no implica una especie de “origen” (argé) de la organización, si no una
reconfiguración singular de las tradiciones y prácticas de lucha que han atravesado y, aún lo siguen
haciendo, el territorio del Dpto. Gral. San Martín en el norte salteño.
41 Lo simbólico en De Certeau, tiene una herencia lacaniana, para quien “el símbolo” es el orden
de la cultura y del lenguaje (orden de la simbolización), en el que se inserta el sujeto y, además
permite la intersubjetivación, sin el símbolo no habría intersubjetividad.
42 En tal sentido, no se hace referencia a estos espacios como heterotopías vinculadas con lo sagrado,
el encierro y la ilusión. Y, la referencia a “otro”, acorde a lo señalado por Castro Gómez (2011), se
trata de reconocer el carácter parcial histórico y heterogéneo de todas las identidades, en el sentido
de una “producción histórica de la diferencia”.
266 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

De este modo, los trabajadores desocupados emergen y se instalan, trágica-


mente, en el entre de la vida y muerte, en dónde el “sujeto moribundo” comienza
a construir y dejar ser prácticas identitarias43 y autonómicas, que se van tornando
gesto, mientras se hacen realidades.

3.a. El lugar y las condiciones históricas de posibilidad y emergencia de


UTD: las tomas y los cortes
La ciudad de General Enrique Mosconi está ubicada al norte de la República Ar-
gentina específicamente, en la Provincia de Salta. Se encuentra sobre la ruta na-
cional 34 y a una distancia de 340 km de la capital salteña. Integra uno de los seis
municipios del Departamento General San Martín. Limita, al norte con parte de la
localidad de Aguaray, al sur con la localidad de General Ballivián, al Este con la
ciudad de Tartagal y al Oeste con el Río Grande de Tarija (Bolivia).44

La ciudad cuenta con una población estable aproximada de 19000 habitantes,45


el Dpto. Gral. San Martín posee 156910 habitantes, en un total de 1214441 a nivel
provincial. (Censo 2010).
El territorio de Gral. Mosconi y el Dpto. San Martín, han tenido un impor-
tante proceso de inversión y reinversión de capitales en el sector agrario, puntual-
mente, sojero y el hidrocarburífero. Desde los años ‘70, se suscitan importantes
transformaciones en la estructura agrícola constituyendo uno de los ejemplos de
expansión más “dinámicos” de la frontera agraria (Trinchero y Leguizamón, 1995
y Trinchero, 2000).
En el sector hidrocarburífero, desde comienzos de los ‘90, se destaca un fuer-
te proceso de inversión paralelamente a la privatización de YPF y Gas del Estado
(Trinchero y Leguizamón, 2004). A su vez, en la provincia:
“…se resaltan actualmente las marcas de una fuerte historia colo-
nial, de un proyecto criollo-español con perfil agrícola-ganadero y
un fuerte sesgo aristocrático, basado en un pacto entre la iglesia, el
poder económico y político y construido sobre mecanismos contra-

43 La identidad no es una cláusula, no impone límites, sino que insta la fuerza creadora de la re-
novación y recreación constantes. Por tanto, no se trata de develar una identidad propia, sino de
diferenciarse y afirmarse en el quehacer de las prácticas, en el estar siendo. (Foucault, 1982-1999:
418).
44 En 1946, por Ley 779, se creó la Municipalidad de Gral. Enrique Mosconi, cuyo nombre se debe
al General e Ingeniero del mismo nombre propulsor de las actividades de YPF en la década del 20
y creador de la administración Norte de la empresa.
45 La referencia a la población estable aproximada, se debe a que existe una cantidad considerable de
población migrante, entre 2000 y 3000, que realiza trabajos en otras zonas del país, y regresa a la
ciudad 2 o 3 veces al año (Datos adquiridos en visitas al terreno, y en diálogos con referentes de
UTD). Aún no se cuentan con datos oficiales del censo 2010 referidos a la población de Mosconi.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 267

dictorios de inclusión/exclusión de la población aborigen y otros


sectores populares” (Petz, 2005: 80).
Ahora bien, acorde a los programas de gobierno dispuestos en la década de los
90´, en la localidad de Mosconi para octubre de 1996, el índice de desocupación
llegó al 23% y la subocupación al 19%, mientras que para diciembre de 1997 la
desocupación descendió al 17% mostrando una mejoría y la subocupación ascen-
dió al 25% (INDEC).
A su vez, en contrapunto a los impactos, que sobre el trabajo y el territorio
produjeron y producen los avances del capital y los diseños de políticas de in-
tervención estatal anteriormente señalados, han emergido distintas prácticas de
resistencia, que han cobrado diferentes formas organizativas cuya reivindicación
y motivación de lucha resulta, ante todo, el trabajo genuino. En el departamento de
San Martín algunas de las fuerzas sociales y políticas presentes: Unión de Trabaja-
dores desocupados de General Mosconi (UTD Mosconi), Movimiento Territorial
de Liberación (MTL-Partido Comunista), Corriente Clasista Combativa (CCC-
Partido Comunista Revolucionario), Movimiento Sin Trabajo Teresa Vive (MST-
Movimiento Socialista de los Trabajadores), Polo Obrero (PO-Partido Obrero),
Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD), Movimiento
Trabajadores Desocupados Evita, Unión Trabajadores46 Desocupados de Pocitos y
distintas agrupaciones de extrabajadores de YPF (Petz, 2005: 81).

3.b. El espacio moscoino con YPF: el mundo del trabajo


La localidad de Gral. Mosconi, así como las localidades aledañas son una zona
rica en yacimientos petrolíferos y gasíferos, lo cuales han estado ligados a la ex-
plotación realizada por YPF, desde su creación en 1922 y hasta su privatización y
restructuración (1992-93). YPF fue para los moscoinos “un modelo de civilización
territorial” (Svampa y Pereyra, 2003).
Pues, las actividades de YPF no fueron solo los de una empresa extractora de
petróleo y gas, sino que incluyó una extensa red de servicios sociales, recreativos
y residenciales para el personal permanente y calificado de la empresa.
En esta distribución de espacios y tareas también se muestra el modelo je-
rárquico/diferencial de organización dispuesto por la empresa-fabrica (Palermo,

46 Cabe mencionar que la región ha sido una zona de luchas históricas. Entre ellas: a) la reivindi-
cación de los Pueblos Originarios por el derecho al territorio, base de la reproducción social y
cultural de sus comunidades. Recordemos que la zona involucrada reúne la mayor diversidad
étnica y presenta un importante peso de población indígena siendo asentamiento de parcialidades
aborígenes pertenecientes a distintos grupos étnicos, entre ellos: Guaraní, Chané, Wichí, Chorote,
Chulupí. b) Las luchas llevadas adelante por los trabajadores organizados en defensa de mejoras en
las condiciones de trabajo y, frente a los procesos de tecnificación de las agroindustrias azucareras
(fines de los años ‘60 y comienzas de los ‘70), las luchas por la defensa de los puestos de trabajo.
c) Las luchas sindicales en contra de la privatización de las empresas del Estado y por la defensa
de los puestos de trabajo. (Petz, 2005).
268 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

2010), ya que la organización territorial de asentamiento y residencia de por ejem-


plo: directivos, profesionales y mano de obra calificada fue Vespuccio, y el asenta-
miento de los trabajadores con calificación menor, fue Mosconi y la zona comer-
cial Tartagal (a 10 km de Mosconi, hacia el norte por la ruta 34).
Dicha configuración territorial y espacial que instaura los lugares de unos
y otros, en el interior de la empresa y homogeneiza ciertos vínculos, también se
reflejaba en la sociedad toda de Mosconi, mediante la separación entre “ypefeanos
y no ypefeanos”. De este modo, se fue diagramando la especialidad de la ciudad,
con recorridos específicos y lugares delineados acordes a los movimientos y cua-
drillajes dispuestos por la empresa-fabrica.
YPF, mientras era una empresa estatal, según palabras del Gipi Fernández
(2011) referente de UTD y demás habitantes de Mosconi: “YPF representa la or-
ganización trabajadora industrial […], YPF fue la columna vertebral de la socie-
dad moscoina, a nivel laboral, social, cultural y de sentido”.47
Mosconi gozaba de plena ocupación y relativo bienestar hasta iniciado el
proceso de privatización de YPF. Con el gobierno menemista y sus políticas de
ajuste, acorde al recetario multilateral de desarrollo, se decide privatizar la empre-
sa-fabrica, es decir, venderla a empresarios accionistas extranjeros.
La privatización trajo consecuencias desbastadoras en la sociedad moscoina
y zonal entera. La misma comienza a realizarse entre 1992 y en 1993 la empresa
solo queda a cargo de la comercialización, lo cual implico el despido del 90% de
su planta de empleados.48 Según la voz de extrabajadores de YPF, desde adentro,
sobre todo los obreros organizados bajo el sindicato iban viendo como, en el in-
terior de YPF, otras empresas comenzaban a hacerse cargo de algunas labores, es
decir, se terciarizaba, pero ellos: “…ingenuos preferíamos no ver esto y seguir
trabajando, aunque algunos compañeros repartían volantes y hacían referencia al
proceso inicial de privatización de la empresa”.49 Así, el cierre de YPF significó no
solo el cierre de una empresa, sino la “muerte” y la lucha comenzó a ser contra la
muerte, no solo física, sino emocional: “Cuando YPF se privatiza se llevan todo,
no solo los dólares, también el sentido de la vida”.50

47 Información obtenida en la realización de un taller, en la Universidad Popular perteneciente al


Movimientos. Setiembre de 2011.
48 La planta, que contaba en 1990 con 51000 empleados, luego de un acelerado proceso de restructu-
ración que incluía retiros voluntarios y despidos, paso a tener 5600 empleados. Las bajas contabi-
lizadas entre 1990 y 1997 fueron las siguientes: para la zona salteña, 3400; en la región neuquina,
4246; en la cuenca austral, 1660; en Comodoro Rivadavia, 4402 y, en Santa Fe (San Lorenzo) 1177
(Pereyra, 2006)
49 Resultado de trabajo grupal en el taller realizado en la sede de la Universidad Popular de Madres
de Plaza de Mayo, perteneciente a UTD. Setiembre de 2011.
50 Síntesis de relatos y comentarios de ex-trabajadores de YPF, algunos pertenecientes al gremio y
otro no, y de habitantes de Mosconi, obtenidos en el trabajo de Taller, realizado en la sede de la
Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo, perteneciente a UTD. Setiembre de 2011.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 269

La privatización de YPF en sus inicios apuntó a ajustar costos operativos


de la reduciendo, sobre todo, el número del personal. Pero, también se redefinie-
ron las estrategias de explotación, modificando la cantidad y ubicación de pozos,
refinerías y administración en todo el país. En el norte salteño se redujo un 73%
aproximadamente la actividad petrolera.51 Hoy (2011-2012) Gipi Fernández re-
ferente de UTD y extrabajador de YPF, sostiene que empresas como Standard
Oil están paradas, puesto que desde siempre trabajaron con los pozos de reserva
explotados por YPF, “…no han reinvertido en exploración, lo cual no solo daría
petróleo y gas, sino también trabajo. Por eso, siempre han dicho que no había pe-
tróleo y eso no es verdad”. (J. C. Gipi Fernández, julio de 2012).
Ahora bien, en el momento preciso y los años posteriores a la privatización,
no se realizó ningún tipo de levantamiento, movilización, protesta. YPF pagó fuer-
tes indemnizaciones a los empleados que aceptaron los retiros y la empresa junto
al sindicato petrolero (SUPE) favorecía la creación de emprendimientos.
Los empleados indemnizados, que comenzaban a organizarse en cooperati-
vas para realizar emprendimientos productivos, podían utilizar las maquinarias de
la empresa y continuaban prestando servicios, mediante contratos de obra o ser-
vicios, pero perdiendo su relación de dependencia con YPF. Los ex-trabajadores
ypefeanos pasaron a autogestionar su propia situación de desempleo.
Estás pequeñas y medianas empresas (PyMEs) o cooperativas, como le lla-
man los ex-trabajadores de YPF, contaron con contratos transitorios entre 18 y 24
meses. Sin embargo, la renovación de los mismos con YPF ya privatizada prácti-
camente en su totalidad, comenzó a ser una tarea imposible. A lo que se le sumaron
ingredientes como la caída del precio del petróleo, por lo cual YPF comenzó a
reducir el precio del trabajo como los plazos de los contratos, mientras la empresa
fijó costos muy altos para poder sostener los emprendimientos:
“A lo cual se le suma que la mayor parte de los equipos vendidos
por YPF eran obsoletos y los exempleados no tomaron el recaudo
de la modernización. Al poco tiempo las dificultades de renovación
tecnológica coincidieron con el aumento de las exigencias de YPF.
Por último, las pequeñas empresas, debían competir con aquellas
empresas de alta performance, que compraron parte de los pozos
(por ejemplo la Oils Petroleum) y acostumbradas a los juegos y re-
glas del mercado” (Pereyra, 2006: 11).
A su vez, y esto ha sido muy señalado por los mismos ex-trabajadores de YPF, hoy
integrantes de UTD:
“…también fuimos muy ingenuos, en el momento posterior a la pri-
vatización, cuando con el dinero de las indemnizaciones se crearon

51 Ver Beracochea, 1998: 4-8, en Pereyra, 2006.


270 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

las cooperativas, ya que seguían siendo gestionadas por influencias


empresariales externas […] no funcionaban en asamblea, todos po-
nían igual dinero al entrar y luego el sistema era jerárquico…”.52
Pues, como extrabajadores asalariados de una empresa estatal, con trabajos califi-
cados y específicos, algunos con antigüedades de más de 10 años, no estaban pre-
parados para tornarse “empresarios”. A esto se le suman la falta de otras alternati-
vas, por lo cual muchos utilizaron la indemnización para realizar alguna actividad
por su cuenta, es decir emprendimientos individuales (kioscos, remisorias, etc.) o
fue destinado al consumo y adquisición de bienes (compra de automóviles, casas),
lo cual tampoco tuvo muchos frutos, por las mismas razones que fracasaron las
cooperativas o PyMEs, ya que parte de los bienes fueron vendidos, no fue posible
la reinversión, etc.
A la desocupación repentina, se le sumó la desesperación, angustia, ausencia
de oportunidades, frustración, fracaso, aparejado al olvido por parte de las auto-
ridades provinciales y nacionales, a partir de lo cual los ex-trabajadores de YPF
se tornaron desempleados-desocupados y moribundos. Esto, no sólo se manifiesta
en el silenciamiento al cual fueron sometidos, encerrados en sus propias comuni-
dades, sino que, según sus propias voces, esta situación los llevó a la sensación
de muerte, manifiesta en suicidios, separaciones familiares, violencia domestica y
callejera, alcoholismo, etc.
Por tanto, en este momento histórico no solo se modifica el espacio social y
político, sino la visión de mundo y el lugar de la propia vida. Cambiaron drástica
y rápidamente los posicionamientos anteriores, las divisiones, los cortes y los cri-
terios de diferenciación ya no son los mismos:
“Los ex/ypefianos ya no son los otros ya son parte del nosotros o
viceversa. En este sentido, entre los sectores pobres y empobrecidos
hay una percepción de nivelación para abajo ahora todos estamos
iguales, todos estamos viviendo mal. Se borran algunas diferencia,
pero sin embargo se marcan otra fuertemente” (Aguilar y Vásquez,
1997: 3. Énfasis propio).

4. La emergencia de la UTD y el estar siendo piqueteros-trabajadores.


En el presente apartado se parte del supuesto, siguiendo a De Certeau (1995),
de que en los acontecimientos de 1996 y 1997, referidos a los cortes de ruta y la
emergencia de organizaciones piqueteras, algo pasó y de que algo pasa. Pues, lo
acaecido pretende ser pensado en torno del acontecimiento y sus efectos, de que

52 Síntesis de varios comentarios realizados en el Taller con ex-trabajadores de YPF y estudiantes


(población en general) en la sede de la Universidad Popular perteneciente a UTD, ubicada en
Vespuccio. Septiembre, 2011.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 271

eso que pasó y pasa no es algo de unos pocos, en el norte argentino. Sino que nos
pasa a todos, nos interpela a todos.
En 1997, poco después del primer corte de ruta en Neuquén,53 los habitantes
de Tartagal y Mosconi organizaron un corte, que junto con los de Jujuy desencade-
nó una crisis que se extendió a todo el interior del país. Las movilizaciones tienen
como condiciones de posibilidad y emergencia la situación antes señalada, de ex-
trema desocupación, desamparo, depresión, olvido, violencia. Pero, el emergente
del conflicto, que termina en el corte de ruta en Tartagal y Mosconi54 y que hace
al primer levantamiento organizado de diferentes sectores (concejales, maestros,
trabajadores desocupados, etc.) se relaciona con lo sucedido en Neuquén y con
la privatización, mas reciente, de la compañía de electricidad, que pasa a exigir
puntualidad en el pago de las facturas a los usuarios, acostumbrados a mantener un
retraso de varios meses. Ello genera la movilización de un grupo de vecinos, para
evitar los cortes de luz, a lo cual se suman diferentes sectores.
Se organizan varios apagones y una huelga de hambre iniciada por un co-
municador social (Marcelo Gerez) y por una concejal de Mosconi, del Frepaso
(Graciela Zriki)55 lo cual se transformó en un corte de ruta de siete largos días.
Diversos sectores se fueron sumando hasta consolidar una multisectorial, lo cual
favoreció la continuidad del corte, en cuanto sostén material y de alimentos para
la gente de la zona.
Al mismo tiempo, ligado al intento de justificación del corte emergió el dis-
curso de “reparación histórica” (Pereyra, 2006), lo cual hizo posible que conver-
gieran diversos intereses. Un ejemplo de tal afirmación la señala el referente de
la UTD José “Pepino” Fernández, durante el corte: “Estamos parados sobre el
petróleo, y en nuestras casas cocinamos con leña”.56
Ahora bien, en Mosconi a diferencia de lo acontecido en Neuquén, el levanta-
miento no se manifestó solo en contra del gobierno nacional (Menem) y provincial
(Romero), sino también de las empresas multinacionales asentadas en la zona.57
Ante tal situación, el gobernador J. C. Romero se negó al diálogo y sólo la
presencia masiva en la ruta, incluyendo a varios dirigentes políticos y empresarios

53 En 1996 se había producido el primer corte de ruta motorizado por una multisectorial comunitaria
en Cutral-Có y Plaza Huincol de Neuquén.
54 Cabe mencionar, como antecedente inicial la toma del Concejo Deliberante en Mosconi en 1996.
Como corolario de este hecho político se consiguieron los primeros planes de empleo y bolsones,
en el marco de lo que sería el Plan Trabajar I, los cuales quedaron bajo la administración del mu-
nicipio.
55 Frente País Solidario, partido político conformado por una alianza de sectores disidentes del pero-
nismo, de la izquierda y militantes de los derechos humanos.
56 Clarín, 12 de mayo de 1997. “Deciden mantener el corte de ruta”.
57 El corte de ruta se extendió a otras localidades del Departamento como Aguaray, Salvador Mazza
y Cornejo, así como al sur de Tartagal y Mosconi, todos en la ruta 34, la cual es el único acceso a
dichas localidades.
272 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

de la zona impidió que la manifestación fuese reprimida. Por otro lado, el enfren-
tamiento también fue impedido por la mediación del Obispo de Oran, Monseñor
Cargniello, quien discutió con los funcionarios oficiales y con la comisión de ve-
cinos para que la negociación fuese exitosa.
La restructuración de este piquete en la zona de Tartagal y Mosconi parecía
repetir las distancias entre los sectores dirigentes ubicados al norte (a la entrada de
Mosconi) y, los grupos de desocupados, en el piquete sur (a la altura del cemen-
terio local). Sin embargo, la mayor división se vio a la hora de las negociaciones
con el gobierno provincial. Un sector de los piqueteros, representados dentro del
grupo de los 20 delegados de la comisión negociadora rechazo la primera pro-
puesta. Finalmente el jueves 15 de mayo, con un enorme dispositivo de represión
de Gendarmería, y bajo la mediación del obispo, se formo un acta acuerdo58 y se
levanto el corte.
Así, acontece el primer piquete, comprendido como “corte y ocupación de
ruta”, es decir, impidiendo el paso de vehículos mediante la toma y la ocupación
de la misma. Ahora bien, esto no significa que los sujetos que ocupan la ruta y
advienen “piqueteros” quisieran ocupar el lugar de otros, solo emergían con sus
voces, verdades y prácticas en el entre sigiloso de la vida y la muerte. En tanto,
se trata de la impugnación de órdenes dispuestos acorde a modos específicos de
construcción de verdades y sujetos.
En tanto estás prácticas de ocupación y toma no implican “tomar el poder”,
la experiencia de lucha piquetera y de resistencia de los trabajadores desocupados
resulta una: “…resistencias ante el juego y de rechazo del mismo juego […] No se
quiere participar en el juego tradicionalmente organizado e institucionalizado del
Estado con sus exigencias y de los ciudadanos con sus derechos” (Foucault, 1978-
1999: 120). Las prácticas de resistencia y autogobierno resultan productivas y
creativas, poiéticas y poéticas, en palabras de uno de los referentes de la UTD:
“…nuestro poder es la creatividad, no la fuerza…” (Pepino Fernández, julio de
2012).

4.a. Piqueteros-trabajadores desocupados: hacía la UTD


En este peligroso juego inicial, en el cual solo es suya la experiencia, aquellos su-
jetos advenidos moribundos comienzan a tornarse “piqueteros”, esto es sujetos en
pie de lucha por trabajo digno, por las riquezas de sus tierras. Pues, según palabras
de referentes, el piquetero:

58 Las “actas acuerdos” no solo comprendían la obtención o el aumento en el acceso a planes de


gobierno, también tenían entre sus puntos: el pedido de obras de gas, agua y cloacas; la reestruc-
turación de la deuda a los ex-trabajadores de YPF, el reconocimiento de la deuda histórica, la
reactivación de los puestos de trabajo, entre otros.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 273

“…es defensa, esta direccionado a esa forma, lo único que haces es


defenderte y cuál es tu defensa sobrevivir […] Ser piquetero no es
quien toma mejor o peor la ruta, sino quien va con un plan de trabajo
ante el gobierno […] Los peajes cortan las rutas, porque cobran para
pasar, nosotros solo nos defendemos, para sobrevivir”.59
Se trataba de, ante todo, “sobrevivir” en el espacio y momento preciso de la lucha,
entre todos y todas se organizaban en comisiones y se repartían tareas para poder
preparar la comida, negociar, hacer tareas de vigilancia y participar de los cortes,
en modos rotativos. Por lo general los hombres, algunos de ellos, estando más de
15 días en la ruta, hacían las tareas de vigilancia y cuadrillaje, mientras las mujeres
las de cocina y corte. Entre tanto, no abandonaban sus puestos de trabajo, puesto
que “sobrevivir” también implica poder “comer y ganarse el pan”, luchar para vi-
vir bien, poner el cuerpo en pie de lucha y resistir a lo dispuesto desde y mediante
prácticas concretas, cuyas lógicas –que no pueden ser categorizadas analíticamen-
te– se configuran y reconfiguran en el proceso mismo de la puesta en marcha y la
puesta en juego. Se trata de creatividad y no de fuerza.
En este sentido, siguiendo el camino señalado de resistencia y lucha, los des-
ocupados de las cuatro ciudades (Tartagal, Mosconi, Salvador Mazza y Aguaray)
que habían firmado el acuerdo antedicho, construyeron tiempo más tarde la Coor-
dinadora de Desocupados del Departamento San Martín, lo cual fue posible por-
que se habían constituido varias organizaciones de desocupados en la zona, entre
las cuales se encuentra UTD.
Estas organizaciones no tenían gran capacidad de movilización propia, ya
que el segundo gran corte de ruta en 1999 comienza por un conflicto con el gre-
mio estatal ATE60 (Pereyra, 2006). Luego, mientras que ATE intentaba levantar
el corte, los diferentes grupos de desocupados siguieron en las rutas, y luego de
las negociaciones directas entre un grupo de piqueteros y el gobierno nacional y
provincial, el 23 de diciembre se decide el levantamiento del corte.
“Se le impuso al gobierno provincial la reincorporación de los mu-
nicipales despedidos, lo que significaba un golpe al plan de Romero
de despedir 3500 estatales en toda la provincia. Se le impuso al go-
bierno nacional el mantenimiento de los 1963 ‘planes Trabajar’ y el
otorgamiento de otros 3000. Los 2653 planes provinciales también
fueron prorrogados, pero apenas por un mes” (Oviedo, 2001: 95, en
Pereyra, 2006).

59 Síntesis de afirmaciones realizadas por Gipi Fernández y otros extrabajadores de YPF, en instan-
cias de diálogos informales y del espacio de Taller. Entre junio y setiembre de 2011.
60 Por el despido de empleados municipales en Tartagal se inicia una huelga y en asamblea se decide
dar comienzo al corte. Luego, la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) se retira y las orga-
nizaciones de trabajadores desocupados siguen con el corte.
274 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Estos planes Trabajar I, en el marco del Programa de Emergencia Laboral fueron


manejados por: “punteros peronistas con los interventores municipales” (Chiqui
Peralta, setiembre de 2011).
Si bien, los inicios de la UTD se sitúan entre 1996 y 1997, la mayoría de los
testimonios coinciden en que el proceso de autonomización de las organizaciones
de desocupados comienza entre fines de 1999 y 2000. Sobre todo, a partir del
establecimiento de obtención, control y distribución de planes por parte de la orga-
nización piquetera local UTD, lo cual le permitió adquirir relevancia y capacidad
de maniobra, en el contexto de la política local.
En este contexto, si bien se dio un intento de coordinación entre diferentes
agrupaciones piqueteras, en cada localidad la situación de las mismas era muy
diferente. Mientras que en Tartagal la Coordinadora de Trabajadores Desocupa-
dos (CTD) liderada por el partido obrero logró con los años constituirse en una
organización con cierto peso, sin embargo en el 2001 se fragmentó porque varios
integrantes referentes se mantenían en la estructura de militancia del partido jus-
ticialista.
En el caso de Mosconi, la UTD nucleaba a diferentes referentes, también
con militancia políticas de izquierda que lograron consolidarse, aunque más tarde
algunos de ellos se alejaron de la organización y la misma se constituyó como la
organización de desocupados más importante a nivel local y provincial, cuya legi-
timidad se logra, ante todo, por la constancia y el modo de trabajo en la localidad.
En este contexto y condiciones específicas de posibilidad acontece, en el
2000, el tercer gran corte, y la primera gran pueblada. Este corte aún se realiza con
los ciudadanos y organizaciones departamentales unidas.
En el 2000, se pone de manifiesto como los cortes comenzaron a nuclear y
responder a diferentes intereses y fuerzas. El corte de mayo –que se realiza en la
zona de Tartagal y Mosconi– es llamado por los intendentes de ambas localidades
para presionar en el contexto de restructuración político-económica, que había
desencadenado el cambio de gobierno a nivel nacional y la vertiginosa interna
del peronismo (Barbetta y Lapegna, 2001). Y, sobre todo, se da porque el número
de personas dependientes de planes sociales era mucho61 y en la medida en que
se hacían recortes en el subsidio y el pago se atrasaba, las manifestaciones eran
masivas.
Luego de una semana, por el cierre del diálogo con los gobiernos provinciales
y nacionales, por parte del juzgado federal se pidieron refuerzos de gendarmería
nacional y después de tres días comenzó a realizarse una fuertísima represión. A
esto resistieron un grupo de 300 piqueteros en la ruta, divididos en dos piquetes

61 En el 2000 UTD ya gestionaba 5000 Planes, entre el Trabajar y el Plan de Emergencia Ocupacio-
nal. Y, en el 2001, entre la gestión municipal y UTD la suma pasó a ser de 8000, con la incorpo-
ración del Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, de los cuales UTD gestionaba 3500. Fuente:
Chiqui Peralta. UTD, 2012.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 275

y bajo la petición de por lo menos los siguientes puntos: el desprocesamiento de


los piqueteros y el aumento de la cantidad de planes trabajar. El 11 de mayo se
terminaron de un modo definitivo las negociaciones y ante la inminente represión
volvió a reunirse una multitud en la ruta en los cortes de Mosconi, en un clima
muy tenso (Pereyra, 2006).
A la madrugada del día siguiente, 12 de mayo, los gendarmes nacionales
comenzaron a desalojar la ruta 34, tras lo cual se dieron una serie seguida e im-
portante de enfrentamientos. Finalmente, una comisión negociadora del gobierno
nacional62 llegó a Mosconi y, entabló diálogo con los piqueteros. Los enfrenta-
mientos comenzaron a cesar, nuevamente, por la intervención de la iglesia. Luego
de varias y largas horas de negociación en las oficinas de Tec-Petrol, dieron lugar
a un nuevo acuerdo al mediodía del 13 de mayo.
En una asamblea, en la cual se evidenciaba la instalación de UTD como suje-
to autónomo de poder y decisión política se anunciaron los contenidos del acuer-
do: un aumento de 1600 a 3500 subsidios (incluyendo planes trabajar, Programa
de emergencia ocupacional y programas provinciales) y la liberación de los 43
detenidos en la represión. Paradójicamente, para los dirigentes municipales, que
habían alentado el corte, en sus inicios, entre los acuerdos también se avaló la
intervención de los municipios de Mosconi, Tartagal y Aguaray.
Sin embargo, en el departamento los cortes siguieron, a medida que UTD se
posicionaba como negociador e interlocutor válido. En este proceso, en noviembre
del 2000 se sumaron a un corte un grupo de comunidades indígenas. A los diez
días de estar en la ruta los piqueteros se desplazaron hacia la plaza Moscoina,
mientras tanto la policía provincial ejercía diferentes prácticas represivas, culmi-
nando con el asesinato de un chofer de la empresa Aníbal Verón, lo cual provocó
una nueva pueblada de los habitantes de Tartagal y Mosconi.
El corte se levanta el 13 de noviembre, luego de reuniones con funcionarios
del gobierno nacional (Ceballos de Interior y Morales, de Desarrollo Social), y
de la aceptación de una escueta y estrategia propuesta oficial, para acabar con los
corte.
Las prácticas de represión ejercidas por el gobierno provincial y gendarme-
ría, no solo remiten a una práctica política de racismo colonial contemporáneo, en
la cual no se trata de “dejar morir”, sino de “hacer morir” en el ejercicio de un po-
der soberano y biopolítico (Foucault 2000, 2006). En este mismo sentido remiten

62 La comisión oficial integrada por el secretario de Empleo del Ministerio de Trabajo Viqueira,
el secretario de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social, Bustelo, el secretario de
Provincias del Ministerio del Interior, Ceballos y los subsecretarios del Interior y de Asuntos Insti-
tucionales del mismo ministerio Martucci y García Batallan. También la integraron dirigentes de la
CGT regional Salta, de la CGT de la línea oficial Aguilera (Datos de Pereyra 2006; fuentes: Clarín
13 de mayo de 2000, “Estallido en Salta: la Iglesia interviene para una salida negociadora”).
276 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

a un intento brutal de “re-tomar la palabra” de los manifestantes, ahora piqueteros,


ante todo, porque:
“…la palabra “liberada” fue “retomada” por el sistema social […] la
conmoción puede reconocer en las instituciones, que al reaccionar
por el accidente, manifiestan lo que quieren borrar […] el aconteci-
miento se repite en el orden que sea hacerlo olvidar” (De Certeau,
1995: 58).
Así pretende ser impuesta la “ley del desorden” (De Certeau, 1995: 66), en tanto
en el juego entre poder y representatividad aquellas instituciones y voces oficiales
pretendían recuperar algunas estrategias que le habían permitido alcanzar el po-
sicionamiento y “prestigio” en los lugares de poder instituido. Poniendo el eje en
el “desorden” que, supuestamente causaron la revuelta, la pueblada y los piquetes
fue y sigue siendo posible fundamentar las carencias y dificultades para gobernar,
así como la “sublevación imprudente e inmoral” de los piqueteros. Discurso insta-
lado por parte de quienes han sido depositarios de las creencias y responsabilida-
des representando a la mayoría.
En 2001 la actividad piquetera comienza a centrarse en la UTD63 y el intento
por comenzar a darle un vuelco a los planes sociales. En junio de ese año, luego
de varios días de corte, en los cuales UTD acompaña una lucha del Sindicato de
Obreros de la Construcción (UOCRA), un enfrentamiento provocado y promovi-
do por la gendarmería y policía provincial tuvo lugar en el piquete y, el resultado
fueron dos piqueteros muertos, Oscar Barrios y Carlos Santillán.
Luego de varios días, el gobierno nacional decide dialogar con los piqueteros,
por intermedio del Ministro de Desarrollo Social J.P. Cafiero y, decide apoyar el
trabajo de UTD en la realización de obras comunitarias, y por primera vez obtie-
nen un proyecto concreto de inversión y desarrollo productivo.64
Así, se va haciendo público el proceso de lucha y resistencia de UTD, puesto
que, por un lado lograban revertir la embestida represiva y por otro, reforzaban y
legitimaban su proyecto de desarrollo local, en el cual la idea era volver producti-
vos, es decir no dependientes, los planes trabajar,65 a los cuales se les suma el Plan
Jefes y Jefas de hogar (PJHD).

