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PREMISAS

Premisa 2: ¿Una disminución en la tasa de desempleo reflejaría menores índices de


criminalidad?
1. ¿Existe alguna relación entre el desempleo y la criminalidad?
2. ¿Es una medida efectiva con respecto a otras estrategias de prevención del
crimen?

INTRODUCCIÓN
Los fundamentos del análisis económico moderno de la criminalidad fueron
establecidos por Becker (1968), quien con un enfoque microecómico caracterizó al
acto delictivo como un problema de elección racional individual. Su contribución dio
lugar a un cúmulo de estudios teóricos y empíricos que ayudaron a profundizar el
conocimiento de la conducta criminal en ambientes de incertidumbre, y su reacción
ante diferentes medidas de combate a la criminalidad (Ehrlich, 1973), (Witte, 1980),
(Schmitd y Witte, 1984). No obstante, aunque el enfoque económico de la
criminalidad propuesto por Becker (1968) ha sido ampliamente aceptado en el
ámbito académico internacional y en el diseño de políticas de seguridad pública,
aún es insuficiente para abordar algunos aspectos del vínculo entre actividad
criminal y las condiciones económicas que prevalecen en países y regiones. En
este sentido, un conjunto de investigaciones se ha enfocado en analizar, desde una
perspectiva principalmente agregada, el impacto que la actividad delictiva ejerce en
diferentes medidas de desempeño económico nacional y regional. Por ejemplo,
Zelekha y Bar-Efrat (2011) evalúan el efecto que la actividad delictiva tiene en la
inversión privada en Israel. Daniele y Marani (2010), por su parte, analizan el
impacto del crimen organizado en la inversión extranjera directa en Italia. Asimismo,
algunos estudios han puesto su atención en analizar el efecto potencialmente
distorsionante que la actividad delictiva local ejerce en la pequeña empresa
(Krkoska y Robeck, 2009), (SBP, 2008). Paralelamente, un creciente número de
estudios internacionales analizan el efecto en la tasa crecimiento económico
(Neanidis y Papadopoulou, 2013; Kumar, 2013; Goulas y Zervoyianni, 2013; Öcal y
Yildirim, 2010). Similarmente, el estudio acerca del efecto de las condiciones
económicas sobre los diferentes tipos de actividad delictiva ha cobrado relevancia
con el apoyo de enfoques metodológicos modernos, permitiendo revisar hipótesis
inicialmente investigadas por criminólogos a principios del siglo veinte (Bonger,
1916; Thomas, 1925). Los estudios recientes en este ámbito reconocen que durante
los episodios de recesión económica, el consiguiente aumento en la tasa de
desempleo se convierte en un factor potencialmente detonante de la actividad
delictiva; sin embargo, la evidencia empírica internacional dista de ofrecer un
consenso en este sentido. Los estudios recientes en este ámbito reconocen que
durante los episodios de recesión económica, el consiguiente aumento en la tasa
de desempleo se convierte en un factor potencialmente detonante de la actividad
delictiva; sin embargo, la evidencia empírica internacional dista de ofrecer un
consenso en este sentido. En México, la economía ha atravesado recientemente
por episodios caracterizados por aumentos en la tasa de desempleo y la
intensificación en la actividad delictiva. En el primer caso, la crisis económico-
financiera internacional, que iniciara a principios de 2008 en Estados Unidos,
ocasionó que la actividad económica agregada en México encarara contracciones
de hasta diez por ciento, como ocurrió en el segundo trimestre de 2009 (Mendoza,
2013), con el consiguiente aumento en los despidos laborales. De hecho, en el
periodo poscrisis, cuando la actividad económica agregada de Estados Unidos
comenzaba a recuperarse, en algunos estados mexicanos como Baja California, la
tasa de desempleo promedio aumentó poco más de cuatro puntos porcentuales,
llegando a alcanzar hasta 7.6 por ciento. En particular, los estados ubicados en la
frontera norte parecen haber enfrentado los mayores desajustes en el mercado
laboral, ya que Coahuila y Chihuahua llegaron a alcanzar tasas de desempleo de
9.7 por ciento, mientras que en Nuevo León y Tamaulipas llegaron hasta 8.5 por
ciento (Torres, 2013).
Rusche y Otto Kirchheimer (1939), sostienen que el crimen está directamente
relacionado con el ciclo económico y que, en los tiempos de recesión, dado el
aumento del desempleo, las tasas de criminalidad también tienden a aumentar
puesto que las personas se ven obligadas a cometer actos ilícitos para hacerse de
los recursos económicos perdidos durante la crisis. Sin embargo, estos resultados
no son homogéneos pues en los estudios hace falta integrar otras variables de tipo
sociodemográfico como clase, educación, migración o movilidad social
(Garay,2014, págs. 270-275). En cuanto al segundo enfoque, se plantea que un
crecimiento y desarrollo económico sostenible genera, en el largo plazo, más
riqueza y mejor calidad de vida, lo que a su vez está asociado con bajos índices de
criminalidad. Los principales autores que defienden esta teoría son Emile Durkheim
y Norbert Elias, quienes exponen que modificaciones graves en la estructura
económica inciden en el alza de las tasas de crimen, que el desarrollo económico
es decisivo para el incremento del individualismo moral y la solidaridad orgánica y,
por último, que los procesos macrosociales pueden reducir los niveles de
criminalidad en una sociedad (Garay, 2014).
1. ¿Existe alguna relación entre el desempleo y la criminalidad?

