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2018
“Junto a los jóvenes, llevemos el Evangelio a todos ”

Materiales para la preparación de la Jornada Mundial de las Misiones 2018

© Obras Misionales Pontificio Episcopales de México, A.R.


Prolongación Misterios no. 24 Col. Tepeyac-Insurgentes,
Del. Gustavo A. Madero, C.P. 07020, Ciudad de México, México

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siempre y cuando no persiga fines lucrativos, se cite y se dé crédito a la fuente de procedencia.

Impreso en México
Presentación 4
Pbro. Lic. José Ayala Madrigal

Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2018 6


S.S. Francisco

Reflexión bíblica 9
Hch 1, 8

Tema 1 13
Los Jóvenes y una nueva manera de hacer misión

Tema 2 22
Medios de comunicación

Celebración Eucarística por la Evangelización de los Pueblos 28

Hora Santa Misionera 34

Rosario Misionero 39

Infografías 44
Presentación
Los confines de la tierra, queridos jóvenes, son para ustedes hoy muy relativos y siempre fácilmente
navegables. El mundo digital, las redes sociales que nos invaden y traspasan, difuminan fronteras,
borran límites y distancias, reducen las diferencias. Parece todo al alcance de la mano, todo tan cer-
cano e inmediato. Sin embargo, sin el don comprometido de nuestras vidas, podremos tener miles
de contactos pero no estaremos nunca inmersos en una verdadera comunión de vida. La misión
hasta los confines de la tierra exige el don de sí en la vocación que nos ha dado quien nos ha puesto
en esta tierra (cf. Lc 9,23-25). Me atrevería a decir que, para un joven que quiere seguir a Cristo, lo
esencial es la búsqueda y la adhesión a la propia vocación.

Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2018

Estimados hermanos y hermanas:

Les saludo con gran alegría, pidiendo al Dios de Jesucristo bendiga y acompañe
siempre sus anhelos y proyectos, y que el Espíritu Santo guíe sus pasos, santifique sus
vidas e ilumine sus afanes a favor de la misión.

Este año la Jornada Mundial de las Misiones está dedicada especialmente


a los jóvenes, en el marco del sínodo de los obispos a celebrarse del 3
al 28 de octubre del presente y cuyo tema es: «Los jóvenes, la fe y
el discernimiento vocacional», por lo cual hemos elaborado este
material de trabajo para comenzar a preparar el llamado «Octubre
misionero 2019» en cada una de las diócesis de nuestra patria.

El lema que hemos determinado para este año: «Junto a los


jóvenes llevemos el Evangelio a todos», expresa en toda su
extensión el mandato del Maestro «Id, pues, y haced discípu-
los a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo», por lo que esperamos que, tanto
la temática como la liturgia y demás información de este mate-
rial, sean de provecho para animar en las parroquias, grupos y
movimientos el espíritu misionero que debe permear todas las
acciones pastorales de los bautizados.

Muy estimados hermanos y hermanas, el próximo domingo 21


de octubre celebremos la fiesta misionera de la Iglesia, la jorna-
da DOMUND, jornada de oración, reflexión, sacrificios y ayuda
material a favor de la misión y los misioneros.

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Celebremos con gran entusiasmo, alegría y responsabilidad este Domingo Mundial de las Misiones, con la
única intención de apoyar espiritual y económicamente a las misiones y misioneros en territorios ad gentes,
que tanto requieren de nuestra ayuda y colaboración.

Me permito compartir con ustedes las palabras con las que el Santo Padre Francisco nos animaba, a los
Directores Nacionales de Misiones, el pasado mes de junio a renovar nuestro ser y quehacer de discípulos
misioneros:
«La conversión misional de las estructuras de la Iglesia (EG, 27) requiere santidad personal y creatividad
espiritual. Por lo tanto no se trata solo de renovar el viejo, sino de permitir que el Espíritu Santo cree lo nuevo.
No nosotros, el Espíritu Santo. Dar espacio al Espíritu Santo, permitir que el Espíritu Santo cree lo nuevo, haga
nuevas todas las cosas (cf. Sal 104,30; Mt 9:17). Él es el protagonista de la misión: Él es el “jefe de oficina” de
las Obras Misionales Pontificias[…] Sed audaces y valientes en la misión, colaborando con el Espíritu Santo
siempre en comunión con la Iglesia de Cristo (cf. GE, 131)».

Es también por ello que el Papa Francisco ha aceptado y promulgado el «Octubre misionero 2019» con la
finalidad de fortalecer la conciencia ad gentes de todos los bautizados, por lo cual nos exhorta a preparar este
tiempo de gracia cuyo tema central será: «Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo».

Pongo aquí las palabras del santo Padre:

«Para renovar el ardor y la pasión, motor espiritual de la actividad apostólica de innumerables santos y már-
tires misioneros, he acogido con gran agrado vuestra propuesta, elaborada junto a la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos, de dedicar un tiempo extraordinario de oración y reflexión sobre la missio ad
gentes. Pediré a toda la Iglesia que dedique el mes de octubre del año 201 a esta finalidad, para que en ese
año celebremos el centenario de la carta apostólica Maximum Illud, del Papa Benedicto XV. […] La preparación
de este tiempo extraordinario dedicado al primer anuncio del Evangelio nos ayude a ser cada vez más Iglesia
en misión» (Discurso a los directores nacionales de OMP, 3-6-17).

Suplicando la maternal intercesión de Santa María de Guadalupe, Estrella de la evangelización y Madre del
verdadero Dios por quien se vive, nos enseñe y nos ayude a hacer de nuestra vida una misión. ¡Nuestra vida
es, en Cristo, una misión!

Pbro. Lic. José Ayala Madrigal


Obras Misionales Pontificio Episcopales de México
Director Nacional

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS
MISIONES 2018
Junto a los jóvenes, llevemos el Evangelio a todos

Queridos jóvenes:

Deseo reflexionar con ustedes sobre la misión que Jesús nos ha confiado. Dirigiéndome a ustedes lo hago
también a todos los cristianos que viven en la Iglesia la aventura de su existencia como hijos de Dios. Lo que
me impulsa a hablar a todos, dialogando con ustedes, es la certeza de que la fe cristiana permanece siempre
joven cuando se abre a la misión que Cristo nos confía. «La misión refuerza la fe», escribía san Juan Pablo II
(Redemptoris Missio, 2), un Papa que tanto amaba a los jóvenes y que se dedicó mucho a ellos.

El Sínodo que celebraremos en Roma el próximo mes de octubre, mes mi-


sionero, nos ofrece la oportunidad de comprender mejor, a la luz de la fe,
lo que el Señor Jesús les quiere decir a los jóvenes y, a través de ustedes,
a las comunidades cristianas.

· La vida es una misión

Cada hombre y mujer es una misión, y esta es la razón por la que


se encuentran viviendo en la tierra. Ser atraídos y ser enviados son los
dos movimientos que nuestro corazón, sobre todo cuando es joven en
edad, siente como fuerzas interiores del amor que prometen un
futuro e impulsan hacia adelante nuestra existen-
cia. Nadie mejor que los jóvenes percibe cómo
la vida sorprende y atrae. Vivir con alegría la
propia responsabilidad ante el mundo es un
gran desafío. Conozco bien las luces y som-
bras del ser joven, y, si pienso en mi juventud y
en mi familia, recuerdo lo intensa que era la
esperanza en un futuro mejor. El hecho de
que estemos en este mundo sin una pre-
via decisión nuestra, nos hace intuir que
hay una iniciativa que nos precede y nos
llama a la existencia. Cada uno de noso-
tros está llamado a reflexionar sobre esta
realidad: «Yo soy una misión en esta tierra,
y para eso estoy en este mundo» (Evangelii
Gaudium, 273).

6
· Les anunciamos a Jesucristo

La Iglesia, anunciando lo que ha recibido gratuitamente (cf. Mt 10, 8; Hch 3, 6), comparte con ustedes, jóvenes,
el camino y la verdad que conducen al sentido de la existencia en esta tierra. Jesucristo, muerto y resucitado
por nosotros, se ofrece a nuestra libertad y la mueve a buscar, descubrir y anunciar este sentido pleno y ver-
dadero. Queridos jóvenes, no tengan miedo de Cristo y de su Iglesia. En ellos se encuentra el tesoro que llena
de alegría la vida. Se lo digo por experiencia: gracias a la fe he encontrado el fundamento de mis anhelos y la
fuerza para realizarlos. He visto mucho sufrimiento, mucha pobreza, desfigurar el rostro de tantos hermanos
y hermanas. Sin embargo, para quien está con Jesús, el mal es un estímulo para amar cada vez más. Por amor
al Evangelio, muchos hombres y mujeres, y muchos jóvenes, se han entregado generosamente a sí mismos, a
veces hasta el martirio, al servicio de los hermanos. De la cruz de Jesús aprendemos la lógica divina del ofreci-
miento de nosotros mismos (cf. 1 Co 1, 17-25), como anuncio del Evangelio para la vida del mundo (cf. Jn 3,16).
Estar inflamados por el amor de Cristo consume a quien arde y hace crecer, ilumina y vivifica a quien se ama (cf.
2 Co 5, 14). Siguiendo el ejemplo de los santos, que nos descubren los amplios horizontes de Dios, los invito a
preguntarse en todo momento: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?».

· Transmitir la fe hasta los confines de la tierra

También ustedes, jóvenes, por el Bautismo son miembros vivos de la Iglesia, y juntos tenemos la misión de
llevar a todos el Evangelio. Ustedes están abriéndonos a la vida. Crecer en la gracia de la fe, que se nos trans-
mite en los sacramentos de la Iglesia, nos sumerge en una corriente de multitud de generaciones de testigos,
donde la sabiduría del que tiene experiencia se convierte en testimonio y aliento para quien se abre al futuro.
Y la novedad de los jóvenes se convierte, a su vez, en apoyo y esperanza para quien está cerca de la meta de
su camino. En la convivencia entre los hombres de distintas edades, la misión de la Iglesia construye puentes
inter-generacionales, en los cuales la fe en Dios y el amor al prójimo constituyen factores de unión profunda.

Esta transmisión de la fe, corazón de la misión de la Iglesia, se realiza por el contagio del amor, en el que la
alegría y el entusiasmo expresan el descubrimiento del sentido y la plenitud de la vida. La propagación de la
fe por atracción exige corazones abiertos, dilatados por el amor. No se puede poner límites al amor: fuerte
como la muerte es el amor (cf. Ct 8, 6). Y esa expansión crea el encuentro, el testimonio, el anuncio; produce
la participación en la caridad con todos los que están alejados de la fe y se muestran ante ella indiferentes, a
veces opuestos y contrarios. Ambientes humanos, culturales y religiosos todavía ajenos al Evangelio de Jesús
y a la presencia sacramental de la Iglesia representan las extremas periferias, los confines de la tierra, hacia
donde sus discípulos misioneros son enviados, desde la Pascua de Jesús, con la certeza de tener siempre con
ellos a su Señor (cf. Mt 28, 20; Hch 1, 8). En esto consiste lo que llamamos missio ad gentes. La periferia más
desolada de la humanidad necesitada de Cristo es la indiferencia hacia la fe o incluso el odio contra la plenitud
divina de la vida. Cualquier pobreza material y espiritual, cualquier discriminación de hermanos y hermanas es
siempre consecuencia del rechazo a Dios y a su amor.

