Comer bien durante el embarazo no solo significa comer más. También debes
considerar lo que comes.
Solo necesitas unas 340 a 450 calorías adicionales por día – y esto es para la etapa más
avanzada del embarazo, cuando tu bebé crece más rápidamente. Estas no son muchas
calorías (una taza de cereales y leche descremada al 2%). Es importante que las calorías
provengan de alimentos nutritivos para que puedan contribuir al desarrollo y crecimiento
del bebé.
Las Etiquetas de los Alimentos informan sobre el tipo de nutrientes que hay en las
comidas que consumes. Las letras RDA, que se encuentran en estas etiquetas, significan
en Inglés Recomendación Diaria Permitida, o la cantidad de nutrientes recomendados
para tu dieta diaria. Durante el embarazo, las recomendaciones RDA son mayores.
A continuación, detallamos algunos de los nutrientes más comunes que necesitas y sus
valores correspondientes:
NUTRIENTES IMPORTANTES
Los científicos saben que tu dieta puede afectar la salud de tu bebé – incluso antes de
quedar embarazada. Por ejemplo, estudios indican que el ácido fólico ayuda a prevenir
que ocurran defectos del tubo neural (incluyendo la espina bífida) durante las primeras
etapas del desarrollo del feto y durante las primeras semanas de embarazo.
Los médicos recomiendan que las mujeres tomen suplementos de ácido fólico antes y
durante el embarazo (especialmente durante los primeros 28 días). Asegúrate de
preguntar a tu médico sobre el ácido fólico si estás considerando quedarte embarazada.
El calcio es otro nutriente importante para las mujeres embarazadas. Debido a que las
necesidades de calcio de tu bebé en crecimiento son altas, tu deberías incrementar tu
consumo de calcio para prevenir la pérdida de calcio de tus huesos. Tu médico también
podrá recomendarte vitaminas prenatales las cuales contienen calcio adicional.
Los alimentos que son las mejores fuentes de calcio son la leche y otros productos
lácteos. Sin embargo, si tienes intolerancia a la lactosa o no te gusta la leche y los
productos lácteos, pregúntale a tu médico acerca de los suplementos de calcio. (Los
síntomas de intolerancia a la lactosa incluyen diarrea, distensión abdominal, o exceso de
gas después de consumir leche o productos lácteos. Tomar una cápsula o píldora de
lactasa, o consumir productos libres de lactosa puede que ayude). Otros alimentos ricos
en calcio son las sardinas o el salmón son sus espinas, el brécol, las espinacas, los zumos
de frutas y los alimentos enriquecidos con calcio.
Los médicos no suelen recomendar que una mujer comience una dieta estrictamente
vegetariana en cuanto queda embarazada. Sin embargo, si tu seguías una dieta
vegetariana antes de tu embarazo, puedes seguir la misma dieta al quedar embarazada
– pero hazlo con cuidado. Asegúrate de que tu médico está al tanto de tu dieta. Es un
reto obtener la nutrición que necesitas si no comes pescado, pollo, leche, queso o huevos.
Probablemente necesites complejos de proteína y necesitarás también tomar complejos
con las vitaminas B12 y D. Para asegurarte que tanto tú como tu bebé reciben la nutrición
adecuada, consulta con un experto nutricionista para que te ayude a planificar tu dieta.
Satisfacer tus antojos está bien, siempre que tengas antojos de alimentos que contribuyan
a una dieta saludable. Frecuentemente, estos antojos disminuyen después del tercer mes
de embarazo.
quesos blandos, sin pasteurizar (descritos en la publicidad como "frescos") como los
quesos Feta, de cabra, Brie, Camembert, y el queso azul
leche sin pasteurizar, jugos y vinagre de sidra
huevos crudos o comidas que los contengan, incluyendo los postres tipo mousse y
el Tiramisu
carnes, pescados o mariscos crudos o poco cocinados
carnes procesadas como las salchichas y los embutidos (los cuales deben estar bien
cocinados)
pescados con alto contenido de mercurio, como el tiburón, el pez espada, el merlín,
el atún y reloj anaranjado
Si tú has comido este tipo de alimentos en algún momento durante tu embarazo, no te
preocupes mucho por ello ahora; simplemente evítalos durante el resto de tu embarazo.
Si estas realmente preocupada, consulta con tu médico.