https://www.uam.es/personal_pdi/economicas/cresa/text5.html

Después de décadas de estudio de las relaciones entre las condiciones económicas


de los grupos sociales y su inclinación hacia la comisión de delitos, dos teorías han
aparecido fundamentalmente que creen haber encontrado una explicación causal
entre ambas variables. Ambas teorías se han testado con múltiples métodos, niveles
de agregación y datos estadísticos. Sus resultados han sido, por lo general,
contradictorios. La primera de ellas es la perspectiva motivacional, que supone que
existe una relación positiva entre el desempleo y el delito basándose en una
extrapolación de la combinación a nivel individual de procesos sentimentales y de
elección racional. Así se considera que cuanto mayor sea el nivel de desempleo, y
por lo tanto peores las circunstancia económica de los grupos sociales, más
probabilidades existen que se vean implicados los individuos que la componen en
actos delictivos. Intuitivamente obvia, subraya la relación de substitutivo neto entre
el ingreso de rentas a través de medios legítimos, normalmente un empleo
remunerado o las rentas, y la financiación mediante actuaciones criminales. Dos
son las fuentes esenciales que generan esta relación positiva entre el delito y el
nivel de desempleo dentro de un grupo social, con lo que ello supone de ausencia
de ingresos para muchos individuos. Por una parte, existe la tendencia a la
frustración que genera en las personas el hecho de no poder obtener y mantener
un empleo, con los ingresos que el mismo supone, mientras se conservan
aparentemente intactos los instintos para mejorar o estabilizar el nivel de vida
individual. En otras palabras, se agudiza el conflicto típico de la ciencia económica
más ortodoxa entre recursos escasos y necesidades, socialmente construidas,
ilimitadas.