Los confines de la tierra, queridos jóvenes, son para vosotros hoy muy relativos y siempre fácilmente nave-
gables. El mundo digital, las redes sociales que nos invaden y traspasan, difuminan fronteras, borran límites
y distancias, reducen las diferencias. Parece todo al alcance de la mano, todo tan cercano e inmediato. Sin
embargo, sin el don comprometido de nuestras vidas, podremos tener miles de contactos pero no estaremos
nunca inmersos en una verdadera comunión de vida. La misión hasta los confines de la tierra exige el don de
sí en la vocación que nos ha dado quien nos ha puesto en esta tierra (cf. Lc 9, 23-25). Me atrevería a decir que,
para un joven que quiere seguir a Cristo, lo esencial es la búsqueda y la adhesión a la propia vocación.

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Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones

· Testimoniar el amor

Agradezco a todas las realidades eclesiales que les permiten encontrar personalmente a Cristo vivo en su Igle-
sia: las parroquias, asociaciones, movimientos, las comunidades religiosas, las distintas expresiones de servicio
misionero. Muchos jóvenes encuentran en el voluntariado misionero una forma para servir a los más peque-
ños (cf. Mt 25,40), promoviendo la dignidad humana y testimoniando la alegría de amar y de ser cristianos.
Estas experiencias eclesiales hacen que la formación de cada uno no sea solo una preparación para el propio
éxito profesional, sino el desarrollo y el cuidado de un don del Señor para servir mejor a los demás. Estas
formas loables de servicio misionero temporal son un comienzo fecundo y, en el discernimiento vocacional,
pueden ayudaros a decidir el don total de ustedes mismos como misioneros.

Las Obras Misionales Pontificias nacieron de corazones jóvenes, con la finalidad de animar el anuncio del Evan-
gelio a todas las gentes, contribuyendo al crecimiento cultural y humano de tanta gente sedienta de Verdad. La
oración y la ayuda material, que generosamente son dadas y distribuidas por las OMP, sirven a la Santa Sede
para procurar que quienes las reciben para su propia necesidad puedan, a su vez, ser capaces de dar testi-
monio en su entorno. Nadie es tan pobre que no pueda dar lo que tiene, y antes incluso lo que es. Me gusta
repetir la exhortación que dirigí a los jóvenes chilenos: «Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que
no le haces falta a nadie: Le haces falta a mucha gente y esto piénsalo. Cada uno de ustedes piénselo en su co-
razón: Yo le hago falta a mucha gente» (Encuentro con los jóvenes, Santuario de Maipú, 17 de enero de 2018).

Queridos jóvenes: el próximo octubre misionero, en el que se desarrollará el Sínodo que está dedicado a uste-
des, será una nueva oportunidad para hacernos discípulos misioneros, cada vez más apasionados por Jesús y
su misión, hasta los confines de la tierra. A María, Reina de los Apóstoles, a los santos Francisco Javier y Teresa
del Niño Jesús, al beato Paólo Manna, les pido que intercedan por todos nosotros y nos acompañen siempre.

Vaticano, 20 de mayo de 2018, Solemnidad de Pentecostés.


Francisco

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REFLEXIÓN BÍBLICA
«Hasta los confines de la tierra»
(Hch 1,8)
Reflexión biblica: «Hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8)

El discípulo misionero, de todos los tiempos, siempre tendrá el cargo de ir a los confines de la tierra.
Estos espacios podrán ir variando; de hecho, así ha sucedido a lo largo la historia. Sí encargo, el encargo
del Señor Jesús nunca podrá ser modificado; nunca será algo opcional en la tarea misionera ir a los lími-
tes, a las fronteras, a las situaciones más difíciles que sufren muchas personas y grupos.
De hecho, el Santo Padre Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones del presente
año, les recuerda a los jóvenes y, en ellos a todos los demás miembros de la Iglesia, que los «ambientes
humanos, culturales y religiosos todavía ajenos al Evangelio de Jesús y a la presencia sacramental de la
Iglesia, representan las extremas periferias, los confines de la tierra, hacia donde sus discípulos misione-
ros son enviados…».

Realicemos, en estas claves, un acercamiento a Hch 1,6-8.

1. Leamos este pasaje

Pongamos especial atención en la pregunta que le hacen los apóstoles al Señor en el v. 6.


¿Cuál es la preocupación de los apóstoles? ¿Piden la restauración del Reino de o a Israel?

Ahora leamos con atención la respuesta de Jesús. ¿Les responde Jesús directamente? ¿Qué recibirían los
apóstoles cuando llegara el Espíritu Santo? ¿Cuál será la consecuencia o la utilidad de lo que van a reci-
bir? ¿En dónde serán testigos del Señor los apóstoles? ¿Hay alguna diferencia entre decir: «En Jerusalén,
en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» o «no solo en Jerusalén, sino también en toda
Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra»?1

2. Percibamos algunos elementos en orden a captar mejor su mensaje

«¿Vas ahora a restablecer el Reino a Israel?»


La pregunta que hacen los apóstoles a Jesús refleja el riesgo del repliegue, en lugar del avance; de
encerrarse, en vez de abrirse; de pensar en sí mismo, en lugar de considerar a los demás. Ya desde el
Evangelio, Lucas había dejado claro que cuando alguien se adueña de Dios, entonces, no lo tiene (4, 16-
30); que el discípulo, a semejanza del Maestro, no debe ir al encuentro sólo de quienes lo buscan, sino
sobre todo de quienes más lo necesitan (4, 43). Aquellos pobres hombres tienen la tentación de pensar
en ellos mismos, no en los demás; de ahí que estén más preocupados por los beneficios que pueden
adquirir como pueblo elegido, que en la responsabilidad de compartir la Buena Nueva.

«Recibirán una fuerza que los hará ser mis testigos»

El discípulo, según Hechos de los Apóstoles (1, 7; cf. Lc 24, 49), recibirá una fuerza que lo capacitará para
ser testigos del Señor; esto, al provenir del Espíritu, fortalece al discípulo, no lo empodera; provoca que
vaya al encuentro de los demás, para servir, no para aprovecharse de ellos; algo totalmente diferente al
modo en que el emperador y sus colaboradores más cercanos enviaban a sus emisarios.

1 Si tiene un poco más de interés en percibir la manera en que se fue dando este desplazamiento paulatino en los Hechos de los Apóstoles, puede echarle
un vistazo a Hech 8,1-4; el adelanto de 13,47 y 15,36-41, así como al contenido de 28,23-31.

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Con la fortaleza que le da el Espíritu, el discípulo, podrá ser testigo del Señor Resucitado. Tengamos
presente que para Lucas el discípulo debe ser alguien que sea capaz de testificar; es decir, que no solo
tenga conocimiento, sino sobre todo experiencia con alguien, en este caso, de encuentro con Jesucristo.
Tampoco es alguien que quiere solamente hacer algo; también, y sobre todo, está dispuesto a hacerlo de
acuerdo a como se lo pide su Maestro. Incluso, de acuerdo a lo que Lucas ha venido insinuando desde
el Evangelio (Lc 10, 1ss), el testigo dista mucho de ser un espontáneo que se lanza a la misión porque así
lo desea; es alguien que va por encargo del Maestro.

«No solo en Jerusalén, sino también…»

La misión tenía que empezar en un lugar, en este caso en Jerusalén: ahí había Jesús entregado su vida,
ahí mismo también las autoridades lo habían matado; pero en Jerusalén había resucitado. Jerusalén no
es importante en sí misma, sino por lo que sucedió ahí. Es decir, la misión tiene que empezar en Jerusa-
lén, porque el misionero debe proclamar la Buena Nueva, teniendo como punto de partida, siempre, la
entrega de la vida y la resurrección del Señor. Al mismo tiempo, Jerusalén representa solo el punto de
partida geográfico, pues los discípulos deben ir a otros lugares, a otros espacios. Es innegable que la mi-
sión, según Hechos de los Apóstoles, debe tener connotaciones geográficas, insinuando que los confines
de la tierra podrían ser la zona de Palestina, Roma, Etiopía o España; el misionero debe ir a lugares; eso
está claro. Sin embargo, será necesario también ir al encuentro de las personas.

«Hasta los confines de la tierra»

La indicación de Hch 1, 8 bien podría estar indicando, además del aspecto geográfico, el étnico. Jesús no
solo pide a sus discípulos que se desplacen hasta ciertos lugares, sino que se dispongan a encontrarse
con todo tipo de personas, sobre todo con aquellos que eran excluidos, o simplemente diferente a ellos.
Quizás por esto, el fin último de la misión sería, que los gentiles se fueran integrando, pues la comunidad
de discípulos debe caracterizarse, de acuerdo a las mismas palabras de Jesús, por ser un espacio en el
que siempre hay sitio para los demás, especialmente para los más excluidos (Lc 14, 22).

Leamos, una vez más, Hch 1, 6-8. Preguntémonos ¿En qué nos hace reflexionar este pasaje? sobre:

• La importancia de que la conciencia del encargo misionero provoque apertura hacia los demás;

• lo imprescindible de ser testigos;

• lo fundamental que es el hecho de ser conscientes de que lo sucedido en Jerusalén, es de funda


mental importancia para la misión;

• la urgencia de que el misionero debe desplazarse geográficamente;

• y de lo prioritario que es para la vida del misionero, ir al encuentro de los diferentes, incluso sobre
todo, de los excluidos.

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Reflexión biblica: «Hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8)

3. Hagamos oración

Se recomienda que además, de las oraciones de petición, no falten de acción de gracias o de perdón. Es im-
portante que, en la medida de lo posible, se tomen en cuenta los aspectos que hemos meditado.

4. Busquemos algún compromiso

Tenemos la certeza de que «la fe cristiana permanece siempre joven cuando se abre a la misión que Cristo
nos confía» .

¿Qué podríamos y deberíamos hacer para vivir en una actitud permanente de apertura para la misión?

«Cada hombre y mujer es una misión, y esta es la razón por la que se encuentra viviendo en la tierra».

¿Por qué no podemos vivir sin ser testigos de la Buena Nueva? ¿A qué nos compromete esto?

«La periferia más desolada de la humanidad necesitada de Cristo es la indiferencia hacia la fe o incluso el odio
contra la plenitud divina de la vida».

¿En qué espacios geográficos o a qué ámbitos existenciales urge el anuncio de la Buena Nueva para recuperar
el sentido de la fe y de la existencia?

«Muchos jóvenes encuentran en el voluntariado misionero una forma para servir a los más pequeños
(cf. Mt 25,40), promoviendo la dignidad humana y testimoniando la alegría de amar y de ser cristianos».