63 Por otra parte, si bien UTD ha formado parte del Movimiento Nacional piquetero y de trabajadores
desocupados, se remarcan ciertas diferencias por parte de sus referentes, ante todo en lo referido a
los modos de trabajo, de resolución de conflictos y problemáticas locales, lo cual se resume en la
siguiente afirmación: “…sí, tenemos relación con el Movimiento Nacional, pero mientras a otros
les gustan muchos los micrófonos y las cámaras, nosotros proponemos alternativas” (Gipi Fernán-
dez, setiembre de 2011).
64 Este proyecto elaborado y negociado por el Secretario de Pequeña y Mediana empresa E. Martí-
nez, nunca logro llevarse a cabo, porque en diciembre de ese año –2001– el gobierno de la Alianza
caía bruscamente.
65 Cabe mencionar, que durante la larga jornada de junio del 2001, nunca lograron entablar dialogo
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 277

Una última pueblada se produjo, en noviembre del 2004, los extrabajadores


de YPF bloquearon el acceso a las petroleras y cortaron la ruta 34, demandaban
trabajo genuino, que se les pague la deuda que contrajo con ellos el Estado en
el momento de la privatización, en concepto del 14% del paquete accionario de
YPF. Este levantamiento y corte, término en una fuerte represión y el encarcela-
miento de algunos referentes, lo cual produjo el levantamiento de la población de
Mosconi, que tomaron las sedes de Tecpetrol (penitente de Techint) y Pluspetrol
(perteneciente a Repsol), lo que provocó grandes disturbios, los cuales, según in-
tegrantes de UTD, fueron también provocados por la policía.
Por último, el 25 de Marzo de 2009 se realizó un corte de ruta por la suspen-
sión de obras de infraestructura llevadas a cabo por la UTD y que pretendían ser
retomadas por empresas pertenecientes al exgobernador de Salta, Juan C. Romero
y al intendente de Mosconi Isidro Ruarte (Partido Renovador). Puesto que UTD
tenía la concesión de la obra y decidió derivar los excedentes hacia pagos diferen-
ciados a desocupados y, tareas anexas en la construcción de las viviendas y otras
tareas. Luego de varias solicitudes de devolución de la obra a UTD, por diferentes
canales (notas, cartas, etc), como medida última se realiza el corte del 2009, en el
cual también los integrantes de UTD fueron reprimidos.
En sintonía con lo antedicho son recuperadas las siguientes palabras:
“…el intendente Isidro Ruarte, llamó en estos días a la población a
través de la F.M. ‘Profesional’ de Sergio Torres, a colaborar con la
gendarmería para reprimir a las ‘lacras sociales, delincuentes, bo-
rrachos, vagos que no quieren trabajar’ o los ‘extraños personajes,
que hacen caja para armarse’, como dice Torres. Como los fondos
para las obras conseguidas por la UTD Mosconi, deben pasar por la
firma de Ruarte, se imaginan cómo debemos atravesar las “horcas
caudinas” para lograr la liberación de pagos o la instalación de los
servicios en los barrios en construcción. Entienden también porque,
en una oportunidad en un acto criminal tiro su 4x4, contra Pepino
Fernández (que sólo resultó con golpes) y rápidamente el juez que
recibió la causa determino la falta de mérito. Trabajar por la comu-
nidad tiene estos avatares.”66
Dicho comunicado resume el sentido de la lucha, las acciones realizadas en el
camino de construcción de la organización y las resoluciones de problemáticas
locales cotidianas, a largo y corto plazo. Así como pone de manifiesto las trabas,
las retomas y las desdichas padecidas, atravesadas y resistidas en sus vínculos con
los gobiernos locales, que se imponen y disponen.

con el gobernador de Salta Romero, quien se instalo en Vespuccio y decidió no recibir a los pique-
teros.
66 Comunicado presentado por UTD, noviembre de 2009.
278 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En este acaecer de prácticas de resistencia se pone en jaque la concepción del


“desocupado” como ese moribundo, inservible, improductivo y fracasado, y se
hayan transformados en trabajadores desocupados y piqueteros, sujetos en pie de
lucha, productivos y creativos. Pues, según para Giraldo Díaz, Foucault entiende
la resistencia como: “…un proceso de creación y transformación permanente; la
resistencia no es una sustancia y no es anterior al poder, es coextensiva al poder,
tan móvil, tan activa y tal productiva como él, existe como despliegue de fuerza,
como lucha, como guerra” (Giraldo Díaz, 2009: 106).
Esto último, parafraseando a Foucault, se trata de poner en juego “fuerzas
creadoras” para: “…crear modos de vida…” (Foucault, 1982-1999: 418). Y esto
conlleva al problema de la “identidad”, la cual: “…no es más que un juego.”
(Foucault, 1982-1999: 421), la identidad no es una cláusula, no impone límites,
sino que insta la fuerza creadora de la renovación y recreación constantes. Por
tanto, no se trata de develar una identidad piquetera propia, sino de diferenciarse y
afirmarse en el quehacer de las prácticas, en el estar siendo.67
En el caso de la UTD, se trata de estar siendo desempleados ocupados no
empleados y piqueteros, sin que esto sea una traducción o una definición de lo que
implica “ser” piquetero o desocupado, pues se teje en relación “con” y mediante
juegos procesuales de reconstrucción estratégicos.
Juegos estos en los cuales emergen y se instalan procesos de invención siem-
pre fluida, a través de papeles que pueden modificarse, reglas que puedes transgre-
dirse y/o constitución de espacios en torno de la transgresión y la clandestinidad.
Esto es en la puesta en juego de un haz de relaciones, que pasando de un punto
al otro ejercitan un proceso que a su vez también pasa, se mueve se desarma y se
rearma, de un modo inmediato a veces y provisorio otras. A partir de lo cual se im-
pugna el orden que se les dispone y/o gobierna, en un espacio de simultaneidades
heterogéneas y heterocrónicas, mientras también se impugnan a sí mismos, en el
constante proceso de des-sujeción crítica.
Por tanto, una nueva topología, en tanto práctica de los lugares dispuestos
(De Certeau, 2000), ha transformado al menos por momentos los espacios cotidia-
nos de transito y de comunicación. Pues, se trata de la emergencia de lugares dife-
rentes y otros. Esto es al modo de un “relato delincuente”, que atraviesa e instaura
un camino (guía) y pasa a través (transgrede): “El espacio de operaciones que

67 La noción “estar siendo”, si bien es recuperada del entramado enunciativo kuscheano (1978-
2000c: 410), pretende, ante todo señalar el carácter “gerundivo del ser” y, por ende no esencializar
al ser, sino nominarlo en el existir. Esto es, en el orden las prácticas, en sus paradojales y múltiples
modos de ser posibles. Se rescata de Kusch, su intento por des-sustancializar y dinamizar el ser
heredado del occidente colonial, y de ese modo des-enmascarar las múltiples posibilidades de
estar, que cobran cuerpos y formas diferentes en suelos específicos. Ver Kusch, 1976-2000: 5-231.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 279

produce, está hecho de movimientos: es topológico, relativo a las deformaciones


de figuras y no tópico: que define lugares” (De Certeau, 2000: 141).68
Así, el corte de ruta no sólo implicó frenar el tránsito vehicular y de mercan-
cías. Los cortes aparentemente solo geográficos, fueron signando y significando
cortes más profundos, en las prácticas sociales habituales, en las representaciones
sobre el espacio social, etc. En el tejido y juego de estas otras topologías, siguien-
do a Aguilar y Vásquez (1997) el corte, primero geográfico también marcó un
corte temporal entre el antes y el después, resultó una referencia muy importante
en la historia del lugar y su gente, y signo los cortes posteriores y la modalidad
misma de resistencia.
A su vez, esta especie de reparación del “nosotros” del común del pueblo
moscoino parece ir supliendo otros tipos de cortes, diferencias o divisiones en el
interior de la sociedad local, a partir de afirmaciones como “nosotros lo hicimos”,
“todos juntos”, con el “apoyo de todo el pueblo”, esto parece haber acortado las
distancias entre lo ypefeanos (ex) y los no ypefeanos, ya que en los cortes el apoyo
mutuo es fundamental (Aguilar, Vásquez, 1997).
Por tanto, los cortes y ocupación de las rutas están siendo experiencias de
una “transgresión creadora de comunidades” (De Certeau, 1995: 34). La ruta fue
ocupada, al modo de la palabra, mediante un grito emergente entre la vida y la
muerte. En palabras de Pepino:
“Si no gritamos no nos escuchan. Nosotros cortamos puentes, obs-
truimos destilerías petroleras para que nos escuchen. Ellos tienen
mucha plata y nosotros no tenemos nada. Pero, nosotros no nos mo-
vilizamos solamente por lo que nos toca como exypefeanos. Nos
movilizamos también por los maestros, la salud, las comunidades
aborígenes, el sindicato de Luz y Fuerza” (Pepino Fernández, 2006).

4.b. Prácticas cotidianas de resistencia: La metis de los trabajadores piquete-


ros en la UTD
Luego de recorrer el camino que llevó a la emergencia e instalación de UTD, en
este último apartado la intención es desandar el proceso organizativo de la misma
mediante una breve referencia a las prácticas cotidianas y las lógicas que tejen la
red del movimiento y lo hacen posible. Pues, se parte del supuesto, siguiendo a De
Certeau, de que el acontecimiento resistió a los sistemas (intelectuales, políticos,
etc.) que lo precedieron.

68 Según De Certeau, el delincuente vive en el deslizamiento, en los intersticios de los códigos, lo


cual si se caracteriza por el recorrido (de movimiento, juego, etc.) y no por el estado, entonces se
trata de un “relato delincuente”. Lo otro, el estado, hace referencia a la “delincuencia social”, en la
cual el relato se toma al pie de la letra, y se torna ilegal (De Certeau, 2000:141-42).
280 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En este sentido, se considera que la UTD se ha ido trasformando y constru-


yendo en una organización autónoma, en tanto se trata de: “…ser diferente por
su relación misma con los demás, poder crear (y volverse si mismo otro) en una
colaboración definida como un proceso inventivo” (De Certeau, 1995: 75).
Ahora bien, la intención es mostrar como la UTD emerge y se realiza en
una dinámica atravesada de tensiones y contradicciones, es decir en un entramado
complejo de constitución y configuración. Puesto que, si bien las resistencias y
luchas no se oponen al poder, como ya fue enunciado, y no todas las prácticas
resultan resistencias, en este entramado heterogéneo y múltiple lo que es menester
analizar es la puesta en juego de diferentes lógicas de gobierno, que recrean dife-
rentes juegos de poder y verdad, en suelos específicos.
En tal sentido, las prácticas cotidianas (de resolución de conflictos, nego-
ciación, gestión) de la UTD pueden ser consideradas al modo de las tácticas, que
De Certeau sitúa en “los usuarios”. Puesto que, dichas tácticas resultan acciones
calculadas que no tienen lugar propio; obran poco a poco, aprovechan las ocasio-
nes y no guardan lo que ganan, pues se mueven en el azar-movilidad, toman las
posibilidades que le ofrece el instante, en tanto se mueven más en el tiempo, que
en el espacio. Así, las tácticas son astutas, ajenas a las reglas impuestas, se disemi-
nan por el orden dominante. Pues, son el “arte del débil”, de modo tal que resultan
prácticas de resistencia a la estrategia establecida, lo cual hace a la instalación
de la “polemología del débil”69 y así, siguiendo a De Certeau, a la “politización”
de sus prácticas, sin que esto implique una lucha por la toma de poder o por la
hegemonía.
Este enjambre de prácticas se configura en el entramado de una memoria
viva, que no se acumula al modo de la quietud de un reservorio, sino de una red
de resonancias, en la cual las decisiones van siendo situadas, singulares y posibles
(De Certeau, 2000: 92-98). Así, las estrategias, como prácticas situadas y a largo
plazo también se enredan y trasforman, en el acaecer móvil de tácticas cotidianas
(De Certeau, 2000).
En este sentido, se considera que estas prácticas se realizan al modo de “me-
tis”, en tanto:
“…sabiduría práctica del sujeto, en sus operaciones, que se traduce
en una estética […] Se aproxima a las tácticas cotidianas por medio
de sus mañas, sus destrezas y sus estratagemas, y por el abanico
de conductas que abarca, desde las habilidades prácticas, hasta la
astucia”.70

69 De Certeau (2000: 80) refiere a las: “Maneras de hacer: artes cotidianos –limpieza, cocina, la cos-
tura, que quedan ausentes del sistema productivo– […] son murmullos poéticos que se introducen
en las narrativas”. La Invención de lo cotidiano, Tomo I. 2000: 80.
70 La metis, según De Certeau, tiene las siguientes características 1) relación de la metis con la
ocasión: aproveche el momento oportuno, kairos, igual es una práctica del tiempo; 2) Disimulos:
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 281

Así, se trata de ir desandando, analizando y describiendo el proceso en movimien-


to de la UTD a partir de sus prácticas, de la creación e invención de sus propias
lógicas y lenguajes, según situaciones y circunstancias específicas.
En tal sentido, la UTD emerge y se instaura como una organización social en
movimiento: “…nosotros siempre fuimos ilegales, desordenados, apartidarios…
no tenemos una estructura” (Chiqui Peralta, setiembre de 2011), “indisciplina-
dos”, dice Pepino (2011), pero “no anárquicos”, dice Gipi, pues “…nunca fuimos
en contra de las leyes, sino en búsqueda de derechos, de la estatización de los
recursos naturales, que nos perteneces, de la distribución, del pago de las deudas,
pero respetando la ley, UTD sigue los pasos legales para realizar sus actividades,
proponiendo y actuando”. (Gipi Fernández, setiembre de 2011, Énfasis propio).
En este sentido, se modifica el orden en término locales, lo cual se pone en eviden-
cia en el juego del “relato delincuente” y de prácticas astutas.
Según lo antedicho, la UTD se realiza en las tramas de una estructura orga-
nizativa informal y “des-organizada”, puesto que no hay mecanismos representa-
tivos o asamblearios que presenten y representen a la organización, no se eligen
delegados, ni se realizan asambleas periódicamente. Sin embargo, existen lo que
ellos llaman “líderes”, es decir, referentes que estuvieron desde los inicios y quie-
nes, por sus trayectorias y carisma hoy resultan tales:
“…se inicia el proceso de organización de UTD y necesitábamos una
oficina administrativa, entonces alguien se tiene que hacer cargo y
ahí quedó el Chiqui. También pensamos en una oficina técnica,71 ahí
estoy yo, y en el sistema operativo Pepino, tres ejes organizativos,
con muchas gente trabajando” (Gipi Fernández, setiembre 2011).
En el caso de los liderazgos antedichos, también se consolidaron gracias a fuertes
disputas que forzaron el alejamiento de otros miembros fundadores de la UTD. El
eje central de la disputa fue la vinculación de UTD con los partidos políticos y su
vinculación o alianza con otras organizaciones de desocupados a nivel nacional.
Así, uno de los referentes históricos iniciales se alejó de UTD para presentarse
como candidato a intendente por el Partido Obrero, otro de ellos fundó la sede lo-
cal de la Corriente Clasista y Combativa.72 En tanto la UTD no moviliza gente para

multiplica las máscaras y las metáforas, un deshacerse del lugar propio; 3) Invisibilidad paradóji-
ca: desparece en su mismo acto, carece de una imagen de sí (2000: 91-92).
71 El área técnica, en la cual se encuentra Gipi, remite, sobre todo, a la organización de estrategias y
planificación de la organización a largo plazo, así como a la participación en diferentes espacios
políticos, académicos, investigaciones para la presentación de proyectos. También son parte del
área la decisión en torno de la gestión y realización de obras, actividades varias, etc.
72 Sin embargo, en la actualidad (2011) uno de sus principales líderes fue concejal por el partido jus-
ticialista y se presento en el año 2011 a las elecciones como candidato a intendente, mientras desde
el 2013 realiza tareas en la Secretaria de empleo. Sin embargo, estas actividades son realizadas por
fuera de la organización.
282 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

apoyar candidatura político-partidaria alguna: “Nosotros no somos partidarios, lo


dejamos a la libre elección de nuestra gente” (Chiqui Peralta, julio 2012).
Ahora bien, el ejercicio de estos liderazgos se teje y realiza enredado en una
lógica más o menos jerárquica, sobre todo por las resonancias de las relaciones
fabriles, experienciadas en YPF. Esto también remarca una diferencia generacio-
nal al interior de las “tramas sociales”73 que hacen a la organización, ya que los
extrabajadores de YPF proclaman y pretenden inculcar en los jóvenes lo que lla-
man una “cultura del trabajo”; Por ejemplo: mientras caminábamos por la ciudad
junto con Pepino Fernández, referente histórico de la organización, él era saluda-
do por tres jóvenes, que estaban haciendo la vereda de una casa, ante lo cual su
comentario: “…estos chicos trabajan con nosotros, por el salario, y nosotros los
contenemos, en lugar de andar changueando”. Por tanto, no se trata del ejercicio
de un poder patronal de explotación y alienación del trabajador, sino de una prác-
tica de organización del trabajo antidisciplinaria, ya que a diferencia de la fábrica
petrolera, se realiza en el proceso práctico y astuto de reapropiación y uso de lo
dispuesto, sin encuadrillar los cuerpos productivos.74
Cada área de trabajo tiene su autonomía y se autogestiona bajo la orientación
de referentes o encargados de área, por lo general militantes/integrantes de UTD.
Hay que diferenciar entre quienes son militantes de la organización y así se pro-
nuncian, y quienes trabajan “con” la organización, porque reciben de ellos planes,
proyectos, salarios y no participan de las actividades de la UTD, como espacio
de lucha y resistencia. Y quienes “están con” la organización, en el momento de
acompañar levantamientos, cuyo principal ejemplo, son las puebladas acaecidas
en la ciudad. Esto hace a la diferencia entre “ser piquetero y estar con los pique-
teros” (Quiróz, 2006).
En el ejercicio de sus prácticas astutas la UTD también se diferencia de las
organizaciones sindicales, partidarias y de las ONG. Aunque algunos autores con-
sideran que la UTD se gesta bajo un modelo de tipo sindical por su cercanía al
mundo laboral (Svampa, 2004: 154). En el presente ensayo se considera que la
UTD no resulta un sindicato de desocupados, sino una organización de trabajado-
res piqueteros, que de un modo autónomo y en pie de lucha se reinventan, en el
cada vez del cotidiano propio.

73 La noción de “tramas sociales” es recuperada de Manzano (2005), para quien es posible analizar
las organizaciones a partir de un conjunto de relaciones cotidianas que las constituyen, quitando el
foco del actor colectivo para dar paso a la reconstrucción del conjunto de vínculos que, en sus di-
ferentes modos establecen reciprocidades entre las personas. Así, la organización es comprendida
como procesos en construcción y permanente tensión.
74 En las entrevistas realizadas a los jóvenes se confirma lo por él señalado, la mayoría de los y las
jóvenes entrevistados (en modalidades individuales y grupales) señalan que se acercan a la UTD
porque es la única “fuente laboral” en la zona, porque han “perdido sus trabajos, por las malas
cosechas, porque no quieren changuear o dedicarse solo a la limpieza de casas, etc.”, así la UTD
es un espacio de trabajo y de encuentro.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 283

De este modo, las transformaciones revoltosas de la UTD se tejen en el hacer


cotidiano más o menos emergente, más o menos planificado, más o menos urgen-
te, por lo cual la transformación no está:
“…en la toma de conciencia de la gente, que forma parte de UTD,
del grupo, sino que cuando estén comiendo un plato de fideos en su
casa, piensen, un segundo, que lo comen porque UTD les permite
hacerlo, porque les da trabajo, y esa es la transformación” (Gipi
Fernández, setiembre de 2011).
Las prácticas cotidianas de UTD, no se tejen a partir de la sola reivindicación de
la conciencia o la sola toma de conciencia: “…cuando hay hambre no hay con-
ciencia” (Chiqui Peralta, 2001: 19. Énfasis propio), no se trata de decir “…sos de
izquierda. Acá se trata de sobrevivir. A un costo muy alto... No interesa si la gente
toma conciencia, si no que al comer un plato de fideos sienta que lo ganó trabajan-
do y por el esfuerzo de todos” (Gipi Fernández, setiembre de 2012).
Ahora bien, este proceso es sin escritura, guardado en la memoria del cuer-
po y en la transmisión oral. En este sentido, los integrantes de UTD de un modo
astuto y en el momento oportuno seleccionan a otros que escriban por ellos, en
diferentes lenguajes, se muestran, se cuentan, sin importarles demasiado “como se
los narra”: “…para nosotros son bienvenidos todos aquellos, que nos ayuden a que
nuestro proceso se conozca, sea conocido en todo el país” (Chiqui Peralta, julio
de 2011).75 Esto no implica que se autorice la re-toma de la palabra, ante todo por
representantes oficiales del Estado en sus diferentes niveles, sino que se re-cree la
memoria viva en el acto mismo del relato.
Por tanto, la UTD se construye y está siendo una: “…red estratégica de trans-
formación, desorganizada y autónoma del poder gobernante […] lo mejor que tie-
ne UTD es el fragor de la gente, la lucha en y del movimiento, no hay nada mejor
que el pueblo como movimiento, origina todo lo demás para que funcione” (Gipi
Fernández, setiembre de 2011),
En este sentido, UTD es una organización en movimiento, poética, en tanto
“…la multitud se vuelve poética…” (De Certeau, 1995: 41), “crea” condiciones y
escenarios posibles, entre la vida y la muerte, que concretiza y realiza en las prác-
ticas productivas cotidianas. Y así, se torna una organización también poiética,
puesto que, producen y re-inventan, en el siendo y el haciendo-se cotidiano:
“…sí, somos un espacio autónomo a través de lo que vos podes
generar estratégicamente, desarrollar más que nada de los sistemas
productivos. Cuáles son las estrategias constantes que vos podes
presentar y ver qué es lo que cambia. Eso es la autonomía que tiene

75 Dicha afirmación fue enunciada por Peralta, cuando me presenté al inicio de mi trabajo de campo,
él me pidió, expresamente, que “los cuente”.
284 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

la UTD ese ingenio de presentar permanentemente proyectos, cosas


para el cambio…” (Gipi Fernández, julio de 2012).
De este modo, las prácticas de resistencia de UTD también resultan “de-
coloniales”,76 pues se trazan en el camino y sentido de los deseos, necesidades,
territorios, experiencias, problemáticas, rostros, herencias vividas de tal modo,
que no solo se ponen en cuestión los órdenes dispuestos, sino que se transforman,
en el ejercicio mismo de la creación, configuración y re-configuración de espacios,
sujetos y verdades.

4.c. Las prácticas cotidianas, en el tiempo y el espacio de la UTD


A partir de lo antedicho, es menester reafirmar que el eje que vertebra a la orga-
nización no es la lucha por planes sociales, sino por trabajo: “digno y en todas las
condiciones” (Pepino Fernández, julio de 2011). “Hemos hecho algo, como Cristo
en su época, aunque sean frases locas, hacemos una predicación del trabajo” (Gipi
Fernández, julio de 2012), en este sentido y, más allá de las reminiscencias del tra-
bajo asalariado por parte de los extrabajadores de YPF, en sus prácticas cotidianas
en la UTD se transforman los planes sociales, según necesidades y situaciones
territoriales concretas. También, en los últimos tiempos, la UTD se alza como una
voz y espacio de lucha por la estatización de los recursos naturales, no solo petró-
leo o gas, también madera, tierra y agua.
Una de las prácticas más reconocidas e investigadas de UTD desde sus co-
mienzos, es la transformación de los planes sociales (programas, proyectos…) en
proyectos productivos colectivos, en tanto: “…se orientan a generar algún tipo de
valor agregado o producto eventualmente comercializable” (Pereyra, 2006: 31).
En la actualidad, la gestión de diferentes planes y programas también se ve atrave-
sada y transformada a partir de la convicción de que los planes resultan puestos de
trabajo digno, ganados en pie de lucha, y no simples paliativos a la crisis.77

76 Castro Gómez señala que, la “colonialidad del poder” instalada por Quijano, no es una, sino múlti-
ple y que, en cualquier caso no se reduce a la relación molar entre capital y trabajo; Esto se pone en
relación con la colonialidad del saber, en torno de lo cual hace referencia a “la invención del otro”,
y con la “de-colonialidad”, la cual no puede seguir orientada hacia una reflexión exclusivamente
macroestructural: “como si de lo que ocurre a ese nivel dependiera la descolonización de otros
ámbitos de la vida social”. Por su parte. C. Walsh señala que: “La decolonialidad encuentra su
razón en los esfuerzos de confrontar, desde lo “propio” y desde lógicas-otras y pensamientos-otros
a la deshumanización, el racismo y la racialización, y la negación y destrucción de los campos-
otros del saber. Por eso, su meta no es la incorporación o la superación (tampoco simplemente
la resistencia), sino la reconstrucción radical de seres, del poder y saber, es decir, la creación de
condiciones radicalmente diferentes de existencia, conocimiento…” (Walsh, 2005: 25).
77 En tal sentido se “lucha por el trabajo y en defensa de la vida”, a partir de lo cual surge la cuestión
de la dignidad, vinculada con la cultura del trabajo, acorde a una reconfiguración singular heredada
de la cultura “aprendida” en YPF, así como con la cuestión de derechos. Por tanto, trabajar no es
sólo un derecho adquirido a partir de programas de gobierno que se disponen mediante la “contra-
prestación de un plan, programa o salario”, según entramados enunciativos de Desarrollo Social
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 285

Entre estas actividades, además de los ya señalados podemos nombrar las


huertas comunitarias, en las cuales trabajan sobre todo mujeres (10 aproximada-
mente), están dispersas en diferentes lugares de la ciudad y abastecen a escuelas
y comedores, así como a los propios integrantes de la agrupación. También las
ladrilleras abastecen el trabajo de la obra pública y resuelven, en parte, la falta de
material. Así, como actividades que, astutamente,78 realiza la organización en el
cotidiano, como por ejemplo: la erradicación de 96 ranchos, la construcción de
escuelas, el mantenimiento de baldíos, la fumigación contra el dengue, la foresta-
ción local, etc.
Otra experiencia, que pone de manifiesto la metis de los trabajadores des-
ocupados organizados en UTD es la construcción de la escuela de frontera, en el
poblado de Trementinal ubicado a 50 km al noroeste de Mosconi al límite con Bo-
livia. Allí UTD encontró los medios, las fuerzas y las formas de construir, no solo
la escuelita, sino la casa de la maestra, así como de contratar a la docente Isidora
Ortiz Guerrero, pagarle el sueldo, en el camino de lucha en el cual: “…estamos
peleando para que a los chicos se les reconozca el curso lectivo y no pierdan el
año. Mientras tanto, los niños aprenden a leer y a escribir cerca de sus casas” (Gipi
Fernández, 2008: 159).79
Entre las prácticas más contundentes, sobre todo por el número de gente im-
plicada, se encuentran en los emprendimientos de los galpones. La organización
ha ido tomando, a lo largo del tiempo y según situaciones específicas, algunos
galpones del antiguo ferrocarril. Si bien, los han querido echar, luego de instalarse
hicieron un comodato con la municipalidad y, se encargan de mantener el predio,
cortan el césped, hacen juegos, etc. En este mismo espacio, también están situadas
oficinas y maquinarias de las empresas privadas como Pluspetrol, por lo cual UTD
convive con los ingenieros y las maquinarias de dichas empresas,80 con las cuales
también tienen diferentes tipos de articulación, sobre todo, en la lucha por incor-
porar a compañeros desocupados en trabajos calificados.

y Humano. Por tanto, el trabajo no solo es digno porque es un derecho, si no que “trabajar es un
derecho y eso dignifica”, sea o no reconocido por y en los ámbitos jurídicos.
78 Cabe aclarar que estas prácticas cotidianas se realizan sin permiso, es decir a partir de la decisión
autónoma de la UTD para comenzar y desarrollar las obras, lo cual, en algún momento del proceso
necesita de la gestión jurídica-gubernamental que es menester realizar en los ministerios, munici-
palidades, secretarias pertenecientes al Estado u otros organismos, por ej.: habilitar la luz, la aper-
tura de escuelas, la medición de terrenos, etc. Lo remarcable y analizado, en el presente ensayo
remite a como la UTD se vincula astuta y críticamente con los espacios de gobierno dispuestos
acorde a las lógicas señaladas en el primer apartado.
79 Si se quiere llegar a Trementinal hay que dar un rodeo de 240 km, porque no hay caminos tran-
sitables, viven, aproximadamente 35 familias que no tienen agua potable, corriente eléctrica ni
servicios de salud. El pueblito está ubicado en la frontera con Bolivia, país al cual se debe ingresar
para luego cruzar en chalana (pequeña embarcación) el río Tarija que divide Argentina de Bolivia.
80 A su vez, UTD recicla algunos materiales, locales y vehículos de la antigua YPF.
286 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Imagen III-2-1
“Galpones del Ferrocarril, talleres productivos, UTD Mosconi, Junio 2012”
Foto: Cora Paulizzi