Abiertamente, esta teorización conecta con aquellas teorías que se concentran


sobre las desigualdades de renta como fuente generadora de mayores niveles de
criminalidad. La teorías de la privación, ya sea ésta absoluta o en la forma que más
éxito ha tenido como factor explicativo de la delincuencia y de la violencia en general
ente la comunidad académica, la privación relativa, tiene como consecuencia el
enfado de los individuos y el subsiguiente comportamiento delictivo, que constituye,
aparte de una fuente de ingresos, una expresión mediante la cual poner de
manifiesto la frustración sentida con la sociedad en general, que desde la
perspectiva individual y grupal únicamente no ofrece los canales suficientes para la
inserción, entre ellos un empleo bien remunerado y en buenas condiciones de
trabajo. Aparte, un empleo no constituye únicamente una fuente de ingresos sino
un medio mediante el cual acceder a un rol e incluso al sentimiento de pertenencia
a una comunidad, lo cual agrava la frustración de las personas en situación de
desempleo. De este modo, si las condiciones económicas se deterioran en el
tiempo, y por tanto se incrementan los niveles de desempleo, la proporción de
personas que experimentan sentimientos de frustración respecto a su propia
situación dentro de la sociedad se incrementa, lo cual se plasma en un incremento
del número de delitos. Por otra parte, la segunda fuente que hace que el
empeoramiento de las circunstancias económicas se traduzca en un incremento de
la delincuencia es un proceso de elección racional mediante el cual los individuos
valoran los costes y beneficios del comportamiento delictivo frente a las actividades
no delictivas. Los costes relativos de inmiscuirse en actividades de delincuencia,
entre ellos un posible encarcelamiento más o menos prolongado, disminuyen para
aquellas personas que se encuentran en situación de desempleo, al mismo tiempo
que aumentan los beneficios relativos. La recompensa relativa de un acto delictivo
es mayor para aquellos individuos que, no sólo no tienen un empleo y los
consiguientes ingresos legítimos debido a la situación de desempleo, sino que por
lo general carecen de perspectivas para encontrar un empleo personalmente
reconfortante. Por otra parte, el desempleo deriva hipotéticamente hacia un
aumento de la criminalidad simplemente porque existe una mayor disponibilidad de
tiempo para el contacto personal, que normalmente tiene lugar en ambientes poco
estructurados comunicados por la falta de ocupaciones diarias, y por lo tanto para
otro tipo de actividades, entre ellas las delictivas, ya sean estructuradas o no. Existe
una gran cantidad de tiempo disponible para los desempleados, al cual no se le
puede dar una utilización convencional por problemas de escaso poder adquisitivo,
con lo cual es bastante probable que estos trabajadores consuman su extenso
tiempo de ocio en tabernas, bares, billares o parques donde entren en contacto con
un ambiente marginal en el cual existe una conciencia acrítica hacia la delincuencia,
que es observada como una situación de substitutivo normal de los ingresos legales.
Cualquier explicación, sin embargo, mediante elección racional de un incremento
de la delincuencia a causa del desempleo ignora explícitamente la existencia de
programas y esquemas de ayuda a los desempleados, ya sean públicos o de otro
ámbito.

La frustración y la elección racional, conducirían, por consiguiente, a que un


empeoramiento de las circunstancias económicas y un incremento paralelo del
desempleo se traduzcan indefectiblemente en mayores tasas de delincuencia,
cualquiera que se la forma en que éstas se midan. En definitiva, el delito no sería
sino el resultado de un conjunto de circunstancias en las cuales a los individuos se
les niegan los instrumentos para lograr sus objetivos a través de medios legítimos y
que, por tanto, les empuja hacia en actividades delictivas.

La relación positiva entre desempleo y delincuencia se produce además en otro


sentido. El desempleo no suele ser una estación permanente sino que más bien se
presenta en forma discontinua intercalando periodos de inactividades con empleos
en ocupaciones de baja remuneración, malas condiciones de empleo y alta
inestabilidad en el trabajo. Son empleos en el sector secundario del empleo, tal y
como los presentan los teóricos de la dualización del mercado de trabajo, con todo
lo que de simplificación tenga una clasificación dicotómica. Las frecuentes salidas y
entradas en el mercado de trabajo de estos individuos provoca que no puedan forjar
fuertes relaciones con los relaciones de trabajo con su lugar de trabajo. Al contrario
que los trabajadores del sector primario, con empleos más estables y mejor
remunerados, que desarrollan fuertes relaciones sociales con otros individuos en el
lugar de trabajo y en su ámbito profesional, los trabajadores del sector secundario,
que intercalan periodos frecuentes de desempleo, deben recurrir a otros ámbitos
para desarrollar sus amistades. En ausencia de lazos profesionales duraderos,
estas amistades primarias suelen desarrollarse en sus comunidades de residencia,
donde por lo general se suelen dar altas concentraciones de desempleados. En
estos entornos se genera un tipo de socialización que, además de estar
caracterizado por los bajos niveles de renta y de oportunidades de movilidad
ascendente, a menudo están unidos a una crítica o simple ignorancia de los valores
sociales imperantes. La diferencia entre lo legal y lo ilegal se atenúa y formas
legítimas e ilegítimas de obtener ingresos se hacen paralelas con el agravante de
la presión grupal conducente a estas últimas actividades, más presente entre los
jóvenes, donde los lazos familiares son débiles, la escala de valores está aún en
formación y existen incentivos fuertes a la presencia de símbolos de virilidad. En
estas circunstancias se genera el personal y las oportunidades para la creación de
una subcultura criminal o de la violencia que incremente substancialmente la
delincuencia. La fuerza de esta cultura de la marginalidad por lo general supera a
los mecanismos y redes informales de apoyo que se constituyen en entornos donde
el desempleo es un problema crónico.