¿Qué podemos hacer, en qué deberíamos cambiar, para seguir yendo, a ejemplo de muchos jóvenes
de nuestras comunidades, a los confines de nuestra sociedad donde están los que más sufren?

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Tema 1

Los jóvenes y una nueva


manera de hacer misión
Tema 1: Los jóvenes y una nueva manera de hacer misión

El lema que nos ha sugerido el Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones del presente
año, «Junto a los jóvenes, llevemos el Evangelio a todos», es en sí mismo desafiante, pues de manera contun-
dente nos invita, por un lado, a descubrir la importancia de sumarnos al ímpetu, así como a la autenticidad
que tienen los jóvenes en casi todo lo que hacen; por otro, a retomar el contenido fundamental del mensaje,
al mismo tiempo que la universalidad de los interlocutores. Todo esto, con la finalidad, como también afirma
el Papa, de llevar la Buena Nueva a los confines de la tierra que para los jóvenes, «hoy son muy relativos y
siempre fácilmente navegables», en el mejor de los sentidos.
Estos confines de la tierra están impregnados, no necesariamente contaminados, de dos realidades que, los
jóvenes experimentan cotidianamente y con un alto grado de madurez humana y cristiana: la diversidad cultu-
ral y el pluralismo religioso. Estas dos realidades, lejos de ser percibidas por nuestros jóvenes, necesariamente
como problemas, las ven como peculiaridades desafiantes y hasta como bendiciones permanentes, que piden
una mejor manera de hacer la misión, una misión con rostro joven.
Nuestra propuesta consiste en reflexionar en algunos itinerarios de encuentro, así como en ciertas conviccio-
nes que nos permitan vislumbrar un tipo de misión de rostro joven de una Iglesia en salida.

1. Itinerarios de encuentro

En cada época todos los pueblos y los individuos han tenido el desafío de la convivencia en la diferencia
y diversidad cultural1. Esta interrelación cultural que supone el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y
materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a cada grupo social o sociedad (Gaudium et Spes n. 53),
nunca ha sido fácil. Más aún, en determinados momentos ha sido dolorosa y hasta cruenta.
Una peculiaridad de una nueva manera de hacer misión consiste en reconocer la diversidad cultural y el plu-
ralismo religioso2 también como bendiciones y no solo como problemas; por tanto, el otro no es un extraño
sino un hermano, no es alguien a quien se haya que convencer –menos vencer–; se trata como a un interlo-
cutor valioso. Los textos bíblicos, en su teología narrativa, ofrecen rutas a seguir, horizontes a clarificar y, muy
concretamente, itinerarios diversos que favorecían y pueden favorecer, la percepción y la adopción de valores
para el encuentro con lo culturalmente diverso y religiosamente plural.

Podemos tomar dos itinerarios: el encuentro de Jesús con la sirofenicia (Mc 7, 24-31) y el encuentro de Pedro
con Cornelio (Hch 10).

• El pasaje de Mc 7, 24-31 se puede leer en clave de un proceso de encuentro entre Jesús y la sirofenicia.
Una lectura y comprensión atenta de este evangelio ofrece una doble convicción: por una parte, el con-
vencimiento de que las barreras que obstaculizan cualquier encuentro digno entre las personas, deben
superarse, así sean religiosas, económicas, étnicas, etc., para que se pueda dar un encuentro adecuado.
Por otra, la convicción firme de que Dios, a través de su proyecto del Reino, es incluyente.
Este mismo pasaje pide, para que se den las convicciones anteriores, el reconocimiento mutuo. No es
posible en el encuentro entre las personas diferentes y diversas, sin una valoración mutua adecuada,
pues, según Jesús en el evangelio de Marcos, el otro, el diferente, tiene mucho que enseñarnos. Todo
esto ayudaría a pasar de una simpatía pasajera, a un encuentro permanente.

1 «Bien entendida, la diversidad cultural no amenaza la unidad de la Iglesia. Es el Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, quien transforma nuestros
corazones y nos hace capaces de entrar en la comunión perfecta de la Santísima Trinidad, donde todo encuentra su unidad. Él construye la comunión y la
armonía del Pueblo de Dios» Evangelii Gaudium, 131.

2 «Los creyentes nos sentimos cerca también de quienes, no reconociéndose parte de alguna tradición religiosa, buscan sinceramente la verdad, la bondad
y la belleza, que para nosotros tienen su máxima expresión y su fuente en Dios. Los percibimos como preciosos aliados en el empeño por la defensa de la
dignidad humana, en la construcción de una convivencia pacífica entre los pueblos y en la custodia de lo creado» Evangelii Gaudium, 257.

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• El texto de Hch 10, 23b-35, nos ofrece cuatro principios básicos.

En primer lugar, el reconocimiento de la dignidad de los interlocutores a través de la expresión puesta


en boca de Pedro: «Levántate que también yo soy un hombre» (v. 26). Esto conduciría al trato fraterno.
En segundo lugar, la aceptación de que no se va al encuentro de personas malas o impuras, sino de
hermanos y hermanas: «No hay que llamar profano o impuro a ningún hombre» (v. 28); esta actitud
provoca un encuentro respetuoso. En tercer lugar, la convicción de que el Dios de Jesús ve con agrado
el comportamiento auténtico de todos los seres humanos: «Dios no hace acepción de personas» (v. 34).
Este principio ayudaría a que en la misión realmente se le diera su lugar a Dios, como Padre amoroso
de todos. Y, por último, el principio de que, si bien cada una de estas convicciones son personales en el
mejor de los sentidos, deben convertirse en opciones comunitarias o eclesiales; así puede deducirse al
constatar que, los hermanos de Jerusalén que en un principio se habían escandalizado de la actitud de
Pedro a causa de entrar a casa de Cornelio, ahora se tranquilizan y glorifican a Dios (11, 17). Esto podría
ayudar a generar procesos auténticos de evangelización que prolonguen estas convicciones

Estos itinerarios que hemos visualizado suponen con relación a la diversidad cultural y el pluralismo re-
ligioso, la necesidad de que, en el encuentro con los diversos y diferentes, el punto de partida no sean
los estereotipos, pues entorpecen cualquier diálogo y dificultad toda relación.

Si queremos, además, que la relación sea digna, tiene que darse en la igualdad; toda relación entre los
diferentes fracasa si se exige postración o sumisión (sea religiosa, cultural o económica); también se ase-
gura el fracaso de la misión cuando un grupo o una persona tiene la osadía de aparentar ser perfectos,
en lugar de presentarse con honestidad y autenticidad ante sus interlocutores.

Por ello, la conversión permanente como una acción simultánea, incluso previa, para la tarea evange-
lizadora, es una condición fundamental. La conversión deseada para los interlocutores, es condición
previa para el misionero. Si no hay conversión permanente por parte del evangelizador, la misión –al
menos en lo que a este corresponde– carece de validez y brilla por inauténtica.

Por último, la relación digna con los religiosamente diferentes y con los culturalmente diversos, nos es
una opción; es un imperativo que garantiza que la misión sea verdadera y el misionero auténtico.

2.Convicciones para el encuentro en la misión

Ninguna propuesta misionera puede darse la libertad de, con pretextos de un respeto mal entendido hacia
sus interlocutores o a causa de los nuevos contextos y coordenadas, bajar la calidad del testimonio y disminuir
en la intensidad del anuncio. Por eso quizás, un elemento ineludible en el momento de pretender hablar de
misión desde y con los jóvenes, es preguntarnos cuál debería ser el aporte propiamente del cristianismo. Se-
ría un grave error que una apertura mal entendida a un nuevo modo de ver la misión disminuyera el trabajo
misionero pues la Iglesia tiene el deber de predicar siempre y en todo lugar, «a tiempo y a destiempo» (2Tim
4, 2) la plenitud del Evangelio integralmente. Para esto, nos hemos atrevido a retomar elementos del diálogo
profético; deseamos mantenernos en el respeto profundo hacia los interlocutores, pero sin sacrificar nuestra
responsabilidad de anunciar la Buena Nueva, asumiendo con generosidad, algunas exigencias intrínsecas a
nuestra fe.

15
Tema 1: Los jóvenes y una nueva manera de hacer misión

2.1 Anunciar la Buena Nueva es una responsabilidad (1Co 9,15-18)

En la misión no basta cualquier tipo de proclamación del Evangelio. Se requiere el esfuerzo por ser fieles a la
misma Buena Nueva, más que la obsesión por ser exitosos; urge una proclamación del Evangelio con la que,
en lugar de sentirnos merecedores de privilegios, nos convenzamos de que solo estamos cumpliendo con
nuestra responsabilidad y, en todo caso, con un derecho de nuestros interlocutores. Es, pues, indispensable
que la proclamación del Evangelio no se convierta en una especie de negocio o empresa personal; tampoco
en un medio para rellenar complejos o necesidades afectivas que no hemos sabido solucionar a su debido
tiempo. San Pablo, por ejemplo, nos enseña (1Co 9,15-18) que la tarea evangelizadora no debería ser motivo
de vanagloria. Con cierta facilidad, las personas, tenemos el riesgo de hacer, incluso lo más noble, con ciertas
ventajas egoístas; algunas ocasiones es por maldad, otras quizás, por inseguridad o por complejos no supera-
dos. La tarea de proclamar la Buena Nueva de Jesucristo no escapa de estos peligros pues el misionero puede,
en lugar de ser medio, convertirse en el fin; en vez de sentirse siervo de la Verdad que proclama, comportarse
como su dueño. Hasta se tiene el riesgo de ver la proclamación del Evangelio como una función en lugar de
percibirla como un ministerio.

Además, compartir la Buena Nueva es una responsabilidad. Las personas en ocasiones transformamos los
deberes y responsabilidades en algo opcional o meritorio. Pablo experimentaba la predicación del Evangelio
como un deber; es decir, como algo íntimamente ligado al seguimiento de Jesús. Si se es discípulo se tiene
que ser misionero; existe una interrelación fundamental entre aceptar la Buena Nueva y compartirla. Pero no es
algo que genere méritos, reconocimientos o premiaciones pues con cierta facilidad quienes colaboramos en la
tarea evangelizadora queremos ser tratados como si estuviéramos haciendo algo extraordinario; incluso exis-
timos personas que debido a que colaboramos en la evangelización nos sintamos con derecho hasta de tener
cierto poder y de sentir que la Iglesia y el mundo nos deben la vida; que al final es otra manera de dominio.