Más sobre el pescado
El pescado y los mariscos pueden ser una parte muy sana de su dieta durante el
embarazo (contienen beneficiosos aceites grasos omega-3, son altos en proteínas y bajos
en grasas saturadas). Pero debes limitar el consumo de estos pescados ya que estos
pescados pueden contener altos niveles de mercurio. El mercurio puede ocasionar daños
al desarrollo del cerebro de un feto o de un niño en edad de crecimiento.
El atún en lata puede ser problemático ya que las latas contienen diferentes tipos de atún
con diferentes cantidades de mercurio. La Administración Estadounidense de Alimentos
y Medicamentos (U.S. Food and Drug Administration, FDA) recomienda comer 2-3
raciones de atún en lata por semana y solo 1 ración de atún blanco (este es un pescado
más grande y contiene más mercurio) por semana. Según un informe de 2017 de la Unión
de los consumidores, el atún blanco puede contener mayores concentraciones de
mercurio de lo que se creía y recomienda que las mujeres embarazadas no consuman
este pescado. Pero el FDA, mantiene su postura al respecto indicando que los niveles de
mercurio presentes en este pescado no son peligrosos al comer cantidades limitadas.
El hecho de que dos organizaciones respetadas hagan recomendaciones contradictorias,
puede generar confusión. Pero dado que los análisis indican que las cantidades de
mercurio en el atún pueden ser mayores de lo que se creía, algunas mujeres podrían
eliminar el consumo de dichos pescados por completo mientras estén embarazadas o
mientras intentan quedar embarazadas.
Todos los pescados y mariscos contienen ciertos niveles de mercurio, pero puedes comer
hasta 12 onzas sin temor por semana de aquellos que contengan poco mercurio, como
el salmón, los langostinos, las almejas, el bagre y la tilapia.
Habla con tu medico si tienes alguna pregunta sobre cuánto pescado comer y cuáles.
Estreñimiento
El hierro en las vitaminas prenatales y otros factores puede que te causen estreñimiento
durante el embarazo. Por lo tanto, es una buena idea consumir más fibra de lo que solías
antes de quedar embarazada. Intenta ingerir de 20 a 30 gramos de fibra al día. Las
mejores fuentes son las frutas frescas, los vegetales, los panes, cereales o molletes
(muffins) de cereales integrales.
Algunas personas toman píldoras de fibra, bebidas u otros productos altos en fibra
disponibles en la farmacia, pero debes consultar con tu médico antes de consumir estos
productos. No utilices laxantes mientras estés embarazada salvo que tu médico te
recomiende hacerlo. Y evita el viejo remedio casero – el aceite de ricino- porque puede
interferir con el proceso de absorción de nutrientes de tu cuerpo.
Si el estreñimiento es un problema para ti, tu médico puede recomendarte un
medicamento para ablandar las heces. Asegúrese de tomar mucho líquido,
especialmente agua, cuando incrementes tu consumo de fibra, de no hacerlo así, podrías
estar agravando el problema.
Una de las mejores formas de evitar el estreñimiento es hacer más ejercicio. Tu también
deberías tomar más agua entre comidas cada día para ayudar a ablandar las heces y
lograr que puedan tener movilidad a través de tu sistema digestivo. Algunas veces el té
caliente, las sopas o ambos pueden ayudar. Igualmente mantén frutos secos cerca de tu
alcance para cuando tengas apetito entre comidas.
Gases
Algunas mujeres embarazadas descubren que el brécol, las espinacas, la coliflor y las
comidas fritas les producen gas o acidez estomacal. Tu puedes planear una dieta
balanceada que evite estos alimentos. Las bebidas gaseosas también pueden causar gas
o acidez estomacal a algunas mujeres, aunque otras descubren que estos alimentos
ayudan a su sistema digestivo.
Náuseas
Si tu sufres frecuentemente de náuseas, come pequeñas cantidades de alimentos
simples como el pan tostado o las galletas saladas tipo soda durante el día. Algunas
mujeres sienten alivio al comer alimentos con jengibre. Para ayudar a combatir
las náuseas también puedes:
Tomar vitaminas prenatales antes de irte a acostar después de haber tomado un
pequeño bocadito de comida – no las tomes con el estómago vacío
Come pequeños bocaditos de comida en cuanto te levantes en la mañana para ir al
baño
Chupa caramelos duros
ALIMENTACIÓN INFANTIL
Esta enfermedad que, con frecuencia, comienza en la infancia, provoca graves perjuicios
en la edad adulta. En concreto, la obesidad y el sobrepeso pueden derivar en problemas
de salud tan graves como las enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares,
la diabetes, la hipertensión e, incluso, algunos tipos de cáncer. Por lo tanto, una
alimentación correcta desde la infancia es determinante para protegernos de estas
dolencias. Además, es en esa edad cuando se aprende a comer y se adoptan los
principales hábitos alimentarios.