La segunda teoría que relaciona condiciones económicas y delincuencia es la


perspectiva de oportunidad, según la cual el nivel de criminalidad estaría en función
de la oferta de potenciales criminales y de objetivos apropiados para la
victimización. Al contrario que la perspectiva motivacional, según los teóricos de
esta línea de pensamiento el número de delitos disminuye en periodos de depresión
económica en los que se incrementa el desempleo debido a una disminución de la
circulación de personas y bienes. Por una parte, las estrecheces económicas
provocan que los desempleados permanezcan durante mayor tiempo en sus
hogares, con lo cual proporcionan una protección adicional a sus propiedades
personales en el hogar. Por otra, la menor circulación de los desempleados por
espacios públicos debido a la inexistencia de movilidad laboral diaria y la escasez
de recursos para el ocio fuera de lugar disminuye enormemente la probabilidad de
ser atracado en las calles. La explicación es coherente con los grandes números de
las cifras de crímenes proporcionadas por agencias oficiales con poca o nula
desagregación puesto que los delitos contra la propiedad y contra las personas, ya
sean violentos o no, suponen el grueso de la actividad delictiva reportada.

Comparativamente, la diferencia esencial entre las dos grandes hipótesis acerca de


la relación del desempleo, y de las circunstancias económicas en general, con la
delincuencia sería de signo. Mientras para la teoría de la motivación la relación sería
positiva, los análisis que siguen las normas de la teoría de las oportunidades el
desempleo inducen reducciones en las tasas de delincuencia. Ambas teorizaciones
han aportado algunos estudios, en muy casos muy criticables, que supuestamente
confirman las hipótesis expuestas con diferentes y muy diversos datos. Pese a lo
que pudiera parecer una diferencia substancial, se han trazado hipótesis tratando
de hacer compatibles lo que en principio podrían parecer consideraciones tan
opuestas. Según éstas, lo más probable es que los efectos de oportunidad sean
observables en el corto plazo ya que las cambios en el circulante de personas y
bienes son reacciones inmediatas a cambios en el entorno económico y a
fluctuaciones en el desempleo, mientras que las motivaciones motivacionales
presentan un retraso temporal más acusado y sólo se hacen visibles para cambios
persistentes en las cifras de desempleo. En concreto, con la conclusión de las
formas públicas o de otra índole de asistencia a los desempleados tras un periodo
de subsidiación en el que se han inhibido las oportunidades de encontrar un nuevo
trabajo por las condiciones deprimidas del mercado de trabajo las necesidades
financieras se hacen más acuciantes y aumentan las motivaciones para el crimen,
ya sea por un incremento en la frustración producida por la persistencia de la
situación del desempleo o porque con el tiempo y el entorno sociológico antes
descrito el delito comience a percibirse como una solución más lucrativa que el
comportamiento no delictivo y desprendida de sus connotaciones morales
negativas.

En cualquier caso, existe un consenso amplio sobre que las influencias


contradictorias del desempleo en cuanto a los niveles de delincuencia pueden ser
variables entre grupos diferenciados situados en distintos ámbitos de la estructura
social. Ciertos segmentos sociales están situados en una situación financiera que
los hace más vulnerables a la reducción de rentas provocadas por el desempleo y,
por tanto, serían más susceptibles al impacto motivacional del desempleo. Sin
embargo, un argumento paralelo y contrario debe tenerse en cuenta y es el de que
al sufrir un desempleo crónico, estos grupos han desarrollado mecanismos y redes
de ayuda informal que proporcionan un apoyo instantáneo a aquellos que caen en
la situación de desempleo evitándoles de recurrir a medios ilegales de adquisición
de rentas. Éste podría ser el caso, por ejemplo, las infraclases emergentes en el
mundo desarrollado, cuyas vidas tan sólo se ven afectadas mínimamente por
pronunciados cambios macroeconómicos estructurales. Por contra, los factores de
oportunidad tendrían su impacto más fuerte dentro del grupo cuya población criminal
está más cercana al delito esporádico, de ingresos pobres y de alto riesgo por a
propensión a ser arrestado. Y sobre todo, los argumentos acerca de la influencia
del desempleo sobre la delincuencia sugerida por las teorías de motivación y de
oportunidad son más apropiados para crímenes de una naturaleza instrumental. Por
consiguiente, cualquier relación entre el delito y las diversas influencias de
desempleo debería ser más directa para los delitos contra la propiedad y menos
pronunciada para los delitos violentos cuya relación con las condiciones
económicas es más indirecta.