2.2 El testimonio es una consecuencia (Mt 5,13-16)



No debería llamarse testimonio a cualquier comportamiento; estrictamente hablando, para que una acción
tenga calidad de testimonio, debe orientar, es decir, servir de luz para el correcto caminar de las demás perso-
nas; además debe tener como finalidad principal, no que vean al que actúa, sino que experimenten sus buenas
acciones y «alaben a su Padre que está en los cielos» (Mt 54, 16). No carecemos de buenos comportamientos;
faltan verdaderos testimonios. Veamos de qué manera el evangelio de Mateo nos presenta el testimonio cris-
tiano.
La característica fundamental de la luz en el evangelio y en la vida cotidiana no es que ilumina sino que sobre
todo orienta. De ahí que, si tomamos en cuenta que en el v. 13 («ustedes son la sal de la tierra…») la fuerza está
precisamente en que la sal no es para sí, sino para ser condimento de la comida, podríamos convencernos de
que una persona o comunidad sólo puede ser punto de referencia orientadora si no vive para sí, si va más allá
de sí misma. El evangelio garantiza algo muy alentador: una vez que el testimonio es sólido nadie lo puede
derrumbar; ni siquiera quien lo da puede ocultarlo («No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de
un monte», v. 14). Por el contrario el exhibicionismo, esa actitud errónea de hacer las cosas para ser vistos o
para parecer buenos (6,1-18) acaba teniendo su propio alcance: la caducidad inmediata y la autosatisfacción
absurda. Más aún, el evangelio de Mateo deja claro que ni la persecución y la muerte del enviado acaban con
el testimonio (10, 28-31).
A la esperanza alentadora de que la luz no puede ser apagada el evangelio agrega una responsabilidad:
«Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un recipiente» (v. 15). A primera vista podríamos
pensar que el testimonio es para mostrarlo; es decir, que la finalidad del testimonio es que sea visto. Sin em-
bargo caeríamos en una trampa que Jesús señala con mucha claridad: «Todas sus obras (los escribas y fariseos)
las hacen para ser vistos por los hombres» (23, 5). Pero el testimonio sólo es auténtico si alumbra, es decir, si

16
orienta «a todos los de la casa» (v. 16). Podríamos decir entonces que la finalidad inmediata y más importante
del comportamiento del discípulo misionero está en la edificación de la comunidad humana, en que realmente
sirva para que otros construyan una auténtica comunidad de hermanos. Sólo cuando el protagonismo es el
comportamiento coherente y no el sujeto se puede hablar de un auténtico alcance misionero del testimonio.
Pero la simple constatación del testimonio expresado en las buenas obras no es suficiente; se hace necesario
que el comportamiento conduzca a dar gloria al Padre, que con mucha seguridad consiste en construir la
urgente e irrenunciable tarea de la fraternidad (6,7-15).

2.3 La unidad, una exigencia

La unidad no debería faltar en el diálogo profético; si deseamos, como cristianos, entrar en comunicación con
otros interlocutores necesitamos la unidad, no como estrategia proselitista, sino como una actitud intrínseca a
nuestra fe en orden a la reconciliación de la humanidad (Ef 4,1-6). Dios quiere la reconciliación de todos; para
esto es indispensable una comunidad que la viva con autenticidad y la proponga con transparencia. Para esto
es importante reconocer que la unidad, como el amor (cf. Ef 3,18), tiene anchura, longitud, altura y profundidad.

Cuando hablamos de la anchura de la unidad, nos referimos, a lo inmediato, lo que generalmente se alcanza,
lo más cercano. Es decir, la comunión participa, de una realidad: no a todas las personas les interesa la unidad.
Esta es la realidad al hablar de comunión; y esta es la situación de quien desea vivirla. La comunión no se vive,
pues, en un ambiente idílico, en el que todos, sin excepción, estemos dispuestos a aceptarla. En segundo lugar,
la anchura de la comunión hace referencia de manera positiva a que la unidad necesita sujetos inmediatos que
la evidencien, personas y comunidades que, convencidos de su importancia, se esfuercen con generosidad y
sin amarguras en su construcción. Sin embargo, la comunión no se agota en el reconocimiento de la realidad
adversa y en la aceptación de la inmediatez generosa de un buen número de personas involucradas en su
construcción. Es necesario concebir la unidad desde su longitud
.
Además, la comunión tiene longitud. Si la anchura parecía referirse a sus sujetos inmediatos así como a sus
limitaciones intrínsecas, la longitud refiere los beneficiarios remotos así como sus posibilidades infinitas. Desde
aquí podemos decir, por una parte, que la unidad es un servicio a los demás, antes que un beneficio personal.
Es cierto que la unidad trae ventajas y bendiciones únicas a nivel personal; sin embargo, la finalidad de la vi-
vencia de la unidad no está principalmente en lo que nos puede proporcionar, sino en el impacto que puede
provocar para que el mundo crea que Jesucristo es el enviado del Padre (cf. Jn 17, 21). No se trata de dar una
exhibición; cuando un grupo de personas quiere exhibir la unidad lo que da es un espectáculo. De ahí que,
por otra parte, debamos señalar el testimonio como un elemento primordial en la vivencia de la comunión.
Es importante testimoniar la unidad, ponerla en práctica, la vean o no; aunque no sea reconocida o valorada.
Más aún, se trata de vivir la unidad aunque ni siquiera veamos los resultados; lo importante es que sirva como
estímulo para que otros crean en Jesucristo. Podemos afirmar, por último, que la unidad es totalizante, es decir,
tiene que abarcar a todos. Por eso Jesús pide la unidad para los discípulos y para quienes vayan creyendo a
través de su palabra (v. 21). De aquí que la unidad nunca será algo realizado totalmente, siempre la experi-
mentaremos como algo que se hace permanentemente. Y para lograr esto se necesita la convicción de que, al
mismo tiempo que es una tarea, también es una gracia. Es decir, tiene altura.

Al hablar de altura de la unidad nos referimos a que es un don, una gracia. No es pues solamente una necesi-
dad sentida, es también una gracia pues es Jesucristo quien fundamenta la necesidad de estar en comunión y,
al mismo tiempo, es quien la hace posible. Esto permite señalar, en primer lugar, que la unidad es fruto de la
muerte de Jesús (Jn 11, 51s); la entrega de la vida de Jesús tiene un sentido integrador de la humanidad infinito;
no muere por unos, entrega la vida por todos; más aún, la finalidad de su entrega y las consecuencias de su

17
Tema 1: Los jóvenes y una nueva manera de hacer misión

muerte, es la integración de todos, sin ninguna excepción, como verdaderos hermanos (cf. 11, 50; 18, 14; 10, 16).
Además, en segundo lugar, la unidad se vive a semejanza de y desde la experiencia de la vida de Dios: «para
que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también sean uno en nosotros…» (Jn 17, 21).
Y, por último, la unidad que queremos construir desde el diálogo profético, debe tener profundidad. Para el
Evangelio de Juan, la unidad no se reduce a la práctica de una estrategia sino a la vivencia de un principio; a
esto nos referimos al hablar de la profundidad de la comunión. Y es que la unidad solamente se da a causa de
y en el amor. No es ninguna casualidad que el capítulo 17 del Evangelio de Juan cierre con lo que se ha llamado
convencionalmente «la sección de los discursos de despedida» de Jesús a los discípulos, que había comenzado
en 13, 1. Este testamento de Jesús a sus discípulos abre con el servicio, continúa con el amor y prácticamente
cierra con la explicación de la unidad; ambos elementos siempre en relación con el amor. La unidad sin servicio
mutuo es apariencia malévola; la unidad sin amor es estrategia hipócrita.

2.4 El servicio a todos, una condición indispensable

El cristianismo pudo entrar en contacto con los diferentes y diversos, especialmente, por su actitud diaconal, al
estilo de Jesús; más aún de ahí dependía, el impacto soteriológico. De ahí la importancia de percibir el alcance
misionero-salvífico de la diaconía de Jesús, así como la universalidad del servicio de los cristianos.
Los primeros cristianos, desde los del grupo inicial de seguidores que resultaron impactados por las palabras y
actuaciones de Jesús antes de la muerte y resurrección, hasta aquellos de la generación inmediata después de
estos acontecimientos y los de la situación de crisis después del año 70, se vieron en la necesidad de replantar
gran parte de su vida en clave de servicio; sabían que era una de las principales maneras, no solo de sobrevivir,
sino también generar atracción, pero sobre todo, de ser fieles al Maestro. No había mejor manera de entrar en
relación con los interlocutores que constituyéndose en una comunidad diaconal.

La misión pide, sin lugar a dudas, una actitud diaconal ante el mundo por parte de quienes nos decimos cris-
tianos. Pide, en primer lugar, la disposición para tratar a todos como hermanos. En Jn 13, 1-20 se da un diálogo
entre Pedro y Jesús que clarifica, entre otras cosas, que el servicio, además de romper barreras, funciona como
principio positivo para entrar en una relación adecuada con los hermanos. Jesús no le pide a Pedro que le
devuelva el signo del servicio sino que lo hagan entre ellos (cf. v. 15).

En segundo, si queremos entrar en relación con los diversos y diferentes, debemos ser conscientes de que
el servicio pide desprenderse de algo. Otra vez en el pasaje del lavatorio de los pies, Pedro se confunde y da
la impresión de que considera que se trata de un rito de purificación; pide que Jesús le lave, no sólo los pies
sino también las manos y la cabeza (13, 9). Pero Jesús no se refiere a una purificación cualquiera; más bien está
indicando la capacidad de donarse, al modo en que él lo hará, dejando claro que el servicio solamente se da
cuando las personas son capaces de desprenderse de algo, de entregarse.

En tercer lugar, con mucha honestidad, aquellos hermanos en la fe reconocían que el servicio no era algo
opcional para ser testigos del Señor. Jn 13 Jesús no da una explicación a los discípulos de lo que ha hecho si
no que ilumina con su gesto lo que les corresponde hacer: «les he dado ejemplo para que también ustedes
hagan lo que acabo de hacer con ustedes» (v. 15). La palabra ejemplo no se refiere a algo opcional sino a un
imperativo categórico, es decir, a algo irrenunciable en la vida del discípulo. Evidentemente, no se trata de
reproducir el gesto del lavatorio de los pies, sino de que el discípulo tenga la disponibilidad total para estar al
servicio de todos.

Por último, la misión entendida como servicio exige que el servicio sea hacia todos (Mc 9, 33-37). En el evan-
gelio de Marcos los discípulos discuten sobre quién es el mayor, es decir, quién está por encima de otros, de
quién dependen todos los demás (12, 31). No se trata de una grandeza simbólica; es una grandeza que supone

18
el dominio y la dependencia malsana. La gravedad de la discusión pide una instrucción suficientemente clara
y seria. El Maestro responde enseñando que si alguien quiere ser importante y grande, entonces tiene que ser
servidor de todos. En realidad, Marcos está tocando el punto medular del servicio cristiano ante una comuni-
dad de servicio unilateral, excluyente y hasta de cierta conveniencia o interés; lo peculiar del cristiano no es el
servicio, sino el servicio a todos. La universalidad o totalidad del servicio es una característica inevitable para
servir al estilo de Jesús.

Estas exigencias que hemos abordado permiten señalar, en el marco del diálogo profético, que la apertura
en la misión y la buena voluntad para entrar en contacto digno con los interlocutores, no significa en modo
alguno, renuncia sistemática a la responsabilidad de anunciar, a tiempo y a destiempo.
En segundo lugar, debemos reconocer que el diálogo profético debe ir más allá del diálogo ecuménico, a
través de un testimonio adecuado que no se conciba como un fin en sí mismo; de una unidad auténtica, que
no se reduzca a una a estrategia proselitista; y de un servicio universal que ofrezca a la humanidad un rostro
eclesial sociodiaconal.