En los galpones se realizan diferentes proyectos/emprendimientos productivos,


cada uno con un referente militante de UTD, autónomos en su funcionamiento
y, mayormente integrado por hombres o mujeres, que reciben algún tipo de plan,
subsidio o salario, trabajando no más de 4 ó 6 horas diarias, en condiciones de
dignidad, por ejemplo: la organización ha construido para ser utilizados, en casi
todos los galpones, un baño81 con ducha incluida.
En la actualidad funcionan: 1) La carpintería, en la cual hacen muebles con
maderas recuperadas de los desmontes realizados por las madereras y sobre todo,
los sojeros. Estos muebles son entregados en las casas de la gente con “bajos re-

81 Los baños con ducha remiten a que en Mosconi la temperatura suele llegar a 50º entre diciembre
y marzo.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 287

cursos”, según palabras de Pepino. 2) Reciclado de plásticos: tienen una maquina


recicladora de botellas de plástico, y solo trabajan mujeres y jóvenes encargadas
de seleccionar y prensar las botellas, para luego ser enviadas a reciclar. La misma
gente de la organización se encarga de buscar las botellas, “…no esperamos que
nadie nos traiga nada” (Pepino Fernández, setiembre de 2011). 3) Taller de costu-
ra: también integrado en su totalidad por mujeres. Poseen maquinas industriales,
cosen los uniformes de trabajo, y se encargan de buscar precios de telas, hilos, así
como de comprarlos. 4) Selección de Porotos: en este espacio también trabajan
solo mujeres, las poroteras locales les entregan las bolsas de porotos que deben ser
seleccionados, mediante un trabajo manual de limpieza. Es un trabajo terciarizado,
luego de terminado las empresas se llevan las bolsas y les pagan un plus de $14
excedente utilizado para comprar herramientas, guantes, etc. 5) Vivero: realizan
semilleros y tienen plantas autóctonas de la zona, pues realizan forestaciones en
diferentes lugares del pueblo. También tienen las huertas con las que se autoabas-
tecen. 6) Taller de soldadura: a cargo de un referente exsoldador de YPF, que está
en UTD desde 1996 y le enseña a soldar a los “changos” varones. Practican sol-
dadura de alta tensión, pero sobre todo elaboran juegos recreativos para parques y
escuelas, refaccionan muebles escolares, etc. Poseen maquinarias propias, cuando
se pregunta al respecto, la respuesta es: “…Se los sacamos a las petroleras!” (Pepi-
no Fernández, setiembre de 2012); mientras que otras maquinarias son compradas
mediante diferentes tipos de financiamientos, como subsidios.
A su vez, un grupo de hombres y mujeres se encargan de limpiar los galpones,
también bajo la figura de trabajadores de UTD.
En el galpón grande, a unas cuadras del ferrocarril, se encuentra la oficina ad-
ministrativa, en la cual se lleva toda la contabilidad y administración de la organi-
zación, desde sus inicios a cargo de Chiqui Peralta y jóvenes mujeres, que realizan
tareas diversas. En este mismo predio hay un enorme galpón a cielo abierto para
realizar actividades diversas, una habitación con cama y cocina, y una pequeña
habitación que auspicia de recepción. Pues, muchas son las personas que visitan
el galpón, ya sea por problemáticas locales, como para conocer a la organización
(investigadores, voluntarios, cineastas, etc.).
También, en torno de las prácticas se puede hacer referencia a proyectos pre-
sentados al gobierno local y nacional enmarcado en el plan de regulación de la
zona, lo cual incluye un polo petroquímico y la renovación del aeropuerto de Mos-
coni y el hospital de la misma localidad.
288 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Imagen III-2-1
“Galpones UTD”, Julio 2014”
Foto: Cora Paulizzi

Entre las más recientes y astutas de estas prácticas estratégicas (sobre todo para la
obtención de recursos) se encuentra la “Fundación de trabajadores desocupados”
(en adelante Fundatrab) creada en el 2009 por UTD, a partir de lo cual se instalan,
bajo la figura de “empleadores” dispuesto por ANSES. Recién para realizar esta
actividad se gestiona la personería jurídica, como una táctica necesaria para lograr
la finalidad propuesta, en torno de otorgar y gestionar puestos de trabajo, ya que:
“No somos una empresa nosotros, somos un grupo solidario” (Pepino Fernández,
julio-agosto, 2013). Fundatrab comenzó con 14 empleados, luego pasó a 74 y hoy
tiene 639 empleados y resulta uno de los pocos lugares que “toma” gente, en la
zona. Así, entre el acierto y la astucia, la fundación ha sido instalada de un modo
“clandestino”, “…aprendiendo de los grandes… las empresa contreras” (Chiqui
Peralta, setiembre de 2012), a quienes, en primer lugar se les pedía algún subsidio
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 289

para los talleres, y luego se les solicitó el blanqueamiento de los empleados, a


partir de lo cual comenzaron a notar que estas empresas rendían en ANSES82 un
mínimo del monto a pagar en el recibo de sueldo, y otro era el monto en bruto,
pues de ese modo pagaban menos aportes. Ante esta situación, los dirigentes de
UTD se dirigieron a Anses y, estratégicamente, gestionaron advenir empleadores,
sin dependencias externas “entre” lo dispuesto y lo otro.
Por último la organización cuenta con una Universidad/colegio que funciona
en las instalaciones de la exproveeduría de YPF, en Vespuccio, primero comenzó
a desarrollarse la tarea académica y de formación con el apoyo de la Universidad
Tecnológica Nacional (UTN) mediante el dictado de talleres de mecánica, solda-
dura, también de peluquería etc. Y, desde el año 2011 comenzó a funcionar como
una extensión de la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo, con carre-
ras como Ciencias Políticas, educación física, además de las tecnicaturas antedi-
chas. Si bien, es un proyecto en construcción, está en marcha con un espacio físico
amplio, ajustado a la situación, una planta docente transitoria, alumnos que se van
incorporando a las diferentes carreras, ya que la universidad está abierta a toda la
comunidad, no solo a militantes/integrantes o simpatizantes de UTD.83

4.d. Las prácticas de transacción, negociación, discusión y diálogo: el Estado


verdadero y el Estado Gobernante
Las prácticas astutas y cotidianas, que tejen el entramado de la organización, tam-
bién se realizan en vínculo con referentes, técnicos y dispositivos dispuestos por
las políticas de intervención dirigidas a los “pobres desocupados”. Dichas prácti-
cas, no solo implican la negociación por gestión de planes, sino la discusión y el
diálogo por el reconociendo de la lucha y el trabajo de UTD, la continuidad de sus
tareas, la realización de sus proyectos, entre otros.
En este sentido, más allá de los resultados puntuales de las negociaciones
con, por ejemplo, referentes del gobierno nacional, lo importante es recuperar la
modalidad de las prácticas astutas y cotidianos, así como las decisiones del cada
vez:
“Entonces, se negocia o se dialoga con objetivos y con pruebas,
vas hablar con pruebas con hechos demostrando y después vas con
las propuestas y les decís ‘mira lo que se puede hacer’ y si te dicen
no, pero imposible, entonces, les decía pero ¡mira acá esta hecho!”
(Gipi Fernández, julio de 2012).84

82 ANSES: Administración Nacional de Seguridad Social.


83 Cabe mencionar que la Universidad a mediados del 2013 no estaban funcionando todas las áreas
académicas proyectadas, por falta de presupuesto.
84 En este sentido, Gipi sostiene que a partir de sus experiencias, nace gran parte del Programa Manos
a la Obra y del Programa Federal Habitacional, promovidos como proyectos productivos, por parte
del gobierno Kirchnerista.
290 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

De este modo, la falta de trabajo no se suple solo con planes y gestión de los mis-
mos, sino también mediante las prácticas astutas que ha desarrollado la UTD para
suplir la falta de medios y materiales para el desenvolvimiento de los proyectos,
entre otros.
Ahora bien, el diagrama de relaciones y prácticas antedicho se teje, ante todo,
en relación con el Estado (nacional y no provincial), por lo cual es necesario referir
a las nociones nativas de Estado-s,85 que la UTD ha ido construyendo y defendien-
do.
Por un lado, se consideran que está el “Estado gobernante”, que es el elegido
en votación democrática encargado de la administración pública y de las decisio-
nes, en torno a la distribución de presupuestos, ordenamiento territorial, etc. Por
otro lado, se encuentra el Estado verdadero, del cual todos somos parte: “Estado
autónomo de todos nosotros, nos permite que esto sea así. Después, hay un Estado
gobernante que decide que es lo que es lo que se puede hacer o no” (Gipi Fernán-
dez, julio-setiembre de 2012).
Estas nociones de Estado gobernante y Estado verdadero o autónomo permi-
ten a la UTD realizar actividades según sus medios y fuerzas de producción a nivel
local, así como proyecciones o proposiciones a nivel nacional, más allá y entre
medio del cuadrillaje formal de las instituciones oficiales.
La UTD, entonces, se define a nivel local, como un Estado municipal parale-
lo: “…nosotros vendríamos a ser prácticamente un Estado paralelo, no reconocido
en algunos casos, pero reconocido por la gente” (Gipi Fernández, julio-setiembre
de 2012). En palabras de Pepino (2011):
“…funcionamos como un municipio paralelo, para nosotros hay un
Estado que gobierna, y otro Estado que somos todos, por eso toma-
mos decisiones, muchas veces sin consultar, vemos los problema y
buscamos la manera de resolverlos con lo que tenemos y podemos
conseguir”.
Estas categorizaciones nativas en torno del Estado, por un lado se ven atravesadas
de la percepción local del “Estado paralelo”, que también significó YPF, en la
época de su esplendor económico y social. Sobre todo, porque en el silencio de lo
dicho emerge esto de: “…YPF puede volver a ser”, tiene que ser, no es que pue-
de volver, sino que está. No es que se ha ido, porque el recursos está, lo tendrán

85 La recuperación de categorías nativas se entrelaza con la consideración, que en torno del Estado,
se han planteado en el primer apartado del presente ensayo, esto es desde las peripecias de la gu-
bernamentalidad. Este enfoque discute tanto con la perspectiva normativa del Estado, como con
aquellas que piensan en clave de “estatalización de la sociedad” y del binomio “Estado-Sociedad”.
Por tanto, las prácticas astutas de la UTD no son consideradas, cuando se enuncia como “estado
verdadero”, como prácticas ciudadanas o prácticas sociales de petición legitima de representativi-
dad o denuncia de errores del Estado, más bien como prácticas de resistencia y des-individuación
critica, que toma este modo de nombrar-se en el siendo cotidiano.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 291

ellos (los privados), pero lo tienen concesionado” (Gipi Fernández, setiembre de


2011).86
Por otro lado, la consideración de lo paralelo o lo externo al Estado gober-
nante también se identifica en las siguientes reflexiones nativas, cuando se señala
que la UTD “es el Estado de los movimientos sociales” (Pepino Fernández, 2012),
lo cual se enreda en el proceso cotidiano de des-individualización, que ejerce la
UTD en su territorio local.
En tal sentido, cabe referir a la cuestión de la dialéctica individuo-colectivo,
hombre-grupo, en tanto forman parte de la manera como se piensa y reproduce el
poder, según Giavedoni (2012), esa matriz es un efecto más del poder sedimentado
y que, por lo tanto, es necesario hacer estallar, en tanto, según Foucault:
“…El individuo es producto del poder. Lo que hay que hacer es
desindividualizar por medio de la multiplicación, el desplazamien-
to, el ordenamiento en combinaciones diferentes. El grupo no ha
de ser un lazo orgánico que una individuos jerarquizados, sino un
constante generador de desindividualizaciones”.87
En este sentido, los integrantes de UTD consideran que el mejor sistema que pue-
de aplicar el:
“Estado que somos nosotros, es el Movimiento, ¿Cómo lo desarro-
lla? Con estrategias, cuando vos tenés un pueblo que ha atravesado
la privatización se va muriendo, y al no generar un movimiento se
sigue muriendo. Entonces, nosotros tenemos que generar ese movi-
miento, por ahí con protestas, por ahí con formas de trabajo, y eso es
esta organización” (Gipi Fernández, julio de 2012).
Así, la Unión de Trabajadores desocupados de Mosconi se ha mantenido al mar-
gen de los intentos de cooptación por parte de los gobiernos locales, provincia-
les y nacionales, así como le ha puesto el cuerpo a los hechos de represión, ya

86 Cabe mencionar que la expropiación del 51% de las acciones de Repsol por parte del Estado
(abril, 2012), en el intento de re-estatitazación de YPF, no ha tenido efectos directos en la zona del
“yacimiento norte”, pues allí las concesiones siguen estando en manos de las empresas privadas
(Tecpetrol, Pluspetrol, etc) y el gobierno provincial no ha tenido iniciativa política de expropiar.
Los referentes exypefiano de la UTD han participado en varias protestas en el momento de consti-
tuirse la Comisión Nacional para la conformación del directorio de YPF (en la cual Salta no tiene
participación alguna), así como desconfían de las decisiones y gestiones en torno de este proceso
de “re-estatización”, mientras realizan propuestas, a nivel nacional, para la futura explotación y
exploración el yacimiento norte.
87 Foucault, Michel “Anti-Edipo. Introducción a la vida no-facista”, en Kancyper, Luis El campo
Analítico con Niños & Adolescentes, Zona Erógena, núm. 18 (versión digital), 1994 [en línea]
http://www.politicadelaeducacion.files.wordpress.com/2009/03/michel-foucault-prologo-a-antie-
dipo.pdf [consulta: 23 de agosto de 2013].
292 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

sea mediante la desmovilización, la encarcelación88 de sus referentes y hasta la


muerte. De este modo, hasta la actualidad UTD, sigue sin tener casi vinculación
directa con la intendencia local y el gobierno provincial: “…Salta es muy feudal,
no puede ser que hoy en democracia te sientas perseguido, porque sos perseguido,
en cualquier movimiento que realizas te meten preso, o te persiguen a la familia.”
(Gipi Fernández, setiembre de 2011).
Sin embargo, en este juego de transacciones, la organización sí mantiene vín-
culos directos y específicos, con algunos ministros del gobierno nacional, como
la ministra de Desarrollo social Alicia Kirchner, el ministro de Trabajo Carlos
Tomada y de obras públicas De Vido. Sobre todo, reconocen una ampliación al
diálogo y la negociación con el gobierno nacional, desde la asunción de la pre-
sidencia por parte de Néstor Kirchner. Sin embargo, en el juego de fabricar-se y
de ese modo des-hacer-se como sujeto gobernable, señalan: “Acá vos no les estas
pidiendo nada, ni dádiva, ni nada, le estas pidiendo única y exclusivamente lo
que a vos te corresponde” (Gipi Fernández, setiembre de 2011). En tal sentido, la
UTD no apuesta al juego que instala el gobierno de la pobreza ante todo, y con
ello las prácticas políticas de la “inclusión”, los avatares de la desigualdad, de los
derechos impuestos, el juego de la estadística, del gobierno de la seguridad y la
asistencia, cuyos objetivos remiten a racionalización económica y estabilización
política, a partir del gobierno total e individualizante de la población: “…no que-
remos ser incluidos” (Pepino Fernández, julio de 2012).
En este diagrama de poder, entonces, la UTD no deja de ejercer la crítica,
en tanto para junio del 2012 gestionaba 230 cooperativas, 332 Seguro de Capa-
citación y Empleo (viejos y nuevos), 270 Más y Mejor Trabajo, 414 Salarios Fa-
miliares de ANSES, mientras señalaban: “Hoy los planes son en negro, el Estado
paga en negro […] El trabajo no es un trabajo estable, es desestabilizante porque
podes estar 3 meses, 6 meses bien y después te quedas Sin nada” (Gipi Fernán-
dez, setiembre de 2012). Acorde a lo antedicho, estas afirmaciones permiten avis-
tar la diferencia entre las racionalidades de gobierno que fabrican a los pobres
desocupados para gobernarlos, según discursos específicos como los del “trabajo
decente”, y las percepciones, prácticas y realidades de estos sujetos advenidos
“pobres”. Quienes, en sus prácticas cotidianas de lucha y resistencia transforman
estas estrategias políticas de intervención, reapropiándolas y re-inventándose: “…
haciendo política de Estado, del verdadero” (Gipi Fernández, setiembre de 2012).
Así se afirma la autonomía de la UTD, en un haz movedizo de prácticas entre
vínculos astutos, resistentes y cotidianos, entre la negociación, decisión, articula-
ción, desarticulación y reconfiguración. Para esto, el lema que parece atravesar el
estar siendo de la organización el de “Protestar con propuestas”. Esto es, cortar ru-

88 Pepino Fernández, por ejemplo, cuenta en la actualidad con más de 200 causas judiciales, en su
mayoría referidas al delito penal del “Interrupción de las Vías de Comunicación”, por lo cual estu-
vo preso en varias oportunidades.
Entre Moribundos y Piqueteros-Trabajadores 293

tas, hacer manifestaciones, petitorios, comunicaciones, pero siempre proponiendo


soluciones, con los elementos, la mano de obra, las mañas y astucias para conse-
guir los medios de producción, los espacios, la gente. Lo cual hace a la creatividad
del movimiento, orientado por algunos de sus referentes y apoyado por su gente.
En sentido crítico, entonces, las prácticas de resistencia, autogobierno y con-
figuración cotidiana de la UTD, como prácticas de des-individualización y des-su-
jeción remiten a no aceptar como verdadero lo que se dispone como tal, o en todo
caso a aceptar sólo aquello que se considera verdadero, en el acaecer de las dife-
rencias, a partir de la cual: “…se atribuye el derecho de interrogar la verdad acerca
de sus efectos de poder y el poder acerca de sus discurso de verdad” (Foucault,
1985: 5). Pues, se trata del arte de inservidumbre voluntaria, de la indocibilidad
reflexiva, y agregaríamos de la des-sujeción de-colonial, en el juego, ante todo de
la política de la verdad.

5. A modo de conclusión
Con la intención preliminar de reconstruir, críticamente, las prácticas de resisten-
cia y autogobierno de la UTD Mosconi, en el presente ensayo se ensayó un análisis
acerca del cómo, singularmente, entre aciertos y astucias la UTD se configura y
re-configura en la provincia de Salta.
En una primera instancia se puso en consideración la heterogeneidad de ra-
cionalidades políticas que instaron la configuración del rol del Estado en Argen-
tina, desde los noventa, hasta la actualidad. Considerando que la UTD emerge y
se instala entre 1997 y 2000, es decir a finales de un período de gobierno diagra-
mado, ante todo, mediante una racionalidad política de corte anarcoliberal, cuyo
acontecimiento critico inicial remitió a la privatización de la empresa-fabrica YPF.
Se intentó dar cuenta de cómo los programas de gobierno dirigidos a los pobres
desocupados, ante todo, entrecruzaban lógicas de gobierno dirigidas a construir
sujetos activos, emprendedores, capaces de invertir en capitales según sus propios
patrimonios y en sus territorios locales, acorde a resonancias de los diagramas de
poder-gobierno dispuestos por los Organismos Internacionales de segunda y terce-
ra generación, como el BM. Mientras que, simultáneamente, una enorme porción
de estas poblaciones fueron dejadas y echadas a la muerte, no necesariamente las
“más pobres de entre las pobres”, como es el caso de los ex-trabajadores de YPF
en la zona del yacimiento norte, que no responden a “pobres estructurales”, si no
a exasalariados advenidos pobres y fabricados como sujetos “moribundos”, silen-
ciados, ocultos y olvidados en los lejanos pueblos y ciudades del norte argentino.
A su vez, se hizo un breve recorrido por las racionalidades políticas y progra-
mas de gobierno dirigidos a las poblaciones pobres, en la argentina actual, luego
de la crisis del 2001 y la reconfiguración del rol del Estado en clave benefactora
y ordoliberal, ante todo. Dicho programa de gobierno se dirige a construir, si-
multáneamente, sujetos activos y emprendedores bajo la protección de un Estado
294 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

protagónico y por la unidad nacional, orientadas hacia la “inclusión y la equidad”,


fabricando sujetos de derecho para lo cual se potencia al sujeto económico trabaja-
dor (precarizado) bajo dispositivos específicos y diferenciales, como el de la eco-
nomía social. A su vez, en este cruce de racionalidades políticas “para el mercado
y en contra del mercado”, los sujetos pobres moscoinos no dejan de ser olvidados,
abandonados y silenciados en sus comunidades locales. A partir de lo cual, la voz
que se torna palabra y se hace grito, mientras se trastocan los espacio cuadrillados,
en este caso puntual, no es la promovida por la “participación ciudadana”, si no la
puesta de manifiesto en las prácticas astutas de resistencia y autogobierno de los
trabajadores desocupados y piqueteros nucleados en la UTD.
Pues, acorde a lo desandado en la segunda sección del presente ensayo, la
UTD se teje entre la vida y la muerte, entre prácticas de lucha y resistencia des-
centradas respecto de ciertos principios convencionales, orientadas a transformar
siendo, a impugnar, en y a través de las prácticas mismas los órdenes dispuestos,
mientras se des-individualizan y re-subjetivizan, cada vez.
Por tanto, en el proceso de problematización de las relaciones establecidas,
de una genealogía de las prácticas y de los procesos de subjetivación la UTD,
como espacio otro, como heterotopía, como espacio singular, no agota, en abso-
luto, las prácticas de libertad. En su localidad, territorialidad y cotidianeidad, la
UTD abre espacios de libertad concreta y con ello de transformaciones posibles.
III-3 Las trabajadoras del empleo doméstico y sus
patrones. Vínculos laborales y personales en el espacio
de la “casa de familia”: entre la lógica
de la regulación, el intercambio y los valores

Gabriela K. Ferro

“patrones como ellos, no hay, no hay” [...] (trabajadora


doméstica, Salta, 2013).
“...vencedores y vencidos siguen encadenados entre sí. Nadie
puede dirigir los movimientos del todo [...] por caminos que
ninguno de ellos ha elegido están absorbidos por los problemas
urgentes, próximos y de ámbito restringido que cada uno tiene
ante sí. Cualesquiera sean los acontecimientos que los envuelvan,
solo pueden verlos desde un punto localizado del cuadro global.
Están demasiado comprometidos para poder verse desde afuera”
(Elías, 1990: 20-21).

E
Introducción
n este escrito voy a hacer foco en los intercambios personales y arreglos
“informales” que ocurren en la cotidianeidad del vínculo entre trabajadoras
del empleo doméstico y sus “patronas”. Interesa dar cuenta de las relacio-
nes, prácticas y representaciones que se entraman en el espacio concreto donde se
despliega esta actividad: “la casa de familia”. Sostenemos que las relaciones que
se establecen tienden a “trasmutar” la relación asimétrica inicial pero, por otro
lado, a través de ellas se tramitan y negocian condiciones de trabajo y se resuelven
las urgencias de la vida diaria.
La intención del trabajo consiste en comenzar a delinear un posicionamiento
que tenga en cuenta el protagonismo de los agentes que configuran estas relaciones
como los mecanismos de dominación que perpetúan el vínculo. En esa dirección,
proponemos en un primer apartado revisar críticamente una mirada posible que
ha insistido en la “informalidad” como característica persistente de las relaciones
laborales del trabajo doméstico remunerado pero, que a nuestro criterio no ha pro-
fundizado en las “razones de la práctica” (Bourdieu, 1997; 2010). Si bien existen
diferentes corrientes que han desarrollado este concepto, en estas páginas toma-
remos en consideración la forma en que problematizan la cuestión los informes
recientes que hacen referencia al trabajo doméstico remunerado. En un segundo
296 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

momento, proponemos en cambio, una mirada que tenga en cuenta la dimensión


valorativa de las relaciones sociales. En este sentido, obligaciones, autoconstric-
ciones e intercambios “interesados” se conjugan como aspectos indisociables para
comprender estos vínculos.
El resultado final del artículo no tiene pretensión etnográfica.1 Aun así, trae-
mos a la escritura “voces” y situaciones que se entremezclan con la revisión y
discusión vinculada con el modo de abordaje de las relaciones de trabajo. La auto-
ría de esos extractos corresponde a empleadas domésticas residentes en un barrio
periférico de la Ciudad de Salta a las cuales se ha entrevistado registrando sus
historias vida pero centrando la atención en sus experiencias laborales y en los
vínculos que han establecido con las “señoras” o “patronas”, categorías a través
de las cuales las trabajadoras definen a sus empleadoras. Si bien, como pudimos
observar, también se establecen vínculos laborales con empleadores varones, las
entrevistadas que en estas líneas “hablan”, así como ocurre en múltiples casos
registrados, establecen principalmente sus relaciones y acuerdos laborales “entre
mujeres”. Para este trabajo se toman cuatro historias de vida particulares registra-
das en 2013. Estas son heterogéneas: difieren en las edades; en la posición en el
interior de la familia, en el origen; así como en la condición (tiempo) de migra-
ción. Salvo en uno de los casos, la duración de su última relación laboral es mayor
a dos años. El rasgo que une a estas mujeres, es que residen en el mismo barrio y
que han ingresado a la misma ocupación: el trabajo doméstico remunerado. Sus
edades van de los veinte a los sesenta años, dos son salteñas, una migrante de
origen chileno y otra proveniente de Jujuy. En ambos casos residen desde larga
data en Salta pero, en el primero de ellos, excede los cuarenta años y en el se-
gundo, se trata una migrante llegada hace siete años. Otra fuente de información
han sido las observaciones realizadas en una dependencia pública de la provincia
y entrevistas informales que han tenido lugar durante el 2014.2 Aunque resultan
más fragmentarias que las historias de vida, permiten completar el cuadro de las
variadas situaciones y relaciones en las que se encuentran las trabajadoras. Estas
últimas, en total suman 71 casos.

La “informalidad” y las relaciones de trabajo doméstico


El trabajo doméstico remunerado representa una fuente extendida de empleo para
las mujeres especialmente de los sectores más pobres. En Argentina, se trata de
más de un millón de trabajadoras (MTEySS, 2005) que constituyen casi el 20% de
las asalariadas urbanas totales, con diferencias regionales. En Salta, encontramos

1 El enfoque inicial que retoma críticamente este escrito se circunscribe a la sociología del trabajo.
Sin embargo, se trata de una primera tentativa que tiene como horizonte la construcción de una mi-
rada que se oriente a la comprensión de la realidad social centrada en la perspectiva de los actores
y en las “razones” de la práctica
2 Preferimos mantener en reserva los datos que permitirían localizar este espacio de observación.
Las trabajadoras del empleo doméstico... 297

que el porcentaje es mayor llegando la proporción a una de cada cuatro mujeres


empleadas –más del 25%– (Ferro, 2013). La relevancia de esta labor en la estruc-
tura ocupacional de nuestro país y en el caso específico de Salta concuerda con
la importancia que adquiere en América Latina, donde se concentran el 37% del
total de los puestos del trabajo doméstico a nivel mundial (Groisman y Sconfienza,
2013).
A pesar de su importancia en términos de creación de empleo, los informes
que intentan relevar las condiciones de trabajo de esta actividad, destacan la pro-
funda desventaja en la que se hallan estas trabajadoras en relación con el conjunto
de asalariados.
La informalidad laboral del empleo doméstico es elevada en todo el país.3
Así, para el caso de Salta, el 85% de estas trabajadoras se encuentra fuera de la co-
bertura jubilatoria y de salud, situación levemente desfavorable en relación a la del
total del país (Ferro, 2013). La situación diferencial que concierne a este conjunto
de trabajadoras, se refuerza a nivel del ingreso, que se sitúa sustancialmente por
debajo del que reciben en promedio los asalariados de otras actividades (Groisman
y Sconfienza, 2013). Por otra parte, al revisar las características sociodemográficas
de las trabajadoras, se destaca que las mujeres que llegan a emplearse en esta ocu-
pación, provienen de los estratos sociales más pobres, que el índice de migración,
aunque de vieja data, es elevado en comparación con el conjunto de trabajadores.
Mientras que la escolaridad formal en promedio es más baja que la del resto de
las asalariadas. Finalmente, se trata de una fuerza de trabajo relativamente “en-
vejecida”, con esto nos referimos a que la media de edad es mayor que para el
resto de los trabajadores (Groisman y Sconfienza, 2013; MTEySS, 2005; De Paz
y Schteingart, 2011).4
El vínculo laboral que se establece en el empleo doméstico remunerado, ha
permanecido invisibilizado por mucho tiempo en las ciencias sociales como obje-
to de investigación. Una de las excepciones destacables es el abordaje que hacen
las feministas marxistas quienes han permitido visibilizar el trabajo doméstico
demostrando que resulta constitutivo de la reproducción social al participar en la
reproducción de la fuerza de trabajo asalariada (Gutiérrez Rodríguez, 2010; Ro-
dríguez y Cooper, 1979). Otra excepción han sido algunos trabajos, preocupados
por la segregación por género, que opera concentrando los empleos femeninos,
especialmente de los sectores populares, en ocupaciones que extienden el rol re-