Además, hay que introducir otros elementos sobre cómo el mundo del trabajo influye
sobre el nivel de criminalidad en un determinado grupo social. No es sólo el
desempleo, con la consiguiente reducción de rentas, lo único que se refleja en las
tasas de delitos, sino también otras circunstancias del mercado de trabajo tales
como el subempleo.

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2448-
84022017000100025
2. ¿Es una medida efectiva con respecto a otras estrategias de prevención del
crimen?
DETERMINANTES DE LA CRIMINALIDAD. REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA
http://www.politicacriminal.cl/n_02/d_4_2.pdf
Con respecto al Desempleo existe en la bibliografía una gran cantidad de artículos
que describen una relación positiva entre el desempleo y la delincuencia, es decir,
ante un aumento en la tasa de desempleo, la delincuencia aumentaría. Raphael y
Winter-Ember comprueban efectos positivos significativos del desempleo sobre los
delitos contra la propiedad. Estos efectos son estables a lo largo de todas las
especificaciones del modelo. En la línea, Deadman encuentra una relación
significativa entre aumento de desempleo y aumento de robo con fuerza residencial.
Por otro lado, Roberto García concluye, después de una revisión bibliográfica, que
hay un efecto positivo importante entre desempleo y crímenes contra la propiedad,
sin embargo, los resultados de la relevancia estadística del desempleo, entre uno y
otro estudio, varían dependiendo de cómo se especifique la función a estimar, por
lo que se desprende que ésta es una relación muy sensible y que está altamente
correlacionada con otras variables de mercado. Así también la Fundación Paz
Ciudadana dice que un aumento del desempleo provocaría un aumento de la
delincuencia. 35 Por otra parte, Benavente et al. especifican que el desempleo sirve
para medir el entorno económico y la carencia de oportunidades en los mercados
formales para obtener un empleo legal. Alto desempleo significaría menos
oportunidades de trabajo legal y, por lo tanto, mayor oportunidad para el trabajo
ilegal. Se demuestra la relación positiva entre desempleo y criminalidad, sobre todo
para los delitos de robo con fuerza y hurto. Por otra parte, incorporando el factor
tiempo, Nuñez et al., siguiendo el modelo de Becker y Ehrlich, proponen que al
aumentar el desempleo aumenta el delito, dicen que para que esta relación se
cumpla es necesario que el desempleo se espere para el futuro y que la captura sea
constante. Estos autores demuestran que el desempleo explica casi todos los tipos
de delitos tanto los de incentivos económicos como también violación, homicidio y
violencia. Con respecto a esto último, agregan que si el desempleo explica más que
los delitos que responden a incentivos económicos, este factor estaría yendo más
allá de la teoría de Becker y Ehrlich. Argumentando una relación positiva pero
ambigua o poco significativa entre desempleo y criminalidad encontramos a varios
autores, principalmente internacionales. Saridakis dice que el desempleo tiene un
papel insignificante sobre los delitos violentos. Saridakis plantea una relación
positiva, pero marginal; estos resultados se corresponden con los estudios
anteriores revisados por él. Por otro lado, Mocan et al. revisan la teoría de Becker y
Ehrlich, complejizándola en una modelación. Su crítica va principalmente por el
hecho de suponer la existencia de relaciones recíprocas entre delincuencia y sus
determinantes, sin considerar la multiplicidad de respuestas humanas. Para
solucionar lo anterior se incorporan los factores de capital humano legal e ilegal y
tiempo en participación en actividades legales e ilegales. Con esta modelación
demuestran que si bien un aumento de desempleo aumenta el crimen (delitos contra
la propiedad), una disminución del desempleo no necesariamente lo disminuye: el
crimen no vuelve a su posición anterior. Se concluye, por lo tanto, que los delitos
contra la propiedad tienen comportamientos asimétricos con el desempleo. Por otro
lado, estos mismos autores dicen que hay evidencia suficiente para decir que el
efecto de variables económicas como desempleo y salario mínimo real sobre la
criminalidad no es claro, ya que es un efecto suave y poco definido para los
diferentes tipos de delitos.