3. A modo de conclusión

La invitación del Santo Padre Francisco a que, junto a los jóvenes, llevemos el evangelio a todos, debería dis-
ponernos a reconocer que la diversidad cultural no es un problema, ni el pluralismo religioso es una desgracia.
Surge el desafío de un conocimiento más adecuado así como de una aceptación más honesta de estas reali-
dades, para que la misión con rostro joven no sume a la pérdida de identidad eclesial, sino a su clarificación
y precisión.

Además, desde las convicciones para el encuentro en la misión, deberíamos asumir que el testimonio no es
un fin en sí mismo, la unidad no es un espectáculo y el servicio no es una estrategia. Se presenta el desafío de
asumir el diálogo profético como un modo privilegiado de hacer la misión; de este modo, la misión con rostro
joven, se convertiría en una bendición permanente que, lejos de socavar nuestra identidad, nos exige ser fieles
a ella, pues es la mejor manera, de hacernos coloquio.

Por último, esta misión que hemos denominado con rostro joven, y que en ciertos ámbitos eclesiales se están
refiriendo a ella como misión inter gentes, no es la panacea ante las dolencias y enfermedades de ciertos
modos de evangelizar; tampoco es una alternativa excluyente ante otras concepciones, igualmente válidas, de
hacer misión. Sin embargo, consideramos que, en un mundo donde la diversidad cultural y el pluralismo reli-
gioso son una realidad innegable, los jóvenes mucho pueden hacer y bastante nos pueden enseñar, respecto
de la misión, pues, como dicen nuestros obispos mexicanos, en ellos «hay un inmenso potencial de bien y de
posibilidades creativas» para la Nueva Evangelización3.

3 CEM, Los jóvenes, destinatarios y protagonistas prioritarios de la Nueva Evangelización, 2017, n. 134.

19
Tema 1: Los jóvenes y una nueva manera de hacer misión

Por último, reflexionen en el grupo acerca de los espacios que se encuentran todavía ajenos al Evangelio y,
poniendo ejemplos concretos acerca de esos espacios, enumeren desafíos que se presentan dentro de la pas-
toral, ya sea parroquial o diocesana.

1.-

2.-

3.-

Orar con la Palabra:

«Jesús partió de allí y se fue a la región de Tiro. Entró en una casa y, aunque no quería que la gente lo supiese,
no logró pasar inadvertido. En seguida, una mujer que había oído hablar de él, y cuya hija estaba poseída por
un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era griega, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba
que expulsara de su hija al demonio. Él le dijo: Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar
el pan de los hijos y echárselo a los perritos. Pero ella le respondió: Sí, Señor. Pero también los perritos comen
bajo la mesa migajas de los niños. Él, entonces, le dijo: Por eso que acabas de decir, puedes irte; el demonio
ha salido de tu hija. Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se
había ido» (Mc 7, 24-30).

20
Dejando un momento para la reflexión personal, finalicen todos a una voz con la siguiente oración:

Oración del Papa Francisco por los Jóvenes


en vista del Sínodo de los Obispos de 2018 sobre el tema:

«Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional»

Señor Jesús, tu Iglesia en camino hacia el Sínodo dirige su mirada a to-

dos los jóvenes del mundo. Te pedimos para que con audacia se hagan

cargo de la propia vida, vean las cosas más hermosas y profundas y

conserven siempre el corazón libre.

Acompañados por guías sapientes y generosos, ayúdalos a responder

a la llamada que Tú diriges a cada uno de ellos, para realizar el propio


proyecto de vida y alcanzar la felicidad. Mantén abiertos sus corazones

a los grandes sueños y haz que estén atentos al bien de los hermanos.

Como el Discípulo amado, estén también ellos al pie de la Cruz para

acoger a tu Madre, recibiéndola de Ti como un don. Sean testigos de

la Resurrección y sepan reconocerte vivo. Junto a ellos anunciando con

alegría que tú eres el Señor. Amén.

21
Tema 2

Medios de comunicación:
desafío para los discípulos misioneros
En el proyecto de Dios, la comunicación humana es una modalidad
esencial para vivir la comunión. El ser humano, imagen y semejanza
del Creador, es capaz de expresar y compartir la verdad, el bien, la
belleza. Es capaz de contar su propia experiencia y describir el mundo,
y de construir así la memoria y la comprensión de los acontecimientos.
(Mensaje del Santo Padre Francisco para la 52 Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales).

Hoy, la llamada modernización se experimenta en aspectos de la vida tan perceptibles como son los avances
tecnológicos y científicos, escenarios donde el ser humano obtiene, cada vez más, beneficios para el diario
existir y llevar una vida de facilidades y confort. La globalización es un fenómeno1 que ha contribuido a que
el estilo de vida del siglo XXI se asocie, en un primer momento, con avances y progreso. Es en este aspecto
donde las comunicaciones juegan un papel primordial, ya que, sin los adelantos en materia de comunicación
e información, no sería posible ese desarrollo y progreso tecnológico y científico.

Anuncio del Evangelio y medios de comunicación

El anuncio del Evangelio, a lo largo de sus más de 2000 años, ha salido a adelante, sobre todo y en primer
lugar, por la gracia del Espíritu Santo que actúa en toda la Iglesia2 y, en un segundo momento, por la destreza
y creatividad oportuna de los heraldos del Evangelio que toman en cuenta los avances de las comunicaciones
en la época que les ha tocado vivir. Comunicar es hacer participes a aquellos a los que se les anuncia, y que,
una vez recibido el anuncio, se convierten en comunicadores de igual manera.

De este modo, y sin olvidar y hacer a un lado la manera de cómo inició el anuncio del Evangelio en las pri-
meras comunidades cristianas, y cómo a lo largo de la historia de la Iglesia se ha comunicado el Evangelio de
persona a persona con el testimonio y desde la comunidad que transmite la fe (comunicación interpersonal),
hoy somos testigos activos del mundo de las comunicaciones y de la información, donde la transmisión de la
fe y la comunicación del Evangelio, en muchas esferas de la vida, se hace utilizando los medios de comunica-
ción, principalmente aquellos donde la información se da de forma inmediata y se llega a miles de personas
al mismo tiempo (los llamados mass-media y donde se integran las nuevas tecnologías de la información y de
las comunicaciones, las TIC).

1 La globalización no es, a priori, ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella. Ningún sistema es un fin en sí mismo, y es necesario insistir en que la
globalización, como cualquier otro sistema, debe estar al servicio de la persona humana, de la solidaridad y del bien común (Discurso del Santo Padre Juan
Pablo II a la academia pontificia de ciencias sociales el viernes 27 de abril de 2001).

2 En efecto, el Espíritu ha sido dado a la Iglesia para que, por su poder, toda la comunidad del pueblo de Dios, a pesar de sus múltiples ramificaciones y
diversidades, persevere en la esperanza: aquella esperanza en la que « hemos sido salvados ». Es la esperanza escatológica, la esperanza del cumplimiento
definitivo en Dios, la esperanza del Reino eterno, que se realiza por la participación en la vida trinitaria. El Espíritu Santo, dado a los Apóstoles como Parácli-
to, es el custodio y el animador de esta esperanza en el corazón de la Iglesia. (Dominum et vivificantem, 66).

23
Tema 2: Medios de comunicación: desafío para los discípulos misioneros

Esta parte de las tecnologías y de las comunicaciones son tan significativas e importantes en la vida del ser
humano de hoy que, a pesar de correr riesgos significativos3, han contribuido indudablemente al desarrollo
de la sociedad en su conjunto. Desarrollo que ha facilitado la manera en que nos comunicamos e interactua-
mos, proporcionando herramientas tecnológicas eficaces; aunque a pesar de ello, hoy hay un gran numero de
personas que quedan al margen de los avances tecnológicos y de comunicación; cuestión que queda siempre
pendiente por resolver, además de dar una respuesta coherente, ya que paradójicamente, en muchas de las
ocasiones, se excluye en lugar de incluir.

Para llevar a cabo la misión en los medios de comunicación, principalmente en el “mundo digital”, es preciso
señalar que, aunque sea obvio, se evangeliza en y desde los criterios imprescindibles del Evangelio, es decir, no
hay anuncio auténtico y eficaz si no hay compromiso y responsabilidad hacia la persona humana a la que se
le anuncia el Evangelio, es trabajar con sentido humano4, en otras palabras, y como nos dice el Papa Francisco
en su Exhortación apostólica Evangelii Gaudium:

La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para
llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido.
Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos
y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del
camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas
para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad5.

Favorecer el encuentro interpersonal en los medios de comunicación

Saber escuchar es saber estar presente, lo que implica ser más cercano y propiciar el encuentro con el prójimo,
pero ¿de qué manera se propicia el encuentro en los medios de comunicación y, sobre todo, en el mundo di-
gital o internet? ¿se puede realmente favorecer las relaciones interpersonales y la comunicación en un mundo
donde la información es muy fácilmente falsificada o distorsionada?

3 Sin embargo, también existen aspectos problemáticos: la velocidad con la que se suceden las informaciones supera nuestra capacidad de reflexión y de
juicio, y no permite una expresión mesurada y correcta de uno mismo. La variedad de las opiniones expresadas puede ser percibida como una riqueza,
pero también es posible encerrarse en una esfera hecha de informaciones que sólo correspondan a nuestras expectativas e ideas, o incluso a determinados
intereses políticos y económicos. El mundo de la comunicación puede ayudarnos a crecer o, por el contrario, a desorientarnos. El deseo de conexión digital
puede terminar por aislarnos de nuestro prójimo, de las personas que tenemos al lado (Mensaje del Santo Padre Francisco para la XLVIII Jornada Mundial
de las Comunicaciones Sociales).

4 Las estrategias comunicativas no garantizan la belleza, la bondad y la verdad de la comunicación. El mundo de los medios de comunicación no puede
ser ajeno de la preocupación por la humanidad, sino que está llamado a expresar también ternura. La red digital puede ser un lugar rico en humanidad:
no una red de cables, sino de personas humanas. La neutralidad de los medios de comunicación es aparente: sólo quien comunica poniéndose en juego a
sí mismo puede representar un punto de referencia. El compromiso personal es la raíz misma de la fiabilidad de un comunicador. Precisamente por eso el
testimonio cristiano, gracias a la red, puede alcanzar las periferias existenciales, Ídem.

5 Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 46.

24
Descubro una respuesta en la parábola del buen samaritano, que es también una parábola
del comunicador. En efecto, quien comunica se hace prójimo, cercano. El buen samaritano
no solo se acerca, sino que se hace cargo del hombre medio muerto que encuentra al
borde del camino. Jesús invierte la perspectiva: no se trata de reconocer al otro como mi
semejante, sino de ser capaz de hacerme semejante al otro. Comunicar significa, por tanto,
tomar conciencia de que somos humanos, hijos de Dios. Me gusta definir este poder de la
comunicación como «proximidad»6.