3 Según datos de elaboración propia en base a la EHP-INDEC del 2011, mientras que la diferencia
entre Salta y el total del país en los índices de informalidad en general es de ocho puntos porcen-
tuales, en el caso del empleo doméstico es de sólo dos puntos. Esta situación nos resulta ilustrativa
de la generalidad con la que el empleo doméstico se desarrolla fuera de las normativas de la legis-
lación laboral (Ferro, 2013).
4 Se puede consultar Groisman y Sconfienza, 2013; MTEySS, 2005; Chávez Molina y Gutierrez
Ageitos, 2013; De Paz y Schteingart, 2011; Ferro, 2013; OIT, 2011; 2014. Los datos se toman de
los informes referenciados.
298 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

productor (Aguilar y Álvarez Leguizamón, 1987: 25), reforzando la creencia de


que la responsabilidad por estas tareas es algo naturalmente femenino.5
En coincidencia con esta relativa ausencia temática en las ciencias sociales,
también han sido excluidas de la legislación laboral. (Golbert, 2009).
Hasta el 2013, año en que se promulga una nueva ley a partir de un proyecto
presentado en 2010, las relaciones laborales quedaban regidas por el Decreto 326,
aprobado por la dictadura de Aramburu en 1956. Este decreto instituye un estatuto
diferenciado de la Ley de Contrato de trabajo (en adelante LCT) y solo alcanza
a una fracción de trabajadoras. Es decir, para ser consideradas empleadas debían
trabajar al menos cuatro horas, cuatro días a la semana para el mismo empleador.
Aquellas que no cumplían con este requisito de dedicación horaria quedaban fue-
ra de la normativa y eran consideradas trabajadoras “independientes”. Al mismo
tiempo, establecía limitaciones a un conjunto de derechos laborales contempla-
dos para el resto de los trabajadores a través de la LCT. Entre estas privaciones
se destaca la licencia por maternidad. Este punto resulta fundamental siendo que
casi en su totalidad son mujeres (MTEySS, 2005). Para otro tipo de licencias se
establecían plazos menores a los que rigen para el resto de los asalariados, como
puede ser en caso de enfermedad. Otra de las insuficiencias se vincula con la au-
sencia de la protección frente a riesgos de trabajo, descansos semanales menores
al conjunto de los trabajadores, y montos inferiores de indemnización en caso de
despido. Por otra parte, las trabajadoras quedaban sujetas a ciertas obligaciones
morales como guardar “lealtad” y respetar “el secreto familiar”. Mientras que la
edad mínima legal para emplearse en esta actividad era de 14 años, es decir, infe-
rior a la contemplada en otras actividades a través de la LCT. Efectivamente los
datos confirman que hay mayor presencia de trabajo en el rango de edad que va
desde los 15 a los 19 años, es decir de trabajo cuasi infantil (De Paz y Schteingart,
2011) Estas condiciones diferenciales de empleo, las imposiciones morales que es-
tablece la reglamentación, así como la posibilidad de contratación de trabajadoras
a edades tempranas, dan cuenta de la desvalorización de esta actividad y remiten a
modalidades vinculares de vasallaje o semi serviles que se enlazan con el pasado
colonial del trabajo doméstico (Kuznesoff, 1993; Álvarez Leguizamón, 2004) y
en el presente se manifiestan en la práctica a través de diferentes formas, que más
adelante explicitaremos.
El conjunto de desigualdades asociados a este trabajo, justifica la relevancia
de las transformaciones recientes a nivel de las regulaciones. Como señala Sigaud,
para otras circunstancias pero oportuno en nuestro caso, éstas permiten la amplia-
ción de derechos de las trabajadoras, posibilitan el reconocimiento como trabaja-
doras, aumentan los niveles de protección, y habilitan el acceso ante la justicia en

5 Otros estudios clásicos y pioneros sobre el tema son Chaney, Elsa y García Castro, Mary –edito-
ras– (1993) y Jelín, Elizabeth (1976).
Las trabajadoras del empleo doméstico... 299

caso que no sean respetados los derechos (Sigaud, 1996). Por otra parte, pone en
escena un tema históricamente relegado e invisibilizado.
Como antecedente a las transformaciones más recientes, en el año 2000 se
realiza una reforma tributaria, a través del llamado Régimen Especial de Seguri-
dad Social para Empleados del Servicio doméstico, Ley 25239. Si bien no instituía
el conjunto de derechos que fija la reglamentación de 2013, comienza por ampliar
el acceso a la cobertura jubilatoria y de salud, a través del sistema de obras socia-
les para aquellas trabajadoras que cumplían jornadas de entre seis y quince horas
y que no quedaban contempladas por el decreto ley, debido a los mínimos de
dedicación horaria que imponía.6 Este cambio resultaba considerable ya que más
del 50% de las trabajadoras domésticas del país quedaban fuera de la cobertura a
causa a este requisito (MTEySS, 2005). La nueva reglamentación, la Ley 26844,
que como indicamos anteriormente comienza a regir en 2013, amplía el acceso a
derechos que no estaban contemplados en la normativa precedente. Se destacan: la
incorporación de la licencia por maternidad y casamiento; la extensión en la can-
tidad de días para licencias por enfermedad, muy reducidas hasta ese momento; la
obligatoriedad de una cobertura de riesgo de trabajo y el aumento de los montos
indemnizatorios en caso de despido. Las incorporaciones tienden a asimilar los
derechos con los contemplados en la LCT. Sin embargo, mantiene la exclusión de
dicha reglamentación que rige para el conjunto de los trabajadores, sosteniendo el
estatuto diferenciado del trabajo doméstico.7
Desde el campo de las ciencias sociales encontramos, recientemente, diver-
sas investigaciones e informes que han comenzado a registrar la situación y las
condiciones en las que se desarrolla esta actividad. Aunque existe cierta diversidad
en cuanto a los ejes sobre los cuales orientan la mirada. Este conjunto de trabajos

6 A nivel nacional otras regulaciones importantes han sido: la Ley 26063 de 2005 que establece
que los “dadores de trabajo con relación al personal del servicio doméstico” podrán deducir de
la ganancia bruta gravada los importes correspondientes a las contribuciones patronales. En 2013
se establece la Resolución 3492 a través de la que se presume que toda persona, a partir de un
determinado nivel de ingresos, tiene un empleado doméstico y se efectúan las cargas impositivas
establecidas –salvo prueba en contra–. En este contexto de transformaciones, en el caso específico
de Salta, se firma en 2004 el Decreto Provincial 934 a través del cual se impone una libreta de
trabajo, que si bien ya estaba contemplada en el decreto 326/56, pone de manifiesto la falta de
cumplimiento en la provincia. En 2007 se crea el “Programa Servicio Doméstico” del Ministerio
de Trabajo del Gobierno de Salta dedicado al asesoramiento y difusión de derechos. Según página
web del Ministerio de Trabajo del Gobierno de la Provincia de Salta [en línea] www.trabajosalta.
gob.ar [consulta: 30 de mayo de 2014] y entrevista en Programa Servicio doméstico en el citado
ministerio. En referencia al marco regulatorio se puede consultar también Tizziani (2011) Gorban
(2012), MTEySS (2005), Pereyra y Tizziani (2013).
7 En este punto es interesante destacar que la inclusión del trabajo doméstico remunerado al régimen
general de la Ley de Contrato de Trabajo y con ello su total equiparación al conjunto de asalaria-
dos, es una reivindicación sostenida por las referentes que, desde el Estado, impulsan las recientes
transformaciones a nivel local (notas de campo y entrevista informal en dependencia pública,
Salta, 2014).
300 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

focaliza especialmente en los tópicos descriptivos de los que hemos tratado de dar
cuenta anteriormente de forma sintética. En resumen, consideran: la significación
de esta actividad sobre el conjunto de la fuerza de trabajo comparando, también,
el peso diferencial que adquiere en las distintas regiones del país; registran los
niveles de ingresos; las condiciones de trabajo en las que se desarrolla esta labor y
las características sociodemográficas de las mujeres que las realizan, considerando
edad, índices migratorios, niveles de calificación, etcétera. En cuanto al análisis
de la legislación que regula la relación laboral, estos estudios enfatizan su carácter
“rezagado” al observar los niveles de protección que ésta contempla en diferentes
momentos históricos.
Una de las preocupaciones centrales de estas investigaciones producidas des-
de la sociología del trabajo acerca del tema, sigue siendo la masividad con la que
el empleo doméstico se desarrolla incumpliendo las normativas que regulan esta
actividad. Enfatizan que esta situación se perpetúa a pesar de las intervenciones
estatales recientes que, de todas maneras, se caracterizan como un “avance” en
relación a la legislación antecedente. Una parte importante de los estudios exis-
tentes sobre la situación del empleo doméstico en Argentina, se enfocan dentro de
la problemática de la informalidad laboral. Estas inquietudes coinciden con las
preocupaciones del pensamiento social latinoamericano, respecto de las caracte-
rísticas del mercado de trabajo en América Latina. Sin entrar a analizar este con-
cepto, que tiene una muy larga historia y cuyos antecedentes pueden remontarse
a las décadas de los años cincuenta y sesenta (Neffa, 2009), solo me referiré a la
manera en que los actuales estudios abordan el trabajo doméstico a partir de esta
categoría conceptual.8
Si bien la informalidad laboral ha sido materia de discusión de diversas co-
rrientes, Beccaria y Groisman (2008) señalan:
“La informalidad –o sector informal o la economía informal– es una
categoría relevante para el análisis de las estructuras productivas y
de los países en desarrollo. La perspectiva original de la Organiza-
ción Internacional del trabajo (OIT) (ILO, 1972) y los avances rea-
lizados posteriormente –principalmente en América Latina– ligaron
la existencia de unidades productivas informales de esos países a la
incapacidad de sus economías para crear puestos de trabajo forma-
les suficientes para ocupar a la fuerza laboral disponible” (Beccaria
y Groisman, 2008: 136-137).

8 Puede revisarse en Beccaria y Groisman (2008). También en Chávez Molina, Eduardo y Gutierrez
Ageitos, Pablo (2013). Sobre la historia del concepto puede verse Neffa (2009); Álvarez Leguiza-
món (2008).
Las trabajadoras del empleo doméstico... 301

Así, se define a las unidades productivas informales principalmente por el tamaño


–baja cantidad de obreros empleados– y por los bajos niveles de productividad y
de burocratización del proceso de trabajo.
Desde este punto de vista, el trabajo doméstico fue descartado como objeto
de estudio (Lautier, 2003). El “hogar” no ha sido considerado de forma directa
como una unidad productiva, tampoco se acepta que las tareas que se desarrollan
en ese espacio tiendan a la generación de ganancias, por tanto el trabajo domés-
tico ha sido excluido de las cuantificaciones, o se lo ha tomado como una gran
categoría e incorporado en su totalidad como parte del sector informal. Aun así,
las relaciones laborales del trabajo doméstico, quedan incluidas desde un segundo
enfoque que hace énfasis en el punto de vista legal, por lo que considera empleo
informal a aquellas ocupaciones para las que no se cumplen las regulaciones labo-
rales. Continuando con la definición de Beccaria y Groisman (2008) se señala que:
“Otra visión respecto de la informalidad es la que liga a este sector
con la evasión de las regulaciones laborales, tributarias y de otro
tipo. Este es un fenómeno que caracteriza a los sectores de la estruc-
tura productiva de empleo en los países en desarrollo. Existe una
amplia superposición entre las unidades informales, o el empleo in-
formal, identificado por este último criterio” (Beccaria y Groisman,
2008: 136-137).
Los trabajos recientes sobre empleo doméstico toman como criterio para la iden-
tificación empírica de las trabajadoras domésticas informales la falta de cumpli-
miento con las regulaciones laborales. En ese sentido, señalan que constituye el
“núcleo duro” de la informalidad (Groisman y Sconfienza, 2013). A partir de esta
caracterización, como ya dijimos, buscan dar cuenta de la magnitud con la que el
trabajo doméstico se desarrolla por fuera de la normativa, pero también enfatizan
la persistencia de esta situación desfavorable a lo largo del tiempo. Por otra parte,
suponen que los niveles de informalidad en el trabajo doméstico, explican en gran
medida los niveles de trabajo no registrado en términos de la estructura ocupacio-
nal en su conjunto, siendo que constituyen el 25% de los asalariados informales
totales (Groisman y Sconfienza, 2013). Este mismo diagnóstico es el que realiza
la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2014). Recientemente, Argentina
ratificó el convenio 189 de la OIT, adoptado el 16 junio 2011, referido al “trabajo
decente” de las trabajadoras de casas particulares. En ese sentido, la ley vendría
por un lado a ampliar los derechos de las trabajadoras y por el otro a cumplir con
esta exigencia internacional.
Para estos autores, el uso de este criterio, que es el de la “legalidad” de las
relaciones laborales, parece razonable en tanto resulta operativo para la medición
de las situaciones endebles de trabajo, a través de un referente empírico fácilmente
302 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

delimitable. A partir de este enfoque como señalan Chávez Molina y Gutierrez


Ageitos:
“La precariedad laboral entra de este modo al mundo de los estudios
sobre la informalidad al incluirse una de sus formas típicas, la falta
de registración del contrato de trabajo, característica que remite a la
relación trabajador-empresa-Estado y supone a su vez la pérdida de
beneficios sociales, acceso a jubilación, participación sindical, entre
otras dimensiones que hacen a la precariedad” (2013: 5).
De esta manera, el empleo doméstico remunerado se localiza como un “segmento
laboral crítico” sobre el cual el Estado debe intervenir activamente (OIT, 2014).
Las formas en que se ha problematizado el trabajo doméstico coincide con las
propuestas de intervención proporcionadas desde las ciencias sociales.9 Resaltan
el papel del Estado en la promoción del trabajo formal a partir de una mayor re-
gulación, que redundaría en mayores niveles de registración (Chávez Molina y
Gutierrez Ageitos, 2013). En segundo lugar se propone una fuerte fiscalización
de los hogares empleadores para hacer efectivas las intervenciones y finalmen-
te, campañas de sensibilización en la temática (De Paz y Schteingart, 2011). El
“tránsito” hacia la formalización por otra parte, tendría efecto en la reducción de
la desigualdad y exclusión social.10 (OIT, 2014; Groisman y Sconfienza, 2013).
Como señala Groisman y Sconfienza (2013),

9 Tomamos la propuesta de Álvarez Leguizamón (2008) en referencia a las formas de intervención


sobre la pobreza. Para el caso señala: “Las categorías conceptuales para explicar, describir, medir
o analizar esta problematización particular, sus sistemas teoréticos y los distintos campos de saber
que lo abordan, por un lado, son el producto de una intención por conocer la “naturaleza” de este
particular problema social y, por otro, permiten explicar el por qué cambian las distintas miradas,
representaciones y ciertas formas de intervención particular” (Álvarez Leguizamón, 2008: 80).
10 Como síntesis del modo en que las ciencias sociales y las propuestas políticas se articulan, señala-
mos la expresión del Ministro de Trabajo en relación a la aprobación de la Ley 26844, que regula
el trabajo doméstico: “Las trabajadoras de casa de familia tuvieron durante décadas un régimen
jurídico adverso que, sumado a una evasión previsional indigna, las privaba de un principio básico
como es la ciudadanía laboral” (Diario Pagina 12, 14 de marzo de 2013) “Esta idea de reparación
de colectivos precarios comenzó a gestarse hace mucho. Y en 2009 empezó su periplo parlamen-
tario en busca de encontrar las mejores opciones para que se convirtiera en ley. Finalmente, el
momento llegó”. (Diario Pagina 12, 15 de marzo de 2013). En el mismo sentido va el modo en
que se delimita la problemática en los considerandos de la resolución 3492, que fija la presunción
de contratación de empleo doméstico para aquellos que poseen ingresos a partir de cierto monto
anual. “Que el flagelo del empleo no registrado alcanza índices superiores al promedio en deter-
minadas actividades que, por sus características, dificultan la debida verificación y fiscalización
por parte de esta Administración Federal. Que entre dichas actividades se encuentran los servicios
personales prestados bajo relación de dependencia destinados a atender las necesidades particula-
res, directas, básicas o inmediatas de quien contrata su realización, o las de su grupo familiar. Que
el Gobierno Nacional ha fijado entre sus prioridades el desarrollo de un modelo de acumulación
de matriz diversificada con especial acento en la inclusión social, destinado a que los sectores más
vulnerables de la sociedad –como es el caso de los trabajadores que realizan los aludidos servi-
Las trabajadoras del empleo doméstico... 303

“La modernización de la normativa debería ir acompañada de otras


acciones que faciliten el cumplimiento de las nuevas exigencias
legales. En efecto, la implementación de campañas de sensibiliza-
ción y difusión de los nuevos procedimientos, la promoción de la
agremiación así como el despliegue de rutinas de control eficaces
aparecen como condimentos propicios para lograr la reducción de
los niveles de no registración del sector. El desafío aparece amplia-
mente justificado desde una perspectiva de equidad si se atiende al
hecho de que la mitad de las mujeres con bajo nivel educativo se
desempeñan como empleadas domésticas” (2013: 22).
En suma, esta mirada permite realizar un diagnóstico que enfatiza en la informa-
lidad como característica saliente de estas relaciones laborales y se plantea princi-
palmente la pregunta por la persistencia de su carácter irregular. Sin embargo, deja
afuera de la problematización algunas dimensiones de la vida social que, desde
nuestra perspectiva, se vuelven fundamentales para explicar la dinámica caracte-
rística de las relaciones de trabajo doméstico, las condiciones en que tienen lugar
las interacciones entre empleadoras y empleadas, y la participación en los proce-
sos de jerarquización de los grupos sociales y estructuración del mundo social.
A la descripción de la “realidad” que se realiza desde el concepto de infor-
malidad, cuando se usa el criterio que toma como referencia el cumplimiento de
las regulaciones laborales, se le escapa la situación y las condiciones prácticas
de la “vida práctica” en la que tienen lugar las relaciones entre trabajadoras y
empleadores. Estos datos resultan relevantes y políticamente potentes a la hora de
dar cuenta de las desigualdades, pero no explican cómo se producen y reproducen
cotidianamente, esas desigualdades ya que su objeto de estudio es el mercado de
trabajo y no las relaciones de subalternización y/o subordinación. Seguidamente,
se realizará un punteo de las dimensiones que quedan fuera de la tematización,
aunque en algunos casos sean reseñadas por los estudios pero sin que éstas se
integren en las respuestas a sus preguntas de investigación.
Una de las críticas internas que pueden realizarse, como señalan Chávez Mo-
lina y Gutierrez Ageitos (2013), es que sólo se considera apenas una de las dimen-
siones que dan cuenta de las formas endebles de empleo es decir, la que concierne
a la inscripción legal de la relación laboral. Desde un enfoque externo, puede
señalarse que uno de los efectos posibles a los que conduce detener el análisis solo
en la evidencia de la informalidad es, siguiendo a Sigaud, la tendencia a “aislar las
conductas y a examinarlas preocupándose sólo con sus implicaciones en términos
de cumplimiento o no cumplimiento de las normas”, por tanto “no se consigue

cios– cuenten con las debidas prestaciones que otorga el Sistema de la Seguridad Social” (Boletín
Oficial, 30 de abril de 2013).
304 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

rescatar de forma positiva los comportamientos [...] sino solo constatar que no se
corresponden con lo que sería deseable” (Sigaud, 1996: 2).
En este sentido, aplican esta categoría a formas heterogéneas de trabajo. De
esta manera, la necesidad de encuadrar los comportamientos en el dualismo: for-
malidad/informalidad deja afuera del análisis la variedad situaciones que son po-
sibles constatar en el caso del empleo doméstico.
En los casos observados, hemos encontrado formas intermedias en el cum-
plimiento de los parámetros normados por la legislación. Que la trabajadora no se
encuentre “registrada”, no significa a priori que no goce de algunos “beneficios
sociales” a veces “ganados” luego de una búsqueda activa de nuevos y “mejores”
empleadores, aunque estos accesos no sean expresados, incluso por ellas mismas,
en términos de derechos. Otra posibilidad es que ocurran situaciones de abuso, las
que incluyen en ciertas circunstancias el cuerpo. Encontramos casos en que las
trabajadoras son obligadas a asistir a los lugares de trabajo, a pesar de que cuenten
con certificados médicos que las exceptúan de la obligación. Incluso en caso de
lesiones físicas visibles y que limitan el desarrollo de las actividades. El acoso y
el abuso sexual, si bien no aparece en los relatos de las trabajadoras de manera
explícita, parece ser parte del repertorio de experiencias conocidas. Evoca indirec-
tamente “el derecho de ‘pernada’, que le permite al patrón o al jovencito de la casa
hacer ‘uso sexual’ de su sirviente indígena” (Lerussi, 2013).
Finalmente, existen formas parciales de cumplimiento de las normativas aun
en los casos que las trabajadoras se encuentren registradas, por ejemplo, pueden
recibir “en mano” menores salarios que los que son declarados legalmente por
sus patrones. En estos casos la medición de la informalidad no permite estudiar
las diferentes formas en que ocurre esa “precariedad”, que por otra parte sería
muy difícil de captar desde un enfoque cuantitativo, y se desconocen las distintas
situaciones en las que las condiciones de protección a la salud, las vacaciones, el
derecho al ocio son negociadas en las propias relaciones sociales.
En ese sentido, al excluir de sus análisis las relaciones sociales, pueden con-
tribuir a crear “invisibilidades estadísticas” especialmente al no registrar tampoco
las múltiples acciones a través de las cuales las trabajadoras intentan mejorar sus
condiciones laborales y de vida, aunque esto no implique una transformación de su
posición dentro de la estructura social en términos de movilidad o no derive en la
formalización de su relación laboral. Tampoco registran las acciones de estas tra-
bajadoras tendientes a compatibilizar su doble jornada doméstica, su vida laboral
y la reproducción de su propio hogar, o las que refieren a inversiones educativas,
en donde, en algunos casos, la informalidad de los vínculos forma parte de las pro-
pias estrategias sean éstas exitosas o no. Llamo producción de “invisibilidades”
a la dificultad que los trabajos tienen para registrar estas situaciones al centrar su
atención en los grandes números o en grandes categorías estadísticas. En cambio,
estos esfuerzos cotidianos desplegados por las trabajadoras se pueden visibilizar
Las trabajadoras del empleo doméstico... 305

desde un enfoque cualitativo. Por ejemplo, al consultar a una trabajadora si se


encuentra bajo el régimen jubilatorio, señala lo siguiente:
“en el anterior, no. En este la señora me dijo, le dije que no. Porque
en este momento, no, no, no. Lo que pasa es que yo me recibí tam-
bién de maestra jardinera, entonces yo estoy esperando eso, con-
seguir el trabajo este, por el tema este de las escuelas y todo esto,
entonces eso no me beneficia. [...] no, no sé yo sé que si estaría
trabajando en una guardería, o en una sala maternal, que se yo, ahí
si me conviene, te dan varios los puntajes, lo único que no te dan
es concepto, en cambio en un trabajo que es de empleada, si algún
día ejerzo, entonces no. Tengo entendido que es así, no sé, no sé
realmente, te estaría mintiendo”.
En este caso la trabajadora busca eludir el registro contractual formal bajo el su-
puesto de que esto “mancharía” su legajo como docente. Este tipo de testimonios
nos obliga a enfocar en las “razones de la práctica”, tomando el término de Bour-
dieu (1997, 2010). Así como a dar cuenta de las representaciones sociales sedi-
mentadas en torno a esta actividad y a las trabajadoras que la encarnan, que ubican
a esta tarea como desvalorizada o despreciable. Por lo que consideramos que estos
sentidos sociales intervienen en la configuración de las relaciones que se estable-
cen entre trabajadoras y sus empleadoras y aquellas relaciones más amplias. Por
tanto, deberían integrarse a las respuestas en torno a las preguntas vinculadas a
la persistencia de las condiciones desiguales de trabajo. Retomando a Bourdieu
(1999: 248), el mundo social es un objeto de conocimiento para quienes forman
parte de él y que comprendidos en él lo comprenden y lo producen, a partir del
punto de vista que en él ocupan.

Propuesta interpretativa
“Ciertamente, se puede hablar de un baile en general, pero nadie se
imaginará un baile como una construcción al margen de los indivi-
duos o como una mera abstracción” (Elías, 1989: 45).
Teniendo en cuenta la heterogeneidad de situaciones, consideramos necesario mi-
rar por fuera de la registración del contrato, es decir, fuera de la relación económi-
ca y jurídica que (no) se entabla, en sentido “restringido y moderno” del término
para captar las prácticas y relaciones concretas que se establecen entre empleadas
y empleadoras. El esfuerzo debe orientarse a reconocer “la economía” de esas
prácticas y relaciones, en el sentido amplio, a partir del cual Bourdieu (2010)
plantea el término.11 En los comportamientos referidos al cumplimiento o no de las

11 Según Bourdieu se trata de una economía antieconómica en tanto no se basa en actos tendientes a
maximizar beneficio, ni necesariamente material, ni necesariamente de forma consciente, aunque
306 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

normas suponemos que existen otros “intereses en juego”, aunque estos no sean
simplemente materiales.
Proponemos pensar estos vínculos a partir de diferentes herramientas concep-
tuales. Por un lado, en los términos que Elías refiere a la idea de “configuración”
para comprender las relaciones sociales como entramados de interdependencia y
persistencia. Es decir, como lazos recíprocos de dependencia y de poder entre las
personas, y que suponen tanto el conflicto como la cooperación. En este caso, esos
vínculos ambiguos que unen, separan y jerarquizan (Elías, 1990; Bejar, 1991), in-
cluyen a las empleadas y sus empleadoras. Quienes participan de esa relación apa-
recen orientados mutuamente entre sí, vinculados mediante “presiones que ejercen
unos sobre otros” (Elías, 1990: 21), en ese sentido la posición y la capacidad de
acción de cada individuo se encuentran constreñidas por la propia configuración y
posición subalterna/dominante que ocupan en ella.
En segundo lugar, la participación de las trabajadoras (y también de las pa-
tronas) en ese vínculo de interdependencia, puede ser analizada desde la idea de
“sentido del juego”, “interés” o “ilussio” de Bourdieu (2010; 1997). Esta nociones
remiten al reconocimiento de quienes forman parte, de que su participación en
esas interacciones “tiene sentido”. Para Bourdieu (1997) significa:
“el hecho de estar metido en el juego, cogido por el juego, de creer
que el juego merece la pena, que vale la pena jugar. […] Interesse
significa ‘formar parte’, participar, por lo tanto reconocer que el jue-
go merece ser jugado y que los envites que se engendran en y por el
hecho de jugarlo merecen seguirse” (Bourdieu, 1997: 141).
Participar de estas interacciones incluye también apuestas, intereses o inversiones
aunque estos carezcan de valor (material) para quienes están fuera de ese juego o
relación. Como señala Bourideu:
“La illusio es [...] el hecho de meterse dentro, de apostar por los en-
vites de un juego concreto, como consecuencia de la competencia, y
que sólo existen para aquellas personas que, cogidas por el juego y
estando en disposición de reconocer las apuestas en juego, están dis-
puestas a morir por unos envites que, inversamente, aparecen como
carentes de interés desde el punto de vista del que no está cogido por
ese juego, y lo dejan indiferente” (1997: 142).
Otro de los aspectos a tener en cuenta, es la dimensión valorativa de las relaciones
sociales. Como señala Godelier (1989: 200), las relaciones sociales siempre son
vividas como más o menos legitimas o ilegitimas por los individuos y los grupos.

no excluyen lo que denomina “ilussio” o interés. Con esto refiere simplemente a que en estas rela-
ciones se “juegan cosas” que tienen “valor” para quienes participan y se encuentran involucrados
en ese juego (Bourdieu, 2010).
Las trabajadoras del empleo doméstico... 307

En ese sentido, la parte ideal de las relaciones se compone de valores positivos o


negativos que se adjudican a esos vínculos. Encontramos que en estas dinámicas
de interacción, se construyen modelos de “buenos” y “malos” patrones/“señoras”,
de los que en el siguiente apartado daremos ejemplos. Frente a estos modelos dife-
renciales de patrones, se modelan comportamientos que remiten a un “deber ser”,
es decir refieren a ciertos comportamientos adecuados en función de cada modelo
de patrón/señora; habilitan o constriñen, establecen compromisos o límites.
Considerando la perspectiva en torno a los entramados de poder e interdepen-
dencia de Elías (1990; 1989; Bejar, 1991) como la noción de ilussio de Bourdieu
(2010; 1997), entendemos que resulta necesario revisar los compromisos ejercidos
entre trabajadoras y empleadoras; dar cuenta de las obligaciones y constricciones
que se entraman en estas relaciones; y por otro lado, tener en cuenta, los “actos
interesados”, que sin ser predeterminados ni guiados por un cálculo racional o ins-
trumental, revisten algún valor para quienes participan en estos vínculos laborales
y, por lo tanto, a través de los cuales los actores “sacan” algo. Centrar la mirada
en los juegos que tienen lugar entre las trabajadoras domésticas y sus patrones nos
permite trazar algunas explicaciones en torno a la pregunta acerca de por qué los
comportamientos no se orientan a la formalización, pero desde una mirada que dé
cuenta de los actos de los sujetos que conforman el vínculo, así como de las “razo-
nes de la práctica” (Bourdieu, 2010), es decir, que le restituya cierta racionalidad.
Esto implica reconocer que los actores sociales “no hacen cualquier cosa, que no
están locos, que no actúan sin razón. Lo que no significa que se suponga que son
racionales [...]” (Bourdieu, 1997: 140).
Finalmente, en cuanto al diagnóstico que insiste en la persistencia de las re-
laciones de informalidad y su rezago en términos de la legislación laboral, consi-
deramos que la noción de configuración también resulta promisoria en el esfuerzo
por dar respuestas a esta permanencia. Esta herramienta conceptual (la configu-
ración), remite a los procesos que han llevado a su constitución actual. Desde el
punto de vista metodológico, comprende una mirada del presente que incluye los
procesos de larga data que las han conformado.
Históricamente y particularmente en Salta, el espacio en el que tienen lugar las
relaciones laborales domésticas, coincide con una de las instituciones fundamenta-
les donde se ejerce el servilismo. Según Álvarez Leguizamon (2004) el paradigma
de la configuración y vínculo de dominación es el binomio “dama decente/criada”
que es la contracara del que se ejerce en la finca a través de la configuración “peón/
gaucho”. La casa por lo tanto se constituye en unidad de gobierno. Estas “damas
decentes”, categoría a partir de la cual se autoclasifican estos grupos, ejercen el
matronazgo o la tutela de las siervas domésticas, consideradas menores de edad.
Según señala, “las niñas o adolescentes, también los niños, eran traídas forzosa-
mente a la ciudad para realizar trabajo doméstico remunerado gratuito a cambio
de alimento, vivienda y más adelante, la posibilidad de ir a la escuela” (Álvarez
308 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Leguizamón, 2004: 153). Estas formas de sujeción forzosa de mujeres pobres a


ciertas “familias” se materializan a través de las leyes de vagabundaje y conchabo,
que en Salta persisten hasta la segunda década del siglo veinte.12 La casa “decente”
aparece como el lugar de respetabilidad y el servicio doméstico como la mejor
forma de educación que comprende su alfabetización y aprendizaje en labores;
para la vida adulta; de la “mujer pobre”. Esto confiere a los empleadores un poder
sustancial sobre la vida de las “sirvientas domésticas” (Kuznesof, 1993).13
Resumidamente, si bien la intensión de estas páginas no es historiográfica,
advertimos la necesidad de historizar14 y problematizar el espacio de la “casa”
o “casa de familia”, según la categoría utilizada por las propias trabajadoras,15
para dar cuenta de los procesos específicos que van conformando ese espacio de
relaciones laborales y sociales. Lejos de encontrarse escindido del resto de la vida
social; se encuentra atravesado por múltiples aspectos y relaciones: de género,
raciales, étnicas, de estatus, de clase, migratorios, de procesos histórico/políticos/
discursivos (Lerussi, 2013).
En los apartados siguientes, intentaré traer a escena algunos de los aspectos
aquí reseñados a partir de un juego de escritura con ejemplos y “voces” del trabajo
de campo.