Una dieta equilibrada y variada resulta también fundamental para mantener el equilibrio
de la flora bacteriana y reforzar el sistema inmunológico de cualquier persona; y más en
los niños. Así mismo, contribuye a mantener las defensas altas ayuda a prevenir y
combatir los resfriados, gripes y otras infecciones, que con tanta facilidad se contagian
en guarderías, escuelas infantiles y centros escolares.
Energía. Durante el primer año de vida las necesidades de energía son muy
elevadas, y luego bajan muy sensiblemente para ir aumentando de forma
progresiva hasta la adolescencia.
Proteínas. Las necesidades de proteínas son muy altas en los lactantes,
disminuyen posteriormente, y se elevan de nuevo en la pubertad. Están presentes
en las carnes, pescados, lácteos, legumbres, cereales y frutos secos, entre otros
alimentos.
Hidratos de carbono. El consumo de hidratos de carbono, tanto complejos
(cereales o arroz), como simples (azúcar o miel), también es fundamental durante
la infancia.
Fibra. Para calcular la necesidad de fibra de los más pequeños, se suele realizar
la siguiente operación: sumar a la edad del niño el número 5. Por ejemplo, un niño
de ocho años necesitará 13 gramos de fibra al día (8+5). Esta fórmula es aplicable
desde los dos años. La fibra, entre otros beneficios, ayuda a regular el colesterol
y el nivel glucémico. Contienen fibra las legumbres, los cereales -
fundamentalmente los integrales-, los frutos secos y las verduras, frutas y
hortalizas.
Grasas. Es importante controlar desde la infancia qué cantidad y tipo de grasas
incluimos en la dieta. Sobre todo, los niños y adolescentes deben evitar el exceso
de grasas saturadas, presentes en los alimentos de origen animal que tengan
grasa, como la leche, la mantequilla, los lácteos, las carnes grasas y los embutidos
y salsas. En cambio, son aconsejables las grasas de origen vegetal
(monoinsaturadas), especialmente el aceite de oliva.
Vitaminas. Un consumo adecuado de frutas y verduras –al menos cinco piezas o
raciones al día-, asegurarán al menos el aporte necesario de vitaminas C y A. Por
otra parte, el consumo de carnes, pescados, huevos y lácteos proveen de vitamina
B.
Minerales. Por ejemplo, el calcio es esencial para la formación del esqueleto, por
lo que los niños deben consumir abundantes lácteos y pescado azul. Durante los
periodos de crecimiento rápido, los niños necesitan cantidades más elevadas de
hierro, de manera que la dieta infantil debe incluir carne de vacuno, legumbres y
cereales. Y por último, en la pubertad aumentan, sobre todo en las chicas, las
necesidades de yodo. En consecuencia, el consumo moderado de sal yodada en
las comidas puede ser aconsejable, aunque nunca debe abusarse.
Por otra parte, la cantidad de alimentos que los niños necesitan ingerir puede variar
mucho también en función de la fase de crecimiento en la que se encuentren, pero resulta
conveniente recordar que nunca será similar a la del adulto. Es habitual ver cómo se
obliga a un niño a que coma más de lo que él quiere, pero no es recomendable hacerlo,
porque sólo ellos saben cuánta hambre tienen y a la vez, también son ellos los
responsables de aprender a regular su propio apetito. En este sentido, los expertos
en nutrición aseguran que es normal que los niños pasen por temporadas en las que
comen más y otras en las que sienten menos hambre, al igual que sucede en los adultos.
Para evitarlo, las familias deben organizarse con el fin de permitir a los pequeños disfrutar
de un desayuno saludable. Este debe incluir al menos un lácteo (leche, yogur, queso…),
un cereal como pan, tostadas, o cereales, y una fruta o su zumo de forma alterna. En
casos excepcionales, también pueden tomarse aceite de oliva, mermelada o miel como
complemento y, esporádicamente, algún fiambre como el jamón. Para el almuerzo; se
recomienda una pieza de fruta, un yogur o un bocadillo de queso, por ejemplo.
En segundo lugar, la comida debe proveer al niño del 30% de sus necesidades
nutricionales, por lo que es conveniente que, tanto los padres como la escuela, se
involucren en el diseño de menús saludables y equilibrados, capaces de satisfacer,
además, los gustos infantiles. Los platos principales deben basarse en verduras,
legumbres, pasta o arroz, de primero; y carnes magras, pescados, huevos con patatas,
ensaladas o guarnición de verduras, de segundo; y de postre, frutas u, ocasionalmente,
un lácteo.