EVIDENCIA EMPÍRICA

El estudio “Desempleo y criminalidad en los estados de la frontera norte de


México: un enfoque espacial bayesiano de vectores auto-regresivos”
contribuye al conocimiento de la relación empírica entre criminalidad y desempleo
para esta región de México, aunque es insuficiente para conducir a algún hecho
estilizado y generalizado para el resto del país. En este sentido, la evidencia
empírica sugiere que la respuesta del número de robos a un choque que aumente
la tasa de desempleo es diferenciada entre los estados de la frontera norte. En
particular, se observa que los estados presentan una relación positiva de forma
consistente ante un choque que incida en la tasa de desempleo en cualquier estado
de la frontera norte. La relación parece reflejar un efecto de motivación económica,
en la que incrementos (disminuciones) en la tasa de desempleo se asocian con
incrementos (disminuciones) en la actividad delictiva.

Por otra parte, el estudio “ ¿Existe un vínculo entre el desempleo y la


criminalidad en la economía de los Estados Unidos? Más evidencia. Realizado
por Firouz Fallahi y Gabriel Rodríguez. Utilizando modelos Markov-Switching,
investiga la existencia de una relación entre la tasa de desempleo y cuatro diferentes
tipos de criminalidad en la economía de los Estados Unidos. Asimismo, se analiza
la correlación entre los ciclos de la tasa de desempleo y las diferentes variables de
criminalidad utilizando una medida no paramétrica denominada índice de
concordancia propuesto por Harding y Pagan (2002, 2006). Los resultados indican
que no existe una relación estadísticamente significativa entre la tasa de desempleo
y las tasas de robos violentos y robo de vehículos. Sin embargo, la tasa de
desempleo presenta una relación estadísticamente significativa con asaltos a mano
armada y hurtos o fraudes. La relación es contemporáneamente positiva con la tasa
de robo a mano armada y negativa con la tasa de hurto o fraude. Sin embargo esta
relación se vuelve positiva entre valores rezagados de la tasa de hurto o fraude y la
tasa de desempleo.
EL DESEMPLEO ALIENTA LA DELINCUENCIA: ESTUDIO.
https://www.eleconomista.com.mx/politica/El-desempleo-alienta-la-delincuencia-
estudio-20110909-0112.html
El Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tec de Monterrey,
campus Estado de México, elabora un documento que expone que hay un vínculo
directo entre el aumento de denuncias por delitos del fuero común respecto de la
subocupación, la informalidad, el desempleo, la pobreza y la precariedad del
empleo. Según comparaciones elaboradas por la casa de estudios, hay una
correlación de más de 70% entre los casos de violaciones a la ley y la falta de
trabajo, así como en el número de personas que buscan un segundo empleo. En el
caso del alza en informalidad a la par de la inseguridad, hay un vínculo superior a
80% en el país. Lo mismo sucede en el caso de la pobreza. La informalidad
encuentra una relación de más de 85 por ciento. José Luis de la Cruz Gallegos,
director del CIEN, explicó que, ante el recrudecimiento de la violencia en el país y
la incubación de un clima inhóspito para las empresas, es de esperarse que no haya
nuevas inversiones y aumente la pauperización de las condiciones laborales. La
falta de oportunidades de trabajo incide en la violencia, a la vez que esta última
contribuye a completar el circuito; si se suma a la ecuación la desaceleración del
mercado estadounidense y del mexicano, la situación empeora. Es claro que se ha
exacerbado el problema entre violencia y economía, con la confrontación entre los
delincuentes e instituciones... siempre ha estado presente. Es evidente que forma
parte de un desequilibrio estructural (...) y que en el acumulado de los últimos 30
años, de no atajarse eficazmente, puede atentar contra el marco institucional del
país, finalizó.
Ahora bien, otro indicador importante es el desempleo juvenil. En cualquier caso,
parece menos probable que los jóvenes obtengan ocupación en empleos bien
remunerados, incluso durante las etapas aparentemente más prósperas desde el
punto de vista económico. La propia situación de los jóvenes produce dos efectos
contraproducentes que atenúan y agravan la situación de desempleo en
comparación con otros grupos de edad adulta. Por una parte, es muy improbable
que los jóvenes tengan ingresos propios discrecionales, tales como ahorros o
subsidios estatales de desempleo, que les mantengan en un umbral de renta
suficiente para afrontar las abundantes necesidades generadas. Debido a su
posición relativamente baja en la pirámide ocupacional, sus esfuerzos por encontrar
un empleo una vez despedidos obtienen menores recompensas. Además, los
jóvenes suelen ser quienes actúen con más frecuencia como fuerza de trabajo
discontinua que entran y salen del mercado de trabajo conforme cambian las
condiciones económicas generales. Por otra, en la mayor parte de los casos los
jóvenes conservan una red de relaciones familiares que les permiten enfrentarse a
una situación de desempleo con un colchón que aminora la pérdida de rentas,
normalmente bajas cuando están ocupados, provocada por el desempleo. Dicho de
otro modo, muchos individuos en el final de la adolescencia y principios de la edad
adulta continúan recibiendo recursos de sus padres, o de otros familiares, con lo
cual se atenúan las dificultades generadas por el desempleo
Colombia, según cifras del Dane a 2018, existen 12'768.157 jóvenes (entre 18 y 28
años), quienes representan el 27 por ciento de la población. De estos, 3'400.000 no
tienen empleo, cifra que para expertos de la Universidad Libre revela una
"preocupante radiografía del desempleo juvenil en el país". Estas cifras evidencian
que el desempleo de los jóvenes colombianos no ha dejado de crecer. Entre
diciembre de 2017 y febrero de 2018, el porcentaje de desocupación para las
personas de 18 a 28 años se situó en 17,7 por ciento Mientras que en el mismo
trimestre del 2016 al 2017, la cifra fue del 17,2 por ciento.