La relación desde las trabajadoras. El modelo de “las buenitas”


Una de las características centrales de las relaciones de trabajo domésticas, es su
personalización. En este apartado tratamos el modelo de “las buenitas”. Refiero
con esta expresión a una voz nativa, se trata de una forma de expresión de las
propias trabajadoras para referirse a aquellas empleadoras que pueden no estar
cumpliendo con las obligaciones patronales formales reguladas por el Estado, sin
embargo, se imbrican en el juego de relaciones personalizadas (notas de campo,

12 A través de estas leyes queda a cargo del poder de policía encontrar ocupación a las mujeres po-
bres consideradas vagabundas, que dirigían sus propios hogares, o dependían de una economía de
subsistencia (Kuznesof, 1993; Álvarez Leguizamón, 2004).
13 Ernesto Aráoz, Gobernador de la provincia de Salta en 1941, desde un punto de vista proclamato-
rio realiza la siguiente descripción de estas relaciones serviles y de interdependencia: “la numerosa
servidumbre criada bajo el techo de los hogares señoriales participa hasta fines del siglo XIX, y
aun después, de las ideas y sentimientos predominantes en esos hogares, pero saben que sus amos
han de corresponder siempre a su lealtad. Hasta en las manifestaciones más íntimas del alma hu-
mana esa gente de servicio trasunta su apego a la familia principal, como los clientes en el Derecho
Romano” (Ernesto Aráoz “El diablito del cabildo”, Salta, 1946, citado en De la Cuesta Figueroa,
1990: 168).
14 Dejamos planteado el desafío para futuras investigaciones.
15 Este espacio es mencionado de diferente manera según de qué agentes se trate, la “casa” o “casa de
familia”, es la noción que utilizan las propias trabajadoras. También el marco regulatorio de esta
actividad laboral, establece una definición a partir del lugar donde se ejerce: las casas particulares
o el ámbito de la vida familiar (Art. 1, Ley 26844) o ámbito de la vida doméstica (Art. 1, Decreto
Ley 326).
Las trabajadoras del empleo doméstico... 309

en dependencia pública, 2014). Sigaud describe estos vínculos indicando que “los
que detentan el poder y los sometidos a él están confrontados cara a cara” Sigaud
(1996: 12). Como señala Borgeaud-Garciandía y Lautier (2014) esta especificidad
redunda en una clave para la comprensión de las relaciones que establecen las
trabajadoras domésticas y sus empleadoras. En nuestro trabajo de campo hemos
encontrado que ambas partes de la relación tienen un conocimiento mutuo cerca-
no. A las empleadas se las llama por su nombre o por su apodo. Al mismo tiempo,
las trabajadoras pueden mencionar uno a uno los nombres de los miembros de la
familia y las edades de los niños a los que cuidaban, incluso años después de haber
dejado de trabajar en la “casa de familia”. La asignación de la tarea de cuidado
puede aparecer, como un voto de “confianza” o una señal de “buen trato”:
“me trataban como una reina. Porque cuando ella ha tenido [refiere
a los hijos de la empleadora], ¿has visto? ella me lo dejaba. Y yo era
mamá, me lo entregaba ella en mis brazos y yo se lo entregaba en
sus brazos. Los primeros pasos eran para mí”.
En ciertas ocasiones, las trabajadoras ingresan a temprana edad y “crecen” junto
con los niños de las familias en las que desarrollan las tareas domésticas. En otras,
sus propios hijos comparten espacios con los de sus patronas. Como señala una
entrevistada en relación a estas situaciones:
“nunca una mirada fea, un reto. Díganme tía decía ella, no me digan
señora. Y ya los mandaba a comprar, que compraran golosinas”.
Este tipo de experiencias hace que comúnmente el vínculo se encuentre atravesado
por lazos de afectividad y las relaciones se describan por medio de “metáforas fa-
miliares”: ser como la “mamá” o como “la tía” o “pertenecer a la familia”. En este
sentido, los lazos de cercanía afectiva son altamente valorados.16 Como lo expresa
una de las entrevistadas, se trata de relaciones en las que: “a veces los extraños son
mejores que la propia familia”.
En segundo lugar, otra de las características que hacen a los “buenos patro-
nes”, es la distribución de ayudas:
“Me venían a dejar, me daban bolsas con carne, pollo, de todo. Por
eso digo yo patrones como ellos, no hay, no hay”. [...] “como les
digo, estoy muy agradecida de ellos [...] Si yo trabajaba una hora
fuera de lo yo tenía, ellos me la pagaban, [...] ellos me decían, te
podes quedar nosotros tenemos una cena, y después ellos me venían
a buscar [...] hasta la puerta de mi casa”.

16 Sobre la personalización de las relaciones laborales y la ambigüedad afectiva en la cual se imbri-


can son inspiradores los trabajos de: Canevaro, 2009; Gorbán, 2012; Gogna, 1993; Lautier, 2011;
Borgeaud-Garciandía y Lautier, 2014, entre otros.
310 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En estos lazos circulan cosas que no se circunscriben estrictamente al salario/


fuerza de trabajo o tiempo de trabajo. Desde las empleadoras hacia las emplea-
das, transitan un conjunto de bienes, palabras, favores, desde medicamentos, ropa,
bolsas de alimentos, trasporte, permisos para salir antes de hora, en general para
cumplir con tarea familiares como llevar un hijo al médico. Y fundamentalmente,
por otra parte, circula reconocimiento: “siempre que te piden algo te piden por
favor”, “me pregunta cómo estoy, qué hice, por ejemplo hoy, feliz fin de semana,
que tengas un lindo día”.
En contrapartida, estas “bondades” encuentran un movimiento en sentido in-
verso, interpretados como agradecimiento, se devuelven con trabajo: aumentando
la cantidad de horas, reduciendo las expectativas en términos de ingresos salaria-
les. En este sentido, estos elementos “afectivizados” son más valorados que aque-
llos que, desde cierta perspectiva de las ciencias sociales, resultan fundamentales,
como el salario o la formalización de las relaciones laborales.
Así, estas “devoluciones” que ejercen las trabajadoras pueden o corren el
riesgo de ser interpretadas como comportamientos “desajustados” respecto de las
normativas. Los estudios a los que hicimos referencia en la primera parte de nues-
tro trabajo, han calificado estas relaciones como “informales”, para demostrar que
se trata de vínculos resistentes a la registración del contrato, lo que impide a las
trabajadoras el acceso a los derechos laborales.
Desde nuestra óptica, creemos que estas relaciones pueden ser pensadas
como Marcel Mauss (1979) entendía a las relaciones de reciprocidad no mercanti-
les. Es decir, como un modo específico de intercambio que se realiza por medio del
“regalo” o intercambio de dones. Esta forma no refiere necesariamente a objetos
materiales, pueden ser también actos de reconocimiento, palabras, “como tratar
con solicitud o amabilidad” (Bourdieu, 1999). La función que Mauss atribuía era
la de relajar el conflicto, regular la tensión entre los grupos generando alianzas a
partir de las obligaciones mutuas que creaba. En pocas palabras, desde esta visión,
el don crea lazo social por medio de la reciprocidad.
Desde la perspectiva de Bourdieu (2010) adquiere importancia la forma en
que “aparecen” estas relaciones a los sujetos. Las prácticas del dar-aceptar y de-
volver, o estar agradecida y demostrar agradecimiento, son en su “doble verdad”.
Por un lado, pretenden ser sentidas como pura generosidad sin reciprocidad, des-
interesadas. Por otro lado, no excluyen la conciencia del intercambio, la necesidad
de devolver y el interés, que al mismo tiempo es negado. Y esta es la otra “verdad”
de las “generosidades”: su carácter coercitivo y gravoso. Según Bourdieu (2010),
el intervalo temporal que separa el dar y el devolver, tiene como efecto que los
actores conozcan y desconozcan al mismo tiempo su lógica, la del intercambio.
Ésta, sin embargo, no puede convertirse en verdad oficial, abierta, aunque aflora
constantemente. Se sabe que debe ser devuelto o agradecido.
Como nos decía una entrevistada:
Las trabajadoras del empleo doméstico... 311

“El sueldo mío es mínimo, o sea no se respeta con lo que dice el


ministerio de trabajo que supuestamente tiene que ganar una em-
pleada. Pero jamás le planteé nada, por el sentido de que ellos, como
te digo, hay días que necesito sí o sí llevarlo al médico a él [refiere
al hijo], entonces, necesito salir, y nunca me han descontado el día,
o me han hecho devolver las horas de trabajo”.
En el caso de esta trabajadora, como en otros que hemos encontrado, vemos como
se eluden las instancias de reclamo formales, aun cuando los empleadores no estén
cumpliendo con sus obligaciones patronales fijadas por el marco que estatalmente
regula la actividad. Esta “tolerancia” se basa en el cumplimiento por parte de sus
patrones, de otras obligaciones “informales” cotidianas. En este caso, se negocia
la flexibilidad del horario, que le resulta fundamental para cumplir con las tareas
domésticas y de cuidado que refieren a su propio hogar.
Por otra parte, Bourdieu (2010) reconoce en estas relaciones juegos interesa-
dos. Las trabajadoras tienen apuestas para hacer, al cumplir la regla implícita de
la devolución, se espera algo en la medida que ésta sea reconocida. El agradeci-
miento supone una apuesta en ese juego, la posibilidad de reiniciar la circulación
de prestaciones. La misma entrevistada que citamos anteriormente, indica: “yo sé
que hoy día, sé que puedo ir al médico que no me va a decir nada, que si necesito
salir horas antes, me va a dejar. Ahora estoy bien”.
Así estas prácticas del dar-recibir y devolver que hacen duraderos estos vín-
culos personales, pueden entenderse como estrategias, suponen un “cálculo in-
confeso” (Bourdieu, 2010: 179) tanto del dador como del donatario. Responden
a una economía en tanto tienden a maximizar beneficio que puede no ser material
(Bourdieu, 2010) y aunque no exista “un proyecto subjetivo de hacer lo que ha-
cen” (Bourdieu, 1999).
Sin embargo, estos intercambios simbólicos, de palabras, regalos, “permi-
sos”, “ayudas”, “favores”, tienen el efecto, de disimular la relación económica
que fundamenta ese vínculo (patrona-trabajadora) al aparecer como relaciones
morales. Las empleadas saben, aunque al mismo tiempo desconocen, que están
obligadas a devolver o agradecer. En ese sentido van sus autoconstricciones en re-
lación a lo que se habla y no se habla, lo que se pide y no se pide. Están y se sienten
obligadas frente a los “buenos jefes”. Por ejemplo, en los casos mencionados, el
acceso a la jubilación o el aumento del salario.
La lógica de los regalos que llega a establecerse conduce a producir relacio-
nes duraderas porque crea obligación. En ese sentido, instituye una dominación
legitima al crear la expectativa del contra don o el reconocimiento. A esto Bour-
dieu (2010) lo cataloga como un tipo de dominación elemental o directa que se
ejerce de persona a persona, onerosa en tanto supone un gasto de tiempo, energía
y dinero. Como ejemplo una entrevistada señala: “Me dan dinero, me han dado
mercadería”.
312 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Pero a pesar de esa necesidad de actualizar constantemente el vínculo a través


de actos generosos, se asegura el reconocimiento, dado por el que recibe, al que
está en condiciones de dar, debido a que está ubicado en mejor posición social. Por
medio de estos lazos, una parte de la relación confirma su superioridad a expen-
sas de la otra, aunque se expresen como relaciones afectivizadas (Borgeaud-Gar-
ciandía y Lautier, 2014). La pregunta es por qué las trabajadoras deciden seguir
jugando ese juego.
Sobre la perplejidad que cierto marco teórico muestra ante esa pregunta, Bru-
no Lautier (2003), que trabajó para el caso brasilero esta relación laboral, señala:
“Evidentemente, resulta difícil, en el marco teórico dominante de la
sociología del trabajo, analizar como actor social a un grupo cuyo
principal deseo, más que reivindicación, es el de formar parte de la
familia del empleador. [...] Las empleadas domésticas son, en gene-
ral, totalmente conscientes de su situación material y de la natura-
leza de sus relaciones con sus empleadores. Pero, en la mayoría de
los casos, los elementos que los investigadores sitúan objetivamente
como los más importantes (el salario, la exigüidad de la habitación
de servicio en un departamento a veces gigantesco o la exigencia de
una disponibilidad permanente) se ubican bastante detrás de otros
en los discursos de las empleadas: la humillación, la falta de respeto
de la palabra comprometida y la indiferencia, por mencionar algu-
nas. Dichas empleadas no quieren cambiar el mundo, ni siquiera
modificar su condición de domésticas. A menudo, no reivindican ni
siquiera la aplicación de las leyes que supuestamente las protegen.
En efecto, frecuentemente solicitan a la patrona que no complete y
firme el carnet de trabajo, para no ensuciarlo, como se dice en por-
tugués. Eso haría más difícil la búsqueda de otro empleo. Pero eso
no impide que ellas tengan una idea bastante precisa de lo que debe
ser una buena patrona. [...] Se puede calificar esta actitud de irracio-
nal, pero eso no hace avanzar el análisis; se puede también pensar
que, en los conflictos entre racionalidades diversas que esgrimen
las empleadas domésticas, no es siempre (ni con mayor frecuen-
cia) una racionalidad de tipo económico/utilitarista la que triunfa”
(2003: 807).
Desde la propuesta que venimos trabajando, este comportamiento recupera senti-
do al considerar la economía de estas prácticas que aparentan ser antieconómicas
desde la mirada utilitaria. Es decir rompiendo con la visión teórica, siempre exter-
na, para intentar comprender la implicación en el juego del vínculo. Desde el lado
de las trabajadoras, este “juego” resuelve urgencias de la vida práctica, a través de
estos acuerdos informales reproducen su vida y la de sus propios hogares, crían a
Las trabajadoras del empleo doméstico... 313

sus hijos, “se retiran” antes del horario pactado para llevarlos al colegio o hacerlos
atender en caso de enfermedad, acceden a permisos para sostener la escolaridad
propia o de los miembros de sus familias o simplemente se sienten reconocidas
como personas. La resolución de estas urgencias no significa sin embargo un cál-
culo racional, utilitarista, simplemente el juego “funciona” porque se encuentran
implicadas en él.
En esta óptica, la formalización de las relaciones, su encuadramiento bajo
las reglas del derecho, podríamos considerar que suponen una ruptura del juego
que siempre han jugado, y un cambio de juego: de la “deuda moral” al “derecho”.
Requiere romper con lo que Bourdieu llama el “tabú de la explicitación” (1997:
159). La explicitación del contrato supone el reconocimiento “abierto” de que
estas relaciones “afectivizadas” se fundamentan en una relación económica y de
explotación. Mientras esto no ocurre su verdad no es expuesta. Como señala una
de las entrevistadas:
“–Y jubilación le aportaban? –Y no porque, eso siempre, lo (pausa)
nunca lo hablamos (pausa) porque no, como les digo yo, estoy muy
agradecida de ellos”.
O como señala otra trabajadora:
“Me dijo que me iba a blanquear, luego se separó, tiene cuatro hijos
y se hace muy difícil y nunca más se habló”.
Sin embargo, las autoconstricciones que funcionan en el plano de lo público, im-
puestas por la dinámica de las relaciones personalizadas, no debe llevarnos a sub-
estimar otras acciones que juegan en los grises de estas formas de relacionarse.
Así, sin dejar de participar en el juego, algunas trabajadoras buscan activamente
información sobre las condiciones que les corresponden según las regulaciones la-
borales: escalas salariales, días de licencia por maternidad, responsabilidad sobre
los aportes jubilatorios, etc. En algunos casos esto no debe ser “expuesto” ante sus
patrones: “para ellos yo no sé nada”.

Los abusivos
Para Brites (2003) las relaciones de jerarquía y reciprocidad que tienen lugar en el
empleo doméstico, permiten procesos de distribución, en los que opera el recono-
cimiento de las diferencias sociales. En estos intercambios, la jerarquía se acepta
como “dada” pero, a través de la circulación de “generosidades”, los patrones
desenvuelven acciones ante la desigualdad. Estas formas de tramitar la distan-
cia entre empleadas y empleadoras no ocurren en todas las relaciones laborales.
Las trabajadoras se encargan de buscar activamente, según sus palabras: “buenos
patrones”, “jefes no abusivos” y “accesibles”; que basen el vínculo en estos prin-
cipios de respeto, comprensión y ayuda mutua (Borgeaud-Garciandía y Lautier,
314 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

2014). Encontrar este tipo de jefes, otorga tranquilidad, sentimiento al que refieren
las entrevistadas, como señala una de ellas:
“nunca me han descontado el día, o me han hecho devolver las horas
de trabajo [...] no no, nunca me dijeron nada, por eso es que sigo en
este trabajo porque son jefes que siempre han sabido entenderme,
porque yo soy sola [...] hay gente que es tolerante que es buena y
otra que no, ahora me siento bien, tranquila [...] no y hay otra que
bueno era mala, jefes muy abusivos, [...] no te daban permiso, por
eso depende de cada jefe que te toca. Trabajé desde los doce hasta
ahora y sí, te toca…pasas por muchas cosas y ves muchas cosas.
Pero estos jefes son tranquilos”.
Como afirma esta trabajadora, encontramos un conjunto de relaciones en las que
la dinámica de los intercambios mutuos no funciona o es negada por los propios
patrones/señoras. En esos casos, el lenguaje para juzgar las relaciones de empleo,
remite también a la lógica afectiva, a un sentimiento de ingratitud o humillación.
Así una mujer de setenta y tres años, recientemente despedida, con treinta años de
“servicio” para una misma familia, reprocha a sus empleadores: “Tantos años llo-
rar por la familia, no tenían ni el domicilio [...] nunca me preguntaron ni la edad”.
Como describe la trabajadora a la que nos referimos recientemente, una de
las situaciones en que se expresan estas formas de invisibilización es en los mo-
mentos de festejos, cuando son ellas las que “sirven” pero no participan de la mesa
conjunta. En relación a uno de sus últimos días de trabajo, a poco tiempo de ser
despedida, mientras se festejaba el cumpleaños de su patrona, dice: “yo me hice
un té con pan, en la cocina, como siempre me hago”.
Las comidas diferenciales, o la falta de distribución de alimentos, es uno de
los escenarios señalados como “intolerable”:
“no poder consumir más que agua caliente en la casa [...] hacer la
comida y no poder comer, tener que llevarse el propio almuerzo”.
“yo le tenía que cortar chiquito el lomo al perro [...] Ellos comen co-
mida, postre, todo y yo me tenía que hacer unos fideos o un arroz”.
Estas acciones quebrantan el intercambio y el juego de interdependencias se reem-
plaza por un tipo de relación que, no solo consagra las diferencias y jerarquías so-
ciales, sino sobre todo inferioriza y cosifica de forma abierta al otro. Se transmite
desprecio al ignorarlo. Las formas en que se expresan estos modos de vinculación
serviles, son múltiples. Una de las formas más comunes de indiferencia se realiza
cuando se niega la posibilidad a las trabajadoras de existir como seres “sintientes”.
Son frecuentes los casos en los que se les pide que asistan a sus lugares de trabajo,
aun cuando cuenten con certificado médico que avale sus dolencias. En algunos
casos pueden ser accidentes claramente visibles como quebraduras de huesos e
Las trabajadoras del empleo doméstico... 315

incluso sobrevenidas en el mismo espacio de trabajo; en algunas situaciones, por


este motivo, reciben avisos de despido o advertencias. Lo que también sucede
en caso de maternidad. Como marca una empleada: “estoy embarazada, estoy en
blanco, y yo le dije que voy a trabajar hasta que pueda y ella me dice que solo me
puede tener hasta octubre. Yo le dije que no quiero renunciar que quiero seguir
trabajando”.
Otra de las trabajadoras, con una fractura de coxis producto de un accidente
laboral, señala: “no me va a dar nuevamente licencia, porque ellos piensan que yo
estoy inventando [...] yo no voy a tener una empleada enferma dice ella [refiere a
la empleadora] pero yo le digo a ella, yo también siento dolor, siento todo, no soy
un animal, no soy una piedra [...] Ella dice si vos haces algo te quedas sin trabajo”.
La falta de comprensión, respeto, o reconocimiento por parte de los emplea-
dores, dan cuenta que el juego no funciona. Cuando, como señala una empleada,
“ya no se puede dialogar”. Esta circunstancia, habilita, al menos, dos tipos de
acciones. En ciertas situaciones, legitima el acceso a las instancias formales de
denuncia, aunque en muchos casos esto sucede con temor, bajo el supuesto que
sus patrones tienen “contactos” o como señala una de las entrevistadas: “a otra
compañera le paso lo mismo, [refiere al despido sin causa] la acusaron de robo de
computadoras”.
A diferencia de lo que presupone la noción de contrato, que prescribe una
igualdad formal entre sujetos en posiciones altamente diferenciales; las condicio-
nes de posibilidad de cumplimiento de la ley, así como de hacer valer los derechos,
no son iguales para ambas partes. Esto complejiza las miradas más optimistas en
torno a la integración de estas trabajadoras en el régimen contractual y en cuanto a
las ventajas que conlleva esta nueva forma de relación, sobre todo si se analiza la
cuestión en términos de relaciones de dominación más amplias. Las trabajadoras
saben, que no están en la misma situación para pelear en el espacio del derecho.
Otra posibilidad considerada por las trabajadoras consiste en dejar el traba-
jo y buscar la buena relación laboral y afectiva. Como ejemplo una entrevistada
señala:
“por ahí te sentís mal, que hagas una cosa y te digan que no está
bien. O que se yo, no sé, por ahí sí, te sentías mal, o que veas que
alguien se quiera pasar de listo con vos porque vos vas a trabajar ahí
porque necesitas la plata. Yo siempre he dejado, nunca dejé que se
pasaran pero, depende de la gente. Hay gente que es tolerante que es
buena y otra que no, ahora me siento bien, tranquila”.
Relatos como estos, van acompañados de fuertes sentimientos, de angustia, llanto,
vergüenza. Estas expresiones de sentimientos dan cuenta de lo inadecuado de las
interpretaciones utilitaristas. Las inversiones en ese vínculo son múltiples, y en
ellas se juega el reconocimiento de la “dignidad” de las trabajadoras y de las mu-
jeres que encarnan esos vínculos.
316 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Notas finales
Profundizando minuciosamente en el contenido de estos vínculos se abre un ca-
mino para dar respuesta a la preocupación sociológica por la persistencia de la
“informalidad” en el trabajo doméstico remunerado, aun cuando la legislación
sea modificada. Incorporar la problemática del “don” y de las relaciones de do-
minación permite ver la ambigüedad de los intercambios por medio de los cuales
se ejercen estas formas “elementales” de dominación pero también a través de
las cuales los actores hacen apuestas para sacar el mejor provecho de situaciones
altamente desfavorables.
La visión externa de la sociología del trabajo ha puesto el foco en el incum-
plimiento de las normativas como si el comportamiento de los actores debiera
ajustarse de “por si” a las reglas del contrato, perdiendo de vista las “buenas ra-
zones” que los actores tienen, para no ajustarse necesariamente a ellas. La cate-
goría dicotómica informalidad-formalidad puede tener el efecto de ocultarnos, en
muchos casos, los esfuerzos de estas trabajadoras por mejorar la calidad de sus
vidas y la de sus vínculos laborales, aunque el resultado final no sea la formaliza-
ción de sus contratos. La voluntad de ser comprendidas o reconocidas como parte
de la familia o al menos encontrar un trato cordial cobra racionalidad al fijar la
atención en lo que las trabajadoras “sacan” de esos vínculos y en los procesos de
configuración de los mismos. Considerar la “economía” de estas prácticas “antie-
conómicas” en todo caso permite redimensionar la valoración que ellas otorgan a
los lazos afectivizados. Las “ganancias” pueden no coincidir con lo que ha sido
fundamental para una mirada entrenada en registrar las condiciones formales del
trabajo. Incluso pueden limitar el cumplimiento de las escalas salariales, la jornada
máxima estipulada o el acceso a la cobertura jubilatoria. Sin embargo, enmarca-
dos en profundas desigualdades estos intercambios “generosos” entre empleadas y
empleadores, permiten acceder a otras condiciones laborales más inmediatas pero
fundamentales para la resolución de la vida cotidiana y el reconocimiento de su
dignidad. En ese sentido, desde la mirada de las trabajadoras, las relaciones con
los empleadores pierden en legitimidad cuando los vínculos no responden a este
modelo personalizado.
Este conjunto de discusiones simplemente constituye un punto de partida
desde donde comenzar a generar nuevas preguntas. Así, el camino que abren las
recientes reglamentaciones en relación al trabajo doméstico remunerado, que tie-
nen su expresión en el año 2013 con el “Régimen especial de contrato de trabajo
para el personal de casas particulares” (Ley 26844), supone un “avance” en cuanto
se toma el término en su justa medida. Posibilita su reconocimiento como traba-
jadoras, aumenta los niveles de protección, y habilita el acceso ante la justicia en
caso que no sea respetado (Sigaud, 1996). Sin embargo, no se “avanza” de forma
lineal desde la “informalidad” hacia un estado de “formalidad”, por el contrario,
involucra una ruptura con un mapa de significaciones y valoraciones sociales y de-
Las trabajadoras del empleo doméstico... 317

pende de las condiciones sociales específicas en las que se dan esas interacciones.
Finalmente, si se toma “en serio lo que los actores tienen para decir”, la valoración
de los vínculos personalizados nos lleva a sospechar posibles límites en cuanto a
lo que la registración contractual tiene para ofrecer a las trabajadoras.
III-4 El Consejo Indígena Kolla de Iruya,
entre políticas sociales “inclusivas” y prácticas del
“trabajo a pulmón”
Paula Milana

L
Introducción
as políticas sociales desplegadas durante la última década en nuestro país,
se declaran “inclusivas” y definen esta inclusión a través de una herramien-
ta primordial: el “trabajo”. Dicha inclusión, sin embargo, revela una mirada
centralizada que se proyecta en los contextos diversos de nuestro país, anclándose
en una dimensión hegemónica del “trabajo”: el trabajo como factor productivo y la
promoción de la “cultura del trabajo”. Esta tendencia se hace visible no sólo en el
andamio de las políticas sociales en general sino también en las teorizaciones clá-
sicas sobre el trabajo que, atravesadas por la mirada del sistema capitalista, identi-
fican el trabajo únicamente como una actividad productiva generadora de ingresos
monetarios. En nuestra indagación conceptual, planteamos que dicha dimensión
forma parte de las nociones externas del trabajo, a través de las cuales se intenta
construir una determinada categoría del sujeto y de la subjetividad.1
En tanto aparecen en los entramados discursivos de las políticas sociales,
las nociones externas del trabajo conforman relaciones de gobierno, entendiendo
“gobierno” como la forma en que se conduce o se pretende conducir la conducta
(Foucault, 2007 [1978-1979]). Dichas relaciones, al mismo tiempo, se tejen en
diálogo con otras prácticas y saberes locales que actualizan o resignifican dichas
nociones externas. En esta dirección señalamos la existencia de tipos y modos de
trabajo “otros”, con miras a pensarlo como impregnado de lógicas y prácticas que,
con sentidos más o menos liberadores, más o menos dignificantes, se atan a formas
específicas de producción de la vida.2 A este campo de saber/hacer nos referimos
como nociones internas del trabajo.

1 En el sentido que Shore describe, sobre cómo “las personas son categorizadas, clasificadas y regu-
ladas por procesos de política pública sobre los cuales tienen poco control o de los cuales son poco
conscientes. Las políticas no simplemente asignan identidades particulares a individuos y grupos
específicos; construyen activamente esas identidades” (2010: 36). El autor basa esta afirmación
recurriendo a la literatura sobre la “gubernamentalidad” que muestra que “el gobierno moderno
se apoya cada vez más en “técnicas del yo”; esto es, en tecnologías y métodos que implantan las
normas y las prácticas por medio de las cuales los individuos se gobernarán y administrarán a sí
mismos” (2010: 32).
2 Entendemos por “producción de la vida” aquellas estrategias y prácticas variadas mediante las que
se lleva a cabo el sustento vital, cuyas necesidades son definidas culturalmente (Polanyi, 1974).
Estas actividades dejan su impronta en las construcciones identitarias así como en la valoración
del territorio y atraviesan, además, las nociones del “trabajo”.
320 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Analíticamente, nos interesa dialogar con estas nociones del trabajo externas
e internas con el fin de entender la forma en que se dan las relaciones de gobierno:
no sólo a partir de la exploración del mundo de las políticas (ocupada de indagar
sobre actores formuladores, diseños de intervención, enunciaciones discursivas y
categorías técnicas) sino también de las prácticas específicas de las llamadas por
Shore “comunidades objeto” (Shore, 2010). Esta propuesta de análisis nos permite
compartir con Foucault la idea de que el ejercicio de poder se realiza como un
“juego estratégico entre libertades” al nivel de prácticas del hacer, del decir y del
pensar (Foucault, 2001: 422).
En la misma dirección, acordamos con los estudios de políticas sociales
que las entienden en tanto campo de fuerza, discursivo y cultural (Álvarez Le-
guizamón, 2008) y como formas de gobierno (Giavedoni, 2012; Paulizzi, 2012).
Retomamos ciertas nociones de corte foucaultiano para abordar la forma en que
se tejen relaciones de gobierno, en especial mediante políticas sociales que han
dispuesto categorías y lógicas del “trabajo” durante la última década. Estas herra-
mientas conceptuales nos invitan a realizar una suerte de ejercicio de “genealogía”
(Foucault, 1992) sobre las particularidades y singularidades de los procesos que
pretendemos analizar.
En este caso, los lugares de la etnografía se agrupan en torno al Departamento
de Iruya, en el noroeste salteño. Los modos de vida iruyanos se entrelazan con
diferentes culturas de grupos étnicos que han habitado la geografía de Iruya y
alrededores, a través de prácticas y saberes diversos, en el marco de una economía
de subsistencia.3 Estos grupos se reconocen y reivindican a sí mismos actualmente
en su dimensión identitaria como kollas.
A partir de esta especificidad, donde el análisis no puede ser separado del
conjunto de experiencias vividas en el “campo” en tanto instancia etnográfica y
reflexiva, el presente artículo recorre tres tramos de camino en el estudio de las
políticas sociales y el trabajo. En primer lugar, abrimos un panorama general sobre
la enunciación de las políticas sociales “inclusivas” vinculadas específicamente
con el trabajo y la forma en que operan desde 2003 en nuestro país. En segunda
instancia, delineamos un contexto histórico general de Iruya, para luego volver
al presente y analizar posibles reconfiguraciones de políticas sociales en el De-
partamento de Iruya, Provincia de Salta, intentando esbozar una aproximación
genealógica.4 El marco de referencia es el Consejo Indígena Kolla de Iruya, orga-

3 Entendiendo ésta como una categoría de las ciencias sociales en su esfuerzo de comprender formas
de vivir distintas a la forma capitalista; consumen parte de lo producido y se desenvuelven a través
de complejas estrategias de intercambio y reciprocidad (Polanyi, 1994), usos de la tierra, formas
de acceso monetario y trabajo doméstico (Meillasoux, 1987).
4 Adoptar una mirada genealógica significa, en el pensamiento de Foucault preguntarse por las
condiciones de surgimiento de dispositivos, conceptos o diagnósticos: cuando ellos se vuelven
visibles (Grondona, 2011). La genealogía mira los detalles azarosos de irónicos comienzos, in-
corporando a la historia que “con sus debilidades, sus furores secretos, sus grandes agitaciones
Consejo Indígena Kolla de Iruya 321

nización conformada en 2003 y actual representante de veintitrés comunidades de


Iruya. Finalmente nos volcamos a indagar las particularidades de la organización
en torno a los sentidos del trabajo, teniendo en cuenta la noción nativa del “trabajo
a pulmón”.
Estos tres tramos serán explicitados en las siguientes páginas con el fin de
situar el accionar de las políticas sociales en un campo social acotado, así como
en un contexto de demandas de organizaciones indígenas. Entendemos que estas
demandas no sólo expresan la expectativa y el conocimiento por derechos que los
afectan, como se verá más adelante, sino que reflejan un nuevo momento de dis-
cusión sobre las formas de llevarlas a cabo. Esto significa, siguiendo a Pacheco de
Oliveira, “una relativa maduración de sus formas de actuación política (en la cual
se incluye no sólo su efectiva capacidad de movilización, sino también el estable-
cimiento de apoyos y alianzas)” (Pacheco de Oliveira, 2006: 31).