Como discípulos misioneros comunicamos desde la realidad que nos interpela y cuestiona, pero siempre en
camino y a lado del otro que va juntamente conmigo, independientemente de las diferencias ideológicas, cul-
turales o sociales. Haciéndome semejante con el otro, el encuentro se torna enriquecedor y la comunicación
es solidaria, siempre viendo en el otro el rostro de Cristo que se manifiesta en los más débiles y desprotegidos
de la sociedad.

Por tanto, podemos favorecernos de los medios de comunicación para propiciar el encuentro con el otro, para
efectuar una evangelización más consciente e integral, una evangelización sin muros ni fronteras:

La cultura del encuentro requiere que estemos dispuestos no solo a dar, sino también a
recibir de los otros. Los medios de comunicación pueden ayudarnos en esta tarea, espe-
cialmente hoy, cuando las redes de la comunicación humana han alcanzado niveles de
desarrollo inauditos. En particular, Internet puede ofrecer mayores posibilidades de en-
cuentro y de solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios7.

La juventud como principal protagonista de la evangelización en el “mundo digital”

Sí de tecnología se trata, los jóvenes son los primeros representantes de los medios digitales, especialmente.
La Iglesia entera confía en que ellos sean protagonistas de una pastoral que requiere renovarse y actualizarse:

Ustedes saben mejor que yo que las computadoras, los celulares necesitan actualizaciones
para funcionar mejor. También nuestra pastoral necesita actualizarse, renovarse, revisar la
conexión con Cristo a la luz del Evangelio mirando al mundo de hoy, discerniendo y dando
nuevas energías a la misión compartida8.

6 Mensaje del Santo Padre Francisco para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

7 Ídem.

8 Videomensaje del Santo Padre Francisco con ocasión del II Encuentro Nacional de la Juventud,
Argentina, mayo 2018.

25
Tema 2: Medios de comunicación: desafío para los discípulos misioneros

Renovar la pastoral de la Iglesia es una empresa que nos atañe a todos, ordenados, consagrados y agentes
laicos; requiere hacer uso de todos los medios disponibles, y esto incluye, indudablemente, los medios de
comunicación: los de difusión masiva y veloz y, sobre todo, los llamados medios digitales, de los cuales los
primeros peritos son los jóvenes:

Los confines de la tierra, queridos jóvenes, son para vosotros hoy muy relativos y siempre
fácilmente “navegables”. El mundo digital, las redes sociales que nos invaden y traspasan,
difuminan fronteras, borran límites y distancias, reducen las diferencias. Parece todo al
alcance de la mano, todo tan cercano e inmediato9.

Desarrollar, pues, toda una pastoral integral y profesional desde el terreno de los medios de comunicación y,
sobre todo de los digitales, se demanda más que de un conocimiento puramente profesional y de una ha-
bilidad técnica, se requiere de discípulos misioneros que, por encima de cualquier otra, sepan “primerear” el
encuentro y ponerse en camino dialogante con el hombre de hoy:

El interés y la presencia de la Iglesia en el mundo de la comunicación son importantes para


dialogar con el hombre de hoy y llevarlo al encuentro con Cristo: una Iglesia que acompa-
ña en el camino sabe ponerse en camino con todos. En este contexto, la revolución de los
medios de comunicación y de la información constituye un desafío grande y apasionante
que requiere energías renovadas y una imaginación nueva para transmitir a los demás la
belleza de Dios10.

Asimilar:

El primer desafío que se nos presenta en el uso de los medios de comunicación para la evangelización es,
sin duda, saber salir al encuentro de la persona humana desde el llamado “mundo digital” y el mundo de la
información. Alcanzar el corazón humano desde la belleza, compasión y generosidad del Evangelio requiere el
encuentro auténtico y eficaz de las relaciones interpersonales, de una reciprocidad de compromisos y valores:

No basta pasar por las «calles» digitales, es decir simplemente estar conectados: es ne-
cesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. No podemos vivir
solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados. Necesitamos
ternura. Las estrategias comunicativas no garantizan la belleza, la bondad y la verdad de la
comunicación. El mundo de los medios de comunicación no puede ser ajeno de la preocu-
pación por la humanidad, sino que está llamado a expresar también ternura. La red digital
puede ser un lugar rico en humanidad: no una red de cables, sino de personas humanas11.

9 Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2018

10 Mensaje del Santo Padre Francisco para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

11 Ídem.

26
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
A continuación lee detenidamente el siguiente número de Evangelii Gaudium:

La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se in-


volucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este
neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la
ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa
sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para
invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber
experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un
poco más a primerear! EG 24

Al final, formando grupos no mayores a 10 integrantes, comparte y desarrolla cuáles son las características,
según el texto, de un discípulo misionero que sale al encuentro de la persona humana y se compromete en la
evangelización con procesos formativos.

Orar con la Palabra:

De sobra sabemos que Jesús era un buen comunicador de Dios y de sus atributos como Padre, así como de
las características del Reino. Esto queda demostrado por la forma en que explicaba dando ejemplos com-
prensibles para sus oyentes a través de parábolas: un recurso literario que se emplea para ilustrar de manera
sencilla alguna enseñanza.

Dios comunica a la humanidad, a través del Hijo, su propósito de salvación, y en ello va contenido el mensaje
de misericordia y amor, por lo que, la comunicación que realiza Jesús de Nazaret, no solo se trata de una
transmisión de conceptos sino la donación misma de su persona, él que se hace semejante con el prójimo.

Concluyamos orando todos juntos con la Palabra:

Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:¿Y quién es mi prójimo? Jesús respondió:
Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos que, después
de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente, bajaba
por aquel camino un sacerdote que, al verlo, dio un rodeo. De igual modo, un levita que
pasaba por aquel sitio lo vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó
junto a él y, al verlo, tuvo compasión. Se acercó, vendó sus heridas y echó en ellas aceite y
vino; lo montó luego sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al
día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: ‘Cuida de él y, si gastas
algo más, te lo pagaré cuando vuelva.’ ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del
que cayó en manos de los bandidos? Él respondió: El que practicó la misericordia con él.
Díjole entonces Jesús: Vete y haz tú lo mismo (Lc 10, 29-37).

27
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
por la evangelización de los pueblos

28
Monitor:

Antífona de entrada (cf. Sal 104, 3-4.5)

Del nombre del Señor enorgullézcanse y alégrese el corazón de los que lo buscan. Busquen al Señor y serán
fuertes. Recuerden las maravillas que han hecho.

RITOS INICIALES
(del Ordinario de la Misa, Misal romano, pp. 457-475)

Oración colecta

S: Oremos. Dios nuestro, que con el poder del Espíritu Santo enviaste a aquel que es tu Palabra para evangeli-
zar a los pobres, haz que nosotros, teniendo los ojos fijos en él, vivamos siempre con verdadera caridad, como
mensajeros y testigos de su Evangelio en todo el mundo.

Por nuestro Señor Jesucristo...

P: Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA
(del Ordinario de la Misa, Misal romano, pp. 476-480 y 1344-1364; lecturas tomadas de la Misa por la Evangelización de los
Pueblos, Leccionario III: Propio de los Santos y Otras Misas, pp. 256-258)

Monitor:

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (60, 1-6)
Caminarán los pueblos a tu luz.

Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti. Mira:
las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y
en ti se manifiesta su gloria. Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora.

Levanta los ojos y mira alrededor: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las
traen en brazos.Entonces verás esto radiante de alegría; tu corazón se alegrará, y se ensanchará, cuando
se vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multi-
tud de camellos y dromedarios, procedentes de Madián y de Efá. Vendrán todos los de Sabá trayendo
incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.

Palabra de Dios.
P: Te alabamos Señor.

29
Celebración Eucarística por la Evangelización de todos los pueblos

(Otras lecturas propuestas: Is 2, 1-5: Confluirán todas las naciones al monte del Señor; Is 56, 1.6-7: Mi casa será casa de
oración para todos los pueblos; Jon 3, 10-4,11: ¿No voy a tener lástima de Nínive?; Zac 8, 20-23: Vendrán numerosos pueblos
a buscar al Señor en Jerusalén)

Salmo responsorial
Sal 116 (R.: 2)
R: Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Que alaben al Señor todos los pueblos, que todas las naciones lo festejen. R.

Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre. R.

(Otros salmos propuestos: 18: R: El mensaje del Señor llega a toda la tierra; 66: R: Que te alaben, Señor, todos los pueblos;
o bien: R: Todos los pueblos de la tierra conocerán tu salvación; 95: R: Cantemos la grandeza del Señor; o bien: R: Vayan
por todo el mundo, aleluya, y enseñen a todas las naciones, aleluya; 97: R: El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad;
o bien: R: Toda la tierra ha visto al Salvador)

Monitor:

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2, 1-8)
Dios quiere que todos los hombres se salven.

Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los
hombres, y en particular, por los jefes de Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida
tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido.

Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, pues él quiere que todos los hombres se salven y todos
lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Cristo Jesús, hombre él también, que se entregó como rescate por todos.

Él dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento,
pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad.

Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera que se encuentren,
levantando al cielo sus manos puras.

Palabra de Dios.
P: Te alabamos Señor.

(Otras lecturas propuestas: Hech 1, 3-8: Ustedes serán mis testigos hasta los últimos rincones de la tierra; Hech 11, 19-26:
Comenzaron a predicar también a los griegos la buena nueva del Señor Jesús; Hech 13, 46-49: Ahora nos dirigiremos a los
paganos; Rom 10, 9-18: ¿Cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se los anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes se lo
anuncien, si no son enviados?; Ef 3, 2-12: Se ha revelado actualmente el misterio de Cristo, que consiste en que los paganos
son partícipes de la misma promesa)

30
Monitor:

Aleluya

Aleluya, Aleluya.
Aleluya, Aleluya.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (28, 16-20)
Vayan y enseñen a todas las naciones

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había
citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.

Entonces Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Dios me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan
y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado. Y sepan que yo estaré con ustedes
todos los días, hasta el fin de los tiempos”.

Palabra del Señor.


P. Gloria a ti Señor Jesús.

(Otros evangelios propuestos: Mc 16, 15-20: Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio; Lc 24, 44-53: Era necesario
que se predicara a todas las naciones la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados; Jn 11, 45-52: Jesús de-
bía morir para congregar en la unidad a los hijos de Dios, que estaban dispersos; Jn 17,11.17-23: Así como tú me enviaste al
mundo, así los envío yo también al mundo)

Líneas para la homilía

· En la primera lectura el profeta Isaías presenta a Jerusalén como reflejando la luz del Salvador a todas
las naciones; la luz no proviene de Jerusalén; ella sólo la refleja. Cristo Jesús es la luz de todos los pue-
blos (cf. Lumen gentium 1). Previamente (capítulo 53), Isaías había presentado al Redentor, “el justo, [quien]
traerá a muchos la salvación cargando con las culpas de ellos” (v. 11). Ahora que el Señor ha resucitado,
“está siempre dispuesto a salvar, y su oído pronto a escuchar” (Is 59, 1), y a su luz, reflejada por Iglesia, la
nueva Jerusalén, “caminarán los pueblos, y los reyes al resplandor de su aurora” (Is 60, 3).