CONCLUSIÓN YESSICA

Primero, el desempleo, como se ha explicado desde el punto de vista teórico, tiene


efectos contradictorios que inhiben y motivan el delito. Segundo, el efecto del
desempleo, como podría deducirse intuitivamente, es más consistente en los delitos
contra la propiedad y explica con menos precisión los delitos violentos. Y, por último,
la influencia del desempleo es particularmente pronunciada en ciertos segmentos
de la población entre los que puede existir unos valores donde la ilegalidad sea
medida por unos parámetros mucho más laxos de lo que suele ser usual.
Específicamente, los jóvenes y las poblaciones minoritarias, los grupos más
sobrerrepresentados en las estadísticas delictivas, se ocupan, de forma
relativamente desproporcionada, en ocupaciones inestables, con bajas
remuneraciones y muy vulnerables a los shocks económicos. En ocasiones,
incorporando datos laborales que superan puramente el desempleo registrado o
encuestado, se ha demostrado que la inestabilidad laboral está substancialmente
asociada con el crimen, especialmente el violento. Cuarto, muchos de los estudios
se concentran únicamente en entornos urbanos, donde se produce la mayor parte
de los delitos menores, que a menudo suelen estar caracterizadas por ser ejemplos
extremos o inusuales. En general se conoce poco acerca de los mecanismos
conducentes al delitos en zonas rurales y nada acerca de la influencia del
desempleo en los mismos. Aunque en los datos estadísticos el grueso de los delitos
son cometidos en áreas urbanas, hay que considerar que la tendencia a la denuncia
de los delitos es diferente en ambos entornos, sobre todo en lo que se refiere a tipos
concretos de delincuencia, y en cualquier caso su participación en actividades
delictivas no es despreciable. La utilización de zonas urbanas es una fuente de
sesgo que tiende a enfocar las causas del crimen sobre sus manifestaciones más
visibles y sobre la percepción de patologías sociales centradas en ciertos grupos
étnica o financieramente diferenciados. Puede señalarse, en cualquier caso, que
estudios basados en datos a niveles menores de agregación, tales como ciudades
o áreas metropolitanas, producen resultados consistentes con la verificación de una
relación positiva entre desempleo y delincuencia.

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