Una aproximación al “trabajo” y a las políticas sociales


Marco teórico metodológico
En este apartado resumimos nuestra manera de aproximarnos al “trabajo” y defi-
nimos las políticas sociales, desde una perspectiva antropológica, recurriendo a la
diferenciación analítica entre nociones internas y externas del “trabajo”.
Reflexionar sobre el “trabajo” implica asumir que no se trata de un concepto
neutral. Las definiciones contenidas en los conceptos y las categorías son producto
de una lucha entre grupos, generaciones e instituciones (Lenoir, 1993). De igual
forma, las categorías del “trabajo” forman parte de un proceso de “construcción
social de la realidad”, el cual podemos abordar a partir del estudio de cómo se
construyen los problemas sociales, los sujetos y saberes vinculados a esta temáti-
ca. La crítica se posibilita no sólo al estudiar las diversas formas de institucionali-
zación de “lo social”,5 sino también a través de la puesta en juego de un ejercicio
analítico de reconstrucción de prácticas y procesos singulares.
En esta dirección, a través de la etnografía, la antropología habilita la cons-
trucción de conocimiento situado, buscando resaltar la singularidad y lo específico
de las prácticas. Ciertamente, puede destacarse como aporte de la antropología el
esfuerzo de descentramiento con respecto a los clásicos modelos hegemónicos en
torno del “trabajo”, que lo conciben como actividad productiva y maximizante,

febriles y sus síncopes, es el cuerpo mismo del devenir” (Foucault, 1992 [1976]:10).
5 Construir un objeto de investigación dentro de este campo supone revisar la forma en que se
construyen los problemas sociales, políticas sociales, así como la “cuestión social” (Castel, 1997).
La cuestión social contiene la pregunta fundamental de las Ciencias Sociales sobre la forma en
que las sociedades buscan y/o resuelven la cohesión social, que no sólo resulta de la tensión entre
la igualdad jurídica y la desigualdad social, sino de la manera en que las vinculaciones jurídico-
sociales y las desigualdades se realizan, siempre en transformación permanente debido a las luchas
sociales.
322 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

ante todo.6 Entendemos que esta concepción proviene de una cosmovisión en la


que “se distingue al trabajo de otras actividades y se delimita con una fisonomía
propia, indistinguible en cualquier época precedente” (Rieznik, 2001: 7).
En contraste con una concepción única del “trabajo”, consideramos que sus
caras son múltiples y contradictorias. Diversas nociones, en tanto ideas que se
tienen sobre el trabajo, se asocian o se alejan de sus significaciones hegemónicas,
tornándolo un espacio de disputa. Defendemos la importancia de abordar las for-
mas en que los grupos negocian con esas adjudicaciones externas, afirmándolas o
desplazándolas, en un proceso continuo de construcción de subjetividades e iden-
tidades.7
Del mismo modo, en esta propuesta nos interesa poner el foco en las polí-
ticas sociales que recurren al trabajo, en su construcción discursiva y aplicación
práctica. Al respecto, entendemos las políticas sociales como prácticas y lógicas
de gobierno, que además conforman un campo cultural: “donde se construyen
identidades y en el que se naturaliza lo social, se construyen discursos de la igual-
dad y la diferencia estableciendo jerarquías sociales” (Álvarez Leguizamón, 2008:
19). Recuperamos la noción de “gobierno” de cuño foucaultiano, entendido como
“la manera cómo se conduce la conducta de los hombres” (Foucault, 2007 [1978-
1979]: 192). La cuestión del gobierno es pensada a modo de guía, de “grilla para
el análisis de las relaciones de poder en general”, poder cuyo ejercicio remite a un
“juego estratégico entre libertades” al nivel de prácticas del hacer/decir/pensar de
los sujetos (Foucault, 2001: 422).
Desde esta perspectiva de análisis, las políticas sociales expresan “estilos o
artes de gobernar sobre ciertas poblaciones, las que se materializan en comple-
jas tecnologías, dispositivos y sistemas de enunciados” (Álvarez Leguizamón,
2008a: 4, énfasis propio). Asimismo, en la apuesta por una antropología que cons-
truye analíticamente ciertas categorías y las remodifica de acuerdo a las vivencias
del campo etnográfico, planteamos que ciertas nociones deben ser tomadas como
herramientas claves, como las tecnologías de gobierno, las racionalidades políti-
cas y los dispositivos de gobierno.

6 El “trabajo” ha sido fuente de las primeras y constantes problematizaciones en el campo de las


políticas sociales en particular, al igual que en las Ciencias Sociales en general. Ocupa un lugar
central en la conformación de la Economía Política y de la Sociología moderna (Rieznik, 2001).
7 Las representaciones del trabajo, en los individuos y grupos, se hallan íntimamente vinculadas con
la participación de éstos en la continuidad y transformación de la propia producción y reproduc-
ción de la vida. En este sentido, mientras una de las dimensiones de la subjetividad opera a través
de la objetivación de los individuos, otra refiere a las maneras en que los individuos escapan a
dicha objetivación, a través de su agencia, sus tácticas, su trayectoria y su definición frente a los
demás. Esto puede ejemplificarse en el campo de las políticas sociales y en “el papel que juegan
los agentes sociales, en particular los beneficiarios/solicitantes en la elaboración de formas de
presentación legitimadoras del mérito” (Franzé Mudano, 2013: 17).
Consejo Indígena Kolla de Iruya 323

En primera instancia, las “tecnologías de gobierno” pueden entenderse como


mecanismos prácticos y en apariencia poco importantes (Giavedoni, 2012). En
este sentido, tienen que ver con la dimensión estratégica de las prácticas, es decir,
con la forma en que determinadas prácticas operan en un cierto entramado de po-
der (Castro Gómez, 2010: 35).
Esta dimensión estratégica es la que pone en relación constante las tecnolo-
gías y las racionalidades políticas, entendiendo que la estrategia es el “sentido y
la dirección dada a las tecnologías de gobierno” y por lo tanto “lo que conduce las
tecnologías puestas en funcionamiento en función de determinadas racionalidades
y en determinadas direcciones” (Giavedoni, 2012: 121). Siguiendo a Giavedoni, la
“racionalidad política” es una herramienta que permite delimitar el marco discur-
sivo dentro del cual se torna pensable la actividad de gobierno.8 De esta manera,
la racionalidad política aparece como “la codificación realizada post-factum de un
cúmulo de medidas administrativas, económicas, sociales, educativas, entre otras”
(Paulizzi, 2012: s/p).
Finalmente, lo que permite relacionar el conjunto de prácticas y mecanismos
de gobierno, es el “dispositivo”. Éste refiere, en Foucault, a un “conjunto hetero-
géneo” que reúne desde disposiciones espaciales hasta medidas, discursos y leyes
(Foucault, 1991 [1977]: 231).9 Recurrimos al uso del dispositivo para hablar, de
modo simple y general, sobre construcciones heterogéneas que articulan prácti-
cas de gobierno dirigidas a grupos sociales señalados como “excluidos”, “vul-
nerables”, “beneficiarios” o, más recientemente “sujetos de derecho” (Ministerio
de Desarrollo Social, en adelante MDS, 2011, Tomos I y II). Particularmente, el
dispositivo de la “Economía Social y Solidaria” nos permite abordar el campo de
las políticas sociales y su ingerencia en estos grupos, pues es a través de dicho
dispositivo, siguiendo a Paulizzi, que se realiza la “sujeción” a nivel territorial o
local, promoviendo que los individuos se encarguen, al mismo tiempo, de entrar
en el mercado del capital (como productores y consumidores) como de sostener
sus propias iniciativas de trabajo (Paulizzi, 2012: s/p).
En esta dirección, nos interesa recuperar la cuestión del “trabajo”. En primer
lugar, analizando las maneras en que, a través de ciertas relaciones de gobierno,
se pretende construir subjetividad/es trabajadora/s: lo que llamaremos nociones
externas del trabajo. Las nociones externas aparecen recurrentemente en el en-
tramado discursivo de las políticas sociales y se materializan a través de planes
y programas sociales de intervención, asociándose con una problematización del

8 Abordarla implica entender el campo discursivo en el que se conceptualizan relaciones de poder y


se construye conocimiento vinculado a determinados fenómenos sociales.
9 Foucault define el dispositivo como “un conjunto decididamente heterogéneo, que comprende dis-
cursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas ad-
ministrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas” (Foucault,
1991 [1977]: 231) que tienen una problematización común.
324 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

trabajo entendido en tanto trabajo asalariado y registrado. Nociones que pueden


agruparse dentro de lo que se reivindica desde el gobierno actual como “cultura
del trabajo”. Ésta es una construcción histórica que muestra al trabajo como una
situación humana y normal, bajo dos premisas implícitas: (1) las personas poseen
una capacidad de trabajo que pueden vender a cambio de dinero, para poder vivir
y (2) el trabajo que se vende y se compra, es el que tiene valor (reconocido por la
sociedad), y que consagra la “ética del trabajo” (Bauman, 2003 [Perelman, 2010:
12]). El análisis en torno de estas nociones, implica priorizar una perspectiva de
espacio intervenido a través de prácticas de gobierno.
En segundo lugar, la cuestión del trabajo conlleva la búsqueda de visiones
“otras”, singulares, que implican diversas formas en que los sujetos construyen
su concepción del trabajo y su manera de trabajar. Las llamaremos nociones in-
ternas del trabajo. Éstas son resguardadas por sus hacedores como “trabajo” en
la producción del espacio e involucran dimensiones nativas, locales e identitarias,
que se vinculan a la reproducción de la vida cotidiana. Estas visiones diversas nos
llevan a enfocar en la idea de espacio producido, no sólo vinculado a prácticas de
resistencia sino a las que contribuyen a recrear prácticas de gobierno, transfor-
mándolas.10
En nuestro estudio de caso etnográfico, entender el trabajo como un espacio
condensado de prácticas y discursos heterogéneos nos permite delimitar las no-
ciones externas e internas del trabajo y analizar la cuestión del trabajo particulari-
zando en las prácticas locales del Consejo Indígena Kolla de Iruya (CIKDI) en el
Departamento Iruya, Provincia de Salta. Resaltamos el “trabajo a pulmón” como
noción interna del trabajo, categoría nativa hallada en el trabajo de campo, refe-
rente de la experiencia constructora del espacio hoy re-apropiado como “territorio
kolla” por parte de los miembros de las comunidades que se agrupan en torno a
organizaciones territoriales como el CIKDI.
En este ámbito, las nociones externas e internas del trabajo son interpeladas
entre sí continuamente y permiten diferenciar un “adentro” y un “afuera” de la
organización, pero sólo visible al fin analítico, ya que se trata de un complejo
proceso heterogéneo y relacional de construcción política. Desde esta perspectiva,
lo que interesa indagar es la forma en que los sujetos (miembros de la organiza-
ción) son construidos a través de nociones externas y tecnologías de gobierno para
advenir sujetos “portadores de derecho” o “productivos”, y la forma en que ellos
se resisten a ser gobernados de ese modo, evidenciándolo en diversas prácticas
que producen el espacio y “territorio kolla”, des-subjetivándose (discutiendo esas
categorías de nominación). Por tanto, lo que pretendemos es marcar una especie

10 La expresión “producción del espacio” proviene de Henri Lefebvre (2013 [1974]) y con ella hace-
mos referencia a una de las dimensiones de las prácticas espaciales, las cuales no sólo implican la
apropiación del espacio (su uso) sino, además una producción del espacio (la creación de nuevos
sistemas y configuraciones espaciales).
Consejo Indígena Kolla de Iruya 325

de entrecruce o contrapunto analítico entre las categorías técnicas encontradas y


lo que se resignifica a nivel local, manteniendo el supuesto de que las prácticas
locales no pueden ser comprendidas sin tener en cuenta un campo mayor y abierto
de relaciones estratégicas entre libertades, desde una puesta en juego constante de
prácticas de resistencia y lucha. Para ello se requiere no sólo indagar en las lógicas
singulares de producción de la vida en Iruya y su defensa por parte del Consejo
Kolla, es necesario también tener en cuenta los diseños y aplicaciones de políticas,
programas y proyectos relevantes en el espacio iruyano, desde este abordaje de las
políticas sociales y desde una perspectiva genealógica.
Así también, retomar las políticas sociales en tanto objeto de investigación
etnográfica, implica revisar y contextualizar tanto los “modos de acción” eviden-
ciados al momento de aplicarlas como los campos puestos en tensión a partir de
las prácticas cotidianas en que estas relaciones de poder ocurren y van mutando
(Franzé Mudano, 2013: 14). Es decir, se trata de interrogar sobre las reconfigu-
raciones que adquieren las políticas en su aplicación y los detalles del espacio
local, las nociones sobre sujetos trabajadores que se pretenden construir y las des-
sujeciones operadas en tanto juegos de resistencia.
En el apartado siguiente, realizamos una aproximación al planteo guberna-
mental de las políticas sociales en el período 2003-2013, iniciadas con la presi-
dencia de Néstor Kirchner y continuadas por Cristina Fernández desde 2007 hasta
el presente en nuestro país. Nos interesa marcar las connotaciones que adquiere
el “trabajo” en estas formulaciones y sus implicancias con respecto al dispositivo
de la “Economía Social y Solidaria” y a la noción de “inclusión” presentes en el
actual gobierno nacional.

Políticas sociales “inclusivas” en Argentina (2003-2013)


“El Gobierno nacional optó por un modelo de país diferente, ligado
a la cultura del trabajo y de la producción […]. Esta opción permitió
construir un estado nacional reparador de las desigualdades sociales
en un trabajo permanente de inclusión” (MDS, 2010: 39).
En un contexto de crisis de relatos políticos vinculados al individualismo y “an-
tiestatismo” de las últimas décadas del siglo XX, en mayo de 2003 asume la pre-
sidencia Néstor Kirchner. A partir de allí se enraíza en Argentina el llamado “Pro-
yecto Nacional y Popular” que, evocando un peronismo tradicional, reivindica el
“trabajo” como una “actividad básica humana” y necesaria, en el cuadro de una
postura nacionalista y neodesarrollista que toma distancia de las utopías eurocen-
tradas del “fin del trabajo”. En contraposición, este proyecto propone la “recupera-
ción política, social y económica del país de la mano de un Estado activo, presente
y promotor del desarrollo con equidad social”.11

11 [En línea] http://www.desarrollosocial.gov.ar/ArgentinaTrabaja/ [consulta: abril de 2014].


326 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Las políticas sociales de esta etapa se distancian de aquellas “mitigadoras”,


encarnadas en programas focalizados, de fines compensatorios o de disminución
de riesgos, asumiendo una “reconstrucción” de la idea de “progreso” mediante la
educación y el trabajo e insistiendo en la vuelta a un acuerdo “solidario intergene-
racional” roto por el momento neoliberal, el cual habría cambiado “la lógica de la
movilidad por la del atraso y la dependencia, […] en políticas favorecedoras del
desempleo estructural y el descenso cualitativo de la educación pública” (MDS,
2010: 72, Tomo I).12
El gobierno estatal del cual estas políticas forman parte, se enuncia a sí mis-
mo en el marco de la “Economía Social y Solidaria”, también llamada “Econo-
mía Popular”, la cual pretende ir más allá del objetivo inmediato de generación
de ingresos y del empleo de “alguna fuerza de trabajo asalariado” y constituirse
como el marco de “reproducción ampliada” de la vida (MDS, 2010: 36, Tomo II).
La “economía social y solidaria” es conebida como un conjunto de mecanismos
destinados a regular la re-incorporación de los sujetos individuales y colectivos a
la economía de mercado, alejándose de la llamada “economía informal” para acer-
carse a la economía formal y registrada del trabajo. Se promueve que los mismos
sujetos se encarguen “de construir sus iniciativas de trabajo, así como de soste-
nerlas, mientras que, paradójicamente, continúan vinculándose como productores/
consumidores, en el mercado del capital” (Paulizzi, 2012:s/p).
A partir de aquí podemos afirmar que la economía social conforma un dis-
positivo en las relaciones de gobierno, en concordancia con políticas sociales di-
rigidas al gobierno de las poblaciones pobres: desocupados, mujeres, indígenas,
etc. (Paulizzi, 2012: 5). Siguiendo a Paulizzi, este dispositivo opera dentro de un
“entramado de una red de saber-poder” acorde a la teoría de capital humano. Ésta
es recogida por el Discurso de Desarrollo Humano, llevado adelante por la Organi-
zación de Naciones Unidas (ONU). Este discurso, dirigido a personas “excluidas”
y en condiciones de una “alta vulnerabilidad social” (MDS, 2010, Tomo II), se liga
con el dispositivo de la economía social a través de los “Objetivos del Milenio”, a
los que adhiere el gobierno nacional.13

12 Esta aseveración pareciera volver a un mito fundacional de la Nación sobre la movilidad social
ascendente: el de los inmigrantes en su llegada a la Argentina. Citando a la presidenta: “esta idea
de progreso que hemos podido reconstruir los argentinos, la estamos haciendo en un modelo de
crecimiento donde además el trabajo vuelve a ser el eje central con todo el impacto que esto tiene
en materia de participación del sector asalariado, en la distribución del ingreso y […] en la distri-
bución de la riqueza” (Cristina Fernández de Kirchner, MDS, 2010: 22, Tomo I).
13 Se trata de una iniciativa llevada adelante por las Naciones Unidas, en la que se fijan 18 metas a
alcanzar en 15 años a partir del año 2000, por ejemplo: erradicación de la pobreza extrema, pro-
moción del trabajo decente, un medio ambiente sostenible y una asociación a nivel global para el
desarrollo (MDS, Tomo II, 2010). Dentro de este paradigma, se defiende el papel de las políticas
sociales en tanto generadoras de respuestas al “desarrollo humano”, concebido como una ligazón
de pautas y principios que consideran a los individuos “protagonistas de su desarrollo” (MDS,
Tomo II, 2010: 30).
Consejo Indígena Kolla de Iruya 327

Por otro lado, si el trabajo aparece -junto a la familia- como el foco principal
de las políticas sociales, o “la mejor política social” (Alicia Kirchner, MDS, 2010:
12, Tomo II), es porque condensa una serie de características que lo constituyen
como un elemento de “integración social”, mecanismo de “desarrollo sustentable”
y objeto de dignidad (MDS, 2010: 11, Tomo II). En esta dirección se enuncia el
“empleo digno” o “trabajo decente” como política de estado, como “antídoto con-
tra la pobreza”, según la presidenta Cristina Kirchner, en especial para llegar a un
“régimen de pleno empleo en la Argentina, con trabajadores en blanco y salarios
dignos” (MDS, 2010: 9, Tomo I). Siguiendo las normativas de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), se defiende una categoría del trabajo en tanto
“trabajo productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, en
el cual los derechos son respetados y cuenta con remuneración adecuada y pro-
tección social” (MDS, 2010: 106, Tomo II).De esta manera, en la construcción de
este modelo singular de gobierno se combinan nociones retomadas del peronismo
tradicional con otras promovidas por organismos internacionales de financiamien-
to e intervención, como los siguientes: ONU, OIT, Banco Mundial (BM), Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), y Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD).
“Nosotros queremos construir el desarrollo humano con identidad
nacional y esto no sale por decreto, esto se construye. […] Que-
remos un desarrollo local que se integre al desarrollo nacional, al
desarrollo provincial y al desarrollo municipal, en una ida y vuelta
con todas las organizaciones de la comunidad” (MDS, 2010: 30,
Tomo II).
La idea de “inclusión social” se construye como el marco de lo que se denomina
abordaje territorial para el desarrollo humano, garantizando los derechos civiles y
sociales, en especial vinculados a la “supervivencia”, la “educación” y el “acceso
laboral” (MDS, 2010: 52, Tomo II).
Esta amplia noción, declarada por los gobiernos democráticos en general
como el marco para la participación efectiva, debe ser definida en base a cuáles
son sus alcances y qué significa la inclusión en un marco estatal. Tal como expre-
san Hintze y Costa, los sentidos que se le atribuyen a la inclusión “son diferentes
según qué abarque estar incluido y, en consecuencia, también lo es la responsabili-
dad del Estado en la generación de la inclusión” (Hintze y Costa, 2011: 162-163).
En nuestro país y en el ámbito político, los sentidos dados a esta palabra
se fueron configurando en relación al problema del desempleo (Perelman, 2010:
18).14 Mientras en los ‘90 esta inclusión era identificada con la asistencia y con

14 La importancia dada a la noción de inclusión y trabajo se entrevé al relacionarla con los últimos
y profundos cambios sucedidos en los ‘80 y ‘90, en el mercado de trabajo y en las estrategias de
los trabajadores a nivel general, contexto en el que se fue delineando el campo de intervención
328 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

planes temporales de ingreso para desempleados, hoy se la relaciona con la obli-


gación del Estado de garantizar derechos, según este discurso la inclusión “se
convierte en el marco de los derechos civiles y sociales y constituye un elemento
clave para la construcción de una sociedad más igualitaria” (MDS, Tomo II, 2010:
53). Entre estos derechos, el trabajo aparece como principal responsable de la
inclusión.
Particularmente, el concepto de “inclusión social” fue apropiado y difundido
a partir de 2003 como el modo de “reconocer en los grupos sociales distintos el
valor que hay en cada diferencia, el respeto a la diversidad, y el reconocimiento de
un tercero vulnerable” con “necesidades específicas” que deben ser saciadas para
que pueda estar en condiciones de igualdad (MDS, 2010: 53, Tomo II). El discurso
de la economía social propone cubrir estas “necesidades específicas” a través de la
conjunción de políticas sociales y económicas para crear “tejido social solidario”,
permitiendo encabezar un plan para facilitar el “acceso al trabajo”. En particular,
fortaleciendo cooperativas, talleres y emprendimientos productivos (Alicia Kirch-
ner, 2010: 12).
Entra en vigencia lo que puede llamarse paradigma de las cooperativas. El
cooperativismo se torna una forma de organización fuertemente promovida por el
gobierno nacional, en tanto procesos de autogestión y fuentes de generación de
trabajo, con “enfoque solidario” y “de formación” dirigido a la construcción de
la ciudadanía y “reparación del tejido social” en los barrios vulnerables (MDS,
2010, Tomo I). El cooperativismo es reivindicado en tanto siembra “los valores de
la economía social: solidaridad, igualdad, compromiso” (MDS, 2010: 12, Tomo
II) y permitiría realizar un doble propósito: (1) la inserción laboral y (2) la cons-
trucción de valores que integran lo social y la economía. De esta manera, las coo-
perativas aparecen como organizaciones de relevancia para el “desarrollo social” y
se promueve su conformación como asociaciones “autónomas” (2010: 24).
Volviendo a los sentidos de la “inclusión”, podemos decir que ellos operaron
a modo de bisagra discursiva entre las políticas sociales de los años ‘90 y las que
se implementan a partir de 2003, poniendo como problema central de las políticas
sociales la situación de “exclusión” de los sujetos del mercado de trabajo y la
urgencia de integrarlos al ámbito de la “economía formal” y al empleo registrado,
considerando que la creación de trabajo será la solución a la pobreza.

El caso: Iruya y el Consejo Indígena Kolla de Iruya


Acorde a la perspectiva antropológica, este estudio intenta esbozarse como un
trabajo sobre “terrenos concretos” (Abelés, 2008) que necesitan de una lente que
capte lo singular, así como de una reconstrucción contextual. Requiere que nos

estatal, de categorización poblacional así como de acciones colectivas, construyendo “socialmente


el problema del desempleo” (Perelman, 2010: 18).
Consejo Indígena Kolla de Iruya 329

preguntemos: ¿de qué manera operan estas políticas en los espacios singulares
de la Argentina, como es Iruya y, en especial, en relación a una organización te-
rritorial indígena como el CIKDI? Para responder estas preguntas será necesario
indagar, primero, en sus procesos históricos.
En este apartado realizaremos un acercamiento geográfico, histórico y social
a Iruya para luego recorrer algunos aspectos de la reconfiguración de las políticas
sociales en dicho territorio, en relación con las prácticas de la organización en
cuestión.15 Nos preguntamos sobre la manera en que el CIKDI se construye como
mediador entre las políticas sociales del Estado y las comunidades, cómo se apro-
pia de dichas políticas y a qué sentidos del trabajo recurre. Al respecto, focaliza-
remos en un sector de políticas sociales volcadas a la “inclusión” que establecen
directa relación con el CIKDI, aquellas desplegadas a través de la Subsecretaría de
Agricultura Familiar, nodo Salta.

Iruya: un acercamiento panorámico


El Departamento de Iruya se ubica en el norte de la provincia de Salta, a 320 km
de su capital. Se accede por la Provincia de Jujuy mediante la Ruta Nacional 9, por
la que se encamina a la localidad de Iturbe (a 25 km de Humahuaca) y luego se
sigue la Ruta Provincial 13 por aproximadamente 40 km. Ocupa 3515 km2. Su ca-
becera municipal, con nombre homónimo, se ubica a los 2780 msnm. Además del
Municipio de Iruya, se compone de otro en las “tierras bajas” (Reboratti, 2009),
llamado Isla de Caña. Limita con los departamentos de Santa Victoria, Orán y el
jujeño Humahuaca.

15 Entendemos que esta reconfiguración se hace visible en tanto las prácticas de gobierno a la vez se
imbrican con la agencia de la organización, es decir, en la medida que las políticas sociales dan
respuesta a las demandas de las comunidades, en especial sobre aspectos vinculados al acceso a
la tierra y el ejercicio de derechos en un marco de reivindicación indígena, como veremos más
adelante.
330 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

Imagen III-4-1
Cómo llegar a Iruya
Consejo Indígena Kolla de Iruya 331

Mientras que la población total del departamento llega a casi 6000 personas, la
del municipio es de 4300 y se concentra principalmente en la cabecera con 1480
personas.16 Además, a lo largo del mapa iruyano se pueden distinguir aproxima-
damente 23 núcleos habitados, llamados en general “comunidades”, “parajes”,
“rodeos” o “sectores”.17 Espacios dinámicos que se constituyen en relación a los
accidentes geográficos y las vicisitudes climáticas (que a veces obligan a trasladar
los asentamientos debido a crecidas del río, aludes de barro, entre otros) así como
en relación a la movilidad de sus habitantes.

Imagen III-4-2
Iruya. Vista geográfica
Fuente: Google earth

16 La información de la población total corresponde al Censo Nacional de la Argentina 2010 y la del


Municipio fue tomada de las Rondas de Atención Primaria de la Salud del año 2012.
17 Los parajes implican poblaciones pequeñas que conforman las comunidades: “hay varias familias.
La gente allá les dice parajes, los parajes que conforman una sola comunidad” (expoblador de San
Pedro, Iruya). Los rodeos serían caseríos dispersos en los cerros a los que se accede en general por
camino de herradura, unidos por una escuela, cuyos habitantes son “principalmente pastajeros o
propietarios con títulos precarios” (Russo de Borelli, 2007). Según Reboratti, “la vieja hacienda
andina ubicaba a sus arrendatarios en los llamados “rodeos”, una subdivisión de fincas que en la
práctica eran divisiones catastrales para la realización de grandes mensuras” (2009: 189). Los
“sectores” implican delimitaciones espaciales que trataron de ser adaptadas a las comunidades
dispersas para el trabajo de los agentes sanitarios, dentro del Programa de Atención Primaria de la
Salud (APS) de 1982.
332 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En este sentido, la movilidad es una característica fundamental en el espacio iru-


yano, como expresa Hocsman “los desplazamientos al interior del Departamento
se realizan a pie o en mula, a través de senderos (en faldas de montaña, quebradas
o lechos de río, según sea verano o invierno) que conectan a los parajes o “comu-
nidades” entre sí o con las cabeceras departamentales” (Hocsman, 2011: 43). Una
voz nativa lo dice de la siguiente manera: “son caminadores, no tienen problema,
la gente de acá no tiene problema, chiquitos y ya se meten al agua, corajudos,
saben”.18 De esta manera, el dinamismo no sólo implica sortear los accidentes
de la naturaleza, sino que las trayectorias vitales implican desplazarse: “No hay
ninguna comunidad que esté estable y el que sea de “esa” comunidad… no, uno
va Rodeo y vos decís hay una familia que la mujer es de ahí y el marido capaz es
de Valle Delgado”.
Los factores de movilidad son variados y complejos. Además de los geográ-
ficos y climáticos, influyen el ciclo escolar, la trashumancia y los trabajos tempo-
rales. Con respecto a los últimos, forman parte de las estrategias de obtención de
sustento monetario desde el siglo pasado y se relacionan con los ingenios azucare-
ros, como se verá más adelante. Otras estrategias de sustento, que proveen acceso
monetario, son los subsidios y programas de asistencia social, asignaciones uni-
versales, pensiones, jubilaciones, así como becas y diversos proyectos y progra-
mas de financiamiento externo de Organizaciones no Gubernamentales (ONGs) y
organismos multilaterales.

