Casado con Mercedes Fontecilla Valdivieso, tuvo cinco hijos: cuatro mujeres y un
hombre, José Miguel Carrera Fontecilla, padre del héroe del combate de la
Concepción, capitán Ignacio Carrera Pinto.
Tuvo formación militar luchando por la causa española durante las guerras contra
Napoleón. Regresó a Chile en 1811, adentrándose en los vericuetos de la política.
Joven, de muy buena apariencia, gallardo y ambicioso, no se conformaba con el
papel de segundón que tenía frente a la familia Larraín, conocida también como
los Ochocientos, debido a su multiplicidad y relaciones. De esta manera, decidió
que era el momento de acceder al poder.
Con sólo 25 años, José Miguel Carrera cambió la orientación del proceso
independentista chileno. Hasta el momento habían predominado los moderados,
cuya idea era más bien obtener grados de autonomía dentro del Imperio Español,
sin llegar a la independencia plena. José Miguel Carrera era un revolucionario,
que buscaba la independencia plena de Chile con respecto a España.
También publicó la Aurora de Chile, cuyo editor era fray Camilo Henríquez,
primer periódico Chileno, en el que se proclamaron los ideales independentistas.
También fundó el Instituto Nacional y la Biblioteca Nacional. Diseñó en conjunto
con su hermana Javiera los primeros símbolos nacionales: la primera bandera
(tres franjas iguales horizontales, en el orden de: azul, blanca y amarilla), el
primer escudo, muy diferente al actual y con dos sentencias latinas: Post
Tenebras Lux (después de tinieblas, la luz) y Aut Consilio Aut Ense (por la razón o
la espada). Como el proceso de independencia fue obra de criollos burgueses
(terratenientes, aristócratas, militares de profesión y la iglesia), y no una
revolución popular propiamente tal (el pueblo, en ese entonces, sufría de un
analfabetismo casi absoluto, y de constantes maltratos y discriminaciones por
parte de los dueños de la tierra y el dinero), una de las razones principales por las
que Carrera creó los primeros símbolos nacionales fue su deseo de despertar el
interés de los sectores populares, hasta ese punto totalmente indiferentes, en la
causa independentista.
Entre sus otras obras se incluyen el haber traído al primer fabricante de tejidos,
la iluminación nocturna y reparación de calles, además de fundar una biblioteca
pública y establecer escuelas gratuitas en los conventos, tanto para hombres
como para mujeres. También fundó la Escuela de Granaderos, base para la futura
Escuela Militar. Estableció relaciones comerciales con los Estados Unidos e incluso
recibió al primer embajador estadounidense en Chile Joel Robert Poinsett, quien
fuera gran amigo de los Carrera.
En Argentina, mientras O’Higgins obtenía apoyo en José de San Martín, quien era
hermano masónico de éste, ya que ambos estaban unidos por la secreta Logia
Lautarina para la liberación de América, de hecho, San Martín no tenia confianza
en los Carrera y se vieron librados a su suerte, siendo enviados José Miguel y Juan
José a Buenos Aires, donde los esperaba Luis, que se encontraba prisionero por
haber matado en duelo a Juan Mackenna, miembro de la Logia Lautarina que
insidiaba sobre los Carrera.
Sin embargo, a su llegada a Buenos Aires, Carrera se encuentra con Carlos María
Alvear, amigo suyo desde los tiempos de Cádiz, general argentino que en ese
momento era el gran orgullo de todo Buenos Aires. Los dos Generales se
encontraron y estrecharon nuevamente su amistad. Aunque Alvear era miembro
de la Logia Lautarina, él no confiaba en San Martín. Gracias a esta amistad,
Carrera consigue la liberación de su hermano Luis. Poco después, Alvear se tomó
el poder, con lo cual Carrera habría obtenido lo necesario para la liberación de
Chile.
Fue recibido por un amigo suyo, el comodoro David Porter, quien más lo ayudaría
en su estadía. Logró entrevistarse con el presidente estadounidense James
Madison, quien se excusó de no poder hacer nada por la liberación de América del
Sur, ya que en ese tiempo Estados Unidos se encontraba en negociaciones de la
compra de la Florida a España. No obstante, en Nueva York, José Miguel logró
relacionarse con varios militares europeos de importancia, quienes lo aconsejaron
respecto a cómo debía proceder, y logró entrar a la logia masónica
estadounidense “San Juan de Jerusalén” Nº 1, la cual le sirvió para lograr
contactos que le serían vitales en su misión.