· El salmo 116, que hemos proclamado entero, es —como dice el padre Konrad Schäfer— “un pequeño
salmo a gran escala”: “El salmo 117 pide el reconocimiento universal de Dios. […] La asamblea es bene-
ficiaria de la bondad de Dios; hacia nosotros se refiere a Israel o comprende a todo el mundo. El poeta
recuerda que la alabanza está completa cuando la intención es unirse en armonía con todos”1.

1 SCHAEFER, Konrad, Salmos – Cantar de los Cantares – Lamentaciones, Villatuerta (Navarra): Verbo Divino, Biblioteca Bíblica Básica, 2006 (2ª reimpr.: 2012), p. 217.

31
Celebración Eucarística por la Evangelización de todos los pueblos

· En la segunda lectura, San Pablo pone de manifiesto el designio salvífico de Dios, que “dimana del
«amor fontal» o de la caridad de Dios Padre” (Ad gentes, 2): “él quiere que todos los hombres se salven y
todos lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm 2, 4). La misión de la Iglesia es, con todos sus límites
y sus fallas, pero también con sus esperanzas y sus anhelos, una misteriosa prolongación de este amor
fontal del Padre, pues esta misión y, en consecuencia, la misma naturaleza misionera de la Iglesia, “toma
su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre” (Ad gentes, 2), como
nos lo recuerda el Concilio Vaticano II.

· El evangelio nos presenta lo que en la Iglesia conocemos como el “mandato misionero”. Este mandato,
como ya lo habían anticipado las otras lecturas, proviene en último término de Dios Padre. Jesús les dice
a los Apóstoles: “Dios me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discípulos a todos
los pueblos…” La misión de la Iglesia proviene del poder de Dios que su Hijo Jesucristo, el Salvador de
la humanidad, ha conferido a los Apóstoles y, a través de ellos, a toda la Iglesia. ¿Cuál es este poder?
Es el poder del amor misericordioso, un poder, una luz, un amor que abarca a todos los seres humanos
de todos los pueblos y de todos los tiempos. Ahora bien, este mandato misionero se da en el marco de
una promesa: “Y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin de los tiempos”. Por más
difíciles y adversas que parezcan las situaciones en medio de las cuales la Iglesia se esfuerza a llevar
a cabo con fidelidad la misión evangelizadora, en ningún momento camina sola; Cristo Jesús siempre
avanza con ella, especialmente en las horas más obscuras.

Credo

Oración universal u oración de los fieles

Elevemos, hermanos, nuestras súplicas a Dios Padre de misericordia, y oremos por todos los hombres.
Digámosle confiadamente: Te rogamos, Señor.

R: Te rogamos, Señor.

· Por la Iglesia, para que sea verdaderamente sacramento de salvación para el mundo, y trabaje
incansablemente en el anuncio de la Buena Nueva.

· Por el Santo Padre Francisco, para que su testimonio de vida nos aliente a encontrarnos con
Cristo y a vivir en comunión con nuestros hermanos.

· Por todas las personas del mundo, especialmente las que no te conocen, y que incluso te
rechazan, para que abras su mente y su corazón a tu Palabra, Jesucristo.

· Por los gobernantes y quienes manejan el poder económico y social, para que, iluminados por
tu amor, promuevan la justicia, el desarrollo humano y la paz.

· Por los pueblos y culturas que no han oído aún el Evangelio, para que suscites misioneros en
medio de tu Pueblo, que con valentía hagan entrega generosa de sí mismos.

· Por todos los misioneros, para que lleguen a ser testigos fieles de tu amor, y con esperanza
planten la semilla del Evangelio, en todos los lugares donde se encuentren.

· Por todos nosotros, para que ampliemos los límites de nuestra fe, y asumamos con un corazón
universal el compromiso misionero de nuestro bautismo saliendo al encuentro del otro.

32
· Por todos los hombres y mujeres de la tierra, para que en el ejemplo de la santísima Virgen
María encontremos caminos para ser auténticos discípulos y misioneros tuyos.

S: Te pedimos, Padre de misericordia, que ilumines benignamente a tu familia; para que, adhiriéndose a cuanto
te agrada, obtenga de ti toda clase de bienes. Por Jesucristo nuestro Señor.

P: Amén.

LITURGIA EUCARÍSTICA
(del Ordinario de la Misa, Misal Romano, pp. 481-589)

Oración sobre las ofrendas

Te rogamos, Señor, que santifiques estos dones y acojas, en tu bondad, nuestra humilde ofrenda para que
nuestros cuerpos se conviertan en oblación viva, santa y agradable a ti y nos concedas servirte, no según la
antigua condición del hombre, sino en novedad de vida, según tu Espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

P: Amén.

RITO DE COMUNIÓN
(del Ordinario de la Misa, Misal Romano, pp. 590-595).

Antífona de la comunión (cf. Lc 4, 18-19)

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para procla-
mar el año de gracia del Señor y el día de la redención.

Oración después de la comunión

Renovados espiritualmente con el alimento precioso del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, te rogamos, Señor,
que transformes nuestro corazón y nos concedas un espíritu nuevo, para que, con perseverancia, caminemos
por sendas de vida nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor.

P: Amén.

RITOS DE CONCLUSIÓN
(del Ordinario de la Misa, Misal Romano, pp. 598-597)

Monitor: Que esta celebración Eucarística nos impulse a darle un sentido misionero a nuestras acciones ecle-
siales y a nuestra vida cotidiana; pidamos a Jesús que nos abra el corazón para ampliar los límites de nuestra fe
y salgamos siempre más allá de nuestra comodidad y confort. Que seamos verdaderamente Iglesia Universal
para los pueblos y culturas del mundo.

33
HORA SANTA
MISIONERA

34
Bautizados, discípulos y misioneros

Junto a los jóvenes, llevemos el Evangelio a todos.


La vida es una misión: ser atraídos y ser enviados son los dos movimientos que nuestro
corazón, sobre todo cuando es joven en edad, siente como fuerzas interiores del amor
que prometen un futuro e impulsan hacia adelante nuestra existencia. Vivir con alegría la
propia responsabilidad ante el mundo es un gran desafío. El hecho de que estemos en
este mundo sin una previa decisión nuestra, nos hace intuir que hay una iniciativa que nos
precede y nos llama a la existencia. Cada uno de nosotros está llamado a reflexionar sobre
esta realidad: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (EG 273).
Cfr. Mensaje del Papa Francisco para la jornada mundial de las misiones 2018.

Monición inicial

Hermanos, nos preparamos para este encuentro con Jesús sacramentado, que con amor nos espera día a día,
momento a momento. Avivemos nuestra fe y confianza en su presencia Eucarística. Pidamos humildemente la
gracia de su Espíritu para dirigir a Él nuestra alabanza y adoración. Presentemos a Él nuestros gozos y esperan-
zas, preocupaciones y sufrimientos. Él más que nadie nos comprende y viene en nuestra ayuda. Nos dice San
Juan de la Cruz: sólo y siempre se produce el encuentro con Dios en fe verdadera, esperanza cierta y caridad
entera.

Exposición del Santísimo

Entonamos un canto de adoración a Jesús sacramentado.


Sugerencia: Vengo ante ti Señor, autor: Rafael Peña.

En este momento entra el sacerdote o el ministro y expone al Santísimo.


Todos de rodillas.

Ministro:

Señor, Dios nuestro, dueño de la vida y de la historia te damos gracias por llamarnos a vivir este encuentro
contigo. Como tus discípulos, miembros de tu Iglesia misionera nos presentamos ante ti, aquí estamos Señor
para adorarte y orar confiando a tu corazón misericordioso a todo nuestro mundo y la misión que se realiza
en cada rincón de la tierra.

Meditemos

Del mensaje del Papa Francisco

35
Hora Santa Misionera

Lector 1:

Por el Bautismo somos miembros vivos de la Iglesia, y juntos tenemos la misión de llevar a todos el Evangelio.
Crecer en el don de la fe, que se nos transmite en los sacramentos de la Iglesia, nos sumerge en una corriente
de multitud de generaciones de testigos.

La transmisión de la fe, se realiza por el contagio del amor, en el que la alegría y el entusiasmo expresan el
descubrimiento del sentido y la plenitud de la vida. Los ambientes humanos, culturales y religiosos todavía
ajenos al Evangelio de Jesús y a la presencia sacramental de la Iglesia representan las extremas periferias, los
confines de la tierra, hacia donde sus discípulos misioneros son enviados.

Lector 2:

Escuchemos atentamente y recibamos en el corazón la Palabra del Señor:

Evangelio según san Lc 9, 23-25: Jesús decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome cada día su cruz y sígame.

Breve momento de silencio y se entona el canto:

Tu Palabra me da vida, confío en ti Señor…

Lector 3:

El sentido profundo de toda vocación viene dado por la misión. Nuestra vocación y misión como seguidores
de Jesús es testimoniar el amor, que es lo más grande que posee el corazón del ser humano, y, esto conlleva
la renuncia, tomar cada día la cruz y seguirlo.
La misión hasta los confines de la tierra exige el don de uno mismo, la entrega generosa en la vocación que
nos ha sido dada por nuestro buen Dios.

Santa Teresa de Jesús nos dice: ¡Nuestro Señor nada suyo reservó para Sí al amarme desde el madero de la
Cruz! ¿Y yo me he de entregar a medias?

Momento de silencio orante

Dialoga humilde y amorosamente con Jesús sobre cómo estás viviendo tu vocación, seguimiento y misión.

Agradezcamos el regalo de ser bautizados, discípulos y enviados como misioneros del amor a las diversas
realidades que viven las familias, comunidades y pueblos, manifestando la alegría de conocerlo y amarlo, pues,
el amor de Jesús da fuerza y alegría.

Después de este diálogo amoroso con el Señor, nos ponemos de pie para continuar orando en comunión de
un mismo espíritu.

Ministro:
En comunión con todo el pueblo de Dios, oremos y presentemos a Jesús sacramentado, las necesidades de
las Iglesias de los distintos continentes y la misión que se vive en cada uno de ellos. Oramos diciendo: Jesús,
misionero del Padre, danos tu Espíritu.

36
Lector 1

Por el continente europeo y la misión de la Iglesia, para que el Espíritu del Señor haga renacer la experiencia
profunda de la fe, el sentido de trascendencia, y la sensibilidad para recobrar la memoria histórica del patri-
monio espiritual con el que cuentan.
Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

Lector 2

Por el continente africano y todos los que realizan la misión evangelizadora para que fortalecidos por la gracia
y sabiduría del Espíritu continúen ofreciendo la ayuda fraterna y solidaria dando respuesta a los desafíos de las
situaciones sociales y políticas, reflejadas en la pobreza y la migración.
Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

Lector 3

Por el continente asiático y por la misión de la Iglesia en este continente que camina hacia su propia identidad,
transformándose en Iglesia evangelizadora para sí misma y para los demás, desde la pureza de un corazón
que busca a Dios a través de la meditación y la contemplación. Y por quienes a causa de la fe en Cristo y su
compromiso a favor de los que sufren son perseguidos.
Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

Lector 4

Por el continente de Oceanía y por la misión de la Iglesia para que en apertura y respeto a las diferentes cul-
turas se comparta la alegría del Evangelio, el plan salvífico de Dios para su pueblo. Oremos: Jesús, misionero
del Padre, danos tu Espíritu.