18 Pobladora de Pueblo Viejo, Iruya.


Consejo Indígena Kolla de Iruya 333

Imagen III-4-3
Iruya y sus comunidades
Foto propia

Por otro lado, las prácticas de la agricultura y la ganadería de muchas familias


que hoy habitan las comunidades de Iruya se realizan en el marco de la economía
de subsistencia que históricamente las caracterizó, sin embargo, con mutaciones
como iremos viendo. En este contexto, el vínculo de los iruyanos con el medio
natural se entrevé en los relatos que cuentan que gran parte de las prácticas del
trabajo acontecen “a pico y pala”, con “esfuerzo”, produciendo el espacio median-
te la siembra, la cosecha, la cría y el pastoreo de animales, la construcción de las
viviendas, junto al trabajo comunitario y el trueque.19

19 “Y sí, tengo mucho pa’ contar, todo esto ha sido a pico y pala, hasta ahora, que tengo mi bracito
así quebrado pero igual tengo que ir, que las arvejas, que cosechar, que limpiar los campos… y mi
marido también, el está viejito pero me dice “me aburro”, y qué va a hacer en la casa, viene para
almorzar y a tomar el té pero ahí está sacando los yuyos” (Pobladora de Pueblo Viejo, Iruya, 78
años).
334 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

En Iruya, pueden diferenciarse “sectores” más o menos poblados. Aquellos


menos poblados –de 50 a 150 habitantes– son Abra del Sauce, Las Higueras, La
Mesada, San Juan, Porongal, Vizcarra, Sala esculla, Matancillas de San Antonio
y Abra de Araguyoc. En estas comunidades, la presencia del Estado así como de
otras instituciones es menor, en gran parte debido al bajo número de familias y a
su relativo alejamiento del centro municipal, lo cual está relacionado con su difícil
acceso, contribuyendo a dilatar las prácticas de gobierno. Un “técnico idóneo” de
la Subsecretaría de Agricultura Familiar, dirigente comunitario además, expresa
al respecto:
“Iruya geográficamente tiene clima bueno, pero de difícil acceso.
Se aísla totalmente, en la época de lluvia es muy difícil salir por
ejemplo de Higueras a Iruya, porque llueve y por lo general se ar-
man estos volcanes o aludes, que les decimos. Y la forma de acceder
a estas comunidades es por el lecho de río. Si llega uno de esos no
escapás. Entonces. Trasladar por ejemplo un azúcar, un arroz a esas
comunidades implica esfuerzo, mucho esfuerzo, caminar doce ho-
ras […]. Pero cuando uno llega al lugar, decís bueno acá hay todo”
(Poblador de Colanzuli, Iruya, 27 años, miembro del Consejo Indí-
gena Kolla de Iruya).
Los sectores más poblados en general indican una gran comunidad o un conjunto
de parajes, de 200 a 300 habitantes, como Pueblo Viejo, Matancillas del Valle Del-
gado, Colanzulí, Rodeo Colorado, Campo Carreras, Volcán Higueras, San Isidro.
Se caracterizan por una fuerte presencia técnica y proyectos de urbanización y
autoconsumo, llevados adelante por distintos entes, actualmente en coordinación
con el CIKDI. Se dice de estos lugares más poblados que:
“son comunidades que van a crecer mucho […]. Lo puedo decir
porque hay acceso en camino. […] Volcán Higueras en este último
tiempo se están quedando familias que antes se iban. Y tiene una
planificación comunitaria. Colanzulí que bueno, a partir de los ‘80
viene el camino, fines de los ‘70. Y la gente se empezó a quedar,
no con tanto pero se empezó a quedar más, ahí en Iruya era muy
poblado. Aparte tiene luz, tiene transporte ahora también. Colanzulí
también era una comunidad que productivamente hablando llevaba
arveja a lo que es Iturbe a vender. Caminaba cinco horas […]. Has-
ta que lograron tener el camino, siembran más arvejas, más habas,
producen más y venden” (Poblador de Colanzuli, Iruya, miembro
del Consejo Indígena Kolla de Iruya).
Esta fuerte intervención, asociada a una demografía relativamente más estable,
indica que las relaciones de gobierno operan y se profundizan a medida que la
Consejo Indígena Kolla de Iruya 335

población aumenta y se vuelve “productiva”. Asimismo, los dispositivos se vuel-


ven más eficaces en relación a su mejor accesibilidad (accidentes geográficos,
distancia entre la comunidad y el nodo municipal). Por otra parte, no se trata de
una intervención “desde afuera” sino que se despliega un complejo proceso de
negociación donde las comunidades demandan infraestructura y recursos, por lo
que deben permitir esa intrusión, pero con una condición: a través de “idóneos”,
técnicos locales propuestos por las comunidades y avalados por el actual Consejo
Indígena Kolla de Iruya, quienes llevarán la voz y voto de las comunidades al
ámbito. Esto será profundizado en el próximo apartado.

Imagen III-4-4
“Sectores de trabajo” y distancia en horas
Fuente: Alicia Torres (2010)

Con respecto al centro urbano de Iruya, el pueblo cabecera, es el destino de una


gran cantidad de turistas a lo largo del año, especialmente durante el verano y las
vacaciones de invierno. En las últimas décadas Iruya se convirtió en un “boom
336 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

turístico”, favorecido por la construcción de una Hostería Provincial en el año


1995 y la declaratoria de la Quebrada de Humahuaca como Patrimonio de la Hu-
manidad en 2003. Actualmente es promocionado en las agendas de viajes como
un “clásico moderno de toda visita norteña” a un pueblo que “no cambia”, con
pobladores tímidos que viven en el aislamiento (Donadio, 2012; Varsavski, 2007).
Empero, y en contraste con lo que se vende desde los medios masivos de comu-
nicación, recurriendo a la construcción de una especie de inmovilidad cultural,
aquel “pueblito perdido en la montaña” y “detenido en el tiempo” nunca se perdió,
menos puede decirse que se ha detenido.20
A pesar de ser una región que presenta una geografía en apariencia inaccesi-
ble, los grupos étnicos que allí vivían han sido atravesados por continuadas rela-
ciones coloniales y capitalistas. A modo de ejemplo y sin detenernos demasiado en
este complejo entramado, el sistema de haciendas y de encomenderos/encomen-
dados, sumado a otros dispositivos de la época colonial, produjo disposiciones
espaciales que, aunque mutadas, persisten en la actualidad. Como por ejemplo
las Mercedes Reales, transformadas en “fincas” cuyas tierras fueron vendidas o
rematadas a particulares, en el siglo XIX, y luego arrendadas por los ingenios
azucareros cercanos, que subarrendaban a quienes las poblaban (Campi y Lagos,
1996; Álvarez M. y otros, 2005).21
Extensos territorios fueron adquiridos directamente por las empresas como
fue el caso del Ingenio San Martín del Tabacal con la compra de Finca Santiago en
1930. Al mismo tiempo, la formación del mercado de trabajo fue en concordancia
con esta agroindustria, que urgía por trabajadores estacionales en la zona y que a
partir de la década de 1930 comenzó a incorporar grupos indígenas de los valles
salto-jujeños y de la Puna. De esta manera, tanto el Ingenio San Martín del Tabacal
como el viejo Ingenio San Isidro, ubicado en Güemes, transformaron el departa-
mento de Iruya en un “foco de emigración de población” (Hocsman, 2011: 68). Y
así comenzó la migración de muchos iruyanos como zafreros temporarios, bajo la
condición de arrendatarios a su vez.
Los ingenios del norte argentino fracturaron los modos de vida locales por
medio de variados mecanismos coercitivos, principalmente obligando a los indíge-
nas a pagar por las tierras con un porcentaje de trabajo en el ingenio (coerción eco-
nómica) a veces con la mediación policial (coerción extraeconómica) o a través de
deudas con los comerciantes del lugar que se convertían en contratistas de mano
de obra. Esta intervención continua provocó migraciones estacionales obligadas,

20 Una edición del diario Página 12 expresa: “pese a ser ya un pueblo turístico, hay cosas que nada
cambian. Quizá producto de la distancia, o tal vez por el respeto que impone su cultura ancestral”
(Donadio, 2012).
21 Las Mercedes de tierras establecidas “conforman un hito histórico esencial porque marcan la de-
limitación territorial inicial de la que luego devendría la división en las fincas actuales” (Cladera,
2006: 34).
Consejo Indígena Kolla de Iruya 337

hasta mediados de siglo XX, con consecuentes daños al nivel de la subsistencia de


estos grupos.22 La migración estacional fue produciendo una profunda desolación
de las tierras cultivables y el abandono paulatino del sistema de terrazas que allí
existía. Si bien los trabajadores –en muchos casos junto con sus familias– volvían
y se dedicaban a las prácticas agrícolas, su economía se veía condicionada por
tener que volver al año siguiente a la zafra. Este trabajo estacional, se transformó
en una necesidad en el plano del arriendo, pero además, la economía monetaria se
fue alojando en la propia subsistencia alimentaria, en el plano doméstico y en las
prácticas de organización comunitarias, como por ejemplo la “minga” o trabajo
recíproco (Reboratti, 1998 [Avenburg, 2010: 3]).23
En los años ‘80, en un creciente contexto neoliberal de apertura de la econo-
mía nacional; no sólo se produjo una importante pérdida de trabajos remunerados
de iruyanos zafreros (con la creciente mecanización de la zafra que se inicia a
finales de los ‘60), sino también de quienes trabajaban en las minas, junto a un de-
crecimiento en la comercialización de artesanías y otros productos (Torres, 2010:
134).
Mientras tanto, el discurso del Desarrollo Humano irrumpía en Iruya, enca-
bezado por la Obra Claretiana para el Desarrollo (OCLADE).24 OCLADE definía
su tarea como la “promoción humana” en las comunidades de la Quebrada y Puna,
las cuales consideraba en un estado de “extrema pobreza” y “exclusión” econó-
mica y social, con características adversas como el aislamiento y una “cultura del
silencio y del sometimiento”.25 Desde este diagnóstico, la propuesta era abordar
la “realidad” a través de la evangelización, incentivando la “participación plena”
para “que las personas no sean un objeto de la acción y sí partícipes de los proce-
sos que deriven en oportunidades de desarrollo”. El objetivo principal sería movi-

22 “Las terrazas con pisos de cultivos y sistemas de riego han sido abandonados paulatinamente, en
las épocas de la zafra cuando se emigraba a los ingenios azucareros de San Martín del Tabacal y
San Isidro para pagar los arriendos. De ello sólo quedan algunos rastros de esta forma de produc-
ción donde se cultivan en pisos oca, papa, maíz y maní. Se han perdido algunas variedades de oca
y papa, muy poco queda de kiwicha y se han incorporado especies como arveja, zapallo y plantas
forrajeras que se cultivan principalmente en las partes más llanas, sin la creación o recuperación
de las terrazas antiguas” (Equipo Técnico Iruya, 2012: 6).
23 Esta situación provocó profundos malestares en las comunidades de Iruya, los cuales se visibili-
zarían a través de una creciente negación a pagar los arriendos y darían pie al conocido “Malón
de la Paz” en 1946, protagonizado por puneños aunque en el que también participaron habitantes
de Iruya (principalmente de Finca Santiago) caminando desde Abra Pampa (Jujuy) hasta Buenos
Aires. Una movilización a lo largo de 1800 km con el fin de reclamar por la expropiación de las
haciendas y por los derechos de restitución formal de la tierra.
24 OCLADE fue fundada por el mismo obispo responsable de la creación de la Prelatura de Huma-
huaca, durante la II Asamblea de dicha institución, en 1983.
25 [En línea] http://www.jujuyaldia.com.ar/jad/General/55322.html [consulta: abril de 2014].
338 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

lizar las “fuerzas de cambio” y los recursos que fortalezcan las pautas culturales,
generando un respeto a lo propio, a través del “fortalecimiento”.26
Una década más tarde, en el año 1991, el departamento de Iruya y sus 4682
habitantes eran categorizados con altos parámetros de Necesidades Básicas Insa-
tisfechas (NBI), los más altos de la provincia de Salta (79,1%).27 Ellos también
mostraban cifras alarmantes en cuanto a mortalidad infantil, contribuyendo a re-
afirmar la condición de los pobladores iruyanos como “pobres estructurales” (To-
rres, 2007) y englobados bajo el difuso concepto de “pobreza rural”.
Esto sucedería en el marco de un proceso de reivindicaciones por los dere-
chos y convenios a nivel jurídico-nacional sobre el manejo de las tierras y recursos
naturales de “pueblos indígenas”, el acceso a la salud y la educación, así como la
participación en las decisiones y políticas que los involucran. En primer lugar,
cabe mencionar la creación en 1985 del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas
(INAI), como entidad “descentralizada con participación indígena”. El instituto se
crea a partir de la Ley 23302 (1985) de Política Indígena y Apoyo a las Comunida-
des Aborígenes, la cual lleva a reconocerlas como “personas jurídicas” (Moritán,
2008). Posteriormente, la Ley 24071 (1992) convalidará el Convenio 169 de la
OIT (1989) y el INAI será reglamentado por el Decreto 155 (1989) que conviene
en asegurar el ejercicio de la “plena ciudadanía” a los integrantes de los pueblos
indígenas así como su derecho sobre tierras y recursos naturales, garantizando el
cumplimiento del Art. 75, Inc. 17 de la Constitución Nacional (1994).
Por un lado, el Convenio 169 estableció las bases para hablar de “pueblos”
indígenas y tribales en tanto sociedades independientes y permanentes, titulares
de derechos colectivos, reconociendo la diversidad étnica y cultural y promovien-
do la protección e incentivación a establecer prioridades propias de desarrollo, el
control propio sobre las instituciones sociales, políticas y culturales y su desarrollo
económico (Art. 13, 14, 15, Inc. 1, 16, Inc. 1, 17).28 Por otro lado, el artículo 75 de
la Constitución Nacional, reconoce la preexistencia étnica y cultural de los “pue-
blos indígenas argentinos”, lo que conlleva la obligación de garantizar el respeto a
la identidad, el derecho a una educación bilingüe e intercultural, el reconocimiento
de la personería jurídica, la posesión y propiedad comunitaria así como la regu-
lación de la entrega de tierras aptas y suficientes para que los pueblos indígenas
logren el “desarrollo humano”.

26 [En línea] http://usuarios.arnet.com.ar/obispadohumahuaca/home1.html [consulta: abril de 2014].


27 Las NBI permiten construir los “mapas de pobreza”, a través de una serie de “indicadores de priva-
ción” como “hacinamiento”, “vivienda”, “condiciones sanitarias”, “asistencia escolar” (INDEC).
28 A nivel general, el Convenio 169 “propone conceptos básicos relativos al respeto, al reconoci-
miento y a la participación de dichos pueblos. […]. Tiene dos postulados básicos: el respeto de
las culturas, formas de vida e instituciones tradicionales de los pueblos indígenas, y la consulta y
participación efectiva de estos pueblos en las decisiones que les afectan” (OIT, 2007).
Consejo Indígena Kolla de Iruya 339

En Iruya, OCLADE fue uno de los principales participantes de la creación


de espacios de debate y de acción sobre la cuestión indígena, siendo promotor del
artículo 75 incluido en la reforma constitucional y conformando alianzas estraté-
gicas con otras instituciones, entre ellas Cáritas, Equipo Nacional de la Pastoral
Argentina (ENDEPA) y diversas ONG. Asimismo, logró acuerdos con el Ministe-
rio de Salud Pública de Salta, a través de programas como Atención Primaria de la
Salud (APS), y con la Secretaría de Desarrollo de la Nación.29
De esta manera, la cuestión indígena ya estaba instalada en el país y las
múltiples lógicas de gobierno dirigidas a las poblaciones “indígenas”, “rurales”
y “pobres”, se desplegaron como un abanico de intervenciones. En este sentido,
los habitantes de Iruya han vivido –hasta el día de hoy- una profunda experien-
cia en programas, proyectos y créditos de financiamiento aplicados en su propio
espacio vital. Asistencia técnica y financiamiento estatal: Programa Social Agro-
pecuario, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Pro-Huerta,
del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas. También, participación de ONGs,
fundaciones y organismos multilaterales: del Banco Mundial, la IAF (Inter Ame-
rican Foundation), Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GTZ), entre otros.
Todos emparentados para “paliar la pobreza” y “sacar adelante” a una población
categorizada con altos niveles de NBI o indígenas que se hace necesario “orientar”
en la gestión de sus personerías jurídicas, así como en el “conocimiento” de sus
derechos.
En paralelo a estas prácticas de intervención, se fueron construyendo otros
espacios de discusión y, en los últimos tiempos, los protagonistas de estas tierras
han hecho eco de sus voces, en un proceso de re-visibilización de identidades.
Los caminos que muchos iruyanos se han visto obligados a recorrer, con el fin de
obtener el título de las tierras, contribuyeron al debate sobre temas, ante todo per-
tinentes a la reafirmación identitaria, la definición de los derechos de los “pueblos
indígenas” y las memorias sobre su relación con la tierra.
La razón por la que durante gran parte del siglo XX la auto-identificación de
los pobladores de Iruya como kollas no fuera utilizada a diferencia de hoy, tiene
que ver con las condiciones vinculadas al racismo y la eugenesia, plasmadas en las
representaciones sociales de la composición social salteña (Álvarez Leguizamón,
2008a). La palabra “colla” refiere a una denominación estigmatizadora dada por
las elites al poblador nativo de origen quechua, que desplaza el significado del
etnónimo “kolla”, proveniente de la región del incanato (en Quechua significa
natural del Altiplano del Titicaca), para privilegiar el sentido del “colla” como
boliviano o indígena que vive en Salta.30 Sin embargo, la vergüenza que implicaba

29 Para mayor información sobre las prácticas de intervención de OCLADE en Iruya, ver Milana
(2014).
30 Por ejemplo, el escritor salteño Dávalos los describía como una raza indígena pura, atacameña,
proveniente de Bolivia (1950). Esta aseveración, incorporada en el imaginario salteño del siglo
340 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

en el siglo XX ser nominado como “colla”, se ha convertido en el presente en el


orgullo de ser reconocido como “kolla”: miembro del Tawantinsuyu, el kollasuyu,
antigua región incorporada al Incanato.31
Esta territorialización identitaria implicará, entre muchas cosas, reivindicar
las históricas prácticas de subsistencia, poniéndolas no sólo en el centro de las
estrategias económicas, sino de la defensa de la cultura andina kolla. Reconocerse
como kolla implica, a su vez, la posibilidad de reclamar, exigir y territorializar un
espacio de vida.
En este contexto, entrarán a jugar un papel fundamental las organizaciones
territoriales indígenas, como es el caso el Consejo Indígena Kolla de Iruya (CIK-
DI), a partir de 2003; pero también otras de mayor nivel jurisdiccional, como la
Qullamarka, “Coordinadora de organizaciones y comunidades kollas de la Pro-
vincia de Salta”, conformada en 2007. El CIKDI es incluido dentro de ella, como
una de las varias organizaciones territoriales, entre las que también se cuenta la
Organización de Comunidades Aborígenes de Nazareno (OCAN) y la Unión de
Comunidades Aborígenes Victoreñas (UCAV), la Comunidad Indígena del Pueblo
Kolla Tinkunaku (CIPKT) y la Comunidad Indígena Alta Cuenca del Río Lipeo.

El CIKDI y su rol en la aplicación y re-configuración de políticas sociales


“En el 2009, 2010, 2011 nos toca en suerte del Ministerio de Agri-
cultura bajan muchos programas, y por esas cosas de la vida los que
formulábamos los proyectos éramos los que estábamos en terreno
[…]. Lo proponían las comunidades, lo avalaba el Consejo, lo for-
mulábamos los técnicos […] plata que en realidad nunca manejó ni
el Consejo ni los técnicos, lo manejaron las comunidades” (ex téc-
nico de la SsAF, miembro del CIKDI y Qullamarka, actual senador
por Iruya).
En el mismo año en que se replantean las políticas sociales a nivel nacional con el
“Proyecto Nacional y Popular” y el lema de la “inclusión” hacia un Estado Social
(2003); en Iruya se cristaliza un proceso que se expresa en demandas y efectivi-
zación de ciertos derechos y servicios, condensándose en la figura del Consejo
Indígena Kolla de Iruya (CIKDI) como representante de las veintitrés comunida-
des que conforman este municipio. El CIKDI es creado en mayo de 2003, cuando
se registra un nuevo momento de organización indígena, que reclama y exige un
papel activo y continuo en la toma de decisiones políticas. Esta organización asu-

XX, los concebía incluso como “menos que indios”, porque eran indios extranjeros (Álvarez Le-
guizamón, 2008; Torres, 2010).
31 En Iruya, así lo revelan las encuestas del programa de APS, al preguntar sobre la cultura o “raza” a
la que pertenecían sus pobladores: en 1978, nadie se consideraba colla. En el año 2008, sí lo hacía
el 96% de la población (Torres, 2010).
Consejo Indígena Kolla de Iruya 341

mirá, a través de los dirigentes de comunidades de Iruya, el rol de mediadora entre


sus demandas y el Estado. En estas instancias organizativas, de acuerdo a una mi-
rada interna sobre el accionar indígena, “los dirigentes comunitarios plantean fuer-
temente a instituciones públicas, ONG y privadas, de que los planes programas y
proyectos a desarrollar en las comunidades, deben ser debidamente informados y
aprobados en las asambleas de la organización” (ver Equipo Técnico Iruya, SsAF,
2012: 41).

Imagen III-4-5
Asamblea del CIKDI en Chiyayoc (marzo de 2013)
Foto propia

El acontecimiento que funda la organización se define a partir del conocimiento


de malversaciones en la gestión de becas de estudio y programas del Instituto Pro-
vincial de Pueblos Indígenas (IPPIS) para comunidades de Iruya, durante los años
2000-2002. A partir de allí, se darían los pasos necesarios hacia la conformación
del llamado Consejo de las Comunidades de Iruya. Dos años más tarde, el 20 de
mayo del 2004 nace formalmente el “CIKDI”. Siguiendo el relato histórico de la
342 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

organización, los representantes de las “comunidades de base” acuerdan una base


de diálogo y lucha por la “causa indígena” y a la vez, proponen la construcción
del Consejo como espacio de “participación, representación y unión de las comu-
nidades” (Equipo Técnico Iruya, SsAF, 2012:4). De esta manera se edifica como
un espacio de expresión de la “política indígena”, a través de la cual se pretende
ampliar el diálogo con otras organizaciones, ONG e instituciones públicas, inter-
cambiar información y asesoramiento.
Dentro de las demandas específicas de la organización, un tema recurrente
de las asambleas, es el territorio. Éste engloba muchas temáticas, desde la obten-
ción del título de las tierras hasta iniciativas en el mismo. Esto tiene que ver con
un segundo tema, que deriva del mismo: el trabajo dentro del territorio. Se pone
en tensión la representación hegemónica de la “cultura del trabajo” en la dimen-
sión del trabajo asalariado o remunerado, y su crítica desde la visión del Consejo,
como un factor que contribuye a la “deserción” de los iruyanos por la migración
temporal o permanente, en busca de ganancias monetarias. Es por ello que se
plantea la construcción de una “economía más andina”, para generar estrategias
que permitan que los jóvenes se reciban y quieran volver, ya que como dicen
algunos dirigentes “ganamos tierra pero perdemos territorio”.32 En este sentido,
una de las iniciativas de las organizaciones del territorio kolla es la creación de
colegios terciarios, en los pueblos cabeceras, para atenuar el doble problema de
la falta de trabajo pago y de la deserción de población. Principalmente bajo la
creación de currículas de carreras cortas, propuestas por los mismos jóvenes, bajo
la consigna de que “cualquiera de esas propuestas este contemplada en nuestra
realidad”: sobre todo técnicas, dando continuidad a las de los colegios secunda-
rios, con orientación para electricistas, mecánicos, carpinteros, agricultores. Las
temáticas propuestas son trabajadas, en conjunto, con entes estatales nacionales,
provinciales y no gubernamentales, en especial con los técnicos que buscan hacer
un seguimiento y evaluación de programas y proyectos, así como un balance de
los mismos, por parte de las “comunidades objeto”.33 Entendemos que es en este
punto donde puede entreverse la relación del CIKDI con la reconfiguración de las
políticas sociales (2003-2013): a través de la negociación colectiva y la resignifi-
cación de los dispositivos de gobierno.
Existe un área de políticas sociales con una retórica de “inclusión” que es-
tablecen directa relación con el CIKDI y que nos interesan por los sentidos del

32 Dirigente del CIKDI y de la Qullamarka.


33 Intervienen distintos ministerios y áreas a nivel nacional, así como a nivel provincial pero, en
menor medida. Dentro de las instituciones que suelen asistir técnicamente y proporcionar finan-
ciamiento se encuentran: INAI, IPPIS, Parques Nacionales, INTA, Pro-Huerta. También se cuen-
ta con el apoyo de ONG que diseñan y elaboran proyectos de autogestión, en conjunto con los
miembros del CIKDI, mediando organismos de financiación como el BM, la IAF (Inter American
Foundation), Agencia Alemana de Cooperación Técnica (GTZ), entre otros.
Consejo Indígena Kolla de Iruya 343

trabajo que invocan, así como por las particularidades del equipo técnico. Estas
políticas son las desplegadas a través de la Subsecretaría de Agricultura Familiar
(SsAF), nodo Salta.34 Estas políticas son importantes para el Consejo ya que se
vuelcan al tema “territorio” y utilizan recurrentemente, en su discurso, la figura del
“productor familiar”, “agricultor familiar” o “pequeño productor”.
La presencia de la SsAF en el municipio de Iruya se remonta a la década de
1990, cuando se comenzó a implementar el Programa Social Agropecuario (PSA),
destinado a proyectos productivos para grupos campesinos o “comunidades ori-
ginarias”. La singularidad del programa es que participó en un proceso en el que
se involucraron otras organizaciones y organismos, a modo de “socios externos”,
interpelando a los “actores internos” con la propuesta de “revalorizar las pautas
culturales propias de la población local y el fortalecimiento de sus organizaciones
comunitarias” (ver Proyecto Integrando acciones para el desarrollo local, 2003).
En otras palabras, el programa se articuló con el CIKDI, sumándose a las ini-
ciativas que ya venían realizándose, desde el ámbito religioso y civil, desde los
años ochenta, relacionadas con la lucha por las tierras y con la reivindicación de
derechos indígenas.
“En esta lucha por las tierras, en ese ínterin nosotros fuimos cono-
ciendo mucha gente, muchos programas, nos capacitamos, proyec-
tos… Así que trabajamos con el PSA en ese momento, con el INTA,
el Pro-Huerta […] Fue una de las primeras comunidades que em-
pezó a trabajar con este tipo de proyectos” (Miembro del Consejo
Kolla de Colanzulí).
Asimismo, el trabajo del PSA no fue menospreciado en Iruya, donde se intentó que
fuera algo más que un “programa de ayuda” y además de los proyectos de auto-
consumo y los créditos para mejorar el cultivo, se gestionaron algunos “proyectos
grandes”.35 Incluso, el programa fue más allá: conformó un equipo técnico entre
cuyos integrantes se cuentan, hasta el día de hoy, miembros de las comunidades,
en cuya elección tuvo influencia el Consejo.