Al cabo de un año, José Miguel logró reunir cuatro barcos, armamento y soldados
en pro de la liberación de Chile, incluso terminó de aprender inglés a la
perfección durante su estadía.
Al llegar a Argentina, los barcos que trajo fueron confiscados por el Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, don Juan Martín de
Pueyrredón y Carrera fue puesto nuevamente tras barrotes. Las manos invisibles
de la Logia Lautarina obraban otra vez en su contra.
O’Higgins fue nombrado Director Supremo en Chile, como había sido ya planeado
por la Logia Lautarina, y su gobierno fue notorio tanto por depender
directamente de la Logia como por su carácter totalitario.
Carrera, quien seguía prisionero en Buenos Aires, a bordo del bergantín Belén, se
fuga gracias a la ayuda del oficial estadounidense William Kennedy, y es dirigido
en un bergantín portugués a Montevideo donde recibe la protección del General
portugués Carlos Federico Lecor.
Juan José Carrera, quien también estaba prisionero (en el bergantín 25 de Mayo)
fue puesto en libertad poco después de la fuga de José Miguel. Luis Carrera no
fue aprisionado gracias a que estaba en casa de doña Quintanilla de Alvear y vivió
como prófugo durante ese tiempo, hasta que fue puesto en libertad su hermano
mayor. Juan José y Luis se decidieron a volver a Chile sin claro objetivo. Fueron
descubiertos y nuevamente fueron puestos en prisión acusándolos de conspirar
contra O’Higgins. Los supuestamente conjurados, entre los cuales estaban Juan
José y Luis, fueron descubiertos antes de que pudieran cruzar la cordillera, Luis
fue apresado en Mendoza y Juan José en San Luis, siendo llevado después junto a
su hermano en Mendoza, donde permanecieron un largo tiempo encarcelados
hasta su ejecución.
Esto no hizo más que enfurecer aún más a Carrera, quien siguió publicando sus
textos incendiarios contrarios a la voluntad de la Logia, entre ellos su Yo Acuso.
Frente a esto, Isarri creó la gaceta El Duende, mientras que en las Provincias
Unidas del Río de la Plata se publicaba la Gaceta de Buenos Aires, dirigida por
Julián Álvarez. En ambas se desprestigiaba a Carrera.
Debido a la fuerte influencia del gobierno argentino sobre la Corte Real de Río de
Janeiro, José Miguel Carrera debió abandonar Montevideo. Así, partió rumbo a
Argentina, para alentar el enfrentamiento entre unitarios y federalistas.
Formando alianza con Francisco Ramírez, de Entre Ríos, y Estanislao López, de
Santa Fe, planificaron el ataque contra los unitarios, triunfando en la batalla de
la Cañada de Cepeda, el 1 de febrero de 1820.
Carrera atacaría cuatro veces distintas Buenos Aires, tomándosela dos veces. En
la segunda ocasión le fue ofrecido el cargo de Director Supremo, el cual Carrera
rechazó, dejando en el cargo a Manuel Sarratea, quien fuera depuesto del cargo
poco después de ser puesto en el poder. El nuevo Director Supremo de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, el general Martín Rodríguez logró llegar a un
entendimiento con Estanislao López, derribando otra vez los ideales de Carrera.
Carrera quedó prácticamente solo, por lo que formó una montonera con soldados
chilenos que lo acompañaban y varios indígenas, para internarse en las pampas,
con la esperanza de poder cruzar la cordillera, hacia Chile. Fue ganando adeptos
entre los indios, quienes llegaron a nombrarle “Pichi-Rey” (pequeño rey).
El 30 de agosto de 1821 fue derrotado en Punta del Médano por las fuerzas del
coronel José Albino Gutiérrez.
Pese a que intentó replegarse a Jocolí con sus tropas, es traicionado por el
comandante cordobés Manuel Arias que, junto con oficiales argentinos de su
ejército (José María Benavente y Felipe Álvarez) lo entregaron al coronel
mendocino José Gutiérrez. Enjuiciado y condenado a muerte, fue fusilado cerca
del mediodía del 4 de septiembre, en la plaza de Mendoza. Carrera habría
solicitado dar la orden de fuego, petición que le fue negada. Pidió entonces que
no se le vendaran los ojos, y que se apuntara donde estaba su mano. Carrera
recibió la descarga fatal de pie. A su fusilamiento se llevó a niños de las escuelas
cercanas para que “vieran lo que ocurría con la gente revolucionaria”.
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