La merienda no debe ser excesiva, ya que debe suministrar al escolar el 15% de sus
necesidades alimenticias. Esta comida del día suele estar muy bien aceptada por los
niños y complementa adecuadamente su dieta, porque permite incluir alimentos tan
nutritivos como los lácteos o la fruta natural. Además, ayuda a evitar los picoteos
innecesarios entre comidas y hace que nos niños no lleguen a la cena con excesiva
hambre.
Por último, la cena debe aportar al niño el 25%-30% de los nutrientes y la energía que
éste necesita, y se decidirá en función de los alimentos ya tomados al mediodía. Para
esta comida, se recomiendan purés, sopa o ensaladas, y, como complemento, carnes,
huevos y pescados, aunque dependerá de lo que se haya tomado al mediodía.
La educación es también la base de una correcta nutrición. Por esta razón, la familia
desempeña un papel fundamental en el fomento de hábitos nutricionales y de vida
saludables y es el entorno perfecto para conseguir que los menores sigan una dieta
equilibrada.
Por último, hay que recordar que no se debe obligar a un niño a comer algo que no le
gusta ni presentar la comida como un premio o castigo o con amenazas, ya que de esta
manera se transmiten al niño o al adolescente mensajes erróneos sobre qué alimentos
son buenos o malos, cuando todos son saludables y deben estar incluidos en una dieta
equilibrada.
LA ALIMENTACIÓN SALUDABLE DEL ADULTO
¿ALIMENTARNOS O NUTRIRNOS?
La alimentación, como acto consciente, voluntario y educable, tiene como finalidad última
una adecuada nutrición. Es decir, mediante la alimentación (esto es, la selección,
adquisición, preparación e ingesta de alimentos), ponemos en marcha la nutrición del
organismo, es decir, el conjunto de procesos a partir de los cuales éste recibe, transforma
y utiliza las sustancias químicas contenidas en los alimentos (digestión, absorción,
excreción, etc.).
Sin olvidar los aspectos sensoriales y relacionados con el placer, alimentarse supone
proporcionar al organismo una serie de calorías y nutrientes que, en el adulto, tienen que
posibilitar que el individuo mantenga un óptimo estado de salud, a la vez que permitirle el
ejercicio de las distintas actividades que conlleva cada tipo de trabajo.
Una alimentación saludable, por lo tanto, debe aportar una cantidad adecuada y variada
de alimentos, proporcionando los nutrientes cualitativa y cuantitativamente necesarios
para el funcionamiento normal del organismo, en el momento actual y también en el
futuro.
Y es que las mejores estrategias para la prevención de enfermedades son, sin duda, unos
hábitos y estilos de vida saludables, entre los que se encuentra la alimentación, pero
también la práctica de actividad física y la ausencia de hábitos tóxicos como el tabaco.
Uno de los principales problemas de salud pública en la actualidad es, sin duda, la
obesidad. En España, según un informe de la Sociedad Española para el Estudio de la
Obesidad (SEEDO), un 15,5% de la población adulta de 25-64 años es obesa, y un 39,2%
padece sobrepeso.
Una buena alimentación es fundamental en cada una de las etapas de nuestra vida desde
la infancia hasta la vejez. Los aspectos básicos de una dieta son los mismos a lo largo de
nuestra vida, pero las necesidades nutricionales individuales cambian a medida que
vamos envejeciendo. Además, la correcta absorción de los alimentos puede verse
afectada por alguna enfermedad.
Tanto los hombres como las mujeres mayores de 50 años deben consumir al menos mil
200 mg. de calcio al día. La leche y sus derivados (queso, crema, yogurt) son las mejores
fuentes de calcio, al igual que los vegetales de hoja verde y las sardinas.
Nunca es demasiado tarde para consumir más calcio, aunque también es necesario
consumir suficiente vitamina D para poder absorberlo y realizar al menos 30 minutos
de ejercicio diariamente.
El zinc ayuda al organismo a combatir infecciones y a reparar los tejidos enfermos. Sus
principales fuentes son: carne, mariscos, productos de grano y la leche.
Cada persona es diferente, por lo que es recomendable consultar con el médico cuáles
son sus requerimientos alimenticios para su caso en particular tomando en cuenta su
edad, estado de salud y la actividad que realiza diariamente.