Lector 5

Por el continente americano y por la misión de la Iglesia para que la fe en Jesucristo dinamice la esperanza y
la valentía profética para trabajar por la paz, la justicia y el respeto a la dignidad de todos.
Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

Lector 6

Por todos nosotros para que vivamos con generosidad, alegría y esperanza nuestro ser de discípulos y misio-
neros colaborando en el proyecto del Reino de Dios en el aquí y el ahora que nos toca vivir.
Oremos: Jesús, misionero del Padre, danos tu Espíritu.

En actitud de confianza filial y apertura a su amor nos dirigimos a Dios nuestro Padre con la oración que Cristo
nos enseñó. Cantando: Padre nuestro…

37
Hora Santa Misionera

Momento de agradecimiento

Agradecemos al Señor desde lo que ha tocado e iluminado hoy a nuestro corazón y resuena para una mejor
actitud de vida como bautizados, discípulos y misioneros para llevar a todos el Evangelio, porque Dios es
nuestra fuerza.

Oración conclusiva

Padre bueno, compasivo y misericordioso fuente de alegría,


serenidad y de paz, te damos gracias por el inmenso amor que nos tienes.

Jesucristo, misionero del Padre, con la mirada fija en ti


queremos seguir anunciando la Buena nueva de tu Evangelio.

Espíritu Santo, conságranos con tu unción para que con renovado entusiasmo
realicemos la misión evangelizadora de llevar la alegría de la bondad,
el perdón y la ternura a cada hermana y hermano.

Que María nuestra madre, discípula y misionera interceda por nosotros,


nos acompañe en la tarea de ser contemplativos en la historia,
y comprometidos con el proyecto del Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Reserva del Santísimo

Puestos todos en pie con amor y gratitud, entonamos un canto eucarístico y el ministro reserva el Santísimo.

38
ROSARIO MISIONERO
Rosario Misionero

Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de


la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son
virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a
otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que
alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió
vacíos a los ricos» (Lc 1, 52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra
búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas
las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2, 19).

Evangelii Gaudium, 288.

Para rezar el rosario misionero se sigue el mismo esquema de cualquier rosario, con la particularidad de que
todas las intensiones van dirigidas a pedir por las misiones.

• 1º Misterio: Pidamos por África, para que pueda superar el sufrimiento provocado por el hambre,la
pobreza, las continuas guerras y las desigualdades raciales.

A pesar del panorama prevalentemente negativo que hoy presentan numerosas regiones de África y de las
tristes experiencias que no pocos países atraviesan, la Iglesia tiene el deber de afirmar con fuerza que es
posible superar estas dificultades. Ella debe fortalecer en todos los africanos la esperanza en una verdadera
liberación. Su confianza se fundamenta, en última instancia, en la conciencia de la promesa divina, que
nos asegura que nuestra historia no está cerrada en sí misma, sino que está abierta al Reino de Dios. Por
esto ni la desesperación ni el pesimismo pueden justificarse cuando se piensa en el futuro tanto de África
como de las demás partes del mundo.
Ecclesia in Africa, 14

• 2º Misterio: Pedimos por la Iglesia en América, para que, obedientes al Maestro, pueda escuchar
el consejo de María, que nos dice: “Hagan lo que Él les diga”.

[…] las Iglesias particulares de América están llamadas a extender su impulso evangelizador más allá de
sus fronteras continentales. No pueden guardar para sí las inmensas riquezas de su patrimonio cristiano.
Han de llevarlo al mundo entero y comunicarlo a aquéllos que todavía lo desconocen. Se trata de muchos
millones de hombres y mujeres que, sin la fe, padecen la más grave de las pobrezas. Ante esta pobreza se-
ría erróneo no favorecer una actividad evangelizadora fuera del Continente con el pretexto de que todavía
queda mucho por hacer en América o en la espera de llegar antes a una situación, en el fondo utópica, de
plena realización de la Iglesia en América.
Ecclesia in America, 74.

• 3º Misterio: Pidamos para que la Iglesia en Europa, recupere su vitalidad cristiana y misionera.

¡Iglesia en Europa, te espera la tarea de la «nueva evangelización»! Recobra el entusiasmo del anuncio.
Siente, como dirigida a ti, en este comienzo del tercer milenio, la súplica que ya resonó en los albores del
primer milenio, cuando, en una visión, un macedonio se le apareció a Pablo suplicándole: «Pasa por Ma-
cedonia y ayúdanos » (Hch 16, 9). Aunque no se exprese o incluso se reprima, ésta es la invocación más

40
profunda y verdadera que surge del corazón de los europeos de hoy, sedientos de una esperanza que
no defrauda. A ti se te ha dado esta esperanza como don para que tú la ofrezcas con gozo en todos los
tiempos y latitudes. Por tanto, que el anuncio de Jesús, que es el Evangelio de la esperanza, sea tu honra
y tu razón de ser. Continúa con renovado ardor el mismo espíritu misionero que, a lo largo de estos veinte
siglos y comenzando desde la predicación de los apóstoles Pedro y Pablo, ha animado a tantos Santos y
Santas, auténticos evangelizadores del continente europeo.
Ecclesia in Europa, 45.

• 4º Misterio: Pidamos por todos los hombres y mujeres de Oceanía, para que escuchando la
Palabra de Dios, se dejen transformar por ella.

Desde la antigüedad, los pueblos de Oceanía se emocionaban ante la presencia divina en los tesoros de la
naturaleza y de la cultura. Pero sólo con la llegada de misioneros extranjeros durante la última mitad del
segundo milenio supieron los nativos de Jesucristo, el Verbo humanado. Quienes emigraron de Europa y
de otras regiones del mundo llevaron consigo su fe. Para todos, el Evangelio de Jesucristo, recibido con fe y
vivido en la communio de la Iglesia, realizaba, superándolas, las más profundas expectativas del corazón
humano. Es la Iglesia en Oceanía fuerte en la esperanza, ya que ha experimentado la infinita bondad
de Dios en Cristo. Hasta hoy, el tesoro de la fe cristiana permanece invariado en su dinamismo y en sus
perspectivas, ya que el Espíritu de Dios resulta siempre nuevo y sorprendente. La Iglesia diseminada por
todo el mundo comparte la esperanza de los pueblos de Oceanía de que el futuro depare nuevos y aún
más maravillosos dones de gracia a las tierras del Gran Océano.
Ecclesia in Oceania, 1.

• 5º Misterio: Pidamos por los pueblos de Asia, para que permanezcan abiertos al anuncio del
Evangelio proclamado por los misioneros.

La Iglesia en Asia canta las alabanzas del «Dios de la salvación» (Sal 68, 20) por haber elegido iniciar su
plan salvífico en la tierra de Asia, mediante hombres y mujeres de ese continente. En efecto, fue en Asia
donde Dios, desde el principio, reveló y realizó su proyecto de salvación. Guió a los patriarcas (cf. Gn 12) y
llamó a Moisés para que condujera a su pueblo hacia la libertad (cf. Ex 3, 10). Al pueblo que había elegido
para sí le habló a través de muchos profetas, jueces, reyes e intrépidas mujeres de fe. En la «plenitud de
los tiempos» (Ga 4, 4), envió a su Hijo unigénito, Jesucristo, el Salvador, que se encarnó como asiático. La
Iglesia en Asia, exultando por la bondad de los pueblos del continente, por las culturas y la vitalidad religio-
sa, y, al mismo tiempo, consciente de la unicidad del don de la fe recibida para el bien de todos, no puede
dejar de proclamar: «Dad gracias al Señor, porque es bueno; porque es eterna su misericordia» (Sal 118, 1).

Dado que Jesús nació, vivió, murió y resucitó en Tierra Santa, esa pequeña porción de Asia occidental se
ha convertido en tierra de promesa y de esperanza para todo el género humano. Jesús conoció y amó
esa tierra, haciendo suyos la historia, los sufrimientos y las esperanzas de ese pueblo; amó a su gente,
abrazando las tradiciones y la herencia judías. En efecto, Dios, ya desde la antigüedad, eligió a ese pueblo
y a él se reveló como preparación para la venida del Salvador. Desde esa tierra, mediante la predicación
del Evangelio, con la fuerza del Espíritu Santo, la Iglesia fue por doquier a «hacer discípulos a todas las
gentes» (cf. Mt 28, 19).
Ecclesia in Asia, 1.

41
Rosario Misionero

Letanías misioneras

Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros


Jesucristo, ten piedad de nosotros Jesucristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros
Jesucristo óyenos Jesucristo óyenos
Dios Padre que quieres que todos nos salvemos Ten piedad de nosotros
Dios hijo redentor del mundo, que sufriste muerte de Ten piedad de nosotros
cruz por toda la humanidad
Dios Espíritu Santo, que atraes a la humanidad al co- Ten piedad de nosotros
nocimiento de la verdad
Santa María Reina de las misiones Ruega por el mundo
San Pedro Ruega por el mundo
San Pablo Ruega por el mundo
San Francisco Xavier Ruega por el mundo
Sta. Teresita del niño Jesús Ruega por el mundo
San Marcos Ruega por África
San Agustín Ruega por África
Beato Carlos de Foucald Ruega por África
Santos Mártires de Uganda Rueguen por África
Beata Clementina Anaurite Ruega por África
San Andrés Ruega por Asia
Santo Tomas Ruega por Asia
San Juan Brito Rueguen por Asia
Santos Mártires de Corea Ruega por Asia
Beatos y Stos. Mártires De china y Japón Ruega por Asia
Santa Rosa de Lima Ruega por América
San Martín de Porres Ruega por América
Santos Mártires Mexicanos Ruega por América
San Juan Diego Ruega por América
San Felipe de Jesús Ruega por América
San Pedro Claver Ruega por América
San Daniel Comboni Ruega por Europa
San Guido Ma. Conforti Ruega por Europa
San Bonifacio de Alemania Ruega por Europa
San Agustín de Cantabria Rueguen por Europa

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San Leandro de Sevilla Ruega por Europa
San Pedro de Chanel Ruega por Oceanía
Padre Damián de Molokai Ruega por Oceanía
Estrella del Mar Rueguen por Oceanía
Beatos y Stos. Las Innumerables Islas Rueguen por Oceanía
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Perdónanos, Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Escúchanos, Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Ten piedad y misericordia de nosotros

Súplica a la Reina del Santo Rosario

«Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a
los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio,
no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti el último beso
de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del
Rosario […], oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de
los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo».

Rosarium Virginis Mariae, 43.

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Esta obra se terminó de imprimir
en julio 2018
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