34 La Subsecretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar es creada en 2008 por el Poder Eje-
cutivo Nacional, obteniendo el rango de Secretaría en 2009, dentro del Ministerio de Agricultura,
Ganadería y Pesca de la Nación. En este momento se conforma dentro de ella la “Subsecretaría
de Agricultura Familiar”, creada con el fin de “promover un desarrollo rural que incluya a los
Agricultores Familiares, dar respuesta a las necesidades específicas de este sector, […] creando
condiciones de inclusión” (Folleto de la SsaF, 2012)
35 Como por ejemplo: un proyecto de más de diez mil metros de canalización de agua para riego, en
el caso de Colanzulí, permitiendo cultivar nuevas tierras: “lo cual no era un dato menor, por un
tema de que se han podido cultivar tierras que no se cultivaban antes, o que se cultivaban anterior-
mente y debido a la falta de agua ya no se cultivaban. Entonces, no era un dato menor, y a partir
de ahí la gente empezó a sembrar más, a cultivar más, un mejoramiento económico”. (Técnico de
la SsAF, dirigente del CIKDI). Se mencionan además otros proyectos para Rodeo Colorado, en un
contexto de fuerte “asistencia” técnica.
344 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

“En julio del 2007, el Consejo Indígena Kolla de Iruya plantea al


entonces PSA la incorporación de técnicos locales, esta demanda es
atendida por parte del PSA, en agosto de 2007, con incorporación
de técnicos de las comunidades, conformando así un equipo inter-
cultural de trabajo. Partir de este momentos el equipo técnico socio
territorial e intercultural de Iruya participo participa activamente en
las asambleas comunitarias” (Equipo Técnico Iruya, 2012: 7).
El PSA, como ya dijimos, luego mutará en la llamada SsAF al integrarse “con el
espíritu del estado a nivel nacional”, a partir de 2008, adhiriendo a las propuestas
de gobierno sobre la “inclusión social”.36 En este nuevo contexto, la propuesta
gira sobre la construcción de políticas acorde a las propias necesidades de los
productores (a nivel general, es la del Desarrollo Humano), en primera instancia
registrando las diversas situaciones en las que se encuentran los agricultores fami-
liares: cuántos son, de qué manera se distribuyen en el territorio, la especificidad
de su producción (“qué, cómo y cuánto producen”) y acerca del acceso a servicios
básicos como educación y salud (Folleto del Ministerio de Agricultura, Ganadería
y Pesca, 2011).
Desde esta perspectiva, la “Agricultura Familiar” (AF) es una forma de agru-
par las formas de vida conceptualizadas como campesinas o indígenas –entre
otras- que se encuentran en una condición desigual con respecto a sus oportunida-
des “en relación a otros actores de la producción y el mercado”.37 Se defiende que
las familias que realizan actividades de agricultura familiar, deben ser visibiliza-
das dentro de la economía formal, con el fin de poder aplicar políticas adecuadas
a las mismas, en dirección a lograr que la AF sea la propiciadora de la “soberanía
alimentaria” y, por lo tanto “reconociendo su rol fundamental en la ocupación de
mano de obra familiar, la generación de empleo, la radicación en el territorio, el
abastecimiento local, la articulación social, el desarrollo local y la dinamización
de las economías regionales” (Folleto de la SsaF, 2012).38
Entendemos que el papel de los técnicos del equipo territorial, a la vez miem-
bros del Consejo, es muy importante a la hora de aplicar las políticas desplegadas
por la SsAF. A continuación, retomamos dos herramientas para dar cuenta de la
manera en que los técnicos se hacen cargo de la tarea de traducir y explicar fines

36 “En Salta la conducción de […] tendió a la organización, a fortalecer las organizaciones, al de-
sarrollo más que a la asistencia y entonces cuando eso…, digamos, coincidió mucho más con el
espíritu del estado a nivel nacional, prácticamente todas la estructura del PSA pasó a formar parte
o a definir la SSAF” (Técnica de la SsAF, extécnica de PSA).
37 En Salta, son categorizadas como parte de la AF 8000 “explotaciones” (a nivel nacional se re-
gistran 250000) que representan el 78% de las explotaciones de la provincia, pero sin embargo
cuentan con el 18% de la superficie productiva.
38 Las familias son conceptualizadas como unidades productivas, siguiendo teorizaciones del campe-
sinado chayanovianas.
Consejo Indígena Kolla de Iruya 345

de este organismo (a partir de lo cual las familias deciden si inscribirse o no en


el registro que posee). Estas herramientas son propuestas como “de inclusión” y
de “utilidad” para los “productores” y, se postula, implican pasos en dirección a
formular políticas sociales acordes a los grupos implicados: los “agricultores fa-
miliares”. Dos de las soluciones son el Registro Nacional de Agricultura Familiar
(ReNAF) y el Monotributo Social para el Agricultor Familiar.
En líneas generales, el ReNAF, es un registro exhaustivo de familias que,
aunque no produzcan para el mercado, producen para el auto-sustento según se
dice, lo que implica formar parte de la economía: “el autoconsumo es parte de la
economía del país”.39 Desde la SsAF se propone que una forma para lograr su visi-
bilización es registrando esas millones de familias.40 Otro “instrumento de política
pública” que va de la mano con el ReNAF, a la que se accede luego de registrarse,
es la del ingreso a la “economía formal” para los productores que facturan hasta
una cierta cantidad de dinero. Se intenta con ello solucionar el problema del regis-
tro de actividades de familias que no producen para el llamado “mercado formal”,
a partir de “formalizarlos”, valga la paradoja. La solución se concreta a partir
del “Monotributo Social Agropecuario”, que desde el 2009 registra en el sistema
impositivo a estos productores y los incorpora a la “economía formal”, lo que les
permite acceder a una forma de facturar sus bienes y servicios, sin costo tributario
nacional ni rentas provinciales.41
Las dificultades que presenta, la aplicación de estas herramientas en un espa-
cio como Iruya, son múltiples. Entre ellas, los accidentes geográficos y las distan-
cias entre las comunidades, que reducen la visita de los técnicos y registradores
casi al mínimo, empeorado en la situación de las familias que no asisten a las
asambleas del CIKDI. Por lo que muchas veces la información se brinda en la ofi-
cina de la SsAF, en el pueblo de Iruya. Aquí, el papel de los técnicos es primordial:
ellos son quienes dan la información a la hora de poner en la balanza los beneficios
y las desventajas de estas políticas, con respecto a la organización de las comuni-
dades y las formas de sustento de las familias. La responsabilidad técnica implica
dar constantemente información y aclarar cuestiones que no pueden asegurarse a
largo plazo, como por ejemplo las formas de contribución, la permanencia de la
ayuda técnica, entre otras.
Los técnicos consideran difícil lograr la predisposición de los “productores”
para brindar la información requerida, ya que suelen aparecer dudas con respecto
al destino de la información. Por ejemplo, en el caso del ReNAF, se hace énfasis

39 Técnica de la SsAF, 2011.


40 En Iruya, se han realizado aproximadamente 500 inscripciones en el ReNAF, los cuales se encuen-
tran en estado de corrección y ya se han entregado 200 más en el nodo provincial (información de
mediados de 2013).
41 A mediados del año 2013, Iruya contaba con 40 familias que accedieron al MSA, dentro de 120
que podrían incluirse.
346 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

en que la información reviste carácter de Declaración Jurada y se preserva en


tanto confidencial y protegida por el secreto estadístico. Sin embargo, el hecho
de afirmar o negar, declarar cantidades, ingresos, horas de trabajo, implica dejar
al descubierto y en manos de las instituciones del Estado, las estrategias de vida
y el ámbito más íntimo de la producción de la vida. Se trata de una desconfianza
generalizada hacia este tipo de registros, suspicacia que se explica si se analiza
la historia pasada y reciente, teniendo en cuenta que incluso hasta el año 2000 en
varios sectores de Iruya aun se pagaba arriendo por las tierras y por pastaje.
Por otro lado, el aprovechamiento de las políticas “productivas” de la SsAF,
por parte de las comunidades, se da en tanto ellas abren espacios para demandas
colectivas, en defensa no sólo de la propiedad de sus tierras, sino también en la
búsqueda de un modo de vida relacionado con sus economías de subsistencia. Esta
resignificación se entrevé en el siguiente testimonio:
“Acá la gente no dice que es campesina porque es un desprecio,
digamos. Es una palabra muy occidental, venida de allá para dife-
renciar las clases… es más, no nos decimos productores, no somos
productores, aunque para afuera y para las instituciones de estado
sí. Sabemos, conocemos perfectamente que la gente vive de agricul-
tura, hace ganadería, artesanía, es músico, tiene una diversidad de
conocimiento. […] Es un sistema que está todo relacionado, la agri-
cultura con la espiritualidad, la ganadería con el territorio, porque
hay que viajar para allá en el tiempo que no tenemos pasto acá, al
monte, hay todo un entramado muy difícil de romper. Cada trabajo
que tenemos que hacer siempre tiene que estar relacionado con eso”
(Dirigente del CIKDI, técnico territorial SsAF).
Ahora bien, así como la particularidad de estos programas y proyectos se da en
tanto estos se desenvuelven en permanente relación con la organización, también
existen áreas en las que no se coordina con el CIKDI sino con el Municipio de
Iruya, y es aquella relacionada con lo que hemos llamado el paradigma de las
cooperativas. Éste se materializa en programas y proyectos a cargo del Ministerio
de Desarrollo Social de la Nación y en lineamientos de otros ministerios de la
provincia, como por ejemplo el Ministerio de Trabajo, con las llamadas “empresas
sociales”. Mencionamos sintéticamente dos experiencias. Por un lado, nos encon-
tramos con la creación, en 2012, de dos cooperativas de trabajo en Iruya a partir
de un convenio entre el Ministerio de Desarrollo Social, la Confederación Nacio-
nal de Cooperativas de Trabajo (CNCT), institución ejecutora de programas del
ministerio como el conocido Plan Argentina Trabaja (implementado desde 2009)
y reconocida por organismos como la OIT y el Municipio de Iruya. En este marco
de generación y gestión de empleo, dice un responsable de la CNCT en Iruya:
“la gente necesita trabajo y tenemos que inventarlos nosotros a los laburos”. Se
Consejo Indígena Kolla de Iruya 347

crean entonces dos cooperativas que deberán ser productoras y productivas: la


Cooperativa de Provisión para Transportistas “Iruya Limitada” y la Cooperativa
de construcción “Virgen del Rosario Limitada”. Por otro lado, en estos últimos dos
años se crearon dos empresas sociales en el pueblo de Iruya, una Panadería y un
local de venta de productos de conservas.
Si bien el cooperativismo aparece como una manera de superar programas
asistencialistas,42 también es claro que esta forma de trabajo que se promueve no
deja lugar a otras que definen lógicas y prácticas locales singulares. El objetivo de
“inclusión” propuesto está dado en tanto integración subordinada a la economía
de mercado, a través de mecanismos entrelazados con el dispositivo de la “Eco-
nomía Social”. Otra razón puede encontrarse en las asambleas del CIKDI. En
ellas, cuando reflota el tema “cooperativas” en el territorio de Iruya, suele estar
acompañado de reflexiones sobre las razones de sus fracasos. No sólo se critican
las intervenciones de instituciones que establecen relaciones estratégicas con el
Municipio de Iruya –en tanto gobierno local– que pretenden implementar formas
de trabajo que en general se vuelven competitivas. Estos roces implican a su vez
la tensión entre la “política partidaria” y “política indígena comunitaria”. Según el
equipo, la primera criticable al “influir en la comunidad” y contribuir a anular la
participación de algunas autoridades comunitarias, según manifiestan los técnicos
territoriales de la SsAF, miembros del Consejo (Equipo Técnico SsAF, 2012: 10).
Puede tomarse el caso de los programas Manos a la Obra, pioneros de las po-
líticas sociales implementadas desde 2003 –en el rubro de cooperativas– así como
los Jefes y Jefas de Hogar en Iruya para el año 2005;43 ambos a cargo del Consejo
Consultivo local presidido por la municipalidad.
Según Marcela Álvarez et al., estos proyectos no se estaban logrando ad-
ministrar, dado que los “beneficiarios” empobrecidos y sin recursos para hacerse
cargo, además de la “complejidad en su formulación”. Manifiesta también que los
proyectos estaban atravesados no sólo “intereses partidarios” y “clientelismo”,
sino que además existía falta de diálogo y acuerdo entre diferentes sectores invo-
lucrados (Álvarez et al., 2005).
Pueden entreverse además limitaciones en este tipo de programas en cuanto
a su defendido paradigma de “inclusión”, especialmente en municipios periféricos
donde los recursos que se administran son escasos. En segundo lugar, se trata de
programas que juegan con la lógica del “capital social”, en tanto se proponen fun-

42 Entendemos asistencialismo en el sentido de Grassi, el cual surge “de la sustitución de un marco


de derechos y garantías que obligue a asistir a los grupos sociales con necesidades especificas y a
los sectores sociales en condiciones de máxima explotación, por acciones volátiles y focalizadas
en las carencias” (Grassi, 2003 [Perelman, 2010: 172]).
43 Dentro de la línea de acción cooperativista en las políticas sociales “inclusivas” se ha desarrollado
el Plan Nacional de Desarrollo Local y Economía Social “Manos a la Obra”, dirigido a la creación
de cooperativas de trabajo dedicadas a pequeñas y medianas obras de infraestructura local (MDS,
Tomo II, 2010: 12)
348 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

cionalizar la solidaridad de los grupos en dirección a un tipo de trabajo productivo,


ya que como expresan Álvarez y otros, se había propuesto desde los organismos
nacionales encargados
“…que se aprovechara la capacidad instalada en terreno del PSA.
Esta propuesta fue rechazada puesto que se apelaba a la buena vo-
luntad y al trabajo vocacional de los técnicos de campo, sin asigna-
ción de recursos adicionales” (Álvarez et al., 2005).
Esta petición de trabajo gratuito –trabajo a pulmón como veremos más adelan-
te– para concretar políticas diseñadas para sectores denominados “vulnerables”,
implica en última instancia que su aplicación esté determinada por diferentes sen-
tidos del trabajo: el de los destinatarios y de quienes se hacen cargo de desplegar
dichos programas y proyectos (los técnicos). En ambos casos puede haber resis-
tencia y/o resignificación.

Los sentidos del trabajo y de lo político. El trabajo a pulmón y la comunidad


como sujeto colectivo político
En el apartado anterior, nos acercamos al caso de estudio y esbozamos una aproxi-
mación a las dinámicas del CIKDI y sus relaciones con las políticas sociales ac-
tuales. A continuación, hablaremos de los sentidos del trabajo invocados en la
construcción del Consejo Kolla, como un sujeto colectivo político, cuyas deman-
das, exigencias, confrontaciones y diálogos con diversas instituciones, permiten
entrever la forma en que se construyen sus subjetividades. Si bien han sido –y
continúan– interpeladas en el ámbito de influencia de dispositivos de gobierno,
hoy adquieren una singularidad específica en tanto se arraigan en la producción
del espacio: en la “lucha por las tierras”.
De esta manera, nos interesa reflexionar sobre el trabajo que permite poner
en juego prácticas y sentidos que se superponen y se contraponen a las categorías
del trabajo asalariado y/o remunerado, así como al trabajo productivo, una vez
que entran en el escenario categorías nativas, apropiadas o resignificadas, en de-
fensa de la reproducción de la vida del ahora llamado “territorio kolla de Iruya”.
En especial, retomamos una de estas nociones que contribuye a dar cuenta de las
particularidades de las prácticas de producción de la vida en Iruya: el “trabajo a
pulmón”. En un universo especial como es el CIKDI, postulamos que el trabajo
a pulmón referencia una noción interna, que incluye el trabajo no “productivo” y
traspasa la representación hegemónica de “cultura del trabajo”. Asimismo, implica
un tipo de solidaridad que, según la perspectiva de los miembros del CIKDI, hoy
está “amenazada” por el trabajo remunerado en tanto éste, conlleva la migración
de los habitantes de Iruya.
En este sentido operan algunas reglas de administración comunitarias, remar-
cándose, por ejemplo, que el dinero que entra debe llegar y ser gestionado por las
Consejo Indígena Kolla de Iruya 349

mismas autoridades comunitarias; al mismo tiempo ello no debe impedir o inter-


ferir en los procesos organizacionales, ya que eso implicaría convertirse en una
organización dependiente. Por otra parte, el trabajo remunerado y/o asalariado de
cada uno de los miembros (maestros, técnicos, tutores interculturales, enfermeros,
etc.) se considera como algo personal, que no debería interferir en el trabajo en el
Consejo, ya que este trabajo es “a voluntad”, sin sueldo a cambio, recíproco y “a
pulmón”.
“Este consejo no funciona con plata. Ésta es la otra ventaja.
Somos un grupo de hermanos, no nos pagan ningún sueldo, es tra-
bajo a voluntad.
Para militar como presidentes de las comunidades, no les pagan un
peso. […] Hay muchos que no tienen un sueldo, pero igual estamos
caminando” (Notas de voz. Participación en una reunión del CIKDI,
2012).
De esta manera, el trabajo a pulmón aparece en tanto se da una “vocación de ser-
vicio” (Equipo Técnico Iruya, SsAF, 2012) e implica poner el cuerpo y el tiempo
individual en la organización y en sus dinámicas, tanto por parte de los anfitriones
como por parte de los visitantes, quienes se trasladan por su propia cuenta. La
comunidad que recibe a los integrantes del Consejo, se ocupa de proveer los ali-
mentos para los dos días que dura la asamblea, la comida, el alojamiento y otras
cuestiones.
Por su parte, el trabajo a pulmón se enlaza con el accionar del Consejo como
un sujeto colectivo político, entendido como la forma en que el CIKDI se cons-
truye a partir de la noción de “comunidad”, en aspectos como la construcción per-
manente de una “identidad kolla”, el accionar político en tanto “política indígena
comunitaria” y la actualización y/o resignificación de las prácticas comunitarias.
A continuación profundizaremos en estas tres dimensiones.
En primer lugar, el Consejo adquiere su sentido como organización indígena
al recurrir a la identificación kolla, revalorizándola como un eje central en el pro-
ceso organizativo de lucha por la recuperación de tierras y de exigencia de cum-
plimiento de derechos indígenas. Al respecto, es importante tener en cuenta que la
cuestión de la identidad étnica puede ser abordada como una “expresión de posi-
ciones diferenciales en el espacio social”, así como en la actualidad “emergente de
articulaciones de demandas materiales y simbólicas particulares” (Yudi, 2012: 11)
y nos abre la mirada en la comprensión de la particularidad de las demandas so-
ciales de los últimos 25 años por derechos básicos, a diferencia de momentos an-
teriores donde eran valoradas negativamente, y permite abordar cómo la identidad
kolla se reivindica. Asimismo, la cuestión de la etnicidad está sujeta a múltiples
lecturas y es plausible de ser contada en forma de muchas historias. Actualmente
350 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

son autoreconocidos como kollas, quienes además defienden su relación histórica


y pertenencia a los omahuacas, los atacamas y los ocloyas (Colegio Secundario
de Iruya núm. 5058, 2008: 1).
Esta revalorización del territorio, la identidad y de la organización política,
no sólo se da en las asambleas del CIKDI, sino también a través de comunicados
en sus distintos formatos (partes de prensa, publicaciones digitales e impresas,
gráficas, radiales), Algunos de los jóvenes que participan de las reuniones son
llamados “comunicadores con identidad” y se encargan de difundir sus proble-
máticas hacia dentro y hacia fuera de las comunidades.44 Ciertas actividades de
visibilización pública, marchas, movilizaciones en el centro de la ciudad de Salta,
denuncias en medios radiofónicos y televisivos, se presentan como posibles ele-
mentos para dinamizar los reclamos indígenas.
Otra de las dimensiones a través de las cuales se construye el Consejo, es el
accionar político en tanto “política indígena comunitaria”, de acuerdo a expresio-
nes propias de sus miembros. La misma implica mantener un espacio autónomo
de expresión, por lo que las autoridades comunitarias no pueden o no deberían,
sin embargo se dan excepciones, tener un cargo político. En este sentido se recla-
ma, en las asambleas y reuniones, lo que se denomina una participación indígena
“abierta y democrática”, al buscar la unión de las comunidades que conforman la
organización y defender la diversidad y la diferencia como una constante demanda
y afirmación.
Las dificultades en el diálogo se plantean en torno a las filiaciones e inclina-
ciones políticas, religiosas o de otra índole por parte de cada miembro, especial-
mente en la llamada “política partidaria”. Estas tensiones se plasman no sólo en
miembros de partidos políticos (senadores, secretarios de intendencia, intenden-
tes) sino en quienes además de ser dirigentes, trabajan en instituciones del Estado,
ya que por un lado deben defender la política indígena comunitaria y, por el otro,
contribuir a la aplicación de las políticas públicas en Iruya (técnicos, promotores,
profesores, trabajadores de la municipalidad y de los ministerios provinciales y
nacionales). A pesar de estas tensiones, se registra un esfuerzo constante por par-
te de los participantes en fortalecer el rol del Consejo como mediador entre las
comunidades y las instituciones estatales, informando novedades y discutiendo
oportunidades de participación.

44 El lema de la “comunicación con identidad” proviene de ciertos proyectos, programas e iniciativas


involucrados con el marco de la Ley 26522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, la llamada
Ley de Medios. En relación a este nuevo espacio que se abre para las comunidades como esta, se
han conformado equipos técnicos y administrativos propios de la organización, así como también
se ha gestionado equipamiento y la creación de una radio comunitaria, en el 2012 (en Capillas,
comunidad de Iruya, radio FM 89.9), llamada Radio “Runasimi Kolla”, segunda radio indígena de
la Argentina creada en este marco.
Consejo Indígena Kolla de Iruya 351

Finalmente, en el proceso de construcción como sujeto colectivo político,


representante de las veintitrés comunidades de Iruya, el Consejo actualiza y/o re-
significa las prácticas comunitarias. Una de las formas de hacerlo es a través de
la noción y práctica del trabajo a pulmón, la cual, en este contexto, hace efectivo
lo colectivo y lo comunitario. A modo de ejemplo presentamos un fragmento de
relato del trabajo a pulmón en Iruya, narrado durante una asamblea del CIKDI:
“Ahí en el Bajo Volcán el río lo llevó todo, […] hasta las casas, los
sembradíos, las huertas, la escuela, la iglesia… […] Hemos unido
las escuelas y se hemos puesto de acuerdo la gente, […] acá no los
va a lleva a llevar el río. […]
–¿Y cuánto ha costado hacer la escuela aquí?
–Uf, acá nos cuestó pero la vida hijito. […] todo era carrear así a
pulmón, hombreado, alzado, cargado, eso era así pero mirá una cosa
de, como dicen una cosa de locos. Y así teníamos que trabajar. Y
encima los chicos ya eran poquitos de allá y poquitos de aquí, nos
hemos juntado […]. Entre todos y todo a mano y a pulmón, a carga,
y nadie decía que no, que no podía, ayudaba al otro, devolvía un
trabajito y el que más no podía tenía que ir a cocinar, tenía que ir por
lo menos a hacer siquiera el cafecito a los que llegaban, pa los que
trabajaban” (Fragmento de una entrevista realizada a una pobladora
de Volcán Higueras por comunicadores de la radio indígena Runa-
simi de Iruya, 2012).
El relato presentado abre puertas para entender una experiencia de vida, donde las
prácticas del trabajo son resignificadas a través del esfuerzo de re-construcción
del espacio. Una mujer mayor, de la comunidad de Volcán Higueras cuenta, en
la asamblea del CIKDI, la historia en la que un grupo de mujeres-madres “sin
educación”, armaron una escuelita y se repartían tareas para darle continuidad,
como cocinar. Esa solidaridad está señalando prácticas del trabajo que en general
no se incluyen dentro del trabajo asalariado, no se mercantilizan y son parte de los
mecanismos de reciprocidad existentes en las comunidades de Iruya, de su eco-
nomía a nivel general y también dentro del grupo familiar. Al mismo tiempo, esta
solidaridad es el punto de enlace con el trabajo a pulmón, muchas veces sinónimo
de “trabajo comunitario”.
Esta asociación se entrevé en la siguiente narración, respuesta de una pobla-
dora de Iruya ante la pregunta acerca de algún episodio de trabajo a pulmón:
“Trabajo comunitario. […] Cuando tenía diez años, en Rodio, en
Abra de Araguyoc, no había escuela. Y llegó un maestro. Esto que te
estoy contando fue cerca de cuarenta años […] Alguien había abier-
to su casa, había limpiado su casa para que de clases el maestro. Y el
352 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

maestro era de otro lugar […] Después pasaron unos años e hicieron
una escuelita, con ayuda de la municipalidad, llevaban todas las co-
sas a lomo así nomás, no había ni agua, había que acarrear hasta el
adobe” (Jacinta, pobladora de Iruya).
El trabajo comunitario, en este caso, implica que alguien ofrezca su casa, que
otros acarreen los materiales, que el espacio pueda seguir produciéndose desde
el esfuerzo de todos, que toda la comunidad siga existiendo, ya que los chicos no
tendrán que irse al pueblo a estudiar. Esta experiencia es fuertemente valorada en
función a dos puntos: por un lado se percibe que “se está perdiendo esa solidari-
dad” del trabajo a pulmón y, por otro, que los niños que crecieron y se educaron en
estas comunidades se han ido. Aunque siguen existiendo, estas prácticas se inscri-
ben en el imaginario bajo la amenaza de una posible desaparición. Esto se debe a
que, si bien el trabajo a pulmón forma parte de las estrategias de vida en Iruya que
se vinculan al trabajo comunitario y a mecanismos de solidaridad; la producción
de la vida implica muchos otros sentidos del trabajo que remiten a una historia
localizada. Por ejemplo, otros trabajos en la trayectoria de mujeres y hombres que
han incluido prácticas que remiten al “trabajo a sueldo”, categoría nativa que habla
del trabajo remunerado, por ejemplo en ingenios, minas, fincas, municipalidad,
escuelas, también becas o recepción de subsidios.
En las dinámicas del Consejo, este trabajo a sueldo remite a un tema indivi-
dual que en general implica tensiones las que tratan de atenuarse para que no inter-
fieran en los debates. El trabajo a sueldo se representa a veces como un problema,
en tanto es el “trabajo que falta” en el territorio y provoca la migración de los habi-
tantes, quienes “salen” de las comunidades hacia las ciudades, para buscar nuevas
formas de sustento monetario. En este sentido, el trabajo a sueldo se vincula con
las nociones externas del trabajo, en tanto ellas refieren al trabajo remunerado, a la
llamada “cultura del trabajo”. Esta supone que uno tiene una capacidad de trabajo
a vender, con un valor específico y que suele encontrarse en lugares alejados de las
comunidades. Por lo tanto, se lo mira como un problema que deberá ser soluciona-
do a largo plazo con la “creación de puestos de trabajo” en el lugar.
En contraposición, se destaca el trabajo a pulmón de los integrantes que par-
ticipan de las reuniones, sin ninguna oportunidad laboral. En este contexto, el
trabajo a pulmón adquiere su plena definición como elemento de la organización
de las comunidades, actualizado al convertirse en un recurso del Consejo Kolla
de Iruya en dos aspectos: permite agruparse colectivamente en las demandas y
reclamos. Por otro significa aquello que puede movilizarse y redireccionarse para
adecuar proyectos y programas a sus propias lógicas de producción de la vida.45
De esta manera, el trabajo a pulmón se vuelve un mecanismo de reciprocidad, que

45 Es decir, trabajo no pagado en el marco de los programas que demandan autogestión o apelan al
“capital social” de estas poblaciones.
Consejo Indígena Kolla de Iruya 353

conlleva la continuidad del CIKDI como sujeto colectivo político. En palabras de


un dirigente de la organización:
“Nosotros como dirigentes en conjunto con nuestros hermanos te-
nemos que seguir este proceso que hemos empezado para que entre
todos nos ayudemos, luchemos, nos organicemos y esta manera va-
mos a estar un poquito mejor creo ¿no?” (Citado por Equipo Técni-
co Iruya, SsAF, 2012: 11).
El primer aspecto puede entreverse, por ejemplo, en el proceso de obtención y
lucha por los títulos de las tierras. La lucha por la tenencia legal de las mismas,
implica por un lado adquirir un lenguaje jurídico proveniente de nociones ex-
ternas, como el requerimiento de la personería jurídica nacional o provincial, el
conocimiento de los convenios a nivel jurídico, nacionales e internacionales. Por
otro implica reivindicar la historia de ocupación de las tierras, múltiples formas de
territorialización que históricamente han sido negadas por medio de diversas for-
mas de expropiación colonial y neocolonial. El “trabajo a pulmón” se fortalece en
la memoria colectiva y forma parte de las actuales luchas vinculadas a la defensa
de los territorios y las identidades.
El segundo aspecto refiere a la forma en que las nociones internas del trabajo
pueden redireccionarse y ser movilizadas hacia nuevos fines, en la medida que se
dialoga con la defensa del territorio de Iruya, entendiendo el territorio no sólo en
su dimensión jurídica, sino como el medio de producción de vida y la base de la
identidad étnica (Pacheco de Oliveira, 2006: 49).46 De esta manera las nociones
internas pueden ser vinculadas con nociones externas, pero en confrontación y /o
resignificación.
En este sentido, aunque la búsqueda de trabajo a sueldo constituye una de-
manda dentro de las políticas de la organización, el trabajo a pulmón presenta una
ventaja con respecto al anterior. Es la referencia de las estrategias de vida de la
“gente del campo” y posee mayor prestigio. Asimismo, este aspecto permite en-
tender la importancia de algunos proyectos en Iruya dirigidos en primera instancia
a “pequeños productores”, nominación o clasificación gubernamental propia del
programa que subsume –en una visión productivista–, las llamadas economías de
subsistencia (como se analizó anteriormente en el marco de la SsAF). Proyectos
que encuentran una relativa coherencia en su aplicación al haber sido diseñados
para grupos que, en su organización social y espacial, poseen ciertos mecanismos
de autoabastecimiento y de reciprocidad que intervienen en la producción de la

46 Para este autor, “cuando hablamos de territorio estamos describiendo una relación entre colecti-
vidades y recursos naturales que necesariamente pasa por la dimensión política y se refiere a un
determinado cuadro jurídico […], expresando demandas potencializadas por derechos especiales,
reconocidos sólo ahora y de cierta forma pasibles de ser implementados por las acciones del Esta-
do” (Pacheco de Oliveira, 2006: 49).
354 Neocolonialismo, capitalismo, pobreza...

vida (trabajo comunitario y familiar, acceso a la tierra, agua, animales, plantas,


medios de trabajo, etc.).
El trabajo a pulmón en las organizaciones territoriales es más que un simple
emblema, y conlleva en sí un símbolo de identidad. Esta forma de trabajo comuni-
tario, protege a los miembros de una comunidad del avasallamiento de su vida, su
espacio, su tierra, según expresan los dirigentes:
“Nos motiva también, salir por ahí de la cuestión más laboral a las
cuestiones más delimitantes de la organización comunitaria, plan-
tear cosas que puedan ayudar a ir mejor, a que no nos vuelva a pasar
eso [el pago de las tierras a través del trabajo en el ingenio], ahí
está la lucha entre el estado y las comunidades también, o con las
empresas” (Representante del Consejo Indígena Kolla de Iruya y
Qullamarka).
El trabajo a pulmón puede pensarse como una herramienta analítica entre diver-
sas nociones del trabajo, que sin embargo tiene sus límites: el reglamento de las
comunidades, la búsqueda de la autonomía (buscar financiamiento pero no contar
exclusivamente con ello para moverse) y su relación con las formas de ganarse la
vida en el reivindicado territorio kolla.

A modo de cierre
El trabajo en tanto práctica para ganarse la vida, siempre ha estado presente en las
sociedades, sólo que de muchas formas. Lo que cambia son los discursos acerca
del mismo, las significaciones, lo que es legítimo y lo que no. La dimensión hege-
mónica del trabajo –la “cultura del trabajo”– remite a una categoría que nace del
campo social-científico y se acota en visiones evolucionistas y productivistas que
hoy se esconden en el discurso de variadas instituciones y de prácticas de gobier-
no como, hemos intentado mostrar, en las políticas sociales inclusivas actuales
desplegadas en la Argentina. Nos interesa indagar en las disputas por establecer
qué es el trabajo y quién es el sujeto que lo realiza, como hemos mostrado en este
trabajo. El trabajo, de esta manera, puede ser abordado como un espacio de signi-
ficados en disputa y de intervención activa por parte de diversos grupos.
En estas líneas, nos hemos volcado a la urgencia de comprender –desde una
perspectiva antropológica– ciertas prácticas del trabajo y los sentidos que se actua-
lizan en la producción de la vida, en paralelo a una construcción constante del mar-
co teórico-metodológico para analizarlas. Por ello, a partir de entender al trabajo
como un espacio de significados en disputa, construimos las nociones externas e
internas del trabajo, basados también en las categorías nativas encontradas.
Las nociones externas se vinculan con prácticas de gobierno y dispositivos
que disponen de categorías técnicas del trabajo, tanto productivistas como asa-
lariadas y/o remuneradas. Éstas se relacionan con las políticas sociales, en tanto
Consejo Indígena Kolla de Iruya 355

las mismas conforman un campo de fuerza donde se delimitan grillas de poder


que construyen subjetividades trabajadoras. Por otro lado, las nociones internas,
referencian otras “culturas” del trabajo, otras negociaciones sobre lo que signifi-
ca trabajar. También se relacionan con las políticas sociales cuando éstas permi-
ten entrever campos de transformación de dichas subjetividades trabajadoras, de
acuerdo a resistencias y des-subjetivaciones. Tanto las nociones externas como
internas del trabajo, en su relación con las políticas sociales, son construidas con
miras a dar cuenta de una cara y una contracara en las prácticas de gobierno, una
cara como nuevos sujetos destinatarios de políticas y una contracara como sujetos
reflexivos y productores de su propia experiencia.
En el caso analizado, la idea y práctica del trabajo a pulmón es una puerta
de entrada para situarnos en el presente más cercano y comprender, no sólo, los
alcances de los discursos sobre la “inclusión” de las políticas desplegadas por el
gobierno actual sino, además, las condiciones por las que una organización como
el Consejo Indígena Kolla de Iruya decide ser parte estratégicamente de esa “co-
munidad” que disponen las prácticas de gobierno. Comunidad que no es la misma
que aquella construida por el Consejo y reivindicada por los presidentes de las
comunidades de Iruya. Esto, en un contexto de demandas y exigencias que el pro-
grama de gobierno actual no contempla, pero es puesto en el tapete por parte de
organizaciones indígenas que se van articulando en espacios producidos, en gran
medida, por trabajo a pulmón. Los trabajadores a pulmón son individuos, pero
el tiempo que reproducen, es el de las comunidades. Esta noción del trabajo es
incomprensible, si no se la relaciona con las características de Iruya, ya que forma
parte de geografías intrincadas, que requieren del movimiento constante del cuer-
po para ser habitadas, y de economías que no suelen “encajar” con las categorías
que, en las ciencias sociales, tenemos para nombrar la diversidad, especialmente,
la de campesinado, actualmente mutada en la de “pequeño productor” o “agricul-
tor familiar”.
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